Publicado originalmente en Izaronews, el 14-10-2007
Se dice que Mohamed Atta secuestró uno de los aviones del 11-S tras cortarle la garganta a una azafata con un cúter de tamaño no mayor que un pulgar, y que ése era todo el armamento que llevaban encima los secuestradores del aparato. Con aquella cuchilla paralizó de terror a la tripulación y el pasaje de un avión, dicen.
Se supone que desde entonces, es imposible subir a un avión en cualquier parte del mundo con un instrumento cortante encima. Mentira, yo llevo años haciéndolo. Y lo que es más impactante todavía, acabo de hacerlo dando la vuelta al mundo.
Desde hace unos 15 años tengo unas gafas de sol de cierta marca norteamericana muy conocida. Con ellas he hecho viajes en avión por países de todo el mundo, pasando fronteras y controles en aeropuertos de al menos una treintena de países (entre los que no se incluyen EEUU ni el Reino Unido, donde ni he puesto los pies ni pienso hacerlo por ahora).
Cuando compré las gafas, me suministraron con ellas una funda. Pasaron los años, y las bandas colocadas a modo de cierre en uno de los extremos de la funda se fueron desgarrando poco a poco hasta abrirse del todo. Cuando el material plástico flexible acabó de desgarrarse, mi sorpresa fue de órdago al hurgar dentro: del interior de cada una de las bandas extraje dos piezas metálicas cortadas de unos 9 cm. de largo cada una, un poco más de 1 cm. de ancho, y los bordes cortantes aunque no afilados; en total, cuatro trozos de una de esas cintas métricas metálicas que, cuando están enteras, se enrollan dentro de una carcasa.
Desde el día en que me di cuenta de esa circunstancia, y dado que sigo usando esas gafas y la funda cumple su papel, he seguido viajando en avión llevándolas encima, sin haber tenido nunca el menor problema al pasar controles. En ocasiones las llevo en el bolsillo de la camisa, otras en el de una chaqueta, y la mayoría de las veces en un bolsillo lateral exterior de una pequeña mochila de trekking que me acompaña en todos mis viajes desde hace al menos una década y que nunca facturo, llevándola siempre conmigo como equipaje de cabina. Así, hay ocasiones en que las gafas y su funda pasan los controles de seguridad dentro de la bandeja donde te hacen poner los objetos como carteras, llaves, monedas, etc, y otras –la mayoría, como decía antes- tan pimpantes en el bolsillito exterior de la mochila, que lógicamente es pasada por el scanner y observada por el operador correspondiente. Jamás nadie ha reparado en la funda desgarrada en su extremo, ni por supuesto en las cuatro navajas de 9 cm. cada una que aloja.
El ejemplo más brutal de hasta dónde llega la inanidad de las supuestas medidas de seguridad aplicadas en los controles aeroportuarios, lo acabo de vivir recientemente. Entre el 3 de septiembre y el 3 de octubre pasados tomé un total de 11 vuelos de 4 compañías aéreas diferentes, atravesando los controles de seguridad de 10 aeropuertos (Barcelona, Madrid, Ciudad de México, Santiago de Chile, Isla de Pascua, Papeete, Sydney, Manila, Hong Kong y Ámsterdam), pertenecientes a 8 países (España, México, Chile, Polinesia Francesa, Australia, Filipinas, China y Holanda).
En todos estos lugares las medidas de seguridad son supuestamente tan extremas, que, como ocurre en el aeropuerto de Sydney, superar los sucesivos controles le cuesta horas al atribulado viajero. En Manila te obligan incluso a descalzarte… aunque a nadie se le ocurre mirar qué hay dentro de tus zapatos.
En Manila y Hong Kong sendas funcionarias policiales abrieron una cremallera superior de mi mochila. En el primer caso una mujer policía se contentó con palpar con la punta dedos una cámara fotográfica, y en el segundo su colega china ni se molestó en dar una ojeada dentro: abrió y cerró la mochila como quien abre y cierra la puerta de un frigorífico, mientras seguía charlando con una compañera. A nadie se le ocurrió ni tocar los costados de la mochila, ni por supuesto abrir la cremallera del bolsillo que alojaba la funda y las gafas de sol.
¿Cuántas fundas de gafas debe haber como las mías? Probablemente millones. ¿Cuántos de sus propietarios suben con ellas a un avión cada día?.
En suma, ¿de qué hablan entonces cuando se refieren a seguridad en los aeropuertos?