MAN
TVA
2021
3
Título: Revista MANTVA Nº 3. Año 2021.
Dirección: Rebeca Lenguazco González
Coordinador Editorial: Iván Jaramillo Fernández
Secretaría: Catalina Galán Saulnier
Consejo de Redacción: Olga Sánchez Girón; David Antonio Parra Martín; Susana Rodrigues Cosme; Paulo Soares
Felix
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Edición:
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© 2021 de los textos: sus autores
© 2021 de la documentación gráfica: sus autores
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previo y por escrito de los titulares del copyright. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de
delito contra la propiedad intelectual.
SUMARIO
3-17
OBJETOS FABRICADOS DE
CALCOLÍTICO EN ESPAÑA
Linda Boutoille
HUEVOS
DE
AVESTRUZ
DURANTE
EL
18-43
ESTUDIO ARQUEOMÉTRICO DE LA CERÁMICA CELTIBÉRICA DE LA
COMARCA DE MOLINA DE ARAGÓN (GUADALAJARA)
Álvaro Sánchez Climent
44-70
LECTURA ESTRATIGRAFICA DE LA ARQUITECTURA. METODOLOGÍA Y
REFLEXIONES DE CRITERIO
Fernando Cobos Guerra
71-91
SUBSÍDIOS PARA O ESTUDO DA AZULEJARIA MEDIEVAL EM PORTUGAL. OS
EXEMPLARES DAS ESCAVAÇÕES ARQUEOLÓGICAS DA RUA DO ARSENAL,
LISBOA
Vítor Rafael Cordeiro de Sousa y António Valongo
OBJETOS FABRICADOS DE HUEVOS DE AVESTRUZ
DURANTE EL CALCOLÍTICO EN ESPAÑA
OBJECTS MADE FROM OSTRICH EGGSHELLS DURING THE CALCOLITHIC IN SPAIN
Linda BOUTOILLE1
Resumen
Numerosas representaciones de avestruces están presentes en el arte rupestre de toda la vertiente mediterránea de África. Dan testimonio de la importancia económica y simbólica de este animal durante la
prehistoria y también de su declive en tiempos más recientes. Ya en 1910 Luis Siret relató la presencia
de objetos hechos a partir de cáscaras de huevos de avestruz en las tumbas más ricas de la necrópolis de
Los Millares, pero incluso hoy en día, debido a las dificultades de su identificación, los objetos hechos
a partir de cáscaras de huevo de avestruz siguen siendo extremadamente raros en España. Se encuentran
sobre todo en forma de cuentas, pero también como cáscaras completas y como fragmentos de huevos
que podrían usarse como recipientes, pero también como materia prima para la fabricación de cuentas.
Si las modalidades de su intercambio y de su circulación tanto como la cronología del fenómeno en gran
parte siguen desconocidas, los objetos hechos a partir de cáscaras de huevos de avestruz no obstante
atestiguan, al igual que el ámbar y el marfil, la importancia de materias primas de prestigio y de su
importación en la constitución y representación de las élites calcolíticas.
Palabras clave: cuenta, cáscara, avestruz, España, África, Mediterráneo, Calcolítico
Abstract
Numerous rock-art images of ostriches are found throughout the hinterland of Africa’s Mediterranean
coastline. They bear witness of the economic and symbolic significance of this animal during prehistory
and of its decline in more recent times. Already in 1910 Louis Siret reported the presence of objects
manufactured from ostrich eggshells in the richest tombs of the Los Millares necropolis, but even today,
due to the difficulty of their identification, objects made from ostrich eggshells remain extremely rare
in Spain. They are mostly found in the form of beads but also as complete shells and as egg-shell fragments which could be used as containers but also as raw material for making beads. Even though the
modalities of their exchange and circulation as well as the chronology of this phenomenon are still
largely unknown, objects made of ostrich eggshells nonetheless bear witness, in the same way as amber
and ivory, to the importance of prestigious raw materials and their import in the constitution and in the
representation of Chalcolithic élites.
Keywords: bead, eggshell, ostrich, Spain, Africa, Mediterranean, Copper Age
1
School of Natural and Built Environment
Queen's University Belfast
Belfast, BT7 1NN
Reino Unido
Email:
[email protected]
ORCID: 0000-0002-7131-8505
Recibido: 12-03-2021; aceptado: 15-05-2021
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El avestruz es la mayor ave que existe en la actualidad. Habiéndose vuelto poco común en muchas partes del continente africano, su papel en las sociedades africanas hoy en día resulta mínimo, pero
en el pasado ha sido un elemento importante en la vida económica y en el repertorio simbólico de las
poblaciones de África mediterránea. Durante la prehistoria solo una cantidad muy limitada de objetos
fabricados sobre cáscaras de huevos de avestruz llegó a España. A menudo presentes en contextos funerarios relacionados con la élite social, dan testimonio del alto valor de este material exótico, pero
también de un complejo sistema de intercambio que existió entre la África mediterránea y la España
prehistórica. En este artículo nos preguntaremos sobre el papel de los objetos fabricados sobre cáscaras
de huevos de avestruz así sobre las modalidades de sus intercambios.
1. El avestruz en el norte de África y Egipto: una breve sinopsis
El avestruz es la mayor ave viviente en la actualidad. No tiene capacidad de volar; sin embargo,
se trata de un corredor sobresaliente, lo que le ha convertido en una presa ideal para la caza en ojeo.
Solo quedando existente en África, en muchas regiones del continente el avestruz está en peligro de
extinción (Ash y Atkins, 2009: 81) y pocas poblaciones humanas africanas hoy en día tienen la oportunidad de observar a este magnífico animal en la naturaleza (Camps Fabrer, 1963, 1995). Durante la
prehistoria, la situación era diferente y el avestruz estaba ampliamente presente (Camps Fabrer, 1963,
1990).
El arte rupestre de Egipto, pero también de Libia, Argelia y Marruecos demuestra escenas naturalistas, pero también escenas de caza (Camps, 1988; Camps Fabrer, 1963: 17-18, 1990, 1995; Darby et
al., 1977: 315; Huard y Allard, 1977a, 1977b; Le Quellec, 1987, 1989; Manlius, 2001: 947; Muir y
Friedman, 2011: 582) (Fig. 1). Estas escenas atestiguan la presencia del avestruz en toda la costa mediterránea del continente
africano, pero también el
importante lugar que este
animal ocupó dentro de
las creencias de las sociedades prehistóricas del
norte de África (Camps
Fabrer,
1963,
1990,
1995; Muir y Friedman,
2011). El avestruz es, por
tanto, el primer animal en
ser representado en el
arte egipcio (Houlihan,
Fig. 1. Representación de una caza de avestruces. Gravura rupestre neolítica de
Thyout, Ain Sefra, Argelia (según Camps Fabrer, 1990: 10).
1986: 1-5; Muir y Friedman, 2011: 582). Menos frecuentes que las representaciones artísticas son sus
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restos óseos en el registro arqueológico, pero también existen y atestiguan el consumo de carne de avestruz
por parte de determinadas poblaciones, aunque probablemente no en
grandes cantidades ni de forma regular (Camps Fabrer, 1963: 17; Merzoug, 2011; Muir y Friedman, 2011:
583). El cuero de avestruz se usaba
para hacer cuerdas e incluso escudos
Fig. 2. Representación de un avestruz vivo, plumas y huevos ofrecidos como homenaje. Tumba tebana no identificada, Reino Nuevo
(según Gardner Wilkinson, 1878: fig. 96).
(Camps Fabrer, 1963: 80-81, 1990: 9).
El avestruz también sirvió
como fuente importante de productos
secundarios. Sus huevos se comían, pero las cáscaras de huevo también se utilizaban para hacer recipientes y adornos. Las cuentas, las vasijas descubiertas en contextos funerarios, así como las representaciones egipcias (Fig. 2) que demuestran huevos de avestruz ofrecidos como tributo al faraón son testigos significativos para ilustrar la importancia del huevo de avestruz y del animal en el seno de estas
poblaciones (Camps Fabrer, 1963; Darby et al., 1977: 317; Muir y Friedman, 2011: 587). También dan
testimonio de la importancia simbólica del huevo, probablemente percibido como un símbolo del renacimiento, pero también como símbolo solar (Muir y Friedman, 2011: 588-589; Bailleul-Lesuer, 2013:
29; Kozloff, 2013). Finalmente, sus plumas eran adornos muy apreciados por muchas poblaciones de
Egipto y del resto del norte de África (Fig. 3), y existen muchas representaciones de personajes e incluso
dioses egipcios con plumas de avestruz en la cabeza (Camps Fabrer, 1963: 81-82; Teeter, 2010). Las
plumas de avestruz evidentemente se
percibían como marcadores sociales
(Shonkwiler, 2013; Panaite, 2015) pero
también, en el arte egipcio, como símbolo de ciertos dioses, por ejemplo,
Maat, del alma del difunto, como queda
demostrado en el libro de los muertos,
y como símbolo de protección (Teeter,
2010; Shonkwiler, 2013: 53-54). Todas
estas evidencias demuestran la importancia del avestruz, en primer lugar,
como símbolo religioso, pero también
como símbolo económico para las po-
Fig. 3. Representación de jefes libios con dos plumas de avestruz
en el pelo y que dan fe de su rango. Tumba de Seti 1st, Tebas,
Reino Nuevo (según Bates, 1914).
blaciones de Egipto y del resto del norte de África.
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Entre los distintos productos de avestruz, los huevos parecen ser el único que llegaba a España
durante la prehistoria. La presencia de plumas en el ámbito peninsular evidentemente es una posibilidad,
pero por el momento no existe ningún indicio que plumas o especímenes vivos de avestruz llegaron a
España durante la prehistoria. Debido a su rareza y a la dificultad de su identificación, los objetos fabricados a partir de huevos de avestruz han recibido menos atención por parte de la investigación que otras
materias exógenas; sin embargo, tales objetos están presentes en toda una serie de contextos y atestiguan
el intercambio y el comercio entre la Península Ibérica y otras partes del Mediterráneo.
2. El uso de la cáscara de huevo de avestruz en España
2. 1. Cuentas de huevo de avestruz en España: ¿producción africana o producción local?
Luis Siret en 1910 fue probablemente el primero en identificar las cuentas de cáscara de huevo
de avestruz en España. Según él, aparecen en forma de pequeños discos planos perforados, de unos
pocos milímetros de espesor. Sin mencionar específicamente los yacimientos en que se encontraron,
hace referencia a un gran número de cuentas fabricadas a partir de huevos de avestruz en yacimientos
explorados por él (Siret, 1910: 139). Varios centenares vendrían de la necrópolis de Los Millares (Santa
Fé de Mondujar, Almería) y más particularmente de la tumba 12 (Fig. 4), que forneció alrededor de 800
cuentas, pero también de la tumba 63, en que se registraron unas 12 cuentas (Leisner y Leisner, 1943:
25; Almagro y Arribas, 1963: 118; Harrison y Gilman, 1977: 102; Mederos Martín, 1993: 146-148;
Schuhmacher, 2017: 300; Maicas Ramos, 2019: 213). A. Mederos Martín señala que para la tumba 63,
el número de cuentas presentes varía según diferentes autores (Mederos Martín, 1993: 146). Por ejemplo, Almagro y Arribas (1963: 118) solo mencionan cinco cuentas, mientras que Harrison y Gilman
(1977: 102) se refieren a 12 cuentas. Las publicaciones más recientes utilizan el número mencionado
por V. y G. Leisner. Su presencia en estas tumbas, ocupando la cúspide de la jerarquía social, parece
indicar que las cuentas en cáscara de huevo de avestruz se percibieron como objetos extremadamente
valiosos, probablemente reservados para la exhibición del estatus social de las élites de Los Millares y
de otras sociedades peninsulares durante el cuarto y el tercer milenio a. C., igual a los objetos de marfil,
de cristal de roca y de ámbar (Murillo-Barroso y Montero-Ruiz, 2012, 2017; Schuhmacher, 2017: 295).
Estos objetos hechos a partir de materias primas exóticas incluso parecen, para las sociedades del cuarto
milenio, ser más valiosos que los objetos de cobre que rara vez están presentes en los contextos funerarios de este período y que se limitan a unas pocas herramientas (Murillo-Barroso y Montero-Ruiz, 2012:
55, 2017).
Otras cuentas fabricadas de cáscaras de huevo de avestruz parecen haber existido en las tumbas
1 y 3 de la necrópolis de La Encantada (Cuevas de Almanzora, Almería) (Siret, 1910: 323; Molina
González y Cámara Serrano, 2009: 53; Costa Caramé et al., 2011: 265), pero solo están atestiguados
por algunas breves menciones. En consecuencia, las cuentas y –de una manera más general– todos los
objetos fabricados a partir de cáscaras de huevo de avestruz por el momento resultan muy poco frecuentes en el Calcolítico peninsular, y se concentran en el sur de España.
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Fig. 4. Mobiliario funerario completo de la tumba 12 de Los Millares. De las 800 cuentas de cáscara de
huevo de avestruz, solo se ilustraron dos en la publicación de los Leisner (1). En total, el mobiliario
funerario de esta tumba incluye varios miles de cuentas (2), hechas de piedra caliza, concha marina,
esteatita, pero también de marfil y amatista, al igual de otros objetos de marfil (4, 5, 6), hueso (7, 8),
metal (9), conchas marinas (10), sílex (11) y barro (12, 13) (según Leisner y Leisner, 1943: lám. 11).
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L. Siret consideró que estas cuentas circulaban en forma de productos acabados y que, por lo
tanto, correspondían a importaciones llegadas probablemente del norte de África (Siret, 1910: 139).
Señala la semejanza con las producciones africanas, pero para él estas últimas eran de inferior calidad,
y supone que el origen de las cuentas probablemente habría que buscarlo en Egipto. Por lo tanto, para
Siret, las cuentas habrían circulado en forma de productos acabados, y quizás en varias calidades distintas.
La circulación de las cuentas en forma de productos acabados constituye el primero de dos modelos de circulación posibles. En España, parece que se buscaban cuentas muy regulares de muy buen
acabado. A juzgar por los resultados de un estudio de las cadenas operativas entre las poblaciones indígenas contemporáneas sudafricanas (Wingfield, 2003), se trata de las cuentas que requieren una mayor
inversión de trabajo y que, por lo tanto, tienen el mayor valor. En este caso significaría que las cuentas
más valiosas circulaban a mayores distancias. El segundo modelo de circulación supone que estas cuentas circulaban como productos semiacabados, y que el acabado quedaba la responsabilidad del destinatario.
La calidad de ejecución de un objeto también puede variar en función de las cadenas operativas
involucradas en su producción. En Sudáfrica, las diferentes cadenas operativas implementadas para fabricar estas cuentas constituyen un reflejo de los diferentes grupos que las producen (Wingfield, 2003;
Hitchcock, 2012; Kabiru, 2016: 23). Para estas poblaciones sudafricanas, las cuentas no son meros adornos, sino que tienen importantes funciones económicas, simbólicas y sociales, y las cáscaras de huevo
de avestruz también se utilizan en la medicina tradicional (Wingfield, 2003; Hitchcock, 2012; Kabiru,
2016). Las cuentas están, por tanto, en el centro de todo un complejo sistema de intercambio y reciprocidad que define las relaciones entre diferentes grupos humanos (Wiessner, 1982; Wingfield, 2003;
Hitchcock, 2012). Sin embargo, debido a la falta de estudios sobre las cuentas prehistóricas de huevo de
avestruz en ambos lados del Mediterráneo, hasta la fecha es difícil ir más allá.
2. 2. Una cáscara completa y fragmentos de huevo de avestruz: ¿una importación de materia
prima?
Investigaciones recientes en el yacimiento de Valencina-Castilleja (c. 3200-2300 cal. AC) y,
más particularmente, en el sector de PP4-Montelirio, arrojan alguna luz sobre esta cuestión. El sector de
PP4-Montelirio forma parte del yacimiento de Valencina-Castilleja, ubicado en el municipio de Valencina de la Concepción (Sevilla) y ocupando aproximadamente 450 hectáreas, uno de los yacimientos
más importantes del cuarto y tercer milenio a. C. en el mediodía español (García Sanjuán et al., 2018).
El sector PP4-Montelirio está ubicado en la parte sur del yacimiento y comprende muchas estructuras
arqueológicas, incluidas dos tumbas megalíticas, la estructura 10.042-10.049 y el tholos de Montelirio,
que cuentan entre los monumentos funerarios más grandes del yacimiento (Mora Molina et al., 2013;
García Sanjuán et al., 2018, 2019). La mayor parte de estas estructuras pertenecen al Calcolítico (Mora
Molina et al., 2013; García Sanjuán et al., 2018).
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De particular interés es la estructura 10.042-10.049 (3515-2875 cal. AC), una tumba megalítica
con corredor y cámara circular. La estratigrafía de la cámara permite distinguir entre dos niveles separados por losas de pizarra. En el nivel inferior se encontraba un individuo inhumado en posición flexionada, cubierto de cinabrio; iba acompañado de un colmillo de elefante, un objeto acabado de marfil,
cerámica, un importante conjunto lítico, incluyendo una alabarda de sílex, un pomo de ámbar, y un
punzón de cobre. En el nivel superior de la cámara se encontraron más vajilla de cerámica, un puñal de
cristal de roca, muchos instrumentos de sílex, objetos de marfil, la punta de un colmillo decorado de
elefante, 90 cuentas y una cáscara de huevo de avestruz casi completa (Fig. 5), probablemente de origen
africano (Murillo-Barroso y García Sanjuán, 2013: 513-514; Murillo-Barroso et al., 2018; García Sanjuán et al., 2018; 2019). Es posible que los objetos encontrados en el nivel superior, no obstante, de
haber estado separado del nivel inferior por una capa de losas de pizarra, también forman parte de los
bienes funerarios de la inhumación del nivel inferior (García Sanjuán et al., 2018, 2019). Desgraciadamente se conocen pocos detalles sobre
la cáscara del huevo de avestruz; podría corresponder a una reserva de materia prima, como el
colmillo de elefante del nivel inferior, pero
también a un producto acabado, como por
ejemplo un recipiente. La importancia particular del huevo de la tumba 10.049 arranca del
hecho que corresponde a un nuevo tipo de artefacto en cáscara de huevo de avestruz, por lo
demás limitado a las cuentas.
La tumba 10.049, con los restos de probablemente un hombre de unos 18 a 25 años,
acompañado de objetos tanto de origen local
como exógenos, de materias primas, pero también de productos acabados, encuentra muy pocos paralelos en el Calcolítico peninsular y correspondería al más alto nivel de la hierarquía
social (García Sanjuán et al., 2018, 2019:
1030). Para L. García Sanjuán et al. el estatus
Fig. 5. Cáscara de huevo de avestruz descubierta en la estructura 10.042-10.049 del sector PP4-Montelirio en Valencina de la Concepción (según García Sanjuán et al.,
2019: fig. 24).
social del individuo depende de –o también se expresa– por la presencia de materias primas exóticas,
como el colmillo de elefante, oro, ámbar y el huevo de avestruz (García Sanjuán et al., 2018, 2019).
Estos animales no eran conocidos en España y ningún animal endógeno podía compararse con un elefante o un avestruz. Por lo tanto, estos animales solo debían ser conocidos a través de relatos orales y
descripciones, lo que quizás alimentaba la imaginación de las poblaciones locales. Por lo tanto, quizás
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también era importante obtener no solo fragmentos, sino colmillos y huevos completos que necesariamente tenían que ser más expresivos y, por lo tanto, de más valor. La importancia del muerto, por tanto,
se expresó quizás por su capacidad de adquirir y acumular materias primas, bien para redistribuirlas,
bien para transformarlas o al menos controlar su transformación en objetos acabados.
Otros tres fragmentos de cáscara de huevo de avestruz proceden respectivamente del tholos de
Montelirio (3200-2300 cal. AC), de la estructura funeraria de la Avenida de Andalucía n° 9 y del sector
DIA en Valencina de la Concepción (Fernández Flores y Aycart Luengo, 2013: 250; Luciañez Triviño
2018: 211; García Sanjuán et al., 2019: 1026), pero sin que sepamos si se trate de materia prima, objetos
semiacabados o fragmentos de envases.
También se documentaron dos fragmentos de cáscara de huevo de avestruz en la línea 4 de la
fortificación de Los Millares, pero sin que conozcamos más detalles (Peters y Driesch, 1990: 70, 80, 89;
Mederos Martín, 1993: 147). Si queda por aclarar la función de estos fragmentos (materia prima o contenedor), en cualquier caso, corresponden a un elemento importante que atestigua la participación de los
habitantes de Los Millares en redes de intercambio suprarregionales. En cuanto al marfil (García Sanjuán et al., 2013), la presencia de fragmentos de cáscara de huevo de avestruz también podría atestiguar
la presencia de talleres en los yacimientos de Valencina de la Concepción y Los Millares. Es importante
señalar que tanto Los Millares como Valencina de la Concepción proporcionaron no solo objetos de
cáscara de huevo de avestruz, pero también otros objetos exóticos. Eso atestigua el establecimiento de
importantes redes de intercambio de larga distancia que permitieron la adquisición de materiales exógenas y su transformación (Díaz-del-Río, 2011, 2013; Murillo-Barroso y Montero-Ruiz, 2012, 2017).
Por tanto, la jerarquización de las sociedades del cuarto milenio podría basarse, en parte, en la
capacidad de un individuo o un grupo de individuos de mostrar su lugar dentro de los circuitos de intercambios a larga distancia de materiales exógenos, como marfil, ámbar, rocas raras y cáscaras de huevos
de avestruz, tanto que en el control de su procesamiento y probablemente su distribución (Díaz-del-Río,
2011, 2013; Murillo-Barroso y Montero-Ruiz, 2012, 2017). Controlar la producción de bienes fabricados a partir de materiales localmente disponibles como el cobre parece, por el contrario, no haber sido
un medio por el cual las élites demostraban su posición social (Murillo-Barroso y Montero-Ruiz, 2012,
2017).
Finalmente, es interesante notar que, hasta la fecha, no se ha identificado ninguna cuenta de
huevo de avestruz en el yacimiento de Valencina de la Concepción. De la tumba 10.049 proceden 90
cuentas, más de dos mil de la tumba 10.042, pero ninguna de ellas se ha identificado como fabricado a
partir de cáscaras de huevo de avestruz (García Sanjuán et al., 2019). A lo mejor el estudio actualmente
en curso de las cuentas que adornaban las prendas del tholos de Montelirio podrá identificar algunas.
Hasta la fecha, solo se han identificado cuentas fabricados a partir de conchas marinas y de caliza (García
Sanjuán, 2020).
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Por tanto, las evidencias del uso de cáscaras de huevo de avestruz en España quedan muy escasas. Sin embargo, varios autores (Siret, 1910: 139; Mederos Martín, 1993: 146; Maicas Ramos, 2006;
Muir y Friedman, 2011) reconocen la dificultad de identificar el material constituyente de las cuentas
fabricados a partir de cáscaras de huevo, lo que probablemente conduce a una subrepresentación de su
presencia en registro arqueológico. Ya L. Siret señaló que las cuentas de huevo de avestruz podrían
confundirse fácilmente con cuentas fabricados a partir de conchas marinas (Siret, 1910: 139) y más
recientemente R. Maicas Ramos (2006: 23), destacó la dificultad de distinguir entre las cuentas de huevo
de avestruz y las de piedra caliza que son comunes en el registro funerario. Esto es fácilmente comprensible, porque –como la piedra caliza– las cáscaras de huevo están compuestas principalmente de calcio,
al que se le agrega proteína (Nys et al., 2004). Sin ayuda de un microscopio y de analítica adecuada,
resulta casi imposible distinguir entre una cuenta en cáscara de huevo de avestruz y una cuenta en piedra
caliza y, por lo tanto, comprender la dispersión geográfica de las cuentas y sus patrones de intercambio.
Por lo tanto, es muy posible que el número de cuentas de huevo de avestruz quede muy subestimado;
por otro lado, esto parece poco probable para las cáscaras completas o sus fragmentos.
3. Sobre la circulación y el intercambio de cáscaras de huevos de avestruz
Debido a la falta de estudios concretos sobre el tema y a los problemas relacionados con la
identificación del material, por el momento desafortunadamente resulta imposible determinar con
exactitud la fecha de inicio de su importación, la duración de su uso o la forma en que circularon las
cáscaras de huevo de avestruz en España. Al igual que el marfil y otros materiales exógenos, es posible
que el uso de cáscaras de huevo de avestruz se inició en la segunda mitad del cuarto milenio, con el
inicio de la formación de las élites calcolíticas, y cesó a lo largo del tercer milenio (Harrison y Gilman,
1977; García Sanjuán et al., 2013; Schuhmacher, 2017: 292). El marfil y las cáscaras de huevo de
avestruz podrían haberse distribuido a través de las mismas redes de comunicación e intercambio.
Teniendo en cuenta la presencia de cuentas fabricadas a partir de cáscaras de huevo de avestruz en el
ámbito peninsular, así como a la importancia del avestruz en la costa mediterránea africana, resulta muy
concebible pensar que el huevo de avestruz se consideraba como un bien de prestigio por excelencia,
probablemente reservado para un número muy reducido de personas, perteneciendo a los niveles más
altos de la jerarquía social.
Durante el Calcolítico en España, los objetos fabricados a partir de cáscaras de huevo de avestruz
están presentes en tres formas distintas:
- cuentas que corresponden a productos acabados (adorno, medio de pago, etc.)
- huevos más o menos completos que podrían corresponder a productos acabados (envases) pero
también a reservas de materia prima;
- fragmentos que pueden corresponder a fragmentos de productos acabados, reservas de materias
primas, pero también a desechos o residuos vinculados a la fabricación de productos acabados.
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Todas estas tres formas pudieron haber llegado hasta España desde su área de origen, sea este
el norte de África o el Mediterráneo oriental.
Si suponemos que el huevo de la tumba 10.049 y los otros dos fragmentos procedentes de Valencina de la Concepción corresponden a una reserva de materia prima, eso indicaría una importación
de cáscaras de huevo de avestruz completas y no de cuentas. En consecuencia, estas últimas corresponderían a producciones locales y los huevos de avestruz circularían en forma de materia prima. Por tanto,
se podría preservar el simbolismo y el papel social del huevo. También encontramos el mismo fenómeno
para el marfil que parece circular en forma de materia prima (Schuhmacher, 2017), así como para los
objetos de cristal de roca (Morgado et al., 2016). Paradójicamente eso no es el caso para las cuentas de
ámbar, que parecen haber circulado en forma de productos acabados (Murillo-Barroso et al., 2018),
aunque esto podría cuestionarse en el futuro, como actualmente se está planteando en Francia (LeroyLangelin et al., 2019: 159). Conocemos tanto los restos de un probable taller relacionado con el trabajo
del marfil (García Sanjuán et al., 2013; Nocete et al., 2013; Schuhmacher et al., 2013) como los restos
de la fabricación de objetos de cristal de roca (Morgado et al., 2016), incluidos los desechos de la talla,
pero no tenemos rastro de la fabricación de objetos de ámbar en la Península Ibérica (Murillo-Barroso
et al., 2018). Sin embargo, M. Luciañez Triviño (2018) cuestiona la presencia de un taller de fabricación
de objetos de marfil en Valencina de la Concepción. Para ella, el taller tendría que buscarse en otra parte
y la fabricación de estos objetos excepcionales se realizaría en algún otro lugar. El intercambio de materiales preciosos podría ser más complejo y requerir más pasos de lo que se suele suponer.
Así que, hasta la fecha, no se ha atestiguado ningún taller de producción de cuentas de cáscara
de huevo de avestruz en el ámbito peninsular, y no hay nada que indique que las cáscaras de huevo de
avestruz se hayan transformado en productos acabados en España, aunque eso sea lo más probable.
Si, por el contrario, suponemos que el huevo entero y los fragmentos procedentes de Valencina
de la Concepción corresponden a productos acabados (envases) y no a materia prima, como podría sugerir la realización de vasos de piedra que imitan la forma del huevo de avestruz en el mediodía peninsular (Mederos Martín, 1993: 147-148), sería necesario contar con la importación de productos acabados, probablemente en función de bienes de prestigio, de otras partes del Mediterráneo. Por lo tanto,
este sistema implicaría el intercambio de productos acabados o de productos semiacabados que requerirían poco procesamiento y/o inversión de trabajo por su acabado (por ejemplo, el pulido final de las
cuentas). Las cuentas, por tanto, podrían corresponder a producciones exógenas, pero también a producciones locales a partir de una reutilización de envases rotos. Este sistema de intercambio, probablemente
siguiendo las mismas rutas que el del marfil, se distinguiría sin embargo por la naturaleza de los objetos
intercambiados (productos acabados a diferencia de materia prima). Sin embargo, dada la rareza de los
restos de cáscaras sin procesar, su intercambio parece haber practicado a una escala muy reducida.
Un tercer escenario podría ser el intercambio de productos acabados junto con el de materias
primas. Pero nuevamente, la falta de restos de taller constituye un problema. Debido a la falta de
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investigación sobre el tema, hasta la fecha no es posible determinar en qué forma circularon las cáscaras
de los huevos de avestruz. Sin duda, nuevas investigaciones permitirían determinar en qué formas circulaban los huevos.
4. Conclusión
Por lo tanto, el cuarto milenio vio el surgimiento evidente de vastas redes de intercambio
de materias primas (marfil, rocas raras) pero también de productos terminados (ámbar). Estas materias primas exógenas y las redes de intercambio ilustradas por ellas pueden haber jugado un papel
crucial en la constitución del poder de las élites calcolíticas. El poder de estas élites parece haber
estado basado en la capacidad de un individuo o grupo de individuos de ocupar un lugar dentro de
estas redes de intercambio de productos exógenos y posiblemente en el control sobre su transformación en productos acabados. De hecho, la disponibilidad de estos prestigiosos productos parece
muy restringida a un pequeño círculo de personas.
Con la llegada de la Edad del Bronce y de la cultura de El Argar los productos elaborados a
partir de cáscaras de huevos de avestruz ya no parecen estar presentes en las sepulturas. Se puede
observar algo similar para el marfil, que en comparación con la rica producción del tercer milenio
se está volviendo escaso, quedándose en las sepulturas de la Edad del Bronce tan solo unos contados
botones de perforación en V. Este cambio en la elección de elementos del mobiliario funerario
atestigua, pues, la pérdida de valor de los huevos de avestruz y de los demás materiales exógenos
como bienes de prestigio e indica, por tanto, un cambio ideológico en lo que atañe el reconocimiento
del estatus social de las élites. Estos productos exógenos están perdiendo su papel de bienes de
prestigio y su control y acumulación ya no parece ser necesaria para la represe ntación del estatus
de las élites, que ahora se basa más bien en el uso del metal. El poder de las élites ahora parece
basarse en su capacidad de controlar redes de intercambio locales y la producción y distribución de
productos metálicos. Es solo con la llegada de los fenicios a la Península Ibérica que encontramos
de nuevo el huevo de avestruz en España, pero esta vez en forma de recipientes funerarios.
En conclusión, y hasta el día de hoy, los objetos de huevos de avestruz se encuentran principalmente en contextos funerarios calcolíticos en el sur de España, pero también muy a finales de
la Edad del Bronce y en la primera Edad del Hierro en contextos fenicios. Sin embargo, debido a la
falta de investigación y a las dificultades de su identificación, por el momento no resulta posible
determinar si durante el Calcolítico las cáscaras de huevo de avestruz circulaban como productos
acabados o como materia prima. También es posible que estuvieran más abundantes de lo que sugieren los objetos identificados en la actualidad.
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AGRADECIMENTOS
Agradezco a Dirk Brandherm, así como a los dos revisores de la revista, sus útiles comentarios que sin duda han ayudado a mejorar este artículo.
BIBLIOGRAFÍA
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ESTUDIO ARQUEOMÉTRICO DE LA CERÁMICA
CELTIBÉRICA DE LA COMARCA DE MOLINA DE
ARAGÓN (GUADALAJARA)
ARCHAEOMETRIC STUDY OF CELTIBERIC CERAMICS FROM THE REGION OF MOLINA DE ARAGÓN (GUADALAJARA)
Álvaro SÁNCHEZ CLIMENT1
Resumen
Las posibilidades que hoy en día ofrecen las técnicas arqueométricas son considerables, pues permiten
obtener información más allá de estudios tipológicos tradicionales en el caso de los recipientes cerámicos, además de respuestas en torno a cuestiones tecnológicas y de fabricación. El trabajo que presentamos a continuación entraría dentro de esa línea de estudio, es decir, analizar estructuralmente las cerámicas para, de este modo, obtener datos analíticos que nos permitan una mejor comprensión de las
sociedades protohistóricas en torno a su cultura material y sus redes de distribución en torno a esta. Para
ello, hemos aplicado varias técnicas mineralógicas y químicas a cerámicas de varios yacimientos celtibéricos y arcillas de la actual Comarca de Molina de Aragón con el objetivo de conocer el origen geológico de las producciones cerámicas.
Palabras clave: Arqueometría, cerámica, Celtiberia, análisis de procedencia, difracción de rayos X,
fluorescencia de rayos X, petrografía por lámina delgada
Abstract
The possibilities that archaeometric techniques offer today are considerable, since they allow obtaining
information beyond traditional typological studies, in the case of ceramic containers, and answers regarding technological and manufacturing questions. The work that we present would fall within this line
of study, that is, structurally analyse the ceramics in order to obtain analytical data that allow us to a
better understanding of protohistoric societies around their material culture and their networks of distribution around this. We have applied several mineralogical and chemical techniques to ceramics from
several Celtiberian archaeological and clay sites of the current Region of Molina de Aragón with the
aim of knowing the geological origin of ceramic productions.
Keywords: Archaeometry, Ceramic, Celtiberia, Provenance Analysis, X-Ray Drifraction, X-Ray Fluorescence, Thin Layer Petrography
1
Sociedad Española de Arqueología Virtual (SEAV)
C/Gravina, 17, 41001, Sevilla (Spain)
[email protected]
ORCID: orcid.org/0000-0002-2665-952X
Recibido: 28-06-2021; aceptado: 26-07-2021
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Álvaro
Sánchez
Climent
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1. Introducción
Los últimos años, los estudios arqueométricos se han beneficiado del desarrollo y aplicación de
técnicas de análisis fisicoquímicos (estructurales y microestructurales) que exceden a las capacidades
tipológicas de los propios artefactos. A pesar de que estas técnicas han tenido gran repercusión desde la
segunda mitad del siglo XX en otros países europeos, no será hasta mediados de los años noventa cuando
adquieren importancia en nuestro país, sobre todo a raíz de la organización del primer Congreso Ibérico
de Arqueometría (Capel, 1999). A partir de entonces, numerosos investigadores en este campo de estudio realizaron interesantes aportaciones en diversos proyectos, llevando a cabo análisis arqueométricos
a una gran pluralidad de artefactos arqueológicos, especialmente a la cerámica (Montero et al. 2007,
Cordero et al. 2006, García Heras, 2003; 2005 y 2020; López de Heredia y García Heras. 2015; Peña et
al. 2019, etc.).
En el caso de la Celtiberia, uno de los pioneros en este campo del saber fue el propio García
Heras, llevando a cabo estudios estructurales aplicados a la cerámica de los yacimientos de Numancia
(García Heras, 1999a, 1999b y 2003), así como también a Segontia Lanka (2003), Castilterreño de Izana
(1994 y 2003) y el Palomar de Aragoncillo (González et al. 1999). Tras estos primeros estudios arqueométricos, no son muchos los realizados a este ámbito geográfico en los últimos años, al menos en lo que
respecta a la caracterización cerámica, pudiendo destacar los realizados a las cerámicas de alfares (Igea
et al. 2008 y Saiz et al. 2009), los estudios aplicados a las trompetas numantinas (Jiménez et al. 2018)
y los publicados por nosotros en la zona meseteña (Sánchez Climent et al. 2018) y que fueron objeto de
nuestra Tesis Doctoral (Sánchez Climent, 2015) junto con el estudio tipológico de la cerámica celtibérica
de este ámbito.
El objetivo de estos estudios es conocer el posible origen de las cerámicas de varios yacimientos
celtibéricos de la zona meseteña comparando las muestras cerámicas entre ellas y con arcillas recogidas
del entorno de los yacimientos y del alfar de La Rodriga. Para la realización de los análisis hemos contado con una serie de técnicas que son frecuentes en este tipo de estudios como la difracción de rayos X
(DRX) y la petrografía por lámina delgada (PTLD) para la caracterización mineralógica y la fluorescencia de rayos X (FRX) para el análisis químico.
2. Yacimientos estudiados
En total hemos aplicado estos análisis a siete yacimientos arqueológicos dentro de los límites
de la actual Comarca de Molina de Aragón (Fig.1A). La selección de estos yacimientos no ha sido
arbitraria, pues queríamos completar los estudios tipológicos de cerámica realizados por nosotros (Sánchez Climent, 2015) con estudios estructurales aplicados a cerámicas de yacimientos que contaran con
buenos contextos cronológicos. Hay que añadir que algunos de estos yacimientos son los mejores ejemplos de sitios arqueológicos celtibéricos de la zona meseteña por los buenos datos que han arrojado,
además de por su rigurosa metodología de excavación.
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Fig. 1. A: Localización de los yacimientos estudiados (Fuente: elaboración propia). B: Viviendas de El Ceremeño
(fuente: Wikipedia). C: Muralla ciclópea de Los Rodiles (fuente: Celtiberia histórica).
Los primeros análisis corresponden a lo que las investigadoras de este territorio han denominado
como la Zona Arqueológica de El Ceremeño y que incluiría los yacimientos de El Ceremeño (Cerdeño
y Juez, 2002) y su necrópolis (Cerdeño y Sagardoy, 2007), localizados en el término de Herrería, fechados ambos, siguiendo la periodización propuesta por Cerdeño y Juez (2002: 24) y que reflejamos también en este estudio, en el Celtibérico Antiguo, siglos VII/VI al V a.C., (Ceremeño I y Herrería III) y
Pleno, siglos V al IV a.C., (Ceremeño II y Herrería IV), así como el castro de El Torrejón (Cerdeño,
Sagardoy y Juez, 2001), ubicado en el término municipal de Rillo de Gallo, datado entre los siglos V y
III a.C. Entre los restos arquitectónicos conservados se encuentra también un torreón de época medieval.
Hay que remarcar que la datación de este último yacimiento, a diferencia de los dos primeros, fechados
ambos por datación radiocarbónica se ha realizado a partir de los materiales cerámicos.
El Ceremeño es uno de los mejores ejemplos de castro celtibérico que podemos encontrar, no
solamente en la comarca, sino también en la Celtiberia en general, siendo recogido como paradigma de
castro celtibérico en las renovadas salas del Museo Arqueológico Nacional (MAN). El patrón de ocupación del yacimiento sigue el modelo de otros castros celtibéricos de calle central con fase de incendio
y abandono a finales del Celtibérico Antiguo, lo que Burillo denominó en su día como la “crisis del
ibérico antiguo” (Burillo, 1989-1990), y posterior reocupación y remodelación interna del asentamiento
(Fig. 1B). Desde el punto de vista de los materiales cerámicos, aspecto que nos interesa, sigue también
el mismo patrón que otros castros sincrónicos, documentándose grandes cantidades de cerámica a mano
conviviendo con escasos ejemplos de cerámica a torno, considerada esta última como importada del
mundo ibérico levantino según sus autoras (Cerdeño y Juez, 2002: 112). Posteriormente, en Ceremeño
II la cerámica a torno aumentaría considerablemente en proporción, muy posiblemente como consecuencia de una estandarización de las formas cerámicas, no solamente en tipología, sino también en
producción.
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Por su parte, la necrópolis de Herrería, muy próxima al castro de El Ceremeño, es otro de los
mejores ejemplos de necrópolis localizadas en la Celtiberia (Fig. 2A). En total se han documentado hasta
155 tumbas en la fase III con un patrón de enterramiento de urnas depositadas en hoyo simple (revocado
con arcilla) y bajo estructuras tumulares. Los restos cremados se depositarían en urnas cerámicas confeccionadas a mano o directamente en el hoyo envueltos con materiales perecederos (telas o similares).
Según los estudios arqueológicos realizados no se documentó ningún tipo de organización espacial,
ocupaban el espacio según iban necesitándolo. Por su parte en la fase IV de ocupación se ha documentado una zona de ofrendas y varios fragmentos de cerámica a torno.
En el caso de El Torrejón, poco podemos añadir, pues solamente se han realizado algunos estudios de prospección y sondeos. No se han llevado a cabo, por lo tanto, excavaciones sistemáticas que
permitiesen conocer el número de viviendas o las formas cerámicas documentadas. Se han localizado
algunas estructuras que afloraban en la superficie siguiendo, posiblemente, el modelo de viviendas adosadas con muros medianiles tan característico de los poblados celtibéricos, así como una muralla defensiva perimetral.
Seguidamente, uno de los mejores ejemplos de oppidum celtibérico del territorio es el yacimiento de Los Rodiles (Cerdeño, et al. 2008). Localizado en el término de Cubillejo de la Sierra, es uno
de los pocos ejemplos de ciudad celtibérica que podemos encontrar en la Celtiberia de la meseta. Con
una amplia extensión de 5 Ha, y hasta tres paramentos defensivos (Fig. 1C), nos encontramos con un
modelo de yacimiento que sigue los estándares de viviendas rectangulares adosadas de periodos anteriores, con una organización espacial muy cuidada en torno a calles. Dos fases de ocupación fechadas
por radiocarbono en el Celtibérico Tardío, siglos III al II a.C., (Rodiles I) y el Celtibero-romano, siglos
II a.C. al I a.C. (Rodiles II), ambas fases separadas por un nivel de incendio. El yacimiento nos refleja,
por sus restos arqueológicos, un ambiente convulso que se circunscribe dentro de las denominadas Guerras Celtibéricas cuya culminación sería la famosa caída de Numancia en el año 133 a.C. Debido a sus
dimensiones y características, el oppidum se consideraría un importante centro articulador del entorno.
En cuanto a la cerámica, se han documentado varias formas tipológicas, desde jarros de tipo oinochoe,
cuencos y caliciformes hasta kalathos. En la segunda fase de ocupación se han encontrado varios fragmentos de cerámica romana campaniense, posiblemente de imitación. Las decoraciones son muy variadas, desde las típicas celtibéricas de geométricos hasta decoraciones características del ámbito numantino.
La necrópolis de La Yunta es una de las necrópolis mejor documentadas y conservadas, no solo
de la zona meseteña, sino también de la Celtiberia en general (Fig. 2B). Ubicada en el término municipal
del mismo nombre, se han localizado hasta un total de 268 tumbas de incineración. Solamente se han
publicado 112 sepulturas (García Huerta y Antona, 1992), no obstante, a pesar de que posteriormente se
publicaron otras tantas (García Huerta y Antona, 1995), el resto de las tumbas permanecen inéditas.
Existen dos fases de ocupación: Celtibérico Pleno, siglo IV a.C. (La Yunta I) y Celtibérico Tardío, siglo
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III a.C. (La Yunta II). Si bien, la contextualización de las tumbas se realizó a través del análisis de los
materiales arqueológicos, no se han llevado a cabo análisis radiocarbónicos que confirmen las fechas
planteadas. El patrón de enterramiento consistió en urnas de incineración de muy variada tipología con
tapaderas cuyas formas, normalmente, se reducían a cuencos, copas y caliciformes. La existencia de
tapaderas con estas formas no es algo habitual en las necrópolis de incineración, si bien Aguilera ya lo
documentó para la necrópolis de Aguilar de Anguita (Aguilera, 1916: 16). El enterramiento se haría, o
bien bajo túmulo, o en fosa (con o sin señalización y delimitación de piedras), y sin ninguna ordenación
aparente del espacio sacro.
Por último, incluimos dentro del conjunto de análisis arqueométricos los yacimientos de La
Coronilla (Chera) y la necrópolis de Tordesilos (Fig. 2C) en el municipio homónimo. El castro de la
Coronilla (Cerdeño y García Huerta, 1992) sigue el modelo ocupacional de otros castros celtibéricos de
la Primera Edad del Hierro como El Ceremeño, citado anteriormente, de calle central y viviendas rectangulares adosadas. Se han documentado dos fases de ocupación, la primera del Celtibérico Antiguo,
siglos VII-VI a.C. (Coronilla I) y la segunda muy posterior, fechada en época romana, siglos II-I a.C.
(Coronilla II). Los materiales cerámicos son muy similares a otros yacimientos próximos como la necrópolis de Chera (Cerdeño, García Huerta y Paz, 1981), posiblemente la necrópolis de Coronilla I, y El
Pinar (Arenas, 1988-89) con materiales cerámicos descontextualizados, pero datados en el Celtibérico
Antiguo (Pinar I) y Celtibero-romano (Pinar II). Por su parte, la necrópolis de Tordesilos (García Huerta,
Chordá y López-Menchero, 2010) se excavó de urgencia. El yacimiento se encontraba muy alterado
como consecuencia de los trabajos agrícolas, documentándose pocas urnas de incineración muy alteradas y fragmentadas. Las urnas se depositaron en hoyo simple o túmulo, sin restos de posible señalización. Las excavaciones y el estudio de materiales revelaron dos posibles fases de ocupación fechadas en
Fig. 2. A: Recreación de los túmulos de la necrópolis de Herrería (fuente: Wikipedia). B: Urna y tapadera procedentes de la necrópolis de La Yunta (fuente: cursodeceramicahistorica.blogspot.com). C: Túmulo de piedra de la
necrópolis de Tordesilos (fuente: García Huerta, Chordá y López-Menchero, 2010: 15).
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el Celtibérico Antiguo, siglos VII-VI a.C. (Tordesilos I) y el Celtibérico Pleno, siglos V-IV a.C. (Tordesilos II), si bien muy alteradas como consecuencia de las sucesivas roturaciones de tierras y otras
alteraciones meteorológicas. En cuanto a los restos cerámicos, las urnas siguen el ejemplo de otras necrópolis sincrónicas como la de Herrería o Sigüenza: una primera fase con urnas cerámicas a mano
(tumbas 1, 3 y 4) y una segunda fase con urnas a torno (tumba 2).
3. Técnicas empleadas y muestras analizadas
El estudio arqueométrico presentado en este trabajo se ha aplicado a un total de 26 muestras de
cerámica y varias arcillas procedentes del entorno de los yacimientos y del alfar de La Rodriga, contemporáneo, este último, al asentamiento de Los Rodiles y muy posiblemente también a la segunda fase de
La Yunta. Para la realización de estas analíticas hemos utilizado las técnicas que mayor popularidad
tienen en este tipo de estudios.
Debido a que estas técnicas tienen un carácter destructivo para las muestras, hemos utilizado
cerámicas que apenas ofreciesen información tipológica, decorativa, etc. utilizando galbos cerámicos
sin decoración, pero lo suficientemente interesantes como para llevar a cabo este tipo de análisis. Como
consecuencia de este hecho, tampoco hemos podido aplicar todas las técnicas a cada una de las muestras,
siendo algunas de ellas las mismas a las que se han realizado tanto análisis mineralógicos, como químicos. La relación entre las muestras cerámicas, su cronología y técnica aplicada se ha recogido en la tabla
1.
Tabla 1: muestras cerámicas analizadas, cronología y técnica aplicada. PTLD: petrografía por lámina delgada.
DRX: difracción de rayos X. FRX: fluorescencia de rayos X. * Arcilla de Los Rodiles, El Ceremeño y La Yunta.
** Arcilla de La Rodriga.
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3. 1. Análisis mineralógico
Hemos empleado dos técnicas de análisis para el estudio mineralógico: por un lado, hemos utilizado la petrografía por lámina delgada, estudios realizados en la Universidad de Toronto, y la difracción de rayos X, cuyos resultados se han obtenido en la Universidad de Castilla-La Mancha.
La preparación de las láminas en el caso de la petrografía por lámina delgada es un proceso muy
laborioso y requiere de importantes cuidados, además de que la preparación de la muestra puede conllevar varias horas, aparte de la necesidad de utilizar diversos instrumentos y materiales para la elaboración
de las láminas (resinas epoxídicas, cámaras de vacío, limpieza por ultrasonidos, etc.). A pesar de la ardua
tarea en la preparación de estas, las ventajas de este sistema son interesantes, pues no solamente permite
observar la composición mineral de las cerámicas, sino también la angulosidad de las partículas, el tamaño del desgrasante, e incluso es posible observar partículas no cristalinas, como la utilización de
vegetales u otros elementos. Para la observación de las muestras se empleó un microscopio de luz polarizada Nikon Photolab 2 POL.
En el caso de la difracción de rayos X, la preparación de la muestra es mucho más rápida, ya
que consiste solamente en la pulverización de la misma y su colocación en un porta muestras, pudiéndose obtener resultados rápidamente. Las principales desventajas de este sistema son, evidentemente, el
complejo equipamiento necesario, por lo que requiere un gran desembolso en su compra y mantenimiento y la imposibilidad de observar las partículas minerales no cristalinas, perdiendo información
tecnológica sobre otros desgrasantes no cristalinos, la porosidad y la angulosidad de las partículas. La
comparación de los difractogramas puede evidenciarnos orígenes similares para las cerámicas. Para el
análisis de las muestras hemos utilizado un difractómetro Philips X’Pert MPD, del cual hemos obtenido
los difractogramas correspondientes y los resultados semicuantitativos (vid. información suplementaria,
tabla I).
3. 2. Análisis químico
Para el análisis químico hemos empleado un espectrómetro Philips MagiX PRO de la Universidad de Castilla-La Mancha. Este tipo de instrumentos mide la composición química de las muestras
desde el punto de vista semicuantitativo (FRX). Al igual que la difracción de rayos X, la preparación de
la muestra es sencilla, por lo que se pueden obtener resultados en poco tiempo. El interés de los análisis
químicos radica en que son prácticamente fundamentales para obtener datos concluyentes sobre el origen de las muestras cerámicas, pues si la mineralogía puede ser muy parecida en diversas muestras, el
análisis químico es el que mejor muestra la relación entre las cerámicas y las muestras de arcilla. Los
resultados se obtienen en forma de tabla mostrando cada uno de los compuestos químicos identificados
semicuantitativamente (vid. información suplementaria, tablas II y III). Para poder conocer su origen,
es necesario elaborar un análisis estadístico que permita relacionar las muestras cerámicas entre ellas y
las arcillas. Para ello hay que dividir (en una hoja de cálculo EXCEL) la cantidad de cada uno de los
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elementos químicos de las cerámicas con sus correspondientes en la arcilla u otra cerámica y, posteriormente, calcular el promedio, de tal manera que cuanto más cercano a 1, más parecida será la muestra en
relación con la arcilla u otra cerámica, y por tanto mayores posibilidades de que las cerámicas tengan
un mismo origen, o bien que las cerámicas tengan un origen en esa misma arcilla o similar. Por el
contrario, cuanto más alejado de 1 sea el resultado del promedio, menos probabilidades tenemos de que
la cerámica se haya confeccionado con esas arcillas, o que varias muestras cerámicas tengan un mismo
origen.
4. Análisis y resultados
El procedimiento llevado a cabo consiste en el análisis comparativo de las diferentes difracciones, láminas y fluorescencias con la premisa de conocer si existe correspondencia mineralógica y química entre las muestras analizadas.
En primer lugar, comparamos las muestras desde un punto de vista mineral para, posteriormente,
comparar las mismas muestras desde un punto de vista químico, elaborando, en consecuencia, un análisis estadístico de las muestras analizadas tal y como hemos explicado anteriormente. El resultado ideal
es que el promedio sea exactamente 1, en ese caso, la correspondencia química sería completa. No obstante, hay que tener en cuenta que, al tratarse de composiciones químicas, cuanto menos heterogéneas,
es prácticamente imposible una correspondencia química total, por lo que tendremos que trabajar con
grados de probabilidad, como ya hemos citado anteriormente. No debemos olvidar, por lo tanto, la imposibilidad de saber con absoluta certeza el hecho de que estas cerámicas hayan sido fabricadas con una
arcilla u otra, pero sí es indicativo a la hora de establecer conclusiones significativas sobre medios de
producción y entornos productivos.
➢ La Zona Arqueológica de El Ceremeño. El castro, la necrópolis de Herrería y el poblado de
El Torrejón
El primer caso analizado corresponde al yacimiento de El Ceremeño. Como ya hemos indicado
anteriormente (tabla 1), se han analizado un total de seis muestras cerámicas (muestras 1 a 6) confeccionadas tanto a torno como a mano, correspondientes a ambas fases de ocupación del castro, completándose, además, con una muestra de arcilla del entorno inmediato. La arcilla es de tipo ferruginoso, rica
en óxidos de hierro y silicatos, formada por pequeños bloques a los que se necesitaba aplicar cierta
presión para desmenuzarlos.
Realizados los análisis mineralógicos a cada una de las muestras, los resultados obtenidos son
muy interesantes. Tal y como puede observarse (Fig. 3) todas las muestras poseen illita (Ilt), mineral de
tipo filosilicato laminar, similar a la moscovita, y que se presentaba en abundante cantidad en todas las
muestras salvo en la muestra 5, que solo mostraba indicios. Por su parte la muestra de arcilla presentaba
caolinita (Kln), mineral de arcilla de tipo silicato estratificado. Ninguna de las muestras cerámicas contenía dicho mineral, lo que en un principio podría plantear dudas sobre su posible correspondencia
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mineralógica, aunque en realidad tiene una explicación sencilla. La caolinita desaparece a temperaturas
por encima de los 550º C; la ausencia de caolinita en las cerámicas puede deberse, efectivamente, a que,
durante el proceso de cocción, la temperatura fue superior al punto de fusión de la caolinita. La existencia de illita en las cerámicas es otro hecho indicativo sobre temperaturas, pues la desaparición de este
filosilicato tiene lugar a 900º C, lo que nos indicaría que ninguna de las muestras analizadas alcanzó
temperaturas por encima de esa magnitud.
Fig. 3. Difractogramas obtenidos tras aplicar DRX a las muestras cerámicas de El Ceremeño (izquierda) y su
necrópolis (derecha) junto con el obtenido a partir de la arcilla del entorno.
Desde el punto de vista mineralógico, tanto la muestra de arcilla como las cerámicas, presentaban una composición mineral muy similar, tal y como confirma el difractograma. Solamente la arcilla
tenía dolomita (Dol) y feldespatos (Fsp) en origen, pero solo indicios. Por tanto, mineralógicamente las
cerámicas poseen muchas similitudes con las arcillas del entorno. Habría que confirmar si dicha correspondencia se produce también desde el punto de vista químico.
Hemos incluido en este análisis mineralógico las muestras cerámicas de la necrópolis de Herrería (muestras 7 a 9), pues al tratarse de la necrópolis de El Ceremeño parecía lógico incluirlas dentro de
este análisis. Las muestras seleccionadas corresponden, como ya se ha indicado anteriormente, a las
fases de ocupación Herrería III (muestras 8 y 9) y Herrería IV (muestra 7). La ausencia de illita en las
muestras 7 y 9 indicarían unas temperaturas de cocción ligeramente superiores a 900º C, no así con la
muestra 8, pues el difractograma muestra un pico muy destacado de este mineral (Fig. 3), por lo que no
ha alcanzado la temperatura mínima indicada en el proceso de cocción.
Por su parte, la presencia de calcita (Cal) y dolomita en la muestra 8, dos minerales ausentes en
las otras dos muestras, abre la posibilidad de que esta cerámica no hubiese sido fabricada en el entorno
del castro o de la necrópolis. Si bien es cierto que podría también tratarse de deposiciones secundarias.
La arcilla utilizada, así como las muestras de cerámica, presentaban grandes similitudes desde el punto
de vista mineralógico, pues se tratan de composiciones muy abundantes en la naturaleza como sucede,
por ejemplo, con la presencia de minerales de cuarzo (Qz), feldespatos y filosilicatos (Phi), por lo que
no es posible confirmar con ciertas garantías que las cerámicas tanto de la necrópolis, como del castro
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sean producciones locales. Debido a esta situación, el análisis químico realizado a algunas de las muestras cerámicas podría aportar luz al dilema.
Los resultados obtenidos al aplicar la fluorescencia de rayos X son muy interesantes, pues muestra la composición química obtenida de las cerámicas y la arcilla de El Ceremeño. Los datos más interesantes son los resultados obtenidos al dividir las cantidades de los elementos químicos de las cerámicas
entre sus correspondientes en la arcilla de El Ceremeño y sus promedios finales. Tal y como puede
observarse (tabla 2) los promedios obtenidos son considerablemente cercanos al valor 1 ideal, lo que
puede indicarnos claramente que las cerámicas, especialmente las muestras 1 y 4, de El Ceremeño y su
necrópolis son producciones locales al haber sido confeccionadas con arcilla del entorno del yacimiento.
La cuestión es si El Ceremeño sería un centro productor de cerámicas, o por el contrario las cerámicas
procediesen de algún alfar cercano y que utilizase arcillas del territorio. Lo más interesante, si cabe, es
que las citadas muestras 1 y 4 (datadas en los siglos VII/VI y V a.C. respectivamente), presentaban una
mineralogía y una composición química muy similar, lo que nos estaría indicando que ambas fueron
confeccionadas con arcillas muy parecidas pese a la diferencia cronológica, lo cual conlleva hipótesis
muy interesantes como veremos a continuación.
Tabla 2. Resultado del cociente entre las cerámicas de los yacimientos de El Ceremeño, la necrópolis de Herrería
y el Torrejón y la arcilla del entorno. Se añade también el promedio.
Según Cerdeño y Juez (2002: 77 y 78) la presencia de cerámica a torno en el yacimiento de El
Ceremeño I constituye “un documento novedoso” que permite confirmar contactos desde la meseta con
poblaciones ibéricas de la zona levantina. Como consecuencia, la cerámica a torno se ha considerado
como cerámica ibérica o de técnica ibérica, es decir, posiblemente importadas y cuyas formas se extienden hasta Ceremeño II indicando un lapso corto de abandono entre la primera y la segunda fase ocupación.
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Si las cerámicas analizadas proceden del mismo entorno de El Ceremeño, tanto las fabricadas a
torno como a mano, asumiríamos que el torno alfarero penetraría en la zona meseteña en un momento
anterior, en torno a los siglos VII o VI a.C. Si bien, tal y como queda patente en el estudio de la cerámica
del yacimiento, la presencia de cerámica a mano en Ceremeño I es muy superior si la comparamos con
la cerámica a torno. Posiblemente esa cerámica a mano se usaría para labores domésticas, mientras que
la cerámica a torno tendría un uso especial de mesa, pudiendo hablar de una cerámica propiamente
celtibérica desde un primer momento. Por su parte, las cerámicas procedentes de la necrópolis de Herrería muestran grandes semejanzas también desde ambos puntos de vista, por lo que es probable que
también se traten de producciones locales, es decir, cerámicas confeccionadas con arcillas de las inmediaciones del castro, pues presentan toda ellas una composición química y mineralógica muy similar.
Por su parte, las muestras de El Torrejón (cerámicas 18 a 20) presentaban grandes similitudes
físicamente con las cerámicas de El Ceremeño y la necrópolis, por lo que, al tratarse de un yacimiento
próximo a los anteriores, geográficamente, creemos interesante realizar un pequeño estudio de carácter
comparativo.
Desde el punto de vista mineralógico (Fig. 4), las muestras tenían grandes similitudes entre ellas
(muestras 18 y 20). Ambas muestras contienen cuarzo en abundante cantidad, así como calcita, si bien
solamente la cerámica 18 poseía feldespato en muy escasa proporción (en torno al 3%), lo cual es significativo, pues podría indicar una cocción superior a los 550º C. Por su parte, la muestra 20, confeccionada a mano, contenía algunos indicios de hematites (Hem) y calcita. Como podemos observar, las
semejanzas entre las muestras son considerables, lo que podrían indicar un mismo origen para ambas
cerámicas. Se hace necesario corroborar este origen desde el punto de vista químico.
Fig. 4. Difractogramas obtenidos tras aplicar DRX a las muestras cerámicas de El Torrejón.
El análisis químico aplicado a las muestras 18 y 19, permite observar una más que evidente
similitud composicional con respecto a la arcilla de El Ceremeño (que hemos aplicado a este caso al
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encontrarse el castro a escasos kilómetros de El Torrejón). Tal y como se puede observar en la tabla 2,
los promedios resultantes son bastante cercanos a 1, por lo que la probabilidad de que las cerámicas
hayan sido confeccionadas en el entorno del asentamiento (y por consiguiente de El Ceremeño) son
considerables, por lo que parece claro que las cerámicas, al igual que sucede con El Ceremeño, fueron
producciones locales a tenor de los resultados obtenidos. A diferencia de este último, el poblado de El
Torrejón no ha sufrido un proceso sistemático de excavaciones, solamente estudios de carácter superficial y de sondeo, por lo que no es posible determinar con rotundidad si este castro es contemporáneo al
anterior. Si bien, como indicábamos anteriormente, el análisis de las estructuras superficiales, así como
la cerámica recogida, parece indicar una cronología del siglo V o IV a.C. (Cerdeño, Sagardoy y Juez,
2001), por lo que podemos decir que es un yacimiento que, al menos, compartió la segunda fase de
ocupación de El Ceremeño.
Parece claro que, a la luz de los resultados obtenidos, El Torrejón también pudo tener algún
centro productor de cerámicas locales o, al menos, proceder de un mismo centro de producción cerámico
al existir cierta similitud mineralógica y química con las arcillas del entorno de El Ceremeño y con las
cerámicas de este castro. Incluso si, efectivamente, ambos castros coincidieron cronológicamente, al
menos para la segunda fase de ocupación, es posible que existiesen intercambios en lo que a recipientes
cerámicos se refiere entre ambos yacimientos, sin ser descabellado que descendientes de El Ceremeño
pudiesen ocupar este castro que acabaría dilatándose en el tiempo hasta el siglo III a.C. momento cuando
tendría lugar la aparición de los grandes oppida celtibéricos como Los Rodiles, a unos 15 km de esta
zona, y cuyas cerámicas analizaremos a continuación. La ausencia de excavaciones sistemáticas y el
escaso número de muestras analizadas no permite profundizar más en esta hipótesis, siendo interesante
algún estudio comparativo con una mayor selección de muestras entre estos yacimientos con el objetivo
de intentar corroborar esta hipótesis planteada.
➢ El oppidum celtibérico de Los Rodiles y el alfar de La Rodriga:
El yacimiento de Los Rodiles ha dado unos resultados muy interesantes los últimos años dentro
del panorama arqueológico de la Celtiberia, pues es uno de los pocos oppida celtibéricos de la zona
meseteña y que podría añadirse a otros oppida como Tiermes, Uxama, Segeda o Numancia. Tal y como
sucede con los demás yacimientos analizados en este trabajo, no se ha realizado un estudio de caracterización cerámica previo de este yacimiento salvo el publicado por nosotros (Sánchez-Climent et al.
2018) y que recoge los análisis aquí planteados; si bien en el presente caso incluimos algunos datos
nuevos y revisados del citado trabajo y de nuestra Tesis Doctoral (Sánchez Climent, 2015).
Las muestras seleccionadas (cerámicas 10 a 17) son muy interesantes, pues hemos intentado
abarcar un amplio abanico de cerámicas de ambas fases de ocupación. Con estos análisis, pretendemos
confirmar que Los Rodiles, dada su magnitud, pudo jugar un papel importante como centro productor
de cerámicas, por lo que hemos recogido muestras de arcillas del entorno del yacimiento, y que se caracterizaban por mostrar una composición, a simple vista, muy similar a la de El Ceremeño, es decir,
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una coloración rojiza-parduzca característica de las arcillas ferruginosas de esta zona. También hemos
creído interesante recoger algunas muestras de arcilla del alfar de La Rodriga (Arenas, 1991-1992), a
unos 18 km del citado oppidum, y cuyas cerámicas fueron estudiadas desde el punto de vista mineralógico y químico (Igea et al. 2008). En total se recogieron tres muestras del alfar: una muestra procedente
de la zona de acumulación de cerámicas, próxima al alfar (Rodriga 1), una segunda recogida en el lecho
del arroyo próximo (Rodriga 2) y una tercera muestra del fondo del propio arroyo (Rodriga 3). Como
dato a destacar, las arcillas de La Rodriga presentaban un aspecto visual muy diferente con respecto a
la arcilla de Los Rodiles, pues tenían las primeras una tonalidad grisácea característica de las arcillas
calcáreas. El alfar de La Rodriga se fechó, por los materiales documentados, en torno a los siglos II y I
a.C. contemporáneo a Los Rodiles, motivo por el cual hemos decidido incluirlo, para poder, de este
modo, discernir si las cerámicas de Los Rodiles son producciones realizadas en el propio yacimiento o
bien procedieron del mencionado alfar.
Para el análisis mineralógico hemos aplicado dos técnicas de caracterización: análisis de través
de PTLD (muestras 10 a 14) y DRX (muestras 15 a 17) y comparando las muestras con las arcillas
tomadas del entorno del yacimiento y del alfar.
Fig. 5. Difractogramas obtenidos tras aplicar DRX a las muestras cerámicas de Los Rodiles junto con el obtenido
a partir de la arcilla del entorno (izquierda). Difractogramas de las mismas cerámicas junto con la arcilla de La
Rodriga (derecha).
Como podemos observar, desde un punto de vista mineralógico, las cerámicas analizadas por
ambas técnicas presentaban muchas similitudes (Fig. 5), con la ventaja que ofrecen las láminas delgadas
a la hora de observar particularidades que son imposibles de ver a través de DRX debido a la incapacidad
de esta técnica de observar partículas no cristalinas y otras características como la angulosidad de los
cristales, el tamaño o incluso la porosidad, tal y como ya hemos mencionado en la descripción de la
técnica (Fig. 6). La muestra 10, de Rodiles I, es la más interesante de todas las muestras analizadas pues,
aparte de las frecuentes partículas de cuarzo y filosilicatos, posee también desgrasantes de cerámica
cocida y fresca machacadas, así como una porosidad abundante, típica de las cerámicas confeccionadas
a mano. Ambos datos son interesantes, pues la porosidad y los desgrasantes pueden obedecer a cuestiones tecnológicas, pues se buscaría en este tipo de cerámicas una mayor resistencia al fuego característica
propia de las cerámicas de cocina, que es el caso de la muestra que nos ocupa, pues los desgrasantes
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Fig. 6. Resultados obtenidos al observar las muestras por microscopio de luz polarizada.
reducirían el choque térmico, actuando, además, como antiplásticos al reducir la plasticidad de la arcilla,
a la vez que con la porosidad se busca una mayor permeabilidad. El resto de las cerámicas, como hemos
comentado, presentaba gran cantidad de cuarzo, calcitas (micritas), feldespatos y silicatos (moscovita e
illita). Estos últimos son muy abundantes, especialmente, en las muestras 14 y 16. En estos últimos
casos, los picos de illita aparecen más desplazados, lo que indicaría un tipo de tratamiento mucho más
depurado y trabajado que en el caso de la muestra 17, donde el pico de illita aparece muy definido, algo
lógico al tratarse de una cerámica confeccionada a mano. La presencia de este mineral cristalino indicaría, además, que no se alcanzó una temperatura de cocción muy elevada en ninguna de las muestras
analizadas por DRX.
Si comparamos las muestras cerámicas con la arcilla los resultados son muy positivos. Si observamos el difractograma, la composición mineralógica de las cerámicas es muy similar, sobre todo si
comparamos los resultados con la arcilla. La ausencia del mineral de caolinita en todas las muestras,
tanto en las cerámicas, como en la arcilla, puede indicarnos una doble hipótesis: primero, que las cerámicas tengan un origen en la arcilla, es decir, en el entorno del asentamiento, o bien, que las arcillas
contuvieran este mineral, pero que, al alcanzar los 550º C de temperatura durante el proceso de cocción,
este haya desaparecido. Para poder salir de dudas tendríamos que acudir al análisis por fluorescencia y
comprobar la composición química.
Hemos realizado el mismo proceso comparativo de las cerámicas, pero en este caso con las
arcillas procedentes del alfar anteriormente mencionado. El objetivo es comprobar también si pudiese
existir similitud entre las cerámicas y las arcillas de este. Ya hemos visto que, en el caso anterior, comparando las cerámicas con las arcillas de Los Rodiles, los resultados son positivos. Vamos a comprobar
también si las cerámicas, por el contrario, pudiesen tener origen en la zona del alfar.
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Las arcillas de La Rodriga poseían un alto contenido en cuarzo y feldespato. Todas las muestras
poseen calcita y dolomita como mayoritarios, aunque la arcilla procedente de la zona del lecho (Rodriga
2) muestra un contenido en carbonatos ligeramente superior, al contrario que la illita donde su presencia
es prácticamente inexistente, al igual que sucede con el resto de los filosilicatos; mientras que en el resto
de las muestras aparece en una proporción de un 50%, en la muestra de arcilla Rodriga 1 (zona de
acumulación de cerámicas), aparte de illita, podemos destacar la presencia también de caolinita y que
en el resto de las muestras es inexistente. La arcilla Rodriga 3 (fondo del arroyo) presentaba muchas
similitudes a Rodriga 1, salvo por la inexistencia de caolinita.
Desde el punto de vista de la composición mineral, el cuarzo es muy abundante en todas las
muestras. Cuantitativamente hemos comprobado que son muy similares, por lo que, a la luz de los resultados obtenidos, también podemos afirmar que existe una correspondencia mineralógica entre las
cerámicas y las arcillas del alfar, por tanto, en este caso el resultado no es del todo concluyente. Para
salir de dudas tendremos que estudiar las muestras desde el punto de vista químico. Solamente hemos
podido realizar el análisis a dos muestras cerámicas, si bien los datos obtenidos podríamos extrapolarlos
al resto de muestras.
Tabla 3. Resultado del cociente entre las cerámicas del yacimiento de Los Rodiles y las arcillas del entorno y el
alfar de La Rodriga. Celdas en blanco, Igea et al. (2008) no los contempla. Se añade también el promedio.
Al comparar las muestras cerámicas con las arcillas, podemos observar que existe mayor afinidad con la arcilla de Los Rodiles (tabla 3), pues el análisis nos ha arrojado promedios de 0,94 y 1,12,
mientras que si comparamos las mismas muestras de cerámica con las arcillas de La Rodriga, los promedios se disparan por encima de 2 en todos los casos, salvo en la muestra 17 que, al compararla con la
arcilla Rodriga 2, nos ofrece un promedio de 1,66, aun así más alejado con respecto a las arcillas de Los
Rodiles. Este hecho viene a indicarnos que las probabilidades de que las cerámicas de este yacimiento
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tengan su origen en las arcillas del entorno son sustancialmente mayores, al contrario de lo que sucede
si comparamos las cerámicas con las arcillas del alfar; si bien desde el punto de vista mineralógico
presentaban semejanzas con las cerámicas, desde el punto de vista químico tienen muy poca afinidad,
al menos, para las muestras comparadas. Sería interesante la realización de un mayor muestreo de cerámicas y poder discernir las producciones locales de las fabricadas en el alfar.
Los análisis aportados por Igea et al. (2008: 51-53) para con las cerámicas del alfar de La Rodriga son muy interesantes para el estudio que aquí planteamos. Hemos comparado las muestras cerámicas de Los Rodiles con las cerámicas del alfar a partir de los datos aportados por estos autores (tabla
3), así como también hemos comparado las cerámicas de La Rodriga con las arcillas de Los Rodiles y
las del propio alfar obteniendo resultados muy interesantes (tabla 4). Si observamos la tabla 3, la cerámica con la que tienen menos afinidad las muestras de Los Rodiles es la FuRD 1, con promedios de 0,47
y 0,53, mientras que con el resto de las cerámicas del alfar muestran mayor semejanza química. Si
observamos por su parte la tabla 4, es decir, la comparación de los datos que ofrecen estos autores con
nuestras muestras de arcilla, los resultados son sorprendentes, especialmente comparando con la arcilla
Rodriga 2, es decir, con las arcillas recogidas cerca del lecho del arroyo próximo al alfar. En este caso,
el grado de afinidad con esta arcilla es casi total, pues encontramos promedios de 1,09 y 1,08 para las
cerámicas FuRD2 y FuRD3, lo cual parece indicar que el origen de las cerámicas del alfar se encontraría
en esta arcilla concretamente. Para el caso de las otras muestras de arcilla, la afinidad es mucho menor,
especialmente con Rodriga 3. Si las comparamos con la arcilla de Los Rodiles, vemos que tienen cierta
afinidad, pero no tan concluyente como en el caso anterior.
Tabla 4. Resultado del cociente entre las cerámicas del alfar de La Rodriga y las arcillas de Los Rodiles y del
propio alfar. Se añade también el promedio.
Estos resultados son muy significativos, pues el análisis estadístico nos está indicando que las
cerámicas de La Rodriga tienen muchas similitudes con las arcillas del lecho del alfar desde el punto de
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vista químico, mientras que las cerámicas de Los Rodiles tienen más afinidad con la arcilla de su entorno
que con las arcillas del alfar, lo cual es un dato muy interesante. Básicamente, podemos probar que Los
Rodiles confeccionó sus propias cerámicas a la luz de los resultados, mientras que, en el caso del alfar,
la veta de arcilla se situaría, muy probablemente, en las proximidades de este alfar, cerca del lecho del
río. Algunos autores ya disertaron sobre la cuestión relacionada en torno a la utilización de unas arcillas
u otras, siendo un proceso, el de la selección de las arcillas, que reviste de una cierta complejidad, pues
normalmente las más utilizadas son las próximas a los lechos de los ríos, como acabamos de probar;
aunque lo más normal es buscarlas en vetas, bien a cielo abierto o excavadas (Rodríguez, 2012: 591) y,
si bien sería lo lógico, en ocasiones no siempre tiene que coincidir alfar con la zona de explotación de
arcillas, teniendo ambos que estar a una distancia prudencial, pues el coste de desplazamiento podría ser
elevado, por lo que lo más normal es la ubicación de los alfares próximos a las zonas de explotación,
algo que ya se ha estudiado desde el punto de vista etnográfico (Rice, 1987), siendo la proximidad a los
yacimientos de la materia prima uno de los factores de localización de los alfares celtibéricos de la
meseta, junto con la necesidad de fuentes de agua, relieve poco destacado y abundancia de vegetación
de bosque y sotobosque (Saiz, 2005).
Como ya hemos comentado, creemos que, según los resultados obtenidos, las cerámicas 16 y
17 tienen más afinidad y, por tanto, posibilidades de tener su origen en el entorno del yacimiento, por lo
que no es descartable, dado el tamaño y la monumentalidad del oppidum, que este hubiese actuado como
un centro productor y distribuidor de cerámicas. Por su parte, si comparamos las cerámicas con las
arcillas del alfar, los promedios se disparan, descartando, por lo tanto, que fueran producidas en el alfar,
o al menos con arcillas del alfar. En este sentido, se abren nuevos interrogantes: hemos visto que las
arcillas de Los Rodiles y el Ceremeño tienen muchas similitudes desde el punto de vista químico y
mineralógico, lo cual da a entender que era un área de gran tamaño con arcillas de composición similar.
¿Y sí existieran varias vetas de arcilla explotadas por un mismo o varios alfares? Si las cerámicas de La
Rodriga, como hemos visto, fueron producidas con arcillas del lecho, ¿existe la posibilidad de que las
cerámicas de Los Rodiles fueran fabricadas en el propio alfar, pero con arcillas de otras vetas más cercanas a Los Rodiles o La Yunta? ¿Proceden de otro alfar con vetas de arcilla similares a las nuestras?
Como hemos podido observar, todas las muestras analizadas revisten un gran interés, especialmente las analizadas desde el punto de vista químico. No obstante, antes de finalizar el estudio de las
cerámicas de Los Rodiles, queremos detenernos brevemente en la muestra 14, pues se trata de una cerámica de tipo campaniense, pero con una mineralogía muy similar a las demás cerámicas confeccionadas a torno. El hecho de que esta cerámica presente también muchas similitudes desde un punto de vista
mineral podría confirmar un mismo origen que las demás, lo que significaría una cerámica, o bien de
imitación campaniense, o bien cerámica romana de época republicana fabricada in situ en el oppidum.
Otro trabajo interesante, de cara a proyectar este tipo de estudios, sería la realización de un estudio
comparativo a nivel composicional entre las cerámicas celtibéricas propiamente dichas y las producciones romanas, con el objetivo de comprobar si existen cambios composicionales y tecnológicos entre las
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diferentes producciones, de tal manera que permitiría confirmar cuáles son producciones locales y cuáles
de imitación e importación, y así de este modo poder estudiar también la incidencia de nuevas formas
cerámicas de imitación dentro de la producción local de cerámicas celtibéricas.
➢ Las necrópolis de La Yunta y Tordesilos y el castro de La Coronilla
La necrópolis de La Yunta es un yacimiento arqueológico muy interesante gracias a un contexto
arqueológico bien definido y a la buena conservación de las urnas cerámicas, por lo que es interesante
incluirlo en un estudio de tipo arqueométrico como el que mostramos. En total son tres muestras cerámicas las analizadas (muestras 21 a 23), de cocción oxidante, pasta anaranjada y recogidas en superficie,
por lo que podrían corresponder a la fase más reciente de ocupación (siglos III y II a.C.) según la cronología propuesta por García Huerta y Antona (1992). Además, se incluyen muestras de arcilla del entorno y que tenían características muy similares con respecto a las arcillas de El Ceremeño y Los Rodiles, tanto desde el punto de vista físico, como composicional mineralógico (Fig. 7) y químico tal y como
revelan los análisis.
Fig. 7. Difractograma obtenido tras aplicar DRX a las muestras cerámicas de La Yunta junto con el obtenido de
la arcilla del entorno.
Todas las cerámicas tenían alto contenido en calcita, salvo la muestra 23 que posee una cantidad
importante de hematites (30%). Las muestras 21 y 22 presentaban una composición mineral muy similar
a la arcilla, mientras que la 23, al no poseer calcita, mucha hematites y poco filosilicato, solamente
indicios, podría manifestar un origen diferente. Por su parte, en la arcilla encontramos caolinita, mineral
muy común en las arcillas de este entorno, y que no aparece en las cerámicas, muy probablemente como
consecuencia de la cocción.
El análisis químico aplicado a las muestras 21 y 23 ofrece resultados interesantes a la par que
confusos (tabla 5), pues los promedios arrojados indicarían un posible origen en la arcilla del yacimiento,
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y que muestra muchas similitudes químicas y mineralógicas con las arcillas de Los Rodiles y de El
Ceremeño, pero muy diferenciadas, como en el caso de las anteriores, de las arcillas de La Rodriga.
Decimos que los resultados son confusos, pues si las muestras cerámicas mostraban mucha afinidad con
la arcilla del entorno (1,11 y 0,90), también exhibían bastantes similitudes desde el punto de vista químico con la arcilla del lecho del arroyo próximo al alfar (Rodriga 2), mostrando unos promedios de 1,46
y 1,34 respectivamente, si bien algo más alejados que sus respectivos del entorno, bastante asumibles
como para tomarlas en consideración, pues a diferencia de Los Rodiles, donde se veía claramente que
no procedían de la arcilla del alfar, en este caso sí que no es descartable, sobre todo si tenemos en cuenta
la proximidad de la necrópolis con respecto al alfar, y dada también la posible sincronía con respecto al
susodicho, al menos para la segunda fase de ocupación de la necrópolis. Si bien, nos inclinamos a pensar
que estas cerámicas pudieron ser confeccionadas con arcillas del entorno, ya que los promedios son más
próximos a 1 y, por tanto, más posibilidades, tampoco sería descartable pensar en producciones realizadas con origen en la zona del lecho del arroyo cercano a La Rodriga, máxime teniendo en cuenta los
resultados anteriormente descritos para las cerámicas del alfar. Tampoco habría que descartar algún tipo
de mezcla de arcillas, pues pequeñas alteraciones químicas indicarían diferentes manipulaciones de las
arcillas.
Tabla 5. Resultado del cociente entre las cerámicas de La Yunta y las arcillas del entorno y de La Rodriga. Se
añade el cociente entre las muestras cerámicas de La Coronilla. Se incluye también el promedio.
A tenor de los resultados, no cabe duda de que pudieron tratarse de producciones locales, pues
probablemente fueron fabricadas con arcillas del entorno o similar. Un mayor muestreo de cerámicas
podría confirmar esta hipótesis que estamos comentando, pudiendo diferenciar cuáles son cerámicas
locales de las fabricadas en otras zonas. También sería interesante completar estos estudios, en el caso
de las necrópolis, para discernir si existen diferentes cerámicas, composiciones, tratamientos, etc. con
respecto a las cerámicas usadas en los poblados. La tipología sugiere que las cerámicas que utilizaban
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en los poblados son las mismas que las de las necrópolis (a nivel de forma, decoraciones, etc.), salvo,
evidentemente, por la funcionalidad, pues en este caso los recipientes estarían destinados a la contención
de restos cremados (Sánchez Climent, 2015).
Dejamos para el último lugar el análisis estructural de las muestras cerámicas de La Coronilla
(muestras 24 y 25) y la necrópolis de Tordesilos (muestra 26), pues en ambos casos contamos con un
menor muestreo de cerámicas y sin arcillas, por lo que solamente hemos realizado un estudio comparativo entre cerámicas (Fig. 8) para conocer si tuviesen posiblemente un mismo origen (sin centrarnos en
establecer su procedencia en arcillas del entorno).
Fig. 8. Difractogramas obtenidos tras aplicar DRX a las muestras cerámicas de La Coronilla (izquierda) y la
necrópolis de Tordesilos (derecha).
Como es común al resto de cerámicas de yacimientos, desde un punto de vista mineralógico las
cerámicas mostraban una composición mineral similar. La muestra 24 de La Coronilla posee una importante cantidad de cuarzo (17%) y filosilicatos, especialmente illita, al igual que la muestra 25 con un
70% de illita e indicios de caolinita. Estos altos niveles de illita son consecuencia de que la cerámica no
alcanzó el punto de fusión de este mineral. Por su parte, la muestra 26 presentaba una elevada cantidad
de feldespato (25%), junto con otros minerales como cuarzo, calcita e illita.
Desde el punto de vista químico, al comparar las cerámicas de La Coronilla entre ellas (tabla 5),
nos encontramos con unos resultados interesantes, pues el promedio resultante de la composición química nos revela un valor cercano al 1 ideal, lo cual nos indicaría que ambas cerámicas probablemente
tuvieron un mismo origen, pese a tener ambas diferente cronología, de hecho lo interesante de La Coronilla es el gran lapso de tiempo acontecido entre ambas fases de ocupación, pues este hecho indicaría
una larga pervivencia en la selección de la materia prima a la hora de fabricar las piezas cerámicas. Un
estudio interesante para este yacimiento sería analizar estructuralmente las cerámicas de asentamientos
próximos como El Pinar, contemporáneo a La Coronilla, si bien con datación cronológica realizada a
partir de materiales (Arenas, 1988-89) o la necrópolis de Chera (Cerdeño, García Huerta y Paz, 1981).
Lo mismo podemos decir de la muestra 26 que posee valores muy similares, salvo algunos casos
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concretos, con las cerámicas anteriormente descritas, lo que podría también revelar algún origen parecido para esta muestra desde el punto de vista químico (vid. Información suplementaria, tabla II).
5. Conclusiones
A pesar de que son pocas muestras analizadas, los resultados obtenidos son muy interesantes de
cara a establecer unas conclusiones de tipo preliminar y que invitan a continuar trabajando en esta línea
de investigación. Los difractogramas analizados han permitido observar que existen grandes semejanzas
desde un punto de vista mineralógico entre las muestras seleccionadas y que, además, revelan que existe
un tratamiento tecnológico de la cerámica muy similar, lo cual es indicativo de un fenómeno de estandarización, al menos en lo que producción cerámica se refiere, a la hora de fabricar las piezas, especialmente, aquellas realizadas a torno y que es perfectamente visible a través de la granulometría presente
en los difractogramas. Prácticamente todas las muestras poseen una composición mineral muy similar
si las comparamos entre ellas y también con las arcillas del entorno y del alfar de La Rodriga (lo que
amplía la zona de incertidumbre).
No obstante, si observamos los resultados obtenidos desde un punto de vista químico, fundamental si queremos conocer la procedencia de las cerámicas más allá desde el punto de vista mineralógico, encontramos conclusiones muy interesantes. Los resultados nos confirman la gran diferencia entre
las arcillas de El Ceremeño, Los Rodiles y La Yunta si las comparamos con las arcillas recogidas en el
alfar. Una diferencia que incluso ya era observable a simple vista, pues, como ya hemos comentado, las
primeras tenían una apariencia rojiza-parduzca, característica de las arcillas ferruginosas, mientras que
las del alfar eran grisáceas, coloración típica de las arcillas calcáreas, por tanto, con un alto contenido
en CaO. Los análisis revelaron que la composición química de las arcillas era muy similar en el área
donde se ubican Los Rodiles, El Ceremeño y La Yunta, si bien, en los límites de la provincia, donde se
localiza el alfar, en el término de Fuentelsaz, las arcillas presentaban un mayor contenido en CaO, es
decir, eran menos silíceas si las comparamos con las anteriores. En este aspecto, el estudio de Igea et al.
(2008) es clave, pues como hemos podido comprobar, las cerámicas analizadas por estos investigadores
mostraban muchas similitudes en su composición mineral con las muestras estudiadas por nosotros, no
obstante, desde el punto de vista químico, nuestras cerámicas tenían diferencias con las analizadas por
estos autores para La Rodriga. La afinidad de las cerámicas de La Rodriga con las arcillas del lecho
próximo al alfar nos lleva a plantear, en nuestro caso, dos hipótesis en relación con las cerámicas de Los
Rodiles a las que podríamos incluir las cerámicas de La Yunta al ser un yacimiento con cronologías
similares al alfar, al menos para la segunda fase de ocupación. O bien las cerámicas fueron confeccionadas en el entorno de los yacimientos, lo que no sería extraño viendo la envergadura de Los Rodiles,
por ejemplo, o bien fueron confeccionadas en el alfar, pero, lo que parece claro es que la arcilla con la
que se confeccionaron las cerámicas de Los Rodiles no fue la misma que las arcillas que utilizaron para
crear las cerámicas de La Rodriga. El caso de La Yunta es más complejo, pues existe afinidad tanto con
las arcillas del entorno, como con las del lecho del arroyo próximo al alfar, lo que genera más dudas si
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cabe; si bien, tal y como hemos comentado, nos inclinamos a pensar que fueron confeccionadas con
arcillas similares al entorno dada la mayor correspondencia con las arcillas de las inmediaciones, sin
descartar, por supuesto, que hubiesen sido confeccionadas con arcillas del alfar. Posiblemente, la ubicación del alfar obedecería a cuestiones económicas, manteniendo un equilibrio entre distancia a poblados
y centros de producción y la zona de extracción de la materia prima; además la existencia de cerámicas
con unas composiciones química y mineral parecidas revelaría la utilización de una misma materia
prima, las diferencias sutiles obedecerían a cuestiones tecnológicas a la hora de manipular los barros
(Igea et al. 2008: 54).
El segundo caso que reviste un gran interés es el del yacimiento de El Ceremeño y su necrópolis,
pues las cerámicas, al igual que las del resto de yacimientos estudiados, presentaban muchas similitudes
con las arcillas del entorno, tanto desde un punto de vista químico, como también mineralógico. A tenor
de los resultados obtenidos, podemos observar que existe correspondencia mineralógica y química, no
solamente con las arcillas de la zona, sino también entre las propias cerámicas y, lo que es más interesante, entre las cerámicas a mano y a torno de las diferentes fases de ocupación, lo cual indica que las
cerámicas tendrían, muy posiblemente, un mismo origen.
La escasa presencia, cuantitativamente hablando, de cerámica a torno en la fase Ceremeño I
indicaría que esta cerámica estaría destinada a situaciones concretas en su utilización, posiblemente
como vajilla de mesa o destinada a grupos determinados, quedando las producciones a mano como la
cerámica utilizada de manera cotidiana (labores de cocina y consumo), algo apreciable en Herrería III,
contemporánea a Ceremeño I, al utilizar las cerámicas a mano como urnas cinerarias. No obstante, a
partir del siglo V a.C. durante la fase Ceremeño II, la cerámica a torno se estandariza (desde un punto
de vista tecnológico y cuantitativo), quedando la cerámica a mano relegada a un segundo plano, destinada muy probablemente a labores de cocina o despensa exclusivamente, algo que puede observarse
incluso en la fase IV de la necrópolis, donde las urnas a mano fueron sustituidas por sus correspondientes
a torno.
El hecho de que las cerámicas torneadas de la primera fase de ocupación tenga un posible mismo
origen que las cerámicas de la segunda fase, nos indicaría que la producción cerámica torneada podría
tener un origen local, es decir, una cerámica fina puramente celtibérica, como ya defendían algunos
investigadores, en lugar de cerámica de “técnica ibérica” y que puede dar lugar a confusión al confundirlas con cerámicas ibéricas, es decir, realizadas por los pueblos íberos (Burillo, Cano y Saiz, 2008:
171), pues para las autoras Cerdeño y Juez, el encontrar este tipo de cerámicas a torno constituye un
elemento “novedoso que confirma las relaciones mantenidas entre los dos ámbitos culturales [celtibérico
e ibérico] desde época temprana” (2002: 77), si bien se consideraban como cerámicas importadas del
mundo ibérico levantino, sin descartar producciones o imitaciones locales (2002: 112), la composición
similar entre las cerámicas torneadas y a mano para la primera fase de El Ceremeño indicaría la existencia de una cerámica a torno local desde muy temprano y, por tanto, la presencia del torno alfarero en la
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meseta desde los siglos VII o VI a.C. según la fecha propuesta por estas autoras para el Celtibérico
Antiguo (2002: 24). No obstante, la existencia de formas cerámicas de clara tipología ibérica confirmaría
al menos contactos culturales, es decir, intercambio de técnicas e ideas entre los dos ámbitos como ya
definió la antropología angloparlante con la aplicación del término “cross-crafts”, es decir, el “cruce”
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ISSN: 2695-5423
Estudio
arqueométrico
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la
cerámica
celtibérica…
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TABLAS SUPLEMENTARIAS
Tabla I. Composición mineralógica (DRX). Semicuantitativo y descripción física de las muestras. Porcentajes.
Ind. (indicios). To: torno, Ma: mano.
Tabla II. Composición química (FRX) aplicado a las muestras cerámicas. Composición química (análisis elemental expresado en % del óxido correspondiente). *Pérdida por calcinación.
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Álvaro
Sánchez
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Tabla III. Composición química (FRX) aplicado a las muestras de arcilla. Composición química (análisis elemental
expresado en % del óxido correspondiente). *Pérdida por calcinación.
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LECTURA ESTRATIGRAFICA DE LA ARQUITECTURA.
METODOLOGÍA Y REFLEXIONES DE CRITERIO
STRATIGRAPHIC READING OF ARCHITECTURE. METHODOLOGY AND REFLECTIONS ON
CRITERIA
Fernando COBOS GUERRA1
Resumen
Hasta el siglo XVIII los tratados de matemáticas estaban escritos en latín; para leerlos es preciso saber
latín, para entenderlos, es preciso saber matemáticas. Con la lectura estratigráfica de la arquitectura, en
la medida que necesariamente aúna el método de lectura arqueológica y el conocimiento constructivo,
estructural y funcional, ocurre lo mismo. A partir del trabajo interdisciplinar aplicado a muchos monumentos estudiados e intervenidos y a partir de la elaboración de materiales metodológicos para la enseñanza de esta materia en Másteres de restauración arquitectónica hemos ido perfilando una metodología
que pretende trascender y completar el tradicional estudio arqueológico de los paramentos. La necesaria
distinción desde parámetros científicos de la lectura cualitativa de la simple lectura cuantitativa; la definición de niveles y reconocimiento de estratigrafías “naturales y artificiales”, la definición de los principios de continuidad, equivalencia, simplicidad e independencia en la lectura estratigráfica, conducen
a una metodología de Análisis arquitectónico por lecturas independientes (física, estructural y funcional)
que a partir de una reglas de lecturas cruzadas y subordinadas configura un método propio que hemos
empleado con éxito en numerosos estudios y proyectos muy complejos.
Palabras clave: lectura estratigráfica, arquitectura, metodología, estratigrafía constructiva, estratigrafía
estructural, estratigrafía arquitectónica, arqueología de la arquitectura
Abstract
Until the 18th century, mathematical treatises were written in latin; to read them you need to know latin,
to understand them you need to know mathematics. The same is true of the stratigraphic reading of
architecture, insofar as it necessarily combines the archaeological reading method and constructive,
structural and functional knowledge. From the interdisciplinary work applied to many monuments studied and intervened and from the elaboration of methodological materials for the teaching of this subject
in masters in architectural restoration, we have been outlining a methodology that aims to transcend and
complete the traditional archaeological study of the facings. The necessary distinction from scientific
parameters of the qualitative reading of the simple quantitative reading; the definition of levels and
recognition of "natural and artificial" stratigraphies, the definition of the principles of continuity, equivalence, simplicity and independence in the stratigraphic reading, lead to a methodology of architectural
analysis by independent readings (physical, structural and functional) that from a set of rules of crossed
1Dr.
Arquitecto, miembro de la Asociación española de arqueología medieval desde 1998 y miembro de su Junta directiva entre
1999 y 2011.
Fernando Cobos Estudio Arquitectura
Calle Gregorio Fernández 4, 6ºB, 47006 Valladolid
[email protected]
ORCID: 0000-0001-9913-564X
Recibido: 07-04-2021; aceptado: 11-06-2021
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and subordinate readings configures its own method that we have successfully used in numerous studies
and very complex projects.
Keywords: stratigraphic rading, architecture, methodology, constructive layers, structural layers, architectural stratigraphic layers, archeology of architecture
“Itidem vulgus hominum ea quae maxime corporea sunt, maxime miratur, eaque prope sola putat
esse” (Erasmo de Rotterdam Moriae encomium. 1540).
1. Introducción2
1. 1. Estratigrafía arquitectónica para arquitectos
Los Planes Directores de los castillos de la Mota (Medina del Campo) y del castillo de los Templarios en Ponferrada, redactados en 1992 y 1994 respectivamente supusieron una relectura de monumentos ya de por sí muy complejos. La aplicación de técnicas interdisciplinares de análisis de esta complejidad y la generación de proyectos científicos de investigación que incluían estudios previos específicos y análisis históricos y arqueológicos muy amplios, permitieron abordar las intervenciones en sistemas de fortificaciones complejos con metodologías normalmente no utilizadas en este tipo de edificios
hasta entonces. Se trataba además de dos edificios con una larga historia de actuaciones restauradoras
desde principios del siglo XX, por lo que su relectura a través de una nueva metodología suponía en la
práctica una relectura de los propios procesos de restauración aplicados en España durante el siglo XX3.
Sin embargo, hay un aspecto que estaba en la base de la metodología de ambos planes (y de
otros coetáneos) y que se antojaba tan revolucionario que todos suponían que hoy, casi 30 años más
tarde, habría evolucionado hasta su total desarrollo y no ha sido así. En aquellos años dedicamos mucho
tiempo y alguna agria polémica a la lectura estratigráfica y su influencia en la restauración de las fábricas. Estábamos convencidos que aquello diferenciaba radicalmente la nueva restauración de las obras
2
El origen de esta publicación es la comunicación presentada en el VI Congreso de arqueología medieval española celebrado
en Alicante en 2020.
3 Ha resultado por ello sorprendente que cuando en este congreso (ver nota supra) se ha hecho una recapitulación del avance
de la arqueología medieval desde el inicio de nuestra Asociación, no se haya mencionado a los Planes directores como el
principal mecanismo impulsor de verdaderos proyectos científicos con medios y equipos interdisciplinares que ni la arqueología
de urgencia ni la investigación académica han tenido nunca.
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precedentes, aunque había discrepancias entre los nuevos creyentes respecto a los dogmas y respecto a
los profetas a seguir4.
No resulta sorprendente, por tanto, que muchos años más tarde de haber publicado los resultados
de nuestros estudios5, muchas de las apreciaciones más críticas que hicimos en lo publicado sobre la
metodología de la arqueología de la arquitectura sigan siendo válidas. Casi ninguna de las expectativas
entonces abiertas se han cumplido; no se ha difundido su conocimiento entre los arquitectos, a los que
normalmente se pretende excluir en unos estudios cuya casuística es paradójicamente inalcanzable para
nadie sin sólidos conocimientos de construcción y estructuras; los criterios de restauración derivados
de su aplicación no se han reconocido y aceptado todo lo ampliamente que debieran y, finalmente, su
aplicación al estudio sistemático del territorio no se ha desarrollado apenas al estar más abocada la
disciplina a mirar cada vez más en profundidad un trozo de paramento que el territorio que lo rodea.
Por el contrario, todos los peligros que entonces anunciábamos se han cumplido; la disciplina
ha quedado reducida a una analítica que la mayor parte de la veces por excesiva y falta de relación con
la comprensión integral del edificio, no pasa de ser un denso y poco comprensible ejercicio académico;
la incapacidad para hacer un análisis cualitativo y ponderado ha derivado en un fundamentalismo conservacionista de la anécdota que ha provocado una lógica reacción contraria en muchos restauradores
y, finalmente, el círculo de los autoproclamados expertos se ha cerrado tanto (para conservar un supuesto
monopolio de los saberes iniciáticos) que lo que debería haber sido una auténtica revolución de nuestra
percepción del patrimonio como documento se ha convertido a ojos del mundo en pequeños caprichos
que algunos locos nos empeñamos en asumir en las obras de restauración.
Pero la verdad es que es prácticamente imposible abordar ninguna intervención en un edificio
sin un análisis estratigráfico riguroso y 30 años aplicando este tipo de estudios en Planes Directores y
restauraciones de monumentos nos ha permitido ir afinando la metodología y enriqueciéndola. Inicialmente como método de estudio6 y siempre en colaboración con arqueólogos como Manuel Retuerce,
Miguel Ángel Hervás, Germán Prieto, Luis Alejandro García, Manuel Melero y Diego Lucendo; algo
más tarde, en mis clases como profesor del Master de Rehabilitación de la Universidad Alfonso X de
Madrid y como profesor invitado en el extranjero, y desde el principio como criterio para la intervención
restauradora (este es el punto clave) hasta que finalmente hemos podido trasladar este concepto a normas, recomendaciones7 o incluso a la carta de ICOMOS para las fortificaciones en cuya redacción hemos
tenido la suerte de poder participar.
Este es, como decía, el punto clave. Cuando revindicamos la necesidad de que los arquitectos
interioricen los conceptos de la estratigrafía arquitectónica estamos revindicando que lejos de ser una
4
Algunos recordarán la genial frase con la que nuestro añorado Juan Zozaya resumió la polémica que tuvimos en el V Congreso
de arqueología medieval española, en Valladolid en 1999.
5 COBOS, 2002; 2003a; 2003b; 2004a; COBOS, 2004b.
6 COBOS, 2016.
7 COBOS y RETUERCE, 2012
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disciplina teórica sea un criterio de intervención. Y no tanto el respeto de la lectura estratigráfica previa,
obvio sin duda, pero que requiere definirse correctamente, sino el criterio de legibilidad de la obra nueva
al que dedicamos un estudio hace 20 años a propósito de nuestras intervenciones en los castillos de la
Mota y Ponferrada y las murallas de Agreda8 y que seguimos aplicando en obras tan recientes como la
del castillo de Osma9.
1. 2. Lectura de paramentos /Arqueología de la arquitectura/ Estratigrafía arquitectónica
Que a leer un paramento desde el punto de vista estratigráfico le llamen lectura de paramentos
es correcto, pero ya no lo es cuando a leer un paramento le llamamos arqueología de la arquitectura. Es
cierto que arqueología es el estudio de la cultura material de la antigüedad y que la arquitectura (y el
urbanismo) es el mayor exponente material de una cultura, pero la arquitectura no es solo materia depositada en un paramento y tanto los arqueólogos que estudiaban hace años los edificios romanos de forma
global hacían “arqueología de la arquitectura” como los arquitectos que estudian la superposición de
fases y reformas estudian la arquitectura sin ser (o sin sospechar que son) arqueólogos. Así en principio
el termino estratigrafía arquitectónica, que encabeza esta conferencia y yo utilizo, tiene cierta neutralidad puesto que define el método sin definir necesariamente al actor.
En segundo lugar, estratigrafía arquitectónica puede incluir todas las estratigrafías que afectan
al hecho arquitectónico, no sólo el material. También hay como veremos una estratigrafía funcional y
una estratigrafía estructural que pueden, deben ser estudiadas en paralelo. Estudiando la fortificación,
donde la complejidad estratigráfica es enorme, se aprende pronto que es la sección constructiva y funcional y no el paramento lo que explica la evolución y trasformación de estos edificios pues la adición
de fases se asemeja más a las pieles de una cebolla (Fig. 1).
En tercer lugar, esta referencia a la triada vitruviana del Firmitas, Utilitas y Venustas, que define
el hecho arquitectónico, (además de latín hay que saber matemáticas) sirve para introducir un componente cualitativo en la valoración de nuestras unidades estratigráficas cuya ausencia ha sido el principal
punto débil para la incorporación de estos conceptos a la intervención restauradora de los arquitectos.
Para un arquitecto, que pretende entender un edificio globalmente, el que la roza que hizo hace un año
un electricista en un muro sea la unidad 5007 del mismo diagrama Harris en el que el campanario de 30
metros de altura es la unidad 3210 es incomprensible y desde su punto de vista muy poco útil.
8
9
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Fig. 1. Sección estratigráfica del castillo de Íscar, Valladolid. Fernando Cobos Estudio Arquitectura,
Plan director del castillo de Íscar, 2002-2006.
2. Apuntes metodológicos para la lectura estratigráfica
Habitualmente, si tuviera que explicar el método a mis alumnos arquitectos empezaría por la
estratigrafía geológica, luego el método de Harris y más tarde Francovich, Parenti, Brogiolo, Caballero
y otros. Como supongo que todos los asistentes a este Congreso son reconocidos expertos en la lectura
de paramentos me ahorraré unas páginas y un centenar de notas bibliográficas. También supongo que
algunas o muchas de las cosas que voy a contar serán obvias para algunos de los oyentes. Es posible que
ante problemas parecidos alguien haya desarrollado métodos parecidos y yo no lo haya visto publicado.
Como se verá, muchas de las reflexiones son de puro sentido común y sería perfecto que a todos todo
nos pareciese obvio, como me lo parece a mí.
La primera reflexión, ya enunciada, es que la arquitectura no es el resultado de un proceso estratigráfico natural o de un devenir accidental de acontecimientos históricos. La acción de hacer arquitectura implica una intencionalidad y una lógica que se resume en que lo fabricado tenga los valores
propios de su disciplina: Firmitas, Utilitas y Venustas, y los tres componentes básicos del hecho arquitectónico pueden ser objeto de estudio estratigráfico diferenciado; es decir que, simplificando, podemos
establecer tres lecturas estratigráficas en vez de una sola:
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Venustas > apariencia externa > estratigrafía de fábricas.
Firmitas > estructura > estratigrafía de sistemas estructurales.
Utilitas > función > estratigrafía de sistemas funcionales.
Aunque el edificio puede ser dividido por zonas de estudio, individualizando cada lienzo, es a
través de la lectura cruzada y subordinada de estos tres análisis como se generan una serie de esquemas
de relaciones, que permiten una aproximación a la cronología constructiva del edificio. Pero esta reflexión inicial afecta a todo el proceso, empezando por los niveles de lectura.
2. 1. Niveles de lectura
Decía Leonardo, cuando explicaba que las cuerdas de los dos pesos que cuelgan de una balanza
no son paralelas, sino que convergen en el centro de la tierra, que estas cosas no deben olvidarse, pues
dan placer a las mentes especulativas, pero pueden obviarse para según qué cálculos10
Estratigrafía arquitectónica básica (lectura cualitativa)
Una etapa o fase constructiva de un edificio es el conjunto de fábricas que responden a un proyecto definido por un mismo sistema funcional, estructural y formal (la triada vitrubiana). Esta unidad
es común y puede analizarse bajo los tres aspectos. Cada fase constructiva se divide en unidades de
fábrica que podemos definir como el conjunto de materiales que integran una fábrica trabada en un
mismo y único proceso constructivo. La unidad de fábrica puede incluir elementos cronotipológicos (aparejo, marcas de cantería, tipologías de huecos), pero su interpretación es subsidiaria de la lectura estratigráfica y no al revés.
Su lectura puede hacerse por fases completas cuando las diferencias de materiales o formas son
muy evidentes o por unidades de fábrica (un todo trabado) asociadas a sistemas arquitectónicos previamente reconocidos.
Estratigrafía natural, física o de procesos (lectura cualitativa)
Además de las unidades de fábrica o de primer nivel, citadas antes y que son la clave del sistema,
en la estratigrafía “natural”, se incluyen dos subcategorías más:
1. Reformas y modificaciones parciales o fases de ejecución (variación o alteración parcial de características o elementos de una fábrica, pero sin alterar sustancialmente los sistemas básicos de una etapa
como, por ejemplo, ensanchar una puerta). Genera unidades estratigráficas de segundo nivel.
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2. Modificaciones accesorias, accidentes, degradaciones diferenciales, reparaciones puntuales, sustituciones o reposiciones de material (no tienen valores vitruvianos propios, como, por ejemplo, sustituir
una dovela de un arco) genera unidades estratigráficas de tercer nivel.
Estratigrafía artificial, arqueológica o de montaje (lectura cuantitativa)
Hablamos aquí ya de los distintos elementos arquitectónicos independizables, visual o formalmente (un arco en un muro, los distintos sillares de un muro de sillería...) aunque constructivamente
sean claramente coetáneos e inseparables entre sí. Ponerle un numerito a cada ventana, a cada sillar o a
cada dovela puede ser útil para análisis muy diversos. Nosotros por ejemplo lo utilizamos para descubrir,
por el orden de colocación de las cajas de tapial del castillo de San Pedro de Latarce, la presencia de
muchas cuadrillas trabajando simultáneamente (Fig. 2)11.
Fig. 2. Análisis del proceso constructivo de las tapias del castillo de San Pedro de Latarce, Valladolid, Fernando
Cobos Estudio Arquitectura, Plan director del castillo de San Pedro de Latarce, 2008.
Pero también puede presentar indefiniciones interesantes, como la primera paradoja del arco.
Supongamos que tenemos un arco del siglo XII en el que sin cambiar la forma le sustituyen la mayoría
de las dovelas en muchos y muy diversas épocas; el resultado de nuestra lectura serían una docena de
unidades estratigráficas para un solo arco, pero ¿de qué siglo es el arco? El arco como elemento estructural o funcional desaparece y solo tenemos la cronología de las piedras. Si esto ocurre para unidades
“naturales” de tercer nivel, la confusión es todavía mayor si consideramos cada dovela como una unidad
“artificial distinta” sin que tengan cronologías distintas cada una. En las discusiones de hace 20 años
del congreso de Hospitalet citado ya decíamos aquello de que los árboles no te dejan ver el bosque para
definir este problema.
11
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2. 2. Reconocimiento de unidades estratigráficas
Unidades de fábrica
Aparte de la lectura directa de fases muy distintas entre sí, la unidad estratigráfica básica o de
primer nivel es la unidad de fábrica, un todo trabado, distinguible de otras unidades por unos límites o
superficies de borde claras. Estos límites pueden ser muy evidentes o no. Las juntas se repasan, las
fábricas se “enjarjan”. Fábricas aparentemente trabadas pueden no ser coetáneas y sí serlo fábricas adosadas. Hay un primer punto de subjetividad en esta lectura que depende mucho de la experiencia y el
conocimiento del observador.
Tipos de superficies de borde o elementos de discontinuidad:
De adosamiento:
Sobre otra fábrica existente.
Sobre otra fábrica desaparecida.
De inclusión.
De espera:
Fase de obra (tendel, carretada, de cambio de oficio, adaraja).
Inconclusión.
Batache.
Negativas y superficies “en sí”:
Destrucción no condicionada a nueva fábrica.
Enjarje o cajeado.
Roto o apertura.
Robo o expolio.
Las unidades de fábrica también pueden ser negativas cuando la materia se ha perdido, pero se
conservan las superficies de borde en las otras fábricas de contacto. En fortificación dada la tendencia
de unas reformas a forrar otras y a la diversa degradación o predisposición para el robo de unas capas
respecto a otras, es muy habitual que las estructuras desaparecidas expliquen edificios aparentemente
homogéneos desde sus paramentos exteriores. Las fortificaciones de Castrotorafe (Fig. 3), Osma o Gormaz son ejemplos singulares donde la fábrica más antigua ha desaparecido, perviviendo su forro posterior.
La unidad de fábrica incluye valores vitrubianos y pertenece a, o incluye elementos de, sistemas
arquitectónicos reconocibles de una etapa constructiva (funcional, estructural y formal, ya sea en aspectos decorativos o constructivos). Es decir, la unidad de fábrica, el todo trabado, puede incluir una puerta
que marca un nivel de uso y el arranque de una bóveda que indica la presencia de esta estructura.
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Fig. 3. Análisis estratigráfico de la muralla de Castrotorafe, Zamora. Fernando Cobos Estudio Arquitectura,
Plan director de las murallas y el castillo de Castrotorafe, 2002.
La unidad de fábrica puede incluir también elementos cronotipológicos característicos (aparejo,
marcas de cantería, tipologías de huecos) pero su interpretación es subsidiaria de la lectura estratigráfica
y no al revés.
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Unidades estratigráficas de niveles 2 y 3
Carretadas distintas, sustituciones de material, reparaciones, heridas, todas aquellas acciones
que no implican un cambio en los valores de la triada vitruviana, especialmente en los funcionales o
estructurales (un acabado de yeso tiene valor estético, pero es obviamente una unidad de segundo nivel).
Pueden sin embargo tener un valor documental relevante, como los sillares de distinta calidad
de las cantoneras de la muralla de Ibiza que evidenciaban los ataques turcos a las islas de las canteras
de mejor calidad y la llegada de piedras de otras canteras más seguras, pero de peor calidad12.
Unidades formales o artificiales
Al ser una división artificial no rige ley arquitectónica pues separa lo que se construyó junto,
solo rigen leyes físicas del propio proceso de construcción. Pero las apariencias físicas si no se domina
el método de construcción pueden ser engañosas y no siempre las hiladas superiores son posteriores a
las inferiores. Además debe tenerse en cuenta de que si por cuestiones formales yo separo elementos
funcionales (un arco de paso) o estructurales ( un canecillo, la impronta de un bóveda) del muro en el
que están trabados y del que son coetáneos, cualquier relación funcional o estructural que establezca con
otros elementos no permitirá sacar conclusiones válidas al no distinguir en mi lectura entre los elementos que son en sí una unidad estratigráfica (una puerta abierta en un muro anterior) y los que distingo
artificialmente sin tener ese carácter por razones de forma.
2. 3. Leyes de la lectura estratigráfica
Para las leyes de lectura, el método es el mismo ya conocido:
Directas:
o
Anterior a
o
Posterior a
o
Coetáneo a
Indirectas:
12
o
Igual a
o
Asociativa (a<b, b<c.. a<c)
o
Sustraído o unidad negativa
o
Superficie en sí.
COBOS y CAMARA, 2008
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Pero no siempre es fácil establecer esta relación, ante dos fábricas yuxtapuestas la cronología
relativa de una y otra es siempre una apreciación subjetiva, basada, si no hay datos físicos objetivos
(rebabas, improntas, inclusiones de material) en la experiencia y conocimientos del observador. Es por
ello que planteamos inicialmente en nuestros estudios unos principios para la lectura estratigráfica que
finalmente desembocaron en el método por lecturas independientes que se explica más adelante.
2. 4. Principios de lectura estratigráfica
Principio de continuidad: los sistemas funcionales, formales y estructurales se interpretan desde
criterios de continuidad (ver a continuación la 2º paradoja del arco). Los mechinales o ménsulas se
interpretan en función del forjado o estructura a la que sirven.
Principio de igualdad o equivalencia: unidades de fábricas con características idénticas, pero
sin contacto físico se consideran inicialmente coetáneas.
Principio de simplicidad: los constructores antiguos no tenían ningún interés en generar falsas
lecturas arqueológicas, respetaban los principios lógicos de la construcción y la economía de medios
(nadie hacía cosas muy complejas sin una razón lógica pero no es raro que retallen o reaprovechen
elementos).
Principio de independencia de la lectura: no utilizar valoraciones o dataciones apriorísticas
ajenas a la propia lectura.
En el fondo, lo que dicen estos principios es de sentido común. La segunda paradoja del arco,
que formulamos en una crítica a una lectura presentada en un congreso de arqueología hace muchos
años, se basa en el hecho de que si tienes una unidad estratigráfica que consiste en medio arco del siglo
XIII y otra unidad estratigráfica que se corresponde con el otro medio arco del siglo XV es probablemente que no tengas realmente 2 unidades estratigráficas sino tres, tres medios arcos, uno de ellos desaparecido, porque es obvio que medio arco solo no aguanta en pie sin caerse durante dos siglos. Pero
esta reflexión, aunque muy obvia incluso para alguien que no sepa de cálculo estructural, no se deduce
directamente de la lectura estratigráfica material del paramento. La primera idea que enuncia el primer
principio lleva necesariamente a una nueva reflexión: si un conocimiento intuitivo del cálculo estructural
nos lleva a ver aspectos de la estratigrafía que la lectura básica no aporta, un conocimiento profundo de
esta materia abriría muchos más caminos que ahora ignoramos.
El segundo principio enuncia realmente la única herramienta que tenemos si las estructuras que
analizamos no se tocan físicamente y de sus ambigüedades nace la necesidad de disponer de otros medios de análisis.
El tercer y el cuarto principio parecen también obvios, pero no siempre es evidente lo que lo
parece tan obvio. Hace años hicimos y publicamos un estudio sobre la evolución de la iglesia de santa
María del Castillo en Calatañazor, que tenía como elemento más antiguo el resto de una espadaña
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prerrománica. Algunos años después apareció un estudio de “arqueología de la arquitectura” en la revista
del mismo nombre13 sobre la misma iglesia que citaba nuestro estudio, pero lo enmendaba asegurando
que nuestra espadaña prerrománica era el contrafuerte de la torre barroca que se añadió a la iglesia (es
necesario ver la figura 4 para entender el tamaño de la barbaridad). El argumento utilizado por los autores de este estudio era que el tipo piedra de remate y albardilla de nuestra espadaña se parece a los
remates y albardillas de los otros contrafuertes, que el aparejo de ambos elementos se parecía y que no
eran capaces de distinguir la junta inferior entre la fábrica de nuestra espadaña y el hueco de campana
claramente tapiado al construir la torre, asunto que resolvieron convirtiendo el arco del hueco cuya presencia era innegable en un supuesto “arco de descarga” que no sabemos qué descarga realmente. Todo
su argumento es tipológico y estilístico y no estratigráfico (salvo la junta que dicen que no ven) y como
razonamiento incumplía no sólo el principio de la independencia de la lectura sino fundamentalmente
el de simplicidad, que también se conoce en el mundo científico como la Navaja de Ockhan. Obviamente
los autores de tan novedosa a la par que sencilla teoría interpretativa de la evolución constructiva no se
preguntaron, o no consideraron relevante explicar, por qué los constructores de la torre cortaron la fachada románica de buenos sillares para incrustar un contrafuerte de mala mampostería si la fachada ya
Fig. 4. Lectura de paramentos de Santa M.ª del castillo de Calatañazor, Soria. 1: lectura de Cauce y Murillo
(2014). 2: lectura previa de Cobos, Retuerce y Hervás (2007). Fotos de la realidad existente, Fernando
Cobos Guerra.
13
CAUCE y MURILLO, 2014.
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era mucho mejor contrafuerte que el que incrustaban (argumento estructural). También ignoran el hecho
de que si la cara exterior del contrafuerte iba a quedar tapada por las fábricas románicas en la que se
incrusta y por su propio relevante de la fachada ¿para qué la remataron y le pusieron albardilla? (argumento estructural).
De hecho, si uno piensa un poco en cómo se tuvo que cortar la fachada y construir el contrafuerte
después, descartado el uso de rayos láser, resulta imposible imaginar porqué un maestro de obras cabal
se tomaría tanto trabajo en construir algo tan difícil, tan inútil y tan inoperante. Para perplejidad mía (y
de mis colegas arqueólogos que participaron en nuestro estudio), las únicas explicaciones que obtuvimos
cuando preguntamos por ellas (el estudio citado no las incluye) es que hay profundidades del conocimiento del diagrama Harris que nos están vedadas a los no iniciados. Es decir, el defecto de nuestro
análisis estratigráfico es que lo firmaba un arquitecto.
Seguramente es este pretendido monopolio arqueológico en la aplicación del método de lectura
estratigráfica en España el que conduce a que se publiquen estas cosas en revistas supuestamente científicas sin que nadie se lleve las manos a la cabeza. Lo paradójico es que en Italia esto no ocurriría, quizá
porque, para empezar, Brogiolo y Parenti son arquitectos y por muy poca construcción y estructuras que
sepan los arquitectos en Italia, donde es competencia de los ingenieros, hay cosas evidentes que un
arquitecto no puede ignorar14.
Si aceptábamos que esta disciplina es necesariamente interdisciplinar, el paso siguiente era incorporar a su método de estudio elementos epistemológicos claves de la arquitectura. Fue en ese trabajo
interdisciplinar cuando surgió el método de análisis por lecturas independientes. Su función inicial era
dotar a la lectura de paramentos de unas herramientas para detectar los errores que surgiesen del no
siempre fácil reconocimiento de unidades estratigráficas y su relación entre ellas. Luego, ya codificado,
se convirtió en una herramienta mucho más útil.
2. 5. Análisis arquitectónico por lecturas independientes
Sobre un edificio puede plantearse básicamente tres lecturas independientes:
1. Lectura de unidades estratigráficas, definida según los parámetros anteriores.
2. Lectura de sistemas estructurales asociados a las fábricas. Se realiza a partir de los indicios
que presentan los muros y se concreta en forjados, escaleras, bóvedas o cubiertas, pudiendo ser los
forjados o las cubiertas sostenidas por arcos, canes o viguerías de madera. La lectura de sistemas estructurales implica reconocer estos elementos a partir de los restos o indicios que queden en los muros y
agrupando dentro de un mismo sistema los indicios y elementos que se conservan y la hipótesis de
14
Esta paradoja recuerda a cuando los grandes maestros de la arquitectura moderna del siglo XX decían y convencían a los
nuevos arquitectos de que había que romper con la arquitectura anterior y no estudiarla, cuando ellos, que la conocían muy
bien, aplicaban proporciones clásicas en sus edificios. El resultado fueron generaciones de arquitectos perfectamente ignorantes
de la arquitectura histórica con herramientas proyectuales mucho más limitadas que las de sus maestros.
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distribución espacial del elemento. Es decir, al sistema forjado de planta primera, por ejemplo, pertenece
los canes o mechinales en los que apoyan las vigas en un paramento y en el paramento opuesto, así como
el mismo elemento estructural desparecido pero cuya reconstrucción hipotética puede plantear contradicciones o incompatibilidades con otros elementos existentes o de reconstrucción hipotética.
Las leyes de lectura del sistema estructural no son estratigráficas, sino funcionales. Todos los
mechinales que sujetaban un mismo forjado constituyen una serie, serie que pertenece al sistema estructural de este forjado junto con los mechinales de la cara opuesta y junto con el forjado en sí, aunque este
no esté. Si, por casualidad, existiera un muro entre ambos apoyos que imposibilitara que dicho forjado
fuera continuo, hemos de suponer que dicho muro es incompatible con dicho forjado. Por tanto, las
relaciones, las leyes de lectura, son básicamente tres:
La pertenencia a la misma serie de elementos estructurales (todos los mechinales de una pared
que servían a un mismo forjado).
La pertenencia al mismo sistema estructural (el forjado y todos sus apoyos).
Y existe una tercera ley de lectura, que es Ser incompatible con otro elemento o estructura. Dos
cotas de forjados demasiado próximas, orden de vigas y viguetas no coincidentes, forjados que cortan
puertas por la mitad (aquí hay un componente funcional). Aunque el concepto de no compatible no
implica necesariamente una relación cronológica clara entre ambos elementos o sistemas; dos elementos
incompatibles estructuralmente no pueden ser coetáneos, pero no siempre puede establecerse cual es
anterior a cuál.
3. Lectura funcional. La lectura funcional analiza cómo se usa o cómo se usaba el edificio. Una
escalera que conduce a un nivel, una puerta que se abre en un muro, tienen una función relacionada con
ese uso; y básicamente establecen relaciones de compatibilidad o incompatibilidad de usos. Un forjado
cuya existencia implica la imposibilidad de usar una escalera, un suelo cuya ausencia implica la imposibilidad de usar una chimenea, una tronera de artillería cuyo ángulo de tiro tapa un muro, una escalera
que no lleva a ninguna parte, reflejan niveles de incompatibilidad. El problema del análisis funcional es
que normalmente trabajamos con edificios en ruinas, en los que es más difícil apreciar lo que falta que
lo que sobra. Las leyes de lectura del análisis funcional son básicamente compatible y no compatible,
entendiendo que no compatible implica siempre no coetáneo, mientras que compatible no implica necesariamente que los elementos que los son sean también coetáneos.
El análisis por lecturas independientes se desarrolló primeramente de forma intuitiva resolviendo casos concretos en los que la lectura clásica no era suficiente, luego se definió teóricamente para
las enseñanzas del máster de Rehabilitación de la universidad Alfonso X. El primer caso en que se aplicó
ya evolucionado formalmente fue en el estudio del castillo de Pambre (Fig. 5)15, cuando los redactores
15
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del proyecto pidieron nuestra colaboración. La fortaleza de Pambre, con sillería granítica varias veces
reutilizada o retallada y siempre con módulos parecidos, pasó de ser un edificio sin etapas constructivas
a tener decenas de reformas solo visibles por el cruce de relaciones funcionales y estructurales entre los
muros de la torre y su recinto perimetral.
Fig. 5. Paramentos del castillo de Pambre, incompatibilidad funcional entre escalera y chimenea. Incompatibilidades estructurales y funcionales entre diversas cotas de forjado. Cobos, Crecente y Salvador 2014.
2. 6. Lecturas cruzadas y lecturas subordinadas
En principio, en nuestro método hemos de suponer que la lectura estratigráfica básica, la lectura
de sistemas estructurales y la lectura funcional tienen igual categoría y cuando se crucen entre ellas
deben ser coherentes y si no lo son hemos de suponer que alguna de ellas está mal hecha.
Por contra, hay otras lecturas posibles del objeto arquitectónico que son subordinadas a estas
tres. La lectura estilística o figurativa (las partes estilistamente afines o con elementos decorativos idénticos pueden suponerse coetáneas), la lectura de marcas de cantería, las inscripciones o incluso los análisis mensiocronológicos (los ladrillos o los sillares del mismo formato pueden ser coetáneos y no serlo
los de distinto formato) son lecturas subordinadas por cuanto existe una amplia casuística que conduce
a apreciaciones erróneas (las piedras se reutilizan en fases distintas o proceden de distintas carretadas
en una misma fase de obras, las inscripciones se falsifican, los elementos decorativos se copian).
2. 7. Esquemas de relaciones
A partir del esquema estratigráfico de las unidades estratigráficas básicas podemos añadir las
series y elementos que caracterizan los elementos estructurales estableciendo su cronología relativa respecto a las unidades estratigráficas (esto no siempre es muy evidente y conviene que los sistemas estructurales floten con cierta libertad sobre el esquema de unidades estratigráficas). Los elementos de
análisis funcional se concretan sobre objetos materiales que están incluidos en unidades estratigráficas
y que a su vez pueden pertenecer a sistemas estructurales; forman por tanto una tercera capa en la que
se refleja solo la relación de incompatibilidad.
El proceso puede llegar a ser muy complejo incluso trabajando con unidades estratigráficas muy
básicas. Si los mechinales de un forjado son coetáneos a una unidad estratigráfica y posteriores a otra,
aunque ambas unidades estratigráficas no tengan contacto, el sistema estructural marca la cronología
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relativa entre ellas. Si dos elementos funcionales incompatibles pertenecen a dos unidades estratigráficas
distintas, podemos asegurar que estas unidades no son coetáneas. Conviene recordar aquí que nuestro
objetivo es entender la historia y evolución del edificio en su conjunto y no de los paramentos de forma
independiente. De esta manera, si se estudia solo un paramento, los problemas funcionales o el análisis
de sistemas estructurales pueden parecer superfluos, pero es imposible entender el conjunto del edificio
sin ellos.
Las lecturas subordinadas deben hacerse subordinadas a la lectura principal, es decir las marcas
de cantería, los elementos decorativos o las características de formato o medida de los elementos constructivos se agruparán por unidades estratigráficas de forma que relaciones de identidad no condicionen
necesariamente la coetaneidad de diferentes unidades o al revés.
En el esquema de la figura 6 la unidad estratigráfica “n” y la “n+1”, no tienen contacto físico y
ambas tienen las mismas marcas de cantería (“EE 1”), ambas incluyen dos elementos funcionales que
son incompatible entre sí (“EF 1” Y “EF
2”), y las dos presentan elementos de un
mismo sistema estructural, en un caso
coetáneo con la construcción de la unidad
estratigráfica y, en otro caso, fruto de una
modificación posterior.
Hemos generado un ejemplo de
esquema de lectura cruzada para que sea
coherente, aunque las lecturas independientes pudieran dar otras interpretaciones. En primer lugar, la lectura de unidades estratigráficas no nos ofrece ninguna
solución por cuanto las unidades no se tocan ni tienen unidades que las relacionen
entre sí. En segundo lugar, la identidad
Fig. 6. Esquema estratigráfico con unidades de fábrica, funcionales, estructurales y atributos glictográficos. Fernando Cobos
Guerra, apuntes para el máster de rehabilitación de la Universidad Alfonso X, 2008.
entre las marcas de cantería podría indicar
que ambas son coetáneas, pero como hemos dicho, la marca de cantería no es un elemento determinante
por cuanto se usaban por las mismas familias de canteros durante varias generaciones. La incompatibilidad funcional entre dos elementos indica que ambas unidades estratigráficas no son coetáneas. El hecho de que el sistema estructural, supongamos que los mechinales de un antiguo forjado sean coetáneos
de una unidad y posteriores a la otra es coherente con la lectura global. Podría ocurrir que no fuera tan
fácil apreciar que estos mechinales fueran posteriores. En ese caso, la diacronía entre las unidades quedaría marcada por la incompatibilidad funcional y por la incompatibilidad de los dos sistemas
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estructurales “SE 1” y “SE 2”; ello nos obligaría a estudiar con mucho más cuidado la relación estratigráfica entre el mechinal y la unidad estratigráfica en la que aparece.
Diagramas estratigráficos y otros medios de grafiar la lectura.
Personalmente, prefiero los planos coloreados y los modelos en 3d, que son los medios de expresión propios de la arquitectura, pero los esquemas estratigráficos tienen alguna capacidad para expresar la cronología relativa que no tienen los planos. Todos tienen como base lo que llamamos diagrama
Harris, pero no es importante si está en orden ascendente o descendente cronológicamente hablando16.
Más interesante es distinguir entre los cuantitativos y los cualitativos, organizados por niveles de lectura.
Para la lectura cruzada, el esquema que he explicado antes es muy difícil de trasladar a un diagrama de un edificio complejo. En la figura 7 se ve un diagrama de unidades cruzado con el análisis de
sistemas funcionales y estructurales. Cada columna del esquema refleja las estructuras que tienen contacto físico entre sí y sólo las relaciones estructurales y funcionales pueden saltar de un sector a otro.
Está es su verdadera potencialidad. Los componentes estilísticos y crono-tipológicos se pueden añadir
en el mismo esquema, pero sus líneas de relación no tienen la misma categoría y solo son aceptables si
son coherentes con las tres lecturas principales.
Fig. 7. Paramentos del castillo de Pambre, evidencias de diversos sistemas estructurales en las caras del
homenaje y en los paramentos enfrentados a ellas. Diagrama estratigráfico con unidades de fábrica, funcionales y estructurales. Cobos, Crecente y Salvador 2014
3. Casuística
3. 1. Casos Complejos, “las fortalezas jalón”
Ya hemos explicado que en la fortificación la complejidad estratigráfica es mayor que en otros
edificios, pero es casi siempre indetectable en los paramentos. Esto se debe a que nadie derribaba el
16
Aquí, el orden de excavación no es importante y puede adoptar de un orden tectónico o cronológico indistintamente.
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castillo viejo cuando estaba en necesidad de defenderse y las nuevas defensas se adosaban a las viejas
no solo en la vertical de un paramento sino forrando por dentro o por fuera la fortificación preexistente.
Cuando analizamos en un
territorio la superposición de sistema defensivos observamos que las
nuevas fortificaciones del nuevo sistema no se colocan siempre encima
de las antiguas, a veces aparecen en
el cerro de enfrente. Hay sin embargo algunas que por diferentes
motivos siempre se construyen encima de las anteriores y estas son las
que en estratigrafía territorial llamaFig. 8. Castillo de Magaña, Soria. Fernando Cobos Guerra.
mos “yacimientos jalón”, porque
nos dan toda la superposición de es-
17
tratos constructivos de un territorio . El castillo de Magaña en Soria18 es un yacimiento jalón y recorre
todo el panorama fortificatorio de su territorio desde el siglo XI hasta el XVI (Fig. 8). Lo más singular
de su compleja estratigrafía es la torre arruinada dentro de la torre nueva y el recrecimiento del recinto
por el interior que se produjo después de un regruesamiento general por el exterior. En este caso el
Fig. 9. Estratigrafía y estructuras del castillo de Magaña, Soria. Fernando Cobos Estudio Arquitectura, Plan director del castillo de Magaña, 2015.
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estudio del sistema de forjados a partir de sus mechinales permitió definir el ancho de las crujías del
patio sin haber excavado el muro interior (Figs. 9-12).
Fig. 10. Estratigrafía y estructuras del castillo de Magaña, Soria. Fernando Cobos Estudio Arquitectura,
Plan director del castillo de Magaña, 2015.
Fig. 12. Diagrama estratigráfico con unidades de fábrica, funcionales y estructurales del castillo de
Magaña, Soria. Fernando Cobos Estudio Arquitectura.
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Fig. 11. Estratigrafía en planta del castillo de Magaña, Soria. Fernando Cobos Estudio Arquitectura, Plan
director del castillo de Magaña, 2015. Imagen de los paramentos exteriores, Fernando Cobos Guerra.
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3. 2. La preeminencia de la lectura funcional
En fortalezas masivas como Salses, al norte de Perpiñán (Francia), los sucesivos rechapados y
regruesamientos, que desde el exterior solo permiten ver un paramento homogéneo, no permiten un
estudio del proceso evolutivo. Para apreciar este crecimiento en sección ayuda mucho que el castillo
esté medio caído, pero si se conserva entero es difícil verlo. En este caso el análisis funcional básico de
una fortificación artillera es su funcionamiento como tal y la dirección de tiro y la operatividad o no de
las troneras interiores nos dan una lectura evolutiva que no dan otros instrumentos19 (Figs. 13 y 14).
Fig. 13. Fortaleza de Salsas. Francia. Vista general de paramentos exteriores e hipótesis de crecimiento
en sección antes del estudio de 2019. Fernando Cobos Estudio Arquitectura.
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Fig. 14. Fortaleza de Salsas. Francia. Análisis de la planta. Evidencias de estratigrafía de elementos funcionales
(portillos y troneras). Fernando Cobos Estudio Arquitectura 2019.
3. 3. La preeminencia de la lectura estructural
En la cara norte de la alcazaba del castillo de Gormaz (Soria) se construyó posiblemente en el
siglo XIV un almacén de madera que aparentemente presenta unos muros mixtos de madera y piedra en
el que la madera desaparecida ha dejado su huella (Figs. 15-16).
Durante años nadie se ha fijado en que la piedra y la madera pudieron no ser coetáneas, pero si
se analiza estructuralmente se llega a la conclusión de que los pilares de madera embebidos en la cara
interna del muro son innecesarios y que el jabalcón que salía de ellos al exterior atravesando limpiamente
en diagonal el muro para sujetar un alero externo era un absurdo constructivo. Es entonces, a partir de
esta reflexión cuando podemos plantear que la estructura de madera, el almacén entero construido sólo
con madera, estaba en pie cuando lo macizaron de piedra. La extraña y anecdótica impronta de la escalera exterior de madera es ya un serio indicio y si observamos que la viga jácena del cierre lateral estaba
flectada antes de que la fábrica la convirtiera en viga durmiente, podemos asegurar que el almacén estaba
en uso y lleno cuando se adopta la decisión de protegerlo con fábrica. Esto ocurrió así seguramente a
causa del valor de lo que contenía y los restos aparecidos en su excavación hace años indican que pudo
ser una armería. En documentación sobre el castillo de Salsas se relatan casos parecidos donde se manda
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“enladrillar” almacenes de madera para evitar incendios en caso de ataque. En el castillo de Osma, los
almacenes de la misma época sufren el mismo proceso.20
Fig. 15. Ruinas del almacén “enladrillado” del castillo de Gormaz, Soria. 1: huellas de la estructura de
madera desaparecida. 2: huella de la jácena flectada. 3: impronta de la escalera. 4: hueco del jabalcón que
nace de un poste. Fernando Cobos Guerra.
Fig. 16. Caserío museo Igartubeiti, País Vasco, estructura similar a las ruinas del almacén del
castillo de Gormaz.
20
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3. 4. Estratigrafía arquitectónica y restauración de fábricas
Citábamos antes como marco de referencia de criterios la Carta de ICOMOS para las fortificaciones Patrimonio Mundial de UNESCO21, en cuya redacción hemos participado y que dice: c) Todas
las intervenciones deben ser compatibles con los elementos y las características de las fortificaciones y
el patrimonio militar de acuerdo con la Carta de Zimbabue y en relación con la Triada de Vitruvio:
"Firmitas, Venustas et Utilitas". El concepto de compatibilidad en la "Firmitas" debe entenderse hasta
la compatibilidad mecánica entre los materiales históricos actuales y los materiales utilizados para la
restauración-consolidación estructural, prefiriendo siempre una intervención de "tipo natural". (Refiriéndose a la intervención de impacto mínimo). La compatibilidad funcional o "Utilitas" es la supervivencia de los elementos característicos de la fortificación desde el punto de vista de su función, sus
recorridos y sus accesos. La compatibilidad estética o “Venustas” significa que la intervención debe
ser estéticamente compatible con el original. Sin embargo, debe garantizar la permanencia de la lectura
estratigráfica previa a la intervención y la legibilidad estratigráfica de la intervención en sí.
Nótese, que los elementos claves de nuestro análisis, basados en la triada vitruviana, son el
vector sobre el que se aplican los criterios de intervención. Tenemos bases de estudio para aplicar la
conservación de la lectura estratigráfica previa (y también la comprensión de los elementos funcionales
o estructurales pese a que a los arquitectos restauradores les sigue gustando tapar mechinales) pero sigue
quedando el problema de “la legibilidad de la intervención en sí” que garantice la solicitada compatibilidad estética (Fig. 17).
Fig. 17. Legibilidad estratigráfica de la obra nueva. Restauración de Matrera, Cádiz, por Quevedo Rojas. Restauración Trigueros del Valle, Valladolid por Cobos
Guerra. Fernando Cobos Guerra.
21
CARTA ICOMOS ICOFORT
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El criterio de compatibilidad estético está profundamente ligado al concepto de lectura estratigráfica. En primer lugar, hemos explicado que la lectura estratigráfica debe atender al reconocimiento y
al análisis cualitativo (unidades de fábrica, asimilable a la lectura de procesos estratigráficos “naturales”)
frente a análisis cuantitativos (UEMs, que puede detenerse en cada una de las piedras del muro, asimilable a la lectura de procesos estratigráficos “artificiales”). Esto tiene una aplicación directa sobre la
intervención al transponerse a la legibilidad de la intervención y en ésta deberá distinguirse claramente
si es una unidad de fábrica nueva (un muro que se completa o se recalza) pero no deberá distinguirse o
distinguirse menos si sólo se sustituyen piezas aisladas de un paño original, respetándose la estereotomía
y evitando que el paramento termine como un mosaico multicolor (Fig. 18).
Fig. 18. Análisis estratigráfico y restauración del castillo de Ponferrada, León. Fernando Cobos Estudio Arquitectura, Obras de consolidación del castillo de Ponferrada, 1996-2007.
Igualmente, debe matizarse sobre qué entendemos por algo “distinguible claramente” que sea al
tiempo estéticamente compatible. Antes citamos los criterios que llevamos aplicando desde hace 30 años
en fortificaciones como el castillo de Ponferrada con 37 aparejos distintos y donde la intervención definió un aparejo nº 38 o en el castillo de La Mota de Medina del Campo (Valladolid), con distintos tipos
de ladrillo de distintas épocas históricas y de restauración y donde se definió un tipo de ladrillo también
distinto en métrica para las intervenciones nuevas22. Se trata en ambos casos, y en otros muchos posteriores, de utilizar la historia estratigráfica y el código de lectura de dicha historia en cada monumento
como elemento determinante del grado de distinción que debe dársele a las actuaciones. Parece lógico,
asumiendo la lectura estratigráfica previa como referente imprescindible del proceso restaurador, que si
todas las etapas anteriores se caracterizan por leves diferencias en el aparejo de piedra o por distintas
métricas del ladrillo, este es el criterio que debe ser seguido en la obra nueva, pues ha demostrado ser
legible y no tiene sentido introducir cambios radicales de materiales no compatibles estéticamente (Figs.
19 y 20).
22
La métrica del ladrillo como elemento cronotipológico, siendo eficaz en el catillo de la Mota, no es extrapolable como crono
tipo absoluto, porque los ladrillos (millones de ladrillos) se fabricaron siempre en obra y no se compraron en el mercado local
(COBOS, 2011).
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Fig. 19. Análisis estratigráfico del castillo de la Mota, Valladolid. Fernando Cobos Estudio Arquitectura, Recuperación de los fosos del Castillo de la Mota, 1997-2003.
Fig. 20. Tabla formatos de ladrillo en el castillo de la Mota Valladolid. Fernando Cobos Estudio Arquitectura.
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SUBSÍDIOS PARA O ESTUDO DA AZULEJARIA
MEDIEVAL EM PORTUGAL. OS EXEMPLARES DAS
ESCAVAÇÕES ARQUEOLÓGICAS DA RUA DO
ARSENAL, LISBOA
SUBVENCIONES PARA EL ESTUDIO DE AZULEJOS MEDIEVALES EN PORTUGAL.
LOS EJEMPLOS DE LAS EXCAVACIONES ARQUEOLÓGICAS EN LA RUA DO ARSENAL, LISBOA
Vítor Rafael CORDEIRO DE SOUSA1
António VALONGO2
Resumo
Breve estudo sobre azulejaria medieval e baixo-medieval valenciana das escavações arqueológicas da
Rua do Arsenal, Lisboa e novos dados para un corpus da distribuição geográfica de azulejaria medieval
em Portugal.
Palavras-chave: Azulejos medievais em Portugal, Azulejaria valenciana em Portugal, Escavações Rua
do Arsenal, Lisboa
Resumen
Breve estudio sobre los azulejos valencianos medievales y bajo-medievales de las excavaciones arqueológicas en la Rua do Arsenal, Lisboa y nuevos datos para un corpus de la distribución geográfica de los
azulejos medievales en Portugal.
Palabras clave: Azulejos medievales en Portugal, Teja valenciana en Portugal, Excavaciones Rua do
Arsenal, Lisboa
1
2
Arqueólogo.
Arqueólogo.
Recibido: 04-07-2021; aceptado: 21-07-2021
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ISSN: 2695-5423
Vítor
Rafael
Cordeiro
de
Sousa
y
António
Valongo
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1. Introdução e localização dos elementos em estudo
O presente artigo resulta dos trabalhos de arqueologia que possibilitaram a execução de um
projecto de arquitectura sobre a área de três edifícios, situados na Rua do Arsenal, Lisboa, os quais
ocupavam uma área de cerca de 685 m₂ e que visava a recuperação e reconversão em uma unidade
hoteleira junto à Zona Ribeirinha da Cidade de Lisboa (Figs. 1 e 2).
A intervenção arqueológica, da responsabilidade do segundo signatário, localizou-se entre os
números 134 e 148 da Rua do Arsenal, 1 e 45 da Travessa do Cotovelo e os números 25 e 28 do Largo
do Corpo Santo e foi realizada entre Abril de 2015 e Outubro de 2016.
A complexa intervenção arqueológica evidenciou e recuperou do subsolo lisboeta parte das
estruturas das Casas Nobres do Infantado, a antiga Calçada do Corpo Santo, um pequeno segmento da
Rua Corte-Real, um paredão da Ermida de Nossa Senhora da Graça e o contexto defensivo medieval,
muito bem preservado, constituído por um troço da Muralha Fernandina e pela Torre de João Bretão,
construídos em 1373/75.
O espólio aqui apresentado resultou de áreas de aterro que D. Manuel mandou executar em 1502
para serventia da cidade e que “…doou a Vasco Eanes Côrte Real, oito braças de craveira de largo na
praia, ao longo do muro da cidade em que bate o mar…” (Vieira da Silva, 1987).
Fig. 1. Local da intervenção arqueológica.
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Fig. 2. Local da intervenção arqueológica (Fuente: Google Earth).
2. A azulejaria medieval em Portugal, um breve resumo
A presença da azulejaria medieval em Portugal, no actual estado do conhecimento, não
apresenta um número significativo de locais e exemplares, sendo escassos os que cronologicamente se
insiram entre os séculos XIII e XIV. Observa-se, no entanto, um incremento substancial no seu número
a partir da 2ª metade do século XV, devido às produções valencianas de Manises e Paterna amplamente
exportadas para Portugal, França e Itália.
Relativamente aos primórdios da azulejaria em Portugal, a sua aplicação realizou-se, primeiro,
ao nível dos pisos e posteriormente em aplicações parietais.
Dos primeiros exemplos, serão de referir:
- Os ‘azulejos’ do século XIII na Abadia de Santa Maria de Alcobaça, constituídos por ladrilhos
cerâmicos geométricos, com cores que vão desde o vermelho ao castanho escuro, vidrados a óxido de
chumbo (zarcão), os quais teriam estado aplicados em toda a cabeceira da Abadia (Meco, 1985: 8).
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- Os pequenos azulejos (5 x 5 cm) de inícios do século XIV, com vidrados verde, branco,
castanho (manganês) e melado, constituindo padrão em “xadrez”, na Capela de Santo Estêvão da Sé
Patriarcal de Lisboa (Figs. 3 e 4).
- Os azulejos da Alcáçova do Castelo de Leiria, de finais do século XIV, constituídos por placas
cerâmicas vidradas com zarcão.
Fig. 3. Capela de Santo Estêvão, Sé Patriarcal de Lisboa (foto de Vítor Rafael Sousa).
Fig. 4. Capela de Santo Estêvão, Sé Patriarcal de Lisboa (pormenor) (foto de Vítor Rafael
Sousa).
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Em simultâneo às produções portuguesas de feição cristã, surgem os alicatados de origem
islâmica, principalmente da área da Andaluzia. Neste grupo podemos referir a sua presença em:
- Paços Reais de Sintra.
- Quinta da Bacalhoa, Azeitão, Setúbal (Fig. 5).
- Évora e Moura (Simões, 1990: 48; Trindade, 2007: 193). Neste último local existem
elementos cerâmicos quadrangulares e trapezoidais (alicatados) com vidrados verdes e melados.
Fig. 5. Azulejos alicatados na Quinta da Bacalhoa, Azeitão (foto de Ricardo de Morais Sarmento).
Voltando às primeiras produções azulejares portuguesas, estas terão tido influências europeias,
de França e de Inglaterra, mas utilizando os processos do vidrado muçulmano, “parecendo ser mais
tardias as influências dos grandes centros difusores de azulejaria hispano-árabe de Toledo, Valência e
de Sevilha (Trindade, 2007: 21). Começam com produções esmaltadas, decoradas a verde (óxido de
cobre) e manganês e posteriormente com produções azuis (cobalto) sobre vidrados brancos (estaníferos).
Ainda segundo Coll Conesa, a cerâmica portuguesa teria influência Cisterciense “com ricos
pavimentos de losetas recortadas com formas geométricas (…) denotando contactos com Francia” (p.
53).
Este tipo de fabrico português medieval é substituído pelos acima citados alicatados e pelas
rajolas valencianas, estas últimas na 2ª metade / finais do século XV, as quais, por sua vez, serão
substituídas pelas produções andaluzes de finais do século XV / inícios do século XVI.
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As rajolas de fabrico valenciano caracterizam-se pelas suas dimensões peculiares de 15 x 15
cm, com diversos temas decorativos, tanto góticos como mudéjares (Fig. 6). Entre alguns temas
decorativos valencianos comuns em Portugal, salientamos a presença da decoração designada por
encadenat, da qual existem vários exemplares in situ no Convento de Jesus em Setúbal (Fig. 7).
Fig. 6. Rajola valenciana da Quinta das Flores, Massamá, Sintra (foto de Vítor Rafael Sousa e
Rui Oliveira).
Fig. 7. Rajolas do Convento de Jesus, Setúbal (foto Vítor Rafael Sousa).
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Procedemos, então, a um levantamento fotográfico e documental da distribuição geográfica
da azulejaria medieval em Portugal até aos finais do século XV, tendo chegado a estas tabelas
provisórias:
→ Azulejaria dos Séculos XIII a inícios do século XVI com diversos fabricos e proveniências
01
Abadia de Santa Maria de Alcobaça.
Alcobaça
02
Museu Berardo.
Estremoz
Castelo de Leiria.
Leiria
04
05
Capela de São Cristóvão, Sé Patriarcal.
Museu do Castelo de São Jorge.
Lisboa
Lisboa
06
Rua do Arsenal
Lisboa
07
Museu de Moura.
Moura
08
Quinta da Bacalhoa, Azeitão.
Setúbal
09
Paços Reais de Sintra.
Sintra
03
Séc. XIII – XIV (produção portuguesa).
Alicatados provenientes da
Quinta da Bacalhoa e Espanha.
Século XIII (encontram-se no
Museu de Leiria e no Museu
Machado de Castro, Coimbra).
Início do século XIV.
Alicatados.
Alicatados do século XV (escavação da responsabilidade do
Dr. António Valongo).
Alicatados.
Alicatados, até inícios do século XVI.
Alicatados.
→ Azulejaria Valenciana do Século XV
01
Núcleo Medieval-Moderno de Almada Velha.
Almada
02
Paço da Ribeira de Muge / Paço dos Negros
Almeirim
03
Igreja do Convento das Virtudes.
Azambuja
04
Avenida Miguel Fernandes.
Beja
05
Convento da Conceição / Museu Regional de Beja
(provenientes do Palácio dos Infantes).
Beja
06
Mosteiro de Santa Clara-a-Velha.
Coimbra
07
Museu Berardo.
Estremoz
08
Aterro do Campo das Cebolas.
Lisboa
09
10
Casa dos Bicos.
Largo do Chafariz de Dentro.
Lisboa
Lisboa
11
Museu Nacional do Azulejo.
Lisboa
12
Paço da Alcáçova, Castelo de São Jorge.
Lisboa
13
Rua do Olival, Nº 26.
Lisboa
14
15
16
Convento de Jesus.
Quinta da Bacalhoa, Azeitão.
Paços Reais de Sintra.
Setúbal
Setúbal
Sintra
17
Quinta das Flores, Massamá.
Sintra
18
Quinta do Alto, Casas Novas, Colares.
Sintra
Final século XV.
Final século XV (dec. folhas de
cardo).
Final século XV (Guilherme
Cardoso).
Alfardon (MARTINS, et al:
2010).
2ª met. século XV (Leonel
Borrela e Florival Baiôa
Monteiro).
Final século XV.
Numerosos exemplares de
azulejaria valenciana do século
XV.
Final século XV (SIMÃO, et al:
2017).
Final século XV.
SILVA et al.; 2012.
MNAz Invº 2, “rajola” com
dimensões 15,2 x 15,2 cm e
diversos Alfardons.
Motivo encadenat.
Final século XV. Escavação da
responsabilidade do 1º
signatário (rosa gótica).
Último quartel do século XV.
Meados a finais do século XV.
2ª metade / finais do século XV.
Finais do século XV (SOUSA;
OLIVEIRA: 2019).
Provavelmente provenientes
dos Paços Reais de Sintra.
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3. Azulejaria do século XV, as produções valencianas
É nos séculos XIII e XIV que se dão as primeiras aplicações de azulejos decorativos em
Sevilha, Málaga e Toledo, passando Valência a ser também um centro de produção a partir do século
XV.
Podemos dizer que, os protótipos do gosto decorativo azulejar começam com os azulejos
alicatados marroquinos, na região valenciana e não só, alicatados esses com vidrados verdes,
melados, brancos e posteriormente com o uso de azul, formando composições geométricas, como a
estrela de oito pontas e as laçarias.
A primeira azulejaria esmaltada de Valência terá aparecido ainda no Período Almóada
(1171-1238), a qual teria servido para decorar fontes, pátios e jardins.
No entanto, a notícia mais antiga relativamente às produções azulejares valencianas remonta
a 1252, em que se permite aos oleiros dos arrabaldes de Játiva fabricar cântaros, panelas, telhas e
rajolas. Os seus centros de produção, para além de Paterna e Manises, situar-se-iam também em
Aldaia, Alaquàs, Quart de Poblet e Valência. Convirá salientar que o termo rajola aparece
inicialmente para identificar os ladrilhos e os azulejos nos séculos XIV e XV.
Após a conquista de Valência, em 1238, aparecem os primeiros azulejos vidrados com
motivos decorativos fitomórficos, zoomórficos e antropomórficos, executados a pincel, primeiro a
verde e manganês sobre branco de estanho e posteriormente a azul (Coll Conesa, 2005).
Ainda dentro dos séculos XIII e XIV, persistem as influências mediterrânicas, com motivos
geométricos e laçarias (azulejos hexagonais e triangulares), dentro da tradição muçulmana, a par
com azulejos figurativos e fitomórficos de influência cristã.
Usavam vidrados com óxidos de cobalto e de manganês, por vezes com cobre em oxidação
e/ou com cobre em redução (reflexos metálicos).
O uso do óxido de cobalto é citado pela primeira vez em documentos valencianos no ano de
1333, ‘tornando-se a inovação técnica mais assinalável da azulejaria valenciana pela sua notável
incidência posterior’ (Coll Conesa, 2005: 26). Os motivos decorativos variavam, os geométricos,
vegetalistas e elementos de origem muçulmana, como arabescos, árvores do paraíso, pavões, pinhas
persas, palmas riscadas, vírgulas, retículas e pequenas espirais. Coexistiram com os alicatados até
aos inícios do século XV.
Quanto às peças, fabricavam losetas (pequenos azulejos quadrados com 10 x 10 cm) as quais
eram enquadradas por azulejos hexagonais irregulares (alfardons ou rajoles de punta), com cerca
de 15 x 10 cm, formando um conjunto de octógonos perfeitos para aplicação ao nível dos pisos. Um
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dos motivos decorativos mais comuns nestas produções seriam as “folhas de videira entrelaçadas”,
ou “folhas de cardo” (Fig. 8).
Fig. 8. Loseta e alfardons c. 1485, fabrico de Manises. Museu Nacional do
Azulejo, Lisboa (MNAz 3 AZ).
Um dos principais motivos decorativos das losetas, seriam as rosas, ou rosáceas de quatro
pétalas, também designadas por “rosas góticas”, enquadradas por moldura e folhas aos cantos,
motivo decorativo principal encontrado nas escavações da Rua do Arsenal em Lisboa.
Em finais do século XV Manises fabricou e exportou as rajoles (ou rajolas), já citadas no
capítulo anterior, as quais eram constituídas por azulejos quadrados de maiores dimensões (15 x 15
cm) que as losetas, para aplicação tanto ao nível dos pisos como parietal. O termo era usado
genericamente para designar ladrilho e azulejo nos séculos XIV e XV (“rajoles pintades ou rajoletes
de Manises” (Coll Conesa, 2005: 20).
Segundo Coll Conesa (2005: 22) haveria outros termos para designar o mundo das rajolas,
assim teríamos a rajola blanca ou de terra aspra vermelha quando estavam em chacota, ou rajola
esmolada quando estavam com acabamento polido antes da cozedura. Os azulejos propriamente
ditos, de aplicação parietal, designavam-se por taullels em finais do século XV.
Uma das características das produções valencianas são as suas pastas, geralmente de cor
creme rosado. No entanto, nos exemplares da Rua do Arsenal observámos a existência de pastas
bicolores amareladas / alaranjadas e inclusive de pastas exclusivamente amareladas.
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Em simultâneo, Granada persiste com a tradição islâmica do alicatado, fabricando peças
com ângulos, curvas, triângulos e cruciformes, mais tarde substituídas pelas placas cerâmicas
quadradas sevilhanas em corda-seca.
Ainda dentro do século XV, em Faenza, Toscania (Itália), desenvolve-se a técnica de
majólica, cuja adopção gradual nos fornos de Triana, Sevilha, começa com a presença de Francisco
Niculoso Pisano entre finais do século XV e os inícios do século XVI.
Também em Itália, mais propriamente na cidade de Florença, a família Della Robbia
desenvolve a produção de cerâmicas relevadas e esmaltadas.
Em Portugal, em inícios do século XVI, começam as produções de azulejaria de aresta,
comprovadamente nos fornos de Santo António da Charneca, Barreiro, como como noutros locais
onde já apareceram rejeitos de produção: Lisboa, Sintra, Almeirim e Beja. Estes azulejos serão alvo
de um estudo e publicação posterior.
Voltando aos azulejos valenciano, estes eram considerados um produto de luxo com
produções massivas vendidas para o actual território espanhol, mas também exportados para a
Península Itálica, para Portugal e França, a partir da 3ª década do século XV.
Em Valência as técnicas de corda seca e de aresta acabam por se impor aos modelos
“antigos” em inícios do século XVI.
A presença da azulejaria valenciana em Portugal
É precisamente na 2ª metade do século XV que aparece a tendência do revestimento dos
pavimentos com losetas e alfardons provenientes da região valenciana, principalmente de Manises,
como no caso dos exemplares que se encontram no Convento da Conceição de Beja.
Essas losetas, decoradas com motivos pseudo-heráldicos ou vegetalistas, apareciam como
motivo decorativo central, cercadas por quatro alfardons constituindo, assim, um octógono regular.
O gosto predominante seria o gótico, com a heráldica acima citada e com os motivos decorativos
fitomórficos. Os vidrados aplicados foram o azul de cobalto e o castanho de manganês sobre o
branco de estanho.
O Palácio dos Infantes de Beja, posteriormente incorporado no convento de freiras clarissas
de Nossa Senhora da Conceição, fundado quando da criação do Ducado de Beja, cerca de 1453, era
a residência do irmão do rei D. Afonso V, o Infante D. Fernando, primeiro Duque de Beja e segundo
de Viseu e de sua esposa, Dª Brites (ou Dª Beatriz), pais do futuro rei D. Manuel e de Dª Leonor,
rainha por casamento com D. João II.
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É neste contexto familiar e cronológico “que são encomendados para Beja, em 1467,
sessenta azulejos pseudo-heráldicos, pela Dª Brites, para forrar partes do Palácio dos Infantes”
(Monteiro, 2015: 33).
A encomenda dos Infantes de Beja (D. Fernando e Dª Brites) de cerca de 60 azulejos para o
Palácio, ganha maior consistência devido à presença, num deles, da letra Y, de Infante(a). Esses
alfardons e losetas mantiveram-se in loco até 1895, data em que foram desmontados e enviados
alguns para Lisboa (Museu Nacional de Arte Antiga) e outros que passaram a integrar o acervo do
futuro Museu de Beja.
Uma das hipóteses sobre a presença da abundante azulejaria valenciana de finais do século
XV em Portugal, estaria precisamente relacionada com o gosto dos Infantes supracitados. Do
Palácio dos Infantes podem ter seguido elementos azulejares valencianos para a sua propriedade da
Quinta da Bacalhoa, Azeitão, Setúbal, onde foram encontrados em 1937 sob o Torreão Sul, os quais
“atestam, mais uma vez, a preferência que os senhores infantes de Beja davam à decoração
cerâmica” (Simões, 2001: 55), bem como para Lisboa, para a Alcáçova do Castelo e para a Casa
dos Bicos. A semelhança decorativa entre os azulejos do Palácio dos Infantes de Beja e da Alcáçova
de Lisboa assim parecia indicar e reforçar inicialmente essa hipótese.
O número cada vez maior de azulejaria valenciana em Lisboa, descoberta nos últimos anos,
parece-nos não estar relacionada com as importações e sobras de Beja, mas sim com importações
diversas da cidade de Lisboa, porque para além da Alcáçova do Castelo e da Casa dos Bicos, estes
aparecem também na Rua do Arsenal (nas escavações arqueológicas e no Largo do Corpo Santo),
na Rua do Olival 26, no aterro do Campo das Cebolas, no Largo do Chafariz de Dentro em Alfama,
bem como no Núcleo Medieval / Moderno de Almada, no Paço Real de Sintra (murete da chamada
“varanda de D. Sebastião), na Rua Gil Vicente em Sintra e na Quinta do Alto, Casas Novas, Colares,
em que um dos exemplares está decorado com o escudo e as cinco quinas, indicando -nos uma
encomenda real (estes últimos provavelmente provenientes do Paço de Sintra), para além do
exemplar publicado pelo primeiro signatário da Quinta das Flores, Massamá, Sintra, proveniente de
uma colecção particular e cuja origem se desconhece.
Outra hipótese que poderemos colocar, embora ainda sem fundamento arqueológico e/ou
documental é que teria sido a Alcáçova de Lisboa a receber os primeiros azulejos valencianos e as
sobras terem seguido para o Palácio dos Infantes de Beja. Aliás, segundo Abel Viana, o ponto
original de chegada teria sido Lisboa. Nesta fase da investigação não podemos descartar todos os
escassos elementos disponíveis.
Reforçando essa hipótese sabemos que em 1481 veio residir para Lisboa, Frei Miguel
Contreiras, valenciano, confessor da Rainha Dª Leonor e muito considerado por Dª Brites e por D.
Manuel.
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Os azulejos encontrados na Casa dos Bicos, Lisboa, podem ter vindo da Quinta da Bacalhoa,
Azeitão, Setúbal, propriedade de Brás de Albuquerque, filho de Afonso de Albuquerque, o qual
mandou edificar a Casa dos bicos por volta de 1523.
Quanto ao Convento de Jesus, em Setúbal, fundado em 1494 por Justa Rodrigues, ama do
futuro rei D. Manuel I, possui um conjunto notável de rajolas decoradas com motivo encadenat,
aplicados em 1496 no lavatório do claustro, sendo, até agora, o único local conhecido com a
aplicação de azulejos valencianos in situ em Portugal. A presença dos mesmos poderá estar
relacionada com a vinda das freiras de Santa Clara de Gandía para aquele convento.
No caso do Convento de Jesus, em Setúbal, verificado pelo primeiro signatário, estes
azulejos, de finais do século XV, possuem uma decoração encadenat (e um zoomórfico), aplicados
no piso do lavabo do claustro e na respectiva fonte, com dimensões de 15 x 15 cm, bem como no
tardoz do Convento, os quais serão alvo de um estudo posterior.
A presença deste tipo de azulejaria, tanto no Convento de Jesus, em Setúbal, como no
Convento da Conceição, em Beja (década de 60 do século XV), poderá estar relacionada com a
vinda para Portugal das freiras de Santa Clara de Gandía, em finais do século XV, bem como pela
presença em Portugal desde 1481 do valenciano Frei Miguel Contreiras, confessor da rainha Dª
Leonor, como já foi referido anteriormente.
4. Características gerais dos azulejos da Rua do Arsenal
AZ037
Fragmento de azulejo valenciano com decoração azul-cobalto sobre branco de
estanho; pasta bicolor amarelada e alaranjada; 18 mm de espessura; motivo
decorativo: rosácea de quatro pétalas com moldura de traços oblíquos, ou “rosa
gótica”.
Finais do
século XV
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Comp. 4;
[82]
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Medieval
em
Portugal…
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Paralelos em Portugal:
1.
2.
3.
4.
5.
6.
7.
Igreja do Mosteiro das Virtudes, Azambuja (Guilherme Cardoso).
Museu Regional de Beja (Viana, 1950).
Mosteiro de Santa Clara-a-Velha, Coimbra.
Museu Berardo, Estremoz.
Aterro do Campo das Cebolas, Lisboa (Simão et al.: 2017, 1909).
Casa dos Bicos, Lisboa.
Castelo de São Jorge, Lisboa (loseta dentro de composição com alfardons).
AZ038
Fragmento de azulejo valenciano com decoração azul-cobalto sobre
branco de estanho; pasta bicolor amarelada e alaranjada clara; 18 mm
de espessura; motivo decorativo: rosácea de quatro pétalas com
moldura de traços oblíquos.
Paralelos em Portugal: Ver AZ037
Finais do século
XV
Comp. 4; [540]
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Vítor
AZ051
Rafael
Cordeiro
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Sousa
Fragmento de azulejo valenciano com decoração azul-cobalto sobre
branco de estanho; pasta bicolor amarelada e alaranjada clara; 18 mm
de espessura; motivo decorativo: rosácea de quatro pétalas com
moldura de traços oblíquos.
Paralelos em Portugal: Ver AZ037
y
António
Finais do século
XV
AZ280
Fragmento de azulejo valenciano com decoração azul-cobalto sobre branco de
estanho; pasta bicolor amarelada e alaranjada; 19 mm de espessura; motivo
decorativo: rosácea de quatro pétalas com moldura de traços oblíquos.
Paralelos em Portugal: Ver AZ037
AZ306
Fragmento de azulejo valenciano com decoração azul-cobalto sobre branco de
estanho; pasta bicolor amarelada e alaranjada; dimensões 10 cm x (?); 18 mm de
espessura; motivo decorativo: rosácea de quatro pétalas com moldura de traços
oblíquos.
Paralelos em Portugal: Ver AZ037
Valongo
| 84
Comp. 4; [554]
Finais do
século XV
Finais do
século XV
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Área 1;
[1045]
Comp. 7B;
[676]
ISSN: 2695-5423
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Estudo
da
Azulejaria
Medieval
AZ047
Azulejo alicatado em forma de paralelogramo com vidrado branco de
estanho; pasta amarelada; provável fabrico sevilhano.
Paralelos em Portugal:
em
Portugal…
Finais do século XV,
inícios do século XVI
| 85
Comp. 4;
[554]
1. Quinta da Bacalhoa, Azeitão, Setúbal (alguns exemplares estão expostos no Museu Berardo, Estremoz).
2. Paços Reais de Sintra.
AZ204
Azulejo alicatado em forma de paralelogramo com vidrado azulcobalto; pasta alaranjada clara; fabrico valenciano ou sevilhano.
Paralelos em Portugal:
1.
Finais do século XV,
inícios do século XVI
Comp. 6B;
[609]
Quinta da Bacalhoa, Azeitão, Setúbal (alguns azulejos estão expostos no Museu Berardo, Estremoz).
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Rafael
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Sousa
y
AZ049
Fragmento de azulejo valenciano com decoração azul-cobalto sobre branco de
estanho; pasta amarelada; motivo decorativo cruciforme cercado por quatro
“pinhas persas”.
Paralelos em Portugal:
1.
2.
3.
4.
António
Último quartel
do século XV
Valongo
| 86
Comp. 4;
[554]
Museu Medieval / Moderno de Almada Velha, Almada.
Museu Berardo, Estremoz.
Paços Reais de Sintra.
Rua Gil Vicente, Sintra (encontra-se no MASMO).
AZ054
Fragmento de azulejo valenciano com decoração azul-cobalto sobre branco de
estanho; pasta alaranjada clara; vidrado branco no tardoz; motivo decorativo:
“pinhas persas”.
Paralelos em Portugal: Ver AZ049
Último quartel
do século XV
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Comp. 4
[560]
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da
Azulejaria
Medieval
AZ286
Fragmento de Alfardon de fabrico valenciano (Manises) com decoração azul-cobalto
sobre branco de estanho: folha de cardo com moldura de traços oblíquos; pasta
alaranjada.
Paralelos em Portugal:
em
Portugal…
2ª metade do
Século XV
| 87
Área 2
[1064]
1. Palácio dos Infantes de Beja (Viana: 1950) (expostos no Museu Regional de Beja e no Museu Nacional do Azulejo, Lisboa).
2. Museu Berardo, Estremoz.
3. Alcáçova do Castelo de São Jorge, Lisboa.
AZ322
Fragmento de azulejo valenciano com decoração impressa (imitando
alicatado), azul-cobalto sobre branco de estanho; pasta amarelada. A
técnica, em castelhano, é conhecida por “relieve hendido”.
Paralelos em Portugal:
1.
2ª metade /
finais do Século
XV
AMB. 19N
[762]
Museu Berardo, Estremoz.
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Vítor
AZ333
Rafael
Cordeiro
de
Sousa
Fragmento de azulejo de provável fabrico valenciano com decoração
azul-cobalto sobre branco de estanho; pasta avermelhada.
y
António
2ª metade /
finais do Século
XV
Valongo
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5. Conclusões
Destina-se este artigo a desenvolver o estudo da presença da azulejaria medieval em
Portugal e acrescentar informação ao escasso conhecimento sobre este tipo de materiais no actual
território português.
A presença da azulejaria dos séculos XIII, XIV, XV e XVI era, até há alguns anos atrás,
apanágio dos estudos de História da Arte, ao que pretendemos acrescentar os dados da Arqueologia
e posteriormente as informações laboratoriais sempre que possível.
Pretendemos com isto ir criando um corpus da distribuição da azulejaria medieval no actual
território português, tanto no património histórico construído, como através dos dados fornecidos
pelos museus e pelas escavações arqueológicas.
Encontrando-se contextualizados em sítios arqueológicos e/ou arquitectónicos, a azulejaria
medieval de origem portuguesa ou valenciana são bons indicadores cronológicos. No caso dos
últimos, conhecemos as épocas e locais em que foram fabricados através de extensa bibliografia
proveniente da Região Valenciana.
Os dados técnicos destes exemplares, dimensões, espessuras e pastas, serão publicados à
posteriori junto com a azulejaria mudéjar e renascentista sevilhana das escavações da Rua do
Arsenal, Lisboa.
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Um maior conhecimento sobre este tipo de elementos histórico-arqueológicos, contribui
sobremaneira para sua valorização e protecção, assim nós o pretendemos.
AGRADECIMENTOS (por ordem alfabética):
Alexandre Gonçalves (Museu Arqueológico de São Miguel de Odrinhas, Sintra), Álvaro
Silva (Quinta da Bacalhôa, Azeitão, Setúbal), Ana Catarina (Museu de Setúbal), Florival Baiôa
Monteiro (Museu de Beja), Guilherme Cardoso, Luís Barros (Núcleo Medieval / Moderno de
Almada Velha), Ricardo Morais Sarmento, Rui Manuel Almeida de Oliveira, Teresa Simões (Museu
Arqueológico de São Miguel de Odrinhas, Sintra).
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