Aquella despedida ya fue abierta, como de pareja. Isabel se quedó en la estación junto a los demás con sus ojos brillantes y verdes, mirando en la lejanía a mi mano que les decía adiós.
Antes de subir al vagón, acarició mis labios con un beso tan largo, que extrañó a mi padre, y que nos miró sonriendo con sus ojos claros que parecieron de pícaro. Complacido. Cayeron unas lágrimas de los ojos de Isabel que regaron su cara. Pero estaba contenta, como todos los demás al verme partir por las vías que atravesaban los llanos de rastrojos resecos y almendros ya sin hojas, almendros y tierras que esperaban ansiosos las primeras lluvias de otoño, mientras partía en dirección a mi destino.
Cuando subí al tren, aburrido, me puse a pensar en las lágrimas y como son de diferentes: Las de alegría brillan con luz propia, en destellos, como el agua transparente de los ríos; las de tristeza, son iguales, pero tienen un fondo opaco, de niebla... Las últimas que había visto en los ojos de Isabel: una mezcla entre brillo y niebla.
Aquel trimestre me esmeré más de lo normal, que no era cuestión de perder un año. Las notas fueron buenas y volví otra vez como siempre en Navidad, cuando las gentes vuelven a sus raíces.
Las montañas empezaban a cubrirse de blanco y melancolía. Tiempo de hornos y dulces, de aromas cálidos y roscos de anís; y para los ricos, también de turrón.
Llegué con los primeros e intensos fríos.
El pueblo estaba vacío.
Habían desaparecido tantas almas, que parecía muerto. Era como un cementerio, pero sin cruces. Solo se veía por sus calles a los viejos sin futuro, con las huellas de los surcos de la tierra abandonada en sus caras, quemando sus pocos días al frío, y de oscuro.
Y a las mujeres, todas viejas.
Todas con su chal entre gris y negro, descolorido de esperanzas…, y andaban con paso lerdo, como empujando al viento, como perdidos en sus años...
Solo había algunos niños.
Hasta el yugo y las flechas parecían corroídos y viejos, olvidados, abandonadas por todos y por el tiempo. Parecía, era, un pueblo desmantelado.
¡Muerto…!
Daba tristeza pasar por las calles donde algunos perros deambulaban como almas en pena, buscando entre las gentes a sus desaparecidos dueños..., y te seguían en tu camino implorando afecto en sus ojos, por los lugares donde en otro tiempo todo había sido vida.
Ya solo quedaban los gorriones, que también parecían estar poseídos por la melancolía y la tristeza, con sus picos mudos, como el frío...
Los campos estaban abandonados y solo se veían barbechos llenos de malas hierbas, enfermos de tristeza, dejados de las manos de los labradores que buscaban el pan en otros sitios, donde no olía a tierra...
No matéis al gorrión
lunes, 27 de junio de 2011
Fragmento de "No matéis al gorrión"
Aquella despedida ya fue abierta, como de pareja. Isabel se quedó en la estación junto a los demás con sus ojos brillantes y verdes, mirando en la lejanía a mi mano que les decía adiós.
Antes de subir al vagón, acarició mis labios con un beso tan largo, que extrañó a mi padre, y que nos miró sonriendo con sus ojos claros que parecieron de pícaro. Complacido. Cayeron unas lágrimas de los ojos de Isabel que regaron su cara. Pero estaba contenta, como todos los demás al verme partir por las vías que atravesaban los llanos de rastrojos resecos y almendros ya sin hojas, almendros y tierras que esperaban ansiosos las primeras lluvias de otoño, mientras partía en dirección a mi destino.
Cuando subí al tren, aburrido, me puse a pensar en las lágrimas y como son de diferentes: Las de alegría brillan con luz propia, en destellos, como el agua transparente de los ríos; las de tristeza, son iguales, pero tienen un fondo opaco, de niebla... Las últimas que había visto en los ojos de Isabel: una mezcla entre brillo y niebla.
Aquel trimestre me esmeré más de lo normal, que no era cuestión de perder un año. Las notas fueron buenas y volví otra vez como siempre en Navidad, cuando las gentes vuelven a sus raíces.
Las montañas empezaban a cubrirse de blanco y melancolía. Tiempo de hornos y dulces, de aromas cálidos y roscos de anís; y para los ricos, también de turrón.
Llegué con los primeros e intensos fríos.
El pueblo estaba vacío.
Habían desaparecido tantas almas, que parecía muerto. Era como un cementerio, pero sin cruces. Solo se veía por sus calles a los viejos sin futuro, con las huellas de los surcos de la tierra abandonada en sus caras, quemando sus pocos días al frío, y de oscuro.
Y a las mujeres, todas viejas.
Todas con su chal entre gris y negro, descolorido de esperanzas…, y andaban con paso lerdo, como empujando al viento, como perdidos en sus años...
Solo había algunos niños.
Hasta el yugo y las flechas parecían corroídos y viejos, olvidados, abandonadas por todos y por el tiempo. Parecía, era, un pueblo desmantelado.
¡Muerto…!
Daba tristeza pasar por las calles donde algunos perros deambulaban como almas en pena, buscando entre las gentes a sus desaparecidos dueños..., y te seguían en tu camino implorando afecto en sus ojos, por los lugares donde en otro tiempo todo había sido vida.
Ya solo quedaban los gorriones, que también parecían estar poseídos por la melancolía y la tristeza, con sus picos mudos, como el frío...
Los campos estaban abandonados y solo se veían barbechos llenos de malas hierbas, enfermos de tristeza, dejados de las manos de los labradores que buscaban el pan en otros sitios, donde no olía a tierra...
Antes de subir al vagón, acarició mis labios con un beso tan largo, que extrañó a mi padre, y que nos miró sonriendo con sus ojos claros que parecieron de pícaro. Complacido. Cayeron unas lágrimas de los ojos de Isabel que regaron su cara. Pero estaba contenta, como todos los demás al verme partir por las vías que atravesaban los llanos de rastrojos resecos y almendros ya sin hojas, almendros y tierras que esperaban ansiosos las primeras lluvias de otoño, mientras partía en dirección a mi destino.
Cuando subí al tren, aburrido, me puse a pensar en las lágrimas y como son de diferentes: Las de alegría brillan con luz propia, en destellos, como el agua transparente de los ríos; las de tristeza, son iguales, pero tienen un fondo opaco, de niebla... Las últimas que había visto en los ojos de Isabel: una mezcla entre brillo y niebla.
Aquel trimestre me esmeré más de lo normal, que no era cuestión de perder un año. Las notas fueron buenas y volví otra vez como siempre en Navidad, cuando las gentes vuelven a sus raíces.
Las montañas empezaban a cubrirse de blanco y melancolía. Tiempo de hornos y dulces, de aromas cálidos y roscos de anís; y para los ricos, también de turrón.
Llegué con los primeros e intensos fríos.
El pueblo estaba vacío.
Habían desaparecido tantas almas, que parecía muerto. Era como un cementerio, pero sin cruces. Solo se veía por sus calles a los viejos sin futuro, con las huellas de los surcos de la tierra abandonada en sus caras, quemando sus pocos días al frío, y de oscuro.
Y a las mujeres, todas viejas.
Todas con su chal entre gris y negro, descolorido de esperanzas…, y andaban con paso lerdo, como empujando al viento, como perdidos en sus años...
Solo había algunos niños.
Hasta el yugo y las flechas parecían corroídos y viejos, olvidados, abandonadas por todos y por el tiempo. Parecía, era, un pueblo desmantelado.
¡Muerto…!
Daba tristeza pasar por las calles donde algunos perros deambulaban como almas en pena, buscando entre las gentes a sus desaparecidos dueños..., y te seguían en tu camino implorando afecto en sus ojos, por los lugares donde en otro tiempo todo había sido vida.
Ya solo quedaban los gorriones, que también parecían estar poseídos por la melancolía y la tristeza, con sus picos mudos, como el frío...
Los campos estaban abandonados y solo se veían barbechos llenos de malas hierbas, enfermos de tristeza, dejados de las manos de los labradores que buscaban el pan en otros sitios, donde no olía a tierra...
jueves, 24 de marzo de 2011
Escritor
Antonio Medina Guevara.
Biography
Su niñez, dentro de los míseros tiempos que corrían, fue perfecta. Sus primeros andares por la vida no podían ser mejores: campo, naturaleza y, sobre todo, libertad. A los doce años se trasladó a Granada para entrar en un internado, con una beca de estudios que entonces sólo podían disfrutar algunos privilegiados. Allí empezó Bachillerato a marchas forzadas y gracias a Don Juan Olivares, su gran maestro, tuvo la oportunidad de aspirar a desarrollar carrera. Más tarde, en 1965, su familia decidió trasladarse a Barcelona. Sin embargo, nunca se despegó del pueblo ni alejó de su memoria aquella tierra. Se considera admirador de la Generación del 27 y del 98, lo cual queda reflejado en sus textos. Cada año, para el aniversario de su hija María del Mar, el autor le regala una novela especialmente escrita para ella.
Obras publicadas en nuestro sello:
Una mujer llamada muerte.
Otras obras publicadas:
No matéis al gorrión ( Editorial Atlantis - Madrid) Ver obra
Una mujer llamada Muerte ( Editorial Pelícano - USA / Colombia)
Largo camino de vuelta ( MEH -USA )
CONTACTO:
[email protected]
Página Facebook: Antonio Medina Guevara.
.
Promo de la novela
"No matéis al gorrión"
Antonio Medina Guevara.
Biography
Su niñez, dentro de los míseros tiempos que corrían, fue perfecta. Sus primeros andares por la vida no podían ser mejores: campo, naturaleza y, sobre todo, libertad. A los doce años se trasladó a Granada para entrar en un internado, con una beca de estudios que entonces sólo podían disfrutar algunos privilegiados. Allí empezó Bachillerato a marchas forzadas y gracias a Don Juan Olivares, su gran maestro, tuvo la oportunidad de aspirar a desarrollar carrera. Más tarde, en 1965, su familia decidió trasladarse a Barcelona. Sin embargo, nunca se despegó del pueblo ni alejó de su memoria aquella tierra. Se considera admirador de la Generación del 27 y del 98, lo cual queda reflejado en sus textos. Cada año, para el aniversario de su hija María del Mar, el autor le regala una novela especialmente escrita para ella.
Obras publicadas en nuestro sello:
Una mujer llamada muerte.
Otras obras publicadas:
No matéis al gorrión ( Editorial Atlantis - Madrid) Ver obra
Una mujer llamada Muerte ( Editorial Pelícano - USA / Colombia)
Largo camino de vuelta ( MEH -USA )
CONTACTO:
[email protected]
Página Facebook: Antonio Medina Guevara.
.
Promo de la novela
"No matéis al gorrión"
martes, 22 de marzo de 2011
Introducción

Antonio Medina Guevara
( Zújar, Granada 1.952 )
Sobre el autor:
Su niñez, dentro de los míseros tiempos que corrían, fue perfecta. Sus primeros andares por la vida no podían ser mejores: campo, naturaleza y, sobre todo, libertad. A los doce años se trasladó a Granada para entrar en un internado, con una beca de estudios que entonces sólo podían disfrutar algunos privilegiados. Allí empezó Bachillerato a marchas forzadas y gracias a Don Juan Olivares, su gran maestro, tuvo la oportunidad de aspirar a desarrollar carrera.
Más tarde, en 1965, su familia decidió trasladarse a Barcelona. Sin embargo, nunca se despegó del pueblo ni alejó de su memoria aquella tierra. Se considera admirador de la Generación del 27 y del 98, lo cual queda reflejado en sus textos.
Sobre esta novela:
Cada año para su aniversario -como viene siendo su costumbre-, el autor regala a su hija, María del Mar, una novela escrita especialmente para ella.
Esta, es la que le regaló en agosto de 2.009 y que se publicó a primeros de 2.010
Títulos publicados:
No matéis al gorrión Atlantis 2.010
Una mujer llamada muerte Pelícano 2.011
Pequeñas historias y cuentos Atlantis 2.011
Ediciones Atlantis - Madrid
Editorial Pelícano - USA, Colombia, Centroamérica
No matéis al gorrión
Primera edición
Febrero 2.010
Segunda edición
Febrero 2.011
© Antonio Medina Guevara
© Ediciones Atlantis
Camino de las Cruces, 20, Local.
28300 Aranjuez (Madrid)
91 865 77 36
www.edicionesatlantis.com
ISBN: 978-84-92592-10-6
Depósito Legal: M-9203-2010
Los gorriones son los niños del aire, la chiquillería de los arrabales, plazas y plazuelas del espacio.
Son el pueblo pobre, la masa trabajadora que ha de resolver a diario de un modo heroico el problema de la existencia.
Su lucha por existir en la luz, por llenar de píos y revuelos el silencio torvo del mundo, es una lucha alegre, decidida, irrenunciable.
Ellos llegan, por conquistar la migaja de pan necesaria, a lugares donde ningún otro pájaro llega.
Se les ve en los rincones más apartados. Se les oye en todas partes.
Corren todos los riesgos y peligros con la gracia y la seguridad que su infancia perpetua les ha dado.
( De Miguel Hernández … )
No matéis al gorrión
Antonio Medina Guevara
Dedicado a mi hija María del Mar...
A don Juan Olivares, mi mejor maestro …
Y a todos los que aquí se reflejan,
que siendo un poco de mentira
son una gran verdad.
A principios de 2009 escribí esta novela para mi hija María del Mar Medina Gorchs, con la intención de regalársela en su cumpleaños del mes de Agosto. Con posterioridad y atendiendo a su recomendación, fue enviada a Editorial Atlantis para su lectura y evaluación.
Fue editada por primera vez en Marzo de 2.010
Introducción:
De niño, cuando visitaba con la familia el cementerio,
me fijaba en lo que llamaban, "el corralillo".
Y no entendía, porqué todos los muertos no estaban juntos;
¿porqué algunos descansaban fuera del camposanto?.
¿Si habían vivido juntos, como es que ahora descansaban separados …?
Me decían que eran los muertos "en pecado".
Los suicidados y los no bautizados.
A pesar de mi edad, me parecía injusto y poco cristiano;
si nos decían que todos éramos hijos de Dios;
¿Cómo es que dormían su eterno sueño…, separados?.
Esta es la historia de uno de ellos ...
Lecturas del bolsillo (Argentina)
No matéis al gorrión.
De Antonio Medina Guevara
“No matéis al gorrión” es una historia de amor que va más allá de la muerte. Un pueblo con la naturaleza a flor de piel, una calavera de plata y dos jóvenes amantes, Antonio e Isabel. El odio fratricida, el despertar sexual, el bosque exuberante, los secretos de los masones… Una novela deliciosa, emocionante y trágica a su manera, ambientada en la oscura España de la posguerra, pero con una mirada romántica y una rara y hermosa sensibilidad.
El autor
Antonio Medina Guevara
Su niñez, dentro de los míseros tiempos que corrían, fue perfecta. Sus primeros andares por la vida no podían ser mejores: campo, naturaleza y, sobre todo, libertad. A los doce años se trasladó a Granada para entrar en un internado, con una beca de estudios que entonces sólo podían disfrutar algunos privilegiados. Allí empezó Bachillerato a marchas forzadas y gracias a Don Juan OLivares, su gran maestro, tuvo la oportunidad de aspirar a desarrollar carrera.
Más tarde, en 1965, su familia decidió trasladarse a Barcelona. Sin embargo, nunca se despegó del pueblo ni alejó de su memoria aquella tierra. Se considera admirador de la Generación del 27 y del 98, lo cual queda reflejado en sus textos.
Antonio Medina Guevara
Tags: novela, ficcion, libros, anotaciones
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Antonio Medina presenta su novela "No matéis al gorrión"
“No matéis al gorrión” es el título de la novela que Antonio Medina presentó ayer en las dependencias de la ACI con el soporte de la empresa PASCSA. La empresa ha apoyado al autor por ser uno de los habituales en la presentación de poemarios a los jocs –Florals de Santa Coloma y por la calidad de su obra. Salvador Redón, presidente de ACOLITE (Associació Colomenca de Literatura) presentó al acto.
“No matéis al gorrión” es una novela “sugerente, que me enganchó desde el principio pese a que no conocía al autor y que solo he leído un ejemplar sin pulir”, manifestó Salva Redón. “La novela retrata muy bien los personajes de los tiempos de la postguerra pese a no ser autobiográfica, cosa que me sorprendió mucho”. Para el presiente de ACOLITE, la obra sorprenderá y “el giro inesperado que da al final es todo un punto para hacer que la obra te deje un poso, que esto en literatura es lo que cuenta”.
Antonio Medina tiene previsto presentar también en el pueblo de Granada donde transcurre la acción esta novela y, probablemente, hacer un pequeño acto en la librería Carrer Major, lugar de referencia sonde se podrá adquirir la obra que ha editado la editorial madrileña Atlantis. Su hija, a la que por su cumpleaños regaló esta novela, le animó a trabajar por su edición y el libro ya está a la venta.
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