Academia.eduAcademia.edu

La memoria en su laberinto balcánico

Current problems in Bosnia in relation to recent memory

10 Lunes 22 de Julio de 2019 | DIARIO DE SEVILLA OPINIÓN LA MEMORIA EN SU LABERINTO BALCÁNICO LA TRIBUNA 5 JOSÉ ANTONIO GONZÁLEZ ALCANTUD Catedrático de Antropología N Mostar, Bosnia, en torno al célebre puente viejo que divide aún hoy religiosa y culturalmente la ciudad mártir de la última guerra balcánica, pueden verse graffitis que rezan Don’t forget (no olvides). En una interpretación inmediata el paseante los asocia al “deber de memoria”, invocado y traído a colación de continuo a raíz de la experiencia de Auschwitz. Fue un judío turinés, Primo Levi, quien tras la experiencia concentracionaria nazi alzó la voz de quienes habiendo sufrido la violencia mayor de la Historia, esgrimiendo la virtud del recuerdo para frenar cualquier otro genocidio. No olvidar aparece como un mandato que se inserta en la tradición de Yahvé que obliga a los judíos a mantenerse unidos en la diáspora. Sin patria, sin tierra, sin propiedades, sólo el recuerdo los mantendría unidos como comunidad. Las mayores juderías de Europa residían hasta la primera guerra mundial en las ciudades y campos balcánicos. Casi todos sus habitantes eran sefardíes. El diputado español Ángel Pulido realizará un viaje en 1903 a los Balcanes, quedando impactado por estas comunidades que continuaban en su diáspora hablando castellano antiguo. A su retorno se convirtió en su apóstol en las Cortes españolas, logrando por primera vez tras la expulsión de 1492 el reconocimiento de los derechos históricos de los sefardíes, como españoles del exilio. Empero, el sionismo ya iba ganando posiciones, y cada pascua hebrea se brindaba en los guetos balcánicos con un inquietante “¡El año próximo, en Jerusalén!”. Aunque, en algunas ciudades como Tesalónica llegaron a ser el cuarenta por ciento de la población, los sefardíes fueron acorralados por los nacionalismos turco y griego, y el expansionismo cultural francófono. Hoy no queda ni siquiera un pálido recuerdo de aquellas comunidades fabulosas, para quie- E Ojo de pez 5 PABLO BUJALANCE @pbujalance EN LA LUNA LLÁ por los años 70 sirvió Isaac Asimov un buen jarro de agua fría cuando pronosticó que en el siglo XXI, al menos en sus primeras décadas, no habría viajes estelares, ni automóviles voladores ni robots domésticos que se encargaran cada mañana de preparar el desayuno y llevar a los niños al colegio. A cambio, aseguraba el autor de Fundación, la gente iría por ahí con superordenadores de tamaño reducido metidos en los bolsillos y una conectividad portátil, absoluta e inmediata con prácticamente cualquier lugar del planeta. Asimov no era un pitoniso con especial puntería, sino un humanista que sa- A ROSELL nes Sefarad, ocupaba el papel mítico de al Ándalus para los musulmanes, es decir de la nostalgia de tierra ubérrima. Existe una suerte de exhibicionismo en las fachadas tiroteadas hasta el hartazgo de Mostar. Cabe preguntarse por qué no son reparadas. La obscenidad de la destrucción resalta en este ensañamiento. Es algo similar a los museos del Holocausto, pero con un fin muy distinto: se recuerda el fratricidio entre yugoslavos con el deseo de resaltar que habrá una tornavuelta. Este memorialismo obsesivo se ha vuelto un abuso, según T.Todorov. El problema nodal de este exceso de memoria, nos indica Isaac Martín Lupiáñez, antropólogo andaluz, mientras paseamos por una Mostar que se abre al turismo tímidamente, es que no hubo un vencedor claro y las heridas siguen abiertas. Cuando estalló aquella guerra en el corazón de Europa, recuerdo la dificultad para comprender lo que ocurría. Vivimos con una suerte de sopor de conflictos pasados que al aflorar repentinamente nos dejan desconcertados. Le pasó a los norteamericanos con el 11-S realmente no sabían quiénes eran los musulmanes, y tuvieron precitadamente que reeditar libros olvidados. Tuve la misma sensación con los Balcanes. bía leer como pocos los acontecimientos de su tiempo y que había comprendido que todas las esperanzas suscitadas después de la llegada del hombre a la Luna no eran más que un bluf. Después, ya en los 80, la Guerra de las Galaxias que promovió Ronald Reagan para llevarse el ascua de la Guerra Fría a su sardina terminó por convencer al personal de que igual era buena idea establecer un pacto de mínimos en cuanto a intenciones antes de liarse a conquistar el espacio, mientras Arthur C. Clarke se apresuraba a introducir la cuestión china al respecto (en otro alarde de previsión) en 2010: Odisea Dos. Dado lo que éramos capaces de hacer aquí, daba miedo pensar en lo que se podía esperar del ser humano ahí arriba. Ahora, con el 5G anunciado a diestro y siniestro hasta en la sopa, la profecía de Asi- El alunizaje que hace 50 años parecía abrir las puertas del futuro se recuerda hoy con discreta nostalgia En París, donde yo andaba en aquel tiempo, cayó en mis manos el volumen reeditado de un geógrafo de los años treinta, Jacques Ancel, titulado Pueblos y naciones de los Balcanes. Lo devoré e incluso lo recensioné para una revista, pero sin alcanzar a comprender en qué consistía la naturaleza profunda del conflicto balcánico. Ahora veo en mis dudas de entonces, nada satisfechas con cartografías étnicas, de fronteras e identidades más que discutibles, que el conflicto no tenía respuesta por su carácter laberíntico. Como tampoco tenemos respuestas a las razones que expliquen el atentado de Sarajevo que dio lugar a la primera conflagración mundial dado que los documentos que pudieran darnos pistas se han borrado. En Split, Croacia, el día del patrón, en la catedral sita en el sorprendente templo de Diocleciano, la presidenta de la República, los obispos, los cuerpos sociales de la nación al completo, desfilan, en una procesión, que me llama la atención por su profundo sentimiento. Es una religiosidad que no admite falla ni folclore porque está vinculada a la propia idea de Croacia, como frontera religiosa y política de la cristiandad. Delante de la catedral representan con fuerza y maestría una danza de espadas o moresca –así le llaman–, o lucha de turcos y cristianos. Pero a diferencia de nuestras fiestas de moros y cristianos, donde el humor y el espíritu festivo se imponen, aquí se vence a los turcos sin piedad. Volviendo a los hebreos. En Sarajevo poseen un manuscrito que por algún momento se creyó perdido para siempre durante la guerra última. Es el Haggadah, texto miniado hebreo con ornamentaciones musulmanas. Ejemplo de hibridez cultural, que llegó a los Balcanes a fines de la Edad Media procedente de la península Ibérica. Fue conservado con primor y celo. Tras la pasada guerra apareció en Nueva York, y volvió a Sarajevo. Hoy día es un símbolo de aquella convivencia y convivialidad mítica de los Balcanes, rota con la primera guerra mundial y rematada con el conflicto de los noventa. Cuando me entrevistaron para un programa bosnio sobre la “convivencia” el director me comparaba el Haggadah con al-Ándalus. Probablemente tenía razón. Los excesos de la memoria se curan con bondades culturales, como este texto sagrado hebreo libre de laberínticas pasiones identitarias. mov sigue su curso. La posibilidad de que vayamos a 120 por la autopista a bordo de coches sin conductor y de que un cirujano opere en Wisconsin a un paciente sedado en Córdoba está a la vuelta de la esquina. Elon Musk y Donald Trump siguen empeñados en establecer colonias en Marte no sin antes regresar a la Luna, donde los astronautas chinos han logrado que germinen guisantes; pero las expectativas más razonables, también en la opinión pública, siguen siendo cuanto menos prudentes. A cambio, la revolución tecnológica servida en telescopios espaciales, aceleradores de partículas y observatorios de ondas gravitacionales nos han proporcionado abundante información sobre el Universo, con la que ni los más optimistas soñaban hace veinte años. Científicos de ánimo bien templado establecen un plazo de otras dos décadas para el control de la gravedad y la localización de vida extraterrestre. El mundo cambia a paso de gigante. O eso ha parecido siempre. El alunizaje que hace 50 años parecía abrir las puertas al futuro se recuerda hoy con discreta nostalgia. Tan poco cambió aquello la vida de la gente. Quizá ahora la historia sea otra. De ilusión también se vive. Cuchillo sin filo 5 FRANCISCO CORREAL [email protected] GILDA I la escena llega a ocurrir a la inversa, hay cola de tertulianos en las radios y las televisiones para rasgarse las vestiduras. Se convocarían aquelarres de desagravio, manifestaciones con pancartas, maitines ideológicos de despelleje. Pero como no fue el político conservador el que le negó el saludo a la señora progresista sino al contrario, pelillos a la mar. Un gesto feo y santas pascuas. Mujer y de izquierdas, Susana Díaz jugaba sobre seguro cuando ni se levantó para saludar al consejero de Hacienda de la Junta, Juan Bravo, ni tan siquiera le extendió la mano que su adversario político le estaba ofreciendo. Con luz y taquígrafos. Un gesto que quedará en los anales del Parlamento andaluz como la carcajada en cadena desencadenada por Hortensia Gutiérrez del Álamo cuando presidía la cámara autonómica Diego Valderas. Pero en este caso, el asunto no produce ninguna risa y sí mucha pena y preocupación. La escena, puro sainete, es un estrambote de la superioridad moral de la izquierda. Mire usted, señor Juan Bravo, ya le puede decir a S Si el feo se lo hace Juan Bravo a la ‘comunera’ Susana Díaz, ya tenemos a una nueva Juana de Arco Padilla y Maldonado que la comunera soy yo, parecía decirle la Evita del Tardón al atónito gestor de las cuentas de la comunidad, ante el desconcierto de los testigos y el asombro de los cámaras, a punto de asistir a la bofetada que Gilda le iba a propinar a Glenn Ford. La política y la costumbre no se llevan demasiado bien. No hace mucho era más verosímil que el hombre volviera a la Luna antes que la derecha gobernara en San Telmo. Y sin embargo hace cincuenta años que no hemos vuelto a pisar el satélite de nuestro acomodador nocturno y desde hace siete meses y media la derecha, derechita o derechona desamortizó a Susana Díaz como Mendizábal a los franciscanos. Para ser tan bética, el día que explicaban el manque pierda no debió ir a clase. Existe un latifundismo ideológico en función del cual uno se cree ungido por unos derechos casi sagrados para perpetuarse en el poder. Ésa es al menos la sensación que desde fuera se tiene del mal perder de la ex presidenta de la Junta, como si una Mano Negra de la carcundia la hubiera dejado sin su marquesado. Mujer y de izquierdas. Según Carmen Calvo, la nueva ideóloga de la Sección Femenista, la quintaesencia de la pureza en el progresismo. Y allí siguió, en su asiento. Andaluces levantaos. Jugando con ventaja. Si llega a ocurrir al revés, Andalucía ya tendría a su nueva Juana de Arco.