Sobre el acto médico
SOBRE EL ACTO MÉDICO
Mauricio Besio Rollero
Profesor Auxiliar. Depto. Obstetricia y Ginecología.
Centro de Bioética. Pontificia Universidad Católica de Chile
1. Introducción
La creciente complejidad de la organización social, ha impuesto a cada uno
de sus miembros exigencias que muchas
veces van más allá de las pretensiones
iniciales de participación en las diferentes instancias de la Sociedad. Es así como,
independientemente de la actividad que
hemos escogido o a la cual las circunstancias de la vida nos han situado, debemos hacernos cargo de demandas que
muchas veces nos hacen cuestionar si nos
corresponde o no responder a ellas.
El desempeño de las profesiones llamadas liberales frecuentemente son un
ejemplo de dicha dificultad; ¿le corresponde al profesor en cuanto profesor ser
inspector disciplinario del colegio? o ¿le
compete al abogado en cuanto abogado
la actividad administrativa de una empresa? Una primera respuesta podría ser
fácil; a todo el mundo se le encomienda
ejercer no uno sino que numerosos roles;
así a todo profesional le corresponde realizar funciones que escapan del ámbito
estrictamente de su competencia. Todos
por ejemplo, de alguna manera adminisCuadernos de Bioética 2003/1ª
tramos recursos o debemos tratar con
personal a nuestro cargo, lo que no es
sólo inevitable sino que es considerado
parte importante de nuestra labor profesional.
El problema se presenta cuando por
iniciativa personal, por petición o por demanda de tipo laboral, nos vemos enfrentados a una actividad profesional en
la cual percibimos que entramos en algún tipo de conflicto con los intereses
primarios de nuestra profesión.
La situación del médico a este respecto es emblemática. La Sociedad no sólo
necesita médicos que se dediquen a prevenir y sanar enfermedades, sino que
parece necesitar a médicos que solucionen diversos otros problemas en los cuales la prevención y curación de enfermedades tienen poca o ninguna relación. De
esta manera, es ya habitual ver a médicos desempeñando labores diversas y
quizás no por eso menos importantes
para nuestra organización social, como
la investigación científica o los peritajes
para compañías de seguros.
Existen numerosas y variadas labores
que son ejercidas por médicos, en las cua25
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les el único factor común es el requisito
de poseer tanto el conocimiento como
también la autoridad validada por el título de médico-cirujano. Sin pretender
mencionarlas todas podemos reconocer
las siguientes:
• Investigación clínica o con sujetos
humanos
• Contralorías médicas de clínicas y
hospitales
• Contralorías médicas en Institutos
de Salud Previsionales
• Evaluación de riesgo en Compañías de Seguros
• Peritajes médicos judiciales
• Evaluaciones médicas para obtención de licencias de conducir
• Asesorías a empresas farmacéuticas o de equipamiento e insumos
clínicos
Existen además otras acciones que realizan los médicos, donde es aun más difícil distinguir si están destinadas o no a
sanar o prevenir alguna enfermedad. Son
aquellas que son realizadas directa y
materialmente sobre una persona pero
buscando un objetivo distinto. Por tratarse de una materia que requiere de un
conocimiento o destreza que sólo estos
profesionales poseen, son realizados por
ellos. Ejemplos de ellas son las intervenciones quirúrgicas destinadas a un embellecimiento o «rejuvenecimiento», o
aquellas destinadas a la anticoncepción
o aborto en los países en que éste es permitido.
Parece necesario hacer una reflexión
acerca de las acciones médicas; preguntarnos si todas las acciones que los médicos realizan son las que les corresponde
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hacer con la misma exigencia ética, es
decir si existen acciones que un médico
debe siempre efectuar por corresponderle propiamente; si existen otras que el
médico pudiera o no pudiera realizar,
dependiendo de las condiciones que sería adecuado establecer; y si por último
existen acciones que un médico simplemente no debiera realizar bajo ninguna
circunstancia.
2. La naturaleza de la medicina
Cuando se habla de medicina, espontáneamente todos sabemos que nos referimos al tratamiento de las enfermedades. Incluso cuando se rastrean los orígenes de esta actividad se buscan evidencias en las antiguas tumbas de señales en
los restos corporales que muestren signos de intentos de curación. Así se describen piernas fracturadas que fueron alineadas, reducciones de luxaciones, heridas tratadas satisfactoriamente etc. Siempre se ha entendido al médico como el
poseedor de un cuerpo de conocimientos teórico y práctico, que puede ser usado para tratar al enfermo1.
Sin embargo, la naturaleza del problema al cual estamos abocados, es decir
la constatación que muchas veces los
médicos se involucran en acciones que
podrían no corresponderles, nos obliga
al esfuerzo de precisar en primer lugar a
qué tipo de conocimiento pertenece la
medicina. En segundo lugar, cuál es el
objeto propio de este saber. En tercer lu1
The Cambridge Illustrated History of
Medicine. Cambridge University Press. 1996.
Cuadernos de Bioética 2003/1ª
Sobre el acto médico
gar, cuáles son las actividades que le corresponden directamente a los médicos y
por último, cuáles podrían realizar sólo
bajo ciertas condiciones y aquellas que
no debieran realizar nunca.
Es importante, para el establecimiento del estatuto epistemológico de la medicina como actividad, la distinción entre cinco tipos de saberes2 que según Aristóteles son modos de estar en la verdad:
Primero el especulativo, que se dirige
a conocer las causas de los procesos naturales, propio de la ciencia (episteme),
cuyo objeto es lo necesario del ser, por lo
que busca un conocimiento verdadero de
las cosas. Segundo, la téchné, arte, técnica, oficio o profesión, que se distingue de
la anterior por su orientación práctica;
aquí su fin es la producción de un objeto
o un efecto, no ya la obtención de un
conocimiento. Sabiendo el porqué hacer
las cosas de esa manera, comporta un
sistema de reglas y categorías con una
base teórica sólida. Como señala Platón
«Examina las causas de lo que realiza y
es capaz de dar explicaciones». Tercero,
La empeiría o experiencia, que también es
un conocimiento práctico, pero no es capaz de dar razones o explicaciones de él,
como el arte culinario según el mismo
Platón3. En cuarto lugar la phrónesis o
prudencia que se refiere a la acción en
cuanto acción, al actuar bien, propio del
hombre virtuoso. Por último la sophía o
sabiduría, que considera los objetos desde lo que le es más propio, desde el ser y
2
«Por naturaleza tienen todos los hombres
deseo de saber». Aristóteles, Metafísica, 980 a 21.
3
Cf. Gorgias 501a.
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desde sus causas y principios. Su objeto
es la causa y principios de todas las ciencias particulares: el ente en cuanto tal y
no el ente de determinada índole como
el ente en cuanto móvil (física) o en cuanto animado (biología).
Determinemos ahora a cual de estos
saberes pertenece la medicina para establecer su correcto estatuto. Sin duda el
objeto de la medicina no es la obtención
de un conocimiento apodíctico, vemos
que no es una actividad especulativa o
teórica ni va en la línea de lo que tiene
que ser necesariamente, sino en lo que
podría ser de una u otra manera, luego
no es sophía (sabiduría, filosofía), ni tampoco episteme (ciencia). Su actividad es
práctica (poiesis). Busca un efecto externo
al que la ejerce y tiene una finalidad concreta. También se opone a la casualidad
porque tiene límites y es enseñable, luego no es sólo empeiría (experiencia). Por
otra parte, su objeto no es intrínseco al
agente, su objeto no es la acción misma
que hace bueno al hombre(praxis), por lo
tanto tampoco es phrónesis (prudencia)
«recta ratio agibilum»4.
La medicina es entonces una téchné
(arte, técnica) y de su constitución como
tal se preocuparon los médicos griegos
desde Alcmeón de Crotona y especialmente los de la escuela de Cos, de cuya
evidencia nos hablan los escritos hipocráticos.
La medicina se estableció como un
arte, separándose primero de la superstición y de la religión y luego también de
4
De las virtudes. T. de A. a 6, Colección de
Filosofía, Universidad de los Andes, 1997.
27
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la filosofía5, constituyendo un saber con
su propio método6, donde la investigación y la enseñanza del conocimiento
adquirido dieron fe de su estatuto de saber poíetico, pero capaz de dar razón de
su actividad. La medicina es entonces una
téchné, su finalidad es la obtención de un
efecto y de un conocimiento pero de tipo
práctico: ¿cómo alcanzar ese efecto de la
manera más eficiente en la diversidad de
los casos individuales? No busca un conocimiento especulativo propio de la filosofía y de las ciencias particulares, pero
así como todas las artes, la medicina se
sirve de los demás saberes para alcanzar
su propia finalidad, así como la ingeniería utiliza el conocimiento de la ciencia
matemática, la agronomía de la botánica,
el arte de la navegación de la astronomía
o la carpintería de la geometría.
Sin embargo, la medicina no solamente necesita de algunas ciencias particulares como la biología, la anatomía o la
fisiología, sino que también requiere del
aporte de los otros saberes. Así la experiencia del médico, representada en aquel
«ojo clínico» que reconocemos en algunos galenos –capaces de un diagnóstico
o de la implementación de alguna terapia sin que ellos mismos puedan dar las
5
Sobre la medicina antigua. Tratados hipocráticos.
6
«Lo que digo es que no se puede rechazar
la medicina antigua como inexistente o que no ha
investigado correctamente, por no ser exacta en todas sus modalidades. Más bien creo que, por lo
muy cerca que pudo llegar de la verdad partiendo
de una gran ignorancia, son dignos de admiración
sus descubrimientos, alcanzados por el camino correcto y no por azar». Sobre la medicina antigua 12,
Tratados hipocráticos. Editorial Gredos.
28
razones que los fundamentan– atestigua
que de alguna manera ese saber práctico
es arma importante. Así también la prudencia como virtud, –entendida ésta
como aquella disposición que perfecciona al intelecto en la elección del mejor
medio para alcanzar el fin propuesto y
que junto a las demás virtudes morales,
hacen que ciertos médicos sean dignos
de ejemplo y de referencia para otros– es
determinante para el actuar exitoso del
médico7.
Por último, siendo el objeto material
de la actividad médica el hombre y su
compleja realidad, necesita de una perspectiva que logre la aprehensión esencial
del ser humano, para así poder comprender los límites y exigencias éticas en el
actuar del médico. Esa aproximación es
el aporte de la filosofía a la actividad de
este arte.
La medicina requiere entonces para
su adecuado funcionar de todos los saberes, pero es un arte, una téchné con su
método propio. Tiene una finalidad externa al agente y busca un efecto que
pretende obtener dando razón de los
medios que utiliza. Investiga para obtener un conocimiento práctico que le sirva para alcanzar de mejor manera el efecto que busca y es capaz de enseñar y
trasmitir conocimientos y destrezas a
otros que se inician en la actividad.
7
La Prudencia es una virtud intermedia
entre las puramente intelectuales y las morales; se
distingue de las demás virtudes intelectuales y
morales y también se distingue del arte, aún perteneciendo éste al entendimiento práctico, porque el
fin de la prudencia es intrínseco, y el de aquél extrínseco. De las virtudes T. De A. Universidad de
los Andes, comentario al a. 6.
Cuadernos de Bioética 2003/1ª
Sobre el acto médico
3. El objeto y los límites de la medicina
Una vez precisado a qué tipo de saber pertenece la medicina, es necesario
determinar cuál es su objeto, es decir cuál
es la finalidad que le da su sentido y que
la constituye como un saber y actividad
particular, distinguiéndola de los demás
saberes de su género.
Toda ciencia, todo arte es especificado como tal por su objeto. Así por ejemplo, el objeto de la biología son los seres
vivos y el objeto de la arquitectura son
las edificaciones. Pero tanto los seres vivos como las edificaciones son objeto también de otras ciencias o artes, así los vivientes además son objeto de la zoología
y las edificaciones de la ingeniería. Luego debemos distinguir el objeto material,
referido al sujeto en cuanto poseedor de
determinados aspectos y el objeto formal
referido a alguno de esos aspectos o determinaciones.
Sin duda que el objeto material de
la medicina es el hombre; el hombre
completo, el hombre como viviente racional, el homo sapiens, el hombre como
substancia, sujeto de cambios accidentales desde su aparición en el ser hasta
su muerte o corrupción. Este hombre
es también objeto material de otras ciencias o artes; es el objeto de la antropología, la anatomía, la escultura, la fisiología, la política, la pedagogía etc., bajo
sus aspectos de cultura, de estructura,
de estética, de funcionamiento, de organización social y de aprendizaje respectivamente. Aspectos que van especificando las distintas ciencias y artes
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referidas al hombre como objeto material.
El objeto formal que especifica y distingue a la medicina de las demás artes
o técnicas (téchné) referidas al hombre,
es como en todas ellas un bien que de
alguna manera lo perfecciona. En realidad no tendría sentido que el ser humano desarrollara un arte o técnica que lo
degrade o corrompa. Es así por ejemplo,
que el arte de la pedagogía busca perfeccionar al hombre, permitiéndole que
adquiera aquellos conocimientos que le
permitan un mejor desempeño en su
ambiente cultural y el arte de la política
busca perfeccionarlo desarrollando
aquellas disposiciones que compatibilicen sus intereses individuales con el bien
común.
El bien buscado por la medicina es la
salud, entendida como una perfección
entitativa que le corresponde naturalmente al hombre y que éste por alguna
razón no la posee, ya por haberla perdido o por no haberla poseído nunca. Se
dirige entonces la medicina al hombre
carente de aquel equilibrio somático o
somático-psicológico que percibimos
como salud, a aquel hombre menesteroso de salud, ens indigens en el decir de
Laín Entralgo8. Buscando, mediante la
combinación del conocimiento especulativo de las causas de los procesos naturales, la observación y la experiencia
clínica, más la prudencia necesaria, que
le confieren su sello característico, –entendida así a partir del saber hipocráti8
Pedro Laín ENTRALGO. Antropología Médica. Salvat Editores 1985. P. 345.
29
Mauricio Besio Rollero
co9–, reestablecer aquel equilibrio conocido y percibido como salud.
El hombre como objeto material y la
salud a reestablecer como bien particular
de él, constituyen a la medicina como
actividad práctica, pero no sólo la constituyen como tal sino que también configuran los límites de dicha actividad. En
efecto, el establecimiento de la medicina
como un arte, –distinguiéndose primero
de la superstición y de la mera experiencia, luego de la ciencia y de la filosofía
por su carácter poíetico y por último de
otras téchné que comparten al hombre
como objeto material y que también buscan un bien particular para él–, permite a
mi modo de ver distinguir dos hechos de
vital importancia para el acto médico:
En primer lugar que todo arte o técnica cuyo objeto es el hombre, puede por
la naturaleza de su metodología, buscar
sólo un bien particular de él. Difícilmente puede pretender alcanzar el bien total
que le corresponde. En segundo lugar que
los límites de su actividad están dados
por la capacidad que el avance del arte le
permite y por el reconocimiento que ese
bien particular buscado no es todo el bien
que merece la persona. Su actividad luego, se detiene no sólo debido a que su
método no logra alcanzar lo buscado, sino
9
«Acerca de la Medicina, pues sobre ésta
es mi charla, voy ahora a hacer mi disertación; y en
primer término voy a definir lo que considero que
es la Medicina: el apartar por completo los padecimientos de los que están enfermos y mitigar los
rigores de sus enfermedades, y el no tratar a los ya
dominados por las enfermedades, conscientes de
que en tales casos no tiene poder la Medicina» Sobre la ciencia médica 3, Tratados Hipocráticos. Editorial Gredos.
30
que también por la aceptación que el seguir actuando puede ir en contra del bien
total del individuo, fin último al que debieran aspirar todas las actividades humanas.
Los límites de la medicina están dados primariamente entonces, por el objeto formal que la constituye como arte y
sólo circunstancialmente por las dificultades técnicas o la falta de conocimiento
teórico de las ciencias que la apoyan o
del conocimiento de su mismo arte. La
primera limitante es fundamental; el bien
buscado por su actividad no puede contraponerse con el bien total del individuo. El médico debe poseer alguna idea
de cual es ese bien que finaliza al hombre, sin esa noción aunque sea confusa,
erraría demasiadas veces insistiendo tercamente en reestablecer un mero equilibrio fisiológico, en un hombre anhelante
de un bien más allá de ese equilibrio somático. Justamente es lo confuso de esa
idea de bien total lo que explica el dilema ético del médico; muchas veces no
sabe si la aplicación eficaz de su arte es
todo lo bueno que merece ese hombre.
La segunda limitante, aquella referida a los medios, conocimientos y herramientas que el sanador posee en un momento determinado y cuya insuficiencia
le impide muchas veces alcanzar la salud a sus pacientes, tiene un carácter temporal. Lo limita sólo aquí y ahora, pero a
la vez lo estimula para seguir investigando y desarrollando su arte. Es una barrera que lo desafía, que lo impulsa a vencerla. La primera limitante en cambio, le
marca y delimita su actuar, le dice No
todo lo que puedes hacer te corresponde a ti,
Cuadernos de Bioética 2003/1ª
Sobre el acto médico
acepta que sólo eres un médico, te corresponde solamente la salud de tu paciente y siempre y cuando no vaya en detrimento de su
perfección.
4. El acto médico
Una vez establecida la naturaleza de
la medicina, precisado su objeto y determinado sus límites, es preciso avanzar y
reflexionar sobre la actividad del médico
que le es más propia, es decir lo que le
corresponde hacer o realizar.
El médico hace medicina, su quehacer consiste en realizar acciones cuyo destino es producir salud en su paciente. Se
ha concebido al acto médico de diversas
maneras: El acto médico como el tiempo
que dedica el sanador a compartir con su
paciente, como parece entenderlo Laín
Entralgo10. Si bien es cierto que el tiempo
que le brinda a su paciente, así como la
adecuada disposición para atenderlo son
indispensables para que el galeno cumpla su cometido, no corresponden ellos
al acto médico propiamente tal, sino que
son herramientas para que su acto sea
más perfecto.
10 «Llamo así (acto médico) al contenido de
cada uno de los lapsos temporales en que la inmediata relación entre el médico y el enfermo no sufre
interrupción: el tiempo dedicado a cada paciente
en el consultorio privado, en el ambulatorio de la
asistencia social o en la policlínica universitaria, el
que dura la detención del clínico ante la cama durante la visita hospitalaria, etc. En este sentido, no
son verdaderos actos médicos –sólo son prácticas
auxiliares de ellos– la obtención de una radiografía, la práctica de una biopsia o la toma de sangre
para un análisis». Pedro Laín Entralgo. Antropología Médica. Salvat Editores 1985. P. 362.
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Otra forma de entender el acto médico lo podemos ver en una corriente utilitarista de la medicina, conocida como
«Medical Decision Making»11 que ha tomado fuerza recientemente y que entiende el acto médico sólo como una recomendación acerca de cuál curso de acción es más útil, para que sea quien sea
el que decida, lo haga mejor informado.
Pero el acto médico no es sólo una recomendación, es una decisión. Es cierto que
mientras más informada y participativa
sea la decisión mejor será ésta, pero no
es lo mismo recomendar una laparotomía que decidir practicarla. El acto médico es un acto electivo, es una decisión
que compromete personalmente al clínico que la realiza.
Si pensamos en la actividad de un
médico, veremos que todo su movimiento converge siempre a un momento crítico e ineludible, donde se actualiza y justifica la razón de su existencia como requerido y prestador de ayuda. Sin ese
instante, su labor sería vana y el anhelo
del paciente frustrado. En algún momento la voluntad del clínico se inclina hacia
un curso de acción. En algún momento
después que su razón ha considerado el
conocimiento teórico de su arte, ha evaluado las preferencias, temores y particulares circunstancias de su paciente, elige lo que resolvió como mejor en términos de salud para él.
Esa elección que puede ser tan sencilla como el solicitar un examen de sangre
o indicar un analgésico, –que frecuente11
Gillon RAANAN, Principles of Health Care
Ethics. John Wiley & Sons Ltd. 1994.
31
Mauricio Besio Rollero
mente realiza con la prontitud y seguridad propias del hábito de su arte, adquirido a través del ejercicio diario de su
actividad y que muchas otras veces son
una sucesión de decisiones pequeñas en
el curso de una intervención quirúrgica
o del examen físico del paciente–, constituye esencialmente al acto médico.
Acto médico es entonces, aquel acto
electivo realizado por un profesional cuyo
campo de responsabilidad es primaria e
irrenunciablemente la salud del paciente
a su cargo. Busca como fin la prevención
de la enfermedad o la recuperación de la
salud, considerada ésta como un bien
particular del hombre. Siendo sus únicas
limitantes aquellas circunstanciales propias del estado del arte y aquellas dadas
por el reconocimiento que ese bien sólo
es particular y que a veces puede contrariar el bien total y pleno del individuo
humano.
5. Acto médico y acto del médico
«Por lo demás, no deliberamos, en
general, sobre el fin que nos proponemos, sino más bien sobre los medios que
deben conducirnos a él. Así, el médico
no delibera para saber si debe curar a sus
enfermos...»12.
Esta sentencia de Aristóteles señala
que el médico frente a su paciente actúa
necesariamente buscando su curación. Si
deliberara sobre ello, es decir si considerara curarlo o no curarlo, significaría que
no es propiamente un médico o que aún
12
12ss.
32
ARISTÓTELES, Etica a Nicómaco, III, 1112b
no posee aquellas destrezas intelectuales
y operativas a manera de hábitos, que lo
perfeccionan de tal manera, que las decisiones en pos de la curación de su paciente le brotan con espontaneidad, rapidez y seguridad.
El médico a través de su formación
va adquiriendo las virtudes intelectuales, morales y operativas que le permiten
buscar el objeto de su arte como si fuera
una tendencia natural, así el buscar la
sanación está en él incorporado como una
segunda naturaleza. Esto no significa que
su actividad sea automática en el sentido
de irracional y por lo tanto no libre, ya
que todos nuestros hábitos sí están regidos por nuestra razón y son producto
tanto de una decisión libre de adquirirlos, como de un equilibrio entre todas las
virtudes intelectuales y morales. Ellas nos
perfeccionan para que nuestro actuar sea
más perfecto.
Parece sin embargo necesario distinguir estos actos médicos, definidos por
su objeto que es la búsqueda de la salud,
de aquellos otros actos realizados por
médicos y que no corresponden exactamente a su labor primaria o que se oponen radicalmente a intentar la salud de
sus pacientes.
Veamos en primer lugar, cuales de los
actos realizados por médicos no son actos médicos.
5.1. Actos que los médicos no deben nunca
realizar
Desde los inicios de la medicina y más
bien desde que la medicina se constituyó
como una disciplina independiente con
Cuadernos de Bioética 2003/1ª
Sobre el acto médico
objeto y metodología propia, el médico
ha estado expuesto a aplicar sus conocimientos para fines ajenos a su profesión
y es por ello que ya en el siglo IV a. de C.
en el juramento hipocrático además de
resaltar la intención curativa del acto médico, expresamente se advierte sobre no
aplicar este arte para causar la muerte13.
La búsqueda de la salud de sus enfermos, aspirada como una cierta plenitud
y perfección de la existencia humana por
parte del hombre carente de ella, señala
al médico el valor que la vida humana
posee. El deseo que todo ser humano tiene de vivir lo más plenamente posible,
indica que primero se desea mantener la
vida y luego vivirla perfectamente. El
médico reconoce que sin vida no hay salud posible y que al sanar consigue primero vida y luego vida más perfecta. Es
esto tan claro, que el médico inteligente
logra captar que debe sus cuidados con
mayor dedicación a aquellos seres humanos que no son capaces de solicitar
ayuda por ser muy pequeños o por estar
impedidos de hacerlo, de allí el mayor
respeto que le debe al hombre, en sus
primeras etapas de desarrollo, en las últimas horas de su existencia y en aquellos con algún daño aun incurable que le
impida el ejercicio de sus facultades más
propias.
El médico nunca debe realizar un acto
que directamente provoque la muerte de
alguien a su cuidado. El respeto a la vida
13 «No daré a nadie, aunque me lo pida,
ningún fármaco letal, ni haré semejante sugerencia.
Igualmente tampoco proporcionaré a mujer alguna
un pesario abortivo.» Juramento, Tratados Hipocráticos. Editorial Gredos.
Cuadernos de Bioética 2003/1ª
inocente, valor universalmente reconocido como principio y que demasiadas veces se vulnera con el resquicio de despojar la calidad de ser humano en algunos
o invocando presuntos derechos de mayor jerarquía en otros casos, tiene especial importancia en la labor médica ya
que cuesta imaginarse alguna otra profesión en la cual la vida de una persona
dependa tanto de alguna decisión tomada por otra.
El clínico sabe que de sus decisiones
puede acontecer la muerte de su paciente. Conoce perfectamente que sus actos
aun buscando la salud de él, tiene muchas veces el riesgo de tener que lamentar su muerte. Es por ello que cada una
de sus decisiones y cada uno de sus actos médicos debe estar precedido de la
adecuada deliberación, muchas veces
perfeccionada como hábito, en la cual
debe ponderar cuidadosamente los riesgos y beneficios de esa decisión. La vida
de sus pacientes está en sus manos, de
allí la inmensa responsabilidad de su cuidado y respeto.
Pero no sólo debe abstenerse de cualquier acción que busque la muerte de la
persona a su cuidado. El reconocimiento
de aquella plenitud a la cual todos aspiramos al vivir, nos remite necesariamente a que la vida humana es más que la
sola vida. Aquella intimidad propia de
un ser dotado de razón, voluntad y por
ende de libertad, señala al médico que su
paciente posee la dignidad propia de los
seres que son un fin en sí mismos y no
son para algo o para alguien. El clínico entonces, debe velar por el debido respeto
que esa especial dignidad merece y debe
33
Mauricio Besio Rollero
abstenerse también de cualquier acto que
atente contra la integridad física, psicológica o espiritual de su paciente.
Muchas veces a través de la historia,
hemos tenido ejemplos de la participación
de médicos en acciones en las cuales el
conocimiento que este profesional posee,
es aplicado para fines absolutamente contrarios a aquel acto médico que le corresponde naturalmente. La participación de
médicos en torturas de cualquier tipo, tanto para hacerlas más eficaces en su cometido, como también para determinar hasta que punto los torturadores pueden seguir actuando, constituye un comportamiento indigno para cualquier hombre y
mujer que se hacen llamar médicos. Pero
demasiadas veces participan estos profesionales en actividades aun aceptadas
como el boxeo, en donde el papel del médico se reduce a verificar que el daño de
ambos contendores no sea demasiado grave, legitimando de esa manera una actividad que sin duda provoca un daño físico
e intelectual a los participantes.
El respeto debido al hombre-paciente
en su absoluta integridad corpórea-espiritual, reconocida por el médico capaz de
su adecuada aprehensión, exige a éste que
sólo debe actuar buscando la salud y respetando esa integridad constitutiva de la
persona humana. Es esto tan así que el
médico en su deliberación antes de decidir, evalúa siempre y muchas veces se abstiene de indicar una acción que provocaría en su paciente como efecto no deseado, un daño corporal o un sufrimiento
psicológico intolerable para él. Evaluación
y ponderación conocida en ética-clínica
como Juicio de Proporcionalidad.
34
El reconocimiento de esa intimidad
propia de los seres personales exige al
clínico su protección. Debe éste velar para
que todo lo que conozca durante la interacción con su paciente, sea lo escuchado
o apreciado durante la exploración física, quede celosamente guardado y protegido en el secreto médico. Secreto fundado justamente en que lo conocido por el
médico lo ha sabido porque su paciente
así lo quiso, para que sea sólo usado para
su sanación. Nunca debe el médico utilizar ese conocimiento íntimo de su paciente para otro fin que no sea la salud
de éste. Revelarlo no es un acto médico y
el hacerlo por poderosas razones y por
distintas otras responsabilidades que posee el médico como ciudadano, lo pone
en un conflicto ético muy difícil de resolver en cada caso particular.
Hay actos entonces que el médico
podría realizar, tiene los conocimientos
para ello y muchas veces es requerido
por la Sociedad para hacerlos; pero violentan radicalmente lo que un acto médico es, unas veces porque tienden directamente a destruir lo que le corresponde al
médico proteger y otras porque atentan
contra la dignidad que constituye a su
paciente como persona. Son actos que un
verdadero médico no debe nunca efectuar. Más aun y hablando con estrictez si
las realiza es porque no es un médico.
5.2. Actos realizados a pacientes sin ser propiamente actos médicos
Es frecuente en la práctica clínica que
pacientes soliciten a su médico ciertas
acciones que no están directamente relaCuadernos de Bioética 2003/1ª
Sobre el acto médico
cionadas con su salud. A veces esa discrepancia es evidente y otras veces es difícil discernir si están destinadas a la prevención u obtención de su sanidad. Situaciones como las terapias para bajar de
peso o las indicaciones hormonales después de la menopausia pueden servir de
ejemplo para exponer el dilema.
La dificultad es de origen doble; por
un lado debemos reconocer que es difícil
determinar que es eso que conocemos
como salud. Si consideramos como enfermedad sólo aquellos cuadros clínicos
con alguna alteración orgánica, corremos
el riesgo de reducir a la enfermedad y
por ende al hombre sólo a sus componentes biológicos, dejando a un lado toda
la vivencia de la enfermedad, incluyendo las patologías psicosomáticas y muchas de las enfermedades psiquiátricas;
pero si incluimos en el concepto de enfermedad todas las dolencias posibles,
tenemos la dificultad de la definición de
salud de la OMS, con la cual difícilmente
encontramos a alguien sano. La segunda
dificultad es que existen ciertas solicitudes a los médicos que sólo ellos están
capacitados para resolver, porque son
acciones que para llevarlas a cabo sin causar un gran daño, se requiere de conocimientos y destrezas que a veces sólo estos profesionales poseen.
Quisiera poner como otros paradigmas de estas situaciones, aquellas acciones conocidas como cirugías estéticas y
otras conocidas como de anticoncepción
o de esterilización quirúrgica. En ambos
casos el médico se enfrenta a una solicitud, en la cual lo buscado o intentado no
es claramente la salud del paciente, sino
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que en el primer caso un embellecimiento o «rejuvenecimiento» y en el segundo
el postergar temporalmente o definitivamente la procreación. Estrictamente hablando, al médico no le corresponde ninguno de esos fines. No es la finalidad de
la medicina la belleza estética ni mantener la juventud de sus pacientes, como
tampoco es evitar los embarazos. Más
aun, muchas veces el cirujano debe sacrificar algo de la belleza corporal de su
paciente al practicar una cirugía y sí es
una acción médica el corregir alguna causa que impida un embarazo en las parejas infértiles.
Si evaluamos como actúa un médico
con una adecuada formación ética y con
un adecuado conocimiento de su campo
de responsabilidad, vemos que sólo puede considerar acceder a estas solicitudes
cuando, en su deliberación, identifica que
efectivamente su acción en ese caso particular corregirá algún defecto que está
verdaderamente causando un problema
de salud o que lo prevendrá sin un mayor riesgo. En caso contrario no está faltando a su deber como médico al negarse a realizarla, especialmente cuando exista la posibilidad de causar él mismo un
daño (primun non nocere).
En el último tiempo la aparición en el
debate ético del principalismo, doctrina
que funda el análisis del actuar moral
según una valoración jerárquica de ciertos principios que se presentan a la razón, ha llevado a algunos autores a considerar que uno de ellos, el principio de
autonomía del paciente, tendría una superioridad sobre los otros y sobre otras
motivaciones del actuar médico.
35
Mauricio Besio Rollero
Producto de este pensamiento, es cada
día más frecuente la tendencia de considerar que la decisión médica es sólo el
resultado de la solicitud de un usuario a
un médico, limitándose éste exclusivamente a informar sobre los efectos que
dicha solicitud le acarrearía. Es por ello
extremadamente preocupante en nuestro
país, que el Ministerio de Salud haya
emitido recientemente una resolución que
acepta que un acto quirúrgico se realice
solamente a petición de una persona informada. Me refiero a una resolución que
establece que la esterilización quirúrgica
ya no es un acto por razones de salud
sino que un acto nacido de la voluntad
de una persona, por motivos que no necesita explicitar. Es la primera vez que se
pretende que un acto que corresponde a
un médico se tenga que realizar sólo a
petición de un usuario, independientemente de razones de salud14.
El médico en conocimiento de su campo de responsabilidad, esto es de lo que
le corresponde primaria e irrenunciablemente, si siente la necesidad de ayudar a
sus pacientes en alguna otra esfera que
no sea la salud propiamente tal, sólo podría realizar esas acciones cuando exista
una expresa solicitud de su parte y cuando dichos actos no representen ningún
riesgo significativo para ellos. En ningún
14 Art. 3° La decisión de someterse a esterilización es personal y emanará de la voluntad libre
por quien la solicita, sin que ello quede supeditado
a la aprobación de terceras personas, respecto a
mayores de edad en posesión de sus facultades
mentales. Resolución Núm. 2.326 exenta Ministerio
de Salud, 30 Nov. 2000. Diario Oficial de la Republica de Chile, 9 de Diciembre de 2000.
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caso sin embargo, podrá el médico sentirse presionado a realizarlas y podrá
siempre negarse a ello sin que se considere esto una falta, sino por el contrario
una decisión acorde con la ética médica.
5.3. Actos que requieren de un médico y no
son actos médicos
Es una realidad que los médicos realizan una serie de actividades para las cuales es indispensable el conocimiento que
estos profesionales poseen. La mayoría
de estas tareas son necesarias para el adecuado funcionamiento de las instituciones que una sociedad requiere. Es así por
ejemplo, que el sistema judicial demanda que sean médicos los que realicen los
peritajes destinados a resolver los casos
de lesiones o de muertes con sospechas
de homicidio, o las instituciones de salud previsional y empresas de seguros
también necesitan de sus servicios para
pericias en el otorgamiento de licencias o
seguros de vida.
Si analizamos cual es el papel que los
médicos desempeñan en estas situaciones, vemos que su labor es peculiar; en
estos casos ellos ya no representan los
intereses de salud de los usuarios. Los
médicos asignados a estos roles velan por
los intereses de otras entidades como el
sistema judicial o las empresas aseguradoras y sin embargo no pueden dejar de
ser médicos. Es probable que en muchas
de las situaciones que viven, esto no les
represente ningún conflicto, pero sin
duda frecuentemente deben vivenciar un
cierto desdoblamiento; el perito judicial
al no poder indicar una terapia a veces
Cuadernos de Bioética 2003/1ª
Sobre el acto médico
con cierta urgencia que está seguro el
sujeto necesita y el clínico que representa
a una empresa aseguradora, al descubrir
un dato que debe informar a su empresa
pero que está bajo el secreto médico.
Situación análoga viven los médicos
dedicados a la investigación clínica.
Como investigadores desean la obtención
de un conocimiento cierto, pero deben
obtenerlo en pacientes que requieren enrolar para sus estudios. Es tan evidente
el conflicto y tantas las veces que se han
provocado daños a sujetos de estudio15,
que progresivamente se exigen más y
mejores controles independientes, que
garanticen la seguridad de ellos16.
Mención aparte son aquellos médicos
funcionarios de algunas instituciones
como fuerzas armadas o institutos de accidentes del trabajo, donde también atienden pacientes, pero deben informar a sus
superiores todas aquellas situaciones que
signifiquen un riesgo para los objetivos
de esas instituciones.
Pareciera que la sociedad necesitara
de dos tipos de profesionales; médicos
dedicados a la atención de pacientes y
15 Es pertinente señalar como ejemplos El
estudio sobre Sífilis sin tratamiento en hombres
negros conocido como «The Tuskegee Study» en el
cual se dejó evolucionar la Lúes desde 1932 para
estudiar sus efectos. Se suspendió recién en 1973.
Otro ejemplo fueron los experimentos de exposición humana a radiación para evaluar los efectos
de la bomba atómica entre 1944 a 1974 conocido
como el «Manhattan Proyect». Cynthia McGuire
M.D. Gary Chadwick Pharm. D., MPH of the University of Rochester Medical Center. «Protecting
study volunteers in research» Center Watch, Inc.
1999.
16 Declaración de Helsinsky 1964, Reporte
Belmont del Congreso de Estados Unidos 1974.
Cuadernos de Bioética 2003/1ª
otros profesionales con la misma formación que no fuesen médicos, pero con
sus mismos conocimientos, para ejercer
esas otras funciones que la sociedad requiere. Como eso es impracticable, para
resolver esta dificultad me parece acertado que el médico que realice funciones
que posibiliten estos dilemas deba ejercerlas teniendo presente tres consideraciones:
• Antes que nada, la sensibilidad necesaria para tener conciencia que está
en una situación de conflicto de intereses.
• En segundo lugar, tener suficientemente claro cual es su rol primario y
no renunciar jamás a él. Por muy necesarias que sean para la sociedad esas
funciones, nunca debe priorizar otros
intereses en desmedro de la salud de
las personas a su cuidado.
• Por último, cuando el rol que ejerce
no guarda relación alguna con la búsqueda de la salud, debe informar claramente al sujeto al inicio de la interacción cual es su verdadera función,
para que así la persona al frente de él
sepa claramente que el interés de ese
médico en ese momento no es su salud.
6. Conclusión
Es frecuente que los médicos se enfrenten a un conflicto de intereses respecto al objeto de su actuar. Muchas veces, por iniciativa propia o por demandas de la sociedad, son requeridos para
realizar acciones que colisionan con lo
que se entiende por un acto médico. Es
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Mauricio Besio Rollero
también cierto que existen concepciones
éticas que al hipertrofiar el principio de
autonomía, pretenden que el acto médico se convierta sólo en una acción técnica al servicio de la solicitud de un usuario informado, privándolo de aquella intencionalidad del médico que busca un
cierto bien para su paciente, que es el
objeto de su profesión. El riesgo está a la
vista, cada vez los médicos están siendo
más presionados para realizar actos que
violentan lo que es más propio de su actividad, incluyendo atentar contra la vida
y la integridad física, psicológica o espiritual de aquellos que merecen su cuidado. Más grave aun, lo enseñan como deseable en algunas escuelas de medicina.
Es indispensable que reaccionemos. El
sólo hecho que el médico se encuentre en
un conflicto de intereses no tiene nada
de ilegítimo, pero sí se requiere que sea
capaz de resolverlo adecuadamente. Para
ello se necesita de toda una formación
médica. Es preciso que desde los primeros años de la enseñanza de esta profesión se enseñen aquellos saberes, destrezas y actitudes para que el que se inicia
en esta actividad, libremente las vaya
adquiriendo e incorporando a la manera
de los hábitos: primero la ciencia, pero
adquirida a modo de virtud intelectual,
no como un conocimiento que se va superando por su mismo avance, sino como
una actitud científica, que lo disponga
siempre al conocimiento cierto de la realidad que le compete. Segundo, una antropología, aquella rama de la filosofía
indispensable para escudriñar más allá
de lo que perciben los sentidos, más allá
de todo el conocimiento pesquisable por
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el método experimental, que le permita
al médico aprehender al hombre-paciente en toda su complejidad. Además, distinguir el objeto de su actividad e identificar aquel bien total del hombre sin el
cual toda decisión médica sería errática.
Tercero, la prudencia, aquella virtud de
la decisión, aquella virtud del acto médico propiamente tal, que vislumbrando el
sentido del hombre y conociendo el fin
de la medicina, elige los medios adecuados para ir en su busca. Prudencia que se
adquiere observando al maestro que decide una y otra vez a los pies de la cama
del enfermo o en la privacidad del consultorio17.
De todo eso requiere un médico bien
formado, para que nunca realice acciones que van en contra de todo aquello
que debe proteger. Para que, requerido
en situaciones de conflicto, sepa con prontitud resolver y actuar de acuerdo a lo
que le corresponde primariamente. Para
que, ejerciendo legítimas funciones ajenas a su fin propio, informe adecuadamente a la persona enfrente de él que
ahora no está actuando como su médico
o que existen otros intereses que están
primando. Por último, para tomar adecuadamente aquellas decisiones que sí
corresponden a un verdadero acto médico.
17 «La vida es breve; la ciencia, extensa; la
ocasión, fugaz; la experiencia, insegura; el juicio,
difícil. Es preciso no sólo disponerse a hacer lo debido uno mismo, sino además (que colaboren) el
enfermo, los que le asisten y las circunstancias externas». Aforismos 1, sección primera. Tratados
Hipocráticos. Editorial Gredos.
Cuadernos de Bioética 2003/1ª