El antirracismo de Fernando Ortiz
1
Dr. Jesús Guanche
RESUMEN
Una parte representativa de la voluminosa obra de Fernando Ortiz estuvo dedicada a
demostrar el fundamento anticientífico de las «razas» aplicado a los seres humanos y a
combatir las diversas formas en que se manifiestan los racismos en el contexto nacional e
internacional que le correspondió vivir.
Aunque Ortiz fue un connotado divulgador de las ideas antirracistas mediante
artículos, conferencias, discursos, libros y en la radio, he seleccionado como unidad de
análisis diez textos que durante más de cinco décadas (1910-1955) ofrecen una muestra
altamente representativa de sus concepciones y de su abierta fe en el desarrollo de las
ciencias como vía para fortalecer convicciones.
Durante más de medio siglo Fernando Ortiz ejerció una amplia campaña de
investigación, propaganda y acción a favor de la causa antirracista, cual un enérgico
apostolado en pro de la ciencia y contra el terrible mito de las «razas». Trató de persuadir
para convencer, de enseñar para abrir el entendimiento sobre la unidad de la especie
humana, independientemente de las múltiples variaciones físicas y culturales como
resultado de la amplia capacidad adaptativa y transformadora del ecosistema.
SUMMARY
A representative part of Fernando Ortiz's voluminous work was dedicated to demonstrate
the anticientific foundaments of the "races" applied to the human beings and the diverse
forms in that the racisms are manifested in the national and international context to whom
corresponded to live in combat.
Although Ortiz was a connoted utterer of the antirracists ideas with articles,
conferences, speeches, books and in the radio too. I have selected as unit of analysis ten
texts that during more than five decades (1910-1955) he offered a highly representative
samples of his conceptions and of his open faith in the development of the sciences like
road to strengthen convictions.
During more than a half century Fernando Ortiz exercised a wide investigation
campaign, promotion and actions in favor of the cause antirracist which an energetical
apostolate in favor of the science and against the terrible myth of the "races”. It was about
persuading to convince, of teaching to open the understanding on the unit of the human
species, independently of the physical and cultural multiple variations as a result of the
wide adaptative capacity and transforming the ecosystem.
1
Publicado en Heriberto Feraudy Espino. ¿Racismo en Cuba? Editorial de Ciencias Sociales, La Habana,
2015:145-152.
1
Palabras Clave: raza, racismo, antirracismo, crítica científica
Key Word: race, racism, antirracism, scientific critic
Introducción
Una parte representativa de la voluminosa obra de Fernando Ortiz estuvo dedicada a
demostrar el fundamento anticientífico de las «razas» aplicado a los seres humanos y a
combatir las diversas formas en que se manifiestan los racismos en el contexto nacional e
internacional que le correspondió vivir.
Debido a que la noción biológica de «raza» aún pervive en ciertos sectores
profesionales y en determinados grupos sociales que todavía confunden lo heredado por la
natura respecto de lo creado y transmitido por la cultura, este libro adquiere plena
actualidad, pues muchas de las ideas y discusiones presentadas por Ortiz se manifiestan
tanto en el sustrato social como en el debate ideológico, en su más amplia acepción.
Recordemos, a modo de ejemplo, que en 1985 se efectuó una pregunta a mil doscientos
científicos para conocer cuántos estaban en desacuerdo con la siguiente proposición: «Hay
razas biológicas en la especie Homo sapiens». Las respuestas fueron: biólogos 16%,
psicólogos evolutivos 36%, antropólogos físicos 41%, antropólogos culturales 53%,2 lo
cual nos da la medida que, no obstante los más recientes avances de las ciencias, los
prejuicios y juicios errados aún perduran, con independencia de los esfuerzos y
publicaciones de la antropología cultural.
Aunque Ortiz fue un connotado divulgador de las ideas antirracistas mediante artículos,
conferencias, discursos, libros y en la radio, hemos seleccionado diez textos que durante
2
Véase Lieberman, Hampton, Littlefield, and Hallead. «Race in Biology and Anthropology: A Study of
College Texts and Professors», en Journal of Research in Science Teaching 29, 1992:301-321.
2
más de cinco décadas (1910-1955) ofrecen una muestra altamente representativa de sus
concepciones y de su abierta fe en el desarrollo de las ciencias como vía para fortalecer
convicciones.
Del cierre y de la raza
El artículo Del cierre y de la raza (1910) forma parte de un conjunto de textos publicados
como La reconquista de América; reflexiones sobre el panhispanismo,3 dados a conocer
también en el boletín semanal El tiempo y en la Revista Bimestre Cubana, para responder,
desde una perspectiva nacional, a las conferencias impartidas por Rafael Altamira y Crevea
(1866-1951), el conocido humanista, historiador y americanista español, quien también se
desempeñó como pedagogo, jurista y crítico literario. A mediados de 1909 Altamira había
realizado un amplio viaje por Latinoamérica y que luego relata en su libro Mi viaje a
América. En su recorrido, desde junio de 1909 hasta marzo de 1910, visita Argentina,
Uruguay, Chile, Perú, México, Cuba y Estados Unidos de América, donde imparte unas
300 conferencias con gran asistencia de público. Las concepciones panhispanistas
fundamentadas por Altamira y sus intentos «pacíficos» de reconquista hispánica de
América tras la pérdida del poder colonial provocan una enérgica respuesta del joven Ortiz,
quien al finalizar este texto señala: «¡Qué triste papel el que hacen hacer ahora al inocente
Altamira! ¡Qué aberraciones produce el egoísmo! ¡Qué falso es el amor de raza!». Todo
ello para denunciar las deplorables condiciones de vida de los inmigrados peninsulares que
en esos momentos eran explotados por sus propios coterráneos.
Al mismo tiempo, Ortiz no es ajeno que el colonialismo o una acariciada reconquista
americana se encuentra muy relacionada con el racismo, que le ha sido consustancial desde
sus primeros pasos. En este y otros textos se dirige al ilustre visitante con gran respeto y
analiza el contenido imperialista del panhispanismo y sus profundas connotaciones racistas;
desde su génesis filosófica
reinterpretada del ideario hegemónico alemán
hasta sus
estrategias de aplicación, precisamente a partir de los acontecimientos de Cuba en 1898.
3
Librería P. Ollendorff, París, 1910.
3
Denuncia los intentos de «rehispanización tranquila» o de «neoimperialismo manso» como
táctica de penetración en el continente y particularmente en Cuba.
Ni racismos ni xenofobias
Un representativo discurso de Ortiz es dado a conocer como Ni racismos ni xenofobias
(1929), pronunciado en un acto público en el restaurante Lhardy, de Madrid, el 17 de
noviembre de 1928, por iniciativa de los directores de la Compañía Iberoamericana de
Publicidad y con la asistencia de numerosas personalidades de la intelectualidad madrileña.
Posteriormente, durante la sesión solemne del 9 de enero de 1929, en la conmemoración del
136º aniversario de la fundación de la Sociedad Económica de Amigos del País, Ortiz
retoma y publica las ideas fundamentales.
La polémica contra el racismo hispánico es un detonador que alcanza toda la
península y repercute en los principales diarios españoles. Es una profunda defensa de la
cultura, como cualidad inalienable de lo humano, contra el criterio excluyente y alienante
de la «raza». Es una vibrante sacudida a lo mejor de la inteligencia hispánica que respondió
mayoritariamente a favor, antes y después del retrógrado editorial del diario El Debate de
Madrid. Allí se hicieron eco las voces de Eduardo Gómez Baquero, Luís de Zulueta,
Antonio Ballesteros, Isidro Méndez, Cristóbal de Castro y Benjamín Jarnés; y en Cuba las
de Alberto Insua, Emilio Roig de Leushsenring, Francisco Ichazo, Félix Lizaso, Jorge
Mañach y Juan Marinello, entre otros. En muestra de apoyo al joven pensamiento español,
Ortiz suscribe y reproduce en su discurso ante la Sociedad Económica de Amigos del País
de La Habana una parte de las palabras de Benjamín Jarnés contra la «raza» y sus lastres.
Este pronunciamiento es una firme advertencia, más allá del tiempo transcurrido, contra el
estigma del racismo y la xenofobia que ha renacido en Europa, golpea en la propia España,
se estimula con variados rostros en Estados Unidos de América y aflora al debate público
en la mayor de las Antillas.
4
Defensa cubana contra el racismo antisemita
Tras la creación de la Asociación Nacional Contra las Discriminaciones Racistas en 1937,
Fernando Ortiz redacta y publica el Manifiesto de la institución, el 14 de Junio 1939, que
posteriormente vuelve a publicar la Revista Bimestre Cubana,4 como Defensa cubana
contra el racismo antisemita, cual un contundente mensaje para denunciar la situación
existente contra los hebreos asentados en Cuba, sean estos practicantes o no del judaísmo.
Señala que este Manifiesto cumple con los objetivos de la Asociación en cuyos
estatutos refiere: «El fin de esta Asociación será trabajar para que desaparezcan los
prejuicios de carácter racista en cualquiera de sus manifestaciones, fomentando la
convivencia entre los elementos que integran la población cubana con un sentido
igualitario».
Denuncia nuevamente las desigualdades sociales y económicas como las causas
fundamentales de los racismos y como aún hay personas y grupos que, fieles a sus
mezquinos intereses, pisotean derechos religiosos, prédicas patrióticas y conquistas legales.
En este sentido rememora que:
En Cuba no han bastado las prédicas de los credos religiosos, ni las exhortaciones de
Martí el Apóstol de la Patria, ni las declaraciones igualitarias de la Constitución, ni
los preceptos de las leyes. El racismo persiste y se enciende sin cesar por obra de
quienes, movidos por sus ciegas codicias y despóticas incivilidades, desprecian
religiones, patrias, constituciones y leyes. Ya las soportaron los indios, sus primeros
pobladores, y durante siglos las han sufrido los negros, así los africanos como los
criollos y sus descendientes y, modificadas por efectos de la evolución nacional,
subsisten todavía. También las han experimentado en este país los asiáticos y los
demás grupos considerables y caracterizados por sus procedencias nacionales o sus
religiones; tales como los judíos o hebreos, los gitanos, los protestantes, los franceses,
los norteamericanos, los haitianos, los jamaiquinos, los mismos españoles,
particularmente los gallegos, y entre los propios cubanos, unos contra los otros.
Lo anterior le sirve de base para valorar la contribución hebrea al progreso de Cuba y
cómo cualquier acto discriminatorio y vejaminoso atenta contra la condición humana,
especialmente a la luz de los influjos exógenos. Compara el monto de la población hebrea,
respecto de las migraciones de estadounidenses, chinos, jamaicanos, haitianos y españoles,
4
v. LXX, no. 1, La Habana, enero-diciembre de 1955:97-107.
5
y su baja significación estadística como un potencial «peligro» para la nación. Demuestra
precisamente lo contrario, el grado de asimilación etnocultural de estos grupos humanos
mediante el significativo papel de los matrimonios mixtos, que bien sabemos constituye
una regularidad en muchos grupos de inmigrantes con predominio masculino:
Las cifras de su población no significan que los hebreos sean una colonia enquistada
en el pueblo de Cuba e incapaz de ser asimilada, pues se asegura que la mayoría de
tales hebreos son ciudadanos cubanos, que aproximadamente la mitad de sus individuos tienen sus familias en Cuba y que muchos de sus hombres inmigrados,
particularmente en el interior de la República, donde los hebreos están más dispersos,
han contraído matrimonio con mujeres cubanas.
Diserta con diversos ejemplos acerca de la contribución hebrea a la cultura cubana
desde múltiples ángulos, no como algo aislado y supuestamente «peligroso», sino como
parte de un largo proceso histórico que se inicia desde el primer contacto con el Viejo
Mundo. Saca a la luz los fines políticos y económicos del antisemitismo, así como las
contradicciones de los argumentos que se exponen. Utiliza, como diríamos hoy, el recurso
apagógico, para triturar y convertir en polvo ya invisible e irrecuperable todos los fútiles
argumentos en contra y convertirse en un vigoroso acto de defensa de esa diversidad
cultural que nos caracteriza.
Del fenómeno social de la transculturación y su importancia en Cuba
Un texto básico para interpretar la riqueza y diversidad de los cambios culturales en su
desarrollo es Del fenómeno social de la transculturación y su importancia en Cuba (1940),
que inicialmente da a conocer en la Revista Bimestre Cubana y luego pasa a formar el
capítulo II del Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar, publicado en ese mismo año.
La introducción del neologismo «transculturación» tiene también una directa implicación
antirracista si nos remitimos a su argumentación que realiza como antónimo del concepto
«aculturación» (acculturation), que fue empleado desde la segunda mitad del siglo XIX
con diversas acepciones.
En 1881 John Wesley Powell (1834-1902) escribe
etnocéntrica
que:
6
en evidente proclama
El gran regalo a las tribus salvajes de este país [EE.UU.] ha sido la presencia de la
civilización, la que, bajo las leyes de la aculturación, han mejorado considerablemente sus culturas, se han sustituido por nuevas y civilizadas, sus viejas y salvajes artes,
sus viejas costumbres; en resumen, se han transformado los salvajes a la vida civilizada.5
En 1895 Otis Tufton Mason (1838-1908) reconoce la idea anterior cuando estudia la
diversidad de los intercambios culturales que los pueblos del mundo han realizado y acepta
que «a esta transferencia general Powell le ha dado el nombre de aculturación». 6
En sus escritos de 1898 William John McGee (1853-1912) emplea el término en varias
acepciones, pero sin perder su significado etnocéntrico y por tanto discriminatorio. En su
obra sobre Aculturación pirática7 distingue formas piráticas y amistosas de aculturación.
Las primeras son propias de bárbaros y salvajes, de contenido mecánico y estrechamente
imitativas; y las segundas son características de la civilización y la ilustración, con un
sentido más racional y de integración consciente. Una vez más se aprecia la diferencia entre
«los otros» (los estudiados) y «ellos» (los estudiosos), para argumentar la dominación de
los primeros por los segundos. Hoy día, las descripciones y puntos de vista de Powell,
Mason y McGee se asocian con las implicaciones que también ha tenido el concepto
difusión y de asimilación forzada en la historia de la antropología sociocultural.
En noviembre de 1929 Bronisław Kasper Malinowski (1884–1942) había llegado a La
Habana y conoce a Fernando Ortiz, con quien intercambia puntos de vista y criterios
científicos acerca de los fenómenos sociales que condicionan los cambios de las culturas y
los impactos de las civilizaciones. Posteriormente, en julio de 1940, cuando se encontraba
como profesor en la Universidad de Yale, escribe la Introducción al referido libro de Ortiz,
donde reconoce que «la palabra acculturation, [...] no hace mucho comenzó a correr y [...]
5
De Laguna, Frederica. "[Introduction to Section VII] Method and Theory of Ethnology", in Selected Papers
from the American Anthropologist, 1888-1920. Washington, D.C., 1960: 787-788. Se refiere a la obra de
Powell Introduction to the Study of Indian Languages.
6
7
Ibídem,: 788.
Mc Gee, W.J. Piratical Acculturation, 1898.
7
amenaza con apoderarse del campo, especialmente en los escritos sociológicos y
antropológicos, de autores norteamericanos».8
Porque la propuesta del concepto transculturación, cual concepción generalizadora de
los cambios cualitativos de la cultura podía desde entonces, no sólo explicar la complejidad
de estos procesos, sino al mismo tiempo sustituir otros de alcance más limitados como
«cambio cultural», «aculturación», «difusión», «migración u ósmosis de cultura», entre
otros. Pero la concepción de Ortiz no fue objeto de tanta divulgación ni aceptación
internacional por múltiples factores, que tienen su raíz histórica en el propio desarrollo de
la antropología estadounidense y en la alta capacidad divulgativa de ésta.
En este sentido Malinowski no se equivocó, pues el concepto decimonónico de
«aculturación» fue mucho más allá de su limitado alcance inicial y se convirtió en una
especie de panacea para denominar, explicar e interpretar diversos tipos de relaciones
interculturales. Sin embargo, esta concepción se encuentra cargada desde su origen, de una
cualidad despectiva hacia los pueblos de menor grado de desarrollo socioeconómico. En
esta dirección el guía teórico del funcionalismo en antropología también reconocía que:
Es un vocablo etnocéntrico con una significación moral. El inmigrante tiene que
«aculturarse» (to acculturate); así han de hacer también los indígenas, paganos e
infieles, bárbaros o salvajes, que gozan del «beneficio» de estar sometidos a nuestra
Gran Cultura Occidental. [...] El «inculto» ha de recibir los beneficios de «nuestra
cultura»; es «el» quien ha de cambiar para convertirse en «uno de nosotros». 9
Fue tanto el entusiasmo de Malinowski por el neologismo que clasifica a Ortiz de un
«verdadero funcionalista»; 10 pero el sabio cubano va mucho más allá del estudio sobre las
relaciones y funciones del tabaco y el azúcar como plantas simbólicas de los procesos
transculturales en Cuba. Ortiz aborda el análisis comparado de los diversos factores
causales (históricos, demográficos, étnicos, económicos, psicológicos, estéticos, jurídicos,
religiosos y otros), que condicionan el intrincado contrapunteo. Así, la concepción de la
8
Malinowski, Op.cit., p. XXXII.
9
Ibídem,: XXXII.
10
Ibídem.,: XXXIII-XXXIV.
8
transculturación es un trascendental resultado que se convierte en nuevo punto de partida
para futuras investigaciones, las que muestran entre diversos aspectos, las limitaciones de la
«aculturación» para explicar procesos complejos. Al mismo tiempo implica la necesidad de
crear una nomenclatura capaz de eliminar criterios discriminatorios de unos pueblos sobre
otros.11
Martí y las razas
En pleno proceso expansivo del fascismo alemán en Europa, Ortiz imparte una conferencia
el 9 de julio de 1941 en el Palacio Municipal de La Habana, hoy Museo de la Ciudad de La
Habana, en un ciclo en homenaje a José Martí organizado por la Sociedad Cubana de
Estudios Históricos e Internacionales, que ese mismo año aparece publicado como Martí y
las razas. Este es un texto de obligada lectura, que mezcla hábilmente vivencias personales
de la vida republicana en ciernes, aspectos claves de la historia cubana en relación con la
participación de múltiples seres humanos de la más variada pigmentación epitelial en las
guerras independentistas, las secuelas racistas del darwinismo y el evolucionismo con sus
desacertados intentos clasificatorios, las causas del expansionismo colonialista en la
argumentación antropológica del racismo, a la vez que reconoce las inconsistencias
científicas de intentar clasificar algo inexistente como las «razas», tal como ha demostrado
posteriormente el mapa del genoma humano.
De ese modo refiere: «Averiguar cuál es el número de las razas, ha dicho Von
Luschen, es tan ridículo como el empeño de los teólogos cuando discutían el número de
ángeles que podían bailar juntos en la punta de una aguja». 12
A partir de las anteriores reflexiones acude a las múltiples ideas extraídas de los textos
martianos que sirven para triturar la falacia biológica de las razas humanas. Si bien Ortiz
afirma que: «La obra escrita de José Martí no es un tratado didáctico, ni siquiera una faena
11
Véase Jesús Guanche. «Avatares de la transculturación orticiana»; en Temas, Nueva época, La Habana, no.
4, octubre-diciembre, 1995: 121-128; en Publicacions des Born, no. 5, Cercle Artístic, Ciutadella de
Menorca, 1998; en Archivocubano http://carlo260.supereva.it/avatar.html en la Sección "Transculturación"
del sitio (Roma, septiembre 2001); y en http://www.ub.es/afroamerica/ (Barcelona, 2003).
12
Ortiz, 1996:8.
9
sistemática, sino una producción fragmentaria, casi siempre dispersa en versos, artículos,
discursos y manifiestos»; reconoce que: «En toda la obra de Martí hay una vertebración
interna que la articula, una idéntica y medular vitalidad que la impulsa». Inmediatamente
acude Ortiz a la afirmación rotunda de Martí, tantas veces referida:
No hay odio de razas porque no hay razas. Los pensadores canijos, los pensadores de
lámparas, enhebran y recalientan las razas de librería, que el viajero justo y
observador cordial busca en vano en la justicia de la naturaleza, donde resulta, en el
amor victorioso y el apetito turbulento, la identidad universal del hombre. El alma
emana, igual y eterna, de los cuerpos diversos en forma y color.
Lo anterior le sirve de argumento para identificar la esencia misma del racismo, no en
causas de aparente desigualdad biológica, sino en sus verdaderas causas: las diferencias
económicas y sociales, que sirvieron de sostén a las expansiones coloniales y en
consecuencia a la gigantesca e infranqueable brecha entre países y regiones ricas y pobres
hasta llegar a la situación de nuestros días, en que la sostenibilidad del orbe pende de las
consecuencias del cambio climático y de su propia capacidad de homeostasis.
Ortiz encomia la crítica martiana a quienes, desde cualquier pertenencia
antropomórfica practican directa o sutilmente el racismo o los racismos, como prefiere
decir en varias ocasiones, en una u otra dirección:
El vulgo creía en la existencia de razas inferiores y superiores, como siglos atrás creyó
en la sangre azul de la nobleza y en la sangre sucia de la plebeyez, y aceptaba la
predestinación de unas razas selectas, llamadas a dominar siempre sobre otras,
fatalmente condenadas a servidumbre. La raza blanca nació para mandar y para servir
habían nacido la negra del África, la india de América, y, en general, todas las gentes
de color.
Ortiz resalta entonces la vigencia de las ideas de Martí sobre las supuestas «razas» y
contra los racismos. Vuelve a reducir a cero el mito racista a partir del estigma bíblico del
patriarca Noé en todo el ámbito de la cultura occidental. Cómo en América se aplicó este
estigma a los primeros pobladores por el padre Joseph Gumilla (1686-1750) y por
Bartolomé de Las Casas (1484-1566) en relación con los africanos; y cómo «Ese racismo
llegó a tales absurdos que fray Tomás Ortiz y fray Diego de Betanzos sostuvieron que los
indios eran como bestias y que por tanto eran incapaces del bautismo y demás
10
sacramentos», sin dejar de hacer alusión a la bula papal de Paulo III, en 1537 y al fanatismo
teológico del obispo Juan de Torquemada (1388-1468) quien llegó a escribir: «por justo
juicio de Dios, por el desconocimiento que tuvo Cam con su padre, se trocó el color rojo
que tenía en negro como carbón y, por divino castigo, comprende a cuantos de él
proceden».
Ortiz logra probar cómo en vida de Martí y aún tras su caída en combate, todavía en
Cuba se llega a publicar en 1896 el libro del presbítero Juan Bautista Casas con argumentos
semejantes en relación con las sublevaciones de esclavos y las consecuencias del castigo
divino.
En el desarrollo del texto Ortiz hace referencia a varias ideas principales de Martí sobre
el tema, pero llama la atención por su dramática vigencia la que escribe en 1884 tras la
muerte de Benito Juárez (1806-1872): «La inteligencia americana es un penacho indígena.
¿No se ve cómo del mismo golpe que paralizó al indio, se paralizó a América? Y hasta que
no se haga andar al indio, no comenzará a andar la América». Y no se refiere, por
supuesto, a esa parte de América que con pleno orgullo denomina Nuestra, sino a todo el
continente. Esta es todavía una asignatura pendiente por resolver en América, pues los
pasos que se han dado han sido debidos a la lucha del «movimiento indígena» y los nuevos
que hay que dar tienen que ser con los pueblos originarios.13
Basado en su anterior conferencia, Ortiz escribe un importante artículo sobre Martí y
las «razas de librería», que sirve para la confrontación internacional de estas ideas, pues
aparece publicado en Cuadernos Americanos de México en 1945.14 Tanto este trabajo
como otros precedentes y siguientes,15 son parte de una denodada denuncia contra los
13
Véase Jesús Guanche. «José Martí en el decursar antropológico de Fernando Ortiz», en Honda. Revista de
la Sociedad Cultural José Martí, No. 11, La Habana, 2004:32-38; y en Archivocubano (Partes I y II)
http://art.supereva.it/archivocubano/marti_ortiz.html Roma, Italia.
14
Año IV, no. 3, mayo-junio de 1945:185-198 y en Martí humanista, 1996:35-48.
15
Entre estos se encuentran Del cierre y de la raza (1910), Cultura, cultura y cultura, en lugar de raza,
religión e idioma (1928), Ni racismos ni xenofobias (1929), Cultura, no raza (1929), La cubanidad y los
negros (1939), Los factores humanos de la cubanidad (1940), Por la integración cubana de blancos y negros
(1943), entre otros. Véase García-Carranza, 1970:71 y ss.
11
racismos y sus secuelas, tanto para la opinión pública nacional como a nivel continental y
mundial.
El método que emplea en su crítica de la «raza» y los racismos es, en el primer caso
reducir al absurdo o anular el valor semántico del pseudoconcepto, que califica como «el
más infame de los mitos»; y en el segundo es la denuncia directa y múltiple de actitudes y
conductas reprobables, cuando escribe: «Para esos racismos injustificados y ofensivos,
Martí tiene una condenación rotunda, inequívoca: La palabra racista caerá de los labios de
los negros que la usan hoy de buena fe, cuando entiendan que ella es el único argumento de
apariencia válida, y de validez en hombres sinceros y asustadizos, para negar al negro la
plenitud de sus derechos de hombre. De racistas serían igualmente culpables: el racista
blanco y el racista negro».
Por la integración cubana de blancos y negros
Esta problemática la retoma de otro modo en el ensayo Por la integración cubana de
blancos y negros (1943) que publica en Ultra16 y en la Revista Bimestre Cubana,17 donde
en una inicial exposición autobiográfica argumenta el por qué de su creciente interés en
conocer la amplia fronda de la cultura cubana y sus componentes étnicos. La constante
lucha contra los prejuicios y desconfianzas de unos grupos humanos y otros por sus
investigaciones, hasta afirmar con optimismo que:
Hoy día ya la confianza en las investigaciones etnográficas va creciendo y existe en
Cuba una minoría escogida, consciente, capacitada y con visión clara hacia lo futuro,
[…] la cual comprende que la única vía de la liberación contra todos los prejuicios
está en el conocimiento de las realidades, sin pasiones ni recelos; basado en la
investigación científica y en la apreciación positiva de los hechos y las circunstancias.
Reconoce el papel movilizador de los dos cursillos que impartió sobre los Factores
étnicos de Cuba en la Escuela de Verano de la Universidad de La Habana y a los que
asistieron personas de la más diversa pigmentación epitelial, así como la carta dirigida por
el Club Atenas, integrado mayoritariamente por personas identificadas como negros y
16
Véase v. XIII, no. 77, Habana, enero de 1943:69-76.
17
Véase v. LI, no. 2, La Habana, marzo-abril de 1943:256-272.
12
mulatos, al Rector de la Universidad, como apoyo a este tipo de encuentros.
En este texto Ortiz desarrolla la idea de la integración en diversas fases: hostil,
transigente, adaptativa, reivindicadora e integrativa, esta última con carácter prospectivo.
Durante el proceso de análisis y explicación de cada una de las fases propuestas muestra las
características obvias de las mezclas constantes relacionadas con el proceso histórico de
formación de la nación cubana, con todos los atavismos psicológicos de autoestima y
estima del otro, con la explotación de la fuerza de trabajo, esclava primero y luego
asalariada, que están implícitos en las desigualdades socioeconómicas; advierte que no es
solo un problema nacional, pero que cada nación tiene sus peculiaridades. Valora al mismo
tiempo ese preciso instante expositivo cuando afirma:
Por esto, el acto presente de un grupo de cubanos de razas diversas que se juntan para
un rito de comunión social, donde se consagra la necesidad de la comprensión
recíproca sobre la base objetiva de la verdad para ir logrando la integridad definitiva
de la nación, resulta por su profundo y trascendente sentido un momento nuevo en la
historia patria y como tal debemos interpretarlo.
Con ese profundo hálito de optimismo Ortiz se dirige al lector, con el objetivo de
neutralizar cualquier interpretación pasional y falaz, para que no pueda interferir la
intención basada en sus argumentos científicos por varias décadas.
Ese mismo año también es publicado en inglés una versión de Por la integración
cubana de blancos y negros bajo el título de On the relations between blacks and whites.18
Razas «puras» y razas «impuras»
Uno de los números del Almanaque hebreo. Vida Habanera, acoge el artículo sobre Razas
«puras» y razas «impuras» (1946),19 dirigido nuevamente a desmontar la falacia de las
«razas» humanas y donde saca a la luz las contradicciones en los intentos de clasificar
supuestas «purezas» e «impurezas» de las mezclas humanas, mediante un contrapunteo de
fuentes antirracistas y racistas. Entre los primeros acude a la obra del francés Jean Finot,
quien se pronuncia contra los prejuicios raciales y la contrasta con la de los racistas
18
Washington, Division of Intellectual Cooperation, Pan American Union, 1943, 12 p. (Point of View no, 7).
19
Tomo cuarto, Habana, septiembre de 1946:7-13
13
alemanes Hans F. K. Günther (1891-1968) y Jakob Graf, así como del italiano G. Cogní,
cuyos puntos de vista sobre la «pureza» de las «razas» son completamente opuestos, pero
en cuya lógica se evidencian incoherencias del discurso. También es cierto que en el
momento en que Ortiz redacta este artículo aún no había la certeza acerca del origen de los
homínidos en África, pues no es hasta 1960 en que los paleoantropólogos británicos Louis
Seymour Bazett Leakey (1903-1972) y Mary Douglas Leakey (1913-1996) descubren los
primeros fósiles de lo que denominan Homo habilis, en la garganta de Olduvai, al norte de
Tanzania. Ambos consideran que se trata del primer miembro del género humano, así como
del primer fabricante y usuario de herramientas. Si la antropología física no había dado una
respuesta aun, tampoco el campo religioso judeocristiano tenía argumentos convincentes y
así lo refiere Ortiz con fino humor:
En la Biblia no se da la geografía del Paraíso Edénico y, a pesar de las especulaciones
medievales y de las repetidas conjeturas que hizo Cristóbal Colón en los más bellos
países del Nuevo Mundo, no ha podido fijarse el lugar en que la primera pareja
humana nació y vivió su pecado, aun cuando fuera por unas bellísimas y solas «seis
horas», según dice Fray Bartolomé de las Casas. El Homo Sapiens ni siquiera sabe
dónde fue la patria de sus primeros progenitores; para su rescate no se pudieron hacer
antaño cruzadas ni guerras santas, ni vender reliquias del «árbol del bien y del mal»,
ni para su explotación preparar hogaño excursiones de turistas o tarjetas postales
picarescas con vista del lugar maldito donde fue el pecado primero. Libertado un
tanto de aquellos prejuicios religiosos que imponen un génesis dogmático, el hombre
sigue discutiendo el problema de su verdadera oriundez.
Lo anterior le permite exponer y discutir sobre las teorías que argumentan el
monogenismo, al cual se adhiere; el poligemismo y su amplia interpretación y empleo
racista y colonialista, o el dudoso ologenismo del homo sapiens; es decir, acude a la
antropogénesis para dilucidar la falacia de la raciogénesis y resaltar la significación de las
variaciones fenotípicas de acuerdo con las capacidades de adaptación y transformación
según la diversidad de los ecosistemas. De ese modo concluye que no hay razas «puras» ni
«impuras», sino que es un mito perverso extrapolado de la zoología a los humanos.
Los problemas raciales de nuestro tiempo
Una de las conferencias promovidas por La Universidad del Aire fue impartida por
Fernando Ortiz sobre Los problemas raciales de nuestro tiempo (1949). Este proyecto
14
educativo es dado a conocer a través de CMQ radio como « […] una institución de difusión
cultural por medio del radio. Está, por tanto, sujeta a las condiciones de acción que le
imponen la índole de ese propósito y el medio trasmisor de que se vale». Es transmitida los
domingos en horas de la tarde y en ellos participan reconocidos intelectuales de entonces
como Jorge Mañach, Emilio Roig de Leushsenring, Francisco Ichazo, Félix Lizaso y Raúl
Roa, entre muchos otros.
Los organizadores de los programas educativos por vía radial, que luego eran
publicados, señalaban que:
El objeto de las disertaciones de la Universidad del Aire es principalmente despertar
un interés en los temas de la cultura. Por consiguiente no aspiran a impartir
conocimientos detallados o profundos, sino más bien nociones introductoras y
generales que abran una vía inicial a la curiosidad de los oyentes. Como el grado de
cultura de éstos tiene que presumirse muy diverso, se procurará prescindir en las
disertaciones de todo lo que suponga una considerable formación previa, así como de
tecnicismos y pormenorizaciones que fatiguen la atención. Los trabajos deberán ser
redactados con toda la llaneza de estilo y amenidad de contenido que el tema permita,
procurándose sintetizar y dramatizar lo más posible la exposición, y cuidando más en
todo momento de la comprensión de los oyentes que del propio lucimiento.
Precisamente, uno de los temas candentes es el de «raza» y racismo, donde Ortiz
sintetiza cuestiones claves que anteriormente había ampliado en El Engaño de las Razas
(1946). Frente a las concepciones y acciones racistas de fascistas, nazistas y falangistas,
Ortiz vuelve a oponer los avances de la ciencia, así como referir diversos pronunciamientos
de eventos internacionales, donde pone de ejemplos el VIII Congreso Científico
Panamericano de Washington (1940) y el Primer Congreso Demográfico Interamericano
(México, 1944). Antes de referirse a diversas autoridades científicas que se oponen a la
noción biológica de «raza» plantea:
La raza es un concepto tan histórico y científicamente convencional y cambiadizo
como social y vulgarmente altanero y despiadado. Pocos conceptos hay más confusos
y envilecidos que el de raza. Confuso por lo impreciso e imprecisable, envilecido por
los ruines menesteres políticos y sociales en que ha sido y es empleado. El mismo
vocablo «raza» no tiene una pura generación y llega a nosotros manchado de infamia.
«Raza» es voz de mala cuna, porque nació en la trata de animales, y de mala vida
porque ha servido y sirve para la opresión de inmensidad de gentes.
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Su argumentación se apoya en planteamientos de reconocidos autores de entonces
como Amram Scheinfeld (1897-1979), Philip Edward Stibbe, Franz Boas (1858-1942),
Lancelot Thomas Hogben, Friedrich Hertz y del ya referido Bronisław Malinowski, entre
otros, para mostrar lo absurdo de la «raza» como concepto biológico y sus múltiples
consecuencias terribles en la práctica de los racismos. Especial interés ofrece la dramática
cita del antropólogo estadounidense Ashley Montagu (1905-1999) cuando sintetiza: «La
falacia de la raza es el más dañoso mito del hombre» [...] «La raza es una tortilla que no
existe fuera de la sartén estadística donde ha sido cocinada por el ardor de la imaginación
antropológica». Seguidamente vuelve a recurrir a las ideas de José Martí que ha referido en
textos anteriores.
Critica el sesgo racista del denominado «Día de la Raza» y recuerda que legalmente en
Cuba no existe como tal, aunque en la práctica se celebraba en las escuelas con ese nombre.
Recuerda que la ley de 5 de octubre de 1922 dice textualmente: «Se declara día de fiesta
nacional el doce de octubre de cada año, en conmemoración del Descubrimiento de
América», que si bien luego se le denominó «encontronazo», «encubrimiento» o
edulcoradamente «encuentro de culturas», estaba fuera del referido mito dañoso.
La sinrazón de los racismos
Otra de sus conferencias con el mismo objetivo es La sinrazón de los racismos (1950), que
ofrece como divulgación de antropología social en el Club Atenas de La Habana el 19 de
mayo de 1949, y al año siguiente se publica por esta asociación bajo el título Contra la
discriminación racial20 y más tarde por la Revista Bimestre Cubana,21 en un número
especial dedicado a la obra de Fernando Ortiz. Esta es parte de una campaña de visibilidad
de las ideas antirracistas, tanto de sus convicciones científicas como del estado del
conocimiento antropológico de entonces. Es la posibilidad de aprovechar uno de tantos
espacios asociativos para divulgar cómo luchar contra este estigma de la humanidad y su
20
Ediciones del Club Atenas, Habana, 1950:8-29.
21
v. LXX, no. 1, La Habana, enero-diciembre de 1955:161-183.
16
reflejo en Cuba como secuela de la época colonial y de la nueva situación de dependencia
republicana. En una parte culminante de su conferencia destaca que:
En Cuba el racismo más grave es sin duda el movido contra el negro. Los racismos se
agravan más contra los negros, allí donde éstos son o han sido socialmente sometidos
y se quiere perpetuar su condición supeditada. Lo más negro del negro no está en la
negrura de su piel sino en la de su condición social. La definición del negro como tipo
humano, tal como generalmente se le conoce y considera por el blanco de prejuicios,
se sale de la antropología para entrar en la política; pues hay que hacerla más por su
hechura social que por su natura congénita. El negro debe menos negrura a sus
morenos antepasados que a sus blancos convivientes. El negro lo es no tanto por
nacer negro como por ser socialmente privado de luces. Ser negro no es sólo ser
negro sino denegrido y denigrado. No tengo por qué extenderme ahora en hacer un
catálogo de las expresiones del racismo misonegrista en Cuba. Sus casos son
innegables, aun cuando aquí carezca aquél de la acritud que en otros países de más
alardeada democracia.
No es ajeno Ortiz a las influencias exógenas a Cuba, que se añaden a las secuelas de la
esclavitud de africanos y descendientes. Lo que en más de una ocasión denomina los
racismos, están matizados por diversas causas entre ellas por la presencia generalizada del
cercano imperialismo estadounidense y sus ideas expansionistas.
Los racismos continúan emponzoñando la vida de muchos grupos humanos, en todos
los continentes. Aún cuando en grado menos antidemocrático y agresivo que en otros
países, en Cuba aun siguen los racismos; varios, unos contra otros. Contra los negros,
contra los judíos, contra los españoles, contra los norteamericanos o nórdicos y hasta
contra todos los cubanos conjuntamente, por quienes en su petulancia alegan un
«destino manifiesto».
En su crítica al término raza desarticula sus falsas acepciones desde los puntos de vista
biológico, político y cultural. En lo biológico lo identifica como concepto metodológico de
clasificación, de nivel taxonómico inferior a los de especie y género y análogo al de
subespecie. Por lo que decir «la raza humana» constituye una paradoja absurda por su
cualidad contradictoria, ya que la humanidad es una especie, un concepto genérico de
clasificación zoológica y no una «raza», que es un concepto divisor. En lo cultural
cuestiona la falsa pretensión de confundir la supuesta «raza» con el concepto antropológico
de cultura, «o sea
señala Ortiz
como el conjunto de medios sociales que tiene un dado
grupo humano para luchar por su vida». Así refiere los errores denominativos de «raza
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eslava», «raza anglosajona», u otras. En lo político destaca la peligrosa confusión, «y con
frecuencia de mala fe»
apunta , por los conceptos de «nación», «pueblo», «gente»,
«casta» y «clase». Ejemplifica con términos como «raza española», «raza gitana», «raza
marinera», que se prestan a la manipulación política.
El quinto jinete del Apocalipsis
Otro espacio social de interés representa la conferencia titulada El quinto jinete del
Apocalipsis (1951), que imparte Ortiz en el Lyceum de la Habana el 9 de enero de 1951 y
que también publica la Revista Bimestre Cubana.22 Se trata en este caso del Lyceum y Lawn
Tennis Club, una asociación feminista fundada en diciembre de 1928 por iniciativa de Berta
Arocena y Reneé Méndez Capote (1901-1989), cuyo «propósito primordial […] era
fomentar en la mujer el espíritu colectivo, alentando y encausando actividades de orden
cultural, social y deportivo. Sus socias se interesaron por las nuevas tendencias culturales
que conmovían la actualidad del mundo, de ahí que se sintieran la influencia del Grupo
Minorista»,23 uno de cuyos miembros principales fue Rubén Martínez Villena (1899-1934),
junto con otros intelectuales cubanos de la vanguardia literaria y política.
Uno de esos temas cardinales en los cursos de Orientaciones cívicas para la mujer era
caracterizar el racismo como «el quinto jinete de Apocalipsis» en un medio de mujeres
identificadas mayoritariamente como «blancas», católicas y pertenecientes a sectores
sociales con recursos económicos. Inicia su conferencia alabando cuánto se podría hacer
con el pleno ejercicio de la igualdad de la mujer e inmediatamente va directo al tema de la
libertad de expresión para abordar los problemas de frente:
Cuando más se vocifera en defensa de «la dignidad humana », más se le sojuzga al
hombre el pensamiento, que es su distinción de la bestia; y los problemas viscerales
de la humanidad (el hambre, el sexo y el pensamiento) son precisamente aquéllos que
menos se pueden tratar objetivamente en público y con franqueza. De nuevo, en
muchos países, la libertad de expresión va siendo un privilegio, sólo para los
graznidos de las aves predatorias y nocherniegas; las gallinaceas cacarean en sus
corrales y las canoras apenas pueden cantar. Ni cantarán libres sino escondidas en el
monte; o con ilusión de libertad, cuando les disimulan el enrejado de sus jaulas con
22
v. LXVII, no. 3, La Habana, mayo-junio de 1951:193-213.
23
Diccionario de la literatura cubana, La Habana, t. I, 1980:534.
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unas frescas hojas de verdolaga.
Lo anterior le sirve de argumento para abordar la cuestión de Cuba y América, donde
no se trata de los conocidos cuatro jinetes del Apocalipsis y sus representaciones de la
guerra (el jinete del caballo rojo), el conflicto civil (el del caballo blanco), el hambre (el del
caballo negro) y la muerte (el del caballo verdoso); en esta ocasión se trata: «De ese
enemigo malo que San Juan en su poema de Patmos no vio cabalgar, pero que repetidas
veces ha galopado después, y aun en este mismo siglo, para dolor y aniquilamiento de los
pueblos»; es el mito de las «razas» y el daño de los racismos. De ese modo evalúa la grave
dimensión del asunto y vuelve a referirse al impacto de los cercanos vientos del norte:
El racismo es, sin duda, uno de los más graves problemas que tiene América por
resolver en todos sus climas, latitudes, lenguajes y religiones. Los viejos prejuicios
de las distinciones humanas so pretexto de raza han sobrevivido en América a la
esclavitud, que pretendía fundarse en predestinaciones religiosas o biológicas; y se
prolongan en los regímenes de efectivas supeditaciones que aun se sufren. Y a ellos
se unen los renuevos racistas, traídos del mundo ultratlántico, propugnadores de la
mentira de la raza como doctrina de dominación, la de una imperial leucocracia
nórdica.
Vuelve a ofrecer múltiples argumentos contra la «raza» y los racismos, pues sabe a la
perfección que eliminar el mito de la «raza» de las mentes confundidas, engañadas o
perversas equivale a desmontar la falsedad de los racismos como práctica colonial,
neocolonial y discriminatoria en el orden nacional e internacional. Entre las diversas
fuentes que emplea recurre nuevamente al pensamiento martiano cuando enfatiza: «El gran
cubano José Martí ya lo dijo con elegancia metafórica y profundidad ética: “En este mundo
no hay más que una raza inferior: la de los que consultan ante todo su propio interés; ni hay
más que una raza superior: la de los que consultan antes que todo el interés humano”».
También se apoya en el fino humor del sociólogo Edward Alsworth Ross (1866-1951),
quien piensa que «“la raza” es la explicación barata que ofrecen los novatos para cualquier
trazo colectivo del cual ellos no pueden, por exceso de estupidez o de pereza, indicar su
origen en el ambiente físico o social y en las condiciones históricas».
Tras una disección ampliada y muy actualizada de otras conferencias sobre el tema
Ortiz concluye con una necesaria alusión optimista a la Balada de los dos abuelos de
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Nicolás Guillén (1902-1989): «Hagamos por que un día, Don Federico y Taita Facundo,
los dos abuelos y todos los demás abuelos que fueron, ya sin ser dones ni taitas, puedan
cantar juntos aquí, en esta misma tierra nuestra, sin tener que subir antes al mundo de las
estrellas».
Durante más de medio siglo Fernando Ortiz ejerció una amplia campaña de
investigación, propaganda y acción a favor de la causa antirracista, cual un enérgico
apostolado en pro de la ciencia y contra el terrible mito de las «razas». Trató de persuadir
para convencer, de enseñar para abrir el entendimiento sobre la unidad de la especie
humana, independientemente de las múltiples variaciones físicas y culturales como
resultado de la amplia capacidad adaptativa y transformadora del ecosistema.
20