Paulo Freire: pedagogo del tercer mundo
Paulo Freire: pedagogo do terceiro mundo
Facundo Ferreirós
[email protected]
Enviado para su publicación: 15/10/2020
Aceptado para su publicación: 12/12/2020
Introducción
En el presente artículo nos proponemos indagar acerca de la relación entre la obra
y la praxis de Paulo Freire y el Tercer Mundo como concepto, como imaginario y
como proyecto. Para esto procuraremos analizar el contexto intelectual y militante
de la época en que Freire publica sus textos más representativos, a fin de dar cuenta
del modo en el que la idea de Tercer Mundo fue tomando centralidad en su
propuesta, así como el papel que el mismo Freire como pedagogo comprometido
con su tiempo jugó en el despliegue de dicha idea.
Para Freire el Tercer Mundo no se restringe a una categoría analítica sino a una
condición socio-histórica: el Tercer Mundo es el mundo dominado, pero también el
mundo que lucha por su liberación. En general, las biografías intelectuales sobre el
pedagogo pernambucano han mencionado al concepto de Tercer Mundo para
Lic y Prof en Ciencias de la Educación (UBA). Docente en las carreras de Ciencias de la Educación
y Profesorado Universitario en Educación Física (UNLu). Participante y co-director en proyectos de
extensión con organizaciones sociales.
http://revistas.unc.edu.ar/index.php/intersticios/index
Universidad Nacional de Córdoba – Argentina
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referirse exclusivamente a un conjunto de países con determinadas características
(es decir, como categoría analítica). Intentaremos demostrar que para el pedagogo
brasileño, el Tercer Mundo constituyó un proyecto liberador con el cual se identificó.
Simultáneamente al despliegue del concepto de Tercer Mundo en América Latina,
se constituyeron grupos que encuadramos dentro de las denominadas “Nuevas
Izquierdas Latinoamericanas” y que contribuyeron a abonar el imaginario
tercermundista en el continente, así como éste constituyó un escenario de
despliegue de nuevas experiencias revolucionarias más o menos alternativas al
bloque socialista. Estas “Nuevas Izquierdas” fueron el terreno fértil donde maduró
la obra y la praxis freireana.
Creemos que esta tarea permitirá arrojar nuevas miradas respecto de las críticas
por izquierda que lo ubican como “desarrollista primermundista”, o como “pedagogo
marxista” respecto de las críticas por derecha, y comprender la complejidad del
contexto donde ha ido madurando su obra.
Consideraremos, a su vez, que una lectura biográfica e intelectual de Paulo Freire
como “hombre del Tercer Mundo” y no sólo como “pedagogo latinoamericano”
podría abonar significativamente a los esfuerzos por vincularlo con los estudios
poscoloniales y decoloniales de las últimas décadas.
El Tercer Mundo: concepto, imaginario y proyecto
El Tercer Mundo es un concepto polisémico. Desde su formulación, en 1952, la
idea de “Tercer Mundo” nutrió bibliografía, justificó intervenciones imperialistas
mediante agencias de diversa índole, fue la bandera de un conjunto de líderes
políticos “no alineados” en el contexto de la Guerra Fría. Alrededor del Tercer Mundo
se convocaron convenciones y se desarrollaron estrategias diplomáticas en
organismos internacionales. El Tercer Mundo fue un concepto que operó
fuertemente en el imaginario revolucionario para los pueblos del sur del mundo. El
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concepto de Tercer Mundo fue una categoría analítica que pretendía objetivar
determinadas variables aplicables a ciertos países del sur del mundo (considerados
subdesarrollados, atrasados, etc.). Describió una situación de pobreza y desigualdad
social. Expresó la injusticia de un mundo colonizado que demostraba cotidianamente
la brutalidad de la “misión civilizatoria” del norte. Pero también el Tercer Mundo fue
un concepto que operó fuertemente como imaginario revolucionario para los pueblos
del sur del mundo, como un significante que materializaba los imaginarios de un
presente de lucha y un futuro de dignidad.
Los estudios sobre el Tercer Mundo constituyen una novedad en el campo de la
Historia Intelectual. Christoph Kalter (2016, p. 9-10) menciona que aún faltan
estudios en el campo de las humanidades que investiguen sobre una detallada
historia política y cultural de la idea del Tercer Mundo. Para el autor, la incipiente
literatura sobre el tema es insatisfactoria desde la perspectiva del conocimiento
disciplinar histórico, a la vez que brilla por su ausencia en otros campos, entre ellos,
en el campo de la Pedagogía, que es el que nos concierne.
En el recorrido que sigue, intentaremos brevemente desarrollar algunos aspectos
que caracterizan la idea de Tercer Mundo como concepto, como imaginario y como
proyecto. Mencionaremos brevemente los hilos que la precedieron y que se
anudaron con la invención del concepto. Mencionaremos el modo en el que
rápidamente se instaló en América Latina, fundamentalmente en los sectores más
radicalizados.
El concepto de Tercer Mundo fue expresado por primera vez en 1952 en la revista
L’observateur de Francia por el demógrafo Alfred Sauvy. Se refería al primer mundo
como la porción capitalista del mundo y al segundo mundo como el bloque socialista
soviético:
Hablamos voluntariamente de los dos mundos en presencia, de su posible
guerra, de su convivencia, etc. olvidando con demasiada frecuencia que hay un
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tercero, el más importante y, el primero en la cronología. Es el conjunto de los
llamados países subdesarrollados al estilo de las Naciones Unidas (Sauvy, 1952,
p. 81, la traducción es nuestra).
Haciendo una analogía con el Tercer Estado francés, el autor dirá: “este Tercer
Mundo ignorado, explotado, despreciado como el Tercer Estado, quiere, también él,
llegar a ser algo” (Sauvy,1952, p. 83, la traducción es nuestra).
En el texto pionero en los estudios históricos acerca del Tercer Mundo “The darker
nations: a people’s history of the third world”, Vijay Prashad (2007) expresa:
El Tercer Mundo no fue un lugar. Fue un proyecto. Durante las interminables
batallas contra el colonialismo, los pueblos de África, Asia y América Latina
soñaron con un nuevo mundo. Anhelaban dignidad por sobre todo, pero también
las necesidades básicas de la vida (tierra, paz y libertad. (p. xv, la traducción es
nuestra).
Generalmente, cuando abordamos el período de la segunda posguerra, solemos
restringirnos a la Guerra Fría. Dirá Prashad:
Pero el Primer y Segundo Mundo solo da cuenta de un tercio de La población
mundial ¿Qué hay de los dos tercios que se mantuvieron por fuera del círculo
Este-Oeste? ¿Qué hay de esos dos mil millones? (p. 8, la traducción es nuestra).
Acordamos con Dirlik (2004) quien sostiene que
La idea puede haber sido una invención, pero la invención apuntaba a ciertas
realidades que dotaron al concepto de sustancia. Necesitamos preguntar por
qué. Las críticas a la idea de los tres mundos (…) se centran casi exclusivamente
en la invención del Tercer Mundo, o en el tercermundismo como un elemento
emergente dentro de las semánticas de la Guerra Fría. Prestan menos atención
a la historia que está implícita en el término. Una historia que precede a la
invención del concepto, y que se convirtió en parte integral de su mensaje y
despliegue tan pronto como fue inventado (Dirlik, 2004, p. 135).
No nos detendremos en otro de los usos comunes que disputaron los sentidos del
concepto de Tercer Mundo asociado a la teoría de la modernización, como modo de
aggiornar la vieja tesis de la “misión civilizatoria” de las potencias occidentales
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(Bergel, 2019, p. 112). Como tan cabalmente desarrolla Arturo Escobar en su libro
“La invención del Tercer Mundo” (1998) y en su artículo “Power and visibility:
development and the Invention and Managemente of the Third World” (1988), el
concepto de Tercer Mundo se utilizó también como vía de legitimación de las
intervenciones prácticas en países de América Latina, Asia y África de una nueva
oleada de agencias y técnicos del “desarrollo” emparentados a instituciones del
Primer Mundo.
Nos interesa abordar el concepto de Tercer Mundo desde los imaginarios y las
sensibilidades revolucionarias que, en las décadas del 60 y 70, movilizó a millones
de militantes, a líderes políticos, intelectuales, artistas, etc.
En un artículo sobre la trayectoria del concepto de Tercer Mundo, Martín Bergel
(2019, p. 110) desarrolla la carga de pasado que conlleva la idea de Tercer Mundo 1,
dando cuenta de los procesos que hicieron posible su emergencia y, en términos de
Kosellek (citado en Bergel, 2019, p. 114), su consolidación como “Horizonte de
Expectativa” de múltiples y variadas experiencias sociales, políticas y culturales
emancipadoras.
Este concepto no se puede comprender por fuera del horizonte de la Revolución
Rusa de 1917, los movimientos de liberación nacional, los procesos de
descolonización y de autodeterminación de los pueblos (Bergel, 2019, p. 110). En
América Latina, el concepto fue acuñado velozmente por las vertientes nacionaldesarrollistas, por un lado, y marxistas revolucionarias, por el otro (Bergel, 2019, p.
1
Bergel dirá que el Tercer Mundo fue un concepto cargado de expectativas de futuro como de
sedimentos del pasado. Así, la guerra ruso-japonesa (en la cual, por primera vez, una potencia
occidental era derrotada), el panafricanismo y el panasianismo, las conferencias de Bruselas y
Bandung, etc. En América Latina podemos situar el antiimperialismo de los años ’20, el tercerismo
como movimiento intelectual en Uruguay durante la década del ’40, FORJA, la Tercera Posición
desarrollada por el peronismo, etc. fueron de alguna manera la antesala que luego se condensan
bajo el concepto de Tercer Mundo. Si bien estos desarrollos exceden las intenciones del presente
texto, es interesante atender a los discursos “proto-tercermundistas” como configuraciones que luego
se articularon bajo el concepto de Tercer Mundo.
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113). En pocos años, la idea de Tercer Mundo se expandió como reguero de pólvora
a lo largo y a lo ancho de América Latina. La literatura proveniente de las Ciencias
Sociales y de las Humanidades acuñó el concepto, las revistas “militantes” como
Cristianismo y Revolución, Cristianismo y Sociedad, Víspera, Marcha, etc. incorporan
la temática del Tercer Mundo incluyendo noticias sobre procesos de descolonización
en África y Asia, semblanzas de líderes tercermundistas como Nheru, Nasser, Mao,
etc. instalando el tema en la opinión pública en general y de militantes sociales y
políticos en particular. Surgieron revistas nuevas como “Tercer Mundo” y
“Antropología del Tercer Mundo”. Escritores como Carlos Fuentes y Julio Cortázar
asumen públicamente el compromiso con el Tercer Mundo. Las iglesias
latinoamericanas rápidamente comienzan a utilizar el concepto en sus documentos
y a través de sus órganos de difusión (surge a su vez el Movimiento de Sacerdotes
por el Tercer Mundo). Nace el Movimiento Tercer Cine. El imaginario militante de
las “nuevas izquierdas” se nutría de escenas como las de la película La batalla de
Argel y, el libro Los condenados de la Tierra de Frantz Fanon, se sujetaba debajo
del brazo de cientos de militantes revolucionarios latinoamericanos en las décadas
del ’60 y ’70. Buena parte de los gobiernos latinoamericanos asumen posiciones
neutrales frente a la “Guerra Fría”. El gobierno de Goulard en Brasil y el de Frei en
Chile fueron experiencias que nutrieron el imaginario político revolucionario, aún
anclados en posiciones “populistas” y “nacionalistas”. El caso más emblemático fue
el de Cuba, que asumió una posición estratégica frente al Movimiento de Países no
Alineados (Alburquerque, 2017).
Hoy en día el concepto de Tercer Mundo está claramente en desuso, tanto en las
Ciencias Sociales como en la opinión pública general, al menos en los términos que
venimos abonando aquí. Bergel (2019, p. 123) considera que la principal razón de
su ocaso fue la afirmación de los particularismos que los constituían por sobre su
potencial emancipatorio universal. De todos modos, estas mismas razones, dirá Dirlik
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(2004, p. 131-132), demuestran la relativa autonomía que el concepto tenía respecto
de la bipolaridad de la Guerra Fría.
A continuación desarrollo las vertientes que a mi parecer dan cuenta del clima de
época en que Paulo Freire madura y escribe sus libros más representativos
(fundamentalmente “La educación como práctica de la Libertad” y “Pedagogía del
Oprimido”) y radicaliza su posición política e intelectual. Entiendo que estas
vertientes confluyen en la asunción, por parte del pedagogo brasileño, del carácter
revolucionario del Tercer Mundo. Me refiero a la influencia del nacionalismo
desarrollista y del surgimiento de la nueva izquierda latinoamericana.
El surgimiento de la idea de Tercer Mundo en Freire
El nacionalismo desarrollista
Germán Alburquerque (2013, p. 217) encuentra al “liberacionismo” en América
Latina, como corriente que anticipa lo que luego devendría en el tercermundismo.
Específicamente en Brasil, será el nacionalismo desarrollista del ISEB (Instituto
Superior de Estudios Brasileños), así como los institutos de estudios afroasiáticos y
los textos de Josue de Castro, los mojones que anteceden y dan lugar al uso del
concepto de Tercer Mundo (Alburquerque, 2011).
En el caso de Freire, sus abundantes citas en sus primeros libros a Alvaro Vieira
Pinto, Josue de Castro y Candido Mendes, entre otros, dan cuenta de una adscripción
a los postulados del ISEB. De hecho, los unía una amistad que continuaría en el
exilio en Chile (Freire y Guimaraes, 2001). La marcada influencia del nacionalismo
desarrollista en Freire o, como algunos autores lo denominan “desarrollismo
populista” (Fernández Mouján, 2016, p. 19), fue blanco de críticas por tratarse de
una propuesta presa de un optimismo que “resucita la esperanza de una solución
pedagógica de validez universal” (Paiva 1982. Citada en Fernández Mouján 2016, p.
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21). En la misma línea, otras críticas asocian a Freire a las teorías desarrollistas
elaboradas por las agencias del Norte y, como tal, se lo ubica como “embajador” de
la “misión civilizadora” de Occidente 2.
Algunos conceptos como subdesarrollo, sociedad en transición, sociedad cerrada
y sociedad
abierta, democracia, empleados sobre todo en sus primeros textos
(Educación y Actualidad Brasileña (2001) y Educación como práctica de la libertad,
1967), dan cuenta del vínculo profundo que Freire tenía en esos años con el ISEB
(Instituto Superior de Estudios Brasileros) creado por decreto en 1955 por el
Gobierno de Café Filho3. El objetivo de este instituto por encargo del mismo
presidente era justamente “estudiar la nación para luego proponer un plan de acción
que condujera al tan deseado desarrollo, verdadera obsesión del organismo”
(Alburquerque, 2011, p. 179). Lo que las críticas no han podido observar es, por un
lado, el principal legado que se le puede atribuir al ISEB, que fue el haber
desarrollado lecturas, teorías y planes de acción propias, es decir, no tomados
prestados de Europa y Estados Unidos (Albuquerque, 2011, p. 179; Rodríguez, 2015,
p. 44). Por otro lado, el ISEB fue un espacio de gestación de ideas que forjaron un
campo intelectual propicio para concepciones del desarrollo ligados a una revolución
democrática que pudiera transformar (desde la conducción del Estado) las
estructuras económicas y sociales, liberando al país de las “garras del imperialismo”
(Albuquerque, 2011, p. 180). El tema del desarrollo para el ISEB (y esto se puede
ver en Freire también), implicaba la primacía de una visión de democracia como
participación política y justicia social y racial. Estas cuestiones llevan a Germán
Alburquerque a expresar que el ISEB, junto a otras instituciones más y menos
radicalizadas, hizo parte del “campo cultural donde la semilla del Tercer Mundo y el
2
Me refiero a las críticas por la financiación de su proyecto de alfabetización por parte de la Alianza
para el Progreso.
3
Ciertamente uno puede rastrear citas de autores pertenecientes al ISEB como Vieira Pinto y Cándido
Mendes en los textos de Freire antes mencionados, así como también en Pedagogía del Oprimido.
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tercermundismo fue arrojada. Y fue aquí donde, a pesar de algunos vientos en
contra logró germinar”4 (2011, p. 180).
Volviendo a Freire, podemos observar cómo estas ideas influenciadas por los
pensadores del ISEB van desapareciendo de sus textos con el correr de los años,
para dar lugar a otras lecturas influyentes, como las de Fanon, Memmi, Fromm,
Sartre, Marcuse, Mao, Guevara, Castro, Amilcar Cabral, Gramsci, etc. Y este viraje
lo lleva a Freire a afirmar, en la carta de aceptación a la invitación del Consejo
Mundial de Iglesias, en 1971: “Ustedes deben saber que tomé una decisión. Mi
problema es el problema de los desharrapados de la Tierra. Ustedes deben saber
que opté por la revolución” (Freire en Gadotti y Torres, 2001, p. 141).
La radicalización de la praxis freireana
La Nueva Izquierda latinoamericana
Concomitantemente con el surgimiento y consolidación del concepto de Tercer
Mundo en los imaginarios políticos y en la opinión pública, surge la llamada “Nueva
Izquierda”. Este proceso se dio no sólo en América Latina sino también en África,
4
Como dato de color que ilustra las relaciones entre el ISEB y los países No Alineados, encontramos
que Freire relata que Vieira Pinto, exiliado en Chile junto al pedagogo, lee el manuscrito de Educación
como Práctica de la Libertad, luego de su viaje por Yugoslavia. (Freire, 2001, p. 90). Es sabida la
influencia que ejerció la experiencia yugoslava en los movimientos revolucionarios en América Latina.
Su principal atracción estaba basada en su calidad de país no alineado, en particular por poner en
marcha un socialismo alternativo al del bloque soviético. Un año antes del golpe en Brasil, Tito hizo
una gira por algunos países de América Latina con el objetivo de atraer a la región al Movimiento de
Países no Alineados. Agustín Cosovschi (2020). “En 1964, cuando estaba exiliado en Yugoslavia,
estudió serbocroata (...) en octubre del mismo año, partió hacia Yugoslavia donde se instaló en Split
y Dubrovnik (Ragusa), en el mar Adriático. En Yugoslavia, Álvaro estudió serbocroata y pronto
incorporó el nuevo idioma a sus conocimientos lingüísticos, lo que facilitó a los periódicos el acceso
a noticias sobre Brasil. A pesar de estudiar el idioma, estaba totalmente inactivo y en 1965, por
sugerencia de Paulo Freire, se fue con su esposa a Chile.”. (Mainarde, 2015, p. 21-22, la traducción
es nuestra).
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Asia y Europa, debido fundamentalmente al alejamiento de amplios sectores
radicalizados de la órbita estalinista.
En relación con la conformación de la “Nueva Izquierda” en América Latina,
coincidimos con la caracterización de Tortti (2002):
la NI [Nueva Izquierda] estuvo constituida por un conglomerado de fuerzas
sociales y políticas que se manifestaba tanto en los estallidos sociales
espontáneos como en la revuelta cultural, la militancia política, el accionar
guerrillero, el sindicalismo combativo y clasista así como en agrupaciones
estudiantiles, ligas agrarias o comisiones barriales. Por eso pensamos que para
contribuir a explicar el fenómeno de la NI, es necesario orientar la atención hacia
diversos espacios y grupos en los cuales, al menos desde los ‘60, la sociedad
había comenzado a bullir y a generar «puntos de ruptura» respecto del orden
social y político y de las formas tradicionales de ejercicio de la autoridad y la
representación (p. 144).
Christoph Kalter (2016) menciona que el surgimiento de la Nueva Izquierda en
Francia se dio más o menos contemporáneamente con el surgimiento del concepto
de Tercer Mundo. Una izquierda que se situaba por fuera de la socialdemocracia y
el comunismo y cuya característica principal fue el anticolonialismo. Es más, el autor
intenta explicar a lo largo del texto el modo en el que la idea de Tercer Mundo
permitió a los militantes e intelectuales de esta Nueva Izquierda mantenerse
alejados de la “vieja izquierda” y definir su propio proyecto político (Kalter, 2016, p.
2). Si bien Christoph Kalter analiza el caso de Francia nos aporta un análisis en
relación con la conformación de la Nueva Izquierda y su vínculo con el advenimiento
del Tercer Mundo. En América Latina, los movimientos de liberación nacional de
países como Argelia, la Revolución Cubana, así como el socialismo “independiente”
de Yugoslavia, entre otras experiencias, alimentaron la esperanza de poder replicar,
con estrategias propias, la revolución en los propios territorios. Así, en las Nuevas
Izquierdas Latinoamericanas confluyeron amplios sectores obrero-sindicales,
intelectuales, militantes cristianos de izquierda, de extracción nacional-popular y de
la izquierda revolucionaria. Se fueron extendiendo cientos de organizaciones
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políticas y sociales, algunas de ellas incluso como fuerzas beligerantes. Algunas
integraron más o menos orgánicamente frentes que les permitieron ganar elecciones
en diferentes niveles de sus respectivos Estados.
Tal como expresa Kalter en el texto anteriormente citado respecto de la Nueva
Izquierda francesa, la conformación de las nuevas izquierdas latinoamericanas operó
como facilitador de la introducción de la idea de Tercer Mundo en América Latina a
la vez que el tercermundismo aportó a la conformación de nuevos grupos de
izquierda más o menos independientes del bloque soviético. Nuevamente, Cuba es
clave en esta construcción de sentidos, prácticas e imaginarios en torno a la
revolución socialista y el tercermundismo en América Latina (Alburquerque, 2017).
Freire y la Nueva Izquierda Latinoamericana
En este apartado, interesa desarrollar la influencia que ha tenido para Freire el
surgimiento de las denominadas “nuevas izquierdas latinoamericanas”. En el caso
de Brasil, por ejemplo, se formaron movimientos como el Movimiento de Cultura
Popular (del cual Paulo Freire será uno de sus fundadores) y el Movimiento de
Educación de Base, donde confluyen militantes de diferentes orígenes y tendencias
políticas y que expresarán claramente los debates y las expectativas de estos grupos
(De Souza, 2014; Rodríguez, 2015). Si bien, en Brasil se gestaban movimientos en
proceso de radicalización creciente con los que Freire mantenía una relación (que
fueron interrumpidos con el golpe del ’64), fue en su exilio en Chile donde Freire
pudo madurar y radicalizar su pensamiento. Fue allí donde, tomando su experiencia
en Brasil, tanto en el SESI5 como en el Movimiento de Cultura Popular en Brasil, y
su trabajo en el INDAP6, el CORA7 y el ICIRA8 ya en Chile, elaboró sus textos más
5
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Servicio Social de Industria.
Instituto de Desarrollo Agropecuario.
Corporación de la Reforma Agraria.
Instituto de Capacitación e Investigación de la Reforma Agraria.
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representativos, entre ellos La educación como práctica de la libertad (1967) y
Pedagogía del oprimido (1970).
Santiago se convirtió casi en una especie de ‘ciudad-dormitorio’ para
intelectuales políticos de las opciones más variadas. En ese sentido es posible
que Santiago en sí mismo haya sido en aquella época quizás el mejor centro de
‘enseñanza’ y de conocimiento de América latina. (Freire, 2002b, p. 42).
Inés Fernández Mouján (2016) dirá que:
El exilio lo obliga a descentrarse de lo estrictamente nacional-desarrollista; esto
significará para él un gran desafío. Su experiencia de desarraigo, de dolor y
tristeza, pero de sensibilidad hacia los otros, lo acerca a las discusiones de los
grupos más revolucionarios e intelectuales. (…) En esos años, el contexto
latinoamericano se encuentra convulsionado por hechos históricos
interrelacionados; entre los más importantes, figuran el triunfo y la consolidación
de la revolución cubana y el surgimiento de movimientos populares
revolucionarios. (p. 24-25).
Y más adelante afirmará:
En resumen, su pensamiento refleja el nuevo horizonte intelectual en América
Latina, una atmósfera que tiene algunas características clave, la repercusión de
Los condenados de la tierra, de Frantz Fanon; la teoría de los aparatos
ideológicos de Estado, de Louis Althusser; los escritos de Antonio Gramsci; las
lecturas de Retratos del colonizado, de Albert Memmi; la dialéctica de Hegel y
su correlato en Marx, Lenin, Lukács, Engels y Mao Tse-tung; la crítica a la idea
de libertad de Erich Fromm y de Jean Paul Sartre, más las fuertes figuras
políticas de Ernesto “Che” Guevara, Fidel Castro, John William Cooke, Amilcar
Cabral y Ahmed Ben Bella, entre otros, son los reflejos de una praxis que asume
la urgencia política (Fernández Mouján, 2016, p. 25).
Para la autora, los escritos de Freire de la época, en particular Pedagogía del
Oprimido, reflejan las marcas de estos debates, los que implican un:
giro radical en la concepción pedagógica: la educación ya no será la vía posible
para el desarrollo sino para la liberación, para la transformación efectiva de las
condiciones sociales y políticas; esto incluye la revolución y la subversión del
orden impuesto (Fernández Mouján, 2016, p. 25).
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Freire narra su experiencia en Chile en diversas oportunidades, en especial en sus
libros Pedagogía de la Esperanza (1993) y Aprendendo com a própria história (1987),
y da cuenta no sólo de su propio proceso de radicalización9, sino también de los
intensos debates hacia el interior de las izquierdas que redundarán luego en sus
posiciones acerca del verbalismo, el dogmatismo, el mecanicismo, el objetivismo, y
por el otro lado, el basismo, el activismo y el subjetivismo, y del necesario abordaje
dialéctico de estas contradicciones. A su vez, estas reflexiones se plasmarán en su
propuesta de una pedagogía dialógica y problematizadora, en una teoría de la acción
revolucionaria, así como de sus advertencias a la militancia y los liderazgos
revolucionarios, fundamentalmente en el último capítulo de Pedagogía del Oprimido.
Chile, con el ascenso de la Democracia Cristiana, vivía un momento de efervescencia
política que reunía a militantes e intelectuales de América Latina y el mundo
(Rodríguez, 2015, p. 99 y ss.). Freire reconstruye en diferentes oportunidades este
contexto que hizo posible la maduración de su propuesta:
Santiago nos ofrecía, para no hablar más que del grupo de brasileños que vivían
allí, ya fuera legalmente exiliados o simplemente de hecho, una oportunidad de
incontestable riqueza. La democracia cristiana, que se definía a sí misma como
“revolución en libertad”, atraía a un sinnúmero de intelectuales, de líderes
estudiantiles y sindicales, de dirigencias políticas de izquierda de toda América
Latina (Freire, 2002b, p. 41).
Si bien el pernambucano sostendría luego críticas respecto del “populismo” y de
la convivencia entre la derecha y sectores más radicalizados dentro de la Democracia
Cristiana y el gobierno de Frei, esto no lo llevó a negar las transformaciones que
vivía la sociedad chilena.
En la medida en que los niveles de lucha o los conflictos de clase crecían y se
profundizaban, también se profundizaba la ruptura entre las fuerzas de derecha
y las diferentes tendencias de izquierda en el seno de la democracia cristiana y
Este proceso es patente en los cambios en sus planteos entre “La educación como práctica de la
libertad” (que él mismo considera un texto ingenuo) y “Pedagogía del Oprimido” (Fernández
Mouján, 2016, p. 24 y ss.).
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de la sociedad civil. Se crearon así militantes que, en contacto directo con las
bases populares o procurando entenderlas a través de la lectura de los clásicos
marxistas, empezaron a poner en tela de juicio el reformismo que terminó por
ser hegemónico en los planes estratégicos de la política de la democracia
cristiana (Freire, 2002b, p. 34).
Dentro del gobierno de la Democracia Cristiana, Paulo Freire trabajó en el ICIRA,
bajo el paraguas de Jaques Chonchol, que representaba el ala izquierdista del frente.
Al mismo tiempo coexistían en este espacio sectores reaccionarios que no tardaron
en manifestar su disconformidad con la presencia de Freire y en acusarlo de
entrometerse en los asuntos de Chile. Esta presión ejercida por los sectores más
reaccionarios del gobierno terminó por definir la partida del pedagogo de tierras
chilenas. Dirá Freire que no fue él quien influyó en la radicalización de estos grupos
sino justamente al revés:
Empecé a trabajar predominantemente con una juventud de la democracia
cristiana, que desde un principio aceptó una perspectiva no populista, ni
puramente reformista, que exponía en mi trabajo. Es interesante notar que,
luego de un año y medio o dos de gobierno de la democracia cristiana, en el
proceso histórico chileno se produjo una creciente radicalización de los grupos
jóvenes en la democracia cristiana. (Freire y Guimaraes, 2001, p. 85). (La
traducción es nuestra).
Freire vivió los intensos debates y asistió a los procesos de ruptura dentro de la
Democracia Cristiana así como los desprendimientos de los partidos de izquierda
tradicionales, y a la formación de nuevos movimientos como el MIR 10, el MAPU y la
Izquierda Cristiana (Freire, 2002b, p. 34 y ss).
En síntesis, tanto el nacionalismo desarrollista como la emergencia de una Nueva
Izquierda Latinoamericana operaron como contexto socio-histórico e intelectual y
militante, en Brasil primero y luego en Chile donde, en palabras del pedagogo, pudo
10
Freire nunca escondió su simpatía por el MIR. Si bien, durante su estadía no podía ejercer ningún
tipo de opinión que fuera tomada como injerencia en la política del país que lo asilaba, luego en
Pedagogía de la Esperanza y en Aprendiendo com a Própria Historia, relata varios episodios donde
da cuenta de sus acercamientos y permanente diálogo con militantes y dirigentes del MIR.
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radicalizar sus ideas a la vez que rompió con el “localismo” propio de la
intelectualidad nacional-desarrollista de Brasil (Freire y Guimaraes, 2001, p. 84 y ss;
Freire y Guimaraes, 2011, p. 43). Este contexto, a su vez, lo fue introduciendo
paulatinamente en los temas propios del “Tercer Mundo”.
Freire, “hombre del Tercer Mundo”
Como mencionamos más arriba, las tendencias “liberacionistas” fueron un
antecedente, un suelo fértil sobre el que germinó la idea de “Tercer Mundo”. Germán
Alburquerque (2013) dirá: “en América Latina, un antecedente del tercermundismo
en su dimensión epistémica lo constituye el liberacionismo, primero desenvuelto en
pedagogía, teología y filosofía” (p. 217). En este sentido, podemos decir que la
pedagogía de la liberación de Freire habría contribuido a cimentar lo que luego sería
el tercermundismo. En Pedagogía de la Esperanza (2002b), Freire comenta respecto
de la publicación de Pedagogía del Oprimido:
en septiembre de 1970, cuando aparece la Pedagogía del Oprimido en Nueva
York, inmediatamente comienza a ser traducida a varias lenguas (…) El libro
apareció en una fase histórica de intensa inquietud (…) la lucha contra la
discriminación sexual, racial, cultural, de clase (…) los golpes de estado, con su
nueva cara en América Latina (…) las guerrillas de América Latina, las
comunidades de base, los movimientos de liberación de África, la independencia
de las ex colonias portuguesas, la lucha en Namibia, Amílcar Cabral, Julius
Nyerere, su liderazgo en África y su repercusión fuera de ella. La China de Mao.
La Revolución Cultural. La extensión viva del significado de mayo de 1968. Las
luchas político-sindicales y pedagógico- sindicales (…) Guevara asesinado en la
década anterior y su presencia como símbolo (…) la guerra de Vietnam (p. 115116).
La pedagogía de la liberación operó como antecedente del tercermundismo a la
vez que el tercermundismo aportó al desarrollo de la pedagogía de la liberación. La
incorporación del concepto “Tercer Mundo” al discurso freireano se va dando de a
67
F. Ferreirós| Revista Intersticios de la política y la cultura… 18: 53-77
poco11. En Pedagogía del Oprimido (Freire, 2002a) lo encontramos por primera vez
en una cita al pie (2002a, p. 183), y en dos oportunidades en el cuerpo del texto
(2002a, p. 122, 238). Sin embargo, la obra está dedicada a los desharrapados “del
mundo”. Esta expresión, deja a las claras su compromiso político con las y los
oprimidos no sólo de Brasil o de América Latina, sino del mundo (además de ser una
clara referencia a Los condenados de la Tierra de Frantz Fanon, cuya lectura abonó
el imaginario tercermundista así como la praxis de miles de militantes del Tercer
Mundo). Oprimidos que se ubican claramente en el sur del hemisferio, aunque
también en el “Tercer Mundo en el Primer Mundo”12.
En los artículos escritos en la primera mitad de la década del ’70 reunidos en su
libro La naturaleza política de la educación (Freire, 1994), Freire toma el concepto
de Tercer Mundo en diversas oportunidades y lo emplea de diversas formas para
referirse a la designación de la porción del mundo “no alineada” a los países que
conforman la polaridad de la Guerra Fría, para referirse a las campañas de
alfabetización, a los especialistas y técnicos comprometidos, a la situación de
opresión y pobreza extrema (el “drama” del Tercer Mundo), a los movimientos
“proféticos”, a la Reforma Agraria, y a la relación entre el Tercer Mundo y el primero.
Pero es en un artículo poco conocido, denominado “Tercer Mundo y Teología:
carta a un joven teólogo”13, publicado en la revista Perspectivas de Diálogo (1970),
11
Es interesante la aseveración que hace Alburquerque acerca de la incorporación del concepto en
los círculos intelectuales de Brasil pese a su vocación tercermundista. El autor se pregunta si al
principio lo desconocían o si preferían ignorarlo en tanto neologismo vacío o peyorativo para dar
cuenta luego de su paulatina incorporación hasta convertirse en un concepto central en las ciencias
sociales, así como en otros sectores como la Iglesia Católica brasileña, el cine, etc. (Alburquerque,
2011).
12
Luego de su paso por Chile, Freire vivirá unos meses en Estados Unidos donde entablará vínculos
con los grupos afroamericanos y puertorriqueños y desarrollará esta idea de la existencia de un
“Tercer Mundo” en el “Primer Mundo”. (Freire y Guimaraes, 2001, p. 103 y ss; Freire, 2002b, p. 51).
13
Carta a un joven teólogo, Perspectivas de diálogo, V (1970) 301-303 Tercer Mundo y Teología,
ibid, 304-305 Se trata de dos artículos separados que han sido fundidos en uno para su publicación.
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que Freire utiliza el concepto de Tercer Mundo de modo central, incluso en el título.
Y no sólo esto, sino que, de alguna manera, lo define:
únicamente el Tercer Mundo -en sentido no geográfico sino de mundo
dominado, sin voz- es capaz de escuchar la Palabra de Dios. Para que el Primer
Mundo pueda escucharla tiene que hacer primero su experiencia de Pascua. O
sea, morir como Primer Mundo para nacer de nuevo como Tercer Mundo. Por
eso también sólo del Tercer Mundo puede surgir una teología Utópica, una
teología de denuncia y anuncio que implica profecía y esperanza (p. 301).
Para Freire entonces el Tercer Mundo no se restringe a un topos, sino a una
condición socio-histórica: el Tercer Mundo es el mundo dominado, sin voz.
Es muy interesante en esta cita observar el modo en el que, casi parafraseándose
a sí mismo, habla de la necesidad del opresor de morir para nacer como Tercer
Mundo. Esta idea tiene su correlato en Pedagogía del Oprimido, en el cual dice: “en
el proceso revolucionario sólo existe un camino para la autentificación del liderazgo
que emerge: ‘morir’ para renacer a través de los oprimidos” (Freire, 2002a: 168). Es
decir que para Freire, el Primer Mundo es, geopolíticamente, el opresor, mientras
que los pueblos que constituyen el Tercer Mundo son los pueblos oprimidos.
Y continúa la carta:
Por eso, para pensar -y hay quienes piensan- fuera de este esquema, es
necesario hacerse hombre del Tercer Mundo. Pero ser hombre del Tercer Mundo
significa renunciar a las estructuras del poder. Es estar con los oprimidos, con
los "condenados de la tierra", en una postura de auténtico amor que no es la
conciliación imposible entre quien oprime, aplasta y mata y quien es oprimido,
aplastado, explotado y amenazado de muerte (p. 302).
No hay lugar para la conciliación. La única salida es revolucionaria:
Yo estoy convencido de la enorme tarea que hemos de realizar los cristianos en
este dominio, siempre que seamos capaces de superar los mitos idealistas y
participar en la transformación revolucionaria en vez de seguir negando la
contribución realmente importante de Marx. Ni Marx es responsable de la
esclavización del hombre, ni Cristo de nuestra cobardía (p. 303).
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Este “opresor” que es el Primer Mundo, es además la referencia directa a una
clase social: la burguesía. Sigamos leyendo:
Tengo la impresión de que por eso el Tercer Mundo puede convertirse en una
fuente inspiradora del resurgir teológico. Es que las Metrópolis dominadoras
están impedidas de ser utópicas por su naturaleza de sociedades para las cuales
el futuro es la manutención de su presente: de Metrópolis. Una teología al
servicio de la burguesía no puede ser utópica, profética y esperanzada sino una
teología que crea un hombre pasivo y adaptado, que espera una vida mejor en
el "cielo", que dicotomiza el mundo (p. 303).
En definitiva, los “condenados de la tierra” son justamente las clases sociales
oprimidas del Tercer Mundo. Y el opresor, la burguesía y el Primer Mundo.
El siguiente mojón en nuestra reconstrucción de la idea de Tercer Mundo en la
biografía intelectual de Freire es ya, luego de su breve paso por Estados Unidos, en
Ginebra, donde integra el sector de educación del Consejo Mundial de Iglesias, que
es una organización que reúne más de 140 iglesias cristianas de todo el mundo y su
tarea primordial por aquellos años (inicios de la década del ’70) es apoyar de diversas
maneras a los países del Tercer Mundo. Freire fundará el IDAC (Instituto de Acción
Cultural) desde donde acompañará diferentes proyectos educativos en países de
África como Guinea Bissau, Cabo Verde, Sao Tomé e Príncipe, Tanzania y Angola.
Aquí, su perspectiva tercermundista es evidenciada en una praxis que ya no se limita
a América Latina, sino que se amplía a la colaboración con países recientemente
liberados de la situación colonial. El diálogo fluido y permanente con dirigentes y
líderes políticos africanos, así como con las militancias y los pueblos, da cuenta de
los intercambios y redes de solidaridad14.
En una carta a Mário Cabral, comisario de educación de Guinea Bissau, Freire se
define a sí mismo como “un hombre del tercer mundo”. Dirá:
14
Destacamos la importancia de estos tejidos como constitutivos de una praxis tercermundista.
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Paulo Freire: pedagogo del tercer mundo.| Revista Intersticios de la política y la cultura…18: 53-77.
como hombre del Tercer Mundo, como educador consciente de su compromiso
con este mundo, mi posición –y la de mis compañeros con quienes trabajo- no
puede ser sino esta: la de ofrecer al pueblo de Guinea-Bissau nuestra
contribución en toda la medida de nuestras fuerzas (Freire, 2000, p. 101).
Esta apreciación de sí mismo, así como su posicionamiento como educador
comprometido da cuenta del tercermundismo no tanto como un imaginario sino
como “sensibilidad”15. Implica un posicionamiento y un modo de estar en el mundo,
un modo de “leer” la realidad. Pero también de la importancia de entablar redes de
solidaridad entre los pueblos del Tercer Mundo, encarnando el proyecto del Tercer
Mundo más allá de los imaginarios y conceptualizaciones. Esta sensibilidad
encarnada en su persona implicará la adhesión a la idea tercermundista. En su
artículo “La educación, la liberación y la Iglesia” (1994) de 1973, Freire analiza el
papel mistificador o desmitificador que pueden asumir la educación y las Iglesias en
la historia. Concluye afirmando: “la cuestión de la Iglesia, la educación y el rol de
las iglesias en la educación sólo puede discutirse históricamente. La humanidad debe
responder al movimiento profético del tercer mundo en el marco histórico” (p. 148).
Freire convoca a comprometerse con la transformación revolucionaria del Tercer
Mundo, el cual constituye para él un proyecto histórico-profético, un horizonte
utópico.
En el año 1972, en el marco de la presentación de un informe de Paulo Freire,
Irma Claire-Marie Jeannotat, miembro del Consejo Mundial de Iglesias, expresó:
A fines de 1971, el profesor Paulo Freire, del Departamento de Educación del
Consejo Mundial de Iglesias (CMI), efectuó su primera visita a África. Fue a
Zambia y a Tanzania donde encontró africanos entre su grupo de excursión y
en grupos de estudio sobre varios temas, allí tuvo contacto con diversas
personas relacionadas con movimientos de liberación. (…) De cuando en cuando
“Con sensibilidad se alude a una forma peculiar de entender y sentir el mundo –tiene un importante
componente emotivo-, un filtro con que se observa la realidad y que se hace presente en diferentes
esferas, ya sea artísticas, intelectuales o científicas. Es más que una moda, si se entiende por ésta
algo pasajero y superficial. Y es menos que paradigma, que tiene un carácter más permanente y
totalizador” (Alburquerque, 2011, p. 178).
15
71
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con pesar se comprueba que las relaciones económicas son hechas del Norte
para el Sur y viceversa. Lo que Paulo nos está diciendo refleja el auténtico
esfuerzo de un diálogo Sur-Sur, esto es, entre África y América Latina (Gadotti
y Torres, 2001, p. 108).
Freire fue un personaje público que no pasaba inadvertido. Él mismo relata que,
en su paso por los países de África, no fue a Mozambique porque no fue invitado y,
aunque hubiese querido ir como turista, su presencia hubiese levantado sospechas,
ya que su presencia en cualquier país era un “acto político” (Freire y Guimaraes,
2011, p. 43). Prashad, en el libro citado, dirá: “la idea del Tercer Mundo movilizó a
millones y creó héroes” (Prashad, 2007, p. xvii). Y Freire fue claramente uno de
estos héroes.
Conclusiones
¿Qué fue del concepto, los imaginarios y el proyecto del Tercer Mundo, es hoy
objeto de debate’ Está claro que sigue utilizándose como concepto como categoría
analítica que claramente no tiene la potencia y la perspectiva de futuro como
imaginario revolucionario. Este recorrido intentó reconstruir una porción de la
biografía y la obra de Paulo Freire a la luz de los recientes desarrollos sobre la
Historia Social e Intelectual del Tercer Mundo.
Se pudo advertir a partir de los análisis la importancia del Tercer Mundo como
contexto, como ambiente intelectual, y como proyecto político en el que Freire
desarrolló su praxis y escribió sus obras. Se pudo reconocer una sensibilidad
tercermundista en el pedagogo plasmado en los textos analizados y en las redes de
solidaridad y colaboración que estableció en cada uno de los países en que trabajó.
Creo, finalmente, haber realizado un aporte a la comprensión de su obra y de su
praxis con la introducción de una perspectiva hasta ahora no estudiada, al menos
no con la profundidad que el tema exige. Comprender el contexto intelectual y
militante de Paulo Freire desde esta perspectiva entiendo que nos permite arrojar
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Paulo Freire: pedagogo del tercer mundo.| Revista Intersticios de la política y la cultura…18: 53-77.
nuevas miradas respecto de las críticas por izquierda que lo ubican como
“desarrollista primermundista”, o como “pedagogo marxista” respecto de las críticas
por derecha, y comprender la complejidad del contexto donde ha ido madurando su
obra.
En las biografías intelectuales escritas hasta el momento, la centralidad está
puesta en la persona de Paulo Freire como pedagogo latinoamericano. Las
referencias al Tercer Mundo, cuando las hay, son reducidas a una categoría analítica
(como realidad “objetivable”, ubicada geográficamente, entre otras variables como
las económicas, demográficas, variables como el subdesarrollo, etc). Solo una de
ellas analiza en profundidad la relación de Paulo Freire y su compromiso con las
lecturas anticolonialistas (Fernández Mouján, 2016). Generalmente, simplemente se
nombran las alusiones de Freire a autores como Fanon o Memmi. Es Inés Fernández
Mouján quien desarrolla minuciosamente el vínculo entre estos autores, con los
aportes de los estudios culturales, los estudios poscoloniales, de la subalternidad y
decoloniales, dando cuenta de la centralidad de estas lecturas para la escritura de
sus textos y su praxis en general.
Si bien Freire ha indagado acerca de temáticas vinculadas al colonialismo y
podemos observar la influencia definitoria de autores anticoloniales como Fanon y
Memmi en su obra, y teniendo en cuenta que nunca se definió como un autor
poscolonial (y mucho menos decolonial, ya que se trata de desarrollos posteriores a
su fallecimiento), entiendo que la idea de Tercer Mundo podría operar como eslabón
entre los desarrollos del pedagogo brasileño y los estudios sobre el colonialismo y la
colonialidad. El concepto de Tercer Mundo podría constituir una llave con la que abrir
la puerta a una serie de análisis que nos permitan comprender, por ejemplo, cómo
llegaron a las manos de Freire los textos de Fanon o Memmi.
Conceptos presentes en las obras de Freire como “opresor-oprimido”, “liberación”,
“invasión cultural”, “revolución” deben ser comprendidas en ese contexto de
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F. Ferreirós| Revista Intersticios de la política y la cultura… 18: 53-77
emergencia de luchas por la liberación de los ’60 y ’70 en el Tercer Mundo. Este
lenguaje muchas veces es tildado de “anacrónico” y se promueven lecturas del
pedagogo brasileño que buscan “esterilizar” su componente político emancipador.
Para comprender una obra necesitamos del contexto. Pero no como justificación o
como determinación, mucho menos para ponerlo entre paréntesis, sino como modo
de hacernos cargo de su historicidad y de la nuestra (y con ella, de nuestro puesto
en la Historia). En particular, una obra como Pedagogía del Oprimido, dedicada a
“los desharrapados del mundo, y a quienes, descubriéndose en ellos, con ellos sufren
y con ellos luchan” sigue teniendo actualidad y futuro, porque los desharrapados y
quienes hoy se siguen comprometiendo con sus luchas siguen existiendo y porque
las causas que llevan a millones de seres humanos a vivir en la deshumanización
siguen estando intactas. La intención del presente artículo fue recuperar el carácter
revolucionario de la obra y la praxis de Paulo Freire, ya que compartimos con el
pedagogo brasileño su horizonte utópico, que algunos y algunas, en esta porción
del planeta que alguna vez se autopercibió como Tercer Mundo, seguimos llamando
Socialismo.
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