Nomos, Kosmos and Dike in Plutarch
Nomos, Kosmos and Dike in Plutarch
Nomos, Kosmos and Dike in Plutarch
Plutarch
Editors
Jos Ribeiro Ferreira, Delfim F. Leo & Carlos A. Martins de Jesus
Title
Publisher
Academic Co-ordinator
Maria do Cu Fialho
Editorial Board
Jos Ribeiro Ferreira, Maria de Ftima Silva, Francisco de Oliveira and Nair Castro Soares
Design
Printed by
Simes & Linhares, Lda. Av. Fernando Namora, n. 83 Loja 4. 3000 Coimbra
ISBN: 978-989-721-011-2
Legal Deposit:
POCI/2010
All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrieval system,
or transmitted, in any form or by any means, electronic, photocopying, or otherwise, without
the written permission of the publisher, except for educational purposes, namely e-learning
environments.
CONTENTS
Preface
Delfim F. Leo (Universidade de Coimbra)
Pericles, un modelo de ? 23
Mnica Durn Maas (Universidad Complutense de Madrid)
O sentido de dike nas biografias de Aristides e Cato Censor
Joaquim Pinheiro (Universidade da Madeira)
Plutarco y su interpretacin de algunas leyes griegas
concernientes a la familia y propiedad
Ins Calero Secall (Universidad de Mlaga)
41
53
87
101
109
139
153
161
181
191
203
261
PREFACE
In September 2002, the University of Coimbra hosted, for the first time,
a conference of the Rseau Thmatique Plutarque, a research network created by
several European universities in order to promote regular annual meetings of
junior and senior scholars who share a common interest in Plutarchs work.
The Coimbra meeting of 2002 was devoted to the fragments of Plutarch, and
the results of that event were published one year later, in a volume edited
by Jos Ribeiro Ferreira and Delfim Leo, under the title Os fragmentos de
Plutarco e a recepo da sua obra (Coimbra, 2003). During the following years,
many other universities organized conferences of the Rseau on a rotating
basis, until the event came back to Coimbra, where the Portuguese section of
the International Plutarch Society (SoPlutarco) hosted, from 16 to 18 June
2011, the twelfth meeting of the network, devoted this time to the subject
Nomos, kosmos and dike in Plutarch.
The present volume comprises most of the contributions presented
during the Coimbra meeting, after having been submitted to a process of
revision, which involved the direct collaboration of the several regional
sections of the Rseau. Although the volume kept the multilingual diversity
of the participants in the conference, its structuring elements were composed
in English, in order to reinforce the coherence of the book and to enlarge the
number of potential readers.
In its final form, the volume is organized in four different sections.
The first one is devoted to statesmen and lawgivers, and comprises five
contributions. Aurelio Prez Jimnez (Mlaga), in Nomos como criterio
de valoracin tica en las Vidas Paralelas, explores the concepts of law and
justice as literary expedients, used by Plutarch to highlight the virtuous or
despotic character of such legislators as Lycurgus, Numa and Solon. Mnica
Durn Maas (Madrid), in Pericles, un modelo de dikaiosyne?, discusses
the ambivalent interpretation of the term dikaiosyne, with a particular focus
I
Nelson Ferreira and Rodolfo Lopes, who made possible the publication of the
book, as well to Manuel Trster for his advice in revising the English of the
global structure of the volume.
Coimbra, October 2012
Delfim Leo
Director of the Portuguese section of the International Plutarch Society
IV
I.
Statesmen and Lawgivers
1
Cuando Soln estaba ocupado en la redaccin de sus leyes, Anacarsis, de
paso por Atenas, acudi a su puerta con la intencin de trabar amistad con
l. Ante la insistencia del sabio, Soln lo recibi y su encuentro se ha hecho
clebre, no slo como ejemplo de la polmica sobre la eficacia de la norma
oral frente a la escrita, sino tambin porque evidencia el carcter prctico del
legislador ateniense:
Pues bien, Anacarsis, al enterarse de ello, se rea del empeo de Soln, porque
intentaba frenar las injusticias y abusos de los ciudadanos con letras que en
nada se diferencian de las telas de araa, sino que, como aqullas, de los que
caen, aprisionan a los dbiles y pequeos; pero son rotas por los poderosos
y ricos. A esto, dicen, Soln respondi que los hombres respetan los pactos
cuando para ninguna de las dos partes contratantes es ventajoso violarlos y que
l estaba ajustando las leyes a los ciudadanos de tal modo que les demostraba
que era mejor para todos actuar con justicia que en contra de la ley (Sol. 5.4-5).
Pero el resultado fue ms como conjetur Anacarsis que segn las esperanzas
de Soln (5.6).
, , , '
, . En
otro ejemplo, esta vez de Din, vuelve a oponerse la ley, que fija poder vengarse antes que ser el
primero en ofender, a la naturaleza que identifica como debilidad ambas actitudes: Dio 47.8:
,
, .
4
Demetr. 42.8: , ,
. Cf. Ad princ. ind. 780C.
5
Por ejemplo, Bas considera la mejor democracia aquella en la que los ciudadanos temen
como a un tirano a las leyes (Sept. sap. conv. 154E:
) y para Quiln la mejor repblica
es la que obedece ms a las leyes que a los oradores (Idem 154F:
)
6
Praec. ger. reip. 808A 9, donde los tres figuran como los principios que ponen lmite a los
favores del poltico a los amigos: ,
.
7
, ... Sobre este tema, vase el punto
2 del trabajo de F. Frazier en este mismo libro.
8
Remitimos al reciente trabajo de J. R. Ferreira 2011, que maneja otros conceptos
complementarios del hroe respetuoso con la legalidad (en este caso Catn el Joven) como es la
educacin y la afabilidad.
7
2
Lgicamente, en el caso de los legisladores, la naturaleza de las leyes y la
importancia que el personaje concede a ciertos aspectos de aquellas dice mucho
sobre su personalidad. En este punto, Plutarco es claro sobre sus preferencias:
aunque tanto Licurgo, como Soln y Numa encarnan la imagen del buen
poltico que se ajusta a las condiciones propuestas por Platn en la Repblica9,
el Queronense se inclina ms a favor del espartano, que inculc las leyes en su
pueblo mediante la educacin, que de los otros dos10; a estos les critica, de forma
ms o menos explcita, que trataran de ligar a los ciudadanos con leyes escritas,
como ya hemos visto, sobre el primero, en la ancdota de Anacarsis. En este
caso, el carcter prctico y utilitario de Soln, evidente desde el comienzo de la
biografa, queda reflejado en sus leyes: las acomoda a los intereses privados de los
ciudadanos, buscando un respeto que se basa en el inters de aqullos y no en el
de la ciudad en su conjunto; y la insistencia en aspectos sociales y econmicos,
sin contar los polticos, que regulan, denota ese carcter prctico. Frente a l,
las leyes de Licurgo y de Numa se acercan ms a las exigencias de la repblica
ideal platnica, donde los sabios identifican el bien comn con su propia idea de
Estado y legislan y gobiernan para educar a los ciudadanos y orientarlos en esa
direccin; ambos hroes encarnan el prototipo del legislador que se ha trazado
este platnico que es Plutarco; pero mientras Numa escribe sus leyes en piedra
y no en el espritu de los romanos, el programa de Licurgo es esencialmente
educativo. El sabio espartano graba las leyes en el alma de los jvenes, que es
la forma ms eficaz para salvaguardarlas, puesto que su conocimiento genera
la voluntad de cumplirlas11; eso las hizo perdurables12, y para ello l mismo se
sacrific con el destierro, atando a los espartanos con el juramento.
Dos cuestiones son importantes aqu, a propsito de la valoracin
biogrfica del legislador. La primera es la superioridad de la ley grabada en el
alma ( ) frente a la ley escrita, pues identifica en cierto modo la
9
Para Soln y Licurgo, remitimos a las reflexiones de L. De Blois 2008: 318-321, J. P.
Hershbell 2008: 495-496 y J. Vela Tejada 2008: 505. E. Koulakiotis 2008: 409-410
establece, por su parte, una interesante equiparacin entre Licurgo y Alejandro, como legisladores
educadores de su pueblo, que los hace superiores a Numa.
10
Cf. A. Prez Jimnez 1991.
11
Lyc. 13.1-3: .
12
Comp. Lyc.-Num. 4.9: ,
,
,
,
. La duracin de las leyes es condicin para su respeto, de
tal modo que Quiln se enfad con Soln por decir que las leyes tenan que cambiarse (Sept.
sap. conv.151F: ,
, .
ley con la razn13. Y la segunda tiene que ver con el compromiso de los legisladores
con su propia obra. En lo primero, Licurgo es sin duda el preferido de Plutarco;
y, en lo segundo, son superiores Licurgo y Numa a Soln; pues al marcharse ste
de Atenas nada ms promulgar sus leyes, sin controlar su puesta en prctica con
la propia autoridad, facilit el camino a la tirana de Pisstrato. Tal vez la clave
de esa actitud de Soln est en su poca fe respecto de la inmutabilidad de las
leyes, que, como se cuenta anecdticamente en el Septem sapientium convivium,
le llev a perder la amistad de Quiln14. Este defecto del legislador ateniense no
es simple apreciacin nuestra, sino que ya Plutarco lo seala en la Comparacin,
al dar la preferencia a Publcola; pues, aunque las leyes del romano imitan las del
ateniense, aqul s que se preocup de las suyas, permaneciendo en Roma hasta
la muerte15. En cuanto a Timolen, su ordenacin poltica de los sicilianos, tras
liberarlos de los tiranos, pasa a formar parte del bagaje personal del hroe para
quien esa actividad se considera un ejemplo ms de su fortuna que, en este caso,
pervive en la felicidad de los propios sicilianos16.
Estos legisladores, diramos profesionales, a los que concierne la ingente
tarea de civilizar polticamente a los pueblos, sacndolos de una situacin de
caos general (como en el caso de Licurgo o Soln) o cambiando su orientacin
histrica (como en el de Numa) o adaptndolos a una nueva situacin
poltica (como en el de Rmulo, Publcola, Timolen y las leyes de Lculo
a los cireneos), identifican su personalidad generosa y desinteresada con las
constituciones creadas por ellos.
13
Cf. Ad princ. ind. 780F. Indirectamente Plutarco mantiene esa crtica a las leyes de Soln
cuando en Max. cum princ. 779B compara los xones de Soln con las almas de los gobernantes
en las que los filsofos graban sus palabras que adquieren as la fuerza de las leyes.
14
Sept. sap. conv. 151F-152A: ... , ,
, ,
,
, ,
.
15
Comp. Sol.-Publ. 3.4:
, ,
. Vid. recientemente J. P. Hershbell 2008:
496-498.
16
Tim. 39.7: ,
. El papel que las leyes, como justificacin de la biografa de
Timolen, juega en el planteamiento biogrfico de Plutarco y en la eleccin de este personaje
ha sido subrayado por S.-T. Teodorsson 2005: 223: We may plausibly assume to the contrary
that Plutarch was highly interested in Timoleon as a persona and that he admired his steadfast
anti-tyranic conviction, his unyielding struggle against unlawful Greek rulers and Carthaginian
invaders in Sicily, his consistent commitment to regulated democracy and lawfulness, and
his remarkable lack of greed for power. I believe that Plutarch considered Timoleon a person
especially worthy of being adopted in his series of biographies. Una posicin, que sale al paso
de la falta de inters por el personaje que le atribuye J. Geiger 1981: 101, seguido por F. E.
Brenk 1987: 312.
3
En cambio, para el resto de personajes (reyes, generales y polticos), que
deben adaptar su conducta pblica y privada a las leyes o, excepcionalmente,
adecuar aquellas a sta, la ley poltica deja de ser en principio norma que dicta
un sabio para civilizar a su pueblo y con vocacin de futuro. Es cierto que hay,
en parte, algunas excepciones, como Timolen, cuya organizacin poltica de
los siracusanos (por lo dems no realizada directamente por l, sino por medio
de expertos legisladores) culmina la semblanza personal del protagonista. Se
trata de un personaje caracterizado por la aceptacin de las leyes y la justicia
frente al comportamiento de los tiranos; pero la felicidad alcanzada por los
sicilianos con su constitucin no apunta hacia sus virtudes como legislador,
sino que es un argumento ms para ilustrar su fortuna. En cuanto a las leyes
que dio Lculo a los cireneos, a Plutarco le interesa slo su eco platnico17.
Al margen de estos dos casos, los dems agentes pblicos de las Vidas se
encuentran las leyes ah, limitando los mrgenes de su actividad, y el bigrafo
aprovecha la actitud de los personajes hacia ellas como un expediente para trazar
sus perfiles tico-polticos. Es el terreno en que Plutarco ilustra con la prctica los
principios platnicos de la ley como reina de los gobernantes y de la disociacin entre
las leyes dictadas por intereses de partido y la justicia o el bien comn18. En ellos la
actitud del personaje ante las leyes ilustra positiva o negativamente su conducta moral,
y descubre ante nosotros una parte importante de sus defectos y de sus virtudes.
3.1 El buen poltico
El hombre virtuoso, el buen poltico, acepta y respeta las leyes (escritas
y no escritas), consciente de que ellas forman parte de la distincin entre los
pueblos civilizados y los brbaros. Plutarco formula en varias ocasiones este
principio que considera necesario para la cohesin social y pertinente para
la condicin ejemplar del estadista que merece una biografa. El respeto a
las leyes implica la capacidad de obediencia que nuestro moralista considera
necesario para el gobernante:
La ley que reina sobre todos, mortales e inmortales, como dijo Pndaro, que no
est escrita en el exterior en libros ni en tablas, sino que es una palabra con vida
propia en su interior, que siempre vive con l, lo vigila y jams deja a su alma
desprovista de gobierno19.
17
Luc. 2.4:
,
, .
18
Un principio que deja claro el ateniense en Pl., Lg. 715b.
19
Ad princ. ind. 780C (trad. Helena Rodrguez Somolinos). Cf. An seni resp. 784D: La
actuacin poltica, conforme a los principios de la democracia y de la ley, de un hombre que
10
Ese respeto est por encima de los intereses personales y, a veces, incluso
lleva al hroe a aplazar la solucin de los conflictos que trae entre manos.
Camilo, por ejemplo, lo sabe, y prefiere cumplir con las leyes naturales antes
que manchar el buen nombre de la patria. Lo expresa l mismo para justificar
su decisin con el maestro de Faleros; en efecto, el general romano proclama
la existencia de unas normas de conducta humana que rigen incluso en la
guerra y su observacin le sirve al bigrafo para exaltar la virtud del hroe:
,
(Cam. 10.5). Una actitud que contrasta con los argumentos
esgrimidos por Breno ante los embajadores romanos de Clusio (Cam. 17.4).
Aqu el galo (que escuda su conducta en comportamientos anteriores de los
romanos) hace suya la ley del ms fuerte, vigente entre los dioses y los animales;
pero, aunque tiene razn en este punto20, el hombre ni es dios ni es fiera y
sin duda Plutarco piensa que semejante conducta no es propia de hombres
civilizados y las palabras del galo lo presentan ante los embajadores romanos
como un hombre violento e incoercible.
Que el respeto a las leyes (sean naturales o sociales) es un principio
bsico de la pedagoga de Plutarco relativa a la virtud (aplicable, por tanto,
a su esquema biogrfico) est claro desde las pginas del De liberis educandis
donde incluye la obediencia a aquellas entre las acciones bellas que nos ensea
la filosofa21. Es ese sentido pedaggico el que lo lleva a aceptar el temor a la
ley como clave de su eficacia. En efecto, a propsito de la existencia en Esparta
de un templo a Phobos y del temor que, como primera medida de su mandato,
tienen por costumbre infundir los foros en los ciudadanos jvenes, afirma
que el miedo a las leyes los hace valientes ante los enemigos y que no temen
los sufrimientos quienes temen el reproche22; con ello no hace otra cosa el
acostumbra a mostrarse no menos til cuando es mandado que cuando manda, proporciona a su
muerte una mortaja verdaderamente bella, la gloria que ha obtenido en vida.
20
Cam. 17.4: , ,
,
, ,
, .
21
De lib. educ. 7E: ,
, ,
, ,
, , , , ,
,
22
Comp. Agis-Cleom. 30 (9) 1-5: 3
, (fr. 539 R.) , ,
, ,
. ...5
, .
11
Queronense sino fundir en una las dos respuestas que Bas y Cleobulo dieron
a la pregunta de cul es la mejor ciudad? Pues para Bas era aquella en la
que todos temen a la ley como a un tirano y para Cleobulo aquella donde los
ciudadanos temen ms el reproche que la ley23.
Tal vez en este grupo haya que incluir aquellos personajes que respetan
las leyes de la ciudad por conviccin y coherencia, como le ocurre a Catn
el Menor. Del tema ya se ha ocupado J. R. Ferreira 2011 y por ello nos
limitaremos a unas cuantas referencias. La defensa a ultranza de las leyes
justas, pero incluso el respeto incondicional a las que existen, sean justas o
no, describen bien su semblanza moral en Plutarco. Se opone con todas sus
fuerzas y con obstinacin a las leyes injustas propuestas por los dspotas y
demagogos del momento (Csar, Clodio, Metelo, Trebonio, etc.), se niega
a jurarlas con riesgo de su propia integridad, y es el nico que ya desde los
comienzos de su carrera poltica se somete siempre y voluntariamente a las
prescripciones legales. Plutarco, en el cap. 8, cuando asimila nuestro personaje
al Catn anterior, seala este rasgo con motivo de su peticin del tribunado
militar en tiempos de la Guerra de Espartaco24; y sin duda es por miedo al
reproche de su fama por lo que subordina los intereses privados al respeto a
las leyes, cuando Escipin y Varo le proponen el mando en frica. Rechaza la
oferta, porque aquellos tenan la autoridad legal, y los anima a no quebrantar
ellos las leyes siendo as que estn empeados en una guerra contra quien
las quebranta (Csar)25. La eficacia literaria del recurso es evidente: pues la
conducta del personaje le gana el respeto de sus propios enemigos, como se lee
en el captulo 21. En l Murena, despues de su nombramiento como cnsul, al
que se opona Catn, lo trata con respeto, reconociendo su seriedad y justicia. Y
Plutarco atribuye a los valores y virtudes del personaje la causa de ese respeto:
,
,
(21.10).
23
Sept. sap. conv. 154E:
. ... '
.
24
Cat. Mi. 8.4: ,
,
, ' ,
' , ,
. Su respeto a las leyes llega hasta el punto de poner en peligro su
amistad con Cicern, al considerar legal la designacin forzada de Clodio como tribuno de la plebe
(ya que el pueblo haba permitido su paso de los patricios a los plebeyos). Cf. Cat. Mi. 40, Cic. 34.
25
Cat. Mi. 57.6: ,
,
, ' .
12
Por supuesto, el bigrafo encuentra casi siempre los datos en las fuentes,
pero el enfoque es responsabilidad del bigrafo. Recordemos de nuevo, y a
propsito de esto, el caso de Camilo, sobre el que ha llamado la atencin
Franoise Frazier. Cuando los romanos de Veyes le ofrecen el mando para
liberar Roma de su asedio, nos dice Plutarco, no quiso aceptarlo antes de que lo
ratificaran los senadores, sitiados en el Capitolio, . La exigencia
de este requisito est en Plutarco y en Tito Livio, pero ste no la atribuye al
propio personaje, sino a romanos de Veyes cuando le hacen el ofrecimiento26.
3.2. El transgresor de las leyes
En el otro extremo est el mal poltico, transgresor sin escrpulos de las
leyes. En esa situacin, Plutarco las utiliza para caracterizar a los personajes
negativos secundarios (tiranos y demagogos) frente al hroe principal, defensor
de las normas. A veces, como la acusacin de Camilo contra Manlio (Cam.
36.3), se trata de situaciones puntuales en la actividad del personaje. Pero en
ejemplos como el de Timolen, el respeto a las leyes, transgredidas por los
tiranos, es un tema de referencia continuo, que forma parte de la estructura
literaria de la biografa. Al aceptar la misin que le encomiendan los corintios
en l pesa ante todo la vocacin restauradora de las leyes violadas por los
gobernantes tirnicos de Sicilia27. Pues bien, muchas veces la ley sirve como
criterio de oposicin entre personajes secundarios, tiranos y demagogos que
la transgreden, y el personaje principal cuya virtud se exalta precisamente por
el respeto a la ley. El ejemplo ms significativo es la conducta de Bruto, el
asesino de Csar. Frente a quienes son partidarios de matar a Antonio cuando
hayan asesinado a Csar, Bruto esgrime el respeto a las leyes como argumento
contra esa conducta poltica y moralmente reprobable; pues, dice, una accin
que se hace por defender las leyes y la justicia debe estar al margen y limpia
de toda injusticia28. En la propia Vida de Bruto Plutarco vuelve a insistir en su
legalidad y justicia por su comportamiento en el juicio a uno de sus soldados,
contrastado con la sentencia de Casio. ste le echa en cara su exceso de legalidad
26
Cam. 24.4. La intervencin del bigrafo sobre la tradicin histrica en este caso es clara,
como ha puesto de manifiesto F. Frazier 1996: 161. Livio atribua este requisito no a una
exigencia de Camilo, sino de los propios romanos en Veyes (5.46.7-8); Plutarco, en De fort. Rom.
lo atribuye a Camilo, pero con otras intenciones (para que no pareciera que se aprovechaba de
la situacin y que crea que el estado se encontraba abatido, 324E-F); en la biografa el respeto a
la ley demuestra la y la del hroe, para quien los romanos del Capitolio
representan la patria.
27
Comp. Aem.-Tim. 2.7:
, , ,
.
28
Ant. 13.3:
,
.
13
14
16
anulando aquella, como si l las tuviera en cuenta41. Csar se apodera del dinero
del erario, en contra de Metelo, su custodio, que trataba de evitarlo esgrimiendo
las leyes, alegando que un tiempo es el de las leyes y otro el de la guerra42. El
paso del Rubicn se entiende por Plutarco como una remocin de todas las
leyes de la Repblica, que queda en total desorden y zozobra43. Csar en su
consulado legisla en contra de los intereses de la Repblica, para favorecer a la
plebe y sin estar a la altura de su mando. Trata de conseguir la aprobacin de
sus leyes por la fuerza44.
3.3. Transgresiones oportunas
Por ltimo, el caso ms significativo de actuacin poltica es el de los
personajes que incumplen o olvidan puntualmente las leyes por patriotismo
o preocupacin por el bien comn45, contraviniendo el principio terico de
que la ley humana no puede justificar acciones injustas del gobernante46: La
prevalencia del bien comn sobre las leyes se acepta en los praecepta gerendae
reipublicae (817C-E), donde Plutarco propone que el hombre de estado
compita en inters, previsin y preocupacin por el bien comn. La ley, en
estos casos, concede la primaca en el gobierno a quien hace lo justo y sabe
lo que es til (817D) y recuerda el ejemplo de Filopemen que, sin esperar
rdenes, se lanz al ataque y liber la ciudad de Mesene.
Con frecuencia Plutarco se hace eco del conflicto entre la actuacin
moral y los preceptos legales contemplado por Platn en el Poltico, cuando
en la misma obra explica que el buen poltico puede contravenir las leyes
41
Mar. 43.3: , ,
,
, ,
, .
42
Caes. 35.6:
,
' ,
, .
43
Caes. 33.1: ,
,
,
, ' ,
,
' ,
' .
44
Caes. 14.2-10: <>
, ,
,
.
45
Cf. T. Duff 1999: 131-132.
46
L. Van der Stockt 2004: 148-149.
17
48
18
55
Comp. Phil.-Flam. 3.1-3:
,
. 2
,
. 3 ,
<>, ,
, ,
. 4
,
.
56
Mar. 42.4:
, ,
,
, ,
. Cf. sobre esta forma de ser de Octavio, 42.7:
,
, ,
. Cf. A. Prez Jimnez 2005: 133-134.
19
Referencias bibliogrficas
Geiger, J., Plutarchs Parallel Lives: The Choice of Heroes, Hermes, 109,
1981: 85-104.
Hershbell, J. P., Plutarch on Solon and Sophia, in A. G. Nikolaidis (ed.),
The Unity of Plutarchs Works, Berlin-New York, 2008: 489-499.
Van der Stockt, L., With followeth Justice always (Plato, Laws 716a).
Plutarch on the Divity of Rulers and Laws, in L. De Blois, J. Bons, T.
Kessels & D. M. Schenkeveld, The Statesman in Plutarchs Works, vol. I,
Leiden-Boston, 2004: 137-149.
20
Vela Tejada, J., El Banquete de los Siete Sabios y la Vida de Soln de Plutarco:
mito poltico y contexto literario, in A. G. Nikolaidis (ed.), The Unity of
Plutarchs Works, Berlin-New York, 2008: 501-514.
21
22
Pericles, un modelo de ?
Pericles, un modelo de ?
Mnica Durn Maas
Universidad Complutense de Madrid
Abstract
At the beginning of Plutarchs Life of Pericles, Plutarch says that Pericles is, above all, a model
of affability and justice ( : 2.5.5). Nevertheless, in his later
exposition, the author comments on some aspects of his character that invite us to question his
impartiality, at least in judicial matters. For this reason, we aim to explore the meaning of the
term in the context of the Life of Pericles in order to understand why the statesman
is a prototype of this virtue for our author.
23
24
Pericles, un modelo de ?
25
de Aristteles8. Para el primero (Pl., R. 433a; cf. Pl., Smp. 209a), la justicia
debe presidir a todas las dems virtudes y as parece reflejarse tambin, por
ejemplo, en el comienzo de la Vida de Arstides a la que antes hacamos
referencia9, donde la se destaca como principal. Adems,
Plutarco incluye en otras Vidas (e.g. Demetr. 1.4; Ages. 23.5; Dio. 47.6-7)
la justicia () entre la ms perfecta de todas las artes, junto con
la templanza () y la prudencia ()10. Para Platn, la
justicia es una virtud estrechamente vinculada a la convivencia social11 que
consiste en un ajuste, de acuerdo con el cual cada parte del alma y cada
miembro de la ciudad debe cumplir la funcin que le es propia a fin de
lograr la armona anmica y la poltica12 y ste es el concepto de
que asumir el Estagirita, para quien la justicia de la ley es toda la virtud
(cf. Arist., Rh. 1366b). Desde esta perspectiva ideolgica parece encajar
mejor la afirmacin de Plutarco al comienzo de su opsculo: la
encabeza efectivamente el texto porque es una virtud imprescindible en
el gobernante y de esta manera la justicia, al menos a nivel conceptual,
preside a las dems virtudes, aunque luego no se vuelva a hacer referencia
a ella.
propias de su clase (Pl., Rh. 434c), lo cual proporciona un equilibrio que asegura la unidad.
Ahora bien, dado que se establece en esta obra un paralelismo entre el individuo y el Estado
(... el hombre justo en tanto que es justo no se diferenciar en nada de un Estado justo, sino
que es perfectamente semejante a l, R. 435a), resulta que la justicia en el individuo consistir
en que las distintas partes del alma cumplan su respectiva funcin, de suerte que, finalmente, se
establezca el gobierno de la razn. En todo caso, la justicia es un bien moral sujeto a la decisin
personal, por lo que slo puede llegar a ella quien posea el conocimiento adecuado, esto es, el
sabio, el filsofo.
8
Para Aristteles, la justicia es una de las virtudes ms tiles para el logro de la felicidad.
Cf. notas 6 y 11.
9
En efecto, tambin Arstides es modelo de justicia en Arist. 6.1.1-6.3.3:
.
(De todas las virtudes de Arstides la justicia atraa ms la atencin
de la mayora por ser su uso ms perdurable y general. Por eso, siendo un hombre pobre y
plebeyo adquiri el ttulo ms regio y divino de Justo, lo que ningn rey ni tirano envidi, sino
que se complacan en ser denominados Poliorcetes, Ceraunos y Nictores, y algunos guilas y
Halcones, prefiriendo, segn parece, la reputacin de la violencia y la fuerza ms que la de la
virtud). Trad. de J. M. Guzmn Hermida 2007.
10
Vd. el estudio de F. Frazier 1996: 177-195 en el que trata de las cuatro virtudes cardinales
establecidas por Platn (Lg. 964b 3-6) presentes en Plutarco, a saber, , ,
y , virtudes de las que habla tambin Aristteles (Rh. 1360 b 24).
11
Para Aristteles (Ret. 1362 b 28) la justicia es un bien porque es conveniente a la comunidad.
12
Vd. M. B. Foster 1984: 42 y 64, J. L. Lpez Aranguren 1990: 249-255 y P. Azara
2007: 215.
26
Pericles, un modelo de ?
27
polemarco (Per. 9.4); gracias a l17, el pueblo adquiri malos hbitos a causa de
la institucin de salarios pblicos con los cuales, de sabio y trabajador que era,
se hizo gastador e indisciplinado18 (Per. 9.1); corrompi a la multitud con el
dinero de los espectculos y la paga de los juicios y con otros salarios y ayudas
(Per. 9.3); Plutarco destaca la responsabilidad de Pericles en el ostracismo de
Cimn19 del ao 461 a.C. e incide en que todos los amigos de ste, a los que el
estadista haba acusado de apoyar a Esparta, fueron aniquilados sin excepcin,
lo cual produjo un gran arrepentimiento entre los atenienses (Per. 10.3)20 que
motiv a Pericles a decretar su regreso21; Plutarco recoge su fama de grosero al
comienzo de la biografa donde dice que el poeta In de Quos afirmaba que
el trato de Pericles era presuntuoso y algo vanidoso y que con sus jactancias se
combinaba un gran desdn y desprecio por los dems (Per. 5.3), actitud22 que
luego vuelve a ponerse de relieve en la descripcin de su respuesta a Elpnice,
lo cual contrastaba con Cimn, de quien el autor alaba el tacto y la delicadeza
(Per. 5.3); Plutarco recuerda las acusaciones formuladas por sus adversarios que
consideraban que Grecia era vctima de una terrible injusticia y una tirana
manifiesta (Per. 12.2), as como las crticas de los poetas cmicos acerca de su
poltica, ms semejante a una tirana que a una democracia (Per. 16.1) o las
acusaciones de promiscuidad23 que giraban en torno a su persona (Per. 13.15
y 13.16); Plutarco cuenta, adems, que Pericles decidi apoyar a los milesios
17
Adems, Plutarco pone de relieve el hecho de que, siendo aristcrata, se acerc al pueblo,
lo cual se hallaba en aparente contradiccin con los intereses de su clase. Vd. Per. 7.3-6.
18
En este punto, Plutarco se dispone a analizar el cambio que se produjo en la sociedad
ateniense a fin de dilucidar si se deba realmente a los privilegios (fiestas, espectculos, comidas,
etc.) que Pericles concedi al pueblo. En relacin con estos ltimos, el de Queronea recoge el
testimonio de Aristteles (Ath. 27.4), segn el cual recurri para ello al reparto de los bienes
pblicos por consejo de Damnides de Ee, aunque probablemente se tratara de Damn, hijo de
Damnides.
19
Plutarco no oculta sus preferencias por Cimn, el hijo de Milcades, al relatar el
enfrentamiento entre ste y Pericles.
20
Tambin Tucdides alude a esta gran carnicera acaecida durante la batalla de Tanagra en
el 457 a.C.
21
Plutarco (Per. 10.4) aade otra versin segn la cual Pericles habra pactado secretamente
con Cimn por mediacin de la hermana de ste, Elpnice, de suerte que en realidad Cimn
habra zarpado con doscientas naves al mando de las operaciones en el exterior, en tanto que
Pericles se habra quedado al mando de la ciudad.
22
Paradjicamente, Plutarco afirma tambin que Pericles tena una voz agradable y una
lengua rpida y gil en la conversacin (Per. 7.1), ya que consultaba a Anaxgoras para lo relativo
al lenguaje y la diccin (Per. 8.1) y no tomaba parte en los asuntos de gobierno por miedo al
ostracismo (Per. 7.2). Hallamos de nuevo esta aparente contradiccin en Per. 8.4, donde el de
Queronea recuerda que los comedigrafos llamaban a Pericles olmpico porque tronaba y
relampagueaba al hablar y porque llevaba un terrible rayo en su lengua (Ar., Ach. 530), frente
a Plu., Per. 8.6, donde afirma que el estadista era sumamente precavido en el decir.
23
En esto el propio Plutarco reconoce que, pasado el tiempo, es difcil conocer la verdad, ya
que, a veces por envidia y mala voluntad, o bien por complacencia y adulacin, se tergiversa la
verdad (Per. 13.16).
28
Pericles, un modelo de ?
contra los samios para complacer a Aspasia, pues ella era originaria de Mileto24
(Per. 24.2 y 25.1) y aade que los cmicos acusaron a Pericles de haber hecho
votar el famoso decreto de Mgara porque los megarenses haban raptado a
dos cortesanas que pertenecan a Aspasia (Per. 30.4)25. Como resultado de este
cmulo de virtudes, Plutarco afirma que la desgracia familiar que afectaba a
Pericles, a saber, la muerte de sus dos hijos a consecuencia de la peste, era
segn los atenienses la justa pena por aquella soberbia y orgullo (Per. 37.5). Y,
a modo de colofn de su mal hacer, recuerda que al final de sus das se volvi
ridculamente supersticioso (Per. 38.2), pese a las buenas enseanzas de su
maestro Anaxgoras (Per. 6.1).
As pues, el de Queronea transmite una imagen ambigua26 del estratego, ya
que tras contarnos tantos defectos, la Vida de Pericles concluye con alabanzas:
un hombre semejante merece nuestra admiracin por la moderacin y la
afabilidad que siempre conserv (Per. 39.1). De este modo, siendo sta
la obra que, junto a la Historia de la guerra del Peloponeso de Tucdides, ms
ha contribuido a la imagen postrera de Pericles27, hemos de atribuir la visin
positiva que de l ha llegado hasta nosotros a un efecto tanto de primaca como
de recencia28.
La justicia de Pericles
Volviendo al tema de la justicia en nuestro personaje, hay dos aspectos
importantes sobre los que reflexionar: su relacin con el sistema judicial y la
justicia de su proceder poltico. Con respecto a lo primero, Plutarco refiere
varios momentos significativos de la vida del estadista vinculados a contextos
judiciales en los que se aprecian, ms que la virtud del personaje en cuestin,
las carencias del sistema de justicia29 de poca clsica. As, a propsito del pacto
acaecido entre Pericles y Cimn por intercesin de la hermana de ste, Elpnice,
el Queronense recuerda que ya antes esta misma mujer haba suavizado los
nimos del estadista cuando Cimn hubo de defenderse imputado en una
Cf. Duris de Samos, FGrHist. 76F 65, a quien Plutarco se refiere en Per. 28.2.
Cf. Ar., Ach. 524-527.
26
Cf. Plu., Per. 10.10.7 donde el autor reconoce que Pericles no fue del todo irreprensible,
pues tuvo un espritu generoso y un alma apasionada por la gloria.
27
As, por ejemplo, V. Vanoyeke 2000: 51-66 se centra nicamente en las cualidades
positivas del estratego narradas por Plutarco y Tucdides y considera a Pericles vctima de las
crticas negativas de sus enemigos. Sobre el redescubrimiento de Pericles y su imagen en la
posteridad, vd. C. Moss 2006: 225-245.
28
Los efectos de primaca y de recencia se refieren a la intensidad de la huella que deja un
recuerdo en la memoria, de suerte que es ms probable recordar la informacin aparecida en
primera y ltima posicin, respectivamente. Para una definicin de estos conceptos, vd. Z del R.
Santalla Pealoza 2000: 158-159 y 223-225.
29
Vd. L. Sancho Rocher 2009: 210-211 y 278.
24
25
29
causa capital. En aquella ocasin, Pericles era uno de los acusadores propuesto
por el pueblo y Elpnice acudi a l y le suplic por su hermano. Aunque, segn
Plutarco, Pericles no se mostr muy amable con ella, en el momento del juicio,
y probablemente como consecuencia de estos precedentes, Pericles slo se
levant una vez a hablar, con el fin de justificar su nombramiento, y luego se
march, siendo el que menos perjudic a Cimn de los acusadores (Per. 10.6).
Ahora bien, pese a que el de Queronea introduce esta ancdota sin tomar partido
por su veracidad ( , pareca) y nombra como fuente a Estesmbroto
de Tasos30, tampoco descarta su verosimilitud. En efecto, cuando nuestro autor
tiene una opinin contraria, no vacila en descreditarla como de hecho hace
cuando poco despus introduce la acusacin de Idomeneo31 en relacin con el
asesinato de Efialtes: Pues quin con esto podr dar crdito? (Per. 10.7).
Lo que s parece cierto es que Pericles se vio influido de algn modo por la
peticin de Elpnice y de ser el ms violento de los acusadores, segn dice el
propio Plutarco (Cim. 14.5), se mostr para la ocasin sumamente benigno.
Claro que los juicios de poca clsica carecan del rigor que hoy consideramos
indispensable y a los jueces haba que persuadirlos empleando toda suerte de
recursos al alcance. As, en otro pasaje (Per. 32.5), dice el de Queronea que
el poeta cmico Hermipo llev a juicio a Aspasia por un delito de impiedad,
al tiempo que Fidias y Anaxgoras tambin fueron procesados a causa de un
arranque de los adversarios de Pericles. Pero ste, a fuerza de llorar32 por ella
y de suplicar33 a los jueces durante todo el proceso logr que Aspasia fuera
absuelta. De este modo, si uno consegua conmover a los jueces, podra salir
indemne de casi cualquier causa judicial. Pero el que Pericles llore por su amada
no debe resultarnos tan impropio de un poltico como verlo promoviendo una
guerra por motivos personales. En efecto, Plutarco afirma en Per. 32.6: Y
cuando a causa de Fidias (Pericles) tuvo problemas con el pueblo, por miedo,
aviv el fuego de la guerra que ya estaba a punto de empezar y humeante con
la esperanza de que disipara las acusaciones y quitara fuerza a la envidia,
cuando la ciudad en medio de importantes asuntos y peligros se pusiera slo
en sus manos en razn de su prestigio y autoridad. Tanto si el motivo era
30
Pericles, un modelo de ?
ste34 como si era el de evitar una rendicin de cuentas, como sugiere Diodoro
Sculo (12.39.3), cabe preguntarse si un hombre justo promovera una guerra
para distraer la atencin pblica de un asunto personal, aunque siempre cabe
la posibilidad de pensar que esto no sea sino mera ficcin o deformacin
literaria35.
Sea como fuere, esta ancdota nos impulsa a observar la justicia del
proceder poltico de Pericles que a menudo se ve imbuido de intereses
particulares36. As, en la lnea del ejemplo anterior y segn hemos visto ms
arriba, Plutarco relata que a causa de una sola mujer, Aspasia, Pericles hizo
la guerra contra los de Samos (Per. 25.1). Con esta afirmacin, se pone de
manifiesto que el estadista no es precisamente un modelo de justicia, sino de
parcialidad y, de hecho, el de Queronea parece incluso criticar a su protagonista
al sintonizar con la opinin de Elpnice, quien, despus de la rendicin de los
samios tras nueve meses de encarnizada lucha, le reprocha dicindole: Estos
hechos son admirables y dignos de coronas, oh Pericles, t que nos llevaste a la
muerte a muchos y nobles ciudadanos, no en combate con los fenicios ni con
los medos, como mi hermano Cimn, sino conquistando una ciudad aliada y
de nuestra misma raza (Per. 28.6). As, poco a poco, Plutarco va dibujando una
imagen de Pericles que, si bien no se dice en ningn momento que carezca de
justicia sino todo lo contrario, segn hemos visto al principio , s contiene
pinceladas aqu y all de un proceder poco acorde con lo que esperaramos
de un poltico justo. En efecto, ante la descripcin de cualquier personaje,
tendemos a hacernos una idea global de su personalidad, de suerte que si se nos
dice que se trata de una persona justa, tenderemos a pensar que sus acciones
tambin lo son. Sin embargo, hay ciertas actitudes en el Pericles de Plutarco
que no encajan bien con esta idea que se adelanta al comienzo de la obra y
que debera presidir la vida de nuestro personaje. Para empezar, relata Plutarco
(Per. 15.1) que cuando el estadista ya no tuvo rival poltico plante un gobierno
aristocrtico y que, a veces con persuasin e instruccin y a veces con firmeza y
violencia, puso mano en todo lo que le pareca til, valindose segn la ocasin
de la esperanza y del miedo. De igual modo, nos preguntamos si es un modelo
de justicia moral la persona que le entrega, tan slo y a propsito, diez naves
34
Como recuerda F. J. Frost 1964: 70, gracias al escolio al v. 605 de la Paz de Aristfanes,
deducimos que el proceso contra Fidias (438/7) no coincide cronolgicamente con el inicio de
la guerra (432/1 a.C.).
35
Cf. A. R. Burn 1962: 18-19, quien observa que la imagen predominantemente negativa
del estratego en Plutarco se debe a que sus fuentes para la Vida de Pericles pertenecen
fundamentalmente al mbito de la comedia. Incluso hay quien considera esta actuacin como
una invencin de Esquines, de quien Plutarco toma la ancdota. Vd. A. Prez Jimnez 1996:
499, n. 336.
36
Actuacin contraria al pensamiento de Aristteles (Rh. 1367a 17-22), para quien la
justicia es ms provechosa a los dems que a uno mismo.
31
a Lacedemonio, el hijo de Cimn, con el fin de que no pueda hacer gran cosa
con ellas y sea as posible acusarle de laconismo (Per. 29.1-2); o la que emplea
el soborno como estrategia poltica37. En esta misma lnea, Pericles gastaba
diez talentos anuales que justificaba en las cuentas oficiales en concepto de
lo que haca falta38, aunque, segn Plutarco (Per. 24.1-2), Teofrasto refera
que con este dinero que gastaba misteriosamente en realidad compraba la
paz mientras se iba preparando para hacer mejor la guerra. En cuanto a la
administracin de las finanzas estatales, es bien sabido que Pericles embellece
la ciudad de Atenas a la par que genera puestos de trabajo con el dinero de la
Liga de Delos bajo el pretexto de garantizar la seguridad contra los brbaros
(Per. 12.1)39. Pero los restantes griegos opinan que son vctimas de un terrible
abuso y que Grecia se halla sometida a la voluntad de un tirano, como es natural
(Per. 12.2). Podemos decir que esta estrategia es propia de un gobernante
justo? Incluso, como seala F. Frazier 1996: 163-4 en su perspicaz trabajo, a
propsito de este acto de los ms controvertidos del imperialismo ateniense,
Arstides hace esta reflexin: no es justo, pero es til40. Pero a continuacin
Plutarco introduce un detalle inverosmil: aunque los oradores partidarios de
Tucdides (Per. 14.1) lo acusaban de dilapidar el dinero pblico, no tardaron en
mudar de opinin hasta el punto de que, como por arte de magia empezaron
a dar gritos animndolo a gastar los fondos pblicos y hacer provisin sin
escatimar nada. As, el relato de Plutarco destaca los aspectos positivos de la
poltica econmica41 de Pericles, de suerte que, pese a su discutida gestin del
erario pblico, prevalece finalmente su incorruptibilidad, muy superior a los
atractivos del oro, pues no se qued con nada para sus hijos (Per. 15.3).
Ahora bien, si Plutarco dice que Pericles es un modelo de
debe ser por alguna razn y no fruto de un mero capricho. Pero, como bien
ha visto M. Cerezo 1996: 126, Numa y Soln42 son los autnticos pilares que
sustentan la idea de justicia en la obra de nuestro autor y tambin Arstides
pero no Pericles. Aunque con respecto a Arstides, el de Queronea (Comp.
Arist. Cat. Ma. 3.3) afirma que desacredit con su pobreza a la justicia por
37
Cuenta Plutarco (Per. 22.2-3) que Pericles soborn a Clendridas, el asesor del joven
rey lacedemonio Plistonacte, para que persuadiera a los suyos de que se marcharan del tica.
Como consecuencia, los lacedemonios pusieron una multa al rey y a Clendridas lo condenaron
a muerte. Cf. Th. 1.114.2 y 2.21.1.
38
Cf. Ar., Nu. 858-859; foro, FGrHist. 70F 193; Suda, s.v. .
39
Sobre el conocimiento de esta polmica actuacin de Pericles por Plutarco, vd. W. S.
Ferguson 1904: 5-20. Para un anlisis de la poltica financiera de Pericles, vd. G. H. Stevenson
1924: 1-9 y J. Philippoussis 2000: 277-281.
40
Plu., Arist. 25.3.4: Ntese que esta transferencia
de fondos tuvo lugar despus de la muerte de Arstides, aunque este detalle parece no importarle
al moralista.
41
Para los detalles de esta poltica, vd. V. Vanoyeke 2000: 117-128.
42
Sobre la justicia de Soln, vd. G. Vlastos 1946: 65-83.
32
Pericles, un modelo de ?
33
34
Pericles, un modelo de ?
donde el filsofo deja claro que la afeccin por los bienes materiales es
adversa para la consolidacin del Estado, siendo la ambicin material de los
polticos especialmente daina, por lo que propone separar el poder poltico
del poder econmico a fin de que la nica ambicin del que gobierna sea
la de ejercer sus funciones con rectitud. En sintona con este pensamiento,
Plutarco retrata a Pericles como un hombre que, a diferencia de su maestro
Anaxgoras52, no abandona su hacienda a su suerte, sino que se la encomienda
a su esclavo Evangelo para que lleve las cuentas, al carecer l mismo de
tiempo. As, Plutarco alaba del estadista su forma de administrar los bienes
privados y lo cataloga como un modelo de sensatez, pues saca de lo material
el provecho justo para lo necesario. En este sentido, su modo de vida resulta
un ejercicio diario de la virtud del poltico (Per. 16). Y Plutarco insiste una
y otra vez en este aspecto de su biografiado: es un orador que cuenta con el
apoyo del pueblo y su comportamiento se opone a la imagen del demagogo
que, segn la tradicin, era un orador popular y fcil de comprar53. As, en Per.
5.1., el de Queronea habla de las enseanzas de Anaxgoras de Clazmenas,
que hicieron de Pericles un hombre comedido; en Per. 15.3, afirma que era
desinteresado e incorruptible; en Per. 25. 2-3, recuerda que tambin en el caso
de Samos rechaz el dinero que le ofrecan los notables samios que tena por
rehenes e igualmente rechaz las 10000 estateras de oro que le haba enviado el
strapa de Sardes, Pisutnes, para tratar de que cediera ante los samios; adems,
en Per. 33.3 se dice que declar pblicamente, cuando el rey Arquidamo se
dispona a invadir el tica, que si sus bienes eran respetados por los vnculos
de hospitalidad que le unan al lacedemonio, l mismo los donara a la ciudad;
necesidad. En segundo lugar nadie tendr una morada ni un depsito al que no pueda acceder
todo el que quiera. Con respecto a las vituallas, para todas las que necesitan hombres sobrios y
valientes que se entrenan para la guerra, se les asignar un pago por su vigilancia, que recibirn
de los dems ciudadanos, de modo tal que durante el ao tengan como para que no les sobre
ni les falte nada. Se sentarn juntos a la mesa, como soldados en campaa que viven en comn.
Les diremos que, gracias a los dioses, cuentan siempre en el alma con oro y plata divina y
que para nada necesitan de la humana, y que sera sacrlego manchar la posesin de aquel oro
divino con la del oro mortal, mezclndolas, ya que muchos sacrilegios han nacido en torno a la
moneda corriente, mientras que el oro que hay en ellos es puro. En el Estado, por consiguiente,
nicamente a ellos no les estar permitido manipular ni tocar oro ni plata, ni siquiera cobijarse
bajo el mismo techo que stos, ni adornarse con ellos, ni beber en vasos de oro o plata. Y de este
modo se salvarn ellos y salvarn al Estado. Si en cambio poseyeran tierra propia, casas y dinero,
en lugar de guardianes sern administradores y labradores, en lugar de asistentes sern dspotas
y enemigos de los dems ciudadanos, odiarn y sern odiados, conspirarn y se conspirar contra
ellos, y as pasarn toda la vida, temiendo ms bien y mucho ms a los enemigos de adentro que a
los enemigos de afuera, con lo cual se aproximarn rpidamente a la destruccin de ellos mismos
y del Estado. Trad. de C. Eggers Lan 1986.
52
Paradjicamente, Pericles, preocupado por sus quehaceres, descuid a su maestro. Como
es natural, nadie puede estar en todo.
53
Vd. C. Moss 2006: 211.
35
54
Respecto a la grandeza de alma ante las riquezas, aqul (Pericles) la demostr con no
coger nada de las que le ofrecan, y ste (Fabio) con dar muchas a los necesitados, cuando liber
con su propio dinero a los prisioneros. Es verdad que en este caso la suma no era elevada, sino
unos seis talentos. Pero de Pericles tal vez nadie pueda decir cunto provecho y favores pudo
sacar de aliados y reyes, gracias a su influencia, y en cambio se mantuvo incorruptible y sin
tacha. Trad. de A. Prez Jimnez 1996: 587.
55
Cf. el adjetivo aplicado a un contexto econmico por el propio Plutarco en
Gracch. 9.2.2.
56
Vd. H. Martin 1960: 65-73 y 1961: 334, n. 30: In the Lives, praotes is basically a selfrestraint which avoids excess of every kind, whether physical or emotional, whether within the
individual or in his relations with other people. It manifests itself in the dignity of a persons
appearance, his control of an emotional impulse, and the forbearance with which he treats
another.
57
Vd. A. Prez Jimnez 1996: 415-416 y J. Garca Lpez 2008: 89.
58
La , unida a la justicia, permite a Numa apaciguar y embrujar a los romanos
(Numa 20.4). Vd. tambin Lyc. 28.13.
59
Por ejemplo, se atribuye el fin trgico de Agis a su praotes y a su juventud en Plu., Agis
21.5. Vd. F. Frazier 1996: 233.
36
Pericles, un modelo de ?
37
38
Pericles, un modelo de ?
Referencias bibliogrficas
Durn Maas, M., Las mujeres en la Vida de Pericles en Van der Stockt, L.;
Titchener, F.; Ingenkamp, H. G.; Prez Jimnez, A. eds., 2010: 143-162.
Eggers Lan, C., Platn. Dilogos IV. Repblica, Madrid, 1986.
39
Martin, Jr. H., The Concept of Praotes in Plutarchs Lives, GRBS 3, 1960:
65-73.
Martin, Jr. H., The Character of Plutarchs Themistocles, TPAPA 92, 1961:
326-339.
Moss, C., Pericles, el inventor de la democracia, Madrid, 2006.
Van der Stockt, L.; Titchener, F.; Ingenkamp, H. G.; Prez Jimnez,
A. (eds.), Gods, Daimones, Rituals, Myths and History of Religions in
Plutarchs Works, Mlaga, Utah, 2010.
Vanoyeke, V., Pericles, Madrid, 2000.
40
Cf. Praec. ger. reip. 800B-C; sobre a proairesis poltica, vide A. Prez Jimnez 1995: 363-381.
41
Joaquim Pinheiro
2
No tratado Dilogo sobre o Amor 769B-C, Plutarco resume, desta forma, as principais
qualidades da mulher, a temperana (sophrosyne), a inteligncia (synesis), a fidelidade (pistis), o
sentido de justia (dikaiosyne), a coragem (andreia), e a grandeza de esprito (megalopsychia), que
so, lato sensu, as virtutes que uma polis deve possuir.
42
43
Joaquim Pinheiro
se distingue pelo exerccio da virtude na vida pblica. Nesse sentido, ser justo
um requisito fundamental para quem presta um servio pblico ().
Se para Aristteles a tica est relacionada com o esforo empregue para se
atingir a excelncia no modo de viver (cf. EN, II 1103b e 1114b.), Plutarco, de
igual modo, descreve aces concretas, na defesa de uma virtude tica que se
consubstancia nas atitudes e actividades quotidianas.
Aristides e Cato Censor, duas figuras histricas que surgem algumas
vezes associadas nos Tratados Morais (e.g. De coh. ira 463E, An seni resp. 797A e
Praec. ger. reip. 805E), tiveram, segundo Plutarco, uma entrada tranquila na vida
poltica7 e viveram momentos decisivos para as suas ptrias. A forma louvvel
como se entregaram ao servio da ptria merece ainda maior reconhecimento
pelo facto de no terem ocupado o poder muitas vezes, como Plutarco reala
em An seni respublica gerenda sit 797A. Aristides participou activamente nas
Guerras Medo-Persas e Cato Censor na Hispnia, na Segunda Guerra
Pnica ou na Batalha das Termpilas (191 a. C.), tendo sido tribuno militar
(214 a. C.), questor (204), edil (199), pretor (198), cnsul (195)8 e censor
(184), as magistraturas do cursus honorum9. No caso de Cato, por ter vivido
85 anos (234-149 a. C.), assiste e participa em vrios acontecimentos que
ditariam o domnio do espao mediterrnico por Roma. Apesar disso, as duas
biografias concentram-se na anlise tica, em particular na qualidade moral
do exerccio da politeia, abordando tambm na biografia de Cato Censor a
relao entre os tradicionais valores romanos e a paideia grega. Alm de uma
intensa actividade poltica, Aristides e Cato tm em comum o modo simples
e frugal como viveram. Se na biografia de Cato essa qualidade no surge de
forma evidente associada dikaiosyne, o mesmo no se passa na de Aristides.
O filho de Lismaco, de esprito adverso luxria e ostentao (5.6; 24.1;
25.3-9; 27.1-7; Comp. Arist.-Cat. Ma. 3-4)10, poderia at ser criticado pelas
consequncias da sua penia, uma vez que ela colocou em causa a autarkeia
privada (Comp. Arist.-Cat. Ma. 3.2-4). Esta crtica parece ser tambm dirigida
aos que pensam, como os Sofistas (cf. Pl. Grg. 482e-483d, Prt. 300c e R.
343c-e), que a justia s serve para beneficiar os que governam e mesmo os
injustos, prejudicando quem pratica a pobreza, como o caso de Aristides.
Na sequncia do pensamento hesidico (Op. 286 ss.), digno de louvor para
o bigrafo aquele que consegue conciliar a economia domstica com a justia,
7
Em Praec. ger. reip. 805E, Plutarco explica que ambos cresceram junto de homens clebres e
experientes, Aristides junto de Clstenes e Cato de Mximo (Cf. Arist. 2.1 e Cat. Ma. 2.3, 3.4).
8
Depois de cnsul, serviu novamente como tribuno militar por sua vontade (cf. Cat. Ma. 12.1).
9
Cf. Cat. Ma. 3.3: Plutarco faz referncia ao cursus honorum e como Cato Censor partilhou
com Valrio Flaco as mais elevadas magistraturas.
10
Parece evidente que reuniu as duas vidas, a de Aristides e de Cato Censor, pelo facto de
ambos levarem uma vida simples e frugal.
44
45
Joaquim Pinheiro
46
15
47
Joaquim Pinheiro
de tal forma que deixou de preocupar-se com aqueles que roubavam o errio
pblico, no compreendendo como antes era motivo de escrnio por ser ntegro
na forma como governava e, agora, que se mantinha alheado, era considerado
um .
Pelo valor que atribua justia e pelas suas virtudes, Aristides ganharia
o epteto de o Justo. Note-se, porm, que ele no ganhou o cognome o justo
por ter sido responsvel por alguma constituio legal ou por ser um legalista,
mas antes pela probidade que imprimiu sua carreira e por ter sabido conciliar
a justia com a necessidade da polis. Alm disso, este cognome deve-se a uma
conduta paradigmtica, bem diferente de outros cognomes atribudos a reis
e tiranos, que resultam do uso da fora e da violncia, como Raio, guia,
Falco, entre outros (cf. Arist. 6.2).
Um homem com estas caractersticas, como facilmente se consegue prever,
suscita o apoio de alguns e o dio de muitos. Temstocles, seu rival, comeou a
difundir a ideia entre os Atenienses de que os tribunais tinham perdido a sua
funo por causa da determinao de Aristides em julgar tudo. Para Temstocles,
estava-se a preparar, na clandestinidade, uma monarquia sem vigilncia. Como
reagiu o povo? Embalado pelas vitrias e achando-se merecedor de honrarias,
no apreciava o facto de Aristides gozar de uma reputao superior da maioria.
Por isso, reuniram-se e condenaram-no ao ostracismo ()18,
provavelmente no ano de 482 a. C. Segundo Plutarco, Aristides sofreu esta
condenao por duas razes: a inveja () pela sua reputao e o receio de
que Aristides instaurasse a tirania. Aristteles, porm, justifica a condenao
com o facto de Aristides, defensor de uma economia mais conservadora, se ter
oposto ao plano de construo de trirremes proposto por Temstocles, com o
objectivo de desenvolver novas formas econmicas19.
18
Para Aristteles (Pol. 1284a), o ostracismo , basicamente, uma forma de banir e exilar da
cidade todos os que se tornam uma ameaa, por causa de usufrurem de muito poder. Apesar
de no haver entre os estudiosos uma posio unnime, atribui-se a Clstenes a criao deste
procedimento legal ateniense, em 508-7 a. C.. Trata-se de uma medida preventiva que exilava
por um perodo de 10 anos um cidado incmodo, ou seja, com excesso de poder e que poderia
tornar-se um tirano. O povo escrevia em pedaos de cermica (os ostraka) o nome daquele
que queriam ver condenado. Cada ano a assembleia (ekklesia) votava a continuidade ou no
da condenao. No se confunda este procedimento com o desterro, uma vez que este previa a
apreenso dos bens do condenado. De acordo com a tradio, o ltimo condenado ao ostracismo
foi Hiprbolo, provavelmente em 417 a. C.
19
Cf. Ath. 22.7: No terceiro ano aps estes acontecimentos durante o arcontado de
Nicodemo, foram descobertas as minas de Maroneia e a explorao rendeu cidade um encaixe
de cem talentos. Alguns aconselharam que os porventos fossem repartidos pelo povo, mas
Temstocles ops-se e, sem revelar que destino daria ao dinheiro, defendeu que se emprestasse
um talento a cada um dos cem Atenienses mais ricos; depois, se o investimento agradasse, a
despesa ficaria a cargo da cidade; caso contrrio, o dinheiro seria retirado a quem havia contrado
o emprstimo. Assim que recebeu o dinheiro nestas condies, tratou da construo de cem
trirremes (a cada um dos cem cidados cabia construir uma) e com elas se combateram os
48
brbaros, em Salamina. Por esta razo, foi ostracizado Aristides, filho de Lismaco. (trad. de D.
F. Leo 2003).
20
Pelo facto de os aliados de Atenas louvarem o tributo fixado por Aristides (quatrocentos
e sessenta talentos; cf. Th. 1.96), Plutarco compara, de forma algo exagerada, esta poca de
Cronos, ou seja, Idade de Ouro (cf. Arist. 24.3).
21
Polbio condena os actos de Marcelo (9.10).
49
Joaquim Pinheiro
22
Cf. A. Prez Jimnez 1980. Note-se que para este estudioso o patriotismo a qualidade
mais realada por Plutarco; podemos encontrar um argumento a favor desta tese em An seni
resp. 797A: ,
(De facto, nem Aristides em Atenas nem
Cato em Roma tiveram muitas vezes o poder, mas entregaram a sua vida inteira ao servio da
ptria); a philopatria , sem dvida, um valor apreciado por Plutarco, mas quando o patriotismo
se torna exacerbado muitas vezes nocivo e inoportuno, como prova a biografia de Fcion; em J.
Pinheiro 2006: 23-24 desenvolvemos alguns dos traos do carcter de Aristides.
50
Duff, T., Plutarchs Lives. Exploring Virtue and Vice, Oxford, 2002r.
Frazier, F., Histoire et Morale dans les Vies parallles de Plutarque, Paris,
1996.
Leo, D. F., Aristteles. Constituio dos Atenienses, Lisboa, 2003.
Nikolaidis, A., Plutarchs heroes in action: does the end justify the means?,
in I. Gallo & B. Scardigli (eds.), Teoria e Prassi Politica nelle Opere di
Plutarco, Atti del V Convegno plutarcheo (Certosa di Pontignano, 7-9
giugno 1993), Napoli, 1995: 301-312.
Prez Jimnez, A., Pobreza, justicia y patriotismo en la Vida de Arstides de
Plutarco, Sodalitas 1, 1980: 145-153
51
Joaquim Pinheiro
52
Plutarco y su interpretacin de
leyes griegas
concernientes a la familia y propiedad1
53
de antao. Es por ello que este trabajo se va a orientar a examinar esos desajustes
para averiguar qu grado de inexactitud jurdica tienen las informaciones
plutarqueas sobre cuestiones concernientes a la familia y propiedad. Pero
adems en el anlisis se intentar indagar las razones que motivaron esa
discordancia con la realidad antigua.
Huelga decir que las leyes de Soln tienen una importante presencia en
la obra de Plutarco y mxime cuando a su figura est dedicada una de sus
biografas. Es sabido que Soln emprendi reformas de los ms variopintos
asuntos, pero entre ellos destacamos la regulacin de la familia y, por ende, el
matrimonio. La mayora de los datos aportados por Plutarco al respecto son
ciertos, pero en su interpretacin convergen juicios que vienen dictados desde
su propia perspectiva.
1. El matrimonio y las nmoi agamou
El matrimonio fue considerado por Plutarco como una simbiosis espiritual
entre los esposos en una sympatheia y una koinonia pantos tou biou4, donde prima
el amor y el respeto mutuo ms que la unin fsica de una pareja con vistas
a procrear hijos legtimos. Estos rasgos con los que defini el matrimonio,
Plutarco los aplicar en la exgesis de las leyes nupciales de Soln sin darse
cuenta de que el amor conyugal no fue el fin perseguido en las prescripciones
solonianas sobre el matrimonio. Su objetivo primordial fue la procreacin de
hijos legtimos que heredaran el patrimonio. As, por ejemplo, ocurre con su
comentario a la disposicin legal sobre la obligacin de mantener relaciones
sexuales con la heredera por lo menos tres veces al mes (cf. Sol. 20.4).
En las leyes solonianas sobre el matrimonio de la heredera lo que hay
es un gran poso de inters patrimonial para beneficiar al oikos, que escapa a
los ojos de Plutarco. La perpetuacin del patrimonio familiar fue uno de los
principios en los que se bas la institucin griega del epiclerato. Para lograr
tal fin la hija hurfana estaba obligada a proporcionar un heredero, de ah la
prescripcin de la frecuencia de encuentros sexuales5.
Sin embargo, no es probable que Soln dictase normas para combatir el
celibato y algunas dudas nos sugiere la atribucin al legislador de la
, accin pblica por celibato, que, segn Plutarco, introdujo en sus
normas matrimoniales. Pocos estudiosos aceptan que una accin de este tipo
procediera de Soln, mientras que es opinin general que esta graphe fue
contemplada por la legislacin espartana por motivos claramente patriticos,
4
Sobre ello, cf. la introduccin de Plutarco. Deberes del matrimonio de C. Morales Otal; J.
Garca Lpez 1986: 173. Y tambin Plu., Coniug. Praec. 138D; 140E.
5
Para el anlisis ms extenso de estos temas matrimoniales solonianos que trat Plutarco,
remito a mi trabajo: I. Calero Secall 2008: 520 ss.
54
56
57
10
58
59
l tambin redact la ley sobre los daos causados por los animales cuadrpedos,
en virtud de la cual se ordena que sea entregado el perro que muerde atado
con una cadena de tres codos. La inteligente medida naci por cuestin de
seguridad.
61
22
Respecto a los animales precisa que deban ser cuadrpedos, cf. Ley de las XII Tablas (VIII.
6). Sobre los esclavos, cf. Ley de las XII Tablas (XII 2.b).
23
Cf. H. Van Effenterre; F. Ruz 1995: 236.
62
63
vislumbra en Plutarco un pobre bagaje jurdico o, por lo menos, una actitud menos
interesada en la exactitud legal de antao que en la transmisin anecdtica.
Pues bien, tras el examen de las informaciones que prodiga Plutarco sobre
los temas legales estudiados, cabe concluir que las inexactitudes encontradas
obedecen a errores cronolgicos o son originadas por su tendencia a interpretar
los datos, siguiendo los parmetros tanto propios como contemporneos. Da
la impresin de que Plutarco no ha llegado a penetrar en la idiosincrasia de la
poca antepasada ni a captar el espritu de la ley soloniana y, por tanto, lo que
busca es silenciar todo lo que desmerezca al personaje.
64
Calero Secall, I., Las Vidas frente a los Moralia en las alusiones plutarqueas
sobre Soln, en A. G. Nikolaidis (ed.), The Unity of Plutarchs Work,
Berlin-New York, 2008: 512-532.
Calero Secall, I., Las Leyes de Platn: Afinidades con las prescripciones de
Gortina sobre el matrimonio, in A. Prez Jimnez; I. Calero Secall
(eds.), . Miscelnea de estudios ofrecidos a M ngeles
Durn Lpez, Zaragoza, 2011: 91-102.
Harrison, A. R. W., The Law of the Athens. The Family and Property, London,
1968.
Leo, D. F., Solon. tica e poltica, Lisboa, 2001a.
Morales Otal, C.; Garca Lpez, J., Plutarco. Obras morales y de costumbres,
Madrid, 1986.
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Wallace, R. W., Law, Attic Comedy, and the Regulation of Comic Speech,
in M. Gagarin; D. Cohen (eds.), The Cambridge Companion to Ancient
Greek Law, Cambridge, 2005: 357-373.
Wilson Nightingale, A., Platos Lawcode in Context: Rule by written Law
in Athens and Magnesia, CQ 49, 1999: 100-122.
65
66
Political reforms in the Lives of Lycurgus and Numa: divine revelation or political lie?
In the synkrisis of Lycurgus and Numa, Plutarch stated four reasons to justify
the placing of these two lives in parallel: their wise moderation (),
their piety (), their ability for governing ( ) and educating
( ), and the fact that they both derive their laws from a divine
source ( ). While these first three features are related to
their characters, the fourth concerns their political activity: both reforms were
credited with divine assistance. Both reforms were intended to resolve a stasis:
in the former, people felt that their kings were such in name and station
merely (4.5) and in the second, it is indeed true that it was the pleasure of
all to have a king, but they wrangled and quarreled. Each lawgiver would
establish eunomia for his community; nevertheless, while Spartan eunomia
would last 500 years (Lyc. 29.6), the peace of Numa would last only until
his death. However, such profound reforms would not have been accepted by
people without divine sanction, even though they consist of positive laws, rules
and institutions that are postulated by men among men, a matter of convention.
This paper focuses upon the Plutarchean argument that lies behind the
legitimacy of the political reforms carried out by Lycurgus and Numa, the
1
An earlier version of this paper was given in Coimbra (Nomos, Kosmos and Dike in Plutarch,
2011). I am grateful to the audience for their interesting comments and suggestions. I wish to
thank to Professor Christopher Pelling for reading an earlier version of this text and for offering
many valuable remarks as well as for having improved the English text. Im also grateful to the
scholar Anton Powell and Professor Delfim Leo for theirs readings and helpful suggestions.
67
argument that they were undertaken in order to achieve the best interests
( ) of the state. Plutarch insisted that the ruler had to be the best
of craftsmen and the maker of lawfulness and justice, as well as being the
educator who would discipline an unstable people (Praec. ger. reip. 814A-C).
I. Divine assistance, a topos in the legends of Greek lawgivers
In central Italy, the first lawgivers were actually gods Janus and Saturnus,
Picus and Faunus as B. Liou-Galle 2000: 177 stated: ces rois anciens
reprsentent leur manire le passage du monde sauvage la civilization2.
Accounts of the lives of early lawgivers of Greece, such as Zaleucus, Charondas,
Lycurgus, and Solon, have always been filled with a rich mixture of myth
and invention. In 1893, Julius Beloch, based on the general Indo-European
belief in the divine origin of law, argued that Zaleucus and Charondas were
personifications of sun gods. In a similar way, Eduard Meyer and Wilamowitz
identified Lyko-orgos with the ubiquitous figure of the Arcadian wolf-god
Zeus Lykaios and the Arcadian light-God Lykaon. Thus, the cult of Lycurgus
(like the cults of Helen, Menelaus) was a relic of the ancient Laconian
religion that had survived the early invasions.
The scarce historical data about early Greek lawgivers has led to a
process of infiguration, as Cornford3 put it, when facts shift into legend,
and legend into myth. Thus, as A. Szegedy-Maszad 1978: 210 has pointed
out: This concept of infiguration allows us to treat the stories as a genre,
unified and controlled by certain conventions. In fact, this scholar identified
some topoi that became attached to the names of great legislators: firstly, the
states progress from initial anomia to eunomia; secondly, the main methods of
acquiring instruction, i.e. extensive travel and study with a great philosopher;
thirdly, when the lawgiver is selected to establish order, he must apply all the
knowledge he has acquired on his travels as well as his acquaintance with
philosophers. In addition, some of the lawgivers were credited with divine
assistance4. The material provided by this tradition can be summarized in this
schema: at an initial stage, there is a crisis in the state and a man rises due to
his virtue, education and experience; secondly, there is an intermediate stage,
when the crisis is suspended; finally comes the last phase, when the code is
firmly established and the lawgiver departs5.
On this matter, see the chapter of B. Liou-Galle 2000.
Thucydides Mythistoricus. London, 1907 (repr. New York 1969); apud A. Szegedy-Maszad
1978: 210.
4
See A. Szegedy-Maszad 1978: 204-205.
5
This reflects a dynamic of physis: one is born, grows up, and declines. The biological model
is applied to the forms of government succession by Polybius (6. 8.10). See also J. Romilly
1991: 9-12.
2
3
68
Political reforms in the Lives of Lycurgus and Numa: divine revelation or political lie?
This pattern is one that we can see in Lycurgus and Numa. Lycurgus had
traveled in Crete, Egypt and maybe Libya and Iberia to study their various
forms of government, making the acquaintance of distinguished men like the
poet and lawgiver Thaletas; Numa had lived in the country, far away from the
city, and passed his days with a , the goddess Egeria, and might have
been a pupil of Pythagoras6. Besides, both legitimise their reforms through a
divine source, the former with Apollos blessing and the latter with Egerias
wisdom.
Despite all the energy expended in order to make sacred the first Spartan
institutions and Roman religious reforms, Plutarch sought to rationalize this
notion of divine inspiration as a source of law:
, ,
.
Is it worth while, then, if we concede these instances of divine favour, to
disbelieve that Zaleucus, Minos, Zoroaster, Numa, and Lycurgus, who piloted
kingdoms and formulated constitutions, had audiences with the Deity?
(Num. 4.7)7
,
,
,
,
.
Indeed there is no absurdity in the other account which is given of Lycurgus
and Numa and their like, namely, that since they were managing headstrong and
captious multitudes, and introducing great innovations in modes of government,
they pretended to get a sanction from the god, which sanction was the salvation of the
very ones against whom it was contrived. [emphasis added] (Num. 4.7-8)
At this point, Plutarch was seeking to justify this legend about Egeria
and its traditional credibility, as well as other divine inspirations of earlier
constitutions. According to Plutarch, if it is hard to believe in Numas celestial
marriage, it is equally doubtful that lawgivers who managed to resolve a stasis
would not have attributed their political measures to a divine source. From this
very point we therefore understand how Plutarch takes this divine inspiration
6
On this matter, see R. M. Ogilvie 1978: 89. On the Pythagorean tradition in Rome and
its influence on the legend of Numa, see Ferrero 1955: 109-174 and Marino 1999.
7
All translations are from The Loeb Classical Library with some modifications.
69
as something that was probably an invention, one that was necessary in order
to carry through the planned political reform. Despite Plutarchs disapproval of
, an emotion engendered from false reason (de superst. 165C) or
the most impotent and helpless is superstitious fear (de superst. 165E), some
scholars such as A. Prez Jimnez 1987, 1996, D. Babut 1969: 428 and T.
Duff 2005: 131, have already explored the approval of political manipulation
through superstition in order to achieve a greater end8. Besides the frequent
use of superstition, especially in Numas case (cf. A. Wardmann 1974: 88-89),
we will argue that the well-known Platonic instrument, the noble lie, is behind
these political reforms of both lawgivers. In fact, if we take a look at the lives
of Lycurgus and Numa, we will see that political artifice is present from the
very beginning.
I.1 Lycurgus, beloved of the gods, and rather a god than a man (Lyc. 4.5)
Lycurgus, the best example of a lawmaker (De lat. viv. 1128F) as Plutarch
describes him elsewhere, after his travels returns to his people, who sees in him
a nature fitted to lead ( ), and a power to make men follow
him ( ). The first answer from the Delphic
oracle legitimised him as a legislator and promised him a constitution, which
should be the best of all. Blessed with Apollos approval9, Lycurgus ordered
thirty of the chiefs to strike terror into those of the opposite party, and therefore
both kings (Charilaus and Archelaus) accepted the new political institution:
the Gerousia ( ), which would function like a ballast
for the ship of the state (
), avoiding democracy and tyranny. Having established this first
institution, there would be a second oracle from Delphi, which was the socalled rhetra. This oracle established that the people should be divided into
groups, some into phylai and obai; the council of the elders (gerousia) was also
confirmed, including the two kings (archagetai). Although the people could
not initiate a motion, they had the power to accept or reject the proposals
of the Gerousia. Later, however, when the people perverted this political
mechanism, senators and kings made a proposal which would increase their
power: they could dissolve the session when the people did not ratify the vote
so as not to prejudice the best interests ( ) of the state. Would
Apollo, the first author of this constitution, allow this correction? Plutarch
8
Fab. 4.4-5.1; Dion 24.1-10; Non posse suav. 1101D. Contra M. Cerezo 1996: 162-163
argues that the description of peoples manipulation through superstition by Numa Pompilius
represents an aggressive criticism against this kind of political practice.
9
On the way in which Plutarch and his erudite circle saw Apollo in the first (and second)
century A.D., see A. G. Nikolaidis 2009.
70
Political reforms in the Lives of Lycurgus and Numa: divine revelation or political lie?
answered that both kings were actually able to persuade the city that the god
authorized this addition to the rhetra (
: 6.5). However, none of these changes would be
more definitive than the educational reform, which he regarded as the greatest
and noblest task of the law-giver (14.1). According to Plutarch (21.1), the
contents of law would be revealed during this public education, by examples of
social behaviour, poetry and music, whose themes were serious and edifying.
In fact, it is very suggestive that Lycurgus first measure to initiate his political
reform would be the invitation of the Cretan poet Thaletas, who was also a
Cretan lawgiver, as J. D. Lewis 2007: 50 states, he is said to have brought
certain norms of justice to Crete through his poetry and his music, perhaps
using choral lyric poetry with dance to promote aristocratic norms. Only a
highly regulated and demanding educational system for both sexes, from birth
until adulthood and even older, would obviate the need for written laws: the
law would have its origin in each Spartiate, but also in each free woman; each
one should sanction the practice and guarantee the endurance of the law. In
fact, one rhetra had forbidden the writing of the laws (13.1). We may regard
this process as a way to naturalize a political program in order to become a
matter of custom, which is traditionally stronger than positive law: the rhetra
should become an (29.1) and take its place among those hallowed by
age10. Furthermore, we might suggest another political motivation to justify
the preference for unwritten law, because if it is not written, it can change
whenever political power desired11. In fact, that would happen, when senators
and both kings changed the voting process; this therefore became another
strategy to secure the lasting success of a reform.
When the primitive lawgiver saw that his main institutions were firmly
fixed and that his civil policy had grown enough to preserve itself, he rejoiced
10
One of the most distinguishing features of natural right/custom consists in the fact that
it is unwritten, but inscribed in the memory of the community and revealed by its practices and
social sanctions. Concerning the superiority of custom unwritten law over the positive law, we
can mention Antigones well-known discourse in the discussion with Creon, symbol of legality
of the state (vv. 495-508). We do not intend to discuss here the complex semantic sphere of
agraphoi nomoi. On this matter, see J. Romilly 1971. On the traditional idea of the divine origin
of justice from Hesiod onwards, see the text of F. Becchi in this volume.
11
M. Flower 2002: passim demonstrated that many traditional Spartan features were
actually invented in order to legitimise specific political reforms, such as: the ban on the
ownership of precious metals by a group hostile to Lysander (p. 193), the whole concept
of inalienable and indivisible lots of equal size (p. 196), the abolition of debts (p. 197) were
invented by the King Agis, the general ban on foreign travel (ibidem) which is mentioned by
several fourth-century sources (Xenophon, Isocrates, Plato and Aristotle), but there more
specific restrictions are elsewhere unattested and finally the re-evaluation the role played by
Sphaerus, a friend and advisor to King Cleomenes, in reinventing the agoge (pp. 199-200),
among others.
71
at seeing his cosmos come into being and have its first motion, just as the
Platonic demiurge ( )12. Then, in order to make his system of laws
immortal, Lycurgus reveals once again his , as far as human
forethought could accomplish the task ( :
32.2): he assembled the whole people to tell them that the of the
city depended on their respect for those institutions, which should remain
unchangeable until his return. Thus, the shape of the Spartan constitutional
cosmos would depend on the observance of this original archetype.
Finally, there came the third and last inquiry to Apollo, who gave the final
ratification of the Lycurgean constitution. The lawgiver would never return
home and his civil policy would last for five hundred years13. Thus the people
were misled one more time.
I.2. Numa Pompilius, honoured with a celestial marriage (Num. 4.6)
Plutarch does not engage in such historical polemics with the second king
of Rome as he does with Lycurgus14, even if the only historical fact about this
figure is his own name: it is even possible to study the stages by which his
legendary biography was constructed15. Recently, some archeological evidence
has come to support his existence, namely, the discovery made by Clementina
Panella in 200716. The excavation team led by this archeologist from Romes
Sapienza University uncovered a temple or sanctuary (probably dedicated
to the Goddess of Fortune), which, accordingly to Panella, dated from the
period of Numa Pompilius (8th-7th BC). In addition, no statues or figures were
found, a fact that Panella explains by the suggestion that it has to do with the
prohibition of images of the gods in his temples. In fact, Plutarch in the Life of
Cf. Pl., Ti. 37c, principle of autonomy, .
Modern scholarship is increasingly convinced that Sparta did change profoundly over
the four centuries (6th-3th BC), culturally as well as demographically. See A. Powell 2010: 87,
129 n. 5.
14
According to Plutarch (Num. 3.4), this man of Sabine descent was born in the very day
when Rome was founded by Romulus, that is, the twenty-first of April due to
.
15
See R. M. Ogilvie 1978: 88.
16
The archaeological campaign began in 2006, with the help of 130 students and volunteers,
and has been led by this archeologist, who had been also excavating in the Forum for twenty
years. According to this scholar, the wall of the temple was found seven meters below the surface
and lies between the Palatine and Velian hills, close to the Colosseum, the Arch of Titus and
Via Sacra. Besides the temple, were also found two wells, both full of thousands of objects, such
as votive offerings and cult objects, including the bones of birds and animals, ceramic bowls
and cups. In 2006, Andrea Carandini, Professor of Archeology at La Sapienza, announced that
he had discovered the remains of a royal palace dating to the time of Romulus, which had a
monumental entrance, ornate furniture and tiles, having ten times the size of ordinary homes of
the period. Sources: Richard Owen, Times Online (October 8, 2007).
12
13
72
Political reforms in the Lives of Lycurgus and Numa: divine revelation or political lie?
73
highly controlled educational system similar to the Lycurgean agoge, the peace
generated by Numa would die with him and a new stasis began. His religious
institutions, however, would represent an identifying feature for the entire
Roman people20. In fact, the paired contrast of the warrior-king (Romulus)
and the priest-king (Numa) lies in the very heart of the Indo-European
thought similar to the antithesis of Varuna and Mitra in Vedic Literature ,
as Dumzil (1958: 80) illustrated: Numa compltant loeuvre de Romulus,
donnant lidologie royale de Rome son second pole, aussi ncessaire que le
premier21.
II. The noble lie as a ruling instrument
In the third book of the Republic (389c-d), Plato accepts the act of lying
only when it is done by city leaders for the peoples benefit: The rulers then
of the city may, if anybody, fitly lie on account of enemies or citizens for the
benefit of the state.
Before Plato, there are two important texts on the political function of
religion: the fragment from a drama by the oligarch Critias, and Isocrates
epideictic essay Busiris (24-25) written as a eulogy of Busiris, the mythical
king of Egypt22. The fragment of the former consists of an explanation of the
origin of the laws and a rationalist theory of the origin of religion, describing
it as just a political expedient by a shrewd and wise-thoughted man (
), i.e. the lawgiver: Whence he brought in the
divinity ( ), telling them that there is a diety ( ). By
this discourse he introduced the most welcome of teachings hiding the truth
with a false story ( )23 and he goes even
further, arguing: in my opinion, someone first persuaded mortals to think
that there is a race of deities. Regarding this passage, B. Farrington 1939:
88-106, who traces the part played by this concept in the formulation of
the Platonic doctrine of , eloquently observed that, at this
point, Critias was clearly confusing the political function of religion with its
20
As Polybius (6.56.2-13) demonstrated: the quality in which the Roman commonwealth
is most distinctly superior is in my opinion the nature of their religious convictions. () I mean
superstition which maintains the cohesion of the Roman State. See also F. W. Walbanks
commentary on this passage (1957: 741).
21
R. M. Ogilvie 1978: 88. For a recent revision of Dumzils perspective on the early
history of Rome, see D. Briquel 2006.
22
See also Iambl. VP 179 and X. Mem. 1.4. The idea of the divine origin of law as a socially
useful concept can be found in the Pythagorean literature: on this matter see A. Delatte 1974:
44-46.
23
Fr. 19 Snell (Eleg., Trag. et Phil., Fragmenta). This is an excerpt from Whittakers
translation (21925, Priests, philosophers and prophets. London, p. 77).
74
Political reforms in the Lives of Lycurgus and Numa: divine revelation or political lie?
75
76
Political reforms in the Lives of Lycurgus and Numa: divine revelation or political lie?
man, and helped him in instituting and shaping the government of his State, is
perhaps somewhat fabulous. (). Regarding this passage, D. Babut 1969: 428
suggested that, even though divine filiation is an invention, it is actually une
invention intresse pour exploiter des fins politiques la crdulit publique.
Therefore Plutarch does not exclude the other possibility of special favours
occurring between god and men that are distinguished by their moral value30.
D. Babut 1969: 467-469 also noted the textual concordance between this
passage (4.4) and the text of In the sign of Socrates (593A) which establishes that
il existe des hommes dlite, quon peut qualifier de , ou , et
que la Providence gratifie davertissements ou de prmonitions extraordinaires,
parce que leur puret morale les rend aptes entrer en contact avec le divin
(p. 469).
We see, then, that Plutarchs interpretation of the political reforms
carried out by Lycurgus and Numa consists of another example of the
political function of religion, that idea which we found eloquently
expressed before Plato by the oligarch Critias as early as the 5 th century.
However, by the time that he wrote these Lives, Plutarch was already a
priest of Delphi31. Was he then devaluing the oracle function, reducing
it to a mere instrument of politics? In fact, on the On the Sign of Socrates
(580A), Galaxidorus also reveals a pragmatic view, accepting that a
politician is likely to exploit the peoples superstitiousness in dealing
with them: For men engaged in public affairs and compelled to live
at the caprice of a self-willed and licentious mob this may have its use
to treat the superstition of the populace as a bridle, and thereby pull
them back to the profitable course and set them right 32. In addition,
Plutarchs political vision of the people is clearly derogatory, presenting it
as a multitude that must be controlled or deceived in order to be saved. A
recent study by S. Said 2005: 7 has identified a notable consistency in the
treatment of the demos in Plutarchs work, conditioned by his Platonism
(R. 493 a-e): As a rule, these members of the elite refrain from awarding
the common people any significant place in their writings and, when they
did bother to mention them, it was mostly with disdain. Plutarch (...) is
no exception.
30
Another testimony is Cicero who also manifests his incredulity on these tales and justifies
it with the necessity to mix history and poetry, because while in the former, everything that is
judged is the truth, in the second it is generally the pleasure one gives (N.D. 3.91).
31
Accordingly to C. P. Jones 1966, Plutarch becomes priest of Apollo at Delphi after 96
or possibly earlier and the composition of this pair of Lives is located between c. 96 and c. 120.
32
G. J. D. H. Wzn. Aalders 1982: 50.
77
Conclusion
Having arrived at this point, we can summarize this approach by
distinguishing two different links with a divine entity. The first regards the
connection between the lawgiver and the divinity, which is transmitted
by tradition and becomes a topos usually attached to the names of great
legislators33. The figure of the lawgiver is traditionally attached to the image
of a divinity since his activity, the postulation of a political order, requires this
sacred authority so that it can be observed. This first type of link therefore also
projects a genuine divine source for these political constitutions. However, the
political reforms of Lycurgus and Numa are different, in that they are rules and
institutions postulated by men among men, like a convention: and this provides
our second type of link, where the divine sanction is itself a further human
postulate, a fabricated claim made by the lawgivers because such profound
political reforms would not have been accepted without divine sanction34.
The political lie and the use of superstition represent only useful devices
as expressed in the Republic (389c-d) and before that in Critias fragment to
establish eunomia and for it is both likely and acceptable that rulers will take
advantage of this divine influence over peoples minds for the common good.
Besides, the rationalized version of these traditional mythoi was attested, as
has been noticed, by Polybius (10.2.8-10), Dionysius of Halicarnassus (2.61.2)
and Livy (1.18-21). Being probably inspired by a Pythagorean principle, Numa
did wish to replace the metus hostilis by the metus deorum as unifying force
in the State35. While in the case of Numa Plutarch clearly does not believe
in the legend of Egeria, in the Life of Lycurgus he would pick up the most
divinized version of the tradition36 and rationalize it by resorting to a Platonic
instrument of rule, comparing Lycurgus twice to a physician (4.3, 5.2), just
like the Platonic frequent physician/ lawgiver parallell (Grg. 464b-465e; R.
405a-410b).
Regarding the Spartan Life, the topos of the divine assistance, however, has
to be integrated and analysed in a larger historical perspective: the Spartan
talent for official lying and myth-making as described by A. Powell 2010:
12837. Regarding Spartan internal affairs, this scholar (2010: 126-127)
A. Szegedy-Maszad 1978 and B. Liou-Gille 2000: 174-177.
See also Praec. ger. reip. 813B-C.
35
R. M. Ogilvie 1978: 90 and A. Walbank 1967: 741.
36
Diodorus Siculus 7.12; [Xenophon], The Polity of the Lacedaemonians I. 2; Ephorus ap.
Strabo 10.14.19 (= FGrHist 70F 149).
37
M. Flower 2002 has made penetrating observations on the construction of the Spartan
mirage through a process of invention of tradition, i. e., traditions invented, constructed and
formally instituted at a specific point in time and for a specific purpose, for instance, every
time the Spartans changed something in their society, they attributed the change to Lycurgus.
33
34
78
Political reforms in the Lives of Lycurgus and Numa: divine revelation or political lie?
presented the full list of the royal rulers of the Agiad and Eurypontid houses
over the period 500-395 BC, demonstrating that most (seven out of eleven)
royal rulers of Sparta were either killed, enduringly exiled or threatened with
exile. Thus, the use of divine sanction in secular matters became an effective
political device used by kings in times of insecurity, such as from the reign of
Kleomenes until Agesilaus. Thus, the so-called Spartan stability and internal
concordance was actually no more than a convenient image, successfully sold
to the wider Greek world at the same time as Sparta was beset by striking
internal conflicts.
On the contrary, in the case of the Roman counterpart, religion played
an important role within the Roman collective memory38 as well as in the
political field, as Polybius (6.56.2-13) said: the quality in which the Roman
commonwealth is most distinctly superior is in my opinion the nature of their
religious convictions. () I mean superstition which maintains the cohesion
of the Roman State. However, unlike the Spartan lawgiver, Numa participates
in the order created by him, while Lycurgus, being so external to his own
order, must depart in order to force the people to obey the laws without the
force of his personality39. Thus, if Lycurgus is superior to Numa due to his
educational reform40, the greatest and noblest task of the lawgiver (Lyc. 14.1),
turning Sparta into a , Numa seems to have realized the
Platonic ideal of philosopher-king long before Platos Republic: the power of a
king should be united in one person with the insight of a philosopher, thereby
establishing virtue in control and mastery over vice (Num. 20.7)41. In the work
To an Uneducated Ruler (780C), Plutarch alludes to the Hellenistic theory
of the king as divine living law42 ( 43), according to whom the
ruler should follow the law of reason which will lead his rule to the necessary
stability: not law written outside him in books or on wooden tablets or the
like, but reason endowed with life within him. As Plutarch puts it, and the
ruler can only reach this lofty ideal through philosophy44.
To sum up, there is no real contradiction between Plutarchs general
disapproval of superstition and the religious and political lie, which legitimated
both reforms of Lycurgus and Numa. In fact, they were just techniques that
In fact, he argued that this device was used so often that he concluded that any synthetic
history of Spartan institutions is impossible (idem, p. 192), as the tradition of the ancestral
(i.e. Lycurgean) iron currency, for instance.
38
See also G. Dumzil 1958.
39
J. D. Lewis 2007: 63.
40
On this matter, see P. Desiredi 2002.
41
Cf. Pl., R. 487e, Lg. 711E.
42
See also G. J. D. H. Wzn. Aadalers 1982: 45 and D. Babut 1969: 85-87.
43
Cf. Plu, De Alex. fort. aut virt. 1, 330D; Alex. 52.5 and Art. 23.5.
44
G. Roskam 2002: 180.
79
45
46
80
Political reforms in the Lives of Lycurgus and Numa: divine revelation or political lie?
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83
84
II.
Nomos and Kosmos
85
86
The term is one of those words whose semantic range and versatility
most surprises philologists, since even words which are etymologically derived
from it can be seen to bear the imprint of its diversity. When Plutarch, in
the second century AD, uses it to characterize the position of women in the
context of a loving relationship, especially marriage and I refer mainly to
the works Conjugalia Praecepta, Consolatio ad Vxorem and Amatorius , there
is already an immeasurable philosophical and linguistic tradition conveyed by
. Thus, this study aims to analyse, briefly but as completely as possible,
the appropriation and manipulation of this term by Plutarch.
According to Liddell-Scotts Greek English Lexicon, has two
primary meanings: (1) order, that corresponds to the semantic value of
(cf. Latin ordo)1, and, also related to the previous one, (2) ornament
or adornment (cf. Latin ornamentum, ornatus). In fact, they both came to
signify the same idea of aesthetical organization of unrelated elements and
it is actually difficult to detect which one comes first in Greek language
and literature. In relation to its more concrete and scientific sense still used
nowadays cosmos or cosmic order it is traditionally ascribed first to
Pythagoras (apud Placit. 2.1.1, D.L. 8.48; cf. [Philol.] 21) and Parmenides
(Thphr. ap. D.L. l.c.), although it is already found in the fragments of their
predecessors, such as Anaximander (fr. 12A 10 Diels) and Anaxymenes (fr.
13B 2 Diels). Nevertheless, it must have reached this meaning, in a definitive
way, by the time of Empedocles (fr. 134 Diels)2. However, Greek literature
1
E.g. Il. 10.472 ( ), Od. 8.179 ( ), Il. 2.214, Od. 13.77, Il.
12.225; Hdt. 2.52, cf. 7.36; Ar. Av.1331; Pi. P. 3.82; A. Ag. 521; Hdt. 8.86, 9.59, 9.66; Th. 3.108;
A. Pers. 400. It also started to relate to the specific order of States (e.g. Th. 4.76, cf. 8.48, 67;
Hdt. 1.65).
2
For another examples see Heraclit. 30 Diels (
87
, ); X. Mem. 1.1.11 (
.), Pl., Grg. 508a, Ti. 27a, etc.; Arist. Cael. 280a 21 ( .
); Epicur. Ep. 2 p.37 U, Chrysipp. Stoic. 2.168, etc. For other derivated meanings see
Posidon. ap. D.L. 7.139, Isoc. 4.179, Arist. Mete. 339a 20, Herm. ap. Stob. 1.49.44, [Pl.], Epin.
987b, Anaximand. et alii ap. Placit. 2.1.3, etc.
In late Greek it started to have a parallel meaning to (the known or inhabited
world). E.g. OGI 458.40 (9 B.C.), SIG 814.31 ( . referring to Nero), Ep.
Rom. 1.8, etc.; IG Rom. 4.982 (Samos); Ev. Matt.16.26 ( . ).
3
E.g. Il. 2.214, 5.759, 8.12, 8.179; Od. 3.138. See also Hdt. 8.60, 142; Ar. Nu. 914; Th. 1.5;
D. 60.36; X. Cyr. 6.4.3; Arist. EN 1124a 1. Therefore, it opposes to , as expressed in the
fragment of Sophocles (Soph. fr. 762, cit. Plu. Conj. praec. 141E). In fact, in a popular passage
from the Sophoclean Ajax (v. 293), it appears in a misogynist context (,
).
4
In the Conjugalia Praecepta (145A) Plutarch alludes to a similar themed work (with no
mention to the title) that had supposedly been written by his wife, Timoxena. U. Wilamowitz-Moellendorff 1962: 655 suggested that this authorship was fictional and that it was, in fact,
written by Plutarch himself.
88
The Sicilian despot sent clothing and jewellery of the costly kind to the
daughters of Lysander; but Lysander would not accept them, saying, These
adornments will disgrace my daughters far more than they will adorn them.
But Sophocles, before Lysander, had said this:
Adornment! No, you wretch! Naught that adorns
Twould seem to be your crazy minds desire.
For, as Crates used to say, adornment is that which adorns, and that adorns or
decorates a woman which makes her more decorous. It is not Gold or precious
stones or scarlet that makes her such, but whatever invests her with that
something which betokens dignity, good behaviour, and modesty5.
By telling this tale6 about the gifts that might have been received by the
daughters of Lisander, the Spartan general of the V-IV centuries BC to whom
he dedicated an entire biography, Plutarch plays with the double meaning of
, ornament or adornment and moral conduct, or, as to preserve the
ambiguity of the Greek expression, moral ornament. This can be inferred from
the statement that such adornments ( , stricto sensu), more than adorning
the young women (, lato sensu), may in fact be the cause for their disgrace
and shame (). At that moment, Plutarch evokes a distich from a lost
Sophoclean play (fr. 762 Nauck2), in which the same opposition is expressed by the
dichotomy / . We believe that the linguistic use and even the need
of summoning not one but two ancient definitions reveal the acknowledgement
that a delicate matter is being discussed, mostly due to the semantic ambiguity
of the term in use. The ambiguity is not even solved by Crates very simple
explanation ( ). The verb expresses the act
of making a woman , but this statement would only be valid for
physical adornments. Thus it becomes necessary to clarify that the cosmetics
being discussed the one that Plutarch prescribes to Eurydice, the bride to whom
the speech is addressed is not made of gold, gems or lavish fabrics but, instead,
it is based on dignity (), good behavior () and modesty ().
Those are the adornments that make a woman innerly organized and balanced,
those are the accessories of her moral cosmetics.
The same characterization of the ideal woman in the context of marriage
comes later in the same work, when the final advice to the grooms is being
given (145E-F):
All English translations, unless otherwise is mentioned, are from the Loeb Classical Library.
It was probably a legendary story, suitable to different characters. Therefore Plutarch
applied it also to Archidamus (Apopht. Lac. 218E).
5
6
89
, ,
, .
,
,
.
As for you, Eurydice, I beg that you will try to be conversant with the sayings
of the wise and good, and always have at your tongues end those sentiments
which you used to cull in your girlhoods days when you were with us, so that
you may give joy to your husband, and may be admired by other women, adorne,
as you will be, without price, with rare and precious jewels. For you cannot
acquire and put upon you this rich womans pearls or that foreign womans silks
without buying them at a hight price, but the ornaments of Theano, Cleobulina,
Gorgo, the wife of Leonidas, Timocleia, the sister of Theagenes, Claudia of old,
Cornelia, daughter of Scipio, and of all other women who have been admired
and renowned, you may wear about you without price, and, adorning yourself
with these, you may live a life of distinction and happiness.
90
9
The author studies the narratives (realia) presented in another work, the De sera numinis
vindicta, a compilation of the life stories of a few tyrants in the hands of the Providence.
10
In relation to the structure and function of this type of shorter exempla, true autonomous
narratives with a similar paradigmatic function, see F. Frazier 2005 and M. Valverde
Snchez 2007.
91
92
Plato had also used the term and its derivatives in the philosophical
legitimization of paederastic love in order to refer himself to the conduct of
the ideal lover, as a vehicle to achieve Beauty and Good, the aim of the true
Eros. An unequivocal example appears in the Symposium (187d-e), after the
distinction between two Eros and two Aphrodites (180d-182a), a subject
recapped by Plutarch in his dialogue (764B-765D). The Platonic text goes as
follows:
, ,
,
, , ,
Round comes the same conclusion: well-ordered men, and the less regular only
so as to bring them to better order, should be indulged in this Love, and this is
the sort we should preserve; this is the noble, the Heavenly Love, sprung from
the Heavenly Muse.
93
leads a person to make his/her choice by the beauty and virtue of other being
(767A):
[] ( 295),
,
,
,
.
the noble lover of beauty engages in love wherever he sees excellence and
splendid natural endowment without regard for any difference in physiological
detail. A lover of horses takes pleasure in the excellent qualities of Aeth,
Agamemnons mare no less than in those of the horse Podargus. The hunter
has no special preference for male dogs, but also keeps Cretan and Laconian
bitches. So to will not the lover of human beauty be fairly and equably disposed
toward both sexes, instead of supposing that males and females are as different
in the matter of love as they are in their clothes?
15
This is a common ground in the discussion. E.g. 770C (
, ,
,
), where , opposing to , seems
to allude to the physical part of a conjugal relationship. Therefore, it reminds and compliments
the Solonian law according to which spouses should have sexual intercourse at least three times
a month, as Plutarch says, definitely not by the pleasure itself but in the same way that cities,
from time to time, renew the pacts that they have among each other because they wanted to
revitalize the marriage from the complaints that accumulates day by day with such a display of
affection (769A-B: <>,
,
).
16
J. F. Martos Montiel 1990, 1999a, 1999b: 111-125 developed the notion of calculation
of pleasure by the conception of a that gathers Platonic, Aristotelian and
Epicurean influences, and departs from the stoic . About the reception of Epicurism in
Plutarch, mainly in the Amatorius, see A. Barigazzi 1988.
95
pale images of those other adornments with which she embellishes her soul.
Hence, by comparison, Timoxena the authors wife is the ultimate model
to work on the descriptions of other historical or legendary examples. The
Galatian Camma17 (Amatorius 768B-D; Mulierum Virtutes 257E-258C) and
Empone18 (Amatorius 770D-771C) are perhaps the most polished examples.
However, the question cannot be read in every work that we have discussed
in the same terms. F. Frazier 2008b: XX has hit the target when saying:
sans doute nest-il pas difficile non plus de dgager une certaine rhtorique de
lexagration dans la dfense de lamour conjugal de Plutarque, particulirement
sensible dans sa condamnation des viragos austres (753D), assez diffrente
des propos plus mesurs quil tient sur le thme dans ses Prceptes conjugaux.
As we have previously mentioned, it is clearly Plutarchs intention, with the
Amatorius, to present his readers with a limit situation illustrated by limit
examples19, and that is why, in this dialogue, Ismenodora is so different from
Timoxenas model in the Praecepta. Nevertheless, both these women have an
inner ability to inspire true love, the one that lives by the correct combination
of pleasure and friendship; a combination already consummated in Timoxena,
but also possible in Ismenodora. She may thus be seen, despite her singularities,
as a more practical and realistic feminine prototype.
17
The character of Camma was studied by F. Frazier 2005 and F. E. Brenk 2005. She
was an authentic romantic heroine. After her husbands death, when his assassin wanted to
marry her, she pretended to be interested in him and then killed him, by poisoning, and ended
up committing suicide. This story is not transmitted by any other source before Plutarch, being
developed in the Amatorius and, and in a greater extent, in the Mulierum Virtutes. Nevertheless,
this episode is addressed by Polienus (Strat. 8.39) in a very similar way to Plutarch, mostly to
the version portrayed in the Mulierum Virtutes. Therefore, one may come to think that Polienus
knew Plutarchs version, the one that influenced at least two tragedies in the Modern Period:
Camma, reine de Galatie, of T. Corneille (1661), and The Cup, of Alfred Lord Tennyson (1884).
18
Other sources are Tac. Hist. 4.67 and D.C. 65.3. We have studied this character ourselves,
in a recent paper: C. A. M. Jesus 2011.
19
The Amatorius is pertinently understood as an exercise of rhetoric of exaggeration by F.
E. Brenk 2000: 45-60.
97
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99
100
101
A importncia de Octvia neste processo poltico pode averiguar-se por Plu. Ant. 35.
Sobre esta questo, ver C. Pelling 1994: 202, e S. Treggiari 2002. As diligncias legais
referidas por Plu. Ant. 31.5 sugerem que tudo ter sido tratado com o maior cuidado legal.
Certamente um casamento in manum, eventualmente na forma de confarreatio. Na verdade, as
vicissitudes de Octvia aquando da separao de Antnio, bem como a forma como Octvio
agiu em relao irm, levam-nos a tratar estas questes com cautela, nomeadamente se a forma
de casamento teria sido cum manu ou sine manu. Octvia comeou por se recusar a abandonar a
casa do marido, quando o irmo lho pediu. Vd. S. Treggiari, 2002: 468-469.
4
5
102
desejado por Octvio, que ao mesmo tempo rene argumentos para declarar
guerra a Clepatra. Mas o seu principal objectivo , naturalmente, afastar de
vez a concorrncia de Antnio ao poder em Roma. A batalha de ccio no ano
seguinte, em 31 a.C., abriu caminho para a invaso romana do Egipto, no ano
seguinte, marcada pelos suicdios de Antnio e Clepatra.
O que nos interessa destacar neste processo, de modo a salientar os
conceitos de nomos e kosmos, atem-se precisamente relao dbia que se
estabeleceu entre o tribuno romano e a rainha do Egipto no perodo em que
durou o casamento daquele com Octvia. Como assinalmos, as diligncias
tomadas aquando da unio de Antnio com a irm de Octvio levam a crer
que o matrimnio ento celebrado se ter pautado pelas regras que faziam
do casamento romano um consrcio legtimo, i.e., de acordo com o nomos,
pois s desse modo teriam todos os seus derivados (heranas e transmisso de
propriedade, descendncia, e at mesmo o exerccio do poder) sido igualmente
legtimos (vd. Ant. 54.1). De outra forma, essa teria decerto sido uma unio
desacreditada e por conseguinte politicamente nula.
J o processo de divrcio, habilmente usado por Octvio nas suas pretenses
polticas, no ter sido pacfico, inclusive por merc da resistncia de Octvia
a separarse do marido (vd. Ant. 54.1)6. O facto que a atitude de Octvio
para com a irm denuncia tambm o ultraje de que ela fora alvo e que foi
publicamente reconhecido. O divrcio de Antnio e Octvia ter dado, alis,
que falar entre os Romanos, como se depreende da anedota transmitida por
Sneca-o-Velho nas Suasoriae. Conta-se que, precisamente porque se achava
casado com Octvia ao mesmo tempo que coabitava com Clepatra, algum
em Roma ter escrito na base de uma esttua que o representava: Octvia e
Atena para Antnio; e leva o que teu (Sen. Suas. 1.6)7.
Esta nota indica que, entre os Romanos, se considerava a unio de Antnio
e Clepatra, pelo menos, ilegtima. Na mesma linha discursiva e a julgar pelas
informaes dadas por Plutarco, quando em 37 a.C. Antnio voltou ao Oriente,
a paixo (sintomaticamente, Plutarco usa eros) por Clepatra, que parecia
adormecida e enfraquecida pela presena de melhores influncias, reacendeuse de forma violentssima, acabando por levar vivncia comum, marital
mesmo, de ambos, qual decerto, frisamos, no ter sido estranha uma forte
motivao poltica (Plu. Ant. 36.1). Plutarco chega mesmo a evocar a clebre
metfora do Fedro de Plato, para descrever o que acontecera com Antnio por
Cf. C. Pelling 1994: 248.
Trata-se de uma frase escrita em grego (Oktaouia kai Athena Antonioi) e em latim (res tuas
tibi habe), correspondendo esta segunda parte frmula do divrcio romano. O cnjuge que
desejava o divrcio informava o outro, oralmente, por escrito ou por um mensageiro, de que
devia recolher os seus bens pessoais e abandonar o domiclio comum. Ver S. Treggiari 2002:
446-448.
6
103
104
105
16
17
106
Bibliografia
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107
108
D. Babut 1984; A. Barigazzi 1988, now collected in A. Barigazzi 1994: 213-234. The
109
Aldo Setaioli
The most striking section of the part devoted to the nature and essence
of daimones, and in particular to each mans personal daimon, is the Timarchus
myth (22, 590B-592E), related by Simmias, concerning the formers descent
into Trophonius grotto at Lebadeia and the vision he experienced while
there. This is preceded, in an earlier section of the dialogue, by Galaxidorus
rationalistic attempt to reduce Socrates daimon to commonplace divination,
such as the omens one could draw from sneezes or various fortuitous
occurrences, although he does not expressly deny the existence of daimones
(12, 581F-582C). The myth comes immediately after a speech by Simmias,
in which the latter expresses his own opinion about Socrates daimon and on
daimones assisting humans (20, 588C-589F). It is only at the insistence of one
of the other speakers, the soothsayer Theocritus, that Simmias goes on to relate
Timarchus myth (21, 589F-590B). The myth is then followed by a speech by
Theanor (24, 593A-594A), in which this Pythagorean character adds his own
point of view concerning the daimones which assist men during their lives.
Some of the most interesting ideas on the subject are found, in my opinion,
in the myth of Timarchus. Though he had gone down into Trophonius grotto
to inquire about Socrates daimon, the revelation he receives concerns daimones
in general. It should be noticed, in the first place, that Timarchus experiences his
vision through his soul ( but we shall come back to the ambiguity of this
term) in a state of separation from the body (22, 590B: c c
c c c c
.), pretty much like Thespesius in the De sera numinis vindicta (23, 563E).
At first he experiences a vision of the cosmos, in which the celestial bodies
appear to him as colorful islands in an equally colorful sea. Plutarch adds many
astronomical details, for whose explanation we may refer to Hanis edition and
to other scholars who have studied this part of the myth.2
The section that most closely interests us begins at the moment
Timarchus turns down his gaze to a huge circular gulf, like a sphere cut in
half , as Plutarch says (De gen. Socr. 22, 590F
c c), steeped in total darkness and in a state of turmoil,
from which rose cries of animals, babies, men, and women. According to
Hani3 this sphere cut in half represents the earths lower hemisphere, on which
the hereafter was located according to some widespread conceptions.4 But,
Belles Lettres editor of the dialogue, J. Hani 1980: 60-62, also favors the dialogues unity.
2
J. Hani 1980: 226-228. See also A. Prez Jimnez 1996, with the bibliography quoted
and discussed. For the Timarchus myth in general see e.g. W. Hamilton 1934; G. Mautis
1950; J. Hani 1975 (mainly about the shamanistic elements in the myth); R. M. Aguilar 1996;
I. Gallo 2001.
3
J. Hani 1980: 228. According to G. Mautis 1950: 208 the sphere cut in half is the earth itself.
4
Cf. e.g. F. Cumont 1942: 35-103.
110
as Cumont already remarked,5 the earth, or its lower hemisphere, would not
appear as a hollow gulf to anyone looking at it from above, but rather as a
convex bulge. In my opinion, this sphere cut in half is the lower celestial, rather
than the lower terrestrial, hemisphere. The stars of the southern sky shine over
the abode of the dead in some famous Virgilian lines too (G. 1.242-243):
hic vertex nobis semper sublimis, at illum/ sub pedibus Styx atra videt Manesque
profundi (the celestial pole of our hemisphere is always overhead, but the
one below is visible to black Styx and the spirits of the deep). I will not try
to solve, for lack of time, the problem of whether the cries rising up from the
dark gulf are those of souls who have been forced to reincarnate in our world
as people or beasts, or come from the abode of the dead. In particular, are the
cries of babies Timarchus hears those of newly born infants or of children who
died before their time, like Virgils untimely dead, the of the sixth book
of the Aeneid (6.426-429)?6 Plutarch may well have fused the conception of
Hades as the earths lower hemisphere with another widespread eschatological
idea identifying our life on earth as the real Hades, so that the earths lower
hemisphere (placed under the stars of the southern sky) could be regarded in
turn both as the abode of the dead after life on earth and, symbolically, as the
very location of our terrestrial life.
Be that as it may, the part concerning the fate of the souls and the
conception of the daimones, holding the greatest interest for us, begins at this
point. Now, also, a new character enters the scene: Timarchus mysterious,
invisible guide, who will instruct him without ever being perceived by his
eyes. From what he says (De gen. Socr. 22, 591A: c ,
c ; 591C )7 we gather
that this guide is one of the terrestrial daimones ( c) who
dwell on the moon. His explanations still concern, at first, cosmic details,
such as the four principles (life, movement, generation process, decay)
dividing the cosmos into three zones, each presided over by one of the three
Fates.8 But now the cosmological picture is closely connected with the fate
of the human soul and the doctrine concerning the daimon.
F. Cumont 1942: 56 n. 2.
F. Cumont 1949: 315 thinks that both in Virgil and in Plutarch the crying babies have
died before their time. G. Mautis 1950, followed by J. Hani 1980: 229, believes these are
newly born babies; according to F. E. Brenk 1987: 287 these are souls returning from life on
earth.
7
The guide cannot reach the regions higher than the moon (591A). Cf. G. Mautis 1950:
207. The moon is, in fact, the realm of Persephone: cf. Plu. De fac. lun 28, 943B; 29, 944C. The
epithet c is a clear reference to Hes. Op. 122 ( c
).
8
Plu. De gen. Socr. 22, 591B. Cf. De fac. lun 30, 945C-D, where the three Fates are differently
arranged. They come of course from Plat. R. 617c-d.
5
6
111
Aldo Setaioli
Timarchus sees some stars jerking in sharp motions around the huge circular
gulf, while other stars plunge into it and still other come darting up from it.9
These stars are human souls, or, as Timarchus guide puts it, daimones, and come
straight from the closing of the myth of Er, in Platos Republic, as confirmed by the
reappearance of the very verb used by Plato: (to dart, shoot, spring).10
As hinted, the guide explains that these stars are really daimones; but, as we
shall see, both this word and the term soul () are anything but unambiguous.
Here are his words: Every soul partakes of intelligence (c) and there is none
devoid of reason and intelligence; but what of it gets mixed with flesh and passion
undergoes a change and tends to foolishness, as it is affected by pleasure and pain.
Not all souls, however, get mixed the same way. Some plunge totally into the
body and, falling completely prey to derangement, remain perturbed during their
whole life; others get mixed only partially, while partially leaving out their purest
element. This is not tugged down with the rest, but floats at the surface, as it were,
in connection with the mans head, like a buoy indicating a diver who plunged
into the deep; and the soul is kept upright around this emerging part, as far as it
obeys reason and is not dominated by passion. The part immersed in the body is
called soul (), while the part free from corruption is called intellect (c)
by the mass, and believed to be inside themselves, just as they think what appears
as reflection in mirrors to be inside the mirrors themselves; but those who reason
correctly call it daimon, as it is outside themselves.11
As recognized by several scholars,12 the conception of the daimon appearing
here must be read in the light of a famous passage of Platos Timaeus, which
states that the highest part or faculty of the human soul has been given by god
to each man as a daimon,13 whereas elsewhere in Plato the daimon is an external
For the movements of the souls cf. Plu. De sera num. vind. 23, 563F-564A.
Plat. R. 621b: c , c c. Cf. Plu. De gen.
Socr. 22, 591D: c c . In Plato this refers to the souls proceeding toward
incarnation, in Plutarch to those leaving the body; in both cases the movement is upwards.
11
Plu. De gen. Socr. 22, 591D-E: , c c
, c , c
c c . <>
c ,
, ,
c c
, c c c
c .
c c c ,
c c c c c c
.
12
Cf. e.g. W. Hamilton 1934: 181; G. Soury 1942: 160; Y. Vernire 1977: 128.
13
Plat. Ti. 90a: c c ,
c c ,
, c c c c c
9
10
112
guardian assisting every man, as in the Phaidon (107d; 113d) and the Republic
(617d-e; 620d-e), or an entity intermediate between the human and the divine,
or the sensible and the intelligible, as in the Banquet (202d-e). The influence
of this Timaeus passage is made certain not merely by the conception of the
daimon as the highest part or faculty of the soul, but also by the recurrence of
such details as the connection of this daimon with the human head and the
upright position it ensures. There surely are, in Plutarchs text, echoes from
other Platonic dialogues, such as the term (submerged), which
comes from the myth of the Phaedrus 248a (where it is referred to the souls
unable to rise high enough to contemplate the intelligible ideas), just like the
horsemanship metaphors following upon the passage we have just quoted
(Plu. De gen. Socr. 22, 592A-C; cf. Plat. Phdr. 246a-248b); and the pairing of
the incarnate soul with an underwater diver is probably borrowed from the
Phaidon (109b-e). There is no doubt, however, that the main influence here
comes from the Timaeus. We should not miss, at any rate, the main difference
between Plato and Plutarch. The daimon identified with the highest part or
faculty of the human soul is clearly internal in the Timaeus, but is explicitly
said to be external in the De genio Socratis: those who reason correctly call it
daimon, as it is outside themselves.
This is not the time and place to tackle the intricate problem of Plutarchs
demonology. We may refer to the comprehensive study by Guy Soury and the
more recent essays by father Brenk14. It should be noticed, however, that, in
the description following the passage we have quoted, this daimon is explicitly
called each mans personal daimon (c : 22, 592C) and its action
is described, as already hinted, in a way reminiscent of Platos chariot of the
soul in the myth of the Phaedrus, with reason as the charioteer.
Even in the Timarchus myth, however, the daimon identical with the part
of the soul that is not sunk in the body is not the only type of daimon. We
have seen that Timarchus mysterious guide is one of the terrestrial daimones
( c) who inhabit the moon. The daimon of the myth, which
is the purest part of the human soul, but is nevertheless external, should be
compared, then, with the other views of the daimones we find in the dialogue.
As already hinted, Galaxidorus gives a rationalistic interpretation of
Socrates daimon. Later on Simmias speech preceding the myth develops the
interesting idea that daimones communicate through an intelligible discourse
, c , c c ,
.
14
G. Soury 1942; F. E. Brenk 1973-1974; F. E. Brenk 1977: 49-183; F. E. Brenk 1986:
2117-2130; F. E. Brenk 1987: 275-294. For Plutarchs demonology see also F. Andres 1918:
301-305; C. Zintzen 1976: 644-647; Y. Vernire 1989; C. Santaniello 1996; F. Casadess
Bordoy 2001.
113
Aldo Setaioli
dispensing with words. The c of a higher daimon can thus influence our
c, which, according to the myth, is our own daimon.15 Finally, Theanor
describes daimones assisting humans, who are souls who have left the body and
are free from reincarnation.16 The designation of c , or personal
daimon, is employed in reference to these daimones too (24, 594A). They seem
to be identical with the terrestrial daimones inhabiting the moon,17 one of
which serves as Timarchus guide. According to father Brenk the conception
of the daimon as a disembodied human soul actually reflects Plutarchs genuine
opinion, though Cleombrotus, one of the speakers in the De defectu oraculorum,
presents his own elaborate, and in many ways different, demonology (10, 414F;
16, 419A; 21, 420F-421E).
D. Babut 1983 believes that there is no contradiction in the demonological
doctrine of the De genio Socratis. According to him, Galaxidorus rationalism
clears the ground from popular superstitions, and Simmias and Theanors
speeches can easily be reconciled; as for the difference between the daimon
as c in the myth and the daimones distinct from the human soul in the
speeches preceding and following it, Babut believes it to be Plutarchs way
to reconcile Platos different doctrines, as expressed in the Timaeus, with
the daimon as the highest part or faculty of the soul, and in the Phaidon and
the Republic, where the daimon is external. I regard this as correct,18 but it
hardly eliminates the contradiction, which is merely carried over from Plato
to Plutarch, although Babuts position has been endorsed by father Brenk.19
Recently, an attempt to reconcile the two different elements has been made
by J. Boulogne 2010: 77-78, who sees in the joint action of the two daimones
of Simmias speech and the Timarchus myth an immanent transcendence
and a transcendent immanence in the apprehension of thought. It remains,
however, that a c influenced by a higher c is not identical with it; nor
is the human c the same as the disembodied soul assisting each man in
Theanors speech, although both are referred to as c , personal
15
Plu. De gen. Socr. 20, 588E-589C, especially 589B: c c
c <> c c c
c c .
16
Plu. De gen. Socr. 24, 593D-594A. Cf. 16, 585F-586A, where Theanor says that Lysis has
reincarnated and has been entrusted to another daimon, while his former daimon now assists
Epameinondas (cf. Pl. Phd. 113d).
17
As remarked by J. Hani 1980: 229. Cf. the myth of the De facie in orbe lunae, where the
c inhabiting the moon are the souls of the dead (e.g. 30, 944C).
18
That the conception of the c/ does not rule out the existence of other daimones
guarding and protecting humans is emphasized, e.g., by W. Hamilton 1934, 180 n. 1; A.
Corlu 1970, 59.
19
F. E. Brenk 1987: 290-291. F. E. Brenk 1986: 2126 finds it somewhat surprising to
find the nous or daimon external in Plutarch. In my opinion, it is only Plutarchs way to try to
reconcile Platos different doctrines. As we shall see, Plotinus solution is different.
114
daimon.20 What Plutarch very probably intended was to present to the reader
a gamut of several conceptions concerning the daimon.
Several scholars21 believe that the doctrine of the Timarchus myth should
be understood in the light of Plutarchs tripartition of man into body, soul, and
mind or intellect (, , c), whose most consistent and developed
formulation is found in the De facie in orbe lunae (28, 943A-30, 945E).
Quite possibly, this idea too was suggested by Platos Timaeus,22 just like the
identification of the c and the daimon.
It cannot be denied that in the Timarchus myth the soul (or ),
totally sunk in the body, is clearly distinguished from the c, that remains
ouside. It must be stressed, however, that, although von Arnims idea,
according to which the distinction between c and begins only at
the moment of incarnation,23 cannot be accepted, Plutarchs terminology
is anything but consistent. In the very passage of the Timarchus myth we
have quoted and discussed, as well as in other passages, and also in the myth
of the De facie in orbe lunae, the term is sometimes referred to the
lower part of the human soul, totally sunk in the body, while elsewhere it
designates the whole of the human spirit, comprehensive of both the
proper and the higher c undefiled by material contact. We remember
reading that what of the soul gets mixed with flesh and passion becomes
irrational and that some souls get mixed only partially, while partially
leaving out their purest element.24 The ambiguity of the term has
been stressed by several scholars;25 but it should be added that the same
applies to the term , which, in the myth of the De facie in orbe
lunae (e.g. 30-31, 944C) sometimes refers to and c while still
united, while in the same context the same two unseparated elements are
repeatedly referred to as . And in the Timarchus myth itself, when
the daimones of men who are said to possess c are described, Plutarch
seems to have forgotten the identification of c and he has
established only a few lines before.26
Cf. above, p. 114..
Cf. e.g. W. Hamilton 1934: 180; Y. Vernire 1977: 127; J. Hani 1980: 230.
22
Cf. e.g. Y. Vernire 1977: 128 and notes 3-4 (referring to Pl. Ti. 30b, 69c and 70a); J.
Hani 1980: 57 and 230 (referring to Pl. Ti. 30b, 31a, 70a).
23
H. Von Arnim 1921: 31.
24
Cf. above, p. 112. In the same way, at Plu. De sera num. vind. 24, 564C, Thespesius, who
has left the body with the rational part, has left the rest of the soul in it.
25
Cf. e.g. W. Hamilton 1934: 180; G. Soury 1942: 157-158; Y. Vernire 1977: 127.
26
Plu. De gen. Socr. 22, 591F: c . The
terminological imprecision is pointed out by J. Hani 1980: 230 too. Possibly, however, Plutarch
may once more be stressing the incorrectness of the current terminology: these daimones
might be identical with what the public at large wrongly calls c (
).
20
21
115
Aldo Setaioli
116
30
Aldo Setaioli
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119
Aldo Setaioli
120
121
Stefano Amendola
come sovrano in costante contatto con la divinit, educato direttamente dal padre
Zeus (319c: , , ;
319d: (...) ); discepolo del dio vero sapiente
(319C: ), egli degno di
essere rappresentato nella Nekyia odissiaca (Od. 11.568-571) quale giudice infernale
(319d:
). In netto contrasto con la citata figura di Minosse, esempio di regnante
e legislatore semidivino4, Plutarco torna ad evidenziare laporia dei mortali che, non
solo non sono capaci di comprendere le forme della giustizia divina, ma ignorano
anche la ragione di alcune leggi umane, che finiscono per apparire strane e finanche
ridicole (550B:
, ).
Plutarco avvalora questa affermazione con alcuni esempi storici relativi a leggi,
usanze e prescrizioni, vigenti rispettivamente a Sparta (il divieto posto dagli efori
di farsi crescere i baffi), a Roma (la manumissio vindicta e il testamentum per aes et
libram) e ad Atene (la condanna prevista da Solone per chi, in una guerra civile, non
parteggi per nessuna fazione in lotta)5. Il riferimento a queste citt egemoni (Sparta,
Roma e Atene) sembra assegnare un valore certo e universale a quanto affermato dal
Cheronese, il quale al termine del capitolo riafferma, in una sorta di ringkomposition,
come la stranezza (atopia)6 di tali provvedimenti sia soltanto apparente, da imputarsi
interamente allincapacit umana di cogliere le reali motivazioni dei legislatori.
Arist. fr. 539 Rose: tre testimonianze plutarchee
Tornando ai tre provvedimenti citati, appare evidente come Plutarco non
li giudichi in realt dei nomoi alogoi e/o atopoi. Si consideri il primo ,
ossia il divieto emanato degli efori sui baffi, menzionato nel De sera e in altri
due luoghi dellopus plutarcheo:
, ,
,
. Cf. D. Wyttenbach 1772: 24; H. B. Hackett 1844: 87-88 e, recentemente, G.
Roskam 2009: 91-93.
4
Su Minosse e altre figure di sovrani/ legislatori ispirati dalla divinit cf. Plu. Num. 4.11:
, ,
,
, , ,
(su questo brano cf. A. Prez Jimnez 2010: 172).
5
Cf. F. Frazier: 225 in questo stesso volume.
6
L atopia elemento ricorrente nei primi capitoli del De sera num. vind.: essa caratterizza
immediatamente lanonimo epicureo, e il suo logos contro la provvidenza divina;
ancora considerato Euripide, che nei suoi versi allude ad una Dike che insegue i colpevoli con passo lento
(fr. 979 Kn.: ... ). Cf. F. Frazier 2010a: 74, n. 26.
122
7
Daltra parte, neppure le leggi che gli uomini si danno sono soggette a un solo criterio
di razionalit universalmente manifesto, ma alcune norme sembrano francamente ridicole. A
Sparta, per esempio, quando gli efori assumono la loro carica, proclamano che nessuno si
lasci crescere i baffi, ed obbedisca alle leggi affinch queste non siano severe con loro (trad.
di G. Guidorizzi 1982: 132).
8
Gli Spartani non hanno soltanto il tempio di Timore, ma anche quello della Morte, del
Riso, di altri sentimenti del genere. Onorano il Timore non come quegli dei che si vogliono
evitare perch ritenuti dannosi, ma perch credono che esso soprattutto tiene unito lo stato.
per questo che gli efori, entrando in carica, erano soliti ordinare ufficialmente ai cittadini,
come dice Aristotele, di tagliarsi i baffi e rispettare le leggi perch esse non fossero aspre
verso di loro, mettendo innanzi, io credo, la storia dei baffi per abituare i giovani a obbedire
anche nelle minime cose. Per gli antichi il coraggio, mi pare, non consisteva nellassenza di
paura, ma nel timore del biasimo e nel terrore dellinfamia, I pi timorosi della legge sono
invero i pi coraggiosi di fronte ai nemici; quelli che temono al massimo la mala fama temono
pochissimo le sofferenze (trad. di D. Magnino 1991: 193).
9
Questo scolio fa parte dei cosiddetti scoli procliani, testimonianze di un perduto commentario
agli Erga esiodei del neoplatonico Proclo. Questi si sarebbe a sua volta servito di un precedente
commento plutarcheo: C. Faraggiana di Sarzana 1987: 22, scrive Proclus sest limit, mon
avis, annoter le de Plutarque dans les marges de son manuscrit. Il aurait, en dautres
termes, comment un commentaire, par des observations critiques et par des intgrations.
Lesistenza del commento plutarcheo, non menzionato nel Catalogo di Lampria, confermata da
Aulo Gellio in N.A. 20.8 (= fr. 102 Sandbach): Id etiam () multo mirandum est magis, quod apud
Plutarchum in quarto in Hesiodum commentario legi (). Sul rapporto tra i commenti esiodei di
Plutarco e di Proclo cf., tra gli altri, A. Pertusi 1951: 147-159; C. Faraggiana di Sarzana 1978:
17-40; T. Raiola 2010: 263-264, n. 1, con ampia bibliografia precedente.
123
Stefano Amendola
,
, . (ed. F. H. Sandbach
1967: 58 = F. H. Sandbach 1969: 194)10
Dal confronto tra i tre testi (che costituiscono il fr. 539 Rose11 di Aristotele,
citato esplicitamente da Plutarco solo nella Vita) si pu immediatamente
notare come la redazione del De sera 1) sia decisamente la pi breve; 2)
condivida con gli altri brani alcuni elementi fondamentali12, che possono essere
cos schematizzati:
a) il luogo in cui emanato il :
De sera num.
Cleom.
Cleom.
(...)
fr. 90
fr. 90
10
A Sparta gli efori, nellentrare in carica, proibivano per decreto ai cittadini la crescita dei
baffi, col proposito di infliggere severe punizioni a chiunque trasgredisse unimposizione tanto
insignificante. Nellesortare a lavarsi le mani prima della libagione, Esiodo vuole mostrare che
chi intenzionato a violare questa prescrizione merita una pi severa reprimenda, essendo egli
refrattario a ricevere uneducazione (trad. M. De Simone, in P. Volpe 2010: 121).
11
V. Rose 1886: 332-333.
12
Un attento confronto tra i tre testi proposto da B. W. Millis 1997: 575-577. In base
alle somiglianze e differenze presenti nelle tre redazioni plutarchee della citazione aristotelica
alcuni studiosi hanno congetturato su quale tipo di conoscenza (diretta o mediata da schede
ed appunti) Plutarco abbia del testo di Aristotele: cf. G. Marasco 1978: 174, n. 25: Una
prova a sfavore delluso di schede e favorevole alluso diretto potrebbe essere fornita dal ricorrere
della stessa notizia sugli efori nel De sera numinis vindicta (550B), con notevoli differenze
verbali, ed in un frammento (90 Sandbach), dove la prescrizione spiegata in maniera diversa.
Diversamente G. Marasco 1981: 426: Queste differenze ed il fatto che nei due passi dei
Moralia non citato Aristotele, rafforzano la tesi che Plutarco, nel comporre la biografia di
Cleomene, utilizzasse direttamente la di Aristotele o schede tratte da
essa in precedenza; M. T. Schettino 1999: 649: La coincidenza ad verbum tra il passo nella
biografia di Agide e Cleomene e quello nel De sera numinis vindicta, bench in questultimo
non sia menzionato Aristotele, non sembra indicare una citazione a memoria ma tratta da un
appunto scritto, che potrebbe derivare di prima mano dalla Lakedaimonion Politeia (...). Pi in
generale, sulla conoscenza dellopera aristotelica da parte di Plutarco cf. F. H. Sandbach 1982:
207-232; P. Donini 2004: 255-273; G. Karamanolis 2006: 85-126.
124
c) il contenuto del :
De sera num.
Cleom.
fr. 90
Cleom.
fr. 90
125
Stefano Amendola
126
127
Stefano Amendola
128
e traduce
Et Spartae quidem Ephori magistratibus, simulatque constituti essent,
edicebant ne mystaces, id est barbas infra nares, alerent; ut eos qui leve hoc ac
tenue praeceptum neglexissent, gravius punirent25.
24
Pi esplicite a tal proposito appaiono le traduzioni di A.P. Peabody 1885: 9 (Thus,
in Lacedaemon, the Ephori when they come into office make immediate proclamation
that no man shall let the beard on the upper lip grow, and that the laws must be so
obeyed that they shall never be annoying to the citizens) e di M. Hose 2002: 47 (In
Sparta verkndeten die Ephoren bei Amtsantritt, man solle sich keinen Schnurrbart
wachsen lassen und den Gesetzen gehorchen, damit sie ihnen [den Spartiaten] nicht
beschwerlich werden.
25
Cf. la traduzione italiana in D. Babut 2003: 545: A Sparta gli efori vietavano ai magistrati
entranti in carica di portare i baffi, con lidea di punire severamente chi trasgredisse questa
prescrizione insignificante e facile da osservare.
26
Nella nota di commento di D. Wyttenbach 1772: 25 (= D. Wyttenbach 1821: 333),
lo scolio procliano viene citato dalledizione esiodea di D. Heinsius, pubblicata a Leida 1603; nel
riportarne il testo viene per omessa per errore lespressione .
129
Stefano Amendola
27
D. Wyttenbach 1772: 25: (...) videtur legendum et pro (...) His
ita in chartam conjectis, eximiam mecum istam animadversionem communicavit Cel. Ruhnkenius:
In Proclo scribe: . nellapparato di F. H. Sandbach
1967 (ripreso da P. Marzillo 2010) si legge Ruhnken, e si fa erroneamente
supporre che Ruhnken individuasse negli Spartiati i destinatari della legge eforale (
= di Cleom. 9). In realt lo studioso stando a quanto riportato da Wyttenbach
suggerisce di sostituire il locativo ... con ... , eliminando cos anche larticolo
, superfluo dopo la correzione del participio in .
28
Th. Gaisford 1820: 323; F. Dbner 1855: 30 (che ristampa anche la traduzione di
Wyttenbach); V. Rose 1886: 332-333; G. N. Bernardakis 1896: 88-89 (= fr. 72).
29
A Sparta dunque gli efori, assumendo la loro funzione, ingiungevano preventivamente ai cittadini
di non farsi crescere i baffi, affinch, punendo piuttosto severamente i trasgressori di questa banale e
insignificante prescrizione, si impedissero maggiori trasgressioni (trad. di C. Cassanmagnago 2009:
843). Il testo stabilito da Pertusi accolto da O. Gigon 1987: 668 (fr. 545.3).
130
Cleom. 9
(...)
30
Leditore accoglie parzialmente anche la correzione proposta da Wyttenbach per la
seconda proposizione del passo (cf. supra): - praeeunte Wyttenbach
correxi cos annota A. Pertusi 1955 II: 196.
31
A. Pertusi 1955 II: 196.: cl. Plut. v. Cleom. 9 suppl. Maes.
32
Cf. T. Raiola 2010: 274-275 a proposito del frammento plutarcheo 81 Sandbach, sempre
appartenente al commentario esiodeo.
131
Stefano Amendola
Abbreviazioni bibliografiche
Hackett, H. B., Plutarch on the Delay of the Deity in the Punishment of the
Wicked, with notes, by H.B. Hackett, New York, 1844.
Hose, M., Aristoteles, Die historischen Fragmente. bersetzt und erlutert von
M. Hose, (Aristoteles, Werke in deutscher bersetzung; 20/111), Berlin,
2002.
Karamanolis, G., Plato and Aristotle in Agreement? Platonists on Aristotle from
Antiochus to Porphyry, Oxford, 2006.
Marasco, G., Commento alle biografie plutarchee di Agide e di Cleomene, Roma, 1981.
Marzillo, P., Der Kommentar des Proklos zu Hesiods Werken und Tagen.
Edition, bersetzung und Erluterung der Fragmente (Classica
Monacensia Bd. 33), Tbingen, 2010.
Millis, B. W., Antiphanes fr. 46 K-A and the Problem of Spartan Moustaches,
CQ, 47, 1997: 574-578.
Nafissi, M., La nascita del kosmos. Studi sulla storia e la societ di Sparta, Perugia,
1991.
Nafissi, M., Forme di controllo a Sparta, Il pensiero politico, 40, 2007: 329344.
Peabody, A. P., Plutarch on the Delay of the Divine Justice, translated, with an
introduction and notes, by A.P. Peabody, Boston, Mass., 1885.
Pertusi, A., Scholia vetera in Hesiodi Opera et Dies, recensuit A. Pertusi, Milano, 1955.
133
Stefano Amendola
Prickard, A.O., Selected Essays of Plutarch. Vol. II. Translated with Introduction
by A. O. Prickard, Oxford, 1918.
Van der Stockt, L., Plutarch in Plutarch: the Problem of the Hypomnemata,
in I. Gallo (ed.), La Biblioteca di Plutarco, Napoli, 2004: 331-340.
Volpe, P., Plutarchus in Plutarcho: de primo frigido e quaest. conv. VI, 4-5,
Ploutarchos, 4, 2007: 117-122.
Volpe, P., Plutarco, Frammenti, a cura di P. Volpe Cacciatore, Napoli, 2010.
135
Stefano Amendola
136
III.
The Path to Dike
137
Francesco Becchi
138
139
Francesco Becchi
140
141
Francesco Becchi
che sembra avere avuto il suo precursore in Pitagora ([Arist.], MM 1182a 11;
Jambl., VP 30.172) e che trover il suo compimento nellEN di Aristotele, il
testo canonico come lo definisce Norberto Bobbio che ha improntato di s,
in una vicenda plurisecolare, la riflessione filosofica sulla nozione di giustizia16
attraverso un processo di laicizzazione, di cui sono eloquenti testimoni la
sofistica per quanto riguarda il pensiero filosofico e la tragedia per quanto
attiene alla letteratura.
Al sofista Trasimaco, che contestava la legittimit stessa di una teoria della
giustizia definendola come lutile del pi forte ( :
R. 1, 338e 1 ss.), Platone risponde confutandone le argomentazioni. Tuttavia
Platone riconosce con Trasimaco che la giustizia una prassi con cui si mira
a conseguire un utile, ma prende le distanze dal sofista quando precisa che
non si tratta di un bene altrui ( : R. 2, 367c 2-3) bens di
quello proprio che si consegue con un comportamento moralmente corretto.
Per Platone, che nella Repubblica istituisce una perfetta homologia tra la
dimensione personale e quella interpersonale, tra lequilibrio dellanima e quello
della polis, dove la giustizia politica risulta una categoria funzionale a definire
lideale etico considerato che non si d giustizia senza sapienza, coraggio
e temperanza la giustizia, che 17 e quindi
(Tht. 145e 6), corrisponde per lanima a quella che la salute per il corpo.
Per Platone come per i Platonici essa non rappresenta la quarta virt accanto
alla prudenza, al coraggio e alla temperanza, alle quali pur legata da uno
stretto rapporto di , ma la virt dellanima (R. 1, 353e 7-8)18
che nasce dallarmonia delle sue tre dimensioni19 e rappresenta la funzione
stessa dellanima. Essa, come la definisce Vegetti, il prodotto sintetico o il
precipitato unitario delle tre funzioni dellanima20.
Aristotele, che si situa au point daboutissement dune longue histoire
au cours de laquelle lide de justice na cess de se laciser sans y parvenir
cependant tout fait21 avant lthique Nicomaque, come scrivono Gauthier
e Jolif nel loro commento allEN, distingue tra la giustizia come legalit e la
giustizia come equit. Lequit (), che la giustizia superiore a quella
del diritto, di cui fonte, ha origine dalla legge non scritta della natura ed ha
20
Sul rapporto che ancora in Platone lega la giustizia alla vd. Pl., Eutphr. 12c 10 e
8; R. 1, 331a 4-5; Grg. 507c 1-3.
21
142
143
Francesco Becchi
vicolo cieco con conseguenze di tutta evidenza nella societ dei primi secoli
dellet imperiale, dove si rese necessaria la rifondazione di un etica pratica
che si configura come unassunzione di categorie classiche adattate al mutato
contesto socio-politico. A questa opera di rifondazione etica ader anche
Plutarco, che distingue tra la giustizia () intesa come osservanza e fine
della legge (Plu., ad princ. ind. 780E: ), che si
esercita solo allinterno di una comunit fondata sulla ragione, e la giustizia
() come ideale ad un tempo etico (la rettitudine) e politico (lequit)
che inerisce alluomo , ed ha un campo di applicazione pi vasto anche
perch si estende agli altri esseri viventi nei riguardi dei quali non vige alcun
obbligo di legge.
La giustizia umana33 di cui parla Plutarco nei Moralia e nelle Vitae non
una dote o una disposizione naturale (Plu., Arist. 2.2, 23.2; Demetr. 4.5), ma
dipende da noi ed in nostro potere (Plu., Dem. 1.4) perch richiede esercizio.
Infatti per diventare giusti e compiere azioni giuste occorre forza di volont
(Plu., Cat. Mi. 44.14) ed educazione perch la giustizia assieme alla
e alla tra le virt pi perfette (Plu., Demetr. 1.1). Nei Moralia
essa definita sulla scia della filosofia aristotelico-peripatetica come prudenza
() e retto giudizio () che nei rapporti sociali e nellattivit
politica non si attribuisce n pi n meno di quanto conviene34. Una virt etica
che sgorga dalla , della cui presenza ha bisogno (Plu., De fort. 97E:
) per regolare le passioni
che ad essa si accompagnano come lodio per la malvagit (: cf.
[Arist.], VV 1250b 24) e il giusto sdegno per quanti godono di un successo
immeritato ( )35, di modo che lazione
non fallisca il giusto mezzo n per eccesso n per difetto, considerato che
lazione giusta sempre una mediet tra due eccessi, commettere ingiustizia e
subire ingiustizia.
Nelle Vitae, dove assume una connotazione pi prettamente politica, che
la oppone alla 36, che rappresenta lingiustizia sociale, la giustizia,
33
Sulla definizione della giustizia divina come vd. Plu., De sera
num. vind. 550A.
34
Sulla giustizia come ed nei rapporti sociali e nellattivit politica (
) vd. Plu., De fort. 97E; De virt. mor. 440F (
), 445A (,
); Num. 20. 5.
35
Plu., De virt. mor. 451D-E. Cf. Arist., EE 1234a 31; [Arist.] VV 1250b 24; Plu., De Alex.
fort. virt. I 330F, 332D; T. Gracch., 9.2-3.
36
Sul commettere ingiustizia che consiste nel vd. Pl., R. 1.349b 8 c 9, 9,
586b 1; Grg. 483c 3 ss.; Lg. 10, 906c 3, Arist., EN 1129a 32; Pol. 1289b 29; [Arist.], VV 1251a
33-34 (sc. ), .
Vd. Asp., EN, op. cit., p. 2. 2-3 H. (sc. )
. [Arist.], MM 1185b 6-8
144
come si evince dal prospetto che segue, risulta secondo i canoni del platonismo
e dellaristotelismo posteriore una virt egemonica o architettonica nei
riguardi delle altre virt politiche37 quali lonest (/ ),
la mitezza (/ ), la moderazione (), la temperanza
(/ ) la bont (), la grandezza danimo
(/ ) e l umanit ()38:
/ / / / /
- Cic. 52 (3). 5; Dio 1.3; Flam. 11. 4; Demetr. 1. 4
- Cat. Mi. 5. 2, 9. 9; Lyc. 3. 6
- Sol. 6. 4, 14. 5; Eum. 1. 2, 8. 1; Luc. 36. 5
- Phoc. 38. 1; Cat. Mi. 16. 6; Dio 17. 6, 52. 4; Flam. 2. 5; Alex. 4. 7,
21. 7, 30. 10; Demetr. 1. 4; Pomp. 16. 2; Brut. 32. 2; Marc. 1. 3
- Per. 2. 5; Cic. 6. 1; Dio 47. 5, 52.1; Cat. Mi. 14. 3; Brut. 2. 3, 29. 3; Tim. 37.
5, 41. 1; Pel. 26. 8; De Alex. fort. virt. I 332C; Alex. 4. 8, 41. 2; Caes. 15. 4; Num. 20. 4
- Luc. 4. 1; Tim. 41. 1; Cam. 18. 2
- Brut. 30. 6; Aem. 30. 1; Caes. 15. 4; Demetr. 4. 5
- Publ. 21. 7; Cat. Ma. 5. 1-7; Phoc. 14. 1, 19. 1; Dio 47. 6; Aem. 30. 1;
Lys. 30. 6; Tim. 5. 1; Pyrrh. 8. 10
/ - Agis-Cleom. 10. 2; Luc. 4. 1; Tim. 41 (2). 1
- Cor. 1. 4; Pel. 26. 8; De Alex. fort. virt. I 332C; Alex. 21. 7; T.-C. Gracch. 3. 1
- Dio 47. 5;Num. 20. 11
- Thes. 6. 4; Luc. 29. 6; Brut. 30. 6; Marc. 1. 3; De Alex. fort. virt. I
332C; Phoc. 10. 7; Arat. 46. 1
/ / / - Rom. 30 (1). 5; AgisCleom. 10. 1; Lys. 7. 1; Pel. 25. 4, 26. 8; Tim. 5. 1; Dio 4. 3, 7. 1, 32. 1; Phoc.
36. 1; Eum. 9. 1 Aem. 37. 1; Cat. Mi. 9. 9, 14. 3; Brut. 29. 3.
Francesco Becchi
146
convinzione che le virt politiche non si addicessero assolutamente a chi era capace
di prevalere (Thes. 6.4) e che quindi si potessero curare meglio i propri interessi
quanto meno si praticava la giustizia (Pyrrh. 12.12; Arist. 6.3) risulta radicata
in epoca storica, dove vige la tendenza a sembrare pi che ad essere giusto, che
anche per Plutarco rappresenta lingiustizia suprema ( ,
De adulat. 50E)44, a magnificare la giustizia solo per trarne vantaggi e a considerare
come bene assoluto il proprio interesse personale (Lys. 7.5), mascherando sotto il
nome di giustizia comportamenti ingiusti (Pyrrh. 12.4)45. Questo spiega perch
nessun re e tiranno ha mai invidiato il titolo di giusto. Gli uomini infatti anche
se onorano e venerano gli dei per la loro giustizia, a dispetto di ci aspirano ad
adeguarsi e conformarsi a loro pi per l immortalit, che incompatibile con
la natura umana, e per il potere, che dipende nella maggior parte dei casi dalla
fortuna; per quanto invece attiene alla virt, il solo tra i beni divini che dipende
da noi, essi lo piazzano allultimo posto, molto a torto, perch la giustizia che
rende divina la vita, soprattutto se vissuta in mezzo al potere e ad una grande
fortuna, mentre lingiustizia la rende bestiale (Arist. 6.5). Anche per questo non
sono pochi i personaggi delle Vitae plutarchee che, pur se dotati di buone qualit
naturali che hanno loro permesso di distinguersi nelle azioni e nella condotta
politica realizzando imprese valorose e di grande successo, non hanno poi saputo
per la loro eccessiva ambizione o avidit contemperare le doti militari con le virt
pi squisitamente politiche come moderazione, autocontrollo, umanit, grandezza
danimo e giustizia che sono doni della ragione e delleducazione (Cor. 1.5). Si
pensi ad es. a Temistocle, Alcibiade, Timoleonte, Agesilao, Filopemene, che
nonostante leducazione ricevuta fu pi dotato di virt militari che non politiche
(Phil. 1.3, 3.1: ),
o a Catone il Censore a cui mancarono virt come la temperanza, la bont e la
magnanimit, virt che occupano un campo pi vasto di quello della giustizia (Cat.
Ma. 5.2-7), Coriolano, che respinse ogni moderazione e mitezza (Cor. 15.4), Tito
Quinzio Flaminino al quale, pur se riport la pi bella e la pi invidiabile delle
vittorie occorse per la libert della Grecia (Flam. 1.5), Plutarco rimprovera lavida
ambizione e brama di gloria che gli imped di mostrare nei riguardi di Annibale
quella mitezza e quella grandezza danimo che aveva contraddistinto a Zama
Scipione lAfricano (Flam. 20.1-2, 21.1-2).
Plutarco sa che in generale lindole naturale46, pur essendo nobile e buona,
qualora manchi di educazione ( ) produce, come la terra
dEgitto (Nic. 9.1), insieme a molti frutti salubri anche molti frutti nocivi,
Cf. Pl., R. 2, 361a 5b 1.
Vd. Pl., R. 2, 361a 4-5 .
46
Non mancano eccezioni come quella di Agide e Cleomene che, pur non avendo ricevuto
una retta educazione ( ), furono esempi di semplicit e di
temperanza (C. Gracch. 20 (1).3).
44
45
147
Francesco Becchi
come accade in agricoltura ad un terreno fertile che non venga coltivato (Cor.
1.3; Arat. 10.5). La mancanza di educazione la causa prima della debolezza
e instabilit di carattere () che rende lanima umana facile preda di
vuote opinioni e falsi giudizi (De superst. 164E-165C; De tranq. an. 465D,
468C-D, 475D; De gen. Socr. 584E; De exil. 600E, 602B; Cons. ad uxor. 609EF;
lib. et aegr. c. 6; [cons. ad Apoll.] 102C, 119D). Questi, quando con il tempo e
con labitudine hanno preso forza e vigore in una cattiva educazione, assillano
e umiliano lanima inducendola a soddisfare passioni acquisite dallesterno (De
gen. Socr. 584E), perch lanima umana, che ha in s una carica affettiva che la
porta per natura ad amare cos come a sentire, pensare e ricordare, quando non
trovi in s niente da amare allora si attacca a beni esterni come gli onori e la
ricchezza. Lagire umano per essere retto cos da lasciare trasparire leducazione
ricevuta47 richiede che sia consolidato e rafforzato dal giudizio da cui trae
origine48, se vero che il saggio differisce dalla maggioranza degli uomini per
avere criteri di giudizio forti e solidi ( ...
, De Alex. fort. virt. 1, 333B-C).
Questo tuttavia non ha impedito a Plutarco di individuare nella storia
greca e romana personaggi che si sono distinti per temperanza, mitezza,
umanit e giustizia (Pel. 26.8) e che portarono la loro vita ad un grado
di perfezione tale qual possibile che raggiungano uomini soprattutto
giudicati onesti e buoni (Publ. 23.3, 24(1).8) come Solone (Sol. 2.13.2,
5.4, 14.5: ), Pericle (Per. 12.3), Aristide
(Arist. 1.1; Cat. Ma. 30(3).2), Lisandro (Lys. 2.6, 30.6), Dione (Dio 52.14), Pelopida (Pel. 4.4, 26.8) ed Epaminonda (Phoc. 30.5; Pel. 26.8; Arat.,
19.3: ...
...), i pi giusti e i migliori dei Greci, Focione (Phoc. 29.5-30.5;
Dem. 14.1), Arato (Arat. 14.4), il re Agide, che sarebbe rimasto indignato
se lavessero lodato per non avere preso niente che appartenesse ad altri,
lui che offr ai cittadini i propri beni (comp. Agis Cleom. Gracch. 1.7) e per il
mondo romano Numa, Publicola (Publ. 23.3, 24(1).8), Emilio Paolo (Aem.
41(2).8), Marcello (Marc. 20.1-2), che fu il primo a mostrare che i Romani
erano pi giusti di quanto non si credesse, Tiberio e Gaio Gracco (T. Gracch.
3.1, 9.2-3; C.Gracch. 20(1).2)49, che ricevettero un eccellente educazione
e dettero prova di disinteresse () e di temperanza (
47
Sullinsegnamento filosofico che naturale traspaia nelle azioni di coloro che sono stati
educati, conferendo loro insieme al decoro una certa qual misurata proporzione e armonia vd.
Plu., Dio 1.4.
48
Sui giudizi degli uomini che vacillano, deviati da elogi e rimproveri, se non ricevono
stabilit e forza dallinsegnamento filosofico in vista dellazione vd. Plu., Tim. 6.1.
49
Su Gaio Gracco, che prefer subire ingiustizia piuttosto che commetterla vd. Plu., C.
Gracch. 20 (1). 7-8.
148
51
149
Francesco Becchi
150
Bibliografia
Maffettone, S.; Veca, S., Lidea di giustizia da Platone a Rawls, Roma, Bari,
6
2008.
151
Francesco Becchi
152
/
/ ,/
/ , .
(Il. 18.502-506)
Divisi i favori, la folla si schierava con luno o con laltro/ gli araldi trattenevano
intanto la gente e gli anziani/ sedevano in sacro cerchio sui lisci sedili di pietra/
e dagli araldi voci squillanti prendevano in mano/ lo scettro: con esso salzavano
a turno esprimendo il parere.
153
polis giusta (Platone) e che sappia rispettare le leggi (Aristotele)4. Dunque una
comunit nella quale a buone leggi corrisponda un vivere virtuoso: quanto
richiamato dal fr. 36 Sandbach, nel quale, commentando il v. 240 degli Erga
di Esiodo, Spesso anche unintera citt soffre a causa di un uomo malvagio,
Plutarco afferma che ci sembra essere contro giustizia ( ) che per
colpa di un solo malvagio sia punita unintera citt. Le ipotesi, continua il
Cheronese, possono essere due: o il poeta vuole intendere che la citt stenda
su tutta se stessa la malvagit, rendendosi simile a quel solo oppure che per
colpa di un unico scellerato tutta la citt paghi il fio per non aver arrestato,
pur potendo, la malvagit di uno solo. La conclusione cui egli giunge la
seguente anche alla luce di quanto avvenne in Grecia a causa della
di Agamennone: non bisogna cedere ai prepotenti n assentire a chi compie
una qualche ingiustizia, trascurando, pur avendone la possibilit, di arrestare
larroganza dei malvagi5.
La citt cio deve garantire il 6; perch se non vi sono giustizia e il
conseguente castigo per chi commette ingiustizia n i giusti otterranno di pi
degli ingiusti (...) n io stesso sarei giusto n mio figlio in quanto,
7. Plutarco al pari di Aristotele non
volge la sua attenzione allindividuo in quanto tale ma al cittadino (
), che vive a contatto con altri uomini, richiamando cos ad un
concetto di morale non individuale, ma collettiva e concreta ossia allinsieme
di comportamenti virtuosi che vengono posti in essere allinterno di quella
comunit politica che la polis (C. De Pascale 2010: 16). In tal modo etica e
politica convergono in quanto la seconda essendo la scienza pi direttiva e
architettonica al sommo grado () dispone quali delle scienze sono necessarie
che di fatto dipende dallarbitrio dei re mangiatori di doni; in cielo una divinit sovrana ma
lontana e inaccessibile: J.-P. Vernant 2007: 44.
4
<Ma> la polis, che ancora per Aristotele era il luogo della condivisione familiare, amicale
e comunitaria, non viene pi considerata un rimedio disponibile. Per la filosofia ellenisticoromana la vita in comune allorigine, piuttosto, del vizio. Non partecipando alla vita pubblica,
dice Seneca (Ep. 7.1-2), che si assimila quel sapere che ci permetter poi di agire bene: V.
Gessa Kurotschka-S. Maffettone 2000: 83.
5
La traduzione del frammento di S. Amendola in P. Volpe 2010: 71.
6
Cf. Cic. Leg. 1.6.18-19 = SVF III.315: (...) la legge () ragione suprema, insita nella
natura, che comanda le cose da farsi e proibisce le contrarie (). Ritengono (gli Stoici) che il
nome greco che definisce la legge () derivi dal fatto che essa rende a ciascuno () ci
che suo (). Essa nata prima del tempo, prima che fosse stata scritta una qualsiasi legge
(). Cf. ancora Cic. Rep. 3. 22, 33 = SVF III.325: Ora questo nomos non un istituto umano;
la giustizia immanente connessa al reggimento del logos divino, il diritto naturale () che
vincola tutti gli uomini della terra nello stesso modo. Il diritto positivo diritto solo nella misura
in cui si armonizzi con la legge razionale. Cf. N. O Dahl 2000: 208; M. Pohlenz 2000: 269.
7
il fr. 38 che commenta i vv. 270-272 delle Opere: ora n io sarei giusto tra gli uomini n
mio figlio, poich un male essere giusti se chi pi ingiusto avr maggiori diritti (trad. di S.
Amendola in P. Volpe 2010: 73).
154
nelle citt e quali ciascuna classe di cittadini deve apprendere e fino a che
punto (Arist. EN 1094b). In tal modo Aristotele calava nel mondo reale il
progetto platonico della citt ideale. A Platone e ad Aristotele si richiamava
Plutarco allorquando, in due opuscoli dedicati allattivit politica, che
necessariamente deve avere come supporto stabile e forte, la libera scelta
ispirata a un giudizio razionale ( ) e non a un impulso ()
provocato da vanagloria o da qualche rivalit o dalla difficolt di dedicarsi ad
altre attivit (Praec. ger. reipubl. 798C), designa il termine con
;
ed ancora (De
un. in rep. dom. 826C)8. A tale definizione segue in Plutarco come gi in
Aristotele lillustrazione delle tre forme che la politica pu assumere e cio la
monarchia, loligarchia, la democrazia9. E queste come avviene nelle scale
musicali, che subiscono
possono deviarsi in tirannide, oligarchia, oclocrazia, quando
prevalgono , , . La giustizia, il rispetto delle leggi, si
realizzer soltanto l dove vi una corretta, che sappia, in nome del
bene della comunit, n adattarsi alla costrizione () n al favoritismo
( ). Luomo politico, perci, simile al musico capace di
accostare ogni strumento al canto, dovr usare moderazione in un governo
oligarchico e decisione in una democrazia. Ma se gli fosse concessa la scelta
delle costituzioni () non preferirebbe altra costituzione se non la monarchia,
la sola in grado di sostenere quel tono veramente perfetto ed elevato della
virt ()10. Il politico deve, cio, comportarsi come il timoniere che cercando
di assicurare ci che sempre vantaggioso per la nave e per i naviganti, senza
stabilire norme scritte, ma disponendo della sua arte come legge, mette in salvo
i compagni; allo stesso modo potrebbe avere origine una retta forma di governo
() amministrando sempre a vantaggio di coloro che vivono nello Stato la
perfetta giustizia () <in modo da> metterli in salvo e renderli migliori, per
quanto possibile, da peggiori che erano (Pl. Plt. 297d). In tal modo luomo
politico diviene educatore e la sua citt ben governata, precettore e maestro
8
Alla politica intesa come scienza non frammentaria (cf. Pl. Lg. 630e: (...) il dio stabil
le leggi badando non a una parte della virt (...) ma a tutta la virt nel suo complesso) spetta
il compito di studiare la costituzione migliore in senso assoluto; di studiare la costituzione
che si adatta ai diversi popoli, di studiare la costituzione fondata su un certo presupposto (
); di studiare la costituzione che sadatta nel modo migliore agli stati in generale.
9
Plutarco non mostra, in verit, di avere una vera preferenza per un regime politico piuttosto
che un altro. Seguendo il dogma platonico ritiene superiore la monarchia sulle altre forme di
governo (Cf. De un. rep. dom. 827B; An seni resp. 790A) ma, nella sostanza, sembra approvare
tanto la costituzione di Licurgo quanto la democrazia soloniana. Cf. D.L. 7.131 = SVF III.175
von Arnim.
10
Il riferimento a Pl. Plt. 296d-e.
155
di equilibrio per i cittadini (Plu. Lyc. 30.5) sia nella loro vita individuale che
in quella della comunit. questo il fine cui deve tendere ogni ordinamento
politico in nome della virt politica della quale, con Licurgo, Plutarco indica
come esempio Numa che quasi a testimonianza della dottrina platonica
afferm: per gli uomini unica tregua e liberazione dai mali che () il potere
del re sincontri col discernimento del filosofo e faccia della virt la dominatrice
e sovrana del male (Plu. Num. 20.9).11 Ma tale liberazione dai mali possibile
solo se si ammette il progresso sulla strada della virt che prende il nome di
prudenza quando esamina ci che si deve e non si deve fare, <di> temperanza
quando regola il desiderio e definisce la misura e la convenienza nei piaceri,
giustizia quando regola i rapporti e le relazioni sociali (De virt. et vit.
440F-441A). Plutarco, dunque, al pari dei suoi maestri, considera prioritaria
una sana koinonia, ossia una comunanza nella quale tutti, ciascuno nel proprio
campo, esercitano una peculiare virt. Ciascuno, quindi, e non solo il saggio, il
quale secondo quanto affermavano gli Stoici lunico ad avere una virt
perfetta12, essendo privo di passioni e di conseguenza non solo alieno da ogni
immediato coinvolgimento in una realt necessariamente distante dalla ragione
universale, ma anche del tutto disinteressato a farsi coinvolgere da ci che deve
restargli indifferente: infatti allorch lanimo () si sar affrancato da ogni
timore della morte e del dolore, allorch avr stabilito con i suoi simili un
rapporto sociale fondato sullamore e avr considerato tutti i suoi simili
congiunti per natura, e si sar impegnato nel culto agli dei ed in una pura
concezione religiosa, ed avr reso acuta, al pari di quella degli occhi, quella
virt dellintelletto onde scegliere il bene e rigettare il contrario, virt che dal
prevedere fu denominata prudenza (id est saggezza) che cosa mai si potr dire
o pensare di pi felice di lui? (Cic. Leg. 1.60)13. E proprio il saggio, essendo
conoscitore del bene e del male, pu partecipare alla vita politica perch
lunico a conoscere la legge sovrana di tutte le cose, divine o umane. Essa deve
sovrastare tutte le realt buone e cattive e su di essa esercitare potere ed
egemonia; deve fissare i canoni del giusto e dellingiusto, e, per i viventi che
stanno per natura in societ, comandare quel che va fatto e vietare quello che
non va fatto (SVF III.314 Arnim-Radice). La legge far eco Cicerone (Leg.
Cf. Pl. R. 487e; 499b; 501e; Lg. 712a.
Plutarco al contrario degli Stoici ammette che la perfezione non raggiungibile
dalluomo (Plu. Tim. 6.7).
13
C. De Pascale 2010: 36. Cf. anche Plu., De prof. in virt. 75C-D. comunque da
sottolineare che quando () vogliono parlare realisticamente di quel che accende effettivamente,
gli Stoici ammettono che c progresso verso la virt e ammettono che si pu essere pi o meno
lontani da questa e che meglio esserle il pi vicino possibile. I gradi del progresso sono quelli
distinti nella teoria del kathekon (...): P. Donini; F. Ferrari 2009: 245 ss. Sulla impassibilit
e infallibilit del saggio stoico cf. Gal., Anim. Pass. 5.11K; Alex. Aphr., De fato (Suppl. Arist.
II.2.199, 17-18 Bruns = SVF III.658).
11
12
156
157
delluomo. Ai suoi occhi lo stoicismo misconosce due volte la natura umana non
pi di quanto esista una virt assolutamente pura18, non esiste neppure una passione
in cui non sussista una qualche traccia di ragione (D. Babut 2003: 368-369).
Questo significa che nessun uomo pu essere solo virtuoso o solo perverso anche
perch come si legge in Plu. Tim. 6.7 se ci fosse possibile, nascerebbe da una
virt . Ed ancora qui che si rileva la differenza di fondo tra
Plutarco e gli Stoici, ovvero tra il pessimismo morale degli Stoici, associato a un
ottimismo metafisico, e lottimismo di Plutarco sulluomo che si coniuga con il
pessimismo della sua visione del mondo (D. Babut 2003: 407). Posto dunque che
non esiste un uomo che, in breve lasso di tempo, passa dalla condizione pi
miserabile alla virt eccelsa (De profect. in virt. 75D-F)19, al Cheronese si possono
attribuire le parole che leggiamo in Seneca (Ben. 3.18): La virt non preclusa ad
alcuno, accessibile a tutti, accoglie tutti, chiama tutti, liberi liberti, schiavi, re, esuli.
Non sceglie la casa o il chiuso, si accontenta delluomo nudo. Ma ci in alcun
modo pu eliminare quellelemento passionale che proprio delluomo dal
momento che egli anima e corpo, ossia elemento razionale e irrazionale:
importante raggiungere quella che viene opposta allapatia stoica20.
E tale qualit deve essere a fondamento proprio di chi esercita la
perch il valore politico degli uomini non si misura esclusivamente dalla loro
qualit morale (D. Babut 2003: 403); non pi chiuso nel suo limbo, il saggiopolitico, in possesso di , , , dovr essere in grado di misurare
la sua virt con i bisogni umani (Plu. Per. 16.7), dovr essere ponderato e mite,
giusto in nome della legge, desideroso di adattare le leggi alle cose, piuttosto che
le cose alle leggi (Plu. Sol. 22.3)21.
artefice dellordinamento razionale; b) ordinamento degli astri; c) lunit dei due principi, passivo e attivo.
18
Cf. An virt. doc. 439B: () non possibile trovare un risultato perfetto riguardo alla virt
n un carattere privo di passione n una vita intatta da vizio, ma, se anche la natura produce
qualcosa di buono spontaneamente, questo offuscato dal molto che c di estraneo, come un
prodotto mescolato con materia selvatica e impura? (trad. A. Barigazzi) Cf. anche De soll. anim.
964D-E; De cap. ex inim. util. 99E.
19
Quelli che non adattano i principi alla realt, ma forzano la realt ad adattarsi contro la
sua natura ai loro presupposti, hanno riempito la filosofia di molte aporie, massima delle quali la
dottrina secondo cui tutti gli uomini si trovano nello stesso vizio tranne uno, solo, colui che perfetto;
ragione per cui non si capisce pi che cosa possa essere quello che si chiama progresso .
20
Le virt etiche sono definite da Plutarco come un giusto mezzo tra leccesso e il difetto che
sorge dalla parte irrazionale dellanima (cf. Plat. quaest. 9, 1009A-B). In tal modo si sostituisce
allapatheia stoica la metriopatheia peripatetica (per luso del termine cf. anche De
sera num. vind. 551C e Adv. Col. 1119C).
21
Plutarco presenta come modello di unetica degna delluomo la figura dell
(Fab. 10.2) o dell che nella buona sorte come nella sventura si comporta
con estremo equilibrio (), facendo s che il abbia sempre il sopravvento e
tenga a freno gli istinti passionali (Fab. 24.9). Plutarco quindi con la ricomposizione dellantitesi
ragione-passione segna il ritorno ad unetica capace di additare reali paradigmi di virt (De Stoic.
rep. 1048E) e di formare un carattere che realizza la virt , superando lincoerenza
158
Bibliografia
Dahl, N. O., Platos Defence of Justice, in G. Fine (ed.), Plato. (vol. 2): Ethics,
Politics, Religion, and the Soul, Oxford, 1999: 207-234.
De Pascale, C., Giustizia, Bologna, 2010.
Donini P.; Ferrari, F., Lesercizio della ragione nel mondo classico, Torino, 2009.
160
161
trate; por otro lado, ofrece un corpus reducido de textos sobre el que se puede
observar en las personas divinas la asociacin entre las ideas de destino, justicia
y divinidad que se trasluce en muchos otros mbitos a lo largo de la extensa
obra plutarquiana2.
Al respecto, conviene recordar algunas cuestiones previas sobre la
personificacin3. Ante todo, que sta se distingue en las traducciones modernas
por el fcil recurso a la mayscula inicial, que los griegos no utilizaron hasta bien
entrado el periodo bizantino. La personificacin de un concepto abstracto viene
dada por la sintaxis, semntica y contexto de la aparicin del sustantivo en cuestin.
Por ejemplo, si se ponen palabras en estilo directo en boca de un concepto abstracto,
o si el contexto es mitolgico-teognico, se entiende perfectamente que hay una
personificacin. Pero, como veremos, no es siempre tan claro y hay ocasiones en
que el contexto es tan ambivalente que los editores y traductores modernos vacilan
entre la mayscula y la minscula. Recoger aqu tambin esos casos dudosos, pues,
como veremos, el primero en explotar esa ambigedad entre la personificacin y
el concepto abstracto para reflejar una especie de entes semipersonales, fuerzas
(dynameis) o daimones, es el propio Plutarco.
En la obra plutarquea coexisten la transmisin fiel de la tradicin potica
y religiosa con su reelaboracin original. Tambin en lo tocante a las deidades
de la justicia encontramos este doble plano. Por tanto, hay que distinguir por
un lado las citas o alusiones literarias, y por otro, aquellos pasajes en que habla
el propio Plutarco. Y en este segundo caso, a su vez, habr que diferenciar
los pasajes en un tono con ms concesiones al mito o la imagen literaria de
aquellos en que predomina la racionalidad filosfica. Las personificaciones
divinas aparecen sobre todo en el primer tipo de pasajes, que predomina en
las Vidas, pero tambin, como veremos, en ciertos pasajes de las obras morales,
pues como Platn y en gran medida por imitacin de ste, Plutarco cree en la
fuerza plstica del mito para expresar mejor que el logos ciertos conceptos. De
hecho, la aparicin ms espectacular de las deidades de la justicia tiene lugar
en el mito final del dilogo ms exitoso de Plutarco a travs de la historia, De
sera numinis vindicta, precisamente el que de modo ms directo se ocupa de las
cuestiones abordadas en este volumen.
Obviamente cada una de las diosas de la justicia llega a Plutarco con una
densa tradicin propia, que aqu no voy a tratar ni siquiera de esbozar, pues
la bibliografa sobre ellas es numerosa y fcilmente accesible. Tampoco la
Quellensforschung de los pasajes plutarqueos, nos ha de interesar ahora. Es un
tema de sobra estudiado por autores varios, especialmente Yvonne Vernire, y
2
Cf. e.g. F. E. Brenk 1977: 256-275 sobre la retribucin divina en las vidas en relacin con
la teodicea del De sera. Ms especficamente sobre la escatologa, cf. e.g. H. G. Ingekamp 2001.
3
Sobre personificaciones divinas en literatura y religin griegas, cf. E. Stafford 2000.
162
163
7
La referencia inexcusable sigue siendo F. E. Brenk 1977. Entre los estudios ms recientes,
F. Casadess 2001.
8
De Is. et Osir. 352A. En De Musica, probablemente autnticamente plutarqueo como
demuestra A. Meriani en este volumen, aparece la alegora de Dikaiosyne junto a Mousike y
Poiesis en la cita de un pasaje del cmico Fercrates (1141 D-F = fr. 145 CAF).
9
E.g. Arist. Pol. 1253a 37:
, ; Porph. In Arist. categ. 4.1, 135; Simpl. In Arist.
categ. 8.264. Jmblico ofrece una ntida distincin en el plano mitolgico-conceptual (VP 9.46):
,
; Cf. G. Ricciardelli
2000: 472 para otros intentos de distinguir entre las dos diosas, como el de los Himnos rficos.
Sobre el pasaje del De sera, cf. F. Frazier en este mismo volumen.
164
165
166
16
H. Lloyd-Jones 1971 desmuestra en su obra clsica que Dike est asociada a Zeus con
un sentido moral desde sus primeras apariciones en poca arcaica.
17
Herclito fr. 94 D-K, citado en De ex. 604A y De Is. et Os. 370D.
167
168
monstruo de las katbasis Empusa redunda en esta idea de una mera creacin
literaria. Es difcil distinguir si tiene un sentido personal como nombre propio
o simplemente el de castigo en un pasaje del De superstitione (165F) donde
insiste en que la supersticin suscita en los sueos algunas poinai junto a
imgenes terribles y apariciones portentosas como si estuviera en el lugar de
los impos (
).
Sin embargo, fuera de las condenas a la supersticin que cree
literalmente las figuraciones de la tradicin, otro pasaje del Aetia Romana
et Graeca 277A dice: los filsofos piensan que Lares romanos son daimones
malos que dan vueltas, que los dioses usan como verdugos y castigadores
contra los impuros e injustos; as los Lares son unos daimones del tipo de
Erinis o Poinas, vigilantes de vidas y hogares (
, <>
,
, ). La comparacin es
adjetival, lo que implica ms distancia que si se usara el sustantivo. Pero en
todo caso, parece indicar que Plutarco s puede llegar a respetar (aunque
no explcitamente a compartir) como idea tradicional no condenable que,
independientemente de los nombres y apariencias de los poetas, haya ciertos
daimones encargados de velar por la justicia en este mundo. Por eso dice con
naturalidad en la Vida de Otn (1.3) los ciudadanos ms influyentes haban
temido que no fuera un hombre, sino algn demon castigador o Poin que
caa de pronto sobre el Estado (
).
En coherencia con estos usos, en el mito del De sera (564F) Poin es
descrita como la encargada de castigar las faltas con sufrimientos en la
propia vida, que es siempre un castigo ms ligero que libera de las penas de
ultratumba.
La rpida () Poin trata a quienes ya han sido castigados en y por medio
de sus cuerpos de un modo suave que deja pasar muchas de las cosas que
necesitan purgacin; pero aquellos cuya curacin de la maldad es un trabajo
mayor, el demon los entrega a Dike tras la muerte.
sentidos de los castigados. Pero quien llega de all aqu sin haber sido castigado
ni purificado, a ese lo toma Dike
20
F. Fortea 1994: 561. Testimonios religioso-literarios de la veneracin por Nmesis ms
o menos contemporneos a Plutarco, que transmiten un retrato similar de retribucin entre la
compensacin csmica y la justicia moral son el Himno rfico 61 y el Himno de Mesomedes.
21
Fr. 31 Sandbach, comentando Hes. Op. 197ss. La cita de Il. 13.121 en De aud. poet. 32C es
meramente retrica, y adems en el pasaje homrico aids y nmesis no tienen valor divino sino
guerrero (vergenza y pundonor).
170
171
autor desconocido (fr. trag. adesp. 421 K) sobre el ojo de Justicia que todo lo
ve ( ) y el pasaje de las Leyes de Platn
que presenta, en referencia probable de un poema rfico, a Dike siguiendo a
Zeus, como castigadora de quienes abandona la ley divina ( ,
).25 Estas dos citas son la base,
respectivamente, de otros dos pasajes en que Plutarco las incorpora a su propio
discurso: en el Banquete de los Siete Sabios (161F) dice en defensa de la pronoia
divina, que no es uno el ojo de la Justicia, sino que Dios vigila en derredor lo
que hacen en tierra y mar para todos ( ,
). Por otro lado, el pasaje platnico aludido est en clara relacin con
la referencia (Ad princ. iner. 781B) en que recuerda la sentencia del filsofo
Anaxarco, quien para consolar a Alejandro, afligido tras haber matado en un
arrebato a Clito, le record que Zeus tena a Themis y Dike como consejeros
a su lado (), y por tanto todo lo que hiciera un soberano era
26; pero dice Plutarco, tras criticar esta permisividad: si hay que
especular sobre esto, Zeus no tiene a Dike como consejera, sino que l mismo
es Dike y Themis ( ,
), y la ms antigua y completa de las leyes. Pero los antiguos dicen y escriben
y ensean que sin Dike ( ) ni siquiera Zeus puede gobernar bien;
pues ella es virgen, segn Hesodo, incorruptible, compaera de vergenza y
sensatez y ayuda27.
Aparte de la especulacin mitolgica en este ltimo pasaje, que l mismo
inicia tomando cierta distancia ( ), Plutarco usa estas
citas ms bien como adorno literario, fuera del discurso principal. Slo en el
pasaje antes sealado de la Vida de Camilo (13.1) Plutarco nombra a Dike
como si sta fuera una creencia de los romanos, aunque despus apunta su
propia opinin, ms cauta, con alguno de los dioses. Quiz tambin un pasaje
de la Vida de Demstenes 31.4 ( :
la justicia por Demstenes cay sobre Macedonia) permite ver a esta dike
como un ente semipersonificado similar a la poin o la nmesis, aunque el
artculo determinado en vez del tis que encontrbamos en estos casos hace
preferible mantener la minscula que la mantiene como concepto abstracto
25
Lg. 4, 716a. En Orph. Fr. 32-33 Bernab se comprueba con otros testimonios, adems
de esta cita platnica, que Dike como acompaante de Zeus se encuentra en la poesa rfica
antigua. Adems, Platn ha citado justo antes de esta frase los versos sobre Zeus como principio
y fin que encontramos en la teogona de Derveni (Orph. Fr. 14).
26
Anax. 72A 5 D-K, citado tambin en Alex. 52.
27
Ad princ. iner. 781B. La cita de Hesodo es Op. 256: . Sobre
este pasaje, cf. tambin el captulo de Frazier en este volumen. Themis y Dike tambin aparecan
asociadas con Zeus en el pasaje de Praec. ger. reipubl. 819E en contexto cultual (cf. n. 11 supra).
173
174
(549D): Pero esa justicia de Eurpides que inmvil, con lento pie y en su
momento cae sobre los malvados, se asemeja ms al azar que a la providencia
en su incertidumbre, tardanza y desorden (
)31.
A lo largo del dilogo posterior, se alterna dike en diversas expresiones
como objeto directo (dikas o diken didonai, dikas tinein) en que su valor es
claramente impersonal, con otros trminos para indicar castigo, como kolazein
o timoria. Sin embargo, hay algunos pasajes en que dike es sujeto y parece
funcionar como ente cuasi-personalizado, como ocurra con nemesis en la
seccin anterior: as, encontramos que dice que Dios (ho theos) es el creador
de la justicia, a la que toca delimitar el castigo de los malvados (550A:
,
)32; que es misin de la justicia contener a unos
mediante el castigo de otros (561C:
); o que cuando la naturaleza
admite la semejanza familiar, la justicia hostiga y persigue la semejanza en la
maldad de los descendientes (563A:
). El contexto es un discurso filosfico, y no mitolgico,
por lo que incluso en estos pasajes dike no parece tanto una divinidad como una
fuerza impersonal dirigida por el designio divino: as dice en 558F al hablar
de la justicia retardada de las faltas de los delfios y sibaritas que recay sobre
sus hijos (
): pues las fuerzas poseen ciertas recurrencias
y conexiones desde el final hasta el principio, y las causas de stas, aunque
nosotros las desconocemos, cumplen en silencio su misin (
, , ).
Hay adems un pasaje narrativo (555C) en que el papel de dike parece
anticipar el mito final: Pausanias el rey de Esparta mat a una doncella, que se
le apareca desde entonces en sueos diciendo acrcate a la justicia, la soberbia
es un gran mal para los hombres ( .
). Pausanias naveg hasta el psychopompeion de Heraclea e invocaba al
alma de la joven con ritos expiatorios y libaciones. En este relato, parece como
si la dike residiera en la ultratumba, como sucede en el mito final.33
Cf. F. Frazier 2010: 74f. sobre la cita euripdea.
Esta frase desarrolla el ncleo de lo que L. Van der Stock ha llamado el Pindar-cluster
en torno a Zeus como demiurgo (cf. F. Frazier en este volumen, p. 174).
33
La dimensin de ultratumba se hace an ms clara en la versin del relato que transmite la
Vida de Cimn, 6.5-7: el fantasma dice Y tras las splicas de Pausanias, ella
31
32
175
En efecto, tras estos pasajes, el final del De sera presenta a Dike como la
encargada principal de la justicia en el Ms All, flanqueada por Poin para los
castigos ms livianos pues las faltas han sido ya purificadas en la tierra, y Erinis
para los pecadores incurables. Hay que suponer, pues, que todos los castigos
descritos en el mito son los de Dike, porque los de la Erinis se ejecutan en el
lugar invisible e indecible, y no volvemos a or hablar de ellos. El principio
de los castigos de Dike es la publicidad, contrariamente a los de Erinis, y la
purgacin del alma, frente a los de Poin (564F):
Pero quien llega de all aqu sin haber sido castigado ni purificado, a ese lo
toma Dike con el alma desnuda, sin poder huir ni ocultarse en ningn sitio
ni disimular su maldad, sino visto por todos y todo en todas partes, y lo
muestra primero a los padres buenos, si lo son, y a sus antepasados como un ser
despreciable e indigno; si son malos, vindoles castigados a ellos y siendo visto
por ellos, paga su pena durante mucho tiempo siendo despojado de cada una de
sus pasiones con dolores y sufrimientos que, en magnitud e intensidad, superan
los de la carne tanto como la vigilia es ms real que lo del sueo.
Estos nombres ya estn usados en el mito con otras funciones distintas y por
ello Plutarco les domina vagamente como otros ejecutores. Sean quienes
sean estos dmones, esta nocin de obligar a la confesin de los crmenes, que
aparece en pasajes y contextos diferentes, parece una idea tradicional, dentro de
la imagen bsica de la prisin ultraterrena, que probablemente ya se encontraba
en la tradicin escatolgica griega, especialmente la rfica35.
As pues, si Adrastea, hija de Ananke, y Poin representan el principio de
inexorabilidad, y Erinis representa la venganza, Dike representa el de la justicia,
por lo que su papel central en el mito responde a la lgica interna del De sera.
Sin duda el mito es un modo simblico de hablar, como el propio Plutarco
reconoce con frecuencia, pero corrobora, al modo de los mitos platnicos,
el razonamiento de los pasajes anteriores, que muestran la idea de una dike
csmica, una cierta fuerza (dynamis) de principio divino, que liga las cosas a
lo largo del tiempo y el espacio con un mecanismo compensatorio cuya base
ltima, aunque a veces difcil de percibir, es fundamentalmente moral.
Conclusin
Que resultados proporciona el examen de estos pasajes? Plutarco no
pretende ser demasiado innovador en su creacin mitopotica. No utiliza
como personificaciones ms que aquellas deidades consagradas por la tradicin
potica en sus roles mticos habituales (genealogas, caracterizacin, contextos),
y renuncia al recurso literario de personificar libremente abstracciones de
conceptos que usa habitualmente como dikaiosyne, themis o nomos. Incluso
cuando acude a la personificacin de las deidades mticas de la justicia no lo
hace sistemticamente, sino que slo usa en ocasiones more platonico como
complemento al logos, sirvindose de modo explcito de las citas e imgenes
que la tradicin potica le brinda, para presentar como personas divinas lo que
l realmente concibe como fuerzas cuyo origen ltimo es divino (dynameis, o
en pasajes con ms concesiones a la religiosidad tradicional, daimones), y que
pueden ser percibidas por los hombres como apariciones personificadas. El
principio comn a todas estas fuerzas es el de retribucin que inexorablemente
35
Platn en R. 363a en que critica la imagen del Hades de la poesa rfica se remite a los
suplicios de R. 362a (para los que se consideran injustos: ser azotado, torturado, aprisionado
y cegado). La prisin, o incluso simplemente el estar atado, tena connotaciones de impureza
(Eur. IT 468: . Pl. Ep. 357a:
). Por eso no es extrao que las Erinis aparezcan atando a las almas en la
iconografa apulia o en textos de influjo rfico como el pseudoplatnico Axoco (cf. A. Bernab
2009). En cambio, las laminillas de Pelina (Orph. Fr. 485-486 Bernab) instruyen al iniciado,
premiado por su pureza con la liberacin de toda atadura: dile a Persfone que el propio Baco
te ha liberado (). La confesin a la que fuerza el estar atado es el contrario exacto de la
declaracin que supone la liberacin: cielo e infierno se definen mutuamente por polaridad.
177
36
Este trabajo forma parte del Proyecto de Investigacin Cosmogona y escatologa en la antigua
Grecia. Influjos y paralelos con el Prximo Oriente, financiado por el MEC (FFI2010-17047).
178
Bibliografa
J. Rudhardt, Thmiset les Hrai: Recherche sur les divinits grecques de la justice
et de la paix, Genve, 1999.
179
S. Swain, Plutarch: Chance, Providence and History, AJPh 110, 1989: 272302.
Y. Vernire, Symboles et mythes dans la pense de Plutarque, 1977.
180
Mi sono occupato altre volte del dialogo Bruta animalia ratione uti, detto
anche Gryllus, prima1 per precisare lambientazione per cos dire mitica, cio
il suo riferimento ad Omero (la situazione quella di Od. 12.142, non quella
di Od. 10.135-399, come si dice di solito), poi2 per chiarire che lUlisse del
dialogo presenta caratteri e motivi valorizzati nella tragedia greca del V secolo.
Oggi vorrei richiamare la vostra attenzione sullultima pagina del dialogo e sul
vecchio, vecchissimo problema se il dialogo sia concluso e perfetto cos com,
oppure se il finale sia andato perduto nel corso della tradizione.
Entrambe le opinioni sono gi state autorevolmente sostenute da vari
studiosi: ma questo incontro, in cui si parla specificamente dellimportanza
della giustizia nelle opere di Plutarco, pu essere a mio avviso la sede pi adatta
per una nuova riflessione in proposito.
Come noto, si tratta di un dialogo mitico un caso unico nel corpus
plutarcheo in cui Ulisse prega Circe di concedere che i Greci che si trovano
presso di lei, trasformati in animali, possano riprendere le sembianze umane
e ritornare con lui in Grecia. Circe acconsente a condizione che accettino gli
interessati: a tal fine, ella rid la parola ad uno di essi, un certo Grillo, ora
trasformato in maiale, e si allontana (cap. 1). Subito Grillo dichiara che la vita
degli animali migliore di quella degli uomini e, di fronte alle perplessit di
Ulisse, si dichiara pronto a dimostrarlo. Nel cap. 3 (986F) egli dichiara di voler
cominciare proprio dalle virt per cui gli uomini ritengono di essere superiori
agli animali, e cio giustizia, assennatezza, coraggio e tutte le altre (); e passa
quindi ad argomentare che lanima degli animali pi adatta a produrre tali
virt, poich le produce senza bisogno di ordini e insegnamenti (cap. 3). Per la
Nella relazione fatta allincontro di Lille, edita come A. Casanova 2005: 97-109; cf. A.
Casanova 2005b: 121-131.
2
Nella relazione tenuta al Convegno di Madrid, 21-24 sett. 2005, edita in Ploutarchos n.s.
4, 2006/2007: 19-28.
1
181
Angelo Casanova
precisione, egli lo dimostra anzitutto (cap. 4) per il coraggio, poi per i due campi
in cui si manifesta il , e cio prima (A) per la (cap. 5), cio per la temperanza,
o autocontrollo, la capacit di controllare con la mente gli istinti e le voglie, in
particolare la cupidigia, la smania di lusso e di profumi (cap. 6), la bramosia e
le perversioni in campo sessuale (cap. 7), e infine la smodatezza nel mangiare
e nel bere (cap. 8). Segue (B) la trattazione della , ossia dellintelligenza, intesa
anche come capacit di apprendere le arti e le diverse abilit, come ad esempio
larte medica (cap. 9) e le altre abilit che dimostrano capacit intellettuali
e mnemoniche (cap. 10): e anche in queste varie forme di sapienza egli
argomenta gli animali risultano superiori agli uomini. A questo punto Ulisse
obietta che per agli animali manca la , la percezione che esiste la divinit
(meglio che la conoscenza di Dio), e Grillo gli d una risposta bruciante: ;
Allora non dovremmo neppure dire che tu, Ulisse, cos saggio e straordinario
come sei, sei nato da Sisifo?. E cos il dialogo si chiude bruscamente (o resta
interrotto).
La spiegazione pi facile quella data gi da K. Ziegler 1965: 131: Grillo
ha appena cominciato a rispondere, ma qui si interrompe il testo... certo per
una perdita secondaria. Seguivano indubbiamente altre osservazioni come in
De soll. anim. 22 e 35-36, e verosimilmente la dimostrazione della degli animali
concludeva il dialogo, e Ulisse si dichiarava persuaso. Questa osservazione
stata variamente ripetuta, variata o ridotta, con spiccata differenziazione tra
filosofi e letterati: anzi, si pu dire che non c un altro punto dellopuscolo
in cui la differenza di lettura dei filosofi e dei letterati venga fuori con
altrettanta chiarezza. I primi hanno osservato che il dialogo non pu finire
senza una trattazione della : particolarmente categorici in proposito erano gi
H. Usener 1887: LXX (libello nunc mutilato), U. Dierauer 1977: 191,
D. Russell 1993: 348, ma anche F. Becchi nel suo articolo del 1993: 633.
Incerti (o per lo meno problematici) sono, fra gli editori, sia W. C. Helmbold
1957 che G. Indelli 1995, mentre C. Hubert 1954 mette indicazione di
lacuna con tre asterischi. Oltre tutto si osserva in genere la trattazione
stata annunciata nel cap. 3 (come s visto allinizio): cf. in particolare J. A.
Fernndez Delgado 2000: 175. I letterati invece obiettano che con il duro
scambio di battute sulla (percezione o nozione degli dei) il dialogo tocca
lapice della tensione ideologica e dialettica, e che ogni altro finale diverso
da questo riuscirebbe fatalmente fiacco e opaco. Ad esempio, Helmbold non
segna lacuna finale e annota che ingegnosa linterpretazione di Reiske, che
si pu riassumere cos: se chi non conosce dio non possiede la ragione, allora
tu difficilmente puoi essere detto figlio di Sisifo!4 Il sottinteso, naturalmente,
3
4
182
che Sisifo era notoriamente ateo, come si argomentava nella tragedia di Crizia
intitolato appunto Sisifo, di cui abbiamo un lungo frammento proprio sulla
tematica cara a Sisifo che gli dei sono soltanto unutile invenzione (TrGF 1, F
19 Snell). Anche J. A. Fernndez Delgado 2000: 171 osserva che il brusco
e inatteso finale fa da pendant con linizio ex abrupto.
Ora, non c dubbio che in un trattato serio sulle virt delluomo
addirittura ovvio che non pu mancare la giustizia. Ho gi illustrato
nellincontro di Mlaga (A. Casanova 2010: 65-76) che la quadruplice
divisione delle virt proposta da Platone nel IV libro della Repubblica (sapienza,
coraggio, temperanza, giustizia), ripresa e definita da Aristotele nellEtica
Nicomachea (nella Metafisica e in altre opere), di fondamentale importanza
in tutta la tradizione successiva. Le quattro virt platoniche furono riprese
anche nel pensiero cristiano e denominate cardinali da SantAmbrogio e
poi ridefinite con maggiore spessore teorico da San Tomaso dAquino, che,
riprendendo proprio la tradizione aristotelica, distingue nellordine le quattro
virt cardinali, cio cardini delletica umana (giustizia, fortezza, prudenza,
temperanza), inferiori solo alle virt teologali, che sono tre (fede, speranza,
carit). Ebbene tornando al nostro opuscolo il maiale Grillo sa benissimo
che, se vuol dimostrare la superiorit degli animali sugli uomini, deve parlare
anche di giustizia: anzi, soprattutto di giustizia. Non per caso, nel cap. 3 la pone
in prima sede nellordine: giustizia, assennatezza, coraggio e poi tutte le altre
(cf. p. 181). Come virt cardinale, cio cardine delletica, la giustizia non pu
mancare.
Ancor di pi: in un serrato confronto tra animale e uomo, non pu mancare
una trattazione di quel delicato problema che la giustizia relativa tra uomo
e animale. Non per caso, ma per ovvia necessit, nellaltro dialogo plutarcheo
sugli animali, il cosiddetto De sollertia animalium, la discussione tra due persone
vere e reali (Autobulo e Soclaro, rispettivamente padre e amico di Plutarco) sul
tema importantissimo se e quanto gli animali siano forniti di intelligenza e
di raziocinio (per usare ancora le parole di K. Ziegler 1965: 125) porta ben
presto (nei primi capitoli) a prendere posizione sul fatto che gli animali hanno
intelligenza e ragione, ma non laspirazione alla perfezione, cio la virt; e
si afferma che gli uomini superano gli animali nella facilit dellapprendere,
nellacume, nel senso di giustizia e nel buon senso comune, mentre gli animali
possono essere superiori in grandezza, velocit, acutezza della vista e delludito;
inoltre fra gli animali importante lamore per i figli, ma senza che sia dato
loro il vero scopo di questo amore, che la giustizia (cap. 4). Ma non per
questo, si dice al cap. 7, si pu come fanno Stoici e Peripatetici negare la
ragione agli animali per riservare il concetto della giustizia e del diritto sociale
al mondo umano, n si deve escludere un rapporto di giustizia e diritto verso gli
animali. E questo, naturalmente, un tema importante, non solo del De sollertia
183
Angelo Casanova
animalium, dove si osserva che servirsi degli animali non ingiustizia di per
s, ma lo diviene se ce ne serviamo in modo cattivo, incurante o crudele (cap.
7)5, ma anche in un apposito trattato, egualmente plutarcheo, che va sotto il
titolo di De esu carnium, purtroppo conservato in modo incompleto e lacunoso,
diviso in due parti6, cui sono comunque da riferire anche in alcuni frammenti
plutarchei attestati da Porfirio7. Il tema in parte ripreso da Plutarco anche in
un passo delle Quaestiones Convivales (2.3, 635E-638A)8.
Ebbene, in base a queste considerazioni sembrerebbe chiaro, palese, quasi
ovvio che lopera incompleta, anzi largamente incompleta, come pensava
Ziegler. In proposito per io userei una maggiore prudenza e farei piuttosto un
altro tipo di riflessioni.
Il dialogo Gryllus non un trattato serio, espositivo, dimostrativo; una
esercitazione retorica, divertente e divertita. Non dobbiamo trasformarlo in un
trattato a tesi filosofica. un dialogo mitico, del tutto fittizio, e il protagonista
un personaggio a sorpresa, assolutamente inverosimile, e sostiene una tesi
retorica, paradossale: chi parla Grillo, un maiale, e non Plutarco. una tesi
provocatoria.
Io osserverei nel testo due particolari importanti, finora a mio avviso
non valorizzati abbastanza. Anzitutto il maiale Grillo ha annunciato fin
dallinizio che pronto a parlare di tutte le virt, a partire proprio dalla
giustizia e a dimostrare la superiorit degli animali in tutte quante le virt.
Poi, per abilit dialettica (o, se vogliamo, sofistica), partito dalla per
sottolineare addirittura che gli animali sono i veri , non gli uomini, che
non sanno nemmeno pi che cosa sia il coraggio. A mio avviso, chiaro
e scontato che il maiale ha intenzione di parlare di tutte le virt, ed ha
lasciato alla fine la giustizia, perch largomento fondamentale nella
contrapposizione fra animali e uomini. Ma e qui interviene la seconda
osservazione, che non deve sfuggire nella lettura del testo Ulisse che
nella discussione, impaziente di sottrarsi alla fiumana argomentiva di
Grillo, nel tentativo di fermarla e batterla in maniera decisa, interrompe
lesposizione del maiale e getta in campo, allimprovviso, un argomento
che dovrebbe a suo avviso troncare la discussione. lobiezione che, al di
l delle virt umane caratterizzanti, che noi chiamiamo cardinali, ci sono
K. Ziegler 1965: 128. Vd. in proposito la Introduzione di Giuseppina Santese, in L.
Inglese; G. Santese 1999: 15 ss. e 23 ss.
6
Il testo edito da Helmbold nel vol. XII della Loeb (W. C. Helmbold 1957). Ma vd., pi
di recente, L. Inglese; G. Santese 1999; e cf. D. Magini 2001.
7
Fr. 193 Sandbach (vol. VII, pp. 119-122 nelledizione Teubner; vol. XV, pp. 352-261 nella
Loeb). Si veda quanto scritto in proposito da D. Del Corno, nella Introduzione a D. Magini
2001: 37 ss.
8
Vd. A. Caiazza 2001; S.-T. Teodorsson 1989: 210-232.
5
184
Cf. p. 183 e n. 4.
185
Angelo Casanova
una versione del mito ripresa e annotata come curiosit antiquaria dallo
stesso Plutarco in Aet. Rom. et Gr. 43, 301D10, dove si spiega che secondo
alcuni Anticlea concep Ulisse perch violentata da Sisifo appena prima del
suo matrimonio con Laerte: Ulisse era dunque intelligente e astutissimo
per motivi genetici. A questo allude pesantemente Grillo: o non vero che
seme di Sisifo (cio non intelligente), oppure dimentica che proprio il
padre naturale a lui attribuito da certuni era notoriamente ateo. La battuta
tagliente, fortemente offensiva, e tronca quindi il discorso. Dopo, non
si pu immaginare che Ulisse si dichiari convinto, come pensava Ziegler:
piuttosto sar offeso e arrabbiato. Fosse irascibile come Achille, lo potrebbe
uccidere allistante; o forse, pi probabilmente, si pu immaginare che
interrompa qui il suo tentativo di convincerlo e parta senza di lui.
Pertanto, alla luce di queste considerazioni, io non parlerei n di
parte mancante perch perduta, n di argomentazione compiutamente e
adeguatamente terminata. Di certo lautore ha concluso bruscamente la sua
opera volontariamente, per non portare fino allassurdo (e alla noia) il suo gioco
paradossale. Egli ha esposto a lungo il pensiero di Grillo, ispirato alla tradizione
del cinismo11, sfruttando anche elementi epicurei12, e persino stoici13, anche se vari
elementi rivelano la preparazione platonica dellautore14, creando un pastiche
Edito nel vol. IV della Loeb, da F. C. Babbitt 1972.
Che la fonte principale sia cinica ammesso concordemente dalla critica: vd. e.g. R.
Hirzel 1895 II: 128 ss.; K. Ziegler 1965: 132; U. Dierauer 1977: 187 ss.; G. Indelli 1995:
25; G. Santese 1999: 44, nn. 115-116, 49; J. A. Fernndez Delgado 2000: 172, 176, 180; per
un indice dei motivi cinici vd. J. Bergua Cavero 1991: 13-15.
12
La componente epicurea stata variamente valutata. Secondo H. Usener 1887: LXX ss.
essa percorrebbe il dialogo da un capo allaltro (argumenta omnia, et saepe quidem verbo tenus,
ex Epicuro philosophia petita sunt). La critica recente ha molto attenuato tale giudizio: G.
Indelli 1995: 22, si limita a rilevare nel dialogo una presenza di materiale epicureo e venature
antiepicuree; F. Becchi 2000: 218, n. 103, afferma che nel Bruta animalia vi ben poco di
epicureo al di l di espressioni abbastanza generiche e comunque non riferibili in modo
esclusivo ad una precisa scuola di pensiero.
13
Vd. F. Dmmler, nella recensione agli Epicurea di Usener, ristampata in F. Dmmler
1901: 316-318. Che lopera sia rivolta contro gli Stoici opinione di K. Ziegler 1965: 131-4;
cf. D. Babut 1969: 62 ss.; G. Santese 1999: 44, n. 116.
14
Ad esempio, la distinzione tra i vari tipi di certamente epicurea (cf. Ep. ad Men. 127.8),
ma anche platonica (Re. 558d-559c; Phdr. 254a-d). Lesempio della scrofa di Crommione (987F)
riporta a Lach. 196d-e, dove citato lo stesso aninale; 988B-C, dove si afferma che gli uomini
affrontano pericoli solo per evitare rischi peggiori, pu essere confrontato con Phd. 68d-69e; 989C,
dove implicita lidea che le citt di mare sono particolarmente esposte alla corruzione dei costumi,
pu essere accostato a Pl. Lg. 704d-707c; e in generale le osservazioni sugli effetti dellirruzione
delle esterne nellanima, che evocano limmagine della citt invasa da un esercito straniero, riportano
sicuramente alla nota tematica della Repubblica. Senza aggiungere, naturalmente, che tutta la tematica
della discussione sulle virt spiccatamente di matrice socratico-platonica.
10
11
186
Cf. K. Ziegler 1965: 133; J. Bergua Cavero 1991: 17; W. C. Helmbold 1957: 490; G.
Indelli 1995: 21; A. Barigazzi 1992: 301. Ma forse, in definitiva, ha ragione J. A. Fernndez
Delgado 2000: 181, che totalmente scettico sulla cronologia di tutte le opere zoologiche di
Plutarco.
15
187
Angelo Casanova
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189
Angelo Casanova
190
Marcello Tozza
192
nellIliade (15.430) muore trafitto dalla lancia di Ettore. Il secondo, dal cuor di
leone, utilizzato da Omero per definire Eracle (Od. 11.267; Il. 5.639), Ulisse
(Od. 4.724, 814) ed Achille (Il. 7.228). Il terzo, simile a un cinghiale per la
forza, utilizzato nellIliade per definire Idomeneo (4.253) e Aiace Telamonio
(17.281). Gli ultimi due epiteti, dai piedi come il vento e bello come un dio,
sono frequentemente usati da Omero: il primo per definire, nellIliade, la dea
messaggera Iride (Il. 2.786, 5.353, 368, 11.195, 15.168, 200, 18.166, 183, 196,
24.95.); il secondo per definire numerosi personaggi3, in particolare, nellIliade,
Paride e Priamo, e, nellOdissea, Telemaco e Teoclimeno.
Dunque, attraverso la citazione del testo omerico, viene messo in evidenza
come gli uomini pi valorosi, per essere segnalati, vengano paragonati agli
animali e alle divinit, e come le stesse divinit, quando vengono collegate al
concetto di forza fisica, vengano paragonate agli animali, ma non agli uomini.
In questo modo, Plutarco non solo pone lanimale al di sopra delluomo, ma
addirittura lo avvicina alle caratteristiche assegnate alle stesse divinit.
Anche nel dialogo De sollertia animalium, Plutarco cita Omero con il
chiaro intento di enfatizzare le virt animali associandole a caratteristiche
divine: nel passo 978B Fedimo, nel suo tentativo di dimostrare la maggiore
intelligenza degli animali marini rispetto a quelli terrestri, menziona una
particolare caratteristica della seppia, ossia la sua capacit di liberare liquido
nero, creandosi attorno una nube oscura che offusca la visuale dei pescatori;
il personaggio plutarcheo paragona la seppia, per questa sua capacit, alle
divinit omeriche, affermando che imita gli di omerici che spesso avvolgono
e nascondono qualcuno, se vogliono salvarlo, <<in una nube oscura>>
( )4. La citazione letterale, perch ritroviamo
lespressione nel libro V dellIliade (v. 345), in cui Apollo avvolge Enea in una
nube oscura per sottrarlo al bronzo di Diomede.
Cos il testo omerico, oltre che punto di riferimento, diviene lo strumento
attraverso cui Plutarco pone lanimale in un piano intermedio tra essere umano
e divinit: Circe si era gi espressa sullidea di ritrasformare in uomini gli
animali, ricordando ad Ulisse, in 986A, che egli aveva scelto male (
) riguardo a s stesso e ai compagni ( evidente il richiamo al
verso 387 del libro X dellOdissea, in cui Ulisse chiede esplicitamente a Circe
di liberare i suoi compagni); tuttavia, la dea preferisce utilizzare lanimale per
3
Il. 3.16, 27, 30, 37, 58, 450, 6.290, 332, 517, 11.581, 13.774, 24.763 (Paride); 24.217,
299, 372, 386, 405, 483, 552, 634, 659 (Priamo); 2.623 (Polisseno); 2.862 (Ascanio); 12.94
(Deifobo); 17.494 (Areto); 17.534 (Cromio); 19.327 (Neottolemo). Od. 1.113, 3.343, 14.173,
16.20, 17.328, 391 (Telemaco); 15.271, 508, 17.151, 20.350, 363 (Teoclimeno); 4.628, 21.186
(Eurimaco); 6.7 (Nausitoo); 7.231 (Alcinoo); 10.205 (Euriloco); 21.277 (Antinoo).
4
.
193
Marcello Tozza
Detto ci, Achille lancia i cavalli in prima fila. Dunque, Era concede la
parola allanimale perch ricordi alleroe limpossibilit di trovare, nella realt
sensibile, la causa di un avvenimento: la morte di Patroclo era stata determinata
dallintervento di Apollo, il quale, avvolto in una fitta nebbia (
, Iliade 16.790), laveva colpito alle spalle, facendogli cadere
di dosso lelmo, la corazza, lo scudo e la lancia (vv. 791-804), rendendo cos
semplice lattacco con la lancia ad Euforbo e, finalmente, ad Ettore (vv. 806821). Lo stesso Patroclo mostrer la propria consapevolezza dellintervento
divino, chiarendo ad Ettore che hanno provocato la sua morte innanzitutto
Apollo e il destino funesto ( , v. 849); in pi, Patroclo profetizza
alleroe troiano la morte e il destino feroce ( , v. 853) per mano
di Achille, e la reazione la stessa a cui assistiamo nel dialogo tra questultimo
ed il suo cavallo, in quanto Ettore chiede allavversario gi morto: Patroclo,
perch mi profetizzi labisso di morte? (,
, v. 859).
Alla domanda Achille, continuando a rivolgersi
al suo cavallo, aggiunge: . Linterpretazione di Paduano, a te
non spetta, si mostra efficace in quanto rinvia al senso dellintervento delle
Erinni, che tolgono la voce allanimale; le Erinni intervengono qui in quanto
garanti dellordine naturale del reale, i cui limiti venivano oltrepassati dalluso
della parola da parte dellanimale: si tratta della stessa funzione delle Erinni
che Eraclito sottolinea quando afferma, nel frammento 94 Diels-Kranz, che
il sole non oltrepasser le misure: in caso contrario, le Erinni ministre della
5
Marcello Tozza
Giustizia lo scoveranno ( ,
).
Cos, in questo contesto, lentit divina pu rompere i limiti dellordine
naturale, ma non quelli stabiliti dalla Moira: per questo che in Omero
assistiamo, in determinati casi, ad un autentico lutto della divinit, e vediamo
lo stesso Zeus in una situazione di totale impotenza, nel libro 16 dellIliade,
di fronte alla morte del figlio Sarpedonte; in questaspetto il mondo divino si
mostra, nella maniera pi profonda, come metafora della condizione umana.
Anche nella profezia di Xanto vengono menzionati, come futuri
responsabili della morte di Achille, un uomo, un dio e la Moira: sar Ettore
stesso, in punto di morte, a chiarire ad Achille lidentit delluomo e del
dio (Paride e Febo Apollo tuccideranno alle porte Scee, per quanto tu sia
valoroso,
, Il. 22.359-360).
Insistendo sui tre piani, gerarchicamente strutturati, da cui scaturiscono
le situazioni contingenti, Xanto descrive in sintesi le categorie attraverso cui
la societ omerica giudica il mondo fisico in relazione con il metafisico: la
condizione umana si muove allinterno dei limiti stabiliti dal divino, che, a
sua volta, segue la volont del Destino. Il filologo tedesco Walter Otto ha
concesso un ampio spazio, nel suo lavoro di ricerca su Gli di della Grecia6, al
forte nesso che si registra, nel linguaggio omerico, tra il concetto di destino
e quello di parte assegnata: analizzando la funzione dei sinonimi e
, possibile associare, in Omero, il giusto con il dovuto, lo stabilito,
il determinato, eliminando, di fronte al Destino, la contrapposizione giustoingiusto, sostituita da unidea di giustizia che si identifica con la necessit.
Da qui la domanda delleroe omerico, perch mi predici la morte?; la
consapevolezza del determinato porta allaccettazione del destino, che per
lascia spazio alla libert che si esercita nellattuare allinterno degli stessi limiti
stabiliti: per questo Achille sceglie di continuare a lottare fino a saziare di
guerra i Troiani.
Appare significativa, nel sintetizzare questordine strutturale che domina
la realt, la scelta dellanimale: il cavallo Xanto viene menzionato direttamente
solo in unaltra occasione da Omero, nel libro 16 dellIliade, quando Patroclo
veste le armi di Achille e Automedonte gli aggioga i cavalli. Leggiamo nei
versi 148-154:
, ,
196
W. F. Otto 1929.
.
,
,
.
E Automedonte gli aggiog i cavalli veloci,
Xanto e Balio, che volavano assieme al vento:
li gener a Zefiro larpia Podarge,
mentre pascolava sui prati presso le acque del fiume Oceano.
Al bilancino colloc il bellissimo Pedaso,
che Achille aveva portato dal sacco della citt di Eezione,
e, pur essendo mortale7, seguiva i cavalli immortali.
Dunque, nel presentare Xanto e Balio, viene posto laccento sulla natura
immortale degli animali, associandoli alla sfera divina, ed in particolare a due
entit che hanno a che fare con il concetto di rapidit (Zefiro in quanto vento,
Podarge perch dai piedi agili, come mostra letimologia del nome); si tratta
di un aspetto che rappresenta, nel testo omerico, una delle molteplici tracce
di un pensiero religioso pre-ellenico, di cui, in questo contesto, si conserva un
chiaro ricordo: la sacralit del cavallo nel mondo miceneo viene messa in luce
da varie testimonianze, che appartengono alla fase finale della tarda et del
bronzo egea.
Lo studioso L. R. Palmer, analizzando le tavolette in Lineare B di Pilo Fa
16 ed Ea 59, ha ricondotto le forme i-qo e i-qo-jo, rispettivamente, al dativo
e genitivo singolare del greco , e considerato gli ideogrammi del cipero
e del grano, presenti nel testo, come indicanti le offerte ad un Dio Cavallo8.
Nelle nuove tavolette in Lineare B di Tebe, scoperte nel centro della citt
moderna da V. Aravantinos, tra lautunno del 1993 e la primavera del 1995,
sono presenti le forme i-qo-po-qo-i (in Fq 214, 252, 254+255, 272, 276, 305,
367) e i-qo-po-qo (in Fq 198, 247), che corrispondono rispettivamente al dativo
plurale e singolare del greco (palafreniere); questi individui,
destinati alla cura dei cavalli, figurano nei documenti come destinatari di farina
dorzo, assieme a termini che indiscutibilmente rinviano alla sfera cultuale
(quali ma-ka e ko-wa, riconosciuti come i nomi micenei di Demetra e Kore, o
a-ke-ne-u-si, che corrisponde al dativo plurale del participio presente del verbo
, essere puro)9.
Un altro dato testuale significativo costituito dallespressione, presente
7
Pedaso incontrer la morte poco pi tardi per mano di Sarpedonte, che manca Patroclo ma
colpisce il cavallo con la lancia (Il. 16.466-469).
8
L. R. Palmer 1963; idem 1983: 283296.
9
V. Aravantinos; L. Godart; A. Sacconi 2001.
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201
202
Eunomia in heaven and on earth. Plutarch's nomos between rhetoric and science
nomos
into the Mysteries and then sees a great light, so the ruler copies the light of
justice god has established in the cities as an image of his Reason. The cardinal
concept is expressed in the repeatedly quoted passage from Plato, Laws 4,
715e-716a1:
God who, as old tradition tells, holdeth the beginning, the end and the center
of all things that exist, completeth his circuit by natures ordinance in a straight,
unswerving course. With followeth Justice always, as avenger of those that fall
short of the divine law; and she, again, is followed by every man who would
fain be happy, cleaving to her with lowly and orderly behaviour; but he who is
uplifted by vainglory, or prideth himself on his riches , and through his pride
joined to youth and folly, is inflamed in soul with insolence, dreaming that he
has no need of ruler or guide, etc.
Rulers and their laws should, then, humbly imitate god and his divine
law. And then, the key concepts are that of the excellent professional and
, applied to the god as well as to the politician. One may compare2
De communibus notitiis 1065F:
but Zeus the paternal and supreme and righteous and, as Pindar calls him,
master craftsman fashioned the universe (
, , ... )
not ... as a drama but as a town common ( ) to gods and men
who should live lawful partners in right and virtue concordantly and blissfully
( ), and
for the attainment of this most fair and most majestic goal () what need
had he of pirates and murderers and parricides and tyrants?
1
For an analysis of the cluster of parallels to which this passage belongs, see L. Van der
Stockt 2004: 137-149.
2
For an analysis of the cluster of parallels to which this passage belongs, see L. Van der
Stockt 2002: 115-140.
204
Eunomia in heaven and on earth. Plutarch's nomos between rhetoric and science
The analogy between the agent in the sphere of statute law and in that
of divine law is almost perfect, except that the human ruler is only a kind
of () artist par excellence. Since the perfect artist by definition reaches his
goal, this implies that installing the law of justice on a human level is more
problematic than on the divine, cosmic level; installing lawfulness and justice
in human society is but a goal, whilst at the cosmic level, it is a fact, brought
about by the divine agent. Apart from his character, the politician has but one
tool, as Precepts of Statecraft 5 argues; it is that of , capable of softening
by persuasion and overcoming by charms the fierce and violent spirit of the
people; the politician cannot gain power and rule the multitude (
) unless he possesses persuasion and attractive
speech (801E). The politician as an artist processes the peoples (irrational3)
spirit with the tool of persuasion. We must now examine the procedure of
the artist- when he created the harmonious cosmos. This, however,
will involve another concept of lawful harmony.
2. Precribing law and law of nature
2.1. Dual causation: explaining and understanding the cosmos
The modern perspective in which science or scientific activity is undertaken
is different from the one of the Ancients. From our contemporary point of
view, science is an activity that seeks to acquire true and valid knowledge;
acquiring this knowledge may be considered an end in itself, or, given the
predicting value of physical laws, a means of controlling the course of events.
By contrast, Aristotle I refer to Aristotle because he is often regarded as
the most scientific of the classical philosophers would emphasize that the
theoretical way of life is an end and a gratification in itself, that the pleasure
or happiness that is experienced in the exercise of this intelligence is the fruit
of the exercise of something divine in man4, and that the perfection of the
theoretical life is wisdom5.
It is legitimate, then, to ask what are implications of the interference of an
ethical category such as wisdom, and of a divine agent, with Greek scientific
activity. More specifically, one might suspect that those factors would blind
the scientist when he scrutinizes Nature and seeks to discover how it works.
On the irrational character of the people, see J. Carrire 1984: 166, n. 4.
Cf. P. Hadot 1995: 126.
5
P. Hadot 1995: 137.
3
4
205
Admittedly, the distinction between the spiritual and ethical on the one hand,
and the material world on the other hand, is nowadays no longer clear-cut,
and a definition of science as the study of the material world would no longer
do6 . But we would not call the question To what end does the world exist? a
scientific question, but a philosophical (namely metaphysical) or religious one.
Yet the answer to that question was the culmination of ancient philosophy:
ended in metaphysics, theology and teleology, and we cannot take
it for granted that teleological speculations did not interfere with the unbiased
observation of how Nature works.
This legitimates the question whether Plutarch had any notion of what
we call a law of nature, or a scientific law, or a physical law. In our modern
understanding, a scientific law7 can be formulated as a statement, based on
observation, of a general and universal and eternal relation between natural
phenomena. The statement is synthetic (not analytical) and expresses a causal
relationship between observable facts. Scientific laws exist even without men
knowing or formulating them; they operate solely and coercively on the basis
of the natural characteristics of matter. They are descriptive and have predictive
value; they are not prescriptive, like statute laws.
In Plutarchs Academic Platonism, things are more complicated,
the concept of dual causality being an essential component of Plutarchs
Platonism8. I point to only three important texts:
a. Life of Pericles 6.2-3:
A story is told that once on a time the head of a one-horned ram was brought
to Pericles from his country-place, and that Lampon the seer, when he saw how
the horn grew strong and solid from the middle of the forehead, declared that,
whereas there were two powerful parties in the city, that of Thucydides and
that of Pericles, the mastery would finally devolve upon one man, - the man
to whom this sign had been given. Anaxagoras, however, had the skull cut in
two, and showed that the brain had not filled out its position, but had drawn
together to a point, like an egg, at that particular spot in the entire cavity where
the root of the horn began. At that time, the story says, it was Anaxagoras who
won the plaudits of the bystanders; but a little while after it was Lamprias, for
Thucydides was overthrown, and Pericles was entrusted with the entire control
of all the interests of the people.
Now there was nothing, in my opinion, to prevent both of them, the naturalist
and the seer, from being in the right of the matter; the one correctly divined
the cause, the other the object or purpose. It was the proper province of the
206
Eunomia in heaven and on earth. Plutarch's nomos between rhetoric and science
one to observe why anything happens, and how it comes to be what it is; of the
other to declare for what purpose anything happens, and what it means. And
those who declare that the discovery of the cause, in any phenomenon, does
away with the meaning, do not perceive that they are doing away not only with
divine portents, but also with artificial tokens, such as the ringing of gongs, the
language of fire-signals, and the shadows of the pointers on sundials. Each of
these has been made, through some causal adaptation, to have some meaning9.
I shall defend myself by citing Plato as my witness and advocate in one. That
philosopher found fault with Anaxagoras, the one of early times, because he
10
207
was too much wrapped up in the physical causes and was always following
up and pursuing the law of necessity as it was worked out in the behaviour
of bodies and left out of account the purpose and the agent, which are better
causes and principles. Plato himself was the first of the philosophers, or the
one most prominently engaged in prosecuting investigations of both sorts, to
assign to God, on the one hand, the origin of all things that are in keeping with
reason, and on the other hand, not to divest matter of the causes necessary for
whatever comes into being, but to realize that the perceptible universe, even
when arranged in some such orderly way as this, is not pure and unalloyed, but
that it takes its generation when matter comes into conjunction with reason.
208
Eunomia in heaven and on earth. Plutarch's nomos between rhetoric and science
divine and teleological causes, in that they are higher and better, supersede
the natural causes. But there is no conflict between them.
There is a clear anti-Stoic tendency here: the younger generation (in
opposition to the very earliest theological writers and poets) of so-called
natural philosophers (436D), who do away with the beautiful and divine
origin, are precisely the Stoics13. Furthermore, it is interesting to notice that
Plutarch, just like he did in the Life of Pericles but now more elaborately than in
that Life14, illustrates the point by reference to artificial products ( in
Per. 6.5, in De def. orac. 436A sqq.). But in keeping with the
theme of the dialogue, Lamprias in De def. orac. stresses the importance of the
divine agent; to him the artist is compared and called
(436A-B). This is an expression elsewhere reserved for the god himself, who,
in turn, receives the epitheton (cf. supra).
c. The preponderance of the higher, divine, better principles implies
the subordination of natural causes. This becomes explicitly clear in the Life
of Nicias, 2315. Plutarch records that Anaxagoras was the first to offer a
scientific explanation of the eclipses of the moon, but that in his days natural
philosophers were distrusted for that they reduced the divine agency down to
irrational causes ( ), blind forces ( ) and
necessary incidents ( ).
It was not until later times that the radiant repute of Plato, because of the
life the man led, and because he subjected () the compulsions of the
physical world to divine and more sovereign principles, took away the obloquy
of such doctrines as these, and gave their science free course among all men.
209
16
210
Eunomia in heaven and on earth. Plutarch's nomos between rhetoric and science
17
H. Grgemanns 1970: 104, n. 47 is right in supposing that we need something like
between and . Maker and father clearly belong together as one group;
these terms are discussed at length in Plat. quaest. II. In that Quaestio, the epithet (De
comm. not. 1065E) appears as (1000E). In De facie Lamprias is accumulating the
epithets by means of the polysyndeton because this Zeus will need supernatural powers in order
to force the elements to leave their natural positions and to take on unnatural ones (like the
earthy moon above us).
18
Ti. 28c:
.
19
L. Van der Stockt 2002: 119.
20
The answer cannot come from Anaxagoras, since he, regrettably, did not really employ
the concept of Nous in explaining the natural world, and thus in Plutarchs and Platos eyes, he
failed to provide teleological insights: J. Hershbell 1982: 146.
21
See H. Cherniss 1968: 95, n. c.
211
The analogy between the politician and the divine agent may be complete
by now. But to our modern mind it is inconceivable that a law of nature would
change its operation, and actually dissolve itself, because it is persuaded
by human or divine (prescriptive) speech. And this is where the hitch is: in
Plutarchs (Platonic) intelligent design, a divine agent overcoming laws of
nature by persuasion in order to create meaning.
212
Eunomia in heaven and on earth. Plutarch's nomos between rhetoric and science
Bibliography
Cherniss, H., Plutarchs Moralia XII (The Loeb Classical Library), London,
Cambridge, Mass., 1968.
Carrire, J., Plutarque. Oeuvres Morales. T. XI2 (Collection des Universits
de France), Paris, 1984.
Grgemanns, H., Das Mondgesicht (De facie in orbe lunae). Eingeleitet, bersetzt
und erlatert von -, Zrich, 1968.
Van der Stockt, L., With followeth justice always (Plato, Laws 716A):
Plutarch on the divinity of rulers and laws, in Lukas de Blois et alii
(edd.), The Statesman in Plutarchs works. Vol. I: Plutarchs statesman and
his aftermath: political, philosophical, and literary aspects. Proceedings of the
VI International conference of the International Plutarch society, Leiden,
2004: 137-149.
Van der Stockt, L. Karpos ek filias hgemoniks (Mor. 814C): Plutarchs
observations on the old-boy network, in Philip A. Stadter; Luc Van der
Stockt (edd.), Sage and emperor: Plutarch, Greek intellectuals, and Roman
power in the time of Trajan (98-117 A.D.), Leuven, 2002: 115-140.
213
214
M.Casevitz 1989.
La dfinition donne dans les Dfinitions pseudo-platoniciennes (416a), est la suivante:
. Une recherche dans le TLG donne exactement 106 occurrences,
dont une bonne cinquantaine (18 dans les Vies, 37 dans les Moralia, dont 3 dans les fragments)
ont une valeur gnrale.
1
2
215
Franoise Frazier
216
Franoise Frazier
Franoise Frazier
,
, 25.
On trouve explicite ici l'opposition entre justice et injustice, qui met en jeu
l'humanit mme du gouvernant, et qui situe bien l'exercice de la
dans le domaine humain, dans le champ thique, l o la rfrence themis et
dik tait mise significativement sur le mme plan que des lments physiques
comme le vide, les sismes ou la foudre.
De cette rpartition, on trouve le tmoignage le plus net dans un dernier
passage, tir du De latenter vivendo, ouvrage qui ne saurait se comparer en
importance au De sera, mais qui en partage du moins lorientation anti-picurienne.
Ce passage a dj attir lattention de son plus rcent commentateur, G. Roskam,
qui y voit mme une des phrases essentielles de lopuscule,o, travers lopposition
la doctrine picurienne, se dessine en filigrane lidal thique de Plutarque28:
25
Et cependant on pense que la divinit, laquelle ils sont si dsireux de sassimiler et de
ressembler, possde trois attributs distinctifs: lincorruptibilit, la puissance et la vertu, dont la
vertu est le plus auguste et le plus divin; En effet lincorruptibilit appartient aussi au vide et aux
lments, et grande est la puissance des tremblements de terre, des tonnerres, des ouragans et des
inondations, mais rien ne participe la justice et lquit, en dehors de ltre qui est divin par
lintelligence et la raison (trad. R. Flacelire) je nentre pas dans les problmes de texte que
pose le syntagme ( . S2, AU) ( S, om. AU), le
sens gnral qui m'importe ici n'tant pas douteux.
26
Arist. 10. 4 : () () .
27
Mais, en dpit de ces sentiments, ce que les hommes dsirent le plus, cest limmortalit,
qui est incompatible avec notre nature, et la puissance, qui dpend en majeure partie de la
fortune; quant la vertu, le seul des biens divins en notre pouvoir, ils la placent en dernier, bien
tort, puisque cest la justice qui rend divine la vie passe au sein du pouvoir, dune grande fortune
et de la souverainet, tandis que linjustice la rend bestiale (trad. R. Flacelire, lgrement
modifie).
28
G. Roskam 2007: 121: "This is undoubtedly one of the most important sentences of the
little work. It is not only diametrically opposed to the central tenets of Epicureanism, but also
220
,
,
, ;29
Franoise Frazier
varies et vont faire l'objet d'une revue rapide avant que l'analyse se concentre sur
le trait le plus riche sur la question, le Ad principem ineruditum.
2. , et le champ du politique
Une premire srie de textes runit deux ou trois des surs hsiodiques
pour dsigner un tat politique idal: on les trouve ainsi associes pour peindre
sous des couleurs favorables l'action organisatrice des vainqueurs romains35,
mais cest la Vie de Numa, conu comme une sorte de lgislateur platonicien
avant la lettre, qui offre les passages les plus intressants. Dentre, lorsque les
missaires romains veulent convaincre un Numa rticent, avant tout soucieux de
(5.8), ils suggrent que peut-tre dsormais les Romains,
rassasis de triomphes et de trophes, dsirent
(6.3): il est tentant ici de mettre une majuscule cette
dont le Sabin est compagnon. En tout cas, son importance pour atteindre
eunomie et paix est demble vidente et se trouve pleinement confirme la fin
de la Vie, lorsque Plutarque peint les beaux effets obtenus par les belles vertus de
Numa que sont et (Numa 20.4):
,
36.
Un tel texte oriente vers la rflexion sur la figure du roi, qui s'amorce ds
le IVe sicle, se dveloppe lpoque hellnistique et a une actualit vidente
l'poque de l'optimus princeps, quelque rinterprtaton personnelle quen puisse
donner chaque auteur. Avant de sy attarder, il faut cependant, aprs avoir vu
rapidement les figures hsiodiques, revenir sur les problmatiques qui ont
domin l'poque classique.
On songe d'abord l'opposition fondamentale entre et ,
troitement lie la critique des sophistes, puis la crise morale de la fin
du Ve sicle37, dont on trouve sans doute lcho majeur dans le face face de
35
Flam. 12.6:
; Luc. 23.1:
, , voir
aussi avec , Aem. 29.1. Sur Praec. ger. reip. 807C, voir infra, p. 238.
36 Car le peuple romain ne fut pas le seul que la justice et la douceur du roi et adouci et
comme ensorcel en tous [dans les villes alentour] sinsinua le dsir de vivre sous de bonnes
lois, en paix, en cultivant la terre, en levant paisiblement leurs enfants et en vnrant les dieux
(trad. R. Flacelire, lgrement modifie). Les deux vertus semblent si intimement lies que
Plutarque les runit mme sous un seul article.
37
On trouvera une prsentation densemble in J. de Romilly 1971: 73-95 ("La critique des
sophistes") et 97-114 ("La crise morale"), chapitre que lon peut complter par E. Lvy 1976:
222
Franoise Frazier
lUrbs, jettent dans le mundus "tous les prmices de ce dont lusage est lgitim
par la loi ou rendu ncessaire par la nature" (Rom. 11.2). Plus significativement,
il souligne lui-mme, dans le grand loge de lamour de lrotikos, au-del de la
simple dimension conjugale tablie par la loi, la dimension cosmique donne
par la nature (Amat. 770A):
<>
44,
ou encore, dans le De facie 935C, il fait rappeler son frre Lamprias les
honneurs rendus la lune par les hommes, comme il faut le faire pour les dieux:
45.
224
comme apocryphe, on trouve des traces de cette triple origine dans lErotikos48
et dans le De Iside49. On peut aussi trouver, au lieu de ou (avec
ou sans 50), une rfrence aux 51: dans les deux cas,
laccent est mis sur la coutume et son anciennet, plutt que sur son caractre
conventionnel, sur les relations traditionnelles avec les dieux, conserver, plutt
que sur des rgles proprement politiques. Dans ce domaine, Plutarque peut
sans doute, loccasion, sinterroger sur telle ou telle loi bizarre et souligner
l'obscurit des intentions du lgislateur52, mais les mentions de la loi nen sont
pas moins dune remarquable raret dans ses traits politiques, en particulier
dans ceux qui sattachent la vie civique contemporaine, le An seni et les
Praecepta gerendae reipublicae53.
Ces derniers offrent une mention rapide de la ncessit pour lhomme dtat
de ne pas sen tenir la stricte lgalit quand lintrt suprieur de la cit lexige,
avec, pour justification, une sorte de loi suprieure:
54, mais c'est propos du souverain que la relation avec la loi se pose
48
Amat. 763B14-C5: , , ,
,
.
49
De Is. et Os. 369B:
; voir aussi la dfinition du vritable Isiaque, 355 C7-D1 (avec le
participe ).
50
Cf. De def. orac. 416C et 436F.
51
De Is. et Os. 355C et 378D; De def. orac. 435E; Amat. 756B: sur ce thme, F. Frazier
2008a.
52
Une des lois les plus discutes dans la tradition est celle de Solon obligeant prendre parti
dans une stasis plusieurs fois cite (voir F. Frazier 1996: 141-143), elle figure en dernier dans
la liste des lois apparemment ridicules qui fondent le raisonnement a fortiori du dbut du De sera
4, 550B-C, ainsi conclu:
. ,
;
pour dautres exemples particuliers, voir les contributions de Ins Calero Secal et de Stefano
Amendola.
53
Ne me semblent pas mriter de longs dveloppements deux mentions, assez banales,
lunedans le An seni, o, pour inciter lengagement, Plutarque oppose les circonstances difficiles
de lpoque classique avec ses staseis aux conditions contemporaines beaucoup plus favorables,
(784F6-7), dont l'intrt rside surtout dans l'association, rcurrente, de , , ;
l'autre dans les Praec. ger. reip., o il fait du droit et de la loi la limite des amitis (
,
, 808A9-B1 pour Pricls; voir aussi 808E11 pour Caton). J'ai laiss de ct le De unius,
dont lauthenticit est discute, mais o, en tout tat de cause, il ny a aucune occurrence de
.
54
817D7-9: Aussi bien, la loi donne toujours la premire place dans le gouvernement
celui qui agit selon la justice et sait ce qui est utile (traduction J.-C. Carrire, CUF, t. XI-2,
avec longue note, p. 197, n. 5). Voir aussi, sur le respect de la lgalit, F. Frazier 1996: 160-161.
225
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226
Franoise Frazier
, ,
65.
Les deux niveaux, celui des principes, dvolu (), celui des
ralisations concrtes, qui revient au (), se retrouvent, enrichis
ici de la conception de l'agent de cette ralisation, l', qui est aussi le
sujet principal de l'ouvrage. Sa dfinition par tout la fois s'inscrit
dans la conception platonicienne gnrale des relations entre le divin et le
sensible rappelant la distance ontologique qui spare les deux68et dans
65
En fait, sil faut former des conjectures sur cette matire, Zeus nest pas assist par Justice:
il est lui-mme Justice, Droit et la plus ancienne et la plus parfaite des lois (trad. M.Cuvigny,
lgrement modifie).
66
Voir, derechef, le commentaire de A. Tirelli 2005: 28: "In tale orizzonte si iscrive la
concezione, formulata subito dopo, a 780D, del governo comme , che si ritrova
anche in praec. ger. reip. 823F e in Num. 6.2, una biografia che presenta notevoli tratti di affinit
con il nostro opuscolo, celebrando nellantico re sabino lincarnazione ante litteram dellideale
politico di Platone.
67
La justice est la fin de la loi, la loi louvrage du souverain, le souverain limage de Dieu
qui ordonne toutes choses. Nul besoin pour modeler une pareille image dun Phidias, dun
Polyclte, dun Myron: cest le souverain lui-mme qui, par le moyen de la vertu, cherche se
rendre semblable la divinit et crer, de toutes les statues, la plus agrable au regard et la plus
digne dun dieu. (trad. M. Cuvigny lgrement modifie pour donner toute leur valeur conative
aux participes prsents).
68
Voir aussi, destine viter tout malentendu, la critique de limmanence stocienne
au chapitre 5, avec une rfrence explicite Platon, qui prcde une seconde occurrence du
modle cosmologique:
(cf. Phd. 78c-e) ,
(Lg. 716a).
228
229
Franoise Frazier
230
points srs se dgagent nanmoins, limportance majeure du logos et, quil soit
prsent ou non dans cette phrase, laccent port sur leffort imitatif humain, qui
rapparat ds la phrase suivante, o lon repasse sous le regard de la divinit:
,
73.
231
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232
82
233
Franoise Frazier
initial. Preuve que leffort sur soi est ce point consubstantiel la vie morale
aux yeux de Plutarque qu'il ne saurait l'omettre dans une peinture gnrale de
la ralit, de dieu, du monde et de l'homme.
A plus forte raison, le modle cosmique et l'effort qu'il suscite et guide tout
la fois dans l'me humaine, se retrouvent-ils dans le contexte pdagogique
hautement platonicien que constitue la Vie de Dion. De nouveau le texte pose
quelques difficults, dont la premire concerne directement la "mise en ordre"
du caractre. Voici ce que Dion attend de Platon, qui devra semployer auprs
de Denys le Jeune un bel exemple de princeps ineruditus (Dio 10.2-3):
,
,
,
, , 83.
234
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de bataille sa forme la plus redoutable et au banquet sa forme la plus agrable? Car lun est
lautre reposent sur le principe dun arrangement judicieux. Le Pote a coutume dappeler "bons
ordonnateurs de guerriers" les hommes les plus remarquables, les plus aptes rgner. Et vous,
vous dites bien que cest par un arrangement gnral que le grand dieu substitua lordre au
dsordre, sans rien enlever de ce qui existait et sans rien ajouter, et que cest en plaant chaque
chose lendroit convenable quil tira dune extrme confusion la forme la plus belle pour la
nature (trad. F. Fuhrmann, lgrement modifie).
90
Voir P. Schmitt-Pantel 1992, en part. 45 sqq. ("Symposion et partage sacrificiel: 2
modles pour la cit archaque").
91
A. Ernout; E. Meillet, D..L.L, 4e d., Klincksieck,1967, sv. struo.
92
Cela correspond pleinement aux emplois premiers de , antrieurs son usage
"cosmique": voir G. Neumann 1995.
236
93
L. Van der Stockt 2002: 125: "To sum up: the Pindar-quote is part of a Platonically
inspired cluster that involves important terms such as , , and . Its
proper habitat is most probably the cosmological discussion in De facie, whilst De comm. not. and
De sera go into its ethical implications. It found a playful application in the domain of ethics and
etiquette in the Quaest. Conv., and became the source of a powerful metaphor in Praec. ger. reip.
94
Cf. P. Chantraine, D.E.L.G., sv. .
95
Pour ce type de composs, on peut hsiter entre deux interprtations: 1 celle par un
compos de type possessif, do lart sans pareil", soit, plus joliment, "qui excelle dans son art",
ou 2 celle par un compos rection verbale, avec nom d'agent au second lment, nom d'agent
en - non attest au simple dans le lexique, mais d'un type bien reprsent en composition
et illustr en particulier par le bien connu -, anthroponyme - etc.
interprtation conforte par l'existence d'un verbe dnominatif dj homrique
(), le nom d'agent attest au simple et suffix en - n'tant pas connu au sens
d'"artisan, ouvrier" avant l'poque classique, d'o ici le sens "qui construit, fabrique le mieux", soit
"meilleur artisan". C'est la premire solution que retient E. Redi 1969: 40-41 et en particulier
171-172 pour le compos pindarique, considrant comme lune des caractristiques de la langue
potique lemploi dEpitheta ornantia avec des thonymes, ce qui est du reste corrobor dans
le mme fr. 57 par lassociation du compos indubitablement possessif lpiclse
de Zeus . Mais quel que soit le sens voulu par Pindare, il est clair que Plutarque
l'interprte dans le deuxime sens. Je remercie vivement ma collgue et amie Sophie Minon,
dont la science m'a fourni ces prcisions linguistiques.
237
Franoise Frazier
mettre part la citation des Prceptes politiques96, qui ne reprend que ladjectif,
et se situe dans la cit: lhomme politique, , doit choisir
judicieusement ses amis, qui sont, dans son action et pour la russite de celleci, ses instruments vivants et pensants ( ). Ici
c'est donc par la notion d' instrument que se fait le rapprochement avec
les artisans dtenteurs dune techn, maon ou charpentier. Et le bon ordre,
ralis dans le cadre civique, est exprim par les notions traditionnelles qui ont
ouvert cette tude, lattribut de son artisan, , tant spcifi par
. Dans cette situation harmonieuse, Plutarque
insiste moins sur un certain ordre constitutionnel que sur lharmonie des
relations humaines aspect en effet essentiel dans la cit de son poque, o il
faut rgler amitis et inimitis lintrieur, et assurer de bonnes relations avec
les autorits romaines pour viter toute intervention de leur part.
Avec la mention de Zeus, on quitte le domaine de la cit pour
prendre un point de vue cosmique, qui va jouer deux niveaux, celui du
cosmos stricto sensu, celui o intervient le dmiurge du Time, et celui du
monde mortel, confi dans le dialogue platonicien aux dieux secondaires
mais o cest la part immortelle par lui seme qui doit commander
et assurer lordre de la justice. Le premier niveau, qui concerne astres
et plantes, se trouve dans le De facie97, comme le fait attendre le sujet
mme du dialogue. La dploye concerne alors prioritairement la
, entendue comme ncessaire mise en ordre que la thorie d'un lieu
que chaque lment occuperait d'emble, par nature, rendrait superflue
comme serait superflu un si les soldats savaient d'euxmmes la adopter. Dans ce cadre, est glos par
l'expression attributive , o sont associes
l'expression de Time 28a ( 98)
et la traduction habituelle de lpithte pindarique, , dont
l'objet devient ici problmatique, voire inexistant ( ). Ce qui est
en jeu, lment essentiel et de la polmique avec les Stociens et de la
96
Praec. ger. reip. 807C: [ ] () ,
,
,
,
97
De fac. lun. 927: ,
,
, <>
. ,
98
Elle fait lobjet de la Question platonicienne II (
;, 1000E): cf. F. Ferrari 1996.
238
239
Franoise Frazier
104
De sera num. vind. 550B: ,
, ,
,
105
Quaest. conv. 1.2, 618B-C: ,
, ,
, ' ,
,
, .
240
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Schmitt-Pantel, P., La cit au banquet. Histoire des repas publics dans les cits
grecques, Rome, 1992.
242
243
los jueces, pero no los nombra y, sobre todo, centra su atencin en las almas
de los no piadosos10, cuestin que se aleja notablemente del propsito de
Plutarco. Por su parte, Platn en el mito de Er narrado en la Repblica (614cd) menciona la presencia de jueces infernales, pero sin ahondar demasiado
en sus atribuciones y sin dar sus nombres11. En qu consiste el juicio de las
almas lo detalla un pasaje del Axoco (371c)12, un dilogo cuya autencidad es
cuestionada13, pero que en cualquier caso presenta una visin escatolgica
inspirada en descripciones del Ms All platnico. En el Axoco s se nombran
los jueces, pero no se distinguen sus funciones. Cabe pensar que Plutarco ha
elegido el pasaje del Gorgias por ser uno de los ms detallados que conoce y por
la innovacin que representa el sistema de juicios all descrito. Segn Platn,
el procedimiento actual deriva del propio Zeus y trata de solventar el sistema
vigente en tiempos de Crono, cuando el juicio se realizaba el mismo da en que
mora la persona a quien se juzgaba y los jueces eran tambin hombres vivos.
Zeus nombra ahora a sus propios hijos, que son mortales, y a diferencia de
los jueces terrenales, los infernales juzgan desnudos, desprovistos de intereses
materiales e inmunes a todo tipo de corrupcin14. Del mismo modo deben estar
desnudas y desprovistas de riqueza las almas a quienes se juzga para garantizar
la objetividad de los jueces (Grg. 523 b-e, apud Plu. Cons. ad Apoll. 121A-C)15.
Por otra parte, hemos visto que Plutarco atribuye este ideario a un relato
de antiguos poetas y filsofos, entre los que se encuentran Pndaro y Platn,
pero el recurso a esta frmula tradicional puede implicar otras fuentes. Platn
emplea expresiones semejantes para referirse a doctrinas atribuidas a Orfeo y
Museo, que el filsofo adapta y transforma sabiamente hasta hacerlas suyas16.
En los testimonios rficos ms antiguos no se menciona el juicio en el Ms
All17, pero en su trnsito ultramundano el iniciado ha de superar una serie de
entre ellos, funcin que tiene ya Minos en Homero (Od. 11.568-571), cf. C. SourvinouInwood 1999: 87-88; A. Bernab 2011: 159-163.
10
M. A. Santamara lvarez 2003: 265-271.
11
Sobre el mito de Er (Pl. R. 614b-621b) y la escatologa de la Repblica, cf. especialmente
H. Richardson 1926 y A. Bernab 2011: 172-178 con bibliografa.
12
Cf. Y. Vernire 1977: 291-292. Sobre la escatologa de este dilogo, vase A. Bernab
2011: 178-188, con bibliografa. Platn menciona tambin el juicio de las almas en la Carta Sptima
(Pl. Ep. 7, 335a; Orph. Fr. 433 I) y en las Leyes (Pl. Lg. 959b), pero sin detallar en qu consiste.
13
Cf. el estado de cuestin de P. Gmez Card 1992.
14
Sobre el mito del Gorgias, vanse E. R. Dodds 1959: 372-379; L. Bescond 1986; J.
Dalfen 2002: 223-225; D. Sedley 2009; A. Bernab 2011: 157-163.
15
Cf. M. A. Durn Lpez 1994: 647. Sobre la idea de la desnudez de las almas en Plutarco,
cf. G. Soury 1942: 215-216.
16
Cf. A. Bernab 1998: 39-57, 91-93; A. Bernab; A. I. Jimnez San Cristbal 2008:
53-55; A. Bernab 2011: 7-15.
17
Pero se trata de una creencia asociada al orfismo y pitagorismo desde antiguo. Platn
(Ep. 7, 335a, [Orph. Fr. 433 I]) menciona ciertos escritos antiguos y sagrados, probablemente
atribuidos a Orfeo y Museo, que ilustran sobre el juicio post mortem. Con Pitgoras y su secta lo
245
relacionan Arist. EN 1132b 21ss. y Iamb. VP 86, 155, 179; DK 58c 3, ap. D. L. 8.35, cf. M. A.
Santamara lvarez 2003: 268.
18
Cf. A. Bernab; A. I. Jimnez San Cristbal 2008: 171-174.
19
Y. Vernire 1977: 154-157; A. Bernab 1996.
20
Orph. Fr. 474-484a, cf. A. Bernab; A. I. Jimnez San Cristbal 2008: 19-52.
21
Cf. Od. 4.563, pasaje que se cita tambin en De fac. lun. 942F, 944C.
22
Cf. C. Sourvinou-Inwood 1999: 32-34.
23
Sobre la segunda muerte, vase infra, n. 50.
246
247
ascienden derechas, y que deben ser las almas justas, y otras, probablemente las
condenadas, marcadas por manchas o llagas, que giran en crculo inclinndose
hacia arriba y hacia abajo y lanzando gritos inarticulados (564A-E). Las almas
injustas han de rendir cuentas ante unas divinidades vengadoras y someterse
a castigos para purificarse de las faltas cometidas en vida que probablemente
atentaban contra la tica o la justicia vigentes (564E-565B)29.
Adrastea, hija de Ananke y Zeus, es la vengadora suprema de todas las
injusticias. Le auxilian en su labor, Poine, Dike y Erinis. La primera se ocupa de
quienes han sido castigados en vida con penas que slo ataen al cuerpo pero no
corrigen al alma. Dike recibe a quienes no fueron castigados ni purificados en
vida por delitos de gran envergadura, hace visibles sus culpas a todos y les obliga
a purificarse liberndose de sus pasiones con dolores y sufrimientos intensos.
A medida que se van purificando las almas van desapareciendo las manchas,
llagas y cicatrices, secuela de sus pasiones30. Algunas almas, sin embargo, no
logran purificarse y se ven abocadas a un nuevo nacimiento. Por ltimo, Erinis,
la colaboradora ms severa de Adrastea, persigue a quienes son absolutamente
incurables y los aprisiona en un lugar indecible e invisible. Plutarco retoma una
serie de divinidades que vengan los crmenes de sangre, bien atestiguadas desde
poca clsica, especialmente en los trgicos31. La novedad principal es que las
presenta como un conjunto, a cuya cabeza est Adrastea, y delimita su esfera
de actuacin al mundo de los muertos32. La clasificacin de las almas del De
Sera guarda importantes reminiscencias del Fedn platnico (113d-114b)33, en
que se distingue entre quienes han vivido moderadamente y han de purificarse
hasta que son absueltos, aquellos que son irremediables y se ven arrojados para
siempre al Trtaro por la magnitud de sus crmenes, quienes han cometido
delitos graves pero curables y, finamente, quienes vivieron de forma piadosa y
habitarn una morada pura.
Tespesio avanza en su camino y ve la sima de Lete, una gruta similar
a los antros bquicos, por la que Dioniso condujo arriba a Smele, y en la
que las almas se humedecen y emborrachan para olvidar antes de reencarnarse
Vase F. Frazier 2010: 155-156.
Sobre el simbolismo de los colores asociados a los diferentes tipos de almas, cf. G. Soury
1942: 217-220; Y. Vernire 1977: 147; I. P. Culianu 1983: 46-47; J. Boulogne 1994: 223224, 227-229, 233 y n. 97; F. Frazier 2010: 154-155.
31
Poine y Dike aparecen en A. Ch. 947; Dike y Erinis, en A. Eu. 510, Ag. 1432; S. Ai. 1390,
Tr. 808; E. Med. 1389; PDerveni col. IV 9; y Dike es invocada en S. Ant. 451. Por su parte,
Adrastea castiga la soberbia en A. Pr. 936 y Pl. R. 451a.
32
Sobre su funcin, vanse G. Soury 1942: 214-215; Y. Vernire 1977: 234-241; R.
Aguilar 1986: 6-7 y n. 10; R. Aguilar 1996: 159 y n. 132; R. Aguilar 1996a: 286-288.
33
Cf. F. Frazier 2007: 195-196; F. Frazier 2010: 152-153. Sobre la escatologa del Fedn,
cf. A. Bernab 2011: 163-172. Categoras similares de condenados pueden verse en Pl. Grg.
525c, 526b, R. 615a-b.
29
30
248
(566A-B)34. Tespesio pasa tambin por la sima de los tres dmones y el orculo35
antes de volver al lugar los castigos (566E-567D). Contempla los suplicios de
cuantos vivieron disimulando su maldad y con fama de virtuosos en vida. El
espectculo de tormentos es ahora ms atroz y duro si cabe. Los condenados
han de sacar fuera el interior del alma y se contorsionan y retuercen de forma
anormal. Para purificar las almas unos dmones las sumergen sucesivamente
en tres lagunas cercanas, una de oro hirviendo, otra helada de plomo y la ltima
spera y dura de hierro (567C-D). Las almas all sumergidas van cambiando
de color, aspecto y consistencia hasta que recobran su luminosidad original
(565C). A continuacin, las que van a reencarnarse en animales son golpeadas
por artesanos que las adaptan a sus nuevas formas (567F). Los procedimientos
empleados para regenerar las almas recuerdan a los que usa la alquimia para
transformar los metales viles en nobles. La imagen, ausente en la escatologa
platnica, tal vez se inspire en escritos gnsticos que describen la creacin del
alma del mundo como una mezcla de tipo alqumico36.
Encontramos nuevas referencias a los castigos en el mito de Timarco,
narrado en el De genio (589F-592E)37, si bien Plutarco se interesa aqu ms
por presentar una doctrina sobre la naturaleza del alma que por los aspectos
escatolgicos. El protagonista contempla una sima de la que escapan aullidos,
llantos y gemidos innumerables de personas y animales. El lugar ha sido
interpretado, no sin controversia, como el mundo inferior en que residen las
almas que van a reencarnarse (590F)38. Un poco ms adelante se habla del
Hades como lugar de castigo que arrebata las almas mancilladas e impuras que
deben nacer de nuevo (591C)39. En cambio, las almas que ya han cumplido
su ciclo de nacimientos son acogidas por la luna. Sus concavidades son lugar
de purificacin y castigo de las culpas y puertas por las que las almas circulan
de la luna al cielo o bien hacia la tierra. El propio movimiento de las almas
revela cul es su condicin: se mueven de forma recta y ordenada las almas
34
Cf. G. Soury 1942: 217 y n. 1; Y. Vernire 1964; Y. Vernire 1977: 185-188, 221; R.
Aguilar 1981: 7-11; Y. Vernire 1986: 351; F. E. Brenk 1987: 287-288; A. Prez Jimnez
1993: 114; R. Aguilar 1996a: 288-289; M. A. Durn Lpez 1999; A. Prez Jimnez 2001:
204-206; R. Aguilar 2010: 9-10.
35
Y. Vernire 1977: 188-190; R. Aguilar 1981: 11; R. Aguilar 1996a: 289-290; M. A.
Durn Lpez 1999: 214-215; A. Prez Jimnez 2001: 206-208.
36
Cf. J. Boulogne 1994: 218, 227-234; J. Boulogne 2008: 60-61. Agradezco a A. Prez
Jimnez la sugerencia de la posible relacin con la alquimia, as como las referencias bibliogrficas.
37
Sobre el mito, cf. W. Hamilton 1934a; G. Soury 1942: 153-175; G. Mautis 1950; Y.
Vernire 1977: 105-108; J. Hani 1975; R. Aguilar 1981: 27-44; Y. Vernire 1986: 340-352;
R. Aguilar 1993: 23-24; R. Aguilar 1996a: 292-293; I. Gallo 2003-2004: 200-202.
38
Como el Trtaro lo ven F. Cumont 1966: 136, n. 3; Y. Vernire 1977: 182-183. Con la
tierra lo identifican R. M. Jones 1916: 57; G. Mautis 1950: 208; vase R. Aguilar 1981: 35
y R. Aguilar 2010: 7-8, con bibliografa.
39
Cf. R. Aguilar 1981: 36.
249
que por crianza y educacin tienen una parte irracional no demasiado dura ni
obstinada, mientras que se inclinan hacia arriba y hacia abajo las que tienen un
carcter indmito (592A). Son evidentes los ecos del Fedro platnico (247b)
en que la situacin de las almas est ligada a su capacidad de controlar las
pasiones en vida40.
En esa dicotoma entre lo racional y lo irracional incide tambin el De
facie. Aqu todas las almas, racionales y pasionales, al morir estn abocadas a
errar durante cierto tiempo entre la tierra y la luna, pero su condicin no es
la misma ya que las injustas y disolutas pagan por sus ofensas, mientras que
las buenas se purifican del miasma del cuerpo en un lugar llamado pradera
del Hades del que luego partirn hacia la luna (943C)41. Desafortunadamente
Plutarco no explicita cmo pagan las almas injustas esas ofensas. En todo
caso, lo que determina una vez ms la situacin del alma es la capacidad de
raciocinio que le ayuda a vencer las pasiones.
Hallamos tambin referencias a los castigos en un fragmento del
tratado Sobre el alma (fr. 178 Sandbach)42. Al hilo de la comparacin entre
lo que experimentan los iniciados en el ritual y en el momento de morir43,
Plutarco describe el panorama que acoge al alma a su muerte. El fiel tiene
visiones sagradas y experimenta efectos fsicos tpicos del terror y la angustia
provocados tal vez por la incertidumbre o, mejor, porque el alma contempla all
los terrores del Hades44. El panorama de los profanos resulta desolador: una
multitud impura que se hunde en el barro, pisotendose y empujndose unos
a otros. En este ejemplo la idea de justicia est ligada al ideario religioso y a la
prctica cultual: quienes se inician y participan en los misterios disfrutarn en
el Hades de una existencia privilegiada, frente a los profanos que yacern en el
fango. No es relevante determinar si Plutarco se est refiriendo a los misterios
de Eleusis, a los rficos o a los de Isis45, porque probablemente el imaginario
es compartido por los misterios en general. Lo importante es que testimonia
la supervivencia de una concepcin de la justicia ligada a la iniciacin y al
cumplimiento de ritos, propia de cultos mistricos como el orfismo, y de la
que ya Platn (R. 363cd, 364b, 364e, 366a; Phd. 69c, Grg. 493a-c) se haca eco
siglos atrs fundamentalmente para denunciarla46.
Cf. R. Aguilar 1981: 40-41.
Cf. G. Soury 1942: 185-186; Y. Vernire 1977: 190; A. Prez Jimnez 2011.
42
Cf. G. Soury 1942: 186-188; R. Aguilar 1981: 91-94; Y. Vernire 1986: 349-350; A.
Bernab 2001.
43
Sobre el particular vanse Y. Vernire 1977: 196-197; F. Dez de Velasco 1997: 413422; A. Bernab 2001: 10-21.
44
Vase tambin PDerveni col. V 5ss; cf. A. Bernab 2002.
45
Vase A. Bernab 2001: 11-12, con bibliografa sobre la discusin.
46
Otros tormentos pueden verse en Pl. Axioc. 371d. Sobre la concepcin religiosa de la justicia,
cf. H. G. Ingenkamp 2001; A. I. Jimnez San Cristbal 2005; A. Bernab 2011: 188-204.
40
41
250
El anlisis de los textos analizados muestra que las almas son condenadas
por un comportamiento en vida que atenta contra la tica o la justicia (en
el De sera), por su incapacidad para controlar las pasiones (en el De genio
y en el De facie) o por causas estrictamente religiosas, a saber el hecho de
no estar iniciado. Todos estos motivos se encuentran ya en la escatologa
platnica y en la de los cultos mistricos, de los que Plutarco es, por tanto,
deudor47. Si comparamos los castigos que Platn augura a los condenados
con los de los escritos plutarqueos, observamos similitudes, pero tambin
notables diferencias. En el Fedn y en la Repblica los condenados yacen en
el barro, el mismo castigo que cita Plutarco en el De anima48. En el Gorgias
(493b) Platn describe que los insensatos y no iniciados son castigados a
llevar agua en un cedazo a una tinaja agujereada, un castigo que Plutarco
no menciona, pese a citar pasajes textuales del Gorgias en la Consolatio.
Por ltimo, en el Axoco (371d) los condenados son lamidos por fieras
salvajes o quemados por las divinidades vengadoras, castigo comparable a
las manchas o llagas que estigmatizan las almas condenadas en Plutarco.
Da la impresin de que el de Queronea se aleja en ciertos aspectos del
filsofo ateniense. Mientras en los escritos de Platn el alma se ve obligada
a realizar actividades penosas, en los de Plutarco tiene una actitud ms
pasiva y sufre los tormentos en carne propia. As es sumergida en lagunas,
golpeada por artesanos y constreida a moverse en crculo o retorcerse.
En general, Plutarco prescinde de las detalladas descripciones platnicas
de los terrores del Hades y opta por una imagen ms abstracta y asptica
del castigo. Habla de sufrimientos intensos, gemidos o lamentos, pero rara
vez explicita su causa o procedencia y evita en gran medida el lado cruel
y violento. Parece que Plutarco prefiere no incidir demasiado en ciertos
aspectos, bien porque los considera de sobra conocidos, bien porque piensa
que los castigos son ms simblicos que reales.
4. Los premios en el Hades
Los premios que aguardan las almas de los buenos se exponen
fundamentalmente en el De facie, en la narraccin del mito de Sila
(940F-945D)49. Leemos all que ningn individuo mezquino o impuro puede
47
En el Fedn (69d), Platn dice que los iniciados son los filsofos y se desmarca de una
visin ritualista. En cambio, Plutarco, de acuerdo con lo que leemos en Cons. ux. 611D, valora
las iniciaciones y participa activamente junto con su mujer en el culto, cf. Y. Vernire 1977:
220-225; Y. Vernire 1986: 336-339. Sobre la transposicin de la imaginera tradicional, cf. Y.
Vernire 1977: 178-194.
48
Pl. Phd. 69c, R. 363c-d; vanse tambin Pl. Phd.113d-114b, R. 615a.
49
Sobre el mito, cf. W. Hamilton 1934; G. Soury 1942: 176-210; Y. Vernire 1977:
102-105; R. Aguilar 1981: 45-64; Y. Vernire 1986: 346-352; P. Donini 1988; A. Prez
251
subir al extremo lmite de la tierra, el lugar donde los nobles llevan una vida
apacible hasta la segunda muerte (942F)50. Ms adelante dice que las almas
nobles pasan un tiempo en la zona ms suave del aire a la que se denomina
las praderas del Hades para librarlas de las impurezas del cuerpo (943C-D)51.
Algunas de ellas no consiguen superar esa fase intermedia y son rechazadas.
Otras, en cambio, logran llegar a la luna y son tocadas como vencedoras con
coronas de plumas que se llaman coronas de la rectitud porque esas almas
lograron someter y adiestrar su parte irracional en vida. El premio supremo
parece ser, sin embargo, la separacin de y , tras la cual la se
disuelve en la luna y el alcanza el sol (944E)52.
La idea de la estancia feliz en la pradera, probablemente de raigambre
indoeuropa, es frecuente en la escatologa griega desde Homero y tiene gran
fuerza en los rficos y, por supuesto, en Platn53. En cuanto a la corona tenemos
ejemplos desde Pndaro en que las almas de los bienaventurados se adornan
con coronas en el Ms All como smbolo de victoria sobre la muerte54.
Plutarco menciona tambin la pradera y corona en relacin con la suerte de
las almas bienaventuradas en el fr. 178 Sandbach, al que ya nos hemos referido
a propsito de los castigos. Leemos all que el iniciado disfruta de un destino
feliz entre hombres purificados de su misma condicin. El rasgo que define esa
condicin es haber participado en los misterios. Una luz asombrosa, lugares
puros y praderas acogen al iniciado que llega purificado y coronado. La corona,
adems de simbolizar el triunfo sobre la muerte, le sirve al difunto de sea de
identidad que lo identifica como iniciado, frente al resto de muertos profanos55.
Plutarco se refiere tambin a los premios en el Hades en un pasaje de
la Comparacin entre Cimn y Lculo (1.2). All se hace eco de un texto de
la Repblica, al que antes nos referimos, en el que se afirma irnicamente
que una corona y un estado de embriaguez sempieterna son las recompensas
Jimnez 1991; A. Barigazzi 1994; S.-T. Teodorsson 1994; R. Aguilar 1996a: 290-292; A.
Prez Jimnez 1998; H. G. Ingenkamp 2001: 133-135; A. Prez Jimnez 2002; I. Gallo
2003-2004: 204-206; A. Prez Jimnez 2011.
50
Sobre la segunda muerte, cf. G. Soury 1942: 196-203; Y. Vernire 1977: 213-214; A.
Prez Jimnez 1993: 10-11; S.-T. Teodorsson 1994: 116-117; A. Prez Jimnez 1998: 285,
290-294.
51
Cf. G. Soury 1942: 187-188; R. Aguilar 1981: 54-57.
52
Cf. R. Aguilar 1981: 69-70; A. Prez-Jimnez 2002: 469-478.
53
Od. 11.539, 24. 3-14; Pl. R. 616b, Grg. 523e-524a. En varias laminillas rficas datadas en
el s. IV a.C. (Orph. Fr. 487, 5-6; Orph. Fr. 493) el destino final de los iniciados son las praderas
de Persfone, cf. A. Bernab; A. I. Jimnez San Cristbal 2008: 174-177. Sobre la pradera
en la tradicin indoeuropea, cf. M. H. Velasco Lpez 2001.
54
Cito algunos ejemplos distantes en el tiempo: Pi. O. 2.74ss, Pl. R. 363c, Ar. fr. 504, 6 K-A,
laminilla rfica de Turios (Orph. Fr. 488, 6, s. IV a. C.), Suppl. Hell 980, Verg. Aen. 6.665. cf. A.
Bernab; A. I. Jimnez San Cristbal 2008: 124.
55
Sobre la coronacin de las almas en Plutarco, vase tambin G. Soury 1942: 189.
252
253
57
Editan el texto O. Montevecchi; G. B. Pighi 1947; R. Merkelbach 1951; A. Vogliano
1952; O. Montevecchi 1953: nr. 4; H. Lloyd-Jones; P. J. Parsons 1978 y A. Bernab 2007,
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Index locorum
Index Locorvm
Adespota Tragica
fr. 421K.: 173
Aelianus
De natura animalium
6.61: 56
Aeschines (Orator)
1.13: 57
1.28: 57
Anaximander
Fragmenta Diels-Kranz
1: 217 n. 11
12A 10 D-K: 87
Anaximenes
fr. 13B 2 Diels: 87
Apuleius
De Platone 2.7: 142 n. 19
Aeschylus
Agamemnon
521: 87 n. 1
1432: 248 n. 31
Choephoroe
947: 248 n. 31
Eumenides
510: 248 n. 31
Persae
400: 87 n. 1
Prometheus
936: 248 n. 31
Fragmenta (ed. Radt)
175: 185
Aristophanes
Acharnians
524-527: 29 n. 25
530: 28 n. 22
Birds
1331: 87 n. 1
Clouds
858-859: 32 n. 38
914: 88 n. 3
Frogs: 247 n. 28
Pax
605: 31 n. 34
Fragmenta (ed. Kassel-Austin)
504.6: 252 n. 54
Alcinous
Didask. 29.182.32 ss.: 142 n. 19
Aristo Chius
Fragmenta West
20: 45
Alcman
fr. 105 Calame: 165
Anaxagoras (fr. D-K)
72A 5: 173 n. 26
Anaxarchus: 165
Index locorum
23.3: 45
26.3: 59
27.4: 28 n. 18
52.2: 61 n. 20
55.3: 57
56.6: 56
De caelo
280a 21: 88 n. 2
Ethica Eudemia
1234a 31: 144 n. 35
Ethica Nicomachea: 116 n. 29, 142, 143
n. 22, 183
1094b: 155
1103b: 44
1114b: 44
1124a: 88 n. 3
1129a 5: 25 n. 6
1129a 32: 143 n. 31, 144 n. 36
1129a 32-1129b 10: 146
1129a 33 ss.: 143 n. 32
1129b: 159
1129b 26-31: 143 n. 24
1130a 3: 143 n. 27
1130a 26: 143 n. 31
1132b 21 ss.: 246 n. 17
1133b 30: 143 n. 25
1133b 32-33: 143 n. 26, 146
1134a 31-32: 143 n. 27
1134b: 157 n. 14
1134b 5: 143 n. 27
1135a 16: 143 n. 25
1136a 4: 143 n. 25
1136a 19: 143 n. 25
1172b 24: 143 n. 25
1173a 21: 143 n. 25
Magna moralia
1182a 11: 142
1185b 6-8: 144 n. 36, 146 n. 41
Metaphysica: 183
Meteorologica
339a 20: 88 n. 2
De mundo
401b: 163 n. 6
Politica
1253a 16: 25
1253a 29-30: 143 n. 27
1253a 37: 164 n. 9
1255b 10: 143 n. 30
1256b-1274a: 33 n. 44
1275b: 59
1283a 38-40: 143 n. 29
1284a: 48 n. 18
1289b 29: 144 n. 36
262
Rhetorica
1357b 27-30: 89 n. 8
1360b 24: 26 n. 10
1366b: 26
1366b 9-10: 25 n. 6
1367a 17-22: 31 n. 36
1373d: 157 n. 14
1375a: 159
De virtutibus et vitiis
1250b 24: 144 and n. 35
1251a 33-34: 144 n. 36
Fragmenta (ed. Rose)
539: 15 n. 35, 122, 128
Aspasius
In Ethica Nicomachea comm.
40.9: 145 n. 37
139.26: 145 n. 37
Athenaeus
4.65: 58
Aulus Gellius
Noctes Atticae
20.8: 123 n. 9
Bible
Ev. Matt. 16.26: 88 n. 2
Cassius Dio
65.3: 97 n. 18
Cebes: 163
Chrysippus
On the Gods: 166, 172
Fr. 1009 SVF: 224
Cicero
De divinatione
18.42: 76
De Inventione
3.6: 157 n. 16
De natura deorum
3.91: 77 n. 30
Leges
1.6.18-19: 154 n. 6
1.60: 156
Republic
3.6: 157 n. 16
3.22, 33: 154 n. 6
Clearchus (Historicus): 247 n. 28
Index locorum
Critias: 74, 76, 77
fr. 19 Snell: 74 n. 23, 78, 183
Cypria: 185
Demosthenes (orator)
24.103: 56
57.32: 58 n. 10
60.36: 88 n. 3
Diodorus Siculus
7.12: 78 n. 36
12.39.3: 31
Diogenes Laertius
1.55: 56
6.101: 247 n. 28
7.131: 155 n. 9
7.139: 88 n. 2
8.35: 246 n. 17
Dionysius of Halicarnassus
2.61.2: 78
8.48: 87
Duris of Samos
FGrHist. 76 F65: 29 n. 24
Empedocles: 161, 211, 232
fr. 134 Diels: 87
Ephorus
FGrHist. 70F 193: 32 n. 38
FGrHist. 70F 149: 78 n. 36
Epicurus: 95 n. 16, 143
Ep. 2.37: 88 n. 2
Ep. ad Men. 123 ss.: 185
Ep. ad Men. 127.8: 186 n. 14
R.S. 31: 143
R.S. 33: 143 n. 32
fr. 531 Usener: 143 n. 32
Euripides
Cyclops
104: 186
Iphigenia Aulidensis
524: 186
1362: 186
Iphigenia Taurica
468: 177 n. 35
Medea
1389: 248 n. 31
Fragmenta
979 Kannich.: 122 n. 6, 173
Galen
Anim. Pass. 5.11 K: 156 n. 13
De propriorum animi... 1.9.13: 149 n.
52
Heraclides Ponticus: 247 n. 28
Heraclitus: 172, 217
Fragmenta Diels-Kranz
30: 87 n. 2
80: 217 n. 12
94: 167 and n. 17, 195-196
Hermogenes
ap. Stobaeus 1.49.44: 88 n. 2
Herodotus: 76, 174 n. 30
1.65: 87 n. 1
2.52: 87 n. 1
7.36: 87 n. 1
7.163-166: 141 n. 14
8.60: 88 n. 3
8.77: 141 n. 12
8.79.1: 49
8.86: 87 n. 1
8.142: 88 n. 3
9.59: 87 n. 1
9.66: 87 n. 1
Hesiod: 71 n. 10, 121, 153 n. 3, 161,
215
Opera et Dies: 123 n. 9, 141, 217
30-32: 217 n. 8
122: 111 n. 7
197 ss.: 170 and n. 21
217-224: 141 n. 9
240: 154
255-256: 139 n. 5
256: 157, 173 and n. 27
256-262: 141 n. 9
270-272: 154 n. 7
275: 141 n. 10
279-280: 141 n. 9
286 ss.: 44
287-288: 146
289 ss.: 43
724-726: 128
Theogony: 217
900 ss.: 166, 174
901-902: 23
902: 139 n. 5
903: 217 n. 8
263
Index locorum
Homer
Iliad
1.238 ss.: 140 n. 7
2.214: 87 n. 1, 88 n. 3
2.278: 192 n. 2
2.728: 192 n. 2
2.623: 193 n. 3
2.786: 193
2.862: 193 n. 3
3.16: 193 n. 3
3.27: 193 n. 3
3.30: 193 n. 3
3.58: 193 n. 3
3.450: 193 n. 3
4.253: 193
5.333: 192 n. 2
5.345: 193
5.353: 193
5.368: 193
5.639: 193
5.759: 88 n. 3
5.778: 198 n. 12
6.290: 193 n. 3
6.332: 193 n. 3
6.517: 193 n. 3
7.59: 198 n. 12
7.228: 193
8.12: 88 n. 3
8.128: 192
8.179: 88 n. 3
8.198: 170
8.312: 192
8.372: 192 n. 2
9: 217 n. 9
10.274: 198 n. 12
10.363: 192 n. 2
10.472: 87 n. 1
11.195: 193
11.581: 193 n. 3
12.60: 192
12.94: 193 n. 3
12.210: 192
12.225: 87 n. 1
13.121: 170 n. 21
13.725: 192
13.774: 193 n. 3
15.77: 192 n. 2
15.87: 139 n. 4
15.93: 139 n. 4
15.168: 193
15.200: 193
15.430: 193
16: 196
16.148-154: 196-197
264
16.387-388: 140
16.388: 216 n. 7
16.466-469: 197 n. 7
16.542: 216 n. 7
16.604: 192
16.790: 195
16.791-804: 195
16.806-821: 195
16.849: 195
16.853: 195
16.859: 195
17.281: 193
17.494: 193 n. 3
17.534: 193 n. 3
18.166: 193
18.183: 193
18.196: 193
18.502-506: 153
18.508: 153 n. 1, 216 n. 7
19.180: 216 n. 7
19.327: 193 n. 3
19.350: 198 n. 12
19.400-423: 194-195
20.5: 139 n. 4
20.152: 192 n. 2
20.384: 192 n. 2
21.550: 192 n. 2
22.359-360: 196
22.455: 192
23.542: 216 n. 7
24.72: 192
24.95: 193
24.108: 192 n. 2
24.217: 193 n. 3
24.299: 193 n. 3
24.372: 193 n. 3
24.386: 193 n. 3
24.405: 193 n. 3
24.483: 193 n. 3
24.552: 193 n. 3
24.634: 193 n. 3
24.659: 193 n. 3
24.763: 193 n. 3
24.786: 192
Odyssey
1.113: 193 n. 3
1.320: 198 n. 12
2.68: 139 n. 4
3.138: 88 n. 3
3.244: 216 n. 7
3.343: 193 n. 3
3.372: 198 n. 12
4.563: 246 n. 21
Index locorum
4.628: 193 n. 3
4.691: 216 n. 7
4.724: 193
4.814: 193
6.7: 193 n. 3
7.231: 193 n. 3
8.3: 192
8.179: 87 n. 1
9.106: 140
9.112: 141
9.215: 216 n. 7
9.274: 140
9.504-530: 192
10.135-399: 181
10.205: 193 n. 3
10.387: 193
10.436: 192
11: 247 n. 28
11.218: 216 n. 7
11.267: 193
11.539: 252 n. 53
11.568: 122
11.568-571: 244 n. 9
11.570: 216 n. 7
12.37-141: 191
12.142: 181
13.77: 87 n. 1
14.59: 216 n. 7
14.84: 216 n. 7
14.173: 193 n. 3
14.447: 192
15.271: 193 n. 3
15.508: 193 n. 3
16.20: 193 n. 3
16.442: 192
17.151: 193 n. 3
17.328: 193 n. 3
17.391: 193 n. 3
18.275: 216 n. 7
18.356: 192
19.43: 216 n. 7
19.168: 216 n. 7
19.178-179: 121
19.179: 244
20.350: 193 n. 3
20.363: 193 n. 3
21.186: 193 n. 3
21.277: 193 n. 3
22.240: 198 n. 12
22.283: 192
24: 247 n. 28
24.3-14: 252 n. 53
24.119: 192
24.255: 216 n. 7
Hyperides (Orator)
Against Athenogenes
10.11-16: 60
Iamblichus
VP 9.46: 164 n. 9
VP 179: 74 n. 22
VP 30. 172: 142
VP 86: 246 n. 17
VP 155: 246 n. 17
VP 179: 246 n. 17
Inscriptions
Inscriptiones Creticae
IV.41.I 1-7: 62
IV.41.I 12-17 II 2: 62
IV.47.1-8: 62
IG Rom. 4.982: 88 n. 2
OGI 458.40: 88 n. 2
SIG 814.31: 88 n. 2
Isocrates: 71 n. 11
4.179: 88 n. 2
8.32: 57
Busiris 24.25: 74
Nicocles 9: 203
Law of the Twelve Tablets: 62
VIII.6: 62 n. 22
XII 2b: 62 n. 22
Libanius
Declamationes
11.1, 14: 56
Livy: 13
1.18-21: 78
45.32.11: 236
Lysias (Orator)
10.19: 61
Orphic Fragments (ed. Bernab)
14: 173 n. 25
32-33: 173 n. 25
433 I: 245 nn. 12, 17
445: 244
460: 244
474-484a: 246 n. 20
485-486: 177 n. 35
487.5-6: 252 n. 53
488.6: 252 n. 54
493: 252 n. 53
1076 I: 244 n. 9
265
Index locorum
Orphic Hymns: 161-178
61-64: 161, 170
64: 165
Parmenides: 87, 161, 217
Fragmenta Diels-Kranz
1: 217 n. 13
8: 217 n. 13
Pherecrates (Comicus)
fr. 145 CAF: 164 n. 8
Philolaus (philosopher)
21: 87
Phocylides: 141 n. 14
Pindar: 141, 217, 227 n. 61, 240, 245,
252
Olympian odes
2.58-60: 244
2.74 ss.: 252 n. 54
13.6-11: 141 n. 12
Pythian odes
3.82: 87 n. 1
Fragmenta (ed. Maehler)
57: 141 n. 12, 237 n. 95
129: 243
169: 165
169a: 157
213: 218 n. 16
Pitagoras: 142, 246
Plato: passim
Euthyphro
12c 10-12e 8: 142 n. 21
Apologia Socratis
41a: 244 n. 9
Crito
50d: 57
53c 7: 142 n. 17
Phaedo: 92, 109, 114, 248 n. 33
68d-69e: 186 n. 14
69c: 250, 251 n. 48
69d: 251 n. 47
78c-e: 228 n. 68
107d: 113
108a: 93 n. 14
109b-e: 113
113d: 113, 114 n. 16
113d-114b: 248
117d: 116 n. 27
266
Theaetetus
145e 6: 142
Politicus: 17
277d 1-2: 89 n. 8
294a-b: 226 n. 59
296d-e: 155 n. 10
297d: 155
Symposium: 92
180d-182a: 93
187d-e: 93
188c: 93
190e: 93 n. 14
202d-e: 113
209a: 26
Phaedrus: 92, 104
246a-248b: 113
247b: 250
248a: 113
254a: 104 n. 8
254a-d: 186 n. 14
275d-276a: 226 n. 59
Laches
196d-e: 186 n. 14
Protagoras
300c: 44
320c-322d: 25 n. 7
323a 5-7 ss.: 141 n. 15
337d: 223 n. 38
Gorgias: 223, 226, 244, 245, 246
464b-465e: 78
472e: 25 n. 7
482c-486d: 223 n. 38
482e-483d: 44
482e 5: 223 n. 38
493a-c: 250
483a 3 ss.: 141, 223 n. 38
483c 3 ss.: 144 n. 36
489a: 223 n. 38
493b: 251
504d: 93 n. 14
507c 1-3: 142 n. 21
508a: 88 n. 2
523a-524a: 243, 252 n. 53
523b-e: 245
523e-524a: 244
525c: 248 n. 33
526b: 248 n. 33
Meno
90a: 93 n. 14
Respublica: 8, 92, 114, 226
books 1-2: 139 n. 1
book 4: 183
330d: 218 n. 16
330d-332c: 25 n. 7
Index locorum
331a 4-5: 142 n. 21
331c: 217 n. 16
338e 1 ss.: 142
343c 3: 143 n. 27
343c-e: 44
343 e ss.: 143 n. 29
349b 8-349c 9: 144 n. 36
350d 4 ss.: 142 n. 17
353e 7-8: 142
359a: 218 n. 16
361a 5-361b 1: 147 n. 44
361a 4-5: 147 n. 45
362a: 177 n. 35
363a: 177 n. 35
363c: 252 n. 54
363c-d: 250, 251 n. 48, 253 n. 56
364b: 250
364e: 250
365b: 218 n. 16
365d: 218 n. 16
366a: 218 n. 16, 250
367a ss.: 143 n. 29
367c 2-3: 142
380b 2: 218 n. 16
389b: 67
389c-d: 74, 78
405a-410b: 78
405c: 218 n. 16
411e: 218 n. 17
413d: 218 n. 17
414d: 75
416d-417b: 34 and n. 51
425d: 218 n. 16
433a: 159
433e: 218 n. 16
434c: 26 n. 7, 159
435a: 26 n. 7
435c: 159
435e: 159
436a-b: 159
445a: 218 n. 16
451a: 248 n. 31
459d-e: 75
464d: 218 n. 16
464e: 218 n. 16
471b: 218 n. 16
474a: 218 n. 16
487e: 79 n. 41, 156 n. 11
493a-e: 77
497c-d: 75
499a: 218 n. 16
501e: 156 n. 11
520b: 218 n. 16
529c: 218 n. 16
536b: 218 n. 16
549c: 218 n. 16
558d-559c: 186 n. 14
586b 1: 144 n. 36
591a: 218 n. 16
602b: 75 n. 26
610d: 218 n. 16
614b: 244
614b-621b: 245 n. 11
614c-d: 245
615a: 218 n. 16
615a-b: 248 n. 33
615e: 218 n. 16
616b: 218 n. 16, 252 n. 53
617c-d: 111 n. 8
617d-e: 113, 116 n. 28
620d-e: 113, 116 n. 28
621b: 112 n. 10
Timaeus: 96, 113, 114, 115, 217, 231,
233, 238
27a: 88 n. 2
28a: 238
28c: 211 n. 18
30b: 115 n. 22
31a: 115 n. 22
37c: 72 n. 12
41c: 217 n. 15
42b: 217 n. 15
48a: 211
53b: 232
69c: 115 n. 22
70a: 115 n. 22
90a: 112-113 n. 13
Minos
318e-319f: 121
319c: 121, 122
319d: 122
Leges: 7, 15, 75 n. 25, 92, 233
614a-b: 121
630e: 155 n. 8
631c: 42
644c-d: 226 n. 59
645a-b: 226 n. 59
704d-707c: 186 n. 14
711E: 79 n. 41
712a: 156 n. 11, 204
715b: 10 n. 18
715e 7-716a 3: 139 n. 6
716a: 173 and n. 25, 228 n. 68
718e 5-719a 2: 146
760c: 127 n. 18
774a: 56
875a: 226 n. 59
875c-d: 226 n. 59
267
Index locorum
889e: 223 n. 38
906c 3: 144 n. 36
936d: 61
936e: 61
959b: 245 n. 12
964b 3-6: 26 n. 10
Epinomis [Dub.]
987b: 88 n. 2
Epistulae
335a: 245 nn. 12, 17
357a: 177 n. 35
Definitiones: 218
416a: 215 n. 2
Plotinus: 114 n. 19, 116-117
3.4.3, 3-4: 116 n. 27
3.4.3, 8-10: 116 n. 28
5.3.7, 25-28: 117
6.6.8, 12-14: 117
6.8.18, 4-7: 117
Plutarch
Vitae: passim
Theseus: 76
1.3: 76
6.4: 145, 147
10.3: 244
15.1: 244 n. 7
16.4: 244
19.5-10: 244 n. 7
25.3: 244 n. 7
Romulus: 6, 76
11.2: 6 n. 2, 224
28: 243 n. 2
28.10: 6 nn. 2, 3
30(1).5: 145
Comparatio Thesei et Romuli
6.2-3: 18
Lycurgus: 67-80
2.5: 216 n. 4
3.6: 145
4.3: 78
4.5: 70
5.2: 78
6.5: 71
7.2: 76
13: 226 n. 60
13.1: 71
13.1-3: 8 n. 11
14.1: 71, 79
15.2: 55
21.1: 71
24.2: 58
28.13: 36 n. 58
268
29.1: 71, 76
29.6: 67
30.5: 156
32.2: 72
Numa: 67-80
3.4: 72 n. 14
3.8: 73
4.2: 67, 73 n. 18
4.6: 72
4.7: 69
4.7-8: 69
4.11: 122 n. 4
5.5: 174
5.8: 222
6.2: 228 n. 66
6.3: 166 and n. 14, 174, 222
8.3: 73
8.7: 73 and n. 17
15.1: 73, 75
20.4: 36 n. 58, 145, 222
20.5: 144 n. 34
20.7: 79
20.9: 156
20.11: 145
20.11-12: 41
22.3-4: 73 n. 19
Comparatio Lycurgi et Numae
4.5: 67
4.9: 8 n. 12
Solon: 55
2.1-3.2: 148
5.4: 148
5.4-5: 5, 143 n. 25, 146 n. 43
5.6: 6
6.4: 145
14.5: 145, 148
15.1-2: 6 n. 1
20.4: 54
20.7: 6 n. 2, 223 n. 43
21.2: 6 n. 1
22.1: 56
22.3: 57, 158 and n. 21
22.4: 101
23.2: 56
24.3: 60, 62
Publicola
21.7: 145
23.3: 148
24(1).8: 148
Comparatio Solonis et Publicolae 9
39.7: 9 n. 15
Themistocles
1.1: 58
2.2: 45 n. 12
Index locorum
20.1-2: 46
27.3: 6 n. 2
Camillus
10.5: 11
13.1: 172, 173
17.4: 11 and n. 20
18.2: 145
24.4: 13 n. 26
36.3: 13
63.1: 216 n. 5
Pericles: 23-38
2.4.1-2.4.4: 24 n. 3
2.5: 145
2.5.1-9: 24
2.5.5: 23
3.2: 33
4.1-5: 27
4.6-6.1: 27 n. 16
5.1: 35
5.3: 28
6.1: 29
6.2-3: 206-207
6.5: 209
7.1: 28 n. 22
7.2: 28 n. 22
7.3-6: 28 n. 17
8.1: 28 n. 22
8.4: 28 n. 22
8.6: 28 n. 22
9.1: 28
9.3: 28
9.3.2: 25
9.4: 28
10.3: 28
10.4: 28 n. 21
10.6: 30
10.7: 30
10.10.7: 29 n. 26
12.1: 32
12.2: 28, 32
12.3: 148
13.15: 28
13.16: 28
14.1: 32
15: 37
15.1: 31
15.3: 32, 35
16: 35
16.1: 28
16.3.10: 25, 34
16.3.4-5.1: 34 and n. 50
16.7: 149 n. 51, 158
18.1: 27
19.3.6: 27
21.1: 27
22.2: 27
22.2-3: 32 n. 37
24.1-2: 32
24.2: 29
25.1: 25, 29, 31
25.2-3: 35
28.2: 29
28.6: 31
29.1-2: 32
29.4.5: 25
30.1: 16 n. 38
30.3.2: 25
30.4: 29
32.3.5: 25
32.4.2: 25
32.5: 30
32.5.4: 25
32.6: 30
32.6.2: 25
33.3: 35
33.7.1-8.3: 33 and n. 45
36.9: 30 n. 32
37.3: 59
37.4.3: 25
37.5: 29
38.2: 29
39.1: 29
39.1.1-2.1: 37 and n. 61
Fabius Maximus
2.4: 80 n. 45
4.4-5.1: 70 n. 8
7.2: 80
10.2: 158 n. 21
14.6.2: 25 n. 4
21.3.7: 25
24.9: 158 n. 21
25.4: 223 n. 43
Comparatio Periclis et Fabii Maximi
3.5.1-3.6.5: 36 and n. 54
Alcibiades
8.3: 55
Marcius Coriolanus
1.3: 148
1.4: 145
1.5: 147
15.4: 147
18.5: 216 n. 5
Timoleon
5.1: 145
6.1: 148 n. 48
6.2: 27
6.7: 156 n. 12, 158
37.5: 145
269
Index locorum
39.7: 9 n. 16
41.1: 145
41(2).1: 145
Aemilius Paullus: 171
22.3: 171 n. 22
28.9: 235 n. 87
29.1: 222 n. 35
30.1: 145
37.1: 145
41(2).8: 148
Comparatio Aemilii Paulli et Timoleontis
2.7: 13 n. 27
Pelopidas
3.2: 149 n. 51
3.4: 149 n. 50
4.4: 148
24.6: 6 n. 2
25.2: 18 n. 48
25.4: 145
26.8: 145, 148
Marcellus
1.3: 145
20.1: 49-50
20.1-2: 148
Aristides: 24, 26, 41-50, 219, 221
1.1: 148
2.1: 44 n. 7
2.2: 144
2.3-4: 45 n. 12
2.6: 45-46
4.1: 47
5.6: 44
6.1: 27
6.1.1-6.3.3: 26 n. 9
6.2: 48
6.3: 147, 165 n. 12, 219-220
6.5: 146, 147, 220
10.4: 220 n. 26
13: 46
13.2: 18
13.3: 46
22.3-4: 19, 46-47
24.1: 44
24.3: 49 n. 20
25.1-3: 19, 47-50
25.3-9: 44
25.3.4: 32 n. 40
25.3-10: 33
25.7-8: 149
27.1-7: 44
Cato Maior: 41-50
1.5: 49
2.3: 44 n. 7
3.3: 44 n. 9
270
3.4: 44 n. 7
3.8: 157
4.1: 49
5.1-7: 145
5.2: 49
5.2-7: 147
6.4: 49
12.1: 44 n. 8
23.2: 246
30.3: 157
30(3).1: 145 n. 39
30(3).2: 148
31(4).2: 149
31(4).3: 149
31(4).5: 149
Comparatio Aristidis et Catonis: 41-50
3.3: 32
3.2-4: 44
3-4: 44
Philopoemen
1.3: 147
3.1: 147
12.4, 6: 18 n. 49
12.5: 6 n. 2
18.3: 171 n. 23
Titus Flamininus
1.5: 147
2.5: 145
11.4: 42, 145, 146
12.6: 166, 222 n. 35
20.1-2: 147
21.1-2: 147
Comparatio Philopoemenis et Titi
Flaminini
3: 18 n. 49
3.1-3: 19 n. 55
Pyrrhus
8.10: 145
12.3: 149
12.4: 147
12.12: 147
22.3: 27
Marius
10.2: 171 n. 22
12.1-2: 16 n. 37
22.1: 171 n. 22
23.1: 171
28.3-4: 16 n. 40
29.2: 15 n. 36
42.4: 18, 19 n. 56, 41
42.7: 19 n. 56
43.3: 17 n. 41
46.5: 149
Index locorum
Lysander
2.6: 148
7.1: 145
7.1-2: 16 n. 39
7.5: 147
30.5: 55
30.6: 145, 148
Sulla
8.2-3: 15 n. 34
12.7: 14 n. 31
Comparatio Lysandri et Sullae
1.1: 14 n. 32
1.2: 14 n. 33
2.1: 27
Cimon
4.1: 58 n. 11
6.5-7: 175 n. 33
14.5: 30 and n. 30
Lucullus
2.4: 10 n. 17
4.1: 145
23.1: 166, 222 n. 35
29.6: 145
36.5: 145
Comparatio Cimonis et Luculli
1.2: 243 n. 2, 252
Nicias
1.5: 53 n. 3
9.1: 148
Crassus
2.1: 150 n. 53
24.3: 216 n. 5
27.7: 216 n. 5
34(1).2: 150
34(1).4: 149
37(4).3: 150
Comparatio Niciae et Crassi
4.3-4: 18
Eumenes
1.2: 145
8.1: 145
9.1: 145
Sertorius
26.9: 216 n. 5
Agesilaus
23.2-3: 47 n. 15
23.5: 26, 43 n. 5
23.8: 145
30.2-6: 18
30.5: 18 n. 49
32.11: 18 n. 49
Pompeius
16.2: 145
54.4: 216 n. 5
Index locorum
Comparatio Agidis et Cleomenis cum
Tiberio et Gaio Graccho
1.7: 148
Demosthenes
1.2: 27
1.4: 144, 146
14.1: 148
Cicero
6.1: 43, 145
6.5: 43
13.1: 7
13.4: 216 n. 5
28.4: 244
28.5: 244
31.4: 173
52(3).5: 145
Demetrius: 7
1.1: 144
1.4: 26, 43, 145
4.5: 144, 145
42.8: 7 n. 4
42.9: 140 n. 7
Antonius: 101-106
10.5-10: 102
11.4: 216 n. 6
13.3: 13 n. 28
25.6: 101, 106
26: 104 n. 10
28.1: 102
28.2: 105
30.1-6: 102
31.3: 102
31.5: 102 n. 5
35: 102 n. 4
36.1: 103
36.7: 101
44.5: 171 n. 23
53.9-10: 105
54.1: 103
71-85: 104 n. 10
83.1: 106
Dion: 7 n. 3, 235
1.3: 145, 146
1.4: 148 n. 47
4.3: 145
7.1: 145
10.2-3: 234
10.4: 146
11.2: 216 n. 6
17.6: 145
24.1-10: 70 n. 8
32.1: 145
47.4: 223
47.5: 145
272
Index locorum
Consolatio ad Apollonium
102C: 148
107D-110E: 243 n. 2
119D: 148
120B: 243
120C-E: 243
120E-121D: 243 and n. 2
121A-C: 245
121C-121D: 244
De tuenda sanitate praecepta
132E: 244 n. 7
Conjugalia praecepta 87-89, 97
138D: 54 n. 4
139C: 92 n. 11
140C: 91
140E: 54 n. 4
141E: 88-89, 88 n. 3, 216 n. 6
142C: 89 n. 7
145A: 88 n. 3
145E-F: 89-90
Septem sapientium convivium: 7, 9
151F: 8 n. 12
151F-152A: 9 n. 14
154E: 7 n. 5, 12 n. 23
154F: 7 n. 5
155F: 125
161F: 173
De superstitione: 80 n. 46
164E-165C: 148
165C: 70
165E: 70
165F: 169
168A: 221 n. 31
Regum et imperatorum apophthegmata
175F: 223 n. 43
Apophthegmata Laconica
198B: 235 n. 87
218E: 89
Mulierum virtutes 97 and n. 18
225A: 89 n. 7
227E-F: 89 n. 7
243B-D: 42
257E-258C: 97
259D-260D: 89 n. 7
Aetia Romana et Graeca
268C: 223 n. 43
277A: 169
299A: 244 n. 7
301D: 186
Parallela minora
chap. 38: 171 n. 22
311E: 244
312B: 244
De fortuna Romanorum: 76-77
318A: 166 n. 13
324E-F: 13 n. 26
De Alexandri magni fortuna aut virtute
330D: 79 n. 43
330F: 143 n. 31, 144 n. 35
332C: 145
332C-D: 145
332D: 143 n. 31, 144 n. 35
333B-C: 148
De Iside et Osiride: 80 n. 46, 225
chaps. 74-76: 198
352A: 164 n. 8
355C: 225 n. 51
369B: 225 n. 49
370D: 167 n. 17
376C: 230 n. 72
378D: 225 n. 51
382A: 199
De defectu oraculorum
413: 170
414F: 114
416C: 225 n. 50
420F-421E: 114
421C: 165 n. 10
426D 9-E 5: 232 n. 77
430E: 216 n. 6, 232 n. 76
430E 10-431A 3: 232 n. 77
435E: 225 n. 51
435E-436A: 207-208
436A ss.: 209
436A-B: 209
436D: 209
436E: 208 and n. 12
436F: 225 n. 50
An virtus doceri possit
439B: 158 n. 18
De virtute morali
440F: 144 n. 34
444D: 231
445A: 144 n. 34
451D-E: 144 n. 35
De cohibenda ira
458C: 47 n. 16
463E: 44
De tranquillitate animi: 210
465D: 148
468C-D: 148
475D: 148
De amore prolis
493E: 55
495C: 221 n. 34
De garrulitate
510A: 167, 168, 176
De sera numinis vindicta: 91 n. 9, 162
273
Index locorum
and n. 2, 169, 170, 172, 174 n. 30,
175, 176, 177, 178, 220, 247
549A: 174
549B 9: 239 n. 100
549D: 174-175
549D-550C: 121
549E: 121
550A: 121 and n. 2, 141 n. 12, 144 n.
33, 164, 175, 219
550B: 120-131, 237, 240 n. 104, 244
550B-C: 225 n. 52
550C 12-E 2: 233
551C: 158 n. 20
555C: 168 n. 18, 175
558F: 175
560A-F: 243 n. 2
561C: 175
563A: 175
563B-568A: 243 n. 2, 247
563E: 110
563F-564A: 112 n. 9
564A-E: 248
564C: 115 n. 24
565C: 249
564E-565B: 248
564F: 166, 168, 169, 176
566A-B: 249
566D: 165 n. 10
566E-567D: 249
567C-D: 249
566F: 176
567A: 176
567F: 249
De genio Socratis
575C: 76
579F: 80
580A: 77
580A-B: 80
581F-582C: 110
584E: 148
584F: 149 n. 52
585F-586A: 114 n. 16
588C-589F: 110
588E-589C: 114 n. 15
589B: 114 n. 15
589F-590B: 110
589F-592E: 243 n. 2, 249
590B: 110
590B-592E: 109-117
590F: 110, 249
591A: 111 and n. 7
591B: 111 n. 8
591C: 111, 249
591D: 112 n. 10
274
591D-E: 112 n. 11
591F: 115 n. 26
592A-C: 113, 250
592C: 113
593A: 77
593A-594A: 110
593D-594A: 114 n. 16
594A: 114
De exilio
600E: 148
602E: 148, 167
604A: 167 n. 17
Consolatio ad uxorem: 87, 91
608C: 91
608F: 91
609E: 91, 216 n. 6
609E-F: 148
611D: 251 n. 47
611D ss.: 243 n. 2
Quaestiones convivales
615E-616A: 235
616A: 216 n. 6
618B-C: 237, 240 n. 105
618C: 215
635E-638A: 184
643F: 223 n. 43
646D: 216 n. 5
719B: 172
730B: 223 n. 41
Amatorius: 87, 92, 225
750C 4: 224 n. 44
750F: 59 n. 15
752A 4: 224 n. 44
753D: 93, 97
755B: 216 n. 4
755D: 93
756B: 225 n. 51
763B 14-C 5: 225 n. 48
764B-765D: 93
766E-F: 94-95
766E-768F: 93
767A: 94
767B: 94-95
767E-F: 95
767F-768A: 96
768B-D: 97
769A-B: 95 n. 15
769B-C: 42 n. 2
770A: 224
770C: 95 n. 15
770D-771C: 97
Amatoriae narrationes
774B: 168 n. 18
Index locorum
Maxime cum principibus philosopho esse
disserendum: 226, 227
776E: 145 n. 38, 146 n. 43, 244
776E-F: 121 n. 3
777A: 145 n. 38
779B: 226 n. 60
Ad principem ineruditum: 222, 226 and
n. 60, 234, 235
chap. 5: 203
779D 1: 226 n. 56
779E 12-F 1: 227 n. 63
780C: 7 n. 7, 10 and n. 19, 78, 165, 226
n. 56
780C 5-9: 227
780D: 228 n. 66
780E: 7 and n. 7, 144, 165
780E 4-F 2: 228
780E 4-781A 5: 226 n. 56
780E 7-8: 227 n. 63
780F 5: 227 n. 63
780F: 9 n. 13
780F 3-8: 229
781A: 229 n. 70
781A 10-B 3: 227 n. 64
781B 5-7: 227-228
781B: 140, 141 n. 9, 163, 165, 173 and
n. 27
781B 7: 226 n. 56
781E: 157
781F 8: 227 n. 63
782A 3: 227 n. 63
782D 8: 227 n. 63
An seni respublica gerenda sit
784F 6-7: 225 n. 53
789E: 223 n. 43
790A: 155 n. 9
791D: 146 n. 43
792D: 146 n. 43
796C: 146 n. 42
797A: 44, 50 n. 22
Praecepta gerendae reipublicae
chap. 5: 205
798C: 146, 155
798E: 146
799B: 146
800B: 146
800B-C: 41 n. 1
801E: 205
802B: 165 n. 11
805E: 44 n. 7
807B-C: 204-205
807C: 166, 222 n. 35, 237, 238 n. 96
808A 9: 7 n. 6
808A 9-B 1: 225 n. 53
Index locorum
Platonicae quaestiones
1000E: 211 n. 17, 238 n. 98
1009A-B: 158 n. 20
De animae procreatione in Timaeo: 233
1014B: 216 n. 6, 231
De Stoicorum repugnantiis
1048E: 158 n. 21
1033A-B: 158-159 n. 21
1038B: 218 n. 19
1040A ss.: 218 n. 19
1041A-E: 218 n. 19
1043B: 159
1049A: 166, 172, 218 n. 19
1050D 7-12: 218 n. 20
1051A-B: 218 n. 19
1051B: 216 n. 4
1056C: 166
De communibus notitiis adversus Stoicos
1065D 11-12: 239
1065E: 211 n. 17, 237, 239 n. 101
1065F: 204
1070E-F: 218 n. 19
Non posse suaviter vivi secundum
Epicurum
1101C: 168 n. 19
1101D: 70 n. 8
1104A-1107A: 243 n. 2, 246-247
1104B: 247
1104D: 247
Adversus Colotem: 221
1119C: 158 n. 20
1124D: 203
1124F: 172
1125: 203
1125A: 221 n. 32
1125F: 168, 176 n. 34
De latenter vivendo: 220
1128F: 70
1129B: 221 n. 29
De libidine et aegritudine
1.10-16: 234-235 n. 85
1.13: 216 n. 6
Parsne an facultas animi sit vita passiva
De Musica
1141D-F: 164 n. 8
Placita Philosophorum
2.1.1: 87
2.1.3: 88 n. 2
879F-880A: 224
Fragmenta (ed. Sandbach)
21: 166
31: 170 n. 21
36: 154
276
38: 154 n. 7
90: 122-131, 153-159
102: 123 n. 9
177: 243 n. 2
178: 243 n. 2, 250, 252
193: 184 n. 7
201.6: 246
Polyaenus
Strategmata
8.39: 97 n. 17
Polybius
6.8.10: 68
6.56.2-13: 79
9.10: 49 n. 21
10.2.8-10: 75, 78, 80
16.12.9-11: 75
28.1: 235
30.14-15: 235 and n. 86
Porphyry: 184
In Arist. Categ. 4.1.135: 164 n. 9
Proclus: 123 n. 9, 130 n. 27, 174 n. 30
Pythagoras: 87
Seneca
Epistulae
7: 159
7.1-2: 154 n. 4
97.15: 143 n. 32
De bebeficiis
3.18: 158
Seneca-the-Elder
Suoasoriae
1.6: 103
Simplicius
In Arist. Categ. 8.264: 164 n. 9
Solon: 141, 217
Fragmenta
3.14 D.: 141 n. 11
24 D.: 33 e nn. 46-47
Sophocles
Ajax
190: 185
293: 88 n. 3
1390: 248 n. 31
Antigone: 139
Index locorum
450 ss.: 153 n. 2
451: 248 n. 31
495-508: 71 n. 10
Philoctetes
417: 185
625: 185
1311: 185
Trachiniae
808: 248 n. 31
Fragmenta
567 Radt: 185
762 Nauck2: 88 n. 3, 89
Stobaeus
2.7.25: 146 n. 40
45.29: 159
Stoics (von Arnim)
SVF III 174: 159
SVF III 175: 155 n. 9
SVF III 308: 143
SVF III 314: 156
SVF III 315: 154 n. 6
SVF III 658: 156 n. 13
Strabo
10.14.19: 78 n. 36
Suda
s.v. : 32 n. 38
Suetonius
Augustus
69.2: 104 n. 9
Trasymachus: 141-142
85 [78]. B 8: 141 n. 15
VS II 326. 14-18 DK: 141 n. 15
Virgil
Aeneid
4.125-126: 105 n. 15
4.172: 105 n. 15
4.338-339: 105 n. 15
6: 247 n. 28
6.426-429: 111 and n. 6
6.665: 252 n. 54
8.688: 105
Georgics
1.242-243: 111
Vitruvius
6. praef. 3: 57
Xenophon: 71 n. 11
Cyropaedia
6.4.3: 88 n. 3
Hellenica
2.4.41: 60
Memorabilia
1.1.11: 88 n. 2
1.4: 74 n. 22
2.2.13: 57
Respublica Lacedaemoniorum
1.2: 78 n. 36
8.1: 126
8.4: 126, 130
Tacitus
Historiae
4.67: 97 n. 18
Theognis
145-148: 141 n. 14
Theophrastus: 87
Thucydides: 28 n. 20, 29
1.5: 88 n. 3
1.9: 76
1.96: 49 n. 20
1.114.2: 32 n. 37
2.21.1: 32 n. 37
3.108: 87 n. 1
4.76: 87 n. 1
8.48: 87 n. 1
8.67: 87 n. 1
277
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Simes & Linhares, Lda.
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