Hoy me levanté con el mundo del revés. Cuando miré hacia
abajo, unos pechos enormes y ostentosos me estaban esperando. Fui al espejo a
mirarlos y vi una notable ausencia entre mis piernas. El pelo largo caía sobre
mis hombros y recordé que era votante del PP. El susto, monumental, hizo que
soltará un grito. El sonido, demasiado agudo para mi tono habitual de voz,
no hizo más que acentuar el histerismo general de la situación.
Busqué algo que ponerme alborotado. Faldas y más faldas, ni
un sólo pantalón. "¡La madre que me parió!", proferí indignado; pero
de nuevo el tono de pito de mi voz hizo que callara con espanto. ¿Y estos putos
zapatos de tacón? ¿Quién va a poder caminar subido a esos zancos?... La
situación se volvió desesperada cuanto, tras ponerme la blusa, vi en el espejo
cómo se me marcaban los pezones de forma desaforada. Revolución en los cajones
hasta encontrar un sostén. ¿Talla 100? Demonios. Me lo pongo. Qué incordio y qué
coñazo. ¡Ya sólo me faltaba tenerme que poner refajo! Pero echo un vistazo a mi
culo y no: ahí está, redondo y compacto. Joder qué culo y qué cintura. Me quedo
ahí, cinco minutos, mirando sin poder pestañear...
Salgo trastabillando por el pasillo, pero de nuevo el
maldito espejo me devuelve la imagen de una mujer con pelos de loca. Vuelta al servicio
en busca de una goma para poderlos recoger. Joder, ¿cómo coño se pone en orden este
desaguisado? Tras media hora de frustrados intentos, buscando la manera de que quede bien,
consigo formar lo que parece una coleta sin demasiados pelos espantados. Una
uña ha quedado inutilizada por el camino, pero es tiempo de partir. Me esperan
en el trabajo. Ni rímel ni pintalabios. ¡Que les den! Cojo el bolso por inercia
y salgo corriendo.
Seis torceduras de tobillo después estoy en la parada de
autobús. Veo un abuelo mirándome el culo. Hago como si nada. Miro el reloj: las
8:25. Apenas tengo cinco minutos para llegar. Recuerdo que trabajo en un banco
y que esta tarde tengo cita con la esteticién para hacerme la manicura, las
ingles y todo lo demás... ¿¿Por qué habré quedado para hacer semejantes cosas??
¡¡¡Coño nooooo!!! Acabo de recordar que tengo novio formal y es votante de Ciudadanos (Aaaaagggghhhhhhh!!!). Anoche me llamó y me dijo que hoy me
llevaría a cenar al mejor restaurante de la ciudad, ya que tenía algo muy
importante que preguntarme. Ya lo veo, engominado a lo pijo-de-luxe,
arrodillado mientras me lanza la pregunta con un anillo en la mano. ¡Con estos
tacones no podré salir corriendo y todos se quedarán mirando mientras
tartamudeo el "sí quiero"! Horror ¡después igual quiere follar para
redondear la faena! Joder, por eso pedí cita. No, no, ¡noooooo! Tengo que
encontrar una salida para esta pesadilla.
Llego al banco sin aliento. Andrés, el director, me lanza un
guiño insinuante mientras recorre mi cuerpo haciendo una parada especial en mis
tetas. "Le meto una hostia que lo enderezo", pienso, pero trato de
disimular y pongo la cara más amable que puedo mientras me contoneo desesperado
por el pasillo en busca de mi sitio. Todos los varones de la sala giran sus
cabezas 180 grados como lechuzas. "Con este culo, esta falda asfixiante
y este calzado ¿qué demonios puedo hacer para evitar que se vuelvan todos
gilipollas?", medito, mientras me juro ir a comprar el modelo más ancho
que pueda para evitar semejante efecto. Y en esas estoy, dejando el bolso
encima del asiento, cuando me entra la mala hostia: "¿¿¿Y por qué voy a
tener que parecer una monja para que me dejen todos en paz???". Acto
seguido tiro distraídamente un bolígrafo al suelo y me agacho con lentitud
asegurándome de que todos vean mi culo perfecto en todo su esplendor, con la esperanza
de que a más de uno le dé tortícolis y un buen tirón muscular. Me levanto,
miro hacia atrás, y ahí están todos como pánfilos con cara de aparición
mariana. Sólo Pedro ha conseguido disimular. Parece que es el tímido de la
oficina. ¿Empiezo a pensar que me cae mejor que los demás?
Tras horas haciendo llamadas y recibiendo clientes mientras
intento "encasquetarles" el último fondo de inversión de renta variable "garantizado" con el que el banco se queda una módica comisión del 5%, que por
supuesto no aparece más que en letra pequeña en el último rincón del contrato,
estoy agotado. Ante mi asombro he asistido al efecto que tiene poner morritos
de forma coqueta a un varón. Y eso que no llevaba carmín. Los hombres somos
gilipollas, certifico; pero esto habrá que aprovecharlo. Tomo nota mental
sobre el asunto del pintalabios y me sorprendo a mí mismo pensando qué color
quedará mejor en mis labios. "Estás fatal. Tío, espabila o le acabarás
pillando el gusto a esto..."
Cita en la esteticién. ¿Qué sádico peligroso inventó semejante
tortura? Llego y me da dos besos. Recuerdo que vengo bastante a menudo. Soy una
pija estilosa, es lo que tiene. Me pone música new age y me pide que me relaje.
Y ahí estoy, todo despatarrado, dejando que hurgue en mis rincones... No puedo
evitar pensar que Ana la esteticién está bastante buena. Buahh, me estoy
poniendo cachondo. Afortunadamente sin pene la cosa no es tan obvia y lo podré
disimular. Tengo los pezones como pitones apuntando al firmamento. Trago
saliva, pero, de repente, ya no va a hacer falta tanto disimulo: "¡¡¡¡¡AAAAAAYYYYYYYYYYYY!!!!!!!¡¡¡¡Me
cagüen tu puta madre!!!!". El improperio me ha salido del alma y ahora,
muerto de la vergüenza, pido mil disculpas. Ana, la esteticién buenorra, me mira como si me hubiera chutado algo.
"Pero Laura (¿¿¿¿me llamo Laura????) ¿qué te pasa? Nunca habías gritado
tanto. Si tú eres una valiente...". Y yo me pregunto cómo diablos se puede
ser valiente con un dolor tan atroz asestado para conseguir una cosa tan tonta.
Y entonces vuelvo a caer en la cuenta de para qué estoy haciendo esto... ¡Noche
de sexo! Más vale que se contenga el "ciudadano" engominado. Como saque el pito se lo meto por el culo...
Llega la noche y he decidido que ni "jarto de
vino" voy yo a esa cita en el restaurante. Cojo el teléfono y llamo a
Miguel (que así se llama el "ciudadano"):
YO: Hola cariño, ¿cómo estás? Perdona que te llame a estas
horas, pero es que no voy a poder ir. Creo que me he puesto mala. He tenido un
día de perros. No paro de toser y me duele mucho la cabeza... (toses varias
para ambientar, y un par de suspiros). Mira que me sabe mal no poder ir, con
todas las molestias que te has tomado...
MIGUEL (novio engominado): Ohhh, ¡¡¡¡pobrecita mía!!!! No te
preocupes por nada, ya lo haremos otro día. Me paso un momento por el chino
(¿chino? ¡qué tío tan cutre para ser votante de Ciudadanos, ¿no se podía
estirar un poco más?) y en un pis-pas estoy ahí y me quedo toda la noche para
cuidarte, que ya sabes que se me da muy muy bien... mmmmmmmm.... (¡Dios! ¡Buaaajjjj!)
YO: No cariño, de verdad que te lo agradezco, pero no. Además,
me ha venido la regla y... bueno...
MIGUEL ("ciudadano" venido a menos, que invita a comida china):
Oh, pobrecita mía, ¡estás malita! Te ha venido la regla además. Pobre... Yo te
cuidaré. Ya sabes que a mí me dan igual esas cosas...
YO: ("¡Joder qué asco!") No insistas cariño, hoy
estoy muy cansada. Pero no te preocupes que te lo compensaré...
(Se hace el silencio al otro lado de la línea telefónica)
MIGUEL (novio con priapismo en ciernes, tragando saliva): ¿que
me lo... compensarás? Quieres decir cariño que...
YO (Oscar al mejor actor... ¿o actriz? de reparto): Sí, sí, cielo; eso mismo quiero decir. Si hoy descanso
bien mañana estaré como una rosa y... bueno, ya sabes...
MIGUEL (novio a modo de burro expectante, con una buena
zanahoria frente a su hocico): ¡No se hable más! Descansa, descansa cariño...
Mañana ya te llamaré.
YO: ¡Un beso!
Cuelgo sin dar lugar a ninguna réplica más. Siento el sudor
en mi frente. De buena me he librado. Me quito la ropa y permanezco mirando
largamente mi cuerpo desnudo frente al espejo... ¡Vaya telar!
Cuando puedo apartar los ojos me pongo el pijama y me voy a
dormir. No puedo evitar pensar en lo que acabo de ver, y en Ana la esteticién,
haciendo su labor entre mis muslos... Quedo pensativo. ¿Cómo demonios será...
un orgasmo femenino?
Me pongo manos a la obra concienzudamente y, para mi
sorpresa, el flujo y reflujo, los espasmos que me recorren, su duración...
bufffff... ¡¡Chaaaaval!! Quién lo habría dicho. De tanto trajinar, agotado, me quedo dormido.
De repente suena el despertador. Son las 7:30 de la mañana.
Asustado, me toco entre las piernas. ¡¡¡Guaaaaaaaaa!!! ¡Ahí está! ¡¡¡Ha
regresado!!!! De un salto me pongo en pie, encima de la cama. ¡Compañero de
fatigas! ¡Dichosos los ojos que te ven!
De buen humor preparo el desayuno, mientras repaso los
acontecimientos de ayer y me doy cuenta de que me siento un poco raro. Ahí está
el emblema de la CNT. No he votado en la vida al PP ni me voy a tener que hacer
las ingles brasileñas. Tampoco trabajo en un banco, ni creo que hoy me miren el
culo al pasar con descaro. ¿Fue un sueño o fue real? En cualquier caso, creo
que ya no podré ver a ningún engominado sin salir corriendo, ni tener un
orgasmo sin echar cosas de menos. Hay sucesos que marcan, ¿verdad?
Qué cosa más extraña es esto de la "hombría". ¿Es algo que se lleva entre las piernas o también lo puede tener una mujer? En cuyo caso, opino, habría que cambiarle el nombre. No lo digáis por ahí o, con los tiempos que corren, acabaremos hablando de "hembría". Os lo digo yo.