Revista História da Educação (Online), 2022, v. 26: e121308
DOI: http://dx.doi.org/10.1590/2236-3459/121308
Entrevista
ENTREVISTA CON EL PROFESOR IVÁN
NÚÑEZ PRIETO
ENTREVISTA COM O PROFESSOR IVÁN NÚÑEZ PRIETO
INTERVIEW WITH PROFESSOR IVÁN NÚÑEZ PRIETO
ENTRETIEN AVEC LE PROFESSEUR IVÁN NÚÑEZ PRIETO
Camila Perez Navarro
Pablo Toro-Blanco**
La entrevista que presentamos a continuación fue realizada el día 17 de
febrero de 2021, en Santiago de Chile, con el profesor e historiador de la
educación Iván Núñez Prieto.
Galardonado en 2008 con la Orden al Mérito Docente y Cultural
"Gabriela Mistral" y con el Premio Nacional de Ciencias de la Educación en 2015,
el profesor Iván Núñez nació en Santiago, en diciembre de 1932. Tras egresar
como Profesor de Historia, Geografía y Educación Cívica del Instituto Pedagógico
Universidad de O'Higgins (UOH), O'Higgins, Chile.
Alberto Hurtado (UAH), Santiago, Chile.
**Universidad
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de la Universidad de Chile, se integró como investigador en el Instituto de
Educación de la Facultad de Filosofía y Educación entre los años 1962 y 1969.
Durante el gobierno de la Unidad Popular (1970-1973) no solo fue académico de
la Universidad de Chile en sus sedes de las ciudades de Chillán y Santiago, sino
que también se desempeñó como Superintendente de Educación Pública.
Durante la dictadura civil militar (1973-1990), Núñez colaboró en diversos
centros de investigación, como el Centro de Investigación y Desarrollo de la
Educación (CIDE), el Centro de Estudios Económicos y Sociales VECTOR, y el
Programa Interdisciplinario de Investigaciones en Educación (PIIE). Entre 1990
y 2008 asesoró a los ministros de Educación del país. Ha publicado
aproximadamente 70 trabajos sobre la historia de la educación chilena,
principalmente en temáticas relativas a la profesión docente, gremios
magisteriales y normalismo.
Los trabajos del profesor Iván Núñez Prieto constituyen obras de
referencia para quienes investigamos la educación chilena desde una perspectiva
histórica. Entre sus publicaciones más destacadas se encuentran los libros
Gremios del magisterio. Setenta años de historia (1900-1970), El trabajo
docente: dos propuestas históricas, La ENU entre dos siglos. Ensayo sobre la
Escuela Nacional Unificada y La educación primaria en Chile: 1860-1930. Una
aventura de niñas y maestras (en coautoría con María Loreto Egaña y Cecilia
Salinas).
1. EN PRIMER LUGAR, NOS GUSTARÍA CONOCER
SOBRE SUS PRIMEROS ACERCAMIENTOS AL
CAMPO DE LA HISTORIA DE LA EDUCACIÓN.
Mi primera profesora jefe fue doña Viola Soto, y después doña Olga
Poblete, también historiadora. Yo tuve interés en el liceo por historia, no solo por
estas influencias de los maestros mismos, sino por dos circunstancias que me
llegan en la primaria en Puente Alto. Uno, la presencia de la Segunda Guerra
Mundial. Yo viví, puedo decir, la Segunda Guerra Mundial. Porque claro, a un
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niño le impresiona lo militar, la guerra, etc., y bueno, se estaba viviendo aún, se
sabía, se vivía, llegaba la guerra. Y eso, de cierto modo, me atraía hacia lo público,
hacia la democracia. Y, más directamente, la política, que me llegaba por la vía de
mi padre. Y yo, lo he dicho varias veces, nací político, en la medida de que cuando
yo nací mi padre estaba relegado. Y eso formaba parte del folclor familiar.
Durante la década de los 40, mi padre, director de escuela de Puente Alto, tuvo
conflictos con el párroco. Bueno, todas esas anécdotas biográficas me interesaron
por el campo histórico. Sin embargo, cuando en el liceo llegó la hora de decidir
sobre carrera universitaria, mi padre quería que estudiara derecho. Pero yo ya
estaba enganchado por lo histórico, la historia, por estos dos modelos de
profesoras…
Entonces me decidí por historia, pero con mucho interés por enseñar. Eso
tenía que ver con el hecho, que también cuento siempre, que yo viví en una
escuela. Y cuando estudié, efectivamente recibí la formación en historia de los
buenos historiadores que había en esos tiempos en el país. Claro que me interesó
y todo, pero nunca al extremo, digamos, de haber tratado de convertirme en
investigador en historia, que era una formación que no había en ese momento. El
grueso de mis compañeros siguió en la profesión docente. De mi grupo, no hay
nadie de mi curso que se haya convertido en historiador. Y yo, al acercarme al fin
de mis estudios, por una casualidad trágica fui arrastrado al campo del… no solo
de la docencia de aula -ya al cuarto año empecé a hacer clases nocturnas-, sino
arrastrado al campo de la política educacional, por un hecho también azaroso:
murió mi padre cuando yo estaba en cuarto año. Mi padre, en ese momento,
cuando murió, era presidente de la Unión de Profesores de Chile, que era el grupo
gremial más fuerte que había en el país. Y murió Fidel Iturra, que era el presidente
de la Sociedad Nacional de Profesores, la histórica sociedad de comienzos de
siglo. Radical él, Socialista mi papá, y eran amigos. Y Fidel habló en los funerales
de mi papá, muy sentido. Y dos días después del funeral de mi papá, murió Fidel
de un ataque al corazón. Entonces los dos presidentes de los gremios más fuertes
del profesorado murieron en una misma semana. Ambos eran miembros del
Consejo Nacional de Educación, el Consejo de la Superintendencia. Entonces, el
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ministro de la época, y los consejeros, en fin, y el superintendente, don Enrique
Marshall, decidieron que había que hacer algo en favor de las familias de los dos
miembros del consejo que habían fallecido. El superintendente ofreció contratar,
para la oficina técnica, a un hijo de cada una de las familias. Entonces, en abril de
1955 ingresé al servicio público como ayudante de investigaciones educacionales
[risas]. Ese fue mi nombramiento. Entonces me fui interesando más y más. Y
estos colegas, que tenían más grado que nosotros, eran, en cierto modo, pequeños
expertos educacionales. Se conversaba mucho de educación, y nuestros jefes
asesoraban directamente al Consejo, en fin... Además de mi militancia política
también, todo eso me llevaba a la política educacional. Pero todavía sin historia.
Entonces, estuve tres años en eso. Ganaba más de lo que gané después como
profesor. Sin embargo, mi vocación seguía en enseñar. Y, además, con este
llamado de no irme a educar a los hijos de las elites o de las sub-élites, decidí irme
a trabajar a la población Dávila, en la comuna de San Miguel. Una comuna
emergente, conflictiva, en la transición de la ciudad al campo.
Fue esta experiencia, en cierto modo, interrumpida o desviada, cuando
se abrió, en el Instituto de Investigaciones Educacionales, una línea de
investigación
sobre
educación
y
comunidad,
pero
con
sentido
de
descentralización regional. Uno de los que había sido mi jefe en la
Superintendencia, era profesor en el Instituto Pedagógico y trabajaba con doña
Irma Salas en aquel Instituto. Ellos querían hacer una investigación en una
comuna urbana, y decidieron que sería en San Miguel. Una investigación sobre la
educación en la comuna de San Miguel, pero a fondo, empírica. Y me fui a trabajar
como investigador auxiliar en esta investigación, usando mis conocimientos
sobre San Miguel. O sea, ya había sido investigador en la Superintendencia,
después investigador acá. Ya era investigador universitario.
Pongo aquí en la mesa el tema de las casualidades. De los azares en la
formación de un investigador...
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2. AL RESPECTO, ¿QUÉ OTRAS CASUALIDADES LO
LLEVARON A INVESTIGAR LA HISTORIA DE LA
EDUCACIÓN CHILENA?
En el año 77 me encontré con don Alejandro Soto Cárdenas, a la salida de
un cine. Estábamos muy emocionados los dos. Resulta que Alejandro había sido
contratado por doña Viola Soto -exonerada también y emigrada a Venezuela, a
quien la OEA la había contratado para dirigir un centro de investigación en
Caracas- para hacer un estudio histórico sobre las reformas educacionales en
Latinoamérica. Entonces se montó un proyecto, bien financiado, para contratar
respectivos investigadores en cada país. Y en Chile, doña Viola le encargó a
Alejandro Soto, que sabía que era historiador. Alejandro empezó, dio los primeros
pasos en el estudio. Y le llegó una invitación de la Universidad de Nigeria. Y
entonces le llegó esto, y por supuesto tiene que aceptarlo. Y ahí me cae ese estudio.
Ahí empieza mi preocupación por la historia de la educación, por este período
entre 1925 y 1975.
Y me encerré durante un año y medio más o menos en la Biblioteca
Nacional; alguna vez creo que fui a la Biblioteca del Congreso, y al Museo
Pedagógico. Y trabajé con algunas cosas que tenía yo también. Y ahí empezó mi
ejercicio en este campo. Y lo logré, digamos. Produje, en el fondo cada reforma
era un artículo, digámoslo así. Eran ocho estudios. Estaban la reforma y
contrarreforma de Ibáñez… me enloquecí con el tema de la educación de ese
período. Me atrajo, entre otras razones, porque conocía de vista a varios de los
actores, o habían sido mis profesores. Entonces, me los iba encontrando a medida
que miraba las fuentes y aparecían las personas que ni siquiera sabía yo que
habían tenido una participación. Los conocí en su tiempo, cuando joven, en el
Gremio, o eran amigos de mi papá, etc. Así que eso me motivó más, y me desafió
mucho el período. Me gustó, y lo trabajé mucho, bastante más a fondo que las
otras experiencias. Y así fui produciendo uno tras otro, después de esta reforma
y contrarreforma, después todo este movimiento de experimentación de
primarias, el movimiento de experimentación de secundarias, etc.
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Y quedé, cumplí, entregué el informe. Y el contrato incluía una
participación en un seminario final que se haría en Venezuela, pero
desgraciadamente no pude ir al seminario de clausura y de entrega de este
producto. Pero me contaron después que todo el mundo había reconocido que los
dos mejores estudios habían sido el de Costa Rica, que lo hizo una eminencia
pedagógica costarricense, y el de Chile, que había escrito yo.
Cuando ocurrió esto, era un tiempo en que no estaba normalizada la
formación de investigadores en educación en general, y en historia de la
educación en particular. Entonces, todo podía ocurrir. Recordaba el caso de
Guillermo Feliú Cruz, que no tenía ni siquiera licencia secundaria y, sin embargo,
vean lo que fue. Bueno, eso es el comienzo. Y bueno, el siguiente paso fue mi
integración al PIIE. Ahí me preguntaron: “¿qué disciplina trae usted, señor?”.
Entonces yo tenía que decir “la historia”. Entonces llegué con este bagaje del
estudio tan… un poco largo, digamos, en el tiempo, y tan polifacético, que me
dejaba en condiciones de ser el historiador en este campo de psicólogos,
economistas, de pedagogos, de sociólogos que abundaban en el PIIE. Y de esta
manera pude seguir trabajando investigando la historia de la educación.
3. HEMOS HABLADO SOBRE EL AZAR EN SU
TRAYECTORIA, COMO UN FACTOR DE ELECCIÓN
DE TEMAS, DE PROBLEMAS, DE ENCUENTRO CON
OTROS HISTORIADORES E HISTORIADORAS. ¿HAY
TAMBIÉN AZARES ARCHIVÍSTICOS, FUENTES QUE
APARECEN Y SE PRESENTAN COMO RELEVANTES
EN ALGUNA INVESTIGACIÓN?
Claro. Hay varios temas a los cuales llegué por azar. El tema del
sindicalismo, por ejemplo. Había un interés mío por haber vivido también la
experiencia del desarrollo de las experiencias sindicales. Pero me interesaba esto
que estaba pasando en Chile, lo que había pasado con los profesores, el Colegio,
la Asociación Gremial de Educadores de Chile (AGECH), que era la otra
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organización, en fin. Todo eso que estaba pasando con los profesores, y los
programas de formación, pasaron a ser importantes. Y se necesitaba también
ponerle historia a este campo del sindicalismo docente.
La descentralización fue otro tema, a raíz de que los cambios
implementados durante la dictadura de Pinochet, como la descentralización.
Nosotros en realidad decíamos que se trata de desconcentración, una
descentralización dirigida desde el Ministerio del Interior. Y esos eran nuestros
ataques, nuestros posicionamientos, nuestra denuncia. Bueno, el tema de
descentralización también fue de interés de los pensadores, y eran temas reales
de acá también. Y en algo había estado metido yo en cuanto a esto que le decía del
financiamiento de la educación pública en las comunas, era un puntito donde
podía decir algo yo.
Hay también otras. Durante los años 80 en la región comenzó a formarse
gente y a desarrollarse investigación etnográfica en educación. Y a eso teníamos
que responder también. Entonces, en el PIIE se hizo investigación etnográfica, se
formó gente en el CIDE y en el PIIE para investigación etnográfica, para analizar
lo que ocurre en el aula, con el profesor, etc. Ahí recuerdo que seguí de cerca el
desarrollo de la investigación participativa que promovía Rodrigo Vera, y la
investigación etnográfica que lideraba aquí Gabriela López y después Verónica
Edwards. Meterse al aula, y a la escuela, y analizar al maestro como actor.
Recuerdo que, conversando con Gabriela, me pregunté: ¿cómo hacer
investigación etnográfica hacia atrás? Porque ustedes han hecho estos estudios
maravillosos de las escuelas de la comuna de Barrancas, hoy Pudahuel, pero…
¿cómo era antes esto? Entonces, me dejó a mí esto con la inquietud sobre cómo
hacer eso. Me dejó ese desafío. Y fíjate que no lo vine a resolver en ese tiempo,
sino hasta cuando trabajaba con el proyecto Anillos1 con Sol Serrano, al descubrir
fuentes que en el siglo XX no las había encontrado. Estas fuentes eran los
1
Proyecto Anillos CONICYT en Ciencias Sociales y Humanidades Soc-17 “La educación ante el
riesgo de fragmentación social: ciudadanía, equidad e identidad nacional”, liderado por la Dra.
Sol Serrano.
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informes de los visitadores de escuelas. Lo que declaraban los visitadores, o los
Intendentes, en fin. Esta riqueza también se encontraba en la documentación de
las Escuelas Normales, en fin.
Les cuento cuando me topé con un incidente: una sublevación de los
alumnos de la Escuela José Abelardo Núñez, la primera Escuela Normal de
Preceptores. En el período del Embrujamiento Alemán se les sublevan los
alumnos, que eran internos (sábado y domingo salían y volvían el domingo en la
noche). Se sublevan el domingo en la noche. ¿Por qué se sublevan? Porque el
alemán les impuso mano militar: al llegar el domingo en la noche, los alumnos
tendrían una hora de preparación de lo que iban a hacer las clases del día
siguiente, del lunes. Se impuso y los alumnos no aceptaron eso, y se tomaron la
Escuela. Apedrearon los faroles, qué se yo, hicieron varias barbaridades. Y el
director mismo no estaba, porque era domingo en la noche. No estaba el
subdirector tampoco, estaban los inspectores. Y bueno, llegó la policía, tuvieron
que bombardear, y ayudar a reducir el incidente. Hubo un incidente que significó
que al día siguiente llegara el ministro a la escuela, etc. Hubo una investigación y
todo. A la larga ese director no quedó, no hizo buena gestión del incidente. El
subdirector era José María Muñoz Hermosilla. Entonces, quedó el relato que hace
Muñoz Hermosilla de los incidentes, porque él sí estuvo, [y] envió el informe del
director al ministro. Y no me acuerdo qué otro. El caso es que hubo otros
informes, otros relatos que eran casi etnográficos, y yo ya estaba estudiando qué
pasaba en las escuelas. Y me sentí como cerca de la etnografía… recién ahí, en el
siglo XXI, con ese incidente. O sea, que con respecto al siglo XIX, cuando
investigué el siglo XIX, estuve mucho más cerca de la escuela, del aula, de los
alumnos y de los profesores, que lo que había hecho antes.
4. ¿TUVO ALGUNA VEZ LA NECESIDAD DE BUSCAR
EJEMPLOS, DE BUSCAR MODELOS O REFERENCIAS,
YA SEA EN EL CASO NACIONAL O
INTERNACIONAL, ASÍ COMO OBRAS O AUTORES,
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QUE UNO DIJERA “ESTO ME PARECE MUY
ILUMINADOR, Y DEBERÍA HACERSE EN CHILE”?
Trabajando para el CIDE tuve contacto con bastante producción
historiográfica sobre educación proveniente de México. Quedé con sed de hacer
lo que se hacía en México. Además, todavía en dictadura, empecé a salir al
exterior, en mi calidad de director del PIIE, a reuniones de centros de
investigación latinoamericanos sobre educación. Así que ahí pude conocer, por
ejemplo, a mi amiga Adriana Puiggrós. Yo la conocí en México, en un encuentro.
Estaban muchos de los exiliados ahí. A veces, cuando salía de estas reuniones,
todavía en dictadura, me encontraba con estos exiliados chilenos o argentinos, así
que conocí a varias de las eminencias de la educación argentina post dictadura de
allá.
Me di cuenta, por una parte, de lo sólida que era Adriana, y también el
mundo de los que se interesaban en la historia. Conocí a varios. Además, me
quedé con la etiqueta de que era un historiador chileno. Pero me di cuenta de que
esto de la historia de la educación era parte inexcusable de la formación de
profesores en Argentina, se lo tomaban en serio, y aquí no.
5. ¿CÓMO SE RELACIONA SU TRABAJO COMO
HISTORIADOR, CON LAS CIRCUNSTANCIAS
POLÍTICAS Y SOCIALES QUE HA VIVIDO? EN
PARTICULAR NOS REFERIMOS AL PERÍODO EN QUE
SE DESEMPEÑÓ COMO ASESOR DE LOS MINISTROS
DE EDUCACIÓN.
Bueno yo fui asesor de todos los Ministros de Educación del período
1990-2008. Descubrieron que yo tenía buena capacidad para describir lo que
estaba sucediendo en Chile en educación. Porque todos los ministerios, me
imagino que, hasta hoy día, están asediados siempre por informes que le piden
las organizaciones internacionales ligadas al campo. Entonces, alguien debe tener
una cercanía, esa habilidad que es capaz de redactar rápidamente un informe.
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Entonces, esa capacidad de redactar o de resumir era una ventaja natural mía.
Preparar los mensajes presidenciales… De manera que el desempeño, claro, era
jornada completa, diaria, pero dependía mucho de los requerimientos de cada
ministro. Algunos eran más cercanos, otros más lejanos de mí, en fin, y te
encargaban cosas y a veces no me encargaban nada. Y yo no tenía otras
responsabilidades. O el ministro viajaba, y eso me liberaba, me dejaba sin pega.
O viajaba al extranjero. O bien, yo podía trabajar fuera de horario. Había un
recurso que yo utilicé mucho, que era la Biblioteca Jurídica del Ministerio de
Educación; tenía ahí mismo toda la legislación histórica sobre educación. Y la
pedía y la usaba ahí. Una serie de recursos, y me daba tiempo el Ministerio para
trabajar. Y me dedicaba también en mi casa, los fines de semana. También
sucedía al revés: a veces tenía que quedarme hasta las 12 de la noche peleando
con el Colegio de Profesores. Así que he trabajado mucho, en exceso a veces…
6. PARA FINALIZAR, ¿CUÁLES CREE QUE SON SUS
CONTRIBUCIONES EN EL CAMPO DE LA HISTORIA
DE LA EDUCACIÓN?
Bueno, creo que, a partir de mis insuficiencias, de lo que no logré -y no
voy a lograr ya, tal vez- siento que me falta capacidad teórica para hacer historia
de la educación. Historia en general, historia de la educación. Mis viejos maestros
del Instituto Pedagógico no nos dieron suficientemente eso, o no salí con una
capacidad, como tienen ustedes que han estudiado específicamente en este
campo… y no solo tener unas concepciones al día en cómo se hace historia, sino
también en la capacidad de ponerle marco teórico a cada estudio que quiero
hacer. Y esto, porque hay una historia personal, en el sentido de que, por una
parte, me hizo bien y mal el marxismo, el materialismo histórico. Me ayudó
mucho a crecer, pero me jodió mucho también. Y una dificultad grande para
aceptar otras corrientes, otros modos, en fin. Y, en el fondo, yo diría que extraje,
digamos, cierto positivismo. Nos cuesta reflexionar libremente, o encontrar a
estas alturas a los pensadores o las fuentes. Pero quiero sostener hasta el final mi
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vocación de ser creíble en este campo. De trabajar con seriedad, con fuentes, etc.
No importa que me digan positivista. Pero tengo esas limitaciones, de métodos.
En fin, que no creo que vaya a superar.
Sobre los aportes, primero hay que reconocer que yo fui por mucho
tiempo sigloveintista. Entonces hice una llegada tardía al XIX. Y me doy cuenta
de lo mucho que falta de trabajo en el siglo XIX. Y ahí, en todo caso, estoy
contento de mi contribución a la historia de las escuelas normales, que no está
suficientemente empaquetada y difundida. Y es un aporte todavía no entregado,
de la Normal de Hombres hasta los alemanes. Creo que en eso soy un
contribuyente principal, digamos. Pero se me quedaron en el tintero las normales
desde los alemanes en adelante, sobre la cual he trabajado con fuentes
insuficientes, porque las equivalentes están en manos del Ministerio de
Educación. Y no sé qué milagro tiene que ocurrir para acceder a la oficina de
archivos del Ministerio de Educación donde tienen todo sobre las escuelas
normales del siglo XX. Ahí tienen los archivos que cada Normal llevaba, hasta su
cierre. Por último, creo que mi investigación Gremios del Magisterio es mi
contribución no superada por el compañero Iván Ljubetic.
¿Qué otra cosa más? Lo que iba a ser mi tesis cuando quise doctorarme
en la Universidad Academia de Humanismo Cristiano sobre el desarrollo del
conocimiento sobre el sistema escolar chileno, que quedó frustrada porque no me
era compatible con el desempeño en el Ministerio y hacer la tesis, y quedó a medio
camino. Entonces logré una mirada… Por primera vez pude en esa tesis intentar
-es decir, no intentar-, sino hacerlo: le puse un marco teórico, principalmente con
base en fuentes latinoamericanas, sobre todo los mexicanos. Revisé todos lo que
habían escrito sobre la investigación educativa en América Latina, sobre el campo
mismo, la teoría del campo. Traté, eso pudo haber sido una verdadera tesis
doctoral. Quedó la parte teórica, que está añeja seguramente, porque hice esto al
comienzo del 2000 o a finales del año 2000. Pero lo que publiqué, el CPEIP me
lo publicó hasta 1950. Eso me gustó mucho, quedé satisfecho. Y el libro de las
reformas, que desgraciadamente ha tenido menos circulación, es menos
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conocido.
Muchas gracias, profesor Iván, por concedernos esta entrevista.
Gracias a ustedes.
CAMILA PEREZ NAVARRO é Doutora em Ciências da Educação (Pontificia
Universidad Católica de Chile, 2020). Mestre em Ciências da Educação
(Pontificia Universidad Católica de Chile, 2016). Mestre em Ciências Sociais
menciona Sociologia (Universidade do Chile, 2013). Possui graduação em
História (Pontificia Universidad Católica de Chile, 2010). Acadêmica do
Instituto de Ciencias de la Educación da Universidad de O'Higgins. Editorchefe da revista Cuadernos Chilenos de Historia de la Educación. Suas
linhas de pesquisa correspondem à história da educação rural e à história
da Escola Nova no Chile.
E-mail:
[email protected]
http://orcid.org/0000-0003-0372-1121
PABLO TORO-BLANCO é Doutor em História (Pontifícia Universidade
Católica do Chile, 2007). Magister em História (Universidade do Chile, 2002).
Académico do Departamento de História da Universidade Alberto Hurtado.
As linhas de investigação correspondem a história da educação e dos
Movimentos estudantis no Chile e história das emoções.
E-mail:
[email protected]
http://orcid.org/ 0000-0001-8754-5692
Recebido em: 04 de janeiro de 2022
Aprovado em: 10 de fevereiro de 2022
Editora responsável: Dóris Bittencourt Almeida
Revista História da Educação – RHE
Associação Sul-Rio-Grandense de Pesquisadores em História da Educação - Asphe
Artigo de acesso aberto distribuído nos termos de licença Creative Commons.
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