José
Ricardo Morales
Universidad del Biobío
Facultad de Arquitectura y Construcción
1984
ARQUITECTÓNICA
48370
JÓSE
RICARDO MORALES
Profesor de Teoría e Historia del Arte
Departamento de Estudios Humanísticos.
Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas
Universidad de Chile
©
1966
Inscripción
Texto compuesto
matrices Linotron Baskerville 10112
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en
los talleres de
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el
mes
esta
2a edición
editorial universitaria
San Francisco 454,
en
N° 32.268
Santiago
de Chile
de octubre de 1984
1.000
ejemplares
Cubierta:
sebastiano serlio
Escena
trágica. Xilografía
del Libro
primo
d'architettura. 1551
Contraportada
Escena cómica. Del mismo libro
impreso
en
chile
/
printed
in
chile
José
Ricardo Morales
ARQUITECTÓNICA
SOBRE LA IDEA Y EL SENTIDO
DE LA
ARQUITECTURA
UNIVERSIDAD DEL BIOBIO
FACULTAD DE
ARQUITECTURA
1984
Y CONSTRUCCIÓN
ÍNDICE
Prólogo
Prólogo
de la Primera Edición
de la Segunda Edición
PARTE
1 1
16
PRIMERA
CRITICA
Sección Primera
TENDENCIAS DE LA HISTORIA DEL ARTE
Y DE LA
LA
HISTORIA
DEL
ARQUITECTURA
ARTE
V
DE
LA
ARQUITECTURA
AL SERVICIO DE LOS INTERESES CENERALES DE LOS
TIEMPOS
1.
El neoclasicismo
23
2.
El romanticismo
27
LA
HISTORIA
DEL ARTE
L
La historia del
2.
La verdad de los hechos
3.
El realismo
HISTORIA
DE
arte
V
EL
PRIMER
POSITIVISMO
de vuelta hacia sí misma
33
37
positivista
LA
4]
ARQUITECTURA
Y
CIENCIA
NATURAL
L
La taxonomía
45
2.
La
"praxis"
49
DE
L
2.
Estadística y
La
lógica
LOS HECHOS A
ley
de los hechos
LOS
PROCESOS
53
61
LA
LA CAUSALIDAD EN
1
De los hechos
.
2.
los factores.
a
Progreso y causalidad
69
75
La obra de Taine
PRINCIPIOS
LOS
DE
CONSERVACIÓN
DEL
1
HISTORIA DEL ARTE
.
2.
Causa
EN
LA
HISTORIA
ARTE
79
aequat effectum
Las influencias
LA CAUSALIDAD
El
arte
causas
87
EXTRÍNSECA Y LA CONCAUSALIDAD
arquitectura
globales
y la
como
consecuencia de
91
CRISIS DE LA CAUSALIDAD EN
LA
LA
HISTORIA
DEL ARTE
1.
2.
Las
El
generaciones
arte en su
y el Kunstwollen
esencia
Sección
99
105
segunda
FORMA, FUNCIÓN Y ESPACIO EN LA TEORÍA
DE LA
L
2.
3.
4.
ARQUITECTURA
Teoría y teorías de la arquitectura
La concepción clásica de la arquitectura
1 13
1 17
La
135
La
concepción funcional de la arquitectura
concepción espacial de la arquitectura
P A RT E
125
S EC U N D A
T E ORIA
1-
2.
Teoría y crítica de la arquitectura
La arquitectura, técnica y arte
149
157
3.
La
4.
El hombre
5.
La
proyección y la objeción técnicas. El hombre "a
cubierto de". Sobre el sentido originario de la
técnica
6.
7.
8.
9.
10.
11.
12.
en
la vastedad
arquitectura,
permanecer. Convergencia y centro. El enfocado
Las acciones reductoras arquitectónicas. El ampa
ro. La
protección. La persona
técnica del
estar.
i
y3
i
gj
La dinámica del
La persona como el ser alzado. Estar y estabilidad
La casa y el mueble
La frecuentación
poblar. Lo populoso y lo público
La representatividad arquitectónica
El hombre, un ser arquitectónico
Habitar y
165
ígg
203
209
217
227
237
243
de la
los
textos
quiera
sea
su
Prólogo
primera edición
que
a
la
arquitectura conciernen, cual
condición, disfrutan actualmente de
un
el que antaño
tuvieron. Si estimamos que el éxito estriba en la frecuen
tación de una buena o mala obra por la pública muche
dumbre, convendremos en que a los tratados arquitectó
reconocimiento
impar,
sin
parangón
con
la hora venturosa, cuanto peligrosa,
del suceso. La abierta mano de nuestro tiempo ostenta el
signo palmario del éxito. Porque éste significa "fácil sali
nicos les ha
llegado
persigue ahinca
damente, con reiterada instancia. Sin embargo, en el exire
que el éxito entraña se halla su contrapartida: la del
riesgo que corremos al ir fuera de sí o de lo nuestro; ese
sentirnos enajenados que nos hace encontrarnos-perdi
dos, en éxodo, apartados del camino que propiamente
"conveniente resultado",
da"
o
nos
pertenece.
hoy
se
le
Puesto que nuestro presente es tiempo de éxito, le
concuerda el ser tiempo de prisa. El suceso, si tardío, no
lo parece o no se desea. De tal manera, un cierto y conoci
do pensador de éxito desdeña la postuma consagración.
No basta con obtener fácil
La arribada en vida y
pronto.
hay que salir "antes". La prisa procura el "antes", y
éste, a su vez, dispensa el apetecido resultado. El éxito es
si es que la celeridad apunta hacia
el blanco de la prisa
salida:
—
algo.
11
Ocurre
con
nuestros
términos que
se
les
reconoce
que aceptan y acogen: en los con-ceptos
que involucran. Por añadidura, cada palabra, con el co
rrer de los
tiempos, suele entenderse de variable manera,
según aquello
ejercicio. A este cambiante
modo de aceptarla se le denomina su acepción. Acepción
es, pues, la modalidad de una aceptación: la del "según se
cada vocablo. El oficio de capturar
tome"
o se
deje
algo, de captarlo, aparece tanto en el carácter modal de la
a-cepción como en el concepto por ella enunciado. Así, la
voz "prisa", en sus acepciones originarias, patentizaba las
el premere o aprieto, la
nociones de presión y prisión
en esta su primordial condición, opresora
y
premura
cuanto negativa, se dijera que debemos aceptarla y pade
cerla todavía. Porque aquellos que creen tener algo cuan
do prisa tienen, ¿qué tienen? Y quienes se apresuran tras
como
consecuencia de
su
vivo
—
—
—
—
,
el éxito, ¿qué hallan sino el desoriente y estrago mentados
en las
antiguas acepciones del vocablo? ¿Acaso la áurea
coronación del éxito
—
la consabida aureola
—
no se
obtie
condición, alterándola? Por
ello, frente al habitual discurrir de corrido, tan propio de
nuestros días, ¿no es hora de "pararnos a pensar" e inqui
ne en
menoscabo de
nuestra
general resonancia que encuentran los temas de
arquitectura no se ha producido a expensas de su autenti
rir si la
cidad, desvirtuándola mediante cierta novelería al uso,
precipitada, ajena al saber reflexivo? ¿No están muchas
de las actuales
publicaciones arquitectónicas en el terreno
de la crónica, del urgido reportaje y aun de la habladuría,
ese hablar sin fundamento
que da que hablar? Y aquello
que peor parece: las obras opuestas
dad con fajos de reveladoras
sino
a
la desalada locuaci
fotografías ¿dónde
en
la vía dudosa de los libros "ilustrados"
se
o
hallan
"artísti
cos", sustitutivos del pensar por la imagen, del idear por
la mera identificación visual
y del saber por un extenso
12
repertorio
repertorio
solamente
—
—
mudecedoras?
Nada de
de referencias
en-
acabamos de apuntar implica desdén:
indica, más bien, peligro y cautela. Cierto es que hay mil
maneras de justificar el
auge publicitario anotado. Se nos
si
se
dirá,
quiere, que la arquitectura es uno de los
ceres
en
más
cuanto
"presentes"
pleno juego nuestras
artísticas, y que,
queha
tiempo actual, por cuanto pone
posibilidades técnicas, ideativas y
del
de ello resulta, se la exalta señera
mente, porque las épocas estiman, de preferencia, aque
llas de sus manifestaciones en que mejor se encuentran
representadas.
como
También
pudiera añadirse, con muchas
el
interés
actual
más, que
por la arquitectura corres
ponde a que sus creadores han sabido reinstaurarla en su
cosas
antigua jerarquía
de
magna, y por ende, vuelve a
ocupar centrado y descollante lugar en el interés de los
hombres. Aceptado, y muy cierto; pero nada de esto
excluye,
exige,
ars
el
rigor
los tratados, siquiera
porque las reflexiones sobre los fundamentos y princi
pios de la arquitectura sean condignas de las obras alza
antes
das por los arquitectos.
Bien haya el conocimiento
neciente al hacer, al "manos
pero
tanto
en
y técnico, perte
la obra" del arquitecto,
ejecutivo
a
mayores agudeza o rigor en este aspecto sapiente
más deberá extremarse el saber de antemano, anti
los a priori en que el
y orientador, propio de
a
cipado
laborar reposa. Sin éstos resulta inconcebible aquél. No
obstante, asombra comprobar con qué escasas luces se ha
examinado el fondo problemático de la arquitectura en
Como el hombre actual
muchos de los tratados
parece poco vocado
vigentes.
a
la reflexión, escatimándola
tras
pretendidas urgencias o excesivos requerimientos, con
funde y suple el saber con la acelerada información, de la
es como
que regresa, literalmente, informado, que aquí
decir informe. Y a este conocimiento apresurado contri-
13
buye
el noticiar sobre la
tículo de fácil
arquitectura
consumo en
y demuestra, pues
la orientación de
a
los
su
el que
tiempos
aludido,
nuestra era se
se
voracidad
antes
les
patentiza
reconoce tanto
como
ar
por
aquello que
embargo, y con
por
pastura y alimento. Sin
tra lo que parece concebible, la formidable fruición devoradora de que hace gala el mundo presente no le procura
sustento ni fundamento adecuados, convirtiéndose, de
transforman
en
tal manera, en un hábito nutricio que carece de porqué.
Nunca en la historia ha existido un décalage, un desnivel
tan enorme entre
las
monstruosas
facultades consumido
de que goza el hombre actual, respecto de los "pro
ductos" culturales, y la escuálida parvedad del propio
interrogarse, a tal punto que aquéllas han ocupado el
ras
lugar de éste. Se creería que nuestro tiempo tal como el
tragón legendario que fue Cronos devora a sus hijos sin
apetito, por mera costumbre aniquiladora. Y así como
distinguimos a los tiempos según sus hábitos nutricios,
también podemos reconocerlos por el nivel y sentido de
sus
interrogaciones, por sus designios o propósitos, e
incluso
como
puede suceder por la escasez de unos y
otros. En tal acuerdo, con referencia a la
arquitectura,
es
cosa
de
Índole
de
¿no
averiguar qué
problemas han
puesto en juego su historia y teoría recientes, y en qué
—
—
—
medida
—
comprometen? ¿No es la ocasión de saber
hasta qué extremo corresponden a nuestro pensamiento,
y si no, desde qué punto resultan superables? Por otra
nos
parte, ¿aceptaremos sin
improviso aluvión de
textos precipitados, en el
que se prescindió con apresura
miento de aquellos trabajos que indagaban, precursora y
radicalmente, el sentido de la arquitectura? De todo ello,
contra ese
parece poco, y de no pocos motivos más
ocuparemos en el trabajo que a seguido viene.
que
no
*
*
14
*
nos
Hemos dividido
ensayo en varias partes neta
mente diferenciadas. Lo iniciamos con una
exposición
crítica de las tendencias dominantes en la historia del arte
nuestro
y de la arquitectura desde el siglo xvm hasta la formula
ción de las ontologías regionales a fines del xix y comien
de
siglo. Después, ateniéndonos a las ideas de
la arquitectura hoy vigentes
la formal o clásica, la fun
cional y la espacial
efectuamos su revisión crítica desde
nuestros puntos de vista. Por último, en el
segundo volu
men de
Arquitectónica, expondremos, como parece perti
nente, nuestra teoría de la arquitectura, en la que intenta
remos
sobrepasar las limitaciones de aquellas ideas aquí
juzgadas.
En cuanto se refiere a la procedencia de los textos
recogidos en esta obra, cabe indicar que todos fueron
publicados previamente en cursos y conferencias dados
zos
nuestro
—
—
diferentes instituciones y ocasiones. Pero como en
latitudes se entiende que la publicación no pue
de ser más que la de la letra impresa, y no la que se inculca
en
nuestras
de viva
públicos
y sonantes, nos resolvi
mos a darle este molde invariable de la letra muerta,
para
otorgarle su definitiva forma.
La
voz en
primera
contantes
sección de
este
libro, Tendencias de la histo
ria del arte y de la arquitectura, fue comunicada a los alum
nos de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Chile,
durante 1960, en un curso titulado Filosofía de la historia
del arte, en el que desarrollamos especialmente algunos
temas
del
curso
desde 1946
tura
de
desempeñábamos en
esta
La sección
la teoría de la
este
de Historia del
arte
(Tercer año) que
la Facultad de
Universidad.
Arquitec
correspondiente a Forma, función y espacio en
arquitectura, que figura en la parte final de
volumen, fue expuesta circunstanciadamente
ciclo de conferencias sobre Teoría y crítica de la
15
en
el
arquitectura
que dimos durante los meses de octubre y noviembre de
1960, en el Colegio de Arquitectos de Chile.
constituyente de los temas que incluirá el
volumen segundo, corresponde a nuestra conferencia El
hombre y la idea de la arquitectura, pronunciada en enero de
1962, con motivo del ciclo Imagen del hombre que organizó
la Universidad de Concepción, en su Séptima Escuela
El núcleo
Internacional de Verano.
de la
Prólogo
segunda edición
Tiempo después de mi conferencia El hombre y la idea de la
arquitectura, y del seminario y cursos que dediqué al tema,
se
publicaron varias obras referentes a los problemas que
entonces
propuse,
aun
cuando fueron formulados
en
refiero, princi
de Otto Friedrich Bollnow, Mensch und
Raum (Kohlhammer Verlag. Stuttgart, 1963. Hay traduc
disciplinas ajenas
palmente, al libro
ción
española:
a
la teoría del
Hombre y
espacio.
arte.
Me
Editorial Labor. Barcelo
1969), además del volumen de Manuel Granell, La
vecindad humana (Revista de Occidente. Madrid, 1969), y
el de Julián Marías, Antropología metafísica (Revista de
Occidente. Madrid, 1970). Los dos tomos de la primera
na,
edición de
Arquitectónica aparecieron, respectivamente,
1966 y 1969 (Ediciones de la Universidad de Chile).
Las coincidencias de temas y desarrollo, en parte de
dichas obras, son tales, que sus autores parecieron haber
en
se
puesto de acuerdo para
tratar
16
mancomunadamente
varios de los asuntos en ellas inclusos. A este
propósito,
cabe recordar que el
norteamericano
Robert
sociólogo
en
la
referida
Merton,
Séptima Escuela Internacional de
Verano, dedicó
conferencia
las ocasiones
en
que el
idénticas
o
produce respuestas
análogas ante
determinados problemas, en distintos lugares y a la vez, o
con
poca diferencia en el tiempo: La explicación, si la
una
a
hombre
hubiera,
la dio, aun cuando cabe suponer que tales
coincidencias se deben a que una problematización se
mejante, lleva consigo respuestas iguales o muy próxi
mas.
nan
no
Añádase
las
que las ideas precedentes condicio
de pensar de quienes las heredaron,
a esto
maneras
para aceptarlas o rechazarlas y, desde luego, para desa
rrollarlas diferentemente. De ahí que, si abundan las
coincidencias
cias de
No
las obras citadas, también las diferen
y orientación son substanciales en ellas.
entre
posición
compete establecerlas, pues no puedo ser, a un
tiempo, juez y parte. Sin embargo, Arquitectónica cumple
me
anticipadamente aquello
d'Ors,
en
española
de
esa
que echó de menos Víctor
el libro de Bollnow. Pues al prologar la edición
de dicha obra, advierte en el texto "la ausencia
temática del orden ideal del espacio, que llamamos
arquitectura".
En el volumen presente, dicho orden se
formulado, aun cuando desde
encuentra extensamente
supuestos muy distintos de los que
aludido.
edición de
implica
el "ideal"
Arquitectónica
mantiene en gran
el
hice
varias
rectificacio
texto original,
que
nes y le añadí una que otra ampliación de muy escasa
entidad. Hubiera podido suprimir ciertos reproches
Esta
nueva
medida el
en
los filósofos de la vida,
dado que las obras anteriormente citadas les pertenecen,
sin embar
y en ellas se modifica la situación enjuiciada
especialmente
—
los
dirigidos
a
—
,
la obra
iniciales y
en
go, preferí dejar
condición primera. Al fin y al cabo, aunque regresamos
con sus trazas
17
su
de continuo sobre
nuestros textos, con
el afán de definir
plenamente, me parece empresa vana la de querer
otorgarles la perennidad deseada por medio de afeites
los
Porque una obra no la componen tan sólo
sino
ideas,
que incluye, además, cierto sesgo que se
debe a la aparición de éstas en determinada ocasión. Y la
actualizadores.
sus
mía,
alturas, forzosamente
muy otra que la de
aquel antaño, pues si entonces me ocupé del ars vitae que
la arquitectura es, ahora llevo mi atención al ars moriendi:
el
a estas
propio
de la
culmina.
tragedia,
en
es
el que la vida
concluye
y
Al aparecer esta segunda edición bajo la tutela
y patro
cinio de la Universidad del Biobío, la obra vuelve a su
origen,
aquellas riberas, junto al caudal del
magno río, expuse sus ideas principales. Por ello, me
corresponde agradecer a la Facultad de Arquitectura y
ya que
en
Construcción de dicha Universidad, y a su decano, don
Augusto Iglesias Barrios, el cordial acogimiento brinda
do a mi trabajo.
18
PARTE PRIMERA
CRITICA
SECCIÓN
PRIMERA
Tendencias
de la historia del
y de la
arte
arquitectura
La historia
del
y de la arquitectura
al servicio de los intereses
arte
generales
1. EL
el
mediado
arquitectura
de los
tiempos
NEOCLASICISMO
siglo
xvm,
la naciente historia de la
al par que la historia del arte
se halla
movida por rigurosas exigencias hacia las obras creadas.
En aquel tiempo nada merece reclamarse con tanto enca
recimiento
entera
—
—
como
las sublimidades. La historia artística
manifiesta
una
obstinada
imperiosidad
de
exce
lencias, y como el mundo grecorromano, más el renacen
tista por añadidura, las atesoran copiosamente, hacia ese
antaño apunta con exclusiva mira el interés de la época.
Este
superlativo
anhelo de
perfecciones
para la obra
artística, tuvo como precursores al Conde de Caylus {Recueil d'antiquités, 1752) y al abate Laugier {Essai sur l'archi-
tecture, 1753), puesto que ambos preconizaron el recono
cimiento del arte clásico para fundamentación de la ar
quitectura
de
su
tiempo.
Inmediatamente
Winckelmann reiteró sus convicciones sobre la
ridad" del arte griego antiguo frente al de los
pueblos
chischen
después,
"superio
restantes
épocas {Gedanken über die Nachahmung der grieWerke, 1755), y acto seguido, irrumpe el fabuloso
y
23
caudal helenizante
romanista que representan para la
historia de la arquitectura Francesco Milizia y Piranesi en
Italia, J.D. Le Roy y Quatremére de Quincy en Francia, y
en
o
Robert Adam, Stuart y Revett, primero,
Robert Wood, Taylor y Cresy, y Richard Chandler,
Inglaterra,
con
después
y
entre
muchos y otros. No es posible sustentar
de tratadistas haya convicciones o acti
en esta suma
que
tudes
comunes ante
oposición
la
arquitectura
clásica.
Algunos,
en
la tendencia helenizante, se mani
fiestan resueltos defensores de la supremacía de la arqui
rotunda
tectura romana
a
sobre la
griega:
ahí está Piranesi
encen
acaloradas polémicas con Mapropósito
corroborar
a
sus ideas con teatrales
riette, y obligándose
grabados, de aparatoso superrealismo arqueológico.
Otros quedan en la zona temperada de la mera descrip
ción o en el exclusivo acopio de referencias, pero es dable
aseverar
que todos ellos, incluso los practicantes de la más
ciencia
la paciencia por enseña
pasiva
aceptan cierta
y determinada noción de valor, implícita en el arte clási
co, que justifica sus indagaciones. Con ello, esta serie de
historiadores se aparta de los precedentes que, a la mane
ra de Vasari, se
perdían en dimes y diretes pretendida
mente
biográficos, atribuidos a los artistas, con los que
convertían la historia en un proceloso mar de "historias".
Porque los tratadistas del xvín quisieron poner de relieve
"lo mejor". ¿Y qué podía representar este principio
característico del pensamiento leibniziano sino "lo bello
absoluto" de Winckelmann, "lo perfecto", privada pro
piedad del arte clásico? Por ello no fue del azar que la
estética, entonces ciencia estimativa y aun rigurosa legis
ladora de las artes, surgiera definitivamente en la obra de
Gotlieb Baumgarten {Aesthetica acroamática, 1750-1758,
2 vols.), escrita, precisamente,
para complementación de
diéndose al
en
—
—
,
la teoría del conocimiento de Leibniz, extendiéndola al
mundo sensible.
24
Puesto que la
optimidad residía en el arte clásico, sólo
maltratamiento aguardó a tiempos
y pueblos
sordos o ajenos a sus virtudes. Seguramente, hasta enton
ces, el juicio histórico nunca había manifestado
mayor
desplante ni similar seguridad en su predilección por
desdén
o
determinado aspecto del ayer, y con tan exclusiva como
excluyeme tendencia convirtió a la historia del arte en
tendenciosa. Por ello, su finalidad estribó en rescatar del
pasado y exaltar ciertos períodos considerados modéli
en su doble
entregándolos como "un presente"
sentido de "regalo" y "actualidad"
a los
contemporá
neos, quienes, para corresponder a la ofrenda, debían
efectuar un arte condigno. La acción viva de la historia
cos,
—
—
sobre el
arte se
afianzó
en este
gentil comercio.
Porque, pensándolo bien, tan sólo consideramos ac
tual aquello que dispone de poder actuante; lo demás que
convive y rodea es mera supervivencia, restos náufra
gos a la deriva, carentes de norte y sur en la fluencia del
tiempo. Ciertamente, la historia artística de aquel antaño
nos
actualidad dando lugar y ocasión al arte clási
co, preconizándolo para las obras de entonces, aunque el
resultado que promoviera, ya se sabe, fue el del neoclasi
se
ganó
su
cismo. Y
todos los movimientos que
con
muerto
por denominarse "neos", nació
muerte que conociera la mujer de Lot,
como
suele suceder
a
empiezan
algo de aquella
—
de sal por mirar exclusivamente
hacia atrás. Al fin y al cabo, tales movimientos "neos"
en justicia, más bien
aparecen "después de...". Por ello,
que "neos" hay que denominarlos "post".
convertida
en
estatua
embargo, en el punto en que la historia del arte se
las artes
había ganado la vida
es decir, su actualidad
vivas iban a perder la suya. Dígalo, si no, la enormidad de
Sin
—
—
,
edificios clasicoides, reminiscentes y antañones, que en
ese entonces se alzaron, hechos "por el estilo" de aquellos
25
que habían tenido su auténtica razón de ser en el pasado1.
no faltaba más
también los
La época napoleónica
empleó a destajo, y después siguió la racha, al punto que
—
—
todavía los
padecemos
en
cierta
arquitectura
declamato
ria, huera y oficial, última consecuencia de un arte conce
bido "al pie de la letra", literalmente supeditado a los
textos
históricos.
'El estilo implica siempre un parecido, algo "por el estilo". Aunque,
naturalmente, el parecido de las formas entre sí no es condición bastan
para que el estilo exista. Si hubiera tal
formular su previa razón de ser.
te
26
semejanza,
tenemos
que
2.
EL ROMANTICISMO
de la medalla neoclásica lo
dibujó el
romanticismo. Acción, pasión, arrebato y sinrazón en vez
de misura e proporzione; ni lo perfecto como
pretensión ni
el arte clásico por mira distante. El arte tuvo otra distin
el
reverso
y
motivación que la de "lo bello", así fuera formulado
por Rosenkranz en su Estética de lo feo (1835), y tal como
habían de reiterarlo posteriormente Wilhelm
Worringer
ta
y Herbert Read. A ese entonces se remonta la convicción
actual de que la teoría de cada período artístico tiene
que
establecerse desentrañando los supuestos propios en
que
se basa,
para interpretarlo a partir de ellos, y no desde otros
ajenos, aunque se consideren mejores o de más valor1.
Sin embargo, los románticos rescataron del pasado
aque
llo que les correspondía
la Edad Media
en esto
y
hicieron el gasto, como no podía ser menos entonces, los
trabajos literarios. Advino la novela histórica de un Walter Scott o de Víctor Hugo, se exaltó decididamente el
arte gótico, y en dramas y poemas de tronitosa elocuencia
y honor en juego resurgió el mundo caballeresco. Por
otra parte, "lo mejor" ya no había que inquirirlo en el arte
antiguo mediterráneo; el romanticismo supuso que el
arte podía encontrar el cordón nutricio que lo ligara a sus
directos orígenes en la tradición popular y local de cada
—
—
,
'Ya Richard Hurd
Chivalry (1762), anticipó estos
asertos: "Cuando un arquitecto examina una estructura gótica median
te las normas griegas no encuentra en ella sino lo deforme. Pero la
arquitectura gótica tiene sus propias leyes, y cuando se la estudia me
diante ellas, se aprecia que guarda tanto mérito como la griega. La
cuestión no es saber cuál de las dos ha sido hecha con el gusto más simple
o
en
sus
Letters
verdadero, puesto que ambas
estudian
según las leyes
on
carecen
de sentido
sobre las cuales cada
27
una
e
intención si
fue
no se
proyectada".
nacional" formulado por los filóso
fos alemanes precursores inmediatos del romanticismo
cobró su pleno vigor en
Mósser y Herder, entre ellos
país. Así,
"el
espíritu
—
—
,
pueblo, que debían patentizar las
artes. Todas las grandes manifestaciones creadoras se
estimaron como anónima faena popular, desde las epo
peyas, según la teoría de Jacobo Grimm, hasta las cate
el
Volksgeist
drales,
en
o
alma del
la consideración de Viollet-le-Duc, tenidas és
por obra del fervor colectivo que, extrañamente dota
do de la más aguda sapienc * artística y técnica, alzaba
tas
sillar sobre sillar, rematando sus muy complejas
ras sin más ni más
y sin cabezas rectoras.
estructu
brotó por doquier en la cultu
entendida como
ra
europea decimonónica. La nación
lo era todo y era, a su vez, el
el territorio en que se nace
Un nacionalismo
enragé
—
—
origen
ba
en
de todo.
sí
Aunque
esta
pretensión
extremada lleva
germen destructivo, porque los nacionalismos
cierta tendencia a la autofagia, por la que los
un
implican
pueblos terminan
nutriéndose de
su
propia
substancia.
La unificación de Italia y Alemania contribuyó con mu
cho al auge nacionalista de entonces. Y la empresa que
Alemania se propuso para significarlo ostensiblemente
fue la finalización de la catedral de Colonia, interrumpi
da en su fábrica desde hacía varios siglos. En tal empeño,
como en otros
lismo
se
de
aquel tiempo,
tendieron la
nacionalismo y medieva-
mano.
Fomentó el gusto por la arquitectura medieval una
literatura erudita de base arqueológica, anticipada desde
el siglo xvm en los países de tradición gótica y, especial
mente, en Inglaterra. Quizá el ejemplo primero se halle
la obra de Batty Langley Gothic Architecture ( 1 742), que
intentó la conciliación del clasicismo con el gótico, a la
manera del
arquitecto contemporáneo William Kent,
en
atribuyéndole
,
a
la
arquitectura
28
medieval los cinco órde-
nes
clásicos1. Después, Cárter, Britton, Rickman, Augus-
Pugin
hijo Augustus Welby Pugin, que taxativa
mente propone el
gótico como modelo de la arquitectura
romántica, constituyen el grueso del enorme tronco goticista surgido en las Islas Británicas. En otros
lugares fluyó
también copiosa tinta para defensa y entendimiento del
arte gótico. Baste el recuerdo del
Saggio sopra l'architettura
gótica (1776), debido al matemático italiano Frisi, y de
aquel breve escrito de Goethe, Von deutscher Baukunst
(1772), en el que exalta la catedral de Estrasburgo, con
desdén hacia lo bello neoclásico como a las reglas que este
tus
arte
y
su
comporta.
Pero la contribución francesa
tectura
a
los
la historia de la
a
medieval había de llevarse la
trabajos
individuales
palma,
una enorme
arqui
porque sumó
actividad funda
dora y societaria. Los frutos de semejante labor
que en
un
arte
de
el fondo pretendía el reconocimiento
propia
creados
museos
en
los
se
acumularon
francés
mente
—
—
por entonces, compuestos al modo de insólitos desvanes,
rebosantes de "objetos perdidos", de antiguallas, cachiva
tres
ches y, por añadidura, de obras artísticas. En 1790
años antes de la inauguración del Museo del Louvre
—
—
Alexandre Le Noir funda el Musée des Monuments Franfais. El Museo Galorromano se crea en 1831, y en 1843, el
de Cluny. La organización de sociedades de carácter ar
queológico y nacionalista infunde nueva savia a esta ac
ción fundadora: en 1804 se constituye la Academia Célti
ca,
convertida
'No extrañe
después
su
remota
en
la Sociedad Nacional de Anti-
fecha, ya que
en
Inglaterra
goticismo
sin solución de continuidad,
arquitectura,
práctica
no
pasó de ser
siglo xix. (Al menos en su apariencia, pues
de las
lo
común,
descuidado,
por
pseudo-gótico puramente exterior,
perduró
en
la
de la
hasta fines del
un
el
verdaderas soluciones constructivas del medievo).
29
cuarios de Francia, y en 1843 se funda la Sociedad Fran
ese año su primer
cesa de Arqueología, celebrándose
de Caen. Al par que se recogen
congreso en la ciudad
restos y muestras, se llevan a las prensas las primeras
Mirecopilaciones arqueológicas francesas, iniciadas por
llin entre 1790 y 1798, con el título de Antiquités nationales.
medieval recibe el definitivo
Por último, la
espaldarazo,
arqueología
quedar incorporada,
al
ñanza de l'Ecole de
1847,
en
a
la
ense
Chartes1.
que los puntos de vista
arte medieval fueron
puestos enjuego para considerar el
los del neoclasicismo, tal como había suce
embargo,
sin
Destaquemos,
originalmente
dido en Inglaterra. Esto le ocurre al historiador Seroux
dAgincourt, en su libro, pergeñado poco antes de la
Revolución y aparecido en 1823, Histoire de l'art par les
monuments, depuis sa décadence au ive siéclejusq'á son renouvexvie. Como
llement
au
el
declina
arte
mana,
una vez
arrimándose
título indica, la obra sostiene que
concluida la antigüedad greco-ro
su
con
ello
a
la sombra de Winckel-
cara
pues la intención del autor era mostrar la otra
de la moneda que el teórico alemán acuñó. Este, afirma
Seroux dAgincourt, "señaló a los artistas lo que debían
indicarles aquello de que deben huir".
imitar; yo
mann,
El
quiero
trato
aunque
inicial
el medievo fue, por ende, negativo,
cambió el signo de los tiempos y, con el
con
después
romanticismo, el desdén antecedente
exaltada sobreestimación. Como
aversión al
amor
no
se
se
transformó
suele
mediaba más que
creer,
en
de la
paso. Y esto
vano su atención
un
porque el hombre no puede dirigir en
hacia determinada zona de lo real, o a cierto campo del
'La actividad recopiladora
1871,
como
lo testimonia
Kunstdenkmaler.
se
Georg
inicia más tarde
Dehio
30
en
su
en
Alemania: desde
Handbuch der Deutschen
conocimiento, puesto que
en cuanto concentra su
interés
algo, concluye por encontrarlo interesante. Tal
sucedió, redondamente, con la arqueología medieval.
Las generaciones posteriores al romanticismo no iban a
sobre
menospreciar un mundo que, para su rescate, había exi
gido tanto aparato y esfuerzo. La Edad Media se puso en
boga. Desde entonces, boga y navega en aguas amigas.
La historia del arte
y el primer positivismo
1.
DE
por
e s
LA
HISTORIA
VUELTA
r o s
DEL ARTE
HACIA
SI
MISMA
derroteros, la historia de la arquitectura
y del arte habían contribuido, con sus hallazgos e ideas, a
corroborar el gusto dominante de los tiempos: neoclásico
primero
y romántico
después. Pero excedidas de su cauce
natural, sujetas a requerimientos imperiosos de lugar y
momento, llevadas incluso a la servidumbre de polémicas
ocasionales, dichas disciplinas, al fomentar los intereses
generales vigentes, parecieron descuidar su propio desti
no.
Después y al fin, ciñéndose en su labor a las normas
pensantes del positivismo inicial, se limitaron a compro
bar rigurosamente el cúmulo de sus hallazgos, y movidas
por el propósito de hilar delgado al tratar fuentes docu
mentales y obras artísticas, creyeron así atenerse a su
auténtico quehacer. En el pensamiento occidental de
nuevo resonó el antiguo adagio: Facía, non i>erba.
Porque
residía
en
"la verdad",
la exactitud
según
con
esta
que
manera
de pensar,
pudieran comprobarse
el estilete de la crítica
hechos y datos, atravesándolos
documental, ni más ni menos que el entomólogo clava y
conserva en el insectario sus lucidos artrópodos. Fl lema
actual, que nos arroja "a las cosas".
de la
con
fenomenología
apriorismo, sin pre-juicio, refiriéndolas descriptiva
con todas las diferencias
en
mente, estaba implícito
este atenerse "a los hechos" de los primeros historiadores
positivistas. Sin embargo, la pretendida "objetividad" de
que hacía gala el saber histórico no era sino "imparciali
dad" mal entendida
aquella que consiste en no partici
par y en no tomar parte ni partido ante nada, muda en su
"no pronunciarse"
"objetividad" o "imparcialidad"
originadas aparte de otras razones por la crisis de los
incentivos generales que habían movido hasta entonces a
la historia artística. Esta disciplina pudo seguir descu
sin
—
—
—
—
,
—
—
briendo y suministrando
para la reviviscencia de
acción sobre el gusto contem
temas
pasados "estilos", pero
poráneo decreció, hasta el punto de limitarse, por último,
a brindar motivos
para los trabajos de los arquitectos o los
su
que buscaban "novedades" en la imitación de
formas muertas, tal como se hizo patente hasta finales del
artesanos
siglo.
Por
ello,
historia del
una vez
hubo cesado el efecto
general
que la
tuvieron sobre el
y de la arquitectura
gentes, al encontrarse sin empresa viva que
recurrieron a la puntualización fidedigna de los
arte
común de las
cumplir,
datos, para recuperar la seguridad que
la verdad
podía
encontrarse en
se
les ausentaba:
les verités de fait.
Porque ocurre que, en tiempos de crisis o fracaso
amplios esquemas, el hombre adquiere nueva fianza
medios al reducir
de
en
campo de acción. La historia del
arte y de la
arquitectura otra cosa no hicieron. Y tanto
habían de minimizar su área
y su consistencia que se
convirtieron en mera ciencia auxiliar
generalizada; pura y
sus
su
simplemente se limitaron y hasta se encogieron a ser
solo arqueología. No se
arguya que, desde el siglo xvm, la
consideración arqueológica había
predominado en la his
—
toria del arte,
porque, aunque
34
—
sea
cierto,
como esta
disci-
plina puso sus hallazgos al servicio de fines creadores y de
los vivos intereses de entonces, la
arqueología que involu
craba quedó en su justo lugar de simple instrumento, de
exclusiva ciencia medial. Ahora, al contrario, la historia
artística entera asumió la posición de una ciencia secun
daria. ¿Cabe subversión mayor? Los medios se convirtie
fines:
ni
lejanas ni consideración algu
sino la com
teleología ni axiología
certera
de
los
hechos; probidad y escrúpulos
probación
en
lugar de supuestos, puntualización minuciosa y ningu
na
pregunta sobre la razón del propio quehacer. Tal era
la situación de la historia del arte de la
y
arquitectura tras
la primera generación romántica. De ahí
que la antes
aludida "objetividad" pudiera
representarse en fórmula
ron en
na
de valores
aquí
—
metas
ni
—
,
más cruda: ausencia de ideas.
La faena histórica de entonces, con ingenuo prurito
científico, tendió a la adquisición de datos irrefutables,
que, precisamente y por ello, en cierto modo carecían de
real interés. Importaban más las dimensiones de un mo
numento o los accidentes sufridos
incendios, hundi
—
mientos y tutti
existencia o de
rosamente
se
los
quanti
sus
—
que los auténticos motivos de
aquilataban rigu
aparejo empleados y, sin embargo,
transformaciones;
tipos
de
descuidaba la razón de
¿de qué
de
su
su
ser
se
de la fábrica
valía determinar la altura de
entera.
una torre o
Pero,
las fases
alzado, si tales "conocimientos", cerrándose
a
cual
quier otro género de comprensión, bastándose a sí mis
mos, impedían recurrir a determinados supuestos en que
encontraran
saber de avestruz, de
estrecha mollera, omnívoro de
sentido? Era éste
ancho gaznate como
datos y referencias, aunque
tan
un
al auténtico pensar,
fácil pretexto de ciencia que obstaculizaba posición más
radical. Y porque la manera de ver
que es pensar
negado
—
—
siempre aquello que se ve, al aplicar este romo
pensamiento y tales juicios mostrencos a las obras artísti-
condiciona
35
cas,
las
degradaron,
convirtiéndolas
objetos aprecia-
sólo por medida y prueba.
según
De esta forma, la historia del arte y de la arquitectura
acabaron por reducirse a la simple descripción arqueoló
bles
la ciencia del
en
cómodo y
sastre:
tranquilo
hacer que barrió del horizonte
todo aspecto cuestionable, cualquier sombra de duda.
gica,
36
2.
LA VERDAD DE LOS HECHOS
que el hombre, en ocasiones de
vacilación, se abstiene de escrutar lejanías y recobra su
certeza con ver dónde pone los pies. Sólo aspira a pisar
apuntábamos
terreno
firme, practicable. El historiador del
arte encon
andar seguro ateniéndose a los caminos trillados y
lugares comunes de la arqueología, ruta convertida en
tró
su
rutina, comprometedora del hacer concienzudo más que
pensamiento. Aceptemos
del
ron,
aportaciones
fue
cuantitativamente, muchas, y que los historiadores
efectuaron
una
faena necesaria
lagunas", cualesquiera
dos
que las
—
,
—
la consabida de "llenar
fueran los escombros
pero convengamos
en
que
su
obra
no
emplea
resultó sufi
ciente, porque la historia representa muy
otra cosa que
la
acervo. La acumulación de referencias y
búsqueda del
hecho por el hecho suelen carecer de sentido, convirtién
dose por ello, literalmente, en insensatez. Pues no siem
pre en la historia, como pudiera ocurrirle al filatélico, los
más insólitos son los de mayor valía.
hallazgos
La historia que
signo
se
establece exclusivamente
de la erudición acumulativa colinda
con
bajo
el
la crónica,
por mucho aparato de rigor y de ciencia de que disponga.
Su oficio es un narrar sin norte, una descripción sin
supuestos fundadamente establecidos, y
mero
res
inventario
en
motivos, por la
su
resultado
un
pueden incluirse los más dispa
simple razón de que pertenecen al
el que
condición substancial, esta manera de his
toria es análoga a la de ciertos géneros de arcaísmo, que
a
se caracterizan
por conceder primordial importancia
tratado independientemente del
al
las
pasado.
En
su
fragmento
partes,
todo, y debido a su noción analítica y cuantitativa,
puede
llevar a la creencia de que el conocimiento histórico estri
ba en recoger más y más minucias que, a fuer de fútiles,
37
la curiosidad y en la extravagancia. El elogio
corriente que a ciertos eruditos se asigna, calificando su
actividad como "labor de hormiga", representa, a la par,
frisan
en
la condenación más explícita de una faena que, por banal
y rutinaria, niega el ser mismo del saber. El acucioso
de referencias y el consiguiente almacenamiento
de noticias históricas pertenecen a un orden que se halla
acarreo
determinado casi exclusivamente por la paciencia, y aun
que quizá no haya ciencia sin paciencia, no basta pacien
cia sola para configurar
dialmente de las ideas.
Porque
quier otro
un
mundo que
depende primor-
el conocimiento histórico, al igual que cual
en
plena autenticidad, no consiste en saber
diferente manera, pues pensar es,
fundadamente
aquello que no hay.
siempre, proponer
De ahí que ahora tengamos plena conciencia de que las
adquisiciones logradas con el juego de nuevos supuestos,
más, sino
en
saber de
de mayor entidad que aquéllas debidas, exclu
sivamente, a una ampliación cuantitativa del repertorio
suelen
ser
de hechos conocidos.
Ahora
bien, la historia depende, además, de situacio
que la condicionan. El momento y el lugar en que se
hace le dan un color y un aspecto especiales, únicos, pues
la obra histórica es a su vez
como el mundo
que en ella
nes
—
se
alberga
del
ocasión y
abstuvo del
—
arte se
así la misión más
posibilidad.
trato con
pertinente
Por ello, si la historia
apriorismos, cumplió
aquel entonces: la de
los
en
sólo "hechos", entidades estáticas y compro
bables que excluyeron de su campo otros aspectos proble
máticos.
contener tan
Y decimos "otros" porque
hechos
cabe olvidar que los
de por sí, problema, aunque no lo
historiadores que los utilizaron co
no
constituyen,
percibieran aquellos
mo una
póliza de garantía, ni se percataran de ello quie
nes continuaron
empleándolos sin cuestión ni objeción.
38
Es más,
sentido, entenderemos plenamente la
este
en
historiografía de corte positivista y arqueológico sólo se
gún y cómo hagamos problema de los "hechos" en que
cifró su problemática falta de problemas.
*
Cuando
nos
tándolo
en
cho". Es
un
*
*
lo incuestionable, acep
su forzosidad, reconocemos que "es un he
hecho que el sol brille o que la lluvia moje o
damos de bruces
con
vuele. (Por cierto que lo incuestionable,
propuesto de esta manera, parece pariente próximo del
pensamiento de Pero Grullo). Ahora bien, si nos detene
pájaro
que el
mos a
considerar "el hecho"
dotado de los
siguientes
en
la historia,
nos
aparece
rasgos:
que "está hecho", es decir,
concluido, y por ello ha de ser aceptado tal cual es. A lo
hecho, pecho; hemos de cargar con ello, queramos que
no, porque no cabe modificarlo. En esto reside su forzo
—
Se le estima
en cuanto
sidad.
en cuanto "he
La forzosidad de que las cosas
"son como son" y no pueden ser de otra manera,
chos"
en esta modalidad histórica, la certeza más
—
—
—
representa,
absoluta. De tal guisa, el hecho
y la
por inmodificable
se confun
verdad
por indudable o incontrovertible
—
—
—
—
den y
se
hacen
una
sola razón.
que "los hechos", aunque estén ya he
nunca
chos
podernos darlos
pues pertenecen al pasado
elaborándo
por hechos en la historia. Hay que rehacerlos,
los de determinada manera. A este respecto, el positivis
ateniéndose a sus ideas de paso corto,
mo
—
Pero
ocurre
—
—
arqueológico,
los propuso,
irrefutables, pese
comprobara
a que
lo anodino.
pretendidamente
semejantes precisiones sólo se
sobre datos
según vimos,
con
39
—
embargo,
Sin
al
proceder
sobre datos
comprobables
desconoce que los llamados "hechos" fueron
originalmente "actos" y "obras", ejecutados con cierta
se
omite
mira
ción
dose
o se
pretensión. Cuando se prescinde de esta condi
primordial del hecho, la historia termina desvirtuán
o
en
crónica, que,
contra
lo que
su
nombre indica,
es
acronía pura, rotunda intemporalidad.
Aún más, por este camino, "el hecho"
—
puede repre
esclerosado por el historiador a beneficio
convirtiéndolo, al fin, en un objeto de fácil ma
sentar un acto
propio,
nejo, con el que pueden efectuarse cómodas operaciones:
trasladarlo, archivarlo, compilarlo, apilarlo...1 El punto
extremo
de
este
maltratamiento de los hechos
objetos muebles, en
mente su condición originaria
lándolos
a
—
asimi
los que mengua definitiva
está patente en la noción
—
de "material histórico". De tal
cluyen
manera,
siendo el material acumulativo
los hechos
con
que la historia
fabrica. Las intenciones humanas, los actos consti
tuyentes de actualidad, el hacer y el conocer, es decir, la
con
se
problemática comprensión del hombre en su tiempo, que
es la historia,
quedan, de tal manera, reducidos a nocio
nes e ideas
fijas que, de puro concretas y corpóreas, son
"materialmente" falsas, ilusorias e inexistentes.
Así que del acto al hecho hay mucho trecho, tanto
como el
que puede mediar entre la historia y la^gruesas
concreciones de la crónica.
En el campo
sociológico, Durkheim pretendió también que los
"hechos" y las acciones del hombre han de ser entendidos
y tratados
como cosas, en una física social.
40
3.
EL
REALISMO POSITIVISTA
romanticismo
el
es cosa
sabida
represen
del
irracionalismo
primera
que, con los
precedentes del Sturm undDrangy de Herder y Hamann,
tó la
alta
—
—
marea
consigo los principios del criticismo racionalista
sustentados por la Ilustración. Sin embargo, tales princi
pios resurgieron en movimiento emergente con la filoso
arrastró
fía
positivista.
Si la Ilustración
representaba, en sus ten
dencias extremas, cierto racionalismo utópico, por venir,
alcanzable en el futuro
Condorcet
el positivismo
—
—
,
inicial supuso un racionalismo de sentido contrario, cali
ficable de "tópico", tendente a la localización sistemática y
particularizada
de los hechos, al
naturales, entonces consideradas
antonomasia.
Cuando
en
la historia del
tenor
como
de las ciencias
las ciencias por
pensamiento
del
o
arte
los
supuestos y apriorismos han tomado vacación, abando
nados al consabido far niente, surgen los períodos llama
dos realistas. El realismo, así entendido, resulta de la
pérdida o abandono de las normas y es consecuencia de
aproximación ruda o en bruto al mundo en torno1.
Comprueba nuestros asertos el arte realista que nació
una
que los románticos arremetieron
sañudamente contra "las reglas", aniquilándolas; realis
mo terre á terre que tuvo a Courbet y Balzac por señeros
en
Francia,
una
vez
representantes, más el
'No
nos
consiguiente séquito
referimos, claro está,
a
de adláteres
ciertos "realismos" de
género
barro
los cuales la fuerte sensación de lo que convencionalmente se
co,
entiende como "realidad" se manifiesta mediante procedimientos anti
en
reales, ilusionísticos, así
Velázquez;
también
a
aunque, desde
la crisis de
pintura de un Kembrandt o un
luego, semejante realismo barroco sucede
ocurre en
normas
la
anteriores,
41
sean
clásicas
o
de
otra
índole.
y epígonos. Un mundo que se lleva a la vista del mundo
mediante procedimientos puramente reproductivos, con
descripción
pintura o la
de acontecimientos vivos por vividos, y la
literatura hechas en presente, sin evocación
con
ninguna especie, fueron
otros
los puntos de partida de este arte. El positivismo,
anticipado en varios años, otorgó a la filosofía dicha ima
gen del universo, pues significó, a su manera, "un realis
mo" que exigía la comprobación directa y exacta*, en
cuanto posible fuera, de sus objetos, apreciándolos con
los sentidos y verificándolos por la experiencia.
Adviértase, sin embargo, que en el término "realidad"
se encubre una falacia, si al emplearlo queremos signifi
car
aquello que existe frente a un sujeto y con indepen
dencia del mismo. Puesto que "realidad" implica la res
ni
reminiscencias de
—
—
—
la
cosa
indica que
—
,
nuestro
alrededor,
en cuanto rea
ha cosificado, ordenándolo de cierta manera
para poder entenderlo; la realidad es un orden de cosas,
establecido mediante determinado modo de ver y pensar.
Y como la realidad implica el empleo de supuestos inter
lidad,
se
pretativos y de aquello que los alemanes denominan un
Standpunkt o punto de estada, representa justamente lo
contrario de aquello que se pretende al usar el término
con el significado de lo que nos es enteramente ajeno, del
aliud extraño al sujeto. La realidad es una abstracción produ
cida, imaginada por el hombre; en el contorno encontramos
esta mesa, ese árbol
y aquel río, pero no hallaremos nunca
la totalidad que aquella noción supone y que da determi
nado sentido al mundo circundante. Esa totalidad hay
que crearla. Así que árbol, mesa y río no son realidad;
anuncian y contienen realidad o forman parte de ella en
reales, pero
agotan la abstracción que
los dispone y ordena. De manera que la realidad, concebi
da como un todo abstraído y orientado, pertenece tanto
cuanto
que
al mundo
son
en
torno como
a
no
nuestros
42
supuestos y
aprioris-
mos,
sin los cuales resulta
imposible comprender aquello
enfrenta y que, sin ellos, solo es anterrealidad.
que
De ahí que cuando el arte o el pensamiento "realistas"
se nos
se
limitan
reflejo,
manifestar
a
con
o
mundo puramente
duplicativo del que nos
proponer
carácter sustitutivo
rodea, certifican claramente
su
o
un
desamparo
frente
a
éste,
obligan seguirlo punto por punto,
pues
suposi
ción de que por semejante medio "lo comprenden". Y
desde luego, sucede algo muy diferente de lo que inten
se
a
tan, pues
en
"comprender" equivale
a
"abarcar",
la
cosa
distin
ta de lo que es "reproducir" o "imitar". Así que un exten
dido centón que se destine a representar con circunstan
ciada minucia y en todos sus aspectos el mundo real, se
hace en sí mismo incomprensible, por inabarcable. Resul
la par descomunal y mínimo, y termina atomizado,
deshecho por su interés plural. Entendido de tal manera,
ta a
el disolvente por excelencia.
esta real disolución se entregó la historia
lo real
Y
a
es
particular
positivismo anglofrancés
la del
arte en
tieran
en
afán de ir
entera
y
del
—
por
siga
del
más
tardío
y
empirismo ale
mán. En cierto modo, la historia acumulativa o detallística fue una
especie de pre-realidad, una pre-historia me
nesterosa de los supuestos interpretativos que la convir
—
su
la
a
auténtico saber. El culto al dato por el dato y al
hecho por el hecho se tradujo en ciclópeas publicaciones
los
de fuentes y en exorbitantes trabajos bibliográficos
—
Monumenta Germaniae Histórica, por ejemplo
que halla
ron
justificación y ancha peana en las concepciones pres—
,
cidentes de la teoría,
probación.
a
Y aunque,
beneficio de la
en este
certeza
orden de
de la
cosas, la
com
historia
ventajosamente, porque operaba sobre
obras "a la vista", prestas a rigurosa verificación, la apaci
ble labor acumulativa y transportada de referencias con
que dicha disciplina obtuvo seguridad, produjo, a la pos
tre, su propia quiebra y le originó muchedumbre de
del
arte se
situó
43
y más grave consistía en que el
acervo de textos, "materiales"
y fuentes, concluyó por
convertirse en fárrago. La ingente acumulación de he
problemas.
El
primero
chos y noticias ocultaba el horizonte con perfil piramidal.
Su agobiadora amenaza llevaba nombre de trueno: el
palabra, los partidarios del
orden, puestos en guardia, esgrimen, para defensa, la
rigurosa espada de "la ley". Frente al caos, la ley. Este fue
el trazo seguido por el pensamiento positivista en su paso
de los hechos a las leyes. Y análoga derrota emprendie
ron de inmediato
aquellas ciencias que se preciaban de
caos.
Apenas
retumba
esta
tales. La historia por no ser menos.
Así que, a la embriaguez de exactitud y al menudeo
particularizador, había de sucederles la pretensión legal,
y con ella se produjo el advenimiento de la universalidad.
Luego veremos cómo y por qué.
(Aunque antes, y entre paréntesis, apresurémonos a
decir que no todo fue negativo ni negro por blanco en la
fase inicial del realismo positivista. Así, la eliminación de
los juicios valorativos, exclusivamente orientados hacia
cualquier pasado "mejor", trajo como consecuencia una
estimación directa de las obras artísticas, sin atenerse al
frío y al calor de las arbitrarias convenciones de
optimidad neoclásicas y románticas. Esta eliminación de mode
los exclusivos, amplió el interés de la historia del arte
hacia campos desconocidos, abriéndose ante los
ojos de la
época un variado abanico de posiciones y tendencias ar
tísticas, hasta
ignoradas. Incluso el saber
abordar
adecuadamente las obras rea
empírico permitió
listas de entonces, basadas, como hemos visto, en
análoga
observación directa de motivos concretos. Por
primera
vez, desde hacía largo
esti
tiempo los hombres
mar
el
arte
ese
momento
supieron
propia condición, sin
siglos más "perfectos" y, por
contemporáneo
necesidad de referirlo
ende, supuestamente
a
más
en
su
válidos).
44
Historia de la arquitectura
y ciencia natural
1. LA
TAXONOMÍA
historiadores que alcanzaron su plenitud sobre
la línea mediera del siglo xix les incumbieron tareas
nuevas. Para
penetrar en la selva de datos acopiados por
a
los
la historia documental
brújula
se
requerían orientaciones claras,
y puntos de referencia, líneas ciertas y cabezas
lúcidas que impidieran extraviarse en la nutrida maraña
que en aquélla había surgido. El acelerado crecimiento de
la historia minuciosa y detallística se produjo, como reite
radamente
bre
adoptó
ha señalado, porque esta ciencia del hom
el modus faciendi et cogitandi de la ciencia natu
se
ral, preconizado por el primer positivismo y limitado
a
la
comprobación empírica de hechos. Pero la seguridad que
al historiador le dio su puntual recolección, se disipó a
medida que el cúmulo de referencias y datos resultó
abrumador. Era cosa de preguntarse, ¿qué hacer con los
hechos? ¿Tenían, ciertamente, algún sentido? Y si no,
qué la misión del historiador había de reducirse al
pertinaz amontonamiento de "material histórico"? La
historia, desorientada por seguir el curso de las ciencias
naturales, paradójicamente tuvo que recurrir de nuevo a
tales disciplinas
sus antípodas
para salir del embrollo
¿por
—
—
en
que
se
vio.
45
Al fin y al cabo, la ciencia natural disponía de rigurosas
filiaciones de seres, de una sistemática adecuada y de
seductoras ideas sobre los procesos vivos; al historiador le
bastaba con tomarlas de prestado, transfiriéndolas a su
campo, para que éste adquiriera otra y re
novada seguridad. La esperanzada fórmula de entonces,
que representó la situación del positivismo segundo, hoy
menesteroso
ondea ufanamente sobre
un
verde
progresso".
pabellón:
"Ordem
e
arquitectura con viso arqueológico,
una vez
puesta ante el problema de cómo organizar sus
conocimientos, se atuvo, principalmente, a la distribu
ción geográfica de los edificios y las construcciones. Pero
tal como
el supuesto geográfico no lo convirtió en causa
La historia de la
—
sino que lo utilizó tan
hicieron Winckelmann y Taine
sólo como medio clasificatorio, para poner literalmente
"en su lugar"
en su
y en orden y
geográfico lugar
—
,
—
—
,
concierto,
a
la muchedumbre de construcciones
entonces
rescatadas del olvido.
Esta taxonomía
arquitectónica
dio
pie
a errores
consi
derables. Su iniciador, Arcisse de Caumont, formuló a
partir de 1825 la, por él llamada, "geografía de los esti
los", consistente en la agrupación de los edificios románi
cos
según
"escuelas
locales", dividiéndolos
constituidas sobre las
semejanzas
formales
en
o
familias,
constructi
vas
que entre las obras de una región hubiera. Dicha
clasificación en "escuelas" territoriales, anticipaba el
principio biológico de que "cuanto menor es la unidad
sistemática (especie, género, familia, etc.), tanto
mayor es
la similitud de los animales o las
plantas que a ella perte
necen" ( Wóltereck). Y el
arraigo del concepto de "escuela
local" fue tan considerable en la historia de la
arquitectu
ra francesa medieval,
que todavía sirve de fundamento a
varias obras recientes.
Lo malo
era
y aún lo peor
que quienes recurrieron
—
—
46
a
división
esta
número de "escuelas"
sión
estuvieron de acuerdo sobre el
nunca
geográfica,
ni
existente, ni respecto de
siquiera
tales1.
sobre
qué podía
su exten
entenderse
Aún más, se daba el caso de que en una
misma región coexistieran edificios representativos de
como
tendencias diferentes, así que la noción de "escuela" que
daba nula o había de basarse sobre un solo tipo de monu
mento,
biera
en
en
la
menoscabo de los
comarca
restantes
y que, desde
modelos que hu
luego, podían importar
añadidura, los historiadores afec
aquél.
tos a semejante ordenación, incurrieron en errores com
parables a los originados por la clasificación botánica de
Linneo, puesto que se atuvieron, sobre todo, al parecido
Por
tanto como
formal
entre
ornamentales
las obras
—
,
en
e
—
incluso
a comunes
minucias
detrimento de características
esen
ciales que hubieran permitido establecer auténticas rela
ciones de sentido. A esta suma de inconsecuencias, ha de
agregarse que muchas de las "escuelas locales" no habían
surgido en el territorio en que se extendían eran, más
bien, formas folklóricas de tendencias universales, en las
y, además, debido a la
que éstas morían por repetición
parcelación que comportaban, negaron rotundamente la
noción de estilo, a la que pretendían contribuir, pues el estilo
—
—
forzosamente
supone determinada unidad de sentido,
contraria a la fragmentación particularista en que aque
llas se basaron. Es decididamente incomprensible que los
adictos a tales "escuelas", al referirse al románico, descri
ban únicamente distintas y aún opuestas singularidades
de sus edificios, sin preguntarse, ni por error, qué ten
dencias comunes poseen, mediante las que llegara a cons
tituirse un integrum: aquel que corresponde a la idea de
'Pierre Francastel. L'humanisme
47
román.
(1942). Cap.
1".
estilo.
Porque
cos, o
lo
nunca
el estilo
uno
sobre
o
to:
o a
lo otro,
punto
o
parcelado,
inconsecuentes
de madera
este
o
pueden caber equívo
o
fragmentación, pero
no
estilo
atomizado
contradictorios. Esto
círculo cuadrado.
gato por liebre.
Hay
aspectos nimios,
equivale a hierro
en
contradictio in
adjec-
Aquella "geografía de los estilos" jamás permitió llegar
comprensión histórica de la arquitectura, porque la
historia siempre será muy otra cosa que taxonomía. Co
mo
quiera que sea, el lógos de la Historia nunca puede
reducirse a catálogo.
a una
48
2.
LA
"PRAXIS"
situación
que se hallaba la
historia ante las ciencias naturales, movió a los historiado
res de la arquitectura a esforzadas acciones
competitivas.
desmedrada
la
Durante el
siglo pasado
que el saber histórico
se
en
proclamó
a
los
cuatro
vientos
inútil y, al parecer de quienes
lo
inútil no podía considerarse
parecer tuvieron,
científico. Había, pues, que eliminar de las disciplinas
era
este
históricas
este
Todas las
bochornoso baldón.
concepciones
utilitarias
implican
la instru-
mentalidad, pues, incluso, al instrumento, en su condi
ción empírica, se le denomina "el útil". Considerado co
mo
utensilio, representa aquello que
se usa,
y
en cuanto
nos dice
que su uso permite acumular
hacer
de
frutos y bienes. Pero el útil no
(struere),
acopio
sólo trae consigo utilidad medial, instrumental (corta,
in-stru-mento
suelda, clava), sino que origina, además, utilidades, benefi
cios, porque acrecienta el mundo productivamente. ¿Y
qué directas utilidades, qué productividad acrecentadora
trajo consigo la historia? Cero más cero: ninguna.
Para que trajera alguna tenía que arrojarse decidida
mente al campo de la praxis, en acción directa y operatoria
sobre las cosas, tomando por modelo la ciencia experi
mental, "la ciencia" por antonomasia en aquel antaño. Y
como entonces los hombres confundieron lo práctico y lo
útil con lo necesario, la historia de la arquitectura intentó
hacerse práctica y útil con el ánimo de considerarse nece
saria.
Los motivos que la llevaron
seguramente
se
reforzaron
si el hombre cuenta
este
semejante
actuación
el convencimiento de que
para tenerlo ha de mantener
con
pasado,
los historiadores de la
propósito,
oficio de arqueólogo,
lo. A
con
con un
a
se
49
arrojaron
arquitectura,
a una nueva em-
presa: el
antiguos,
y la conservación de los monumentos
al punto que su saber adquirió un giro decidi
rescate
damente activo.
Anticipémoslo:
demasiado y peligrosa
hallaba excedido en sus propósi
activo, porque se
Viollet-le-Duc, el teórico mayor de semejante posibi
mente
tos.
lidad
un
operatoria,
edificio
no es
restablecerlo
existido
declaró taxativamente que "restaurar
conservarlo, repararlo
en un
jamás
estado
completo
en un momento
ción restauradora
o
era, a su vez,
rehacerlo;
es
que puede no haber
dado". Así que la opera
gravemente alteradora,
porque dependía
imagen que el arqueólogo se hicie
ra de lo
que debía ser el monumento, poniendo sus conoci
mientos al servicio de presunciones gratuitas y hasta de
de la
corazonadas irracionales.
Sin embargo, las obras de restauración, ardorosamen
te emprendidas
por los arqueólogos, permitieron com
probar
que la historia de la arquitectura lograba una
intervención eficaz sobre el contorno, modificándolo se
gún sus exclusivas nociones y eximiéndose esta disciplina
particular del tilde de inútil que por entonces recayó
sobre ella.
De tal manera, la acumulación
paciente de datos y
referencias, y su consiguiente, rigurosa crítica, cobraron
nuevo sentido,
porque sirvieron para fijar el repertorio
de motivos que se empleaba después en el activo trabajo
restaurador. La historia arqueológica ya no se limitó a la
averiguación de fechas ni a la simple comprobación de
fases constructivas de los
monumentos.
Tal
como
con
una vértebra, o con un
fragmento óseo, el paleontólogo
intentaba reconstituir cuerpos, seres v tipos de vida, al
arqueólogo le incumbía análoga operación, bien que ejer
ciéndola sobre las venerables ruinas. El aspecto "prácti
co" de su ciencia no podía
ponerse en duda. No obstante,
el tramo que media entre el saber
obra de manos, pudo más la
en
v
la restauradora
imaginación
50
desbordada y
fantástica que la cabeza fría. El arqueólogo, perdido su
buen juicio y llevado por el ímpetu romántico al uso,
emprendió trabajos
que desvirtuaron los monumentos,
con motivos que Íes eran muy ajenos. Las franjas de color
alternado en los arcos torales de la nave mayor de Vézé-
oculi de Notre Dame de París, más la "restau
ración" de la iglesia carolingia de Germigny des Prés o los
lay, algunos
remates
de la fachada de la catedral de
Angulema
son
que sobradas de la ardiente "recreación" a
que fue sometida la arquitectura del pasado. La posición
de Viollet-le-Duc no permitió otra alternativa.
muestras más
Por cierto que esta efectiva intervención defendió
monumentos
los de
su
mediante
de la
injuria y estrago del tiempo,
definitiva ruina, pero
a
pastiches convencionales,
los
salvándo
de arruinarlos
costa
que
a
con
frecuencia
determinaron una imagen absurda o extravagante de los
edificios así tratados. Restauración quasi una fantasía, e
incluso reparaciones irreparables: este fue el saldo direc
to
trabajo operatorio que
arqueólogos.
del
los
por
entonces
emprendieron
De los hechos
a
los procesos
ESTADÍSTICA Y LEY
1.
"ordem
e
prooress o".
Esta esperanzada fór
mula denota dos aspectos importantes de aquel
tiempo.
El del orden ya lo hemos considerado. Pero el segundo de
sus términos tuvo tales consecuencias,
y su empleo se hizo
te
general,
que la época concluyó denominándose
modestia aparte
"el siglo del progreso". Y ciertamen
lo era. Porque la concepción de "progreso", en todas
tan
—
—
sus
variantes
—
la de "evolución"
entre
ellas
—
,
condujo
a
formulaciones de la realidad, estimándose la exis
tencia entera como si se hallara en continua modificación
nuevas
ascendente.
Aunque la noción de progreso estaba expuesta desde
la antigüedad
Dilthey la descubre en la metafísica del
su
Pseudo Aristóteles, y después en Bacon y Pascal
formulación taxativa pertenece a la historia del siglo
xvín, con Turgot {Discours sur ihistoire universelle, 1750),
Voltaire, la Enciclopedia y Condorcet {Esquisse d'un ta
blean des progrés de Vesprit humain, 1794), reapareciendo
después en las obras de Erasmus Darwin y de Lamarck,
para convertirse, finalmente, en el concepto que popula
—
—
,
rizó Charles Darwin
todavía y erróneamente
'
Wilhelm
Dilthey.
"evolución",
como
se
Introducción
le
a
atribuye
con
tas ciencias del
53
a
tal punto que
exclusividad1.
espíritu. Madrid,
1956.
problema
Pero al margen de este
de
primacía
entre
la
la ciencia, cabe destacar la considerable impor
tancia que tuvo en el pensamiento decimonónico el ejem
historia
o
plo generalizado de la idea, porque términos como "pro
greso", "evolución", "desarrollo", "crecimiento", usados
desde entonces con profusión, implican, ante todo, "pro
ceso", y suponen
ello
con
una
consideración activa del
histórico. El vuelco decisivo
mundo natural
e
durante el pasado
siglo,
se
en
este
aspecto,
debió al desplazamiento del interés por
los hechos hacia el interés por los procesos. Con ello perdía su
razón de ser la exclusiva acumulación de datos y referen
cias. Es más, a esta labor dejó de considerársela "científi
ca"; a lo sumo, era un mal necesario. "La ciencia va
por la obra del compilador", se dijo
entonces. Y aunque tal cosa no sea en absoluto cierta,
denotó, al menos, que el nuevo saber tomaba como punto
de partida aquel en que la etapa científica anterior esti
siempre precedida
maba concluido
su
menester.
Que la historia, mano a mano con las ciencias natura
les, indagara los procesos en mengua de los hechos, datos
y casos, trajo ingentes consecuencias. Por decirlo en dos
palabras: mediante la exaltación de los procesos advino el
reinado de las totalidades. En
del conocimiento por
menorizado y estable, fijista, que anteriormente predo
minaba, se tendió a la estimación de conjuntos dinámicos,
vez
los que pudieran descubrirse leyes.
Aquel pensamien
to de Kant
tiene
al
humano
que
espíritu
por "legislador
de la naturaleza", presidía estas
en
Como el
concepciones.
antiguo
que trazara líneas entre los astros,
ordenar
el
cielo
en
para
imaginadas constelaciones, al
historiador o al científico les
incluir los
correspondió
Secc.
iv.
Cap.
111.
J.B. Bury,
wood. Idea de la naturaleza,
The Idea
ofProgress. Cap.
vu.
México, 1950. Introducción.
54
R.G.
Colling-
datos aislados, solares, en figuras
despojándose a los hechos de su
o
esquemas constelares,
precedente
autonomía.
No los temas, el sistema; tal fue la norma. Lamentable
la atención
mente
y es comprensible que aconteciera
dirigida sobre los procesos en general careció de un
—
—
,
pensamiento correspondiente, dinámico, por lo que, pa
ra explicar estos conjuntos activos, siguieron empleándo
se
supuestos y esquemas estables, propios de anteriores
modos de pensar, que
perduraron
rígidas estructuras
ello, para el objeto a que
en
intemporales, inadecuadas, por
aplicaban. No se concibió el "progreso"
se
sin el "orden",
aunque éste, en vez de hallarse orientado, como antes, a
la clasificación de hechos análogos, se dedicó al descubri
miento de aquello que permanecía invariable en el mun
do de la contingencia. El contrasentido era flagrante,
porque "la evolución" y "el progreso" se fijaron sobre
esquemas que suponían el retorno a lo idéntico, basados
en la regularidad recurrente. A la razón constitutiva de
tales reiteraciones se le dio el nombre de ley. Y así como el
positivismo inicial redujo sus pretensiones de certeza a la
comprobación rigurosa de hechos irrefutables, la época
consiguiente halló su seguridad en la formulación de
leyes pretendidamente fijas, rectoras de la vida y de la
sociedad.
aunque en esta manera de
reflexivamente de la obser
pensar las
vación de los hechos, formulándolas después con adecua
do lenguaje lógico, rebrotó en los positivistas cierta su
del voluntarismo
que trata de so
embargo, que
leyes se dedujeron
Nótese, sin
primitivo,
pervivencia
el mundo de lo desconocido a los imperiosos de
sociedades ar
seos del hombre. Recordemos que en las
sinóni
caicas, la voluntad y la ley fueron consideradas
sus decisiones
mas, porque las divinidades despliegan
a los hombres. Posterior
mediante normas
meter
impuestas
mente,
en
la idea científica de
55
"ley", siempre quedó
flotando cierto deseo coactivo sobre el mundo, próximo,
incluso, a la acepción jurídica de ley, que indica subordi
principio obligatorio, aceptado y establecido.
A poco que se acentuara esta insinuada posibilidad coer
citiva se llegaba a una inversión de términos: si las cosas
suceden de ese modo, se debe a que hay una ley que las
rige, obligándolas con forzosidad a que ocurran de tal
guisa. Así, en muchas cabezas decimonónicas la ley dejó
nación
de
a un
para convertirse en dictado. El extremo de
alteración se dio en la sociología comteana, al
ser norma,
semejante
suponer que si el conocimiento de las leyes permite la
previsión, mediante previsiones correctas obtendremos
el dominio de la sociedad futura.
Aquello
que Comte
omitía es que si bien ciertos fenómenos físicos y naturales
suelen producirse con reiteración previsible, en condicio
nes
establecidas, tales condiciones
narse
la totalidad de
en
menos en
to acotan
nunca
pueden
determi
un
campo científico y mucho
la historia. Nuestros proyectos de conocimien
siempre la extensión de lo investigable, aplicán
dole, además, supuestos que son a la par limitados y
limitativos, por lo que la realidad se manifiesta de cierta
manera
dentro del
cimiento
marco
significa.
que
nuestro
proyecto de
cono
Con todas las diferencias, esta sociología procedió res
pecto a la ley científica al igual que ciertos pueblos que
convierten al profeta, de vidente y anticipador, en "crea
dor" del futuro. Y así suele suceder que cuando sus
vaticinios fracasan, se supone que carece de poder bas
para "producir" el acontecimiento deseado, y
tonces se le rechaza
por chapucero. Recordemos, al
tante
pósito,
cierto
capitán
meteorológico,
de
en
pro
de un
y tierra, publicista
el que se pronosticaba el
tiempo del año por venir. Como unos campesinos consul
taran el calendario, encontraron
que en determinado
estaba
la
lapso
prevista
sequía, por cierto inconveniente
a
calendario
mar
en
56
para
sus
intereses, y se lo reprocharon abruptamente al
Entonces, éste, aquí ya como dueño del futuro,
capitán.
les dijo: "Descuiden. Yo les traeré lluvia". Y corrigiendo
su almanaque, "modificó" anticipadamente las
tempe
ries...
igual
historia de orientación positivista
"trajo lluvias". Los historiadores no resistieron la tenta
ción de la previsibilidad
en
competencia manifiesta con
De
manera, la
—
las ciencias de la
acera
de enfrente
—
y
pretendieron
anunciar acontecimientos futuros, basándose en la rein
cidencia de hechos análogos observables en el pasado. De
previsibilidad
ción mágica del
la
supuestamente científica
futuro
a
la
apropia
mediaba ni el espesor de un
cabello. Bien se demuestra en las palabras liminares de la
obra de Dromel La loi des révolutions (1861), por las que
no
declara enfáticamente que: "Este libro pretende revelar
el porvenir por la ciencia..." Casi nada. ¿Y en qué consis
tía tal "ciencia"? En la confusión, común al saber de
entonces, de
ley
y
periodicidad,
y en la aplicación del
usual en las ciencias na
método matemático-estadístico,
turales, a las revoluciones ocurridas
en
Francia hasta la
publicación de la obra (1789, 1800, 1815, 1830, 1848),
poniéndolas en concordancia numérica con el lapso de
"vida política ascendente", que Dromel atribuye a los
unos dieciséis años1. Pero des
hombres de su tiempo
pués de la aparición del libro... "Peor es meneallo". Des
pués de su aparición, mostróse esquivo el futuro, las
revoluciones eludieron su cita periódica con la ciencia y
"la ley" tuvo que
resignarse al paróMorzoso. La magia de
las cifras y el fetichismo de sesgo pitagórico, que atribuye
poder al número, se colaron por la puerta falsa de ésta y
—
'Julián
Marías. El método histórico de las generaciones (1949), pp. 35 y
57
ss.
análogas concepciones
científico-matemáticas de la histo
el nulo resultado que exponemos.
Y si para muestra basta un botón, con más de
ria,
con
uno
podríamos enriquecer nuestro muestrario. La obra anticipadora y periodológica, de raíz estadística, anegó la
historia en Occidente. Aquella confusión de matemática
y filosofía,
razón
pura,
a
se
la que
se
enfrenta Kant
reprodujo
en
en
su
Crítica de la
la teoría histórica. Uno de los
cuantía, fue que el cuño mate
mático daba patente de ciencia a la disciplina que lo
ostentara. Aunque, para obtener ese rango, la historia
tuvo que desvirtuar la existencia humana, convirtiéndola
en una sarta de fantasmales abstracciones
la sociedad,
la humanidad
sobre las que actuaban felicísimamente
motivos, y
no
el de
menor
—
—
"las
leyes" estadísticas,
transformándose
con
ello
en una
de historia natural, que sólo reconocía al hombre
"especie". El advenimiento de las totalidades, a que
suerte
como
mitología, en la
que se omitió que entre lo mucho de específico que el
hombre tiene, se encuentra, precisamente, el de no pro
ceder tan sólo "según" especie.
Debido a la ignorancia de los aspectos cualitativos,
intencionales y singulares que el campo histórico entra
ña, certificaba su nulidad esta representación matemática
del devenir humano. "En nombre de la ley" los historia
dores intentaron descubrir ciertas reiteraciones periódi
cas observables en los sucesos,
pero este propósito corres
pondió, realmente, a la imposición de esquemas numéri
cos, desde fuera, a la historia, cuya forzosidad residía, tan
antes
sólo,
aludíamos, trajo consigo
el
esta nueva
del teórico y no en los acontecimientos.
La mal entendida "ley" no pasó de ser una rígida trama
en
magín
de referencias, un cañamazo en el que todo aconteci
miento podía situarse con fijeza, sin preguntarse, al efec
tuar
esta
operación,
cuál
considerados, ni mucho
era
menos
58
la índole de los hechos
qué
condición
propia
o
diferencial tenían los grupos establecidos estadísticamen
te. Convengamos en que éste fue un intento desastrado,
algo así como el de proponerse estancar agua en un
canasto: el fluido de la historia huía, corriente,
por entre
el cañizo de la trama. Desde luego, ni aun usando de toda
la estadística
posible
se
hubiera conocido
de los procesos históricos, pues
distinto orden de cosas, omitiéndose, en
de
ser
ximación, que la
norma
se
la razón
corresponden a
semejante apro
midiente debe de
pretende medir. Por ello, y
periodología histórica recurrió después
cuanto
nunca
a
a
ser
adecuada
a
conciencia, la
conjuntos
mo
dales, grupos de índole cualitativa, constituidos por rela
ciones de sentido y con prescindencia del número como
su fundamento último. La teoría del arte, dada su
pecu
liar condición, estableció sus unidades periodológicas
fundándolas
la conciencia de forma y sobre la noción
correspondientes, por su índole, a dicha mane
en
de estilo,
ra de
pensar.
59
LA
2.
LÓGICA DE LOS HECHOS
distinto
por
dística
camino al de la
periodicidad
esta
intentó reducir la diversidad del acontecer a
de validez universal. Allí donde menguaba la
matemática, bien podía tener lugar la lógica. Ciertamen
se
normas
que ésta desplazara a aquélla, pues desde Fichte
con
la lógica, asimilada en
Hegel y Comte a la zaga
un todo a "la razón", actuó sobre la historia
como desde
antiguo hiciera sobre las restantes ciencias, la matemática
te,
no es
—
—
,
—
inclusa
otorgándole
el
pretendido rigor deductivo.
Puede afirmarse que la formulación de leyes y la intru
sión de la lógica en la historia significaron dos aspectos
correlativos de un solo modo de ver y pensar: aquel que
—
,
ordena los procesos mediante recursos instrumentales
extraños a la historia. En el espejo del logicismo, cuanto
el estadístico anteriormente expuesto, se contemplaba
la exageración, y como en todo exceso hay un defecto, la
en
desmedida
mió
pretensión de claridad, entonces al uso, su
paradójicamente al pensador histórico en pura tur
bulencia,
La
en
el consabido
mar
de confusiones.
historia, igual que las ciencias, había de suponer
que los hechos y procesos son rigurosamente inteligibles.
De ello se seguía que los procesos históricos son inteligi
bles porque corresponden a las reglas del pensamiento,
de
que los acontecimientos y sus respectivas nor
quedaban estrechamente aparejados, hallándose en
manera
mas
inseparable
concordancia. Pero
una
vez
llegados
a
este
punto, cuántos no empezaron a pensar: puesto que los
hechos o los procesos históricos y su formulación adjunta
implican normas idénticas, tales acontecimientos "se pro
ducen" y "suceden" según las reglas y el curso del juicio
lógico... Si nuestro razonamiento pareciera tergiversador
de
o anómalo, recordemos
que excediéndolo, pasándose
61
raya, lo llevaron hasta el extremo de lo posible al afirmar
"la lógica de los hechos". Nada menos. De manera que los
hechos, según esta forma de pensar, tienen o encierran,
por sí, una lógica. Tan absoluta fue la reversión, que hoy
nos parece subversión pura1.
Y supuesto que la lógica está en los hechos, al historia
dor le incumbía revelarla mediante la creación de estruc
En ello radicaba su ciencia. O su
turas
correspondientes.
digámoslo sin ambages. Porque
andamiaje de
alzado para la ordenación del pensamiento,
ductivo
en
haciéndolo regular, congruo a su propio menester
modo alguno puede pertenecer a la índole de los sucesos
históricos. Hechos y vida del hombre es imposible consigerror,
el
—
—
'Con "la lógica de los hechos" mostraba
faz la supuesta
la
objetividad positivista. Bajo este lógos
que había de ser palabra
historia, paradójicamente, perdió el habla, enmudeciendo con el pre
una nueva
—
—
texto
de
dejar
oír el
claro, concorde
son
de los acontecimientos.
Una tribuna para "los hechos elocuentes", tal debía ser la historia.
Pero sucede que cuando los hechos toman la palabra, el historiador se
manifiesta... por afonía
o
quitándose de en medio, como avezado
acróbata. No extrañe, pues, que Ranke, a seguida del positivismo,
—
pretendiera eliminar su propio yo, para dejar hablar a los hechos: "La
rigurosa presentación de los hechos (...) es, sin duda, la suprema ley.
Después de esto, según creo, corresponde la exposición de la unidad y
progreso de los acontecimientos". Tal
los historiadores afectos
a
quieran que no, dejan su
troquel que, retirado tras el
medalla
con
el hueco
vez
hubiera que considerar cómo
operación sustractiva de la persona,
huella personal en la obra, semejantes al
golpe bruto, formó el relieve presente en la
esta
ausente.
Nuestra
objetividad, así en la ciencia como en la historia, ya no
procede por elisión del sujeto observador, con el fin de evitar la conde
nable subjetividad. Al contrario,
puesto que toda imagen o idea tiene
que proceder de algún sujeto, lo objetivo es contar con éste, en lugar de
eliminarlo,
anteriormente se hacía. Así que nuestra objetividad
observador
sujeto
y proyectante, al proyecto adecuado a un
en
estudio
al
campo
y
campo acotado, sobre el que actúan sujeto y
proyecto.
incluye
como
al
62
modelo que, ciertamente, no les pertene
ce: el esquema formal del silogismo. Desde luego, todo lo
que éste excluye no por ello deja de ser historia, y tampo
co aquello que acepta hemos de creerlo sin más en el
narlos sobre
un
regazo de la memoriosa Clío. Que A sea necesario para
que siga B, y B para proceda C en una serie de juicios a
que obliga la modalidad deductiva del pensamiento, no
supone que esta relación proposicional y necesitativa
haya de tener equivalencia en el curso de los aconteci
mientos. La vida histórica no es un modo de hablar ni un
modo de pensar. La historia, sí; desde luego, y con el
aderezo de otros y muchos más ingredientes. Pero sus
métodos tienen validez según y cómo enfrenten una rea
lidad temporal y humana, mientras que la auténtica
formalidad escueta, ordenación
bastante a sí misma y, por ello, sin referencia a "tiempo"
ni a "mundo". No cabe, pues, confusión entre ambas.
enunciación
lógica
es
Tales y
mezcolanzas
otras
*
*
*
se
dijera
que
secuelas de
son
allá
por el pensamiento lógico
conecti
en sus años tempranos. La condición puramente
se le carga por
va del silogismo y la demostrativa con que
sea que se baste o se sobre; es decir, que
añadidura
exista autó-nomo (como "regulador de sí mismo") o que
antiguos males, padecidos
—
apunte
rio
—
a
determinado alrededor con carácter probato
ilustremente confundidas desde Aris
aparecieron
tóteles1. Porque el silogismo demostrativo
entonces
usado, empieza por afirmar de
brusco aldabonazo: "esto
lio
sea
1
de tal
o
Véase, sobre
cual
este
es
manera
categórico,
sopetón, en
y
así". Pero el que
esto o
aqueí*
supone información previa,
problema, La idea de principio
63
en
Leibniz, de Ortega.
empíricamente, sin que la veracidad de dicha
afirmación pueda comprobarse en el silogismo ni a con
secuencia de su desarrollo. Se empieza entonces a pensar
pues debemos
lógicamente desde una verdad de fe
obtenida
—
creer en
al par que sobre un contorno que le es
la lógica. Así que la pretendida regulación del
se funda en una manera de pensar sobrado
ella
—
,
ajeno a
pensamiento
floja. El silogismo apodíctico exige,
desde
su
comienzo, la
adhesión incondicional; de ahí que empiece por plantear,
no una modalidad del pensamiento, sino... la cuestión de
confianza.
importa destacar que tales anomalías, en cierto
modo, corresponden a una coyuntura teórica propia del
tiempo de Aristóteles: la conjunción de dos corrientes
la jónica y la
caudales del pensamiento arcaico griego
Pero
—
eleática
—
resolviéndolas
en un
todo. Ambas tuvieron
en
aquello que
se oculta, el arché o
oculto
que permanece y
permanece
emanación originaria del mundo. Pero difirieron rotun
damente sobre la esfera en donde situarlo y sobre su
mancomún la
pesquisa
y consideración de
—
condición; por consiguiente, discreparon también
pecto de las maneras de aproximarse y conocerlo.
res
Al parecer de los jonios, el principio y fundamento de
las cosas se halla en la physis, auténtica "materia prima"
que, según Anaximandro, es to ápeiron, lo infinito, lo
radicalmente indeterminado1. Y en la preocupación jóni-
1
Nuestro término "naturaleza" expone la ambigua physis en su do
blez de "mundo natural" y de índole o "naturaleza" de las cosas. Y
aunque el vocablo latino substantia no traduzca la physis griega (corres
ponde literalmente a hypóstasis), le guarda seguro apego, pues indica la
condición material de que algo está hecho, alude a la ocultación (lo
sub-stante o situado debajo) y, además, establece
a
que aquello retraído
escondite es primordial, "substancial". En este último sentido, substantia
64
ca
sobre
informe estofa
originaria se comprueba el
ultimidad pavorosa, que el hombre ha de
aguerrida lucha. Porque de dominar el mun
esta
temor a una
someter en
do
se trata.
De ahí que la relación
con
el
contorno sea,
originalmente, heroica, y suponga, ante todo, trabajos:
testigo el esforzado Heraklés, acaparador de cuantos
de la caza a la barrienda
en su
imaginar podamos
—
—
,
misión de allanar el camino
los humanos. Por ello, el
pensamiento jonio aparece como ruda empresa, prueba
de fuerza, forcejeo contra lo substante, inferior o infer
nal. Aquí, el conocimiento tiene un punto de partida
diferente del entender
tal
cosa
derive. Previo
a
del "tender hacia" y a cuanto de
comprender el mundo está "el
—
a
que entendérselas" con él como activo adversario.
Este es el asunto
y convengamos en que no puede ser
más riguroso. De aquí nace la concepción del contorno
tener
—
como
obstáculo, hecho entidad obstante que
paso. Pensando de tal manera, el mundo
Aristóteles lo llamará "lo otro".
Ahora
rio
caemos en
reside,
la
todo,
ante
en acrecentar
es
cierra el
oposición.
de por qué el saber origina
activas maneras de dominar la
cuenta
en
contrariedad de "lo otro" y de penetrar
Consiste en prácticas, que tales fueron los
Estriba
nos
la maestría
en
lo incierto.
primeros ritos.
requerida para la lid. Y
representa, sobre todo, técnica, en su sentido de "el arte
de" (hacer cestas, nadar, construir, cultivar...). Este saber
originario no es, por lo tanto lógos, discurso; antes, con
resuelto ademán y adecuada preparación
que ha de ser
"física"
el hombre libra grave contienda contra "lo
de
otro". Las razones
ya sean de esto, de "lo otro" y aún
—
—
—
lo del "más allá"
corresponde
mientras que
a
—
aparecerán después.
aquello que siempre permanece,
supone, literalmente, "crecimiento".
la ousia aristotélica,
physis
65
Dicho
rotundidad: para enfrentarse al
menester la em-peiría, la experiencia.
sea con escueta
vagoroso
ápeiron
es
En cuanto formulamos la conexión de ambos
abre
se nos
en
claridad
una
occidental.
Tenemos
a
la
hacia lo incierto
amplia
empeiría como
{ápeiron) o el
el
zona
del
términos,
pensamiento
de pasar seguro
de quebrar la coriácea
arte
resistencia que la materia ofrece. Por ello, mucha de la
ciencia experimental, afecta a semejante estimación crus
tácea de la realidad, adoptó el carácter definido de disci
el supuesto de que para conocer la
naturaleza del mundo deberemos quebrantar su capara
plina efractora,
zón ocultante.
"pasar
en
Porque experimentar equivale
más allá de". Y abrir conduce
a
abrir, a
revelar {alétheia);
a
que la revelación que la verdad entraña, pre
supone una acción operatoria, una apertura. Con este
pensamiento en juego, buena parte de nuestra ciencia
de
manera
experimental
rompe barreras (la atmosférica, la del soni
do, la del calor), quebranta lo supuestamente inquebran
table (el indivisible átomo clásico), libera energía o violen
la naturaleza, mediante todos los fórceps imaginables
del experimento, con ánimo decidido de arrancarles su
ta
secreto
Que
lucha
—
arché.
Aristóteles arrojara el silogismo asertivo
"lo otro", cargándolo de empirismo
a
y sin
monta.
esta
ilógico
contra
es asunto de mucha
siquiera percatarse de ello
Pero que además atribuyera un
lógos al mundo
—
natural, mediante la causalidad,
aún es cosa de mayor
modo
de
hablar
Porque
y pensar que la
en
lógica pretendía
principio un ordo idearum
por la
acción del Estagirita se
desplazó también hacia las cosas,
calado.
el
recto
—
—
,
convirtiéndose
"entraron
en
un
razón"
ordo
rerum.
Mundo,
cosas
y hechos
así, literalmente
y obligados a
conducta lógica, se sometieron a la destreza con
que
Aristóteles trató de dominar el
lo
indeterminado,
ápeiron,
en
—
—
66
sujetándolo
con
lineales de
causa
causalidad,
tuvo
ligaduras, aprisionándolo
en
cadenas
y efecto. Sobre esta "razón empírica", o
su
punto de apoyo la antes dicha "lógica
de los hechos". De
que si el pensamiento y la
ciencia decimonónicos ostentaban empirismo y causali
dad
manera
blasones de acreditado
rigor,
dieron muy clara
señal de que el aristotelismo arreciaba allí en donde mu
chos creyeron darle tierra definitiva.
como
Pero el revés de la
fue
singular. La
lógica aristotélica que, como vimos primeramente, se des
bordó en su condición probatoria y asertiva hacia el ajeno
campo de la experiencia, en cuanto se puso en juego
sobre las cosas mediante la causalidad, emprendió un
extenso
vuelo hacia
apartaba
de las
hacia la más
menos
"más allá" trascendente, que la
mismas. Porque en ese remontarse
un
cosas
lejana
trama no
ultimidad había
un
cierto
dejo
del
la cabeza,
pensamiento eleático, que,
situaba el remoto arché, estante y estable sobre todo lo
existente: en el Ser. El empirismo lógico de Aristóteles se
con
orientaba, de
Parménides
modo, hacia la
a
primera, aquella
proceden. Sin embargo, hemos
Heisenberg, que "la causalidad sólo
puede explicar sucesos posteriores por sucesos anterio
res, pero nunca puede dar razón del comienzo". La cau
este
de la que todos los
de reconocer, con
causa
entes
salidad aristotélica, sí; creyó hacerlo. Para ello,
mienzo situó a Dios. Aunque se le considere
en
un
el
co
buen
teológico. El
luego, lógico;
Dios aristotélico apareció en el armazón de la causalidad
como un auténtico deus ex machina, semejante al que, en
las postreras tragedias de los griegos, "daba razón", expli
caba aquello que no cabía o no se desarrollaba en la
intriga. Así, Aristóteles, al seguir el surco de Parménides,
sometió la "logia" a teología y abrió un camino contrario
al empirismo. En cuanto se razona sobre revelaciones y el
pensar se convierte en glosa o acatamiento, surge la escocomienzo,
no
era,
desde
fue...
67
lástica sobre el horizonte. Este fue el flanco más expuesto
del aristotelismo, pero, nótese bien, expuesto a los ata
ques que rudamente le infería
el del conocimiento empírico.
Tan
compleja peripecia
su
propio
advierte por
brazo opuesto:
el pensa
desde enton
qué
miento causalista, de índole lineal, procedió
ces como la navecilla de una lanzadera que, deslizándose
sobre invariable cauce, vaya en continuo vaivén, sin
resolución ni término, en recorridos contrarios: el induc
tivo, para llegar en arribada forzosa a la causa primera, y
el deductivo, por el que debía exponer cuanto de aquella
dimana. Este modelo causal gozó de tan acreditada salud
pervivió en la conciencia de Occidente dos mil años
cumplidos. Es consagrada opinión que el pensamiento
europeo se desembarazó de su lastre gracias a la ciencia.
Puntualicemos que tan graciosa faena originariamente
no tuvo
sesgo científico alguno: los filósofos, avezados en
fueron los
naufragios
pues que a veces lo provocan
adelantados, los primeros en abandonar el viejo casco en
zozobra. Pero no nos anticipemos. Antes del obligado
desembarco, aún queda largo que fluctuar.
que
—
—
,
68
La causalidad
historia del
1
LOS
DE
HECHOS A
la
en
arte
LOS
FACTORES.
PROGRESO Y CAUSALIDAD
"los
mundos
engendran
engendran mundos y los tiempos
tiempos, hallándose estos últimos
por encima de los primeros, y brillan
nuevos
considerablemente
do en ellos el escondido enlace de las causas y los efectos".
Son palabras de Fichte. Son palabras mayores. En el
umbral de la centuria última testimonian cómo la causali
dad halló firme afianzamiento sobre la idea de
progreso.
El tema es de considerable alcance.
Porque
ciencia
historia, al adquirir la condición de
teoría evolutiva del mundo, concibieron los sucesos, seres
y fenómenos en encadenamiento ascendente, orientado
e
hacia
remotos fines superiores, tendente a "más y mejor".
De tal manera, sobre el haz del pensamiento decimonó
nico reapareció la teología. Destaquemos, sin embargo,
dispuso el télos, o meta leja
primer principio, mientras
que, muy al contrario, la concepción evolutiva lo remitió a
cuanto fuera zaguero, posterior o último. Pese a esta
diferencia
conjuntándose "evolu
que no es poca
que el causalismo aristotélico
na, allá en la extremidad del
—
—
,
ción" y "causalidad", vistieron la realidad con renovado
tejido lógico, poniéndola en distinta tela de juicio.
desde muy antiguo, "antes" y "después" de
Aunque,
69
los procesos temporales fueron erróneamente identifica
dos con el modelo proposicional de antecedente-conse
pasado siglo, la consecuencia lógica y el
temporario "después" se estimaron invariablemente su
periores al antecedente o "antes", tanto en nivel cuanto
cuente,
en
en
el
desarrollo, por cuyo acrecentamiento
se
evidenciaba
el progreso. Al parecer del evolucionismo optimista,
cualquiera tiempo futuro era mejor.
Páginas arriba indicábamos cómo los acontecimientos,
condición activa y sometidos a figura
concreta, estática, quedaron reducidos a "hechos". Pues
to que, en el positivismo inicial, el conocimiento era asun
privados
to
un
de
su
pertinente
a
los sentidos
sin sentido de
suma
cosa
—
galanura
—
que ahora nos parece
los hechos, a fuer de
,
hallarse "cosificados", adquirieron condición y empleo
de "material". Así, tratados como "material histórico", se
pudieron compilar
apilar, pesar o medir, ver, oír, oler,
gustar y tocar...,
quiera, menos reconocerlos en
aquello que primordialmente fueron: actos, acciones hu
y
cuanto se
manas,
actuaciones, actualidad. El hecho
tal manera,
tanto en
objeto usual,
que lo había
con
objeto
olvido del
ejecutado.
se
convirtió, de
de conocimiento
como
sujeto personal
o
colectivo
vez
a
la liza el
Pero
una
entró
en
pensamiento causal de índole evolucionista, cambió radi
perspectiva. Dentro de esta concepción, el
fieri existente en actos y hechos obtuvo nuevo papel, y
asimilándolo a "causa", quedó convertido en "factor". Este
paso decisivo, de los hechos a los factores, significó otro
soberano vuelco en el racionalismo histórico. Porque el
fieri, en ejercicio de "factor", adquirió crédito y rango de
calmente la
hacedor", al que toda realidad debía su existencia
consistencia. Y con tal predicamento, la gestación de los
hechos debió de ser explicada por factores, secreto agen
te provocador de cuanto en el mundo hubiera. A la
ciencia y a la historia les incumbió revelarlos,
pesquisán"sumo
o
70
dolos por las trazas apreciables que dejaran sobre los
hechos. De ahí la nueva misión que había de caberle al
saber auténtico: in-vestigar, según el recto sentido de
huellas y descubrir vestigios1.
Así ocurrió que la historia, puesta
seguir
consideración,
de
se
obligó
a.
salir
en
son
bajo
esta
nueva
de montería,
a
la
factores oteara en su horizonte
por
descuido
cierto que
y menoscabo de los hechos nu
dos, ahora botín despreciable, propio del primer positi
vismo, ya "superado". Con manifiesta intención reducto-
caza
cuantos
—
con
ra,
soslayó
do
en
el conocimiento al por menor y al detalle: no
las cosas, sino las causas; no los hechos, los factores, tal era el
nuevo
programa. Y sobre el saber histórico, transforma
ciencia de
universales, otra vez asomó la
conocido
afán
de dominar el mundo: bastaba
oreja aquel
con descubrir a
o se debe
un
qué causa obedece
razones
—
—
hecho, para suponer que dócilmente "obedece"
mete
—
al descubridor de
—
se so
su causa.
semejante estilo de pensar, el hecho se concibió
"hecho"... por un factor. "Suceso" no era sólo aque
llo acontecido a personas o grupos humanos: más bien
En
como
vino
a
seguía
significar
o
en el sentido de
lo que "sucedía"
que
a determinada causa. Por ello, la
continuaba
—
—
historia,
en vez
porales,
se atuvo a
lineal, de la
de considerar auténticas situaciones
causa
tem
"la sucesión" dinástica, genealógica,
el
efecto. Si anteriormente nada hubo
y
'La división corriente de historia "interna"
la historia de
puro estúpidos, saltan a
la "interna" indaga las
descubriéndolos
están
en
el
y "externa" viene de esto:
supone compuesta por los hechos que, de
la vista y entran por los ojos, queramos que no;
uso externo se
con
secreto.
causas
la luz del
ocultas, los
nexos
pensamiento,
Doble vertiente
en exceso
los
71
los
muestra a
ruda para
simple elementalidad, pero que distingue,
de "los hechos" y la de los "factores".
como
entre
no
sucesos,
quienes
y
no
considerarla
a su manera,
la historia
de más seguro que los hechos, mediado el siglo xix poco
pareció más cierto que las causas; desde luego, nada
ser más "efectivo"... De tal manera, la realidad y la
podía
conexión de causa-efecto
guales1.
llegaron
a
considerarse
pari
Ahora bien, no cabe desconocer que si el factor no es
auténticamente hacedor hasta los extremos límites de un
fenómeno, y si la
permitiéndonos
motiva la totalidad del suceso,
segura prognosis, ni causa ni factor
causa no
su
nombre. Y si
lo que son, ¿qué son?
Son, sencillamente, nada, porque el pensamiento necesino
tativo
causal o determinista
puede permitirse am
merecen
su
no
—
—
bigüedades:
Por
estos
de
tiene que ser forzosa y absoluta.
caminos vericuetos se extraviaron quienes
la
causa
proceder de cierta
hechos posibles, en los
hacían
son
causa
común todo el
espectro
que las diferencias resultaban
ser, a la postre, de mayor entidad que la pretendida
analogía originaria. Precisamente, la singularidad de las
principal valladar con que
el pensamiento reactivo contra el positivismo diferenció a
la historia de las ciencias de la naturaleza. Aquellas pom
posas "causas", solemnemente presentadas por los histo
riadores, no pasaban de ser sino las condiciones generales
en
que nuestra vida ocurre, carentes, desde luego, del
requerido poder configurador, que determinara, última
acciones humanas
significó
el
y hacemos. Mutatis mutandis, si
aceptamos tales causas, esto equivaldría a suponer que la
atmósfera, como necesaria para la vida humana, es por
mente,
cuanto
'Nuestra
y factores
somos
manera
de pensar delata dicha identidad. Como las causas
nuestro hacer es "efectuar", provo
"hacen", suponemos que
efectos. Aún más: cuando al dar por
aceptada cualquier idea o
decimos
"efectivamente"
o
"en
proposición
efecto", significamos con
ello que la certeza radica en la consecuencia de una causa, en su efecto.
car
Incluso éticamente
se
exige
a
nuestra
72
conducta la "consecuencia"...
ello, la "causa" de todas las manifestaciones históricas que
lugar bajo su
continuar empleando
hayan
De
tenido
manto...
pensamiento fáctico, no
histórica hay, ante todo, "cau
este
cabe omitir que en la vida
santes", dotados de libertad
irreductibles al
juego simple
considerarse
ran
en
otras
e
o
intenciones, por lo
abstracto
con
que
tanto
pudie
ciencias, fuerzas, cuerpos
o
elementos. Así, la "causa" del pintor Rembrandt no es el
protestantismo, ni el vaporoso clima de Holanda, ni las
corporaciones locales,
ni nada de todo ello. Todo ello, y
muchos motivos más, son tan sólo referencias que nos
permiten centrarlo, poniéndolo en su lugar y ocasión.
Pero nunca explicaremos su obra si no nos arrojamos a
averiguar qué hizo en tal situación y qué obtuvo de su
especial coyuntura. Comprenderlo es faena de desentrañar los
supuestos propios de su labor inalienable. Y aunque los refira
mos a los
supuestos de su tiempo, no por eso hemos de
considerar que "deriva" forzosamente de ellos. En idénti
co momento, y en su terreno y lugar, nadie logró lo que él
pudo, ni llegó hasta sus extremos. Por ello, convertir al
Rembrandt de
nuestro
caso
como
—
a
cualquiera
que
pasivo "producto de", supone reducirlo a la
triste condición de un artículo industrial o manufactura
"sea"
—
en un
do, del que conociéramos sin falta, punto por punto y
por
una,
para
su
todas las
operaciones
elaboración. Sólo
en
y materias
este
imprescindibles
podría
entedimiento
aceptarlo como "producto de", y si no, no.
todo hay quien se atreva...
"Factor", "producto", "determinante" fueron
mos
una
Pero
a
térmi
nos constitutivos de la realidad histórica y científica me
diado el siglo anterior. Aplicados sin ton ni son, acuñados
continuaron circu
como
segura moneda de buena ley,
lando fácilmente entre quienes, al usarlos, evitaban pen
o
sar más allá de lo
impiden.
que tales nociones permiten
Su situación fue la de tantos otros términos, que valen
73
porque circulan y circulan cuando ya no valen, es decir,
cuando nada determinan, porque perdió su virtud el
pensamiento en donde surgieron. Que haya pensamien
ideas
to muerto e
fijas, obstáculo al ejercicio de pensar
—
y
pero que tales nociones crustá
ceas
otorguen seguridad al hombre, en cuanto le ahorran
la reflexión, mucho peor parece. Esto tiene un claro
abundan
—
,
nombre:
grave
se
cosa es,
llama
super-stición, "aquello-sobre-
lo-que-se-está", sobre lo que se descansa seguro, sin duda
ni prevención. En ello hay, pues, manifiesto resabio selvá
tico, primitivismo. Sólo diferencias de grado separan
este
supersticioso pensamiento primigenio
a
de las actuales
"ideolatrías", término con el que designamos ciertos
conjuntos de ideas esclerosadas, que se aceptan y veneran
aquello que facilitan o resuelven. De ahí que resulten
intangibles, como temido tabú, e inmodificables, a la ma
nera de un
seguro ritual, pues cualquier alteración iría en
por
desmedro de
su eficacia. Esos sistemas
que denominamos
"ideolátricos" hubieran desazonado a un Platón, para el
que no existía oposición más rotunda que la del eidolon y
el eidos (la imagen como simulacro fantasmal y el conoci
miento riguroso): el ídolo y el saber. Por su especial
condición, las referidas "ideolatrías" sólo permiten la
"glosa"
que
—
no
pasa de
ser
"lengua"
—
,
y
pura habiun remédia-
en
tualidad, aplican sus cuatro fórmulas como
lotodo. Su paso infirme ha de recurrir a muletillas; sobre
lugares comunes marchan dificultosamente.
74
2.
la
LA OBRA DE TAINE
causalidad,
extensiva, trajo consigo
derar la historia del
tratadistas
doble condición lineal y
diferentes posibilidades de consi
en
y de la
arte
limitaban
su
arquitectura.
Cuando los
descubrir "el escondido enlace
los
efectos", surgía una historia filiatoria,
y
en la que cada "hecho" quedaba referido a su "factor"
antecedente. Pero si, en vez de aceptar que todos los
caminos llevan a la Roma del primer principio, se formu
de las
se
a
causas
causas
generales, de mayor extensión que los he
el
saber
histórico era muy otro, pues se obligaba a
chos,
encontrar sobre cada acontecimiento singular la filigrana
laban
coloración de la
luego que en el
pensamiento antiguo se estimó a la causa prima como la
más general, pero no se hizo suficiente hincapié sobre
esta división, que distingue de un tajo los dos aspectos
o
causa
común. Desde
la causalidad: el del encadenamiento lineal y
el de la diferente extensión abarcadora de las causas,
inherentes
según
En
su
a
grado
cuanto
generalidad.
posibilidades causales en la
aparece Hipólito Taine como figura
de
situamos ambas
historia del arte,
mayúscula, uncial.
Porque no se conformó con poca cosa.
Todo aquello que implicaron el positivismo y el causalismo se acumuló en su Filosofía del arte, a semejanza de
aquellas concreciones geológicas en las que se superpo
nen
diferentes
comprobables;
acarreos:
su
el
tema
consiguiente
de los hechos claramente
clasificación; la invasión
de las ciencias naturales sobre la historia; los hechos como
"producto de"; más la formulación de leyes, la pesquisa
los
de una causa
y las líneas de causa-efecto
primordial
Es cosa
presenta su teoría en considerable mare magnum.
de oírlo: "Voy a presentaros hechos palpables (...), hechos
positivos que pueden ser observados, si consideramos las
75
ordenadas por familias en los museos y las
bibliotecas, como las plantas de un herbario o los anima
les de una galería de Historia Natural. Se puede (...)
investigar lo que es una obra de arte en general, como se
obras de
arte
estudia lo que es una planta o un animal..."
A diferencia de la teoría neoclásica y de la romántica,
"esta nueva ciencia mira con simpatía todas las formas del
y todas las escuelas, aun las que parecen más opues
entre sí..." "Procede como la botánica,
que estudia con
arte
tas
el mismo interés
el laurel y el naranjo, otras el
olmo y el abeto. Casi podríamos considerarla como una
especie de botánica aplicada, no a las plantas, sino a las
obras humanas". Y esto porque a semejante ciencia le
unas veces
corresponde participar
aproxima cada día más
"el movimiento
general que
las ciencias morales [es decir, las
ciencias del hombre o de la cultura] a las ciencias de la
naturaleza y que, al mismo tiempo que da los primeros
principios, procedimientos y direcciones a las segundas,
les comunica idéntica solidez y les asegura progresos
en
iguales".
Orden y progreso...
Presentados los hechos tangibles y clasificados botáni
camente, le llega su vez al causalismo: "Mi único deber
exponeros los hechos y mostraros cómo se
han producido. El método moderno que trato de seguir
(...) consiste en considerar las obras humanas, particular
consiste
mente
causas
en
las obras de arte,
hay
conocer..."
como
investigar
Aquí no vacila
que
hechos y
productos, cuyas
preciso
caracteres es
y cuyos
Taine. Entre la causalidad de
índole lineal y la que refiere los hechos nudos a motivos
generales, Taine se pronuncia... por ambas. "Podemos
(...) señalar
con
que enlaza la
asevera
exactitud todos los eslabones de la cadena
causa
optimista.
primera
a
su
última consecuencia",
ejemplos, el que se refiere
Bajos, nos cerciora del procedi
Uno de los
al hombre de los Países
miento: "Podríamos decir que
76
en este
país el agua
da la
hierba, la hierba da el ganado, el ganado da la manteca, el
queso y la carne, y que todos juntos, acompañados ade
más de la cerveza, dan por resultado el habitante". Huel
ga insistir sobre el rigor "científico" de semejante méto
¡El hombre
de
lugares se dijera convertido en un
producto agropecuario, hidráulico, bovino y lácteo, com
pleto con el añadido de su bebida espumosa! Está visto
do.
esos
consiste en
aquí como en otros casos
que el "método"
arbitrariamente
determinadas
de
las
causas,
fijar
que debe
proceder necesariamente aquello que se trate.
—
La otra
vió
a
posibilidad
subordinar el
generales,
como
—
causal
aceptada
las
arte a
causas
ellas la condición
entre
por Taine, le mo
que estimaba más
geográfica,
entendida
propósito, dice que "las produccio
humano, como las de la naturaleza, sólo
"medio". A
este
espíritu
pueden explicarse
nes
del
por el medio que las produce", y por
que no quepa duda, reitera: "el medio determina la espe
cie de las obras de arte", asertos que acentúan el tinte de
historia natural que atribuyó a la historia humana. Para
rematar la confusión de la historia artística con la ciencia
natural, Taine supone que el medio, además de configurador es selectivo, pues elimina las "especies" artísticas
que le
son
ajenas
con
"toda
una
puestos y de ataques renovados
serie de obstáculos inter
cada
en
momento
de
su
la idea darwiniana de la
selección natural y de la supervivencia de los mejor dota
dos. Las obras de arte adquieren, de tal manera, cierto
desarrollo", concordando
con
su existencia
rasgo de "seres vivos" que deben luchar por
contra el medio, así que no sabemos a ciencia cierta si este
medio es tan propicio a las obras como estima Taine en
una activa y aniquiladora resis
otros
o
lugares representa
tencia1. Por último, cuando
1
La
ambigüedad
de "el medio",
asevera
según
77
se
que "la función pro-
represente como
un
benéfi-
pía
manifestar el carácter esencial o,
carácter importante del objeto; carácter tan
de la obra de
al menos,
un
dominador y
arte es
tan
visible
como
posible sea",
reitera
su
términos de "función" y "carácter domi
biologismo
nante", noción ésta que divulgó posteriormente la genéti
en
ca.
concluye aludiendo a leyes, tal como lo
pretensión científica: el carácter esencial "es
Un paso más y
requería
su
cualidad de la cual todas las demás, o por lo menos muchas
de ellas, se derivan conforme a relaciones fijas" Sin embargo,
una
.
la salvedad que denotan los giros de "al menos" y "por lo
menos" da fe de un pensamiento necesitativo y determi
nista...
la
ley
troppo, dudoso en su desarrollo, puesto que
puede ser necesaria, a la par que en cierto modo
ma non
no
y
con
co
caldo de cultivo
reservas.
o como un
obstáculo selectivo, viene de
Así, la
la conducta
antes.
ad-aptación al medio, que Lamarck propone para explicar
biológica, implica, o bien que el adaptado es un ad-apto, es decir, un
"apto para" vivir en tal medio, o es "apto para" efectuar ciertas acciones
porque se formó en determinado medio, asunto muy diferente.
Pero en la biología actual existe una concepción muy otra del medio,
por la que se supone que el medio corresponde a los fines y éstos a
acciones. No hay, pues, un medio común
para todas las especies que
habitan
en la misma zona. En lo
que respecta al arte, si el medio en su
sentido tradicional fuera la causa por excelencia, no se
explicaría jamás
la sucesión de obras distintas,
y aún contrarias, en un mismo lugar (las
catedrales góticas construidas sobre
emplazamientos de templos clási
cos,
por
ejemplo).
Cuando
se
prevalecer
imperio de tal causa, la
explica que Dilthey hiciera
mantiene el
historia debe retirarse por el foro. Esto
la noción de "mundo" sobre la de "medio".
78
principios
Los
en
1.
de conservación
la historia del arte
CAUSA
AEQUAT
EFFECTUM
que anudó Taine tuvieron diferente
Porque las dos tendencias capitales que la cau
salidad entraña, permitían, cada una
por modo distinto,
nuevas
de
posibilidades
comprender y exponer los temas
de la historia del arte.
los
cabos
desenlace.
Con relación al modelo de la causalidad lineal, aconte
ció cosa sobremanera sorprendente. Y es que habiendo
servido de segura tierra firme a la concepción evolutiva
de la historia, vino a dar en aquello del herrero que a
fuerza de forjar perdió el oficio. Este modelo, limitado a
huera formalidad, terminó por motivar una noción
muy contraria al "progreso": nos referimos a la del mante
nimiento de lo idéntico en la historia. Merece la pena detener
su
insólita ocurrencia.
Que la causalidad, desde sus primeros pasos, sirviera
de base a la razón e incluso se confundiera con ella es
se
sobre
tan
consabido, pertenece al dominio público. La cau
salidad sirvió para reddere ratio, para "dar razón" del
asunto
mundo, estableciéndose por
su
medio el correlato
entre
Este es, ciertamente, el
y el contorno.
motivo de la identificación entre aitía (causa) y lógos (ra
el
pensamiento
zón), términos que los griegos emplearon sinónimamen
te,
to
indistinción. Pero el lógos
fue traducido al latín, cambió de giro
con
general
79
griego, en cuan
conceptual. Así,
el sentido latino de ratio, supone la posibili
dad de dividir mundo y problemas en porciones, para
razonar,
hacerlos
en
comprensibles desmenuzándolos,
menudeo. En
uno
de
sus
tratándolos al
es, pues, ra
aspectos,
en raciones...,
para hacerlo
razonar
cionar, fraccionar el mundo
asimilable.
Sin
embargo,
las
razones
aisladas
no
se
bastan
a
sí
mismas ni bastan por sí solas para comprender realidad
alguna. Han de tener junta. Así, en el esquema causal que
nos
ocupa, las razones aparecen conjuntadas sobre una
línea de
a-sertos
(afirmaciones
siguen otras), quedando
in-sertas
en
que
un
todo. De
conduce
a
manera
distinguir
esta
a
las que anteceden y
engarzadas serties
razón "segunda" ya no
o
partes, sino que
asertar, enhebrando
—
se
transforma
—
en un
sartas, ensartándolas.
Razonar es, así, rati-ficar, comprobar mediante el enlace
de razones, y el razonamiento depende de la modalidad de un
conjunto, estableciéndose, con el referido esquema, deter
razones
minada conexión lineal
entre
membrado inicialmente.
en
aquello
que había sido des
Ahora bien, la manera expositiva de la causalidad su
puso, desde su origen, una dinámica, por la que cada
efecto, transmutándose, era causa del siguiente, obligado
éste,
la
a su
causa
distintos
Taine
tivos
idéntico juego receptor e impulsor. Pero
antecedente y el efecto o consecuencia eran
vez,
o
entre
—
,
de
tal
como
acabamos de
apreciar
las cadenas causales sobre
diversos, asociados solamente
vez
en
cuanto
que
se
integraron
llegaba
lejos, avanzaba
grada, pro-gredía, progresaba.
causa,
una
De
su
—
en
mo
causa
y
progreso y causalidad,
de suponer que cada efecto se diferenciaba, además,
su
día
sí
constituyéndose
efecto. Una
era
a
porque
más
o ascen
modelo causal hemos dicho
que sólo subsistió
formalidad: la disposición lineal o en "sartas" de los
este
80
motivos inclusos
miento
rector
que resucitó,
en
la historia del
fue muy
a su
otro
manera,
aquella
Pero
arte.
que el
su
pensa
evolucionista,
fórmula
tanto
hipnótica
de
aequat effectum,
que
estimó que lo causado reaparece con persistencia invaria
ble en el transcurso del tiempo. Así que la causalidad
y llevándola
causa
acabó
configurando
una
historia
reiteración de lo idéntico. Sobre
a
la historia del
paralítica,
esta
basada
arte
en
la
orientación de la
historia, que los italianos denominan "filológica", el pro
greso brillaba por su ausencia..
En semejante conformidad, a la historia del arte le
correspondió probar
la constancia de los motivos y de las
formas. Ni el medio ni el progreso importaban un adar
me, porque a las soluciones artísticas, una vez constitui
las supuso dotadas de tal poder de continuidad
que originaban prolongadas cadenas de obras análogas
entre sí, ajenas por entero a las situaciones y al variable
das,
se
surgieran. Por ello, la historia del arte,
de pretendidamente progresiva y lógica terminó convir
tiéndose en estática y genealógica, orientándose entonces
sus
pesquisas tanto hacia el reconocimiento de "tipos"
invariables como a la búsqueda del prototipo que los
encabezara: el inevitable Adán de cada especie. Pero,
subrayémoslo, este sesgo "tipológico" de la historia del
arte se basaba nuevamente sobre un esquema prestado
contorno en
que
darwinismo: nos referi
por la ciencia natural, anterior al
mos a la clasificación filogenética de las especies, pro
de la especie
puesta por Linneo. Allí estaba la estimación
alte
como unidad fija, invariable, tipo que mantiene sin
tam
en
ella,
ración el
originalmente creado. Y
prototipo
bién, constaba la ordenación filiatoria de los
a
nimias características
las
morfológicas
propiamente formadoras.
En cuanto la historia del arte
"linneal", filiatoria, de
sus
aceptó
problemas
81
y
en
y
seres,
sujeta
detrimento de
esta
disposición
incluyó en
temas,
pensamiento
su
un nuevo
creencia de que
puede apartarse
cualquier
de lo que
resabio aristotélico, porque la
forma o solución artística no
originalmente fue,
representa
la más fiel reactualización de la idea de substancia que
estableció el Estagirita (la ousía, el ser que persiste en ser
el que era: quod quid erat esse). De ahí que para Linneo
y,
con todas las diferencias, para muchos historiadores del
los tipos existen según el número fijo de los origi
arte
—
—
nalmente creados y con mantenimiento de su aspecto
primero, cuya radical condición perdura en cada indivi
ciertas alteraciones circunstanciales y desde
ñables. Por ello, la idea de Linneo: Species tot numeramus
quot diversae formae in principio sunt creatae. Y en la historia
duo, pese
a
del arte, la gran variedad de series de transmisión de
temas y formas que proponen Schnaase, Dvorak, ValéryRadot, Puig i Cadafalch, etc., basadas en la in variabilidad
tipos originarios1.
Ahora bien, la suposición de que una formulación
artística contiene "en germen" cualquier otra que la siga
de los
cosa
—
tipos
que
—
'
,
ocurre
entraña
Aristóteles, tal
procedentes
(principio que
de
si basamos la historia del
un enorme error,
como
otros
formula,
(libro
i,
en
porque
proto
atribuye
de-
la Física, la substancia y los seres
a la negación del devenir
cap. 8), da pie
Leibniz y Haller
nes). De ahí todos los
arte en
aplican a la preformación de los gérme
"principios de conservación" característicos de la
ciencia clásica: el de la conservación del movimiento (Descartes), el de la
conservación del calórico (Black), el de la conservación de la fuerza viva,
de
ley
y Leibniz; el de la conservación de la fuerza, de Spencer; la
de la constancia de la vida orgánica, de Preyer; la conservación el
Huygens
peso, de la materia, de la masa, de la energía... y hasta la palingenesia
conservación de la forma o hechura de las cosas en todos sus esta
—
la que tan aficionados fueron algunos teorizantes. Realmente,
de pensar es la que evidencian los historiadores del arte que
atienen a constantes y aceptan la invariabilidad de los motivos.
dos
—
,
a
esta manera
se
82
terminada vida creadora
las
a
obras,
no
las personas,
a
si de por sí pudieran engendrar
aquellas que apare
después. Pero ninguna idea o solución artística supone la
existencia de otras que forzosamente le sucedan. Cuando la
como
cen
historia olvida tal cosa, omite que esa supuesta forzosidad
se encuentra en los acontecimientos
porque los contem
pla después de ocurridos, como pasado hecho, descui
dando que el pasado, antes de ser tal, fue también
aspira
problemática, vago
obligatoriedad
ción
inevitable
barrunto en el que no existía
sino incertidumbre y riesgo. De
la llamada "vida de las formas", importe sobre
ahí que en
todo averiguar cómo y por qué
ran
y cómo y por qué se alteran
—
,
do
esto
sucede
—
,
sin atribuirles
Aunque ningún ejemplo
pues pertenece
a
—
—
nunca una
forzosidad, de la que carecieron
es
si perdu
perduran
o
desaparecen cuan
al
surgir.
suficientemente
orden distinto de la
un
irremediable
ejemplar,
norma o
idea
anticiparemos uno, referente al problema
exponemos y a simple título de ilustración aproxi
que corrobora,
que
mada.
Los tratadistas del
ron
desde el
siglo
cristiano y bizantino se enzarza
pasado en una cruda polémica que los
arte
dos grupos. Primeramente, Wickhoff y Riegl
estimaron que el arte romano, expandiéndose hacia el
Oriente en su etapa final, sirvió de preparación al arte
dividió
en
cristiano. Otro
cuando
en sus
investigador, Kraus,
comienzos el
Oriente, todo lo que
siglos
iv
romano
arte
consideró que, aun
cristiano debe mucho al
aquel se encuentra, entre los
simple forma provincial del arte
en
y vn, es una
de la decadencia. Frente
a
estos autores,
y si
guiendo en cierto modo a Courajod y a Choisy, Strzygowski, en su conocida obra Orient oder Rom, afirmó ro
tundamente la procedencia oriental del arte bizantino,
señalando cómo retrocedió el helenismo
sión de los motivos artísticos del Oriente
83
la expan
sobre todo al
ante
—
propagarse los de la Persia sasánida. Con ello, según
Strzygowski, las antiguas tradiciones locales se restable
cieron y llegaron a su auge estimuladas por el arte cristia
no oriental. De ahí
que el problema ya no tuviera que
enfocarse
como una
cuestión de
primacía
entre
el Orien
Roma, sino, más bien, considerándolo con nuevos
términos, como la pugna entre el helenismo y el Oriente,
te o
en
la que
último acabó por dominar. A
este
se sumaron otros
nos
historiadores, quienes,
distingos, aceptaban
la
procedencia
Strzygowski
con
más
o me
oriental del
arte
los que destacaron Diehl, Wulff y Aubert. Y porque el grupo de los partidarios del origen
romano, que siempre fuera minoritario, no se hallara en
bizantino,
entre
trabajos de Wilpert y las contribuciones
Sas-Zaloziecky, de Bettini y de Swift, signifi
caron una renovada mise au
point de los precedentes ro
manos
que contribuyeron a formar el arte cristiano y
menoscabo, los
recientes de
bizantino.
La controversia
porque son perfectamente concebibles nuevos
de obras orientales o romanas, precursoras del
bizantino, que circunstancialmente inclinaran la ba
infinitum,
hallazgos
arte
descrita, bien pudiera prolongarse ad
lanza
favor de
tesis. Pero, seguramente, esa
tela de Penélope, hecha y deshecha en continuo teje y
desteje, no pasa de ser un bizantinismo más, que a nada
a
una u
auténtico conduce.
otra
Porque
el
arte
de Bizancio,
en
sus
depende
quiera
haya aparecido antes en ésta o en
aquélla órbita cultural. Más bien, el problema puede pro
ponerse así: puesto que nunca hubo una concepción del
mundo como la bizantina, nos importa sobre todo com
aspectos decisivos,
de
prender
diante el
sus
no
motivos
hasta
solamente de que cual
qué punto los motivos
ejercicio de sus nuevas ideas
algo singularmente distinto
orígenes. Por ello, la indagación
en
84
que heredó, me
se transformaron
de lo que fueron en sus
que tiende a descubrirá
dónde
procede
una
cosa,
suele
tener menos monta,
para la
ella.
historia del arte, que el saber cómo se procede con
Esto aceptado, ¿habremos de considerar que el mosai
co
de fondo dorado
es
pretende Swift,
excepcionales del
romano, así lo
ejemplos
porque aparece
de ese imperio
desde la famosa Domus Áurea de
descuidándonos de cómo lo hizo característica
Nerón
mente propio el arte bizantino, mediante las enormes
composiciones requeridas por sus peculiares ideas reli
mínimos
en
arte
o
—
—
,
giosas, arquitectónicas y ornamentales? ¿Creemos, acaso,
sea de procedencia persa
que la cúpula sobre pechinas
en cuanto solución arquitectónica aislada,
o romana
basta para motivar mucha de la arquitectura cupular
bizantina, si desconocemos qué ideas litúrgicas e icono
gráficas estimularon y magnificaron su empleo? Tales
son, entre otros muchos, algunos de los errores y omisio
nes que supone la concepción puramente filiatoria de la
historia del arte y de la arquitectura, basada en la inevitabilidad de las reiteraciones, cosa que, sin duda alguna, es
imposible comprobar sobre las obras.
—
—
,
85
2.
los
LAS
INFLUENCIAS
del arte, puestos en la
persistencia indefinida de ciertas
historiadores
obligación
de revelar la
soluciones artísticas y la existencia de los
correspondien
tes prototipos, recurrieron a un término
mágico, "la in
fluencia", para justificación y explicación del supuesto
encadenamiento lineal y de la semejanza entre las obras.
Según esto, cada prototipo tiene "sucesores" análogos,
porque influye sobre las obras que le siguen, marcándo
las con su inconfundible sello. Esta peligrosa noción que
dó así definitivamente
consagrada, aunque, como suele
acontecer, su aceptación general se debió más bien a la
comodidad de su uso múltiple que a la corrección del
pensamiento que implicaba.
Durante
siglo,
nuestro
señalaron la debilidad de
varios historiadores del
arte
idea ( Worringer, Focillon,
Freiedlánder), aunque sin problematizar suficientemen
te el tema. Después, Lafuente Ferrari, en su obra La
esta
fundamentación y los problemas de la historia del arte, cita
como
prejuicio más grave el "que pudiéramos formular
transmite y nada se inventa" No obstante, nues
posición difiere de las que sustentan estos tratadistas,
así: Todo
tra
se
.
porque el concepto de "influencia" lo referimos a la ten
dencia histórica que, con esta idea causal, justificó la
transmisión de lo idéntico. La influencia, tal como la
entendemos,
del
arte
es una
entidad
específica,
delata determinada relación de
prototipo.
Si
algunos
que
en
la historia
semejanza con
un
historiadores de la música afirman
que varias sonatas para piano de Clementi "influyen"
sobre otras de Beethoven, significan que en la obra de
éste
aspectos propios de las composiciones de
perduran
aquél. Así que
la influencia
id-entidad respecto
a
una
se reconoce
manera, una
S7
porque denota
fórmula o una
la obra considerada, y sólo en cuanto
identificable "como" influencia es identificadora de cual
solución anterior
a
quier supuesta relación. Por ello, un complejo en el que
figure la fórmula "todo se transmite" no basta para dela
todo lo que se transmite,
filiarse aquellos motivos o maneras
influencias, pues,
tar
pueden
únicamente
entre
reconocida semejanza con los anteriores,
que, debido
delatan la posible conexión y la supuesta influencia1.
a su
embargo,
Sin
las
discrepancias aparte,
habremos de
que la idea de "influencia" encubre una buena
mixtura de errores. Descabezaremos algunos:
Sólo el pasado es activo. La historia que se basa en prototi
pos implica que lo influyente es siempre anterior a lo
reconocer
—
influido, y por ello atribuye todas las
posibilidades
crea
tiempo de antaño. Por otra parte, esta idea
conduce a la previsión... retrovisora, especie de "profecía
al revés", de la que siempre hizo gala el saber histórico
fundado sobre el encadenamiento de soluciones análogas
doras al
e
inevitablemente transferidas.
—
No
se
aprecia
con
claridad si la llamada "influencia"
es
las obras, a las personas o a ambas en manco
mún. Cuando de las personas se trata, algunos historia
dores llegan a tener por "influencia" el estímulo que se
debida
a
prójimo, omitiendo que es posible actuar
sobre alguien para que manifieste aquello que le es propio, a tal
ejerce
'
sobre el
Recalcamos
trarnos con
esta
diferencia de
personas que
condicionados". Pues así
una
las ideas
porque
en una
podemos encon
de "reflejos
suerte
el perro de Pavlov, cuando escuchaba
"alimento", estos "pensadores" a que aludi
como
campanilla sospechaba
mos, en cuanto
concepción,
reconocen
reciben cierta noción
de vista", por
determinado autor
Dilthev
—
"punto
piensan automáticamente en
lejos y sin reparar en que el término depende,
se
incluya.
88
—
al fin, del
ejemplo
—
,
—
sin ir más
contexto en
que
punto personal que incluso
mulante.
Por
—
otra
Cuando
parte,
confunde
se
puede
ser
contrario al esti
la imitación
con
la
influencia.
dicen que determinada obra
"influye" sobre
un
o un
arquitecto
pintor, hemos de entender, contraria
el
mente, que
pintor o el arquitecto la han imitado, adop
tándola como modelo. Cabe, desde
luego, que la nueva
obra
nos
parezca a su modelo por voluntad manifiesta del
autor, como también que lo rehaga sin proponérselo,
según el grado de libertad o dependencia de que el artista
se
disponga
en
frente
"imitación",
a
aquél.
Pero el
consciente
sea
o
suceso
quedará siempre
no.
Explicar a la persona creadora por influencias, supone
dejarla fija en la imagen del aprendiz, que a-prende y
queda entonces prendado y, por lo tanto, prendido de
aquello que le movió a dar los primeros pasos. Si no, se la
representa tamquam tabula rasa, pasivamente preparada
—
para recibir todos los trazos y huellas que sobre su dis
puesta superficie se inscriban. De manera que esta idea
de influencia, frecuentemente aparecida en la historia
del arte, estima al hombre creador según su capacidad
receptiva, condición muy diferente de la productividad
que le es característica.
—
Además,
prototipo
en este
modo de pensar
no se
comprobación segura
viceversa, originándose así
tiene
distingue
si el
mediante las in
un circulus in de
fluencias, o
mostrando; el consabido ir y volver del huevo a la gallina.
Con todo lo cual
se
omite:
Que el pasado no influye sobre determinado período
posterior sino en la medida en que éste lo estime y lo acepte,
pues en los tiempos ya idos hay zonas inertes, que sin la
voluntad actualizadora del hombre se perderían en el
olvido. Cada región del pasado queda sujeta a dilección,
omisión o rechazo, según las concepciones propias del
—
presente. Los "redescubrimientos" de estilos y autores,
89
que concuerdan
mento se hallan
activo, y
no
con
en
determinado mo
patentizan que el presente
las ideas que
vigor,
el mortecino antaño,
es
en
el
influyente genuino.
abundamiento, afirmaremos que las personas
creadoras "influyen" sobre el pasado, en cuanto extraen
de su fondo remoto los pretextos que convienen a una
—
A mayor
nueva manera
de hacer. Si Hindemith
toma a
Bach
como
partida para algunas de sus obras, no es que éste
influya sobre aquél; más bien podemos suponer lo con
trario: que Hindemith actuó sobre el pasado
sobre la
punto de
—
obra de Bach
—
,
dándole
un nuevo
destino,
una
continui
dad que sin la participación de nuestro contemporáneo
nunca hubiera conocido. Por ello resulta absurdo
pensar
que muchos autores son consecuencia forzosa de aquello
que utilizaron como pretexto y con muy clara intención.
La preferencia no es influencia. Tampoco la afinidad.
Todavía
res,
menos
el voluntario
puestos al servicio de
empleo
de motivos anterio
una nueva
90
idea artística.
La causalidad extrínseca
y la concausalidad
l.EL ARTE
Y
LA
ARQUITECTURA
COMO
CONSECUENCIA DE CAUSAS GLOBALES
decididamente,
la historia del
arte
dispuesta
la causalidad lineal y reiterativa concluía en una vía
muerta. Y aunque la crisis de este modelo causal se
pro
dujo durante la segunda mitad del siglo xix, el hábito de
según
su uso
lo
hasta muy entrado nuestro siglo. Los
de historia de la arquitectura hechos a la manera
mantuvo
trabajos
Puig i Cadafalch o de Valéry-Radot,
de
y los de Dvorak en
la historia del arte, dan testimonio de su perduración, al
par que delatan una situación frecuente en el campo
teórico, y
aquellas modalidades del pensamiento que
originalmente fueron "filosofía", una vez decaído su ejercicio y
perdida su vigencia, suelen perdurar en zonas arrabales del
trabajo especulativo, y con la figura contrahecha de la taxono
mía o de la sistemática, ofrecen su última y quistácea resistencia
frente a nuevas posibilidades de pensar.
es
El embate
tareas en
las
tó
el
que
que
la causalidad lineal fue una de las
hallaron más a su sabor los pensadores de
contra
se
postrimerías del xix. Realmente, con ello se represen
el primer acto de una crisis que había de afectar a todo
pensamiento causalista, así en la ciencia como en la
historia. En
este
punto,
tanto
91
Boutroux
como
Renouvier,
dos de los
pensadores que con mayor agudeza represen
tan las posiciones de aquel tiempo, coincidieron en
opo
nerse a la
causa
idea
de
aequat effectum, ate
antigua
que
niéndose exclusivamente a las contradiciones que impli
Boutroux supuso, y con razón, que en cuanto se
causa y el efecto, éste es "uno" con la causa
y
ca.
identifican la
entonces
acuerdo
efecto auténtico. Renouvier, de
lo antedicho y llevando la idea hasta sus
deja
con
de
ser
últimas consecuencias, concluyó que el principio de cau
salidad, en esta modalidad igualitaria, representa "la eli
Después, Bergson acabó por mini
mizar la razón y el causalismo, basándose en que sus
conductas tradicionales se ocupaban de revelar una idea
minación de la causa".
del Ser, suponiéndolos por ello
manifestar el devenir.
fija, eleática,
incapaces de
Tras esta crisis del causalismo lineal, y en cuanto atañe
la historia del arte, los tiempos venideros manifestaron
mayor inclinación por las causas generales o extensivas.
a
Taine las había
derándolo
empleado con su
como una causa
idea del "medio"
l
,
consi
extrínseca y abarcadora
en
la
que se incluyen el hombre y sus obras. Pero si la idea de
"medio" fue uno de los puntos de partida de esta modali-
1
Asociada, además, a otros tipos de causa, como la raza y el momen
Sobre la raza, tenida por Taine como causa "interna", afloraba,
aunque con distinto signo, la vaga idea romántica del pueblo anónimo,
to.
dotado de
poder creador. El medio, como más arriba vimos, supuso la
aplicación a la historia de una idea prestada por la ciencia natural, según
habituaba
Y por momento entendió la situación de un
al
modelo
respecto
que lo determina y fija: ni más ni menos
la
consabida
"influencia".
Véase el prólogo de su Histoire de la
que
Literature Anglaise (1864), y nótese que a las causas las denomina "fuer
se
entonces.
autor con
zas", según la concepción mecanicista que de ellas
Traite de l'enchainement des idees
l'histoire. (1861).
fundamentales
92
tuvo
Cournot
dans les sciences
et
en su
dans
dad causal
globales
la historia del arte, las causas extensas o
concluyeron entendiéndose después a la manera
en
propicio, como una especie de terreno abo
nado que originaba determinados tipos de obras. De tal
forma, varió completamente el juego de posibilidades
que implicaba la causalidad en la historia del arte. Porque
de
de
un
medio
causalidad de lo sucesivo
una
fuera idéntico
neo, con
—
se
tendió
a una
aunque lo sucesivo
causalidad de lo simultá
—
todo lo que supone situar
y efecto en un
menester la preten
causa
radical compresente. Aquí ya no era
dida substancia invariable, condenada
"cadena perpe
tua", al enlace consigo misma, propuesta en la teoría de
las influencias, porque, contrariamente, se entendió que
la
a
difiere del efecto, tanto por su mayor extensión
en su naturaleza. Según esta manera de pensar, la
del arte podía encontrarse en la economía, en la
causa
como
causa
religiosidad, en la política, en la geografía..., es decir,
siempre en motivos extraños al arte. De manera que resultaba
plenamente legítima una concepción del mundo que fue
ra física,
política o religiosa, pero nunca se reconoció una
artística, porque este humano quehacer, disminuido a
condición servil, quedaba en lugar segundo, forzosamen
los
te subordinado a la causa general que le atribuyeran
teóricos. Aún más, cabía la consideración económica de la
economía y religiosa de la religiosidad, juzgándolas se
las razo
su condición intrínseca, sin embargo, y por
gún
nes
holgaba la estimación artística del arte,
semejante teoría, la entidad propia del arte
antedichas,
porque, para
consistió... en
Así,
en
carecer
esta
de entidad.
historia del
arte
fundada sobre
causas
frecuente
el
apareció cierta predisposición,
basta con hallar
ejercicio del pensamiento, por la que
cierta razón privativa de aquello que se quiera, para que,
externas,
burdamente
luta de
otros
generalizada,
se
campos. Desde
93
en
la tenga por la razón abso
que este vicio generali-
luego
zador
es
que determinada
trasuntándose en ello, por
característico de la ocasión
idea asciende
a su
plenitud,
en
parte, el deseo de ponerla a prueba, haciéndola
actuar sobre la integridad del mundo, a la vez que se
de asegurar su
consciente o no
manifiesta el afán
una
—
—
desbordándola hacia
que le son ex
trañas, para que sus huellas aparezcan incluso en las
regiones de mayor ultranza, allá en los confines últimos,
perduración,
Cuando tal
"hiperbóreos".
nes
que aparecen
tras esta
cosa
grándola
a su cauce
acontece,
a
las
generacio
formulación desorbitada de la
idea, les corresponde situarla
acción reductora
zonas
justo término, reinte
a su
campo pertinentes. Y en esta
encontramos, pues desde el siglo
y
nos
pasado
en su
recayeron sobre la historia del arte sucesivos alu
viones de causas externas y extensas, que hicieron pensar
organizar
exposición según parcialidades
puestas enjue
sobre
el
todo
de
las
artes
alterándolo.
y
go
Aquella orienta
ción de la historia del arte denominada "psicohistórica y cultu
ral", representa, en rigor, una forma del causalismo extrínseco.
sus
temas
y
generalizadas
Y
como
vientos,
las
—
raza,
causas
en vez
de
entraña muchas y
dición
proteica,
su
medio economía...
a
que
vienen de los
recurre
significar
cierta
—
posición determinada,
contrarias, convirtiéndose, por
en
la tendencia más irresoluta de
la teoría artística.
Porque da como causas del
cuatro
su con
cuantas
conoce
geográfico
(Worringer), las culturas biológicamente
entendidas (Spengler), los materiales (Semper), el espíri
tu (Dvorak), las
concepciones filosóficas (Panofski), la
religiosidad (Weisbach), el tiempo (Gebhardt), el régi
men político (Balet), de manera
que ese extendido espec
tro de parcialidades
en cuanto suma de
generalizadas
no es, ciertamente, sino un
posiciones contradictorias
cúmulo de generalizados errores. Así, cuando Weisbach
(Taine), la
arte:
el medio
raza
—
—
afirma que el barroco
es
el
94
arte
de la Contrarreforma
católica, elimina de un plumazo, y sin que valga explica
ción, a todos los grandes creadores del barroco protestan
te
demostrán
Rembrandt, Bach, Haendel, Báhr...
—
—
,
palmariamente y sin querer pues intenta probar
lo contrario
que no cabe la pretendida relación de
donos
—
—
religiosidad y estilo, ya que existen
barrocos
allí
en donde no hubo catolicismo. De
magnos
si nos atenemos a esta
manera que "el círculo" del estilo
causa a
efecto
entre
—
representación posible
de
semejantes
causas
—
,
en
el ba
occidental es excéntrico respecto del religioso, en el
Weisbach
pretende incluirlo, y por ello resulta impo
que
sible o absurda la adaequatio intentada.
rroco
Otro
tanto
Worringer,
sucede
con
la
identificación, forzada por
goticismo y germanismo, en la interpreta
aquel estilo hace en sus libros Abstracción y
de
ción que de
naturaleza y La esencia del estilo
refi
gótico. En el primero
afirma las
riéndose a Conze, Semper y Sophus Müller
características de la ornamentación pretendidamente
—
—
expresividad que se manifiesta,
incluso, en la arquitectura. Sin embargo, se halla compro
bado que los germanos no fueron, en manera alguna, los
germánica,
base de
creadores de tal
una
género
de ornamentación ni del senti
miento de la línea de "melodía infinita". Por lo que se
les cupo un simple papel difusor de
sabe, a los
germanos
empleados por los sármatas y
consigo en sus movimientos mi
los motivos ornamentales
los escitas, llevándolos
gratorios hacia el Norte y el Occidente europeos, de lo
general durante la
que procede el error de atribución
—
segunda mitad del siglo xix que Worringer acepta a pie
tal como expusimos
juntillas. El problema radicaba
con
más atrás
en averiguar qué hicieron los germanos
la ornamentación prestada, en el caso de que se continua
se
ra utilizando el
supuesto racial. Cuando Worringer
—
—
—
sienta la tesis de que el
propone el tema a su manera,
sentido germánico de la ornamentación conduce a la
95
arquitectura gótica, siendo éste uno de los pensamientos
capitales de su obra La esencia del estilo gótico, así como uno
de
sus
y débiles. Pues aunque la línea
halle inclusa en determinada concepción
puntos más
ornamental
se
oscuros
factible que se transforme, sin más
ni más y porque sí, en las complejísimas soluciones mecá
nicas que comporta la arquitectura gótica y, todavía me
arquitectónica,
no es
que ésta supone, dado que perte
necen a muy distinto orden de cosas.
El pie forzado de que los germanos representan "la
conditio sine qua non del gótico" le obliga a efectuar sutiles
nos, en la
espacialidad
gótico y el goticismo..., para
negar que este último haya surgido en Francia, e incluso
le mueve a tergiversar el proceso arquitectónico cristiano
distingos
entre
el sistema
durante el medievo, estimando al románico como "un
ensayo de goticismo, pero con medios inadecuados". Sin
embargo, ¿no cabría, más bien, comprender el románico,
tal, según sus condiciones intrínsecas y desde
propio presente, sin referirlo a un estilo ulterior y por
en cuanto
su
imprevisible para
Si algo hay de inadecuado
lo
blemente,
con
imposibilidad
respecto
de
a
aquel tiempo?
los hombres de
tanto
el románico, lo será, proba
la teoría de Worringer, que en la
en
explicarlo
ateniéndose
a
las característi
de tal estilo, termina por convertirlo en estilo de
"quiero y no puedo", porque quepa de algún modo en el
cas
estrecho sistema propuesto.
La causalidad global o extrínseca, tal
como
hemos
igualmente podríamos com
como establece la explicación
probarlo en los restantes
del arte sobre motivos ajenos al mismo, lo enajena, extra
ñándolo de su índole privativa y dejándolo, con ello,
inexplicado. Sucede, además, que en esta concepción
causal ingresan subrepticiamente nociones de valor, ro
tundamente ajenas al orden propio en que la causalidad
se funda.
Porque sólo en virtud de juicios axiológicos
verificado
en estos casos
e
—
—
,
96
que la causa religiosa, económica, polí
filosófica es de mayor importancia que cualquiera
puede
tica
o
aseverarse
de las demás descartadas, consagrándose entonces la tarea
histórica a la comprobación de la validez de la causa propuesta,
según su poder de efectuación sobre
las obras artísticas. Y de tal
obras,
que
lugar de repristinarse,
aclarándolas mediante el sistema causal en que se incluyen,
entran en dicho conjunto como simples testimonios pues
manera, ocurre
tos
estas
en
"al servicio de la causa"
dicho
—
sea con
el
giro que
fue
destinán
propio de los conspiradores del pasado siglo
la
efectividad de ésta, convir
dolas a la comprobación de
tiéndose con ello en medios explicativos de la idea que
debiera explicarlas. El fondo ciertamente tautológico de
esta posición, se debe tanto a la referida confusión de
fines y medios como a que la idea causal enjuego sólo se
verifica con seguridad en las obras elegidas como ejem
plo..., porque permiten comprobarla. En tal coyuntura,
el historiador del arte ejerce abusivamente su papel, así
—
,
arbitro que destinara
riedad.
un
su
a
la pura arbitra
*
*
*
Por
arbitrio...
de explicar el
parte, si consideramos los intentos
otra
de causas, tampoco
cada una de tales causas
parecen satisfactorios, porque
sólo es "efectiva" en cierto grado, y con ello resulta a la vez
causativa y restrictiva: causativa de una parte del todo
de las demás causas
que se trate y restrictiva respecto
consideradas, a las que excluye del campo que abarca. De
arte
tal
por la concurrencia de
manera,
ramente
una suma
la concausalidad
porcentual
o
obliga
a una
estadística de las
estimación
causas,
de
me
acuer
de poder efectuante,
mayor o menor grado
incurriéndose en el error de basarse en razones cuantita
de
tivas para tratar "aspectos" que, en cuanto tales, son
do
con
su
indicábamos,
índole cualitativa. Como anteriormente
en
de pensar la causa tiene que ser precisa y
absoluta, condiciones que se hallan negadas por la ambi
en la
que cada causa es tanto efec
güedad concausal
esta manera
—
tuante como
sas
restrictiva
—
contradictorias, que
cuanto entran en
y por la muchedumbre de
invalidan
se
Dilthey,
extrema
aunque,
este
en
en
vigor, primordialmen-
orden de cosas, las apor
la teoría histórica fueron de
en otro
pensador a
importancia, sobre
taciones de
mutuamente
concurrencia.
La concausalidad fue puesta
te, por
cau
todo
diferenciación que cabe establecer
las ciencias naturales o físicas y la
en
cuanto atañe a
entre
la
la causalidad de
correspondiente a las
ciencias del hombre o "ciencias del espíritu", tal como las
designó en una de sus obras capitales. A este respecto, su
acción sobre la historia artística
aparte.
98
merece
consideración
La crisis de la causalidad
en
la historia del
arte
LAS GENERACIONES
1.
Y
EL
KUNSTWOLLEN
las ideas que determinado tiempo pone en
terminan esclerosadas en concreciones debidas al
cuando
juego
hábito y al uso, la urgida comisión del pensamiento con
en abrir
rasgos sobre el muro que ofrece la filosofía
siste
"hecha", para, quebrantándolo, penetrar
boquetes hacia
A imagen de
nuevas
contra
establecido.
través de
sus
ultranzas.
quehaceres humanos, la faena filo
sus
agudas situaciones de lucha y con
otros
sófica tiene, pues,
quista, al punto que muchas
asalto
a
aquello
que
se
veces
daba
encabeza las olas de
como
definitivamente
ha reiterado que la filosofía, para ser
cual debe ser, debe de quedar conclusa en sistemas ten
dentes a la coherencia total de los temas que el pensa
Hasta el hastío
se
miento discierne y fundamenta. Sin embargo, en ocasio
nes, el saber filosófico no puede remontarse a la totalidad
sistemática, porque
perspectiva necesaria
aquellos puntos de vista
sucedió, desde luego, con
de la
carece
para unificar de congrua
que comienza a establecer. Tal
manera
la obra de Wilhelm
do la
Dilthey.
Sobradamente
se
ha destaca
imposibilidad que tuvo este pensador para formular
99
todo coherente la suma de sus considerables hallaz
gos, pero no se ha tenido en cuenta bastante que su
coyuntura temporal, tanto más que la circunstancias de
su vida, le impidió "explorar el éxito" que su actuación
en un
suele ocurrir, el disfrute de
ideas ocasionaron quedó, al final, reser
procuraba.
decisiva le
los bienes que sus
vado para quienes, al
en
paz.
Porque en la
giro mediante el
Y
como
ocuparon el campo
llegar zagueros,
obra de
Dilthey
el
encontramos
eje
de
que pasamos de las posiciones causales a
nuevas
posibilidades de entender la historia. No es nues
tro propósito el de complicar en cuatro líneas los temas
capitales
de
respecto de
pensador
Dilthey, pero sí que nos
los problemas expuestos,
de las corrientes usuales
siglo
durante el
dable
es
en
en
qué
subrayar,
difirió
este
la teoría histórica
xix.
Aunque cabe descubrir ciertos resabios del positivismo
decimos "cier
en las concepciones históricas de Dilthey
tos" porque son efectivamente tales: la prevención contra
—
su camino fue muy
frecuentado.
Si la historia
hasta
entonces
otro que el
establecida sobre la causalidad lineal había de quedar
la metafísica
varada
propios
el
menor
de ellos
—
,
de motivos constantes, invariables,
de la substantia o ousía aristotélica, con toda la
la
en
cohorte de
Dilthey
no es
se
fijación
"principios
de conservación"
antes
aparta decididamente de ello. A
este
tratados,
propósito
estima que en la historia el problema más profundo con
siste en averiguar "qué es variable (...) en el ente huma
no". Por lo tanto, las que denomina ciencias del espíritu se
diferencian de las respectivas al reino de la naturaleza,
regularidad de los
procesos naturales". Dicha regularidad se pierde en
cuanto consideramos
tal como Dilthey supone
que la
historia se halla regida por la voluntad y la libertad,
porque
no
cabe
encontrar en
—
ellas "la
—
encontrándose orientada por el hombre hacia determi100
nados fines. De
esta
forma
se
hace notoria la reversión
respecto de las
posiciones anteriormente tratadas, por
que si en la exposición causal la historia se estableció
sobre el pasado, según la relación de antecedente y conse
cuente, ahora, con este nuevo pensamiento, dicha disci
plina tuvo que basarse en intencionalidad, proyecto y
obra. "Todo lo que el hombre realiza en esta realidad
histórico-social, señala Dilthey, acontece gracias al resor
de la voluntad; pero en ésta actúa la finalidad como
motivo". Y añade más adelante: "los fines de la vida
te
humana
son
fuerzas formativas de la sociedad". De
ma
que la figura de nuestra vida se perfila según sean
los proyectos que asumamos y, por ello, la formatividad
histórica no procede del ayer sino de la intención con que
nera
afrontemos todo lo incierto por venir.
El hombre tiende, pues, a configurar el futuro, pero
produce, tal como supuso Comte, mediante cierta prognosis que dependiera del conoci
miento de las leyes rectoras de la socieaad entera. No,
porque elfuturo depende de nuestras variables intencio
nes
y por ello el mañana nunca podrá concebirse como
una mera consecuencia forzosa de lo que ya hay. La
estimación diltheyana del hombre significa proponerlo
como aquel que origina lo que no hay, con lo que deja de ser
un
simple receptor del pasado; en consecuencia, la histo
ria tiene que representarlo a partir de su auténtica condi
ción creadora. Dilthey lo hace, y por ello nos da una imago
hominis basada en las condiciones proyectantes y generati
la intencio
vas del hombre, dos importantes supuestos
nalidad y la generación
que habían de ser, realmente,
"el tema de nuestro tiempo".
Ambos trazos, opuestos a la pasividad causal, se hallan
plenamente enunciados por Dilthey en su ensayo sobre
Novalis (1865) y en la Introducción a las ciencias del espíritu
(1883). En el más antiguo de estos trabajos, su idea de la
esta
configuración
no se
—
—
101
generación
como
contraria
más taxativa. Allí dice que
diciones
"bajo
las cuales
se
la causalidad
a
quienes
criaron
no
puede
ateniéndose
a
las
conjuntamente
ser
con
deter
minados autores, creen poder derivar de ellas la cultura
espiritual de una generación, incurren en una ilusión
perniciosa. Derivar consiste en calcular un
efecto partiendo de una combinación de causas. Y este
método es sencillamente incompatible con la investiga
altamente
ción
histórica, que parte,
la inversa, de los fenómenos
mismos". Y aunque la idea de generación la lleva al reco
nocimiento, punto menos que exclusivo, de las singulari
a
dades históricas, evidenciadas en los "círculos de indivi
duos", este concepto obtendrá la plenitud de su desarro
llo cuando
aquellos pensadores que le fueron en zaga
implicaron en las generaciones otro motivo plenamente
el de la intencionalidad, antes señalado
diltheyano
distinguiendo a las generaciones como grupos humanos
generativos, que pueden aparecer en la historia con alguna
periodicidad, haciéndose reconocibles por los proyectos
que asumen. Esta posible manera de asociar generación e
intencionalidad, latente en las ideas de Dilthey, se hizo
patente después, en el correr de nuestro siglo, y dio al
concepto de generación el auténtico sentido que le perte
—
—
,
nece.
Tales nociones
intencionalidad y generación
ca
da una de por sí, tuvieron amplio desarrollo en la historia
del arte. Así, el Kunstwollen o "querer artístico", enuncia
do por Riegl y desplegado después en todas sus velas
—
—
,
aunque con diferente sentido
sentó la aparición de la idea de
Worringer, repre
Dilthey en este campo
Si
bien
se
estima
comúnmente que Riegl propu
especial.
so su teoría de la "voluntad artística" en
oposición a la
positivista de Semper, que condiciona el desarrollo y las
modalidades de la arquitectura a las propiedades de sus
—
materiales, tomándolos
—
como
por
causa,
102
el Kunstwollen repre-
propósito
sentó, fundamentalmente, el
el
arte
independizar
que le son ajenas1. Por cierto
no extremó el análisis de su propia formulación
artístico", como tampoco se propuso estimar
de todas las
que Riegl
del "querer
hasta
de
qué punto
causas
logra
el querer
convertirse auténtica
poder, es decir, en qué medida ciertas coyuntu
ras pueden resultar propicias o contrarias a la volición
artística, pero, aunque así fuera, su posición fue conside
mente en
rablemente fecunda para el desarrollo ulterior de la his
toria del arte, en cuanto la apartó del reino de la necesi
dad causal y del más amplio que suponen los determinismos de cualquier género, permitiéndonos tener en cuen
ta las decisiones del artista, según su situación real y de
acuerdo
con
la
que el presente supone.
problematicidad
'Es de señalar que
en
Riegl subsisten rasgos del positivis
exigencia de tratar con hechos" nudos
la teoría de
Su
que intentó oponerse.
Y
aún
más, la clasificación que establece en los
indicado.
motivo
tiene el
o visuales, entraña
estilos, dividiéndolos en hápticos o táctiles y ópticos
artes
las
de
ordenación
de la
según los sentidos, tal
mo, al
una
supervivencia
la propusieron
como
los visibilistas,
brand, Fiedler). Sin embargo —y
convirtió
esa
oposición
a
positivismo (Hildesupone poca cosa—, Riegl
seguido
esto
de dos sentidos
no
en
del
categorías, precursoras
aquellas elaboradas con más complejidad
este autor establece su primer par de categorías
co
no
de
nótese que
por Wólfflin. Pero
—lo lineal y lo pictóri
sobre la diferencia que existe
entre dos sentidos.
entre
103
dos modalidades artísticas, y ya
2.
lo
EL ARTE
o e n e r a
artístico
en
SU
ESENCIA
de lo causado y el querer
de la forzosidad determinista fueron
r i
lugar
EN
v
o en vez
dos de las tendencias que produjeron la crisis del
pensa
miento necesitativo en la historia del arte. Sin
embargo,
aún cabe considerar otra salida
por la que esta
de las
disciplina
referi
obligatoriedades
la tendencia formalista que desde fines de
siglo
empezó a manifestarse. En esta orientación, el tema de la
procedencia de los motivos artísticos quedó punto menos
se
apartó
mos
anteriores:
nos
a
que descartado, para centrar la atención,
mente, sobre la condición propia del arte.
preferente
Como la pregunta que motiva esta manera de pensar
remite a qué es el arte, e indaga cuál es su ser o su esencia,
tal pregunta, porque omite las vicisitudes o circunstancias
que el arte se origina, no es, en modo alguno, histórica: es
teórica. De ahí que la serie de categorías establecidas por
distintos autores, a partir de Riegl, y en particular las
en
propuestas por Wólfflin, en sus Conceptos fundamentales en
la historia del arte ( 1 9 1 5), no podían tener el destino que el
conocida obra supone, puesto que en ellas se
descarta cuanto de histórico haya. Una "historia del arte
sin nombres", tal como Wólfflin pretende, es una historia
título de
esa
"sin hombres", y con ellos
anuncia: historia.
Esto
se
cesa
ser
aquello que
la acción que sobre la historia del arte
las tendencias filosóficas que propusieron di
debió
a
ejercieron
versas ontologías regionales
otro.
al punto de
Como bien
se
sabe,
en
en
siglo a
emplearon
la transición de
ese
tiempo
se
un
profusamente categorías para fundamentación de cier
tos estratos del ser. Ahora bien, porque tales categorías
corresponden a regiones de objetos reales, ocurre que no
pueden deducirse, de acuerdo con la exigencia idealista
105
kantiana, sino que
se
establecen sobre la
descripción
ade
cuada del grupo de objetos a que se refieren1. Por ello, la
crítica que Hauser hace a Wólfflin, en el sentido de que
los conceptos fundamentales de éste no cumplen los re
quisitos de los de Kant, porque corresponden a objetos de
particulares experiencias, puede quedar desdeñada,
pues, precisamente, la aplicación de categorías a regiones
de objetos, incluso a los de la experiencia, fue el propósito
de estas ontologías parciales2.
El problema que tales ontologías propusieron en dis
tintos campos fue el que Riegl y Wólfflin llevaron al del
arte, siguiéndoles a su manera Strich, Gundolf y Eugenio
d'Ors, entre otros. La historia artística se convirtió, por
este camino, en una meditación intemporal sobre las
categorías correspondientes
tos.
Para
estos
a su
historiadores el
propia región
arte
es,
en
su
de
obje
esencia,
forma, y la historia que del arte se hace ha de ser la de las
formas que se concretan en estilo. Pero como ni la forma
problematisimple recur
se llegaba por la vía generalizada del consen
so
la historia del arte se transformó en una disciplina
índole
de
"cristalográfica", que se atuvo exclusivamente a
la morfología de las obras. Por estos medios, el historia
dor se perdía en abstracciones
esencia, forma, estilo,
en detrimento de lo específico y concreto que
períodos
ni el estilo fueron
cidad que
so al
que
presentados
merecen
con
la radical
convirtiéndose
—
en un
—
,
—
—
,
'Heinz Heimsoeth. La metafísica moderna. Madrid, 1949. p. 279.
2Arnold Hauser, The Phylosophy ofArt History (1959). p. 140. Nicolai
pensadores más significativos de esa corriente,
dice en su obra La nueva antología. Buenos Aires, 1954, p. 95: "Si en
general llegamos a un saber de las categorías no logramos tal conoci
miento por un camino a priori, ni por los actos que llevan los principios
intelectuales a su conciencia íntima, sino por el análisis de los objetos, en
cuanto nos son inteligibles".
Hartmann,
uno
de los
106
cada
tiempo
comporta. De ahí que cuando Wólfflin de
prólogo de su obra referida: "Estoy muy
convencido de que los mismos
conceptos habrían de ser
también
a
otras
aplicables
épocas", incurre en una gene
ralización netamente ahistórica, cuya culminación co
clara
en
el
rresponde
se
a
enuncia
Lo barroco de
una
Eugenio d'Ors,
obra
la que
constante, de manifiesto siempre sobre
en
cualquier barroquismo.
Estos historiadores omitieron
que la relación posible
entre estilos de índole
en modo
semejante no
alguno, que haya entre ellos identidad.
ma no se
resuelve adecuadamente
implica,
Por
con
la
categorías generalizadoras
el
proble
aplicación de
esto
que sirvan de fundamento
los estilos análogos, pues de tal modo se
deja
sin explicar el hecho de
que los estilos similares no son
idénticos. Así que, si se emplean categorías, no deben
usarse sólo las
que indiquen el parecido que hay entre los
estilos semejantes, sino que deben
complementarse con
invariable
a
categorías singularizadoras o específicas,
que pueda explicarse por qué cada estilo es
distinto, por lo
tanto, de los estilos que le
mediante las
ése y
son
no
otro,
afines. En
general, los historiadores formalistas se han limitado a
fijar las relaciones de parecido que hay entre los estilos de
la misma "familia", sin ocuparse de que el problema
histórico radica
tanto en
la conveniencia de establecer los
lazos de afinidad, cuando existen, como en advertir las
inevitables peculiaridades que son propias de cada estilo
particular. Los dos aspectos del tema que tratamos, el
específico y el genérico de los estilos, han de abordarse
siempre y plenamente para dar absoluta cuenta histórica
en
del
arte.
*
*
107
*
quizás el problema de fondo no radique en la su
puesta imposibilidad de aplicar categorías a los estilos, tal
como sostiene Hauser
pretensión que refutábamos
sino en que el empleo de categorías substancializa el
Pero
—
—
,
estilo, dándolo
sin
hecho y estudiándolo en cuanto tal,
que el arte del tiempo que sea adqui
su estilo
porque tuvo como punto
como
tener en cuenta
rió cierto sentido
—
—
partida determinados supuestos que se pusieron en
juego antes de que las obras fueran ejecutadas. De mane
ra
que el auténtico a priori no se encuentra en los concep
tos fundamentales que el sujeto pensante aplica a la obra
de
artística conclusa, sino que radica, más bien, en las nocio
nes que emplearon los creadores de cada época para
producir aquello que no existía en su tiempo. Por consi
guiente, la auténtica faena del historiador del arte estriba
desentrañar las ideas que movieron a los artistas, esta
bleciéndose así la relación viva y real que cabe entre el
propósito que les llevó a ejecutar la obra y el resultado
en
que ésta fue. Pero atenerse exclusivamente a los resulta
dos que las obras constituyen, sin establecer la relación
dinámica posible entre los supuestos que las originaron
—
en
ellas
conduce
dolas
tan
a
implícitos
y la solución que representan,
la "cosificación" de las obras artísticas, aceptán
sólo
en
—
la medida
en
que sirven
a
la
intemporal
noción de estilo expuesta por categorías. Aún más, esa
"cosificación" de las obras produce la de los estilos, anqui-
losándolos
amplias que
historia universal, periódica e
invariable, de los mismos. El fracaso de dichos sistemas
a
su
vez
intentan establecer
en
construcciones más
una
universales, repetidamente señalado, radica
bilidad de reducir
ducirse de
manera
historia sin teoría,
pensamiento
a
ciclos estables
imprevisible.
en
la
imposi
aquello que suele pro
Aunque no puede haber
cabe duda de que esta acción del
ontológico sobre la historia del arte conno
108
cluyó
cidad.
por sacarla de
su
cauce,
privándola
de
su
autenti
posición que originó tales especula
ciones ontológicas, produjo una teoría histórica de la
arquitectura basada en lo que por entonces consideraron
su esencia: el espacio. Si bien esta invasión de la teoría
sobre la historia no era de novedad alguna, tuvo impor
Por otra parte, la
tantes
consecuencias, tales que todavía
algunos
se muestran
sobre
tratados actuales. A
concierne
a
la
arquitectura,
este respecto, y en lo que
la idea substancial de dicho
fue propuesta de acuerdo con distintas posibilidades
que enunciaremos críticamente a continuación, antes de
exponer los temas que constituyen el auténtico núcleo
arte
teórico de
este
trabajo.
109
SECCIÓN
SEGUNDA
Forma, función y espacio
en
de la
la teoría
arquitectura
1
Y TEORÍAS
TEORÍA
de la
arquitectura
NOMBRAtviosala "teoría" y aludimos a "visión", por
que el término, en su acepción más rigurosa, significa
observación, vigilancia y, por añadidura,
tener
cuidado de
aquello que contemplamos. De manera que cuidamos del
arte
arquitectónico en cuanto teorizamos sobre el mismo.
Dicho cuidado supone, de por sí, práctica. Y esto porque
nunca dejó de
la teoría
contra lo que suele suponerse
implicar praxis, puesto que nació, precisamente, de "prác
ticas religiosas", procesionales, denominadas "teorías"
porque representaban la contemplación de lo más alto en
—
—
secuencia ordenada. La teoría debe ser, por ello, "conse
cuente" y "observante". Y es, desde luego, previa o antici
pada
en
la
al hacer, al que sirve y
concepción platónica
hasta el punto que
estima que la teoría debe
completa,
se
la acción. Ocurre que la teoría auténtica
es anticipadora, adelantada al simple quehacer, al que le
da su necesario sentido, porque desde las acciones mis
desembocar
mas no
en
puede comprenderse plenamente qué
para entender por
entero su
razón de
ser
son,
pues
y abarcarla,
desprendernos de su inmediata operatividad o actuación, contemplándolas como un todo. La teo
ría es, pues, totalizadora
ya que da sentido completo al
y des -interesada, porque piensa "sobre"
campo que sea
las cosas, y al desprenderse de ellas las percibe en pan
tenemos
que
—
—
orámica, las
otea en
"visión desde la altura",
a
vista de
pájaro.
Ahora bien, si la teoría pone condiciones para que las
cosas se revelen de determinada manera, debe cumplir a
determinados requisitos, porque sea plenamente
reveladora. En tal sentido, si examinamos las tres teorías
su
vez
principales
que han tenido
vigencia
113
sucesiva
en
la
arqui-
tectura
—
la clásica
formal, la funcional y la espacial
o
—
cabe duda de que en ellas se a-ivierten serias omisiones
haciéndolas insuficientes,
que las invalidan como tales,
con los requerimien
porque no cumplen auténticamente
no
tos
—
que la teoría
Y ello debido
Sus
exige.
que:
explicaciones no abarcan la
arquitectónico,
a
faltando así
a
generalidad del campo
la condición de totalidad
que la teoría supone. Son, como antes dijimos, parcialida
des generalizadas, porque se limitan a descubrir un aspec
arquitectura la forma,
dándolo como explicación válida
espacio
y única del conjunto de aquélla.
Estiman la arquitectura como cosa acabada, conclusa y
hecha, absteniéndose de ver que la arquitectura no perte
nece al mundo de "lo dado", de
aquello que el hombre
parte
la función, el
to,
una
o un
atributo de la
—
—
,
—
encuentra
o
efectiva.
te,
un
frente
a
Porque
él, existente sin
la
arquitectura
hacer, y, por lo
tanto,
su
su
intervención factiva
supone, principalmen
auténtica comprensión
previamente cuáles fueron las condi
ciones de semejantes acciones especializadas.
Puesto que la arquitectura implica un hacer humano,
las preguntas que le correspondan deben tener en cuenta
al hombre concreto, al que la arquitectura sirve, sin per
derse en las sólitas abstracciones que dan una imagen del
hombre alteradora, parcial y deficiente.
Además, una teoría de la arquitectura que pretende
quedar "completa" porque recoge todas las teorías dispa
requiere
establecer
—
—
que por ahí corren, tal como suele acontecer, tampoco
satisfactoria, dado lo heterogéneo de los ingredientes
res
es
integran, procedentes de distintas maneras de
pensar. El todo de la arquitectura no debe entenderse
por la suma de las posiciones interpretativas existentes,
sino que tiene que fundamentarse a partir de ciertas
que la
unidades de sentido,
cosa
radicalmente distinta de aque114
lio que representa un
neas o inconciliables.
Esto
conjunto
de tendencias
heterogé
aclarado, expuestas aquí de paso algunas de las
deficiencias que tales teorías implican, pondremos de
relieve el pensamiento que las originó, y que, como de
la
inmediato apreciaremos, en dos de las teorías citadas
—
clásica y la espacial
mantienen directa relación con
algunas de las ideas anteriormente expuestas respecto a
la teoría general del arte. La crítica que haremos de
—
,
dichas teorías
se
apunta,
como es
natural, desde
propia noción de la arquitectura, constituyente
te segunda de este ensayo.
115
nuestra
de la par
LA CONCEPCIÓN
2.
DE
LA
CLASICA
ARQUITECTURA
nociones de escala,
proporción, simetría,
composición, parámetro, módulo..., constituyentes de su
acreditado repertorio. Muchos autores han recurrido asi
duamente a estos términos para explicación de las obras
arquitectónicas de ayer y de hoy, pero rara vez se han
preguntado sobre el pensamiento en que surgen y en el
implica
que
se
En
fundamentan.
principio,
dichas nociones delatan
posición
una
teórica que estima exclusivamente el aspecto corpóreo de la
arquitectura, considerando este arte según aquello que
podemos
denominar
su
condición "somática" {de
soma,
el
del muerto, inhabitado, tal como lo
cuerpo
denomina el griego arcaico). Pero decimos arquitectura o
muerto
o
teoría "somática" porque el término soma no solo indica lo
corpóreo, sino que especifica el concepto de corporeidad,
refiriéndolo
a
entendiendo
"lo
corporal"
nuestro
como
"cuerpo humano", y
integrum constitui
cuerpo
do por partes. Esta idea se redobla y confirma cuando el
el
vocablo "cuerpo" significa, además, "corporación"
como un
—
es decir,
"cuerpo" diplomático, el "cuerpo" docente...
suma o conjunto de individuos. De manera que en la
arcaica noción soma se halla plenamente expresa la idea
—
,
clásica que desde Aristóteles
a
Vitruvio, y sobre todo
Renacimiento, se exigirá por primera
obra artística: que se halle constituida
compuesto de partes".
exigencia
como
en
el
de la
"un todo
Corresponde preguntarse qué entraña originalmente
la comprensión de un todo "según" partes. Delata, prime
ramente, una actitud del hombre que puede calificarse
de
temor o
respecto,
en
aversión
a
el hombre
las totalidades. Pensemos,
primitivo.
1 17
Pocas
cosas
a
este
pudieron
pavorosas como la existencia de un mundo
sin confines, ilimitado y por ende inabarcable, al punto
que el terror a lo desconocido adquirió la figura superla
tivamente concreta del miedo "al más allá", de aquello
o usuales.
que se supone fuera de los límites habituales
parecerle
tan
aunque desconocida
para "lo desconocido". Esto desconocido era, a su vez, lo
indominado. Y una de las maneras de conocerlo y domi
Existía, por lo
tanto,
una
región
—
—
después comprobaremos, en su
posible parcelación. Porque el hombre podía entender,
abarcar y someter aquello desconocido fraccionándolo
en
porciones asequibles a su imperio y a su entendimien
narlo consistía,
De
to.
como
hecho, así
ocurre
todavía cuando, al
no
compren
decimos, "vayamos por partes",
que
la intención de conocerlo por porciones.
Vayamos, entonces, por partes. Con parsimonia, como
der
aquello
sea, nos
con
requiere. Porque todo esto
antedicho abunda en temas de cariz problemático. Desde
luego manifiesta un pensamiento que identifica el cono
cer con el cortar o
fragmentar {scire, "saber", con su
derivado scius, "que sabe", forman "ciencia" y "concien
cia", y pueden asociarse ascisco, "informarse" o "intentar
la
complejidad
del
asunto
saber", cuyo sentido inicial debió de ser "de-cretar" y
"cortar"). Así que, según esta manera de pensar, el hom
bre
sus
conoce
actos
y domina dividiendo. De tal guisa,
de voluntad se manifiestan mediante de
separando
cisorio que consiste en
es decir, límites
y en "dar corte" a
"poner término"
los asuntos. Por ello, con respecto a las primitivas opera
se logra mediante la
ciones
la
cisiones,
en
una
especie
de
arte
—
—
arquitectónicas,
seguridad
división del pavoroso campo de lo informe o inabarcable
en
porciones delimitadas, en "sectores" que podemos
discernir y recoger, "cosechándolos" hacia lo conocido,
parceladamente.
Destaquemos que la teoría "clásica"
uno
por uno,
1 18
de la
arquitectura
entiende
principio las obras según el pensamiento que
exponemos. Y subrayemos, además, que una teoría, para
ser
plenamente tal y en autenticidad, requiere quedar
adecuada al objeto a que se refiere, puesto que sin se
mejante congruencia nada de cierto despliega y nada nos
permite ver. A este respecto, en nuestro campo especial,
la teoría solo es explicativa en la medida en que fue generadora
de obras humanas. Por ello, cada obra de la arquitectura
clásica, en concordancia con la teoría que la originó,
aparece como "un todo compuesto de partes", y su para
digma se encuentra en el templo griego, ya que no hay
edificio alguno, en toda la historia de la arquitectura, en
el que pueden percibirse con tanta claridad sus porciones
en
alza
constitutivas: el basamento sobre el que descansa
los
co
do en varias gradas sobre el terreno
soportes
—
—
—
,
lumnas,
con
sus
aditamentos
—
arquitrabe, frontón, techo.
y lo
soportado
—
friso,
de partes, cuando concierne
a las obras artísticas, manifiesta, además, el propósito de
dar a entender un todo por sus partes. Y ello es de considera
Esta división
o
separación
importancia, porque denota la intención de claridad
que se atribuye tradicionalmente al arte clásico, ya que,
en este pensamiento, la obra vale según y cómo haga
ble
ostensibles sus elementos constitutivos. Aún más, dicho
propósito de claridad certifica el indudable racionalismo
que motiva tales obras.
Que el clasicismo represente un racionalismo artístico
no nos corresponde demostrarlo ahora en todos sus pun
tos. Sin embargo, no cabe duda alguna de que el concepto
de ratio
la ratio,
todo cuanto llevamos propuesto, pues
inicial movimiento, tiende a fraccionar el
subraye en
en su
mundo, racionándolo. La razón conduce de
esta manera
fragmentando lo que haya o
\apro-ratio
distribuyéndolo en congruas porciones, con objeto de
al prorrateo
—
—
,
1 19
obtener
su
clara intelección. De
pueblo equivoca
los términos
que cuando el
la ironía del "tiene
manera
con
usted ración", resulta que aqierta, así sea por carambola,
porque razón y ración se co-pertenecen, son correspon
dientes.
Sin embargo, para comprender la posición clásica en el
la teoría, no basta considerar la delimitación
extensiva de algo y su porcionamiento en partes. Tal
como el razonamiento lógico tradicional y el causalismo
arte
en
y
filiatorio representan una manera de pensar que se basa
en la necesidad de todos los tramos o pasos, el clasicismo
implica la necesidad de todas las partes constitutivas de la
obra de
arte.
Si así
no
fuera, carecerían de sentido
mu
chas de las nociones que supone. Pero al arquitecto clási
co no le basta con diferenciar
aspectos de su edificio que
denoten claramente su finalidad; además de las porcio
nes,
exige
pro-porción
o
relación necesaria
entre
las
las partes y el todo. De tal manera, la
com-posición, o unión de partes previamente dis
partes, y
simple
la
entre
cernidas, se asegura, se afianza plenamente.
No obstante, ¿cómo puede establecerse con
relación necesaria
manera
entre
todas las
certeza
porciones? Según
la
esta
de pensar, con el recurso de la medida. En cuanto
a la medida,
podemos referirnos de nuevo al
aludimos
primitivo, situado ante lo in-menso, frente a las extensio
nes de
cualquier índole, que son, a su manera, "naturale
za"
temible, indominable. Contra la naturaleza de lo in
precave el hombre mediante la medida, en la
menso se
que halla otra forma de seguridad, distinta de las hasta
aquí referidas. Si la ratio divide, la mens mide, y su medida
se
traduce
luto,
con
de
la
un
en
di-mensión, diámetro: conocimiento abso
Y si la ratio raciona, la mens,
ulterior de la medida, ratifica. Las
extremo a otro.
comprobación
de-cisiones de la razón
nes, y el
hombre, "al
se
han convertido así
tomar
en
precisio
medidas", ademas del conoci120
miento logra el predominio. Una buena
imagen de ello la
da el mito del divo y divino Orfeo, quien, con la cifra
y la
medida sonoras, da nueva disposición al mundo, somete
la naturaleza al arte y deja mansuetas a las fieras, some
tiéndolas, paralizándolas
Ahora
a
orden y concierto.
otra virtud
que corresponde
en
podemos apreciar
es la
aquietadora
la medida:
del cambiante
contorno con
el que el hombre se enfrenta. Así que la medida detiene,
y
el aquietamiento que origina otorga
al
la
seguridad
que
emplea. De ahí que con la vara y el compás se ordene el
mundo, y sometiéndolo
niente
regularidad.
Por
cuando las obras
co,
fijas,
a
"regla",
le otorgue la conve
el pensamiento clási
se
ello, según
quedan sujetas a cifra y mensura
perfección, que procede no sólo de la
imprescindible de cada una de las partes, sino
obtienen la
necesidad
de la absoluta invariabilidad de las medidas que las consti
tuyen. Con tal motivo, el arte clásico, al tender hacia lo
per-fecto
—
que
es
lo
"mejor"
o
"más" hecho
—
crea mo
delos de inmutabilidad y, por ello, de lo inmodificable1.
eso suele decirse
que a las obras bien hechas no se les puede
ni
tanto
el exceso como el defecto destruyen la
añadir,
quitar
porque
mientras
el
término
medio la conserva, y los buenos
perfección,
que
"Por
artistas,
como
Aristóteles
decimos, trabajan con sus miras puestas en él", sostiene
Etica a Nicómaco, 1 1 06, b. Nótese que la idea de que "en
en su
término medio consiste la virtud",
procedente del texto citado, no
significa, realmente, que la virtud radique en la áurea mediocntas; muy al
contrario, el término medio al que aquí se alude corresponde a Ui
"razón" de las medidas, o promedio proporcional de ellas, que usan los
un
artistas clásicos. A
referentes
omni
a
la
este
respecto, cabe recordar
arquitectura
clásica:
opere totiusque commodulatio,
proporción
relativos
es
entre
ex
la razón de los miembros de
sí,
en
AMHirt.criRA, ni,
cuya razón
se
a
Vitruvio,
en su
ideas
partís membrorum ni
ratio
efficitur symmetnarum. "La
qua
Proportio
origina
e.st ratae
cualquier
obra, haciéndolos
la unidad de las medidas". (/</
i). Anuncio de las definitivas de León Bautista Alber-
ti: "La belleza resulta de la forma bella y de la correspondencia del todo
las partes, de las partes entre sí y de éstas con el todo, de modo tal
con
121
Aún más, ocurre que la medida simplifica, y por lo
reduce el mundo externo y diverso, al punto que en
el lenguaje usual se habla de "reducir a medida" aquello
tanto
que sea. Dicha reducción supone el paso definitivo para
obtener pleno dominio sobre todo lo que fuera separado
de lo informe, especialmente si la reducción remite, como
en el arte clásico sucede, a un juego de medidas,
que, por
complementarias entre sí, adquieren su definitivo
papel unificador. De manera que al hilo de este razona
miento podemos explicar el espíritu de la arquitectura
ser
clásica,
en su extrema
que la caracterizan
secuentemente
condición, y por los dos atributos
que
y métron
arte se basa
soma
—
este
—
proponiendo con
en lo
corpóreo, según
,
posibilidades proporcionales de sus medidas1
Sin embargo, en tales características radica la limita
ción de esta antigua actitud ante la arquitectura. Porque
en cuanto referimos el
lo corporal, enprimitivo soma
las
.
—
que las construcciones parecen constituir un cuerpo entero y completo,
en
que cada miembro concuerda con el otro v todos resultan necesarios
para la
1
perfección
del edificio". (De
Platón destaca el
arte
re
aedificatona
Libro
,
i,
cap. i).
del constructor, del techtoniké, sobre las
restan
manuales,
56 b). La corporeidad, como característica de la
así
la
entendieron
los clásicos, nos llevaría muy lejos en lo
forma,
tes artes
que
mecánicas
o
emplea. (Filebo,
concerniente
a
por razón de la exactitud de las medidas
la noción de ésta.
Que
según interioridad
la forma está
en
lo conformado
y exterioridad, tal como corresponde a los sólidos, lo
delata el pensamiento clásico mediante la concepción aristotélica de
materia-forma (el hylemorfismo), que se convierte en el conocido par
de conceptos, forma-contenido, en la teoría artística
posterior. La for
ma, para algunos clásicos, radica en la exterioridad de los volúmenes.
Winckelmann lo confirma cuando
atribuye
al
arte
la exterioridad del
cuerpo humano y a la ciencia la interioridad: "El objeto artístico más alto
para el hombre pensante es el hombre o sólo su superficie externa, y
ésta es tan difícil de
explorar para el artista como lo es para el sabio la
(ara
interna". (Cit. Paul Schilder.
Buenos Aires,
s.d.p. 232).
Imagen
122
v
apariencia
del cuerpo humano.
a la necesidad inva
de partes
la
métron
riable de las medidas de sus porciones
adquiere la condición de cuerpo... geomé
tendido
como
conjunto
—
—
—
,
arquitectura
que las nociones propuestas en esta
teoría conducen al absoluto olvido del hombre como
habitante, porque se limitan a advertir las relaciones ar
mónicas, cocientes y trazados ocultos en los edificios,
trico. Y así
ocurre
estimándolos exclusivamente como sólidos geométricos
y, por lo tanto, según la fábrica construida. Pero sucede
que la geometría
un hombre que,
es
inhabitable...,
que la ocupe
la acción invasora y
a menos
sujeto también a
reductora del métron, quede convertido en vara de medir
o
parámetro, hombre esquemático, estimable por la re
gularidad de su figura y por la proporcionalidad de sus
dimensiones, tal como lo representan aquellas imágenes
del homo ad circulum y del homo ad quadratum propuestas
por los teóricos de la Antigüedad y del Renacimiento1.
Aunque ocurre que el hombre, en vez de ser un pará
medida universal que
inanimado de las obras construidas,
metro,
una
se
use
es, ante
como
patrón
todo, midiente
haya, según los variables proyectos de conoci
miento que lleve consigo. De ahí el fracaso de los estáticos
de
cuanto
"modulores", por mucho que Le Corbusier los estimara
segura "medida contra lo arbitrario". Al fin y al
cabo, la arbitrariedad por excelencia se halla en esta
reducción última del habitante a la abstracción de la
como
'
Alberti
aedificatoria Libro vi i, cap. 5, establece que así como
cualquiera de sus miembros debe referirse a los restan
tes, en los edificios ha de ocurrir algo análogo. Luca Pacioli, en su Divina
proportione, destaca la prioridad del estudio de las proporciones del
hombre, a partir de las cuales "pueden proporcionarse todas las cosas
del mundo". Di Giorgio, Leonardo, Fray (Üocondo y otros
que siguen a
Vitruvio, en Rudolf Wittkower, La arquitectura en la edad del humanismo.
en
en
De
re
,
todo animal
Buenos Aires, 1958, p. 22 y
ss.
123
media aritmética de sus dimensiones, del arquitecto a su
condición de constructor de sólidos proporcionados y de
la arquitectura a la consideración exclusiva de la masa
corpórea de los edificios. Y si estas insuficiencias se ponen
de manifiesto al explicar la arquitectura clásica en fun
ción de las nociones teóricas que le pertenecen, tales
limitaciones se hacen aún más patentes cuando dichos
principios se llevan a otras modalidades arquitectónicas
ajenas al clasicismo. Aunque los principios clásicos se
tomaron como punto de partida para juzgar cualquier
de classis, en una de
obra, por ser los "de primera clase"
reconocer
hemos de
sus
que con ellos nun
acepciones
ca se
puede explicar la totalidad de lo que la arquitectura
constituye.
—
—
,
124
LA CONCEPCIÓN
3.
DE
d e s d e
el
siglo
LA
FUNCIONAL
ARQUITECTURA
xvn se
explaya
una
idea del mundo muy
que la anteriormente expuesta. Aquella precedente
puso de relieve ciertas posibilidades de dar forma a lo
otra
informe, aquietándolo y midiéndolo, para convertirlo
pleno
aquí abordamos
lo
de forma
en
formosus.
ya
contempla,
mo venatorio se
dispara preferente por cuanto haya de
instantáneo y fugaz en el contorno. El mundo en su
actividad, en su fieri, la vida en vida; de eso se trata. Ahí
están, en la pintura, Velázquez y Rembrandt, con otros
menos
egregios, a ello puestos. La perfección, en ese
tiempo, se estima como algo muy distinto de lo concluso y
equilibrado. Spinoza lo declara: "Cuanto más activa es
una cosa, tanto más
perfecta...". Leibniz refrenda esta
posición al concebir la substancia clásicamente invaria
ble
como actividad,
negándose a estimarla como un
"ser". La substancia corporal, en consecuencia, supone
dinamismo. Para los clásicos el cuerpo humano significa
ba volumen, corporeidad; para los góticos fue un uotus,
un vacío, una
oquedad (la bóveda); en el tiempo a que nos
referimos, el cuerpo se imagina como un conjunto activo
de humores, caracterizándose esta nueva imagen por la
Pero la
visión que
sorprende, y con áni
o
no
nueva
—
—
circulación y las funciones. De manera que la idea de
función no es originalmente biológica, sino filosófica. La
biología la hace definitivamente suya mucho después,
expandiéndose,
miento, y
entre
por último,
a
otras
ellas, tardíamente,
a
zonas
del conoci
la teoría de la
arqui
tectura.
El concepto de función representa para nuestra disci
plina la consideración, omitida por los clásicos, del edifi
cio y su habitante, en sus relaciones activas. Sin embargo,
125
las actividades del habitante suelen proponerse como
"funciones", que, por añadidura, se atribuyen también al
edificio
en
entiende la
cuerpo
que suceden. Desde
casa como un
muerto
ni
como
esta
posición,
cuando
se
la tiene por un
cuerpo, ya
un sólido
geométrico que vale
no se
por sí, más bien la consideran como
puesto que se encuentra habitado.
En las culturas históricas más
"cuerpo protector",
antiguas,
el
primer
habi
el hombre, sino el alma que en el hombre
reside, habitándolo. Y cuando el cuerpo perece, el espíri
tu requiere su propia vivienda, tal como lo manifiestan las
tante no es
egipcias. Análogamente, al Tao chino se le
atribuye un espacio interno destinado a residencia. Y en
la cultura griega arcaica, el término soma, en su significa
do de lo puramente corporal, se opone al démas, que,
semejante a domus, indica la casa como domicilio, como
centro habitado. De las posibilidades inclusas en ambos
casitas de alma
términos, los clásicos,
del
hemos visto, optaron por las
cuando se generaliza la idea de
como
primero. Después,
función, pasamos de aquella
de la
arquitectura
a una
teoría
corpórea e inanimada
estimación activa de la misma.
Pero pasamos por medio de un término
función
que, al fin, resulta no sólo limitativo sino deformador.
—
—
Porque cuando pensamos en cosas o asuntos lo hacemos
aquellos términos que proceden de cierto conjunto
con
semántico, al que los vinculamos de acuerdo con su senti
do. Ahora bien, suele ocurrir que el término, con el uso y
tiempo, adquiere una carga significativa diferente de la
originaria y, perdida su condición primera, denota cosas
distintas de las que auténticamente le corresponden. Y
aún más, a consecuencia de su empleo fácil, puede llegar
a desbordarse en una
multiplicidad de usos tal que mueve
a confusión,
ello
y
porque la carga de significados que
asume resulta
superior a su poder significante. Cuando
tal cosa sucede, el vocablo pierde su auténtica vocación
el
126
—
hace
se
equívoco
—
,
y
como
su
voz
no
llama
a
recto
significado, oculta más que revela, y su empleo pertinaz
acaba por impedir pensar. Tal ocurre, desde
luego, cuan
do el término "función" se lleva a la
arquitectura, puesto
que
su
cosas
uso
indiscriminado y sin rigor le hace significar
quiere decir", e impide que se digan mu
que "no
chas que debieran decirse.
*
Denominamos "función"
*
a una
námica, que tiene
*
temporal, di
requiere de cierta
estructura
principio y fin, y que
organización para su cumplimiento. Es, por lo tanto, una
totalidad que supone operación y cooperación, caracteri
zándose claramente por aquello a que se encuentra desti
nada. Son inherentes a la función, la fungibilidad o con
sumo y la restitución en el uso de los
órganos que implica.
Así que la idea de función, por sus especiales característi
cas, concuerda plenamente con el pensamiento barroco.
Al fin, como ya hemos indicado, la manera de ver condi
ciona lo que se ve, por ello, las concepciones dinámica y
orgánica de lo real, propias de ese período, habían de
descubrir en el contorno cuanto les era correspondiente.
un
Ahora bien, la teoría clásica de la arquitectura supone
mecanicismo, manifiesto en la supresión de la tempo
concepción extensiva y corpórea del mundo
y de las artes, y en las nociones de composición y propor
ción, que implican partes aisladas y el todo como una
suma de porciones relativas entre sí. De diferente mane
ra, la posición funcional, en su sentido más auténtico,
corresponde a un organicismo, en el que los conjuntos no
pueden comprenderse como una simple suma de partes
coordinadas, porque la morfología es incapaz de dar
plena razón de cualquier conjunto activo. Por ello, la idea
unitaria, propia de cada función, no se obtiene por reralidad,
en
la
127
ducción
a
un
concebida
módulo extenso, sino que está
totalidad ejecutiva y conclusa, en la
patrón
como una
o
que, según hemos señalado, figuran la temporalidad y la
finalidad como sus ingredientes imprescindibles. De ahí
que las obras
arquitectónicas,
tal
como
las considera
este
pensamiento, no se fundan en un orden que suponga
relaciones fijas de magnitudes; muy al contrario, el arqui
tecto ordena organizando, y en su papel de organizador
pretende dotar al edificio de algo así como órganos que
"funcionan". Desde luego que el más craso error del
funcionalismo radica en haber tomado al pie de la letra
aquello que, a lo sumo, debió de ser entendido metafóri
de que las construcciones "funcionan"
hallan adecuadamente organizadas.
camente: eso
cuanto se
De
esta manera,
de lo funcional. Ya
frente al valor de lo bello
no se
estimó lo bello
como
en
se
opuso el
la finalidad
de la obra
arquitectónica, sino que se tuvo, más bien,
como una
simple consecuencia de las funciones adecua
damente cumplidas. A este respecto, Horatio Greenough, en su conocida obra Form andfunction, poco antes
de la mitad del siglo pasado, estima lo bello sólo como
"promesa de la función", y con esto subordina la belleza al
bien, residente
en
la funcionalidad.
Ciertamente que para este menoscabo de lo bello se
habían concitado la posición romántica y el auge de la
ciencia natural, que con la idea de función imprimió
sobre la
Los
arquitectura un
errores
y equívocos
cierto lamarckismo aún patente.
que produjo la teoría funcional
para descritos. Enunciaremos sólo algunos:
Como las funciones suponen finalidad, suele confun
dirse el destino que se da a las obras con la función
misma. De modo que frecuentemente se afirma que la
no son
—
función de tal
escuela
nosamente
o
cual edificio
aeropuerto,
que como el
o un
es
la de
ser un
mercado,
una
que equivale a pensar do
pájaro vuela y el gamo corre,
cosa
128
animales tienen por "función" la de volar o correr...
Ningún biólogo puede suponer que la totalidad de un
estos
organismo
explique
por las características de su activi
dad más ostensible, confundiendo ésta con la función,
que es, desde luego, una abstracción, y no una realidad
viva y perceptible.
se
Por otra parte, el
equívoco antropomórfico que ampa
raba la idea clásica, tiene su equivalencia en la posición
funcionalista, cuando se supone en ella que las obras
arquitectónicas, a semejanza del hombre, con el que vaga
—
quedan comparadas, respiran, digieren, fuman,
o esclerosan...
Aunque ocurre que al hombre
mente
se
intoxican
mismo
se
le deforma
a su
vez,
reduciéndolo
a sus
aspectos
vegetativos, y, convirtiéndolo en
un
se
esquema actuante,
supone que sus "funciones" son
las de comer, dormir, circular... Afortunadamente, de
puramente
motores o
personaje
ficticio que presentó el funcionalismo en
sustitución de la persona, queda cada vez menos recuer
ese
do
en
la memoria de los
arquitectos.
Pero la más grave insuficiencia de la teoría funcional
radica en que aquello que quiere decir y no dice se en
cuentra implícito en la propia idea de función, que, ina
—
decuadamente propuesta, se convierte en el obstáculo
para que con ella se piense cuanto realmente significa.
quid del asunto. Porque el tinte predominante
mente biológico que adquirió la idea de función en la
teoría de la arquitectura, impidió apreciar debidamente
aquello que en sí misma entraña: las auténticas acciones
humanas, ocultándolas con la palabra que intentaba sig
Este
es
el
nificarlas.
*
*
griego érgon, así
corresponde a enérgeia, que,
"Función" traduce el
miento"
*
129
como
"funciona
para Aristóteles,
operar. La condición operativa
actividad produce obras y frutos y trae
significa "poner en obra",
de lo puesto
en
consigo, como consecuencia, el disfrute y el goce de lo
originado. Tanto es así que en el grupo latino correspon
diente, Xafunctio (que literalmente significa "cumplimien
to" de algo) se asocia al grupo de fruor, en el sentido de
"goce de los productos o de los frutos" la fruición. Pero
cabe destacar que este grupo semántico incluye también
—
noción inherente, de manifiesto en
derecho a usar o disfrutar de cosas o frutos1.
{uti)
el "uso"
ususfructus o
como
Por lo tanto, la
función, que
es una
abstracción del fun
cionamiento, de acuerdo con el sentido que proponemos,
representa y designa la activación operativa de las cosas,
para disfrutarlas plenamente en
das "funciones" llevan consigo
su uso.
Así que las llama
carga significativa
distinta
de
la
la
en
muy
propuesta
concepción biológica.
si
entendemos
la
Porque
arquitectura funcionalmente,
como
"lo puesto
en
una
operación",
esto
implica
determi
nadas "maneras de hacer uso" de ella, según las usanzas o
costumbres y necesidades del hombre, y para el pleno
disfrute
aprovechamiento de las obras. A decir verdad,
ninguna arquitectura es realmente "funcional", porque
aquella que se denomina de tal manera alude con impro
piedad al encapsulamiento de las actividades habituales
humanas o al de ciertas finalidades productivas particula
rizadas. Urge, pues, sustituir ese concepto alterador y
sucedáneo por nociones más rigurosas, que desplieguen
adecuadamente aquello que éste nos oculta: usos, hábi
tos, costumbres, necesidades, servicios, empleos...
'El
uso
o
y lo utilizable, en relación con sus frutos
en el
gótico bruks y en el inglés
también señalado
ble",
la
cercanos
afructus.
Vid. Ernout y
provechos, queda
antiguo bryce, "utilizaMeillet, Dictionnaire étymologique de
langue latine, Tercera edic. 1951. p. 456.
130
o
La inautenticidad del
pensamiento funcionalista, en
su orientación
biológica, estriba, por consiguiente, en que
omite la verdadera correspondencia entre la arquitectura
y su habitante, así como desconoce la acción mutua entre
las usanzas del hombre y la usualidad de la arquitectura,
los hábitos humanos y sus habitaciones adecuadas,
y entre el vivir y la vivienda, hasta tal punto correspon
dientes que la modificación de cualquiera de estos con
entre
ceptos
trae
consigo la
inmediata alteración de
su
relativo.
Importa, pues, y sobre todo, esta inherencia, el correlato
entre la arquitectura y el usuario,
porque ambos se mues
tran en este juego como
configuradores y como configu
si
la
rados, ya que
arquitectura permite ciertos tipos de
vida
a su
y por ello los delata en sus disposiciones
vez, el hombre se permite hacer determinada arquitectu
ra
según sus especiales maneras de vivir. Esta relación
—
—
,
mutua es
la que debe desentrañarse,
equipararla equívocamente
resemblanza
mos
con
que viven
Aquello
con
las atribuibles
a
trabajan.
o
en vez
de limitarse
a
"funciones", de dudosa
organismos o a mecanis
mal decía con el término función tiene
que
que reconsiderarse. Pues la arquitectura no "funciona"
sino que permite e incluye determinados esquemas de con
se
ducta humana,
arquitectura
ser
a
los que da lugar. Hemos de pensar la
adecuación a específicas maneras de
en su
del hombre, redescubriéndola así
servicialidad,
luego,
más
plena
cuanto menos
cuanto menos
ostentosa1.
en su
condición de
ostensible, y, desde
No es, pues, "la vida" lo
'Las llamadas "funciones" constituyen la modestia de la arquitectu
a los
esquemas de
porque deben ocurrir sin notoriedad. En cuanto
fueron
entendi
notar
cabe
hacer
humana
conducta
que
aquí referidos,
a
reduciéndolos
el
funcionalismo,
dos erradamente por
pretendidos
biológicos, al punto de confundirse en ese modo de pensar
ra,
equivalentes
la función
con
la circulación, convertida ésta
131
en
el esquema
perceptible
que la arquitectura oculta y representa a la par, sino, más
bien, lo que los griegos denominaron díaita (género, régi
de vida
men
o
distribución de la
reflexionamos sobre la
misma).
arquitectura
Por
desde
ello, cuando
punto de
vista, debemos de centrar nuestra atención sobre el éthos,
cosa
que auténticamente no se ha hecho, con todas las
este
costumbre, uso, carácter y lugar
implicaciones de éste
de reposo
previas a su codificación o normalización en
"ética". Al fin, aquello que el hombre es, en cuanto algo le
es
propio, reposa sobre el carácter, la costumbre y el uso2.
Arquitectónicamente, la reiteración activa del uso en la
costumbre concede el carácter habitual a los lugares y
—
—
,
recintos. Así, en cuanto nos referimos al hombre, adverti
mos
que los usos y conductas "habituales constituyen sus
"
pertenencias inalienables, sus "haberes" característicos.
El habeo correspondiente a la habitualidad y a las costum
bres {mores), da lugar y tiene lugar en las habitaciones o
moradas. Y en el libre juego posible entre aquello que el
hombre tiene
"hábitos"
"ha
y le contiene y retiene
bitaciones"
se hace el hombre habitante
y habituales
los lugares. El haber del hombre, en el sentido de "lo que
—
—
—
—
,
le
es
propio",
se
forma
en
el habitar, así
como
las activida
des usuales que el habitar entraña, constituyen "el haber"
de la arquitectura: sus "propiedades", en las que recono
cemos
para
qué
es
"hábil"
o
apta. Haberes que,
sean
del
de los
desplazamientos del hombre. De manera que cuando en una
planta arquitectónica quedaban evitadas las interferencias circulatorias,
decía que "funcionaba" bien. Esta minimización de la función, atri
buyéndola a la circulación, es propia de un pensamiento que previa
mente había reducido a función mucho de lo
que no es tal.
2Lo suyo, lo que es propio del hombre, en el grupo latino del
reflexivo sui lleva a suesco, "lo acostumbrado", así que el ser y el tener
se
humanos aparecen de manifiesto
éthos invocado.
en
132
hábitos y costumbres,
o
sea, en
el
arquitectura, originan deberes: deber
"el saber habitar"
del habitante hacia el pleno habitar
y deber de la
exigido por Le Corbusier y Heidegger
obra arquitectónica hacia la permisibilidad del pleno ha
habitante
o
de la
—
—
bitar.
arquitectura supone,
las vagorosas nociones por el funciona
lismo propuestas, y, sin embargo, en ellas incluso. No
pues, una arquitectura funcional sino practi
En todo esto radica el éthos que la
enmascarado
con
requerimos,
cable
—
da
en cuanto
lugar
y plenaria:
praxis
la propiedad e intensidad
a nuestra
aquella que obtiene plenitud mediante
de sus empleos.
—
Al decir de la teoría clásica, la arquitectura está com
pleta en perfección si cuenta con todas sus partes y medi
das necesarias. La teoría que en este punto examinamos
sólo cuando bien "fun
ciona". Aquí proponemos la fundamentación de una ar
quitectura plena {depletus), en cuanto se estima el plus que
le brindan sus adecuados em-pleos, los correspondientes
estima
pletórica
2l
la
al éthos humano y
a
arquitectura
la habitabilidad.
133
LA CONCEPCIÓN
4.
DE LA
a
diferencia
ARQUITECTURA
de la idea clásica, por la que el
arquitectónico comparte
funcionalismo
ESPACIAL
sus
principios con
arte
otras artes,
el
intento de proponer la ar
desde nociones que le son propias. Pero una
quitectura
representó
un
concluido el auge del funcionalismo, asistimos ahora
al del espacialismo, aunque este predominio signifique
vez
aceptación
tardía de ideas que fueron expuestas hace
mucho, y sin que sus difusores recientes parezcan haber
se
percatado de ello. "Cosas veredes..."
una
pesar de las afirmaciones formuladas por
en especial Bruno Zevi y sus
determinados tratadistas
Porque
a
—
epígonos
que pretenden de absoluta novedad la teoría
espacial de la arquitectura, ésta fue propuesta, durante el
siglo pasado y en la primera mitad del nuestro, con reite
rada pertinacia y por gran copia de autores, de manera
que sus recientes expositores no parecen haber hecho
—
,
mucho más que descubrir
un
mediterráneo
en
exceso
aquello que peor parece, quienes ahora
se atribuyen gratuitamente esta teoría no han dado ni un
sólo paso perfectivo en ella, con respecto a los ya efectua
dos durante el pasado siglo.
Por otra parte, ocurre que con el uso generalizado del
término espacio y con su aceptación universal muy sin
rigor, quienes suelen emplearlo no parecen saber a cien
cia cierta de qué tratan cuando de espacio se trata. Como
quiera que sea, bien parece utilizarlo, porque la palabra
espacio siempre otorga patente de hallarse a la page en
cuanto a la arquitectura concierne. Y aún más, dotado de
transforma
muy cierto poder mágico, el "espacio" queda
frecuentado. Y,
do
en
la
panacea que remedia todos los males
en claro indicio
por la teoría de la arquitectura,
venturosa
padecidos
135
de la acción que la moda ejerce sobre las ideas. Así que la
noción espacial no va mucho más allá de ser un regalado
modo de la comodidad. Con razón suele decirse que "la
el oficio de pensar
supone, primero, incomodarse, dándonos el trabajo de
proponer problemas en donde aparentemente no los
moda
incomoda..." Sin
no
embargo,
El resto..., cierto que tampoco es cómodo.
Indicábamos que los actuales "espacialistas" han falta
hay.
limpio deber de
do al
reconocimiento hacia
"reconocimiento"
res,
en su
precurso
doble sentido de "identifica
sus
ción" clara de la persona creadora y de "gratitud" hacia
ella. Hasta donde nuestras referencias alcanzan, pode
mos atribuir a
Hegel la posibilidad de entender la arqui
tectura
de
de los
obra
espacialmente. A su manera
materiales que constituyen la
es un tema
can un
bre
o
la
"Aquí
ción
fin
estatua
—
reitera
importancia,
manera
nado
—
"para los cuales han sido construidos".
la simple diferencia entre la construc
y la construcción en piedra no tiene
no
siendo
fin
puede
construyendo
esta
en
a
la
un
obtenerse cavando
Y
diferencia relativa sino
espacio, de formar un recinto desti
religioso o humano..." "Espacio semejante
de limitar
a un
arquitectónica
casa
—
madera
en"
a
—
la distinción
y el templo impli
la edificación: los habitantes
el hom
secundario, porque la
ajeno
ver,
ya sólidas, o, viceversa,
murallas y techos que formen un recinto"1.
consecuencia, al tratar la arquitectura que denomi
masas
gótica), pro
pone iniciar su estudio a partir del interior de la misma,
por el lugar consagrado a la reunión de los fieles, dicien
do que "el espacio interior no debe ser un
espacio vacío,
de una regularidad abstracta..."
porque "las formas
circulares, cuadradas, rectangulares no convendrían a los
romántica
na
1
Hegel.
(cuyo prototipo
Estética. Primera sección.
136
se
halla
en
Arquitectura.
la
Introducción.
Y
que determinan el recinto ni a las cubiertas"
aunque Hegel sólo atribuye espacio a la arquitectura
muros
.
gótica y
espacial
a
la de
su
tiempo,
desestimando
cuanto
haya
de
la clásica, sus ideas fueron de importancia
porque abrieron los ojos a sus contemporáneos
suma,
en
ignorado
atributo de la
arquitectura. Pero
sucede que el ver es de índole proyectiva, y como los
proyectos corrientes de aquel tiempo miraban hacia otros
lados, los posibles lectores quedaron con los ojos abier
sobre
este
harto frecuente, y esto
porque el darse cuenta de lo que sea ha de entenderse,
literalmente, como la cuenta que nos damos... porque somos
tos...
y
a
oscuras.
El hecho
capaces de dárnosla
quien dice, por
cuenta
en
es
voluntario movimiento;
como
propia.
Ocurre, pues, que los contemporáneos de
Hegel
se
o rindieron cuentas muy distintas de las
que éste
les propuso, de ahí que hubiera de transcurrir un buen
trecho de años hasta que se llegara a contar con la idea
dieron
espacial antes expuesta. Karl Schnaase, que siguió a He
gel en discipulado, propone, al igual que su maestro, la
distinción entre espacio interno y externo, aunque, a
diferencia de aquél, considera el ámbito interno como
espacio en perspectiva, en torno a cuya interpretación
espacial estudia la catedral de Amberes2. Por el mismo
camino, Konrad Fiedler analiza la arquitectura del me
dievo y establece diferencias, como las de Hegel, respecto
de la arquitectura antigua, por cuanto en ésta predomina
la horizontal, así como en aquélla se destacan las líneas
'Hegel. Op.
formas
Arquitectura. Cap.
particulares.
cit.
in.
Arquitectura
romántica. Sus
2Karl Schnaase. Niederlandi.se he Briefe. Stuttgart und Tübingen,
Brief. Der Dom von Antwerpen, pp. 188 y ss.
1834. Achter
137
verticales1.
concepción espacial que Hegel inició,
se
despliega después de un ancho curso, al que contri
buyeron numerosos autores durante el siglo pasado. El
mismo Fiedler afirma que la arquitectura tiene por objeto
"encerrar y cubrir espacio". Burckhardt califica al Rena
cimiento de "estilo espacial", estimándolo como "estilo de
las relaciones entre espacio y superficie". Dehio conside
ra en el
gótico su Raumbild o "visión del espacio" y
Schmarsow, como Riegl, ya en los umbrales de nuestro
siglo, tratan la arquitectura como "formadora de espacio"
{Raumgestalterin), con la distinción hegeliana de espacio
interno y externo, o de espacio cerrado y su contorno. A
esta escueta exposición, que no agota, ni con mucho, la
serie de autores que se ocuparon del problema espacial
en la
arquitectura durante el siglo pasado, se le puede
añadir otra mucho más extensa, correspondiente a los
que
en
ción
se
el
Pero la
nuestro
abordaron el
tema2. Cabe advertir,
en
principio, que para la generalidad de estos autores, espa
cio y arquitectura son dos entidades conclusas, aunque de
distinta índole, aceptadas como "cosa hecha", cuya condi
da
por sabida, hasta el
extremo
de establecer la
índole de la
natorias
arquitectura según las posibilidades combi
que haya entre ambos términos, desde los par
ciales puntos de vista que cada teórico proponga. Por ello,
debemos hacer notar que los problemas correspondien
tes a esta posición teórica empiezan, en realidad, allí
donde los consideraba resueltos.
'Konrad Fiedler. Schriften über Kunst. Zweiter Band. München, 1914.
Über Wesen und Geschichte der Baukunst, p. 469.
2Véanse los trabajos de Paul Klopfer, Dagoberto Frey, Leo Adler,
Magda Heilbronn, entre otros, publicados en la Zeitschrift für Aesthetik.
Posteriormente, la idea espacial ha aparecido de diversas maneras
conocidas obras de Pevsner, Giedion, Bachelard y Matoré.
138
en
De
los
entre
autores
el
tensamente
tema
damente
con
que
que
*
*
*
de
del
generación que abordó ex
espacio en las artes, destaca níti
una
August Schmarsow. No sólo porque manifiesta
plenitud la manera de pensar de entonces, sino por
dio al tema que nos ocupa el tratamiento particular
se
merece,
diferenciándose
en
ello de
otros autores
que, como Riegl, incluyeron sus especulaciones espacia
les en obras destinadas a otros fines que los puramente
teóricos1 La idea de Schmarsow
.
'Alois Riegl
se
basa
en
que el
espacio
Spatromische Kunstindustrie Viena, 1901, en el
capítulo
arquitectura, expresa: "...debemos reconocer en
la configuración del espacio el elemento auténticamente propulsor del
desarrollo de la arquitectura en la edad imperial romana". Y después:
"La arquitectura es ciertamente un arte utilitario y su objeto utilitario
consiste realmente, en cualquier época, en la formación de espacios
limitados, dentro de los cuales se ofrece a los hombres la posibilidad de
movimientos libres. Como esta definición indica, la tarea de la arquitec
tura se divide en dos partes que se completan y complementan necesa
riamente una con otra, pero precisamente por esto se hallan en cierta
oposición entre sí: la creación del espacio cerrado como tal y la creación
de sus límites". En este último párrafo Riegl parece seguir a E. von
i,
en
dedicado
su
a
,
La
Hartmann, citado por Schmarsow. Von Hartmann sostiene que "lo
esencial
es tan
solo la limitación del
espacio,
con
el fin más auténtico del
de inmediato,
aprovechamiento
las
posibilidades del que se
espacio arquitectónico según
entre
rotunda
Riegl y Schmar
desplaza, recorriéndolo. La diferencia
sow radica en que el espacio propuesto por el primero "permite" la
de éste". Y Schmarsow,
como veremos
concibe el
como es obvio, pero se encuentra concebido estáticamente,
mientras que para este último el espacio arquitectónico surge desde el
movimiento de aquel que lo recorre. Las contribuciones de Schmarsow
movilidad,
principalmente en su discurso inaugu
ral del año académico de la Universidad de Leipzig, en 1893, titulado
Das Wesen der architektonischen Schópfung (1894) (La esencia de la crea
ción arquitectónica) y en su libro Grundbegriffe der Kunstwissenschaft
(1905) (Conceptos fundamentales para la ciencia del arte), en el que
sobre
este
remite al
punto
texto
se encuentran
anterior.
139
constituye
la esencia de la
arquitectura y que la historia de
debe ser, por tal motivo "una historia del Raumgefühl" (del sentimiento del espacio). Así que su manera
de pensar corresponde al neo-kantismo, mediante el que
este arte
general del arte se apartó de las tendencias
positivistas y causales. La teoría de Schmarsow no se
pregunta tanto de dónde procede la arquitectura, como
qué es este arte en su índole privativa, y con ello origina
una auténtica ontología regional, de entre las varias
que
entonces surgieron. De Kant acepta la categoría del
por
espacio, refiriéndola como éste a la intuición humana. Y
la teoría
por otra parte, a la manera del Kant postrero, estima que
el espacio tiene que percibirse de acuerdo con el despla
zamiento del cuerpo, ya que concibe el espacio arquitec
tónico como "recorrible", distinguiéndolo así de las mo
espaciales propias de la pintura y la escultura.
Sin embargo, cabe hacer notar que el espacio, tal como lo
admite
como una magnitud infinita
supone Kant
sólo fragmentos pero no casos, y a diferencia de ello, el
espacio arquitectónico tiene que ser apreciado cualitativa
mente. De manera que el espacio kantiano es una totalidad
"divisible", pero no un ingrediente apreciable según sus
modalidades, como sucede con el arquitectónico. Por ello,
el problema empieza allí donde Schmarsow daba por
zanjado el suyo: en la aseveración de que la esencia de la
arquitectura es el espacio, tesis repetida actualmente en
varios tratados, curiosamente ajenos a que el neokantismo nos es ya muy ajeno, demasiado ajeno... Pues en
cuanto pensamos de esta guisa, suponemos por error que
un
simple atributo de la arquitectura el espacio cons
tituye la esencia de la misma, cosa que equivaldría a creer
dalidades
—
—
,
—
que
una
parte de
—
el brazo derecho, si se
cuerpo
la
de nuestras características
nuestro
—
o
quiere
cualquiera
complexión, la estatura, el color...
representan la con
dición total de aquel que somos. Por estos derroteros, las
—
—
—
140
ontologías regionales llevaron el concepto del ser que
desde sus orígenes quedaba sobrestante más allá de todo
lo real
a zonas de
objetos tan parvas de significación
que concluyeron por hacerlo insignificante.
De manera que el problema no está zanjado con la
aseveración de que la índole de la arquitectura radica en
el espacio. Más bien hemos de pensar que este punto
aparentemente resolutivo se halla cargado de motivos
—
—
cuestiónales. Si, desde los días de Schmarsow, innumera
bles veces se ha reiterado que el espacio constituye la
esencia de la
arquitectura,
no se nos
ha dicho
nunca con
rigor en qué consiste la esencia del espacio arquitectónico. Por
que espacio hay de aquí al planeta Venus, o puede ganar
se
"espacio" en el agresivo desarrollo de una partida de
ajedrez, y, sin embargo, ninguno de tales "espacios" da
indicio de lo que la arquitectura es... Con todas las dife
rencias habidas
el
entidad real y una abstracción,
proponerse burdamente así: recono
entre una
problema puede
que hay agua
fisiológico, en una limo
basta la simple conside
nada o en una ducha fría, pero
ración del ingrediente "agua" para obtener plena razón
cemos
en
el
suero
no
modalidades hidráulicas. Si quere
mos entenderlas, habremos de preguntarnos qué hay que
hacer con el agua
y, por lo tanto, a qué fin previo se
de cada
una
de
esas
—
haya ducha, limonada o suero.
De igual modo, si pensamos en rigor nuestro tema,
debemos de preguntarnos qué hay que hacer en el espa
cio para que sea o haya arquitectura. El ser de la arquitectura
es un ser para; de ahí que el ser y el haber de la arquitectura
supongan y requieran, previamente, un hacer, pues el espacio
destina
—
para que
arquitectónico
hecho
A
con
no
sea o
pertenece al mundo de lo dado,
determinada
finalidad.
respecto, si se acepta,
está en la arquitectura, tal
este
espacio
blanco
en
la tiza
o
el negro
en
141
según
se
como se
el asfalto,
con
sino al de lo
que el
encuentra el
usa,
prescinden-
cia del hombre que hace surgir cualitativamente dicho
espacio, mediante sus empleos y las obras adecuadas, no
habremos adelantado nada respecto de la posición neokantiana ya descrita.
Si, por el contrario,
nos
limitamos
a
suponer que la
porque está en el espacio, enten
deremos sus obras a la manera de los sólidos o cuerpos
situados en el espacio geométrico y, por lo tanto, deshu
arquitectura
es
espacial
llegamos a suponer, como más de alguno
piensa, que la arquitectura "configura" el espacio general
para transformarlo en un espacio singularizado, tratán
dolo al modo del líquido que adopta la forma del reci
piente que lo incluye, incurriremos en el error de inter
pretar como continente y contenido aquello que sólo
acepta este género de relación en muy forzada metáfora.
Nada de esto es suficiente. La arquitectura no "mode
la" el espacio, así fuera material dócil, entre otras razones
porque el espacio no es una entidad real y perceptible, sino una
abstracción que puede efectuarse desde campos muy dis
tintos del pensamiento y a partir de incontables supues
tos. Por lo tanto, no se configura el espacio, sino lo espacial o
extenso, que es algo muy diferente. De acuerdo con esto,
no basta considerar el espacio como una suerte de "anti
materia", para oponerlo a la idea constructiva o corpórea
de la arquitectura, propia del clasicismo o del positivismo
arqueológico. Tan "espacial" como el ámbito de cual
quier obra arquitectónica es la masa construida que lo
revela, por la simple razón de que todo lo volumétrico y
extenso es espacial. De manera que una auténtica concep
ción espacial de la arquitectura no puede prescindir del
aspecto corpóreo y material de la misma, precisamente
porque en éste reside también la espacialidad. Sin embar
go, como ha demostrado Bergson, espacio y materia son
manizado. Y si
dos falsos absolutos, son mixtos, puesto que "la materia
espacializa el espacio" así como "el espacio materializa la
142
materia", al punto que,
como sumariza Heidsieck una
de
Materia
capital
y memoria, "el espacio y la materia
no
pueden considerarse como esencias sino por una confu
sión de los planos de realidad o de los
planos de la conciencia"1
idea
.
Por
hay diferencias profundas entre el
espacio arquitectónico y el propiamente geométrico, y
radican en que este último es homogéneo, y por lo tanto
divisible ad infinitum, no admite grados, porque no acepta
cualidades, y es, primordialmente, un espacio nouménico.
El espacio arquitectónico es fenoménico y pragmático,
puesto que se manifiesta mediante operaciones huma
nas, y tiene condición cualitativa. El espacio de esta índole
no se delata con el
porcionamiento de cifra y medida;
al
contrario, su carácter se evidencia en el topos o
muy
lugar, apreciable por sus modalidades y accidentes. Este
espacio "tópico", "lugareño", en el despliegue de todas
desde el "lugar común" o público
sus
posibilidades
hasta el que nos es privativo en la intimidad de nuestros
no tiene
hábitos y habitaciones
parangón con ningún
otro tipo de espacio. Frente a la uniformidad del espacio
matemático aparece este espacio vivido, modal, situable
otra
parte,
—
—
infinitas diferencias de aspecto. Por lo tan
to, para entenderlo en su auténtica condición, hemos de
retrotraernos a su consideración antigua como "sitio", en
mediante
sus
específico de cada tiempo tiene su
inconfundible, pertinente "sede".
Así que cuando pensemos que la arquitectura ocupa
espacio, hemos de entender que ocupa "un" espacio locali
zado y localizable, porque le da determinada ocupación, distin
guiéndolo cualitativamente de los demás lugares median
te operaciones propias del arte arquitectónico. Las obras
a su vez, ciertas y específique de ello resultan, permiten,
el que el hombre
'
Francois Heidsieck, Henri Bergson
143
et
la notion
d'espace
( 1 96 1 ), p. 1 22.
operaciones, ocupaciones y
acciones habremos de referirnos, tal como anteriormente
propusimos, para entender en rigor la índole del espacio
cas
acciones humanas. A
arquitectónico.
estas
arquitectura no es espa
cial porque "está" en el espacio general, ni porque lo
"contiene" o "configura", sino porque hace surgir frente
al espacio in-erte, o "sin arte", un espacio con cualidades
intrínsecas, antes inexistentes, y que, por ello, no puede
estimarse como "parte" o "recorte" puramente extensivo
de espacio alguno. De acuerdo con esto, una arquitectura
puramente espacial es impensable, y por ello debe esti
mársela u-tópica o carente de lugares. En vez de referir
nos con
vaguedad al "espacio", en arquitectura hemos de
recurrir a modalidades espaciales que corresponden a
localizaciones, áreas o ámbitos surgidos, según el uso y la
finalidad, en zonas, caminos, ciudades, calles, plazas, vi
viendas, habitaciones, muebles... Dejaremos, pues, de
considerar en la arquitectura el espacio general o abstrac
De
manera
to, que tan poco indica
que la
respecto de
ese
arte, para pregun
quehaceres humanos que originan el espa
arquitectónico en su condición usual. De tales accio
nes nace un
espacio tematizado, en el que la acotación que
entraña no es solamente espacial, puesto que tiene por
límites aquellos que son propios de su empleo. El espacio
tarnos
cio
por los
que así surge
"naturaleza"
no es una
abstracción humana ni, tampoco,
espacio "dado"; es, más bien, un espacio
desnaturalizado mediante las operaciones y finalidades
aludidas. Ahora bien, espacio tematizado significa espacio
legible y, por ello, comprensible y comunicable en cuanto
o
revelado dé cierta
1
manera
y
con
Decimos
determinado
propósito1
.
esto
porque el hombre convierte, además, en arquitectóni
legibles los accidentes naturales, cuando les da nombre propio,
particularizando así a la roca, al vado, al valle, a la montaña. Contraria
mente, el espacio general, extensivo
y geométrico, no puede recibir
camente
144
espacio artificial, tematizado, legible y nombrado, en
la singularidad que nuestros empleos y operaciones le
lo
otorgan, es el espacio arquitectónico. La vida concreta
origina y la palabra especificadora lo designa. Por ello, el
espacio arquitectónico es nuestro espacio inherente y se ca
racteriza porque posee determinada condición biográfica.
Vida concreta y vivienda, o lugar en que nuestra vida se
localiza y establece, aparecen, como no podía ser menos,
directamente asociadas, y requieren una consideración
en
rigurosa, omitida tanto por los "espacialistas", que
general se limitan a la vaguedad inespecífica del "espa
Ese
no tuvieron
por los filósofos de la vida, que
plenamente en cuenta cuáles son las condiciones arqui-
cio",
como
nomenclatura que lo singularice, porque carece de casos y accidentes.
Para entenderlo, hemos de recurrir a denominaciones genéricas
magnitudes y medida, en distinciones
exclusivamente cuantitativas. Las obras arquitectónicas pueden nom
brarse, no solo por sus cualidades genéricas
"templo griego", "cate
sino que pueden recibir nombres
dral gótica", "termas romanas"
propios que las diferencian y especifican. Así, cuando particularizamos
determinada área verde dispuesta para vacación del hombre, denomi
nándola parque del Retiro o del Luxemburgo, mediante el nombre
sabemos de qué lugar concreto se trata. Por cierto que el nombre propio
no indica
propiedades de aquello que lo ostenta, pero lo distingue
plenamente de otros lugares que llevan el genérico de parque.
Desde antiguo quedó entendido que nombrar es conocer, en la
asociación analógica establecida entre nosco y nomen. Y como la raíz que
corresponde a "conocer" equivale en indoeuropeo a "nacer o engen
drar', esto nos permite suponer que los lugares conocidos y nombrados
"nacen", porque la denominación que se les asigna contribuye a "produ
cir" lugares en el espacio, que no surgen plenamente como tales mien
tras no podemos nombrarlos. De hecho surgen porque al nombrarlos
con nombre propio quedan especificados, haciéndolos inconfundibles.
En cuanto "se llaman" de alguna manera, acuden a nuestro llamado
invocador o evocativo, sometiéndose al imperio de nuestra voluntad,
dominar. El terreno y los lugares
puesto que, al fin, conocer supone
conocidos constituyen nuestros auténticos "dominios".
—
triángulo, círculo,
esfera
—
o a
—
—
,
145
activida
que la vida humana tiene lugar, y qué
des arquitectónicas necesitamos emprender para dar lo
cal y ocasión a nuestra inalienable manera de vivir.
Mediante estas reflexiones sobre las teorías formal,
funcional y espacial de la arquitectura creemos haber
tectónicas
en
probado que esta tríada fundamentadora, quizá la más
representativa del pensamiento arquitectónico al uso, su
pone tales defectividad e indigencia, en cuanto respecta
al hombre, que la invalidan para considerar la arquitectu
En la parte
ra desde el nivel de nuestras exigencias.
segunda de este ensayo propondremos nuevas posibili
dades teóricas, muy otras que las anteriormente expues
tas, con las que intentaremos fundamentar la índole del
hacer
arquitectónico
en
la
integridad
146
de
su
sentido.
PARTE SEGUNDA
TEORÍA
1.
TEORÍA Y CRITICA
DE LA
quedamos
ARQUITECTURA
que las tres orientaciones teóricas co
a la
arquitectura, expuestas en la parte
ensayo, resultan inadecuadas, por excesi
en
rrespondientes
primera de este
excedidas, cuanto por alteradoras. Pues, tal como se
advirtió, desorbitan cierta posibilidad fundamentadora
y, al extralimitarla, pretenden hacerla buena para expli
cación de la arquitectura toda, con prescindencia del
hombre concreto y real, tanto hacedor como beneficiario
vas o
de la misma. Pero
esto
dicho
no es
sino
aspecto del
cuantía, que
un
problema. Porque hay otro, y de superior
corresponde a la ocurrencia de que la teoría de la arqui
tectura, en la generalidad de los tratados correspondien
tes, aparece confundida con disciplinas que le son ajenas,
de las que experimenta invasión, desvirtuándose su senti
do, inclusive en los trabajos más recientes. Y ello, por
paradoja, viene a ocurrir también en aquellas obras que
trataron
de evitar la situación
aquí expuesta,
y,
en conse
pretendieron a su modo resolverla o superarla.
Así que en ciertos trabajos del presente se rechazan los
textos tradicionales de teoría de la arquitectura, porque
incluyen toda clase de conocimientos dispares, aunque, a
la vez, como sucede en alguna obra reciente, ostentan en
de
su contexto normas para la preparación del programa
cuencia,
los edificios,
que
del helioindicador y
por hacerlas recaer en
otros temas
uso
concluyen
y
casos
aquello que previa
mente censuraron. Y por si esto no bastara, sucede que
cuando formulan el propósito de deslindar la teoría de
intención laudable,
modalidad del saber
le incumbe como cosa propia la volun
porque a la teoría
a renglón seguido advertimos que la
tad de claridad
"teoría"
para sustituir la inadecuada y prece-
cualquier otra
—
—
propuesta
149
dente
consiste
no
en un
saber esencial, fundamentador
sino que estriba en "un método
arquitectónico,
trabajo" que permita dar soluciones adecuadas a cada
proyecto emprendido por el estudiante de arquitectura,
subordinando el pensamiento teórico a los talleres de las
del hacer
de
escuelas y dándole un sentido didáctico que la teoría no
tiene por qué tener..., si no es que la consideramos a la
manera de
aquella denominada "teoría" de la música,
enseñada años hace
propósito
teoría
no
de utilidad
le
los conservatorios
en
o
corresponde
aplicación
ser
con
análogo
inmediata. Pero
útil, dado que
su
a
la
condición
instrumental, sino fundamental, puesto que ningún
saber en autenticidad puede prescindir del pensamiento
no es
teórico que lo establezca y deslinde. Así que la finalidad
teórica es muy otra que la directa contribución al trabajo
del
arquitecto
la docencia de la
arquitectura, por
mucho que se pondere semejante participación. Sin em
bargo, la confusión no se produce solamente respecto de
disciplinas ajenas a la índole de la teoría, sino que suele
originarse
o
a
también
luego,
a
la crítica y
aquellas que tienen en común con
especulativa: nos referimos, desde
con
la teoría la condición
a
la historia de la
*
'Que
mismo
en
la teoría
no es cosa
general
*
del
arte
haya
arquitectura1.
*
sido invadida por la crítica del
difícil de demostrar. Un
ejemplo insigne
se encuentra
la conocida obra de Lionello Venturi titulada Historia de la crítica de
arte, pues
una suma
que el
ocurre
de
libro aparecen bajo el marbete de la crítica
filosóficas en las que se da razón de ser de lo
esencia y, por lo tanto, ese centón de
posiciones no es
que
en
este
concepciones
arte es en su
suma de teorías en su sentido más
riguroso. Ni Platón ni
Aristóteles ni Kant hicieron crítica
particular de las artes en obras
específicas y concretas, de ahí que el título arriba indicado sea confun
sino
una
dente, por confundido.
150
ninguna ciencia puede probar directamente
sus propios principios (Aristóteles), puesto
que ninguna
matemática
nos dice lo
la
matemática
es
operación
que
(Gódel, Heidegger) y porque ningún hacer se explica
desde el hacer mismo, es pertinente la teoría. La teoría es el
Dado que
saber del extrañamiento.
Este saber del extrañamiento consiste
requiere la distancia,
en
un
"saber
lejanía, para contemplar
desprendimiento del
aquello
mismo. Es el saber horaciano de aquel que huye del
mundanal ruido, con lo que se puede comprender el
mundo como mundo y aun con su ruido. El apartamiento
concede perspectiva, visión de conjunto. De ahí que el
ver" que
que
todo,
sea como un
conocimiento teórico
contemplarlas
en
las domine.
la
nos
sin-opsis
con
sobre las cosas para
de
vista unificado que
punto
remonte
o
Pero la unificación del punto de vista
do real
se
aplicable al
mun
obtiene mediante determinada comunidad de
supuestos que otorgan sentido a éste. La teoría, de tal
modo, puede considerarse como la ciencia del sentido.
Puesto que constituye el saber fundamentador, a la teoría
le incumbe formular los supuestos que otorgan sentido a
cierto campo real. En cuanto establecemos el sentido de
alguna
zona
determinada
de lo real,
realidad,
esto
decir,
es
cual las "cosas" obtienen
manera,
un
real
es
el orden
convertido
en
abstracción por la
orden. Propuesto de esta
en una
previo a la realidad,
que disponemos lo real
aceptaremos que lo real
puesto que ésta
queda
en
es
o
res
Las "cosas"
para entenderlo de alguna
abstracción que
las ideas, se convierten en realidad
según lo
representa el orden de las cosas o de las ideas
manera.
—
—
,
—
—
lo
que de ellas se supone sistemáticamente. Así que contra
consabido y tantas veces dicho
aquello de que la teoría
—
se
opone
a
la realidad
—
,
debemos pensar, más bien, que
151
hay
realidad sin teoría, como no existe ninguna teoría
auténtica que no origine determinada realidad.
no
Afirmaremos, entonces, que lo real, fundamentado
teóricamente, constituye cierta y definida realidad. Pero
puede recurrir a su
puestos diferentes, tales supuestos originarán, a su vez,
diferentes realidades. Así, podremos aceptar que el uni
verso real sea
"prácticamente" el mismo en la época de
Newton y en el tiempo de Einstein, pero la realidad del
como
la fundamentación teórica
universo de Einstein
es distinta de la propuesta
por New
dado
ambos
diferentes
ton,
que
emplean muy
supuestos
teóricos. De este modo, cabe sostener que teorizar significa
convertir
a
lo real
en
cierta y
específica
realidad. De
manera
anteriormente indicábamos, la teoría anticipa
que,
la realidad que sea, porque es siempre y forzosamente
como
previa
o
"anterior"
Y si esto sucede
más
propiedad
en
a
la realidad que revela o
la esfera de lo dado,
en
constituye.
ocurre
con
el mundo de lo hecho.
Porque el campo
carece de intenciones.
sujeto y, por ello,
Contrariamente, aquello hecho lo fue por alguien, "se
secundándolos, siguiéndolos
gún" ciertos supuestos
lo
de
tanto,
y, por
después
proponérselo explícita o implí
de lo dado
carece
de
—
—
,
citamente. En tal sentido, y con referencia al tema que
nos ocupa, si soy
arquitecto hago determinada arquitec
de acuerdo
lo que suponga que la arquitectura
es. De manera
que mi suponer teórico es previo al hacer
una
de
constituyente
y específica posibilidad arquitectó
tura
con
nica y fáctica: la
a mi hacer. Sin
correspondiente a mi teoría como previa
embargo, esta "teoría" ligada al hacer
propio y singular de cada arquitecto, no es, en manera
alguna, la teoría de la arquitectura. Y de este posible
error
proviene uno de los equívocos habituales: el de
creer
que la teoría de la arquitectura, concebida como un
es
todo,
equivalente a la teoría específica que el arquitecto
debe tener para hacer "su"
arquitectura. De ahí viene
152
aquello
de vincular la teoría al taller
escuelas de arquitectura.
arquitectónico
en
las
Aunque ocurre que esta teoría de los talleres es, más
bien, preceptiva, porque corresponde a todo lo que el
alumno debe pre-captar o tener en cuenta de antemano
para efectuar sus proyectos. Y hemos de reconocer que si
a
la teoría tradicional le cabe
una
buena dosis de
semejan
preceptiva arquitectónica, exagerada
pondientes preceptos, en los actuales textos de teoría esta
subida dosis perdura, aun cuando sean distintos los in
gredientes.
Pero como la teoría de la arquitectura es un saber que
propone el sentido de la arquitectura toda, se halla ajena
a esta o
aquella obra, porque no hay nada más alejado de
te
con
la teoría que la casuística, al punto que
sus corres
nunca una suma
de
constituyó teoría alguna. E inversamente, la teoría no
puede constituirse en la justificación específica de cierto y
determinado caso, es decir, de cualquier obra singular.
casos
arquitectónica no sólo fundamenta lo que
es decir, la
sino que debe
hay
arquitectura hecha
formular lo que es factible o posible, puesto que su condi
ción anticipadora de lo que hay la convierte en posibili
tante de lo que no hay. De tal manera, cuando los teóricos
pensaron que la arquitectura podía estimarse "a partir"
del espacio, los arquitectos empezaron a hacer una arqui
tectura en la que contaban previamente con el ingredien
te espacial. Ocurrió, pues, que el saber teórico se anticipó
al ejecutivo, dándole nuevo sentido, de acuerdo con un
el espacial
hasta entonces omiso de manera
supuesto
taxativa o explícita en la consideración del hacer arquitec
tónico. Y aún más, este supuesto permitió, a su vez,
interpretar la arquitectura existente, convirtiéndose en
un
punto de partida para la crítica y para la historia de
este arte, pues, desde entonces, ambas disciplinas recuLa teoría
—
—
,
—
—
153
rrieron
a
dicho
a
laciones.
priori
para
sustentar sus nuevas
formu
la articulación que existe en
tre la teoría, la crítica y la historia de la arquitectura. La
teoría, en su condición anticipadora, da los supuestos
Ahora
—
podemos advertir
creadores
o
interpretativos
bilitándola" de determinada
—
de la
manera.
ria han de recurrir diferentemente
a
arquitectura, "posi
La crítica y la histo
tales supuestos para
exposiciones y consideraciones. Pero lo que
aceptar es la mezcolanza de la teoría, la crítica
no
sus
análisis
adjunto
—
y la historia, tal
como
cabe
con
—
el
frecuentemente
ocurre.
*
*
Si existe
de pen
y aún distante
sar respecto de la que pone enjuego la teoría, ésta se halla
en la
perteneciente a la crítica. Pues si la teoría implica
una manera
distinta
*
—
—
conjunción
todo
orientada de supuestos y comprensión de un
cuanto tal, la crítica representa el pensamiento
en
que tiende a la penetración en un campo y a la distinción
de las porciones o ingredientes que lo integran. Crítica es,
en
rigor
mente,
tamiz
o
—
y
en
griego
—
,
separación.
La crítica, literal
discierne, separa "cerniendo", así como con un
cedazo se aparta una materia de otra. Pensar
según dis-cernimiento es distinguir aquello que se ha
separado mediante una crisis. Y así sucede que en esta
posibilidad pensante queda de manifiesto una orienta
ción equivalente
con todas las diferencias
a la del
—
—
—
niño que destroza
—
juguete mecánico para cono
cerlo, descomponiéndolo "por saber qué hay dentro". El
conocimiento crítico se origina en la producción de cierta
crisis o separación de los
integrantes de un todo. De
su
que frente a la fundamentación de un campo del
pensamiento o del hacer humanos, propia de la teoría, la
manera
154
origina
crítica
la resolución de
un
todo
en
sus
partes
o
aspectos. Naturalmente que esta diferenciación puede
corresponder, también, al análisis, que, a fin de cuentas,
significar algo parecido. Parecido, pero no idénti
porque la descomposición analítica se limita a la diso
viene
co,
a
lución de
un
sin valorar
análisis
en
todo para conocer sus componentes, pero
absoluto dichos elementos o porciones. El
químico
de
una
substancia
está compuesta por tales cuerpos
das
proporciones
o
puede indicarnos que
simples y en determina
relaciones, aunque, para el que efec
análisis, dichos cuerpos
no valen más o menos
que
la
crítica
artística
otros. Sin embargo,
remite, primordialmente, a valores. Una obra pictórica puede valer más o
túa el
menos
que
cualquiera
que la crítica, dada
literalmente, "juicio",
la crítica
se
de
otro.
De ahí
condición estimativa, significa,
diferenciándose por ello del simple
ser
no
radica sólo
en
saber
qué
cierta obra, sino por qué esa obra vale
determinada al estar constituida así. Además,
compone y cómo
manera
autor o
su
análisis. Su razón de
de
del mismo
a
refiere
siempre
al mundo hecho por el hom
al de lo dado. El Mont Blanc o el Océano
bre, y no
Pacífico, pertenecientes a este último, sólo permiten di
versos modos de análisis,
pero no cabe hacerles crítica de
.
especie alguna.
Sin
embargo,
lo hecho admite
análisis como la crítica.
Ahora bien, si consideramos la relación
tanto
posible
el
entre
la teoría y la crítica, con el ingrediente necesario de las
obras a las que ambas nos remiten y se remiten, habremos
de aceptar que el orden relativo entre ellas es el que
sigue: la teoría precede a la obra, puesto que la fundamenta
y en cuanto tal la posibilita; a su vez, la obra precede a la
crítica, porque
no es
factible crítica
alguna
sino de
aquello
existente por acción del hombre. Podemos efectuar críti
ca de una partitura musical o de una estatua sólo en
cuanto "hechos" artísticos conclusos, pues no es dable
155
efectuar crítica de
aquello
inexistente. Inclusive
puede
intentarse la crítica de proyectos arquitectónicos o de
esbozos pictóricos, pero sólo en cuanto ya son esbozo o
tales, apreciables. Así que si los supues
tos teóricos sirven como
punto de partida del hacer o
como fundamento de una totalidad, los
supuestos críticos
proyecto y,
como
ponen enjuego para
lo hecho.
se
interpretar una particularidad de
Aun cuando hemos establecido el
nexo entre
teoría,
obra y crítica, y hemos diferenciado, además, la teoría de
la crítica, no cabe desconocer que entre éstas existe otra
posibilidad
conectiva que cierra el círculo esbozado: la
crítica se halla fundamentada también por la teoría, de la
que recibe su razón interpretativa, su "criterio". Así,
cuando cualquier obra se ha efectuado en función de
cierta teoría, el valor de la obra se cifra en la manera con
que ésta revela tal teoría. La revelación "de segundo
grado" corresponde
al
crítico, que debe manifestar cómo
en la obra existe determinada
posición. De donde se
deduce que la teoría no es sólo fundamentadora de la
obra, sino que, por ello, es, también, la razón de la crítica.
156
LA
2.
ARQUITECTURA,
TÉCNICA
ARTE
Y
la teoría le perte
nece
suponer y proponer las condiciones para que lo
posible o habido se constituya en determinada realidad.
Naturalmente que esto implica, a su vez, la necesidad de
como
tal
la
entendemos,
a
poner condiciones a la teoría para que sea, en rigor,
constituyente de realidad1. Cuando anteriormente expu
simos algunos de los requisitos con que debe contar la
teoría arquitectónica, indicábamos que el ser y el haber de
la
arquitectura no se encuentran en abstracciones
cio, medida, función
—
,
sino que radican
en
un
espa
—
hacer2.
que ninguna teoría arquitectónica puede te
nerse
por auténtica si en ella quedan omisas las condicio
nes
productivas en que la arquitectura surge como obra.
De
manera
Por
ello, para establecer la realidad de la arquitectura
una teoría
que sea plenamente fundamentadora,
desde
habremos de considerar
su
problemática
naturaleza pre-
'Al fin, el hombre, en cuanto pensante, es un ser que condiciona
"todo lo habido y por haber", para que exista ante él de manera defini
da. Por ello, la incondicionalidad sólo cabe encontrarla en las creencias o
las "ideolatrías" que, últimamente, deben ser aceptadas, pero no
elaboradas por aquel que las comparte. No olvidemos que la idea de
en
"condición" entraña las de "fundar", "construir" y "crear" (conditio,
.), y que nuestra capacidad de condicionar, si la proponemos como
xticti
fundación
humana.
o
creación, representa, ciertamente, la auténtica "condición"
2Este hacer arquitectónico,
a
diferencia de otros,
adquiere explícita
pleno y fuerte sentido de "obra" en el edificio, así como
denominamos "obrero" por excelencia al de la construcción, sin necesi
mente
el
dad de abundar
en
más
explicaciones y sin recurrir a los cultismos de
aplicarse a la generalidad de los restantes
artífice, que suelen
operario
trabajadores.
o
157
hace el hombre
en
qué hace del hombre la arquitectura,
es
guntándonos qué
el hacer
arquitectónico y
decir, qué necesidades
intenciones le mueven a efectuarla y, a su vez, cómo
reobra sobre el hombre la arquitectura, una vez hecha y
empleada. Ahora bien, el conjunto de implicaciones co
e
rrespondiente a tales "acción"
a la
arquitectura y viceversa
y "reacción"
—
del hombre
es tan vasto
y compromete
fondo la vida humana que rebasa cualesquier com
paración que intentemos a este respecto con las demás
—
tan a
técnicas1. Tal vez una de las diferencias más pro
fundas que cabe señalar, entre las otras artes y la arquitec
artes o
tura, estriba
en
corresponden
a
que aquéllas, desde hace largo tiempo,
intereses o a gustos singulares, mientras
que ésta representa
—
y da
lugar a
—
nuestras
'Las diversas prácticas y acciones del hombre,
aun
necesidades
cuando tengan
arquitectónicas, en el
ajenas
arquitectura, pueden
sentido de que, independientemente de su destino específico, originan
disposiciones de índole espacio-temporal que terminan por condicionar
lugares, en los que se reconocen y localizan. A lo largo de este trabajo
apreciaremos el carácter arquitectónico que les pertenece. Pero, en otro
aspecto del problema, hay actividades humanas que tienen el propósito
definido de crear obra protectora y situante, por lo que el hacer perti
nente está dedicado de antemano a producir manifestaciones arquitec
tónicas. Estas suponen determinada "fabricación", de ahí que el tipo
humano en ellas de manifiesto sea el homo faber.
finalidades
a
la
ser
Naturalmente que toda fabricación supone un hacer, pero éste no
siempre se traduce en obra, porque le corresponde un sentido más
que la producción.
La gama general del hacer, en el abanico de sus principales posibili
dades, se encuentra en "la acción", "la actuación", "las prácticas", "los
amplio
trabajos, labores o cultivo", "la creación, produc
pensar". A ellas nos remitiremos de acuerdo
con sus
rasgos arquitectónicos. Y desde luego lo haremos por la razón,
ya apuntada, de que la arquitectura pertenece al mundo de lo hecho, de
usos
y
ción
o
empleos",
"los
fabricación" y "el
que sobre las condiciones tácticas del hombre ha de fundarse el
arquitectónico que aspire a la radicalidad necesaria.
manera
saber
158
inalienables. Por ello, las demás
el musical, el
especializado
—
artes
tienen "su"
público
pictórico,
fuer de imprescindible,
el literario
—
mientras que la arquitectura, a
afecta tanto al común de los hombres
,
la exclusiva
intimidad de cada cual, con lo que dispone de la doble
condición de generalidad y propiedad específica llevadas
hasta los últimos extremos.
*
*
como a
*
Arqui-tectura supone arché y téchne. En cuanto arché re
presenta la preeminencia y el dominio. Según esto, es la
"primera" entre las técnicas y las artes, no por orden de
aparición, sino por la importancia jerárquica que corres
ponde a su condición de ars magna, traducción latina
literal de arqui-tectura.
Pero entendemos que esta significación indica la pri
macía originaria de la arquitectura sobre artes o técnicas
por motivo de su mayor grado de generalidad, de acuer
do con la superior extensión abarcadora de obras, accio
nes
y
menesteres
humanos que
ostenta.
La
arquitectura
tal "conduce" y
rigurosamente, hegemónica, y
"convoca": conduce, es decir, brinda cauces adecuados a
es,
como
hábitos y acciones, y convoca, llama y reúne al
hombre y a las artes, acogiéndolos bajo sus disposiciones
nuestros
protectoras.
primera o principal porque su arché
significa el "principio", el punto de partida para que las
restantes artes y técnicas logren su adecuado despliegue,
Pero además
convirtiéndose
conjunto
de
es
con
aquéllas
la condición para que el
exista. Por otra parte, con referen
ello
en
arquitectónico tiene "primor
dial" importancia, porque es "previo", en el mundo que
vivimos, a la vida que emprendemos. Así, por modo
cia
a
los humanos, el
arte
159
viga, pared o llave "maes
tras", en consideración a la importancia suma del papel
que desempeñan, la arquitectura, originariamente pen
sada desde su arché, guarda significación de técnica
"maestra" (de magis, "más") o "técnica de las técnicas",
dadas la variedad y la radicalidad de sus implicaciones. Y
en cuanto ahondemos en éste su
primer sentido, la esti
semejante
a
cuando decimos
también como "el arte" por antonomasia o "arte
las artes", pues si aquello hecho con arte (o técnica)
lo consideramos artificial, la arquitectura no es tan sólo y
maremos
entre
de por sí artificio, sino, más bien, es el artificio por
lencia: aquel que nos concede toda la artificialidad
saria... para que
podamos
que, ¿acaso
anchas", cómodo
no
es
encontrarnos
del hombre
eso
exce
nece
naturales. Por
de hallarse "a
sus
o "a su modo" en
aquello que ha reduci
do y limitado previamente, convirtiéndolo en artificiali
dad? ¿No pertenece al dominio público el convencimien
de que el
hombre, para subsistir, hubo de desplegar los
"ingenios" de la técnica o del arte protectores? ¿Y qué
to
interpuso
de más patente y directo frente al contorno
adversario que todo cuanto la arquitectura comporta? El
arché de
arquitectura
declara "la
primera importancia"
que para el hombre tiene este arte o técnica, proponién
dolo como el artificio primordial.
Decimos con indistinción "este arte o técnica", atenién
donos al sentido originario de ambos términos,
ya que si
en la actualidad
suponen campos plenamente diferencia
en
el
dos,
pensamiento griego mantuvieron la condición
indivisa que aún conservan en la
arquitectura.
de pensar que establece definitiva
Según
mente el
concepto de técnica "el arte o técnica es... una
disposición productiva acompañada de razón verdadera"
(Aristóteles. Etica a Nicómaco vi, 4, 1140 a). Semejante
la
manera
"disposición productiva" queda
con
las que
a
menudo
se
de manifiesto
al punto
que
identifica,
160
en
obras,
poíesis (en
el sentido de "obra
hecha") y téchne ("la virtud efectuan
usadas
indistintamente por los pensadores
te") aparecen
antiguos, tal como podemos referirnos al "arte" musical o
pictórico por sus obras acabadas, conclusas.
Ahora bien, la téchne supone "arte" desde muy otro
punto de vista: entendiéndola, además, como "el arte que
damos" para
originar
configurar aquello que sea;
"el
arte
de..."
cazar, navegar, cons
representa, pues,
truir
Sin embargo, dicho "arte" sobrepasa la pura y
nos
o
—
—
.
simple medialidad, a la que pareciera vocarse y reducirse,
porque requiere como condición inherente, imprescindible, la de
llevar consigo su propia fundamentación. Por ello, en la ante
rior proposición aristotélica, la técnica o arte se acompa
ña del necesario requisito de la razón verdadera. Esta
"razón" significa tanto la finalidad legítima a que la técni
ca se destina
su télos, el adecuado "ser
para algo"
como su razón de ser o
lógos fundamentador, el pensa
—
miento
en
la técnica
por ello
remisión
hacer radica, convirtiéndose con ello
fundado y riguroso saber hacer. Tal vez
este
en un
se
conozco
que
—
afirma
téchne
en
alguna
constante a
sin la cual
no
el
Gorgias platónico (465,
a
6):
"No
que carezca de fundamento". Esta
la razón del hacer
hoy olvidada
—
—
,
concebían la técnica los
antiguos,
nos
explica
por qué la téchne, o manera fundada de producir cosas reales,
estuviera por entonces asociada a epistéme, o conocimien
to
de lo real,
55
con
d).
la que solía confundirse
(Platón, Filebo,
de saber y
hacer que semejante identificación supone, libra a la téc
nica de reducirse a ser mera instrumentalidad, pero si, tal
Como acabamos de
apreciar,
esta
junta
el presente, la técnica adquiere segura
suficiencia por las muchas posibilidades que procura su
acelerado desarrollo, arrojándose a la sola productividad,
como
con
sucede
en
prescindencia
del
pensamiento
"razón verdadera", el divorcio
161
entre
fundamentador o
el hacer y el pensar
puede privar
a
la técnica del necesario
tiéndola, literalmente,
insensatez. La insensatez
en
ac
pavorosa
experimentada: que
en la maraña fabricada, téc
radique
esto aunque algunos sospechen que mediante la
tualmente
e
sentido, convir
nuestra nueva,
incontenible selva
nica. Y
técnica el hombre
Hacer y técnica
dejó
o
de
arte
ser
selvático...
originariamente
se
copertene-
cen, hasta el extremo de resultar inconcebibles sin su
relativo correspondiente. Que el arte represente activi
dad lo testimonia el término "in-erte"
arte"), que la niega. Por
como
la
manera
cordancia
artes,
en
otra
(literalmente: "sin
parte, la técnica
nos
factiva de constituir realidad. Y
aparece
en con
ello, cabe afirmar que las técnicas y las
cuanto creadoras de realidad o mundo, son,
con
primordialmente, intensificadoras.
guos atribuyeron a Prometeo, como
De ahí que los anti
técnico, el fuego,
ser
el activo elemento intensificador. Y el altar que a Prome
teo dedicaron
un holocausto
se encontraba en el
—
—
Cerámico, el distrito ateniense de los alfareros, los
artesa
que mediante el fuego brindaban a la dócil arcilla su
dura consistencia técnica, su duradera consistencia inten
nos
sificada.
Pero la intensificación técnica
la artística.
Aquélla
se
traduce
es
en
de índole distinta de
rendimiento, protec
ción, aceleración o masificación mediante acciones que,
principalmente, denotan una intervención sobre el contorno.
para producir lo que
considerado necesario, mientras que la pro
La técnica actúa sobre el
aún
no
hay,
ductividad artística
contorno
por lo
tanto, cualitativa y única. De acuerdo con esto, la técnica nos
sitúa "en" el mundo, como mundo hecho, es decir, intensifi
cado mediante nuestro poder de intervención. A diferen
es,
primordialmente, poiética y,
cia de ello, cabe afirmar
que el arte nos sitúa "ante" el
mundo, como mundo expuesto que requiere de la con
templación.
En el arte, el mundo
162
se
presenta
como
imago
mundi; de ahí que primordialmente respecto de la obra
artística seamos, por lo común, "espectadores", con toda
la latitud que el término supone: la contemplamos en sus
"aspectos" si es visual o espacial y la "esperamos" con
"espectación" de su desarrollo si es temporal o auditiva.
El mundo artístico es, pues, re-"spectivo" al real que nos
presenta
o
representa.
Arte y técnica son, por lo tanto, diferentemente inten-
sificadores y, merced a ello, son, a su vez, diferentemente
"desnaturalizadores". De cómo se efectúa la desnaturali
zación artística del contorno silvestre o en bruto da testi
antiguo mito de Orfeo: cuando el héroe tracio,
con
pulsar la cítara, concierta bosques y breñas, transfor
mándolos en arquitectura, hace "mundo" cualitativa
mente, pues obtiene que todo aquello perteneciente a "lo
dado" adquiera la mesura, la concordancia y la pauta que
monio el
instrumento músico propone. Pero su acción no es
directamente interventora sobre el alrededor, puesto que
su
la
nueva
disposición
espontáneo
de éste
movimiento del
orden cifrado
en
se
establece
contorno
en
el mito por
natural hacia el
la música.
para entender en plenitud la arquitectu
ra, no debemos considerarla sólo en su condición artísti
exclusiva
ca, ni, desde luego, según sean sus propiedades
mente técnicas, o, menos, en la indistinción arcaica de
Sin
embargo,
pensados como sinónimos, que entraña
la acepción primera de téchne. La arquitectura ha de ser
de discer
apreciada a partir de la posibilidad, que proponemos,
nir el arte de la técnica. Si la contemplamos en su condición
si la
poiética o cualitativa, la estimaremos como arte, pero
"arte
o
técnica",
vivimos y la disfrutamos en su usualidad, con el olvido de
ella que da el hábito, la aceptaremos como la técnica que
la arqui
es. Y en cuanto esto efectuamos, nos parece que
tectura es
técnica,
a
"más" que un arte y, a la par, es "más" que
los que excede, porque, teniendo de ambos,
163
refiere cada
uno
de
términos al contrario, para
estos
completar su sentido. Aceptado semejante presupuesto,
la arquitectura representa plenamente el hacer "mayor"
del hombre: aquel que permite exaltar al arte y a la
técnica mediante el juego mutuo que los conduce hasta el
límite de sus posibilidades; la técnica, en el quehacer
arquitectónico, culmina en modalidades netamente artís
ticas, y el arte arquitectónico pone de manifiesto, ante
nuestros ojos espectadores, determinadas posibilidades
interventoras de la técnica sobre la naturaleza y la vida
humana, de las que se hace representativa. De tal manera, la
arquitectura
nos
sitúa
en un
mundo
producido por direc
acción técnica sobre el contorno "dado", mediante
determinado hacer o fabricación
particularizado en la
ta
—
"fábrica",
construido de los edificios
mundo que
pertinentes
lenguas designan
que diversas
con
requiere
al
—
de la
y,
a
la par,
el cuerpo
pone ante un
y el saber ver
nos
contemplación
arte.
hace que la comprensión de la
arquitectura sea subidamente compleja. Y contribuye a la
dificultad de apreciarla el hecho de que, como sus obras
Esta doble
nos
incluyen
posibilidad
e
incluyen
nuestras
dades del vivir cotidiano y del
fundamentales modali
quehacer habitual,
no
logramos percibirlas adecuadamente, teniendo que des
doblarnos para sorprenderlas en su autenticidad, colo
obligación perspectiva semejante a la
novelista o el dramaturgo, que han de efectuar a la
su espontáneo vivir y la percatación rigurosa del
cándonos
del
vez
ante una
mismo.
164
LA PROYECCIÓN
3.
Y LA
OBJECIÓN
"a
EL HOMBRE
TÉCNICAS.
CUBIERTO
De".
SOBRE EL SENTIDO ORIGINARIO
DE LA TÉCNICA
reconocimiento de que el hombre arcaico,
en cuanto hombre, es
ya técnico, se debe que en las
clasificaciones usuales de la prehistoria figure como un
al
tácito
ser
predominantemente instrumental,
según
embargo,
aún
considerándolo
los útiles
no es
pétreos, óseos o metálicos que emplee. Sin
suposición de que el hombre instrumental
la
histórico
término de
—
trasluce en el inadecuado
resulta improcedente, porque
como se
pre-historia
—
,
ella se omite que todo hacer implica determinado
saber hacer, y además, que el pensamiento en sí mismo
representa una modalidad fáctica, hasta el extremo de
con
las dialécticas, por ejem
que ciertas maneras de pensar
plo indican auténticamente téchne1 No es que haya un
—
—
.
homofaber anterior al sapiens como puede deducirse de
la concepción de la historia que ponemos en tela de
juicio
ya que cualquier "fabricación" representa deter
minada modalidad pensante, que se revela, precisamen
te, por medio de los útiles destinados a lograr ciertos
fines. Esta significación de propósitos que los intrumentos implican, y la consiguiente relación de medio a fin,
—
—
,
suponen
una estructura
y
una
'El grupo latino de ago, que lleva
a
sistematización
"acto" y "acción"
en
las que
como
—
actuar,
agitar,
cogito, pensar,
co-agitar,
equivalente a "mover o impulsar unidamente". De manera que el pensa
miento se establece en esa lengua, y en las que de ella derivan, según
mover
—
,
remite
en
a
determinada modalidad de la acción.
165
el sentido de
primera forma activa de la previsión humana,
propuesta después en el habla con las preposiciones
hago esto "por" tal motivo y lo efectúo
"por" y "para"
La historia no adviene, pues, con la
"para" aquello
escritura, sino con el hombre, cualquiera sea la situación
de éste, porque corresponde a su condición inalienable
aparece la
—
—
.
la de ser el único ser histórico.
El hombre arcaico es 3>a técnico. Y como tal es pensan
te. Y lo es, inicialmente, en la medida que requiere
seguri
dad. Husserl, Scheler, Ortega, Heidegger y Jaspers, en
tre otros, han abordado este tema diferentemente. La
seguridad corresponde
al cuidado
(la "cura" heidegge-
riana) y el a-se-curare obedece al humano deseo de "que
dar sin cuidado". Conocemos al hombre tanto por aque
llo que cuida como por lo que descuida o le tiene sin
cuidado. Cuida todo
aquello
que cubre con su atención,
cuanto a-tiende, y el cuidado que esto le merece se
repre
senta mediante la "curiosidad" (tal como lo
descuida
que
el abandono y desaliño de la in-"curia").
el
hombre cuida, limpia y acrecienta es su
Aquello que
"mundo". Mundus significa, literalmente, "lo limpio" y lo
se reconoce en
abandonado cobra el sentido de "in-mundo". Esto expli
ca
que el héroe primero sea el que da limpia de mons
truos y maraña
pavorosos al contorno, tal sucede en las
empresas hercúleas. Ocurre que el primitivo, porque busca la
seguridad para
sí
propio,
tiende
que trata y convive. Así se
a
procurársela
a
todo
aquello
advierte por qué las artes
arcaicas producen formas y obras decididamente esta
bles, de indudable equilibrio, que sus creadores configu
raron de tal modo
para encontrarse seguros ante ellas. El
con
hombre
adquiere seguridad dándola.
Por
ello, el cuidado de la
tierra, del animal, de la semilla, de la
mento, forma parte del
tro
casa o
del instru
propio cuidado que origina nues
"mundo".
Pero mundo supone, además, un orden establecido
166
según propósitos,
de ahí que el antiguo héroe técnico,
Prometeo, significara con su nombre el prevenido y el
previsor, el capaz de prometer. Que la técnica no puede
previsión lo testimonia, ciertamente,
ser
sin
ra.
Porque
en
ella
encontramos
la
arquitectu
provi
de manifiesto las
dencias que el hombre adopta ante lo incierto. Si
ha reiterado hasta la saciedad que el hombre es
proyectante,
es
mismo
con
ser
deter
propósitos, la arquitectura pone palmariamente
evidencia esta disposición humana, al quedar formu
minados
en
decir, arrojado
ante sí
se nos
un
lada de
antemano
mediante
"proyectos"
y
"programas"
que, desde antiguo, aparecen en ella antes que en la
mayoría de las demás técnicas o artes. Aun más, el
proyecto arquitectónico puede traducirse en determina
dos "diseños", que, como la palabra indica, suponen,
claramente, "designios" o intenciones taxativas. Y tales
diseños
quedan en la condición de "planos", anticipados a
la obra construida, mediante los que se eliminan los acci
dentes con que se tropieza en el hacer incierto, "allanán
dolos", "aplanándolos" de
ción
adquiere
arquitecto, porque la imagi
de éste es, esencialmente, anticipadora, al punto
su obra se muestra, con palmaria evidencia, cómo
el sujeto y el objeto se encuentra el proyecto"
previsora
más claras
nes
nación
que
en
"entre
Así que la condi
una de sus expresio
antemano.
del hombre
en
la labor del
(Bachelard).
Aunque un proyecto no sólo indica las pro-videncias
adoptadas por su autor, sino que, además, adquiere el
carácter de pro-mesa, es decir, de aquello que nos remite,
literalmente, hacia un futuro previsto. El "en vista de",
el
correspondiente a las necesidades que originan
proyecto arquitectónico, ha de acompañarse siempre por
un
"de acuerdo con",
en
el que
se
tengan
en cuenta
las
condiciones determinadas que lo hagan factible, y sin
del arquitecto carecuya estimación rigurosa el designio
167
cera de autenticidad. De la autenticidad que convierte a la
arquitectura en algo más que un arte: en una técnica que,
si
toma como
tas
punto de
establecidos de
partida
ciertos modelos
antemano en
el arché del
maque
arquetipo, ha
o
de considerar, además, la necesidad de completarlos en
obras que, por usuales, han de atenerse a las posibilidades
propias
de la vida que
en
ellas
transcurre.
previsor y proyectante es inherente a la
técnica, y puede afirmarse que tiene por objeto dejar al
hombre "a cubierto de" errores, riesgos y contingencias.
Así, "a cubierto de" errores quedamos con la compu
tadora electrónica o con el radar; "a cubierto de" riesgos
nos
deja el piloto automático, como quedamos "a cubierto
de" contingencias mediante la meteorología o el diagnós
Este aspecto
tico clínico. El "estar
cubierto de" representa el sentido
otorgado por la técnica, y exalta en su
de la
a
seguridad
significado más amplio, el simple y restrictivo "estar cu
bierto" que la arquitectura y el vestido brindan. Por ello,
tanto
o
más
encuentra
magia
el
cubierto de males que en su choza se
primitivo cuando recurre técnicamente a la
a
al rito, para precaverse o evitar las amenazas del
contorno hostil, ante las
que puede quedar ex-puesto.
o
Frente
remos
a
la situación de expuesto
de la que nos ocupa
el hombre logra mantenerse "a cubierto de"
—
—
,
incertidumbres, mediante las modalidades previsoras de
la técnica.
Sin
embargo, la índole anticipadora de la técnica no
puede explicarse plenamente si omitimos el carácter
objetante que le pertenece, hasta el punto que la técnica
puede considerarse como la objeción mayor del hombre a las
dificultades que encuentra para estar en el mundo. Por ello, el
"lo arrojado hacia adelante"
pro-yecto
y el objeto
le son inherentes, ya
ob-yecto: "lo arrojado contra"
en
ambos
vinculadas
la
que
aparecen
previsión y la obje
ción. No hay técnica sin
proyecto
implícito o explíci—
—
—
—
,
—
168
ni proyecto sin "objeto", entendido éste en su doble
acepción de "finalidad pensada de antemano" el objeti
vo, la meta o fin a que dedicamos nuestros propósitos
y
de "cosa proyectada y fabricada". Así que el
no
es,
objeto
en modo
alguno, "cualquier cosa"...
El campo de los objetos tiene menor extensión que el
to
—
,
—
—
de las
Si éstas
llaman así, por alusión a las
"causas" que las produjeron
sean las divinidades o los
de
índole:
físicos, biológicos, geoló
"procesos"
cualquier
cosas.
se
—
gicos
inclusive judiciales
los
objetos,
diferencia de
las cosas, pertenecen al mundo de lo hecho por el hom
bre, según la capacidad que posee de "objetar" sus pro
pias insuficiencias y las trabas que le opone su contorno.
e
Por
sólo
—
,
ello, aunque la técnica
en su
aspecto más obvio
se
a
entendió corrientemente
—
el de
producir objetos
—
,
debe reconocerse, ante todo, de acuerdo con la condición
mediata y obstante que le pertenece, en la que incluye,
además, el requisito del método, propuesto por Descartes
como
parte
imprescindible
tante, el filosófico
orden de ideas
de
cualquier
proceso proyec
incluso, tecnificándolo. Y si
en
este
"técnica
arquitectura
mayor", semejante magnitud ha de atribuirse no sólo a
que produce los objetos de más entidad concebidos por el
hombre, sino a que tales objetos afectan como ninguno a
la totalidad de la vida humana. De ahí que la arquitectura
—
o
se
estima la
"técnica de las técnicas",
significa
implica.
"la
como
como nos
objeción mayor"
*
*
de todas
dice
su
nombre
cuantas
—
,
la técnica
*
primitiva técnica interventora, agresora, del hom
bre, corresponde a la fabricación de hachas, es cosa reco
nocida. Pero curiosamente han omitido, quienes de la
técnica tratan, que unida a esa "primera" técnica del
Que
la
1 69
hacha surge la raíz, nutricia y sustentante, de los términos
relativos a la técnica, ostensible en las lenguas indoeu
ropeas más antiguas. El hacha y el trabajo con el hacha se
asocian a la raíz teks
propia de la técnica, con el signifi
—
,
cado de "él
trabaja
ría". Nos hallamos
aquí
"campo lingüístico",
conceptos afines,
del
en
mundo1.
el hacha"
con
ante
o
"labora
en
carpinte
lo que Trier denominó
un
conjunto de
que corresponde
los que se revela determinada idea
a un
El hacha intensifica el
poder agresivo
de la
mano:
tunde y abate al animal o tala y desmocha los vegetales. Es
de toda evidencia que las viviendas primeras fueron he-
'j.
berg,
Trier. Der deutsche Wortschatz im Sinnbezirk des
1931. La
comprensión
semántica
empieza
a
Verstandes, Heidel-
generalizarse
en
la
historia y en otras ciencias del hombre. Cada vez parece más claro que
éste, al hacer, designa lo que hace con vocablos que delatan el sentido de
ese hacer. Los vocablos son signos y los signos significan y al significar
en-"señan". Lo que significan o enseñan se revela
sentido: la semántica. Conteste de ello, Cassirer dice
en
la ciencia del
en su
Antropología
p. 355: "Si buscáramos un epígrafe general al
el conocimiento histórico, tendríamos que
habríamos
de
subsumir
que
señalarlo, no como una rama de la física, sino como una rama de la
filosófica, México, 1945,
reglas de la semántica y no las leyes de la naturaleza
constituyen
principios generales del pensamiento histórico". En
nuestra
el
lengua,
pensador que más directamente propuso esta mane
ra de
comprensión fue Ortega, pero nótese que en la modalidad del
pensamiento con que estableció la conexión entre el hacer y el habla hay
huellas indudables de las distintas transformaciones experimentadas
por la semántica como ciencia de la comprensión del sentido: la concep
ción estructural de la historia que Ortega establece, especialmente
desde su ensayo La historia como sistema, se encuentra en posible corres
pondencia con la semántica estructural de Saussure, y su idea, poste
riormente desarrollada, de los "campos", tanto pragmáticos como ver
bales
en El hombre
tiene su precedente inmediato en el
y la gente
desarrollo de la noción de "campo", que se encuentra no sólo en la física,
a la
que alude, sino, sobre todo, en la semántica y a partir de la obra de
semántica. Las
los
—
—
,
Trier arriba indicada.
170
materiales deleznables, entre los
que los vegeta
les tuvieron preferente uso. El hacha se empleó como
instrumento carpintero y la "madera"
adquirió el sentido
chas
con
general de "materia",
la considerable
mente, y por
la que seguramente se asoció
por
amplitud de su existencia. Pero anterior
a
muy distintas, "materia-madera"
doblete conceptual, en el que ambos
razones
constituyeron
términos quedaron
un
referidos
a
mater, puesto que si la
por ser fecunda, "materia" sirvió para designar
la substancia fecunda de que la mater está hecha. Esa
virtud generadora se atribuyó, como suponen
algunos
filólogos, al "corazón de la madera". Así, en el pensa
miento arcaico, la mater como "materia" fecunda reside
en la "madera"
que rebrota periódicamente o mantiene
mater
viva
lo
es
verdura perenne. Inclusive la idea de "vigencia",
vagamente supuesta por Rickert respecto a los valores en
su
la historia y perfilada
ponde a "lo que está
vigilante
de
enérgicamente por Ortega, corres
en
vigor" o permanece despierto,
vigeo, término relacionable con el arcaico
vegeo que significa "lo que da la vida", de donde deriva
vegetus como "lo animado", "lo vigoroso": la vegetación.
Pues bien, esa vegetación en la que el primitivo situaba
—
la vitalidad exuberante, es de creer que fuera fuente de
pavor, debido a su fecundidad incontrarrestable y, por
ello,
a su
temible fuerza invasora. El sentido más
antiguo
de hyle (vXtj, "materia, madera") corresponde al de selva o
bosque inextricable y sin confines, incomprensible por
impenetrable e inabarcable, de manera que en la maraña
selvática hallaron los griegos arcaicos la imagen de la
"materia" sin forma, de lo indeterminado y, por lo tanto,
inconocible. (Aristóteles. Metafísica Z, 10. 1036 a). Pero si
el significado de hyle y de silva pasó de "selva" a "materia"
"madera", el paso siguiente correspondió al de
"material de construcción", es decir, de "madera corta
y de éste
a
da". La materia de la madera
171
se
convirtió
en
"material"
para la arquitectura, en cuanto fue sometida a la
decisiva acción técnica del hacha tajante y al proyecto
propio
pensante que la remitía
tónica. Así
puede
se
zadora transformó
fácticamente,
a una
a
determinada solución
material, al destinarla,
finalidad humana, uniéndose una de
a
la materia
en
las técnicas iniciales del hombre
hacha
—
significa
arquitec
advertir cómo la técnica desnaturali-
la de cortar con el
la técnica mayor o arquitectura. Esta unión se
semánticamente en el grupo lingüístico que aso
—
a
cia el hacha, como técnica, al techo y al tejido, y aparece
el campo significativo correspondiente a la pro
tección". Pero así como el hombre queda "a cubierto de"
en
mediante las acciones
técnica
cubierto"
en su
con un
—
,
carácter
y proyectantes de la
sentido más extenso que el simple "estar
pro-"tección"
más amplio: ya
la
—
previsoras
ha de entenderse también
no en
el
significado restric
de "acogerse a la
de "buscar el techo", sino en el
técnica", como general cobijo del hombre, y de la que el
techo y el tejido son sólo sus aspectos concretos, directos.
to
Contra la temible situación de ex-puesto, el hombre se
cubre y se recubre, se viste y se reviste, mediante las
y de la arquitectura, y con el tejido y el
tejado se protege: a todo esto nos remite el sentido origi
nario de la téchne. Sin embargo, el hacer arquitectónico
técnicas del
rebasa
tejido
reducidas
el
a
implicaciones
las propuestas en este campo,
la obra construida como abrigo del hombre
en sus
riesgo. Porque previamente al encontrarse cu
ejecuta actos que le ponen "a cubierto
originan modalidades de la arquitectu
omitidas tradicionalmente por quienes, al teorizar,
contra
bierto, el hombre
de" peligros y que
ra
sólo tuvieron
en
que compete
a
cuenta
el aspecto crustáceo, de cubierta,
la técnica mayor.
172
EL HOMBRE EN LA VASTEDAD
4.
se
"corren"
peligros,
"atraviesan" difi
se
"pasan" penas y trabajos;
peligro acecha,
hombre
en camino, en el movimiento, en la
al
pues,
acción. Drama es acción (dpau,ct), aquello que nos ocurre
en el camino. El drama consiste en la dificultad de la
acción en el camino que nos está (o nos hemos) destinado.
Por ello, el drama tiene lugar, sucede, en el lugar del
cultades,
el camino que el hombre emprende. "Cuando
mi ruta me aproximé al cruce de tres caminos...",
peligro:
en
el
se
evoca
en
Edipo con
el hombre
Desde
senta en
en
temerosas
acción,
antiguo,
la
en
palabras, anticipándonos que
camino,
imagen
"el errante". El
es
desamparado se repre
no
sigue un camino, sino
del
errante
el hombre ex-puesto.
que, más bien, no lo halla: porque no lo tiene o porque no
existe. Yerra: vive en el error; vaga: se encuentraperdido. Puede, incluso estar perdido, sin remisión, por
que el definitivamente extra-viado
qué remitirse ni a qué recurrir.
es
aquel que no tiene a
El hombre yerra en lo indeterminado. Y encuentra
indeterminado aquello carente de huellas, datos, signos,
notas, límites, líneas o puntos de remisión, de referencia.
Lo indeterminado
es
lo desconocido innombrable
merable. Esto desconocido
siempre
un
"más allá"
en
—
como
—
el
—
tiempo
y
en
el
espacio
además y siempre, mayor que lo conocido,
también se alberga1.
conocerse
innu
indeterminado
es,
'Lo conocido siempre puede
e
más
o
mejor
en
o
de
es
—
y
que
otra
se hace innumerable por
manera. Y ocurre
que cuando lo conocido
exceso de referencias, datos o notas distintivas, esto conocido se convier
"más allá", porque puede sobrepasar nuestras posibilidades de
abarcarlo. Lo sano, en ese caso, es irse derechamente hacia lo que sea.
te en un
173
El aventurado en el "más allá" de lo conocido conoce la
situación de ex-puesto. Si nos atenemos a una imagen
antigua de ese aventurado, evocamos la figura del pere
grino.
Se le llama así
porque cruza, extravia
toda la cruda aspereza de lo
peregre
—
—
do, el agro que le aparece
agreste. Peregrino es aquel que
en
está
"fuera", tal
como
lo
lenguas, lejano, extranjero en inima
ginables ultranzas, ajeno al amparo y a la protección que
proponen diversas
brinda lo conocido.
padecimiento del hombre errante radica en que
vive en lo imprevisible y, por lo tanto, temible. En el
tiempo y en el espacio le espera lo inesperado. El tiempo
lo experimenta como continua mudanza, porque el tiem
po del expuesto a la intemperie es el de "cambio de
tiempo". Así se dice en los "temporales" y en las "tempes
tades", manifestación del tiempo desfavorable, por inse
guro, en la adversa inestabilidad del "mal" tiempo. Y a la
imprevisible destemplanza de las temperies se adjunta el
temeroso extravío del que perdió el camino, del
que no
sabe a qué se expone, pues no sabe por dónde anda ni en
El
qué
se
que
a
mete.
ello
queándose
Entrar
se
arroja
una
ruta.
lo desconocido
ex-ponerse. Y el
tiene que "abrirse camino", fran
Ruta es ruptura, romperé viam, for
en
es
paso; empresa subsistente en mucha de nuestra
ciencia experimental, que adopta el carácter de actividad
zar un
efractora para conocer su propio "más allá", penetrándolo. El hombre ingresa en el ignorado "más allá"
para incorporarlo al "más acá",
conocimiento situado.
en
soslayando el fárrago alusivo que obstaculiza
Hay un "pero". Nuestro tratamiento del tema,
sus
su
dominios,
comprensión.
en
el
Pero...
contribuirá, a su vez,
al descomunal amontonamiento de datos, convirtiéndose,
quizá, en un
impedimento
más para entenderlo?
174
¿no
La
nita
experiencia espacial de quien
penetra
en
térra
incóg
hollada supone encontrarse en aquello que
al nombrar "la vastedad". Para el aventurado a
o nunca
evocamos
rigurosa experiencia, la vastedad aparece como "lo
inmenso" bajo el aspecto de "naturaleza". Piélago, estepa,
esta
desierto, selva, son modalidades naturales de lo inmenso,
o, también, modalidades de la naturaleza en su condición
de inmensa, porque la vastedad obliga a la indetermina
ción y a la vaguedad. Dígalo, si no, el vago lenguaje al uso
en la América despoblada, en el que la imprecisión, o la
precisión imprecisa, corresponden
—
con
prescindencia
al hombre que, por disponer de exce
siva holgura de espacio, carece de claras referencias a la
inmediación y a lo remoto. Este idioma, cuando alude a
o
lejanía, dice habitualmente "acá" o "allá", y
de
otras razones
—
proximidad
excepción, "aquí"
sólo por
hombre
se
halla incluido
imprecisión puede
o
en
aludir
"allí". Puesto que semejante
lo vago, sólo con vaguedad e
a su contorno
"como
es
preci
so", es decir, adecuadamente.
Pero sucede que, cuando precisamos, aproximamos, y
con
en cuanto
negamos la vastedad. Decir
precisión
aproximamos,
es
indicar
e
indicar
el dedo, con
mos que en el antiguo
del iu-dex "acusaba",
o
acusa,
próximo
lenguaje jurídico-religioso
o
"pronunciándolo",
dad nada
señalar lo
el dedo que indica: el índice. Considere
el in-dex
con
do,
significa
se
puede
sea,
"ponía
de relieve" al
"mostrándolo". Pero
indicar
o
porque la vastedad
que experimentamos
vastedad es, ciertamente,
mostrar, nada
es
como
vaguedad.
más
cercano
en
se
inculpa
la
vaste
pronuncia
aquello
Así que
y directo
en
la
carencia de proximidad:
Por ello, en la vastedad no hay
indicadores o localizado
su
su
descomunal amplitud.
"aquí" ni "allí" puntualizadores,
auténticamente, carece
res, dado que, en cuanto es tal y
de referencias o lugares. Cualquier árbol de la foresta,
duna del desierto, henchida onda marítima, no puntuali175
localizables, porque
nada poseen de diferente a lo idéntico innumerable.
Cuando tenemos presente de la vastedad su condición
zan o
señalan
un
"aquí"
o
un
"allí"
extensiva, la concebimos como un espacio a la redonda, en
el que el horizonte establece, a distancia, la única referen
cia clara: el límite sensible
línea divisoria que convierte
"más acá" o un "más allá". Así que
al "acá" y al "allá" en un
tal espacio el universo
en
representa
a
la extensión
o
es
ruedo, "orbe"
según
la máxima
y el hombre que lo percibe
ceptible
afirmar que en la vastedad el hombre
contorno, porque
en
ella
no
puesto que
amplitud
es su centro.
—
su
—
es
tiene
a
pleno
qué
per
Cabe
centro
ni
a
de
quién
remitirse, excepción hecha de sí propio. Así que el espa
cio de la vastedad, una vez percibido por alguien, es un
espacio homocéntrico, "ptolemaico". Esto explica que el
hombre
haya proyectado sobre la Tierra semejante con
cepción centrada del espacio, de manera que el planeta,
"el errante"
TTXavT|Tns
dejó de ser el "vagabundo"
su nombre indica,
que
para proponerlo como centro de
todo lo existente. Y por partida doble, centro desde don
de percibimos el contorno, y centro referente y situante
como sitio conocido.
Porque lo conocido es siempre
—
—
,
centro.
Puesto que
"más allá"
te.
nos
empieza
remitimos
lo conocido, el auténtico
donde concluye nuestro saber situan
a
Vamos, pues, peregrinos desde el "aquí" concluyente
y sabido hacia el vago "más allá" de lo incógnito. Y ocurre
que las prácticas y nociones destinadas a enfrentar la
vastedad, tienden, primeramente,
a
establecer remisio
definidas, para orientar
al que se encuentra perdido,
privándolo de su condición de errante. Ejerce éste, con
semejante propósito, una especie de actio in distans, en la
nes
que, para situarse, dispone el amplio ruedo de la vaste
dad según "lo conocido" situante.
tal como
Aunque
a la vastedad
esto conocido
corresponde
que la nie—
—
176
—
ga
—
se
establece, primordialmente, sobre las referencias
aquellas
más remotas:
surgentes
Con ellos,
astros,
con
extremo.
que nos procuran los puntuales
asidua exactitud sobre el horizonte
cuanto
que se remontan, nos
orientamos. Así que el orientado
de orior
es, en senti
do cabal, aquel que ve surgir las cosas, que se le revelan con
en
—
—
porque las sorprende en su status nascens1
Cuando el hombre está orientado y orienta a su
certeza
.
vez
vastedad, el indiferenciado espacio "a la redonda"
transforma
en
una
extensión remitida
a
la
se
determinados
puntos "cardinales", articulada sobre el "gozne" que di
significó originalmente, dividida en "dere
"izquierda", respecto al orientador, y dirigida ha
extremos polares que la traza implica. Semejante
cho término
cha"
e
cia los
estructura
aparece
en sus
formaciones iniciales
como una
fijeza el indetermina
do campo extensivo, aquietándolo. Porque el hombre
orientado adquiere talante dominador. Y cabe decir aquí
que el hombre dominador empieza por ser tajante, pues
trama
de remisiones, que
somete a
remisivos que establece en la vastedad, a la par
el campo
que lo dirigen hacia puntos situantes, dividen
hombre
se des
el
cuando
Así
que
espacial en "sectores".
los
trazos
plaza, orientado, en la vastedad, y la orienta y la dirige, la
rige. Y la rige seccionándola en "regiones" de tal mane
en
ra llamadas porque las configuran líneas "rectas"
las que no sólo se permite conocer un todo fragmentán
dolo por partes, sino que, además, puede situar cosas y
—
—
,
personas
en
tal
o
cual
parte.
determina
da parte, media toda la diferencia que existe entre el
De
encontrarse-perdido
'El oriente,
o
lugar
decir, aquel nacido
en
a
encontrarse
por donde los
determinado
astros
lugar,
en
"nacen", y el oriundo,
dan fe sobrada de
sentido que subrayamos, habitualmente descuidado por
los procesos de orientación.
177
quienes
es
este
tratan
errante, el orientado y el situado. Aun cuando el hombre
la vastedad
un
absoluto contorno,
sea
y absoluto de
extensión
sin refe
supuesta
el "centro"
en
en esa
experiencial
rencias será siempre un descentrado, un excéntrico,
puesto que el centro del hombre no se encuentra en la
imprecisa naturaleza de la vastedad que le obliga a extravagar. Sextante, astrolabio, brújula, goniómetro, radar,
sólo aparejan ocasionales "centros" fugaces para los nau
tas o adelantados de cielo, mar y tierra que se adentran en
lo insólito. Pues el hombre auténticamente centrado no es
aquel que está en el punto medio de un contorno inabar
cable y extraño, como tampoco lo es el que se sabe referi
do con certeza, por medio de recursos propios de las
técnicas puntualizadoras. Más bien, el realmente centra
do es aquel que perdió conciencia de serlo, porque se
igual
que reconoce "lo suyo"
que le rodea. El paso del orientado al situado
por medio de operaciones arquitectónicas que
reconoce
—
al
—
en
todo lo
se
efectúa
concluyen
atributos reconocibles,
por dar "sede", "sitio", "local",
al que con ellas obtiene aquietamiento. El quehacer ar
con
quitectónico
no
sólo
deja
al hombre situado técnicamen
situable, reconocible, según la modali
dad fáctica representada en sus obras, que patentiza su
te, sino que lo hace
manera
nicas,
de
y de vivir. Porque las acciones arquitectó
stricto, no comienzan realmente en donde el
ser
sensu
hombre señaliza extensiones, para distinguirlas de la vas
tedad mediante prácticas e indicaciones universales y,
por ello,
neutras
—
con
oficios de
topógrafo, agrimensor
pensar que sólo cuando
tales "señas" dan "señales de vida" propia, particu
o
geodesta
larizada
—
e
; más bien
podemos
inalienable de grupos humanos y de personas,
suponen, inicialmente, arquitectura.
Ahora bien, de la vastedad cabe tener presentes otros
aspectos, ajenos a los puramente extensivos
y a los que
—
el hombre
responde
con
acciones punto
178
menos
que des-
consideradas por la teoría de la arquitectura
en los
que
no sólo se nos revela como "lo
el
vago", según
sesgo
—
espacial de holgura o amplitud desorientadoras anterior
mente expuesto, sino como
"holganza", "vacación", "im
productividad" e "inanidad", que nos permiten esti
marla como lo in-erte, ocioso y disponible por excelencia.
Propuesta de tal manera, la vastedad es, literalmente,
vaciedad. Semejante vaciedad se nos presenta como "de
solación" en aquello que sabemos solitario, por insólito e
infrecuente1. Y así como a la condición primordialmente
extensiva de la vastedad se le oponen determinadas prác
ticas, reductoras y situantes, pueden considerarse otras
que contrarían el carácter de inanidad y desuso que aca
bamos de atribuirle, pues frente a lo insólito de la vaste
dad el hombre pone
determinadas "solencias",
distintas maneras de "frecuentar"
enjuego
correspondientes a sus
y "poblar", que representan
modalidades intensificado-
"densificadoras" de la vastedad, por las que se la
priva de su condición pasiva y vacía, activándola, ocupán
dola. Ateniéndonos a esto, se dibujan algunas de las posi
ras,
arquitectónicas que habremos de considerar en
principio: unas, las que conducen al aquietamiento del
hombre y que convierten a la arquitectura en la técnica del
estar, y otras, las que constituyen la dynamis de la arquitec
tura y que establecen su raíz en la frecuentación, es decir,
en los empleos constantes, asiduos. Vamos a ellas.
bilidades
'Esto explica que el hombre
no
sólo está solo
en
el desierto porque
la vastedad, sino que allí se siente
semejante
siente solo al desierto en su desola
también
plenamente aislado, porque
ción. Pero lo insólito e infrecuente se le presentan entonces como
no
encuentra a su
en
disponibilidad suma. Quizá
y apartado a los desiertos,
por ello,
es,
más
antiguo tipo humano, el huido
bien que un desertor, aquel que
y su vida poniéndolos en el estado
un
intenta el restablecimiento de su ser
de vacación que la vastedad le brinda, porque
disponible adquirimos
una
ante
lo absolutamente
responsabilidad inaugural.
179
5.
LA
ARQUITECTURA,
TÉCNICA DEL ESTAR.
LA DINÁMICA
DEL PERMANECER.
CONVERGENCIA Y CENTRO.
EL ENFOCADO
que experimenta el hombre primitivo
ante lo desconocido suele traducirse en el deseo de
ampa
ro
bajo lo sagrado. Esto sagrado literalmente, "lo hierático"
muestra su condición
propia en "fijaciones" de
la
zozobra
—
—
índole
temporal y espacial que otorgan seguridad. Por
ello, el tiempo sacro es el de la repetición, que correspon
de tanto a las organizaciones cíclicas, recurrentes, de las
festividades, como a las ceremonias y ritos mantenidos en
forma invariable, dado que son, a su vez, mantenedores
de
aquello
que debe permanecer idéntico. Análogo es
quema lo hallaremos tardíamente en las concepciones
platónica y aristotélica del movimiento puro, perceptible
las
trayectorias reiteradas, circulares, de los cuerpos
celestes. Así se explica, también, la consiguiente idea
agustiniana, perdurable en la Edad Media, por la que se
afirma que cuanto cambia busca su perfección, cifrándo
se de tal manera lo
perfecto en lo inmutable y eterno. Y
semejante carencia de mudanza la encontramos, además,
en la noción eleática del ser, subsistente en la quidditas
medieval, que al formular el qué de las cosas, o su esencia,
lo patentiza en lo quieto, como aquello que siempre queda.
en
Por
otra
parte, si
nos
referimos
a
las artes, advertiremos
representaciones de los seres superiores apare
cen en las culturas antiguas con la dignidad que les con
fiere lo sagrado, al que pertenecen, propuesto en figuras
"hieráticas"
aquí con el significado de inmutables y
tal sucede en gran parte de la escultura egipcia.
rígidas
cómo las
—
—
,
181
fijación
seguridad. Pero
Ocurre, pues, que la tendencia
propias
las modalidades
de la
la
a
es una
la
de
fijación
la que anteriormente
es
aludíamos,
puramente remisiva, porque la situación en
que realmente "se encuentra" lo convierte en un punto
del orientado
la vastedad,
en
localizable sobre
una
a
red de trazos,
la que nos confiere.
tiene carácter imper
a
consiguiente,
sonal, ya que
importa quién ni qué se halle en tal
situación, puesto que interesa, primordialmente, la refe
rencia misma, por la que alguien o algo se descubre. El
Esta
puntualidad,
por
no
es, a su vez, el referido para los
para sí
demás, que de tal manera saben por dónde anda o en
dónde para. La orientación suministra puntos situables,
orientado
—
—
independientes
accidentes
reconocible por
"lugar"
que se prescinde. Así que las
de la idea de
—
y de la
referencias obtenidas por medio de la orientación y esta
blecidas sobre diferentes sistemas de coordenadas, care
sus
cen,
—
,
propiamente,
to que
dolo.
no
de condición
arquitectónica,
en cuan
intervienen sobre el contorno, transformán
ello, el situado arquitectónicamente lo
está por el hecho de que ha pasado de tener un punto de
referencia a obtener un sitio distinguible por su aspecto.
Situarse, en tal sentido, representa una elección del sitio
y, además, supone llenarlo de alusiones "biográficas" co
A diferencia de
rrespondientes al habitante. La conversión del espacio
genérico e inusitado de la vastedad en espacio con lugares
"producidos" y "aclarados" mediante prácticas que ori
ginalmente pudieron ser religiosas
representa el pri
mer
paso propiamente arquitectónico. Esta "dinámica"
requiere, ante todo, detenerse. La detención en determi
nado lugar lo convierte en "un paraje". Sin embargo, el
detenerse, como "parar", trae consigo las nociones de
"preparar", "disponer", y "proporcionar", inherentes al
término latino parare, significativas de que dicha deten—
—
,
182
supone pasividad, sino que nos conduce a otras
formas de la acción. Aquel que permanece en un lugar
obtiene en él su "sede", su asiento, su re-sidencia, hacién
ción
no
dose así "sedentario". Pero
que el sedentario lo es
porque pasa del tránsito al hábito. Y en cuanto considera
mos al hombre como "animal de costumbres", los hábitos
ocurre
que vive cabe entenderlos como medios de desenten
derse de su contorno inmediato, para poder ser el que es:
con
que suele arriesgarse en lo inhabitual del pensa
miento o de la acción. La sede que obtiene el hombre le permite
un ser
disidir. De ahí que si lo estimamos como un ser sedenta
rio, hemos de proponerlo, por ello, como un ser disidente,
lugar en que se encuentra1.
Notemos, por añadidura, que semejante capacidad de
disidir, de apartarse de su lugar o sede, también la ha
comunicado el hombre a las cosas y al pensamiento. Así,
la concepción metafísica tradicional, que entiende al mun
do real trascendiéndolo, testimonia la posible proyección
comúnmente del
apartado
de
esta
disidencia hacia las
de éstas
se
Aun más, y
ausente.
"sistencia"
ra
encuentra
cosas,
siempre
por
otra
significa la posibilidad
de donde
se
hasta el punto que el ser
"sobre" ellas, remoto y
parte, la idea de
manifiesta de
estar
ex-
fue
está. Y si reflexionamos sobre este carácter
disidente, propio de nuestra naturaleza, nos explicare
mos la condición proyectante del hombre, por la que se
aparta del presente en que vive para arrojarse hacia el
futuro que intenta
anticipar, configurándolo
de
antema-
en la que se delata
de que carece: otra
'Esto explica la existencia de mucha arquitectura
el carácter
cultura,
nostálgico del
otra
época,
simple "producto
nes,
buenas
donde
se
o
otros
hombre que añora
lugares.
es
y
suele decirse, sino que en ocasio
consecuencia de aquello que no se tiene en
del medio", tal
malas,
aquello
arquitectura siempre
No es, pues, la
como
está.
183
no.
Por lo tanto, la sedentariedad humana
entenderse
como un mero
formas de la comodidad,
dormitiva, sino,
más
acomodo,
según
bien, y
plenitud, logrado
su
ante
en
puede
cualquiera de las
no
condición "sedante"
todo,
o
el modo de
como
merced al
"aquietamiento" del
posibilidades habi
nos brinda. Todo esto
permi
te comprender el sentido de la dinámica oculta en
aquello
que suele proponerse sólo y simplemente como perma
ser en
mundo alrededor, al hacer
tuantes que la arquitectura
nencia
o
uso
de las
sedentariedad.
*
*
*
"Estar", en distintas lenguas, queda confundido con
"ser", denotándose en semejante implicación que el ser
de
cualquier ente radica en la permanencia de lo que
siempre se mantiene en él, como anteriormente expusi
mos. Estar, considerado en su
sesgo arquitectónico, supo
"establecerse",
la consecuencia inmediata y directa
lo
"estable", en la estabilidad del hom
que corresponde
bre y las cosas. Por otra parte, en el
lenguaje arquitectóni
co, el estar se traduce en "establecimientos" de diversa
ne
con
a
índole,
las estancias y los establos,
lugares de esta
ción del hombre y los animales. La casa, en cuanto sitio de
como
per-"manencia", corresponde a la maison o mansión, que
denota la mansio, centro de
aquietamiento y remanso
el
hombre
de
la
mansedumbre animal, anterior a
para
y
la construcción propiamente dicha. Y el
de
lugar
nencia, como sitio acostumbrado en que
"mora", queda de manifiesto en la morada
estimada
uno
o
perma
se de-
vivienda,
la habitualidad
propia de nuestras costum
bres {mores). Por último, la
"pausa" que se encuentra en el
re-poso, origina nuestra posada y nuestros aposentos,
indicándose, con todo ello, el carácter decisivo del po
en
sarse.
184
Pero todas estas
tar"
propio
de la
posibilidades, correspondientes al "es
como establecimiento,
arquitectura
—
mansión, morada y aposento
suponen una dinámica
la anteriormente expuesta respecto
—
de índole diferente
a
,
de la disidencia humana, y resultan significativas de
que
establecerse es siempre, activar. Ante lo inane de la vastedad,
la intensificación activadora del establecimiento
convertir
a un
terreno
improductivo, ocioso,
puede
en
campo
de cultivo, en casa o calle, con acentuación de su rendi
miento por la presencia reiterada del hombre que lo
utiliza con intensidad y frecuencia. El hecho de "estar"
—
el establecerse
en
presencia
tuir",
"densifica" el
—
lugar,
no
sólo por la
asidua del que está, sino porque obliga a "esta
"constituir" lo que no hay. El reconoci
a crear o
miento de que es tal como lo afirmamos se muestra en la
solemnización de los establecimientos humanos median
ritos fundadores, que denotan la creación y la intensifi
cación en su más amplio sentido, hasta el punto que la
te
construcción de la
primitivas
casa
"representa"
en
la creación del universo. Con
muchas culturas
esto se
testimonia
que el hombre, frecuentemente, debe rehacer todo lo
que le rodea para conocerlo y dominarlo en un modelo.
Pero "hacer" el universo es, en cierto modo, hacerse,
puesto que
en
muchos
homologa
la
pueblos
arcaicos el cuerpo huma
el cosmos1. Este carácter
con
y
vinculado
con
el
creador,
cuerpo y la forma de la vivien
da, lo muestra la cultura de los Dogon, en la que la planta
no se
de la
casa
con
casa
al cuerpo humano en el
De manera que la arquitectura
significa
procreación2.
'Posteriormente, el término
bre, por los
tratado
menos en
microcosmos
de la
adquiere,
"aparece aplicado al
hom
puramente metafísica" en el
precisa y
Acerca del número siete. Según Xavier Zubiri.
forma
pseudohipocrático
acto
no
Naturaleza, Historia, Dios, Buenos Aires, 1948, pp. 196, 197.
-Mundos africanos. México, 1959, p. 158 y ss. Los Dogon, por Marcel
Griaule
v
Germaine Dieterlen.
185
como veremos
le ha
negado
después,
un
sentido
comúnmente por
representativo que se
quienes de nuestros temas
ocupan. Una consecuencia de ello la encontramos en
las cubiertas de ciertos templos, mausoleos, iglesias y
baptisterios, con las que se reproduce la bóveda o la
se
cúpula celeste, y cuya última reminiscencia desacralizada
aparece en la designación del techo como "cielo raso".
*
*
*
en la vastedad
y el establecido en determinado
acciones
mediante
y operaciones arquitectónicas
lugar
centrados.
El centrado en la vas
diferentemente
quedan
El situado
tedad obtiene "un
punto" remisivo desde y hacia donde
sin
tal
cosa
que
suponga intervención alguna
dirigirse,
sobre el contorno, mientras que, a diferencia de esto, el
establecido
arquitectónicamente trata con lugares forma
puede acudir de acuer
distinguiéndolos por su
cualidad y denominación específicas. Así que la arquitec
tura origina distintos
géneros de "centros", caracteriza
dos por las varias modalidades de la convergencia huma
na hacia ellos.
Semejante convergencia es de índole con
traria a la que produce la perspectiva, porque en ésta los
dos artificialmente, hacia los que
do con aquello a que se destinan,
trazos
man
—
establecidos
de
lejanía
fuga",
son
"líneas
huidas hacia
que
—
un
con
extremo
razón
se
situado
lla
en
la
del horizonte, a consecuencia de la adopción del
de
vista único. Así que el espacio perspectivo tiene
punto
una condición
puramente visual, remisiva a lontananza,
efusiva, y por lo tanto es distinta del espacio habitable,
propio de la arquitectura. Los "centros" arquitectónicos
constituyen lugares de convergencia originados por
intereses, nuestras necesidades y aun nuestra
afectividad, y como son apreciables por su forma, sus
nuestros
186
atributos y su designación, podemos acudir a ellos, inclu
sive, sin necesidad de nuestra presencia personal inme
diata: e-vocándolos, llamándolos
De la organización centrada del
tenemos muestras
primitivo. Porque
centro.
un
partir
de
en
el recuerdo.
espacio arquitectónico
muy claras en el pensamiento religioso
el espacio sagrado constituye siempre
El universo
se
concibe
despliegue a
el Rig Veda (x,
como un
lo propone
149). Platón afirma en su Critias (121, c) que la morada
más noble de los dioses "está situada en el centro del
un
punto, tal
como
arquitectónicas represen
espacio sagrado, significándolo en
universo". Las construcciones
arquetipo
múltiples modalidades de éstas; por ello, la ciudad, las
habitaciones, un pilar, el hogar, el altar, son centros1. Así
se
originan áreas en las que el espacio concéntrico queda,
de tal manera, gradualmente "concentrado", es decir,
intensificado. Además, dicha concentración del espacio
aparece en las disposiciones arquitectónicas propias del
tan
el
del
cotidiano, que es,
dor. La a-siduidad, o
uso
lugares
dad,
a
tra un
y las
cosas
a su
trato
origina
intensificador, densificacontinuo, constante, con los
vez,
"centros" de
nuestra
afectivi
los que habitualmente retornamos. Bien lo mues
aspecto del mito de Odiseo, con el que se evidencia
claramente la vuelta hacia
un
centro,
en
las
peripecias
del
hogar. Ese tema significa una modalidad de la
convergencia hacia el centro de la vida corriente, propia
de aquel que denominamos "el hombre enfocado". El
enfocado lo es porque tiene en mira el lugar de reposo en
habitual
que se encuentra el fuego, hacia el que acude
regreso al
desde donde esté. No se olvide, a este respecto,
mienta originalmente
"casa" o "edi-ficio"
que aedes
"el hogar o habitación en la que se hace fuego". La antimente
—
—
'Mircea Eliade. Imágenes
v
símbolos. Madrid, 1955, p. 44
187
v
ss.
gua "fascinación",
como una
atracción
produce lo sagrado
en
el
"haz", hacia
un
mysteriumfascinans, al
tiene su degradada corres
que se refiere Rodolfo Otto
en
la
imantación
pondencia
convergente, originada por
el lugar favorable en donde la luz y el
fuego se encuen
tran, centro en el que el "aquí" se intensifica hasta el
punto de convertirse en el lugar de "aquietamiento" por
excelencia. El sueño (u'ttvo*;) se produce en este centro
de reposo y tibieza que la arquitectura
dispone en el
hogar (i/rrvós), el horno, elfocus o foco que corresponde al
griego irü p del fuego.
De manera que el hombre queda "enfocado" en cuan
to tiene su referencia en el
hogar, al que acude cotidiana
centro, que
—
—
,
mente.
acción
Y porque
centra
sobre éste
su
afectividad,
en
la
del regreso se pone de manifiesto
aquello que nuestro idioma denomina con donaire "la
querencia", cuando tendemos hacia el lugar querido.
recurrente
Sucede, pues, que el sitio de habitación, como centro de
nuestra convergencia habitual, se constituye, por ello, en
nuestra "dirección", en "señas" reconocibles; señas o di
rección que indican a los demás "dónde vivimos". El
punto focal de nuestra vivienda o residencia queda con
vertido así
y
en un
centro,
en
el que
logramos encontrarnos
el que, por lo tanto, se nos encuentra.
Este hombre centrado y enfocado merced
en
tectura, representa la
a
la
arqui
contrapartida
aquel que yerra
la indeterminación de lo desconocido, pero no cabe
olvidar que ambos delatan aspectos del mismo ser: el que
en ocasiones
permanece ob-"sesivo", tendente de conti
nuo hacia su "sede",
que establece "recorridos" habitua
de
en
les de toda índole
puede
como sus
salir hacia la
"recursos", y el que, por ello,
extra-vagancia
el pertrecho
trillados, aunque
situantes a la espalda.
con
188
de los
de
sus
terrenos nunca
conocimientos
6.
LAS ACCIONES REDUCTORAS
ARQUITECTÓNICAS.
LA
PROTECCIÓN.
EL AMPARO.
LA
PERSONA
de "centros" de índole
diversa es uno de los aspectos propios de la constitución
fáctica del "mundo". Este, cuando se elabora desde un
centro, trae consigo la idea de globalidad o conjunto
establecimiento
el
remitido al punto que le da sentido. Pero la creación
fáctica de "mundo", que origina la arquitectura, además
de la centralidad anteriormente tratada, supone el desa
rrollo de posibilidades acotadoras, limitativas del contor
El mundo aparece así como "reducción", y la arqui
tectura se manifiesta entonces como la actividad mundano.
nizadora
primordial
cuentra"
en
del hombre, según los recortes que
establece sobre la vastedad. Porque el hombre "se en
el mundo
a
partir
de "lo reducido". De ahí
que mucha de su actividad pensante adquiera la condi
ción de esquematizar todo cuanto existe. Así acontece con
los símbolos de
juego,
las
cualquier
como en
estructuras
índole que el hombre pone en
los modelos con que la física representa
materiales. Nuestras acciones limitativas
indican claramente el sentido que supone "comprender"
lo que sea, porque comprender es abarcar, rodear, contor
aquello que se pretende, tal como solemos decir que
la vasija "comprende" el líquido que incluye y ciñe con sus
paredes de vidrio, de metal o de arcilla. La comprensión
abarcadora del hombre, que contribuye a la creación de
su mundo, se advierte en las modalidades arquitectónicas
near
consistentes
el establecimiento de confines. Y dado
se le manifiestan al hombre "dentro de
en
que las cosas
ciertos límites",
ra,
como
debe formularse
consecuencia de
una
teoría del
189
su
marco,
acción reductoque correspon-
de
arquitectura, acotación reveladora,
aspecto de la
a este
por limitativa, de las
y el hombre.
Tenemos que poner "marcos" para que nuestro mun
do surja. De ahí que cualquier experimento sea un mar
cosas
dentro de cuyos "límites"
o condiciones estableci
das^
aparecen "determinadas" respuestas. Tal sucede,
también, con los instrumentos que la ciencia emplea: el
co,
—
—
microscopio electrónico,
rezca"
espacial
la sonda
o
el
telescopio
acotadores, propuestos para que algo "apa
son marcos
concordancia
el sentido del
espíritu limita
tivo que les dio razón de ser. Marco corresponde a "mar
ca", término gótico que significa frontera. Por ello, vaya
en
testimonio,
como
hispánica",
mente,
Cataluña
a
durante la
marcas
e
con
se
la denominó "la
marca
época carolingia. Arquitectónica
hitos denotan
un
aspecto del "estar"
distinto de los anteriormente tratados, de manifiesto en
"fijaciones" que el hombre "pone", tendentes al estableci
miento de límites, con propósitos de claridad y dominio.
Poner
elfico
latino
da "la finca" o lugar en que nos
afincamos. Así sucede que "mundo", para los romanos,
era la
zanja profunda que abrían antes de iniciar el surco
del arado con que delimitaban la ciudad. Por lo tanto,
—
—
frente al mundo dado
astros como cosmos
en su
—
,
totalidad
el
—
el hombre hacía
conjunto de los
un
mundo homó
logo, correspondiente
mundus
—
—
,
que
se
y reducido, ordenado y
comenzaba hincando la azada
operación significativa del predominio.
lo hecho
limpieza
tanto
es
con
—
—
"cosmos"
de ahí "cosmética"
así que
destinados
orden
a
en
castellano, el
guardar,
aún
se
—
—
,
y
El mundo,
con
significa
arca
dicen
limpio
en una
según
actividad de
lo cerrado;
y baúl como objetos
con el nombre de
"mundo". Y puesto que el hombre
dispone límites para
las
cosas se le revelen, debe
que
crear, además, marcos
arquitectónicos
mundo. Esta
para
es una
poder aparecer él mismo en "su"
de las finalidades
principales de la
190
arquitectura.
vastedad,
"nuestro"
Y así sucede que la
aquello que,
como
mundo,
se
plena
conciencia de la
por ilimitado e insólito, no es
forma en rigor desde lo reducido
que el hombre ha originado arquitectónicamente. Por
que la significación clara de lo próximo, en lo hecho y
definido,
lo limitado y cerrado, le permite la formula
ción clara de lo extenso, distante y abierto. A este respec
to, las
en
posibilidades
hombre arcaico
tura, porque
todo lo que
mos
se
determinativas por excelencia del
lenguaje y la arquitec
fundan sobre el
las referencias adecuadas para fijar
de ahí que a las palabras las denomine
crean
hay;
también, y
minos".
De acuerdo
en
con
consideración
ello, si el
arquitectónica,
contorno se
"tér
ordena y sitúa
fijan lí
y sensibles que
mediante referencias inteligibles
mites claros, el mundo arquitectónico, en cuanto que es el
de lo reducido y usual, origina el campo del trato. El trato
con las cosas inmediatas, como lo tocante a nosotros, es
decisivo, y en esto se advierte cómo la arquitectura hace
mundo, pues si con ella se efectúan operaciones delimitativas y reductivas, el fin real de estas operaciones corres
ponde
a
la
concierne
de procurarnos aquello que nos
lo tocante o campo del trato, y no se debe,
posibilidad
en
suele suponerse, a un mero propósito geometrizador, afín a la agrimensura. Tal como hemos indicado, las
estructuras divisivas del espacio, cuando son propiamen
como
arquitectónicas, permiten reconocer la condición de
quienes las establecieron, de manera que los límites o
marcas trazados en el terreno por el habitante originan
en su conjunto "la comarca", territorio plenamente identificable, porque se percibe en sus trazas al hombre del
país, al paisano que convirtió las inciertas extensiones de
la naturaleza en determinado paisaje, rural o urbano, que
le es propio.
te
*
*
191
*
El mundo hecho supone la fijación de confines, de már
genes o marcas. Por estar destinado y situado dentro de
límites queda "comprendido". Y en su reducción real
surge el
trato con
constituye
las
y
cosas
"lo tocante"
a
los demás,
nos
otorgan,
una escena
en nuestros
en cuanto
Así entendemos el
nosotros.
sentido de los re-cintos, que
lo sucinto, y como brindan
vierten, literalmente,
con
rigurosamente,
reducida
reductos. De tal
se con
mane
un
representaron los antiguos el Paraíso:
en el Avesta, pairi-daeza, Paraíso, es
lugar guardado
El hombre "apare
"recinto"; iropáSeicros es "parque"
ra
como
se
—
—
.
castigo que
de lo
hacia
lo
abierto,
expresión
expulsión
indeterminado, y la consiguiente necesidad humana de
ce"
en
el mundo dentro de límites: de ahí el
supone la
hacerse por sí el abrigo, tanto en el vestido como en la
arquitectura. Tales límites nos guardan. Guardar corres
Lo guardado es aquello que
regarder
ponde a "ver"
queda a la vista y permanece, por ello, "cuidado". En este
sentido, la arquitectura origina dos formas principales
del resguardo como posibilidad de tener "mundo": las
del amparo y las de la protección. Sin embargo, aunque
este campo de lo guardado se encuentre en correspon
dencia con el de guarecerse
que implica resguardar,
—
—
.
—
cabe destacar
defender y curar y aun salvarse
que el amparo y la protección no son sólo las posibilidades
arquitectónicas de abrigo contra el peligro circundante,
como
—
,
exagerada
razón que ha solido darse
en
el
pensamiento
cobijo
explicación
manifestación de la necesidad restauradora de nuestro
ser, que se logra en el apartamiento, corte distanciador que nos
permite hacernos el que somos en la intimidad.
actual para
es
de los retiros del hombre: el
una
Puesto que el hombre es el ser re-flexivo, y reflexionar
es, en cierto modo, flexionarse sobre sí, ha de retirarse,
ha de
en
para conocerse y conocer aquello que sea
Esta retracción reflexiva la concede auténti-
re-traerse
plenitud.
192
camente
la
terísticas;
arquitectura
y
tanto es así
es una
que
las viviendas humanas que
mo
se
"apartamentos".
*
de
principales
sus
mantiene
en
carac
la modalidad de
designamos propiamente
*
co
*
Las acotaciones reductoras que el hombre establece ante
la vastedad, hacen que frente a "lo continuo" aparezca" lo
contiguo" en la compartimentación. Esta, que en princi
pio puede manifestarse mediante señales o hitos, queda
definitivamente configurada por los diversos "reparos"
que el hombre construye y que, en cuanto tales, son
"objeciones" a lo indeterminado de lo abierto. De ahí que
el amparo requiera paramentos o mamparos aisladores
arquitectónicas, significándolas clara
tapias, muros o paredes en toda clase de "cer
que ciñan las áreas
mente
—
—
cas". El mundo de lo cercado
amparo lo
"palpables",
estamos
encontramos
y por lo
"entre
pared ampara,
tanto
cuatro
en
es
el de lo
cercano.
las referencias
seguras, que
paredes". Pero,
próximas,
tenemos
por
El
otra
cuando
parte, la
que nos procura apartamiento,
aislándonos del contorno. Este apartamiento, o retrac
en cuanto
separadora, corresponde a la actitud que nos permi
afirmar "yo soy". Porque el "yo", considerado como
ción
te
Husdel mundo por muchos filósofos actuales
serl, Scheler y Ortega, entre ellos
puede estimarse,
además, como "conciencia de apartamiento" en aquel
centro
—
—
,
que permanece separado del alrededor. Es más, pro
puesto como lo hacemos, el "yo" es, de alguna manera, un
origina, en
otro campo y con todas las diferencias, la arquitectura de
índole separadora, según las distintas posibilidades del
amparo. Porque la arquitectura nos brinda la experiencia
real del espacio como "dentro" y "fuera", unida a la
"dentro". Y
esta
conciencia de interioridad la
193
diversidad del "estar"
recinto
—
nuestra
,
y
—
contribuye,
interioridad,
estamos
en
así
dentro
o
fuera de
un
tal caso, al reconocimiento de
la estimación de la exte
como a
rioridad que se encuentra
o fuera de los límites.
en
aquello
situado extramuros
posible de "dentro" y "fuera" está
arquitectura mediante la puerta (fores).
La comunicación
significada
en
la
además, la puerta manifiesta ostensiblemente el
Pero
que convierte a un ámbito en expandido o
concluso. De acuerdo con semejante posibilidad arquitec
abrir
o cerrar
tónica, Bachelard ha considerado al hombre como el ser
entreabierto, puesto que se mantiene en el constante
vaivén que oscila de su interioridad al contorno. Por otra
parte, la puerta signifca también la idea de límite, así que
puede
considerarse liminar y, si entramos por ella en
donde sea, preliminar. El umbral y el dintel del castellano
derivan,
en
último extremo, de limen, latino, asociado
a limes o límite. La puerta es, pues, fron
semánticamente
y obstáculo.
Como "ac-ceso" es abertura y hoja que "cede" y "no
resiste", que nos permite acercarnos hacia el interior o el
exterior. Esta noción de "paso" la testimonia el latino
tera o
corte, que representa
porta, análogo
a
"poro"1.
a
la
vez acceso
Pero la idea de obstáculo que
cierra el paso aparece en el cerrojo y la cerradura
en
latín óbices
como manifestaciones
im
del
significativas
—
—
pedimento amparador
que
en
puede
la puerta
haber.
La importancia de ello ha sido significada fuertemente
por los
"de paso"
Van
estudió
primitivos, en los ritos así llamados
que
Gennep como ritos de separación, de transición y de incorporación,
correspondientes al hecho de pasar de un territorio a otro, de una edad
—
—
,
de una a otra vida, manifestándose así la necesidad de
amparo
los puntos de crisis o ruptura, tanto
espaciales como vitales, en una
consideración dinámica de las
religiones arcaicas.
a otra o
en
194
Ahora bien, la ambigua condición de la puerta que se
abre o se cierra, está expuesta en otra denominación
latina de ésta
ianus
correspondiente al dios de las
puertas, Jano, que con su doble rostro significa el interior
y el exterior. Hay en ello una expresión de "lo articula
do", existente en el "gozne", sobre el que gira la puerta
como batiente. De manera
que la puerta representa ple
namente la posibilidad de
pasar o no pasar, de entrar y
salir, y
—
—
,
testimonian la interioridad y la exterio
ridad pertenecientes al espacio, experimentándolas co
con esto se
propia en los desplazamientos de nuestro cuerpo
significación del paso o del obstáculo que la arqui
mo cosa
y
en
la
establece.
tectura
Además, el hecho de salir,
nos, se
asocia
significado
bas,
ventana
contraste
a
la
ventana.
de "abertura"
y puerta,
en
arquitectónico
en
en
la modalidad de
Esta,
el
como
muro,
fenestra,
tiene el
convirtiéndose
los "vanos" de la
de
asomar
pleno
am
arquitectura.
El
y vano es correspon
diente al de interior y exterior, y en la oposición del lleno
y el vacío se delata el carácter dinámico que hay en el
amparo mural. La ventana significa la contemplación del
exterior desde el resguardo de la arquitectura, haciendo
que el
contorno se nos
revele
en
la acotación de
un marco.
percepción enmarcada del contorno es de singular
importancia, porque en ese tipo de contemplación se
Esta
advierte el alrededor
vista que
surgió
a
como
lo acotado desde
requiere límites. La pintura del
partir de semejante posibilidad,
un
punto de
Renacimiento
puesto que,
diferencia de la románica, que se debe al
"la ventana" origina el cuadro de caballete y
muro
extenso,
su
visión
originalmente centrada, que "perfora" las paredes
asoma hacia un espacio profundo, imaginario.
La interioridad brindada por la
un sentido fuerte
que va del inter,
195
a
y
se
arquitectura adquiere
como
"entre", al intra,
como
"dentro de". El
estar entre
las
cosas es
plenamente
posible porque el hombre ha fabricado artificios arqui
tectónicos, dentro de los que podemos estar y mediante
los cuales logramos "el trato" con las cosas y con los
demás. Así se nos aparece el hombre como el ser mediato y
arquitectura como la mediación que requerimos para
poder estar en el mundo, porque en la naturaleza no se
está, auténticamente, "entre" nada. La significación de
entrada, que atribuíamos a la puerta, corresponde a un
la
que activa el adverbio entre. Puede
afirmarse que cuando el hombre está "entre" lo suyo, está
"en" lo suyo. Ese mundo interiorizado adquiere su pleni
verbo
—
entrar
—
privada que la arquitectura
posibilita. El intus origina aquello que en nuestro idioma
se nombra
expresivamente como "lo entrañable", con un
tud
la intimidad
en
o
vida
sentido afectivo que se otorga a la interioridad. Por ello,
cuando la arquitectura nos brinda este mundo interior, el
de los
acción
espacios queridos, puede
extrema
Además los
decirse que
sobre el habitante.
ejerce
su
espacios del amparo son lugares "acogedo
res". Este término, con su manifiesta carga de afectivi
dad, indica la culminación de un sentido que puede for
mularse escuetamente como sigue: el espacio "ceñido" en
re-"cintos" que el hombre jalona y
se le revela el mundo
y el que le
cerca, es
permite
aquel
que
manifestarse
en
hacia éste; de ahí el carácter afectivo que le otorgamos.
Del inter, "entre", pasamos a interior, "dentro de", que se
refuerza en el superlativo intimus, representante de nues
tra
vida
privada, propia.
samente,
En este proceso
se
señala,
preci
la ar
pertenece
el de "la reducción" del vasto mundo, hacién
un
aspecto que,
entre otros,
a
quitectura:
dolo próximo a nosotros en la esfera de "lo tocante" o lo
atinente, en aquello que nos "atañe" porque "nos toca" de
cerca. Y ese sentido de "lo tocante"
corresponde al de lo
196
plenamente inteligible,
tal
como
Aristóteles1.
La acotación
subraya Ortega
en
límites
produce inter-"valos", con
los que lo extenso aparece sujeto a dominio al haberlo
"comprendido" dentro de confines tangibles, abarcadores.
Pero
cercados
un
entre
aspecto diferente al de la acotación de los
corresponde
a
las modalidades
arquitectónicas
propias del revestimiento y del encapsulamiento. En ellas
se
representa la transición posible que cabe del amparo a
la
pro-tección,
con su
manifestación
dalidades crustáceas de la
puede
considerarse
como
extrema en
arquitectura. Si
ser
separado,
bierto",
mo
el hombre
aislado del
un
contorno, hemos de estimarlo también
las
como
el
ser
"cu
cuya característica aparece la forma intensa de
la protección técnica. El campo semántico de las cubiertas
en
de reconocida
y exige que nos detengamos
sobre él. La vinculación directa que cabe entre la arqui
es
tectura, el
referíamos
amplitud
tejido
a
y el vestido, ya señalada cuando nos
la idea de la técnica, merece una circunstan
ciada consideración.
de que la arquitectura construi
encontramos con manifestaciones arquitec
Independientemente
da exista, nos
tónicas originadas por el des-plazamiento del hombre en
los caminos; al conjunto de éstos, en cuanto se relaciona
con
el
lo denominamos "la red" caminera. La
encuentra en el latino trama, posible derivado
tejido,
similitud
se
de trans, correspondiente a los hilos del telar, que permi
ten el paso de la lanzadera, y vecino a tramen, como
xLa idea de principio
inteligencia
se
hace
de". Aristóteles.
en
uno con
Metafísica
Leibniz, Buenos Aires, 1958, p. 173. "La
lo
xn,
inteligible
cuando lo
toca
7, 1072 b 2 1. La relación
y así lo entien
entre
Qiyyavoi,
la mano", y "muro" y "muralla", como límites, en E. Boisacq,
Dictionnaire Etymologique de la Langue Grecque. 3a edic, p. 346.
"tocar
con
197
campo traviesa, hasta convertirse después en
"sendero, ruta".
En lo que respecta a la idea de la técnica, unida a la raíz
camino
a
teks-, y que
se
asocia al
"trabajo
con
el
hacha", hemos de
considerar que el hacha procura ios "materiales de cons
trucción" primitiva en madera
tignum, relacionado con
—
texo,
como
lo tramado y tejido, debido a que las formas
del tratamiento de los vegetales constructivos
originales
pudieron tener
ese
carácter. La idea de
"tejer"
—
con
los
derivados de texo, como tela y textura
cabe referirla a
tego, "cubrir", así sucede en tegula, "teja", y toga, "cubier
—
ta", posteriormente "vestido", y tectus, "cubierto",
afín tectum, "techo".
arquitectura
Según
esta
posibilidad
con su
relativa de
y tejido hablamos todavía de los "paños", de
las "cortinas" y de los "lienzos" murales; de los "rasgos"
del
paño mural, que corresponden
que"
zado
nas
significó
entretejedura" (del
en cuanto
—
o
—
,
de los "tramos"
por concordancia
como "construir"
en
los vanos; del "tabi
originalmente "labor de tren
a
tasbik), según Coromilos interiores de las catedrales,
árabe
la "trama" de la tela, y de "bastir"
del occitano bastir y éste del germáni
con
—
co
bastjan, "tejer,
trenzar".
arquitectura se asocia no sólo al
tejido,
original pudo ser el que
señala el vocablo "indumentaria", procedente de induo,
que significa "revestir". Resulta que semejante "revestir"
era
primero un "desvestir" {exuo, quizá), porque el hom
bre cazador se vestía con pieles que despojaba a los ani
males, pero, al ponérselas, se "metía" en ellas (se induere),
Por otra parte, la
sino al vestido. El camino
hasta terminar por parecerse al animal cazado, mimetizándose con el propósito de capturar a los de la especie
que fuera, para "transformarse" {se induere) mágicamente
en el animal
suplantado. De análoga manera se forma el
sentido de "ropa" como "robo", "despojo" con el
que nos
cubrimos. Sucede,
pues, que el tejido animal, empleado
198
tanto
para vestido
perteneció,
to
para la habitación en tiendas,
originalmente, al mundo de "lo dado", pues
como
que el hombre cazador
tora, y
se
hallaba
en una
etapa recolec-
usaba, simplemente, aquello que cobraba
incursiones. Sólo
después,
al
cesar
en sus
la actividad cazadora
como principal fuente de vida y al convertirse el hombre
en sedentario,
originó técnicas productoras de tejidos,
fabricándose con ellas el vestido. Así, los pasos que dio
fueron
ra
semejantes
en
la indumentaria y
en
la
arquitectu
protectoras.
arquitectura y vestido se patentiza
claramente en el idioma. La arquitectura aparece como
"abrigo". En el latín, la trabea, especie de toga, se refiere,
posiblemente, por su ornato de listas horizontales, a la
trabs o arquitrabe de madera que remontaba las colum
nas. "Zona" deriva de £cóvt|, griego, que significa ceñidor,
faja. Los re-cintos se asocian también a lo ceñido del
Esta relación
entre
la enceinte
cinturón, tal
como
rresponde
incincta
a
Sevilla). Cámara
también
pueden
o
(término
cinturón de murallas
co
usado por San Isidoro de
y camisa tienen procedencia común;
asociarse entre sí "casa", "casaca" y "ca
"capa" y, quizá, con "gabán".
En todos estos vocablos la arquitectura y el vestido mues
tran su condición de "capacidad", en cuanto nos dan
sulla",
como
"cabida"
"cabana"
en su
con
interior, de
que capa y cabana, así
relacionan con "caber", noción
manera
cabina y gabinete se
fuera en el "alojamiento".
que refuerza la del dentro y
Pero vestido y arquitectura se corresponden, además,
re-vestida median
por el hecho de que ésta suele quedar
como
motivos de ornato, que
materiales
yeso, estuco,
te
—
tas
"prendas"
pueden corresponder a ciertos
plástico, metales como a cier
—
tapices, alfombras, cortinas, esteras
arquitectura se complementa y completa.
—
—
las que la
Además, el techo le brinda al hombre la idea inmediata
así entendida, se reduce a
y fuerte de la pro-tección, que,
con
199
ser
"cubierta"
techo sobre
bajo
la cual
acogemos. Pero tener un
procura también la conciencia
nosotros nos
nos
clara del arriba y abajo, que se nos aparecen como límites
definidos de un ámbito en la cubierta y el suelo. Así que al
estar
dentro de
recinto cubierto
un
adquirimos el sentido
significa "lo envuelto". El techo, como
cubierta, nos cobija, asociándose en esto, nuevamente, la
arquitectura y el ropaje, en cuanto que la cobija, como
"cubierta de cama", procede del latín cubilia
"lecho",
"cubil"
en relación con cubiculum, "dormito
"yacija",
rio", y con la posición decúbita en el lecho. El inter, que
del "volumen" que
—
—
lleva
a
lo
quiere
la
ción
íntimo, según señalábamos anteriormente, ad
plenitud
de
su
sentido cuando
dentro
en su
considera
bajo techo.
Este nos procura, además, la intimidad que corresponde
a la sombra, como contraria a la
plena luz de la intempe
se une
la de
estar
rie, testimoniándose,
penumbra,
en
con
la de
estar
la vuelta hacia lo
oscuro
de la
necesidad restauradora, equivalente a la
del silencio, situándonos así plenamente en "nuestro"
mundo, a tal punto conocido que incluso podemos reco
rrerlo
a
una
ciegas.
*
*
*
Con todo lo expuesto, hemos empezado a responder a la
cuestión previamente formulada, sobre qué hace el hom
bre al hacer
tectura.
des de
Si
arquitectura
nos
atenemos,
separación
brindan, cabe
del
y
qué
como
hace del hombre la
hasta
contorno
aquí, a
arqui
las modalida
que las construcciones
que la arquitectura constituye, en
este aspecto, la posibilidad real e inmediata con
que el
hombre cuenta para interiorizarse. A este propósito,
cuando
aseverar
Heidegger
trucciones
considera el
humanas,
problema
de las
cons
conferencia Construir, habitar,
pensar, advierte que la esencia del construir radica en el
en su
200
habitar. Pero si llevamos el
problema
hacia
nuevas
lonta
indagamos, además, sobre la esencia del habitar,
responderemos que la esencia del habitar consiste en personi
ficar, pues la persona aparece como un ser retraído y con
nanzas e
intimidad, que comunica
—
el
prósopon
o
dora.
persona
su
—
,
a
mundo
a
través de la máscara
la par encubridora y revela
que la arquitectura personifica al hombre,
le
dado que
permite ser para sí o estar consigo, al retraer
se a los distintos habitáculos que usa. Puede afirmarse,
De
manera
por consiguiente, que la arquitectura nos hominiza, lleván
donos hacia nosotros mismos. Pero no debe omitirse que
el ser consigo y para sí supone la contrapartida de estar
con
los demás y de
cuyo juego
respecto,
mutuo no
como
la
para ellos, humanizándonos, sin
queda completo el hombre. A este
ser
arquitectura ofrece los distintos escena
los que el hombre aparece, haciéndose presente
tanto a sí mismo como al prójimo, hemos de considerar
brinda deben
que la protección y el amparo que nos
no sólo
según el cuidado y la defensa
rios
en
comprenderse
frente al
dios
con
ficación.
contorno
los que
incierto, sino, sobre todo,
logramos
ser
el que
201
somos en
como
la
me
personi
7.
LA
PERSONA COMO EL SER ALZADO.
ESTAR Y
nos
hemos
ESTABILIDAD
al hombre
representado
como
el
modalidades de la retracción
separado y cubierto,
hacia sí mismo que la arquitectura facilita y promueve.
Pero debemos comprenderlo, además, en su plena condi
ser
en
ción de persona, como el ser que está sobre las cosas y sobre sí
mismo. El desprendimiento del contorno, que represen
el amparo y la protección, se complementa con esta
condición separadora del hombre que trasciende las co
tan
trascendiéndose a
escalar "más allá de",
sas,
las
su vez.
un
El trascender
sobreponerse.
es
siempre un
El alzarse sobre
y sobre sí origina otro modo de separarse del
contorno, propio de la persona, que puede entenderse
como "un sobresalir". Así sucede
que la "persona" no es
cosas
sólo
aquel
que desde lo oculto de la máscara anuncia el
descubrimiento de su ser, puesto que requiere, por aña
didura, del alto calzado
elevada sobre el
pensamiento
—
claridad
en
el
,
coro
—
el
coturno
logeion, lugar
surgir, descollante,
el
o
—
para
y de la escena
de la palabra v el
—
momento
de descubrirse
ello, si la teoría de la persona
se
ha
y
ser
visto
con
propio. Por
hecho, generalmente,
a
sí
función de la máscara, se encuentra sin formular
adecuadamente la necesaria consideración de la persona
como el ser
que se alza sobre el contorno y sobre sí mismo,
en
para descubrirse y para mostrar su propio des-ocultarse.
El hombre avizor es el hombre alzado. La posición
del hombre, con todas sus consecuencias, le hace
separarse del suelo. Pero alzarse requiere, contrariamen
erguida
te,
su-peditar el mundo,
colocando
bajo
nuestros
pies una
base de sustentación. Estos aspectos que esbozamos, pro
pios de la persona, tienen correspondencia con aquéllos
de la arquitectura pertenecientes al alzado, a la construc203
arquitectura, hablamos
a la
proyección vertical
siempre lleva consigo la idea de
ción y a las estructuras. Así, en la
del alzado cuando nos referimos
de la obra. Y "edi-ficar"
hacer
algo elevado, que
se
"pilar"
o
en
el térmi
lo acumulado, y en el
(de struo),
apilamiento de materiales soportantes. De ma
"construcción"
no
evidencia también
como
que, unidas a la consideración erguida de la perso
aparecen diversas notas distintivas de la arquitectura,
nera
na,
que conciernen, primordialmente, a sus formaciones ele
vadas. Tal ocurre con los primitivos palafitos, construi
con
pilotes,
cuya continuidad se advierte todavía
en
todas las diferencias
algunas obras de Le
dos sobre
—
—
Corbusier. El hombre, que es un ser desarraigado, en
ocasiones desarraiga la casa para elevarse sobre el contor
no.
del
El afán de ascender, que denota
desarraigo humano,
uno
se muestra en
trucciones monumentales de carácter
de los aspectos
primeras cons
pirámi
sagrado
las
—
de y zigurat
hechas a la manera de montañas, tal como
lo testimonia la antigua terminología mesopotánica que
—
nos
habla de la "montaña casa"
todos los
países"1.
o
"la
casa
del
monte
de
La "ascensionalidad" de la catedral
gótica y del rascacielos revela, por diferentes razones,
análogo afán de elevarse. El estar arriba y el ver desde
arriba
adquirir conciencia de determi
nados conjuntos, contemplándolos con la totalidad implí
cita en la idea de que siempre pensamos "sobre" algo, por
encima de ello, desprendidos. A este respecto, téngase en
son
decisivos para
que la noción de "crear" aparece en latín al unirse
la de "producir" con la de "hacer crecer, hacer elevarse".
cuenta
manera
que la persona, el ser alzado, se alza, a su
sobre
sí
vez,
misma, al trascenderse. El alzarse lo halla-
De
'Th. Dombart, Der Sakralturm, i, p. 34. Cit. Mircea Eliade. Traite
Religions, París, 1959, p. 322.
d'Histoire des
204
además,
la
posición erguida del cuerpo humano,
con todas las posibilidades de la consideración vertical del
mundo que le son propias. Pues el hombre, en cuanto
mos,
en
persona, no es sólo un ser que se alza, sino un cuerpo que
tiene determinada estructura en razón de su postura
vertical, de su simetría bilateral y de la asimetría anteroposterior. El cuerpo nos permite referirnos al contorno y
ordenarlo
función de la estructura cualitativa que le
Delante
y detrás, arriba y abajo, derecha e
pertenece.
izquierda, frente y perfil son referencias de nuestro cuer
en
proyectadas hacia el alrededor. La conciencia de nues
tra estructura corporal se evidencia en nuestra considera
po
ción del mundo, pues, para
siempre
Aunque
con nuestras
representárnoslo,
contamos
limitaciones físicas.
la cualidad
del hombre ha sido teni
corpórea
da muy en cuenta por los filósofos contemporáneos, de
bemos considerar que su condición física no es sólo corpó
rea, sino corporal. Con ello suponemos que el cuerpo no
puede significarse
únicamente
como
entidad resis
una
instrumental que advierte de la con
de los cuerpos de nuestro contorno, sino
tente o meramente
sistencia
propia
él encontramos, a la vez, receptividad, con sus
que
distintos sentidos, proyectividad hacia el alrededor y pro
en
ductividad de dolor, fatiga o placer. Estas características
son
corporales y no exclusivamente corpóreas, y de ellas
proceden necesidades que la arquitectura satisface en la
que se tengan plenamente en cuenta.
El edificio nos aparece, en su respectividad hacia la
persona, como la estructura alzada por el hombre para
medida
poder
en
elevarse sobre el
terreno.
muchas ocasiones dotado de
"podio"
sobre el que
"persona"
está
con
nos
se
la que
homologa
se
provisto de
da la
con
cara.
un
Por ello
basamento, de
yergue. Y
a
"un rostro",
Así que,
encuentra en
se
en
la
un
manera
una
faz
o
pie
de la
fachada
cierto sentido, la
casa
el cuerpo. Además, el hombre tiene
205
o
en
arquitectura, como construcción de vivienda, el mode
lo primero de una estructura, al punto que la denomina
ción de ésta en griego, oikos, equivale, por antonomasia, a
la casa, designada de igual forma. Para el hombre, el trato
la
que debe fabricar es de valor conside
rable, porque con ella adquiere conciencia del peso,
de "la gravedad", y, en su condición portante, de la
con una
estructura
que tiene la distribución de las cargas. El
traduce en "la ponderación" de las cosas y en la
im-portancia
peso se
consideración de "los
imponderables"; por ello la arqui
tectura muestra maneras de "pensar" que en su sentido
originario significaron, literalmente, modos de "pesar".
El pensar como pesar queda de manifiesto en nuestra
res-"ponsabilidad" y en nuestra posibilidad de res
ponder", cuando "pesamos" nuestra situación o nues
tros argumentos. Pero el sentimiento del peso lo adquiri
mos merced a la condición
corporal de la persona, que no
sólo
capaz de soportar determinadas cargas, sino que
debe soportarse a sí misma. De ahí la característica de
es
"soporte" que corresponde a ciertos
lecho, los destinados al reposo
descansa nuestro cuerpo cuando
—
ción
,
muebles
en
—
los que
experimenta
la silla y el
posa o
la condi
se
corporal
fatiga, y la denominación de "aposen
tos" a las habitaciones preferentemente dedicas al acomo
de la
do y descanso.
El ser separado del contorno, mediante el amparo y la
protección, que es la persona, se caracteriza, pues, por
que
se",
se
en
alza sobre sí y sobre el alrededor, "distinguiéndo
el doble sentido de apartarse y sobresalir. Por otra
hemos indicado, el hombre comunica a los
edificios la postura erguida con que se alza sobre el terre
parte,
no,
como
Semejante "acción de
griego crroo-i s, en cuyo
alzándolos.
rresponde
al
concepto de "estar"
ra, como técnica del
con
poner de pie" co
término se une el
el de "lo estable". La
estar es, en este
206
arquitectu
sentido, técnica de las
estables para las distintas posibilidades de la
habitación y de las acciones humanas. De ahí que la
estabilidad como conocimiento riguroso, represente otro
estructuras
aspecto del establecerse, distinto de los hasta aquí
dos:
aquel que
da
trata
fijeza en determinados lugares,
por
en ellos estructuras estables.
levantado
hemos
que
El hombre alzado, de acuerdo con el sentido de la
nos
persona que proponemos, origina en cierto modo la dia
léctica que se encuentra en las relaciones de carga y
sostén. Porque para estar de pie se requiere de un sopor
te, de terreno firme, convertimos a la tierra, arquitectóni
camente,
suelo,
en
en
terreno
Todo el vuelo
erguirnos.
mismo juego:
sólido que
arquitectónico
nos
permitirá
"se basa"
en
el
el establecimiento de soportes adecua
dos que resistan las cargas y permitan, de tal modo, que la
construcción se remonte. A este respecto, el hombre esta
en
blece el edificio, "fundándolo", pro-fundizándolo en ci
mientos, significándose así la necesidad de hincar o afin
de esto, la conciencia
para alzar. Como consecuencia
de la gravitación y la experiencia de la caída las encontra
mos
plenamente de manifiesto en la arquitectura. Si la
car
seguridad
del hombre radica,
necesidad de
crearse
entre
otras
en
la
asegurarlas a su vez,
experiencia de la caída en la
cubiertas, ha de
manteniéndolas estables. La
contrapone a la del alzado,
de que, cuando el edificio se desploma, no
es algo que
una cosa
que se cae, sino que
arquitectura
cosas,
se
en
es
el sentido
solamente
se cae
sobre
preservaba y
aislaba. Por ello, en esas circunstancias "se nos viene el
mundo encima". Así que la dialéctica fáctica del entrar y
salir, correspondiente al dentro y fuera que la arquitectu
con las contrapuestas eleva
se
ra
nosotros, y,
define,
precisamente, aquello
complementa
que
nos
ción y caída que, desde antiguo, figuran en los mitos a
la
semejante situación concernientes. Diremos, pues, que
alza también aquello que le
persona, como ser que se alza,
207
y el peligro de que se defiende, prote
el estado de ex-puesto mediante la pa
permita alzarse,
giéndose contra
red, el techo y el alzado de la construcción, reaparece
la
amenaza
del
desplome
en
y la caída.
fe
perte
que es una manera de tener
se
hombre
El
nece a lo plenamente afianzado.
obliga, por
las
estructuras
en
a
mantener
ello,
arquitectónicas, y
pie
en la necesidad de estabilizarlas, con el propósito de estar
La confianza
—
—
de razonamiento
seguro, pone en juego distintos tipos
las
leyes físicas y la
que le abren el camino para conocer
condición resistente de los distintos materiales. Este co
nocimiento nace como consecuencia positiva de la acción
de edificar, que
en
aspectos
sus
ejemplares origina
"lo que
"lo
decir, aquello que muestra
eleva" por encima de lo habitual1. Si el geómetra aparece
edificante",
como
es
producto
nos
del hombre que
de los modos de pensar que
separadora
de la acción
fija límites, el físico procede
se originan en el trato con el
peso y la gravedad, por la
necesidad de alzar estructuras materiales que aislan, pro
tegen y elevan al hombre con respecto a su contorno. No
que el hombre haya "aplicado" la física y la geometría a
la arquitectura, sino que, al contrario, ambas disciplinas
es
surgieron al efectuar el trato con la materia y las extensio
nes, en quehaceres de índole arquitectónica. Puesto que
el hecho de alzar estructuras requiere afianzarlas sabia
mente, adecuadamente, la arquitectura se nos revela, de
tal
manera, como "una
mantener
afirmación": la del hombre que, al
erigidas, se afinca en defini
firmes las fábricas
tiva sobre determinado
terreno.
'El término francés élever,
en
su
acepción
de "nutrir, instruir",
es
reciente (s. xvi), pero en él descubrimos
como en eleve, "alumno",
formado por el italiano allievo
la idea de hacer subir a alguien hasta el
—
—
grado
de
maestro.
208
8.
casa
la
LA CASA Y EL MUEBLE
es
el
lugar
especializado
para la
retracción del hombre hacia sí mismo en la familiaridad
de lo más conocido. Como lugar de separación del mun
do exterior, departamentalizando el espacio, la casa
pue
de significar "el apartamiento" hacia lo privado en el
mundo de lo íntimo, que se opone al del contorno al del
y
dominio público. Como lugar de estar
por excelencia, ya
la hemos considerado en sus distintas
posibilidades de la
la
morada
el
mansión,
y
aposento, propias de la instala
ción y el establecimiento humanos. Como
lugar en el que
"guarecemos", correspondiente al término antiguo
"guarir" y al francés guérir, nos procura el necesario
nos
res-guardo1.
constituye
lugar de re-paro del hom
bre y es, por ello, a su vez, reparadora, restauradora,
restablecedora. Tal es el sentido que corresponde a nues
La
tra
casa
re-sidencia
o
sede,
mente, pero este
pues, el
a
lugar
la que solemos regresar habitualde reparo podemos considerarlo
el recinto "familiar" por antonomasia, no sólo por
que es el centro de vida correspondiente al grupo huma
no unido
por lazos de sangre, sino porque en él se mani
como
fiesta
plenamente "el campo del
casa nos
—
lo habitual. La
nuestra
posi
el ahora señalado,
de "la familiaridad", que implica el olvido de lo
'Según
vista"
con
aporta dos aspectos decisivos para
bilidad de
propio
trato"
estar en
el mundo:
uno,
hemos destacado, "guardar", en el sentido de "lo que está a la
nos brinda la protección y el cuida
regarder en francés
como
—
,
do. De ahí que "celar", con el significado de "guardar" o "encubrir", se
asocie a la antigua celta, que es el recinto apartado, la "celda" en donde se
encuentra el dios y que en el griego xa\ux, "choza o cabana", indica la
procedencia
de
una
raíz kel- que
significa
209
"ocultar".
circundante, y
otro, el que este olvido
nos
otorga la plena
ocasión de hallarnos "sobre" las cosas, dominándolas.
La familiaridad con el contorno inmediato testimonia
el servicio que éste nos presta, por cuanto familia deriva
defamulus, el servidor, el "doméstico". La servicialidad de
la
"domesticidad"
o
decisiones, de cuya docilidad
o
estriba
casa
nuestras
en
su
sometimiento
a
falta de resisten
propósitos nos olvidamos. La "serviciali
dad" tiene como aspectos correspondientes ob-"servar" o
velar sobre lo que sea, cuidándolo, "guardándolo", pre
servar" o alejar el peligro y con-"servar" o mantener algo
en su estado, haciéndolo
permanecer, perdurar. El mun
do que se halla plenamente a nuestro servicio, nuestro
mundo "siervo", es el de lo familiar que hay en la casa,
puesto que familia indica en latín las pertenencias que son
indispensables al habitante, es decir, todo lo que le presta
ayuda directa. Famulus y servus dan, por lo tanto, el senti
do correspondiente a la vivienda que "obedece" a nues
tros designios. Semejante servicialidad indica que en la
cia
a nuestros
realmente de manifiesto el carácter de
casa se encuentra
dominio sobre las
propio
cosas
procede
del hombre. Pues domi
de domus, así que la casa procura el pre
dominio, y en la medida en que todo se "domestica"
obtiene el hombre su condición dominante. Aunque, pa
nar
ra
el
"domesticar" el
fuego,
se"
a
sí
los animales, los vegetales,
debió, primero, "domesticar
contorno
las extensiones
—
,
—
mismo, adquiriendo la experiencia de la
retrac
ción, mostrándonos
puede
Por
con esto
que sin el dominio de sí no
intentarse el de "lo otro" a que nos enfrentamos.
ello,
personifica, mediante la
mismo, logra el predominio, transfor
en cuanto
reflexión hacia sí
mándose
el hombre
se
"dueño" y "señor"
de dominus
y hacien
del
su
residencia y "domicilio".
do, así,
mundo,
en
—
—
,
que el camino trazado nos lleva de la fami
liaridad al dominio, porque sólo en éste encontramos al
De
manera
210
mundo en su plena servicialidad. Si la "domesticación"
tiende a hacernos familiares las cosas extrañas, la arqui
tectura no sólo la facilita plenamente, sino que incluso la
acentúa con la "domificación", consistente en dar techo al
mundo diverso, "casificándolo": la casa para Dios es el
duomo; la casa de las cosechas es el "hórreo", como el
"silo", "granero" y
de las
máquinas
es
su
el
correspondiente la "granja"; la casa
"garage" o el "hangar", ad virtiéndo
así que el hombre "domifica" y "domicilia" todo lo que
le protege, protegiéndolo, ya que, para dominar el mun
se
requiere guardar aquello
que permite dominarlo.
hombre
como ser dominador en
Consideramos, pues, al
la medida en que es capaz de obtener y dar domicilio
do
se
y a lo que pretenda.
Este es el auténtico sentido que corresponde al hecho
de construir y tener casas. El amparo y la protección que
donde
sea
originan
hábitos,
encontramos en
la vivienda
pertenecientes al
mundo familiar de lo consabido y queri
nos lleva al dominio de todo lo
do, pero
esta
nuestros
familiaridad
que "domesticamos" mediante
usos o
construcciones de
arquitectónico. No es, pues, el encapsulamiento
especializado de actividades usuales o habituales lo que
caracteriza plenamente a la casa, sino este sentido general
carácter
reco
que proponemos, conducente al dominio, sin cuyo
nocimiento no se explica la profunda acción del hombre
sobre el contorno,
a
partir
*
de lo íntimo.
*
*
Al campo de lo doméstico le corresponde, por inheren
cia, el mueble. La arquitectura, que origina lo habitual en
complementa con
"lo amueblado", significándose de tal manera aquello que
está lleno y que es acogedor. Los muebles, con sus dife
de
rentes finalidades, contribuyen a la acción confortante
su
más
amplia acepción,
se
completa
211
y
la
exaltándola hasta lo confortable. El hom
fuerte en aquello que halla confortable, y como
arquitectura,
bre
es
"modo" corriente de vivir, logra
entonces encontrarse "cómodo". Algunos muebles
la
silla y el lecho
permiten el descanso, hallándose direc
esto
contribuye
a
su
—
—
las dimensiones y disposición del
cuerpo humano, al que sirven. Son ambos los muebles de
"la posición" del hombre en determinado lugar, y son, a
tamente
vinculados
con
posiciones corporales. Silla y
lo
tanto, modalidades del estar del
significan, por
hombre en el ponerse o posarse del reposo. Pero estos
su
consecuencia de
vez,
lecho
muebles
contribuyen
personificación del hombre
separándolo del suelo y alzándolo
la
a
porque lo amparan,
sobre el mismo. El mueble
de la tierra.
Este sentido
ampara en cuanto separa al hombre
primordial
ha
quedado
omitido
en
las
consideraciones habidas sobre la naturaleza del mueble
quizá,
importante, ya que estos
al
muebles, porque apartan
cuerpo del suelo, levantán
dolo, contribuyen a la tendencia que hemos estimado
de reposo, y es,
el más
propia
de la persona, en cuanto ser alzado.
La silla da la sede, el asiento. Los diferentes
mientos
tado
significan
asenta
al hombre sedentario y éste, represen
el sedente, se tiene en la antigüedad
a su vez como
por el hombre superior. Así lo indican las estatuas egip
cias que retratan a los faraones "hieráticos", en las que "lo
sagrado" corresponde a la rígida representación del
hombre solemne
en su
do unido al mando
asiento. La
"jerarquía"
se muestra entre
los
lo sagra
—
por
de
sillas
funciona
a
los
tipos
que pertenecen
rios, según su grado y misión. Y en otro orden de cosas,
nuestro idioma basa la idea de "ser" sobre la de "estar
—
romanos
los distintos
sentado"
sedere
sólo por la "confusión
fonética" de sedere con essere, que destaca Corominas, sino
por la posible relación de sentido que considera al "ser"
—
—
,
tal
vez
no
212
como
lo definitivamente establecido:
aquello
que perma
invariable, asentado y estante. El re-"sidente" es el
a-"siduo", el que denota su afición al lugar en donde tiene
su asiento y en el que
puede obtener el abandono, el ocio,
nece
la de-"sidia". Pero el que permanece en determinada
"sede" o asiento transforma a este lugar en "sitio", hacién
dose de tal
"asiento"
situable. O sea, que el hombre en su
el definitivamente establecido, y es, por ello,
manera
es
aquel a quien podemos
referirnos
que "se encuentre".
El
ral
es
otro
mueble
según
correspondiente
el lecho. El hombre,
como ser
la "situación"
en
posición corpo
erguido, encuentra el
a una
mayor, respecto a su postura corriente, en el
hecho de tenderse. La posición decúbita origina el anti
contraste
la habitación destinada a acostarse
guo cubículo
y el
si
actualmente
se
refiere
sólo
al
sitio
en
donde
cubil, que
—
—
retiran, originalmente significó el lecho.
El hombre, para cubare o "acostarse", requiere siempre
los animales
del
se
cobijo que
le brinda la
arquitectura en los recintos de
la intimidad, que son, a la vez, los de la seguridad mayor,
puesto que en ellos se llega al sumo abandono del sueño.
Al cobijo arquitectónico le corresponden todas las pren
das que constituyen "la cobija" o "cubierta de cama",
denotándose así que el hombre "a cubierto de" peligros,
y "cubierto" en el
lecho, puede entregarse al descanso. De ahí que el senti
do más intenso de la protección de las cubiertas se en
mediante la técnica
arquitectónica,
el dormitorio, estimado como "el cobijo" por
excelencia. Cubrirse y cobijarse son, por lo tanto, sinóni
mos, y se vinculan directamente con el lecho, con la yacija
o
lugar en que se yace. Por ello, el lecho de lectus es "el
lugar elegido", el sitio "dilecto", puesto que el carácter
interior de la arquitectura, propio de la casa, adquiere
con él su
más fuerte, en la plenitud de lo
cuentre en
—
íntimo.
significado
213
—
Pero el lecho es, a su vez, el lugar por excelencia del
re-poso, hasta el extremo que el latín incumbo, "acostar
se", significa también "pesar
cama
la silla
como
—
—
con
adquiere
todo
por
peso sobre". La
consideración el
su
esta
sentido de soporte, y ambos muebles, estimados como
nos
"apartan" del contorno, son, literalmente,
bases que
los que llegamos a instalarnos "en perso
na" sobre el mundo. Todas las modalidades de la "instala
"aparatos",
con
ción" humana, que
miento, pertenecen
no son
a
este
sino formas activas de
asenta
orden de
cosas, hasta el punto
encontramos el doble
que en la raíz pertinente, st(h) el
sentido de "situar" y "alzar", que atribuimos, con todas las
diferencias, a la persona, al mueble y a la arquitectura.
—
,
Esta acción de separar y alzar la aplica también el
hombre a las cosas mediante la mesa, colocándolas enci
de ella. En tal sentido, la mesa adquirió primitivamen
el carácter de mueble elevado para exponer las ofren
ma
te
das destinadas
los dioses, de ahí el hombre de "altar". La
mensa latina, de donde deriva el término
español corres
tuvo
en
este
carácter sagrado en el
pondiente,
principio
a
pastel "redondo y dividido en cuartos por dos diámetros
perpendiculares sobre el que se disponían originalmente
las ofrendas y las vituallas ofrecidas a los dioses"1. Tal vez
división corresponda la noción de "medida", que en
a esta
la
subsiste, puesto que metior, "me
compuestos dimetior, "medir exacta
mente de un extremo a otro",
que con su participio
dimetiens traduce el griego diámetros. La mesa da,
pues, "la
medida" de lo familiar,
según sean sus dimensiones. Y así
mensa
como
dir", tiene
como
entre sus
el lecho
constituye
"mesa"
en
es
el
el
centro
centro
del
Ernout y Meillet. Dictionnaire
mensa.
privado
trato
del reposo, la mesa se
humano y del grupo
étymologique de la langue latine.
214
Artículo
consanguíneo a
la hora de
compartir el alimento, testimo
"sede" en torno al plato con la
niándose su condición de
denominación francesa de éste: assiette.
Aquello que el
y guardarse
hombre obtiene
con
la
casa
guarecer
por su parte a las cosas, me
diante determinados muebles. La acción de "preparar",
se
—
,
lo
—
aplica
propia del "amparo", se encuentra en
"aparador", con referencia a los alimentos;
es
que
el
antiguo
el "estar"
alzado, que le procuran al hombre la silla y el lecho,
corresponde a los "estantes", y el sentido de "guardar" le
el
pertenece al armario, que en su forma más primitiva
—
el mueble que se asocia al latín arceo, por su
significado de "contener" y, por ello, de "apartar" y "pro
teger", correspondientes al griego árkeo.
arca
—
es
algunos
de los aspectos propios del mueble,
coincidentes por entero con los que hemos atribuido a la
arquitectura respecto del hombre que la hace y la usa,
Estos
hasta el
son
que el mobiliario, considerado
contribuye a formar el aparato escénico
extremo
conjunto,
en
su
con
el
que habitualmente nos presentamos ante nosotros mis
mos y ante los demás. La acción "personificadora" del
mueble, que acabamos de indicar,
es
de
primordial
portancia, pues complementa la ya expuesta respecto
arquitectura en páginas precedentes.
215
im
a
la
9.
LA
FRECUENTACIÓN
representado al hombre, en cuanto
ser
separado, cubierto y alzado me
persona,
diante sus correspondientes manifestaciones arquitectó
nicas. Consideraremos ahora otras posibilidades de la
arquitectura que, frente a la acción establecedora ante
riormente expuesta, constituyen una dinámica diferente
nos
hemos
como
un
de la ya señalada y que tienen como razón de
distintas modalidades de la frecuentación.
Afirmaremos,
en
ser
las
principio, que la sola presencia del
origina arquitectura, antes o inde
haber efectuado cualquier actividad
hombre frecuentante
pendientemente
de
constructiva. La frecuentación
es
de índole intensificado-
y puede corresponder, primeramente, a los desplaza
mientos humanos, siendo contraria, en ello, a la fijación
situante del mero establecerse. No hay establecimiento
ra
sin frecuentación, pero, frente a los establecimientos hu
manos que procuran el reposo, deben considerarse aque
llos
que subsiste la actividad
mientos.
en
propia
de los
desplaza
Hemos de estimar, pues, en primer término, al homo
viator, en aquellas de sus cualidades que originen mani
festaciones
de hallarse
El hombre "en camino" pue
en la situación inicial de abrirse paso, de
una ruta en lo desconocido1. Su acción de
arquitectónicas.
franquearse
'De ahí las modalidades arquitectónicas propias del que
se
abre
las etapas primiti
camino: su arquitectura es portátil, y corresponde,
los
de
tejidos en ten
vas de la trashumancia, a todas las posibilidades
de las
sión: a "la tienda" que se extiende y despliega. Buena parte
tiene ese
actuales cubiertas
y representa la contraparti
en
da de toda la
monumental",
colgantes
arquitectura
como
origen
en
que se cifra "lo
deseo de eternidad (de
del
patente
"resistente", "dura",
representación
217
estar
ignorado, le obliga a
circunstancia de quien así se
marcha, al llevarle
en
"hacerse"
un
encuentra es
camino. La
a
lo
la anunciada por el poeta:
caminante,
se
no
hay camino,
hace camino al andar.
Pero el que "se hace camino" se adentra en lo insólito y,
por lo tanto, infrecuente. Puede afirmarse que el primiti
vo dominio sobre lo insólito se efectúa con el pie. Hay
arquitectónicas que
pie y que no han sido tenidas suficiente
mente en cuenta, correspondientes al hecho habitual más
simple, y por ello olvidado: el de pisar la tierra, desnatu
ralizándola, apelmazándola, solidificándola con hábitos
frecuentantes. Pues sobre el pie ha recaído el prejuicio de
"lo pedestre", para su desmedro y olvido, centrándose
toda la atención en torno a la mano y las posibilidades del
manejo y de "lo a la mano", en el sentido heideggeriano.
Sin embargo, la acción dominadora del hombre se tradu
ce en el hecho de su-peditar o colocar
algo bajo los pies. El
terreno supeditado, como terreno dominado, queda con
vertido en "suelo". Solum, latino, que significa, con otras
toda
serie de manifestaciones
una
dependen
cosas,
del
"el fondo
o
la parte inferior de
un
derivado solea, "sandalias"
que en latín
"suela"
asociable al longobardo sala,
—
—
,
"construcción". De
pie,
todo", tiene un
vulgar, sola, dio
como
"casa"
o
que el suelo apisonado por el
sólo lugares de tránsito, sino estableci
manera
supone no
mientos humanos permanentes,
en
los que el suelo,
como
pensar y recordar), en la que el peso, correspondiente a pensar,
hace de la arquitectura del pensamiento y del pesar, como dolor, una
monere,
arquitectura
de la pesantez.
218
lo sólido
de
en
aquellas
que el hombre "se basa", surge a consecuencia
de nuestras "solencias" o actividades frecuen
que son propias del pie. Todavía más, la conver
sión del suelo en "pavimento" responde al endurecimien
tantes
de la tierra, apisonándola, allanándola, nivelándola
mediante la acción de golpearla en el pavor. Con todo
to
ello, el pie
aplana la tierra,
hasta convertirla
"piso". Así
proceden todas
en
decisivo, pues de ello
que pisar
las manifestaciones arquitectónicas que pertenecen a las
distintas posibilidades formadoras del pie en sus pisadas.
la tierra
es
Téngase presente, a este respecto, que el pie origina la
"pista"; la "calle" corresponde a callis, el sendero encalle
cido, endurecido por el paso del ganado; la "trocha"
posiblemente derive de la raíz céltica e indoeuropea trog-,
que significa "correr" y "pie" (Corominas), mientras que
el "peldaño" es la forma escalar producida por el pie.
Además, por semejanza con la planta del pie, habla
planta de un edificio, "la huella" que le pertene
ce en su proyección horizontal. De análoga manera,
"plantear" correctamente algo es pensarlo de antemano y
como se debe, dándole la forma o planta requerida, tal
como corresponde a la acción proyectante del hombre. Al
pie se asocia, también, "el podio", que constituye la base
sobre la que descansan algunos tipos de construcciones.
mos
de la
establecemos al hacer "hinca
pié" sobre un terreno, decimos que el hombre es un
"recalcitrante", pues con el calx, perteneciente al talón
como
portador del peso del cuerpo, domina y somete
determinados lugares, en los que transcurre o permane
ce con obstinación reiterada. De este modo forma "la
calzada", mediante la frecuentación del calx. Y así sucede
transforma los terre
que el pie, con su acción insistente,
Por
otra
nos,
allanándolos, arrasándolos,
parte,
dejándolos "a ras", como
el francés rez-de-chaussée. Pero, además de
sirve a su vez de módulo, de medida menor,
aún subsiste
ello, el pie
como nos
en
219
a otras medidas
que
para determinar las distancias, junto
el hombre emplea a partir de las que su cuerpo le procu
ra:
pulgadas, dedos, cuartas o palmos, codos y brazas.
Inclusive, las relaciones proporcionales entre determina
das medidas, correspondientes a "la escala", proceden de
"gradual"
"peldaños".
la división
serie de
de
una
recta,
la
a
manera
de
una
Ahora bien, si hemos considerado el pie en sus condi
ciones formadoras de manifestaciones arquitectónicas,
cabe estimarlo, además, con referencia a la actividad del
relacionapaso y la marcha. Así sucede que "el estadio"
ble con "estar", según lo estable o lo fijo
representa la
—
—
ciento veinti
medida invariable que se basa en el paso
cinco de ellos
octava parte de la milla, el "miliario"
—
—
,
romano
compuesto de mil pasos. De
que el hom
des-plazamientos, manifes
manera
origina, con sus
arquitectónicas. En tal sentido, marchar se rela
ciona con el francés marcher, según su significado antiguo
de "pisar", derivado, como Corominas señala, del fráncico markón,
"dejar una huella", término que en alto alemán
antiguo significa "poner una marca, señalar", de donde
podemos deducir que este "marcar" que da el "marchar"
bre iterativo
taciones
indica las
del hombre, que son, por excelencia, las
que corresponden al pie. La marca que deja el pie, su
al que el
huella, denota el límite -o frontera: "marca"
trazas
—
hombre ha
Únese
a
pondere,
llegado
todo
en
—
las extensiones
nunca
recorridas.
la idea de que el paso, que procede de
especifica, en este término latino, la noción de
esto
"extender, desplegar
o
separar".
De
manera
que si
nos
al sentido que tales vocablos denotan, estimare
la marcha y el paso virtudes arquitectónicas co
atenemos
mos en
rrespondientes
huellas, que representan el
aspecto contrario al establecerse sedentario, puesto que
a
señales
o
testimonian
algunas de las extensiones del hombre: las
pertinentes a la ex-"pansión" del que se desplaza y se
220
aparta de
sede. Podemos estimar, por consiguiente,
que el paso y la marcha tienen propiedades constitutivas
de modalidades arquitectónicas iniciales y previas al defi
nitivo establecimiento del hombre.
Pero
su
sucede, por
parte, que el paso
otra
no
puede
estimarse sólo en su característica de abrir o señalar cami
no, cuando se va de lo conocido a lo desconocido. El paso,
en cuanto "andar", también
representa la posibilidad de
lugares
desplazarse
entre
"re-cursos",
propios
conocidos y por lugares he
chos. En este caso, el pasar entre lo habitual corresponde
a una de las posibilidades de la frecuentación.
Porque el
camino "re-corrido", si es de ida y vuelta, origina nuestros
del que lo conoce, y la ruta queda
rutina, pues el hombre se desplaza por
convertida así en
ella con olvido de ella. La frecuentación, en su sentido
más amplio, origina el dominio del mundo, al desenten
dernos de lo consabido que nos procura, re-curso seguro
al que habitualmente acudimos. El regreso sobre lo mis
mo,
el
re-torno
propio de la frecuentación
del continuo volver sobre lo conocido
andar como ambular. Pues ambular es,
—
,
primitiva,
"dar
una
vuelta"
como
—
—
en
el sentido
corresponde al
en su
acepción
todavía solemos de
alrededor", según el término latino correspon
diente. En cierto modo, el vocablo denota antiguas prácti
cas humanas,
parangonables con otras animales, que tie
cir
—
,
"ir
así que el perro
por objeto prever el peligro; tanto es
suele hacerse el lecho, como lugar seguro en donde en
tregarse al sueño, a consecuencia de haber girado repeti
damente sobre sí mismo y en el mismo lugar, venteando
nen
amenazas
que
pudieran
venir del alrededor.
Análoga
al lugar
vigilancia
frecuentati
seguro, origina disposiciones arquitectónicas
corres
vas, que por su recurrencia original, en círculo,
ponden a lo que designamos como "circulación". El cami
no de ronda, el rondar y aun el llegar a lo que sea "dando
mente, el
hombre,
con
su
221
en
torno
rodeos", testimonian
maneras
de
proceder
del hombre
comparables con ciertas formas del conocimien
to: aquellas que suponen entender un asunto "dándole
muchas vueltas". Pero es importante advertir que la no
que
son
ción de ambular
es
asociable al latín ambio
del que
indica "el
—
que en su sentido original
camino que da la vuelta a". El ámbito, término netamente
arquitectónico, con el que significamos un "espacio com
deriva ambitus
—
,
dentro de límites determinados", denota, rigu
rosamente, el espacio recorrible en el que podemos dar
prendido
una
vuelta.
La condición "circulatoria" del paso y la marcha fre
cuentantes puede asociarse, además, a las diversas forma
giro" que el hombre ha dispuesto. Los ritos,
que siempre se vuelve, el "giro" de los aconteci
ciones "en
sobre los
la cerámica, la "rueda" celeste y las
que recorren los caminos, el taladro y la devanadera, la
trilla, que desgrana el trigo por frecuentación circular del
mientos, el
torno en
trillo y que origina la frase usual de los "caminos trilla
dos", la columna, el eje polar del mundo en giro, y aun los
corrales y los corros, como disposiciones arquitectónicas
dependientes de la rueda o "en ruedo", testimonian la
modalidades. Debe notarse, además,
que de la raíz que significa "circular alrededor", kwel,
procede el latino coló, "habitar, cultivar", que, según Er-
extensión de
nout
ne
el
estas
expresiones como colere vitam, mantie
concepto primitivo de aquélla: "moverse habitual
y Meillet,
en
que la frecuentación activadora
del que circula alrededor y se mueve habitualmente en
determinado lugar origina, auténticamente, el habitar y
el cultivar. El "versado", el cultivado, es el que ha dado
mente
en". De
"vueltas"
de
girar
manera
lo que sea, así lo denota versus como el "hecho
el arado en el extremo del surco".
a
Pero además de
tes a
estas
la frecuentación y
manifestaciones, correspondien
propias
222
del
pie
y el paso, cabe
señalar que así como el pie deja su huella conformadora,
"las vías", en su sentido primero, significaron las trazas de
las ruedas de los carros "en viaje". La acción de los
despla
con el
zamientos del hombre
la
cuanto
con
rueda,
pie y
del
el tropel
ganado
queda de manifiesto en vías
—
—
y
caminos que originalmente aparecieron a consecuencia
de los itinerarios reiterativos, orientados en determina
das direcciones. Por
parte, las vías, como medio de
comunicación y transporte, formadas por la frecuenta
ción intensificadora correspondiente a las expansiones
otra
del hombre, establecen a su manera la significación del
"entre" en el espacio abierto, puesto que constituyen el
enlace activo que les cabe a determinados puntos extre
mos
y habitados,
entre
los que
*
se
extienden.
*
*
Las formas que resultan de la frecuentación pueden ser
de dos géneros: uno, el que corresponde al endureci
originado por el trato continuo, propio de las
plataformas y los pavimentos, constituyentes de nuestras
bases de sustentación como lugares consolidados, sopor
tantes, y otro, el que origina las conformaciones corres
pondientes al desgaste usual. Las primeras proceden del
encanecimiento debido a la frecuentación del pie en su
acción de apisonar con la pisada. Las otras derivan de la
erosión y el pulimiento que se originan por el roce segui
do con las cosas. Esa "línea" que adquieren los objetos
producidos por fricción, es la que aparece en el llamado
miento
diseño escandinavo,
con
los
enseres
que
se
conformaron
he
por desgaste, en el trabajo paciente,
cho en los interiores de las casas, como consecuencia de la
monótona ocupación del tiempo durante la larga noche
primitivamente
ártica. Dicha
manera
de
expresión
223
frecuentante y "a
ma-
no", tiene
su
pulimentados
más
del
manifestación
antigua
neolítico1.
en
los
objetos
pie del hombre origina, además, otros tipos de
espacio arquitectónico, porque produce "áreas" de des
plazamiento o de habitación, derivadas de "lo árido" que
ocasiona. El pie forma, puesto que forma, en latín, es
El
"molde" y "huella" a cuyo término se asocia "la horma"2.
como "lo árido" que se produce por frecuen
Las áreas
tación
originan espacios comparables a la creación del
tejido y de la tela, porque constituyen "lugares trama
dos", ya que el latino trames significa "sendero" y "cami
—
—
no", realmente
por los "trámites" de nuestra
de
los espacios del "trajín"
producidos
vida corriente. Estos
son
—
de lo que se trae y se lleva, lugares tan "trajina
dos" que terminan por quedarnos como un "traje" habi
tual. En ellos efectuamos nuestro "ajetreo", el propio de
nuestros quehaceres, que se traduce en el nudo y la
trahere
—
,
movimientos y acciones habituales.
Pero debe destacarse que todas las modalidades de la frecuen
tación hasta aquí expuestas son consecuencia directa de lo que
madeja
de
nuestros
"personarse", es decir, de aquello que el hombre
efectúa con su presencia real, "en persona". La frecuentación
corresponde al "hacer-haciéndose", propio del hombre,
en la arquitectura, que, hasta ahora, dado su aspecto
entendemos
como
'Que el pulido sea una condición favorable lo muestra el poli francés,
correspondiente, por la idea, al erudere latino, como carencia de rudeza,
significado primero del "erudito".
2Formar por compresión o moldaje es importante en arquitectura,
hasta el extremo que hay ciertos tipos de pared, como el antiguo
de ahí la designa
"hormazo", que están hechos de tierra amoldada
ción
Con análogo sentido se denomina el "hormigón",
por ser mate
rial "formado" mediante cimbras o moldes, tal como la leche
que cuaja
adquiere "la forma" de su recipiente y el nombre deformaggio yfrommage (de *formaticum).
—
—
.
224
dinámico, sólo
se
había malentendido
en
los
lugares
co
propuestos por el funcionalismo. El hacer por
presencia, en la frecuentación, es, pues, una actividad
munes
de considerable latitud, tan claramente
establecedora como la que es propia de los trabajos cons
arquitectónica
tructivos, comúnmente descuidada, porque solemos
prender
tardíamente todo
índole de
nuestra
aquello
habitualidad.
225
que concierne
sor
a
la
10.
HABITAR Y POBLAR.
LO POPULOSO Y
en
el
texto
de
LO PUBLICO
Heidegger, Construir, habitar, pen
queda resuelto que la esencia del construir se encuen
tra en el habitar.
Ajenos a su posición, nos hemos pregun
tado anteriormente por la esencia del habitar y hemos
concluido que consiste en "personificar". El hombre con
sar,
sigo,
pertinencias y atinencias, es la persona, en
cuanto separado,
protegido y alzado, tal como lo procu
ran sus obras
arquitectónicas. Pero la persona no es ple
entre sus
tal
dirección, pues si intentamos
establecer la radicalidad de su sentido, con referencia a la
namente
en
está
sola
arquitectura, reconoceremos que ésta, aunque otorga la
posibilidad de "hominizar" al hombre, haciéndolo perso
na
según la plenitud del ser consigo, también propicia el
otro
aspecto de la persona, consistente
demás". Ya hemos dicho que si la
miniza", permitiéndonos
singularidad,
nos a ser
por
otra
estar con
los
ser
aquel
parte,
nos
otros en
en
"ser
arquitectura
que
con
nos
los
"ho-
somos en nuestra
"humaniza", llevándo
determinadas modalida
y
des de la convivencia que sólo a ella se deben. Sin la
necesaria consideración de estos aspectos del hombre
—
el
ser
consigo y
ción de lo que
el
en
toda interpreta
prójimo
hacemos
y nos hace
arquitectura
ser con
la
el
—
,
queda incompleta y defectiva, tal como sucede en la teo
ría de Heidegger. La retracción del hombre hacia sí mis
mo, que una arquitectura sana permite, se halla compen
sada con modalidades de la expansión humana, distintas
aquí tratadas,
que deberemos considerar.
Porque si el hombre edifica y en los recintos creados
habita, un aspecto de la arquitectura, omiso por Heideg
de las hasta
que el hecho de "construir" para sí, lleva
inalienablemente consigo el carácter expansivo de "poger, estriba
en
227
blar", que corresponde al habitar y ocupar con los demás.
El haz y el envés de la arquitectura estriban en que la
construcción tiene siempre el doble sentido señalado.
En cuanto
población" concierne,
estimamos primordiales:
"la
a
cabe destacar
dos aspectos que
uno, que "po
blar" indica la acción cuantitativa del hombre con los
demás, significada en "lo populoso" como lo abundante,
y otro, que la noción correspondiente al hecho de "po
blar" se halla en el término "público"
contrapuesto a "lo
en el
con
antes
referido
respecto a la casa
privado",
—
—
,
que
se
del hombre
arquitectónica
expansión hacia el contorno.
denota la acción
apertura, salida
o
Lo mucho de lo
populoso
se encuentra en
como
la muche
dumbre. La gente en cantidad, significada por "el gen
tío", tiene acciones de variada especie sobre el alrededor:
reduce la vastedad, ocupándola; humaniza la tierra, po
blándola, y
en "el aumento", que es característico de la
"densifica"
los territorios, saturándolos. Hay
población,
en ello formas de la intensificación
que son distintas de las
frecuentativas, anteriormente expuestas, dependientes,
como hemos visto, de la asiduidad del trato
que efectúa
cada cual
con
determinados
referimos, muy al contrario, al
"público",
con
lugares
lugares. Porque aquí
nos
de los muchos, como
abiertos para todos. El tipo huma
trato
que aludimos es el que entendemos como "el hombre
de la calle", es decir, el hombre común, representante no
no a
sólo del "otro", sino de "los muchos". En él se cifra y
sintetiza el doble sentido que hemos señalado en el po
blar, puesto que es el representante de la cantidad y de la
exterioridad. Los problemas que origina son los corres
pondientes
al llamado
sino la ciencia de la
según
las
urbanismo, que
rigor,
arquitectónico,
no
es,
en
población
sesgo
posibilidades expansivas, densificadoras
en su
matizadoras" de ésta.
228
y "te-
lenguaje
El
nos
dice,
en
condiciones del
distintas formas, todas
estas
poblar. Un "pueblo" y una "población"
habitados
lugares
por varios o muchos, y el "caserío"
el conjunto de casas. "Lo acumulativo" se muestra,
son
es
nociones. Pero, por otra parte, "la exterio
ridad", correspondiente al poblar, se manifiesta en térmi
nos como "barrio",
que denota en árabe las "afueras" o el
pues,
en estas
"exterior"; "aldea", que significa "campo" en la referida
lengua, y "distrito", procedente de distringere, "separar".
La arquitectura, considerada en su aspecto de "exterior",
lugares públicos
para la aparición del hombre colec
cual
los
cada
se muestra, haciéndose
tivo,
que
patente
a los otros. De tal manera, facilita
la
y permite que
perso
crea
en
complete como un ser con los demás, brindándole
lugares adecuados de aparición, en escenarios ante los
que suceden aspectos primordiales de la vida humana:
los correspondientes al "trato", a "lo tocante", ya no sólo
con lo nuestro, como sucede en el
hogar, sino en lo
atinente al ser social que somos y con respecto al prójimo.
Pero importa señalar que en la consideración "colecti
va" del hombre está claramente expresa la idea de aquello
que "colectamos" o recogemos en "el cultivo", que implica
na se
relación
con
amistades
o
los
otros.
"cultivar" el
mundo de cada cual
significa
en
francesa de
nicipio",
Así
el
se
se
dice,
trato con
pasa al del
"ayuntamiento".
con
razón, "cultivar"
los demás. Como del
trato en
común, éste
se
De ahí la denominación
para el distrito municipal o "el mu
término éste que también denota la idea de
commune
es "aquel que toma
parte
de
la
raíz mei-, que significa
en las
cargas", procedente
"intercambiar", de donde la commune, entendida como
relación, puesto que el municeps
representación de la arquitectura de la comunidad, ha de
permitir, en su sentido auténtico, comunicarnos, al poner
cosas en común.
Porque la arquitectura que corresponde
a "lo colectivo" de la
población, ha de crear "lugares
229
permitan "el cultivo", convirtiéndose, por
ello, en la arquitectura de "la comunicación". Para que tal
comunicación se logre, han de establecerse unidades que
estén al alcance del hombre, en su expansión posible
comunes" que
hacia los demás, pues, como es de sobra sabido, la ciudad
actual, a causa de su crecimiento y densificación ilimita
dos, impide, más que permite, la respectividad con el
prójimo. Este, en tales circunstancias, en vez del próximo
es el
lejano, por desconocido. De donde procede, tam
bién, la necesidad de planificar las unidades adecuadas,
en las
que el hombre pueda efectivamente abarcar el
mundo urbano que le es propio, según distancias, dimen
siones y densidades que sean compatibles con la posibili
dad del "trato" correspondiente.
De ahí las presentes necesidades reguladoras de la
expansión de las áreas pobladas y de la densidad de éstas.
Todo el problema estriba en que tales áreas sean, auténti
camente, habitables; es decir, permitan nuestros hábitos
convivientes, que se hacen imposibles en la extrañeza de
lo inmenso. Así
como, con
hombre
la habitación, el
anteriormente señalá
respecto
a
queda "centrado", según
bamos,
posibilidad concentradora de cada cual no
debe perderse en la población, so pena de hacer que nos
desvivamos en el órgano de la convivencia que debe ser la
esta
ciudad.
poblar implica, también, "ocupar", en el doble
un
espacio y de darle, a la vez, actividad.
Puesto que la raíz de capio está próxima a la de habeo, en la
acepción de "tener, poseer y haber", como lo que "yo
tomo o abrazo",
poblar, en cuanto "ocupación", viene a
indicar posesión sobre lo desocupado o despoblado. La
posesión corresponde aquí al haber del habitar en co
Pero
sentido de llenar
mún, adueñándonps, así, de
estamos con
nuestro
los demás. Una de las
das de la convivencia radica
en
230
la
mundo, cuando
profun
comprensión
aquel
razones
más
de
que
somos
quienes
por el modo de
nos
reconocemos
común culmina
semejanza
la
es
aquí
en
propia
de los que nos rodean, en
al sentirnos "como" ellos. Lo
ser
"un como". Esa modalidad de
de
"colectivo", colecta
carácter
misma rasgos
En la medida
comunidad que, en su
recoge y mantiene en sí
una
o
porque tiene análogas raíces.
en
que la acción de poblar nos arraiga,
vinculándonos con la comunidad a la que debemos perte
semejantes,
dicha acción del hombre
necer,
puede considerarse sana.
Pero si, contrariamente, como acabamos de considerar,
las concentraciones humanas rebasan los límites de lo
abarcable y de lo reconocible, en aglomeraciones des
comunales, acabarán por desarraigarnos del propio lu
gar ocupado y del conjunto al que pertenecemos, cuanto
de nosotros mismos, alterándonos. La vastedad, que al
por el hombre "se reduce" a lugares
reconocibles, suele revertir su condición inabarcable y
desorientadora en los espacios superpoblados, carentes
de referencias por la muchedumbre y la analogía de
quedar ocupada
éstas. Así
puede
poblar, en el
despoblarnos de nos
suceder que la acción de
de lo desmedido, llegue a
otros mismos, con las conocidas consecuencias que en el
presente tocamos. Lo enorme, como carente de norma,
exceso
se
peligro que ahora nos acecha en
de la acción pobladora, que requiere, por
regulación y orden1.
convierte
vastedad
tanto, de
en
el
*
1
En
nuestro
idioma
*
mentamos
requerido
Semejante
aquello
es
"lo
que nos es habitual como
el que corresponde al orden
orden lo
proporciona
la
arquitectura
al que nos brinda la casa. Sólo
y pertenece, habitualmente,
sentido, en cuanto que origina el orden requerido y necesario,
considerarse la ciudad
como
lo
*
ordinario". El mundo de lo ordinario
para la vida.
la
"la casa" que
231
tenemos en
común
en
tal
puede
con
los
patentiza
la dualidad que
de trabajo, como
corresponde a las
lugares de retrac
a los
lugares públicos, en los que el
hombre se muestra. Semejante dualidad de lo privado y
lo público, tiene su equivalencia puramente espacial en el
La ciudad
viviendas y centros
ción o "privados", y
dentro y fuera. El dentro y fuera, con respecto a la ciudad
entera y su contorno, estuvieron plenamente significados
cuando ésta
amparó
circundaban, de
al habitante
manera
que la
con
murallas que la
posibilidad
de
entrar
y
demás. Nótese que el concepto de orden apareció en la arquitectura
clásica, con respecto a la relación de medidas que existe entre los
soportado. Dicho orden, de índole puramente artística,
propósito de claridad, pues lo proporcionado queda, por
implica
aclarado.
Pero la arquitectura, en su consiguiente tratamiento
ello,
anteriormente
funcional,
juzgado, convierte al arquitecto en un organi
zador, al que compete, antes que nada, crear una disposición arquitectó
soportes y lo
un
nica para que la vida "ordinaria" transcurra sin trabas, y esto en vez de
producir tan sólo una composición artística, perteneciente al mundo de
la
contemplación.
en
determinadas
Los derechos de la vida "ordinaria"
se traducen,
pues,
la organiza
viceversa,
disposiciones espaciales, pero,
que dotamos a las obras arquitectónicas, tiene que convertirse
adecuado para que pueda desarrollarse la vida habitual o
cotidiana, que en su condición dinámica denominamos nuestra "vida
ción
en
con
el
marco
corriente".
A este respecto, sucede que los espacios abiertos suelen ser, por
excelencia, los del desplazamiento. En ellos, el estar corresponde a un
"estar de paso" o en tránsito. Son, normalmente, áreas para el hombre
transeúnte, que las
ces, "el trato"
que
une
vamos.
recorre
ellas
movido por sus vehículos o a pie, y, enton
tiene corresponde al "trecho", al "trazo"
que
dos puntos: aquel de donde venimos y el extremo hacia el que
Por ello, el "entre" que producen tales puntos extremos, no
con
se
origina intimidad alguna, considerándose que la intensificación de
semejante espacio se debe a la frecuencia con que "los muchos" pasan
sobre lugares diversos, requiriéndose, por consecuencia, una disposi
ción adecuada de las áreas de tránsito, para que
del poblar pueda efectuarse propiamente.
232
este
aspecto dinámico
salir
las
quedó reducida al
casas.
ciudad,
paso por sus puertas, tal ocurre en
Sin embargo, el "fuera", correspondiente a la
en sus
calles y plazas, es siempre un dentro de ella
un "dentro de lo hecho". Así, el
espacio
y, por lo tanto,
abierto urbano
frente
en sus
es
el de
nuestro
vivir
como
convivencia,
lo hermético del ámbito y del hábito de cada cual
habitaciones. Ese vivir en convivencia puede mani
a
festarse, además, por la contigüidad de las viviendas, que
origina "unidades" en las que se tiene en cuenta al vecino
como
aquel que habita cerca o al lado. Así se forman
sentimientos de comunidad, correspondientes al hecho de
poblar con los demás, en el conjunto de habitantes que
constituyen el vecindario, una de las formas principales
de la convivencia humana, en la que no se ha reparado
suficientemente. El vecino es el próximo; contamos con
para mal, e inclusive establecemos un trato
cierta familiaridad con personas que origi
él, para bien
o
que implica
nalmente nos fueron desconocidas y que llegamos a co
nocer
por el hecho de habitar cerca y "desde" lo cercano
algunos casos, es la persona que conoce
mos a través de las paredes, dándonos patencia viva de la
contigüidad arquitectónica, por cuanto se nos presenta
del habitar. En
"filtrado", del que solemos tener más rumor
del latino vicus, en su significado
que imagen. El vecino
de "la manzana de casas", "del barrio" e incluso "la ca
como un ser
—
edificado y en
conjunto con los demás. De ahí que esté unido a los otros
atañen y que surgen a
por problemas y soluciones que le
consecuencia del conjunto convivido.
lle"
—
es
el habitante de
Esta idea de lo
un
múltiple,
conjunto
que
manifiesta en la
en
la ciudad aparece
con
polis griega, respectiva a
polys, lo numeroso. El gobierno que la política implica,
de la convivencia
supone, en principio, la regulación
humana en la ciudad y el propósito de dar sentido unita
rio a lo diverso. Debe tenerse en cuenta que polis corresfrecuencia,
se
233
ponde
al grupo semántico de peí-, en el que además de lo
innumerable se significa "lo pleno". De modo que la
abundancia, entendida como plenitud, se encuentra en la
ciudad,
a
consecuencia de la acción
pobladora
de los
muchos. Pero sucede que en ella han de aparecer equili
bradas las posibilidades expansivas del hombre y las reductivas, hasta el punto que las modalidades urbanas
resulten de la relación
posible
entre
Pues si bien la ciudad manifiesta la
ambos
extremos.
expansión pobladora
del hombre y el hecho de "salir" de lo nuestro hacia los
demás, no puede omitirse nunca que ha de procurarnos
un mundo abarcable. La ciudad
permite el trato, porque
los hombres y sus actividades, sus productos y
sus obras,
pero la condición concentradora que le corres
ponde, propia de la densidad requerida, se pierde cuan
concentra a
llega al
propiedad,
do
disolvente.
exceso
Aquí puede decirse,
con
defecto y que el
que semejante
orden necesario para la convivencia ha de tener en cuen
ta
no
sólo
faciliten el
exceso es un
disposiciones distributivas,
trato en
que
organicen
común, sino que debe basarse,
bién, sobre la regulación de las concentraciones
aspectos cuantitativos.
*
Si
en
y
tam
en sus
*
*
la vivienda hemos considerado las
posibilidades
del
dentro y fuera y del alzado, en la ciudad se manifiestan,
unidas a la actividad efundente del hombre, modalidades
de la
cas
longitud y
la anchura, en disposiciones arquitectóni
abiertas. Lo plano se indica en "la estrada", palabra
poco usual, derivada de strata via, "camino empedrado"
(correspondiente a stratum, el lecho, la capa de terreno),
que origina el italiano strada y el alemán strasse, y también
en "la
plaza", perteneciente al griego plateia, que indica
"lo ancho". Las calles, por
su
234
condición
longitudinal,
"atraviesan" la ciudad, demostrándose, en el
dinamismo que se les atribuye, la actividad que en ellas
tiene lugar. Son a manera de caminos que "pasan" entre
"corren"
los
o
bloques
construidos
—
como
lo indica la denomina
ción de "avenidas", en las que se significa el "venir" de
alguna parte, a tal punto que en muchas ciudades proce
den de antiguos caminos o del cruce de éstos, así ocurre
en ciertas villas medievales debidas a la vía romana. Aun
más, las mismas ciudades
muchas
veces como
romanas
estaban
originadas
consecuencia del "cruce" de dos
ca
lles principales: la via cardo, dispuesta de Norte a Sur, y
la via decumana, de Este a Oeste, certificándose, de tal
manera, la necesidad de orientar la ciudad y, por ello, a
la Edad Media, cuando
la referencia a los puntos cardinales se hallaba indicada,
sobre todo, por la fachada de la catedral, que normal
su
habitante, tal
mente
como
mira hacia el
sucedió
en
poniente.
y la orientación de luga
res y habitantes son, pues, atributos de la civitas. El centro
urbano se establece,
religiosamente. La ciudad
La
significación
de
un
centro
primero,
misma es, entonces, centro del universo. Después, "el
centro" denota las posibilidades de concentrar, en deter
minada área, las principales actividades del grupo huma
no
habitante. Estas actividades
originan
núcleos diversos,
los que acudimos según la necesidad o el talante. De esta
manera puede considerarse que la ciudad incluye y mani
de las "tematizaciones" que la arquitec
fiesta la
a
mayoría
de ellas correspon
supone. La primera y principal
dió al templo, al "tema" de lo sagrado en el témenos,
recorte del área religiosa sobre la extensión indetermina
da, hasta el extremo que para Vitruvio el templo es un
tura
thematismos, dependiente de lo estatuido por el rito. Con
todo ello, la ciudad representa el plexo o entrelazamiento
de áreas "tematizadas" diferentemente
según el desti
por
no de los asuntos o finalidades en ellas establecidos
—
—
,
235
medio del enlace que representan las calles, las plazas, los
parques y todas las zonas de frecuentación colectiva. Así
aparece no sólo como el espacio de la convivencia, del
tránsito y de la suma de edificios, sino como el lugar que
complica en un todo las modalidades arquitectónicas que
lugares según sean las
distintas actividades humanas. A los problemas de índole
cuantitativa que la población origina, se suman, pues, los
significan
la tematización de los
cualitativos de la tematización adecuada. De ahí que, sin
la plena y rigurosa estimación de ambos aspectos, la ac
ción de
adolece
inherente al habitar, adolecerá
como
de vicios graves, que impedirán
poblar,
—
—
—
como
impi
que el carácter conviviente propio de la ciudad se
manifieste con el equilibrio que la multiplicidad de sus
den
—
temas
requiere.
11.
LA REPRESENTATIVIDAD
ARQUITECTÓNICA
tenemos
acceso
al mundo mediante la técnica. La
arquitectura, en su aspecto técnico, establece los campos
o
lugares adecuados para las prácticas y asuntos huma
se
nos. Pero la productividad que esta técnica implica
un
o
hacer
de
exalta en sus obras señeras como
poiein
no se basa, desde
hacer
calidad. Sabemos que semejante
luego, en la representación de imágenes percibidas, ni en
"extracción"
de aspectos perte
necientes a las imágenes que nos formamos de lo representable. Tal vez por ese motivo, la arquitectura ha sido
comparada desde antiguo con la música, dado que ambas
la abstracción
que
—
suelen estimarse
es
representativas. En este
que "un templo griego no
como artes no
Heidegger
sostiene
representativo
del culto
sentido
—
representa nada". Sin embargo... Sin embargo, nada hay
más
olímpico que
el
templo grie
exclusivo y
go: un recinto para el dios, hermético,
cluyeme, en el que el hombre común no penetra,
ex
un
peristilo que carece de aberturas significativas, gradas
sino que son el
que no corresponden al paso humano,
basamento adecuado a las dimensiones del templo y he
chas a escala de éste... Compárese, si se quiere, con la
catedral gótica, obra de un culto "para todos", que se
manifiesta en las aberturas de los portales, plenamente
expresivos, por la forma abocinada que adoptan, y adver
tiremos, en todo ello, cierta y específica "representativihabi
representamos de antemano al
las
tante de un territorio, previamente a conocerlo, según
construcciones que ha hecho? ¿Y no conocemos el carác
dad".
¿Acaso
no nos
algunas civilizaciones por los restos arquitectónicos
determinada repreque de ellas quedaron? Hay, pues,
sentatividad en un arte que, como la arquitectura, se
ter
de
vincula indisolublemente
representatividad
formas de vida. Pero la
arquitectónica, generalmente, es de ín
con
dole distinta de la que corresponde a aquellas artes que se
basan en todas las posibilidades de la reproducción. En
hemos
anticipado, el estímulo original perte
nece a una
imagen previamente percibida y de la que
damos una réplica. A diferencia de ello, la arquitectura
permite, en cuanto técnica, ciertos usos humanos, facili
tándolos, aunque, a la vez, los hace perceptibles en las
disposiciones que adopta, mostrándolos. Con semejante
"mostración" de los empleos que se le asignan, la arqui
tectura
adquiere determinado carácter artístico, que se
delata en "la manera" de proponerlos.
Pero la representatividad arquitectónica no se traduce
tan sólo en la
significación de los usos que corresponden a
éstas,
como
dicha técnica. Podemos suponer, además, que este arte
testimonia determinados conceptos estructurales, puesto
que patentiza las maneras de pensar respectivas a la natu
raleza de los materiales y a la disposición de las fuerzas,
haciéndolas "legibles" de acuerdo con los elementos que
bóvedas, arquitra
bes, nervaduras, contrafuertes, arbotantes, cascaro
emplea
—
pilares, columnas,
muros,
Semejante representatividad, en cuanto artísti
ca, suele ser encubridora de la expresión real del juego de
las fuerzas, al que no siempre se ciñe por completo. Desde
luego que el cálculo estructural es relativamente reciente
nes...
—
.
y que las construcciones efectuadas por el hombre, hasta
hace poco más de un siglo, habían de basarse, exclusiva
la
experiencia y la intuición, pero, aunque
fuera, siempre significaban determinados conceptos
mente,
en
táticos y mecánicos.
Por otra parte, la condición
mos a
la
origina
arquitectura,
el escenario
transcurre,
en
vincula
es
representativa que atribui
este arte
al teatro, porque
nuestra vida
el que gran parte de
permitiéndola;
así
tanto como
238
constituye
la
esce-
nografía
ante la
representan nuestras especiales
de vivir, haciéndolas visibles y
patentes. Así que
las formas tradicionales de referirse a la
que
se
maneras
—
arquitectura
según proporción, escala, ritmo, color, volumen, espa
cio, material...
deben reconsiderarse teniendo
—
,
en
condición
representativa que proponemos,
manifiesta que la finalidad auténtica de la
arquitectura no es tan sólo la de alzar bloques armónicos
o la de
disponer espacios determinados que deban estu
diarse en sí, dado que la condición propia de la arquitectu
ra estriba en la servicialidad
que presta al hombre, para
cuenta esta
por la que
se
que tengan lugar y ocasión las distintas modalidades de
su vida y sus inalienables
quehaceres.
La
arquitectura
nos
que la habita o la
hemos indicado, es
to
representativa
en
destinada. Un
remite
usa, y
un
su
ser
siempre al
si el
ser
de
ser
para,
de
se
aquello
hombre
concre
este arte, como ya
hace forzosamente
a
que
se encuentra
monumento
representa cuanto merece
hace visible
cier
recordarse; un mercado representa
to comercio humano; una
determinada
iglesa representa
creencia y su situación histórica, de manera que la repre
sentatividad que atribuimos a la arquitectura es inheren
—
—
que presta un servicio. Así que,
para la estimación artística de la arquitectura, nunca pue
de prescindirse de los usos y finalidad que le dan pleno
te a su
condición de
sentido, y si
se
arte
desconsideran, perderemos de vista la
de tal arte, por lo que nuestro
juicio sobre el mismo será parcial y defectivo. La arquitec
nunca reducida a mera "formalidad". El
tura no
auténtica razón de
ser
queda
arquitectónica, como contempladores
que el arte requiere, no implica la omisión o desconoci
miento de aquello para lo que fue hecha, bien representa
do en ella cuando es buena. La contemplación de la
arquitectura se efectúa siempre desde semejante conside
ración de destino o servicio, que no puede suspenderse so
estar
"ante" la obra
239
GtM VALO.'i CO;¿£nX,.?ÍM:
pretexto de estimarla ateniéndose a su aspecto formal.
Una cúpula, aun cuando tenga la forma de un casquete
esférico, es muy otra cosa que éste, dado que tal forma
puede quedar
que la emplea
esfera celeste.
"inserta"
concepción del mundo
porque la considera representativa de la
Análogamente, un prisma requiere una
en
una
estimación distinta de la que pertenece al edificio que
tenga forma prismática. La regularidad de las divisiones
de éste, que sirve para darle armonía, no puede conside
rarse
por sí, con prescindencia del sometimiento a la
habitabilidad que la rige y de la que se hace representati
va. Así sucede
que el color, las proporciones, las medidas
de los edificios,
son
cualidades
apreciables
"desde" el
uso,
mundo y en él obtienen su
incorporan
De
ahí
si
en
el
plenitud.
que,
pensamiento platónico el
arte del constructor es el arte
por excelencia, al conside
porque
rarlo
se
un arte
a ese
exacto,
no es
la
plena
exactitud la que le da
el mismo Platón indica en su
virtud de arte, porque, como
Cratilo, en el campo de lo cualitativo la corrección difiere
de la exactitud matemática. Todas las conocidas rectifica
ciones
ópticas
de la
arquitectura griega dan testimonio
fehaciente de esta posición. Y análogamente, cuando Vitruvio {De architectura, I, 2) habla de venusta species commodusque aspectus
"apariencia grata y aspecto adecua
do"
que, según Panofsky, corresponde al engrosamiento de las columnas de los ángulos y a la curvatura de
los estilóbatos y epistilos, se muestra en ello el propósito
de considerar los errores correspondientes al sentido de
la vista, prescindiéndose así de la composición exclusiva
mente matemática de la obra construida.
Porque si bien la
arquitectura puede significar "ornato", éste se encuentra
—
—
,
en
función de
un
"orden" que
el puramente formal.
al mismo grupo semán
no es
Aunque ordo y orno corresponden
tico, ordo aparece como orno cuando el orden de la vida,
que ya hemos considerado, se exalta en el artístico, cuali240
tativamente, sin que dependa,
pertenece a la medida.
*
con
*
exclusividad, del que
*
hacer presente algo. Nos incumbe
repre
los demás aquello que hemos tenido
presente.
Tener presente es pensar, porque según lo
que tengamos
Re-presentar es
sentar a
propondremos y haremos. De tal ma
nera estimado, el
pensamiento riguroso aparece como
una actualización. Todo el
antiguo sentido del pensar co
mo revelación o alétheia,
repristinado por Ortega y Hei
la
degger, significa
posibilidad de hacer patente aquello
que se ocultaba, "presentándolo". Aún más, el hecho de
presente
seremos,
pensar mencionando
hace aparecer
aquello que tenemos presente y que re-presentamos a los
demás. Porque pensar con los demás, exige, siempre,
mentar
—
como
—
,
re-presentar. Y al pensar la arquitectura nos obligamos a
tener presente su condición
re-presentativa, yacente en el
carácter medial que le pertenece, Todo aquello que adquiere
el sentido de la mediación es representativo Por medio del
hacha talamos el árbol, por medio del taladro horadamos
.
la madera, por medio de la sierra la hendimos, pero en la
forma que adoptan tales instrumentos se representa su
finalidad. En la adecuación de
la belleza
forma
a un
fin reside
(Platón, Hipias
entender,
nuestro
una
en
el Mayor, 295, c) y ésta consiste, a
la forma de la mediación plenamente
como toda forma
reconocida. Si el instrumento, el útil
mediata
es
"representativo" de su finalidad, con él nos
—
—
las que lo originaron y confi
representamos acciones
su
destino, y a las que siempre nos
guraron, según sea
—
conduce
—
,
en
vez
de representarnos imágenes. Dado
implica crear la obra estableciente, de
que la arquitectura
acuerdo con determinados
del hombre, todos ellos
se
ocios y negocios
de manifiesto en la
quehaceres,
encuentran
241
representatividad que proponemos. Como hemos reite
rado, las formas arquitectónicas delatan formas de vida, y
sólo
en
función de éstas deben
ser
consideradas.
Porque
artificio, la exis
ningún
tencia del hombre que estuvo "en persona" en ella, y cuya
presencia nos re-presenta. Así que a diferencia de lo
habitualmente dicho, la arquitectura es representativa,
la
arquitectura revela,
como
otro
porque pone en evidencia las maneras de hacer y vivir del
hombre concreto, tanto en el aspecto escenográfico que
le
pertenece
como en
el instrumental
242
o
útil.
EL
12.
ARQUITECTÓNICO
UN SER
hemos
HOMBRE,
considerado
la
arquitectura como la
las principales activida
técnica del estar, de manifiesto en
des establecedoras del hombre. Tales actividades tienen
por objeto otorgarnos permanencia y situación. El hom
bre ha de hacerse un mundo arquitectónicamente, en el
sentido de que debe crear el orden para su vida, por
medio de referencias claras y de lugares habitables. Para
ello ha de efectuar operaciones situantes de índole espa
cial, mediante las que el espacio genérico de la vastedad se
transforme en otro "distinto", es decir, "distinguible" en
lugares producidos
tectónico
nos
artificialmente. Este "hacer"
"hace", y contribuye
a
come ser
persona, hominizándolo
manizándolo
en el ser con los demás
en
arqui
convertir al hombre
—
consigo
—
—
.
—
y hu
Las unidades
de vida y convivencia que la arquitectura brinda, permi
ten el repliegue y el despliege del ser que somos. Y este
ser es
arquitectónico, dado que todas las modalidades del
establecimiento tienen
como
origen
la
regulación
del
mundo circundante, por medio de referencias cualitati
vas
que revelen y hagan reconocible nuestras formas de
Y lo es, además, poique ordena
vida,
representándolas.
el mundo al que
estructuras
se
y términos, que
modelos más
género de
algunos de sus
enfrenta mediante todo
remotos en
encuentran
los que pertenecen
a
las
prime
y técnica que nos ocupa.
disposiciones
No nos basta con "estar" en el mundo: tenemos que "encon
trarnos" en él. Ese "estar", como "encontrarnos", tienden a
del
ras
producirlo
las
arte
operaciones
aquí consideradas,
mediato, requiere de la
y obras
pues el hombre, en cuanto ser
mediación arquitectónica para uni-versar el mundo, re
conociéndose y dominándolo. Incluso su actividad pen243
sante,
según
hemos
comprobado,
se
vincula directamen
las acciones del campo que tratamos. Así sucede
que "pensar" aparece directamente asociado con "per
manecer", pues u-évo), griego, en su sentido de "permane
te con
"quedar", corresponde a la raíz men-, "esperar,
permanecer", idéntica a la de "pensar", por la idea inter
cer"
o
media de "encontrarse allí reflexionando", que señala
Boisacq, asociable al latín mora, "retraso", y memor, de
donde la frase habitual castellana de
"pararse
a
pensar".
Si pensar supone detenerse, esta detención, que ya he
mos considerado
respecto a la arquitectura, es de índole
activadora, y como el agere o hacer arquitectónico impli
ca, además, un gerere, que en su sentido primero significó
la
capacidad
ordenadora y situante del hom
bre culmina de tal manera con la creación de estructuras,
"soportar",
arquitectura deben sostenerse "realmente",
según el juego complejo de las cargas y los apoyos.
Además, la arquitectura muestra cómo "se espacializa"
el hombre, al crear espacios cualitativos, determinados
por el uso. En los espacios que el hombre "produce",
mediante operaciones arquitectónicas que le permiten
reconocerlos, se reconoce a sí mismo como perteneciente
a ellos. Tales
espacios no se nos hacen presentes sólo por
nuestra visión, sino que se generan perceptivamente por
medio de nuestras actividades y desplazamientos, a los
que aparecen directamente vinculados. Son, como quedó
dicho, espacios empíricos y pragmáticos, apreciables con
que
en
la
la totalidad de
nuestro
cuerpo y
no
con
determinado
sentido, dado que el cuerpo, en este aspecto, aparece
el punto de partida de todas nuestras acciones
como
reales.
El hombre, que debe crear un orden arquitectónico
para establecerse y entender el mundo, se ordena, a su
vez, en
situante
ello. De ahí que la consideración aclaradora y
nunca
puede omitirse en las labores arquitectó244
nicas, especialmente
las que atañen a la acción de
poblar. Por ello no debe perderse de vista que en la
humanización del hombre, o ser con los demás, ha de
en
hacerse presente la hominización o plenitud del ser consi
go. Si esto no llega a efectuarse, cualquiera sea la modali
dad
arquitectónica propuesta y las virtudes de que dis
ponga, cabe pensar que semejante disposición carece de
autenticidad.
pretendido fun
arquitectura es, que, a dife
Con el sustantivo Arquitectónica hemos
un saber sobre lo
que la
rencia de los tratados comunes de teoría, advierte el
sentido que incumbe a todo el campo de la arquitectura
dar
como un
hacer
—
y
no como una suma
de obras hechas
—
,
respectividad al hombre y su lenguaje. No representa,
desde luego, sino un paso inicial, tales son la complejidad
y la amplitud del campo tratado, aunque, hasta dónde se
llegue por el camino propuesto, en gran medida ya no
nos
compete: a la acogida ajena pertenece.
en su
245
es el sustantivo propuesto por José Ricardo Morales
j-^
el
saber
para designar
que considera la índole de la arquitectura. En la
primera parte del libro se abordan críticamente las principales insufi
arquitectónica
'>j
-
ciencias que afectaron tanto a la historia del "arte y de la arquitectura
como a la teoría de esta última. Después el autor" formula su'
propia—
-i
—
teoría, preguntándose qué hace el hombre al hacer' la arquitectura y
qué hace del hombre ese arte. Así se aprecia cómo la arquitectura
contribuye al surgimiento de la persona, en su doble condición de ser
consigo y de ser con los demás, extremos correspondientes al habitar y
al poblar, habitualmente Omitidos en sus posibilidades conexas. El
hombre se entiende en este ensayo como "un ser arquitectónico", que
requiere de la arquitectura no sólo para instalarse, sino para "encon
trarse" en el mundo. La atención dedicada a la primera edición de
arquitectónica, en diversas publicaciones de España y América,
testimonia la vigencia de su posición.
v
,
^-
j
*
-
-7^,