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Preciado manifiesto

¿Qué es la contra-sexualidad? ¿Cómo aproximarse al sexo en cuanto objeto de análisis? ¿Qué datos históricos y sociales intervienen en la producción del sexo? ¿Qué es el sexo? ¿Qué es lo que realmente hacemos cuando follamos? ¿Modifican su proyecto las prácticas sexuales de la persona que escribe? Si así es, ¿de qué manera? ¿Debe la investigadora entregarse al «serial fucking» cuando trabaja sobre el sexo como tema filosófico o, por el contrario, debe guardar las distancias respecto a tales actividades y ello por razones científicas? ¿Se puede escribir sobre la heterosexualidad siendo marica o bollo Nota de la autora: A lo largo de este texto he privilegiado la palabra «bollo» frente a su sinónimo «lesbiana» puesto que el primer término ha surgido de un esfuerzo de autonominación y re-significación interno a la cultura lesbiana. La palabra «bollo», que muestra la fuerza performativa de la transformación de un insulto, es en español el equivalente más cercano del inglés queer.? E inversamente, ¿se puede escribir sobre la homosexualidad siendo hetera? Como siempre, en filosofía es fácil acudir a los ejemplos célebres, sacar partido de determinadas elecciones metodológicas o, al menos, encubrir nuestros errores apelando a la autoridad de la tradición. Es sabido que cuando Marx inició su Grundrisse todo parecía empujarle a comenzar su análisis económico partiendo de la noción de población. Pues bien, al pensar sobre la sexualidad yo me encuentro hoy frente a un imperativo conceptual semejante. Todo parecería indicar que yo debería afrontar esta tarea partiendo de nociones como género o diferencia sexual. Pero veamos lo que hizo Marx: para gran sorpresa de los filósofos y los moralistas de la época, Marx centró su análisis en tomo a la noción de «plusvalía» evitando así las paradojas de las teorías precedentes. Sacando partido de la estrategia de Marx, esta investigación sobre el sexo toma como eje temático el análisis de algo que puede parecer marginal: un objeto de plástico que acompaña la vida sexual de ciertas bollos y ciertos gays queers, y que hasta ahora se había considerado como una «simple prótesis inventada para paliar la discapacidad sexual de las lebianas». Estoy hablando del dildo2• . Ro􀁍ert Venturi había intuido un giro conceptual semejante: la arqmtectura debía aprender de Las Vegas. En filosofía es tiempo de aprender del dildo. Este es un libro sobre dildos, sobre sexos de plástico y sobre la plasticidad de los sexos. ¿Qué es la contra-sexualidad? La c􀁱ntra-􀁰exualidad no es la creación de una nueva naturaleza, smo mas bien el fin de la Naturaleza como orden que legitima la . sujeción de unos cuerpos a otros. La contra-sexualidad es. En pnmer lugar: un análisis crítico de la diferencia de género y de sex􀁯, 􀁮roducto del contrato social heterocentrado, cuyas performatlVIdades normativas han sido inscritas en los cuerpos como verdades biológicas (Judith Butler, 2001). En segundo lug 􀁭r: la contra-sexualidad apunta a sustituir este contrato socml que denominamos Naturaleza por un contrato contra-sexual. En el 􀁬ar􀁫o del contrato contra-sexual, los cuerpos se reconocen a SI mismos no como hombres o mujeres, sino como cuerpos parlantes, y reconocen a los otros como cuerpos parlantes. Se _ reconocen a sí mismos la posibilidad de acceder a todas las p:a􀁪t . icas significantes, así como a todas las posiciones de enunciacwn . . en tanto sujetos, que la historia ha determinado como masculinas, femeninas o perversas. Por consiguiente, renuncian no solo a una identidad sexual cerrada y determinada natural- 2 Nota de la autora: Una vez más he preferido usar el te·nm·no d'ld · d 1 1 ' 1 o• proveniente e 􀂾 cu tura sexual anglosajona que los diferentes sinónimos en castellano· •cinturon polla• o •polla de plástico•. por razones que quedarán claras en los c􀁕pítulo 􀁔 postenor . es. Anticipando uno de los argumentos centrales de este libro, odnamos decrr que un dildo no es una •polla de plástico•. sino que más bie: y pese a las apariencias, una polla es un dildo de carne. (Ver Anexo, pág. 159.) ' 18 mente, sino también a los beneficios que podrían obtener de una naturalización de los efectos sociales, económicos y jurídicos de sus prácticas significantes. La nueva sociedad toma el nombre de sociedad contra-sexual, al menos, por dos razones. Uno, y de manera negativa: la sociedad contra-sexual se dedica a la deconstrucción sistemática de la naturalización de las prácticas sexuales y del sistema de género. Dos, y de manera positiva: la sociedad contra-sexual proclama la equivalencia (y no la igualdad) de todos los cuerpos-sujetos sujetos parlantes que se comprometen con los términos del contrato contra-sexual dedicado a la búsqueda del placer-saber. El nombre de contra-sexualidad proviene indirectamente de Foucault, para quien la forma más eficaz de resistencia a la producción disciplinaria de la sexualidad en nuestras sociedades liberales no es la lucha contra la prohibición (como la propuesta por los movimiento de liberación sexual anti-represivos de los años setenta), sino la contra-productividad, es decir, la producción de formas de placer-saber altemativas a la sexualidad modema. Las prácticas contra-sexuales que van a proponerse aquí deben comprenderse como tecnologías de resistencia, dicho de otra manera, como formas de contra-disciplina sexual. La contra-sexualidad es también una teoría del cuerpo que se sitúa fuera de las oposiciones hombre/mujer, masculino/femenino, heterosexualidad/homosexualidad. Define la sexualidad como tecnología, y considera que los diferentes elementos del sistema sexo/género3 denominados «hombre», «mujer», «homosexual», «heterosexual>>, «transexual», así como sus prácticas e identidades sexuales no son sino máquinas, productos, instrumentos, aparatos, trucos, prótesis, redes, aplicaciones, programas, conexiones, flujos de energía y de información, interrupciones e interruptores, llaves, leyes de circulación, fronteras, constreñimientos, diseños, lógicas, equipos, formatos, accidentes, detritos, mecanismos, usos, desvíos ... 3 La expresión «sistema sexo/género• fue utilizada por primera vez por Gayle Rubin en su articulo 'The Traffic in Women•. en Reyna R. Reiter, ed. Toward.s an .Anthropology of Wome n, New York. Montly Review Press, 1975. 1 9 La contra-sexualidad afirma que en el principio era el dildo. El dildo antecede al pene. Es el origen del pene. La contra-sexualidad recurre a la noción de «suplemento» tal como ha sido formulada por Jacques Derrida (1967); e identifica el dildo como el suplemento que produce aquello que supuestamente debe completar. La contra-sexualidad afirma que el deseo, la excitación sexual y el orgasmo no son sino los productos retrospectivos de cierta tecnología sexual que identifica los órganos reproductivos como órganos sexuales, en detrimento de una sexualización de la totalidad del cuerpo. Es tiempo de dejar de estudiar y de describir el sexo como si formara parte de la historia natural de las sociedades humanas. La «historia de la humanidad» saldría beneficiada al rebautizarse como «historia de las tecnologías», siendo el sexo y el género aparatos inscritos en un sistema tecnológico complejo. Esta «historia de las tecnologías» muestra que «La Naturaleza Humana» no es sino un efecto de negociación permanente de las fronteras entre humano y animal, cuerpo y máquina (Donna Haraway, 1995) , pero también entre órgano y plástico. La contra-sexualidad renuncia a designar un pasado absoluto donde se situaría una heterotopía lesbiana (amazónica o no, preexistente o no a la diferencia sexual, justificada por una cierta superioridad biológica o política, o bien resultado de una segregación de los sexos) que sería una especie de utopía radical feminista separatista. No necesitamos un origen puro de dominación masculina y heterosexual para justificar una transformación radical de los sexos y de los géneros. No hay razón histórica susceptible de legitimar los cambios en curso . La contra-sexualidad «is the case». Esta contingencia histórica es el material, tanto de la contra-sexualidad como de la deconstrucción. La contra-sexualidad no habla de un mundo por venir; al contrario, lee las huellas de aquello que ya es el fin del cuerpo, tal como este ha sido definido por la modernidad. La contra-sexualidad juega sobre dos temporalidades. Una temporalidad lenta en la cual las instituciones sexuales parecen no 20 haber sufrido nunca cambios. En esta temporalidad, las tecnologías sexuales se presentan como fijas. Toman prestado el n􀁨mbre de «orden simbólico», de «universales transculturales» o, srmplemente, de «naturaleza». Toda tentativa para modificarlas sería juzgada como una forma de «psicosis colectiva» o como un «Apocalipsis de la Humanidad••. Este plano de temporalidad fija es 􀁩1 fundamento metafísico de toda tecnología sexual. Todo el trabaJO de la contra-sexualidad está dirigido contra, opera e interviene en ese marco temporal. Pero hay también una temporalidad del acontecimiento en la que cada hecho escapa a la causalidad lineal. Una temporalidad fractal constituida de múltiples «ahoras>> que no pueden ser el simple efecto de la verdad natural de la id􀁧ntidad sexual 0 de un orden simbólico. Tal es el campo efectivo donde la contra-sexualidad incorpora las tecnologías sexuales al intervenir directamente sobre los cuerpos, sobre las identidades Y sobre las prácticas sexuales que de estos se derivan. · La contra-sexualidad tiene por objeto de estudio las transformaciones tecnológicas de los cuerpos sexuados y generizados. No rechaza la hipótesis de las construcciones sociales o psicológicas del género, pero las resitúa como mecanismos, estrategia􀆂 Y usos en un sistema tecnológico más amplio. La contra-sexualidad revindica su filiación con los análisis de la heterosexualidad como régimen político de Monique Wittig, la investigación de los dis􀆃􀁯sitivos sexuales modernos llevada a cabo por Foucault, los análisis de la identidad performativa de Judith Butler y la política del ciborg de Donna Haraway. La contra-sexualidad supone que el sexo y la sexualidad (y no solamente el género) deben comprenderse como tecnologías socio-políticas complejas; que es necesario establecer conexiones políticas y teóricas entre el estudio de los aparatos y los artefactos sexuales (tratados hasta aquí corno anécdotas de poco interés dentro de la historia de las tecnologias modernas) y los estudios socio-políticos del sistema sexo/género. Con la voluntad de des-naturalizar y des-mitificar las nociones tradicionales de sexo y de género, la contra-sexualidad tiene como tarea prioritaria el estudio de los instrumentos y los aparatos sexuales y, por lo tanto, las relaciones de sexo y de género que se establecen entre el cuerpo y la máquina. 21