SARMIENTO y EL PARAGUAY (1868-1888)
Por Eduardo Nakayama1
RESUMEN: El ex presidente argentino Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888), de
prolongada actuación en el escenario político regional y gran impacto en los sistemas
educativos de su país, de Chile y del Paraguay, vivió sus últimos años en Asunción,
período particularmente poco conocido y estudiado que encierra muchas claves de su
pensamiento. Aquí, una breve síntesis de sus últimos veinte años en relación al Paraguay.
ABSTRACT: Former Argentine President Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888)
had a long career in the regional political scene and a great impact on the educational
systems of his country as well as in Chile and Paraguay. The fact that he lived his last
years in Asunción, is remarkably almost unknown. This period was not studied in depth
and it contains many keys to his thought. Here is a brief summary of his last twenty years
in relation to Paraguay.
1
Eduardo Hirohito Nakayama Rojas es abogado, ejecutivo del sector asegurador, historiador y político;
nació en Asunción (Paraguay) el 13 de agosto de 1979, realizó sus estudios en el colegio Cristo Rey y
universitarios de grado en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de
Asunción, egresado de la primera promoción del CLE/IAEE (ex colegio de Guerra), es posgraduado en
Dirección Estratégica por la Universidad de Belgrano en Buenos Aires (Argentina) y Máster en Historia
por la Universidad de Passo Fundo (Río Grande do Sul, Brasil). Fundador del Instituto de Derecho de
Seguros del Paraguay, de la Asociación Cultural Mandu’arâ y de la Academia Liberal de Historia, es
miembro correspondiente del Instituto de Historia y Geografía de Mato Grosso do Sul, del Instituto de
Geografía e Historia Militar del Brasil en Río de Janeiro, del Instituto de Investigaciones Históricas y
Culturales de Corrientes (Argentina), del Instituto Argentino de Historia Militar y de la Academia
Paraguaya de la Historia. Designado ciudadano ilustre de la ciudad de Humaitá (2013), fue galardonado
por el Congreso Nacional con la medalla del Cabildo (2016) por su aporte científico y cultural.
A modo introductorio:
A raíz de la cordial invitación recibida de parte de Virginia González, directora del Museo
Histórico Sarmiento (MHS) gracias a la indicación de la Ministra Lourdes Espínola
Wiezzel de la Embajada de la República del Paraguay en la Argentina, me han conminado
a participar de un seminario histórico en Conmemoración de la Finalización de la Guerra
Grande (1864-1870) que en este año 2020 cumple su sesquicentenario; en ese sentido, un
tema poco profundizado por la historiografía fue la relación del presidente Sarmiento con
el Paraguay, país contra el que le tocó finalizar la guerra y que años después lo terminaría
acogiendo en sus últimos años de vida (1887-1888).
Antes de llevar adelante mi disertación en el flamante “Centro Cultural de la República
del Paraguay” en la ciudad de Buenos Aires el 3 de marzo de 2020 ante un selecto público
que incluyó a académicos e investigadores argentinos, paraguayos residentes en la capital
porteña y funcionarios de la Cancillería, tuve la satisfacción de hallar la transcripción del
discurso que el 11 de septiembre de 1939 realizara en el Museo Histórico Sarmiento el
doctor Eusebio Ayala, ex presidente de la República del Paraguay.
El estadista paraguayo residía en Buenos Aires desde su exilio en 1936 luego de la
Revolución Febrerista que lo había derrocado y aunque para septiembre de 1939 el
gobierno franquista (1936-1937) ya llevaba dos años de haber sido desplazado a su vez
por los mismos militares que habían elevado al coronel Rafael Franco a la primera
magistratura de manera efímera, Ayala había decidido afincarse en la capital argentina
hasta su muerte, en 1942.
Además del tema principal, este trabajo también rescata parte del discurso de Ayala,
intitulado Aspectos americanos de la personalidad de Sarmiento que aporta una de las
miradas más equilibradas sobre la controvertida figura del insigne repúblico y educador
argentino Domingo Faustino Sarmiento, con la lucidez y prestigio que antecedían al
doctor Ayala “un estadista moderno, una figura descollante del pensamiento americano
[y] uno de sus hombres más representativos” tal como fue presentado por Ismael Bucich
Escobar, entonces director del Museo Histórico Sarmiento.
Eduardo Nakayama
SARMIENTO y EL PARAGUAY (1868-1888)
Domingo Faustino Sarmiento nació un 15 de febrero de 1811 en San Juan, en las
recientemente proclamadas “Provincias Unidas del Río de la Plata”, cronológicamente en
medio de los sucesos militares ocurridos en las batallas de Paraguarí y Tacuary (enero y
marzo de 1811) en que las tropas realistas del Paraguay derrotaban al contingente de
Belgrano, enviado por la Junta de Buenos Aires para someter al Paraguay, en los
prolegómenos de su proceso de independencia, iniciado aquel mismo año en la noche del
14 y la madrugada del 15 de mayo con la deposición del gobernador español Bernardo de
Velasco y la instauración de un Triunvirato.
De extendida actuación en el Cono Sur, Sarmiento se desempeñó en su provincia
como militar, primeramente al servicio de la causa federal, donde algunas
desinteligencias marcarían su exilio a Chile para abrazar con más fuerza la docencia,
ejercida desde muy joven para profundizar su culto a la lectura para tornarse un prolífico
escritor y pensador liberal, finalmente identificado con el Partido Unitario. Su carrera
política incluyó facetas de diplomático, legislador, ministro, gobernador de la Provincia
de San Juan y presidente de la República Argentina (1868-1874), época marcada por el
fin de la Guerra de la Triple Alianza (1864-1870).
Su existencia estuvo marcada por quienes lo respetaron por su talla intelectual y
aquellos que lo despreciaron profundamente, ora por sus pensamientos manifestados sin
ningún tipo de filtro, ora por sentencias desconocidas expresadas en privado o en público,
ora por otras supuestas frases que no fueron vertidas por él pero impropiamente atribuidas
de ex profeso, tarea no muy difícil dada su polémica interpretación de la historia social
latinoamericana donde identificaba sus orígenes mestizos o gauchescos con la barberie
en contraposición de la civilización representada por el modelo europeo y el
estadounidense de origen anglosajón.
Al decir del periodista Catalo Bogado, muchos paraguayos consideran a
Sarmiento “como el maldito, espinoso y amargo Sarmiento de nuestro viñedo” apenas
“por las cosas que se dice que dijo de los paraguayos” y por ello, con mucho tino al
proponer una revisión histórica que desmienta estos extravíos se pregunta y exclama:
¡Cuántos versos y reversos del pasado de una persona perduran en el tiempo y mucho más
allá de su original contexto, siguen contaminando el espíritu de generaciones de hombres
y mujeres con sentimiento adverso!2
En su Estudio Preliminar a la publicación conjunta de las Cartas Quillotanas y
Las Ciento y Una, el historiador argentino Felipe Pigna describe a Sarmiento como uno
de los hombres más notables y polémicos de la historia argentina, cuya figura se halla
dividida entre quienes lo idolatran y llaman “padre del aula” y los que lo odian y prefieren
recordarlo como “el asesino de gauchos”, estos dos grupos irreconciliables -afirma- tienen
sin embargo algo en común: “muchos de ellos no han leído, no digamos los 52 tomos de
sus Obras Completas, sino ni siquiera el Facundo; suelen manejarse con frases sacadas
de contexto que pretenden justificar sus elogios o vituperios.”3
Sarmiento -prosigue Pigna- fue “el hombre que ordenó la muerte del Chacho
[Peñaloza] y la celebró, el que despreció a los habitantes originarios de América, el que
padecía al gaucho, de quienes decía que lo único que tenían de cristianos era su sangre
[pero] también uno de los hombres que más se preocupó de la educación popular en la
Argentina, el hombre obsesionado por la modernización de las comunicaciones y de los
transportes, el que denunció los negociados de la llamada Conquista del Desierto; todo
eso fue Sarmiento, no una cosa o la otra.”4
El doctor Eusebio Ayala (1875-1942), ex presidente del Paraguay y estadista de
gran prestigio en todo el continente americano, residió en Buenos Aires los últimos años
de su vida y fue invitado a dar una conferencia sobre la personalidad del educador y
estadista argentino, afirmando que Sarmiento “llegó a ser uno de los hombres de más
vasta y positiva ilustración de su tiempo; sabía mucho y de muchas cosas” y aunque
despreciaba el caudillaje, que considera bárbaro, sin pretenderlo se convirtió en caudillo,
pero uno muy diferente que “elige como tribuna la prensa y el libro, de más alcance y
duración y que permite la propaganda desde el exilio…” pero donde “no emplea ninguna
sutileza de expresión ni artificios retóricos; poco le agrada el eufemismo, el lenguaje
cortés y complaciente que casi siempre esconde cierto grado de hipocresía, practica
2
Artículo de Catalo Bogado Bordón publicado en la primera página del Suplemento Cultural del Diario
ABC Color de Asunción (Paraguay) el 10 de septiembre de 2017
3
ALBERDI, Juan Bautista. Cartas Quillotanas / SARMIENTO, Domingo Faustino. Las Ciento y Una.
Dirigido por Felipe Pigna. Buenos Aires: Emecé, 2011, p. 17
4
Id. Ib., p. 18
austera sinceridad que le atrae muchos enemigos próximos, pero le brinda muchos amigos
lejanos y desconocidos.”5
El pensamiento de Sarmiento, por el contexto histórico en que le toca vivir, se
halla conteste con la interpretación que durante gran parte del siglo XIX y hasta las
primeras décadas del siglo XX se encontró para explicar los profundos cambios que
experimentaba el mundo desde la Revolución Industrial, incluso la supuesta
predisposición cultural y étnica para rechazar o adaptarse al desarrollo moderno que
partiendo de Europa -principalmente el Reino Unido, Francia y Prusia- se extendía a todo
el orbe teniendo a los Estados Unidos como principal exponente continental de la eficacia
del nuevo modelo político, económico y social.
Siguiendo esta misma línea de pensamiento, Ayala analizó algunas de las
motivaciones que pudieron llevar a Sarmiento a plantear su conflicto más famoso entre
civilización y barbarie, donde inspiró transformar aquella “sociedad colonial de recia
textura hispánica y despótica, apenas barnizada de liberalismo, en democracias criollas
instituidas bajo fórmulas utópicas por su perfección misma, pero conservando los rasgos
de medio y del origen, de pueblos sin hábitos políticos ni experiencia social”, lo que
explica también su hispanofobia y su encandilamiento el modelo estadounidense, sus
instituciones y en todo lo europeo, exceptuando claramente todo lo español. 6
En cuanto a su anticlericalismo, podemos deducir que se concentró más bien en
sus ataques a la Iglesia Católica, que asoció más al atraso del modelo hispánico que al
tradicionalismo conservador, pues al fin de cuentas, como se ha visto, mostró marcadas
preferencias por las instituciones civiles y políticas de un país protestante: los Estados
Unidos.7
Pero más allá de sus convicciones, en las próximas páginas nos concentraremos
en los pasajes más importantes de la vida del estadista argentino en su relación con el
Paraguay de la preguerra, de la Guerra de la Triple Alianza y de la posguerra del `70, el
“Sarmiento hacedor de la Argentina moderna” que terminaría sus días en Asunción.
Aunque militante del Partido Unitario, como exponente intelectual y político de
una provincia del interior, Domingo Faustino Sarmiento simpatizó con la idea de una gran
5
AYALA, Eusebio. Aspectos americanos de la personalidad de Sarmiento. Conferencia pronunciada por
el Dr. Eusebio Ayala el 11 de septiembre de 1939 en el Museo Histórico Sarmiento. Buenos Aires:
Ministerio de Justicia e Instrucción Pública, 1939, p. 15
6
Id. Ib., p. 12
7
DE MUSRI, Dora Davire y LÓPEZ DANERI, María Eugenia. Sarmiento: hacedor de la Argentina
Moderna. San Juan: Junta de Estudios Históricos de San Juan, 2012.
confederación que aglutinase a los países del Plata, pensamiento que desde la perspectiva
geopolítica la expresa en Arjirópolis8 donde proponía una nueva capitalidad en la isla
Martín García, ubicada en el Río de la Plata para construir los Estados Unidos del Río de
la Plata que reuniría a la Confederación Argentina, el Estado Oriental del Uruguay y al
Paraguay en un nuevo país federal que incluiría aquellos territorios más fáciles de
relacionar con las principales redes comerciales.9
Sin embargo “sabe Sarmiento que el Uruguay y el Paraguay al pronunciarse contra
Buenos Aires, y Buenos Aires al pretender sojuzgarlas se apartaban de los designios
supremos gastándose en estériles luchas [por lo que] sin pretender desandar lo andado,
combina planos para que las provincias, convertidas en Estados, no siguieran conspirando
contra la integridad fundada en la naturaleza y en la tradición [pues] Sarmiento sabe que
las ex colonias de España tienen que organizar la libertad conquistada, si desean ser
gobernados como ciudadanos.”10
No oculta su desdén hacia los regímenes dictatoriales que considera resabios del
caudillismo típico de la política criolla, criticando por igual a Rodríguez de Francia,
Quiroga, Rosas o los López, identificándolos con la incivilización como hiciera en
Civilización i Barbarie: Vida de Juan Facundo Quiroga (Santiago de Chile, 1845). La
figura de Sarmiento también aumenta gracias a su apostolado en el magisterio y en sus
doctrinas pedagógicas que lo elevarán por encima de cualquier discusión, llevando en una
mano la bandera de la educación y en la otra, la antorcha de la libertad con la que soñaba
iluminar la oscuridad que cubría a la mayor parte de la población latinoamericana sumida
en el analfabetismo.
Sarmiento “sabe que la democracia no nace de un fiat legislativo o constitucional,
que es preciso prepararla, apoyarla, defenderla con todas las armas y que su verdadera
piedra de toque es la educación” pues finalmente sabe “que la educación debe dejar de
ser privilegio de los ya privilegiados para hacerse patrimonio de todos y derecho de cada
uno.”11
Durante su residencia en Buenos Aires adquirió un elevado prestigio, que fue en
aumento desde sus Comentarios en disidencia con algunas de las disposiciones del
8
SARMIENTO, Domingo Faustino. Arjirópolis o la Capital de los Estados Confederados del Río de la
Plata. Santiago: Imprenta de Julio Belin, 1850.
9
Muchas obras escritas por Sarmiento llevan la impronta del movimiento reformador del castellano
conocido como “Ortografía de Andrés Bello” o escritura chilena donde, entre otras características, se
reemplaza la G por J, la Y por I, etc.
10
AYALA, Eusebio. Aspectos americanos de la personalidad de Sarmiento. Ob, Cit, p. 14
11
Id. Ib., pp. 14-15
Estatuto Constitucional de 1853 de Juan Bautista Alberdi, materializadas en gran medida
en las reformas aprobadas en 1860 como escape a la crisis argentina que había mantenido
a Buenos Aires como un Estado separado; Sarmiento integraría la comisión de revisión
como convencional junto a Mitre, Vélez Sársfield, Mármol, entre otros.
La Argentina acababa de atravesar una profunda división de alto contenido
partidista entre los enfrentados federales y unitarios, mantenía por un lado a la
Confederación Argentina con capital en Paraná y al rico Estado de Buenos Aires con su
puerto por otro, diferencia zanjada efímeramente por el Pacto de Unión Nacional o Pacto
de San José de Flores, firmado por Tomás Guido, Daniel Aráoz y Juan Esteban Pedernera
por la Confederación, Juan Bautista Peña y Carlos Tejedor, como representantes del
Estado de Buenos Aires y el brigadier general Francisco Solano López de la República
del Paraguay en carácter de mediador.12
Gobernador de la Provincia de San Juan (1862-1864), renunció anticipadamente
aceptando el encargo del gobierno de Mitre de representar a la Argentina ante los Estados
Unidos, con misiones previas en Chile y Perú, justo cuando la crisis en el Uruguay
comenzaba a tomar un cariz preocupante con su posible internacionalización, primero
con las desinteligencias surgidas entre Montevideo y Buenos Aires, acusada de intervenir
a favor de Flores, reclamos a los que se sumaría el gobierno de Asunción solicitando
explicaciones a Mitre para finalmente, presenciar el ingreso al ruedo del Imperio del
Brasil, que envió una misión especial que recrudeció viejas querellas que derivarían en el
enfrentamiento entre este último y el Paraguay, a raíz de la invasión verificada por las
tropas imperiales a la Villa de Melo en octubre de 1864.13
Durante la Guerra de la Triple Alianza (1864-1870), mientras se desarrollaba la
Campaña de Humaitá (1866-1868) quedaría hondamente marcada la vida de Sarmiento,
tanto desde el punto de vista personal como político: la muerte de su hijo Dominguito
Sarmiento en el frustrado asalto aliado a las trincheras paraguayas de Curupayty, el 22 de
septiembre de 1866, ocurría mientras desempeñaba el cargo de ministro plenipotenciario
de la Argentina en los Estados Unidos: la terrible noticia hizo que cayera en una profunda
depresión al enterarse y en las postrimerías de su vida, en 1886, le dedicaría su última
obra literaria escribiendo su biografía: Vida de Dominguito.
12
Texto del Pacto de San José de Flores del 10 de noviembre de 1859
Por medio de la nota del 30 de agosto de 1864 el gobierno paraguayo había advertido al Imperio que una
eventual ocupación del territorio oriental sería atentatorio al equilibrio regional; por ello, verificada la
invasión imperial, como represalia, Paraguay ordenó el apresamiento del buque Marqués de Olinda.
13
Aquel año de 1866 Sarmiento escribió diversos artículos defendiendo la
prolongación de la guerra contra el Paraguay en los periódicos Tribune de Nueva York y
Daily Press de Boston, además de hacerlo para La Voz de América, periódico fundado
por el chileno Benjamín Vicuña Mackena; en 1867 fundaba en Nueva York el periódico
Ambas Américas con la revista de Educación, Bibliografía i Agricultura cuando su
nombre comenzó a ser mencionado como candidato a la presidencia argentina, junto con
los de Justo Urquiza y Rufino de Elizalde; en sus cartas a María Mann le relata el proceso
político previo a la elección.14
En el Paraguay, el cerco aliado en torno a la fortaleza de Humaitá se había
estrechado progresivamente desde su traspaso fluvial por parte de los acorazados
imperiales en febrero de aquel año 1868; al mes siguiente, el mariscal Francisco Solano
López había abandonado la posición dejando apenas una guarnición para resistir, mientras
el grueso del ejército paraguayo se replegaba a la línea del río Tebicuary. El abandono de
Humaitá por parte de los hombres al mando del coronel Francisco Martínez el 24 de julio
permitió a los aliados ocupar esa importante posición que había sido el centro neurálgico
de la defensa paraguaya.
El período presidencial de Bartolomé Mitre, generalísimo de los ejércitos aliados
en guerra contra el Paraguay, expiraba el 12 de octubre de 1868 y nuevamente encontraba
muy dividida la opinión de los argentinos, esta vez, tanto por la dilatación del conflicto que el mismo había estimado inicialmente en 3 meses- como por la oposición interna que
junto a los viejos problemas intestinos, rehusaban abandonar el fantasma de la guerra
civil: la próxima elección presidencial sería providencial para la Argentina y la región.
El general Urquiza aparecía inicialmente como favorito a sucederlo, apoyado por
la provincia entrerriana además de Santa Fe, Corrientes, Salta y la Rioja; los porteños se
dividían entre el gobernador de Buenos Aires, doctor Adolfo Alsina y Rufino de Elizalde,
candidato mitrista sobre quien pesaba la impopularidad de la guerra: estas tres
candidaturas determinaban el voto de las dos terceras partes de los electores, pero ninguna
reunía las adhesiones suficientes para triunfar por sí sola, surgiendo de esa manera la
candidatura de Sarmiento.
En efecto, ninguno se encontraba en mejores condiciones que él para aspirar a la
presidencia, ya que las provincias anhelaban elevar a un provinciano a la primera
14
Viuda del educador Horace Mann, con quien Sarmiento tomó contacto durante su primer viaje a los
Estados Unidos en 1847, la escritora y docente estadounidense Mary Tyler Peabody Mann (1806-1887) se
encargó de seleccionar las primeras maestras norteamericanas enviadas a la Argentina
magistratura y al mismo tiempo, la figura de Sarmiento generaba un amplio consenso en
Buenos Aires; su candidatura, apenas insinuada, tomó vuelo rápidamente con el apoyo de
Alsina y de las provincias de Córdoba, Jujuy, Tucumán, Mendoza, San Luis y su
provincia natal, San Juan, que finalmente se pronunció a favor de su ex gobernador luego
de haber mostrado simpatías iniciales hacia la precandidatura de Guillermo Rawson, la
otra alternativa mitrista.15
Una vez electo, Sarmiento emprendió su regreso a Buenos Aires, llevando consigo
el título de Doctor Honoris Causa otorgado la Universidad de Michigan, conseguido a
instancias de María Mann; a su paso por Rio de Janeiro fue recibido por el emperador del
Brasil don Pedro II, arribando a la capital argentina el 29 de agosto. Un mes después, el
29 de septiembre, fue agasajado por sus hermanos masones en un banquete ofrecido por
el presidente Bartolomé Mitre, quien al igual que él, que Santiago Derqui, Justo José de
Urquiza y el general Juan Andrés Gelly y Obes habían recibido el Grado 33 del Rito
Escocés en una misma ceremonia ocho años atrás y antes de alejarse temporalmente de
la Masonería, el presidente electo pronunciaría en la cena unas palabras justificando su
alejamiento.16
Entre sus alegatos afirma haber sido “llamado por el voto de los pueblos a
desempeñar la primera magistratura de una República, que es por mayoría de culto
católico” y por tanto se veía en la necesidad de “tranquilizar a los timoratos que ven en
nuestra institución una amenaza a las creencias religiosas” y pese a que considera que la
Masonería no persigue sino fines altruistas, entiende que otras personas pueden llegar a
entender que se halla sujeto a otros compromisos, afirmando que debiendo “desempeñar
altas funciones públicas, ningún motivo personal ha de desviarme del cumplimiento de
los deberes que me son impuestos; simple ciudadano, volveré un día a ayudaros en
vuestras filantrópicas tareas, esperando desde ahora que por los beneficios hechos,
habréis continuado conquistando la estimación pública; y por vuestra abstención de tomar
como corporación parte de las cuestiones políticas o religiosas que concurrieren, logréis
disipar las preocupaciones de los que por no conocer vuestros estatutos, no os consideran
como el más firme apoyo de los buenos gobiernos.”17
15
GUERRA, J. Guillermo. Sarmiento: su vida i sus obras. Santiago: Imprenta Elzeviriana, 1901, p. 245
Id. Ib., p. 253
17
Discurso pronunciado por Domingo Faustino Sarmiento el 29 de septiembre de 1868 en la Gran Logia
de la Argentina de Libres y Aceptados Masones.
16
Pero aquella declaración también pudo interpretarse como un mensaje al general
Mitre, con la finalidad de que éste no recurra a la Masonería como resorte para seguir
controlando los hilos del gobierno, preludio de lo que ocurriría el 12 de octubre de 1868
cuando al recibir Sarmiento el mando supremo de manos del mismo Mitre, integraba su
gabinete con Dalmacio Vélez Sársfield en Interior, Mariano Varela en Relaciones
Exteriores, José Benjamín Gorostiaga en Hacienda, Nicolás de Avellaneda en Justicia e
Instrucción Pública y al coronel Martín de Gainza en Guerra y Marina, prescindiendo
absolutamente de elementos mitristas en las cabezas ministeriales, pues los designados
eran alsinistas o sarmientistas netos, marcando el cambio de timón al alejar a Mitre y sus
seguidores del poder.
Luego del abandono de la fortaleza de Humaitá por las tropas paraguayas, la
Campaña homónima había llegado a su fin con la rendición de las exhaustas y famélicas
tropas al mando del coronel Martínez en la península de Isla Po´i frente a la fortaleza el
5 de agosto de 1868. Parecía además precipitarse el fin de la contienda, que sin embargo,
continuaría por poco más de un año después de la debacle paraguaya en Lomas
Valentinas, con López combatiendo en su retirada al norte hacia las Cordilleras; la
ocupación de Asunción en los primeros días de enero de 1869 fue inevitable y horrorosa,
registrándose un terrible saqueo que precedió a la instalación de un gobierno provisorio
a la sombra de las armas vencedoras.
Esta era la primera gran prueba que Sarmiento debía enfrentar en materia exterior:
apenas asumido y sin demora, en noviembre de 1868 había nombrado al general Emilio
Mitre, hermano del expresidente, como comandante en jefe de las fuerzas argentinas en
el Paraguay y aunque la participación argentina en la guerra se vería mucho más limitada
en lo sucesivo, durante la entrada de los invasores a Asunción, la decisión del general de
acampar en las afueras de la capital paraguaya en la zona de Trinidad coincidió con su
visión particular.
Confirmando lo decidido por el general Emilio Mitre de mantenerse alejado del
epicentro del saqueo, le manifestó: “Aplaudo mucho la determinación prudentísima de
usted de no entrar a la Asunción, dejando a la soldadesca brasilera robar a sus anchas. No
es contra el derecho de gentes que da al vencedor los bienes abandonados al enemigo. La
civilización condena empero estas barbaridades. Esta guerra tomará proporciones
colosales en la historia y es bueno que nuestro nombre figure limpio de todo reproche.”18
Pero en la misma misiva, ante el riesgo de que sus tropas se lancen a una violación
desenfrenada, más por profilaxis que por un sentido de humanidad advierte al general
sobre el peligro de las enfermedades venéreas diciendo: “Cuidado, General, con la sífilis!
Nos pueden infestar la República con las enfermedades que contraiga el Ejército. En
Prusia, donde [la sífilis] no es orgánica como allí, se ordena en los Ejércitos, 1ro. que el
soldado denuncie la mujer que lo infestó, para alejarla, 2do. que avise inmediatamente,
para prevenir el desarrollo, 3ro. que apenas se vea síntomas en un soldado, se le mande
al hospital. Cañero, bubas, gonorrea, purgaciones, gálico, sífilis. Me ha dicho un médico
que no ha encontrado esqueleto de paraguayo sin carie de los huesos. Esta raza está
podrida y es preciso librarse de su contagio.”19
Pero tanto las medidas adoptadas por el general Emilio Mitre como las
advertencias de Sarmiento no fueron suficientes para resguardar la integridad de la
miserable población paraguaya que paulatinamente regresaba a Asunción, ya que además
de las vejaciones denunciadas, se registraron numerosos casos de secuestros por quienes
se pedía rescate en dinero, como en el famoso caso del niño Manuel Domecq García, cuya
tía Concepción Domecq de Decoud tuvo que abonar 8 libras esterlinas para poder
recuperarlo.20 En cuanto a otros bienes públicos entrados a saco, las tropas de ocupación
se apropiaron además de los depósitos fiscales: yerba, tabacos, cueros y otros productos
propiedad del gobierno o comerciantes paraguayos que fueron declarados botín de
guerra.21
La soldadesca, que había recibido mínimas provisiones para alimentarse desde el
sur, respondió dando rienda suelta a sus peores inclinaciones con la aprobación de los
oficiales. No sólo entraron a legaciones extranjeras, sino que lo hicieron en iglesias,
hogares privados y almacenes en busca de algo para comer o vender; un testigo alemán
reportó que los soldados del imperio pillaron “completamente la ciudad, sin dejar ni un
18
“De Sarmiento a Emilio Mitre, 21 de enero de 1869” en: OBRAS de Domingo Faustino Sarmiento
publicadas bajo los auspicios del gobierno argentino, Tomo 50. Papeles del Presidente (1868-1874). Buenos
Aires: Establecimiento Poligráfico Márquez, Zaragoza y Cía., 1902, p. 127
19
Loc. Cit.
20
Manuel Domecq García (1859-1951) nació en Tobatí (Paraguay) y sobreviviente de la Batalla de Acosta
Ñu (1869), finalizada la contienda fue llevado por su familia a vivir a Buenos Aires donde ingresó a la
Escuela Naval Militar Argentina, llegando al grado de almirante y después Ministro de Marina de ese país.
21
OBRAS de Domingo Faustino Sarmiento, Ob. Cit. p. 11
pan de pasto, ni un cerrojo intacto, aunque la guerra era supuestamente contra el tirano
López y no contra el pueblo del Paraguay.”22
A tal punto llegó el entusiasmo por el saqueo que en pocos días desapareció por
completo el movimiento fluvial en el puerto de Asunción compuesto por innumerables
buques que hasta ese momento seguían a la escuadra imperial abasteciéndola de forrajes
por cuenta de la proveeduría y los vivanderos; el acarreo de los frutos del saqueo se realizó
de manera continua de día y de noche, pues la oscuridad era vencida con el incendio de
casas aledañas al puerto de fácil combustión, que macabramente sustituían la falta de
alumbrado público de la ciudad.23
Aseguraba el diario La República que los muebles para el Palacio de López se
hallaban en la Casa de Gobierno de Argentina -que habían sido confiscados por ese
gobierno el 6 de marzo- y allí los vio el el conde D'Eu, cuando fue recibido por el
presidente Sarmiento a comienzos de abril de 1869 en su paso por Buenos Aires camino
a Asunción, cuando también se iniciaban las conversaciones para establecer el gobierno
provisorio paraguayo, que debía comenzar sus negociaciones como en una cuesta arriba,
en base a las pretensiones territoriales establecidas en el Tratado (Secreto) de la Triple
Alianza.24
Pese a que López continuaba su resistencia en las Cordilleras, para los aliados era
un hecho que la guerra estaba en su recta final y luego de las horrorosas batallas de agosto
de 1869 donde llegó a registrarse la participación de niños soldados, Sarmiento llegaba a
la conclusión de que: “la guerra del Paraguay concluye por la simple razón -horresco
referens- que hemos muerto a todos los paraguayos de diez años arriba.”25
Finalizada la contienda oficialmente la muerte del mariscal López el 1 de marzo
de 1870 y con la Asunción ocupada por las fuerzas aliadas, el Brasil pretendía hacer
cumplir lo establecido en el Tratado sin concesiones; la Argentina de Mitre hubiese
exigido lo propio, pero es aquí donde vale resaltar la perspectiva distinta que Sarmiento
22
WHIGHAM, Thomas. La Guerra de la Triple Alianza. Volumen III: danza de muerte y destrucción.
Asunción: Taurus, 2012, pp. 304-305
23
DECOUD, Héctor Francisco. Sobre los escombros de la guerra: una década de vida nacional (18691880). Tomo Primero. Asunción, 1925, p. 19
24
El príncipe Luis Felipe María Fernando Gastón de Orleans, más conocido como el conde d'Eu (18421922), esposo de Isabel de Brasil y por ende yerno de don Pedro II asumió el 16 de abril la comandancia
naval y militar de las fuerzas imperiales luego del retiro del marqués de Caxías.
25
“De Sarmiento a Santiago Arcos, Bs. As., 25 de septiembre de 1869” en: OBRAS de Domingo Faustino
Sarmiento, Ob. Cit. p. 261
tuvo en materia exterior, específicamente en lo relacionado al Paraguay, al que prefirió
no aplastar.
A mediados de 1869 Sarmiento ya había manifestado su intención de apoyar el
restablecimiento institucional del Paraguay sin abusar de su condición de vencedor. En
una carta enviada al general Emilio Mitre, le aclaraba que “nuestros intereses en el
Paraguay están limitados a que sea feliz, libre y permanezca tranquilo para seguridad de
sus vecinos ¿Cómo conseguirá esto? Es lo que no podremos asegurar que sabremos
encontrarlo; y hay mucho que confiar a la providencia y algo a la honradez y la
experiencia.”26
Sarmiento se convenció que no podía adoptar la misma conducta que el Imperio
sin desnaturalizar el objeto de la guerra que al menos la Argentina había esgrimido para
entrar en el conflicto y por ello, sosteniendo que la guerra fue “contra el gobierno del
Paraguay” y no contra su pueblo, resumiendo, según la antigua doctrina independentista
“sostuvo ante el país dignificado por ella, ante la humanidad civilizada y también ante la
crueldad voraz del ex aliado que abusaba del esfuerzo común, el apotegma lapidario de
la equidad: la victoria no da derechos” constituyendo la negación de los propósitos de una
guerra de conquista.”27
Antes de la firma en Buenos Aires del Protocolo del 9 de mayo de 1870 entre el
canciller argentino Mariano Varela, el representante oriental Adolfo Rodríguez y el
plenipotenciario brasileño José María da Silva Paranhos, éste buscó imponer la tesis de
que el gobierno provisorio paraguayo debía aceptar sin objeciones las pretensiones
territoriales contempladas en el Tratado Secreto; Varela afirmó que los aliados se habían
comprometido a respetar la soberanía paraguaya y que “la victoria no da derechos a las
naciones aliadas para declarar por sí, límites suyos los que el tratado señaló” compeliendo
a Paranhos, quien en ese momento tuvo que ceder, aunque como respuesta, el Imperio
inició negociaciones por separado para definir sus límites con el gobierno paraguayo,
apartándose del texto del tratado, que les impedía hacerlo.28
Esta situación produjo delicadas complicaciones entre los principales aliados al
punto de hablarse de una nueva guerra entre los mismos. A raíz de esta desinteligencia,
se reavivaría la histórica desconfianza existente entre las principales potencias
“De Sarmiento a Emilio Mitre, 26 de junio de 1869” en OBRAS de Domingo Faustino Sarmiento, Ob.
Cit. p. 181
27
LUGONES, Leopoldo. Historia de Sarmiento. Buenos Aires: Otero y Co., 1911, p. 224
28
WARREN, Harris Gaylord. Paraguay y la Triple Alianza, 3ra. Ed. Asunción: Intercontinental, 2015, p.
79
26
sudamericanas, que durante la guerra apenas se habían tomado un respiro temporal; desde
entonces, la Argentina invirtió importantes sumas de dinero en armamento para equiparar
una escuadra acorazada a la del Imperio, pero sin excluir la vía diplomática como
principal herramienta de solución de conflictos, ya que Sarmiento fue el primer
doctrinario del arbitraje permanente en el derecho americano y cuyo pragmatismo lo llevó
incluso a recurrir a sus opositores para encomendarles las tareas de negociar las cuestiones
con el Brasil (Mitre) y con el Paraguay (Quintana).29
El plenipotenciario paraguayo Carlos Loizaga suscribió con el Barón de Cotegipe
el tratado de enero de 1872, poniendo fin a la disputa territorial con el Imperio Brasilero
y cediendo, sin discusión, toda la extensión pretendida por los brasileños en el Tratado
Secreto de la Triple Alianza, sin la participación argentina, que exigió explicaciones por
lo que calificó como grave violación a la alianza, decidiendo formalizar la ocupación de
las tierras en disputa al designar un gobernador del Chaco con sede en la Villa Occidental,
iniciándose de esa manera otra nueva controversia, esta vez con el gobierno paraguayo,
que era apoyado indirectamente por el Imperio, que jugó a frustrar las pretensiones
argentinas.30
Ante la indignación que causó en Buenos Aires el actuar del Imperio con
repercusiones en la prensa porteña, Paranhos intentó apaciguar los ánimos afirmando que
eran apenas protocolos preliminares y que se respetaría lo acordado en el Tratado de la
Triple Alianza, iniciando negociaciones que se desarrollaron en Asunción y Río de
Janeiro, donde Bartolomé Mitre, enviado por Sarmiento, pasaría la mayor parte del
segundo semestre de 1872 para firmar con el marqués de San Vicente, un convenio que
dejaba nuevamente en vigor el Tratado de 1865 pero respetando el Tratado LoizagaCotegipe como un hecho consumado.31
Si bien para entonces la guerra en el Paraguay había llegado a su fin desde el punto
de vista bélico, subsistía la disputa en la esfera diplomática; los negociadores argentinos
mostraron cierta flexibilidad con Asunción apenas para endurecer su posición con el
Imperio, pero finalmente dejaban en claro que los intereses argentinos serían defendidos
haciendo valer su esfuerzo bélico en tanto recrudecía la violencia interna: el asesinato de
29
LUGONES, Leopoldo. Historia de Sarmiento. Ob. Cit., p. 225
El viejo diplomático paraguayo José Falcón sostuvo en un artículo escrito bajo pseudónimo que la
Argentina pretendía consumar por la fuerza una usurpación contra un “pueblo inerme, destituido de todo
recurso para defender sus más sagrados derechos territoriales.”
31
FARINÍ, Juan A. Cronología de Mitre 1821-1906. Buenos Aires: Institución Mitre, 1970, pp. 73-75
30
Urquiza había generado revuelo y la agitación se mantendría hasta después de la derrota
del ejército entrerriano.32
El último levantamiento interno se daría al finalizar el período de Sarmiento en
1874, después de la victoria electoral de Nicolás de Avellaneda sobre Bartolomé Mitre,
quien no aceptó los resultados y acusando la elección de nulidad por fraude y corrupción,
se levantó en armas. Por fortuna la revolución fue breve, durando apenas sesenta y siete
días para finalizar con la rendición de los generales Mitre y Arredondo el 2 de diciembre
de aquel año, siendo este último tomado prisionero por el general Julio Argentino Roca,
vencedor de la batalla de Santa Rosa.33
Luego de sendas negociaciones que tuvieron a la Villa Occidental como foco de
la discusión, Argentina y Paraguay firmarían el Tratado de 1876, siendo el
plenipotenciario paraguayo Facundo Machaín el artífice de salvar la Villa Occidental a
favor de su país, consiguiendo que la cuestión fuese sometida al arbitraje del presidente
de los Estados Unidos, Rutherford Birchard Hayes.34
El tratado firmado por Machaín con Bernardo de Irigoyen anexaba
definitivamente las Misiones al territorio argentino, pero dividía el Chaco disputado en
tres partes: 1) entre los ríos Bermejo y Pilcomayo, que quedaba a favor de la Argentina;
2) entre los ríos Pilcomayo y Verde (incluida la Villa Occidental), que sería sometida al
arbitraje estadounidense; y 3) entre el río Verde y la Bahía Negra, a favor del Paraguay.35
En noviembre de 1878 el presidente Hayes fallaría a favor del Paraguay y en
cumplimiento del laudo, la Argentina entregó la Villa Occidental el 14 de mayo de 1879,
finalizando oficialmente la ocupación militar aliada en territorio paraguayo que se había
extendido por espacio de más de diez años (1869-1879); por aquel tiempo, el ya ex
presidente de la Argentina y senador Domingo Faustino Sarmiento fue promovido al
rango de general de división del ejército argentino por Ley del 5 de julio de 1877.36
El año 1878 encuentra a Sarmiento redactando para El Nacional en la prensa
bonaerense siendo llamado el año siguiente a ocupar la titularidad del Ministerio del
Interior y la Cancillería en el gabinete del presidente Nicolás Avellaneda, cargos que
32
REVISTA DE ESPAÑA. Vigésimo primer año. Tomo CXXIII, El General Julio A. Roca. Madrid:
Imprenta Manuel Minuesa de los Ríos, 1888, p. 515
33
Loc. Cit.
34
BENÍTEZ, Justo Pastor. Ensayo sobre el liberalismo paraguayo. Asunción: Asunción, 1932, p. 16
35
El presidente paraguayo Juan Bautista Gill envió nuevos emisarios a Buenos Aires con instrucciones de
ceder el territorio en disputa a cambio de un tratado de comercio; Machaín, quien había sido enviado con
otras instrucciones, se adelantó y firmó antes el tratado con Irigoyen.
36
PONCE, Manuel Antonio. Sarmiento y sus doctrinas pedagógicas. Valparaíso: Imprenta y Librería
Americana de Federico T. Lathorp, 1890, p. 166
desempeñó simultáneamente por espacio de unos meses hasta retirarse a sus aposentos
para dedicarse a la lectura, profundizando sus estudios pedagógicos o desarrollando sus
teorías étnicas publicadas en Conflicto y armonías de las razas en América (1883) como
opúsculo complementario de Facundo pero en esta caso “apoyado en las ciencias
sociológicas y etnológicas modernas y rico de citas, revistiendo mi pensamiento, para
hacerlo aceptable, con la autoridad de una gran masa de escritores antiguos […]”37
Partidario y recio defensor de la enseñanza gratuita, obligatoria y laica proclamada
por los educadores filósofos, sostenía que el objeto final de la educación es la vida civil
y no el cielo; por eso nunca aceptó la enseñanza de las sociedades o congregaciones
dependientes de Roma. Visitando la Escuela Normal de Preceptoras de Montevideo, en
1883, tuvo ocasión de manifestar su desaprobación al criticar la llegada de “compañías
de mujeres generalmente ignorantes, para explotar comercialmente el ramo de la
educación, a pretexto o a título de enseñanza religiosa, y van apoderándose de los más
bien rentados y más altos establecimientos de educación con la complicidad de los
gobiernos, de las municipalidades y de los padres de familia; de manera que cuando
vosotras recibáis vuestro diploma de capacidad, hallaréis que todas las escuelas
principales están ya en poder de las compañías mercantiles de enseñanza […]”38
El resultado de esta campaña emprendida por Sarmiento fue la Ley Nacional del
8 de julio de 1884 que excluyó la enseñanza religiosa de los programas escolares,
reemplazándose el Catecismo por la cátedra de Moral y Urbanidad; la educación
argentina reunía entonces aquellas tres características: gratuita, obligatoria y laica. La
admiración del sanjuanino por la educación popular de los Estados Unidos lo había
llevado a la idea de importar el modelo a través de la contratación de profesores y maestras
de aquel país para poner en marcha las nuevas escuelas normales.
Sumados a los maestros que llegaron desde su presidencia (1868-1874) y la de
Avellaneda (1874-1880), durante la primera presidencia del general Roca (1880-1886)
llegaron 23 maestras más dispuestas a educar y enseñar en alejadas regiones de
Catamarca, San Juan, Tucumán, Mendoza, Corrientes y Jujuy; Sarmiento había soñado
llevar mil maestras norteamericanas a la Argentina pero en el período de 1869 a 1898
(diez años después del fallecimiento del pedagogo) llegaron a la Argentina sesenta y cinco
37
SARMIENTO, Domingo Faustino. Conflicto y armonías de las razas en América. Buenos Aires: La
Cultura Argentina, 1916, p. 10
38
PONCE, Manuel Antonio. Sarmiento y sus doctrinas pedagógicas. Ob. Cit, p. 168
docentes (sesenta y un mujeres y cuatro hombres), todos ellos formados en el método de
Pestalozzi radicándose algunos por períodos de uno a ocho años, otros de por vida.
Aquel grupo llegado en 1883 bajo la presidencia de Roca también estuvo
integrado por la maestra Isabel King, quien fue enviada a la Escuela Normal de
Concepción del Uruguay (Entre Ríos) para colaborar con la directora, Clementina Comte
de Alió, dando a su tarea un sentido humanista y espiritual, período caracterizado en
Paraguay por la precariedad que produjo la posguerra de la Triple Alianza y cuando
muchas familias paraguayas habían migrado a la Argentina o al Brasil buscando
sobrevivir.39
Durante los siguientes años, Sarmiento continuó su apostolado educativo
intercalando su tiempo con reflexiones y apuntes, conservando hasta sus últimos años el
vigor de su poderosa inteligencia. En la prensa, en la tribuna parlamentaria, en el club
político, en las asambleas literarias y científicas, seducía con su palabra elocuente y
persuasiva. En 1885 fundó El Censor, diario de Buenos Aires, su último esfuerzo como
viejo periodista hasta su primera visita al Paraguay.40
Su último libro La Vida de Dominguito (1886), no sólo recuerda la memoria de su
malogrado hijo el capitán Domingo Fidel Sarmiento, muerto en el asalto a Curapayty,
sino que se constituye en un verdadero testamento pedagógico, desarrollando un plan
completo de educación doméstico y público dando detalles del proceso de aprendizaje de
Dominguito, quien aprendió a leer y escribir simultáneamente por el método fonético a la
edad de tres años. La obra es un notable tratado de pedagogía teórica y práctica.41
En aquellos últimos años de su vida, lo que hacía Sarmiento seguía siendo
acompañado no sólo en la Argentina y el mundo hispánico sino en toda la región, como
se observa en las noticias y cables noticiosos del Brasil como el Correio Paulistano donde
se menciona su partida de Buenos Aires con destino a Asunción el 20 de julio de 1887,
lo que sería su primer viaje.42
Sarmiento llegó al puerto de Asunción a bordo del vapor San Martín en la mañana
del 25 de julio de 1887, siendo recibido por José Segundo Decoud con las siguientes
palabras de bienvenida: “Sois el atleta más vigoroso del pensamiento en la América y
39
Junto con la madre, las hermanas paraguayas Celsa y Adela Speratti, sumidas en la indigencia al terminar
la Guerra de la Triple Alianza, optaron por mudarse a Corrientes, luego a Buenos Aires y finalmente a
Concepción del Uruguay, donde estudiaron con la maestra Isabel King en la Escuela Normal de Maestros.
40
PONCE, Manuel Antonio. Sarmiento y sus doctrinas pedagógicas. Ob. Cit, p. 172
41
Id. Ib., p. 173
42
Correio Paulistano. Sâo Paulo. Edición Nº 9265 21 de julio de 1887. Hemeroteca Digital Brasileira
habéis arrojado torrentes de luz a nuestro camino y sembrado por doquier la fecunda
semilla de la democracia.”43 Apenas arribado, fue agasajado por los más importantes
representantes del gobierno del entonces general Patricio Escobar y por el ex presidente
general Bernardino Caballero; llegó acompañado de su hija Ana Faustina Sarmiento
Viuda de Belín, quien permanecería a su lado hasta sus últimos días en Paraguay, donde
viajó buscando reanimar sus quebrantadas fuerzas pero como era de esperarse, un hombre
como él no quedaría sentado esperando pase el tiempo y desde un principio colaboró en
favor de la educación popular volviéndose en una especie de oráculo del Consejo Superior
de Educación.44
El año 1887 fue un año de muchos cambios en el Paraguay, sobre todo desde el
aspecto político, ya que el recambio que se iba gestando paulatinamente con una nueva
generación derivaría en la creación de un importante núcleo opositor con la fundación del
primer partido político paraguayo bajo el nombre de Centro Democrático (después
Partido Liberal) fundado el 10 de julio, días antes de la llegada de Sarmiento y la respuesta
natural del oficialismo con la fundación, el 11 de septiembre de la Asociación Nacional
Republicana (Partido Colorado).45
Los dos partidos eran, ideológicamente, liberales, separados principalmente por la
disputa del poder y la generación, siendo que ambas agrupaciones contaban con veteranos
de la Guerra de la Triple Alianza, aunque el Centro Democrático integrara un mayor
número de jóvenes y el Partido Republicano, un importante número de legionarios en sus
filas al momento de su fundación; cada partido contaba con algunos o varios periódicos
como órganos de difusión, en un período de relativa garantía para la libertad de expresión
y prensa.46
La llegada de Sarmiento al Paraguay por ende se da en tal contexto, de plena
génesis de la vida partidaria que además de los agasajos. Saludado por los principales
43
RUBIANI, Jorge. Historias Secretas del Paraguay. Anecdotario, Tomo 3. Asunción:
Abc Color, 2014, pp. 75-76
44
PONCE, Manuel Antonio. Sarmiento y sus doctrinas pedagógicas. Ob. Cit, p. 174
45
GÓMEZ FLORENTÍN, Carlos. La fundación de los partidos políticos: la hegemonía
colorada y la nueva dinámica del emergente bipartidismo. Colección “Historia General
del Paraguay”, Tomo 8: El Paraguay de la Post Guerra (1870-1900). Asunción: El Lector,
2010
46
Los legionarios fueron paraguayos exiliados en Argentina que integraron la “Legión
Paraguaya” del ejército argentino en la Guerra de la Triple Alianza y por ende,
combatiendo contra las fuerzas paraguayas buscando derrocar al mariscal Francisco
Solano López.
medios escritos de Asunción; el satírico y picante periódico liberal El Látigo en su edición
del 31 de julio de 1887 manifiesta que “hemos sido honrados con la importante visita del
distinguido argentino don Domingo F. Sarmiento”, resalta la recepción que le fue ofrecida
pero no deja de relucir los principales caracteres del visitante al decir que “el señor
Sarmiento, aunque profanó el sueño de los muertos, no deja de ser acreedor a la
consideración pública” poniendo énfasis en su lucha contra “despotismos abominables y
las salvajes tiranías” y luego de perfilar la controvertida figura del educador, remata
diciendo que “no hay seres perfectos.”47
Resultaría raro que El Látigo mantuviera tanta neutralidad o displicencia con
Sarmiento durante mucho tiempo. En efecto, dos hechos ocurridos al poco tiempo de su
llegada motivarían el inicio de una serie de críticas que recibiría por parte de este
periódico, ambas de alguna relación con la pasada Guerra de la Triple Alianza; por una
parte, un artículo aparecido en El Censor firmado por su nieto, Augusto Belín Sarmiento48
que molestó a los redactores de El Látigo quienes no dudaron en realizar una réplica
publicada el 14 de agosto de 1887 donde afirmaban que “al señor Belín o Belén le ha
entrado por desacreditar al Paraguay; así son ellos, creen que por ser argentinos basta para
meterse a críticos, todos somos un poco bárbaros y con esto se acabó la fiesta” y por otro
lado, aparecido el mismo día con un gran destaque, el artículo principal denominado “Un
Paseo Monumental: discursos brillantes” donde se hacía eco de un paseo en tren realizado
por los principales personeros del gobierno, con Sarmiento como agasajado.49
El 8 de agosto de 1887 tuvo lugar un paseo campestre a Paraguarí, en cuyas
comarcas (específicamente Ybycuí) había nacido el general Bernardino Caballero “ex
presidente del Paraguay y actual senador del Congo”; El Látigo continúa con sus azotes
diciendo que el viaje se realizó allí “donde se cría con pasmosa esplendidez la planta de
los brutos e indiotas (sic)”, el periódico destaca que Sarmiento fue nada menos que para
recrear el antiguo lugar del “holocausto” junto con “la gavilla de ladrones que saqueara
inicuamente los tesoros públicos y malbaratara los bienes del Estado”, “cortejo que a la
verdad honra mucho al gran americano” entre quienes nombra al “alférez brasilero” don
47
El Látigo. Asunción. Edición del 31 de julio de 1887
Augusto Belín Sarmiento (1854- 1936) escritor y diplomático argentino, colaboró con su abuelo
ingresando a la redacción de El Nacional de Buenos Aires en 1878, luego en El Censor en 1885. El destino
quiso que al igual que su abuelo, falleciera en Asunción, cuando cumplía misiones diplomáticas.
49
El Látigo. Asunción. Edición del 14 de agosto de 1887
48
José Segundo Decoud, el “coiguá robatabí” (sic) monsieur Caballero y “una serie de
notorios criminales.”50
Afirma El Látigo que el general Caballero con una “elocuencia demosteniana”
profirió unas palabras diciendo que “el entusiasmo se llena de júbilo al imponente
presenciar de este acto esencialmente americano que honrará mucho a la posteridad
rutilante y hermosa del señor Sarmiento, como a los hijos de la posteridad agradecida a
los verdaderos héroes que con el rutilante vueltear de sus espadas al yugo de los tiranos,
en este madero afrentoso de la cruz que un día sacrificó su generosa sangre a cuestos del
Redentor Jesús en un día fatal en que a la mañana no apareció el lucero del Alba” y que
a los postres “el presidente de la Escoba, el miserable pantalla” (por Escobar) abrió la
caja de los brindis con un discurso “donde campeaban los más patrióticos y elevados
pensamientos (El Paraguayo).”51
Después -prosigue El Látigo- se vino “la mar de discursos” y ahí “qué feliz estuvo
el traidor Segundo” pero lo más gracioso, afirma, es que “un secretario macaco [brasileño]
quien se le distingue por una larga cola transparente, llegó a afirmar en el hervor del
entusiasmo que la guerra no fue hecha al Paraguay sino al tirano López” y que al oír todo
esto “el traidor 2º D.Q. [José Segundo Decoud] se chupaba los dedos que era una
bendición de Dios” finalizando el artículo, condenaba las supuesta bandera de la
“civilización” enarbolada por los aliados contra los “salvajes” como llamaron a los
paraguayos donde Buenos Aires “juguete poco antes de las más funestas tiranías venía
atraer civilización a un pueblo legalmente constituido que brillaba ya con fulgor
mágico…” y el “Brasil, con sus millones de esclavos venía a redimir a un pueblo libre…”
preguntándose “¿habráse visto en los siglos aberración semejante?”52
Sarmiento, quien entonces ya mostraba sus intenciones de radicarse en Asunción,
escribía artículos para varios periódicos en la capital paraguaya; en sus columnas
compartía reflexiones acerca de los posibles caminos que debía adoptar el país para
asegurar su desarrollo, intercalando además con consideraciones sobre la historia del país
y su pasado, marcado por gobiernos autocráticos; así, el día 20 de septiembre de 1887,
aniversario número 47 de la muerte del doctor José Gaspar Rodríguez de Francia, en La
Nación dio a luz un artículo conmemorativo donde criticaba su régimen despótico y
afirmaba que “los tiranos se matan a sí mismos, en ellos o en su prole” hiriendo la
50
Loc. Cit.
Íbidem
52
Loc. Cit.
51
susceptibilidad del ministro Agustín Cañete, miembro del gabinete de Escobar y nieto del
doctor Francia.53
En el artículo, intitulado “20 de setiembre: conmemoración nefasta” se citaban
además los sufrimientos de las familias tradicionales perseguidas por Francia; el 21 de
setiembre aparecen en El Independiente y en El Imparcial las primeras informaciones
sobre el pedido de duelo; Cañete se apresuró a renunciar a su cargo y enviar sus padrinos
a Sarmiento, uno de los cuales sería don Sinforiano Alcorta. Para evitar que el caso pase
a mayores tuvo que intervenir el presidente, general Patricio Escobar.54
El historiador Claudio Fuentes Armadans profundiza esta polémica: “El
Independiente da a entender que ese mismo día se solucionó la polémica con el retiro de
Cañete de su pedido de duelo a Sarmiento; el viejo estadista argentino habría, como única
reacción al reto, amenazado a los padrinos con batirse a duelo con ellos en vez de con
Cañete. Desde La Democracia también se destaca que desde ese mismo día trataron de
poner paños fríos a la polémica tanto el antes referido presidente Escobar como José
Segundo Decoud, incluso intentando evitar que se entregue la carta de desafío a
Sarmiento.”55
El 23 de setiembre, a modo de descargo, Cañete hizo publicar una carta de
contestación al artículo de Sarmiento en el periódico El Paraguayo, defendiendo
principalmente el honor de su madre y la idea de que el Dr. Francia era “el hacedor de la
nación paraguaya” acusando a Sarmiento de haberse “creído con derecho a hacer historia
cuando parece que no la conoce, puesto que tiene que referirse a testigos falsos y en su
chamburreado (sic) no cuenta ni dice nada, vaya prevenirlo, que los hombres cuerdos,
sensatos e imparciales, no juzgan a los hombres por hechos aislados, sino que tomando el
conjunto de la vida pública deduce las consecuencias y da el fallo definitivo, lo que entre
otras cosas, será la de declarar al Dictador Francia como mentor y sostenedor de la
Independencia Paraguaya; verdad es que si el pueblo argentino pensara como usted el
Paraguay sería más esclavo de lo que la tiranía de Francia y los López imponía; pero los
pueblos son más cuerdos que usted.”56
53
GUERRA, J. Guillermo. Sarmiento: su vida i sus obras. Ob. Cit., p. 349
FUENTES ARMADANS, Claudio José. Sarmiento vs. Cañete: Polémica previa al surgimiento del
novecentismo, p. 10 en WHIGHAM, Thomas y CASAL, Juan (eds.). Memorias de las V y VI Jornadas
Internacionales de Historia del Paraguay. Asunción: Tiempo de Historia (en prensa)
55
Id. Ib., p. 11
56
Id. Ib., pp. 12-13
54
El Látigo, que hacía poco más de un mes había endurecido su línea contra
Sarmiento, no dudó en aprovechar la situación para lanzar sus dardos contra Cañete y
contra el doctor Francia, a quien se refiere como el “Nerón de América.”57 Otros medios
también tomaron partido a favor de Sarmiento; el editor de La Democracia le contestó a
Cañete diciendo que “el lenguaje empleado en su carta es impropio de un personaje como
él de elevada posición política; el lenguaje chocarrero e inverecundio (sic) es para las
gentes de plaza, no para los hombres que se creen cultos y ocupan altos puestos públicos
en el gobierno.”58
Quien cerrará definitivamente la polémica será el mismo Sarmiento por medio de
una extensa carta al “Señor Don A. Cañete: Ministro de Hacienda, etc.” donde sin
retractarse sino más bien ampliando sus juicios sobre el doctor Francia, le manifiesta que
ignoraba que el Dictador tuviese hijos y para demostrarle no tener absolutamente nada
personal contra él, le hace saber que pese a las profundas diferencias que tuvo con Juan
Manuel de Rosas o Justo Urquiza, se honraba de mantener una amistad con el nieto del
primero e incluso con la viuda del segundo. Finalmente, le manifiesta su esperanza de
haber aclarado el impase “creyendo haber apartado de su espíritu toda idea de
personalidad de mi parte, tengo el honor de suscribirme, su seguro servidor.”59
A principios de diciembre de 1887 Sarmiento regresó a Buenos Aires con sus
fuerzas considerablemente repuestas; siguió escribiendo artículos para El Diario sobre la
actualidad política argentina en un período caracterizado ya por la gran afluencia de
inmigrantes. Combatía la “excesiva extranjerización de su país” pero rechazando la
tendencia de imponer coercitivamente la nacionalidad argentina a los extranjeros,
trabando prolongadas e ilustrativas discusiones con periódicos italianos de Buenos
Aires.60
Al aproximarse el invierno de 1888, su salud lo obligaba nuevamente a buscar
alivio en el Paraguay, emprendiendo en el mes de mayo su último viaje a Asunción en
compañía de su hija y dos nietas, mientras las corporaciones literarias y científicas,
acompañadas de los alumnos de las escuelas públicas y colegios particulares le daban la
más calurosa bienvenida. En la capital paraguaya Sarmiento mantenía una actividad
57
El Látigo. Asunción. Edición del 25 de septiembre de 1887
FUENTES ARMADANS, Claudio José. Sarmiento vs. Cañete: Polémica previa al surgimiento del
novecentismo. Ob. Cit., pp. 12-13
59
OBRAS de Domingo Faustino Sarmiento publicadas bajo los auspicios del gobierno argentino, Tomo
46. Páginas Literarias. Buenos Aires: Imprenta y Litografía “Mariano Moreno”, 1900, pp. 391-395
60
GUERRA, J. Guillermo. Sarmiento: su vida i sus obras. Ob. Cit., pp. 349-350
58
constante, además de colaborar en cuanto emprendimiento educativo o de desarrollo se
presentara, mientras escribía artículos para la prensa local y porteña.61
En una columna suya publicada en La Nación de Asunción demostraba su alegría
al tener noticias de la aprobación, por parte del Congreso de Chile, de un millonario
presupuesto destinado a la erección de cien escuelas en ese país y proféticamente decía
que “por lo que a mi respecta, mis destinos están cumplidos, y aunque haya caído y
levantado muchas veces con la bandera de la educación común, esta manifestación
recibida en el Paraguay, después de otras recientes en Valparaíso, Santiago, Andes,
Mendoza, San Juan me harían desear que las banderas de Chile, la Argentina, Uruguay y
Paraguay me sirviesen de mortaja para atestiguar que merecí bien de sus habitantes.”62
En Asunción el noble anciano vivía rodeado del cariño, el respeto y la simpatía de
todos en los alrededores de la Cancha Sociedad, mientras dirigía la instalación de una
casa isotérmica de hierro que había encargado en los Estados Unidos y ubicarla en el solar
que “sus amigos asuncenos le habían obsequiado” y que hoy se halla en parte ocupado
por el Colegio Argentino y en otra por la Biblioteca Nacional, varios de cuyos volúmenes
él ayudó a acrecentar cuando la misma aún funcionaba en el centro de la ciudad junto con
el Archivo y el Museo de Bellas Artes.63
En un importante acto realizado ante unas 700 personas el 5 de agosto de 1888 se
inauguró la primera Escuela de Adultos, donde asistieron el presidente de la República
del Paraguay general Patricio Escobar, el vicepresidente señor Miranda, el
superintendente de Instrucción Pública doctor de Oliveira entre otras autoridades; el
general Sarmiento fue anticipadamente invitado a presidir el acto “teniendo en cuenta el
cariño que profesa a la Nación Paraguaya y sus legendarios servicios a la escuela
sudamericana” y recibido por una doble fila de alumnos “que ostentaban en el pecho la
insignia de la patria.”64
Al ocupar su puesto, el general Sarmiento hizo entrega de unos libros ricamente
encuadernados dejando la siguiente dedicatoria: “al recibirse del asiento de Presidente del
acto de inaugurar la Primera Escuela de adultos del Paraguay, puso a disposición de sus
Directores, los cuatro volúmenes de la edición especial de las obras de Samuel Smiles:
deseando que su lectura fuese como la piedra fundamental de la dicha escuela,
61
Loc. Cit.
PONCE, Manuel Antonio. Sarmiento y sus doctrinas pedagógicas. Ob. Cit, p. 175
63
GUERRA, J. Guillermo. Sarmiento: su vida i sus obras. Ob. Cit., p. 350
64
La Ilustración Paraguaya. Asunción. Edición del 15 de agosto de 1888, p. 53
62
concretándose en la doctrina que contienen la educación moral e industrial del pueblo,
enseñada con su ejemplo por el obrero Franklin y generadora de los asombrosos progresos
de los Estados Unidos, cuyo ejemplo debemos seguir.”65
Le gustaba trabajar el jardín y cuidar de los árboles que engalanaban el terreno, a
la gente que pasaba y se le acercaba le solía decir: “de esta manera se trabaja; el trabajo
es un deber y una necesidad, pero antes, deben mandar los niños a la escuela, ¿los
mandarán?” demostrando su constante preocupación por la educación. Hizo cavar un
pozo en el arenoso suelo de la quinta, obra que le presentaba ciertas dificultades y al
concluirla el 5 de septiembre de 1888, izó en dos postes las banderas argentina y
paraguaya.66
Las emociones producidas por el suceso quebrantaron su salud, que empeoró los
días siguientes, dejándolo prácticamente inmóvil y apelando a la ayuda que le brindaba
su especial silla mecánica con pupitre rebatible, que le permitía permanecer sentado
cómodamente para leer o escribir. Uno de sus médicos de cabecera era su amigo el doctor
Silvio Andreuzzi, quien le había obsequiado el solar donde vivía, el galeno italiano se
había instalado en la posguerra junto con otros científicos de la misma nacionalidad
llegados a instancias del doctor Francesco Morra, otro de sus médicos fue el suizo Emilio
Hassler y un tercero, Alejandro Candelón, argentino: todos coincidieron en que se trataba
de una insuficiencia cardiovascular y bronquial que padecía derivadas en una “caquexia”
que sin dudas lo llevaría a la tumba.
Sarmiento se extinguía visiblemente y su delicado estado de salud repercutía en la
prensa paraguaya e internacional, de Buenos Aires a Montevideo, de Santiago a Río de
Janeiro o Sâo Paulo y hasta Europa.67 En la noche del 10 de septiembre permaneció
sentado en su sillón hasta las 23:00, cuando solicitó ser trasladado a su humilde catre de
hierro donde cayó en un letargo intranquilo, interrumpido por movimientos bruscos
intercalados con delirios; hizo señas para que lo dieran vuelta y satisfecha esa indicación,
se agitó bruscamente con un movimiento espasmódico hasta quedar inmóvil con la rigidez
de la muerte a las 02:15 del 11 de septiembre de 1888.68
El viejo maestro expiró sin agonía, murió pobre como había nacido, pobre como
había vivido en una pequeña habitación de madera con un techo sumamente bajo y de
65
Loc. Cit.
GUERRA, J. Guillermo. Sarmiento: su vida i sus obras. Ob. Cit., p. 351
67
Correio Paulistano. Sâo Paulo. Edición Nº 9610 del 13 de septiembre de 1888. Hemeroteca Digital
Brasileira
68
GUERRA, J. Guillermo. Sarmiento: su vida i sus obras. Ob. Cit., p. 351
66
escaso mobiliario, que además de su silla mecánica y el catre, apenas contaba con una
mesita cedro cargada de libros y papeles, fotografías familiares y un cuadro de óleo de su
nieta Eugenia. Dejó de existir el defensor del libre pensamiento, abanderado de la
educación pública, ex presidente argentino y uno de los políticos más honrados de la
historia de su país.69
Muerto en su lecho, su cuerpo fue fotografiado primeramente en la cama y
posteriormente, por indicación del doctor Candelón y del diplomático argentino Martín
García Mérou70 con la ayuda de otras personas presentes, con mucho esfuerzo debido al
peso y la rigidez cadavérica, colocado en posición de lectura en su silla mecánica con la
intención de transmitir que el maestro dedicó hasta el último minuto de su vida a estudiar
y trabajar para la prosperidad. Para ocultar la verticalidad de la posición de sus piernas se
utilizó una manta negra que lo tapó hasta el suelo.71
Las fotografías post-mortem estuvieron a cargo del prestigioso fotógrafo español
Manuel de San Martín, titular del Estudio Fotográfico más importante de la capital
paraguaya; la secuencia de las fotos, sin embargo, fue relatada a la inversa de lo ocurrido
por el diario La Nación de Asunción al decir que fueron “dos los cuadros; uno en su sillón
dormido antes de morir y otro, muerto en el lecho antes del embalsamamiento.”72
La muerte de Sarmiento conmovió profundamente a los pueblos del Cono Sur y
mientras su restos eran trasladados de Asunción a Buenos Aires en una nave de la Armada
Argentina, su gobierno le preparaba los funerales más suntuosos que se habían visto hasta
entonces en la metrópoli del Plata; conforme a su voluntad, su féretro se había envuelto
con las banderas de la Argentina, Chile, Uruguay y Paraguay, países donde dejó su
indeleble impronta como adalid de la educación. La encargada de obsequiar la bandera
paraguaya a su hija Faustina fue la profesora Rosa Peña.73
El gobierno paraguayo del general Patricio Escobar se adelantó decretando tres
días de luto nacional. Y no era para menos: desde su primera visita, Sarmiento había
cooperado en la elaboración de planes educativos, dotando de libros a las bibliotecas y
buscando universalizar la educación, proponiendo la construcción de escuelas rurales,
69
Id. Ib., pp. 351-352
Cuando se produjo la muerte de Sarmiento, el ministro argentino se abstuvo de tomar medidas por carecer
de instrucciones, siendo el doctor José Segundo Decoud quien decreto mediante ordenó el
embalsamamiento del cadáver a cargo de una comisión compuesta por importantes autoridades.
71
“La última foto de Sarmiento” artículo del Museo Histórico Sarmiento
72
La Nación. Asunción. Edición del 19 de septiembre de 1888
73
GUERRA, J. Guillermo. Sarmiento: su vida i sus obras. Ob. Cit., p. 352
70
capacitando al cuerpo docente y hasta diseñando pupitres de bajo costo. A él también se
debe, entre otras cosas, la introducción del eucalipto y el arte de la mimbrería al país, en
síntesis, todo el servicio que prestó al Paraguay de posguerra por medio de su
conocimiento e inteligencia.
Además de impulsar la creación de la Universidad Nacional, que se concretaría en
1889 aún bajo el mandato del general Escobar, las reformas implementadas por Sarmiento
y sus ideas políticas también influyeron notablemente en la llamada Generación del 90074
en Paraguay, acaso la más ilustrada que llegó a ostentar las riendas del país por medio de
varios de sus representantes, entre ellos el referido doctor Eusebio Ayala, cuyas
reflexiones iniciales retomamos para comprender mejor el hilo de su histórico discurso
en Buenos Aires.
Ayala comenta que era alumno de una modesta escuela de la campaña paraguaya
cuando trabó relación póstuma con Domingo Faustino Sarmiento; había llegado a su
pueblo (Barrero Grande) la noticia del fallecimiento del educacionista acaecido días atrás
y el preceptor llamó a clase especial para hablarles del ilustre extinto. Recuerda que al
profesor le temblaba la voz y una lágrima rodó por su mejilla mientras contaba a sus
alumnos la historia maravillosa “de un niño que enseñaba ya a otros niños a los quince
años y que con el correr del tiempo ese pequeño pródigo, hecho hombre, tras miles de
andares y vicisitudes, llegó a ocupar la presidencia de una gran nación.”75
Todos quedaron embelesados pues “aquello era una apóloga dedicada a enaltecer
la vocación docente y a demostrar que un humilde principio no es obstáculo para llegar a
las altas jerarquías del mundo, con tal de tener inteligencia clara y voluntad fuerte y de
esa manera, en sus cerebros de chicos se asoció el oficio de enseñar para algún día llegar
a la más alta investidura pública, como había ocurrido con el gran Sarmiento” y acaso el
relato retrospectivo de la historia de vida del mismo doctor Eusebio Ayala, quien al igual
que el repúblico argentino, pasó de ser un humilde alumno de una escuelita del interior a
profesor ayudante en el Colegio Nacional y luego de una importante carrera política,
también llegaría a ocupar la presidencia de su país en dos oportunidades.76
74
Tuvo como denominador común la educación recibida en instituciones públicas. Principales exponentes:
Cecilio Báez, Alejandro Guanes, Fulgencio R. Moreno, Blas Garay, Eusebio Ayala, Adela y Celsa Speratti,
Eligio Ayala, Ignacio A. Pane, Juan E. O`leary, Manuel Gondra, Ramón I. Cardozo, entre otros.
75
AYALA, Eusebio. Aspectos americanos de la personalidad de Sarmiento. Ob, Cit, p. 9
76
Id. Ib., p. 10