A 10 años del 11-S, escenarios inestables
con conflictos abiertos en la región de
Medio Oriente
10 Years of the 11-S, unstable scenarios with open conflict
in the Middle East region
Rubén Paredes Rodríguez1
Resumo
1. Director Adjunto del Instituto
Rosario de Estudios del Mundo Árabe
e Islámico (IREMAI). Docente de la
Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad
Nacional de Rosario.
O objetivo do presente artigo é analisar, a 10 anos do 11-S, quatro cenáriosconflito que permanecem abertos na região de Oriente Médio.
Em termos metodológicos, o estudo de cenários de conflito permite realizar
um mapa cognitivo do estado da situação e seu desenvolvimento durante o
período escolhido, identificando as ideias, as dinâmicas, os atores, as iterações
e os efeitos em cada um deles e entre eles, embora sua abordagem se realiza
separadamente.
A exceção do conflito árabe-israelense, considerado durante décadas a mãe
de todas as batalhas, após o 11-S, identifica-se o aparecimento de outros 3 que
tornaram a região de Oriente Médio ainda mais conturbada: a luta global contra
o terrorismo internacional e as intervenções no Afeganistão e no Iraque; a
descoberta do desenvolvimento nuclear iraniano com a conseguinte percepção
de ameaça regional e internacional e o despertar árabe que, a partir de 2011,
gerou um processo de alteração do status quo com consequências difíceis de
dimensionar
Palavras Chave: 11-S, cenários, Oriente Médio, Al-Qaeda, conflitos, primavera
árabe
Resumen
El objeto del presente estudio es analizar, a 10 años del 11-S, cuatro escenarios
conflictos que permanecen abiertos en la región Medio Oriente.
En términos metodológicos, el estudio de los escenarios de conflicto nos
permite realizar un mapa cognitivo del estado de situación y su desarrollo
durante el período escogido, identificando las ideas, las dinámicas, los actores,
las interacciones y los efectos en cada uno de ellos y entre los mismos, pese a
que su abordaje se realiza por separado.
A excepción del conflicto árabe-israelí, considerado durante décadas la madre
de todas las batallas, luego del 11-S se identifica la aparición de otros 3 que
vinieron a tornar aún más convulsa a la región de Medio Oriente: la lucha global
contra el terrorismo internacional y las intervenciones en Afganistán e Iraq; el
descubrimiento del desarrollo nuclear de Irán con la percepción de amenaza
regional e internacional y el despertar árabe que a partir del 2011 generó un
proceso de alteración del statu quo con consecuencias difíciles de dimensionar.
Palabras claves: 11-S, escenarios, Medio Oriente, al Qaeda, conflictos,
primavera árabe.
Recebido el:
23 de diciembre de 2011
Aceptado el:
15 de octubre de 2012
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estudos internacionais • v. 1 n. 1 jan-jun 2013 p. 59-82
Abstract
The object of this study is to analyze 10 years of 11-S with four conflicts that
remain open in the Middle East region.
In methodological terms, the study of conflict scenarios allows us a cognitive
map of the state of situation and its development during the period chosen,
identifying ideas, dynamics, actors, interactions, and the effects on each of them
and between them, despite the fact that its approach is performed separately.
With the exception of the Arab-Israeli conflict, considered the mother of all
battles, after 11-S We identified the emergence of another 3 in the turbulent
Middle East region: the global struggle against international terrorism and
interventions in Afghanistan and Iraq; the discovery of the nuclear development
of Iran with the perception of regional and international threat and the Arab
Awakening that from 2011 generated a process of alteration of the status quo
with consequences difficult to measure.
Key words: 11-S, Scenarios, Middle East, terrorism, al Qaeda, conflicts, Arab
spring.
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A 10 años del 11-S, escenarios inestables con conflictos abiertos en la región de Medio Oriente
La política internacional se encuentra jalonada por un sin número
de sucesos que se manifiestan alrededor del mundo, empero en Relaciones Internacionales son pocos los acontecimientos que se pueden identificar como un punto de inflexión que permitan hablar de la configuración de una nueva etapa. No obstante, los atentados perpetrados el 11 de
Septiembre de 2001 (11-S) sobre las Twin Towers y el Pentágono en suelo
norteamericano marcaron, por un lado, el fin de la Posguerra Fría y dieron lugar, por el otro, a la pretensión de la administración republicana
de George W. Bush de establecer un Orden de Primacía en un contexto
signado por una alta densidad de cuestiones y de gran fluidez.
En tal sentido, y a 10 años de los atentados del 11-S, se puede mencionar una serie de cambios y transformaciones en el sistema internacional. Por ejemplo, se asiste a un relativo declive del poder norteamericano
como consecuencia de las acciones militares unilaterales, lo cual condujo
a una difusión del poder y facilitó el ascenso del resto -los BRICS por ejemploimpugnando el establecimiento de un orden marcadamente unipolar;2
al desarrollo vertiginoso de las nuevas Tecnología de la Información y
la Comunicación (TIC) con la irrupción de las redes sociales y el debate
en torno al acceso y generación de la opinión pública nacional e internacional; a la crisis económica y financiera internacional que surgió en los
países desarrollados y se extendió al conjunto del sistema internacional
sin vista a una pronta recuperación; a la ausencia de liderazgo y voluntad
política para cerrar las negociaciones multilaterales de la ronda Doha en
la Organización Mundial del Comercio (OMC) y a la falta de consensos
en la agenda internacional para el tratamiento de las nuevas amenazas,
entre otros.
Desde ese entonces, no caben dudas que el mundo ha sido testigo
de transformaciones que afectaron el curso de la agenda política internacional y, también, a una de las regiones geopolíticas más convulsionadas
del mundo como Medio Oriente. El epicentro de la lucha global contra el
terrorismo internacional -The Long War on Terrorism- se centró en dicha
región, de tal modo que a los conflictos in situ se sumó como imperativo
categórico la necesidad de intervenir y remodelarla bajo la condición de
que surja un Nuevo Medio Oriente -The Greater Middle East- estable, seguro y democrático. Sin embargo, la realidad plantea una distancia entre el
diseño formulado por los policy makers y los resultados alcanzados.
Medio Oriente continúa siendo en términos geoestratégicos una región de vital importancia para el suministro de energía fósil que requiere
la economía internacional para su funcionamiento, y por ende, los países
dependen de ella para lograr la tan mentada seguridad energética. También, es una de las regiones más inestables del sistema internacional, donde los conflictos permanecen, los intereses de actores extraregionales se
reeditan y el balance de poder regional entre los países que la integran se
asemeja a una partida de ajedrez. De tal modo, un movimiento de piezas
supone una alta ingeniería geoestratégica con el fin de evitar una pérdida
de poder y una profunda alteración en la política regional.
El objeto del presente estudio es analizar, a 10 años del 11-S, cuatro
conflictos que permanecen abiertos en la región -dada la naturaleza de los
mismos, los actores involucrados y la sinergia al interior de cada uno de
2. El ascenso del resto (the rise of the
rest) ha generado una difusión y distribución del poder mundial, permitiendo
que otros actores internacionales
se posicionen en la estructura del
sistema internacional con intereses
divergentes, obteniendo un mayor
margen de maniobra frente a lo que
se intentó que sea exclusivamente al
principio del siglo XXI una dominación
o hegemonía norteamericana. Véase:
Zakaria (2000, p.2).
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ellos- y que no encontraron una solución definitiva. Por el contrario, los
distintos escenarios que se ciernen sobre Medio Oriente se tornaron aún
más movedizos e inestables.
En términos metodológicos, el estudio de los escenarios de conflicto
nos permite realizar un mapa cognitivo del estado de situación y su desarrollo durante el período escogido, identificando las ideas, las dinámicas, los
actores, las interacciones y los efectos en cada uno de ellos y entre los mismos, pese a que su abordaje se realiza por separado. A excepción del conflicto árabe-israelí, considerado durante décadas la madre de todas las batallas,
luego del 11-S se identifica la aparición de otros 3 que vienen a tornar aún más
convulsa a la región de Oriente Medio: la lucha global contra el terrorismo
internacional y las intervenciones en Afganistán e Iraq; el descubrimiento del
desarrollo nuclear de Irán con la percepción de amenaza regional e internacional y el despertar árabe que a partir del 2011 generó un proceso de alteración del statu quo con consecuencias difíciles de dimensionar.
A los fines de ordenar el análisis de los cuatro escenarios de conflicto se aborda, primero, la Lucha Global contra el Terrorismo Internacional que
emprendió la administración republicana de Estados Unidos y su continuidad bajo la administración demócrata de Barack Obama. Para ambas,
la región de Medio Oriente se convirtió en el teatro de las operaciones
militares y de inteligencia por la relocalización de al Qaeda, pese a las
intervenciones en Afganistán e Iraq respectivamente. Segundo, el denominado Affair Irán como consecuencia del descubrimiento de los planes
de obtención de tecnología nuclear -supuestamente pacíficos por parte
de la República Islámica-, percibido por algunos países de la comunidad
internacional, Israel y gobiernos árabes como una amenaza real a la seguridad regional e internacional. Tercero, y que escapó a todas las previsiones, la denominada Primavera Árabe que trajo aparejado el despertar
de las sociedades civiles, generó un proceso de cambios e inestabilidad y
alteró el balance de poder regional. Por último, el escenario de callejón
sin salida en el que ha ingresado el otrora conflicto árabe-israelí, luego de
negociaciones publicas y secretas, cumbres, cuartetos y enviados especiales, en donde los conflictos post 11-S incidieron, directa e indirectamente,
permitiendo entender porqué no se ha alcanzado la Paz.
Medio Oriente y la lucha global contra el terrorismo
internacional post 11-S
Con la caída del muro de Berlín en noviembre de1989 y la desintegración de la Unión Soviética como superpotencia en diciembre de 1991,
la era bipolar llegaba a su fin e inauguraba una nueva, la Posguerra Fría
y que tan solo tendría 10 años de duración. La magnitud de los atentados
del 11-S puso fin a la misma cuando aviones de línea norteamericanos
impactaron sobre las Twin Towers en el World Trade Center en Manhattan,
el Pentágono y un cuarto avión fue derribado en Pennsylvania, el cual
supuestamente, se dirigía a la Casa Blanca. “Los atentados, eran sobre los
principales símbolos de la hegemonía norteamericana: el poder comercial y financiero, la supremacía militar y -aunque fallase su objetivo- el poder político”
(KEPEL, Giles, 2001, p.25).
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PAREDES RODRÍGUEZ, R.
A 10 años del 11-S, escenarios inestables con conflictos abiertos en la región de Medio Oriente
Las imágenes transmitidas prácticamente en vivo y en directo a
todo el mundo mostraban como el territorio de los Estados Unidos en
más de un siglo volvía a ser el flanco de un ataque enemigo. En este caso,
no era un país ni una alianza de países los que asestaban un duro golpe a
la sociedad norteamericana sino que era el terrorismo internacional con
el sello de al Qaeda.3
El 11-S actuó como un gran catalizador frente a la percepción de
vulnerabilidad en materia de seguridad nacional e internacional para
la administración republicana de George W. Bush, la cual planteó una
nueva línea estratégica alejada de los presupuestos que signaron desde
los albores de la Guerra Fría el diseño de la política exterior. La otrora
contención del enemigo dio paso a la acción preventiva y unilateral en una
lucha entre el bien y el mal, sin importar los costos en los que se podía
incurrir. The Long War on Terrorism -la larga Guerra contra el terrorismose diferenció del resto de las guerras que se suscitaron a lo largo de la
historia universal, por ser asimétrica, nadie capitula ni tampoco llega a
su fin con la firma de un armisticio. Según el documento oficial Quadriennel Defense Review Report del Departamento de Defensa de los Estados Unidos, ésta era considerada irregular, porque cambió la naturaleza
tradicional de la misma, ya que no es entre Estados o coaliciones de
Estados, sino que es con una “red terrorista global que explota el Islam para
lograr objetivos políticos radicales” (Quadriennal Defense Report. 2006).
De esa manera, la lucha global contra el terrorismo internacional
se centró en Medio Oriente con una estrategia de combate militar sobre
la principal red terrorista: al Qaeda. La administración republicana buscó
los denominados Targets, y aplicando una ecuación directa entre terrorismo y régimen político hostil, intervino militarmente en el emirato de
Afganistán donde se encontraba el régimen de los Talibán liderado por
el Mullah Omar, quien permitió que Osama bin Laden opere desde 1996
con la organización al Qaeda en la provincia de Kandaghar fronteriza con
Pakistán.4 El rápido éxito militar alcanzado el 7 de octubre de 2001 con
la “Operación Libertad Duradera”, a través de los raids aéreos de los F15 y
F16, se tradujo en la remoción del gobierno de los Talibán –devenido en
paria internacional– y en el desplazamiento de efectivos de la OTAN sobre el terreno, en pos de perseguir y terminar con los campos de adiestramientos de terroristas seguidores de al Qaeda. Mientras en Afganistán se
llevaba adelante la “supuesta estabilización política”, buscando instaurar
la democracia como régimen político, en febrero de 2002, el presidente
Bush declaró en su discurso anual sobre el Estado de la Unión, que los Estados Unidos estaban en una Guerra sin Fin y que los enemigos no eran sólo
los grupos terroristas sino también los países integrantes del denominado
“Eje del Mal”.
Por vez primera, aparecían Estados claramente identificables como
Irak, Irán y Corea del Norte, amenazando la paz y seguridad internacionales en el afán de hacerse de las Armas de Destrucción Masiva (ADM).
Los planes para centrarse en Irak aparecieron oficialmente a principio de 2002, cuando el Departamento de Estado conformó un equipo con
el proyecto Future of Iraq, Oil and Energy Working Group Meeting -El Futuro
de Irak, grupo de trabajo sobre petróleo y energía- para analizar hasta ese
3. Cuando se produjeron los atentados
del 11-S, al Qaeda basaba su discurso
en contra de Occidente en base a
tres cuestiones: a- la ocupación
extranjera de los Santos Lugares
en Arabia Saudita desde la Guerra
del Golfo de 1991, b- la destrucción
de Estados Unidos como principal
exponente del mundo occidental -ateo
y secular- e Israel como símbolo de la
penetración colonial occidental, c- la
victoria de todos los musulmanes en
aquellos conflictos donde estuvieran
involucrados (Chechenia, Somalia,
Bosnia-Herzegovina, los territorios
palestinos).
4. Al-Qaeda, (La Base) es un grupo terrorista islámico de vertiente salafista
que comenzó a operar a mediados de
la década de los noventa con el objeto
de recabar estadísticamente el número de Muyahidín (plural de guerreros)
en el Norte de África y Medio Oriente.
Si bien es una organización que opera
de forma horizontal a través de células
esparcidas en 62 países, las cuales no
necesariamente tienen contacto entre
sí, tuvo como mentor intelectual a
Osama bin Laden. A la organización se
le atribuyeron varios atentados antes
del 11-S, entre ellos, las bombas que
estallaron contra las torres Khobar
en Arabia Saudita, en las embajadas
norteamericanas en Nairobi (Kenia) y
Dar es Salaam (Tanzania) en 1998, y
sobre el destructor Cole de bandera
norteamericana en aguas territoriales de Yemen en el 2000. Véase:
Jacquard, Roland (2001).
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entonces la aplicación de los objetivos de la política exterior norteamericana hacia Medio Oriente: aumentar la producción de petróleo y asegurar
la estabilidad de la región y los intereses de los aliados de Estados Unidos.
Sin embargo, los planes para volver al target Irak no eran nuevos, durante
los noventa y los primeros años del siglo XXI, los neocons apelaron a la
necesidad de emprender acciones militares sobre el régimen baasista de
Saddam Husein en Irak.
Tres resultaron ser los supuestos para realizar el 20 de marzo de
2003 la remoción del régimen baasista iraquí: que no era una democracia,
que poseía ADM –químicas y bacteriológicas– y que mantenía contactos con la red terrorista de al Qaeda. A excepción del primero, y que no
sorprendía a nadie, porque los países occidentales habían reconocido al
gobierno de Saddam Husein desde 1979 y Estados Unidos desde 1984 –
cuando dicho país se encontraba en guerra con el vecino Irán- los otros
dos fueron desmentidos con el correr del tiempo. Empero, el fin justificaba los medios, porque Irak se convertía según la mirada de los neocons en
el “faro de la democracia” que irradiaría luz hacia toda la región, aunque
los resultados no fueron los esperados.
La intervención militar de carácter preventiva y unilateral no debía
ser, supuestamente, una política de puro poder o una mera demostración
de fuerza. Por tal motivo, la administración Bush, adscribiendo a una versión aggiornada de la tesis de la Paz Democrática, terminó considerando
–según Fukuyama y Mac Faul– que “la consolidación de regímenes democráticos en el Gran Medio Oriente sería de esperar para incrementar
la legitimidad de los gobiernos y de esa forma reducir el apego a los movimientos antisistémicos tales como al Qaeda”.7 De ese modo, la expansión
de la democracia generaría estabilidad interna y reduciría la probabilidad
de conflictos entre Estados, los cuales no fomentarían el terrorismo internacional ni la adquisición de ADM (Fukuyama y Mac Faul, 2007).
En tal sentido, democracia y estabilidad no fueron de la mano, por
el contrario la primera fue en detrimento de la segunda, porque en el caso
de Afganistán, los Talibán continuaron operando en el sur del país en la
frontera con Pakistán y perfeccionaron su accionar de carácter terrorista
gracias al entrenamiento recibido en los campos iraquíes y a los nuevos
elementos explosivos empleados que llevan el made in al Qaeda. Una situación análoga, pero tal vez de mayor gravedad se puso de manifiesto
en Irak. En mayo de 2003 se abrió una etapa de insurgencia descentralizada
de bajo nivel con varios actores subnacionales luchando entre sí, en una
guerra civil confesional no declarada formalmente, a la cual se agregó la
irrupción de células terroristas de al Qaeda provenientes de países vecinos que ingresaron y operaron en el país.
En ambos países el enemigo ya no estaba afuera sino dentro generando cada vez más víctimas civiles y en las tropas de ocupación, y paradójicamente en condiciones en las que se instauraron “regímenes democráticos” sustituyendo a la entonces “tiranía” por la reinante “anarquía” en
Estados que –y fuera de todo cálculo previsto– se convirtieron en fallidos.
Claramente, la simbiosis entre el terrorismo internacional y el terrorismo
de base nacional tornó aún más compleja la situación, en donde aumentó
el sentimiento antinorteamericano en la región.
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A 10 años del 11-S, escenarios inestables con conflictos abiertos en la región de Medio Oriente
Después de Irak, al Qaeda hizo explícito su objetivo de largo plazo
de establecer el Califato Panislámico como en los años dorados del Islam en
el sistema internacional e identificó a dos tipos de enemigos. Por un lado, el
denominado enemigo próximo, integrado por los eufemísticamente llamados
regímenes moderados –los regímenes árabes autocráticos pro norteamericanos como Arabia Saudita, Jordania y Egipto–, Israel -con el cual paradójicamente nunca se enfrentó- y los shiítas proiraníes considerados herejes
según la concepción rigorista que la organización profesa dentro del Islam.
Por otro lado, el denominado enemigo lejano, integrado por los Estados Unidos y el mundo occidental, cristiano y además cruzado, que ha hecho daño
al Islam durante siglos con la modernidad atea ajena a la idiosincrasia de la
región de Oriente Medio y del mundo islámico sunita.5
Como consecuencia de la lucha global, algunos de los de líderes de
al Qaeda fueron detenidos y otros perecieron,6 lo que motivó a buscar
una mayor capacidad de descentralización de la organización en franquicias -que responden al ideario y reportan al círculo más cerrado a pesar
de gozar autonomía- y células de apoyo -que se identifican y reivindican
su accionar en nombre de al Qaeda aunque sus vínculos con el núcleo
central -en la región de Medio Oriente y África del Norte- son escasos.
Así, apareció al Qaeda en la Mesopotamia o en Irak (AQI), al Qaeda en la
Península Arábiga (AQPA) y al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) que
significó la vuelta al mundo árabe para la organización que estuvo años
en el exilio. Las células que comenzaron a actuar en este modus operandi
fueron: el Grupo de Combatientes Sirios, Jabat al Nusra de Siria, el Grupo
de Combatientes Libios, el Grupo Salafista para la predicación, el Combate Argelino, Fatah al Islam en los territorios Palestinos, Usbat al Ansar
del Líbano, la Yihad Islámica Egipcia, el Movimiento para la Unicidad y
la Yihad en África Occidental (MUYAO), Al Shabab en Somalia y a una
nueva organización yihadista local, Ansar al Din en Mali.
Esta nueva forma de operar conspiró sobre la imagen de al Qaeda
en el mundo árabe e islámico. Los atentados y los blancos después de 2005
no fueron en Occidente –gracias a la cooperación internacional en medidas de seguridad e inteligencia que permitió desbaratar algunos atentados- sino que se centraron al interior de muchos países árabes. Durante
2007 en Irak murieron por mes 3000 iraquíes, el equivalente a 12 11-S.7
Frente a estos hechos, la administración demócrata de Barak Obama
ratificó que Estados Unidos estaba en Guerra contra el terrorismo internacional,
pero plateaba ajustes en la política exterior en general y sobre esta cuestión en particular. La búsqueda de una nueva imagen norteamericana en
el mundo islámico condujo a adoptar un selective engagement en los temas
internacionales, retirándose de Irak en diciembre de 2011 para centrarse
en la volátil y olvidada Afganistán durante la gestión republicana anterior.
De tal modo, la estrategia militar no pasaba por la intervención y posterior remoción de regímenes sino por operaciones coordinadas de seguimiento de inteligencia con grupos de elites o con ataque de aviones no tripulados como los drones. Bajo esta perspectiva se realizó el 1 de mayo de 2011
una operación de las fuerzas especiales de élite estadounidenses Navy Seals
en Abbottabab –Pakistán- que terminó con la vida del hombre más buscado y
uno de los mentores del Yihaidismo internacional, Osama bin Laden.
5. Los atentados del 11-M de 2004 y
del 7-J de 2005 en Madrid y Londres
respectivamente se los puede entender bajo esa nueva perspectiva.
6. Entre los líderes detenidos en la
base de Guantánamo se encuentran:
Saeed al-Shihri de nacionalidad
saudita, Abu Zubaydah (capturado
en Pakistán en marzo de 2002), Abd
al-Hadi al-Iraqi (capturado en marzo
de 2003 en Afganistán), Khalid Sheikh
Mohammed (considerado uno de los
ideólogos del 11-S) y Mustafa Ahmed
al-Hawsawi (el supuesto tesorero)
fueron capturados en Pakistán
2004. Entre los líderes que fueron
asesinados en distintas operaciones,
ya sean militares, de espionaje o con
los denominados ataques selectivos
se encuentran: Muhammad Atef
(en Afganistán 2001), Abu Musab
al-Zarqawi (en Irak 2006), Abdul Rahman al-Muhajiry Abu Bakr al-Suri (en
Pakistán 2006), Abu Obaidah al-Masri
(en Pakistán2008), Osama bin Laden
(Pakistán 2011) y Atiyah Abd Rahman
(Pakistán 2011).
7. Luego del 2005 se produjeron
atentados con la autoría de al Qaeda
en Arabia Saudita, Egipto, Turquía,
Bali, Líbano e Irak.
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A casi 10 años del 11-S, Barak Obama lograba –sin haber cosechado
demasiados éxitos en la política exterior hacia Medio Oriente- dar con el
principal enemigo en la lucha global contra el terrorismo internacional.
Pero el escenario permanecía abierto, la organización continuaba existiendo a pesar de la desaparición de sus líderes, extendida en términos
operativos sobre varios países con el fin de adaptarse a un medio internacional hostil, y con presencia fuerte aún en Afganistán y Pakistán donde
se libra la principal batalla antiterrorista.
Las revueltas en el marco de la Primavera Árabe pusieron al desnudo la situación de al Qaeda, en las cuales se apelaba a un cambio en pos de
la libertad y de la democracia y no hacia un choque de civilizaciones con
el mundo occidental. Esto permite entender que no sólo los regímenes seculares opresivos fueron desapareciendo de la escena política de algunos
países sino también el apoyo a una salida radicalizada en el propio mundo
musulmán que nunca entendió porqué se convirtieron ellos mismos en
flancos de la organización.
Al Qaeda fracasó en replicar un nuevo 11-S en Estados Unidos,
como así también expulsarlo de Medio Oriente, generar el colapso económico en el mundo occidental –que entró en crisis en el 2007 por razones ajenas-, ser un referente tanto en el conflicto árabe-israelí y en el
despertar árabe. Su mérito ha sido continuar existiendo como una amenaza en el escenario de la lucha global contra el terrorismo internacional,
generando incertidumbre porque no se sabe cuándo, dónde y bajo qué
circunstancias volverá a irrumpir en el escenario imprimiendo su marca
registrada, sembrar el terror.
El Affair Irán, el escenario de conflicto más incierto
post 11-S en Medio Oriente
8. Una de las razones que se esgrimen
para haber ocultado el programa
nuclear iraní es que se ha obtenido el
know how de origen pakistaní en el
mercado negro, más precisamente de
su mentor A.Q. Khan en 1985.
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Sin lugar a dudas, la denuncia en el 2002 de ex funcionarios de los
servicios de inteligencia iraníes sobre la existencia del programa nuclear
que la República Islámica estaba desarrollando inició un nuevo escenario de conflicto en Medio Oriente. El 26 de agosto de 2003 la Agencia
Internacional de Energía Atómica (AIEA) a través del entonces director
Mohamed El Baradei confirmó las intenciones iraníes de lograr el enriquecimiento de uranio y la falta de transparencia del proyecto nuclear
que había permanecido oculto. A partir de allí, las negociaciones signadas
por el ritmo de stop and go -avances y retrocesos- con el organismo especializado de las Naciones Unidas y la Troika europea integrada por Alemania, Francia y Gran Bretaña intentaron frenar las intenciones nucleares
iraníes sin éxito, lo que inevitablemente motivó su traspaso –también sin
avances sustanciales- al Consejo de Seguridad en marzo de 2006.
Las reiteradas declaraciones emitidas por las autoridades iraníes,
reafirmando la naturaleza pacífica del programa nuclear, no sirvieron
para cimentar la confianza de la comunidad internacional acerca de la
verosimilitud de las intenciones, dada una conjunción de indicios que generaron más dudas que certezas. Primero, se ocultó durante 18 años el
programa nuclear iraní, lo cual no tenía razón de ser en el caso de que
sólo se hubiera orientado a fines pacíficos.8 Si bien las pretensiones iraníes
PAREDES RODRÍGUEZ, R.
A 10 años del 11-S, escenarios inestables con conflictos abiertos en la región de Medio Oriente
de ser una potencia nuclear comenzaron en 1967 bajo la monarquía del
Sha Reza Pahlevi, cuando éste era un aliado incondicional de Estados
Unidos, las mismas se vieron reducidas en consonancia con las obligaciones internacionales que el país contrajo al ratificar el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) en 1970 y al firmar el Acuerdo Comprensivo de
Salvaguardias en 1974. Segundo, si las verdaderas intenciones del programa nuclear se basaron en la búsqueda de una fuente sustituta de energía,
cómo se explicaba esa necesidad cuando Irán es el segundo productor de
petróleo, la tercera reserva comprobada de crudo y la segunda de gas en
el mundo.9 Tercero, no convenció a la comunidad internacional porqué
desarrolló un sofisticado complejo misilístico, prácticamente conexo a la
investigación nuclear, rehusándose a aceptar el Missil Technology Control Regime (MTCR) y el International Code of Conduct Against Ballistic
Missile Proliferation (ICOC).10
Por tal motivo, lo que exacerbó los temores en torno al Affair Irán fue
la existencia de precedentes sobre la “no eficacia” del TNP como régimen
internacional para evitar que otros países accedan a la capacidad nuclear
dual. Por ejemplo, cuando las presiones de la comunidad internacional no
lograron que Israel, India y Pakistán suscribiesen dicho tratado y que otros
planteen su retiro, como ocurrió con Corea del Norte en el 2004. Estos últimos, siguiendo a Cordesman y Al-Rhodan (2006), emplearon la estrategia
conocida como bombs in the basement -o bombas en el sótano- consistente en
programas nucleares que crean la imagen de que una nación tiene armas
nucleares sin ningún testeo y declaración oficial alguna.
En el caso de Irán, la estrategia que se estaría empleando sería la
de bombs in a fog -bombas en la niebla- es decir, el encubrimiento y la
confusión sin evidencias concluyentes con relación al programa nuclear,
lo cual inhabilitaría acciones concretas por parte de las Naciones Unidas.
En consecuencia, nadie puede asegurar que so pretexto de la utilización
pacífica de la tecnología nuclear, ajustándose a derecho, se esconda presuntamente un arsenal atómico clandestino desconociendo la naturaleza
de su real existencia.
Si bien Irán es signatario del TNP, lo que implica el compromiso y
la obligación de renunciar a la obtención de tecnología nuclear con fines
bélicos, tiene de acuerdo con el Art. 4 el derecho soberano e inalienable de adquirir y desarrollar la misma sólo para usos civiles. Por el cual, no existiría en
principio contradicción alguna con el espíritu del tratado. Sin embargo,
la delgada línea que separa ambas actividades es lo que generó tensión a
nivel internacional, en virtud del uso dual que se puede hacer del uranio
enriquecido, plausible de ser utilizado en usinas eléctricas con fines energéticos -como adujeron las autoridades iraníes- y como material fisible en
ojivas misilísticas con fines bélicos.
No obstante la multiplicidad de factores que rodean el denominado Affair Irán, resulta importante hacer las siguientes consideraciones, en
torno a un tema de gran sensibilidad en la política internacional y en el
escenario de Medio Oriente.
En primer lugar, Irán continúa percibiéndose a sí mismo como una
potencia regional, haciendo valer determinados atributos de poder que le son
inherentes: su ubicación geográfica, al poseer prácticamente la totalidad de
9. Irán exporta 2.5 millones de
barriles diarios, posee el 11,1% de
las reservas de crudo comprobadas
equivalentes a 126 billones de barriles
y el 15,3% de las reservas de gas
mundiales.
10. En los últimos años Irán ha logrado
desarrollar un complejo misilístico
importante gracias -en un primer
momento- a la venta de tecnología rusa, china y norcoreana. Sin
embargo, el mismo ha ido adquiriendo
características autóctonas para evitar
la dependencia con el exterior. En
este sentido, cuenta con misiles de
un alcance menor a los 200 KM como
son: los Mushak 120-160-200; los
misiles balísticos Shahab-3 de 1300
KM., Shahab-4 con tecnología rusa y
norcoreana de 2000 KM y el Shahab-5
de origen ruso de 4000 KM.
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11. Los países árabes miembros del
CCG son: Arabia Saudita, Bahréin,
Emiratos Árabes Unidos, Kuwait,
Omán y Qatar. Estos países son los
que temen la presencia de un Irán
nuclear en la región del Golfo, por la
desestabilización estratégica y por
la influencia shiíta iraní sobre las
minorías de esos países. Para mayores
detalles véase: Smith (2006).
12. En el 2004, los juegos de guerra
realizados por el Pentágono junto a
especialistas en relaciones internacionales, entre ellos Graham Allison,
analizaron la factibilidad de emprender un ataque sobre Irán, tratando de
emular el accionar sobre Irak en marzo
de 2003. Los resultados en ese entonces fueron sombríos y demostraron las
dificultades y los costos en lo que se
podía incurrir.
68
sus costas en el Golfo Pérsico -lo que le asigna un mayor control inclusive
sobre el estrecho de Ormuz-; la densidad poblacional más elevada de la región, con casi 70 millones de habitantes en su mayoría jóvenes entre 15 y 30
años lo que lo convierte en uno de los países con el ejército más grande del
mundo; posee armamento convencional -no sofisticado- y armas químicas
y bacteriológicas que supo emplear en la guerra con su vecino Irak entre
1980 y 1988; y es, nada más ni nada menos, el segundo exportador mundial de crudo, capaz de afectar el rumbo de la economía mundial. Empero,
posee una supuesta vulnerabilidad regional, al no tener capacidad nuclear y
estar prácticamente rodeado de países con dicha tecnología. En el norte Rusia, en el noroeste Israel, en el este China, en el sureste India y Pakistán, y
en el sur, Estados Unidos estacionado en aguas del Golfo con la quinta flota.
A ello se suma la sensación de cerco en torno al régimen por el despliegue
de tropas norteamericanas en Irak y Afganistán.
En segundo lugar, pese a las reiteradas afirmaciones de desarrollar
tecnología nuclear con fines pacíficos, no sólo de la clerecía shiíta -desde
el entonces Ayatola Jomeini hasta el líder religioso Ali Jamenei- sino también del actual presidente Ahmadinejad, Irán se amparó en el insoslayable
derecho que el TNP permite a todo Estado avanzar en esas actividades
con fines civiles. Pero, si el programa nuclear estuvo oculto por más de
una década, también podría estar oculto el interés de tener capacidad
bélica nuclear, lo que se percibió como un desequilibrio en el balance de
poder regional, en pleno contexto de Lucha Global contra el Terrorismo
Internacional, de la Primavera Árabe, y especialmente entre los países del
Consejo de Cooperación del Golfo (CCG).11
A pesar de que Israel es el único país con armas atómicas en la región, la AIEA y las Naciones Unidas bregaron para que Medio Oriente sea
una “zona libre de armas nucleares”, temiendo un efecto contagio o dominó
en el resto de los países vecinos. Por un lado, porque ningún país árabe
cuenta con armas nucleares, solo el Estado de Israel que se calcula que
posee 200 bombas en la base de Dimona e Irán sería el otro posible candidato a obtenerlas con fines disuasivos, pero en este caso de origen persa.
Por el otro, dadas las conflictivas relaciones entre Teherán y Tel Aviv -signadas por denuncias y ofensas verbales cruzadas- se consideró como una
amenaza a la seguridad de Israel que la República Islámica cuente con
ese nuevo atributo de poder, que además se lo vio como un reaseguro de
supervivencia del régimen de los Ayatolas.
La administración demócrata, junto a los pares europeos, intentó
frenar el desarrollo nuclear iraní por medio de un conjunto de sanciones
económicas que afectaron a la población más que al desarrollo nuclear. En
condiciones donde el resonar de los tambores de guerra suena desde 2005
por parte de Israel, el nuevo gobierno de Benjamín Netanyahu considera el
Affair Nuclear como una cuestión “existencial” y la principal amenaza a la
seguridad internacional. En los últimos años, de diciembre a marzo las alertas se encendieron porque se habilita el período de ataque, aprovechando
que las tormentas de arena bajan su intensidad en la región.
Sin embargo, todos los juegos de guerra que se ensayaron dan
cuenta de lo difícil que es realizar una campaña militar contra Irán.12 Un
ataque preventivo se estimó en una semana de duración, sobre 18 targets
PAREDES RODRÍGUEZ, R.
A 10 años del 11-S, escenarios inestables con conflictos abiertos en la región de Medio Oriente
aunque se contemplaron 70 en total, incluidas universidades y demás organismos del Estado.13 Además, tres son las posibles rutas de los F 151 y
los F161, por Turquía en el norte, por el centro atravesando Jordania e Iraq
o por el sur desde Arabia Saudita. Independientemente de sobrevolar -por
consentimiento o violación- el espacio aéreo de esos países, el problema
que suscita es cómo atacar, repeler la batería antiaérea iraní y cargar combustible en una misma operación a más de 1600 kilómetros distancia.
Un dato no menor es el número de víctimas civiles –casualties- y
el consabido daño ecológico irreversible que puede conducir a la opinión
pública regional a plantear la “solidaridad islámica” con el pueblo iraní y
aumentar el descontento hacia Estados Unidos y sus aliados occidentales. Si se emplearan, como algunos sostienen, armas atómicas sofisticadas
como los misiles Bunker Búster B-66-11 o bombas nucleares miniaturas
de gran impacto que Israel adquirió de la administración Obama, se rompería la situación de statu quo que se respeta desde Hiroshima y Nagasaki
cuando se asumió el compromiso de no volver a utilizarlas.
Paradójicamente, Irán aprendió de la historia de Irak y Siria, cuando la aviación israelí atacó en 1981 la central nuclear de Osirak y en 2007
el complejo nuclear de Al Kibar respectivamente. Ello motivó a la República Islámica a diseminar por el centro y sur del país los centros de
actividades nucleares, construyéndolos en forma de bunker de guerra a
más de 20 metros de profundidad, con túneles que se pueden sellar ante
el primer impacto, capaces de resistir un ataque aéreo. A pesar de que el
ataque militar preventivo israelí no se materializó, por la negativa de la
Casa Blanca que sostiene que Teherán aún no llegó a la línea roja de producción de uranio enriquecido -sumado al contexto de crisis interna que
atraviesa el país, el costo de la retirada de Afganistán e Irak y la ingeniería
geoestratégica para no perder aliados que debe desplegar ante la Primavera Árabe- la guerra sucia y secreta entre Irán e Israel comenzó por medio
de los servicios secretos de inteligencia. Las explosiones en instalaciones
militares iraníes y la detonación de explosivos tuvieron como blanco el
Know how del proyecto nuclear. Es decir a los científicos que son difíciles
de reemplazar, no así a las instalaciones que en el término de 5 años se
pueden reconstruir.14
La imposibilidad israelí de actuar directamente al interior de Irán,
condujo al Mossad a aplicar la estrategia False Flag (Falsa Bandera), haciéndose pasar por la CIA, para reclutar extremistas kurdos-suníes en el grupo Jundallah, opositor al régimen de los Ayatolas con el fin de cometer dichos asesinatos (PERRY, Mark. 2012). Tales acciones fueron desmentidas
por Estados Unidos, aduciendo no estar involucrado en ellas. La respuesta
iraní, con acciones soterradas no se hizo esperar y comenzaron una política de ataques de ciudadanos israelíes por el mundo. Por ejemplo, las
operaciones iraníes planificadas a través del grupo Hezbollah que fueron
desbaratadas en Egipto, Chipre y Kenia durante el 2011.
Esa clase de guerra sucia fue la que se activó entre ambos actores,
teniendo en cuenta que un ataque preventivo israelí no da certezas de
que se destruyan los planes nucleares de Irán, en todo caso, sólo lograría retrasarlos. Pero la respuesta asimétrica de Teherán es lo que más se
teme por los resultados incalculables y difíciles de predecir. Un ataque
13. Las bases atómicas y demás
organismos iraníes conexos son:
Teheran Research Reactor en
Arak, Fuel Manufacturing Plant (en
construcción) en Isfagán, The Bonab
Atomic Energy Research Center y el
Center For Agricultural Research And
Nuclear Medicine en Karaj, Nuclear
Technology Center en Istafán, Nuclear
Research Center en Teherán, Kalaye
Electric Company en Teherán, Pilot
Fuel Enrichment Plant y Fuel Enrichment Plant en Natanz, y el Buscher
Reactor en Busher.
14. Los científicos que murieron
asesinados fueron: Ardeshir Hosseinpour (2007), Masud Ali Mohammadi
(2010), Majid Shahriari (2010), Dariush
Rezaeinejad (julio de 2011) y Mostafa
Ahmadi-Roshan (enero de 2012).
Fereydun Abbasi-Davani, director de la
agencia atómica iraní fue gravemente
herido en noviembre de 2010.
69
estudos internacionais • v. 1 n. 1 jan-jun 2013 p. 59-82
significa para Irán la excusa perfecta para denunciar el TNP, emulando el
caso norcoreano, y para poner en funcionamiento la contraofensiva aérea
bautizada “venganza de Dios”. Asimismo, Irán, como potencia regional
no reconocida, puede emprender una proxy war -guerra de delegaciónactivando a grupos armados -Hezbollah en el sur del Líbano y Hamás en
los territorios palestinos- para realizar ataques y atentados sobre flancos
americanos e israelíes. También puede influir en la situación de dos países
como Irak y Afganistán, en los que no se logró una verdadera pacificación
con el anuncio del retiro de las tropas norteamericanas.
Por último, este escenario abierto en Medio Oriente puede impactar en el sistema internacional agravando la crisis económica mundial,
en caso de que Irán realice un bloqueo del estrecho de Ormuz por el que
sale el suministro de petróleo y del cual depende el funcionamiento de la
economía internacional.
En otras palabras, luego del 11-S, el mundo se enfrenta a una realidad
de gran incertidumbre en torno al Affair Irán. La falta de una salida por parte de los actores involucrados, en la que se imbrican intereses geopolíticos,
económicos y estratégicos difíciles de gestionar hace de Medio Oriente una
región aún más convulsa e inestable en el sistema internacional.
A 10 años del 11-S la Primavera Árabe abre un nuevo
escenario conflictivo con una alteración del Balance de Poder Regional
15. La Primavera Árabe fue el nombre
que se popularizó en los medios
de comunicación para mostrar los
cambios que estaban aconteciendo en
las sociedades civiles que despertaron
de la opresión, impugnando a los
regímenes políticos vigentes. Así, para
algunos lo acontecido en la Primavera
de Praga de 1968 permitía identificar
y renombrar a los hechos del mundo
árabe. Para otros, los acontecimientos
se inspiraban en 1848 con la Primavera de los Pueblos, es decir, cuando
la vieja Europa era sacudida por el
germen democrático. En un caso como
en el otro, la primavera fue aplastada,
pasando directamente a un invierno
gélido, ya sea con la intervención del
Pacto de Varsovia a través del ejército
rojo o con las fuerzas reaccionarias
antidemocráticas oponiéndose al
cambio en Francia.
El uso del concepto despertar tampoco
es nuevo en el mundo árabe, George
Antonius habló del “despertar árabe”
hace 75 años atrás cuando este pueblo se opuso a la dominación europea
y a los gobiernos títeres que emergieron en el proceso de independencia.
Más cercano en el tiempo, la Doctrina
Bush planteaba que “los árabes no
son una excepción en las ansias
universales de dignidad y libertad” y
formaban parte de un proyecto democrático entendido como el comienzo
para un nuevo Medio Oriente.
70
Cuando el mundo estaba a punto de conmemorar el décimo aniversario de los atentados del 11-S irrumpió un nuevo escenario de conflicto en Medio Oriente que escapó de las previsiones de muchos gobiernos y
de los altamente especializados servicios de inteligencia que operan en la
región. El mundo árabe que había permanecido ajeno a las olas democratizadoras en el sistema internacional inició un proceso de transformación
alterando el clima de supuesta estabilidad de la que gozaban los países,
dando cuenta de un terreno movedizo como las arenas que caracterizan
la topografía del lugar.
El 2011 no comenzó como un simple año más para los países árabes
que están diseminados desde el Magreb hasta el Oriente Próximo. Las
revueltas populares que se iniciaron en Túnez y que dieron lugar a la
denominada Revolución de los Jazmines, gestaron una ola expansiva cuyas
consecuencias aún están lejos de ser cabalmente dimensionadas.15
Ahora bien, cuando se alude a la primavera se hace referencia a una
nueva época, a un cambio, a un despertar en la superficie de lo que antes
estuvo dormido. Sin embargo, la primavera también trae consigo efectos
no deseados para aquellos que sufren sus consecuencias, rinitis, alergias,
etc. Esta simple metáfora nos permite entender a la Primavera Árabe
como un proceso que despierta esperanzas e incertidumbres para los actores involucrados in situ y para el resto de los actores de la comunidad
internacional.
Las revoluciones que se sucedieron a lo largo de la historia cuestionaban el principio de legitimidad vigente, reemplazaban a la clase política gobernante y cambiaban el orden político imperante por medio del
derramamiento de sangre. En el caso de la primavera árabe se asistió a
PAREDES RODRÍGUEZ, R.
A 10 años del 11-S, escenarios inestables con conflictos abiertos en la región de Medio Oriente
revueltas, generalmente pacíficas, que terminaron siendo revolucionarias
cuando lograron remover o precipitar cambios en los gobiernos árabes.
Sin embargo, en todas ellas apareció un indicador común, no se identificaba una hoja de ruta para el denominado día después ni a los líderes
políticos encargados de gestionar los cambios.
El vacuum percibido detrás de las revoluciones árabes no se ajustaba
a los modelos de transiciones a la democracia ocurridos en otras partes
del mundo. Tampoco fue contemplado por la mayoría de los estudios realizados sobre el mundo árabe. Sin embargo, Richard Alan (2005) proponía
en su modelo condiciones necesarias para la transición democrática: 1-debía existir un número de actores dentro del régimen autoritario convencidos de llegar a un acuerdo con los oponentes moderados del régimen;
2- los reformadores al interior del régimen necesitaban convencer a las
fuerzas militares y de seguridad para cooperar con el cambio de régimen
y 3- los moderados tenían que controlar entre sus aliados el ala opositora
más radicalizada al régimen para generar un clima de confianza hacia la
transición pactada. Pese a ello, la evolución real de los acontecimientos
mostró la ausencia de partidos políticos opositores, la falta de líderes revolucionarios y programas políticos alternativos.
El 17 de diciembre de 2010, la inmolación del joven vendedor de frutas Mohamed Bouazizi contestando a la represión policial consternó a la
sociedad tunecina que se movilizó el 14 de enero exigiendo la renuncia
del presidente Ben Alí, luego de más de dos décadas en el poder. El fuerte
contenido simbólico de este hecho radicó en la aparición del “individuo”
como sujeto activo del quehacer político en las sociedades árabes, en las
que tradicionalmente impera la jerarquía y la sumisión al clan, a la tribu o
al gobernante como una suerte de páter de familia. El suicidio que se encuentra terminantemente prohibido en la cultura árabe musulmana no fue
el disparador de una condena social sino el catalizador de la “desesperación
individual” (ALCCARO e HAUBRICH-SECO, 2012, p. 11) y de la “indignación” de las sociedades civiles que se despertaron reclamando cambios.
En la Primavera Árabe, lo sorprendente fue el “silencio táctico” de
los grupos islamistas que se sumaron a las revueltas junto a los distintos
sectores que participaban. Por primera vez no han sido reclamos de carácter religiosos como Ala Akbar -Dios es el más grande- ni el apoyo a líderes
mesiánicos para ensayar una salida islámica, ni exclamaciones antiisraelíes o antinorteamericanas lo que estuvo presente en las movilizaciones.
La pérdida del miedo a la represión frente a toda manifestación
pública se hizo en pos de las demandas de cambios políticos tangibles e
inmediatos. La calle pasó a convertirse en el espacio vital de los reclamos
al poder y el medio de las convocatorias fueron las redes sociales como Facebook y Twitter que escaparon a la censura gubernamental en la era de la
globalización. La apelación a la apertura política, la dignidad y la libertad
se tradujeron en el pedido por la instauración de la democracia a secas y sin
adjetivos -liberal, social, árabe o islámica-, bajo un discurso contestatario
cristalizado en dos palabras: “fuera” y “basta”.
Más allá de las especificidades de cada sociedad, las mismas compartían síntomas de cansancio ante las condiciones objetivas de paro -que
afecta mayoritariamente a la población joven sin expectativas en el futu71
estudos internacionais • v. 1 n. 1 jan-jun 2013 p. 59-82
16. La configuración de un capitalismo
de amigos (crony capitalism) significó
la aparición de un sector privado
no competitivo y sin capacidad de
generar nuevas fuentes de trabajo
que pudiera absorber la mano de obra
desocupada. El concepto de crony capitalism refiere a aquellas sociedades
basadas en un vínculo estrecho entre
los negocios y el Estado. Así, el tipo
de Estado Rentístico acostumbrado a
vivir de los ingresos del petróleo, de
las remesas externas o del turismo
convivió con la falta de diversificación
productiva y la informalidad en el mercado de trabajo. Los elevados índices
de corrupción de las élites ligadas
al poder y las familias gobernantes
aprovecharon los nuevos negocios -de
empresas de servicios privatizadasque se desarrollaron en ese contexto
económico a costa de una pronunciada exclusión social.
72
ro- y de inflación y de pobreza que se agravaron como consecuencia de
los efectos de la crisis económica mundial desatada en 2008. También, por
la percepción de corrupción estructural de la clase dirigente y de las grandes familias ligadas al poder y por la ausencia de libertades reales de los
regímenes políticos, independientemente de su naturaleza, republicana o
monárquica. La excusa oficial de que el pueblo no estaba preparado para
vivir en democracia o que la necesidad de gobiernos fuertes era la mejor
alternativa ante la amenaza islamista dejó de tener un sustento lógico.
Por tal motivo, la impugnación a los regímenes políticos de corte autoritarios tiene un trasfondo económico y social difícil de soslayar. El Informe
de Desarrollo Humano Árabe publicado por el PNUD en 2005 planteaba que
el déficit agudo de libertad y buen gobierno en el mundo árabe era el principal obstáculo al renacimiento árabe (Informe de Desarrollo Árabe Humano
2004. 2005). Situación, que como se expresó supra, se exacerbó con la crisis
internacional poniendo de manifiesto un creciente malestar social. Tal vez,
una de las cuestiones que han pasado desapercibidas durante las revueltas, es
la aplicación de políticas neoliberales desde los 90’ y sus efectos en el conjunto
de las sociedades árabes. Las mismas, lejos estuvieron de disminuir el rol del
Estado en la economía, generaron las condiciones para un mayor desarrollo
del sector privado ligado a éste a través de lazos clientelares y de familia.16
La crisis económica se manifestó en una caída de la actividad en todos
los sectores, con saldos negativos en la cuenta corriente de la balanza de pagos
especialmente en los países no exportadores de petróleo, disminución de la
reservas internacionales debido al pago de la deuda y de las crecientes importaciones para cubrir la demanda interna, la salida de capitales y un aumento
de los precios de los productos básicos. Los flujos de Inversión Externa Directa
bajaron por la aversión al riesgo y se cerraron empresas por la crisis en Egipto,
Túnez y Siria. El déficit fiscal se agravó como consecuencia del gasto de la
demanda social; se produjo una caída del empleo que, generó un aumento de
la pobreza y la desocupación de un 15% promedio, sobre todo en los jóvenes
profesionales. El malestar social por falta de expectativas de participación en
el fututo económico era producto de la desconexión o falta de interacción de
las demás clases sociales con los sectores económicos dominantes.
En términos generales, la Primavera Árabe puso al descubierto el
tipo de sociedades cerradas, marcadas por la falta de integración política
-reservada a los respectivos miembros del régimen- y de integración social que excluía a vastos sectores de la sociedad, entre ellos a los jóvenes
que en el mundo árabe -fruto del crecimiento demográfico- representan
un 50% de la población, viven en zonas urbanas y acceden a los medios de
comunicación no tradicionales que escapan al control del Estado.
No obstante la efervescencia política de la primavera democrática, la
misma afectó de distintas maneras al heterogéneo mundo árabe. Las revueltas devenidas en revoluciones se produjeron en los países con regímenes
presidencialistas autoritarios de tipo hereditario y no en los de tipo monárquico. La amenaza de un posible fin de la monarquía de Bahréin, por manifestaciones de la población shiíta, generó la inmediata invasión al país de
tropas sauditas en el marco del Consejo de Cooperación del Golfo, evitando
así, la alteración de la estabilidad en las geoestratégicas petro-monarquías
del Golfo (ECHAGÜE, Ana, 2011).
PAREDES RODRÍGUEZ, R.
A 10 años del 11-S, escenarios inestables con conflictos abiertos en la región de Medio Oriente
El tradicional doble rasero que tuvo Occidente de promover y defender la democracia por el mundo, contrastaba con el apoyo tácito o
formal a los regímenes autocráticos árabes por el solo hecho de ser sus
aliados y generar estabilidad regional. Sin embargo, por el devenir de los
acontecimientos, los mismos dejaron de ser considerados el mal menor o
una alternativa ante el temido peligro islamista, el cual paradójicamente
no fue el actor protagónico ni el hacedor de las revueltas en las calles.
La caída de Ben Alí en Túnez, Hosni Mubarak en Egipto, Muamad
Gadafi en Libia, Saleh en Yemen y el deslizamiento hacia una guerra civil
en el régimen sirio de Bashar al-Asad generaron un alto costo para las
sociedades que atravesaron y alteraron el tablero de la geopolítica y el
balance de poder regional (ECHAGUE 2011, p. 41).17 En el mundo árabe,
la caída del rais significó la pérdida para Estados Unidos del país árabe
más grande, garante de la Paz con Israel y socio en la lucha contra el terrorismo internacional. Por tal motivo, en lo que hace al conflicto árabe
israelí -como se verá en el próximo apartado- el gobierno de Al Fatah en
Cisjordania perdió el apoyo que le brindaba Mubarak en detrimento del
gobierno de Hamás en la Franja de Gaza que era apoyado por la Hermandad Musulmana e Irán.
En tal sentido, el lugar dejado por Egipto fue ocupando por el Reino
de Arabia Saudita preocupado por la primavera democrática con un despliegue de fichas en un juego de doble nivel. Por un lado, junto con Qatar
-y gracias a los Fondos Soberanos de Inversión- salieron en ayuda de los
países que atravesaron los cambios inyectando 18 billones de dólares a las
autoridades interinas pero sobre todo a los partidos islámicos que luego
de las revoluciones fueron ganando peso en la escena política de dichos
países. Por el otro, la intervención estratégica respondía a la necesidad
de fortalecer su presencia como líder del mundo sunita ante la presencia
del Irán shiíta, fuerte en el Líbano a través de Hezbollah, en el Irak pos
2003, con influencia en la población de Bahréin y en la aliada Siria. No es
casual, que sin credenciales democráticas, la diplomacia de Riad haya sido
el país que solicitó la expulsión de Siria de la Liga Árabe, llamó a poner fin
a la represión y que se escuchara la voz del pueblo -el 70% de la población
sunita dominada por la minoría Alauita en el gobierno.
El balance de poder regional en Medio Oriente se inclinó hacia 3
países que no son árabes. El primero de ellos es Israel, potencia militar y
nuclear -aunque nunca haya reconocido oficialmente esa capacidad- que
se encuentra aislado en la región y en la comunidad internacional por
sus últimas acciones militares en el conflicto árabe-israelí. La cautela que
adoptó Tel Aviv ante la primavera árabe respondió a muchos factores: aal escepticismo en torno al despertar árabe, que en lugar de significar una
fecha como 1989 se relacionaba con 1979 cuando ocurrió la Revolución
Islámica de Irán; b- la caída de Mubarak abría un nuevo frente de conflicto con la llegada al poder de los islamistas y la oposición tradicional a
los acuerdos de Camp David de 1978 que significaron sacar a Egipto del
conflicto árabe-israelí; c- el contexto regional de inseguridad era empleado como excusa por el gobierno israelí para no ceder un ápice en las negociaciones con los palestinos y d- la posible caída del régimen sirio podría
asestar un golpe a Irán pero generaba interrogantes sobre una posible bal-
17. El costo del despertar árabe
se calcula en 50 mil personas que
perdieron su vida. Además de que se
evaporaron 20 billones de dólares del
PBI durante el 2011 más un costo de
35 billones de dólares para las finanzas públicas de los países afectados.
Véase: IBISH (2011).
73
estudos internacionais • v. 1 n. 1 jan-jun 2013 p. 59-82
18. La performance económica turca
le permitió al país integrar el grupo
Next Eleven, es decir las próximas
potencias emergentes del siglo XXI
-según Goldman Sachs- junto a Bangladesh, Egipto, Indonesia, Irán, México, Corea del Sur, Nigeria, Pakistán
y Filipinas. Para mayores detalles, se
recomienda consultar: [http://www.
goldmansachs.com/gsam/individuals/products/growth_markets/n11/
index.html]
74
canización de ese país, con el cual se generó una paz fría sin guerras con
la familia Asad desde 1967. Pero por encima de todo, era un peligro que
el mayor arsenal de armas químicas y bacteriológicas de la región y que
posee Siria, cayera en manos de Hezbollah y fuesen empleadas en caso de
un ataque israelí a las instalaciones nucleares iraníes.
El segundo, es la República Islámica de Irán que recibió con alivio la alteración del status quo en el mundo árabe por causas propias y
bendijo, tácitamente, las intervenciones norteamericanas en Afganistán
e Iraq en 2001 y 2003 respectivamente, cuando se libró de dos gobiernos
enemigos. En este caso, el presidente Ahmadinejad felicitaba a los jóvenes
valientes por propiciar el cambio, especialmente en quien fuera su principal enemigo: Egipto. Sin embargo, su postura se modificó cuando Siria
comenzó a atravesar por el cambio de estación, brindándole el apoyo táctico y logístico en la represión.
Un detalle no menor, es cómo la diplomacia de Teherán consiguió
que Rusia y China -sus dos principales socios comerciales- evitaran una
condena en el Consejo de Seguridad emulando el caso de Libia, en donde
ambas potencias se abstuvieron y posibilitaron el deber de injerencia con
la resolución 1973.
El tercero es Turquía, país que se tomó como modelo a seguir en
las transiciones árabes, en virtud de una triada que a los ojos de occidente
combinaba economía de mercado, democracia e islamismo moderado.
Ankara logró convertirse en un referente para los países que se sumergieron en la ola democrática especialmente para aquellos grupos o partidos
políticos que fueron acusados de islamistas mientras duraron los regímenes depuestos. Recibir apoyo económico de Arabia Saudita pero adoptar
el modelo turco de islamismo moderado parece ser la tendencia que muchos adoptaron para ganar el apoyo de Occidente.
Desde 2002, el gobierno del partido Justicia y Desarrollo (AKT)
de Recep Tayyip Erdoğan con su Ministro de Relaciones Exteriores Ahmet Davutoglu plantearon que Turquía era una potencia reemergente
-por su pasado imperial- que no solo debía jugar un rol destacado en los
asuntos internacionales sino también en la región de Medio Oriente a
la que durante décadas se le dio la espalda.18 Para ello se planteó que la
política exterior de “estrategia profunda” acompañe a la performance
económica, combinando pragmatismo y el soft power -el factor islámico- como fuente de atracción en acciones proactivas. Es decir, un país
con intereses múltiples en otras regiones del mundo pero por encima de
todo en Medio Oriente.
El papel de Turquía ha sido destacado en pos de encauzar la Primavera Árabe hacia el camino de la democracia, haciendo gala de su política
“cero problemas con los vecinos” y de que es un país que puede hablar con
todos. Con Irán por el Affair nuclear, con los palestinos por la situación de
postergación del conflicto y de la crisis humanitaria y con el nuevo Egipto
gobernado por la Hermandad Musulmana. El pragmatismo no implica
para Turquía que no deba enfrentar rivalidades -con Israel por el ataque a
la flotilla en 2010 o con Arabia Saudita que buscaría secuestrar el despertar árabe a través de un Islam político de corte salafista-, lo que lo conduce
a desempeñar un rol de potencia re-emergente balanceadora.
PAREDES RODRÍGUEZ, R.
A 10 años del 11-S, escenarios inestables con conflictos abiertos en la región de Medio Oriente
Luego del 11-S: 10 años más del conflicto árabe-israelí
En la primera década del siglo XXI, el conflicto árabe- israelí cumplió su septuagésimo aniversario pero se encuentra lejos de hallar una paz
justa y duradera entre los actores involucrados. Un año antes del 11-S, el
fracaso de las negociaciones de Camp David II auguraba que la fórmula
de negociaciones directas y bilaterales con un cronograma de acciones
graduales generadoras de confianza -planteado en los acuerdos de Oslo
I, II y en el Memorándum de Wye Plantation- estaba agotada ante la imposibilidad de abordar el postergado status final.19 Es decir, alcanzar una
solución para la demarcación de las fronteras internacionales seguras y
reconocidas entre ambos Estados, el rol de Jerusalén como capital binacional y el derecho de retorno de los refugiados palestinos de 1948 y 1967.
En tal sentido, el balance entre las oportunidades globales y las condiciones regionales en la década transcurrida condujo a una nueva etapa
del conflicto que podría ser caracterizada de stand by pasando en algunos casos para los países a un segundo plano frente a otros temas que
cobraron mayor interés. Por un lado, si bien Israel continua teniendo a
la seguridad como uno de los temas centrales de su agenda de política
exterior, la misma no está atada a la solución del conflicto árabe-israelí
sino a la principal amenaza que significa un Irán nuclear –como se vio en
apartados anteriores. Por el otro, los acontecimientos en el mundo árabe
reorientaron la atención de muchos gobiernos de la región preocupados
más por la estabilidad interna como consecuencia de la Primavera Árabe
que por el conflicto árabe-israelí.
El tándem oportunidades globales y condiciones regionales permiten entender cómo ha sido el derrotero seguido, de tal modo que la II
Intifada en septiembre de 2000 fue percibida luego del 11-S como un obstáculo al agónico proceso paz.20
La caída en desgracia de quien fuera premio Nobel de la Paz en
1994 y entonces presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP),
Yasser Arafat, por parte de la administración republicana de los Estados
Unidos, condujo al Primer Ministro israelí Ariel Sharon a plantear, luego
de 2001, la falta de un “interlocutor válido” del lado palestino en las negociaciones de paz. Esas declaraciones fueron seguidas de acciones concretas: la reocupación de los territorios de la Franja de Gaza y Cisjordania,
el endurecimiento del control económico de los territorios palestinos, la
aplicación de los asesinatos selectivos – criticados por la comunidad internacional por el daño colateral provocado sobre la población palestina – y
la construcción, a partir de 2002, de un muro de concreto llamado de
‘seguridad o de la vergüenza’ – según del lado que se lo mire – sobre el
territorio palestino tendiente a frenar la violencia y la ola de inseguridad.
En ese contexto, un día antes que finalizara la Guerra de Irak, el
30 de abril se lanzó, a instancia de Estados Unidos y los demás miembros del denominado Cuarteto – Rusia, la ONU y la Unión Europea – , el
relanzamiento del proceso de Paz con la denominada Hoja de Ruta.21 La
misma buscó relanzar las negociaciones bilaterales sin excusas, de manera gradual, con fases claras, objetivos, medidas políticas de confianza y
progresos recíprocos con el fin de terminar con el conflicto en el 2005. En
19. Para mayores detalles sobre el
Proceso de Paz iniciado en 1993 en
Oslo y sobre las negociaciones de
Camp David II véase: Ben-AMI (2006).
20. Cabe mencionar que la II Intifada
armada se inició como consecuencia
de un acto de provocación por parte de
Ariel Sharon -entonces miembro del
partido de derecha Likud- cuando visitó
la explanada de la mezquita, tercer
lugar santo después de la Meca y Medina en Arabia Saudita para el Islam.
21. La Hoja de Ruta, basada en el
logro de progresos, para avanzar hacia
una solución permanente, en que se
prevean dos Estados del conflicto
israelo-palestino, véase en la base de
datos de la Organización de Naciones
Unidas. Véase: (ONU S2003/529).
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22. Las elecciones palestinas
dividieron en términos políticos y
geográficos a la ANP en el sentido
que Hamás se quedó gobernando
la Franja de Gaza y Al-Fatah -que
era el partido político gobernante
desde las primeras elecciones de
1996- se quedó ejerciendo el control
de Cisjordania con el Presidente
Mahmud Abbas.
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otras palabras, hacer realidad la creación del Estado Palestino siguiendo
las Resoluciones N° 242, 338 y 1397 de la ONU. Sin embargo, los plazos no
se ajustaron a la realidad del terreno. La primera fase constituía un desafío, significaba para Israel terminar con las deportaciones, la demolición
de casas, la confiscación de tierras y los ataques sobre población civil y la
infraestructura palestina. A Palestina, se le exigía arrestar, interrumpir y
restringir a individuos y grupos que planeen ataques sobre blancos israelíes en virtud de estar en desarrollo la II Intifada conocida también como
Intifada de Al-Aqsa.
El stop en el proceso de paz condujo al Likud a ensayar una solución de carácter unilateral, cuando en el 2005 implementó, con el apoyo
de la Corte, el denominado Plan de Desconexión, con la retirada de la Franja de Gaza, para luego establecer unilateralmente las fronteras en el Oeste, removiendo previamente los asentamientos y desactivando la bomba
demográfica que significaba el control y ocupación de ese territorio palestino. Una vez dado el primer paso, la retirada unilateral iba a continuar en
la agenda –pese a la oposición de los colonos- con el Plan de Convergencia
del nuevo Primer Ministro israelí Ehud Olmert, electo en marzo de 2006
con el recientemente creado partido de centro-derecha Kadima.
Sin embargo, condicionantes endógenos en los actores protagonistas del conflicto pero también los exógenos coadyuvaron al abandono del
mencionado plan. Las elecciones democráticas en la ANP en enero de
2006, supervisadas por el ex Presidente Jimmy Carter, generaron sorpresa
cuando los resultados dieron como ganador con 76 escaños sobre 132 en
el Consejo Legislativo al Movimiento de Resistencia Islámica Hamás. La
elección de Ismail Haniyeh como Jefe de Gobierno palestino dividió a la
ANP en términos políticos y geográficos,22 generó el rechazo de Israel, la
UE y de Estados Unidos que había incorporado a Hamás en la lista de organizaciones terroristas en la Lucha Global pos 11-S. Lo paradójico es que
el apoyo a la democracia y la democratización en el sistema internacional
quedó en entredicho desde el momento que las elecciones no fueron favorables al candidato o partido considerando favorito o, en otras palabras,
el mal menor.
Por tal motivo, la implementación del Plan de Convergencia retirándose de Cisjordania y anexando las colonias más importantes cerca de
Jerusalén Oriental se convirtió en un imperativo categórico para poner
fin al conflicto y alcanzar la paz. El inicio de la Guerra del Líbano en el
verano de 2006 precipitó el abandono del tan mentado plan. Durante los
34 días que duró la ofensiva bélica con el país de los Cedros, Israel confirmó en términos estratégicos la capacidad de fuego del Partido de Dios
Hezbollah -que no dejó de arrojar los misiles Katyusha y Faj todos los días
burlando los sistemas satelitales-, la presunción de que un ataque militar
para frenar el desarrollo nuclear iraní -opción contemplada desde 2006activaría otros frentes incluida la Franja de Gaza, cedida un año antes y
sobre todo, que la seguridad del Estado judío seguía atada al control y
reocupación de los territorios palestinos en Cisjordania.
La guerra finalizó cuando las partes aceptaron el cese al fuego propuesto por la Resolución 1701 del Consejo de Seguridad. La decisión fue
percibida como un alto costo para la dirigencia israelí. La desproporción
PAREDES RODRÍGUEZ, R.
A 10 años del 11-S, escenarios inestables con conflictos abiertos en la región de Medio Oriente
de los ataques sobre la infraestructura libanesa con el empleo de los aviones F15 y F16 ejerciendo un control aéreo insuperable no redundó en ni el
fin de Hezbollah ni en la liberación de los soldados israelíes secuestrados
que desencadenó el conflicto, rompiendo con “la paz fría” instaurada luego de la retirada israelí del sur del Líbano en el 2000.
La diplomacia de Washington convocó a fines de noviembre de
2007 a Abbas y a Olmert a la Conferencia de Annapolis con el objeto de
reanudar el diálogo después de 7 años sin negociaciones. El objetivo era
optimista: crear el Estado de Palestina a fines de 2008 coincidiendo con el
sueño de los últimos presidentes norteamericanos de retirarse del poder
con el conflicto resuelto y, sellada, la paz.
Sin embargo, el escepticismo que rodeó a Annapolis se percibió
desde su organización, ya que la solución propuesta era más simbólica
que sustantiva. El presidente palestino asistió sólo en representación de
Cisjordania, lo cual hería de muerte al futuro Estado palestino porque
no comprendía obligación alguna sobre la Franja de Gaza gobernada por
Hamás. El Primer Ministro israelí aceptó el convite a sabiendas de que
no podía comprometerse en ninguna declaración superadora, dada la debilidad interna y, convencido de que sólo un hecho internacional ajeno a
las negociaciones con los palestinos podía quitar la presión adversa de la
opinión pública israelí.
Mientras los encuentros programados cada 2 semanas se llevaban
adelante, las escaramuzas entre Hamás e Israel fueron in crescendo durante la segunda mitad de 2008. El rechazo al bloqueo israelí impuesto sobre
Gaza condujo al fin de la endeble tregua con el relanzamiento de cohetes
sobre el desierto de Negev y las ciudades de Sderot y Ashkelón. La respuesta israelí no se hizo esperar y el 27 de diciembre se lanzó la denominada Operación Plomo Fundido, con el fin de asestar el golpe final sobre
Hamás y esperar el derrumbe del gobierno. El 8 de enero el Consejo de
Seguridad pidió un cese al fuego a través de la Resolución N° 1608. Pese
a ello, el fin de las hostilidades se alcanzó el 21 del mismo mes. La nueva
condena internacional ante la reiterada desproporcionalidad del uso de la
fuerza -tanto aérea como terrestre-, sumado al bloqueo de todos los espacios fronterizos de Gaza, llegó finalmente con el Informe Goldstone, en el
que se adujeron crímenes de Guerra y la violación a la cuarta Convención
de Ginebra.23
Paradójicamente, los objetivos militares perseguidos por Tel Aviv
no se lograron puesto que no pudo poner fin al gobierno de Hamás en la
Franja de Gaza. Por el contrario, supuso el fin de Kadima en el gobierno
de Israel, quien convocó a elecciones para febrero de 2009, resultando ganador Benjamín Netanyahu -Primer Ministro entre 1996 y 1999.
El regreso del Likud al gobierno con la tradicional postura de no
negociar ni ceder los territorios ocupados, se convirtió en un obstáculo
para la nueva administración demócrata norteamericana que buscó acercase al mundo árabe y musulmán, en lo que se dio en llamar -en el discurso del 29 de junio en la Universidad del Cairo- “un nuevo comienzo”. Así,
con la división de facto al interior de la ANP, la continuidad de la ocupación sobre los territorios cisjordanos y la política oficial israelí de creación
de nuevos asentamientos -que hacía inviable un futuro Estado palestino
23. El Informe Goldstone de la
Asamblea General de las Naciones
Unidas realizó la investigación sobre
el terreno para constatar la situación
de los derechos humanos durante
la Operación Plomo Fundido pese
a la falta de colaboración de Israel
y el rechazo del mismo que implicó
el pedido de retirarlo de Naciones
Unidas. Véase: Situación de los derechos humanos en Palestina y otros
territorios árabes ocupados. Informe
de la Misión de Investigación de las
Naciones Unidas sobre el Conflicto
de Gaza, A/HRC/12/48 (ADVANCE
1). New York. Publicado on-line en:
[http://www2.ohchr.org/english/
bodies/hrcouncil/docs/12session/AHRC-12-48_ADVANCE1_sp.pdf].
Disponible on-line el 23/09/2009.
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24. La consecuencia del asalto al
buque tuvo como resultado 19 personas muertas -9 de las cuales eran de
nacionalidad turca- y 60 heridos.
25. El apoyo a la creación del Estado
Palestino conviviendo junto a Israel
con fronteras seguras e internacionalmente reconocidas de acuerdo
con las resoluciones de las Naciones
Unidas, se consolidó durante el foro
de Países Sudamericanos y Países
Árabes (ASPA) a través de las Cumbres de Brasilia (2005) y Qatar (2008).
Las Declaraciones de Brasilia y Qatar
respetivamente abogaron por su creación, para lo cual se iniciaron visitas
oficiales de mandatarios latinoamericanos a la región y negociaciones
con la intención de consolidar los
vínculos con la ANP.
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ya que éste nacería como un archipiélago de cantones inconexos-, se agregó la falta de gravitación de los Estados Unidos en el propio conflicto.
En tal sentido, las oportunidades globales y regionales se encontraban condicionadas para avanzar en la gestión del conflicto. La preocupación del nuevo gobierno israelí se centró en la principal amenaza a la seguridad que significaba la continuidad de los planes de desarrollo nuclear
iraní y el apoyo que la diplomacia de Teherán concitaba en algunos países
de la comunidad internacional. La irrupción de Turquía junto a Brasil
como mediadores en el conflicto por fuera de la Troika generó el rechazo
de Estados Unidos e Israel. También tomó a Tel Aviv por sorpresa que el
país del Levante -y aliado estratégico desde la Guerra Fría- comenzara a
jugar un rol de Global Player en asuntos que eran regionales y considerados exclusivos en los que no había tenido antes ninguna participación.
El incidente ocurrido con el asalto de la Fuerzas de Defensa Israelíes al buque Mavi Marmara de bandera turca que transportaba 10.000
kilos de ayuda humanitaria junto a unas 700 personas de distintas nacionalidades con destino a la Franja de Gaza, desencadenó un conflicto
diplomático bilateral y una amplia condena internacional a Israel.24 Para
Israel ello resultaba inadmisible y fue visto como una clara colaboración
con la organización terrorista Hamás, a lo que agregaba la acusación sobre la presencia de infiltrados, más allá de que el buque se encontrara en
aguas internacionales.
De tal modo, que el premier turco calificó de “terrorismo de Estado
inhumano” el que se ejerce sobre Gaza, como así también a todo accionar
represivo que busque impedir una mejora de la situación palestina.
No caben dudas que la concatenación de acontecimientos negativos
en los últimos años generó a los ojos de la comunidad internacional un
aislamiento diplomático a Tel Aviv. También le ha permitido aplicar la
teoría de la cápsula al conflicto árabe-israelí, tratándolo como una cuestión
interna y profundizando las acciones sobre el terreno con la autorización,
por ejemplo, para la construcción de nuevas colonias en Cisjordania durante 2010.
Cabe destacar que la búsqueda de una mejor imagen israelí y de entendimiento – forzado – con varios países de la comunidad internacional
provino de la noticia del cambio de estrategia de la ANP para alcanzar el
reconocimiento del Estado Palestino. En un movimiento de piezas arriesgado, Abbas consiguió el apoyo para el reconocimiento del Estado en los
últimos meses de 2010 cuando varios países, entre los que se destacan los
latinoamericanos, reconocieron el Estado palestino junto con el efectivo
derecho de legación. Esto es, la formalización de los vínculos con la apertura de embajadas en Rámala, sede administrativa de la ANP.25
La respuesta israelí no se hizo esperar y Netanyahu en declaraciones
nunca antes vertidas sostuvo la necesidad de retomar las negociaciones bilaterales con un calendario y cronogramas de pasos, estrategia que -como ya se
mencionó- no fue efectiva mientras duró el denominado proceso de paz.
Estados Unidos, la Unión Europea y Canadá apoyaron, por distintos motivos, esta moción como la única forma de alcanzar la tan mentada paz.
Mientras a principios de 2011 la Primavera Árabe sorprendía al mundo, que seguía en vivo y en directo los acontecimientos, como se analizó
PAREDES RODRÍGUEZ, R.
A 10 años del 11-S, escenarios inestables con conflictos abiertos en la región de Medio Oriente
en el apartado anterior, la posición de cautela israelí hacia la región respondía a un juego sinuoso caracterizado por los “3 No”: No a la intromisión evitando declaraciones al respecto; No perder aliados (como Egipto)
y No exacerbar los ánimos en los territorios palestinos ocupados. Si bien
el conflicto árabe-israelí pasaba a un segundo plano con la alteración del
balance de poder regional que suponía el fin de regímenes aliados a Occidente y las intenciones israelíes de frenar el desarrollo nuclear iraní, la
diplomacia palestina continuó su marcha con la nueva estrategia de multilateralizar el conflicto presentando ante las Naciones Unidas el pedido de
incorporación y reconocimiento del Estado de Palestina como miembro
de la organización.
El retorno a las negociaciones para Israel tenía que ser sin ningún
tipo de condiciones, en clara alusión al pedido palestino de poner fin a los
asentamientos para poder luego sentarse a negociar.
La posición israelí planteó que se reconozca a Israel como un Estado judío, a Jerusalén como la capital indivisible a la que se anexarían las
colonias aledañas del lado cisjordano, la renuncia al derecho de retorno
de los refugiados por amenazar en términos demográficos la esencia judía, la creación de un Estado palestino desmilitarizado y con presencia de
las fuerzas de seguridad israelí en los márgenes del río Jordán, y la ruptura entre Al-Fatah y Hamás – entendida como la al Qaeda palestina – para
poder negociar. En otras palabras, Israel buscaba mantener el statu quo sin
tener que ceder un ápice, en un contexto signado por cambios regionales
que podían afectar su seguridad nacional.
La nueva estrategia diplomática palestina surgió como consecuencia del fracaso de la aplicación de la fórmula de negociaciones bilaterales y
directas, al considerarla dilatoria y, por lo tanto, no avanzar nunca en el
tratamiento del status final. Con Gaza bloqueada y Cisjordania ocupada,
pero también segregada por el muro de seguridad de más 700 km, los palestinos sostenían que ya se había cedido el 78% del territorio y sólo quedaba velar por el 22% restante. Por ende, la posición palestina consideraba
que no se debía claudicar en lo siguiente: Jerusalén Oriental como sede de
la capital del futuro Estado Palestino, garantizar el efectivo retorno de los
refugiados a sus propiedades, la remoción de los asentamientos y colonos
israelíes que ya totalizaban 500 mil y, especialmente, la demarcación de
las fronteras anteriores a 1967, en pleno cumplimiento de las resoluciones
de Naciones Unidas sin realizar “ajustes” sobre el terreno.
Teniendo en cuenta el carácter irreductible de ambas posiciones, la
alternativa para la ANP sólo pasaba por lograr un resultado sustancial, ya
no por la instancia bilateral sino por la multilateral, pero con una decisión
unilateral.26 El pedido de ingreso como miembro pleno a la ONU corría el
riesgo de ser vetado por Estados Unidos en el Consejo de Seguridad. Obama sostuvo de antemano el rechazo a la nueva estrategia, generando un
reaseguro para Israel y el lobby judío en el país, cuando dijo una frase que
no dejaba lugar a dudas: “no hay atajos para la paz”. Si bien el problema de
vetar el ingreso significaba enajenarse al mundo árabe en pleno contexto
de la Primavera, también era un costo político en el inicio de la campaña
electoral, donde la administración demócrata no había cosechado ningún
éxito en el conflicto árabe-israelí. El cambio de la estrategia palestina por
26. En el marco de los Acuerdos de
Oslo de 1993, quedó expresamente prohibido todo tipo de acción
unilateral como vía de resolución del
conflicto. Por tal motivo, los planes
de Desconexión y de Convergencia
sobre Gaza y Cisjordania respectivamente causaron en dicha oportunidad
del lado palestino y dentro de la
comunidad internacional. Por tal
motivo, la decisión unilateral de
pedir el ingreso con plenos derechos
y obligaciones en la ONU jugando la
carta multilateral concitó el mismo
rechazo como ocurrió a mediados de
la primera década del siglo XXI.
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27. A pesar de que el movimiento
juvenil palestino llamado 15 de marzo
se manifestó pidiendo la reconciliación entre Cisjordania y Gaza, la misma
no se alcanzó cuando Abbas viajó a
la Franja y cosechó el rechazo a una
presentación conjunta ante la ONU.
Los motivos esgrimidos giraron en
torno al Primer Ministro del gabinete
de emergencia de Cisjordania, Salam
Fayad -artífice de la presentación multilateral- por acusarlo de
sumiso a los intereses occidentales.
Específicamente, se lo critica por la
aplicación desde 2007 de políticas
neoliberales en consonancia a las
directivas del FMI con el fin de
seguir recibiendo ayuda económica
internacional.
la multilateralización se percibía, entonces, como una jugada diplomática
que en definitiva molestaba por las consecuencias que podía asestar sobre
el aliado estratégico israelí.
El cambio en la posición palestina no se daba en el vacío sino que se
inspiró en otros 2 antecedentes. Por un lado, existía la Resolución 181 de
1974 de la Asamblea General que permitió la partición de Palestina y por
el otro, la votación que ese mismo órgano principal efectuó en 1953 para
que Corea del Sur ingrese como Estado a la organización, so pretexto del
veto de Moscú en el Consejo de Seguridad. De allí, que la negativa israelí
de reconocer una resolución no vinculante de la Asamblea General contaba con antecedentes y abrió un nuevo frente diplomático.
A 10 años del 11-S, y en condiciones internacionales no favorables,
las cartas por parte de la ANP estaban echadas. Abbas como un presidente en funciones con su mandato ya expirado y con una ANP dividida
y presa del fantasma de una tercera Intifada jugó el todo por el todo, arriesgándose a que la ayuda oficial de Estados Unidos y la Unión Europea
sea retirada.27 Lograr el reconocimiento de la ONU como un Estado con
plenos derechos y obligaciones -más allá del reconocimiento bilateral
obtenido de 120 países- o como un Estado no miembro, era asestar un
duro golpe de gracia. El reconocimiento internacional, en cualquiera de
sus dos formas, rompía con el discurso israelí de que la ocupación era
sobre territorios en disputa y no sobre un Estado. Por ende, el reconocimiento traía consigo consecuencias jurídicas, entre ellas, habilitar el
caso en la Corte Internacional de Justicia o en la Corte Penal Internacional, sumando a la emisión de exhortos ante INTERPOL requiriendo a
funcionarios israelíes.
En otras palabras, el escenario del conflicto árabe-israelí luego de
negociaciones públicas o secretas, cumbres, cuartetos, mediadores, enviados especiales, condicionantes sistémicos y regionales ingresaba en un
nuevo compás de espera diplomático para alcanzar un Estado soberano e
independiente de Palestina viviendo en paz con Israel.
Consideraciones finales
A 10 años del 11-S, Oriente Medio continuó siendo una de las regiones más inestables del sistema internacional, con equilibrios frágiles
entre los actores que se encuentran in situ. Desde ese entonces, la región
se convirtió en el epicentro de 4 escenarios de conflictos que de manera
coetánea coexistieron con la particularidad de permanecer abiertos.
Más allá de que la lucha global contra el terrorismo internacional tuvo
una formulación sistémica en la agenda de la política internacional, la misma se centró en Medio Oriente en donde se ensayaron diferentes medidas
para combatirlo. Desde la respuesta militar, la remoción de regímenes enemigos y la necesidad de implantar la democracia como una condición de
estabilidad regional, los resultados fueron ambiguos. Por un lado, la muerte
de Osama bin Laden -como la figura más visible y simbólica de al Qaedase constituyó en un éxito estratégico cuando se estaba a punto de cumplir
una década de su lanzamiento. Pero por el otro, también fue un éxito para
la organización haber sobrevivido a los controles en materia de seguridad
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A 10 años del 11-S, escenarios inestables con conflictos abiertos en la región de Medio Oriente
internacional y al poder de fuego del principal enemigo lejano que no la pudo
derrotar en su propio escenario natural. El cambio en el funcionamiento
de la organización con franquicias y células en Medio Oriente y el Norte de
África con el sello de al Qaeda, le permitió adecuarse a un entorno considerado como propio pero a un costo elevado en las poblaciones de los países
árabes que nunca comprendieron porqué fueron el blanco del accionar de
los atentados perpetrados con posterioridad al 2005.
No es casual que al Qaeda no haya sido un actor protagónico en
la Primavera Árabe, perdiendo apoyo y legitimidad cuando comenzaron
las revueltas. A pesar de haber visto su capacidad reducida, logró ni más
ni menos que continuar existiendo. Así, un capítulo se cerró en la lucha
global contra el terrorismo internacional, en una guerra larga y sin fin.
El Affair Irán puede ser considerado el escenario que mayores incertidumbres genera desde su descubrimiento en el 2002 en Medio Oriente.
La falta de precisiones sobre el desarrollo nuclear supuestamente con fines pacíficos como ha insistido la República Islámica no calmó las exigencias de la comunidad internacional ni de Israel que endureció su postura
planteando el tema como una cuestión existencial de alta política. Tampoco generó las suficientes certezas sobre la posibilidad de que un ataque
israelí ponga fin al proyecto nuclear como ocurrió en Irak y Siria.
De la guerra verbal y de nervios entre los actores involucrados se
pasó a la guerra sucia de espionaje con los servicios secretos, elevando la
tensión a la espera -o no- de un conflicto abierto de consecuencias impredecibles a nivel regional e internacional.
A partir de enero de 2011, un nuevo escenario de conflicto se abrió
en el contexto regional con la Primavera Árabe que sacudió a un mundo
ajeno a todo tipo de ideal democrático. Las revueltas devenidas en revoluciones demostraron por vía de la contestación al poder político las
condiciones objetivas que atravesaban las respectivas sociedades civiles.
Sin embargo, los regímenes presidencialistas seculares de corte hereditarios resultaron ser los afectados, quedando al margen las estratégicas
petro-monarquías.
Este nuevo escenario alteró el balance de poder regional a favor de
potencias no árabes aprovechando el fin de regímenes que eran moderados
y aliados para el mundo occidental. La respuesta de la comunidad internacional fue distinta en cada caso, y en ninguno de ellos se hizo eco del
pedido de apoyo cuando se justificó reprimir las revueltas por combatir
elementos terroristas infiltrados de la organización al Qaeda. Sin embargo,
el escenario de turbulencias regionales no ha pasado, sobretodo porque se
teme que los postergados grupos islamistas capturen las revoluciones y busquen una vez quietas las arenas movedizas, reposicionarse equilibrando el
poder regional con la presencia de una potencia árabe fuerte.
Por último, el escenario del conflicto árabe-israelí transitó por caminos sinuosos en los 10 años pos 11-S sin alcanzar el status final. El balance entre las oportunidades globales y las condiciones regionales coadyuvaron a que el mismo descienda en orden de importancia regional frente
al Affair Irán y la Primavera Árabe, demostrando que la fórmula de negociaciones directas y bilaterales ya no se ajustaba a la realidad e intereses
de las partes. En ese contexto, el aislamiento diplomático israelí -como
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consecuencia de la desproporcionalidad en el uso de la fuerza en sus últimas actuaciones- se ahondó con el cambio de la estrategia palestina de
multilateralizar el conflicto en Naciones Unidas.
En pleno contexto del despertar árabe, la búsqueda del reconocimiento del Estado Palestino respondía a cumplir con una promesa postergada desde mediados del siglo XX, pero también, significaba acallar
el descontento de la población palestina que se inclinaba por una nueva
revuelta, por una nueva Intifada. En otras palabras, y a 10 años del 11-S,
los escenarios de conflictos en Medio Oriente permanecieron abiertos e
inestables como las arenas diseminadas en la geografía del lugar, alejados
del camino de la paz.
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