Persona y Bioética
ISSN: 0123-3122
[email protected]
Universidad de La Sabana
Colombia
Gamboa-Bernal, Gilberto A.
Ecología humana y ecología ambiental: binomio clave
Persona y Bioética, vol. 15, núm. 1, enero-junio, 2011, pp. 5-9
Universidad de La Sabana
Cundinamarca, Colombia
Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=83221409001
Cómo citar el artículo
Número completo
Más información del artículo
Página de la revista en redalyc.org
Sistema de Información Científica
Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal
Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto
e D IT o r IA l
Ecología humana y Ecología ambiEntal: binomio clavE • gilbErto a. gamboa-bErnal
ecologíA humAnA y ecologíA AmbIenTAl:
bInomIo clAve
HUMAN ECOLOGY AND ENVIRONMENTAL ECOLOGY: A KEY DUO
ECOLOGIA HUMANA E ECOLOGIA AMBIENTAL: UM BINÔMIO DECISIVO
L
os desastres naturales que el mundo ha venido
soportando en sus cuatro puntos cardinales durante el primer semestre de 2011 —y a los que
la Universidad de La Sabana no ha sido ajena, al ver
inundado su campus universitario por las aguas del río
Bogotá—, han llevado a una reflexión más profunda
en lo relacionado con el manejo del medioambiente.
No se trata solo de solucionar las contingencias que los
desastres ocasionan sino que estos fenómenos de la naturaleza llevan necesariamente a replantear el papel que
los seres humanos jugamos en las causas de los mismos.
El tsunami que afectó la costa este de Japón, con la posterior tragedia en la planta nuclear de Fukushima; las
oleadas de calor en Europa; las lluvias torrenciales en
los Estados Unidos y en buena parte de Latinoamérica; los
diferentes sismos y erupción de volcanes en Irlanda y
Chile con la consiguiente emisión de cenizas y piroclastos que se expanden con el viento, son solo algunos
ejemplos de los rigores que los cambios naturales hacen
soportar al planeta y a sus habitantes.
Poco a poco se va conociendo mejor la relación entre el
vulcanismo y los fenómenos atmosféricos y climáticos,
pero seguimos ignorando, trivializando o magnificando
el papel de los seres humanos en estos procesos. Esta
influencia se soslaya cuando no se admite la relación
causa-efecto en algunos de esos fenómenos; se trivializa
cuando se le resta importancia a los excesos humanos que
generan consecuencias negativas para el medioambiente;
y se hipertrofia cuando se hace al ser humano desmedidamente responsable de fenómenos puramente naturales.
Es muy importante tener claros los contenidos de una
verdadera ecología ambiental y de una certera ecología humana, pues de su compenetración y sinergismo
saldrán las pautas para dejar de depredar el planeta y,
principalmente, para interactuar con él en beneficio
mutuo y de las generaciones futuras.
Desde el siglo pasado la ecología ambiental ha venido
tomando peso y relieve internacional; desde las iniciales
protestas de ONG ambientalistas se ha pasado a una toma
de conciencia más amplia que ha llevado a que organismos
multilaterales incluyan en sus agendas de trabajo la cuestión
ambiental. De manera paralela a las primeras reacciones
un tanto desarticuladas que se dieron en el planeta —más
como mecanismo de reacción y rebelde, secuela de las
revoluciones de finales de los años sesenta— empezó a
hacer carrera una vertiente más radical que muy pronto se
llamó deep ecology, principalmente postulada como teoría
por Arne Naess (1) y George Sessions, y como movimiento
social —y también financiero— (2) llevada a la práctica
por organizaciones como Greenpeace.
Sin pretender hacer un estudio amplio sobre el tema,
intentaremos ofrecer una perspectiva analítica y realista
sobre cada una de las partes de este binomio clave para
la subsistencia del mundo.
La plataforma ideológica de la ecología profunda se
puede resumir en los siguientes ocho postulados (3):
1. El bienestar y el florecimiento de la vida humana y
no humana en la Tierra tienen un valor en sí mismos.
i S S n 0 1 2 3 - 3 1 2 2 • p e r s . b i o é t . • vo l . 1 5 • N ú m e r o 1 • P á g s . 5 - 9 • 2 0 1 1
5
PErSona y bioÉtica • EnEro - Junio 2011
2.
3.
4.
5.
6.
7.
8.
Estos valores son independientes de la utilidad del
mundo no humano para los propósitos humanos.
La riqueza y la diversidad de las formas de vida
contribuyen a la realización de estos valores y también son valores en sí mismos.
Los seres humanos no tienen derecho a reducir
esta riqueza y diversidad excepto para satisfacer sus
necesidades vitales.
El florecimiento de la vida humana y de las culturas
es compatible con una disminución sustancial de la
población humana. El florecimiento de la vida no
humana requiere tal disminución.
La interferencia humana actual en el mundo no humano es excesiva, y la situación está empeorando
rápidamente.
Las políticas actuales, por tanto, deben ser cambiadas. Las nuevas políticas deben incidir en la base
de las estructuras económicas, tecnológicas e ideológicas.El resultado será profundamente diferente
al estado presente.
El cambio ideológico está principalmente en apreciar la calidad de vida más que en adherirse a un
nivel de vida cada vez más alto. Habrá una profunda
conciencia de la diferencia entre grande y eminente.
Quienes suscriben los puntos precedentes tienen la
obligación, directa e indirectamente, de tratar de
poner en práctica los cambios necesarios.
En la formulación de las anteriores premisas se pueden
detectar algunas inconsistencias de orden lógico y antropológico que es conveniente no perder de vista. Un
primer comentario que se puede hacer a estas posturas,
presentadas como verdaderos axiomas, es que al captar
el valor del bienestar y el progreso de la vida humana y
no humana en un mismo plano, y al separar la utilidad
del mundo no humano de los propósitos del hombre, se
hace violencia a la realidad y a la experiencia.
6
Por un lado, bienestar y progreso humanos no son valores
de la misma categoría; el que vayan interrelacionados
no los hace ontológicamente equiparables: al progreso
humano se llega antes por el “bien ser” que por el “bien
estar” (4). Por otro, todo lo creado aparte del hombre
—el mundo no humano— goza de una característica muy
suya: tiene sentido en la medida que se puede relacionar
con el hombre, una relación que nunca debería ser de
dominio ni de tiranización, sino de prudente administración y servicio recíproco.
La afirmación sobre la necesidad de reducir la población
humana para garantizar el progreso se muestra cada
vez más inconsistente (5): las enseñanzas que dejan la
biología y la historia; la realidad demográfica de América y del mundo en el siglo XX (6); el fenómeno de las
migraciones; el desempleo en grandes capas sociales;
las consecuencias políticas de la baja natalidad (7); la
necesidad de sostener el sistema pensional (8); la relación
entre desarrollo y alteración de las pirámides de población (9); la disminución potencial de los conocimientos
humanos y el porcentaje de inventos; la concepción frágil
y solo funcional, instrumentalizadora y despersonalizada —reductiva en último término— de las políticas en
materia de población que se difunden desde organismos
multilaterales (10); los problemas generados por el envejecimiento de la población (11), etc.
Es cierto que es necesario incidir en las estructuras
económicas, tecnológicas e ideológicas, pero en un sentido diverso al planteado por la ecología profunda: las
nuevas políticas nacionales e internacionales han de ir
paralelas a la verdad encerrada tanto en el hombre como
en el mundo no humano; es decir, lejos de soportarse en
planteamientos relativistas y que ignoren la ley natural
deben estar sustentadas en la ecología humana.
i S S n 0 1 2 3 - 3 1 2 2 • p e r s . b i o é t . • vo l . 1 5 • N ú m e r o 1 • P á g s . 5 - 9 • 2 0 1 1
Ecología humana y Ecología ambiEntal: binomio clavE • gilbErto a. gamboa-bErnal
Al hablar de ecología humana es importante precisar
que no se trata de una sencilla extensión de la ecología
general (12), ya que tiene sus propias características y
sus concretas aplicaciones (13).
Una primera característica distintiva es que la ecología
general toma la naturaleza en su conjunto, y agrupa las
distintas especies en una función georreferencial; la
ecología humana se centra en una especie muy singular
que no está sujeta a las contingencias medioambientales,
sino que tiende a modificar el medio para hacerlo más
habitable, menos inhóspito. Pero que también interfiere
en los equilibrios naturales.
Mientras el hombre fue recolector, cazador, pescador,
agricultor o ganadero tales interferencias no fueron mayormente lesivas para el medioambiente. Pero cuando
el hombre comenzó la carrera industrial y tecnológica
empezaron unos problemas inéditos, de los que ahora
estamos cosechando sus consecuencias.
Antes del siglo XVII no se presentaban catástrofes ecológicas propiamente tales; es obvio que los rigores de la
naturaleza también estaban presentes y afectaban a los
pobladores con la misma saña que lo hacen ahora, sin
respetar latitudes, ni ingresos per cápita, como tampoco
genealogías ni color de piel.
Sin embargo, sí es un hecho que los problemas ecológicos
tienen su raíz en la industrialización. Solo a partir de la
revolución industrial el hombre inició una carrera tras el
progreso y el desarrollo, que empezó a dejar desde muy
temprano muchas víctimas y afectados. Con la entrada
en funcionamiento de los motores, primero de vapor y
después movidos por combustibles fósiles, la atmósfera
acogió los primeros deshechos tóxicos y se empezaron
a dar los primeros resultados de lo que hoy se conoce
como efecto invernadero y oscurecimiento global.
El proyecto racionalista se caracterizó, entre otras cosas,
por el afán de modificar e interferir en la naturaleza, pero
sus efectos no se han quedado solo en el campo de la
ecología general: ahora el hombre busca cambiar también
su propia naturaleza, su biología, su potencial hereditario,
su organización social desde el mismo núcleo familiar,
constituyéndose a sí mismo en sujeto manipulable de
experimentación (14).
Por lo anterior, se puede afirmar que tales interferencias
hombre-naturaleza dependen no tanto de la densidad
humana como del nivel cultural alcanzado, y es aquí
donde se deben buscar las soluciones a los problemas
generados y las precauciones para evitar que sigan
ocurriendo, con efectos deletéreos para ambas partes.
Otra característica que hace distintas a la ecología general de la ecología humana es su proyección divergente:
la primera mira más al origen de las especies y a las
consecuencias derivadas de él, mientras que la segunda
está más orientada al futuro del hombre, a su porvenir.
En la ecología general se estudian las relaciones entre
los ecosistemas vivientes, mientras que la ecología
humana tiene también la perspectiva de las relaciones
interpersonales y culturales. Si con el descuido de la
primera ecología se producen crisis ambientales, con
la negligencia en la ecología humana se llega a trances
mucho más graves: crisis humanas y desastres culturales,
como los que estamos viviendo hoy.
En este terreno se muestra más urgente la necesidad
de desarrollar la ecología humana:
i S S n 0 1 2 3 - 3 1 2 2 • p e r s . b i o é t . • vo l . 1 5 • N ú m e r o 1 • P á g s . 5 - 9 • 2 0 1 1
7
PErSona y bioÉtica • EnEro - Junio 2011
Fenómenos como el creciente analfabetismo
emocional, las dificultades de la vida de pareja
y de la vivencia de la intimidad, la funcionalización de las relaciones cotidianas, y trastornos
como la violencia intrafamiliar y la drogadicción, aparecen como expresión de esa pobreza
afectiva típica del mundo contemporáneo. No
solo padecemos de un terrible analfabetismo
emocional sino que hemos aprendido a sacar
provecho de esa situación. En efecto, compensamos el despecho con un afán de productividad
que nos lleva a generar una compulsión por el
trabajo y la eficacia, muy bien vista en nuestra
dinámica social. Nada importa que seamos torpes al momento de dar y recibir alimento afectivo, siempre y cuando podamos cumplir con las
exigencias productivas de la época (15).
Hay que tener presente que existen dos enfoques de la
ecología humana: uno derivado de su matriz sociológica,
que la ve como la relación de los organismos humanos con
su medio (16); y otro que insiste primero en la relación de
los hombres consigo mismos, su desarrollo e interacciones
entre sí y solo derivadamente con su ambiente (17).
Tal vez la apremiante situación del momento actual lleve
a darle más prelación a una ecología humana puesto que
es necesario reorientar la desordenada sensibilidad por
lo creado, por la naturaleza, que actualmente sobrepasa
la consideración que se tiene de la naturaleza humana.
Pero sería más acertado optar por una ecología humana
no sociológicamente considerada, sino que el imperativo
lleva a apostar por una centrada en el cuidado y la administración del mundo, empezando por el hombre mismo,
que haga posible una renovación cultural profunda. Esta
8
transformación debe incluir un cambio de mentalidad,
con nuevos estilos de vida que lleven a “una auténtica
solidaridad de alcance mundial, inspirada en los valores
de la caridad, la justicia y el bien común” (18).
El binomio ecología humana y ecología ambiental es
necesario: hay que defender la naturaleza física, pero
antes y con mayor energía es imperativo el reconocimiento y la protección de la naturaleza de la persona
humana, pues la experiencia muestra que hay una estrecha relación de doble vía —causa y efecto— entre las
actitudes de irrespeto al medioambiente y el deterioro
de la convivencia humana.
Uno de los elementos que ayuda en la ordenación racional
de estas dos formas de ecología es la solidaridad. En el
escrito de Carlos Alberto Rosas, “La solidaridad como
un valor bioético”, se recuerda y rescata esa adhesión,
privativa de la persona, hacia causas o empresas que en sí
mismas demandan una actuación urgente y desinteresada.
La infravaloración a la que se ve sometida en el momento
actual la naturaleza humana queda reflejada en el artículo “Aspectos clínicos de la inseminación homóloga. ¿Es
actualmente una técnica eficaz?”, de Gustavo Páez, quien
desde Argentina continúa aportando reflexiones valiosas
para valorar con propiedad estas nuevas técnicas.
El equipo encabezado por Héctor Blas Lahitte se hace
presente en ese número de Persona y Bioética con el escrito
“Aportes para una bioética medioambiental y la cohabitabilidad humana desde una visión relacional”, donde se
desarrollan varios aspectos mencionados en este editorial.
A través de una investigación de los comités de las universidades del Estado de Bahía, Brasil, ofrecemos una
i S S n 0 1 2 3 - 3 1 2 2 • p e r s . b i o é t . • vo l . 1 5 • N ú m e r o 1 • P á g s . 5 - 9 • 2 0 1 1
Ecología humana y Ecología ambiEntal: binomio clavE • gilbErto a. gamboa-bErnal
aproximación a uno de los elementos importantes de los
Comités de Ética en Investigación: su reglamentación.
Para lograr una adecuada articulación entre las ecologías humana y ambiental son necesarios sólidos conceptos
filosóficos y antropológicos que aporten luces potentes para reflexionar de forma adecuada sobre determinadas realidades. En “Aplicabilidad del estado del arte
de Carlos Cardona Pescador en filosofía, antropología y
bioética”, de la profesora Nubia Posada G., se encuentra
un buen ejemplo de esta contribución.
Otro ejemplo sobre las consecuencias del olvido de la
dignidad de las personas en el medio intrahospitalario
se encuentra en el artículo de Cecilia Orellana y otros
“Sobreexposición de los pacientes en hospitales docentes:
la experiencia en un servicio de medicina”. Esa observación, que nos llega desde Chile, además de evidenciar
la gran sensibilidad para detectar esa situación, ofrece
pautas para humanizar la tarea docente.
La sección Bioética en práctica incluye un escrito corto,
que nos llegó de Argentina, donde se muestran las reflexiones del doctor Mario Guillermo Arrieta frente una
noticia relacionada con la “cura” del cáncer de seno (19).
Gilberto A. Gamboa-Bernal
[email protected]
bioé
[email protected]
referencIAs
1.
Naes A. Los movimientos de la ecología superficial y la ecología profunda: un resumen. Rev Ambiente y Desarrollo 2007;
23 (1): 98-101.
2.
3.
4.
5.
6.
7.
8.
9.
10.
11.
12.
13.
14.
15.
16.
17.
18.
19.
Eyerman R, Jamison A. Environmental knowledge as an organizational weapon: The case of Greenpeace. Rev Social Science Information/sur les sciences sociales 1989; 28 (1): 99-119.
McLaughlin A. The Heart of deep ecology. En Keller D (ed).
Environmental ethics: the big questions. Oxford: Wiley-Blachwell; 2010.
Sen A. Human capital and human capability. Jour Word Development 1997; 25 (12): 1959-1961.
Zurfluh A. ¿Superpoblación? Madrid: Rialp; 1992.
D’Entremont A, Rentería-Rodríguez MT. América Latina en
el contexto demográfico mundial. En Desarrollo socioeconómico y evolución demográfica. Perspectivas para América Latina. Pamplona: Eunsa; 1999.
Dumont, GF. El festín de Cronos: el futuro de la población en
Europa. Madrid: Rialp; 1995.
López-Díaz J, Ridruejo Z. Pensiones, crecimiento económico
y envejecimiento poblacional. Rev Investigaciones Económicas 2003; XXVII (2): 343-367.
Reques-Velasco P. Población, recursos y medioambiente: ¿el
final de los mitos? Santander: Ed. Universidad de Cantabria;
2001.
Pérez-Adán J. Diez temas de sociología. Vivir una sociedad
familiar y humana. Madrid: Ediciones Internacionales Universitarias; 2001.
Rentería-Rodríguez MT. Geografía del envejecimiento: el
presente de los países desarrollados y el futuro de los países en
desarrollo. Pers. bioét. 2003; 18 (1): 54-70.
Capel H. Geografía humana y ciencias sociales. Barcelona:
Montesinos; 1985.
Olivier G. La ecología humana ¿Qué sé? México: Editor Publicaciones Cruz O; 1993.
Gamboa G. La Bioingeniería y la Biotecnología: un reto para
dos gigantes en gestación. Pers. bioét. 2002; 16 (2): 32-44.
Restrepo LC. Ecología humana: una estrategia de intervención cultural. Bogotá: Editorial San Pablo; 2002.
Ogburn WF, Nimkoff MF. Sociología. Madrid: Aguilar; 1979.
Boughey A. Man and the environment: An introduction to
human ecology and evolution. Nueva York: McMillan; 1975.
Benedicto XVI. Mensaje para la XLIII Jornada Mundial de
la Paz, 2010 URL. Disponible en http://www.vatican.va/
holy_father/benedict_xvi/messages/peace/documents/hf_benxvi_mes_20091208_xliii-world-day-peace_sp.html [Fecha de
consulta: 21 de mayo de 2011].
http://www.elmundo.es/elmundosalud/2011/03/17/oncologia/1300354515.html
i S S n 0 1 2 3 - 3 1 2 2 • p e r s . b i o é t . • vo l . 1 5 • N ú m e r o 1 • P á g s . 5 - 9 • 2 0 1 1
9