El Banquete. Platón
Introducción
Apolodoro (dirigiéndose a Glaucón) –Me parece que sobre lo que
preguntas estoy preparado. Pues precisamente anteayer subía a la ciudad
desde mi casa de Falero1 cuando uno de mis conocidos, divisándome por
detrás, me llamó desde lejos y, bromeando2 a la vez que me llamaba, dijo:
–¡Eh!, Tú, falerense, Apolodoro, espérame.
Yo me detuve y le esperé. Entonces él me dijo: –Apolodoro,
justamente hace poco te andaba buscando, porque quiero informarme
con detalle de la reunión mantenida por Agatón, Sócrates, Alcibíades y
los otros que entonces estuvieron presentes en el banquete, y oír cuáles
fueron sus discursos sobre el amor. De hecho, otro que los había oído de
Fénix, el hijo de Filipo, me los contó y afirmó que también tú los
conocías, pero en realidad, no supo decirme nada con claridad. Así pues,
cuéntamelos tú, ya que eres el más adecuado para informarme de los
discursos de tu amigo. Pero antes dime, ¿estuviste tú mismo en esa
reunión o no?
Y yo le respondí: –Evidentemente parece que tu informador no te
ha contado nada con claridad, si piensas que esa reunión por la que
preguntas ha tenido lugar tan recientemente como para que yo también
haya podido estar presente.
–En efecto, así lo había pensado–dijo.
–¿Pero como pudiste pensar eso, Glaucón?, Le dije. ¿No sabes
que, desde hace muchos años, Agatón no ha estado aquí, 3en la ciudad, y
que aún no han transcurrido tres años desde que estoy con Sócrates y me
1
El más antiguo de los tres puertos de Atenas, a unos 4 km. de la ciudad, en la costa oriental del Pireo y uno
de los 170 demos o barrios del Ática, de donde es oriundo Apolodoro.
2 La broma está en la manera en que es interpelado Apolodoro, el narrador del diálogo, con empleo de la
fórmula oficial usada en ceremonias y tribunales de justicia, a base el nombre de la persona en nominativo y
de la mención de su demo.
3 Por Aristófanes en Las Ranas, se sabe que Agatón se había ausentado de Atenas y hacia el –405 se había
marchado a la corte del rey de Macedonia, Arquelao.
propongo cada día saber lo que dice o hace? Antes daba vueltas de un
sitio a otro al azar y, pese a creer que hacía algo importante, era más
desgraciado que cualquier otro, no menos que tú ahora, que piensas que
es necesario hacer todo menos filosofar.
Glaucón: No te burles y dime cuándo tuvo lugar la reunión esa.
Apolodoro: Cuando éramos todavía niños y Agatón triunfó con su
primera tragedia, al día siguiente de cuando él y los coreutas celebraron el
sacrificio por su victoria.
–Entonces, hace mucho tiempo, según parece. Pero, ¿quién te la
contó? ¿Acaso, Sócrates en persona?
–No, ¡por Zeus!. Me la contó el mismo que se la contó a Fénix.
Fue un tal Aristodemo, natural de Cidateneón,4 un hombre bajito,
siempre descalzo, que estuvo presente en la reunión y era uno de los
mayores admiradores de Sócrates de aquella época, según me parece.
Sin embargo, después he preguntado también a Sócrates algunas
de las cosas que le oí a Aristodemo y estaba de acuerdo conmigo en que
fueron tal y como éste me las contó.
–¿Por qué entonces no me las cuentas tú? Además, el camino que
conduce a la ciudad es muy apropiado para hablar y escuchar mientras
andamos.
Así, mientras íbamos caminando hablábamos sobre ello, de suerte
que, como dije al principio, no me encuentro sin preparación. Si es
menester que también lo cuente a ustedes (dirigiéndose a los demás
acompañantes), tendré que hacerlo. Cuando hago yo mismo discursos
filosóficos o cuando se los oigo a otros, aparte de creer que saco
provecho, también yo disfruto enormemente. Pero cuando oigo otros,
especialmente los de ustedes, los de los ricos y hombres de negocios,
personalmente me aburro y siento compasión por ustedes, mis amigos,
porque creen hacer algo importante cuando en realidad no están
haciendo nada. Posiblemente, por el contrario, piensen que soy un
desgraciado, y creo que tendrán razón; pero yo no es que lo crea de
ustedes, sino que sé muy bien que lo son.
Un amigo: Siempre eres el mismo, Apolodoro, pues siempre
hablas mal de ti y de los demás, y me parece que, excepto Sócrates,
consideras unos desgraciados absolutamente a todos, empezando por ti
mismo. De dónde recibiste el sobrenombre de 'blando', 5yo no lo sé,
pues en tus palabras siempre eres así y te irritas contigo mismo y con los
demás, salvo con Sócrates.
4
Demo de Atenas del que también era oriundo Aristófanes.
El apodo va muy bien con el carácter de Apolodoro, quien, en la muerte de Sócrates, sorprende a todos con
un desesperado llanto (malakós significaba blando, tierno, impresionable, y agrego yo: en un franco tono
irónico.).
5
Apolodoro: Queridísimo amigo, realmente está claro que, al
pensar así sobre mí mismo y sobre ustedes, resulto un loco y deliro.
Amigo: No vale la pena, Apolodoro, discutir ahora sobre esto.
Pero lo que te hemos pedido, no lo hagas de otra manera y cuéntanos
cuáles fueron los discursos.
–Pues bien, fueron más o menos los siguientes... Pero mejor
intentaré contárselos desde el principio, como Aristodemo me los contó.
Apolodoro: Me dijo, en efecto, Aristodemo, que se había
tropezado con Sócrates, lavado y con las sandalias puestas, lo cual éste
hacía pocas veces, y que al preguntarle adónde iba tan elegante le
respondió: –A la comida en casa de Agatón. Pues ayer logré esquivarlo
en la celebración de su victoria, horrorizado por la aglomeración. Pero
convine en que hoy haría acto de presencia y ésa es la razón por la que
me he arreglado así, para ir elegante junto a un hombre elegante. Pero tú,
dijo, ¿querrías ir al banquete sin ser invitado?
Y yo, dijo Aristodemo, le contesté: –Como tú ordenes.
–Entonces sígueme, dijo Sócrates, para aniquilar el proverbio
cambiándolo en el sentido de que, después de todo, también los buenos
van espontáneamente a las comidas de los buenos. Homero, ciertamente,
parece no sólo haber aniquilado este proverbio, sino también haberse
burlado de él, ya que al hacer a Agamenón un hombre
extraordinariamente valiente en los asuntos de la guerra y a Menelao un
'blando guerrero', cuando Agamenón estaba celebrando un sacrificio y
ofreciendo un banquete, hizo venir a Menelao al festín sin ser invitado, él
que era peor, al banquete del mejor.
Al oír esto, me dijo Aristodemo que respondió: –Pues tal vez yo,
que soy un mediocre, correré el riesgo también, no como tú dices,
Sócrates, sino como dice Homero, de ir sin ser invitado a la comida de
un hombre sabio. Mira, pues, si me llevas, qué vas a decir en tu defensa,
puesto que yo, ten por cierto, no voy a reconocer el haber ido sin
invitación, sino invitado por ti.
–Juntos los dos, marchando por el camino deliberaremos lo que
vamos a decir. Vayamos, pues.
Tal fue, más o menos –contó Aristodemo–, el diálogo que
sostuvieron cuando se pusieron en marcha. Entonces Sócrates,
concentrando de alguna manera el pensamiento en sí mismo6, se quedó
rezagado durante el camino y como aquél le esperara, le mandó seguir
6
Primera mención del estado de recogimiento usualmente practicado por Sócrates, estado parodiado por
Aristófanes en Las Nubes 634. La meditación extática de Sócrates, en la que se supone se concentra en la idea
de Belleza, cuando se dirigía a la casa de Agatón suele considerarse histórica.
adelante. Cuando estuvo en la casa de Agatón, se encontró la puerta
abierta y dijo que allí le sucedió algo gracioso.7
Del interior de la casa salió a su encuentro de inmediato uno de
los esclavos que lo llevó a donde estaban reclinados los demás,
sorprendiéndoles cuando estaban ya a punto de comer. Y apenas lo vio
Agatón, le dijo: –Aristodemo, llegas a tiempo para comer con nosotros.
Pero si has venido por alguna otra razón, déjalo para otro momento,
pues también ayer te anduve buscando para invitarte y no me fue posible
verte.
Pero, ¿cómo no nos traes a Sócrates?
Y yo –dijo Aristodemo–me vuelvo y veo que Sócrates no me sigue
por ninguna parte. Entonces le dije que yo realmente había venido con
Sócrates, invitado por él a comer allí.
–Pues haces bien, dijo Agatón. Pero, ¿dónde está Sócrates?
–Hasta hace un momento venía detrás de mí y también yo me
pregunto dónde puede estar.
–Esclavo, ordenó Agatón, busca y trae aquí a Sócrates. Y tú,
Aristodemo, reclínate junto a Erixímaco.8
Y cuando el esclavo le estaba lavando para que se acomodara,
llegó otro esclavo anunciando: –El Sócrates del que hablan se ha alejado
y se ha quedado plantado en el portal de los vecinos. Aunque le estoy
llamando, no quiere entrar.
–Es un poco extraño lo que dices, dijo Agatón. Llámalo y no lo
dejes escapar.
Entonces intervino Aristodemo, diciendo: –De ninguna manera.
Déjenlo quieto, pues esto es una de sus costumbres. A veces se aparta y
se queda plantado dondequiera que se encuentre. Vendrá enseguida,
supongo. No le molesten y déjenle tranquilo.
–Pues así debe hacerse, si te parece. Pero a nosotros, a los demás,
que nos sirvan la comida, esclavos. Pongan libremente sobre la mesa lo
que quieran, puesto que nadie los estará vigilando, lo cual jamás hasta
hoy he hecho. Así, pues, imaginen ahora que yo y los demás, aquí
presentes, hemos sido invitados a comer por ustedes y que se nos trate
con cuidado, a fin de que podamos elogiarlos.9
Después de esto, dijo Aristodemo, se pusieron a comer, pero
Sócrates no entraba. Agatón ordenó en repetidas ocasiones ir a buscarlo,
pero Aristodemo no lo consentía. Finalmente, llegó Sócrates sin que, en
7
Esto es una expresión irónica, humorística: La gracia está en que Aristodemo, que no había sido invitado, se
ve solo en la puerta sin Sócrates, el invitado.
8 Los invitados a un banquete griego eran acomodados en una especie de lechos o klînai, generalmente para
dos personas.
9 El comportamiento inusual de Agatón se interpreta como un gesto de humanidad para con sus esclavos en
un día tan señalado para él como la celebración de su victoria teatral.
contra de su costumbre, hubiera transcurrido mucho tiempo, sino, más
o menos, cuando estaban en mitad de la comida.
Entonces Agatón, que estaba reclinado solo en el último extremo,
según me contó Aristodemo, dijo: –Aquí, Sócrates, échate junto a mí,
para que también yo en contacto contigo goce de esa sabia idea que se te
presentó en el portal. Pues es evidente que la encontraste y la tienes, ya
que, de otro modo, no te hubieras retirado antes.
Sócrates se sentó y dijo:–Estaría bien, Agatón, que la sabiduría
fuera una cosa de tal naturaleza que, al ponernos en contacto unos con
otros, fluyera de lo más lleno a lo más vacío de nosotros, como fluye el
agua en las copas, a través de un hilo de lana, de la más llena a la más
vacía.
Pues si la sabiduría se comporta también así, valoro muy alto el
estar reclinado junto a ti, porque pienso que me llenaría de tu mucha y
hermosa sabiduría. La mía, seguramente, es mediocre, incluso ilusoria
como un sueño, mientras que la tuya es brillante y capaz de mucho
crecimiento, dado que desde tu juventud ha resplandecido con tanto
fulgor y se ha puesto de manifiesto anteayer en presencia de más de
treinta mil griegos como testigos. 10
–Eres un exagerado, Sócrates, contestó Agatón. Mas este litigio
sobre la sabiduría lo resolveremos tú y yo un poco más tarde, y Dioniso
11
será nuestro juez. Ahora, en cambio, presta atención primero a la
comida.
A continuación –siguió contándome Aristodemo–, después que
Sócrates se hubo reclinado y comieron él y los demás, hicieron libaciones
y, tras haber cantado a la divinidad y haber hecho las otras cosas de
costumbre, se dedicaron a la bebida.12
Entonces, Pausanias empezó a hablar en los siguientes términos:
–Bien, señores, ¿de qué manera beberemos con mayor
comodidad? En lo que a mí se refiere, les puedo decir que me encuentro
francamente muy mal por la bebida de ayer y necesito un respiro. Y
pienso que del mismo modo la mayoría de ustedes, ya que ayer
estuvieron también presentes. Miren, pues, de qué manera podríamos
beber lo más cómodo posible.
–Ésa es, dijo entonces Aristófanes, una buena idea, Pausanias, la
de asegurarnos por todos los medios un cierto placer para nuestra
Tradicionalmente se consideraba como 30,000 el número de ciudadanos atenienses a principios del siglo –
IV; aunque en el teatro de Dioniso cabían, aproximadamente, unos 18,000 espectadores.
11 Deidad inevitablemente asociada a un banquete griego tradicional.
12 Por varias fuentes antiguas sabemos que en un banquete antiguo después de la comida se procedía a la
limpieza y retirada de las mesas, se distribuían coronas a los invitados, se hacían tres libaciones (a Zeus
Olímpico, a los héroes y a Zeus Salvador), se entonaba un peán o canto de salutación en honor de Apolo y se
pasaba a la bebida en común servida por los esclavos.
10
bebida, ya que también yo soy de los que ayer estuvieron hechos una
sopa.
Al oírles, Erixímaco, el hijo de Acúmeno, intervino diciendo: –
Dicen bien en verdad, pero todavía necesito oír de uno de ustedes en
qué grado de fortaleza se encuentra Agatón para beber.
–En ninguno –respondió éste–; tampoco yo me siento fuerte.
–Sería un regalo de Hermes13, según parece, para nosotros–
continuó Erixímaco–, no sólo para mí y para Aristodemo, sino también
para Fedro y para éstos, el que ustedes, los más fuertes en beber,
renuncien ahora, pues en verdad, nosotros siempre somos flojos. Hago,
en cambio, una excepción de Sócrates, ya que es capaz de ambas cosas
(15), de modo que le dará lo mismo cualquiera de las dos que hagamos.
En consecuencia, dado que me parece que ninguno de los presentes está
resuelto a beber mucho vino, tal vez yo les resulte menos desagradable si
les digo la verdad sobre qué cosa es el embriagarse. En mi opinión, creo,
en efecto, que está perfectamente comprobado por la medicina que la
embriaguez es una cosa nociva para los hombres. Así que, ni yo mismo
quisiera de buen grado beber demasiado, ni se lo aconsejaría a otro,
sobre todo cuando uno tiene todavía resaca del día anterior.
–En realidad –me contó Aristodemo que dijo Fedro, natural de
Mirrinunte–, yo, por mi parte, te suelo obedecer, especialmente en las
cosas que dices sobre medicina; pero ahora, si deliberan bien, te
obedecerán también los demás.
Al oír esto, todos estuvieron de acuerdo en celebrar la reunión
presente, no para embriagarse, sino simplemente bebiendo al gusto de
cada uno.
–Pues bien –dijo Erixímaco–, ya que sé ha decidido beber la
cantidad que cada uno quiera y que nada sea forzoso, la siguiente cosa
que propongo es dejar marchar a la flautista que acaba de entrar, que
toque la flauta para sí misma o, si quiere, para las mujeres de ahí dentro,
y que nosotros pasemos el tiempo de hoy en mutuos discursos. Y con
qué clase de discursos, es lo que quiero exponerles, si me lo permiten.
Todos afirmaron que querían y le exhortaron a que hiciera su
propuesta.
13
El hallazgo inesperado de algo bueno se atribuía convencionalmente al Dios Hermes.
(Comienza aquí el banquete propiamente dicho) Entonces
Erixímaco dijo: –El principio de mi discurso es como la Melanipa de
Eurípides14, pues 'no es mío el relato' 15que voy a decir, sino de Fedro,
aquí presente. Fedro, efectivamente, me está diciendo una y otra vez con
indignación: ¿No es extraño, Erixímaco, que, mientras algunos otros
dioses tienen himnos y peanes compuestos por los poetas, a Eros, en
cambio, que es un Dios tan antiguo y tan importante, ni siquiera uno
solo de tantos poetas que han existido le haya compuesto jamás encomio
alguno?.
Y si quieres, por otro lado, reparar en los buenos sofistas, escriben
en prosa elogios a Heracles y de otros, como hace el magnífico Pródico.
16
Pero esto, en realidad, no es tan sorprendente, pues yo mismo me he
encontrado ya con cierto libro de sabio en el que aparecía la sal con un
admirable elogio por su utilidad.17
Y otras cosas parecidas las puedes ver elogiadas en abundancia.
¡Que se haya puesto tanto afán en semejantes cosas y que ningún
hombre se haya atrevido hasta el día de hoy a celebrar dignamente a
Eros! ¡Tan descuidado ha estado tan importante Dios! En esto me parece
que Fedro tiene realmente razón.
En consecuencia, deseo, por un lado, ofrecerle mi contribución y
hacerle un favor, y, por otro, creo que es oportuno en esta ocasión que
nosotros, los presentes, honremos a este Dios. Así, pues, si les parece
bien, también a ustedes, tendríamos en los discursos, suficiente materia
de ocupación. Pienso, por tanto, que cada uno de nosotros debe decir un
discurso, de izquierda a derecha, lo más hermoso que pueda como elogio
de Eros y que empiece primero Fedro, ya que también está situado el
primero y es, a la vez, el padre de la idea
–Nadie, Erixímaco–dijo Sócrates–te votará lo contrario. Pues ni
yo, que afirmo no saber ninguna otra cosa que los asuntos del amor,
sabría negarme, ni tampoco Agatón, ni Pausanias, ni, por supuesto,
Aristófanes, cuya entera ocupación gira en torno a Dioniso y Afrodita18,
ni ningún otro de los que veo aquí presentes. Sin embargo, ello no
14Melanipa,
nieta del centauro Quirón, es la heroína de dos piezas perdidas de Eurípides, La prudente
Melanipa y Melanipa cautiva. La cita procede de la primera y es el comienzo de un discurso didáctico de la
heroína sobre el origen del mundo.
15 Otros dos autores, Alcibíades y Jenofonte en su Banquete, insisten también en la resistencia de Sócrates al
vino y a su capacidad para no embriagarse.
16 Se trata del célebre sofista Pródico de Ceos, bien conocido en la Atenas de finales del siglo –V, cuya famosa
alegoría Heracles entre el Vicio y la Virtud o La elección de Heracles es resumida por Jenofonte.
17 En su Elogio de Helena 12, habla Isócrates de aquellos oradores que han elogiado a los mosquitos, a las
sales y a cosas semejantes y se está de acuerdo en que se refiere al sofista, de principios del siglo –IV,
Polícrates, que podría ser también el sabio al que alude aquí Fedro.
18 Gran parte de la comedia antigua se relacionaba fundamentalmente con el vino y el amor, dominios de
Dioniso y Afrodita, respectivamente.
resulta en igualdad de condiciones para nosotros, que estamos situados
los últimos. De todas maneras, si los anteriores hablan lo suficiente y
bien, nos daremos por satisfechos. Comience, pues, Fedro con buena
fortuna y haga su encomio de Eros.
En esto estuvieron de acuerdo también todos los demás y pedían
lo mismo que Sócrates. A decir verdad, de todo lo que cada uno dijo, ni
Aristodemo se acordaba muy bien, ni, por mi parte, tampoco yo
recuerdo todo lo que éste me refirió. No obstante, les diré las cosas más
importantes y el discurso de cada uno de los que me pareció digno de
mención.
Discurso de Fredo
En primer lugar, pues, como digo –me contó Aristodemo–,
comenzó a hablar Fedro, haciendo ver, más o menos, que Eros era un
gran Dios y admirable entre los hombres y los Dioses por muchas otras
razones, pero fundamentalmente por su nacimiento.
–Pues ser con mucho el Dios más antiguo, dijo, es digno de honra
y he aquí la prueba de esto: padres de Eros, en efecto, ni existen ni son
mencionados por nadie, profano o poeta. Así, Hesíodo afirma que en
primer lugar existió el y luego la Tierra de amplio seno, sede siempre
segura de todos, Eros.
Y con Hesíodo está también de acuerdo Acusilao19 en que,
después del Caos, nacieron estos dos, Tierra y Eros. Y Parménides, a
propósito de su nacimiento, dice: De todos los dioses concibió primero a
Eros.
Así pues, por muchas fuentes se reconoce que Eros es con mucho
el más antiguo. Y de la misma manera que es el más antiguo es causa
para nosotros de los mayores bienes. Pues yo, al menos, no sabría decir
qué bien para uno recién llegado a la juventud hay mayor que un buen
amante y para un buen amante que un buen amado. Lo que, en efecto,
debe guiar durante toda su vida a los hombres que tengan la intención de
vivir noblemente, esto, ni el parentesco, ni los honores, ni la riqueza, ni
ninguna otra cosa son capaces de infundirlo tan bien como el amor. ¿Y
qué es esto que digo? La vergüenza ante las feas acciones y el deseo de
honor por lo que es noble, pues sin estas cualidades ni una ciudad ni una
persona particular pueden llevar a cabo grandes y hermosas realizaciones.
Es más, afirmo que un hombre que está enamorado, si fuera descubierto
Acusilao de Argos, cuya biografía suele situarse en torno al –475, fue un célebre logógrafo, autor, en
dialecto jonio, de varios libros en prosa de genealogías, basadas fundamentalmente en Hesíodo.
19
haciendo algo feo o soportándolo de otro sin defenderse por cobardía,
visto por su padre, por sus compañeros o por cualquier otro, no se
dolería tanto como si fuera visto por su amado.
Y esto mismo observamos también en el amado, a saber, que
siente extraordinaria vergüenza ante sus amantes cuando se le ve en una
acción fea. Así, pues, si hubiera alguna posibilidad de que exista una
ciudad o un ejercito de amantes y amados, 20no hay mejor modo de que
administren su propia patria que absteniéndose de todo lo feo y
emulándose unos a otros. Y si hombres como ésos combatieran uno al
lado de otro, vencerían, aun siendo pocos, por así decirlo, a el mundo.
Un hombre enamorado, en efecto, soportaría sin duda menos ser
visto por su amado abandonando la formación o arrojando lejos las
armas, que si lo fuera por todos los demás, y antes de eso preferiría veces
morir. Y dejar atrás al amado o no ayudarle cuando esté en peligro,
ninguno hay tan cobarde a quien el propio Eros no le inspire para el
valor, de modo que sea igual al más valiente por naturaleza. Y es
absolutamente cierto que lo que Homero dijo, que un Dios 'inspira valor'
en algunos héroes, lo proporciona Eros a los enamorados como algo
nacido de sí mismo.
Por otra parte, a morir por otro están decididos únicamente los
amantes, no sólo los hombres, sino también las mujeres. Y de esto
también la hija de Pelias, Alcestis, ofrece suficiente testimonio ante los
griegos en favor de mi argumento ya que fue la única que estuvo decidida
a morir por su marido, a pesar de que éste tenía padre y madre, a los que
ella superó tanto en afecto por amor, que les hizo aparecer como meros
extraños para su hijo y parientes sólo de nombre.
Al obrar así, les pareció, no sólo a los hombres, sino también a los
dioses, que había realizado una acción tan hermosa, que, a pesar de que
muchos han llevado a cabo muchas y hermosas acciones y el número de
aquellos a quienes los dioses han concedido el privilegio de que su alma
suba del Hades es realmente muy pequeño, sin embargo, hicieron subir
la de aquélla admirados por su acción. ¡Así también los dioses honran
por encima de todo el esfuerzo y el valor del amor!
En cambio, a Orfeo, el hijo de Eagro, lo despidieron del Hades sin
lograr nada, tras haberle mostrado un fantasma de su mujer, en cuya
búsqueda había llegado, pero sin entregársela, ya que lo consideraban un
20
La existencia de ejércitos compuestos por amantes y amados, especialmente en las comunidades espartanas
y dorias en general ha sido ya estudiada y se cita en el Banquete de Jenofonte. En las palabras de Fedro se ha
querido ver una alusión a la famosa LIGA SAGRADA formada por Górgidas o Epaminondas hacia el –378,
compuesta por parejas de amantes homosexuales que tuvo una actuación brillantísima en varias batallas.
pusilánime, como citaredo que era, y no se atrevió a morir por amor
como Alcestis, sino que se las arregló para entrar vivo en el Hades. Ésta
es, pues, la razón por la que le impusieron un castigo e hicieron que su
muerte fuera a manos de mujeres.
No así, por el contrario, fue lo que sucedió con Aquiles, el hijo de
Tetis, a quien lo honraron y lo enviaron a las Islas de los
Bienaventurados21, porque, a pesar de saber por su madre que moriría si
mataba a Héctor y que, si no lo hacía, volvería a su casa y moriría de
viejo, tuvo la osadía de preferir, al socorrer y vengar a su amante
Patroclo, no sólo morir por su causa, sino también morir una vez muerto
ya éste.
De aquí que también los dioses, profundamente admirados, le
honraran sobremanera, porque en tanta estima tuvo a su amante. Y
Esquilo22 desbarra cuando afirma que Aquiles estaba enamorado de
Patroclo, ya que Aquiles era más hermoso, no sólo que Patroclo, sino
también que todos los héroes juntos, siendo todavía imberbe y, por
consiguiente, mucho más joven, como dice Homero. De todos modos, si
bien, en realidad, los dioses valoran muchísimo ésta virtud en el amor,
sin embargo, la admiran, elogian y recompensan más cuando el amado
ama al amante, que cuando el amante al amado, ya que está poseído por
un Dios. 23Por esto también honraron más a Aquiles que a Alcestis y lo
enviaron a las Islas de los Bienaventurados.
En resumen, pues, yo, por mi parte, afirmo que Eros es, de entre
los dioses, el más antiguo, el más venerable y el más eficaz para asistir a
los hombres, vivos y muertos, en la adquisición de virtud y felicidad.
Tal fue, aproximadamente, el discurso que pronunció Fedro,
según me dijo Aristodemo. Y después de Fedro hubo algunos otros de
los que Aristodemo no se acordaba muy bien, por lo que, pasándolos por
alto, me contó el discurso de Pausanias, quien dijo lo siguiente: –No me
parece, Fedro, que se nos haya planteado bien la cuestión, a saber, que se
haya hecho de forma tan simple a la invitación de encomiar a Eros.
Porque, efectivamente si Eros fuera uno, estaría bien; pero, en realidad,
no está bien, pues no es uno.
21
Se suponía que las almas de ciertos héroes legendarios seguían viviendo después de su muerte en unas islas
utópicas situadas en algún lugar del Océano Occidental. Entre los primeros autores griegos en mencionar
unas Islas de los Bienaventurados o de los Afortunados están PINDARO y HESIODO.
Homero, en cambio, habla de Campos Elíseos para la misma idea. La localización de Aquiles en estas islas
después de su muerte aparece también en los llamados 'escolios áticos', concretamente en el conjunto que se
conoce con el nombre de 'Canción de Harmodio'.
22 Esquilo dio una visión erótica de la relación Aquiles–Patroclo en su trilogía Los Mirmidones–Las
Nereidas–Los Frigios. Como información adicional, consulta el texto de J.K. Dover: Greek Homosexuality,
Cambridge, 1978, págs. 197–198.
23El ejemplo de la relación Aquiles–Patroclo descrito se ha entendido como una preparación anticipadora de
la relación más compleja entre Sócrates y Alcibíades que se expondrá más adelante.
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