DOI: 10.18441/ibam.17.2017.65.289-368
| RESEÑAS IBEROAMERICANAS
SERGIO ARLANDIS / M ARÍA JOSÉ B RUÑA B RAGADO / M ARIANA CATALIN / ÁLVARO CEBALLOS VIRO /
ALMA D URÁN -MERK / CHITA E SPINO-B RAVO / J UAN C AMILO GALEANO S ÁNCHEZ / CARLOS G ARCÍA
/ CHARLOTTE GARTENBERG / M ARICIÓ J ANUÉ I MIRET / C ARLOS LARRINAGA / B RET LERAUL /
ANTONY P. M UELLER / MARCIO O RSOLINI / J OSÉ A NTONIO P ANIAGUA GARCÍA / JULIO P EÑATE
RIVERO / RAMÓN M ANUEL P ÉREZ / M AGDALENA P ERKOWSKA / B ENEDIKT R EIß / F ERNANDO
RODRÍGUEZ MANSILLA / JORGE SABORIDO / A NTONIO SÁNCHEZ JIMÉNEZ / JEAN-PIERRE TARDIEU /
LUCERO DE V IVANCO /N IKOLAUS W ERZ / JOSÉ ZANCA
1. LITERATURAS IBÉRICAS: HISTORIA Y CRÍTICA
Mechthild Albert (ed.): Saberes (in)útiles. El enciclopedismo literario áureo entre acumulación y aplicación. Madrid/
Frankfurt a. M.: Iberoamericana/Vervuert, 2016. 354 páginas.
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Una de las insospechadas ventajas que la
moda de los “estudios culturales” ha traído al hispanismo ha sido atraer la atención de los críticos sobre algunos temas
muy útiles para comprender tanto los
textos áureos como la mentalidad con
que se escribieron y consumieron. Es el
caso de las relaciones entre historia de la
ciencia y la literatura áurea, materia sobre la que se han producido libros muy
importantes en los últimos años, algunos
de ellos obra precisamente de algunos de
los autores que contribuyen al volumen
que estamos reseñando. Nos referimos a
libros como el de Enrique García Santo-Tomás La musa refractada. Literatura
y óptica en la España del Barroco. (Madrid/Frankfurt a. M.: Iberoamericana/
Vervuert, 2015), traducido recientemente al inglés (The Refracted Muse. Chicago:
The University of Chicago Press, 2017)
o los de John Slater Medical Cultures of
the Early Modern Spanish Empire (Farnham: Ashgate, 2014) y Todos son hojas.
Literatura e historia natural en el Barroco
español (Madrid: CSIC, 2010), amén
de un sinfín de artículos. No debe sorprender que el hispanismo alemán haya
destacado en esta tendencia, pues está
alimentado a un tiempo por el afán interdisciplinar de las universidades alemanas
y por el cuidado con que en ese país se
cultiva la educación filosófica. Por ello,
hay varios siglodeoristas alemanes –de
nuevo, algunos presentes en este libro–
que se han señalado con sus contribuciones a este campo de estudio. Es el caso
de la propia editora, Mechthild Albert,
de estudiosos como Christoph Strosetzki
y Folke Gernert o, ya en el terreno del
Bajo Barroco, Helmut Jacobs. Es más,
los hispanistas alemanes han producido
recientemente diversos volúmenes colectivos en este sentido. Entre ellos podemos destacar el compilado por el propio
Strosetzki, Wort und Zahl / Palabra y
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290
número. (Heidelberg: Winter, 2015), o
el más reciente preparado por Wolfram
Nitsch y ya dedicado específicamente
al Siglo de Oro, Artificios. Technik und
Erfindungsgeist in der spanischen Literatur
und Kultur der Frühen Neuzeit (Paderborn: Wilhelm Fink, 2016).
Es decir, que el libro que nos toca reseñar, Saberes (in)útiles. El enciclopedismo
literario áureo entre acumulación y
aplicación es otro hito en una fecunda tradición del hispanismo alemán. Y
como contribución a esta línea de trabajo, Saberes (in)útiles es un volumen notable. Muchos de los autores pertenecen
al grupo de investigación hispano-alemán “Saberes humanísticos y formas de
vida en la temprana modernidad” o han
participado en congresos de ese grupo y
temática. Además, el artículo introductorio que presenta Albert resulta utilísimo
como estado de la cuestión acerca de la
temática, que la editora enmarca además
en el interés actual por el futuro de las
humanidades, preocupación que explica
el guiño del título del libro al aplaudido
(e insuficiente) trabajo de Nuccio Ordine
La utilidad de lo inútil (que, por cierto,
vuelven a evocar varios de los trabajos del
volumen). Sin embargo, Saberes (in)útiles
es un libro que nació de un congreso, y
estos suelen estar sujetos a azares que, a la
hora de compilar el volumen, pueden dar
lugar a ciertas incongruencias. Mechthild
Albert las trata de solventar alegando que
ha elegido estudiar “los géneros narrativos
más apropiados a la difusión de saberes,
como son la novela picaresca y la novela corta, pero también el teatro” (p. 11).
Por supuesto, el aserto es gratuito, pero
además el contenido del libro se encarga
rápidamente de desmentirlo. No en vano,
los autores dedican muy interesantes reflexiones (e incluso un artículo completo) a otros géneros áureos como los libros
pastoriles, uno de los cuales examina el
trabajo de Ulrike Becker.
Pese a este tipo de lunares, el lector
agradece el esfuerzo de la editora por organizar de modo coherente el volumen. Albert lo ha dividido en diversas secciones.
La primera, dedicada a “Enciclopedismo y
humanismo”, recoge artículos de Strosetzki, Emilio Blanco, Frank Nagel, Abraham
Madroñal y André Gallego Barnés. Aunque stricto sensu el de Madroñal no parece
caber bajo el marbete, compensa con creces la anomalía por su excepcional contenido, que hace de él uno de los más valiosos del libro. De hecho, Madroñal revela
hasta qué punto el jesuita falsario Román
de la Higuera influyó en la literatura española de la época merced a su alianza con
Lope de Vega y a la más que posible parodia que sufrió en el Quijote, aspectos sobre
los cuales Madroñal aporta datos novedosos y de peso. Por su parte, Strosetzki se
centra en la curiositas, que explica ayudándose de la filosofía alemana del siglo xix y,
en general, de la evolución del concepto
de dogmatismo. En cuanto a Blanco, su
profundo conocimiento del humanismo
español le permite escoger una figura absolutamente relevante para comprender el
uso de la erudición como es Antonio de
Guevara, célebre por la laxitud con que
empleaba las autoridades y, sobre todo,
objeto de diversos y eruditos estudios del
propio Blanco. Por su parte, Nagel se dedica a uno de los coloquios de otro célebre
humanista, Pedro Mejía. Concretamente,
el texto elegido es el “Coloquio del porfiado”, que Nagel usa para reflexionar sobre
las ideas hermenéuticas del momento. Por
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pues se dedica al “Enciclopedismo y géneros literarios”. Se abre con un valioso
artículo de Miguel García-Bermejo Giner sobre el teatro de Lucas Fernández,
en el que estudia fórmulas de enumeración y abundancia que revelan al dramaturgo como lo que el autor denomina un
“intelectual intermediario”, preocupado
por la difusión de los saberes humanísticos, aunque sin ser en absoluto un humanista. Además, el artículo resulta estimulante por proponer una división entre
Edad Media y Humanismo basado en la
argumentación: centrada en el logos en el
orador medieval (y aderezada con material clásico que puede servir como prueba
o como auctoritas), más bien preocupada
por el pathos en el caso de los humanistas. Es una división que evoca también
el artículo siguiente, el de la conocida
experta en humanismo Asunción Rallo
Gruss, centrado en las intercalaciones en
la novela corta áurea (Zayas, Tirso, Eslava) y en el diálogo renacentista. También
se dedica a las digresiones en la novela
corta Isabel Colón Calderón, de nuevo
una reconocida autoridad en el género, que elige como objeto de estudio las
Experiencias de amor y fortuna de Francisco de Quintana. Por su parte, Albert
contribuye al libro con un trabajo que
estudia la relación entre enciclopedismo
y moralización. Es un tema ya tocado en
los artículos sobre el Guzmán, que Albert
examina en las conocidas obras “costumbristas” de Juan de Zabaleta (El día de
fiesta por la mañana y El día de fiesta por
la tarde) y Francisco Santos (Día y noche
de Madrid), por lo demás claramente relacionadas y muy populares en la segunda mitad del siglo.
La sección final se titula “El enciclo-
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último, Gallego Barnés presenta un valiosísimo estudio sobre la ratio studiorum
ideada por Juan Lorenzo Palmireno. Gallego Barnés la contextualiza con unas páginas sobre oratoria y educación que son
esenciales para comprender el uso de la
erudición en la época, hasta el punto que
sirven de excelente complemento a la introducción del volumen.
En cuanto a la segunda sección, se dedica al “Enciclopedismo en el Guzmán de
Alfarache”, obra que la editora considera
“emblemática en cuanto ejemplo de ficcionalización y narrativización del enciclopedismo áureo” (p. 13). Esta vez no podemos
menos que estar de acuerdo, y aplaudir,
además, los trabajos aquí incluidos: el de
Folke Gernert (sobre cómo el Guzmán y
el Baldo construyen sus digresiones morales) y el de Wolfgang Matzat (sobre las
reflexiones morales acerca de la caridad en
los excursos de Alemán). Son estudios que
aportan mucho a un tema tan esencial para
comprender la narrativa áurea como el de
la digresión, que tal vez podría haber merecido alguna sección (sobre la relación entre
enciclopedismo y digresión) o artículo en
el libro, aunque es cierto que muchos de
los trabajos en él incluidos abordan el tema
con mucha erudición.
En tercer lugar hay una sección dedicada a “Cristóbal Suárez de Figueroa:
enciclopedista y novelista”. Incluye dos
interesantes trabajos: uno de Mauricio
Jalón (un completo análisis sobre cómo
el novelista español adaptó el material de
acarreo de la Piazza universale) y otro de
la mencionada Becker, que se centra en
una obra menos conocida de Suárez de
Figueroa, su novela pastoril La constante
Amarilis, cuyo material erudito examina.
La cuarta sección es más variopinta,
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pedismo entre los siglos” y presenta tres
valiosísimos artículos. El primero es obra
de una participante habitual en los coloquios del grupo de investigación arriba
mencionado que, además, es una reconocida experta en temas de censura y de formación de la conciencia áurea: María José
Vega. Su trabajo sobre el Theatrum vitae
humanae de Theodor Zwinger se centra
precisamente en esa temática, en cómo
el saber enciclopédico de la época está
“ideológicamente intervenido” (p. 288),
es decir, determinado por la ideología dominante y por las polémicas religiosas del
momento, por muy neutral que parezca
su contenido. A continuación, Alfredo
Alvar aporta un trabajo sobre la biblioteca de López de Hoyos que sorprende
por la oralidad del estilo –obvio reflejo
del congreso en que surgió el artículo– y
que examina en detalle el decepcionante
inventario de la biblioteca del humanista y maestro de Cervantes. Por último,
el volumen se cierra con un artículo del
mencionado Slater sobre la sabiduría alquímica del poco conocido Luis Aldrete y
Soto, cuyo uso de las imágenes circulares,
muy relacionadas con las innovaciones
científicas del momento, estudia el autor.
En suma, Saberes (in)útiles es un libro
muy completo que funge perfectamente
como introducción al tema del enciclopedismo áureo gracias a los esfuerzos de la
editora, y que además contiene verdaderas joyas. Es un volumen muy recomendable para los estudiosos del Siglo de Oro
y los interesados en la historia de la ciencia española.
Antonio Sánchez Jiménez
(Université de Neuchâtel)
Antonio Castillo Gómez: Leer y oír leer.
Ensayos sobre la lectura en los Siglos de
Oro. Madrid/Frankfurt a. M.: Iberoamericana/Vervuert, 2016 (Tiempo Emulado. Historia de América y España, 50).
231 páginas.
Este libro es una recopilación de ensayos
que ya ha visto la luz en sendas traducciones, al italiano y al portugués, mas ahora
aparece con un capítulo añadido (el sexto) y una revisión bibliográfica completa.
Antonio Castillo Gómez, profesor en la
Universidad de Alcalá de Henares, lleva
estudiando la historia del libro y la lectura
desde hace décadas y ha sido testigo de la
evolución de su especialidad, sus agendas,
cambios de perspectiva y desafíos. Como
él mismo lo señala, el enfoque tradicional
de estos estudios se basaba en la sociología
y la estadística aplicada a los testimonios
documentales. Un ejemplo paradigmático de este tipo de trabajo sería el clásico
Lectura y lectores en la España de los siglos
XVI y XVII de Maxime Chevalier (1976),
del cual el mismo hispanista francés hizo
balance crítico años más tarde, revelando
las limitaciones del método: no había correspondencia directa y homogénea entre
ciertos grupos sociales y determinados
géneros, por ejemplo. Castillo Gómez
nos recuerda que, a partir de la década de
1980, se introdujo un giro en el análisis,
según el cual la mirada del investigador
debía situarse ahora en las condiciones de
la práctica de la lectura, en el mismo acto
de leer, siguiendo los postulados de la estética de la recepción. El enfoque estadístico de raigambre sociológica no ha sido
del todo abandonado, ya que aún aporta
información relevante de conjunto, pero
es acompañado ahora de un particular en-
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copilar sentencias, frases y material propio
de miscelánea o poliantea, que emplearán
para su trabajo intelectual. Los cuadernos
que elaboran recogiendo el fruto de su
lectura tienen un afán inicialmente nemotécnico, pero también nos demuestran
el objetivo pragmático que encuentran
en la lectura, por encima del mero placer
o gusto literario. El capítulo III explora
otro perfil de lector: el preso de la Inquisición, quien lee básicamente para luchar
contra la soledad y la melancolía en medio de su desgracia.
El capítulo IV desarrolla el concepto
de “comunidad de lectura” a través del
estudio de grupos de lectores que se cohesionan alrededor de determinados textos,
generalmente de carácter religioso: los
moriscos que practican en secreto el Islam y convierten al único que sabe leer el
texto sagrado en su alfaquí; las beatas que
se dedican, también con una líder, a la
lectura de obras piadosas que les ayuden
a practicar mejor la vida que han elegido;
las monjas que leen a Santa Teresa como
su paradigma de conducta conventual; la
lectura de un adulto que guía la formación religiosa de los niños dentro de la
casa. Se trata en todos los casos de actos
de lectura en la que convergen los lectores y sus oyentes en un espacio privado.
Como contraste, el siguiente capítulo de
Leer y oír leer se ocupa de las lecturas que
se realizaban en la calle, mediante panfletos, coplas o avisos que se distribuían y
leían sin mayor regulación. El corpus con
el que trabaja Castillo Gómez es de un
valor cultural muy rico: un panfleto antisemita como el Alborayque, el anuncio de
un ilusionista en la corte madrileña o un
pasquín contra el Santo Oficio. Son textos que, por su naturaleza y circulación,
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foque en individuos o comunidades lectoras para indagar en torno a la forma en
qué leen. Así, interesa revelar la apropiación del libro de parte del lector, a través
de la lectura, más que la mera posesión
del objeto.
Bajo este principio, Leer y oír leer propone, a lo largo de sus seis capítulos, algunas calas que pueden ilustrar el panorama de la lectura en la España del Siglo de
Oro. El primer capítulo (“La lectura entre
norma y transgresión”) delinea bien las
diversas percepciones de la lectura en la
época: las principales críticas a ciertas lecturas, consideradas frívolas y fantasiosas,
frente a las otras lecturas, las recomendables o “útiles” para el cultivo del espíritu.
Entre ambos extremos, las lecturas censurables y las elogiadas, se encuentran el
lector y el mercado editorial, ambos con
sus propias presiones e intereses. Castillo
Gómez anota, con sagacidad, la existencia de la transgresión del lector a partir de
la insistencia de los moralistas en evitar
aquellas “malas lecturas”: “la prescripción
revela en sí misma la existencia de la realidad que prescribe. De no haber sido por
lo frecuente y habitual de las transgresiones lectoras, ¿qué sentido tendría tanta
insistencia en los vicios e inmoralidades
provocados por determinados libros?” (p.
43). De esta forma, el investigador se propone rehuir cualquier maniqueísmo crítico, que deformaría una realidad mucho
más compleja, según los siguientes capítulos demostrarán.
El capítulo II se dedica a analizar la
lectura que practica el erudito, la cual está
basada en el hábito de “notar y apuntar”.
Castillo Gómez comenta varios casos de
lectores educados (estudiantes, religiosos
y letrados) que leen atentamente para re-
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nos proponen experiencias de lectura y
de apropiación muy distintas a las vistas
anteriormente.
El último capítulo de este volumen se
titula “Lectura y autobiografía” e indaga
en torno a las referencias al acto de leer
que pueden hallarse en textos de corte
autobiográfico (en el sentido más amplio
de autobiografía) en los siglos xvi y xvii.
Castillo Gómez pasa revista a diferentes
tipos de autobiógrafo y lector, del erudito al soldado, pasando por la religiosa
o el humilde artesano. Interesa, en este
análisis, el concepto de “biblioteca interior” que esboza el investigador: aquellos
libros que, para el autor de su propia
vida, han tenido un impacto en la conformación del sujeto hasta inspirarle un
modelo de conducta. Esta “biblioteca
interior”, por ejemplo, está conformada
por literatura hagiográfica para quienes
tienen una vocación religiosa o por vidas
de soldados para quienes persiguen la
gloria en la milicia.
En conclusión, por la variedad de textos y documentos que emplea, así como
por los conceptos que elabora y su perspectiva crítica, Leer y oír leer constituye
una contribución relevante a la historia
de la lectura durante el Siglo de Oro.
Se trata de un trabajo muy útil para el
investigador de este periodo, tanto en el
terreno de la filología como en la historia
cultural, debido a la calidad del análisis y
al acopio bibliográfico que supone. Esta
colección de ensayos se lee con agrado
y curiosidad por su rigor, creatividad y
agudeza crítica.
Fernando Rodríguez Mansilla
(Hobart and William Smith
Colleges Geneva, New York)
Rebeca Martín/Joaquim Parellada (eds.):
Una horma para el cuento. Del relato legendario e histórico al cuento moderno en
la prensa española del siglo XIX. Madrid/
Frankfurt a. M.: Iberoamericana/Vervuert, 2016. 173 páginas.
La narrativa breve se presenta en el siglo
xix español bajo las denominaciones más
variopintas, todas las cuales comparten
una importante cantidad de rasgos, entre
ellos su aclimatación a los ritmos y espacios de la prensa periódica, en la que los
cuentos, leyendas y novelas cortas reemplazaron paulatinamente –como demostró en su día Cecilio Alonso– al cuadro
de costumbres. Esa ficción decimonónica, menor en tamaño pero no en significaciones, ha sido objeto de importantes
estudios de conjunto, empezando por
las acreditadas monografías de Mariano
Baquero Goyanes (1949, 1963, 1988).
En 1992 se publicó a título póstumo
El cuento español: del Romanticismo al
Realismo, del mismo, pero también El
cuento de la prensa y otros cuentos, obra
de Ángeles Ezama sobre la narrativa breve durante la última década del siglo; El
cuento español del siglo XIX (2003), de Esteban Gutiérrez Díaz-Bernardo, puso a
nuestra disposición un utilísimo panorama general, con las flaquezas propias del
que mucho abarca; Montserrat Amores
ha publicado varios e importantes trabajos sobre el cuento español de transmisión
oral y su conexión con las narraciones de
circuito letrado. Estos son algunos de los
referentes más visibles dentro de un panorama crítico ya considerablemente extenso, como puede comprobar quien hojee
la bibliografía que Lídia Jané compiló en
Estudios sobre el cuento español del siglo XIX
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bresalientes, Barjau identifica en ellos una
nítida reivindicación de la clase media y
de las virtudes pequeñoburguesas, y señala las principales influencias de las que
son deudores: junto a Eugène Scribe y
Théodore Leclercq, los sainetes de Ramón
de la Cruz y de Bretón de los Herreros. Se
constata así una vez más la importancia
del teatro breve en la adopción de la estética realista por la literatura española.
La contribución de Beatriz Ferrús está
consagrada a los nuevos modelos de mujer
que proponen las leyendas de Gertrudis
Gómez de Avellaneda. La argumentación,
rápida y límpida, conduce a la conclusión
siguiente: “Mientras las leyendas europeas
[esto es, las leyendas de Gómez de Avellaneda ambientadas en localidades europeas] denuncian las leyes sociales injustas,
los principios ‘construidos’ desde los que
la mujer ha sido oprimida, buscando el
progreso y la transformación, los relatos
americanos versionan la historia oficial
para darle el protagonismo siempre omitido, para preguntarse por su papel en la
misma” (p. 141).
Siwen Ning, que ya había dedicado un
artículo a la representación de China en El
Mundo Pintoresco, dirige ahora su atención
a tres relatos publicados en aquel periódico entre 1859 y 1860, salidos los tres del
magín de José González de Tejada. Dos
de ellos, “El eclipse” y “Una excursión a
Aranjuez”, tienen bastante de escena de
costumbres con ocasionales ribetes alegóricos. Llama mucho más la atención el
tercero, un sueño festivo y deliciosamente
disparatado que se tituló “Un amor hasta
la China. Novela de costumbres”, donde
las costumbres eran por completo fabulosas. La autora hace bien en subrayar el
aprovechamiento en estas ficciones de te-
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(2008), volumen colectivo coordinado
por Montserrat Amores y Rebeca Martín.
Varios de los autores –mayoritariamente autoras– que participaron en esta última
empresa forman parte del Grupo de Investigación del Cuento Español del Siglo xix
y reúnen en el libro que ahora nos ocupa
siete estudios de caso. Los comentaré de
manera sucinta y en un orden que responde únicamente a conveniencias expositivas.
Comencemos por la ya mencionada
Montserrat Amores, excelente conocedora
del cuento decimonónico que dedica aquí
al Museo de las Familias un artículo solvente y descriptivo. En él estudia la política
editorial de la publicación y reconstruye
en detalle la nómina de sus colaboradores.
Esto es sobre todo interesante para la segunda época del Museo (que va de 1855
a 1870), menos conocida que la primera.
La autora previene contra la asimilación de
esta revista a las Ilustraciones –bastante más
informativas– y enfatiza el peso que tuvieron en aquélla las “traducciones oficiosas”,
es decir, los artículos plagiados de periódicos extranjeros. El Museo de las Familias
“defend[ía] claramente el Romanticismo
cristiano y conservador” (p. 56) y –concluye Amores– cuando deja de publicarse
hacía ya mucho tiempo que representaba
estéticas periclitadas (si es que el Romanticismo llegó a periclitar alguna vez, lo que
sería interesante discutir).
Admirado por Francisco Giner de los
Ríos y por Benito Pérez Galdós, Ventura
Ruiz Aguilera continúa revelándose como
uno de los escritores más sugestivos de
los años centrales del xix. Teresa Barjau
estudia los Proverbios ejemplares que Ruiz
Aguilera fue publicando en otro “museo”,
El Museo Universal, antes de reunirlos en
volumen. Tras resumir los relatos más so-
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mas y motivos aparecidos anteriormente
en secciones informativas de las mismas
cabeceras: una interesante práctica autorreferencial a la que no son ajenos los medios
actuales. Este es, junto con algunas páginas
del capítulo de Amores, de los pocos momentos en que se aborda la especificidad
del medio periodístico y su influencia en la
producción y consumo de la narrativa breve, y que debería llevar a estudiar aspectos
como las estrategias seriales, la relación con
la actualidad y con el calendario, la función de la ficción dentro de un producto
cultural misceláneo, el diálogo con ilustraciones u otros elementos paratextuales, la
adecuación de los relatos a la línea ideológica de la cabecera, etc.
Lídia Jané estudia las 22 leyendas sobrenaturales publicadas en el Semanario
Pintoresco Español, de las cuales 10 eran
traducciones. La argumentación, claramente estructurada y avalada por extensas lecturas, comienza conceptualizando
la leyenda romántica y enlazándola con
las hagiografías tradicionales. Jané estudia
los procesos de adaptación y traducción,
subraya la justificación de lo sobrenatural
a partir de una Weltanschauung cristiana
y se detiene a considerar los dispositivos
narrativos en que se sustenta la verosimilitud de esos relatos.
Raquel Gutiérrez Sansebastián y Borja
Rodríguez Gutiérrez analizan dos de los
cuentos que Mariano Roca de Togores
publicó en aquel mismo Semanario en
1836. Los autores leen como motivos teatrales los diálogos y los monólogos de esos
relatos, lo que los adscribiría al subgénero
del “cuento dramatizado”, que sería –¿por
qué?– la “fórmula narrativa romántica
más perfecta” (p. 17). Sin negar la probable influencia de los dramas románticos
en la prosa del momento, me parece que
entender como “dramáticos” textos con
diálogos o monólogos es simplificar demasiado las cosas, negando a la narrativa
la capacidad de gestionar voces ajenas de
manera directa. Como ha explicado Luis
Beltrán Almería en Palabras transparentes,
sería después de las fechas en las que escribía Roca de Togores cuando se complicase el discurso referido en la narrativa
occidental, con la proliferación de estrategias tales como el discurso indirecto libre,
la psico-narración, el flujo de conciencia,
etc. En abono de la hipótesis teatral, los
autores de este artículo escanden las declaraciones de uno de los personajes de
Roca de Togores, que tienen “inequívoco sabor escénico” (p. 21), lo que resulta
en una tirada de versos blancos anisosilábicos: en 1836 pocas personas habrían
reconocido algo así como “versos”, y aun
cuando lo hubieran hecho, en nada se habrían asemejado a los versos empleados
entonces en el teatro.
Cerrando el volumen, Jaume Pont
comenta tres relatos de Antonio Ros de
Olano, autor sobre el que ya ha escrito en
otras ocasiones. Estas narraciones, publicadas entre 1877 y 1879 en la Revista de
España, son barrocas tanto en la elección
de motivos como en el tratamiento de
los mismos, pero al mismo tiempo están
impregnadas de una ironía netamente romántica. Cuesta decidir si Ros de Olano
es un fósil de edades remotas o un adelantado a su tiempo: sabroso dilema que
quizá no sea indispensable resolver.
El volumen se encuentra atravesado por
un interés por las formas en las que estos
cuentos justificaban o dejaban de justificar
la ficción. Se entiende que para el católico lector del Semanario Pintoresco Español
se diga, el otro relato que Roca publicó en
1836 en el Semanario se presentaba como
una paráfrasis de un episodio histórico
reportado por Juan de Mariana. Los narradores autodiegéticos de Ros de Olano,
en fin, serían los poco fidedignos garantes de la veracidad de una materia harto
improbable. Todas estas cautelas, que hoy
pueden parecernos superfluas o inocentes,
delatan una escrupulosa sensibilidad para
distinguir entre varios estatutos de ficción
y una constante preocupación por darle
el marco que convenga en cada caso, que
haga aceptable la ficción ante un lector
ideal que parece necesitar todavía que se
la justifiquen.
La introducción de este volumen concluye invitándonos a leer a todos estos
escritores “menores” para apreciar mejor
la calidad de los “mayores”, lo cual representa una pobre vindicación. Un investigador no tiene por qué hacerse valedor de
su objeto de estudio, claro está, pero me
pregunto si considerar que los relatos de
Ruiz Aguilera o de Gómez de Avellaneda
son tributarios de los de Bécquer o Galdós no implicará dejar de ver lo mucho
que en aquéllos vieron respectivamente
Galdós y Bécquer.
Javier Varela: El último conquistador:
Blasco Ibáñez (1864-1928). Madrid:
Tecnos, 2015. 946 páginas.
En 2017 se cumple siglo y medio del nacimiento de Vicente Blasco Ibáñez, y el
año ha comenzado con la publicación
de la biografía, largo tiempo inédita, que
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Álvaro Ceballos Viro
(Université de Liège)
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los milagros son circunstancias extraordinarias pero verosímiles, lo que excusa explicaciones suplementarias –como sentenciaba un personaje de Fernán Caballero,
“[e]sto no se explicó nunca para los incrédulos, pero sí muy luego a las almas creyentes” (en “La hija del sol”, La Ilustración,
18 de julio de 1849)–. Tampoco ofrecen
especiales garantías los narradores omniscientes y moralistas de los Proverbios
ejemplares, acaso por considerarse evidente
su carácter fabulístico. En cambio, la materia improbable pero verosímil es avalada
muchas veces por la tradición o la autoridad de una crónica escrita, como llevaba
haciéndose en la prosa de entretenimiento
desde la alta Edad Media. Muchas leyendas –incluyendo las de Bécquer– presentan a un cronista externo a lo narrado que
se limita a transcribir lo que otros le han
contado, lo que se dice, inhibiéndose por
lo tanto en lo que atañe a su veracidad. Ese
marco legitimador, no obstante, se irá perdiendo poco a poco (p. 131), como ilustran en el último tercio del siglo xix las leyendas de Gómez de Avellaneda, que con
frecuencia se ofrecen al lector como textos
factuales, y en los cuales ocasionalmente lo
maravilloso es objeto de una explicación
racional (p. 138). Algunos de los relatos
de Mellado o de Roca de Togores se presentan asimismo como sucesos históricos.
Uno de los de Roca sería objeto de una
compleja y muy sintomática adenda al incluirse en un volumen de obras completas
mucho tiempo después de la publicación
original, adenda en la que se justificaba la
elaboración artística de una vida de santo
y se daba por ficticio lo que pudiera empañar su memoria –pasando por verdadero lo que no la dañase, por fabuloso que
pudiera parecer– (p. 28). Aunque aquí no
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la hija del escritor redactó en el exilio
mexicano. Es la más reciente de una serie considerable de tentativas biográficas,
desde aquella que en 1921 le dedicase el
hispanista Camille Pitollet, cuyo texto fue
intervenido de cerca por el propio Blasco. En 1957 Emilio Gascó Contell echó
su cuarto a espadas con una “piedad casi
filial” y por momentos testimonial, aunque no se le escapasen los claroscuros del
protagonista. Algo así como una biografía
de Blasco Ibáñez era también el primer
tomo de una errática y equilibrista obra
de Martín Domínguez Barberá que se tituló El tradicionalismo de un republicano
(1961). José Luis León Roca publicó en
1967 su vida del valenciano, muy detallada y pródiga en fotografías, pero también
parcial hasta rayar en lo hagiográfico. Le
siguen la semblanza superficial, subjetiva
y fundamentalmente literaria de Mauricio
Xandró (1971) y el intento, mucho más
desapasionado y documentado, de Pilar Tortosa (1977). Concepción Iglesias,
aunque prolija y sistemática, optó por
identificar muchos momentos de la vida
privada del novelista con pasajes de sus
relatos de ficción (1985). Como biografía
política propuso en 1999 Vicente Alós un
recorrido a través de los artículos de prensa y de las intervenciones parlamentarias
de Blasco anteriores a 1907. De 2002
data, en fin, la vigorosa contribución de
Ramiro Reig a la colección de biografías
de Espasa. Podría decirse que desde 1950
cada década ha tenido su Blasco Ibáñez, y
a veces más de uno.
El volumen de Javier Varela que aquí
reseñamos no es, por lo tanto, la única y
ni siquiera la última de las biografías que
se han consagrado al egregio novelista,
pero probablemente sí sea la más com-
pleta y circunspecta. Sin duda es también
la más larga, alimentada como está por
vastas lecturas de prensa de la época, de
papeles personales y de materiales de archivo. Javier Varela, profesor de Ciencias
Políticas de la UNED, ha solicitado, entre
otros fondos, los de la Hispanic Society de
Nueva York y los registros administrativos
de la Provincia de Corrientes, cruciales
para despejar algunas incógnitas relativas
a las estancias estadounidense y argentina
de Blasco Ibáñez. También ha revisado los
materiales conservados por la nieta del escritor, Gloria Llorca Blasco-Ibáñez, entre
los que se encuentran libretas de apuntes
que recogen impresiones pasajeras de sus
viajes o dan noticia del proceso de composición de sus novelas: Gascó Contell
transcribió de uno de esos cuadernillos en
su biografía, pero nunca antes se habían
explotado de manera tan sistemática.
Con un estilo garboso y ameno, el
profesor Varela subraya la importancia de
la experiencia de la III República francesa, que Blasco visitó entre 1890 y 1891,
tanto en la conformación de los ideales
republicanos del novelista como en sus
novedosas ideas de organización electoral:
la escenografía multitudinaria y la agitación callejera que distinguen el republicanismo radical de otras sensibilidades republicanas coetáneas. Aunque constante
en su republicanismo, los planteamientos
políticos de Blasco estuvieron sujetos a
bruscos volantazos: su rechazo inicial y
total al sistema de turno de partidos, que
se traducía en una defensa de la abstención, fue reemplazado por el entusiasta
concurso a las elecciones desde 1897, año
en que fundó con Salmerón la Fusión Republicana. Los excelentes resultados electorales en Valencia no lo disuadieron de
299
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
federalista, de comunidades reducidas
trabadas por lazos culturales inveterados;
ante las clases letradas de la América hispana, en cambio, procedía al enaltecimiento
del pasado imperial español, en el que su
auditorio hallaba argumentos que oponer al imperialismo yanqui; pero no bien
había pisado Nueva York cuando Blasco
daba a las prensas los artículos que más
adelante reuniría en Mexico in Revolution
y que confirmaban los prejuicios estadounidenses sobre sus vecinos meridionales
en términos poco menos que racistas...
En lo que importa para la ubicación
de Blasco dentro de la historiografía literaria, Varela nos recuerda algo que ya
había señalado en su momento Edmundo González Blanco, y que es el hecho de
que en la obra blasquiana el pueblo suele
ser representado como un colectivo brutal e ignaro, en abierta contradicción con
la movilización constante de la noción de
“pueblo” en las intervenciones políticas
del escritor. A despecho de algunos de sus
críticos, Blasco no se consideraba naturalista, o solo admitía que lo fueran sus
primerísimas novelas, que además trató
tan consciente como vanamente de “desnaturalizar” en ediciones tardías mediante la inclusión de ilustraciones esteticistas.
Varela nos descubre igualmente que la difusión de folletines franceses en la prensa
republicana –al menos en la que dependía
de Blasco– respondía al gusto personal
del director, más que a un análisis sosegado y estratégico de los contenidos. Aquí
y allá se consignan datos interesantísimos
para el estudio crematístico de la literatura, con las cifras precisas de lo que Blasco
cobraba en distintas épocas por sus artículos, por los derechos de sus películas,
por las traducciones, etc. Un cuento para
RESEÑAS I BE RO AM E RI C ANAS
abogar por una ruptura pretoriana de la
Restauración, lo que continuó haciendo
hasta los últimos meses de su vida (esta
posición era, por otra parte, frecuente
en el republicanismo español anterior a
1931, y se sustentaba en la muy plausible
suposición de que el monarca jamás ratificaría una victoria electoral republicana).
El prócer se retiró de la política activa
en 1907, pero la base pequeñoburguesa
y menestral del blasquismo continuó dedicándole recibimientos apoteósicos hasta
el final de sus días. Esas imponentes manifestaciones de afecto se fueron espaciando, ya que, gracias al éxito tan prodigioso
como inesperado que le procuró la novela
Los cuatro jinetes del Apocalipsis, Blasco
repartió su última década entre los viajes
exóticos y su mansión de la Costa Azul.
Desde allí, y solo a finales de 1924, volvería a terciar en la política española con
un hiriente panfleto enderezado contra
Alfonso XIII; el folleto, explica Varela,
contenía bastantes infundios, pero las indignadas protestas que suscitó entre las filas monárquicas le hicieron soñar a Blasco
más de una vez con la presidencia de una
futura y todavía hipotética república española. Lo significado de su actividad política no le impidió aceptar en otras ocasiones la posibilidad de una monarquía
democrática, ni hacer declaraciones más
favorables al rey en ejercicio, ni alternar
en Niza con el pretendiente reaccionario
Jaime de Borbón.
Los meandros ideológicos del valenciano se ponen en evidencia en esta biografía que, con pocas excepciones, sigue
una cronología lineal y documenta con
exactitud a veces diaria los movimientos
del autor. Ante los trabajadores valencianos Blasco hacía el apólogo, típicamente
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
RE SEÑAS I BE RO AM E RI C AN AS
300
una revista norteamericana, por ejemplo,
podía reportarle en su mejor momento
2.000 dólares, cifra astronómica en comparación con lo que cobraban los mejores
de sus contemporáneos españoles.
En El último conquistador se hace patente el genio, el nervio, la laboriosidad y
el talento organizativo de Blasco Ibáñez,
pero no se oculta su carácter fantasioso,
ni sus clamorosas y frecuentes fanfarronadas, ni sus arranques machistas. No es
raro que el biógrafo, después de verificaciones escrupulosas, presente datos o testimonios fidedignos que desmienten las
afirmaciones del biografiado. Así, Varela
descarta numerosos detalles románticos y
rectifica varios bulos que el propio Blasco
se encargó de difundir y que dieron por
buenos biógrafos anteriores: por ejemplo,
que hubiera arrostrado graves peligros
durante su periplo austral, o que siempre
hubiese sido favorable a la independencia
de las colonias, o que tuviera terminada
en un cajón la novela mexicana El águila
y la serpiente, o que los periódicos mexicanos hubieran desfigurado sus declaraciones. Tampoco parece que se pueda llegar
más al fondo en lo que atañe a las causas
del fracaso de las dos colonias que Blasco
fundó en Argentina entre 1911 y 1913,
causas mucho más turbias que la simple
crisis económica y la quiebra del banco
de la Provincia de Corrientes, como había
pretendido algún otro biógrafo.
El esfuerzo por trazar el perfil exacto
de un personaje tan mistificador y polémico es, por lo tanto, notabilísimo y digno de aplauso. Teniendo en cuenta, no
obstante, que el empeño no era inédito,
podría haberse optado por una redacción
más sintética y menos descriptiva. No me
parece que fuera necesario dedicar una
página al estado del deporte en Valencia,
ni dos a la desazón que sentía Unamuno
en París, ni casi cuatro a la historia y protocolo de los lances de honor, ni seis a las
fallas... A cambio, habría podido incluirse un índice onomástico o analítico que
facilitase las consultas puntuales de una
obra de tamaña envergadura. Como ha
señalado también alguno de los recensores que me han precedido en la lectura, se
echa en falta el diálogo con las biografías
anteriores del prohombre republicano y
con algunas publicaciones académicas recientes. Más incómoda y hasta algo preocupante me parece la ausencia de fuentes
para muchas de las citas y datos que se reproducen. Con eso y con todo, cualquiera
que se interese seriamente por el autor de
La barraca deberá estudiar con atención
El último conquistador, donde hay Blasco
para más de una década.
Álvaro Ceballos Viro
(Université de Liège)
Dorota Heneghan: Striking Their Modern Pose. West Lafayette: Purdue University Press (Purdue Studies in Romance Literatures, 65), 2015. 168 páginas.
Dorota Heneghan presents, in Striking
Their Modern Pose, a very interesting study
on Spanish fashion at the end of the 19th
century. Heneghan intelligently demonstrates how Benito Pérez Galdós, Emilia
Pardo Bazán, and Jacinto Octavio Picón
used sartorial fashion in their novels to
express how difficult it was for Spain to
become a completely modernized country. At the same time, these novelists used
fashion to show the need for the redefini-
301
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
Heneghan believes Galdós wanted to redefine the dominant construction of femininity with Isidora Rufete in La desheredada (1881). Isidora’s consumption of
fashion is not merely a critique of her female vanity, it is also an open resistance to
traditional ideals of womanhood and an
attempt to assert her independence in the
masculine public sphere. Galdós wanted
to portray Spanish women’s limitations to
access the public sphere at the end of the
19th century. This was a way of expressing
his own dissatisfaction with this situation,
and Heneghan concludes this showed the
incompleteness of Spain’s modernization.
It also shows Galdós’ desire for a better
future in Spain. Galdós criticized Spain’s
irregular process toward modernization,
and he did so by presenting a female character and her consumerism of sartorial
fashion. Galdós exposed Spanish bourgeoisie’s dependence on foreign ideals of
masculinity as well. He denounced their
lack of energy and initiative to move away
from fixed structures and values of the
Ancien Regime (p. 15). The middle-class
was too focused on sartorial fashion, on
the fashion trends, which for Galdós only
meant a superficial idea of modernity. He
criticized the middle-class for having bad
taste and for overspending on fashion. At
the same time, fashion allowed Galdós to
present contradictions of gender. Consumerism had a very important role in
Galdós’ presentation of the problematic
development of femininity in Spain.
In chapter two, Heneghan uses
Galdós’s novel La de Bringas (1884) to
study a male character, Joaquinito Pez, and
his relation to the classical dandy and his
use of sartorial fashion. Fashion was not
exclusive of women and by presenting a
RESEÑAS I BE RO AM E RI C ANAS
tion of the established ideals of femininity and the reconfiguration of masculinity
in Spanish society, so the country would
better transition into modernity. Fashion would serve as an effective device to
dramatize the novelists’ views on gender
issues at the end of the 19th century in
Spain (p. 10).
Heneghan studies three Spanish novels by the authors mentioned above and
the use of fashion by their main characters to create new different feminine and
masculine gender roles. These new gender
roles would allow Spain transition better
into modernity. Heneghan explains that
in the 1830s, Madrid, like other European cities of that time, was entering modernity, and the three key elements for
this were mass culture, consumerism,
and urban spectacle (p. 1). Heneghan
explains that the participation of fashion
in the creation of modern Spanish society
did not escape the attention of Spanish
novelists of the 19th century (p. 2). Therefore, stylish fashion was an important element of the development of the Spanish
bourgeois world. The novelists Heneghan
studies used sartorial fashion to express
their view on consumerism, social class,
urbanization, and gender. The purpose of
Heneghan’s book is to demonstrate how
Galdós, Pardo Bazán, and Picón used
fashion to deal with shifting notions of
gender, and Heneghan uses four novels to serve her purpose: La desheredada
(Galdós), La de Bringas (Galdós), Insolación (Pardo Bazán), and Dulce y sabrosa
(Picón).
In chapter one, Heneghan explores
how Galdós uses the protagonist’s use
of fashion to make her a defiant character of traditional ideals of womanhood.
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RE SEÑAS I BE RO AM E RI C AN AS
302
man that followed fashion trends, Galdós
was reconstructing the ideals of masculinity in Spain. Heneghan defines the term
dandy and explains about his consumption of fashion. She argues that the Spanish middle-class man, even though he disliked the dandylike character and what he
symbolized, adopted many of the features
of the dandy to create the new modern
man, a necessary element needed to modernize Spain, but this new modern man
remained a gentleman. Heneghan makes
a clever comparison of the dandy figure
and Pez in this chapter, concluding that
Pez is not the classical dandy, since he
does not set fashion trends, but only follows them. This way, she argues, Galdós
created a character that was ambiguous
in adhering to conventional masculinity.
Heneghan reaches the conclusion that the
deficiency of cultural value, like frugality,
individualism, or hard work, the political
stagnation and the low economic growth
in Spain were the causes for Spain’s problematic transition to modernity (p. 54).
Heneghan demonstrates that by portraying the character of Pez as a follower of
fashion, Galdós was criticizing the Spanish middle-class for their dependence on
foreign ideals, who failed to create their
own. This was part of the problem Spain
faced during the process of transition into
modernity.
In chapter three, Heneghan analyzes
the main character Asís Taboada from Insolación (1889) and her use of clothes and
toilettes. Heneghan believes Pardo Bazán
used her knowledge of sartorial fashion
in this novel to convey her own views on
changing ideals of femininity in Spain
at the end of the 19th century (p. 59).
Heneghan explains that at the end of the
19th century in Spain, the new fashion
for women that was developing extremely fast and the feminist movement were
not viewed positively. Pardo Bazán was a
defender of the divided skirt, which was
the embryo of the contemporary trousers
for women. Heneghan explains that the
divided skirt showed the shifting nature
of traditional gender roles in Spain. For
Heneghan, Pardo Bazán uses her female
protagonist Asís and her toilettes and use
of fashion to create the modern woman,
and to reinforce and subvert the established gender order of Spanish society.
She also studies which beauty products,
clothes, and accessories were used in Insolación to signal the ambivalent nature of
femininity at the end of the 19th century
in Spain. I found his chapter particularly interesting because of what we readers learn from how fashion was used by
women of the 19th century to create their
own space in Spanish society. Heneghan
explains that cosmetics and sartorial fashion were now available to women of all
social classes, and even though traditional commentators of the time did not like
cosmetics nor women using them, it became an effective visual means for women’s self-expression, and a very important
element in the construction of female
identity (p. 61). For Heneghan, Pardo
Bazán showed the ambivalent and changing nature of Spanish womanhood at the
end of the 19th century in Insolación.
Chapter four deals with Pardo Bazán’s male character, Diego Pacheco, lover of Asís Taboada in Insolación (1889).
Heneghan studies the sartorial fashion
this character uses in this novel and his
behavior to determine that he is the embodiment of the 19th century “señorito”,
303
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
agant consumption of women’s lingerie
in Spain. However, women’s underwear
were never mentioned in magazines nor
store catalogs until the 1930s. Spain did
not speak about women’s lingerie, because
it was a taboo subject in fashion magazines and conduct manuals, but even so,
women’s underwear became an essential
part of women’s toilette and a sign of refinement (p. 99). Picón allowed the reader of his time to be part of Cristeta’s toilette and intimate apparel. We learn that a
virtuous woman could only wear a white
corset, never a black one, and that black
stockings were related to women who
were perverse (p. 100). In using rich sartorial fashion and intimate apparel when
describing Cristeta, Picón managed to
emphasize her feminine qualities, that is,
her sensuality, her beauty, and her charm.
Heneghan argues that Picón agreed with
feminist ideas on the “woman question”
in his views on moral issues, but he criticized women’s innocence in glamorizing the idea of women working in the
public sphere without considering the
consequences of this act (p. 106). Picón
was sympathetic with the woman cause,
but he did not agree with all their demands, nor did he believe women would
be able to be economically independent
nor work in the public sphere. Despite
Picón’s ambiguous position on this issue,
Heneghan argues he was able to create an
uncommon image of the New Woman,
who chose free union over marriage. He
elegantly conveyed the tension and anxiety the new ideal of femininity created
in Spanish society at the end of the 19th
century. Picón’s novel was too radical for
the conservative middle-class, because it
questioned the value of marriage. At the
RESEÑAS I BE RO AM E RI C ANAS
the predecessor of the New Man (p. 78).
Heneghan concludes that Pacheco, although similar to the traditional dandy, or the Don Juan, or the New Man,
really resembles none of these types of
men. Heneghan argues that Pardo Bazán uses her knowledge of men’s fashion
to present an alternative construction of
the masculine role in Spain. This use of
fashion allowed Pardo Bazán an effective
way to challenge patriarchal gender ideology, and Pacheco was a character that explored new masculine behaviors (p. 81).
Heneghan concludes that the character
of Pacheco was at ease with blending and
blurring the conventional and the modern in his use of sartorial fashion (p. 90).
Pardo Bazán’s construction of the new
man was as necessary as the construction
of the new woman to allow Spain to fully
enter modernity. Both gender roles needed to be redefined in Spain at the end of
the 19th century.
Chapter five explores a less known
novel. Heneghan examines sartorial fashion in Dulce y sabrosa (1891) by Jacinto
Octavio Picón. The female protagonist,
Cristeta, uses fashion to reconquer Don
Juan. Heneghan studies how Picón used
the language of fashion to stimulate his
readers, and to address the patriarchal
anxieties Spanish society of the 1890’s
had with respect to the “woman question”
and the New Woman in Spain (p. 96).
I found this chapter extremely interesting, since Heneghan shows how Picón
used sartorial fashion to present his neither entirely feminist nor entirely patriarchal ideas. One of the sartorial items
that Picón used in this novel is intimate
apparel. We learn from Heneghan that
from 1890 to 1913 there was an extrav-
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RE SEÑAS I BE RO AM E RI C AN AS
304
same time, Heneghan concludes, it was
too utopian for the liberal audience, and
did therefore receive insufficient attention from critics and readers at the end of
the 19th century in Spain.
Chita Espino-Bravo
(Fort Hays State University, Kansas)
Pilar Molina Taracena: La poética de la
poesía de la Guerra Civil española. Bern:
Peter Lang, 2016. 241 páginas.
No le falta razón a Pilar Molina Taracena, autora de La poética de la poesía de la
Guerra Civil española, cuando dice que en
los manuales de la historia literaria nacional siempre se hace un breve –pero muy
largo al mismo tiempo– paréntesis de silencio llegados a la altura de 1936 y 1939.
Una guerra acaba con todo, incluso con el
criterio académico a la hora de fundar un
canon que sea capaz de salvar tan horrible
escollo. Quizá también no sea tanto un
silencio intencionado como una sutil respuesta al trabajo que autores como Serge
Salaün, por ejemplo, dejaran como casi
insuperables para el resto de los estudiosos, con aquel La poesía de la guerra de
España publicada en 1985. Pero no nos
pongamos nostálgicos: la tarea de Molina Taracena era necesaria, pues parece
abusivo que la literatura española escrita
durante el período bélico haya quedado
tan escorada entre los intereses lectores
para que sigamos recurriendo a textos ya
un tanto añejos, como el de Salaün, para
completar aquellos años como activa encrucijada estética. Tampoco es que necesitáramos un ajuste de cuentas, pero sí una
mayor profundización en algunos aspec-
tos ¿y consigue esto mismo el estudio de
Molina Taracena?
Creo que la profesora, afincada en
Dublín, ha querido canalizar buena parte de su investigación en un libro que
la aglutinara por primera vez, y esto se
transparenta en la textura del volumen,
que parece, en algunos casos, tener ligeros
saltos temáticos, muy próximos a los que
alguien da en una tesis, donde se quiere
decir mucho pero sin caer en la excesiva
proliferación de citas, análisis, palabras.
Y eso parece ser el libro en cuestión: un
interesante recorrido investigador que ha
querido hacerse libro antes que tesis, pero
sin perder del todo su rigor de fondo, su
inevitable aroma académico. Eso lo tiene,
indiscutiblemente. Tiene calidad, mucha.
Y tiene igualmente buena prosa. Quizá,
al conjunto de cinco capítulos más su introducción y su innecesario Anexo con
una suma arbitraria de poemas (pues hay
valiosísimas antologías al respecto, muy
actuales como sí recoge en una sección
bibliográfica aparte), necesita más análisis
detallado de los versos citados, que quedan como soslayados, casi pretextos de
una idea teórica, bien defendida y articulada pese a todo.
Pero el libro instruye eficientemente
sin desfallecer en ese tránsito de capítulo
a capítulo. Sinceramente, hay algo muy
valioso del estudio: la eliminación de la
distinción entre un bando y otro, pues
todos fueron víctimas y a todos les afectó la guerra por igual, obligando a hacer
un cambio de rumbo drástico. Se acabó,
pues, esa visión victimista de la poesía de
izquierdas (si es que este concepto, como
tal, existe) así como ese olvido, quizá porque existía ese mal de conciencia posterior, de los poetas del bando nacional, que
Sergio Arlandis
(Universitat de València)
305
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
que tiene, que son muchas y muy buenas. Desde luego, este volumen debe ser
considerado como referencia bibliográfica a la hora de abordar la plural geografía
poética española durante la Guerra Civil.
Y quizá también sería útil haber apuntado esa misma distribución espacial de
los escritores, con los focos valencianos y
madrileños, así como los andaluces y los
catalanes, porque esa misma distribución,
así como la suma del desarrollo de cómo
fue el proceso bélico en sí, hubiera aportado una interesante y novedosa visión
crítica; podríamos añadir, en clara respuesta, que para eso siempre hay tiempo
por delante y académicos que lo lleven a
la práctica en el futuro.
Por suerte, sinceramente creo que el
libro de Pilar Molina tiene muchas más
luces que otra cosa, quizá alguna pequeña sombra, ya apuntada, entendiendo
que su indicación no puede desmerecer
el importante trabajo que la editorial
Peter Lang ha publicado esta vez con
agudo sentido editorial. Hay que celebrar que la memoria histórica no solo es
un proyecto que desentierra huesos, sino
que además quiere sacar a la luz nombres
y textos y este libro es un paso fundamental en tan loable tarea. Celebremos,
pues, quienes hemos elegido el estudio
de la poesía española del siglo xx, este libro que está llamado a abrir nuevas ventanas para que respiren muchos de los
poemas y de los poetas que se quedaron
atrapados, sin aire, durante y después de
la guerra en la siempre angustiosa oquedad de los grandes epígrafes que todo y
nada dicen.
RESEÑAS I BE RO AM E RI C ANAS
fueron muchos, por otro lado. También
es un enorme acierto ese recorrido por las
diferentes poéticas, en cuanto a diseño
ideológico-estético, que fueron emergiendo dentro, o desde el seno, de la contienda. No solo fue una cuestión de urgencias
y de propaganda, también de reafirmación, como si la poesía también nos pusiera los pies sobre la realidad frente al
horror y la pesadilla. Luego, la tematología como telón de fondo de la guerra: los
famosos temas propios de la época bélica,
y los personajes y los escenarios que la autora llama coordenadas espacio-temporales.
Si bien lo vemos, se trata de un escenario,
de una representación de la historia y de
la estética, donde la poesía juega un papel
cohesionador entre esos temas, esos personajes y esas coordenadas. La idea está
bien pesada y bien desarrollada.
Podríamos preguntarnos, a todo esto,
¿qué importancia tiene la religión católica en este espectáculo tan deplorable de
la guerra? Pues pasa un tanto desapercibido en el libro, con apenas tres páginas
dedicadas a tan decisiva y trascendental
estancia temática e incluso más allá de la
notoria (y ausente) bibliografía publicada
al respecto. Y es que no se trata de redundar en un tema más o menos manoseado
ya, sino que resulta tan importante que
no puede quedarse en un lugar un tanto
marginal, aunque las miras críticas y exegéticas estén puestas en otro foco. Tampoco sabemos muy bien sobre qué concepto de héroe levanta Molina Taracena
su teoría, pero no se echa de menos tal
aclaración, a pesar de que casi el centro de
su método crítico se fundamente sobre la
tematología.
Pero parece más fácil hablar de las cosas que no tiene el libro que de las cosas
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
RE SEÑAS I BE RO AM E RI C AN AS
306
Elisa Ruiz García: Cartas a una mujer.
Mathilde Pomès (1886-1977). Madrid:
Biblioteca Nacional de España, 2016.
301 páginas.
Las relaciones entre España y Francia son
un amplio campo de estudio, no siempre
exento de malentendidos. También lo es
el más específico de las relaciones literarias (tan sometidas, a ambos lados de la
frontera, a los caprichosos vaivenes de la
moda) y, dentro de ellas, el de las traducciones entre textos de ambas lenguas. No
cuesta constatar una mayor influencia de
libros en francés (originales o traducidos) en España que a la inversa.
Con la literatura del siglo xx hay una
especie de renacimiento del interés galo
por lo español. La pléyade de traductores franceses que en la primera mitad
del siglo tradujo a su lengua obras españolas contemporáneas está conformada
mayormente por hombres: Jean Cassou,
Valery Larbaud, Francis de Miomandre,
Georges Pillement... La única mujer de
peso en ese círculo fue Mathilde Pomés
(1886-1977), ella misma poeta.
El poeta que traduce para sí es, en
primera instancia, un lector, un lector
atento, pero limitado dentro de su visión
del mundo, de su manera de entender
la vida, la literatura. Hasta ahí, solo se
trata de una cuestión íntima de la persona que traduce. La traducción publicada es muy otra cosa: la Weltanschauung
de una persona es reproducida e influye
decisivamente en la recepción que otros
harán del autor traducido, en su manera
de leerlo. El asunto se complica una vez
más al tratarse de poesía.
La poesía es el mayor desafío a la traducción, a la idea misma de traducibili-
dad. Es, por eso, práctica antigua medir
con ella los logros y los límites de esa
oscilante disciplina, que participa de la
ciencia y del arte. No es cuestión aquí
de reproducir la discusión al respecto, ni
siquiera brevemente, sobre todo porque
ni está concluida ni parece poder estarlo
alguna vez.
El volumen aquí comentado es el catálogo de una exposición, realizada en
la Biblioteca Nacional de España (Madrid), entre el 30 de septiembre de 2016
y el 8 de enero de 2017, comisariada por
Elisa Ruiz García, catedrática de Paleografía de la Universidad Complutense.
En la selección se mostraron 40 cartas y
varios de los libros mencionados en las
correspondencias.
Se mezclan en el catálogo, pues, traducción y correspondencias: dos géneros
que se suelen considerar menores. No lo
veo así: sin entrar en detalles, basta imaginar el estado de nuestra cultura, de la
cultura universal, si no existiesen traducciones. Y en cuanto a las correspondencias entre artistas o literatos, han venido
recibiendo una sensata revalorización en
los últimos tiempos.
Volvamos un paso atrás: Pomès había
donado su “correspondencia con los escritores y amigos de habla hispana” (p.
9) a Manuel Sito Alba. Su viuda, Elisa
Ruiz, ha legado ahora ese invaluable material a la Biblioteca Nacional de España,
que dispone de este modo de una nueva
e importante colección, que “comprende
aproximadamente un millar de misivas,
originales e inéditas, y redactadas por
160 corresponsales” (p. 17).
El catálogo contiene una selección de
esas cartas y postales y además, descontando los textos institucionales de rigor,
307
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
cado un libro por separado, con todos
los documentos y con anotación más
copiosa. Digo “con todos los documentos”, por que debe llamarse la atención
sobre un aspecto no mencionado, hasta
donde alcanzo a ver, expresamente: ni en
este caso ni en muchos otros se reproducen todas las misivas conservadas de
las personas en cuestión. Muchas de ellas
son reproducidas de manera abreviada;
varias faltan. Ello es debidamente señalado: con el signo “[...]” para las elisiones,
y, si se presta atención, de manera indirecta, con la numeración de las cartas.
Así, por ejemplo, en el caso de Bonmatí,
donde se pasa de la carta “[5]” a la “[9]”,
etc. De Zenobia Camprubí, se reproducen tres de un total de cinco. De Guillermo de Torre una de cuando menos dos.
De Alfonso Reyes tres de 31 o 41 (esto
no queda del todo claro, porque hay un
desfasaje entre la numeración de la carta,
“31”, y la signatura citada al pie, “41”).
De Ramón se incluyen dos cartas, 24 y
35 de un corpus de cantidad desconocida, surgido entre 1921 y 1938.
Afortunadamente, se nos informa en
página 17 que la “edición completa de
este fondo inédito está en curso de preparación”.
La editora agrega más tarde: “la lectura del epistolario en su totalidad produce
ciertamente el mismo efecto cinestésico
que oír una inspirada composición polifónica” (p. 17). Aunque a un nivel menor, esa sensación ya se da en el caso del
volumen que no ocupa. Retomemos el
comentario a su contenido:
Juan Manuel Bonet se ocupa con su
habitual rigor de la relación entre Pomès
y Ramón Gómez de la Serna (a la que
agrega un testimonio procedente de una
RESEÑAS I BE RO AM E RI C ANAS
una introducción de la curadora de la
exposición, así como colaboraciones de
Juan Manuel Bonet, Carlos Marichal
Salinas, Margarita Martín Velasco y Manuel J. Ramos Ortega.
Bonet hace en su trabajo un impresionante recuento de las relaciones españolas de Pomès, que incluye a miembros
de la generación del 98, “la gente del
14”, el ultraísmo, “el 27 y sus aledaños”,
“y luego figuras más sueltas”, así como
latinoamericanos y franceses (pp. 130131). No queda casi persona de rango
literario o intelectual fuera de la lista...
La “Antología del Epistolario” que
enriquece el libro está ordenada alfabéticamente según el apellido de los
corresponsales. Se hace una excepción
con cuatro autores hispanoamericanos
(Mariano Brull, Carlos Morla Lynch,
Alfonso Reyes, Ángel Zárraga-Argüelles)
que son relegados, sin explicación, a un
apéndice final.
Merece ser resaltado, por su novedad
y extensión, el epistolario de Margarita
Bonmatí de Salinas (1883-1953): el corpus consta de 55 cartas que abarcan el
periodo 1924-1952. Este intercambio es
el más abundante del volumen, y recibe
un trato especial: es comentado en sendos textos por Elisa Ruiz y Carlos Marichal Salinas.
Estamos ya acostumbrados a leer toda
clase de epistolarios de Pedro Salinas (yo
mismo preparo, con Juana María González, Madrid, el suyo con Guillermo de
Torre), pero la “voz” de su esposa era aún
desconocida, al menos en esta medida.
El contenido de esta correspondencia
es tan novedoso e interesante, aun considerado independientemente del ilustre
esposo, que bien podría habérsele dedi-
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
RE SEÑAS I BE RO AM E RI C AN AS
308
colección particular, presumiblemente
la suya), mientras Ramos Ortega escribe sobre “Las cartas del 27 a Mathilde
Pomès”.
Puesto que en los créditos se dice
que Margarita Martín Velasco ha sido
responsable de la “Documentación”,
imagino que la parte “III. Apéndices”
estuvo a su cargo, aunque carece de firma. Contiene los siguientes apartados:
“Bibliografía”, “Índice de cartas de la
Antología del Epistolario” (con su respectiva fecha y signatura), “Índice de
nombres propios citados en la Antología del Epistolario”, “Índice de obras y
publicaciones citadas en la Antología
del Epistolario”, “Índice de obras de
Mathilde Pomès” (“Producción científica”, “Producción poética”, “Traducciones al francés de autores españoles”,
“Traducciones de otros autores extranjeros”, “Traducciones del francés al español”), “Relación de obras expuestas”
(“Cartas”, “Carteles”, “Libros”, “Otros
escritos”, “Retratos y fotografías”, “Revistas”, “Vestuario”). He citado el título
de todos los apartados, a riesgo de parecer prolijo, porque todo ello es muy útil
y está hecho con buena mano. También
esta clase de trabajo merece atención y
respeto, ya que conforma la base y puede servir de sustrato a obras de investigación y creación.
Todo en este volumen está hecho con
gran solvencia. La parte estética del libro es perfecta: agradable a la vista y al
tacto, pulcra la impresión y elegante la
diagramación, buena la elección de imágenes y claras las reproducciones facsimilares. Ya la cubierta, que reproduce en
sabio desorden retazos de cartas y postales, es una delicia, y nos hace temer ese
aciago futuro en que ya no contaremos
con textos manuscritos.
Sólo resta abogar por que la Biblioteca Nacional dé más a menudo a luz trabajos como este en base a los invaluables
fondos que cobija.
Echo de menos un repaso crítico de
la labor específica de traducción llevada a cabo por Pomès: ¿En qué sentido
fue lograda o fallida? ¿Cuáles han sido
sus traducciones más logradas? ¿Cómo
juzgaron los traducidos su trabajo? ¿Qué
recepción tuvieron sus traducciones,
qué circulación tuvieron sus libros en
Francia?
Es cierto que estos temas quizás
quepan mejor en una monografía (recordemos que el volumen comentado
es un catálogo de exposición). Solo me
permito mencionar en este contexto la
fraternal y abierta crítica que hizo Guillermo de Torre en la prensa de Madrid
de Poètes espagnols d’aujourd’hui (Paris/
Bruxelles: Éditions Labor, 1934), de
Pomès.
Una última observación: el título de
la obra (Cartas a una mujer) me parece
poco feliz: comprendo que se subraye la
condición de mujer de Mathilde Pomès,
ya que aún hoy se tiende aquí y allá a
subestimar el papel de las mujeres en el
campo cultural. Pero las cartas que aquí
se reproducen muestran que Pomès era,
más allá de toda cuestión de género,
algo especial: una persona inteligente,
sensible, culta, trabajadora.
Carlos García
(Hamburg)
2. LITERATURAS LATINOAMERICANAS: HISTORIA Y CRÍTICA
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
La recopilación de trabajos reunidos por
el profesor Gabriel Inzaurralde en este
volumen responde al delicado estado de
salud de su práctica académica, tal como
el autor manifiesta en el capítulo inicial.
El germen de esta fractura se encuentra
en el colapso, la imposibilidad de sistematización e, incluso, la prescindencia de
la crítica literaria para la conservación y
continuidad de la literatura. Sin embargo,
afirma Inzaurralde, esta coyuntura, unida
a la pérdida de interés para el lector y el
mercado, son las circunstancias que favorecen la recuperación de dos principios
fundamentales: la “invención” de nuevos
conceptos y metodologías, y la “profanación” de los juicios que regulan la mirada
sobre el arte latinoamericano (p. 11). Esta
síntesis preliminar anticipa el riesgo que
entraña la elección del material agrupado
en los cinco artículos que componen el
libro, dado que se trata de obras de primer orden en los debates culturales de las
últimas décadas.
El segundo capítulo inaugura este recorrido con el examen de dos cuentos de
Julio Cortázar y Juan Carlos Onetti (“El
otro cielo” y “Un sueño realizado”, respectivamente). Inzaurralde rescata aquí la
presencia en ambos textos de una imaginación que disloca las magnitudes lógicas
y temporales e introduce originales nexos
que conectan espacios reales y fabulados,
tiempos históricos y oníricos, presente y
memoria (pp. 17-21). Acerca de Cortázar, el investigador aborda la violencia y
su percepción de manos de un protagonista ingenuo dotado de una asombrosa capacidad para capturar y asimilar la
pertenencia de toda la humanidad a una
crueldad que adopta dimensiones colectivas. Se problematiza también, en último
término, la naturalización de las ficciones
históricas (p. 27). En cuanto al relato de
Onetti, el análisis destaca el cuestionamiento, a través de extraños juegos literarios con el tiempo real y figurado, de
aquello que se entiende como “acontecimiento” en las discontinuidades de la
historia, con el propósito de reformular
el presente y alterar prospectivamente el
mundo (p. 47).
El tercer capítulo dedica sus páginas
a repensar la memoria y la violencia en la
novela Plata quemada, del escritor argentino Ricardo Piglia. Este trabajo, el más
extenso de todos, concentra en su mayoría los enfoques y temas que Inzaurralde
considera de interés general a lo largo del
volumen. En consecuencia, el estudio de
esta obra se encuentra precedido por una
revisión de algunas lecturas que estima
erróneas, fruto del consenso de la crítica:
desde las sospechas de una complacencia
con la mercadotecnia, la falta de apreciación de la hibridez genérica de la novela,
hasta el exceso de asimilación de su escritura con la literatura de Roberto Arlt,
y otros asuntos no despreciables, como
la autoría en el interior de la narración
o la presencia del mito (pp. 49-63). Por
consiguiente, se constata que la “profanación” mencionada en el capítulo ini-
RESEÑAS I BE RO AM E RI C ANAS
Gabriel Inzaurralde: La escritura y la furia: ensayos sobre la imaginación latinoamericana. Leiden: Almenara, 2016. 290
páginas.
309
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
RE SEÑAS I BE RO AM E RI C AN AS
310
cial avanza de forma segura por la ruta
marcada.
Este artículo pretende demostrar la
importancia de las relaciones de la ficción con la represión social en la novela
a partir de los motivos que la componen:
un particular esquema narrativo (citas,
confesiones, documentos, escuchas); sus
similitudes y desemejanzas con el proyecto literario de Arlt; los discursos del poder relacionados con las instancias de la
clínica, la policía y el periodismo; y, por
último, el empleo de la violencia como
reverberación de un juego de alianzas y
traiciones al poder y a toda la sociedad, y
aviso premonitorio de los constreñimientos políticos que aún están por llegar.
Como ya se ha indicado, este capítulo
expone muchas de las características que
subyacen en el conjunto de la investigación: un reducido número de materiales
de análisis, una estructuración precisa
y clara de contenidos y la acumulación
de exámenes sintéticos, reflejada en la
abundancia de epígrafes. Asimismo,
destacan la discusión bibliográfica detallada, fundamentada en extensas citas, y
un despliegue recurrente de fuentes que
aseguran la continuidad entre los ensayos, redactados en diferentes etapas de
formación académica.
El cuarto trabajo explora la novela La Virgen de los Sicarios, del escritor
colombiano Fernando Vallejo, en relación con el motivo de la “ciudad letrada” en el marco de la globalización. En
este acoplamiento, “las palabras de la
ciudad letrada se deconstruyen desde
su interior al mezclarse con los saberes
urbanos de los medios y los murmullos de la muchedumbre” (p. 142). Así,
se revela una conexión de la violencia
con el habla del protagonista que opera “una reducción sistemática de toda su
herencia cultural y moral”. La tesis de
Inzaurralde, quizás desconcertante para
algunos, sin lugar a dudas, es una de las
más brillantes de todo el volumen. Se
trata de la interpretación de la obra de
Vallejo como un modelo de eclosión en
tiempos de globalización de una retórica
urbana, opresiva y discriminadora que se
habría mantenido latente en el discurso letrado durante dos siglos. Además,
el ensayo examina en detalle la posición
fronteriza de Fernando, el protagonista,
en su tarea de traductor, mediando entre las comunas por las que transita (y a
las que no pertenece), y el interlocutor
cuyo lenguaje y claves de lectura conoce de primera mano (p. 160). Esta labor
de flamante gramático, al fin, “permite
leer retrospectivamente la historia de la
ciudad letrada como la historia de una
pureza imposible” (p. 193).
El siguiente capítulo inspecciona la
prosa del narrador chileno Roberto Bolaño desde una óptica articulada en dos
valores manifestados por la crítica precedente: la oposición de su escritura a las
políticas de la (des)memoria surgidas a
partir de la llegada de las democracias
neoliberales del Cono Sur, y, por otro
lado, su indagación en el terror ejercido por el discurso epistemológico de la
modernidad. Desde este planteamiento,
Inzaurralde aborda la condición exiliar
en su literatura como espejo de la derrota del tiempo “que avanza […] hacia
un futuro sin promesas” (p. 217), para
quienes participaron de una subjetividad
que agotó sus esperanzas de resistencia
e instauró el “mal” como cotidianidad.
Sin embargo, las apuestas más prove-
José Antonio Paniagua García
(Universidad de Salamanca)
311
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
tionamiento del estatuto de la realidad”
(p. 274). Así, este capítulo ofrece una
de las lecturas más sugestivas de todo el
conjunto de trabajos.
Para terminar, si bien Gabriel Inzaurralde no incluye un apartado de conclusiones en el volumen, esto no impide advertir la coherencia interna de su proyecto,
que cumple fielmente lo prometido en el
título. Así pues, sobre la relación entre la
violencia y la literatura, se reabren los debates fundamentales que han tenido lugar
en América Latina a partir de los últimos
años del siglo xx en adelante: desde la responsabilidad individual en el empleo de
la fuerza política o las continuidades entre
los regímenes dictatoriales y las prácticas
del neoliberalismo y la globalización, hasta las implicaciones del intelectual en el
contexto de una “ciudad letrada” desoladora, y la significación de la derrota y la
melancolía como derivas epistemológicas
en el mundo contemporáneo.
A su vez, estos ensayos son el espacio
de descubrimiento de una imaginación
alternativa que se fragua en la escritura de
los autores seleccionados. Es por esto por
lo que el trabajo de Gabriel Inzaurralde,
atravesado por la instancia de una “profanación” de la crítica, se distingue por
su voluntad de extraer de estos referentes
de la literatura latinoamericana la unanimidad de sus diferencias. O lo que es lo
mismo, la creencia en las posibilidades
efectivas de una reformulación del presente que reabrirá nuevos diálogos en los
que el Estado, el mercado, los creadores y
cada lector deberán poner en juego, una
vez más, sus dados.
RESEÑAS I BE RO AM E RI C ANAS
chosas del artículo se encuentran en dos
juicios aparte. Por un lado, en la proposición del desplazamiento como el modo
en que la narrativa de Bolaño se enfrenta
al contexto esgrimido; es decir, “el viaje
y la escritura son, en última instancia,
formas entrelazadas de invención y en
un sentido específico, de insumisión” (p.
227). Y, por otro lado, en el sutil pero
iluminador descentramiento del eje de
recepción desde la caída de las utopías
hacia la contingencia de imaginar “una
nueva ficción emancipadora” (p. 249).
El sexto y último capítulo, de mayor brevedad, acomete el estudio de La
novela luminosa, de Mario Levrero. Para
ello, Inzaurralde sugiere un triple eje
temático: la muerte, la subjetividad melancólica y lo que él denomina las “experiencias luminosas”. Estos tres elementos
estructuran las tensiones que atraviesan
la obra. El recurso del diario personal,
por su parte, brinda una “vaga sensación
de ‘incompletitud’”, e incluso de pereza,
no a causa del registro mecánico de los
hechos vividos sino, al contrario, en la
medida en que la consciencia de la sucesión temporal es lo único relevante,
aun cuando no haya nada que anotar (p.
261). El vacío metafísico, se concluye,
es el resultado de una percepción indudable de la proximidad del momento en
que el devenir natural se encuentra de
frente con la muerte. Por otro lado, la
“experiencia luminosa” adopta el papel
complementario al par anterior, dinámica que Inzaurralde estima presente en
toda la producción última de Levrero.
A través de ella, el “cortocircuito” entre
un yo consciente y un yo trascedente
produce una captura subjetiva de imágenes que se proponen apuntar al “cues-
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
RE SEÑAS I BE RO AM E RI C AN AS
312
Dan Russek: Textual Exposures. Photography in Twentieth-Century Spanish
American Narrative Fiction. Calgary:
University of Calgary Press, 2015. 229
páginas.
En el artículo “Photography as Critical
Idiom and Intermedial Criticism”, que
forma parte de un número especial de
la revista Poetics Today dedicado a las
interacciones de literatura y fotografía
(2008), Liliane Louvel explora cómo la
fotografía ha renovado la ficción. Por un
lado, la autora examina una poética de lo
visual fotográfico en la literatura y, por
otro, propone considerar la imagen fotográfica como un medio para explorar la
ficción, es decir, un dispositivo metatextual. Las diferentes modalidades y grados
de interacción entre literatura y fotografía que comenta en su ensayo tienen ya
una larga historia, que se inicia muy poco
tiempo después de la invención de la fotografía en 1839. Al comienzo, se trata
más bien de actividades convergentes
entre escritores y fotógrafos o la fotografía (numerosos escritores se hacen retratar por un fotógrafo famoso o devienen
fotógrafos aficionados) y de un espacio
‘interdisciplinario’ de reflexión: los escritores teorizan la fotografía, mientras que
los fotógrafos incursionan en el campo
de literatura. Muy pronto, se produce
sin embargo una serie de interacciones
o transacciones de la fotografía con y en
la literatura: primero, la fotografía se incorpora verbalmente en el texto literario
como tema, motivo, dispositivo estructural o función semántica; más tarde, aparecen obras en las que las imágenes fotográficas se conjugan con el texto. A partir
de la década de los noventa del siglo xx,
la historia de estas transacciones ha sido
el objeto de interés crítico que se materializó en antologías y estudios (Rabb,
Hunter, Brunet, Bryant, Edwards, Ortel,
Grojnowski, Noble y Hughes). Sin embargo, escritos en inglés o francés, estos
trabajos o compilaciones restringen el
ámbito de consideración a la producción
literaria en estas lenguas, limitando la
contribución de la literatura latinoamericana en español a un puñado de textos,
entre los cuales se destaca el cuento de
Julio Cortázar “Las babas del diablo”,
popularizado fuera de su ámbito lingüístico gracias a la versión cinematográfica
de Antonioni. Esta ‘subexposición’ de
textos latinoamericanos no rinde justicia
a la abundancia y variedad de transacciones literario-fotográficas en el continente, cuya larga historia se inicia en el
siglo xix. Es en este contexto de la invisibilidad de la producción latinoamericana para la crítica anglosajona y francesa
donde Textual Exposures. Photography
in Twentieth-Century Spanish American
Narrative Fiction de Dan Russek resulta
no solo oportuno, sino fundamental.
El estudio de Russek examina la relación entre la ficción latinoamericana
del siglo xx (1895-1985) y la fotografía,
incluyendo las interacciones con otras
tecnologías visuales que estética e históricamente están vinculadas a la fotografía,
como los rayos X, el cine, la televisión, el
video o el periodismo ilustrado; y también diversas prácticas culturales cuyo
fundamento es el acto fotográfico (el retrato, el álbum familiar, la fotografía de
viaje). Según explica el autor en la introducción, con pocas excepciones (Cortázar, Sarduy), su trabajo se concentra en
representaciones verbales de fotografías
313
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
Martínez (1985). En las conclusiones,
Russek extiende su reflexión a la fotografía digital mediante un breve comentario
de la novela Sueños digitales de Edmundo
Paz-Soldán (2000), señalando exploraciones literarias de las tecnologías visuales y universos mediáticos más recientes,
en una sociedad donde la imagen digital
es a la vez un producto y un instrumento de las dinámicas neoliberales. Si bien
el diseño conjunto de la investigación es
claramente cronológico (de 1896 a 1985
y 2000), cada uno de los capítulos se organiza en torno a un tema común y una
constelación diferente de textos y fechas,
por lo que el lector descubre una óptica
crítica que negocia entre la continuidad y
las transformaciones de las interacciones
entre literatura y fotografía.
El primer capítulo, “Uncanny Visions”, analiza el aspecto demoniaco de
la fotografía en los cuentos “Verónica” de
Darío (1896), “Las babas del diablo” y
“Apocalipsis de Solentiname” de Cortázar
(1959 y 1977), y la novela experimental
Farabeuf de Salvador Elizondo (1965).
Echando mano de la noción freudiana de
unheimlich, Russek examina el uso de la
fotografía, en el doble sentido de técnica
y representación, para producir una sensación de extrañeza que conduce al colapso de la racionalidad. El autor propone
leer “Verónica”, escrito en Buenos Aires
un año después de la invención de los
rayos X (1895), como un relato que inaugura en América Latina la tradición de
incorporar la fotografía como un motivo
literario en un texto ficcional. A través del
personaje de monje-fotógrafo, fascinado
y obsesionado con la posibilidad de sacar
una radiografía de la hostia, el cuento explora los peligros de un campo de visión
RESEÑAS I BE RO AM E RI C ANAS
imaginadas o ficcionales que constituyen
nudos textuales o pliegues narrativos; en
su lectura, estas imágenes vuelven más
compleja la puesta en escena que se devela en los textos (p. 9). Con este objetivo
en mente, Russek recurre al concepto de
écfrasis como herramienta interpretativa para indagar en los vínculos entre lo
verbal y lo visual en el plano literario.
Por un lado, su investigación enfatiza las
marcas temáticas, estructurales, culturales y políticas que el medio fotográfico
deja en los textos narrativos, mientras
que, por el otro, explora la(s) forma(s)
textual(es) que elaboran los autores de
ficciones literarias para sondear a través
de ellas el poder y las limitaciones de la
fotografía como medio de representación
y comunicación, interrogando al mismo
tiempo sus convenciones y premisas representacionales. Por medio de minuciosos análisis textuales, Russek revela que
las imágenes fotográficas (imaginarias o
no) representadas en textos literarios están dotadas de un exceso de significación
y una intensidad afectiva que superan sus
límites representacionales y trascienden
el contexto verbal en el que se inscriben y
que las hace posibles.
Además de la introducción, en la que
el autor presenta un detallado estado de
la cuestión, define su metodología y justifica el corpus seleccionado para el estudio, Textual Exposures comprende tres
capítulos donde se estudian ocho casos
textuales que muestran la evolución en el
uso del motivo fotográfico en la literatura. El arco crítico que configura Russek
abarca un siglo y textos que van desde un
poco conocido cuento fantástico de Rubén Darío (“Verónica”, 1896) hasta La
novela de Perón del argentino Tomás Eloy
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
RE SEÑAS I BE RO AM E RI C AN AS
314
extendido, en el que las representaciones
visuales no solo muestran lo invisible,
sino que evidencian también la existencia
de una esfera espiritual y divina, capaz
de trascender los límites de la visión y la
inmovilidad de la imagen, para tocar (y
matar por extrañeza) al sujeto observador.
En los cuentos de Cortázar, la fotografía
se usa como un elemento composicional
de la trama y el medio que contribuye
al desenlace fantástico de ambos relatos,
donde se revela el poder de las imágenes
como presencias fantasmáticas y acechantes. A su vez, en la novela de Elizondo,
una sola imagen fotográfica que reproduce una perturbadora performance de
violencia es el principio que organiza la
compleja red de conexiones entre memoria, percepción y representación, donde
interactúan lo táctil, lo visual y lo textual.
En el capítulo dos, titulado “Family
Portraits”, Russek examina retratos individuales y álbumes de familia textuales en
los cuentos “La cámara oscura” de Horacio Quiroga (1920), “Las fotografías” y
“La revelación” de Silvina Ocampo (1959
y 1961), y “El álbum” de Virgilio Piñera
(1944), además de un fragmento de la novela Pedro Páramo de Juan Rulfo (1955),
en el que se describe un retrato fotográfico de la madre de Juan Preciado. Explorando pliegues narrativos producidos por
fotografías imaginarias que pertenecen a
algunos de los géneros más convencionales de la fotografía, el autor indaga la
ambigüedad de la memoria, la (tensa)
relación entre la fotografía y las convenciones sociales, las ceremonias (públicas o
privadas) de conmemoración y el poder
ilusorio que se le atribuye a la fotografía
en contrarrestar el poder de la muerte. El
excelente análisis del pasaje ‘fotográfico’
en Pedro Páramo expone el poder que tiene una imagen textual de condensar –a
manera de una puesta en abismo visual−
el vacío y la ansiedad que caracterizan el
mundo rulfiano, junto con la retórica de
silencios y la poética de ruinas que constituyen su escritura.
El tercer capítulo, “Politics of the
Image”, aborda tres textos de Cortázar
(La vuelta al día en ochenta mudos, 1967;
Último round, 1969; y “Apocalipsis de Solentiname”, 1977) y La novela de Perón de
Tomás Eloy Martínez (1985) para estudiar la dimensión política que la presencia fotográfica, modelada en los usos del
periodismo ilustrado de la segunda mitad
del siglo xx, imprime a los textos literarios de la misma época. Russek describe
la novela de Martínez como un álbum
de momentos ecfrásticos (p. 138) y una
puesta en escena de la competencia entre diversos medios de comunicación (p.
136) que participan en la construcción
del relato histórico y de las figuras históricas. Las estrategias ecfrásticas del texto,
que representan tanto fotografías como
imágenes televisivas, enfrentan sin cesar
imágenes y narración, señalando el papel
prominente que tienen la fotografía y las
tecnologías visuales en la producción del
significado y la pugna de imágenes en la
política de representación.
Considerados en conjunto, los textos
estudiados en Textual Exposures iluminan
una serie de temáticas e inquietudes comunes, proporcionando pautas para leer
fotografías desde lo literario y proponiendo una visión nueva de la literatura desde
una poética de lo visual fotográfico. Russek estudia a escritores canónicos, aunque no siempre se dedica a sus obras más
conocidas. La justificación cronológica
Magdalena Perkowska
(Hunter College y The Graduate
Center, CUNY)
315
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
verbal constituye un nudo textual que
expone la problemática de género, institución familiar y convenciones sociales.
Los últimos dos títulos complementarían
de manera iluminadora la sección del
capítulo 2 dedicada a Silvina Ocampo,
quien era contemporánea de Lange y es
la única autora en el corpus examinado
por Russek.
A pesar de estas zonas sub y sobreexpuestas, Textual Exposures es un estudio
meritorio: Russek propone en él una mirada intermedial que encuadra con precisión la riqueza de interacciones textuales
entre fotografía y literatura. La dinámica
crítica que se desarrolla cuando la presencia de lo fotográfico produce pliegues o
nudos que iluminan procedimientos literarios mientras que, a la vez, abren espacios para una reflexión sobre las prácticas
fotográficas desde lo literario, es fértil y
conduce a lecturas que interrogan las
prácticas e ideologías de representación
en ambos medios y entre ellos. Los análisis textuales del autor son realizados con
una riqueza de detalles que revela a un
lector/espectador sensible y atento, quien
maneja también un coherente aparato
teórico-crítico, tanto desde el punto de
vista de estudios literarios como de los estudios visuales. En este sentido, Textual
Exposures es una contribución valiosa a
ambos campos, no solo por visibilizar las
transacciones literario-fotográficas latinoamericanas para otras tradiciones críticas, sino también por ampliar el campo
de visión de la propia crítica latinoamericana.
RESEÑAS I BE RO AM E RI C ANAS
resulta algo arbitraria, sobre todo en relación al punto final que parece adaptarse
a la fecha de publicación de la novela de
Martínez. Resalta también la prominencia de Cortázar, a cuya obra el autor dedica 40 páginas (entre el capítulo primero
y tercero; un 25% de la extensión total
del texto crítico) a pesar de que, como él
mismo lo observa, sus textos con motivos fotográficos o con fotografías son los
únicos (re)conocidos por la crítica francesa y anglosajona con la que se propone
dialogar para aumentar la visibilidad de
la producción latinoamericana. Russek
anticipa este juicio en la introducción,
cuando describe el papel de la obra cortazariana en su estudio como el de bisagra
que conecta varios temas comunes y estrategias textuales (p. 13). No obstante,
‘una bisagra’ de 40 páginas resulta algo
aplastante, sobre todo en relación a los títulos menos conocidos. No cabe duda de
que esta ‘sobreexposición’, que el autor
considera obvia debido a la centralidad
de lo fotográfico en la obra de Cortázar
(y Elizondo, p. 13), oblitera o excluye los
textos de otros autores, relegados a las
notas al calce o ausentes. Pienso, en particular, en el excelente cuento “Las fotos”
de Rodolfo Walsh (1965), que conjuga e
interroga de manera penetrante los temas
de la muerte, memoria y convenciones
sociales; o la novela Los dos retratos, de
Norah Lange (1956) en la que los dos retratos titulares estructuran una narración
y una reflexión sobre la memoria y lo que
Marianne Hirsch llama familial gaze (The
Familial Gaze), una mirada (ideológica)
que organiza la narrativa dominante sobre la familia como institución. También
en el cuento “La cámara oscura” de Angélica Gorodischer (1983), una fotografía
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
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316
Adriana Churampi Ramírez: Heraldos
del Pachakuti. La pentalogía de Manuel
Scorza. Leiden: Almenara, 2014. 246
páginas.
La publicación de Adriana Churampi Ramírez constituye una propuesta de lectura cercana a la saga literaria del escritor
peruano Manuel Scorza (1928-1983),
conjunto de cinco novelas que, como se
recordará, está conformado por los títulos
Redoble por Ranchas (1970), Garabombo,
el invisible (1972), El jinete insomne
(1977), Cantar de Agapito Robles (1977)
y La tumba del relámpago (1979).
Desde un punto de vista teórico general, Churampi se aproxima a La guerra
silenciosa –como el propio Scorza llamó a
las ficciones que componen esta pentalogía– apropiándose de las perspectivas del
Nuevo Historicismo, cuyo planteamiento
“parte de una concepción que refuta la
ilusión de autonomía de los textos literarios, integrándolos de esa manera al contexto social” (p. 16). El ensayo corre, en
este sentido, articulando la ficción imaginada del narrador peruano con los acontecimientos a los que sus novelas hacen
referencia, a saber, los movimientos campesinos por la reivindicación de tierras
que se extendieron a lo largo del siglo xx
en el Perú, y cuya radicalización se hizo
notoria en una fase violenta en las décadas
del cincuenta y sesenta.
Acorde con esta perspectiva, en el primer capítulo, “El relato histórico y las
movilizaciones campesinas”, quedan establecidos los eventos del contexto histórico
que dan el marco de realidad a las novelas.
Para Churampi, esta contextualización
tiene como propósito no solo destacar
algunos de los acontecimientos de la his-
toria sin los cuales las novelas ofrecerían
posibilidades más restrictivas de comprensión, sino también “descubrir hasta
qué punto los relatos de Manuel Scorza se
revelan como productos intelectuales de
las corrientes y eventos de su tiempo” (p.
25), aspecto que es crucial para la interpretación que la autora realiza de la última
novela de la saga. El capítulo muestra, al
mismo tiempo, cómo se van incorporando las marcas identitarias –el legado cultural, el patrimonio simbólico, la otredad
indígena– en el sistema de resistencias
que las comunidades campesinas ofrecen
al proceso de modernización hegemónica
liderada por el Estado. Algo, por lo demás,
constante a lo largo del ensayo.
El capítulo II y el capítulo III, titulados “El enfrentamiento con la historia
oficial” y “Los símbolos patrios”, están
dedicados a demostrar una de las dos líneas argumentativas en función de las
cuales discurre este ensayo: la deconstrucción de la historia oficial y de los símbolos patrios es llevada a cabo por Scorza a
partir de la representación de las comunidades campesinas, en la medida en que
estas están concebidas en términos de una
otredad. En estos capítulos, por lo tanto,
se presentan versiones “alternativas” a la
Historia oficial; versiones que la contradicen, corrigen o amplían en aspectos
fundacionales de la nación y constitutivos
de “lo histórico nacional”, poniendo “en
tela de juicio la sacralidad de la patria en
que se vive” (p. 67). Al respecto, afirma
Churampi, “las obras de Scorza parten de
la evidencia de que el país cuenta con una
manera tradicional de narrar el pasado”,
lo que permite cuestionar “la legitimidad
de dicha narración” (p. 56). Así, Churampi va repasando los diversos episodios que
317
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
En el primer caso, el universo nocturno de Chacón, el nictálope, es un universo hecho de abuso y humillación, ante el
cual “el indígena reacciona con la pasividad e incluso con la humildad del agradecimiento” (p. 117). La capacidad singular
del nictálope está constituida, entonces,
como una “forma de visibilidad/conocimiento” que Chacón pone al servicio de
una causa: hacer nacer la ira y “liberar a la
comunidad de la opresión” (p. 124). En
el segundo caso, la invisibilidad de Garabombo es también parte del sistema hegemónico de exclusión, en la medida en que
se materializa en “la interesada incapacidad de los terratenientes de tolerar toda
queja o protesta inoportuna e inadecuada” (p. 152), pero también en la invisibilidad construida a partir del no querer ver
al indio, bajo el supuesto –el “mito”– de
su incapacidad, su inutilidad. Garabombo, por lo tanto, se esconde bajo ese mito
y se hace invisible; utiliza la ausencia de
mirada del otro para maniobrar desde allí
su liderazgo subversivo. Por último, en el
tercer caso, el simbolismo de Raymundo
Herrera, el Jinete insomne, es equivalente
al de los héroes de las dos novelas recién
mencionadas: si “el sueño alude a una especie de adormecimiento ante la injusticia y la opresión, el insomnio viene a ser el
estado de vigilia o de toma de consciencia
que antecede a la sublevación” (p. 188).
El capítulo VII, “La tumba del relámpago: la tumba de la epopeya”, está dedicado a la última novela de la pentalogía
scorciana. La reflexión de Churampi tiene
aquí como punto de partida el tono de
fracaso –un epitafio– que titula y cierra
esta novela, distinguiéndola del resto de la
pentalogía. Lo interesante es la interpretación que hace Churampi de este hecho.
RESEÑAS I BE RO AM E RI C ANAS
pretenden validarse como discursos unívocos dentro de la construcción hegemónica de la nación –la batalla de Junín, la
proclama de independencia, los próceres
y héroes de la patria, la guerra con Chile–
y de sus símbolos –la bandera, el himno,
el uniforme militar– para demostrar que
en las novelas de Scorza “no sólo se cuestiona la visión homogenizante del devenir
histórico en el país, sino también el contenido de lo republicano” (p. 65).
Churampi nos muestra, no obstante,
que Scorza no pretende dejar el relato nacional vacío de palabras. “La labor del escritor no es sólo destructiva o irreverente,
también emerge una contrapropuesta con
imágenes positivas, héroes con valores propios, gestas llenas de sacrificio, procesos de
toma de conciencia” (p. 76), que permiten
visibilizar las exclusiones históricas y construir una historia otra, más inclusiva, que
considere el aporte y los valores tradicionales de la población indígena.
Los capítulos IV, V, y VI, titulados,
respectivamente, “Redoble por Rancas:
Héctor Chacón, El Nictálope”, “Garabombo el invisible” y “Raymundo Herrera, el Jinete Insomne”, están dedicados a demostrar la segunda de las líneas
argumentativas de este ensayo: mediante
la naturaleza de los héroes scorcianos se
denuncia la oscuridad –en el sentido de
Rancière, la insignificancia política– a la
que han sido confinados los indígenas en
el Perú. Siguiendo esta lectura, Churampi dilucida el simbolismo que sostiene la
asociación de los distintos héroes de la
pentalogía con el campo semántico de “la
noche”; asociación materializada en los
epítetos de los protagonistas: el “nictálope” (que ve mejor de noche que de día),
el “invisible”, el “insomne”.
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
RE SEÑAS I BE RO AM E RI C AN AS
318
La autora toma nota de la incompatibilidad entre la lectura que hacen los indígenas del resultado de su intento de recuperación de tierras y la lectura en términos
de fracaso que de este resultado hace Genera Ledesma, un personaje extraído de la
historia, importante líder de la izquierda
peruana. Mientras que los campesinos parecen contentarse con “existir”, con “estar vivos” después de la batalla, Ledesma
–formado en el pensamiento de Mariátegui– diagnostica un fracaso en la brecha
que existe entre, por un lado, el esfuerzo
de las comunidades y, por otro lado, las
teorías marxistas de la lucha social.
Pero, “¿por qué no hablar –se pregunta
Churampi– de la culminación de una fase
más en la resistencia del pueblo, en vez de
fracaso y de una batalla final?” (p. 212).
Porque, contesta la autora, “a lo largo del
siglo xx la necesidad de transformaciones
drásticas y radicales sintetizada en el ideal
revolucionario no podía funcionar al margen de la idea de la toma del poder estatal”
(p. 225); mientras que, para los indígenas,
una colectividad permanentemente amenazada con la extinción, “la resistencia es
la medida que define su lucha” (p. 211).
Con esta interpretación, Churampi define
a Scorza como un “ser político de su tiempo”, para quien “la lucha campesina en
términos ajenos a la toma del poder” (p.
225) debe haber sido impensable.
Finalmente, en el octavo y último
capítulo, “El lugar de las comunidades”,
Churampi profundiza en la pregunta de si
“existe una propuesta, políticamente válida, que no considere la toma del poder
como su meta final” (p. 227), y explora
en otras lógicas posibles de concebir el
poder, que no necesariamente incluyan
la conquista del Estado nacional. En este
sentido, la lectura que Churampi ha realizado a la pentalogía “descubre en ella el
germen de lo que postulará luego la irrupción de [los] nuevos movimientos indígenas” (p. 237) de finales del siglo xx, como
los del Ecuador, Bolivia y México.
Churampi escribe en el prefacio de este
lúcido y necesario libro que “Scorza requiere un lector esforzado, atrevido y dispuesto, no simplemente a presenciar la casi
inhumana condición del otro, sino sobre
todo a identificar en sí mismo aquello que
limita su entendimiento con ese extraño”
(p. 9). Y esa es la senda por la que Churampi nos hace transitar: el lector de Los
heraldos del Pachakuti no solo queda con
un saber nuevo respecto de la obra central
del escritor peruano Manuel Scorza –por
cierto, un narrador no suficientemente
atendido por la crítica académica–, sino
que también se beneficia de un enriquecimiento personal, al habérsele ampliado
el horizonte de comprensión del mundo
diverso y heterogéneo en el que vivimos.
Lucero de Vivanco
(Universidad Alberto Hurtado,
Santiago de Chile)
Álvaro Quiroga-Cifuentes: The Colombian Political Novel 1951-1987: A Critical
Contribution. Bern: Peter Lang AG International Academic Publishers 2015.
(Hispanic Studies: Culture and Ideas,
71). 263 páginas.
El primer desafío que Álvaro Quiroga-Cifuentes propone en su texto The
Colombian Political Novel 1951-1987: A
Critical Contribution se encuentra en resolver varias cuestiones que, para los estu-
319
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
(1962) de Gabriel García Márquez, por
otra parte, vehiculan el análisis de la cuestión económica desde las redes de apoyo
local, las relaciones con los terratenientes
y la resistencia a los mismos. Asimismo,
el autor se vale de Años de fuga (1979)
de Plinio Apuleyo Mendoza y de Una y
muchas guerras (1985) de Alonso Aguilar
para hablar sobre el nivel de vinculación
del ciudadano de pie con los imaginarios
que le vende el partido y las distintas maneras como esta relación puede llegar a
generar profundas contradicciones entre
la realidad y la aspiración política. El texto
cierra con Bulevar de los héroes (1987) de
Eduardo García Aguilar como dispositivo
de análisis de la ideología de los letrados
y los proyectos políticos sofocados por la
imperecedera maquinaria oligárquica de
la nación colombiana.
Teóricamente, el trabajo de Quiroga-Cifuentes se apuntala en pensadores
clásicos del análisis de las ideologías como
Terry Eagleton, Antonio Gramsci y Raymond Williams, amén de asumir la obra
literaria como producto de contingencias
históricas, a la manera que lo trabaja Jane
Tompkins y, por supuesto, para la caracterización de la posición del letrado dentro de la escritura latinoamericana de los
últimos dos siglos, acude a Ángel Rama.
Por otro lado, el análisis histórico de La
Violencia y los acontecimientos civiles y
políticos que la rodearon se vale de las
obras de Daniel Pécaut, Marco Palacios y
James Henderson, imprescindibles en el
estudio de la historia reciente de Colombia. Finalmente, en lo referido a la crítica
literaria, el autor hace consultas a Antonio Curcio Altamar, a Rafael Gutiérrez
Girardot y a Raymond Leslie Williams
–de quien, sin embargo, toma señera
RESEÑAS I BE RO AM E RI C ANAS
diosos de la narrativa colombiana, suenan
tanto a discusión bizantina como a tarea
inconclusa: ¿qué es la ‘novela de La Violencia’?, ¿a qué período de la historia de
Colombia corresponde?, ¿cuáles son sus
características temáticas? Quiroga-Cifuentes, apartándose de las caracterizaciones más reputadas del subgénero, como
las de Augusto Escobar, Marino Troncoso, Gustavo Álvarez Gardeazábal, Laura
Restrepo y Lucila Inés Mena y dándole
la espalda a las propuestas de Pablo González Rodas y Óscar Osorio, entre otras,
construye un corpus de nueve textos que
usa como dispositivos de análisis político
e ideológico de la Colombia de la segunda
mitad del siglo xx. Para el autor, el factor vinculante de las obras que analiza se
encuentra más allá del confinamiento al
que la etiqueta de ‘novela de La Violencia’ las ha condenado y prefiere atender
a aquellos factores que, arraigados en las
representaciones sociales y políticas de la
época, dan cuenta de la complejidad de la
situación del país amén de la vasta erudición de los autores.
Tras una necesaria contextualización
histórica, al mejor estilo de los textos que
indagan en las intersecciones entre la historia, la política y la literatura, el trabajo
de Quiroga-Cifuentes aborda las novelas
para analizar las posturas que, en diversas
materias, se representan dentro de ellas.
Así, El 9 de abril (1951) de Pedro Gómez
Corena, El día del odio (1952) de José Antonio Osorio Lizarazo y Viernes 9 (1953)
de Ignacio Gómez Dávila son utilizados
para aproximarse al núcleo del debate
político: el bipartidismo, el populismo y
el anticomunismo. El Cristo de espaldas
(1952) y Siervo sin tierra (1954) de Eduardo Caballero Calderón y La mala hora
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
RE SEÑAS I BE RO AM E RI C AN AS
320
distancia–, para caracterizar la tradición
dentro de la que se ubican los textos. En
términos generales, puede afirmarse que
el autor acude a las fuentes de rigor, salvo
el par de casos que se enunciaron unas líneas atrás, y que los aportes de su propia
cosecha son relevantes dentro del campo
de estudio específico de que la literatura
colombiana. En sus consideraciones específicas cabe, sin embargo, hacer algunas
observaciones.
Aunque Quiroga-Cifuentes se distancia de aquellas posturas críticas que
ensalzan a ciertos autores mientras menosprecian otros –verbi gratia Seymour
Menton con sus “planetas y satélites”–
para justificar la selección de su corpus,
parece no dimensionar que las obras que
analiza, aun cuando no ostenten un lugar de preeminencia, no puede afirmarse
que hayan sido ninguneadas por la crítica
o que su distancia del canon obedezca a
que sus autores pertenecieran a grupos
oprimidos, como sí fue el caso de muchos otros escritores y escritoras de novelas en torno a La Violencia o a los fenómenos políticos y sociales relacionados
con la misma. Ha lugar insistir en que
el autor está trabajando con textos escritos por miembros de la élite colombiana,
todos ellos hombres, blancos, de clase
media o alta, con estudios universitarios
y con vínculos, declarados o no, con los
mismos partidos políticos enfrentados en
la época de La Violencia. Así las cosas,
lejos de perseguir una reformulación sobre cómo catalogar las narrativas surgidas
como respuesta a la misma, Quiroga-Cifuentes prefiere desclasificar las obras que
va a analizar para mostrar sus particularidades más allá de los fenómenos asociados al nefasto período.
Sobre esta premisa es posible afirmar
que hay tanto un acierto como un infortunio: por un lado, el autor es claro en
las razones por las cuales las reflexiones
crítico-literarias en torno a las ‘novelas
de La Violencia’, especialmente aquellas
que se limitan a analizar el bipartidismo
como llave maestra de todos los textos,
son insuficientes para hacer una lectura
crítica de los textos que ha seleccionado.
Sin embargo, por otra parte, dado que el
texto está escrito en inglés y dirigido a un
público que, presumiblemente, no tiene
elementos de juicio suficientes para determinar por qué esos textos precisan ser aislados para analizarlos con mayor acierto,
se echa de menos una caracterización más
amplia de La Violencia como fenómeno
social con consecuencias literarias que, a
su vez, engendró un amplísimo corpus
cuya calidad escritural se debate entre
las antípodas de la creación inmortal y
el panfleto que cuenta las violencias padecidas por los miembros de uno u otro
partido político. En similar sentido, dado
que The Colombian Political Novel 19511987: A Critical Contribution capitaliza
de que los autores que en él se analizan
son figuras públicas, y sin llegar hasta el
extremo de exigir al autor la realización
de una biografía de cada uno de ellos, se
extraña una caracterización más amplia
de sus posturas políticas y de los diálogos
autor-narrador-personaje que se podrían
haber presentado dentro de sus novelas.
Sin desconocer la libertad que le asiste al investigador a la hora seleccionar sus
objetos de estudio, es claro que las ‘novelas de La Violencia’ son piedra angular de
la narrativa colombiana contemporánea,
de modo que sus clásicos son pasos obligados para cualquiera que se adentre en
321
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
por lo difícil que puede resultar el abordaje un subgénero que estudiado pero tan
poco comprendido como la ‘novela de La
Violencia’. Sobre este punto vale la pena
destacar la forma como el autor intersecta
el concepto de la “Revolución en Marcha”,
del gobierno de Alfonso López Pumarejo,
con las tensiones sociales que se representan en Siervo sin tierra; el concienzudo
análisis que, partiendo de lo propuesto en
Años de fuga, hace a la compleja figura
del cura-guerrillero Camilo Torres y, muy
especialmente, las diversas formas de diseminación de la información de las que
se valió el bipartidismo para inflamar a las
masas, desde la muerte de Jorge Eliécer
Gaitán, como se deduce de la lectura que
el autor propone de El día del odio y El
9 de abril. De igual modo, es importante
destacar que el texto, en términos literarios, invita a la consideración de obras,
como Una y muchas guerras y Bulevar de
los héroes, que no han recibido la atención
debida por parte del público lector y apenas si han logrado abrirse un espacio en la
academia, de la misma manera que estimula la relectura de novelas clásicas como
las de Caballero Calderón y la de García
Márquez que, a pesar de ser piezas clásicas
de la literatura colombiana, apenas si han
sido objeto de análisis políticos, económicos y sociales como el propuesto por
Quiroga-Cifuentes.
The Colombian Political Novel 19511987: A Critical Contribution de Álvaro
Quiroga-Cifuentes se constituye, en fin,
en una pieza de análisis que, rompiendo
con las tradiciones crítico-literarias más
ortodoxas, abre la puerta para la consideración interdisciplinaria de un grupo de
narrativas producidas bajo el signo del
conflicto interno en Colombia. Su lectura
RESEÑAS I BE RO AM E RI C ANAS
las honduras de su propuesta textual, así
sea a través de muestras significativas. En
este orden de ideas, a pesar de que Quiroga-Cifuentes es convincente sobre lo particular de las obras que analiza, no precisa
por qué el material que se quedó en la
criba no resiste un análisis como el que
su trabajo propone. En otras palabras, de
la misma manera que el autor explicitó
las razones por las cuales se aparta de la
crítica canónica sobre el subgénero, pudo
dedicar unas cuantas líneas a dialogar con
otros textos de esta tradición en aras de
no dejar lugar a dudas sobre la singularidad de su trabajo. Así pues, aun cuando la
selección del autor sirve a su propósito de
trabajar solo con obras de miembros de la
“ciudad letrada”, el que textos tan relevantes como El gran burundún-burundá ha
muerto (1952) de Jorge Zalamea, Viento
seco (1953) de Daniel Caicedo, La calle
10 (1960) de Manuel Zapata Olivella, El
día señalado (1964) de Manuel Mejía Vallejo y Cóndores no entierran todos los días
(1972) de Gustavo Álvarez Gardeazábal,
se queden en la simple enunciación aun
cuando todos los autores eran, de igual
manera, miembros de la “ciudad letrada”,
levanta la suspicacia de que el autor está
tratando de rebelarse contra el canon sin
una haber una necesidad para hacerlo, o
al menos no una que pueda encontrarse
más allá de la imposición académica de
la novedad.
En términos políticos, el valor del
análisis de Quiroga-Cifuentes es absolutamente indiscutible y su aproximación a
las narrativas de Gómez Corena, Gómez
Dávila, Osorio Lizarazo, Caballero Calderón, García Márquez, Mendoza, Aristizábal y García Aguilar resulta, sin lugar a
dudas, novedosa y original, en particular
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
RE SEÑAS I BE RO AM E RI C AN AS
322
en el momento histórico que vive el país
es, sin duda, necesaria para entrar en la
cultura de la denominada “era del posconflicto”.
Juan Camilo Galeano Sánchez
(University of Cincinnati)
Samuel Steinberg: Photopoetics at
Tlatelolco: Afterimages of Mexico, 1968.
Austin: University of Texas Press, 2016.
253 páginas.
A primera vista, el primer libro de Samuel
Steinberg es un importante estudio sobre
la masacre de los manifestantes en la Plaza
de las Tres Culturas cometida por el estado mexicano priista el 2 de octubre 1968.
Aunque sea importante, propiamente dicho no es un estudio sobre lo que pasó ese
día infame, sino sobre su archivo. Porque
del mismo modo que la provocativa sentencia de Gilles Deleuze sobre el Mayo
Francés, Steinberg sostiene que Tlatelolco
no aconteció (p. 6). Específicamente, el
autor argumenta contra “the hegemonizing impulse to consign it to a classifiable body, or a legible image, and produce
its archive [el impulso hegemonizador a
consignarle un cuerpo clasificable, o imagen legible, y así producir su archivo]” (p.
5). Este impulso, ejecutado por el Estado mexicano y su ideología mexicanista,
que hasta el 68 hacía corresponder el arte
mexicano y el pueblo étnico-nacional (pp.
181-183), sepulta los actos criminales del
Estado bajo el monumento de Tlatelolco
y, así, convierte la masacre en el sacrificio
fundante de tres décadas largas de transición democrática y neoliberal (p. 5). Más
bien, Steinberg ofrece una lectura “secula-
rizante” que habita el archivo del 68 para
reflejarlo según un principio anarchivista (p. 14). En mi opinión, este método
anarchivista constituye la intervención
principal de Photopoetics at Tlatelolco,
intervención que es también una toma
de posición política dentro de las cúpulas de la academia norteamericana. Entre
los muchos hilos que componen el libro,
destacan tres: 1) la conformación de su
propio archivo y el modo de su lectura,
2) el diálogo con la teoría de los medios
de comunicación y 3) el diálogo con la
teoría política.
Steinberg lee a fondo un gran abanico de representaciones, es decir, capas
del archivo, siendo unas más canónicas
y otras más promiscuas por estar más
alejadas –tanto temporalmente como
temáticamente– del acontecimiento-archivo de la masacre: la crónica Días de
guardar (1970) de Carlos Monsiváis, el
testimonio La noche de Tlatelolco (1971)
de Elena Poniatowska, la película Rojo
amanecer (1988) de Jorge Fons, la novela
El fin de la locura (2011) de Jorge Volpi y
varias performances del artista conceptual
Francis Alÿs. Sobre ellos Steinberg lleva a
cabo una lectura pormenorizada, o close
reading, que se inscribiría en la consagrada tradición norteamericana, un método
desarrollado primero por la Nueva Crítica
y luego, por la desconstrucción. Los capítulos sobre Monsiváis, Poniatowska y
Fons interrogan el archivo ya constituido
y forman un argumento coherente. Los
capítulos sobre Volpi y Alÿs construyen
otro archivo del 68, producto de una labor archivista que se podría cuestionar
en términos del método que Steinberg
se empeña en desarrollar en los capítulos
anteriores. A pesar de esta posible queja,
323
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
dad de las imágenes (p. 91), Poniatowska explota la analogía entre la fotografía
y el testimonio basada en su supuesta
veracidad para reconstruir la memoria
irrefutable del 68 (p. 85). Así, la novela
testimonial, en tanto escritura fotogénica, “escenifica la verdad de un momento
pasado” que viene a reemplazar la cosa
que documenta, acorde a las sentencias
de André Bazin acerca de la fotografía (p.
97). Según Steinberg, la tarea narrativa de
La noche de Tlatelolco se puede vislumbrar
en su estructura: la multiplicidad de voces
que constituyen la primera parte dan paso
a la narración unívoca de una sola imagen traumática en la segunda (p. 101);
del mismo modo, la obra une la multitud
constituyente del movimiento en un pueblo unido bajo su aspecto de sociedad civil (p. 84). Así, mortifica y encubre la política del acontecimiento del movimiento,
con su memoria-imagen traumática y, por
lo tanto, verídica, cuyo efecto es el restablecimiento de la lógica sacrificial que
funda el estado mexicano por encima de
sus ciudadanos muertos (p. 112).
Con el cuarto capítulo, “Exorcinema”,
Steinberg da un salto a los años ochenta y
a un México en plena transición neoliberal. El autor justifica el salto en términos
formales desde una escritura fotopoética
surgida en los años inmediatamente después del 68, hacia el cine de la transición
ochentera. El cine consume los documentos testimoniales y se apropia de la veracidad del trauma atestiguado, de la misma
manera que inserta las tomas fotográficas
en la continuidad de la cinta cinematográfica (pp. 115-118). De esta forma, según Steinberg, el cine deviene “máquina
de la transición”, por lo cual la recreación
performativa del acontecimiento político
RESEÑAS I BE RO AM E RI C ANAS
las lecturas son atentas y los argumentos
de amplio alcance. Aquí el libro muestra
su fuerza.
El segundo capítulo, “Postponed Images [Imágenes postergadas]”, sostiene que
Monsiváis elabora una foto-estética que
evita nombrar Tlatelolco en sus escritos
sobre el 68. Este método consiste en diferir la representación, lo que Steinberg
acuña en palabras de Monsiváis: “la plenitud de lo incompleto”. Refuta el luto
por el 68 y su lógica de la redención sacrificial, a la vez que preserva en la incalculabilidad, el acontecimiento del movimiento obrero-estudiantil para así demandar
una repuesta propiamente política (pp.
72-73). El problema, según Steinberg, se
encuentra en la estructura de la demanda que mantiene abierta la posibilidad de
una política, pero solo como posibilidad,
como política mesiánica. La plenitud de
lo incompleto se arriesga a convertirse en
“an image-fetish that conceals what cannot be made present in the image, the
still uncounted dead [un imagen-fetiche
que encubre lo que no se puede presenciar en la imagen, los muertos todavía no
contados]”, con el resultado de que niega
consignar al archivo a costa de negar la
mirada a lo acontecido (p. 72). A espaldas
de su gesto anarchivista, Monsiváis termina estableciendo la lectura dominante del
68 que la sacraliza, aunque a la manera de
una teología negativa (pp. 51, 73).
El capítulo tercero, “Testimonio and
the Future without Excision [Testimonio y el futuro sin escisión]”, propone La
noche de Tlatelolco como complemento
a la obra de Monsiváis. Si la fotopoética
en esta hace hincapié en lo negativo del
recorte fotográfico y la imposibilidad de
reinsertarlo por completo en la continui-
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
RE SEÑAS I BE RO AM E RI C AN AS
324
apunta hacia un futuro más allá de la memoria de Tlatelolco (pp. 118, 123). En
la misma línea, Rojo Amanecer, de Jorge
Fons, consume la memoria de Tlatelolco.
Sustituye la masacre que nunca muestra
por la las reacciones de una familia burguesa que la presencia porque vive en uno
de los edificios cercanos. La película no
reconstruye la manifestación y la masacre, sino el acto de testimoniarlos. Esta
reconstrucción, según Steinberg, termina
sustituyendo la memoria traumática por
el acontecimiento del 68.
El quinto capítulo propone El fin de
la locura de Jorge Volpi como aspirante
al título de novela del 68. La crítica ácida
que hace Steinberg del libro, así como de
la generación del Crack (pp. 154-157), es
también una crítica del principio hegemónico que rige el campo cultural. Según
el autor, Volpi intenta restaurar la literatura junto con el Estado nacional-popular, que antaño le otorgaba a la misma
su privilegio social, por el acto definitivo
de consignar el 68 como causa histórica
de la transición mexicana (p. 150). Pero
a espaldas del autor, según Steinberg, la
denuncia en la novela de la “locura” de
los 60 confirma la experimentación de la
década como condición para la renovación artística y política (p. 168). Es tal vez
revelador que en el seno del revanchismo
político cultural que representa la novela de Volpi, Steinberg identifica el gesto
hacia una política poshegemónica, una
infrapolítica.
Steinberg concluye con una lectura
de la obra del artista flamenco-mexicano Francis Alÿs, que le sirve como único
ejemplo incorrupto de un pensamiento
anarqueológico. Steinberg parte del lugar
común según el cual las acciones de arte
como las de Alÿs requieren la documentación y, así, participan en la fotopoética,
lugar común que deja de lado para concentrarse en la indagación del artista en el
campo de lo performativo: las recreaciones, los ritos, en fin, el trabajo del artista
y de sus suplentes. De este modo, Steinberg puede declarar que el trabajo artístico de Alÿs anuncia el retorno de la obra
de arte como anticipación de una posible
política emancipadora (pp. 173-174).
Por ejemplo, Steinberg lee Cuando la fe
mueve montañas (2002) –obra en la que
Alÿs contrató a 500 estudiantes limeños
para ‘mover’ una colina con palos– como
una reflexión anarchivista sobre el 68 que
deja aparecer una fe política en el futuro
en la discrepancia temporal –de la reproducción y representación– que constituye
la obra (p. 175). El primer fulcro de la
lectura de Steinberg yace en la indistinción entre los estudiantes y los trabajadores, común al movimiento del 68 y a la
obra de Alÿs (pp. 176, 199). El segundo
es la “inoperatividad” del trabajo de los
participantes (p. 198): cavan, pero no excavan porque no hay nada por debajo del
trabajo colectivo ni la fe, que sí hay (p.
177). Hasta ahí el archivo anarchivista de
Photopoetics at Tlatelolco.
El segundo hilo que querría destacar
es el diálogo con la teoría de los medios
de comunicación. Aunque el libro está
estructurado genéricamente (p. 15) –ensayo, crónica, testimonio, cine, novela,
artes performativas, en este orden– no explicita la diferencia entre género y medio,
ni el vínculo entre la especificidad genérica y mediática de sus objetos y el principio archivista que quiere desconstruir.
Más bien los reduce todos a su aspecto
‘fotopoético’, a veces obvio –como en
325
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
of the Mexican present founded in the
symptomatic reading of 1968’s afterimage [algo como una teoría del presente mexicano basado en la lectura sintomática de la post-imagen de 1968]” (p.
15). En este registro, la tecnología de la
apariencia (singular) y la post-imagen
de 1968 (singular) funcionan más como
metáforas del archivo (singular) –que es a
la vez metáfora de una represión política
difusa e innombrada– con el resultado de
que la teoría mediática deviene teoría de
la metáfora y la materialidad del medio se
esfuma en su reflejo escrito.
El tercer hilo que se debe identificar es
el de la teoría política. Si bien toma como
punto de partida a Deleuze, Steinberg interviene en la teoría política con la ayuda del Derrida más tardío, el de Espectros
de Marx, Mal de archivo y Canallas. Con
ello se une a los debates más actuales de
la teoría política latinoamericanista en los
contextos académicos de Estados Unidos,
España y Chile, cuya emergencia, fruto
de la disolución del Latin American Subaltern Studies Group a principios de los
2000, se consolidó alrededor de términos
clave como post-hegemonía, infra-política e anarqueología. (Cabe destacar que el
libro de Steinberg se ha publicado en la
serie “Border Hispanisms” de la editorial
de la Universidad de Texas, serie cuyos
editores, Jon Beasley-Murray, Alberto
Moreiras y Gareth Williams, son las principales voces de esta onda teórica.)
Aunque la teoría política infunde el
libro entero, queda explícito en el primer
capítulo, “Archive and Event [Archivo y
acontecimiento]”, donde Steinberg atraviesa con delicadeza el campo minado
de la teoría política contemporánea. Por
ejemplo, a través de una lectura de Paz,
RESEÑAS I BE RO AM E RI C ANAS
los estudios sobre las películas de Fons y
Reygadas– a veces menos obvio –como en
los casos de la escritura ‘foto-genética’ de
Monsiváis (p. 77) y Poniatowska (p. 91)
o el hacer-para-documentar (o no) de los
performances de Alÿs– y a veces ausente
–como en el estudio sobre Volpi–.
Esta inconsistencia del hilo mediático
sorprende porque es central a la intervención de Steinberg en la teoría política,
que en última instancia constituye el horizonte de su empresa. No sólo el acontecimiento deviene cognoscible gracias a
su reproducibilidad tecnológica, nos dice
Steinberg acorde al crítico Eduardo Cadava (p. 38). También la subjetividad política subalterna –cuya elaboración dentro de los estudios latinoamericanos en
Norteamérica forma la prehistoria de los
debates políticos en los cuales Steinberg
participa– se presenta como efecto textual, según el historiador Gyan Prakash
(p. 21). Los dos, el acontecimiento y la
subjetividad que ése deja aparecer –y no
exclusivamente la subalterna– son “secondary effect[s] of all attempts to authorize
an archive […] effect[s] of a certain technology of appearance [efectos secundarios
de todo intento por autorizar un archivo
[…] efectos de cierta tecnología de la apariencia]” (p. 21).
Dado la estructura del libro, cabe
preguntar si la fotografía, la escritura,
el cine, y la performance conforman una
sola tecnología de la apariencia, por no
mencionar la elisión de la diferencia genérica dentro de la tecnología escrituraria.
La subsunción de la especificad mediática-genérica a una sola tecnología de la
apariencia, a la fotopoética, corresponde
a la univocidad de un proyecto con fines
de desarrollar “something like a theory
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
RE SEÑAS I BE RO AM E RI C AN AS
326
Steinberg argumenta, acorde con Gareth
Williams, contra la lógica sacrificial que
anima la memoria del 68 (pp. 24-25).
Asimismo, argumenta contra la hegemonía del populismo laclauiana, donde por
hegemonía se entiende el cálculo, la nominación y, por lo tanto, la consignación
al archivo (pp. 26-28). Y, a través de su
lectura de Alain Badiou y Bruno Bosteels, Steinberg argumenta, de nuevo con
Williams, contra la política del acontecimiento como proceso de subjetivación
por ser una política del nombre, es decir,
del archivo (pp. 40-44). Steinberg nos
incita “to pursue a politics infinitely unbound from every arkhē, untethered to
events [a perseguir una política infinitamente suelta de cada arkhē, desligada de
los acontecimientos]” (p. 43). O, más
bien, nos incita a abandonar una política
desligada del acontecimiento badiouano,
a favor de una política ligada a un acontecimiento derrideano entendido como
la apertura al encuentro aleatorio con el
otro (pp. 42-43).
El libro de Steinberg constituye una
sofisticada indagación en el archivo del
68, la teoría de los medios de comunicación, y la teoría política contemporánea.
Aun así, parece perderse en el laberinto
intrincado de su propio archivo, a pesar
de su método anarchivista, o quizás a
causa de él. Es decir, no ofrece respuesta a la aporía innombrable de su propia
escritura: ¿cómo escribir un texto anarchivista, atópico y anómico cuando la escritura participa irremediablemente en el
nombre y la ley (nomos), en la referencia
(topos) y la retórica (tropos) y, por lo tanto, archiva sin parar? Me pregunto si la
crítica anarchivista no será simplemente
meta-archivista –pregunta que Steinberg
dirige a Bosteels con respecto de su entendimiento del acontecimiento, en términos de un proceso de subjetivación,
una prótesis no del archivo del estado
mexicano pero tal vez sí del archivo de
la universidad estadounidense. Dicho de
otro modo, Photopoetics at Tlatelolco no
puede sino participar de esa estructura de
negación por la cual la represión en forma
de archivo indica el ser del acontecimiento que aquel requiere. Tal vez el método
anómico, atópico, anarchivista no desembocaría en un libro de crítica sino en una
actividad política, o por lo menos en un
libro que esboza una teoría política de la
cual esa actividad se podría servir. El libro
de Steinberg es ambicioso, quizás demasiado. Sin lugar a dudas merece la lectura
atenta porque deja mucho que pensar.
Bret Leraul
(Cornell University, Ithaca, NY)
Brigitte Adriaensen/Gonzalo Maier: Todos los mundos posibles. Una geografía de
Daniel Guebel. Rosario: Beatriz Viterbo
Editora, 2015. 328 páginas.
En 1990, se publica La perla del
emperador, la segunda novela de Daniel
Guebel. La revista Babel, ese comienzo
que de tantas veces citado adquiere por
momentos carácter mítico, la recibe con
bombos y platillos: la consagra en el número 18 (agosto 1990) como “Libro del
mes”. El exotismo que envuelve las historias que se condensan en torno a “la perla
de Labuán” es funcional a la genealogía
que le interesa armar a la revista y al grupo que de manera problemática desarrolla
una formación lábil e imprecisa en torno
En esta escena inicial e iniciática se
condensa, casi a la manera de un resto que
sin formar parte de la memoria se recuerda, la paradójica ubicación que Guebel irá
ganando en la literatura argentina actual:
no adentro ni afuera, sino a la vez adentro
y afuera; impugnando desde los márgenes
el centro y desde los límites mostrando
que ni el centro ni los mismo márgenes
construyen otra cosa que posiciones de
valor que podrán tener mucho que ver
con la literatura como Institución pero
poco con el Arte como acontecimiento.
Guebel, entonces, en este comienzo, efectivo, efectista, potente, fracasado.
Si hay algo que Todos los mundos
posibles. Una geografía de Daniel Guebel
logra es retener en su acercamiento esta
ubicuidad. A pesar de la gran cantidad y
variedad de producciones que Guebel ha
publicado desde ese entonces, el abordaje que coordinan Brigitte Adriaensen y
Gonzalo Maier es el primero en ocuparse
de manera integral de esta obra multifacetica. En esta falta convergen múltiples
factores. Eso que la compilación retiene
incluso a pesar de sí misma es sin duda
uno de ellos. Y este es el punto de partida
que inteligentemente deciden destacar en
la introducción los compiladores. Elogio
acorde a los modos que para constituirse
experimenta el objeto a la vez que precisa descripción del mismo. Adriaensen y
Maier nos lo advierten: “La publicación
de un libro que celebra la obra de Daniel
Guebel supone una ironía imperdonable: condenarlo a ser un pésimo escritor”
(p. 9). A partir de esta ironía inicial, el
prólogo genera anclajes en el mapa, an-
327
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
Alguien me dijo: “Lo bueno que tiene tu
libro es que no tiene vulgaridades”. En ese
momento sentí que se me iba el alma al
piso (...) ¿Cómo podía ser que me hubiera equivocado tanto? Después me consolé:
quizá la vulgaridad que La perla… omite
sea la promesa eterna –ese mundo de esferas y de líquidas disoluciones en las que
me gusta ir rolando– que alcanzarán otros
libros que iré escribiendo (Babel 1990: 18).
RESEÑAS I BE RO AM E RI C ANAS
a ella. La reseña, que a manera de carta,
escribe Daniel Link en ese número permite entrever la resistencia que generó La
perla... y, a la vez, cómo Babel utilizó esa
resistencia a su favor. Link sostiene que a
la novela se la ha acusado de posmoderna, reaccionaria y decadente: un “mero
ejercicio de un universitario frustrado”,
premiada por narcisismo de unos y culpabilidad de otros. Inmediatamente, diseña un contraataque. Pero el mismo y el
pequeño manifiesto que Guebel publica
en ese número, no apuntan a lo esperable. Lejos de tan solo reivindicar el preciosismo o el imperativo de narrar con el
que todas esas acusaciones están ligadas,
desplazan la cuestión. Link sostiene que
La perla… “es la fosforescencia que parece iniciar un estallido”, fosforescencia que
logra un “efecto de verdad” que está lejos
de hacer del deconstructivismo su estrategia principal. El movimiento que realiza
Guebel es aún más complejo. Pone en el
origen del nacimiento de su novela la parodia al realismo, aquello a lo que a Babel
le interesaba atacar, pero luego la desplaza
mostrándola inconducente. Confronta
mediante la ironía a los que solicitan color
local pero a la vez pone en jaque el problema, pensando no solo en los modos de la
continuación sino también en lo que esos
modos, materialmente, le permiten abordar. Y culmina con un paso de comedia,
que vehicula el riesgo del fracaso:
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
RE SEÑAS I BE RO AM E RI C AN AS
328
clajes que se tensionan siempre entre su
capacidad de convertirse en lugares y su
pareja potencia de desterritorialización:
el exotismo, la necesidad de agotar todos
los géneros, el gusto por la controversia,
la relación con el discurso político caracterizada por la burla, la ironía y la farsa, la
apropiación gozosa de lo kitsch, del melodrama y de lo mediocre son caminos que
se abren para penetrar en el mundo del
autor. A partir de esta cartografía inicial
el libro se divide en tres países, división
que antes que agotar el trazado parece
valientemente ponerlo en contacto con
su misma imposibilidad: “El país de los
libros”, “El país de la política”, “El país
de los otros”.
“El país de los libros” tiene como
núcleo el “ejercicio digresivo del elogio”
que moviliza los textos de Alan Pauls y
Luis Chitarroni. Ambos vuelven sobre
el origen y complejizan la idea de grupo.
Ambos, también, repiensan el imperativo condensado en la exigencia de narrar. Pauls lo desprende del exotismo y
lo relaciona con el desastre y la duración:
para narrar, en los mundos Guebel, todo
escritor debe estar en situación de desastre y el narrador, en un movimiento que
supone intensidad de contemporaneidad
no mera actualidad, es por definición el
que pierde el rumbo. Chitarroni, por su
parte, consagra a Guebel como “el mejor
novelista de su –mi– generación”, volviendo productivo en el devenir posterior
del ensayo ese concepto que la crítica ha
insistido en declarar como caduco. Entre
la anécdota y la exacerbación de las genealogías, analiza la relación de Guebel
con el mercado, los géneros, la firma, la
vulnerabilidad, la innovación. La virtuosa superioridad de Guebel en certámenes
que no lo incluyen, es una de las fórmulas
irreverentes con las que este análisis nos
deja en suspenso. Los núcleos en los que
Pauls y Chitarroni insisten reaparecen en
los otros recorridos. María Paz Oliver se
ocupa de Mis escritores muertos y de cómo
Guebel subvierte el sentido teleolólogico
y pone en jaque la noción de trama haciendo del desvío el fin mismo de su narrativa. El concepto de generación es a la
vez validado y puesto en jaque en el corpus que Alberto Giordano compone en
torno a la categoría “novela del yo” bajo
la cual incluye a Derrumbe pero también
a producciones de Pauls, Sergio Bizzio y
Sergio Chejfec publicadas el mismo año.
A diferencia de lo que el uso de la primera persona obligaría a esperar, estas
novelas no des-inventan sino que ensayan “formas de poner el arte en contacto
con la vida para que se fortalezcan y acrecienten en cada uno las posibilidades de
reinvención” (p. 52). Derrumbe entre sus
impulsos destructivos y el salvataje de núcleos sentimentales experimenta con las
posibilidades anómalas de lo autobiográfico poniendo en juego los límites y potencialidades de la figura de Payaso pero
también la posibilidad de confrontar con
la dimensión radical del fracaso. Martín
Kohan retoma El caso Voynich y pone en
el centro una cuestión que recorre desde
el título todo el libro: Guebel y su impulso de totalidad. La conversión de la tradición en tradiciones que antes que evitar
hay que saber soltar a tiempo; el someter
la plenitud al asecho de la nada son claves
del buscar sin encontrar que Guebel propondría para el artista. Este país se cierra
con el rescate del texto de Libertella. Si los
ensayos previos cartografiaban los modos
en que Guebel homenajeaba a Libertella,
329
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
nima enfatizando el gesto irónico, pero
también los factores que, como la desrealización del tiempo histórico, imposibilitan estabilizar el sentido. Por su parte,
Susana Rosano se sostiene en la tensión:
la escritura melodramática, que pone en
acción la narrativa de Guebel, “permite
desmontar los resortes enmohecidos del
relato oficial peronista pero también del
libreto antiperonista” (p. 156). La autora
diseña dos series para observar los modos
en que se articula la figura de Eva Perón
en la literatura argentina, “la máquina
deseante” y “la escritura cadavérica”, pero
La carne de Evita queda fuera de ambas:
la burla distancia y esa distancia pulveriza
la afectividad (política) y convierte todo
en pastiche. Sin embargo, el tono de insoportable levedad que ese armado pone
en juego no queda totalmente desligado
y ahí sí, para Rosano, reaparece al agobio
propio de la tradición liberal. Finalmente, Paola Ehrmantraut mueven un poco
el núcleo temático hacia la cuestión de
la guerra de Malvinas para observar los
cuestionamientos que Guebel realiza al
nacionalismo territorial. Así, el recorrido
por este país no sólo nos otorga aquello
que se prometía en la introducción, el
desarme del lugar común del apoliticismo
que marcaría la narrativa de Guebel (y de
su grupo), sino que antes bien, a través
de la confrontación de la diversidad que
vehiculan los diferentes acercamientos,
cuestiona los modos en que se debe pensar la relación entre dominios y la misma
posibilidad de adjetivación.
“El país de los otros” dibuja su frontera
sobre el ensayo de Chitarroni: lo que era
exacerbación se vuelve detalle y el armado de genealogías, eso que en el comienzo
casi mítico que diseñábamos era modo de
RESEÑAS I BE RO AM E RI C ANAS
acá es Libertella el que expone su voz y
la expone para trasladar la pregunta del
¿para qué sirve la literatura? al para ¿qué
vale? Y allí no solo se descubre la obra de
Guebel como “invalorable”, sino que se
logra una definición precisa de la ubicuidad que la compilación busca poner en
primer plano: “entre una fantasía de sobrevivencia, una voluntad de poder, una
necesidad de identificación personal con
el mercado y un deseo de diferencia” (p.
106) se diseñan las fronteras de guerra de
la geografía Guebel.
“El país de la política” tiene un claro
núcleo temático: la relación de Guebel
con el peronismo, en particular, y con
ciertos eventos, personajes y discursos de
la historia reciente ligados al mismo, en
general. Y lo que se destaca es la multiplicidad de matices con que se aborda este
problema común. Conviene comenzar el
recorrido por la operación de Juan José
Becerra que muestra cómo la figura de
Perón se convierte para Guebel en una
“fuente de operaciones formales” que,
desarmando lo esperable, relega el juicio
ideológico y político, convirtiéndose en
un “Objeto Eterno”: esos lugares de la
narrativa del autor sobre los que la interpretación se abre sin cerrarse nunca y que
concentran un problema fundamental, la
pregunta por la llama que enciende la literatura. En el otro extremo, Jorge Reati
pone en juego, para el análisis de La vida
por Perón, conceptos como simulacro,
mitología, retórica y teatralidad que enfatizan las distancias volviéndose además
claramente valorativos del objeto al que
se abocan. En esta línea, Silavana Mandolessi y José Di Marco trabajan sobre
los modos en que se vuelve ambiguo el
término “terrorista” en la novela homó-
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
RE SEÑAS I BE RO AM E RI C AN AS
330
intervención, se analiza detenidamente y
se compone no sólo mediante nombres
sino también mediante géneros, repensando los modos de la cita. José Amicola
retoma las figuras de Borges, Arlt y Aira,
pero también la de Puig, para repensar
cómo funcionan en La perla… el exotismo, el pastiche y el principio constructivo
de mise en abyme, poniendo en el centro
un malentendido puntual que habilita en
el artículo un interesante cruce de los problemas del género narrativo con la teoría
del gender. Nancy Fernández retoma, para
ocuparse fundamentalmente de Los padres
de Sherezade, la figura de Borges y, entre la
condensación borgeana y la expansión de
Guebel, analiza la transfusión de géneros
y saberes, la recuperación que realiza de la
figura del narrador, el funcionamiento de
la fragmentariedad como matriz para la
generación de nuevas historias y los modos de la traducción. Por su parte, David
Comte parte de un lugar ligeramente diferente: dando por sentado el juego con
los géneros narrativos como característico
de la geografía Guebel, se interroga sobre
los peligros que supone asomarse a ese
paisaje, intentando y a la vez interrogándose por la posibilidad de taxonomizar la
obra de Guebel. Es desde ahí desde donde
el impulso genealógico se desvía a las relaciones con la ciencia ficción y el fantástico
a propósito de El perseguido.
La cartografía que diseña Todos los
mundos posibles se cierra con una entrevista al creador del mundo que se ha explorado y con un microensayo de César Aira.
La charla de Michel Lafon con el autor
vuelve sobre una de las ideas centrales de
la introducción y cierra el círculo: Guebel ronda allí, como en intervenciones
previas, en torno a la idea de totalidad.
Pero dicha exploración se tensiona entre
dos matices que, de manera imprevista,
exponen la autofiguración a sus quiebres.
Por una parte, se reflexiona sobre la historia total pero inagotable: “[Ben-Hur]
parecía una obra interminable y ahí ya
estaba contenido y resumido parte de mi
programa de escritor. Pasan los años y
todavía sigo alentando la ilusión infantil
de escribir todos los libros, atravesar todos los estilos, ser todos los autores” (p.
276). Pero, por otra parte, ese asedio de la
totalidad vehicula una posibilidad menos
esperable y más riesgosa (y por lo tanto,
tal vez, más potente): la necesidad de aniquilación, no de lo propio sino de lo otro.
Ante la pregunta por si existe en él la obsesión de transformar en ficción los relatos ajenos, Guebel responde lo siguiente:
“tengo la tentación de resumir todas las
historias y los estilos y todas las obras en
una que los supere y aniquile” (p. 285).
Así, los términos “todos” y “geografía”
con los que perspicazmente Adriaensen
y Maier eligen titular el acercamiento no
solo refieren a lo que al autor le interesa
que sepamos de él sino que pierden el carácter simplemente metafórico y se vuelven necesarios al llamar la atención sobre
ese impulso íntimo que se activa entre
la ilusión y la tentación y que alternativamente diseña y consolida lugares para
apenas un instante después mostrarlos
inconducentes (la envidia, el otro núcleo
que de manera alucinante construye y a la
vez quiebra la autofiguración tensionando el gesto irónico con el efecto de verdad
y verdadero del rencor; la envidia, el otro
impulso íntimo relacionado con la tentación de aniquilación, hubiera resultado
inaprensible). La reseña de Aira, en intensa conexión con la mención del autor en
Mariana Catalin
(IECH, UNR-CONICET, Rosario)
Alberto Ribas-Casasayas/Amanda L. Peterson (eds.): Espectros: Ghostly Hauntings in Contemporary Transhispanic
Narratives. Lewisburg/Lanham: Bucknell University Press/Rowman & Littlefield, 2016. 243 páginas.
331
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
This collection fits in with a recent trend in
critical work of examining the use of specters and ghosts as a means of understanding our relationships with the past and
reality, as a means of relating them and relating to them. In the last few decades – especially since Jacques Derrida’s The Specters of Marx (1994) and Avery Gordon’s
Ghostly Matters (1997), but reaching fever
pitch in María del Pilar Blanco and Ester
Peeren’s The Spectralities Reader: Ghosts and
Haunting in Contemporary Cultural Theory
(2013) –, specters have become a favorite
symbol for addressing sometimes disparate but often overlapping themes. These
are not the phantasmagoric ghosts of the
Gothic period (although they have some
of the same roots); rather they are melancholy, insistent metaphors pressing at
metaphysical and ethical questions. Alberto Ribas-Casasayas, Amanda L. Petersen
and their contributors bring the persisting
themes of these haunting beings to an ex-
amination of their ever-growing instantiations in contemporary transhispanic film,
fiction and art.
The majority of these ghosts have to
do with history and surround how we negotiate the remains of the past as they exist in our everyday. They arise out of trauma, violence and erasure. They demand
justice by reminding us that something
is unresolved, block forgetting by preserving that which is thought to be over,
and signal absences by pointing to what
is unknown. That which haunts reveals
preoccupations with the transmission of
memory and, as the many references to
Marianne Hirsch’s concept of postmemory throughout these articles well demonstrate, exhibits the difficult position of
inheriting trauma at both the individual
and national level. But ghosts are more
than the horrifying affects and demands
they bring; they are also the voices of possible redemption. As the editors of this
collection put it, “the ghost allows for
the possibility of a transgenerational ethics, as it reveals an obligation to victims
whose presence has been excluded from
the historical record and hegemonic discourse” (p. 3). Both present and absent,
ghosts and specters symbolize not only
remnants of that which is dead but not
gone but also those who are ostracized
and silenced but still present. Their power derives from their liminal position. As
haunting, interstitial figures, ghosts and
specters wreak havoc on the sense of certainty which undergirds regimes (political
as well as aesthetic) that erase and enfeeble the marginalized. They trouble time,
imbue objects with uncanny properties
and throw our most basic modes of representation into question.
RESEÑAS I BE RO AM E RI C ANAS
la entrevista, completa el movimiento de
apertura del impulso íntimo: crítica antes
que elogiosa vuelve a poner en el centro la
ubicuidad de la obra de Daniel Guebel,
eso con lo que los diversos artículos de la
compilación han intentado poner en contacto al lector.
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
RE SEÑAS I BE RO AM E RI C AN AS
332
In this volume, Ribas-Casasayas and
Petersen, along with their contributors,
bring this much needed lens to the transhispanic context, focusing our attention on an already prominent aesthetic
in contemporary work in Latin America
and Spain. Their introduction provides a
lucid and concise starting point for considering these long-studied but recently
repopularized concepts. They summarize
key works in spectral studies, like those
mentioned above, draw on texts about
trauma, by authors like Cathy Caruth and
Dominick LaCapra, and turn to work on
the politics of memory and the limits of
transmission, such as that undertaken by
Giorgio Agamben, which focuses on the
status of the archive and representing past
horrors like the Holocaust. Perhaps most
helpful is how they highlight theory specific to Latin American and Spanish art
and experience, underscoring that while
the ghosts and specters we find in these
various countries may share much with
these prominent Western analyses (and
they are much cited even throughout this
collection), they also grow out of particular background already being addressed
critically in these places. They note that
the “contrarian aesthetics” of specters
and ghosts “have been theorized from
different yet interrelated frames of reference: rupture (Nelly Richard), the wound
(Cristina Moreiras), and haunting (Jo Labanyi)” (p. 6). The first frame advocates
an aesthetic that is purposefully disruptive, that troubles dominant discourse.
The second is related – it seeks to prevent
foreclosure of the past into tidy narratives
– but encourages us to look at the interstices of institutional culture and discover
the residues left by histories of violence
and erasure. The last specifically privileges
haunting as a means of allowing ruptures
and wounds to heal while still preserving
a productive dialogue with the past. These
approaches, like the articles contained in
this volume, arise out of similar recent
histories – of violence, dictatorship and
attempts to move forward through forgetting – as well as shared contemporary
realities, especially those wrought by the
alienation endemic to neoliberalism and
ubiquitous capitalism.
Like Pilar Blanco and Peeren’s volume, Espectros attempts to account for
the many facets activated in considering
haunting by dividing its treatment into
various sections. These are “Ghostly Encounters: Haunted Histories”, “The Persistence of Violence: Trauma as Haunting”, “Still Images: The Living and the
Dead” and “Invisible Hands: Specters of
the Market Economy.” Knowing it would
be impossible (and ill-advised) to separate
spectral themes entirely, Ribas-Casasayas
and Petersen introduce each section in
order to provide sign posts that help to
frame the ensuing pieces and guide the
reader. The first part turns our attention
to the ghost’s ability to produce disjointed times, to affect our equilibrium and
disturb any easy connection between
narrative and history. Included here are
articles that look at the uses of specters
and ghosts to relate how national histories of violence remain in the contemporary consciousness. Isabel Cuñado’s
“The Bright Future of the Ghost: Memory in the Work of Javier Marías” traces
the presence of ghosts throughout the
Spanish author’s œuvre, which spans four
decades. It reads more like an overview
of her 2004 monograph and touches on
333
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
of Karen Wooley Martin’s “Apparitions
and Absence: Spectrality in Contemporary Novels of the Disappeared”, which
centers on two novels that address how
children deal with legacies of guilt and
are haunted by, but learn to live with,
their fathers’ involvement with dirty
wars in the Southern Cone. Charles
St-Georges’s “The Literalization of Trauma’s Specter and the Problematization of
Time in Aparecidos” covers the same topics, but its tight focus on one film and
its treatment of a particular theme of
haunting – that is, its ability to produce
many, disjointed notions of time – provides a nuanced perspective that opens
out to numerous potential connections.
Another high point of this section is Juliana Martines’s “Fog Instead of Land:
Spectral Topographies of Disappearance in Colombia’s Recent Literature
and Film”, which despite taking on too
many objects of study, is the only article
in the collection to specifically treat the
spatial aspect of haunting by combining
Gilles Deleuze and Félix Guattari’s articulation of space with Derrida’s ideas
on the specter to examine histories and
representations of violence in Colombia.
Part three moves more deliberately into metaphysical questions that the
presence of specters and ghosts brings
up. Looking at films and photographs,
it probes documentary practice and examines the status of objects and the legitimacy of archival practices. In “Memento Mori: Photography and Narrative
in Cristina Rivera Garza’s Nadie me verá
llorar”, Marta Sierra discusses a novel
which itself contains no photographs
yet still manages to call on their haunting quality and their ambivalent abilities
RESEÑAS I BE RO AM E RI C ANAS
ideas about ghosts and alternative time,
approaches to memory and the ghost
as a bridge between and transgressor of
separate spheres. Megan Corbin’s “The
Museum of Memory: Spectral Presences and Metaphoric Re-Memberings”
is a particular highlight of the collection
because in looking at various types of art
created after Argentina’s dictatorship,
from literature to virtual exhibitions, it
too addresses general questions of how we
remember trauma and delves more deeply
into the particular role objects play and
the “spectral testimony” they provide (p.
18). In “The Spectrality of Political Violence: Exhuming Guatemala’s Haunted
Past in Tanya María Barrientos’s Family Resemblance and Sylvia Sellers’s When
the Ground Turns in its Sleep”, Susana S.
Martínez qualifies that there are no actual specters in the works she examines
but explains an important vector in dealing with the aftermath of violent tragedy,
that is, the feeling of haunting produced
in the children of those who experienced
trauma, children who are at a temporal,
and sometimes territorial, remove from
these events.
The second section has much in common with the first but purports to bring
the focus from a national perspective to
a more individual one. Despite wanting
to set off what may seem like more personal stories – underlining authors’ and
characters’ experiences of trauma and its
uncanny affects rather than grounding
the introduction in theories of history –, this section contains a significant
amount of overlap with the themes of
the first, most significantly in its focus
on the inheritance of trauma by subsequent generations. This is especially true
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
RE SEÑAS I BE RO AM E RI C AN AS
334
to evoke memory and exact violence. N.
Michelle Murray’s “Framing and Feeling
Immigration: Haunting Visuality and Alterity in Ramito de hierbabuena” spends
a great deal of time examining the cover
photograph of this Spanish novel to explain how political ghosts are often made
more ghostly in attempts to give them
visibility. Depicting a dead Maghrebian
immigrant washed up on the beach, the
cover is a graphic reminder of the opposing capacities of photography to both
expose fissures in official history and to
sustain hegemony through a sexualization
of subjects who merit political attention.
These ideas present a good segue to the
final section which looks more explicitly
at how current market structures cause
certain populations to inhabit and aspire
to nothing more than ghost lives. It is
not just history and trauma which give
birth to specters and ghosts but also the
“phantasmatic character of the consumerist experience” (Ribas-Casasayas and Petersen p. 165) and its presentism (that is,
the perpetual now of capitalism that unmoors us from history and keeps us ever
seeking the possession of new things). The
strongest article of this section closes the
book. In “Haunting Capitalism: Biutiful,
the Specter, and Fantasies of the Global
Market”, Victoria L. Garrett and Edward
M. Chauca see a world of specters in this
2010 Spanish film, each invoking a different critical angle. Haunting fathers and
remnants of the trauma of Francoism are
the background to the detection of specters of the dominant power structure and
the ghosts it makes of immigrants and
those of lesser means. While it would be
impossible to treat these subjects thoroughly in an article of this length, this
article gives a coherent and inspiring introduction.
Ultimately, this collection is a welcome contribution to its field, as it provides convincing summaries for some of
the key aspects of theory relating to specters and brings together a number of intelligent articles that capture a noteworthy
rise in themes of haunting among transhispanic narratives. It attempts to relay
subtle distinctions in approaches to these
concepts with no pretense of being the
last word on the subject. Casting a wide
net across both a theoretical and a territorial perspective, Espectros handles ghosts
and specters just as they might demand,
with respect and attention but without a
sense of definitiveness or foreclosure.
Charlotte Gartenberg
(CUNY, Graduate Center,
New York)
Adélaïde de Chatellus: Hibridación y
fragmentación. El cuento hispanoamericano actual. Madrid: Visor Libros, 2015.
(Biblioteca Filológica Hispana 165). 286
páginas.
La tesis en torno a la que gira el presente
ensayo sostiene que la diversidad viene a
ser la categoría central de la literatura escrita en el ámbito latinoamericano durante los últimos quince años: al contrario de
lo que se ha podido observar anteriormente, hoy día no cabe hablar de estéticas ni de escuelas comunes con rasgos
suficientemente caracterizadores. Si esa
situación es válida para el campo de las
letras en general, también lo ha de ser en
el caso concreto del cuento literario. Para
335
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
inicio, la estructuración tripartita, sin olvidar elementos tales como los silencios
del texto, la captación de “las dos historias” (teorizadas, entre otros, por Ricardo
Piglia) o la reducción expositiva máxima
de la diégesis a través del microrrelato.
A propósito de los temas, la autora
del ensayo retiene particularmente algunos que pueden ser útiles para el lector interesado en los perfiles del cuento
hispanoamericano de hoy. Citemos, por
ejemplo, la tendencia, en una parte de los
escritores, a situar los textos en un marco
impreciso (urbano o rural) para tratar una
temática de pretensión universalista acorde con la globalización del mundo actual,
la importancia dada a la sensualidad y al
cuerpo, el privilegio de preocupaciones
individuales y limitadas por lo general al
presente frente a los ideales colectivos y
con perspectivas de futuro de las generaciones anteriores. No obstante, otros
autores, motivados por una intención de
denuncia según de Chatellus, sitúan sus
relatos en lugares concretos de América
para tratar asuntos especialmente graves
como la violencia, la inmigración o la
guerra. Esta tendencia se manifiesta sobre
todo en cuentistas radicados en un país
extranjero, particularmente en los Estados Unidos, aunque siempre con las debidas excepciones. En cambio, parece haber
una preferencia bastante generalizada por
el abandono de ciertos grandes temas de
los años anteriores como lo fantástico, lo
sobrenatural o lo real maravilloso.
Por otro lado, en el libro se plantea la
coherencia del conjunto a estudiar, puesto que si lo fundamental es su diversidad,
semejante pertinencia puede resultar problemática y, por consiguiente, carecer de
sentido la noción misma de “cuento his-
RESEÑAS I BE RO AM E RI C ANAS
probarlo, y teniendo en cuenta la imposibilidad de determinar un hipotético corpus general de autores, Adélaïde de Chatellus realiza una selección de nombres
representativos del momento actual del
relato breve en América Latina, procurando abarcar a buena parte de los países hispanos (aunque sin rehuir la presencia de
varios del mismo país). Daniel Alarcón,
Roberto Bolaño, Junot Díaz, Jorge Franco, Fernando Iwasaki, Juan Carlos Méndez Guédez, Andrés Neuman, Edmundo
Paz Soldán, Ricardo Piglia, Jorge Volpi,
entre otros, figuran en una lista de autores relativamente amplia y, según nuestro
parecer, bastante equilibrada.
A continuación, dicha variedad aparece estudiada desde tres perspectivas complementarias: en primer lugar, los temas,
dentro de los cuales se privilegian los de
la ubicación espacial de los relatos y las
ideologías subyacentes a los mismos en el
terreno político, en el moral y en el religioso. En segundo lugar, se aborda la variedad formal, que abarca, por un lado,
la lengua empleada (los autores hispanos
que escriben en inglés o castellano y los
no hispanos que utilizan esta última lengua) y, por otro lado, el uso que se hace
de los distintos géneros, caracterizado
básicamente por la hibridación (cuento
con teatro o con poesía, estética del fragmento, el mismo rechazo a la noción de
género, etc.). Finalmente, la tercera sección de la obra analiza la variedad de papeles confiados al lector, del que se espera
una actitud particularmente activa, alerta
y disponible ante las múltiples configuraciones discursivas que se le presentan:
relatos que empiezan por el final de la
historia, ruptura de componentes clásicos
como la unidad de efecto, el relieve del
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
RE SEÑAS I BE RO AM E RI C AN AS
336
panoamericano” en la que se basa el ensayo. A este propósito, importa destacar la
toma de posición de Adélaïde de Chatellus
respecto a la lengua, incorporando a su
corpus tanto autores que utilizan el inglés
(Daniel Alarcón, Junot Díaz), como otros
de origen no hispánico: Estanislaw Jaroszek (polaco) y Ana Kazumi Stahl (norteamericana) por tener una producción
notable en castellano, lo cual es una forma
de sugerir la relatividad actual de la noción
de frontera o de origen lingüístico: recuérdense los precedentes de Héctor Bianciotti
y de Jorge Semprún. Como resultado de su
investigación, de Chatellus propone cuatro
criterios de pertenencia a la literatura hispanoamericana: país de nacimiento, lugar
de residencia, lengua utilizada y asuntos
abordados. Además, considera que, si bien
un autor de las generaciones anteriores podía fácilmente acumular varios criterios e
incluso los cuatro, hoy es suficiente poseer
uno de ellos para ser incluido en dicha literatura. No es este el lugar para determinar
lo exhaustivo o lo pertinente de tal categorización, pero sin duda constituye una base
de reflexión sobre un aspecto que cada día
cobra mayor actualidad.
Un tercer aspecto a destacar es la atención dedicada por la autora del estudio
a la inclinación, cada vez más marcada,
no solamente a la ruptura de las fronteras
genéricas sino también a la recuperación
de textos en principio no literarios como
ingredientes del relato cuentístico. Puede
tratarse tanto de un mensaje electrónico
como de una receta de cocina, de un breve sms, de una lista de compras, etc., una
recuperación en consonancia con la multiplicidad de las variantes discursivas que
hoy forman parte de la comunicación cotidiana. Naturalmente que no se trata de
una novedad absoluta (baste recordar la
riqueza de las aportaciones de Julio Cortázar o de Álvaro Mutis en este campo)
sino de la intensificación de un fenómeno
ya existente y de su enriquecimiento con
nuevas modalidades, como tampoco es rigurosamente nuevo el recurso a la parodia
de textos de las generaciones precedentes
o la ruptura con ciertas “leyes” tradicionales del cuento como el final sorpresivo, el
rechazo de la digresión, etc.
La base de las transformaciones observadas en el relato breve y en la narrativa
hispanoamericana en general se encuentra
asentada en la realidad cultural y social
que los enmarca: la América del siglo xxi
ya no es la del xx; por lo tanto, no ha de
extrañar que la literatura tampoco lo sea.
De Chatellus da incluso voz (pp. 57-60) a
las conocidas tesis de Jorge Volpi en torno
a la inexistencia de América tras la desaparición de lo que la caracterizaba en el siglo
anterior (tal vez sin tomar demasiado en
cuenta lo surgido o por surgir en el actual y
que le podría dar una vigencia total o parcialmente nueva pero real). No obstante,
más que la radicalidad o la provocación de
la tesis volpiana, lo que interesa aquí es la
constatación de modificaciones, más o menos substanciales, operadas en el continente americano durante este periodo para estar advertidos sobre las que están por venir.
Nótese, por otra parte, que Adélaïde
de Chatellus a le courage de ses opinions,
una honestidad intelectual que siempre es
de agradecer ya que, al margen de su carácter irreprochable o no, permite aportar
al debate de ideas los elementos que realmente las pueden hacer avanzar. Ejemplo
de ello son las reflexiones de Jorge Volpi
antes aludidas, la tesis del abandono de los
géneros como el rasgo característico de la
Conviene añadir un breve apunte sobre las circunstancias en las que se ha publicado el presente ensayo. Según precisa
la nota preliminar, la autora falleció en
mayo de 2014 sin llegar a editar su texto,
preparado durante largos meses a pesar de
una salud deficiente. La publicación de
ahora se debe a la iniciativa de amigos y
de colegas que percibieron el interés de
la obra. Por tal motivo, el ensayo se abre
con los homenajes de tres de los escritores
analizados: Fernando Iwasaki, Juan Carlos
Méndez Guédez y Andrés Neuman. Tras
la lectura del libro, podemos afirmar que
el hispanismo se ha visto privado de una
investigadora seria, metódica y que tenía
en sus manos los medios para hacer avanzar de manera relevante la historia y la teoría del campo que aquí ha abordado con
brillantez y rigor. Sólo queda esperar que
los estudiosos valoren adecuadamente el
interés de su aportación en estas páginas.
337
RESEÑAS I BE RO AM E RI C ANAS
literatura actual (p. 171), tópicos como el
reciente interés de las letras españolas por
la literatura fantástica (pp. 148-149), la
percepción de la escritura como una tercera lengua (pp. 165-166), la aplicación
sistemática al cuento de los rasgos observados en la novela, acaso porque las fronteras entre ambos ya carecen de relevancia
dado que el antigénero o el multigénero
sería lo definitorio de nuestra época (p.
171) y la justificación de las fechas elegidas como un periodo realmente diferenciado a pesar de la escasa distancia temporal que hoy tenemos para estudiarlo. Lo
que no resulta cuestionable es la oportunidad de la amplia bibliografía citada sobre
los autores estudiados y sobre el marco
historiográfico en el que su producción ha
tenido lugar. Teniendo en cuenta lo aquí
indicado, sólo cabe aconsejar la lectura de
esta obra a los estudiosos del relato breve
hispanoamericano de los últimos años. Es
más: a partir de ahora resultaría poco menos que inconcebible profundizar en él sin
tenerla seriamente en cuenta.
Julio Peñate Rivero
(Université de Fribourg-Suisse)
3. HISTORIA Y CIENCIAS SOCIALES: ESPAÑA Y PORTUGAL
Aunque la vida del cosmógrafo, historiador y marino Pedro Sarmiento de
Gamboa (ca. 1530-1592) ha sido ya estudiada desde bien distintas perspectivas:
como héroe y como farsante, como sabio
y como loco, lo cierto es que de su obra
escrita no se puede decir lo mismo, pues
escasean ediciones, y menos las hay tan
bien documentadas como esta que hizo
Joaquín Zuleta de la Sumaria relación.
Pedro Sarmiento forma parte de esa
clase de visionarios que confrontaron con
todo vigor a quienes contradijeron (muchas veces injustamente) sus esfuerzos y
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
Pedro Sarmiento de Gamboa: Sumaria relación. Edición de Joaquín Zuleta
Carrandi. Madrid/Frankfurt: Iberoamericana/Vervuert, 2015 (Biblioteca Indiana, 40). 336 páginas.
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
RE SEÑAS I BE RO AM E RI C AN AS
338
proyectos, hombres de mar que no escatimaron fuerzas e ingenio a sus empresas
aun a costa de navegar por las fronteras
más remotas de la ortodoxia: su afición al
ocultismo, por ejemplo, le granjeó alguna
sentencia condenatoria del Santo Oficio…
Tal vez era cosa de marinos, pues el cultivo de la astrología judiciaria no era ajena a
este oficio, sea por el necesario estudio de
las artes liberales que su actividad implicaba, sea como un intento de dar sentido a
los misteriosos y terribles escenarios de la
navegación, capaces de intimidar incluso a
los espíritus más fuertes.1
La Armada del Estrecho de Magallanes,
una de las grandes empresas navales españolas del siglo xvi, tenía el cometido de poblar
y fortificar el conjunto de islas más australes
del Nuevo Mundo, con el fin de garantizar
una parte importantísima del ambicioso
proyecto comercial que uniría todos los territorios de la Monarquía Hispana, incluyendo
los territorios asiáticos. Pedro Sarmiento
de Gamboa había sido el gran impulsor y
persuasor ante Felipe II de la fortificación y
población del estrecho de Magallanes, aunque tuvo que competir por la dirección de
tal proyecto con Diego Flores de Valdés, a
quien la Corona dio finalmente el mando de
la armada que culminaría la empresa.
En 1579 se ordenó la expedición, misma que generó de inmediato (como solía
1
He estudiado al respecto el caso de Pedro Porter Casanate, explorador del golfo de California
quien, como Pedro Sarmiento (aunque casi un siglo después), llegó al Nuevo Mundo por la Nueva
España y gastó posteriormente sus días sirviendo
al rey en las costas chilenas. Véase mi libro Las
dos historias de Pedro Porter Casanate, explorador
del golfo de California. Estudio y edición de dos
relaciones manuscritas del siglo XVII. Hermosillo: El
Colegio de Sonora/Universidad de Sonora, 2012.
suceder en estos casos) opiniones contrarias: unos apoyaban el proyecto considerándolo una oportunidad de ganar una
inmejorable ruta para el comercio entre las
posesiones españolas; mientras que otros
dudaban del provecho comercial y, en
cambio, ponderaban los muchos peligros y
el gran gasto que significaba navegar aquel
estrecho. La balanza se inclinó finalmente
por la conveniencia de realizar el proyecto,
dada la importancia y aun urgencia de ganar el paso sur a los piratas y ponerles un
definitivo cerrojo hacia el Mar del Sur.
Pero los contratiempos comenzaron
desde los mismos preparativos de naves y
pertrechos, ya que nadie quería arriesgar
sus barcos en un proyecto que podía considerarse de alto riesgo, al grado de que
el mismo capitán general, Diego Flores,
consideró abandonar la empresa aun antes de comenzarla, lo mismo que el duque
de Medina Sidonia, quien había organizado la armada y que, ante la tardanza en
los preparativos, llegó a decir que “aun
con dinero en la mano se halla mal la gente” (p. 63). Se trataba justamente del tipo
de prudencia que al parecer más detestaba Pedro Sarmiento y que combatió incesantemente, aunque hay que decir que
las prisas tampoco venían bien para esa
gran flota de 23 naves y 3.000 tripulantes; de hecho, el mismo duque de Medina
Sidonia sería posteriormente inculpado
de haber hecho zarpar la expedición con
mal tiempo, lo que causaría la primera
desgracia con costo de ochocientas vidas.
Al fin, venciendo todos los contratiempos
iniciales, la armada zarpó en septiembre
de 1581, aunque solo a sufrir las grandes
desgracias que le esperaban.
La historia de esa magnífica e infortunada empresa es, pues, la que escribió
magníficas ilustraciones. Por si fuera poco,
ofrece también una gran cantidad de noticias sobre textos inéditos encontrados en
el Archivo de Indias, en el de Simancas,
entre otros, por lo que sin duda será fuente obligada para los estudios posteriores de
esta obra y de los varios temas que toca.
Se trata pues, en suma, de una edición muy notable, especialmente por su
exhaustividad y por su enfoque múltiple,
pues no solo atiende cuestiones de carácter filológico, sino que además ofrece muchos e interesantes datos históricos que
exceden con creces la mera contextualización de la obra. Finalmente, aunque no
con menor importancia, debe decirse que
estamos frente a una edición que era necesaria, pues de esta obra solo contábamos
con alguna de divulgación; además, pese
al despliegue de erudición, es también un
libro muy ameno, e incluso divertido. Es
decir, no estamos frente a un bestseller comercial, como no pueden serlo ninguno
de los libros que importan a la investigación filológica, pero sí ante un raro caso
de rigor ameno, que enseña divirtiendo:
horaciano en más de un sentido.
“Sumaria relación de Pedro Sarmiento de
Gamboa, gobernador y capitán general del estrecho de la Madre de Dios, antes nombrado
‘de Magallanes’, y de las poblaciones en él hechas y que se han de hacer por vuestra majestad” (AGI, Patronato 33, núm. 3, R.68 [1]).
Ángel Goicoetxea, profesor de Medicina,
es autor de varios libros sobre esta materia
en el País Vasco. Con este trabajo brinda
al lector otra prueba de su apego a su tierra, pero en un dominio muy diferente.
Ramón Manuel Pérez
(Universidad Autónoma de
San Luis Potosí)
Ángel Goicoetxea: Los vascos y la trata
de esclavos. Madrid: Ópera Prima, 2017.
280 páginas.
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
2
339
RESEÑAS I BE RO AM E RI C ANAS
nueve años después de su inicio Pedro
Sarmiento de Gamboa, entre junio y
septiembre de 1590, misma que intituló
Sumaria relación;2 un documento en el
que al final, como demuestra el editor,
intervendrían cinco manos diferentes: la
del propio Sarmiento de Gamboa, la del
escribano, la del enumerador, la de Fernández de Navarrete y la del licenciado
Gasca de Salazar. Sin embargo, el texto
que ahora llega hasta nosotros precisaba
todavía de otra mano más, la del propio
editor, Joaquín Zuleta, que lo ha fijado de
un modo correcto y lo ha anotado de un
modo justo y bien documentado, interpretando la figuración retórica propia de
una obra fundamentalmente geopolítica,
aportando elementos para comprender
bien los arcaísmos, el lenguaje marinero,
los muchos términos botánicos y zoológicos que importan para interpretar y comprender el texto en su justa dimensión.
Y es que a la comprensión del texto el
editor ofrece no solo un magnífico estudio introductorio que apunta muy bien la
trama de intereses en que se conduce la
empresa militar en cuestión (y con ella la
obra de Sarmiento de Gamboa), sin que
además se tomó el gran trabajo de aportar algunos felices anexos: un glosario de
personajes relacionados con la Armada
del Estrecho, un catálogo de las naves que
componían la dicha armada (incluyendo
información sobre su capacidad, tonelaje, propietario, etc.), un índice de topónimos, una utilísima cronología y unas
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
RE SEÑAS I BE RO AM E RI C AN AS
340
Declara en la introducción que en él “se
aborda una parcela muy concreta de la
trata de los esclavos, la participación de
gentes del País Vasco en el infame negocio
de la esclavitud…”.
Se trata de un ambicioso estudio, basado en una abundante bibliografía que,
pese a unos cuantos huecos, le suministró gran acopio de datos que no dejarían
duda alguna, si la hubiera, sobre el importante papel desempeñado por los vascos en materia de trata y comercio de negros en el Nuevo Mundo. Acorde al plan
escogido por el autor, no hubo espacio
geográfico en la Hispanoamérica colonial
donde no se manifestara tal dedicación
de parte suya, desde las islas del Caribe
hasta Chile, pasando por Nueva España
(México). El trabajo de Ángel Goicoetxea
escudriña los lugares más apartados y las
situaciones más complejas, sean de índole
social, económica o religiosa. De modo
que es de recalcar la erudición de su libro,
fruto de numerosas y atentísimas lecturas.
Desde el punto de vista cronológico, se
notan frecuentes hiatos entre el siglo xvi y
en el xviii, sin explicación alguna.
Esto nos lleva a echar de menos una
precisa y rigurosa contextualización histórica, que podía presentarse en la introducción. Nos da la impresión de que este libro es el resultado de un reparto por áreas
geográficas de fichas de lectura elaboradas
con particular escrúpulo.
Ahora bien, este método no carece de
consecuencias lesivas, con la reiteración
de hechos o situaciones (rutas negreras,
fuga de esclavos, manumisión, relaciones de los negros con los indios, etc.) o
la recurrencia de ciertos personajes como
Zuazo, juez de residencia de La Española
(Santo Domingo) en el segundo decenio
del siglo xvi. Es evidente el efecto acumulativo en las líneas consagradas a Venezuela (p. 146). Al fin y al cabo, adoptan
estas páginas un aspecto “caleidoscópico”
perjudicial para una demostración auténticamente histórica.
El autor experimenta a veces la necesidad de demorarse sobre tal o cual aspecto, sin atreverse sin embargo a ir más allá
de generalidades. Citaremos la evocación
de la sublevación de los negros, mulatos
y zambos de Coro (Venezuela, 1795),
preguntándonos qué relación tuvo con
los vascos. En cambio se encuentran rápidos desarrollos que, por muy interesantes
que sean, no son de gran utilidad para el
tema tratado como el “bocabajo” (p. 72),
el problema de la abolición (p. 87), la manumisión (p. 107), la ejecución de Caupolicán en Chile por un verdugo negro
(según La Araucana de Alonso de Ercilla)
(p. 246). Se podrían multiplicar los ejemplos de dicho procedimiento que no consigue ocultar la ausencia de una verdadera
problemática.
Lo superficial de no pocas referencias
linda a veces con el error. El pasaje dedicado al juez Zuazo en La Española daría
a entender que se debe a su intervención
personal el recurso a la trata negrera en la
isla, cuando en realidad actuó bajo la presión de los colonos, igual que el gobierno
de los frailes jerónimos (p. 16). No se ve
claramente además cómo se pasó de la
servidumbre de los indios a la esclavitud
de los negros.
No faltan los casos en que se manifiesta cierto laxismo. Valgan algunos ejemplos de cierto peso:
· solo adoptó el nombre de Haití la parte francesa de Santo Domingo después
de la independencia (p. 20);
Por fin, el trabajo se acaba ex abrupto,
sin conclusión general en lo que toca a:
· la evolución del compromiso de los
vascos en la trata, merced por ejemplo a las diversas compañías evocadas,
como la Guipuzcoana en Venezuela;
· las redes formadas por los vascos con
este motivo, de tipo económico, familiar, regional, en la península y en
América;
· su relación con el gobierno central y
los gobiernos locales.
Jean-Pierre Tardieu
(Université de La Réunion)
Desde la conmemoración del Quinto
Centenario del descubrimiento de América, y en el marco también del desarrollo
de los estudios sobre sociabilidad formal
que iban teniendo cierta relevancia en algunas tradiciones historiográficas como la
francesa, se ha ido prestando un creciente
interés a un fenómeno relacionado con
la muy amplia emigración española que
desde las dos últimas décadas del xix se
ha dirigido a América. Nos referimos al
entramado asociativo que va adquiriendo
relevancia desde los años cuarenta del siglo xix, y especialmente desde los setenta.
En la incidencia de la emigración española en las nuevas repúblicas americanas y
particularmente en la actividad e influencia que ejercen las numerosas asociaciones que constituye, se centra el libro que
comentamos.
El presente estudio es fruto una colaboración desde ambos lados del Atlántico
entre el profesor de Historia Económica
de la Universidad de La Habana, Alejandro García Álvarez, y el catedrático de
Historia Contemporánea de la Universidad de Salamanca, Juan Andrés Blanco
Rodríguez. Alejandro García Álvarez es
autor de varias obras de importancia sobre
el sector azucarero cubano y la burguesía
española en Cuba. Juan Andrés Blanco ha
publicado varios trabajos sobre la presencia española en Cuba y en el continente
americano y ha coordinado asimismo varios encuentros internacionales centrados
en distintos aspectos de la emigración española hacía América.
341
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
Falta una visión global en relación con
el surgimiento y la evolución del “poder
vasco” en materia de trata y de comercio
de los esclavos negros. El autor disfrutaba
de todos los datos necesarios para construir esta coherencia histórica que anuncia el título de su estudio. Ello no impide
que el libro de Ángel Goicoetxea sea una
mina de referencias en cuanto a los vascos
o a los personajes de origen vasco relacionados con “el infamante negocio de la
esclavitud”.
Juan Andrés Blanco Rodríguez/Alejandro García Álvarez: El legado de España
en Cuba. Madrid: Sílex, 2015. 288 páginas.
RESEÑAS I BE RO AM E RI C ANAS
· las Leyes Nuevas son de 1542 y no de
1543 (p. 93);
· las Siete Partidas de Alfonso X el Sabio
no concedían la libertad al esclavo que
se casaba, sino al siervo que se casaba
con una mujer libre (una india) sin
que se opusiera su amo (p. 128);
· el hecho de que unos negros adquirían
una apreciada habilidad en oficios artesanales no era una excepción, hasta
tal punto que los gremios intentaban
limitar su acceso a los grados (p. 181).
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RE SEÑAS I BE RO AM E RI C AN AS
342
La obra tiene un especial valor en diversos campos. A destacar lo que constituye sin duda un análisis depurado, a
través de diversas fuentes, de la aportación inmigratoria española a la población
cubana, abordando el peso proporcional
que tuvo este aporte, teniendo en cuenta
no solo los nativos españoles, sino también el de sus correspondientes familias
nacidas en Cuba. Se establece también
su distribución e implantación en las distintas provincias del territorio de la isla.
Asimismo, son fruto de análisis las conexiones de esos inmigrantes con respecto
al crecimiento de los distintos sectores
económicos cubanos, muy especialmente
el azucarero.
Ambos aspectos constituyen premisas
imprescindibles para el estudio central
de esta obra, referido a las formas, funciones, lugares y etapas del amplio y extendido fenómeno asociacionista hispano
en Cuba. Este tiene especial interés pues
permite rebasar los marcos establecidos
en buena parte de las investigaciones anteriores a esta obra, que en gran medida
han estado centrados (con algunas excepciones) en la descripción individualizada
de las distintas asociaciones españolas o
en generalizaciones de amplio espectro.
En la presente obra se combinan ambas
formas de tratamiento, incidiendo en
algunas características singulares del asociacionismo español en Cuba en relación
al conformado en otras Repúblicas americanas. Especial atención se presta al marcado carácter regional del asociacionismo
más pujante, sin obviar la existencia de algunas manifestaciones de proyectos alternativos al nacional-español, como ocurre
especialmente dentro de la colectividad
catalana, incidencia de un nacionalismo
independentista que se circunscribe cuidadosamente en esta obra.
Junto a la significación de un amplio
asociacionismo microterritorial extraordinariamente dinámico hasta la revolución
de 1959 y vigente en la actualidad, se
documenta y destaca asimismo otro rasgo del entramado asociativo español en
Cuba: su temprana apertura a la incorporación de población nacional cubana (en
buena medida por la vía de los lazos familiares), aspecto que será criticado y puesto
de manifiesto ya desde los primeros años
de la nueva República por las autoridades
españolas en la Isla. Se resalta asimismo
la mayor representatividad del conjunto
de este entramado asociacionista en relación con el total de la colonia española en
Cuba, en comparación con lo que ocurre en otras Repúblicas. Sin ocultar que
una amplia masa de estos numerosos asociados tendrán una participación en sus
sociedades limitada a algunas actividades
recreativas y la utilización de ciertos servicios, especialmente los sanitarios.
Finaliza la obra con otra aportación
de indudable interés: la identificación de
los valores aportados por el complejo asociacionismo español al patrimonio material arquitectónico de Cuba así como su
evolución funcional y material, como se
refleja en un muy interesante apéndice
gráfico.
En la relación que tras la independencia en 1898 se mantiene entre Cuba y España sin duda está presente el poso de los
largos siglos de integración de aquélla en
la Corona española pero juega un papel
muy importante la presencia del más de
un millón de españoles que emigraron a
la Isla en la etapa denominada de “emigración en masa” desde los ochenta del
Jorge Saborido
(Universidad de Buenos Aires)
Eduardo Higueras Castañeda: Con los
Borbones, jamás. Biografía de Manuel
Ruiz Zorrilla (1833-1895). Madrid:
Marcial Pons, 2016. 453 páginas.
343
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
Hubo un tiempo no tan lejano en que
muchos historiadores echábamos de menos la existencia de biografías de los grandes personajes del siglo xix, a la manera
de lo que sucedía en Francia o en Gran
Bretaña. Afortunadamente, hoy en día las
cosas han cambiado drásticamente y cada
vez es más frecuente toparnos no solo con
excelentes libros dedicados a este género,
sino incluso con tesis de doctorado, como
la que ha dado lugar a este volumen. De
hecho, en los últimos años nos encontramos con jóvenes historiadores, como es el
caso, que han realizado excelentes trabajos biográficos. Y, desde luego, este de Higueras Castañeda es uno de ellos. Por lo
que, desde ya, pongo sobre aviso al lector
de que estamos ante una obra magnífica,
tanto en su planteamiento, como en su
escritura y en la documentación en que
se basa. Pero, además, la elección de Ruiz
Zorrilla constituye un acierto en sí mismo, no solo por el personaje, con ribetes
muchas veces de novela, sino, sobre todo,
por lo que llegó a representar: el tránsito
del liberalismo a la democracia. En este
sentido, el biografiado puede ser considerado como uno de los políticos de la
segunda mitad del siglo xix que mejor encarna esta difícil y conflictiva transición.
Al estar hablando de partidos de notables, las facciones eran algo común y la
disciplina partidaria menos férrea que en
las formaciones políticas actuales. Pues
bien, dentro de los dos grandes partidos
de mediados del siglo xix, el Moderado
y el Progresista, los personalismos y las
divisiones no escasearon. Pero incluso las
discrepancias ideológicas fueron algo normal dentro de la misma familia moderada
o progresista. De ahí que, como muy bien
apunta Eduardo Higueras, el progresismo
no discurrió en una única corriente. Al
contrario, dentro de él convivieron distintas líneas políticas, respondiendo de forma desigual a la evolución de la sociedad
española a lo largo de estas décadas. Pues
bien, una de esas líneas fue la que representó en su tiempo Ruiz Zorrilla, quien
evolucionó desde el progresismo hacia el
aperturismo democrático. O lo que es lo
mismo, desde la defensa del liberalismo
radical y del librecambismo en la década
de 1860 hasta el radicalismo democrático
y republicano durante la Restauración.
Proveniente de una familia acomodada de comerciantes del Burgo de Osma,
en la provincia de Soria, Ruiz Zorrilla se
identificó pronto con el progresismo. Así,
siendo estudiante en la Universidad Central, inició su carrera política en 1854 vistiendo el uniforme de la Milicia Nacional,
entre cuyos mandos en Madrid figuraban
líderes tan destacados como Sagasta, Calvo Asensio o Joaquín Aguirre, vicerrector
de esa institución académica y su tutor en
RESEÑAS I BE RO AM E RI C ANAS
xix hasta finales de los años veinte del pasado siglo, muchos de los cuales se asentaron definitivamente en la Isla, y junto a
los que tuvieron estancias más limitadas
temporalmente constituyeron un relevante movimiento asociacionista que, aunque ahora ya distinto, sigue vigente. De
ahí el interés de esta obra.
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
RE SEÑAS I BE RO AM E RI C AN AS
344
la capital. En esos momentos Madrid era
un hervidero y los años del Bienio Progresista supusieron un claro impulso para el
liberalismo político y económico en España. Baste recordar leyes tan destacadas
como la de ferrocarriles, las bancarias o
la desamortizadora de Madoz para hacernos una idea de la efervescencia legislativa
de esos años y la trascendencia que tuvo
para la economía de la época y las clases
medias productoras, a las que pertenecía
el propio biografiado. Con todo, en estos primeros años Ruiz Zorrilla se identificaba con el Partido Demócrata, el cual
terminaría abandonándolo por una cierta
deriva socialista, para sumarse ya a las filas del Partido Progresista, donde llegaría
a ser uno de sus elementos más importantes. De hecho, tras la Revolución de
1868, Ruiz Zorrilla participó en el gobierno provisional al frente del Ministerio
de Fomento. Fue la plataforma ideal, según ha demostrado el autor, sobre la que
cimentó su prestigio reformista. De suerte que se empeñó en dar un nuevo giro
a la gestión de la enseñanza, a las obras
públicas, a la minería, al comercio y a la
agricultura, siempre desde postulados claramente liberales. Hasta cierto punto, se
trataba de retomar el programa reformista
que los progresistas habían visto abortado
en 1856, al ser desalojados del poder.
Estos años que van hasta la Restauración borbónica fueron, sin duda, los más
sobresalientes de su actuación política.
Hasta tal punto que, en ciertos momentos, llegó incluso a restar protagonismo
al propio Sagasta, del que terminó separándose para fundar el Partido Radical.
Defensor acérrimo del sufragio universal
masculino, sus planteamientos fueron radicalizándose, al entender que el liberalis-
mo en general, y el progresismo en particular, debía avanzar hacia la democracia.
Por eso terminó chocando cada vez más
con las posturas más “conservadoras” del
“viejo pastor”, quien, como se sabe, terminó por aceptar la monarquía parlamentaria de Alfonso XII y, en consecuencia, la
restauración de los Borbones. Cosa que
Ruiz Zorrilla no hizo. De ahí el acertado
título de este libro. Pues, en efecto, tras
el derrocamiento de Isabel II, el político
soriano no estaba ya dispuesto a volver a
ver en el trono español a otro miembro de
la familia real. Contrariamente, Amadeo
de Saboya representaba otro estilo y había
sido el candidato de Prim. Sin embargo,
su renuncia al trono, el fracaso de la Primera República y el triunfo de Martínez
Campos en Sagunto en favor del regreso
de los Borbones hicieron que, por coherencia política, Ruiz Zorrilla terminara
desterrado. El gobierno de Cánovas lo
consideró demasiado peligroso como para
que permaneciera en Madrid. Por tanto,
dejando atrás un prestigio público indudable, su casa y sus negocios, emprendió
una nueva etapa vital y política en Francia. En el destierro, y ya claramente encuadrado en las filas del republicanismo,
se convirtió en acérrimo combatiente de
la monarquía borbónica. Desde entonces,
su actuación estuvo guiada por la necesidad de la democratización de España,
teniendo muy claro que ésta no habría de
venir ni de los Borbones ni de Cánovas.
Y para ello incluso no dudó en sumarse a
la vía insurreccional, tan practicada en el
siglo xix en España. Lo cual, hasta cierto
punto, no deja de ser algo paradójico, habiendo sido él toda su vida un “hombre
de orden”. Aunque, al fin y al cabo, también los progresistas habían accedido al
Carlos Larrinaga
(Universidad de Granada)
El tema de esta investigación son los estereotipos y prejuicios sobre Alemania
manifiestos en las prensas conservadora y
fascista españolas desde mediados de los
345
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
Alexander Reißner: Das Bild der Deutschen in der spanischen faschistischen Presse (1924-1945). Heidelberg: Universitätsverlag Winter Heidelberg, 2016. 183
páginas.
años veinte hasta el final de la Segunda
Guerra Mundial. Si bien la prensa fascista
tiene una presencia mayor en el trabajo,
este también considera prensa conservadora y tradicionalista, aunque esto se obvie en el título del libro. Desde el punto
de vista teórico-metodológico, el estudio
se inserta en la imagología comparativa,
que estudia la construcción cultural de la
identidad, tanto en la percepción interna
como externa, y sus consecuencias. El autor se interesa por el rol que desempeñan
las imágenes creadas en las relaciones entre las diferentes nacionalidades, tomando como caso de estudio la española y
la alemana. El autor nos dice que quiere mostrar cómo las diversas coyunturas
históricas afectan la visión del alemán en
España, partiendo de la base de una imagen connotada negativamente. A partir
de aquí, quiere mostrar los esfuerzos de la
España de Franco por transformar en positivo la visión del alemán ante el público
español; aunque ya en el prólogo nos advierte que fracasarán. Las fuentes primarias que utiliza Reißner son publicaciones
españolas conservadoras y fascistas de orden muy diverso, desde periódicos locales
a nacionales, pasando por publicaciones
científicas, hasta libros de poesía y prosa
de autores diversos. El autor precisa que
su criterio para escoger las publicaciones
objeto de su análisis no ha sido la calidad
sino el temático. En realidad, el libro que
reseñamos está dividido en dos partes claramente diferenciadas, y sólo la segunda,
que ocupa aproximadamente dos tercios
del libro, se ocupa de lo que acabamos
de exponer hasta este punto. El primer
tercio del libro constituye un profundo
estado de la cuestión sobre tres aspectos
relevantes para el análisis del objeto de
RESEÑAS I BE RO AM E RI C ANAS
poder mediante pronunciamientos, pues
no les había quedado otra.
Pues bien, con pluma ágil y con una
excelente apoyatura documental, el autor
va analizando todos estos aspectos de su
vida, de su ideario político y del tiempo
que le tocó vivir, consiguiendo ofrecernos una obra de fácil lectura, que en todo
momento mantiene el interés del lector y
donde el análisis y el rigor histórico priman, haciendo de esta biografía una de
las mejores que he leído en los últimos
años. Eduardo Higueras Castañeda nos
presenta, en definitiva, un libro soberbio.
Porque a veces pasa que un personaje de
esta talla es biografiado por un historiador
mediocre y su figura queda empequeñecida. Aquí sucede todo lo contrario: el biógrafo hace honor a la talla del personaje.
Por lo que estamos, en definitiva, ante un
trabajo muy recomendable no sólo para
los especialistas en el siglo xix, sino también para los estudiosos de los orígenes de
la democracia en España, ya que la aportación de Ruiz Zorrilla a la misma, pese a
ser un político prácticamente olvidado en
nuestros días, fue determinante.
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
RE SEÑAS I BE RO AM E RI C AN AS
346
estudio del libro: las relaciones bilaterales
entre Alemania y España a nivel estatal en
el período considerado; las características
del fascismo español; y la literatura fascista española. Como decíamos, se trata de
un análisis claro y riguroso, independientemente de si se comparten o no todas las
interpretaciones del autor. Sin embargo,
nos preguntamos, si su presentación no
es un poco excesiva en cuanto extensión,
considerando el objeto del libro y que esta
parte contextual constituye una tercera
parte. En cuanto a tomas de posiciones
relevantes adoptadas por el autor, este
considera que el régimen de Franco no
es comparable con los fascismos alemán e
italiano por el carácter mucho más débil
del fascismo español. La bibliografía en
que se apoya el contexto histórico que se
ofrece en esta primera parte del libro es
sólida, aunque con notables ausencias de
obras recientes relevantes sobre algunos
de los aspectos que trata, particularmente de autores españoles (Hera Martínez,
Sesma Landrín, Núñez Seixas…), pero
también de alguno alemán (Pöppinghaus,
Peter…). La segunda parte del libro, que
es la dedicada a la imagen de los alemanes en España, está estructurada en siete
apartados. En el primero, analiza Reißner
las impresiones sobre Alemania de Julio
Camba recogidas en un libro publicado
en 1916 y reeditado en 1949. Aunque
Camba fue corresponsal en Berlín, si nos
atenemos a sus artículos sobre Alemania
parece no haber hecho esfuerzo alguno
para establecer algún tipo de empatía en
su mirada al país germano. El segundo
apartado lo dedica el autor a la contraposición que aparece en las obras españolas
analizadas entre el tipo nórdico, al que
se asocia el alemán, y el mediterráneo, al
que se asocia el español. A continuación,
trata Reißner la valoración que se hace en
las publicaciones españolas de la mitología alemana en cuanto a definidora de un
carácter nacional alemán pagano, frente a
la esencia católica del español. El cuarto
apartado está dedicado a la poesía sobre
Alemania de diversos autores relevantes
recogidos en un libro editado por Federico de Urrutia en 1940. En este caso, los
poemas se caracterizan por la mitificación
que hacen de lo alemán y del régimen nacionalsocialista, con el que se establecen
diferencias, pero con el que se considera
que la España de Franco comparte un valor superior, a saber, la vocación imperial.
La siguiente sección, presenta una contraposición históricamente relevante, la del
protestantismo, con el que se identifica
Alemania, frente al catolicismo español
que, según se manifiesta en las publicaciones analizadas, es el único capaz de
salvar a Europa del enemigo común, el
comunismo bolchevique. El penúltimo
apartado está dedicado a las visiones que
las publicaciones consideradas ofrecen sobre el alemán, quien, en general, es visto
como un extraño, cuyo carácter científico
y mecánico, se contrapone al romántico y
humano del español. En el último apartado del libro, analiza Reißner una obra de
la inmediata postguerra del autor fascista
Laín Entralgo, donde este pone de manifiesto su desilusión por los excesos del nacionalsocialismo y por el fracaso del fascismo en España. Reißner no justifica la
elección de los temas de los apartados de
esta segunda sección del libro, que vemos
combinan aspectos temáticos, con análisis de obras concretas de géneros diversos.
Tampoco establece una categorización de
publicaciones y autores, ni por tipología
ñola, el de la Segunda Guerra Mundial,
y el desembarco de los aliados en el norte
de África. Sería interesante una revisión
del análisis de las fuentes consideradas
partiendo de una estructura que considere estas tres fases. Con todo, queremos
subrayar la relevancia del objeto de investigación de este libro, tanto, en sentido
amplio, por la perspectiva cultural que
adopta en el estudio de las relaciones internacionales, como, más concretamente,
por la visión que ofrece de Alemania en
España en la etapa analizada, que constituía hasta este momento un terreno muy
poco explorado.
347
RESEÑAS I BE RO AM E RI C ANAS
de obras, ni por ideología de los autores,
ni en relación al público al cual van dirigidos los diversos textos. A pesar de haber
manifestado como objetivo la consideración de las diversas coyunturas históricas,
éstas no se ven reflejadas en la estructura
de su análisis. Pensamos que una reflexión
más profunda sobre como estructurar la
presentación de la investigación habría
permitido al autor sacar más partido de
las fuentes analizadas. Sugeriríamos, también, dada la abundante citación de autores, la inclusión de un índice onomástico.
Con todo, el establecimiento de una periodización sí está presente en las conclusiones del libro. El autor distingue cuatro
etapas marcadas por tres sucesos históricos: el estallido de la Guerra Civil espa-
Marició Janué i Miret
(Universitat Pompeu Fabra)
4. HISTORIA Y CIENCIAS SOCIALES: AMÉRICA LATINA
Felipe Martínez-Pinzón/Javier Uriarte
(eds.): Entre el humo y la niebla. Guerra y cultura en América Latina. Pittsburgh: Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana (Serie Nueva América), 2016. 345 páginas.
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
Uno de los méritos más relevantes
de Entre el humo y la niebla. Guerra y
cultura en América Latina es que cubre
una laguna notable en el dominio de los
estudios culturales latinoamericanos al
instruir con rigor y audacia crítica acerca del complejo espacio real y simbólico
de la guerra entendido no exclusivamente en clave de una violencia abstracta y
esencial, sino en un sentido más preciso
y concreto, más “corpóreo” también, y
que nos hace reflexionar sobre la articulación en torno a los conflictos bélicos de
la modernidad latinoamericana –siglos
xix y xx– de nociones como “nación”,
“soberanía”, “sujeto” y, más aún, “animal
biopolítico”. La cuestión de la violencia
institucionalizada atraviesa, como un relámpago ominoso y, sin embargo, medular, perpetuo, la historia de la humanidad y la historia de América Latina. Esta
circunstancia límite de la guerra no sólo
la “padece” el ser humano, sino que es
intrínseca al mismo en su relación con el
estado –la excepcionalidad del fenómeno
bélico es obliterada por varios trabajos
de este libro– y esto supone la ineludible
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
RE SEÑAS I BE RO AM E RI C AN AS
348
revisión de nuestros referentes y parámetros éticos, implica la interrogación sobre
el papel de la propia moral en la construcción nacional. Son numerosas las investigaciones que, más allá de versiones
oficiales y de imaginarios territorialistas
de vencedores y vencidos característicos
de las democracias liberales occidentales, profundizan desde una perspectiva
filosófica, histórica, biopolítica en las
significaciones y proyecciones de esa violencia que aparece cuando el poder está
en peligro, pero que, confiada en su propio impulso, hace desaparecer al poder
–a decir de Hannah Arendt–. Con todo,
no existía hasta el momento un estudio
compilatorio tan completo y multidisciplinar que examinara y resemantizara
las dinámicas internas –a menudo contradictorias– de conflictos fronterizos internacionales específicos como la Guerra
del Paraguay (1864-1870), la Guerra del
Pacífico (1879-1883), la Guerra Colombo-Peruana (1932-1934) o la Guerra de
Malvinas (1982), pero también de espacios de inestabilidad interna como la
pampa y la Patagonia en Argentina, la
Patagonia chilena, la selva de Yucatán,
el sertão mineiro y bahiano, la favela, la
ciudad de Medellín o la región del Magdalena Medio en Colombia. Los trabajos
reunidos en el libro no se conforman con
situar estos conflictos, sino que analizan
el signo múltiple de sus representaciones desde los estudios culturales y postcoloniales, sin caer en simplificaciones
dicotómicas, ya obsoletas teorías de la
resistencia heroica, adoctrinamientos estatales o paternalismos enmascarados de
alta cultura y configuran así una mirada
poliédrica, luminosa, cabal, sólidamente documentada, heterogénea –e inclu-
so heterodoxa– sobre la guerra, sobre la
violencia institucionalizada como hecho
constitutivo del ser humano, como artefacto lingüístico, discursivo, cultural y
como objeto de representación. Este volumen es una tentativa de recoger aquello que se le escapa a los centros de poder
(Deleuze) y, en una época en la que el
capitalismo avanzado trata de espectacularizar la historia, historiza/deshistoriza,
con denuedo, inteligencia crítica y exhaustividad, el espectáculo de la guerra
(Peris) y su relación estrecha con sujeto y
estado en América Latina.
El libro, cuidadosamente pensado y
editado, como revelan los paratextos que
lo acompañan –tanto el sugerente título
como la impactante cubierta que reproduce una fotografía de fuerte carga simbólica: la muerte del coronel Palleja–,
sigue un criterio cronológico en su ordenación, lo cual me parece otro acierto de
cara a la recepción, pues facilita la lectura
de los textos sin plegarse a un encasillamiento metodológico, nacional o por
disciplinas. De hecho, determinadas categorías teóricas, multifocales pero en muchos casos coincidentes, sobrevuelan casi
todos los ensayos y dialogan, aun partiendo de fenómenos particulares y enfrentamientos muy distintos, en una interesante polifonía crítica a lo largo de todo
el volumen. Fotografías, novelas, diarios,
leyendas tienen cabida aquí y constituyen
objetos o prácticas culturales valiosas para
aproximarse, desde diferentes ángulos,
al nudo gordiano que las une: la guerra.
Los especialistas que firman estos trabajos
pertenecen a ámbitos académicos múltiples y escriben en las dos lenguas mayoritarias en América Latina –el hecho
de que aparezcan trabajos en portugués
349
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
en un ámbito “incomprensible y carente
de sentido” durante la Revolución Mexicana y a partir de la novela ¡Vámonos con
Pancho Villa! de Rafael Muñoz trabaja en
detalle el artículo de Dabove. Márquez
Jiménez, por su parte, visibiliza el alzamiento de Escambray, uno de los episodios más desconocidos de disidencia
contrarrevolucionaria tras la Revolución
Cubana, y lo hace a partir de dos textos
ideológicamente antagónicos.
Varios trabajos del presente volumen
se introducen, desde la biopolítica –sintomáticamente la presencia de Benjamin, Foucault, Arendt y, sobre todo,
del concepto “vida nuda” de Agamben
es constante– en el terreno de la deshumanización lingüística o la elusión como
formas oblicuas y certeras de tratar de
decir –balbucear, rodear- la guerra y de
tratar de resistir– “el animal se inscribe
bajo el signo de una resistencia irreductible: es el cuerpo indómito, ingobernable, que se quiere insumiso a un orden
modernizador que disciplina a los sujetos y domestica a los cuerpos” (p. 195),
declara Gabriel Giorgi, quien desentraña, con enorme lucidez en su revelador
artículo, el texto “Meu tio o iauaretê” de
Guimarães Rosa, con menciones a otros
de Lugones y Quiroga, a partir de los
conceptos “lengua menor” y “desterritorialización” (Deleuze y Guattari) y de
la diferencia entre “bios y zoé” (Agamben). Sobre la hipótesis del retorno de lo
animal al imaginario político y estético
de América Latina ahonda también el
trabajo de Rodríguez para relacionarlo
con la precarización y exclusión como
consecuencias de las políticas del estado
neoliberal que decide, finalmente, quién
debe vivir y quién debe morir. En la mis-
RESEÑAS I BE RO AM E RI C ANAS
y sobre Brasil es importante y, aunque
aparentemente es obvio, debe subrayarse
porque seguimos sectarizando y compartimentando el conocimiento con etiquetas absurdas y arbitrarias, lo que entraña
inevitables carencias–. Esta diversidad
disciplinaria, lingüística y geográfica facilita un rico análisis comparativo, cruzado
y diacrónico sobre las causas, significados,
improntas y consecuencias de un bueno
número de conflictos nacionales e internacionales en América Latina a lo largo
de los siglos xix y xx.
La guerra es un fenómeno, en primer
término, espacial, geográfico. Sin embargo, como bien explican los editores,
no sólo se define por el espacio sino que,
en un mecanismo doble, contribuye,
como dispositivo de nombramiento, a
establecerlo, demarcarlo, reconocerlo,
construirlo. En esta línea, los ensayos
de Martínez-Pinzón, Kohan, Uriarte,
Figueroa y Soriano Salkjelsvik indagan
con gran claridad expositiva en el borramiento de lo otro que implica la (re)
configuración del territorio del Estado-nación en el México o la Argentina
del siglo xxi, el Brasil de comienzos del
xx –Guerra de Canudos (1902)–, la llamada “Pacificación de la Araucanía” o el
conflicto entre Perú y Colombia (19321934) con las implicaciones políticas,
raciales, naturales que conlleva, dentro
de las fronteras, esa “expropiación” –en
multitud de ocasiones utilizadas como
excusa por el poder político central o
hegemónico para el exterminio étnico o
la deforestación de la selva–. Esos proyectos nacionales fueron, con demasiada
frecuencia, proyectos de reducción masiva, de aniquilamiento de la otredad. Sobre esa otredad conscientemente situada
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
RE SEÑAS I BE RO AM E RI C AN AS
350
ma línea va el estudio de Penna, centrado en las tres ficciones más importantes
de la literatura brasileña que tematizan
el tema bélico en el siglo xx: Os sertões
(1902) de Euclides da Cunha, Grande
Sertaõ: Veredas (1956) de Guimarães
Rosa y Cidade de Deus (1997) de Paulo
Lins. Por su parte, Julieta Vitullo insiste
con pertinencia y un interesante aparato
crítico en que lo velado puede ser más
incisivo que lo explícito y lo evidencia en
su estudio de Ciencias morales y Dos veces
junio del escritor Martín Kohan, donde
Malvinas aparece siempre como elipsis.
También Álvaro Kaempfer explora las
dimensiones éticas y biopolíticas de otro
texto: El crimen de la guerra de Alberdi
y disecciona su deslinde de conceptos
como “soberanía” o “ciudadanía”.
Otros ensayos se centran en cómo impacta la guerra sobre el lenguaje literario,
por ejemplo, el artículo de Díaz-Duhalde que analiza la presencia de la imagen
fotográfica, sus procedimientos y técnicas
“narrativas” en la escritura de los diarios
y crónicas del coronel Palleja; o el de
Vecchi, que concluye afirmando que la
violencia, cuya relación con la justicia y
la moral estudia a lo largo del artículo,
puede ser legible gracias a la literatura. En
definitiva, que no hay mejor crítica de la
violencia que la literatura. Y es que, en última instancia, como afirma Jens Andermann en la contracubierta del volumen,
la reflexión más interesante que recorre
con sutileza pero de forma persistente
todos los trabajos es una reflexión acerca
del lenguaje –la esencia de lo humano– y
cómo este es modulado, alterado, trastornado, mutado, modificado por la guerra.
Tal y como declaran Martínez-Pinzón y
Uriarte citando a Mary Louise Pratt en el
esclarecedor prólogo, se trata de observar
de cerca cómo “el lenguaje puede volverse un arma de conflicto” (p. 7), cómo el
lenguaje está incrustado en el mismo conflicto y contribuye, de manera sustancial,
a articularlo.
A modo de sugerencia y estímulo, se
me ocurre que, para conocer la memoria
social y cultural, el cómo se construyen
y representan los conflictos desarrollados
en el área de Centroamérica y Caribe, que
es la única zona que voluntariamente descartan los editores, sería deseable una segunda entrega. En cualquier caso, el objetivo principal del libro –“pensar la guerra
como manera de entender las dinámicas
de poder que constituyen el Estado, y que
espacializan la geografía imaginada de las
naciones y las regiones que componen
América Latina” (p. 26)– está espléndidamente cumplido.
En suma, aunque la guerra sea inasible e irrepresentable (Jameson), las
aproximaciones incluidas en este volumen contribuyen a cercarla, a despejar
el humo y la niebla desde el pensamiento, el lenguaje y, sobre todo, la escritura
–se echa de menos algún trabajo más en
el marco de los estudios audiovisuales y
el cine–; consiguen mostrar las ruinas,
los restos para tratar de vislumbrar sus
procesos de deshumanización, su instrumentalización o tecnificación y que, al
menos, resulte más inteligible la relación
de la guerra con el estado y los sujetos y
conozcamos de dónde nos viene impuesta esa distinción entre bios y zoé (Agamben) y quién decide si lo que oímos es
lenguaje o ruido (Rancière).
María José Bruña Bragado
(Universidad de Salamanca)
351
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
In December 2014, after 18 months of
secret talks, US-President Barack Obama and Cuban President Raúl Castro
announced the will to restore full diplomatic relations between their countries, resulting in the reopening of the
US embassy in Havana in August 2015.
In May 2015 Cuba was erased from the
US Department of State’s list of State
Sponsors of Terrorism and in December
2015 Cuba negotiated a partly debt cancellation with the Paris Club, in return
for the resumption of dept servicing. Although the key factor in Cuban domestic and foreign policies, el bloqueo, the
US trade-embargo against Cuba, is still
in place, this rapprochement between
socialist Cuba and the capitalist “west”,
as slow as it may be, could mark yet
another major turning point in Cuban
history with severe social and economic
consequences. The book reviewed here,
although already published in 2013,
might help to understand the trends in
Cuban governance, which could be seen
as prerequisite to current developments.
Carmelo Mesa-Lago, distinguished
service professor emeritus of economics
and Latin American studies at the University of Pittsburgh, and Jorge PérezLopez, executive director of the Fair
Labor Association in Washington, DC.,
aim to analyze structural and nonstructural reforms implemented in Cuba between 2006, the year Raúl assumed leadership, and 2012. “Idealist” cycles are
characterized by ambitious normative
goals, “for instance reaching the highest
level of industrial production per capita
in Latin America within four years, producing 10 million tons of sugar annually
and subsequently reaching annual production of 20 million tons, creating an
unselfish ‘new man’, and reaching food
self-sufficiency within a five-year period”. According to the authors, none of
the goals of idealist cycles were achieved.
Instead their pursuit “contributed to adverse economic and social performance
and even crises”. “Pragmatist” cycles on
the other hand consist of the adoption
of market-oriented policies, which raise
economic performance and standards of
living, thus consolidating political power of the regime, but in turn lead to an
increase of unemployment and inequality. In short, “idealist cycles are those
dominated by policies that move away
from the market, while ‘pragmatist’ cycles are market-oriented”.
The first chapter provides a brief
overview of economic and social policies since the start of the revolution.
Cuban history is thus subdivided into
eight “idealist” and “pragmatist” cycles.
For each cycle the authors determine
internal and external influences, the
implemented policies and their socioeconomic consequences. In general,
the authors believe that, besides out of
“ideological preferences”, Fidel and his
comrades initiated “idealist” policies in
order to preserve political control while
ignoring economic logic. In each case
the following respective social and economic deterioration then itself started
to endanger the regime’s stability, resulting in reluctant introductions of
market-orientated reforms. Additional-
RESEÑAS I BE RO AM E RI C ANAS
Carmelo Mesa-Lago/Jorge Pérez-López:
Cuba Under Raúl Castro: Assessing the
Reforms. Boulder/London: Lynne Rienner Publishers, 2013. 293 páginas.
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352
ly, the frequent swings between the two
concepts of policy-making bred longterm instability and uncertainty. When
Raúl Castro came into power in 2006,
the “unsustainable” socioeconomic circumstances led him to proclaim, “that
structural reforms (pragmatic policies)
were the only way to tackle the nation’s
problems”. This was, according to the
authors, a direct result of the foregoing
period, or cycle, of reversal of reforms.
From 2003 to 2006 the government
pursued a re-centralization of economic
policy-making along with strict restrictions for the marginal private sector,
while strengthening ties with Venezuela
and China, which became Cuba’s main
trade partners and financiers. The subsequent change of policies under Raúl
Castro, the focal point of the study, is
regarded as the eighth “cycle”, or “the
third and strongest pragmatist cycle of
the revolution”.
After the introductory overview the
authors turn to a meticulous and comprehensive analysis of developments in
the domestic economy, the international
economic relations and the social welfare
in the period from 2006 to 2012. They
compare their findings on the one hand
to the reference year of 1989, when Cuba’s economic performance reached a
climax before the demise of the USSR,
and on the other hand to regional averages for Latin America. With the necessary background given, they recapitulate
the Cuban national debate about reforms
in all aspects and compile reforms implemented under Raúl, the latter being
the “broadest and deepest undertaken
in Cuba during the revolution”. Finally
Mesa-Lago and Pérez-Lopez evaluate the
effects of the reforms, stating that administrative and nonstructural reforms had
measurable positive consequences, while
structural reforms didn’t show clear positive results, “because of their constraints
and disincentives and insufficient depth”.
However, it is well noteworthy that sources regarding the end of the investigation
period were more scarce and an authoritative evaluation of the reform process
probably needs more temporal distance
for the reforms to take effect. Lastly, they
conclude with a list of recommendations,
both from the authors and from “economists and social scientists inside and outside the island”, that would “enhance” the
reforms, ranging from economic decentralization over liberalization to elimination of gender discrimination.
In summary the sheer amount of statistical data presented makes the book
both a thoroughly researched reference
for specialists on Cuban economics and
somewhat tiresome for the general reader. It highlights key factors and trends
in Cuban development up until 2012
and engages in the very lively debate
about reforms in Cuba. Of course, the
dichotomic perspective of “pragmatist”
and “idealist” cycles remains criticizable
because of its neoliberalist implications.
Since we are still witnessing a gradual
but steady opening of Cuban economy,
combined with diplomatic approaches
to the USA and declining funding from
Venezuela, it remains to be seen, if Raúl
Castro really put a stop to the swing between “idealist” and “pragmatist” cycles.
Benedikt Rieß
(Katholische Universität
Eichstätt-Ingolstadt)
353
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
No faltan, más bien abundan, libros sobre Venezuela bajo Hugo Chávez. También contamos con varias biografías y
largas entrevistas con el ex presidente y
autoproclamado comandante. Lo que
nos falta es un análisis detallado y crítico
de su pensamiento. La tesis de doctorado
de Michael Kresse se concentra en estos
aspectos usando sobre todo el enfoque de
las religiones políticas de Eric Voegelin.
El voluminoso trabajo está organizado en
cinco capítulos. Después de una introducción bastante breve se tratan las raíces
de la ideología chavista, en el tercer capítulo se aplica el concepto de las religiones políticas, el cuarto capítulo tematiza
la religiosidad en el bolivarismo chavista
y el quinto, resume cortamente algunos
resultados.
Kresse encuentra la clave para la interpretación de Chávez en el Libro Azul,
que salió en 1991, es decir, pocos meses
antes del primer golpe de Estado liderado por Chávez. El libro se publicó en una
segunda edición con una introducción
del actual presidente Nicolás Maduro
en 2013. Este Libro Azul junto con un
texto en base a una entrevista de Agustín Blanco Muñoz con Chávez publicado justo antes de la victoria electoral de
1998 constituye –según Kresse– el fundamento del bolivarismo del comandante. Su interpretación, según la cual estos
textos no habrían sido tenidos en cuenta
hasta ahora, es discutible: por lo menos
el libro de Muñoz ya forma parte de los
primeros análisis de la victoria electoral
de Chávez y su toma de posición como
presidente en el año 1999.
El enfoque elegido implica que el
concepto de “socialismo del siglo xxi” no
domina en el estudio de Kresse, ya que
Chávez empezó a usarlo recién en 2005.
Algunos observadores explican esta orientación hacia el socialismo como resultado
de la creciente influencia de Fidel Castro
y como una reacción a la crisis después
del intento de golpe contra el presidente
elegido en 2002. Además, la orientación
hacia más intervenciones estatales fue facilitada por los altos precios del petróleo
en aquel momento. De esta manera, en
la interpretación domina el así llamado
“árbol de las tres raíces” introducido por
Chávez, es decir, las figuras de Simón Rodríguez (1769-1854), “el maestro” del Libertador; Simón Bolívar (1783-1830), “el
líder”; y Ezequiel Zamora (1817-1860)
como “general del pueblo soberano”.
La investigación interpreta sobre todo
estos dos textos claves, el Libro Azul y
la larga entrevista del sociólogo Agustín
Blanco Muñoz y, además, parte de la literatura sobre Chávez y de la historiografía
venezolana. Kresse presenta largas citas
también en las notas a pie de página. En
algunas páginas las notas son casi tan largas como el texto.
El autor no analiza detalladamente las
apariciones de Chávez en Aló Presidente,
un famoso programa de televisión moderado por el presidente de Venezuela, que
se transmitía los domingos a partir de
las 11.00 y que generalmente terminaba
a las 17.00 o más tarde. En un estudio
sobre los fundamentos ideológicos y de
historia de las ideas no es necesario analizar este aspecto, sin embargo el programa
era una forma del líder para comunicarse
RESEÑAS I BE RO AM E RI C ANAS
Michael Kresse: Hugo Chávez‘ Bolivarismus. Eine ideengeschichtliche und historische Analyse. Berlin: Wissenschaftlicher Verlag Berlin, 2015. 476 páginas.
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
RE SEÑAS I BE RO AM E RI C AN AS
354
con la población y para imponerse como
agenda setter. En un trabajo tan largo hubiera sido interesante tocar este aspecto y
también la relación con el concepto del
socialismo. Kresse menciona que Chávez
estudió a finales de los años ochenta durante dos semestres Ciencias Políticas en
la Universidad Simón Bolívar, recibiendo
todos los créditos necesarios, aunque sin
entregar el trabajo final en la maestría.
Dos de los trabajos escritos por Chávez en
aquel entonces con el Prof. Dr. Friedrich
Welsch, no mencionados en el libro, indican que los temas del socialismo y de la
planificación no fueron ajenos al futuro
presidente. Uno de los ensayos entregados era sobre el concepto del partido en
Rosa Luxemburgo y el otro, sobre la planificación como proceso social en Carlos
Matus. Un alumno de él, Jorge Antonio
Giordani, originalmente ingeniero electrónico, profesor y político de origen
dominicano e italiano, Giordani hizo
un posgrado en Planificación de Desarrollo en el Centro de Estudios del Desarrollo (CENDES) de la Universidad
Central de Venezuela y luego obtuvo un
doctorado en la Universidad de Sussex
en Inglaterra. Ya entró en contacto con
Chávez cuando este estaba en la cárcel
después de su primera intentona de golpe
y más tarde formó parte de su gobierno.
Giordani fue ministro del Poder Popular
para la Planificación del Gobierno venezolano hasta el 17 de junio de 2014. En
otras palabras: los temas del estudiante
Chávez tuvieron cierta repercusión en la
política venezolana.
Un problema para este lector es que
los temas analizados se repiten en los
capítulos 2, 3 y 4 siendo analizados respectivamente desde distintos puntos de
vista. Una concentración en algunos términos clave hubiera sido una ventaja para
el lector y para el historiador. Con todo,
no queda del todo claro en qué consistió
el pensamiento del mítico líder y qué rol
desempeña el socialismo en él.
Nikolaus Werz
(Universität Rostock)
Ruth Trinidad Galván: Pedagogies of
Survival in Rural Transmigrant Mexico.
Women Who Stay Behind. Tucson: The
University of Arizona Press, 2015. 182
páginas.
Si bien los estudios migratorios nos han
permitido acercarnos a las experiencias
de aquellos que deciden migrar en busca
de un futuro mejor, es muy poco lo que
sabemos sobre quienes se quedan en las
comunidades de origen. Es por ello que,
de entrada, el trabajo que Ruth Trinidad
Galván presenta en este libro es digno de
encomio. Se trata de una etnografía sobre
cuatro humildes mujeres quienes se valen
de sus propias tradiciones y recursos para
lograr una mejor calidad de vida en Sierra
Linda, Guanajuato. Creando programas
de alfabetización, de concientización, y
de ahorro, organizándose localmente,
valiéndose de formas autóctonas de espiritualidad, y sobre todo cultivando la
convivencia, estas madres de familia unen
sus esfuerzos de “sobrevivencia”. Sobrevivencia es entendida por esas mujeres no
solo como los esfuerzos para contrarrestar los efectos negativos de la migración
masculina hacia los Estados Unidos, de la
pobreza, y de las desigualdades de género
que prevalecen en sus comunidades, sino
que las cuatro mujeres estudiadas pertenezcan a la misma familia crea preguntas
sobre la representatividad de los resultados. A pesar de ello, el libro resulta interesante y vívido. Será sin duda de interés
para aquellos que estudian los fenómenos
migratorios y para quienes estén interesados en procesos pedagógicos.
Alma Durán-Merk
(Universität Augsburg)
355
RESEÑAS I BE RO AM E RI C ANAS
Kristine Juncker: Afro-Cuban Religious
Arts: Popular Expressions of Cultural Inheritance in Espiritismo and Santería.
Gainesville: University Press of Florida,
2014. 176 páginas.
A través de un recorrido por Nueva York,
Puerto Rico y Cuba, esta investigación
sobre el arte religioso afrocaribeño propone analizar el itinerario de cuatro mujeres
–Tiburcia, Hortensia, Iluminada y Carmen– durante el siglo xx en dos sistemas
de creencias paralelos: el espiritismo y la
Regla de Ocha. La tradición afrocaribeña exhibe una amplia variedad cultural,
por eso la autora se sirve del concepto de
transculturación. No se trata de la adaptación de una cultura “alta” a una “baja”,
sino de un proceso de intercambio, desplegado en distintos lugares y tiempos,
que da como resultado la emergencia de
una renovada dinámica cultural. La autora sostiene que el arte religioso es incomprensible si no se lo vincula a los líderes
que lo encarnaron y a sus diversas expresiones. Estas mujeres representaron cuatro generaciones y, si bien sus relaciones
no fueron de consanguineidad, heredaron una serie de prácticas que preservaron
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
que también incluye el deseo de vivir de
una forma más plena y feliz.
Resultado de un trabajo de campo que
se extendió por 18 meses, el libro está dividido en ocho capítulos. Cuatro de ellos
(1, 3, 5 y 7) presentan las historias de vida
de las cuatro mujeres en las que la investigadora centro su trabajo. De forma acertada y novedosa, cada una de estas cuatro
mini-etnografías es seguida por un apartado (capítulos 2, 4, 6 y 8) que analiza
teoréticamente los fenómenos que es posible identificar en las experiencias narradas por Julieta, Andrea, Carolina y Jovita.
El trabajo muestra explícitamente las
conexiones entre lo global y lo local, enfatizando al mismo tiempo el potencial
de mejoras que conlleva la creación de espacios centrados en las necesidades de las
mujeres. Nos invita también a reflexionar
sobre hasta qué grado la importación de
ideas y capital es sinónimo de mejoras.
Las guanajuatenses con quienes Trinidad
Galván convivió prefieren valerse de prácticas sociales, de relaciones cercanas, y de
su intuición para servir de soporte a los
miembros de sus familias –tanto aquellos
que se quedaron con ellas como a quienes
están al otro lado de la frontera–. Además, y contrariamente al estereotipo de
que las poblaciones rurales humildes son
apáticas, sumisas y resignadas, las mujeres
a las que Trinidad Galván da la palabra
muestran una activa resistencia contra la
comercialización indiscriminada, luchan
por mantener la unidad familiar, y activamente participan en la creación de una
mejor vida –más sana y enriquecedora–
en sus comunidades.
Con todo y los arriba mencionados
aciertos, el volumen presenta algunas limitaciones. El hecho, por ejemplo, de
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
RE SEÑAS I BE RO AM E RI C AN AS
356
una tradición a la vez que la reformaron.
Aportaron su marca y su creatividad a sus
roles como líderes religiosas. Siguiendo a
Rita Felski, sostiene que dentro del movimiento espiritista emerge un espacio en el
cual las mujeres pueden explorar sus identidades e interpretar su conciencia histórica. Es decir, a diferencia de una mirada
tradicional sobre la relación entre género
y religión, estaríamos frente a una zona de
autonomización.
El trabajo se divide en cuatro capítulos. En el primero la autora explora la literatura sobre el arte religioso afrocubano
en el siglo xx, incluyendo tratados criminológicos, trabajos académicos, literatura
sobre vanguardias y revistas de la cultura
popular cubana. La autora comienza con
el libro de Fernando Ortiz, Los negros
brujos escrito entre 1902 y 1905, quien
describía las prácticas religiosas afrocubanas como “criminales”. Prosigue examinando críticamente los aportes de Melville Herskovits, fundador de los estudios
afroamericanos, en particular las ideas
contenidas en su libro Acculturation de
1936. Finalmente rescata, entre otros, el
trabajo de Rómulo Lachatañeré, quien
discutió el concepto de brujería de Ortiz,
y lo substituyó por el de santería. Al mismo tiempo, cuestionó la teoría de Herskovits y su capacidad para ser aplicada a la
situación del arte afrocubano. Como conclusión de este excurso, la autora sostiene
que el espiritismo afroatlántico es un espacio de expresión de diferentes creencias.
Sus líderes debieron articular numerosos
sistemas religiosos para poder interpelar a
distintos espíritus de muertos. En contra
de quienes creen que la hibridez religiosa
es un mito, o que genera más marginalidad en grupos marginalizados, la autora
afirma que a existe y que le hibridez fue
un mecanismo que las mujeres estudiadas
en el texto utilizaron a su favor.
El segundo capítulo está dedicado a
Tiburcia Sotolongo y Ugarte, y a analizar
la trasformación de los roles femeninos a
través de su figura, nacida en una plantación y convertida en santera. Luego de
la rebelión de 1912 en el este de Cuba
fueron detenidos muchos hombres vinculados a organizaciones religiosas afrocaribeñas. Sin embargo, la policía no se
preocupó por las mujeres. Esto posibilitó
que siguieran desarrollando sus prácticas
y ofreciendo sus servicios sin consecuencias. La casa de Tiburcia –escenario de sus
prácticas religiosas– es analizada como
un conjunto de espacios anidados, en los
cuales se desarrollaban el espiritismo, la
Regla de Ocha y el catolicismo popular,
en diferentes áreas que atendían a sus diferentes clientelas. Esta distribución de
altares en diversas habitaciones, sostiene
Juncker, refleja una forma de palear las
ansiedades de la sociedad negra cubana
en lo referente a la identidad, que fue crítica en relación al movimiento religioso
afrocaribeño.
El tercer capítulo está dedicado a
Hortensia Ferrer, quien fuera adoptada
por Tiburcia en 1938. Es ella quien legó
una serie de fotografías de los altares de
su madre. La autora analiza los componentes de los altares para señalar algunos
de sus aspectos singulares: el uso de una
flora diversa –plantas tradicionales que
hablan de la capacidad de Hortensia para
curar distintas enfermedades–, la presencia del sincretismo –de santos católicos y
afrocubanos–, así como del panafricanismo, una llamada a la solidaridad entre los
descendientes de los esclavos. Finalmente
El libro argumenta que las mujeres
en el temprano siglo xx desempeñaron
un papel innovador en la expansión del
arte religioso afrocaribeño. Estas mujeres
interpelaron a una importante audiencia
que pertenecía a tradiciones culturales y
religiosas diversas. Por eso, sus prácticas
artísticas trabajaron en la unificación de
esas diversidades. Utilizaron su conocimiento sobre los imaginarios y el folclore religioso afrocaribeño, reconfigurando viejos materiales en una innovadora,
popular y “sublime” producción artística
con la cual sus seguidores continuaron
identificándose.
357
RESEÑAS I BE RO AM E RI C ANAS
José Zanca
(CONICET/Universidad de
San Andrés, Buenos Aires)
Alejandro Eujanian/Ricardo Pasolini/
Maria Estela Spinelli: Episodios de la
cultura histórica argentina: celebraciones, imágenes y representaciones del pasado: siglos XIX y XX. Buenos Aires: Biblos,
2015. 209 páginas.
Institucionales, ortodoxas o revisionistas,
intelectuales, centrales o periféricas, vectorizadas a través del arte, la arquitectura o las letras, las memorias han sido un
objeto de escrutinio privilegiado en los
últimos años. A diferencia de otros enfoques, los trabajos reunidos en la presente
compilación intentan ejercer una mirada
crítica sobre cada una de las pujas en torno a la administración del recuerdo –y del
olvido– que proponen los diversos “episodios”. El concepto de cultura histórica
planteado se revela altamente productivo,
dado que como señalan los compilado-
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
emerge de este análisis una ideología centrada en la lucha contra la dictadura de
Fulgencio Batista, así como rastros de la
cultura hispana.
En el cuarto capítulo el escenario se traslada de la isla de Cuba al Harlem hispano.
Juncker recorre la experiencia de mujeres
obligadas a emigrar a los Estados Unidos,
y que debieron sobrevivir en contextos socio labores hostiles. La portorriqueña Carmen Orama y su centro ubicado en Nueva
York buscó interpelar a distintos clientes
centroamericanos. Allí entró en contacto
con Iluminada Sierra Ortiz, quien se había
trasladado desde Cuba. Ambas se volvieron muy unidas por sus historias de vida
similares y su confluencia en los rituales
afrocubanos. El resto del capítulo analiza la
constitución de los altares y los componentes significativos del espiritismo y la Regla
de Ocha practicada por Carmen, y cómo
estos elementos permiten comprender una
historia de las mujeres y sus relaciones con
el pasado.
En las conclusiones, la autora recuerda
que mucho del arte religioso perteneciente a Tiburcia, Hortensia e Iluminada fue
destruido ritualmente luego de sus muertes. La religión afrocaribeña implica un
estricto esfuerzo curatorial en el cual los
líderes religiosos y sus seguidores elijen
qué objetos sobrevivirán. Muchos de ellos
regresarán a su entorno natural y otros
buscarán quedarse con algún miembro
de la familia religiosa. La destrucción y
preservación de objetos es una estrategia
importante. Hace las réplicas imposibles
y refuerza la agencia individual de la religión afrocaribeña. La destrucción sistemática y la selección de aquellos objetos
que sobrevivirán es un mecanismo útil
para la creación de memorias.
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
RE SEÑAS I BE RO AM E RI C AN AS
358
res, permite reconocer el entramado de
voces pertenecientes a distintos segmentos ideológicos, instituciones, intelectuales, historiadores, y que se cristalizan en
discursos, monumentos, rituales, íconos,
todos ellos en referencia, en un sentido
amplio, al pasado.
El libro se ha dividido en dos partes, claramente delimitadas. La primera
(“Conmemoraciones y monumentos”)
recorre las memorias de la Revolución
de Mayo de 1810. Los trabajos de esta
sección –desde mediados del siglo xix a
principios del siglo xxi– analizan las estrategias que distintos agentes estatales y
fracciones políticas desplegaron para disputar una memoria “oficial” de las celebraciones mayas. El capítulo de Alejandro
Eujanian, que abre la compilación, está
dedicado al examen de las celebraciones
de mayo en el estado de Buenos Aires entre 1952 y 1860, durante su apartamiento de la Confederación Argentina. De la
multiplicidad de tópicos subrayados por
el autor, se destaca el deseo expresado en
muchos de los rituales por marcar el corte que había producido la caída de Juan
Manuel de Rosas en 1852. A partir de
septiembre de ese año y con la secesión
del estado porteño, los festejos tendieron
a destacar el papel de Buenos Aires como
punto de partida –y de llegada– de un
proyecto de nación. Esta “apropiación”
de la memoria de mayo condicionó –señala en forma perspicaz Eujanian– los
proyectos futuros de organización estatal.
Los trabajos de Antonio Bozzo y Gabriela
Couselo se refieren a dos instancias diferentes de los festejos del centenario en
1910. El primero estudia las polémicas en
torno a la Comisión Nacional de Festejos
del Centenario, en especial por las críti-
cas públicas del intelectual nacionalista
Leopoldo Lugones. El segundo rescata las
vicisitudes de las obras encargadas para
el Centenario a la artista tucumana Lola
Mora, su destino conflictivo con las distintas administraciones durante la década
de 1920, hasta su final emplazamiento en
la ciudad de Rosario en los años de 1990.
Cierran esta sección dos capítulos que
dialogan en forma enriquecedora. Por un
lado Julio Stortini, de dilatada experiencia
en el estudio del fenómeno revisionista,
analiza la relación entre esta corriente historiográfica y el estado a lo largo del siglo
xx. Con particular énfasis en la relación
entre revisionismo y peronismo, Stortini
ausculta la cultura histórica propuesta por
los gobiernos kirchneristas. A diferencia
de las administraciones estatales previas,
durante este último ciclo el revisionismo
se convirtió en una cantera de motivos,
que en forma recurrente, afloraron en los
discursos de los funcionarios públicos, en
especial, de la presidenta Cristina Fernández. “Construyendo imágenes y sentidos
sobre el pasado nacional” de Nora Pagano
y Martha Rodríguez, se desplaza sobre un
eje análogo al de Stortini, problematizando las celebraciones del Bicentenario bajo
la administración kirchnerista. Partiendo
de un substrato teórico similar al resto de
los trabajos –la relación entre política y
construcción de la memoria– las autoras
presentan un mapa plural de esos festejos.
A través del análisis de diversas instancias
memorialistas –El Mural del Bicentenario
del artista Miguel Rep, el Laberinto del
bicentenario y la exposición “Muchas voces, una historia”– dejan en claro que las
celebraciones no pueden ser acotadas solo
al discurso revisionista, aunque muchas
estuvieran estructuradas en torno a tópi-
359
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
poco de la tradición liberal –identificando a un mismo panteón de héroes–, en
el caso uruguayo las mismas formaciones
debieron lanzar una revisión de la historia
centrada en el artiguismo, identificándose
con una imagen revolucionaria y antiimperialista, y como continuadores de un
proyecto frustrado. María Julia Blanco
releva las publicaciones de la colección La
Siringa, en las que participaron diversos
referentes de la izquierda nacional, pero
que funcionó, a su vez, como una galería
de autores que cristalizaron una muy heterogénea tradición. La lista va desde Ernesto Palacio clamando desde los años de
1930 con su Historia falsificada hasta Jorge Abelardo Ramos con la Historia política
del ejército argentino, pasando por Eduardo Astesano, Arturo Jauretche y Fermín
Chávez. Cierra la compilación el trabajo
de María Estela Spinelli, analizando las
condiciones políticas en las que desplegaron las celebraciones del sesquicentenario
de la Revolución de Mayo. La autora expone las distintas lecturas esgrimidas en el
complejo escenario del gobierno de Arturo Frondizi (1958-1962). La primera del
mismo presidente, utilizando la celebración para convocar a la unidad nacional y
al desarrollo; la reivindicación del “mayo
liberal” de los herederos de la Revolución
Libertadora (1955-1958), que blandían
su vocación antiperonista en su oposición
al “totalitarismo”; y finalmente mayo
como escenario de reivindicación de los
derechos y justicia para los sectores populares, enarbolada por peronistas y grupos
de izquierda.
La presente compilación exhibe un
alto grado de coherencia teórica, resultado evidente de la circulación de ideas
y diálogo entre los editores y autores. La
RESEÑAS I BE RO AM E RI C ANAS
cos introducidos en el debate público por
esa corriente.
En la segunda parte del libro (“Apropiaciones e identidades”) el foco se desplaza de los despachos oficiales –y sus
intentos por construir, con los instrumentos del estado, una memoria colectiva– a
los gabinetes intelectuales. El primer trabajo de esta sección, a cargo de Sofía Seras, emplea una estrategia muy efectiva a
la hora de pensar los usos de la memoria
y la construcción de una cultura histórica: el recurso a la biografía. Analizando
los Recuerdos de un militante socialista, de
Enrique Dickmann, la autora compone
la imagen de un sujeto que funde su pasado con el del partido, y la de éste con
la tradición liberal argentina. Son jalones
en ese linaje los protagonistas de la Revolución de Mayo así como los hombres
de la generación del 37. En segundo lugar Ricardo Pasolini vuelve sobre la figura
de Aníbal Ponce, el destacado intelectual
que marcó la cultura de izquierdas de la
entreguerras. La mirada de Ponce sobre el
pasado se estructuraba en función de una
multiplicidad de apropiaciones, entre las
que se destacaban las figuras de Romain
Rolland y José Ingenieros. Los elementos
ético morales y biologicistas se fundían
en su discurso sobre el pasado, que se
despegaba poco del clivaje “civilización y
barbarie” que signó al siglo xix. En “Conmemoraciones sesquicentenarias, aniversarios e izquierdas en la Argentina y Uruguay”, María Elena García Moral repone,
a través de las memorias que circularon en
publicaciones e intelectuales de la izquierda rioplatense, las diferencias y similitudes en las miradas de socialistas y comunistas respecto del siglo xix. Si la versión
del pasado de los argentinos se separó
RE SEÑAS I BE RO AM E RI C AN AS
360
centralidad del problema de los “mediadores” en la relación pasado presente,
así como el uso de una serie de texto comunes de referencia, nos hablan de un
verdadero aporte a la comprensión de
las complejas relaciones entre memoria
e historia, sus disputas en las voces de
intelectuales y políticos, así como la problemática inserción del tema en las políticas estatales.
José Zanca
(CONICET/Universidad de
San Andrés, Buenos Aires)
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
Moira Cristiá: Imaginaire péroniste: esthétique d’un discours politique (19661976). Rennes: Presses Universitaires de
Rennes, 2016. 260 páginas.
El trabajo de Moira Cristiá representa
toda una novedad en su abordaje de un
ciclo que ha sido extensamente recorrido por la historiografía argentina de los
últimos años. Como señala la autora, el
imaginario peronista fue explorado en
forma intensa para su periodo “clásico”
(1945-1955). Poco se había indagado, sin
embargo, sobre la etapa posterior, aquella
que va del ascenso de las organizaciones
político-militares identificadas con el peronismo (Montoneros, FAP, etc.) hasta la
caída del gobierno de María Estela Martínez de Perón en 1976. Para poder hacer
un efectivo aporte, la autora ha construido un trabajo integral, que recorre distintos soportes –teatro, historieta, cine, discurso gráfico, fotografía– para dar cuenta
de la mutación del imaginario peronista
y su diálogo con la cultura popular y la
cultura de masas del periodo.
La obra se ha organizado en tres partes, delimitadas cronológicamente y divididas, a su vez, en dos capítulos temáticos
cada una. La primera transcurre durante
el gobierno de la autodenominada “Revolución Argentina”, de junio de 1966 a
mayo de 1973; la segunda parte va desde
el acceso al poder del tercer gobierno peronista a la muerte de su líder, en julio de
1974; y la última corresponde al periodo
que va desde esta “acefalía” política al golpe de Estado del 24 de marzo de 1976.
Los dos primeros capítulos analizan la circulación internacional y local de imágenes
vinculadas a los jóvenes y la contestación
social y política. Los materiales analizados
son múltiples, desde las intervenciones de
colectivos de artistas comprometidos con
el clima revolucionario, a manifestaciones político-religiosas, como el caso de la
revista Cristianismo y revolución. En esta
última –que ha sido objeto de profusos
análisis en los últimos años– se encuentran los elementos de una estética heterogénea, en donde se politizan las imágenes
del pop art y circulan las escenas –en formas de fotografías o collages– de la guerra
de Vietnam y la tricontinental. La autora
subraya la estetización de la muerte en la
que lee la construcción de la figura del
mártir y el héroe, así como un substrato
religioso que encuentra en ese tránsito un
camino de redención humana.
El tercer capítulo está dedicado a la
representación de las masas en el imaginario novoperonista de los sesenta y setenta. Esta es leída en los dos sentidos del
término: como las formas en las que las
masas fueron figuradas en los diversos soportes gráficos y audiovisuales, así como
en el deseo de las distintas vertientes del
peronismo por hablar en nombre de esas
361
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
–y a medida que se agudizó el conflicto
interno del peronismo– la representación
del Leviatán se tornó más clásica: Perón
apareció como aquella figura que restauraría el orden, el único capaz de detener la
guerra de “todos contra todos”.
En el quinto capítulo, Cristiá analiza el despliegue simbólico de la disputa
entre ortodoxia e izquierda peronista. La
autora propone inscribir el conflicto en la
lógica de las “religiones seculares”. En ese
plano analiza la “guerra simbólica” a partir de la prospección la revista El Caudillo,
una publicación sintomática de la derecha peronista. En ella la identificación
del enemigo es coherente con el discurso
nativista del peronismo: el otro se asocia
a lo antinacional: se trata del bolche, del
yanqui, y del judío. En términos políticos
es un infiltrado. En términos estéticos es
un melenudo, un afeminado. Cristiá pone
de relieve la pendiente de la animalización
del discurso político. Si los antiperonistas
fueron “gorilas” para los peronistas, previamente los justicialistas habían formado
un “aluvión zoológico” para sus opositores. Esta identificación de los adversarios
políticos con animales supuso una deshumanización del enemigo, lo que facilitó,
en el mediano plazo, su eliminación física.
El último capítulo se dedica a analizar las estrategias culturales de masas de
Montoneros. En primer lugar, la intervención en el campo cultural a través de
un género musical fuertemente politizado como el folclore en los años sesenta y
setenta. La cantata montonera del grupo
musical Huerque Mapu sirve de vector
para situar distintos aspectos de la estrategia de difusión masiva de la organización.
En segundo lugar, Cristiá analiza las historietas de Héctor Germán Oesterheld,
RESEÑAS I BE RO AM E RI C ANAS
masas. Tanto el teatro, como los cómics,
así como las producciones filmográficas
son el vehículo que la autora utiliza para
pensar las formas de identificación del
sujeto “pueblo”. En particular a partir de
producciones como Perón: marcha sobre
Ezeiza (Nine, 1972) o la obra colectiva
Ezeiza. Veinte de junio de 1973 (1973) se
destaca una visión sobre el pueblo caracterizado como un constructo singular y
homogéneo, destacando su espontaneidad, simplicidad, creatividad y vocación
revolucionaria.
El cuarto capítulo aborda tres aspectos: por un lado la construcción de una
memoria posdictatorial, luego de la llegada al poder de Héctor Cámpora. En
segundo lugar se sumerge en las políticas
culturales desplegadas durante los primeros meses del gobierno peronista, cuando los sectores de izquierda controlaban
lugares expectantes del aparato estatal.
Se destacan las figuras de Jorge Alberto
Taiana en el ministerio de educación, los
cambios en el Ente de Calificación Cinematográfica, a cargo del documentalista
Octavio Getino, la creación del Instituto
del Tercer Mundo “Manuel Ugarte” en la
Facultad de Filosofía y Letras de la UBA,
y la intervención de Juan Carlos Gené en
el canal oficial de televisión. El capítulo
concluye con un análisis de las representaciones de Perón como un “dios mortal”,
análogo al Leviatán. Primero en una lectura más amable, como un actor capaz de
armonizar y compatibilizar las diferencias
en un movimiento masivo, e identificado
con una figura contractualista en la que
su liderazgo fungía como el producto de
un “pacto” con el pueblo. Pacto en el que
las fuerzas de izquierda se atribuían la
verdadera representación popular. Luego
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
RE SEÑAS I BE RO AM E RI C AN AS
362
El eternauta, La guerra de los Antares y
450 años de guerra contra el imperialismo.
A través de ellas, sostiene la autora, Montoneros buscaba crear una sensibilidad
política en sus lectores, valiéndose de una
mirada dicotómica a través de figuras de
héroes y villanos, propias del género. La
temática de la “invasión” –característica
de la cultura paranoide de los años de la
Guerra Fría– es resemantizada por Oesterheld para identificar a los enemigos
como bestias y extraterrestres. Los héroes,
por su parte, rompen el esquema clásico
encarnándose en sujetos colectivos: el
pueblo, argentino o latinoamericano que
enfrenta al imperialismo. El capítulo se
cierra con la descripción de los escasos
films que produjo Montoneros ya bajo
la dictadura del Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983), Montoneros.
Crónica de una guerra de liberación (1977)
y Resistir (1978). Nuevamente aquí aparece el vínculo entre el peronismo y cultura
popular. Montoneros se auto inscribe en
una larga tradición nacional, construyendo una memoria enraizada en los combates políticos del siglo xix.
El trabajo de Moira Cristiá significa
un verdadero aporte a la historiografía
del pasado reciente. Volviendo sobre materiales aparentemente recorridos, pero
que bajo la luz de instrumentos analíticos novedosos se revelan en una magnitud distinta, elabora una historia cultural
de la violencia política. Entrelineas puede leerse la paradójica relación entre las
prácticas culturales y el sustrato teórico
del periodo. Si durante los sesenta y setentas el marxismo y el estructuralismo se
convirtieron en claves hegemónicas en las
lecturas de la nueva izquierda revolucionaria, queda claro que para los actores la
cultura no era un mero “reflejo” de las relaciones “reales” de poder, sino un campo
de batalla en sí mismo en donde se libraba
uno de los aspectos más importantes de la
guerra revolucionaria.
José Zanca
(CONICET/Universidad de
San Andrés, Buenos Aires)
Peter Birle (ed.): Brasilien. Eine Einführung. Frankfurt am Main: Vervuert
Verlag, 2013. 298 páginas.
Although Brazil has entered a difficult
period since the publication of this collection of essays about Brazil, the book
retains its usefulness. In the meantime,
Brazil went from boom to bust. The fundamental problems that are addressed in
the collection, were not resolved during
the boom years, and now they show-up
again stronger than before.
The contribution by Martin Coy addresses the regional disparities of this vast
country. He points out that the economic
heartland lies still in the South Eastern region with São Paulo at its center. The size of
the geographical extension of Brazil makes
it extremely hard to achieve a more balanced regional growth. Not much different
as it is in other parts of the world, regional
development is marked either by a vicious
cycle or by a beneficial cycle. Boom feeds
the boom, and bust feeds the bust. Politically and economically, it is often hopeless
to reverse these trends and achieve a regionally more balanced development.
The contribution of the editor of the
collection, Peter Birle, addresses structure
and actors of the political system. He
zil. Fank Stephan Kohl looks at Brazilian
soccer and its role for Brazilian identify in
light of the expectations concerning the
world championship of 2014.
A contribution by Peter Birle about
the German-Brazilian relations concludes
the collection of articles in this book,
which fully lives up to its aim of providing an “introduction” to Brazil to facilitate the understanding of this country.
Each individual essay treats one specific
aspect of Brazil and serves as an introduction to this specific area. Taken together,
the reader obtains a well-grounded perspective about modern Brazil.
363
RESEÑAS I BE RO AM E RI C ANAS
Antony P. Mueller
(Universidade Federal de Sergipe)
Brian Wampler: Activating Democracy in
Brazil. Popular Participation, Social Justice and Interlocking Institutions. Notre
Dame: University of Notre Dame Press,
2015. 299 páginas.
Analizar el período reciente de la historia
de Brasil requiere experiencia y paciencia,
sobre todo por el complejo momento político del país. Lo que se ve ahora es la
participación ciudadana, su voz y el propio concepto de democracia debatidos a
diario desde los últimos escándalos de corrupción que se profundizan desde 2014,
y que tienen han involucrado a todos los
nombres fuertes del gobierno, incluido el
presidente Michel Temer. Esos temas son
los que se discute en Activating Democracy
in Brazil. Popular Participation, Social
Justice and Interlocking Institutions, pero
justamente en un período anterior de análisis, específicamente entre 1988 y 2014.
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
provides an analytical description of Brazilian federalism and the peculiar role of
political parties in Brazilian politics. He
is quite optimistic in respect to the ability
of achieving reforms and of maintaining
governability of the country. Nevertheless, as is pointed out by the article of
Bruno Wilhelm Speck, Brazil’s legal system is still deficient and difficult reforms
lies still ahead. This also holds for Brazilian social policy. In her contribution,
Claudia Zilla addresses the concept of
“growth with inclusion”, which, together
with the article by Jacqueline Maria Radtke that analyzes the educational system as
the basis, points out the causes and consequences of the enormous social disparities
that still afflict Brazil.
Hartmut Sangmeister deals in his contribution with the economy. He is quite
right to point out that Brazil is still deficient when it comes to technological
innovation. The economy thrives on agribusiness yet this is not enough to gain an
important place in the modern globalized
economy. Corruption and bureaucracy
hamper the dynamics of the Brazilian
economy. Without a strong economy, the
vision of Brazil as a “global player” will remain an illusion. As Peter Birle points out
in his contribution about Brazil’s foreign
policy, the country has not yet found its
proper strategy as it moves away from its
traditional partnership with the United
States and Europe and moves closer to its
peers in Latin America, Asia and Africa.
Culture, city life, the media and the
music scene are the subjects of the contributions by Horst Nitschack, Marcel Vejmelka, Joachim Michael and Cornelius
Schlicke, while Susanne Klengel and
Georg Wink describe literary life in Bra-
Iberoamericana, XVII, 65 (2017), 289-368
RE SEÑAS I BE RO AM E RI C AN AS
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Afortunadamente el autor, Brian
Wampler, profesor de Ciencia Política de
Boise State University, en Estados Unidos, demuestra una capacidad increíble
de comprensión de una situación tan peculiar. Además de entenderla, en su libro,
consigue aclarar exactamente su complejidad. El año que viene Brasil celebra 34
años de régimen democrático, tras el período de la dictadura militar de 1964 a
1984. Aunque sean pocos años de democracia plena, el período ha sido marcado
por el intento de construir un sistema que
representara a los ciudadanos de la mejor
manera posible. A la vez, lo más fatídico
ha sido la presencia de la corrupción a lo
largo de esas tres décadas. A cada página
del libro de Wampler se nota una clareza
al construir el contexto histórico y una
didáctica al presentar los temas que quiere profundizar. Al centrarse en múltiples
instituciones democráticas, el libro ilustra
cómo el régimen de ciudadanía participativa genera cambios políticos y sociales.
Wampler no es un iniciante. Tiene experiencia desde su libro anterior,
Participatory Budgeting in Brazil (2007),
donde habla de la participación ciudadana en el debate sobre el uso de los presupuestos de las ciudades –ese tema vuelve
otra vez en este libro, principalmente sobre cómo se desarrolla en Belo Horizonte,
la ciudad que elige como modelo y ejemplo para discutir sus cambios entre 19922008–.
El libro se divide en ocho capítulos
que llevan al lector poco a poco al universo particular de la sociedad brasileña
que se va a presentar. Se hace muy clara
la historia que construye, pues el autor
empieza con un contexto más general,
aclarando los diferentes tipos de partici-
pación social según las características de
cada gobierno del período analizado.
El punto de partido de todo el análisis es la Constitución de 1988, que,
según el autor, marca el inicio formal
del régimen de ciudadanía participativa, pero lleva en cuenta la variación en
la forma en que los ciudadanos y funcionarios públicos la han llevado a cabo.
Desde entonces, el poder y la representatividad se distribuyeron para los gobiernos estaduales y municipales, sin
estar bajo el dominio de la esfera federal.
Ese cambio, teóricamente, hizo con que
la población se organizara en las dichas
Organizaciones de la Sociedad Civil y de
esta manera se quedara más cercana de
los actores que tomaban las decisiones
políticas. Wampler habla de cinco factores distintos: la formación del Estado, el
desarrollo de la sociedad civil, el apoyo
gubernamental al uso de voz y voto por
parte de los ciudadanos, el grado de recursos públicos disponibles para el gasto
en servicios y bienes públicos, las reglas
que regulan las formas de participación,
representación y deliberación dentro de
los espacios participativos.
A continuación, lo que hace es aclarar
los tipos de régimen y derechos, teniendo
siempre en cuenta que el concepto de ciudadano se iba cambiando a lo largo de los
años. Es decir, en un primer momento la
renta era un criterio que definía quiénes
tenían derechos. Solo entonces presenta
Belo Horizonte. Aquí, Wampler utiliza
un estudio longitudinal cualitativo de la
ciudad de la capital del estado de Minas
Gerais, con el cual el autor ha mantenido
contacto directo e indirecto durante un
largo período para abordar una serie de
desafíos contemporáneos en el debate de
población sobre su propio rol político
en la sociedad y la crisis de confianza del
gobierno hacen con que el escenario democrático y participativo se vuelva hacia
atrás. Aunque así, eso no es exactamente
un punto débil del trabajo, sino que una
sugerencia para una reflexión más. De todas formas, Wampler tiene en sus manos
un gran trabajo para entender el sistema
de actuación ciudadano en un país con
tan pocos años de democracia, pero con
muchas transformaciones en una búsqueda por su identidad.
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RESEÑAS I BE RO AM E RI C ANAS
participación. Tal como hizo en su libro
de 2007, el autor reúne entrevistas, observaciones, datos de encuestas e indicadores
sociales para contar una historia compleja
desde diferentes direcciones.
En general el libro tiene un tono optimista. Sin embargo, le falta mencionar
que los políticos, de tal forma que los sindicatos, son muy descreditados por la población. A la época de la investigación del
autor el país vivía –y sigue viviendo– una
época donde las instituciones gubernamentales no tienen crédito y la población
pelea por pasiones extremas a corrientes
políticas de izquierda y derecha. Claramente la falta de clareza por parte de la
Marcio Orsolini
(São Paulo)
FE DE ERRATAS
En el número anterior de Notas, la reseña del libro Sylvia Sellers-García Distance and
Documents at the Spanish Empire’s Periphery fue erróneamente atribuida a Adriana María Alzate Echeverri, cuando su verdadera autora fue Alejandra Buenaventura Gómez.
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