Rev. Ciencias Sociales 160: 137-151 / 2018 (II)
ISSN: 0482-5276
LOS LÍMITES DE LA ECONOMÍA ECOLÓGICA EN LA ERA DEL
CAPITALOCENO
THE LIMITS OF THE ECOLOGICAL ECONOMICS IN THE ERA OF
CAPITALOCENE
Alejandro Escalera Briceño*
Manuel Ángeles Villa**
Alejandro Palafox Muñoz***
RESUMEN
En este documento se ofrece una reflexión sobre las formas en que la economía ecológica,
en sus diversas manifestaciones, ha abordado la crisis socioambiental en curso, y a la vez
plantea los límites de esa heterogénea disciplina a través de un análisis fundamentado en
el concepto del metabolismo social, apoyado por un acercamiento de los “Cuatro Baratos”
que recientemente trajera Jason Moore a la discusión de los efectos del capitalismo para el
entorno natural.
PALABRAS CLAVE: CRISIS SOCIOAMBIENTAL * ECONOMÍA VERDE * MARXISMO * CAPITALISMO
* RECURSOS NATURALES
ABSTRACT
This paper offers some reflections on the ways in which ecological economics, in its
various manifestations, approaches the ongoing ecological crisis. At the same time, it
discusses the limits of that heterogeneous discipline by means of an analysis based on the
concept of social metabolism that makes use of Jason Moore´s recent theorizations on the
effects of capitalism on the environment.
KEYWORDS: ENVIRONMENTAL CRISIS * GREEN ECONOMY * MARXISM * CAPITALISM *
NATURAL RESOURCES
*
Departamento de Estudios Sociales y Empresariales de la Universidad de Quintana Roo, Unidad Académica
Cozumel, México.
[email protected]
**
Departamento de Economía de la Universidad Autónoma de Baja California Sur, México.
[email protected].
***
Departamento de Estudios Sociales y Empresariales de la Universidad de Quintana Roo, Unidad Académica
Cozumel, México.
[email protected].
Alejandro Escalera Briceño, Manuel Ángeles Villa y Alejandro Palafox Muñoz
138
INTRODUCCIÓN
La inspiración de este texto surge de una
presentación de los autores en el seno del III
Congreso de la Sociedad Mesoamericana de
Economía Ecológica (COSMEE), celebrado a finales
de 2016 en el Recinto de Mayagüez de la Universidad de Puerto Rico, con el objetivo de reflexionar sobre las formas de lograr un pluralismo
metodológico en el estudio de las relaciones ser
humano-naturaleza, enfatizando la multidisciplinariedad. Significativamente, buena parte
de las ponencias que allí se presentaron se
vinculaban con la valoración de la naturaleza a
través de diversos métodos, sobresaliendo entre
ellos el de costo-beneficio, que caracteriza a la
Economía Ambiental (EA) que, fundamentada
en la teoría económica neoclásica, constituye el
principal rival disciplinario de ciertas vertientes
de la Economía Ecológica (EE)1.
La evidente similitud metodológica hizo
procedente la crítica a la EE que se engloba en
el presente trabajo, que a la vez lleva a la profundización de la reflexión sobre los procesos
metabólicos con base en el estado del arte de la
disertación doctoral (aún en curso) de Alejandro Escalera, El turismo como catalizador de
la brecha metabólica en el marco del imperialismo ecológico. Así pues, en la primera sección
del documento se hace una breve semblanza
del desarrollo evolutivo de la EE con énfasis en
consideraciones metodológicas, en particular al
nivel macro, que subrayan los límites del crecimiento económico.
A la vez, con fundamento en la caracterización de Barkin, Fuente y Tagle (2012), se
reconoce dentro de la EE la coexistencia de tres
versiones: a) la conservadora, b) la crítica y c)
la radical. La diferencia principal estriba en que
las corrientes conservadora y crítica buscan la
“sustentabilidad” (en variadas definiciones y a
diversas escalas) en el marco del actual sistema
socioeconómico (el capitalismo), mientras que
1
En contraste, nuestra participación tomó la forma
de una ponencia crítica hacia la EE con respecto
a los modelos metabólicos. Otra línea de investigación presentada en el evento, con un enfoque
decididamente opuesto a la ortodoxia, fue el de la
Ecología Política.
la versión radical plantea la necesidad de una
ruptura con la racionalidad económica de ese
proyecto civilizatorio. Asimismo, se identifican algunas de las limitaciones de la EE en las
primeras dos versiones mediante el empleo del
concepto de la brecha metabólica, cuya génesis
radica en las transferencias de insumos biológicos promovidas por la monopolización de los
recursos naturales, el imperialismo ecológico y
en general, la intensificación de las relaciones
de producción y sociales capitalistas. En esta
sección, el marxismo ecológico destaca como
el ala crítica de un proyecto modernizador que
aún no concluye 2 . En el segundo apartado,
sobre el metabolismo social, se busca mirar
de nuevo la interpretación de Marx con el propósito de cuestionar los circuitos metabólicos
que se construyen con la finalidad de imponer
cambios de estilo de vida. Por último, en el
apartado sobre la brecha metabólica se destacan las dinámicas de la acumulación de capital
en la era del capitaloceno (Moore, 2015), con
énfasis en el pensamiento dialéctico, que difiere sustancialmente de los enfoques posmodernos que, cada vez más, parecen alimentar
ciertas vertientes de la EE.
LA ECONOMÍA ECOLÓGICA COMO CAMPO
EMERGENTE
El capitalismo requiere el progreso
constante y se caracteriza por alinear los avances tecnológicos a las fuerzas productivas para
continuar impulsando la reproducción ampliada del capital. La intensificación del sistema
capitalista trae consigo patrones de producción social y ambientalmente destructivos que
amenazan rebasar las fronteras ecológicas
planetarias cuyo proceso ocasionaría un efecto
de no retorno atentando contra la vida entera
de la biosfera.
Es a partir de mediados del siglo XX cuando empieza a darse una toma de consciencia
sobre la degradación ambiental, asociada a los
procesos de crecimiento económico al hacerse
2
Es esencial reconocer la diferencia entre modernismo, modernización y modernidad. En término
general, esta última coincide con el capitalismo.
Véase Anderson (1984).
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Los límites de la economía ecológica en la era del capitaloceno
claro el deterioro en distintas escalas (Leff,
2011). Ante esta perspectiva se hace evidente
que, más allá de la destrucción creativa relacionada con la industrialización en buena parte
del globo, el acelerado repunte del intercambio
planetario de mercancías, y los consuetudinarios sube y bajas del sistema, se asiste a una
crisis multidimensional que abarca lo económico, lo financiero, lo energético, lo ecológico
y lo político (Ángeles, Gámez e Ivanova, 2011;
Guillen, 2015).
Sin duda, se trata de un modo de producción que ya rebasa los límites planetarios al
amenazar la capacidad de regeneración del ambiente natural a la velocidad requerida por las
altas tasas de acumulación. La pérdida de ecosistemas por el uso y abuso de los combustibles
fósiles forman parte de las contradicciones del
capitalismo avanzado (Malm, 2016), que se han
agudizado en la era de la acumulación flexible
(el modelo neoliberal), aún con el empleo de estrategias “sustentables” como las diseñadas en
el seno de los modelos del llamado capitalismo
verde (Smith, 2015).
Esta problemática ocasionó el surgimiento de diferentes corrientes para explicar
el origen y las posibles soluciones a la crisis
ambiental. Desde la óptica de la Economía Ambiental (EA) cobraron importancia metodologías
para estimar el óptimo de contaminación con
fundamento en el análisis costo-beneficio y la
valoración de los bienes ambientales con base
en estudios econométricos, que a su vez dependen de las expresiones de determinados grupos
de su disponibilidad a pagar por el uso del recurso, o bien, que se les pague si otro lo usa.
Al mismo tiempo empezó a surgir otra
alternativa cuya intención es evidenciar la racionalidad moderna con los límites biofísicos,
el carácter entrópico de las actividades económicas del ser humano (y de la vida misma),
y la búsqueda de una reducción significativa
con los insumos naturales que intervienen en
el proceso productivo, así como, el rechazo
de estilos de vida fundamentados en el crecimiento del consumo de bienes materiales. De
esta manera emerge la Economía Ecológica
(EE), definida por uno de sus más notables expositores, Robert Costanza como “la ciencia y
139
manejo de la sustentabilidad” (Martínez-Alier
y Schlüpmann, 1991), pues a grandes trazos es
una nueva disciplina híbrida de la economía
que ofrece un “enfoque multidisciplinario, el
pluralismo metodológico, y la apertura a consideraciones de tipo histórico-institucionales
para entender los problemas ecológicos y sociales” (Burkett, 2008, p. 22)3.
El antecedente de la EE se encuentra en
el trabajo de Podolinsky de 1880, El trabajo
humano y su relación con la distribución de la
energía, esta obra tuvo cinco versiones y ostentó títulos diferentes con el fin de ser revisada
por diversos expertos, en aquel momento se
fundamentó desde una perspectiva económica
para abordarla como un sistema de conversión
de energía, se apoyó en comparaciones con
diversos ecosistemas rurales que abarcaban
bosques y prados, a su vez incorporó los entornos producidos por los seres humanos, por
mencionar, los prados artificiales y los campos
agrícolas, también demostró que la producción
de biomasa incrementaba cuando era mayor el
trabajo humano y el animal (Podolinsky, 1995;
Foster y Burkett, 2004).
A mediados del siglo XX, la EE comenzó a
ser un campo alternativo para proponer límites al crecimiento económico, fundamentados
sobre todo en las obras de Georgescu-Roegen
quien indicó que el proceso económico estaba
(aún lo está) sujeto a la gobernabilidad de las
leyes de la entropía, además enfatizó que era
irreversible por la constante transformación de
materia y de energía en residuos no susceptibles de un uso ulterior por el ser humano (con
una alta entropía), el carácter entrópico de los
procesos económicos fue esencial para engarzarla con la segunda ley de la termodinámica,
por consiguiente, le sirvió para fundamentar
3
De entrada se subraya que la EE se apoya de otros
campos disciplinarios, como la ecología industrial, la agro-ecología, la historia ambiental, por
tanto, han logrado construir un metabolismo
social que se encuentra en los trabajos de Robert
U. Ayres, Herman Daly, Joan Martínez-Alier, René
Passet, Manfred Max-Neef, Víctor Toledo, José
Manuel Naredo, Oscar Carpintero, Marina FischerKowalski, Mario Giampietro, John McNeill, Joshua
Farley, Roldán Muradian, Walter Pengue y otros
más (véase Martinez-Alier, 2008).
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140
Alejandro Escalera Briceño, Manuel Ángeles Villa y Alejandro Palafox Muñoz
un cuarto principio relacionado con la materia,
por este motivo afirmó que durante el uso de
materiales existe energía que se degrada sin
poder recuperarla, en aquel momento quería
explicar que el crecimiento económico reducía
los recursos naturales de tal forma que generaba escasez (Georgescu-Roegen, 1996).
Kenneth Boulding, otro de los fundadores modernos de la EE, es especialmente recordado por un famoso ensayo en el que empleó la
figura de “la nave espacial llamada Tierra”, que
le sirvió para exponer los límites planetarios
por la finitud de los recursos (Boulding, 1996).
Herman Daly, otrora funcionario del Banco
Mundial y ex alumno de Georgescu-Roegen,
argumenta que el crecimiento sostenido de la
producción y el consumo de largo plazo podría
ser válido únicamente si se cumpliera alguna de
las siguientes tres condiciones: a) si la economía no fuera un subsistema, b) si la economía
creciera en una dimensión que no involucrara
al aspecto físico y c) si se derogaran las leyes de
la termodinámica (Daly, 2009).
Más recientemente, Daly ha recordado
que en sus tiempos en el Banco Mundial con
frecuencia escuchó la afirmación sobre que “no
existe conflicto entre la economía y la ecología:
podemos y debemos hacer crecer la economía
y proteger al medio ambiente al mismo tiempo” (Daly, 2015, p. 1). De esto último evoca los
postulados de la economía verde en el sentido
de que el cambio tecnológico y el mercado son
mecanismos suficientes (óptimos) para cuidar
al planeta. Para Daly (2015), esta es una verdad
a medias, por una parte, su visión es que la microeconomía es el ámbito decisorio adecuado
para la asignación de recursos entre lo más y
lo menos deseado; por la otra, rechaza la macroeconomía por enfocarse sobre todo en el
crecimiento económico medido por el Producto
Interno Bruto (PIB).
Lo primero, el mercado como mecanismo de asignación de recursos, es deseable,
mientras que el crecimiento de las dimensiones
físicas de la economía es imposible en un planeta finito, frase recurrente en la EE. Daly (2009)
postula la alternativa de “estado estable”, reminiscente de las teorizaciones clásicas de David
Ricardo (1973) y de John Stuart Mill (2009), a
saber, un capitalismo sin crecimiento, que con
conocimiento de causa, Ricardo declaraba una
imposibilidad. El “decrecimiento” de Serge Latouche (2010) y otros defensores europeos del
medio ambiente, enarbolan una bandera similar (Cariño, Ángeles, Castorena y Amao, 2014).
La intención de Latouche en esta obra
es revertir la espiral de las cada vez más insistentes presiones del crecimiento y el consumo,
para propiciar una existencia más serena que
descanse en la calidad de vida, la solidaridad
y el respeto al medio ambiente (Ibíd.). Los críticos del Estado estable y del decrecimiento
insisten que estas son meramente posturas
voluntaristas que minimizan importantes problemáticas, de suma relevancia sociológica,
que tienen que ver con el trabajo, la población
y la sociedad, y revelan fuertes afinidades con el
concepto neoliberal de la “buena gobernanza”
(Markantonatu, 2013).
EL MARXISMO ECOLÓGICO COMO VERSIÓN
RADICAL DENTRO DE LA ECONOMÍA ECOLÓGICA
Conviene subrayar que en la actualidad
coexisten la EE conservadora, la EE crítica y la
EE radical, cada una con sus propias metodologías (Barkin, Fuente y Tagle, 2012). La EE
en su parte conservadora destaca su apego a
la economía neoclásica por respaldar el crecimiento económico (Ibíd.), debido a lo cual
con impuestos ecológicos o con permisos de
contaminación transables se pueden arreglar
los fallos del mercado (Martínez-Alier, 2008).
Esta vertiente enseña una segunda careta que
propone un decrecimiento económico con
el indigenismo latinoamericano, estas dos
mascaras a pesar de presentar una rivalidad
comparten una perspectiva ética ambiental
(Barkin, Fuente y Tagle, 2012). Si bien, Daly
es enérgico al criticar este crecimiento por
la falsa promesa que algún día beneficiará a
todos, por eso pone en duda que la economía
sea medida con el PIB real o el rendimiento de
los recursos (Daly, 2012). Por su parte, la EE
crítica a las externalidades, las cuales atribuye como fallos del gobierno por imponer una
estructura de derechos de propiedad sobre
el ambiente o el subsidio a las actividades
nocivas, desde esta postura se reconocen los
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Los límites de la economía ecológica en la era del capitaloceno
conflictos ecológicos distributivos y el de justicia ambiental (Martínez-Alier, 2011 y 2008).
Esta EE tiene la particularidad que se conecta
con la Ecología Política (EP), ambas pretenden
analizar los procesos complejos globalizados
de los conflictos entre la naturaleza y los seres
humanos. Consecuentemente dejan fuera al
marxismo por su pensamiento dialéctico, principalmente por su falta de aportación de Marx
por concederle poca importancia a la segunda
ley de la termodinámica cuando Thompson la
explicó a mediados del siglo XIX (Martínez-Alier,
2003). También reclaman la ausencia de una
historiografía marxista sobre los presupuestos
cuantitativos y cualitativos del metabolismo
social en la cual no representó apropiadamente
los materiales de la naturaleza y energéticos de
la sociedad humana (Sevilla, 2011).
En el siglo XIX era inimaginable una catástrofe ecológica planetaria, sin embargo,
Marx con su materialismo práctico podía entender el funcionamiento del modo de producción
capitalista y acercarse a la crisis ecológica (sin
desarrollarla por completo). Por su parte, Foster ha demostrado que el teórico alemán tuvo
interés sobre los experimentos que señalaban
las emisiones de dióxido de carbono que contribuían al efecto invernadero, así como, las
notas que tomaba acerca de la forma en que el
movimiento de las isotermas sobre la superficie
terrestre (debido al cambio climático), llevaba a
la extinción de especies a lo largo del curso de
la historia de la Tierra (Foster, 2000 y 2015).
Ahora, la EE radical busca una ruptura
con la postura de la racionalidad económica
(Barkin, Fuente y Tagle, 2012), los marxistas
ecológicos reclaman los cambios de estilo de
vida al incorporar las leyes de la entropía, así
que enfatizan la existencia de un proletariado
ecológico subsistiendo bajo un esquema de conteo de transferencias de materia-ecológica para
continuar sosteniendo el costo de vida de unos
pocos (Foster, 2015). Esta versión de la EE apuesta en cambio por un materialismo ecológico en
el que se exponga la incesante mercantilización
de la naturaleza y la acumulación de capital
(Schmidt, 2013).
Una de las primeras aportaciones fueron las de Schmidt con su trabajo El concepto
141
de naturaleza en Marx, en la cual rescató un
pensamiento filosófico de la naturaleza que se
hallaba en las concepciones como: materia, sustancia natural, cosa natural, tierra, momentos
existenciales, objetivos de trabajo, condiciones
objetivas y fácticas del trabajo (Schmidt, 2011).
La obra antes mencionada fue terminada de redactar en 1962 sin que se conocieran las nociones de: a) la conciencia ecológica, b) los límites
del crecimiento, c) civilización alternativa y d)
la crisis ecológica (Schmidt, 2013).
Desde los 90, el marxismo ecológico se
coloca como una perspectiva importante, la
contribución de Foster pone en el centro de la
atención la cuestión del trabajo y la naturaleza
a un público más amplio (los investigadores
de las ciencias naturales) (Foster, 2000). Los
marxistas ecológicos adoptaron el reto de renovar las categorías del materialismo histórico
y dialéctico creadas por el teórico alemán, el
propósito es aplicar una indagatoria al capitalismo avanzado con la intención de exponer que
la acumulación de capital desde su origen ha
organizado a la naturaleza de forma eficiente.
La postura radical de la EE no trata de pintar de
verde al marxismo, pero sí, de explorar el desarrollo económico y tecnológico del capitalismo
para evidenciar que sus efectos conducen a
algo desconocido para todos los seres vivos del
planeta, en el que las condiciones de vida están
cambiando vertiginosamente.
Por otra parte, los ecosocialistas abrazan
el pensamiento marxista para insertar una visión renovada de la economía política al colocar
la consigna de “cambio sistémico, no cambio
climático” (Foster, 2015). De esto se dibuja una
reflexión y reelaboración del pensamiento dialéctico desde la perspectiva ambiental (Leff,
2003). El ecosocialista James O´Connor es un
referente de esta corriente con su segunda contradicción en la cual hace referencia a las condiciones de producción (el capital no produce
la fuerza de trabajo, la naturaleza externa y la
infraestructura urbana), más bien, resalta todos
los factores externos que no contempla el capital, de tal suerte los movimientos sociales sin
ser exclusivamente obreros sino plurales y diversos (múltiples movimientos sociales como los
ambientalistas, los feministas, etc.) impulsarían
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Alejandro Escalera Briceño, Manuel Ángeles Villa y Alejandro Palafox Muñoz
a relaciones sociales ecológicamente sostenibles
(O´Connor, 2001).
El químico Paul Crutzen (2002) acuñó el
término “antropoceno” para hacer referencia a
una era geológica encaminada a la industrialización a partir de la revolución industrial. Esta
etapa histórica se apega al uso desmedido de
la energía fósil, que induce a una conjunción
de distintas áreas científicas (la climatología,
la economía, la política, etc.) de tal forma que
logran resaltar una narrativa catastrófica de la
humanidad alrededor del cambio climático y
otros procesos que pueden llevar a la extinción
de la especie humana, o al menos al colapso de
la vida como se conoce actualmente (Altvater,
2014). Por consiguiente, se asume de forma
urgente revertir los efectos biogeoquímicos de
la especie dominante, ante tal amenaza, de no
hacerlo, se espera la extinción en la que otras
especies (ciborgs) se darán cuenta de la existencia de la humanidad al encontrar debajo de los
suelos todos los desechos de una era industrializadora y productivista.
El concepto de la era del antropoceno no
es universalmente aceptada. Quienes lo aprueban insisten que se trata de un punto de inflexión para abordar las fronteras ecológicas
planetarias, de modo que recurren al metabolismo social de la Escuela de Viena (véase
Toledo, 2008 y 2013) para hacer conciencia y no
rebasar dichas fronteras. Por otra parte, quienes lo rechazan alegan que no son todos los
seres humanos los responsables de la debacle
socio-ecológica que se vive, son solo algunos.
Se advierte que el concepto del antropoceno
trae consigo un pensamiento moral que involucra a todos los seres humanos, por ello pretende
la institucionalización de la naturaleza humana
y extra-humana (en adelante las naturalezas)
por medio del desarrollo sustentable, modelo
que permitiría a futuras generaciones reproducir sus relaciones sociales.
En contraste, se establece el concepto del
“capitaloceno” (magistralmente explicado por
Andreas Malm, 2015 y 2016), que busca romper
con el cerco moral para plantear la cuestión de
la crisis ambiental generada por los capitalistas y no por todos los seres humanos como lo
enfatiza su contraparte. En ese aspecto, Jason
Moore (2015) propone entender la incesante
acumulación de capital en función de (hasta
ahora) la amplia disponibilidad de insumos baratos al proceso productivo (fuerza de trabajo,
alimentos, energía y materias primas), que han
permitido la prácticamente ininterrumpida extracción de ganancias.
Uno de los grandes retos de la EE en su
vertiente radical es precisamente enfrentar las
propuestas de los economistas ecológicos que
promueven matrices metabólicas que racionalizan las entradas energéticas y de materia,
así como, sus disipaciones, con el propósito de
conformar sociedades más “eficientes” en términos económicos. Como antes se aseveró, en
su versión más conservadora, la EE se acerca a la
EA en el sentido de utilizar complicados modelos
matemáticos para la perpetuación de relaciones
económicas favorables a la acumulación, si bien
con ciertos requisitos, mismos que se satisfacen
precisamente a través del mercado. Se trata,
por ejemplo, de la elaboración de entramados
instrumentales para el pago de servicios ambientales, que son ampliamente socorridos en
la actualidad.
Con frecuencia, las conceptualizaciones
que esta versión conservadora hace de los procesos de orden metabólico en distintas escalas
(microeconómicas y macroeconómicas), que
van orientadas al abordaje de la problemática de
las leyes de la termodinámica y la finitud planetaria, se acerca cualitativamente al concepto
neoclásico del capital natural, muy distante de
la apreciación fundamental de Marx de que el
capital es una relación social. Daly (principalmente en los capítulos seis y nueve), quien está
sumamente consciente de “los usos y abusos
del capital natural”, añade otra forma de “capital” como uno de los límites al crecimiento: el
capital moral, que se desgasta en los procesos
desarrollistas (Daly, 2015).
En sentido contrario al recién expuesto,
más enérgica es la vertiente crítica de la EE que
se acerca al llamado posdesarrollo (Escobar,
2012), al plantear un orden metabólico desde
la vía campesina y el concepto del buen vivir
(Cariño, Ángeles, Castorena y Amao, 2014 y en
general, el volumen coordinado por Delgado,
2014). Estas conceptualizaciones, emanadas
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Los límites de la economía ecológica en la era del capitaloceno
de América Latina, van muy frecuentemente
acompañadas de movimientos de resistencia
por parte de los pueblos originarios en defensa
de los comunes tradicionales. Es decir, el campesino se encuentra en la posición de sujeto
ecológico por excelencia, debido precisamente
a sus afanes por mantener alejadas sus tierras
o los bienes comunes fuera del orden metabólico capitalista, más bien, como un “afuera” de
la acumulación de capital (Luxemburgo, 1967;
Harvey, 2004; De Angelis, 2012).
Las vertientes conservadora y crítica de
la EE, al estar pensadas sobre todo en los países
de mayores ingresos del Norte global, pondrían
en duda las alternativas de los científicos sociales que proponen las cosmovisiones de las
comunidades originarias como una salida a la
crisis civilizatoria: sus discusiones se vinculan
con los intercambios que suceden específicamente en esos espacios, lo que hace poco factible que sus contribuciones teóricas abarquen
las epistemologías del Sur o el diálogo de saberes. Por otra parte, es dudoso que esas epistemologías, fundamentadas en una orientación
casi exclusivamente local, sean efectivas para
enfrentar a nivel global los retos que le imponen el capitalismo neoliberal y la urbanización
planetaria evidentemente en apogeo (véanse
Roberts, 2016 y Lefebvre, 1989, respectivamente). Más bien, traen a la memoria la discusión
de Marx con respecto a las “robinsonadas”, referente a la crítica del intento de un retorno a un
pasado soñado como paradisíaco4.
LA RECUPERACIÓN DEL METABOLISMO SOCIAL
DE MARX
En Biología y Química, el término metabolismo refiere a los procesos en los que una
célula o un organismo convierte nutrientes en
materia viva (el metabolismo constructivo), o
bien, reduce el protoplasma a sustancias simples para el desempeño de diversas funciones (el
metabolismo destructivo) (OED, 1971, p. 378). El
trabajo del fisiólogo prusiano Schwann de 1839,
Mikroskopische untersuchungen übereinstim4
La palabra deriva de la obra Robinson Crusoe, de
Daniel Defoe (2017).
143
mung in der struktur und dem wachstum der
tiere und pflanzen (citado en Foster, 2000, p.
248) colocó en el centro de la atención una
formación metabólica celular, la cual impactó
en la Química, en la Filosofía, etc., configuró
nuevas interrelaciones entre el ser humano con
su ambiente, posteriormente se convirtió en
una categoría empleada por Marx para explicar
un complejo circuito en las sociedades capitalistas desde un plano particular o general, por
supuesto, tenía conocimiento de las obras de
los fisiólogos, en ese sentido había estudiado a
Schwann en 1864, este último ejerció influencia en el químico Liebig, quien realizó una
crítica de los robos de los nutrientes al señalar
a Gran Bretaña que sustraía de Irlanda la fertilidad de sus tierras (Ibíd.). En Marx, el concepto
aparece en el capítulo VI de los Grundrisse,
como parte de la explicación del proceso de circulación del capital. Marx advierte que el cambio de forma y el cambio de materia suceden
de manera simultánea en ese proceso (Marx,
1973, p. 667-668). Foster afirma que el teórico
alemán empleaba ese concepto para:
[…] describir el conjunto de necesidades y relaciones, complejo, dinámico,
interdependiente, que se originaba y se
reproducía constantemente, en forma
alienada, bajo el capitalismo, y también
la cuestión de la libertad humana que
suscitaba. Todo ello podía considerarse
relacionado con el modo en el que el
metabolismo humano con la naturaleza
se expresaba a través de la organización
concreta del trabajo humano. El concepto de metabolismo adoptaba un significado ecológico específico y un significado
social general (2000, p. 244-245).
El metabolismo está presente en el tomo
I de El Capital (Marx, 1976, p. 283-290 citado
en Foster, 2000), donde de manera similar a los
Grundrisse se le ubica en un apartado referente a un circuito con el proceso de producción
en cuanto a la circulación de la mercancía, el
trabajo socialmente necesario y el dinero que
servía como medida de valor para adquirir más
mercancías, así como también, materia prima
y fuerza de trabajo para poner en marcha un
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Alejandro Escalera Briceño, Manuel Ángeles Villa y Alejandro Palafox Muñoz
ampliado proceso de producción, el cual se iba
complejizando en el tomo II y III (Marx, 1999).
Así, el Stoffwechsel para Marx representaba
(aún lo es) un circuito de transferencias entre
la sociedad y la naturaleza a través del trabajo
encargado de mediarlo y regularlo (Clark y
Foster, 2012) o más específicamente, el trabajo
es el proceso de intercambio del ser humano
con y en la naturaleza, mit und in der Natur
(Ruben, 2004).
Para el teórico alemán iba más allá de
una analogía que no logró teorizar y explicar
con profundidad (Harvey, 2014); es importante
señalar que el metabolismo social ha estado
reinterpretándose para entrar a un análisis más
profundo sobre la degradación del suelo o de
la tierra. Si bien, Foster (2000) argumenta que
Marx tuvo una visión sobre la sostenibilidad
que conducía a un pensamiento ambiental al
precisar que la tierra se debía de entregar mejorada, la interpretación es que para el autor de
la obra El capital, los procesos sociometabólicos
representaban más generalmente y con mayor
fidelidad el circuito entre el ser humano y la
tierra. Los procesos de producción y de trabajo
en el capitalismo avanzado se mantienen, en su
esencia, como los manifestó Marx, en particular aquellos que constituyen la base material de
este modo de producción.
Lo que ha cambiado es la comprensión
del metabolismo social, desprendiéndose un
dualismo en cuanto a la separación del ser humano con la naturaleza extra-humana, debido a
lo cual irrumpe un nuevo circuito que se asocia
con la degradación ambiental, y la manera de
repararla o evitarla. La EE radical contrapone el
anterior pensamiento porque un metabolismo
coevolucionista únicamente es posible con el
rompimiento del proyecto civilizatorio moderno
(Foster, 2000; Burkett, 2008).
Sin la existencia de un cambio radical
de modo de producción, el metabolismo social se ha ido alejando de su propuesta inicial, por lo que aparecen diversos modelos de
metabolismos (el metabolismo industrial, el
metabolismo socioeconómico, el metabolismo
socioecológico, el metabolismo urbano, el metabolismo rural, etc.), cada uno con metodologías diferentes para ajustarse a las necesidades
económicas de determinado espacio o territorio. Algunos fomentan el crecimiento económico por medio del desarrollo sustentable, otros
animan a la construcción de mundos alternos
con el posdesarrollo5.
Con estos modelos funcionalistas y deterministas, las primigenias ideas de Marx en
torno al ser genérico o Gattunsgwesen, combinación inseparable de naturaleza y sociedad,
han sido alineados a la racionalidad económica,
para centrarse principalmente en los procesos
de conciencia y cambios en los “estilos de vida”
para continuar reproduciendo el crecimiento
económico. En contraste, desde la EE radical se
retoma el metabolismo social con el propósito
de comprender el orden metabólico de las sociedades capitalistas.
Lo dicho remite a la inserción por Marx
del Stoffwechsel en el tomo I de El capital, al
no reducirlo a un circuito de aspectos fisiológicos y naturales, ni tampoco su operación, ni
mucho menos convertir los objetos producidos
(por el ser humano) en sujetos para lograr una
economía para la vida como promueve la teología de la liberación. Más bien, lo que trataba de
enfatizar era su contenido material desde una
formación histórica que, en aquel momento,
tenía como fin de cuentas, la producción y la
reproducción de la vida inmediata (proceso estructurado de crecimiento).
A partir de los preceptos originarios,
es necesario trasladar el metabolismo social
al capitalismo avanzado, que se fundamenta
principalmente en la circulación global de
mercancías, que permite su movilización a
cualquier espacio, en la financiarización y en
la constante flexibilización y precarización de
la fuerza de trabajo. En estas circunstancias,
interpretaciones del metabolismo como las
adelantadas por las escuelas de Viena (Klagenfurt) y Wuppertal, aunque extremadamente
relevantes por los detallados análisis técnicos
que generan, resultan insuficientes. Si bien,
parecen igualmente limitados los planteamientos de las alternativas y salidas que, con
5
Se notará que esta crítica se asemeja al planteamiento de Barkin, Fuente y Tagle (2012), sin necesariamente coincidir en todo.
Rev. Ciencias Sociales Universidad de Costa Rica, 160: 137-151 / 2018 (II). (ISSN: 0482-5276)
Los límites de la economía ecológica en la era del capitaloceno
base en las teorías del posdesarrollo, pretenden
situarse al exterior del capitalismo, aunque la
exteriorización pueda ser resistencia. Como sugieren Barkin, Fuente y Tagle (2012), es imperativo incorporar el marxismo de forma decidida.
LA BRECHA METABÓLICA: LA PERMANENTE
CONTRADICCIÓN DE LA MERCANTILIZACIÓN
DE LAS NATURALEZAS Y LA ACUMULACIÓN DE
CAPITAL
Los artífices del Manifiesto comunista
centraban el desarrollo histórico de las fuerzas
productivas como factor determinante en cada
sociedad (Marx y Engels, 2011; Schmidt, 2013).
La economía política y la geografía crítica han
venido configurando una vertiente actualizada
de este enfoque para explicar las formas en que
el capital, los fenómenos intensivos del sistema,
debido a su superioridad en el control del espacio y tiempo, afectan decisivamente a la socio
ecología (Harvey, 1998).
Se sostiene que el modo de producción
capitalista está en constante renovación, ya
que sus transformaciones al ambiente acelera
el cambio climático que es de alcance global
(Malm, 2016). En atención a esto, desde los
presupuestos categóricos marxistas se busca
dar respuesta a la tensión entre el capitalismo y
la naturaleza, el cual remite a la contradicción
general entre el valor de uso y el valor de cambio en El capital, que llevó al teórico alemán a
deducir la explotación del trabajo (Marx, 1999).
La contradicción entre capitalismo y naturaleza se fortaleció con la consolidación del
modo de producción capitalista en la época de
la colonia. En particular, las tierras del Nuevo
Mundo que sirvieron para asegurar la superioridad de la industria europea. Las colonias
fueron factores clave en el proyecto civilizatorio
eurocéntrico, quedando este hecho plenamente
representado por dos fronteras mercantiles:
la minería, con la extracción de la plata y la
agricultura, con el cultivo de la caña de azúcar
(Moore, 2003).
La extracción de la plata en América
cobró importancia al monetizar la economíamundo europea para evitar volver a la autarquía
regional (Ibíd.). Los flujos de plata abonaron
al fortalecimiento de la presencia e influencia
145
europea en Asia, en especial en China (Mann,
2012). Se dio entonces literalmente una primera globalización, estableciéndose un circuito
comercial entre Europa, las Islas Filipinas y
China centrado en la producción de plata de
México y Potosí.
El capitalismo se arraigaba globalmente
como estrategia de desarrollo desigual, subordinaba a los señores de la tierra al mercado mundial y al mismo tiempo, les otorgaba incentivos
para incorporarse al nuevo sistema. El mecanismo de crédito surgido de los caudales de
plata que se importaban en Europa (y en China,
con otros efectos), ayudó a la creación de una
división dispareja del trabajo para generar un
sistema internacional de peonaje por la deuda:
con la actividad minera, desde el continente
americano se conformaba una nueva división
trasatlántica del trabajo entre la ciudad y el
campo (Moore, 2013a).
No obstante, la extracción de la plata fue
insuficiente para hibridar el desarrollo del capitalismo. Se requirió también la plantación de
caña de azúcar, representativa de la esclavitud
moderna, que fue de gran importancia en los
procesos de globalización de la época, pues el
azúcar proveía una fuente sumamente barata
de calorías para la masa trabajadora que laboraría posteriormente en la industrialización europea, en consecuencia, surgieron complejos de
plantaciones de caña a base de trabajo esclavo
principalmente en las islas atlánticas, en Brasil
y en el Caribe (Moore, 2003).
La plantación de azúcar implementó un
nuevo medio para organizar el trabajo (la esclavitud moderna) con un nuevo medio de organización de la tierra (el monocultivo) (Ibíd.).
La plata y el azúcar en el capitalismo temprano
no eran las únicas fronteras mercantiles pero
le dieron vida a todas las fuentes de sustento,
principalmente las comerciales entre las que
destacaron: los cultivos de cereales, la silvicultura y la ganadería (Ibíd.).
El modo de producción capitalista demostró su eficiencia en comparación con otros modos
de producción en sus formas de acumulación de
capital y la aplicación de la tecnología a las actividades económicas, que resultó en una inusitada
dinamización de las economías una vez entrada
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146
Alejandro Escalera Briceño, Manuel Ángeles Villa y Alejandro Palafox Muñoz
la revolución industrial a partir del siglo XVIII. Para
Marx, la acumulación y su reproducción a escala
ampliada en el tomo II de El capital, la comprendió a través de la determinación de:
[…] la valorización del valor del capital desembolsado, es decir, en primer
lugar, por la producción de la mayor cantidad posible de plusvalía; y en segundo
lugar, por la producción de capital, y
consiguientemente por la transformación de la plusvalía en capital. Pero, a
su vez, la acumulación o producción en
escala ampliada, que, como medio para
una producción cada vez más extensa de
plusvalía y, por tanto, para el enriquecimiento del capitalista, aparece como
la finalidad personal de éste y va implícitamente en la tendencia general de la
producción capitalista, se convierte, al
desarrollarse, en una necesidad para todo
capitalista individual (Marx, 1987, p. 71).
Rosa Luxemburgo enfatizó la dependencia de la acumulación de capital de una fuente
externa (un afuera) para la obtención de recursos, en el sentido de que la continuación de la
acumulación ampliada debía abarcar a las sociedades no capitalistas como mercado y fuente
de alimentación para la obtención de fuerza de
trabajo y de materia prima, por un lado, y como
salida a la producción manufacturera, por el
otro (Luxemburgo, 1967).
La teórica polaca advirtió sobre la inevitabilidad de una crisis de subconsumo si el
capitalismo nacional de su época dependiera
exclusivamente de sus posibilidades internas.
Creía haber encontrado aquí la principal falla
sistémica del capitalismo, pues cuando las poblaciones de esos países no pudieran consumir
las mercancías producidas se daría el colapso,
a menos que la oferta excedentaria fuera absorbida por la demanda de las colonias. En este
sentido, el imperialismo económico se presenta
como la forma para la reproducción de la acumulación de capital6.
6
Marx y Engels no elaboraron ninguna teoría específica del imperialismo, sin embargo, existen frecuentes referencias genéricas sobre el comercio
En el capitalismo avanzado, la acumulación ha pasado por dos grandes etapas: el
keynesianismo de la economía del bienestar
de la segunda posguerra y el neoliberalismo de
nuestra época. En esta era de “acumulación
flexible”, la generación de ganancias se basa en:
[…] procesos de racionalización, reestructuración e intensificación del control
sobre la fuerza de trabajo, el cambio tecnológico, la automatización, la búsqueda
de nuevas líneas de productos, de nichos
de mercado, la dispersión geográfica
hacia zonas de controles laborales cómodos, fusiones y medidas destinadas a acelerar el giro del capital, así como también
las estrategias corporativas para combatir
la deflación (Harvey, 1998, p. 170).
Hasta la fecha, la acumulación de capital
ha resistido, mal que bien, toda suerte de crisis
y ha violentado enormemente al planeta en aras
de la perpetuación del crecimiento económico.
Lo dicho permite subrayar que la expansión de
las fuerzas productivas se fundamenta en la
mercantilización de las naturalezas, así como
también en los procesos de la producción de la
naturaleza. Ante esto último, Neil Smith enfatiza que se convierte en un valor de cambio
para su incorporación a un circuito económico
(Smith, 2008).
La acumulación originaria (o primitiva)
de Marx tiene un papel de gran relevancia en
su obra, al ocuparse en resaltar el proceso histórico de disociación entre el productor y los
medios de producción (De Angelis, 2012). Lo
anterior es base fundamental dentro de la concepción materialista de la historia como fuerza
motriz del capitalismo que, desde sus inicios,
ha sido imperialista. Para Marx, la acumulación originaria representaba una frontera de
transición entre el feudalismo y el capitalismo,
a saber, una formación prehistórica del capital.
El capitalismo avanzado ha fragmentado
el espacio haciendo que la acumulación primitiva no pueda ser referenciada como lo hizo
mundial y los cambios de direcciones de su época
(Marx y Engels, 1974).
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Los límites de la economía ecológica en la era del capitaloceno
el teórico alemán, debido a la existencia de un
proceso constante de producción del espacio,
cuya intención es crear más medios de producción con el propósito de continuar con las relaciones sociales capitalistas para la acumulación
de capital (Lefebvre, 2013). Harvey (2004) hace
referencia a “un ajuste espacio-temporal” que
resuelve (temporalmente) las crisis del modo de
producción capitalista, cuyas soluciones incluyen cada vez más una renovada acumulación
primitiva, bautizadas por el teórico inglés como
“acumulación por desposesión” (despojo). Este
proceso va desde la apropiación violenta de las
tierras de los pueblos originarios, hasta la privatización de los servicios de salud y educativos
que, hoy por hoy, se consideran necesidades
básicas e incluyen, la privatización de los sistemas de pensiones, del espacio urbano, así, la
acumulación originaria se ha convertido en un
proceso transhistórico.
La teorización sobre el imperialismo económico tiene como base la discusión de Luxemburgo y Lenin. El político ruso concebía
al imperialismo como “la última fase del capitalismo”, fundamentada en el incremento de
la industria y el proceso de concentración de
la producción en empresas monopólicas como
particularidad del sistema capitalista (Lenin,
1973). Por su parte, Luxemburgo enfatizaba la
colocación de productos de los capitalistas en
mercados menos desarrollados para obtener
materias primas, fuerza de trabajo, alimentos,
por ello, resaltaba el desarrollo del mercado
internacional, cuya génesis de dominación se
basaba en la guerra como medio para abrir el
comercio (Luxemburgo, 1967).
En la actualidad se está ante una nueva
forma de imperialismo: el imperialismo ecológico. El imperialismo en el capitalismo avanzado
no es una fase última en el modo de producción, puesto que no se trata solo de un mercado mundial fundamentado en las tensiones
geopolíticas, aunque claramente estas existen.
Se destaca la presencia de una forma adicional
de imperialismo, el Imperialismo Ecológico
(IEcol) que se coloca en la posición compleja
y crítica de las actuales dinámicas del modo
de producción, principalmente en la organización de las naturalezas para acumular capital.
147
El IEcol fue empleado por Crosby (1986) para
estudiar la expansión biológica de Europa, en
particular hacia el Nuevo Mundo.
Los trabajos del IEcol que han salido a la
luz destacan las dinámicas de la monopolización de la naturaleza, la acelerada destrucción
de ecosistemas, la reducción de la biodiversidad, los diferentes tipos de extractivismo, la
biopiratería, el intercambio ecológico desigual,
en las cuales sus efectos son más evidentes en
los países del sur global. En este tenor, Vega
(2006) reclama que el medio ambiente se ha
convertido en una mercancía dentro del sistema capitalista, por ello señala el peligro que
corre toda la biosfera, para de ahí plantear la
pertinencia de la obra del teólogo brasileño
Leonardo Boff en el proceso de toma de conciencia con los “nudos” en la cuestión ecológica
y los problemas del agotamiento de los recursos
naturales, la sostenibilidad de la Tierra y la injusticia social mundial.
Otro ejemplo es el trabajo de Clark y
Foster (2012), que destacan las transferencias
ecológicas a través de la extracción de guano
en Perú por empresas inglesas en el siglo XIX.
El saqueo del preciado fertilizante representó
una transferencia ecológica desigual, enmarcados por: a) la intensificación del suelo por la
actividad agrícola en Gran Bretaña, b) la transferencia de trabajadores chinos a Perú, c) la exportación del fertilizante a los países centrales
europeos, d) la degradación del ambiente en
Perú y Chile y, e) la Guerra del Pacífico.
Trabajos como estos, que abundan, enriquecen a la articulación de una crítica al
interior del pensamiento dialéctico, que recientemente se ha materializado en la obra de
Jason Moore (2000, 2003, 2012 y 2015). Como
sus antecesores, Moore revela la realidad perversa de la acumulación de capital desde un
contexto histórico que igualmente se da en la
actualidad. El trabajo del historiador ambiental
pretende dejar al descubierto las valoraciones
constantes por parte del capital, principalmente en la necesidad de tener disponibles a
bajo precio cuatro elementos o factores que
son clave para la producción y reproducción: la
fuerza de trabajo (aunado el trabajo doméstico),
la energía, los alimentos y las materias primas,
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148
Alejandro Escalera Briceño, Manuel Ángeles Villa y Alejandro Palafox Muñoz
a los que denomina the four cheaps o “los
cuatro baratos”, para luego engarzarlos con la
teoría del valor de Marx.
El objetivo de este autor es sacar a la luz
la organización capitalista de las naturalezas y
el giro de la incesante acumulación de capital,
en la cual emplea el concepto de commodity
frontiers o las “fronteras mercantiles”. El término refiere a la incesante búsqueda de materiales
para abastecer a los países del Norte global, que
se ha extendido a los confines más remotos
del planeta. Estas fronteras mercantiles pueden caracterizarse por su gran biodiversidad,
ubicarse en lugares de importantes reservas
minerales o situarse en territorios donde las
condiciones climáticas son más favorables para
la producción de bienes, como el café, el azúcar,
el té y la soya, así como, el caucho y la celulosa,
las cuales no se dan bien en otras partes. Si el
reemplazo de materiales y energía utilizados
por cualquier sociedad es necesario por razones
entrópicas, las fronteras mercantiles se hacen
sistémicamente necesarias por la acumulación
de capital (Moore, 2000).
El capitalismo avanzado, además, despliega en su actual fase neoliberal, una serie de
fronteras mercantiles novedosas, como las fronteras mercantiles híbridas. Estas incorporan
varias actividades económicas para organizar
a los cuatro baratos desde los sectores primarios, secundarios y terciarios. Los procesos de
acumulación, al fin y al cabo, buscan conseguir
rentas de algo no producido por el capital, es
decir, procuran adueñarse de las creaciones de
la naturaleza externa para la obtención de ingresos. De ahí la pertinencia de las teorizaciones de la acumulación por despojo de Harvey,
que pueden provechosamente combinarse con
la acumulación por apropiación y la acumulación por capitalización de Moore.
La acumulación por despojo converge
con la acumulación por apropiación para permitir la ampliación del análisis sobre los procesos que tienen su fundamento en una fase de
desposesión de medios de producción, la cual
trae como efecto una serie de apropiaciones.
Los procesos de despojo y apropiación enmarcan las transformaciones de las naturalezas en
objetos baratos, casi gratuitos (Moore, 2012),
mientras que la etapa de la acumulación por
capitalización refiere a las maneras de poner a
trabajar los medios de producción y la naturaleza barata de forma intensiva de acuerdo con
los desarrollos tecnológicos, con el fin de incrementar la productividad (Moore, 2013b).
Cabe destacar que el historiador ambiental no podía concebir las transformaciones del
capital y de la Tierra por separados, más bien,
los visualizó como una sola unidad, como lo
hizo Marx (Moore, 2013b). No obstante, en el
capitalismo existe una “brecha metabólica”,
una ruptura en los procesos del metabolismo
social. La teorización sobre esta separación que
violenta la unidad del hombre y la naturaleza
que percibió Marx, es según su autor moderno (John Bellamy Foster, editor de la revista
Monthly Review), una cosmovisión ecológica
que trasciende las fronteras entre las ciencias
sociales y las ciencias naturales; para otros, se
manifiesta en una destrucción silenciosa, que
podría compararse con el lanzamiento de las
bombas nucleares en Hiroshima y Nagasaki7.
Jason Moore contrapone el concepto del “capitaloceno” al más frecuentemente empleado
antropoceno, para hacer hincapié en el hecho
de que no es el ser humano (anthropos) el responsable de la debacle ecológica, sino el capital.
El capitaloceno potencialmente es más catastrófico que aquellas detonaciones nucleares,
que meridianamente es de orden social.
CONCLUSIÓN
En este artículo se pretende mostrar algunas debilidades de las versiones conservadora
y crítica de la EE que ponen de relieve los límites
de estas corrientes para investigar la naturaleza
de las rupturas metabólicas, que cada vez se
hacen más evidentes en la era del capitaloceno.
La primera adolece, contra toda evidencia, de
la ilusión de que la crisis ecológica es resoluble
por la acción conjunta del cambio tecnológico
y el sistema de precios del mercado, ideas que
provienen de la teoría económica neoclásica.
7
Otros más, como bien apunta Foster, ven en ese
concepto la negación de la dialéctica (2013).
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Los límites de la economía ecológica en la era del capitaloceno
La segunda enfatiza la necesidad de retirarse del sistema imperante y crear sus propios
mundos alejados del capitalismo. Ambas propuestas tienen innegable grado de contenido
positivo: realmente, dentro de ciertos límites,
puesto que el cambio tecnológico tiene algunas
(importantes) posibilidades de paliar los efectos
de la acción humana sobre el entorno. Aunque
se puede sostener la validez de carácter local
de los postulados de la vertiente crítica. Debe
precisarse que estas opciones puedan funcionar
en el seno de un sistema económico imperialista que necesita crecer como las plantas y los
animales (incluyendo al ser humano) ya que
requieren de agua y sustento.
Por una parte, es impensable que los
mercados creados por el capitalismo valoren
a la naturaleza sobre la ganancia; por la otra,
es difícil ver el alejamiento del capitalismo
como una solución de aplicación global en un
mundo urbanizado que próximamente tendrá
9 mil millones de habitantes. En contraposición con la visión conservadora, la EE radical
rompe con la idea de la mercantilización de la
naturaleza como solución a la crisis y subraya
la tendencia totalizante del capitalismo, que
opone fuertes límites a las posibilidades de
aislamiento del sistema. El trabajo propone los
“cuatro baratos” de Moore (2015) como forma
de replantear la teorización sobre la brecha
metabólica de Marx, actualizada por Foster
(2000), como forma de generar un mayor acercamiento de la EE a la conceptualización marxista de la naturaleza.
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Fecha de ingreso: 31/05/2017
Fecha de aprobación: 26/09/2017
Rev. Ciencias Sociales Universidad de Costa Rica, 160: 137-151 / 2018 (II). (ISSN: 0482-5276)