17834_Xenofobia y racismo en el mundo antiguo (tripa)
17834_Xenofobia y racismo en el mundo antiguo (tripa)
XENOFOBIA Y RACISMO
EN EL MUNDO ANTIGUO
C o l · l e c c i ó
INSTRUMENTA
Barcelona 2019
17834_Xenofobia y racismo en el mundo antiguo (tripa)
64
17834_Xenofobia y racismo en el mundo antiguo (tripa)
XENOFOBIA Y RACISMO
EN EL MUNDO ANTIGUO
F. Marco Simón
F. Pina Polo
J. Remesal Rodríguez (eds.)
17834_Xenofobia y racismo en el mundo antiguo (tripa)
Universidad de Barcelona. Datos catalográficos
Coloquio de Historia Antigua Universidad de Zaragoza (9è : 2017), autor
Xenofobia y racismo en el mundo antiguo. - 1.ª edición. – (Col·lecció Instrumenta : 64)
Ponències presentades al IX Coloquio de Historia Antigua Universidad de Zaragoza,
celebrat els dies 14 i 15 de setembre de 2017
Inclou referències bibliogràfiques i índexs
ISBN 978-84-9168-207-3
I. Marco Simón, Francisco, editor literari II. Pina Polo, Francisco, editor literari
III. Remesal Rodríguez, José, editor literari IV. Títol V. Col·lecció: Instrumenta
(Universitat de Barcelona) : 64
1. Racisme 2. Civilització antiga 3. Congressos
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1.ª edición: Barcelona, 2019
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Imagen de la cubierta: Lampadóforo antropomorfo conocido como El Negret (MNAT 527). Museu Nacional Arqueològic de Tarragona. Foto: R. Cornadó.
Impresión: Gráficas Rey
Depósito legal: B-5.869-2019
ISBN: 978-84-9168-207-3
Queda rigurosamente prohibida la reproducción total o parcial de esta obra. Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser
reproducida, almacenada, transmitida o utilizada mediante ningún tipo de medio o sistema, sin la autorización previa por escrito del editor.
17834_Xenofobia y racismo en el mundo antiguo (tripa)
Índice general
Introducción
(Francisco Marco Simón, Francisco Pina Polo y José Remesal Rodríguez)
9
La invención de la alteridad: griegos y persas
(Manel García Sánchez)
13
Autoctonía y pureza de sangre
(Laura Sancho Rocher)
49
Greece for the Greeks: Plutarch’s Aratus and Greek Chauvinism
(W. Jeffrey Tatum)
69
La Xenelasia espartana
(César Fornis)
85
Los enterrados vivos en el Foro Boario: Piaculum y Obligamentum magicum
(Francisco Marco Simón)
101
The Rhetoric of Xenophobia in Cicero’s Judicial Speeches: Pro Flacco, Pro Fonteio and
Pro Scauro
(Francisco Pina Polo)
115
Strangers in the City
(Greg Woolf)
127
Xenofobia y racismo: el punto de vista de la geografía antigua
(Gonzalo Cruz Andreotti)
137
El color de la piel en Roma
(Isabel Rodà)
155
Race and citizenship in Roman law and administration
(Clifford Ando)
175
Small-minded, envious and chauvinistic: The self-shaping of Roman intellectuals
189
(Marietta Horster)
Humor y barbarofobia en la Vita Maximini duo de la Historia Augusta
(María Victoria Escribano Paño)
203
Ethnic-cultural Prejudice in Early Christian Monasticism
(Mar Marcos)
219
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¿Un caso de aporofobia en la Mérida visigoda? La muerte anunciada del abad Nancto
(Clelia Martínez Maza)
233
Black Cleopatra: Discursos sobre raza y racismo en el mundo contemporáneo
(Cristina Rosillo López)
243
INDICES
Índices de fuentes clásicas
Fuentes epigráficas
Fuentes jurídicas
Fuentes papirológicas
Personajes
Topografía/Etnografía
Materias
255
255
259
259
259
259
262
264
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Autoctonía y pureza de sangre1
Laura Sancho Rocher
Universidad de Zaragoza
La historia popular y local de Atenas, al menos en época clásica, arrancaba de un mito
fundacional según el cual el primer ateniense había nacido de la tierra. Y no solo el primer ateniense
sino algunos de los más afamados héroes o reyes primitivos. Pero no me voy a ocupar aquí del
muy estudiado mito de la autoctonía y de personajes como Cécrope, Erecteo y Erictonio, sino de
la extendida creencia ateniense en la autoctonía de los atenienses, herederos todos ellos de unos
primigenios atenienses que no nacieron de mujer sino directamente de la tierra ática2. Mi propósito es
plantear algunas preguntas relacionadas con el tema de este coloquio que versa sobre las tendencias
racistas y xenófobas en el mundo antiguo. En primer lugar, conviene valorar los efectos prácticos de
la creencia en la autoctonía ya que, una vez instaurada en las mentes una determinada convicción,
Trabajo elaborado en el marco del proyecto HAR2015-63549-P (MINECO / FEDER).
El Ayax (v. 202: γνεᾶς χθονίων ἀπ᾽ Ἐρεχθειδᾶν) de Sófocles constituiría el texto más antiguo en el que los atenienses son
denominados autóctonos; el Erecteo de Eurípides (cf. Lyk. 1.100: “…no somos por naturaleza un pueblo forastero, sino
autóctonos”) se representó en la década de los 420, quizás cuando se elevaba el Erecteion en la Acrópolis. En general, los
intérpretes coinciden en que la convicción de que todos los atenienses son herederos de los nacidos de la tierra no es anterior
a las últimas décadas del s. V: R. Parker, Myths of Early Athens, J. Bremmer, ed., Interpretations of Greek Mythology,
Sidney-London 1985, 193ss; V. Rosivach, Autochthony and the Athenians, ClQ 37, 1987, 294-306, H.A. Shapiro, Autochthony and the Visual Arts in Fifth-Century Athens, D. Boedecker & K. Raaflaub, eds., Democracy, Empire and the Arts
in Fifth-Century, Cambridge (M.) – London 1998, 127-151; N. Loraux, Nacido de la tierra. Mito y política en Atenas,
Buenos Aires 2007 [Paris 1996]; M. Detienne, Des metamorphoses de l’autochthonie au temps de l’identité nationale, QSt
67, 2008, 5-14; J. Blok, Gentrifying Genealogy: On the Genesis of the Athenian Autochthony Myth, V. Dill & Ch. Walde
eds., Antike Mythen. Medien, Transformationen und Konstruktionen (Fritz Graf zum 66 Geburtstag), Berlin 2009, 251-271.
Solo M. Valdés, El nacimiento de la autoctonía ateniense: cultos, mitos cívicos y sociedad de la Atenas del s. VI a.C.,
Madrid 2008, sostiene que la autoctonía de todos los atenienses fue inculcada ya en la época soloniana.
1
2
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las consecuencias pueden ser imprevistas. Convendrá también cuestionar cuál era la relación entre
la percepción de constituir un linaje no contaminado y la legislación y la jurisdicción relativas a
la ciudadanía, la extranjería y los matrimonios. Finalmente, no podemos perder de vista un asunto
esencial: ¿cómo convivían el abolengo de la ciudadanía y los principios democráticos de los
atenienses? ¿Cómo concertaban los atenienses su defensa de la igualdad con los prejuicios étnicos
derivados de la idea de ser especiales, no mezclados y autóctonos?
La autoctonía
La idea de autoctonía, al parecer, denota dos contenidos distintos. Por un lado, expresa la
antigüedad de un grupo humano y su vinculación ancestral con un determinado territorio. Por otro, y
este segundo sentido es más insólito, supone que ese grupo humano nació de la tierra3. La creencia de
los atenienses de que todos ellos procedían de un tronco común de los nacidos de la tierra no puede
ser anterior a la consolidación de la polis y de la noción de ciudadanía. No puede preceder tampoco al
sinecismo4 y al relato del mismo. Y, sin duda, pretende revelar la pertenencia de todos los atenienses
a un mismo linaje. Por eso puede decirse que la ficción de la autoctonía es, en principio, igualitaria5.
Y muchos estudiosos han subrayado este aspecto e, incluso, han negado que los atenienses tuvieran
comportamientos xenófobos por el hecho de considerarse una suerte de nobleza griega debido a su
pureza de sangre. Efectivamente, a pesar del ridículo argumento, que tantos efectos negativos tiene
en la vida cotidiana, sobre la pureza de sangre, no se produjeron actos de violencia ni pogromos
contra los extranjeros domiciliados, los metecos, ni contra los esclavos; por el contrario, la ciudad
resultó muchas veces bastante dispuesta a acoger a aliados en riesgo o a dar la libertad y ciudadanía
a anteriores esclavos.
La tradición de la autoctonía está vinculada a los relatos sobre personajes míticos nacidos
de la tierra, mitos cuya antigüedad es anterior al s. V. No obstante, la difusión de la idea clásica de
autoctonía suele relacionarse con el ascenso de Atenas a potencia imperial tras las victorias contra el
Medo. En ese sentido, tiene todo el aspecto de ser una tradición inventada6, que arraigó y se difundió
3
Rosivach, Autochthony…, defiende que el primer significado (“always living in the same land”) es el antiguo y etimológico. B. Isaac, The Invention of Racism in Classical Antiquity, Princeton 2004, 114-15, propone “who always had
themselves owned the land as their own”. J. Roy, Autochthony in Ancient Greece, J. McInerney, ed., A Companion to Ethnicity in the Ancient Mediterranean - Malden - Oxford, Chichester 2014, 242-243, muestra que el significado de “nativo”
o “indígena” es corriente en el s. V.
4
Teseo es el causante del sinecismo según Tucídides (2.15.2). Aunque Teseo es ya un héroe importante en la época de Solón
y de los Pisistrátidas, no adquiere el papel relevante de héroe nacional hasta Clístenes, cf. H.J. Walker, Theseus and Athens,
New York- Oxford 1995, 46, 50ss; y G. Anderson, The Athenian Experiment. Building an Imagined Political Community in
Ancient Attica, 508-490 BC, Ann Arbor 2006, 142-143, sobre la reinvención por Clístenes de las fiestas Sinecias.
5
Loraux, Nacido de…, 35 y 200 dice que el mito no es xenófobo ni racista. Para Isaac, The Invention… 18, 37, 133 más
que de racismo convendría hablar de “etnocentrismo”, caracterizado por sostener una superioridad “derivada del contenido
de las gónadas”; o mejor, todavía, sería el término de “protorracismo”, en la medida en que la herencia se considera determinante e inalterable. S. Lape, Race and Citizen Identity in the Classical Athenian Democracy, Cambridge 2010, 23-43 y
passim habla de “racialismo casi biológico”, “ciudadanía racial” y racismo; y sostiene una perfecta correspondencia entre
mito de autoctonía, ideología igualitaria y ley de Pericles. E. Poddighe, La città dei ‘purosangue’: Identità e sovranità política ad Atene tra VI e IV sec. a.C., M. Giuman, T. Cossu & A. Cannas, eds., Xenoi. Immagine e parole tra razzismi antichi
e moderni. Atti del Convegno Internazionale (Cagliari 3-6 Feb 2010), Napoli 2012, 3-15, también subraya el solapamiento
de las ideas de superioridad biológica del génos ateniense e igualdad política de sus miembros.
6
Parker, Myths of Early… 187, se sirve de la expresión acuñada por E. Hobsbawn, La invención de la tradición, Barcelona 20165 [Cambridge 1983], 7-21, quien relaciona la creación de las tradiciones (a diferencia de las costumbres) con la
necesidad de fundar las naciones modernas en raíces históricas. Del mismo modo, B. Anderson, L’imaginaire nacional.
Réflexions sur l’origine et l’essor du nationalisme, Paris 1996 [Imagined Communities, London 1983], 19ss, insiste en que
la “creación” de toda comunidad se realiza a través de la invención del pasado y la potenciación de los elementos distintivos
e identitarios (religión, lengua).
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con facilidad, a causa de la necesidad de dar cuenta del éxito militar de Atenas. También debió de
contribuir a ello la naciente rivalidad entre Atenas y Esparta trasladada a los relatos. Mientras los
dorios lacedemonios blasonaban de ser descendientes de Heracles y haber recobrado sus posesiones
del Peloponeso, los atenienses exhibían la superioridad de no haber abandonado nunca sus tierras
(cf. Isoc. 4.63). Pero esta versión del relato autóctono está muy poco relacionada con las virtudes del
sistema político democrático.
Recientemente Cohen7 ha manifestado la opinión de que los atenienses sabían distinguir entre
el mito y la realidad y, por tanto, no creerían descender de la tierra ática8. Sin embargo, no parece
verosímil que una idea que todos identificaran como irreal se repitiera y reelaborase constantemente.
Por el contrario, la de la autoctonía parece una tradición de éxito. Los oradores atenienses hacían
mucho hincapié en la autoctonía y, seguramente, muchos ciudadanos creían en ella sin hacerse
demasiadas preguntas, aunque los propios oradores fueran los más escépticos.
En algunos autores del s. V puede colegirse cierto desdén hacia la creencia popular.
Aristófanes es un claro ejemplo de la sutileza y sentido del humor que se necesitan para ironizar
sobre la saga ateniense. La comedia se presta a la parodia de las cosas más sagradas, así que nada
extraño si también sirve de vehículo para mentar este tema con sorna. Dos pasajes de Avispas (422
a.C.) y Lisístrata (411 a.C.) señalan a los varones atenienses como autóctonos; en el primero se trata
del coro de ancianos jueces que se presentan como los antiguos héroes vencedores del Medo (V.
1076-77); en el segundo, también son aludidos los varones, quienes adolecen a causa de la huelga de
sexo de sus esposas, aunque parezca que son sus espadas las que apartan los mantos de sus vientres
(Lys. 1082-5). El aspecto cómico de ambas escenas excusa al poeta de un pronunciamiento explícito
que sería más comprometido.
Son los historiadores los que, al intentar reconstruir los tiempos remotos, tienen que afrontar
la interpretación de la leyenda. Heródoto, en buena lógica, deducía que los atenienses serían pelasgos
pregriegos. Sacaba así la conclusión obvia de la doctrina de que los nativos nunca se habían movido
del Ática y, por tanto, tenían que ser pelasgos helenizados, a diferencia de los dorios que eran griegos
cien por cien (1.56.2). Es interesante la idea de helenización a través del aprendizaje de la lengua
(1.57.3; cf. 51.2) porque la interpretación que hace Heródoto de la prehistoria ateniense choca de
lleno con la doctrina de uso interno9. Según esta, los atenienses serían los más antiguos griegos,
Ed. E. Cohen, The Athenian Nation, Princeton 2000, 88-89, insiste en que los griegos saben que el mŷthos posee una
verdad diferente a la del lógos.
8
Juto, en el Ión (v. 542) de Eurípides, afirma que “la tierra no pare hijos”. Como veremos más adelante, que un poeta
introduzca cierto escepticismo en el mito no significa que la inmensa mayoría no lo crea. Si Platón no fuera consciente de
lo fácil que arraigaban determinadas creencias —y de su utilidad— no hubiera previsto que en Calípolis se inculcara a los
ciudadanos que “…en realidad permanecieron durante todo el tiempo bajo tierra, moldeándose y creciendo allá dentro sus
cuerpos mientras se fabricaban sus armas y demás enseres; y que una vez que estuvo todo perfectamente acabado, la tierra,
su madre, los sacó a la luz, por lo cual deben ahora preocuparse de la ciudad en que moran como de quien es su madre
y nodriza… y tener a los restantes ciudadanos por hermanos suyos…” (Rep. 414de). A pesar del parecido, el mito de los
metales de República persigue fines opuestos al ateniense de la autoctonía: “…sois todos hermanos cuantos habitáis en la
ciudad… pero al formarlos los dioses hicieron entrar oro en cuantos de vosotros están capacitados para mandar…” (415a).
9
Cf. R. Thomas, Ethnicity, Genealogy, and Hellenism in Herodotus, I. Malkin, ed., The Ancient Perceptions of Greek Ethnicity, Cambridge (Mass.) – London 2001, 224-225, quien cree que a los atenienses no les gustaría la teoría de Heródoto;
y Lape, Race and Citizen ... 151-152 sobre el modo en el que Heródoto transforma la identidad esencialista ateniense en
histórica. Tucídides también consideraba que ‘helenizarse’ era hablar griego como muestra el ejemplo de los argivos de
Anfiloquia (2.68.24). El famoso pasaje de Heródoto (8.144.2-3) en el que los atenienses responden a los espartanos antes de
la batalla de Salamina resume tres elementos de la etnicidad helénica: mismos dioses, mismas costumbres, misma lengua.
Significativamente los atenienses nada dicen del parentesco ni de la tierra que ocupan, elementos que siempre aparecen
asociados a la autoctonía. D. Konstan, To hellenikon ethnos: Ethnicity and the Construction of Ancient Greek Identity, I.
7
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nacidos de la tierra ática, pero para Heródoto solo eran griegos por haber aprendido una lengua.
Así, en boca de los mismos atenienses, pone el de Halicarnaso unas palabras que corresponderían a
la versión oficial: “…el pueblo más antiguo de la Hélade y somos los únicos griegos que no hemos
cambiado de país” (7.161.3), leyenda que en el Menéxeno platónico es llevada a su culmen —al
ironizar sobre las creencias populares— cuando dice de la polis de los atenienses que es “…hostil por
naturaleza al bárbaro, porque somos griegos puros y sin mezcla de bárbaros” (245cd).
Tucídides se limita a decir que el Ática, a causa de la pobreza de su suelo, fue habitada
siempre por los mismos hombres (1.2.5). Es una manera aséptica de asumir que la población no era
inmigrante; al menos no del todo, pues también consigna el autor que a esta región llegaban, huyendo
de los conflictos de otras, los más poderosos y, además, allí se convertían en ciudadanos (§6: πολῖται
γιγνόμενοι). De una manera muy parecida resumía Pericles en su discurso fúnebre la prehistoria
ateniense. Sin mentar al primer ateniense nacido de la tierra, dice: “… nuestros antepasados ….
habitaron siempre esta tierra y, en el sucederse de las generaciones, nos la han transmitido libre
hasta nuestros días…” (Th. 2.36.1). Habitar la misma tierra no implica haber nacido de ella, en todo
caso tanto el historiador como el político soslayaban el asunto. Por otra parte, en el mismo discurso,
Pericles hacía gala de otro de los elementos de orgullo de Atenas: que la ciudad no expulsaba a los
extranjeros (§ 39.1)10.
Tucídides asume, sin embargo, el axioma imperial según el cual los jonios habían poblado
la costa de Asia Menor partiendo del Ática. Tampoco necesitó mencionar a Ión ni decir qué relación
había entre este héroe y el epónimo de todos los griegos, Helen. Nuestra fuente más antigua sobre la
pertenencia del Ática al éthnos jonio es nada menos que Solón. A principios del s. VI Solón habla del
Ática como “la más antigua tierra de Jonia” (Ath.Pol. 5.2: πρεσβυτάτην… γαῖαν Ἰαονίας). El historiador
de Halicarnaso recoge con desconfianza trazos de una polémica acerca de quiénes de entre los jonios
debían ser considerados los más puros (Hdt. 1.146.1-2; 147.1-2). La afirmación de Solón podría ser
parte de ese debate, pero no hay constancia de que en su época Atenas se postulara como metrópolis
de toda la Jonia asiática. En plena fase imperial sí convino a la ciudad hegemónica divulgar la idea de
que todas las ciudades e islas del Egeo oriental habían sido “colonizadas” por los atenienses. Con todo,
para Heródoto, el hogar primigenio de los jonios no era tampoco Atenas, sino el Peloponeso (1.145.1),
de donde los aqueos los habrían empujado al Ática y Eubea. Esta leyenda no sería compatible con la de
la autoctonía a no ser que los primeros atenienses fueran anteriores a los jonios (Hdt. 8.44.3).
La relación de los jonios orientales y los atenienses —y la conformación del éthnos jonio—
resulta bastante enigmática. Durante la mayor parte de siglo V, los atenienses publicitaron una
vinculación de parentesco en la que Atenas figuraba como centro de partida, una idea que estuvo
favorecida por la inicial implicación de los atenienses en los festivales de la isla de Delos (Delia)
desde Pisístrato. Por otro lado, Heródoto, que era de Halicarnaso, interpretó como medida de
carácter identitario la sustitución, realizada a finales del siglo VI por Clístenes, de las phylaí jonias
por las diez phylaí nuevas (5.66.2), como se puede deducir de su comentario sobre los nombres
buscados para ellas: “y abolió para las mismas los nombres de los hijos de Ión (Geleonte, Egícoras,
Árgades, Hoples), imponiéndoles nombres derivados de otros héroes, todos locales (ἐπιχωρίων), a
excepción de Ayax, héroe al que, pese a ser extranjero, incluyó en su calidad de vecino y aliado de
Malkin, ed., The Ancient Perception ... 34-35, sitúa la mencionada descripción de helenidad en la época en que escribe
Heródoto y no en la fase de las guerras médicas. Panhelenismo y autoctonía serían dos discursos políticos nuevos.
10
B. Strauss, The Melting Pot, the Mosaic, and the Agora, P. Euben, J.R. Wallach & J. Ober. eds., Athenian Political
Thought and the Reconstruction of American Democracy, Cornell 1994, 252-264, comenta la doble y contradictoria ideología democrática de Atenas.
52
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Atenas (ἀστυγείτονα καὶ σύμμαχον ξεῖνον ἐόντα)”. La sustitución de los nombres jonios —podría
simplemente haber añadido otros y dejar los de los hijos de Ión— de las tribus forma parte de una
línea política y propagandística diferente de la que predicaba la filiación ateniense de las ciudades
jonias. Pero, como Clístenes no intervino en las antiguas fratrías (Ath.Pol. 21.6), los atenienses
siguieron compartiendo con los jonios los festivales denominados Apatouria (Hdt. 1.147.2). Hay que
esperar al Ión (vv. 1571ss) de Eurípides para encontrar la síntesis necesaria entre la autoctonía y el
origen ateniense del éthnos jonio11. En el final de esta tragedia se anuncia que Ión es hijo de Apolo y
Creusa (la hija de Erecteo), fruto de una violación y, además, un nóthos aunque de madre ateniense; y
que de la unión de Creusa y Juto, extranjero descendiente de Zeus, nacerán Doro y Aqueo12, mientras
que de Ión, el autóctono, nacerán los que dieron nombre a las cuatro phylaí jonias.
En suma, los historiadores, aunque toman los mŷthoi como reflejo deformado de un pasado
real tienden a hacer de ellos una lectura racional, evitando los elementos inverosímiles o maravillosos,
lo que no significa que la story popular no fuera tenida por verdad por la mayoría de los atenienses.
La elaboración del credo de la autoctonía es obra de oradores, artistas gráficos, o poetas; en
suma, de los creadores de la opinión y la memoria colectivas. Las mejores fuentes para reconstruir
su evolución son, sin duda, los discursos fúnebres13 del s. IV a los que cabe sumar especialmente dos
obras de Isócrates, el Panegírico y el Panatenaico. Los que conservamos, posteriores al de Pericles,
poseen rasgos muy parecidos en relación con el tema que nos ocupa: desprecio hacia la mezcla de
población (Lys. 2.17; Pl. Mx 237b; Isoc. 2.24; 12.124; Hyp. 6.7), algo que Pericles ni menta; y una
relación de causa efecto entre autoctonía y sistema político (muy especialmente, Pl. Mx. 239a). En
ese sentido, hay que subrayar la gran diferencia con el mensaje de la oración periclea: mientras el
Alcmeónida entiende que las virtudes del carácter ateniense son fruto de una politeía superior a las
demás14, los autores del s. IV muestran una tendencia esencialista y manifiestan que la preferencia por
la democracia es consustancial con la pureza de sangre ateniense, un hecho ancestral e invariable. Los
atenienses aparecen, en los discursos mencionados, como el hombre primordial; pero, a diferencia
de las reconstrucciones que ya había realizado la antropología racional, nos presentan los grandes
11
Fechable, tal vez, como sostiene C. Zacharia, Converting Thruths. Euripides’ Ion and the Athenian Quest for SelfDefinition, Leiden 2003, 4-5, en 412 a.C. Cf. C. Dougherty, Democratic Contradictions and the Synoptic Illusion of
Euripides’ Ion, J. Ober & Ch. Hedrick, eds., Demokratia. A Conversation on Democracies, Ancient and Modern, Princeton
1996, 249-270. En el hesiódico Catálogo de las mujeres, Ión es hijo de Juto y Creusa, hija a su vez del divino Erecteo
(fr. 10 M./W.); Pero Juto es hijo de Helen y hermano de Doro y Eolo (fr. 9 M./W.). J.M. Hall, Ethnic Identity in Greek
Antiquity, Cambridge 1997, 42-45, fecha el Catálogo en el s. VI y en ambiente ateniense, y comenta que dorios y eolios
parecen más griegos que los jonios. Sobre la relación de atenienses y jonios, cf. J.P. Crielaard, The Ionians in the Archaic
Period. Shifting Identities in a Changing World, T. Derks & N. Roymans, eds., Ethnic Constructs in Antiquity. The Role of
Power and Tradition, Amsterdam 2009, 37-84, quien sostiene que las tradiciones fundacionales de las diferentes ciudades
preceden a la identidad colectiva. En el siglo V esos relatos locales darían lugar a la narrativa de la migración que Atenas lo
emplearía con fines propagandísticos. K. Vlassopoulos, Ethnicity and Greek History: Rethinking our Assumptions, BICS
58, 2015, 1-13, cuestiona el empleo del concepto de etnicidad para grupos como los jonios, y defiende que la noción de
etnicidad recubre un espectro, más fuerte en la polis, menos en los éthne (beocios, focidios) y mucho menos en las etnias
regionales (jonios, dorios, eolios).
12
B. Walsh, The Rhetoric of Birthright and Race in Euripides’ Ion, Hermes 106, 1978, 307, la profecía de Atenea mostraría que
todos los griegos son parientes de los atenienses, lo que no contribuiría al modelo exclusivista. También Zacharia, Converting
Truths… 55, ve un aspecto panhelénico en la profecía. Con todo, esta autora insiste especialmente en el jonismo del Ión, en
cómo la autoctonía y la colonización se hacen compatibles. Por el contrario, Lape, Race and Citizen... 106, 116-117 opina que
Eurípides hizo desaparecer la identidad helena y promovió las credenciales jonias y atenienses frente al resto de los griegos.
13
Dice N. Loraux, L’autochtonie: une topique athénienne. Le mythe dans l’espace civique, Annales E.S.C. 34, 1979, 9 que
es en el discurso fúnebre donde Erictonio el autóctono cede lugar al tópos de la autoctonía colectiva; cf. Ead., L’invention
d’Athènes. Histoire de l’oraison funèbre dans la cité classique, Paris 1981, 150, sobre la identidad entre autoctonía y eugéneia.
14
Pues los trópoi (modos de comportamiento) atenienses (Th. 2.36.4; 39.4) no serían naturales sino asociados a la epitédeusis (práctica, ejercicio) y a la politeía.
53
17834_Xenofobia y racismo en el mundo antiguo (tripa)
hallazgos de la civilización como un regalo de los dioses; don que los atenienses, generosamente,
habrían compartido con el resto de la humanidad (Pl. Mx. 238c; D. 60.5; Isoc. 4.25; 12.125; 7.74; 8.94).
Las grandes diferencias entre el discurso fúnebre de Pericles, único conservado de este género
en el s. V, y el resto, pueden deberse a una evolución en las convicciones políticas populares. Se
trataría de un proceso cuya tendencia sería sacralizar y naturalizar elementos que, solo unas décadas
antes, eran humanísticos y elásticos. Pero la falta de documentación no permite sacar conclusiones
firmes, ya que también pudiera ser que Tucídides hubiera retratado en esta última intervención de
Pericles en su Historia a un dirigente político que defendía ideas elevadas, al poner en su boca un
discurso de contenido político irreprochable. Resulta llamativo no ver indicios de orgullo racial en las
palabras del político al que, por otra parte, se atribuye la propuesta de ley de ciudadanía del año 451.
Para Aristóteles (Pol. 1303a 25-b 3; cf. 1275b 32-35) la pureza étnica puede ser aconsejable en aras
de la estabilidad política15. Y Pseudo Jenofonte (2.7-8), en las últimas décadas del s. V, se quejaba de
que Atenas fuera una ciudad excesivamente abierta en la que se habían echado a perder las formas de
hablar, vestir y vivir áticas. Este autor manifiesta repulsa hacia los efectos de las influencias foráneas,
y ello delata el típico miedo al otro que suele acompañar a la xenofobia. Por el contrario, no parece
que Pericles personalmente tuviera nada en contra de los extranjeros, dado que su segunda esposa
fue la milesia Aspasia, madre de Pericles II. Sin embargo, las razones por las que un político actúa
no remiten siempre a convicciones o principios personales sino, más frecuentemente, a cálculos de
oportunidad y conveniencia en el plazo corto. En todo caso, no se puede negar que su ley tuvo efectos
psicológicos e ideológicos, a medio y largo plazo, que no siempre fueron admirables.
La legislación sobre la ciudadanía
Muchos estudios en las últimas décadas han contribuido a la comprensión de la noción
de ciudadanía como un producto de creación lenta y progresiva que acompaña a la génesis de la
polis como entidad política y como “comunidad inventada”. Porque los aspectos citados avanzan
paralelamente: la institucionalización y creación del marco jurídico de la polis, la invención de
tradiciones históricas y ceremonias rituales que narran y reproducen la fundación de la comunidad
humana, y el desarrollo de la conciencia de pertenencia y del marco de participación en esa
comunidad humano-religiosa y política.
Según la memoria colectiva y la tradición oficial, la unidad política de Atenas se llevó a
término en época remota, anterior a la guerra de Troya, a través del sinecismo de Teseo. El relato de
la unión del Ática fue potenciado en la época de Clístenes quien, como legislador, procedió a lo que
podría tenerse por una refundación de la ciudad. Clístenes era presentado como la reencarnación de
Teseo. Pero remontémonos brevemente a la fase predemocrática. En época de Dracón, finales del
siglo VII, serían atenienses los miembros de las fratrías16; y en la de Solón, principios del VI, lo eran
15
Aristóteles, en otro contexto (Pol. 1275b), argumenta acerca de lo que constituye la identidad de una polis y se pregunta
también si los cambios en la composición humana (éthnos o génos) determinarían que la polis fuera otra. De lo que no duda
es de que el cambio de sistema político es lo que hace que la polis deje de ser la misma (1276b 2-5). Sin embargo, Atenas era
Atenas en época de los Pisistrátidas o en las fases oligárquicas de fines del s. V, a pesar de la privación de derechos políticos
de los ciudadanos, lo que significa que el territorio y la comunidad humana pesan más que la posibilidad de participar en
las decisiones políticas.
16
La ley de Dracón (IG I3 104, l. 18) hacía a la fratría corresponsable en la persecución del homicida. Cf. Ph.B. Manville,
The Origins of Citizenship in Ancient Athens, Princeton 1990, 78-80, para quien en esa fecha ser insider era ser miembro de
una fratría. Lape, Race and Citizen... 11, sostiene que Dracón dio origen a una naciente concepción de ciudadanía étniconacional (cf. athenaîos, Ibid. l. 29). Si la ley D. 23.53 corresponde a la época draconiana, se trataría de una cláusula de la
misma ley sobre el homicidio, en la que se considera el crimen involuntario de la “…la pallaké tomada para tener hijos
54
17834_Xenofobia y racismo en el mundo antiguo (tripa)
todos los libres residentes, incluidos los liberados mediante la seisáchtheia, y los repatriados de un
exilio servil. Todos fueron clasificados con fines de participación política en cuatro téle según sus
rentas. Pero, también con el gran legislador, quedarían excluidos de las fratrías los hijos ilegítimos17,
los nóthoi, es decir, los nacidos fuera del matrimonio oficial establecido por eggýe. Y su exclusión
del oîkos y de la anchisteía desvela la más que probable privación de participación en la comunidad
política18. En estas dos fases no desaparece el claro predominio de los criterios de parentesco para
definir o determinar la pertenencia. De ahí la importancia que tienen las medidas sobre el matrimonio,
ya que el excluido de la herencia paterna lo estaba, además, también de los sacra familiares y,
seguramente, era marginado en la ciudad.
Así pues, la polis se parecería mucho a una comunidad de parentesco, aunque eso no era
problemático debido a que, seguramente, pocos eran entonces foráneos. A principios del s. VI,
Solón (Plu. Sol. 24.4) aceptó dos tipos de inmigrantes: los que tenían voluntad de establecerse
definitivamente para desarrollar una profesión y los exiliados políticos, dos grupos que por sus
características tendrían voluntad de lograr permanencia y arraigo social. No hay que pensar tampoco
que esos colectivos acudieran en masa a Atenas aunque, por eso mismo, resultaban fáciles de asimilar.
Manville19 argumenta que, a pesar de los términos empleados por Plutarco, la de Solón no fue una ley
de ciudadanía sino de inmigración; y los inmigrantes no tenían todavía el estatuto de meteco, así que
irían poco a poco integrándose en todos los órganos politanos. Un poco más tarde, en la década de los
libres…”. La “concubina” en este texto no es madre de nóthoi sino de eleútheroi, de ahí la duda de si podrían ser presentados a la fratría del padre. Sobre la autenticidad de esta ley, cf. M. Canevaro, The Documents in Attic Orators. Laws and
Decrees in the Public Speeches of the Demosthenic Corpus, Oxford 2013, 64-70, quien afirma que formaba parte de las
ediciones más antiguas del discurso y, si fue un editor quien la incluyó, fue muy consciente de citarla por entero. En época
de Demóstenes algunos términos ya no se entendían. K. Kapparis, Apollodoros ‘Against Neaira’ [D. 59]. Edited with Introduction, Translation and Commentary, Berlin – New York 1999, 10-11, afirma que “libres” hay que aplicarlo a la fecha del
discurso aunque los no nacidos dentro de matrimonio no pudieran adquirir la ciudadanía.
17
Solón introdujo un único matrimonio legal, el que legitimaba la descendencia. El procedimiento constaba de un contrato
(eggýe), en el que se pactaba la dote (proíx), y del acto de transmisión de la esposa (ékdosis) a la casa del marido. Los nacidos fuera de esta unión recibían el nombre de nóthoi (bastardos). Aristófanes (Av. 1649-1670) cita “una” ley que atribuye a
Solón. Por razones cómicas, el poeta parece sumar dos normas que serían contradictorias: “que para el hijo bastardo no haya
anchisteía [línea de sucesión familiar], habiendo hijos legítimos, y si no los hay, que los bienes correspondan a los parientes
más próximos de su linaje”. La primera disposición deja abierta la posibilidad de que, cuando no haya hijos legítimos, hereden
los nóthoi. La conversación entre Heracles y Pisetero hace ver que una hija epíkleros (Atenea) también sería priorizada ante
el nóthos (Heracles). Pisetero hace caer en la cuenta a Heracles de que no ha sido presentado a la fratría por no ser hijo de
ciudadana lo que, además, constituye un anacronismo que no puede pertenecer a Solón sino a una fecha posterior a 451. Según
D. Ogden, Greek Bastardy in the Clasical and Hellenistic Period, Oxford 1996, 36, la primera parte de la ley correspondería
a la época presoloniana; mientras la segunda cláusula, que excluía totalmente a los bastardos, sería la correspondiente a la ley
sobre el matrimonio de Solón (D. 43.51; Is. 6.47). Para E. Carawan, Pericles the Younger and the Citizenship Law, ClJ 103,
2008, 397, por el contrario, son cláusulas que atienden a situaciones diferentes. Solón había permitido disponer de los bienes
si no había hijos legítimos, por tanto un padre podría adoptar a un bastardo; pero en caso de morir intestado, sus bienes pasarían a sus familiares según la anchisteía. Cf. Is. 6.47 y D. 43.51 sobre la exclusión de los nóthoi de la anchisteía desde 403.
Cf. L. Rubinstein, Adoption in IV Century Athens, Copenhagen 1993, 18-19, 81-82, quien sostiene que solo se podía adoptar
a los nacidos de uniones legales; y que la adopción inter vivos era la mejor manera de transmitir una herencia. Para el asunto
del matrimonio y la posible exclusión, no solo de la familia sino también de la ciudadanía, de los ilegítimos, cf. H.J. Wolff,
Marriage Law and Family Organization in Ancient Athens, Traditio 2, 1944, 43-95, quien concluye que si los nóthoi estaban
excluidos de la anchisteía, y no pertenecían a la fratría del padre, no eran ciudadanos. Pero admite que las nóthai (si eran hijas
de mujer ateniense) pudieran ser dadas en matrimonio regular. D. Lotze, Zwischen Politen und Metöken. Passivbürger im
klassischen Athen?, Klio 63, 1981, 159-178 y C. Bearzot, Né cittadini né stranieri: apeleutheroi e nothoi in Athene, M.G.
Angeli Bertinelli & A. Donati, eds., Il cittadino, lo straniero, il barbaro, fra integrazione ed marginazione nell’Antichità,
Serta Antiqua et Mediaevalia VII, Roma, 2005, 77-92, optan por que los nóthoi constituyeron un grupo marginal sin derechos
ciudadanos. C. Patterson, Those Athenian Bastards, ClA 9, 1990, 56, 60, argumenta que es Solón quien dejó fuera de la
ciudadanía a los hijos de concubina, y eso explicaría que el vocablo nóthos se aplicara luego de 451 también a los metróxenoi.
18
Ogden, Greek Bastardy …, 151, es tajante en sostener que desde Solón estaban excluidos.
19
Manville, The Origins… 137-139.
55
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560, en el marco de las luchas por el poder, a Pisístrato lo apoyaron los de origen “impuro” (Ath.Pol.
13.5, τῷ γένει μὴ καθαροί), tal vez por el miedo a que Megacles o Licurgo siguieran una política de
exclusión o de expulsión. No sabemos a quiénes realmente se podría considerar “impuros” en esos
momentos ya que las bases de Pisístrato puede que fueran, en parte, gentes marginales, pero seguro
que fueron heterogéneas. Se ha pensado tanto en los nuevos inmigrantes —cuya llegada habría sido
favorecida por la política soloniana— como en los nóthoi —excluidos por la normativa matrimonial
del legislador—, pero también en los mercenarios que acompañaron al tirano en el acceso al poder.
El mismo término “impuros” emplea la Constitución aristotélica (ibid.) para referirse a una supuesta
revisión general de las listas de ciudadanos (διαψηφισμόν) realizada justo tras ser derrocada la
tiranía20. Es poco verosímil que en esas fechas se hubiera podido llevar a cabo un proceso exhaustivo
de examen; el término claramente está tomado de la experiencia del s. IV aunque hace pensar en algún
mecanismo de circunscripción o delimitación de la comunidad de ciudadanos a través de formas de
exclusión. Parece lógico pensar que las fratrías desempeñaran entonces el papel primordial.
Con Clístenes se habría producido, como en la fase de ascenso de Pisístrato, la apertura
momentánea del cuerpo cívico; esta vez con medidas legislativas revolucionarias o innovadoras pues
Clístenes autorizó que, en los nuevos demos, fueran integrados todos los residentes (Ath.Pol. 21.4). Eso
se colige de las palabras de Pseudo Aristóteles: la creación de las nuevas tribus tenía por fin mezclar
(ἀναμεῖξα) a la población para aumentar el número de los que tuvieran derechos políticos (μετάσχωσι
πλείους τῆς πολιτείας) y que no quedaran en evidencia los nuevos ciudadanos (21.1). La explicación
de medidas de esta índole la encontramos en la Política de Aristóteles cuando expone los mecanismos
de la democracia última. Los políticos, dice, suelen instituir nuevas tribus y fratrías para mezclar
(μιχθῶσι) a los ciudadanos [nuevos con antiguos] y relajar (διαζευχθῶσιν) los vínculos existentes
(Pol. 1319b 6-10). A pesar de lo que leemos en este pasaje, Clístenes no creyó preciso crear nuevas
fratrías (Ath.Pol. 21.6; Ar. Pol. 1275b 34-37), pues las nuevas tribus ya servían de receptáculo final de
los “extranjeros y metecos de origen servil” (ξένους καὶ δούλους μετοίκους; 1275b 37) convertidos
en ciudadanos, los cuales habrían, previamente, sido registrados en las nuevas unidades, los demos.
Pero lo que Clístenes hizo no significó el alumbramiento de una concepción diferente de la
ciudadanía, la sustitución del ius sanguinis por el ius soli. No; su intervención fue circunstancial
porque en ese momento es lo que le pareció más útil para su causa. Su acción consistió en crear un
nuevo marco de adscripción y, a la vez, en introducir la costumbre de guardar listas de ciudadanos
en los demos21 y de controlar la procedencia legítima de cada joven cuando llegara a los 18 años
Manville, The Origins… 183, habla de “régimen de terror” por la privación de derechos a numerosos residentes; K.W.
Welwei, Der ‘Diapsephismos’ nach dem Sturz der Pisistratiden, Gymnasium 74, 1967, 434, supone que el diapsephismós
lo patrocinó Iságoras y fueron expulsados exclusivamente los beneficiados por los tiranos, y no los que llevaban cinco
décadas asentados. Clístenes anularía los efectos. E. Poddighe, Mescolanza o purezza? Il diapsephismos tra i Pisitratidi e
la reforma di Clistene, Klio 92, 2010, 285-304, afirma que Clístenes representa un punto cero para la polis y el estatus de
ciudadano. Sería él, por tanto, el promotor de un control general de la lista de ciudadanos, antes de establecer las nuevas tribus y demos, inscribiendo en ellos a los “impuros”. Según Lape, Race and Citizen... 200, serían expulsados descendientes
de extranjeros o de esclavos, pero no metroxénoi.
21
C. Patterson, Pericles’ Citizenship Law of 451-50 B.C., New Hampshire 1988 [19811], 27, no cree que el sistema de
dokimasía del demo (Ath.Pol. 42.1) surgiera de la cabeza de Clístenes, así que tampoco existirían listas de demotas. D.
Whitehead, The Demes of Attica. 508/7 a.C. – 250 BC. A Political and Social Study, Princeton 1986, 35, sostiene que tanto
el procedimiento de la dokimasía como los iniciales registros serían instaurados en la época de Clístenes. J. Sickinger,
Public Records and Archives in Classical Athens, Chapel Hill - London 1999, 55-56, se inclina por fechar el nacimiento de
los lexiarchikà grammateía a fines del s. VI, añadiendo que las fratrías y géne también tenían listas de miembros. Cf. en el
mismo sentido Ch. Pébarthe, Cité, Démocratie et écriture. Histoire de l’alphabetisation d’Athènes à l’époque classique,
Paris 2006, 182-184. N. Jones, The Associations of Classical Athens. The Response to Democracy, New York – Oxford
1999, 198, opina que los demos, a pesar de una cierta movilidad de sus miembros, eran los más capacitados para conocer
las circunstancias de los vecinos. R. Osborne, Demos: The Discovery of Classical Attika, Cambridge–London–New York20
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(Ath.Pol. 42.1). Una prueba de ello es que el estatuto de meteco se originó como consecuencia de
la nueva clausura del cuerpo cívico22. Los demos, seguramente ya desde el principio, indagaban la
pertenencia del joven a un oîkos ateniense, una información que estaba en manos de las fratrías. En
época histórica sabemos que, ante la sospecha de fraude en relación con el estatus, se recurría a los
parientes, a los phráteres y, finalmente, a los demotas23. Y seguramente la dokimasía ante el demo
se realizaba después de que el candidato hubiera sido aceptado por la fratría de su padre24. Antes de
451 eran considerados ciudadanos todos los nacidos de una unión establecida por eggýe, los hijos
legítimos, y que tuvieran al menos un progenitor ciudadano, casi siempre el padre, para lo cual
también habría que recurrir a familiares y phráteres si se planteaban dudas. Solo muy de tarde en
tarde bastaría que la madre fuera de origen ciudadano para que el recién nacido fuera presentado y
aceptado en la fratría de su abuelo materno.
Las reflexiones de Aristóteles sobre quién es y quién debe ser ciudadano desembocan
siempre en su particular concepción del ciudadano como sujeto de derechos políticos positivos.
Con todo, Aristóteles reconoce que, en la práctica, suele ser tenido por ciudadano el que nace de
padres ciudadanos, normalmente ambos (Pol. 1275b 21-23). En este punto conviene recordar que
bajo un sistema oligárquico extremo —los Treinta de Atenas, por ejemplo— los miles de excluidos
de la ciudadanía activa no dejaban por ello de ser astoí aunque técnicamente no fueran polítai25.
Eso significa que la definición normativa de Aristóteles hace caso omiso de una realidad tozuda,
que ser ciudadano depende de haber nacido de un tronco legítimo. Aristóteles escribe en una época
en la que en Atenas la ley de 451, repuesta en 403, era considerada nuclear para la democracia;
pero Aristóteles no habla de Atenas en exclusividad. Nacer ciudadano —no hacerse o llegar a ser—
parece haber sido la vía normal de la ciudadanía. La ley de Pericles no prohibió las uniones mixtas
aunque tuvo efectos sobre ellas (Lape 2010:19-20) al negar a los hijos de esos matrimonios el
estatus ciudadano; y, tras la reinstauración en 403 de esa medida, cuando desde una fecha próxima
New Rochelle–Melbourne-Sidney 1985, 73, también cree que las fratrías y géne tendrían mayor incertidumbre sobre sus
miembros que los demos. M. Faraguna, Registrazione catastrali nel mondo greco. Il caso di Atene, Athenaeum 85, 1997,
7-33, sostiene que los demarcos también poseían información sobre los bienes de los demotas y se la proporcionaban a los
magistrados con fines fiscales o penales.
22
D. Whitehead, The Ideology of the Athenian Metic, Cambridge 1977, 145. El autor (p.75) opina que los metecos también
estarían registrados en los demos.
23
A. Scafuro, Witnessing and False Witnesing: Proving Citizenship and Kin Identity in Fourth-Century Athens, A. Boegehold & A. Scafuro, eds., Athenian Identity and Civic Ideology, Baltimore - London 1994, 156-198. Este hecho implica que
los registros de demo no eran de fiar. Como sostiene Lape, Race and Citizen... 196, además era necesario que los testigos
confirmaran la identidad del nombre de la lista concreta.
24
Cratero (FGrH 342 F4) y Filócoro (FGrH 328 F 35a) transmiten sendas regulaciones relativas a las fratrías que casi todos
los especialistas ponen en relación con la ley de Pericles de 451, al menos desde A. Andrewes, Philochoros on Phratries,
JHS 81, 1961, 1-15. Andrewes consideraba que ambas pertenecían al mismo texto legal que pretendía controlar la admisión
de ciudadanos en las fratrías. Patterson, Pericles’ Citizenship Law…, las coloca en la década de los 440, y las considera
desarrollo de la ley de ciudadanía de 451, estableciendo procedimientos judiciales y control sobre las fratrías. La de Cratero
(ἐὰν δέ τις ἐξ ἀμφοῖν ξένοιν γεγονὼς φρατρίζῃ…) excluía de las fratrías a los nacidos de dos extranjeros; la de Filócoro
obligaba a las fratrías a incluir a los que ya hubieran incluido orgeônes y géne. Ogden, Greek Bastardy… 47-53, fecha
ambas normas en época anterior al 451, ya que la que transmite Cratero habla de los nacidos de dos extranjeros, lo que
posibilitaría que sí fueran incluidos los hijos de madre extranjera. Sitúa la de Filócoro en la fase de la tiranía, pues interpreta
que los tiranos se oponían al exclusivismo de las fratrías a las que obligarían a incluir a los metróxenoi. Sobre la importancia
de las fratrías en el reconocimiento de los ciudadanos, cf. Jones, The Association… 197ss; P. Ismard, La cité des réseaux.
Athènes et ses associations VIe – Ier siècles av. J.-C., Paris 2010, 102ss, 124-126. Un nuevo ciudadano tenía que ser inscrito
en una fratría; y un adoptado tenía que ser admitido en la de su padre adoptivo, cf. Pébarthe, Cité, Démocratie… 186-189.
25
J. Blok, Becoming Citizens. Some Notes on the Semantic of ‘Citizen’ in Archaic Greece and Classical Athens”, Klio
87, 2005, 7-40, subraya la semántica de ‘pertenecer a nosotros’ que tienen los términos astós / asté, e indica que el étnico
athenaíos es la manera habitual de denominar a los nuevos miembros de la polis desde ca. 470. En ese sentido, M.H. Hansen, City-Ethnics as Evidence for Polis Identity, M.H. Hansen & K. Raaflaub, eds, More Studies in the Ancient Greek Polis
(Historia Einzelschriften 108), Stuttgart 1996, 185-186, recuerda que los city-ethnics suelen ser denominaciones políticas.
57
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al 385 quedaron definitivamente excluidos de la ciudadanía los nacidos de madres no atenienses con
posterioridad al arcontado de Euclines, el casamiento mixto también fue prohibido y severamente
penalizado ([D.] 59.16; 52)26. La prohibición de uniones con extranjeros es una ley que ya posee
tintes racistas; no tolera el mestizaje, abona el supremacismo y propicia el espíritu inquisitorial. Pero
esas consecuencias están presentes en germen ya en la ley de mediados del s. V. En ciudades menos
cosmopolitas que Atenas, los matrimonios mixtos serían una rareza, pero en Atenas antes de 451, no
serían tan infrecuentes. Conviene, pues, preguntarse por qué Pericles introdujo una ley que convertía
en marginales, nóthoi, a los nacidos de uniones mixtas.
La formulación del texto legal, tal como lo leemos en el tratado aristotélico, (Ath.Pol. 26.4)
es negativa: “…que no participara de la ciudad quien no hubiera nacido de dos ciudadanos” (μὴ
μετέχειν τῆς πόλεως, ὃς ἂν μὴ ἐξ ἀμφοῖν ἀστοῖν ἦι γεγενώς), pero en la biografía plutarquea (Plu.
Per. 37.3-4) toma forma positiva: “…hizo aprobar una ley por la que solo eran atenienses los nacidos
de dos atenienses” (νόμον ἔγραψε, μόνους Ἀθηναίους εἶναι τοὺς ἐκ δυεῖν Ἀθηναίων γεγονότας). La
formulación negativa es la que aparece en la mayoría de los textos (Suidas s.v. demopoíetos; Ael. V.H.
13.24) y en los que recogen la reinstauración de la norma en 403 (Σ Aischin. 1.39 = Eumelo FGrH77
F2; Athen. Deipnosoph. 577b = Caristio FGrH358 F11). La expresión negativa hace hincapié en la
exclusividad del cuerpo cívico; en el rechazo del extranjero. Y, aunque no hay ninguna seguridad de
que el texto legal original estuviera redactado como aparece en el tratado aristotélico, el hecho de
que tanto la ley que se atribuye a Nicomenes, como la que se atribuye a Aristofonte, en 403, estén
redactados en términos negativos hace pensar que la ley de 451 adoptaría esa extraña expresión.
Se han buscado explicaciones de todo tipo a la ley: siguiendo a Pseudo Aristóteles, se ha
pensado en que realmente la población ciudadana hubiera aumentado excesivamente27 y, con ello,
el número de beneficiarios del estatus privilegiado de ciudadano. Por esa misma razón se habría
producido, según Plutarco, en 445 un primer diapsephismós, con motivo del reparto de trigo
regalado por Psamético a los atenienses (Plu. Per. 37. 4; cf. Σ Aristoph. V. 715–18; Philoc. FGrH
328 F11928). Otro móvil esgrimido a menudo, tiene que ver con la costumbre aristocrática de las
uniones internacionales, práctica que a veces se asocia con la deslealtad a la ciudad29. La ley, se
El extranjero o extranjera que vivieran en matrimonio con ciudadano o ciudadana serían castigados con la esclavitud ([D.]
59.16); y el ciudadano que entregase a una extranjera como esposa a un ciudadano sería castigado con la atimía y perdería
sus bienes (§ 52). Kapparis, Apollodoros ‘Against Neaira’… 200-201 considera auténticos ambos decretos. Canevaro, The
Documents… 183-190 dice del primero que tanto puede ser una invención como un texto genuino añadido por un editor
tardío; en relación con el segundo, se inclina por pensar que es una falsificación basada en el texto mismo de Apolodoro.
27
Patterson, Pericles’ Citizenship Law… 70, 101-102, piensa que el incremento de la cifra de ciudadanos a lo largo de la
Pentecontecia no tuvo su origen en el mero crecimiento vegetativo, sino que fue debido a cierta falta de control en demos y
fratrías. La ley de Pericles no se dirigiría contra los matrimonios mixtos sino contra la inclusión fraudulenta de extranjeros
en las fratrías y demos. También J. Watson, The Origin of Metic Status at Athens, Cambridge Classical Journal 56, 2010,
263-264, 271 excluye un aumento por causas naturales, y añade que antes de mediados del s. V todavía no existía el estatuto de meteco cuya creación coincidiría con la ley de 451/0. K.R. Walters, Perikles’s Citizenship Law, ClA 2, 1983, 332,
sostiene que el incremento de ciudadanos se debería a la introducción en los demos de los hijos de ciudadano y esclava.
Habitualmente se ha argumentado que, si la ley no fue retroactiva, no pudo tener consecuencias rápidas sobre el número de
ciudadanos. Sin embargo, sí podría haber frenado un crecimiento exponencial. Así lo ve P. Cartledge, Democracy. A Life,
Oxford 2016, 89, quien supone que la ley también mejoraría las posibilidades de las atenienses casaderas pobres.
28
El fragmento de Filócoro es citado por un escolio a Aristófanes (V. 715-718) donde el poeta en 422 a.C. hablaría de un
reparto de trigo de 425/4. El escoliasta no confunde estos hechos con los de 445/4, que comenta también Plutarco. Las cifras
no coinciden del todo en las dos fuentes, pero sí aproximadamente. Como son 4.720 los excluidos y 14.240 los beneficiarios
(menos de 5000 y 14.040, respectivamente, en Plutarco), está claro que no se trató de una revisión general sino solo de los
que se presentaron para el reparto, mayormente thêtes. Cf. G. Nenci, Una ignorata revisione delle liste dei cittadini ateniesi
nel 424/23 A.C., RFIC 92, 1964, 173-179.
29
Cf. S.C. Humphreys, The Nothoi of Kynosarges, JHS 94, 1974, 93. Ogden, Greek Bastardy… 67, comenta la idea pero
no la hace suya. Los matrimonios mixtos en la época imperial no serían tan abundantes entre los aristócratas como entre
26
58
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dice, habría frenado esos matrimonios al deslegitimar a la descendencia. Sin embargo, seguro que
había muchos más casos de matrimonios de ciudadanos comunes con metecos que de nobles con
extranjeros no residentes. Recientemente también se ha propuesto30 que, más que una medida para
frenar el incremento del número de ciudadanos, la ley de Pericles constituyera un modo de poner
orden frente a la inseguridad y de reforzar la virtud ciudadana en un momento de crisis moral como
es el final del periodo de la denominada Primera Guerra del Peloponeso, con el gran número de bajas
producido especialmente en Egipto.
Ninguna de estas explicaciones parece suficiente, aunque todas aportan intuiciones válidas. Se
suma a las diversas variables dignas de ser tenidas en cuenta el hecho de que, el proponente, Pericles,
de quien son bien conocidas sus amistades internacionales e incluso su unión con la milesia Aspasia,
no emplea en el discurso fúnebre de 430 los lugares comunes relacionados con la superioridad
natural de los atenienses. No parece, pues, apreciar en concreto ni querer contribuir a afianzar este
dogma. Por eso quizás sea un error vincular los efectos de la ley con la intencionalidad de la moción.
La ley, obviamente, invitaba al litigio31; y fue vista por muchos ciudadanos como un motor para la
persecución de los supuestos “impuros”, y una palanca para la venganza personal. Tal vez también
contribuyera a que la creencia en la autoctonía canalizara posiciones racistas o xenófobas. Es este un
credo que iguala, a la vez que ennoblece y hace excepcionales, a todos los atenienses. Una doctrina
que equiparaba las uniones con extranjeros con los matrimonios que la nobleza arcaica execraba por
desiguales (Theog. vv. 183–186). Volviendo al mito de la autoctonía, es en la segunda mitad del s. V
cuando parece que se hace más frecuente la referencia a los relatos de los héroes autóctonos en las
representaciones vasculares, y al carácter autóctono de todos los atenienses en los textos. Aunque es
en el s. IV cuando este dogma cívico empieza a expresarse con mayor seriedad.
También hay que decir que la ley de Pericles no es una innovación tan radical porque ya con
Solón la ciudadanía dependía de la legitimidad. Los ciudadanos en Grecia siempre fueron, ante todo,
los descendientes de ciudadanos por mucho que el origen de la madre no fuera objeto de vigilancia del
mismo modo que el del padre. Según Aristóteles, son las democracias las que se muestran más laxas
en este terreno (Pol. 1278b 25-29) y pueden llegar a admitir como ciudadanos a los que solo pueden
exhibir madre ciudadana e incluso a los ilegítimos. Atenas y su democracia no cumplen esta supuesta
regla. Pero es cierto que ni siquiera en las fratrías atenienses era norma que fueran presentadas las
niñas por los padres, o las recién casadas por el marido, y eso haría más difícil controlar el estatus
de las mujeres. Por ello pienso que empezaría a haber mayor preocupación acerca del origen de las
futuras esposas32 solo desde que Solón creara un único contrato matrimonial válido, y, sobre todo,
desde que Pericles estableciera que para ser ciudadano había que ser descendiente de dos familias
los atenienses de las cleruquías: cf. Carawan, Pericles the Younger… 390. C. Patterson, Athenian Citizenship Law, M.
Gagarin & D. Cohen, eds., The Cambridge Companion to Ancient Greek Law, Cambridge 2005, 282, relaciona el establecimiento de las condiciones para la ciudadanía con un intento de vuelta a la normalidad: que los ciudadanos sean los hijos de
ciudadanos, puesto que los matrimonios mixtos aumentarían en época del imperio. Lape, Race and Citizen... 23-24, 30, 37
cree que, aunque el modelo aristocrático de matrimonio estuviera ya en decadencia, la ley de Pericles tuvo valor simbólico.
Y reitera, p. 271, que la ley tiene siempre la capacidad de crear ideología.
30
J. Blok, Perikles’ Citizenship Law: a New Perspective, Historia 58, 2009, 147, 158, habla de reacción identitaria. C.
Hignett, A History of the Athenian Constitution to the End of the Fifth Century BC, Oxford 19705 [1952], 345, lo consideraba un intento de asegurar la pureza racial. Hoy día suele sustituirse el término raza por etnia, Si bien Lape, Race and
Citizen... insiste en que el racialismo ateniense no derivaba de aspectos físicos como el color de la piel, sino de convicciones
biológicas como la transmisión de la sangre.
31
W. Connor, The Problem of Athenian Identity, Boegehold & Scafuro, eds., Athenian Identity ..., 40.
32
Lo que choca con la creencia de que la madre sea solo el receptáculo de un embrión paterno (Aeschyl. Eum. 657-66;
Anaxágoras en Arist. De gen. anim. 763b 31-34; Aristóteles De gen. anim. 765b 8-15, que también distingue el motor y el
receptáculo). Lape, Race and Citizen... 99ss enfatiza la diferencia entre la filiación y ascendencia aristocráticas, tendentes
59
17834_Xenofobia y racismo en el mundo antiguo (tripa)
atenienses. Por otra parte, la sociedad ateniense de mediados del s. V, en pocas décadas, había sufrido
cambios importantes que llevarían a muchos —y no solo a los de tendencias oligárquicas como
Pseudo Jenofonte— a quejarse del abandono del estilo de vida tradicional. Aristóteles dice que,
cuando hay muchos metecos y extranjeros en una ciudad, resulta más sencillo que se confunda el
estatus y muchos lo falsifiquen (Pol. 1326b 20-21), y no es inverosímil que eso se hubiera producido
en Atenas antes de mediado el s. V. Por tanto, la ley de Pericles podría constituir una advertencia
ante cierto relajamiento en los usos sociales de las fratrías, a la vez que reflejaba la aprensión por que
una excesiva liberalidad favoreciera la quiebra de la cohesión entre los ciudadanos. Curiosamente en
Atenas nunca se propuso la expulsión de los metecos pues eran necesarios en el sistema político y
económico, pero la idea de que los ciudadanos constituían una casta pura, descendiente de un tronco
genético sin mezcla, resultó atractiva a las mentes populares y efectiva en muchos momentos33.
En la fase de guerra civil de fines del s. V, Trasibulo había prometido a los metecos ventajas
como la isoteleía (X. Hell. 2.4.25: “los que lucharan con ellos, aunque fueran extranjeros”) y, al
entrar el dêmos en Atenas, propuso hacer ciudadanos a esclavos y metecos (Lisias, por ejemplo:
[Plu.] VXOr. 835f-836a) que hubieran apoyado la lucha de la democracia en el Pireo. Esta propuesta
fue anulada mediante una graphé paranómon interpuesta por Arquino por defecto de forma, ya que
la propuesta de Trasibulo había carecido del preceptivo proboúlema del Consejo (Ath.Pol. 40.2).
Conviene poner de relieve en las circunstancias de 404/3 que los metecos fueron especialmente
perseguidos por la oligarquía, que fueron objeto de sistemáticos desfalcos y asesinatos34, algo que
jamás ocurrió bajo el poder popular, a pesar de la paranoia supremacista de los ciudadanos de pura
sangre. Se trata de una realidad en la que es preciso detenerse, la de cómo convivieron tanto tiempo el
cierre del cuerpo cívico con la buena relación que es preciso suponer entre ciudadanos y metecos. No
es momento de entrar aquí en los detalles de cómo gratificó el dêmos de Atenas a quienes lo apoyaron
en su guerra contra los Treinta35, pero sí de mencionar que una de las primeras leyes democráticas
reinstauradas tras el regreso fue la de ciudadanía. Y no se puede decir que, entonces, el motivo fuera
poner fin al crecimiento del número de ciudadanos.
Muy por el contrario, todo apunta a que los atenienses tomaron medidas durante la guerra para
compensar las bajas producidas por la epidemia y la guerra. Carawan36 ha propuesto dos momentos
en ese sentido: tras el estallido de la plaga se enmendaría la ley de 451 de modo que se habría abierto
la opción de adoptar a los nóthoi, en el caso de inexistencia de hijos o hijas legítimos (Aristoph.
Av. vv.764-5). Esta medida es la que habría beneficiado a Pericles quien había perdido a sus dos
hijos mayores, a causa de la enfermedad, los nacidos de su primera esposa ateniense. Pericles pudo
adoptar al hijo nacido de Aspasia porque tampoco dejaba ninguna epíkleros. La segunda ley habría
sido introducida en la época posterior a la guerra de Sicilia; de ella tenemos referencias que citan a
a marcar las diferencias, y la democrática, que pretende construir la igualdad de origen. El Ión de la obra euripídea representaría la segunda, en la que el papel de la mujer autóctona es imprescindible.
33
Alcibíades en 415 contrasta implícitamente la homogeneidad de las fuerzas invasoras atenienses con la heterogeneidad
siciliana que haría más débil la eventual defensa (Th. 6.17.2-4).
34
Cf. L. Sancho Rocher, “Sociología de la stásis II: El soporte social de los Treinta y el del dêmos en 404/3 a.C.”, Athenaeum 104.2, 2016, 386ss.
35
Cf. RO 4, inscripción de 401/0 que deja muchas dudas acerca del número de los beneficiados con la ciudadanía; cf. comentario en pp. 25-26. Si bien hubo otros modos parciales de gratificación como la concesión de la isoteleía o la epigamía.
Cf. P. Krentz, Foreigners Against the Thirty: IG 22 10 again, Phoenix 34, 4, 1980, 298-306; y The Rewards for Thrasyboulos’ Supporters, ZPE 62, 1986, 201-204. El discurso fúnebre encargado a Lisias, discretamente, habla de honras fúnebres
como las de los ciudadanos: “Pero es justo elogiar también a los extranjeros que aquí yacen, quienes, auxiliando a nuestro
pueblo… en recompensa la ciudad los ha llorado y enterrado… y les ha concedido para el futuro los mismos honores que
a los ciudadanos” (2.66).
36
Carawan, Pericles the Younger…
60
17834_Xenofobia y racismo en el mundo antiguo (tripa)
Sócrates y Eurípides como si ambos hubieran tenido hijos de dos mujeres, una esposa y una concubina
(D.L. 2.26; Aul. Gel. N.A. 15.20.6). La medida, en realidad, habría autorizado la legitimación de los
nóthoi, tanto los nacidos de una mujer ateniense no casada por eggýe, como los metróxenoi ([Plu.]
Mor. 833d-4b; Andok. 1. 124-127; D. 57.30; Athen. Deip. 577bc). Y el objetivo era incrementar el
número de ciudadanos y compensar las bajas habidas en Sicilia. Seguramente también la admisión en
la ciudadanía de los esclavos y los extranjeros (Hell. FGrH 323a F25; X. Hell. 1.6.24; D.S. 13.97.1)
que habían luchado en la batalla de Arginusas en 406 (la cifra sería considerable a tenor del número
de barcos) indica una preocupación real por el descenso de miembros del cuerpo cívico, y una
disposición más abierta a aceptar en fratrías y demos a los que no fueran de pura sangre autóctona.
Aun cuando no se acepte la verosímil reconstrucción propuesta por Carawan, la abundancia
de indicios induce a pensar que la guerra alivió los controles sobre la ascendencia de los ciudadanos.
En realidad, los que no creen que hubiera un cambio legal asumen que se produjo una relajación de
hecho (Kapparis 1999: 200-201). Eso sin mencionar que la pérdida de archivos —y de testigos— a
consecuencia de la contienda, el traslado de la población al ásty, y los dos golpes de estado, harían más
difícil indagar sobre los vínculos de los jóvenes efebos y de los casos sometidos a duda. Cuando en
403 se repuso la ley de ciudadanía de 451, en la práctica esta había estado vigente poco más de veinte
años y había dejado de estarlo más de veinticinco, lo que significa que su vinculación con el sistema
democrático no parecería tan evidente, aunque tal vez sí su identificación con la polis. La medida
atribuida a Aristofonte (Athen. Deipnosoph. 577bc = Caristio FGrH 358 F11) excluía como nóthos al
no nacido de asté, lo que muestra de nuevo la confusión de los ámbitos familiar y cívico (Lape 2010:
22 y 269). Una aplicación inmediata hubiera excluido a ciudadanos de hecho por lo que Nicomenes
(Schol. Aischin. 1.39 = Eumelo FGrH 77 F2) introdujo la enmienda de “no retroactividad” para evitar
que todos aquellos que, entre 430 y 404, habían sido admitidos como ciudadanos pero no cumplían
con las exigencias ‘tradicionales’ fueran borrados de un plumazo y el cómputo de ciudadanos se
desplomara repentinamente. El arcontado de Euclides es, evidentemente, un momento fundacional en
el que primó el empeño por fomentar la unión cívica de todos los atenienses como superación de la
stásis pasada (Lape 2010: 269-272) por encima de la gratificación a los que habían contribuido al fin
de la oligarquía. Y esa es quizás la razón por la que, posteriormente, no fueron naturalizados en masa
los que acompañaron en la reconquista de la ciudad al dêmos desde File o desde el Pireo. En la misma
línea, el decreto de Teozótides (OGF, Jander, Lys. III, frg 1-2), si, como parece, resultó aprobado,
excluyó desde la reinstauración de la democracia a los nóthoi huérfanos del beneficio de ser criados a
cargo de la ciudad. Una subvención de la que sí habrían disfrutado durante la fase bélica.
Como conclusión parcial cabe retener que los polítai o astoí solían ser los nacidos de
ciudadanos; y eso en Atenas no es diferente a la mayoría de las ciudades. La diferencia es que
Atenas, poco después de aplicar las reformas ideadas por Clístenes para encuadrar a sus ciudadanos,
se tuvo que enfrentar a dos hechos novedosos: su conversión en potencia imperial, lo que la
proyectaba y abría a todo el Egeo; y la necesidad de arbitrar medidas para regular el asentamiento
de numerosos extranjeros domiciliados, esencialmente en el puerto y en la urbe, gentes griegas
y no griegas que favorecían la actividad económica pero traían nuevos usos que chocaban con el
localismo tradicional. Estos dos fenómenos introducían factores de inestabilidad que aconsejarían
preservar la composición y cohesión del cuerpo cívico. La mera aprobación de la condición de la
doble filiación cívica como imprescindible para ser inscrito como ciudadano, disparó la delación
61
17834_Xenofobia y racismo en el mundo antiguo (tripa)
obsesiva de mestizos o extranjeros que se hacían pasar por indígenas, y contribuyó al arraigo entre
los nativos de la convicción narcisista sobre su pureza étnica.
Obsesión por la pureza de sangre frente a generosidad para la “adopción” de extranjeros
El resumen presentado en el apartado anterior revela la distancia entre la ideología (todo
ateniense descendería de los primeros atenienses autóctonos) y la historia real que habla de la relativa
apertura y elasticidad del cuerpo cívico. Es bien conocido que la noción de autoctonía convive con
los relatos en los que se ensalza la generosidad ateniense para auxiliar y acoger a perseguidos de
todo tipo37. Y asimismo la aplicación estricta de la ley de ciudadanía coexiste con la creación de un
procedimiento para “adoptar” ciudadanos nuevos.
La historia del final del s. V da buenos ejemplos de cierta disposición hacia lo que ha dado en
llamarse ‘naturalizaciones en masa’. Ya he comentado la de los esclavos y metecos que lucharon en
Arginusas (X. Hell. 1.6.24; D.S. 13.97.1) y la, en su mayor parte, frustrada, de los esclavos y metecos
que contribuyeron a restaurar la democracia. Al tratarse de parecidos servicios puede concluirse que
ambas son reflejo de medidas aceptables en casos extremos. Pero no por ello menos problemáticas si
tenemos en cuenta el repentino cambio de estatus que afectaría a tantos individuos. Falta mencionar
ahora las naturalizaciones, a veces parciales, que se aplican a grupos ‘étnicos’ homogéneos, como el
caso de la epigamía reconocida a los euboicos (Lys. 34.3) y, quizás, a los nativos de Lemnos (Is. 6.12),
isla en la que Atenas poseía una importante cleruquía. Más relevante fue la ciudadanía concedida a
los plateos en 427 ([D.] 59.104-106; Isoc. 14.51-52; 12.94; cf. Aristoph. Ran. 694) como recompensa
por la lealtad de esta ciudad, destruida por lacedemonios y tebanos al inicio de la guerra. Los plateos
supervivientes se instalaron en Atenas y fueron distribuidos en demos y tribus38 hasta que fueron
asentados en Escíone (Th. 5.17.2; 32.1) donde reconstruyeron su polis. Seguramente regresaron a
Atenas en 405 y vivieron allí hasta que su ciudad pudo ser refundada en Beocia en 38539. Los samios
también recibieron la ciudadanía —aunque se les concedía poder gobernarse en Samos según sus
leyes— en 405, al final de la guerra (IG II2 1= M.L. 94). Este honor les fue ratificado en 403/2 (cf.
comentario en R.O. 2), tal vez a demanda de los exiliados residentes en Atenas desde la conquista de
la isla por Lisandro (X. Hell. 2.3.6-7), algunos de los cuales, cuando les fue posible volver a su ciudad
ya libre, optaron por seguir siendo atenienses. Estos dos ejemplos indican, más bien, que los grupos
‘étnicos’ solían mantener su homogeneidad y soñaban con la reconstrucción de su comunidad, por lo
que no llegaba a producirse, sino en pequeña proporción, la fusión y asimilación con los atenienses.
Por eso se trata de eventos muy diferentes a la naturalización de metecos y esclavos de 406.
Gracias al discurso de Apolodoro Contra Neera (§88-105), no solo el caso de los plateos
(§104) nos resulta más conocido que ningún otro, sino que disponemos de detalles y argumentos de
Strauss, The Melting Pot…; Walsh, The Rhetoric of Birthright…, 308-309.
La discusión tradicional sobre si los plateos fueron o no distribuidos en las fratrías existentes se verá afectada ahora por
la demostración reciente de que el decreto que tenemos en el Contra Neera §104 de Apolodoro no es auténtico. Canevaro
The Documents… 196-207, afirma que no se pueden extraer conclusiones de la comparación entre el texto de [D.] 59.104
y los decretos epigráficos de naturalización de los samios o de “los de File”, ya que estos fueron reconstruidos con base
en aquél. L. Prandi, Ricerche sulla concessione della citadinanza ateniese nel V sec. a.C., Milano 1982, 64 sostiene que
los plateos estaban excluidos de las fratrías como todos los nuevos ciudadanos; M.J. Osborne, Naturalization in Athens
1981 vol.1, 182, también opina que los grupos no eran incluidos en las fratrías y se les asignaba demo de oficio a diferencia
de los casos particulares. La ciudadanía otorgada a grupos étnicos (p. 203) sería como una isopoliteía porque no estaban
interesados en perder su pertenencia anterior. C. Bearzot, Ancora sui Plateesi e le fratrie di Atene, Simblos 2, 1997, 57,
considera que los plateos eran ciudadanos de pleno derecho, a pesar de no pertenecer a las fratrías atenienses, lo cual tenía
que ver con la voluntad de mantener su identidad y cohesión.
39
Prandi, Ricerche sulla concessione… 80.
37
38
62
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gran interés para comprender qué entraña ser ciudadano o ‘ciudadana’ y, por ello, participar en los
ἱερὰ καὶ ὅσια40. El orador detalla el proceso que se sigue cuando un extranjero recibe la distinción de
ser adoptado por el dêmos de Atenas. Además de la propuesta ante la asamblea, y tras una votación
inicial, se ha de producir una ratificación41 en la que deben votar al menos seis mil ciudadanos (§§ 8990). Es verosímil que esta ley fuera introducida en el momento en que se empezara a aplicar ya con
toda la fuerza la medida que excluía a los no nacidos de dos atenienses (cf. D. 57.30). El único motivo
para ser honrado como ciudadano de Atenas es haber mostrado andragathía hacia la ciudad. El nuevo
ciudadano quedaba excluido del ejercicio del arcontado y de los sacerdocios42, al menos de aquellos
que estaban en manos de géne concretos (§92). Es decir, el extranjero naturalizado no deja por ello
de portar sangre impura, por eso no es admisible que tenga contacto con las cosas sagradas y con la
divinidad (cf. D. 57.48; [D.] 59.13). Sus descendientes, por el contrario, podrían aspirar a desempeñar
esos cargos “si fueren nacidos de mujer ciudadana y desposada a tenor de la ley” ([D.] 59.92). Esa
parece ser la condición con la que sueña Ión en la tragedia del mismo nombre de Eurípides. Cuando
el héroe desconoce quién sea su madre pero cree ser hijo de Juto, un extranjero tal vez demopoíetos43,
sueña con ser hijo de mujer ateniense44 para poder él mismo ser reconocido ciudadano pleno y gozar de
la parresía (vv. 589-582; 671-675). Aunque en el s. IV son muchos los naturalizados, lo son siempre a
título personal. Se trata habitualmente de personajes que destacan por sus hazañas militares al servicio
de la ciudad, por sus favores político-comerciales a Atenas, o por su soporte material. Muchos de
ellos no vivían en Atenas y no llegaron a sacar partido, sino en el terreno meramente honorífico, a sus
honores o derechos. El único problema que nos ocupa en estos momentos, por tanto, es el de los que
sí están dispuestos a fundirse con los nativos y a vivir en Atenas.
En este ámbito, el caso mejor documentado es el de los metecos y, en concreto, el de algunos ex
esclavos ricos que, primero fueron liberados por sus amos, y después recibieron la ciudadanía, ellos y
sus descendientes (D. 36.20ss), como por ejemplo Pasión ([D] 59.2), el padre de Apolodoro; y Formión
ex esclavo de Pasión, que heredó de él su negocio y a su esposa Arquipa, la madre de Apolodoro. Estos
hombres valoraban mucho el honor de ser ciudadanos y reconocían el esfuerzo económico que ello
les había costado. Era por todos asumido que debía seguir costándoles. También sabían que de ellos
Kapparis, Apollodoros ‘Against Neaira’... 32-33, 203 y passim, argumenta que Apolodoro quiere hacer ver que Neera y
Estéfano habían convivido como matrimonio, y Estéfano había inscrito hijos de ella y comunes como ciudadanos; la defensa de Estéfano estribaría en demostrar que Neera, mujer extranjera que había ejercido de hetera, había sido su concubina, y
los hijos no lo eran de Neera sino de su anterior esposa, una mujer ateniense. C. Patterson, The Case Against Neaira and
the Public Ideology of the Athenian Family, Boegehold & Scafuro, eds., Athenian Identity..., argumenta que Teomnesto y
Apolodoro pretenden presentar la imagen de un oîkos ajustado a la norma cívica, el suyo, frente a otro claramente irregular.
41
Osborne, Naturalization in Athens… 151-152, piensa que esta segunda votación se habría introducido cuando, en 385/4,
dejaran definitivamente de ser admitidos en los demos los metróxenoi pues ya todos los nuevos candidatos a ciudadano
habrían nacido tras el arcontado de Euclides.
42
Blok, Becoming Citizens... 160-165, piensa que la ley de Pericles elevó a todos los atenienses a miembros de un mismo
génos con participación igual en los hierà kaì hósia, por lo que serían creados nuevos cultos cuyos sacerdotes y sacerdotisas
se elegían por sorteo. Canevaro, The Documents… 199, 204-5 indica que el comentario de Apolodoro sobre el decreto de
los plateos incluye todos los sacerdocios y, como no es auténtico el texto del decreto donde cita solo los hereditarios, la
información puede no ser correcta. Solo este decreto mencionaría la participación en los hierà kaì hósia. Kapparis, Apollodoros ‘Against Neaira’... 373, sostiene que los plateos solo quedarían excluidos de los sacerdocios hereditarios.
43
En v. 290 afirma Creusa que contrajo matrimonio con un ouk astós. Zacharia, Converting Truths… 73-76 cree que Juto,
como no ateniense, despreciaría las exigencias de la autoctonía y pretendería hacer de su hijo el heredero del trono de los
Erecteidas.
44
A. Saxonhouse, Myths and the Origins of Cities: Reflections on the Autochthony Theme in Euripides’Ion, J.P. Euben,
ed., Greek Tragedy and Political Theory, California 252-273, señala que Eurípides reintroduce en esta tragedia el nacimiento a través de la mujer, y advierte a los atenienses de los peligros de la exclusividad. Cf. C. Dougherty, Democratic
Contradiction… 259. La situación en la tragedia es compleja: si Juto fuera extranjero o, incluso, naturalizado, e Ión, hijo
de una relación no legal, ¿qué posibilidades tendría de ser tenido por ciudadano? Los hijos de los naturalizados reciben
automáticamente la ciudadanía como ocurre con Apolodoro.
40
63
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se exigía un comportamiento intachable, más que el de un ciudadano natural (D. 36.30; 45.78; 53.18).
Asimismo, en la citada tragedia de Eurípides, vemos al joven Ión manifestar los recelos propios del
ciudadano adoptivo, de quien, dice, es mirado con resentimiento por los pobres y con desprecio por los
poderosos (Eur. Ion 595-598); y debe cuidarse mucho más de su imagen que un nativo.
Los ejemplos singulares de demopoíetoi no planteaban dudas de estatus porque su ascenso
había seguido un protocolo público. Otro asunto es el de los que se hacían registrar en los demos de
manera fraudulenta, aprovechando la falta de testigos, el desorden del momento, la movilidad de los
atenienses, o, simplemente, sobornando a los demotas. Sea o no cierto45, los atenienses llegaron a
tener la sensación de que los abusos eran muy frecuentes (D. 57. 2-3; 59). Testimonio de ello nos deja
un suceso bien documentado, y al que ya me he referido antes; se trata del diapsephismós realizado en
346/5 a propuesta de Demófilo46, durante el arcontado de Arquias (Harpokr. s.v. διαψήφισις = Androc.
FGrH 324 F52 y Philoc. FGrH 328 F 52; Aischin. 1.77-78; 86; 114; 2.182). El acontecimiento dejó
una huella importante en la oratoria contemporánea. Para la mayor parte de los estudiosos esta fue
la única revisión global de las listas de ciudadanos. No hay indicios claros de que otras supuestas
revisiones —la que hubo tras la tiranía, la de 445 o la muy probable de 424/5 (Aristoph. V. 715-718)—
fueran lo mismo. En aquellas ocasiones se trataría de examinar a grupos específicos (los sospechosos
de ser “impuros”, o los candidatos a los repartos de cereal) y se habría potenciado la delación y
denuncia a través de la graphé xenías. Volviendo al diapsephismós de mediados del s. IV, como los
demos verificaron uno por uno a todos sus miembros, el hecho se prestó al cobro de sobornos y a
vendette entre conciudadanos. Se explica, en esas circunstancias, que Esquines dijera de sí mismo que
—a diferencia de Timarco, 1.114— él no había causado mal a ningún ateniense (2.182), o que Euxiteo,
el orador del Contra Eubúlides, acusara a su rival de trapacería, a pesar de admitir la conveniencia
de la propia revisión (D. 57.3). Tenemos dos discursos que documentan reclamaciones ante tribunal
popular: el A favor de Eufileto47 de Iseo y el mencionado Contra Eubúlides de Demóstenes pues,
como explica la hypóthesis de Libanio al discurso demosténico y aclara el mismo afectado (§ 56),
la posibilidad de elevar una éphesis ofrecía garantías frente a expulsiones motivadas por rencillas
personales48. Garantías relativas ya que, si el que fuera eliminado del lexiarchikòn grammateíon
aceptaba la decisión de su demo, se convertía simplemente en meteco; y, aunque, si recurría y ganaba,
tenía que ser readmitido, si perdía la causa, la polis se incautaba de su hacienda y el candidato libre
pasaría a los metecos, mientras el que no pudiera demostrar su estatus de libre, podría ser vendido
Osborne, Demos: the Discovery... 149-151; Pébarthe, Cité, démocratie... 205-6, Lape, Race and Citizen..., 225, creen
que los fraudes eran comunes debido a que muchos demotas no residían en sus demos y los falsos ciudadanos intentarían
hacerse registrar en demos alejados del ásty.
46
Lape, Race and Citizen... 215, 278 opina que los fracasos de los años 40 (Eubea, Olinto) hicieron a los atenienses recelar
de políticos corruptos que serían ciudadanos espurios. Esta crisis moral originaría otra reacción identitaria y racialista.
Asimismo, la recuperación de los viejos valores atenienses que caracteriza a la época de Licurgo reflejaría la incapacidad
“nacionalista” para afrontar las nuevas circunstancias.
47
W. Wyse, The Speeches of Isaeus, Hildesheim 1967 [Cambridge 1904], 715, ya planteó que la fecha del diapsephismós
era muy tardía para un discurso de Iseo. Así lo ve también Pébarthe, Cité, démocratie... 200; U. Fantasia & C. Carusi, Revisioni e controlli delle liste dei cittadini: la diapsephisis ateniese del 346/5 a.C., S. Cataldi, ed., Poleis e politeiai. Atti del
Convegno Internazionale di Storia Greca, Torino 20 maggio - 31 maggio 2002, Alessandria 2004, 190, n. 16, razonan que
Euxiteo pasa revista a todas las ocasiones en las que él podría haber sido excluido desde el final de la guerra del Peloponeso
al arcontado de Arquias, y no cita otra diapséphisis. El discurso 12 de Iseo, por tanto, es más tardío que el resto de su obra.
48
Wyse, The Speeches... 716, señala que los árbitros citados en Is. 12.11-12 podrían formar parte del protocolo para la
mencionada circunstancia extraordinaria, ya que supuso mucho trabajo para los tesmotetes. Los árbitros harían la anákrisis.
Pero el texto dice que los árbitros habían sentenciado a favor de Eufileto. A.W. Gomme, Two Problems of Athenian Citizenship Law, ClPh 29, 1934, 128-129, y U. Paoli, La ΕΦΕΣΙΣ ΕΙΣ ΤΟ ΔΙΚΑΣΤΕΗΡΙΟΝ en droit attique [1938], Atti. Studi di
diritto greco e romano, Milano 1976, 211-220, indican que siempre es el afectado por la decisión del demo quien eleva la
éphesis al tribunal pero también es quien se defiende ante este de la acusación que le hacen los del demo.
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como esclavo49. En esas circunstancias, me pregunto si apelarían muchos afectados o solo aquéllos
que contaran con presentar pruebas aplastantes y / o testigos incontrovertibles.
Los testigos en estos dos procesos son, sobre todo, familiares y, en segundo orden, los
phrátreres y gennêtai. Pero ni esos testigos resultaban plenamente fiables ya que el mismo defensor
de Eufileto reconoce que un padre pobre podía hacer pasar por suyo al hijo de un extranjero rico (§2).
A Eufileto lo defendió su hermano, quien negó que ellos fueran pobres, y el argumento más importante
por él esgrimido era que, de no ser realmente su verdadero hermano, él podría heredar todos los
bienes paternos. Como el orador afirma que los adversarios no pudieron encontrar testimonios de
que Eufileto no fuera hijo de Hegesipo (§11), podemos concluir que eso era lo que alegaban aunque
desconocemos qué indicios aportaron.
En el segundo de los casos mencionados, Euxiteo expone dos circunstancias contra su rival
Eubúlides, el demarco de Halimunte: que, cuando se votó su caso, habían abandonado la reunión más
de la mitad de los demotas debido a que esta se celebró en la ciudad y muchos regresaron a su casa
en Halimunte al caer la noche50. Este hecho habría sido tramado por el mismo Eubúlides, alargando
la reunión más de lo necesario. Además, y segunda acusación, a pesar de quedar solo una treintena
de demotas en la sala, se contabilizaron más de sesenta votos, lo que demostraría el fraude (§§ 9-15).
También afirma que, pudiendo dejar la votación para el día siguiente, Eubúlides se había negado. La
enemistad entre ambos venía de lejos (§8; 63); tal vez incluso de la época de los padres respectivos
cuando se perdió el lexiarchikòn grammateíon (§26), siendo demarco Antífilo, el padre de Eubúlides.
En ese momento fue necesario proceder a una confirmación de los miembros del demo y, dice Euxiteo
(§60), los responsables de la desaparición del registro expulsaron a diez de sus anteriores miembros,
nueve de los cuales tuvieron que ser readmitidos a causa de la sentencia de un tribunal.
Sea cierta o no la manipulación, los detalles ilustran comportamientos verosímiles que se
habrían producido en otras ocasiones. Euxiteo refuerza su discurso con testigos, parientes por parte
de su padre y de su madre, y recordando los cargos desempeñados por su padre Tucrito y por él
mismo (demarco), ya que antes de revestir una magistratura o sacerdocio era necesario pasar una
dokimasía. Por todo ello dice haber sido ya examinado de ciudadanía cuatro veces (§62). Pero es
muy probable que lo que su rival expusiera como prueba de que no era ciudadano fuera el momento
de su nacimiento. Si es que su padre estuvo preso mucho tiempo, durante la guerra decélica (§§1820), y por ello tenía un acento extraño, y su madre, debido a su pobreza, había vendido en el ágora
y tuvo que emplearse como nodriza (§35)51, era necesario demostrar que él había nacido no mucho
después de iniciarse la ausencia prolongada de su padre52.
Lo que estos discursos nos muestran es que los atenienses no constituían una sociedad abierta
hacia los extranjeros. Predominaban las imágenes propias de una comunidad pura e impenetrable,
Gomme, Two Problems... 134-135, no creía posible tamaño castigo ni en la dokimasía de los jóvenes ante el demo (Ath.
Pol. 42. 1), ni en la éphesis al tribunal. El que fuera de origen meteco volvería a serlo; y el que no tuviera un origen libre
sería incluido entre los esclavos.
50
Whitehead, The Demes... 88, no cree que las reuniones de los demos regularmente se realizaran en la ciudad; supone
que Eubúlides era consejero y demarco; Jones, The Associations... 88, insiste en que la vida oficial del demo se producía in
situ, y sugiere también otra razón para no hacer la reunión en el demo: evitar corruptelas anteriores.
51
Ambos hechos solían constituir indicios de extranjería u origen servil (Lape, Race and Citizen... 206) y serían empleados
por su rival. Euxiteo sale airoso de esta acusación alegando una ley de Solón que prohibía a los extranjeros vender en el
ágora; cf. D. MacDowell, Demosthenes the Orator, Oxford 2009, 290. Watson, The Origin of... 267, opina que las circunstancias descritas por Euxiteo son muestra del escaso respeto a la ley de la ciudad por parte de demos y fratrías.
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MacDowell, Demosthenes ... 290.
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guardiana de una relación especial con la divinidad. En el Contra Neera, Apolodoro hace hincapié
en que una extranjera —y Phano lo sería ([D.] 59.38; 50; 59, 121) en caso de que fuera hija de Neera
y no de Estéfano53— hubiera podido contemplar los secretos religiosos que son competencia de la
basilina, la esposa del arconte basileo (§72-82 con mención especial a la autoctonía de los reyes; y
111). Los atenienses consideran muy grave el hecho de que un hijo de padre desconocido o de madre
no ateniense pudiera colarse en un oîkos, fratría o génos ciudadanos. La otra cara de la moneda es que
los textos comentados hacen ver que en demasiadas ocasiones se infringía la norma, aunque hay que
decir que la transgresión siempre es calificada de injusticia y nunca da pie a censura o propuesta de
cambio. Y esa convicción tiene características xenófobas porque está fundada en la arraigada creencia
en la autoctonía que justificaba la severidad frente a los impuros. No sabemos cómo sentenciaron
los tribunales que revisaron las expulsiones de Eufileto y Euxiteo. Tampoco sabemos quién mentía
y quién decía la verdad en cualquiera de los dos casos. La aparente severidad a la que conducía la
obsesión ateniense de pureza étnica, con todo, no frenó la consumación de todo tipo de artimañas, ni
condujo a indiscriminadas y terribles acciones violentas contra los extranjeros.
Conclusión
El mito de la autoctonía de todos los atenienses tenía por finalidad fundar firmemente en
lazos genéticos la lealtad a la polis y la defensa del territorio. Por eso es razonable pensar que la fe en
la autoctonía se haya visto respaldada y afianzada por el éxito bélico ante el Medo. Junto al relato del
sinecismo, la creencia en la autoctonía de todos los atenienses plasmaba la homogeneidad y unidad
del Ática y sus habitantes. La democracia hizo suyas ambas narraciones porque también expresaban
la igualdad de todos. Pero, en la práctica, la autoctonía acentuó la convicción de los ciudadanos en
su superioridad cuando se medían con el resto de los griegos y con todos los metecos. Contribuía,
por tanto, a esbozar un relato esencialista de la propia democracia. Más que un proyecto igualitario,
la democracia de los autóctonos era presentada por los oradores como una emanación de un carácter
natural e invariable.
El mito de la autoctonía influyó en la construcción de las narraciones históricas y, especialmente,
en la difusión de los relatos populares. También tuvo mucho peso en el comportamiento narcisista
de los ciudadanos, en sus decisiones legislativas y en las judiciales. Sin embargo, una ciudad que no
podía pasar sin sus metecos combinó la cerrazón, propia del miedo tribal al extranjero, con el hecho
comprobado de una gran tolerancia en la convivencia multiétnica. Con todo, con el paso del tiempo,
los extranjeros domiciliados en Atenas fueron sistemáticamente apartados de los beneficios y las
consideraciones de las que gozaban los ciudadanos; y aquellos que eran sospechosos de trasgredir
alguna de las barreras legales que separaban a ciudadanos de no ciudadanos se arriesgaban a sufrir la
misma relegación que los metecos y ser inmisericordemente expulsados de la vida cívica y política.
A lo largo de toda la época clásica, con el fin de elevar la moral de los ciudadanos en momentos
concretos, el mito de la autoctonía de todos los ciudadanos sirvió para contraponer la alucinación de
la pureza étnica a la realidad de la permeabilidad de la comunidad cívica. La sociedad ateniense era
heterogénea en la vida real; y la voluntad de los extranjeros residentes de asimilarse a los nativos
Cf. Kapparis, Apollodoros ‘Against Neaira’... 32-33, 203, y MacDowell, Demosthenes... 123-126. Apolodoro tiene que
persuadir de dos cosas: que Estéfano había hecho pasar a Neera por su esposa y que Fano no era hija de Estéfano y de una
anterior esposa ateniense, sino de Neera. Pero no demuestra ninguno de los dos supuestos, sino que los da por evidentes.
Estéfano sostendría que Neera era su pallaké y que Fano y sus hermanos varones habían nacido de una ateniense, desposada
según la ley. Lape, Race and Citizen... 216-231 subraya el cuidado de Apolodoro, él mismo un demopoíetos, en hacer ver
que Neera no poseía el carácter propio, la respetabilidad, de una ciudadana.
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está fuera de toda duda. Sin embargo, tanto la legislación democrática relativa a la ciudadanía (ley
de Pericles) y a la inmigración (estatuto de los metecos), como los recelos que manifiestan las
asociaciones familiares y cívicas son reflejo de que el mensaje oficial de la supremacía étnica de
los atenienses había calado profundamente en las mentes. Como demuestra la crisis demográfica,
consecuencia de la epidemia y la guerra en las últimas décadas del s. V, en los momentos de
amenaza de oliganthropía, la ciudad levantaba la guardia, atenuaba sus leyes y naturalizaba en
mayor o menor medida a aliados, metecos o esclavos. Y también, en el día a día, muchos ciudadanos
particulares cerraban los ojos a la doctrina oficial y favorecían a parientes, amigos o vecinos. Pero
la reinstauración de la normalidad democrática en 403 no se produjo sin que el rigor de la ley de
ciudadanía anterior volviera a ser efectivo. Paralelamente fueron ideadas todo tipo de maniobras para
soslayar sus cláusulas, de modo que también resultaban verosímiles las acusaciones o los rumores
acerca de fraudes a la ley. Rivalidades personales o políticas podían desembocar en denuncias hechas
por delatores y adversarios, reforzándose de este modo una mentalidad xenófoba para la que ser
extranjero e intentar hacerse pasar por ciudadano constituía uno de los mayores delitos políticos y
religiosos contra toda la comunidad.
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