Secuencia (104), mayo-agosto, 2019: e1601
E-ISSN 2395-8464
doi: https://doi.org/10.18234/secuencia.v0i104.1601
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Historia del sifilítico marido
de una feminista
History of the Syphilitic Husband of a Feminist
Ana Lidia García Peña
https://orcid.org/0000-0002-1022-9007
Facultad de Humanidades
Universidad Autónoma del Estado de México, México.
[email protected]
Resumen: Historia de las etapas de subjetivación de Rafael Montes de Oca
(1863-ca. 1930) quien estuvo enfermo de sífilis por más de 30 años y no obstante la marginación de ser condenado como “sifilítico degenerado” por las
políticas higienistas de la época, logró aplicar las tecnologías del yo, según los
planteamientos de Michel Foucault, y vivió distintos procesos de subjetivación procesual al redefinir su identidad, cuidar de sí mismo, casarse y convertirse en artista según el “Nuevo paradigma estético” de Felix Gauttari. En otro
proceso de transformación, después de diez años de ser esposa-enfermera del
sifilítico, María Ríos Cárdenas se convirtió en una famosa feminista durante
su divorcio. Esta historia de subjetivación no sólo explica cómo un individuo
confrontó las políticas de salud pública del porfiriato y la posrevolución, sino
que también establece conexiones entre los cambios de una vida personal y
las transformaciones en la vida pública de México.
Palabras clave: subjetivación procesual; sífilis; higienismo; divorcio; feminismo.
cómo citar: García Peña, A. L. (2019). Historia del sifilítico marido de una feminista. Secuencia (104),
e1601. doi: https://doi.org/10.18234/secuencia.v0i104.1601
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Abstract: History of the stages of subjectivization of Rafael Montes de Oca
(1863-ca. 1930) who suffered from syphilis for over 30 years and despite the
marginalization of being condemned as “degenerated syphilitic” by the hygienist policies of the time, managed to apply the technologies of the self, according to the approaches of Michel Foucault, and experienced various processes of procedural subjectivization by redefining his identity, taking care of
himself, getting married and becoming an artist according to Felix Gauttari’s
“New aesthetic paradigm”. In another process of transformation, after ten
years of being the nurse-wife of a syphilitic, María Ríos Cárdenas became
a famous feminist during her divorce. This history of subjectivization not
only explains how an individual confronted the public health policies of the
Porfiriato and the post revolution, but also establishes connections between
changes in a personal life and the transformations of public life in Mexico.
Key words: procedural subjectivization; syphilis; hygienism; divorce; feminism.
Fecha de recepción: 30 de marzo de 2018 Fecha de aceptación: 14 de febrero de 2019
E
sta es la historia de un enfermo de sífilis en la ciudad de México cuya
vida adulta la vivió en el tránsito de la moderada política higienista del
porfiriato a la más agresiva de la posrevolución, cuando en los años veinte
sucedieron las campañas antivenéreas más radicales en la historia de la salud
pública de México. Lo relevante del caso no es sólo porque Rafael Montes de
Oca (1863-ca. 1930), nuestro personaje central, estuvo enfermo de sífilis por
casi 30 años, sino porque además fue el marido de una de las feministas más
connotadas de la época: María Ríos Cárdenas, fundadora y directora de la
revista Mujer. Periódico Independiente para la Elevación Moral e Intelectual de la
Mujer (publicado entre 1926 y 1929). Aunque no conocemos apuntes ni diarios personales de Rafael que probablemente nos permitirían constatar los
interminables sufrimientos que padeció con una enfermedad tan prolongada
como devastadora moral y físicamente, sí tuvimos acceso a su juicio de divorcio entre 1928 y 1930; sus distintos documentos notariales y testamentarios de
entre 1922 y 1928; la prensa de la época, y múltiples publicaciones de María
Ríos Cárdenas, y la ficha curricular de esta, en los expedientes escolares de
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1918 a 1956 de la la Universidad Nacional.1 A través de todas estas fuentes
pudimos ir conociendo, parcialmente, cada una de las etapas de su doloroso padecer y de cómo logró reconstruir su persona y, sobre todo, proponer
una subjetivación reivindicativa no solamente en oposición y confrontación
al agresivo discurso médico y político sino, incluso, ir más allá y tratar de redefinir su identidad según la explicación del paradigma estético guattariano.
Esta historia del proceso de subjetivación de Rafael Montes de Oca se
analizará a partir de las teorías de las tecnologías del yo de Michel Foucault y
el paradigma estético de Felix Guattari.2 Son varios círculos explicativos que
se irán ampliando, en el centro está el conocimiento médico de finales del
siglo xix y principios del xx cuyo nuevo paradigma bacteriológico cambió
por completo la concepción de una de las enfermedades venéreas más temidas a lo largo de los siglos: la sífilis. El siguiente círculo se compondrá de las
agresivas campañas antivenéreas de principios del siglo xx, desarrolladas en
el contexto de la política de salud pública posrevolucionaria llamada “dictadura sanitaria” –categoría utilizada por la prensa de la época–, y que no sólo
fueron invasivas de la vida privada de las personas, sino que estigmatizaron
a los sifilíticos como la peor decadencia de la civilización.3 El tercer y último
círculo, que abarca a los otros dos, se centrará en el cambiante proceso de
subjetivación de Rafael Montes de Oca quien, a partir del diagnóstico de sífilis que contrajo a principios de siglo, desarrolló distintas tecnologías del yo
en las que buscó transformar la identidad de un “sifilítico degenerado” que
le impuso la política higienista en varios procesos del cuidado de sí mismo y
que concluyeron en su propio paradigma estético. Entonces los círculos con1
Agradezco la ayuda de Roberto Beristáin Rocha, Lucila López de la Vega y Karen Durán en la búsqueda de la información.
2
Las tecnologías del yo en la teoría de Foucault (2008, p. 48) significan una amplia gama
de acciones que tienen que ver con la reflexión acerca de los modos de vida, las elecciones de
existencia, el modo de regular la conducta y fijarse fines y medios. Lo que permite a los individuos efectuar por cuenta propia o con la ayuda de otros, cierto número de operaciones sobre
su cuerpo y su alma, pensamientos, conductas, o cualquier forma del ser, obteniendo así una
transformación de sí mismos con el fin de alcanzar cierto estado de felicidad, pureza, sabiduría
o inmortalidad. Lo que Guattari (1996) define como “Nuevo paradigma estético” es el “caosmosis”, es decir, una fuerza ético-estética que articula la potencialidad creativa con una finitud
sensible y que puede ser aplicado al proceso creativo de nuevas formas y modalidades (p. 112).
3
“en nombre de la salud pública [el Departamento de Salubridad] se juzga autorizado
para intervenir en lo más íntimo de la vida privada”. En “El matrimonio y la salud. La peligrosa
dictadura sanitaria”, sección Editorial, El Universal. El Gran Diario de México, domingo 6 de
junio de 1926, pp. 1 y 6.
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céntricos coinciden: los complejos saberes de la medicina bacteriológica del
porfiriato; las sofisticadas estructuras de poder de la dictadura sanitaria, las
campañas antivenéreas de la posrevolución y la compleja experiencia vital de
Rafael. Se trata de contraponer las formas de gubernamentalidad higienistas
de la época y las tecnologías de dominación que objetivaron los cuerpos de los
sifilíticos como causantes del desorden social, la historia de la subjetivación
reivindicativa de Rafael, cuyo caso particular demuestra la poca eficacia de
los mecanismos de control antivenéreo de esos años.
Rafael contrajo sífilis en los primeros años del cambio de siglo, cuando
contaba con casi 40 años de edad y desde entonces se fue planteando distintas
disyuntivas de ¿qué hacer de sí mismo?, y ¿qué trabajo llevar a cabo sobre sí
mismo? Y en la búsqueda de respuestas se fue modificando y construyendo
nuevos mecanismos de autoafirmación. A pesar de la sífilis, o bien gracias a
la sífilis, Rafael pudo aplicar distintas tecnologías del yo y entender reflexivamente su dolida alma, resignificando su identidad y su propio cuidado (Foucault, 2008, p. 58). En este texto no buscamos explicar la historia de la patología o la profilaxis de la sífilis sino la experiencia subjetiva, personal y única de
un sifilítico. Dado que nos adentraremos en la vida privada e íntima de Rafael
con información muy valiosa, pero con lagunas en algunos aspectos, la historia será integrada con las “posibilidades históricas” en el sentido propuesto por
Carlo Ginzburg (2010, pp. 433-465), que se refieren a imaginaciones históricas
sólidamente ancladas en las voces del pasado, gracias a que se profundiza en la
investigación y en su contexto, entonces, se plantean posibilidades verosímiles.
EL JOVEN RAFAEL IGNORA
LA DISCRETA CAMPAÑA ANTIVENÉREA
La primera etapa del proceso de subjetivación se desarrolla durante la juventud de Rafael Montes de Oca, quien nació en Jalapa, Veracruz, en 1863, de
cuyos padres probablemente heredó propiedades, o bien, construyó su patrimonio mediante negocios exitosos, acumulando riquezas; lo que si es un
hecho, es que decidió permanecer soltero durante muchas décadas, a pesar de
haber procreado un hijo natural.4 En algún momento de su vida se trasladó a
En la época era frecuente que varones de los grupos acomodados optaran por permanecer solteros hasta edades muy avanzadas y mayores a los 40 años (García Peña, 2016). Según las
4
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la ciudad de México y durante el cambio de siglo contrajo la enfermedad de la
sífilis.5 En 1914 el discurso del médico Diego Carbonell en la Escuela de Medicina consideraba que los jóvenes infectados de sífilis habían tenido una vida
mundana y vigorosa, por lo que su contagio era producto de haber bebido en
las fuentes del amor impuro (Estrada, 2007, p. 46). Así que, según el contexto
cultural de la época, muy probablemente Rafael, después de entregarse a los
brazos de las meretrices y el comercio sexual, terminó por contagiarse con la
bacteria llamada Spirochaeta pallida, causante de la sífilis.6
En esos años Rafael, posiblemente, se reconoció en sus actos sexuales y placeres que vivió con meretrices quienes satisfacían sus deseos, a pesar
de todo el discurso moralista de la época. Era un empresario con fortuna y
propiedades, prestamista de compañías como el Palacio de Hierro y el Banco
de Francia en México, con bienes inmuebles en las colonias San Rafael, San
Ángel y la Roma y propietario de una industria de plumaje; así que sus actividades económicas lo llevaron siempre a buscar el negocio provechoso y el oneroso préstamo hipotecario con intereses anuales superiores al 18 por ciento.7
En su juicio de divorcio se señala que Rafael Montes de Oca contrajo la
sífilis entre 1900 y 19058 –es muy probable que la fecha exacta de su contagio
ni él mismo la supiera, ya que históricamente la sífilis ha sido considerada
fuentes notariales, en marzo de 1926 Rafael reconoció a su hijo natural y en octubre del mismo
año lo integró a su testamento. Notario 40. Ramón Cosío González. Vol. 59, 20 de octubre de
1926, f. 154. Escritura 2615. Testamento Rafael Montes de Oca. Archivo Histórico de Notarías
Ciudad de México (en adelante ahncm), México.
5
Información del juicio de divorcio de Rafael Montes de Oca. Fondo Tribunal Superior
de Justicia del Distrito Federal. Sección Siglo xx. Juicios Civiles. Juzgado 9 de lo Civil. Núm.
de Registro 362. Actor, Ríos Cárdenas de Montes de Oca, María. Demandado Rafael Montes de
Oca. Ordinario Civil. Divorcio Necesario. Juez Lic. Roberto Olagaray. Inició 23 de abril de 1928
finalizó 15 de enero de 1930. Exp. 399734, 113 fojas, caja 2193 (4 cuadernillos). Archivo General
de la Nación (En adelante tsjdf. Cárdenas. 1928. Exp. 399734. agn), México.
6
En un primer momento cuando la espiroqueta de la bacteria de la sífilis fue descubierta
por los médicos Hoffmann y Schaudinn en 1905 se le llamó spirochaeta pallida, posteriormente
se le denominó Treponema pallidum (Turnes, 2007, p. 15).
7
Se encontraron quince documentos en el Archivo Histórico de Notarías de la Ciudad de
México realizados por Rafael Montes de Oca entre 1920 y 1928. Los documentos específicos a intereses hipotecarios son los siguientes: Notario 56. Antonio Ferriz. Vol. 26, 21 de agosto de 1922,
fojas 118-119. Escritura 2682. Cancelación parcial. El Señor Rafael Montes de Oca al Señor José F.
Moreno; Vol. 25, 13 de abril de 1923, fojas 282. Escritura 2819. Cancelación parcial. El Señor Rafael Montes de Oca al Señor Manuel Martínez; Vol. 28, 21 de mayo de 1923, fojas 6-8. Escritura
2840. Poder especial amplio. El Señor Rafael Montes de Oca al Señor Hipólito Signoret.
8
tsjdf. Cárdenas. 1928. Exp. 399734. agn, México.
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una enfermedad “insidiosa” que sabe ocultarse y que en sus inicios con frecuencia pasa inadvertida– (Turnes, 2007, p. 14).9 De cualquier manera, Rafael
se mantuvo soltero hasta los 55 años, no sabemos si por amor a la libertad o
porque ya estaba enfermo y no se atrevía a contraer matrimonio, sabiendo
toda la carga moral con la que se condenaba a los sifilíticos y se les impedía
contraer nupcias (Estrada, 2007, p. 45). En 1900, el doctor Porfirio Parra definió a la sífilis como la enfermedad más destructora, repugnante y cruel que
afligía a la humanidad, por lo que se insistía en la “castidad higiénica”.10 La
máxima que repetían los galenos era: “A menor número de coitos, menores
probabilidades de inoculación” (Lavalle, 1911, p. 57).
No obstante el discurso moralista-higiénico, en las postrimerías del porfiriato las campañas antivenéreas todavía eran parcialmente silenciosas y se
centraban en la reglamentación y la persecución de la prostitución y la educación del público en general. En particular la existencia de hombres infectados
de sífilis se escondía en la difusa y polémica bruma del secreto médico, lo que
significó una escasa persecución del hombre sifilítico (Natividad, 2016, p. 96).
Por lo que en el contexto de la última época del higienismo moderado
del porfiriato Rafael vivió su primera etapa de sífilis: en su cuerpo seguramente sufrió lo que la medicina de la época llamaba la “aparición del chancro
después del coito infectante” (González, 1906, p. 447). Sin embargo, para la
población en general era en realidad poca cosa: una llaguita que acompañaba
alguna glándula cercana. El médico Suárez (1917) decía que “en numerosos
casos los enfermos lo consideran como un simple grano, como una grieta,
una escoriación insignificante, que a veces pasa inadvertida” (p. 747).
Según la sintomatología de la enfermedad en la época, después de tres
meses de la primera manifestación, Rafael, al igual que todos los contagiados
que no se atendieron oportunamente, pasaron a la segunda etapa de la sífilis
o periodo secundario. Algunos de los síntomas que manifestaban los infectados eran: erupciones cutáneas principalmente en boca y genitales, dolores de
cabeza y en articulaciones y huesos, además de algunas neuralgias y perturbaciones nerviosas. De cualquier manera, no eran tan graves para los enfermos
En su primera etapa la sífilis se contagia por el contacto con la membrana mucosa durante el sexo oral, vaginal o anal, pero también se puede contagiar por exposición a lesiones de los
famosos bubones o chancros de la etapa secundaria (Leitner, Körte, Edo y Braga, 2007, pp. 6 y ss.)
10
Conferencia sobre profilaxis de la sífilis en Bruselas y se nombran como representantes
de México al doctor Porfirio Parra y al licenciado Jesús Zenil. Instrucción Pública y Bellas Artes. Caja 272. Exp. 4, fs. 34. agn, México.
9
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de aquellos años pues todavía eran curables. Los galenos decían que lo más importante de esa segunda etapa era el contagio al tercero (Suárez, 1917, p. 742).
Durante todos esos primeros años de su enfermedad, posiblemente Rafael abrigó las esperanzas de sanar y buscó incansablemente la ayuda de galenos. Pero, ¿cómo experimentó toda esta etapa de su vida?, ¿acaso manifestó una
constante lamentación por desobedecer el mandato y haber violentado la norma del “no” a los amores lascivos?, o tal vez ¿tuvo periodos muy prologados de
latencia de la enfermedad, permitiéndole llevar una vida aparentemente normal e ignorar la esporádica sintomatología de su cuerpo? De cualquier manera,
la enfermedad siguió avanzando y Rafael tuvo que buscar nuevas opciones.
ALIFAFES Y DOLAMES LE LLAMARON
AL ORDEN, Y ENTONCES ACORDÓ CASARSE11
Con el cambio de siglo, Rafael fue testigo de las últimas etapas de la tradicional política higiénica y vivió en carne propia los primeros pasos de la moderna y agresiva política de salud pública. Uno de los más importantes modos de
objetivación de este nuevo saber médico y político fue el Instituto Bacteriológico Nacional creado en 1905 y que permitió difundir ampliamente el nuevo paradigma médico de la bacteriología y la “Teoría del germen” (Carrillo,
2002, pp. 17, 21; Vera Bolaños y Pimienta Lastra, 2001).12
Los inicios de la bacteriología fueron muy importantes para la historia
de la sífilis, pues su detección en México se comenzó a realizar de una manera
mucho más precisa y, desde fechas muy tempranas como 1905 y 1906, se utilizaron los estudios de laboratorio médico de microbiología, que emplearon
el procedimiento del suero-reacción biológica de Wasserman para detectar
la bacteria específica de la sífilis. A partir de esos años, el diagnóstico ya no
sólo dependía del criterio subjetivo y clínico del médico, sino también de los
análisis de laboratorio (Otero, 1910, p. 163; Raso, 1919, p. 19).
Al tiempo del cambio de paradigma con la bacteriología, las campañas
antisifilíticas como las de 1908 y la de 1918 fueron cada vez más agresivas, al
11
Cita del cuento “Feminista” de Emilia Pardo Bazán (1909), Díptico. Cuentos. El relato
narra la historia de un hombre desahuciado, quien debido a los achaques y malestares de su
enfermedad decide casarse para tener una “enfermerita” que lo cuide (pp. 49-51).
12
Para profundizar en el paradigma de la bacteriología y la historia de la etiología de las
enfermedades bacterianas con los postulados de Robert Koch, véase Turnes (2007, pp. 20 y ss.).
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definir a la sífilis como una verdadera plaga social y peligro colectivo. Se trató
de imponer una vigilancia médica forzosa para todos los sifilíticos y la práctica de que ningún paciente podía negarse a recibir atención médica, pues de
lo contrario sería denunciado ante las autoridades sanitarias y las corporaciones de vigilancia del Consejo de Salubridad como la Sociedad Mexicana
Sanitaria y Moral de Profilaxis de las Enfermedades Venéreas (Suárez, 1917,
p. 747). También se implementaron nuevas estrategias como la de reformar
los códigos tanto civiles como sanitarios y publicar en la prensa boletines de
salud; establecer por primera vez la presentación de certificados médicos de
buena salud como requisito, no obligatorio, para contraer matrimonio (Carrillo, 2010, pp. 65-68). Todas estas acciones terminaron con la vieja tradición
del secreto médico de mantener la secrecía para proteger la vida privada de los
varones infectados; y en las modernas clínicas o departamentos antivenéreos
de los nosocomios como el Hospital General o el Militar lo que menos importó fue la discreción y el ocultamiento.
Durante esos años de las campañas antisifilíticas, cambiamos la explicación según el círculo concéntrico y revisamos la experiencia vital de Rafael,
¿cómo construyó alivio para su cuerpo enfermo y logró enfrentar el rechazo social y cultural de las campañas?, ¿qué hizo consigo mismo para seguir
viviendo? Es un hecho que no se derrotó, sino que buscó nuevos sentidos a
su vida y cuidó de sí mismo a través de un matrimonio concertado con una
humilde enfermera.
Hacia mediados de la segunda década del siglo xx la sífilis de Rafael
avanzó hacia la tercera etapa, la más agresiva y dolorosa de todas. En ese momento, ya no funcionaban las curaciones que se hacía en su domicilio particular, por lo que a partir de 1917 –según se refiere en el juicio de divorcio–,
comenzó a acudir a las instalaciones del Hospital Médico Militar de Instrucción, en particular a la Clínica de Enfermedades Venero-Sifilítica creada en
1892 y que albergaba la Escuela Médico Militar, especializada en la práctica
quirúrgica y el tratamiento de la sífilis (Moreno Guzmán, 2016, 2017). No deja
de ser atípico que un ricachón del nivel de Montes de Oca asistiera a la institución del Hospital Militar, ya que en esos años las personas de cierto poder
adquisitivo no atendían sus enfermedades en los hospitales, normalmente se
trataban en la comodidad de sus domicilios particulares. Además, hay que
considerar que en dicho nosocomio se atendían a los militares infectados de
sífilis que, según las investigaciones de Carrillo (2010, p. 729) representaban
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una verdadera crisis epidemiológica entre los miembros del cuerpo castrense
hasta llegar a representar la tercera parte de los efectivos.
Aunque desconocemos las razones por las cuales comenzó a curarse en
el Hospital Militar, es un hecho que en dicho nosocomio recibió los servicios
médicos del doctor Alfonso Jiménez O’Farril –según se refiere en el juicio
de divorcio–, facultativo que lo siguió tratando durante muchos años, hasta
1928. La presencia del doctor O’Farril en la vida de Rafael fue muy importante
no sólo porque lo atendió con destreza, sino porque también tuvo como enfermera asistente a María Ríos Cárdenas, así que dicho médico fungió como
una especie de Celestino que presentó al sifilítico con la enfermera.13
María Ríos Cárdenas era una provinciana que desde muy joven llegó a
la ciudad de México, y con muchos esfuerzos logró formarse como enfermera
en el Hospital General entre 1914 y 1918. Cuando por fin consiguió su título
de primer nivel en marzo de 1918 fue mandada en comisión a la Clínica de
Enfermedades Venero-Sifilítica del Hospital Militar. Para María fue una verdadera oportunidad su traslado a dicho nosocomio pues duplicó su salario de
1.50 pesos diarios que ganaba en el Hospital General a tres pesos en el Militar.14 Vale la pena señalar que, en la época, la profesión de las enfermeras era
mal vista y se consideraba que realizaban labores similares a las de sirvientas
(Torres Barrea y Zambrano-Lizárraga, 2010; Villeda García, Rodríguez-González y Córdova-Ávila, 2010), por lo que la vida para María no fue nada fácil.
Pero Ríos Cárdenas sólo duró en dicho puesto menos de tres meses, pues el
18 de junio del mismo año presentó su renuncia y diez días después contrajo
matrimonio civil con Rafael. Fue una boda sencilla en la populosa colonia
Guerrero, donde vivía María Ríos, incluso los testigos fueron sus vecinos circunstanciales, pues según información del acta de matrimonio, dos de ellos
vivían en una calle aledaña y pernoctaban en los dormitorios públicos del
Estanco de Mujeres.15
Durante el juicio de divorcio el médico Jiménez O’Farril presentó un peritaje el 3 de julio
de 1928 en el que señaló que conoció a María Ríos como enfermera en la Sala de Venero Sífilis
del Hospital Militar y que después, ya como esposa de Rafael Montes de Oca, le mandó aplicar
las inyecciones de Neosalvarsán. tsjdf. Cárdenas. 1928. Exp. 399734, fs. 1734. agn, México.
14
Osornio, Enrique. General de Brigada. Médico Cirujano, Jefe del Departamento del
Cuerpo Médico Militar de la Secretaría de Guerra y Marina. Relación de los servicios prestados
en el cuerpo de Médico Militar por la enfermera titulada María Ríos Cárdenas. 23 de junio de
1918. Secretaría de Guerra y Marina. tsjdf. Cárdenas. 1928. Exp. 399734. agn, México.
15
tsjdf. Cárdenas. 1928. Exp. 399734, fs. 1-2. agn, México. Para profundizar en el tema de
los dormitorios públicos en la Ciudad de México a principios del siglo xx, véase Barbosa (2003).
13
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Diez años después de este matrimonio, la fama pública de María Ríos
como una feminista destacada provocó que un periodista de La Prensa publicara una versión romántica de cómo sucedió la boda, en el texto que subtituló
“Dejó su profesión por el hogar y éste fue un calvario”:
Allá, cuando las huestes constitucionalistas eran dueñas y señoras de la metrópoli, se iniciaron los amores, por demás románticos, de una enfermera del Hospital Militar y un acaudalado señor que rebozaba de juventud y energías. Este
se prendó locamente de aquella muchacha que salía diariamente del hospital,
ubicado en el Cacahuatal y todas las compañeras de ella supieron de aquellos
amores que hace 11 años terminaron en el altar y en las oficinas del Juez del
registro Civil, quien sancionó el enlace en el domicilio de ella, 181 de las calles
de la Mosqueta. La señorita María Ríos Cárdenas y el señor Rafael Montes
de Oca, eran esposos ante la ley, a las siete de la noche del 29 de junio de 1918.16
Aunque el periódico La Prensa quiso dibujar una relación romántica en
la que la joven provinciana se dejó deslumbrar por el ricachón capitalino, lo
que muy probablemente sucedió fue un arreglo material entre el acaudalado
Montes de Oca y la enfermera María Ríos Cárdenas. La revisión del juicio
de divorcio y los archivos Histórico de Notarías de la Ciudad de México y
el Histórico de la unam nos corroboran la hipótesis de que el matrimonio
fue un acuerdo monetario en el que la enfermera especializada en cuidados
de sifilíticos se comprometía a cuidar al enfermo a cambio de importantes
beneficios como el traslado de dominio de ciertas propiedades; el traspaso a
su nombre de la propiedad de una industria de plumaje; y la posibilidad de
estudiar una carrera profesional en la Universidad de México. Después de su
matrimonio en junio de 1918, a los dos meses, en agosto, María comenzó la
carrera de Profesora de Lengua y Literatura Castellana en la Escuela de Altos
Estudios de la Universidad de México, misma que concluyó en 1920 y luego
realizó sus primeros ensayos como periodista.17
16
“Una nueva tragedia del matrimonio”, La Prensa. Diario Ilustrado de la Mañana, t. 1,
núm. 253, viernes 10 de mayo de 1929.
17
Los documentos notariales en los que Rafael transfiere propiedades a María, a través
de terceros, ya que el derecho civil prohibía ese tipo de transacciones entre esposos, son los
siguientes: Notario 39. Nicolás Tortolero y Vallejo. Vol. 174, 25 de septiembre de 1924, fs. 5663. Escritura 10780. Compraventa. Emilia Águila viuda de Huerta, Rafael Montes de Oca y
María Ríos Cárdenas de Montes de Oca; Notaría 40. Ramón Cosío González. Vol. 56, 9 de
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Cuando Rafael y María se casaron en 1918 él tenía 55 años y ella 27, y
lo celebraron bajo los lineamientos que establecían los artículos 1º y 17 de la
moderna Ley sobre Relaciones Familiares decretada por Venustiano Carranza en 1917, entre cuyos requisitos estaba el certificado médico de buena salud,
que más bien era facultativo y no obligatorio, pues sólo se fundamentaba en
la “protesta de decir verdad de que los pretendientes no tienen impedimento
para celebrar matrimonio” (Carranza, 1917, p. 9). Aunque en la campaña antisifilítica de 1918 se señalaba que el Consejo Superior de Salubridad revisaría
que los jueces del registro civil respetaran el mandato de exigir a los solicitantes de matrimonio “las pruebas fehacientes de estar indemnes de la avería”.18
De cualquier manera, Rafael presentó un falso certificado médico de
buena salud emitido por el médico Pérez Amador, practicante del Hospital
Militar, quien por cierto también fue testigo de su boda y era vecino de María. Ya fuese por el desorden que había dejado la fase más combativa de la
revolución mexicana, o porque apenas comenzaba a operar el Departamento
de Salubridad Pública, pero lo cierto es que los certificados médicos prenupciales apenas si se usaban.19 Es importante resaltar que sólo se presentó el
certificado médico de Rafael Montes, pues al parecer el de María Ríos no fue
necesario. En la condena social contra la sífilis para el ámbito familiar, la carga
moral recaía básicamente sobre el varón, pues se sobreentendía que una novia
llegaba virgen al matrimonio por lo que era menos probable que padeciera
alguna enfermedad de transmisión sexual.
Más allá de considerar al certificado médico de buena salud de Rafael
como un documento falso o un acto de corrupción emitido por un practicante médico y amigo personal de los novios, es pertinente considerarlo como
septiembre de 1926, fs. 124-126. Escritura 2557. Cesión Rafael Montes de Oca e Ygnacio Ocampo
y Amezcua; Vol. 57, 9 de septiembre de 1926, fs. 117-120. Escritura 2558. Cesión Ygnacio Ocampo y Amezcua a María Ríos Cárdenas de Montes de Oca. ahncm, México. Los datos sobre la
formación profesional de María en: 1908-1956. Ríos Cárdenas, María. Fondo Historia Escolar.
Ramo Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación. Exp. 19/221. Archivo
Histórico de la unam (en adelante ahunam), México.
18
Campaña contra la propagación de la sífilis. Archivo Histórico de la Secretaría de Relaciones Exteriores (en adelante ahsre). Disposiciones generales para evitar la propagación de la
avería. Se lleva por acuerdo presidencial al Consejo de Ministerios. 1918. Clasf. 18-1-131, fs. 6-8.
agn, México.
19
Casi diez años después de la creación del Departamento de Salubridad, en 1926 el
periodista Pablo de Góngora señalaba la poca práctica del certificado médico con esta frase
punzante: “No hay que criticar la intención, sino la inocencia de su práctica posible” en “Los
matrimonios salubres”, El Universal. El Gran Diario de México, domingo 6 de junio de 1926.
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la abierta confrontación que realizó un sifilítico en contra de la creciente y
agresiva política antivenérea del gobierno, pues logró poner en entredicho el
supuesto valor objetivo del documento. Fue un verdadero acto de autoafirmación en su subjetivación procesual. Además, el matrimonio del sifilítico
con la enfermera no fue para cumplir los objetivos que establecía el Estado de
difundir una procreación sana cuyos hijos fuertes y saludables mejorarían la
raza, sino para fines personales muy distintos.
En esta lógica, el acto de afirmación que realizó Rafael fue casarse aun
siendo sifilítico, construyéndose al mismo tiempo un futuro para gobernarse por sí mismo. De alguna manera, realizó el acto simbólico de la posesión
de una mujer, pero no para tener sexo con ella o buscar la procreación, sino
que se buscó su propia enfermera especializada para que lo cuidara en forma privada y ya no tener que ir a la sala de sifilíticos del Hospital Militar
de Instrucción y exponerse a las miradas inquisitivas de los demás. Rafael
logró construir un cuidado intermedio entre el brindado por los especialistas
hospitalarios, pero lejanos emocionalmente y el familiar, cercano emocionalmente pero poco especializado. Con su esposa-enfermera logró conciliar ambos cuidados, el emocional y el de una profesional especializada en cuidados
venéreos. El cuento “feminista” de la famosa escritora española Emilia Pardo,
de 1908, cuya cita incluimos en el título del subtema, nos demuestra que era
una práctica reconocida en la cultura hispanoamericana el que los hombres
ricos y enfermos buscaran una “esposa enfermerita” para que los cuidara
(Pardo, 1909, pp. 49-51).
A cambio de los esmerados y profesionales servicios de enfermería que
prestaba, María comenzó a vivir como una señora propietaria, algo que su raquítico sueldo de enfermera nunca le hubiera permitido. Pero el matrimonio
no sólo fue en beneficio de María, sino que también Rafael comenzó a cambiar sus ocupaciones y dedicó mucho más tiempo al cuidado de sí mismo. Si
en su acta de matrimonio de 1918 Rafael firmó como “industrial” porque en
aquella época él administraba su empresa de plumaje, después de 1920 en sus
documentos notariales comenzó a firmar solamente como “comerciante” y
María pasó a ser la propietaria de la empresa de plumaje.20 Así que un segundo acto de cuidado de sí que realizó Rafael fue dejar el desgaste cotidiano de
20
Notario 39. Nicolás Tortolero y Vallejo. Vol. 174, 25 de septiembre de 1924, fs. 56-63.
Escritura 10780. Compraventa. Emilia Águila viuda de Huerta, Rafael Montes de Oca y María
Ríos Cárdenas de Montes de Oca. ahncm, México.
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dirigir una empresa, y entre 1920 y 1926 se dedicó sólo a actividades de prestamista que seguramente le dejaron más tiempo para redefinir su identidad
desde un mayor cuidado de sí mismo.
Durante los años de matrimonio, de 1918 a 1927, la sífilis terciaria de Rafael entró a su peor etapa. Su médico de cabecera, el doctor Alfonso Jiménez
O’Farril –quien emitió un certificado médico durante su juicio de divorcio en
1928–, describió con un lenguaje frío y descarnado la precisa historia sifilítica
de Rafael Montes de Oca,
El médico cirujano que suscribe, legalmente autorizado para ejercer su profesión, certifica: que hace varios años (unos seis) [1922] presté mis servicios
profesionales al señor rafael montes de oca en su domicilio de la Plaza
de Santiago. En dicha época el señor Montes de Oca, presentaba ya signos y
síntomas característicos avanzados y inconfundibles de una infección luética
en su tercer periodo (Sífilis cerebro espinal) padecimiento cuyo principio databa por lo menos de veinte años [1902], más o menos. (Reacción positiva de
Wasserman. Reacciones positivas en líquido cefalo raquideo, etc. Abolición de
reflejos) Es decir, presentaban el último periodo de su padecimiento. Fue sujetado a inyecciones intrarraquídeas de suero mercurializado de caballo, aplicaciones de Neo Salvarsan en dosis progresivas e inyecciones de sales de bismuto
(Quimby). Estas últimas inyecciones fueron aplicadas por su esposa a quien
recomendé lo hicera por haberla conocido como enfermera de la Sala de Venero Sífilis del Hospital Militar de Instrucción, Practicante de dicho Hospital.
[Dr. Alfonso Jiménez O’Farril].21
De un plumazo, el doctor O’Farril le impuso a Rafael el dictamen de
estar viviendo el último periodo de su padecimiento y de su vida. Y tal vez no
era para menos, pues la etapa terciaria de la sífilis era descrita con esta lastimera sintomatología en 1917:
La sífilis cerebro medular con ataxia locomotriz ataca las funciones cerebrales y provoca: diversas parálisis, hemiplejia, paraplejia; perturbaciones de los
sentidos, perturbaciones intelectuales como delirio, estupidez, enajenación,
demencia, etc. Un sinfín de degeneraciones cuyo fin último es la muerte. Si el
21
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paciente llega a sobrevivir queda con invalidaciones permanentes y definitivas, parálisis y decadencia intelectual. (Suárez, 1917, pp. 749-750).
Según las descripciones médicas de la época, las inyecciones intrarraquídeas de suero de mercurializado de caballo y el arsenical de Neo Salvarsán
que le aplicaban a Rafael eran muy dolorosas,22 y los efectos de dichos medicamentos eran incluso peores que los malestares de la enfermedad debido a
su gran toxicidad, provocando abscesos, encefalitis, neuritis, miopía, anemia,
toxicodermias, estomatitis, alteraciones de riñones e hígado, alteraciones en
el sistema nervioso y los sentidos, anemia, fiebres y trastornos en la nutrición,
entre muchos otros efectos.23 Por lo que podemos imaginar los continuos dolores con los que vivió Montes de Oca esos años de su vida.
Metafóricamente hablando, a diferencia de su juventud, cuando, probablemente, Rafael se entregó al placer y se contagió de sífilis; ahora en su
madurez, con una sífilis terciaria y agresivos tratamientos médicos que lo imposibilitaban por mucho tiempo, tuvo que renunciar al placer sexual, pero
fue una renuncia parcial al mundo y a él mismo, “una especie de muerte diaria”, como la llama Foucault (2008, p. 166).
Así que, según el modelo de objetivación del régimen médico bacteriológico, Rafael ya no tenía casi ninguna posibilidad de seguir viviendo, pero
en sentido contrario a la derrota del discurso científico, él no se entregó a
la desmoralización de “ya no hay nada que hacer, más que esperar la muerte”, sino que cuando la sífilis atrofió cada vez más y más su cuerpo, Rafael
también acentuó el cuidado de sí mismo en los términos foucaultianos y logró
reinventarse una vez más.
EL CLÍMAX DE LA SUBJETIVACIÓN: EL ARTISTA
El año de 1926 fue de una coyuntura fundamental no sólo en la vida de Rafael Montes de Oca sino también en la política de la salud pública del Estado
mexicano cuando se instauró plenamente lo que la prensa de la época llamó
tsjdf. Cárdenas. 1928. Exp. 399734. agn, México.
Para profundizar sobre los efectos nocivos de los tratamientos antisifilíticos en el pasado, véase Leitner, Körte, Edo y Braga (2007).
22
23
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“la dictadura sanitaria” y se estableció una dura persecución en contra de los
sifilíticos a través de las campañas antivenéreas. Revisemos ambos procesos.
En el círculo explicativo del ámbito de la política de salud pública, los
años veinte significaron un cambio radical en las acciones de los gobiernos
posrevolucionarios porque se impuso “la dictadura sanitaria”, entendida
como una nueva forma de gubernamentalidad higienista que supuestamente
enfrentaría agresivamente los problemas colectivos. La salud pública quedó
bajo el dominio absoluto de la eugenesia médica que dio facultades ilimitadas
a la Dirección de Salubridad Pública en actividades como las inspecciones
médicas generalizadas, los servicios de higiene escolar y las múltiples campañas antivenéreas (Carrillo, 2002, p. 24).
Las nuevas tecnologías de dominación trataron de objetivar los cuerpos de los sifilíticos como los causantes de la decadencia y la degeneración,
por lo que se crearon discursos eugenésicos para alejarlos del matrimonio,
argumentando una relación directa entre raza y patria. El Estado debía controlar en todas sus manifestaciones la vida reproductiva de las personas y decidir si estaban o no aptos para contraer matrimonio, así que ya no era posible
dejar al azar las uniones amorosas, pues lo más importante era propagar una
cultura de individuos sanos (Natividad, 2016, p. 91). La norma por excelencia
de este cambio discursivo fue el nuevo “Código sanitario” de 1926 que en sus
artículos 129 y 131 no sólo insistió en la importancia de tener relaciones sexuales exclusivas en el matrimonio, sino que también impuso la persecución del
secreto médico y la obligatoriedad del certificado médico de buena salud para
contraer matrimonio.24
En lo que respecta al secreto médico se intentó imponer un control
estricto sobre los médicos para que notificara a las autoridades del estado de
salud de sus pacientes anotando nombre, apellido y domicilio, y si algún paciente abandonaba su tratamiento se debería informar al Departamento del
Consejo Superior de Salubridad.25 La información sobre los peligros de la sífilis
se difundió por todos los medios a través de pláticas, conferencias, exhibición
de películas y carteles, así como llevada a todos los sectores de la sociedad como
“Código Sanitario de los Estados Unidos Mexicanos”, en Diario Oficial. Órgano del Gobierno Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, martes 8 de junio de 1926, t. xxxvi, núm.
31, pp. 367-456.
25
Campaña contra la propagación de la sífilis. ahsre. Disposiciones generales para evitar
la propagación de la avería. Se lleva por acuerdo presidencial al Consejo de Ministerios. 1918.
Clasf. 18-1-131. agn, México.
24
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cárceles, regimientos militares, escuelas, mercados, vía pública, centros populares, teatros y circos (Inauguración, 1927, pp. 162-174). En los cientos de folletos
que se imprimieron se insistía en que ya el secreto médico resultaba “una moral
inverosímil” que pretendía sacrificar inocentes para proteger culpables, era un
prejuicio –decían los folletos– permitir entrar la sífilis al hogar argumentando
decencia (Gastelum, 1926, pp. 386-390). Finalmente, el secreto médico perdió
importancia en el diagnóstico y tratamiento de los enfermos varones.
Por lo que respecta al certificado médico de buena salud como requisito
para el matrimonio se volvió absolutamente obligatorio, pues como señala
el doctor Gastelum (1926) “ya no deberían existir matrimonios indeseables”
(p. 27), así que tanto los jueces del registro civil como los sacerdotes de los
cultos estaban obligados a exigir dichos certificados a los contrayentes, tanto
hombres como mujeres. Además el certificado ya no era un simple juramento
de decir la verdad por parte del médico o el contrayente, sino que debían presentarse los estudios de laboratorio de la reacción Wassermann u otra equivalente; es decir, implicaba el análisis de sangre serológico para corroborar que
no se padeciera ninguna enfermedad venérea.
Esta práctica era difundida bajo el eslogan “sanar es eugeniezar”, buscando crear hombres y mujeres aptos para las nuevas necesidades de la sociedad y libres de enfermedades hereditarias o venéreas, además de la promoción
de una supuesta salud moral que con prácticas higiénicas de abstinencia los
varones lograrían impedir el contagio (Natividad, 2016, p. 93). Las críticas de
la prensa a esta nueva dictadura sanitaria no se hicieron esperar y en distintos
editoriales de El Universal se insistía que el gobierno sólo estaba promoviendo
una hipocresía social que aumentaría las inmoralidades pública y burocrática. Y en son de burla decía que dicha obsesión controladora era como vivir el
viejo refrán: “Si quieres vivir sano, hazte viejo temprano.”26
En el círculo concéntrico de la experiencia vital de Rafael, en ese mismo año de 1926, y en un proceso totalmente opuesto a la dictadura sanitaria,
vivió una fuerte crisis médica y sintió muy cercana la muerte, por lo que realizó cambios muy significativos en su vida que reflejaron un creciente cuidado
de sí mismo. Cabe señalar que para esa fecha tenía 64 años, por lo que no cabe
duda de que era un hombre muy resistente y que ni siquiera la devastadora
sífilis logró arrancarle años a su longeva vida. Su edad estaba muy por encima
“El matrimonio y la salud. La peligrosa dictadura sanitaria. Los matrimonios y la ley
sanitaria”, El Universal. El Gran Diario de México, domingo 6 de junio de 1926, pp. 1 y 6.
26
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de la esperanza de vida de la época que apenas si llegaba a los 40 años (Alba-Hernández, 1976, p. 33).
Uno de los cambios que Rafael realizó fue reconocer en marzo de 1926
a su único hijo natural, quien tenía más de 30 años y había formado un matrimonio y procreado cuatro hijos. Un semestre después, cuando continuó su
crisis médica, cedió algunas de sus hipotecas a nombre de su esposa. Pocos
días después redactó su primer testamento, nombrando a María Ríos como
su única y universal heredera y albacea de sus bienes.27 Por razones inexplicables, tal vez por culpa moral o porque María asumió un comportamiento
cada vez más interesado, un mes después modificó dicho testamento y decidió dividir su fortuna en dos partes iguales, la mitad para María y la otra para
su hijo natural.28
Pero el cambio más importante que acentuó la subjetivación de Rafael
fue que en 1926 dejó de firmar sus documentos notariales como “industrial”
o “comerciante”, por lo que podemos suponer que decidió alejarse de la actividad política o pública de la industria o el comercio y comenzó a usar la
autodefinición de “artista”, como para señalar que se estaba ocupando de sí
mismo.29 Más allá de considerarlo como un simple añadido en sus firmas notariales, podemos proponer la hipótesis de que Rafael le dio un nuevo sentido a su vida, centrada ahora en su creación artística como escultor. Según
el documento pericial presentado por el doctor Jiménez O’Farril durante el
juicio de divorcio en el año de 1928, Rafael llevaba, por lo menos, seis años
recibiendo el agresivo tratamiento de mercurio y arsénico.30 Él estaba cansado
Notario 40. Ramón Cosío González. Vol. 158, 10 de septiembre de 1926, fs. 115-116. Escritura 2559. Testamento público abierto. Rafael Montes de Oca. ahncm, México.
28
Notario 40. Ramón Cosío González. Vol. 159, 20 de octubre de 1926, f. 154. Escritura
2615. Testamento público abierto. Rafael Montes de Oca. ahncm, México.
29
Rafael firmó como “artista” en los siguientes documentos: Notario 40. Ramón Cosío
González. Vol. 56, 9 de septiembre de 1926, fs. 124-126. Escritura 2557. Cesión. Rafael Montes
de Oca e Ygnacio Ocampo y Amezcua; Vol. 57, 9 de septiembre de 1926, fs. 117-120. Escritura
2558. Cesión Ygnacio Ocampo y Amezcua, María Ríos Cárdenas de Montes de Oca; Vol. 158,
10 de septiembre de 1926, fs. 115-116. Escritura 2559. Testamento público abierto. Rafael Montes
de Oca; Vol. 59, 20 de octubre de 1926, f. 154. Escritura 2615. Testamento. Rafael Montes de
Oca; Vol. 74, 9 de septiembre de 1926, fs. 81-82. Escritura 3644. Protesto. Juan Suárez Ramírez
a Rafael Montes de Oca; Notario 40. Licenciado Álvaro Ysla adscrito encargado. Vol. 73, 9 de
septiembre de 1926, fs. 136-138, Escritura 3698. Testamento y revocación Rafael Montes de Oca;
Vol. 75, 28 de abril de 1928, fs. 115-118. Escritura 3710. Compraventa. Rafael Montes de Oca e
Ygnacio Ocampo y Amezcua. ahncm, México.
30
tsjdf. Cárdenas, 1928. Exp. 399734, fs. 1734, agn, México.
27
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y necesitaba un nuevo sentido para su vida, así que el arte y los sentimientos
que le provocaba pudieron llevarlo a crear una ruptura con sus viejas formas
de ser; ya no se trataba de conquistar afuera una mejor posición económica,
sino de comenzar a profundizar en su mundo interior. Así que Rafael se enfrentó a la disyuntiva de desingularizarse de la enfermedad y recomponer su
corporeidad existencial en un ente creativo, en eso que Guattari (1996) llamó
un “Nuevo paradigma estético” (pp. 121 y ss.). A través de dicho paradigma
encauzó su creatividad procesual y logró alejarse, por momentos, de su dolido
cuerpo. Señala Guattari (1996) que el arte, como ninguna otra actividad creativa, tiene la capacidad mutante de invención de coordenadas y de engrandecimiento de cualidades (p. 130).
El gran cariño que Rafael tuvo por su arte escultórico lo llevó a nombrar delicadamente las obras de arte que heredaba a su esposa-enfermera, con
quien compartió sus experiencias de subjetivación en la enfermedad y también en la práctica de su expresión artística. El tránsito de los negocios al arte
puede presumirse como una nueva manera de enfrentar 30 años de sífilis y
reconstituir lo real con “afectos mutantes” de nuevas formas y modalidades,
además de posibilitar la emergencia de una obra de arte. En cada una de las
esculturas que realizó –de las que lamentablemente no pudimos conseguir
ningún registro–también estuvo dando forma a nuevas modalidades de subjetivación procesual (Guattari, 1996, pp. 22, 124).
EL FIN DE LA HISTORIA: RUPTURA
EN EL DIVORCIO Y EMERGE LA FEMINISTA
La parte final de la historia de las subjetivaciones de Rafael Montes de Oca
está marcada por el retroceso de muchos de los logros que había conseguido
hasta 1926, ya que entre 1927 y 1930 su nueva vida de artista se hundió en la
decadencia; era un anciano de 68 años y su sífilis terciaria ya había afectado
su sistema nervioso central provocándole una aguda ataxia, además de una
creciente psicosis medular.31 Así que vivió tres experiencias simultáneas: la
31
La ataxia es la progresiva pérdida del control muscular y de los movimientos voluntarios, que se desarrolla en la etapa terciaria de la sífilis, cuando la enfermedad invade el sistema nervioso central, provocando una neurosífilis y una creciente parálisis, además de una
evolución demencial progresiva, combinando la excitación intelectual y accesos maniacos con
estados depresivos. Véase Turnes (2007).
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vejez, el deterioro de su cuerpo debido a una devastadora enfermedad y una
prolongada muerte.
Aunque no podemos probarlo plenamente, suponemos que la ruptura
de la relación entre Rafael y María inició en el segundo semestre de 1926,
según el contenido de los documentos notariales; el rompimiento total sucedió cuando María promovió la demanda del juicio de divorcio necesario
en marzo de 1928.32 Con la información que poseemos la reconstrucción del
proceso es la siguiente: en la biografía de María Ríos reconocemos que ella
nunca estuvo enferma de sífilis, así que podemos suponer que no tuvo vida
íntima con su esposo-paciente y sólo fue su esposa-enfermera, por lo que el
matrimonio fue sólo una relación de camaradería y de beneficios mutuos,
pero no de intimidad sexual. Pero esa relación de amistad comenzó a romperse cuando en 1926 Rafael redactó su testamento: en la versión de septiembre
nombró a María su heredera universal,33 pero un mes después cambió de parecer y en la nueva redacción dividió en partes iguales sus bienes para María
y su hijo natural.34 Dicho testamento de octubre incluyó una cláusula muy
importante: Rafael señaló que todo su dinero en efectivo lo tenía depositado
en un banco de Montreal a nombre suyo y de su esposa, por lo que podemos
proponer la hipótesis de que María hizo uso de dicho capital y tan sólo dos
meses después, en diciembre de 1926, pudo capitalizarse e iniciar el proyecto
más ambicioso de su vida, la fundación de una importante revista que le permitió asumirse públicamente como una feminista de vanguardia y comprometida con las luchas más preclaras del feminismo mexicano, la revista Mujer.
Periódico Independiente para la Elevación Moral e Intelectual de la Mujer, que se
publicó del 12 de diciembre de 1926 al 12 de diciembre de 1929.
Ahora bien, las razones de la ruptura pueden ser las siguientes: la primera, para María no fue justo que después de diez años de cuidarlo pacientemente, Rafael hubiese incluido a un hijo natural en la repartición de sus
bienes en la segunda versión del testamento. La segunda razón, después de
conocer el segundo testamento y de usar el capital familiar en su beneficio,
María actuó por su propio interés, así que se concentró en su revista y comenzó a descuidar a su esposo enfermo. Para Rafael no fue justo que María utilitsjdf. Cárdenas, 1928. Exp. 399734, f. 1734. agn, México.
Notario 40. Ramón Cosío González. Vol. 158, 10 de septiembre de 1926, fs. 115-116. Escritura 2559. Testamento público abierto. Rafael Montes de Oca. ahncm, México.
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Notario 40. Ramón Cosío González. Vol. 159, 20 de octubre de 1926, f. 154. Escritura
2615. Testamento público abierto. Rafael Montes de Oca. ahncm, México.
32
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zara el capital familiar en un proyecto feminista, por lo que su reacción desde
el primer momento fue de desagrado y la tensión entre la pareja comenzó a
crecer más y más.
Durante ese tiempo María se volvió más famosa y más “pública” en el
sentido de desenvolverse en la esfera de las relaciones públicas, y la convivencia con su esposo sifilítico se fue deteriorando. Podemos tratar de entender el
malestar de Rafael, pues a su ya de por sí dañada imagen pública de ser un
sifilítico en fase terminal se sumó la de ser esposo de una feminista. La tercera
razón de la crisis marital pudo haber sido la avanzada enfermedad de Rafael
que lo fue sumiendo en una progresiva psicosis medular e hizo imposible
sostener la convivencia marital. Alguna de las tres anteriores, o todas juntas,
fueron las probables razones de la ruptura marital entre Rafael Montes de
Oca y María Ríos Cárdenas.
En los siguientes tres años (1927 a 1929) la revista de María Ríos se convirtió en una de las más famosas de la época, era una publicación de vanguardia en todos los sentidos, así que María pasó de ser enfermera cuidadora de
un sifilítico a una de las plumas feministas más reconocidas; se relacionó con
múltiples grupos de mujeres en México, Estados Unidos y Argentina; desarrolló proyectos muy importantes como entrevistar a las mujeres más brillantes de México, lanzar y patrocinar un concurso que buscaba a las mujeres más
relevantes de la vida pública de México intitulado “La mujer más inteligente
de México”, así como escribir múltiple artículos sobre familia, salud, higiene,
matrimonio, divorcio y trabajo femenino. También se dejó seducir por el teatro y escribió crónicas llenas de una enorme pasión y se vinculó con figuras de
la política nacional, lo que le permitió ser representante del sector femenil en
el Partido Nacional Revolucionario, imagen pública que a la vuelta de algunos
años le permitió convocar a los congresos feministas Nacional de Obreras y
Campesinas de 1931 y 1932 y escribir en 1942 su obra más importante, La mujer
mexicana es ciudadana, texto fundacional del movimiento feminista mexicano
y que la convirtió en una de las más fieles luchadores del voto femenino. No
cabe duda que María Ríos Cárdenas (1942) desarrolló nuevas cualidades en su
faceta de feminista, en las que contó con profesionalismo, audacia, inquietud,
diplomacia y negociaciones con las esferas del poder y una fuerza de individualidad muy marcada. Fue una mujer de poder que supo luchar por los derechos de las mujeres y, en muchas circunstancias, como en el mundo laboral,
demandó derechos iguales a los de los varones. Dichas cualidades la han con-
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vertido en una de las feministas más biografiadas por la historiografía, pero
hasta ahora se desconocía su pasado de esposa-enfermera de un sifilítico.35
A través de su revista, María se sumó a las campañas antisifilíticas de
la dictadura sanitaria del gobierno y constantemente publicó artículos de la
“Sección de Propaganda y Educación Higiénica del Departamento de Salubridad Pública de México”. Pero también de su propia pluma escribió el texto
“Peligrosa sífilis contagiosa”, en el que daba infinidad de consejos a las jovencitas para no casarse con hombres sifilíticos y les indicaba cómo prepararse
para su importante papel de esposas y madres. No deja de ser escalofriante
pensar en las imágenes que pasaron por la mente de María cuando escribió el
siguiente párrafo,
[…] la sífilis es eminentemente contagiosa, la persona que la sufre puede transmitirla con la mayor facilidad, en un beso, cuando se utilizan objetos infectados por los enfermos, como vasos, tohallas, cepillos, etc. y cuando un enfermo se descuida y llega la sífilis a cierto grado, los estragos en el individuo son
terribles, porque ataca absolutamente a todo el cuerpo y es causa de grandes
sufrimientos, entre otros: la parálisis y la locura… Todo esto puede evitarse,
cuando tanto el hombre como la mujer, conscientes de sus altos deberes en
relación con la maternidad, procuren elegir por cónyuge a una persona sana.36
¿Qué estaba pensando en realidad al redactar este párrafo?, ¿cada vez
era mayor su desprecio hacia Rafael? De cualquier manera, ya se había transformado en algo muy distinto de lo que Rafael necesitaba en esos últimos
años de su vida. Lo que sí es un hecho es que a mediados de 1927 la pareja
elaboró conjuntamente un convenio de divorcio por mutuo consentimiento
–según lo señala la propia María en su demanda de divorcio–, lo que significa
que platicaron pacíficamente la disolución del matrimonio y llegaron a ciertos acuerdos, pero por razones desconocidas las negociaciones se rompieron
y llegó la batalla final.
La ruptura del matrimonio se puede constatar desde principios de 1927
cuando dejaron de habitar el acogedor domicilio conyugal del jardín y plaLas historiadoras que han trabajado a María Ríos Cárdenas son: Ramos Escandón
(1998); Tuñón (2002); Salguero Báez (2000, s. a. y 2007).
36
“Higiene y Salud”, Mujer. Periódico Independiente para la Elevación Moral e Intelectual de la
Mujer. Revista Mensual Ilustrada, año 2, núm. 3, 1 de marzo de 1927, p. 11.
35
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zuela de Santiago en Tlatelolco, en donde Rafael había vivido por 20 años, y
se trasladaron a un incómodo y pequeño departamento en la calle de Allende
que María pagó con las ganancias de la empresa de plumaje de la que se vanagloriaba de ser propietaria.
Unos días antes de que María presentara la demanda de divorcio necesario, Rafael firmó distintos documentos notariales en los que se fue deshaciendo de toda su fortuna, en enero de 1928 firmó el reconocimiento de una
deuda en un documento de Protesto de un pagaré por el exorbitante monto
de 15 000 pesos oro.37 Desconocemos las razones de tales acciones, bien pudo
haber sido para evitar que en el divorcio María le quitase la mitad de los gananciales, o también pudo haber sucedido que Rafael entró en una etapa crónica de psicosis medular.
De cualquier manera, el mismo año en que se aprobó el nuevo Código
civil de 1928 que incorporaba las nuevas disposiciones de la dictadura sanitaria, María presentó la demanda de divorcio necesario el 21 de marzo de 1928
acusando a su marido de haberse infectado de sífilis debido a su vida disipada
y con toda la mala intención mintió al decir que al momento de contraer matrimonio ella desconocía que su marido estuviese enfermo de sífilis. La guerra
ya fue de confrontación y sin cuartel, así que, a los dos días siguientes, el 23
de marzo, Rafael elaboró su tercer y último testamento en el que le quitó todo
a María y dejó toda su fortuna a su hijo natural, y si este llegase a fallecer la
herencia pasaría a su nuera y cuatro nietos.38
El hecho de quedarse sin el sustento económico de la fortuna de su
marido tuvo que haber sido un duro golpe para María, pues a pesar de sus
múltiples esfuerzos, y de haber subido el precio de su revista suplicando la
ayuda de sus amables lectoras,39 sólo pudo mantener su querida revista un
año y medio después de su ruptura “sentimental” con Rafael y en diciembre
de 1929 –cuando todavía no se emitía la sentencia final de su divorcio– se
despidió de sus lectoras con estas tristes pero combativas palabras,
Notario 40. Ramón Cosío González. Vol. 74, 17 de marzo de 1928, fs. 81-82. Escritura
3644. Protesto. Juan Suárez Ramírez a Rafael Montes de Oca. ahncm, México.
38
Notario 40. Licenciado Álvaro Ysla encargado. Vol. 73, 23 de abril de 1928, fs. 136-138.
Escritura 3698. Testamento y revocación Rafael Montes de Oca. ahncm, México; tsjdf. Cárdenas, 1928. Exp. 399734. agn, México.
39
María Ríos Cárdenas, “A los suscriptores y al público en general”, Redacción. Mujer.
Periódico Independiente para la Elevación Moral e Intelectual de la Mujer. Revista Mensual Ilustrada,
año 1, núm. 11, 1 de noviembre de 1927, p. 3.
37
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Hace tres años, el día 12 de diciembre de 1926, apareció por primera vez la Revista mujer, dirigida y administrada por un grupo de muchachas. Con escasos
recursos, pero con un programa nuevo y con mucha fe en el triunfo, me lancé a
luchar por sostener un periódico de ideas avanzadas, como son las del feminismo… A últimas fechas y para llevar a cabo un balance general de los ingresos y
egresos habidos durante tres años que lleva de vida activa la Revista: con objeto
de precisar las fuerzas con que cuento; así como las bases sólidas sobre las que
deberá descansar en lo futuro el periódico; y en mi justo deseo de que la Revista
mujer tenga oficinas y a ser posible talleres propios, hago un alto en el camino,
interrumpiendo la publicación de esta Revista, para reanudarla cuando estime
necesario por haberse realizado para entonces los proyectos que menciono…
Expresadas las razones anteriores por las que voy a suspender, temporalmente,
la publicación de “mujer” y los proyectos que hay en cartera para beneficio
del periódico, sólo me resta manifestar nuevamente mi agradecimiento por las
finezas y atenciones de que he sido objeto por parte de los anunciantes, subscriptores y público en general y me despido con un hasta después.40
En lo que respecta a Rafael, resulta muy penoso seguir sus actuaciones
a lo largo de las más de 200 hojas del expediente del pleito judicial, pues sus
acciones fueron erráticas y estuvo pésimamente asesorado por sus abogados.
Durante todo el litigio una y otra vez cometió múltiples errores, siempre contestó de forma tardía y extemporánea los distintos autos, presentó fuera de
tiempo sus pruebas y omitió muchas formalidades jurídicas que lo fueron
dejando en desventaja en relación con su hábil y astuta consorte. Pareciera
que Rafael ya presentía su derrota en el divorcio y por eso se deshizo de todos
sus bienes.41
Un asunto relevante del juicio y que coincide con la invasiva política
de la dictadura sanitaria fue que todas las personas vinculadas al juzgado y al
juicio –magistrados, jueces, abogados, ministerio público, testigos, oficiales,
médicos, etc.– estuvieron enterados de que Rafael Montes de Oca padecía
una sífilis medular en tercera etapa. El propio Rafael nunca se preocupó por
defender su honor ni negar su enfermedad, más bien a lo largo de todo el
40
María Ríos Cárdenas, “Nuestro 3er Aniversario”, Mujer. Periódico Independiente para la
Elevación Moral e Intelectual de la Mujer. Revista Mensual Ilustrada, año 3, núm. 3, 1 de diciembre
de 1929, p. 2.
41
Notario 40. Vol. 75, 28 de abril de 1928, fs. 115-118. Escritura 3710. Compraventa Rafael
Montes de Oca e Ygnacio Ocampo y Amezcua. ahncm, México.
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proceso se empeñó en convencer al juzgado de que padecía dicha enfermedad
desde inicios del siglo, por lo que se infectó antes de contraer matrimonio. Lo
cual era cierto, pero no deja de ser insólita la transparencia con la que Rafael
se presentaba ante el juzgado. ¿Qué tan humillante pudo haber sido para un
hombre como él insistir que había estado enfermo de sífilis durante muchos
años y que su esposa se casó con él sabiendo la enfermedad que padecía? Si en
esa época la gente insistía en ocultar un mal tan vergonzoso, Rafael no tuvo
empacho en abrirlo públicamente. Este extraordinario comportamiento de
Rafael fue condenado por María con estas palabras: “con desvengonzante cinismo confiesa estar enfermo de sífilis medular desde antes del matrimonio”.42
El juicio de divorcio fue muy prolongado, duró de marzo de 1928 a enero de 1930, incluyó tres distintos procedimientos, un juicio de recusación, una
apelación y una revisión en segunda instancia. Finalmente, el último fallo de
la Primera Sala del Tribunal Superior de Justicia fue conceder el divorcio a
favor de María, mandar la repartición de bienes gananciales y la obligación
de Rafael Montes de Oca de dar una pensión alimenticia a su exesposa. Desconocemos qué pasó después del juicio, o si se ejecutó la sentencia o aplicó el
descuento de la pensión. Ni siquiera sabemos cuánto tiempo más sobrevivió
Rafael a este último y lastimoso proceso de su vida.
Tal vez para Rafael lo más doloroso de esta etapa de decadencia no fue
perder a su esposa-enfermera, ni deshacerse de su fortuna, ni siquiera perder
su juicio de divorcio; lo más doloroso para Rafael Montes de Oca fue perder la
dominación sobre sí mismo, su salud se deterioró a tal grado que ya no pudo
producirse a sí mismo con nuevas tecnologías del yo, su cuerpo estaba derrotado, la muerte lo acechaba, ya no pudo volver a fijar su identidad en función
del conocimiento de sí mismo ni lograr reconstruirse sin María. Por lo que al
tiempo que se emitió la sentencia del divorcio también perdió el poder de su
propia subjetivación. Toda su larga experiencia de vida y su incansable lucha
en contra de una enfermedad devastadora no le sirvieron de mucho. La muerte lo fue aislando de todo, pues como dice Norbert Elias (1989), “los que están
aquejados de dolores se van quedando solos” (p. 8).
Cada vez que Rafael asistía al juzgado para la realización de algunas de
las audiencias del divorcio causaba gran impacto entre el personal del tribunal,
pues no sólo veían a un hombre extremadamente longevo sino también a un
cuerpo lento, cansado, torpe y enfermo, su fragilidad y dependencia eran cre42
tsjdf. Cárdenas, 1928. Exp. 399734. agn, México.
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cientes; como dice Foucault, entre mayor es la anomalía mayor es el rechazo
social. Entonces, surgieron crecientes rumores sobre la historia del divorcio de
la feminista y su marido sifilítico, y en el diario La Prensa del 10 de mayo de 1929
se publicó la siguiente nota: “Nos sorprendió grandemente […] la enfermedad
del señor Montes de Oca, porque hemos tenido oportunidad de verlo y es un
hombre que a leguas revela la ataxia locomotriz. Su andar es difícil y si se miran
sus firmas en el expediente del juzgado, se ve que casi es inteligible su letra.”43
Poco a poco, Rafael ya no fue capaz de decidirse a sí mismo y la más clara manifestación de ello fue cuando alguien más tuvo que firmar a nombre de
él, bajo la forma judicial de “A ruego y encargo de…”. Ya no podía presentarse a
sí mismo, ni hablar por sí mismo, ni siquiera firmar por sí mismo. Su firma es
precisamente el mejor testigo de esa decadencia entre marzo y octubre de 1928,
como se observa en las imágenes 1-4 donde comparamos las firmas de Rafael
durante un semestre y finalmente a partir de octubre ya no pudo firmar.
Como epílogo podemos señalar que diez años después de la sentencia
de 1930 se comenzó a usar la penicilina de manera eficiente en el combate
contra la sífilis. Desde entonces, dejó de ser la temida y mortal enfermedad
que durante siglos mantuvo a raya las prácticas sexuales de muchas personas
de todos los grupos sociales.
CONSIDERACIONES FINALES
¿Cómo podemos considerar los más de 68 años de vida de Rafael Montes de
Oca? Aunque fue una vida muy longeva, la mitad de su existencia la vivió
enfermo de sífilis. Durante tantos años pudo sentir en carne propia el cambio
entre dos momentos históricos de la salud pública en México: de la moderada
política de salud pública del porfiriato que todavía respetaba los valores del
secreto médico, hacia la dictadura sanitaria de la posrevolución que persiguió
a los cuerpos sifilíticos.
¿Qué sentido tuvo haberse enfermado de sífilis? No cabe duda de que
dicha enfermedad fue un parteaguas para Rafael, las metas, los objetivos y los
logros que se pudo haber creado antes de la enfermedad tuvieron que transformarse radicalmente. Como lo pudimos ver a lo largo de su historia, gracias
“Una nueva tragedia del matrimonio”, La Prensa. Diario Ilustrado de la Mañana, t. 1,
núm. 253, viernes 10 de mayo de 1929.
43
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Imagen 1. Firma del 2 de abril de 1928.
Archivo General de la Nación, fondo tsjdf, sección Juicios ordinarios civil, vol. Juicio
de divorcio Ríos Cárdenas de Montes de Oca, María vs. Rafael Montes, 1928, exp. 399734, caja
2193, f. 11v.
Imagen 2. Firma del 3 de julio de 1928.
Archivo General de la Nación, fondo tsjdf, sección Juicios ordinarios civil, vol. Juicio
de divorcio Ríos Cárdenas de Montes de Oca, María vs. Rafael Montes, 1928, exp. 399734, caja
2193, f. 23.
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Imagen 3. Firma del 15 de agosto de 1928.
Archivo General de la Nación, fondo tsjdf, sección Juicios ordinarios civil, vol. Juicio
de divorcio Ríos Cárdenas de Montes de Oca, María vs. Rafael Montes, 1928, exp. 399734, caja
2193, f. 7.
Imagen 4. Firma del 3 de octubre de 1928.
Archivo General de la Nación, fondo tsjdf, sección Juicios ordinarios civil, vol. Juicio
de divorcio Ríos Cárdenas de Montes de Oca, María vs. Rafael Montes, 1928, exp. 399734, caja
2193, f. 14.
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a la sífilis Rafael realizó una constante resignificación de su propia subjetivación. Vivió una vida de sifilítico en revisión permanente y cuidó de sí mismo
durante más de 20 años. Si en 1918 se autodefinía como industrial y cuatro
años después se autonombraba como comerciante, nueve años más tarde,
en 1926, realizó la mayor de las transformaciones al convertirse en artista.
Así que vivió constantes procesos de desidentificación y nuevas subjetivaciones en los que también fueron cambiando los objetivos y logros de su vida.
Gracias al arte pudo alejarse por momentos de su lastimera sífilis terciaria,
y dedicar sus debilitadas capacidades en el gozo de la creación escultórica.
Durante esos momentos, como señala Foucault (2010), le dio a su existencia
una forma totalmente distinta, “una forma que es la verdadera vida” (p. 200).
Aunque la ciencia médica y la política de salud pública de la época que
vivió Rafael le impusieron una degradante identidad a su cuerpo sifilítico y
lo objetivaron como decadente y degenerado condenándolo a vivir marginado de la sociedad, él confrontó a los poderes públicos cuando, a pesar de las
estrictas prohibiciones, pudo casarse y resignificar la institución matrimonial
de una forma muy distinta al discurso eugenésico en boga. Así que, en plenas
campañas antisifilíticas, Rafael no se entregó a la renunciación de la vida, ni
obedeció la norma de separar a los enfermos de los sanos, y más que esconderse y ocultarse, construyó su propio proceso de autogobierno y de prácticas
del yo al cuidar constantemente de sí mismo en una subjetivación procesual.
No cabe duda de que la convivencia por diez años entre Rafael Montes
de Oca y María Ríos Cárdenas fue un parteaguas fundamental para la vida de
ambos. Gracias a su esposa-enfermera, Rafael pudo resignificar su vida. La
convivencia con ella, fincada, probablemente, en un cierto afecto de camaradería y una significativa resonancia sentimental entre los dos fue de crucial
importancia, le ayudó a redefinir sus cambios identitarios. Pero en la etapa
final de su vida, la esposa-enfermera dejó de ser suya para convertirse en una
exitosa debutante del feminismo mexicano. Como dice el cuento de Emilia
Pardo que hemos parafraseado, “la enfermerita dejó las enaguas y se puso los
pantalones de su marido” (Pardo, 1909, pp. 49-51).
Claro que nos quedan diversas interrogantes: ¿ella sólo fue su enfermera?, ¿en las épocas de recuperación de Rafael tuvieron algún tipo de convivencia sexual?, ¿ella quedó contagiada? Se supone que una sífilis avanzada es
muy difícil que se contagie; además, como ya se señaló líneas arriba, se supone que ella no se infectó de sífilis. Pero entonces, ¿Rafael y María renunciaron
a su vida sexual activa y dirigieron su fuerza libidinal al movimiento feminis-
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ta y a la creación artística, respectivamente?, o lo que es peor, ¿Rafael siguió
acudiendo al servicio de meretrices aun después de haber sido diagnosticado
con sífilis y María tuvo amores escondidos? Lamentablemente, no podemos
responder dichas interrogantes.
De cualquier manera, la biografía de María Ríos Cárdenas, tan profusamente trabajada por la historiografía feminista, todavía tiene un capítulo
por escribirse que considere su etapa previa al momento de convertirse en
feminista activa. Fue una mujer de combate, que supo luchar por un espacio
en el mundo profesional de la enfermería, y que también aprovechó la ocasión de un matrimonio de interés que le permitió acceder a un mejor estatus
económico. ¿Cómo podemos ir construyendo su propio proceso de subjetivación?, ¿interesada, pragmática, idealista, solidaria, comprometida con las
causas de las mujeres, inteligente, hábil estratega política? Falta mucho por
escribir sobre María Ríos Cárdenas.
Finalmente, sólo nos queda reflexionar sobre la muerte de Rafael Montes de Oca. Aunque desconocemos la fecha de su deceso suponemos que fue
muy cercano al fallo final de su divorcio en 1930. De cualquier manera, sería
pertinente preguntarnos sobre si existió acaso alguna relación entre su forma
de vivir y su forma de morir. No deja de ser lastimoso reflexionar que el enorme cuidado que puso en su subjetivación procesual por casi 20 años se haya
visto perturbado por la descarnada lucha que comenzó contra María después
de 1927 y, sobre todo, que haya pasado cuando la vejez y la enfermedad lo
estaban matando. No sabemos cómo murió, pero como dice Norbert Elias
(1989), aunque es imposible compartir con nadie el proceso de morir (p. 75),
podemos expresar la idea de que con su muerte se cerró el pequeño mundo de
su propia y longeva vida, de su subjetivación procesual, de sus sentimientos,
experiencias y sueños de artista que sólo él conocía. Y todo esto desapareció
para siempre junto con el cuerpo sifilítico de Rafael Montes de Oca.
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