Memoria histórica e identidad
En torno a Cataluña, Aragón y Navarra
Ángel García-Sanz ;\Iarcotegui (editor)
Título:
Memoria histórica e fdenridad. En (omo a Cara/uña. Aragón y Nava".
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Ángel García·Sanz Marcotegui (editor). Josep M. Fradera. Carlos
Forcadell Álvarez. SOren erlnkmann. Femando Mikelarena Peña. César
layana lIundáin. JavIer Ugarte Tellería
Universidad Pública de Navarra: Nafarroako Unibertsitate Publikoa
Archivo Javier Sergua
PreteKto. preteKtorillcln.es
Ona Industria Gráfica
NA 2.571·2004
84·9769-061-3
e
Angel Garcia-Sanz Marcotegul (coord .). Josep M. Fradera. Carlos
Forcadel1 Alvarez. SOren Brinkmann. Fernando Mikelarena Peña. César
layana lIundáin. Javier Ugarte Telleria
C
Universidad Pública de Navarra
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•
Índice
Prólogo .......... ........ .............. .... .................. ..... ................... .. .......... .
9
¿Cómo medir lo nación? Una aproximación a algunos problemas de
leona a partir de los taJOS catalán y español. .................................. .......
J osep M. F ",dera
23
Ciudadanía y ャゥ「・イ。セウュッ@
en Aragón. E/justicia: de mito a monumento ....
Carlos Forcaden Alvarez
47
Monumentos contra el Estado unitario. Constnlcc1ón es/otal y resistencia
foral en el siglo X IX: Aragón y Navarra ................ ...... ...................... .. .
65
Soren Brinkmann
Protonovorrismo, libros y bibliotecas privadas durante el Antiguo Rigimen
Fernando Mikelarena Peña
89
Los Diputados a Cortes por Navarra ante la cuestión foral (1876-1901)..
César Layana llundáin
127
Pamplona, toda ella un castillo, y más que ciudad, ciudadela. ConsIrucción de la imagen de una ciudad, 1876-1941 ............ .. ....................
Javier Ugarte Teneó.
165
¿Historia a secas o también ha de hacer patria? La polémica en lomo a
Iq creación de un Centro de Estudios Históricos en Pamplona (1930) .....
Angel García-Sanz Marcotegui
261
7
Resumen: Un estudio de Pamplona (España) como una de las ciudades
decimonónicas europeas resueltas a resistirse al modelo de gran urbe
universal despersonalizada y anómica. Comparación con Vitoria, inmersa
en ese proceso.
Abstract: A study of Pamplona (Spain) as nineteenth-century European cities
resolved to resist the universal model impersonal and anomic big city. Comparison
with Vitoria, immersed in that process.
Palabras clave: Ciudad, urbanización, carácter, anomia, Pamplona,
provincias, siglos XIX y XX, cosmópolis.
Keywords: City, urbanization, character, anomie, Pamplona, provinces,
nineteenth and twentieth centuries, megalopolis.
For two centuries the idea of city’s transformation and social problems
that had been made in it has been one of the great obsessions of the
centers of power and the intelligentsia of the time. Between the
nineteenth and twentieth centuries, European cities have passed peculiar
features, themselves, part of a universal idea abstract of city: the cosmopolis.
It was a complex process, with its strengths and twists, in which the
Western world tended to be divided between the urban to which he
contrasted, also globally, the world of the village, the rural world. There
were cities that, for various reasons, did not follow this pattern. The
resistance forces were originated, some, ideologies attached to certain
new-romanticism and traditionalism. Others were of generic responses
to modernity imposing unwanted social patterns. Population centers
taking shelter before in the idea of "region", "homeland" —who the
head felt — that universalist approaches.
Pamplona belonged to that group of cities, far from the mainstream of
the time, held a town character, in which the elements of uniqueness
prevailed on cosmopolis abstract. Elements of continuity prevailed and
local identity versus abstract and anomie that supposed new cities.
Maintaining a great wall intact until 1915, had significant consequences
of a demographic and urban at the time of transition. Otherwise, the
relay in the power elites in the city were such that led to the
entrenchment of certain local ethos resorted to permanent memory
locations settled in the old city, and a nostalgic look and historicist about
their past. The article shows, moreover, through something as diffuse
linked to that culture of cities such as urban planning and architecture
(art and always between formal and material solution to a practical need
collective or individual), materials solutions were giving that peculiar
vision city. It is a study of cultural history and iconological seeking
discernment contribute elements to a socio-cultural history wealthiest
and adjusted to the reality of their time.
Durante dos siglos la idea de ciudad y los problemas de transformación
social que se venían produciendo en ella han sido una de las grandes
obsesiones de los centros de poder y la intelectualidad de la época. Entre
los siglos XIX y el XX, las ciudades europeas pasaron de tener rasgos
peculiares, propios, a formar parte de una idea universal y abstracta de
ciudad: la cosmópolis. Fue un proceso complejo, con sus resistencias y
quiebros, en el que el mundo occidental tendió a dividirse entre la urbe a
la que se le contraponía, igualmente de manera global, el mundo de la
aldea, el mundo rural. Hubo ciudades que, por razones varias, no
siguieron esa pauta. Las fuerzas de resistencia tuvieron origen, algunas,
en las ideologías incardinadas en cierto neorromanticismo y en el
tradicionalismo. Otras, resultaron de respuestas genéricas a una
modernidad que imponía pautas sociales no deseadas. Núcleos de
población que se refugiaban antes en la idea de “región”, “patria chica”
—de las que se sentían cabeza— que planteamientos universalistas.
Pamplona perteneció a ese grupo de ciudades que, alejadas de la
corriente mayoritaria de la época, mantuvo un cierto carácter de ciudad, en
las que los elementos de singularidad prevalecieron sobre el abstracto de
la cosmópolis. Prevalecieron los elementos de continuidad e identidad
local frente al abstracto y la anomia que suponían las nuevas ciudades. El
mantenimiento de una gran muralla intacta hasta 1915, tuvo
consecuencias notables de orden demográfico y urbanístico en ese
momento de transición. Por lo demás, los relevos en las elites de poder
en la ciudad se dieron de tal modo que propiciaron el arraigo de cierto
ethos local que recurría permanente a los lugares de memoria asentados en
la vieja ciudad, y una mirada nostálgica e historicista respecto a su
pasado. En el artículo se muestra, por lo demás, a través de algo tan
vinculado a esa cultura difusa de las ciudades como es el urbanismo y la
arquitectura (siempre entre el arte y una solución formal y material a una
necesidad práctica colectiva o individual), las soluciones materiales que se
fueron dando a esa visión peculiar de ciudad. Es un estudio de historia
cultural e iconológica que busca aportar elementos de discernimiento a
una historia socio-cultural más rica y ajustada a la realidad de su tiempo.
Pamplona, toda ella un castillo, y más que ciudad, ciudadela
Construcción de la imagen de una ciudad, 1876-1941'
•
Javier Ugarte
Pamplona 1850. por Aniceto lagarde. Reproducido en Juan José Martinena, Historias del viejo Pamplona, Pamplona 2001.
La agitación de una ciudad, su viveza o grisura, el modo en que se ve
a sí misma, la imagen que proyecta, su cultura difusa, han de ser "experimentadas más bien que examinadas", deCÍa el geógrafo-urbanista Emrys Jones'. Estoy de acuerdo. Imposible hacerlo, sin embargo,
si se trata de la evocación pasada de una ciudad en su propio tiempo,
la imagen que de si misma tenía la ciudad vieja'. Ésta ya sólo existe,
l. La frase es de Ángel María Pascual. Este artículo se ha realizado en el contexto de OtrOS trabajos del grupo de investigación consolidado, 9IUPV, 13655/2001,
dirigido por Luis CasrcUs.
2. Metropol;s, 1992 (1990), p. 13.
3. Hablo, claro está, de cierta imagen, en ocasiones poderosa. que las ciudades
proyectaron haci;! dentro y hacia fuera, cierra idea de riudad, en exp resión de Carl E.
165
JAVIER UCARTE
con frecuencia, como mero espectáculo turístico. Lo que en su día
fueron imágenes más o menos elocuentes, han derivado en arqueología, tópicos y lugares comunes para el consumo de curiosos y amigos
de la fabulación. Londres, Venecia o Ámsterdam la representaron vívidamente en su tiempo, hoy son simple objeto de atención por parte de las agencias de viaje.
No así, en su tiempo. Porque, en su día, Londres fue más que la
C ity de las finanzas y el comercio mundial. Río arriba, estaba la Abadía de W estminster. La C ity y Westminster, ambas, daban carácter
propio a la capital del mundo por entonces (s. XV1I) . Algo asumido
por los propios habitantes. Tras el incendio de 1666, Londres fue reconstruida como la Great Expectations City, la ciudad de las grandes
esperanzas (Dickens) con prolongación de las calles, canalización del
río y regulación de las nuevas construcciones. Así es como fue erigiendo su capital simbólico: de la vieja Abadía de Westm inster y el
edificio de la Bolsa de Jerman, al edificio del Parlamento (en neogótico inglés, 1835); de las nuevas canalizaciones, al mundo sórdido de
las callejas de Dickens. Proyectaba, más que la misma Inglaterra, la
imagen de ser la "avanzadilla de la humanidad". No era sólo una urbe
más, representaba un modo de estar ante la vida. Era LOl1dres, la Ciudad de la G randes Esperanzas.
Otras ciudades la fue ron imitando. O quizá, no; quizá, simplemente, sucedió. La imitaban no para reproducirla -como pasaría más
adelante- sino para generar su propio capital simbólico, su propio carácter local, acorde con la vida restringida de la época. Cada sociedad
urbana debía generar elementos de integración (la "ciudadanía" subordi naba entonces la persona a la comunidad), y proyectar, hacia
dentro y hacia fuera, una idea de ciudad. ¿Se buscó? Qyi-á. O, quizá,
simplemente, sucedió. En realidad, debieron ser las reglas de la época, la práctica y la costumbre, sobre las que la voluntad humana actuó
Schorske, que, más allá de sus promorores, caló hondamente en el tej ido social.
Imagen preponderante que convivió con otras paralelas, claro está, y con imágenes
alce rnarivas. Puesto que de eUa hablaremos, véase "La ciudad, P:lmplona", de Mi guel Sánchcz-Ostiz (Pll1llplona, Mad rid. 1994) , donde és te previene sob re los fáciles lugares com unes a que puede verse sometida la imagen de un:l ciudad.
166
PA.\IPLO:'llA. TODA eQlセ@
u:\' CASTILLO. Y MÁS QUE CIUDt\D. CIUDADELA
con fortuna variada. Lo que no cabe duda es que los centros urbanos
fueron el corazón de la vida social desde la Baja Edad Media.
La percepción de la ciudad medieval como mera mercado)' lugar de negocios de los propietarios de tierra fue progresivamente
transformándose tras el Renacimiento. Ya no eran lugares subsidiarios sinO protagonistas de una nueva economía y una nueva civilización, centros de poder y prestigio. Venecia, Génova marcaron la pauta. El Palacio Grimaldi Doria-Tursi (1565-1579), etcétera, de
Génova, o el Palacio Ducal de Venecia revalorizado, la Plaza de San
Marcos y los palacios y basílicas a orillas del Gran Canal marcaron
un hito: eran símbolos locales de poderío en e! mundo conocido. Las
casas comerciales de Ámsterdam sobre los canales, o las de Cádiz en
forma de "silla", buscaban diferenciar, señalar esa preciso entorno ur-
bano frente a otros.
Todo ello iba dando carácter propio a cada ciudad, a cada una de
ellas. De un conjunto de casas con mercado y catedral (homenaje al
rey y plaza pública, con hospital para peregrinos), pasó ésta a ser
protagonista de la nueva vida pública, y centro del nuevo poder. La
relación ciudad-campo se invirtió. Ya no eran los ricos terratenientes
quienes daban brillo a la ciudad: era ésta la que lucía con luz propia.
Ya no era e! Palacio de Chambord y otros de! Loira en Francia los
que atraían a los potentados , sino París, Ámsterdam o Viena. Cada
ciudad fue adquiriendo su perfIl y un modo de comportarse parti cular. Aquel modo de estar particular ante la politica, el comercio, el
luxus o el comedimiento, el arte o el trazado de las calles, impregnó
a sus habitantes. A sus personas, desde luego, pero, sobre todo a familias, clanes, gremios, cofradías, compañías, etc., entidades corpo-
radas que conformaban la entonces llamada "ciudadanía". Ámsterdam calvinista frente a la Bruselas católica e hispana, Rembrant
frente a Rubens, de la réplica a la recreación transmutada" todo favorecía la creación de un fuerte rasgo de identidad "ciudadana" particular.
4. SCHAMA, S., Los ojos de Rembrandt, Barcelona, 2002. Especialmente los primeros capitulos. O, rambién, 536 y ss. con los kloveniers.
167
J¡\VlER UG¡\RTE
Por otro lado, contra lo que ocurrió después, la distancia existente entre la vida dentro y fuera de los muros de la ciudad no era tanto
la del antagonismo. Sus universos se complementaban y necesitaban
mutuamente. El flujo era natural y el trasiego de productos y personas en ambas direcciones, cotidiano. La región de sustanciaba en la
ciudad.
•••
Con la industrialización y las ideas ilustradas del XVIII, las cosas
cambiaron sllstancialmente. Los ilustrados aspiraban a una ciudad
limpia, ordenada y geométrica, frente a la suciedad, los olores y el
desorden del campo, de la aldea. Aspiraban a "La Ciudad" genérica
frente al campo, también como categoría universal'. El modelo reticular de urbanización de USA en el XVIII-XIX estuvo inspirado en
ello. También pequeños pueblos de Cádiz creados con el impulso colonizador ilustrado del XVIII español.
Sin embargo, la industrialización provocaba, al poco, el caos y la
suciedad -de otro tipo, pero suciedad al fin y a la postre- también en
las ciudades. Caos y suciedad que esperaba resolver el modelo de urbanización haussmanniano, heredero de la Ilustración en tiempos de
industrialización (el que aplicó Cerdá a Barcelona en E spai;a).
Pero, para lo que nos interesa, la ciudad concreta fue perdiendo
SllS rasgos particulares. Londres ya no era la Ciudad de las E speranzas, era la City de las finanzas, y París, la ciudad de la, luces (más tarde, ambas convergerían en New York). Eran la ciudad sin aditamentos.
Todas las demás intentaban imitarlas. Ya no se aspiraba a caracterizar
a cada una de ellas sino a remarcar su halo eminentemente urbano, a
ser posible, réplica de París o Londres'. Eran los tiempos de la cosmópolis. El tiempo de Gotham (antiguo nombre de ueva York), la
5.
OUTHAL, A., Urhan AntrO'pology: Gron Cultural SludilS
of Urbaniza/ion,
Londres, 1973.
6. Ya no cabía, volviendo a Dickens, hacer una Historia de dos dl/dodes (Londres
y París a fines del XVlIl). Era la gran urbe, la ciudad. Y, las experiencias, intercambiables.
168
PA.\IPLO:-':A. TODA EUA u;.¡ CASTILLO. Y i\IÁS Q!,JE CIUDAD. CIUDADELA
ciudad de Batman y Robin (1939, Bob Kane y BilI Finger), arquetipo
de toda ciudad que se preciara: solemnes edificios públicos, teatro,
ópera, museo, hipódromo, modernos servicios municipales, buena
sociedad y edificios espectaculares. Nada que señalara un rasgo propio, diferencial, característico (más allá de algún símbolo de grandiosidad: Torre Eiffel, Estatua de la Libertad). Desapareció la aspiración
por una cultura urbana particular (Venecia, Cádiz o Ámsterdam) a
favor de una idea de Gran Urbe universal, la gran metrópoli. Ésta no
tenía competidor, naturalmente, pero sí su reverso : el campo, la aldea. La ciudad, por su parte, se había convertido en un entorno impersonal y nuevo, sin elementos de identidad, una idea abstracta. Así
lo decía Arthur Rimbaud:
"Soy un efímero y no demasiado descontento ciudadano de una
metrópoli que se juzga moderna porque todo guSto conocido se ha evitado en los mobiliarios y en el exterior de las casas tanto como en el
plano de la ciudad. Aquí no señalaríais los rastros de ningún monumento de superstición. ¡La moral y el idioma, en fin, están reducidos a
su expresión más simple! Estos millones de gentes que no necesitan conocerse conducen tan parejamente la educación, el oficio y la vejez, que
el curso de la vida debe ser muchas veces más corta de lo que una loca
estadística encuentra para los pueblos del Continente".
Algunos arquitectos se inquietaron ante esa perspectiva de despersonalización y realidad abstracta. Un sector tendió a inspirarse en
el pasado medieval lleno de referentes, decían. En realidad, añoraban
el reciente pasado perdido. El Medioevo no era sino un elemento
simbólico a través del que se aspiraba a una modernidad diferente' .
En general, surgieron, los neos -como epítome nostálgico o regenerador-, especialmente, el neogótico.
7. Ver SCHORSKl-:, C.E., "'El neomedievallsmo y su conten ido moderno: Coleridgc, Pugin y Disracli", en Pensarcon la historia, Madrid, 2001.
169
JA\1ER LIGARTE
Dos ciudades. "Una ciudad cristiana en 1440": '"La misma ciudad en 1840" por
A.W.N. PuGIN. Sobre el caos real o imaginado por algunos nuevos urbanistas'.
En poco tiempo, los aldeanos, campesinos o jornaleros, llegaron
en masa a las pujantes ciudades para convertirse en habitantes de barriadas de chabolas en una irregular expansión. Aquellas barriadas de
mineros O metalúrgicos parecían más bien "ciudades campesinas" y
reproducían rasgos de la primera marea humana llegada a Londres
con la indu strialización inglesa.
Con el nuevo estado de cosas se generó una distancia -en general, displicente, despectiva- entre la ciudad (los "urbanos") y el campo
(los "aldeanos" y "rústicos", "pataudes" y "paysan", "grobian" o "villager";
los "Domingos", los "Txomines", los "Pellos" o los "BIases" en la literatura española de la época). Era el reverso, la no-ciudad. Los gobernantes y elite de las ciudades, a pesar de depender más que nunca de
• AUguSNS Welby 1 • Pugin (1811-1852), arquitecto ingles, autor (con Charles Barry) de.! edificio del Parlamento inglés, que cncabezó y (corizó sobre el movimiento neogótico victoriano e inspiró el prerrafaelismo. La imagen de este radical
contrastc imaginado por él se encuentra en su libro Con/raJ/J (1836). Ver nota anterior.
170
PA.\IPLO:-IA. TODA ELL-'. lf.'\ CASTILLO. Y l'.lÁS QyECIUDAD. C IUDADELA
la producción alimentaria y primaria de su hiterlol1d agrícola, abundaron en esa idea. Habían vuelto la espalda a su entorno campesino.
No en la práctica (vivían de él), pero sí en la apreciación de las cosas.
Al campo y al mundo del campesino se les mantuvo en ese tiempo
siempre bien alejados. Incluso los sectores con menor prestigio de la
ciudad, se sentían arrogantemente superiores al "aldeano", e intrínsecamente diferentes a él'.
•••
Esto ocurrió. Pero no en todos los casos. Hubo ciudades que, por
uno u otro motivo, realizaron ese tránsito de otro modo. Fueron mu-
chas, más de lo que suele decirse: la propia Ámsterdam o Venecia,
por razones obvias. Entre las más modestas, algunas ciudades no se
sintieron parte de esa metrópoli universal y conservaron sus signos
propios. ¿Razones? Varias. Algunas de orden ideológico incardinadas
en cierto neorromanticismo y en el tradicionalismo'·. Otras de respuesta genérica a una modernidad que imponía pautas no deseadas y
que se refugiaba antes en la idea de "región", "patria chica", uprovince", "terroir" o" Heimal', con una cabeza urbana refractaria a los símbolos más evidentes de aquélla ll . También a corrientes nacionalizadoras de COrte agrarist. y esencialist. surgidas en el cambio entre los
9. Puede ellcomrase este punto de vista, con variantes, en C INEIl, S., "Ciudad
y poli teya en la Europa meridional. Algunas reflexiones históricas y sociológicas",
en Allna Alaban, Soledad Carda y Salvador Ciner (comps.), C/ast. poder y ciudad,
Madrid, 1994
10. CASPISTECUI, F.L '''Esa ciudad maldita, cuna del centralismo, la burocracia
y el liberalismo': La ciudad como enemigo en e1 tradicionalismo español", en POZO
MUNICIO, J.M. (coord.), Ar'lui/u tura. ciudad e ideologia an/illrbana, Pamplona, 2002
(Actas del 1]] Congreso de Arquitecrura, ciudad e ideología urbana, marLO de 2002,
Pamplona. Congreso de arquitectura, ciudad e ideología urbana). Aunque Caspistegui hace referencia al rechazo de "la ciudad", habla en ese sentido metropolitano al
que aquí me estoy refiriendo.
11. A.PPU·:CATE, C., A No/ion ofPrO"'vinaals. The German Idea ofHeima/, Berkeley-Los Angc1es-Oxford, 1990. Sobre la idea de "provincia" UCARTF., J., La Iluroa
Co'Uadonga il1surgmlt. Ongefw locialel y culturaltl de In sublt1.mci6n dt 1936 m Navarra y e/ PtlÍJ G セ オ」ッL@
i'Vladrid, 1998, especialmente en las Conclusiones.
171
JAVIER UCARn:
siglos XIX YXX (ver infraJI2. En la mayoría de los casos, a una combinación de todas ellas y otras de orden local.
Pamplona fue una de esas ciudades que mantuvo su carácter y se
"resistió" al modelo de modernidad que marcaba la gran metrópoli.
Es de lo que se trata. Revivir aquella idea difusa pero poderosa
del carácter de una ciudad, Pamplona, que fue tomando forma entre
finales del XIX y principios del XX. Aquí, sin embargo, me limitaré
a señalar indicios razonables de que eso fue así y algunas razones por
las que ocurrió esto, dejando para escritos posteriores un análisis más
pleno de los rasgos que lo caracterizaron (sin eludir éstos aquí).
Su perfil especial hizo que la idea urbana predominante en la capital navarra (o, si se prefiere, la ideología dominante dellugarJ transmitiera un espíritu de ciudad que afirmaba su singularidad antes que
su participación en la cosmópolis universal. Pervivió una considerable
identidad comunitaria donde ésta prevalecía sobre la persona, manifiesta en el señalado perfil y las relaciones sociales del espacio "intramuros" (toda Pamplona hasta 1920). (Un espacio que, por cierto,
nunca hasta hoy ha sido redefinido como "centro histórico" con fines
turísticos.) Aquello implicó en la práctica unas relaciones de solidaridad y reciprocidad entre sus habitantes, asimétricas por definición
(patronazgo, clientelismo), que ayudaron, quizá, a hacer frente a los
cambios económicos en aquella coyttntura, pero que en su momento,
debilitaron la intensidad de la corriente modernizadora de la
ciudad D Todo aquello iría desdibujándose con el paso de los años (y
a ello, paradójicamente, colaboró Ernest H em ingway, universalizando con exotismo y tópicos -hasta el punto que los del lugar no lo
aceptaban- algo tan local como era una fiesta de valor y sangre: el
"encierro").
Este fue, como he rucho, un fenómeno bastante habitual (aunque
poco estudiado) en la zona mediterránea. Pero también en centro-
12. Un trabajo interesante en esa dirección, donde se cita una amplia bibliofrafía en ] CLESIAS, j.R. }' SANCHEZ j.A., "Bases ideológicas para la recuperación del
pazo gaUego en los años 30", en Pozo M tn'HCIO, j .M . (coord.), ArquiuClura ...
13. GINER, S., "Ciudad y politeya ......
172
paNZ|iGloセ@
TOO:\ ELL.\ UN CASTILLO, Y セias@
QUE CIUDAD, CIUDADELA
Europa o zonas de la Gran Bretaña menos industrializada". Ciudades que afirmaron su singularidad en ese momento de universalización de los valores de la urbe.
Vistas de Urbino (Italia) y de Pamplona con sus torres marcando el perfil de la ciudad.
y como contraste, los temores de A.W.N. Pugin (ver Ilustración TI)
materializados en una gran parte de las grandes ciudades de Europa
y EE.UU. (véase un caso extremo, Yorkshire, Inglaterra). Materializados de un modo más drástico de lo que nunca él pudo imaginar.
Colne Valley Yorkshire (Inglaterra). Principios del XX.
14. Véase, por ejemplo, "English local history: Scope and Agenda", en ACIJ. (cd.) , Per5pective5 on English Local Hillary, Bilbao, 1993.
RREAZKUENACA,
173
JAVIER UCARTE
Pero, como norma general, como idea rotunda que se imponía
sobre las realidades más "ariadas, dominaba aquélla que mostraba la
universalización del espacio urbano como un continuo abstracto global, la ciudad (cuyos modelos podían ser París o ueva York; pero a
nivcllocal, Barcelona o Bilbao, e incluso, Madrid), sede de la civilización moderna, una civilización con vocación de generalidad frente
a lo local. Frente a él, otro concepto también universal: el campo; menospreciado -ya se ha dicho- como espacio arcaico e inmóvil, lugar
de pasiones y valores rústicos-elementales u
Pamplona, no. Pamplona perte neció a aquél grupo de ciudades
que, alejadas de la corriente mayoritaria de la época, mantuvo un
cierto carácter de ciudad, en la que los elementos de singularidad prevalecieron sobre el abstracto de la cosmópolis. ¿Las razones? Es lo que
intentaré exponer como un primer ensayo de una investigación más
amplia. También mostrarlo a través de algo tan vinculado a esa cultura difusa de las ciudades como es el urbanismo y la arquitectura
(siempre entre el arte y una solución formal y material a una necesidad práctica colectiva o individual, un elemento ajeno a la "belleza",
y, sin embargo, sujeto de ostentación, de proyección pública, cargado
siempre de un intenso simbolismo) .
•••
E n este punto debe uno asent ir a lo dicho por E.H . Gombrich
sobre el arte cuando habla de combatir la idea de éste como simple
15. Naturalmente, éstos eran constructos ideales como el recogido aquí de
Rimbaud. Walter Benjamin, en su lnfonaa en bセイᄀ[B@
hacia 1900 (1950; consulro la
edición de Barcelona, 1992), una de las grandes ciudades del momento. reconstruye
un mundo Ueno de referentes concretos: la esquina entre las calles Steglirz con
Genthin y el mirador de su na, el :Mercado de l\Ilagdeburgo, las cafeterías del zoológico conocidas como -avenida del mentidero", cte. Claro que su mundo infantil
estaba "aprisionado" por el barrio de propietarios del antiguo y nuevo Oeste. Otro
tanto puede decirse del Bron.x de italianos, polacos y griegos, etc. en lueva York,
referencias identitarias concretas para muchos, pero que nunca se convirtieron en
idea dominante de la época. El propio Benjamin escribió el ensayo "París, capital
del siglo XIX" en el senrido que sostengo en el textO.
174
pa
N |i p l o セ aN@
T ODA ELLA lJX CAsnLLO. y
MAsQUE CIUDAD, CIUDADELA
expresión y síntoma de un estado social" . En efecto, lleva razón. También en e! caso de la arquitectura. Podemos comprobarlo en e! caso
del arquitecto pamplonés Víctor Eusa, creador, como veremos, de un
estilo local. A pesar de su pensamiento y programa arquitectónico, realizó obras en el mejor y más puro estilo de! art déco (Casino Eslava,
1931)'0 el racionalismo próximo al estilo internacional de la época
(Asilo de Tafalla, chalet de los Erroz, 1933), radicalmente diferentes
a su proyecto y acordes con los requerimientos del propietario del
edificio o la obra.
Sin embargo, la arquitectura, tomada en su conjunto, está especialmente cargada de simbolismo social y tiende a responder a gustos
colectivos generalizados entre los futuros propietarios de los edifi cios. Tiene su carga artística (aunque hubiera quien lo negara, como
el arquitecto vienés Adolf Loos), pero sus soluciones formales y materiales responden también a necesidades prácticas; y, con frecuencia,
antes a los gustos del promotor que a los del arquitecto (en este caso,
al artista). Una casa no es una pintura. Y, aunque la segunda deba
buscar e! gusto de! comprador para ser objeto de mercado, en él se
aspira desde el romanticismo -no antes- a que aflore la genialidad
del artis ta. En la arqui tectura, no. Ésta debe satisfacer al promotor y
expresar sus ansias de proyección social, utilidad, o comodidad.
Siempre, y aún hoy, la arquitectura (obra de aste o mera construcción
práctica, más propia de ingenieros) ha interpretado mejor que cualquier otra forma de creación el Geisteswerke de una época, de un colectivo o de una corriente cultural. Los propios arquitectos y sus
apreciaciones teóricas han estado siempre muy conectadas con las labores prácticas de construcción y las demandas de los patrocinadores.
Las ciudades son quizá las que han venido a dar sentido más
completo a las obras de arte. Pero, a su vez, el conjunto articulado de
éstas (edificios, murallas, estatuas y monumentos, pinturas y frisos,
música, teatro o danza, los propios discursos sobre la ciudad o la poesía), como conjunto articulado acaban construyendo el propio significado de la ciudad en el marco de cierta cultura difusa de ésta.
16. Ideales e ídolos, Emayo sobre los valores en la his/orio del (Irte, Barcelona, 1979.
175
j.\\LEJt UCARTE
1. Pamplona, ciudad singular
Pamplona, como he dicho, peneneció a aquel grupo de ciudades que,
alejadas de la corriente mayoritaria de la época, mantuvo un cieno
carácter d. ciudad en la que los elementos de singularidad prevalecieron sobre el abstracto de la nueva cosmópolis. En su caso, pervivió un
urbanismo y una arquitectusa que quedaron como memoria sólida en
la vieja ciudad "intramuros". El peso y la resonancia que para todos
sus habi tantes tuvieron sus calles, nunca vueltas a trazar (Estafeta,
Tejería, Descalzos o Dormitalería; calle Mayor, Zapatería, bajada de
Javier o la de la Merced), sus edificaciones, de la Torre de an Cer-
1"
j..
o"
• Plaza del Castillo
Pamplona en 1719. Esqueleto de la vieja Pamplona.
176
paN|il
o セaN@
TODA ELU\ セ@
CASTlu..o. y セャ ウ@
QYE CIUDAD,CIUDADEL\
nín, el Palacio de los Guenduláin a la Ciudadela, y la Plaza del Castillo, corazón de la vida pública de la ciudad, y la tuvieron en cada
uno de los puntos de referencia cotidianos (pastelería, sombrererías,
peleterías, tiendas varias, conventos, casas blasonadas y palacios, sus
cafés y sus jugueterías), elementos, todos ellos, que marcarían una
imagelf tout court de la ciudad; muy especialmente para sus habitantes. La trabazón de todos aquellos elementos de memoria configuró
un cierto Ceisteswerke /oca/ista que perduró en el tiempo.
El hecho cierto es que Pamplona fue en el recuerdo de los dcl lugar -para bien o para mal- sus murallas con baluarte en el Redín y la
ciudadela, sus portales de entrada y salida, y sus burgos, nunca apaciguados pero simbólicamente hermanados dentro de la ciudad (ciudad
familiar, ciudad sin conflicto) , su catedral de fachada barroca e interior
gótico, su tres torres, el encierro, mantenido a finales del XIX contra
las tendencias higienistas de la época, y la fiesta de San Fermín (con su
feria), la Plaza del Castillo, alfa y omega de la vida de la ciudad, San
BIas, el voto de las Cinco Llagas, la llegada de San Miguel in exce/sis
en julio, la procesión del Viernes Santo y del Corpus, La Virgen del
Camino y Santa María la Real, y los glacis de la muralla con los agricuIrores-urbanos que dejaban secar allá su cereal ... amén del ruido de
los cascos de la caballería de la guarnición instalada en la ciudad. Rafae! Garda Serrano, escritor tocado por e! modernismo de la Falange,
recreaba en esos términos de arquetipo de ciudad antigua y el1tr01iab/e
e! ambiente de la Pamplona de los años treinta del XX: "Las dianas
militares despertaban a los dormidos. La luz era clara y casi caliente y
daba gozo ver los gallardetes de la plaza [del Castillo), la limpia silueta de las torres, e! gris verdoso de las murallas y el amplio arco huertano que va desde la Media Luna hasta el costado fabril de la Rochapea", en un momento en que "la diana militar, por abajo, y la celeste
diana de las campanas, por arriba, proporcionaban un gustoso sosiego"
a la ciudad" . Los ejemplos podrían multiplicarse" .
17. GARCÍA SERRANO, R. , Plaza del Cmtillo, Barcelo na (edición original de
195 1), p. 141.
18. FULl.AONOO, j.D., H istoria arquitulurn (onumpordlll:a tspa,¡ola , Madrid,
1971, ante la planta de la viej a ciudad de Pamplona, recoge acertadame nte estas
177
]1\VlER UCARTE
Milán y Pamplona. Transformaciones de trazado en la zona del Duomo de Milán (17301960) Y continuidad en el trazado del casco viejo de Pamplona en torno a la Plaza del
Castillo (1719-1989).
palabras redactadas po r Una muna que enfatizan el poder emotivo de la primera
memoria, su componente comunitario y fam iliar, cálido, y las posibilidades de que
aquella adquiera un significado colectivo: "Cuanto más prospera y crece mi pueblo,
menos me atrae ... Es hoy la casa de todosj enhorabuena, así debe ser. Así debe ser,
pero ¡ah!, ¡ah!, ¡los tiempos en que era NUESTRA casa, la de la familia, que poco
más que por muertos y nacimientos se renovaba! Sólo lo pasado es poético, sólo lo
que he vivido".
178
paN|iloセ
N@ TODA ELLo\. ID' CASTILLO. Y "'lAs QUE CIUDAD. CIUDADELA.
La ciudad an tigua gravitaba sobre las mentes de los pamploneses
de los años treinta del XX con el mismo poder simbólico, si no mayor, que entre los habitantes del XIX. Su entramado y sus rincones
permanecieron inmutables entre el siglo XVIII y el XX. Ocurrió en
otras ciudades. 10, desde luego en París, donde Haussmann rehizo
toda la .iudad en pocos años. Tampoco en los EE.UU., en los que
una planificación exnovo permitía la urbanización en parrilla siguiendo el caso de Manhattan. En Europa, la vieja ciudad, con sus callejas
y rincones, había tenido entidad. Pero, con el inicio del siglo XIX, se
dio paso a su demolición y transformación (véase el caso de Milán en
la ilustración). Aquel laberinto de calles insalubres, de casas hacinadas o poco funcionales, fue dando paso a calles más rectilíneas y a nuevos edificios de viviendas, centros de comercio, etcétera. Y, en aquellos
lugares en que no se dio esta reorganización callejera, la vieja ciudad
perdió su rango central en la vida de la urbe. El centro de gravedad
en la gran mayoría de ellas se trasladó a los nuevos ensanches construidos a lo largo del XIX según aquellos principios de racionalidad
y trazo rectilíneo. Esta fue la pauta general.
No ocurrió otro tanto en Pamplona. ¿Por qué? セ←@
circunstancias, qué variables se dieron para que aquello fuera posible -o incluso
deseable para algunos-, y lo fuera de ese modo? ¿Por qué una ciudad
entre tantas "eligió" ese otro camino hacia su inserción en la modernidad? Hablar en este sentido holista de una ciudad no es sino un recurso narrativo. La realidad histórica de la ciudad es más compleja (y
así la contemplaremos). Sin embargo, nos ayuda a entenderlo. Máxime cuando se trata de apreciar el imaginario colectivo predominante.
Incluso, cuando en 1920 Pamplona inició su crecimiento "extramuros" -la última ciudad española en hacerlo, exceptuando Cádiz-,
la vieja ciudad conservó todos sus servicios, los lugares de sociabilidad y centros de poder de todo orden. En el propio Ensanche, como
homenaje a la vieja memoria urbana, parte del fasto y proclamación
de cierta categoría social en sus elites, y rasgo de un estilo propio de
ciudad, se construyeron un buen número de palacetes, hoteles y chalet en los que, más que una quiebra con el poderoso simbolismo de la
vieja ciudad, aquélla iba a ser reafirmada. El uso de los nuevos materiales)' técnicas de construcción se puso al servicio de una idea de una
179
j.\VlER UGARTE
Pamplona historicista, alimentada ahora de nuevos conocimientos y
aspiraciones positivistas. Será, definitivamente, el arquitecto Víctor
Eusa en los treinta y cuarenta, especialmente en sus obras de uso colectivo, quien lograra una síntesis entre modernidad, historicismo y
espíritu local que quedaría como arquetipo del edilicio pamplonés.
•
••
Los .í,OS veinte eran, por lo demás, tiempos nuevos. La posibilidad de un cambio de orden socialista, revolucionario o no, había despertado múltiples reacciones negativas. Algunas eran puramente de-
fensivas. Otras, se soportaban sobre cambios en el humus cultural del
momento. Desde hacía años, Europa era recorrida por un rebrote naturalista y neo-romántico, un movimiento que reivindicaba la espontaneidad local frente al "amaneramiento" de las grandes capitales, la
recuperación de un "alma propia y natural", del mundo agrario, frente al universalismo abstracto de los tiempos y de la civilización urbana.
Parafraseando a Marx, buscaba su poesía en el pasado como aspiración de porvenir. Aparecieron fustigadores del desarraigo y defensores de la vuelta a la tierra natal, de la recuperación del "verdadero
hombre nacional" asociado a los valores rurales y en la patria chica. Una
inclinación, ésta, que derivó en el nacionalismo integral, una corriente
intelectual y política que antecedió a los ultranacionalismos del siglo
XXI' . A partir del Richard W agner tardío, Houston S. Chamberlai n,
Juli us Langbehn, Paul De Lagarde, Georg von Shoenerer, Karl Lueger, Pasquale TurieUo, Giovanni Papini, Enrico Corradini, Alfredo
Rocco, Maurice Barrés, Édouard Drumont, León Daudet y, sobre
todo, Charles Maurras, fundador de L'AcfÍon Franfais< y Oswald
Spengler con su La decadencia de Occidente (1918-1922), las cosas
empezaron a remitir para el universalismo progresista, para la abstracta modernidad de la gran ciudad. Una nueva cultura política
emergía enfrentándose al racionalismo ilustrado, reivindicadora, en
el caso de Spengler, de las antiguas culturas "bravías" y "sanas", ajenas
19. Ver UCARTE,J., "Elites", en OSÉS, J.M.,10 palabras 、。 カセ@ sobre el nnáonaliJmo, Esrella, 2001, pp. 196-204, Yla bibliografla citada en la nota 67.
180
PAMPLONA. TODA ElJ...A UN" CASTIlJ..O. y i\IAS QUE CIUDAD. CIUDADELA
a las "perversiones" de la civilización moderna. En España, desde el
católico militante Marcelino Menéndez Pelayo al último Eugenio
d'Ors, Víctor Pradera, R amiro Maeztu o Ramón Basterra 20, replicaron y continuaron en términos propios aquella corriente. En conjun-
to, llegaron a generar un potente movimiento intelectual en toda la
Europ. que fue tomando diversas formas poüticas y sociales.
Más allá de esto, respondía a una corriente de neorromanticismo
esencialista que en España, de la literatura con Unamuno y Azorín a
la pintura de Zuloaga y Sorolla, de la zarzuela a la corrida de toros
(Lagm·tijo y Frascuelo), del costumbrismo a las piezas hispanas de
Isaac Albéniz y Falla, del neomudéjar al pintoresquismo y al regionalismo en arquitecrura, representó una voluntad de vuelta a los "orígenes naturales de la nación". Es lo que en otro lado he llamado cultura
castiza". Fue una corriente de nacionalismo genuino y mal represen-
tado poüticamente en E spaña. (O tros países lo transformaron rápidamente en corriente de adscripción política.)
Fue el contexto en el que se desarrolló y arraigó la idea localista
de Pamplona. Por un lado, el peso de la cosmópolis racionalista, a la
que Pamplona (o sus sectores más influyentes y poderosos, de la
prensa a los consejos de administración) había sido refractaria. Y, de
otro, el resurgir de cierto naturalismo localista al que alimentó y del
que se nutrió la imagen de pamploneidad. Frente al peso del Intemacional Style de los Ludwig Mies Van der Rohe, Henry Van de Velde,
AdolfLoss, Walter Gropius, Moholy-Nagy, etcétera, que hacía tabla
rasa de toda peculiaridad" , resurgían corrientes locales neorrománticas que en arquitectura impulsaron en España el neo-mudéjar, el regionalismo y el castellanismo, que se vio representado en la Exposición Universal de 1929 en Barcelona (frente al Pabellón alemán del
20. Sobre esta corriente en España, véase GONZÁLEZ CUEVAS, P.C., "La recepción del pe nsam iento conservador- radical Europeo en Espai\a (1913-1930)", en
M ILl..J\N,J. (ed.), Carlismo y (onlTarrrooluúóll en la Espar,a cOTlltmporólUa, Ayu 38
(2000).
21. UCARTE,j., La Tlueva Covadonga insurgente... , pp. 311-339 YConclusiones.
22. OTXOTOREl'lA, j .M., A rquitectura y proyecto moderno. La pregunto por /(1 1110demidad, Barcdonll, 1991.
181
JAVIER UCARTE
arquitecto gennano-estadounidense Ludwig Mies van der Rohe, esencia y compendio deJ Estilo Internacional)" .
•••
Mi tesis a este respecto contempla elementos de posibilidad, circunstancias históricas y agentes sociales. Los elementos de posibilidad
son inhere ntes al hecho de que Pamplona mantuviera su estatus de
ciudad-baluarte español en la línea de los Pirineos occidentales hasta
bien entrado el siglo XX. Una suposición militarmente abs urda con
el armamento desplegado ya desde las guerra civil americana (18611865) o la guerra austro-prusiana (1866); constatado, por lo demás,
con el bloqueo carlista de la ciudad (1874-1875)". Aquella condición
le obligaba a mantener en pie unas obsoletas murallas y la Ciudadela, pura arqueología militar. Por otro lado, le impedía crecer (sólo en
1901 una ley permitió dos barrios extramuros: la Magdalena y Rochapea). El resultado fue un crecimiento vertical considerable en los
edificios de viviendas, motivo de reiteradas protestas higíenistas, un
urbanismo perdurable, un entorno radicalmente rural-que se adentraba en la propia ciudad-, y la continuidad más absoluta en la trama
social tradicional y comunitaria. Todos ellos generaron una urdimbre
de elementos simbólicos y el retículo cultural en el que se representaba la ciudad .
Si aquel fue el elemento de posibilidad, las circunstancias históricas vinieron a apoyar Jas opciones de conti nuidad en la memoria de
la ciudad. Por un lado, las propias limitaciones físicas de espacio hicieron impensable una razonable renovación demográfica que rompiera con los usos locales. Es cierto que su población creció, y, en parte, se transformó en su estructura". Era inevitable. Pero, desde 1860
hasta 1920, su número se mantuvo en los veintitantos mil habitantes.
23. El arquitecto Femado Chueca Goitia lo sintctiz..'lría y reivindicaría años
después (Lo 、セウOイオHcゥ
Vョ@ 、セOャ・ァ。ッ@
urbanutico apañol, Madrid, 1977).
24. Puede verse kecalセLjN@
His/oria de la guerra, Barcelona, 1995, pp. 428 Yss.
25. Ver MENDlOLA, F., Emigracion.jamilin y empleo. Es/rn/eginsfomilinru en los
inicios de la illdustrialización, Pamplona (1840-1930), Bilbao, 2002.
182
PAMPLO:"A. TODA ELLA UN C.o\$11 LLO, y セ ャ
s@ QUECIUDAD, CIUDADE1.J\
Un número reducido de personas que permaneció casi invariable - no
necesariamente "inmóvil"- durante sesenta años, con aportes especialmente de la provincia (incluso de su Cuenca), un en torno, la "pa_
tria chica" (recuérdese lo que se decía supra), radicalmente influido
por la cultura de su núcleo urbano de referencia.
Entre las circunstancias históricas debe considerarse un relevo
relativo en las elites ciudadanas. Éste se produjo como sustitución
natural a mediados del XIX entre una vieja elite de comerciantes, hacendados y propietarios-rentistas por otra formada por empresarios,
financieros, constructores y profesiones liberales (si n descartar los
anterio res)" . El relevo fue claro y afectó a las familias preeminentes.
Sin embargo, en ese momento, en nada afectó a la "imagen de la ciudad". La nueva elite se instaló y pobló las mismas calles, casas y círculos de sociabilidad que la anterior ( uevo Casino, Teatro Nuevo). El
relevo se produjo "dentro" de la vieja ciudad sin que en ningún momento necesitaran fomentar nuevos valores de modernidad que no fueran los del mérito, la inversión y el beneficio (que no es poco). Apenas
nada cambió tampoco en cuanto a las dimensiones económicas de las
nuevas fortunas27 n.i a la visión que se te lúa de la ciudad. Es más, les resultaba de gran utilidad la antigua idea de fraternidad y comunidad con
la que enfrentarse a las tenues corrientes de protesta y la llamada
"cuestión social" que aparecían por el tiempo en Pamplona.
Por lo demás, la creación del nuevo Ensanche, que pudo propi ciar fomlllas con.siderables (son conocidísimas las fortunas hechas en
Manharran por los Vanderbilt y especialmente por John J acob Astor
sobre la base de la especulación del suelo e inmobiliaria; a menor escala, sucedió otro tanto en la mayoría de las ciudades españolas), fortunas interesadas en desplazar el centro de atención hacia la nueva
superficie a edificar; un nuevo espacio dinero, modernidad y poder (y
26. ERRO GASCA, C., Promoción
1830-1913, Pamplona,1997.
セ ューイ
・ ウ 。 イゥ。ャ@
y cambio económico en Nav arra,
27. Salvo quizá la de Sempio Huici, pero que en poco tiempo prolongó su vida
empresarial en Madrid. Puede seguirse en M . CABRERA, L" industna, la ーイ セ ョウB@ y 1(1
po/{/icn: Niroltís Mar(a de Urgoiti (1869-1951), Madrid, 1994.
183
JAV1ER UCARTE
la potenciación de una nueva imagen de ciudad), se hizo de tal modo
en Pamplona, que imposibilitó las formas especulativas habituales en
toda Europa y en EE.UU., donde sí propiciaron relevos drásticos en
las elites.
Finalmente, una buena parte de la elite de las letras y la culrura
local, estrechamente vinculada con la elite de poder económico y político (no necesariamente unitario), trabajó denodadamente por preservar la vieja idea de ciudad, contraponiéndola a las nuevas corrientes por foránea s, ajenas, e incluso agresivas". Una percepción de lo
propio, que en numerosas ocasiones impregnó incluso a corrientes de
pensamiento alternativas".
2. La fortaleza
Pamplona era por entonces, a principios del XX, una ciudad en la
que los aires de modernidad, aunque tenuemente, habían arreciado
yaJO. Sin embargo, debido a la función militar que el gobierno seguía
absurdamente asignándole, su espacio urbano se hallaba aprisionado
por unas viejas aunque férreas murallas. Por su parte, se sentía, sobre
todo, clipula de un universo que había sido el suyo, Navarra, el "reyno",
28. Lo que pudo verse especialmente duran te la República. Ver UCARTE, J.
"Un episodio de 'esti lización' de la política antirrepubLicana: la fiesta de San Francisco ):l\,jer de 1931 en Pamplona", en CASTELLS L. (dir.), El rumor dt lo cotidiano.
ES/lidios sobrt tI Paú Vasto (on/tmporónco. Bilbao, 1999. Y m:\s en generul, centrado
en elementos de literatura, lRlARTE LóPEZ. J., Tramas df idm/idod. Li/aa/lIra y イセᆳ
giqnalism, tn NOfJa"a (1870-1960), Yiadrid, 2000.
29. Es el caso de Félix Unlbayen, novelist2, republicano convencido, iconoclasu en muchos aspectos, pero apegado a no pocas fórmulas 10000es. Otro anto puede
decirse del pintor Javier Ciga. Vid. UC.O\RTE,)., La nuroo Cf/t1adonga ... , pp. 322323.
30. Es un caso frecuente entre las ciudades espanolas. Así, piU"3 Zaragoza, Fern:\ndc'Z Clemente y Carlos Forcadell (JIrogón (ollUmpordnco. Es/udios, Zaragoza,
J984) hablan de una lOtiedod ;nmúvil en el siglo XIX que iniciaba en el XX un proceso dc transformación del espacio urbano pero lur/o y tUUlO. En el caso de Pamplona, los f.'1ClOreS rerardatarios iban a ser aún más nombles.
184
PA.\IPLQ:-IA. TOD.o\ EUA ID< CASTILLO. Y :-.lÁs Q!.IE CIUDAD. CIUDADEL>\
la "patria c1Uca"31 , un entorno con valores agrarios y al que aspiraba a
representar globalmente. Todo ello condicionó intensamente la vida
social y material de la ciudad hasta bien entrado este siglo.
El geógrafo] ulio Atadill, con vocación de objetividad, describía
así Pamplona hacia 1924 ó 1925 vista desde la Estación del Norte.
"Se contempla la ciudad ... asentada sobre una leve colina o meseta;
las murallas de piedra del siglo XVII [que J desempeñan el oficio de
muros de contención; la fortificación por esta parte la da la natu raleza con el desnivel y el río Arga ... no siendo necesarias de este lado, ni
en el Este (pero sí en los restantes), baluartes, revellines, fosos, escarpa, contraescarpa, ni glasis protectores. Descuellan sobre los muros
las casas y sobre éstas las torres y campanarios de algunas iglesias
(Catedral, San Saturnino o San Cernin, como se prefiere en Pamplona, y San Lorenzo)". Por el sur observaba que descollaban sobre la
ciudad "la Merced, los Seminarios, la plaza de toros, el teatro, la Diputación foral y provincial y una serie de modernos edificios militares de muy agradable aspecto, como son: la Comandancia de Ingenieros, el parque de Intendencia los cuarteles del General Moriones
y del Marqués del Duero, terminando la ünea merirnonal con la
Ciudadela pentagonal estrellada y todo el laberinto poliorcético". Solamente hacia el este, señala el geógrafo, pornan verse algunas "mo_
dernas construcciones del Ensanche con sus torrecillas, miradores y
galerías"" , Ensanche que se venía edificando desde 1920. Ésa era la
Pamplona del primer tercio del siglo XX. Un plaza fuerte, una ciudad conventual, capital de provincia y cabeza de reino, un lugar en el
que descollaban los campaniles y las ernficaciones militares, un espacio que apenas si comenzaba a deshacerse del "corsé" que durante
años había supuesto su muralla (derruida en 1915) y su conrnción de
baluarte de defensa en los Pirineos occidentales.
31. Todavía se conservaba memoria de aquella Pamplona "capital de un rcyno
[sic] que hace partc de la monarquía española", como decía el viejo pero uciljzado
D iccionario de la Real de la Historia de 1802.
32. ATADILL,J., Navarro (2 lomos), en CARRERAS y CANDI, F. (di,.), Geogrojlo
Gmtral del País Vasco Na varro. Guiptizcoa. Vizcaya. Álava. Navarra, Madrid (19111926), vol. VIJI, pp. 930-932.
185
jA\'1ER UCARTE
Vista de Pamplona desde el nordeste a principios del XIX (Original. ced ido por la Fundación Sancho el Sabio. Vitoria-GasteizF.
Aquel paisaje urbano y humano había comenzado a romperse
por elementos de modernidad que ya resultaban impar.bles. Muy
tardíamente, eso sí. Sólo en 1910, con la aparición de los vehículos
de motor, los primeros y pesados autobuses -a los que las antiguas
puertas de la fortificación dificultaban enormemente el acceso- y el
tranvía eléctrico de Irati, se hizo perentorio el derribo de aquel elemento arquitectónico que "oprimía férreamente a Pamplona", según
una revi sta de la época" , y que ya desde el pasado siglo resultaba "un
chaleco de fuerza", decía el geógrafo local más eminente de la época,
para las posibilidades urbanísticas y demográficas de la ciudad" .
ーゥエャ
ッ イセjアオ・@
ti ィゥウャッイアオセ@
、セ@ /'Espagne, Pa33. Grabado en LASORDE, A ., vッケ。ァセ@
rís, s.d. [1806-1820] , encuadernado en 4 vols., grabado en v. 4. Original en la Fundación Sancho el Sabio, MTE 107.
34. Los autobuses de Esrclla y el Valle del Ba·t;tán entraban por la puerta de
an Nicolás (una de las seis de quc disponía la fortificación) . La puerta fue desmontada y reinstalada en los nuevos jardines de la Taconera, coherentemenre con la
vocación hisroricista de la clase rectora de la ciudad. Progresivamente se derribaron
la Puerta de la Taconera, el Portal luevo, el de la Tejería y la Rochapca, permaneciendo únicamenre la Puerta de Francia (v. El EnJonche, nO 1,9 agosto 1916, URAUAYE.i", L., Biografia de Pamplona, Pamplona, 1952, p. 227).
35.
186
URAIl;\YEN .
L.• Biog"fia ...• p. 160.
PA.\lPLO:-.lA. TODA Eu...l,.lJ:'\ C.o\STlLLO. y :'IÁS QUE CIUDAD. CIUD.·\ DEu\
Fue en 1915 cuando se inició definitivamente el derribo de los dos
kilómetros y medio de muralla con asistencia del rey Alfonso XIII.
Previamente, se habían demolido los baluartes interiores de la Ciudadela (1890) lo que había permitido acometer la realización del Primer
Ensanche de la ciudad, pero que resultó del todo punto insuficiente" .
•
Las llamadas Mzonas polémicas (líneas concéntricas) en las que. por razones milita·
res. no podía edificarse en fIrme (hacia 1900)36.
M
A pesar de que los bombardeos realizados desde el cercano
monte de San Cristóbal en la última guerra carlista a una ciudad sitiada, habían convencido a los estrategas de las limitaciones militares de la Ciudadela y la muralla" , hasta 1901 (R.O. de 19 de octu36. Reconstrucción a panir de un plano reproducido en ORDEIC, 1.M., Dúeño y
nonntlliva Vilo organizoción urbana de Pamplona (1770-1960), Pamplona, 1992, p. 66.
37. ORBE SIBATTE, A. , Arquitectura y urbanismo en Pamplona o fines del siglo
,,'(]X y (omienzos del siglo XX, Pamplona, 1985, p. 23.
38 Ése fue el motivo de que se comenzara la construcció n del Fuerte de San
Cristóbal en la vecina cumbre (ver ARAZURl,j.J.. Pmllplono estrena siglo, Pamplona,
1970,pp.91-94.
187
j/\V1ER UGARTE
breO') se obtuvo la ley que permitió el desarrollo de dos barrios extramuros (el de la Magdalena y Rochapea) que habían surgido al calor
de la Estación del Norte que servía al ramal de la línea férrea que
unía Castejón con Alsasua por Pamplona tendido hacia 1870, y en
torno al que había surgido un pequeño núcleo fabril y de viviendas ....
Por lo demás, seguía obstinadamente prohibiendo la ruptura de murallas.
Su condición de plaza fuerte había obligado a un tipo de urbanizació n muy característico con calles estrechas, altos edificios y sin
. apenas patios ni cantones . Las casas de vivienda habían añadido pisos hasta el límite técnicamente viable en la época (más del 67% de
los edificios eran de cuatro O más pisos'¡, hecho inaudito en el XIX),
y se había elevado el coste de la vivienda a precios prohibitivos, hacinando a las familias en viviendas insufIcientes para alojarles. Todo
ello, causa de grandes problemas de salubridad e higiene" que hacían que el índice de mortandad fuera apreciablemente superior respecto al resto de la provincia.
Dada la situación, hubo numerosas iniciativas solicitando el cambio de estatus de la ciudad. Coincidiendo con la solicitud del inicio
de las obras del Primer Ensanche, el Ayuntamiento se hacía eco de
este estado de cosas en un informe que elevaba a la Casa Real. "La
extraordinaria elevación de sus edificios -decía- denuncia a primera
vista la existencia de una causa insuperable que obliga a los moradores de Pamplona a hacinarse unos sobre otros añadiéndose pisos a sus
antiguas viviendas, por ser imposible construirlas nuevas ensanchando la población y prolongando las calles ... [Ello hace que la ciudad
tenga un aspecto lúgubre dado que las calles] se convierten en poco
39. El Ensanche, numero 1, 9 agosto 1916.
40. URABAYEN, L., Biografia ... , pp. 221-222. Los barrios e..'xuamuros venían
fundándose ya desde el siglo XV1II, como es el caso de la Barceloneta promovida
por el Marqués de la Mina en 1753.
41. Reseña estadiStica de la prO'Uincia de Navarra, Madrid, 1950, p. 72.
42. Sobre estos problemas puede verse LAZCANO, A., Higiene y salud p ¡iblica en
Pamplona, Pamplona, 1953.
188
i GaN
|i
ploセaL@
TODA ELL>\ UN Ct\STILLO, y セiaウ@
QUE CIUDAD, CIUDADEL...
menos que galerías subterráneas donde no penetra el sol y escasea la
luz y el aire, elememos indispensables de la vida"".
Calle Mercaderes. Al fondo, la torre de San Cern in. Entramado urbano de la Ciudad
Vieja.
A partir de la década 1910-1920, las clases acomodadas de la
ciudad, buscando un lugar de expansión, crearon un barrio satélite en
la zona de Burlada -a pocos kilómetros de Pamplona-, con casas de
recreo, tratando de evitar la llamada zona polémica (que había creado
43. Borrador del informe presentado a Alfonso Xl] por el Ayuntamiento de Pamplona en agosto de 1884 solici/ando el Primer Ensanche, citado en ORBE, A., Arqllitulura .... p. 26. En 1916 había manzanas como la de Espoz y Mina, Estafeta y Casa
Consistorial en que no llegaban a los 2 metros cuadrados de suelo urbano los que
correspondian por habitante. La mayoría de las manzanas ten ían entre 6 y 7 metros
de sucio por habitan te (ver El Ensanche, 16 agosto ] 916).
189
JAVIER UGARTE
un verdadero cordón rural en torno a la capital)", y aprovechando las
facilidades de comunicación que la zona tenía por carretera y vía férrea, recientemente tendida hasta Sangüesa.
Finalmente, en 1915 se demolía, con fasto y memoria, la muraUa. En 1920, el ayuntamiento aprobaba la realización del Segundo
Ensanche. Hubo de Uegar la Gran Guerra -con la nueva modalidad
de guerra de frentes en los que la organización y movilización de tropas eran la clave del éxito- para que los estrategas se convencieran
del nulo valor estratégico de las plazas fortificadas".
Portal de San NicOlés en su ubicación natural en la Muralla y en su nueva ubicación
en el Jardín de la Taconera, como resto arqueológico para la memoria de la ciudad.
44. La llamada zona polimuo era una amplia franja de ,erri,orio creada en todo
el emomo de Pamplona por Carlos V en 1543 en la que セ@ prohibía edificar o siruar
"(osas. «rdada n; plantos m las inmediaciona de las murallas de Pamplona" que dificultara el valor defensivo de aquéllas (YANGUA y MIRANDA, J. (1840), D;u;onario
de aャiゥァ・、。セウ@
、セQ@
Rt;'IO 、セ@ NO'"oJarra. Pamplona, 1840 (3 \·ols.), Adiciones de 1843).
Fue ese el motivo por el que las casas y pequeños molinos de esa zona (que incluía
7.onas de Rochapea, Magdalena. eJ Ponal de Francia, ere.) se edificaron en madera
(ver las figs. 61-63 de uraXyeNセL@
L., Biografta... ).
45. URABAYEN, L., Biografta ... , p. 118. El propio Fuerte de San Cristóbal fue
transformado en prisión --de triste recuerdo- con la guerra civil, y como tal se mantuvO duranrc muchos años.
190
PA..\ IPLQXA. TODA E1L\ UN CAsnu..o. y MÁS Q1JE CIUDAD.CIUOADELo\
3. La demografía
De este modo, la ciudad y sus gentes había estado fuertemente condicionada por aquel thaleto de foerza que suponía la muralla. Aquel baluarte pétreo había asociado la ciudad en el imaginario colectivo a los
カ。ャッイ・セ@
de solidez y permanencia en todos los órdenes de la vida. La relación próxima y directa, habían hecho resaltar, sobre todo, los valores
tradicionales frente a cualquier signo de innovación. Ese contacto directO entre sus habitantes , haría que la comunidad prevaleciera sobre la
persona. Los hitos simbólicos se habían multiplicado (del Redín a la
Plaza del Castillo; de la chocolatería a la tienda de lejías ... incluso los
viejos símbolos, como la Puerta de San Nicolás, empezaban a preservarse y recuperarse como símbolos constantes de la ciudad). Aquel chaleco dejilf!TZlI había hecho que, frente a la idea de ciudad abierta y renovada inaugurada por el modelo haussmanniano en el París de principios
del XIX", aquélla fuera una ciudad eminentemente cerrada y continuista en su concepción sobre sí misma y su desarrollo. Pamplona era aún la
ciudad vieja, antigua, aunque desde 1920 hubiera comenzado a desbordarse ya por el sudeste con nuevos edificios del Segundo Ensanche.
•••
¿Qyé decir de su demografía en una ciudad físicamente tan
constreñ ida? E l resultado fue demoledor.
El trabajo más completo hoy sobre el particular es el de Fernando Mendiola, cuyos datos y conclusiones, limando algún exceso interpretativo (algo he dicho al respecto más arriba), resultan del máximo interés.l 7 .
46. BEI'\lEVOLO, L., La ciudad europea, Barcelona (Munich, Oxford, Roma, París), 1993, pp 178 Yss.
47. Emigraáón.familia ] empilo... Los excesos interpretativos pueden proceder
de una sana preocupación por apanarse de los viejos tópicos sobre una "sociedad arcaizante", "conservadora", etc. que arrastra ese territorio desde que los románticos la
descubrieran. Por mi parte, debo aclarar alguno de mis puntos de vista. Creo que el
término "demografia endogámica" es aplicable a Pamplona (ver MENDIOLA, p. 1340.,
que no está de acuerdo), familias que van y vienen en un entorno cerrado (pamplona,
191
JAVIER UGARTE
Pamplona resultó ser, como es obvio, una sociedad de crecimiento muy limitado hasta que "se rompió" físicamente (las murallas) entre 1915 y 1920 ("El crecimiento de las ciudades en torno a 1900
-dice la profesora M agnien- se debe más al sobre-poblamiento de su
entorno rural que a su propio dinamismo".:I 8. Pamplona y su "zona
polémica" no permitían semejante crecimiento : tenía que ser dentro
del casco amurallado, como veremos, y un entorno agrario) .
Población de Pamplona
Año
Población
1850
1860
1870
1880
1890
1900
1910
1920
1930
1940
1950
1960
1970
17.707
22.896
24.440
25.724
27.137
28.886
29.472
32.635
42.259
61.188
72.394
97.880
147.168
Crecimiento
5.189
1.544
1.284
1.413
1.749
586
3.163
9.624
10.474
11.206
25.486
49.288
100
129
138
145
153
163
166
184
239
346
409
553
831
Fuente: l NE, Mcndiola y elaboración propia.
la Cuenca, Navarra). Pero no si ello connota inmovilidad geogrtijica del mun icipio
de Pamplona: uno de los más pequeños de Navarra, por cierto. Au nque, ojo, movilidad de muy cortO recorrido. En cuanto a los que llegan, sobre el 50% son "sirvientes" (p. 140) Y en ese mismo porcentaje son de la Cuenca de Pamplona; y el 80%,
mediando, navarros (pp. 148- 149). Por lo demás, se constata estadísticamente (p.
349) algo que uno había percibido por otros medios: la excelente relación de la ciudad de Pamplona con el agro navarrOj la aperrura de la ciudad al campo. Creo que
este tipo de djálogo historiográfico es el que necesita la profesión.
48 . MAGNIEN, B., "'Cultura urbana", en SALAÚN & SERRANO (dirs.), 1900 en
España, Madrid, 1991.
192
.....
PA.\IPI..ONA, TODA EllA UN ü \ STILLO, Yi\Lo\s QUE CIUDAD. CIUDADEL\
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1970'
Origen de la población de Pamplona.
Año
Pamplona
Navarra
1900
1920
1940
1950
47,2
41,7
39,9
41,1
44,2
40,6
37,4
41,2
Res/o Esp"
11 ,6
15,9
18,2
17,1
Extr.
N/e
1,2
1,1
1,1
1,1
0,2
0,1
0,04
Las provincias de origen son Guipúzcoa, Zarago'.t..a, Logroño.. -es decir, provincias vecinas-,
y alguna a cierta distancia, Barcelona o Madrid.
193
JAV1ER UCARTI:,
Originarios de Pamplona o Navarra
1900
1920
1940
1950
87,1%
82,8%
81,6%
81,8%
fG オ セ ョイ ・ Z@ El:tbor.&ción propia a partir de Abascal. "Los orígenes de la población actual de Pamplon:t, Gtt1grophiro, 6-7 (1955), pp. 121-123; YCARelA- ANZ NL\RCOTEGUI, Á. o "La influencia de la inmigr.&ción en el desa rroUo demogcifico de Pllmplona, 1857- 1910·, Pn'ttripe dI! Vionn, 185 (1987). p. 539.
E s reseñable que el crecimiento significativo de Pamplona comience en 1920 (ruptura de la Muralla -1915- y Segundo Ensanche
-1920-), cuando su transformación industrial, como otras ciudades
españolas, hay que situarla en los 40-50, como pronto. Veinte o treinta años después (lo que, realmente, transformó a esa ciudad.) Otro pico
de crecimiento demográfico se produce entre 1950 y 1960, acorde con
lo que ocurre en otras provincias españolas.
Lo que hubiera contado en nuestro caso, en un probltma de identidad, es el trasiego de gente ajena a los elementos de concordia establecidos en el lugar. E sto no ocurrió.
Una inmigración "ajena" sí produjo rustóricamente un verdadero
cambio en la apreciación de las cosas en otras ci udades. Ocurrió,
como caso evidente, en el Bilbao del cambio de siglo" . Sin embargo,
en Pamplona, ese trasiego de puntos de vista no se dio. C ierto que se
"movía gente" ('Vid. Mendiola), pero todos ellos participaban de unos
lugares de memoria similares (la churrería de Mañueta o la Plaza del
Cascillo, por señalar algo), y participaba de los nUsmos valores, muy
apegados a los valores campesinos de aprenilizaje transmitido, apego
al "orden natural" y conservación de las ideas de, austeridad, abnegación y severidad, en las que cuenta la familia y el grupo, nunca el individuo.Incluso, buena parte de los sectores de la elite, lectoras entusiastas de Oskar Spengler y su Decadencia dt Occidentt, esperaban
49. Muy bien descrito en jUARlSll.J.. EI·chimho セクーゥッャHヲtB
Ir(/dició" bilboil/a, 1876-1939, Bilbao. 1994, pp. 40 Yss.
194
N@
La invención de la
PAMPLO;.<:\.. TODA ELLA UN CASTILLO. Y :\I:\ S QUE CIUDAD. CIUDADELA
encontrar en "el hombre agrario" la respuesta enérgica al "infecundo
y fatigado hombre civilizado". Eran las nuevas corrientes agraristas
del momento;"
Era, por tanto, una "demografía endógama" -por utilizar un tér-
mino ilusrrativo- que posibilitó la transferencia de la anterior imagen
de la ciudad generación tras generación. El hecho de que Pamplona
mantuviera su estatus de ciudad-baluarte español en la línea de los
Pirineos occidentales hasta bien entrado el siglo XX, le impidió crecer, hizo que mantuviera un urbanismo perdurable y permitió la continuidad más absoluta en la trama social tradicional y comunitaria,
origen de una urdimbre de elementos simbólicos y un retículo cultural en el que se representaba la ciudad mucho tiempo.
4. Ciudad antigua; sociedad tradicional
Todo aq ueUo no era una entelequia, se vivía así. Aún en los treinta
del siglo XX, cuando todo el país vivía tiempos de transformación
(también en parte la propia Pamplona), la gran mayoría se sentía aferrada a aq ueUa "Pamplona agrícola, oficial y militar, tranquila, reposada, casi dormida" (un comentario de los cincuenta hecho por una
personalidad crítica)".
Era aqueUa una ciudad en la que abundaban las casas de cuadra
con uno o varios pisos ocupados por una sola familia, donde se alojaban aún los animales de trabajo empleados en las tareas del campo.
Casas con portales en que, junto a la cuadra, podía improvisarse una
tienda o una taberna de circunstancias en que tomar una copa de pacharra (especie de aguardiente) o de vino, bien temprano, antes de salir a las eras" . Una ciudad en la que podían verse bestias de labranza
50. He hablado de cUo en La llueva Covadonga imurgenle ... , pp. 239-249.
51. Para todo esto, URA.BAYEN, L. , Biografió ... , pp. 130-132. Para la fisonomía
de la ciudad en sus distintas épocas puede verse la rica colección de fotos de ARAZU RI , J.]., Pamplona. Calles y barrios, Pamplona, 1979- 1980, 3 volúmenes.
52. LECEA, j.M., La Vieja Navarra y la Nueva Navarra, Pamplo na, 1973 , p.
26n.
195
JAV1ER UCARTE
y tiro acercarse a los abrevaderos de la plaza del Vínculo o al de San-
to Domingo, en pleno centro de la ciudad". Donde en la época de la
recolección, las eras de trillar invadían los taludes de la fortificación,
los glasis -previamente entregados simbólicamente por los militares-, creando un dorado cinturón que envolvía a la ciudad" . Una ciudad, en definitiva, inserta en pleno campo y que palpitaba aún al ritmo de las faenas agrícolas. Donde aún los olores a verdura aplastada
y fruta podrida del mercado, la humedad huertana" y el polvo de la
mies daban aroma a sus caUes, libres de vehículos de motor y humos
fabriles que ahogaran el perfume peculiar de aquel espacio" . Ni ese
Pamploneses trabajando en su llamado
セ、ッイ。@
」ゥョエオイVセ@
por los campos de trigo que habTa.
53. En 1890 habia ce nsados en la ciudad 54 terneras, 4 bueyes, 33i vacas suizas, 56 mulas de labor, 136 caballos de labor, 36 asnos y 530 ovejas, buena parte de
ellos estabulados en el interior de las murallas (AOFPN. Libro del Catastro, 127.
Pamplona).
54. En junio un comandante de Ingenieros hacia entrega simbólica de los glasis a la ciudad en la persona de un concejal. El último día de agosto, la Hermandad
de Labradores devolvia aquellas nuevamente al ejercito ( ARAZURI , J.]., Pamplona,
iクOャセ@
ipot]lIe, Pamplona, 1974, p. 83).
55. Lo del aroma en G .I\RdA SERRA:SO, R., Plazo dtl Castillo, Barcelona (edi ción original de 1951), pp. 137 Y 170.
56. Eugene Weber dice que "la sensibilidad olfativa surgió de la nada y llegó a
conve rtirse en una predisposición característica del siglo XIX" asociándolo a la progresiva limpieza de las gentes (y cita a la peste prole/aria que incomodaba a Flaubcrt). Sitúa, por lo dem;is esa sensibilidad que surge de la liada en los albores del siglo XX. Aparre de la higiene personal, que progresa muy lentamenre, parece más
196
PA.\ I J>LONA.TODA ELLA UN CASTILLO, Y MAs QUE CI UDAD, CIUDAD ELo\.
ruido homogéneo de los motores que caracteriza a todas las ciudades
modernas hubiera ahogado los sonidos propios e identificables de
aquella ciudad -y no de ッエイ。ウセ
W N@
Un lugar en el que las mujeres bajaban a lavar al río, al lavadero
de Errotazar, junto al puente de Rochapea, donde se organizaba una
gran la;'andería,}' se podía uno informar sobre los últimos aconteci-
mientos de la población y sus familias;'. Unos comentarios que circulaban en otros puntos de reunión, como el balcón de la Taconera o el
Mentidero, entre la calle Estafeta y Mercaderes. Donde la vida privada era menos privada porque ésta se hacía en las plazas y porque
nada pasaba desapercibido para sus vecinos. Como la llegada excepcional de algún automóvil al Hotel Perla;' que inmediatamente congregaba a los curiosos para observarlo.
Nada de la vida privada o de la pública (que, como digo, tendían
a confundirse). Cada mañana se barría la casa y el tramo de calle co-
ajustada la diferenciación que José Antonio Fernández de Rota C'Betanzos, siglos
XVI-XX. Suciedad aldeana y limpieza urbana", Historia y Fuente Oral 9) hace entre
suciedad-limpieza ambiental aldeana (asociada en el XIX-XX a restos animales) y urbana (originada en resros de transformados). D e hecho, viajeros que visitan Pamplona a principios del siglo XIX se asombraban de la cantidad de desperdicios orgánicos
en las calles de la ciudad (lRlBARREN,J .M., Pamplona y los1.Jiajeros de otros siglos, Pampiona. 1957). La idea de limpiC'¿a urbana (frente a la suciedad rúsnca) se desarrolla en
Europa más bien con la amplitud y organización de la ciudad ilustrada entre el
XVIII-XIX. E imprime un propio carácter a lo urbano frente a lo rústico (como señala Fernándcz de Rora). La nueva suciedad urbana nene que ver con procesos de industrialización. También es pertinente la observación de Miguel Unamuno (Paisajes
del alma. Madrid. 1979 [edición original de 1944 hecha por M. Carda Blanco con
artículos periodísticos que van de 1892 a 1934], p. 100) sobre el campesino natural,
con todos sus sentidos (tacro. olfato. Oído) prestos a percibir Jos sonidos. etc. de la naturaleza, frente al urbano, distraído por el ruido del coche. el avión o la radio.
57. A Ignacio Hidalgo Cisneros (Cambio de rumbo. Barcelona, 1977, 2 vols.,
vol. 1, p. 38) al llegar a Madrid en 1905 (él procedía de Vitoria) le llamaron la atención "los ruidos que animaban la calle, tan disrintos a los de Vitoria": los del rrapero
-en Madrid-, las esquilas de las burras de leche, los pregoneros, organillos, etc., que
se le quedaron muy grabadas.
58. Ver foros en ARAZURl, ]J., Pamplona. Cal/es y barrios, 3 vol., Pamplona,
1979-1980: n, 42, 43 Y 46. En los rreinta fue cayendo ya en desuso.
59 . Ver la foto reproducida en ARAZURJ , JJ.. Pamplona estrena .... pp. 115-116.
197
JAVIER UGAR1'E
rrespondiente para atender, a continuación, los candiles públicos de las
hornacinas santeras. Un lugar donde se charlaba a la salida de las misas gremiales pata luego paniquesear en casa del nuevo Prior"'. Donde la
gente transitaba con parsimonia y aún podía distinguirse a los dellugar (la gente sencilla) por su boina, su blusón y su faja frente a los foráneos con vestimentas variadas según la región de la que procerliera" .
Una ciudad en la que la industria apenas si e.'¿stía. Algún taller y
dos o tres carrerías. D onde los cordele ros trabajaban en plena calle en
el Porral de San N icolás, a las puertas de la ciudad. D onde sólo hubo
una chi menea: la de la fábrica del Gas, derruida a fi nes del XIX. Sin
apenas comercio y con tres o cuatro farmacias y un par de droguerías. Donde abundaban las tiendas de cuadra en las que alojar a los
animales de carga para aldeanos de la Cuenca de Pamplona -los que
se acercaban fundamentalmente a la ciudad, pues el resto de la provincia quedaba lejos-. Un lugar en el que los visitantes se sorprendian
de no ver un solo escaparate" y en el que los productos se amontonaban en barriles y cajas sobre el suelo. Donde el pregonero anunciaba
la llegada de sardinasftescas (en tren a Alsasu. y en "machos' desde
a11i a la capital)" . Cuyas calles eran recorridas por carros de labranza,
60. AVES'li\RI\N, A., Ellruña de/88, Pamplona, 1971, p. 12.
6 .1. Ver la misma foro en ARAZU Rl, JJ. , Pamplona estrena ... En ella puede distinguirse a un borones del hotel con uniforme. Todos entre los curiosos que sc aproximan a ver el au[Omóvil, desde niños a mayores, llevan boina. La gran m:ayoría blusón, alguna chaqucta. Pantalón oscuro y zapatos o alpargatas. En la cintura la faja.
Se ve también a dos moz,os ribereños. Se les distingue por su indumentaria. Llevan
tambien boina pero muy torcida, camisa blanca, pantalón claro, faja y alparg.u3S
claras. La blusa arada sobre el hombro. Pucde obscrv:use. además, un grupo de tratantcs valencianos, con su particular indumentaria también. En lugar de la boina
llevan una gorra de tela con visera (a lo chulo madrileño). También algunos sombreros con ala grande y cajda de paño. Algún pañuelo al cuello, paraguas y bastón. Las
mujeres todas con faldas por debajo del tobillo. cosrumbre que no se perdería en España hasta después de la Primera Guerra (estO úlrimo en ALfARO, T. , Uno ciudad
dtset1colJlado. Vi/aria y セi@ mUlJdo Gャオセ@
la cirtulJda セiャ@ セi@ siglo XX [edición, introducción
y notaS, Amonio Rj\'era], Vitoria, 1987) p. 283).
62. Tal ocurrió a C.B. Luffman, que visitaba Pamplona a fines del XIX (lRlBARREN, J.M., Ptlmplona y los viajeros de otros siglos, Pamplona, 1957).
63. AYE l i\ RÁN, A., Ellruña delS8, p. 2 1.
198
PA.\ I IlLOSA. TODA ELLo\ UN CAsnLLO. y セャs@
QYECIUDAD.C IUDADElA
trajineros con su mercancía para el mercado, algún "ómnibus" de servicio en la estación del arte y diligencias-correo que comunicaban
la capital con la provincia" . Calles llenas de ruidos como las retahilas
del componedor ambulante de paraguas y cacharros, del pregonero o
del vendedor de barbos y madrillas .
•
Estructura de la industria de Pamplona
1888
Electricidad
Alimentación
Textil
Metalurgia
CJ.!¡imicas
Papel
Cerámica, cal }' yeso
19,9
36,4
3,8
12,9
5,8
0,0
14,3
Madera
3,0
Cuero
3,7
1905
11,3
30,3
3,9
15,7
8,2
10,9
13,2
4,1
2,3
1913
0,0 (sic)
30,5
4,0
20,0
12,6
8,9
13,4
5,5
5,2
1927
0,7
19,8
2,8
21,5
0,3
10,5
6,1
15,3
22,9
fオ・ョ
エ セ Z@ Grupo Industrial del Instiruto Gerónimo Usririz, Los aportotÍontl ョ。セイウ@
al prortSo
dI' ;ndllslr;oliZlltÍdn tspmlol (J8i6- 1926) , Pamplona, 1990-1992 (inédito), 3 tomos, tomo 1.
U n lugar con calles, como se ha dicho, especialme nte estrechas y
desordenadas que, cama hemos dicho, podian resultar pintorescas al
visitante pero que para los del lugar resultaban llenas de vida, colorido y agitación. Pues a ellas acudían los aldeanos de la Cuenca, el pregonero comunicaba los bandos de la alcaldia o la lista de objetos perdidos. D onde cada verano se anunciaba la apertura y el cierre de la
Casa de Baños. Una calle en la que los transeúntes, se detenían y
charlaban, transitaban sin prisa o se entretenían escuchando el organillo arrastrado por un burro reproduciendo aires zarzueleros. Unas
64. BLASCO SALAS, S., Recuerdos de un médico navarro, Pamplona, 1958¡ y PJ\Uy MELLAOO, F. DE, España geográfica, histórica y pintoresca, Madrid, 1845, pp.
33-34.
LA
199
JAVIeR UCARTE
calles por las que circulaba la "información" y en las que cada cual era
alguien (de ahí los apodos vinculados a la casa o al oficio). Un espacio en que podía verse aún a ciegos reci tando sus romanzas 6S , a los
chavales practicando sus juegos y a los adultos deteniéndose para jugar con ellos" .
Una capital de provincia en la que las oficinas de la administración
del Estado o las escuelas" estaban mal instaladas y en casas particulares (el gobierno civil en un entresuelo del paseo Sarasate, en régimen
de alquiler, lo mismo que la Delegación de Hacienda, por razones obvias, o la administración de Correos y Telégrafos)" . Una administración civil débil de un Estado que llegaba con dificultad a la ciudad (ya
la provincia) . Sólo el ejército telÚa una presencia notable tanto por su
número como por la preeminencia sobre las insrancias locales. Una
tropa que se alojaba en cuarteles instalados, en su mayoría, en los terrenos de antiguos conventos desamortizados. Cuarteles e instalaciones (el del General Mariones y Marqués del Duero, Capitanía, parque
de intendencia militar, Ciudadela) que, junto a las provinciales, eran
las mejor acondicionadas y más notables de la ciudad. Un ejército que
se hacía notar desde las garitas cada noche cuando los centinelas contestaban al ¡A/er/a! del cuerpo de guardia. Un cuerpo con sus bandas
de música (las tres bandas de los Regimientos de Infantería) que amenizaban los domingos en el paseo central de los Jardines de la Taconera. Sus pasos regulares por el empedrado de la ciudad atravesando las
calles en formación a la vuelta de los ejercicios de orden abierto. Unos
militares presentes en las grandes solemnidades (como el Corpus o la
Semana Santa) y a quienes la sociedad civil cuidaba (era una cuestión
de prestigio y economía) reservando a jefes y oficiales un palco en el
Teatro, concediendo precios especiales en las cinematógrafos para la
tropa o cierta reserva de entradas en la plaza de toros.
65. AVESTARAI'll. A., El Iruña 、セOXL@
Pamplona, 1971: passim.
66. Puede verse la serie de juegos callejeros (escenario de las relaciones sociales)
que se practicaban en Pamplona al principio de siglo en ARAzURJ,lj., Pamplona セウᆳ
Irma ...• 17·35 .
67. ALVARADO, E, GlIÍO del viajero en Pamplona, Madrid, 1904. p. 69.
68. ATADILL, J., Nav arra ... , pp. 975-976.
200
P..\.\IPLO:-:A.TODA ELL>\ lr.\" CASTILLO. Y i\IAsQl.JECIUDAO.CIUDADEU\
Una ciudad que, como se ha dicho, vivía como cabeza de Navarra, una Navarra que se resistía a dejar de ser reino y que era Provincia antes de que Javier de Burgos convirtiera la provincia en división
administrativa" . Allí se asentaba la Diputación Foral y Provincial,
etc. Allí se asentaba el Crédito Navarro" , institución privada que, a
traves de la contratación del papel del Estado y la Diputación, gestionaba buena parre del dinero público en la provincia (en la que tenía una extensa red), superando al Banco de España en volumen y
extensió n. De modo que, como decía Leoncio Urabayen, a pesar de
aquel cambio en su estatus político-administrativo "Pamplona siguió
conservando el prestigio y el lustre que le comunicaba el hecho de ser
todavía la sede de importantes servicios forales dejados en manos de
los navarros"71 .
Era aquella una capital de provincia donde sus cinco parroquias
(San Cernín -Saturnino-, San Nicolás, San Lorenzo, San Juan Bautista y San Agustín) eran, además de importantes lugares de culto,
memoria de los antiguos burgos y poblados de Pamplona (San Cernín, San Nicolás y la avarrería). En donde lo levítico era parre constitutiva de la ciudad o valiosa adquisición producto del renacimiento
católico que vivió España -y especialmente ciudades como Pamplona- en el apogeo de la Restauración"- Las Agustinas Recoletas que
ocupaban convento desde 1664, las Carmelitas Descalzas (1593), Salesas, Adoratrices, Siervas de M aría, las monjas canónigas (extramuros, 1247), las franci scanas (1902), las Hermanitas de los Pobres
(1878) y las Josefinas (1895) instaladas, las dos últimas, gracias a donativos particulares; los Padres Misioneros, los Redentoristas, los
Carmelitas Descalzos, los Capuchinos (extramuros, 1634) o los de-
69. RODR(C UEZ GARRAZA, R. , '"Acrirudes políticas en Navarra durante la guerra de la Convenció n ( 1793-1795 )", Príncipe de Viana, 189 (1990). Una discusión
de estos conceptos según la categoría de modelo prO'lJincial (que no comentamos aquí
pues sería prolijo) en PORTIllO,J-M. , Monarquía y gobierno prO'lJincial Poder o C01lJtilución en las prO'lJ;"cias v ascas, Madrid, 1991.
70. ATADILl,j.. Navarra ... , p. 574.
71. URABAYEN, L., Biografia ... , p. 124.
72. LA NNON, F., Privilegio, persecución y profeda. La Iglesia calólica m Espmia
1875-1975, M adrid, 1990, pp. 81 Yss.
201
JAVIER UGARTE
dicados a la enseñanza, de fuerte incidencia social: las Dominicas, las
Ursulinas (1889), las de San José de Cluny, los Escolapios (1892) y
los Maristas (1893). Amén de la Catedral, la sede episcopal y sus tres
seminarios (ConciEar, Episcopal y el colegio de San Juan), con las
innumerables asociaciones laico-religiosas y los servicios en cárcd, hospital, asilo, etc."-
-,-",.IIn&.o.o.
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.. _ _,... .. セN@
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-=...:.n-.....'":::.::.::.."::....,: セ@
Las tres torres de Pamplona y memoria del sonido de sus campanas (Diario de Nava·
rra, 19.07.1936).
Un ciudad en la que cada tarde, sobre todo durante los meses del
otoño, se congregaba la feligresía en la Catedral para seguir d Rosario de los Esclavos en que, rodeados de faroles y estandartes, se rezab. en procesión las letanías y se oraba por la Iglesia Católica, el Santo Padre y el Arzobispo; por la salud de los enfermos de la ciudad,
por la feligresía, los caminantes y los navegantes; y también por los
frutos del campo, para que "no viniera alto el trigo, no se helaran las
viñas y se murieran los gorriones". Por la "extirpación de las herejías
73. ATADILL, J., NafJarro...• pp. 968 Y ss.
202
PA..\IPLO:-':A. TOO:\ Eu...I,. UN CASTILLO. y :\IAs Q!'.u.: CIUO/\D. CIUDADELA
y paz y concordia de los príncipes cristianos" (de entre los que, por
aquellas fechas, ya sólo debían quedar el español y el austro-húngaro). Un rosario que acostumbraba a terminar con el "Firme la voz!
serena la mirada! del mundo en faz! cantemos nuestra fe;! De Cristo
Dios/ la Iglesia es nuestra madre/ de Roma el Rey/ cautivo es nuestro Padre/ antes morir! que separarnos de éL.", compuesto en 1876
con motivo de la peregrinación a Roma de ese año" , cuando la llamada C/lestión romana (la anexión por Italia de los Estados Pontificios, 1870) estaba reciente, y su impacto en el mundo católico resultaba extremadamente poderoso. Un acto que, naturalmente, no era
aislado. Se sucedían rosarios, como el "de la tos" en San Cernín (sólo
para personas mayores), las novenas (entre las que era singular la de
la Virgen del Camino, a la que los asistentes acudían con jilgueros y
canarios), actos festivo-religiosos como la traída de San Miguel Excelsis de Aralar cada año el lunes de Pascua, o los rezos por la salud
como la función del "patrón del mal de los humores", Santo Domingo, a la que acudían los labriegos para sanar del reuma. Podía proclamarse un día la Santa Bula por los pregoneros en las esquinas como
anunciarse la bendición papal con las campanas de la Catedral. Cada
casa tenía su cabo de vela para encenderla al Santísimo en día de jueves Santo O en caso de tormenta (mientras se rezaba el trisagio) . Las
campanas parroquiales marcaban la jornada y anunciaban los acontecimientos: el Ángelus al mediodía o la "campana de párvulos", el toque de agonía (diferente en cada parroquia) que hacía detener la labor de los pamploneses para rezar por el alma del difunto (y preparar
el traje negro para acudir al entierro al día siguiente si era del barrio)". Un sitio en el que la llevada del viático era un acto social, con
los familiares y amigos tras el Santísimo con los cirios encendidos, el
municipal descubierto y el monaguillo tocando la campanilla cerrando
el cortej o 76. o era santurronería o una especial devoción. Era simplemente que la vida era así, que las usos sociales se imponían como
hechos naturales (el habitus, del que ha hablado Pierre Bourdieu) .
74. AVESTARÁN, A., EIlruña del88, pp. 50-51.
75. ¡bid., pp. 44-45.
76. ¡bid., p. 47.
203
JAVIER UCARTE
Qye hasta los actos de rebeldia se hacían desde la aceptación de
aquellos usos. (Como la del zapatero que rezaba un padrenuestro si
el toque era de una familia modesta, pero "iba a la tasca a echar medio" trago de vino si el difunto era de alta alcurnia). La religión no
era por entonces sino un fondo general que daba sentido al conjunto
de acontecimientos de orden diverso -tanto emocionales, como culturales, como de pugna y coyuntura poli tic a- y en el que el pamplonés medio se hallaba inmerso.
Era Pamplona, en definitiva, lo
que Jiménez J urío describia como ciudad levítica en que "las campanas ponían incesante tintineo en el ambiente.
Muchas mai\anas recorrían las calles
desfiles penitenciales, rogativas procesiones de santos. Pamplona era muralla y campanario
ll
,
dice Jurio aso-
ciando ambos fenómenos: el recinto
que encorsetaba la ciudad y la religios.idad;;.
Una ciudad con pocas diversiones
como no fuera la del Teatro Principal
(Gayarre, desde 1903, en honor al coPamplona. calle Barquilleros. 1952.
Al fondo, el campo.
nocido tenor muerto en 1890) concurrido por las buenas familias de la
ciudad -y donde se representaban principalmente obras de zarzuela-o Donde el teatro-circo (Labarta, luego Belloch) se permitía, estrenar alguna obra del género chico tan sólo en ocasiones especiales
(fiestas, Pascua de Pentecostés y Resurrección). Con algún cinematógrafo suelto, algún salón exprés, varios frontones y dos trinquetes,
77. jlMENO juRio, J.M., Hisloria de Pamplona, Pamplona, 1974, p. 233. Recientemen te se ha uti lizado esta expresión para referirse a la ciudades de provincia
en el tránsi to del XlX al XX (ver LANGA, A., "Literarura y sociedad: la ciudad levítica, modelo sociológico en evolución", en CASTILLO, S. (coord.), La historia social
en Esputa. Actualidad y perspectivas, Madrid, 1991. y RI VERA. A., La ciudad levitica.
Continuidad y cambio en una ciudad del interior [Viloria, 1876-19361. Vitoria. 1992).
204
PA.\IPLONA. TODA ELl.J\ lr.\ CASTJu..o. y ;\'!J\5 Qj)E CIUDAD. CJUDADEL\
mientras, en la calle grupos de hombres jugaban a la calv a O paseaban
por el mirador de la Taconera" . En los alrededores alguna venta
donde ir a merendar (como la de Menrullorri, la del Mochuelo, el
Ventorrillo o la de Cholo en la que se jugaba a las bochas y a la que
acudía la clerecía)"'. [ ada de los nuevos deportes que hacían furor
por Europa; salvo quizá el pequeño Veloz Club Pamplonés. Ya entre
1910 y 1916 aparecen los primeros equipos de fútbol: el Racing, el
Sportiva, el New Club, el Amaya o el Lagun Artea, con un tirón aún
muy escaso en la ciudadso.
Una plaza de toros construida en 1852 con diez mil localidades
era el centro más importante de espectáculo, y escenario incipiente
de nuevos actos para la buena sociedad pamplonesa (como el desencajo7lam;enlo en los corrales de la antigua fábrica de Gas inaugurado
en 1899)'1.
Un escenario donde todo el mundo se conocía y trataba y en el que
las fiestas, los conocidos Sanfermines, no pasaban de tener un carácter
de fiesta pueblerina y familiar. Desde luego un acto de integración y en
absoluto de trasgresión (según la idea batailliana). I SIquiera un acontecimiento que trascendiera más allá de la comunidad pamplonesa (ral
como ha ocurrido después). Con encierro (entonces "entrada") y corrida para los del lugar. Con su feria de "la mujer sin cuerpo", los "monstruos marinos", o el "salvaje caprurado en los Andes"" que se presentaban a un público no suficientemente informado más allá del ámbito
local y ávido de espectáculos excepcionales y extravagantes.
Una ciudad que, como decía Leoncio Urabayen, "vivía ... para
dentro, encerrada entre sus murallas" y de la que apenas se salía si no
era, en el caso de los niños, de excursión campestte durante las vacaciones hasta las fuentes del Hierro o la Teja (toponímicos locales, como
¡ 8. CORELLA, j.M. (s.d.a.): Tea/TO en Pamplona, Pamplo na; ARAZURl, j.j.,
Pamplona n/rma ...• 73-82; BLASCO 5AL\S, S., Recuerdos de mI médico ... , p. 35.
79. AYESTARAN, A., El ¡rmia dd 88, p. 33.
80. ECHÁNIZ, J.NI. y FERRER, j ..M., His/oria del C.A. OsaStJfUl y dtl deporte ftatmrro, San Scbastián, 1981, pp. 12-15.
81. ARAZURI, j.j., Pamplona " trena ... , p. 88.
82. CORELLA,j.M., TealrOen ... , pp. 26-30.
205
JAVlt:R UCARTE
se ve, y hoy dentro del casco urbano)" . En la que aún era la diligencia el principal medio de transporte, y en donde el ferrocarril-a pesar de tener estación desde 1869-1870- y el tranvía -el eléctrico de
Irati, desde 1911- no habían penetrado en la cotidianeidad.
Era Pamplona una ciudad donde el confljcto, claro está, estaba
presente y que disponía de sus mecanismos de recomposición o cohesión más o menos eficaces". Donde comenzaban a aparecer sociedades de resistencia y se hablaba de socialismo (en 1900 aparecen las
primeras sociedades de resistencia y en 1902 se constituye la UGT).
Donde el propio clero integrista impulsaba corrientes de asociación
en sindicatos y cooperativas católicas (como "La Conciliación", dirigida por el Padre Eleta) . También aquí eran los asalariados (poUticamente aún con los republicanos y carlistas) los que más confljctividad
pública generaban". Y donde se producían también no pocos incidentes resultado de la agitación fuerista y católica que se dio en Pamplona hacia el cambio de siglo (lanzamiento de piedras y monedas al
escenario del Teatro en obras consideradas irreverentes con la iglesia" ,
incidentes callejeros y manifestaciones, etc.). Donde se daba, por otro
lado, un cierto nivel de confljctividad latente que se manifestaba a través de riñas y altercados callejeros muy frecuentes en la época tanto en
Pamplona como en Navarra -altercados que tendían a concentrarse
83. URAI3AYEN, L., Biografía ...• p. 131¡ BLASCO SALAS, S., iセ OAcャ・イ、ッウ@
dic• ... , p. 34.
de I/n mt-
84. Muy frecuentemente los historiadores, al asociar modern idad con niveJes
de conflictividad, hemos tendido a caer en la fantaSía de dar por bueno que en la sociedad tradicional no existía conilicto (o éste no era c..xplícito y público). Tal vez se
deba al espejismo creado a partir de la abundante lectura de los textos nostálgicos de
principios de siglo.
85. Al-':OREs-GALLEGO. J.. -Sobre d injcio de la política obrera contemporánea
en '.varra, 1855- 1916", Pn'ncip< tÚ Vi.n. (1978), pp. 150-151; garcヲMsNセz@
MARCOTEGUI, Á., "El Ap.lOtamiemo de Pamplona ante la 'crisis obrera''', Boletin 、セQ@ Institl/to Ger6"imD Ustdr;'Z¡ 3 (1989).
86. Como en la representación de la zarzuela en un acto Ruido de Campanos. de
Antonio Marrínez Viergol , en que se estimó que se hacia mofa del clero en el contexto de las leyes anticlericales de los gobiernos Liberales (Co reUa, tセ。Oイッ@
tII ... , pp.
26¡ ARAZURI,j.j., Pamplo1ta estrena .. .• p. 74). O el incidente del Jubileo de 1901, y
las manifestaciones católicas de 1906 y 1910 sobre las que volveremos.
206
PAMI'LONA. TODA ELL\ lF.'l CASTILLO. Y セQエ|s@
QUE CIUDAD.CIUDAOEu\
en los días festivos e iban unidos frecuentemente al consumo de alcohol-. También la huelga era una forma de conflicto que comenzaban
a introducirse entre los trabajadores. En 1901 se había constituido sociedad de la de la madera que planteaba conflicto por una subida salarial -que obruvo-. El verano de ese mismo año la Sociedad de Trabajadotes en Hierro y Demás Metales de Pamplona realizaba una
huelga por la jornada laboral de diez horas -con éxito también-" .
Así fue mientras ruvo sobre los treinta mil habitantes". Una ciudad
antigua inserta en e! campo, regida por una clase de propietarios y rentistas, sin industria y con apenas comercio, con una presencia notabili-
sima de! estamento militar y eclesiástico, vieja cabeza del reino, ciudad
alejada de las instancias estatales, y en la que los modos de vida, los
conllictos y su resolució n, el ocio, etc. eran los propios de la sociedad
tradicional (en su acepción más plena). Un espacio vital y culruralmente mal diferenciado de su entorno rural. Una sociedad aparentemente
integrada y pacífica, igualitaria y jerárquica al tiempo, en la que todavía
lo privado no había terminado de consolidarse y en el que la calle seguía
representando e! principal ámbito de sociabilidad" , el lugar en que se
87. Estimaban que "si digno de respeto es el capital, mn digno de respe[O debe
ser el trabajo" y aspiraban a que sus hijos ruvieran tiempo suficiente para poder instruirse (La Tradición Nav{lrm, 12,19,22 Y 27 junio 1901). Sobre el éxito de aquellas
reivindicaciones ver lo que la Revista Católica de Cuestiones Sociales VII, 1901 di ce (citado por A NDRÉs-GALLE.CO,]., "Sobre el inicio de la política obrera....., p. 359).
88. URABAYE.N, L., BiograjitJ ... , pp. 130-132.
89. Puede verse la serie de juegos callejeros (escenario de las relaciones sociales)
que se practicaban en Pamplona al principio de siglo en ARAZU RJ,lJ., Pamplona estrma .. ., pp. 17-35. La vida en las plazas,las reuniones de mujeres "'para tomar la frcscan, los trabajos de los yugueros, cuchareros, siUeros, etc. en la vía pública, el paso de
las galeras por la Cuesta de la Estación, entretenimiento de desocupados, las largas
charlas de los contcrrulios en la esquina de la plazuela tras salir del casino, el espectáculo que con frecuencia se producía con la matanza de ratas, ctc. Todo lo más reseñable en la biografía de cada habitanre se producía en la calle. "Las calles eran enronces
el cuartO de estar de la mayoría", dice con acierto José Joaquín Arazuri (Pamplolla estrella ... , pp. 95 -102). Es Philippe Ariés (El niño y la vida familiar en el Alltiguo Rigimen, Madrid, 1987, pp. 536-538) quien observa cómo la vida privada va sustiruyendo progresivamente a la plaza y la calle como ámbito de sociabilidad en la época
barroca. En 10 que a Pamplona se refiere, si tal se produjo, la calle había vuelto a ser
prcvruenrc. Sólo avanzado el siglo XX se produciría ese retraimiento hacia lo privado.
207
JAVIER UCARTE
desarrollaba la mayor parte de la vida del lugareño sin que se apreciaran los espacios privados, como la propia casa, sino como lugares de
cobijo -muchas veces prolongación de la propia calle-. Pues, en la
calle se podía establecer aquella competencia por el prestigio y el estatuS que generaba las jerarquías, y no a través del control de la propiedad y la defensa de la privacidad tal como se produce en las sociedades desagregadas regidas por valores de mercado" .
5. La oportunidad (perdida) del Ensanche.
Primacía de la ciudad antigua
Pero Pamplona progresaba. Lo hacía físicamente con dificultad, claro, dada su impuesta chaqueta de piedra. Pero, lentamente, se había
ido ampliando hacia su área suburbana con asentamientos, construcción de barriadas obreras y ciudadesjardín (siempre limitadas).
El primer núcleo obrero (en torno a la Estación del l arte) se fue
transformando en la barriada de La Rochapea. Allí "La Acrividad"
(sociedad de crédito y seguro) proyectó una ciudad jardín para rrabajadores (1902)91. También surgieron nuevos barrios más allá de la
Vuelta del CastiUo: el Mochuelo o Milagrosa e lrurrama, con viviendas aisladas, casi campestres, con su huerta y su zona de labranza. Se
fu e edificando en San Juan, Echavacoiz y Beloso alto (aquí con arras
pretensiones, chalet de clase merlia y alta). En realidad fue configurándose un entorno caótico, cuyas calles (caminos, en realidad) no se
alquitranaron hasta después de 1915" . Dominaba el desorden urbanístico, más allá del que marcaran las carreteras y caminos que salían o
enrraban en la ciudad". Comenzó a erlificarse a 3 ó 4 Kms. de ésta el
barrio satélite de veraneo, próximo al pueblo de Burlada. Fue organizada como ciudad jardín, con casas unifamiliares de jardín o huerta.
90. Ver en ese: sentido CASEY,L Hislaria de la familia, Madrid, 1990, pp, 74-75.
"Sobre el inicio de la política obrera, .... , p. 357.
91. anorセsMgオNイZcLjB@
92. A.M P. Negociado de Obras. Subasta de Propios. 2 (1905- 1920).
93. uraiャᄀ|
ᄋ ヲ L セN@
L.• 8iografia...• pp. 222-226.
208
PA.\lPLO:.IA. TODA ELL" lJ:'oI CASTIlLO. Y i\IÁS Q!JE CIUDAD. CIUDADEL\
Pero todas aquellas acruaciones, espontáneas y anárquicas, muy
punruales, no cambiaron sustancialmente ni la fisonomía ni la configuración de los poderes o la economía de la ciudad .
•••
No
ocu rrió otro tanto con lo que llegó a ser el ansiado Segundo
Ensanche de la ciudad . Una vez rotas las murallas, una vez superado
aquél corsé pétreo y legal que la constreñía, rotas definitivamente las
murallas, al fin se proyectó un verdadero l4ensanche": la ciudad se
abría al fin a los tiempos y siruaba su mira más en las expectativas
que en la experiencia; en el futuro antes que en el pasado. (Claro que
la primera solicirud de obra en Pamplona es de septiembre de 1921,
mientras que los ensanches de Barcelona o Madrid son de los 1860,
los de San Sebastián de 1865 y 1882, el de Vitoria de 1868 o los de
Bilbao de 1866 y 1876. Mucho retraso.)
Aquél sí fue un acontecimiento realmente nuevo en la vida de la
ciudad: por fin Pamplona se disponía a modernizar sus estrucruras
urbanas. Con ello dejaría atrás sus viejas y extremas dificultades, y se
abrirían expectativas de crecimiento y negocio desconocidas hasta
entonces. Su primer y más enrusiasta impulsor, el que fuera alcalde
liberal de la ciudad (1902-1904, 1905-1907, 1909-1913), Joaquín
Viñas y Larrondo, 10 concibió como la gran empresa modernizadora
de Pamplona: "hora es ya qüe este pueblo dé señales de vida, y sacuda esa apatía que 10 domina y que no le deja avanzar en su lánguida
vida, en el progreso de los tiempos" decía al dar cuenta de sus gestiones en pro del Ensanche a sus conciudadanos" . También el alcalde
conservador Alfonso Gaztelu (1913-1916)" , que le sucedia, en la ceremonia del derribo de las murallas en 1915 había dado la bienvenida a la llueva Pamplona y anunciaba "una nueva era de progreso"96
para la ciudad. Unos y otros, la elite local se mostraba sin fisuras ilu-
94. El EmancM. 9 agosto 1916.
95. GARCiA-SANZ MARCOTEGUI, Á., La eleu;o,us municipales de Pamplona en
la Restauración, Pamplona, 1990; apé ndice "Apuntes biobrráficos de los alcaldes".
96. La Avalm/(ha488, 24 agosto 1915.
209
JAVIER UGARTE
sionada con la perspectiva de la "nueva Pamplona" que surgiría a partir de aquella decisión.
Podía ser ese momento liminal en que una ciudad se transforma
profundamente, adquiere otro aspecto, renueva su estilo de vida, y se
hace con sus eli tes (o las perpetúa transformándolas). En Pamplona
se daban las circunstancias: una presión demográfica de años, expectativas de negocio, nuevos aires (propios y llegados de fuera : eran los
"felices veinte"). Todo apuntaba a que iba a transformarse la vieja
"idea de ciudad". Otra percepción, otro estilo, o tra manera de estar
en concierto de ciudades
En tantas ciudades del XIX español, el Ensanche significó una
verdadera convulsión social. El caso de Barcelona es paradigmático.
Pero ese modelo se siguió en todas las ciudades de España" . En buena parte de ellas significó el enriquecimiento de un nuevo colectivo
de propietarios de fincas urbanas -las recién urbanizadas- surgido al
calor de la especulación" . Un colectivo que en las pequeñas ciudades
en que las rentas eran el origen de buena parte de los capitales locales, compitió en lo sucesivo con el viejo grupo de propietarios y pequeños inversionistas por el poder en la ciudad" . Activó, asimismo,
sectores de la industria de la construcción y derivados, así como el
comercio de bienes de consumo reforzando la reconversión de viejas
tiendas en nuevos negocios especializados'oo. Significó la creación de
un espacio en que los grupos de estatus en sentido weberiano tenían
un espacio propio de desarrollo, un lugar en que, aunque concebido
97. H ERNANDO, j., aイGャBゥエ
セ 」エQゥイ。@
en España. 1770-1900, Madrid , 1989, pp.
458-472.
98. Que en el caso de Barcelona significó multiplicar por 30 e incluso por 60
el valor inicial de las fincas (lIdefonso Cerdá, cirado en H. Capel, Cap ilalismo y
moifologla urbana tn Esp alia, Barcelona, 1990 (edición original de 1975), p. 41 ). En
Bilbao se llegaba a pagar a 170 pts. el merro cuadrado en 1914, una cantidad exorbitante en el tiempo (CARerA i\llERlNO, L. V., La formación t!f. UII ciudad indlu/rial,
Oñati, 1987 p. 701 ). La obra definitiva a este respecco es GONZÁLEZ PORnLLA ,
M. (ed.), Ú S orlgtnf.s (Ü una ュ セ エイ ーッャゥ@
industrial' la Rlo df. Bilbao, Bilbao, 2001, 2
vols. En concreto, los capítulos VIIl y X, [J.M.. Beascoechea].
99. Es el caso de Vitoria. Puede verse RIVERA, A., La ciudad Iroít;((I ... , pp. 24-29.
100. Para Bilbao CARerA NI ERINO, L.V., La f omuuidn... , pp. 699-703.
210
PA.\IPLO¡';:A. TODA EllA lr.\ CASTILLO. Y 1\lÁs QJJE CIUDAD, CIUDADELA
según una idea igualitaria del urbanismo (Cerdá), significaban en realidad una diferenciación residencial de los estratos sociales'o! -con
todo lo que ello implicaba de ruptura de la relación ¡ace-tofoce de la
ciudad tradicional, como Pamplona, donde las clases poseedoras ocupaban las plantas principales de los edificios en cuyos últimos pisos
vivíarosus empleados y las clases subalternas-lo,. En fin, suponía el
desarrollo de un espacio concebido según una racionalidad y geometría acorde con las necesidades de los nuevos tiempos (simplificación
y circulación) que permitía el desarrollo de las nuevas funciones de la
ciudad como centro comercial y de servicios, un nuevo centro de negocios y administrativo que connotaba (aquí habría que referirse a la
arquitectura, el nuevo mobiliario y escenografía urbana de paseos,
monumentos, teatros, alamedas, etc.) toda una simbología del poder
de la nueva elite. El Ensanche vino a ser un signo de modernidad y
de progreso en toda España 'o" un punto de inflexión con respecto a
la antigua ciudad.
¿Supuso el ensanche aquella renovación y ruptura en el caso de
Pamplona? No. Intereses, presiones extemporáneas y la propia idea
de ciudad frustraron aquella posibilidad .
•••
Tras laboriosas gestiones y desechar distintos programas de ensanche, con el acuerdo de 1911 entre el ayuntamiento y el Ministerios de Defensa ''''', el derribo de 1915 y la autorización de ampliación
101. Lo de la diftrenciacion residenrial en tャゥ|iセ
s L@ D., El mosaico urhano. Hacia
de/o diferenciación residmc1al, Madrid, 1976.
102. En Viroria, por ejemplo. los trabajadores siguieron viviendo en la vieja
ciudad frente a 105 Slclores de /0 olla burguesia que tendieron a instalarse en el Ensanche (La ciudad levflica ...• pp. 29-32). Si aquella idea igualitaria estaba en la mente de
Ccrdá al co ncebir el ensanche barcelonés, en realidad su desarrollo efectivo (estrechamiento de las calles secundarias) y la arquitectura marcaron la diferencia (l-lERnaAセdoi}Nイアオゥャ・」エ。@
... , p. 462).
103. her
ゥG|ャZaNセdoL
j NLaイアオゥャ・Hエ。@
...• p. 458.
104. セ・@
aún fueron rebajados por acuerdo entre ambas partes del 31 de enero
de 1930, por el que hubo un nuevo intercambio de terrenos (AJ.\1p. Sección del Ensanche. Expropiación TI).
tilla leorfa
211
JAVIER UGARTE
urbana de 1916, Pamplona tuvo un programa de ensanche aprobado
por R.O. de 15 de mayo de 1920 según proyecto del arquitecto municipal Serapio Esparza (ganador frente a los proyectos de Julián futeaga y Angel Calé): amplias avenidas y manzanas, según el modelo
clásico de Ildefonso Cerdá'Q;. Para entonces los pamploneses se referían al ensanche como el ansiado '''''.
Proyecto de Ensanche aprobado (Seraplo Esparza)lO'.
Ya el proyecto urbanístico de Serapio Esparza se encontró con
limitaciones impuestas por los militares (que aún estimaban absurdamente el valor estratégico de las plazas fuertes)'''. Aquella función
militar exigía no edificar jumo a la ciudadela, crecer solamente por
105. Ver la Memoria en AMP.1J Ensanche. Sección obms 1920-1940.
106. ORDEIG.j..M .. Diseño y nanllot;vo .... pp. 65 Y94.
107. Reproducido en ORDElG.Jl\1 .. Diseño y normativa .... p. 105.
108. Todavia en las guerras cenrroeuropcas de mediados del XIX (inc1uidala
guerra austro-alemana de Sadowa) la ciudad forta1eza jugó a1gún papel. pero desde
la llamada rroo/uci6n de lVlo/ke. con los esrados mayores y los ejércitos móviles aquelJa perdió toda función (puede verse sobre el particular ROBERTS,J.M .• Europa desde 1880 has/a 1945, Madrid, 1980, pp. 82-85)
212
p A |Iip
loセaN@
TODA ELLA UN Ct\ STI LLO. y :\11\ S QUE C IUDAD, CIUDADEl.I\
uno de los flancos de la ciudad -el lado sur-, e imponer limitaciones
espaciales al ensanche que debía rematarse con un paseo de ronda
con función defensiva (como aquel que se impuso a Madrid en el plan
de Castro de 1860, ya entonces conservador frente al modelo Cerdá).
Aparte el anacronismo, aquella imposición -unida a unas previsiones
demográficas asombrosamente conservadoras'09- hicieron que el
proyecto aprobado se cerrara con un paseo que interrumpía abruptamente el juego de la retícula urbana'''. Pero, sobre todo, llevó a concebir la ciudad como un núcleo cerrado, desarrollado a partir de la ciudad vieja, y no como una trama abierta e ilimitada (en la linea de
Cerdá) que hubiera resuelto el problema urbanístico hacia el futuro y
hubiera supuesto un real desplazamiento del centro de poder de la
ciudad.
Como espacio adosado a la vieja ciudad que fue ideado, al ensanche no le fue conferida otra función que la residencial. Aquello supuso serios problemas de orden urbanístico pues ni se contempló un
equipamiento adecuado'" que le diera autonomía respecto a la ciudad vieja, ni se previó la asignación de espacios para suelo industrial
(como la de calzados de los Hermanos López, que en 1924 adquirieron la manzana 25), almacenes, comercios, etc. que estaban igualmente necesitados de nuevos asentamientos' l2. Todo aq uello produjo
una cierta confusión entre edificios residenciales y mansiones de ne-
gocio con almacenes en sus bajeras como el que construyó Felipe Lor109. En un estudio hecho por el alcalde Alfonso Gaztelu y el concejal Lorenzo
Marrinicorena en 1915 se preveía un plazo de 113 años para edificar el espacio del
ensanche (AMP, Sección Ensanche. Expropiaciones JI). El mismo autor del proyecto participaba de esa idea. En realidad el proyecto de com pletó en los años cincuen ta, treinta años después -y no puede decirse que la progresión fuera inusualmente acelerada-.
110. Con indulgencia, sin duda, Jose M a Ordeig (Diseño y normativ a .... pp.
1 i2) opina que el encuentro entre retícula y ronda "es poco afortunado". En realidad, sólo se resolvió sobre el papel, sin idea de que fuera en verdad a ejecutarse. Hoy
aún es una de las zonas urbanísticamente conilictivas de Pamplona.
111. Lo que ya fue observado por Leoncio Urabayen (Biografía ... , pp. 226-
245).
112. Hasta el punto de que ni siquie ra fue regulada su instalación en las iniciales ordenanzas del ensanche (ORDEIG, J.M .. Diseño y flor%liva .... p. 108).
213
j.wn:R UCARTE
o
la fábrica con viviendas incorporadas en la harinera de los
ca llJ •
Bayona (1924)"'. Todas en el uevo Ensanche.
Si la desagregación funcional de la industria no se contempló, sí se
consideraron otras funciones para el ensanche desagregación residencial por grupos de esta tus. Así, las casas baratas construidas por el promotor Gorricho (manzanas 36 y 37) en 1926 y 1927, Y las construidas
en 1934 y los chalet de las manzanas 66, 74, 75 Y 81, se alejaban de la
zOl/a lIoble situada entre las calles San Ignacio y Carlos IIl. En éstas
manzanas edificaron sus chalet gentes de la elite local (como el médico
y republicano Serafín H uder en la manzana 17; Rafael Aizpún, abogado y futuro ministro con la CEDA, en la inmed iata manzana 18; o
el agente de seguros José Ma Díaz y Díaz de Rada) 'IS. También en
este punto se elegía programáticamente el modelo conservador de
Castro para Madrid''', frente al de manzanas igualitarias de Cerdá.
Coherente con aquella idea de ampliación de la Pamplona de
sitmpre, todo el centro político- administrativo (Diputación y Ayuntamiento), el centro emblemático (el Monumento a los Fueros, etc.),
el religioso (la Catedral y las cinco parroquias), el económico (Crédito avarro), e incluso el centro comercial quedaron en el recinto de
la antigua Nudad"'. Cierto que algunos edificios simbólicos (como la
Aseguradora Vasco-Navarra, el teatro Gayarre, el nuevo seminario
diocesano o el colegio de los escolapios, con su esbelta torre) se asentaro n en el N uevo Ensa nche. Pero eran los menos y 10 fueron haciendo con ta rdanza (los Escolapios no habían termi nado su edificio
en 1936, las obras para la recolocación del Gayarre no se iniciaron en
113. AMP. Sección Ensanche, 1921-1924.
114. 10.,1924-1926.
115. JIJ\1P. Ensanche de Pamplona 1921-1924; lo., 1924-1926;CamStro. Reclamaciones del Ensanche y Varios. 1933.
116. H ER.'1A1'l"OO,J.. aイアオゥOセ」エ。BG
j@ p. 463.
117. Los otros dos proyectOS de ensanche que se presentaron. especialmente el
de Angel Calé (con un gran centro en el propio cns1nc.he del que irradiaba el resto
de la ciudad), pero mmbién el de Julian Arteaga (con un gran hOllttvOrdy tres plazas
que habi:tn de competir con la del Castillo), concebían el Ensanche como una ciu-
dad nueva, con sus propio equipamiento y su propio centro simbólico (ver los pIanos de los proyectos en ORDEIG, ].M., Di.seño y florll1f1fivtl ... t pp. 99 y 104).
214
PA.\IPLO="'A. TODA ELL\ lm CASTILLO. Y セis@
QlJE CIUDAD. CIUDADElA
Carlos III hasta 1935). De modo que buena parte del centro simbólico y el centro de poder de la ciudad permanecía en la ciudad antigua:
la catedral, sede del Cabildo y el obispado con sus imponentes torres y
su amplia corte de canónigos y beneficiarios y las cofradías más prestigiosas de la ciudad, dominaba la Navarrería, el Ayuntamiento continuabt en el viejo edificio reformado en el XV1II, y, finalmente, la
Diputación, verdadero centro del poder provincial, heredero de la antigua Corte navarra y depositaria con su Archivo de todos los elementos simbólicos del viejo reino, aún ubicándose en el arranque del nuevo
ensanche, miraba al Paseo de Sarasate y a la perenne plaza del Castillo. El centro político-administrativo cargado de un riquísimo valor
semántico permanecía vinculado a la antigua Pamplona ' ''.
Si algún elemento urbano simbolizaba esa continuidad de la ciudad antigua, era la Plaza del Castillo. Su vida y funciones no fueron
disminuidas lo más mínimo tras la construcción del Segundo Ensanche. Al contrario: siguió siendo "el corazón de Pamplona, y a él afluye -decía Leoncio Urabayen- todo el movimiento no sólo del casco
viejo y del Segundo Ensanche, sino del de los suburbios y los barrios
de la ciudad""'. Los autobuses de "La Villavesa" marcaban esa relación más allá de la propia Pamplona, cogiendo y dejando a los viajeros en la Plaza del Castillo. Toda la Cuenca y avarra seguma teniendo como referencia a la antiquísima Plaza del Castillo, espacio
de corridas y paradas militares.
Todos los acontecimientos festivos y solemnes continuaron realizándose en él. Toda la historia de la ciudad tenía allí su plasmación.
En ella formaron las tropas en época de guerra, allí tocaba la banda
del ejército, en ella se siguieron dando las paradas militares de las fuerzas de la guarnición el día del Corpus. En ella tenían su culminación
11 8. Puede verse la descripción que de Pamplona se hace en 1925 ("Pamplona", en CARetA EXClSO, E. (ed.), Navarra iWCJWXXV, Pamplona, 1925 ), cuando el
ensanche se encuentra en pleno apogeo constructivo (hay 32 edificios de vivienda
en construcción, muchos de cUos ya terminados). I o hay una sola referencia al ensanche (y sí de ese entorno simbólico de la ciudad vicja), :mnque unas páginas más
adelante pueda verse una foto del estado avanzado en que aquél se encuentra.
Jl9. URAIlAYEN, L., Biograpa ... , pp. 193-196.
215
JAVIER UCARTE
las visitas de Pablo Sarasate o Alfonso XlII. En ella se exhibieron los
globos aerostáticos a Emes del XIX, en ella se hicieron las juras de
bandera, se continuaron celebrando los Sanfermines. Por ella seguían
corriendo los gigantes y cabezudos, allí se asentaba el conocido hotel
La Perla, parada obligada de toreros y visitantes ilustres. De ella partieron los primeros tranvías en 1912; y si había sido estación de diligencias,lo fue también de los primeros autobuses en 1912. En ella se
celebró la solem ne misa de campaña en 1915, fue sede de la flota de
taxis desde 1932; en ella se ubicaban el Ateneo sobre la sede de Acción Republicana, el Círculo Carlista, el café Kutz, el Iruña, y el Café
Suizo durante la República!2•. Siguió siendo el corazón de la ciudad.
La plaza del Castillo era síntesis y expresión de la ciudad, y parte
de la v ieja ciudad, con la que nunca hubo ruptura. La plaza del Castillo era un espacio íntimo, no sólo para los pamploneses, sino para
toda avarra, como asegura Arazuri 121 .
Por lo demás, el modelo Cerdá (progresista y técnicamente muy
competente en el XIX, según la idea racionalista haussmanniana y
norteamericana) había quedado superado por las críticas y nuevas
propuestas de Camillo Sirte (1889), Stübben o Hénard que propug-
naban soluciones más higiénicas, con manzanas abiertas, menos monótonas, más habitables y en realidad más rápidas para la circulación
(a pesar de las apariencias). Arturo Soria había propuesto su solución
de "ciudad lineal" en 1892 y en el continente se venían desa rrollando
"ciudades jardín" según el modelo socia! propuesto por Ebenezer
Howard en Inglaterra. Tony Garnier había publicado su "cité industrie/le" (1917) a! hilo de las propuestas de Sitte en el que intenta
combinar el racionalismo con soluciones más humanizadas (ajardinamientos y caminos peatonales informales) !22.
Pamplona no fue ajena a toda aquella circulación de ideas. Las
expusieron ante el Consistorio en sus alegaciones a favor de Otro mo120. ARAZURl, J.]., Pamplona. Calles y barrios, Pamplona, 3 vol., 1979-1980: 1,
152-195.
121. ¡bid,: 1, 152.
122. KOSTOF, S., Hislor;o de la arguitu/ura, Madrid, 1988,3 vols., vol. lIJ, pp.
1179-1187.
216
PA.\ ·IPLONi\. TODA ELLA UN CASTrLLO. y !\'I,\ S QUE CIUDAD. CIUDADELA
de!o de ensanche e! empresario Ramón Arteaga apoyado por el arquitecto Teodoro de Anasagasti 123 . Aquel punto de vista, más acorde
con los tiempos y que cabía esperar que una ciudad que pretendía
asomarse hacia el futuro debía preferir -o, cuanto menos, apreciar-,
fue rotundamente desestimado. A Serapio Esparza, autor del proyecto-practicado, le bastó con alegar que e! suyo daba solución a las
modestas aspiraciones residenciales de la Pamplona de! momento.
El modelo Arteaga-Anasagasti era una utopía fantasiosa y como tal
se desechó. Con ello se perdió la oportunidad de aplicar soluciones
innovadoras -que ya venían practicándose en otros lugares" '- y que
hubieran puesto al dia a Pamplona en materia urbanística.
En fin, en pleno siglo XX, aún se miraba con e! rabillo de! ojo al
XIX, Yde ntro de él al modelo más conservador 125 : la nueva ciudad, a
pesar de su nueva contextura y de ser una respuesta a las necesidades
de los tiempos, no dejó de estar concebida urbanísticamente como
prolongación de la vieja 126. El proyecto innovador, e! tan esperado mo-
123. ORDEIG, J.M ., "Tradición y modernidad en la gestación del Ensanche
pamplo nés", Cuadernos de Sección. Histon'a-Geograjia, 21 (1993); ORDEIG, J.M., Diseño y normativa ... , pp. 108- 111.
124. D e hecho también en Pamplo na se aplicó la solución de la ciudad jardín
en la ll amada Colonia Argaray, hecho en el extremo este del ensanche, fuera de las
previsio nes de Serapio Esparza, y ya a partir de 1933 (ver ORDEIG,].M., Diseño y
nonnati'Ua ... , pp. 125- 126).
125. Incluso en el pl ano del higienismo - tan aducido en todos los opúsculos
que sobre el tema se editaron en la época-, el proyecto se quedó corto. Las calles
tuvieron un ancho, según las bases del concurso (ORDEIG, 1.M., D iseiio y
normativa ... , pp. 94), entre 15 y 21 metros frente a los 30 metros recomendados por
Cerdá -y que en el caso de Barcelona sólo la especulación logró estrechar hasta 20
y 15 metros en las vías secundarias- ( H ERNANDO, j., Arquitectura ...• p. 462). No
todo fue "negativo", resulta evidente. La realizació n del propio ensanche dio nuevos
vuelos a la ciudad, como luego veremos. Entre las buenas soluciones técnicas cabe
referirse a la ágil solución a los problemas de la circulación con el cruce de dos
g randes avenidas (Carlos nI y carretera de Fran cia) y las plazas ci rculares y la in corporación de las estaciones del ferrocarril y el tranvía al interior del reci nto urbano, con lo que ponía en buena comunicación a Pamplona con su hinterland.
126. D e hecho el plan resolvió con gran acierto la transición en tre el casco viejo y
el Ensanche tanto en las vías de tránsito como porque, tal como afirma Leoncio Urabayen (Biografía ... , p. 243) el primer ensanche hacía de tránsito natural entre ambas 7.onas.
217
JAVIER UGARTE
mento que iba a abrir Pamplona al futuro se hacía con la mirada
puesta en el pasado. o fue aquél previsible momento de ruptura con
lo viejo como ocurrió en tantas ciudades del XlX eu ropeo. En el urbanismo de Pamplona prevalecieron las continuidades'l7. D e ahí que
el arquitecto Fernando Chueca Goitia, empeñado en los cuarenta en
un programa arquitectónico "castizo" para España -a pesar de su
adscripción republicana-, dijera de Pam plona que "es una hermosa
ciudad que ha sabido mantener su historia y el noble ambiente de sus
monumentos sin mezclar, cosa tan infrecuente en nuestras ciudades,
lo que hicieron nuestros mayores con lo que nos ha tocado hacer a
nosotros""". Una Pamplona que mantenía indeleble su cordón umbilical con sus antepasados y ese mundo de valores antiguo .
•
••
Pero cabía otra vía de renovación, cabía la posibilidad de que
aunque la ciudad inicialmente representada -después de todo, qué es
el urbanismo sino la autorrepresentación de la ciudad- se mantuviera vinculada al pasado, subterráneamente se estuviera produciendo
una renovación y dinarruzación intensa de su economía'" que condujera, en última instancia, a la modernización social de aquella. Era
127. Tal VC'¿' como en el alemán (otro país de cOll/inuidndts, tema de arduos debates relacionados con su SOl1derwtg) que fue en este sentido mucho más conservador que el modelo parisino del barón Haussmann (cfr. KOSTOF, S., His/oria dt...•
vol.]]J, p. 1178).
128. CHUECA GOJTIA. F., La 、セウOイオHゥB@
...• p. 369. Su programa castizo de
1947 en ID., lnvar;a,¡/es castizos dt' la arquitectura upaliola. Invariantes tn la artluiucfuro hispanoammcana. ManiJielfo dt !a.Alhamhra. Madrid, 1981 ("lnvariantes castizos..... apareció primeramente en 1947).
129. Aparte las connoraciones peyorativas que términos como espuu!ación tienen en la cultura actual. en su momentO ayudó a modernizar las economías de gran
parte de las ciudades españolas del momento por la vía de la venra de terreno y negocios de la construcción y derivados, la venta inmobiliaria y el comercio de bienes
de consumo (asi lo ha probado para Bilbao GARCiA MERlNO, L.V., LAfonnación ...•
pp. 699-701). La "ciudad se convirtió en objeto de negocio" dice Horacio Capel
(Capitalismo y morfología urbana ... , p. 26) Yno le falra razón . Aquello trajo consigo
el enriquecimiento de nuevos grupos de elite más dinámicos en competencia co n
los antiguos como es el caso de Vitaria (ya cirado) y tantos otros.
218
PA.\IPLO:"'A. TODA ELI..-<\ UX C.<\STILLO. y ;l.L.\S QPE CIUDAD. CIUDADEU\
posible que aquella gran operación inmobiliaria que se anunciaba
sentara las bases para la emergencia de una nueva elite social más dinámica y necesitada de un nueva idea de ciudad que posibilitara su
nuevo poder recién adquirido. La alternativa a ofertar era la nueva
cultura de la gran megalópolis mundial lJo . Algo de aquello hubo -y
más adelante nos detendremos en ello- pero, en esencia, las tendencias continuisras también prevalecieron en ese terreno.
Varios elementos -en los que intervinieron, junto a factores del
ethos local, de cierta idea de ciudad, intereses bien diseccionables- se
combinaron en una solución que quitó todo el mordiente a aquel
gran programa de especulación del suelo que se anunciaba. Un programa de ensanche que urbanizaba 890.600 metros cuadrados de
suelo, de los que 329.522,5 eran de inmediata construcción lJl .
Pamplona fue la primera ciudad de España en expropiar todo el
suelo a urbanizar empleando para ello la ley del 18 de marzo de
1895 (frente a la de 1892 que dejaba la iniciativa en manos de los
propietarios del terreno) "'. Esta decisión frustró una posible operación de especulación y enriquecimiento de nuevos colectivos y el
consiguiente relevo en las instancias de poder de la ciudad (si ello
hubiera sido posible) establecidas tras el relevo al que ha hecho referencia Erro Gasca y que culminó en los primeros años de la Restauración JJ3 •
L., La ciudad...• pp. 181-184.
131. AMP. Sección Ensanche. Expropiaciones n.
132. El EnJQ1lche, 16 agosto 1916. Hasta 1919 con la Ley de Burgos y Mazo
no se reguló de manera explícira dentro de la legislación de régimen local los aspectoS de carácter urbanístico (BASSOLS, M., G¿nesis y evolución del derecho urbamslito
espmiol, Madrid [1973], pp. 446-449), por lo que se recurrió a la legislación especial
sobre el particular.
130. BENEVOLO,
133. GASCA ERRO, Promoci6n empresarial...
219
J/W1 ER UG/\RTE
Terrenos adquiridos por el Ayuntamiento al ministerio de Guerra (blanco) '1 expropiados (gns claro). Sobre él puede verse proyectado el pian del Nuevo Ensanche. Puede
observarse la vieja ciudad en el ángulo superior izquierdo セNm@
Fue el alcalde liberal Joaquín Viñas y Larrondo quien impulsó
aquella solución. Tuvo previamente que negociar arduamente con el
"ramo de guerra" la cesión en condiciones aceptables para la hacienda
municipal de los terrenos ocupados por las fortificaciones y las instalaciones mili ta res, 212.769 metros cuadrados en total (R.O. de 1° de
mayo de 1911)'" que dejaban en manos del ayuntam iento la parte de
suelo más apetecido por su proximidad al anterior recinto. Una vez superado aquel obstáculo, el alcalde promovió la solución expropiatoria
poniendo por delante los intereses de la ciudad (situando la iniciativa
en el municipio) frente a los particulares que, como en otrOS lugares,
pretendían obtener una notable plusvalía de la recalificación.
Adujo para ello el interés superior del "mejoramiento de las condiciones de esta Ciudad", así, con mayúscula, frente a los "mezquinos" intereses privados. Para ello esperaba contar con el "patriotismo
134. Archivo セャオョゥ」Zー。j@
de Pamplona, ección Ensanche: Expropiaciones n.
135. El E"sonche, 9 agosto 1916; AMP, Sección Ensanche:. Expropiaciones 11.
220
l'A.\IPLO:-':A,TODA ELL\ U:-: CASTILLO. y :-'IAs Q!JE CIUDAO.CIUDADt:l.J\
de los propietarios" de las tierras urbanizadas. Pretendía además hacerlo sin molestar a nadie y en buena armonía con los "amantes de
esta población". En esa Unea, aunque estuvo en desacuerdo con algunos puntos de la gestión realizada por el alcalde que le sucedió, Daniel Irujo (maurista, fundador del Diario de Navarra y miembro de
varios セッョウ・ェ@
de adm inistración)!" , le enviaba su "modesro aplauso
porque demostró a su paso por la Alcaldía, su amor al pueblo donde
nació"1l7. La comunidad -yen su nombre el alcalde- establecía sus
reglas sobre el particular. La norma social im perante, los valores morales de la comunidad compartidos por aquella colectividad, emocionalmente aceprados y no necesariamente racionalmente establecidos,
prevalecían sobre la ley del mercado (valores que venían reforzados
por los nuevos planteamienros sociales de un ayunramiento en el que
había 7 republicanos y estaba presidido por un liberal-demócrata '''; a
los viejos valores comunitarios venían a sumarse los nuevos valores
societarios de principios del XX). Aquella poUtica iniciada por un
ayuntamiento liberal fue continuada en su esencia -a pesar de alguna
discrepancia- por los posteriores ayuntamientos presididos por conservadores .
Naturalmente, si la generación empresarial establecida hubiera
tenido intereses en la zona, es probable que aq uella ley no escrita hubiera saltado hecha añicos. Pero, como he dicho, el terreno interesan-
136. En realidad, aparte de representar políticamenre la opción opuesta, defendió una soluci ón del ensanche radicalmente más costosa para el erario municipal y
favorable a los propierarios.
137. Las ciras son de El EnsancM, 9 y 16 agosro 1916.
138. GARCiA- aセz@
i\L-\RCOTEGUI, Á., Las eÜu;ollrs municipalu de "amp/oflo
m la ReSIOuratirill, Pamplona, 1990, p. 89. Había, además, un programa de atención
para con "las clases humildes y modestas" de la ciudad, proponiendo la realización
de 300 casas bararas en el plazo de quince años (las que hemos visto construir a Gorricho y Santiago Llorens). Aqui, subrayaba el señor Viñas y Larrondo. se enCOntraba 10 sustancial del pensamiento político de la alcaldía. V, en efecto, así era. El programa de expropiaciones le parecía obvio para que no qdcsaparccicsc Pamplona".
Era aJgo que estimaba debía aceptarse ante un valor infiniramente superior. Su impronta ideológica como liberal-demócrata se hallaba en orro punto: J:¡ defensa dentro de la ciudad y sus proyectos de las clases humildes.
221
JAVIER UCARTE
te pertenecía al Ejército y fue transferida al Ayuntamiento. El resto,
era un conjunto de huertanos, labradores y propietarios sin capacidad
de influencia en el Ayuntamiento. En todo caso, no deben menospreciarse esos usos arraigados en los colectivos en el momento de la
toma de decisiones.
Tan seguro estaba el alcalde Viñas en las fechas en que se planteó
la cuestión (1911) de la superioridad moral de sus planteamientos
que hizo un sondeo entre los propietarios en la confianza de que establecieran precios razonables a sus tierras. Lógicamente la respuesta
fue negativa 139 ante la sorpresa de Joaquín Viñas que estimó que ese
modo de "mirar por los propios intereses más qUt por los gtnerales imposibilitaba toda reforma y progreso". Sólo dos propietarios, Julián Felipe
(ex-secretario de la Diputación y conservador) y Eugenio Lizarraga
(ex-concejal jaimista) se avinieron a vender sus fincas al precio que
estableciera el perito del ayuntamiento (obsérvese la adscripción politica de ambos, ajena por completo a la del alcalde)"".
aru ralmente, los propietarios de las fincas urbanizables quisieron hacer valer sus derechos y así lo manifestaron en dos reuniones de
"fuenas vivas" de la ciudad (mayores contribuyentes y entidades de la
ciudad, de nuevo reunida corporadamente)'" que el Ayuntamiento
convocó en el Teatro Gayarre y en el salón de actos de San Francisco
139. Tampoco se fijaron altos precios, sino que se pusieron (X(I/sas diversas.
140. El Ensan(he, 9 agosto 1916. Dd mismo modo, cuando el 23 de junio de
1911 se reunió cl ayuntamiento en sesión extraordinaria para [rarar el tema del ensanche, fueron republicanos como Berrio y UU3y quienes reprocharon al alcalde Viñas Larrondo (de su propia candidarura) por su informe "cuajado de ultr.tjes" para
con los pamploneses por referirse a los propietarios de casas como el grupo de los
"intereses creados" (ver DN, 24 junio 1911 ).
141. En efecto, de nuc\'o la ciudad se constiruia corporadameme, como si de
una ciudad renacentista se tTatara (gremios, cuerpos, barrios): en la presidencia cl
Ayuntamiento. junto a él las mesas de la prensa. en el pario de butacas los rcpresenmnres de las corporaciones, y en los pisos superiores el público. La primera cuestión
que se debatió fue si las personas convocadas tenian un \"Oro (postura defendida por
el alcalde Viñas, un liberal) O tantos \'Otos como entidades representaran (defendida
por el representante de la jU\'entud republicana), lo que no hubo nccesidad de resolver dado que la asamblea era simplemenre consuIriva.
222
PA.\IPLO:-":A, TODA ELLA uセ@
CASTlUO, y セiaウ@
<WE CIUDAD. CIUDADEL\
a lo largo de 1911 "' . Sin embargo, aquel grupo -que se constituyó
como grupo de presión '''-, con ser importante (estaban entre ellos algunos de los máximos contribuyentes de rústica como Arturo Campión, Crisóstomo Beunza, Manuel 1zu, José Goicoechea o Eugenio
Arraiza)''', no dispuso ni del argumento legitimador'" ni contó entre
sus [¡las con el verdadero grupo de poder de la ciudad que se reclutaba entre los propietarios de fIncas urbanas (los Baleztena, los Garbalena, Colmenares, Conde de Guenduláin, González Tablas, Gortari,
Conde de E spoz y Mina) y el sector que tenía sus rentas en la provincia o se dedicaba a las profesiones liberales y pertenecía a los consejos
de administración de las entidades financieras y la incipiente industria provincial (los Uranga, Sagiies, Serapio Huici, Aizpún, Sánchez
Marco, agore, Mayo, los hermanos López, etc.), el núcleo de poder
instalado a fInes del XIX. La elite de la ciudad, alojada en casas de es-
142. Puede seguirse el desarrollo de la asamblea de mayo en DN,27-mayo1911 . En ella, a propuesta de Raimundo Carcía (el '" inevitable" Garcilaso O AmaJia,
director del D iario 、セ@ Navarra, y quizá el hombre más influyente de Navarra en
todo el primer tercio del siglo XX; puede verse su papel ella conspiración de 1936
en UCARTE,J., "En resprit du annüs 30 europeo: la actirud del Diario de Navarro y
Garcilaso en la primavera de 1936", Príncipe de Viana, 209 [1996]), a propuesta de
Raimundo García, se constituyó una comisión para el estudio del proyecto integrada por partidarios y contrarios del proyecto del alcalde Viñas (entre los patrocinadores de la oposición estaban Manuellzu y José Goicoechea y cntre los partidarios
del proyecro Eustaqujo Echavc-Susraera y Eugenio Lizarraga, todos eUos carlisras).
143. Puede verse la acti tud y planteamientos de este grupo en VlseO R,J., El
ensanche y los propietarios del terreno, Pamplona, 1916. También los defendió el arquitecto José MARTINEZ UBACO, "El Ensanche. Algunas consideraciones", DN, 19,
20 Y21 junio 1917.
144. Quienes no entraron verdaderamente en la guerra por el reconocimiento
de sus derechos como propietarios.
145. Uno de los propietarios, el carlista Eugenio Li1..arraga (ver su Catecismo dtl
Ensan(he, Pamplona, 1911, p. 18), formulaba así el argumento de la ciudad: si Pamplona estando interesada en el ensanche produce una plusvalia al recalificar ciertos
terrenos, "ese e.xceso de valo r se lo daría el sacrificio que la población hacía para el
proyecto,}' no estaría bien que el sacrificio de todos fuera a beneficiar a unos pocos
propietarios". Proponja o bien el acuerdo o la expropiación fO'lOSa. Claro que Lizarraga no esperaba enriquecerse de la venta de aquellos terrenos, ya pertenecía a numerosos consejos de administración de empresas navarras (ver MAJUELO, E., Lucha
dt clases en Navarra, 1931-1936, Pamplona, 1989, pp. 327-331).
223
JAVIER UCARTE
caso abolengo dadas las apreturas de la ciudad vieja''', se hallaba necesitada de nuevos espacios en los que edificar palacetes que subrayaran su esta tus. Por lo demás, confiaban en mantener y aún mejorar
las rentas obtenidas de las anteriores fincas urbanas con la subida de
precios que la renovada actividad económica iba a generar.
inguna posibilidad de especulación para capitales medianos
como los que en otras ciudades habían hecho grandes fortunas a partir
de la compraventa de tierras y el negocio inmobiliario. ingún nuevo
grupo de poder que necesitara de una nueva idea de ciudad y nuevos
valores para afianzar su poder. El vicjo elbas local, los valores de la comunidad, se combinaron con ciertos poderosos intereses para continuar por la vía iniciada por el alcalde Viñas Larrondo al elegir la ley de
1895 (frente a la de 1892)'" que dejaba la iniciativa en manos municipales y aparraba el proceso de una posible escalada especulativa' ....
Aunque para hacerlo hubiera que forzar un tanto la propia ley.
Como en una premonición (recuérdese que el ensanche fue ejecutado como espacio anejo a la vieja ciudad), se adujo que aquella no era
sino una obra de "mejora interior de la población""' , lo que les permitía expropiar (aquí estuvo la diferencia) hasta 50 metros de terreno contiguo a la vía pública que no sería sino "la prolongación de la
calle Yanguas y Miranda, Vínculo, San Agustín y Merced""o.
146. Algunas familias acomodadas habían ll egado a desplazílr su lugar de residencia a San Scbastián y Zaragoza por ese motivo (LlZARRACA, E., CIl/uismo del
Ensan,h<, p. 16).
147. Con esa ley, decía Viñas Larrondo con escándalo, "los propietarios de los
terrenos podían ... disponer librc:menre de sus propiedades ... [con lo que] elevaban
su valor de una manera pasmosa" (El Emantht, 16 agosto 1916).
148, I o completamen te, claro está, Así Vicente Udobro tras comp11lr una parcela al ayuntamienro, se la "cedía" al constructor Rufino Martinicorena pan que edificara un cha1et, Supuestamenrc: lo había comprado en su nombre lo que no había hecho constar "por olvido y una larga ausencia", Todo hace sospechar una reventa (no
documentada, pero aquí no ejercemos de jueces; véase lo que en este sentido dice
GINZBURC, C., El juez 1 ti his/oriadrn:. Aro/aciones al margm da raso Sofri, Madrid,
1993, pp. 111-112). Las bases obligaban 3 edificar al propio comprndor de las tierras.
149. Anicu10 40 de la Leydd 18demanodel895.
150. "Petición de ampliación de la Ley de 18 de marzo de 1895", realizado por
el ayuntamiento de Pamplona y presenrada el 3 de agosto de 1911 ante el rey (El
Ensanch,, 16 agosto 1916).
224
PAM I'LO:.:A. TODA ElL" U:-; CASTILLO. y ;\'1:\5 QUE CIUDAD. CIUDADELA
El Ayuntamiento expropió todos los terrenos urbaniza bies para el
Nuevo Ensanche en 1918 según el R.o. de 5 de julio de 1916 (COnflImado en R.D. de 11 de mayo de 1920). Pagó por ellos una media de
1,04 pesetas por metro cuadrado (valoración de las fincas realizada de
acuerdo con una Memoria en la que se basó el Jurado de Tasación constituido al efecto)"'. A los que añadiendo los terrenos de las fortificaciones, con los trabajos de explanación, materiales y acondicionamiento de
calles, alcantarillado, tendido eléctrico, etc. calculaban una media de
29,37 pesetas por metro cuadrado (44,34 la 1" zona y 20,15 la 2") .
Aquellas tierras expropiadas fueron debidamente organizadas en
manzanas según el Plan aprobado y vendidas en pública subasta por
lotes de parcelas de manzana o manzanas completas según lo establecido en las Bases aprobadas por el ayuntamiento el 28 de febrero de
192P" . Según aquellas U/os peticionarios se comprometían a construir
edificios de carácter permanente en todos los solares de que resulten rematantes" (& 2') dando comienzo a los trabajos de cimentación en el
plazo máximo de un año (& 6') y quedaba "prohibida en absoluto /a reventa de so/ares" (& 9'). Con ello se cortaba definitivamente la posibilidad de un segundo proceso especulativo por reventa o retención del
solar. De este modo, los solares vinieron a costar entre 15 peseras y 65
los más caros el año 1936.
Bien, si tenemos en cuenta que en Barcelona la especulación hizo
que el valor del suelo en el ensanche se multiplicara por 30 y por 60
(beneficio que fi.le a manos privadas)"', que ni tan siquiera se exigiera
la edificación por lo que los propietarios retuvieron tierra a la espera de
151. Componían el Jurado: Julio Pascual, Fulgcncio Aldaz y Javier Arraiza
(que ejercieron sucesivamente de presidentes); como vocales Leand ro Nagorc, Lorení'..o Oroz, M,a nucl Rodríguez de la Torre, Santiago Lacunza, Pío Espluga, Máximo Biardeau, Felipe Lorca. Mariano Arreaga y Francisco Mendivil; figu.raban
como suplentes Alfon so Galbcte y Fernando Romero (vease la Mmloria en Al\1P.
Sección Ensanche Expropiaciones. ] y el Jurado en TI).
152. AlVlP. Sección del Ensanche. Expropiaciones ll .
de cllndelo
153. Subastas en el que se pracricó según el viejo sisrema del イセュqャ・@
que se usaba en Navarra para la ve ma de arbolado ya cn el s. XVll (1doatc, F., Rincones de 1" hislorio de NIl'UIlrm, Pamplona, 1954-1966, 3 tomos, tomo 1, p. 206).
154. lIdefonso Cerdá citado cn Capel, Capila/ismo y morf%gro urbana... , p. 41.
225
JAVlf.R UCARTI:
obtener mayores plusvalias"'; que en Bilbao los precios del terreno hacia 1914 iban de las 50-90 pesetas por metro cuadrado en 1ndauchu
subían a las 170 en las zonas más densas"" (en Pamplona andaban entre 15 y 35 pts.), y que en buena parte de las ciudades del XIX incluso
el trazado de las calles se hizo condicionado por el "sagrado derecho de la
propiedad privada""' , puede verse que el Ensanche de Pamplona resultara modélico en ese sentido de evitar la especulación. Lo fue: los valores de la comunidad hicieron un servicio a la generalidad (de modo que
si en 1914 un piso en Bilbao costaba entre 100.000 y 200.000 pesetas,
en la Pamplona de 1941, siempre en el E nsanche, pod ía cOstar en torno a las 46.000 pesetas)"'. Era el modelo más liberal. En Alemania se
siguió un modelo de urbanismo más ordenancista'''.
Pero aquello también implicó -y es lo que nos imeresa subrayar
para el objeto del trabajo- que aquel gran proyecto renovador, que en
tantas ciudades españolas implicó un cieno relevo y renovación de la
elite local (con lo que ello suponía de dinamismo en los componamientos y los negocios y la necesidad de ofrecer una "nueva idea de ciudad",
HERNAN DO, J ., Arquilutura...• pp. 459 Y 495, n. 55.
CARerA M ERlNO. L.V.• La!urmarión ...• p. 70l.
HERNANDO, J., Ar'luileclura ...• p. 459.
GAltefA 1\I1ERINO, L.V., Laformación... , p. 701¡ URAnAYEN, L.. Biografin ...• pp. 228-229.
159. Tal vez, de modo mucho más elemental y sin que aquél sirviera de modelo
155.
156.
157.
158.
pues no parece que se conociera, se sigujó la pauta alemana (otro pals en que la tradición jugó un gran papel. pero en el que la planificación se hizo notar mucho más expresamente que en España). MLa clave era -dice Kostof, Hisloria dt ...• vol. lB. p.
1178- un justo equilibrio enrre los derechos privados, sobre todo la propiedad y su
cü posición, y el bien público... Los a)unrarnienros alemanes eran propietarios de los
tranvías y de los sistemas de agua y energía, de los djques y los puertos. Regían los
mataderos y las casas de empeño y ejc.róan d derecho tradicional del poder local: la
dirección de los mercados públicos. A ello se unía generalmente una ordenación por
zonas. La propiedad no estaba restringida solamenre en términos de alrura, y ocupación máxima de terreno; rambién había que pagar impuestos sobre el incremento de
su valor cada vez que cambiara de manos: el llamado 'impucsro de plusvalía'. Por supuesto, esto amortiguaba el ardor especulaci\'O.... Esto y cosas de este tono justificaron
un tiempo la teoría del SondtTWeg alemán. En Pamplona, ya lo hemos visto, no cxisda aquel nivel de planificación y control municipal, pero sí Se puso límite a la disponibilidad de la propiedad (ver lo dicho y ORDEIG,J.M .. Distlio y normaliva ... ).
226
PA.\ I PLON\. TODA ELL\ lJ:' CASTILLO. Y セ エaウ@
<WE CIUDAD. CIUDADELA
espacialmente nueva), en Pamplona se saldó con la más estricta de las
continuidades: la elite urbana de la renta y los negocios del XIX se prolongó en esta ocasión en el tiempo sin solución de continuidad''''. Aquél
que pudo ser elemento importante de renovación, dejó intacto el núcleo
de la elite urbana anterior. Las familias se reprodujeron sin que surgieran otras que debieran su fortuna - y por tanto asociaran sus valores y
su culrura- a la nueva Pamplona. La ciudad antigua, con su espacio,
sus hombres y su cultura inmóvil, se prolongaba en el nuevo tiempo.
i la ciudad haussl'nanniana había comenzado por diseccionar los
intereses públicos y privados para lograr, posteriormente, un pacto
entre ambos, origen de la modernización de aquella" ', en Pamplona
se producía ésta sin que ambos mundos (el público y el privado) llegaran a egregarse. Lo público -confundido con la comunidad- seguía,
como en el mundo antiguo, ejerciendo su primacía sobre el individuo
sin que eUo evitara, naturalmente, su utilización para el interés parti-
cular. El ámbito de lo reconocible como privado aún no era nítido ni
utilizable por nuevos grupos para su propio beneficio. La vieja elite
se perpetuaba juntO con la hegemonía de lo público.
Pamplona. 1940. Obsérvese que el Plan de Esparza se apliCO casi milimétricamente.
•••
160. Tenemos en cuenta, daro, aquel relevo empresarial en la segunda mitad
del
XIX. heredera de la vieja idea de ciudad, a la que hace referencia Erro Gasca.
161. BENEVOLO, L., La ciudad... , pp. 178-198.
227
jAV1ER UCARTE
aruralmente, no puede reducirse a esto el impacto del Ensanche: también hubo elementos de renovación que comenzaron a acruar durante la República (pero que aún eran incipientes y sólo se
desarrollaron plenamente en los años cincuenta).
Ciertamente para un sector de la población el ensanche significaba el despertar de la ciudad, su necesaria modernización . o eran
pocos los que creían que el "vetusto Pllehlo de seCIIlares coslumbres... se
desbordaba por el campo [gracias al Nuevo Ensanche} el1 supremo afán de
progreso"'''. El gran proyecto alentaba la gran idea del siglo: la idea
del progreso. En general la realización del ensanche genero también
un cierto entusiasmo renovador y alimentó no pocas esperanzas sobre el dinamismo fururo de la ciudad.
Lo cierto es que, además de habilitar un espacio mucho más apto
para las nuevas necesidades residenciales y para la circulación, donde
se instalaron algunos lugares de ocio (plaza de toros, teatro Gayarre y
cine Olimpia) y de servicios (colegio de los Escolapios y nueva estación de autobuses), el Ensanche significó una importante estímulo
para la economía de la ciudad.
Principalmente para el ramo de la construcción y derivados. Así
la pavimentación de las calles y los desmontes de manzanas, el derribo de la muralla y edificación de nuevos muros en la carretera a
Francia o el alcantarillado, todas adjudicadas a sectores de la elite establecida.
También permitió a pequeñas empresas de la construcción un nuevo crecimiento y expansión (Erroz y San Martín, Rufino Martinicorena, Pedro Zamarbide o Huarte y Cía). Ese fue el origen de alguna forruna que se desarrolló plenamente en los años cincuenta (tal es el caso
de Félix Huarte) pero que en los años de la República no llegaban a
formar un núcleo capaz de desbancar a la vieja elite social del Crédito.
Si animó el mundo económico de la capital -sin excesos, como
digo- también lo hizo con el social atrayendo hacia ella a la numerosa población que en la provincia se veía forzada a emigrar (o simplemente aspiraba a mejorar su siruación).lVluchos navarros llegaron a
162. CARerA ENCISO, E., Navarra ...
228
paNGiloセエ|@
TODA ELL<\ u セ@ CASTIu.D. y
1\"\5 Q!JE CIUDAD. CIUDADEI..J\
la vieja ciudad esos años en busca de un empleo en la construcción'''.
Aquello iba a tener su efecto durante los años de la República.
Pero, para lo que aquí interesa, fueron impulsos aún marginales
(aunque tendrían sus efectos; incluso inmediatos). Todo el capital
simbólico de la vieja Pamplona, sus "lugares de memoria" (por empldr a Pierre Nora), la imagen de la ciudad permanecieron intocadas. Los centros de poder y socialización, continuaron en el Casco
Viejo. Éste mantuvo su primacía simbólica y física . I ncluso, los nuevos edificios de ocio y estatus (Plaza de Toros o Teatro) o los nuevos
negocios (Vasco-Navarra) buscaron la proximidad más inmediata
con la vieja ciudad para asentarse. Mientras en otros lugares (léase
Vitoria) los viejos cascos se vaciaban, en Pamplona no ocurría nada
similar. Nadie propagó en la ciudad la idea de la gran urbe cosmopolita. o hay sino repasar la abundantísima publicística de la época.
Pamplona manterúa sus referentes.
o
.. ....
...... ;'
セMi⦅N
セB@
Dos ciudades. Vitoria. el casco viejo queda marginado. Pamplona. el ensanche prolonga el casco viejo. Ver el Centro urbano (señalado con un punto) hacia 1930.
163. Véase lo dicho más arriba sobre la evolución de la población de Pamplona
y el gran volumen del sector de la construcción entre la población activa de 1930.
229
JAVJER UCARTE
6. La arquitectura como Geistesbildung local
El ensanche fue el último acto de un largo proceso por el que Pamplona fue incorporando los nuevos elementos materiales y simbólicos
que venían a definir el ámbito de lo urbano como vivencia, como categoría cultural o trama de significación (frente a lo rural) a principios de este siglo. Incluso llegó a representar el espíritu optimista del
siglo y la idea del progreso asociada al crecimiento de las ciudades y
a proyectar su mirada hacia el futuro (la rup tura de la muralla y la renovada actividad en el ensanche estaba cargada de significados asociados a la revitalización de la vida urbana). Pero, como he venido diciendo, lo hizo en el marco de un e/hos, de un carácter, de un tono de
vida, una moral, una cultura, una estética, en cl marco de una actitud
ante sí mismos y ante el mundo, de un C,is/esbildung, una imagen de
su propio esptritu en defirutiva -si puede hablarse en estos términos-,
que encontraba su identidad en el pasado. En un pasado idealizado y
arquetípico. Un pasado que se representaba como "lo propio", lo particular, y que aparecía, para un amplio colectivo, como identidad local, como un continuum temporal que identificaba a los lugareños de
todos los tiempos y los distinguía o singularizaba frente al Otro.
Aquella disposición de ánimo entre lo viejo y lo nuevo tuvo su
plasmación -entre otras muchas man ifestaciones- en los modos arquitectó nicos q ue fueron poblando el segundo ensanche, en los nuevos chalet y palacetes, y, también, en las insti tucio nes públ icas O semipúblicas que representaban a la ciudad en su conjunto. Una
expresión de una arquitectura que fue entendida entre la clase media
que la promovió como una Ceis/eswerk, (obra del espíritu) local antes
que como expresión del espíritu de los tiempos (el famoso Zeitgeis/
tan debatido en la historia del arte}I". Más como representación de
164. Hace esta distinción, refiriéndose a temas de orden ideológico,Jean Touchard (-L'espri t des annécs 1930: une tentat1ve de renou\-ellement de la peoste politique franr-Usc", en tセョ、。Hエウ@
politiqlJeI ti! la Gヲjェセ@ ヲイ。ョHゥウセ@
エiセウーオゥ@
1789, París. 1960,
p. 89) que subraya la existencia en la historia de periodos de sincretismo en los que
predomina el セウー■イ[ャi@
、セ@ la tpoca frente a las distinciones tradicionales entre: corrientes de pensamiento (los años treinta seria uno de esos pcriodos)¡ por el contrario,
230
PAMPLON:\ , TOO}\ EllA UN CASnUO, y セlN|ウ@
QUE CIUDAD, CIVDADEi.J\
las profundas raíces históricas de lo propio -que apelaba a sus padres
y los padres de sus padres- que como radical crítica del pasado y
compromiso con el futuro -actitud, esta última, tan característica en
el gusto estético de principios de siglo, el siglo de las vanguardias-o
Si siempre la arquitectura ha tendido a ser más manifestación de
errlt>ciones o acontecimientos colectivos (aparte su valor funcional,
prioritario en gran parte de las edificaciones)l" antes que expresión
de estéticas o estados de ánimo individuales, ha habido épocas en
que eso ha sido especialmente cierto. Una de esas épocas fue la de los
años del cambio de siglo en que, llevados por un neohege1ianismo
historicista en que todo debía ser interpretado en términos holistas,
desde las vanguardias a las corrientes neorrománticas, vieron en la
arquitectura una imagen del espíritu de la época (Zeitgeist), expresión
del espíritu de los pueblos (Vo/kgeist), etc. Si para Le Corbusier "la
casa es una máquina para vivir"!" (tal como para Paul Valery cllibro
es "una máquina para leer", etc.) haciendo del maquinismo y de la
sociedad tecnológica la esencia de los nuevos tiempos, para O swald
habría O[QS tiempos en los que predomina la atemporalidad y se hace hincapié en
los rasgos diferenciales de cada tradición , En la Pamplona de principios del siglo
XX predom inaba una cierta voluntad de identidad local frente al espíritu de época
(cosmopoli ta y des-localizado), Una identidad local que se identificaba en aqueUos
rasgos supuestamente permanentes de la propia ciudad, en In continuidad con un
pasado remoto propio y específico -a diferenc.ia del espíritu de época, el Zeilgcisl
vanguardista, que miraba al futuro y al progreso, en el que el término revolución era
el usual en OJalquicra de las tradiciones que se considerara-o
165. Resu lta ocioso recordar el valor simbólico que las sociedades en todas las
épocas han dado a la arquitectura (de la pirámide al arco romano). La fllósofa Hanna Arent (La condición humana, Barcelona, 1974, p. 385) habló de los arquitectos
como "portavoces que expresaban con conceptual claridad el talante generaJ de la
época", Y el hj storiador alemán Thomas Nippe rdey habló de los monumentos nacionales como autorrcpresentación de la propia nación, de sus vaJores e ideal (citado
en MOSSE, G., La nazionalizzazione delle m(lSle. Simbolismo politico e movimwli di
massa UI Germanio dalla guerre napoleolliche al TerZQ Reich, Bolonia, 1975 -original
en Nueva York, 1974-, p. 55). El mismo George Mosse (pp. 55-83; Y 1990) ha utili7..ado los monumentos nacionales y los monumentos funerarios para dar cuenta de
la cultura alemana y la surgida tras la Gran Guerra respecrivameme.
166, Citado en MONTES, C" Creatividad y estilo. El concepto de eslilo en E.H.
Gombrich, Pamplona, 1985, p. 58.
231
JAVIER UGARTl-:
Spengler "la casa es la expresión más pura que existe de la raza", parte
del "mundo de la e)(presión anímica" de esa nación -que era raza-, expresando de ese modo su visión neorromántica de la existencia"'. La
arquitectura tomaba, para las distintas corrientes de pensamiento de la
época -y en cIJo coincidían-, el valor de representar los valores globales
de una época, de una civilización, de una raza, etc. Eran las servidumbres de la profesión y a ellas se atenían los profesionales de la época.
Si eso puede decirse del ambiente en el que se movía el círculo creativo en arquitectura, debe ailadirse que con la aparición de la sociedad
abierta en que la jerarqlúa no se establecía jurídicamente, los grupos de
la elite tendieron a establecer los criterios de segregación/identidad
en un conjunto de manifestaciones externas l.. , entre las que la propia
residencia jugó un importante papel como signo de diferenciación
frente a los otros. Como signo del gusto distinguido del grupol". No
era siempre, en lo que al gusto se refiere, un acto intencional sino
producto por un lado de aquella necesidad de identidad grupal y, por
otro, de la propia situación de inmersión en c.ierta cultura estética
concreta, producto de coyuntura histórico-cultural concreta"· .
167. SPENCI..ER, O., Lo 、セHq・ョエゥ。@
、セ@ o」ゥ、・ョOセN@
Bosquejo 、セ@ 11110 Inorfologia de la
!-lis/oria Universal, Madrid, 1943 (1:11 edición en castclJano de 1927; original de
1918),4 vols., vol.Ill , pp. 171-176.
168. Véase el interesante estudio en ese se ntido rC:llizado por Pierrc Bourdieu
(La distinción. Criterio y bases sociales del gusto, Madrid, 1988 [París, 1979]). Bourdieu resalmlos aspectos de la distillcion en el comporramiemo de C50S colectivos.
169. I-illgo una lecrura de la arquitectura en este caso, por mnro, más como expresión de un espíritu colectivo (Gústi:swerke) que como represm/m:ión, más apropiada para monumentos o edificios públicos (ver notas anteriores).
170. De modo que, si en la época se pecó de un holismo hegelia.no y de una creencia firme en la c.xistencia del Zeí/gris/, no por ello se hace eco este escriro, asumiendo la óprica. de la critica arquitectónica, de comentes que, desde distintos pumos de
partida, han tendido a hacer una hermeneútica ・ウエイ」ィセQ@
del queh:lcer arquitectónico
en los últimos años (desde la teoña del Gestalt al esttucturali.smo o el enfoque semiótico), que coinciden con la a/i/iea idealista en cuanto que pretende estudiar la hiStOria
de h, arquitecrura como olli'iJidod del espíritu (llámese a éste psicología, estrucrura de
pensamiento o lenguaje artístico) . Algo he dicho antes. Me parecen pertinentes las
se rias reservas que en su dia opusieron E. H. Gombridl, como he dicho, o David
Watk.im (198 1) a un historicismo abusivo del que hicieron gala la modernidad y las
¡ecmras inmancntistas que fueron su epilogo. Recienrememc, la crítica arquitecrónic:l
232
PA,\IPLO;-.:A. TOO/\ ELl.:\ IDI CASTILLO. Y ,\IAS QlJE CIUDAI>,CIUDADEL\
He dicho ya (ver supra)17l que los veinte fueron tiempos especiales. Europa era recorrida por un rebrote naturalista y neo-romántico,
un movimiento que reivindicaba la espontaneidad local frente al
"amaneramiento" de las grandes capitales, la recuperación de un
"alma propia y natural", del mundo agrario. Una inclinación, ésta,
que derivó en el nacionalismo integral. Las cosas habían empezado a
remitir para el universalismo progresista. Una nueva cultura política
emergía enfrentándose al racionalismo ilustrado, reivindicadora, en
el caso de Spengler1 de las antiguas culturas "bravías" y Usan as", ajenas
Chrisrs College Oxford: de Agustus Welby Pugin. Buscando el -estilo inglés" en el ne0g6tico.
tiende: a situar a las obras en su contexto hútón'to-mllural, que es lo que aquí se pretende. Pueden consultarSe en este sentido MONTES, C" cイセッャゥカ[、ョ@
y tItilo ...• pp. 3180j oBx
otrエ
セ BijaN
j NmL@
Arquitectura y proyecto moderno. La pregu"to por In modernidad, Barcclona, 199 1 pp. 71-83.
] 71. Ver capíwlo 1, segunda Sección.
233
JAVIER. UCARTE
a las "perversiones" de la civilización moderna. En España, ocurrió
otro tanto. En conjunto, llegaron a generar un potente movimiento
intelectual en toda la Europa que fue tomando diversas formas políticas y sociales. Más allá de esto, respondfa a una corriente de neorromanticismo esencialista que en España se concretó en lo que he
llamado cultura castiza In Fue una corriente de nacionalismo genuino, radical, antimoderno y localista.
Frente al peso del Internacional Style, se estimaba, debían resurgir
corrientes locales en arquitectura. En Espafia, desde que el conocido
erudito y pacta romántico José Amador de los Ríos pronunciara su
discu rso de entrada en la Academia de San Fernando ("El estilo mudéjar en arquitectura" 1859)173, se venía recurrentemente intentando
una defin ición de estilo español en arquitectura. La casa era, por tan tO, signo de estatus de un lado, y venía a expresar un cierto ethos grupalo territorial de otro. Fue el contexto en el que se desarrolló y
arraigó la idea de una arquitectura localista de Pamplona.
J
•
••
Pamplona, sin haber desarrollado una vida propiamente cortesana en torno a un Virrey en precasio, había sido hasta la ruptura de la
muralla esa ciudad-convento de la que ha hablado Fernando Chueca
Goitia refiriéndose a la vieja ciudad española. Resultaba Pamplona
de una "composición trabada y asimétrica de directriz quebrada ... resultado de encerrar, dentro de altas tapias, casas , palacios y calles,
fo rmando así enormes e irregulares manzanas que amenazaban con
absorber todo el recinto murado ... [un recinto dominado] por los
conventos [e iglesias], que imponían servidumbres que a veces asfixiaban el desarrollo natural de la ciudad""'. La realidad chocaba al
172. UCARTE.J .. Lo nurfla Cuvadtmga ; IISUrgtnÜ ... • pp. 311-339 YConclusiones.
173. HERJI;ANDO.L LA Arquitectura ...• pp. 249 Y484.
174. CIIUECA GOIT1A, F., Lo destrucúón ... , pp. 94 Y 152. Chueca, en expresión
afortunada. desarrolla este argumemo en su intcnto de definir las que serian in'Variantes de la arquitectura castiza producto del "tempcramento cspai'lol". y 10 contrapone a la "ciudad-palacio" propia del barroco eu ropeo. La obm. escrita en 1947, imema
crear las bases de 10 que pudiera ser una arquitectura nacional en base a la historia
234
PA."IPLONA , T ODA ELLA UN CA STILLO. Y :\-1.<\5 QUE CIUDAD. CIUDADELA
visitante circunstancial: "a primera vista yo creí que la mayoría de las
casas eran conventos o prisiones", llegó a decir un francés a principios del pasado siglo 175 • Aquello no era simplemente una realidad urbanística o arquitectónica: la vida eclesial (algo más que la vida eclesiástica strictu sensu) anegaba la ciudad! ". De hecho, el tópico
rorrl'ántico sobre Pamplona como una ciudad de conventos, palacios
y casas blasonadas había calado en sus propios habitantes.
la Catedral de Pamplona en un grabado de la época.
* * *
historia del arte en España (que lo entiende como producto del encuentro entre
Oriente y Occidente, entre Europa y África). La obra de Chueca es resultado del
mundo intelectual que en España se dio antes de la guerra y de la obsesión nacionalista de esos años. Es por tanto más una propuesta ideológica que un estudio. Sin
embargo, como gran conocedor de nuestro pasado arquitectónico, la obra no carece
de anáLisis sugerentes. Desde la pe rspecriva analítica del histor iador del arte, Wolfgang Braunfels (Urbanismo occidental, Madrid, 1983, pp. 19-39 Y 88-122) hace una
diferenciación conve rgente (aunque no idéntica) entre "ciudad episcopal" (o "clerical") y "ciudad barroca imperial".
175. IRlBARREN, J.M., Pamplona y los viajeros de otros siglos, Pamplona, 1957, p. 112.
176. Lo que no significa, en la mentalidad actual, vida lánguida o falta de animación. Como ponen de manifiesto por ejemplo las impresiones sobre Pamplona de un
Víctor Hugo en el pasado siglo en que tras una sensación que "entristece la vista en el
primer momento", intuye el colorido de una ciudad volcada en la calle - lo que le daba
viveza-, propio de una ciudad que a duras penas abandonaba su condición de gran pueblo (I RlBARREN, ].M., Pamplona y los viajeros de otros siglos, Pamplona, 1957, p. 137).
235
JAVIER UCARTI:;.
Aires de innovación surgieron hacia finales del XlX. Tal vez por
la aparición aún núbil de una generación empresarial (Erro Gasea).
Coincidió con la realización del Primer Ensanche (ejecurado como
"ensanche interior" a partir de 1887: entre la ciudadela y la ciudad .
Se hizo aquél, básicamente, de acuerdo con "el ambiente ecléctico general" en los ambientes arquitectónicos de España tn . Un ambiente
en el que predominaron los neos, como se sabe, de corte historicista
emanados desde la Corte, desde Madrid (fre nte al Otro gran centro,
limitado en su influencia, que fue Barcelona)"'. Un clima arquitectónico que, como se ha dicho con reiteración, fue expresión en España
(pero también en tantos lugares de Europa''', no debemos engañarnos) de la propia inseguridad de una burguesía cargada de reminiscencias estamentales, y que se desarrolló plenamente en el marco del
régimen de la Restauración.
Fachada de la Diputación de Navarra (hoy Gobierno de Navarra).
En este sentido, su historicismo sería signo de debilidad y criterio retrospectivo. Eso mismo ocurría en la capital navarra.
10
em-
177. Ver el detallado estudio de ORBE, A., Arquiltrlllra... Citas en la p. 217.
178. Puede consulrarse la obra clásica de Pedro Navascués Palacio (1973) y la
más reciente de Javier Hcrnando (Arquitectura .. . ).
179. Puede verse, por ejemplo. KOSTOF, S., Historio de ... , vol. 111.
236
PA."IPLQ:--;.o\. TODA ELLo\. セ@
CASTILLO. Y )IAs Q!JE CIUDAD. CIUDADELA
bargo, en Pamplona''", dada su quietud general, aquel momento supuso una cierta renovación y cierto tono proyectivo en la elite local.
Iniciada en 1887 hasta adentrarnos en el siglo XX, es la época de la
construcción de la infraestructura ferroviaria y las inversiones de la
elite pamplonesa en la incipiente industria de la provincia. Así esa
segm-idad presente y una cierta confianza en el futuro venían a expresarse en los edificios neoclásicos del Palacio de Justicia (1892) o las
Escuelas Municipales de San Francisco (1902), ambos de Julián Arteaga, y el Archivo de Navarra (1896), obra de Florencio de Ansoleaga,
que venían a reforzar el conjunto arquitectónico oficial que con el edificio de la Diputación (de José Nagusía, 1847) corrcspondía a la cabeza de la provincia. Por lo demás, el eclecticismo en Pamplona, con incorporar los modos de la escuela de Madrid, rep roducía en no pocos
casos (el propio Ansoleaga) las fo rmas de gusto francés, con basamento de piedra, cuerpos de ladrillo caravista y tejados de pizarra'8I .
Si aquello representó ese tono de confianza, se dio, incluso, algún
caso singular como el chalet realización de Martínez Ubago en la calle José Alonso (1897), que reproducía un eoflage inglés (neogótico rural), O la obra del donostiarra Francisco Urcola (director de obras del
Hotel M' Cristina de San Sebastián) en la plaza de San Francisco
para el G ran Hotel (conocido posteriormente por la Agrícola; 1910) ,
con toq ues modern istas que apuntaban cierta si ngularidad local (sin
liegar, cl aro, a lo ocurrido en Cataluña en que éste se identificó con
sentimientos de nacionalidad lS'. Otro tanto puede decirse de la casa
para viviendas hecha por el logroñés M áxi mo !-lijón (1885) en la cara
180. Puede seguirse en ORBE, A .• Arquiteclura...• passim.
181. De hecho, 3 pesar de que eclecticismo e historicismo sean dos conceptos
¡"disociables para el estudioso del arte H h erNjセando
Nj@ .• Arr¡u;ucJura .. ., p. 174- 178),
no es menos cierto que el eclecticismo surgió con el ánimo especialmente de dar respuesta a los retos de la "vida modema". como respuesta a las necesidades de "nuestra
¿poca" -au nque para ello utilizara materiales arqueológicos- mientraS que el historicismo, no menos sincrónico, busca daramente la justificación del presente en el pasado, en el "espacio de experiencia" (ver lo que dice el arquitecto Juan de Dios de la
Rada Delgado en el escrito que P. Navascues [Arqllikelllrfl y (Irqll;ltcIOS mad,ilt,los del
siglo X1X, Madrid, 1973, pp. 236-238] Uama "manificsto del eclecticismo").
182. PREIXA,1VI., El moden1umo en Espnfia, Madrid, 1986.
237
JAVIER UGARTE
norte de la Plaza del Castillo. Ambos edificios dieron un tono renovado a las dos mayores plazas de Pamplona. Hubo, además, una apreciable corriente de construcción de corte modernista encabezada por el
arquitecto Martinez Ubago que, aunque no llegó a afectar a la estructura de los edificios, dejó realizaciones notables en la ciudad 1S' .
Gran Hotel rla Agrícola") de Francisco Urcola (1910).
Naturalmente, todo ello sin romper con un remarcado historicismo general-simbolizado muy señaladamente por el Monumento
a los Fueros (1893) erigido tras la Gamazada por el arquitecto Martínez Ubago, cargado de iconografía localista e histórica-o Pero, a la
vez, un momento en la vida de Pamplona en el que su elite buscó sobre todo estar con el espíri tu de los tiempos antes que resaltar la impronta local. Un momento proyectivo de la vida de la ciudad hecho
desde la continuidad.
•••
y llegó la gran realización del Nuevo Ensanche, aquélla que iba a
situar a Pamplona en la reticula de las modernas ciudades de la España del siglo XX. Para entonces las formas arquitectónicas en Europa
iban acentuando su componente ideológico: por un lado el nuevo es183. En formación de los vanos, la decoración y en ob ras menores como escaparates (como el realjzado por el maestro de obra José Ma Arámburu, en la calle
Chapitela).
238
PA,'\IPLONA. TOD,\ ELL\ UN caセGt
il
Nッ@
y 1\1,\5 QUE CIUDAD. CIUDADEL<\
tilo internacional del racionalismo cosmopolita, como ha quedado dicho, y, de otro, la búsqueda de elementos identitarios en la tierra nata!
o en el H eimat, cuando no abiertamente nacionalistas. Aquella generación de arquitectos -como dice J. Carvaja!- soñaba "en la arquitectura como reformadora de la estructura social ... Era la generación que
afirtttaba la arquitecrura como factor esencial de la cultura y los arquitectos como debeladores y maestros de un orden nuevo""" .
También se dio en España aquella pugna entre racionalismo y soluciones arquitectónicas supuestamente basadas en la tradición propia,
en el llamado temperamento español, y que nleron por primera vez formuladas de ese modo (contraponiéndolo a lo exterior, a lo novedoso)
en el IV Congreso Internacional de Arquitectos celebrado en Madrid
en 1904 185 . Ya antes (1859), los románticos habían defendido el neomudéjar como lo propio y genuino (recuérdese el discurso de José
Amador de los Ríos en la Academia de San Fernando, 1859), y los arquitectos Rodríguez Ayuso, Capra, etc., desarrollaron aquel programa
a partir de la nueva Plaza de Toros de Madrid, 1874, como arquitectura castiza !s'. Pero aún no había adquirido las connotaciones arcaizantes y antimodernas posteriores (era de hecho una confluencia entre el
historicismo nacionalisra y el constructivismo racionalista)IS7. Esas
tendencias emergieron decididamente cuando aquello derivó, a prin-
184. Cirado en Ñ IONTES, C., Teon'n crftira e historiograjra de la arquitectura,
Pamplona, 1985, p. 53,
185. 1VlACNIE;-':, B., "Cultura urbana", en SA LAÜN. S . y SERRANO, C" 1900 en
España, Madrid, 1991, p. 128.
J86, N.WJ\SCUES, P., Arquitectura y arquil.ertol ... , pp. 227-236. También se les
dio ese sesgo nacionalista a fines de siglo al neoplateresco y el neobarroco (el mismo
pp. 312-319).
187. Ver el rrabajo cJásico de GONZÁLEZ AMÉzQuETA, A., "Arquitectura neomudéjar madrileila de los siglos XIX y XX", Arquitectura, 125 (1969). De hecho, los
trabajos de Rodríguez Ayuso participaron de las ideas de simplificación y racionalización de las formas y rebajaron, hasta reducirlo a las características formas geométricas, la ornamentación dc las fachadas. El prop io uso del ladrillo combinado con
el hierro anunciaba las formas más modernas (ver también herャセa
n d o L}Naイアャゥエ
・」ᆳ
tllra ... , pp. 247-270, 439-441). Aquellos modos tuvieron su continuidad en el siglo
XX con Antonio Flórez, 1877-1941 (ver FLORES, C., Arquitectura elpaliola contemporállea, Bilbao, 1961, pp. 85-91).
239
JAVIER UCARTE
cipios del presente siglo, hacia propuestas que propugnaban la resurrección de los estilos históricos y en la proliferación de modelos regionalistas como form a de reacción nacionalista ante el Internacional
Style. "Durante largo tiempo la arquitectura española iba a vivir encerrada en su propio ser, ajena al mundo exterior, buscando sus soluciones por el camino de una tradición mal entendida", dirá Carlos Flores,
radical fi.,stigador de aquel estilo"'. Los caseríos vascos, las masías catalanas O los cortijos andaluces pasaron a ser modelos genuinos para reconstruir una arquitectura española que sirviendo a las nuevas necesidades del siglo, fueran reflejo del eSPíritu patrio. Infinidad de elementos
anecdóticos del pasado se retomaron para recuperar estilos tan variopintos como el isabelino o el barroco, el plateresco andaluz o el herreriano que fueran testimonio de la grandeza de E spaña. Porque se consideraba que "el arte popular tiene siempre alma; es el archivo, el
almacén de documentos, donde todo artista que pretenda hacer arte
regional debe buscar; es el templo, panteón del tesoro de las tradiciones, donde debe ir a recOlúortar su alma, a templar su espíritu, a ponerse en situación, cuando trate de engendrar arte regional"IS9. Tanto
aquella reacción como el modelo exterior frente al que se reaccionaba
quedaron mostrados simbólicamente en la Exposición Universal de
Barcelona de 1929. Frente al pabellón alemán obra de Luwing Mies
van der Rohe (nombrado en 1930 director de la Bauhaus) obra emblemática de! racionalismo, España construyó e! Pueblo Español suma
de las diferentes arquitecturas consideradas como castizas, imagen del
genio español''''. La divergencia no puede ser mayor. (Y quien tenga en
la memoria la Plaza del Castillo, las similitudes, evidentes.)
188. FLORES, C., Arquitectura espOlio/a ... , pp. 65-81. Con aquel estilo se hicieron
verdaderos pastiches como la sede del Credit Lyonnais en Madrid (1914-191 8) de
Leonardo Rucabado. Flores distingue dentro de esta tendencia entre la corriente regionalista (representada por Vicente Lampére-¿, Rucabado o Manuel M;I Smith, autores de varias mansiones en Madrid o Bilbao) y el pseudomonumentalismo de Antonio Palacios.
189. Texto de la revista Arquitectura de Madrid recogido en Flores, 1961: 68.
190. Sobre el significado de la Exposición Universal de Barcelona puede verse
BASSEGODA, J., "'Arquitecrura del modernismo", en MORALES, j.L. (dir.), Historia
de /a arquitetturfl española, tomo V, Barcelona-Zarago7...'l, 1987, pp. 1782-1787.
240
P:\.'\IPLOXA.TOD:\ El.L\ セ@
CASTILLO. Y Z|セウfNcjudiela@
ExposiciOn Universal. Barcelona 1929. Muestras de Alemania (pabeIlOn) y España
(plaza).
•••
Fue el tiempo en que Pamplona, embarcada en el proyecto del
uevo Ensanche, 1920, hija de tantas continuidades y recuerdos, se
sumó con fervor a esa reacción parcicularista. Inicialmente, sin que
fuera formulada como teoría arquitectónica propia, sino porque el
ethos arcaizante de la elite local conectaba perfectamente con aquella
corriente arquitectónica impulsada desde la escuela de Madrid. Cuando el mundo de la arquitectura en Europa avanzaba resuelto por la
vía de la creación de un estilo eminentemente nuevo, Pamplona se
convirtió, cuando al fin tomaba aire su vida urbana tras sacudirse al
fin la vieja muralla, en una auténtica ciudad plazo-de-toros, ciudadbaluarte, en un conjunto de palacetes blasonados, y mds que ciudad, en
ciudadela (por volver a Pascual).
241
JAVIER UCARTE
Para entonces había arraigado plenamente en la ciudad una cultura locatista, mezcla de historicismo y positivismo a la que posteriormente haré referencia.
Entiéndase que los nuevos hoteles, chalet y casas de viviendas
que la elite pamplonesa erigió en el Nuevo Ensanche (recuérdese que
para Oswald Spengler, de quien eran lectores los más cultos, "la casa
es la expresión más pura que existe de la raza"), cuando la nueva generación de arquitectos "afirmaba la arquitectura como factor esencial de la cultura y los arquitectos [se si ntieron) como debeladores y
maestros de un orden nuevo" (J. Carvajal), los edificios se erigieran
según aquella idea local y castiza.
Era nacional, ciertamente, pero era sobre todo local y enfatizaba
lo propio, lo que di tinguía (o así se estimaba) los rasgos de una estirpe de larga tradición. Era una arquitectura navarra (y "por ello" espaliola). No era propiamente un revivo/ ni tenía que ver con una idea
de reconstrucción arqueológica: lo de menos era el estilo de origen.
Como en la arquitectura del Inglés antiguo"', "cuanto más pintoresco
y antiguo pareciera mejor". Todo valía para resaltar la distinción de
estatus y el abolengo de las familias. Como en la conocida mansión
Eureka (del llamado Stick Sryle) del magnate americano de la madera''', empeñado en mostrar su poderío y sus vínculos con la vieja arisrocracia, prevalecía el alarde o rnamental l93, prevalecía el colo rido ale-
gre y las siluetas irregul ares que recordaban en ocasion es el gusto
regional navarro (más propiamente el de la montaña navarra)'" y, en
otras, pintorescamente el estilo neomedieval'''. Otras se combinaba
191. DesarroUada en Londres a fines del XJX (KOSTOF. S .• H"ulari. dt... , vol. W.
pp. 1116-1118).
m.
pp. 1134- 1136.
192. KOSTOF. S.• HiSloria de ...• vol.
193. Desechado como arú/ocratium/t por las nuevas corrientes funcionalisras.
194. Después de todo el modelo que los Smith, Rucabado, etc., representantes de
la corriente region:Wsn, seguían en Bilbao o Viroria era el de la zona holohúmeda.
195. El pin/ortsquumo fue una comente arquitcctóniCil reeut1'Cnte y que adoptó
formas variadas entre el XIX Yel XX. lnicialmente (primeros años del XlX) se tratÓ de una 3crirud prerromántica derivación subjetivism dd racionalismo ¡Ju trado y se
plasmó en especialmente en el jardín pintoresco (sentimiento y naruraleza, cuevas,
:uroyos, ce rros arroyos), muy extendido desde fines del XVll1 en París (Vc rsaUcs)
242
pa
N |iploセ@
TODA ELU. IDI CAsnLLO. y l\lÁS QUE CIUDAD. CIUDADELA
un peculiar regionalismo con un neoclasicismo a la manera eduardina "'. Entre los hoteles y palacetes predominaba un gusto específico
por las form as de las torres y castillos medievales como recuerdo de
la gloria del reino de Pamplona y Navarra"' .
•
Palacetes del Nuevo Ensanche pamplonés.
e importado desde allí a la Corte madrileña. Posteriormente, con el gusto romántico por lo e.xótico y medievalizante hay una doble vuelta al pintoresquismo: una más
historicista (cuya represe ntación en arquitectura podría ser el castillo de Butrón.
1888, de Francisco de Cubas) y otra de tono cosmopolita que dará un aire de ciudad
abierta a capitales -en España- como San Sebastian o Santander (cfr. H ERNANDO,
J., ArquitI!Clurn ...• pp. 85-98). En Pamplona los jardines de la Taconera (1905-1906)
se hicieron según ese gusto neopintoresco (edificaciones de aspecto rustico, como el
palomar, estanques. respeto por el bosque natural, etc.) y tal vez quepa inscribir al
chalet de Martínez Ubago en la calle Jose Alonso (1899). dentro de esa corri ente
cosmopolita. El pintoresquismo en la segunda década del XX tiene que ver más
bien con esa fuerte reacción localisra e hi storicista del gusto por todo lo antiguo y
propio antes q ue por lo exótico, más por una volu ntad de vuelta a lo que se esti ma
genuino de la raza (la casa de la tierra. el castillo del rei no) que por una ''lIcita a lo
natu ral.
196. KOSTOF. S., H istoria de .... vol. 111 , p. 11 90. Tal era el caso del palace te de
los Goicoechea de Vícto r Eusa (1924).
197. "Observa lecror, esa Navarra poblada de magníficos palacios -decía Pedro
Madrazo-. de hermosas iglesias románicas y ojivales y erizada de castillos. Como
pregonan los alcáza res el fausto y riqueza de los reyes, príncipes y ricos-hombres,
etc. Los vestigios de aqueUa grandeza subsisten en Olite y Tafalla ...... Cl!IC lu ego
ALTADILL,L "Navarra", p. 780).
243
JAVIER tJCjARTE
En las viviendas de clase media prevaleció, por el contrario, el esrilo regionalisra de inspiración rural o exótico. Era otro modo de subrayar los diferentes estatus de la población. Pero, en todo caso, se
elegían formas que dieran a la nueva arquitectura ese efecto buscado
de lo propio, de lo genuinamente navarro. Así lo hicieron arquitectos
como el adaptable Serapio Esparza, autor del proyecto urbanístico
del segundo ensanche y de una gran cantidad de hoteles y viviendas
de éste, Víctor Eusa (con quien nos detendremos más adelante), el
más prestigiado entre ellos cuyo primer proyecto en el Ensanche fue el
chalet para Rafael Aizpún en 1924,
Marcelo Guibert, Jo é AJzugaray, tal
vez el más radical en sus planteamientos, o el maestro de obra José Arámburu -también versátil: tres años antes
de construir su chalet en el ensanche
de estilo marcadamente ruralista, realizaba un escaparate de estilo modernista, un tanto pasado ya, pero distinguido, en la calle Chapitela-. En
cuanto al material se combinó la piedra (más presente en los palacetes)
ColegIo de Notarios.
el ladrillo caravista de larga tradicon
Estilo neomudéJar (1925).
ción local l98 .
En cuanto a los edificios de servicio público se prefirió el neomonumentalismo a lo Antonio Palacios (con cierto tono racionalista) "', O se edificó según el más castizo y exagerado neomudejarismo
(totalmente ajeno al constructivismo racionalista de un Rodríguez
Ayuso). Entre los primeros cabe destacar la sede social de la aseguradora Vasco- avarra (1926), de Víctor Eusa, en el que pugnan las
tendencias racionalistas con el neomonumentalismo (que definitivamente se impuso en 1943 con su remate neoherreriano hecho por el
198. At\<LP. ección Ensanche de Pamplona 1:1 Zona y Dirección de obras. Va-
rios Legajos.
199, Ver FLORf..5, C" Arquilech,ra espOlio/n ... , pp. 76-81.
244
PAMPLO:-.IA, TODA ELL-\ IDI CASTILLO, Y :'IÁS QJJt: CIUDAD, CIUDADELA
mismo Eusa}lOO. En el edificio, rematado inicialmente por una estatua de Minerva'"' (patrona del artesanado y el comercio -aunque
también de la guerra-) con vanos de gusto árabe simplificado y grandes pilastras adosadas abarcando todos los pisos, predominaban, sin
embargo los huecos sobre los muros. Además en 1931 el edificio de
la G:aja de Ahorros de 'avarra de los hermanos Yarnoz Larrosa (José
y Javier) en la avenida Carlos lIT, masiva y sólida edificación; la reconstrucción del Teatro Gayarre (1935) en la misma aven ida hecha
por Javier Yarnoz aprovechando la fachada neoclásica del viejo teatro
y comb in ándolo con una estructura masiva al estilo de la Caja de
Ahorros; y el Seminario Diocesano (1931-1936) de Víctor Eusa 202
con su monumental cruz en la fachada principal (que en parte reproduce en el colegio de los Escolapios, 1926, caracterizado éste por su
vértice ojival que da a aquel ese aire de verticalidad espiritual, tan del
gusto de la arquitectura religiosa)203. Pero, donde más acentuadamente se descubre ese gusto por lo castizo es en el edificio de la Plaza de
Toros de Francisco Urcola (1922}"", y en la sede del Colegio 'ota-
200. La modificación del remate en 1943 al modo neohcrrcriano -de la que hay
varios ejemplos en el Gobierno Civil de Navarra o el convenro de las Oblatas de esa
época-, fue }'3 practicado por José AIzugaray en lIna casa de viviendas de la plaza del
Príncipe de Vhl.ll:l en 1929, en la que se anunciaba el posterior brusro por lo hcrreriano
ゥ ウセL@
cuyo ed ificio simbólico fue el Ministerio del Aire en Madrid.
en la époC:l ヲイZャョア
201. Ih'l..ón por la que la Pmllp/olla. Guta arquitectónica, 1994, p. 89 lo emparentara con Otto W:lgner, impulsor del secesionismo que rematÓ su Casa Postal de Viena con
dos Minervas. Pero mientras el secesionismo evolucionó hacia la simplificación, Eusa
progresó por la vía del monumenrnlismo (si bien Víctor Eusa es セュ「ゥ←ョ@
alifar de los
primeros edificios de viviendas de corte racionalista (manzana 15, solar 1, año 1928).
202. En estas obras de Víctor Eusa, en cualquier caso, se adivina una cierta influencia racionalista, por la simplificación de las formas y la carencia de ornamentación en los paños de la fachada. Fue autor juma a José Yarncyl. del Monumento a los
Caídos, ya en la posguerra, que vino a rematar la avenida de Carlos 111, realizado
según un estilo neobarroco de formas pesadas y monumentales.
203. y que solo remotamente puede semejar el programa del holandés vVillem
Marinus Dudock (Pamplona. Guia arquiteclónica, Pamplona, 1994, p. 92), autor de
una obra audaz y moderna, aunque también local. Pero sobre estos temas volveré.
204. Tal VC'1. no podía ser de OtrO modo. El neomudéjar ha predominado en estos ed ifi cios en que se celebra la fiesta nacional desde que 10 empleara Rodríguez
Ayuso en la Plaza de Madrid.
245
JAVIER UGARTE
rial, obra de José A1zugaray (1925) en la avenida Carlos Ill, con un
neo mudéjar tardío, de un gran abigarramiento ornamental.
Si el gusto era arcaizante, no así la funcionalidad de los edificios
del ensanche. Los nuevos hoteles y viviendas, como en el resto de
Europa, venían a cubrir una demanda de las clases acomodadas por
edificar viviendas vueltas hacia la vida privada'"'. Frente al viejo palacio urbano de función semipública, desde donde se llevaba la gestión
de la economía, se ubicaba el negocio o se hacía vida social, un edificio
en el que se prolongaba la calle a través de un amplio portal y unas
majestuosas escaleras, las viviendas del ensanche se organizaban, más
bien, como espacio en el que desarrollar la vida privad. -progresivamente apreciada-, ajenos a la calle y volcados hacia la vida familiar y
a las relaciones amistosas en la intimidad del hogar.
Por lo demás, la calle (como espacio de socialización), que se ubicaba mayoritariamente en la ciudad antigua, el callejeo como práctica
cotidiana, tenia una gran presencia en la vida social de Pamplona. La
gente se encontraba en la calle y todo el mundo se conocía. La gente
de todos los niveles acudía a la Plaza del Castillo. Alli se encontraban
el Kutz, el café Iruña o el Casino. Todavía las tertulias de la gente bien
de Pamplona se organizaban en el Kutz, donde se concretaban algunas
de sus excentricidades"". Los domingos acudía el gentío a la Taconera
o a la propia Plaza del Castillo a escuchar a la banda del regimiento de
Caballería interpretando marchas militares o piezas de moda. O se iba
a pascar a la Vuelta del Castillo -dando la vuelta chica o la grande,
según fuera la tarde- donde podían encontrarse con hileras de seminaristas con sus becas de colores, o soldados en formación volviendo
hacia los cuarteles tras los ejercicios"'. La calle aún no era un lugar indiferenciado, abandonado a favor del espacio privado.
Claro que aquello implicaba que en el trato yen los modos corteses se estableciera la posición de cada cual, que el viejo trato defe-
205. Bü"lEVOI..o, L. 1 La ciudad... , pp. 184-1 87.
206. Como el conocido como riau-riau, ideado por Ignacio Baleztena, carlista,
para boicotear los actos del ayuntamiento liberal en fiestas.
207. CARefA SERRANO, R., Cantatas de mi mochil/a, Madrid, p. 169.
246
p a N G|ャp
ャNo
セ N ッ|N @ TODA ELLo\. セ@
CASTILLO. Y セャ ウ@
Q!JE CIUDAD. CIUDADELA
rente (aunque aparentemente igualitario) entre categorías diversas
-que ritualizaba y reforzaba el orden social- predominara aún sobre
el moderno trato franco e igual entre individuos (sin llegar a los extremos de quitarse el sombrero salvo en el caso de los sacerdotes,
pero cediendo el paso, trato de respeto, etc.)108. D e modo que, aunque el segundo ensanche fuera cumpliendo en parte aquella función
de separar espacialmente a los distintos estratos, y aunque se instalaran en él confortables chalets en los que aislarse de la vida exterior,
todavía prevalecía la calle por la que todos circulaban en la ciudad antigua . Todavía el ámbito de lo privado como espacio de la socialización primaria no había llegado a prevalecer completamente entre las
elites de la ciudad. Tanto menos entre las clases más humildes cuyas
casas en el casco antiguo invitaban a estar en la calle209 •
•••
De todos modos, los tiempos alcanzaban también a Pamplona (no
podía ser de otro modo). Fue en los años de la República cuando comenzaron a edificarse, especialmente en las llamadas casas baratas de
Víctor Oteiza, edificios de concepción más racional, línea simple y organización funcional (Víctor Eusa ya había ensayado en los veinte alguna solución simplificadora, y en 1932 construía la solución más audaz en estilo Art D éco, en cuanto a los interiores de la Pamplona del
momento: el Casino E slava) . Q,¡izá el símbolo de aquella corriente
cosmopolita y modernizadora dentro de la arquitectura fue en Pamplona el que iba a ser nuevo centro de ocio de la elite más joven de la ciudad: el Campo de Deportes Larraina. El club en el que practicar los
208. No tan extremo, desde luego, como el que podía verse en arras regiones, o en
la propia Rioja, sin alejarse demasiado, que describe Ignacio Hidalgo de Cisneros
(19n: 1.30-36), poblado de aristócraras, y en el que 13 disrancia era nítida con los estratos bajos de la sociedad o el ウ・ョセ」ゥッN@
O en Labastida, dondeJose Ma Pobes acudía aún
en carruaje a la misa de los domingos (mientras la gente se aparcaba a su paso). Sin embargo, el servicio era ttatado como parte de la casa, los niños jugaban juntos (hasta que
uno marchaba a estudiar y volvía como jセッョBエN@
y oero se ponía a trabajar), y se daba ese
trato de COnfian7.3. a IM!)S los de la casa: del smor, al administrador o la donccUa.
209. Ciertamente las casas baratas, cuya edificación comenzó en 1925, vinieron
a paliar aquel estado de cosas.
247
).wn:R UGARn:
nuevos deportes en boga: el tenis, el atletismo la naración, etc.; allí donde se establecía la distinción, los nuevos centros de socialización de la
elite (los mayores, sus padres seguían acudiendo al Casino Principal o
al 'uevo Círculo); donde la calle, que era de todos, dejaba paso al recinto privado para la gente distinguida. Ese lugar en que, rotOS para los
más jóvenes los criterios claros de diferenciación social, se restablecieran aquellos a través del ocio y un estilo de vida imposible para las clases bajas y medias. Un lugar más sofisticado y exquisito que el viejo casi no (aunque no más exclusivo). Un club social de acceso restringido
que se inauguró en 1933 cerca de los jardines de la Taconera. Fue aquel
un complejo de ocio y deporte proyectado por el estimable arquitecto
Joaquín Zarranz, con canchas de tenis, piscina, frontones, gimnasio,
pistas de atletismo' ''; un club deportivo como los que por aquella fechas (y antes) venían erigiéndose en otras ciudades europeas.
Aquel complejo rompía claramente con la vieja Gtistesbildung local
y se vinculaba con los nuevos modos del racionalismo arquitectónico
desarrollados en España en los albores de la República y durante ésta, y
concretado en el movimiento de jóvenes arquitectos del GATEPAClIl .
210. Puede verse una dt!SCripción en GUERRA, R., Navarro. A)'tr. hoy y mmimlfl, s.l.
(ñlc publkado como número extraordi nario por el periódico de Madrid /S/ So!), 1933.
211 . Ya el nomb re es roda una definición de intenciones: Grupo de Artisms y
Técnicos Españoles para el Progreso de la Arquitecrura Contcmpor:inc;\. Sus cen-
tros de actividad fueron sobre rodo J\lladrid (Garda Mercadal), Barcelona ( ert) y
San cbastián (Aizpurúa) (ver Bohigas. 1970). EI1 c::I País Vasco ruvo un desarrollo
apreciable con obras como e.l Club Naútico de San ebasn:in de Aizpunia y Labayen (1930), el chaler Kikumbm en Bennco (1929) y el grupo escolar Briñas en Bilbao (1932-3) de Pedro de lspizúa (ver BAR>\l<""o, K.H, GO"ZÁLEZ DE DURAM,
J. y JUARlSTI, J., Arte m ti Pau Vas,., セ@ ladrid, 1987, pp. 306-316) O la Gasolinera
Goya dc José Luis López de Uralde en Viroria (1935). Además de incorporar enrusiásticamentc: las nuevas técnicas y tendencias racionalistas. y buscar la renovación
arquitectónica en :tras de la puesta al dia y d contacto con las corrientes inrernacionates, sus presupuestos se cimentaron en una crioca demoledora al modelo castizo
anterior -tan seguido en Pamplona-, a los que calificaban como "engendros de la
arquhecrura" y "pastiche lamentable" o mode1o pastd", combatiendo la idea de crear una arquitecrura nacional inspirada en el -alma popular... , [que es] el templo,
panteón dd tesoro de las tradiciones" (ver la reproducción del A.C. de varios años
que recoge fi セ orᄀNZウ
L@ C" Arquitectura espOlio/a ... , pp. 68 Y 156-163).
M
248
I·A.\IPLQSA. TODA ELLo\. ir.' CASTIU.O. y セ i O |s@
<WE CIUDAD, CIUDi\m:U\
El edificio que albergaba el club buscaba la funcionalidad y la belleza a
través de exteriorizar la planta y la propia estrucrura edificada antes que
en la ornamentación (de la que carecía). Era éste un planteamiento
ciertamente nuevo en el ámbito de Pamplona, incluso ruprurista, reflejo también de los nuevos tiempos por los que se adentraba Pamplona
en lo:taños de la República y sobre lo que volveremos más adelante. El
propio Victor Eusa, excelente arquitecto y buen conocedor de las corrientes de su tiempo, ensayó esta vía en el chalet Erroz (1933).
Chalet Erroz de Víctor Eusa (1933).
La República fue un tiempo de atención hacia las clases más
desfavorecidas. En el extremo este del E nsanche se habilitó la "Colonia Argaray" (1927-1934), hecha al modo de ciudad jardín. Y, hacia 1934, se construyeron las llamadas "casas baratas" en la calle lrurralde y Suit.
--."......;;:;¡ "Casas Baratas" (1934).
249
JAVIER UGARTt:
Si en los años treinta se observaban "inquietantes" signos de cambio en los modos sociales, rastreables también en las expresiones arquitectónicas, no era porque la vieja ciudad hubiera perdido su nervio. Hemos visto que había conservado el centro comercial y
financiero, el centro administrativo y simbólico, los principales espacios de sociabilidad y también el centro religioso con su vieja catedral
yel palacio episcopal. Buena prueba de ello era la pujanza que mantuvo la arquitectura religiosa, esa que nos ha llevado a calificar a Pamplona como ciudad-convento.
La actividad constructOra y de reformas (algunas importantes) en
las iglesias de la ciudad se incrementó con el siglo. La parroquia de
San]uan Bautista completaba sus retablos en 1916 y 1925; la de San
Cernín se adornaba con vidrieras y restauraba los retablos de sus capillas en estilo neogótico (1902, 1905, 1907, 1916 Y 1918); en San
1icolás se construía la fachada neorrománica en 1902 y en 1924
Martínez Ubago levantaba un campanario de ladrillo con almenas
(el antiguo modernista se ponia a tono con el gustO local por la arquitectura fortificada de inspiración medievalista); en San Lorenzo
el arquitecto diocesano Florencia Ansoleaga reconstruía en 19011.
fachada al gusto neorrománico, y en 1908 se disponia el retablo mayor; también la iglesia de San Agustín reponía sus retablos en 1915,
San Fermín de A1dapa en 1912 y la iglesia de los padres carmelitas
en 1915, 1922 Y 1924. Si aquellas eran las reformas, entre 1914 y
1916 se edificaba una nueva iglesia parroquial, la de San Salvador, en
estilo neorrománico y neogótico"'. En el ensanche inicialmente dos
obras solamente (y ellas de tono menor): la vieja iglesia de San Ignacio, derribada para dar paso al nuevo ensanche, se reconstruía en piedra con una torre entre neorrománica y neogótica inaugurándose en
1927. y en 1923 se iniciaban las obras del colegio de los Escolapios,
realizado por Víctor Eusa, de desarrollo horizontal y una tOrre de
gran proyección vertical, ojival.da que daba al edificio un aire de pu-
212. Todo ello conrinuación de la gran actividad constructora lIev:tda a cabo
durante los ú1rimos años del siglo XIX (ver GEN y ORB E. A. ) Arquiuctura ... ) pp
152-175; LARUl\IRF., M., El academicismo y la arr¡uileclurn del siglo XiX en Navarr(l,
Pamplona, 1990, PP 485 Yss.).
250
PA.\I I>LOSA. TOO,.\ ELL'" IDi CAsnu.o. y ;\LÁs Q1JECIUOAD.CIUDADEI.J\
reza espiritual al gusto de la arquitectura religiosa a finales del XIX Y
principios del XX, en que se prefirió la estilización y elevación vertical como expresión más acabada de la espiritualidad cristiana21J •
La construcción de nuevas catedrales fue un fenómeno asociado
a ese crecimiento urbano que se produjo en la España de finales del
XIXiI' . Era el símbolo del pacto de las nuevas clases medias urbanas
con la Iglesia y lo que ello representaba en la España de la Restauración . No es el caso de Pamplona. Como ocurrió con tantas otras cosas,
su crecimiento respetó la vieja catedral, mezcla de estilos, que siguió
firme en la ciudad antigua como Otro símbolo más de la supremacía
de esta parte de la ciudad sobre toda ella. Aparte de la parroquia de
San Ignacio y los Escolapios, sólo algún convento menor (el de las
Hijas de Ma Inmaculada, 1925 por Víctor Eusa y la Milagrosa de los
PP. Paules, 1928) y el Seminario, que se irían terminando en los años
posteriores, se asentaron en el Ensanche. Era una muestra de la escasa relevancia ciudadana (eo términos de presencia social) que terua
éste para la vida de la ciudad aún en los años veinte y treinra.
Con el ensanche había despe rtado una ciudad encerrada dentro
de sus murallas pero el nuevo espacio no había logrado arrebatar la
centralidad urbana a la ciudad antigua que permanecía vital y fuerte
y era aún la Pamplona por excelencia, la Pamplona con que todos los
pamploneses se identificaban (San Cerrun o la Navarrería, la Plaza
del Castillo, sobre todo; el espacio del mercado, de la fiesta, del asueto y su centro neurálgico). La elite local tampoco quiso que su firme
compromiso con la iglesia se plasmara en un nuevo edificio que fuera el nuevo buque insignia de la vida religiosa local-tal como ocurrió
en tantas ciudades españolas yen las vascas-. Prefirió potenciar toda
una serie de obras entre fines del XIX Y principios del XX que actualizaban el valor de las viejas iglesias y parroquias que habían acompañado y organizado la vida de la urbe desde el medievo. Y prefirió セオ@
entidad lo permitía- mantener su anterior catedral como centro de la
religiosidad pamplonesa. También en esto se prefirió la continu idad.
213. H ERl"lANDO ,j.,Arquitectura...• pp. 196-197.
214. ¡bid., p. 212.
251
JAV1t-:R UGARn:
a la renovación. Es otra muestra de la vitalidad que la antigua ciudad
siguió conservando en los nuevos tiempos.
•••
Tal ve-¿ sea el arquitecto Víctor Eusa, a quien ya he hecho reiterada referencia, quien mejor sintetizó esas corrientes de innovación
material y palhos localista que representaba Pamplona en los años
treinta. Fue, junto a los hermanos Yarnoz Larrosa, quizá c1rnejor ar-
quitecto navarro de la época. Formado a finales de la segunda década
del XX en la Escuela de Arquitectura de Madrid, en el clima de nacionalismo arquitectónico inaugurado por el IV Congreso Internacional de Arquitectos celebrado en Madrid en 1904 e impulsado por
Vicente Lampérez'" desde la propia Escuela, adquirió esa sólida formación clásica propia del academicismo del momento (entre sus
profesores estuvieron el propio Lampérez, Modesto López-Otero y
Teodoro Anasagasti)"·. Sin embargo, hombre inquieto, tras la obra
neorromántica realizada para el Gran Kursaal de an Sebastián (1920),
inició una serie de viajes por Europa, donde conoció las nuevas tendencias de arquitectura contemporánea (especialmente seducido por
el secesionismo vienés,la escuela holandesa y una reedición del Art
Déco)217 y, también, por el Mediterráneo influido por el neomudejarismo de su maestro Anasagasti, del que le procedía su devoción por
la arquitectura árabe"'.
215. Autor de la Histana 、セ@ /a aイYオゥエセ
サiuイッ@
cristiana tllaño/II, premiada en Barcelona en 1906, e impulsor del programa casticist3 de Rucabado.
216. igo básicamenre en los datos a USTARROZ, A., "El pensar de la mano. El
arquitecto Víctor Eusa", en Vidor Eusa, 1989. La interpretación difiere en parte de
la dada por Ustirroz.
217. A la escuela holandesa (de la que era máximo exponente "V.M. Dudok)
recuerda su proyecto de Asilo de San 1\larcial y San everiano de Tafalla (1933)
(ver el ayu ntamiento de Hilversum de Dudok en KoSTOF, S., H iJton'a dr... , vol. m,
p. 1214); Yal An Déco el magistral interior del Casino Eslava (1931). El eStilo seccesionista impregnó más difusa e íntimamente toda su obra. Sus edificaciones pueden conremplarse en V(ctor Eusa, 1989; y en Arqll;lt!{IO, 1934.
218. No solamente en O-'teriores, en la luminosidad de interiores y en la decoración de éstos (véase el inrerior del Edificio de la Vasco-NaV'.llT'a en VicLor Euso, 1989).
252
r
P.\.\IPLON\. TODA EllA lr."CASTlLLO. YMÁSQ1JECIUDAD, CIUDAOEL"
Sin embargo, hombre vinculado a! mundo cultura! y politico conservador y antirrepublicano de la capital avarra"', buscó un estilo
e! sentir de aquella ciudad. Expresionista conpropio que セBーイ・ウ。@
vencido, frente a las inclinaciones abstractas y tecnologistas de otros
grupos que pretencüan conectar con las vanguardias"", buscó "que los
eclificios di(jeran], proclam[aran] su destino en la ciudad"l21 , hasta
crear un estilo propio de Pamplona, que expresara, que diera forma
plástica a! espíritu profundo que subyacía la vida social de la local.
Frente a la voluntad de cambio y ruptura drástica con el pasado que
predicaban las vanguardias, Víctor Eusa creía en la inmanencia de la
cultura de las sociedades, en su permanencia, por lo que su estilo debía surgir del diálogo con el pasado y vincularse a los modos de un
lugar (Pamplona, en este caso). Aquel estilo lo expresó de forma más
acabada en los edificios religiosos con que sembró la Pamplona que
nacía, surgidos de su palbor religioso, iglesias que entendía como lugares "donde se transmiten las verdades reveladas [por lo que] su objeto está por encima de la materialidad ... ; debe de representar el lugar
de la espiritualidad, del recogimiento respecto a! resto de la ciudad ...
D e acuerdo con ello su exterior debe de comunicar su trascendental
misión conmoviendo el ánimo de! transeúnte"212. De ahí la verticalidad de sus edificaciones, pretendiendo transmitir esa espiritualidad
219. Fue cand idato a concejal independiente por la candidatura anti -rcvoluc.iooari a en abril de 1931, aunque se retirara en la segu nda elección que hubo de realizar al anularse las primeras (VIRTO ]BÁÑEZ, ].J., Lm eleráonts mUII;ripoles de 1931 m
Nflwrro, Pamplona, 1987, p. 88). En 1936, formó parte de ¡aj unta de Guerra Carlism de 1936 (BURCO, ). DEL, Compiración y guerra civil, Madrid, 1970, p. 552). Fue
amigo persona] de GustavO de Maezru, navarro de adopción y muy vinculado a esa
cierra desde que realizara los frescos de la Diputación (de un historicismo legendarista) y se instalara en Estella, quien le hizo un magnífico retrato. Ambos diseñaron
un enorme altar que se proyectaba insralar en Madrid, a su toma, con alegorías de
Na\'aITa pintadas por Ramiro de Maezru (BURCO, J. DEL, Conspiroc;dn ... , p. 599).
220. Especialmente, en España, la GATEPAC, a quienes Eusa conoció, pero
con los que no sintonizó, a pesar de conocer perfectamente sus modos, como lo demuestra en el ChaJé de Erroz. (1933).
221. IÑicUEZ, M., "Arquitectura como construcción, arqui tectura como emoción", en Viclor Euso, 1989, p. 16; YUSTÁRROZ, A., "El pensar de la mano...... p. 24.
222. I RfCUEZ, M. , "Arquitectura como construcción ... ", p. 13.
253
JAVIER UGARTE
del neogótico (Iglesia Convento de la Milagrosa, 1928; Colegio San
Miguel de los PP. Escolapios, 1928) y la monumentalidad de sus eruficaciones, como el Seminario Conciliar con su inmensa cruz luminosa que, desde el Beloso, pretendía dominar toda la cuenca de Pamplona (como antes y después la dominarían las dos torres barrocas de
la Catedral)21J.
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Colegio de los Escolapios (1928) y Seminario (1931) de Víctor Eusa.
Sin embargo, Víctor Eusa no rechazó, sino que empleó con maestría los nuevos materiales como eran el ladrillo, el hormigón armado
yel cristal"'. Trabajó el estilo constructivista, sacando al exterior la
propia estructura del edificio, creando así un estilo propio y local, en
diálogo con aque! e/hos de Pamplona, sin por elio renunciar a la innovación técnica que implicaban los nuevos materiales y las nuevas
maneras constructivas. Puede verse brillantemente reflejado en su
edificio de viviendas de la plaza Príncipe de Viana. Mientras tanto,
buscaba recuperar e! viejo aire amuraUado de la ciudad, sustituyendo
223. Así es como J. Polo de Benito (en Arquiucto, 1934: V·V11) lo situaba en
1934 entre los arquitectos que iban renovando la arquitectura religiosa de España.
224. Con esos imeriores de iglesias en que los pilares o col umnas de hormigón
armado sustituyeron a los muros de partición sustentantes, dando aJ imerior una
mayor luminosidad y aproximando todo eJ espacio eclesial al oficiante a qujen veían
en mejores condiciones. Imeriores que claramente se inspiran en el expresionismo
del francés Augustc Perret (ver KosrOF, S. , Historia de ... , vol. J11, p. 1201-1202).
254
P..\.\ IPLO:'\A. TODA ELL-\
uセ@
CASTILLO. y ;\IÁS QjJE CIUDAD. CIUDADEl.t\
viejas puertas por nuevas, más acordes con las necesidades de circulación de los tiempos, pero que daban continuidad física y temporal a
las murallas que durante tiempo habían asfL"iado a Pamplona, pero
que ahora se convertían en nuevos signos de identidad .
•
Casa de viviendas de la plaza Príncipe de Viana y Portal Nuevo. antes de la Taconera
(Víctor Eusa).
Víctor Eusa siguió siendo, en cualquier caso, un arquitecto a
I'antique (Ustárroz), concibiendo su propio trabajo como parte de las
Bellas Artes, sin deslizarse por las nuevas corrientes ingenieriles por
las que discurría la profesión. Secundariamente, Víctor Eusa, trabajó
en los chalet del Ensanche ese estilo antiguo y regionalista, tan del
gusto de la elite local, que en ocasiones (como en el chalé de los
Hermanos Eguinoa, 1928) combinó con acierto con su estilo más
suelto y amanerado. De modo que, desde su concepción de obra arlística 1010/ adoptada de su maestro el vienés Otto Wagner, combinando en su arquitectura la escultura, el mosaico, las vidrieras o la
pintura, Víctor Eusa representó como nadie el nuevo elhos de la ciudad de Pamplona que sin renunciar a una mirada a su pasado cultural, no renunciaba a las mejoras que los nuevos tiempos ponían en
sus manos.
255
jA\'1f..R UCARTE
7. Una ciudad en perspectiva. ueva ciudad,
vieja capital de reino
"Ciudad de humo dormido. Ciudad doliente de campos y lluvia.
Constreñida por el corsé ortopéruco de la muralla donde los rastrillos
de los portales jugaban a Edad Media en los anocheceres·, decía de
ella José Ma Iribarren. "Dentro del cinturón amurallado vivía una familia compacta, unida hasta en sus disensiones, con tono reguJar,
confortable, cristiano", reiteraba Rafael Garda Serrano, ambos, navarros reconocidos. Abundaban en el tópico -en el que también insistió Pío Baroja- creado por el romanticismo eu ropeo sobre aquella
ciudad singular. Sin embargo, como todo tópico, tenía elementos de
verdad., Elaruo Esparza, escritor, ammador cultural y subrurector del
DiQrio de Navarra, escribía en su novela Nerc: "Hemos estado en
Londres, en Roma. en París, en otras muchas ciudades señaladas en
las guías de turismo, y no guardo de todas ellas más que un pisto de
voces extrañas, de ruidos inapagables, de espectáculos confusos y de
comidas horrendas". Añoraba lo particular de su ciudad, no se sentía
circulando por un continuum urbano que conectaba con la idea genérica a una modernidad que imponía pautas no deseadas, y se refugiaba
en la idea de "región", "patria chica", "province", "terro;r" O "Heimaf',
con su cabeza urbana.
No por ello despreciaba los avances del mundo moderno ... pero
los adaptaba a su propia idiosincrasia: "Para los que viven rodeados
de herencias familiares, casa, muebles, tapices y cuadros -decía un
anuncio de una tienda local- , es difícil crear a su alrededor una atmósfera moderna en la que impere su propio gusto, si no están dispuestos a dejar a un lado todo aquello que representa la historia de
siglos ... Hay, sin embargo, una cosa que no desentona alIado del más
viejo tapiz ni cerca de un sillón del más puro Renacimiento, y la cual
¡mede elegirse imponiendo el propio gusto: es la Radio- Electrola ...
Ésta, aún dentro de un antiguo caserón del siglo XVll, puede ser
moderna, modernísima y reflejar la juventud y el espíritu de su dueño ... Con una de estas Radio-Electrolas tiene Vd. las ventajas de un
receptor y una gramola eléctrica de primera categoría: esto significa,
disfrutar de los mejores programas de radio del mundo Uazz, bop, o
256
PA,.\'IPLO:X:\ . TODA ELLo\ UN CAmUO. y ;\IÁS Ql,JE CIUDAD. CIUDADEL<\
boggie-woogie1y poder confeccionarse Vd .• con di coso un programa
cuando las emisoras no le den la música deseada". Esa nostalgia de
las maneras del pasado no impedía a aquella manera de ver la vida
acceder a los avances de los tiempos (que también marcaban su impronta). Pero era un modo reactivo de acercarse a ellos. de manera
qlle los viejos valores. los anteriores referentes. los elementos de memoria quedaran preservados. Era una manera de estar en el presente
que. por otro lado. garantizaba un orden social estable. ciertas seguridades preservadas ante el mundo cambiante en que se vivía ...• especialmente, en la entreguerra.
Era aquel un mundo. sin duda. deudor del pintoresquismo decimonónico.
Pero ya influenciado por el positivismo
de finales de siglo"'. Había adq uirido
los usos de la erudición y el anticuaris!¿ - 1
.
mo. En una Pamplona llena de casas
MZLセ@
blasonadas. se había tenido la precauNᄋ セ
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ción de ir retirando con mimo los escudos de las casas derribadas y de depositarlos en el edificio de la Cámara de
Compros (antigua Cámara que fiscalizaba las finanzas rcales a im itación de la
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Chambre de Compto francesa)"'. Bajo la
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oJo.U tl!i Bセエ_イ
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dirección
de la Comisión de MonumenAnuncio de Radio Electrola en los
años tre inta (Diario de Navarra).
tos Históricos y Artísticos de Navarra
(creada en 1860). se fue realizando acopio de resros arqueológicos. antigüedades. cuadros. estatuas. lápidas.
relieves y medallones. que permitieron realizar una exposición en junio de 1910 y que daría origen al que sería Museo Artístico-Arqueológico de 'avarra. En él colaboraron personas como Arturo Campión.
•• "T
225. El propio Nlenéndez Pelayo haóa protestas de cientificidad en su rechazo
dellegendarismo vasco (cirado por JUARlSTI, J., E//inaje de Ailor, Barcelona, 1987,
pp. 189-190).
226. Y sobre las que hizo un estudio Ignacio Balcztena (Tibllrcio de Okahio),
"Heráldica local". DN.15 .briI 195J.
257
jlW1ER UCARTE
lrurralde y uit, Julio A1radill, José María Huarte, icasio Garbayo (y
más adelante José María Lacarra y José Esteban Uranga)217. Junto con
el Archivo de 1 avarra, aquel patrimonio (valioso) formaba parte de la
memoria de la provincia. Aquella cultura erudita e inspirada en el arqueologismo, educó a las clases cultivadas de la provincia en el rigor
del documento y en el gusto por la antigüedad autentificada. De ahí la
Dibujo de Blasco Salas hecho desde un pretendido objetivismo (desde luego. antipintoresco) frente al de Francisco de Paula (arriba).
227. Puede verse la extensa labor realizada por esta Comisión en Qmujo, 1934. Un
csrudio sobre ésta en HUlel, M.P., "Las Comisiones de Monumentos Histórico y Artísticos, con especial referencia a la Comisión de Navarra", Prlitcipt エiセ@ Viana, 189 (1990).
258
PAMPLONA. TODA ELLA UN CASTlI.LO, y MÁS Q1JE CIUDAD. CIUDADEL\
crítica positivista de "lecturas" pintorescas de Pamplona ... pero sin
cuestionarlas en el fondo : la Pamplona de muralla y campanil. Léase la
critica de Blasco Salas hecho desde un pretendido objetivismo (desde
luego, anti-pintoresco) del grabado que Feo. de Paula y Mellado hizo
circular sobre Pamplona el siglo XIX"'.
• Por otra pane, y como he mostrado en otro lugar y es algo general en toda España, se había producido un rebrote consciente y espectacular de un catolicismo militante. Una actitud que, en el caso de
Navarra especialmente, se asociaba con elementos de identidad de la
"patria chica"229.
Ilustraciones a dos cuentos de Arturo Campi6n (1925), y cuadro de Javier Ciga (1917)
He dicho más arriba que mi tesis contemplaba elementos de posibilidad, circunstancias históricas y agentes sociales. Los elementos
de posibilidad tienen que ver con el hecho de que Pamplona mantuviera su estatus de ciudad-baluarte hasta bien entrado el siglo XX.
Eso condicionaba su propia estructura física, las propias relaciones
sociales y los elementos de identidad. Las circunstancias históricas
se sumaron a aquel estado de cosas. La creación del nuevo Ensanche, que pudo propiciar fortunas considerables, como en el resto de
228. BLASCO SALAS, S .• Recuerdos de un midieo ... ¡ y PAULA y MEllADO, F. DE,
Españ(l geográfica, historiea y pintoreJea, Madrid, 1845.
229. Sobre Pamplona puede verse UCARTE,j., "Un cpisodio de 'cstilización' de
la poLítica antirrcpubücana ... ", en general, ANones-GALLEGO J. y PAZOS, A.M., La
Iglesia en la I:.Jpaña contemporánea/l , 1800-1936, Madrid, 1999.
259
JAVIER UCARTE
España, fortunas interesadas en desplazar el centro de atención hacia
la nueva superficie a edificar, situación que no se dio en Pamplona (el
relevo se había dado ya en el XIX, asumiendo la vieja memoria). Esto,
unido a otros factores, hizo que la ciudad vieja prevaleciera física y
simbólicamente sobre el Ensanche, signo de modernidad y cosmopolitismo. Finalmente, una buena parte de la élite de las letras y la
cultura local, estrechamente vinculada con la élite de poder económico y poütico, trabajó denodadamente por preservar la vieja idea de
ciudad, contraponjéndola a las nuevas corrientes por foráneas, consideradas ajenas e incluso agresivas. Una percepción de lo propio, que
e n numerosas ocasiones impregnó incluso a corrientes de pensamiento alternativas (como es el caso de Javier Ciga). Algo que he intentado mostrar a través de la arquitectura, abiertamente historicista
en los veinte, y con un estilo local propio
a través de Víctor Eusa, que supo combinar admirablemente -a lo VioUet le Duc
en Francia- las técnicas modernas con
un estilo rememorativo y local.
Fue aquéUa una cultura enlazada con
cierta idea navarristaDO y castiza13 1 pero
con sus peculiaridades, como puede verse
en este cartel anunciador de los Sanfermines de 1908, cosa que trataré de desarroUar
en un próximo trabajo.
230. Véansc los excele ntes esrudios G ARC(A-SANZ MARCOTECUI, Á.,
IRJARTE, l ., MIKELARENA, F., Hu/una del nll'Varrumo (1841-1936). Sus relariones con
el 'Uast¡uumo, Pamplona, 2oo2¡ y IRlARTE. l ., Tramas de identidad U/era/tira y regioftalismo en Navarra (1870-1960), Madrid,2000.
231. u ga i セ teNj@
.• La llueva Crmadonga ...• pp. 315-339.
260
En las últimas décadas los historiadores vienen pn:stando cada vez
más atención a todo lo relacionado
con la memoria colectiva, las relaciones cntre historia y memoria y
l. historia de la memoria. Este
creciente interés por la memoria
se explica porque su control y gestión se hace en nmción de los probJemas del presente, el cual, con
frecuencia, se pretende legitimar
utilizando el pasado. No en vano
Pierre Nora definió la memoria
como "instrUmentalización política
dd pasado por el presente".
Sabemos que la elaboración de la
memoria es algo en consuuccióo,
es decir, no la simple manifestación
de las huellas del pasado, sino el
proceso de elaboración social e
histórica de ese pasado. De alú la
importancia de la memoria histórica y de las políticas de memoria
en l. génesis y evolución de la
identidad colectiva y por ende en
los discursos que tratan de forjar
identidades políticas, sociales o
nacionales. En todo ello la memoria desempeña un papd central,
pues, como ha señalado Juan Sisinío Pérez Garzón, "la memoria no
sólo construye la identidad, sino
que perfila y determina d ser, su
modo de existencia y las pautas de
comportamiento",
m
UnIversidad Pública
de Navarra
Nqfanoo/(J)
t
.
Ur,ibertsiUl/e PubWroa
Las politic:as de memoria no suponen necesariamente un plan premeditado para imponer una hi..toria más o menos sesgada y en suma
poco científica. Por el contrario,
mucho más destacables que las
intervenciones en ese sentido son
los silencios más o menos conscientes
O ゥョ」ッウ・エセL@
pero en
todo caso explícitos sobre diversos
temas,la indiferencia o desatención
hacia otros, en definitiva, las
"polJticas de olvido". No es de extrañar, por tanto, que en un panorama dominado por la manipulación y los atropellos de la memoria
se abra paso la necesidad de buscar
una "política de la justa memoria"
&ente a la imposición del olvido
forzado o del recuerdo selecrivo
conmepropiciado por la セー。ウゥョ@
morativa"
En este COntexto se recogen aqui
las aportaciones de una serie de
profesores q\le en los últimos años
vienen estudiando en el marco general español los procesos históricos que han configurado los nacionalismos ·perif<'.ricos" y los
regionalismos, sus señas de identidad, los rasgos comunes que presentan y el origen de sus mitos e
historias "diferenciadas", en los
casos de Caraluña, Aragén y Navarra.
ISBN 84-976!Hl61-3
YQ Q セ Q Qセ セ i uセュャ
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