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sábado, agosto 27, 2011
martes, agosto 17, 2010
Pepiño
Menos mal que a Pepiño le han recortado el presupuesto de Fomento. Menos mal, porque si tuviera los recursos íntegros, el tráfico por las carreteras nacionales se parecería al de los años 60, cuando los españolitos accedieron al seiscientos y se lanzaban como locos por aquellos caminos intransitables denominados carreteras nacionales.
Aquellas carreteras nacionales, hoy flamantes autovías, cuando no onerosas autopistas de peaje, solían ser objeto de reparaciones justo durante los meses de julio o agosto. A lo mejor dichas obras tenían lugar todo el año, pero el entonces súbdito sólo las veía en estío, cuando se iba de veraneo.
- ¿Ves, Mariano? El ministerio de Obras Públicas está arreglando la carretera. Es que no sabes más que quejarte.
Y así, con tráfico lento o directamente parado, se pasaban las horas hasta llegar al pueblo o, los más pudientes, a las playas de Benidorm, Torremolinos o Guardamar del Segura.
Los dos carriles, se veían reducidos a uno por obras de reparcheo, rebacheo o recuperar el asfalto perdido por mor de la naturaleza invasora. Un propio daba paso ora a estos, ora a aquellos. Y parecía que siempre le caían mejor aquellos, porque los parones siempre parecían más largos a nosotros.
Se atravesaban pueblos y ciudades y, en algunas de ellas, casi se buscaba un lugar donde pernoctar, de lo que se tardaba. El pueblo de Torres Torres en Castellón era inolvidable. Había un embudo molecular –accesible sólo a moléculas- al lado de la iglesia y en alguna ocasión –teniendo en cuenta que sólo tenía capacidad para un vehículo- se quedaba atascado un camión. Hablo de la carretera nacional 231, hoy A-23.
La AP-7, por ejemplo, moría abruptamente en Puzol y cuando llegabas a Valencia conocías el semáforo de Europa, así denominado porque uno podía salir desde Helsinki con destino a Jávea y el primer semáforo con el que se encontraba era precisamente ése.
La autopista, de peaje, hoy llamada del Mediterráneo, volvía a desaparecer entre Xeresa y Ondara. O lo que es lo mismo, justo antes de Gandía y hasta Denia. Eso obligaba a la dichosa travesía de localidades tan poco concurridas en verano como la citada Gandía u Oliva. Por cierto, la AP-7 terminaba en Alicante y de ahí a Murcia, carretera nacional de doble sentido.
A lo que iba, que ya está bien de digresión. A Pepiño le han recortado el presupuesto y parece que lo que le ha quedado me ha caído de lleno. Hace unos días viajamos por la A-1 para ir al pueblo de mi padre. Era un rodeo, pero así nos evitábamos unos 100 km. de carreteras secundarias dejadas de la mano de la Junta de Castilla-León y sus innumerables diputaciones.
Pero Pepiño nos aguardaba con obras entre Aranda de Duero y Burgos. Aquí levanto un trozo de autovía; aquí cambio los guardarrailes; un poco más allá mando pintar; acullá se me ocurre de retocar el arcén … Total, que cada pocos kilómetros los que subían y los que bajaban tenían que compartir vía.
Una vez dejamos Burgos, la cosa empezó a entonarse en la A-231 y llegamos a destino sin más problema.
De regreso pensamos que mejor optábamos por otro camino alternativo a la A-1, de modo que volvimos a optar por dar un rodeo de unos 65 km. para no dejar de transitar por autovía. Maniáticos que somos.
Así que retomamos la A-231 hasta León para allí enlazar con la A-66 en Benavente. Pues si la A-231 se había portado como una campeona a la idea, en el nuevo itinerario decidió que nos íbamos a enterar. Nos íbamos a enterar de que se están realizando las obras del tren de alta velocidad ¡Palencia-León!
De modo que la autovía, de nuevo, se convirtió en carretera de dos sentidos cada vez que nos cruzábamos con un puente ferroviario. Y aseguro que son muchos. No sé si son necesarios, ya que teóricamente la vía del tren y la autovía van al mismo sitio y, por tanto, podrían ir paralelas. O de nuevo nos ha tocado el ingeniero becario o una constructora se está poniendo las botas. Eso al margen de si es necesario un tren de alta velocidad entre Palencia y León y no sería más adecuado un servicio regional decente, con buenos trenes, frecuencias adecuadas y rapidez.
En fin, una vez en León accedimos a la A-66 y en Benavente a la A-6 hasta Madrid. Pero la cosa no mejoró. No mejoró en absoluto. De nuevo tropezamos con obras y más obras: ampliaciones de carriles –no acabo de comprender porque cuando se amplía la plataforma te quitan un carril-, nuevas variantes, reparaciones … incluso en la AP-6, es decir, en el tramo de peaje, transitamos unos 20 km. por un solo carril, 20 km. que, por supuesto, no fueron descontados de la tarifa. Aunque en menor medida, las obras tampoco nos abandonaron en la A-3, pero fueron más llevaderas.
En resumen. Hicimos unos 1.400 km por autovía y calculo que en más de 400 tropezamos con obras. Menos mal que le han recortado el presupuesto.
Aquellas carreteras nacionales, hoy flamantes autovías, cuando no onerosas autopistas de peaje, solían ser objeto de reparaciones justo durante los meses de julio o agosto. A lo mejor dichas obras tenían lugar todo el año, pero el entonces súbdito sólo las veía en estío, cuando se iba de veraneo.
- ¿Ves, Mariano? El ministerio de Obras Públicas está arreglando la carretera. Es que no sabes más que quejarte.
Y así, con tráfico lento o directamente parado, se pasaban las horas hasta llegar al pueblo o, los más pudientes, a las playas de Benidorm, Torremolinos o Guardamar del Segura.
Los dos carriles, se veían reducidos a uno por obras de reparcheo, rebacheo o recuperar el asfalto perdido por mor de la naturaleza invasora. Un propio daba paso ora a estos, ora a aquellos. Y parecía que siempre le caían mejor aquellos, porque los parones siempre parecían más largos a nosotros.
Se atravesaban pueblos y ciudades y, en algunas de ellas, casi se buscaba un lugar donde pernoctar, de lo que se tardaba. El pueblo de Torres Torres en Castellón era inolvidable. Había un embudo molecular –accesible sólo a moléculas- al lado de la iglesia y en alguna ocasión –teniendo en cuenta que sólo tenía capacidad para un vehículo- se quedaba atascado un camión. Hablo de la carretera nacional 231, hoy A-23.
La AP-7, por ejemplo, moría abruptamente en Puzol y cuando llegabas a Valencia conocías el semáforo de Europa, así denominado porque uno podía salir desde Helsinki con destino a Jávea y el primer semáforo con el que se encontraba era precisamente ése.
La autopista, de peaje, hoy llamada del Mediterráneo, volvía a desaparecer entre Xeresa y Ondara. O lo que es lo mismo, justo antes de Gandía y hasta Denia. Eso obligaba a la dichosa travesía de localidades tan poco concurridas en verano como la citada Gandía u Oliva. Por cierto, la AP-7 terminaba en Alicante y de ahí a Murcia, carretera nacional de doble sentido.
A lo que iba, que ya está bien de digresión. A Pepiño le han recortado el presupuesto y parece que lo que le ha quedado me ha caído de lleno. Hace unos días viajamos por la A-1 para ir al pueblo de mi padre. Era un rodeo, pero así nos evitábamos unos 100 km. de carreteras secundarias dejadas de la mano de la Junta de Castilla-León y sus innumerables diputaciones.
Pero Pepiño nos aguardaba con obras entre Aranda de Duero y Burgos. Aquí levanto un trozo de autovía; aquí cambio los guardarrailes; un poco más allá mando pintar; acullá se me ocurre de retocar el arcén … Total, que cada pocos kilómetros los que subían y los que bajaban tenían que compartir vía.
Una vez dejamos Burgos, la cosa empezó a entonarse en la A-231 y llegamos a destino sin más problema.
De regreso pensamos que mejor optábamos por otro camino alternativo a la A-1, de modo que volvimos a optar por dar un rodeo de unos 65 km. para no dejar de transitar por autovía. Maniáticos que somos.
Así que retomamos la A-231 hasta León para allí enlazar con la A-66 en Benavente. Pues si la A-231 se había portado como una campeona a la idea, en el nuevo itinerario decidió que nos íbamos a enterar. Nos íbamos a enterar de que se están realizando las obras del tren de alta velocidad ¡Palencia-León!
De modo que la autovía, de nuevo, se convirtió en carretera de dos sentidos cada vez que nos cruzábamos con un puente ferroviario. Y aseguro que son muchos. No sé si son necesarios, ya que teóricamente la vía del tren y la autovía van al mismo sitio y, por tanto, podrían ir paralelas. O de nuevo nos ha tocado el ingeniero becario o una constructora se está poniendo las botas. Eso al margen de si es necesario un tren de alta velocidad entre Palencia y León y no sería más adecuado un servicio regional decente, con buenos trenes, frecuencias adecuadas y rapidez.
En fin, una vez en León accedimos a la A-66 y en Benavente a la A-6 hasta Madrid. Pero la cosa no mejoró. No mejoró en absoluto. De nuevo tropezamos con obras y más obras: ampliaciones de carriles –no acabo de comprender porque cuando se amplía la plataforma te quitan un carril-, nuevas variantes, reparaciones … incluso en la AP-6, es decir, en el tramo de peaje, transitamos unos 20 km. por un solo carril, 20 km. que, por supuesto, no fueron descontados de la tarifa. Aunque en menor medida, las obras tampoco nos abandonaron en la A-3, pero fueron más llevaderas.
En resumen. Hicimos unos 1.400 km por autovía y calculo que en más de 400 tropezamos con obras. Menos mal que le han recortado el presupuesto.
miércoles, junio 17, 2009
martes, junio 16, 2009
lunes, junio 15, 2009
domingo, octubre 19, 2008
Imágenes curiosas
miércoles, octubre 01, 2008
Un pecado venial
Cómo suele ocurrir en estas fechas, estoy en Italia. Hoy, tercer día de estancia, he regresado pronto al hotel, a mi viejo y encantador hotel todo decadente, con frescos en los techos, un jardín monacal y rodeado de calles recoletas y silenciosas, por dónde transitan más bicicletas que coches.
Cuando me he dispuesto a reunirme con uno de mis compañeros de viaje –con el estúpido deseo de cenar en cualquier garito de universitarios por menos de 10 euros- he visto a través de la ventana, al otro lado de la angosta calle, una ventana iluminada.
He sucumbido a la curiosidad y, con la luz de mi habitación apagada, he comprobado que era una cocina. La ventana estaba abierta y he visto a una chica joven, cuyo rostro estaba casi permanentemente oculto tras una melena oscura, que trasteaba en los fogones.
Debía estar preparando pasta, porque con frecuencia daba vueltas con una cuchara al contenido una cazuela impecable de acero inoxidable. Y mientras preparaba la comida, ponía la mesa al lado de la ventana.
No he resistido la tentación. Ha cogido la cámara y he disparado unas cuantas veces, sorprendiendo esa intimidad casera, cotidiana, tan común.
Cuando me he dispuesto a reunirme con uno de mis compañeros de viaje –con el estúpido deseo de cenar en cualquier garito de universitarios por menos de 10 euros- he visto a través de la ventana, al otro lado de la angosta calle, una ventana iluminada.
He sucumbido a la curiosidad y, con la luz de mi habitación apagada, he comprobado que era una cocina. La ventana estaba abierta y he visto a una chica joven, cuyo rostro estaba casi permanentemente oculto tras una melena oscura, que trasteaba en los fogones.
Debía estar preparando pasta, porque con frecuencia daba vueltas con una cuchara al contenido una cazuela impecable de acero inoxidable. Y mientras preparaba la comida, ponía la mesa al lado de la ventana.
No he resistido la tentación. Ha cogido la cámara y he disparado unas cuantas veces, sorprendiendo esa intimidad casera, cotidiana, tan común.
miércoles, julio 16, 2008
Para qué sirve una Expo
He estado en la Expo de Zaragoza. Es mi primera visita a un acontecimiento de estas características y fue por motivos de trabajo. Después de la experiencia estoy segura de algunas cosas, entre ellas, de la utilidad de una Expo.
Una Expo sirve para que el Inserso –o su equivalente- organice excursiones para tener entretenidos a los abuelos, especialmente a las abuelas.
Me explico. Uno está visitando el pabellón de España del que se ha dicho que es una maravilla arquitectónica. Y el contenido no está nada mal. Lo único que habría que visitarlo, de verdad, para enterarse, a las cuatro de la madrugada, cuando el edificio está libre de beneficiarios de los viajes baratos del Inserso.
Decía que uno está siguiendo la ruta marcada, se entera –o recuerda- las características físico-químicas del líquido elemento (que no sé por qué se le llama así, dado que no es un elemento, sino una molécula formada por dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno, o sea, dos elementos- y cuando llega, pongamos por caso, a la tensión superficial, medio centenar de señoras mayores armadas con bolsos y gorritos blancos regalo de una marca de cerveza, señoras que desconocen el concepto de cola, arremeten contra todo lo que se interpone en su camino.
Como no quieres tener un pifostio –que menudas son las abuelas en tropa- te retiras prudentemente hasta que pase la marabunta y puedas seguir con la visita. Vano intento, puesto que segundos después de que ellas hayan abandonado la sala para invadir la siguiente, aparece una nueva pandilla que se hace hueco a base de codazos y empujones. Hay que ver lo que da de sí un bolso bien manejado para abrir hueco.
Digo yo que son viudas, porque los grupos están formados, a ojo de buen cubero, por una proporción de 5 a 1, cinco mujeres por hombre. Ellos las siguen penosamente, testigos mudos y apáticos de tal despliegue de energía.
Las Expo también sirven para las visitas extraescolares y viajes de fin de curso. Los niños van todos con alguna prenda que les identifique, por lo general de color chillón.
Estos grupos son también peligrosos, pero quedan lejos de las añosas vándalas y alanas. Por lo general solo quieren cerveza gratis de la que un mozo reparte armado de un artilugio que se parece sospechosamente a un fumigador hortícola.
Las Expo también sirven –o servían- para que los arquitectos de renombre tengan una obra más en catálogo. Digo servían porque en la de Zaragoza la cosa queda un poco corta en comparación con Sevilla, que es la única con la que podría comparar.
Se supone que los pabellones deben tener algo que ver con el lema del evento, pero en realidad hacen lo que pueden. En Kazahstan te enseñan una yurta y en Polonia te ponen una peli que es como una versión en quince minutos de la sirenita.
En realidad aquello parece una mezcla de Fitur y el mercadito hippie de cualquier ciudad. Hay pabellones enteros que harían las delicias de Les Luthiers y su célebre Adelantado: están llenos de artesanías. Otros, con menos posibles, rellenan el espacio con carteles turísticos.
La Expo también se parece a un parque temático de restaurantes. Tenemos desde cocina tandoori hasta asado uruguayo. No dan abasto. En el de Alemania la cola es fenomenal, más o menos empiezas a hacerla a la hora del desayuno para conseguir mesa en la cena.
Si vas con prisa, como era mi caso, seguramente te perderás lo mejor, porque no puedes emplear dos horas como mínimo para visitar el pabellón de Japón. Y el de España, si no hubiera sido por el hispano tráfico de influencias, tampoco hubiera sido posible verlo.
Una Expo sirve para sufrir un calor aplastante mientras que deambulas kilómetros y kilómetros intentando entrar en algún pabellón que no esté saturado. Y lo jodido es que cuando no hay cola para entrar te da mala espina, piensas –generalmente con razón- que no merece la pena.
La Expo es lo más parecido a la feria de atracciones de las fiestas de verano, más grande, con más arquitectura, mucho más cara y sólo le falta la tómbola y la escopeta de balines para tirar al blanco.
Vale, el pabellón puente está bastante bien y aporta una información de lo más reveladora.
Una Expo sirve para que el Inserso –o su equivalente- organice excursiones para tener entretenidos a los abuelos, especialmente a las abuelas.
Me explico. Uno está visitando el pabellón de España del que se ha dicho que es una maravilla arquitectónica. Y el contenido no está nada mal. Lo único que habría que visitarlo, de verdad, para enterarse, a las cuatro de la madrugada, cuando el edificio está libre de beneficiarios de los viajes baratos del Inserso.
Decía que uno está siguiendo la ruta marcada, se entera –o recuerda- las características físico-químicas del líquido elemento (que no sé por qué se le llama así, dado que no es un elemento, sino una molécula formada por dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno, o sea, dos elementos- y cuando llega, pongamos por caso, a la tensión superficial, medio centenar de señoras mayores armadas con bolsos y gorritos blancos regalo de una marca de cerveza, señoras que desconocen el concepto de cola, arremeten contra todo lo que se interpone en su camino.
Como no quieres tener un pifostio –que menudas son las abuelas en tropa- te retiras prudentemente hasta que pase la marabunta y puedas seguir con la visita. Vano intento, puesto que segundos después de que ellas hayan abandonado la sala para invadir la siguiente, aparece una nueva pandilla que se hace hueco a base de codazos y empujones. Hay que ver lo que da de sí un bolso bien manejado para abrir hueco.
Digo yo que son viudas, porque los grupos están formados, a ojo de buen cubero, por una proporción de 5 a 1, cinco mujeres por hombre. Ellos las siguen penosamente, testigos mudos y apáticos de tal despliegue de energía.
Las Expo también sirven para las visitas extraescolares y viajes de fin de curso. Los niños van todos con alguna prenda que les identifique, por lo general de color chillón.
Estos grupos son también peligrosos, pero quedan lejos de las añosas vándalas y alanas. Por lo general solo quieren cerveza gratis de la que un mozo reparte armado de un artilugio que se parece sospechosamente a un fumigador hortícola.
Las Expo también sirven –o servían- para que los arquitectos de renombre tengan una obra más en catálogo. Digo servían porque en la de Zaragoza la cosa queda un poco corta en comparación con Sevilla, que es la única con la que podría comparar.
Se supone que los pabellones deben tener algo que ver con el lema del evento, pero en realidad hacen lo que pueden. En Kazahstan te enseñan una yurta y en Polonia te ponen una peli que es como una versión en quince minutos de la sirenita.
En realidad aquello parece una mezcla de Fitur y el mercadito hippie de cualquier ciudad. Hay pabellones enteros que harían las delicias de Les Luthiers y su célebre Adelantado: están llenos de artesanías. Otros, con menos posibles, rellenan el espacio con carteles turísticos.
La Expo también se parece a un parque temático de restaurantes. Tenemos desde cocina tandoori hasta asado uruguayo. No dan abasto. En el de Alemania la cola es fenomenal, más o menos empiezas a hacerla a la hora del desayuno para conseguir mesa en la cena.
Si vas con prisa, como era mi caso, seguramente te perderás lo mejor, porque no puedes emplear dos horas como mínimo para visitar el pabellón de Japón. Y el de España, si no hubiera sido por el hispano tráfico de influencias, tampoco hubiera sido posible verlo.
Una Expo sirve para sufrir un calor aplastante mientras que deambulas kilómetros y kilómetros intentando entrar en algún pabellón que no esté saturado. Y lo jodido es que cuando no hay cola para entrar te da mala espina, piensas –generalmente con razón- que no merece la pena.
La Expo es lo más parecido a la feria de atracciones de las fiestas de verano, más grande, con más arquitectura, mucho más cara y sólo le falta la tómbola y la escopeta de balines para tirar al blanco.
Vale, el pabellón puente está bastante bien y aporta una información de lo más reveladora.
viernes, mayo 16, 2008
Berlín, del futuro al pasado inexistente
Regresé de Berlín hace unos días. Una ciudad que se reconstruye cada cierto tiempo. Reconstrucciones en las que elimina radicalmente el pasado e intentan recuperar –entre rascacielos de cristal- el esplendor prusiano.
Del Berlín del III Reich no queda prácticamente nada. La ciudad quedó arrasada en el 45 y la parte histórica, con algunas excepciones, en el Este. La RDA reconstruyó o reparó algunos edificios especialmente importantes, pero otros, como el palacio imperial, fue sustituído por otras construcciones más acordes con el régimen.
Una vez caído el muro, hace casi 19 años, los rastros del Berlín comunista casi se han esfumado también. El palacio de la república, que sustituyó al del kaiser, está siendo desmantelado y sólo se les ha ocurrido volver a levantar el palacio imperial. Algo que ya ocurrió con el hotel Adlon, que fue replicado con toda exactitud.
La Parisen Platz está prácticamente terminada, a falta de algunos detalles de la nueva embajada americana. Al lado se levanta un edificio bancario proyectado por Gehry. Las normas de construcción en la Parisen Platz son muy estrictas, así que el canadiense ha tenido que contenerse en la fachada, pero una vez se traspasa la puerta uno se encuentra con el estómago de un rumiante bajo un techo de cristal.
Por otro lado, en el este se conservan los nombres de las calles: Karl Marx; Rosa Luxemburg, Karl Liebknecht ... En medio de la Alexander Platz se alza el enorme monumento a Marx y Engels.
Hay dos de todo: dos teatros de la ópera; la sede de la sinfónica, la de la filarmónica; dos “neues” galleries ... Aunque esto no sólo ha ocurrido en los últimos 70 años, viene de antiguo, ya que frente a frente se encuentran la catedral francesa y la alemana. Casi al lado la catedral de Santa Eduvigis y un poco más allá la Berliner Dom. O sea, la cuarta catedral en 500 metros a la redonda. Y todo esto en una ciudad que aparentemente no parece demasiado religiosa.
Ahora resulta que Berlín Occidente se encuentra un poco descuidado. Los grandes proyectos –a excepción de los gubernamentales que se alzan en torno al Reichtag en Tiergarten- se concentran en la parte oriental. Toda la Potsdamer Platz, Unter der Linden y Friederichstrasse, con sus manzanas cerradas obra de los más pintureros arquitectos del momento. Friederichstrasse hoy día compite en lujo con la antaño señorial Ku’damm occidental.
Galerías Lafayette
Como digo, las normas urbanísticas son estrictas, de modo que el Friederichstrasse no ha acogido el proyecto soñado por Mies van der Rohe de sus rascacielos de cristal. Sin embargo, Renzo Piano, en la Potsdamer Platz, ha levantado un edificio que claramente recuerda los bocetos del Mies.
Así que andamos entre la recuperación del esplendor prusiano y el enorme sentimiento de culpa. El monumento al Holocausto se extiende detrás de la Parisen Platz hasta casi la Potsdamer Platz. En Kreuzberg se alza el desasosegante edificio de Daniel Libeskind para albergar el Museo Judío. Frente al Kulturforum pasa la Ben Gurion Strasse y a la entrada del Tiergarten se proyecta un memorial a los gitanos víctimas del III Reich.
Frente al Reichtag unas placas recuerdan a los que fueron ejecutados por el incendio y algunas cruces, en el barrio del gobierno, a las víctimas del Muro. En Babel Platz una placa recuerda que allí se inició la quema de libros, junto a una cita de Heinrich Heine: el pueblo que empieza quemando sus libros acaba quemando a las personas.
Así que tenemos, por un lado, un sembrado de culpas; por otro, la recuperación de la vieja buena arquitectura y, por último, lo más moderno.
Berlín se ha convertido en una exposición antológica de arquitectura de finales del XX y principios del XXI. Cualquier arquitecto de fuste tiene hoy aquí su obra: Piano, Rossi, Moneo, Foster, Pei, Libeskind, Gehry, Rogers, Chipperfield, Hadid ...
Este eclectismo remite un poco a lo ocurrido en 1957, cuando en plena guerra fría y en parte como respuesta a lo que se proyectaba en Berlín Oriental, se celebró la Exposición Internacional de Arquitectura, cuyo legado se puede ver al norte del Tiergarten en el Hansaviertel.
Allí se dan cita edificios de viviendas firmados por Oscar Niemeyer, Gropius, Arno Jacobsen o Alvar Aalto. Es decir, lo mejor de cada casa.
Entre estos dos grandes hitos, la ciudad también ha tenido obras intermedias de enorme valor, de la mano de uno de los grandes ideólogos urbanísticos berlineses: Hans Sharoun, quien concibió el magnífico edificio de la Filarmónica o la vecina Biblioteca Estatal.
El nuevo Berlín tiene algo destacable: el empeño en que convivan los distintos usos. Así que todos los edificios reparten su superficie entre comercios, oficinas y viviendas. De forma que a lo largo de la jornada el edificio y la calle están en ebullición.
Pero lo mejor de Berlín es Fassbender und Rausch. Si van allí, busquen el edificio entre Charlottenstrasse esquina a la Gendarmermark. Suban, a partir de las 11 de la mañana, al café de la primera planta y pidan un chocolate acompañado de alguna de las 10 variedades de pasteles que ofrecen. Habrán encontrado el paraíso.
Del Berlín del III Reich no queda prácticamente nada. La ciudad quedó arrasada en el 45 y la parte histórica, con algunas excepciones, en el Este. La RDA reconstruyó o reparó algunos edificios especialmente importantes, pero otros, como el palacio imperial, fue sustituído por otras construcciones más acordes con el régimen.
Desmantelamiento del Palacio de la República
Una vez caído el muro, hace casi 19 años, los rastros del Berlín comunista casi se han esfumado también. El palacio de la república, que sustituyó al del kaiser, está siendo desmantelado y sólo se les ha ocurrido volver a levantar el palacio imperial. Algo que ya ocurrió con el hotel Adlon, que fue replicado con toda exactitud.
La Parisen Platz está prácticamente terminada, a falta de algunos detalles de la nueva embajada americana. Al lado se levanta un edificio bancario proyectado por Gehry. Las normas de construcción en la Parisen Platz son muy estrictas, así que el canadiense ha tenido que contenerse en la fachada, pero una vez se traspasa la puerta uno se encuentra con el estómago de un rumiante bajo un techo de cristal.
Por otro lado, en el este se conservan los nombres de las calles: Karl Marx; Rosa Luxemburg, Karl Liebknecht ... En medio de la Alexander Platz se alza el enorme monumento a Marx y Engels.
Hay dos de todo: dos teatros de la ópera; la sede de la sinfónica, la de la filarmónica; dos “neues” galleries ... Aunque esto no sólo ha ocurrido en los últimos 70 años, viene de antiguo, ya que frente a frente se encuentran la catedral francesa y la alemana. Casi al lado la catedral de Santa Eduvigis y un poco más allá la Berliner Dom. O sea, la cuarta catedral en 500 metros a la redonda. Y todo esto en una ciudad que aparentemente no parece demasiado religiosa.
Ahora resulta que Berlín Occidente se encuentra un poco descuidado. Los grandes proyectos –a excepción de los gubernamentales que se alzan en torno al Reichtag en Tiergarten- se concentran en la parte oriental. Toda la Potsdamer Platz, Unter der Linden y Friederichstrasse, con sus manzanas cerradas obra de los más pintureros arquitectos del momento. Friederichstrasse hoy día compite en lujo con la antaño señorial Ku’damm occidental.
Como digo, las normas urbanísticas son estrictas, de modo que el Friederichstrasse no ha acogido el proyecto soñado por Mies van der Rohe de sus rascacielos de cristal. Sin embargo, Renzo Piano, en la Potsdamer Platz, ha levantado un edificio que claramente recuerda los bocetos del Mies.
Así que andamos entre la recuperación del esplendor prusiano y el enorme sentimiento de culpa. El monumento al Holocausto se extiende detrás de la Parisen Platz hasta casi la Potsdamer Platz. En Kreuzberg se alza el desasosegante edificio de Daniel Libeskind para albergar el Museo Judío. Frente al Kulturforum pasa la Ben Gurion Strasse y a la entrada del Tiergarten se proyecta un memorial a los gitanos víctimas del III Reich.
Frente al Reichtag unas placas recuerdan a los que fueron ejecutados por el incendio y algunas cruces, en el barrio del gobierno, a las víctimas del Muro. En Babel Platz una placa recuerda que allí se inició la quema de libros, junto a una cita de Heinrich Heine: el pueblo que empieza quemando sus libros acaba quemando a las personas.
Así que tenemos, por un lado, un sembrado de culpas; por otro, la recuperación de la vieja buena arquitectura y, por último, lo más moderno.
Berlín se ha convertido en una exposición antológica de arquitectura de finales del XX y principios del XXI. Cualquier arquitecto de fuste tiene hoy aquí su obra: Piano, Rossi, Moneo, Foster, Pei, Libeskind, Gehry, Rogers, Chipperfield, Hadid ...
Este eclectismo remite un poco a lo ocurrido en 1957, cuando en plena guerra fría y en parte como respuesta a lo que se proyectaba en Berlín Oriental, se celebró la Exposición Internacional de Arquitectura, cuyo legado se puede ver al norte del Tiergarten en el Hansaviertel.
Allí se dan cita edificios de viviendas firmados por Oscar Niemeyer, Gropius, Arno Jacobsen o Alvar Aalto. Es decir, lo mejor de cada casa.
Entre estos dos grandes hitos, la ciudad también ha tenido obras intermedias de enorme valor, de la mano de uno de los grandes ideólogos urbanísticos berlineses: Hans Sharoun, quien concibió el magnífico edificio de la Filarmónica o la vecina Biblioteca Estatal.
El nuevo Berlín tiene algo destacable: el empeño en que convivan los distintos usos. Así que todos los edificios reparten su superficie entre comercios, oficinas y viviendas. De forma que a lo largo de la jornada el edificio y la calle están en ebullición.
Pero lo mejor de Berlín es Fassbender und Rausch. Si van allí, busquen el edificio entre Charlottenstrasse esquina a la Gendarmermark. Suban, a partir de las 11 de la mañana, al café de la primera planta y pidan un chocolate acompañado de alguna de las 10 variedades de pasteles que ofrecen. Habrán encontrado el paraíso.
viernes, mayo 09, 2008
Milán, otra vez
Viajé a Milán con el brazo en cabestrillo, escayolado hasta el hombro. Como es habitual, cargué con varios kilos de peso, aunque había tenido la precaución de llevarme un maletín con ruedas, que ayuda mucho. Eso sí, con un brazo inútil y el otro ocupado, fumarse un pitillo era una hazaña.
La primera noche, cenando en una ostería cerca del hotel, oímos gritar el nombre de una compañera. El muchacho que tanta bulla metía iba a cenar solo, así que, imprudentemente, le invitamos a compartir nuestra mesa. Era EL PESADO. A la media hora estábamos agotados, así que utilizamos la excusa de que nos esperaban en un acto. Inútil, se nos pegó. Una vez terminado el sarao, de regreso al hotel, EL PESADO se empeñó en acompañarnos y, de camino, invitarnos a una copa. En total, tres horas de padecimiento. Acabamos más agotados que toda la tarde pateando la ciudad.
Al día siguiente mandó tres mensajes inquiriendo por dónde andábamos, mensajes a los que hicimos caso omiso. Lo de los bolsos falsificados es todo un espectáculo. A la entrada del Sforzesco media docena de africanos con los brazos cargados de bolsos eran vigilados por una pareja de carabinieri. Una vez traspasadas las murallas, a unos 40 metros, varias docenas de africanos componían un pasillo donde ofrecían los mismos bolsos que a la entrada. Espectacular.
La compañera que nos proporcionó la velada del PESADO se compró un prada falsísimo por 10 euros.
Por supuesto luego fuimos a la galería Vittorio Emmanuelle para comprobar la inexistencia del modelo adquirido. Mientras tanto me entretuve en mirar las maletas e hice público a mis compañeros que, para mi jubilación, quiero que me regalen esa tan mona de piel de cocodrilo (sin ruedas) por el módico precio de 17.800 euros.
En fin, hicimos todo lo previsto que teníamos que hacer, con grandes caminatas, y el último medio día lo dedicamos a las compras o, mejor dicho, a ver escaparates y comprobar que a la catedral todavía le queda un año de limpieza, más o menos. Y ya llevan por lo menos cuatro.
La primera noche, cenando en una ostería cerca del hotel, oímos gritar el nombre de una compañera. El muchacho que tanta bulla metía iba a cenar solo, así que, imprudentemente, le invitamos a compartir nuestra mesa. Era EL PESADO. A la media hora estábamos agotados, así que utilizamos la excusa de que nos esperaban en un acto. Inútil, se nos pegó. Una vez terminado el sarao, de regreso al hotel, EL PESADO se empeñó en acompañarnos y, de camino, invitarnos a una copa. En total, tres horas de padecimiento. Acabamos más agotados que toda la tarde pateando la ciudad.
Al día siguiente mandó tres mensajes inquiriendo por dónde andábamos, mensajes a los que hicimos caso omiso. Lo de los bolsos falsificados es todo un espectáculo. A la entrada del Sforzesco media docena de africanos con los brazos cargados de bolsos eran vigilados por una pareja de carabinieri. Una vez traspasadas las murallas, a unos 40 metros, varias docenas de africanos componían un pasillo donde ofrecían los mismos bolsos que a la entrada. Espectacular.
La compañera que nos proporcionó la velada del PESADO se compró un prada falsísimo por 10 euros.
Por supuesto luego fuimos a la galería Vittorio Emmanuelle para comprobar la inexistencia del modelo adquirido. Mientras tanto me entretuve en mirar las maletas e hice público a mis compañeros que, para mi jubilación, quiero que me regalen esa tan mona de piel de cocodrilo (sin ruedas) por el módico precio de 17.800 euros.
En fin, hicimos todo lo previsto que teníamos que hacer, con grandes caminatas, y el último medio día lo dedicamos a las compras o, mejor dicho, a ver escaparates y comprobar que a la catedral todavía le queda un año de limpieza, más o menos. Y ya llevan por lo menos cuatro.
martes, octubre 16, 2007
Capítulo 5 (fin)
De vuelta a casa. El avión en el que regresamos pertenece a una conocida compañía aérea de nombre Futura. Pa echarse a temblar, vamos.
Como es charter, va completo. Embarco por la rampa de cola y mi asiento está cucamente ocupado por el listillo de turno. Secamente le indico que desaloje, que el pasillo es de servidora.
El pájaro no deja de protestar. Que vaya mierda de avión, que está para el desguace, que si la mesita no se sujeta bien ...
En fín, animando al pasaje.
¡Si él supiera!
El viaje bien. Nos sirven los restos de stock de la célebre naranjada de Iberia. Como no podemos ver la fecha de caducidad, ya se sabe, ojos que no ven ...
El vuelo transcurre sin incidentes reseñables, hasta que el piloto anuncia que empezamos el descenso.
¿Se acuerdan de "Aterriza como puedas"? Pues háganse una idea. Parece que hemos cogido los restos de un tornado que ha pasado por Baleares. Menos que caigan las máscaras de oxígeno y que no llevamos una monja con guitarra, todo igualito.
Miro a Nico y está exactamente de color ceniza y con una bolsa de papel en la boca.
El vecino impertinente se ha callado.
Finalmente salimos de las nubes y vemos tierra.
Esperando el equipaje Pepe, el enganchao, comenta el miedo que ha pasado. Iba en los asientos de las puertas de emergencia y comenta que en las mismas, aun bajo varias capas de pintura, podían adivinarse caracteres árabes.
Nico sigue gris.
Como es charter, va completo. Embarco por la rampa de cola y mi asiento está cucamente ocupado por el listillo de turno. Secamente le indico que desaloje, que el pasillo es de servidora.
El pájaro no deja de protestar. Que vaya mierda de avión, que está para el desguace, que si la mesita no se sujeta bien ...
En fín, animando al pasaje.
¡Si él supiera!
El viaje bien. Nos sirven los restos de stock de la célebre naranjada de Iberia. Como no podemos ver la fecha de caducidad, ya se sabe, ojos que no ven ...
El vuelo transcurre sin incidentes reseñables, hasta que el piloto anuncia que empezamos el descenso.
¿Se acuerdan de "Aterriza como puedas"? Pues háganse una idea. Parece que hemos cogido los restos de un tornado que ha pasado por Baleares. Menos que caigan las máscaras de oxígeno y que no llevamos una monja con guitarra, todo igualito.
Miro a Nico y está exactamente de color ceniza y con una bolsa de papel en la boca.
El vecino impertinente se ha callado.
Finalmente salimos de las nubes y vemos tierra.
Esperando el equipaje Pepe, el enganchao, comenta el miedo que ha pasado. Iba en los asientos de las puertas de emergencia y comenta que en las mismas, aun bajo varias capas de pintura, podían adivinarse caracteres árabes.
Nico sigue gris.
lunes, octubre 15, 2007
Capítulo 4
Nico, nuestro italiano de plantilla, acaba en el servicio médico acompañando a dos expedicionarios y un asimilado -acoplado en el lenguaje de mis hijas-. Uno se ha caído y dada su avanzada edad le duelen todos los huesos desde la cadera hasta el pie. Otra ha sido víctima de la plaga de mosquitos tigre y tiene una mano como si llevara un guante de boxeo. El acoplado padece un enganchón de lumbares.
Tras explicar al médico los síntomas de los tres pacientes y esperar a que el tercero salga en taxi camino del hotel con un chute de voltarén italiano, el galeno le pregunta a Nico:
- Oye, ¿de qué empresa sois vosotros?
*****
El asimilado llega al hotel y llama a Nico para decir que está a salvo, pero muy malito.
- Pepe, te tengo dicho que a determinadas edades el salto del tigre está contraindicado.
- No me hagas reir que me duele muuuuuuuuuuucho.
*****
Esperando el vuelo de regreso. El asimilado y el lesionado en las extremidades inferiores junto con el resto de la pandilla.
Al lesionado se le cae un papel:
- No te agaches, que ya lo hace Pepe.
Y Pepe nos dirige una mirada asesina.
- Reiros, reiros. Pero he tardado más de una hora en meter la ropa en la maleta. No veas lo difícil que es doblar una camisa sin doblar el espinazo.
Tras explicar al médico los síntomas de los tres pacientes y esperar a que el tercero salga en taxi camino del hotel con un chute de voltarén italiano, el galeno le pregunta a Nico:
- Oye, ¿de qué empresa sois vosotros?
*****
El asimilado llega al hotel y llama a Nico para decir que está a salvo, pero muy malito.
- Pepe, te tengo dicho que a determinadas edades el salto del tigre está contraindicado.
- No me hagas reir que me duele muuuuuuuuuuucho.
*****
Esperando el vuelo de regreso. El asimilado y el lesionado en las extremidades inferiores junto con el resto de la pandilla.
Al lesionado se le cae un papel:
- No te agaches, que ya lo hace Pepe.
Y Pepe nos dirige una mirada asesina.
- Reiros, reiros. Pero he tardado más de una hora en meter la ropa en la maleta. No veas lo difícil que es doblar una camisa sin doblar el espinazo.
jueves, octubre 11, 2007
Para desengrasar
Pasarela de modelitos de las fuerzas armadas italianas.
No tienen desperdicio
Fer, observe la pluma. La última son soldados rusos con platillo volante.
miércoles, octubre 10, 2007
Capítulo 3
Tres de nosotros hemos conseguido, en el viaje de ida, colar el equipaje en la cabina. Nuestro propósito es salir pitando del aeropuerto en cuanto aterricemos, sin necesidad de esperar a la cinta transportadora. Nico viajará a Cremona -patria de Stradivarius- y nosotras a Florencia.
Tumba de Rossini
Tumba de Miguel Angel
Tumba de Maquiavelo
Tumba de Galileo
Junto a la sala de equipajes comunicamos a una compañera que nos vamos a hacer turismo.
Cogemos un taxi para la estación, compramos los billetes y salimos a nuestros destinos.
Sospechamos que el resto de la expedición se va a mosquear.
En Florencia dejamos el equipaje en consigna y desde la estación nos dirigimos al Ponte Veccio, pasando por delante de Santa Maria Maggiore. De ahí a la plaza de la Signoria y a la Santa Croce. ¡Qué barbaridad! Sólo la plaza ya merece la pena. Aunque nos apuramos, tardamos casi dos horas en recorrer la iglesia y sus dependencias. Como casi todo en Florencia -o en Italia- está en obras y el altar mayor está ocupado por un andamio.
La Santa Croce es lo más parecido al panteón de hombres ilustres. Los muros están poblados de los monumentos funerarios a Dante, Galileo -cuyo cadáver escondieron los monjes durante una temporada-, Miguel Angel, Rossini, Maquiavelo ...
Tumba de Rossini
Tumba de Miguel Angel
Tumba de Maquiavelo
Tumba de Galileo
Tumba de Dante
Luego al Duomo, por supuesto invadido de turistas. No me quejo, estoy en el grupo.
Recorremos la calle más lujosa de Florencia, repleta de tiendas en las que nos quedamos pegados como críos en un puesto de golosinas.
Para ellas, mucho charol negro en Prada, Ferragamo, Fendi, Etro ...
Nos dirigimos de nuevo a la estación. Como bobas nos damos cuenta que hemos dado una vuelta de más de dos kilómetros para un trayecto de 300 metros entre el Duomo y la estación.
Recogemos el equipaje, compramos los billetes y al cabo del rato estamos camino de Módena.
En el trayecto llamamos a una compañera que no nos coge el teléfono.
- Está cabreada, fijo.
Hablamos con Nico que también está de regreso y quedamos en la estación.
Llegamos a las 10 de la noche al hotel:
-¡Ya estamos aquí!
La recepcionista se parte de risa:
- No sé si me quedarán tres habitaciones. Una sí, ¿se arreglarán?
- No, que éste ronca.
Tras el registro nos vamos a cenar a la Osteria del Pomodoro, detrás del hotel.
Pedimos tres cervezas y nos informan que son de 3/4 de litro.
- Pues primero una, después otra ...
La camarera aparece con una botella similar a las de cava, quita la chapa y golpea el culo con el abridor.
Estamos estupefactos ante el maltrato al que somete al recipiente.
Pero vemos que una espuma cremosa y blanca sale por la boca.
Es una cerveza artesanal, fermentada en botella. Está turbia, pero es excelente, un poco más amarga de lo normal y refresca inmediatamente.
Cenamos estupendamente y nos vamos a dormir.
Al día siguiente, en el desayuno, el jefe me recoge y me afea nuestra conducta. No doy excusas, no las tengo, qué demonios. Hemos actuado con premeditación y alevosía.
Lo que le fastidia es que a él le hubiera encantado venirse con nosotras. Incluso sugiere que otro año lo hagamos. Pero lo que nos apetecía era la escapada, no ir en plan de excursión escolar, que es lo que parecemos cuando vamos todos en comandita.
Y empieza el primer día de trabajo duro.
domingo, octubre 07, 2007
Capítulo 2
Retoques de última hora en el equipaje. Hay que poner en la maleta los alimentos que no pasarían el estúpido control de seguridad: la mozarella. En el aeropuerto todavía compramos algo más. Somos insaciables. Último ajuste en el equipaje.
Facturamos y hacemos cola para el control de seguridad.
-¿Lleva una botella en la bolsa?
-No (con toda seguridad, vamos)
- Abra la bolsa.
Menudo papelón, para que cupiera todo, parte de la ropa va en la mochila.
Escondida entre la ropa una pequeña redoma de aceto balsámico. Menudo despiste.
La redoma va empaquetada primorosamente, hasta con un lazo rojo.
- ¿Puedo verla?, pregunta el segurata.
- Sí.
Desata el lazo y se queda mirando la botellita. Aceto de 15 años, 15 euros la botella de 250 cc.
- No puede pasarla.
- ¿Cuanto puedo pasar?
- 100 cc.
- Pues me lo bebo.
Dos chupitos de aceto deben ser suficientes.
- ¿Vale así?
- No, lo que importa es la capacidad del envase, no el contenido.
Un agujero se va formado en el estómago.
La botella se va al contenedor.
El segurata no sabe si llevarse las manos a la cabeza, reirse o llamar al frenopático.
Al otro lado del control varios pares de ojos muestran su asombro.
- ¿Te apetece un poco de desatascador?
Facturamos y hacemos cola para el control de seguridad.
-¿Lleva una botella en la bolsa?
-No (con toda seguridad, vamos)
- Abra la bolsa.
Menudo papelón, para que cupiera todo, parte de la ropa va en la mochila.
Escondida entre la ropa una pequeña redoma de aceto balsámico. Menudo despiste.
La redoma va empaquetada primorosamente, hasta con un lazo rojo.
- ¿Puedo verla?, pregunta el segurata.
- Sí.
Desata el lazo y se queda mirando la botellita. Aceto de 15 años, 15 euros la botella de 250 cc.
- No puede pasarla.
- ¿Cuanto puedo pasar?
- 100 cc.
- Pues me lo bebo.
Dos chupitos de aceto deben ser suficientes.
- ¿Vale así?
- No, lo que importa es la capacidad del envase, no el contenido.
Un agujero se va formado en el estómago.
La botella se va al contenedor.
El segurata no sabe si llevarse las manos a la cabeza, reirse o llamar al frenopático.
Al otro lado del control varios pares de ojos muestran su asombro.
- ¿Te apetece un poco de desatascador?
sábado, octubre 06, 2007
Capítulo 1
La cuestión es que estoy cansada, así que las aventuras de la pandilla irán en píldoras.
Penúltima (más o menos)
Jueves a las 9 de la mañana a pagar los extras del hotel. En mi caso, una botella de agua y una conexión a internet.
La recepcionista accede al ordenador y anuncia:
- 460 euros.
- Joder, menos mal que no me bebí dos botellas.
Penúltima (más o menos)
Jueves a las 9 de la mañana a pagar los extras del hotel. En mi caso, una botella de agua y una conexión a internet.
La recepcionista accede al ordenador y anuncia:
- 460 euros.
- Joder, menos mal que no me bebí dos botellas.
lunes, septiembre 24, 2007
Adicción
Lo confieso. Cada vez que leo un estudio sobre la adicción a internet me veo retratada. Mi adicción además es selectiva. Amplia, pero selectiva. Por ejemplo: me he acostumbrado a leer la prensa en pantalla. Además, como estoy suscrita a un servicio de noticias, muchas las leo en formato pdf, que ya es vicio.
También soy adicta a los blogs que soy adicta. Que les voy a contar.
Pero mi mayor adicción, es al google. Hoy día no sabría ir por el mundo no ya sin internet, sin san google, que para mí tiene más valor que el aire acondicionado o la máquina de café en el trabajo. Infinitamente más.
Si alguien me cita a algún grupo de música que desconozco, ahí está google para aliviar mi ignorancia. Hasta me facilita letras de canciones y todo.
Si voy de viaje, unos días antes puedo consultar qué clima me voy a encontrar y, por tanto, adecuar el equipaje.
Puedo conocer de antemano el hotel en el que me voy a alojar.
Y un sinfín de menudencias que me facilitan la vida.
Pero lo de esta tarde ha sido el no va más. Estoy como loca.
Exactamente dentro de una semana da comienzo el habitual viaje anual a la Emilia Romagna. Por razones que son largas de explicar y que no aportan nada, llegamos 24 horas antes de lo que deberíamos. Así que una compañera ha sugerido que podríamos hacer una escapada a la Toscana, pero sin saber distancias, horarios de trenes y trayectos era un poco tirarse a la piscina.
San google vino en nuestra ayuda raudo y veloz. Tras consultar los horarios de trenes, comprobamos que disponíamos de hasta cinco horas de asueto que podíamos disfrutar en Florencia y regresar a una hora prudente a Módena para estar prestas al trabajo al día siguiente.
Reconozco que internet y google han cambiado mi vida ... y mis planes. Me encanta.
También soy adicta a los blogs que soy adicta. Que les voy a contar.
Pero mi mayor adicción, es al google. Hoy día no sabría ir por el mundo no ya sin internet, sin san google, que para mí tiene más valor que el aire acondicionado o la máquina de café en el trabajo. Infinitamente más.
Si alguien me cita a algún grupo de música que desconozco, ahí está google para aliviar mi ignorancia. Hasta me facilita letras de canciones y todo.
Si voy de viaje, unos días antes puedo consultar qué clima me voy a encontrar y, por tanto, adecuar el equipaje.
Puedo conocer de antemano el hotel en el que me voy a alojar.
Y un sinfín de menudencias que me facilitan la vida.
Pero lo de esta tarde ha sido el no va más. Estoy como loca.
Exactamente dentro de una semana da comienzo el habitual viaje anual a la Emilia Romagna. Por razones que son largas de explicar y que no aportan nada, llegamos 24 horas antes de lo que deberíamos. Así que una compañera ha sugerido que podríamos hacer una escapada a la Toscana, pero sin saber distancias, horarios de trenes y trayectos era un poco tirarse a la piscina.
San google vino en nuestra ayuda raudo y veloz. Tras consultar los horarios de trenes, comprobamos que disponíamos de hasta cinco horas de asueto que podíamos disfrutar en Florencia y regresar a una hora prudente a Módena para estar prestas al trabajo al día siguiente.
Reconozco que internet y google han cambiado mi vida ... y mis planes. Me encanta.
martes, septiembre 11, 2007
La ciudad discreta
En unas semanas estaré de nuevo en Módena. Espero que sea la misma ciudad pequeña y tranquila que conozco.
Módena, hasta el momento, sólo era internacionalmente conocida por los gourmets que valoran el aceto balsámico, que llega a alcanzar precios considerables.
Hasta ahora, la gran mayoría de los apasionados de los coches y de las carreras de F-1 ignoraban que Ferrari tiene su factoría a un tiro de piedra de Módena y que la factoría de Maserati está en el corazón de la ciudad, al lado mismo de la estación de ferrocarril.
Módena y su provincia mantiene un extraño equilibrio entre explotaciones agrícolas primorosas y las industrias metalúrgica y del motor.
Yo misma desconocía que Luciano Pavarotti fuera hijo de Módena. El precioso duomo y la catedral torcida, con su no menos inclinada Giroldina, fueron el escenario del funeral. No sé cuantos dicen que asistieron, pero es un templo relativamente pequeño. Desde luego lo iluminaron. Las veces que he ido he sido incapaz de sacar una foto por la oscuridad reinante.
Es un templo extremadamente sobrio y para ser catedralicio, pequeño. Pero es una joya. Fue consagrada a principios del siglo XII, por lo que se encuadra dentro del románico, y carece, por tanto, de la exhuberancia de otros monumentos.
Pero ahora la ciudad en unos días se ha convertido en el foco de la noticia. Por un lado la muerte de Pavarotti y, por otro, la fiscalía que investiga el espionaje a Ferrari.
Confío en que a mi llegada las aguas hayan vuelto a su cauce, que se pueda pasear por su calles pobladas de bicicletas; por su casco antiguo peatonal. Que el duomo regrese a la tranquilidad.
Por cierto, no hagan mucho caso de los resultados de google. Algunas páginas sitúan a Módena en Lombardía, cuando está en la Emilia Romagna.
Módena, hasta el momento, sólo era internacionalmente conocida por los gourmets que valoran el aceto balsámico, que llega a alcanzar precios considerables.
Hasta ahora, la gran mayoría de los apasionados de los coches y de las carreras de F-1 ignoraban que Ferrari tiene su factoría a un tiro de piedra de Módena y que la factoría de Maserati está en el corazón de la ciudad, al lado mismo de la estación de ferrocarril.
Módena y su provincia mantiene un extraño equilibrio entre explotaciones agrícolas primorosas y las industrias metalúrgica y del motor.
Yo misma desconocía que Luciano Pavarotti fuera hijo de Módena. El precioso duomo y la catedral torcida, con su no menos inclinada Giroldina, fueron el escenario del funeral. No sé cuantos dicen que asistieron, pero es un templo relativamente pequeño. Desde luego lo iluminaron. Las veces que he ido he sido incapaz de sacar una foto por la oscuridad reinante.
Es un templo extremadamente sobrio y para ser catedralicio, pequeño. Pero es una joya. Fue consagrada a principios del siglo XII, por lo que se encuadra dentro del románico, y carece, por tanto, de la exhuberancia de otros monumentos.
Pero ahora la ciudad en unos días se ha convertido en el foco de la noticia. Por un lado la muerte de Pavarotti y, por otro, la fiscalía que investiga el espionaje a Ferrari.
Confío en que a mi llegada las aguas hayan vuelto a su cauce, que se pueda pasear por su calles pobladas de bicicletas; por su casco antiguo peatonal. Que el duomo regrese a la tranquilidad.
Por cierto, no hagan mucho caso de los resultados de google. Algunas páginas sitúan a Módena en Lombardía, cuando está en la Emilia Romagna.
martes, mayo 22, 2007
Berlín
Berlín se pone guapa
En el centro de la ciudad
Monumento a Schiller
Hotel Berlin
Por cierto, resulta un poco liosa la organización del transporte urbano. Existen dos sociedades que gestionan el metro, cada una de ellas con distintas líneas: S-Bahn y U-Bahn. Sin embargo, el billete sirve indistintamente (o eso creo), aunque se da el caso de que en una estación donde confluyen líneas de U y de S puede ocurrir que para cambiar tengas que salir a la calle, andar unos metros y acceder a otra estación.Nueva estación de ferrocarril
Ese lío -nunca me había pasado antes- dió pié al solaz de un músico negro que tocaba un piano eléctrico y cantaba maravillosamente y ante el cual pasamos tres veces en busca de la correspondencia.
A la Iglesia de Santa María le ha salido un globo
Y los tranvías. Los tranvías circulan al mismo nivel de la calle, la gente cruza las vías continuamente. En una ocasión me paré a hacer una fotografía de un edificio sin darme cuenta que estaba en medio de la vía. El tranvía me avisó repetidamente y una amable berlinesa me sacó del peligro.
Porque los berlineses son muy amables, o al menos eso me pareció a mí. Siempre dispuestos a dar explicaciones pacientemente con una sonrisa y si chapurreaban un poco de español ahí les tenía esforzándose.
Berlín, tras los estratosféricos precios de Moscú, me pareció extremadamente barato, a excepción del transporte: 2,1 euro el viaje en metro (existen billetes de día al precio de 6 euros) Y he dicho confiada. No existen tornos de acceso para los pasajeros. Uno podría viajar sin billete sin necesidad de saltar barreras.
De hecho lo hicimos una vez: no llevábamos monedas suficientes, la máquina no aceptaba billetes y sólo una tarjeta de crédito, la MasterCard. Así que ya que nos ponía tantas dificultades para ser cívicas, optamos por viajar de gorra.
Casi toda la red de metro transcurre sobreelevada. En muchos tramos se ha aprovechado el trazado para instalar bares, cafés, tiendas de antigüedades ... lo que le da un aspecto muy urbano e integrado en la ciudad.
Disponíamos de poco tiempo para el turisteo. Afortunadamente nos alojábamos en el centro, cerca de casi todo. Así que una mañana en la que la primera cita era a las 11 aprovechamos para ir al Museo de Pérgamo. Varios de los museos de la Isla están ahora rehabilitándose y el reparto de las colecciones resulta un poco confuso, así que ante la escasez de tiempo optamos por visitar sólo el de Pérgamo. Es impresionante.
Puerta de Isthar
Altar de Pérgamo
Palacio de Bellevue
La famosa cúpula de Foster
Berlín es otra cosa. A pesar de renacer de su pasado herido, es una ciudad que se levanta dignamente hermosa, sorprendente y bulliciosa. Berlín es, digo, hermosa. Con enormes parques, perros que pasean sueltos al lado de sus amos, calles limpias, edificios todavía por restaurar en el viejo Este. Una ciudad tan confiada en la que los conejos campan por los prados cercanos a la Alexanderplatz.
En el centro de la ciudad
Berlín está en obras y es motivo suficiente para que los taxistas gruñan. Las bicicletas inundan las calles y los coches respetan escrupulosamente las señales de tráfico y los límites de velocidad. Vas por una amplía avenida y todos lo vehículos circulan al unísono.
Monumento a Schiller
Pero no es una ciudad monótona. Un día acabamos en un barrio que parecía el Bronx. No por la estética urbana, sino por el paisaje humano. La población que habitaba -y digo bien- la estación de la U-Bahn era para poner los pelos de punta. Sin embargo eran inofensivos a pesar de su aspecto y su inefable olor.
Berlín es una ciudad segura aunque la presencia policial es casi invisible. Sólo vimos uniformados haciendo guardia frente a edificios judíos, como la nueva Sinagoga o el cementerio.
Hotel Berlin
Por cierto, resulta un poco liosa la organización del transporte urbano. Existen dos sociedades que gestionan el metro, cada una de ellas con distintas líneas: S-Bahn y U-Bahn. Sin embargo, el billete sirve indistintamente (o eso creo), aunque se da el caso de que en una estación donde confluyen líneas de U y de S puede ocurrir que para cambiar tengas que salir a la calle, andar unos metros y acceder a otra estación.Nueva estación de ferrocarril
Ese lío -nunca me había pasado antes- dió pié al solaz de un músico negro que tocaba un piano eléctrico y cantaba maravillosamente y ante el cual pasamos tres veces en busca de la correspondencia.
A la Iglesia de Santa María le ha salido un globo
Y los tranvías. Los tranvías circulan al mismo nivel de la calle, la gente cruza las vías continuamente. En una ocasión me paré a hacer una fotografía de un edificio sin darme cuenta que estaba en medio de la vía. El tranvía me avisó repetidamente y una amable berlinesa me sacó del peligro.
Porque los berlineses son muy amables, o al menos eso me pareció a mí. Siempre dispuestos a dar explicaciones pacientemente con una sonrisa y si chapurreaban un poco de español ahí les tenía esforzándose.
Berlín, tras los estratosféricos precios de Moscú, me pareció extremadamente barato, a excepción del transporte: 2,1 euro el viaje en metro (existen billetes de día al precio de 6 euros) Y he dicho confiada. No existen tornos de acceso para los pasajeros. Uno podría viajar sin billete sin necesidad de saltar barreras.
De hecho lo hicimos una vez: no llevábamos monedas suficientes, la máquina no aceptaba billetes y sólo una tarjeta de crédito, la MasterCard. Así que ya que nos ponía tantas dificultades para ser cívicas, optamos por viajar de gorra.
Casi toda la red de metro transcurre sobreelevada. En muchos tramos se ha aprovechado el trazado para instalar bares, cafés, tiendas de antigüedades ... lo que le da un aspecto muy urbano e integrado en la ciudad.
Disponíamos de poco tiempo para el turisteo. Afortunadamente nos alojábamos en el centro, cerca de casi todo. Así que una mañana en la que la primera cita era a las 11 aprovechamos para ir al Museo de Pérgamo. Varios de los museos de la Isla están ahora rehabilitándose y el reparto de las colecciones resulta un poco confuso, así que ante la escasez de tiempo optamos por visitar sólo el de Pérgamo. Es impresionante.
Puerta de Isthar
Altar de Pérgamo
Comimos barato y bien. Un poco monótona la dieta de patatas y cerdo, pero sabrosa. La comida más cara que pagué fue de 15 euros.
Nuestra última jornada se reducía a mediodía, ya que debíamos estar en Tegel a las tres de la tarde y todavía nos quedaba una reunión. Disponíamos de un par de horas, así que decidimos hacer una "turistada": subir a un autobús de techo descubierto para dar una vista rápida a la ciudad.
Palacio de Bellevue
Las explicaciones que nos dió el guía -en alemán e inglés- me despertaron envidia de la vida de los parlamentarios. Tienen apartamentos a su disposición para los que no residen en Berlín, guarderías donde los padres desnaturalizados pueden dejar a sus hijos hasta las 3 de la madrugada y otras prebendas.
La famosa cúpula de Foster
Alrededor del edificio del parlamento se ha levantado el barrio político. Tiergarden -un parque más grande que todo Mónaco- acoge a las embajadas. Quedan intactas las de los aliados del Reich: Japón e Italia. Por cierto, esta última con un soberbio Ferrari aparcado en el jardín. Pero abundan las sedes diplomáticas de nueva factura como la espectacular de México o la no menos bonita de Finlandia.
Los americanos están de traslado. Abandonan su antigua sede, situada justo enfrente de la de la vieja URSS, y se van al ladito mismo de la Brandenburgo Tor, donde también están, tras un profundo lavado de cara, las embajadas de Francia y el Reino Unido.
Apenas quedan restos del Reich ni del Berlín dividido. En los aledaños de Brandenburgo se extiende el inmenso memorial a las víctimas del Holocausto y del Muro solo permanecen en pié unos 200 metros que han tenido que ser rodeados por una valla protectora para que los amantes de los recuerdos no terminen con él. Presenta un aspecto penoso, apuntalado y con todas las tripas de hierro al aire. El Check Point Charlie se ha quedado como una atracción circense, es pura tramoya.
Memorial del Holocausto Las ruinas del Muro
Check Point Charlie
Ese pequeño aperitivo logró despertarme el deseo de regresar a la ciudad para visitarla con más detenimiento en el futuro.
¿A que la echaban de menos?
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