Reflexiones académicas
alrededor de la paz
Editores
Mauricio Andrés Gallo Callejas
Katerine Hernández Tirado
Daniela María Orozco Poveda
Mauricio Andrés
Gallo Callejas
Es abogado, especialista en derecho
constitucional de la Facultad de Derecho
y Ciencias Políticas de la Universidad de
Antioquia. Magíster y Doctor en filosofía.
Profesor titular de la Escuela de Derecho
de la Universidad Pontificia Bolivariana,
Seccional Montería y miembro del grupo
de investigación COEDU, concretamente
de la línea derecho y sociedad.
Katerine
Hernández Tirado
Abogada, Universidad de Medellín.
Magíster en Gobierno, Universidad de
Medellín. Docente investigador del
Grupo COEDU de la Universidad
Pontificia Bolivariana, Seccional
Montería. Estudiante del Doctorado en
Derecho de la Universidad de Medellín
Daniela María
Orozco Poveda
Abogada, Universidad Pontificia
Bolivariana, Seccional Montería. Magíster
en Derecho, Universidad de Medellín.
Estudiante del Doctorado en Estudios
Políticos y Jurídicos en la Universidad
Pontificia Bolivariana, Sede Medellín.
Docente investigador del Grupo COEDU
de la Universidad Pontificia Bolivariana,
Seccional Montería
Reflexiones académicas
alrededor de la paz
Editores
Mauricio Andrés Gallo Callejas
Katerine Hernández Tirado
Daniela María Orozco Poveda
Autores
Mauricio Andrés Gallo Callejas
Katerine Hernández Tirado
Daniela María Orozco Poveda
Juan Pablo Acosta Navas
Oswaldo Plata Pineda
Andrés Felipe Zuluaga Jaramillo
Samuel Emilio Barahona
Paola Andrea Forero Ospina
Sinay del Carmen Valentín Guevara
Moisés Joel Arcos Guzmán
Sergio Orlando Silva Arroyave
303.66
R332
Gallo Callejas, Mauricio Andrés, editor
Reflexiones académicas alrededor de la paz / Editores, Mauricio
Andrés Gallo Callejas, Katerine Hernández Tirado, Daniela María
Orozco Poveda -- 1 edición -- Medellín : UPB, 2020.
202 páginas, 19 x 24 cm.
ISBN: 978-958-764-876-8
1. Paz - Aspectos legales - Colombia – 2. Conflicto armado Colombia – 3. Construcción de la paz – Colombia -- I. Título
UPB-CO / spa / RDA
SCDD 21 / Cutter-Sanborn
© Mauricio Andrés Gallo Callejas
© Katerine Hernández Tirado
© Daniela María Orozco Poveda
© Juan Pablo Acosta Navas
© Oswaldo Plata Pineda
© Andrés Felipe Zuluaga Jaramillo
© Samuel Emilio Barahona
© Paola Andrea Forero Ospina
© Sinay del Carmen Valentín Guevara
© Moisés Joel Arcos Guzmán
© Sergio Orlando Silva Arroyave
© Editorial Universidad Pontificia Bolivariana
Vigilada Mineducación
Reflexiones académicas alrededor de la paz
ISBN: 978-958-764-876-8 (versión digital)
DOI: http://doi.org/10.18566/978-958-764-876-8
Primera edición, 2020
Escuela de Derecho
Grupo COEDU. Proyecto Ideas de paz de las asociaciones de víctimas del conflicto armado
en Montería, financiado por la Universidad Pontificia Bolivariana Seccional Montería.
Seccional Montería
Gran Canciller UPB y Arzobispo de Medellín: Mons. Ricardo Tobón Restrepo
Rector General: Pbro. Julio Jairo Ceballos Sepúlveda
Rector Seccional Montería: Pbro. Jorge Alonso Bedoya Vásquez
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Radicado: 1979-16-04-20
Prohibida la reproducción total o parcial, en cualquier medio o para cualquier propósito sin
la autorización escrita de la Editorial Universidad Pontificia Bolivariana.
5
Tabla de contenido
Presentación....................................................................... 9
Capítulo I ......................................................................... 11
Mauricio Andrés Gallo Callejas
Katerine Hernández Tirado
Reflexionar sobre la paz tras las huellas de Estanislao Zuleta.
Una introducción ...............................................................................11
(1) El desafío teórico para la construcción
de una cultura de la paz ..............................................................13
(2) La dicotomía guerra-paz .......................................................... 22
(3) Una lectura políticamente comprometida
de nuestro pasado de guerra ....................................................... 32
Referencias .............................................................................. 36
Capítulo II ........................................................................39
Katerine Hernández Tirado
Daniela María Orozco Poveda
Justicia prospectiva en el acuerdo final para la paz celebrado
entre el Estado colombiano y las FARC-EP ........................................ 39
I. Acercamiento al concepto de justicia prospectiva ........................ 42
A. Justicia intergeneracional ....................................................42
B. Noción de justicia prospectiva ............................................ 47
II. La justicia prospectiva y la jurisdicción especial para la paz .......... 48
III. Los derechos de las víctimas en el acuerdo de paz ..................... 52
Conclusiones .............................................................................. 54
Referencias .............................................................................. 55
Capítulo III ....................................................................... 57
Juan Pablo Acosta Navas
Lideresas en la comuna 1 de Medellín: resistencias y apuestas
por la construcción de paz desde abajo .................................................57
Introducción ...............................................................................57
6
Reflexiones académicas alrededor de la paz
Sobre la metodología “desde abajo” y el concepto
de interacciones comunitarias .................................................... 58
Contexto de Medellín, la zona nororiental y la comuna 1 ............... 59
La Medellín de hoy ...................................................................... 60
La Zona Nororiental y la Comuna 1 ..............................................61
Sobre la construcción de paz y las lideresas constructoras
de paz en la comuna 1 de Medellín............................................. 64
Aproximación al concepto de construcción de paz ......................... 64
Construcción de paz desde abajo ................................................... 65
Lideresas constructoras de paz en la comuna 1, 2015-2018 ............. 66
Las iniciativas comunitarias de construcción
de paz en Medellín .................................................................... 70
Algunas iniciativas de construcción de paz en la comuna 1 ..............71
El rol de las mujeres en la construcción de paz ............................... 73
Reflexiones y consideraciones finales ............................................. 77
Referencias .............................................................................. 78
Capítulo IV .......................................................................81
Oswaldo Plata Pineda
Reconciliación y confianza. Una interpretación minimalista
de la reconciliación .............................................................................81
Introducción ...............................................................................81
Referencias .............................................................................. 93
Capítulo V ........................................................................95
Andrés Felipe Zuluaga Jaramillo
Samuel Emilio Barahona
Las comisiones de la verdad y los allegados: memoria
e identidad narrativa. Un estudio hermenéutico
con base en Ricoeur .......................................................................... 95
Introducción .............................................................................. 95
7
1. Comisión de la Verdad .............................................................. 99
a. Noción ..............................................................................99
b. Comisiones de la Verdad y verdad ...................................... 102
c. Comisiones de la Verdad y memoria ................................... 105
2. Hermenéutica de los allegados:
memoria e identidad.................................................................108
a. Los allegados y la hermenéutica .......................................... 108
b. La memoria de los allegados ............................................... 112
c. La identidad narrativa de los allegados ................................. 115
Conclusiones .............................................................................120
Referencias .............................................................................121
Capítulo VI ..................................................................... 125
Paola Andrea Forero Ospina
El territorio y la reconfiguración territorial en el contexto
del desplazamiento forzado en Montería, Córdoba .............................125
Desplazamiento forzado en Montería (2003-2017) ........................126
El territorio y el desplazamiento forzado .......................................128
Algunas definiciones sobre el territorio.........................................130
La apropiación del territorio, el individuo
y el desplazamiento forzado.......................................................132
La territorialidad ........................................................................133
Reconfiguraciones territoriales ....................................................140
Referencias ............................................................................. 141
Capítulo VII .................................................................... 145
Sinay del Carmen Valentín Guevara
Moisés Joel Arcos Guzmán
Violencias, confianza institucional y cuerpos policiacos ......................145
I. Sobre la violencia .....................................................................145
II. Sobre la confianza institucional
y los cuerpos policiacos .............................................................152
III. Sobre la violencia frente a lo público ......................................160
Referencias .............................................................................167
8
Reflexiones académicas alrededor de la paz
Capítulo VIII ................................................................... 171
Sergio Orlando Silva Arroyave
La construcción de Estado en Colombia ............................................ 171
I. Los elementos esenciales de la construcción de Estado ...............175
A. La satisfacción de las necesidades
sociales esenciales ............................................................. 176
B. La legitimidad del Estado delante de la sociedad ................. 181
II. La fragilidad del Estado colombiano .........................................186
A. La crítica capacidad institucional ....................................... 187
A. La falta de priorización de la legitimidad
del Estado en Colombia .................................................... 193
Conclusión .............................................................................198
Referencias .............................................................................199
Lista de gráficos y tablas
Gráfica 1. División administrativa (por Comunas) de Medellín. .......... 62
Gráfica 2. Personas desplazadas en Montería,
Córdoba (2003-2017) ......................................................................127
Tabla 3. Porcentajes de delitos no denunciados
del año 2010 al 2015 en México. .......................................................153
Tabla 4. Quejas hacia la policía federal que van
del 2007 al 2013 ..............................................................................155
9
Presentación
Este libro nace de una de esas circunstancias que no son más
que producto del azar, que nos recuerdan una y otra vez la
inescapable influencia de la suerte y de la contingencia en
nuestra vida, no solo en general y como especie, sino en nuestro trabajo
específico como académicos. Ocurre que desde el año 2018, Katerine
Hernández Tirado y Daniela María Orozco Poveda trabajaban en el
proyecto de investigación titulado Imaginarios de paz de las víctimas del
conflicto en la ciudad de Montería, y ello, en conexión con sus respectivos
estudios, doctoral y de maestría, dedicados en cada caso a la participación ciudadana y a la justicia prospectiva; mientras esto era así, a
su sitio laboral, la Escuela de Derecho de la Universidad Pontificia
Bolivariana (UPB) Seccional Montería, llegó en el año 2019 Mauricio
Andrés Gallo Callejas, luego de concluir su proceso de formación
doctoral y cuya tesis está precisamente conectada al mismo objeto de
la investigación mencionada; aunque eso sí, enfocada desde la óptica
de la violencia y la crueldad, teniendo como fuente el pensamiento
político de Judith N. Shklar y desde allí, construida desde el ámbito
de los derechos humanos. El título de este último trabajo: Injusticia y
esperanza. Judith Shklar y los derechos sociales humanos.
Fue así como, gracias a esta sorpresiva confluencia de intereses y objetos
de reflexión, nace la invitación de las primeras para que el segundo
se uniera al proyecto. Trabajo que, aunado al compromiso y arduo
esfuerzo de los otros académicos que aceptaron la misma invitación,
Juan Pablo Acosta Navas, Oswaldo Juan Plata Pineda, Andrés Felipe
Zuluaga Jaramillo, Samuel Emilio Barahona Sánchez, Paola Andrea
10
Reflexiones académicas alrededor de la paz
Forero Ospina, Sinay del Carmen Valentín Guevara, Moisés Joel Arcos
Guzmán y Sergio Orlando Silva Arroyave; gracias a este esfuerzo
conjunto, se repite, es posible entregar como resultado las siguientes
reflexiones académicas y multidisciplinarias alrededor de la paz.
Cabe destacar que la decisión para ordenar los capítulos obedece al enfoque multidisciplinar. Abre las reflexiones un ensayo de tipo introductorio, propio de la teoría política y en donde la tríada pobreza-guerra-paz
se analiza desde el legado intelectual de Estanislao Zuleta. Le sigue
una aproximación jurídica y en la que, de la mano de los parámetros
normativos del proceso de paz entre el Estado colombiano y las FARCEP, se ofrece una reconstrucción conceptual de la noción de justicia
prospectiva. Tal aproximación conceptual es complementada (y a su
vez contrastada) con un estudio tanto temporal como espacialmente
situado, acerca de las experiencias de resistencia y de construcción de
paz desde abajo ocurridas en la comuna 1 de Medellín, entre los años
2015 a 2018. Vienen luego dos escritos propios de la reflexión abstracta
sobre el poder y la filosofía política. Uno sobre la reconciliación y la
reconstrucción de la confianza en las sociedades en conflicto, el otro,
acerca de la reconstrucción de la memoria y de la identidad dentro de
las comisiones de la verdad, esto, para un tipo específico de víctimas,
los allegados.
Posteriormente, el lector encontrará otros dos ensayos ahora provenientes de las ciencias sociales, concretamente, de la psicología política; el
primero acerca del territorio, las implicaciones de habitar un espacio,
la territorialidad propiamente dicha y su transformación en contextos
de conflicto armado; el otro, acerca de las diferentes violencias y su
entendimiento como fenómeno político y de interés público. Cierra
el libro un regreso a la teoría política, esta vez con un capítulo dedicado al difícil problema de la construcción del Estado colombiano, sus
posibilidades, retos y actuales ambigüedades.
Los editores
UPB, Seccional Montería
5 de agosto de 2019
11
CAPÍTULO I
Reflexionar sobre la paz tras
las huellas de Estanislao Zuleta.
Una introducción1
Mauricio Andrés Gallo Callejas2
Katerine Hernández Tirado3
Dos razones justifican nuestra decisión de comenzar estas líneas
con la bien conocida afirmación que pone de presente la dificultad contenida en la tarea de escribir un ensayo introductorio
1
Las ideas contenidas en el presente ensayo hacen parte de la ya mencionada casualidad que llevó a que las reflexiones del proyecto de investigación
Imaginarios de paz de las víctimas del conflicto en la ciudad de Montería
cuya investigadora principal es Katerine Hernández Tirado encontraran un
claro vínculo sustancial con el trabajo de formación doctoral de Mauricio
Andrés Gallo Callejas en el Instituto de Filosofía de la Universidad de
Antioquia. El nombre de la tesis es Injusticia y esperanza. Judith Shklar y
los derechos sociales humanos.
2
Abogado, especialista en derecho constitucional de la Facultad de Derecho
y Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia, magíster y doctor
en filosofía. Profesor titular de la Escuela de derecho de la Universidad
Pontificia Bolivariana, Seccional Montería y miembro del grupo de investigación COEDU, concretamente de la línea derecho y sociedad. Contacto:
[email protected].
3
Abogada, Universidad de Medellín. Magíster en Gobierno, Universidad
de Medellín. Docente investigador del Grupo COEDU de la Universidad
Pontificia Bolivariana, Seccional Montería. Estudiante del Doctorado en
Derecho de la Universidad de Medellín Correo electrónico:
[email protected].
12
Reflexiones académicas alrededor de la paz
sobre las reflexiones escritas por otros. De un lado, el significado político que tiene en sí mismo el hecho de que estas reflexiones académicas
alrededor de la paz hayan nacido de un proyecto de investigación de la
Escuela de derecho de la UPB, Seccional Montería. O, con mayor
precisión, de un proyecto de investigación realizado por un par de
académicas dedicadas a la formación de juristas, nada menos que en las
aulas de una universidad ubicada en una de esas regiones de Colombia
largamente afectadas por el abandono estatal, la violencia guerrillera
y, hasta hace poco más de una década, convertida en el epicentro de
la arremetida del paramilitarismo. Del otro, puesto que, debido a la
pasión, empuje y rigor propio de Hernández y Orozco, las siguientes
páginas se convirtieron en una aproximación comprehensiva al ideal
de la paz. Y ello, en tanto que lograron atraer académicos no solo de
otras escuelas y, por tanto, depositarios de saberes diferentes al jurídico
(filosofía, psicología y política), también algunos de ellos dedicados
a la misma tarea educativa en otras regiones, esto es, en la ciudad
de Medellín, Colombia y en Cuautla de Morelos, México. Talante
multidisciplinar y heterogéneo que convierte, pues, en un verdadero
reto la responsabilidad de adelantarle al futuro lector cuáles son las
reflexiones con las que se encontrará; esto, sin olvidar, desde luego,
una explicación acerca del porqué de su valía, de lo que vemos como
su principal contribución no solo al ideal de la paz, sino al presente de
nuestras diferentes regiones y academias.
Emprenderemos, entonces, tal reto acudiendo a uno solo de esos saberes, el de la reflexión sobre el poder; eso sí, dejando por sentado que la
responsabilidad por los juicios de moralidad política emitidos en este
ensayo es exclusivamente nuestra y no compromete las ideas del resto de
coautores. Ámbito desde donde nos atreveremos de una vez a presentar
en los términos de llenar un vacío, a lo que vemos como el gran aporte
de todas y cada una de las reflexiones contenidas en este libro. Llenar
un vacío frente al triste pero acertado diagnóstico emitido hace pocos
años por Giraldo (2015) y “encaminado a mostrar que en Colombia
no hubo una crítica de la violencia que se convirtiera en impronta de
nuestra cultura política” (pág. 170). Diagnóstico que formulado como
tesis señala que:
Reflexionar sobre la paz tras las huellas de Estanislao Zuleta. Una introducción
[…] en nuestro caso, lo importante es que los intelectuales y las
empresas ideológicas han creado marcos de referencia y tópicos
que han sido funcionales a las acciones de las organizaciones armadas que luchan contra el Estado y que, en general, operaron como
justificaciones de la violencia social y política (pág. 169).
Nuestro argumento dice, entonces, que cada uno de los capítulos que
forman estas páginas revierten esta tendencia; se toman en serio la
urgente tarea de crear una verdadera cultura de la paz; son prueba del
adiós definitivo a todo tipo de “actitud comprensiva y benevolente o
de franca simpatía con los insurgentes y su lucha armada” (Giraldo,
2015, págs. 141, 142), la misma actitud que, agregamos, tristemente
despertó y sigue despertando en sectores también académicos la barbarie del paramilitarismo.
Para darle fuerza a estas afirmaciones, dentro de este ámbito de la reflexión política caminaremos tras las huellas de una de esas mentalidades
que, tal y como lo sostiene el mismo Giraldo (2015, su expresión es
figura ejemplar) resultan cruciales a la hora de alcanzar el referido objetivo de construcción cultural. Se trata de Estanislao Zuleta de quien
traeremos las siguientes tres ideas: (1) una formulación acerca de cuál
es el desafío teórico que debemos enfrentar para nuestra contribución
como académicos a una cultura de la paz; (2) una definición de la
dicotomía guerra-paz; y, por último, (3) una lectura políticamente
comprometida o militante de nuestro pasado de guerra.
(1) El desafío teórico para la construcción
de una cultura de la paz
En el año 2008 se publicó una nueva edición de la colección de ensayos
de Zuleta acerca de Colombia, nuestra violencia y la moral de los derechos humanos. El trabajo que abre dichas páginas es una conferencia
titulada La democracia y la paz. Su auditorio, un grupo de guerrilleros
del M-19 que en 1989 se encontraban reunidos en Santo Domingo,
Cauca, mientras transcurría el proceso que finalmente les permitió el
retorno a la vida civil. Su finalidad política, festejar y celebrar lo que
13
14
Reflexiones académicas alrededor de la paz
Zuleta valoró y calificó como un verdadero acto revolucionario, a saber: la decisión de este grupo de hombres de abandonar la fiesta de la
guerra para emprender “el proyecto de defender la paz y de luchar por
construir una democracia más amplia y participativa” (Zuleta, 2008a,
pág. 13). El objeto de sus reflexiones, explicar por qué resulta tan difícil “defender la democracia y sustentar seriamente esta defensa” (pág.
13), dentro de un contexto social en el que una desbocada violencia
política confluye con “una distribución aberrante de los ingresos y de
la riqueza” (pág. 15).
La actualidad de este breve ensayo resulta evidente; al menos esto es así,
creemos, para quienes nos dedicamos a la reflexión sobre la paz desde
los diversos saberes con los que se ha construido el presente libro. Y
ello, más allá de lo que vamos a denominar una similitud fáctica con
el año 1989, a saber: también hoy estamos asistiendo a un proceso
de reincorporación de los ahora miembros del partido político de las
FARC; y aún hoy, (algunos) nos aferramos al anhelo de que, lo que
hasta hace muy poco parecía ser un inminente proceso similar con la
guerrilla del ELN, no se rompa definitivamente bajo el talante fuertemente conservador del actual gobierno. Es más, también va más allá
de lo que podemos denominar una similitud aspiracional, esto es, con
todo y sus actuales dificultades, con todo y el hecho de que el motor
de la guerra (el narcotráfico) siga vivo, algunos mantenemos la ilusión
que nos genera el ver (nuevamente) tan cerca la posibilidad de ponerle
fin a décadas enteras de barbarie innecesaria y sin sentido. Pero por
encima de estas dos coincidencias, decimos, tal actualidad está en el
diagnóstico teórico de Zuleta (2008a), o lo que es igual, en que hoy sigue
siendo una tarea pendiente para la academia, la de ofrecer tal defensa
teórica de la democracia; insistimos en este punto, de tal manera que
resulte plausible dentro de contextos sociales en los que tiene lugar la
confluencia de dichas fuentes de sufrimiento humano innecesario, la
violencia política y el sometimiento a condiciones de privación severa.
La pertinencia de dicha tarea para el presente libro se desprende de lo
que es una tesis política y que, como tal, no podemos dejar presupuesta,
sino que debemos hacer expresa. Y es que, de acuerdo con el legado intelectual de Zuleta, es únicamente dentro de la democracia desde donde
Reflexionar sobre la paz tras las huellas de Estanislao Zuleta. Una introducción
resulta plausible y posible “luchar siempre en favor de los explotados
contra los explotadores, de los dominados contra los dominadores, de
los que son más vulnerables contra los que son más poderosos” (2008a,
pág. 25). Se trata de una tesis que, por supuesto, exige algún tipo de
justificación (de lo que se encarga 3) y que desemboca en dos puntos.
Primero, en una manera de entender la paz, justamente de la que nos
ocupamos en (2) y que puede ser adelantada desde la siguiente idea:
hablar de lucha por los intereses de los oprimidos (de lucha política en contra de
los opresores) dentro de una sociedad en paz, no es ningún oxímoron. Segundo,
que deriva en el establecimiento de un vínculo que se entiende, pues,
como necesario (inescindible) entre la cultura de la paz y la defensa
de la democracia.
Y es justamente en la defensa de dicho vínculo, o mejor, en la tarea de
justificar la democracia como forma de gobierno propio de una cultura
de la paz; políticamente cargada en tanto que, entendida no solo al
servicio de los más débiles, sino incluyendo, además, a las víctimas del
poder económico; y, por último, espacial y temporalmente situada en
contextos donde tiene lugar la referida confluencia. Es en dicha defensa,
decimos, donde está la contribución que aún debemos hacer desde la
academia. Contribución que, en otro ensayo, el mismo Zuleta (2008c)
formuló en los términos de dos negaciones. Sus palabras:
1. No tomar la lucha por las libertades democráticas como pretexto
para defender la desigualdad, los privilegios y la dominación de clase.
2. No tomar la lucha por la igualdad, la justicia económica y la seguridad social como pretexto para abolir las libertades democráticas
(pág. 81).
O, de regreso a la conferencia dada a los exguerrilleros del M-19, se
trata de una contribución que tiene como tarea lidiar con dos tipos de
cinismo. De un lado, el de aquellos que desde hace décadas se vienen
usufructuando de una democracia de papel, “escrita en un libro”
(2008a, pág. 22), valiéndose de las reglas y procedimientos mayoritarios
como vía para perpetuar la primacía de sus intereses, especialmente los
económicos, y de esta manera darle una apariencia de legitimidad a una
15
16
Reflexiones académicas alrededor de la paz
forma de dominio a todas luces injustificada. Del otro, el cinismo del
fanatismo revolucionario, esto es, de quienes, o bien, directamente se
han autoproclamado los representantes de los explotados, y como tales
han decidido abandonar la democracia bajo la peligrosa y engañosa
ilusión de alcanzar el punto de quiebre entre el antes de “una humanidad alienada, enredada, dominada” (pág. 24) y el después de una
humanidad liberada y “no conflictiva” (pág. 24), o bien, de quienes
actuaron o siguen actuando como sus defensores teóricos.
La necesidad de enfrentar el primero de tales tipos de cinismo simplemente nos recuerda cuáles son las tareas sustantivas exigidas para
toda teoría de la democracia. El desafío es explicar por qué es un error
confundir defensa de la democracia con defensa de las injusticias sociales
y económicas del presente. Precisamente el tipo de confusión que ha
dado lugar a la bien expandida idea, dentro de lo que Zuleta (2008a)
denomina las tradiciones de izquierda4, “de que la democracia no es
más que una máscara que se pone a sí mismo el capitalismo, debajo
de la cual se puede dar el lujo de explotar y de dominar” (pág. 15).
En contra de tales tradiciones, Zuleta propone dos cosas. De un lado,
establece abiertamente una seria tensión entre régimen político democrático y sistema económico capitalista. Esto, a través de un pasaje que
también nos permitimos transcribir:
El capitalismo es una época bastante bárbara de la historia
humana, supremamente fecunda en cuanto al desarrollo de la
tecnología, pero que pasará como pasó el feudalismo, aunque no
sabemos cómo ni cuándo. Hay algo de bárbaro en que los recursos
humanos, materiales y naturales de un país se dediquen a dar
utilidades a un grupo de privilegiados, más bien que a satisfacer
las necesidades del pueblo de ese país. El que niegue que hay
una barbarie en el capitalismo creo que no lo ha examinado. Y es
posible que una democracia radical sea el camino para superar
4
Dice expresamente Zuleta (2008a): “Las tradiciones de la izquierda han
estado determinadas por el marxismo, tanto entre nosotros como a escala
mundial, y el marxismo no es un pensamiento democrático” (pág. 13).
Reflexionar sobre la paz tras las huellas de Estanislao Zuleta. Una introducción
esta formación histórica particular a partir de la capacidad de los
trabajadores de tomar decisiones. Las medidas democráticas de
una democracia avanzada ya son medidas anticapitalistas (pág. 27).
Y del otro lado, para justificar esta relación tensa entre régimen político
y sistema económico, Zuleta opta por lo que es, sin lugar a duda, la
solución mayoritaria dentro de nuestra actual teoría política, a saber: la
estrategia de condicionar normativamente el uso de la palabra democracia. Con esto hacemos alusión a la apuesta por establecer un vínculo
conceptual entre la democracia y ciertos valores sustantivos, o lo que es
igual, entre dichos procedimientos y determinados resultados, lo que
en los términos de Rawls (1995) significa abandonar la idea de que la
democracia puede ser pensada solo desde la justicia puramente procesal5. O para decirlo de otra manera, esa estrategia para la que dentro de
la teoría política de nuestros días ha tomado tanta fuerza el lenguaje de
los derechos en general y la idea de los derechos sociales en particular.
Eso sí, no sin advertir que, frente a esta herramienta lingüística, Zuleta
(2008a) asume una clara y desafiante postura; sus ideas, traducidas al
lenguaje de Rawls, 1996, apuntan al valor equitativo de las libertades:
5
Vale la pena recordar que con ese modelo de pensamiento que Rawls
denomina la posición original, la justicia puramente procesal únicamente
tiene lugar en ese primer momento de deliberación, una vez los representantes de las partes se reúnen para establecer los principios de la justicia;
así como en el momento de la asamblea legislativa y en relación exclusiva
con los asuntos de la distribución, esto es, con lo que tiene que ver con el
principio de la diferencia; sus palabras: “[e]l esquema ideal descrito en las
siguientes secciones utiliza a menudo los esquemas de mercado. Sólo de
este modo, según creo, puede tratarse el problema de la distribución como
un caso de justicia puramente procesal” (Rawls, 1995, pág. 256). Ahora
bien, con todo y lo susceptible de críticas que, desde la perspectiva de
los derechos sociales pueda resultar esta afirmación, el punto relevante
para nuestra argumentación es que desde la justicia como imparcialidad
el momento del congreso constituyente se entiende como un caso de
justicia procesal imperfecta: “[u]n demócrata es aquel que cree que una
constitución democrática se adecúa a este criterio. Pero su concepción de
la justicia incluye ciertas medidas ante las posibles demandas de las generaciones futuras […] Como una constitución justa, incluso en condiciones
favorables, es un caso de justicia procesal imperfecta, puede ocurrir que
las personas decidan erróneamente”(pág. 275).
17
18
Reflexiones académicas alrededor de la paz
[…] De poco sirve tener derechos si la sociedad en que uno vive
no le da la posibilidad de ejercerlos. No se debe hablar sólo de los
derechos sino también de las posibilidades. El problema no está
solamente en que todo el mundo tenga el derecho a la libertad de
expresión, sino que también tenga la posibilidad de realizar algunos
estudios para poder expresarse y de disponer de los medios personales o colectivos para poder hacer alguna publicación (2008a, pág. 15).
Hasta acá el primer tipo de cinismo. Una necesaria interrupción antes
de darle paso a la manera en que Zuleta propone enfrentar el segundo.
Y ello, no solo para señalar que lidiar contra el fanatismo revolucionario
exige adentrarse en su manera de entender la dicotomía guerra-paz;
una vez más, de lo que nos ocupamos en el acápite (2). También, y
esto es lo más importante, en tanto que podemos decir que llegamos a
un punto en el que los argumentos de Zuleta dejan todo servido para
ofrecer el anticipo sobre el par de capítulos con los que continúan las
reflexiones vertidas en el presente libro (segundo y tercero).
Se trata, por un lado, del trabajo de las arriba mencionadas gestoras de
este proyecto, Hernández y Orozco. En sus reflexiones, Justicia prospectiva en el Acuerdo Final para la paz celebrado entre el Estado colombiano y las
FARC-EP, (i) identifican, (ii) llevan a concepto y, creemos, (iii) hacen
suyo, uno de los intentos conceptuales más recientes para llevar a buen
puerto este desafío de ofrecer una sustentación seria de la democracia,
esto es, la justicia prospectiva. Desafío que, tal y como acabamos de
señalar, exige ir más allá de lo que Rawls (1996) denomina mayoritarianismo, esto es, de esa postura defensora de la siguiente aseveración:
en la toma de decisiones de la máxima importancia dentro de toda
comunidad, es la voluntad de las mayorías políticas la que siempre debe
prevalecer. La razón para entender tal aseveración es que, de acuerdo
con el mayoritarianism, “la regla de las mayorías es justa e incluye los
derechos necesarios para deparar una legislación justa y resultados
razonables” (pág. 131)6.
6
Véase, eso sí, no como descriptor sino como defensor abierto de esta
postura del mayoritarianism a Rorty (1991): “Para la idea de una sociedad
liberal es fundamental que, con respecto a las palabras en tanto opuestas
Reflexionar sobre la paz tras las huellas de Estanislao Zuleta. Una introducción
Iniciamos con el vocablo identifican (i), puesto que se trata de un concepto (justicia prospectiva) que aparece no solo en el último, sino en
el que vemos como nuestro más serio intento para dar buena cuenta
de los desafíos de la justicia transicional. Y es que es justamente en el
marco normativo del acuerdo con la exguerrilla de las FARC en donde
aparece, en tanto que paradigma orientador, “la idea de que la comunidad
política no es solo una unión de coetáneos, sino también un vínculo
entre generaciones que se eslabonan en el tiempo” (Hernández y
Orozco, en este libro, pág. 48).
Por su parte, con la expresión llevan a concepto (ii) hacemos alusión a la
manera en que este ensayo ubica claramente a la justicia prospectiva
como “subdivisión de la justicia intergeneracional” (en este libro, pág. 48) y
con ello, como un intento de llevar el bien conocido vínculo normativo
presente-futuro, seres humanos vivos y quienes están por nacer, más
allá de nuestras actuales preocupaciones ambientales.
Por último, de la mano del concepto hacen suyo (iii) pretendemos señalar lo que vemos como una defensa de esta posibilidad conceptual.
Con mayor precisión, ese ir más allá que nos explican Hernández y
Orozco apunta al problema de la guerra, y con ello, a “un compromiso
real con la verdad, la reconciliación, garantías de no repetición y construcción de
una memoria histórica” (en este libro, pág. 48). Todo ello, como objeto
de un supraderecho a la paz (en este libro, pág. 49), como parte de la
noción de lo justo, y en cuanto tal, como parte de un vínculo normativo
irrompible entre pasado-presente-futuro, o, tomando prestada la bella
expresión de Garzón Valdez (2008), que se vuelve parte de nuestro coto
vedado a la democracia.
a los hechos, a la persuasión en tanto opuesta a la fuerza, todo vale.
No hay que fomentar esa disposición abierta porque, como enseñan las
Escrituras, la Verdad es grande y prevalecerá; ni porque, como sugiere
Milton, la Verdad siempre vencerá en combate libre y abierto. Hay que
fomentarla por sí misma. Una sociedad liberal es aquella que se limita
a llamar “verdad” al resultado de los combates, sea cual fuera ese resultado” (pág. 71).
19
20
Reflexiones académicas alrededor de la paz
No es posible terminar la referencia a este segundo capítulo sin antes
señalar que, tal y como hemos entendido las cosas, uno de sus aspectos más interesantes está en la forma en que las autoras proponen un
concepto de justicia prospectiva que permite reunir (repensar conjuntamente) lo que son, para solo mencionar nuestra historia inmediata,
dos momentos políticos claramente separados en el tiempo (2006 y
2017), llevados por gobiernos que resultaron siendo no solo diferentes
sino opuestos entre sí y con condiciones normativas (para lograr dar
respuesta al reto de qué tanto de justicia punitiva ordinaria se está dispuesto
a sacrificar en aras de lograr la reconciliación) claramente diferentes (paramilitares sometidos a penas privativas de la libertad y guerrilleros que
pasaron directamente al Congreso). Esto, claro está, con la mira puesta
en los retos que aún quedan por enfrentar, con los demás grupos que
le siguen haciendo la guerra a nuestras instituciones.
Y, por el otro lado, también ha llegado el momento de hacer alusión al
ensayo de Juan Pablo Acosta Navas, Lideresas en la comuna 1 de Medellín:
resistencias y apuestas por la construcción de paz desde abajo. Trabajo que,
afirmamos, en la medida en que parte de un enfoque que (al menos
en un punto) resulta claramente opuesto al anterior, permite incluir
dentro del presente libro una de las más agudas críticas a las que se
ven expuestos los diversos intentos dominantes por condicionar normativamente el uso del vocablo democracia. Crítica (y oposición)
que, creemos, queda perfectamente ilustrada con la expresión elitismo
epistemológico (Gargarella, 2005). Justamente el tipo de elitismo que se
deriva de (al menos cierta manera de entender) la apenas referida idea
de coto vedado de la democracia, y en tanto que a su premisa de apuesta
por la eliminación “de una vez por todas” (Rawls, 1996, pág. 184) de
ciertos asuntos de la agenda política (los derechos fundamentales) se la
adscribe como conclusión necesaria, la aparición de un tipo de poder
excluyente y al que solo tienen acceso ciertos iluminados, de hecho
ni siquiera la totalidad de miembros de la comunidad de los juristas.
Justamente el tipo de elitismo que ha dado lugar a la siguiente afirmación de Judith Shklar (1998c):
The Constitutions begins with these words: “We the people”. But
even though there is not a single word about a court such as the
Reflexionar sobre la paz tras las huellas de Estanislao Zuleta. Una introducción
Supreme Court to be found in the Constitution, it is in fact nine old
judges who, unless the Constitution were to be amended —something that is extremely difficult— are the sovereigns. They have the
last word. This is an institution which is obviously irreconcilable with
democracy but results from the conjunction of the three followings
facts: legal traditions inherited from the Colonial and Revolutionary
period, distrust of any government, and a democracy which had little
confidence (pág. 113).
Y es así, entonces, que, gracias a las reflexiones de Acosta Navas, el
presente libro incluye un capítulo en el que abiertamente se opta por
(es su propia denominación) un enfoque metodológico desde abajo (en
este libro, pág. 58). La apuesta de tal enfoque, “materializar el derecho
a la paz” (pág. 64) en tanto que parte de un proceso (el de construcción
de paz) cuya iniciativa, más allá de todo talante estatista o judicialista
(de arriba hacia abajo), queda en cabeza de las organizaciones comunitarias y de los movimientos sociales. Y de esta manera, queda dirigido
a “la creación de un conjunto de actitudes, medidas, planteamientos,
procesos y etapas encaminadas a transformar los conflictos violentos
en relaciones y estructuras más inclusivas y sostenibles” (pág. 64). Una
apuesta que establece, pues, un contraste con el elitismo epistémico
en la medida en que, de la mano del trabajo realizado por Acosta con
un grupo de mujeres que han logrado vencer el miedo y el terror
impuestos desde los diversos tipos de violencia que tienen lugar en
dicho sector de la ciudad de Medellín, desemboca en afirmaciones
como las siguientes: “[e]s posible evidenciar cómo las lideresas de la
comuna 1 relacionan sus experiencias cotidianas y sus historias de vida
para dotar de contenido eso que denominamos [derecho a la] paz”
(pág. 74); con ello, “[e]l poder no está arriba, lo tenemos todas”
(pág. 75); o, “[l]a paz es el derecho humano más vulnerable cuando
no somos incluidas” (pág. 76).
Ahora bien, a pesar del indiscutible desencuentro que tiene lugar en este
punto y en relación con lo que son dos maneras de asumir el reto de
justificación de la democracia, de nuevo desde las palabras de Acosta, en
tanto que la suya intenta “transformar el legado eurocéntrico, patriarcal
y hegemónico del discurso de los derechos humanos” (en este libro,
21
22
Reflexiones académicas alrededor de la paz
pág. 77); con todo y que esto sea así, decimos, algo de estas preocupaciones aparecen disponibles dentro del legado intelectual de Zuleta, tal
y como lo muestra un pasaje que transcribimos en toda su extensión:
La lucha por la democracia es la lucha por la fuerza creciente del
pueblo, no para sustituirla con un ejército, aunque sea muy eficaz y
muy bien intencionado, sino para hacer que crezca la fuerza del pueblo mismo. Eso nos da un panorama efectivo de en qué consiste la
democracia. Es importante que la democracia se conceda de manera
concertada, que se escriban las leyes, etc. Pero de todas maneras de
poco valen las leyes escritas en un libro cuando no existe el poder
de hacerlas cumplir o cuando no están impresas en la mente de los
hombres, porque ni siquiera el pueblo las conoce. Tener un derecho
que uno ni siquiera conoce es lo mismo que no tenerlo.
[Y es por ello por lo que uno] de los aspectos más tristes de la
miseria es la vivida como una fatalidad natural. La tragedia sin
esperanza que no da lugar a un combate, a una lucha, a una suma
de fuerzas en una empresa común sino a la desesperación o a la
resignación. Una de las virtudes menos democráticas es la resignación, mientras que la esperanza es precisamente una de las virtudes
más democráticas. La democracia crece cuando crece la cultura,
y la capacidad de decidir es mayor y más eficaz. La capacidad de
participar, de inventar, de producir organizaciones, de intervenir
sobre la historia o sobre la economía crece a medida que crece la
cultura (Zuleta, 2008a, pág. 22).
(2) La dicotomía guerra-paz
Pasamos, ahora sí, al reto implicado en enfrentar el segundo tipo de
cinismo. Asunto para el que iniciaremos señalando lo que vemos como
un juicio valorativo implícito en las consideraciones de Zuleta de
acuerdo con el cual la defensa teórica de la democracia frente al fanatismo revolucionario se hace mucho más difícil que frente al cinismo
Reflexionar sobre la paz tras las huellas de Estanislao Zuleta. Una introducción
anterior7. La razón, lo poco atractiva que sigue resultando, incluso en
los medios académicos, una invitación a la lucha política por los más
débiles sin “profetizar” (Zuleta, 2008a, pág. 24), dejando de lado todo
tipo de “futurología histórica” (pág. 24), descartando de plano toda
solución absoluta, toda esperanza de triunfo definitivo frente a los
rivales u opresores, toda promesa de nuevas sociedades que “parta[n]
la historia en dos” (pág. 25). Poco atractiva, puesto que la democracia
“nos compromete en un tipo de lucha sin las grandes ilusiones a que
estamos acostumbrados” (pág. 24); una que parte de la desalentadora
“modestia [de] saber que no tenemos claro, organizado, planificado,
programado y controlado el futuro” (pág. 25).
Ahora bien, con todo y el reconocimiento tácito de esta mayor dificultad, el pensamiento de Zuleta también ofrece razones a favor
de esta alternativa desilusionada, acerca del porqué resulta plausible
(o necesario) dejar de lado de una vez por todas el camino de los
(académicos) profetas. En efecto, dentro de la misma conferencia y
como invitación directa para quienes en 1989 estaban en el proceso
de regresar a la democracia, Zuleta vincula dicha vía de los absolutos
con la guerra, o lo que es igual, al maniqueísmo de quien, al estar en
posesión absoluta de la verdad develada por los oráculos de la historia,
lo vincula con el cierre definitivo de toda posibilidad de diálogo, de
soluciones políticas parciales y consensuadas. Hay más, su argumento
se acompaña de la prueba empírica de tal vínculo en la medida en que
fueron los profetas y tal cierre lo que “produjo en la primera mitad del
siglo xx una catástrofe de más de cien millones de víctimas, contadas
7
Tanto Rawls (1995) como Pogge comparten lo que estamos leyendo como
ese juicio implícito en Zuleta y que, formulado desde un nivel de mayor
abstracción, afirma que el asunto más difícil con el que debe lidiar la teoría
política está en la pregunta por la manera en que podemos (o debemos)
actuar frente a la injusticia o la ilegitimidad de un sistema institucional. Nos
limitamos a las palabras de Pogge (2005): “La pregunta sobre el derecho
de resistencia […] nos refiere al problema que tal vez sea el más difícil de
la filosofía política. Requiere que pensemos moralmente sobre el tema de
la violencia –una violencia potencialmente mortal–, y sobre sus posibles
justificaciones” (pág. 157).
23
24
Reflexiones académicas alrededor de la paz
las dos guerras mundiales, los campos de concentración, las guerras
anticoloniales y todos los fanatismos de esa época” (2008a, pág. 25).
Para quienes nos la tomamos en serio, la anterior razón significa que
la democracia en tanto que rostro político necesario para una cultura
de la paz, trae consigo una incómoda exigencia intelectual. Hablamos
de darle más (o cierto) espacio a aquellas voces desconfiadas o escépticas frente a las posibilidades políticas de nuestra razón. Voces que,
de acuerdo con Smith (1989) encuentran entre sus figuras iniciales a
Heinrich Heine y quien,
[…] was only one of the first to question whether the relief of suffering and the humane goals that are the Enlightenment´s positive
accomplishment have not concealed a built-in tendency to devalue
the present as a mere means to some glorious but indefinite futures
(pág. 61).
O, también, voces como la de Judith Shklar y quien, desde su liberalismo de las eternas minorías, nos invita a poner en primer lugar a la
crueldad. Apuesta que significa, precisamente, dejar de lado todo intento
por justificar racionalmente nuestro supuesto deber de abstenernos de
matar, secuestrar, torturar y un largo etcétera; esto, ora con base en “a
divine rule” (Shklar, 1984, pág. 8) y, con ella, en la idea de pecado, ora
con fundamento en “any other higher norm” (pág. 9) construida, como
lo hacemos hoy, por ejemplo, desde el lenguaje de los derechos. Dejar
de lado ambos tipos de justificación racional, decimos, en aras de darle
paso a nuestras preocupaciones por el acá y el ahora, y con base en “any
other order than that of actuality” (pág. 9).
Debemos advertir que, en tanto va más allá de nuestras posibilidades
intelectuales, no pretendemos establecer ningún vínculo entre Zuleta
y estas otras voces críticas al proyecto ilustrado. Basta, pues, con resaltar ese claro tono de escepticismo intelectual en quien, tal y como
lo hace Zuleta (2008b), nos invita a dejar de entender la paz como
“un reino del amor y la abundancia” (pág. 29). Y ello, por cuanto “la
idealización del conjunto social a nombre de Dios, de la razón o de
cualquier cosa conduce siempre al terror, y como decía Dostoievski,
Reflexionar sobre la paz tras las huellas de Estanislao Zuleta. Una introducción
su fórmula completa es “Liberté, egualité, fraternité… de la mort”
(pág. 29). Lo que intentamos señalar es que, dotado de cierto grado
de tal escepticismo, es su legado intelectual el que nos permite afirmar
que la dicotomía guerra-paz no puede entenderse como existencia o
ausencia del conflicto social. Por el contrario, en la medida en que la
“erradicación de los conflictos y su disolución en una cálida convivencia
no es una meta alcanzable, ni deseable” (el subrayado es nuestro, pág.
29), dicha dicotomía apunta (exclusivamente) a dos formas diferentes
de lidiarlo políticamente. Una, la de la guerra, la de la destrucción del
enemigo, “matándolo, reduciéndolo a la impotencia o silenciándolo”
(pág. 29). La otra, la de la paz y que lleva consigo la tarea de “construir
un espacio social y legal en el cual los conflictos puedan manifestarse
y desarrollarse” (pág. 29). Hay más. También es por ello por lo que
nuestra anterior afirmación (1), esa según la cual la lucha contra los
opresores tiene cabida (y de hecho resulta mejor librarla) dentro de
una sociedad en paz, no trae consigo ningún tipo de contradicción
performativa. De nuevo las palabras de Zuleta (2008b):
“Si alguien me objetara que el reconocimiento previo de los conflictos
y las diferencias, de su inevitabilidad y de su conveniencia, arriesgaría paralizar en nosotros la decisión y el entusiasmo en la lucha
por una sociedad más justa, organizada y racional, yo le replicaría
que para mí una sociedad mejor es una sociedad capaz de tener
mejores conflictos. De reconocerlos y de contenerlos. De vivir no
a pesar de ellos, sino productiva e inteligentemente en ellos. Que
solo un pueblo escéptico sobre la fiesta de la guerra, maduro para
el conflicto, es un pueblo maduro para la paz” (pág. 30).
Como era de esperarse, estas últimas consideraciones están estrechamente vinculadas con otros capítulos del presente libro. En efecto, al
siguiente (cuarto) vamos a mencionarlo de una vez. Se trata del escrito
de Oswaldo Plata, Reconciliación y confianza. Una interpretación minimalista
de la reconciliación, y donde las reflexiones académicas alrededor de la
paz se hacen desde el ámbito disciplinar de la filosofía política. A su
tesis, esa que encontrará el lector de estas páginas, la creemos poder
presentar a través de los siguientes enunciados: (i) es un claro acierto
de Kjell-Ake Nordquist (el principal referente de sus consideraciones)
25
26
Reflexiones académicas alrededor de la paz
excluir la fuerte exigencia (diríamos nosotros) ética del perdón, como
requisito de la reconciliación entre enemigos políticos (o entre víctima y opresor); (ii) esto es así, en la medida en que “el perdón es harto
exigente para las víctimas y, sobre todo, no es replicable” (en este libro,
pág. 90) y, lo más importante, en la medida en que a la conexión reconciliación-perdón se le entienda a través de la idea de retorno “a una
instancia de unidad moral en la que las secuelas de la violencia no serán
determinantes” (pág. 83); (iii) pero con todo y dicha plausibilidad, la
propuesta de Nordquist se queda corta no solo por partir de una idea
reductiva del perdón (pág. 86) en tanto que exclusivamente unilateral,
lo principal, puesto que deja por fuera la categoría conceptual necesaria
para analizar el reto de la reconciliación, a saber: la reconstrucción de la
confianza; por último, (iv) una vez tal reto se asume desde la confianza,
la reconciliación se muestra como “un proceso transversal con niveles
que responden a lógicas autónomas” (pág. 90), concretamente, con un
nivel institucional, uno interpersonal y otro social, y en donde todos
ellos, no solo el primero, resultan atravesados por lo político.
El vínculo entre esta tesis y las consideraciones de Zuleta aparece claramente en, por lo menos, dos lugares. Uno, en esa plausibilidad del
punto de partida de Nordquist (enunciado ii), en tanto que aislada de la
exigencia ética del perdón y como un asunto exclusivamente político,
la reconciliación es entendida “as simple coexistence between former enemies,
a basic agreement by different groups to accept the law rather than violence to
resolve disagreements” (en este libro, pág. 90).
Y el otro lugar de coincidencia está en la manera en que, tras las huellas de Ignatieff, y con ello, desde lo que me atreveré a señalar como el
mismo espíritu liberal, o al menos de corte anticomunitarista que ya
hemos mostrado en Zuleta, Plata construye su noción de confianza
desde la diferenciación entre vivir y convivir; sus palabras: “[e]l vivir
con los otros no equivale a convivir con los otros, dice Ignatieff. Por
esta razón, el `vivir unos junto a otros, en lugar de convivir, no requiere
mucha interacción personal ni una cultura compartida´” (Plata, en este
libro, pág. 92). Espíritu que le permite finalizar su ensayo insistiendo
en la indeseabilidad inicial (enunciado i), aunque ahora desde la herramienta conceptual adecuada (confianza) “con todo, incompatible
Reflexionar sobre la paz tras las huellas de Estanislao Zuleta. Una introducción
con la idea […] maximalista de retorno a `an ahistorical ideal of harmony
or consensus´ en la que la discordia y el antagonismo son apaciguados” (en este
libro, pág. 93).
Los siguientes tres capítulos del libro (quinto a séptimo) pueden ser
presentados desde la misma conexión anterior, aunque eso sí, hace falta
primero mencionar una razón adicional de Zuleta y que, afirmamos, es
una consecuencia necesaria de su manera de entender la mencionada
dicotomía (paz-guerra). Se trata de su impresionante afirmación de
que “la guerra es fiesta” (2008b. pág. 30). Y es que si la paz no es ese
reino de la felicidad absoluta para todos (para esos pocos que lograrían
alcanzarlo), la guerra tampoco es el lugar exclusivo “de los dolores, las
desgracias y las tragedias” (pág. 30). Todo lo contrario, hay una felicidad
de la guerra. En el mejor de los casos, la felicidad propia de la comunidad de fanáticos embriagados por el “poderse aprobar sin sombras
y sin dudas frente al perverso enemigo, de creer tontamente tener la
razón, y de creer más tontamente aún que podemos dar testimonio de
la verdad con nuestra sangre” (pág. 30). En el peor caso, la fiesta que
tiene lugar entre sus mercaderes y traficantes, entre quienes hacen de
la muerte el medio para alcanzar la (o incrementar su) riqueza.
El impacto teórico de tal consideración sobre la fiesta de la guerra no
puede ser más fuerte. Abre las puertas a otro tipo de (esta vez mucho más escalofriante) incertidumbre. Nada menos que acerca de la
posibilidad de establecer con certeza quiénes son las víctimas de la
opresión política. Ello de la mano de preguntas como la que formula
Shklar (1984), a saber: en qué medida nuestro uso de los criterios o
las categorías sustanciales (como los derechos) o procedimentales (la
participación popular directa) para la definición de la democracia, no
terminan haciendo parte de una aterradora dinámica en la que “we will
unwittingly aid the torturers of tomorrow by overrating the victims of today […]
That may have the consequence of promoting an endless exchange of cruelties
between alternating tormentors and victims.” (pág. 19).
Gratamente, el libro que tiene el lector en sus manos asume la única
vía por la que, creemos, podemos evitar (y esto únicamente hasta cierto
punto) este riesgo. Nos referimos a un saludable dejar de lado, en la
27
28
Reflexiones académicas alrededor de la paz
consideración de las (posibles) víctimas, toda clasificación entre una
violencia mala y una buena, entre una justificada y legítima y otra no.
O, en otras palabras, en dejar de lado todo tipo de igualación entre
víctima y combatiente, de tal manera que la reflexión queda exclusivamente dirigida a quienes (acá y ahora) han sido objeto de actos de
crueldad física o psicológica, sin importar que esta provenga del actuar
irregular del Estado colombiano (falsos positivos, por ejemplo), de las
guerrillas o de los grupos paramilitares.
Es lo que ocurre en el caso del siguiente capítulo (quinto), esto es, del
ensayo escrito por Andrés Felipe Zuluaga Jaramillo y Samuel Emilio
Barahona Sánchez, Las comisiones de la verdad y los allegados: memoria e
identidad narrativa. Un estudio hermenéutico con base en Ricoeur. En sus
páginas, también marcadas por una clara reflexión filosófica, ambos
académicos se concentran en ese tipo de víctimas del acá y el ahora que
si bien no son directamente los sujetos pasivos de los actos de crueldad
de cualesquiera que sean los poseedores de los medios de coacción, en
tanto que allegados de tales víctimas directas, es como si lo fueran. En
palabras de los autores, en la medida en que son los allegados quienes
“aprueban mi existencia y cuya existencia yo apruebo en la estima
recíproca e igual […] cuando ese allegado es víctima es `como si´ el
próximo fuese la víctima; comprender qué le aconteció al allegado es
también comprenderse a sí mismo” (en este libro, pág. 111).
De la mano de esta apuesta hermenéutica desarrollada desde Ricoeur,
los autores plantean un problema, en principio, conocido, a saber: la
manera en que “las Comisiones de la Verdad contribuyen a la memoria
colectiva y a la identidad individual” (en este libro, pág. 95). Aunque
lo hacen, en aras de indagar por lo que es, afirman, un lugar poco explorado, “el de la memoria e identidad narrativa de los allegados en las
Comisiones de la Verdad” (pág. 96). Y aunque el texto, como buena
reflexión filosófica, se concentra principalmente en la pregunta por el
cómo (“¿[c]ómo pueden los allegados construir la memoria y la identidad narrativa por medio de las Comisiones de la Verdad”, pág. 95),
resulta mucho más coherente con el ámbito de reflexión que elegimos
desde el principio, incentivar al lector con el para qué (el propio de la
política). Ello, en los términos de la que entendemos como una de las
Reflexionar sobre la paz tras las huellas de Estanislao Zuleta. Una introducción
razones normativas por las que tal cuestión se hace necesaria y que tiene
que ver con que “[e]sa víctima directa fallecida (un sí mismo) recupera
`una voz´ por medio de las Comisiones de la Verdad (él/ella), la cual
le permite al allegado (tú) comprenderse, lo cual muestra como el `sí
mismo es como ese otro allegado´” (pág. 112). De esta manera, y de
acuerdo con lo que Zuluaga y Barahona denominan las dimensiones
pragmática y veritativa de la memoria:
“[…] las comisiones de la verdad permiten un aprendizaje a las víctimas, para que estas luego puedan buscar y hacer memoria acerca de
lo acontecido, pero esta vez no con retazos de información sino con
una verdad hilada y construida. Y con este grado de conocimiento
ahora sí podrán luchar contra el olvido y vencer el alejamiento en
el tiempo, pues ya se posee una imagen más o menos definida (no
definitiva) de lo acontecido. Además, podrán completar la biografía
del allegado al tener una imagen más nítida acerca de las circunstancias que rodearon la muerte, ahora sí la historia de una vida se
encuentra más completa” (en este libro, pág. 115).
A continuación, viene el capítulo de Paola Forero (sexto), El territorio y la
reconfiguración territorial en el contexto del desplazamiento forzado en MonteríaCórdoba. Se trata de un escrito en el que su autora recalca una y otra
vez su filiación disciplinar a las ciencias sociales y que, asumiremos el
riesgo de presentar desde la siguiente línea de continuidad. Mientras
que el anterior ensayo indagaba desde el quiénes son esas víctimas del
acá y el ahora que pueden encontrar en las comisiones de la verdad
un espacio para la reconstrucción hermenéutica de su “yo-nosotros”,
Forero da un paso más allá al plantear la territorialidad como parte de
esa construcción identitaria. Esto, en contravía de quienes ofrecen una
comprensión exclusivamente espacial y, agregamos, para este enfoque
criticado por Forero, moralmente irrelevante. De tal manera que, con
la misma plausible indiferencia respecto a cuál es la fuente de violencia
(quiénes son los victimarios), Forero nos ofrece una escalofriante descripción de lo que es en Montería la dura realidad del desplazamiento
forzado, a saber: 12.891 personas expulsadas y 42.254 personas recibidas
en el periodo de 2003-2017 (en este libro, pág. 124). Todo ello, bajo
un claro presupuesto normativo respecto al “quiebre entre los individuos
29
30
Reflexiones académicas alrededor de la paz
que son sometidos a abandonar su territorio y por tanto a desvincularse
de su historia de vida, significados, universos de sentido, percepciones
y usos del territorio mismo” (pág. 128). Presupuesto formulado desde
un pasaje que nos permitimos adelantar de inmediato:
“Para el caso del Departamento de Córdoba, su historia ha estado
caracterizada por la configuración de latifundios que han definido
un panorama de acceso desigual a la tierra, y que históricamente
ha ubicado al común denominador de las comunidades rurales en
una posición de vulnerabilidad, tanto por el precario acceso a los
medios de producción, como por la escasa vinculación efectiva a
las agendas de desarrollo de una política social integradora, esto,
sumando a la vulneración del Goce Efectivo de Derechos influyó
en la manera como sus habitantes establecieron una relación con
el territorio en el contexto de violencia armada y la vivencia del
desplazamiento forzado” (en este libro, pág. 128).
Y para dar por finalizado el vínculo con este punto específico del legado intelectual de Zuleta, debemos mencionar el escrito de Sinay del
Carmen Valentín y Moisés Joel Arcos, Violencias, confianza institucional
y cuerpos policiacos (séptimo). Un ensayo en el que, con todo y su atención en el contexto mexicano, queda más que confirmada la afinidad
y convergencia con el discurrir del presente ensayo.
Lo anterior es así, de un lado, en lo que llamaremos su encuentro
analítico: gracias a la forma en que se define(n) la(s) violencia(s). Esto,
sostenemos, tanto en el sentido de la ausencia de certezas frente a la
“polisemia conceptual” (en este libro, pág. 146) de tal vocablo violencia
(en nuestro caso frente a la categoría de víctimas) y, de igual modo,
aunque mucho más importante, frente al desconcertante hecho de que
dicha violencia “en años recientes se ha vuelto productora del orden
social, de ahí su carácter paradójico” (pág. 147).
Del otro lado, dicha convergencia también tiene lugar dentro de lo
que denominaremos encuentro normativo: gracias a que allende a la
simple comprensión de la violencia como “daño al cuerpo de otro”
(en este libro, pág. 148) los autores (si es que hemos entendido bien las
Reflexionar sobre la paz tras las huellas de Estanislao Zuleta. Una introducción
cosas) terminan apostando por una perspectiva triangular y dialéctica
en la que además de esta comprensión tradicional quedan igualmente
incluidas tanto lo que (de la mano de Galtung) denominan violencia
estructural, esto es, “la posición ocupada por los sujetos en la estructura social, la posesión de capitales y por ende los accesos u obstáculos
a los beneficios” (pág. 147). También lo que (desde el mismo autor)
llaman violencia cultural, es decir, aquella “que pertenece al mundo
de la naturalizado, de lo no cuestionado” (pág. 148) y como tal la más
arraigada. Hay más. Se trata igualmente de una clara concordancia
normativa en tanto que (ahora desde el trabajo de Jenny Pearce) en
sus páginas ambos autores nos ofrecen la siguiente exigencia ética: “es
necesario buscar formas para no justificar la violencia, el no utilizar la
violencia en contra de la violencia que otros usan” (pág. 148).
Así las cosas y aunque tal vez se esté hilando muy delgado, correremos
el riesgo de afirmar que el siguiente es el punto más interesante que,
como consecuencia de ambas convergencias (analítica y normativa)
nos ofrece este sexto ensayo. Con todo y la pérdida de confianza que
en los mexicanos ha generado el actuar de los cuerpos de seguridad,
también de sus integrantes, seres humanos como tú y como yo, pueden
pensarse como víctimas de la violencia; de esas formas de violencia
(estructural o cultural) “más tenues […] tan incorporadas en la práctica cotidiana que resultan imperceptibles” (en este libro, pág. 151). El
punto clave está en “el ser policial” (pág. 156), esto es, en el hecho de
que la “vivencia del policía alrededor de la institución, las condiciones
sociolaborales no han sido estudiadas con profundidad, la información
sobre la policía es escasa, imposibilitando la creación de bases de datos
que den cuenta de su situación” (pág. 156). De los alarmantes datos
que al respecto nos ofrecen Valentín y Arcos nos limitamos a transcribir
el siguiente párrafo:
La mayor parte de los policías municipales en el año 2008 carecían
de prestaciones, excepto el aguinaldo. En algunos municipios los
policías laboraban todos los días del año, sin días de descanso, días
feriados y sin tener vacaciones. En términos de salud, se registró la
presencia de enfermedades, tales como la diabetes, hipertensión
o deficiencias visuales en el 71% de los policías, es decir, más de
31
32
Reflexiones académicas alrededor de la paz
la mitad. En el plano de estabilidad laboral para el 91.6% el crecimiento profesional y su estabilidad laboral eran profundamente
inciertas. Había ausencia de equipo o en su defecto el equipo con el
que se contaba estaba deteriorado. De acuerdo con Azaola y Ruiz
(2006) los policías debían gestionar no solo su reclutamiento lo cual
implicaría un ascenso, sino también la posibilidad de equiparse (en
este libro, pág. 158).
(3) Una lectura políticamente comprometida
de nuestro pasado de guerra
La última idea que nos disponemos a traer del legado intelectual de
Zuleta es la que justifica la tesis política mencionada arriba (1). De
nuevo, esa tesis que afirma que es únicamente dentro de la vía de la
democracia desde donde resulta al mismo tiempo plausible y posible
asumir la lucha “en favor de los explotados contra los explotadores, de
los dominados contra los dominadores, de los que son más vulnerables
contra los que son más poderosos” (2008a, pág. 25).
Hemos de advertir que, aunque ello nos exija una breve salida del pensamiento de Zuleta, comenzaremos explicando la doblemente señalada
distinción entre plausibilidad y posibilidad. En efecto, se trata de una
distinción disponible en Gargarella (2005) y, de acuerdo con la cual,
al momento de enfrentar este difícil asunto del cómo lidiar con las
consecuencias de la injusticia, o dentro del canon de la teoría política,
con las ideas del derecho de resistencia (o del derecho a la revolución),
resulta necesario distinguir entre la pregunta por su justificación, por
su deseabilidad (plausibilidad) y por sus condiciones de posibilidad.
Nuevamente desde el horizonte del liberalismo de las eternas minorías
afirmaremos que, por oposición a Gargarella (2005), la pregunta en sí
por la justificación del derecho de resistencia no presenta hoy en día
ninguna dificultad (ni encanto). La razón, es este el gran legado que nos
dejó Hitler en la teoría política; o en términos generales, que nos dejó
el totalitarismo. Y es que, de acuerdo con Shklar (1998b), luego de tal
experiencia, nadie, léase bien, nadie, “argues for unconditional obedience to
Reflexionar sobre la paz tras las huellas de Estanislao Zuleta. Una introducción
governments” (pág. 58); o, en un pasaje mucho más claro, “[l]ittle follows
from this, since no one argues for unconditional obedience in response. It has
been noted that one of Hitler`s services to political theory has been to do away
with theories of unconditional obedience to all and any ruler” (1998a, pág. 39).
De acuerdo con lo anterior, si, tal y como lo señalamos arriba (1) tanto Zuleta como Rawls y Pogge tienen razón al indicar que es en este
punto donde aparece el asunto más difícil para la teoría política, ello
es así, no porque estén en duda las razones para tirar al traste el deber
moral de obedecer al derecho en casos de opresión. Sí lo es, puesto que
con todo y la plena disponibilidad de tales razones, no está para nada
claro que el camino de la violencia en contra del régimen establecido
resulte ora plausible ora posible. Rogamos se nos permita acudir a dos
ejemplos que ilustran las diferencias entre estas categorías diferenciadas.
Tiene lugar su implausibilidad en la medida en que, como lo señala
el mismo Pogge (2005), al menos en los casos en los que el fanatismo
revolucionario causa daños severos o riesgos sustantivos a la población
no combatiente (¿y qué revolución no los causa?):
[…] es difícil que una resistencia que provoque daños de consideración resulte rentable hoy en día. Más bien, dicha resistencia tendería
a resultar enormemente contraproducente, dado que aquellos que
hoy se encargan de sostener instituciones violatorias de los derechos
humanos tienen la capacidad para aprovecharse de tales actos de
violencia, ya sea para desviar la atención de sus propios actos o,
peor aún, para justificar los abusos que ellos mismos cometen. Las
`guerras contra el terrorismo´ alentadas por Israel y los Estados
Unidos, por ejemplo, tornan mucho más difícil que concentremos
nuestra atención sobre los asentamientos de Israel en los territorios
ocupados, y sobre las severas cargas económicas que los Estados
Unidos imponen sobre los países y ciudadanos más pobres, dado
que las críticas a tales prácticas son rechazadas con ligereza como
`rendirse al terrorismo´. Las mayores violaciones masivas de derechos humanos que se producen en la actualidad son cometidas por
agentes que gozan de una superioridad sin precedentes en lo que
hace a la posesión de medios coercitivos (lo cual les permite destruir
33
34
Reflexiones académicas alrededor de la paz
toda resistencia violenta o reducirla a niveles deseables), y además
de un control sin precedentes sobre los medios de comunicación y
la opinión pública (lo cual les permite usar toda resistencia violenta
para su propia ventaja) (pág. 162).
Por su parte, tiene lugar su imposibilidad puesto que, tal y como lo ha
señalado Levi (2005):
[…] la ecuación opresión-rebelión es un estereotipo. No quiero decir
que no sea válida nunca: digo que no siempre es válida. La historia
de las rebeliones, es decir, las revueltas desde abajo, de los `muchos
oprimidos´ contra los `pocos poderosos´, es tan vieja como la historia
de la humanidad y tan variada y trágica como ella. Ha habido unas
pocas rebeliones victoriosas, muchas han sido derrotadas, otras
innumerables han sido sofocadas apenas empezadas, tan precozmente que no han dejado huellas en las crónicas. Las variables en
juego son muchas: la fuerza numérica, militar e ideológica de los
rebeldes y, correlativamente, de la autoridad desafiada, las relativas
cohesiones o divisiones internas, las ayudas exteriores a los unos
y a la otra, la habilidad, el carisma o el espíritu demoníaco de los
jefes, la suerte (pág. 610).
Regresamos a Zuleta. Y ello, para ofrecer dos nuevas transcripciones
que explican bastante bien desde su legado intelectual, tanto la indeseabilidad como la imposibilidad de la rebelión en Colombia. Hay
más. Pasajes que dan igualmente cuenta de lo que denominamos una
lectura políticamente comprometida o militante de nuestro pasado de
guerra. El primero:
Su peligrosidad [se refiere a las guerrillas de las FARC y el EPL]
no consistía –como no consiste hoy– en que tuvieran perspectivas
reales de tomar el poder, sino en que justificaban las tendencias
represivas dentro del Estado y la permanencia crónica del estado
de sitio. Y también en que dificultaban al máximo, como ocurre
todavía, la formación de una izquierda democrática y reformista
(2008d, pág. 155).
Reflexionar sobre la paz tras las huellas de Estanislao Zuleta. Una introducción
El otro,
Tal vez sea más frecuente en este movimiento la idea peregrina
de `combinar todas las formas de lucha´, como si la lucha armada
no alentara los sectores más reaccionarios del establecimiento e
impidiera una ampliación democrática, sin la cual las luchas legales
carecen de posibilidad. En realidad, los extremistas de derecha y de
izquierda tienen entre sí las más siniestras relaciones, se alimentan
recíprocamente, se dan recíprocamente razones y justificaciones,
constituyen una alianza inconsciente pero poderosa contra el avance
de la democracia (2008e, pág. 186).
Para dar por finalizado este ensayo solo nos hace falta mencionar el
último de los capítulos que componen el libro, La construcción de Estado
en Colombia, escrito por Sergio Silva Arroyave. Ejercicio en el que,
insistiendo en que para nada compromete a su autor en lo que vienen
como nuestros propios juicios, afirmaremos lo siguiente. Las dificultades acabadas de mencionar acerca del cómo deberíamos y podríamos
actuar frente a la injusticia o ilegitimidad de un orden institucional
(ordenamiento jurídico) establecido, se hacen mucho mayores cuando
nos encontramos en la situación fáctica presupuesta por Silva Arroyave,
y, de acuerdo con la cual, Colombia es uno más de esos Estados débiles
o frágiles en donde “la autoridad a menudo proviene de un número
limitado de grupos sociales o de interés que reflejan una organización
política en la cual los intereses representados son solo los de las coaliciones privilegiadas” (en el presente libro, págs. 173).
En una situación como esta, queremos insistir en nuestro punto, el
problema maximizado no es el de si están o no disponibles las razones
para la revuelta. Lejos, lo que vemos como tal es la variedad de órdenes
normativos o de fuentes de poder (guerrillas, narcotraficantes, neoparamilitares, delincuencia común, funcionarios estatales y sus regímenes
privados) a los que quedan sujetos los individuos cotidianos, los seres
humanos en sus vidas ordinarias y desprovistos de todo tipo de poder
militar, político o económico. Esto, al punto en que incluso y por
35
36
Reflexiones académicas alrededor de la paz
encima de todo tipo de consideración racional, desde su perspectiva no
parece quedar otra alternativa que leer como un privilegio (un anhelo)
el ser (verse como) sujeto de ese tipo de dominación (ilegítima) que
tiene lugar por las vías del derecho y a través de los estrados judiciales.
Referencias
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Garzón Valdez, E (2008) Pluralismo, diferencia y desigualdad. En: Memorias
tercer congreso Iberoamericano de filosofía, Revista Estudios de Filosofía,
ISNN: 0121-3628. Medellín: Universidad de Antioquia. págs. 171-187.
Giraldo Ramírez, J. (2015). Las ideas en la guerra. Justificación y crítica en la
Colombia contemporánea. Bogotá: Debate.
Levi Primo (2005) Los hundidos y los salvados. En: Trilogía de Auschwitz
Barcelona: Aleph.
Pogge, T. (2005) La pregunta sobre el derecho de resistencia. En: Gargarella,
R. El derecho a resistir el derecho, Buenos Aires: Miño y Dávila.
Rawls, J. (1995). Teoría de la justicia. México. D.F.: Fondo de Cultura
Económica.
Rawls, J. (1996). El liberalismo político. Barcelona: Crítica.
Rorty, R. (1991). Contingencia, ironía y solidaridad. Barcelona: Paidós.
Smith, Steven B. (1989) Hegel`s Critique of Liberalism. Rights in Context.
Chicago: Chicago University Press.
Shklar, J. N. (1984). Ordinary vices. Cambridge: Hardvard University.
Shklar, J. N. (1998a) “Obligation, Loyalty, Exile”. En: Stanley Hoffman (Ed.)
Political Thought and Political Thinkers, Chicago, Chicago University Press.
Shklar, J. N. (1998b) “The Bonds of Exile”. En: Stanley Hoffman (Ed.)
Political Thought and Political Thinkers, Chicago, Chicago University Press.
Shklar, J. N. (1998c). “Positive Liberty, Negative Liberty in the United
States”. En Hoffmann y Thompson (Eds.) Redeeming American Political
Thought, Chicago, Chicago University Press.
Zuleta, E. (2008a). La democracia y la paz. Conferencia al M-19 en Santo
Domingo, Cauca, mayo de 1989. En: Colombia: violencia, democracia y
derechos humanos (quinta ed., págs. 13-28). Medellín: Hombre Nuevo.
Reflexionar sobre la paz tras las huellas de Estanislao Zuleta. Una introducción
Zuleta, E. (2008b). Sobre la guerra. En: Colombia: violencia, democracia y derechos
humanos (quinta ed., págs. 29-31). Medellín: Hombre Nuevo.
Zuleta, E. (2008c). Para una concepción positiva de la democracia. En:
Colombia: violencia, democracia y derechos humanos (págs.150-164). Medellín:
Hombre Nuevo.
Zuleta, E. (2008d). Derechos humanos, violencia y narcotráfico. En: Colombia:
violencia, democracia y derechos humanos (págs.150-164). Medellín: Hombre
Nuevo.
Zuleta, E. (2008e). Violencia y derechos humanos. En: Colombia: violencia,
democracia y derechos humanos (págs.175-192). Medellín: Hombre Nuevo.
37
39
CAPÍTULO II
Justicia prospectiva en el acuerdo
final para la paz celebrado entre el
Estado colombiano y las FARC-EP1
Katerine Hernández Tirado2
Daniela María Orozco Poveda3
Las negociaciones entre el gobierno y las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia - Ejército del Pueblo (FARCEP) se iniciaron con la esperanza de dar fin al conflicto armado interno4. El informe ¡Basta ya!, en su acápite segundo, hace una
1
Este capítulo es resultado del proyecto de investigación denominado: “Ideas
de paz de las asociaciones de víctimas del conflicto armado en Montería”,
financiado por la Universidad Pontificia Bolivariana, Seccional Montería.
2
Abogada, Universidad de Medellín. Magíster en Gobierno, Universidad
de Medellín. Docente investigador del Grupo COEDU de la Universidad
Pontificia Bolivariana, Seccional Montería. Estudiante del Doctorado en
Derecho de la Universidad de Medellín Correo electrónico:
[email protected]
3
Abogada, Universidad Pontificia Bolivariana, Seccional Montería. Magíster
en Derecho, Universidad de Medellín. Estudiante del Doctorado en Estudios
Políticas y Jurídicos en la Universidad Pontificia Bolivariana, Sede Medellín.
Docente investigador del Grupo COEDU de la Universidad Pontificia
Bolivariana, Seccional Montería. Correo electrónico: daniela.orozcop@
upb.edu.co
4
La definición de conflicto armado interno se encuentra en el Artículo 1°
del Protocolo II adicional a los acuerdos de Ginebra, que fue ratificado
por Colombia en 1994. Según dicho estatuto internacional se habla de
“conflicto armado de carácter no internacional”, equivalente a conflicto
40
Reflexiones académicas alrededor de la paz
recapitulación de la historia del conflicto armado en Colombia, para
ello lo divide en cuatro etapas: La primera etapa (1958-1982) marca la
transición de la violencia bipartidista a la subversiva, caracterizada por
la multiplicación de las guerrillas. El segundo periodo (1982-1996) se
distingue por la proyección política, expansión territorial y crecimiento
militar de las guerrillas, el surgimiento de los grupos paramilitares, la
crisis y el colapso parcial del Estado, la irrupción y propagación del
narcotráfico. El tercer periodo (1996-2005) marca el recrudecimiento
del conflicto armado. Se distingue por las expansiones simultáneas de
las guerrillas y de los grupos paramilitares, la crisis y la recomposición
del Estado en medio del conflicto armado y la radicalización política
de la opinión pública hacia una solución militar del conflicto armado.
El cuarto periodo (2005-2012) marca el reacomodo del conflicto armado. Se distingue por una ofensiva militar del Estado que alcanzó su
máximo grado de eficiencia en la acción contrainsurgente. (Grupo de
Memoria Histórica (GMH), 2013).
Es al final de ese cuarto periodo, descrito por el GMH, cuando se
dio lugar a las negociaciones con las FARC-EP, y desde entonces la
justicia se convirtió en tema recurrente en las investigaciones científicas, sociales y jurídicas, en razón que el debate se centró en: evitar la
impunidad, en garantizar la no repetición y la reparación, en conjurar
una alternativa a la justicia ordinaria y en sus implicaciones. En el libro
Justicia para la paz: Crímenes atroces, derecho a la justicia y paz negociada del
Centro de Estudios de Derecho, Justicia y Sociedad (Dejusticia), se
establece un estudio desde la teoría de los límites jurídicos necesarios
dentro del marco del proceso de paz con las FARC, es así como se
determinan cuatro elementos únicos de este proceso:
El primero es un consenso relativamente extendido en torno a la
idea de que una transición legítima de la guerra a la paz debe partir
de un adecuado balance entre el logro de esta y los imperativos
armado interno, cuando un Estado es confrontado por una o varias fuerzas
armadas irregulares, disidentes, organizadas bajo un mando responsable,
las cuales al ejercer control sobre parte del territorio donde pueden adelantar acciones militares de formas sostenida y concertada.
Justicia prospectiva en el Acuerdo final para la paz celebrado entre el Estado Colombiano y las FARC-EP
éticos y jurídicos de satisfacción de los derechos de las víctimas.
[…] El segundo es la existencia de una mayor vigilancia y presión
internacional, que puede implicar incluso el escrutinio de las condiciones jurídicas de la desmovilización por parte de tribunales
internacionales. El tercero es la apropiación del discurso de la no
impunidad y de las exigencias de verdad, justicia y reparación por
parte de distintos actores de la sociedad civil que encuentran hoy
en el campo judicial un escenario que no solo es receptivo a estas
demandas, sino que tiene un poder importante en la definición de
la ruta jurídica de una transición. La conjunción de estos tres elementos configura un cuarto factor, que es el significativo peso que
hoy tiene el discurso jurídico en el curso de la negociación política
(Uprimny Yepes, Sánchez Duque, & Sánchez León, 2014, pág. 15).
Sin embargo, hay un elemento establecido dentro del acuerdo final
para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y
duradera que ha sido poco estudiado, que se considera el eje orientador
de todo el sistema integral de verdad, justicia, reparación y no repetición
(en adelante el SIVJRNR) y es la justicia prospectiva. En el prólogo
del mencionado acuerdo es exaltada ya que esta se determina como el
reconocimiento de derechos fundamentales esenciales para las nuevas
y futuras generaciones, en este caso en concreto el acuerdo se refiere:
al derecho a una tierra conservada, el derecho a la preservación de la
especie humana, el derecho a conocer sus orígenes y su identidad, al
derecho a conocer la verdad sobre hechos acontecidos antes de su nacimiento, al derecho a la exención de responsabilidades por las acciones
cometidas por las generaciones precedentes, al derecho a la preservación de la libertad de opción, y a otros derechos, sin perjuicio de los
derechos de las víctimas de cualquier edad o generación a la verdad, la
justicia y la reparación. (FARC -EP & Gobierno de Colombia, 2016).
La cuestión es que el desarrollo de la justicia prospectiva se realiza en el
marco del acápite sobre las víctimas en el acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera,
afirmando que este tipo de justicia se refiere a un vínculo entre generaciones que se eslabonan en el tiempo y dice: “La Justicia es prospectiva
en cuanto considera que una época influye ineluctablemente sobre las posteriores”
(FARC -EP & Gobierno de Colombia, 2016).
41
42
Reflexiones académicas alrededor de la paz
I. Acercamiento al concepto
de justicia prospectiva
Establecer un concepto claro de justicia prospectiva se convierte en una
tarea mucho más compleja de lo supuesto, al estar siempre interrelacionada con la justicia intergeneracional y con los temas medioambientales y de desarrollo sostenible, por esto se parte del supuesto de que la
justicia prospectiva es una subdivisión de la justicia intergeneracional.
A. Justicia intergeneracional
La idea de una justicia entre generaciones no es nueva, Thomas Paine
afirmaba en 1792 que “cada época y generación debería ser tan libre
para actuar por sí misma, en todos los casos, como las épocas y generaciones que le precedieron” (Paine, 2008), en ese momento histórico
(siglo xviii) ya se empezaba a teorizar sobre las obligaciones entre
generaciones, obviamente siendo la postura mayoritaria que cada
generación es independiente, sin embargo, en la actualidad con la
revisión del concepto de “futuro”5 se han replanteado las ideas sobe
los compromisos y obligaciones entre generaciones.
El concepto de justicia intergeneracional que subyace en las diversas
teorías de justicia fue propuesto en 1974 por el economista James Tobin,
quien escribió: “Los administradores de las instituciones donantes son
los guardianes del futuro en contra de las pretensiones del presente. Su
5
La primera objeción a la idea de futuro tiene una raíz epistemológica. No
es difícil reconocer los indicios de un pensamiento que entiende el futuro
como lo completamente impredecible y, por ende, como justificación para
la omisión de obligaciones hacia las personas que todavía no han nacido.
Desde el ángulo opuesto también se piensa el futuro como algo totalmente
predecible y esta impredecibilidad se traduce en el destierro de lo nuevo, la
aniquilación del futuro en sí mismo. La segunda objeción tiene imbricación
con la historia de la idea de futuro. El fin de la modernidad nos brindó el
nacimiento de sistemas totalitarios, como indicaba Hannah Arendt, pero
también la disolución del “concepto unitario de tiempo” sustituido por
experiencias fragmentadas, diversificadas (Rohbeck, 2012).
Justicia prospectiva en el Acuerdo final para la paz celebrado entre el Estado Colombiano y las FARC-EP
tarea es administrar lo que se dona para preservar la equidad entre las
generaciones” (Tobin, 1974, pág. 427).
Para la justicia intergeneracional existen dos direcciones a la vez opuestas y complementarias sobre la justicia: la retrospectiva que se refiere
a una situación pasada, ya como retribución o como reparación por
el daño; por otro, la prospectiva que su deber ser apunta a situaciones
futuras señalando el compromiso y la medida en que corresponde
actuar frente a ellas (LI.Ambías de Azevedo, 1949).
Es así como, tanto la perspectiva de justicia prospectiva como la retrospectiva se conciben ordinariamente dentro de un límite que, aunque
no sea enunciado, está indudablemente supuesto: la coexistencia de los
sujetos –individuales o colectivos– elemento de la relación de justicia,
que además puede, dicho término ampliarse hasta llegar a comprender
a las generaciones futuras.
Si nos percibimos como un todo colectivo, es fácil argumentar que
estamos obligados a estar preocupados por la suerte de aquellos que
harán parte de las futuras generaciones. Pero la pregunta es cómo y
en qué medida nuestras presentes acciones y decisiones deben estar
orientadas hacia el futuro.
a. La responsabilidad en la justicia intergeneracional
Un elemento intrínseco de la justicia intergeneracional es la responsabilidad, entendida esta desde una perspectiva prospectiva, y refiriéndose a
las posibles conductas no realizadas todavía, es entonces que este deber
está necesariamente orientado hacia el futuro. Por consiguiente, todos
seremos siempre responsables, en términos de una obligación, por acciones o eventos, que tienen lugar en el futuro o en generaciones futuras.
Dieter Birnbacher, se refiere a la asignación de la responsabilidad entre
generaciones de la siguiente forma:
The assignment of responsibility would only be confronted with conceptual objections if it disregarded essential conditions of a legitimate
43
44
Reflexiones académicas alrededor de la paz
assignment of responsibility, that is if it was assigned to constructs
like ‘mankind’ or ‘the present generation’ which cannot be reasonably
assumed to be subjects of action, if present individual or collective
acting had no kind of significant global or temporal long-distance
effects; or if the carriers of future responsibility were not able to
influence –in whatever direct form– the alarming developments.
None of these conditions of exclusion applies to the responsibility for
future generations. If responsibility is assigned to pseudo-subjects
like ‘man’ or ‘the present generation’, it can normally be interpreted
as an elliptical phrase for demands that are primarily directed to
those collective agents who have the strongest influence, for instance present governments or leading industrialists in industrial
nations. Neither are the other two conditions of exclusion fulfilled
[…] (Birnbacher, 2006, pág. 26)6.
Es decir, la asignación de responsabilidad de los hechos realizados por
conceptos generalizados como generación futura es consecuencia de un
daño de carácter “global” y con efectos de larga distancia intergeneracionales causados por la actuación u omisión de la generación presente.
Rawls (1997) en relación con los compromisos y obligaciones de una
generación futura plantea que estos son el resultado de un componente emocional y que si bien, los sentimientos no deberían ser un
6
Traducción de los autores: “La asignación de responsabilidad solo podrá
ser confrontada con objeciones conceptuales si no se tienen en cuenta las
condiciones esenciales de una legítima concesión de responsabilidad, que si
fue determinada para conceptos como humanidad o presente generación,
que no puede ser asumido razonablemente por los sujetos de acción, si los
presentes individuos o colectividad no tienen un significado global o efectos temporales a larga distancia; o si conlleva una responsabilidad futura
que no influye- en cualquier forma de dirección- el alarmante desarrollo.
Ninguna de esas condiciones de exclusión aplica a la responsabilidad para
futuras generaciones. Si la responsabilidad es asignada a pseudo-sujetos
como ‘hombres’ o la ‘presente generación’, puede normalmente ser interpretado como una frase elíptica por la demanda que es primariamente dicto
a esos agentes colectivos que tienen la más fuerte influencia, por instancia
de los presentes gobiernos o líderes industriales en naciones industriales.
Ninguna de las otras dos condiciones de exclusión complementaria”
Justicia prospectiva en el Acuerdo final para la paz celebrado entre el Estado Colombiano y las FARC-EP
elemento trascendente para alcanzar un estatus de justicia, las personas que originalmente establecieron los hechos y circunstancias para
alcanzarla, de hecho no saben a qué generación pertenecen, entonces
estas proposiciones se mantienen para todas las generaciones (presente,
pasado y futuro).
Ahora bien, si existe una responsabilidad también se genera un derecho
–algo que Rawls (1997) llamaba “the circumstances of justice”7 refiriéndose entonces a que la relación obligación-derecho está sometida a los
principios de cooperación y reciprocidad; esa circunstancia de justicia es
la base de la teoría de la justicia de Rawls –claramente contractualista,
basada en la existencia de un acuerdo de mutuos beneficios– y que en
el tema de justicia intergeneracional plantea el reconocimiento de un
segundo elemento que es el de comunidad.
b. El concepto de comunidad en la justicia intergeneracional
Siguiendo con la idea planteada en el acápite anterior, uno de los elementos esenciales para entender la justicia intergeneracional es el de
comunidad, O’Neill establece que “a community is constituted by
members of a collective hat understand themselves as having certain
continuity over time, and who see their own interests as bound up with
those of future members of that collective”8 (O’Neill, 1993, pág. 46).
De acuerdo con ese sentido requerido de identidad comunitaria
planteado por O´Neill, en todo acuerdo es necesario para su éxito la
cooperación entre generaciones, pues son las presentes generaciones
quienes se comprometen y son las futuras generaciones quienes están
llamadas a recibir los beneficios.
7
Traduce: La circunstancia de justicia.
8
Traducción propia: “Una comunidad está constituida por miembros de un
colectivo que se entienden entre ellos y que tienen cierta continuidad en
el tiempo, y que ven sus propios intereses como vinculados con los de los
futuros miembros de ese colectivo”.
45
46
Reflexiones académicas alrededor de la paz
Avner de-Shalit (1995) introduce el concepto de “transgenerational
community”, esta noción se refiere a que el concepto de comunidad
que se extiende en el futuro se constituye bajo el reconocimiento de
su propia identidad, la cual se encuentra intrínsecamente conectada
con pasadas, presentes y futuras generaciones.
La posibilidad de realmente construir una comunidad recae sobre el
reconocimiento colectivo de un sentimiento, del compartir un entendimiento propio de los participantes y el acuerdo implícito social, ese
sentido de identidad comunitaria se manifiesta de tres formas: 1) a través
de la interacción interpersonal diaria, 2) la interacción cultural, y 3)
las similitudes morales; si bien los dos primeros puntos claramente no
permiten la inclusión de las futuras generaciones dentro del concepto de
comunidad, la tercera forma admite el reconocimiento de estas como
miembros participantes de la comunidad, bajo premisas de impulsos
emocionales y humanitarios, además de postulados racionales sobre
las ideas de que estos sujetos no existentes tendrán por educación una
moral similar a la de sus ancestros.
En otras palabras,
I am claiming here that the constitutive community extends over
several generations and into the future, and that just as many people
think of the past as part of what constitutes their ´selves´, they do
and should regard the future as part of their ´selve´. These are the
relations that form the transgenerational community, which is the
source of our obligations to future generations (De-Shalit, 1995,
págs. 15-16)9.
9
Traducción de los autores: “Estoy clamando aquí que se extienda una
comunidad constitutiva sobre muchas generaciones y en el futuro y que,
así como muchas personas piensan del pasado como parte de que como
ellos se constituyen, ellos hacen y deberían tener en cuenta el futuro como
parte de ellos mismos. Esto se relaciona de una forma de comunidad
transgeneracional, la cual es la fuente de nuestras obligaciones con las
futuras generaciones”
Justicia prospectiva en el Acuerdo final para la paz celebrado entre el Estado Colombiano y las FARC-EP
En relación con la comunidad, Ori J. Herstein (2009) establece que en
el contexto normativo, términos como generaciones futuras se utilizan
para referirse a todas las personas en el futuro, a algunas personas en
el futuro, a todas las futuras generaciones (centrada en la generación
como tal, no en sus miembros), a algunas generaciones futuras, (por
ejemplo, las temporalmente más cercanas), a ciertos grupos de futuras
cohortes de nacimientos, a los grupos futuros (por ejemplo, las generaciones futuras de humanos), a miembros futuros de un cierto grupo
futuro, y así sucesivamente.
B. Noción de justicia prospectiva
La justicia prospectiva es una especie de justicia sui generis (Gómez
Franco, 2015), pues este tipo permite ampliar los intereses de los
miembros de la comunidad más allá del tiempo presente, en el estudio
de esta noción de justicia lo que nos interesa es que lo que debe ser
justo o no debe ir más allá de fronteras espacio temporales, en razón
de que lo que se entiende como sistema jurídico debe enfocarse en
comunidades intergeneracionales que incluyen sujetos inexistentes.
Este tipo de justicia permite resolver asuntos extremos10, instando a
que la sociedad del conflicto no deba limitarse a considerar los valores
de las generaciones presentes y pasadas, sino tener en cuenta las generaciones futuras, con lo cual se podrían superar los odios, los rencores
y se dejaría atrás el conflicto y la violencia.
En consonancia, esta clasificación de la justicia intergeneracional cuenta
con los mismos elementos de responsabilidad –derechos y comunidad– y, por ende, los aspectos culturales, morales y políticos de una
generación se extienden más allá de la vida del individuo y permiten
el reconocimiento de una identidad colectiva.
10
Se hace referencia a guerras presentes y futuras, conflictos pasados,
presentes y futuros, desastres naturales presentes y futuros, daños ambientales pasados, presentes y futuros, entre otros.
47
48
Reflexiones académicas alrededor de la paz
II. La justicia prospectiva y la jurisdicción
especial para la paz
El reconocimiento de una justicia prospectiva como fundamento
teórico de la jurisdicción especial para la paz, implica un compromiso real con la verdad, la reconciliación, garantías de no repetición y
construcción de una memoria colectiva11, por ello dentro del Acuerdo
Final para la Terminación del Conflicto se establece en el SIVJRNR,
que es obligación de las partes:
Satisfacer el derecho de las víctimas a la justicia, ofrecer verdad a la
sociedad colombiana, proteger los derechos de las víctimas, contribuir al logro de una paz estable y duradera, y adoptar decisiones que
otorguen plena seguridad jurídica a quienes participaron de manera
directa o indirecta en el conflicto armado interno, respecto a hechos
cometidos en el marco del mismo y durante este que supongan
graves infracciones del Derecho Internacional Humanitario y graves
violaciones de los Derechos Humanos (FARC -EP & Gobierno de
Colombia, 2016, pág. 143).
En el artículo 4 del Proyecto de Ley Estatutaria de la Administración
de Justicia en la Jurisdicción Especial para la Paz establece que:
Artículo 4. Justicia prospectiva. Un paradigma orientador de
la Jurisdicción Especial para la Paz es la idea de que la comunidad
política no es solo una unión de coetáneos, sino también un vínculo
entre generaciones que se eslabonan en el tiempo. La Justicia es
prospectiva en cuanto considera que una época influye ineluctablemente sobre las posteriores. Se trata de una justicia prospectiva
respetuosa de los valores del presente y a la vez preocupada por
acabar con conflictos que no deben ser perpetuados, en aras de la
defensa de los derechos de las futuras generaciones.
11
Implica que en los territorios las comunidades construyan espacios que
les permitan recordar el qué y el por qué les aconteció y cómo lograron
superar esos hechos.
Justicia prospectiva en el Acuerdo final para la paz celebrado entre el Estado Colombiano y las FARC-EP
La justicia prospectiva reconoce derechos fundamentales esenciales para las nuevas y futuras generaciones, como son el derecho a
una tierra conservada, el derecho a la preservación de la especie
humana, el derecho a conocer sus orígenes y su identidad, el derecho a conocer la verdad sobre hechos acontecidos antes de su
nacimiento, el derecho a la exención de responsabilidades por las acciones cometidas por las generaciones precedentes, el derecho a la
preservación de la libertad de opción, y otros derechos, sin perjuicio
de los derechos de las víctimas de cualquier edad o generación a la
verdad, la justicia y la reparación (Congreso de la República, 2017).
Esta justicia cabría en el proceso colombiano en la medida en que la paz
se convierte casi que en un supraderecho12 –que sintetiza a los demás– y
sería entonces el elemento de cohesión para las nuevas generaciones.
En el mencionado proyecto de ley es claro que la justicia prospectiva
se establece bajo los parámetros de la verdad, reparación a las víctimas
y las garantías de no repetición, reconociendo derechos fundamentales
esenciales para las nuevas y futuras generaciones; transformar un estado
12
La idea de que la Paz sea un “supraderecho” que englobe todos los demás,
no es nueva, pero sí generalizada. El pretender que sin paz no hay derechos
humanos y sin derechos humanos no hay paz, si bien no es del todo fuera
de fundamento es claro que los derechos humanos no se deben a la paz ni
viceversa. Cada concepto tiene su propio origen, sus prácticas y sentidos;
sin embargo, sí existe una relación entre ambos, un ejemplo claro de dicha
conexión se vislumbra en el Preámbulo de la Declaración Universal de
Derechos Humanos: “Considerando que la libertad, la justicia y la paz en
el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de
los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia
humana […]” (Asamblea General de las Naciones Unidas, 1948)
El entender que no por ello la paz está llamada a pasar por encima de los
derechos, ni estos convertirse en obstáculos para acordar entradas a la
paz como resultado de las salidas del ánimo, ambiente y tragedia de la
guerra. Los derechos son una construcción colectiva a través del tiempo y
para que estos lleguen a su pleno reconocimiento pueden trascurrir varios
siglos; la paz en cambio puede lograrse en tiempos cortos, obedecer a conciliaciones o acuerdos de pocos para alcanzar estabilidad en las partes de
una unidad, las estructuras de la paz son frágiles y contrario a los derechos
puede ser derogada incluso por virtud democrática o por desacuerdos.
49
50
Reflexiones académicas alrededor de la paz
de paz negativa a paz positiva implica un cambio en los valores sociales
y enfocarlos en la construcción de una sociedad pacífica. Es necesario
entonces pensar sobre la sociedad que se tendrá en el futuro y sobre las
generaciones no nacidas para permitir que las heridas del pasado, sin
olvidarlas, sean el estímulo de un futuro diferente a la guerra y violencia.
Además, la justicia prospectiva nos debe llevar a construir una sociedad
más justa que abarque un nuevo acuerdo social y político. Los responsables del conflicto deben pedirles perdón a las víctimas, garantizando
que los hechos de violencia no se repitan. La justicia prospectiva debe
acompañarse de la reparación, la restauración, si es posible, y de la
acción participativa de la ciudadanía13.
Dadas las anteriores circunstancias, el marco interpretativo del acuerdo
final incorpora este concepto con la finalidad de armonizar las ideas
de justicia retributiva y restaurativa y para, de esa manera, construir
una sociedad en paz debe considerar también el bienestar de nuestras
generaciones futuras. Este ensamblaje completa un modelo de justicia
que, contrario a la noción de paz con impunidad, abre importantes y
esperanzadoras ventanas de oportunidad para que Colombia contribuya
a que el mundo en pleno, de cara al futuro y sobre las cenizas de una
primitiva idea de la justicia como retaliación y del castigo penitenciario
como mecanismo de disuasión, construya una idea de justicia cada vez
más ética y efectiva.
La responsabilidad sobre los crímenes cometidos en el marco del conflicto es tanto del Estado como de los grupos armados al margen de la
ley, bajo esa lógica, se debe tener en cuenta que, si bien el Estado es el
protector, garante y responsable de los Derechos Humanos, existe una
facción en la dinámica del conflicto que conceptualmente no viola los
derechos humanos, pero sí atenta contra los derechos fundamentales
y comente crímenes contra la humanidad.
13
El ciudadano debe tener conciencia del Estado, de la gestión del gobierno.
Entender que es corresponsable de la administración, ello presupone ser
un veedor activo que tiene conocimiento de la gestión de su entorno y que
por ende acompaña su desarrollo. (Sentencia C 292, 2003)
Justicia prospectiva en el Acuerdo final para la paz celebrado entre el Estado Colombiano y las FARC-EP
En consecuencia, la justicia prospectiva está basada en la noción de
consentimiento hipotético, en donde el tiempo es unidireccional y por
ende el impacto de una acción afecta en mayor o menor medida otra
generación; Rawls (1997) reconoce el hecho de que la humanidad se
desarrolla y progresa a lo largo de la historia y en consecuencia los temas
que preocupan de cada generación son diferentes, sim embargo, hay
ciertas constantes –paz, desarrollo sostenible y medio ambiente– que
generan una obligación moral entre la presente y futura generación.
En el caso de Colombia, el reconocimiento de la justicia prospectiva
en el marco del SIVJRNR, implica que el acuerdo firmado por el
Gobierno nacional y las FARC-EP es el incentivo que salvaguarda la
obligación de construir una sociedad en paz y que produzca beneficios
sociales NO para la generación que produjo el mencionado acuerdo
sino, para las generaciones futuras.
Gosseries (2008) establece que la generación presente tiene una obligación moral de dejar en un estado de equilibrio –para el caso de estudio
suponemos que este es un estado de no violencia– que permita construir una sociedad libre culpas y cargas del pasado. En el acuerdo final
para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y
duradera, se establece que Colombia –como sociedad- está supeditada
al principio de cooperación, como elemento motivador para edificar
comunidades (generación futura) respetuosa de los valores, pero sobre
todo interesada en acabar con el conflicto.
Por consiguiente, la forma en la que se establecen las obligaciones hacia
las personas del futuro subyace en el racionamiento de los intereses
propios de la comunidad que desean que se perduren o en el compromiso de que los contemporáneos respeten los proyectos iniciados en
la sociedad presente, situación claramente concretizada en el marco
jurídico para la paz y si bien las generaciones futuras son sujetos de
derechos y obligaciones en los mencionados acuerdos, la realidad es
que es solo la sociedad actual es parte de acuerdo.
El reconocimiento de la justicia prospectiva como eje rector del Acuerdo
Final implica un cambio en la manera de razonar y comprender las
51
52
Reflexiones académicas alrededor de la paz
potencialidades de la paz –en tanto concepto polisémico– paz negativa
(superación de la violencia física y de la guerra), paz positiva (superación
de la violencia estructural), paz cultural (superación de la violencia
cultural), de género etc. Que incluye la idea de “paz imperfecta”
como proceso múltiple de avance en las diferentes paces, por tanto:
“abierta”, inacabada, procesual, en permanente construcción, y con
una perspectiva que busca la transformación positiva y optimista basada
en el conocimiento intelectual y científico de nuestras experiencias
históricas y en las esperanzas del futuro (Muñoz, 2008).
III. Los derechos de las víctimas
en el acuerdo de paz
Las víctimas directas de la violencia en Colombia, así como sus familiares, amistades, vecindades y comunidades han experimentado
situaciones de horror extremo en condiciones de enorme indefensión
y humillación. Sus victimarios fueron arbitrarios y no conocieron límites. Los testimonios escuchados por el Grupo de Memoria Histórica
(GMH) ilustran la crueldad con la que actuaron los grupos armados
y la sevicia con que cometieron los actos, así como su clara intención
de sembrar el terror, instaurar el miedo, subyugar a la población y
controlar los territorios. A los propósitos y cálculos estratégicos de
las organizaciones armadas se sumaron prácticas de horror atroces e
inimaginables que respondieron a retaliaciones y odios que se explican,
entre otras razones, por la larga duración del conflicto y la ausencia de
una aplicación efectiva de leyes vigentes en el país que garanticen los
Derechos Humanos y el Derecho Internacional Humanitario. (Grupo
de Memoria Historica [GMH] , 2013)
Según la Resolución 40/34 de las Naciones Unidas de 1985, se recomienda para tratar a las víctimas con compasión y con respeto a su
dignidad, asegurando su seguridad, y que se les reconozca, informe
y facilite el derecho al acceso a las instancias de la justicia, además
de una reparación expedita del perjuicio que han sufrido. En esta
declaración de define a las víctimas como: personas que, individual o
colectivamente, han sufrido un perjuicio, especialmente un ataque a
Justicia prospectiva en el Acuerdo final para la paz celebrado entre el Estado Colombiano y las FARC-EP
su integridad psíquica o mental, un sufrimiento moral, una pérdida
de material, o un ataque grave a sus derechos fundamentales, debido
a acciones y omisiones que infringen las leyes penales en vigor en un
Estado, abarcando aquellas que prohíben los abusos criminales de poder
(Asamblea General de las Naciones Unidos , 1985).
En los casos de las victimas dentro un conflicto armado como es el caso
de Colombia, la mayoría de las investigaciones se llevan a cabo bajo la
figura de la justicia transicional y entender esta como el esfuerzo por
construir la paz sostenible tras un periodo de conflicto, violencia masiva o violación sistemática de los derechos humanos, implica entones
llevar a juicio a los perpetradores, revelar la verdad acerca de crímenes
pasados, reparar a las víctimas, reformar las instituciones abusivas y
promover la reconciliación. (Valdivieso Collazos, 2012)
Si bien la obligación del Estado de reparar a las víctimas y generar
espacios de convivencia que promuevan la resolución pacífica de conflictos es un compromiso planteado en el acuerdo, no es únicamente
esta generación “firmante” la que deba hacerlo, y es que claramente
un conflicto de 50 años no se va resolver en una sola generación, es un
proceso complejo y a largo plazo, que comprometerá recursos físicos,
económicos y humanos de sujetos no – existentes todavía, y la forma
más concreta de “encadenar” a las futuras generaciones es construyendo una identidad común, para ello se necesita según M. P. Golding
(1972) considerar el valor de la educación, “it is through the education
of succeeding generations that one establishes not only an audience for
one’s work, but also participants in the same enterprise who are able
to render it a possible success” (Golding, 1972, pág. 90)14.
Generándose una relación proporcional a mayor educación, mayor
será el compromiso moral que tienen las futuras generaciones con la
“causa” o “acuerdo”, y es que, si no existe la enseñanza de los hechos
14
Traducción de los autores: “Es a través de la educación de exitosas generaciones que son las que establecen no solo una audiencia para el trabajo
de uno, pero también participantes en la misma iniciativa, quienes están
habilitados para presentar un posible éxito”.
53
54
Reflexiones académicas alrededor de la paz
y acciones cometidos en el pasado, las consecuencias en el presente son
pocas las probabilidades que las generaciones futuras tengan éxito en
construir una sociedad en paz.
Conclusiones
La finalidad que tienen el reconocimiento de la justicia prospectiva
em el acuerdo final para la terminación del conflicto es plantear que
existe una responsabilidad hacia las generaciones futuras, que esta
surge bajo unos compromisos morales producto de la educación y el
reconocimiento como una sola comunidad.
Que si bien la justicia prospectiva hace énfasis en generaciones futuras
esta noción no excluye los hechos y acciones de las generaciones pasadas y presentes, por el contrario, lo que se busca es el reconocimiento
como una continuidad de estos, realizados por la misma comunidad,
y es que toda esta teoría se plantea bajo la necesidad de controlar y
prever las consecuencias de las acciones realizadas hoy, sobre las futuras
generaciones.
La relación obligación-derecho de los contractualistas, se puede alinear
a partir de disposiciones normativas, como es el caso del acuerdo de
paz, que lo que buscan es vincular a las generaciones futuras en una
problemática atemporal, causando de esa manera que estos sujetos noexistentes tengan un compromiso a no olvidar los hechos y acciones
pasadas y sobre todo a no repetir.
En conclusión, existe una conexión implícita entre generaciones que
es además irreversible, cualquier futura generación tendrá que vivir
con los cambios y, por ende, se establece la necesidad de generar
acuerdos que determinan la existencia de acciones perjudiciales y de
los compromisos morales, políticas, económicos y sociales a las cuales
las presentes y futuras generaciones quedan obligados.
Justicia prospectiva en el Acuerdo final para la paz celebrado entre el Estado Colombiano y las FARC-EP
Pensar los Acuerdos y el proceso de construcción de paz, desde la justicia prospectiva, permite relativizar cada aspecto acordado encontrando
en él, no solo los cambios, las limitaciones y permanencias, sino también
las potencialidades para construir nuevas relaciones.
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57
CAPÍTULO III
Lideresas en la comuna 1 de Medellín:
resistencias y apuestas por la
construcción de paz desde abajo1
Juan Pablo Acosta Navas2
Introducción
Este texto se constituye en un avance de la investigación titulada
Iniciativas comunitarias de construcción de paz en Medellín 2015-2018.
Una relectura del derecho humano a la paz. La investigación es de
carácter cualitativo y este capítulo pretende responder a dos de los
objetivos específicos, el primero es: Describir el contexto de la Comuna 1
de Medellín a partir de las experiencias de violencias y de construcción de paz en
el territorio; el segundo: Analizar las iniciativas comunitarias de construcción
de paz de la Comuna 1 de Medellín, desde algunos actores y organizaciones
sociales del territorio.
1
Este capítulo es un avance de la investigación (no concluida) del programa de la maestría en Derecho de la Universidad de Antioquia, la cual es
dirigida por el profesor Gabriel Ignacio Gómez Sánchez, PhD. El proyecto
fue seleccionado para su financiación por el Centro de Investigaciones
de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas como consta en el acta n°
16/2018 del 26 de septiembre de 2018.
2
Abogado y estudiante de la maestría en Derecho (2018-2019) de la
Universidad de Antioquia, Medellín, Colombia. Docente de la Facultad
de Derecho y Ciencias Políticas de la misma institución. Coordinador del
Semillero de Investigación de Seguridad Humana. Miembro de los grupos
de investigación: Derecho y Sociedad; y Conflictos, Violencias y Seguridad
Humana. Docente de cátedra en la Escuela de Derecho de la Universidad
Eafit, Medellín.
58
Reflexiones académicas alrededor de la paz
Para desarrollar tales objetivos se conjugaron diversas técnicas de investigación, en primer lugar, la técnica documental a partir de la cual
se revisaron textos y literatura especializada para contextualizar el
problema, también sobre categorías como iniciativas comunitarias y
construcción de paz desde abajo. La segunda técnica de investigación
fue la conversacional, planteada desde el trabajo de campo, el cual se
desarrolló a partir de entrevistas semiestructuradas con una muestra
no representativa por el carácter cualitativo de la investigación, fueron
entrevistadas cinco lideresas sociales de la zona nororiental que habitan,
moran o ejercen sus liderazgos comunitarios dentro de la Comuna 1;
estas lideresas tienen trayectorias que oscilan entre los 15 y 20 años
en el trabajo comunitario en distintas organizaciones sociales y movimientos de mujeres. Las entrevistas fueron complementadas a partir
de la observación no participante con la asistencia a distintos eventos
comunitarios y sociales de la Comuna 1, así como con la concurrencia a eventos académicos e institucionales que se llevaron a cabo en la
ciudad entre marzo de 2018 y junio de 2019.
La tercera técnica empleada fue la interactiva, la cual cabe diferenciar
del trabajo de campo por cuanto se partió de la realización de interacciones comunitarias, las cuales son espacios de diálogo e interlocución
propiciados de manera específica por el investigador, a partir de varias
convocatorias a las lideresas de la Comuna 1, para analizar en dichos
talleres problemas específicos relacionados con la construcción de paz
en sus territorios.
Sobre la metodología “desde abajo”
y el concepto de interacciones comunitarias
Esta investigación se orientó y desarrolló a partir de la metodología
denominada “desde abajo”, la cual ha sido propuesta en diversas investigaciones por el Observatorio de Seguridad Humana de Medellín, perteneciente al grupo de investigación Conflictos, Violencias y Seguridad
Humana, de la Universidad de Antioquia, del cual el investigador hace
parte. Las investigaciones principales que sirvieron de base para orientar
este capítulo son: Control Territorial y Resistencias (OSHM, 2012) y Nuestras
voces sobre seguridad humana en Medellín. Diálogos de seguridad (OSHM, 2014).
Lideresas en la Comuna 1 de Medellín: resistencias y apuestas por la construcción de paz desde abajo
Si bien la investigación implicó trabajo de campo en distintas modalidades como observación no participante, observación participante
pasiva y técnicas conversacionales e interactivas, se precisa rescatar el
concepto clave de interacciones comunitarias, las cuales difieren del trabajo
de campo en tanto aquellas reconocen el espacio en el cual los actores se
desenvuelven, y que distan de los ejercicios de planeación desarrollados
por la institucionalidad (OSHM, 2014).
Este capítulo consta de tres partes, en la primera se elabora un contexto general de la ciudad de Medellín y su Comuna 1, brindando
información que permite situar al lector espacial y temporalmente. En
un segundo momento se analiza el concepto de construcción de paz,
relacionándolo con la experiencia empírica del trabajo de campo y de las
interacciones comunitarias a partir de las entrevistas semiestructuradas
y los talleres dirigidos a las lideresas de la Comuna 1. Por último, se
ofrece un acápite con las consideraciones y reflexiones finales.
Contexto de Medellín, la zona nororiental
y la comuna 1
En esta primera parte se proporcionarán algunos elementos del contexto geográfico, demográfico y de la historia reciente, tanto de la
ciudad de Medellín como de la Comuna 1. Según el Observatorio de
Memoria y Conflicto, en Colombia entre 1958 y septiembre de 2018 la
confrontación armada ha dejado 261.619 víctimas fatales, de las cuales
214.584 han sido víctimas civiles y 46.675 personas que participaban
directamente en las hostilidades3, además, existen 360 víctimas que no
pudieron determinarse (CNMH, 2019). Por su parte, hasta mediados
3
El Observatorio de Memoria y Conflicto los denomina “combatientes”, sin
embargo, en estricto rigor jurídico, la categoría combatiente de acuerdo
con el Derecho Internacional Humanitario (DIH), solo es aplicable a los
conflictos armados internacionales (CAI), por lo cual se optó por utilizar
el término de participación directa en las hostilidades dispuesto en el
Artículo 3 común a los Cuatro Convenios de Ginebra de 1949 y en su
Protocolo Adicional II de 1977, relativos a los conflictos armados no
internacionales (CANI).
59
60
Reflexiones académicas alrededor de la paz
de la década del 2000, Medellín era reconocida como una de las ciudades más violentas del país y del mundo, solo en 1991 se estima que
fueron asesinadas –la cifra puede ser superior– 6.810 personas (CNMH,
2017a, pág. 17), siendo este el pico más alto del cual se tenga registro.
Medellín también ha sido foco de victimización del conflicto armado,
con un estimado de 132.529 víctimas totales reconocidas por hechos
ocurridos solo entre 1980 y 2014. De las distintas formas de victimización, el desplazamiento forzado ha sido la principal causa con un
aproximado de 106.916 personas victimizadas, el homicidio selectivo
se estima alrededor de 19.832 muertes totales, la desaparición forzada
se ubica con 2.784 víctimas, y se documentaron en el mismo periodo
921 masacres que causaron 1.175 muertes (CNMH, 2017a, pág 17).
Desde mediados de los años 80 la ciudad “se enfrentó a la conformación
de grupos armados ilegales, con una fuerte identidad y adscripción
territorial, denominados como `combos´ y `bandas´, los primeros
con un número de integrantes inferior a las segundas y con un menor
grado de organización” (OSHM, 2012, pág. 44). Estos combos y
bandas tienen dentro de su “oferta de ilicitudes” actividades como el
hurto, la explotación sexual, las extorsiones, la protección de rutas para
el tráfico de armas y drogas y el lavado de dinero (OSHM, 2012, pág.
45). A continuación, se introducen algunas consideraciones en torno
a la situación actual de la ciudad.
La Medellín de hoy
En el caso de Medellín existen múltiples manifestaciones y expresiones
por parte de movimientos ciudadanos y sociales que han trabajado durante décadas por la construcción de paz, casi que de manera simultánea
y correlativa a los hechos victimizantes y a los repertorios de violencias
que se han dado en las distintas comunas, asimismo se han impulsado
iniciativas para contrarrestar esas violencias directas, estructurales y
culturales con las cuales la ciudad ha tenido que aprender a coexistir
durante décadas. Sin embargo, la Medellín actual sigue presentando
Lideresas en la Comuna 1 de Medellín: resistencias y apuestas por la construcción de paz desde abajo
unas cifras escandalosas en materia de limitaciones a la vida y a la integridad personal, y en general, con respecto a la violación de derechos
humanos en la ciudad, así lo muestra el informe anual de 2018 de la
Personería de Medellín que fue publicado a mediados de abril de 2019,
mientras se construía este texto:
Durante 2018 se registraron en total 6324 homicidios en la ciudad
de Medellín, 50 casos más que los 582 ocurridos durante 2017.
Esto corresponde a un aumento del 9%. La tasa de homicidios para
2018 es de 25 casos por cada cien mil habitantes. De esta forma,
Medellín fue la ciudad capital con mayor crecimiento en el número
de homicidios en el 2018 (Personería de Medellín y Colegio Mayor
de Antioquia, 2019, pág. 67).
Tras esta breve caracterización de la ciudad, cabe introducir algunos elementos contextuales de la zona en la cual se desarrolló la investigación.
La Zona Nororiental y la Comuna 1
La división administrativa de la ciudad se compone de dieciséis (16)
sectores principales y urbanos llamados comunas, y de cinco (5) sectores
de carácter rural, denominados corregimientos. La comuna 1 (Popular)
limita con la comuna 2 (Santa Cruz), comuna 3 (Manrique) y comuna
4 (Aranjuez), a todo este sector se le denomina zona o comuna nororiental, esta parte de Medellín es la que se encuentra marcada con
color verde en la siguiente imagen.
4
En el Informe de la Personería de Medellín figuran 632 homicidios ocurridos
en 2018, sin embargo, en el gráfico elaborado por la misma institución la
cifra es de 626, una muestra fehaciente de que las cifras con respecto a
la violencia letal y no letal en la ciudad nunca han estado absolutamente
claras, ni siquiera para la misma institucionalidad.
61
62
Reflexiones académicas alrededor de la paz
Gráfica 1. División administrativa (por Comunas) de Medellín.
Fuente: Wikimedia. Imagen bajo licencia CC BY-SA
Un historiador de la ciudad comentaba a propósito de la zona nororiental que “[…] fue señalada por investigadores de finales de la década
de los 80 y principios de la década de los 90, como [el] sector que era
la principal despensa de sicarios no solamente del municipio sino del
país” (Grajales González, 2019, pág. 2). A renglón seguido, el académico proporciona otro detalle relevante para comprender esas dinámicas
álgidas de conflictividad por las que atravesó la zona nororiental en la
temporalidad referida, pues: “[…] aparte de que era la comuna con
más analfabetismo en la ciudad, era la comuna con más desempleo
[…] la alternativa [para la juventud] fue coger el arma, ser gatillero5,
prestar sus servicios al mejor postor” (Grajales González, 2019, pág. 3).
5
En el lenguaje popular de Medellín, denominado parlache, se conoce como
gatillero a cualquier sicario que asesina por encargo bajo las órdenes de
las estructuras armadas que hacen presencia en los barrios marginales
de la ciudad, su motivación para matar depende fundamentalmente de la
retribución obtenida por ese trabajo.
Lideresas en la Comuna 1 de Medellín: resistencias y apuestas por la construcción de paz desde abajo
La mujer lideresa6 1 (ML1) de la Comuna 1, quien ha habitado ese
territorio durante toda su vida, compartía en una entrevista que la
mencionada temporalidad, entre finales de los 80 y comienzos de los
90, señalada por los académicos, coincide en los periodos de violencia
referidos en la zona nororiental, y de manera particular en el barrio
Popular. Sobre los picos de la conflictividad armada en la Comuna 1,
ML1 comenta que se dieron:
Como desde el 87 más o menos que fue cuando [estaban] las Milicias
y los Nachos, [ellos] se desmovilizan como en el 94 algo así, ahí baja
un poco [la confrontación armada], estuvo estándar7 como hasta
el 99, 2000 (Entrevista a ML1, 2019, pág. 9-10).
Y agrega: “[…] vuelve y sube en 1999, 2000 hasta el 2004 o 2005
que comenzó a ir bajando, y ya como 2008, 2009 se ha vivido como
más tranquilo. Pero sí ha tenido picos muy fuertes [la violencia en el
Popular]” (Entrevista a ML1, 2019, pág. 10).
En un escenario donde el conflicto armado ha cobrado tantas víctimas
directas e indirectas como en Medellín, los imaginarios, contribuciones
y aportes de los actores sociales a la transformación del conflicto y a la
construcción de paz resultan fundamentales, pues ha sido la población
civil la más afectada por las confrontaciones entre los actores armados,
y por ello emergen iniciativas y resistencias individuales y colectivas
como alternativas no institucionales para hacerle frente al conflicto
armado (violencia directa) y a la violencia estructural y cultural presente
en Medellín y su Área Metropolitana.
6
En adelante, todas las referencias a las lideresas se harán bajo el acrónimo ML y el número asignado a cada una de las mujeres de la Comuna 1,
participantes en esta investigación, su anonimato corresponde a razones
de seguridad por los temas delicados que fueron analizados durante el
trabajo de campo y que las involucra directa o indirectamente a ellas por
su liderazgo en su territorio.
7
Sobre la expresión “estándar”, se solicitó la precisión de ML1 durante la
entrevista, a lo cual manifestó que quería señalar que el barrio estuvo
tranquilo durante esa época.
63
64
Reflexiones académicas alrededor de la paz
Sobre la construcción de paz y las lideresas
constructoras de paz en la comuna 1 de Medellín
Este apartado se divide en dos partes, en la primera se esboza el concepto de construcción de paz desde los denominados Estudios de Paz,
en un segundo momento se presenta el resultado parcial del trabajo
de campo y de las interacciones comunitarias con las lideresas de la
Comuna 1, para contrastar ese concepto de construcción de paz con
la realidad concreta de lo que hoy se vive en la Comuna desde la voz
de las mujeres que habitan dicho territorio.
Aproximación al concepto de construcción de paz
Si bien en las últimas tres o cuatro décadas ha surgido una abundante
literatura en materia de construcción de paz desde el enfoque de los
estudios de paz, a continuación, se presenta una aproximación a esa
conceptualización para sentar el marco analítico con el cual se plantea
este apartado.
La construcción de paz equivale a materializar el derecho a la paz y
supone un proceso de largo aliento en el que están involucrados diversos actores e iniciativas, además, guarda estrecha relación con asuntos
como la prevención, transformación o regulación de los conflictos, la
atención a quienes han padecido las violencias, la resocialización de
quienes las han ejercido, y la reconstrucción del tejido social, entre
otros componentes (Hernández Delgado, 2009, pág. 178). En un
sentido similar concibe el concepto de construcción de paz Barbero
cuando afirma que esta “[…] se refiere a la creación de un conjunto
de actitudes, medidas, planteamientos, procesos y etapas encaminadas
a transformar los conflictos violentos en relaciones y estructuras más
inclusivas y sostenibles” (Barbero, 2006, pág. 5).
En el contexto colombiano las iniciativas de paz están en cabeza principalmente –aunque no de manera exclusiva– de actores colectivos
como organizaciones comunitarias y movimientos sociales, que en
muchas ocasiones han padecido las consecuencias de las distintas
manifestaciones de violencias, y que desde las acciones colectivas le
Lideresas en la Comuna 1 de Medellín: resistencias y apuestas por la construcción de paz desde abajo
apuestan a mitigar las consecuencias del conflicto armado en algunas de
sus víctimas, o a actuar para prevenir violencias directas, estructurales
y culturales futuras. Así, las iniciativas de paz se manifiestan en varios
ejes: algunas promueven el desarrollo de la paz a través de proyectos
productivos en aras de lograr una vida más digna, otras se concentran
más en la participación ciudadana en procesos democráticos y temas
de interés general, también existen iniciativas de resistencia al conflicto armado y a la violencia, y movimientos colectivos cuya lucha
histórica está orientada al reconocimiento de su dignidad y autonomía
(González, 2010, pág. 41-44).
Es pertinente entonces especificar la tipología de construcción de paz
por la cual optó este trabajo, que es la denominada construcción de paz
desde abajo.
Construcción de paz desde abajo
Como lo señala Hernández Delgado, las últimas cuatro décadas de
la investigación para la paz en el país han evidenciado la existencia
de procesos comunitarios y locales que han sido catalogados bajo
la categoría amplia de Iniciativas de paz de base social, para señalar que
son actores individuales o colectivos de construcción de “paces desde abajo”, “experiencias de resistencia civil” y “mediaciones en el
conflicto armado” y que son esos escenarios de construcción de paz
desde abajo, los que generan “paces imperfectas o inacabadas” que se
expresan desde la sociedad civil (Hernández Delgado, 2014, pág,26)
y de manera particular, impulsados desde los movimientos sociales a
través de la acción colectiva.
En ese orden de ideas, los procesos de construcción de paz desde abajo
se apoyan en la fuerza y capacidad de las organizaciones comunitarias
–o de los movimientos sociales– pero estos tienen que ir de la mano con
un fortalecimiento de las instituciones y la ampliación de su alcance en
los territorios, lo cual solo es posible cuando el ciudadano, cualquiera
que sea su condición o el lugar que habite, siente que sus derechos valen
tanto como los de cualquier otro (Jaramillo, 2013, pág 4).
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Reflexiones académicas alrededor de la paz
A propósito, Hernández Delgado menciona que: “Hemos aprendido
con Lederach que la paz se construye no solo de arriba hacia abajo,
sino también de abajo hacia arriba” (2009, pág. 181). Así, a partir de
lo que denomina la autora como iniciativas de paz de base social, y que
en este trabajo se denomina iniciativas comunitarias de construcción de paz,
es posible afirmar que estas iniciativas construyen paces desde abajo
por cuanto su origen se remonta a los procesos de pueblos, minorías
nacionales, campesinos, mujeres, jóvenes y víctimas de la violencia
política y que a su vez representan a aquellos sectores de la sociedad
que han tenido que padecer la exclusión, la pobreza y la miseria como
expresión de violencia estructural, pero también la violencia directa
como consecuencia del conflicto armado (Hernández Delgado, 2009).
Con lo anterior, la construcción de paz en la perspectiva desde abajo
se erige como una alternativa subversiva a las formas hegemónicas de
concebir la paz en su versión liberal, porque involucra a los actores
sociales individuales o colectivos en tal proceso, establece un diálogo
entre estos y propone soluciones producto del consenso y no de la
mera imposición de la institucionalidad, ello sin que se desconozca la
existencia del Estado ni se niegue que puedan articularse propuestas
desde abajo a partir de las estructuras e instituciones formales, siempre
y cuando no se invisibilice, ni se niegue la voz de tales actores, y se
busque una articulación con real preponderancia de sus perspectivas,
y afines a sus necesidades.
Lideresas constructoras de paz
en la comuna 1, 2015-2018
Esta sección fue construida a partir de las entrevistas y de las interacciones comunitarias con las mujeres de la Comuna 1, cabe recordar que el
concepto pretende reconocer los espacios y los actores sociales que allí
se desenvuelven, pero también se reivindica el papel protagónico de la
comunidad en el desarrollo de la investigación, además que posibilita
las metodologías participativas a través de talleres, grupos focales o
expresiones artísticas (OSHM, 2014 y 2016).
Lideresas en la Comuna 1 de Medellín: resistencias y apuestas por la construcción de paz desde abajo
En la Comuna 1 y en la zona nororiental en general existen múltiples
organizaciones sociales, corporaciones e iniciativas que tienen en su
agenda comunitaria el tema de la paz bien de manera directa, o bien
como elemento transversal. De manera particular, frente al periodo
de la investigación, 2015-2018, se lograron identificar varias de estas
iniciativas en la zona nororiental, algunas creadas durante el proceso
de negociación (2012-2016) con la extinta guerrilla de las FARC-EP,
otras que se manifestaron posterior a la firma del acuerdo final en noviembre de 2016, y algunas que, si bien existían de manera precedente,
se revitalizaron a partir de este hito en la historia nacional al terminar
el conflicto armado con uno de los grupos armados organizados activos
con mayor capacidad militar, y el más antiguo del continente.
Sin embargo, el panorama en la zona nororiental como se pudo constatar a partir de la asistencia a eventos comunitarios en la Comuna 1,
al igual que la dirección de los talleres y las entrevistas realizadas en
el marco de esta investigación, el conflicto armado con las FARC era
solo uno de los factores en un complejo maremágnum de conflictividad armada y social, máxime teniendo en cuenta que las guerrillas
desde hace algunos años dejaron de hacer fuerte presencia en ciudades
principales como Medellín.
Así pues, en la zona nororiental la violencia armada no ha cesado, aunque sí ha cambiado sus dinámicas, a propósito, la ML3 incorporaba en
uno de los talleres la categoría empírica de guerra silenciosa definiéndola
en estos términos: “La guerra silenciosa denominada paz, hablamos de
paz cuando tapamos con las manos la guerra que está plasmada en el
mundo entero y aquí en el territorio” (ML3, Diario de Campo: abril
29, 2019). Esto lo reitera la ML2 cuando se refiere a las dinámicas
anteriores en el territorio, con respecto a las que se viven hoy.
Anteriormente los muchachos8 eran muy visibles, pero acá la
gente está viviendo sabiendo que tienen el dominio de los huevos,
las arepas, la harina, la cerveza, y supuestamente hay una paz en el
8
Miembros de algún grupo delincuencial del territorio.
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Reflexiones académicas alrededor de la paz
territorio, a la gente no la están matando con las balas, sino que la
están matando con la palabra, cuando desprestigian una comunidad
o un proceso por el hecho de que ese proceso esté haciendo visible
unas cosas […] muchas veces los líderes de las organizaciones o
de las comunas han puesto la palabra paz tan visible [que les] ha
costado mucho la vida (ML2, Diario de Campo, 2019, pág. 16, 17).
La ML3 agrega que la guerra no se ha ido de los territorios, y que, debido en parte a la presión de los grupos armados dentro de la comuna,
existe una suerte de silencio o invisibilización de la conflictividad armada que se hace con el fin de preservar la integridad de los habitantes
de la comuna en general. Aunque en los talleres queda claro que no
solo las lideresas se encuentran intimidadas, sino también las personas
que ejercen cierto tipo de liderazgos políticos como los ediles. “[…]
es que la guerra está aquí en la Comuna […] La guerra silenciosa, de
la que no nos damos cuenta, no sale en las noticias” (ML3, Diario de
campo: abril 29 y mayo 29, 2019).
También agrega que no necesariamente los hombres, por haber sido
históricamente los señores de las guerras no se vean afectados por las
dinámicas de confrontación dentro del territorio, pues según esta mujer lideresa, la defensa de las fronteras invisibles9 que crean los grupos
armados delincuenciales para “definir” sus zonas de control también
genera angustias en ellos: “Aquí vemos a una mujer sonriente mientras
los hombres lloran por la violencia que están viviendo ellos mismos
por defender un territorio, unas fronteras invisibles” (ML3, Diario de
campo, 2019, pág. 15).
Lo anterior permite incorporar un concepto que está implícito en los
dichos de las lideresas, y que en Medellín ha sido una realidad analizada
desde hace varios años, se trata del concepto de control territorial, el
cual puede entenderse como la manera de controlar ilegalmente a las
9
Líneas divisorias ficticias que los grupos delincuenciales crean para distinguir quién pertenece a un barrio o a otro, cruzar estos márgenes puede
desencadenar intimidaciones, amenazas, o incluso, la muerte de quien
traspase la frontera.
Lideresas en la Comuna 1 de Medellín: resistencias y apuestas por la construcción de paz desde abajo
comunidades a través de distintas actividades, hechos y situaciones
que los grupos armados en los barrios emplean, generando miedo y
zozobra en las comunidades, y que se hace con el objetivo de someter
y dominar a la población, entre los distintos tipos de control territorial
se encuentran el sociopolítico, el económico y el geográfico (OSHM
y Secretaría de Seguridad y Convivencia de Medellín, 2018, pág. 9).
En este punto, las lideresas arrojan algunas pistas de las dinámicas de
la conflictividad en sus territorios, en primer lugar, se evidencia un
silencio que en lugar de ser cómplice, se constituye en un factor de
protección ante las posibles consecuencias de la denuncia o el señalamiento público de lo que ocurre en los territorios con ciertos grupos
armados, la realidad que las mujeres afirman conocer, pero prefieren
callar, puede interpretarse como una estrategia de supervivencia y
salvaguarda de la integridad física y emocional dentro de la comuna o
de la zona nororiental en general.
Otro aspecto relevante que emergió de los talleres es la reflexión que
hacen las lideresas sobre las condiciones de seguridad en los territorios
al poner a circular la palabra paz, pues hablar de paz no solo conduce a
la esperanza, sino que también trae múltiples riesgos. Esto evoca la
bandera de algunos líderes y lideresas sociales y defensores y defensoras
de derechos humanos en Colombia, que desde 2016 tras los múltiples
homicidios cometidos en su contra por defender sus territorios o
ejercer algún tipo de liderazgo en ellos, han popularizado la leyenda
“Que la paz no nos cueste la vida” (CNMH, 2017a), a esto se refiere
la ML2 cuando menciona que poner la paz como foco o centro de la
discusión ha generado incluso víctimas mortales. No puede pasarse
por alto que según cifras de la ONG Indepaz y de Marcha Patriótica,
desde el 1 de enero de 2016 hasta julio de 2019 han sido asesinados más
de 700 líderes sociales y 135 exguerrilleros de las extintas FARC-EP
(Deutsche Welle, 2019), precisamente por hacer de la paz una prioridad
en la agenda nacional.
Las reflexiones de las lideresas también giran en torno al momento
histórico del país en esta etapa de transición o de posacuerdo, pues son
conscientes que lo que ocurre en el país es también un reflejo de lo
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Reflexiones académicas alrededor de la paz
que pasa en los territorios como la zona nororiental en general pues
“[…] hay un asunto todavía de dolor muy latente, yo siento que, a
nivel nacional, que haya cesado el conflicto armado, y que se haya
desmovilizado el grupo armado más grande, es un logro grandísimo”
(Entrevista a ML10, 2019, pág. 2), y a renglón seguido comenta:
Pienso que de lo macro debe extenderse a lo micro, pero en la
comuna [1] hay un contexto de vulnerabilidad. La falta de voluntad
política del nuevo mandatario [presidente Duque], la corrupción
política, el recrudecimiento de la violencia tan marcada hacia los
líderes sociales; en el nivel territorial, el control territorial extorsivo
y el abandono estatal debido también a la falta de voluntad política;
el abandono del Estado desde las esferas más grandes a las más
pequeñas (Entrevista a ML10, 2019, pág. 2-3).
Las lideresas reconocen en el ejercicio de su liderazgo comunitario los
grandes retos, desafíos y riesgos que apostarle a la paz conlleva, saben
que por el hecho de ser mujeres su vulnerabilidad ante los grupos
armados que quieren silenciar sus voces y estancar el camino hacia la
paz es aún mayor: “Esa paz no es verdadera porque es una paz que se
da soterrada, está dormida, los líderes y lideresas se han ido dejando
[amedrentar]” (Entrevista a ML2, 2019, pág. 3-4), y manifiestan también lo preocupante o frustrante de: “[…] no poder hacer un trabajo
fuerte, incidente entre líderes y lideresas porque nos convertimos en
un blanco [militar]” (Entrevista a ML10, 2019, pág. 2).
Las iniciativas comunitarias
de construcción de paz en Medellín
Las iniciativas comunitarias pueden definirse como “[…] aquellas formas de acción individual o colectiva que llevan a cabo las comunidades
frente a hechos y situaciones que afectan a su seguridad” (OSHM, 2014,
pág. 148). En este sentido, las comunidades se organizan para responder
de distintas maneras a esas particularidades que viven en sus territorios,
muchas veces para hacerle frente a las dinámicas del conflicto armado
o a las de grupos delincuenciales que operan en sus barrios. Así pues,
Lideresas en la Comuna 1 de Medellín: resistencias y apuestas por la construcción de paz desde abajo
las iniciativas comunitarias de construcción de paz recogen el sentido anterior
como formas de acción de las comunidades en sus territorios, pero en
este caso se concentran en los procesos micro de construcción de paz
que pueden involucrar distintas dimensiones como la reconciliación,
la convivencia, el antimilitarismo o el pacifismo, entre otras manifestaciones cuyo foco es el mismo, los escenarios de construcción de paz.
Algunas iniciativas de construcción
de paz en la Comuna 1
Varios actores colectivos y procesos sociales de la zona nororiental
de la cual hace parte la Comuna 1 Popular (y la C2 Santa Cruz,
C3, Manrique y C4, Aranjuez) se aglutinan en espacios como la
Corporación Con-vivamos que existe hace más de 25 años en ese
territorio y tiene su sede principal en el barrio Villa de Guadalupe de
la C1, Con-vivamos: “Viene desarrollando trabajo socio político en
la Zona Nororiental; con niños, niñas, hombres y mujeres jóvenes y
adultas, en la afirmación de su dignidad humana. Su accionar se ha
fundamentado en el pacifismo, el antimilitarismo, la solidaridad y la
democracia” (Corporación Con-Vivamos, 2015).
Diversas iniciativas de paz que se concentran en la Corporación Convivamos corresponden a acciones colectivas para reivindicar los derechos
humanos y la paz, teniendo como eje central al sujeto y la lucha social
por su dignidad, así, programas como el Diplomado Memorias comunitarias: Narrativas y Propuestas de Paz cuya leyenda es: “Construyamos
juntas y juntos las memorias comunitarias de nuestra ciudad” (Corporación
Con-Vivamos, 2018a), es una de las muchas apuestas por la resignificación de los sujetos y del territorio a partir de las interpretaciones,
expresiones o manifestaciones de categorías como derechos humanos,
paz o memorias, que no necesariamente pasan por los canales institucionales para adquirir sentido o para cobrar fuerza, sin embargo, y pese
a ser categorías teóricamente muy robustas, encuentran en lo empírico
resignificaciones y reconceptualizaciones que hacen que adquieran otras
dimensiones más allá de los textos, y en consecuencia, hace que se (re)
construyan a partir de la experiencia de los actores sociales.
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Reflexiones académicas alrededor de la paz
Con-vivamos tiene un claro compromiso por la construcción de paz en
la zona nororiental que no solo reflejan aquellas personas que participan
activamente en sus procesos, sino también a partir de los multiplicadores
de estos en sus barrios y territorios concretos, como lo hicieron saber las
mujeres que participaron en esta investigación, ese ejercicio de multiplicación de conocimiento hace que los procesos puedan tener un mayor
eco, casi en todos los barrios y rincones de la zona nororiental.
Para Con-vivamos, el momento histórico de Colombia que comenzó
desde la negociación política con las extintas FARC-EP propició desde
el año 2012 que en los ámbitos nacional, regional y local se acompañarán procesos de pedagogía, movilización e incidencia política en los
territorios, una de las iniciativas que contribuyó a ello fue Memorias
en Diálogo, a partir de la cual se hizo un esfuerzo por recuperar las
memorias del territorio, por apostarle a la resistencia no violenta y
por fortalecer las iniciativas locales de paz. Asimismo, se incidió en la
representación de la sociedad civil en asuntos de interés comunitario
como en la política pública para la prevención del reclutamiento de
niños, niñas y adolescentes por parte de grupos armados, y la incorporación de la dimensión de paz de la política pública de las mujeres
urbanas y rurales de Medellín (Corporación Con-Vivamos, 2019).
También es de suma relevancia mencionar la iniciativa Sanándome para
la Paz, proyecto dirigido a las mujeres de la zona nororiental para el reconocimiento de sus derechos humanos y el autocuidado (Corporación
Con-Vivamos, 2018b), esta es una muestra importante no solo de la
construcción de procesos de resiliencia y reconciliación, sino también
del papel fundamental de las mujeres en lo que se ha denominado en
Colombia como el posacuerdo.
Sobre Sanándome para la Paz, ML1 compartía que: “[…] es una propuesta donde se trabaja el ser niña, joven, mujer; las distintas etapas de
la vida por las que vamos cruzando nosotras y cómo la hemos vivido,
pero además desde lo ecológico, lo social, lo cultural […]” (Entrevista
a ML1, 2019, pág. 3), y reconociendo el papel fundamental de la mujer en el periodo de transición por el cual atraviesa Colombia, agrega:
“Es importante que nosotras pongamos nuestra palabra dentro de esta
construcción porque […] todas hemos sido tocadas por la guerra, y en
Lideresas en la Comuna 1 de Medellín: resistencias y apuestas por la construcción de paz desde abajo
algo que hemos coincidido las [mujeres] que estamos organizadas, es
que optamos por paz negociada y reconciliación” (Entrevista a ML1,
2019, pág. 12).
Otra de las lideresas resalta el papel de Con-vivamos en tiempos difíciles para el posacuerdo y los procesos de reconciliación que atraviesa
el país mencionando: “Si bien el panorama es muy desolador, hay
mucha fuerza y mucha convicción entre las personas que habitamos
el territorio, y eso es de destacar, entre estos la Corporación Convivamos, adelantando procesos con mujeres, jóvenes y adultos mayores”
(Entrevista a ML10, 2019, pág. 2).
Por lo anterior, iniciativas comunitarias como las gestadas desde
Con-vivamos son clara muestra de cómo la acción colectiva de las
organizaciones sociales puede crear otro tipo de relacionamientos y
comprensiones a partir de conceptos como los derechos humanos
y la paz, pero desde miradas particulares, locales y contextuales que
permiten hacer (re)lecturas en clave de dignidad humana, y con la
pretensión de proponer una visión crítica, no-colonial, intercultural y
emancipadora de los derechos humanos y la paz.
El rol de las mujeres en la construcción de paz
Como lo sintetiza la feminista sueca Lena Nordström “Más mujeres,
más paz” (2018). El liderazgo de las mujeres ha sido clave en años
recientes, antes, durante y después del proceso de negociación con
las FARC-EP, varias lideresas reconocen que organizaciones como
Con-vivamos, y grupos específicos en los que ellas participan como
Ruta M o Ruta Pacífica de Mujeres tienen en su agenda la apuesta
por la paz al margen de lo que ocurra en el acontecer nacional, así lo
menciona una de ellas:
Acá [en la Comuna 1] ha habido grupos que desde que antes que
el Estado se sentara a hablar con la guerrilla, venimos hablando de
construcción de paz, que en nuestros territorios supuestamente hay
una paz entre comillas, pero si entre nosotros mismos los líderes
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Reflexiones académicas alrededor de la paz
nos atacamos y no permitimos que un proyecto que va en beneficio
de una población específica surja, entonces no estamos hablando
de paz (ML2, Diario de Campo, 2019).
Pero la paz para las lideresas está atravesada por múltiples dimensiones que quizá tradicionalmente no se han analizado en la literatura
sobre estudios de paz, o que apenas comienzan a germinar en estas
reflexiones, así, ML2 incorpora una categoría a la que denomina paz
alimenticia y menciona:
Una familia con hambre no puede hablar de paz, la paz atraviesa
todo lo que es el ser humano, porque si yo no tengo tierra eso
también me está generando un conflicto, si yo no tengo una buena
educación también me genera un conflicto, eso también tiene que
ver con la paz alimenticia porque tengo derecho a alimentarme por
ley, por constitución y por lo que sea […] La paz se siente desde el
estómago, desde nuestro vientre (ML2, Diario de Campo: abril 29,
2019, pág. 17).
Es posible evidenciar cómo las lideresas de la Comuna 1 relacionan sus
experiencias cotidianas y sus historias de vida para dotar de contenido
eso que denominamos paz. Es claro que la comprensión de la paz de
estas lideresas supera con creces el concepto limitado de paz negativa
entendida como ausencia de guerra, y una conceptualización profunda
de paz positiva se refleja en sus dichos y sentires en tanto integran en
dicha reflexión otros elementos, que desde el punto de vista jurídico son
a su vez derechos (y en un sentido más amplio, derechos fundamentales
y humanos), como el caso de la educación o la alimentación, esto guarda
relación también como el ejercicio de liderazgo de las mujeres en sus
territorios. A propósito, sobre el rol de las mujeres en la construcción
de paz10, ML9 menciona que:
10
Actividad del árbol en el cual existen tres dimensiones de la paz. La raíz
representa la paz desde abajo. El tronco es el rol de las mujeres en la
Construcción de Paz. La copa del árbol es lo que ellas entienden por paz
desde arriba.
Lideresas en la Comuna 1 de Medellín: resistencias y apuestas por la construcción de paz desde abajo
Las mujeres se unifican y buscan igualdad. Para la historia las mujeres son las que más pelean, porque el hombre es el que determina,
el poder y la plata la manejan los hombres. La paz desde abajo la
veo desde la raíz [del árbol dibujado en un taller] por muy fuerte
que sea, el amor del pueblo [es el] que genera poder, [por eso] el
tronco permite generar el cambio (ML9, Diario de Campo: mayo
29, 2019, pág. 5).
En esta misma vía expresada en términos simples, coloquiales y cotidianos por ML9, la feminista Nordström afirma que la paz será más
duradera si las mujeres participan tanto en los procesos de negociación
como en los momentos de posacuerdo de la construcción de paz:
Sabemos que con más mujeres tendremos más paz. Ese es un
hecho que se sabe por los estudios que se han realizado, por las
experiencias que hemos vivido. Si la mujer participa en los procesos
de paz, sentada en la mesa o a través de diferentes organizaciones
de mujeres que trabajan en temas de resolución de conflicto y de
construcción de paz, la paz va a durar más (Nordström, 2018).
La paz representada en los talleres de dibujo con las lideresas evidencia su convicción en las posibilidades de cambio para el territorio, la
ciudad y el país a través del ejercicio de su liderazgo comunitario, estas
mujeres están empoderadas gracias a la experiencia y el reconocimiento
de su labor en sus barrios, sin embargo, son conscientes de que queda
mucho por hacer en materia de construcción de paz, y por esa razón,
pensando en la construcción de paz desde abajo, ML 3 comenta:
Yo pienso que la raíz [que representa la paz desde abajo] hay que
sembrarla, abonarla y cuidarla, para que pueda producir frutos.
El poder no está arriba, lo tenemos todas, y no son los hombres,
eso lo ve así el patriarcado, pero las mujeres tenemos las mismas
capacidades. ¿Cómo recogemos los frutos? La paz debe generarse
entre nosotros mismos, no podemos construir la paz atacándonos
[por eso] debemos aportar para la paz cambiando yo misma (ML3,
Diario de Campo: mayo 29, 2019).
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Reflexiones académicas alrededor de la paz
En un sentido similar al de Nordström, ML9 sentencia: “Para que haya
una buena paz debe haber buenas raíces. La mujer es la que une, [la que]
lucha” (ML9, Diario de Campo: mayo 29, 2019) y como complemento, ML8 reconoce la necesidad de que las mujeres tengan un mayor
protagonismo en el ejercicio político o una mayor representación en
los distintos escenarios en los que ellas eventualmente podrían incidir,
esto lo afirma mencionando que:
[La paz] es el derecho humano más vulnerado cuando no somos
incluidas. El papel de las mujeres es la participación en los espacios
de poder, para ser visibilizadas, la construcción de las agendas, mujeres dolientes de ese proceso de paz y conocedoras (ML8, Diario
de Campo: mayo 29, 2019).
El diálogo, la concertación y el poder de la palabra de las mujeres en
los escenarios de construcción de paz también sale a flote en estas reflexiones propuestas por las lideresas, pero además emerge la inquietud
por esa idea fuerza de los derechos humanos y una crítica al ejercicio
del poder por parte de los gobernantes, así, ML1 pone de presente
las posibilidades para construir otro concepto de derechos humanos:
Desde abajo: las mujeres trabajan y reconocen la paz desde su diario
vivir y accionar y desde su propia construcción, su rol histórico es
desde la palabra y la creación de estrategias para conservar el tejido
social y humano. Desde arriba: las normas y los derechos jamás
serán pensados de una forma [bi]lateral, siempre será necesario
la participación de todas y todos para una construcción incluyente
de los derechos humanos (ML1, Diario de Campo: mayo 29, 2019).
Esta última y potente idea de ML1 sintetiza en buena medida el propósito del capítulo. La institucionalidad o el Estado, quienes están
“arriba” no deben ni pueden ser los únicos agentes involucrados en la
definición de los derechos humanos y de la paz, por ejemplo, a partir
de las políticas públicas o de los distintos planes de gobierno de las
administraciones locales y regionales, o desde la centralidad del poder
representada en cabeza del presidente de turno.
Lideresas en la Comuna 1 de Medellín: resistencias y apuestas por la construcción de paz desde abajo
Reflexiones y consideraciones finales
Las posibilidades que entrañan los derechos humanos y la construcción de paz en Colombia tienen que impulsarse desde nuestro lugar
de enunciación como sujetos políticos que han adquirido consciencia
de su sujeción histórica a Occidente, y que por ende revitalizan las
luchas por la emancipación y la dignidad humana desde sus propios
entornos a partir de los movimientos sociales y la acción colectiva como
medio para dignificar la existencia. De allí que el papel de las mujeres
en la construcción de paz emerja como un imperativo sociopolítico
para que sus voces y perspectivas doten de otro contenido a la construcción de paz entendida, una paz entendida como derecho humano
que sea contextual, local y pensada por las mujeres de tal forma que
permita transformar el legado eurocéntrico, patriarcal y hegemónico
del discurso de los derechos humanos o del derecho a la paz para hacer
tránsito a comprensiones más amplias que tengan en cuenta no solo la
dimensión jurídico-normativa sino también las experiencias vitales y
las historias de vida para reformular estos conceptos a partir del relacionamiento humano.
Solo así es posible cimentar las bases de unos derechos humanos no
particularistas, incluyentes de las alteridades y que no clasifiquen a los
sujetos según su origen, su cultura o sus convicciones para determinar
el nivel de garantía o de negación de los mismos tal como se ha hecho
hasta ahora bajo esa premisa que Sánchez Rubio denomina la falsa
idea de dignidad universal (2015), y que es justamente un particularismo eurocéntrico disfrazado de globalidad que debe erradicarse si
se pretenden construir sociedades más justas y respetuosas de eso que
llamamos derechos humanos como garantía para construir escenarios
de paz en Colombia.
Medellín es un referente tristemente célebre por las dinámicas de
confrontación armadas tan voraces que consumen la vida de jóvenes y
ancianos, de hombres y mujeres, de marginados y acaudalados, pero a
su vez, puede convertirse en un laboratorio de construcción de paz –o
de paces, en plural– pues como sentencia ML1 “[…] se puede construir
un mundo distinto y se pueden crear formas de relacionamiento distinto
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Reflexiones académicas alrededor de la paz
al odio, a la rabia, al rencor, si aprendemos a construir una relación
distinta con el otro y con la otra, creo que podemos transformar”
(Entrevista a ML1, 2019, pág.12), esa transformación debe permitir
hacer tránsito en ese denominado posacuerdo a una sociedad donde
prime la convivencia, el respeto por el otro, la garantía de los derechos
humanos y fundamentales por parte de las instituciones, y desde luego,
se concrete el mayor anhelo para los habitantes de esta ciudad y del
país, y es que ni una sola vida más sea arrebatada por la violencia, pues
recordando un pasaje de la novela Buda Blues: “un país que bordea el
analfabetismo funcional es un país que se prepara cada vez más para la
guerra” (Mendoza. 2009, pág. 247).
Los derechos humanos y el derecho a la paz, más allá de su dimensión
jurídico-normativa en tanto derechos, tienen un alto contenido político
que no se agota en el mero reconocimiento formal de su existencia,
por el contrario, su permanente reconstrucción y reformulación en el
escenario de lo político es lo que los dota de valía, pues deben ser los
actores sociales, representantes de esa idea abstracta de sociedad civil,
los que pueden incidir en la construcción de una idea de paz no estatalista, localizada y que se nutra de las permanentes fluctuaciones que
como sociedad tenemos, la paz no es un hecho ni un derecho dado, su
contenido está en constante pugna, y por esa razón los actores sociales
desde sus experiencias vitales, sus luchas cotidianas y sus victorias en el
ámbito sociopolítico pueden contribuir enormemente a desjuridizar el
derecho a la paz para comenzar a reconocer que en tanto derecho, es la
sociedad civil la que debe y puede establecer sus alcances con el objetivo
de construir escenarios de paz en un país desangrado por la guerra.
Referencias
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CAPÍTULO IV
Reconciliación y confianza.
Una interpretación minimalista
de la reconciliación1
Oswaldo Plata Pineda2
Introducción
Kjell-Åke Nordquist define la reconciliación como un encuentro relacional que permite el restablecimiento de relaciones
entre antiguos adversarios y el conjunto de la sociedad. El encuentro al que se refiere Nordquist se circunscribe al ámbito político
y es necesariamente bilateral; de ahí que identificar la reconciliación
con el perdón resulte a su juicio incorrecto, puesto que este es unilateral y está “totalmente en manos de quien perdona, sin ninguna
expectativa de quien es perdonado” (Nordquist, 2018, pág. 59). El
presente estudio controvierte la tesis de la unilateralidad del perdón
defendida por Nordquist (ofreciendo ejemplos bilaterales de este) y
sostiene que la refutación del enfoque maximalista (específicamente
de sus derivas iliberales y la comprensión de la reconciliación desde
1
Este capítulo es resultado del proyecto de investigación denominado:
“Hacia una crítica decolonial de la paz liberal”, financiado por el Politécnico
Colombiano Jaime Isaza Cadavid.
2
Licenciado (2004) y magíster (2006) en Filosofía de la Universidad del Valle.
Doctor en Filosofía Universidad Pontificia Bolivariana (2015). Candidato a
Doctor en Humanidades Universidad EAFIT. Docente de tiempo completo,
Politécnico Colombiano Jaime Isaza Cadavid. Coordinador del Semillero de
Construcción de Paz. Correo electrónico:
[email protected] , oplatap@
eafit.edu.co
82
Reflexiones académicas alrededor de la paz
el punto de vista del perdón) pasa por la caracterización detallada del
ámbito político, dentro del cual las relaciones serán restablecidas por
la identificación de sus lógicas y dinámicas constitutivas. El concepto
clave en este restablecimiento de las relaciones es el de confianza, virtud indispensable para la interacción social y base explicativa de todos
los niveles de reconciliación, ya desde el interpersonal hasta el social.
El siguiente será el orden de la exposición. En la primera parte, a modo
de contextualización, se exponen las características de los enfoques
maximalista y minimalista de la reconciliación. Después de esto, en la
segunda parte, se explica la razón por la cual, para Nordquist, el perdón
no asegura el restablecimiento de las relaciones. Se considerará esta
perplejidad en la tercera parte, mostrando casos en los que el perdón
es concebido bilateralmente y condicionado a la comprensión de las
circunstancias que rodearon la ofensa o a la empatía con el ofensor.
En la cuarta parte, se esboza una definición minimalista de la reconciliación que, al margen de la dicotomía unilateral/bilateral, plantea
que la noción de confianza es la base explicativa de todos los niveles
de reconciliación.
1. La convención académica define el concepto de reconciliación a
través de dos enfoques: maximalista y minimalista. El primero de estos
enfoques entiende que la reconciliación es interpersonal, basándose o
bien en un paradigma religioso (confesional) o bien médico (terapéutico), y se asocia a un lenguaje de curación, disculpa o perdón (Hirsch,
2012, págs.1-2). En versiones exigentes de este enfoque, la reconciliación “occurs when perpetrators acknowledge responsibility, repent, and then are
forgiven by their victims (Verdeja, 2009, pág. 14)”3. En versiones menos
exigentes, basta con que el ofensor se comprometa a no reincidir y con
que el ofendido decida unilateralmente superar la ofensa para que el
proceso de reconciliación se concrete. Auerbach afirma, por ejemplo,
que el perdón constituye una instancia más asequible que la reconciliación. Su argumento concierne a la dificultad de establecer una dinámica
3
“Ocurre cuando los victimarios reconocen su responsabilidad, se arrepienten y, luego, son perdonados por sus víctimas”. Las traducciones de las
citas en inglés fueron realizadas por el autor.
Reconciliación y Confianza. Una interpretación minimalista de la reconciliación
bilateral que comprometa tanto a ofendidos como a ofensores. Por ello,
en contra de la idea de la reconciliación como “an intersubjective process,
an agreement to settle accounts that involves at least two subjects who are related
in time”. (Borneman, 2002, pág. 282), Auerbach propone un modelo
que no precise de la participación del ofensor: “if no real effort at achieving forgiveness is made, reconciliation is doomed to be partial and vulnerable”
(Auerbach 2004, pág. 157). Vista de esta manera, la reconciliación es
una instancia afectiva/espiritual que une al ofendido y al ofensor a partir
de la decisión unilateral del primero de superar y de olvidar la ofensa
del segundo. Versiones específicas del enfoque maximalista conectan
la idea de reconciliación a las de perdón y de retorno (Schaap, 2005),
sugiriendo con ello que es posible y, sobre todo, necesario retornar a
una instancia de unidad moral en la que las secuelas de la violencia no
serán determinantes4.
El segundo enfoque (minimalista) establece, por su parte, que la reconciliación debe ser política, ya que se encuentra liberada de toda
connotación religiosa, se caracteriza por estar desprovista de la idea de
retorno a una instancia de unidad cosmovisiva, e implica la transformación de las instituciones y de los procesos sociopolíticos (Schaap,
2005). Más liberal que el enfoque maximalista, el enfoque minimalista
considera que el conflicto político intrínseco a la vida en comunidad,
razón por la cual propende por la preservación la diferencia cosmovisiva y asume, de hecho, que ella es un buen indicio de la salud de la
sociedad5. Sumado a lo anterior, el enfoque minimalista afirma que
concebir la reconciliación desde el punto de vista del perdón resulta
exigente y no trae consigo la materialización de la verdad. Y esto no
solo por el hecho psicológico de la mentira o por el hecho sociológico
mismo de la verdad, que excede a los ofendidos y a los ofensores (por
virtud de su complejidad y que trae consecuencias culturales, sociales
4
“Un proceso intersubjetivo, un acuerdo de rendición de cuentas que involucra al menos a los individuos que están relacionados en el tiempo”.
5
“Con todo, al priorizar el presente y, sobre todo, el futuro, este enfoque
minimalista ha sido objeto de críticas por su, a veces, renuencia a actualizar
el pasado y por ser, en extremo, legalista” (Verdeja, 2009, pág. 20).
83
84
Reflexiones académicas alrededor de la paz
y económicas), sino porque el perdón es unilateral y no asegura el
restablecimiento de las relaciones.
2. En La reconciliación como política, Kjell-Ake Nordquist defiende este
punto de vista y afirma que la reconciliación es un proceso bilateral,
de naturaleza política, orientado a la generación de un nuevo patrón
de relaciones entre antiguos adversarios6. En su análisis, Nordquist
sostiene que la reconciliación es el resultado de un encuentro relacional
ligado estrechamente a la verdad, la cual, inscrita en un proceso de
construcción de paz, implica la apertura integral del victimario (enunciación clara y detallada de los acontecimientos que rodearon la ofensa)
y la comprensión rigurosa de esto de parte de la víctima. Conforme
a esto, la reconciliación es, según Nordquist, “un encuentro/proceso
público, en el que los involucrados reconocen la relevancia de la historia del otro para la comprensión de su propia historia, en el espíritu
de no repetición de historias similares” (Nordquist, 2008, pág. 496).
Para Nordquist, el perdón no propicia el encuentro relacional (bilateral) que la reconciliación política precisa, pues, “uno puede perdonar
sin siquiera mencionarlo a la persona perdonada –si es que está viva-,
y una persona puede pedir perdón y no recibirlo” (2018, pág. 59). A
pesar de reconocer que la “fortaleza del perdón es la posibilidad de ser
instrumento para ofrecer algo unilateralmente sin exigir nada a cambio”
(2018, pág. 59), Nordquist sostiene que los conceptos de perdón y de
reconciliación operan en contextos diferentes, de modo que, a pesar
de su apariencia, la solicitud de perdón es una instancia muy lejana
a la reconciliación. En consecuencia, mientras el perdón desempeña
6
En La reconciliación como política, Nordquist complementa esta definición
advirtiendo que “la reconciliación es un proceso social en el que el daño
resultante de la violencia política se repara de tal manera, que se establece una confianza básica entre víctimas, perpetradores y la sociedad
en general” (Nordquist, 2018, pág. 52). En esta definición de Nordquist se
destacan tres palabras: daño, reparado y confianza. La primera concierne
a las injusticias producidas en el ámbito legal y a las violaciones de la
dignidad humana. La segunda con los actos y las actividades tendientes
a restituir los derechos vulnerados. Y, finalmente, la tercera apunta a la
restauración de la relación fundamental de la sociedad.
Reconciliación y Confianza. Una interpretación minimalista de la reconciliación
una función esencial en una esfera individual (y su utilización en términos colectivos puede conllevar confusiones y altercados, así como
“a irrespetar el carácter específico del concepto” Nordquist, 2018, pág. 59),
la reconciliación es funcional en contextos sociales y políticos, en la
medida en que es relacional y va más allá del esquema limitado de la
resolución de conflictos. Según esto, la reconciliación se materializa
en el “cambio de actitud de las partes” (Nordquist, 2018, pág. 62) y en la
generación de un nuevo patrón de relaciones entre antiguos adversarios
basado en la verdad7 y sin que ello implique olvido ni perdón.
7
El modelo de Nordquist se basa en la idea de que cierto tipo de verdad es
condición sine qua non para la reconciliación. Como no se trata de cualquier
tipo de verdad, es necesario realizar “un esclarecimiento profundo del tipo
de verdad de la que se está hablando (Nordquist, 2008, pág. 493). Para
él, la verdad legal e individual, por un lado, y la verdad liberal y la verdad
comunitaria, por el otro lado, son diferentes, tanto en sus condiciones como
en sus procedimientos. Así, relacionando concretamente la verdad liberal
y la verdad comunitaria, Nordquist afirma que, mientras la primera se basa
en “hechos empíricos, racionalidad, objetividad y lógica” y conduce a una
estructura monolítica, incontrovertible, la verdad comunitaria descansa
en el “conocimiento compartido, experiencias y valores”, y suele tornarse
inestable y contradictoria (Nordquist, 2008, pág. 493). Si bien Nordquist no
excluye la posibilidad de que los diferentes tipos de verdad se complementen (enfoque multifacético), sí es especialmente enfático en que para una
“sociedad que trata de reconciliarse de las huellas del conflicto interno, una
`verdad comunitaria´ tiene más probabilidad de ayudar a tal propósito a la
larga, ya que el componente relacional en la posición comunitaria es claro
y relevante” (2008, pág. 492). La comprensión de Nordquist del concepto
de reconciliación se concreta en la enunciación de cuatro características
o condiciones que deben ser satisfechas en un proceso exhaustivo de paz.
En primer lugar, afirma que es importante la “reunión con la `otra parte´”
como una forma de eludir el individualismo y el ensimismamiento (2008,
pág. 496). En segundo lugar, Nordquist plantea necesario reconocer la
experiencia del otro y, sobre todo, reconocer la importancia de dicha experiencia para “comprender mi propia experiencia” (2008, pág. 496). En
tercer lugar, la reconciliación precisa, para Nordquist, del “reconocimiento
de la necesidad de actitudes modificadas de las partes”, lo cual supone
un compromiso de “hacer de la historia futura una historia sin repetición”
(2008, pág. 496). Y, en cuarto lugar, Nordquist establece que la reconciliación es pública y se hace mediante actos políticos, nunca de modo privado.
Esto resulta particularmente comprensible por cuanto si “la violencia fue
política, la curación debe ser política, pública” (2008, pág. 496).
85
86
Reflexiones académicas alrededor de la paz
En línea con Nordquist, Dwyer afirma que la identificación, reconciliación y perdón configura una teoría (micro o marco) de la reconciliación poco realista, pues la armonía interpersonal o el sentimiento de
compañero constituye exigencias harto elevadas para los miembros de
los bandos históricamente enfrentados y, en general, para una sociedad
profundamente dividida.
De modo que “any conception of reconciliation –at either the micro or macro-level– that makes reconciliation dependent on forgiveness, or that emphasizes
interpersonal harmony and positive fellow-feeling, will fail to be a realistic model
of reconciliation” (Dwyer, 1999, págs. 97, 98)8. Para ambos autores, según
se ve, la reconciliación es política, analiza injusticias ocasionadas por el
conflicto político y supone una dimensión que va más allá de la interpersonal, a saber, la social. A diferencia de esto, el perdón tiene que ver
con las vidas privadas y se halla atado a una dimensión interpersonal.
De ahí que, para Dwyer, la “reconciliation might be psychologically possible
where forgiveness is not” (1999, pág. 96) 9.
Aunque es válida la tesis de la inconveniencia de emplear el perdón
como fundamento de la reconciliación (variantes específicas del enfoque maximalista), el significado atribuido por Nordquist y Dwyer
al perdón es reductivo. Plantear que el perdón es siempre unilateral
e incondicionado, (“El perdón está totalmente en manos de quien
perdona, sin ninguna expectativa de quien es perdonado” Nordquist,
2018, pág. 59) y que la reconciliación es bilateral, es desconocer concepciones alternativas filosóficas y religiosas del perdón para las cuales
no siempre el perdón es unilateral e incondicionado. Veamos.
3. Más que como una condición de conducta, el perdón ha sido entendido por varios autores como una negociación privada o como una
8
“De este modo, cualquier concepción de la reconciliación –ya sea micro o
macroconivel – que descanse en la noción del perdón, o que enfatice en la
armonía interpersonal y el sentimiento positivo de compañerismo, fallará
en proveer un modelo realista de la reconciliación”.
9
“La reconciliación podrá ser psicológicamente posible allí donde el perdón
no lo es”.
Reconciliación y Confianza. Una interpretación minimalista de la reconciliación
modificación de actitud o de respuestas emocionales. Un ejemplo de
esta interpretación (unilateral e incondicionada) es el obispo Joseph
Butler, quien en su sermón Sobre el perdón de las lesiones, define el perdón
como una virtud moral (una virtud del carácter) que atañe al corazón,
al yo interno, y que implica una modificación del sentimiento interno
más que un cambio en la acción externa. Desde su perspectiva, dicha
transformación estriba en la superación, en términos morales, del conjunto de actitudes negativas reactivas (v.gr. resentimiento, ira, el odio y
deseo de venganza) que se derivan cuando se ha sido perjudicado por
otro. Así, una persona que ha perdonado ha controlado esas actitudes
vengativas y las ha superado por una razón moralmente valiosa, a saber, ha sido conmovido por el arrepentimiento de parte de la persona
por la que ha sido perjudicado. Conforme a esto, la esencia el perdón
reside en el hecho de que podemos otorgarlo incluso antes de que un
victimario lo merezca.
Las antedichas formulaciones defienden la unilateralidad del perdón al
fundamentar el fin del resentimiento producido por una ofensa sin la
mediación del ofensor. Sin embargo, en el ámbito de la filosofía moral,
también es posible encontrar formulaciones para las cuales el perdón
no es necesariamente unilateral e incondicionado. Glen Pettigrove
plantea, por ejemplo, un modelo del perdón que es condicionado
y bilateral. En este modelo, la bilateralidad se establece mediante el
encuentro entre el ofendido y el ofensor, merced a la narración de las
condiciones que rodearon la ofensa. Aquí, la ofensa es tomada como
una pequeña parte de una gran historia, no se la considera el reflejo
fidedigno y definitivo de la naturaleza moral del ofensor. Al hacer de
la ofensa una narración, el ofendido establece una relación (bilateral)
con el ofensor identificándose con su versión de la historia. El ejercicio le permite al ofendido identificarse con el ofensor, verse actuando
como este lo hizo, reduciendo así el resentimiento (por cuenta de la
información, que opera como una ventana que le deja ver el ofendido
algo que de otro modo le estaría vedado) y generando empatía con el
ofensor. En un ejercicio como este, es posible que tan pronto como
el ofendido vuelva a su punto de vista y deje de lado el del ofensor el
resentimiento aflore, acaso con mayor fuerza. Pettigrove reconoce que
esto puede producirse en muchas ocasiones, pero no en todas. Desde
87
88
Reflexiones académicas alrededor de la paz
luego, el resultado de este entendimiento narrativo variará de persona
a persona y de contexto a contexto, en virtud de que el proceso del
perdón recae en los rasgos del carácter de la persona que “comprende”.
Así, aquellas personas que se encuentran más predispuestas a encontrar excusas para sí y para los otros encontrarán en el entendimiento
narrativo una forma de alcanzar una excusa para su ofensa; mientras
que aquellas no se encuentran dispuestas a la excusa y dispuestas, más
bien, a valorar la retribución, encontrarán en este ejercicio un modo
de promover el perdón. De este modo, recabar en los antecedentes
personales y familiares de los victimarios –entiéndase su historia personal– amplía el espectro de análisis de las victimas e incrementa las
posibilidades del perdón. Ello no implica que se establezca un vínculo
emotivo entre la víctima y el victimario, pero sí logra que se reconozca
que la ofensa puede constituir un hecho aislado en el conjunto general
de la vida del ofensor y que es producto de una larga y escabrosa cadenas de acontecimientos, de la que el victimario puede ser, incluso,
víctima. En ‘Forgiveness and Self-Respect, David Novitz plantea, por su
parte, que el perdón es posible si, merced a la información suministrada
por el ofensor de la ofensa, el ofendido comprende empáticamente
lo ocurrido. “The willingness and the ability to see things differently and to
depart from our own settled perspective is, I think, a necessary part of the task of
forgiving, and requires some degree of empathic thinking” (1998, pág. 309)10.
Por su parte, las religiones más populares del mundo descansan en
complejas teorías del perdón. Allende sus diferencias, existe un punto
de encuentro entre todas ellas y es la posibilidad teórico-práctica de
la acción de perdonar. En algunos casos, la fuerza motivacional para
superar y olvidar la ofensa recibida viene determinada por la aspiración de agradar a Dios asemejándose a Él. En otros casos, el perdón
constituye la condición de posibilidad de la armonía social que la
Divinidad desea para sus hijos. Sin duda, la comprensión más familiar
del perdón es aquella que lo define como un acto incondicionado realizado unilateralmente por el ofendido. Es sabido que el cristianismo se
10
“La voluntad y la habilidad para ver las cosas de forma diferente y alejarnos
de nuestra propia perspectiva es, según creo, una parte necesaria para la
tarea del perdón. Esto requiere algún grado de pensamiento empático”.
Reconciliación y Confianza. Una interpretación minimalista de la reconciliación
define a sí mismo como la superación moral del principio normativo
de la Ley del Talión (Bash, 2007). De tal suerte, contra el retributivo
axioma de “ojo por ojo, diente por diente”, el cristianismo aboga
por amor entre los hombres y por el perdón de las ofensas (Griswold,
2007). Manifiestamente, el perdón cristiano es unilateral (puesto que
es llevado a cabo por el ofendido), incondicionado (no depende de la
intervención del ofensor) y aspiracional (el hombre, consciente de su
frágil condición, aspira asemejarse a su creador). La interpretación que
tanto Nordquist como Dywer hacen del perdón alude manifiestamente
a esta clase de perdón.
A pesar de sus orígenes comunes, el judaísmo se diferencia del cristianismo en que sí establece la condición del arrepentimiento al perdón.
El perdón es, en este sentido, posible (puesto que Dios perdona), pero
para que él se concrete, el ofensor debe reparar el daño y evidenciar
hondo arrepentimiento. Con el fin de conmemorar el perdón concedido por Dios con ocasión de las fallas humanas, el judaísmo celebra
el yom kipur, o el día del perdón el 10 de tishrei, día de ayuno, expiación y reconciliación. Finalmente, el islam también condiciona el
perdón al arrepentimiento. Así como Alá castiga y perdona (todo salvo
la idolatría a otros dioses), el musulmán perdona las ofensas recibidas
(por cuanto ello es lo que lo asemeja a su Dios), siempre y cuando ellas
estén motivadas en un sentimiento de arrepentimiento y reparación.
Lo anterior evidencia que el significado que Nordquist le atribuye al
perdón es insuficiente. Allende la necesidad de separar conceptualmente
la reconciliación del perdón, la consideración de la unilateralidad e
incondicionalidad atribuida al perdón entraña una reducción conceptual. La revisión de otras comprensiones de perdón ora religiosas, ora
filosóficas, demuestra efectivamente que el perdón puede, en algunas
concepciones particulares, implicar dinámicas bilaterales o procesos
condicionantes. Así, para un cristiano, el perdón es fáctica y epistemológicamente asequible, a pesar de su unilateralidad. La bilateralidad
de la reconciliación (que Nordquist plantea) puede tornarse así en un
obstáculo en aquellos casos en los que el ofensor no está dispuesto decir
la verdad o a actuar de modo que la ofensa realizada sea subsanada. La
unilateralidad del perdón que tiene en mente Nordquist se relaciona
89
90
Reflexiones académicas alrededor de la paz
con la compresión que tiene del perdón el cristianismo. En otros casos,
sin embargo, el perdón es efectivamente bilateral puesto que precisa
que el ofensor lo solicite con honestidad, muestre arrepentimiento y
que, por su parte, el ofendido considere que quien le hizo daño hace
méritos suficientes para merecerlo. Esta última versión del perdón,
que se encuentra en el corazón del judaísmo, en el islam, contradice
manifiestamente la tesis (de Nordquist y de Dwyer) según la cual el
perdón es siempre unilateral e incondicionado.
4. Ahora bien, y siguiendo a Nordquist, a Dwyer y a Schaap, el maximalismo plantea ante todo un obstáculo serio al proceso de reconciliación,
como quiera que puede suceder que los individuos particulares no se
comporten de la manera “emotiva” esperada. En efecto, el perdón es
harto exigente para las víctimas y, sobre todo, no es replicable. Es por
esta razón que el enfoque minimalista plantea que una definición de
la reconciliación debe rebasar el esquema individualista y traducir las
formas individuales de reconciliación en formas grupales de amplio y
dinámico espectro. (Little/Maddison, 2017, pág. 147). El enfoque minimalista aspira a lograr esto circunscribiendo el proceso reconciliatorio al
ámbito político. Por político, el enfoque minimalista entiende el ámbito
de encuentro en el que los intereses y los principios de las personas son
filtrados a través de un lenguaje compartido de derechos y libertades
en el marco de una familia de instituciones. “A minimally decent society is
governed by minimally moral rules” (Bhargava, 2001, pág. 45)11. En orden
a reivindicar lo político, el enfoque minimalista es complementado a
menudo con mecanismos alternativos de justicia o con estrategias de
reparación y reconstrucción de la memoria histórica (Verdeja, 2009).
Desde luego, existen matices entre los autores que lo integran, pero,
en esencia, este enfoque concibe la reconciliación “as simple coexistence
between former enemies, a basic agreement by different groups to accept the law
rather than violence to resolve disagreements” (Verdeja, 2009, pág. 13)12.
11
“Una sociedad mínimamente decente está gobernada por normas mínimamente morales”.
12
“Una simple coexistencia entre antiguos adversarios, un acuerdo básico
entre diferentes grupos que aceptan la ley en lugar de la violencia para
resolver sus desacuerdos”.
Reconciliación y Confianza. Una interpretación minimalista de la reconciliación
A pesar de silenciar toda resonancia espiritual, moral o terapéutica,
y de no abogar a favor de la idea de retorno, el enfoque minimalista
concibe el restablecimiento de las relaciones de los antiguos adversarios
y el conjunto de la sociedad atendiendo exclusivamente a la razón y
dejando de lado las emociones que se vinculan a lo político. Analizar
cada uno de estos aspectos problemáticos del enfoque minimalista
excede las posibilidades del presente estudio. Sin embargo, quisiera
plantear aquí la tesis de que la confianza constituye la base explicativa
de todos los niveles de reconciliación y que la reconciliación es un
proceso transversal con niveles que responden a lógicas autónomas.
Conforme a esto, se trate de reconciliación social, política o interpersonal, lo que está realmente en juego en cada caso es la recuperación/
construcción de la confianza. El mismo Nordquist reconoce que, tras
la reparación del daño causado, el establecimiento de “una confianza
básica entre víctimas, perpetradores y la sociedad en general” es lo que marca
el camino de la reconciliación (2018, pág. 52).
De acuerdo con la literatura especializada, la confianza consiste en
disponer de certeza acerca de la realidad y de la propia existencia. En
sus Meditaciones metafísicas, Descartes plantea este asunto cuestionando
la veracidad de la realidad. “Así, pues –dice Descartes– supongo que
todo lo que veo es falso. ¿Qué podré, entonces, tener por verdadero?”
(Descartes, pág. 23). La respuesta alcanzada por Descartes se sintetiza
en la idea del cogito, el cual trae consigo confianza provisional en el
mundo (Margot, 2008) y la asociación de la confianza a la certeza
que la razón provee (justificación epistémica). Allende la conclusión
cartesiana, en la vida cotidiana a menudo la confianza no se soporta en
razones. De hecho, en no pocas veces se confía sin disponer de razones
y a pesar de incumplimientos, de mentiras y de ofensas. En tales casos,
a pesar de que se carece de justificación epistémica, confiamos. El que
se confíe sin disponer de razones para ello evidencia el hecho de que las
exigencias del mundo práctico no son las mismas del mundo teórico.
En el mundo práctico, es posible y, sobre todo, necesario confiar. Sin
confianza, no son posibles la convivencia, ni la paz.
En consecuencia, si, como dice Hobbes, un estado de guerra es la
ausencia de confianza llevada a su máxima expresión, la reconciliación
91
92
Reflexiones académicas alrededor de la paz
puede ser definida como el proceso por medio del cual se aspira a
recuperar/construir la confianza perdida. (2006). Aunque seguramente ostenta un componente epistémico, la confianza cumple la
función vital de posibilitar en la cotidianidad la interacción social y
la convivencia. El vivir con los otros no equivale a convivir con los
otros, dice Ignatieff. Por esta razón, el “vivir unos junto a otros, en
lugar de convivir, no requiere mucha interacción personal ni una
cultura compartida” (Ignatieff, 2018, pág. 36). Solamente “requiere
instituciones públicas más o menos justas […] y un sistema operativo
subliminal –la confianza y la reciprocidad básicas–, puesto a prueba y
renegociado constantemente, pero también confirmado habitualmente
en el ir y venir de la vida cotidiana” (Ignatieff, 2018, pág. 42). Así, son
los encuentros consuetudinarios y los requerimientos que impone la
vida cotidiana los que configuran dinámicas, procesos o situaciones de
confianza. Vista de esta manera, la confianza es un proceso político
(no institucional, transversal y compuesto de diversos niveles) que,
focalizado en las necesidades del presente y ajena a las ideologías, crea
las condiciones para la interacción social.
Conforme lo anterior, la reconciliación es un proceso transversal con
niveles que responden a lógicas autónomas, que aspira a la recuperación/construcción de la confianza. Esto significa que la resolución del
problema de la reconciliación pasa por identificar y afectar las lógicas de
cada nivel. En el nivel social, un enfoque político de la reconciliación,
entiéndase minimalista, debe perseguir la recuperación/construcción
de la confianza planteando la transformación política de las enemistades por medio de la integración de los diferentes niveles de lo político
y las emociones que se vinculan con y favorecen la reconciliación.
Ello demanda que se incluyan todos los niveles lo político (no solo el
institucional), así como las emociones políticas (que no meta-relatos
racionalistas). En el nivel interpersonal, un enfoque político de la reconciliación debe buscar la recuperación/construcción de la confianza
analizando la índole y el proceso de adopción de las virtudes cotidianas,
considerando de este modo lo que las personas de carne y hueso ya
hacen de hecho a diario para seguir con sus vidas a pesar de lo sucedido.
Reconciliación y Confianza. Una interpretación minimalista de la reconciliación
Poniendo en evidencia la insuficiencia de la comprensión del perdón
de Nordquist, en el presente estudio se defendió una interpretación
minimalista de la reconciliación basada en la noción de la confianza,
virtud indispensable para la interacción social y base explicativa de todos
los niveles de reconciliación. La tesis presentada es que la reconciliación
es un proceso multinivel en el que los integrantes de una sociedad que
ha sido afectada por la violencia recuperan/construyen entre sí la confianza. De ahí que una interpretación minimalista como la que defiendo
implique a) la identificación de los diferentes niveles de lo político y b)
la integración de las emociones y virtudes que se vinculan y favorecen
la reconciliación. Ciertamente, esta definición es compatible con la
definición canónica según la cual la reconciliación consiste bien en el
restablecimiento de las relaciones entre antiguos adversarios, bien en la
modificación de identidades por medio del respeto mutuo (Verdeja), o
bien en la recuperación de confianza (Nordquist). Resulta, con todo,
incompatible con la idea defendida por el enfoque maximalista de
retorno a “an ahistorical ideal of harmony or consensus” 13. (Schaap, 2005,
pág. 4) en la que la discordia y el antagonismo son apaciguados.
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95
CAPÍTULO V
Las comisiones de la verdad
y los allegados: memoria e identidad
narrativa. Un estudio hermenéutico
con base en Ricoeur1
Andrés Felipe Zuluaga Jaramillo2
Samuel Emilio Barahona3
Introducción
Usualmente se sostiene que las comisiones de la verdad contribuyen a la memoria y a la identidad individual4, y a la memoria y a
1
El presente capítulo es producto del proyecto de investigación en curso
llamado Identidad narrativa, lo judicial y casos trágicos: Las Euménides
de Esquilo. Un acercamiento desde la filosofía de Ricoeur, el cual se encuentra inscrito en el Banco de Proyectos Institucional de la Universidad
de Medellín, y se desarrolla en el marco del Doctorado en Filosofía de la
Universidad Pontificia Bolivariana (Colombia).
2
Abogado de la Universidad de Medellín. Magíster en Derecho Procesal
de la Universidad de Medellín (Colombia). Doctorando en Filosofía de la
Universidad Pontificia Bolivariana (Colombia). Profesor de tiempo completo, Coordinador de la Unidad de organización curricular de Humanidades de
la Facultad de Derecho, miembro del Grupo de Investigaciones Jurídicas
de la misma Facultad, de la Universidad de Medellín (Colombia). ORCID:
0000-0002-1601-5325. Correo electrónico:
[email protected].
3
Egresado de la Facultad de Derecho de la Universidad de Medellín. Auxiliar
de investigación del Grupo de Investigaciones Jurídicas de la Facultad de
Derecho de la Universidad de Medellín.
4
“The engagement with the past will need to acknowledge and accommodate the centrality of individual memory in the production of historical
narratives—recognizing memory as the subjective conduit to the past”
(Posel, 2008, pág. 128).
96
Reflexiones académicas alrededor de la paz
la identidad colectiva5. En el presente trabajo se comparte lo anterior,
pero se pretende indagar en un problema que no es frecuentemente
trabajado: el de la memoria e identidad narrativa de los allegados en
las Comisiones de la Verdad.
El punto de partida de este artículo es la hermenéutica filosófica de
Ricoeur en la cual, entre otros aspectos, se sostiene que:
[…] la existencia solo accede a la palabra, al sentido y a la reflexión
procediendo a una exégesis continua de todas las significaciones que
tienen lugar en el mundo de la cultura; la existencia no deviene un sí
mismo –humano y adulto– más que apropiándose de ese sentido que
primeramente reside ‘afuera’, en obras, instituciones, monumentos
de cultura, donde la vida del espíritu se ha objetivado (2008, pág. 26).
De ahí que devenir un sí mismo surja tanto de una interpretación de
sí mismo como del “afuera”, el cual frecuentemente se asocia con
textos que no se dirigen directamente a la persona, como una obra de
teatro, una ópera, una novela, un texto religioso, un mito, etc. Ahora
bien, se estima que entre el sí mismo y esos textos de un afuera más
o menos lejanos pueden existir unos textos intermedios que afectan
el significado de una existencia y que deberían ser apropiados por
las personas para constituir su identidad y su memoria; a modo de
ejemplo se encuentran las sentencias judiciales y los textos producto
de las comisiones de la verdad de un modo general puede preguntarse
¿qué sucede hermenéuticamente hablando cuando un texto refiere de
manera directa o indirecta a una persona? No obstante esa pregunta
general, acá solo se analizará lo relacionado con las Comisiones de la
Verdad, con la pretensión de mostrar que entre lo general de la memoria colectiva y lo particular de la memoria individual hay un punto
intermedio, a saber, la memoria de los allegados, la cual se construye
5
Sobre este tema puede consultarse a Barash, quien en uno de sus textos
concluye “si resulta legítimo invocar la especificidad de las identidades
colectivas, lo es en la medida en que esas identidades se apoyan [...] en
el largo plazo de prácticas políticas constitutivas de la memoria profunda
de los pueblos” (Barash, 2009, pág. 33).
Las Comisiones de la Verdad y los allegados: memoria e identidad narrativa
desde un texto intermedio que no está en el afuera lejano, ni es directamente su existencia en cuanto interpretación de sus acciones o las
acciones que recayeron sobre su persona.
Es de anotar que uno de los presupuestos del artículo, es la existencia
de dos tipos de víctimas, a saber, las directas e indirectas6 (allegados7),
lo cual lleva a preguntarse si ambas pueden construir la memoria y la
identidad de la misma manera.
Una primera situación hipotética conduce a pensar que: supongamos
una familia en la cual la víctima directa fue el señor “k”, quien fue
asesinado en un contexto de vulneración a los derechos humanos, y la
víctima indirecta fue “j” la hija del señor “k”, quien lo único que sabe8
es que el día “x” su padre fue asesinado por el actor del conflicto “z”.
Respecto de la anterior situación cabe preguntarse ¿una Comisión de la
Verdad puede generarle la posibilidad de hacer memoria al señor “k”?
¿Contribuye la Comisión de la Verdad a la identidad del señor “k”?
De manera superficial se puede responder que no a las dos preguntas,
pues si el sujeto se encuentra muerto no puede realizar una actividad de
memoria ni puede construir su identidad. A diferencia de una víctima
directa que fue herida, pero sobrevivió, pues ella sí puede, con base en
6
Desde la victimología se ha dicho que “las víctimas no necesariamente
son el sujeto pasivo del hecho criminal, pues las víctimas son, además:
los allegados, los familiares del grupo social determinado, la comunidad”
(Díaz, 2006, pág. 145).
“
[…] Cuando corresponda, y en conformidad con el derecho interno, el término “víctima” también comprenderá a la familia inmediata o las personas
a cargo de la víctima directa y a las personas que hayan sufrido daños al
intervenir para prestar asistencia a víctimas en peligro o para impedir la
victimización”. (ONU, 2005).
7
El concepto de allegados se toma de Ricoeur: “Los allegados son los que
aprueban mi existencia y cuya existencia yo apruebo en la estima recíproca
e igual” (Ricoeur, 2010, pág. 173). En este artículo se usarán las expresiones
allegados y víctimas indirectas como sinónimos.
8
Los grados de conocimiento de la víctima indirecta pueden ser muy variados, van desde aquella que fue testigo de los hechos hasta aquella que
sabe muy poco.
97
98
Reflexiones académicas alrededor de la paz
lo establecido en una Comisión de la Verdad, realizar una actividad de
memoria y de identidad.
Ahora bien, la víctima directa sobreviviente tiene algunos datos del
pasado que vivió de manera inmediata, el cual puede rememorar, y
con la Comisión de la Verdad puede acabar de construir su memoria
individual y su identidad narrativa. Mientras que “j”, quien posee un
conocimiento muy escaso, poco o nada puede rememorar. Si la memoria está vinculada con el pasado ¿qué pasado tiene “j” para recordar?,
¿si la identidad se construye a través de la memoria y la narración qué
identidad puede construir “j” ?
Lo anterior justifica distinguir el trabajo que puede ser realizado por las
víctimas directas y los allegados respecto de la memoria y la identidad.
En apoyo de lo anterior se trae a colación lo mencionado por Jelin
respecto de las narrativas de las mujeres en el marco de las dictaduras
del Cono Sur, “las mujeres pueden narrar las experiencias de los otros,
las propias como víctimas directas (sobrevivientes de la represión en
sus distintas formas), como ‘víctimas indirectas’ o como militantes del
movimiento de derechos humanos” (2002, pág. 104). De lo anterior,
se colige que la memoria y la narración se construyen de manera diferente, no solo según el género, sino del aspecto de la existencia que
se narre, y para el caso objeto de estudio no es lo mismo la narración
como víctima directa, como allegado, y siguiendo la línea de Jelin como
militante de derechos humanos. Con base en lo anterior, la pregunta
a resolver es ¿cómo pueden los allegados construir la memoria y la
identidad narrativa por medio de las comisiones de la verdad?
La anterior pregunta se analizará desde la filosofía de Paul Ricoeur,
quien en diversas obras ha estudiado el problema de la identidad narrativa y la memoria, y en su obra La memoria, la historia y el olvido propone el
concepto de allegados. Además, la hermenéutica filosófica de Ricoeur
es la vía principal para construir este artículo, ya que en su propuesta
hermenéutica “el hombre, ser de posibilidades, puede configurar su
mundo, pero también su pasado, mediante la memoria, el perdón, el
reconocimiento” (Grondin, 2008, pág.125).
Las Comisiones de la Verdad y los allegados: memoria e identidad narrativa
1. Comisión de la Verdad
a. Noción
Hayner (2008, pág. 31) define a las Comisiones de la Verdad como
“organismos oficiales instituidos para investigar e informar sobre la
pauta de las violaciones a los derechos humanos en el pasado”9. Si bien
en la historia estas comisiones se han manifestado de diferentes formas,
de esta definición se pueden extraer algunos elementos recurrentes en
las múltiples Comisiones de la Verdad.
En primer lugar, menciona Hayner, son organismos oficiales, creados por iniciativa de quien esté ejerciendo el poder, y es este quien
determina la estructura, duración y materia de las investigaciones de
las comisiones. Sin embargo, las comisiones suelen trabajar como órganos independientes y con un cierto grado de autonomía con el fin
de garantizar la legitimidad de sus resultados10.
En segundo lugar, las comisiones cumplen una función investigativa
de conductas y eventos ocurridos dentro de un marco espacial y temporal específico, con fines de hacer público las conductas más atroces
violadoras de los derechos humanos. Generalmente las Comisiones de
la Verdad son creadas en momentos de extrema sensibilidad y dolor
para la población y en especial para las víctimas de estos hechos, y que
su trabajo se enfoca en los aspectos más vulnerables que generaron un
significativo impacto a este grupo de personas. En estas líneas se ha
expresado que:
9
Adicionalmente, Teitel (2003, 78) define las Comisiones de la Verdad
como “un cuerpo oficial, usualmente creado por un gobierno nacional, para
investigar, documentar y reportar los abusos de los derechos humanos
ocurridos dentro de un país en un periodo de tiempo determinado”.
10
Relacionado con la legitimidad de las investigaciones de las Comisiones
de la Verdad, se pueden ver Varón (2011) y Gonzáles (2007).
99
100
Reflexiones académicas alrededor de la paz
[…] las Comisiones de la Verdad son organismos de investigación
creados para ayudar a las sociedades que han enfrentado graves
situaciones de violencia política o guerra interna, a enfrentarse
críticamente con su pasado, a fin de superar las profundas crisis
y traumas generados por la violencia y evitar que tales hechos se
repitan en el futuro cercano (Cuya, 1996, pág. 2).
Cabe agregar que las Comisiones de Verdad se originan en contextos
de justicia transicional11, creadas con la finalidad de sanar heridas del
pasado para abrir paso al progreso12. Así indica Ceballos (2002, pág. 4),
“[…] son órganos cuyo papel principal en la transición de un estado de
guerra interna a la paz, es contribuir con el entendimiento y esclarecimiento de las secuelas que ha dejado el conflicto en el tejido social”.
Una vez cumplida la tarea investigativa, el resultado del trabajo se
materializa en un informe público que recopila todos los testimonios,
entrevistas, encuestas y hallazgos recogidos durante la totalidad del
proceso. El informe suele contener estadísticas, conclusiones, recomendaciones para reconocer y reparar las injusticias causadas a las
víctimas, e inclusive, en algunos casos, análisis adicionales sobre las
consecuencias de las violaciones a las víctimas. A modo de ejemplo, la
Comisión de la Verdad de Guatemala, además de una narración sobre
los acontecimientos investigados y sus víctimas, realizó un análisis del
impacto social que estos tuvieron, en especial relacionado con el racismo como causa del conflicto, que fue plasmado en el informe final
presentado como conclusión a sus investigaciones.
Los informes finales son el medio en el cual las víctimas y sus allegados
reciben información proveniente de una autoridad, con los cuales conocen o reafirman la forma en que estos acontecimientos los afectaron,
y lo que es de ellos después de ocurridos. En palabras de Càpella:
11
A modo de ilustración, se resaltan las Comisiones de la Verdad de los
siguientes países: en Sudáfrica después del apartheid, Argentina después
del golpe de Estado del Proceso de Reorganización Nacional, Chile después
de la dictadura de Pinochet y Guatemala después de la Guerra Civil.
12
Ver adicionalmente: González (2011).
Las Comisiones de la Verdad y los allegados: memoria e identidad narrativa
[…] Los informes elaborados por estas comisiones ayudan a establecer o aclarar la verdad sobre actos del pasado, promueven la
responsabilidad de los autores de violaciones, proporcionan una
plataforma pública a las víctimas, catalizan el debate público y, en
la mayoría de los casos, recomiendan reparaciones para las víctimas
y reformas institucionales y legales necesarias (2013, pág. 5).
Finalmente, de la definición de Hayner, la expresión “en el pasado” es
de gran importancia para la función de las Comisiones de la Verdad y
en particular para esta investigación. El trabajo de las Comisiones de
la Verdad se realiza sobre hechos ocurridos en el pasado, que ya han
cesado al momento de estas constituirse, y se desarrolla realizando una
especie de clarificación y narración de los acontecimientos del pasado,
influenciando los procesos de memoria que puedan hacer las víctimas
y sus allegados.
El trabajo de las Comisiones de la Verdad clasifica a las partes en grupos,
particularmente victimarios y víctimas, pero no es en su fundamento
una labor judicial. Las misiones encomendadas a las Comisiones de
Verdad excluyen los procesos judiciales. Así lo menciona la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, al afirmar que las comisiones
de la verdad no pueden ser un reemplazo de la obligación estatal de
llevar a cabo procesos judiciales con fines de verdad13, incluso hasta
llegar al punto en que algunas Comisiones de Verdad han evitado
responsabilizar individualmente a personas de haber cometido alguna
conducta violatoria de los derechos humanos.
Al no ser el trabajo de las Comisiones de la Verdad principalmente
una labor de judicialización, su enfoque no es el victimario de los
acontecimientos, es su opuesto14, las investigaciones realizadas por
13
En estas líneas se expresa la Corte Interamericana de Derechos Humanos
siguiendo a Pablo de Greiff, cuando afirma que “la verdad no puede ser
un sustituto de la justicia, la reparación o las garantías de no repetición”,
(CIDH 2014, pág. 9)
14
Ver Garay y Vargas (2012).
101
102
Reflexiones académicas alrededor de la paz
las Comisiones de la Verdad se hacen a favor de las víctimas. Para
Humphrey (2003, pág. 174), la decisión entre juicios y comisiones de
la verdad como mecanismos de justicia transicional implica un cambio
en la producción de la verdad de perpetrador a víctima. Aunque las
víctimas están necesariamente involucradas, tanto en los juicios como
en las comisiones, lo están de manera distinta y con fines diferentes.
Desde el punto de vista probatorio, en los juicios, las víctimas pueden rendir testimonios acerca de los hechos de la actividad criminal,
mientras que en las Comisiones de la Verdad las víctimas son la pieza
central de producción de la verdad y la fuente más creíble y con mayor
capacidad de empatía.
Por ello, una de las funciones más importantes de una Comisión de la
Verdad, según Hayner es “registrar con precisión el pasado de un país, clarificar ciertos hechos y levantar la capa de silencio y negación que cubre un periodo
polémico y doloroso de la historia” (2008, pág. 54), o, en otras palabras,
clarificar y reconocer la verdad.
b. Comisiones de la Verdad y verdad
El fin último de las Comisiones de la Verdad es ayudar en la reparación
de una sociedad, con miras a un futuro prometedor, buscando una
reconciliación entre las partes involucradas en el conflicto. Es posible
que los procesos de verdad llevados a cabo por la Comisión concluyan
en una reconciliación efectiva de las partes15, pero para ello es indispensable el perdón, precedido de un estado de cuentas de violaciones,
una confrontación de los perpetradores por las víctimas, reparaciones,
y un continuo énfasis en las motivaciones personales y las transformaciones (Rotberg, 2000, pág. 10). Por tanto, para alcanzar los fines
encomendados a una Comisión de Verdad, el punto de partida debe
ser una legítima misión de la verdad:
15
Así afirma Gibson (2004, pág. 215), después de un análisis estadístico sobre
la reconciliación después de las Comisiones de la Verdad, estudiadas para
el caso de Sudáfrica.
Las Comisiones de la Verdad y los allegados: memoria e identidad narrativa
La verdad puede ayudar en el proceso de recuperación después de
eventos traumáticos, restaurar la dignidad personal (con frecuencia
después de años de estigmatización) y levantar salvaguardas contra
la impunidad y la negación. El esclarecimiento de la verdad puede
iniciar el proceso de reconciliación en tanto que la negación y el
silencio pueden incrementar la desconfianza y la polarización. Un
orden político basado en la transparencia y la rendición de cuentas
tiene más posibilidades de disfrutar de la seguridad y confianza de
sus ciudadanos (ICTJ, 2013, pág. 8).
Actualmente la verdad se ha consolidado como un derecho de especial
protección en la comunidad internacional, que, según la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos, ha surgido como respuesta
frente a la falta de esclarecimiento de los casos de graves violaciones
de los derechos humanos, y cobra una importancia mayor tratándose
de mecanismos de justicia transicional (CIDH, 2014, pág. 19). Así,
ha sido reconocido por diferentes organismos internacionales16, en
que le otorgan un carácter de autónomo e inalienable, relacionado
directamente con la obligación asumida por el Estado a garantizar la
no vulneración de los derechos humanos.
El derecho a la verdad se examina desde dos dimensiones (CIDH,
2014, pág. 33), uno de ellos comprende una verdad social, en la cual se
tienen en cuenta las perspectivas del impacto de los acontecimientos en
rasgos generales. Esta verdad se manifiesta en el informe de la Comisión
cuando se establecen patrones de conducta sistemáticos de violaciones
a los derechos humanos, o estadísticas que recogen la totalidad de los
acontecimientos investigados.
La otra dimensión comprende una perspectiva individual, en la que
se narra la situación de la víctima en particular y su relación con el
16
A modo de ilustración, fue reconocido por la Comisión de Derechos Humanos
de las Naciones Unidas: Informe de Diane Orentlicher, “Conjunto de principios
actualizado para la protección y la promoción de los derechos humanos
mediante la lucha contra la impunidad” (2005), y, además, por la Asamblea
General de la OEA en la Resolución 2175 “El Derecho a la Verdad” (2006).
103
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Reflexiones académicas alrededor de la paz
conflicto investigado. Para llegar a esta verdad se recopilan testimonios y entrevistas. La investigación se encuentra libre de mediación
alguna, en cuanto las víctimas y sus allegados acuden directamente a
la Comisión, y esta recoge las vivencias de las personas involucradas.
Se vuelve especialmente necesario conocer y clarificar la verdad de las
víctimas vistas individualmente, en cuanto se puede constituir como
un escenario de catarsis para ellas17 y, además, como será estudiado
más adelante, permitirá a las víctimas y sus allegados realizar un trabajo
hermenéutico donde podrán consolidar su identidad y la de sus allegados. La Comisión de la Verdad narra una verdad que será la versión
oficial a la que tendrán acceso las víctimas y con la cual podrán realizar
trabajos interpretativos para consolidar su identidad y su memoria como
víctimas, o como allegados de las víctimas.
A pesar de la importancia de una investigación profunda en la cual
se asuma la responsabilidad de encontrar la verdad, sea cual sea esta,
se reconoce la imposibilidad que tienen las comisiones de la verdad
de plasmar en sus informes una verdad absoluta, ya sea por la falta de
una recopilación de la información completa, su limitado objeto de
investigación, o por una apreciación parcializada de los acontecimientos
que investiga.
De esta manera, se ve cómo la verdad a la que hacen referencia estas
comisiones no es una verdad entendida como la coincidencia entre un
relato y unos hechos objetivamente considerados, sino que, teniendo
en cuenta que nace de diferentes interpretaciones, esa verdad realmente
se trata de una versión limitada que adquirirá legitimidad en cuanto
sea fruto de procedimientos incluyentes en donde toda la sociedad se
vea representada (Fuentes, 2004, pág. 21).
17
En estas líneas se expresa que “en algunos entornos posconflicto, las
Comisiones de la Verdad han sido responsables en diversos grados de
proveer un espacio para procesar los traumas dejados por las atrocidades,
dar a las víctimas y a los grupos marginados una oportunidad de luchar
por su derecho a una reparación efectiva y proporcionar a los políticos la
información necesaria para asegurar garantías de no repetición” (ICTJ,
2015, pág. 89).
Las Comisiones de la Verdad y los allegados: memoria e identidad narrativa
c. Comisiones de la Verdad y memoria
Las comisiones de la verdad permiten recordar lo que de otra forma
sería olvidado, y olvidar lo que nos ataría permanentemente al pasado.
En otras palabras, las comisiones de la verdad permiten la memoria.
La memoria es un ejercicio en el cual se conjugan recuerdo y olvido, y
en el que la Comisión, una vez involucrada, juega un papel altamente
significativo, pues es quien asume la responsabilidad de elegir lo que
otros tendrán como fundamento para recordar u olvidar. Para entender
la incidencia que tienen las comisiones de la verdad en la memoria, es
importante determinar quién recuerda y cómo lo hace.
Quienes hacen memoria son las personas, pero también los grupos de
personas. Existe por tanto una memoria colectiva, entendida como
aquella que “recompone mágicamente el pasado, y cuyos recuerdos se
remiten a la experiencia que una comunidad o grupo pueden legar a un
individuo o grupo de individuos”, y una memoria individual, la cual
si bien “se opone (enfrenta) a la memoria colectiva, es una condición
necesaria y suficiente para llamar al reconocimiento de los recuerdos”
(Betancourt, 2004, pág. 126).
La memoria individual se manifiesta cuando un sujeto recuerda un
acontecimiento, un día en particular, una conversación. La memoria
colectiva se manifiesta cuando un grupo reconoce un pasado común
que influencia su presente, como una tradición, un día festivo, una
tragedia. Blair enfatiza en la diferencia entre la memoria individual y
la colectiva, al afirmar que “las naciones no se reconcilian como las
personas” (2002, pág. 13), pero que la memoria colectiva es necesaria
para que una sociedad se forme en el presente.
La colectividad necesita un pasado para asegurarse de que es la
misma de siempre y para mantener interés en el futuro. Los proyectos se hacen de memorias, los proyectos son la resonancia de un
trayecto. O, en términos de Baczko, la memoria colectiva no se ejerce
más que re-ligada a un pasado concreto, en un campo simbólico
determinado, que modela el pasado y lo religa a las experiencias del
presente y a las aspiraciones de futuro (2002, pág. 15).
105
106
Reflexiones académicas alrededor de la paz
Además de las categorías señaladas anteriormente, podemos encontrar
una tercera que se encuentra en una posición intermedia entre ambas.
Tratándose de un individuo que hace memoria, este lo puede hacer
recordándose a sí, o recordando a otro. Por ejemplo, se puede hacer
memoria desde la condición propia de víctima, recordando el acontecimiento trágico, el trauma, el sentimiento, pero también se puede
recordar a otro, a una víctima que ya no está, a quien conoció en vida
y sobre quien ha formado una imagen de su identidad. Esta persona
que recuerda sobre el otro cercano se conocerá como allegado.
Tanto el individuo como el grupo pueden hacer memoria sobre un
mismo hecho, si bien cada uno con finalidades diferentes, con un mismo punto de partida: quien recuerda lo hace trayendo al presente una
imagen del pasado. Para el caso de los informes de las Comisiones de
la Verdad, estos se configuran como las imágenes que serán traídas al
presente, a disposición de quien hace memoria, sea un individuo, un
allegado o un colectivo. Estos informes son un relato18, un “llamado a
la sociedad, para que, a través del relato, exorcice, libere, reconstruya”
(Jaramillo 2011, pág. 131), y tendrán valor en la constitución de la
memoria e identidad de un individuo o un colectivo, en tanto se haga
un esfuerzo hermenéutico sobre la memoria19.
Todorov (2000, pág. 25) afirma que “la recuperación del pasado es
indispensable, lo cual no significa que el pasado deba regir el presente, sino que, al contrario, este hará del pasado el uso que prefiera”,
18
Adicionalmente, en cuanto a la memoria como relato, se menciona “[…]
solo es posible la existencia de la memoria en tanto esté mediada por el
lenguaje, por su narración” (Blair, 2002, pág. 24).
19
“Así, el discurso es más que otro de los lugares de la memoria, es su lugar
de aparición básico, fundamental. Esta es su manifestación principal, pues
la única manera de hacer aparecer la memoria es a través del relato. El
discurso, la narración, funcionan como un lugar de la memoria en la medida
en que es allí donde tienen nacimiento los acontecimientos, pues para que
aparezcan y tengan sentido deben ser narrados, contados, nombrados, para
después ser fijados, fechados, acuñados o materializados en la memoria
de la sociedad, lo cual da relevancia a la relación indisoluble y necesaria
entre la memoria y el lenguaje” (Blair, 2002, pág. 25).
Las Comisiones de la Verdad y los allegados: memoria e identidad narrativa
significando que la memoria del pasado puede tener un impacto de
progreso en el presente, con la condición de que concurran tres circunstancias: en primer lugar, que se haga un descubrimiento extenso
y profundo de la verdad. Además, que se interprete de una manera en
que del pasado se extraiga algo más que la mera literalidad, se extraiga
una lección del pasado20. Por último, que se haga un uso adecuado de
la memoria (Todorov, 2000, pág. 31).
El uso inadecuado de la memoria, o abuso de la memoria, se puede
manifestar de varias maneras. Por un lado, se puede llegar al extremo
de suprimir el pasado, “desapareciendo las víctimas ante un silencio
impune” (Jaramillo, 2012, pág. 7), o reduciéndolas a un mero dato
histórico o estadístico, por otro lado, se puede recordar todo lo que
convierte al acontecimiento en un trauma, y condenarse a estar sometido a un imperdonable pasado, a dejar por siempre abiertas las
heridas (Jaramillo, 2012, pág. 48). Tanto las comisiones de la verdad,
como quien recuerda, son responsables de darle un uso adecuado a la
memoria. La Comisión, al realizar un trabajo legítimo de verdad, y
quien recuerda, al establecer el equilibrio entre la memoria y la historia, siendo el último censor del valor hermenéutico de la historia.
(Jaramillo 2011, pág. 131).
Una vez entendido quién recuerda y cómo lo hace, se distinguen algunas incidencias que tiene el trabajo de las Comisiones de la Verdad
en la memoria. Entre ellas:
(i) el permitir la formación de una memoria individual;
(ii) el ofrecer una fuerza genuina para alcanzar la meta de formar una
memoria colectiva (Minow, 2008, pág. 175);
20
Para Todorov (2000, pág. 32), existen dos tipos de forma de hacer memoria:
una literal, en la que exclusivamente se hace memoria sobre el suceso
entendiéndolo como un hecho pasado, suspendido por sí solo, inconducente
a algo más allá que una serie de causalidades, y una forma ejemplar de
hacer memoria, en la que se hace memoria sobre el mismo suceso, pero
esta vez interpretándolo en el presente mundo de la vida, para extraer de
él una lección, una verdad, una liberación.
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Reflexiones académicas alrededor de la paz
(iii) la construcción de una cultura comprometida a condenar los crímenes de lesa humanidad (Minow, 2008, pág. 175);
(iv) una forma diferente de hacer justicia, ya que, al recordar, hago
justicia a otro; al no olvidar, hago justicia con otro. Ese otro es distinto
de lo que soy, pero es también aquel con el que comparto referentes o
historias. Ese otro me obliga ontológica y políticamente a ser consciente
de su condición diferencial, marginal, de exclusión o de victimización.
Estoy atado a ese otro, y a través de su recuerdo me libero, nos liberamos
(Jaramillo, 2012, pág. 49).
(v) el relato contenido en los informes de las Comisiones de la Verdad
cumple la función de ser “empresa del perdón”, en el que, al impulsar
la memoria, funciona como alternativa a la venganza o a la impunidad
del responsable. Jaramillo, siguiendo a Ricoeur, menciona cómo este
perdón es una combinación mediada por la memoria entre liberar y atar
a quienes son víctimas y quienes son victimarios: Por un lado, quien
perdona libera a otro de la falta, porque “la deuda raya en la falta y se
confina en la repetición” (Ricoeur, 2010, pág. 643). Por otro lado,
quien perdona también debe vincular a su deudor-victimario para
siempre. Este doble juego del liberar-atar, de mantener en la memoria la huella de la deuda, pero sin falta, de reconocer la deuda, pero
desnudando el rencor, es esencial a un proyecto de perdón siempre
inconcluso. En este camino, víctimas y victimarios deberán corresponderse mutuamente. La primera ha de poder liberar y atar; los segundos
han de poder aceptar y reconocer ser liberados y atados. Lo común a
ambos es que deberán mantener su promesa (Jaramillo, 2012, pág. 51).
2. Hermenéutica de los allegados:
memoria e identidad
a. Los allegados y la hermenéutica
Como se mencionó, las Comisiones de la Verdad producen una serie de
informes los cuales, de acuerdo con Ricoeur, pueden ser considerados
como texto, es de recordar que “un texto es todo discurso fijado por
Las Comisiones de la Verdad y los allegados: memoria e identidad narrativa
la escritura” (Ricoeur, 2002, pág. 127), y por ende pueden recibir un
trabajo hermenéutico. En la medida en que los informes producto de
las Comisiones de la Verdad son de acceso público, cualquier persona
puede realizar un ejercicio hermenéutico frente a estos21. Si bien esto
es posible, estos textos hacen referencia a víctimas directas o indirectas, las cuales también pueden hacer una hermenéutica diferente de la
realizada por personas que no fueron víctimas.
Esto es así porque lo allí expresado aborda directa o indirectamente
la existencia de las víctimas, y en el caso que se analiza en el presente
texto, la labor hermenéutica que pueden realizar los allegados toca
directamente un aspecto del mundo de la vida. En otras palabras, los
textos de la Comisión de la Verdad dicen algo o refieren algo sobre las
víctimas, por esto el trabajo hermenéutico de los allegados no es simplemente el de aproximarse a un texto como cualquier otro, sino que
implica mirar esa particularidad de un texto que estudia un momento
específico de la vida.
Es de añadir que la hermenéutica del texto propuesta por Ricoeur
busca la comprensión de sí mismo por la mediación del texto, así “en
la reflexión hermenéutica –o en la hermenéutica reflexiva– la constitución del sí mismo y la del sentido son contemporáneas” (Ricoeur,
2002, pág.141). En otras palabras, el lector de una obra, además de
comprenderla puede comprenderse22, esto es, puede evaluar su vida,
sus capacidades, sus proyectos, etc. Y si lo anterior es posible frente a
obras que no refieren directamente algo sobre la vida, es aún más viable
que pueda acontecer frente los textos producto de las Comisiones de la
21
Aunque Ricoeur no estudió expresamente de los textos producto de las
Comisiones de la Verdad, su hermenéutica filosófica puede ser aplicada
allí porque “la teoría del texto de Ricoeur podría ser aplicada tanto al
mundo del texto literario, como del texto histórico, jurídico o de cualquier
otro tipo” (Picontó Novales, 2005, pág. 242).
22
“Este crecimiento de su propia identidad está enriquecido con todos aquellos encuentros, textos y contextos que se le presentaron primeramente
como extraños y que él mismo asimiló hasta apropiarse con ellos” (Begué,
2002, pág. 274).
109
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Reflexiones académicas alrededor de la paz
Verdad, los cuales refieren algo sobre la vida de las víctimas indirectas.
Máxime cuando en el supuesto de trabajo de este artículo la víctima
directa falleció, por lo cual su silencio remite al allegado a la voz23 de
la Comisión de la Verdad.
Es importante resaltar que el trabajo hermenéutico puede ayudar a la
comprensión de sí mismo, bajo la condición de que el intérprete se
enfrenta al texto con esta intención, es decir, si va al texto más allá de
fines de erudición, información o diversión; la labor hermenéutica
propuesta por Ricoeur conlleva esa intención de constituirse a través
del texto. Para alcanzar esto es menester realizar una apropiación del
texto, un dejarse decir por el texto y una actualización del texto, en
otras palabras “hacer propio lo que en principio era extraño” (Ricoeur,
2002, pág. 141). Respecto de las víctimas indirectas, estas pueden aproximarse a los textos de las Comisiones de la Verdad con la intención
de apropiarse hermenéuticamente de los mismos para comprender (i)
qué dice el texto, (ii) qué dice el texto acerca de sus allegados y (iii)
qué dice el texto respecto de sí mismos.
Por otra parte, hablar de una hermenéutica de los allegados respecto
de los textos de las Comisiones de la Verdad tiene como base una tesis
fundamental de Ricoeur, que se encuentra condensada en el nombre
de una de sus obras: Sí mismo como otro. El sí no es algo autosuficiente ni
completo por lo cual necesita del otro, y comprende que su sí mismo
es como otro. ¿Cuál otro?, puede ser el otro cercano, el tú, los allegados o puede ser el otro lejano, él/ella, lo anónimo, las instituciones. Se
puede explicitar en los siguientes términos, el sí necesita del tú bajo el
trasfondo del él/ella, en últimas, el sí mismo es como otro.
Los allegados permiten una mediación “entre el sí y el se”, con ellos el
sí se encuentra “a mitad de camino entre el individuo solitario y el ciudadano” (Ricoeur, 2010, pág. 172), es en ese plano intermedio donde
un sí empieza a desarrollar sus capacidades, allí puede aprender que no
23
Se hace eco de la siguiente idea “Human rights violations target the voice,
and therefore, the voice should be the focus of international human rights
instruments” (Slaughter, 1997, pág. 407).
Las Comisiones de la Verdad y los allegados: memoria e identidad narrativa
es un yo autosuficiente ni pleno, pero que tampoco es algo arrojado
al anonimato e impotente. “Los allegados son los que aprueban mi
existencia y cuya existencia yo apruebo en la estima recíproca e igual"
(Ricoeur, 2010, pág. 173), y esa aprobación incluye la del uso de las
capacidades, las cuales, según Ricoeur, son las de hablar, actuar, narrar e
imputar. Ahora bien, cuando a ese próximo le sucede algo es “como si”
le sucediera al sí mismo, cuando el allegado está alegre o triste es “como
si” el sí mismo estuviera alegre o triste. En este caso la proximidad del
tú, la intimidad de ese otro cercano conlleva una impronta muy fuerte
en la cual el sí mismo es como otro. Por ello comprender lo que le
acontece a ese otro cercano también es comprender lo que le sucede
a ese sí mismo, comprender su alegría es comprender por qué se está
alegre, comprender su tristeza es comprender por qué se siente tristeza. Hacer una hermenéutica de lo que le acontece al allegado lleva a
comprenderse mejor.
Ahora bien, cuando ese allegado es víctima es “como sí” el próximo
fuese la víctima; comprender qué le aconteció al allegado es también
comprenderse a sí mismo. Ahora bien, respecto del objeto de estudio comprender a ese otro que no soy yo (quien fue víctima en un
contexto de violación a derechos humanos), pero tan cercano a mí a
través de los textos de las Comisiones de la Verdad, me permite comprenderme, en otras palabras, hacer una hermenéutica24 de lo que le
aconteció a un allegado permite comprender que pasó con un aspecto
de la vida. Un allegado puede verse a sí mismo a través de su pariente,
comprender mejor su vida haciendo un trabajo hermenéutico acerca
de textos provenientes de las Comisiones de la Verdad que hablan de
ese otro tan cercano. Es de anotar que, las Comisiones de la Verdad
actúan como ese otro lejano, como esa institución que permite que el
allegado pueda iniciar un camino hermenéutico, sin ese tercero lejano
ese tú sería impotente para comprenderse. Esa víctima directa fallecida
24
Desde la victimología se ha planteado algo similar “El giro de esa visibilidad de las víctimas lo constituye ese renovado elemento de la memoria,
entendido como la posibilidad de interpretar aspectos significativos que
hasta ahora no tenían ningún valor hermenéutico” (Arias, 2012, pág. 37).
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Reflexiones académicas alrededor de la paz
(un sí mismo) recupera “una voz”25 por medio de las Comisiones de la
Verdad (él/ella), que le permite al allegado (tú) comprenderse, lo cual
muestra cómo el “sí mismo es como ese otro allegado”.
La hermenéutica de los allegados es aquel ejercicio que a través de
los textos26 le permite a un sujeto apropiarse de lo acontecido al otro
cercano, para constituirse a sí mismo, para comprenderse mejor. Y
específicamente la hermenéutica de los allegados en las Comisiones de
la Verdad pretende, a través de los textos producto de las comisiones,
comprender la situación de una víctima directa para comprenderse
mejor a sí mismo, así apropiarse del sentido de esos textos le permitirá
constituirse.
b. La memoria de los allegados
Previo a mostrar el vínculo entre memoria y verdad en el plano de
las comisiones de la verdad es menester ahondar en el problema de
la memoria de los allegados, esto porque a la pregunta ¿de quién es
la memoria?, usualmente se responde que es individual o colectiva,
mientras que para Ricoeur “no se debe entrar en el campo de la historia
únicamente con la hipótesis de polaridad entre memoria individual y
memoria colectiva, sino con la triple atribución de la memoria: así, a
los próximos, a los otros” (Ricoeur, 2010, pág. 173).
25
“What role should a nation play, therefore, in finding and building voice
and in providing or becoming an engaged interloculor? Firs, finding voice”
(Phelps, 2011, pág. 183).
26
Puede explorarse todo un camino hermenéutico a través de textos de un sí
o sobre un sí que pueden ser interpretados por un tú: El diario, las epístolas,
sentencias judiciales, textos de las comisiones de la verdad, etc. Se estima
que respecto del receptor, las consecuencias de esa hermenéutica son
diferentes, principalmente respecto a la identidad y la memoria. Por otra
parte, en el proyecto de tesis que sustenta este artículo, se hace énfasis
en la hermenéutica que hace un sí mismo frente a un texto judicial que
recae sobre él.
Las Comisiones de la Verdad y los allegados: memoria e identidad narrativa
Para efectos de sustentar la memoria de los allegados respecto de las
Comisiones de la Verdad es necesario mostrar una insuficiencia, tanto
en la memoria individual como en la memoria colectiva.
Un individuo únicamente por medio de su memoria individual no
puede dar cuenta de su nacimiento ni de su muerte. Es de anotar que
al recuerdo se accede de manera pasiva o activa. En la pasiva el recuerdo
es algo que aparece, mientras que en la anamnesis (situación activa)
el recuerdo es buscado, conlleva un esfuerzo o trabajo por parte del
individuo (Ricoeur, 2010, pág. 20). Respecto de los acontecimientos
mencionados, el individuo (considerado de manera aislada) por más
esfuerzo que realice no llegará a una imagen del nacimiento ni mucho
menos de la muerte.
Por otra parte, estos dos acontecimientos que marcan la biografía de
cualquier individuo, en la mayoría de los casos, se desvanecen en el
plano de la memoria colectiva. Pues esta puede ser vista “como una
selección de huellas dejadas por los acontecimientos que afectaron el
curso de la historia de los grupos concernidos, y se le reconoce el poder
de escenificar estos recuerdos comunes con ocasión de fiestas, de rito,
de celebraciones públicas” (Ricoeur, 2010, pág. 157). En un plano
social, el nacimiento y la muerte del individuo, como regla general,
no van más allá de la estadística, la demografía, y los aspectos jurídicos
(Ricoeur, 2010). Cualquier individuo puede acceder a su registro civil
de nacimiento y conocer o recordar algunos datos de su vida, pero esto
no va más allá de unos datos consignados en un frío papel otorgado
por una autoridad.
Así, ni el plano individual ni el colectivo facilitan el recuerdo del nacimiento ni de la muerte, y es en este punto en el cual cobra importancia la memoria de los allegados, porque estos dos acontecimientos
“tuvieron o tendrán importancia para mis allegados. Algunos pudieron
lamentar mi muerte. Pero, antes, algunos pudieron alegrarse de mi
nacimiento” (Ricoeur, 2010, pág. 173). Así, es a través de ellos como
el individuo puede acceder a la memoria de su nacimiento y son ellos
los que tendrán memoria de su muerte, en otras palabras, la biografía
se completa con los allegados.
113
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Reflexiones académicas alrededor de la paz
Por otra parte, es preciso destacar que las Comisiones de la Verdad
permiten alcanzar dos dimensiones de la memoria, a saber (i) la veritativa y (ii) la pragmática. Con (i) la dimensión veritativa se busca
“la fidelidad epistemológica del recuerdo respecto a lo que sucedió
realmente” (Ricoeur, 2010, pág. 120) y (ii) la dimensión pragmática
permite un uso adecuado de la memoria, ya sea para la memorización,
el trabajo de duelo, o la identidad narrativa. Ahora bien, cuando una
sociedad emprende el camino hacia la dimensión veritativa facilita para
las víctimas la dimensión pragmática, la cual, como se propone en este
artículo, a través de la hermenéutica, permitirá la construcción de la
memoria e identidad de los allegados.
Con base en la dimensión veritativa se afirma la existencia de una estrecha relación entre memoria y verdad; para mostrar esto en relación con
el objeto de estudio es justo mostrar que en el plano fenomenológico
Ricoeur expresa que “nos acordamos de lo que hicimos, sentimos o
aprendimos, en una circunstancia particular” (2010, pág. 43), desde
la noción anterior cabe preguntarse ¿qué memoria tiene el allegado
del fallecido del caso planteado como hipótesis?, ¿de qué puede hacer
anamnesis? Su esfuerzo de rememoración puede dirigirse hacia lo
que sintió y aprendió a partir de noticieros, rumores, testigos, redes
sociales, etc. Pero, no puede hacer memoria de lo que efectivamente
aconteció con su familiar.
La importancia de la anamnesis radica en permitir (i) luchar contra
el olvido y (ii) vencer la distancia entre el recuerdo y el momento de
recordar (Ricoeur, 2006, pág. 149). Si esto es así, el allegado que no
tiene información suficiente, cuyo conocimiento está conformado por
retazos de información y cuyo derecho a la verdad no ha sido satisfecho, no podrá luchar efectivamente contra el olvido; todo ello por la
ausencia de una imagen clara acerca de lo acontecido con su pariente
fallecido. Se quedará en el recuerdo circular de un muerto, pero sin
comprensión y con una cantidad de preguntas sin resolver.
Lo anterior conduce a afirmar que la dimensión pragmática de la memoria por parte de los allegados está directamente relacionada con el
grado de conocimiento acerca de la situación que los ha llevado a ser
Las Comisiones de la Verdad y los allegados: memoria e identidad narrativa
víctimas. De ahí la importancia que tiene la verdad para el ejercicio
de la memoria, pues le permite al allegado ir avanzando en grados de
conocimiento.
Después de este trabajo en torno a la verdad, el sujeto puede realizar una
anamnesis de lo aprendido a través de la Comisión de la Verdad, como
lo dice Ricoeur “primero hay que haber ‘aprendido’; luego, ‘buscar’ con
esfuerzo” (2010, pág. 40). Así, las Comisiones de la Verdad permiten
un aprendizaje a las víctimas, para que estas luego puedan buscar y
hacer memoria acerca de lo acontecido, pero esta vez no con retazos
de información sino con una verdad hilada y construida. Y con este
grado de conocimiento ahora sí podrán luchar contra el olvido y vencer
el alejamiento en el tiempo, pues ya poseen una imagen más o menos
definida (no definitiva) de lo acontecido. Además, podrán completar
la biografía del allegado al tener una imagen más nítida acerca de las
circunstancias que rodearon la muerte, ahora sí la historia de una vida
se encuentra más completa.
Ese poder completar la biografía del otro conduce a mostrar el vínculo
entre memoria e identidad narrativa, pues “la memoria es incorporada a la constitución de la identidad a través de la función narrativa”
(Ricoeur, 2010, pág. 116).
c. La identidad narrativa de los allegados
Para Ricoeur “nuestra vida, abarcada con una sola mirada, se nos presenta como el campo de una actividad constructiva, tomada de la inteligencia narrativa, por la que intentamos encontrar, y no simplemente
imponer desde fuera, la identidad narrativa que nos constituye” (2013,
pág. 192). En este orden de ideas, la identidad narrativa implica acudir a
las categorías de la narración para desde allí configurar el propio relato,
para el filósofo francés la trama es la “síntesis de lo heterogéneo” (2006,
pág. 140), lo cual de modo sencillo consiste en tomar, por ejemplo, los
115
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Reflexiones académicas alrededor de la paz
acontecimientos, sucesos, acciones, padecimientos, etc., y darles una
unidad con base en la narración.
Ahora bien, ser narrador de su propia vida no convierte al sujeto en
el autor de su vida (Ricoeur, 2013, pág. 193), porque además de estar
mediados por los relatos de nuestra cultura, hay situaciones que dependen de la narración de otros, como los allegados. Al igual que se
expresó respecto de la memoria, hay dos aspectos de la biografía que
no pueden ser narrados en virtud de un conocimiento directo. Para
narrar el nacimiento se requiere de la presencia del otro, generalmente
de un allegado, quien le cuenta al sujeto una historia en torno a lo que
aconteció frente a la natalidad; con base en ese relato el sí mismo construye el suyo. Ahora bien, algo similar sucede respecto de la muerte,
son otros los que narran el fallecimiento y concluyen una biografía.
Además de depender de la narración de otros, hay situaciones que
muestran que el sujeto no es autor, por ejemplo, el nombre, un autor
escoge el nombre de los personajes de la obra, mientras que al sujeto le
donan un nombre. Por otra parte, el sujeto padece muchas cosas que
no quisiera, como fenómenos naturales, enfermedades, y acciones de
otros que le ocasionan alegría o tristeza. Y todos esos aspectos que no
dependen del sí mismo en posición de autor pueden ser configurados
en posición de narrador.
Por otra parte, Ricoeur (2006, pág. 136) expresa “una historia de vida
se mezcla con la de otros”, para efectos del objeto de estudio, la vida del
sí mismo se intercepta con la de los allegados, muchas veces lo que le
sucede al uno afecta al otro, y las historias de ambos se complementan.
Así el nacimiento es un suceso que se puede narrar desde dos voces, la
de los padres y la del hijo, lo que cuenta el hijo depende en gran parte
del relato de los padres. Ambas vidas se cruzan en muchos puntos y lo
que cuentan se entrecruza más de una vez. Una parte de la identidad
del allegado se encuentra constituida por los sucesos y los relatos de
su pariente.
La muerte de un familiar es uno de esos acontecimientos que marcan la
biografía de un allegado, ese suceso da que contar. Ahora bien, cuando
Las Comisiones de la Verdad y los allegados: memoria e identidad narrativa
esto ocurre por una muerte violenta, producto de una vulneración a
los derechos humanos, la narración se torna una necesidad para poder
comprender qué sucedió con el pariente, para saber cómo contar el
final de una vida, y en últimas para poder comprenderse a sí mismo
desde la perspectiva de allegado.
Es en este punto donde se encuentra de nuevo la Comisión de la verdad
frente a los allegados, así las comisiones además de facilitar la memoria
son un eje necesario para configurar la identidad narrativa. ¿Por qué es
necesario? Ricoeur expresa que “toda la historia del sufrimiento […]
pide narración” (1995, pág. 145), esto puede ser explicado si se distingue una serie de capacidades en el sujeto, a saber las de hablar, obrar,
narrar e imputar, y se tiene en cuenta que las mismas son frágiles. En
otras palabras, el sujeto es capaz pero también es vulnerable. Respecto
del objeto de estudio27 cabe mencionar que el sujeto tiene el poder de
narrar, de contar su historia y la del allegado, pero cuando existe una
muerte violenta producto de la vulneración a los derechos humanos,
y la misma no ha sido esclarecida por parte de las autoridades hay un
episodio condenado al silencio, dos biografías incompletas, hay un
allegado impotente para narrar y comprender; como lo dice Ricoeur
“es también en términos de impotencia como se confiesan todos los
signos de vulnerabilidad que amenazan la identidad narrativa” (2008,
pág. 76), y es esa impotencia la que hace necesaria la labor de las
Comisiones de la Verdad.
La otra razón es la fragilidad de la identidad en virtud de su relación
con el tiempo, por ello se acude “a la memoria, en cuanto componente
temporal de la identidad, en unión con la evaluación del presente y
la proyección del futuro” (Ricoeur, 2010, pág. 111). Con base en lo
anterior, las Comisiones de la Verdad se tornan necesarias para mediar
en la identidad de los allegados al facilitar un trabajo de memoria al
27
Esto no agota el repertorio de fragilidades de las víctimas, se ha dicho
que “Formerly oppressed people have lost voice for at least two reasons:
(i) they have been silenced by terror and oppression, and (ii) they do not
have a vocabulary in which they can articulate the harms that occurred to
them” (Phelps, 2011, pág. 183).
117
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evitar que un suceso del pasado quede borroso, sin esa posibilidad la
víctima indirecta no podrá examinar cabalmente su presente, ni mucho
menos proyectar de manera adecuada el futuro con base en un pasado
recuperado.
Y la última razón es el deber de memoria, el cual se fórmula de la
siguiente manera “el deber de memoria es el deber de hacer justicia,
mediante el recuerdo a otro distinto de sí” (Ricoeur, 2010, pág. 121),
las Comisiones de la Verdad se vuelven necesarias para cumplir ese
deber de memoria, tanto en el plano de la memoria colectiva la cual se
asocia con una búsqueda de justicia28 por parte del Estado y la sociedad
civil, pero al mismo tiempo permiten que el allegado logre satisfacer
ese deber de memoria con su ser querido. En estos casos el garantizar
el deber de memoria es también garantizar la identidad narrativa, es
decir, el deber de memoria es indispensable para disminuir la fragilidad
en la identidad.
En suma, desde la perspectiva acá estudiada, las Comisiones de la
Verdad son necesarias por lo siguiente (i) la capacidad de narrar se tornó
más vulnerable para las víctimas, y (ii) la identidad se ha vuelto más
frágil por el paso del tiempo, (iii) el deber de memoria. En conjunto,
las Comisiones de la Verdad son necesarias porque al garantizar adecuadamente el deber de memoria permiten disminuir la fragilidad en
la identidad narrativa de los allegados; de este modo, en las situaciones
de vulneración a los derechos humanos la memoria y la identidad no
se disocian, más bien se implican.
Así, esa “historia no contada” (Ricoeur, 2013, pág. 190) y que no
puede ser contada de manera completa por el allegado, quien está en
situación de fragilidad, podrá ser configurada a partir de lo realizado
por las Comisiones de la Verdad, lo cual implica que además de llevar
28
“Se trata de cómo encajar en la construcción de la justicia –a la que toda
sociedad y todo cuerpo político están abocados– las reivindicaciones que
la memoria, las memorias, plantean en los procesos de reescritura: y
eso es lo que se llama, en palabras de Paul Ricoeur, el problema de una
memoria justa” (Gómez, 2016, pág. 225).
Las Comisiones de la Verdad y los allegados: memoria e identidad narrativa
conocimiento y permitir la anamnesis, disminuye la vulnerabilidad de
narrar. Es decir, el allegado con base en la información incompleta que
tenía, más la obtenida a través de las Comisiones de la Verdad puede
realizar una síntesis de lo heterogéneo, es decir, disponer los hechos
para configurar un relato lo más cercano posible a lo acontecido. Así,
la historia de su ser querido tendrá una versión final (no definitiva), ese
fragmento de la vida, que a un sí mismo se le escapaba, queda completo
a través del relato realizado por el allegado y al mismo tiempo la víctima
indirecta, al narrar la vida de esa otra persona cuenta algo de su vida y
logra comprenderse mejor a sí mismo.
Retomando la pregunta que dio pie a este artículo ¿cómo pueden
los allegados construir la memoria y la identidad narrativa por medio
de las Comisiones de la Verdad? Lo pueden hacer a través de una
hermenéutica que se apropie de los textos de las Comisiones de la
Verdad. Ya que estos textos refieren con pretensión de verdad una
serie acontecimientos acerca del pasado, así los allegados al apropiarse
hermenéuticamente de estos textos pueden construir una memoria más
fiel a lo que realmente aconteció. Esa construcción es diferente en todos
los allegados, va desde la salida de la ignorancia hasta la confirmación
de lo ya sabido, pasando por aquellos que entran en un conflicto de
interpretaciones29 pues adquieren nueva información que contrasta con
la que ya tenían. En últimas, para los allegados esa imagen del pasado,
sobre la cual después pueden hacer anamnesis, es producto del trabajo
hermenéutico sobre los textos producto de las Comisiones de la Verdad.
Respecto a la construcción de la identidad narrativa de los allegados, los
textos de las Comisiones de la Verdad permiten realizar una disposición
de los hechos acerca de lo acontecido con la víctima directa y al estar
29
Este conflicto de interpretaciones se puede presentar porque lo acontecido en una Comisión de la Verdad posee marcos de flexibilidad que abren
debates en torno a lo allí establecido. “However, because the legal space
that truth commissions can provide for history-telling is flexible and their
reports, though authoritative, open to public debate, they also encourage
competing public and private discourses in alternative public spaces where
that debate can be conducted and the master narrative contested” (Brants
and Klep, 2013, pág. 48).
119
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Reflexiones académicas alrededor de la paz
narrando el final de una vida paralelamente se está construyendo un
episodio en la biografía de quien narra. Al interpretar los textos de las
Comisiones de la Verdad, y al interpretar o reinterpretar aspectos de la
vida del pariente el allegado se comprende mejor a sí mismo.
En suma, a partir de la memoria de las víctimas directas los allegados
construyen su memoria, terminando la biografía de sus seres queridos los allegados configuran su propia identidad narrativa, todo esto
orientado por los textos de las Comisiones de la Verdad y a través de
un trabajo hermenéutico. Por ello, el sí mismo del allegado es como
el otro cercano, pasando por el otro lejano (Comisión de la Verdad)
quien al disminuir la fragilidad en las capacidades permite una mejor
comprensión de sí a través de la hermenéutica. Disminución de la fragilidad que se logra por facilitar las dimensiones veritativa y pragmática
de la memoria.
Para finalizar, las Comisiones de la Verdad tienen un papel determinante en la situación del allegado, la cual no debe ser equiparada a la
de las víctimas directa; además su memoria no debe ser relegada al
aspecto individual o colectivo. Su situación de intermedio entre la víctima directa y la sociedad reclama investigaciones que permitan seguir
aclarando diversos aspectos de las víctimas indirectas. En este artículo,
se propuso mostrar que una vía a explorar es el trabajo hermenéutico
que puede realizar el allegado para comprenderse a sí mismo a través
de los textos de las Comisiones de la Verdad, comprensión que implica
un trabajo de memoria y un ejercicio de narración. Y con esto iniciar
una mejor comprensión de sí mismo a través de las Comisiones de la
Verdad, para comenzar el camino hacia una memoria feliz o al menos
apaciguada (Ricoeur, 2010).
Conclusiones
Las Comisiones de la Verdad pueden contribuir a alcanzar el deber de
memoria en la sociedad, porque no es únicamente el acontecimiento el
cual moldea la memoria, sino que es lo recordado y la forma de recordar
lo que finalmente influye en quien realiza memoria. Así las Comisiones
Las Comisiones de la Verdad y los allegados: memoria e identidad narrativa
de la Verdad sirven de fundamento para quien ejerce memoria, por lo
cual un correcto funcionamiento de estas comisiones permite alcanzar
la dimensión veritativa de la memoria, lo cual evidentemente facilitará
la dimensión pragmática.
Dimensión pragmática que no solo se ejerce en un plano individual o
colectivo, sino que también la ejercen los allegados, los cuales pueden
necesitar construir una imagen del pasado o contrastar la imagen que
genera la Comisión de la Verdad con alguna que ya poseían. El anterior trabajo se realiza por medio de un esfuerzo interpretativo, el cual
se propone denominar hermenéutica de los allegados, ya que estos
intentan comprenderse a sí mismos en virtud de textos producidos
por la Comisión de la Verdad, los cuales de un modo u otro rozan su
mundo de la vida.
En la medida en que estos textos les permiten a los allegados formar
memoria, también influyen en la frágil capacidad de narrar, pues a partir
de la verdad y la memoria otra historia puede contarse, puede narrarse
de otro modo, y esta narración empezará a constituir la identidad narrativa. Así, el allegado puede configurar mejor su presente del pasado,
incluyendo un relato verídico, en tanto se encuentra respaldado por el
marco institucional de las Comisiones de la Verdad.
De este modo, el trabajo hermenéutico de los allegados permite alcanzar el deber de memoria, iniciar el camino hacia una memoria
feliz, disminuir la fragilidad en la capacidad de narrar, y en últimas un
comprenderse a sí mismo a través del otro, y en este caso comprenderse
mejor con base en los textos de las Comisiones de la Verdad.
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CAPÍTULO VI
El territorio y la reconfiguración
territorial en el contexto
del desplazamiento forzado
en Montería, Córdoba1
Paola Andrea Forero Ospina2
El proyecto sobre reconfiguraciones territoriales desde las víctimas de desplazamiento a partir de los procesos de paz entre
el gobierno y los actores armados ilegales durante el periodo
2003-2017, que adelantan los grupos de investigación COEDU y
CAVIDA, en articulación con la Universidad Católica de Manizales
y la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, México, busca
analizar las formas de reconfiguración territorial desde las víctimas del
desplazamiento forzado en la ciudad de Montería, Córdoba, lo cual
supone una necesaria disertación sobre cómo entender el vínculo con
el territorio que los individuos establecen en su proceso de apropiación
del espacio, y que para el caso de las víctimas del conflicto armado sufre
una ruptura y transformación evidente.
1
Este capítulo es resultado del proyecto de investigación denominado:
“Configuraciones territoriales desde las víctimas de desplazamiento a
partir de los procesos de paz entre el gobierno y actores armados ilegales
durante el periodo 2003-2017. Caso Montería, Córdoba”, financiado por la
Universidad Pontificia Bolivariana Seccional Montería
2
Psicóloga Universidad Externado de Colombia, Magíster en Comunicación,
Desarrollo y Cambio Social de la Universidad Santo Tomás sede Bogotá.
Actualmente se desempeña como docente e investigadora interna del
centro de Formación Humanista-UPB Seccional Montería y miembro del
grupo de investigación COEDU.
126
Reflexiones académicas alrededor de la paz
Para el fin que se propone este capítulo, se requiere iniciar por una
revisión al fenómeno del desplazamiento forzado para el periodo
(2003-2017), ampliar la comprensión sobre el territorio y el desplazamiento forzado, analizar algunas definiciones sobre el territorio, la
apropiación del territorio, el individuo y el desplazamiento forzado
como un preámbulo al problema de la territorialidad y finalmente
las reconfiguraciones territoriales, que tiene toda la relevancia tanto
para la investigación en mención, como para quienes se interesen por
tener mayores claridades teórico-conceptuales desde un planteamiento
integrador de las ciencias sociales, a propósito del territorio.
Desplazamiento forzado en Montería (2003-2017)
Comprender los fenómenos de reconfiguración territorial de las víctimas del desplazamiento forzado, se facilita en tanto existen ejercicios
de memorias que han ido aportando a la discusión sobre las causas del
desplazamiento y su incidencia en diferentes momentos del conflicto
armado, en periodos en los que se ha dado el recrudecimiento de la
violencia a causa de diferentes hechos violentos, particularmente 19992003, que han agudizado la intensidad del conflicto:
[…] Es importante anotar, sin embargo, que en muchas historias
personales se relataron desplazamientos y despojos en períodos
anteriores, particularmente en la segunda mitad de los años ochenta
en el sur, centro y costa de Córdoba, bajo la inclemente arremetida
paramilitar para ampliar su dominio territorial. El desplazamiento y
abandono de tierras, anteriores a la época de los noventa, se suele
olvidar; sus memorias a veces se opacan por experiencias traumáticas posteriores y nuevos procesos de victimización (Observatorio
de programa presidencial de Derechos Humanos y DIH, 2009).
Sin embargo, para dimensionar el problema a la luz de las cifras disponibles, y de acuerdo con la periodización propuesta para efectos del
presente análisis, según datos del registro único de víctimas (RUV), en
2017 fueron expulsadas 1.172 personas del departamento de Córdoba,
lo cual representa una disminución del 72.2% respecto al total de
desplazados en 2016 (Equipo Local de Coordinación Córdoba, 2018).
El territorio y la reconfiguración territorial en el contexto del desplazamiento forzado en Montería-Córdoba
Esta cifra se complementa con los resultados para la ciudad de Montería,
contexto en el cual se desarrolla la investigación de la cual emerge la
presente revisión teórica, las cifras hablan de una incidencia de 12.891
personas expulsadas y 42.254 personas recibidas en el periodo de 20032017 (Red Nacional de Información, 2019). Si bien el subregistro del
fenómeno del desplazamiento forzado, y otro tipo de hechos victimizantes ocurridos en el marco del conflicto armado ha sido una elemento
a considerar en su estudio, para efectos de analizar las fluctuaciones en el
número de eventos y causales asociadas a la transformación e intensidad
del conflicto, se señala de manera sintética algunos elementos que por
el momento indican que:
[…] los enfrentamientos entre grupos armados posdesmovilización
y la fuerza pública, homicidios selectivos y otros ataques contra la
población civil, han sido las principales causas de estos hechos […]
son comunes los desplazamientos interveredales e individuales,
tanto en comunidades campesinas como en las comunidades indígenas Zenúes y Embera Katíos; sin embargo, en la mayoría de los
casos estos eventos no se denuncian por temor a represalias de
los grupos armados (Equipo Local de Coordinación Córdoba, 2018).
Estos elementos se ilustran en la siguiente gráfica indicativa de la proporción de desplazamientos en el periodo que se propone analizar.
Gráfica 2. Personas desplazadas en Montería, Córdoba (2003-2017)
Fuente: Registro único de víctimas (RUV), 1° de febrero de 2019.
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128
Reflexiones académicas alrededor de la paz
Una vez se dimensiona en términos cuantitativos el fenómeno del
desplazamiento forzado para la ciudad de Montería, se requiere profundizar sobre las circunstancias en las que se da el quiebre entre los
individuos y su territorio, y por tanto, la desvinculación con su historia
de vida, significados, universos de sentido, percepciones y usos del
territorio mismo.
El territorio y el desplazamiento forzado
El territorio es una categoría imprescindible para la reflexión sobre los
procesos de apropiación, significación y transformación del espacio en
el contexto del desplazamiento forzado, que ha tenido vinculación a
diferentes tipos de violencias y formas de operacionalización particulares, por parte de los actores armados en las diferentes regiones donde
han tenido incidencia.
Para el caso del departamento de Córdoba, su historia ha estado caracterizada por la configuración de latifundios que han definido un
panorama de acceso desigual a la tierra, y que históricamente ha ubicado
al común denominador de las comunidades rurales en una posición de
vulnerabilidad, tanto por el precario acceso a los medios de producción,
como por la escasa vinculación efectiva a las agendas de desarrollo de
una política social integradora, esto, sumando a la vulneración del
goce efectivo de derechos, influyó en la manera cómo sus habitantes
establecieron una relación con el territorio en el contexto de violencia
armada y la vivencia del desplazamiento forzado.
Si bien, en este escenario y en otros similares, se han realizado análisis
comprensivos al fenómeno de reconfiguración del espacio, este estudio
propende por ampliar la comprensión de una definición física del espacio, para integrar múltiples perspectivas desde las cuales se entienda que
los asentamientos humanos, caminos, cultivos y paisajes forman espacios habitados por la memoria, así como la experiencia de los pueblos en
lucha y su permanencia a pesar de la dificultad impuesta por el sistema
de inequidad y exclusión imperante para el departamento de Córdoba,
y la región Caribe. Esta situación fue desarrollada en el estudio de caso
El territorio y la reconfiguración territorial en el contexto del desplazamiento forzado en Montería-Córdoba
sobre mujeres cabeza de hogar, víctimas de desplazamiento forzado, que
llegaron a Montería, en un proceso de apropiación y construcción del
espacio para ellas y sus familias; recorridos y migraciones justificados
en la búsqueda permanente de mejores condiciones económicas de
vida (Ocampo y Forero, 2013).
Es justo, en este contexto analítico, decir que hablar de una noción
ampliamente desarrollada por las ciencias sociales y humanas cobra
toda la relevancia, en tanto su compresión implica abarcar diversidad
de planteamientos disciplinares, que ponen de precedente la necesidad
de extender su mirada a una visión exclusivamente espacial:
El territorio no es tan solo nuestra ubicación espacial, es también
nuestro referente de ubicación social y, por tanto, el referente para
nuestro comportamiento en la relación con los demás, en cada
instante de nuestra vida (Ardila, 2005, pág. 61).
Esta definición implica comprender que las determinantes sociales
favorecen o afectan, dependiendo sea su caso, la configuración de los
territorios por sus habitantes a partir de un relacionamiento dinámico
en su vivencia, o tal como lo ha reconocido Monnet (1999) el territorio
como resultado de la experiencia, la suma de todos los lugares concretos
con los cuales el individuo es involucrado a través del tiempo: en el
pasado (experiencias pasadas movilizadas por la memoria), el presente
(acción y experiencia directa) y el futuro (proyectos, anticipaciones y
expectativas).
La anterior definición posiciona la premisa de que “nuestra realidad
cotidiana sea socialmente construida mediante la objetivización de
patrones sociales que son construidos y negociados en el seno de
nuestras prácticas sociales diarias” (López-Silva, 2013, pág. 13). Esto
tiene implicaciones importantes en el trabajo de Berger y Luckmann,
representantes del paradigma construccionista social.
Desde este enfoque, la realidad es construida como un proceso histórico
dentro de las interacciones sociales permitidas por el lenguaje, y es a
través de este que los humanos acumulan y comunican el conocimiento
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130
Reflexiones académicas alrededor de la paz
que ellos han construido de generación en generación. La transmisión
de información mediante las continuas interacciones sociales en el
lenguaje construye y reproducen la realidad (López-Silva, 2013).
La experiencia de configuración del territorio implica entonces un
dinamismo constante, coherente con la forma como los individuos
transforman y procesan sus diferentes momentos de vida, y que se dotan
de significado en tanto las experiencias se perciben como favorables o
desfavorables. Al respecto Bozzano (2009) señala que: “nuestros territorios son a la vez reales, vívidos, pensados y posibles porque nuestras
vidas transcurren, atraviesan y percolan nuestros lugares desde nuestros sentidos, significaciones e intereses, generando un sinnúmero de
procesos que nuestro conocimiento se encarga de entender y explicar”
(pág. 21), en este sentido, la experiencia particular de apropiación del
territorio, a desarrollar más adelante como “territorialidad”, responde
a un sistema de significaciones propias de la individualidad de quienes
habitan un territorio, y que para el caso del conflicto armado, ha sido
condicionado en términos del control social por parte de los grupos
armados ilegales, que han instaurado lógicas de dominación y confinamiento como formas de victimización.
Algunas definiciones sobre el territorio
Al explorar los impactos del conflicto armado en Colombia y los territorios que a la luz de las disputas entre grupos armados ilegales han
generado mayor afectación a los habitantes de las diferentes regiones del
país, el desplazamiento forzado aparece como uno de los fenómenos que
más evidencia estos impactos, y que ha sido en mayor medida explorado y analizado por las ciencias sociales en su interés de dimensionar
la complejidad del desarraigo de quienes de manera obligada tuvieron
que abandonar su territorio de origen.
Aunque los análisis comprensivos han sido diversos, las transformaciones ocasionadas por el éxodo obligado de sus pobladores, determina
en gran medida la forma cómo las ahora víctimas del desarraigo configuran nuevas relaciones que determinan de manera importante sus
El territorio y la reconfiguración territorial en el contexto del desplazamiento forzado en Montería-Córdoba
procesos de apropiación del territorio receptor. Al respecto, diferentes
paradigmas epistemológicos en las ciencias sociales y humanas han
permitido el surgimiento de corrientes, enfoques y estudios que si se
exploran someramente, permiten entender que el territorio no tiene
una definición unívoca, sino más bien una diversidad de comprensiones; tal es el caso del paradigma marxista clásico, en donde autores
como Di Meo (1993) analiza el territorio a partir la infraestructura
como espacio físico que incluye el componente humano y la esfera
de las actividades económicas; la superestructura representada por el
campo político, ideológico y simbólico; y la metaestructura, relación
establecida entre el individuo y el espacio, que permite entender la
predominancia del componente material del territorio como expresión
social, esta visión integra lo que sería una visión sociocultural que no
desconoce las variables simbólicas, así como las condiciones materiales
propias del paradigma.
Para el caso del paradigma estructuralista, en donde se privilegian las
relaciones de las partes en la comprendió del todo (estructura), Geiger
(1996) plantea que el territorio se entiende como una extensión terrestre que incluye una relación de poder o de posesión por parte de
un individuo o de un grupo social, contiene límites de soberanía, propiedad, apropiación, disciplina, vigilancia y jurisdicción, y transmite
la idea de cerramiento.
En coherencia con esta idea, Goueset (1999) argumenta que el concepto
de territorio implica cierta ambivalencia en su definición, pues si bien
exige una visión relacionada con un análisis puramente espacial, tal
como la definición de los Estados–Nación (territorio nacional), este
implica una dimensión culturalista del mismo, en el que se destacan
los valores o elementos de la identidad de los ciudadanos de un país,
configuran en últimas el concepto de nación y permite vincularlo a
la forma como los individuos en un marco sociocultural se apropian
del territorio configurando una comprensión integradora de lo espacial, cultural y simbólico, que se desarrollará con posterioridad, y que
conduce a establecer lo que se ha denominado como la territorialidad.
131
132
Reflexiones académicas alrededor de la paz
La apropiación del territorio, el individuo
y el desplazamiento forzado
El rescate de la individualidad y la identificación simbólica del territorio
que trasciende la materialidad del mismo, y lo complejiza el proceso
de subjetivación, que determina que la individualidad de quienes viven
el desplazamiento forzado se ve impactada en su apropiación, no solo
desde el evidente lugar de la perdida de la materialidad de la vivienda,
casa o albergue, sino desde todo el marco de significaciones del espacio que se vuelve lugar para el grupo familiar, y que se ve trastocado y
obligado a habitar su territorio para quedarse en el vacío, tanto espacial-físico como simbólico.
Cuando se piensa en la noción del territorio, necesariamente se conduce a pensar en un espacio físico que se significa, apropia y complejiza
en el habitar mismo de los individuos. Esta concepción supone explorar
cómo se comprende el habitar, y su vínculo con el concepto de topofilia
que proviene de un campo de reflexión filosófico:
Para Bachelard, la topofilia es una categoría poética del espíritu
desde la cual la percepción del espacio se mediatiza, no solo por
la experiencia sensible que pueda tenerse de él (su “positividad”),
sino por la fuerte carga imaginativa a través de la cual se podría
afirmar que este “entra en valor”; o lo que es lo mismo, en “apropiada
significación”; condición que le permite diferenciarse del espacio
mesurable de la física o de la geometría para ostentar la categoría
de “espacio vivido”, o espacio vivenciado (Yory, 2007, pág. 56).
Yori cita a al geógrafo Yi Fu-Tuan (1974a), para decir que la condición
del habitar remite a:
[…] una especie de sentimiento de `apego´ (relación emotivo-afectiva, la denomina Tuan) que liga a los seres humanos a aquellos lugares con los cuales, por una u otra razón, se sienten identificados. En
tal medida, dicho sentimiento exaltaría algo así como la `dimensión
simbólica´ del habitar humano y, por lo mismo, expresaría lo que el
El territorio y la reconfiguración territorial en el contexto del desplazamiento forzado en Montería-Córdoba
geógrafo chino-norteamericano denomina: un poderoso `instinto´ de
pertenencia al mundo o, si se prefiere, de apropiación de él (Yory,
2007, pág. 56).
La experiencia sensible de los individuos, en relación con los territorios
que habitan, evoca un momento anterior de la vida, en un intento por
cargar un espacio que se vuelve lugar (ámbito de posibilidad del ser del
hombre en el mundo) en la medida que se significa profundamente
“El habitar es la forma propia que corresponde al ser del hombre en
el mundo y, ese mundo tiene una dimensión tanto simbólica como
espacial, la cual se define como horizonte de sentido y como lugar”
(Yory, 1999, pág.76).
Esta noción es coherente con la propuesta de Márquez, Arcos y Proal
(2014), quienes plantean que, desde una mirada colectiva para que una
comunidad deconstruya y construya el espacio, es necesario identificar
lo simbólico, de acuerdo con la función del ambiente en la interacción
comunitaria, citando a Beledo (2012), a propósito de una lectura integradora del espacio, afirman que el tiempo físico no tiene muchos
momentos privilegiados porque es uniforme, el signo representa las
pequeñas diferencias.
En cambio, el tiempo de lo simbólico, de lo sagrado, de la experiencia
poética cargado de significado imprime un componente humanizador
(Márquez, Arcos y Proal, 2014).
La territorialidad
La construcción social de la realidad como principio de las ciencias
sociales es coherente con la mirada que propone que no es posible
comprender el territorio en el vacío, sino que se circunscribe en un
entramado de relaciones sociales, políticas, económicas y culturales
que lo configuran como tal. En este sentido Haesbaert (2004) propone
que el territorio es el resultado del uso que los seres humanos hacen
del espacio, por tanto hablar del territorio implica comprenderlo como
133
134
Reflexiones académicas alrededor de la paz
producto social, inacabado, realidad social en permanente movimiento,
sometida a procesos de dominio –político-económico– o de apropiación –simbólico-cultural–que realizan los grupos humanos en un
espacio determinado (Ocampo, 2013).
Esta perspectiva de apropiación social del territorio es vinculante con
elementos que determinan la configuración de relaciones de dominación y poder, y que para Montañez (2001), involucra un “conjunto
relacional de vínculos de dominio, poder, de pertenencia o de apropiación entre una porción o la totalidad del espacio geográfico y un
determinado sujeto individual o colectivo” (pág,20). Lo que sugiere
que, si bien existe una relación de instrumentalización del territorio a
través, tanto de sus usos como de su apropiación, también supone que
se den procesos de subjetivación mediante la identificación y pertenencia al mismo, por tanto “el sujeto individual o colectivo por lo general
tiene un grado de poder suficiente para incidir en la transformación
de ese territorio. El territorio es, pues, el espacio geográfico revestido
de las dimensiones política, identitaria y afectiva, o de todas ellas”
(Ocampo, 2013, pág. 58).
La territorialidad por tanto es el comportamiento o acciones que realizan los individuos sobre el espacio, y que en su desarrollo configuran
el territorio: “Conjunto de prácticas y sus expresiones materiales y
simbólicas capaces de garantizar la apropiación y permanencia en un
determinado territorio de un determinado agente social” (Correá,
1996, pág. 253).
Valga mencionar que, en la apropiación del territorio se establecen
límites a partir de sus usos y significaciones de sentido, a partir de la
reproducción física, social y cultural de las poblaciones que lo habitan
(Ocampo, 2013), y requieren de algunos elementos adicionales para
facilitar su comprensión como “un conjunto de prácticas y expresiones materiales y simbólicas capaces de garantizar la apropiación y
permanencia de un determinado territorio por un determinado agente
social, o Estado, los diferentes grupos sociales y las empresas” (Correá,
1996, pág. 253).
El territorio y la reconfiguración territorial en el contexto del desplazamiento forzado en Montería-Córdoba
Es entonces, en este evento de ruptura, que los desplazados encuentran
la transformación de la relación con su territorio o territorialidad:
Las personas en situación de desplazamiento, ya sea individual,
familiar o colectivo, se ven obligadas a perder y abandonar no solo
pertenencias y propiedades (territorios geográficos), sino relaciones
y afectos construidos históricamente con el entorno, expresados en
las maneras propias de vivir y sentir la región, y con los vecinos y
familiares (territorios de vida); es decir, el desplazamiento destruye,
además, comunidades (identidades colectivas) en tanto desestructura mundos sociales y simbólicos (…) creencias, valores, prácticas,
formas y estilos de vida (Bello, 2001, pág. 1).
Lo que indica que además de afectarse la relación en términos de la
apropiación física del territorio, la afectación ha trascendido a dimensiones simbólicas, de significación e identidad que sin duda se expresará
en la nueva territorialidad que se dispondrá en el territorio que acogerá
a los desplazados.
Esta condición ha sido teorizada y explicada a la luz de la transformación de los significantes en torno al territorio, es así como Nates
(2010), plantea que “la desterritorialización es la pérdida de los linderos
territoriales que se han creado a partir de códigos culturales históricamente localizados”. Se han establecido circunstancias en las que la
desterritorialización se configura, entre estas, como una relación de
poder que implica imposición de recursos y de decisiones sobre estos,
desde organismos o instituciones externas; imposición de decisiones
sobre recursos propios; y, por último, cuando la propia población decide
deshacer las relaciones territoriales y las representaciones espaciales o
de prácticas políticas sobre el territorio.
En esta apuesta, se sugiere la comprensión del territorio desde una
mirada de control que, para el caso del accionar de los actores armados
en el contexto del conflicto armado, se ve materializada a través de
la instauración de un orden social estratégico, para adquirir ventajas
dentro de la lógica de la guerra (Pécaut , 2003).
135
136
Reflexiones académicas alrededor de la paz
La territorialidad se presenta como:
Proceso de influencia y control sobre las personas, las relaciones y
los recursos por medio de la coerción directa o indirecta en un área
geográfica determinada que puede transformarse en el tiempo,
convirtiéndose en una estrategia latente e imperfecta que de todas
maneras resulta útil para propósitos muy específicos como demostrar capacidad armada, acceder a fuentes de financiación, establecer
redes de apoyo en la población mediante su consentimiento o sometimiento, entre otras metas (Echandía y Cabrera, 2017, pág. 32).
A manera de conclusión, valdría la pena destacar dos elementos
importantes a efectos de analizar las formas de reconfiguración territorial desde las víctimas del desplazamiento forzado en la ciudad de
Montería, Córdoba. El primero se relaciona con profundizar sobre la
idea de la desterritorialización y ruptura de órdenes comunitarios a la
luz de la instauración de un nuevo orden o control social coherente
con las lógicas de la guerra.
La vivencia de un hecho de violencia como el desplazamiento forzado configura un escenario en el que los individuos no solo tienen
que experimentar la dominación en términos sociales de los actores
armados, sino adaptarse a la vivencia del conflicto como un elemento
unificador, las comunidades que han vivenciado el desplazamiento
forzado u otras formas de desarraigo, una vez regresan al territorio
que les fue arrebatado, no cuentan con elementos comunes que se
deriven de sus características culturales o identitarias, sino de aquellas
condiciones circunstanciales como el ser habitantes de territorios en
conflicto (Meertens, 2002).
Esto quiere decir que, la experiencia devastadora en términos de
configuración identitaria propicia que las víctimas configuren nuevas
territorialidades a la luz de tener de referente el provenir de un territorio afectado por el conflicto armado, planteamiento desarrollado
ampliamente por Meertens (2002), quien establece que:
El territorio y la reconfiguración territorial en el contexto del desplazamiento forzado en Montería-Córdoba
[La] identidad [...] siempre es móvil y cambiante, en parte una
autoconstrucción, por otra parte una categorización impuesta por
otros, en parte una condición, un status, una etiqueta, un arma,
un escudo, un fondo de memorias [...], y que hace posible que los
elementos configuradores de la identidad se asocien a elementos
móviles no estáticos, y que para las personas que se identifican
con ser desplazados forzados están supeditados a su condición de
transitoriedad (pág.2).
Situación que motiva el reconocimiento de la víctima de desplazamiento forzado a través de un registro, en tanto permite por un lado
el acceso a la política pública de atención a población desplazada, y
por otro a que a través del reconocimiento de la condición propia de
desplazado, se configuren proyectos asociativos a favor del desarrollo de
un proyecto común que los beneficie, tal como puede suceder con las
organizaciones de desplazados y los proyectos conjuntos de generación
de ingresos o proyectos productivos: la subjetividad se individua, una
persona es tenida por responsable de sí misma, se posiciona dentro de
relaciones de alteridad regida por usos familiares, costumbres locales,
y leyes jurídicas.
La construcción social de la realidad tal como se ha señalado previamente, para el caso de la reconfiguración territorial, permite reconocer
la dimensión subjetiva, como proceso íntimo, que estructura tanto los
procesos de apropiación del territorio como los usos y percepciones de
este, y que en un escenario posterior a la vivencia del desplazamiento
forzado movilizan los diferentes recursos individuales de esta dimensión subjetiva.
Las determinantes materiales o relaciones productivas que surgen en el
territorio de acogida a la población desplazada, facilitan la apropiación
del territorio, no en vano los procesos organizativos en este sentido
favorecen promover medios para su supervivencia, y en consecuencia, romper con la dependencia de ayuda estatal y no estatal para la
exegibilidad de derechos y puesta en marcha de deberes ciudadanos.
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138
Reflexiones académicas alrededor de la paz
Un aspecto que se debe considerar para comprender la ruptura con
la política de asistencia y la posibilidad de autogestionar el proceso de
identificación con la idea de ser sobreviviente del conflicto y no víctima:
[…] no se puede hablar de Víctima sino más bien de Víctimasobreviviente de la guerra, cuyo gran valor radica en su transformación en sujeto-productor-de-narrativa que contribuye con su
relato a la reconstrucción de memoria histórica, más allá de la
versión del Estado o la versión impuesta por los victimarios (Rojas,
2017, pág. 734).
Aquí la importancia del desarrollo de iniciativas y ejercicios de memoria
histórica que faciliten el reconocimiento y narración de lo que sucedió
en el marco del conflicto armado,
[…] pero también una lucha por el poder del Logos, por el lenguaje
y el pensamiento conceptual; por la construcción de Pensamiento.
Con esto se abre un Topos, un espacio que permite la reinterpretación de mundo: del microcosmos de los campos de concentración
a la interpretación del macrocosmos de nuestros tiempos recientes
(Rojas, 2017, pág. 725).
La capacidad humana para hacer de la memoria la posibilidad de volver
como fundamento de la razón humana la ocurrencia de unos hechos
de violencia y que pone a la víctima en el reto de trascender a identificarse como sobreviviente como sujeto-productor-de-narrativa que
contribuye a la reconstrucción de la memoria histórica (Rojas, 2017).
El segundo aspecto que se destaca a manera de conclusión, tiene que
ver con los procesos de reconfiguración territorial que suponen que
las experiencias enmarcadas en el escenario posconflicto, trasciendan
la aplicación y existencia de una política pública que respalde este
proceso; esto supone garantizar la permanencia en el territorio por
parte de la población víctima, así como también consolidar el ejercicio
ciudadano y la participación democrática en el proceso de consolidar
la tan anhelada paz sostenible y duradera.
El territorio y la reconfiguración territorial en el contexto del desplazamiento forzado en Montería-Córdoba
En este sentido, los casos de restitución de tierras y de reconstrucción
del tejido social en el retorno de las víctimas de desplazamiento forzado
a sus territorios de origen, facilitan comprender el potencial del proceso
comunicativo, como aporte al desarrollo de apuestas colectivas, formas
de tramitar el conflicto de manera no violenta, y gestión narrativa de
las memorias y prospectivas (Forero, Hernández y Ordóñez, 2015), y
que para efectos de los objetivos de este capítulo se identificarán como
nuevas territorialidades.
Estas experiencias dotan de sentido escenarios de construcción de paz,
como asuntos impostergables, y que se relacionan directamente sobre
las bases comunitarias, los intercambios y reconfiguraciones territoriales
donde el tejido social es un insumo que posibilite y consuma la paz
desde lo local, y la comunicación es un proceso que permite la trascendencia del conflicto, como una apuesta por la superación de los hechos
victimizantes, y sus raíces simbólicas (Hernández y Forero, 2015).
Ya se ha sugerido, que hablar de construcción de paz supone una participación incluyente, donde los diferentes actores de la sociedad estén
involucrados, y cuyos lazos sociales se hayan recuperado lo suficiente
como para superar las lógicas del conflicto, la paz requiere que haya
garantías para su consolidación, en nuestro caso la existencia de un
acuerdo de paz que se ejecute en políticas públicas claras y coherentes,
pero que solo es posible en los escenarios micro (la cotidianidad local).
La construcción de paz en este contexto cobra toda la relevancia en
virtud de reestablecer las relaciones desde la base, es decir desde el
marco de las interacciones cotidianas de las colectividades comunitarias:
Para que la paz se consolide y gane raíces hay que crear la paz entre
vecinos y en el seno de las comunidades. La sostenibilidad de la paz
solo puede ser endógena. Si Clemeanceau dijo un día que la guerra era
demasiado grave para confiársela solo a los militares, podría también
decirse hoy que la paz es demasiado importante para confiársela solo
a los políticos (Barreto, 2012, pág. 68).
139
140
Reflexiones académicas alrededor de la paz
Construir esa paz sostenible y duradera implica reestructurar muchas
prácticas que hemos configurado como aceptables, socialmente hablando, y que legitiman con frecuencia la violencia como forma de solución.
En ese mismo sentido la construcción de paz “parte de procesos sociales
de las más diversos tipos y dimensiones. Más que una paz, están en
causa `paces´. En estos procesos la paz se construye, se concibe y se
percibe de formas diversas por las comunidades y adquiere significados
y materializaciones propias, y no se confunde necesariamente con la
paz política y la ausencia de guerra en el sentido político-militar que
moviliza el realismo político y los enfoques de gestión de conflictos”
(Barreto, 2012, pág. 71).
Reconfiguraciones territoriales
Este nuevo territorio que se configura permite entablar una relación
de orden identitario y simbólico que reconoce que los desplazados
transformen el sentido de su territorialidad, y que en coherencia con
la propuesta de Monnet (2010) la hace aparecer como un valor o un
sistema de valores que los actores sociales atribuyen a un territorio
determinado, o aun como el sentimiento de pertenencia al territorio,
configurando un sistema socio-territorial como una tríada integrada
por el territorio, la territorialidad y la territorialización (Ocampo et
al., 2013).
Esta propuesta de Monnet (2010), reconoce el territorio como un
elemento material, un área o una red determinada por actividades
humanas repetitivas; por su parte reconoce la territorialidad como un
sistema de valores atribuidos a un territorio; y por último la territorialización, como un sistema de acciones que se basa en un sistema de
valores que constituye la territorialidad.
Para efectos de la reflexión desarrollada en este capítulo, se sugiere reconfigurar la forma cómo se ha comprendido la relación entre territorio
y territorialidad y la subjetividad implícita con un objeto material que
en este caso se refiere al espacio.
El territorio y la reconfiguración territorial en el contexto del desplazamiento forzado en Montería-Córdoba
Los diferentes análisis teóricos aquí desarrollados invitan a comprender la territorialización como proceso de elaboración del territorio
desde la acción humana, lo que implica, siguiendo a Monnet, que los
diferentes elementos sociales y culturales en los cuales se encuentra
inmerso el individuo determinan el conjunto de acciones ejercidas
sobre el territorio.
Esto tiene implicaciones profundas en la manera cómo los individuos se
vinculan al territorio en tanto hacedores de este, pero más allá de esto,
tiene implicaciones en la forma cómo se planea el territorio y la política
pública en general que atiende a la población desplazada en concreto, y
que se ha reasentado en la ciudad de Montería. Implica comprender que
esta población posee un acervo de elementos culturales que provienen
de su lugar de origen, y que solo cuando se comprenda la territorialidad
como un elemento que proviene del marco de relaciones y universos
de sentidos individuales, se podrá integrar en diferentes mecanismos de
atención y acompañamiento efectivos, en palabras de Márquez, Arcos
y Proal (2014), se hace imperante la integración de una ruta que apunte
hacia una direccionalidad bien definida para el logro de objetivos que
integren las necesidades de todos los ciudadanos para la incorporación
del bienestar como un estilo de vida.
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143
145
CAPÍTULO VII
Violencias, confianza institucional
y cuerpos policiacos1
Sinay del Carmen Valentín Guevara2
Moisés Joel Arcos Guzmán3
I. Sobre la violencia
La comprensión de la vida cotidiana en la actualidad requiere
echar mano de un arsenal teórico y vivencial amplio. Presumir
un análisis desde la visión democrática obliga entonces a reconocer la importancia de la opinión pública (Santana, 1998), y esta
a su vez implica tomar cercanía a los asuntos políticos para pensar en
actividades que en esencia se traduzcan en cambios sociales (Joseph
y Ascencio, 2014). Por ello, este documento presenta en primera
instancia un acercamiento conceptual de la violencia o las violencias.
1
Este capítulo es resultado del proyecto de investigación denominado:
“Configuraciones territoriales desde las víctimas de desplazamiento a
partir de los procesos de paz entre el gobierno y actores armados ilegales
durante el periodo 2003 – 2017. Caso Montería, Córdoba”, financiado por
la Universidad Pontificia Bolivariana Seccional Montería
2
Estudiante de Doctorado en Ciencias Sociales por la Facultad de Estudios
Superiores de Cuautla de la Universidad Autónoma del Estado de
Morelos (FESC- UAEM). Docente de la Escuela de Estudios Superiores de
Tepalcingo (EESTepalcingo - UAEM), México.
[email protected]
3
Doctor en Psicología por el Centro de Investigación Transdisciplinar en
Psicología de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM),
México. Docente interno de la Universidad Pontificia Bolivariana, Seccional
Montería y miembro del grupo de Investigación CAVIDA, Calidad de vida,
Colombia.
[email protected],
[email protected]
146
Reflexiones académicas alrededor de la paz
Se explora la polisemia de dicho fenómeno, así como un esbozo de
sus manifestaciones, lo anterior concretamente en el caso mexicano.
Posteriormente, el concepto se relaciona con la confianza o desconfianza hacia las instituciones de seguridad pública, específicamente los
cuerpos policiacos. Finalmente, se estudia dicha relación desde posibles
soluciones a partir de la consideración de esta problemática como un
asunto público.
De acuerdo con Adams (2012), algunas regiones de América Latina
y el Caribe están sumergidas en una espiral de violencia que va en
incremento. La polisemia conceptual y las reconfiguraciones que ha
sufrido dicho fenómeno dan cuenta de lo necesario que se ha vuelto
apostarle a la multi e interdisciplina. De acuerdo con el diccionario
Oxford (2010) la definición de violencia incluye la presencia de fuerza
física cuya intencionalidad ocurre en grados, desde causar algún tipo
de daño (no se específica qué tipo) hasta provocar la muerte. El objeto
de esta fuerza física era algo o alguien.
Por su parte, la Organización Mundial de la Salud (2002) define la
violencia como:
El uso deliberado de la fuerza física o el poder, ya sea en grado de
amenaza o efectivo, contra uno mismo, otra persona o un grupo o
comunidad que cause o tenga muchas probabilidades de causar
lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o
privaciones (pág. 3).
Resueltas algunas ambigüedades, es posible detectar en la definición
dada por la OMS algunos elementos analíticos. En primera instancia, la
violencia implica una acción con cualidades interaccionales, dichos actos están dirigidos hacia otro u otros. Se habla así de poder, dominación,
amenaza o miedo. En segundo lugar, se vislumbra la posibilidad de una
tipología de la violencia, por tanto, esta puede ser autoinfligida, interpersonal o colectiva. Para Dahlberg y Krug (2003) la definición dada
por la OMS corrige, amplía y clarifica ambigüedades de definiciones
pasadas. El acto violento está íntimamente ligado a la intencionalidad,
por tanto, se eximen aquellas acciones no intencionales como los
Violencias, confianza institucional y cuerpos policiacos
derivados de accidentes de tráfico. Por otro lado, la inclusión del poder,
aunado a la fuerza física, hace pensar en dominación e intimidación,
mediados por el universo simbólico producto de la cultura. Por tanto,
para dichos autores, la omisión y el descuido son tipos de violencia.
En la raigambre de posibles causas de la violencia, se indican las de
tipo: física, sexual, psíquica, y las privaciones o el descuido. Haría falta
incorporar un contexto en donde se ejecuta la violencia, tales como
escenarios de tipo personal, comunitario o institucional.
Entendida así, la violencia es un producto social que en años recientes
se ha vuelto productora del orden social, de ahí su carácter paradójico
(Peña y Ramírez, 2015) ¿Cómo podemos explicar esto? A decir de
Scheper-Hughes y Bourgois (2004) el concepto de violencia es un
concepto inaprensible, se escurre con facilidad, debido a sus diversas
manifestaciones latentes y manifiestas. En términos de tangibilidad se
habla de una violencia visible e invisible –incluyendo así la violencia
de tipo físico o psicológico–. En términos de espacios de acción encontramos la violencia de carácter privado o público. Respecto a la
intencionalidad, las hay aquellas que son irracionales o calculadas e
instrumentales; en torno al fin de la violencia, esta puede ser productiva,
destructiva o reproductiva. Finalmente –sin agotar las dimensiones–
cuando se habla de los agentes, se presenta aquella violencia que es
legítima e ilegítima.
Un panorama complementario lo brinda Galtung (1989), este autor
opta por una perspectiva triangular y dialéctica de la violencia. Se
exploran tres tipos, de estos se deriva el resto. Conviene recordar que
por separado dichas violencias pueden ser estudiadas, sin embargo,
entre las tres existe un lazo de interdependencia. La violencia directa,
considerada como un “acontecimiento”, es el acto visible, el producto,
es tajante y concreto, encontramos en este tipo el homicidio, el secuestro, la violación sexual, entre otros. La violencia estructural, concebida
como un proceso, es la gestación y legitimación de las violencias, aquí
denota la posición ocupada por los sujetos en la estructura social, la
posesión de capitales y por ende los accesos u obstáculos a los beneficios.
La violencia estructural se manifiesta en segmentación, fragmentación,
exclusión, marginación, etc. En tercer lugar –o tercera arista– tenemos
147
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Reflexiones académicas alrededor de la paz
la violencia cultural, es la constante, la permanencia. Esta última es la
violencia más arraigada ya que pertenece al mundo de lo naturalizado,
de lo no cuestionado. Es producto de nuestra socialización, aquellos
símbolos culturales no gestados individualmente, sino socialmente. Es
la cultura parcelada, atomizada, considerada en supremacía frente a
lo holístico y lo dialéctico. Bajo estos designios las dicotomías cobran
sentido, la raza superior, el binomio hombre-mujer, entre otras diadas
que llevan implícita la jerarquización, llegando a la conclusión de que
lo otro –aquello a lo que no se pertenece– es ajeno y es inferior.
Para Jenny Pearce (2017) la violencia es en términos básicos y generales el daño al cuerpo de otro, la autora analiza la violencia bajo la lupa
de la deshumanización o cosificación del otro, en cuyo basamento se
encuentran una amplia gama de estereotipos. La autora asegura, es
necesario buscar formas para no justificar la violencia, el no utilizar
la violencia en contra de la violencia que otros usan. Para Pearce al
dilucidar sobre una posible selección de las violencias asegura que
“debemos reconocer que la violencia cometida contra actores estatales
también es violencia, aun cuando se trata de actores estatales que usan
la violencia en contra de la ciudadanía” (Pearce, 2017, pág. 5). Pese a
ello, el Estado con su maquinaria, al ejercer un acto violento emite un
mensaje fuerte, dibuja y establece autoritariamente un nuevo orden
social, volviéndose un co-reproductor de las violencias.
Entonces, la presencia de estereotipos tiene una base cognitiva, pero
también otra de carácter psicosocial, a través de la construcción del otro
se construye la identidad propia, pese a la presencia de otros elementos. Pearce (2017) asegura que en la violencia existe una polarización,
el fin último es marcar una distancia con el otro con el objetivo de
deshumanizarlo. En ese proceso de deshumanizar, también se criminaliza, entiende y justifican los asesinatos de jóvenes catalogados de
pandilleros “vestían desarreglados, pertenecían a una pandilla, tenían
tatuajes, etc.”, feminicidios cuya causa se atribuye a características de
las mujeres asesinadas “vestía provocativamente, andaba fuera de casa
a altas horas de la noche, etc.”, los crímenes de odio, entre otras.
Violencias, confianza institucional y cuerpos policiacos
En concordancia con lo anterior, existen manifestaciones de la violencia
que son directas, tales como los homicidios, feminicidios, asaltos, entre
otros. Para el caso mexicano, de acuerdo con la revista Forbes (2019)
en el puntaje llamado “Las 50 ciudades más violentas del mundo, 2018”
están ubicadas cinco ciudades mexicanas, a saber: Tijuana, Acapulco,
Ciudad Victoria, Ciudad Juárez e Irapuato. La paz en México se ha visto
mermada; el Índice de Paz Global 2015 realizado por el Instituto para
la Economía y Paz, ubicaba a México junto a Venezuela y Colombia
en el nivel bajo de evaluación de Paz. México ocupaba el lugar 144
de 162 países evaluados4. Para el 2019 el Instituto para la Economía y
Paz vuelve a realizar el estudio y detecta una disminución del 4.9% en
los niveles de paz en México. Esta disminución se atribuye a la elevada
tasa de homicidios presentada en 2018.
De acuerdo con Data cívica5, el 2018 fue el año más violento en la
historia reciente de México, la afirmación proviene del análisis de datos
arrojados por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI)
y los emitidos por el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de
Seguridad Pública (SESNSP). Ambos organismos coinciden en la
siguiente temporalidad: la violencia aumentó en el año 2008, se observó una disminución en 2012, vuelve a repuntar en 2015 y alcanza
su máximo en 2018. Otras fuentes como el Observatorio Nacional
Ciudadano Seguridad, Justicia y Legalidad (2019), en un reporte bimestral del mes de febrero de 2019, aseguran, el año 2019 será el más
violento de la historia actual del país, incluso superando las cifras del
año pasado. En el mes de febrero se reportaron 5.803 homicidios dolosos y feminicidios, lo anterior equivale a que diariamente perdieron
la vida 98 personas.
4
Consultado en: http://eleconomista.com.mx/sociedad/2015/06/17/
mexico-segundo-pais-mas-violento-toda-america
5
Data cívica es una organización mexicana integrada por diversos profesionistas, encargados de crear herramientas que permitan el uso, manejo y
visibilización accesible de bases de datos.
149
150
Reflexiones académicas alrededor de la paz
Los efectos de la violencia generan en la ciudadanía: temor al delito,
cambios en las rutinas diarias, reclusión en los hogares, contratación de
servicios de seguridad, evitar salir de noche o caminar por lugares con
poca iluminación, falta de confianza en los organismos de seguridad
pública, disminución de la interacción con los vecinos y falta de participación, entre otros. Dos categorías analíticas nos ayudan a entender
los fenómenos antes mencionados: la victimización y la percepción
del delito. Por un lado, tenemos la victimización, conocida también
como las cifras reales del delito. En esta categoría se contemplan a las
personas que hayan sido víctimas directas de delito. Por otro, está la
percepción del delito, conocida también como “miedo al delito” (Jasso,
2014; Varona, 2010).
En 2015, la Encuesta Nacional de Seguridad Pública arroja que el
67.9% de la población encuestada, mayores de 18 años, percibía como
insegura la ciudad donde vivían. En 2018 la Encuesta Nacional de
Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (ENVIPE) mostró
que un 35.6% de los hogares mexicanos tuvo alguna integrante víctima de delito; así mismo el 64.5% de los encuestados asegura que la
delincuencia y la inseguridad son los principales problemas que aquejan
a su comunidad o estado.
Para Guerrero (2016), el aumento en las cifras de violencia en México
está relacionado con la estrategia de seguridad implementada para combatir el crimen organizado. Las transiciones de gobierno dejan espacios
o vacíos de poder, en tanto se inician los reajustes y las reconfiguraciones. Estos vacíos o debilidades institucionales son aprovechados por
actores no estatales de rostros diversos, quienes en su actuar reemplazan
al Estado (Guerrero, 2015; Buscaglia, 2014).
El fortalecimiento y propagación de grupos del crimen organizado es
uno de los múltiples factores presentes en la crisis de violencia del país.
De acuerdo con Azaola existen otros elementos que en conjunción nos
brindan un panorama más completo sobre el tema. La autora propone
tres premisas fruto de reflexiones teóricas desde las ciencias sociales
para comprender la violencia. Estos factores van desde la presencia
histórica constante de actos violentos en México, hasta la ausencia de
Violencias, confianza institucional y cuerpos policiacos
programas de prevención, promoviendo en su lugar una política del
uso de la fuerza pública y la militarización. El aumento de violencia en
los años que van del 2007 al 2011, en palabras de la autora se debe a:
1) la existencia de formas de violencia que han existido de tiempo
atrás, sin vínculos con las actividades de grupos de delincuencia
organizada, toleradas e incluso ignoradas, cuyos efectos, sumados a
otros factores coyunturales, han contribuido al actual escalamiento
de la violencia; 2) el debilitamiento y la descomposición de las instituciones de seguridad y procuración de justicia; 3) la insuficiencia de
las políticas sociales y económicas para reducir las desigualdades
y promover la inclusión de amplios sectores, así como una mayor y
mejor articulación e integración de estas políticas en torno a fines
comunes con las políticas de seguridad (Azaloa, 2012, pág. 13).
Por otro lado, encontramos manifestaciones de la violencia más tenues,
aquellas tan incorporadas en la práctica cotidiana que resultan imperceptibles. Esas formas sutiles de violencia son las más veladas y aquellas
cuya causa resulta difícil destrabar. En estas formas ya naturalizadas, el
lenguaje juega un papel central. Para Bourdieu y Wacquant (2008) el
lenguaje no es un sistema de comunicación neutral. Analizado bajo un
esquema estrictamente estructural se despoja al lenguaje de su análisis
relacional, el lenguaje es el mediador de las relaciones interpersonales
en un mundo social concreto. Al respecto los autores refieren:
[…] las relaciones lingüísticas son siempre relaciones de poder
simbólico […] incluso el más simple intercambio lingüístico pone
en juego una red compleja y ramificada de relaciones de poder históricas entre el hablante, dotado de una autoridad social específica,
y una audiencia o público que reconoce dicha autoridad en diversos
grados […] (Bourdieu y Wacquant, 2008, pág. 184).
Del mismo modo, la interacción lingüística, asegura Bourdieu, no
es un intercambio de valores iguales, no es un ejercicio soberano, al
contrario, a decir de Alonso (2004, pág.2) “son situaciones sociales
desiguales que llevan emparejados procesos de dominación y censura
estructural de unos discursos sobre otros”. En esta aparente neutralidad
151
152
Reflexiones académicas alrededor de la paz
del lenguaje no se reconocen las relaciones de poder implícitas. El
habitus y la violencia simbólica son conceptos desarrollados por Pierre
Bourdieu, el lenguaje y en general el cuerpo están debidamente orquestados y alineados para representar esa posición estructural. De forma
no consciente se actúa, se piensa, se siente y se dice, de ahí la relevancia
de la violencia simbólica que es aquella asumida por el agente que es
oprimido, es decir, con su complicidad. Por las características del habitus, esta relación no es consciente, ha sido naturalizada y se ejecuta
casi mecánicamente (Bourdieu y Wacquant, 2008).
Ejemplo de lo dicho antes, se ve reflejado en los cuestionamientos
hechos por Navarrete (2016) al explorar el racismo en México, la
respuesta producto del análisis es contundente, sí hay racismo y por
tanto hay discriminación, lo que significa una violencia tan oculta en
el discurso cuyas consecuencias pueden ser fatales:
[…] el racismo y los prejuicios que dividen artificialmente a nuestro
país entre mestizos e indios, entre blancos y morenos, entre “güeros”
y “nacos” entre “gente bonita” y “prole” entre los que son demasiado
visibles y los que se han vuelto invisibles, hasta el grado de que su
muerte no nos importa (Navarrete, 2016, pág. 9).
En la discriminación vemos aparecer rastros de algún tipo de violencia
cultural y estructural. La dicotomización de la realidad conlleva la
aplicación de juicios de valor, entre aquellos que están de un lado o del
otro. Aunado a ello, las desigualdades sociales, el acceso y la negación
de servicios a ciertos grupos que finalmente se vuelven marginados o
excluidos. Para Navarrete (2016) un análisis del racismo necesariamente
debe incorporar una mirada de la estructura social.
II. Sobre la confianza institucional
y los cuerpos policiacos
Dentro de las soluciones para reducir la delincuencia y la percepción de
inseguridad se ha considerado el trabajo colaborativo entre la ciudadanía
y la policía. De acuerdo con Bergman y Flom (2012) la confianza hacia
Violencias, confianza institucional y cuerpos policiacos
la policía anima a los ciudadanos a denunciar y brindar información
valiosa, la ausencia de confianza tiene el efecto contrario. Existen hasta
el momento dos tipos de confianza, una llamada interpersonal y la otra
denominada confianza institucional (Dammert, 2014; Laso, 2010;
Hevia de la Jara, 2003). La confianza se concibe como una creencia
generalizada, en donde el sujeto asume una orientación de valor hacia
las personas o instituciones, regidas en primera instancia por estándares
evaluativos de competencia y ética (Sautu y Perugorría, 2007). Para
Laso (2010) la confianza interpersonal está basada en la suposición que
hace el sujeto respecto al otro, es decir, es producto de la interacción.
Con dichas suposiciones el sujeto asume que los otros tienen buenas
intenciones basadas en principios morales. Por su parte la confianza
institucional es pública e impersonal, el objeto a quien se dirige la acción es abstracto. Laso (2010) considera que en este segundo tipo de
confianza subyacen mecanismos formales de control social
La Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad
(ENVIPE) además de centrarse en datos sobre victimización y percepción de inseguridad ha estudiado un concepto llamado “cifra negra”
es decir, aquellos delitos donde no hubo denuncia o no se inició una
averiguación previa. Al hacer un análisis sobre los resultados que van
del 2010 al 2015, la cifra negra en México ha oscilado del 91% al 93%
con algunas variaciones.
Año
Delitos no denunciados
2010
92%
2011
91.6%
2012
92%
2013
93.8%
2014
92.8%
2015
93.7%
Tabla 3. Porcentajes de delitos no denunciados
del año 2010 al 2015 en México.
Fuente: Elaboración propia.
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Reflexiones académicas alrededor de la paz
Como se observa ha habido variaciones mínimas, la cifra más elevada
se registró en 2013 con un total de 93.8% de delitos no denunciados,
no obstante, para el 2014 no se percibe una reducción significativa.
En 2013, 65.6% de los delitos no denunciados eran atribuidos a la
autoridad debido a: miedo a la extorsión, pérdida de tiempo, trámites
largos y difíciles y desconfianza en la autoridad. La cifra no dista mucho
de la presentada en años anteriores respecto a este rubro (ENVIPE,
2014). Respecto al desempeño de las autoridades de seguridad pública
y nacional para el 2014, la marina (81.6%) y el Ejército (77.6%) eran
considerados como las autoridades más seguras y confiables. Frente
a otros grupos como la policía de tránsito y las policías preventivas
municipales (ENVIPE, 2015).
En el orden regional, ha sido el Latinobarómetro el que ha registrado y
plasmado el tema de la confianza institucional. La confianza se extiende
a instituciones como: Congreso, Partidos Políticos, Poder Judicial,
Fuerzas armadas y Gobierno. Respecto a México en 2010, el 54% de
la población encuestada aprobaba la manera cómo se combatía el tema
de seguridad y crimen. Cerca de la mitad de la ciudadanía encuestada
confiaba en las fuerzas armadas (55%), al poder policial correspondía
un 28%, y los porcentajes más bajos los obtuvieron los partidos políticos
(19%) (Latinobarómetro, 2010). En 2011 en el contexto regional se
observa una disminución de la confianza institucional:
Lo más interesante de la confianza en instituciones en el año 2011
es que se produce una baja generalizada de la confianza en todas las
instituciones medidas. Estamos frente a un desencanto generalizado
de la población en su conjunto frente a las principales instituciones
de la sociedad (Latinobarómetro, 2011, pág. 49).
Para el 2014, el 35% de la población mexicana veía a la seguridad
pública como el principal problema que enfrentaba el país. Un 16.9%
había emprendido organizaciones con los vecinos por temor a la delincuencia, paralelas a las emprendidas por los grupos de seguridad pública
(Latinobarómetro, 2014). Este es el panorama en el que se inscribe un
proyecto de esta naturaleza. Frente al clima de inseguridad y violencia es necesaria la participación de la ciudadanía en colaboración con
Violencias, confianza institucional y cuerpos policiacos
las instituciones encargadas de velar por la seguridad y la justicia. Sin
embargo, como se observa, las cifras de delitos no denunciados y el
desencanto por el desempeño de los grupos policiales es generalizado
y se ha intensificado en los últimos años.
La confianza/desconfianza en la policía ha alcanzado dimensiones que
preocupan a organismos como la Comisión Nacional de Derechos
Humanos (CNDH). Para Meyer (2014), a pensar de los avances en el
tema de seguridad pública sigue presente un clima de abuso y corrupción. En las últimas tres décadas la CNDH ha emitido recomendaciones debido a que la policía mexicana, federal, estatal y municipal,
ha estado implicada en numerosos casos de detenciones arbitrarias,
torturas, privación de la vida, así como en otras violaciones a los derechos humanos. La CNDH hace un recuento de las quejas hacia la
policía federal que van del 2007 al 2013. La tabla siguiente muestra
los resultados:
Año
N.º de quejas
2007
136
2008
284
2009
197
2010
595
2011
767
2012
802
2013
619
Tabla 4. Quejas hacia la policía federal que van del 2007 al 2013
Fuente: Comisión Nacional de Derechos Humanos (2012).
Como se observa, el número de quejas fue en aumento y creció en el
2012. Del Tronco (2012) señala que los desafíos que se presentan para
México en el tema de seguridad son los ubicados dentro del Estado
de derecho (corrupción, crimen, abuso de derechos humanos). Meyer
(2014) considera necesaria la implementación y el cumplimiento de
“sólidos” mecanismos de rendición de cuentas, a fin de lograr una
trasparencia en el proceder de los cuerpos de seguridad.
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156
Reflexiones académicas alrededor de la paz
En años recientes en México la eficacia y eficiencia de los cuerpos
policiales y de la seguridad pública ha estado en el centro de atención,
el desempeño de dichas instituciones ha sido puesto en tela de juicio
(Arcos, Ávila, Vera y Pérez, 2018; Gómez-Azcarate, Vera, Ávila, Arias,
Vega y Arcos, 2016; Martínez-Ferrer, Ávila, Vera, Bahena y Musitu,
2016; Vera, Ávila, Martínez-Ferrer, Musitu y Montero, 2017). Incluso,
se ha reflexionado en torno a la participación directa o indirecta de
policías en crímenes vinculados al narcotráfico (Benítez, 2015).
Sin embargo, poco se ha tocado el asunto que en términos de Carrera
(2016) define como el “ser policial”, es necesario, argumenta la autora,
explorar esta tercera dimensión propuesta en las reformas en términos
de seguridad, pero que ha sido soslayada. La vivencia del policía dentro
de la institución, las condiciones sociolaborales no han sido estudiadas
con profundidad, la información sobre la policía es escasa, imposibilitando la creación de bases de datos que den cuenta de su situación.
De acuerdo con Olivares (2010), revisar la condición de los policías
puede contribuir al análisis del avance, éxito o fracaso de la estrategia
de seguridad pública.
Por ello, Olivares (2010) realiza una recopilación de información respecto a los policías, los datos se ubican en el 2008 y 2009. De acuerdo
con el autor, en el 2009 el 90% del total de servidores públicos de seguridad del país estaba conformado por policías municipales y estatales.
En este año la ciudad de México es la entidad con el mayor número de
policías. Es una ocupación desarrollada por personas de entre 30 a 49
años. Se observa un porcentaje considerable de jóvenes que facilitan
el reemplazo (Instituto Nacional de Estadística y Geografía [INEGI],
2017). Por otro lado, para el año 2008, no se contaba con datos diferenciados sobre sexo; el nivel educativo promedio de los policías municipales y estatales era de secundaria, en detalle, 42% tenían secundaria
completa; 4% secundaria incompleta; 10.7% primaria completa y 1%
carecía de escolaridad.
Para el 2017, en función de las cifras arrojadas por el INEGI (2017)
basada en la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), en
el primer semestre de 2017 eran 331 mil los ocupados como policías
Violencias, confianza institucional y cuerpos policiacos
y agentes de tránsito. Es una labor ejercida prevalecientemente por
hombres, ya que 82 de cada 100 policías son hombres (solo el 17.9%
son mujeres). La edad promedio de los policías es de 37.7 años. Cuentan
con un promedio de 11 años de escolaridad, lo que equivale a tener 2
años en el nivel superior de educación, específicamente 54.1% cuentan
con preparatoria, bachillerato o carrera técnica; 37% presentan una
formación de nivel básico; 8.9% cuenta con estudios superiores y 5
de cada 100 policías hablan una lengua indígena además del español.
Como se observa, para el año 2019, la formación académica de los
policías es mayor comparada con la presentada por Olivares (2010)
en el año 2008.
En el 2017 el estado civil de este mismo grupo se distribuía de la
siguiente manera: 76% de los hombres con una relación marital,
17% solteros; en el caso de las mujeres 43% eran solteras y el 84.9%
casadas o en unión libre. La jornada laboral actual de los policías está
distribuida de la siguiente forma: 70.4% trabajaba más de 48 horas a
la semana; 29.4% de 35 a 48 horas a la semana; 0.2% trabajaba de 15
a 34 horas a la semana.
Por otro lado, el salario promedio ponderado de los servidores de la
Secretaría de Seguridad Pública para el 2008 se estimó en 6.229 pesos
mexicanos (MXN) mensuales. Existían en ese año diferencias “abismales” en los diversos Estados que componen el país. Por ejemplo, en
Veracruz, el ingreso mensual era de 3.154 MXN, en contraste con
Tamaulipas en donde el salario ascendía a 11.906 MXN mensuales.
Entonces, el ingreso promedio nacional de los policías está en 31.3
MXN diarios por hora de trabajo. Esta situación difiere en el país,
en 15 Estados de la República esta cifra se supera llegando a los 66.4
MXN, tal es el caso del estado de Baja California. Una situación contrastante se vive en 17 estados de la República como Chiapas, Veracruz
y Yucatán, en donde el ingreso es menor a los 20 MXN por hora de
trabajo (INEGI, 2017).
La mayor parte de los policías municipales en el año 2008 carecían de
prestaciones, excepto el aguinaldo. En algunos municipios los policías
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Reflexiones académicas alrededor de la paz
laboraban todos los días del año, sin días de descanso, días feriados y
sin tener vacaciones. En términos de salud, se registró la presencia
de enfermedades, tales como la diabetes, hipertensión o deficiencias
visuales en el 71% de los policías, es decir, más de la mitad. En el
plano de estabilidad laboral, para el 91.6% el crecimiento profesional
y su estabilidad laboral eran profundamente inciertas. Había ausencia
de equipo o en su defecto el equipo con el que se contaba estaba deteriorado. De acuerdo con Azaola y Ruíz (2006) los policías debían
gestionar no solo su reclutamiento, lo cual implicaría un ascenso, sino
también la posibilidad de equiparse.
Respecto a las prestaciones se han logrado mejorías, ahora 89 de cada
100 policías cuenta con servicio médico; 97 de cada 100 cuentan con
otras prestaciones como aguinaldo y vacaciones con goce de sueldo. La
inestabilidad laboral ha disminuido, 99.9% de los policías cuentan con
un contrato escrito, 89 de 100 tienen contrato base, planta o tiempo
indefinido, en tanto que el resto tiene una situación de empleo temporal. La rotación laboral se ha mantenido en niveles bajos, 71 de cada
100 han durado en su empleo más de tres años; 16 han permanecido
entre uno y tres años; y los 13 restantes de 1 a 12 meses.
Lo anterior podría ser una variable explicativa frente a la corrupción
interna, la elevada rotación, así como la salida de elementos (Olivares,
2010). Derivado de la inseguridad laboral y social, se elige o está sobre la mesa la adopción de acciones autoritarias y discrecionales por
parte de los cuerpos policiacos, generando la pérdida del prestigio
institucional frente a la sociedad. Existe un doble código de normas,
lo cual sedimenta la corrupción. La precariedad en las condiciones
sociolaborales de los cuerpos policiacos, en lugar de aumentar la capacidad de estos para responder ante las situaciones de inseguridad,
es claramente un obstáculo.
[se] devela la presencia de un “orden subterráneo” una especie de
agenda oculta, en las organizaciones policiales caracterizada por
la presencia de un poder punitivo al margen de cualquier legalidad
y control institucional, donde los significados del reconocimiento,
la obediencia y el acatamiento no pasan tanto por la asunción o
Violencias, confianza institucional y cuerpos policiacos
interiorización de una deontología o ética profesional, de lo que
significa ser buen policía, sino por la decodificación de las pautas
secretas […] reconocidas en la institución, que los recién llegados
deben develar y asimilar, para convertirse en miembros plenos de
la comunidad (Olivares, 2010, pág.13).
El sistema policial mexicano tiene la marca de ser ineficaz e ineficiente
en el cumplimiento de sus funciones. De acuerdo con Olivares (2010)
en México, hoy en día, ser policía no es un proyecto de vida. Ofrecer
un proyecto de vida atractivo permitirá elevar la eficacia y la eficiencia
de los cuerpos de seguridad frente a los retos que implica la inseguridad.
De tal modo, los análisis sobre corrupción en las policías se han centrado en lo que se denomina “corrupción operativa” es decir, aquel
producto de la relación cotidiana de los policías con la ciudadanía. No
obstante, existe la llamada “corrupción administrativa” aquella que
acontece en las instituciones policiacas, pero a decir de los autores en
este tema los estudios son escasos (Moloeznik, 2011). No obstante,
atender la corrupción implica valoraciones morales, es posible caer en
el relativismo (Azaola y Ruíz, 2006).
En suma, hay una lucha de poder intrainstitucional que produce una
desconfianza que no solo viene del exterior, en este caso de la ciudadanía, sino dentro de la institución, por ejemplo, la rivalidad entre
elementos judiciales y el Ministerio Público. Además, existen organizaciones alternas o subterráneas dentro de las policías, se habla de
los llamados “clanes” de naturaleza informal, cuyo objetivo es generar
coaliciones y lazos. Desde la pertenencia al clan se configuran a los
enemigos, el Ministerio Público, los defensores de Derechos Humanos,
son los principales.
Si nos guiamos en los términos generales en los que Pearce (2017)
concibe a la violencia, como dañar el cuerpo del otro, es menester
considerar que los cuerpos de seguridad son en cierta medida víctimas
de un sistema que los coloca en desventaja al negarles las condiciones
de vida mínimas. Los datos anteriores, son muestra de la complejidad
del fenómeno de las violencias, es posible con esta información mostrar
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Reflexiones académicas alrededor de la paz
y desdibujar al policía como corrupto o abusador. En última instancia, tanto ciudadanía como cuerpos de seguridad somos víctimas de
un sistema que nos cataloga como merecedores de ciertos beneficios,
implicando el respeto a los derechos humanos básicos o no.
III. Sobre la violencia frente a lo público
En ese espiral de violencia han surgido acciones ciudadanas tales
como las manifestaciones de la ciudadanía autoritaria, quienes ante la
debilidad del Estado toman medidas y se hacen cargo de la seguridad,
dichas acciones son el signo de la ineficacia e ineficiencia sentida por la
población general. En años recientes se ha apostado a construir modelos
de seguridad donde la ciudadanía tenga un papel preponderante, la
llamada Seguridad desde abajo o los enfoques de Seguridad humana.
El enfoque de Seguridad Humana implica un cambio de paradigma, se
insiste en colocar al ser humano en el centro del desarrollo, la búsqueda
del desarrollo económico será un medio no el fin. Con este enfoque es
posible vincular todas las formas de seguridad en relación con la defensa
de los derechos humanos. En detalle “sobre él se podrá construir la
seguridad ciudadana. Se pondrá a construir la seguridad jurídica. Si la
persona no está en el nuevo eje de giro, el mundo ciertamente se va a
romper en nuevos pedazos” (Gómez, 2012, pág. 26).
A la par, en épocas recientes se habla del surgimiento de ciudadanos
críticos, convendría vincular esto con el régimen democrático actual.
La democratización viene aparejada con la presencia de un Estado no
totalizador ni autoritario, cuyos habitantes y organizaciones se encuentran en la línea de la participación, la información y el libre ejercicio
de sus derechos (Aguilar, 1992). Colocar las violencias en el centro de
atención y elevarlo a la categoría de asunto público es la gran apuesta.
La organización de la sociedad civil, la visibilización de todas violencias,
así como la desnaturalización son hechos que se han logrado, pero aún
falta mucho por construir.
Violencias, confianza institucional y cuerpos policiacos
Sin embargo, ¿cómo un problema social adquiere la calidad de público y
político?, ¿cuál es la ruta que sigue?, ¿qué otros factores están incluidos
en la construcción de un problema? Se asume en primera instancia la
naturaleza social de los problemas, estos son construidos por los agentes,
su reconocimiento y construcción está anclado a sus contextos sociales
y a sus condiciones materiales de existencia. Por ende, existen procesos
sociocognitivos en la edificación de un problema (Aguilar, 1993).
La vivencia cotidiana, plagada de hechos sociales, por sí misma no es
colocada en el terreno de lo público y menos aún de lo político. Es
necesario comprender las representaciones hechas por la ciudadanía
respecto a un tema y así conocer el proceso, “el problema se vuelve
público hasta que los actores se movilizan y lo inscriben en el espacio público a fin de que se haga algo para tratar la condición […]”
(Lascoumes y Le Gáles, 2014, pág. 80), de este modo el asunto es
llevado a la “arena pública”. En este recorrido están presentes diversos
actores y procesos. Por ejemplo, las representaciones sociales que explican la configuración y la categorización que alcanzan ciertos temas,
en su mayoría las representaciones sociales aluden a temas identitarios.
Las representaciones sociales son entendidas desde la psicología social
como el punto de interacción entre lo social y lo psicológico. Es sabido
que en la configuración de dichas representaciones es primordial el
contexto histórico y social de acción, la actitud del sujeto, así como
elementos del exterior que generan presión sobre los sujetos, en este
caso formas de comunicación, ya sean medios masivos o bien intercambios microsociales (Lascoumes y Le Gáles, 2014).
Para comprender la categorización de un hecho social como problema
público, es necesario echar mano de las aportaciones de los movimientos sociales y de la sociología de las controversias. En esta etapa el asunto
va andando hacia el terreno de lo político. Este problema se convierte
en asunto político a partir del momento en que la solución que es
considerada atañe al poder público, “el llamado a una intervención del
Estado busca entonces, o bien a la atención de una situación ignorada
hasta entonces, o bien la reforma de la acción pública cuestionada […]”
(Lascoumes y Le Gáles, 2014, pág. 80).
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Reflexiones académicas alrededor de la paz
Se plantea esta etapa en términos bélicos, es así debido a la presencia de
controversias y grupos opositores. Aquí es donde se buscan artificios
técnicos o administrativos para poner el tema en el centro. Instancias
académicas y no gubernamentales son primordiales en esta etapa.
Además de la presencia de interlocutores o empresarios de causa que,
bajo cualidades personales, así como sus redes de poder posibilitan la
favorable ubicación de un hecho social como público. Estos factores,
así como otros de tipo coyuntural permitirán el triunfo a una parte de
él (Lascoumes y Le Gáles, 2014).
Entonces, el objetivo final resulta al poner asuntos sociales en la agenda
gubernamental, de esta forma se posiciona en consideración y acción
de un problema público. Es decir, a partir del reconocimiento: el gobierno emprenderá medidas para la resolución del problema, “se trata
entonces de la decisión que compromete o no a actuar al gobierno y,
en consecuencia, a poner o no en marcha toda su maquinaria de información; análisis, concertación, legislación, movilización [y] operación”
(Aguilar, 1993, pág. 28).
A la par, el asunto se complejiza, puesto que existen dos tipos de agendas, una de ellas la agenda “sistémica” y la agenda “institucional”. En
la primera, la incorporación de los temas públicos es innegable ya que
caen dentro de la jurisdicción legítima de la autoridad gubernamental.
En la segunda agenda, son sometidos a escrutinio y decisión los temas
propuestos por cualquier instancia u organismo gubernamental local,
estatal o nacional (Aguilar, 1993).
Durante el proceso, en la inclusión de temas en la agenda gubernamental emergen actores con redes de poder desiguales, tales como
las “triángulos de hierro”, los “subgobiernos”, así como las “redes
de cuestiones”. Cada una muestra el inter-juego que se suscita en el
proceso de agenda gubernamental. Llama la atención el caso de las
“redes de cuestionamiento” compuesta por los expertos en temas específicos, cuya actuación se da en el ámbito del gobierno y la sociedad
(Aguilar, 1993).
Violencias, confianza institucional y cuerpos policiacos
Por otro lado, hay elementos externos, como el lenguaje utilizado. El
portavoz de la demanda, así como la claridad y recepción que tiene en
el gobierno –entre otros– que están presentes. Por tanto “los problemas públicos no son sencillos, se vuelven fácilmente solubles. En los
Estados contemporáneos, aun en el nivel de los gobiernos locales, los
problemas públicos son de gran escala, complejos, interdependientes,
subjetivos, tornadizos, conflictivos” (Aguilar, 1993, pág. 55). Respecto
al lenguaje, se logrará llevar un problema al terreno de lo público en
mayor medida cuando aluda a temas generales que impacten y unifiquen a las personas, sea comprensible para la ciudadanía, y se plantee
una o varias posibles soluciones (Aguilar, 1993).
Esta etapa por sí sola es compleja, cuando se incorporan temas como
la identidad, las representaciones sociales, la acción colectiva, vienen
a la mente otros tantos. De igual forma, resulta interesante el papel de
las minorías y los requisitos indispensables para mantener su condición de activos, tales como la visibilidad, la claridad en los objetivos,
así como la consistencia. Es común observar emulsiones esporádicas
de resistencia o de cuestionamientos. También es habitual presenciar
como desaparecen en poco tiempo, los ideales llegan a confundirse,
se cuestiona la legitimidad de sus emisarios o líderes y finalmente el
proceso muere (Lascoumes y Le Gáles, 2014).
Bajo este panorama se hace necesaria la reflexión en torno al concepto
de acción pública. El análisis de la acción pública se propone como una
alternativa que vincula el quehacer del gobierno en interacción con la
sociedad o los actores sociales. No se centra únicamente en el gobierno
o únicamente en la participación ciudadana. Es un reto descifrar ese
campo y sus procesos de interacción. La necesidad de teorizar sobre
la acción pública está justificada por algunos elementos contextuales
(Cabrero, 2005):
1) La existencia en mayor medida de sistemas de gobiernos democráticos, la existencia de diversos grupos y el redimensionamiento del Estado
obliga a gobernar con una perspectiva de acción colectiva.
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164
Reflexiones académicas alrededor de la paz
2) Sumado a la diversidad de relaciones de poder, se encuentra lo que
el autor denomina un despertar veloz de la ciudadanía. Es decir, una
resignificación del ciudadano, pasando de ser pasivo a activo.
El concepto de acción pública cuesta trabajo aprehenderlo, se muestra
como aquel punto de intersección entre las acciones gubernamentales
y la acción ciudadana colectiva. Podría decirse que al adentrarse en ese
inter-juego es fundamental un trabajo inter y multidisciplinario para
comprender lo que subyace a esas relaciones y así intentar dar respuesta
a preguntas como las siguientes “¿Cómo las lógicas heterogéneas de
los actores se hacen compatibles entre ellas en el ámbito de la acción?,
¿qué normas implícitas se negocian para establecer relaciones recíprocas?, ¿de qué manera tales argumentos construyen conjuntamente
las consecuencias?, ¿quién asume los costos de la acción colectiva?”
(Cabrero, 2005, pág. 21).
Se considera que ha habido una evolución de las políticas públicas
omnipresentes en las sociedades contemporáneas. Vinculado a los
procesos de transformación democráticos con las políticas públicas se
busca responder a preguntas tales como ¿qué problemas se enfrentan?,
¿quién participa?, ¿quién protesta?, ¿cuál es la capacidad de conducción
de la sociedad? (Lascoumes y Le Gáles, 2014). Las dimensiones que ha
adoptado la violencia en nuestra época hacen necesaria la consideración
de modelos complejos.
Parte de las respuestas a dichas preguntas están englobadas en lo que
los autores Lascoumes y Le Gáles (2014) denominan como “el pentágono de la acción pública”. Integrado por actores (individuales o
colectivos), instituciones, representaciones, procesos y resultados.
En dicho esquema hay que identificar los elementos y las relaciones
o el tipo de relaciones que se establecen entre sí. Cada uno de estos
elementos puede analizarse de forma aislada y cada uno lleva implícita
su complejidad. Respecto a las relaciones que se establecen entre los
elementos, la relación no es simétrica en algunos casos los efectos de
un elemento tienen impacto en dos o más, tal es el caso de los actores,
cuya influencia se ve reflejada en las instituciones y al mismo tiempo
son los principales hacedores o portadores de representaciones y las
Violencias, confianza institucional y cuerpos policiacos
instituciones hacedoras de representaciones y de procesos (Lascoumes
y Le Gáles, 2014).
El origen de la acción pública no puede ubicarse en una disciplina particular. La naturaleza compleja del concepto obliga adoptar al menos
un enfoque multi o interdisciplinario para su estudio; cada elemento
(actores, instituciones, representaciones, procesos y resultados) no
pueden ser estudiado por separado. Llaman la atención especialmente
dos de ellos: los agentes y las representaciones. Al evocar a los agentes
se piensa inmediatamente en los aportes de Pierre Bourdieu (1991) y
su propuesta del habitus, para el caso de la acción pública ¿cómo lograr
la colaboración de los agentes, considerando las especificaciones de
cada campo, las estrategias de acción y su movilidad dentro del mismo?
En términos explicativos el habitus puede darnos una idea del por qué
la ciudadanía ha sufrido una transformación, está alerta y hay un tono
más participativo, ejemplo de ellos son las manifestaciones de ciudadanía autoritaria. Por otro lado, explica cómo esta transformación no
es homogénea. Vinculada a eso, están las representaciones generadas
por la interacción entre los agentes y las instituciones respecto a la
vida y la participación política. Como se mencionó, la participación
o este despertar en la ciudadanía, no es la regla general. En muchos
espacios sigue permeando la idea de la no colaboración y lo infructuoso
que sería colaborar con instancias gubernamentales (Lascoumes y Le
Gáles, 2014).
Lo que queda claro es que la acción pública es un proceso, no es un
momento concreto y como tal debe tener presentes elementos contextuales, personales y sociales de los actores implicados en dicho proceso
(Cabrero, 2005). El análisis de la violencia, la inseguridad y confianza en
los cuerpos de inseguridad, conllevan la incorporación de asuntos como
el narcotráfico, la ineficacia de las policías, las reformas hechas al sistema
de seguridad, así como la organización de la ciudadanía autónoma.
Desde esta óptica, la relación que se establece entre el Estado y la sociedad civil ha sido históricamente tensa u objeto de análisis y debates.
La capacidad del Estado, los límites divisorios entre este y la sociedad,
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166
Reflexiones académicas alrededor de la paz
las facultades para cada parte, entre otros son cuestionamientos que
se hacen al analizar dicha relación. Mucho se ha dicho respecto a la
crisis del Estado frente al modelo de Estado providencial, así como la
adopción de sistemas de gobiernos democráticos. Lo anterior, llevó
al reajuste y redimensionamiento del Estado para hacer frente a las
demandas sociales de los diversos grupos existentes y los emergentes
(Serna de la Garza, 2010).
Entonces, estudiar la acción colectiva y las políticas públicas implica
identificar la trama compleja de actores individuales y colectivos, procesos y representaciones presentes en dichos conceptos. Esta premisa
brinda cierta claridad, evitando la simplificación, por ejemplo, al atender el asunto de la “toma de decisiones” se responde a interrogantes
de quién o quiénes, cómo y en qué momento se elaboró una política
pública. No obstante, no quedan pendientes el resto de las etapas que
conforman el proceso: apropiación, implementación y evaluación.
A la par, las políticas públicas y en mayor medida las políticas gubernamentales vistas de forma vertical hacen pensar en el papel de las
élites, como grupo de poder hegemónico, o como una lucha de poder entre grupos y las elecciones racionales para llevar a cabo un plan
(Lascoumes y Le Gáles, 2014). Finalmente, el tema de la seguridad ha
sido considerado un asunto de Estado, sin embargo, la dimensión que
ha alcanzado la violencia en América Latina en la actualidad requiere
que dicho fenómeno sea colocado como asunto público.
De igual forma, la implementación requiere en cierta medida una
orquestación por parte de otros sectores y cierto grado de coordinación por parte del Estado. Son interesantes y útiles en esta reflexión
la consideración de las “redes de poder”, para comprender la red que
se teje dentro del Estado y otros actores en el momento de pensar y
aplicar una política pública (Lascoumes y Le Gáles, 2014). En suma,
la seguridad pública históricamente se ha mantenido como un ejercicio legítimo del Estado y la importancia de trascender al ámbito
de lo público requiere un esfuerzo titánico que compete a todos los
actores sociales.
Violencias, confianza institucional y cuerpos policiacos
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171
CAPÍTULO VIII
La construcción de Estado
en Colombia1
Sergio Orlando Silva Arroyave2
En el período de posconflicto por el que pasa Colombia, luego
de ser firmados finalmente el pasado 1° de octubre de 2016
los acuerdos de paz entre el Gobierno y las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia (FARC), han tomado fuerza las voces
que afirman la necesaria construcción de Estado en los territorios en
los cuales predominaba la presencia de este grupo insurgente. Así,
por ejemplo, Dejusticia, con la finalidad de mostrar el reto que tiene
Colombia en el posconflicto, afirmó en el año 2016 que “uno de los
desafíos fundamentales de un acuerdo con las guerrillas consiste en
llevar el Estado a los territorios” (García, Torres, Revelo, Espinosa y
Duarte, 2016, pág. 20). De igual forma, algunos meses después de la
dejación de las armas, se afirmó en la revista Semana (2017) que:
1
El presente capítulo es producto del proyecto de investigación en curso
llamado “Conflictos interpretativos entre las altas cortes colombianas”,
el cual se encuentra inscrito en el Banco de Proyectos Institucional de la
Universidad de Medellín.
2
Magíster en derecho público comparado y Doctor en Derecho de la
Université Panthéon-Assas (Paris II - Francia). Docente de la facultad de
derecho del Tecnológico de Antioquia. Las citas de referencias en lengua
extranjera fueron traducidas por el autor.
172
Reflexiones académicas alrededor de la paz
[…] aunque el país se fijó una estrategia para afrontar los desafíos de
seguridad que vienen con la implementación de la paz, la incapacidad
del Estado para frenar la violencia emergente de los herederos de las
FARC y para hacer presencia en el territorio, empieza a preocupar.
Sin embargo, la discusión sobre la “construcción de la presencia del
Estado”, o más simplemente, la “construcción de Estado”, no es
exclusiva del proceso de paz colombiano y no es en lo absoluto un
fenómeno reciente en el mundo3. Esta es una noción conocida como
state-building, y en los últimos años se ha convertido en una de las principales preocupaciones de las organizaciones internacionales. Esto se
debe, entre otras razones, a que varias experiencias internacionales han
mostrado que la construcción de Estado debe ser una prioridad central
en la construcción de la paz; a que se ha aceptado ampliamente por la
comunidad internacional que los Estados frágiles son un terreno fértil
para la formación de grupos terroristas y criminales; y a que se ha reconocido que no habrá un sistema de seguridad internacional efectivo,
si los Estados no son legítimos y capaces (Cousens, 2017).
Siendo la construcción de Estado una de las prioridades de la comunidad internacional, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económico (OCDE), de la cual forma parte Colombia desde el 30 de
mayo de 2018, publicó un importante estudio sobre los conceptos y
dilemas del reforzamiento del Estado en situaciones de fragilidad. En
este documento el state-building o la construcción de Estado fue definida
como un proceso dirigido a “desarrollar la capacidad, las instituciones y la
legitimidad del Estado, apoyándose sobre un proceso político efectivo que sirva
de base para negociar las obligaciones mutuas del Estado y los diferentes grupos
sociales” (OCDE, 2008a, pág. 14)4.
3
“Históricamente, ha habido tres olas principales de construcción de Estado:
en la Europa moderna temprana; después de la ruptura de los imperios
luego de la Primera Guerra Mundial; y en la ola de descolonización que
siguió a la Segunda Guerra Mundial, con una pequeña réplica luego de
la formación de nuevos Estados, después de la disolución de la Unión
Soviética” (Cousens, 2017, pág. 36).
4
El state-building es un fenómeno diferente al de peace-building o “construcción de paz”, que hace referencia al conjunto de acciones dirigidas a
La construcción de Estado en Colombia
En este orden de ideas, la construcción de Estado está dirigida a combatir la fragilidad de los Estados (state’s fragility), que es entendida por
la OCDE como la situación en la cual un Estado “tiene una reducida
capacidad para desempeñar las funciones esenciales de gobernar a una población
y su territorio, y carece de la capacidad para desarrollar relaciones constructivas
y mutuamente beneficiosas con la sociedad” (OCDE, 2011, pág. 25)5. En
los Estados frágiles, la autoridad a menudo proviene de un número
limitado de grupos sociales o de interés que reflejan una organización
política en la cual los intereses representados son solo los de las coaliciones privilegiadas. De esta manera,
[…] en lugar de resolver los conflictos dejando participar a un amplio
conjunto de grupos sociales, los conflictos o las diferencias se usan
a menudo para justificar la existencia de instituciones gubernamentales fuertes y represivas, y el limitado espacio que se da al debate
o la discusión (OCDE, 2011, pág. 26)6.
A través de la construcción de Estado se busca entonces hacer que estos
sean estables o resistentes (resilient states), para que tengan la capacidad
y legitimidad necesaria para gobernar a su población y su territorio y
sean capaces de “responder y adaptarse a las necesidades y expectativas
sociales cambiantes, a los cambios en las élites y en [las mayorías] políticas, y al aumento de la complejidad institucional” (OCDE, 2011, pág.
institucionalizar la paz, definida como la ausencia de conflicto, y a institucionalizar un mínimo de participación política (Call y Cousens, 2007).
“Esta definición relaciona la construcción de paz con una situación de
posconflicto, en donde el state-building es uno de los elementos esenciales de ese proceso de institucionalización de la paz” (OCDE, 2008a, 13).
5
La noción de fragilidad de los Estados ha evolucionado en los últimos
años. Así, en el año 2007 se entendía que un Estado era frágil “cuando
las estructuras estatales carecen de voluntad política o capacidad para
realizar las funciones básicas necesarias dirigidas a la reducción de la
pobreza, el desarrollo y la salvaguarda de la seguridad y los derechos
humanos de sus habitantes” (OCDE, 2007, 2).
6
La fragilidad de los Estados “se asocia a menudo, aunque no necesariamente, con el conflicto. Sin embargo, este es tanto una causa como un
efecto de la fragilidad” (Ingram, 2010, pág. 2).
173
174
Reflexiones académicas alrededor de la paz
26)7. En los Estados estables o resistentes la gente espera que ciertos
beneficios se proporcionen de manera inclusiva, tales como:
La seguridad, la justicia, las condiciones propicias para la búsqueda
de medios de vida económicos, así como servicios públicos como
la educación y la atención médica. La gente también espera que los
Estados respeten el libre ejercicio de los derechos sociales, políticos y
económicos y que la gobernanza se base en la responsabilidad (OCDE,
2007, pág. 2).
De igual forma, en los Estados resistentes, la gente también tiene
obligaciones de las cuales son conscientes. De esta manera, “tienen la
obligación de pagar impuestos al Estado, de aceptar el monopolio estatal
de la fuerza coercitiva y de aceptar otras restricciones a su libertad de
acuerdo con la ley” (OCDE, 2007, pág. 2). Es así, como la resistencia
de los Estados “aumenta cuando las expectativas, las instituciones
y la organización política interactúan para reforzarse mutuamente”
(OCDE, 2011, pág. 26).
Teniendo en cuenta estas ideas, se observa que la construcción del
Estado tiene una importancia crucial en el desarrollo, puesto que la
fragilidad o la resistencia no son necesariamente temporales o crónicas,
ya que los Estados pueden pasar de una de estas situaciones a la otra
según las circunstancias. Las situaciones de fragilidad o de resistencia
de los Estados no son fijas ni inmutables en el tiempo, son las consecuencias de varios factores, ya sean de alcance estructural, histórico
o global, o de eventos a muy corto plazo (OCDE, 2011). De esta
forma, la comunidad internacional se ha movilizado para identificar
las correctas políticas públicas que deben ser puestas en práctica, con
la finalidad de evitar que los Estados resistentes se vuelvan frágiles y se
logre hacer evolucionar todos los Estados frágiles hacia la estabilidad.
7
Los Estados estables o resistentes “son capaces de absorber choques, de
transformarse a sí mismos y de manejar los desafíos y mutaciones radicales, mientras mantienen la estabilidad política y previenen la violencia”
(OCDE, 2011, pág. 26).
La construcción de Estado en Colombia
Es en el marco de esta movilización que se hace pertinente realizar un
análisis general de cómo está Colombia en cuanto a la consolidación
de su Estado, con la finalidad de identificar cuáles son las políticas que
deben implementarse para consolidar el Estado y contribuir a la terminación definitiva del conflicto. Para hacer este análisis se hará uso de
estudios anteriores hechos tanto en Colombia como en el extranjero,
que se han centrado en la construcción de Estado, sin entrar al análisis
puntual de los acuerdos de paz firmados entre el Gobierno Nacional y
las FARC, los cuales requieren un análisis mucho más puntual.
Para realizar el estudio propuesto se revisarán entonces, en primer lugar, los elementos esenciales de la construcción de Estado; para luego
analizar, en un segundo lugar, los factores que producen la fragilidad
del Estado colombiano.
I. Los elementos esenciales
de la construcción de Estado
Inicialmente las concepciones clásicas de la construcción de Estado
centrada en las instituciones sostenían que un Estado estable se caracteriza por tener instituciones fuertes que le permitan satisfacer las
necesidades esenciales de la sociedad. Sin embargo, con el tiempo se
aceptó que “como un Estado representa más que la simple expresión de
sus instituciones, […] la construcción del Estado debe tener en cuenta
no solo la reconstrucción de las instituciones estatales, sino también
la naturaleza compleja de la cohesión sociopolítica” (Lemay-Hebert,
2009, pág. 22). De esta forma, aparecieron otras concepciones centradas
en la legitimidad que afirman que la construcción de Estado implica
también la aceptación por la sociedad del derecho a gobernar que tiene
el Estado (Lemay-Hebert, 2009).
Es así, como hoy en día es ampliamente aceptado por la comunidad
internacional que la construcción de Estado implica:
La construcción de la relación entre el Estado y la sociedad centrándose en dos áreas principales. En primer lugar, desarrollando
175
176
Reflexiones académicas alrededor de la paz
la legitimidad y la rendición de cuentas de los Estados, a través de
aspectos como la gobernabilidad democrática, los derechos humanos, la participación de la sociedad civil y la consolidación de la paz.
En segundo lugar, fortaleciendo la capacidad de los Estados para
cumplir con sus funciones básicas para reducir la pobreza. Estas
funciones consisten en garantizar la seguridad y la justicia, permitir
la movilización de ingresos, establecer un entorno propicio para la
prestación de servicios básicos y propiciar el desarrollo económico
y la generación de empleo (OCDE, 2007, pág. 2).
De esta manera, con la finalidad de precisar en qué consisten los elementos esenciales de la construcción del Estado, se estudiará en un primer
momento, la satisfacción de las necesidades sociales esenciales por el
Estado a través de sus instituciones; para luego analizar en un segundo
momento, la necesaria legitimidad del Estado delante la sociedad.
A. La satisfacción de las necesidades
sociales esenciales
La construcción del Estado depende en primer lugar de su capacidad
y efectividad al momento de brindar servicios que respondan a las
principales expectativas sociales respecto a la relación entre el Estado
y la sociedad. Estos servicios consisten comúnmente en:
1. Garantizar la seguridad, hacer cumplir la ley y proteger a los ciudadanos. La función de seguridad del Estado se refiere a la capacidad de
centralizar el uso legítimo de la fuerza para proteger a la población y
la integridad territorial de amenazas internas o externas. La función
de seguridad se ejerce correctamente cuando el Estado es capaz de
garantizar el respeto del orden público, de proteger los derechos de
los ciudadanos, de recaudar los impuestos y de frenar a los grupos
poderosos para evitar que debiliten el Estado. En cambio, esta función
se ejerce erróneamente cuando el aparato coercitivo del Estado se
vuelve en contra de los ciudadanos de manera tendenciosa, represiva
o violenta, y no controla o previene los delitos violentos o la aparición
de conflictos armados entre actores que luchan por el control político
(Call y Cousens, 2007; OCDE, 2008a).
La construcción de Estado en Colombia
2. Legislar, impartir justicia y resolver conflictos. Esta función está
relacionada con la capacidad de gobernar a través de la ley. Refleja
la capacidad del Estado para contener y resolver conflictos; gobernar
por la aplicación independiente, imparcial, consistente, previsible e
igualitaria de la ley; y responsabilizar a los infractores. El sistema de
justicia es una parte esencial de la responsabilidad en las relaciones
entre el Estado y la sociedad, pero para que sea efectiva la ley debe
ser percibida como legítima por la mayoría de la población. La sociedad también debe poder participar en la imposición de la ley al
tener acceso suficiente a los mecanismos judiciales, especialmente
para los grupos más vulnerables, y los ciudadanos deben estar bien
informados de sus derechos y sus obligaciones en las relaciones
entre el Estado y la sociedad (OCDE, 2011).
3. Percibir ingresos y proporcionar servicios esenciales. Para financiar
la estructura del Estado, brindar seguridad y brindar otros servicios
esenciales, el Estado debe poder recaudar ingresos y administrarlos de acuerdo con las expectativas de la sociedad. En general, las
expectativas sociales en términos de bienes y servicios esenciales
(además de la justicia y la seguridad) incluyen, entre otras cosas,
igualdad de acceso a la salud, educación, agua, saneamiento, comunicaciones, infraestructura, etc. Esta función requiere un sistema
sólido y transparente de gestión financiera pública, de la capacidad
de recaudar impuestos, así como de la capacidad administrativa
(Carnahan y Lockhart, 2008). Cuando la sociedad considera que
los ingresos fiscales se utilizan para prestar servicios públicos y
realizar funciones redistributivas de manera que cumplan con sus
expectativas, se establece una relación de reciprocidad entre el
Estado y la sociedad (Moore, 2004). La población tendrá interés
en apoyar al Estado y el Estado tendrá interés en responder a las
necesidades sociales, porque depende de los impuestos para obtener
los ingresos que necesita para funcionar y sobrevivir. La legitimidad
del Estado corre el riesgo de verse socavada si no existe un vínculo
visiblemente positivo entre los impuestos y la prestación de los
servicios (OCDE, 2011).
177
178
Reflexiones académicas alrededor de la paz
4. Facilitar el desarrollo económico y el empleo. El Estado debe
crear un marco que admita el crecimiento del comercio, la inversión, el empleo y la economía; permitiendo particularmente la
acumulación de riqueza y garantizando el pago de los salarios. La
inversión en capital humano puede contribuir significativamente
al establecimiento de relaciones positivas entre el Estado y la sociedad. La estabilidad política y la paz tienen más probabilidades
de mantenerse en condiciones, donde los frutos del crecimiento
económico y el desarrollo social estén distribuidos equitativamente.
Al mismo tiempo, el desarrollo económico se ve facilitado por las
estructuras estatales que proporcionan la infraestructura esencial
para la inversión, la protección de los derechos de propiedad, la
seguridad jurídica y un marco regulatorio para las transacciones
financieras y económicas (OCDE, 2011).
La prestación de estos cuatro grupos de servicios está interconectada.
Así, cuando uno o más de estos servicios entran en un ciclo de deterioro,
los otros servicios del Estado pueden verse afectados, y este deterioro
puede acentuar la fragilidad. Un Estado que pueda cumplir las funciones descritas anteriormente está en camino de convertirse en un Estado
resistente. Sin embargo, se debe resistir a la tentación de centrar la
construcción del Estado única y exclusivamente en la prestación de estos
cuatro grupos de servicios. “No es suficiente fortalecer las capacidades
esenciales del Estado (la policía, el poder judicial, la administración
de las finanzas públicas, etc.) desde un único punto de vista técnico”
(OCDE, 2011, pág. 39). Esto, porque centrarse en aspectos puramente
técnicos conduce a desconocer la base fundamentalmente política que
debe estar en el origen de la construcción del Estado.
Además, la capacidad del Estado para prestar estos servicios debe ser
evaluada teniendo en cuenta todo el territorio. La construcción del
Estado se ha centrado históricamente en la centralización del aparato
coercitivo, la administración y la prestación de servicios, lo cual ha implicado en situaciones de fragilidad que la construcción del Estado sea
más visible en las capitales, haciendo que la población de las partes más
aisladas del territorio tenga una interacción limitada e insatisfactoria
con el Estado. En estas regiones apartadas los sistemas de gobiernos
informales o locales tienen a menudo una mayor presencia que las
La construcción de Estado en Colombia
instituciones del Estado. En este contexto, el modelo tradicional de
construcción vertical de Estado no es muy eficaz, porque solo puede
garantizar los derechos de los habitantes de las principales ciudades del
país, dejando sin protección a los habitantes de las grandes áreas rurales
que permanecen bajo el control de los líderes locales. Es exactamente
este tipo de arreglo implícito que perpetúa la dominación de la élite
central, en detrimento de una mayoría que, por el contrario, es empobrecida y vive en la inseguridad.
Sin embargo, las instituciones del Estado no se deben encargar solamente de prestar servicios a los ciudadanos, puesto que ellas deben
estar en capacidad de satisfacer en general las expectativas sociales. Un
Estado estable y eficaz, es un Estado que se alinea estrechamente con
las expectativas sociales más prevalentes acerca de los deberes de este, ya
que, es capaz de tramitar a través de procesos políticos adecuados, la satisfacción de las nuevas expectativas (OCDE, 2008b). Las expectativas
sociales pueden ser normativas, si se basan en creencias y percepciones
acerca de cómo debe ser un Estado, qué debe proporcionar y cómo
debe relacionarse con la sociedad. Ellas están vinculada a la evolución
del discurso sobre la legitimidad del Estado. O, las expectativas sociales
pueden ser también realistas, cuando se refieren a lo que el público
espera del Estado en la práctica sobre la base de experiencias pasadas
(OCDE, 2010).
En los Estados modernos es normal encontrar una brecha entre las
expectativas realistas y normativas, ya que los ciudadanos generalmente están decepcionados, ya sea por el gobierno o por la capacidad
de respuesta del Estado. Pero en contextos de fragilidad, la población
generalmente no espera mucho del Estado en términos de prestación
de servicios y lo considera como una fuente de represión, dominado
por las élites. En situaciones de fragilidad, las expectativas sociales del
Estado son muy heterogéneas o polarizadas, y puede acentuarse aún
más por la distancia política y geográfica entre el centro y la periferia.
Esto se debe, a que, en muchas ocasiones, sea cual sea la fuente del
problema, falta un sentido común de ciudadanía y la configuración
política existente no logra negociar unas expectativas sociales en las
cuales todos estén de acuerdo (OCDE, 2011).
179
180
Reflexiones académicas alrededor de la paz
La posibilidad real que tiene las expectativas sociales de ser respondidas
depende de la configuración política y del espacio que se le reconozca
a las movilizaciones de la sociedad civil. Cuando las sociedades están
fracturadas por el conflicto y la violencia, las expectativas de las personas
en la base de la sociedad tienen muy pocas posibilidades de ser acogidas por las autoridades estatales. El derecho de los grupos marginales
o vulnerables para movilizarse y hacer entender sus demandas es a
menudo limitado en el período anterior al conflicto y particularmente
vulnerable en las sociedades en conflicto. De esta manera, el desconocimiento de los derechos de los niños, las desigualdades sistemáticas
entre hombres y mujeres y la exclusión permanente de los pueblos
indígenas y otras minorías vulnerables en los Estados frágiles, es en gran
parte la consecuencia de la falta de canales efectivos para transmitir la
voz de las personas.
Los partidos políticos juegan un rol esencial en la correcta satisfacción
de las expectativas sociales, porque son ellos quienes pueden canalizar
las demandas de los grupos sociales de base hasta el Estado. Sin embargo, en los Estados frágiles los partidos políticos interesados en obtener
beneficios de las elites políticas y económicas sean estas legales o ilegales,
tienen la tendencia a dejar de lados las demandas sociales, para centrarse
en la satisfacción de las expectativas de las élites (OCDE, 2011).
De esta forma, se observa que la construcción de Estado implica en
primer lugar, la existencia de instituciones estatales capaces de prestar
los servicios esenciales a los ciudadanos y en general, la capacidad de
responder a las expectativas sociales. Esto hace que la estabilidad del
Estado sea algo que deba reafirmarse continuamente, cada vez que
las expectativas sociales cambien. Por ello, las instituciones públicas
en un Estado estable no son solo herramientas a través de las cuales
se satisfacen necesidades, sino también herramientas a través de las
cuales las nuevas expectativas sociales son expuestas con la finalidad
de obtener satisfacción. Es por esta razón que en los Estados estables
las instituciones públicas no están bajo el control de un solo grupo
político o social, para que las expectativas de todos puedan ser canalizadas hasta el Estado.
La construcción de Estado en Colombia
Después de haber analizado cuáles son los servicios que se deben prestar
a la sociedad para la construcción de Estado, es necesario analizar cuál
es la relación que debe existir entre el Estado y la sociedad.
B. La legitimidad del Estado delante de la sociedad
La construcción de Estado requiere de una correcta relación entre el
mismo y la sociedad. Sin embargo, para que esto exista debe haber
una correcta configuración política, es decir, un correcto acuerdo implícito o explícito “sobre las reglas de juego, la distribución del poder
y los procesos políticos mediante los cuales el Estado y la sociedad se
relacionan” (OCDE, 2011, pág. 34). Se trata entonces de las reglas a
través de las cuales son resueltas las luchas por el poder, las cuales deben reflejar el consenso sobre lo que es mejor y sobre los medios para
evitar la violencia (Brown y Grävingholt, 2009). De esta forma, si los
acuerdos políticos sobre las reglas de juego están revestidos por una
larga aceptación de la sociedad hay más posibilidades que el Estado
permanezca estable. La configuración política no hace referencia solamente a las reglas formales de la política, sino también a las reglas
informales, a las convicciones y a los hábitos arraigados que definen las
relaciones políticas y a los comportamientos que están en el centro de
todo sistema político. Estas reglas formales e informales son modificadas
continuamente por los actores estatales y no estatales.
La existencia de un acuerdo político no es por sí solo un indicativo de
la estabilidad del Estado o del nivel de inclusión y de participación de
los diferentes sectores de la sociedad. En ciertos casos, la fragilidad de
los Estados puede consistir precisamente en la existencia de un acuerdo
político que excluye o privilegia a ciertos grupos de interés. En otros
casos, puede presentarse que el conflicto y la inestabilidad sean el resultado de las luchas por redefinir una regla de juego político diferente,
pero que no busque necesariamente hacer el sistema menos excluyente
o más representativo. También puede pasar que un acuerdo político
basado sobre la exclusión pueda arraigarse y lograr cierta estabilidad por
un momento, pero en el largo tiempo la exclusión y las desigualdades
puede llevar al conflicto y a la inestabilidad (Stewart, 2008).
181
182
Reflexiones académicas alrededor de la paz
La definición de una correcta configuración política es esencial, porque tiene fuertes efectos en la organización económica, afectando la
manera como son distribuidos los recursos entre los diferentes grupos
sociales y entre el centro y la periferia del país. En los Estados frágiles
la organización política no posee reglas que constriñan a las élites a
poner en práctica un desarrollo económico equitativo. Todo lo contrario, la captura por parte del Estado de las élites limita la capacidad
para cumplir su parte del contrato social en términos de prestación de
servicios, seguridad y Estado de derecho, de una manera que beneficie
a toda la comunidad (OCDE, 2011).
Para lograr una buena configuración política se debe identificar, en primer lugar, si existen mecanismos y formas de monitoreo que permitan
exigir a las autoridades del Estado que cumplan con sus obligaciones
constitucionales y hacerlas responsables por sus incumplimientos
(Schedler, 1999). Esto, por cuanto “las estructuras de rendición de
cuentas son el elemento que vincula las expectativas sociales, en un
círculo virtuoso, tanto con la capacidad del Estado como con los
sistemas de gobierno” (OCDE, 2011, pág. 36). En segundo lugar, se
debe identificar si existen reglas formales e informales efectivas que
permitan la participación política de todos los niveles de la sociedad.
La existencia de una correcta configuración política depende en gran
medida de las élites, puesto que son ellas quienes definen las reglas
de juego de la relación del Estado y la sociedad y son ellos quienes
“tienen el poder de detener o desestabilizar severamente los intentos
de fortalecer el Estado” (OCDE, 2011, pág. 34). Estas élites no las
conforman solamente las personas que hacen parte del gobierno, sino
todas aquellas personas que teniendo los recursos económicos suficientes pueden acceder a él.
La correcta configuración política permite fortalecer la legitimidad
del Estado. La legitimidad es importante, porque está en la base de un
gobierno que opera por consentimiento en lugar de coerción (OCDE,
2010a). La falta de legitimidad contribuye a la fragilidad de los Estados,
porque debilita su autoridad y su capacidad, ya que las personas no
están dispuestas a comprometerse con el Estado ni a someterse a su
La construcción de Estado en Colombia
autoridad8. Por el contrario, la legitimidad fortalece la capacidad del
Estado, porque puede confiar principalmente en su autoridad no coercitiva para que los ciudadanos estén motivados y participen de manera
colectiva o individual en la consecución de los fines del Estado. La
respuesta de los ciudadanos permite a los Estados apreciar y gestionar
mejor los intereses en conflicto, y desarrollar e implementar políticas
que también respondan a las necesidades, objetivos e intereses de los
ciudadanos. De esta forma, la capacidad y la legitimidad del Estado se
refuerzan mutuamente y pueden crear círculos virtuosos, o en situaciones de fragilidad, círculos viciosos donde la falta de capacidad del
Estado socava su legitimidad y viceversa. Sin embargo, es importante
distinguir entre la legitimidad del Estado y la legitimidad de regímenes
específicos o líderes políticos, porque en ocasiones el Estado puede
gozar de legitimidad, pero puede que la población esté en contra del
líder político que lo controla (OCDE, 2011).
Cuando los discursos sobre la legitimidad del Estado se contradicen,
las posibilidades de un acuerdo en torno a los derechos y deberes de los
ciudadanos y del Estado decrecen. Los actores no estatales, incluidos
los señores de la guerra, los insurgentes o las redes criminales, pueden
aprovechar la falta de capacidad y legitimidad del Estado para ofrecer
sistemas alternativos de gobierno. La legitimidad en situaciones de
fragilidad es por lo tanto un tema muy complejo, con varias fuentes de
legitimidad que coexisten, compiten y entran en conflicto e interactúan
con otras fuentes de poder y de interés.
Las organizaciones internacionales y la doctrina recomiendan cada
vez más la implementación de estrategias proactivas que combinen
instituciones indígenas, consuetudinarias y de gobierno comunitario
con instituciones propias de los Estados, con el objetivo de crear una
interacción constructiva. De esta forma, se ha propuesto el concepto
de "legitimidad fundada" (Clements, 2008), definida como “una forma
de incorporar autoridades y prácticas tradicionales dentro del Estado
8
“El colapso del estado no solo es impulsado por el colapso institucional,
sino también por el colapso de la legitimidad de la autoridad central”
(Lemay-Hebert, 2009, pág. 28).
183
184
Reflexiones académicas alrededor de la paz
formal para proporcionar un sistema de creencias en el que la eficacia
de las nuevas formas de gobierno pueda mejorarse” (OCDE, 2010a,
pág. 43). Sin embargo, aquí debemos tener en cuenta que una fusión
mecánica de estas autoridades no es posible, puesto que la introducción
de costumbres en las normas formales del Estado o la incorporación
de nuevas reglas en las prácticas tradicionales requiere una interacción
constructiva entre las diferentes fuentes de legitimidad. La fusión de
los sistemas políticos debe establecerse a través de un proceso de negociación entre el Estado y los diferentes grupos sociales.
Es esencial comprender las fuentes de legitimidad y los procesos en
los cuales se apoyan para fortalecer el Estado de manera efectiva. Esta
comprensión requiere una apreciación real de cómo las personas adquieren sus ideas y creencias sobre lo que constituye una autoridad
legítima en un contexto específico. Tradicionalmente, la doctrina ha
observado que existen cuatro fuentes principales de legitimidad que
se desarrollan de manera heterogénea en diferentes contextos sociales
y políticos (OCDE, 2011):
1. La legitimidad por los procedimientos. Ella se refiere a la observancia de reglas de procedimiento precisas, a través de las cuales el
Estado toma decisiones vinculantes y organiza la participación de
las personas. En los Estados occidentales estas reglas son principalmente formales, generalmente están consagradas en la constitución
e incluyen elecciones populares, una administración pública y
mecanismos formales de rendición de cuentas.
2. La legitimidad por los resultados. Depende de cómo se percibe el
desempeño del Estado, así como de la efectividad y la calidad de
los servicios prestados. La capacidad de proporcionar seguridad,
servicios sociales esenciales y crear un marco para el desarrollo
económico y el empleo es fundamental. La buena prestación de
servicios a solo una parte privilegiada de la sociedad es una manifestación de la falta de legitimidad por los resultados.
3. Las creencias compartidas. Para ello, la legitimidad del Estado depende de una comunidad de puntos de vista sobre lo que debería
La construcción de Estado en Colombia
ser la autoridad, enraizada en la tradición, los procesos históricos
de formación de la identidad colectiva y las estructuras sociales. Por
ejemplo, el nacionalismo, la cultura, la religión, el papel atribuido a
los hombres y las mujeres, las creencias étnicas e incluso el carisma
de los líderes políticos.
4. La legitimidad internacional. Se deriva del reconocimiento de la
soberanía y legitimidad del Estado por parte de actores internacionales. Este factor puede ser una fuente de legitimidad interna o,
por el contrario, puede debilitarla. Para tener un efecto positivo la
legitimidad internacional debe estar de acuerdo con las nociones
internas de legitimidad.
Estas diferentes formas de legitimidad llevan a pensar que la construcción del Estado es un proceso complejo de navegación entre los
diferentes discursos de legitimidad y sistemas de confianza, que sirven
como base para establecer una amplia comunidad de puntos de vista
o creencias compartidas sobre lo que deben ser las relaciones entre el
Estado y sociedad.
De esta manera, se observa que la construcción de Estado no consiste
solamente en la construcción de instituciones encargadas de satisfacer
las necesidades sociales esenciales y en la correcta gestión de las expectativas de los ciudadanos. La construcción de Estado depende también
en gran parte, de la percepción que los ciudadanos tengan del Estado
y de su voluntad de someterse voluntariamente a su autoridad. Sin
embargo, esta legitimidad no puede construirse, si no existen reglas
claras, que regulen el juego político y si las autoridades del Estado no
son responsables por sus actos. Es por lo que en la construcción de
Estado juegan un papel muy importante las élites y los partidos políticos. Las primeras, porque son quienes deben definir unas reglas claras,
objetivas y equitativas para acceder al ejercicio del poder político. Los
segundos, porque son ellos quienes deben canalizar hasta el Estado las
expectativas sociales para que sean correctamente satisfechas.
Después de haber identificado desde un punto de vista teórico, cuáles
son los elementos esenciales de la construcción de Estado, es momento
185
186
Reflexiones académicas alrededor de la paz
de analizar si el Estado colombiano ha desarrollado efectivamente todas
las capacidades propias de un Estado estable.
II. La fragilidad del Estado colombiano
Con la finalidad de identificar las fragilidades del Estado colombiano y
así poder proponer “los arreglos institucionales y las políticas públicas
que se deberían diseñar luego de un acuerdo de paz” (García et al,
2016, pág. 17), Dejusticia público a finales del año 2016 un estudio
sobre la Construcción del Estado local en Colombia. En este estudio
se identificó que existen “tres funciones centrales que el Estado debe
llevar a cabo a lo largo del territorio” (García et al, 2016, pág. 27)9.
Estas son, en primer lugar, la capacidad del Estado de:
[…] impartir justicia y específicamente sancionar a quienes se atribuyen la potestad de ejercer la violencia, [la cual] refleja la capacidad
del Estado para imponerse frente a otros actores que compiten por
el control del territorio y la capacidad de regular la forma como la
población resuelve sus conflictos (García et al, 2016, pág. 27).
En segundo lugar, el Estado debe ejercer correctamente la función de
recolectar impuestos, puesto que para poder ejercer sus otras funciones
y prestar los servicios que espera la sociedad debe tener el “poder suficiente para extraer recursos de los ciudadanos, [a través de] un aparato
burocrático especializado” (García et al, 2016, pág. 27). En tercer lugar,
el Estado debe tener la capacidad de ejercer la función administrativa
suficientemente bien, para dar cumplimiento a los “fines del Estado
9
Sin embargo, en esta misma obra se afirma de una forma más amplia que
“la construcción institucional es un proceso complejo en el que participan
elementos de distinto orden –institucionales, económicos, políticos, etc.–,
entre los cuales se destacan los siguientes: la obtención del monopolio
legítimo de la violencia por parte del Estado, la consolidación de un aparato
burocrático institucional, la implantación de un sistema de competencia
política abierta entre los partidos o las facciones, el logro de unas condiciones mínimas de igualdad material entre la mayoría de los ciudadanos
y el desarrollo de un mercado dinámico” (García et al, 2016, págs. 21-22).
La construcción de Estado en Colombia
en sentido amplio y proveer servicios públicos como el alcantarillado,
la iluminación, la educación y la salud, entre otros, cuya contracara
es la garantía de derechos de las personas que habitan estos lugares”
(García et al, 2016, pág. 27).
En este importante estudio se analizaron varios de los elementos de
la concepción de la construcción de Estado que se centra en las instituciones. Sin embargo, en el mismo no se aporta mucha información
sobre la búsqueda del Estado colombiano por construir su legitimidad.
Este aspecto ha sido particularmente objeto de estudio en el extranjero
sobre la situación colombiana.
De esta manera, con la finalidad de identificar si el Estado colombiano
ha desarrollado las capacidades propias de un Estado estable, se estudiará
en un primer momento, la crítica capacidad institucional del Estado
colombiano para satisfacer las necesidades sociales, para luego analizar,
en un segundo momento, la falta de priorización de la legitimidad del
Estado en Colombia.
A. La crítica capacidad institucional
El estudio de la capacidad del Estado colombiano para satisfacer las
necesidades sociales esenciales presenta grandes dificultades, porque
“una de las manifestaciones más palmarias de la debilidad institucional […] es la deficiencia de los datos oficiales sobre justicia, catastro y
administración pública” (García et al, 2016, pág. 28). De esta manera,
El Estado colombiano no conoce bien lo que ocurre en sus municipios
periféricos. Esto es sobre todo dramático en el caso de la justicia. Se
sabe muy poco no solo sobre la conflictividad en estos territorios,
sino sobre lo que los jueces reciben en sus despachos y sobre la
manera como deciden los casos que entran. Algo parecido ocurre
con el catastro e incluso con los datos sobre desempeño fiscal y
administrativo que tiene el [Departamento Nacional de Planeación]
(García et al, 2016, pág. 28).
187
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Reflexiones académicas alrededor de la paz
No obstante, tratando de superar estas dificultades, Dejusticia realizó
una medición de la capacidad del Estado para satisfacer ciertas necesidades sociales. Así, en primer lugar, se analizó desde un punto de
vista estrictamente formal, la capacidad del Estado colombiano para
impartir justicia, observando la presencia de funcionarios judiciales en
el territorio y la eficacia del sistema en la persecución de homicidios.
Este análisis arrojó como resultado, que en la mayoría de los municipios
del país existen niveles bajos de presencia de jueces, con la excepción
de algunos municipios de los departamentos de Santander, Boyacá,
Cundinamarca, Antioquia, Caldas, Nariño, Bolívar y Atlántico (García
et al, 2016).
Igualmente se observó que, aunque la regla general es que los funcionarios judiciales deben ser de carrera para garantizar de esta manera
que solo las personas más capacitadas ejerzan la función jurisdiccional,
existe todavía un gran número de despachos que son ocupados por jueces en provisionalidad, que en principio solo deberían actuar en casos
excepcionales como licencias temporales. Según datos del año 2013:
La carrera judicial es inoperante en una buena parte del territorio nacional. De acuerdo con la información suministrada por los
Consejos Seccionales de la Judicatura, el 31% de los despachos
judiciales están ocupados por jueces en provisionalidad. En términos
de territorio, en 425 municipios el porcentaje de jueces en provisionalidad respecto del total de jueces es igual o mayor al 80% (García
et al, 2016, págs. 54-55)
Este resultado es todavía más paradójico si se tiene en cuenta que “la
provisionalidad no está distribuida aleatoriamente a lo largo del país”
(García et al, 2016, pág. 55), sino que ella se presenta, sobre todo, en
los municipios periféricos de los departamentos de Santander, Boyacá,
Cundinamarca, Antioquia, Caldas, Nariño, Bolívar y Atlántico.
Además del bajo número de jueces en muchos de los municipios del
país y de la incertidumbre de su idoneidad por la falta de concurso
públicos, se observó que “la justicia presenta una dificultad adicional:
la precariedad material en la que operan los jueces. Esta se refleja en
La construcción de Estado en Colombia
múltiples cosas: la falta de papel, de computadores, de archivadores, las
sillas deficientes, los espacios deteriorados” (García et al, 2016, pág. 56).
Aunque, no existen datos oficiales sobre estas condiciones precarias,
es muy diciente que en el país “el 78,5 % de los municipios tienen
arrendados los lugares desde los cuales trabajan los jueces” (García et
al, 2016, pág. 56). Lo cual para Dejusticia “es una prueba más de que la
justicia nunca ha sido una preocupación mayor del Estado colombiano”
(García et al, 2016, pág. 56).
Finalmente, se observó que en cerca de la mitad de los municipios del
país, entre los años 2005 y 2015, se produjo un número bajo o muy bajo
de condenas por homicidios dolosos. “Los municipios con peor desempeño están en la periferia del país, en los departamentos de Guainía,
Guaviare, Vaupés, la Guajira, y los que tienen buen desempeño están
en Boyacá, Caldas, Santander y Quindío” (García et al, 2016, pág. 63).
La combinación de todos estos factores permitió concluir que:
El 53% de los municipios del país tienen un desempeño bajo o muy
bajo y que solo el 26% del país tiene uno alto o muy alto. […] El
interior del país, en particular los municipios de Boyacá, Santander,
Caldas, Quindío, Cundinamarca y Tolima tienen mucho mejor desempeño que los de Guainía, Guaviare, Vaupés, la Guajira, Arauca,
Córdoba y Meta (García et al, 2016, págs. 63 y 67). […] Este bajo
desempeño de la justicia no está aislado del contexto social y político, […puesto que] estos municipios de bajo y muy bajo desempeño
de justicia son también más pobres, tienen una mayor proporción de
población étnica y racialmente vulnerable y han sido más afectados por el conflicto armado y por los fenómenos de ilegalidad que
acompañan a este conflicto (García et al, 2016, pág. 67)10.
10
La deficiencia en la justicia colombiana favoreció la ocurrencia de muchos
falsos positivos entre los años 2002 y 2010. Ver: Acemoglu, Fergusson,
Robinson, Romero y Vargas (2016).
189
190
Reflexiones académicas alrededor de la paz
En segundo lugar, otra de las funciones esenciales del Estado colombiano que fue medida, fue su capacidad para recolectar impuestos,
centrándose en el impuesto predial, que se les cobra
[…] a los predios (apartamentos, casas, edificios, tierras) con base
en su valor. Después de las reformas de descentralización de los
años ochenta, este impuesto quedó en manos de los municipios.
Son los Concejos municipales los que definen cómo se cobra y las
alcaldías quienes lo cobran (García et al, 2016, pág. 35).
De esta manera, analizando los datos del año 2013, se observó que si
se compara cuánto están recibiendo en impuestos los municipios por
el valor de sus inmuebles urbanos y rurales ubicados en su territorio, se
constata que “el 35% de los municipios [reciben unos ingresos] bajo[s]
o muy bajo[s], mientras que el 30% [reciben unos ingresos] alto[s] o
muy alto[s]” (García et al, 2016, pág. 38). Desde un punto de vista
geográfico, se observó que “las regiones del Pacífico, la costa Atlántica,
los departamentos de Arauca, Vichada y Caquetá tienen municipios
con niveles bajos o muy bajos de capacidad tributaria, [mientras que]
el interior, en particular la región de Santander y el Sur de Antioquia
tienen capacidad alta o muy alta” (García et al, 2016, pág. 38 - 41)11.
Cuando se analiza cuánta proporción de los impuestos cobrados son
efectivamente recaudados, no mejoran los porcentajes para muchos de
los municipios del país. Son los Concejos municipales los que “definen
los criterios, el número de tarifas y su valor para el cobro del impuesto
predial. [… Así], las tarifas deben estar entre 1 por mil y 16 por mil o
entre 3 por mil y 16 por mil, según el estrato” (García et al, 2016, pág.
42)12. Este análisis muestra que “el 33 % de los municipios tienen un
11
Sorprenden los bajísimos puntajes “en la costa Caribe, una región que no es
propiamente periférica, sino que, desde el punto de vista institucional, lleva
incorporada al Estado desde el nacimiento de la República. Adicionalmente,
asombran los altos puntajes que aparecen en el Meta, Guaviare y Guainía”
(García et al, 2016, pág. 41).
12
“Los principales criterios usados por los municipios para fijar las tarifas
son: si el predio es urbano o rural, su valor (avalúo), su tamaño, su uso o
su estrato” (García et al, 2016, pág. 42).
La construcción de Estado en Colombia
desempeño bajo o muy bajo, el 30% uno alto o muy alto y el 37%
restante uno medio” (García et al, 2016, pág. 43). Desde un punto de
vista geográfico:
Los municipios de Bolívar, Cesar, Córdoba, La Guajira y Sucre en el
norte del país tienen los peores resultados en el índice, así como los
de Putumayo, Vaupés y Vichada, en el sur y en el oriente del país.
Los de mejor desempeño se ubican en el Valle del Cauca, Caldas,
Cundinamarca, Boyacá, Meta, Santander y Quindío (García et al,
2016, pág. 44).
Sin embargo, estos datos no son muy ilustrativos, porque “el buen
desempeño puede deberse a las metas tan precarias establecidas por
los municipios en las normas tributarias” (García et al, 2016, pág. 44).
Todos estos datos llevan a concluir que en Colombia:
Tenemos un sistema impositivo local, en donde no hay un diseño
técnico de las normas que se utilizan para cobrar el impuesto predial.
Lo cual es una falencia grande porque hay resultados de investigación robustos que muestran que la financiación a través del predial
se traduce en mayor garantía de derechos, cosa que no pasa si los
recursos vienen por transferencias (García et al, 2016, pág. 44).
En último lugar, fue medida la gestión o capacidad administrativa
de los municipios según la información publicada anualmente por
el Departamento Nacional de Planeación (DNP). De esta forma,
teniendo en cuenta los datos del 2017, la capacidad administrativa de
los municipios pudo ser medida teniendo en cuenta:
Dos componentes y una categoría de agrupación. El primero, enfocado en la gestión, incluye las acciones y decisiones que adelanta
la administración local que buscan transformar los recursos en un
mayor bienestar de la población y desarrollo; mientras que el segundo, el componente de resultados, mide los elementos constitutivos
del bienestar de la población. Por su parte, la categoría de municipios
agrupa municipios que comparten ciertas características, definidas
191
192
Reflexiones académicas alrededor de la paz
como capacidades iniciales, que delimitan su capacidad de gestión
y obtención de resultados (DNP, 2017, pág. 9).
La realización de este análisis mostró que:
349 municipios (32%) obtuvieron un puntaje de desempeño Bajo,
489 municipios (44%) un nivel de desempeño Medio y 263 municipios (24%) presentaron un nivel de desempeño Alto. Con respecto
al primer año de la medición (2016), 83 municipios aumentaron su
desempeño Bajo y 33 municipios más se ubicaron en la calificación
Alto. [Además], 11 de las 13 principales ciudades están en el nivel
alto (DNP, 2017, pág. 16).
Estos datos permiten concluir que solo en una cuarta parte de los municipios del país, a través de sus instituciones, se brindan de una manera
más o menos satisfactoria los servicios que responden a las expectativas
sociales. Las necesidades de los ciudadanos no son satisfechas en muchos de los municipios del país, puesto que estos tienen una capacidad
administrativa regular o baja, no son eficientes recaudando impuestos
y no imparten correctamente justicia. Esto muestra que en Colombia
el Estado en la mayor parte de su territorio no es capaz de proveer
los servicios sociales esenciales. Lo cual genera que los ciudadanos
no esperen mucho del Estado, ni lo tengan en cuenta al momento de
decidir cuál será la actividad económica que van a realizar para lograr
su supervivencia. No recibiendo nada del Estado no hay razón para
participar en la elección de las autoridades ni para acatar sus mandatos.
Esta situación, como ya se ha observado, genera las condiciones propicias para que ciertas personas adineradas o ciertos grupos armados
ilegales ocupen el espacio que el Estado ha dejado vacío. Es así como,
por ejemplo, las guerrillas lograron construir “un orden paralelo, al
menos en algunas regiones, en el que recaudaban impuestos e impartían justicia a través de sus estructuras” (García et al, 2016, pág. 77).
De esta forma, la necesidad de adoptar acciones que permitan corregir
la fragilidad del Estado colombiano es imperante, porque tal como lo
observó Dejusticia:
La construcción de Estado en Colombia
Mientras mayor es la capacidad estatal para hacer efectivas sus
decisiones, mayor es la probabilidad de que los reclamos ciudadanos se hagan directamente ante los actores gubernamentales
y no ante los intermediarios. Por el contrario, a menor capacidad
gubernamental no solo aumenta la proporción de reclamos que
se traducen en competencias violentas, o clientelistas entre los
actores sociales, sino que también aumenta la posibilidad de que
las acciones del Gobierno consistan en actos violentos y predatorios
(García et al, 2016, págs. 22-23).
Habiendo comprobado la crítica capacidad institucional para satisfacer
las necesidades sociales, es momento de analizar las dificultades que ha
tenido el Estado colombiano para construir su legitimidad.
A. La falta de priorización de la legitimidad
del Estado en Colombia
Para entender los avances que ha realizado Colombia para la consolidación de la relación del Estado con la sociedad en todo su territorio,
se debe partir de los graves problemas históricos de desarrollo y de
seguridad que ha tenido el país. Los problemas en la consolidación de
la relación del Estado con la sociedad inician en Colombia desde la
época colonial, puesto que:
Una vez expulsados los españoles, el Estado intentó llegar a las
regiones, no directamente, sino a través de actores locales, sobre
todo curas, caciques, políticos y gamonales. Ellos formaron toda una
cadena de actores sociales entre el Estado central y la población
local, que garantizaron la precaria gobernabilidad local que ha imperado durante buena parte de la historia republicana de este país
(García et al, 2016, pág. 26).
Esta particular construcción de Estado en el territorio colombiano
produjo la aparición de varios centros de poder, uno central y otro
local, que podían coincidir en sus ideas de desarrollo y de administración. Aunque, en muchos períodos de la historia de Colombia
193
194
Reflexiones académicas alrededor de la paz
no hubo conformidad entre las ideas adoptadas en lo central y en lo
local, lo cual además de generar muchos conflictos armados, algunos
incluso presentes hoy en día, llevaron a la desarticulación de la relación
del Estado central con los habitantes de los territorios alejados de las
principales ciudades del país.
En esta desarticulación de la relación del Estado con la sociedad las
élites políticas y económicas,
[…] sobre todo, aquellas ubicadas en Bogotá y en las grandes
capitales, tienen una gran responsabilidad en la implantación de
este modelo de intermediación y en el consecuente abandono de la
periferia colombiana. Esto es cierto no solo para la periferia ubicada
cerca de las fronteras internacionales, sino también para aquellas
fronteras internas, cercanas a los grandes centros urbanos (García
et al, 2016, pág. 26).
La falta de presencia del Estado central en los territorios periféricos
facilitó la formación de varios grupos armados ilegales con gran capacidad ofensiva, la aparición de amplios cultivos ilegales y el aumento
en los índices de violencia ligados al tráfico de drogas. Este difícil
contexto llevó a la doctrina internacional a considerar que Colombia
era un país que “se acercaba peligrosamente a ser un Estado fallido”
(Shifter, 2004, pág. 144).
El Estado colombiano, después de haber logrado neutralizar a los grandes jefes del narcotráfico en la última década del siglo xx, comenzó a
reforzar su ofensiva contra los grupos armados ilegales, quienes controlaban y eran la autoridad en muchos de los territorios alejados de
las principales ciudades del país. De esta manera, a partir del año 2001:
El gobierno colombiano rechazó la idea de un conflicto político y presentó a los grupos guerrilleros como grupos terroristas financiados
por un floreciente tráfico de drogas. Así, convertido en un problema
de seguridad, más que en un problema político, los grupos armados
ilegales fueron combatidos mediante políticas de consolidación
territorial que se centraban en estrategias de seguridad (Nilsson,
2018, pág. 37).
La construcción de Estado en Colombia
Haciendo de la seguridad la prioridad número uno, el Estado colombiano decidió seguir en su Política de Defensa y Seguridad Democrática,
propuesta en el año de 2003, la estrategia clásica de contrainsurgencia
de tres pasos, conocida como despejar-mantener-construir (clear-holdbuild). En la primera etapa de esta estrategia:
Las fuerzas armadas debían despejar los territorios a través de
maniobras de contrainsurgencias, seguido de un período en el que
los militares todavía estuvieran presentes para mantener el área
bajo control y al mismo tiempo permitir que las fuerzas policiales
se movieran y se establecieran. En la tercera fase de consolidación,
se buscaba que las unidades gubernamentales civiles apoyaran los
esfuerzos militares con esfuerzos políticos, económicos y sociales
para crear vínculos con la población local y restablecer la presencia
del Estado (Nilsson, 2018, pág. 37).
Sin embargo, los grupos guerrilleros pronto identificaron las estrategias gubernamentales y empezaron a esconderse en lugar de combatir,
esperando para regresar luego que el ejército disminuyera su presencia
después de declarar que el territorio estaba listo para la toma de posesión
de los civiles. La retoma de los territorios se facilitó, porque el Estado
colombiano no realizó muchos esfuerzos para consolidar la tercera
fase del proceso (Nilsson, 2018; Fundación Ideas para la Paz, 2011).
Aprendiendo del fracaso de la Política de Defensa y Seguridad Democrática,
la Política de Consolidación de la Seguridad Democrática de Colombia del año
2007, intentó hacer más énfasis en los aspectos sociales y políticos para
mejorar la sostenibilidad de las medidas de seguridad. No obstante,
el Plan Nacional para la Consolidación Territorial lanzado en el año 2009,
continúo basándose principalmente en el aseguramiento de los territorios a través de ofensivas militares. Es así, como todas las políticas
de consolidación nacional mostraron, al menos hasta el año 2012, un
fuerte enfoque en la seguridad, diseñado por los militares y el Ministerio
de defensa, que garantizaba una considerable presencia de las fuerzas
militares en el campo (Nilsson, 2018; Shifter, 2004).
195
196
Reflexiones académicas alrededor de la paz
Sin embargo, en los Lineamientos de la Política Nacional de Consolidación y
Reconstrucción Territorial, definidos en el año 2014, se observa un cambio
en las prioridades de construcción de Estado. En este documento se
afirma que además de la existencia de grupos armados ilegales, lo que
ha dificultado la construcción y consolidación del Estado colombiano es la falta de presencia o la presencia débil del Estado en las partes
remotas y geográficamente aisladas del país (Unidad Administrativa
para la Consolidación Territorial, 2014). De esta manera, se acepta
que ha sido:
La débil presencia del Estado que se remonta a décadas en el
pasado, lo que redujo la disposición de la población local para participar en la gestión democrática de sus propios asuntos, incluida
la resolución pacífica de conflictos, e impidió que las diferentes
áreas del país se conectaran a la sociedad y a la vida económica.
Estas condiciones crearon un terreno fértil, no solo para los grupos
guerrilleros, sino también para otras bandas criminales armadas
dedicadas a actividades económicas ilegales, comúnmente llamadas
Bacrim (Nilsson, 2018, pág. 37).
No obstante, a pesar de este cambio en la fundamentación, los
Lineamientos de la Política Nacional de Consolidación y Reconstrucción
Territorial, cuando explica las actividades dirigidas a la consolidación
y reconstrucción territorial, no mencionan precisamente ninguna
actividad de reconstrucción. La seguridad territorial continúa siendo
la condición sine qua non para lograr el objetivo de asegurar un Estado
de derecho en el país. La nueva política continuo con las estrategias
anteriores al mantener un enfoque en el que la presencia militar entra
primero y luego se retira gradualmente y se reemplaza por la presencia
civil (Nilsson, 2018)13. Es así, como todas las actividades descritas en
13
En particular, los Lineamientos de la Política Nacional de Consolidación y
Reconstrucción Territorial guardan absoluto silencio sobre la participación
de las fuerzas militares en la violación de los derechos humanos. De esta
forma, no propone ningún cambio estructural ni procedimiento de investigación que permita identificar la contribución de las fuerzas militares a la
inseguridad del país. Solo los acuerdos de paz con las Farc se han referido
a este tema (Nilsson, 2018).
La construcción de Estado en Colombia
el documento “quedaron subordinadas en última instancia a lo que
se considera la condición básica para alcanzar la institucionalización:
la seguridad, la consolidación del Estado y el control de los actores
criminales y las actividades económicas ilícitas como sus bases financieras” (Nilsson, 2018, pág. 39). Esto muestra que en Colombia se ha
favorecido “al Estado sobre los actores locales y a los militares sobre
los civiles” (Nilsson, 2018, pág. 40).
Los Lineamientos de la Política Nacional de Consolidación y Reconstrucción
Territorial se han alejado entonces de las ideas de la mayoría de la
doctrina y de las organizaciones internacionales que afirman que el
personal militar no debe continuar realizando ningún tipo de tarea
para la reconstrucción de Estado que no sea una tarea directa de seguridad, si las autoridades no militares, las comunidades o la sociedad
civil desean y pueden intervenir (Isacson, 2012). De esta forma, para
construir Estado, en lugar de insistir de manera exclusiva en las tareas
de aseguramiento de los territorios, se recomienda realizar también
actividades de reconstrucción económica en los territorios afectados,
puesto que ellas tienen más capacidad de servir a la reconstrucción del
tejido social y a la edificación de solidas relaciones entre el Estado y
la sociedad. Solo de esta manera se logrará mejorar la legitimidad del
Estado colombiano (Nilsson, 2018).
De esta manera, se observa que luego de asegurar los territorios el
Estado colombiano no se ha interesado lo suficiente por realizar programas o actividades que generen espacios para que la sociedad participe
en la reconstrucción del Estado. Solo si se deja participar a la sociedad
civil local en la construcción y administración de las instituciones prestadoras de servicios públicos y si se les muestras a los ciudadanos que
sus demandas pueden ser gestionadas y satisfechas con la participación
del Estado podrá construirse su legitimidad.
La sola intervención militar, aunque permanente, no tiene la capacidad
por si sola de reconstruir las relaciones entre el Estado y la sociedad,
porque los habitantes de las regiones afectadas por la violencia verán
a los militares como una autoridad impuesta que realiza unas actividades que no corresponden necesariamente con la voluntad de la
197
198
Reflexiones académicas alrededor de la paz
población local. La sociedad solo empezara a confiar en el Estado y
a someterse a su autoridad si observa que las decisiones que toma el
Estado consultan su voluntad y si observa que puede incluso participar
en el control del Estado logrando una representación a través de los
mecanismos democráticos.
Conclusión
La doctrina internacional muestra que la construcción del Estado
se compone de dos grandes elementos, la capacidad del Estado para
satisfacer las necesidades sociales y gestionar las expectativas de los
ciudadanos y la existencia de la legitimidad del Estado basada sobre la
confianza mutua del Estado y la sociedad.
El Estado colombiano no cumple eficientemente con su deber de
satisfacer necesidades sociales en por lo menos dos terceras partes de
su territorio, puesto que en estos lugares tiene una baja capacidad
administrativa, tiene una baja gestión de la justicia y realiza una baja
recaudación de impuestos. Esta ineficiencia institucional del Estado
colombiano no trata de ser compensada con el mejoramiento de la
relación entre el Estado y la sociedad que genere espacios de diálogo y
de participación para la construcción de legitimidad. Las políticas de
aseguramiento de los territorios no han abierto los espacios para que
los ciudadanos de todo el país se apropien del Estado y puedan canalizar sus reclamaciones a través de los mecanismos democráticos. El
caso colombiano muestra una brecha cada vez mayor “entre el énfasis
`antiguo´ en la construcción del Estado y el nuevo paradigma de la
construcción de la paz pragmática en los países que salen de un conflicto, donde se hace mayor hincapié en incluir estructuras y actores
locales para aumentar la resistencia” (Nilsson, 2018, pág. 39).
Uno de los principales actores de la debilidad del Estado colombiano
son sus élites, sus dirigentes y sus partidos políticos que no se han
interesado lo suficiente por generar políticas públicas nacionales, que
aumente la efectividad de las instituciones del Estado en todo su territorio y que abran las vías de acceso de la sociedad, al Estado, para que
esta pueda ver sus expectativas satisfechas.
La construcción de Estado en Colombia
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SU OPINIÓN
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Para darnos su opinión, comuníquese a través de la línea (57)(4) 354 4565
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Por favor adjunte datos como el título y la fecha de publicación,
su nombre, correo electrónico y número telefónico.
Esta obra se publicó en archivo digital
en el mes de octubre de 2020.
El presente libro es el resultado de las reflexiones académicas y multidisciplinarias alrededor de la paz, nacido del
proyecto de investigación de la Escuela de Derecho de la
UPB, Seccional Montería titulado “Imaginarios de paz de las
víctimas del conflicto en la ciudad de Montería”, aunado al
compromiso y arduo esfuerzo de los otros académicos que
aceptaron la misma invitación: Juan Pablo Acosta Navas,
Oswaldo Juan Plata Pineda, Andrés Felipe Zuluaga Jaramillo, Samuel Emilio Barahona Sánchez, Paola Andrea Forero
Ospina, Sinay del Carmen Valentín Guevara, Moisés Joel
Arcos Guzmán y Sergio Orlando Silva Arroyave.
El libro cuenta con un ensayo de tipo introductorio en el
que la tríada pobreza-guerra-paz se analiza desde el
legado intelectual de Estanislao Zuleta. Le sigue una aproximación jurídica de la noción de justicia prospectiva en el
marco del proceso de paz entre el Estado colombiano y las
FARC-EP complementado con un estudio acerca de las
experiencias de resistencia y de construcción de paz desde
abajo ocurridas en la comuna 1 de Medellín. Posteriormente
se presenta un cuarto capítulo sobre la reconciliación y la
reconstrucción de la confianza en las sociedades en conflicto; un quinto capítulo, acerca de la reconstrucción de la
memoria y de la identidad dentro de las Comisiones de la
verdad; un sexto capítulo acerca del territorio, las implicaciones de habitar un espacio, la territorialidad propiamente
dicha y su transformación en contextos de conflicto
armado; un séptimo capítulo acerca de las diferentes
violencias y su entendimiento como fenómeno político y
de interés público. Cierra el libro un regreso a la teoría política, esta vez con un capítulo dedicado al difícil problema
de la construcción del Estado colombiano, sus posibilidades, retos y actuales ambigüedades.