Preguntas y Respuestas de Youcat
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Estamos aquí en la tierra para conocer y amar a Dios, hacer el bien según su voluntad
e ir algún día al cielo.
Ser hombre significa venir de Dios e ir a Dios. Nuestro origen se remonta más atrás que
nuestros padres. Venimos de Dios, en quien reside toda la felicidad del cielo y de la tierra, y se
nos espera en su eterna e infinita bienaventuranza. Mientras tanto, vivimos en esta tierra. A
veces sentimos que nuestro Creador está cerca; A menudo no sentimos nada en absoluto. Para
que encontremos el camino a casa, Dios nos envió a su Hijo, que nos liberó del pecado, nos
libra de todo mal y nos conduce infaliblemente a la vida verdadera. Él es “el camino, la verdad
y la vida” (Jn 14,6).
Segú n el Ejercicio Espiritual Ignaciano, “el hombre fue creado para alabar, reverenciar y
servir a Dios nuestro Señ or, y por este medio salvar su alma; y las demá s cosas que hay
sobre la faz de la tierra fueron creadas por amor al hombre, y para ayudar al hombre en la
consecució n del fin para el cual él mismo fue creado”.
“Sabemos que Dios hace que todas las cosas cooperen para el bien de los que aman a Dios y
son llamados conforme al propó sito que tiene para con ellos” (Romanos 8:28). “Yo he
venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10,10). Nosotros, los católicos,
creemos que el propósito de la vida es tener vida y tenerla en abundancia . Por esta
razó n, tratamos constantemente de amar a Dios con todo nuestro corazó n, mente y alma y
a nuestro pró jimo como a nosotros mismos.1 Es a través de la comprensió n que Jesú s, el
Hijo de Dios, que vivió en la tierra como ser humano, trabajó con manos humanas, pensó
con mente humana, actuó por elecció n humana, amó con corazó n humano y murió por el
perdó n de nuestros pecados que podemos ser para comprender nuestra razó n de ser.2
Dios, que creó al hombre por amor, también lo llama al amor , vocació n fundamental e
innata de todo ser humano. Porque el hombre es creado a imagen y semejanza de Dios, que
es amor (cf. Gn 1,27; Jn 4,8.16). Desde que Dios los creó hombre y mujer, su amor mutuo se
convierte en imagen del amor absoluto e inagotable con el que Dios ama al hombre (CCC
1604).
Cuando un hombre ama, su corazón se desborda. Le gustaría compartir su alegría con los
demás. Esto lo obtiene de su Creador. Aunque Dios es un misterio, todavía podemos pensar en
1
https://brisbanecatholic.org.au/life/teachings-of-the-catholic-church
2
Constitució n Pastoral sobre la Iglesia en el mundo moderno, Gaudium et Spes 23, 24.
él de manera humana y decir: del “excedente” de su amor nos creó. Quería compartir su
alegría infinita con nosotros, que somos criaturas de su amor.
“Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó , varó n y hembra los creó ”. (Gén.
1:27) El hombre ocupa un lugar ú nico en la creació n: (I) es “a imagen de Dios” ; (II) en su
propia naturaleza une los mundos espiritual y material ; (III) es creado “varón y
mujer” ; (IV) Dios lo estableció en su amistad (CCC 355). “De todas las criaturas
visibles, sólo el hombre es 'capaz de conocer y amar a su Creador' (GS 12). Só lo él está
llamado a participar, por el conocimiento y el amor, de la propia vida de Dios. Para este fin
fue creado, y ésta es la razó n fundamental de su dignidad (CCC 356).
Dios creó todo para el hombre (GS 12), pero el hombre a su vez fue creado para servir y
amar a Dios y para ofrecerle toda la creació n: “¿Qué es lo que está por ser creado, que goza
de tal honor? ¡Es el hombre, esa gran y maravillosa criatura viviente, má s preciosa a los
ojos de Dios que todas las demá s criaturas! Para él existen los cielos y la tierra, el mar y
todo el resto de la creació n. Dios dio tanta importancia a su salvació n que no perdonó a su
propio Hijo por amor al hombre. Nunca deja de trabajar, probando todos los medios
posibles, hasta haber levantado al hombre hacia sí mismo y hecho que se siente a su
diestra”3 (CCC 358).
Pregunta de reflexión: ¿Cómo siento o experimento el amor de Dios en mis actividades del día
a día? ¿Cómo es mi amistad con Dios?
Es natural que el hombre busque a Dios. Todo nuestro esfuerzo por la verdad y la felicidad es,
en última instancia, una búsqueda de aquel que nos apoya absolutamente, nos satisface
absolutamente y nos emplea absolutamente a su servicio. Una persona no es completamente
ella misma hasta que ha encontrado a Dios. “Quien busca la verdad busca a Dios, se dé cuenta
o no” (Santa Edith Stein).
La fe es ante todo una persona. Adhesió n final del hombre a Dios. Al mismo tiempo, e
inseparablemente, es un libre asentimiento a toda la verdad que Dios ha revelado. Como
adhesió n personal a Dios y asentimiento a su verdad, la fe cristiana se diferencia de nuestra
fe en cualquier persona humana. Es justo y justo confiarse totalmente a Dios y creer
absolutamente lo que É l dice. Sería inú til y falso depositar tal fe en una criatura (CCC 150).
La fe busca la comprensión .4 Es intrínseco a la fe que el creyente desee conocer mejor a
Aquel en quien ha puesto su fe y comprender mejor lo que le ha revelado ; un
conocimiento má s penetrante suscitará a su vez una fe mayor, cada vez má s encendida por
el amor. La gracia de la fe abre “los ojos de vuestro corazón” (Ef 1,18) a una
3
San Juan Crisó stomo, en Gen. Sermón II , 1.
4
San Anselmo, Prosl. problema , PL 153, 225A.
comprensió n viva del contenido de la Revelació n; es decir, de la totalidad del plan de Dios y
de los misterios de la fe, de su conexió n entre sí y con Cristo, centro del misterio revelado.
“El mismo Espíritu Santo perfecciona constantemente la fe con sus dones, para que la
Revelació n sea comprendida cada vez má s profundamente”.5 En palabras de San Agustín,
“Creo para entender; y lo entiendo, es mejor creer”6 (CCC 158).
Pregunta de reflexión: ¿Cuándo fue la última vez que oré de verdad? ¿Cómo fue la
experiencia?
El mundo no puede tener su origen y su destino dentro de sí mismo. En todo lo que existe, hay
más de lo que vemos. El orden, la belleza y el desarrollo del mundo apuntan más allá de ellos
mismos hacia Dios. Todo hombre es receptivo a lo que es verdadero, bueno y bello. Oye dentro
de sí la voz de la conciencia, que le impulsa al bien y le advierte contra el mal. Quien sigue este
camino encuentra razonablemente a Dios.
Segú n Peter Kreeft, quien escribió El cristianismo cató lico, “ la fe nunca puede
contradecir la razón, cuando la razón se usa adecuadamente, aunque la fe va más allá
de la razón . Como resultado de la revelació n divina, la fe cató lica nos dice muchas cosas
que la razó n humana nunca podría haber descubierto por sí sola. Pero tanto la fe como la
razó n son caminos hacia la verdad, y la verdad nunca contradice a la verdad”.7
Dios es infinitamente mayor que todas sus obras: “Has puesto tu gloria sobre los cielos”
(Sal 8,2). De hecho, la grandeza de Dios es inescrutable (Sal 145:3). Pero por ser Creador
libre y soberano, causa primera de todo lo que existe, Dios está presente en lo má s íntimo
de sus criaturas: “En él vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser”. (Hechos 17:28) En
palabras de San Agustín, Dios es “má s alto que mi ser má s alto y má s interior que mi ser
má s íntimo”8 (CCC 300).
La verdad de que Dios actú a en todas las acciones de sus criaturas es inseparable de la fe en
Dios Creador. Dios es la causa primera que opera en y a través de causas secundarias:
“Porque Dios obra en vosotros, tanto el querer como el hacer, para su buena voluntad”. (Fil
2,13) Lejos de disminuir la dignidad de la criatura, esta verdad la realza. Extraída de la
nada por el poder, la sabiduría y la bondad de Dios, no puede hacer nada si se la separa de
su origen, porque “sin un Creador la criatura se desvanece”.9 Menos aú n puede una criatura
alcanzar su fin ú ltimo sin la ayuda de la gracia de Dios (Mt 19,26) (CCC 308).
Pregunta de reflexión: ¿Qué tan sensible soy a la voz de mi conciencia? ¿Cuáles son las bases
de mis decisiones con respecto a elegir lo que está bien y lo que está mal?
5
Dei Verbum, 5.
6
San Agustín, Sermo 43,7,9.
7
Kreeft, Peter J., Cristianismo cató lico, pá g. 26.
8
San Agustín, Confesiones 3,6,11.
9
Gaudium et Spes, 36 pá rr. 3.
Pregunta # 5 – ¿Por qué la gente niega que Dios existe, si pueden conocerlo por la
razón?
Dios es la realidad ú ltima. Sin embargo, existen errores fundamentales sobre la realidad
ú ltima. En primer lugar, uno puede ser agnó stico y afirmar que no sabe o no cree nada
acerca de Dios. En segundo lugar, uno puede ser ateo y no creer en ningú n Dios. Para ser
ateo hay que ser elitista y creer que no había nada má s que una fantasía y una ilusió n en el
centro mismo de la vida de muchos. En tercer lugar, uno puede ser politeísta y creer en
muchos dioses, como la mayoría de los paganos antiguos. Cuarto, uno puede ser panteísta y
creer que Dios es todo y que todo es Dios o una parte de Dios o un aspecto de Dios. Quinto,
uno puede ser deísta. El deísmo es otro error opuesto al panteísmo. El deísmo niega la
inmanencia (presencia) de Dios, mientras que el panteísmo niega la trascendencia de Dios.
Pregunta de reflexión: ¿Conozco a alguien que sea ateo? ¿O alguien que tiene una visión
diferente sobre la religión y la fe? ¿Cómo podré comprender sus creencias y de alguna manera
animarlos a creer en Dios?
Aunque los hombres somos limitados y la grandeza infinita de Dios nunca cabe en
conceptos humanos finitos, podemos hablar correctamente de Dios.
Para expresar algo acerca de Dios, utilizamos imágenes imperfectas y nociones limitadas. Por
eso, todo lo que decimos sobre Dios está sujeto a la reserva de que nuestro lenguaje no es
igual a la grandeza de Dios. Por tanto, debemos purificar y mejorar constantemente nuestro
discurso sobre Dios.
Dios es infinito. Por tanto, no se le puede definir. Pero esto no significa que no tenga
naturaleza. No es un “lo que sea”, un “todo en general y nada en particular”. É l es una cosa y
no otra; justo, no malvado ni indiferente; sabio, no tonto; misericordioso, no cruel. Pero
cada uno de sus atributos es infinito (ilimitado). É l es infinitamente justo, infinitamente
sabio, infinitamente misericordioso, etc. É l es infinito pero no indefinido. É l es
infinitamente él mismo .
Podemos llegar a conocer este cará cter: (a) mejor por la fe que por la razón; es mejor
confiar en su propia revelación de sí mismo que confiar en nuestra propia inteligencia
; (b) mejor aún mediante la oración , mediante un contacto personal real con Él, tanto
privado como público, tanto espontáneo como litúrgico ; (c) y lo mejor de todo
amándolo , haciendo su voluntad y obedeciendo sus mandamientos, especialmente el
de amarse unos a otros; “Porque el que no ama a su hermano a quien ha visto, no
puede amar a Dios a quien no ha visto” (1 Jn 4,20).
Podemos saber algo sobre la naturaleza o el cará cter de Dios por nosotros mismos, por
nuestros deseos má s profundos. Dios es nuestro gozo supremo. Dios es aquel cuya
presencia nos dará un éxtasis infinito e inimaginable sin aburrimiento para siempre. Un
mar de infinita belleza, una luz de infinita comprensió n, un corazó n de infinito amor. Y má s,
siempre má s, infinitamente má s, “lo que ningú n ojo vio, ni oído oyó , ni corazó n de hombre
concibió ” (1 Cor 2,9).10
(Cuente la historia de San Agustín con respecto al niñ o en la playa que intentaba meter el
agua del mar en su pale.)
Pregunta de reflexión: A pesar de mis limitaciones, ¿cómo puedo proclamar la Palabra del
Señor?
Pregunta # 7 – ¿Por qué Dios tuvo que mostrarse para que podamos saber cómo es?
El hombre puede saber por la razón que Dios existe, pero no cómo es Dios realmente.
Sin embargo, como a Dios le gustaría mucho ser conocido, se ha revelado.
Dios no tuvo que revelarse a nosotros. Pero lo hizo... por amor . Así como en el amor humano
sólo se puede saber algo sobre la persona amada si ésta nos abre su corazón, así también
sabemos algo sobre el pensamiento más íntimo de Dios sólo porque el Dios eterno y misterioso
se ha abierto a nosotros por amor. Desde la creación, pasando por los patriarcas y los
profetas, hasta la definitiva: la Revelación en su Hijo Jesucristo, Dios ha hablado una y otra
vez a la humanidad. En él nos ha derramado su corazón y nos ha hecho visible su ser más
íntimo.
10
Kreeft, Peter J., Cristianismo cató lico, pá g. 36.
revelado plenamente este plan al enviarnos a su amado Hijo, nuestro Señ or Jesucristo y al
Espíritu Santo (CCC 50).
A Dios le agrada, en su bondad y sabiduría, revelarse y dar a conocer el misterio de su
voluntad. Su voluntad era que los hombres tuvieran acceso al Padre, por Cristo, Verbo
hecho carne, en el Espíritu Santo, y así llegaran a ser partícipes de la naturaleza divina (CCC
51).
El ser mismo de Dios es amor. Al enviar a su Hijo ú nico y al Espíritu de Amor en la plenitud
de los tiempos, Dios ha revelado su secreto má s íntimo (cf. 1 Cor 2,7-16; Ef 3,9-12): Dios
mismo es intercambio eterno de amor, Padre, Hijo y Espíritu Santo, y él nos ha destinado a
participar de ese intercambio (CCC 221).
Pregunta de reflexión: Si Dios se nos reveló a través de la creación, ¿cómo podría valorar
nuestra naturaleza? A mi manera, ¿cómo puedo convertirme en mayordomo de los dones de
Dios?
Dios se muestra en el Antiguo Testamento como Dios , que creó el mundo por amor y
permanece fiel a los hombres incluso cuando se han apartado de él en pecado.
Dios hace posible experimentarlo en la historia: con Noé establece una alianza para salvar a
todos los seres vivientes. Llama a Abraham para convertirlo en “padre de multitud de
naciones” (Gn 17,5b) y bendecir en él a “todas las familias de la tierra” (Gen 12,3b). El pueblo
Israel, surgido de Abraham, se convierte en su posesión especial. A Moisés se presenta por su
nombre. Su misterioso nombre – YHWH, generalmente transcrito Yahweh, significa “YO SOY
EL QUE SOY” (Éxodo 3:14). Libera a Israel de la esclavitud en Egipto, establece con ellos una
alianza en el Sinaí y, a través de Moisés, les da la Ley. Una y otra vez, Dios envía profetas a su
pueblo para llamarlo a la conversión y a la renovación de la alianza. Los profetas proclaman
que Dios establecerá una alianza nueva y eterna, que traerá una renovación radical y una
redención definitiva. Este pacto estará abierto a todos los seres humanos.
Dios envió a su ú nico Hijo para ser nuestro Salvador, semejante a nosotros en todo excepto
en el pecado (cf. Juan 3:16; Gá latas 4:4; Hebreos 4:15; CCC 65). Jesucristo “completó y
perfeccionó la revelació n de Dios con palabras y obras, señ ales y milagros, pero sobre todo
con su muerte y gloriosa resurrecció n de entre los muertos”.11 Así, Cristo Resucitado,
prefigurado en el Antiguo Testamento y proclamado por los apó stoles, es la revelació n
ú nica, irrevocable y definitiva de Dios (CFC 70).
El ser mismo de Dios es amor. Al enviar a su Hijo ú nico y al Espíritu de Amor en la plenitud
de los tiempos, Dios ha revelado su secreto má s íntimo: Dios mismo es intercambio eterno
de amor, Padre, Hijo y Espíritu Santo, y nos ha destinado a participar en ese intercambio
( CCC 221).
Pregunta de reflexión: ¿Cómo muestro el espíritu de amor hacia mis compañeros? ¿Para mis
profesores? ¿Para mi familia?
La economía cristiana, por tanto, por ser Alianza nueva y definitiva, nunca pasará ; y ahora
es de esperar nueva revelació n pú blica ante la manifestació n gloriosa de nuestro Señ or
Jesucristo.12 Sin embargo, incluso si el Apocalipsis ya está completo, no se ha hecho
11
Dei Verbum, 4.
12
Dei Verbum, 4.
completamente explícito; Falta que la fe cristiana comprenda gradualmente su pleno
significado a lo largo de los siglos (CIC 66).
A lo largo de los tiempos ha habido revelaciones llamadas “privadas”, algunas de las cuales
han sido reconocidas por la autoridad de la Iglesia. Sin embargo, no pertenecen al depó sito
de la fe. No les corresponde mejorar o completar la Revelació n definitiva de Cristo, sino
ayudar a vivirla má s plenamente en un determinado período de la historia. Guiado por el
Magisterio de la Iglesia, el sensus fidelium sabe discernir y acoger en estas revelaciones todo
lo que constituye una auténtica llamada de Cristo o de sus santos a la Iglesia. La fe cristiana
no puede aceptar “revelaciones” que pretendan superar o corregir la Revelació n cuyo
cumplimiento es Cristo, como ocurre en ciertas religiones no cristianas y también en
ciertas sectas recientes que se basan en tales “revelaciones”. (CCC 67).
Transmitimos la fe porque Jesús nos manda: “Id, pues, y haced discípulos a todas las
naciones” (Mt 28,19).
Dios “quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”. (1
Tim 2:4) es decir, de Cristo Jesú s (cf. Juan 14:6). Cristo debe ser proclamado a todas las
naciones y a todas las personas, para que la revelació n llegue hasta los confines de la tierra
(CCC 74).
Cristo Señ or, en quien se resume toda la Revelació n del Dios Altísimo, mandó a los
apó stoles predicar el Evangelio, que había sido prometido de antemano por los profetas, y
que él cumplió en su propia persona y promulgó con sus propios labios. Al predicar el
Evangelio, debían comunicar los dones de Dios a todos los hombres. Este Evangelio iba a
ser la fuente de toda verdad salvadora y de má s disciplina.13 (CCC 75)
Lo que la Iglesia enseñ a y resume en su credo no fue inventado por la Iglesia. Le fue
transmitido por Jesucristo, Dios encarnado. Por eso se llama Sagrada Tradició n: “sagrada”
porque vino de Dios y “tradició n” porque fue transmitida.
13
Dei Verbum, 7.
La Sagrada Tradició n forma parte del “depó sito de la fe”, que incluye también la Sagrada
Escritura. Está compuesto por los datos de la Iglesia, que le ha dado el Señ or. La Iglesia
siempre ha sido, es y debe ser fiel a su depó sito de fe. Es la suma de sus datos; ella no es la
autora ni la editora, sino só lo su cartero. Es el correo de Dios. Es sagrado. Ella no tiene la
autoridad para cambiar o eliminar ninguna parte del mismo, sin importar cuá n impopular
pueda llegar a ser para cualquier sociedad o individuo humano en particular.14
Pregunta de reflexión: ¿Cómo puedo difundir nuestra fe? ¿Cómo puedo convertirme en un
canal del amor de Dios?
Los fieles en su conjunto no pueden errar en la fe, porque Jesús prometió a sus
discípulos que les enviaría el Espíritu de verdad y los guardaría en la verdad.
14
Kreeft, Peter J., Cristianismo cató lico, pá g. 18.
15
Dei Verbum, 9.
16
Mateo 28:20
17
Dei Verbum, 9.
Así como los discípulos creyeron a Jesús con todo su corazón, un cristiano puede confiar
completamente en la Iglesia cuando pregunta sobre el camino a la vida. Dado que el mismo
Jesucristo dio a sus apóstoles el encargo de enseñar, la Iglesia tiene una autoridad docente (el
Magisterio) y no debe permanecer en silencio. Aunque los miembros individuales de la Iglesia
pueden equivocarse e incluso cometer errores graves, la Iglesia en su conjunto nunca puede
apartarse de la verdad de Dios. La Iglesia lleva a través de los siglos una verdad viva que es
más grande que ella misma. Hablamos de un depositum fidei, un depósito de fe que debe ser
preservado. Si tal verdad es públicamente cuestionada o distorsionada, la Iglesia está
llamada a aclarar nuevamente “lo que siempre y en todas partes ha sido creído por todos”
(San Vicente de Lerins, d. 450).
18
Kreeft, Peter J., Cristianismo cató lico, pá g. 21.
19
Lumen Gentium, 25.
una doctrina “para la fe como divinamente revelada, 20 y como enseñ anza de Cristo, las
definiciones “deben observarse con obediencia de fe”. 21 Esta infalibilidad se extiende hasta
el depó sito mismo de la Revelació n divina (CCC 891).
“El libro de las Escrituras enseña con firmeza, fidelidad y sin error [la] verdad...
Escritas bajo la inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios como autor” (Concilio
Vaticano II, DV 11).
La Biblia no cayó del cielo en su forma final, ni Dios la dictó a escribas humanos que la
copiaban mecánicamente. Más bien “Dios escogió a ciertos hombres que... hicieron pleno uso
de sus propias facultades y poderes para que, aunque actuaba en ellos y por ellos, fuera como
verdaderos autores que consignaran por escrito lo que él quería escrito, y nada más ( Concilio
Vaticano II, DV 11). Un factor para reconocer textos particulares como Sagrada Escritura fue
su aceptación general en la Iglesia. En las comunidades cristianas tenía que haber un
consenso: “Sí, a través de este texto Dios mismo nos habla – ¡está inspirado por el Espíritu
Santo!” cuáles de los muchos escritos cristianos originales están realmente inspirados por el
Espíritu Santo ha sido definido desde el siglo IV en el llamado Canon de las Sagradas
Escrituras.
20
Dei Verbum, 10, pá rr. 2.
21
Lumen Gentium, 25, par 2.
confiesa que, cuando se usa correctamente, las Escrituras imparten una verdad salvadora
en la que se puede confiar para llevarnos a una comunió n má s profunda con Dios (CFC 89).
Los libros inspirados enseñ an la verdad (cf. CCC 107). La fe cristiana no es una “religió n del
libro”. El cristianismo es la religió n de la “Palabra” de Dios, una palabra que “no es palabra
escrita y muda, sino Palabra encarnada y viva”. Para que las Escrituras no queden en letra
muerta, Cristo, la Palabra eterna del Dios vivo, debe, a través del Espíritu Santo, “abrir
nuestra mente para comprender las Escrituras”. (CCC 108)
Para descubrir la intenció n de los autores sagrados, el lector debe tener en cuenta las
condiciones de su época y cultura, los géneros literarios en uso en ese momento y los
modos de sentir, hablar y narrar entonces vigentes. “Porque el hecho es que la verdad se
presenta y expresa de manera diferente en los distintos tipos de escritos histó ricos, en los
textos proféticos y poéticos y en otras formas de expresió n literaria”. (CCC 110)
La manera correcta de leer la Sagrada Escritura es leerla con oración, es decir, con la
ayuda del Espíritu Santo, bajo cuya influencia nació. Es la Palabra de Dios y contiene
la comunicación esencial de Dios hacia nosotros.
La Biblia es como una larga carta escrita por Dios a cada uno de nosotros. Por esta razón
debo aceptar las Sagradas Escrituras con gran amor y reverencia. En primer lugar, es
realmente importante leer la carta de Dios, es decir, no escoger detalles sin prestar atención
al mensaje completo. Entonces debo interpretar todo el mensaje teniendo en cuenta su
corazón y su misterio: Jesucristo, de quien habla toda la Biblia, incluso el Antiguo Testamento.
Por tanto, debo leer las Sagradas Escrituras en la fe que las suscitó, la misma fe viva de la
Iglesia.
San Pablo nos dice que “toda la Escritura está inspirada por Dios y es ú til para enseñ ar,
para redargü ir, corregir y educar en la santidad, a fin de que el hombre de Dios sea
plenamente competente y preparado para toda buena obra” (2 Tim 3: 16-17).
El Concilio Vaticano II indica tres criterios para interpretar la Escritura segú n el Espíritu
que la inspiró :
1. Esté especialmente atento “al contenido y a la unidad de toda la Escritura ”. Por
diferente que sea el libro que la compone, la Escritura es una unidad en razó n de la
unidad del plan de Dios, del cual Cristo Jesú s es centro y corazó n, abierto desde su
Pascua.
2. Lea las Escrituras dentro de “la Tradición viva de toda la Iglesia ”. Segú n un dicho de
los Padres, la Sagrada Escritura está escrita principalmente en el corazó n de la
Iglesia y no en documentos y registros, porque la Iglesia lleva en su Tradició n el
memorial vivo de la Palabra de Dios, y es el Espíritu Santo quien le da la
interpretació n espiritual. de las Escrituras.
3. Esté atento a la analogía de la fe . Por “analogía de fe” entendemos la coherencia de
las verdades de fe entre sí y dentro de todo el plan de la Revelació n. (CCC 112-114)
En el Antiguo Testamento comienza una gran historia de aprendizaje de la fe, que da un giro
decisivo en el Nuevo Testamento y llega a su destino con el fin del mundo y la segunda venida
de Cristo. El Antiguo Testamento es mucho más que un mero preludio del Nuevo. Los
mandamientos y profecías para el pueblo del Antiguo Pacto y las promesas que en él están
contenidas para todos los hombres nunca fueron revocados. En los libros de la Antigua
Alianza encontramos un tesoro irremplazable de oración y sabiduría; en particular, los
Salmos forman parte de la oración diaria de la Iglesia.