Facultad de Humanidades y Educación
Malleus maleficarum: la pedagogía de la infamia
Dr. Nelson Campos Villalobos
Facultad de Humanidades y Educación
Universidad Internacional SEK
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Si entendemos por pedagogía el acto intencionado, sistemático, organizado, científico, ético, racional, para transformar una mente según nuestra voluntad, no podemos negar entonces a esta obra medieval, el Malleus Maleficarum (El martillo de las brujas) un sentido educacional, aunque perverso e infame. Dicho esto, examinemos el hecho malvado que contiene ese libro, fruto de la ignorancia, la intolerancia y la ceguera religiosa.
Quizás el Malleus, junto con Mein Kampf de Hitler son los dos libros que más muertes y sufrimientos han provocado en el mundo con doctrinas distintas pero similares en su maldad, falsedad e ignorancia de la naturaleza humana.
Dentro de la locura que significó el horror a la brujería en la población de la Europa de los siglos XIV y XIV, coexistió toda una lógica del mal, que permitía legalmente a la autoridad civil y a la religiosa, en común y fatal acuerdo, evitar la herejía, supuesta fuente de todo mal para el católico.
Como es sabido, durante la Edad media una de las grandes preocupaciones de la iglesia católica fue la herejía, es decir el desacuerdo con el dogma, considerada como una enfermedad que podría corroer la estructura misma de esa institución, atacada desde varios frentes por sus inconsistencias internas y doctrinales. Las brujas, supuestos entes malignos que tenían tratos con el demonio eran contribuyentes directos a la obra herética del mal, encarnado en el Diablo, ángel caído en permanente lucha en contra de todo lo que construía Dios, y siendo la iglesia la entidad que se había levantado como obra directa del santísimo, entonces a ella le correspondía la prevención y tratamiento del mal.
Por lo demás, hay varias citas de la Biblia que expresamente mandatan sobre las brujas y su destino y que serán tomados muy en cuenta para la justificación nada menos que teológica, judicial y administrativa de la persecución, tortura y y exterminio de las hechiceras:
En Éxodo 22:18 se lee: “A la hechicera no dejarás que viva”
Levítico 20:27 indica: ``Si hay médium o espiritista entre ellos, hombre o mujer, ciertamente han de morir; serán apedreados; su culpa de sangre sea sobre ellos.
Levítico 20:28 “Y el hombre o la mujer en quienes hubiere espíritu de pitonisa o de adivinación, han de ser muertos; los apedrearán con piedras; su sangre será sobre ellos” Levítico
Deuteronomio 18:
18:10 No sea hallado en ti quien haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, ni quien practique adivinación, ni agorero, ni sortílego, ni hechicero,
18:11 ni encantador, ni adivino, ni mago, ni quien consulte a los muertos.
18:12 Porque es abominación para con Jehová cualquiera que hace estas cosas, y por estas abominaciones Jehová tu Dios echa estas naciones de delante de ti.
Gálatas 5:20 señala como frutos de la carne: “idolatría, hechicería,, pleitos, enemistades, celos, enojos, rivalidades, disensiones, herejías”,
Una de las formas de esa guerra preventiva en contra del maligno estaba en cortar de raíz el problema matando a las brujas y brujos que pudiesen detectarse, ojalá a tiempo, antes que conquistasen más almas para el reino del mal. Si un alma había sido infectada por los demonios, entonces había una forma de rescatarla y era mediante la confesión y la limpieza consiguiente en la hoguera, fuego que limpiaba los pecados. De tal manera que asar a las personas en vida se transformaba en un acto piadoso y necesario para la víctima. La Iglesia juzgaba a las pobres mujeres, pero no tomaba sobre sí la muerte de ellas, por eso todas las condenas a muerte eran remitidas a los juzgados civiles, de manera que la justicia era quien dictaba finalmente la condena.
La terribles torturas, como quemar, estrangular, fracturar los miembros, llenar de agua a los inculpados seguía la lógica que la Iglesia no derramaba sangre, por tanto toda tortura se diseñaba para evitar que fluyera sangre de las posibles lesiones y heridas de los afectados. De todas maneras, los procedimientos empleados son una abominación al amor que Cristo tenía por los seres humanos. Sin embargo, la Iglesia no advertía ninguna contradicción moral entre las enseñanzas bondadosas de Jesús y las espantosas barbaridades que sufrían las inculpadas.
Hasta aquí una lógica difusa pero impecable, basada en la misma Biblia y en los cánones religiosos. La santa Inquisición, que dependía solamente del Papa, era la obra supuestamente piadosa más importante del momento, en esos siglos de oscurantismo. Lamentablemente para los monjes encargados, no existía un libro o conjunto de ellos que ordenase los procesos religiosos incoados contra las brujas y herejes, por lo que el ofrecimiento del cura dominico Kramer, en el sentido de escribir un libro para regular el tema fue bien recibido por la orden; era una empresa necesariamente pedagógica pues se trataba de enseñar a sacerdotes, jueces y otras autoridades, a reconocer, interrogar, juzgar y condenar a las hechiceras.
Como han señalado dos psiquiatras (Zilboorg y Henry, 1949), resulta extraño que en la época del Malleus los médicos Europeos, que tenían una tradición larga y experiencia en reconocer a enfermos mentales, no fuesen tomados en cuenta, en circunstancias que de las mismas actas de los procesos a las brujas se desprenden que en su total mayoría eran enfermas mentales, generalmente de clase baja y eran personas mayores, muchas de ellas que vivían solas por su misma dolencia mental. Este silencio de la medicina no tiene explicación y solamente el temor a que al defender a una supuesta bruja el médico pudiese exponerse a ser considerado también hereje, podría dar alguna luz sobre este caso de ausencia profesional tan grave. Desde un punto de vista moderno, si entendemos el mal como el acto intencional y racional destinado a provocar en las victimas un daño mental y fisico, entonces la propia Iglesia actuó con malignidad en esos tiempos.
Quizás, y sin tratar de disminuir la inexistencia de opinión médica en las acusaciones de brujería, hay que tener presente que en la lógica perversa de la época, si las enfermedades mentales tenían una razón o etiogenia metafisica, entonces no podía existir ningún medicamento o acto médico para curarlas, porque eran elementos o sustancias materiales, que no pueden sanar o carecen de capacidad de atender curativamente a esa etiología no material. A este tipo de lógica atendían los jueces y teólogos de esa época.
LOS AUTORES
Aparentemente son dos, ambos curas de la orden de los Dominicos, la que fuese comisionada para organizar la Santa Inquisición. El primer autor y parece ser además el redactor del infame libro, es Heinrich Kramer y Jacobus Instintoris Sprenger. Digo aparentemente porque los eruditos cuestionan el papel de coautor material de Sprenger, que al parecer incapaz de resistir a la evidente psicopatía de Kramer, aceptó poner su nombre en el libro.
Heinrich Kramer cuyo apellido natal era Institoris, que fue posteriormente germanizado a Kramere, que significa comerciante o mercader, manifestó tempranamente su interés en la teología, donde sus estudios le hicieron progresar dentro de la Orden, llegando a ser Prior de la Casa Dominica en su ciudad natal, Schlettstadt y fue también un maestro ilustrado en su especialidad, la teología donde al parecer destacó de tal manera que recibió el interés de las autoridades dominicas, lo cual le serviría en su proyecto de convertirse en el más docto y tenaz perseguidor de la brujería.
Jacobus Sprenger, nació en Basilea, fue un erudito, que llegó a ser designado Decano de la Facultad de Teología de la Universidad de Colonia en 1480, lo que habla bien de sus conocimientos y fe probada. No se llegaba a ese cargo, en medio de una fuerte competencia, si el candidato no tenía los requisitos necesarios: titulación en teología, una vida intachable y haber seguido la carrera académica de la época que como sabemos, era muy exigente por la rigurosidad con que se estudiaban los temas en esas facultades. No se entiende bien como se convirtiera en coautor del libro, porque en las primeras ediciones solamente figura el nombre de Kramer.
EL LIBRO
Se escribió en 1486, pero antes de su impresión existía una serie de pasos previos que tenían que cumplir los curas y los autores de cualquier libro, puesto que la censura total pertenecia a la Iglesia, que velaba deseperadamente porque nadie se apartese ni siquiera una linea de la doctrina catolica. De alguna manera Kramer, con su natural insistencia, llegó hasta el Papa Inocencio VIII, y logró que éste emitiese la Bula Papal del 9 de diciembre de 1448, la que taxativamente le da la misión a ambos curas. No es posible entender el propósito de la Bula sin conocer el texto original:
“Nos anhelamos con la más profunda ansiedad, tal como lo requiere Nuestro apostolado, que la Fe Católica crezca y florezca por doquier, en especial en este Nuestro día, y que toda depravación herética sea alejada de los límites y las fronteras de los fieles, y con gran dicha proclamamos y aun restablecemos los medios y métodos particulares por cuyo intermedio Nuestro piadoso deseo pueda obtener su efecto esperado, puesto que cuando todos los errores hayan sido desarraigados por Muestra diligente obra, ayudada por la azada de un providente agricultor, el celo por nuestra Santa Fe y su regular observancia que darán impresos con más fuerza en los corazones de los fieles. Por cierto que en los últimos tiempos llegó a Nuestros oídos, no sin afligirnos con la más amarga pena, la noticia de que en algunas partes de Alemania septentrional, así como en las provincias, municipios, territorios, distritos y diócesis de Magancia, Colonia,Tréveris, Salzburgo y Bremen, muchas personas de uno y otro sexo, despreocupadas de su salvación y apartadas de la Fe Católica, se abandonaron a demonios, íncubos y súcubos, y con sus encantamientos, hechizos, conjuraciones y otros execrables embrujos y artificios, enormidades y horrendas ofensas, han matado niños que estaban aún en el útero materno, lo cual también hicieron con las crías de los ganados; que arruinaron los productos de la tierra, las uvas de la vid, los frutos de los árboles; más aun, a hombres Y mujeres, animales de carga,rebaños y animales de otras clases, viñedos, huertos, praderas, campos de pastoreo, trigo, cebada Y todo otro cereal; estos desdichados, además, acosan y atormentan a hombres Y mujeres, animales de carga, rebaños y animales de otras clases, con terribles dolores Y penosas enfermedades, tanto internas como exteriores; impiden a los hombres realizar el acto sexual y a las mujeres concebir,por lo cual los esposos no pueden conocer a sus mujeres, ni éstas recibir a aquéllos; por añadidura, en forma blasfema, renuncian a la Fe que les pertenece por el sacramento del Bautismo, y a instigación del Enemigo de la Humanidad no se resguardan de cometer y perpetrar las más espantosas abominaciones y los más asquerosos excesos, con peligro moral para su alma, con lo cual ultrajan a la Divina Majestad y son causa de escándalo y de peligro para muchos. Y aunque Nuestros amados hijos Heinrich Kramer y Jacobus Sprenger, profesores de teología de la orden de los Frailes Predicadores, han sido nombrados, por medio de Cartas Apostólicas, Inquisidores de estas depravaciones heréticas, y lo son aún, el primero en las ya mencionadas regiones de Alemania septentrional en las que se incluyen los ya citados municipios, distritos, diócesis y otras localidades específicas, y el segundo en ciertos territorios que se extienden a lo largo de las márgenes del Rín, no obstante ello, no pocos clérigos y laicos de dichos países tratan, con excesiva curiosidad, de enterarse de más cosas de las que les conciernen, y como en las ya aludidas cartas delegatorias no hay mención expresa y específica del nombre de estas provincias, municipios, diócesis y distritos, y dado que los dos delegados y las abominaciones que deberán enfrentar no se designan en forma detallada y especial, esas personas no se avergüenzan de aseverar, con la más absoluta desfachatez, que dichas enormidades no se practican en aquellas provincias, y que en consecuencia los mencionados Inquisidores no tienen el derecho legal de ejercer sus poderes inquisitoriales en las provincias, municipios, diócesis, distritos y territorios antes referidos, y que no pueden continuar castigando, condenando a prisión y corrigiendo a criminales convictos de las atroces ofensas y de las muchas maldades que se han expuesto.
Por consiguiente, en las referidas provincias, municipios, diócesis y distritos, las abominaciones y enormidades de que se trata permaneces impunes, no sin manifiesto peligro para las almas de muchos y amenaza de eterna condenación”.
Lo extraordinario de esta Bula está en los amplios poderes de los cuales son investidos los dos inquisidores, porque quedan por sobre los obispos y las autoridades civiles en cuanto a la misión que les llevaría a Alemania y a otros países, como puede leerse al final del documento, donde involucra incluso a los Apóstoles San Pedro y San Pablo como veedores de su terrible trabajo :
“Al mismo tiempo, y por Cartas Apostólicas, solicitamos a Nuestro venerable Hermano el Obispo de Estrasburgo* que por si mismo anuncie o por medio de otros haga anunciar el contenido de Nuestra Bula, que publicará con solemnidad cuando y siempre lo considere necesario, o cuando ambos Inquisidores o uno de ellos le pidan que lo haga. También procurará que en obediencia a Nuestro mandato no se los moleste ni obstaculice por autoridad ninguna, sino que amenazará a todos los que intenten molestar o atemorizar a los Inquisidores, a todos los que se les opongan, a esos los rebeldes, cualesquiera fuere su rango, fortuna, posición, preeminencia, dignidad o condición, o. ,cualesquiera sean los privilegios de exención que puedan reclamar, con la excomunión, la suspensión, la interdicción y penalidades, censuras y castigos aun más terribles, como a él le 1pluguiere, y sin derecho alguno a apelación, y que según su deseo puede por Nuestra autoridad acentuar y renovar estas penalidades , tan a menudo como lo encontrare conveniente, y llamar en su ayuda, si así lo deseare, al brazo Secular.
Non obstantibus . . . Que ningún hombre, por lo tanto. Pero si alguno se atreviere a hacer tal cosa, Dios no lo quiera, hacedle saber que sobre él caerá la ira de Dios todopoderoso, y de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo”.
Mi opinión personal es que, comparando el lenguaje de la Bula y con el texto también latino del Malleus, en sus giros lingüísticos y vocabulario, salta a la vista que Kramer en persona redactó el documento completo y el Papa lo firmó sin más, pues provenía de dos autoridades en Teología y fieles servidores de la Iglesia que en ese momento estaba particularmente frágil ante los ataques de verdaderos y supuestos herejes. Otros autores indican que seria Sprenger el redactor, pero por los argumentos que doy mas adelanten sostengo lo contrario.
Los ahora todopoderosos inquisidores tenían que empezar su obra de lucha contra la herejía y la brujería, pero Sprenger no quería comprometer su prestigio por si algo salía mal, de manera que estando en Alemania cuestionada ya la autoridad Papal, sintió que debía buscar también el apoyo de su facultad y citó a reunión para lograr un documento certificando que el libro a imprimir tenía el apoyo académico de la Universidad de Colonia a través de su facultad de Teología. Según dicen algunos historiadores, lamentablemente para él, no todos los académicos aceptaron firmar el documento. Se dice que Kramer no dudó en falsificar la firma de los profesores de manera tal que incluye en su libro la aprobación espúrea de la facultad. Esto me parece raro, porque sin duda alguna Spranger no lo habría aceptado, ya que se jugaba su alto cargo y su honorabilidad, cosa importante en toda época, no solamente en el medioevo. Creo más bien que efectivamente se logró la aprobación del documento y por ende el apoyo al contenido y doctrina del malvado libro. Con seguridad una vez que se puso en marcha la terrible persecución de brujas en Alemania y comenzaron las críticas, los académicos quisieron marginarse de la responsabilidad que se les venía encima e inventaron el cuento de la falsificación. Por lo demás el libro se editó muchas veces sin que nadie denunciara o dudara de la legitimidad del documento incluido y se dice del Malleus Maleficarum que fue enormemente popular no solo en Alemania, sino que en los países donde la inquisición tenía mucha influencia. La imprenta sirvió para diseminar el libro, que durante 400 años mantuvo su maligna influencia en la mente de los sacerdotes cristianos, pues el texto fue adoptado como el más autorizado manual contra la hechicería entre católicos y protestantes por igual.
De la lectura cuidadosa del Malleus se puede concluir que Kramer, al menos, no gozaba de salud mental, sino que era un peligroso psicópata del tipo fanático, que sin sentimientos, sin culpa alguna acometía una tarea que creia de origen divino, donde descubrir brujas no tenía ningún límite moral porque era una especie de cruzada para preservar la fe y mantener a la Iglesia a salvo de malditos herejes. No era una lucha personal, no era una tarea de un loco, sino de un hombre inflamado por el deseo de destruir al mal encarnado en las brujas y empoderado nada menos que por las Sagradas Escrituras y la Santa Madre Iglesia Catolica. Técnicamente él y también Sprenger fueron asesinos seriales que aprovecharon bien su época, la intolerancia y la ignorancia para satisfacer sus necesidades especiales, que es lo que define modernamente a las llamadas personalidades anormales.
Lo que define a la psicopatía que se evidencia en el Malleus es la misoginia, la violencia, el afán consciente, deliberado de dañar física y mentalmente a ciertas personas y la incapacidad de sentir culpa alguna. Llama la atención al lector las múltiples referencias del texto sobre sexualidad y en especial sobre la impotencia que provocan con sus hechizos las brujas, lo que lleva hacia un odio monstruoso, irracional hacia las mujeres, que pueden ser impunemente torturadas, vejadas y asesinadas por estas mentes enfermas. La mujer es considerada como un elemento accesorio, fácil de ser seducida por el mal, incansable en su busca de goce sexual y menos inteligente que el varón, pero al que vence con su astucia de origen diabólico. Es evidente que en la época actual los dos sacerdotes habrían sido separados de la sociedad por su criminalidad explícita y su condición de enfermos mentales.
LA PEDAGOGIA DEL MAL
El Malleus, como un manual pedagógico, contiene toda una teoría sobre la hechicería, una teología que justifica el mal que se le ocasiona a las afectadas, una metodología para recabar pruebas en contra de los afectados y una didáctica para enseñar la argumentación de los autores el adecuado uso de argumentos para desacreditar cualquiera objeción que se hiciera.
Según la Bula comentada, el texto señala la función pedagógica de la obra inquisitorial cuando expresa a la letra que:
“Más aun, decimos que disfrutarán de la plena y total facultad de exponer y predicar la palabra de Dios a los fieles, tan a menudo como la oportunidad se presentare y a ellos les pareciere adecuada, en todas y cada una de las iglesias parroquiales de dichas provincias, y podrán celebrar libre y legalmente cualesquiera ritos o realizar cualesquiera actos que parecieren aconsejables en los casos mencionados. Por Nuestra suprema Autoridad, les garantizamos nuevamente facultades plenas y totales.”
Por supuesto que Kramer y Spranger tenian la obligacion sacerdotal de predicar la doctrina eclesiástica, pero era el terrible mensaje de su libro era el que enseñaban en las parroquias y centros tales como los juzgados y ferias públicas, pero además tenían el conocimiento y el celo apropiado para emplear a la Biblia como el gran instrumento y argumentador teológico a favor de la labor de persecución de brujas.
El Malleus se divide en varias partes. Se advierte que su objetivo es el enseñar a todos los encargados de los procesos y juicios a lograr un trabajo esmerado y documentado que hiciese más eficiente la eliminación de las herejes. Si embargo, hay una contradicción lógica que no habría resistido el análisis del ya antiguo Aristóteles. Se dice en el libro que Dios permite a la brujería. Si esa idea fuese correcta, habría bastante que decir sobre la pertinencia y bondad del acto divino, pues si Dios mismo lo permite y Dios no puede hacer nada malo, entonces aquí hay una falacia que los experimentados lógicos medievales no pudieron percibir. Si el lector se da cuenta, las citas bíblicas prohíben y castigan toda manifestación de hechicería, entonces, si Dios lo permite, ¿Para qué matar en la hoguera a las infelices mujeres?
El libro está escrito didácticamente en el estilo de la Summa Teológica, es decir, basada en preguntas a las que Kramer-Spranger responden con una rebuscada dialéctica, recurriendo a la opinión autorizada de teólogos a su elección, algunos tomados fuera de contexto o con argumentos bastante forzados. Véase esta cita del Malleus, donde se argumenta viciosamente sobre los testigos:
“En su Summa sobre el Libro 9 del Códice, en el rubro que trata de los hechiceros, dos rubros después de la Lea Cornelia, en que se habla de asesinos y criminales, Azo establece: "Hágase saber que todos aquellos a quienes por lo común se llama hechiceros, y también los diestros en el arte de la adivinación, incurren en delito penado por la muerte". Más adelante vuelve a aludirse a esta penalidad, de la cual este es, el teto exacto: "Es ilegal que cualquier hombre practique la adivinación; si así lo hace, su recompensa, será la muerte por la espada del verdugo. También existen otros que con encantamientos mágicos procuran quitar la vida a personas inocentes, que convierten las pasiones de las mujeres en toda clase de lujurias; estos criminales deben ser arrojados a los anímales salvajes. Y la ley permite que cualquier testigo sea admitido como probatorio contra ellos. Esto lo especifica con toda claridad la parte del Canon que trata sobre la defensa de la Fe. Y se permite el mismo procedimiento en una acusación de herejía. Cuando se presenta tal acusación, cualquier testigo puede prestar testimonio, tal como si se tratara de un caso de lesa majestad. Porque la brujería es alta traición contra la Majestad de Dios. Y deben ser sometidos a tortura para hacerlos confesar. Cualquier persona, fuese cual fuere su rango o profesión, puede ser torturada ante una acusación de esa clase, y quien sea hallado culpable, aunque confiese su delito, será puesto en el potro, y sufrirá todos los otros tormentos dispuestos por la ley, a fin de que sea castigado en forma proporcional a sus ofensas". Nota: en edades doradas estos criminales sufrían doble castigo, y a menudo eran arrojados a las fieras para que éstas los devorasen. Hoy se los quema en la hoguera, y tal vez ello se deba a que la mayoría son mujeres”.
Según el texto, cualquier persona puede ser torturada, porque la brujería es alta traición contra la Majestad de Dios. La falacia está en que se tortura antes de probar la acusación, peor aún, se hace necesaria para buscar la verdad aunque la denuncia sea falsa, sujeta a error o confusión y donde el acusado ignora lo que dice el acusador. ¿Cómo puede alguien defenderse de una falsa acusación en esas condiciones?
La historia se repite aunque muchos historiadores, entre ellos los marxistas, crean que no es posible. En los años cuarenta, la persecución de brujas como se llamó en Estados Unidos, significó que muchos actores e intelectuales fuesen acusados de actividades marxistas sin necesidad que se conociese a los acusadores ni lo que éstos decían en contra del denunciado. El símil es correcto.
En época de Pinochet, miles de profesores y funcionarios de los servicios de salud fueron despedidos porque bastaba la acusación que el afectado contaba chistes en contra de la Junta Militar para que se procediese en su contra. Conste que los acusadores no eran militares, eran compañeros del mismo afectado o de cualquiera que tuviese algún rencor oculto o declarado. Los militares simplemente hacían fe de lo que decía el denunciante, al igual que en la epoca que comentamos.
En esta pedagogía del mal, las enseñanzas no se argumentan correctamente ni se recurre a las fuentes, basta con el enunciado, como si de un asunto de fe se tratase. Sin embargo, la escolástica exigía –y bien lo sabían los autores- que los argumentos tuviesen justificación en la cita textual, oportuna y documentada. Véase este ejemplo del texto, totalmente vago y huérfano de citas comprobables:
“La ley civil también prohibe la connivencia y participación en tales prácticas, ya que ni siquiera permite que un adivinador penetre en la casa de otra persona, y a menudo ordena que todas sus posesiones sean quemadas, así como que nadie lo proteja o consulte; muchas veces se los deportaba a alguna isla desierta y distante, y todos sus bienes se vendían en subasta pública. Más aun, quienes consultaban a brujos o recurrían a ellos eran castigados con el exilio y la confiscación de todas sus propiedades. Estas penas se pusieron en práctica con el consenso de todas las naciones y gobernantes, y contribuyeron en gran medida a la supresión del cultivo de tales artes prohibidas”.
El pasado y el presente se unen sin orden alguno en esta cita ni indica en qué ley o en qué artículo de alguna aparece lo que señalan los autores. Las falacias abundan, como el justificar la apreciación del autor con que en todas las naciones se hace lo mismo.
Nuevamente, en la cita siguiente se advierte una alogicidad en la argumentación, que no pudo pasar desapercibida por los contemporáneos. El problema es que no se puede argumentar si tales argumentos no pueden ser contradichos porque su misma inmaterialidad no está sujeta a la demostración de la existencia de la cosa. ¿Cómo argumentar que la magia, la hechicería, los brujos y brujas no existen si las citas de los textos sagrados señalan lo contrario? No hay forma de lograr torcer los enredados argumentos de Kramer y Spranger, pues si se está en contra de las palabras sagradas, entonces al defender a un acusado de tales prácticas el abogado se convierte en cómplice del mal y si un medico quiere probar que la acusada es una enferma mental e inocente de sus propias palabras en el juicio, entonces el galeno era socio del diablo.
Examinemos la forma pedagógica de la argumentación:
“He aquí tres errores heréticos que se deben enfrentar, y cuando se hayan refutado se verá la verdad con sencillez. Porque ciertos autores que pretenden basar su opinión en las palabras de Santo Tomás (IV, 24), cuando trata de los impedimentos causados por los encantamientos mágicos, intentaron afirmar que no existe la magia, y que ella sólo está en la imaginación de los hombres que atribuyen efectos naturales, cuyas causas no son conocidas, a la brujería y los hechizos.
Hay otros que reconocen, por cierto, que los brujos existen, pero declaran que la influencia de la magia y los efectos de los sortilegios son puramente imaginarios y fantásticos. Un tercer tipo de escritores sostiene que los efectos que según se dice causan los hechizos mágicos son por completo ilusorios y fantasiosos, aunque bien pudiera ser que el diablo asista a algunos brujos.
De esta manera, es posible exponer y refutar los errores de cada una de estas personas. Porque, en primer lugar, muchos escritores ortodoxos, en especial Santo Tomás, demostraron que sus opiniones son desde todo ,punto de vista heréticas; este autor sostiene que tales opiniones son en absoluto contrarias a la autoridad de los santos, y que se basan en una total infidelidad. Porque la autoridad de las Sagradas Escrituras dice que los demonios tienen poder sobre los cuerpos y las mentes de los hombres, sólo cuando Dios les permite ejercer ese poder, tal como se desprende con claridad de varios pasajes de las Escrituras. Por lo tanto, yerran quienes dicen que la brujería no existe, sino que es algo puramente imaginario, aunque no creen que los diablos existan, salvo en la imaginación de la gente ignorante y vulgar, y los accidentes naturales que le ocurren al hombre los atribuye él por error a un supuesto demonio. Pues la imaginación de algunos hombres es tan vívida, que les hace creer que ven figuras y apariciones reales, que no son otra cosa que el reflejo de sus pensamientos, y entonces éstos son tomados por apariciones de espíritus malignos, y aun por espectros de brujas. Pero esto es contrario a la verdadera fe, que nos enseña que ciertos ángeles cayeron del cielo y ahora son demonios, y debemos reconocer que por naturaleza son capaces de hacer cosas que nosotros no podemos. Y quienes tratan de inducir a otros a realizar tales maravillas de malvada índole son llamados brujos o brujas. Y como le, infidelidad en una persona bautizada se denomina técnicamente herejía, esas personas son lisa, y llanamente herejes.
En lo qué se refiere a quienes sostienen los otros dos errores, es decir, quienes no niegan que haya demonios y que éstos posean un poder natural, pero que difieren entre sí acerca de los posibles efectos de la magia y de las posibles obras de los 10 brujos: escuela, una, que afirma que éstos pueden en verdad provocar determinados efectos, y que sin embargo tales efectos no son reales, sino fantásticos, mientras que la otra escuela admite que es verdad que algún daño real cae sobre la persona o personas atacadas, pero que cuando un brujo imagina que este daño es efecto de sus artes, se engaña groseramente. Este error parece basarse en dos pasajes de los Cánones en los cuales se condena a unas mujeres por imaginar falsamente que durante la noche cabalgaban con Diana o Herodías.
Esto puede leerse en el Canon. Sin embargo, puesto que tales cosas suceden a menudo por ilusión, quienes suponen que todos los efectos de las brujerías son simple ilusión e imaginación, se equivocan en grande. En segundo lugar, con respecto a un hombre que cree o afirma que una criatura puede ser hecha o trasformada para mejor o para peor, o convertida en otra cosa o semejanza, Por cualquiera que no sea Dios, Creador de todas las cosas, dicho hombre es un infiel y peor aun que un pagano. Por lo que, y teniendo en cuenta las palabras "trasformado para peor". Dicen que si tal efecto es provocado por brujería, no puede ser real, sino que debe ser pura fantasía.
Pero como estos errores saben a herejía y contradicen el sentido del Canon, primero probaremos nuestras afirmaciones por medio de la ley divina, así como por la ley eclesiástica y civil, pero ante todo de manera general”
LA EXISTENCIA DE LA BRUJERIA POR PERMISO DIVINO
Para hacer entendible la existencia de las acusaciones de brujeria, la perversa lógica de los sacerdotes acude a una pedagogía siniestra: es el mismo Dios quien la permite, por tanto tiene que ser un hecho real. Si Dios no la permite, entonces no existe la hechicería y no se precisa de la Inquisición ni del malleus, por tanto para esos teólogos había que lograr la argumentación perfecta, a prueba de errores y equivocaciones que pudiesen confundir a los fieles.
Ese es el razonamiento definitivo, contra el cual no hay excepción o discusión válida:
Dios es omniciente, omnipotente, entonces puede denegar fácilmente a la brujería o quitarle sus poderes, de manera que no puedan valerse de ellos, pero sin embargo, en su infinita bondad permite que también, junto a lo bueno de la creación exista lo malo. En otras palabras, Dios consiente y acepta al mal. Examinemos el argumento en relación a la impotencia para el acto sexual que en el hombre pueden producir, mediante hechizos, las brujas:
"Si por brujería o por cualquier arte mágica permitida por el oculto pero justísimo designio de Dios, y con la ayuda del poder del demonio, etc ...." Esto se refiere a cualquier acto de brujería, que pueda impedir la finalidad del matrimonio, v para que este impedimento produzca efecto pueden concurrir tres causas, a saber: la brujería, el demonio y el permiso de Dios. Más aun, la más fuerte puede influir sobre la que lo sea menos. Pero el poder del demonio es más fuerte que cualquier poder humano (Job, XL). No hay en la tierra poder que pueda compararse con el suyo, que fue creado de modo que no temiese a nadie”.
La ontología de la brujería está nítidamente formulada en las siguientes frases:
“Y ahora con respecto ad tenor de la Bula de nuestro Santísimo Padre el Papa, analizaremos el origen de las brujas, y cómo es que en años recientes sus obras se han multiplicado tanto entre nosotros. Y debe tenerse en cuenta que para que así ocurra, tienen que coincidir tres cosas: el demonio, la bruja y el permiso de Dios, quien tolera, que tales cosas existan. Pues San Agustín dice que la abominación de la brujería surgió de la pestífera vinculación del género humano con el diablo. Por lo tanto es claro que el origen y aumento de esa herejía nacen de esa pestífera vinculación, hecho que muchos autores confirman”.
“Debemos observar en especial que esta herejía, la brujería, no sólo difiere de todas las otras en el sentido de que no sólo por un pacto tácito, sino por uno definido y expresado con exactitud, blasfema del Creador y se esfuerza al máximo por profanarlo y por dañar a Sus criaturas, pues todas las demás herejías simples no han hecho un pacto abierto con el demonio, es decir, ningún pacto tácito o expreso, aunque sus errores e incredulidades deben atribuirse en forma directa al Padre de los errores y las mentiras. Más aun, la brujería difiere de todas las demás artes perniciosas y misteriosas en el sentido de que, de todas las supersticiones, es la más repugnante, la más maligna, y la peor, por lo cual deriva su nombre de hacer el mal, y aun de blasfemar contra la fe verdadera. (Maleficae dictae, a Maleficiendo, seu a mate de fide sentiendo. )”
“Señalemos, además, en especial, que en la, práctica de este abominable mal hacen falta en particular cuatro puntos. Primero, renunciar de la manera más profana a la fe católica, o por lo menos negar ciertos dogmas de la fe; segundo, dedicarse en cuerpo y alma a todos los males; tercero, ofrecer a Satán niños no bautizados; cuarto, dedicarse a todo tipo de lujuria carnal con íncubos y súcubos, y a todo tipo de asquerosos deleites.
Ojalá pudiéramos suponer que nada de esto es cierto, y todo puramente
imaginario, y que nuestra Santa Madre, la Iglesia, estuviera libre de la lepra de tal abominación. Ay, el juicio de la Sede Apostólica, única Señora y Maestra de toda la verdad, ese juicio, digo, expresado en la Bula de nuestro Santo Padre el Papa, nos asegura y nos infunde la conciencia de que estos delitos y males florecen entre nosotros, y no nos atrevemos a abstenernos de nuestra investigación de ellos, no sea que pongamos en peligro nuestra propia salvación. Y por lo tanto debemos examinar en detalle el origen y aumento de esas abominaciones; ha sido fruto de muchos trabajos, por cierto, pero confiamos en que cada uno de los detalles será sopesado con la mayor exactitud y cuidado por quienes lean este libro, pues aquí no se encontrará nada contrario a la razón, nada que difiera de las palabras de las Escrituras y de la tradición de los Padres. Ahora bien, existen, por cierto, dos circunstancias muy comunes en la actualidad, a saber, la vinculación de las brujas con familiares, íncubos y súcubos, y el horrible sacrificio de niños pequeños. Por lo tanto trataremos en especial estos asuntos, de modo que en primer lugar analizaremos a esos mismos demonios, en segundo a las brujas y sus actos, y en tercer término investigaremos por qué se tolera que existan esas cosas.
Pues bien, esos demonios actúan debido a su influencia sobre la mente del
hombre, y prefieren copular bajo la influencia de ciertos astros antes que bajo la de otros, pues parecería que en ciertas ocasiones su semen engendra y procrea niños con más facilidad. Por consiguiente, debemos estudiar por qué los demonios actúan en la conjunción de determinados astros, y cuáles son esos momentos.
En otro pasaje leemos el mismo tipo de argumentación, que de apariencia parece estar basado en pilares firmes de la fe y de la teología, pero que no resisten al análisis crítico mínimo de los competentes lógicos y teólogos medievales:
“Porque la autoridad de las Sagradas Escrituras dice que los demonios tienen poder sobre los cuerpos y las mentes de los hombres, sólo cuando Dios les permite ejercer ese poder, tal como se desprende con claridad de varios pasajes de las Escrituras. Por lo tanto, yerran quienes dicen que la brujería no existe, sino que es algo puramente imaginario, aunque no creen que los diablos existan, salvo en la imaginación de la gente ignorante y vulgar, y los accidentes naturales que le ocurren al hombre los atribuye él por error a un supuesto demonio. Pues la imaginación de algunos hombres es tan vívida, que les hace creer que ven figuras y apariciones reales, que no son otra cosa que el reflejo de sus pensamientos, y entonces éstos son tomados por apariciones de espíritus malignos, y aun por espectros de brujas. Pero esto es contrario a la verdadera fe, que nos enseña que ciertos ángeles cayeron del cielo y ahora son demonios, y debemos reconocer que por naturaleza son capaces de hacer cosas que nosotros no podemos. Y quienes tratan de inducir a otros a realizar tales maravillas de malvada índole son llamados brujos o brujas. Y como la infidelidad en una persona bautizada se denomina técnicamente herejía, esas personas son lisa, y llanamente herejes”
Me pregunto, si los eruditos de la época ya levantaban fuertes críticas sobre el Malleus, ¿Cómo es posible que se editara muchas veces y perviviera cuatrocientos años ejerciendo su maligna influencia?
Una respuesta está en que para el Malleus todo lo que real o aparentemente se aparta de la doctrina es signo de herejía, y ya sabemos lo que le pasó a los herejes, incluyendo a sacerdotes como Bruno o científicos como Servet. Leamos el libro:
“Porque a cualquiera que yerre gravemente en la exposición de las Sagradas Escrituras se lo considera con toda razón un hereje. Y quien piense en forma diferente en lo tocante a estos asuntos que conciernen a la fe que sostiene la Santa Iglesia Romana, es un hereje. Esa es la Fe que negar la existencia de los brujos es contrario al sentido evidente del Canon, lo demuestra la ley eclesiástica”.
Bajo la amenaza de ser considerado hereje, no había nada a que oponerse. Los teólogos de la hechicería se habían refugiado en un laberinto de falacias, citas bíblicas y eruditas que duraría por los citados cuatrocientos años. El Malleus era una fortaleza imposible de atacar y así lo entendieron los jueces, quienes nunca se opusieron a los fallos que condenaban a las hechiceras y herejes a las llamas.
Los autores tratan también de hacer una genealogía de la hechicería, como podemos observar en esta cita digna de leerse para adentrarse en la didáctica del texto:
“Explico todo esto en detalle para que el lector pueda entender que estas males artes no estallaron de repente en el mundo, sino que más bien se desarrollaron con el tiempo, y por lo tanto es pertinente señalar que no había brujos en los días de Job. Pues a medida que pasaban los años, como dice San Gregorio en su Moralia, crecía el conocimiento de los santos, y por lo tanto también aumentaban las negras artes del demonio. El profeta Isaías dice: "La tierra está henchida del conocimiento del Señor" (xi, 6). Y así en ese ocaso y anochecer del mundo, en que florece el pecado por todos lados y en todas partes, en que la caridad se enfría, sobreabundan las obras de los brujos y sus iniquidades.
Y como Zoroastro se entregó por entero a las artes mágicas, sólo el demonio lo empujó a estudiar y observar los astros. Desde muy temprano hicieron los hechiceros y las brujas pactos con el diablo, y entraron en connivencia con él para causar daño a los seres humanos. Ello lo demuestra el séptimo capítulo del Éxodo, donde, por el poder del demonio, los magos del Faraón obran cosas extraordinarias, a imitación de las plagas que Moisés lanzó sobre Egipto por el poder de los ángeles buenos.
…”Con respecto a la época en que apareció esa maligna superstición, la brujería, debemos distinguir primero a los adoradores del demonio de quienes eran simples idólatras. Y Vincent de Beauvais, en su Speculum Historiale, cita a muchas autoridades eruditas y dice que quien primero practicó las artes de la magia y la astrología fue Zoroastro, de quien se dice que fue Cam, el hijo de Noé. Y según San Agustín, en su libro La ciudad de Dios, Cam lanzó grandes carcajadas cuando nació, con lo cual demostró que era un servidor del demonio, y aunque era un rey grande y poderoso, fue vencido por Nino, hijo de Belo, quien construyó a Nínive, cuyo reinado fue el comienzo del reino de Asiria, en la época de Abraham”.
Hasta aquí el analisis de esa obra infame que es el Malleus Maleficarum y nos queda más que alegrarnos que esos tiempos de intolerancia, de fanatismo e ignorancia han pasado en cuanto a las supersticiones sobre brujas y hechicerías. Pero estamos ciertos que esos defectos de la especie humana no han desaparecido y por ello hay que estar alertas para prevenir el resurgimiento de cualquier intolerancia que afecta la vida y la mente de las personas. Y esa es una de las obligaciones de la educación moderna
REFERENCIAS
KRÄMER , HEINRICH (Institoris), y SPRENGER , JACOBUS, Malleus Maleficarum [1487], Hildesheim, Georolms Verlag, 1992.
SPRENGER , Jakob, und INSTITORIS (KRAMER) , Heinrich, Der Hexenhammer. Malleus Maleficarum , trad. del latín por J. W. R. Schmidt,Munich, Deutscher Taschenbuch Verlag, 1986.
_Malleus maleficarum. (2012). Encyclopædia Britannica. Encyclopædia Britannica Ultimate Reference Suite. Chicago: Encyclopædia Britannica.
_____Malleus Maleficarum (El martillo de los brujos) , trad. Floreal Mazia, Buenos Aires, Ediciones Orión, 1975;
______El martillo de las brujas. Para golpear a las brujas y sus herejías con Poderosa maza , 2.ª ed., trad. Miguel Jiménez Monteserín, Madrid, Felmar, 1976;
______El martillo de las brujas. Para golpear a las brujas y sus herejías con poderosa maza. Malleus Maleficarum , trad. Miguel Jiménez Monteserín, Valladolid, Maxtor, 2004;
Zilboorg, Greegory y Henry, George (1949): Historia de la Psicología Médica. Hachette, Buenos Aires
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