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martes, 4 de junio de 2024

BASES GEOLÓGICAS DE LA ESCLAVITUD Y LA GUERRA DIGITAL

 
Queridas y queridos lectores, tras un parón de varios meses debido a una importante actividad de investigación que se verá plasmada en varios artículos relacionados con la geología de la transformación digital y un extenso libro sobre la historia geotécnica, constructiva, urbanística y tecnológica del área metropolitana de Pamplona, vuelvo a escribir en este blog. Las nuevas investigaciones que realizo en esta línea van abarcando desde el Neolítico hasta proyecciones de tendencias al futuro (allá por 2050). Involucran a importantes sectores económicos relacionados con la obra civil, la extracción de materiales geológicos de construcción y minería. En el trasfondo, las grandes bifurcaciones históricas que vinieron de la mano de guerras, nuevas tecnologías o catástrofes como las sucesivas pestes desde el siglo XIV al XVII, terremotos e inundaciones históricas o la irrupción del hormigón armado, el motor de combustión interna y la era digital, todos esos contextos modificaron las relaciones interactivas entre el ser humano, el territorio, el subsuelo y la percepción del medio.
 
Durante este tiempo también se ha incrementado la actividad divulgativa, pues son muchas las comunidades de territorios cercanos, o no tanto, que están empezando a darse cuenta del acelerado cambio y de los retos ya presentes que vinimos anunciando en este blog durante los últimos tres lustros, por ello nos piden charlas, debates directos, documentales... Así que visto que los acontecimientos se van acelerando y los grandes medios de comunicación de masas, cada vez con más ahínco, trabajan para desviar la atención de dichos retos, guerras por los recursos, límites al crecimiento, etc., impulsando un ambiente belicista cada vez más intenso, me propusieron publicar algunos artículos divulgativos, más cortos y directos en medios, obviamente, alternativos. Esta vez ha sido en El Salto y en Navarra Digital, aunque este artículo que enlazo sigue apareciendo en varios medios más, y como siempre, quien quiera replicarlo sabe que puede copiar y pegar, y si lo cree conveniente citar al autor.
 
Paz y Bien
Antonio Aretxabala Díez
Pamplona, 4 de junio de 2024
 
BASES GEOLÓGICAS DE LA ESCLAVITUD Y LA GUERRA DIGITAL

Solo conocemos dos tipos de minería: la basada en el diésel y la realizada por esclavos. La producción de diésel decae desde 2018, de 27,5 millones de barrilles diarios hasta los 22 de 2022 (un 20% menos) igualando la producción de 2005. Actualmente en el mundo hay unos 50 millones de esclavos modernos. Según Walk Free (OIT-ONU) son quienes realizan trabajos forzados, venden sus cuerpos o son forzosamente entregados en matrimonio (figura 1). Aproximadamente una cuarta parte son niñas y niños. Un elevado porcentaje trabaja en el sector textil, son objetos sexuales o malviven entre la minería impulsada por capital chino, estadounidense y europeo que en los últimos años ha adquirido un fuerte impulso en el sector armamentístico de alta precisión.

 
Figura 1. INFORME: ÍNDICE GLOBAL DE LA ESCLAVITUD 2023 (Walk Free)
 
Nuestra denominada transición verde se basa fundamentalmente en la eficiencia con su supuesta herramienta digital, pero es también militar. Para extraer los minerales de moda entre los innovadores ministerios para la transformación digital se necesitan recursos geológicos muy diseminados y no hay inteligencia artificial que compita con la manera más eficiente de minería en dichas circunstancias: la mano humana, incluida la infantil. 
 
Para procesar una tonelada de cobre en un grado de concentración en roca de entre el 1% y el 3% es necesaria una intensidad energética promedio de entre 100 y 150 GJ con minería convencional basada en el diésel, pero el grado de concentración decae y a partir del 0,5 % el consumo energético se cuadruplica encareciendo los procesos y viéndonos obligados a triturar cordilleras para arrancar a la tierra el preciado metal. Desde 1975 el volumen de roca a triturar para la extracción de una tonelada de cobre se ha multiplicado por 14. En el caso del uranio, el carbón o las tierras raras, la evolución es similar, pues hablamos de recursos no renovables (figura 2). 
 
Figura 2. A: Volumen de estériles producidos en la minería histórica de Australia (1895-2012) para diferentes materiales geológicos utilizados en las diferentes transiciones globales. Obsérvese la evolución del cobre en cuadraditos rojos. B: Relación entre la intensidad energética para procesar una tonelada de cobre y la concentración de mena (ley de mineral) en porcentaje. A partir de una concentración del 0,5% el consumo energético se dispara. Norgarte-Jahanshashi, 2010, Mudd, G. 2012.

El auge del reciclado, por tanto, se justifica una vez más desde razonamientos exclusivamente economicistas que dejarían a un lado cosas “sin importancia” como la salud, la libertad o la dignidad humana. Los efectos secundarios sobre nuestros basureros favoritos: atmósfera, hidrosfera, ecosistemas y seres vivos, incluidos nuestros cuerpos humanos, hace décadas que son un quebradero de cabeza para las opulentas sociedades que hemos construido con energía solar fosilizada en forma de hidrocarburos y materiales geológicos clave que éstos nos permitieron arrancar. Un pozo sin fondo para nuestros sistemas de salud. Pero el origen de ese creciente impacto fuera y dentro de nuestros cuerpos sigue velado a quienes deben seguir consumiendo para dinamizar la economía.

La geología del armamento de precisión y el escaparate de los genocidios


Según datos del Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS), el 38% de las reservas de las llamadas “tierras raras” de nuestro planeta se pueden encontrar en China. Este país suministró el 80% de estos materiales geológicos a Occidente en 2019, antes de la pandemia de Covid 19 decretada por la OMS. La República Democrática del Congo el 75% del cobalto.
 
El cerio, por ejemplo, se utiliza en las baterías y en la mayoría de los dispositivos con pantalla e imanes forjados con neodimio y samario que soportan altas tasas de humedad y temperaturas extremas necesarias en dispositivos militares modernos. Se usan en las aletas de los aviones de combate, como guía de misiles, motores de aviones, submarinos y tanques. Son imprescindibles en las comunicaciones por satélite, los nuevos radares y sónares, los sistemas con turbinas a reacción, armas de precisión avanzada combinada con láseres y satélites y todo el ecosistema de redes de comunicación e información basado en la inteligencia artificial aplicada al internet de las cosas.
 
Este nuevo paradigma tecnológico, fundamentalmente militar, cuyos escaparates presenciamos día tras día en Ucrania, Sudán, el Congo o Palestina se basa sobre todo en la minería de tierras raras, cobre, cobalto, litio para almacenaje y distribución de energía e información, lo cual requiere una mayor integración e interconexión de dispositivos con una mayor concurrencia desde el procesamiento centralizado hasta el periférico (en la siguiente entrevista con Juanlu Sánchez y Adriana Espinosa profundizamos en estos aspectos).
 
 
Tierras raras, un debate por explotar, conduce Juanlu Sánchez
 
Esas tres cuartas partes del cobalto de nuestros dispositivos digitales, de nuestras infraestructuras de transformación y captación de energías “limpias” y de nuestra industria armamentística de precisión –con la ayuda de fondos chinos y capital occidental–, han convertido a la República Democrática del Congo en uno de los países más pobres y esclavistas del mundo (el 74% de su población vive por debajo del umbral de pobreza).
 
Pero ese mismo mundo permanece indiferente porque al parecer no somos capaces o no queremos ver otra salida que el sueño del crecimiento verde, público o privado y participado, es decir, sufragado por quienes aún vivimos y quienes aún no pueden tomar decisiones sobre sus vidas porque, o bien son niños pequeños o aún no han nacido pero ya están endeudados de por vida. Paradójicamente rebajar las exigencias medioambientales es la nueva excusa para promover la “economía verde”, tanto en la implantación de megaproyectos eólicos o fotovoltaicos como en la minería que apuntala su despliegue, con sus infraestructuras de transporte, energéticas, digitales y militares que acompañan una transición abocada al más rotundo de los fracasos si no se puede desplegar desde regímenes casi o abiertamente totalitarios.

El objetivo: favorecer la inversión y subvencionar el cambio de modelo extractivo para beneficio de los grandes fondos de inversión y una clase política cómplice que recoge algunas migajas.

Rebelión y desobediencia, obligaciones morales

En el Congo, cientos de miles de personas trabajan en esta eficiente economía eufemísticamente denominada artesanal, incluidos decenas de miles de los denominados “niños del cobalto” de tan solo cinco o seis años. Los más pequeños cavan en la superficie raspando para recoger lo que pueden, y sobre todo, las niñas, tamizan y seleccionan. Cuando consiguen un saco de tierra y piedra tienen que separar las partes que contienen cobalto en charcos de agua pútrida y tóxica. Luego, a medida que crecen, si llegan a adolescentes, pasan a excavar túneles manualmente, lo que requiere más fuerza, pero sin sostenimiento, ventilación o seguridad suelen colapsar y mueren enterrados vivos. Hay decenas de miles de niños y adolescentes que trabajan así junto a sus padres, muchos ya son huérfanos. El libro Cobalto Rojo del profesor de la Academia Británica de ciencias, Siddharth Kara (Ed. Capitán Swing, 2024), relata cientos de experiencias de este tipo que sustentan nuestra transformación digital.

Barcelona es una de las pocas ciudades que ha estudiado el fenómeno de puertas adentro. Unos 3.200 chatarreros o recicladores trabajan para ganar unos 20 euros al día en la recogida de metales. La mayoría son migrantes en situación irregular, casi el 80% africanos sin DNI. La economía circular impulsada desde la UE con dictámenes como el SC/048 sigue siendo tan ignorada por las instituciones como la inestimable labor del reciclado que realizan estas personas marginadas sin vivienda ni derechos laborales. Chatarrerías e intermediarios reaprovechan los cerca de 400 kilos diarios de metales, aluminio, cobre, metales mixtos o acero por una media de 0,19 euros por kilo de hierro o 5,6 euros el de cobre limpio. Son datos del Informe Wastecare de la Universidad de Barcelona, 2024. “¿Estamos dispuestos a tener esclavos para obtener unas mejores tasas de reciclado?”, se pregunta Federico Demaria, profesor de Economía Ecológica de la Universidad de Barcelona y coautor del informe.

No son pocas las voces que intentan frenar semejante injusticia, social y ambiental, pues choca directamente contra los 17 ODS de la malograda Agenda 2030. Afortunadamente, hay un fondo de rebelión ciudadana y contestación popular creciente, también un auge entre la juventud mejor informada de una desobediencia civil que las instituciones intentan ocultar y acallar con mecanismos como la Ley Mordaza. A nivel internacional prosperan los nuevos luditas trabajando en red para detener esta psicópata marea de guerra contra la vida.
 
Grupos comunitarios como la Coalición Alto al Espionaje del LAPD se están organizando para destruir los algoritmos de los programas policiales. La creciente campaña para prohibir el uso gubernamental de software de reconocimiento facial ha obtenido importantes victorias en California, Massachusetts o Alemania. Los trabajadores de Amazon sabotean a su compañía para que deje de vender dicho software a las autoridades. En las calles de Hong Kong, los manifestantes ponen en funcionamiento técnicas para evadir la mirada algorítmica utilizando láseres que confunden a las cámaras de reconocimiento facial o derribando las farolas "inteligentes" equipadas con dispositivos de vigilancia. Les Soulèvements de la Terre de Francia se burlan de la gendarmerie actuando como una masa crítica metamorfoseante.
 
La indiferencia y la falta de radicalidad ante la guerra declarada contra nuestras vidas es una manera de justificar genocidios por mor de un “crecimiento económico”. Pero éste ya no es posible, ni siquiera socavando la base vital que toleramos como aceptable hasta hoy. La rebelión y la desobediencia se han vuelto obligaciones morales para toda criatura que aún se considere humana.
 
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viernes, 13 de octubre de 2023

EL PODER DEL AMOR EN TIEMPOS DE IDIOCENO


Foto: Pixabay

Queridas y queridos lectores, hablando con Ana Campos, del grupo de Ciencia Crítica, nos dimos cuenta de que cuerpo y alma nos pedían expresar algo que se sale de la actividad científica convencional en estos tiempos en los que el Idioceno avanza. En el trasfondo, cierta impotencia al contemplar numerosas respuestas y actitudes idiocénicas en buena parte de la población ante los profundos cambios que vivimos.
 
Muchas veces, actuar de manera idiota es terriblemente contraproducente para todo ser vivo, para toda la vida del planeta. El malvado actúa movido sólo por el beneficio propio, poco o nada le importa perjudicar a los demás seres, vegetales, animales o humanos. Sin embargo, el idiota es capaz de perjudicar a los demás sin beneficiarse e incluso perjudicándose. Decía Carlo María Cipolla cuando escribió sus "Leyes de la Estupidez Humana": "una persona es estúpida si causa daño a otras personas o grupo de personas sin obtener ella ganancia personal alguna, o, incluso peor, provocándose daño a sí misma en el proceso”.
 
Sabemos que hemos provocado enormes cambios en los patrones climáticos, hemos puesto en marcha una enorme campaña de desertificación, de creciente contaminación del medio y de nuestros cuerpos, o de la involución de los ecosistemas que apenas ya nos mantienen, también los cambios sociales que ello está produciendo se nos aparecen como idiocénicos, incluso cómo afectan a las modas, las nuevas formas de pensar y de participación; pero sobre todo, aquellas conversaciones con Ana nos condujeron a una suerte de introspección hacia los mecanismos mentales generados en los últimos tiempos con la descomunal potencia de los combustibles fósiles, cuyos efectos han tenido tanta fuerza en nuestro interior como lo hemos visto en el exterior desde hace casi 170 años, pero especialmente desde el final de la  segunda  guerra mundial tras "la gran aceleración".

“Algún día, después de dominar los vientos, las olas, las mareas y la gravedad, seremos capaces de aprovechar la energía del amor. Entonces, por segunda vez en la historia, el hombre habrá descubierto el fuego” (Pierre Teilhard de Chardin). Sí, el amor es la única fuerza capaz de rescatarnos del barro putrefacto del Idioceno (un paso más del Antropoceno hacia el abismo). Pero amar en tiempos de mentiras, de egoísmo y odio requiere mucha generosidad y valentía. La Humanidad se encuentra en la encrucijada de una crisis absoluta, de la bifurcación como estructura compleja. Es ciencia pura. Ante nosotros, la evolución hacia un estadio superior o la involución hacia el caos.

Por Ana Campos y Antonio Aretxabala
 
Vida y sociedades humanas
 
En 1977, uno de los pensadores más originales del pasado siglo era galardonado con el Premio Nobel de Química por su teoría sobre las estructuras disipativas. Nacido en Moscú y nacionalizado en Bélgica, Ylia Prigogine fue un físico-químico polímata, pionero en el campo de los sistemas complejos por sus teorías sobre la emergencia y evolución de la vida. Para Prigogine los seres vivos somos estructuras complejas autoorganizadas (islas de orden) que se mantienen en equilibrio disipando energía y materia a su entorno (océano de desorden).

La vida, bautizada con el nombre de Gaia en nuestro planeta, se consolida sobre un entramado de estructuras que consiguen desarrollar mecanismos para mantener el orden. A nivel individual, cada ser vivo no es más que una de las miríadas de estructuras básicas sobre las que reposa y se articula el resto de las estructuras de Gaia, todas ellas interdependientes entre sí. La sociedad humana tal vez sea la más compleja que ha emergido en Gaia hasta la fecha, aunque funciona exactamente igual que el resto: consume energía para alimentar sus funciones vitales (orden) mientras disipa entropía (desorden).

Mantenerse alejado del desorden es una tarea complicada pues todas las estructuras, desde el nivel más básico al más complejo, están sometidas a continuas fluctuaciones tanto de carácter interno como externo. En ocasiones las fluctuaciones que sacuden una estructura concreta, una isla de orden, se amplifican de manera no-lineal, conduciéndola a una “bifurcación” según nos explica Prigogine. El camino que toma la estructura tras la bifurcación es incierto: puede reforzar su autoorganización para evolucionar hacia un nivel superior de orden, de complejidad, o involucionar hacia una dinámica más caótica. O directamente hacia la muerte, como sucede con los organismos cuando cesan su ciclo vital evanesciéndose en el desorden.

En el caso de las sociedades humanas los mecanismos de autoorganización han ido degenerando en sistemas jerárquicos sostenidos sobre dinámicas de poder y sometimiento, alimentados por antivalores como el egoísmo, la ambición, la soberbia, la envidia o la aceptación de la mentira. El más ruin de todos los antivalores es la cosificación de la vida: todo tiene un precio, y aquel que no es capaz de generar “riqueza monetizable” no vale nada. Esta miserable depreciación de la existencia es aceptada con naturalidad por una sociedad que se abrazó al darwinismo social, introduciendo una nueva variable que se retroalimenta con los antivalores: el miedo. Craso error, pues tal y como la ciencia nos ha mostrado, el mecanismo más básico que sostiene todo el entramado de la vida, de Gaia, no es la competición y la lucha, sino la cooperación y la simbiosis.

A las fluctuaciones internas generadas por las injusticias y el sufrimiento que padece un amplísimo porcentaje de la población se han sumado unas enormes fluctuaciones externas, producto de una crisis climático-ambiental originada por la intensa actividad industrial de los últimos siglos. La sociedad humana se encuentra en estos momentos ante una bifurcación, completamente desbordada por los intensos vaivenes a los que se ve sometida. Aunque el diagnóstico de la situación está claro, tanto como lo está el camino por el que deberíamos transitar para alejarnos del peligro, las dinámicas sociales nos empujan hacía el vertiginoso abismo del desorden, de la involución. 
 
El Idioceno

Así es, querido/a lector/a, como hemos llegado al Idioceno, esta época kafkiana en la que los seres humanos jugueteamos con nuestro suicidio colectivo de una manera absurda, idiota en todas sus acepciones: egoísta, ignorante, tonta. En lugar de encarar la situación poniendo en práctica las medidas que podrían aplacar el oleaje, nos hemos empeñado en pisar a fondo el acelerador, cegados por un pensamiento mágico que lleva a algunos a negar la evidencia científica y a otros a depositar su fe en la omnipotencia de una técnica capaz de desafiar las leyes de la física, apelando a fuerzas sobrenaturales llegado el caso.

Y es que el poder divino ya hace funcionar unos auriculares inalámbricos con la batería vacía. Según los seguidores de una usuaria de TikTok que hizo viral el poder de sus oraciones, es así. La muerte temprana de miles de niños trabajando en las minas de coltán africanas estaría ausente de la mirada divina y de la consideración de Dios al hacer de la tecnología objeto de sus milagros; eso sí, siempre que sea a través de una fe lo suficientemente poderosa como para remover las montañas en las que casualmente había miles de niños acarreando sacos a toneladas con tierras raras.
 
Es importante, también, que nuestras oraciones no contemplen el sufrimiento humano ni el envenenamiento cuando las empresas tecnológicas procesen ese material para que, ya mucho menos tóxico, nos proporcione hora y media de canciones súper bonitas. Cuando los auriculares estén viejos serán devueltos a África para que otros tantos miles de niños extraigan algún metal quemando sus componentes a expensas de la mayor incidencia de leucemia infantil del planeta. Dios tampoco lo querrá ver. Un enorme beneficio para el sistema auditivo de tiktokers, muy dañado por tantas horas de auriculares injertados, es el ahorro de energía y optimización del tiempo gracias a la potencia de los altavoces de discotecas y conciertos; como diría Pedro Prieto, con un chupito de vodka y otro de refresco de naranja las ondas sísmicas del altavoz preparan el cóctel in situ mientras recorre el esófago hasta sedimentarse en el estómago, ya hecho, en forma de destornillador kilómetro cero 100% sostenible. Como mandan los cánones de lo cool.

El exceso de estímulos que embotan los sentidos hasta anularlos, el egoísmo convertido en piedra angular de un mundo superpoblado donde algunos enfermos piden entrar en prisión para huir de la soledad, y un concepto estúpidamente equivocado de lo que significa ser libre son las señas de identidad de este Idioceno que nos conduce al desorden. Al camino de la involución. ¿No habría alguna manera de sortear el abismo, una fórmula capaz de impulsarnos hacia nuevos niveles de orden? ¿O acaso la caída es ya inevitable?

Según Prigogine, el orden es algo que emerge espontáneamente en una cadena de infinitas potencialidades, haciendo que la vida no sea un fenómeno extraño, producto de una improbable casualidad, sino algo ligado a la esencia misma de la naturaleza. Tal vez la esencia de la naturaleza no sea otra cosa que el amor. Hay un orden supraconsciente que organiza tonos cromáticos, intensidades, tiempos, cadencias, repeticiones y suponen la diferencia entre un garabato o un conjunto de ruidos de una obra maestra de la creación, sea pintura, música, ciencia o literatura. Tras ello, una voluntad y una energía las impulsa. Tal vez esa voluntad creadora, esa energía vital no sea otra cosa que el amor.
 
Amor, atención, generosidad e Idioceno

Decía Prigogine: “Existen diferentes vías de interrogar al Universo en que vivimos, y la música es también una de ellas. Nuestro entorno no es sólo color, sino también sonido y muchas otras cosas”. Un ser pensante, sintiente y con voluntad, como es el ser humano, busca explicar el Universo y a sí mismo como parte de él. Pero no cabe ninguna duda: antes de que algo pueda ser explicado ha de existir la facultad de comprender la explicación. La ciencia, si es con amor, se libera del prejuicio de no reconocer la existencia del espacio que la sustenta y precede: «el sentir» y así ser más auténtica y consciente, pues antes que el pensar, mesurar, relacionar, está la capacidad de sentir certeza. La evidencia científica sería en última instancia una actividad perteneciente a la esfera afectiva, compañera inseparable del amor.

La sabiduría atávica nos ha enseñado que ella misma se desarrolla a través de la luz interior. Hoy, a esa luz que ilumina cada objeto estudiado lo llamamos atención, una capacidad que se pierde y se disipa en el caos del Idioceno. Pero la atención, como análoga a la luz, ilumina ese objeto para hacerlo visible, ser introducido o fundido con el observador en un ejercicio de fusión que deriva en el conocimiento de sujeto y objeto como unidad. De tal manera que la atención ha conseguido lo que hace el amor: la entrega y la fusión.

La atención, así vista, sería la forma más elevada de la generosidad y, por tanto, si el Idioceno se caracteriza por la pérdida de la capacidad de atención, el Idioceno es, ante todo, una era con carencias de generosidad, o lo que es lo mismo, abundante en egoísmo, mentira y odio. Pero con un inconveniente: la mentira, por definición, no es real. El amor sí lo es. De esta manera, podemos vincular a la ciencia y al Idioceno nuestros prácticamente imposibles de abarcar conceptos del bien y del mal. El bien estaría en todo aquello que, como la ciencia y la atención, nos acercan a la realidad, la verdad y el amor. El mal nos alejaría de la realidad, su mejor exponente: la mentira.

El Idioceno es incompatible con el amor, incompatible con la verdad, sería la era en la que cada ser humano es el primero en no considerarse a sí mismo parte del Universo, en no atenderse, no amarse o, en otras palabras, el primero en no considerarse y anularse. El Idioceno supone la victoria del autoexterminio, la anulación de la libertad y la supresión voluntaria de lo humano, porque la dimensión espiritual, aunque no se pueda medir ni pesar, es la esencia del pensar científico e intelectual que se va disipando en esta era de atención (generosidad) decreciente. Y es que el pensar intelectual es incapaz de describirse o explicar su propia esencia, simplemente es evidente. Precede a toda capacidad cognitiva, es incapaz de exponer sus propias características, pues el pensar solo se puede observar a sí mismo a través del pensar, una actividad basada en sí misma como lo es el amor.

Solo el amor puede alejarnos del abismo, es la única espada capaz de cortar el nudo gordiano que nos ata al Idioceno al ser lo único que realmente es. Los milagros de los Dioses que escuchan las plegarias de sus fieles mientras ignoran las necesidades de los miserables solo existen en el Idioceno y como tal, son un fraude; como lo es esa reedición tecno-verde del milagro de los panes y los peces prometida por los gurús del crecimiento ad infinitum de la riqueza monetizable. Al igual que lo son los discursos de aquellos que, conscientes de los peligros que nos acechan y dispuestos a la lucha, no consiguen despegar la mirada de su ombligo y el de su descendencia, ajenos a las necesidades del resto si no se alinean con las suyas.

El amor es la única fuerza capaz de rescatarnos del barro putrefacto del Idioceno. Pero amar en tiempos de mentiras, de egoísmo, de odio requiere mucha generosidad y aún más valentía. “Donde no hay respeto, no hay amor. Donde no hay compasión, piedad, perdón, no hay amor” nos recuerda Jiddu Krishnamurti, quien también señala la unión indivisible que existe entre libertad y amor. “La libertad es esencial para el amor; no la libertad de la revuelta, no la libertad de hacer lo que nos plazca ni de ceder abierta o secretamente a nuestras apetencias, sino más bien la libertad que adviene con la comprensión”.

Santo Tomás de Aquino veía al hombre como un “Homo Viator”, un viajero que deambula por la existencia en busca de una paz interior que sólo alcanza con la comprensión, transformándose en “Homo Comprehensor”. Un viaje metafórico en el que se inspiró Dante Alighieri, lector de la obra de Santo Tomás, al convertirse en protagonista de su propia obra para narrar el periplo alegórico que le lleva por el infierno, el purgatorio y el cielo en la aclamada Divina Comedia.

Pero comprender no es saber. Esa es una de las grandes equivocaciones del Homo Sapiens, el sabio que deambula por el Idioceno enfrentado a la peligrosa bifurcación donde se separan las sendas de la evolución y la involución, convencido de que sólo con su saber conseguirá sortear cualquier peligro que se cruce en su camino. No es así. Esa fuerza es exclusiva de la comprensión que emana del conocimiento que no se subordina a otros fines, el conocimiento que tan solo pretende conocerse a sí mismo y es adquirido por y desde el amor.

Para escapar del teatro del absurdo que es el Idioceno, de esta era en la que los necios se han conjurado para arrastrarnos al abismo hay que continuar concienciando sobre los problemas que nos azotan, hay que seguir investigando soluciones técnicas para evitar / mitigar / minimizar los peligros, hay que perseverar en la lucha contra las mentiras, contra las políticas injustas, contra el cinismo de los poderosos… Pero todo de lo que hagamos será estéril si no es impulsado desde la fuerza del amor.

martes, 6 de junio de 2023

LA TIERRA DE LA QUE COMEMOS



Queridas y queridos lectores, traigo al blog, en castellano como habitualmente, este artículo de Berria JATEN DUGUN LURRA de Jokin Sagarzazu. En él, se establece un debate entre Marta Goñi de INTIA, Iñaki Antigüedad de la EHU/UPV y servidor. Os dejo con Jokin.

El 80% del agua disponible en Euskal Herria Sur se utiliza para el regadío. Ya se han comenzado a reemplazar unos cultivos por otros con técnicas para usar menos agua en la producción.

Más calor, sequías, menos comida. Los efectos del cambio climático provocado por el hombre son cada vez más evidentes y las previsiones para las próximas décadas no dejan lugar a dudas. Se estima que alrededor del 10% de las tierras agrícolas actuales quedarán inservibles en el año 2050, y la productividad de los tres principales cultivos que alimentan al mundo (maíz, trigo y arroz) se reducirá en un 5%. El agua es un recurso precioso. Como advierten los expertos, en el sur de Europa en general será necesario a medio plazo sustituir unos cultivos por otros y emplear técnicas que consuman menos agua en la producción.

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, entre el 70% y el 95% del agua de lluvia y del agua almacenada se utiliza para la producción de alimentos en el mundo, y pronostica que esta necesidad aumentará en un 50% para 2050. En Euskal Herria Sur, alrededor del 80% del agua se utiliza en la agricultura, alrededor del 15% en la industria y el resto para necesidades domésticas.

Hasta ahora, cada año hidrológico ha sido peor que el anterior. Como consecuencia de periodos cada vez más prolongados de calor, la escasez de agua se está cronificando, especialmente en el área mediterránea y principalmente en la Ribera de Navarra. “Las anomalías meteorológicas actuales no son temporales; se están convirtiendo en tendencia. Muchos días hay déficit de agua, aunque técnicamente no haya sequías”, explica Marta Goñi, técnica del Instituto INTIA de Tecnología e Infraestructuras Agroalimentarias de Navarra.

Iñaki Antigüedad, geólogo catedrático de hidrogeología en la EHU/UPV, coincide con el diagnóstico. A su juicio, la clave será adaptarse a los cambios que se avecinan. “Las tendencias son cada vez más claras en el caso de las temperaturas, pero no en el de las precipitaciones. Con la lluvia no sabemos si los totales anuales subirán o bajarán. Tenemos que saber manejar esta incertidumbre, pero no podemos hacerlo con nuestro comportamiento actual, y estoy seguro de que no estamos preparados para cuestionar el pasado".

Según Antonio Aretxabala, geólogo e investigador en emergencias climáticas, en esta "adaptación" será fundamental cambiar los modelos actuales de consumo de bienes y agricultura y establecer un modelo similar para el uso del agua que haga todo sostenible. “Si no se toman medidas de inmediato, gran parte de la sociedad no tendrá forma de comer sano, porque aquí está en juego la nutrición”.

La tierra tiene sed


Aunque existen grandes diferencias entre cultivos y modelos agrícolas en la zona atlántica y mediterránea del País Vasco, los agricultores de ambas están muy preocupados por la situación. En el lado del Atlántico dependen del agua de lluvia, donde el riego de la tierra no es común. Pero menos lluvia de lo habitual les ha creado muchos problemas. Por un lado, en los pastos: el pasto para el ganado ha escaseado, lo que, entre otras cosas, ha encarecido el forraje de los animales. En cambio, en las huertas se han comenzado a sembrar cultivos que se adaptan mejor a la situación. En el País Vasco Norte, por ejemplo, sorgo en lugar de maíz.

Pero el problema es particularmente grave en la cuenca mediterránea. Algunas cosechas quedarán sin cosechar en los secanos, aunque las lluvias de las últimas semanas han dado un respiro a muchos agricultores. Cuanto más al sur, más crítica es la situación: según estimaciones, en algunas zonas secas de la Ribera de Navarra y sur de Álava se perderá en torno al 40% de la cosecha de cereales.

En cambio, en regadío, las alarmas están encendidas desde hace tiempo. Debido a la falta de lluvia y cada vez menos nieve, el nivel de los embalses está disminuyendo, y este tipo de infraestructuras son esenciales. El 37% de la superficie total plantada en Navarra es de regadío y el 13% en Álava. Según el Gobierno de Navarra, alrededor del 80% del agua almacenada en los embalses se destina a este fin. En los últimos veinte años, la superficie de regadío ha aumentado un 20%.

Según Aretxabala, el agua para uso humano en el territorio ha disminuido un 20% en los últimos veinte años, así como para la industria, pero el consumo ha aumentado en general. ¿Por qué? “Porque la cultura del regadío se ha extendido muchísimo, y esto ha venido de la agricultura intensiva y de ciertas multinacionales”.

En el caso de Álava, el viceconsejero de Agricultura del Gobierno no ha querido precisar los datos, pero el geólogo Iñaki Antiguedad cree que cada vez habrá menos regadío, sobre todo en la parte de Vitoria-Gasteiz, porque la rentabilidad de los cultivos plantados ha disminuido. "También puede estar relacionado con el cambio generacional. Más de una persona me ha dicho que prefiere poner cereal seco para tener menos dolores de cabeza".

Sin embargo, incluso en Álava, las cantidades que se utilizan para regar la tierra son muy grandes. Según la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE), el consumo anual de agua en la parte alavesa de la cuenca es de hecho el 65%. Se utiliza principalmente para patata y remolacha y, en menor medida, también para viña.

Según el catedrático de la EHU/UPV, con calores y sequías cada vez más prolongados, habría que plantearse si esta forma de producción es sostenible en Euskadi. Al mismo tiempo, cree que el debate sobre la soberanía alimentaria es fundamental. "¿Qué alimentos se producen en nuestra tierra? ¿A qué mercado va lo que producimos? ¿Y de qué mercado proviene la comida que nos alimenta? Nos equivocamos si gran parte de nuestra dieta son alimentos producidos afuera, lo que requiere un gran consumo de agua. Durante estos viajes, se consume mucha agua y energía".

La cultura del riego

En Navarra, la proliferación de regadíos no es un tema de actualidad; en ese proceso fueron fundamentales algunas de las grandes infraestructuras que se impulsaron en la década de los 90: el Canal de Navarra, el embalse de Itoiz o el recrecimiento de Yesa. Según Aretxabala, detrás de estas "enormes obras" estaba el "impulso político" de UPN y del PSN, y una "clara intención especulativa". “En ese momento el maíz se cotizaba a un precio muy alto y eso se fomentaba. Pero no éramos los únicos en el mundo, el mercado se saturó y ya no es tan rentable”. Ahora, algunos agricultores han comenzado a sustituir el maíz por otros cultivos que requieren menos agua: cebada, girasol... Pero tienen problemas porque la cadena productiva está diseñada para el maíz.

Aretxabala también se ha centrado en la industria conservera. Cree que, Navarra en particular tiene un sector muy fuerte y que algunas empresas tienen una gran influencia en las instituciones. “En la industria conservera hay dos modelos: uno histórico, en torno a las cooperativas y otro multinacional. Estos no son compatibles con la agricultura de proximidad que están impulsando las instituciones europeas. Su mentalidad es hacer el producto en Navarra y luego difundirlo por el mundo. Esta forma de pensar todavía está profundamente arraigada en el tejido económico y político de Navarra”.

Infraestructura o gestión


La situación actual no ha pillado a nadie por sorpresa, y los expertos se han mostrado muy críticos con las medidas adoptadas en política de aguas. “Hemos tenido sequías y eventos extremos desde al menos la década de 1990, y no se ha hecho casi nada. Se cree que el problema se resolverá mediante la construcción de infraestructura de agua. Pero la solución está en la gestión del agua, y no en cambiar, mejorar o ampliar las infraestructuras”, subraya Iñaki Antigüedad, quien está de acuerdo con ese análisis. "Las organizaciones a menudo confunden demanda y apetito". Es muy fácil conectar el agua y la infraestructura. No, "en principio" no se está contra los embalses. “Es posible que sea necesario un pequeño embalse en un lugar determinado, pero hay que estudiar muy detenidamente dónde y con qué fin. Tenemos un conocimiento muy parcial aquí, y algunos intentan introducir puerros, pero en pedazos".

En opinión de Aretxabala, se necesita una "visión pedagógica y científica" en el sector. “Muchos agricultores piensan que el agua de los ríos que va al mar es agua que se desperdicia y no entienden la parte del daño que causan los embalses al funcionamiento de los ecosistemas que nos sotienen. Detrás de todo esto hay un interés económico y político parcial”.

Innovaciones

Un informe del Tribunal de Cuentas Europeo de 2021 alertaba del riego excesivo y ponía en entredicho la Política Agrícola Común Europea: concluía que se ha fomentado el riego de tierras agrícolas, especialmente en el sur de Europa, y los esfuerzos por modernizar los sistemas no han supuesto una reducción del consumo de agua. "Ha sucedido justo lo contrario. En nombre de la modernización se han intensificado los cultivos, se han aumentado las áreas de cultivo y se han introducido cultivos que requieren más agua”, resume Iñaki Antigüedad.

Marta Goñi de INTIA opina diferente. Según ha destacado, a pesar de que hay más suelo, al menos en Navarra el consumo de agua no ha aumentado en la misma medida, se ha mantenido estable. “Antes regábamos la tierra por si acaso. Ahora, en caso de que eso haya terminado. No se puede desperdiciar ni una gota de agua. Y los agricultores lo saben muy bien. Hemos dado grandes pasos".

Entre las estrategias que se están impulsando en INTIA se encuentra el llamado riego deficitario controlado. En definitiva, identifican todas las fases de crecimiento de cada cultivo, y determinan el requerimiento hídrico de cada uno, para poder dar menos agua sin poner en peligro la producción. Llevan varios años haciendo ensayos, con algunos cultivos (maíz, alfalfa, brócoli, arveja y tomate) y en diferentes momentos. En el caso del brócoli, han conseguido reducir el consumo de agua en un 38%, en el maíz, un 8%.

Como apunta Goñi, para tales innovaciones se necesitan nuevas tecnologías ̶sensores, imágenes de satélite, etc.-. A través de ellos es posible saber en cada momento cuál es la situación del agua y cuántas reservas hay sobre el terreno. “Esta estrategia funciona, pero detrás hay que tener conocimiento sobre las fases de crecimiento de los cultivos y las necesidades de agua. Es por eso que el asesoramiento es esencial".

La técnico del INTIA cree que en general los agricultores se están adaptando bien a estos cambios, pero admite que la situación no es fácil. “Se les pide que reduzcan costes, que sean más sostenibles… Son conscientes de los retos a los que se enfrentan y de las exigencias de la Unión Europea. En ese mundo siempre han tenido que adaptarse a los cambios, y al contrario de lo que se pueda pensar, se adaptan bien. Estamos viviendo la tercera revolución en el país”.

Tierra muerta

El riego tiene otro efecto, según los expertos: la destrucción de la tierra. Junto con el uso intensivo de agua, se utilizan pesticidas y fertilizantes; Esto aumenta la productividad, pero reduce la disponibilidad de tierra. Aretxabala advierte: "Debido al uso excesivo de pesticidas y fertilizantes, muchos suelos no son capaces de filtrar el agua. Y la poca agua que hay en el suelo no se puede aprovechar porque está contaminada. Como hemos industrializado la producción de alimentos, hemos matado el suelo".

Puso el ejemplo de lo que pasó en Ribera Navarra. Aunque los agricultores allí tienen agua del Ebro, han construido grandes infraestructuras en el norte para llevar agua allí. ¿Por qué? "Por la calidad del agua del Ebro. Deberíamos preguntarnos qué ha pasado con el agua del río y los acuíferos todos estos años; están envenenados".

Aretxabala destacó la situación de los acuíferos de Caparroso. “Hasta hace poco, los agricultores sacaban agua de los pozos de allí, pero ya no pueden. En algunas zonas tienen 300 miligramos de nitratos por litro, y el máximo permitido es de 50”. En su opinión, la macrogranja ganadera que hay allí y los desechos que producen los animales tienen un efecto directo en esto. “La hiperindustrialización del sector primario nos ha llevado a esta situación. Hay que cambiar radicalmente el modelo".

Goñi no niega que haya un problema con las emisiones de nitratos de los fertilizantes y la contaminación de los acuíferos en Navarra, pero cree que van camino de solucionarlo. “Ahora, solo se debe usar el agua necesaria, ni una sola gota de agua más. Una mejor gestión del agua también conducirá a una mejor gestión de los fertilizantes".

Iñaki Antigüedad también está preocupado por ello. Pero, según él, la economía circular o el reciclaje también deben tenerse en cuenta en la gestión del agua. Por ejemplo, el uso del agua que se consume en las ciudades, entre otras cosas, para el riego de terrenos. “Aunque hay algunos problemas tecnológicos para que se pueda afinar, es factible. En Álava hay una experiencia así, limitada, pero está dando resultados. Si no pensamos en la gestión del agua de forma circular, el resto de las palabras quedarán vacías”. 
 
Claves para la buena gestión del agua y los ríos
Con Eva Caballero, Alfredo Ollero y Antonio Aretxabala

sábado, 27 de mayo de 2023

BAU2. EL INCREMENTO DE LA PRESIÓN AMBIENTAL POR UNIDAD DE ACTIVIDAD ECONÓMICA

Conferencia en Dartmouth College, 1972: Jørgen Randers, Jay Forrester, Donella Meadows, Dennis L. Meadows y William Behrens.

Queridas y queridos lectores, me gustaría compartir las siguientes reflexiones que me han surgido mientras preparaba un artículo para la revista Tempos Novos sobre la actual estrategia en minería que va a sustentar nuestra transición energética "verde" y que se puede descargar en pdf (en gallego) en este enlace.

Se trata de una reflexión temprana sobre los pronósticos y actualizaciones de los Límites del Crecimiento (LDC), teniendo en consideración lo vivido desde 2020 hasta hoy, algo que nos pone en la pista de que el escenario denominado BAU2 de 2004 sería el más cercano a lo que describía en 2022 en este artículo encabezado por una frase de Donella Meadows (1941-2001).

Ella fue la líder del grupo de Dinámica de Sistemas (en la foto de arriba) que desarrolló la versión de World3 de 1972. Donella nos dejó en 2001 víctima de un cáncer, pero su compañero Dennis L. Meadows, quien formó parte del grupo, continúa su labor de actualización y revisión, además de la divulgativa, bien pasados los 80 años.

Antonio Aretxabala, 27 de mayo de 2023

BAU2

Si comparamos los datos empíricos con los cuatro escenarios de la última versión de World3, que fue la recalibrada de 1992 con dos variables añadidas en 2004, podemos observar, con más de tres años de retrovisor, un cierto parecido con qué ha pasado más o menos desde 2020. Recordemos que, a la sazón era cuando nos hablaban del crecimiento en V.

Hemos seguido unas políticas "verdes" consistentes en añadir nuevas tecnologías de captación y transformación de energías renovables sin reducir el incremento de quema de los cada vez peores y más escasos hidrocarburos. O lo que es lo mismo, que la introducción masiva de tecnologías renovables de carácter eléctrico industrial (REI) no han venido a sustituir a los hidrocarburos, sino a ser añadidas al mix.

El escenario más popular y extendido en los artículos de divulgación científica sobre Los límites del crecimiento de 1972 y posteriores es el denominado "Business As Usual" (BAU), o el que en 1972 consideraba que el ser humano seguiría haciendo las cosas prácticamente igual, era el denominado escenario de "los negocios como siempre", pero las revisiones sí cambiaron las cosas, especialmente la de 2004.

Figura 1. Con el doble de recursos geológicos (BAU2 a la derecha) que en el escenario BAU (izquierda) ambas en morado, el freno al crecimiento no viene de la mano del agotamiento de recursos como problema principal que acompaña a la degradación del medio, sino de la mano de la contaminación que acompaña al declive de recursos (en naranja). Es clave, como ya vivimos, considerar el impacto de los gases de efecto invernadero. El problema global del declive innegociable de recursos geológicos, que son los que realmente apuntalaban nuestra última organización social, no se soluciona con más recursos (ver diferencia en el inicio de la línea morada de recursos), especialmente poniendo la mirada en los minerales, los productos energéticos y los indeseables efectos secundarios derivados de su extracción desmedida. Así nacieron los 17 Objetivos para el Desarrollo Sostenible (los 17 ODS o Agenda 2030) el 25 de septiembre de 2015.

El incremento de la presión ambiental por unidad de actividad económica

Para cuando nacieron los 17 ODS en septiembre de 2015, áreas extensas del planeta ya habían tenido que ser abandonadas. El modelo extractivo que ha dominado nuestra relación con el medio que nos sustenta es incapaz de evitar su destrucción si el beneficio económico depende de que los impactos ambientales sean cargados a los habitantes, incluidos los no humanos.

En el siglo XXI ya vivimos en la paradoja de que este modelo económico, para crecer, necesita destruir las bases materiales y biológicas que hacen posible no sólo su crecimiento, sino su continuidad. La manera técnica de que disponen los gobiernos y los medios de comunicación para expresarlo sería la recesión, basada en un medidor: el PIB, es decir, si se estanca y no crece, nos dirigimos a un incremento de la pobreza. Pero la cuestión es más física o geológica de lo que reflejaría ese medidor y otros similares. Veamos.

Los líderes mundiales adoptaron aquel 2015 un conjunto de objetivos globales para erradicar la pobreza, proteger los ecosistemas que aún siguen funcionando y asegurar la prosperidad para todos como parte de una nueva agenda de desarrollo sostenible. Pero, aunque ya hemos recorrido ocho años y nos quedan siete (Agenda 2030), no hemos conseguido erradicar ni la destrucción de los ecosistemas ni la desposesión de las comunidades que los habitan. Tampoco la nueva minería especulativa ha sido erradicada, se supone que iba a ser sustituida por modelos de extracción sostenibles que iban a arreglar los impactos de manera notable. 

El resultado, muy al contrario, ha sido una creciente presión ambiental y social por unidad de actividad económica. Se desmienten así las afirmaciones del itinerario de transición ecológica y crecimiento verde o Green Deal impuesto en Europa especialmente tras la pandemia declarada en 2020 por la OMS. Además, se consolida tal contradicción con un hecho bien contrastado: que la eficiencia del mercado gracias a la tecnología digital (gran consumidora de energía y minerales) ha simplificado el saqueo a las comunidades y a la tierra. Sería otra muestra más del efecto rebote o Paradoja de Jevons de carácter extractivo.

En la revisión de 2004 de Los límites del crecimiento apareció el escenario BAU2 y como vemos, se asemeja mucho al itinerario al que nos estamos dirigiendo. La consideración de 1990 quedó clara —con los datos que el conocimiento de la geología industrial suministraba de algunos recursos geológicos clave—, en particular los combustibles fósiles resultaron algo más abundantes de lo que se suponía en el escenario BAU de 1972. Este hecho resultó en que nos volvió más derrochadores al mismo tiempo que la descomunal concentración de beneficios hizo que la mayoría nos volviésemos más deudores o más pobres, tal y como explicamos aquí y aquí. Si seguimos confundiendo decrecimiento con empobrecimiento seguiremos ahondando en lo que explicábamos entonces.

Sin embargo, aquella noticia de una contrastada abundancia de recursos nos pareció "una buena noticia", sobre todo a las empresas del sector de los hidrocarburos y a las mineras, pues en el caso de las primeras, dilataba los años de sus negocios sin muchos traspiés en el horizonte, como los de 1973, 1979 o 1990 y las segundas, que aún no han desarrollado minerías basadas en otra cosa que no sea el gasoil, veían la posibilidad de seguir con sus expectativas de crecimiento, aunque cada año añadido tuvieran que triturar más y más montañas o cordilleras para obtener la misma cantidad de mineral que unas décadas antes (recomiendo ver este artículo que lo explica poniendo el cobre como ejemplo).

No obstante, en la cumbre de Río de junio de 1992, no fueron pocos los grupos de científicos y ambientalistas que advirtieron de los efectos secundarios o iatrogénicos que esto acarrearía. Como todo el mundo sabe, nuestras opulentas sociedades industrializadas hicieron caso omiso de las advertencias que hoy ya forman parte de nuestra vida cotidiana, y no hablamos sólo de sequías, olas de calor, violentas tormentas o inundaciones, el calentamiento de la superficie marina, la desertificación de nuestro entorno...

La muerte de los suelos o esta sexta extinción masiva que hemos puesto en marcha lastran "el crecimiento" aunque los tentáculos y sus diabólicas corrientes sólo sean testificadas y descritas por un puñado de desesperados científicos, humanistas e investigadores independientes a los que, deliberadamente se ahoga en la irrelevancia. También hablamos abiertamente de cómo nuestros cuerpos han pasado a  formar parte de las nuevas corrientes artificiales, vehiculando a través de ellos los nuevos desechos que el planeta ya no digiere.

En efecto, al no poder metabolizarlos los pone en circulación, porque como comentaba en este artículo, nuestros cuerpos, además de vórtices, son parte de los nuevos itinerarios de estos recién llegados materiales del Antropoceno. El ejemplo que más "risas" produce en mis charlas es el de que, inmersos en nuestras opulentas sociedades industrializadas, nos comemos en forma de microplástico unas tres muñecas Barbie al año por persona, como explicaba en este artículo para la revista 151515.

Y una nueva manera contradictoria de hacer negocios...

En 2004, varios autores postularon entonces que no sería la escasez de recursos, sino la contaminación, especialmente los gases de efecto invernadero, lo que causaría la detención del crecimiento. Este escenario BAU2 tiene los mismos supuestos que el Business As Usual (BAU) de 1972 que, como decía, es el más conocido, excepto que asume el doble de recursos no renovables. Más recursos naturales no evitan el colapso en el programa de dinámica de sistemas World3; la causa cambia del agotamiento de los recursos a una grave crisis de contaminación (figura 1, línea naranja).

Los supuestos que subyacen a cada escenario abarcan una gama de factores tecnológicos, sociales y de recursos. En cada escenario, la causa del declive difiere y su escala varía de una caída temporal al colapso social (ver figura 1). Si consideramos BAU (el más conocido y utilizado) y especialmente el escenario BAU2, podríamos imaginar una constelación de historias y pronósticos que seguramente no se alejarían mucho de lo que ya estamos viviendo. Representarían narrativas como las que leemos o vemos en documentales que conllevan airados y apasionados discursos, intentos de monopolización de las soluciones, incluso críticas violentas y descalificaciones del tipo o estás conmigo o contra mí.

Sin embargo, al contrario de lo observado en la figura 1 (BAU) y visto que no podemos parar la presión ambiental (BAU2), observamos atónitos cómo aumenta el abandono de lugares que fueron fértiles. Ahora se topan con terribles dificultades para producir alimentos, en el trasfondo están las sequías prolongadas, inundaciones repentinas, degradación y muerte de los suelos o la desertificación, algo que desde hace tiempo notamos en la cesta de la compra (línea amarilla de la figura 1). Entonces, nos vemos obligados a reducir y optimizar el consumo de recursos por la fuerza.

La nueva anormalidad conlleva, por tanto, la paradoja del intento de reducción cuando las cifras de reservas y recursos aumentan sobre el papel (u hoja excel) pero no llegan como lo hacían antes. Ahora nos obligamos a identificar las materias primas estratégicas, establecer estándares de sostenibilidad y aplicarlos a todas las fases del ciclo mineral. La reutilización y el reciclado (actualmente un 14%) aparecen como primera opción, aumentando la disponibilidad. Así que en noviembre de 2020, el Consejo de ministros del Estado español aprobó la Estrategia de Descarbonización a Largo Plazo 2050 (ELP 2050) como parte de los compromisos de España con el Acuerdo de París (2015) y como Estado miembro de la UE. Nada se está cumpliendo.

Desde entonces estamos intentando trazar un itinerario para lograr la neutralidad climática en 2050 y con el Plan Nacional Integrado Energía y Clima 2021-2030 configurar el nuevo marco estratégico y normativo para la transición ecológica basada en el despliegue de tecnologías renovables con el fin de electrificar y digitalizar la economía. Al mismo tiempo, aumenta el número de suelos desertizados, el de acuíferos contaminados o los ecosistemas en defunción.

Es cierto que vivimos ciertas recuperaciones, con subidas y bajadas en la actividad económica. Pero las actuales crisis globales, relacionadas con la pandemia, la guerra o la falta de suministros, obliga a nuestros dirigentes y organizaciones sindicales a repensar una profunda transformación en cada uno de los sectores de la economía. Sin embargo, tenemos que destacar que tanto el conocimiento de los problemas sistémicos como las herramientas para capear este momento ya estaban en manos de las administraciones y habían sido y son motivo de movimientos ciudadanos que fueron y son ampliamente ignorados. Un ejemplo de lo argüido se puede ver aquí. En el trasfondo: la solución no era tecnológica ni empresarial, sino fundamentalmente social.

A medida que el espacio extractivo se hace más grande, más lucrativo y más subvencionado, no solo se contaminan las tierras, los ecosistemas o nuestros cuerpos, una de las víctimas que más toxicidad ha incorporado a su dinámica en este transcurso es el pensamiento económico. Vemos día a día cómo en su irracional deontología "crecentista" ya predomina más el aniquilar, destruir y matar que el "buscarse" la vida.

En la minería "sostenible" y no especulativa que se supone va a apuntalar nuestro "crecimiento verde", como sucedió en más de una veintena de colapsos civilizatorios que nos preceden, el fin siempre justifica los medios. Y es que en una sociedad termoindustrial, tecnológica y digital como la nuestra ya todo está minado, desde los suelos hasta la actitud de las personas en redes sociales, las economías digitales o el ocio y el arte. A nadie se le escapa que este despliegue digital y la automatización de una buena parte de la economía se la debemos a China, que controla el 95% de las cadenas de suministro de los paneles fotovoltaicos, a Chile con la tercera parte del cobre mundial o al Congo con más de la mitad del cobalto. Allí los impactos medioambientales son espectaculares. Pero todo tiene un fin...

Una economía tan verde que se basa en rebajar las exigencias medioambientales 

Los científicos chinos se han vuelto reticentes a seguir explotando a precio de ganga las valiosas tierras raras o los minerales necesarios para "nuestra transición verde" y ahora nos advierten de que sólo "la prospección geológica intensiva de los depósitos de minerales clave causa un daño extremo al medio ambiente". Como si en occidente no lo supiéramos. El camino hacia una economía verde europea ahora se ve también muy destructiva desde la República Democrática del Congo, donde hombres, mujeres y niños extraen las tres cuartas partes del cobalto de nuestros dispositivos digitales y de nuestras infraestructuras de  transformación y captación de energías "limpias" con la ayuda de fondos chinos y capital occidental que han convertido al país en uno de las más pobres del mundo (74% de su población). No son pocas las voces que intentan frenar semejante fuente de esclavitud y muerte. Pero permanecemos indiferentes ante su ensordecedor clamor, porque no vemos otra salida que el engaño del crecimiento verde y su infundado tecnooptimismo.

Qué fastidio los chinos. Con lo bien que nos iba cuando se saltaban las normas medioambientales a la torera, ahora también "les preocupa" que en sus territorios se hayan instalado de manera generalizada explotaciones con graves impactos en sus ecosistemas y comunidades debidos a la creciente demanda de las "industrias verdes de alta tecnología". Al menos, cuando no lo sabíamos éramos más felices. Las razones por las que la mayoría de los ecologistas y casi todos los consumidores de dispositivos y ecosistemas digitales sabemos poco (o nada) sobre las prácticas mineras destructivas necesarias para suministrar materiales geológicos a nuestros teléfonos, consolas o vehículos eléctricos, se reducen simplemente a que tanto la política minera china como la europea o norteamericana son profundamente opacas a mostrar esta realidad.

Así que visto que lo verde no funciona como nos habíamos imaginado, la tentación es volver a lo que se llama la economía de mercado y el crecimiento económico infinito, algo que ya no parece posible y menos aún deseable. Vemos cómo el criterio principal de las denominadas iniciativas de recuperación y resiliencia es asignar más recursos económicos para que los mismos mecanismos, decisiones políticas e inercias económicas solucionen la crisis que crearon. De esta manera, la crisis global que comienza con la energía y sigue con los recursos geológicos básicos necesarios para nuestra transición verde, tendría una única solución: la financiera-empresarial.

Dentro de este conjunto de soluciones financieras y empresariales destacaría uno de los desenlaces más Typical Spanish como es la denominada Ley Tapia en Euskadi. Ha sido otra paradoja: rebajar las exigencias medioambientales como excusa para promover la “economía verde”, tanto en la implantación de megaproyectos de polígonos eólicos o fotovoltaicos como en la minería que apuntala su despliegue y el de las infraestructuras de transporte, energéticas y digitales que la acompañan. El objetivo: favorecer la inversión y subvencionar el cambio de modelo extractivo.

Construir más infraestructuras que no podrán utilizarse y dirigiendo fondos a planes muy sectoriales, protagonizados por redes administrativas que, además toman a la ciudadanía como objeto de esas políticas y no como los sujetos activos de ellas, está hundiendo a comunidades enteras, creando zonas de sacrificio en los territorios que se vacían: todo un BAU2. La UE ya nos pide cuentas. A ver ahora cómo lo solucionamos... 

Nueva economía verde y digital en un planeta recalentado