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Una isla de recuerdos: la voz poética de Josefina de la Torre

2020, Josefina de la Torre. Voz en lo inmenso

Si nos acercamos a la poesía de Jos-fina de la Torre, inmediatamente nos damos cuenta de que está íntimamente ligada a su apasionante trayectoria vital en la que cultivó varias facetas del arte: fue actriz de teatro y cine, soprano, novelista, periodista, pero, sobre todo, fue poeta.

Una isla de recuerdos: la voz poética de Josefina de la Torre Marina Patrón Sánchez Si nos acercamos a la poesía de Josefina de la Torre, inmediatamente nos damos cuenta de que está íntimamente ligada a su apasionante trayectoria vital en la que cultivó varias facetas del arte: fue actriz de teatro y cine, soprano, novelista, periodista, lector puede adentrarse en su particular universo, conformado por todos los seres y espacios que le son queridos y que no deja de evocar en un continuo recordar. A pesar de que solo publicó cuatro poemarios en vida y en fechas muy Josefina de la Torre en Las Coloradas, 1928 pero, sobre todo, fue poeta. Su vocación despertó muy pronto, cuando apenas contaba con once años, y desde esos primeros versos hasta sus últimos poemas, podemos apreciar en ellos su voz personalísima y su manera de concebir la poesía como un refugio, como un espejo en el que volcar lo más hondo de su ser. De esta forma, gracias al tono intimista e incluso confesional de sus versos, el 18 LC 2020 distantes, la gran cantidad de poemas inéditos que dejó (Ediciones Torremozas ha publicado recientemente la Poesía completa (2020) de Josefina de la Torre en dos volúmenes, incluyendo los poemarios inéditos Poesías ingenuas y Mi Dolor) y su correspondencia con otros poetas demuestran que su vocación poética fue firme y constante a lo largo de toda su vida. De esta forma, si analizamos sus dos primeros poemarios, Versos y estampas (1927) y Poemas de la isla (1930) nos encontramos con la luminosidad de su isla querida, sus recuerdos de infancia y sus esperanzas de juventud; mientras que en los dos últimos, publicados tras la dura experiencia de la Guerra Civil y del exilio interior, Marzo incompleto (1968) y Medida del tiempo (1989), nos adentramos en los dolorosos recuerdos de la madurez, en los que la tónica dominante viene definida por la ausencia, la soledad y el olvido. Por lo tanto, si recorremos sus poemarios podemos señalar y definir cuáles son las constantes en su obra, así como los dos pilares sobre los que se asienta su poética. Pero, si hay una particularidad que caracteriza la poesía de Josefina de la Torre, es que es fruto del instante, siempre motivada por algún elemento de su entorno: una puesta de sol, la playa de sus juegos infantiles o las gafas de su marido, entre muchos otros. Esto se puede explicar a través de la concepción que tenía nuestra poeta sobre la creación, pues para ella estaba íntimamente ligada al romántico misterio de la inspiración. Sirva como ejemplo el momento de escritura de su primer poema, dedicado a la muerte del escritor Benito Pérez Galdós en 1920, que la sorprendió jugando con sus muñecas. De esta forma, siempre que le preguntaron por su escritura, ella defendió que era totalmente espontánea: «está tan unida a tanto misterio, que, por descono- cida, nunca me había parado a pensar lo que era. Solo a sentir lo que es», escribió en su «Poética» para la antología de Gerardo Diego. Años más tarde, volvería a declarar sobre este tema: «tampoco sabría explicar en qué consiste la poesía, que creo que es algo que se da justamente en la medida en que no puede ser explicado; algo inefable, que solo existe mientras es sentido». Así pues, la suya es una «escritura de la transparencia», como ha señalado Selena Millares, que busca transmitir su mirada y su forma de sentir sobre todo lo que la rodea. De esta manera, siempre va a encontrar rectas vamos a descubrir la profundidad que late tras las emociones y experiencias recogidas en sus versos. En el prólogo que Pedro Salinas escribió para Versos y estampas (1927) se refería a nuestra poeta como «muchacha-isla», apelativo que no podría ser más acertado debido a que la isla es uno de los rasgos identitarios, tanto personales como poéticos, de Josefina de la Torre. Ella misma declaró en una entrevista sobre su amor por la isla que «como escritora y como mujer, me siento insular por los cuatro costados. No sabría explicar muy bien en qué consiste esa condición, mar, la arena, el sol y el viento que van a representar la alegría y la inocencia de la infancia, el lugar donde se tejieron sus primeros sueños. Sin embargo, en sus últimos libros se va a dirigir a ellos desde la distancia de la ciudad, evocándolos como su Ítaca añorada, refugio del dolor que ahora siente. Al contemplar la isla siempre desde el recuerdo, todos estos poemas están atravesados por la nostalgia. Por esto es por lo que el otro pilar sobre el que se asienta la voz poética de Josefina es la memoria. Desde el primer poemario hasta el último, sus versos están configurados por el peso relacionada tal vez con un peculiar modo jocoso e intimista, melancólico, pero lúdico, de no poder parar de revivir la luz y el mar». De esta forma encontramos la isla de Gran Canaria y la playa de Las Canteras, donde su familia tenía una casa de verano, como escenarios predilectos y constantes a lo largo de toda su obra. En sus dos primeros libros aparecen descritos de manera pictórica y sensorial el de los recuerdos. A medida que avanzamos en su obra, a la nostalgia por la isla se le va a unir la ausencia de sus seres queridos, el paso del tiempo y los desengaños que este acarrea. Tras la Guerra Civil, sus aspiraciones en el mundo del cine y de la literatura no se vieron logradas, por lo que su poesía se vuelve más reflexiva y comienza a girar en torno a todo aquello que ha perdido o no ha logrado conseguir. Playa de Las Canteras, 1925-1935 en lo cotidiano una fuente de inspiración, tanto en los hechos del día a día, como en todo lo que la rodea: personas, lugares, objetos, costumbres típicas isleñas… Su mundo íntimo y personal se va a reflejar en sus poemas, configurando un lenguaje propio que, si bien está caracterizado por la sencillez, en ningún caso supone simplicidad, sino todo lo contrario: a través de sus expresiones claras, puras y di- josefina de la torre. voz en lo inmenso 19 encuentra tras el abandono de sus amigos y compañeros de la Generación del 27, a los que incluso se dirige por su nombre y les reprocha su olvido. Pero Josefina no solo se dirige a ellos, sino también a todos sus seres queridos ausentes, destacando sobre todo la sección final, dedicada a su marido, el actor Ramón Corroto, fallecido prematuramente. De esta forma, poema y memoria se funden y se conjugan como una forma de recuperar las experiencias pasadas en busca de consuelo, ya que a pesar del dolor que le causan estos recuerdos («No haberte conocido» escribe a su marido tras su pérdida), no quiere liberarse de ellos. Tras recorrer sus poemarios podemos comprobar cómo la poesía de Josefina de la Torre es una inmensa isla de recuerdos en la que están recogidos todos los elementos que componen su intimidad: su familia, sus sueños, sus ilusiones, los objetos que poblaron su día a día, pero también sus frustraciones, su desengaño y su dolor. Y aunque esta isla ha permanecido oculta durante años en el vasto océano de la literatura, una vez que el lector ha conseguido llegar a ella, ya no la puede ignorar, pues su contenido es tan universal como el amor, la memoria o el tiempo. Josefina y Ramón Corroto Así en Marzo incompleto (1968) encontramos por primera vez el tema de la maternidad frustrada, pero también el del olvido y el silencio al que la poeta se siente reducida. De esta forma escribe: «Me olvidan sola, en la ausencia, / […] Nadie me ve ni me oye. Nadie sabe de mis voces». Sin embargo, es en Medida del tiempo (1989) donde el desgarro existencial se hace más evidente. Los poemas que componen este libro son una búsqueda desesperada entre los recuerdos de un refugio al que acudir frente al dolor del presente. De manera rotunda el poemario se abre con «Mis amigos de entonces», el testimonio del aislamiento en el que la poeta se 20 LC 2020