Revista Fuerzas Armadas
Desde el cuarto de máquinas
Vicealmirante de la Reserva Activa Luis Alberto Ordóñez Rubio, Ph.D.
Presidente del Cuerpo de Generales y Almirantes en retiro, FF. MM. de Colombia
¡Guantánamo!
La base naval de Guantánamo,
estigmatizada hace algunos
años por haber sido seleccionada como lugar de reclusión
de peligrosos terroritas, fue
por mucho tiempo el centro
de entrenamiento de la flota naval de Estados Unidos y
también de países amigos. Allí,
con una importante infraestructura y personal altamente
calificado, en muchas ocasiones se prepararon buques colombianos elevando los niveles
de alistamiento para el combate y estrechando las relaciones
con el aliado del norte. Esta historia cuenta la experiencia del
ARC Boyacá, destinado a entrenamiento en esa base después de haber sido sometido a
reparaciones mayores en Mayport en 1982, y la forma como
se instituyó la destinación de
las fragatas misileras, principalmente, así como de otros bu-
ques colombianos a instrucción
periódica en esa base.
Las unidades mayores
El ARC Boyacá era una de las
unidades mayores de la flota y
la más operativa para esa época. Compartía las responsabilidades con el ARC Santander y
el ARC 7 de Agosto, bastante limitado este último en sus capacidades operativas, por su parte
el ARC 20 de Julio solo servía
como alojamiento de personal
en el muelle de BN-1. También
estaba un buque de apoyo, tipo
petrolero, el ARC Tumaco. Tres
remolcadores de mar asumieron las operaciones de patrullaje y soberanía. Dos de ellos, el
ARC Pedro de Heredia y el ARC
Rodrigo de Bastidas, de manera
casi permanente en el área de
San Andrés, Providencia y las
islas del norte. La marina traba-
jaba arduamente en la consecución de los reemplazos para
sus buques capitales, por lo que
ya se escuchaba de unas corbetas portuguesas y un poco más
adelante de las alemanas.
El Boyacá era un destructor
escolta de la clase “Courtney”
construido en la posguerra y
transferido a la Armada Nacional en 1972. Era un buque muy
marinero, con casco de acero y
superestructura de aluminio, su
propulsión era de vapor. Contaba con dos calderas que producían vapor recalentado a 600
libras de presión, una turbina
para marcha avante y otra de
menor tamaño para dar atrás.
Solamente tenía una hélice, lo
que hacía su maniobrabilidad
difícil a pesar de que tenía dos
timones. Su gran capacidad era
antisubmarina por lo que contaba con un magnífico sonar,
101
102
Número 252
dos torres triples de torpedos
y cargas de profundidad. El armamento de superficie se limitaba a un cañón de 3.50”. Una
particularidad importante era
la de contar con un generador
de emergencia movido por una
turbina de gas, algo muy novedoso para la época. Desafortunadamente nunca pude verla
operando pues era una tecnología que superaba las capacidades técnicas y logísticas de la
época. El ARC Boyacá sirvió a
la Armada Nacional hasta el año
1994 y tras su desactivación
fue partido en secciones para
poderlo transportar en camiones a la represa de Guatapé,
en Antioquia, con la intención
de preservarlo como museo
y atracción turística, proyecto
que nunca se finalizó por motivos económicos quedando las
partes esparcidas al lado de la
laguna.
Las reparaciones
mayores
Pasó todo el año 1981 sin que
se concretara la comisión a Estados Unidos. Por fortuna el
Boyacá era un buque muy operativo y las jornadas en el mar
mantenían ocupada a la tripulación que en varias ocasiones
había perdido la esperanza de
viajar a reparar su buque. Finalmente, y aunque muchos eran
escépticos, en 1982 el buque
zarpó con rumbo a la base naval de Mayport en la Florida.
Aparte de la tripulación iban los
cadetes que harían el crucero
del ARC Gloria de ese año. El
buque escuela venía de España
después de un periodo largo de
mantenimiento, para ahorrar
tiempo la travesía iniciaría en
ese puerto y no en Cartagena
de Indias como era costumbre.
Las reparaciones del Boyacá se
programaron para un máximo
de ochenta y nueve días y se
llevaron a cabo con el buque
atracado al muelle. Allí el sistema de mantenimiento intermedio del base denominado
como SIMA, Short Intermediate Maintenance Activity, hizo
un trabajo de alto nivel técnico que abarcó principalmente
las máquinas, pero también la
renovación del cañón por uno
remanufacturado, la puesta en
servicio de las torres lanzatorpedos, así como mantenimiento a los principales equipos de
cubierta. Desafortunadamente
la parte de electrónica no se
actualizó completamente y el
buque mantuvo limitaciones
en sensores, mesas tácticas y
control de tiro. Su gran potencial seguiría siendo la capacidad
antisubmarina. Por lo demás el
Boyacá quedó muy bien, pues
en paralelo la tripulación hizo
una excelente labor de recuperación de cubiertas, mamparos
y áreas interiores. El trabajo fue
arduo pero fructífero, lo que le
garantizó una larga vida.
Foto: https://1.bp.blogspot.com/-wGEyIitUFaU/
UaQeWIInk_I/AAAAAAAAAAw/pwAfRsqs5Oo/
s1600/86b27013-e038-49c6-ab3e-7d198430db2e.jpg
Foto: https://es.m.wikipedia.org/wiki/
Archivo:Guantanamo_Bay_Navy_Exchange_and_BEQ.jpg
El entrenamiento
Por una gestión del Comandante de la unidad, el señor Capitán de Fragata Jorge Orjuela
Pérez, la Marina de los Estados
Unidos autorizó que antes de
arribar a Colombia la tripulación
pudiese tener un entrenamiento intensivo en la Base Naval de
Guantánamo en la isla de Cuba,
de manera que al largar cabos
la unidad puso proa a esa nueva
experiencia. Muchos tripulantes desconocían la existencia
Foto: https://www.nytimes.com/es/2017/06/21/espanol/
opinion/el-futuro-de-la-base-de-guantanamo.html
Revista Fuerzas Armadas
Desde el cuarto de máquinas
de esa base y ninguno sospechó que podría llegar a visitarla.
Tras varios días de navegación,
que además fueron de intenso
trabajo pues el buque requería
aún de algunos ajustes y mucho
aseo, se avistó la isla de Fidel
Castro y algunas horas más
tarde el Boyacá atracaba en el
muelle asignado. La base está
localizada en el extremo sudeste de la isla, en la bahía del
mismo nombre, la cual además
sirve de canal de tránsito para
los puertos cubanos localizados en su interior. Con mucha
frecuencia veíamos pasar los
barcos de la ex Unión Soviética, con la hoz y el martillo en
sus chimeneas, que surtían a la
isla ante el bloqueo de Estados
Unidos.
El entrenamiento empezó casi
de inmediato y se prolongó por
dos semanas, abarcaba toda la
parte operativa. Iniciaba cada
día con el alistamiento para zarpe que se convirtió en la parte
más difícil. La revista empezaba
desde las sentinas, las cuales
deberían estar perfectamente
limpias, pasando luego por todos los compartimientos donde
las listas de verificación eran
revisadas detenidamente. Si no
se lograba un mínimo de puntos el buque no podía zarpar y
las consecuencias eran funestas para la calificación de toda
la unidad. Luego venían todos
los ejercicios reales de canal
barrido, baja visibilidad, perdida de gobierno, formaciones,
traspaso de carga, aprovisionamiento en el mar y zafaranchos
de todo tipo: combate, incendio, inundación, en fin, una rutina extenuante y muy cercana
a la realidad del combate naval
pero desde luego con las limita-
ciones de un buque antiguo y
sin mayores capacidades de detección y de procesamiento de
información en su CIC . El regreso a puerto era tarde y luego en la noche se debía trabajar
en alistar nuevamente la unidad
para el día siguiente. El aliciente
era ver como el nivel de entrenamiento mejoraba con cada
práctica. La tripulación terminaba extenuada y no había posibilidad de salir francos.
Los días en que no se zarpaba
se hacía entrenamiento en tierra, especialmente en control
de averías . La idea era que se
pudieran sentir los efectos de
las llamas, el humo y las inundaciones y así desarrollar las habilidades necesarias para poderlas
afrontar en caso real abordo. Se
logró capacitar a varios líderes
de grupo de reparación y generar equipos humanos coordinados y bien preparados.
Guantánamo Bay
La historia cuenta que la base
se instaló, de común acuerdo, en el año 1903, aunque la
presencia de tropas de Estados Unidos se remonta a 1898
cuando ambas naciones mantenían relaciones y Cuba había
recibido apoyo norteamericano
en la guerra por la independencia de España. Se trata de un
convenio de arrendamiento por
una suma irrisoria hoy en día,
por no haberse actualizado su
valor, y la cual dicen que Cuba
no cobra.
La base es totalmente autónoma; produce agua y genera la
electricidad que necesita. Todo
el aprovisionamiento viene de
afuera por vía marítima o aérea.
Cuida la frontera con tropas de
Infantería de Marina, Marines, y
para esa época en que tuve la
oportunidad de visitar el límite
con Cuba, mantenían un extenso campo minado y garitas de
ametralladoras para protección
de la unidad militar.
Como una particularidad, el
mar alrededor de la isla adquiere profundidad muy rápido, de
manera que una vez los buques
salen de la bahía de Guantánamo da la posibilidad de efectuar
operaciones navales muy cerca
de tierra, bien sean de entrenamiento o reales.
Las fragatas misileras
Como una buena práctica, y seguramente con la experiencia
del Boyacá, la Armada decidió
que las fragatas construidas en
Alemania y comisionadas en
1983 y 1984 tuviesen una fase
de entrenamiento en Guantánamo. Buena decisión, pues
esa experiencia permitió probar
la doctrina de operaciones y
consolidar los equipos de trabajo. A diferencia del antiguo
destructor escolta los nuevos
buques contaban con todas las
capacidades y con los equipos
electrónicos operativos y de última tecnología, de manera que
el entrenamiento se hizo más
fructífero e integral, abarcando
todas las guerras y forzando a
la tripulación a dar lo máximo.
El ARC Independiente fue la
última unidad en ser entregada
por el astillero HDW . Se recibió el 26 de junio de 1984 y
permaneció por cuatro meses
más en Alemania en manos de
la tripulación colombiana. Durante ese tiempo se siguieron
103
104
Número 252
haciendo ajustes, calibraciones
y continuas operaciones en el
mar para que el astillero lograra
los estándares requeridos por
la Comisión Inspectora, pues
se había decidido que fuera el
buque prototipo y el referente
para el afinamiento definitivo
de las otras tres fragatas ya en
Colombia y en periodo de garantía.
La FM-54 arribó a Cartagena
en plenas fiestas de noviembre
y unos días más tarde zarpó
para Guantánamo, bajo el comando del señor CN Jorge Beltrán (q.e.p.d), a su fase de tres
semanas de entrenamiento. A
diferencia del Boyacá; construido y operado por años por
la US Navy, los buques alemanes eran todo un enigma para
los instructores; en poco espacio estaban concentradas todas
las capacidades para guerra de
superficie, antiaérea, antisubmarina y electrónica. Contaban
con tripulación reducida por
los altos niveles de automatización, solamente dos grupos
de reparaciones y una doctrina diseñada por colombianos.
Para el autor de este artículo,
esa segunda experiencia en
Guantánamo fue mucho más
productiva e indudablemente se aprendió a sacarle todo
el potencial a unos buques de
guerra realmente maravillosos y
con grandes capacidades, como
el tiempo lo ha demostrado.
Sin embargo, mi mejor experiencia fue en 1992, a bordo
del ARC Caldas, cuando por
tercera vez y ocupando el cargo de Ingeniero Jefe, visitaba
Guantánamo. Para los buques
colombianos era de las últimas idas a esa base, pues por
decisión de la Navy se cambió
el lugar de entrenamiento de
la flota y por parte de Colombia se desarrolló el proyecto
de convertir a la Base Naval
de Bahía Málaga en centro de
entrenamiento. En esa ocasión
coincidieron varios hechos: las
tripulaciones colombianas ya
estaban maduras y muy experimentadas; los instructores de
la Navy ya conocían los buques,
sus capacidades y los procedimientos, pero además se había
implementado la metodología
de los instructores de abordo,
lo que permitía que algunos
tripulantes sirvieran de evaluadores de los equipos de trabajo
y ellos a su vez fueran calificados por los norteamericanos.
Grandes retos para el señor CF
José Luis Cuenca, Comandante
de la Unidad, pues había mayor exigencia. Varios oficiales y
suboficiales logramos calificarnos como instructores de la US
Navy. La motivación de estar
en comisión en el exterior y la
oportunidad de adquirir a muy
buen precio presentes para la
familia, fueron estímulos que
reforzaron el espíritu luchador
que siempre distingue a los marinos colombianos.
Para ese entonces también la
base de Guantánamo contaba con todas las facilidades de
cualquier ciudad en territorio
americano: restaurantes, almacenes libres de impuestos,
lugares de esparcimiento y
además una población flotante
mucho mayor de la encontrada
en las dos ocasiones anteriores
ya que había un componente
del Ejército (Army), que tenía la
misión de atender los campamentos de refugiados haitianos
que salían de su isla buscando
oportunidades y muchas veces
naufragaban en el camino hacia Key West y otras áreas de
la Florida.
En resumen
Guantánamo marcó una época
donde generaciones de marinos
colombianos se prepararon al
más alto nivel en operaciones
en el mar. La experiencia de conocer y vivir en una de las bases
más emblemáticas y llena de
historia, enriqueció y dejó huella
en la bitácora personal de quienes tuvimos la fortuna de entrenarnos allí. Aún en las cámaras
de tripulación de nuestros buques hay partes de los drones
derribados con precisión por las
tripulaciones nacionales. Ver a
los actuales grupos móviles de
entrenamiento, portando sus
uniformes y gorras distintivas,
demuestran que la cultura adquirida desde aquellas épocas
caló y se quedó para siempre
en la Armada Nacional. No es
solo tener buenos buques sino
lograr la amalgama máquina y
talento humano; solo así se ganan las guerras en el mar. Han
pasado más de veinte años desde que las últimas tripulaciones
colombianas visitaron Guantánamo. En la actualidad todo
el entrenamiento se hace por
cuenta propia y se prueba en
las operaciones multinacionales
de entrenamiento, como Unitas,
Panamax, Rimpac, entre otras.
O las reales contra el narcotráfico, como Orión en sus cinco
versiones llevadas a cabo hasta
la fecha.