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Educación de la República Argentina (CTERA) se suma a la conmemoración del Bicentenario de la Declaración de la Independencia con una propuesta editorial que invita a reflexionar sobre el sentido de aquella gesta patria y su devenir histórico.

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L a Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina (CTERA) se suma a la conmemoración del Bicentenario de la Declaración de la Independencia con una propuesta editorial que invita a reflexionar sobre el sentido de aquella gesta patria y su devenir histórico.

La conmemoración del bicentenario se da en un momento histórico en el que, desde el punto de vista político y económico, es necesario volver a preguntarnos por el significado que cobra hoy la independencia de nuestro país. Lo consideramos necesario porque, así como a principios del Siglo XIX sobrevolaba en la patria naciente la idea de la restauración conservadora, hoy también en el aire de nuestra época hay claras señales que dejan al descubierto las intenciones de volver a someter a la Argentina a una situación de dependencia y hacernos "doblar la rodilla" frente a los designios de las potencias mundiales en el orden global capitalista neocolonial.

Lamentablemente no son sólo "intenciones" de la restauración conservadora las que podemos observar en la actualidad, sino golpes bruscos de timón que se ponen de manifiesto en los hechos concretos, en los gestos de la oligarquía gobernante, y en las medidas políticas y económicas tomadas por el gobierno de derecha en el contexto actual: Pago a los fondos buitres en condiciones de entrega del patrimonio nacional; incorporación de Argentina a la Alianza del Pacífico en calidad de país observador; reunión con los gobernantes ingleses sin ningún reclamo enérgico por la soberanía sobre las Islas Malvinas; visita al país del presidente de los Estados Unidos con claras muestras de abdicación y condicionamientos para la firma de tratados bilaterales de comercio e instalación de bases militares; pedido de perdón a los empresarios españoles por el "sufrimiento del capital" radicado en nuestro país en la última década; decreto presidencial dando a los militares autonomía del poder político y constante actitud de genuflexión frente a los poderosos del mundo con abandono de las políticas de integración latinoamericana que habían caracterizado a nuestros países especialmente desde el "no al ALCA" en el año 2005.

Frente a esta situación, desde los movimientos sociales, las organizaciones sindicales, las escuelas, los barrios y las comunidades queremos seguir hablando de la independencia en su sentido amplio y tra-* Secretaria General de CTERA, Secretaria General de AMSAFE Sonia Alesso*

La idea de

[ ] "Independencia" para los Trabajadores de la Educación 4 adelante nuestra lucha libertaria. Frente a los proyectos conservadores y oligárquicos neocoloniales siempre estuvo la clase trabajadora organizada resistiendo y construyendo un proyecto para la verdadera y definitiva emancipación. Proceso que no estuvo exento de contradicciones internas, matices de posición, idas y vueltas, pero que, en todo caso, representó siempre a los sectores populares, a los oprimidos y explotados frente a los embates constantes de la dominación colonial.

En ese camino de la resistencia nuestra organización sindical siempre ha planteado la necesidad de comprender el pasado para entender los problemas y las condiciones del presente. Esta perspectiva de la revisión histórica como clave para la construcción colectiva de un proyecto educativo en el marco de un proyecto de país es la posición que ha construido la CTERA a lo largo de todo este tiempo.

Basta resignificar algunos momentos de esa historia para dar cuenta de cómo el ideal independentista ha sido y es constitutivo de este proceso, junto a la idea de solidaridad, igualdad y justicia social.

Cuando la CTERA quedaba constituida en el año 1973, en la declaración de principios de Huerta Grande, ya se planteaba la preocupación original de nuestra organización por terminar definitivamente con la dependencia colonial.

Esta idea independentista permaneció a lo largo de la historia misma de nuestra organización, la cual ha sabido plantear que el debate por un proyecto educativo y la defensa de la educación pública no podían escindirse de las disputas necesarias en el campo político, cultural y económico.

Huerta Grande, La Marcha Blanca, la Carpa Blanca, la lucha contra la Ley Federal, el logro de una Ley de Financiamiento y un nueva Ley de Educación Nacional, el No al ALCA y la construcción de un Movimiento Pedagógico Latinoamericano, son las huellas vivas del persistente batallar de la CTERA en su constante preocupación por la construcción de una sociedad con igualdad y justicia social para todos y todas a lo largo de toda la vida. Son los hitos y huellas de la histórica y constante lucha por el derecho social y humano a la educación pública y popular, es decir, por una educación para la emancipación… / "El profundo proceso de transformaciones políticas, económicas, sociales y culturales, que nuestra patria necesita para eliminar la dependencia, concretar una sociedad justa y el pleno ejercicio de la democracia, requiere que la educación propenda al desarrollo de la conciencia y actitudes científicas y críticas de los educandos frente a la realidad y la sociedad"...

"El docente, trabajador de la educación, está trascendiendo la condición de transmisor de conocimientos para actuar permanentemente como un factor importante del avance social que posibilitará la auténtica liberación del hombre, la patria y los pueblos." P ara 1816 la revolución iniciada en mayo de 1810 vivía una crisis de grandes proporciones. En Europa las grandes potencias formaron la Santa Alianza que condenó a cualquier gobierno surgido de una revolución. Fernando VII volvió a su trono y se negó a negociar nada que no fuera la rendición de los insurgentes. Los realistas americanos y tropas españolas llegadas de Europa vencieron a casi todos los revolucionarios de América. Los rioplatenses quedaron en pie pero divididos en dos bloques rivales: la Liga de los Pueblos Libres, con un proyecto confederal, y las Provincias Unidas, con un sistema centralista. Pero incluso en estas algunas provincias, sobre todo Salta y Córdoba, se negaban desde 1815 a estar sometidas a la capital, Buenos Aires, y dejaron de obedecer a los directores supremos que gobernaban desde allí.

En ese contexto se convocó en Tucumán -muchos no hubieran aceptado una reunión en Buenos Aires-un congreso para volver a unir a las provincias y para declarar la independencia. La situación hizo que esta última opción fuera inevitable. A partir de 1810 hubo dos proyectos diferentes entre los revolucionarios. Todos querían el autogobierno: elegir sus autoridades, manejar su economía y dejar de depender de España. Pero algunos pensaban que eso podía hacerse respetando al rey, convirtiendo a la monarquía en un espacio federal en el que cada territorio valiera lo mismo que el resto. En cambio, otros plantearon desde el principio la conveniencia de independizarse por completo. Para 1816, la intransigencia de Fernando VII sepultó las esperanzas autonomistas. El rey sólo aceptaba volver a las cosas como eran antes, algo inadmisible para los revolucionarios. La única alternativa era la independencia. Y si esta fallaba el destino era sombrío: los periódicos porteños contaban con truculencia las ejecuciones, prisiones, destierros y embargos de bienes que los realistas llevaban adelante allí donde triunfaban.

Entonces, no había dudas en que se iba a declarar la independencia, lo que no se sabía era si realmente el Congreso llegaría a realizarse, dada la enorme desconfianza entre las provincias y entre distintos grupos políticos dentro de ellas. Algunos diputados que llegaron a Tucumán dudaron hasta último momento que el encuentro funcionara. Aunque hubo negociaciones intensas para sumarlas, las provincias que dirigía Artigas en la Liga de los Pueblos Libres decidieron no participar. Si bien contemplaban la posibilidad de la unión con el resto, no confiaban en el elenco político que se reunía en Tucumán. Recientemente se ha afirmado que en 1815, en el Congreso de Oriente al que las provincias de la Liga enviaron representantes (en Concepción del Uruguay), habrían declarado su independencia, pero no hay ninguna evidencia que permita respaldarlo. No hay un acta ni se juró en ningún lado, ni ninguno de los diputados presentes lo comentó, con lo cual todo indica que no hubo tal declaración. En realidad el congreso tenía como propósito negociar la unión con Buenos Aires, pero las tratativas fracasaron y se disolvió. De todos modos, es posible que los Pueblos Libres se consideraran ya independientes de España desde el afianzamiento de la Liga en 1815, sin hacer una declaración formal.

LOS OBJETIVOS DEL CONGRESO

Los diputados de las Provincias Unidas, incluyendo algunas del Alto Perú que estaban bajo poder realista, lograron finalmente formar el Congreso en marzo de 1816. Se plantearon cinco objetivos principales:

• reconstruir el poder central eligiendo una autoridad respetada por todas las provincias;

• declarar la independencia, definir el plan para intentar ganar la guerra con los realistas;

• reconstruir el orden interno terminando con las agitaciones que trajo la revolución; y • definir qué forma de gobierno tendría el nuevo país.

El primer esfuerzo fue designar un director supremo. Circularon varios nombres pero al final quedaron dos: Juan Martín de Pueyrredón, un porteño que había conocido la desgracia política en años anteriores y era diputado al Congreso por San Luis, y José Moldes, un salteño famoso por su fuerte animadversión hacia Buenos Aires. La delegación porteña y otros diputados aliados trabajaron duramente contra Moldes, quien no pudo asumir su banca, y en la elección resultó ganador Pueyrredón por unanimidad. Fue un paso importante para el Congreso, ya que reconstruía una autoridad general que en teoría sería respetada por todos los integrantes del Congreso. El sistema centralista renacía. % "Primera huelga docente" realizada el 20 de noviembre de 1881, las maestras de la Escuela Graduada y Superior de San Luis suspendieron las tareas de la escuela por llevar ocho meses sin percibir pago.

De inmediato los diputados urgieron a Pueyrredón a volver a Buenos Aires a calmar los ánimos, ya que se vivía una situación política compleja debido al proyecto de un sector porteño de convertir a Buenos Aires en una provincia federal y que dejara de ser capital para dedicarse a sus propios asuntos. Los centralistas lograron derrotar la iniciativa federal, pero se temían enfrentamientos armados y se encargó al director supremo terminar con esa agitación.

El segundo paso fue la declaración de la independencia. El 9 de julio, en medio de un gran entusiasmo, el Congreso declaró que: "es voluntad unánime e indudable de estas provincias romper los violentos vínculos que las ligaban a los reyes de España, recuperar los derechos de que fueron despojadas, e investirse del alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli". Resaltaban que el dominio español se había fundado en la fuerza, no en el consentimiento, con lo cual era ilegítimo. Días más tarde, cuando se supo que era inminente una invasión portuguesa contra la Liga de los Pueblos Libres, los diputados agregaron un cambio a la declaración: que la independencia era también respecto de cualquier otra dominación extranjera. En relación con la guerra, algunos diputados querían volver a organizar un gran ejército para enviarlo al Alto Perú (la actual Bolivia), donde tres expediciones revolucionarias habían sido vencidas en los años anteriores. Pero Pueyrredón optó por otro proyecto. En Cuyo, José de San Martín estaba preparando un ejército para atacar a los realistas en Chile, y pensaba que era más efectivo avanzar desde allí hacia el Perú, el gran bastión del rey en Sudamérica, que intentarlo otra vez a través del Alto Perú. En el mismo julio de 1816, Pueyrredón y San Martín se reunieron en Córdoba e hicieron un pacto: el primero daría apoyo total al plan cordillerano, y el segundo reorganizaría la Logia Lautaroque había dirigido la revolución entre 1812 y 1815-para ponerla al servicio del nuevo director supremo. Seis meses más tarde San Martín iniciaría el cruce de los Andes.

La obsesión de los diputados era reconstruir el orden interno. El 1º de agosto el Congreso lanzó un manifiesto en el que lamentaba cómo se habían roto los "vínculos de obediencia y respeto a la autoridad" y afirmaba que había llegado la hora de cambiar. "El estado revolucionario no puede ser el estado permanente de la sociedad: un estado semejante declinaría luego en división y anarquía". Por lo tanto, quienes promoviesen una insurrección o se opusieran a la autoridad del Congreso y del director supremo podían ser condenados a la expatriación o a la muerte. El nuevo lema era "fin a la revolución, principio al orden". Estas ideas se difundieron por otros medios para que llegasen a toda la población. Un verso del Cielito de la Independencia que se dio a conocer en Buenos Aires en septiembre decía:

"Todo fiel americano, hace a la Patria traición, si fomenta la discordia y no propende a la unión".

Para asegurar el control interno, se dejó la defensa de la frontera con los realistas del Alto Perú El Congreso fracasó en definir la forma de gobierno para el nuevo Estado. Por el influjo de la restauración conservadora en Europa, y como modo de poner fin a la revolución, muchos pensaron en apelar a un rey para las Provincias Unidas, establecer una monarquía constitucional. Belgrano propuso que ese rey fuera un descendiente de los incas, y así se lograría el apoyo de los indígenas en la región andina, que podía decidir el futuro de la guerra. Además, muchos revolucionarios se filiaban con el pasado incaico como un modo de afirmar su identidad americana frente a los españoles. San Martín, Güemes y muchos diputados apoyaron el proyecto, pero otros se opusieron y hubo un fuerte debate en la prensa entre los partidarios del plan y los que lo rechazaban. Estos defendían que el nuevo país debía ser republicano y oponerse a cualquier rey. La cuestión quedó inconclusa en ese momento.

Unos años después el sistema político reorganizado en Tucumán se derrumbó. Pero el principal aporte del Congreso, la declaración del 9 de julio, se mantuvo como referencia ineludible para cualquier proyecto político desde entonces. El mito de origen de la Argentina quedó para siempre asociado a dos conceptos muy fuertes: Revolución e Independencia. / C onviene partir de lo que se sabe y no siempre se recuerda. El Congreso de 1816 contaba con diputados por Buenos Aires, Tucumán, Salta, Jujuy, San Luis, San Juan, Mendoza, Catamarca, La Rioja, Córdoba, Santiago del Estero, Charcas, Chichas y Mizque pero no había representantes de Santa Fe, Corrientes, Entre Ríos, Misiones y la Provincia Oriental que integraban el Sistema de los Pueblos Libres; tampoco del Paraguay y menos aún de las poblaciones indígenas del Chaco y pampa-patagonia que no estaban sometidas a la sociedad hispanocriolla. Ese Congreso declaró la independencia pero habría que recordar que la proclamación de Bolivia como estado independiente se produjo en 1825, la del Uruguay en 1828 y la del Paraguay en 1842. Y que República Argentina fue la denominación elegida para nombrar un nuevo estado recién en 1826. El registro de estas evidencias deja algo en claro: el Virreinato del Río de la Plata no fue una prefiguración de la Argentina, como muchas veces se piensa.

Raúl Fradkin*

Americanos

Del Sud

Fiesta de la Independencia. Pancho Fierro 9 de Julio de 1816. Declaración de la Independencia Argentina

EL NOMBRE Y EL DESTINO

Podemos, entonces, considerar una segunda cuestión: desde el comienzo del proceso revolucionario los gobiernos con sede en Buenos Aires intentaron ejercer su autoridad sobre todo el Virreinato y acuñaron la denominación de Provincias Unidas del Río de la Plata. Esa denominación, incluso, fue recuperada por la Constitución Argentina en 1853 como equivalente a República y Confederación Argentina con el claro propósito de legitimar el nuevo orden y proclamar la continuidad jurídica de su soberanía.

Sin embargo, suele pasarse por alto que el Congreso de 1816 no declaró la independencia argentina sino que tomó la decisión de constituir "una Nación libre e independiente del Rey Fernando VII sus sucesores y Metrópoli" en nombre de las Provincias Unidas en Sud América y pocos días después agregó "y de toda otra dominación extranjera". Era, por cierto, la declaración de una "independencia nacional" pero esa nación no era la nación argentina y el término nación no hacía referencia a ninguna homogeneidad cultural supuesta, sino a un pacto político sostenido en la voluntad y el consentimiento de los pueblos.

Para comprenderlo conviene atender, al menos, a dos problemas. Por un lado, el proceso revolucionario había forjado una identidad americana politizando el uso de un término que hasta entonces tenía un sentido básicamente geográfico. En un principio se impuso la distinción entre españoles europeos y españoles americanos heredada del último tramo del periodo colonial, pero rápidamente las cosas empezaron a cambiar. Ante todo, porque esa distinción definió un alineamiento político y derivó en el antagonismo entre americanos y españoles. Pero también porque americanos empezó a incluir a los "naturales" y a las castas, no sin tensiones, disputas y conflictos. De esta forma, América pasó a ser el modo de nombrar una identidad colectiva de neto corte político así como una causa producto de la crisis revolucionaria aunque conviviera con otras identidades colectivas de referencia territorial menos extensa.

Por otro lado, ese americanismo estaba indisolublemente entrelazado con la guerra abierta en 1810 y si algo estaba claro para 1816 era que su desenlace habría de decidirse en el mundo andino. Por eso, realistas y revolucionarios sabían que su futuro dependía del apoyo 10 que pudieran obtener entre las comunidades indígenas andinas.

Pero, ¿podía la revolución rioplatense traspasar la jurisdicción del Virreinato del Río de la Plata e internarse en la del Perú? Así lo había propuesto Juan José Castelli en 1811 pero el gobierno revolucionario no compartió la idea. Sin embargo, su cautela no fue compartida por otros actores: así, por ejemplo, la prédica de Castelli en el Alto Perú se transformó en un rumor que circuló por el sur peruano anunciando que cuando llegara el "Inca Castelli" se iba a poner fin al tributo indígena. Más aún, la insurrección de Cuzco de 1814 lejos estuvo de respetar las jurisdicciones heredadas y se propagó hasta La Paz, aunque ya estaba derrotada cuando comenzó a sesionar el Congreso.

Ese contexto torna comprensible algunos debates que dividieron a los congresales, como la propuesta de instituir una monarquía y entronizar un descendiente de los Incas. Y también algunas de sus disposiciones: el nombre adoptado para el nuevo estado, la publicación del acta de independencia en castellano, quechua y aymara o la proclamación de Santa Rosa de Lima como "Patrona de la Independencia de América". La independencia y la guerra debían ser americanas como lo confirmó la campaña a Chile y el Perú.

LA OTRA GUERRA DE INDEPENDENCIA

Sin embargo, la guerra en Chile y los Andes no fue la única que se libró en el sur. Para 1816 los pueblos del litoral integraban el Sistema de los Pueblos Libres bajo la conducción de José Artigas y lo reconocían como su Protector. Artigas gozaba de enorme influencia popular y algunos testimonios indican que era reconocido como "el Verdadero Restaurador de la América" e incluso como "la verdadera Patria", dichos expresivos de las visiones populares del Directorio.

Los artiguistas ("anarquistas" los denominaba el gobierno directorial) se habían convertido en una alternativa revolucionaria más radical. Entre los Pueblos Libres el sentimiento independentista estaba extremadamente extendido pero su abierta oposición al Directorio y el Congreso no apuntaba a la secesión sino que expresaba su voluntad de no someter a los pueblos a la autoridad de un gobierno superior y por eso exigían que fuera confederal y republicano. De este modo, la disputa entre las Provincias Unidas y los Pueblos Libres se expresó en sus lemas: "En Unión y Libertad", proclamaban las primeras; "Libertad y Unión", clamaban los segundos. Eran dos maneras opuestas de entender el lugar de los pueblos en la unión. El orden de los factores alteraba el producto… La influencia del artiguismo por todo el litoral se apoyaba en una intensa movilización popular pero también en las alianzas que supo construir con las comunidades indígenas y parcialidades no sometidas. Era una original construcción política surgida de la guerra que hasta junio de 1814 se había librado contra el gobierno de Montevideo, el único bastión rioplatense de las fuerzas contrarrevolucionarias, y hasta principios de 1815 contra las tropas del Directorio que ocuparon la ciudad. Su derrota y retirada permitió la organización de la Provincia Oriental y del Sistema de los Pueblos Libres.

Esa situación sería incompresible sin las invasiones portuguesas que asolaron no solo la campaña oriental sino también a todos los territorios ribereños del río Uruguay y que convirtieron esa lucha en un componente decisivo de la guerra de independencia rioplatense. La primera invasión en 1811 motorizó la emigración de la población rural de la campaña oriental a la banda occidental del río Uruguay, extendió la influencia de Artigas por toda la región y radicalizó la insurrección. La segunda, iniciada en 1816, se transformó en una guerra generalizada por todo el litoral y devino en el intento de los guaraníes misioneros de reconstruir la antigua provincia jesuita impulsando la insurrección de los pueblos guaraníes que estaban bajo la jurisdicción de Buenos Aires, Paraguay o Portugal. Era un proyecto autónomo integrado al Sistema de los Pueblos Libres en el cual cada pueblo ejercería su autogobierno sin subordinación alguna ni a los jesuitas ni a las autoridades de Buenos Aires, Asunción, España o Portugal. Esa insurrección era, así, una revolución aun más radical y estaba protagonizada por los indígenas guaraníes y logró extenderse sobre Corrientes pero fracasó en su propósito de afianzarse en el sur del Brasil.

En tales condiciones, una alianza entre el Congreso de las Provincias Unidas y los Pueblos Libres fue imposible y mientras aquellas llevaron la guerra a Chile y el Perú, éstos debieron enfrentar una guerra contra la dominación portuguesa.

FINAL

Las historiografías latinoamericanas se configuraron durante el siglo XIX y en gran medida la independencia fue el tema en torno al cual se formaron. A poco de andar, la escritura y la enseñanza de la historia pasaron a tener un lugar relevante para los estados nacionales que se estaban construyendo pues encontraron en la historia una herramienta de legitimación. De este modo, terminó por imponerse una memoria fragmentada de lo que había sido una historia común, una memoria dividida por los marcos territoriales que esos estados lograron delinear a lo largo del siglo XIX. Por eso para entender los dilemas y los significados de la declaración de independencia de 1816 resulta imprescindible recuperar esa historia común de los americanos del sud. Nunca falta el argentino que se lamente porque supuestamente "perdimos" los territorios que integraban el Virreinato: sería bueno advertir que si algo se perdió en aquellos años fue la posibilidad de que la independencia derivara en la formación de un estado independiente que integrara los pueblos del sud de la América. / L a imagen pintoresquista de la declaración de la Independencia hace creer que la revolución y lo que la rodeó fue un proceso natural, inscripto en el orden mismo de las cosas, por eso sin necesidad de forzamientos ni violencias. Mucho más que billikeneana o de efemérides escolar, esa perspectiva es poderosa porque expresó y expresará siempre los consensos conservadores de nuestra sociedad, que gustan quedarse fijos en las estampitas del Cabildo y de la Casa de Tucumán. Vale recordar, entonces, que en 1816 pendió de un hilo lo conquistado en la dinámica política y social abierta en 1810; que la contrarrevolución realista estuvo cerca de arruinar en todo el continente las experiencias flamantes de poderes democráticos y autónomos de dominaciones extranjeras; por lo tanto, de obligar a mayores sacrificios y derramamientos de sangre. ¿Cómo se origina esa coyuntura nefasta para los americanos? Fernando VII, cuya captura a manos de las fuerzas de Napoleón había generado la crisis de poder aprovechada por los revolucionarios, vuelve al trono a fines de 1813. Está decidido a erradicar todo lo que huela a libertades en la península y a recuperar su dominio de las colonias americanas. La derrota de Napoleón, en tanto hijo de la Revolución Francesa, alivia a las clases conservadoras de toda Europa que acarician así la posibilidad de que el mundo vuelva a su quicio. El general español Pablo Morillo parte de Cádiz a comienzos de 1815 al frente de una fuerza expedicionaria de 10.000 hombres. Corre la noticia de 12 Año terrible "E l año 1816 fue el año terrible de la emancipación americana" escribe José María Ramos Mejía en Las multitudes argentinas. "Los ejércitos inertes o destrozados, el gobierno sin autoridad, pobre y desarmado en el rincón más olvidado del territorio. Los hombres dirigentes muertos o desterrados, o cuando menos paralizados por el tremendo desastre." Aunque este diagnóstico contundente fue escrito cuando el siglo XIX terminaba, es muy probable que quienes llevaron adelante la revolución y los miles que enfrentaron en los campos de batallas a los realistas también tuvieran la impresión de estar viviendo un año terrible.

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que desembarcará en el Río de la Plata. Otra que un telegrama de despido o una lista negra. Ante la inminencia de un escarmiento feroz, cuesta mucho encontrar a un clérigo dispuesto a tomar la palabra desde el púlpito el 25 de mayo para conmemorar lo sucedido 5 años atrás. No es difícil imaginar la inquietud, el miedo, la indecisión. Belgrano se pasa buena parte de 1815 en Inglaterra, en busca de una alianza con una rama de la familia de los Borbones para que la restauración monárquica que parece inevitable respete algo de lo alcanzado. Por otra parte, la saña de los realistas victoriosos contra los revolucionarios se conoce bien por lo que ocurre en Chile. En la batalla de Rancagua -octubre de 1814-los patriotas enemistados entre sí fueron derrotados; si la dominación española había eludido allí la crueldad, ahora se vuelve fiera. Al norte de Jujuy, en el Alto Perú, el paisaje se altera por las cabezas de guerrilleros clavadas en palos: es la guerra a muerte escribe Mitre. De la rebelión de Cuzco que tiene amplia base social indígena y llega hasta La Paz, a mediados de 1815 sólo quedan grupos replegados, casi en fuga.

La expedición de Morillo finalmente desembarca en Venezuela y en el norte del continente la suerte de la revolución es también adversa. Escribe John Lynch en su biografía de Bolívar: "El año de 1816 fue el más negro de la revolución americana, el año de las horcas en Nueva Granada y de la reacción y el castigo a lo largo y ancho del continente." Refugiado en Jamaica, Bolívar sufrió un atentado que estuvo cerca de acabar con su vida. En 1816 ya está en Haití, en tratativas que en más de un sentido serán relevantes con su presidente, Alexander Pétion. En Montevideo, en la Provincia Oriental, también en Entre Ríos y las misiones, la contrarrevolución amenaza y lastima a través del azote del Imperio portugués.

¿Cómo se sale de un año terrible? Si lo seguimos a Ramos Mejía, la coyuntura tan adversa de 1816 se superó gracias a la acción de las multitudes que mantuvieron viva la "rabia de la emancipación", la fuerza que lograba convertir piedras, hondas y palos en armas poderosísimas que hacían retroceder a ejércitos experimentados, tal el caso de las republiquetas del Alto Perú, ese otro 1918. Reforma Universi taria. Córdoba .

El Grito de Alcort a -Junio 1912

Las pésim as condi cione s de los colon os, en su mayo ría inmig rantes , provo có el estall ido de una enorm e protes ta de los peque ños produ ctores , en la provin cia de Santa Fe, en la colonia de Alcort a, en 1912. El confli cto se extend ió rápida mente a las provin cias de Bueno s Aires y Córdo ba % Luchas y resistencias populares 14 E n la actualidad consideramos que la única comunidad política legítima es la nación concebida como un pueblo que posee rasgos distintivos, una historia en común y un territorio. Pero esto no era así durante las primeras décadas del siglo XIX ya que las comunidades políticas eran los pueblos, es decir, las ciudades o provincias que habían reasumido su soberanía tras la revolución. Y dado que eran entidades libres e independientes, podían acordar o no su integración en una nación según su voluntad e interés. A esto debemos agregar que las actuales identidades nacionales aún no existían y que los revolucionarios se consideraban americanos. Es por eso que si queremos entender el sentido que tenía el concepto de independencia, tenemos que dejar de lado los relatos históricos tradicionales que la suponen protagonizada por nacionalidades ya constituidas.

En 1808 la monarquía española se sumió en una profunda crisis como consecuencia de las Abdicaciones de Bayona y de nombre las "montoneras" según Mitre. Halperin Donghi señala que por una vez hay que atender a las evocaciones estereotipadas de nuestro pasado que sólo subrayan el obrar de los "grandes hombres". Porque sin dudas el genio político y militar de San Martín y Bolívar fue fundamental para impedir la reconquista española y hacer revivir "la revolución hispanoamericana al borde de la extinción". Una y otra cosa constituyen mucho más que el fondo del Congreso de Tucumán, se entrelazan con él, lo condicionan. Es cierto -de vuelta con Halperin-que al reemplazar el trato de ciudadanos que se daban los representantes en la Asamblea del año XIII por el de señores se marcaba un espíritu conservador, pero la declaración de la independencia es una acción política fundamental y arrojada. Vicente Fidel López: el Congreso de Tucumán "recibió a la Patria casi cadáver" y debía "reanimar sus fuerzas, quemar las naves". Así lo hizo, aunque al poco tiempo proclamara "Fin de la revolución, principio del orden", de seguro inquieta por las desavenencias cada vez más importantes entre los patriotas.

Por último y glosando a Walter Benjamin, recordemos que el peligro amenaza una y otra vez al pasado -a los muertos, a lo que se supo conquistar, a la misma verdad-cuando las clases dominantes se apoderan de él y lo recubren de su conformismo, de su enemistad profunda con una vida más plena y justa. Un peligro amenazaba a la revolución en 1816; este otro también la amenaza hoy. / Matías Farías* Fabio Wasserman** ] [ S olemos utilizar el concepto de independencia para referirnos a la no dominación de un sujeto o de una comunidad política que, por eso mismo, puede existir y actuar en forma autónoma o soberana. Pero esa definición es insuficiente si queremos entender cómo concibieron sus protagonistas a la independencia americana. Esto se debe a que los usos y significados de los conceptos políticos cambian a lo largo del tiempo y, además, a que éstos tienen diversas connotaciones y un carácter polémico pues en cada momento pueden expresar distintas visiones y proyectos. la ocupación francesa. Los pueblos españoles crearon juntas y comenzaron a luchar por su independencia, contando con la adhesión de los criollos que se consideraban miembros de la nación española y se identificaban como españoles americanos. Esto comenzó a cambiar a partir de 1810, cuando el triunfo francés precipitó la disolución de la Junta Central que gobernaba en nombre del rey cautivo. En varias ciudades de América, como Buenos Aires, se crearon juntas que asumieron la soberanía en nombre de los pueblos y del monarca. Fue entonces que comenzó a plantearse la independencia de los pueblos americanos. Sin embargo había divergencias en cuanto a sus alcances. Mientras que algunos grupos aspiraban a lograr una mayor autonomía dentro del orden monárquico, como ya lo habían intentado las juntas de Charcas y La Paz en 1809, otros pretendían asumir la soberanía plena para emanciparse. Esta posición, impulsada inicialmente por Mariano Moreno, es la que se impondría al calor de la revolución y de la guerra. Ahora bien, aún entre quienes propiciaban una ruptura total había diferencias en relación a qué implicaba la independencia, enfrentándose los que querían constituir un poder centralizado, y los que defendían la independencia y la soberanía de los pueblos como el artiguismo. Esta aspiración no fue reconocida por el Congreso de Tucumán, integrado por diputados de algunas ciudades que hoy forman parte de Argentina y de Bolivia, y que el 9 de julio de 1816 declaró la Independencia de las Provincias Unidas en Sud América, dejando así abierta la posibilidad de que se integraran otros pueblos.

Durante los últimos dos siglos, el concepto de independencia tuvo una rica trayectoria en la que fue utilizado para expresar políticas de emancipación. Desde los románticos que querían construir una lengua y una cultura nacional, pasando por los movimientos americanistas, criollistas e indigenistas, las configuraciones políticas nacionales y populares, los proyectos revolucionarios y anti imperialistas, hasta las formula- % 16 ciones teóricas como la "teoría de la dependencia"; la independencia, retraducida y reinterpretada en cada contexto histórico, encontró su lugar en el horizonte utópico argentino y americano. Sin embargo, debemos tener presente que su potencia pudo ser utilizada también para legitimar algunos proyectos antipopulares, incluso algunos de los más nefastos: "Operativo Independencia" fue el nombre escogido para designar la represión comandada por Bussi durante 1975 en Tucumán y que fue la prueba piloto de lo que acontecería a partir de 1976.

Más allá de las precisiones históricas, este recorrido nos permite apreciar la complejidad del concepto de independencia y su vinculación con las disputas por el poder y por la construcción de una hegemonía -operación política por la cual un sector representa al conjunto de la comunidad imponiéndole sus valores e intereses-. En ese sentido quisiéramos recuperar algunos problemas vinculados con el concepto que remiten tanto al pasado revolucionario como a nuestro presente.

En primer lugar podemos advertir que la independencia tiene un carácter relacional y conflictivo, ya que siempre se define frente a otro sujeto político. Pero esta definición también puede ser motivo de disputa, tal como sucedió en la revolución americana cuyos protagonistas disentían en cuanto a su alcance: ¿independencia absoluta o relativa?. A lo cual podemos sumar otro problema que remite a proyectos ideológicos enfrentados: ¿en nombre de qué ideas y valores se aspira a la independencia?

En segundo lugar, y vinculado con lo anterior, el concepto implica una definición de los sujetos que pueden proclamarla: ¿quiénes se declaran independientes? Esta pregunta remite a una dimensión política y social de la soberanía. En el contexto de la independencia, los pueblos o la nación, según los proyectos en pugna, aspiraban a constituirse en los sujetos soberanos. Pero esto no resolvía a qué grupos se incluía entre los americanos que se declaraban independientes. ¿Sólo lo hacían los criollos o también se incluía a los indígenas y a las castas? ¿Y qué pasaba con los esclavos, quienes por definición no podían ser libres ni independientes? ¿Y con las mujeres, que si bien eran libres, dependían de sus padres y esposos?

En tercer lugar, el concepto de independencia se vincula con las disputas por las formas de gobierno. El Congreso de Tucumán declaró la independencia pero no logró consagrar una forma reconocida por quienes aspiraba a representar, ya que la Constitución de 1819 concitó fuertes rechazos por su centralismo. En ese sentido debemos tener presente que independencia no siempre es sinónimo de autogobierno pleno; de hecho, en esos años se barajaron formas monárquicas o protectorados para garantizar la independencia.

En suma, proclamarse independiente supone considerar quién lo hace, frente a quiénes, con qué alcance, en nombre de qué ideas, según qué fines y, además, qué forma de gobierno expresa estas definiciones previas. Aún hoy puede calibrarse un proyecto independentista según cómo se posicione respecto a estas cuestiones, lo cual implica una disputa por el sentido del concepto, por sus usos, sus apropiaciones y sus significados, así como también una definición sobre la libertad y la igualdad, y las relaciones de poder dentro de la sociedad. A pesar de estos avances, por momentos se sigue ignorando la presencia indígena en espacios rurales donde se ha probado la existencia de tolderías y de relaciones interétnicas muy fluidas. Esto lleva a que la historia argentina y la historia "indígena" corran por caminos paralelos con escasos puntos de confluencia entre ellos. En este sentido, los indígenas aparecen y desaparecen de la historia nacional en función de algunas coyunturas concretas.

Una de las coyunturas que se ha comenzado a estudiar ha sido el proceso re-volucionario que se desarrolló en el Virreinato del Rio de la Plata durante las dos primeras décadas del siglo XIX, intentándose un acercamiento al impacto que pudo haber producido el mismo en las extensas fronteras que definían el territorio y, por ende, en los grupos indígenas independientes. El más evidente ha sido la participación de milicias indígenas tanto en los ejércitos revolucionarios como en los realistas. ¿Por qué algunos grupos nativos apoyaron a los líderes revolucionarios en tanto otros hicieron su opción por el mantenimiento del régimen colonial? Para responder esta pregunta es necesario conocer el tipo de vínculo Soldados indígenas en la Revol ución del Rí o de la Pl ata A ctualmente, el conocimiento histórico que se tiene sobre los grupos indígenas no sometidos en los territorios de Pampa-Patagonia y el Gran Chaco ha dejado atrás la imagen de un mundo homogéneo en constante conflicto con los "blancos" y la ha reemplazado por otra que, sin abandonar la idea del conflicto, muestra las relaciones cotidianas y pacíficas que involucraron a indios y blancos en los espacios de frontera.

Silvia Ratto*

[ ] que previamente habían establecido los jefes indígenas con la sociedad hispano criolla y los cambios que un nuevo orden político podía acarrear.

El ejemplo más contundente sobre la adhesión indígena al ejército realista es lo que sucedió en el Reino de Chile. Hacia fines de la colonia, los principales jefes indígenas habían firmado acuerdos de paz con las autoridades coloniales que se reiteraban periódicamente. Entre los puntos acordados más importantes, se contaba la adjudicación de cargos militares a los caciques que cobraban un sueldo por ellos; la educación de sus hijos en el Real Colegio de San Carlos en Santiago y en el Colegio de Naturales en Chillán y la garantía de que los comerciantes indígenas pudieran comerciar sus productos en circuitos mercantiles locales y regionales. Al producirse la revolución, los patriotas intentaron contar con el apoyo indígena apelando a un discurso republicano que proponía la integración de los nativos como ciudadanos en igualdad de condiciones que los criollos. Esta apelación, sin embargo, tuvo el efecto contrario al deseado. Para los caciques la igualación social propuesta, más que una ventaja, se convertía en un perjuicio ya que implicaba el fin de los privilegios que se habían obtenido luego de las largas y continuas negociaciones coloniales. Esta situación no era ignorada por los partidarios de la corona que agitaron precisamente el argumento de la pérdida de los privilegios para lograr la adhesión indígena. Y fueron mucho más exitosos que sus rivales. Según señala el historiador chileno Jorge Pinto Rodríguez, de las 22 principales agrupaciones indígenas de la Araucanía, solo 5 se unieron a los patriotas y 2 permanecieron neutrales. El resto de los caciques apoyo militarmente a los realistas y fue uno de los principales sostenes del ejército que mantuvo una fuerte resistencia a los ejércitos patriotas hasta inicios de la década de 1830.

Un ejemplo diferente que muestra la incorporación de soldados indios en los ejércitos revolucionarios sucedió en el litoral rioplatense, en el territorio de la actual provincia de Santa Fe. El papel de los indios como soldados se remontaba al momento de la fundación de misiones religiosas en las décadas de 1740 y 1750. Los indios misioneros cumplían varias tareas militares: defendiendo las propias misiones, integrando cuerpos auxiliares que, rotativamente, protegían otras guardias españolas y participando de expediciones al interior del territorio indígena del Chaco. La economía de las misiones se basaba en el cultivo de la tierra y, fundamentalmente, en la cría de ganado vacuno y ovino que eran los bienes principales para la alimentación de la población y para el comercio de cueros y de textiles. A fines de la colonia, los continuos ataques recibidos por parte de indios no sometidos disminuyeron de manera considerable los recursos ganaderos. Durante la década de 1790, el Cabildo santafesino, a través de compras de ganado realizadas a los vecinos de la ciudad, mantuvo relativamente abastecidas a las misiones. Pero a inicios del nuevo siglo, el interés por el sostenimiento de esos pueblos fue disminuyendo y algunos capitulares llegaron a proponer su disolución. La medida no se llevó a cabo pero, en los hechos, sig-nificó el fin de la colaboración económica. Librados a sus propios recursos, los indios intentaron mantener sus stocks ganaderos, recurriendo en ocasiones a la apropiación de ganado de los vecinos hispanocriollos. En este contexto de creciente hostilidad se produjo el ingreso de las tropas artiguistas en el litoral rioplatense. En 1814 el corregidor indígena de la misión de San Javier, se pasó a las filas artiguistas con 400 indios. Estos indios serían los primeros aliados del artiguismo en territorio santafesino y su participación en esa alianza tuvo características peculiares: el "pago" por su colaboración en el ejército fue la apropiación de bienes durante las campañas. Los indios no se integraron por una adhesión a la prédica artiguista de organizar una confederación en contra de los planes centralistas de Buenos Aires sino a la necesidad urgente de sostener económicamente sus asentamientos. Colateralmente, representó una represalia contra el gobierno santafesino que mantuvo una política hostil hacia ellos.

Estos breves ejemplos intentan mostrar que los líderes nativos diseñaron su política en función de los beneficios concretos que podía ofrecer cada uno de los bandos en pugna. En ese sentido, las alianzas no se hacían en apoyo a tendencias políticas de patriotas/realistas, centralistas/confederacionales sino que el auxilio como fuerzas militares operaba según sus propios objetivos. La situación de los pueblos de ante la Declaración de la Independencia P ero ese mundo social no estaba quieto. Su movimiento era constante como el ruido de los caballos y el paso de los hombres que entraban y salían de la ciudad llevando y trayendo mensajes, armas, hombres y expectativas en esos años de 1815 y 1816.

La Rioja era una jurisdicción que dependía desde 1783 de la Gobernación Intendencia de Córdoba en calidad de subalterna. Había sido fundada en 1591 y entre las muchas prerrogativas que tuvo, una fue la de ser ciudad con Cabildo. Este se convirtió en el centro de la soberanía riojana y de un poder incontestado que llegaba hasta dónde el caballo y el hombre pudiesen andar en uno, a los sumo, dos días. Ese era el territorio de su poder. Las Familias principales que habían fundado la ciudad fueron acreedoras de derechos que no olvidarían nunca.

Mil ochocientos quince, mes de abril. El poder del director Supremo Carlos de Alvear se desmorona frente a la evidencia del poder de los federales que crece en el Litoral, y no sólo, y por las armas de Álvarez Thomas que encabeza la partida que lo destituye. La opción de los Pueblos Libres se alimenta de nuevos aliados, Córdoba se cuenta entre los de la partida.

[ ] Po r Va len tin a Ay rol o L a R io ja en 1 8 1 6 U n mundo social regido por Casas, esto es por Familias compuestas por parientes sanguíneos, espirituales y muchos otros allegados. Una sociedad que se percibía como un cuerpo. Una religión sola, la católica romana que unía y daba sentido a las partes de ese mundo colectivo. Una comunidad que tenía sus intereses en la campaña y sus ojos en una pequeña ciudad que administraba los negocios de todos. Así era de manera somera y general la jurisdicción de La Rioja cuando se declaró la Independencia. % mayo se creaba un gobierno nuevo y el 23 de julio, de manera unilateral, el gobernador depositaba la administración riojana en manos de su hijo Ramón "tratando de hacer hereditario el gobierno del Padre al Hijo" como lo denunciaron sus detractores.

Finalizando 1815, el gobierno con sede en Buenos Aires decide la convocatoria a un congreso, única forma de contrarrestar el avance de los Pueblos soberanos sobre el proyecto de soberanía única de Buenos Aires. En abril de 1816 el sector contrario a los Brizuela y Doria comandado por los Villafañe, toma el poder local con el propósito de volver a la órbita de Córdoba. No medían ideologías sino intereses particulares.

Desde mayo de 1816 se encontraba reunido en Tucumán el Congreso constituyente. El diputado riojano era el sacerdote Pedro Ignacio de Castro Barros, enviado por la Casa de los Brizuela y Doria. El cambio de mando en La Rioja podía modificar la relación de fuerza al interior del Congreso. Entonces, se decide intervenir con el propósito de restaurar el poder de los desplazados, a través del envío de una partida de hombres del Ejército auxiliar del Perú. La injerencia de Castro Barros en favor del restablecimiento del poder de los Brizuela, fue clara. Esto no ocurrió sin luchas, éxodo y cárcel para los de la Casa Villafañe. Ramón Brizuela y Doria es restaurado en el mando de la Provincia cuando se firma el acta de independencia, y gobierna hasta 1817.

En el escenario riojano los años de 1815-1816 son los de las independencias. La que intenta La Rioja de Córdoba, por ser ciudad soberana, la que pretenden las Provincias reunidas en Tucumán porque los tiempos apremiaban y el rey Fernando está de vuelta en su trono. Las independencias no solo son hijas de la coyuntura. También son parte de las estrategias que se dan los actores políticos de aquel momento para seguir administrando el poder del que se creían herederos. En La Rioja no había entonces unitarios y federales, solo Casas que se disputaban, como durante la Colonia, el control del poder local. / 23 * Universidad Nacional de Mar del Plata-Conicet. M i investigación sobre los federales de Buenos Aires durante este período muestra un matiz importante con relación a esta trama histórica. En mi opinión, durante 1816, en sede bonaerense se presentan no sólo tensiones políticas sino que se impugna con enorme fuerza la hegemonía centralista. Exactamente en junio, ponen sobre la mesa del Gobernador Intendente de la provincia tres Representaciones con una clara postura de poder. Quienes así lo hacen, se presentan como "vecinos de la ciudad y la campaña", exigen que Buenos Aires sea una "provincia independiente" y que se adopte de forma inmediata "un gobierno federal".

En efecto, no se trata de una protesta testimonial de un puñado de vecinos. Por el contrario, es una fuerza alternativa de poder. Dos grupos políticos diferentes forman lo que denominé la tendencia confederacionista de 1816. Me refiero por un lado a un sector de centralistas desencantados con esa estrategia de poder que, a sus ojos, sólo trajo reclamos permanentes de las provincias no sólo por el autoritarismo militar de Buenos Aries sino también por las continuas derrotas militares que ocasionó enormes costos humanos, económicos y militares. Y, por otro lado, los federales locales que es una fracción política minoritaria por esos días. Esta tendencia política heterogénea, también la calificó N i lo co s, n i p o co s Lo s co nf ed era cio nis tas de Bu en os Ai res pr op on en ca mb iar el cu rso de l Co ng res o de Tu cu má n [ ] Por Fabián Herrero* L a imagen más habitual del período pos revolucionario presenta a Buenos Aires como una especie de campeona del centralismo político. A partir de entramados institucionales diversos (Juntas, Triunviratos, Directorios), es la que domina la escena pública de las provincias durante toda la década de 1810. Es la que justamente impone aquella opción de poder en el Congreso de Tucumán, al designar a Pueyrredón como Director propietario en mayo de 1816. Con esta fuerte imagen, resulta muy común señalar que, en un clima de paz, durante el mes de julio, se trasladan a Buenos Aires tanto el nuevo Director como el Congreso Nacional.

de Movimiento de Pueblo, en la medida que consigue aglutinar diversos actores que atraviesan distintos órdenes, social y político. Son de distinta jerarquía de poder, desde el Director interino del estado, pasando por el gobernador intendente, pero también eclesiásticos y militares, como así también alcaldes de barrio de la ciudad, esto es, recorren autoridades de distinta jerarquía y de diferente espacio territorial. Además, se trata de actores que han tenido un pasado político en la provincia ocupando cargos de importancia. En síntesis, no son pocos y tampoco son aventureros de la política.

¿Qué proponen y qué cambios expresan estas Representaciones? Expresan, por cierto, un cambio de matriz político-ideológico de importancia. Lo que en rigor proponen es una confederación, esto es, un gobierno general que dirija las cuestiones más sobresalientes relativas a la guerra y la paz, la promesa de auxilios entre las partes y la idea de que cada provincia se gobierne a sí misma fundada en la legitimidad de su propia soberanía. Esta convicción política va acompañada, además, de la creencia de que ya en los propios hechos este federalismo es defendido y vivido en casi todas las provincias. Por este motivo, señalan que desde el año 1815 varias de ellas así se expresan. Mencionan los casos de Santa Fe, Córdoba, entre otros. De este modo, no solo están proponiendo una iniciativa federal sino que la presentan como una iniciativa que ya está en marcha en otras realidades provinciales. Es de notar, además, que para hacer efectiva la propuesta confederal, no se exige un cambio de los diputados porteños presentes en el Congreso. Lo que se reclama es un cambio de sus instrucciones. Con ese nuevo programa político en las manos de los actuales diputados, los confederacionistas de Buenos Aires, pretenden ser escuchados en Tucumán. En síntesis, la propuesta pretende cambiar el curso de esa Asamblea Nacional. Y aquí podemos agregar otra notable novedad. Si tenemos presente que el bloque artiguista se expresó del mismo modo, mientras que hay situaciones locales como la de Córdoba o las ciudades del Alto Perú que también han mostrado simpatías hacia ella, resulta por demás de probable que otra historia se pudo haber contado sobre dicha Asamblea Nacional.

Llegados a este punto conviene preguntarnos, ¿por qué resulta atractiva la propuesta confederal que aglutina a sectores que antes se oponían al federalismo? Desde los días de la Revolución, la guerra emprendida contra los realistas solo ha sufrido continuas derrotas. El Movimiento de Pueblo de junio propone dejar de lado esos enormes gastos de la guerra y sus lamentables consecuencias humanas. Lo hace prometiendo que los recursos de la provincia (especialmente los de la aduana), serán solo utilizados para la propia Buenos Aires. Ahora bien, ¿Por qué luego de casi más de 15 días de un virtual empate de fuerzas fracasa el movimiento de pueblo? Entre otros motivos, el más sobresaliente es que no tienen una propuesta clara sobre cómo luchar contra los realistas. Pensemos % Marzo de 1971. El Viborazo , en Córdoba , conocido como el segundo Cordoba zo. 4 de abril de 1972. El Mendozazo. Huelga por tiempo indeterminado y movilización docente con un fuerte acompañamiento de obreros y estudiantes. Fue duramente reprimida por las fuerzas armadas.

que la guerra no se termina porque una parte la decida. La guerra está aún abierta. De este modo, más allá de los fracasos guerreros se necesita de una nueva estrategia. Los centralistas en el poder la tienen. Es la estrategia de San Martin que impulsa el flamante directorio de Pueyrredón. Los confederales, si bien no lo hacen explicito, bien podemos imaginar que se trata de armar un ejército formado con la voluntad de las partes soberanas. Esta experiencia fracasó en Estados Unidos, en cuanto las partes solo colaboran como quieren o pueden. De este modo, resulta muy difícil armar y organizar allí un ejército poderoso.

Los confederacionistas porteños, para terminar estas breves notas, no fueron pocos ni tampoco locos, como los descalificaba la prensa centralista porteña. Desde Buenos Aires, el territorio quizás más dominado por el centralismo, plantearon una verdadera propuesta de poder alternativo que pudo haber cambiado el curso no solo de la política provincial sino también la del Congreso Nacional reunido en la ciudad de Tucumán. / P oco después de conocida la declaración, el bando artiguista encabezado por Juan Pablo Bulnes se sublevaría exigiendo el auxilio para las autoridades de Santa Fe ante las amenazas de invasión por parte de las fuerzas de Buenos Aires. Los intentos de mediación oficiados por el gobernador Díaz no llegarían a buen puerto. Por intervención del Director Supremo, el gobernador de Córdoba sería reemplazado y la sublevación sofocada.

Además de aquellas tensiones, la declaración de la independencia fue recibida con incertidumbre y recelo. ¿Quién era el sujeto de la declaración? El acta capitular habla de la independencia de "la América", mientras que el acta de Tucumán se refería a las "Provincias Unidas en Sud América". Pero ¿independientes de quién? "De Fernando VII, E l 3 de agosto de 1816 el Cabildo de Córdoba recibió un pliego del Soberano Congreso junto con el acta en la que se declaraba "independiente la América de los Reyes de España y su Metrópoli", según se hizo constar en el libro capitular. La noticia llegaba en medio de un clima de fuerte tensión interna, alimentado por la vacilante y dispar actitud que la elite cordobesa mantenía hacia la causa de Artigas. Si, por un lado, bajo la protección del líder oriental Córdoba había declarado su independencia en 1815 y había tenido incluso una modesta participación en el Congreso de Oriente, por el otro, el gobernador José Javier Díaz no estaba dispuesto a romper con el nuevo proceso constituyente iniciado en Tucumán. % Luchas y resistencias populares 27 sus sucesores y metrópoli" decía la declaración original. No obstante, dos días después de recibida la noticia, el 5 de agosto, el Cabildo de Córdoba creyó necesario comunicar al Soberano Congreso que la voluntad de la Provincia era la de ser independientes no sólo del Rey de España y sus sucesores, "sino también de toda otra dominación extranjera". Para entonces, ese significativo agregado ya se había incorporado a la declaración, en sesión secreta del Congreso, el 19 de julio. Se adujo para ello la necesidad de sofocar los rumores que circulaban sobre la supuesta intención del Director, del general Belgrano y otros miembros del Congreso, de "entregar el País a los Portugueses" (Asambleas Constituyentes, I, p. 484). El hecho de que la cuestión fuese todavía debatida quince días después en Córdoba, parece indicar la inquietud causada por esos rumores.

Pese a todo, a tenor de las actas del cabildo, la declaración se habría jurado en Córdoba, con aquel agregado, el 4 de agosto. A pedido del Cabildo, unos días más tarde, el escribano dejó constancia de que aquel día se había jurado la independencia "con la pompa posible", por todas las Corporaciones y "al-gunos vecinos" de la ciudad. Resulta llamativa esta discreta y tardía constancia, si se la compara con el detallado registro que años antes se había hecho del juramento de obediencia a la Asamblea de 1813. El contexto y las expectativas eran ahora quizás menos auspiciosas. La noticia de la independencia parecía ahogarse en Córdoba entre la tensión y la incertidumbre que dominaban el clima político local. / C ó rd o b a y la D ec la ra ci ó n d e T u cu m án D esde el mismo inicio del proceso revolucionario es posible identificar en esta ciudad, un sector de la elite que buscó obtener para el Cabildo de Santiago del Estero un mayor grado de autonomía en el manejo de los asuntos locales, cuestión que se tornó un tema central en la coyuntura 1815-1816 de la mano de Juan Francisco Borges.

No obstante, en los primeros años de la revolución esta tendencia casi no tuvo mucho desarrollo en el interior de las Provincias Unidas. Solo de la mano del crecimiento del Proyecto de los Pueblos Libres de José Artigas, como propuesta política alternativa a la encabezada por Buenos Aires, comenzaron a tomar fuerza aquellos que querían mayor autonomía con respecto al poder central o a otras jurisdicciones. En el caso de Santiago del Estero, la decisión del Directorio de subordinar esta ciudad a San Miguel de Tucumán dentro de la nueva Gobernación de Tucumán, fue el disparo de partida para que un sector de la elite iniciara la búsqueda de la independencia para este espacio. En 1815 el Cabildo elevó una solicitud al Director Interino Álvarez Thomas en la que le solicitó que se revisara la decisión de subordinar a Santiago del Estero. Álvarez Thomas decidió que era una cuestión que debía resolver el Congreso convocado para el año siguiente. Ante esta situación, y teniendo en cuenta que La Rioja había logrado su separación de Córdoba por la fuerza, comenzaron los preparativos para conseguir lo mismo por iguales medios. Sin embargo la intentona, liderada por Juan Francisco Borges, no logró su cometido. La intervención militar de Bernabé Aráoz, gobernador de la Provincia de Tucumán, con el apoyo de un sector rival al autonomista frustró el intento de separación. Pero esto no alcanzó para que la situación política interna se relajara, todo lo contrario.

Mientras el Congreso se reunía en Tucumán, el clima político en Santiago se puso cada vez más tenso. Las divisiones * Universidad Nacional de Mar del Plata, Conicet.

1 816 fue un año singular para Santiago del Estero. Si la atención de las Provincias Unidas del Río de la Plata estaba puesta en el Congreso que debía reunirse en San Miguel de Tucumán para definir el rumbo de la revolución, en esta jurisdicción, las preocupaciones estaban repartidas entre los problemas del conjunto y los intereses particulares. 29 entre la elite local se agudizaron y se comenzaron a experimentar conflictos de distinta índole. La recluta de hombres para los ejércitos de la revolución ordenada por el Congreso, por ejemplo, no pudo ser llevada adelante por la resistencia que generaba dentro de la población y por el poco apoyo de parte de los miembros del Cabildo alineados con el autonomismo. La tensión llegó al punto de que el alcalde de 1º voto solicitó al general del Ejército Auxiliar del Perú el nombramiento de una autoridad que interviniera en los asuntos locales ante la división del Cabildo. Por esta razón, Manuel Belgrano nombró al sargento mayor Gabino Ibáñez como Teniente Gobernador de Santiago en agosto de 1816. Sin embargo esto no trajo calma, este nombramiento iba en contra de la autonomía que reclamaban aquellos nucleados en torno a Borges. No fue extraño entonces que en diciembre de 1816 éste haya nuevamente intentado un levantamiento armado. Y aunque esta vez recibió el apoyo militar de los capitanes Lorenzo Lugones, Pablo Montenegro y Lorenzo Gonzebat que realizaban una recluta de tropas, el resultado fue el mismo. La rápida intervención militar de los oficiales del Ejército Auxiliar del Perú, Gregorio Aráoz de Lamadrid, Juan Bautista Bustos y José María Paz, por órdenes de Manuel Belgrano puso fin a la rebelión y logró encarcelar a Borges y sus partidarios. El general Belgrano ordenó entonces al coronel Bustos que fusilara a Borges, acción que tuvo lugar el 1º de enero de 1817. Lo resuelto por Belgrano se amparó en lo sancionado por el Congreso como castigo para aquellos que desafiaran a las autoridades, pero no estuvo exento de polémica. En principio porque salvo en el caso de Santiago del Estero, en los otros espacios en los que también se vivieron alteraciones del orden como en La Rioja o Córdoba, las autoridades intervinientes no fueron tan celosas en su accionar, pero también por el indulto brindado por Belgrano y que llegó demasiado tarde.

La muerte de Borges no solo marcó el final de un año agitado para Santiago del Estero sino que puso fin de forma momentánea a los intentos por lograr su Independencia con respecto a Tucumán, cuestión que tuvo lugar recién en 1820 de la mano de Felipe Ibarray en el marco de la crisis del poder revolucionario./ C uando en 1814 el Directorio despojó a la ciudad de sus rentas y exigió sus veteranos para luchar contra Artigas se vio que en la ciudad no había consenso. Unos, aunque detestaran el costo, preferían el camino porteño de la Revolución; otros percibían al artiguismo como una alternativa.

En marzo de 1815, con apoyo artiguista, Santa Fe expulsó por primera vez a las fuerzas directoriales. Nombró gobernador interino a Francisco A. Candioti y el 26 de abril, un congreso donde habían sido convocadas todas las clases del pueblo, lo confirmó como "gobernador intendente propietario" y creó una Junta de representantes, sin suprimir el Cabildo.

Los bandos santafesinos se atrincheraron en una y otra institución. Las amistades del nuevo director (Álvarez Thomas) estaban en la Junta; el Cabildo envió un diputado al Congreso de Arroyo de la China convocado por Artigas. Santa Fe se presentaba como una provincia que aspiraba ser parte de una Confederación de estados soberanos.

La enfermedad de Candioti visibilizó aún más las diferencias. Para sucederlo, la Junta eligió a Juan F. Tarragona; Candioti desautorizó esa elección y, según tradición, designó al alcalde del cabildo, Pedro Larrechea, quien pidió al directorio detener la invasión militar.

El 22 de agosto el Cabildo intentó evitar el desembarco de Viamonte en Santa Fe, pero ante su intransigencia y superioridad militar, la ocupación de las tropas fue "autorizada" por el Cabildo y, la víspera de la muerte de Candioti, apoyada de la Junta presidida por Tarragona.

Tras la muerte de Candioti, el 27 de agosto, una asamblea sin consentimiento del Cabildo eligió gobernador a Gabriel de Lassaga, pero Viamonte lo desconoció. La Junta convocó otra asamblea que, sin artiguistas y presidida por Viamonte, el 2 de septiembre subordinó la provincia al directorio. Nombró a Juan F. de Tarragona Teniente de Gobernador, quitó la bandera santafesina e izó la celeste y blanca.

El 25 de octubre la Junta escogió diputado al Congreso de Tucumán y, en diciembre extendió su representación a Juan F. Seguí. Los desmanes de las tropas en la ciudad propiciaron un descontento general contra el Gobierno. Controlada por los Echagüe y con la presión del ejército de Viamonte, la Junta gobernó hasta marzo de 1816, cuando los blandengues -al mando del Tte. Estanislao Lópezcon auxilio artiguista volvieron a echar al gobierno directorial.

El 28 de mayo de 1816, el gobierno de Mariano Vera -a espaldas de Artigas-acordó con Buenos Aires mandar su diputado a Tucumán a cambio de reconocimiento de la independencia santafesina hasta el dictado de la Constitución, y facilidades comerciales. El incumplimiento del Directorio hizo desistir a los santafesinos del Congreso, permaneciendo en la Liga de los Pueblos Libres. / * Universidad Nacional de Rosario-Conicet.

S anta Fe estuvo literalmente atravesada por la guerra revolucionaria: fue camino, posta y proveedora de recursos. Pero además, desde la recuperación de Montevideo, se encontró entre dos lealtades y dos fuegos: el Directorio y las fuerzas artiguistas.

C o rr ie n te s [ ]

María Gabriela Quiñonez* 31 P or una parte, sectores que controlaban el cabildo sostenían el vínculo que los unía al gobierno central desde la adhesión inicial a la formación de la Junta en 1810. Frente a ellos se posicionaban quienes adherían al liderazgo del caudillo oriental José Artigas, con fuerte predicamento en las milicias y la población de la campaña.

El 20 de abril de 1814, el teniente Juan Bautista Méndez, tras deponer al teniente de gobernador José León Domínguez, se hizo cargo del gobierno y proclamó el protectorado de Artigas. En situación autónoma respecto del gobierno central, el Cabildo, controlado por sectores artiguistas, convocó a un Congreso Provincial del que participarían representantes de los pueblos de la campaña, a fin de dar legitimidad al nuevo gobierno. Reunido el congreso, algunos de sus miembros, como José Simón García de Cossio y Ángel Fernández Blanco, mantuvieron negociaciones con Buenos Aires. En septiembre, el Director Supremo Gervasio Antonio de Posadas firmó un decreto de creación de la Provincia de Corrientes, incluyendo a los pueblos de Misiones en la jurisdicción que le otorgaba, con el objetivo de sustraerla de la influencia artiguista. La disputa entre ambos sectores llegó al enfrentamiento armado. Méndez fue depuesto y reemplazado por un cabildo "aporteñado" que colocó a Genaro Perugorría al frente de sus fuerzas. Tras la muerte de Perugorría, en enero de 1815, se sucedieron enfrentamientos entre ambos sectores y las instituciones atravesaron un período de fuerte inestabilidad. El conflicto se trasladó al interior del sector artiguista, hasta que a comienzos de 1816 Juan Bautista Méndez retornó al gobierno, elegido por un congreso de delegados de campaña.

Durante el año 1815, bajo la inestable administración de José de Silva, se gestó la participación de Corrientes en el denominado Congreso de Oriente, reunión que tuvo lugar en Arroyo de la China (Concepción del Uruguay) por convocatoria de Artigas. En mayo se convocaron las asambleas en las que se eligieron representantes de los pueblos. La historiografía tradicional de Corrientes destaca la participación en esta reunión del Dr. José Simón García de Cossio, debida a una iniciativa del propio Artigas, ya que se encontraba prisionero por su participación en la sublevación de Perugorría. Existen múltiples versiones sobre el objeto y carácter del congreso de delegados de los pueblos libres reunido en suelo entrerriano, siendo uno de los objetivos más señalados el de fijar una posición para negociar con Buenos Aires, negociación que no llegó a producir un arreglo. El cambio en el Directorio, por la salida de Carlos María de Alvear, provocó un cambio de situación en Corrientes, creció la tensión entre los sectores proclives al gobierno central, con base firme en la ciudad, y los comandantes militares de la campaña, que apoyaban la política de Artigas.

A comienzos de 1816, Juan Bautista Méndez fue nuevamente designado gobernador por un Congreso de delegados de la campaña, y se sostuvo en el gobierno, con apoyo del Cabildo, hasta mayo de 1818. Esta preeminencia de los sectores artiguistas condujo a que prevaleciera el interés por resolver problemas locales, como frenar el avance portugués y paraguayo sobre territorio correntino y misionero, en coincidencia con los objetivos fijados por el caudillo oriental. Estas decisiones provocaron la ausencia de representación correntina en el Congreso de Tucumán que declaró la independencia el 9 de julio de 1816. / * Universidad Nacional del Nordeste. P or su condición de miembro de la Liga de los Pueblos Libres, desde 1814, Corrientes no estuvo representada en el Congreso reunido en Tucumán que declaró la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Por esos años su elite gobernante se dividió en dos sectores que adherían a diferentes posiciones respecto del vínculo con la antigua capital virreinal y el rumbo que debía tomar la jurisdicción. P ar ag u ay en 1 8 1 6 * CONICET/ Universidad Nacional del Litoral / École des Hautes Études en Sciences Sociales.

32

1 La primera vez que la idea de confederación surge en el Plata, sucede en el Paraguay. Después de la derrota de la expedición de Belgrano en marzo de 1811, los asuncenos buscaron una forma de entenderse con Buenos Aires, que no fuera la de someterse a sus designios. Durante un Congreso masivo (300 representantes), los paraguayos evocan una posible confederación con la ex capital virreinal.

Y la claridad de la propuesta paraguaya no deja ninguna duda:

"… que esta Provincia, no solo tenga amistad, buena armonía y correspondencia con la ciudad de Buenos Ayres y demás provincias confederadas, sino también se una con ella para el efecto de formar una sociedad fundada en principios de Justicia, equidad y de igualdad..." [Bando de la Junta, Asunción, 22/6/1811] Este Bando era la reiteración de una idea de confederación que ya había aparecido en los documentos sobre las relaciones con Buenos Aires y que seguiría siendo una fórmula habitual mientras duró el lapso pacífico con la ex ciudad capital.

Pero, los porteños, (al igual que lo harán más tarde con las propuestas de los representantes de Artigas, que reclamarán la federación en 1813), ignorarían con altivez esta propuesta. Otra sorpresa de la situación paraguaya, es su constitución temprana (probablemente, sea el primer ejemplo) como República, ya desde 1813.

Las razones de la oposición paraguaya a las exigencias de Belgrano, venían de lejos. El Paraguay había sido la cabeza de la conquista del Plata. Asunción fue "madres de ciudades". De allí partieron los "hijos de la tierra" que fundaron Santa Fe 1573 y Buenos Aires en 1580.

Pero, había también otras razones, más materiales. Los productos más importantes del Paraguay, la yerba mate, el tabaco y las maderas solo podían encontrar salida mercantil río Paraná abajo. Primero en Santa Fe y más tarde, en Buenos Aires. Los comerciantes "de abajo" fueron los que llevaron la yerba mate hasta Chile, Potosí, Lima y Guayaquil. Obviamente, los mercaderes "abajeños", se hicieron pagar bien este papel de intermediación.

Pero, existen otras causas para explicar el fracaso de Belgrano. Las milicias paraguayas tenían una tradición militar bastante asentada. Los embates indígenas "monteses" en el norte, el sur de Asunción, como en el Chaco, las mantenían en constante pie de guerra, alternando su papel de campesinos con los llamados a las armas.

Además, la mayor parte de los oficiales de estas milicias tenían también en su haber un pasado glorioso. Sus abuelos habían derrotado a los ejércitos del Rey durante las rebeliones comuneras de 1720-1735. Llegaron incluso a matar a un gobernador enviado por el virrey. También hay que recordar que el Paraguay estaba en la frontera entre los dominios hispanos y los portugueses. 2 Volvamos ahora a los resultados del congreso de 1811. El principal será el tratado de unión y amistad con Buenos Aires. El tratado arreglaba varias cuestiones pendientes, eliminaba el monopolio del tabaco, y establecía los derechos que debía pagar en Asunción la yerba mate.

Las instrucciones que recibirán Belgrano y Vicente A. Echeverría, enviados por el Triunvirato a Asunción para negociar ese tratado, son claras y dan muestra del doble lenguaje porteño. El enviado (Belgrano) debía insinuar:

"…con sagacidad y destreza sobre la necesidad que hay de alejar [los] Peligros; que la provincia del Paraguay debe quedar sujeta al Gobierno de Buenos Ayres, como lo están las Provincias Unidas por exigirlo así el interés común de todas;

[…] que el vinculo solo de federación no basta en una urgente necesidad en que nos hallamos de obrar con unidad y energía" Pero, antes hemos hablado de doble lenguaje. El documento agrega que el enviado "…se maneje en este asunto de un modo diestro y con toda política, teniendo presente los intereses de nuestro territorio y llevando por objetivo principalmente, no despertar dudas, ni desconfianzas entre los paraguayos…"

No está de más recordar algunos de los términos de la proclama a la población emitida en Asunción, dirigida a comentar los términos de este acuerdo, que contrasta con las instrucciones porteñas:

"Ya no hay ni debe haber división entre una y otra Provincia. Los hijos de Buenos Ayres son y deben reputarse del Paraguay y los hijos de esta Provincia son y deben también mirarse como Patricios de Buenos Aires.

[…] Unidos en esta alianza in-disoluble… debemos considerarnos más fuertes y con más poder para sostener la causa común" Pero, poco a poco, los miembros de la Junta de Asunción se dan cuenta que no hay un trato posible de igualdad con Buenos Aires y se inicia aquí un proceso de alejamiento entre Asunción y Buenos Aires, que pronto será definitivo. Este cambio estratégico no afectaba solamente a los ejércitos. Afectaba, de manera muy profunda y duradera, a los pueblos que tenían que soportar las exigencias de la guerra y servir como teatro de la misma. Visto desde esta perspectiva, el nuevo plan militar caía sobre los pueblos de Cuyo con un peso inusitado. De repente, las jurisdicciones de Mendoza, San Luis y San Juan, que se habían mantenido bastante al margen de los combates, se encontraron en el epicentro de un esfuerzo reclutador sin precedentes.

En rigor, el nuevo destino de la gobernación cuyana se venía gestando sigilosamente desde 1814, con dos hechos que tendrían importantes consecuencias para la región. Por un lado, en agosto, llegó como nuevo teniente gobernador el coronel José de San Martín, quien fue uno de los primeros en comprender que la guerra en el Alto Perú estaba estancada y que era necesario abrir una vía alternativa para las armas patriotas. Por otro lado, en octubre, los revolucionarios chilenos fueron completamente derrotados en Rancagua, con lo que se instalaba en Chile un duro gobierno fidelista y cientos de patriotas debían emigrar a Mendoza. En esa coyuntura, se volvió imperativo crear una fuerza militar respetable en Cuyo, y su nuevo gobernador subordinó todos los intereses a esa tarea. La militarización de la población cuyana fue impresionante: con una combinación de llamado a voluntarios, sorteo, leva de vagos y liberación de esclavos, de los 10.800 hombres adultos de la provincia 3.610 se incorporaron al ejército. La economía se reorientó por completo al suministro de la fuerza armada. Toda la región fue encuadrada estrictamente bajo el liderazgo político de San Martín, que en enero de 1815 organizó un levantamiento del cabildo, las milicias y diversos sectores del pueblo en contra del Director Supremo Carlos de Alvear.

Si el pueblo cuyano toleró, y en gran medida apoyó estos cambios y exigencias, es porque veía a la "liberación" de Chile como una empresa propia. Desde la recaptura del país vecino por parte de los fidelistas las rentas y el comercio cuyano se habían derrumbado. Los "emigrados" constituían una presencia familiar pero inquietante, que le recordaba a los cuyanos los horrores que les esperaban si corrían una suerte similar. San Martín prometió a los voluntarios que sólo serían utilizados para la reconquista del país hermano, y cientos de cuyanos respondieron. Como siempre, el destino de Chile estaba ineludiblemente ligado al de la región. / * Universidad Nacional de La Pampa-Conicet.

de la mo vil iza ció n po lít ica a la mi lit ari za ció n tot al.

A la amenaza de una nueva invasión realista desde las provincias alto peruanas, luego de la derrota del Ejército Auxiliar del Perú en Sipe Sipe a fines de 1815, se sumaba el enfrentamiento que su gobernador Martín Miguel de Güemes mantenía con el Director Supremo Álvarez Thomas y con José Rondeau, Jefe del Ejército Auxiliar. A ambos les preocupaba el liderazgo militar y político que Güemes había alcanzado apoyado en una movilización generalizada de la población rural frente a la ocupación en Salta de las fuerzas realistas en 1814.

La convocatoria en 1815 de un Congreso General a reunirse en una ciudad que no fuera Buenos Aires fue una decisión política tendiente a resolver las diferencias entre los gobiernos de las diferentes provincias, y en especial aquellas del litoral lideradas por José Gervasio Artigas. Perseguía asimismo la voluntad de decidir una forma de gobierno y de dictar una constitución. En Salta las elecciones de los diputados que la representarían en el Congreso se iniciaron en el mes de octubre de 1815 y en diciembre de ese mismo año fueron designados los doctores Mariano Boedo, José Ignacio Gorriti y José Antonio Moldes. Sin embargo, a pesar del interés demostrado por el gobernador Martín Miguel de Güemes por la reunión del Congreso, los problemas derivados por las desavenencias entre éste y Rondeau demoraron la incorporación de los diputados al Congreso.

En efecto, será luego de la derrota infringida por los Escuadrones Gauchos, que responden al Gobernador, a las partidas militares del Ejercito de Rondeau y de la firma, a fines de marzo de 1816, de un pacto entre ambos jefes por el cual dan por terminadas sus diferencias, que en Salta se celebrará el inicio de las Sesiones del Congreso y se reconocerá su autoridad. Para ello el gobernador ordenó el encendido de luminarias en la ciudad y se organizó un solemne acto en el Cabildo de Salta. A principios de mayo de 1816 los diputados comenzaron a incorporarse al Congreso, con la única excepción del Dr. José de Moldes, fuertemente resistido por los diputados de Mendoza y de Buenos Aires quienes evidenciaron así la enorme influencia que ejercían en el Congreso. Mientras ellos aspiraban a organizar al país con un gobierno fuerte y centralizado en Buenos Aires, José de Moldes era reconocido por su oposición al centralismo porteño y por su apasionado republicanismo. En el seno del Congreso, quienes desconfiaban de Martín Miguel de Güemes acusándole de desconocer la autoridad de Buenos Aires, temieron que los diputados de Salta se retirasen tal como lo había ordenado el Gobernador al conocer el rechazo a la candidatura de José de Moldes. Esto finalmente no sucedió y los diputados por Salta permanecieron y acompañaron el traslado del Congreso a Buenos Aires a comienzos de 1817. Las gestiones realizadas por Juan Martín de Pueyrredón, Director Supremo, nombrado por el Congreso en mayo de 1816 y allegado a Güemes, lograron no solo que Salta mantuviese obediencia al Congreso sino que también su gobernador se sumara a la estrategia militar propuesta por José de San Martín consistente en canalizar todos los esfuerzos económicos y militares hacia el ejército que estaba organizando en Mendoza destinado a cruzar los Andes y batir a los realistas que ocupaban Chile para desde allí avanzar hacia Lima. Mientras esto sucedía Martín Miguel de Güemes, con el escaso auxilio que podía prestarle un menguado ejército estacionado en Tucumán y al mando de Belgrano, debería contener las incursiones del Ejército Real del Perú sobre las ciudades de Jujuy y Salta. Objetivo éste que logró cumplir satisfactoriamente, hasta su muerte acaecida en junio de 1821. / H oy no es posible entender plenamente la historia de la revolución e independencia sin tener en cuenta la participación de los indígenas. Esto es particularmente válido para Misiones, región que, como el nombre lo indica, abarcaba el antiguo territorio de las misiones jesuíticas. Éstas comprendían una enorme superficie que hoy corresponde a la provincia de Misiones, pero también a la República del Paraguay, al sur de Brasil, y al Uruguay. Allí los jesuitas habían instalado, desde principios del siglo XVII, una treintena de pueblos misionales con una administración política y económica autónoma, que albergó a muchas decenas de millares de indígenas hablantes de la lengua guaraní. Después de la expulsión de los jesuitas, en 1768, las misiones sufrieron el impacto de una serie de medidas políticas y administrativas que fueron fragmentando gradualmente el distrito, parcialmente ocupado por los portugueses en 1801. A raíz de esta situación, una importante cantidad de población indígena que habitaba en las misiones se sintió obligada a migrar a las ciudades y campos circundantes. Al estallar la revolución, los indígenas que permanecían en las misiones adhirieron a la Junta de Buenos Aires. Pero pronto se vieron divididos por las presiones que ejercía sobre ellos el gobierno realista de Asunción de Paraguay.

M is io n es : y la lu ch a * UBA Conicet.

1988. Marcha Blanca. Desde diversos puntos del país el 23 de mayo arribaron miles de docentes a Buenos Aires, después de una caminata de 6 días. 14 de noviembre de 1992. Congreso Fundacional de la CTA. % En 1810, Manuel Belgrano, vocal de la Primera Junta, realizó una expedición al Paraguay con el objeto de doblegar a los realistas, ocasión en la que pasó por las misiones y redactó una serie de proclamas en guaraní y un reglamento para el gobierno de las misiones. Esa expedición fracasó en su objetivo de vencer a los realistas, pero sentó las bases para la reorganización del distrito misionero en los años posteriores, y podríamos decir que contribuyó también a generar una conciencia de los cambios que se avecinaban. En 1812, José Gervasio Artigas, fue designado teniente gobernador de uno de los departamentos misioneros, Yapeyú, desde donde inició un reclutamiento masivo de población indígena que adhería a la causa de la revolución. Artigas diseñó un proyecto revolucionario de unidad confederal, la "Liga de los Pueblos Libres", que fue adoptada por los misioneros de manera entusiasta. En ese contexto surgió la figura del célebre Andrés Guaycurarí, alias Andresito, quien estuvo al frente de las tropas artiguistas en la recuperación territorial de las misiones. Andresito, como otros líderes indígenas que lo sucedieron, fue un símbolo condensador de las aspiraciones de los indígenas de las misiones que desde hacía mucho tiempo añoraban recuperar la unidad perdida de su distrito, tan golpeado por conflictos regionales. En el imaginario revolucionario de los misioneros pesaba el anhelo de volver a los tiempos de gloria que habían caracterizado a las misiones durante la época jesuítica. Este ideal se sostuvo después de la derrota y exilio de Artigas y el presidio y muerte de Andresito. Aunque menguados en fuerzas, los misioneros continuaron comprometidos en la lucha por la independencia, y participaron con sus diputados en los congresos de la región. Pero muchos de ellos debieron partir a la diáspora, o buscaron refugiarse en zonas que consideraban más seguras, como la Banda Oriental, bajo el mando de Fructuoso Rivera, Corrientes o Entre Ríos. En todos esos lugares, conservaron sus nombres guaraníes, hoy perdidos en el tiempo, y buscaron recrear una forma de vida política y religiosa autónoma, muchos de cuyos elementos recordaban el antiguo esplendor misional. / lo s in d ig en as p o r la au to n o m ía % D esde 1813 el artiguismo se había pronunciado en favor de la independencia absoluta, es decir, la separación de la antigua metrópoli, el fin de toda obligación de fidelidad a la corona española o la familia de los Borbones y la disolución de toda conexión política entre "estas colonias" y el estado español. El juramento que debían prestar las autoridades provinciales en ese año, extendía la independencia a "todo poder extranjero". A su vez, también defendía la autonomía de los cuerpos territoriales que se habían autoconstituido como "soberanías independientes" a partir de la revolución, y su derecho a participar en pie de igualdad en la edificación de un nuevo orden político.

Los años 1815 y 1816 representaron la etapa de mayor expansión del llamado Sistema de los Pueblos Libres (que en distintos momentos del período llegó a integrar a las provincias de Entre Ríos, Santa Fe, Córdoba, Misiones, Corrientes y Oriental) que reconocía a José Artigas como Protector. Fue también el periodo en que los artiguistas tuvieron el control sobre el conjunto de la Provincia Oriental. Entre las medidas orientadas a reactivar la economía provincial, la adopción de un reglamento destinado a repartir las tierras de emigrados, "malos europeos y peores americanos" había puesto en discusión los alcances del derecho de propiedad y había desilusionado a las élites hispano criollas que vieron con desagrado cómo la dirección revolucionaria priorizaba a los "negros libres, los zambos de esa clase, los indios y los criollos pobres" en el reparto de tierras. Sin alcanzar apoyos sólidos entre las élites de la provincia, el artiguismo convocó, canalizó y fue impulsado por los "más infelices", como se solía llamar en el discurso a los grupos no privilegiados de la jerarquizada sociedad colonial.

EL CONGRESO DE TUCUMÁN, EL DIRECTORIO Y EL ARTIGUISMO

En marzo del año 1816 comenzó a sesionar en Tucumán un congreso que debía debatir sobre A fines de julio de 1816 llegaba al campamento artiguista la noticia de la declaración de independencia realizada por el Soberano Congreso en Tucumán. La respuesta de José Artigas fue sintética y contundente: Hace más de un año que se enarboló el pabellón tricolor y se juró la independencia. ¿A qué aludía esta nota? Es probable que hiciera referencia a la bandera con los colores azul, blanca y rojo que ordenó levantar en todos los "Pueblos libres", símbolo de la república, la libertad y la independencia, y al juramento realizado por sus soldados el 13 de enero de 1815, pocos días después de la victoria sobre las fuerzas del Directorio que dio paso al control territorial de la Provincia Oriental. 38 39 la organización del Estado. Las provincias del Protectorado artiguista no enviaron diputados, por entender que allí no se reconocían los derechos de los pueblos. La confrontación entre las posturas centralistas y federalistas se había profundizado.

En ese contexto, llegaron noticias de los preparativos de una expedición militar portuguesa sobre el territorio oriental. Los intereses lusitanos por extender sus dominios al Río de la Plata -bajo el propósito de "pacificar" la Banda Oriental y evitar la "infección" revolucionaria-encontraron una coyuntura favorable en el gobierno de las Provincias Unidas. El frente de guerra en el litoral resultaba, cada vez más, un impedimento para constituir un estado unitario y centralizado en los territorios del antiguo virreinato y poder concentrar las fuerzas disponibles en el enfrentamiento con los españolistas. El Directorio de las Provincias Unidas consideró que la expansión de los planteos federales socavaba la unidad política y militar de los territorios que habían integrado el antiguo virreinato. Expresión de estas consideraciones es el decreto del Soberano Congreso de Tucumán del 1º de agosto 1816 en que se declaraba el "fin a la revolución y el principio al orden". Además, la adhesión de Santa Fe y Córdoba al Sistema de los Pueblos Libres afectaba los recursos y las comunicaciones con Chile y el Alto Perú. La situación de los "pueblos orientales" del Paraná y la Provincia Oriental podía llegar a ser negociable, pero nunca la banda occidental del Paraná.

Desde 1815, Manuel José García se encontraba en Rio de Janeiro como enviado especial del Directorio. Desde allí, promovía una actitud favorable frente al avance lusitano, asegurando que Portugal no iba a atacar a las Provincias Unidas. En junio de 1816 le escribía al Director Antonio González Balcarce, señalando que alarmadas las autoridades lusitanas "de los progresos que sobre el Gobierno de las Provincias Unidas va haciendo el caudillo de los anarquistas", parecen haberse inclinado a "empeñar su poder en extinguir hasta la memoria de esta calamidad", haciendo el bien a sus vasallos y un beneficio "a sus buenos vecinos". El historiador Juan Carlos Nicolau, en su trabajo sobre la gestión de García, menciona diversas cartas donde el comisionado reafirma su posición favorable a una expedición que pueda "cascar al Soberano Artigas", "sin distraer nuestras fuerzas del Perú".

LAS ÉLITES DE LA PROVINCIA ORIENTAL Y LA INVASIÓN PORTUGUESA

A mediados de 1816, ingresó a territorio oriental una expedición armada portuguesa al mando de Carlos Federico Lecor, cuya proclama remarcaba el carácter "pacificador" de la empresa. La guerra volvía al territorio oriental. El planteo de los invasores, sumado a una posible alianza con el Directorio, brindaron oportunidades a las élites descontentas con el igualitarismo social proclamado por el Protector, tanto para recuperar las tierras y ganados confiscados como el poder sobre el territorio provincial.

Las medidas de defensa tomadas por las autoridades artiguistas incrementaron la tensión en la ciudad. Se llamó al alistamiento general en las milicias y se extendió el rumor de que estas serían llamadas a pelear en la campaña. Asimismo, se conformaron nuevos regimientos % * Universidad de la República, Uruguay.

Mar del Plata. No al ALCA

Marchas por Financia miento Educativ o

Diciembre 2001.

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de esclavizados tomados a sus dueños. A los comerciantes se les exigió definir un lugar en el interior para concentrar sus capitales en caso de que la ciudad cayera en manos lusitanas, lo que generó inquietud de que pudieran ser utilizados por el gobierno revolucionario para sostener la guerra. Finalmente, la decisión de unificar el gobierno político y militar en el delegado artiguista Miguel Barreiro y en el regidor Joaquín Suárez fue recibida como un recorte a la autoridad del cabildo. Estos factores estuvieron detrás de la llamada "revolución de los cívicos" acaecida el 3 de setiembre de 1816. En la madrugada de ese día, contingentes milicianos y miembros de la élite comercial y política de la ciudad tomaron de forma efímera el control, haciendo prisionero a Barreiro y a otras figuras de gobierno afines al artiguismo. La rebelión fue derrotada en la tarde de ese mismo día, pero evidenció la falta de apoyos del artiguismo entre las élites montevideanas.

Entretanto, las fuerzas lusitanas seguían su avance sobre Montevideo. El 30 de noviembre Miguel Barreiro escribía al Director Juan Martín Pueyrredón solicitándole en forma desesperada el envío de auxilios. Paralelamente, y en acuerdo con el Cabildo, se decidía comisionar al alcalde de primer voto Juan José Durán y al regidor Juan Francisco Giró a trasladarse a Buenos Aires para negociar auxilios. El mismo día de su llegada a Buenos Aires, el 8 de diciembre, los comisionados firmaron un acta por la cual la Provincia Oriental debía declarar la independencia en los términos del 9 de julio, jurar obediencia al Directorio y al Congreso, y enviar diputados. Hecho lo cual, las Provincias Unidas enviarían auxilios para enfrentar a los portugueses. Tanto el Cabildo montevideano, como el delegado Barreiro, desaprobaron lo actuado, señalando que se habían excedido en sus atribuciones y que no podían disponer de toda la provincia "y del jefe que está a su cabeza". Se intentaron nuevas negociaciones sin éxito.

El 20 de enero de 1817 las fuerzas lusitanas ingresaron a Montevideo con el beneplácito de un importante sector de las élites. El acuerdo alcanzado incluía la conservación de sus cargos, el respeto de las propiedades y el reconocimiento de las tradiciones de la milicia. Se abría así el periodo de la "Cisplatina", nueva denominación que buscaba borrar de la memoria a los orientales. El orden social, amenazado por el radicalismo artiguista, sería restablecido en favor de las élites, de la mano de las armas lusitanas.

EL RICO PATRIMONIO DE LOS ORIENTALES

El acta del 8 de diciembre fue publicada en Buenos Aires el mismo día y se hizo circular a todos los pueblos, buscando con ello debilitar las corrientes federalistas en el Río de la Plata. Ante la negativa oriental a aceptar los términos impuestos, la estrategia de Pueyrredón fue acusar a los artiguistas de ser los responsables del avance lusitano por no incorporarse a las Provincias Unidas. Con estos argumentos se pretendía contrarrestar opiniones en Buenos Aires y las provincias favorables a una actitud más decidida de apoyo a los "pueblos hermanos" invadidos por una potencia extranjera.

La negativa de Artigas, por el contrario, implicaba reafirmar los principios de independencia, soberanía y libertad republicana. En carta dirigida a los comisionados Durán y Giró de fecha 26 de diciembre de 1816 les dijo que "nunca debieron creerse bastante para sellar los intereses de tantos pueblos sin su expreso consentimiento" y que él amaba tanto a su patria que no estaba dispuesto a "sacrificar este rico patrimonio de los orientales al bajo precio de la necesidad". / % Marcha por reapertu ra de Paritaria s. L a noción de "pueblo"cobró relevancia en aquellos tiempos en relación con un nuevo fundamento del poder, la soberanía popular. La noción cargaba con la expectativa de una sociedad de individuos iguales ante la ley. Sin embargo, en la tradición hispana, los "pueblos" eran comunidades naturales portadoras de derechos en el marco de una sociedad corporativa y jerárquica.

El "pueblo" de San Miguel de Tucumán, reconoció la autoridad de la Primera Junta así como a los posteriores gobiernos revolucionarios. Envió a Buenos Aires al diputado Manuel Felipe Molina con instrucciones de ser leal al rey y a las leyes vigentes. Molina, junto a los apoderados de varios pueblos rioplatenses, conformó la Junta Grande. Casi un año después fue disuelta por un golpe de estado porteño, que prometió la reunión de un congreso que definiera la situación constitucional rioplatense.

A comienzos de 1813, el enviado tucumano Nicolás Laguna a la Asamblea General Constituyente rechazó la independencia aunque no quedaba claro qué hacer con el monarca, cuya figura se obviaba en las instrucciones tucumanas. Esto ocurría poco después de la victoria tucumana del 24 de septiembre de 1812, recordada como un hito de la "guerra por la independencia argentina". Batalla que enfrentó al Ejército Auxiliar, enviado desde Buenos Aires para lograr la obediencia de los pueblos a los gobiernos revolucionarios rioplatenses, con el "ejército del virrey del Perú". Para el pueblo de Tucumán el enfrentamiento fue una experiencia que exigió un extraordinario esfuerzo local, a pesar de no ser clara su intención independentista. De ahí el rechazo a ser independientes, decisión que debía sostenerse por las armas a expensas de los recursos de los pueblos.

Hacia 1815 Fernando VII había vuelto al trono y quiso recuperar el dominio de los pueblos americanos rebeldes. Los pueblos rioplatenses no dudaron respecto de la necesidad de asumir la titularidad de la soberanía para gobernarse por sí mismos, aunque la experiencia de cinco A partir de 1810, los sucesivos gobiernos revolucionarios de Buenos Aires desconocieron a las autoridades que en la península ibérica gobernaban en nombre de Fernando VII. Al igual que los pueblos en España en 1808, el pueblo de Buenos Aires decidió que la soberanía "volvía" a los pueblos rioplatenses mientras el rey fuera prisionero de los franceses. La Junta Provisional Gubernativa gobernó en nombre del rey pero necesitó del consentimiento de los "pueblos" para legitimar su poder. % años los había vuelto suspicaces respecto de las ventajas de gobiernos centrales ejercidos desde Buenos Aires. En una situación plena de incertidumbres políticas, los pueblos reunidos en Tucumán declararon la independencia de las provincias de América del Sur, un espacio de límites políticos ambiguos. A pesar de la incorporación tardía de uno de los diputados tucumanos por diferencias entre el gobernador y el cabildo (iniciadas un año antes); el "pueblo" de Tucumán instruyó a su diputado acerca de la voluntad de declarar la "absoluta independencia de España y de sus Reyes".

Entre 1810 y 1816 el pueblo de Tucumán, no siempre estuvo de acuerdo con la "indepen-dencia" en el sentido de la conformación de un cuerpo político soberano. Mientras, en su interior, los sectores populares movilizados para hacer frente al ejército enemigo primero y participar de los procesos electorales para seleccionar a sus diputados después; se volvían agentes claves a la hora de sostener la opción por la independencia. Finalmente en 1816, suscribió el acta de la independencia solicitando la protección de otra potencia. El pueblo de Tucumán abandonaba así uno de sus deberes pluriseculares, la lealtad al rey, para iniciar una existencia que no dependía ya de un principio trascendente./

Movilizac iones pidiendo Justicia por Carlos Fuenteal ba 1º de Mayo de 2016. Acto y movilización de las Centrales Sindicales

Movilizaciones de CTERA y las Entidades Sindicales adheridas a nivel Nacional.

I ldelfonso Escolástico de las Muñecas nació en Tucumán, estudió en Córdoba y allí se ordenó como sacerdote. Luego viajó a España y desde su regreso se desempeñó como capellán o párroco en distintos puntos del actual altiplano boliviano y del Perú. En Cuzco estuvo a cargo de la parroquia del Sagrario en la Catedral, destinada a los españoles de la ciudad. Su carrera eclesiástica fue exitosa y su derrotero político se encontró íntimamente ligado a su función de intermediación social favorecida, a su vez, por ejercicio del sacerdocio.

La posición que ocupó en aquella antigua capital de los incas le permitía tener una visión bastante precisa del sistema de poder que los criollos de Cuzco querían preservar de todo tipo de agitación política. Muchos de los sectores sociales privilegiados tenían el recuerdo fresco de la rebelión de Tupac Amaru y de los "peligros" que representaba una sublevación indígena para las elites de la región. Estos grupos de poder sumaban otros miedos, más cercanos, como la influencia de las corrientes liberales y constitucionalistas provenientes de la península y que inspiraron el levantamiento que tuvo lugar en esa ciudad en agosto de 1814. Muñecas se sumó a este movimiento encabezado por José Angulo y el cacique Mateo Pumacahua. Se puso al frente a las tropas que invadieron La Paz y que inicialmente aportaron los primeros triunfos a la causa revolucionaria en esas zonas.

En su siguiente etapa revolucionaria fue un caudillo guerrillero en los valles y el altiplano. Comandó las tropas rebeldes, se mantuvo en contacto con los jefes revolucionarios de Buenos Aires difundiendo sus proclamas. En Larecaja, condujo una de las republiquetas -también llamadas montoneras o guerrillas-similar a la más conocida de Manuel Ascencio Padilla y Juana Azurduy. Estableció su cuartel general en Ayata al borde del Titicaca donde obstruía la comunicación entre los centros de poder en manos de los realistas: La Paz y Lima. Con el objeto de impedir el paso de los ejércitos enemigos organizó una tropa militar. Su "Batallón Sagrado" incluyó 200 plazas y 3000 indios, estos últimos liberados del tributo el cual abolió y calificó como "el más bárbaro y repugnante". El Virrey Abascal ordenó atacar Larecaja y decidió asediar la republiqueta por La Paz y por Cuzco y en 1816, dos días antes de la declaración de independencia en el Congreso de "traspasa" fronteras 44 Tucumán, Ildefonso de las Muñecas fue asesinado por el ejército realista.

La participación de los curas en las guerras no era una novedad y tampoco lo era la religión como fundamento de la movilización y como lenguaje de la política. Pero esta presencia -que asumió diversas modalidades incluyendo prácticas y símbolos religiosos-, muchas veces queda velada en las aproximaciones historiográficas que presentan a las revoluciones y las independencias como un camino a la modernidad política donde la religión no tenía cabida.

La intervención de los curas en este período histórico tiene explicaciones bastante más simples. Resulta imposible pensar que aquel presente, como ningún otro, se haya engendrado a sí mismo. Muy por el contrario sólo puede entenderse en la medida en que se sostuvo en tradiciones -en ocasiones, muy antiguas-que lo condicionaron y también permitieron la construcción de nuevas experiencias históricas. En el caso de las independencias, sus protagonistas se valieron de las instituciones, agentes y creencias que conocían, que tenían a mano y que se presentaban como las más capaces para llevar a cabo las transformaciones políticas que estaban teniendo lugar. En la persistencia de algunas de estas figuras clave -ordenadoras de la sociedad durante la etapa colonial-residió la factibilidad de las nuevas repúblicas. En par-ticular, la intervención de los curas no puede ignorarse aunque los papeles desempeñados no fueran siempre los mismos ni ocuparan siempre el centro de la escena.

La manera en que los curas fueron revolucionarios no fue siempre igual. Muñecas, en los últimos años de su vida se movió por el Tucumán y los actuales Bolivia y Perú. Lo hizo cuando construía su carrera sacerdotal que era una carrera política y luego se volvió revolucionaria. Las historiografías de Argentina, Bolivia y Perú recortaron su vida a partir de la actuación en lo que luego fueron los territorios nacionales. Por eso resulta tan complicado hallar una biografía "completa" del eclesiástico. Muñecas no respetó las fronteras nacionales porque ellas no existían.

El estudio de los procesos de independencia requiere entonces la puesta en práctica de varios procedimientos para entenderlos de manera más completa. Por un lado ampliar la escala temporal y extender hacia el período colonial el examen de los grupos, instituciones y sujetos intervinientes. Por el otro se hace necesario ampliar la escala espacial y superar los límites de las actuales naciones latinoamericanas para reponer el contexto histórico efectivamente actuante en aquellos años previos a la fragmentación política del continente americano. / Rec ome nda mos lee r Lui s Mig uel Gla ve, "Un hér oe frag men tad o. El cur a Muñ eca s y la his tori ogr afía and ina ", en And es, Nº 13, UNS A, 200 2, pp. 51-7 4. José Lui s Roc a, Ni con Lim a, ni con Bue nos Air es: la form aci ón de un esta do nac ion al en Cha rca s, Lim a, IFE A/P lur al, 200 7.

Rec ome nda mos ver

El doc ume nta l Muñ eca s: ens ayo sob re la mem oria frag men tad a, Nico lás Fon t, 201 3.

H abían pasado apenas seis años desde el festejo del Centenario de la Revolución de Mayo pero mucho había ocurrido en ese lapso. A nivel internacional se había desatado desde 1914 una guerra que por sus características inéditas los europeos, que ya llevaban siglos de guerras y matanzas, no encontraron mejor nombre que el de la Gran Guerra. La economía argentina estaba sufriendo, a pesar de que el país se había declarado neutral, las consecuencias: menos inmigrantes llegaban, y por lo tanto se encarecía la mano de obra, pero también llegaban menos importaciones y esto hacía que el poder adquisitivo de los salarios descendiera junto con los ingresos del Estado. Una vez más la economía instaurada en este país mostraba su carácter ines-table y dependiente de lo que ocurriera en el mercado internacional.

Por otro lado, el presidente Roque Sáenz Peña elegido para el mandato 1910/1916, y que había presenciado los festejos del 10 como presidente electo, había fallecido, curiosamente el mismo día que la noticia del inicio de la gran guerra llegaba al país, y había sido sucedido por su vicepresidente Victorino de la Plaza.

Sin embargo Sáenz Peña en su trunco mandato había logrado llevar a cabo una reforma política que cambiaba por completo al sistema electoral y político. Si el sufragio secreto tenía como finalidad acabar con el control del voto del ciudadano por el poder, el nuevo carácter de obligatorio y la representación de las minorías mediante el sistema de lista incompleta afectaban de lleno a los partidos políticos, tanto en su funcionalidad como en su finalidad. Ahora los partidos debían modernizarse y dejar de ser maquinarias electorales que movilizaban a sus militantes para transformarse en herramientas de proselitismo para convencer a las masas.

El nuevo sistema electoral ya había sido probado en elecciones para diputados y gobernadores. En ellas los resultados habían favorecido en forma pareja a radicales y conservadores. La mayoría de los conservadores confiaban en el triunfo frente al candidato del radicalismo: Hipólito Yrigoyen.

Yrigoyen, sin embargo se impondría en las elecciones realizadas el 2 de abril de 1916, al obtener 370 mil votos frente a los 340 mil que suman los partidos conservadores. La constitución vigente establecía una elección indirecta para el presidente mediante electores que se el Centenario de la independencia 1916 Gustavo Álvarez * * Museo Nacional del Cabildo, UBA. habían votado en los comicios de abril y debían reunirse en el llamado Colegio Electoral, quien era el que finalmente elegía al presidente.

Para los festejos del centenario de la independencia las negociaciones políticas aún continuaban entre conservadores, socialistas y un grupo de radicales santafesinos contrarios a Yrigoyen para sumar sus electores y birlarle la presidencia a la fórmula del radicalismo. Dos semanas después de los festejos, sin embargo, esas negociaciones fracasaron e Hipólito Yrigoyen fue apoyado por todos los grupos radicales y proclamado, con el voto de 152 electores de los 300, nuevo presidente.

Por ello, a diferencia de los ocurrido en 1910 donde el presidente electo, Roque Sáenz Peña, y el que estaba en ejercicio del cargo, José Figueroa Alcorta, habían compartido el palco oficial de los festejos ahora sólo se encontraba en él Victorino de la Plaza.

Las celebraciones, al igual que en 1910, se realizaron en todo el país. Cada ciudad, cada pueblo, se sumó al festejo nombrando plazas y escuelas, inaugurando plazas y parques. Pero el grueso de los festejos se hizo en Tucumán y la ciudad de Buenos Aires.

En Tucumán no lograron el apoyo que venían exigiendo desde que comenzaron con la organización de los festejos en mayo de 1915. El gobernador Ernesto Padilla, un conservador reformista, como Sáenz Peña, había llegado al poder en elecciones, ya reglamentadas por la reforma impulsada por éste, venciendo al candidato del radicalismo Pedro Cornet. La situación económica del país, que en Tucumán se complejizaba con una sequía y una enfermedad que había atacado los cultivos de caña de azúcar, habían producido la pérdida de casi la totalidad de la cosecha y por lo tanto disminuido los ingresos estatales hicieron que los festejos tucumanos no tuvieran el esplendor que se había planificado. Por otra parte el presidente decidió no concurrir a la provincia para el festejo y participar de los que se organizaron en la ciudad capital.

En Buenos Aires, si bien los festejos no alcanzaron el fastuo de los realizados en 1910, fueron mucho más importantes que los realizados en Tucumán. No hubo visitantes ilustres europeos y las principales delegaciones provinieron de países latinoamericanos.

Oficialmente los festejos se iniciaron el 8 de julio por la mañana con la concentración de 20 mil escolares formados frente al Congreso y un número similar concentrado en el Parque Centenario por la tarde. Mientras tanto el presidente, funcionarios e invitados embarcados en el Crucero Buenos Aires navegaba frente al puerto de La Plata entre dos filas de barcos de la armada argentina, a la que se habían sumado barcos del Brasil y Uruguay, saludados por 21 cañonazos.

El 9 de julio se hicieron repicar las campanas de todas las iglesias de la ciudad, y luego del Tedeum en la Catedral se realizó un desfile de las fuerzas militares. Durante el desfile, mientras desfilaban los Exploradores Argentinos (boy scouts), un hombre se acerca al palco presidencial y gatilló su arma. Si bien el primer disparo no salió, el segundo impactó debajo del balcón de la Casa Rosada. El presidente salvó su vida de milagro. Mientras el agresor era apresado, el festejo continuó.

Tres meses después de los festejos, el 12 de octubre, Yrigoyen juraba como presidente. Él representaba la voluntad de la mayoría y su partido se pensaba como la verdadera representación de la nación. Pueblo y radicalismo eran para ellos sinónimos y por primera vez estaban en el poder. Una nueva era empezaba en la Argentina. La democracia de masas había llegado para quedarse. / 47 P aradójicamente, ciento cincuenta años después de la ruptura de los vínculos coloniales con España, las conmemoraciones en Tucumán, "cuna de la Independencia", fueron presididas por un dictador. Los festejos por el Sesquicentenario de la Declaración de la Independencia de nuestro país se llevaron a cabo con el auspicio de la dictadura de Juan Carlos Onganía, que se había autodenominado "Revolución Argentina" (1966)(1967)(1968)(1969)(1970)(1971)(1972)(1973). Este régimen impulsó una política de "racionalización" y "modernización" económica que, favoreciendo las inversiones del capital monopolista extranjero y local, profundizó la dependencia del país con respecto a distintas po-tencias extranjeras. En Tucumán esta política implicó el cierre de 11 ingenios azucareros, la destrucción de miles de puestos de trabajo y la sangría poblacional más grande que se recuerde en la historia reciente de nuestra patria.

LOS "FESTEJOS" DEL SESQUICENTENARIO DE LA INDEPENDENCIA EN TUCUMÁN

Ante el golpe de Estado del 28 de junio de 1966 realizado contra el gobierno del radical Arturo Illia, primó cierto clima de desconcierto y confusión en los sectores populares. Juan Domingo Perón, proscripto y en el exilio desde 1955, había planteado "desensillar hasta que aclare". Por su parte el movimiento estudiantil había expresado en el período previo una manifiesta oposición al golpe.

Los "festejos" dictatoriales por los ciento cincuenta años de la Independencia y el cierre de los ingenios azucareros

Silvia Nassif * * Universidad Nacional de Tucumán, UBA "...El gremio docente soporta también en estos momentos (...) la destrucción de la escuela pública y tiene sobradas razones para apoyar la lucha de los obreros que es una auténtica y patriótica lucha por el presente y el futuro de nuestro país." ATEP, noviembre de 1970.

TUCUMÁN

La provincia de Tucumán desde fines de 1965 atravesaba una importante crisis económica, social y política. La agro-industria azucarera, principal actividad económica de la región, presentaba una crisis de superproducción que se manifestó en significativos conflictos sociales. Uno de los sectores afectados fueron los obreros a quienes los dueños de los ingenios adeudaban varios meses de salarios.

En ese contexto, el 9 de Julio en Tucumán se llevaron a cabo las celebraciones por el Sesquicentenario de la Declaración de la Independencia. El día anterior, el presidente de facto había sido acogido con un "caluroso" recibimiento en el aeropuerto Benjamín Matienzo y conducido hacia la Casa de Gobierno. El dictador llegaba con el ministro de Economía, Jorge Néstor Salimei, y monseñor Antonio Caggiano, máxima autoridad de la Iglesia Católica Argentina.

Un dato más que anecdótico: en la comitiva que fue a recibir a Onganía se encontraba el teniente coronel Antonio Domingo Bussi, al mando de las tropas del Regimiento 19 de Infantería. Con el dictador Onganía comenzaría en agosto de 1966 la política de los cierre de ingenios azucareros tucumanos, eliminando más de 50.000 puestos de trabajo. Bussi, casi diez años más tarde, desde diciembre de 1975 al mando del "Operativo Independencia" y luego como interventor de facto con la dictadura instaurada por el golpe de 1976, desplegaría en todo el territorio provincial una política de exterminio a través de la persecución, secuestro asesinato y/o desaparición de personas y descabezamiento de los sindicatos obreros.

El 9 de Julio de 1966, una parte de las celebraciones se desarrollaron en la Casa Histórica de Tucumán. Hubo un alto componente de participación popular en el evento. Debemos destacar, por un lado, la instrumentación proselitista por parte de la nueva dictadura de genuinos sentimientos patrióticos de la población provincial al celebrarse el suceso histórico de la Declaración de la Independencia, acontecido 150 años antes en suelo tucumano. Por otro lado, y fundamentalmente, el hecho ocurría en el contexto de crisis descripta. 48 horas antes del evento el gobierno nacional había enviado dinero para pagar dos meses de sueldos atrasados.

Solo teniendo en cuenta la situación previa de crisis se comprende mejor por qué pudo haber cierta expectativa en los inicios de la dictadura de Onganía -como se reflejó en aquellos festejos entre los trabajadores y otros sectores populares tucumanos-. Sin embargo, a tan sólo dos semanas del golpe de Estado resurgieron los conflictos sindicales con la creciente participación de las masas obreras a través de los sindicatos de base, convirtiéndose el movimiento obrero azucarero en protagonista de un caso de reanudación temprana a escala nacional de los conflictos obreros en el marco de una creciente resistencia antidictatorial.

DE LA BIENVENIDA A LA OPOSICIÓN TEMPRANA A LA DICTADURA

La emergencia de la lucha contra el gobierno dictatorial poco tiempo después de aquella visita de Onganía a la provincia fue disparada por las medidas económicas implementadas por su Ministro Salimei. Con una parte significativa del territorio tucumano ocupado por la Policía Federal se inició la intervención y luego el cierre de ingenios. Entre los años 1966 y 1968, once de los veintisiete ingenios azucareros existentes en la provincia fueron cerrados y desmantelados. Esta política de "racionalización" económica no hizo más que agravar la crisis en la provincia, profundizando la concentración monopólica de la producción azucarera, con la eliminación de más de 50.000 puestos de trabajo sólo en la agro-industria, la quiebra de una parte significativa de los pequeños y medianos productores cañeros y la emigración 48 49 forzosa de más de 200.000 tucumanos en búsqueda de nuevas fuentes de trabajo.

La situación de desocupación y de miseria que atravesó Tucumán durante la dictadura de Onganía sólo fue comparable a escala nacional con la crisis social a la que se llegó en 2001. También, como reacción a esa política de los cierres de ingenios se desplegaron las luchas obreras y populares, a través de las ollas y comedores populares, toma de fábricas, marchas y manifestaciones en los pueblos afectados por los cierres como así también en la capital de la provincia.

Junto con los obreros azucareros organizados en sus sindicatos y en la Federación Obrera Tucumana de la Industria Azucarera (FOTIA) y el movimiento estudiantil, otro de los sectores que se destacaron en las manifestaciones de esos años fueron los docentes nucleados en la Agremiación Tucumana de Educadores Provinciales (ATEP). El gremio no sólo peleaba por mejores condiciones laborales y salariales y por la gratuidad de la enseñanza en beneficio de las mayorías; también denunciaba los altos niveles de analfabetismo que reinaba en la provincia con el incremento de la deserción escolar de los menores de 15 años, que llegaba al 75% y en algunas zonas rurales al 90% en 1968. Una de las figuras más destacadas de ATEP fue su presidente Francisco Isauro Arancibia, posteriormente promotor y fundador de la CTERA a nivel nacional. Arancibia muchas veces ejerció un rol coordinador entre diferentes sectores sociales. Una de las primeras medidas que tomó la siguiente dictadura fue asesinarlo, junto con su hermano Arturo, el mismo 24 de marzo de 1976 en la sede del gremio docente.

EL NORTE ARGENTINO BALUARTE DE LA RESISTENCIA

El Noroeste Argentino históricamente ha desempeñado un papel protagónico en la resistencia contra el colonialismo español, desde las guerras Calchaquíes hasta las luchas por la Independencia nacional. De manera similar al difícil escenario de 1816 en el que en suelo tucumano se había declarado la Independencia, en un momento en el que los patriotas americanos habían sufrido importantes derrotas a lo largo del continente, ciento cincuenta años más tarde en 1966, en un contexto muy diferente, luego de un breve compás de espera, la provincia de Tucumán fue uno de los puntos neurálgicos de las luchas obreras y populares contra la política dictatorial de cierre de los ingenios, convirtiéndose de esta manera en una de las manifestaciones tempranas de abierta oposición a la dictadura. Estas luchas en defensa de las fuentes de trabajo desnudaron a la dictadura y abonaron el camino de auge de luchas que se abrió a nivel nacional en 1969 con el Cordobazo y los levantamientos populares posteriores, que además de otras importantes consecuencias posibilitaron la posterior caída de Onganía, el debilitamiento de la dictadura y su retirada. En nuevas condiciones históricas esas luchas populares no se alzaron sólo contra un régimen antidemocrático. También surgían en contra de una política de dependencia y sometimiento nacional, mostrando una perspectiva liberadora./ 50 L a historia entendida únicamente como procesos tiende a invisibilizar la importancia que en ellos tuvieron los hombres y mujeres de la época. La historia académica en general no es amiga de narrar la historia a través de biografías. A su vez, el énfasis escolar en leer la historia a través de efemérides muchas veces provoca que resulte difícil entender las conexiones entre unas y otras. Así, no resulta del todo sencillo muchas veces explicar, por ejemplo, porqué en nuestro país tenemos "doble fecha patria": 25 de mayo y 9 de julio. Así como tampoco resulta sencillo ligar las biografías de nuestros próceres a estas fechas. Quizás el más paradigmático de los casos sea el de José de San Martín. Al llamado padre de la Patria se lo ha narrado y retratado de las maneras más diversas. Pero, en la lectura más congelada y conservadora de este prócer, poco y nada se nos dice de su relación con la Revolución y con la Independencia. Interesan marcar acá dos películas que son parte de las excepciones a ese relato.

"Por los senderos del Libertador" es una película realizada por Jorge Cedrón en el año 1971, por pedido del entonces presidente de facto, Agustín Lanusse. En momentos en que el peronismo estaba proscripto, y sobrevolaba la vuelta de Perón al país, este film narra los años de exilio de San Martín en Europa, hasta su muerte en 1850. Con guión del poeta Juan Gelman, la izquierda de los 70 construye así un paralelo entre San Martín y Perón. Esta película está hecha en gran parte por dibujos extraídos del film con el que discute: "El santo de la espada" de Leopoldo Torre Nilson, que un año antes narraba un San Martín canónico. Con la plata recaudada, Cedrón filmó poco tiempo después "Operación Masacre", basada en la investigación de Rodolfo Walsh.

En 2010 se estrenó una película que transcurre casi únicamente en el cruce de los Andes que realiza San Martín en 1817. "Revolución" es su título, dando a entender que aquello que se había abierto el 25 de mayo de 1810 engloba un proceso mucho más largo y complejo que la célebre "semana de mayo". La guerra que se desató inmediatamente contra los realistas y los grupos sociales que respondían al viejo orden duró muchos años y abarcó casi por entera la región sudamericana. Incluso hubo algunos momentos en donde pareció estar todo al borde del peligro, a punto de triunfar la contrarrevolución. El Congreso de Tucumán que el 9 de julio de 1816 sancionó la Independencia se dio exactamente en ese contexto, y tuvo al propio San Martín como uno de sus artífices principales, aunque su participación fue desde las sombras. Sabido es que San Martín se diferenciaba de la mayoría de sus contemporáneos en tanto y en cuanto tenía un objetivo claro e irrenunciable, por encima de cualquier disputa política interna: hacer triunfar a la revolución en el campo de batalla frente a los realistas. ¿Por qué insistió San Martín con que se declarase la independencia? Eran tiempos en los que la política y lo militar, o mejor, la guerra, no se discernían. Ya tenía en marcha la formación de un ejército en Cuyo para llevar adelante su plan estratégico de cruzar los Andes para liberar Chile y luego continuar hacia Perú. Pero no podía encarar semejante desafío "como un jefe de bandas insurgentes", como dice el historiador Tulio Halperin Donghi, sino que debía hacerlo como jefe de un ejército de Estado. Si bien la película no hace mención alguna al Congreso de Tucumán, sirve para entender el escenario sobre el que tiene lugar, montándola dentro del proceso revolucionario abierto 6 años antes. Quizás la apuesta más jugada de esta película sea la de asociar la figura de San Martín y la del cruce de los Andes como parte de la Revolución, discutiendo la famosa idea salida del propio Congreso de Tucumán de que habría llegado en 1816 el "fin de la revolución, principio del orden". / 51 Los Materiales, documentos para el aula fueron seleccionados por María Elena Barral * , Irene Cosoy ** , Fabio Wasserman *** y Lila Ana Ferro **** .

En esta sección encontrarán un conjunto de materiales -fragmentos de documentos de época, de textos historiográficos y literarios e imágenes-que pueden resultar interesantes para trabajar en el aula.

Los documentos seleccionados, lejos de agotar los recursos disponibles, permiten abordar algunas de las cuestiones planteadas en los diversos artículos de la revista.

4 El carácter social de las guerras de independencia y la participación popular. Los testimonios reflejan la presencia de indios y esclavos en los ejércitos a través de la adhesión voluntaria o del reclutamiento forzoso.

4 El vínculo entre la declaración de la Independencia de 1816 con la Revolución iniciada en Mayo de 1810 y con la guerra. El Congreso de Tucumán y la declaración de la Independencia se producen en un momento de retracción de las fuerzas revolucionarias y en un contexto de restauración de la monarquía en Europa.

4 La condición Sudamericana del acta de la declaración de la Independencia. Lejos de enunciar Argentina o Provincias Unidas de Río de la Plata, el acta de declaración de la Independencia habla de Provincias Unidas de Sud América e incluye entre sus diputados a representantes de provincias de Alto Perú.

4 El estado de guerra que atravesaba la sociedad de entonces.

Los materiales aquí reunidos permiten realizar muchas actividades en las aulas de los distintos niveles. Sólo incluiremos aquí algunos de los muchos interrogantes que pueden orientar el análisis y la reflexión:

n Alreded or de 1816 ¿cómo estaba conform ado el territori o de lo que hoy conocem os como Argentin a? n ¿De quién o quiénes se declarar on independientes las distintas regione s? n ¿Por qué algunas provinc ias particip aron y otras no? n ¿Cómo se reclutab an a los soldado s de los ejército s y que compos ición social y étnica tenían éstos? n ¿A quién iba dirigida el acta de la independencia en lenguas indígena s y por qué? n ¿Por qué la guerra y la revoluci ón tuvieron un carácter social? n ¿Cómo particip aron los sectores popular es y en particul ar los indígena s? * Instituto Ravignani (UBA-Conicet), Universidad Nacional de Luján ** Profesora Historia Argentina II FFyL UBA. *** Instituto Ravignani, (UBA -Conicet). *** Instituto de Investigaciones Pedagógicas "Marina Vilte" CTERA -Universidad Nacional de Luján. Fragmento del Mural Bicentenario -Miguel Rep.

53

En 1869, Angel Paganelli fotografió el frente de la casa La Casa Histórica donde se declaró la Independencia está localizada en el centro de San Miguel de Tucumán. Tras el traslado del Congreso a Buenos Aires, fue destinada a diversos usos, y devuelta a sus propietarios. En el año 1869 fue fotografiada por Ángel Paganelli. El frente lucía deteriorado y no hay señales de que por entonces se considerara la casa un sitio de conmemoración. Recién en 1874, la casa fue definitivamente adquirida por el Gobierno Nacional, que la destinó a edificio de Correos, anexándole posteriormente el servicio de Telégrafo. El lugar fue sede de las primeras manifestaciones de conmemoración de la Declaración de la Independencia, que comenzaron recién durante los años 1880.

Se podría trabajar el acta de la independencia relacionándola con el proceso de alfabetización que están iniciando los/as niños/as. A partir de identificar que el acta fue escrita en castellano y lenguas indígenas, se podrán plantear otras preguntas tales como:

Sala de 5 y Primeros Grados 4 ¿por qué era importante escribir un acta? 4 ¿a quiénes la dirigieron si la escribieron en varias lenguas? 4 ¿se redactó en forma colectiva? 4 ¿quién/es la escribieron? 4 ¿por qué medios se difundió? 4 ¿por qué fue necesario que los representantes la firmaran? 4 ¿qué usaron para firmarla? 4 ¿en qué tipo de letra firmaron? La formulación de interrogantes sobre la vida cotidiana (como la de los elementos para escribir) apunta a conectar aspectos conocidos para los/as niños/as con el proceso social de la independencia tratando de favorecer un conocimiento significativo del pasado.

Dr. José Ignacio Thames Tucumán

Fray Justo de Santa María de Oro San Juan

Los presentes y los ausentes en la proclamación de la Independencia

Firmaron el Acta de la Independencia

Las provin cias del litoral y la Banda Orient al no estuvi eron repres entadas. Tampo co otras que hoy forman parte del territo rio argen tino pero por entonc es eran habita das por las nacion es indíge nas.

Actas de la Independen

Situación regional en 1816

Guillermo Spinelli (dir.), Argentina desde el mar: introducción a la historia naval argentina 1776 -1852. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Armada Argentina, 2014. P. 67 55 cia en sus versiones en castellano y aymará 56 Art. 1°Primeramente pedirá la declaración de la independencia absoluta de estas Colonias, que ellas estén absueltas de toda obligación de fidelidad a la Corona de España y familia de los Borbones y que toda conexión política entre ellas y el Estado de la España es y debe ser totalmente disuelta.

Art. 2°

No admitirá otro sistema que el de confederación para el pacto recíproco con las provincias que forman nuestro Estado.

Art. 3° Promoverá la libertad civil y religiosa en toda su extensión imaginable.

Art. 4°Como el objeto y fin del Gobierno debe ser conservar la igualdad, libertad y seguridad de los Ciudadanos y los Pueblos, cada provincia formará su gobierno bajo esas bases, a más del Gobierno Supremo de la Nación.

Art. 5° Así éste como aquel se dividirán en poder legislativo, ejecutivo y judicial.

Art. 6° Estos tres resortes jamás podrán estar unidos entre sí, y serán independientes en sus facultades.

Art. 7°El Gobierno Supremo entenderá solamente en los negocios generales del Estado. El resto es peculiar al Gobierno de cada Provincia.

Art. 8°El territorio que ocupan estos Pueblos desde la costa oriental del Uruguay hasta la fortaleza de Santa Teresa forman una sola Provincia, denominante la Provincia Oriental.

Art. 9° Que los siete Pueblos de Misiones, los de Batovía, Santa Tecla, San Rafael y Tacuarembó que hoy ocupan injustamente los Portugueses y a su tiempo deben reclamarse serán en todo tiempo territorio de esta Provincia.

Art. 10°Que esta Provincia por la presente entra separadamente en una firme liga de amistad con cada una de las otras para su mutua y general felicidad, obligándose asistir a cada una de las otras contra toda violencia, o ataques hechos sobre ella o sobre alguna de ellas por motivo de religión, soberanía, tráfico o algún otro pretexto cualquiera que sea.

Art. 11°Que esta Provincia retiene su soberanía, libertad e independencia, todo poder, jurisdicción y derecho que no es delegado expresamente por la confederación a las Provincias Unidas juntas en Congreso.

Art. 12°Que el puerto de Maldonado sea libre para todos los buques que concurran a la introducción de efectos y exportación de frutos poniéndose la correspondiente Aduana en aquel Pueblo; pidiendo al efecto se oficie al Comandante de las Fuerzas de su Majestad Británica, sobre la apertura de aquél Puerto para que proteja la navegación o comercio de su Nación.

Art. 13°Que el Puerto de la Colonia sea igualmente habilitado en los términos prescriptos en el artículo anterior.

Art. 14°Que ninguna tasa o derecho se imponga sobre artículos exportados de una provincia a otra; ni que ninguna preferencia se de por cualquiera regulación de Comercio o renta a los Puertos de una Provincia sobre las de otras ni los Barcos destinados de esta Provincia a otra serán obligados a entrar a anclar o pagar Derechos en otra .

Art. 15°No permita se haga ley para esta Provincia sobre bienes de Extranjeros que mueren intestados, sobre multa y confiscaciones que se aplicaban antes al Rey; y sobre territorios de éste mientras ella no forma su reglamento y determine a que fondos deben aplicarse como única al Derecho de hacerlo en lo económico de su jurisdicción.

Art. 16°Que esta Provincia tendrá su Constitución territorial; y que ella tiene el derecho de sancionar la general de las Provincias Unidas, que forma la Asamblea Constituyente.

Art. 17° Que esta Provincia tiene derecho para levantar los Regimientos que necesite, nombrar "Instrucciones del año XIII" a los diputados Orientales 57 los oficiales de Compañía, reglar la Milicia de ella para seguridad de su libertad por lo que no podrá violarse el derecho de los Pueblos para guardar y tener armas.

Art. 18°El Despotismo militar será precisamente aniquilado con trabas constitucionales que aseguren inviolable la Soberanía de los Pueblos.

Art. 19°

Que precisa e indispensable sea fuera de Buenos Aires, donde reside el sitio del Gobierno de las Provincias Unidas.

Art. 20°La

Constitución garantiza a las Provincias Unidas una forma de gobierno republicana; y que asegure a cada una de ellas de las violencias domésticas, usurpación de sus Derechos, libertad y seguridad de su soberanía que con la fuerza armada intente alguna de ellas sofocar los principios proclamados. Y asimismo prestará toda su atención, honor, fidelidad y religiosidad a todo cuanto crea o juzgue necesario para preservar a esta Provincia las ventajas de la Libertad y mantener un Gobierno libre, de piedad, justicia, moderación e industria. Para todo lo cual, etc.

Delante de Montevideo, 13 de abril de 1813. Jose Gervasio Artigas

Washington Reyes Abadie, "Artigas y el federalismo en el Río de la Plata", en Historia Uruguaya, Montevideo, EBO, tomo II, p. 285.

"Las Instr ucci ones del año XIII" fuer on el man dato que lleva ron los dipu tado s de la Prov incia Orien tal a la Asam blea Naci onal Gene ral Cons tituy ente de 1813 de las Prov incias Unid as del Río de la Plata . Las Instr ucci ones del año XIII inclu ían los conc epto s de inde pend enci a, repú blica y fede ralis mo. Prop onía n "con serv ar la igua ldad , liber tad y segurid ad", que el gobi erno fede ral se situa se fuera de Buen os Aires , liber ar el com ercio entre prov incia s, dete rmin ar el dere cho a pose er arma s y defin ía los límit es de la Band a Orien tal. El cont enid o del docu men to, dete rmin ó el rech azo de los dipu tado s orien tales , que no pudi eron inco rpor arse a la Asam blea .

Existen varias versiones de las instrucciones. El texto precedente, que es el más conocido, difiere en algunos puntos del fechado el 5 de abril de 1813.

Los cambios más importantes son: a) la incorporación de los artículos 8º y 9º que definen los límites de la Provincia; b) la modificación del artículo 3º que en la versión anterior establecía que "La Religión Católica Apostólica Romana será la preponderante. Y así no admitirán otra"; c) la supresión de los arts. 19º y 20º: "No se presentará en la Asamblea Constituyente como Diputado de la Nación, sino como representante de este Pueblo, porque no aprobamos el decreto de ocho de Marzo, que se halla inserto en el Redactor del sábado trece del mismo"; "Ni se estenderán sus facultades a las de legislar, pues tan solo se las damos para formar la constitución de Gobierno, que debe regirnos, activar la fuerza del Ejército de las Provincias Unidas, a fin de libertar los Pueblos oprimidos y residenciar los anteriores gobiernos. B artolo mé Hidal go tomó un estilo popul ar de la camp aña, los cielito s, para escri bir una poesí a direc ta, que recup eraba las voces popul ares y las insert aba en la cultura letrad a. En 1816 , invad ida la Band a Orien tal por los portu gueses, debió huir a Buen os Aires en dond e vivió hasta su muer te en 1822 . Ci elit os de la Pat ria 60 P ueblos: enviados por vuestra expresa voluntad y unidos en este punto a formar el Congreso, que fijando la suerte y constitución del país, llenase los designios de la grande obra en que se ve empeñado; consagrados a nuestro alto destino, y expedidos de las tareas preliminares que debían franquear nuestra carrera, somos a cada paso interrumpidos en nuestras meditaciones por el incesante agite con tumultos que os conmueve; y echando una ojeada desde la cumbre eminente en que os observamos, se ha detenido con asombro nuestra consideración sobre el cuadro que ha ofrecido a nuestra vista la alternativa terrible de dos verdades, que, escritas en el libro de vuestros destinos, nos apresuramos a anunciaros: "unión y orden, o suerte desgraciada". Precisos momentos que no dan treguas al anuncio amargo; pero inevitable, que ha de presentaros el contraste del único interés de vuestra existencia fluctuante entre los más locos extravíos y los consejos de la razón y conveniencia.

Queremos excusaros el disgusto de recorrer la serie odiosa de acaecimientos, que degradando el mérito de la revolución y el crédito de las gloriosas expediciones militares, nos ha reducido en las últimas derrotas a la situación más desoladora. Mil veces una vanidad torpe, o una tan necia confianza, predijo triunfos que nos arrancaron lágrimas, y otras tantas los pueblos interiores, comprometidos a mil conflictos, y los pueblos contribuyentes, brumados con el peso de nuevos empeños, provocaron la desesperación. Observad sus resultados.

Dueños de un territorio pingüe y poderosos que re-cobramos en la rápida carrera de nuestras primeras empresas hasta la líneas que demarcaba el estado, el desorden y la división nos lo hicieron perder con retroceso violento, reduciendo hasta hoy a tan estrechos límites nuestra existencia, cuánta es la extensión e importancia del territorio vasto, poblado y rico de que nos han privado. Esfuerzos repetidos y malogrados, no han servido más que a inspirar el desaliento que dejan las reiteradas derrotas; soldados infructuosamente sacrificados al furor enemigo, o vagando dispersos entre los horrores de la miseria; millares de familias, o huyendo despavoridos a buscar un asilo en la piedad, o indignamente ultrajadas por el tirano que las insulta; pueblos enteros entregados al incendio y a la carnicería; fortunas saqueadas y abandonadas al pillaje; los tesoros minerales alimentando la fuerza que los subyuga; obstruidas las vías del comercio al Perú y a Chile (…); estagnadas en almacenes las importaciones extranjeras, por falta de consumidores, el erario sufre un quebranto enorme en sus ingresos; las fortunas particulares recargan el peso de nuevas contribuciones sin otra medida que la de las urgencias cada vez mayores; el comercio y la industria apenas respiran; todas las clases del estado se aniquilan y consumen; el país devastado y exhausto no presenta sino la imagen de la desolación, y aleja de nuestras costas los negociantes que no hallan un objeto de interés a sus especulaciones.

Este golpe de males haría nuestra situación menos afligente, si solamente conservásemos una disposición a repararlos: más por desgracia, el extravío de los principios nos alejó demasiado de los Manifiesto del Congreso a los Pueblos 1816 (Manifiesto del Congreso a los Pueblos, Bs.As., Casa Pardo, 1966, reproducción facsimilar, pp. 1-5;8-10;30-33) Tras declarar la Independencia, el Congreso emitió un Manifiesto a los Pueblos que sería recordado por el título del Decreto que lo acompañaba: "Fin a la revolución, principio al orden". En ese documento se pueden apreciar los conflictos que dividían a los pueblos rioplatenses y la desesperada llamada de los congresales a poner fin a los mismos. 61 senderos del orden: el horror a las cadenas que rompimos, obró la disolución de los vínculos de la obediencia y respeto a la autoridad naciente; la libertad indefinida no reconoció límites, desde que perdidas las habitudes de la sumisión, se creyeron los hombres restituidos a la plenitud absoluta de sus arbitrios: el poder, por otra parte, sin reglas para conducirse, debió hacerse primero arbitrario, después abusivo y últimamente despótico y violento: todo entró en la confusión del caos: no tardaron en declararse las divisiones intestinas: el gobierno recibió nueva forma, que una revolución varió por otra no más estable; sucedieron a ésta otras diferentes que pueden ya contarse por el número de años que la revolución ha corrido; y es tal la indocilidad de los ánimos, que puede muy bien dudarse si en todas las combinaciones de los elementos políticos hay una forma capaz de fijar su volubilidad e inconsistencia. (…) ¡Pueblos! El contacto de la aflicción y el sentimiento de nulidad a que os redujo la desunión y el desorden, arrancaron del seno mismo de los males el único remedio que ha de curarlo. Vosotros provocasteis la creación de una autoridad representativa, que, erigida con el voto universal, formase un punto de unión de todas las relaciones, una expresión de todas las voluntades, una concentración de todos los poderes: vuestras acciones están todas comprometidas en este árbitro soberano de vuestros destinos. Marcad este momento, último recurso en vuestras desgracias; él va a decidir la suerte del país. Él debe fijar límites a la revolución, abrir los senderos del orden, restablecer la armonía, sofocar las aspiraciones, acallar los resentimientos y querellas de los pueblos y consolidar la unión de las partes dilaceradas.

Ejé rci to y esc lav os

Perió dico La Crón ica Arge ntina , 21 de dicie mbre de 1816 . Nota titula da "Cue rpo de negr os", sobr e la form ación de un regim iento de negr os esclavo s (frag men to). En el texto se seña lan las dific ultad es que va a tene r el gobi erno en logra r dich a form ación , debi do a la resis tenc ia que pond rán sus amo s en cede rlos y por el tiem po que lleva rá instr uirlo s en el uso de las arma s. La política de Artigas en relación a los indios lo ubica en el ala radical del pensamiento revolucionario de la época y se vincula con la conflictividad política que agitaba la región en el momento de la reunión del Congreso de Tucumán. Los manus critos del diario de Santos Vargas , fueron descub iertos en los años cincue nta. Según la historia dora Marie-Daniell e Demél as, José Santos Vargas se incorpo ró a las milicias patriot as como tambo r bajo las órdene s del coman dante Eusebi o Lira con el propós ito de escribi r un diario. Siendo Tambo r podía perma necer cerca del líder guerril lero y de esta maner a conoce r de cerca sus decisio nes y así registr ar "todos los suceso s de la guerra ", tal como él mismo se propon ía. Se trata de una fuente excepc ional que permit e recons truir la guerril la en Ayopay a y Sicasic a entre 1814 y 1825. El "gauchaje" entusiasmado ante la posibilidad de lograr reivindicaciones sociales se sumó esperanzado a las partidas de Güemes, jefe en el cual depositarán su confianza […] Güemes se convirtió en vocero y representante ante el Ejército y el Director Supremo de los sargentos, capitanes y tenientes de las milicias salteñas que, de acuerdo a la estrategia asumida por José de San Martín y recomendada por Manuel Dorrego, actuaron con decisión en la guerra de recursos contra las tropas realistas, entusiasmando al gauchaje que, primero en el valle de Lerma y después en toda la jurisdicción de Salta y Jujuy, se movilizó despertando los recelos y temores de los vecinos propietarios por cuanto dejaban de ser sujetos pasivos y controlables para convertirse en una "plebe" políticamente peligrosa y difícil de controlar, con la cual Güemes negocia cuando es preciso, concesiones". Sara Mata, "Salta y la emergencia de nuevas relaciones de poder", en Revista Andes, Nº 13, 2002, p. 16.

El retrato del indio patriota

Los "gauchos" de Güemes

En la región norte del actual territorio argentino (Salta y Jujuy), la resistencia contra los realistas fue muy larga y estuvo a cargo del ejército dirigido por Juan Martín de Güemes. La particularidad de esta fuerza contó con la participación masiva de peones rurales llamados comúnmente los "gauchos" de Güemes.

"El Gral. Martín Miguel de Güemes y sus Gauchos" Oleo sobre tela de A. Struch -Salta 1912 -Museo Histórico del Norte -Cabildo de Salta.

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TIEMPO DE LIBERTAD