M.ª Teresa Méndez Picazo*
Domingo Ribeiro Soriano**
ASPECTOS HISTÓRICOS
DEL PENSAMIENTO CONTABLE:
DE LOS INICIOS AL PARADIGMA
DE LA UTILIDAD
La historia del pensamiento contable es una disciplina en constante evolución.
La contabilidad, ligada al comercio desde la más remota antigüedad, nació como una
técnica de registro y fue evolucionando hasta la formalización de diferentes teorías en
las que se sustenta actualmente la práctica contable. En este trabajo abordamos la
evolución del pensamiento contable desde una perspectiva histórica, a través de las
diferentes etapas por las que ha atravesado hasta los actuales ordenamientos contables
basados en el paradigma de la utilidad.
Palabras clave: historia de la contabilidad, pensamiento contable, partida doble, teoría de la contabilidad.
Clasificación JEL: M40.
1. Introducción
En el origen, la contabilidad fue una técnica empleada con el fin de sustituir los fallos de la memoria humana para llevar razón de las operaciones mercantiles. La
historia de la contabilidad está indisolublemente ligada
a la del comercio. Cuando el hombre comienza a intercambiar productos necesarios para su supervivencia y
dicho intercambio evoluciona, se van desarrollando
técnicas para registrar y controlar las operaciones. De
* Profesora Contratada Doctora del Departamento de Economía
Financiera y Contabilidad II. Universidad Complutense de Madrid.
** Catedrático del IUDESCOOP. Universitat de València.
este modo, y de la mano de la evolución del comercio,
van mejorando también las técnicas de registro, haciéndose más sofisticadas, requiriendo cada vez más
instrumentos y dando origen a la aparición de las cuentas y los libros.
2. Las escuelas de pensamiento contable.
Las etapas de formación del pensamiento
contable
En la actualidad existe un cierto consenso en considerar que han existido a lo largo del tiempo unas etapas claramente diferenciadas en la evolución del pensamiento
contable. Siguiendo a Montesinos (1978) cabría considerar cuatro etapas. La primera, denominada período empí-
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rico, abarca desde los primeros registros contables hasta
el Siglo XIII, en el que tiene lugar un espectacular auge
del comercio. La segunda etapa se caracteriza por el surgimiento y desarrollo de la partida doble. La tercera, en la
que se produce la difusión e implantación de la partida
doble, caracterizada por una amplia literatura que comienza a teorizar los principios y usos de la práctica contable, y una cuarta etapa, mucho más reciente, denominada científica, que comienza en el Siglo XIX, como consecuencia de los profundos cambios provocados por la
revolución industrial, durante la cual surgen diferentes
corrientes de pensamiento.
Período empírico
Existen registros contables desde la antigüedad más
remota, que surgen de la necesidad de complementar la
memoria humana cuando el número de transacciones
comerciales comienza a rebasar la capacidad para recordarlas. Se han encontrado restos de registros contables
de casi todas las civilizaciones del mundo antiguo, algunos de ellos con un alto grado de sofisticación. La civilización sumeria, de la cuál se conservan numerosos escritos, desarrolló hacia el cuarto milenio antes de Cristo una
poderosa economía en la que la forma de registro de las
transacciones tenía gran importancia, y fue evolucionando y perfeccionándose a lo largo del tiempo. La civilización babilónica continuó el desarrollo de la práctica contable y bajo el reinado de Hammurabi, hacia el 2000 a.c.,
se regularon algunos contratos, como el de comisión, estableciendo la obligación de registrar ciertas operaciones
y el resultado derivado de las mismas. Asimismo, también se han encontrado antecedentes de actividad bancaria en el Templo Rojo de Uruk (Pérez, 2009 y Gerz,
1990, página 25 citando a Lagunilla, 1960). También en
otras civilizaciones, como la egipcia, la griega y la romana tuvieron gran importancia los registros contables
(Macve, 1985). En Egipto dichas tareas recaían en los
escribas, que se ocupaban sobre todo de los registros referentes a impuestos y a la administración de las provincias y de los templos, pero su técnica no supuso una gran
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evolución respecto a la babilónica. En Grecia, paralelamente al desarrollo de la contabilidad, se desarrolló la actividad bancaria, si bien existían precedentes de la
misma en las civilizaciones sumeria, babilónica y egipcia,
en las que los templos se ocupaban de algunas de estas
actividades que llevaban a cabo los sacerdotes. Los templos helénicos registraban mediante recibos las ofrendas
de los fieles, administraban sus propios fondos y realizaban funciones de depósito y crédito, tanto para los particulares como para el Estado, constituyéndose incluso
bancos privados (Vlaemmink, 1961, página 22 y Méndez,
1999). Los griegos utilizaron libros diarios y libros de
cuentas, y sus técnicas fueron adoptadas por los romanos que llevaron a cabo meticulosos registros (memoriales y libros de ingresos y gastos, detallando importe, fecha y tipo de transacción), añadiéndose a éstos, en el
caso de los bancos, libros donde se registraban los préstamos, así como un diario especial donde se anotaba el
crédito concedido a cada cliente (codex rationum).
Tras el estancamiento producido después de la caída
del Imperio Romano, decaen también los testimonios de
registros contables hasta el Siglo XII, y los encontrados
reflejan un importante retroceso ante el grado de perfeccionamiento que caracterizaba las técnicas e instrumentos de griegos y romanos. A partir del Siglo XII, con las
Cruzadas, resurge con fuerza la actividad comercial, y a
la par, el desarrollo de las prácticas contables.
La partida doble
Según Vlaemminck (1961, páginas 46-47), el comercio
con Oriente impulsó la actividad mercantil tanto en el norte de Italia como en Flandes, debido a sus puertos marítimos, donde finalizaban las rutas comerciales. Sin embargo, fue en el norte de Italia donde la práctica contable
evolucionó de manera más relevante, desde el memorial
(libros donde se anotan transacciones para recordarlas),
a la contabilidad por partida simple, desglosando cuentas
concretas que paulatinamente van derivando en diversos
libros, hasta llegar a la partida doble. La mayoría de los
autores coinciden en señalar que, a comienzos del Si-
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glo XIII se produjo la conjunción de diversos acontecimientos, como la publicación del Liber Abaci de Leonardo Fibonacci, en 1202, que llevó a la paulatina adopción
de la numeración arábiga frente a la romana en los registros contables, el incremento de la actividad comercial y,
debido a ello, el perfeccionamiento progresivo de la partida simple, transformándose en partida doble (Melis,
1950; Vlaemminck, 1961 y Montesinos, 1978). Estos hechos, así como un acontecimiento trascendental que
marcará el rumbo de la historia económica posterior, el
nacimiento del capitalismo, produjeron un cambio en la
consideración del concepto de riqueza hacia el concepto
actual de capital productivo, que debe mantenerse e incrementarse (Yamey, 1964 y Montesinos 1978), y desembocaron en el perfeccionamiento de un sistema de
registro que permite la racionalización y ordenación de
las actividades: la partida doble.
Vlaemminck (1961, páginas 49-54) señala varios factores que propiciaron la aparición e implantación de la contabilidad por partida doble, como son: i) la expansión comercial originada por las Cruzadas unida a la expansión
del crédito, ii) la aparición de las sociedades comerciales,
y iii) el contrato de comisión o contrato de mandato.
Parece existir consenso entre los autores acerca de
que los primeros registros realizados mediante partida
doble, se sitúan en Italia entre finales del Siglo XIII y
principios del XIV, yendo en este caso la práctica por delante de la teoría, ya que la primera obra que recoge los
principios de la contabilidad por partida doble, titulada
Della Mercatura e del Mercante perfetto, no fue escrita
hasta 1458 por Benedetto Cotrugli, aunque, al demorarse su publicación hasta 1573, fue publicada antes, en
1494, la obra de Luca Paciolo Summa de aritmética,
Geometría, Proportioni e Proportionalità, libro que como
su nombre indica versaba sobre aspectos matemáticos,
y que incluye 36 capítulos sobre la forma de llevar la
contabilidad por el sistema de partida doble en el Tractatus XI particularis de computis et scripturis; por ello, y
aunque fue escrita después de la de Cotrugli, ha sido
considerada hasta épocas relativamente recientes
como la primera obra escrita sobre este tema.
Como se ha destacado antes, la partida doble surgió
como una evolución de los registros por partida simple,
cada vez más sofisticados, que intentaban cubrir las
cada vez mayores necesidades de información de los
mercaderes, influida por la progresiva complejidad del
entorno económico de la época.
También existen documentos de esta época referentes a sistemas de contabilidad de costes, así como también se practicaba en ocasiones la revisión de cuentas,
precedente de la auditoría actual (Montesinos, 1978).
Difusión e implantación de la partida doble:
las escuelas clásicas de pensamiento contable
La aparición de las primeras obras sobre la contabilidad por partida doble, especialmente la de Paciolo, que
fue la que tuvo mayor y más rápida difusión, supuso un
cambio importante en la disciplina contable. Su aplicación práctica se fue perfeccionando, cada vez más, para
ofrecer una información más completa e integrada, y
empieza a concederse importancia al establecimiento
de los principios teóricos. En esta época comienza a
distinguirse entre la teneduría de cuentas y la teoría de
la contabilidad y puede empezar a hablarse de escuelas
de pensamiento contable. Esta etapa se extendió hasta
el Siglo XIX, experimentándose en ella una evolución
progresiva, tanto de las técnicas como de las doctrinas
que las sustentan, si bien su avance no fue uniforme,
sino que las principales aportaciones se produjeron hacia el final de la misma. Los autores más destacados de
esta época, en los Siglos XVI y XVII, que empiezan a ir
más allá de la mera contabilidad comercial, son Angelo
Pietra con su obra Indirizzo degli economi publicada en
1586 y Ludovico Flori con su Trattato del modo di tenere
il libro doppio domestico de 1636. El primero de ellos estableció la distinción entre contabilidad bancaria, mercantil y patrimonial, planteó la idea de presupuesto, diferenció entre empresa y propietario, y perfeccionó el balance; el segundo introdujo en Italia, aunque con retraso
respecto a otros países, la práctica de los asientos complejos (Montesinos, 1978). También en los Países Ba-
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jos, JehanYmpyn, que publicó en 1543 la obra Nieuwe
instructie ende bewijs der looffelijcker consten des rekenboecks ende rekeninghe te houdenenae die Italiaensche maniere allencooplieden, rentmeesteren, tollenaren, assijsmeesteeren, zeernut ende profytelijck, y
Valentin Mehner, con su obra de 1550 Practique brifve
pour cyfrer et tenir Livres de Compte touchant le principal train de Marchandise, fueron autores destacados;
ambos contribuyeron de forma decisiva a la difusión de
la partida doble por toda Europa. Asimismo, Simon Stevin, en su obra Wiskonstighe Ghedachtenissen, publicada entre 1605 y 1608, introduce el concepto de contabilidad pública o «del príncipe» (Vlaemminck, 1961, páginas 128-188).
En el Siglo XVII empiezan a surgir en Francia las que
se consideran las primeras escuelas de pensamiento
contable. Con ellas comienza el período clásico. La formulación de los conceptos y sus desarrollos se vuelven
más sistemáticos e integrados y se empieza a concebir
la contabilidad como ciencia de las cuentas. La característica común a las escuelas clásicas es el propósito de
explicar el funcionamiento de las cuentas, si bien no
abordan el concepto de valor económico, no consideran
la contabilidad como un cuerpo de conocimientos ni la
contemplan aún como información útil para tomar decisiones (Tua, 2004).
La primera de estas escuelas, denominada Contismo,
surgió en el Siglo XVII en Francia, siendo Colbert ministro de finanzas. Su ordenanza de 1673 reguló la utilización de libros de comercio. El principal autor de esta escuela fue Matthieu de la Porte, cuya obra Traité de la
science des négotiants et teneurs de livres, publicada
en 1685, se ocupa de manera especial de la clasificación de las cuentas, dentro de la doctrina de personificación de las mismas, procedente de Paciolo, Pietra y Flori y su clasificación, considerando tres tipos de cuentas:
cuentas del propietario (capital, pérdidas y ganancias,
gastos generales, etcétera); cuentas de cosas (caja,
existencias, efectos, inmuebles, participaciones en otros
negocios, etcétera) y cuentas de personas (deudores,
acreedores) (Boter, 1959, páginas 66-67). A esta misma
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escuela pertenece la obra de Edmond Degrange, La tenue des livres rendue facile, publicada en 1795, de la
que se hicieron numerosas ediciones y que estableció
cinco cuentas generales, conociéndose su teoría con el
nombre de «cinquecontista».
Otra de las escuelas consideradas clásicas es la de la
Ownership theory, teoría patrimonial (Boter, 1959, página 148), o teoría materialista de las cuentas (Vlaemminck, 1961, página 225 y Goxens, 1970), cuyo principal representante fue Huscraft Stephens. Este autor publicó, en 1735, la obra Italian Book-Keeping reduced
into an Art, que simplificó las reglas relativas al movimiento de las cuentas. En dicha obra, Huscraft considera que la empresa posee una personalidad propia distinta de la del propietario, y tiene un patrimonio compuesto
por un activo a su favor (bienes, derechos y acciones) y
un pasivo en su contra (créditos y obligaciones), cuyos
elemento deben ser clasificados según su naturaleza en
grupos homogéneos en cuanto a su valor llamados
cuentas (Tua, 2004). La obra de Huscraft tuvo gran difusión en los países anglosajones, especialmente en
Estados Unidos, donde se ha venido considerando
como la única teoría de las cuentas (Boter, 1959, página 148 y Vlaemminck, 1961, página 226).
El período científico
El llamado período científico en la historia del pensamiento contable comienza hacia mediados del Siglo XIX
y abarca hasta la actualidad. A partir la Revolución
Industrial, como consecuencia de los cambios que supuso en el ámbito económico europeo occidental, la
contabilidad empieza a experimentar también transformaciones fundamentales, surgiendo a raíz de ellas importantes corrientes doctrinales, que condicionarán la
evolución del pensamiento contable hasta la actualidad.
Siguiendo a Tua (2004), las tres últimas escuelas consideradas clásicas son las primeras escuelas científicas
que aparecen durante el Siglo XIX en Italia, donde tiene
lugar un importante avance en cuanto a doctrina se refiere. La primera de ellas, conocida como Escuela Lom-
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barda, tuvo como principal autor a Francesco Villa, que
en 1958 publicó la obra Elementi di amministrazione e
contabilità. Villa diferenció entre la teneduría de libros y
la contabilidad, considerando a esta última como la parte científica, relacionada con la problemática administrativo-financiera de la empresa. Para Villa la contabilidad
es un conjunto de principios económico-administrativos
aplicados a la teneduría de cuentas. Asimismo, considera el control como objetivo de la contabilidad y lo vincula
a la organización y administración de la empresa.
La segunda escuela científica, denominada Escuela
Toscana (Boter, 1958; Vlaemminck, 1961 y Montesinos,
1978) o Escuela Personalista (Tua, 2004), tiene como
principal autor a Giuseppe Cerboni, cuya obra más importante, La ragioneria scientifica e le sue relacioni con
le discipline amministrative e sociali, fue publicada en
1886. Cerboni, basándose en la teoría jurídico-personalista, que fundamenta la disciplina contable sobre las relaciones jurídicas que existen entre las personas que
administran el patrimonio de la empresa e intentan explicar el movimiento de las cuentas considerando que todas las cuentas representan derechos y obligaciones
del propietario, desarrolló un sistema que denominó logismografía. Dicho sistema se basa en la azienda, término que representa el conjunto de relaciones jurídicas
y económicas que relacionan al propietario con su propiedad (Vlaemminck, 1961, página 277). Para Cerboni
la contabilidad es la ciencia que estudia las funciones de
la administración económica de la empresa, la organización interna de la misma, las matemáticas aplicadas a
los hechos administrativos y la forma de registro de los
mismos (Goxens, 1970, página 34); también consideraba que la contabilidad tiene naturaleza económica y
destacó el papel regulador que desempeña en las relaciones entre las personas vinculadas con la empresa.
La tercera escuela científica, la denominada Escuela
Veneciana o Escuela Controlista, tiene un marcado carácter económico, más cercano a la Escuela Lombarda
de Villa que a la Toscana de Cerboni. Su principal representante fue Fabio Besta, cuya principal obra, La Ragioneria, en tres volúmenes, fue publicada entre 1909 y
1910. Opuesto a la teoría personalista de las cuentas,
Besta construye una teoría materialista de la contabilidad basada en el valor de los elementos patrimoniales
representados por las cuentas y en el control económico
de la empresa. Para Besta la contabilidad es la ciencia
del control económico (Vlaemminck, 1961, página 283)
y ocupa un lugar entre las ciencias morales. Siguiendo a
Tua (2004), la escuela controlista puede considerarse
como de transición entre las anteriores y las escuelas
neocontistas.
3. Las escuelas económicas
En el marco histórico y económico de la Europa de finales del Siglo XIX y principios del XX, sacudida por
acontecimientos tan importantes como la Primera Guerra Mundial, y la crisis y la enorme inflación que se produjo en el período de entreguerras, la contabilidad empieza a cobrar importancia como sistema informativo
empresarial, adaptándose a los requerimientos de las
nuevas circunstancias económicas y destacando el valor económico como concepto consustancial a la contabilidad. La primera escuela que puede considerarse
como económica es la llamada Neocontista, que se desarrolló principalmente en Centroeuropa, Francia, Alemania e Italia, y trascendió a Estados Unidos, donde
tuvo un importante impulso. Dicha escuela intenta explicar el movimiento de las cuentas sin recurrir al personalismo de las mismas y basa la concepción de la contabilidad en el valor económico, intentando determinar y
analizar dicho valor y orientándose hacia la toma de decisiones (Tua, 2004). El principal autor de esta corriente
en Centroeuropa es Leo Gomberg, cuya principal obra
fue Grundlegung der Verrechnungswissenschaft, publicada en 1908. Gomberg consideraba que la contabilidad debía ser contemplada como parte de la economología, que estudia la actividad de la empresa en tres momentos: antes, durante y después de la actuación de la
empresa (Goxens, 1970, página 28). Para Gomberg las
actividades deben ser registradas a través de un plan
contable y de forma cronológica, de modo que dicho re-
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gistro sirva para la toma de decisiones en la empresa.
Su teoría causal estudiaba las causas y efectos de los
movimientos de los elementos patrimoniales.
En Francia el Neocontismo estuvo representado por
tres autores: Jean Bournisien, autor de la obra Essai de
Philosophie comptable, de 1919, Jean Dumarchey, autor del libro Théorie positive de la comptabilité, también
de 1919, y René Delaporte, autor de La comptabilité industrielle, publicado en 1922. Para ellos, el concepto de
valor es fundamental. Para Dumarchey el valor es la
piedra angular de la contabilidad; define la cuenta como
toda clase de unidades de valores y se basa en ello
pasa sustentar su teoría de la situación neta, cuya consecuencia es el balance equilibrado.
En Italia, la Escuela Hacendal, cuyo principal representante fue Gino Zappa, define la economía hacendal y
distingue en ella tres disciplinas: la organización, la técnica administrativa y la contabilidad, relacionadas sistemáticamente de modo que no pueden desarrollarse
científicamente por separado (Montesinos, 1978). Por
su parte, la Escuela Patrimonialista de Vincenzo Masi
considera la contabilidad como la ciencia del patrimonio,
cuyo objetivo es la investigación del patrimonio hacendal desde su dimensión estática, dinámica, cuantitativa
y cualitativa, con el fin de poder gestionarlo en cualquier
situación en la que se encuentre la empresa.
En Alemania la contabilidad se engloba en el ámbito
de la economía de la empresa. Entre los numerosos autores pertenecientes a esta escuela destaca Eugen
Schmalenbach, cuya obra Grundlagen dynamische Bilanzlehre, de 1919, tuvo gran difusión. Distingue entre el
balance que muestra el patrimonio (balance estático) y
el que muestra la eficiencia económica o economicidad
(balance dinámico), concediendo una gran importancia
a la determinación del resultado.
En la misma época, desde Estados Unidos, se incorpora con fuerza en la historia del pensamiento contable
una corriente cuyo principal interés es la justificación de
la práctica contable. Sus escritos son principalmente
descriptivos de las prácticas contables que se llevan a
cabo. Los autores más destacados de esta corriente son
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Charles E. Sprague, autor de The philosophy of accounts (1907) y William A. Paton, que en su obra
Accounting Theory de 1922 aborda seriamente, por primera vez, la labor de formular unos principios de la contabilidad, intento que no volverá a repetirse hasta 1961
por Moonitz (Cuadrado y Valmayor, 1999). Otros autores norteamericanos significativos han sido los que han
recogido en sus obras los principios contables que subyacían en la práctica que se desarrollaba, como Paul
Grady en su obra de 1965 Inventory of Generally Accepted Accounting Principles for business enterprises. Siguiendo a Tua (2004) los autores de la primera mitad del
Siglo XX han seguido dos direcciones:
— La que explica la contabilidad a través de la práctica de la misma, considerando que las reglas de la contabilidad proceden de la experiencia.
— La que establece generalizaciones que justifiquen
la práctica.
En los países anglosajones desde el Siglo XIX las
agrupaciones profesionales han tenido una gran influencia en el desarrollo de las técnicas contables aplicadas
a la práctica. La más antigua de ellas, el Institute of
Chartered Accountants of Scotland, fue fundada en
Edimburgo en 1854, y a partir de su fundación se generalizaron no solo en Gran Bretaña, sino en otros países
como Francia (1881), Austria (1885), Holanda (1895) y
Alemania (1896) (Gerz, 1964, página 119). Sin embargo, las agrupaciones de profesionales contables no eran
nuevas. La primera asociación de la que existen registros fue el Collegio dei Raxonati fundado en Venecia en
1581 (Boyd, 1968).
La necesidad de establecer líneas de pensamiento
doctrinal en las que basar la regulación contable llevó a
la aparición de una serie de trabajos, cuyos autores pertenecen a la llamada Escuela Económico-Deductiva
(Tua, 2004), y que se desarrolló durante los años cincuenta y sesenta del pasado siglo. Dichos autores desarrollaron una teoría de la contabilidad basada en la teoría económica y orientada hacia el cálculo del beneficio
único, para lo cual desarrollaron una serie de reglas
contables utilizando instrumentos lógico-deductivos
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para generalizar los conceptos de la contabilidad financiera referidos a la empresa. El principal autor fue Maurice Moonitz (The basic postulates of accounting, 1961),
que establece un conjunto de postulados referidos al
entorno económico en que se desenvuelve la contabilidad de la empresa, a la propia contabilidad y a los preceptos que se establecen para conseguir los objetivos
que persigue la información contable; a partir de ellos se
establecen una serie de principios que sirven para la resolución de problemas, lo que lleva a la formulación de
reglas que deben desarrollarse de acuerdo con los postulados y los principios previamente establecidos. El
mismo autor, junto a Robert T. Sprouse, publicó en 1962
otro trabajo llamado A tentative set of broad accounting
principles, que estableció una serie de principios fundamentales que fueron el origen del desarrollo y uso de
conceptos que más tarde fueron recogidos o están implícitos en los marcos conceptuales, y las normas de
contabilidad de los ordenamientos contables actuales
(Swieringa, 2011).
A partir de esta época, la tendencia en el pensamiento
contable se orienta hacia otro tipo de planteamientos,
cuyo objetivo es la elaboración de cuerpos normativos.
4. Pensamiento contable actual: el paradigma
de la utilidad
La evolución del pensamiento contable a partir de los
años sesenta del Siglo XX se construye básicamente a
partir del paradigma de la utilidad, de modo que los objetivos para los que se elabora la información contable determinan su construcción teórica. Esta orientación comienza a surgir entre los años veinte y treinta del pasado siglo, cuando comienza paulatinamente a perder
vigencia el objetivo de rendir cuentas a propietarios y
acreedores, cuya importancia como usuarios de la información contable decae en favor de los inversores actuales y potenciales. La crisis bursátil que se produjo en
1929, entre otros factores, impulsaron una serie de reformas que pusieron de manifiesto la necesidad de una
reorganización y una regulación de la información con-
table de las empresas, con el objetivo de que los usuarios puedan tomar decisiones económicas (Previts y
Merino, 1998, página 270). De acuerdo con Tua (1989),
la adopción del paradigma de la utilidad tuvo como consecuencias el desarrollo y ampliación del concepto de
usuarios de la información contable, incluyéndose en
los marcos conceptuales: el debate sobre los objetivos
de la información contable y los requisitos que debe
cumplir para que sea útil en la toma de decisiones, el
aumento de la información contable que elaboran las
empresas, la consideración de la contabilidad como una
ciencia aplicada y normativa y el gran impulso de la investigación empírica. El paradigma de la utilidad condujo a la formulación de los marcos conceptuales y cuerpos normativos vigentes actualmente, como los del Financial Accounting Standard Board (FASB) o el
International Accounting Standard Board (IASB), así
como a diferentes enfoques en la investigación empírica. Del mismo modo ha llevado al desarrollo de formalizaciones, como la de Richard Mattessich, que a partir
de 1957 formuló una serie de postulados básicos en los
que fundamentar las normas contables, determinando
un conjunto de axiomas, definiciones, teoremas y condiciones específicas, así como una representación matricial de la contabilidad (Cuadrado y Valmayor, 1999).
Mattessich (Accounting and Analytical Methods, 1964)
construye una teoría general de los sistemas contables
reconociendo que las manifestaciones de la contabilidad en las economías monetarias existen a nivel micro y
macroeconómico (García, 2008).
Sin embargo, el paradigma de la utilidad se ha revelado incapaz de hacer frente a determinadas cuestiones,
como la del conflicto de intereses entre los diferentes
usuarios de la información contable a la hora de elaborarla, o la del reconocimiento de ciertos intangibles,
como el capital intelectual. Como consecuencia de la
detección de estos problemas, han ido desarrollándose
propuestas tendentes a la elaboración de sistemas contables integrales, que recojan información tanto cuantitativa como cualitativa y que sean capaces de ofrecer la
información que requieren los usuarios.
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5. Conclusiones
La evolución histórica del pensamiento contable se ha
venido manifestando en el tiempo en dos aspectos
igualmente relevantes: el teórico-científico, más reciente pero que se ha convertido en esencial desde su aparición en el Siglo XIX, y el empírico, con miles de años de
práctica. Desde las primeras formas de registro de las
operaciones comerciales hasta los actuales sistemas de
información contable, la contabilidad ha ido evolucionando de acuerdo con las necesidades de sus principales usuarios, desde el paradigma del registro al paradigma de la determinación del beneficio y, más recientemente, al paradigma de la utilidad para la toma de
decisiones, el cual está fallando ante la actual situación
económica y social y sus rápidos cambios, y no es capaz de ofrecer suficiente y adecuada información a los
usuarios.
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