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El teatro en Venezuela

El teatro en Venezuela: Tendencias y movimientos en el ámbito teatral: Las obras de teatro venezolano han cambiado sus tendencias y movimientos en el ámbito teatral, pues dada las condiciones políticas y sociales que estamos enfrentando, la censura es una de las aristas que han tenido que sortear para sobrevivir. La falta de infraestructura, el poco aprovechamiento de los espacios existente y el uso indebido de instalaciones para uno exclusivo de funciones o show político, ha sido el mayor problema que ha enfrentado desde 1999. Todo y cada uno de ellas, han ido mermando las características del teatro venezolano; ahora solo se puede ser complaciente, más no independiente. La independencia para expresar arte a través de las tablas, es otra de las aristas que deben afrontar los principales representantes del teatro en Venezuela. Dejándole pocas líneas de acción, pocos libretos para explorar, cortando la imaginación y retrocediendo en la innovación que se venía perfilando para el futuro, es decir, nuestro presente. Entonces la movida nacional está prácticamente paralizada, mas no mermada en su totalidad. Si bien, aún se encuentran espacios disponibles y calidades de producción, presentaciones maravillosas: todas y cada una de ellas, deben cuidar su tónica e intensión del trasfondo, por ningún motivo debe atacar o hablar sobre la realidad actual, bajo ninguna circunstancia. El teatro de carácter popular: Si bien los estudiosos y teóricos de la literatura y las artes escénicas parecen haber definido con mayor o menor precisión el concepto de "teatro", no ocurre lo mismo con el término "popular", que todavía anda perdido en el limbo de la intuición. Hay ciertos rasgos definitorios cuyo cumpliento ayudan a perfilar la noción, pero siempre de la manera evanescente de que gozan las palabras demasiado manoseadas como para tener un significado unívoco y concreto. Teatro popular sería el "escrito, diseñado, montado, interpretado y contemplado por personas ajenas a la profesión teatral y pertenecientes al pueblo". En concepto popular, aplicado al teatro, sería equivalente a "aficionado" o "no profesional". Pero no cabe duda de que esta sola definición no abarca lo que intuitivamente entendemos por teatro popular (así, no concebiríamos como tal el puesto en escena por un grupo de amigos no profesionales que monten una obra creada por ellos). Para que un teatro sea popular, en el sentido etnográfico del término, debe implicar, al menos, otros dos elementos constitutivos. En primer lugar, que responda a

El teatro en Venezuela: Tendencias y movimientos en el ámbito teatral: Las obras de teatro venezolano han cambiado sus tendencias y movimientos en el ámbito teatral, pues dada las condiciones políticas y sociales que estamos enfrentando, la censura es una de las aristas que han tenido que sortear para sobrevivir. La falta de infraestructura, el poco aprovechamiento de los espacios existente y el uso indebido de instalaciones para uno exclusivo de funciones o show político, ha sido el mayor problema que ha enfrentado desde 1999. Todo y cada uno de ellas, han ido mermando las características del teatro venezolano; ahora solo se puede ser complaciente, más no independiente. La independencia para expresar arte a través de las tablas, es otra de las aristas que deben afrontar los principales representantes del teatro en Venezuela. Dejándole pocas líneas de acción, pocos libretos para explorar, cortando la imaginación y retrocediendo en la innovación que se venía perfilando para el futuro, es decir, nuestro presente. Entonces la movida nacional está prácticamente paralizada, mas no mermada en su totalidad. Si bien, aún se encuentran espacios disponibles y calidades de producción, presentaciones maravillosas: todas y cada una de ellas, deben cuidar su tónica e intensión del trasfondo, por ningún motivo debe atacar o hablar sobre la realidad actual, bajo ninguna circunstancia. El teatro de carácter popular: Si bien los estudiosos y teóricos de la literatura y las artes escénicas parecen haber definido con mayor o menor precisión el concepto de "teatro", no ocurre lo mismo con el término "popular", que todavía anda perdido en el limbo de la intuición. Hay ciertos rasgos definitorios cuyo cumpliento ayudan a perfilar la noción, pero siempre de la manera evanescente de que gozan las palabras demasiado manoseadas como para tener un significado unívoco y concreto. Teatro popular sería el "escrito, diseñado, montado, interpretado y contemplado por personas ajenas a la profesión teatral y pertenecientes al pueblo". En concepto popular, aplicado al teatro, sería equivalente a "aficionado" o "no profesional". Pero no cabe duda de que esta sola definición no abarca lo que intuitivamente entendemos por teatro popular (así, no concebiríamos como tal el puesto en escena por un grupo de amigos no profesionales que monten una obra creada por ellos). Para que un teatro sea popular, en el sentido etnográfico del término, debe implicar, al menos, otros dos elementos constitutivos. En primer lugar, que responda a una celebración ritual de origen festivo, vinculada, por lo general, a ceremonias tradicionales de rango comunitario. En segundo, que el público ejerza el doble papel de actor-espectador, por asistir a un espectáculo que conoce "desde siempre", en cuya realización probablemente ha participado en alguna ocasión y cuya existencia asume como un rasgo de la personalidad cultural de su pueblo. La muestra más inequívoca de teatro popular en Los Pedroches la constituye el Auto de los Reyes Magos de El Viso, que contiene todos los elementos anteriormente esbozados (aunque el texto procede de una pieza literaria, el pueblo la ha hecho suya, adaptándola a su gusto y a su ambiente). También se incluirían en esta catalogación las representaciones navideñas de Alcaracejos y las pasionistas del Viernes Santo en Pozoblanco. Recientemente, sin embargo, han surgido dos nuevas iniciativas teatrales en la comarca que desde su nacimiento llevan aparejadas en la publicidad institucional el epíteto de populares, sin más justificación que el hecho de estar representadas por personas del pueblo no profesionales. Se trata de La vaquera de la Finojosa en Hinojosa del Duque y El halcón y la columna en Belalcázar. Sin embargo, varios componentes de esas representaciones chocan, en principio, con los atributos básicos que aplicamos al concepto de teatro popular. En primer lugar, se trata de iniciativas inicialmente institucionales, no surgidas de la necesidad del pueblo de expresar sus inquietudes, sino promovidas desde los ayuntamientos de sus respectivas localidades con un fuerte apoyo económico con una clara intención propagandística. La finalidad primaria de las representaciones es la de difunfir la imagen del pueblo en el exterior y atraer visitantes a la localidad, ofreciendo a cambio una tradición de nuevo cuño enmarcada en una moda culturalista que aprecia las costumbres populares como objetos de consumo elitista. Los textos teatrales, además, han sido creados ex profeso para la ocasión, bien desde su raiz, bien a partir de creaciones literarias preexistentes, pero siempre elaborados por profesionales, sin que el pueblo-actor hay intervenido en este proceso creativo ni, por tanto, haya podido asumir como propio el resultado. Finalmente, los espectáculos, desvinculados de cualquier ceremonia ritual de la localidad, no gozan aún de una tradición duradera que garantice su continuidad futura: en uno de los casos se habla incluso de teatro popular para referirse a una representación que todavía nunca ha sido puesta en escena. Todas estas consideraciones son meramente teóricas y no prejuzgan la validez de las intenciones ni la pertinencia de su realización. Al contrario, pienso que se trata de importantes iniciativas de cara al desarrollo cultural y la promoción exterior de la comarca, pero que han querido ser presentadas con un arraigo popular del que, al menos de momento, carecen. Historia del teatro popular venezolano: Mucho antes de que la tradición hispánica teatral llegara a Venezuela con el proceso de conquista y colonización, ya los indígenas que poblaban lo que actualmente corresponde a nuestro territorio desarrollaron algunas manifestaciones proto-teatrales o teatrales rudimentarias, tales como pantomimas y la representación simbólica de los fenómenos naturales. Para los mukus y jiraharas estas representaciones funcionaban como medios de cohesión espiritual y recurso educativo, para lo cual construyeron estructuras físicas especialmente diseñadas para su celebración: suerte de tinglados donde sólo hombres lograban encarnar una historia, dialogando, narrando, cantando y gesticulando. Un ejemplo de estas celebraciones, lo tenemos en La Fiesta de la Tura, fiesta ritual de los arahuacos, ayamanes y gayones de la región limítrofe de los actuales estados Lara y Falcón, la cual consistía en pantomimas relativas a los períodos de la siembra y la cosecha. El teatro hispánico poco a poco fue introduciéndose en la venezolana colonial. En tal sentido, del 28 de junio de 1600 es la primera licencia conocida que permite la representación en Caracas de una comedia el día de Santiago Apóstol, actividad que paulatinamente se irá extendiendo hasta finales del siglo XVII y tomará mayor impulso en el siglo XVIII. En relación a los libros importados que llegaron desde la Península, figuraban algunas obras teatrales, generalmente del Barroco, de autores españoles o hispanoamericanos tales como Pedro Calderón de la Barca, Juan Pérez de Montalbán, Agustín Moreto, Juan Ruiz de Alarcón, Agustín Salazar y Torres, y Juana Inés de la Cruz. En cuanto a los lugares donde se celebraban las representaciones artísticas, tenemos que durante todo el siglo XVII y hasta que se construyó el Coliseo de Caracas a fines del siglo XVIII, la actividad teatral estuvo en manos de aficionados entusiastas, que se valían de las festividades religiosas, de la coronación de un monarca, de un matrimonio real, la creación de un virreinato; lo cual buscaba romper con la monotonía característica de la sociedad colonial. Aunque las plazas mayores eran los lugares escogidos al principio para la celebración de los actos teatrales, a mediados del siglo XVIII, se abrieron patios o corrales de comedias. Asimismo, en algunas mansiones particulares de la élite social y cultural se escenificaban piezas representadas por familiares y amigos para un auditorio selecto. A pesar de que las actividades abiertas no eliminaban las diferencias étnicas y sociales entre la población, las mismas funcionaban medios de homogeneización cultural y de transmisión de los valores de la sociedad hispánica y luego criolla, sobretodo si consideramos que para entender y apreciar un obra teatral no era indispensable saber leer. A fines de 1766, o principios de 1767, se representan en Caracas las 2 primeras piezas que pueden atribuirse a un autor venezolano: el Auto Sacramental de Nuestra Señora del Rosario y la Loa. En ambas obras se podían apreciar la mezcla de elementos clásicos, hispanos, americanos, locales, sagrados y profanos, así como de personajes mitológicos y simbólicos que dialogan entre sí. Aunque se desconoce el nombre del autor de esta pequeña pieza, la misma responde al momento cuando a mediados del siglo XVIII llegaron a Venezuela, principalmente Caracas, La Guaira y Maracaibo, los primeros cuerpos regulares del ejército español, quienes contribuyeron a una mayor promoción de la afición por el teatro. No obstante, las representaciones teatrales fueron motivo frecuente de disputa entre el sector militar o civil y las autoridades eclesiásticas. En un dictamen de Carlos III, recibido en Caracas en 1777, se establecía que residía en la autoridad seglar la decisión sobre la representación o no de determinadas obras dramáticas. En 1784 se inaugura el primer Coliseo de que dispone la ciudad de Caracas, construido por orden del brigadier Manuel González Torres de Navarra, gobernador y capitán general. Este primer Coliseo estuvo ubicado entre las esquinas del Conde y Carmelitas y tenía una capacidad para 1.500 espectadores. En sus instalaciones actuó la primera actriz venezolana de que se tiene conocimiento: Ana María Pinelo, nativa de La Guaira. Posteriormente, a raíz de la Conspiración de Gual y España (1797) las autoridades españolas, comenzaron a seguir de cerca todas las representaciones dramáticas, con el objeto de evitar cualquier brote revolucionario. El Coliseo de Caracas fue destruido por el terremoto de marzo de 1812, quedando suspendidas totalmente las actividades teatrales durante la Guerra de Independencia. Las representaciones dramáticas fueron en cierta medida sustituidas por actos cívicos y las entradas triunfales en las ciudades, así como por la realización de cuadros vivos con figuras simbólicas. Uno de estos últimos se hizo en Barrancas, a orillas del Orinoco, el 25 de diciembre de 1820, en conmemoración del primer aniversario de la creación de la Gran Colombia. Después de la batalla de Carabobo (24.06.1821) y la consiguiente liberación de la capital, el empresario Ambrosio Cardozo mandó a edificar en 1822 un segundo teatro en terrenos de su propiedad ubicados entre las esquinas del Chorro y Las Sanabrias (hoy llamada Coliseo), el cual se convirtió inmediatamente en el principal centro de diversiones de la capital. Entre las primeras obras que se presentaron en este escenario se encuentra el sainete criollo El café en Venezuela de Isaac Álvarez Deleón. Años más tarde, a partir de 1835 y hasta finales del siglo XIX florecieron más de 40 pequeños teatros ocasionales y permanentes en Caracas, a la vez que se registró la llegada de compañías europeas atraídas por la afición teatral de los caraqueños. Uno de estos grupos actorales fue el del catalán José Robreño, quien en 1837 ofreció al público piezas ajenas como La misantropía y Ángelo, tirano de Padua. Según un anécdota de la época, en una pequeña obra humorística suya titulada Excelentísimo señor, se satirizaba con la figura del entonces vicepresidente encargado de la presidencia de la República, Carlos Soublette. Enterado éste del asunto, mandó a llamar a Robreño y le hizo leer el libreto frente a él. Luego de escuchar todo el texto Soublette se dirigió a Robreño y le señaló: "Efectivamente, veo que usted se burla un poco de mí, pero no está mal; yo esperaba algo peor. Venezuela no se ha perdido, ni se perderá nunca, porque un ciudadano se burle del presidente. Venezuela se perderá cuando el presidente se burle de los ciudadanos..." Después de esto, Robreño prosiguió sus representaciones, pero se abstuvo de volver a escenificar Excelentísimo señor. El 23 de octubre de 1854 se inaugura en la capital de la República, el teatro Caracas, lo cual constituyó en un gran acontecimiento para la época. Para esta ocasión fue presentada la opera Ernani, de Giuseppi Verdi. En las décadas siguientes lo visitaron numerosas compañías, entre ellas la de la actriz Adela Robreño, llamada "la perla del teatro de las Antillas", en tiempos del mariscal Juan Crisóstomo Falcón, a mediados de 1860. También en el teatro Caracas fue estrenada en 1873 la primera ópera nacional llevada a escena, Virginia. Durante este tiempo la crítica teatral se difundió extensamente en periódicos como el Diario de Avisos y Semanario de las Provincias y El Porvenir, ambos de Caracas. En términos generales, la misma consistía en una amplia gama de conceptos, desde los comentarios más o menos bien documentados hasta aspectos referidos a la crónica social o a detalles del vestuario. Entre 1870 y 1888, período en el que dominó el escenario político Antonio Guzmán Blanco, se llevaron a cabo numerosas representaciones teatrales: comedias, zarzuelas, operas, sainetes. Asimismo, la inauguración en este lapso del teatro Guzmán Blanco (o Municipal), en enero de 1881, con El Trovador, de Verdi, le da un nuevo impulso a la afición a las representaciones dramáticas. Además de Caracas, en la segunda mitad del sigo XIX se construyeron edificaciones en otras ciudades. En Maracaibo, el teatro abre sus puertas en 1883; el de Puerto Cabello se inaugura en 1886 y el de Valencia lo tendrá en 1894. En el teatro Guzmán Blanco (Municipal) de Caracas, invitada especialmente por el presidente Joaquín Crespo, dará varios conciertos en 1885 y 1886 la pianista venezolana Teresa Carreño. A fines del siglo XIX, pese a las dificultades económicas y políticas experimentadas por Venezuela, se siguieron presentando obras teatrales de autores nacionales o activos en nuestro país tales como Casto Ramón López, Vicente Micolao Sierra, Felipe Esteves, Octavio Hernández, Eduardo Gallegos Celis. Entre todos estos destaca José María Manrique que da a temas como Un problema social (1880) y El divorcio (1885). En 1896, coincidiendo con la celebración del I Congreso Obrero realizado en Venezuela, se presenta en Caracas el drama de intención social Juan José, de Joaquín Dicenta, obra estrenada en Madrid el año anterior, que tenía por protagonista un obrero. En definitiva, el sainete característico del teatro criollo del siglo XIX continuará en el siglo XX, pero influenciado por otras tendencias artísticas. Escritura y representación de un guion teatral: Los textos teatrales son escritos para ser representados. Esta afirmación le confiere al género teatral unas características que lo diferencian del resto de géneros literarios, puesto que la representación teatral ha de incorporar elementos que están fuera del ámbito de lo literario y que pretenden recrear el juego de ficción-realidad que se da durante la representación. En una representación teatral se juega con dos textos: el texto dramático, escrito por el autor teatral, y el texto del esp ectáculo que es creado (quizá no escrito) por el director de escena en colaboración con todos los componentes de u a ep ese ta ió : a to es, es e óg afos, úsi os, ilu i ado es… Ante una puesta en escena el director deberá ir completando todos aquellos aspectos que no aparecen en el texto dramático, pero que son importantes para el efecto artístico que quiere generar ante el público. Elementos que se incorporan en escena pueden ser: la música, los trajes, los objetos que aparecen en el escenario, los muebles del decorado, el telón de fondo, los olo es… E algu os asos los auto es de los te tos d a áti os i di a ó o han de ser estos elementos, para ello utiliza las acotaciones, pero en la mayoría de casos el autor da una indicación mínima o nula y es el autor de la puesta en escena quien tiene que decidir este tipo de cosas. Esto es lo que nos lleva a considerar el espectáculo una manifestación ar tística totalmente diferente de la escritura del texto dramático. Este texto será una parte más (eso sí, muy importante) de la representación. Pauta para escribir un guión teatral Título de la obra de teatro Escribe un título provisorio para tu obra. Cuando la termines, revisa si el nombre es adecuado. Si no lo es, modifícalo.Listado de personajes. Escribe, además, una lista en que se señale el nombre de los personajes destacados en negrita y la función que cumple cada uno en la o a, po eje plo, Juan: papá de Ma ía .. Descripción de la escenografía Escribe un párrafo en cursiva que describa la escenografía para la obra y el lugar en que cada personaje debe estar dentro de ella al comenzar la obra. Acto y escena Escribe el número de acto y escena en que se e ue t a la o a, po eje plo: A to I Es e a 1 . Re ue da ue ada vez ue e t a o sale un personaje, debes cambiar el número de escena y aclarar qué personajes estarán en el escenario en ese momento. Diálogos Comienza a contar la historia de la obra, a través de los diálogos de los personajes. Debes colocar en negrita el nombre del personaje que habla y luego lo que dice. No olvides las acotaciones. Diagramación Elige algún tipo de letra y una imagen que sea pertinente para tu obra, insertándola al principio o en medio de ella. La lectura dramatizada es aquella en la que se reproduce con la voz –y con el lenguaje corporal que suele acompañarla– toda la expresividad de un texto: las emociones, la textura de las palabras, la cadencia con que se cuenta una historia o las variaciones de intensidad con que se expone una reflexión, entre otros. En un sentido amplio, incluye, además de la lectura enfática de textos literarios, la lectura en voz alta de cualquier tipo de texto, con arreglo a unos parámetros de expresividad determinados por el contenido, la forma y el género del propio discurso. Características        La lectura dramatizada es una actividad colectiva. Se representan los personajes por medio de la voz. Identificación del lector con el personaje que interpreta. Naturalidad en la expresión. Acoplamiento y armonía de conjunto. No se precisa de la actuación ni de la memorización del texto, sino que solo exige la correcta expresión mediante la voz Se expresan los sentimientos y las actitudes de los personajes. Requisitos          Los lectores deben estar colocados en un lugar visible para el resto del grupo, y pueden permanecer de pie o sentados en forma semicircular, manteniendo en sus manos el texto, del que cada uno debe poseer un ejemplar. Mantener el contacto visual con los oyentes para facilitar la comprensión del texto. Mostrar interés por lo que se lee y proyectar la voz hacia el auditorio, no hacia el suelo o hacia el papel. Leer a una velocidad adecuada. No se trata de leer siempre rápido, sino de saber ajustar la velocidad al tipo de texto y al objetivo de la lectura controlando la respiración. Regular el volumen ajustándolo al tipo de texto. Leer con seguridad, sin vacilaciones, evitando volver atrás. Entonar adecuadamente las palabras, marcando las sílabas tónicas. Previamente deben haberse trazado las marcas entonacionales en el texto. Respetar la mayor o menor duración de las pausas indicada por los signos de puntuación. Poner énfasis en los momentos o palabras claves evitando la monotonía en el tono.  Evitar los cambios de ritmo en la lectura si no están justificados y, por el contrario, utilizarlos intencionadamente para llamar la atención del público. Aspectos esenciales En la calidad de la lectura dramatizada intervienen cuatro aspectos esenciales: selección de la obra, conocimientos previos de la obra en conjunto, conocimiento acerca del personaje que se interpreta y el dominio de la voz. Selección de la obra En la selección de la obra es importante tener en cuenta su calidad artística, su contenido o mensaje ideológico, el grado de interés que tienda a despertar, el número de personajes que intervienen —que debe ser proporcional al número de miembros del grupo— y la extensión, acorde con el tiempo de que se dispone para la lectura dramatizada. Conocimientos previos de la obra Es necesario conocer profundamente el contenido de la obra, su superobjetivo, su carácter (trágico, alegre o dramático), la época en que fue escrita, las circunstancias históricas y socioeconómicas en que se desenvuelve la trama y las características de los personajes, con el objetivo de tener una visión de conjunto. Esto es válido aun cuando el ejercicio de lectura dramatizada abarque solo un capítulo o escena de la obra. En este caso, un integrante del colectivo puede hacer la presentación e incluir en ella una visión general del argumento. Conocimiento acerca del personaje Cada lector debe estar familiarizado con el personaje que interpreta y sus relaciones con el resto de los personajes. Debe conocer sus características generales: edad, posición social, nivel cultural, estado de salud, características psicológicas y todos los datos que tiendan a ofrecer una visión clara de su personalidad, para reflejar en los diálogos el estado de ánimo del personaje en cada momento. Dominio de la voz La calidad de la lectura dramatizada depende en gran medida del dominio de la voz, por ello es imprescindible una dicción clara y precisa, una entonación cargada de naturalidad expresiva y reflejar las características del personaje que se interpreta. La modulación de la voz es muy importante para facilitar al oyente la comprensión del texto. Importancia La lectura dramatizada contribuye a la formación integral de los lectores. El contacto con buenos modelos de expresión permite la familiarización con vocablos, giros y construcción de frases y períodos que puedan ser asimilados al caudal lingüístico del lector, así como comparar los usos del idioma en uno u otro personaje. En el ámbito educacional la lectura dramatizada, de forma colateral, es una vía para poner al estudiante en contacto con obras que ejerzan su influencia positiva en la formación general; así pueden apreciarse y valorarse críticamente obras, autores, movimientos y otros elementos que enriquezcan sus conocimientos literarios. Asimismo las obras representadas pueden contribuir también a que los estudiantes acumulen un caudal de experiencias de todo tipo, como la comprensión y valoración de la conducta humana, la profundización en la psicología de los personajes, el análisis de condiciones socioeconómicas que influyan en la conducta de estos, y otras que tiendan a enriquecer el ámbito de sus vivencias.