Virtual Educa 2001
La Formación Online: Retos y Posibilidades
Tema: Formación y Nuevas Tecnologías en los Países en Vías de Desarrollo
Título: De la Sociedad de la Información a la Sociedad del Saber
en los Países Latinoamericanos. Un devenir incierto.
Autoras:
Dalmira Pensa , dirección electrónica:
[email protected]
María Helena Saddi, dirección electrónica:
[email protected]
Departamento de Educación a Distancia
Facultad de Ciencias Económicas
Universidad Nacional de Córdoba
Argentina, Marzo de 2001
ABSTRACT
El interés de este trabajo consiste en analizar, en el ámbito educativo, las implicancias que la
Sociedad de la Información introduce en las realidades latinoamericanas, así como la posibilidad de
integrarse a una Sociedad del Saber.
Las primeras cuestiones consisten en indagar acerca de los saberes relevantes, del significado de su
apropiación y de las fuentes de generación. Además de resolver las cuestiones referidas a la
generación del saber, en la medida que éste se interpreta como “capacidad para actuar”, el siguiente
interrogante es ¿cómo intervenir con las nuevas tecnologías a fin de conseguir resultados
alentadores para nuestras sociedades?
“Aunque no podemos imaginar el tiempo que será,
sí que tenemos al menos,
el derecho de imaginar el que queremos que sea”.
E. Galeano
Hace algunos años, se viene produciendo especialmente en el campo educativo, una acentuada
preocupación por analizar el modo en que se incorporan las nuevas tecnologías en las prácticas
educativas y el impacto que aquellas tienen sobre éstas.
Como sabemos, este hecho se produce en un contexto más amplio, conformado por la interrelación
de variables sociales, políticas, económicas y culturales. Esto produce una división cada vez más
marcada entre países hegemónicos y aquellos en vías de desarrollo, lo cual estaría planteando una
suerte de “creciente dicotomización entre tener y no tener”, que conlleva a una desigualdad cada
vez más palpable y, en muchas ocasiones hasta perversa. (APPLE, M., 1997)
Insertos en este panorama, nuestro interés consiste en analizar, en el ámbito educativo, las
implicancias que la Sociedad de la Información introduce en las realidades latinoamericanas, así
como la posibilidad de integrarse a una Sociedad del Saber.
Es innegable el enorme auge de internet en todos los sectores de la vida social y la incorporación
vertiginosa que registra. En el caso específico de la educación, se vislumbra un particular énfasis en
las manifestaciones sobre las posibilidades de aprendizaje que ofrecería, así como de un acceso
democrático al conocimiento. Tales potencialidades, en nuestro entorno, no alcanzan para
desdibujar importantes preocupaciones, puesto que los mecanismos de generación y transmisión de
saber se encuentran cada vez en manos de menos personas, que en gran medida expresan los
mismos intereses económicos que están presentes desde la era industrial. Esto pone de manifiesto
que uno de los serios problemas en Latinoamérica, radica en el “modo en que los sistemas de
dominación y explotación persisten y se perpetúan, sin que las personas implicadas lo reconozcan
conscientemente” (APPLE. M, 1997).
Ubicadas en una región donde no encontramos a tales decisores, nos interrogamos acerca de la
posibilidad de intervenir recurriendo a estas tecnologías para mejorar nuestras realidades.
Al perfilarse la “sociedad del conocimiento” (Sakaiya, 1994), menos de un cuarto de siglo atrás, se
pone de manifiesto la urgencia de la creación de más y diferente valor - conocimiento, el que sólo
será accesible a través del desarrollo del pensamiento, la experiencia en las nuevas condiciones de
vida y el mejoramiento de la condición humana.
Esto nos conduce al tema del saber. Entendemos que el saber tiene sentido, cuando sirve para
organizar de manera adecuada la sociedad, por ello cuando tomamos la expresión “sociedad del
saber”, lo hacemos, no para diferenciar un momento posterior a la sociedad de la información, sino
privilegiando un enfoque sobre la finalidad de los conocimientos. Consecuentemente, rescatamos la
importancia de diversos saberes, según las sociedades, las personas, los momentos o los problemas
que originan su búsqueda.
Observamos que la revolución en las tecnologías de la información y la comunicacón (TIC) y la
globalización son los motores de la nueva sociedad en la que estamos inmersos, pero en ambas
encrucijadas los países en vía de desarrollo tienen muy baja injerencia.
En consecuencia, una hipótesis podría ser que al no tener participación ni capacidad de decisión en
estos ámbitos, el camino de la intervención está clausurado. Pues sólo serán creadores o productores
de valor-conocimiento quienes hayan podido internalizar estos medios o herramientas para su
producción o recreación. La conclusión indicaría entonces incorporar lo que se ofrece, en aquellos
ámbitos donde resulte factible.
Siguiendo a Kuhn (1970), encontramos que las “revoluciones científicas” se producen en
determinadas coyunturas donde asoman oportunidades para poner en crisis algunas “certezas”
establecidas por la comunidad que ejercita el poder. Los factores que hacen que una comunidad
elija una teoría como la más adecuada, parecen ir más allá de la evidencia empírica y la necesidad
teórica –según este autor lo demuestra- por cuanto la ciencia, los procesos culturales y la
subjetividad humana están socialmente contruidos y por tanto interconectados recursivamente, es
decir que constituyen un sistema abierto. Por lo que, en estas circunstancias se abre la posibilidad de
cuestionar ciertos procesos de legitimación que adopta el saber recurriendo a su relación con el
poder.
Sabemos también que el poder de la “comunidad científica” guarda, de algún modo, relación con el
poder que controla a la sociedad. Pues lo que da poder a la vida humana es la estructura social, o en
términos más globales la geopolítica, expresada en la capacidad de adueñarse de los conocimientos
y ponerlos en valor.
En momentos de profundos cambios, tampoco podemos ignorar al sujeto y sus diversas relaciones,
en particular, a partir de las inquietudes de nuestro presente cultural. Foucault (1995) encuentra que
conocimiento y espiritualidad no estaban separados en la antigüedad (salvo en el caso de
Aristóteles) y señala que la cuestión filosófica fundamental era ¿qué transformaciones son
necesarias en el propio sujeto para tener acceso a la verdad?, “para que la práctica sobre uno mismo
dé en el blanco constituido por ese uno mismo que se pretende alcanzar, resulta indispensable el
otro”. Establece que ese paso de la ignorancia al saber se logra por tres tipos de ejercicios: de
ejemplo, el otro como modelo a alcanzar; de capacitación entendida como transmisión de saberes,
principios y comportamientos; de desasosiego, de ponerse al descubierto.
Esta última actitud, puede observarse claramente en nuestro tiempo, a través de “la pérdida de
certeza que atraviesa la cultura contemporánea y que lleva a una nueva conciencia de la ignorancia,
de la incertidumbre”... en el ámbito de la ciencia ”los nuevos paradigmas cuestionan un conjunto de
premisas y nociones que orientaron hasta hoy la actividad científica, dando lugar a reflexiones
filosóficas sobre la acción social y sobre la subjetividad” (Schnitman, 1998).
En consecuencia, la otra alternativa de abordaje del nuevo paradigma consiste en reconocer que en
la “sociedad del saber” están cambiando las estructuras sociales; y desde el postulado de la
subjetividad, que éste puede ser el momento para poner en discusión ciertos modelos considerados
injustos, buscando el cambio en relación al control social, según se trate de corporaciones, estados,
o sistemas globales. Por otra parte, en relación al sujeto, puede constituir ésta una oportunidad para
poner en juego desde una perspectiva constructiva el desasosiego a fin de alumbrar conocimientos
más profundos.
El papel social del saber
Esta oportunidad de poner en crisis ciertos saberes y de imaginar otras alianzas entre el poder y el
saber es lo que nos da una luz para pensar en la capacidad de intervencion. Reconocemos que nos
encontramos en una coyuntura única y excepcional del poder del conocimiento y en muchos casos
de la creatividad y la imaginación, pues como ya lo señaló muy bien Albert Einstein, en muchas
ocasiones “la imaginación resulta más importante que el propio conocimiento”.
Si bien el saber siempre jugó un rol importante en los diferentes momentos históricos, lo que
cambia actualmente son las “fuentes” del poder. En épocas de constitución de los primeros
conglomerados urbanos, la principal fuente de poder era la violencia –ejercida a través de los
ejércitos -, y luego cristalizada en leyes; posteriormente el poder se liga con la tenencia de riquezas
–tierras, agua, alimentos- y dinero –oro o monedas -; actualmente, sin desaparecer aquellas fuentes,
lo que se constituye en recurso esencial de poder es el conocimiento.
Por ello, las primeras cuestiones consisten en indagar acerca de los saberes relevantes, del
significado de su apropiación y de las fuentes de generación.
1) Qué saberes son verdaderamente relevantes para hacer frente a la realidad que nos preocupa?
Entendemos que aquellos saberes que resulten coherentes con nuestras necesidades y
particularidades. Por un lado, las producciones ignoradas realizadas en nuestros países,“la
herbolaria de las comunidades indígenas, el conocimiento de la poesía, la música, la literatura,
las matemáticas vigesimales, los valores de la interacción que estamos redescubiriendo” (Felix,
2001); a la cual se suman aquellos conocimientos producidos en otras realidades que
promuevan un mejoramiento de las condiciones de vida de nuestra gente.
2) Cómo apropiarnos culturalmente de todo el potencial tecnológico, y de los nuevos desarrollos
de la ciencia de un modo valioso? Aquí la educación cumple un rol fundamental, ya que tiene el
compromiso de promover procesos de reflexión, de trabajo compartido y de reconocer e
implementar las innovaciones con una actitud crítica, en la que el contexto sea el parámetro que
le otorgue sentido.
3) De qué manera desarrollar las funciones del pensar –antesala de la creación y del aprendizaje -,
así como de las competencias comunicativas?
Aquí cobran especial relevancia la lectura como promotora de un pensamiento conceptual que
es el que permite “administrar la realidad, política, social y económica en la que vivimos y a la
que se somete la naturaleza del hombre en cuanto animal simbólico, en términos de Sartori
(1998).1
A ello, se suma la importancia de reconocer como una de las principales funciones de la
escuela, la actitud de promover problemas a través de los cuales los alumnos reconozcan la
necesidad de compartir vías de análisis y reflexión.
Además de resolver las cuestiones referidas a la generación del saber, en la medida que éste se
interpreta como “capacidad para actuar”, el siguiente interrogante es ¿cómo intervenir con las
nuevas tecnologías a fin de conseguir resultados alentadores para nuestras sociedades?
En este punto se considera que existen diversos tipos de saberes: el así llamado saber inteligente,
resultado ampliable de la elaboración propia y crítica de hechos e informaciones; y el saber
aplicable, que permite resolver problemas en el mundo laboral y en la sociedad en general.
En la construcción de un saber inteligente juega un rol fundamental la educación, en la medida que
consiga “descentrar el canon” aportando a “rupturas poscoloniales” –en términos de Giroux (1997), y ofreciendo nuevas configuraciones de los límites pedagógicos. Esto permitirá además evaluar la
calidad y pertinencia de la información que circula por Internet y su mejor utilización. Una
constante evaluación de las implementaciones realizadas, será el eje que permita visualizar el grado
de pertinencia de dicha información.
Según Schnitman (1998), “si se utiliza una óptica de regularidad, de centramiento para pensar una
época... (se construirán) certezas temporarias... (en cambio) desde una óptica multidimensional,
transformativa... de diferencia, de alternativas, de descentramiento, de fluctuaciones, aparecen
junto a los aspectos constructivos y procesos autoorganizativos, el cambio y la incertidumbre. (Pg.
17).
1
Sartori señala que “todo el saber del homo sapiens se desarrolla en la esfera de un mundus intelligibilis (de
conceptos y de concepciones mentales) que no es en modo alguno el mundus sensibilis, el mundo percibido
por nuestros entidos” y que promueve la televisión. (Pg. 47)
En las circunstancias prsentes, el desarrollo actual no es un proceso tecnológico neutral en materia
de valores, sino que es más bien la “visión social de los filósofos del utilitarismo”2, donde todo se
ha convertido en una cantidad desnuda. Puesto que la mente piensa, no con datos sino con ideas, lo
que debemos promover es la creación, la ampliación de miras, la abstracción, la reflexión, que
permite imaginar utopías antes que construir “realidades virtuales”.
El saber aplicable se vincula con las diversas prácticas y en nuestras sociedades con un modelo de
Estado – Nación a partir de una soberanía con mayúscula. Considerando que la “soberanía reside en
aquellos pueblos y regiones que con sus lenguas, culturas, gastronomías y hasta sus ocios, sean
capaces de producir una interacción planetaria, más allá de las formas convencionales, para incidir
directamente , entre otras cosas, en el entorno y en las tecnologías a las que todos debemos tener
acceso con igualdad y sin censuras.” (Pardos, 1999). Es decir, son saberes que no dependen de las
“libres decisiones” de particulares, que no son tan libres, sino de decisiones que trascienden lo
individual ordenando lo colectivo.
En relación con estos profundos y acelerados cambios, observamos también que una importante
parte de la visión dominante, pone énfasis en el lenguaje de la desesperación cultural o de la
ausencia de ideales. Sin embargo, el malestar colectivo al que conduce esta desesperanza, no
debiera operar como un impedimento para actuar frente a la fragilidad de las estructuras sociales.
Antes bien el desasosiego, como lo señala Foucault, debiera incorporarse como un elemento para
avanzar en el conocimiento, y la pérdida de certezas, que nos atraviesa, debiera servir para orientar
nuevas reflexiones filosóficas sobre la acción social.
Para ello es imprescindible que la educación “cultive una capacidad para la crítica razonada, para
reparar los abusos del poder y las relaciones de dominación y para explorar y extender las
dimensiones utópicas de la potencialidad humana” (Giroux, 1997), tratando de contribuir a cerrar el
abismo entre ricos y pobres, entre quienes saben y quienes no, entre quienes dominan la tecnología
y quienes son dominados por ella.
Inmersas en esta realidad donde las TIC adquieren una presencia incuestionable, y en tanto
educadoras partícipes de la filosofía que interpreta que el ser humano no es un “acabado” sino un
sujeto en continuo devenir, que como tal no se integra a una “realidad construida” sino que puede
construirla, deconstruirla, interrogarla, cuestionarla (Schnitman, 1998); nuestra preocupación se
centra en las prácticas de enseñanza del presente atendiendo a su contribución en la sociedad del
saber.
Tratando de aproximar a propuestas que permitan su ejecución en nuestras sociedades, se
consideran dos estrategias complementarias: utilizar estos medios para recuperar saberes que han
2
Según la expresión de Theodore Roszak en “El Culto de la información”. 1990.
dado muestras de un alto beneficio a lo largo de la historia; e integrarlos a prácticas que posibiliten
gestionar con eficiencia la puesta en valor de tales saberes.
Para la recuperación de saberes hay que considerar:
-
La formación que reciben los educadores, ¿qué contenidos? ¿qué tipo de lecciones?, ¿cuáles
dinámicas?. No se trata de aplicar extrínsecamente las nuevas tecnologías a la educación, sino
de hacerlo con sentido, por medio de una comprensión genuina y articuladas a proyectos. Entre
los saberes a ser recuperados, encontramos algunos vinculados a propuestas superadoras
relacionadas con el medio ambiente; formas de organización social que suponen excelencia en
la calidad de vida; así como otros saberes más elaborados como la “Teoría del Desarrollo”.
Mientras tanto, entre las prácticas interesan los avances tecnológicos en la medida que permitan
ahorrar recursos, potenciar la productividad o posibilitar alianzas estratégicas diseñadas para
nuestras necesidades.
-
Los alumnos dificilmente puedan avanzar en sus conocimientos si no han conseguido cubrir sus
necesidades básicas. Por ello antes que TV, teléfono y computadora se necesita un cuerpo bien
alimentado, para que la parte material-física- del cerebro pueda realizar las principales
funciones, desarrollarse, crecer.
-
La dimensión institucional, cuyo colectivo trabaje conjuntamente y de manera colaborativa a fin
de planificar e implementar estrategias de acción acordes a sus características y al contexto con
el que interactúa.
-
El valor del ejemplo a través de figuras que han contribuido desde su hacer sistemático, se
constituye en una posibilidad para recuperar identidades, a la par de propiciar actitudes
deseables.
La integración y puesta en valor de los saberes se consigue:
-
Con prácticas de tolerancia a la diversidad. No es posible crecer en un ámbito que privilegia “la
monocultura del consumo”, la cual porduce una pérdida de los saberes previos, mientras lo que
proporciona a cambio no es de utilidad.
-
Con propuestas que articulan procesos comunicativos diversos, permitiendo caminos y
enfoques diferentes e incorporando variadas lógicas en contextos de negociaciones.
-
Difundiendo el uso y de manera particular la apropiación de los nuevos medios tecnológicos.
Integrándose no a cualquier red, sino construyendo redes con sentido, que permitan incrementar
el saber y enfrentar el poder. Para ello habrá que conocer su especificidad, tener incorporadas
estas herramientas y sus habilidades correspondientes e investigar pertinencias culturales,
individuales, sociales, según contextos y usuarios.
-
Poner en evidencia las prácticas indeseadas o nefastas tal la violencia “como un modelo
exitante y tal vez triunfador de la vida adulta” (SARTORI, 1998) que impregna los medios u
otras de tipo laissez faire o de alienación por su sinsentido.
-
Apoyar en la construcción de un know how específico de nuestras sociedades para intervenir en
las “áreas críticas” propias, desarrollando espacios donde discutir los temas claves, para
elaborar las mejores estrategias conducentes a nuestro desarrollo e identidad.
Finalmente, apuntamos que las aplicaciones de las tecnologías educacionales en nuestras
sociedades, deberían estar guiadas por una visión latinoamericana acerca de la educación y el
entretenimiento en el siglo XXI. Sin desconocer el potencial de la tecnología, la visión debe estar
guiada por las necesidades de nuestra gente, en lugar de un desarrollo tecnológico per se.
Entendemos que no podemos ni debemos apostar a un curso único para la historia, pues los
proyectos humanos tienen un asentamiento social, el cual nos permite reconocernos como devenires
humanos, abriendo el presente hacia futuros posibles, con sentido y compartidos.
BIBLIOGRAFIA
APPLE, M. (1997) “Educación y Poder”
FELIX, J. “Sobre la tecnología” en Web
[email protected]
KUHN,T. (1970) La Estructura de la Revoluciones Científicas. Fondo de Cultura Económica.
FOUCAULT, M. (1995) Discurso, poder y subjetividad. (Oscar Terán comp.) El cielo por asalto.
Bs. As
GIROUX, H. (1997) Cruzando límites. Paidós. Bs. As
PARDOS,J (1999); “La Internet del siglo XXI: un espacio para la formación y la cooperación”. En
Congreso EDUTEC. Las Nuevas Tecnologías para la mejora Educativa. Sevilla.
SAKAIYA, T (1994). Historia del futuro. La sociedad del conocimiento. Edit. Andrés Bello. Chile.
SARTORI, G. (1998) Homo Videns. La sociedad teledirigida. Ed. Taurus. Madrid.
SCHNITMAN, D (1998). Nuevos Paradigmas, Cultura y Subjetividad. Ed Paidos. Buenos Aires.
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