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250 pages, Hardcover
First published January 1, 1949
"Selfish people are nearly always unhappy," explained Harriet, taking a brown silk frock out of the wardrobe and examining it carefully before laying it over a chair. "Sometimes they go on for quite a long time before Nemesis descends upon them and knocks them flat, but Nemesis always gets them in the end. I'm sorry for you, Leda."The ending was too abrupt - that's another frequent thing with Stevenson - but there's always the sequels to assuage my curiosity, if I decide to pursue this series further. (I'm open to it, but it's not super-high on my priority list.)
It isn't what happens to you that matters, it's how you take it.
When you are young you are too busy with yourself - so Caroline thought - you haven't time for ordinary little things...
Nobody can laugh at you if you laugh first; the laugh with you.
Nothing in this world is permanent-neither sorrow nor joy-and only a foolish person would ask for permanence. We don't stand still, thought Robert. We are travellers upon the path of life.
Caroline and Vittoria Cottage seemed to possess the graciousness of life that he remembered. The house was not really run on pre-war lines, for its mistress did far more work, but the atmosphere was a survival from that other life, it was an atmosphere of peace and kindness and simple gaiety.
Caroline's daughters did not know her of course. They loved her but they had no idea what she was like. She was their mother. She had always been the same and always would be. They accepted the fact that she was interested in their affairs, but it had never occurred to them that she might be interested in herself or that they might be interested in her.
“Villa Vitoria”, de D.E. Stevenson, es uno de esos libros en los que parece que no pasa nada pero pasa todo. Aunque está lleno de muy buenas descripciones, Stevenson se centra en sus personajes, a los que sitúa en el pueblecito inglés de Ashbury inmediatamente después de la II Guerra Mundial. La vida en esa época fue muy dura: los últimos coletazos de la guerra, la incertidumbre por los que aún no han regresado a casa, los racionamientos, las pérdidas…. Pero a pesar de ello, la autora no se recrea en el drama. Es cierto que tampoco hace mucho uso de su fino sentido del humor y de su ironía, porque tampoco procede. Sí que tiene personajes entrañables y caricaturescos, pero no se burla de ellos. La intención real de Stevenson en este libro es mostrar su fe en la resiliencia del ser humano como especie: el instinto de seguir adelante pase lo que pase y llorar cuando hayamos terminado de reconstruirnos.
El cielo estaba gris, el viento era muy frío, el pueblo parecía encogido bajo su hálito cruel... y de repente, al bajar por el camino que pasaba por la cantera, la oscuridad se tragó la luz gris. Hacía un momento, la tarde estaba fría y gris y de pronto era casi de noche. Se encendieron luces en el pueblo, primero una, después otra, y tres, cuatro, siete, diez... hasta que en cada casa brilló un cuadrado de débil luz ambarina y el pueblo dejó de parecer gris, abandonado, encogido y se convirtió en un campamento completo de casitas... hogares cálidos y confortables con el té preparado en la mesa de la cocina y un simpático hervidor borboteando en el fuego. Las luces de su casa le parecieron especialmente acogedoras.
En este mundo, nada dura para siempre, ni la pena ni la alegría.