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Reinventando a Borges

2003

Borges señaló que se podrían escribir innumerables biografías de una persona que destacaran hechos diferentes, de modo que no se pudiera saber que el protagonista es el mismo, pero sus biógrafos parecen empeñados en recordarnos los mismos hechos. En parte, ello se debe a que todas estas biografías se apegan demasiado al modelo tradicional, basado en la laudatio latina -primero la familia y los antepasados, luego su carrera pública y sus hazañas, pero también su vida privada y familiar, y finalmente las virtudes por las que su recuerdo se debe conservar para las generaciones futuras; y en parte, a que la leyenda borgeana se basa en ciertos acontecimientos fundamentales. Las biografías debido a esto admiten una lectura transversal que con frecuencia puede resultar divertida. Esto implica que para mí estas biografías tienen un interés propio. Se trata de un género literario, poco estudiado es cierto, como la autobiografía y las memorias o el relato de viajes. En el caso de Borges, se h...

Reinventando a Borges Juan José Barrientos B     escribir innumerables biografías de una persona que destacaran hechos diferentes, de modo que no se pudiera saber que el protagonista es el mismo, pero sus biógrafos parecen empeñados en recordarnos los mismos hechos. En parte, ello se debe a que todas estas biografías se apegan demasiado al modelo tradicional, basado en la laudatio latina -- primero la familia y los antepasados, luego su carrera pública y sus hazañas, pero también su vida privada y familiar, y finalmente las virtudes por las que su recuerdo se debe conservar para las generaciones futuras; y en parte, a que la leyenda borgeana se basa en ciertos acontecimientos fundamentales. Las biografías debido a esto admiten una lectura transversal que con frecuencia puede resultar divertida. Esto implica que para mí estas biografías tienen un interés propio. Se trata de un género literario, poco estudiado es cierto, como la autobiografía y las memorias o el relato de viajes. En el caso de Borges, se ha dado una especie de certamen, pues varias personas han tratado de demostrar su habilidad como narradores y sus conocimientos para contarnos una vida y explicar una obra. Las posibles variaciones son limitadas. Hay quienes conocieron a Borges y mantuvieron una relación íntima o amistosa con él. Sus biografías son también testimonios y a veces resultan valiosas por los datos y la perspectiva que aportan. De acuerdo con Borges, toda biografía implica una selección. No puede por eso haber una biografía total, como la que pretende haber escrito Ricardo Barnatán. El título no se explica por eso sino en oposición a la biografía literaria que había publicado Emir Rodríguez Monegal, mencionado por Barnatán como “un espeso crítico uruguayo, que se creía propietario de Borges”. Borges pensaba que “Nadie se resigna[ría[ a escribir la biografía literaria de un escritor”, pero Rodríguez Monegal lo intentó. Se propuso explicar como se gestaron sus obras, las lecturas de Borges tiempo y las ideas que lo obsesionaron – y procuró respetar su vida privada. Por ejemplo, se limitó a mencionar que Borges tuvo una relación “más profunda y compleja” con Estela Canto, pues “Se veían regularmente, pasaron juntos algunas vacaciones, intercambiaron opiniones literarias... Pronto se hizo obvio que su relación era algo más que literaria, pero en apariencia Borges no se dejaba ir emocionalmente. La relación entre ambos estuvo complicada por esa reticencia y poco después finalizó” (p.376). Sin embargo, la propia Estela Canto publicaría después en Borges a contraluz las cartas que Borges le escribió y su versión de esa relación, y los otros biógrafos de Borges han aceptado y repetido lo narrado por ella. Sólo María Esther Vásquez se permite comentar esa versión. Borges, esplendor y derrota resulta bastante legible y amena, sobre todo por el relato de sus viajes y su relación con Borges. El llamado Congreso por la Libertad de la Cultura que se celebró en Berlín occidental invitó a Borges a participar (p.172), y María Esther Vásquez lo acompañó no sólo a Alemania, sino también a Inglaterra, París y España. Rodríguez Monegal escribe que Borges se quiso casar con ella, pero su madre se opuso, y Barnatán anota que “en 1966 Madre vio con malos ojos una supuesta boda [de Borges] con su secretaria María Esther Vásquez” (p.335). Según María Esther, cuando lo acompañó a Europa en 1965, Leonor, Norah y muchos de sus amigos pensaron que se casarían, pero ella simplemente no estaba enamorada y luego en noviembre de 1965 conoció a un poeta en Mendoza con el que se casó unos días después (el 14 de diciembre). Tal vez debido a esto ella hace algunos comentarios venenosos sobre las mujeres que más importancia tuvieron para Borges y que no merecen su aprobación. Como discípula de Borges, María Esther Vásquez maneja los mismos recursos. Aquel había escrito sobre Carlos Argentino que “su actividad mental era continua, 1 CARiÁtiDe de cuentos en Sur y otro en el suplemento de La Nación,... trabajaba como traductora para la editorial Emecé, cuando conoció a Borges en el tríplex de los Bioy en la esquina de Santa Fe y Ecuador”. Rodríguez Monegal menciona que Borges “le regaló el manuscrito, de letra microscópica”; Barnatán escribe que “Borges le dedicó el cuento y le regaló el manuscrito”(p. 332), y Tetelboim señala que “Al finalizar el cuento y estampar la dedicatoria, [Borges] está elevando un canto a Estela” y “Obsequia a la joven el manuscrito original de El Aleph” (p.137), pero María Esther anota que “o Borges le regaló los originales o quedaron por ahí olvidados” y “Esto último debe ser lo más seguro” (p.187). Además de defenestrar a Estela Canto, María Esther Vásquez asegura que María Kodama hizo todo lo posible para aislar a Borges de sus viejos amigos y familiares. Aprovechando el problema que tuvo Borges con uno de sus sobrinos por una cantidad que éste se permitió tomar prestada de su tío y que le reembolsó, “Kodama le advirtió enérgicamente que volverían a estafarlo” (p.304), por lo cual Borges se reconcilió con su hermana pero nunca con sus sobrinos. También logró que “A Vlady Kociancich, [Borges] le pidi[era] por intermedio de Adolfito (él no se atrevió a verla y decírselo) que no volviera”. Además “Aunque hablaba por teléfono con Bioy ya no iba a su casa a comer, como solía hacerlo antes” y “Silvina se había vuelto persona non grata” (p.306). Como la mayoría de sus amigos habían muerto, vivía muy solo. Hizo amistades, pero Kodama se encargó de alejarlo de quienes representaban un peligro para ella, como Viviana Aguilar, una joven que trabaja en una librería cerca de su casa, con la que solía pasear y almorzar y a la que pensó contratar como acompañante. Además de alejarlo de sus amigos, Kodama, según Vásquez, logró que Borges cambiara el testamento que había hecho en 1979, por el que dejaba la mitad del dinero en efectivo y el depositado en bancos del país y del extranjero a Epifania Uveda de Robledo, la sirvienta que había cuidado a su madre y que lo atendiera durante tantos años; el resto de la herencia sería (como había sugerido Fani) para María Kodama, pero en el testamento de 1985 Borges le dejaba a ésta todo, salvo 2500 australes para Fani. A partir de septiembre de 1975, Borges había comenzado a viajar acompañado por María Kodama, primero a los Estados Unidos, luego a Italia y otros países. ¿Quién era esa muchachita callada, de rasgos orientales, que, vestida como una alumna de un colegio privado (pollerita escocesa, blusa blanca y mocasines marrones) podía pasar por una adolescente?”, pregunta María Esther Vásquez. De acuerdo con una observación de Silvina Ocampo, ni Borges ni ella tenía el más mínimo sentido práctico, pero “Luego se comprobó que esto no era exactamente así” (p.296), y le reprocha que haya autorizado la publicación en 1993 de una segunda edi- apasionada, versátil y del todo insignificante”, y ella asegura que “Estela [Canto] era una muchacha delgada, bonita y graciosa, con un aire entre desenfadado y atrevido, que gustaba. Promiscua, según Silvina Bullrich, alardeaba de dos cosas: Pertenecer al Partido Comunista y no ser virgen, como si necesariamente las dos cosas fueran juntas”. Retoma en seguida la descripción de su víctima: “Perspicaz e inteligente, se enorgullecía de desafiar las convenciones vigentes en un mundo donde abundaban. Culta, interesada en la literatura y escritora ella misma, había leído a los autores ingleses que le gustaban a Borges, incluyendo a George Bernard Shaw y creía ser-- como demasiada gente -- mucho más de lo que era”. Silvina Ocampo decía que era “divinamente mentirosa”; Adolfo Bioy Casares la señaló, en cambio, como “medio chusma”. Tres veces registra, para empezar y en una escala ascendente, las cualidades de su víctima, pero la enumeración no culmina en un epíteto laudatorio, como era de esperarse, sino en un verdadero anticlímax. En otras palabras, la elevación de Estela no tiene otro propósito que preparar su defenestración. María Esther Vásquez la hace subir, pero al patíbulo. Por lo demás, aunque menciona que era escritora, no registra sus obras ni otros detalles favorables a Estela. Por suerte, Volodia Teitelboim le dedica más espacio y menciona La hora detenida, El muro de mármol, El jazmín negro, Ronda nocturna y Los espejos de la sombra, aunque tampoco va mucho más allá de los títulos. Barnatán precisa que “en 1945 con veintinueve años [Estela] publicó su primera novela El muro de mármol, que obtuvo el premio de la Imprenta López y que fue publicada por Losada”, y que “Ya en 1950 apareció El retrato y la imagen, escrita en Punta del Este en 1946, una novela de corte fantástico” (pp.331-332). Por cierto, Teitelboim incurre en varias inexactitudes inexcusables, pues asegura que “Tenía setenta y cinco años cuando puso final a su vida tras un largo período de postración” (p.135) y que “Medio siglo antes [Borges] le propuso matrimonio. Ella tenía veintitrés años y él cuarenta y cuatro” (p.135), a pesar de que Barnatán ya había precisado que “Borges tenía cuarenta y cinco años cuando la conoció, ella sólo veintiocho”. Además, menciona que “El Aleph” se publicó “en la revista Sur en octubre de 1949”, aunque María Esther Vásquez ya había dejado en claro que “En 1945 El Aleph apareció en la revista Sur y en junio de 1949 Losada publicó un nuevo libro de cuentos con este título, en el que se reunían además del relato homónimo, dieciséis más” (p.187). Barnatán le dedica más espacio y aclara que “era hermana de Patricio Canto, un escritor ligado al grupo Sur que murió en 1989 y amiga de Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares... La amistad con Silvina Ocampo comenzó cuando Patricio las presentó. Estela había publicado un par tiempo  CARiÁtiDe ción de El tamaño de mi esperanza e Inquisiciones‚ así como de los ensayos que Borges expurgó de Discusión y El idioma de los argentinos, textos que Borges trató de que se olvidaran y que según ella “no agregan nada a la escritura de Borges” (p.103). Teiltelboim menciona la polémica suscitada por la reedición de El tamaño de mi esperanza que “tuvo a fines de 1993 dos ediciones de casi 20 mil ejemplares”, y señala que “María Kodama prosigue imperturbable la tarea de publicar todo Borges incluso textos que é1 desechó”, pero observa que “El asunto plantea un problema adicional: el derecho del autor a condenar a muerte parte o la totalidad de su obra”, recordando que Kafka le pidió a su amigo y albacea, Max Brod, que quemara sus obras, lo que no se hizo, por suerte para muchos, y que Mallarmé le pidió a su mujer que se deshiciera de algunos escritos, lo que la viuda hizo, pero se le reprochó. En realidad, la tarea de rescatar los textos que Borges paradójicamente no incluyó en sus Obras completas ya había comenzado antes, con la publicación de los ensayos y reseñas publicados en El Hogar que con el título de Textos cautivos hicieron Emir Rodríguez Monegal y Enrique Sacerio-Garí. Posteriormente, Irma Zangara, a instancias de Kodama, publicaría Textos Cautivos y sus colaboraciones en la “Revista Multicolor” de Crítica. Según el cómputo de Annick Louis, Borges publicó más de seiscientos textos, pero sólo recogió 173 en sus Obras Completas, y la publicación de los textos olvidados o desconocidos es una forma de colaboración que permite comprender su evolución. Por su parte, Woodhal comenta en uno de los capítulos más interesantes de su libro que María Kodama logró establecer una fundación, pero le reprocha que ésta no tenga manuscritos ni cartas, que se encuentran en manos de coleccionistas, que si bien están dispuestos a prestarlos para exposiciones (como hicieron para la del Centro Pompidou en 1992), lo último que harían es donarlos a María Kodama. María Esther Vásquez se equivoca cuando escribe al final de su biografía que “Borges triunfó…Eso lo hizo feliz. Y, sin embargo, fue incapaz de lograr un amor entero en el momento adecuado”. Habría sido mejor decirlo al revés: que Borges no encontró durante su juventud y madurez una mujer que le correspondiera y lo amara…Y, sin embargo, triunfó, eso lo hizo feliz, y además le permitió encontrar al final de su vida una mujer joven que lo acompañara y con la que podía conversar de todos los temas que a él le interesaban. Libre de las urgencias del cuerpo que lo avergonzaba, pudo mantener con ella una relación espiritual”. ¿Qué importa si ese amor encaja o no en el modelo de la señora Vásquez? Como amiga cercana de Borges, María Esther se permite criticarlo y le reprocha las “desdeñosas palabras” con que se refirió en cierta ocasión a Concepción Guerrero, la bella niña de quien estuvo enamorado antes de su segundo viaje tiempo a Europa: “Era una persona sin gran cultura, no existía la posibilidad de diálogo con ella” (p.86). Según María Esther Vásquez, si se hablaba de alguna de las mujeres de las que había estado enamorado, “Borges intercalaba un comentario adverso y poco caritativo, que podía ridiculizarlas” y que “cuando las llevaba a la literatura, llegaba a la perfección de su desdén como ocurrió en El Aleph” (p.86). María Esther Vásquez y Estela Canto nos ofrecen biografías que tienen mucho de testimonios y cuyo interés radica en ello precisamente. Rodríguez Monegal trató de tomar distancia y de ofrecernos una biografía literaria, en la que procura no meterse en la vida privada del personaje, pero que sin embargo aparece contaminada por el psicoanálisis. Dejándose llevar por su aversión al oriental e ignorando las observaciones de Borges sobre el género, Barnatán pretende ofrecer una biografía total, en la que a menudo trata de competir, como ya se ha dicho, con las mujeres que conocieron a Borges íntimamente y que parece un amasijo de borradores y apuntes en el que no faltan algunos datos interesantes y donde se desvanece la frontera entre biografía ( la de Borges) y autobiografía o memorias (de Barnatán). Woodhall tenía la ventaja de no haber conocido a Borges, pero incurre en errores, y Váccaro al parecer pretende compensar por medio de una documentación meticulosa la desventaja de Barnatán. Así todas estas biografías forman una especie de sala de espejos en que el reflejo distorsionado de Borges se multiplica.• Nota 1 En realidad, le encuentra errores a todos. De Domenico Porzio, “a cuyo cuidado estuvo posteriormente la edición de las Obras completas en italiano” y que antes tradujo varios libros de Borges, señala “un error lógico para quien no transitado estas latitudes, pues “cuando el texto dice”aceptó un mate”, Porzio lo traduce por “aceptó una tacita de mate”. Observa que Rodríguez Monegal sitúa el llamado “episodio Shakespeare” el 19 de abril de 1977, que se suscitó cuando Borges viajó a Washington para pronunciar un discurso magistral en el Primer Congreso Mundial sobre Shakespeare, pero María Esther Vásquez observa que “Borges nunca tuvo el don de la ubicuidad” y el 19 de abril de 1977 viajó desde Buenos Aires a París y luego a Italia invitado por Franco María Ricci. Conjetura que ese episodio debe haber ocurrido el año anterior. Acto seguido, se apropia de la anécdota que había contado el uruguayo. Referencias Marcos Ricardo Barnatán. Borges: Biografía total. Madrid, Temas de hoy, 1995. Emir Rodríguez Monegal. Borges: Una biografía literaria. México: Fondo de Cultura Económica, 1987. Volodia Teitelboim. Los dos Borges. Buenos Aires, Sudamericana, 1996. María Esther Vázquez. Borges, esplendor y derrota. Barcelona, Tusquets, 1996. J J B. Ensayista y crítico literario. Es profesorinvestigador de la Universidad Veracruzana. Correo electrónico: [email protected]  CARiÁtiDe