Ra Ximhai
ISSN: 1665-0441
[email protected]
Universidad Autónoma Indígena de
México
México
Pérez-Archundia, Eduardo; Gutiérrez-Méndez, David
EL CONFLICTO EN LAS INSTITUCIONES ESCOLARES
Ra Ximhai, vol. 12, núm. 3, enero-junio, 2016, pp. 163-180
Universidad Autónoma Indígena de México
El Fuerte, México
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RA XIMHAI
ISSN 1665-0441
Volumen 12 Número 3
Edición Especial
Enero – Junio 2016
163-180
EL CONFLICTO EN LAS INSTITUCIONES ESCOLARES
THE CONFLICT IN THE SCHOOLS
Eduardo Pérez-Archundia1 y David Gutiérrez-Méndez2
1
Maestro en ciencias sociales especialidad en desarrollo municipal, coordinador del Doctorado en Ciencias de la Educación del Instituto
Superior de Ciencias de la Educación del Estado de México, Jefe de planeación y procuración de recursos en el Colegio Mexiquense,
Asesor de tesis del posgrado de educación para la paz y la convivencia escolar que imparte la Universidad Autónoma Indígena de
México. Correo electrónico:
[email protected]. 2Licenciado en educación media ciencias sociales, Maestro en ciencias de la
educación familiar, profesor horas clase en educación básica (secundaria) y alumno del posgrado de educación para la paz y la
convivencia escolar que imparte la Universidad Autónoma Indígena de México. Correo electrónico:
[email protected].
RESUMEN
El presente artículo tiene como objetivo proporcionar a la comunidad escolar, las herramientas necesarias que permitan
visualizar el conflicto desde la perspectiva de la educación para la paz, como eje de transformación y crecimiento
personal e institucional, así mismo fomentar la capacidad de transformar el conflicto por medios pacíficos.
La metodología empleada en la construcción de este escrito se centró en la investigación documental, utilizando como
técnica de análisis de contenido y el estudio de las sociedad actual, observando la presencia de conflictos en las
instituciones escolares y de acuerdo a la forma en que se atienda transformará o provocará violencia, este fenómeno
plantea la necesidad social de incorporar al sistema educativo acciones con una clara intencionalidad que permitan
transformar el conflicto desde un proceso continuo, sistemático y permanente
Palabras clave: educación para la paz, conflicto, transformación del conflicto, instituciones escolares.
SUMMARY
This article aims to provide the school community, the necessary tools to view the conflict from the perspective of
education for peace, as an axis of personal and institutional transformation and growth, also promote the ability to
transform the conflict peaceful means.
The methodology used in the construction of this paper focused on documentary research, using techniques of content
analysis and the study of modern society, noting the presence of conflicts in the schools and according to the way it
treats will transform or cause violence, this phenomenon raises the need to incorporate social action education system
with a clear intention to allow transform the conflict from a continuous, systematic and ongoing process
Key words: education for peace, conflict, conflict transformation, educational institutions.
INTRODUCCIÓN
La escuela es una institución que educa para la vida y en la vida hay que saber convivir. Así de
sencillo o más bien dicho, decirlo es sencillo, pero como institución social donde a diario se
relacionan cientos de personas vivir en convivencia resulta con frecuencia un dilema y más aún
cuando no se le da la necesaria atención a la transformación de los conflictos, la escuela se puede
convierte en un territorio hostil para docentes, directivos, alumnos y padres de familia, por eso, la
transformación de conflictos reviste, en la actualidad, una exigencia especialmente apremiante.
“Decidir en la incertidumbre y actuar en la urgencia” (Perrenoud, 1996).
Todas las instituciones y las escuelas no es precisamente una excepción, se caracterizan por vivir
diversos conflictos de distinta índole, de diferente intensidad y diversos protagonistas. Se suscitan
por ejemplo conflictos entre profesores, entre profesores y alumnos, entre profesores y padres de
familia, conflictos entre profesores y directivos, conflictos entre alumnos, entre padres de familia,
Recibido: 23 de noviembre de 2015. Aceptado: 11 de marzo de 2016.
Publicado como ARTÍCULO CIENTÍFICO en Ra Ximhai 12(3):
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conflictos entre toda la comunidad escolar esto es una pequeña muestra de las múltiples
situaciones conflictivas que todos los que estamos inmersos en un centro educativo hemos vivido
y seguiremos viviendo, pero se puede dar una mejor transformación a los conflictos.
Paradójicamente, hablar de conflictos puede resultar para muchos docentes recordar situaciones
tristes, dolorosas, no deseables, situaciones que están viviendo con angustia recordaba la frase de
una docente “lo que tengo que aguantar para tragar”, muchas de estas vivencias se ha suscitado
debido a una escasa consideración a la transformación del conflicto y como objeto de estudio, se
comienza a vivir un interés creciente (Gairín, 1992).
Al hablar de conflicto se requiere desarrollar una visión alternativa, fundamentada en valores
públicos, democráticos y colectivos, que sitúe la existencia del conflicto como elemento
consustancial e “insoslayable del fenómeno organizacional” (Shlemenson, 1987, p. 208), necesario
para la vida, en general, y para el desarrollo organizativo de las escuelas.
Además, el conflicto exige afrontarlo con valor, “pues el conflicto y las posiciones discrepantes
pueden y deben generar debate y servir de base para la crítica pedagógica, y, por supuesto, como
una esfera de lucha ideológica y articulación de prácticas sociales y educativas liberadoras”
(Escudero, 1992, p. 27).
El conflicto en las instituciones educativa
El conflicto tiene una escasa resonancia en los estudios y manuales clásicos de organización
escolar, por ello, es de gran interés realizar un análisis a la transformación del conflicto y para ello
se empezará por clarificar la terminológica, de que se entiende por conflicto: “un tipo de situación
en la que las personas o grupos sociales buscan o perciben metas opuestas, afirman valores
antagónicos o tienen intereses divergentes” (Jares, 1991, p. 108). Es decir, el conflicto es, en
esencia, un fenómeno de incompatibilidad entre personas o grupos.
El conflicto desde la perspectiva de control
La concepción tradicional del conflicto, lo califica como una confrontación bélica, algo negativo, no
deseable, sinónimo de violencia, riña, pelea, discusión, a nivel popular hay todo un vocabulario
que se ha desarrollado para hablar del fenómeno de conflictividad humana y, en consecuencia,
como una situación que hay que corregir, y, sobre todo, evitar. Como señala Robbins, refiriéndose
a los diversos grupos e instituciones sociales, “en todos los niveles, el conflicto se considera
negativo” (1987, p. 301).
En el ámbito educativo, la concepción negativa del conflicto afecta a todos sus ambientes.
(Perturba el proceso de enseñanza-aprendizaje, el desarrollo social y funcional de la escuela, etc.).
“El valor negativo que le confieren al conflicto, al ocultarlo, el negarle o el ausentarle de toda la
acción educativa muestra cada vez más la importancia de entenderlo y tratar de transformarlo”
(Apple, 1986, p. 117).
Cualquier referencia que se hace al conflicto, lo caracterizan como una desviación, algo
disfuncional, patológico y aberrante: “Se resalta que hay que remediar, dirigir o darle resolución al
conflicto, tratándolo como si fuese una enfermedad que invade y corroe el cuerpo de la
institución”. En algunas versiones de la teoría de la dirección, donde las motivaciones y psicologías
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individuales empiezan a ser apuntadas, “cualquier manifestación de conflicto o contestación es
tomada como indicador de desajustes o insatisfacciones personales” (Ball, 1990, p. 131). Desde
esta visión tradicional, “la gestión de la escuela sólo será estable, facilitada y facilitadora, cuando
sea posible prever y minimizar los conflictos” (Britto, 1991, p. 26).
En otra explicación, aunque con semejante formulación, “el conflicto, o el desacuerdo, son
interpretados como una desviación de la tarea educativa, derivada de la reacción emocional, más
que de la oposición de aquellos que definen la tarea de la escuela de forma distinta” (Hannan,
1980, p. 90).
Por consiguiente, el conflicto es considerado como un “elemento que acaba por perjudicar
gravemente el normal funcionamiento de la escuela, conviene evitar a toda costa estas
situaciones, porque aunque se le dé remedio al conflicto eventualmente, deja recuerdos que son
difíciles de borrar” (Isaacs, 1991, pp. 261-262).
Las características distintivas de las instituciones educativas están en el actuar del directivo,
llámese eficacia de gestión escolar, liderazgo, que se configura como algo objetivo, relevante, que
produce un bajo o alto nivel de conflictividad. En buena medida, por la forma de resolver, prever y
atenuar el nivel y la amplitud de los conflictos» (Britto, 1991, p. 25).
Las referencias del tratamiento de los conflictos en las escuelas, versan sobre la gestión del
directivo y su parte dominante para mantener el statu quo, es decir, la gestión del conflicto para
mantener el control (Morgan, 1990, pp. 173-182).
Entendida de esta forma la relación entre el conflicto y la organización escolar, el papel de “la
administración equivale a un control efectivo, en el sentido técnico y de gestión” (England, 1989,
p. 89).
Por consiguiente, los gestores escolares, tienen una de las tareas más importantes que es la de no
sólo eliminar o, al menos, suavizar los conflictos de los colaboradores, sino también evitar estos
conflictos desde un principio. Una productividad óptima y una satisfacción máxima de los
colaboradores en su actividad sólo pueden ser garantizadas de esta manera» (Riedman, 1981, p.
34; cit. por Císcar y Uría, 1988, p. 259).
Desde la visión de los gestores escolares el conflicto se produce en la práctica por una mala
planificación o por una falta de previsión, desde esta perspectiva, los mayores esfuerzos que
deben realizar los gestores se centran en la planificación y el control para conseguir la mayor
eficacia. El conflicto, por lo tanto, siempre será un problema en el que habrá que tomar las
medidas correctoras para resolver la disfunción que los docentes, alumnos padres y personal
administrativo deberán ejecutar.
Igualmente, no podemos soslayar la obsesión ideológica de reducir todo tipo de problemas y la
toma de decisiones técnicas y planificadas de tal forma que si no es posible integrar al conflicto
desde otra perspectiva se estigmatiza como ideológico-político y se separa rígidamente lo que son
hechos y valores. Para esta perspectiva, «la administración es algo esencialmente científico y
desligado de los valores» (Codd, 1989, p. 142), lo que se traduce en la no aceptación del conflicto,
ya que, si se produce, siempre será debido a una cuestión técnica, y la respuesta habría de darse
en ese mismo plano. Si ello no fuese posible, se interpreta que el conflicto obedece a “intereses
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ideológicos, políticos”, etc.; en cualquier caso, “extraños” a la institución educativa, y, por
consiguiente, desechables.
Desde esta racionalidad, todo tipo de conflicto axiológico es rechazado por ser considerado no
científico. Esta negación del conflicto supone, en la práctica cotidiana, una toma de decisiones en
manos de una minoría, y, consiguientemente, la despolitización de la institución y de sus
miembros. La lucha ideológica hará que, desde la perspectiva tecnocrática, se presente a la
persona o al grupo de personas que se caractericen por plantear cualquier tipo de conflicto o
desacuerdo como persona o grupo «conflictivo», en un sentido peyorativo y descalificador (Jares,
1990).
Sin embargo, desde la perspectiva crítica, sabemos que “no todas las decisiones tomadas por los
directores o las escuelas son ideológicas”, pero prácticamente todas las cuestiones relacionadas
con la organización, la enseñanza, los alumnos, las relaciones entre profesores y alumnos y las
normas de la toma de decisiones en la institución, tienen fuertes bases ideológicas» (Ball, 1989, p.
32).
Se debe destacar la forma más reciente de negar el conflicto, consistente en utilizar la idea del
consenso para ocultar las discrepancias y los conflictos. De esta forma, y paradójicamente, el
consenso pierde sus genuinas características positivas como método de resolución de conflictos y
se convierte en una sutil forma de ocultarlos a través de la diversidad de intereses, de la no
disputa o confrontación. En definitiva, se trata de silenciar los conflictos y la diversidad de
intereses y perspectivas para imponer una determinada concepción de la organización escolar.
El conflicto desde la perspectiva interpretativa
En contraposición a la ideología del control, la perspectiva interpretativa rechaza la visión
mecanicista, de predicción y control del conflicto, por las interpretativas de comprensión,
significado y acción» (Carr y Kemmis, 1986, p. 88).
De esta forma, se cree que cada situación es propia e irrepetible, y que la misma está
condicionada por las interpretaciones particulares de cada miembro de la organización. Esta
perspectiva eminentemente “psicologicista” hace ver la motivación humana exclusivamente desde
el punto de vista individual, omitiendo el “reconocimiento de los intereses en el sentido
sociológico”. Además, se considera a los miembros de la organización en términos de necesidades
individuales, más que de adhesiones grupales y preocupaciones e ideologías compartidas. De este
modo, las controversias valorativas y la formación de alianzas y coaliciones quedan fuera del
cuadro (Ball, 1989, p. 33).
El conflicto, desde la ideología interpretativa, no sólo no se niega, sino que, además, se considera
inevitable e incluso positivo para estimular la creatividad del grupo:
Un grupo armonioso, tranquilo, pacífico y cooperativo tiende a volverse estático,
apático e indiferente a la necesidad de cambiar e innovar. Así pues, la principal
aportación del enfoque consiste en estimular a los líderes del grupo a mantener un
nivel mínimo de conflicto: lo suficiente para que siga siendo viable, autocrítico y
creativo (Robbins, 1987, p. 300).
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El conflicto es caracterizado y analizado como un problema de percepción, independientemente
de que en muchos casos así lo sea, de modo que se ignoran las condiciones sociales que a los
propios sujetos y a sus percepciones afectan. El propio Robbins lo explica claramente cuando
afirma que la “existencia o inexistencia del conflicto es una cuestión de percepción”. “Para que
exista un conflicto es necesario percibirlo” (Robbins, 1987, p. 298). Aceptada de esta forma la
visión del conflicto, quedarían sin explicar muchas situaciones “objetivamente” conflictivas y de las
que no son conscientes los propios protagonistas.
La realidad del conflicto no se limita a las percepciones individuales de la realidad, aunque
también forman parte de aquél, “ni a los malentendidos en relación con la práctica propia o
ajena”. Es posible que las creencias erróneas que dan lugar a estos conflictos no sean, a su vez,
sino el reflejo de unos conflictos reales, cuando surgen tales conflictos, el planteamiento
interpretativo quiere lograr que la gente cambie lo que piensa acerca de lo que hace, en vez de
sugerir maneras de cambiar precisamente lo que hace» (Carr y Kemmis, 1986, pp. 112-113).
En otras palabras, muchas de las propuestas de resolución de conflictos tendrán que ver más con
la modificación de los factores de esa realidad social que con las visiones particulares de los
individuos que, en general, se proponen desde este paradigma.
Por ello la visión del conflicto queda reducida a la perspectiva interpretativa, siendo
manifestaciones de la falta de entendimiento entre las personas en cuanto al sentido de los actos
propios o de otros; equívocos que pueden superarse haciendo que los protagonistas se den cuenta
de los errores que contienen sus ideas o creencias.
Ahora bien, al implicar así que los conflictos sociales son resultado de confusiones de conceptos
que, una vez reveladas, demostrarán a la gente la racionalidad de sus actos, el enfoque
interpretativo siempre está dispuesto a favor de la idea de reconciliar a las personas con la
realidad social existente» (Carr y Kemmis, 1986, p. 112).
Desde esta perspectiva, la necesidad de afrontar y resolver los conflictos se centra en la necesidad
de mejorar el funcionamiento del grupo y/o de restablecer o perfeccionar la comunicación y las
relaciones humanas a través del entendimiento de las subjetividades personales. Las causas de los
conflictos, como hemos señalado, se atribuyen a problemas de percepción individual y/o a una
deficiente comunicación interpersonal; motivos que, efectivamente, pueden provocar conflictos,
pero que ni agotan esas posibles causas ni los explican en toda su complejidad.
Consecuentemente, las soluciones que se establecen para su resolución se concretan en favorecer
procesos de comunicación entre los individuos, totalmente descontextualizadas tanto del contexto
organizativo y social en el que vive el grupo como de la micropolítica interna del mismo. Se cree
que estableciendo canales de comunicación entre los individuos, desaparecerán o se evitarán los
conflictos.
El conflicto desde la perspectiva crítica
Desde la perspectiva crítica, el conflicto no sólo se ve como algo natural, inherente a todo tipo de
organizaciones y a la vida misma, sino que, además, se configura como un elemento necesario
para el cambio social: “El conflicto puede enfocarse básicamente como una de las fuerzas
motivadoras de nuestra existencia, como una causa y una consecuencia del cambio, como un
168 | Eduardo Pérez-Archundia y David Gutiérrez-Méndez · El conflicto en las instituciones escolares
elemento tan necesario para la vida social como el aire para la vida humana” (Galtung, 1981, p.
11).
Por consiguiente, el conflicto se considera como un instrumento esencial para la transformación
de las estructuras educativas, que es, en definitiva, a lo que aspira la teoría crítica de la educación.
A diferencia de la perspectiva de control que pretenden el dominio, “una ciencia educativa crítica
tiene el propósito de transformar la educación; va encaminada al cambio educativo, a la
transformación de las prácticas educativas, de los entendimientos educativos y de los valores
educativos de las personas que intervienen en el proceso, así como de las estructuras sociales e
institucionales que definen el marco de actuación de dichas personas” (Carr y Kemmis, 1986, p.
20). Dicho proceso de transformación y cambio vendrá dado por la toma de conciencia colectiva
de los miembros de la organización destinada a detectar “las contradicciones implícitas en la vida
organizativa y a descubrir las formas de falsa conciencia que distorsionan el significado de las
condiciones organizativas y sociales existentes” (González, 1989, p. 123). Por ello, desde este
paradigma, no sólo se admite sino que también se favorece el afrontamiento de los conflictos
desde una perspectiva democrática y no violenta, lo que podemos denominar la utilización
didáctica del conflicto.
Al mismo tiempo, no sólo interesa el afrontamiento del conflicto para mejorar el funcionamiento
de la organización, para crear un buen clima organizativo o para favorecer un mayor impulso
creativo, sino que, además, el afrontamiento positivo de los conflictos puede favorecer los
procesos colaborativos de la gestión escolar para que “las escuelas, como organizaciones sociales,
se conviertan en un entorno cultural en el que se promuevan valores de comunicación y
deliberación social, interdependencia, solidaridad, colegialidad en los procesos de toma de
decisiones educativas y desarrollo de la autonomía y capacidad institucional de los centros
escolares” (Escudero, 1992, p. 15).
La naturaleza conflictiva de las escuelas
Como se ha indicado, esa visión de las escuelas como instituciones uniformes, «aconflictivas»,
separadas de las luchas de la vida cotidiana, o como simples máquinas reproductoras del orden
social vigente, queda totalmente en entredicho no sólo desde un análisis crítico, sino también
desde la constatación empírica que se ha obtenido al trabajar en ellas. Por consiguiente, sólo
desde una posición ingenua o políticamente interesada puede sostener estos propuestos.
La naturaleza conflictiva de las escuelas está originada, por el hecho de ser una organización y,
como afirma Morgan, “el conflicto estará siempre presente en las organizaciones” (1990, p. 141),
en la especificidad de su naturaleza organizativa, así como en la relación que se establece entre los
centros educativos y las metas educativas de la sociedad a través de las políticas educativas y los
currículos establecidos. Indica que la escuela es conflictiva como lo afirma Fernández Enguita que
dice “las escuelas son sedes de conflictos propios y de la sociedad en general” (1992, p. 54).
Desde este enfoque, las escuelas son consideradas como «campos de lucha, divididas por
conflictos en curso o potenciales entre sus miembros, pobremente coordinadas e ideológicamente
diversas» (Ball, 1989, p. 35). La escuela, como institución, ni es «aconflictiva» ni se limita a
reproducir la ideología dominante, aunque lo haga -teorías de la reproducción-, sino que produce
simultáneamente «conflictos culturales, políticos y económicos muy reales en el interior y en el
exterior del sistema educativo» (Apple, 1987, p. 11). Por consiguiente, el conflicto y el control son
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parte esencial y definitoria de la naturaleza organizativa, y, en consecuencia, parafraseando a Ball
(1990), centro de la investigación y la teorización. Es más, conflicto y control no son meramente
cualidades del funcionamiento organizativo, sino efectos y resultados de planificaciones
deliberadas e interacciones cara a cara.
En cualquier caso, es oportuno aclarar, coincidiendo con Ball (1989), que el hecho de demostrar la
naturaleza conflictiva de la escuela no significa que haya conflictos todos los días y en todas las
situaciones: «Mucho de lo que ocurre cotidianamente en las escuelas no se caracteriza por la
disputa o las disensiones entre los profesores. La conversación y la interacción de todos los días se
centra en la conducción rutinaria, terrenal y, en su mayor parte, no controvertida de la
institución» (Ball, 1989. p. 36). Del mismo modo, aunque el conflicto, tal como defendemos, puede
ser un elemento positivo dentro de la organización, si se hace crónico y no se resuelve deja de
tener sus propiedades «vitalizantes» y democráticas para el grupo, pudiendo llegar a ser un
elemento desestabilizador del mismo.
Causas de los conflictos en la institución escolar
Con respecto a las causas de los conflictos, diversos autores de distintas escuelas y disciplinas han
polemizado sobre ello. Para unos, todos los conflictos están provocados por el poder; para otros,
además del poder incide la estima propia; para unos terceros, las causas de los conflictos se
«psicologizan» y se reducen a los diferentes tipos de necesidades humanas y/o a un problema de
diferentes percepciones. En el polo opuesto, determinados enfoques sociológicos explican la
causalidad de los conflictos escolares por las contradicciones inherentes al sistema capitalista en el
que vivimos. En la opinión de Jares, la enorme conflictividad, manifiesta y latente, que se da en la
institución escolar, sólo cabe entenderla, desde la dialéctica entre la macroestructura del sistema
educativo y las políticas generales hacia él orientadas y los procesos micropolíticos que en el seno
de cada centro escolar tienen lugar. Para ello, Jares encuadra el origen de los conflictos en la
institución escolar en cuatro tipos de categorías, íntimamente ligadas entre sí, y, a veces,
difícilmente separables (Jares, 1992):
Los conflictos en las instituciones escolar
1.
Ideológicocientíficas
2. Relacionadas con el
poder
3. Relacionadas con la
estructura
•
Opciones
pedagógicas diferentes.
• Opciones ideológicas
(definición de escuela)
diferentes.
•Opciones
organizativas
diferentes.
• Tipo de cultura o
culturas escolares que
conviven en el centro
• Control de la
organización.
•
Promoción
profesional.
• Ambigüedad
metas y funciones.
• Acceso a los recursos.
• Toma de decisiones.
de
• “Celularismo”
(Aislamiento).
•
Debilidad
organizativa.
•Contextos y variables
organizativas
4. Relacionadas con
cuestiones personales
y
de
relación
interpersonal
•Estima
propia/afirmación.
• Seguridad.
• Insatisfacción laboral.
•Comunicación
deficiente y/o desigual.
170 | Eduardo Pérez-Archundia y David Gutiérrez-Méndez · El conflicto en las instituciones escolares
Para clarificar lo expuesto en el esquema, En primer lugar, la escuela como organización es
susceptible de ser explicada y articulada desde diferentes opciones ideológicas y científicas que
pueden entrar en colisión y, de esta forma, producir una amplia y variada gama de conflictos
ideológico-científicos. Por ejemplo:
La propia racionalización del funcionamiento organizativo, “la adecuación de fines y
procesos de consecución institucional, puede provocar conflictos radicales en la dinámica
de la escuela” (Santos Guerra, 1989, p. 103).
Una visión tecnocrática, burocratizada, que se manifiesta en una rigidez reglamentistaordenancista del centro, choca frontalmente con otra visión más dinámica, creativa y
favorable al cambio.
Los diferentes niveles de profesionalización del colectivo docente, junto con las imágenes
y expectativas que sobre el modelo de «buen profesor» tienen los propios profesores,
constituyen otra fuente habitual de conflictos relacionados con este bloque ideológicocientífico.
En segundo lugar, las prácticas cotidianas escolares están en contacto permanente con
posibles conflictos en torno al poder, de forma tanto explícita como oculta. Por ejemplo:
Las alianzas, estrategias y tácticas que se ponen en juego para tener el control de la
escuela.
El acceso a los recursos materiales, los ascensos profesionales, las condiciones ventajosas
de determinados puestos, la adscripción del profesorado a los cursos o áreas, los apoyos
para acceder a becas y cursos de formación, etc.
La forma de regular la participación de profesores, padres y madres de alumnos, alumnos
y personal no docente en los órganos colegiados de los centros, constituye otra fuente de
conflictos relacionados, en su mayor parte, con cuestiones de poder y control.
En tercer lugar, podemos citar algunos ejemplos referentes a la propia estructura de la
institución escolar:
La escasa autonomía de los centros educativos y del colectivo docente, en su conjunto,
lleva consigo un escaso control sobre el contexto organizativo dentro del cual se desarrolla
la actividad docente, lo que encierra una fuente latente de conflictos.
Las escuelas más propensas al conflicto son aquellas cuyas reglas proliferaban como
paliativo de las tensiones endémicas entre funcionarios administrativos y profesionales”
(Tyler, 1991, p. 55).
La estructura fragmentada de las escuelas, el denominado “Celularismo” (Joyce et al.,
1983; Gimeno Sacristán, 1988; González, 1990; Tyler, 1991), hace que los profesores
actúen como células aisladas unas de otras, con mayor o menor autonomía, lo que supone
un considerable potencial de conflictividad cada vez que interactúa el aula-célula con la
escuela-sistema.
En el momento en el que se crea una organización, inevitablemente se produce dentro de ella un
cierto tipo de hegemonía, de poder, y, como afirmaban Gramsci y más tarde Foucault, toda
hegemonía genera una resistencia, y, con ella, una determinada conflictividad. Dicho en otras
palabras, «dondequiera que hay poder existe resistencia» (Shapiro, 1991, p. 33).
Por otro lado, no se puede olvidar que la escuela es una organización históricamente determinada
y culturalmente construida. Quiere decir que “la mayoría de las decisiones que se toman están
necesariamente cruzadas por conflictos de valor” (Torres, 1991b, p. 21).
Ra Ximhai Vol. 12, Número 3 Edición Especial, Enero - Junio 2016
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En referencia a la inevitabilidad del conflicto, del procesos aparentemente consensuados, como el
desarrollo colaborativo de las escuelas, son, en sí mismos, conflictivos (Escudero, 1990, 1992),
aunque estén orientados a la negociación y al consenso.
La resolución positiva de los conflictos (Profesores-Alumnos)
Como atestigua Xesús Jares en sus diferentes experiencias como docente, indica que desde
pequeños los niños y niñas puede aprender a transformar los conflictos de forma noviolenta,
situación que además facilitará la creación de una nueva cultura del conflicto (Jares, 2001b). En
este sentido es bueno familiarizarnos desde la Educación básica con diversas estrategias para la
toma de conciencia sobre el conflicto y su transformación por medios noviolentos. Entre ellas se
pueden utilizar recursos didácticos como textos y libros literarios que abordan diferentes
conflictos y diferentes formas de resolución; estudios de casos; marionetas; dramatizaciones;
juegos cooperativos; carteles; imágenes; etc. (Jares, 2001a y 2001b).
Pero además de ello es fundamental que haya un entrenamiento en las dinámicas reales de los
conflictos primordialmente desde la Educación básica que utilice fundamentalmente la
negociación. Por todo ello se necesita planificar programas de intervención sobre transformación
de conflictos que de forma global, tanto para el espacio de aula como de la institución educativa,
tengan en cuenta los tres protagonistas principales de la comunidad educativa.
Alumnos
Profesores
Padres/Madres
La comunidad escolar (principalmente los docentes) tiene que tener presente los siguientes
aspectos para fomentar la cultura de la transformación del conflicto:
Aspectos importantes a considerar en la adquisición de habilidades para la transformación de los
conflictos con los alumnos.
Representaciones
Para analizar e intervenir en conflictos, explorando
las diversas posibilidades de transformación
Espacios
Lugar adecuado para abordarlos
Oportunidades
Realizar que permitan ensayar y ejercitar
habilidades y técnicas de transformación del
conflicto
Experiencias lúdicas y de dinámicas de grupos
Facilitar la unión o afinidad grupal
Tiempo
Para evaluar los grados de cumplimiento de los
posibles acuerdos
172 | Eduardo Pérez-Archundia y David Gutiérrez-Méndez · El conflicto en las instituciones escolares
Apoyo y estímulo por parte del equipo docente al
alumnado
Para que aprendan a transformar los conflictos
Organización democrática del aula y de la escuela.
Como expresó N. Bobbio “sin democracia no
existen las condiciones mínimas para la
transformación pacífica de los conflictos”
(1991:14).
Fomentar el aprendizaje cooperativo y el trabajo
en equipos
Los alumnos desarrollaran lazos de amistad y
solidaridad, lo que permite que se conozcan.
Con lo que se refiere a "Democratizar el trabajo, en los actuales contextos educativos, significa
sobre todo transformar el currículum académico competitivo a cooperativo. Es el escenario de las
principales exclusiones sociales que se producen por causa de la educación, y constituye el
principal fundamento de la jerarquía que habita en las instituciones educativas" (Connell,
1997:102).
Ahora bien ofrecer un currículum integrado desde la visión conflictiva de la realidad y en el que se
cuestione la violencia como forma de transformación de los conflictos. Por consiguiente no se
trata de negar las diferencias y los conflictos sino de afrontarlos de forma positiva, es decir, de
forma no violenta. Afrontar los desacuerdos no implica generar dinámicas de destrucción ni, en el
otro extremo, acomodarnos o someternos a los requerimientos de la otra parte. En este sentido,
no está de más recordar la célebre frase de Gandhi, tantas veces citada por Jares: ante los
conflictos debemos ser duros con los problemas pero sensibles con las personas. Este
reaprendizaje de nuestra relación con los conflictos implica todo un reto educativo y cultural de
amplio trasfondo. Se trata, como decía el histórico Manifiesto Russel-Einstein de 1955, de
"aprender a pensar de forma nueva". Para ello, el primer paso es romper con la estigmatización
negativa del conflicto.
Una propuesta interesante para Educación básica es el rincón de los conflictos (Porro, 1999). En
efecto, al igual que en muchas aulas de esta etapa educativa se organiza por rincones, necesarios,
que exista un espacio en el que las niñas y niños tengan la posibilidad de resolver sus conflictos
por sí mismos o con la mediación del profesor o profesora. A través de esta propuesta se
consiguen dos objetivos muy importantes:
En primer lugar, aprendiendo a ver el conflicto como algo natural y no necesariamente negativo.
Desde pequeños aprenden que al igual que existen diferentes tareas domésticas y sociales,
también aprenden que al vivir en sociedad tenemos conflictos pero que podemos aprender de
ellos si utilizamos las estrategias correctas. Por consiguiente el rincón de los conflictos, como las
asambleas de clase, es un instrumento más para abordar los conflictos no para eliminarlos.
En segundo lugar, además de los momentos de clase en los que se interviene para abordar un
conflicto, también está el rincón de los conflictos como un espacio para facilitar la autonomía y la
ejercitación de las niñas y niños en las estrategias de resolución de conflictos.
El rincón de los conflictos debe ser un lugar en el que haya cierta intimidad y en el que existan
carteles que nos recuerden reglas o pasos para abordar los conflictos (Jares, 2001b:132).
Ra Ximhai Vol. 12, Número 3 Edición Especial, Enero - Junio 2016
ANTE UN CONFLICTO ¿QUÉ HACER?
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AYUDA A RESOLVERLO:
Calmarse
Escuchar activamente
Emplear un lenguaje respetuoso
Diferenciar el problema de la persona
Focalizar la atención en el problema
Saber defender las posiciones de cada uno,
respetando los sentimientos de la otra parte
Saber pedir disculpas cuando se comete una falta
Proponer soluciones
Buscar acuerdos y ser respetuosos con los mismos
Tener espacios y tiempos para afrontar los conflictos
ENTORPECE SU SOLUCIÓN:
Insultar
Amenazar
Culpabilizar
Acusar
Despreciar/Ridiculizar
Juzgar
Ver sólo nuestra posición
Generalizar/ “Etiquetar”
Pegar
Sacar otras cuestiones no ligadas al conflicto
La propuesta es interesante para la transformación de los conflictos y que exista un espacio en el
que las niñas y niños tengan la posibilidad y el reto de atender sus conflictos. en un ambiente de
convivencia.
Otras acciones a desarrollar en las instituciones educativas son:
La creación de grupo y el cultivo de las relaciones interpersonales
La necesidad de la disciplina democrática, y con ella las normas de clase y de la escuela, así
como la gestión democrática.
174 | Eduardo Pérez-Archundia y David Gutiérrez-Méndez · El conflicto en las instituciones escolares
Consensuar programas, acciones específicas a la transformación de los conflictos, y
aprendizaje de estrategias y habilidades teniendo en cuenta la educación para la paz y los
derechos humanos.
Impulsar una cultura de paz que impregne todos los elementos de la escuela.
Ahora bien el impulso de una cultura de paz considera que la educación para la convivencia no
pretende aprender únicamente unas determinadas estrategias y habilidades para transformar los
conflictos. El objetivo es más amplio y ambicioso: construir una nueva cultura y relaciones sociales
donde la violencia no tenga cabida y es necesario desarrollarlo desde la educación básica combatir
la aceptación de la violencia como forma de transformación de los conflictos, porque es en esta
etapa donde se comienza a desarrollar este tipo de constructos.
Una cultura de paz se asienta en el respeto a las diferencias, a la diversidad, a las diferencias
culturales e individuales de los pueblos, en cuanto a todo ello son patrimonio de la humanidad,
erradicar el carácter sexista eliminado el dominio valorativo del género masculino sobre el
femenino y sobre todo la cultura de paz es incompatible con el adoctrinamiento, el dogmatismo y
fundamentalismos de cualquier índole.
La resolución positiva de los conflictos (Directivos-Profesores-Padres)
Cuando nos sentimos que estamos en un problema, buscamos salir del mismo. Paradójicamente, a
nivel popular, la "salida" depende de una "entrada". Por eso decimos, "hay que buscar cómo
entrarle al problema, y cómo entrarle a la persona." "Entrarle" implica el analizar y comprender
bien la situación, a fin de solucionarla.
El esquema de las partes involucrada se puede referir de la siguiente manera:
Problema
Personas
Procesos
Lederach en el diagrama de triangulo llamado de las tres P dice que en un conflicto hay tres partes
o factores que siempre se deben tomar en cuenta, el primero es: De las personas llámense
directivos, profesores o padres de familia, se tiene que tener bien vislumbrada la dimensión del
problema, analizar un conflicto, es comprender la magnitud del problema. Hay que conocer a los
involucrados y afectados. Luego, hay que ver qué papel desempeñan, cómo se relacionan, y qué
influencia tienen.
Las personas directamente implicadas a menudo se limitan a exigir las soluciones que a ellas les
convienen, y no quieren escuchar las preocupaciones y razones del otro. Suelen asumir una
actitud intransigente e inflexible, se "encierran en sí mismo" y solo les parece razonable que
acaten su propia solución.
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El Proceso
Es el modo en que un conflicto se desarrolla, y sobre todo, a la manera en que la gente trata de
resolverlo. Aquí entra la faceta de poder, de quién influye, y de quién tiene o no tiene voz para
tomar las decisiones.
El análisis del proceso también tiene que ver con la transformación y "crecimiento" del conflicto.
Podemos imaginarlo como una espiral que sigue ciertos cambios típicos, los cuales se pueden
analizar a través de cinco pasos:
Paso 1.- El desacuerdo responsable: A este nivel, los involucrados no se ven como enemigos, sino
como colaboradores que tienen un problema por resolver. Se esfuerzan en atacar el problema, no
a la persona. El problema es de ambos, y comparten la responsabilidad de solucionarlo.
Paso 2.- El antagonismo personal: La primera transformación ocurre cuando pasamos de los
desacuerdos a los roces. Es decir, se origina un antagonismo personal. En vez de compartir el
problema entre sí, empiezan a decir que el problema es del otro, Ya no se centran en soluciones
mutuas; más bien surgen las acusaciones, y se inicia el fenómeno de tildarse mutuamente de
"comunista", "mentiroso", "embustero" y otros epítetos. Se dedican a ver quién tiene la culpa, y
no quién tiene la razón. Atacan más a la persona que al problema que los separa.
Paso 3.- La situación confusa: En el tercer nivel, la gente se ve enredada, metida en un lío. La
situación se ve confusa. Se añaden más y más acusaciones. En vez de un problema, hay varios, y
más gente involucrada. La imagen es la de una "camisa de once varas".
Paso 4.- Los chismes, bolas e indirectas: En el cuarto nivel, el chisme gana un lugar importante. El
chisme es un medio de comunicación indirecta, con base en información parcial y a menudo
incorrecta. Los que tienen el problema ya no se hablan mucho. En vez de hablar con la personas
con quien se tiene el problema, se habla con otros acerca de las "persona problemática". Por
consiguiente, la comunicación se deteriora.
Paso 5.- Se responde a la reacción del otro y no a los problemas de fondo: Es decir, se responde a
la última reacción del otro y no a los problemas de fondo. Esto crea una espiral. De pronto, se pasa
del enojo a la hostilidad abierta, y la violencia es inminente. Esto cambia también la organización
social, y a menudo crea dos campos. Suele entonces decirse: "O estás con nosotros o con ellos".
No hay espacio para el diálogo. Las posiciones se radicalizan.
Sugerencias para transformar el conflicto, encaminándolo en una dirección positiva
a. Mantener el diálogo como disciplina: Esto significa ver el problema como algo que hay que
resolver; ver a la persona como un ser humano que merece respeto, ser escuchado y
tomado en serio, incluso cuando nos cuestiona. También significa que, a nivel conceptual,
logremos distinguir entre la persona y el problema, centrándonos en atacar el problema, y
respetando a la persona.
b. Delinear y especificar los problemas a resolver: La dinámica típica es la de generalizar y
mezclar las soluciones preferidas con las preocupaciones y necesidades de base. En vez de
permitir la generalización vaga y la mezcla confusa debemos esforzarnos en delinear
cuáles son los problemas concretos a tratar, y las preocupaciones que motivan a la gente.
176 | Eduardo Pérez-Archundia y David Gutiérrez-Méndez · El conflicto en las instituciones escolares
c. Hablar directamente y aclarar la comunicación: A medida que se caldean los ánimos, la
comunicación tiende a empeorarse. Tenemos que hacer un doble esfuerzo por
comprendernos mutuamente. Debemos escuchar y asegurarnos de que hemos entendido
lo que se ha dicho. En lo posible, busquemos hablar con las personas con quienes tenemos
el problema, en vez de hablar de ellas con los demás.
d. Abrir un espacio para el diálogo: Cuando el pleito se pone feo, y sobre todo cuando
intervienen reacciones fuertes y la hostilidad abierta, la polarización se radicaliza. La gente
ya no se ve ni se habla. En tales casos, hay que buscar abrir, poco a poco, canales de
diálogo. Esto se logra, sobre todo, por medio de personas que cuenten con la confianza de
ambas partes.
Otro factor del conflicto es “el problema”: es una palabra muy común en el lenguaje popular. Todo
conflicto, por grande o pequeño que sea, se concibe como un "problema". En el esquema el
"problema" se refiere a las diferencias esenciales que separan a las personas lo que podríamos
llamar el conflicto como tal.
Ahora bien el conflicto innecesario tiene como componentes:
la mala comunicación
los estereotipos
la desinformación
la percepción equivocada del propósito o proceso
En cambio, la parte genuina de un conflicto se basa en las diferencias esenciales, en cuestiones y
puntos concretos de incompatibilidad, como por ejemplo:
los distintos intereses, necesidades y deseos de cada uno
las diferencias de opinión sobre el camino a seguir
el criterio para tomar una decisión
a quién corresponde qué, a la hora de repartir los recursos, o bienes materiales
las diferencias de valores
las cuestiones concretas de dinero, tiempo, tierra, derechos, compensación, etc.
La comprensión de un conflicto se facilita si estas diferentes facetas se distinguen.
Por ejemplo, las diferentes áreas de discrepancia o de incompatibilidad que se han de tratar para
solucionar el problema, son los asuntos. En cambio, los intereses son la razón por que cada uno de
estos asuntos importa a la persona, Las necesidades son lo indispensable, lo mínimo que hace falta
para satisfacer a una persona, en cuanto a lo substantivo, lo psicológico y el proceso seguido para
resolver el problema. Cuando una persona expresa su posición, o su solución para resolver el
conflicto, esto no explica los asuntos a tratar, ni sus intereses, ni sus necesidades básicas. Para
arreglar bien el conflicto, hemos de penetrar en las posiciones y llegar a la base del problema.
Estructura del conflicto: En este proceso se ha profundizado sobre la cuestión de cómo analizar un
conflicto. Notando que el lenguaje cotidiano mismo da varias pistas para entenderlo. Siguiendo
con el esquema de las tres P's para el análisis: la persona el proceso, y el problema se empezara
por analizar a las personas.
Ra Ximhai Vol. 12, Número 3 Edición Especial, Enero - Junio 2016
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1. Personas - Tomar
Las emociones, y los sentimientos.
La necesidad humana de dar explicaciones, de justificarse, desahogarse, de ser respetados
y mantener la dignidad.
Las percepciones del problema.
La forma en que lo sucedido afecta a las personas.
2. Proceso -Tomar en cuenta
El proceso que el conflicto haya seguido hasta el momento.
La necesidad de un proceso que parezca justo a todos los involucrados.
La comunicación, y el lenguaje con que se expresan.
Lo que hace falta para establecer un diálogo constructivo.
3. Problema - Tomar en cuenta
Los intereses y las necesidades de cada uno.
Las diferencias y valores esenciales que los separan.
Las diferencias de cada uno en cuanto al procedimiento a seguir.
Este esquema sugiere por lo menos tres facetas de trabajo en cualquier enredo.
1. Aclarar el origen, la estructura y la magnitud del problema
Establecer quién está involucrado, y quién puede influir en el resultado del proceso.
Concretar los asuntos más importantes a tratar.
Distinguir y separar los intereses y las necesidades de cada uno.
2. Facilitar y mejorar la comunicación
Controlar la dinámica destructiva de hacer generalizaciones, de aumentar los problemas, y
de hacer estereotipos de las personas.
Crear un ambiente de diálogo para buscar soluciones verdaderas y constructivas.
3. Trabajar sobre los problemas concretos que tienen las partes en conflicto
Distinguir entre personas y problemas, e impedir que se llegue a lo personal.
Centrarse, primeramente, en las preocupaciones y necesidades de cada uno, no en las
soluciones.
Establecer un ambiente de negociación, y evaluar así las bases de mutua influencia y, en lo
posible, igualarlas. También ayudar a cada uno a reflexionar sobre la situación y el alcance
de su propio poder.
Algo que también no podemos dejar de pasar es que como seres adultos, nunca hemos tenido
prácticas en la transformación del conflicto por lo tanto sería recomendable que al enseñarles a
178 | Eduardo Pérez-Archundia y David Gutiérrez-Méndez · El conflicto en las instituciones escolares
los alumnos a transformar conflictos, los profesores también visiten el rincón de los conflictos, en
lenguaje popular se dice que la practica hace al maestro.
CONCLUSIÓN
A través de la elaboración de este trabajo ha sido posible reconocer algunas acciones que
permiten potencializar las capacidades y competencias de todos los integrantes de la comunidad
escolar para la transformación de conflictos en la educación básica, así mismo saber actuar de
forma anticipada, saber qué pasos se deben tomar y que actos se deben realizar con el fin de
lograr el cambio de paradigma del conflicto.
Por lo tanto el papel y la valoración del conflicto en la organización escolar están sujetos a la
racionalidad desde la que se emite el juicio. Frente a la visión tecnocrática dominante que
considera el conflicto como negativo, y, en consecuencia, como algo que evitar, el conflicto no
sólo forma parte de la naturaleza organizativa de la escuela, sino que además es una de sus
dimensiones más relevantes. Por este motivo, se considera que debe ser objeto prioritario de
análisis, investigación y transformación.
Para acometer esta tarea se debe de renunciar al paradigma de ver el conflicto como algo malo,
no deseable, es mejor cambiar de paradigma a la visión positiva del conflicto y de sus posibilidades
de transformación e intervención por medio de la educación. Si se afronta de forma positiva y no
violenta, el conflicto puede ser un factor fundamental para el cambio y el desarrollo organizativo
de las escuelas y del fomento del carácter democrático, participativo y colaborativo.
Es necesario e importante dejar de ver el conflicto como un problema y empezar a entenderlo
como una parte natural de la convivencia humana y por lo tanto hay que aprender a
transformarlos, no son buenos, ni malos y de ninguna manera tienen que significar violencia. La
búsqueda de alternativas o acciones para transformar los patrones destructivos del conflicto en
posibles a través de canales constructivos, que generen conciencia de los daños que provoca la
violencia, fomentar la toma de decisiones responsables y justas, también en aumentar la
autonomía de las partes involucradas en el conflicto para poderlo resolverlo y sobre todo en
devolverle la palabra o voz a los involucrados.
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Nota: Este artículo es producto de la investigación de tesis del alumno David Gutiérrez Méndez,
bajo la dirección del Dr. Eduardo Pérez Archundia para optar por el título de Doctor en “Educación
para la Paz y la Convivencia Escolar” del Programa de Valores por una Convivencia Escolar
Armónica de la Secretaría de Educación del Gobierno del Estado de México, impartida/o por la
Universidad Autónoma Indígena de México. Institución Intercultural del Estado de Sinaloa
Promoción 2014-2016.