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718 pages, Paperback
First published April 26, 2005
“Existe el dinero y la falta de dinero -dice Adán-, el poder y la falta de poder. Y punto.”Una adictiva e impactante novela repleta de esa clase de gentuza que nos hace desear fervientemente que exista un infierno, que transforman al cielo en ese anhelado lugar desde el que disfrutar eternamente de la visión de sus tormentos, que nos convierten justo en lo que detestamos. Gentuza que está a los dos lados de esa supuesta línea que marca la ley y que unos y otros desdibujan a voluntad. Gentuza obsesionada por el poder, por el imperio sobre las vidas ajenas, adictas al placer de saber que serán siempre obedecidos, sea lo que sea y pese a quién pese.
“El dinero siempre gana.”Si siguen mi entusiasta recomendación leerán escenas terribles, duras y crueles, se indignarán, se horrorizarán con esta descripción de la ruta de la droga que formaron Colombia, Honduras, El Salvador, México y EE.UU y en la que se detallan las conexiones entre los narcos, grupos políticos, cuerpos policiales y organizaciones paramilitares y la propia CIA en negocios de todo tipo. Un horror que aumenta infinitamente si confiamos en las palabras del autor:
“Hay personajes ficticios y en más de una ocasión he mezclado y fundido acontecimientos; pero hay muy poco en el libro que no haya realmente sucedido.”Una gran organización que derrocó e impuso gobiernos, que arruinó y ayudó a levantar economías de amplias zonas e incluso de países enteros que en realidad se vendieron a los narcos, que, con el dinero de la droga, aplastó las corrientes izquierdistas que surgieron en Centroamérica y Sudamérica entre los años 70 y 90. Todo estaba aprobado y apoyado por el país que se presenta ante el mundo como el líder de la democracia y la libertad.
“En El Salvador, escuadrones de la muerte de extrema derecha asesinaron a políticos izquierdistas y líderes sindicales. En 1989, en el campus de la Universidad Central Americana de El Salvador, oficiales del ejército salvadoreño ametrallaron a seis jesuítas, a una criada y a su hija de pocos meses con rifles provistos de mira telescópica. En aquel mismo año, el gobierno de Estados Unidos envió quinientos mil millones de dólares en ayudas al gobierno salvadoreño. A finales de los ochenta, unas setenta y cinco mil personas habían sido asesinadas. Guatemala doblaba esa cifra…Aunque parezca increíble también había gente dispuesta a combatir a estas organizaciones, incorruptibles empeñados en la inútil persecución de esta gentuza que, si no se iban de rositas mediante ignominiosos acuerdos con los gobiernos, eran rápidamente sustituidos por otra gentuza más ambiciosa y con mayor falta de escrúpulos. Muchos cayeron en el intento, otros muchos arruinaron su vida y la de sus familias, pues hasta para hacer el bien hace falta poder y no se consigue poder siguiendo las reglas. El resultado es que solo han cambiado los actores, la película sigue siendo la misma.
Durante la larga guerra contra los rebeldes marxistas, más de ciento cincuenta mil personas fueron asesinadas, y otras cuarenta mil desaparecieron. Niños sin hogar fueron abatidos en las calles. Estudiantes universitarios fueron asesinados… En todo momento, soldados norteamericanos aportaron entrenamiento, asesoría y equipo, incluidos los helicópteros que transportaban a los asesinos a los campos de exterminio...
Luis Carlos Galán, el candidato presidencial del Partido Liberal que contaba con kilómetros de ventaja en las encuestas, fue eliminado en el verano del 89. Bernardo Jaramillo Osa, el líder de la UP, fue abatido a tiros cuando bajaba de un avión en Bogotá la primavera siguiente. Carlos Pizarro, el candidato del M-19 a la presidencia, fue asesinado unas semanas después.”
“Soy como un alcohólico, piensa Art. Ha oído a bebedores reformados contar que iban en coche a la licorería, sin dejar de jurar que no lo iban a hacer, entrar y jurar que no iban a comprar, comprar y jurar que no iban a beber lo que acababan de comprar.Y lo más gracioso de todo es que hasta estos íntegros salvaguardas de la ley contribuyen a la riqueza de los narcos encareciendo el producto y, por tanto, aumentando los beneficios, dificultando la competencia al elevar los costes de distribución y seguridad, lo que es en sí mismo, esto de la seguridad, un negocio paralelo de lo más lucrativo a pesar de la necesaria colaboración, nada barata, de policías, soldados, agentes de aduanas y guardias costeras, funcionarios de todo tipo, políticos y gobernantes. Mucha gente interesada en que nada cambie.
Después se lo bebían.
Yo soy como esos tipos, piensa Art, arrastrado hacia Tío (el jefe narco) como un bebedor a la botella.”
“Los norteamericanos se apoderan de un producto que crece literalmente en los árboles y lo transforman en una mercancía valiosa. Sin ellos, la cocaína y la marihuana serían como las naranjas, y en lugar de ganar miles de millones pasándolas de contrabando, yo ganaría unos pocos centavos trabajando como un negro en algún campo de California, recogiéndolas.”