Naveg@mérica. Revista electrónica editada por la Asociación Española de Americanistas. 2018, n. 20.
ARTÍCULOS
CRÓNICA DEL COMBATE NAVAL DE LA HABANA DE 1748.
Francisco de Asís Amor Martín
Universidad de Sevilla
[email protected]
Resumen: El 12 de octubre de 1748 tuvo lugar el combate naval de La Habana, la última acción
armada de la Guerra de la Oreja de Jenkins. Pese a tratarse de un conflicto colonial entre dos
imperios marítimos, ésta fue la única batalla naval propiamente dicha acontecida en aguas
americanas. La escuadra británica, liderada por el contralmirante sir Charles Knowles,
combatió contra la española, comandada por Andrés Reggio. Así, ésta fue la única ocasión
que posibilitó evaluar el rendimiento de la Real Armada en una batalla de envergadura tras
medio siglo de rearme.
Palabras clave: La Habana, Real Armada, batalla, colonialismo, Royal Navy, Guerra de la Oreja
de Jenkins.
Tittle: CHRONICLE OF THE 1748 NAVAL COMBAT OF HAVANA.
Abstract: On October 12th, 1748, the naval combat of Havana, which was the last action of the
War of Jenkins’ Ear, took place. Despite being a colonial war between two maritime empires,
this was the only naval engagement occurred in American waters. In this battle the British
squadron, led by the Rear-Admiral Sir Charles Knowles, fought against the Spanish one,
under Andrés Reggio’s command. Thereby, this was the only occasion in which it was possible
to evaluate the efficiency of Spanish Navy after decades of naval rearmament.
Keywords: Havana, Spanish Armada, battle, colonialism, Royal Navy, War of Jenkins’ Ear.
1. Introducción y conceptos preliminares
El combate naval de La Habana de 1748 constituye el acto final de la larga
Guerra del Asiento o de la Oreja de Jenkins. Fue ésta una contienda de origen
netamente americano y de naturaleza esencialmente colonial, rasgo perceptible
tanto por las causas que condujeron a su estallido como por el mismo desarrollo de
las operaciones militares1. Significó el enfrentamiento entre las dos potencias
1
La bibliografía referente a la batalla de La Habana es más bien escasa, al no haber suscitado tal
hecho histórico un gran interés, acaso por el insatisfactorio resultado del enfrentamiento para ambos
bandos. La única referencia sería: HERNÁNDEZ OLIVA, Carlos Alberto. El combate naval entre las
escuadras de Jamaica y La Habana del año 1748. Revista de Historia Naval. 2008, n. 103.
Recibido: 11-01-2018
Aceptado: 26-01-2018
Cómo citar este artículo: AMOR MARTÍN, Francisco de Asís. Crónica del combate naval de La
Habana de 1748. Naveg@mérica. Revista electrónica editada por la Asociación Española de
Americanistas [en línea]. 2018, n. 20. Disponible en: <http://revistas.um.es/navegamerica>. [Consulta:
Fecha de consulta]. ISSN 1989-211X.
Francisco de Asís AMOR MARTÍN. Crónica del combate naval de La Habana de 1748.
europeas que a la sazón contaban con los más ricos y extensos imperios ultramarinos, sobre todo en el área geográfica de América: España y Gran Bretaña.
Considero particularmente interesante rescatar aquí la idea del choque de conceptos
económicos que significó esta guerra colonial, al pretender España conservar en la
medida de lo posible su monopolio en las colonias americanas—ya resquebrajado
como consecuencia de las disposiciones de Utrecht—, mientras que los británicos
defendían la libertad comercial y de navegación2. Difícilmente podría comprenderse
el ambicioso programa de rearme naval acometido a comienzos de siglo sin el
marcado interés existente por la salvaguarda del imperio americano. De hecho,
podría afirmarse que es ahora cuando realmente se proyecta en España una bien
reflexionada estrategia política atlántica3, lo que puede apreciarse en la publicación
de ciertas obras sobresalientes, como la célebre Theórica y práctica de Comercio y
de Marina, de Jerónimo de Uztáriz, que vio la luz por primera vez en 1724.
Podrían sintetizarse las causas de la Guerra del Asiento en el choque de
intereses existente entre ambas potencias coloniales y el afán de una de ellas—
España—por revisar las desventajosas cláusulas de Utrecht. Si a esto se añade el
Asimismo, un análisis netamente táctico del desempeño de la escuadra de Knowles puede
encontrarse en: TUNSTALL, Brian. Naval Warfare in the Age of Sail: the Evolution of Fighting Tactics.
Londres: Conway Maritime Press, 1990, pp. 101-103. Por lo demás, en cualquier trabajo bibliográfico
con la Guerra del Asiento como tema central es perfectamente posible localizar el relato de la batalla,
en tanto que constituyó la última acción de la contienda. Siguen siendo interesantes y útiles obras
clásicas como: FERNÁNDEZ DURO, Cesáreo. Armada española desde la unión de los reinos de
Castilla y de Aragón. Madrid: Imprenta Real, 1900, vol. 6. PEZUELA Y LOBO, Jacobo de la. Historia
de la Isla de Cuba. Madrid: Carlos Bailly-Baillière, 1868, vol. 2. Para una aproximación al conflicto
desde la bibliografía clásica anglosajona: CLOWES, William Laird. The Royal Navy. A History from
the Earliest Times to 1900. Londres: Sampson Low, Marston & Co., 1897, vol. 3. CAMPBELL, John.
The Naval History of Great Britain, Including the History and Lives of the British Admirals. Londres:
Baldwyn & Co., 1818, vol. 4. RICHMOND, Herbert William. The Navy in the War of 1739-1748.
Cambridge: Cambridge University Press, 1920. También conviene remitirse a trabajos más recientes,
como: CERDÁ CRESPO, Jorge. La guerra de la Oreja de Jenkins: un conflicto colonial (1739-1748)
[tesis doctoral]. Universidad de Alicante, 2008; Conflictos coloniales: la Guerra de los Nueve Años
(1739-1748). Alicante: Universidad de Alicante, 2010. SÁEZ ABAD, Rubén. La guerra del asiento de
la “Oreja de Jenkins” (1739-1748). Madrid: Almena, 2010.
2
España no necesitaba tanto adquirir un mercado nuevo como asegurar y explotar el que,
teóricamente, ya tenía en sus posesiones americanas, que además era uno de los más rentables
existentes. Este pensamiento se encuadra en la línea de las teorías económicas antibullonistas que
comenzaron ya a prosperar en la Inglaterra de fines del siglo XVII y que consideraban que la riqueza
de una nación procedía de la fuerza de trabajo de sus vasallos—y por extensión, el comercio—más
que de la cantidad de metal precioso acumulado. Sobre esta idea los ministros reformistas de la
España dieciochesca, especialmente aquéllos pertenecientes a las décadas centrales del siglo XVIII,
pretendieron reformular el sistema comercial del Imperio. En cualquier caso, significó la revalorización
del espacio americano, manifestada con mayor vigor a partir de la segunda mitad del largo reinado de
Felipe V. TAVÁREZ SIMÓ, Fidel. La invención de un imperio comercial hispano, 1740-1765.
Magallánica, Revista de Historia Moderna. 2015, vol. 2, n. 3, pp. 58-60 y 65.
3
En 1712 Tinajero le envió un memorial a Felipe V en el que ponía el acento en la necesidad de
reconstruir el poder marítimo. Más tarde, habiéndole encargado el monarca la confección un proyecto
con el que lograr tales metas, redactó un exhaustivo informe, fechado el 15 de enero de 1713, que
escribió a José de Grimaldo y en el que aportaba la información con más detalles, abogando por
convertir La Habana en la gran base naval y principal astillero de la Corona. Si bien el proyecto fue
abortado, marcó un precedente y muchas de sus propuestas terminarían por llevarse a la práctica.
Archivo General de Indias (AGI); Indiferente General; leg. 2644. Informe de Bernardo Tinajero a José
Grimaldo; Madrid, 15 de enero de 1713. SERRANO ÁLVAREZ, José Manuel. Fortificaciones y tropas.
El gasto militar en Tierra Firme, 1700-1788. Sevilla: Universidad de Sevilla, 2004, p. 70.
2
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rearme naval español, percibido por Gran Bretaña como una potencial amenaza a
sus intereses en el Nuevo Mundo, se comprende el fuerte enrarecimiento en las
relaciones diplomáticas entre Londres y Madrid durante la década de 1730, que
indefectiblemente terminaría desembocando en la guerra. La actuación de los
guardacostas españoles en aguas del Caribe contra el contrabando inglés soliviantó
los ánimos de los parlamentarios británicos de la oposición. Ya el 10 de julio (e.a.) el
rey Jorge II declaró represalias contra los navíos, géneros y vasallos del rey de
España por las «muchas e injustas presas en las Indias [hechas…] por los
guardacostas españoles y el impago de las compensaciones prometidas»4. El 23 de
octubre, forzado por la presión de Newcastle, Robert Walpole declaró oficialmente la
guerra a España. Declaración que fue escrita el día 30 en Kensington, y el 3 de
noviembre se publicó. Felipe V obró de igual manera el 1 de diciembre5.
Los principales actores de la contienda, los oficiales de las marinas de guerra de
Gran Bretaña y España, consideraron desde el principio lo ineludible de un gran y
decisivo enfrentamiento entre las fuerzas navales de ambas potencias que
terminaría por decidir de forma tajante el resultado de la contienda; sin embargo, los
años fueron pasando y la tan esperada batalla que decidiría el resultado de la guerra
no llegó. Se sucedió el esquema táctico británico de golpear con dureza contra
alguna de las llaves españolas en el Caribe6, que por otra parte concluyó en fracaso
las más de las veces. Pese a estas acciones, la guerra entró muy rápidamente en un
punto de estancamiento, sin más hechos destacados que la incesante actuación de
corsarios de ambos bandos, guardacostas y contrabandistas. Más todavía porque la
atención se desvió muy tempranamente a otros escenarios con el estallido de las
hostilidades en Europa Central y la apertura de nuevos y distantes frentes para Gran
Bretaña. Con la firma en Fontainebleau del Segundo Pacto de Familia entre España
y Francia el 25 de octubre de 1743, ésta se vio obligada a prestarle ayuda a la
primera en su contencioso con Gran Bretaña, lo que significó para Londres la
necesidad de atender otro frente más.
4
Con el término represalias se está refiriendo a un tipo específico de carta o patente de corso por
medio de la cual se permite a un súbdito resarcirse de los agravios ocasionados por otro país, sin que
sea por ello necesario el estado oficial de guerra; por otro lado, cuando se conceden cartas de marca
o contramarca—lo que se entiende por corsarismo general y absoluto—sin haberse declarado
formalmente la guerra, se efectúa una ruptura inmediata del derecho internacional, lo que equivale a
una declaración de guerra, que fue el modo de maniobrar que tuvo España. OTERO LANA, Enrique.
La guerra de la Oreja de Jenkins y el corso español (1739-1748). Cuadernos monográficos del
Instituto de Historia y Cultura Naval. 2004, n. 44, pp. 21 y 29-30.
5
Hubo un cruce de acusaciones entre ambas coronas. Desde Londres culparon de la contienda a
España y justificaron su declaración de guerra con una larga relación de agravios cometidos por los
españoles contra un comercio libre y legítimo; la postura «conciliadora y amistosa» sostenida por
Gran Bretaña ya carecía de sentido y ésta se veía obligada a declarar formalmente la guerra para
vengar su honor. El 28 de noviembre Felipe V promulgó una serie de disposiciones relativas a cómo
obrar con respecto al contrabando británico y a las mercancías británicas que eran comisadas.
Mercurio Histórico y Político, noviembre de 1739, pp. 127-131 y 139-149; CERDÁ CRESPO, J. La
guerra de…, p. 80.
6
Al respecto, para conocer con detenimiento la teoría de las llaves o sistema caribeño de
fortificaciones, me remito a dos clásicos imprescindibles: CALDERÓN QUIJANO, José A. Las
defensas indianas en la recopilación de 1680: precedentes y regulación legal. Sevilla: Escuela de
Estudios Hispano-Americanos; CSIC, 1984. ZAPATERO, Juan Manuel. La guerra del Caribe en el
siglo XVIII. Madrid: Servicio Histórico Militar, 1990.
3
Francisco de Asís AMOR MARTÍN. Crónica del combate naval de La Habana de 1748.
Que la mayor batalla naval entre españoles y británicos—el bloqueo naval de
Tolón el 11 de febrero de 1744 y el posterior encuentro armado en las cercanías del
cabo Sicié—se desarrollara en el Mediterráneo y con la presencia de fuerzas
francesas, ilustra hasta qué punto el frente americano, el lugar en el que germinaron
las principales causas que condujeron a la Guerra del Asiento, quedó eclipsado con
la entrada de Francia en la conflagración. Por lo demás, aparte del célebre raid de
Anson por el Pacífico7 y la hazaña en 1747 del navío Glorioso, de 74 cañones, no
acontecieron batallas navales dignas de tal nombre, con la salvedad, por ende, de la
de La Habana de 1748, motivo de este artículo.
2. Operaciones militares previas al combate
El ascenso de sir Charles Henry Knowles a contralmirante y su inmediata
designación como comandante en jefe de la escuadra de Jamaica fueron dos
hechos decisivos que condicionaron la fase terminal de la guerra en el Caribe. El
nombramiento de Knowles, a la sazón en su momento de mayor prestigio por su
buen hacer en las misiones que le habían sido encomendadas y por los servicios
prestados a S.M.B., significó una fuerte apuesta, así como la búsqueda de una
última acción exitosa contra los españoles que le confiriese a Gran Bretaña una
posición de ventaja de cara a las inminentes conversaciones de paz. Zarpó Charles
Knowles de Boston en la primavera de 1747, tras poner fin a los tumultos y motines
que habían convulsionado recientemente Nueva Inglaterra8, y lo hizo al frente de los
navíos Canterbury y Norwich, las fragatas Lark y Fowey y la goleta Achilles. Tras
una tranquila travesía en la que tuvo que escoltar un convoy, arribó a comienzos de
diciembre a Barbados, importante enclave británico en las Antillas Menores, escala
previa a Jamaica. No sería hasta el 16 de febrero cuando atracaría en el muelle de
Port Royal, la gran base naval de la Royal Navy en el Caribe, donde ya esperaba
fondeado la escuadra al completo, bajo el mando del capitán Digby Dent9.
Ya en Jamaica, se le informó de las características generales de la escuadra
española desplegada en aquellas latitudes, de que quien la comandaba era Andrés
Reggio y de que casi todas las unidades se encontraban guarecidas en La Habana;
supo asimismo que la fuerza española se componía de 3 navíos de 70-74 cañones,
4 del porte de 60-64 y 2 de a 50-52, todos ellos en activo, pero que había otros 2
7
El periplo de George Anson (1740-1744) se organizó con fines militares, en un contexto de guerra
abierta; se le había encomendado recabar información geográfica de vital interés estratégico para el
Almirantazgo, a la espera de futuras ofensivas contra la América Hispana. A un mismo tiempo,
debería aprovechar cualquier ocasión que le fuese propicia para saquear el litoral sudamericano
bañado por el Pacífico y capturar el galeón en Acapulco, objetivos que Anson logró cumplir a costa de
sacrificar muchas vidas, la mayoría por el escorbuto. PUIG-SAMPER, M.A. Las expediciones
científicas a la América hispana en la primera mitad del siglo XVIII. En: ALBEROLA ROMÁ, Armando;
MAS GALVAÑ, Cayetano y DIE MACULET, Rosario (eds.). Jorge Juan Santacilia en la España de la
Ilustración. Sant Vicent del Raspeig: Universitat d’Alacant i Casa de Velázquez, 2015, pp. 58-59.
8
Los célebres Knowles Riots. HARDING, Richard. America, the war of 1739-48 and the development
of British global power. Journal for Maritime Research. 2004, vol. 6, n. 1, p. 5.
9
Los navíos que componían la escuadran eran: Cornwall (80), Worcester (60), Lenox (70), Elizabeth
(70), Biddeford (24), Enterprise (50), Drake (14), Plymouth (60) y Merlin (14). Cada uno de ellos
presentaban diferentes estados de conservación, pero algunos aún se veían necesitados de carena y
demás reparaciones. Aparte, los navíos Strafford (60), Rye (24), Experiment (24), Vulture, Vainqueur
y Weazel (16) estaban listos para hacerse nuevamente a la mar. RICHMOND, H.W. The Navy in…,
vol. 3, pp. 117-119.
4
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buques más de 70 cañones en construcción y prontos a hacerse a la mar, y otros 2
de 80 de porte en repuesto. Asimismo, se conocía la presencia de varias embarcaciones menores, ligeras y rápidas, presumiblemente corsarias, que operaban en
aquellas aguas y que en breve esperaban más refuerzos. Los británicos conocían
bien la estrategia española de valerse de estas huidizas unidades menores, difíciles
de interceptar, que se servían de su velocidad para hostigar el comercio británico o
entorpecer las líneas de suministro de la Royal Navy. También sabían que los
españoles preferían reservarse sus buques de mayor porte para escoltar las flotas. A
partir de esta información, Knowles consultó con Edward Trelawny, gobernador de
Jamaica, una estrategia que les permitiese apoderarse de la flota del tesoro y acabar
con la escuadra española desplegada en el Caribe.
Sin embargo, la primera acción directa de Knowles se encaminó a destruir los
fortines de la isla de Santo Domingo, que servían como base de operaciones del
corso español. Según él, la erradicación de los corsarios españoles se elevaba como
una necesidad imperiosa, buen conocedor como era de los efectos tan negativos
que éstos tenían sobre el comercio británico en la zona. Entre enero y marzo de
1748 llegaron noticias de las acciones del corsario español Vicente López10, que
capturó una fragata con víveres y caballos, tres balandras con suministro de armas,
papel y más de cien esclavos negros, dos bergantines con aguardiente y café, tres
paquebotes, dos de ellos cargados de ron y azúcar y el tercero con marfil y 85
esclavos negros en sus bodegas, una goleta mercante y otra corsaria, las dos con
toda suerte de género de municiones11. Sin embargo, Knowles no logró conseguir
ninguna victoria sustancial contra un enemigo tan escurridizo.
Esto le animó a fijar un objetivo más concreto, que le sirviera para mantener su
prestigio y acallar las críticas recibidas por sus detractores, y creyó encontrarlo en la
plaza de Santiago de Cuba. Además de tratarse del gran centro logístico de los
corsarios españoles, fue el lugar contra el que Vernon y Wentworth se estrellaron
previamente en dos frustrados ataques. Knowles intentaría un doble objetivo;
asestarle un golpe decisivo al corazón del corsarismo español y desquitarse en
nombre de sus compatriotas. Salió el 22 de febrero de Jamaica, pero vientos
contrarios dificultaron su navegación y lo obligaron a cambiar de rumbo, por lo que
puso proa a Port Louis, donde tras un intenso cañoneo destruyó las fortificaciones
de aquel enclave, guarnecido por 600 hombres12. Terminada esta acción, Knowles
pudo reanudar su marcha sobre Santiago, a cuya bahía arribó el día 9 de abril, al
10
Vicente López era un armador particular que, por cuenta propia y corriendo con todos los gastos,
equipó una galera (término genérico para cualquier embarcación menor) en Cuba, a instancias del
gobernador de allí, y se le concedió licencia por un tiempo de cuatro meses para realizar el corso en
aquellas aguas. Acusado de actos violentos, se le encausó en 1746, si bien ello no supuso un grave
impedimento para proseguir con el desempeño del corso, entre otras razones porque contó con el
respaldo del gobernador de la isla, sabedor como era de los beneficios económicos que se obtenían
gracias a sus acciones de pillaje. AGI; Santo Domingo; leg. 387. Informe del gobernador Juan Antonio
Tineo dando cuenta de la causa del capitán Vicente López; La Habana, 1 de julio de 1746.
11
PEZUELA Y LOBO, J. Historia de la…, vol. 2, pp. 416.
12
CLOWES, W.L. The Royal Navy…, vol. 3, pp. 132-134.
5
Francisco de Asís AMOR MARTÍN. Crónica del combate naval de La Habana de 1748.
frente de una escuadra de 8 navíos, 2 fragatas y 3 embarcaciones menores13 en la
que embarcaron 240 hombres más, pertenecientes al regimiento del gobernador
Trelawny, que se agregaron a los restantes sumando una tropa de desembarco de
3.000 efectivos14.
Pese a disponer de una fuerza de tan impresionante tamaño, nuevamente se
impuso la defensa estática, y la plaza, defendida por unos escasos 500 veteranos y
un número impreciso de milicianos, resistió. El intento de Knowles por cortar las
cadenas que defendían la entrada al puerto de la ciudad y penetrar en él terminó en
un sonoro fracaso, pues la artillería apostada en el Morro barría todo el perímetro de
la acción; algunos de los navíos de la escuadra británica sufrieron daños en la
arboladura y hubieron de retirarse o ser remolcados, contándose en media hora de
fuego más de 300 bajas entre muertos y heridos. Al día siguiente Knowles amagó un
desembarco en la caleta de Aguadores, pero al comprobar cómo los españoles ya
habían dispuesto la defensa, y sopesando la sangre que habría de derramarse, optó
por una retirada ordenada a su base de Jamaica15.
Como consecuencia de su derrota en la toma de una plaza fuertemente
defendida, Knowles modificó nuevamente su objetivo; ahora trataría de apoderarse
de los mercantes que componían las flotas del tesoro y de las preciosas mercancías
que transportaban. Estos convoyes zarpaban de Veracruz y se reunían en La
Habana, escala obligada antes de adentrarse en la travesía transoceánica. A primera
vista parecía un objetivo considerablemente más fácil, y buena parte de su atractivo
radicaba en lograrlo antes de que la paz, que parecía ya muy cercana, se firmase;
de tener éxito, se resarciría ante el Almirantazgo y vengaría las derrotas sufridas a
manos de los españoles. A pesar del resultado adverso obtenido en Santiago de
Cuba, la situación de Knowles había mejorado; ahora disponía de todos sus navíos
de mayor porte agrupados en dos escuadras, y se sabían superiores a sus
contrapartidas españolas. Consciente de ello, expuso sus planes al gobernador
Trelawny, como así lo recogería por escrito él mismo más tarde:
Having received certain Intelligence of the time of Spanish ships sailing from Vera
Cruz with the treasure for Havana, I consulted with Governor Trelawny about
intercepting them, who concurring in sentiment with me I resolved upon going
down off the Tortuga Bank and to Endeavour to do it accordingly16.
Reparados en Kingston los navíos dañados por el fuego del castillo de Santiago,
Knowles se hizo a la mar y dio instrucciones a sus subordinados. Ordenó a Charles
Powlett que se desplegase desde el primero de mayo entre Cabo San Antonio
(extremo occidental de Cuba) y Cabo Catoche (Yucatán), donde debería interceptar
los buques españoles que siguiesen aquella derrota. Los franceses intentaron sin
13
Los navíos Cornwall (80), Lenox (70), Plymouth (60), Elizabeth (70), Canterbury (60), Warwick (60),
Strafford (60) y Worcester (60); las fragatas Vainqueur y Vulture, las balandras Merlin y Weazel y la
gabarra Sharp. RICHMOND, H.W. The Navy in…, vol. 3, pp. 120-122.
14
PEZUELA Y LOBO, J. Historia de la…, vol. 2, p. 416.
15
Una relación detallada del fallido asalto de Knowles contra Santiago de Cuba puede encontrarse
en: RICHMOND, H.W. The Navy in…, vol. 3, pp. 120-122. CLOWES, W.L. The Royal Navy…, vol. 3,
pp. 134-135. FERNÁNDEZ DURO, C. Armada española desde…, vol. 6, p. 342. PEZUELA Y LOBO,
J. Historia de la…, vol. 2, pp. 416-417. HERNÁNDEZ OLIVA, C.A. El combate naval…, p. 15.
16
Diario de Knowles. RICHMOND, H.W. The Navy in…, vol. 3, pp. 131-132.
6
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éxito un despliegue en las cercanías de Cape François (actualmente, Cabo
Haitiano), pero al menos se pudo localizar el paradero de la escuadra de Knowles,
de tres navíos de líneas y tres fragatas, a la altura de Cabo San Antonio y Bahía de
Corrientes. Andrés Reggio, que desde La Habana se informaba de los movimientos
del enemigo, partió el 22 de julio al frente del África, Invencible, Conquistador,
Dragón, Nueva España, Real Familia y una balandra en pos de encararse con la
fuerza de Knowles, pero no lo logró y retornó a La Habana a mediados de agosto.
Tampoco los británicos gozaron de mucha más suerte; tras cuatro largos y tediosos
meses de navegación a la espera de localizar la flota del tesoro, a comienzos de
agosto regresaron a Port Royal para descansar. Knowles, sin desanimarse, volvería
a intentarlo por segunda vez, en septiembre, pues sabía que en esa época del año
los españoles iniciaban el tornaviaje y podría interceptar los convoyes a su paso por
la Sonda de la Tortuga17.
Efectivamente, en Veracruz la flota del tesoro, conformada por las fragatas
Bizarro (o Bizarra), de 50 cañones, León, San Francisco Javier, Galga y Florida y
media docena de mercantes entre buques de particulares y comisionados por el rey,
ya estaba preparada para partir hacia La Habana. Knowles lo sabía y sólo tenía que
esperar, confiado en que le sería fácil apresar todas esas unidades y apoderarse de
su valioso cargamento, que se estimaba en 9.000.000 de pesos en monedas de oro
y plata, sin contar los productos en especie18. Se comprende que nada preocupaba
más a las autoridades coloniales que proteger esta flota de cualquier eventual
amenaza. Por su parte, Knowles previamente había destacado a su segundo al
mando, el capitán Charles Holmes, a bordo del Lenox para que escoltase un convoy
de 50 mercantes que había zarpado de Jamaica el 5 de septiembre con proa a
Inglaterra, pero prevenido de atravesar el Paso de los Vientos (estrecho situado
entre el extremo oriental de Cuba y el occidental de La Española), dada la peligrosa
proximidad de la flota de Andrés Reggio. Knowles permanecería con el resto de su
flota en las inmediaciones de la isla de la Tortuga, a la espera del tan anhelado
cargamento de la flota del tesoro19.
Mientras tanto, en La Habana, las autoridades coloniales, en constante
comunicación con México, organizaban todos los preparativos para proteger la flota
del tesoro y tener listas las defensas de la ciudad. Ya en los años anteriores se
habían enviado desde México tropas adicionales para reforzar el sistema defensivo
de la isla, de vital importancia para la salvaguarda del Caribe; en 1744 arribaron a
Cuba 200 hombres de refuerzo mandados por el virrey de México, a petición del
gobernador de La Habana20. A la altura de 1748, en la ciudad de La Habana había
estacionadas21:
17
Ibídem..
HERNÁNDEZ OLIVA, C.A. El combate naval…, p. 16.
19
CLOWES, W.L. The Royal Navy…, vol. 3, p. 135.
20
AGI; Santo Domingo; leg. 2107. Carta del gobernador Francisco de Güemes a Ensenada; La
Habana, 20 de abril de 1744.
21
AGI; Santo Domingo; leg. 2093. El gobernador Francisco Cajigal informa de los 198 extractos de
revistas pasadas desde enero de 1747 hasta el 24 de octubre de 1748 a todas las unidades
desplegadas en aquella ciudad; La Habana, 18 de noviembre de 1748.
18
7
Francisco de Asís AMOR MARTÍN. Crónica del combate naval de La Habana de 1748.
− Cinco compañías de infantería de refuerzo antiguo22.
− Dos compañías de infantería del Regimiento de Milán, una de ellas, de 32
efectivos, bajo el mando del capitán César Borbón, y la otra capitaneada por
Ignacio Moreno, también con 32 efectivos en la plantilla.
− Dos compañías de infantería del Regimiento de Granada, una bajo el mando
del capitán José Avellanas e integrada por 32 efectivos, y la otra dirigida por
Gregorio Bermejo, con 31 efectivos.
− Un batallón de infantería, conformado por siete compañías de 78, 67, 68, 63,
66, 70 y 66 hombres cada una de ellas.
− Una compañía de artilleros sobre el pie de 100 hombres, capitaneada por
Manuel de Soto, con un total de 97 efectivos, incluyendo dos presos.
− Regimiento de Granaderos de Portugal.
− Tres compañías de dragones (presumiblemente del Regimiento Almansa) del
pie de 70 hombres cada una de ellas: la del capitán Luis Vázquez, con 68
efectivos; la del capitán Martínez Aróstegui, con 69; y la tercera, con el puesto
de capitán vacante, de 63 unidades.
− Doce compañías del Regimiento de Dragones de Itálica, del capitán coronel
Palafox, sobre el pie de 50 hombres cada una, con un total de 600 hombres23.
Los extractos de las revistas incluyen un estado que comprende todas las
armas, municiones y demás pertrechos existentes por entonces en los almacenes de
La Habana. Aquí no interesa elaborar una relación de todo el inventario de armas,
municiones y demás útiles, de manera que me limito a enumerar las piezas más
destacables: 1.489 fusiles nuevos; 1.741 bayonetas nuevas; 22 pares de pistolas
nuevas; 1.850 quintales y 61 libras de pólvora, una parte de ella muy vieja; 24.000
piezas de fusil y pistola; 73 fusiles viejos e inútiles; 84 quintales y 89 libras de balas
de fusil; 384 quintales y 30 libras de plomo en plancha; 4 quintales y 95 libras de
plomo tirado; 177 quintales de mecha; 11 pedreros de bronce; 40 recámaras para los
22
Estas cinco compañías eran las siguientes:
- Compañía del capitán Alonso Ramírez; teniente Francisco Alcaraz; subteniente Antonio Esquerra;
sargentos Manuel Callejas y Marcos González; 2 tambores; 35 soldados, 22 de los cuales
destacados, sin especificar dónde, y dos enfermos.
- Compañía del capitán Cristóbal Gallegos; teniente Cristóbal de Hoyos; subteniente Bartolomé de la
Torres; sargentos Manuel Pineda y Antonio Alvarado; 2 tambores; 26 soldados, 16 de ellos
destacados y uno enfermo.
- Compañía del capitán Antonio Ramírez; teniente Manuel Ramírez; subteniente Antonio Reinoso;
sargentos Pedro Montero y Juan Alberto Troncoso; 2 tambores; 40 soldados, 25 destacados y uno
enfermo.
- Compañía del capitán Mateo Sarabia; teniente Domingo Martínez; subteniente Martínez de la Torre;
sargentos José Galán y Juan de Morales; 2 tambores; 28 soldados, 19 destacados y tres enfermos.
- Compañía del capitán Tomás de Gorbea; capitán reformado Anastasio Flores; teniente José de
Espinosa; subteniente Mariano Gelabert; sargentos Jacinto Baquero y Diego de Llamas; 2 tambores;
42 soldados, 28 destacados y dos enfermos.
AGI; Santo Domingo; leg. 2093. Extracto de la revista militar que se pasó a las cinco compañías de
infantería de refuerzo; La Habana, 30 de septiembre de 1748. Jorge Cerdá Crespo añade dos
piquetes del Regimiento de Vitoria. CERDÁ CRESPO, J. Conflictos coloniales: la…, p. 100.
23
No obstante, ninguna de las doce compañías alcanzaba esa cifra; en realidad, todo el regimiento
sumaba 324 personas. De esta cantidad, 35 eran oficiales intermedios (11 capitanes, 12 tenientes y
12 alféreces) y 289 eran la tropa (12 sargentos, 8 tambores y 269 soldados). AGI; Santo Domingo;
leg. 2093. Extracto de la revisa militar que se pasó al Regimiento de Dragones de Itálica; La Habana,
30 de septiembre de 1748.
8
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mismos; 68 atacadores de pedrero; 13 cartucheras de baqueta, inútiles; 250 balas
rasas de a 5 libras; 150 balas rasas de a 4 libras; 250 balas rasas de a 1 libra; 320
balas rasas de a media libra; 2.900 granadas de mano (900 rotas), etc24.
Incluye otro documento, un estado en el que se enumera la cantidad de artillería
y pertrechos con que se servía La Habana para su defensa. Entre pedreros,
morteros y cañones propiamente dichos que se situaban defendiendo la plaza, los
castillos y las baterías, se cuenta un número total de 341 piezas de artillería. De este
número se desgajan: 7 pedreros, 11 morteros y 323 cañones. Asimismo, el estado
contabiliza 379 cureñas: 188 nuevas, 136 antiguas o de mediana edad, 55 en
repuestos y 61 del todo inútiles. Con respecto a la munición: 220.005 balas de
cañón, la mayor parte de los calibres 24 y 16; 350 quintales de pólvora y 10
quintales de mecha; 165 juegos de armas; 700 granadas de mano cargadas; 200
granadas reales descargadas; 28 granadas de cuarterón cargadas; 280 bombas de
12 pulgadas, etc. Por último, del total ya expuesto de 341 piezas de artillería, se
mencionan algunas desfogonadas, de poco servicio o directamente inútiles: 17 de
bronce y 104 de hierro entre ellas, lo que significaba casi la mitad de éstas últimas25.
El día 11 de septiembre sucedió un hecho que terminaría por tensar todavía más
la ya de por sí enrarecida atmósfera que imperaba en La Habana; la captura de la
fragata británica Mary, capitaneada por Peter Aham, a manos del paquebote
Diligente y de la balandra Theresa26. La fragata fue llevada a La Habana, donde se
procedió al interrogatorio de Aham, quien explicó cómo el plan de Charles Knowles
pasaba por interceptar la flota procedente de Veracruz y apoderarse de su precioso
cargamento. El propio Aham explicó a su interrogador que su fragata pertenecía a la
escolta de un convoy de 50 mercantes que había puesto rumbo a Inglaterra, pero
que, forzado por las corrientes, hubo de modificar la derrota, extraviándose su
fragata al verse impulsada sobre la costa septentrional cubana. Asimismo, la
información proporcionada por Aham permitió a Andrés Reggio sopesar el tamaño
de la fuerza británica, que estimó en cinco navíos: Cornwall, Canterbury, Strafford,
Tilbury y Oxford27. Lo que no sabían es que en ese mismo momento Knowles
enviaba una fragata con órdenes de que el navío Warwick se uniese a los cinco
arriba mencionados28.
Por su parte, en La Habana, conscientes del peligro que se cernía sobre la flota
del tesoro, enviaron a Veracruz el día 15 una goleta corsaria, propiedad de Nicolás
Gómez y gobernada por Luis Gijón de Río, con un pliego en el que informaban al
virrey Francisco de Güemes y Horcasitas de la presencia de Knowles y su escuadra,
y de lo imprescindible de que la flota del tesoro no saliese del puerto. Igualmente, se
despacharon avisos a Pensacola y a Campeche. A instancias del gobernador, se
convocó una junta militar de carácter extraordinario a la que concurrieron: los
24
AGI; Santo Domingo; leg. 2093. Estado que comprende las armas, municiones y demás enseres
militares guardados en los almacenes de la ciudad; La Habana, 10 de noviembre de 1748.
25
AGI; Santo Domingo; leg. 2093. Estado en el que se enumera la cantidad de artillería y utilería
relacionada existente en la ciudad; La Habana, 18 de noviembre de 1748.
26
HERNÁNDEZ OLIVA, C.A. El combate naval…, p. 17.
27
AGI; Santo Domingo; leg. 1204. El gobernador Francisco Cajigal informa a Ensenada de lo ocurrido
desde el 13 de septiembre en adelante; La Habana, 26 de octubre de 1748.
28
RICHMOND, H.W. The Navy in…, vol. 3, p. 132.
9
Francisco de Asís AMOR MARTÍN. Crónica del combate naval de La Habana de 1748.
tenientes generales de marina Andrés Reggio y Benito Antonio Espínola; el teniente
real y brigadier Diego de Peñalosa; los capitanes de navíos Marcos Forestal, Tomás
de San Justo y Daniel Ugoni; los coroneles Francisco Rubiani, Manuel de Juztiz,
Juan Pichón y Pedro Alonso; y los capitanes de fragata Antonio Marroquín y Juan
Antonio de la Colina. En dicha junta se acordaron dos objetivos: 1) que era
imprescindible salir a enfrentarse a la escuadra de Knowles para poner fin a la
amenaza que se cernía sobre la flota del tesoro; 2) habría que aprestar los navíos de
la escuadra de La Habana y dotarlos hasta completar la tripulación requerida para
cada uno29.
Por su parte, en el astillero de La Tenaza se aceleró el ritmo de trabajo de los
dos navíos de 80 cañones en construcción, el Rayo y el Fénix, con la intención de
finalizarlos lo antes posible30. Pero también se esmeraron en concluir con las tareas
de reparación de algunos navíos dañados, como el Invencible, al que hubo que
cambiarle el palo mayor, o el Conquistador, que hubo de ser carenado y armado,
amén de reemplazársele su palo trinquete por el palo mayor del navío San Antonio;
también se ordenó quitar a las embarcaciones inglesas fondeadas en aquel puerto
las velas, lanchas, remos y timones31.
Sin embargo, uno de los principales problemas que desde el comienzo de la
guerra acusó La Habana fue la escasez de marinería profesional que pudiera dotar
los navíos; se necesitaban alrededor de 600 hombres para tripular un navío de 70
cañones, y unos 500 para los de 60 de porte. Con el fin de paliar esta escasez, se
expidieron órdenes a toda la jurisdicción para que se cerrasen los caminos y así no
escapase nadie en condiciones de servir en la escuadra; se recogieron cuantas
canoas había en la costa, concentrándose en los puertos las posibles y quemándose
el resto; se organizaron rondas continuas que vigilasen el perímetro de la ciudad,
pues cualquier sospechoso podría ser prendido. Las localidades y asentamientos
próximos a La Habana, como Guanabacoa o Santa María del Rosario, recibieron
cartas del gobernador en las que se pedía voluntarios para servir a bordo de los
navíos de la escuadra de Reggio32. La necesidad imponía recurrir a medidas tan
desesperadas como la leva general. Se emitió un bando en el que ordenaba a todos
los vecinos de 18 a 50 años que se alistasen como milicianos o corsarios,
exhortación extensible a aquellos que fuesen extranjeros, sin importar condición ni
raza. Quien no se presentase en la caja de recluta sin su arma sería multado con 50
ducados y encarcelado 30 días. Se multaría con 100 ducados a quienes encubriesen
a los rezagados33. Así, si faltaban 1.010 hombres para completar las dotaciones de
todos los navíos de la escuadra de Reggio, el gobernador logró reunir 1.317 más,
entre voluntarios, milicianos, 225 granaderos y dragones de las compañías del
batallón fijo de la plaza, de los regimientos de Portugal, Almansa e Itálica, así como
29
HERNÁNDEZ OLIVA, C.A. El combate naval…, pp. 18-19.
PEZUELA Y LOBO, J. Historia de la…, vol. 2, pp. 117-118.
31
AGI; Santo Domingo; leg. 1204. Extracto puntual de lo ocurrido desde el día 13 de septiembre en
adelante; La Habana, 25 de octubre de 1748.
32
AGI; Santo Domingo; leg. 1204. Extracto puntual de lo ocurrido desde el día 13 de septiembre en
adelante; La Habana, 25 de octubre de 1748.
33
HERNÁNDEZ OLIVA, C.A. El combate naval…, p. 19.
30
10
Naveg@mérica. 2018, n. 20.
50 hombres de mar que obtuvo de un corso Vicente López34. No es necesario añadir
más para advertir la pésima calidad de dichas dotaciones, pues muchos carecían de
elementales conocimientos de navegación.
Aprestados los seis navíos y completadas sus tripulaciones con mucho trabajo,
se agregó la fragata Galga, del corsario Pedro de Garaycoechea, acompañada por
un pequeño jabeque y un paquebote. En estas condiciones zarparon de La Habana
en la mañana del 2 de octubre, sin formación y tomando dirección N. con tiempo
favorable y horizontes claros. El jabeque y el bergantín que iban en cabeza hacían a
su vez labores de reconocimiento. El día 4, por la mañana, la fragata de
Garaycoechea capturó en la Sonda de la Tortuga una goleta británica, Suzanne,
cuya tripulación tenía noticias de Knowles y aseguraron que la escuadra de éste se
componía de 9 navíos: Cornwall, Lenox, Elizabeth, Canterbury, Tilbury, Strafford,
Warwick, Oxford y Milford; se hizo escribir al capitán de la goleta apresada los
nombres y portes de esos navíos. Ante estas noticias, Reggio convocó en consejo
de guerra a sus principales oficiales, con el fin de examinar formalmente esta
información y llegar a una resolución. Retroceder a Veracruz para unirse a los
buques allí fondeados no era una opción realista, pues ni las arboladuras de los
navíos Invencible y Real Familia aguantarían el temporal de esa época del año ni
tampoco tenían suficientes cables como para atracar en dicho puerto. A falta de
oportunidades para resguardarse en el castillo de San Juan de Ulúa, se decretó por
unanimidad la retirada a La Habana35.
Ese mismo día 4 se despachó un jabeque para que notificase esta información
al gobernador, pero más allá del testimonio del capitán de la goleta recién capturada,
todo parecía indicar que Knowles sólo tenía 5 navíos, como habían creído desde un
principio. El H.M.S. Elizabeth se sabía que estaba carenándose en Jamaica, tal y
como lo expresaba una carta escrita el 4 de septiembre por un oficial francés
llamado Charles Sarrasin. El propio gobernador creyó inverosímil que, en el caso de
que Knowles contase con 9 navíos, hubiera podido dotarlos y artillarlos a la vez, por
lo que consideró esa cifra como un simple ardid para asustar a la escuadra de
Reggio y disuadirla de actuar36. La escuadra de Reggio se mantuvo al pairo, a la
espera de órdenes de La Habana y de que se le enviase algo de jarcia y velamen. El
día 7 Reggio conminó al jabeque que les acompañaba a que partiese a la Sonda de
la Tortuga en labor de reconocimiento y averiguase la posición exacta de Knowles. El
día 10 navegaban los navíos de Reggio en dirección NE de la Sierra de Santa Ana,
momento en el que fueron avistadas a seis leguas doce velas, a lo que toda la
escuadra se dispuso para cazarlas. El 11 distinguieron en el horizonte el convoy
británico escoltado por el Lenox, que hacía fuerza de vela para alcanzar la derrota
del canal de las Bahamas. La fragata Galga, tras una ardua caza, abordó con éxito
una enemiga, Bahaser, de 22 cañones, capitaneada por Thomas Benizer, que
intentaba huir con el resto al amparo de la ya cercana escuadra de Knowles37.
34
AGI; Santo Domingo; leg. 1204. Extracto puntual de lo ocurrido desde el día 13 de septiembre en
adelante; La Habana, 25 de octubre de 1748.
35
AGI; Santo Domingo; leg. 1204. El gobernador Francisco Cajigal informa a Ensenada de lo ocurrido
desde el 13 de septiembre en adelante; La Habana, 26 de octubre de 1748.
36
Ibídem.
37
FERNÁNDEZ DURO, C. Armada española desde…, vol. 6, p. 343.
11
Francisco de Asís AMOR MARTÍN. Crónica del combate naval de La Habana de 1748.
También en las líneas británicas se produjeron movimientos; en la noche del día
8 de octubre se había incorporado el Warwick a la escuadra de Knowles, y el día 11
lo hizo Charles Holmes, a bordo del Lenox, tras haber escapado por poco de la
fuerza comandada por Reggio y habiéndose cerciorado de que el convoy que
escoltaba ya se encontraba fuera de peligro38. Así, en la mañana del día 12 las dos
escuadras se avistaron y ya estaban listas para el combate, en igualdad numérica de
siete contra siete, sin apenas una diferencia clara en la cantidad de artillería que
montaban, aunque al respecto existen discrepancias según se recurra a una fuente
u otra39. Del lado británico: Cornwall (80), Lenox (70), Canterbury (60), Warwick (60),
Strafford (60), Tilbury (60) y detrás de ellos, sin formar línea, el Oxford (50). Del lado
español: África (70), Invencible (70), Conquistador (60), Dragón (60), Real Familia
(60), Nueva España (60) y, sin formar línea, la fragata Galga (36). La tan esperada
batalla naval por fin iba a producirse. El testimonio de Thomas Innes, capitán del
Warwick, en el que exagera las capacidades de la escuadra española hasta caer en
la inverosimilitud, da una buena muestra del interés de cada bando por incidir en sus
propias desventajas para magnificar la victoria o exculpar la derrota:
Though there was an equal number of ships, yet the enemy had the advantage
both in guns and men as well as the superior size of their ships and greater weight
of metal, the smallest ships of their line being of equal dimensions with our capital
ship, the Cornwall, and their two Admirals’ ships being as large as our first-rates40.
3. El combate naval de La Habana (12-14 de octubre)
El avistamiento de las dos escuadras se produjo al NE de Matanzas, entre Boca
de Jaruco y Santa Cruz del Norte, a quince leguas al E de La Habana. Ni una ni otra
escuadra hizo nada por evitar el choque, pese a que el despliegue lo permitía sin
dificultad, sobre todo para Reggio. Se tocó zafarrancho y se hicieron los aprestos
ordinarios, ahora no quedaba sino colocarse en orden de batalla. Entre escuadra y
escuadra mediaban siete leguas, demasiada distancia como para que los disparos
de la artillería causaran el daño suficiente, por lo que había que acercarse hasta
tener a tiro al enemigo.
Upon the beginning of the action I saw the enemy’s scheme was to cannonade
and not come to a close engagement which I was resolved for and therefore bore
down within half musket shot of the Admiral, having received several broadsides
from the four sternmost ships before I returned one gun; and had some of the
ships done the same or daylight continued I am confident we should have been in
possession of them41.
La escuadra española, pese a contar con la ventaja inicial que proporcionaba el
barlovento, la perdió por no querer dejar abandonado el navío Dragón, que se había
38
AGI; Santo Domingo; leg. 1204. El gobernador Francisco Cajigal informa a Ensenada de lo ocurrido
desde el 13 de septiembre en adelante; La Habana, 26 de octubre de 1748.
39
Richmond afirma que el Lenox sólo montaba 56 cañones y que, en realidad, era un navío de 60 de
porte. Del Oxford asegura que llevaba 60 piezas de artillería. RICHMOND, H.W. The Navy in…, vol.
3, p. 135.
40
Diario de a bordo del capitán Innes. Ibídem.
41
Despacho de Charles Knowles al Almirantazgo, extraído del diario de a bordo de Knowles.
RICHMOND, H.W. The Navy in…, vol. 3, p. 144.
12
Naveg@mérica. 2018, n. 20.
quedado rezagado 9 millas por las vías de agua que sufría. Fue el propio Reggio
quien dio órdenes de que se formase la línea de combate sobre la posición en la que
se encontraba el Dragón, a sotavento, sacrificando una ventaja significativa en aras
de disponer de la totalidad de su escuadra. Knowles formó su línea de combate con
sus siete navíos, reforzado en su retaguardia por diez velas más. Lógicamente, a
Knowles le interesaba aprovechar el repliegue español sobre el Dragón para ocupar
el espacio de barlovento y así contar con esa ventaja. Hasta las diez de la mañana
sopló viento de tres y cuatro nudos, momento en el que cayó un ligero chubasco de
no más de media hora42. Las escuadras habían reducido su distancia a tres millas y
lentamente se iban definiendo las líneas.
En la línea británica los navíos Warwick y Canterbury iban a la cola, situándose a
una milla a popa del resto. Knowles fue organizando poco a poco su línea en función
de la posición que iba tomando su adversario, hasta que a mediodía la escuadra
española había definido su posición; la fragata Galga, siguiendo órdenes de Reggio,
se colocó a retaguardia, pues había sido dañada en un costado como consecuencia
de los encontronazos de los días anteriores. Entonces Knowles ordenó al Oxford
que se retirase y esperase señales en caso de una eventual reincorporación a la
línea43. La táctica del contralmirante inglés consistiría en una aproximación al
máximo sobre la escuadra española, para concentrar de manera convergente el
fuego de sus baterías—disparar a tocapenoles—contra ella, cercándola y sin darle la
ocasión de retirarse. Ordenó a los tres navíos más adelantados de su línea (Knowles
era el cuarto) que acelerasen la marcha, pero este mandato fue interpretado por los
capitanes de los tres navíos de cola como una señal para ellos y obraron en
consecuencia. Aunque Knowles pudo corregir este malentendido, no le dio tiempo a
ordenarle al Canterbury que corrigiese su posición en la línea con respecto al
Warwick, cuya lentitud dio al traste con los planes de Knowles. Finalmente, aunque
pudo alinear sus navíos, dejó al descubierto un amplio hueco, quedando la escuadra
dividida en dos44. A lo largo de la mañana se fueron sucediendo leves modificaciones
en el despliegue de ambas escuadras. Para mediodía, el viento disminuía en una
medida de menos de dos nudos, remontando al comenzar la tarde45.
42
HERNÁNDEZ OLIVA, C.A. El combate naval…, p. 21.
Ibídem, p. 22.
44
RICHMOND, H.W. The Navy in…, vol. 3, pp. 135-137; TUNSTALL, B. Naval Warfare in…, p. 102.
45
Para una información más exhaustiva sobre la formación de ambas escuadras: HERNÁNDEZ
OLIVA, C.A, El combate naval…, pp. 20-24.
43
13
Francisco de Asís AMOR MARTÍN. Crónica del combate naval de La Habana de 1748.
Escuadra española de A. Reggio
Navío
Botadura
Astillero
Porte Dotación
Comandante del navío
África
17-VIII-1746
La Habana
70
660-710 Andrés Reggio
Invencible
19-XII-1743
La Habana
70
640-700 Benito Antonio de Espínola
Conquistador
28-I-1745
La Habana
60
560-610 Tomás de San Justo
Dragón
2-V-1745
La Habana
60
500-610 Manuel de Paz
Nueva España
¿?-1734
Coatzacoalcos
60
508-610 Fernando Varela
Real Familia
¿?-1731
La Carraca*
60
505-610 Marcos Forestal
Galga
c.1744 ¿?
La Habana
30-34 200-300 Pedro de Garaycoechea
Total de cañones: 410-414 | Total de hombres a bordo: 3.573-4.150**
Escuadra británica de C. H. Knowles
Navío
Botadura
Astillero
Porte Dotación
Comandante del navío
Cornwall
28-IV-1692 Southampton
80
600
Charles Knowles
Lenox
18-IV-1678
Deptford
70
400
Charles Holmes
Canterbury
18-XII-1693
Deptford
58-60
400
Edward Clarke
Tilbury
20-VII-1745
Portsmouth 58-60
400
Charles Powlett
Warwick
25-X-1733
Plymouth
60
400
Thomas Innes
Strafford
24-VII-1735
Chatham
60
400
David Brodie
Oxford
¿?-VI-1674
Bristol
50
400
Edmund Toll
Total de cañones: 440 | Total de hombres a bordo: 2.900-3.000***
Fig. 1: Orden de batalla de las escuadras enfrentadas: (*) Inicialmente la construcción de este navío
comenzó en el astillero de Puntales, pero fue concluido en La Carraca. Puede considerarse, por
ende, el segundo navío salido de este arsenal, sólo detrás del Hércules. (**) Las cifras más altas se
corresponden con la versión de John Campbell, quien afirma que la escuadra española superaba en
1.250 hombres a la británica; en cambio, las más bajas casan con el relato de Carlos Alberto
Hernández Oliva. (***) Las cifras más modestas se basan en la información aportada por John
Campbell; en cualquier caso, estos números son inverosímilmente redondos, por lo que sólo poseen
una utilidad orientativa. Fuentes: CAMPBELL, J. The Naval History… vol. 4, p. 332; HERNÁNDEZ
OLIVA, C.A. El combate naval…p. 17; LAVERY, Brian. The Ship of the Line. The development of the
battlefleet. Londres: Conway Maritime Press, 1983, pp. 161-172; VEGA BLASCO, Antonio de la. La
infraestructura naval en el Siglo de las Luces. Revista de Historia Naval. 2000, n. 71, p. 36.
Entre las 14.30 y las 15.00 horas, desplegadas las escuadras en paralelo la una
con la otra, sonaron los primeros disparos de la batalla, cuando el navío África soltó
una andanada sobre sus enemigos, concretamente el Tilbury y el Strafford, pero sin
causarles daño. Todavía se encontraba el Warwick rezagado, a dos millas de la popa
de Lenox, y el Cornwall a una milla como mínimo del Strafford. Desobedeciendo las
órdenes de Knowles de no tirar a demasiada distancia (por lo impreciso del disparo),
Powlett respondió al ataque del África46. Reggio resolvió concentrar su fuego sobre
el buque insignia de Knowles, para lo que contó con la ayuda inmediata del
Invencible y del Conquistador. A distancia de fusil, desde el Cornwall también se
abrió fuego, incluyendo ocho morteros granaderos. Al cabo de una hora, el buque de
Knowles, con el mastelero de gavia tumbado y el palo trinquete seriamente dañado,
privado de capacidad de maniobra, abandonó la línea para reparar su arboladura; su
lugar lo ocupó el Oxford, que consiguió la retirada del África de la línea. Tras rápidas
reparaciones, el Cornwall retornó a la batalla.
46
RICHMOND, H.W. The Navy in…, vol. 3, pp. 137-138.
14
Naveg@mérica. 2018, n. 20.
Llegadas las 17.00 horas, la situación cambió decisivamente a favor de los
británicos; la línea española quedó totalmente deshecha debido a los problemas de
maniobrabilidad que sufría el Dragón, muy retrasado por culpa de sus vías de agua,
ya presentes antes del combate47. El Real Familia, aquejado por fuertes daños
recibidos y con muy difícil gobierno, hubo de retirarse. Pero sin lugar a dudas fue el
Conquistador el peor parado; completamente desarbolado y sin poder maniobrar, era
un blanco muy fácil para el enemigo, que arrojó balas incendiarias contra él. Su
capitán, Tomás de San Justo, murió en el combate, al igual que lo hicieron Vicente
de la Quintana, segundo a bordo, y otros dos oficiales. Reggio, advirtiendo que
desde el Conquistador se hacían movimientos para rendir el navío al Strafford,
amenazó a sus tripulantes y los compelió a que izasen la bandera y no dieran
cuartel, pues él mismo dispararía contra ellos si se negaban. No sirvió de mucho,
pues una devastadora andanada del Cornwall bastó para asestarle el golpe de
gracia a un debilitado Conquistador, que arrió finalmente su pabellón y fue abordado
por el enemigo48. Sin embargo, fue el capitán del Canterbury, Edward Clarke, quien
se atribuyó la victoria, para enfado de Knowles.
Por lo tanto, al caer la tarde sólo quedaban tres navíos españoles enfrentándose
contra siete británicos, habiéndose esfumado la aparente igualdad de fuerzas—el
lector ya advirtió que, más allá de los números, tal igualdad era inexistente—con la
que había comenzado la batalla horas antes. El navío Nueva España, capitaneado
por Fernando Varela, tras reparar algunos daños de la arboladura, regresó a la
refriega acompañado por el Real Familia para apoyar a Reggio, que prácticamente
se medía con cuatro buques enemigos a la vez. En el ocaso, las cuatro fragatas
británicas que escoltaban el convoy mercante anterior-mente referido, se acercaban
para reforzar la escuadra de Knowles49. No obstante, hubiesen intervenido o no las
fragatas, a aquellas horas del día la victoria se decantaba incontestablemente del
lado británico, que apenas había sufrido pérdidas humanas y materiales.
Pasadas las 20.00 horas, el África era acosado por los navíos Canterbury y
Strafford, mientras que el Tilbury y el Oxford perseguían al Invencible, que fue
silenciado a las 21.00 horas, aunque logrando batirse en retirada sin ser capturado.
Los restantes navíos de la escuadra española, manteniéndose a flote a duras penas
y aprovechando el nuevo régimen de los vientos, singlaron al O., proa a La Habana.
La noche ya había caído, y apenas si podía distinguirse algo entre la obscuridad, el
espeso humo de la artillería y el desorden de la batalla. Después de las 21.00, los
británicos callaron las bocas de sus cañones50; tan sólo quedaba el África con
Reggio intentando resistir en él sin ser capturado por el enemigo, a pesar de las
gravísimas averías sufridas. Los demás navíos, muy maltrechos, a duras penas
conseguían mantener su derrota hacia La Habana, navegando muy pegados a la
costa. Los británicos, al comprobar cómo oscurecía, cesaron en su hostigamiento,
pues no merecía la pena continuar con la caza a un enemigo derrotado; además,
también ellos habían acusado demasiado desgaste como para que le quedasen
47
FERNÁNDEZ DURO, C. Armada española desde…, vol. 6, p. 344.
HERNÁNDEZ OLIVA, C.A. El combate naval…, p. 25.
49
No obstante, las fuentes británicas no mencionan este hecho, que sí se recoge en el testimonio de
Juan Antonio de la Colina. FERNÁNDEZ DURO, C. Armada española desde…, vol. 6, p. 344.
50
Ibídem.
48
15
Francisco de Asís AMOR MARTÍN. Crónica del combate naval de La Habana de 1748.
ánimos para continuar51. A las 23.00, cuando la obscuridad era total, los navíos
británicos se detuvieron del todo para reparar jarcia, arbolar y recuperarse de las
bajas, antes de hacerse otra vez a la mar. Sólo el África, prácticamente a la deriva,
no pudo emprender el regreso a La Habana. La batalla propiamente dicha había
concluido con una previsible derrota española.
st
Fig. 2: End of Knowles’ action off Havana, 1 October 1748. Marina de Samuel Scott, óleo sobre
lienzo sin fecha determinada. National Maritime Museum, Greenwich (Londres).
En la mañana del día 13, tras una noche entera de penosa navegación, entraron
en el puerto de La Habana los navíos Invencible, Real Familia, Nueva España y
Dragón. Éste último acusaba unas alarmantes vías de agua, por lo que hubo de ser
bombeado para desaguar nada más llegar a puerto, aunque prácticamente salió
indemne del combate, pues casi no había tomado partido en él. Los otros, por el
contrario, se encontraban en un estado lamentable, sobre todo el Invencible, que
pidió socorro disparando dos cañonazos cuando todavía no había alcanzado el
muelle. A su auxilio acudió la fragata corsaria Santa Rita, mandada por Vicente
López. Finalmente, entre las 11.00 y las 12.00 horas entró el Invencible en la bahía,
remolcado por un jabeque. Naturalmente, en la ciudad advirtieron la ausencia del
Conquistador y del África. Un granadero del Regimiento de Portugal, que había sido
despachado por Reggio en una lancha, alcanzó La Habana y les dio a conocer su
paradero. Se ordenó a Pedro de Garaycoechea que partiese al socorro de Reggio al
frente de su fragata Galga. Con todos sus palos tumbados y valiéndose tan sólo del
bauprés, el África pudo ser remolcado hasta la playa de Xixiras, en Bahía Honda, a 9
leguas y media a barlovento52.
51
HERNÁNDEZ OLIVA, C.A. El combate naval…, pp. 28-30.
AGI; Santo Domingo; leg. 1204. Extracto puntual de lo ocurrido desde el día 13 de septiembre en
adelante; La Habana, 25 de octubre de 1748.
52
16
Naveg@mérica. 2018, n. 20.
El día 14, tras arduas labores de reparación en la orilla, el África estaba listo
para salvar el tramo que le separaba de La Habana, cuando entonces se avistó la
fragata Galga, perseguida por Knowles e intentando proteger de la mejor manera
posible la vulnerable posición de Reggio. A las 2.00 horas las luces de los buques de
la Royal Navy se distinguían a una legua y media de camino, por lo que Reggio
ordenó a Garaicoechea que se salvase valiéndose de los remos. El día 15 Knowles,
al frente del Cornwall y acompañado por seis buques más, viró al E., lo que le
permitió descubrir la situación del África, un blanco perfecto. Reggio ordenó a sus
hombres abandonar el navío y desembarcar toda su artillería, quedándose con
algunos oficiales y seis hombres, al tiempo que el resto embarcaban en las lanchas
rumbo a La Habana. Knowles, viendo que no iba a poder capturarlo, ordenó fuego
contra el navío, pero Reggio se adelantó e hizo cortar los cables que lo sostenían y
volarlo con 280 quintales de pólvora53. El día 16 llegaron en una canoa los últimos
supervivientes de la batalla.
4. Balance de bajas y procesos judiciales
Finalizada la batalla sólo le restaba a cada bando la amarga tarea de contar los
muertos, heridos y desaparecidos, así como los desperfectos sufridos. Al respecto,
resulta de enorme interés leer el testimonio que recogió el capitán de fragata Juan
Antonio de la Colina y Rasines, fruto de su propia experiencia personal en el
transcurso de la batalla; además de describirla, también elaboró una relación de las
pérdidas humanas sufridas54.
Los daños materiales fueron igualmente altos; se perdieron dos navíos, el
Conquistador capturado por el enemigo con buena parte de su tripulación a bordo, y
el África barrenado por orden del propio Reggio. Dado el enorme coste de
construcción de un navío de línea y la gran cantidad de recursos que se necesitaba
invertir en el mismo55, la pérdida de dos de ellos en un cañoneo que escasamente
duró medio día puede considerarse cuanto menos trágica. Por muy poco no
pudieron los británicos capturar el Invencible—cuyos tres masteleros fueron
tumbados—, muy seriamente dañado también en sus costados. El Real Familia
encajó 190 impactos de cañón en el casco, de los que 12 dieron en la línea de
flotación y 5 en la obra viva, además de terminar con todas sus vergas partidas.
Menores fueron los daños del Nueva España, y mínimos los del Dragón, si bien éste
ya se encontraba algo maltrecho y presentaba numerosas vías de agua antes de
empezar el combate.
53
AGI; Santo Domingo; leg. 1204. El gobernador Francisco Cajigal informa a Ensenada de lo ocurrido
desde el 13 de septiembre en adelante; La Habana, 26 de octubre de 1748; PEZUELA Y LOBO, J.
Historia de la…, vol. 2, p. 592.
54
Dicho testimonio escrito fue incorporado por Jacobo de la Pezuela a su célebre obra: PEZUELA Y
LOBO, J. Historia de la…, vol. 2, pp. 588-593.
55
El navío África se proyectó sobre un presupuesto de 75.000 pesos fuertes, como así correspondía
a los navíos de 65 codos y 18 pulgadas de quilla y 70 cañones de porte, aunque cabe la posibilidad
de que los costes se disparasen hasta frisar los 125.000 pesos. AGI; Ultramar; leg. 995. Real cédula
de Felipe V a Martín de Aróstegui; Aranjuez, 4 de junio de 1741. Carta a don Alonso Pérez Delgado;
La Habana, 28 de abril de 1744. Por su parte, el coste final del Conquistador fue de 117.292 pesos.
AGI; Ultramar; leg. 995. Cuentas de coste y costas del Conquistador y del Dragón; La Habana, 26 de
septiembre de 1745.
17
Francisco de Asís AMOR MARTÍN. Crónica del combate naval de La Habana de 1748.
Murieron oficiales de gran estima, sobresaliendo de entre ellos Tomás de San
Justo, capitán del Conquistador, y su segundo a bordo, el capitán de fragata Vicente
de la Quintana y Acevedo, quien también había desempeñado labores de corsario56.
Melchor de Vallecilla, capitán de fragata y segundo comandante del Invencible, los
hermanos José y Luis de Pumarejo, piloto mayor y teniente de navío, respectivamente, y Gaspar Tavares, capitán de infantería de marina, fueron las otras bajas
mortales entre los oficiales de la Real Armada. También hubo de lamentarse la
muerte del capitán de granaderos del Regimiento Portugal, Fernando Gabriel de
Cajigal, sobrino del gobernador, caído en los primeros compases de la batalla,
mientras luchaba a bordo del África. Otro de los oficiales muertos fue Diego de Orria,
alférez de granaderos del Regimiento de Dragones de Almansa. En los restantes
navíos no se contabilizaron bajas entre oficiales de esta clase. Asimismo, se
registraron otras 80 víctimas mortales más, aparte de 200 heridos, entre los que se
encontrarían Andrés Reggio, Antonio Marroquín y 13 oficiales más. De los 1.317 que
entregó el gobernador, entre granaderos, milicianos y otros voluntarios, cayeron de
muerte 20 y 35 fueron heridos57. No obstante, este tipo de conteos raras veces
presenta una exactitud nítida, pues las cifras oscilan levemente en función de la
fuente; así, Jacobo de la Pezuela y Cesáreo Fernández Duro cuentan 158 bajas
mortales y 150 heridos, buena parte de éstos de muerte, mientras que Jorge Cerdá
Crespo calcula 11 oficiales mayores caídos, 2 sargentos, 20 cabos y 65 marineros,
además de 200 heridos58; John Campbell aporta la cifra de 3 capitanes y 86
marineros muertos, además de 197 heridos, entre los que se incluiría a Reggio y 14
oficiales más59. En el África se contabilizaron 28 muertos y 100 heridos; en el
Invencible 18 y 33; en el Nueva España 17 y 37; en el Real Familia 7 y 15; en el
Conquistador 8 y 11, sin contar los prisioneros; y en el Dragón 3 y 11.
La escuadra de Knowles, con daños considerablemente menores tanto a nivel
material como humano, encajó 59 muertos y 120 heridos60. Aunque sus navíos
también salieron lastimados de la refriega, ninguno de ellos de gravedad como para
quedar inutilizado. Al respecto, es comprensible que las fuentes españolas, como el
informe del gobernador Francisco Cajigal de la Vega, intenten magnificar el perjuicio
causado al enemigo, pero no pasa de ser una mera exageración de los hechos para
atenuar la derrota sufrida. No obstante, tampoco puede considerarse que la
escuadra de Knowles saliese victoriosa más allá del simple plano táctico; no se logró
56
En 1746 se le encomendó conducir al gobernador de Nicaragua, Alonso de Heredia, y a la tropa
que debía defender aquella región al río San Juan de Nicaragua. Quintana salió de Trinidad el 24 de
junio de 1746 y llegó a La Habana el 9 de octubre, tras cumplir con éxito su cometido, pero con su
tripulación extenuada y enferma de gravedad. AGI; Santo Domingo; leg. 2107. Andrés Reggio informa
a Ensenada sobre el viaje de escolta de Vicente de la Quintana a Nicaragua; La Habana, 14 de
octubre de 1746. Vicente de la Quintana también aparece identificado como corsario por Enrique
Otero Lana. Dos años más tarde, en 1748, servía junto a Luis de Velasco, teniente de navío, al frente
de dos fragatas sin nombres y armadas por la Real Compañía de La Habana. OTERO LANA, E. La
guerra de…, p. 171.
57
AGI; Santo Domingo; leg. 1204. El gobernador Francisco Cajigal informa a Ensenada de lo ocurrido
desde el 13 de septiembre en adelante; La Habana, 26 de octubre de 1748.
58
PEZUELA Y LOBO, J. Historia de la…, vol. 2, pp. 592-593. FERNÁNDEZ DURO, C. Armada
española desde…, vol. 6, p. 345. CERDÁ CRESPO, J. Conflictos coloniales: la…, p. 256.
59
John Campbell también le dedica algunas líneas a esta batalla y al posterior juicio en su
monumental obra: CAMPBELL, J. The Naval History…, vol. 6, pp. 332-334.
60
CLOWES, W.L. The Royal Navy…, vol. 3, p. 136.
18
Naveg@mérica. 2018, n. 20.
interceptar la flota del tesoro, con cuyo jugoso botín había alentado Knowles a sus
hombres, ni tampoco destruir por completo la escuadra de La Habana. Esto generó
una sensación de futilidad en la sangría padecida, y la sensación de haber
arriesgado la vida por nada. El descontento por el resultado fue patente desde el
mismo momento en el que los cañones callaron, sobre todo entre los oficiales,
furiosos por la actitud de Knowles, que consideraron vanidosa y temeraria. Además,
la victoria no se debió tanto al buen hacer de Knowles como a la evidente
superioridad de la escuadra británica tanto en tripulación como en el mantenimiento
de los navíos.
De hecho, si hay algo que pueda sacarse en claro de esta atípica batalla es la
torpeza demostrada por ambas escuadras a la hora de maniobrar. Reggio, que
había sacrificado el barlovento para no dejar solo el Dragón, lo habría tenido
considerablemente fácil para eludir la batalla y singlar hasta refugiarse en La
Habana, al abrigo de sus fortalezas. Knowles fracasó al intentar ejecutar la táctica
que había desarrollado en su mente; su señal de aproximación a la escuadra
española fue seguida por los tres navíos que iban a la cola, en vez de por los tres
más adelantados. Ello imposibilitó la maniobra de cerco a la escuadra de Reggio con
la que pretendía cazar todas sus velas en una primera y demoledora andanada a
tocapenoles. Powlett, sobre el Tilbury, disparó sin recibir señal previa de Knowles,
desobedeciendo las órdenes de éste de no tirar hasta que la distancia fuese lo
bastante corta como para causar fuertes daños. Tampoco reconoció la señal que
más tarde le hizo Knowles para que se aproximase al enemigo a entablar un
combate más cerrado. Desde un punto de vista meramente táctico, quedó patente la
debilidad de los atacantes a la hora de abrir fuego en el momento idóneo y de
acercarse al enemigo con la suficiente rapidez para obligarle a una batalla cerrada
en la que no tuvieran oportunidad de escapar61. La falta de una correcta y fluida
comunicación entre los oficiales británicos, además de la ausencia de órdenes
claras, privaron a los británicos de lo que podría haber sido una gran victoria.
Por el lado español no cabe mucho más que añadir, pues la batalla se había
perdido desde antes de que se produjese. Los navíos, aunque la mayoría de ellos
muy recientes, no se encontraban en buen estado, bien con vías de aguas o con
reparaciones improvisadas en los palos de su arboladura62. De la calidad del capital
humano de sus tripulaciones no hace falta añadir mucho más; baste con recordar la
leva general con la que se pretendió dotar aquellas fortalezas flotantes. Tampoco
existió iniciativa alguna en cuanto al procedimiento táctico demostrado en el
enfrentamiento, más bien inexistente, manteniendo una actitud defensiva, a
sotavento, y otorgándole la plena iniciativa al enemigo. Como consuelo queda que la
escuadra eludiese la total aniquilación y que la flota del tesoro se salvase de caer en
las garras de Knowles. Más allá de eso, el enfrentamiento despertó una gran
expectación. Jacobo de la Pezuela narra cómo los vecinos de un pueblo cercano
corrieron a presenciarlo desde la costa, asomados en las azoteas de sus casas.
61
TUNSTALL, B. Naval Warfare in…, p. 103.
A modo de ejemplo, el navío Invencible, se vio desde muy temprano sometido a cuantiosas
reparaciones y labores de carenado en el astillero de La Habana como consecuencia de la
putrefacción de sus maderas. AGI; Ultramar; leg. 995. Andrés Reggio al presidente y directores de la
Real Compañía; La Habana, 19 de marzo de 1740.
62
19
Francisco de Asís AMOR MARTÍN. Crónica del combate naval de La Habana de 1748.
Salvo el Nueva España y el Real Familia, los buques restantes habían salido de las
gradas del astillero de La Tenaza, construidos por trabajadores de aquella región63.
El día 16 de octubre sir Charles Knowles se enteró por un pliego que le hizo
llegar el gobernador de Providence de que las conversaciones de paz emprendidas
a comienzos de año habían concluido y que el 20 de abril se habían firmado los
preliminares de la paz en la ciudad de Aquisgrán, con órdenes precisas de poner fin
a las hostilidades. Ante esta perspectiva, Knowles resolvió acercarse al castillo del
Morro el día 17 para efectuar el canje de prisioneros, devolviendo los 80 españoles
que había tomado con la captura del Conquistador a cambio de un grupo de ingleses
que se hallaban presos en aquella fortaleza64. Quizás no se hubiese tenido que
lamentar tan estéril sangría si un corsario inglés no hubiese abordado un bergantín
procedente de Cádiz con noticias de la paz, que a más tardar hubiese llegado a su
destino el 6 de octubre65. Estas noticias causaron una gran conmoción, y en el caso
del bando británico no hicieron sino caldear unos ánimos ya de por sí exaltados,
acentuándose la sensación de haber arriesgado la vida inútilmente en una batalla
carente de sentido. La desconfianza entre los oficiales de la Royal Navy iría en
aumento en los meses siguientes.
Tanto Reggio como Knowles tuvieron que vérselas ante tribunales militares por
la conducta demostrada en el enfrentamiento. El primero fue procesado por 30
delitos atinentes a su desempeño en el transcurso del combate, particularmente por
barrenar su propio buque una vez concluida la pugna. El capitán de fragata, Juan
Antonio de la Colina, hombre dotado de buena oratoria y poder de convicción,
ejerció como abogado defensor de Reggio66. Finalmente, se eximió a Reggio de
todos los cargos que pesaban sobre él, además de elogiarse la actitud que demostró
en el combate, pues consideraron que con ella cubrió el honor de sus armas y
demostró su inquebrantable fidelidad al rey, algo que el propio monarca le reconoció.
Bastante más interesantes fueron los procedimientos judiciales por el lado
inglés, más si cabe por el descontento imperante entre los oficiales. Charles
Knowles maldijo la actitud demostrada por los capitanes y oficiales al mando de los
navíos Tilbury, Oxford, Warwick y Lenox, quienes respondieron en los mismos
términos, denunciando su proceder en el transcurso del enfrentamiento con la
63
PEZUELA Y LOBO, J. Historia de la…, vol. 2, p. 420.
AGI; Santo Domingo; leg. 1204. Knowles al gobernador Francisco Cajigal, indicándole la remisión
de los prisioneros tomados en el Conquistador; H.M.S. Cornwall, 3 de octubre (e.a.) de 1748.
65
FERNÁNDEZ DURO, C. Armada española desde…, vol. 6, p. 345.
66
Los alegatos presentados por Colina fueron imprimidos en 1755 con el siguiente encabezamiento:
Defensa militar en justificación de la conducta del teniente general don Andrés Reggio Branciforti
Saladino y Colonna, caballero de la Orden de San Juan y comandante general de la escuadra del
Rey, que se hallaba en la Habana, sobre la acción que tuvo con la del contraalmirante inglés D.
Carlos Knowles, once leguas á barlovento de aquel puerto, el día 12 de Octubre de 1748. Son 149
páginas en 4º mayor, pero no indica ni fecha ni lugar de la impresión. A partir de la página 151 sigue
con su: Defensa hecha por el capitán de fragata D. Juan Antonio de la Colina, en la segunda causa
del teniente general D. Andrés Reggio sobre el suceso de la quema del navío el África, en la costa de
las Xigiras, el día 15 de Octubre de 1748, de resultas del combate naval que dio en aquellos mares el
día 12 del mismo mes. La firma el autor en Cádiz, el 18 de diciembre de 1751, como indica en la
página 160, y en la 161 se añade la orden expedida por el bailío Arriaga, fechada en Buen Retiro el 6
de diciembre de 1754. FERNÁNDEZ DURO, C. Armada española desde…, vol. 6, pp. 351-352.
64
20
Naveg@mérica. 2018, n. 20.
escuadra española. Por su parte, los capitanes David Brodie (Strafford), Edward
Clarke (Canterbury) y Policarpus Taylor (Cornwall) se posicionaron a favor de
Knowles, lo que desembocó en un conflicto entre los oficiales que habían servido en
la misma escuadra, llegándose incluso al terreno personal.
Richmond cree que las críticas de Knowles hacia los capitanes del Warwick,
Tilbury, Oxford y Lenox son del todo fundadas, pues desobedecieron las señales
recibidas o las malinterpretaron67. El Tilbury no había presionado hacia abajo lo
suficiente como para plantear el combate en formación cerrada y lo más próximo
posible al enemigo para cercarlo, como así se le había ordenado; el Lenox se había
enfrentado a barlovento del Cornwall y había quedado fuera de acción al poco
tiempo mientras el buque insignia de Knowles se medía contra el África y otro navío
más a popa; el Oxford no había buscado ni forzado el combate contra el Invencible;
por su parte, el Warwick se había retirado a popa durante la maniobra de
aproximación, y allí se mantuvo, lejos, «with her mainsail up, her main topsail aback,
and topgallant sails lowered»—como expresó más tarde el propio Knowles—, pese a
estar éste con su barco en medio de la acción, dándole señales para que se
acercase a apoyarle.
Pero Charles Knowles no llevó a estos capitanes ante una corte marcial, pues no
podía hacerlo al no haber suficientes oficiales superiores que conformasen el
tribunal. No obstante, una vez se tuvo conocimiento del contenido del despacho
enviado por Knowles, los cuatro capitanes cuya acción había sido censurada y
criticada por el contralmirante elevaron una queja y presentaron cargos contra éste.
Tales cargos parece que fueron bosquejados por Thomas Innes. Como detalle de
interés, ni Clarke ni Brodie, que durante la batalla tuvieron sus desavenencias con
Knowles, tomaron partido en estos pleitos, manteniéndose al margen o incluso
apoyando a su superior68. Tal vez esta actitud respondiese a que la conducta de
ambos también se encontraba bajo sospecha. El juicio contra Knowles se desarrolló
a bordo del yate Charlotte, en Deptford, en el mes de diciembre, entre los días 11 y
20 de diciembre (e.a.). Se caracterizó por ser extremadamente técnico, basado en
tácticas de combate naval69.
Las acusaciones vertidas contra Knowles aseveraban que: «by bad conduct,
mistaken signals and unofficer-like conduct, give great advantage to the enemy by
engaging in a straggling line a superior squadron, drawn up in a close line of battle,
late in the day, when he might have attacked him much earlier and greater
advantage…»70. Mala conducta, impropia de un oficial, que incluía el no haber dado
la orden de izar su pabellón en otro navío cuando el suyo—el Cornwall—abandonó
temporalmente la línea, según lo estipulado por las ordenanzas. Así lo expresa
Thomas Innes, que no cejó en sus acusaciones contra Knowles:
67
RICHMOND, H.W. The Navy in…, vol. 3, p. 144.
RICHMOND, H.W. The Navy in…, vol. 3, pp. 144-145.
69
CLOWES, W.L. The Royal Navy…, vol. 3, p. 137. CLARKE, James S. y MCARTHUR, John. The
Naval Chronicle. Londres: Bunney & Gold, 1799, vol. 1, p. 294.
70
RICHMOND, H.W. The Navy in…, vol. 3, pp. 144-145.
68
21
Francisco de Asís AMOR MARTÍN. Crónica del combate naval de La Habana de 1748.
Our Admiral to the great dishonour of the British flag, did not imitate the conduct of
Lord Sandwich, Admiral Spragget, etc., but kept both the Cornwall and his
Majesty’s flag out of action, tho’ he might have shifted his flag on Board any ship of
the squadron, being fine easy weather with smooth water, and his boats passing
from the rear to the van with messages71.
Críticas muy ásperas que contrastan con el tono mesurado que demostró el
capitán Brodie en sus declaraciones:
I think if every ship had done her duty becoming a British man-of-war, we might
have obtained a more complete victory; but how far the presence of a commander
officer may animate, I do not know. I wanted no commanding officer to animate
me72.
Unas palabras que complacieron al jurado más que las de cualquier otro de los
allí presentes, y por las cuales Brodie fue felicitado: «The oldest officers in our
service might be glad to give up all the glory of their actions to have acted as Captain
Brodie did on that day»73.
En su defensa, Knowles admitió que había combatido en formación dispersa y
desordenada, pero contra el deseo de su voluntad, dado que él había dado señales
para presentar un combate cerrado y que lo sucedido fue resultado de la
desobediencia o malinterpretación de las órdenes dadas, como el Tilbury, que
disparó sin que nadie se lo indicase. Incluso con tales adversidades—prosiguió—
había conseguido hacerse con la victoria táctica sobre la escuadra española. Lo
cierto es que fue reprendido básicamente por sus procedimientos en el combate,
especialmente por no mandar izar el pabellón en otro navío cuando él abandonó la
línea de formación, «como hubiese hecho un Hawke»74.
Finalmente, tras varias sesiones, Knowles fue condenado por el tribunal,
resolución con la que estuvo conforme, admitiendo su grave error por no ordenar
que se izase el pabellón en otro buque de la escuadra. Por lo demás, el proceso
justificó ampliamente la valentía demostrada por Knowles. La sentencia se redactó
del siguiente modo:
The court unanimously agree that Rear-Admiral Knowles falls under part of the
14th Article of War, being guilty of negligence, and also under the 23rd Article. The
court therefore unanimously adjudge him to be reprimanded for not bringing up the
squadron in closer order than he did, and for not beginning the attack with so great
a force as the might have done; and also for not shifting his flag, on the Cornwall’s
being disabled75.
Knowles habría de cargar por un tiempo con una reputación gravemente herida,
como resultado de su proceder en la batalla. Charles Holmes también fue
exonerado, pero no corrieron la misma suerte ni Charles Powlett ni Edmund Toll, que
71
Ibídem, p. 146.
Ibídem.
73
RICHMOND, H.W. The Navy in…, vol. 3, p. 147.
74
CAMPBELL, J. The Naval History…, vol. 4, p. 333.
75
CLOWES, W.L. The Royal Navy…, vol. 3, p. 137.
72
22
Naveg@mérica. 2018, n. 20.
sí fueron reprendidos, mientras que a Thomas Innes lo suspendieron por tres meses.
Finalizados los juicios a los oficiales, se sucedieron los duelos. Knowles fue retado
hasta cuatro veces, y terminó por intercambiar disparos con Holmes el 24 de febrero
(e.a.). También tuvo lugar otro duelo el 21 de marzo (e.a.) entre Thomas Innes y
Edward Clarke, que se saldó con el primero de ellos herido de muerte. Como a estos
duelos siguieron otros, por orden del rey fueron prohibidos, además de ordenase el
encierro y custodia de los duelistas76.
5. Valoración del desempeño de la Real Armada y conclusiones finales
Las cláusulas de la paz de 1748 fueron razonablemente beneficiosas para
España, que no sólo no tuvo que ceder ninguna plaza americana a Gran Bretaña,
sino que además obtuvo algunas ganancias en Italia, donde había combatido contra
Austria; le fueron restituidas todas las conquistas logradas desde el comienzo de la
guerra y se reconoció el derecho de posesión de los ducados de Parma, Piacenza y
Guastalla al infante don Felipe, quien había ostentando hasta el momento el
pomposo título de Almirante General. José Manuel Serrano califica este tratado
como un triunfo de las aspiraciones comerciales españolas en América y un
resarcimiento de las humillantes cláusulas de Utrecht77.
Se trataba de conseguir un periodo de estabilidad en el interior y exterior de la
monarquía, manteniendo una estricta neutralidad y no comprometiendo de ninguna
manera la recuperación económica y militar78. Se extrae la conclusión—bastante
obvia, por lo demás—de la apremiante necesidad de la Corona por finalizar con una
situación de guerra que la lastraba desde hacía casi una década, visión compartida
por todos los políticos españoles de la época y en la que llegaron a estar de acuerdo
tanto Carvajal como el marqués de la Ensenada, las dos figuras que marcaron
decididamente la política española en el nuevo periodo que se abrió79. El 18 de
octubre de 1748, Francia, Provincias Unidas y Gran Bretaña alcanzaron un acuerdo
definitivo entre ellas. Por su parte, el acuerdo final entre España y Gran Bretaña no
se alcanzaría hasta la firma del tratado de mutua compensación del 5 de octubre
1750, en virtud del cual se cerraron más cuidadosamente los puntos de fricción que
76
LAUGHTON, J.K. Knowles, Charles (d. 1777). En: Lee, Sidney. Dictionary of National Biography.
Londres: Smith, Elder & Co., 1892, vol. 31, p. 294.
77
SERRANO ÁLVAREZ, J.M. Fortificaciones y tropas…, pp. 142-143.
78
José de Carvajal y Lancaster, quien desde el 4 de diciembre de 1746 fungía como secretario del
Consejo de Estado, insistió en que por todos los medios introduciría modificaciones en el acuerdo
firmado para que se reconocieran ciertas demandas españolas, hasta el punto de amenazar con
proseguir la guerra contra Gran Bretaña. No obstante, presionado por Fernando VI, terminaría
firmando el acuerdo, habida cuenta del interés que manifestó el flamante monarca por conseguir la
paz. Esta amenaza de Carvajal contrasta con la imagen, acaso algo estereotipada, de anglófilo que
tradicionalmente le ha adjudicado la historiografía. DELGADO BARRADO, José Miguel. El proyecto
político de Carvajal: pensamiento y reforma en tiempos de Fernando VI. Madrid: CSIC, 2001, p. 88.
79
Cuando Fernando VI fue entronizado en 1746 tanto Carvajal como Ensenada lo intentaron
convencer de los grandes beneficios que la paz le reportaría a España, amén de lo aconsejable de
conservarla. En los dos últimos años que se prolongó la guerra ambos ministros procuraron acelerar
en la medida de sus posibilidades la consecución de la paz, que estimaban un objetivo político
básico. Esta meta común coadyuvó a que ambos ministros colaborasen juntos en los primeros años
del reinado de Fernando VI. GÓMEZ URDÁÑEZ, José Luis. El proyecto reformista de Ensenada.
Lleida: Milenio, 1996, pp. 78-81.
23
Francisco de Asís AMOR MARTÍN. Crónica del combate naval de La Habana de 1748.
todavía permanecían abiertos. No obstante, aún quedaron ciertos litigios y asuntos
conflictivos pendientes de una resolución, que a fuerza de aplazarse sine die nunca
llegó, como el contencioso por los asentamientos ilegales de tala que mantenían los
británicos en Honduras, la Costa de los Mosquitos y el actual Belice para extraer el
precioso palo tintóreo, o la empecinada presencia de contrabandistas que operaban
desde Jamaica.
En el campo de la política exterior lo que aconteció fue un viraje total al Atlántico
y al gran imperio que aún se mantenía en América, a pesar de las cada vez mayores
amenazas que sobre él se cernían; de un predominio en la cuestión italiana que
había mantenido a España ocupada con Austria y Francia durante la mayor parte de
la primera mitad de siglo, se pasó completamente al escenario colonial, que tenía a
Gran Bretaña y a Francia como principales agentes generadores de conflicto80. Una
buena muestra de ello reside en el intento de acercamiento a Portugal y la voluntad
por cesar con los constantes enfrentamientos fronterizos con la colonia de Brasil, lo
que terminaría materializándose gracias al Tratado de Límites de 1750 con el vecino
peninsular81. Se puede concluir que dicho viraje atlántico protagonizado por la
Corona no fue sino el corolario lógico a la evaluación de las aptitudes demostradas
por sus armas en la contienda, y que podría aplicarse asimismo a Gran Bretaña,
Francia y Portugal, todo ello dentro de un contexto internacional alterado por la
inversión de las alianzas.
En términos generales, puede afirmarse sin ambages que la monarquía
demostró un buen desempeño militar y capacidad disuasoria, sobre todo si se
compara con el gran desastre que significaría más tarde la fugaz participación en la
Guerra de los Siete Años. Se consiguió defender el imperio oceánico y tan sólo hubo
que lamentar la captura y saqueo de Portobelo a manos de los británicos en 1739.
Un repaso detenido a las acciones militares de la guerra demuestra la gran robustez
de la red de fortificaciones que fueron levantadas por toda la cuenca del Caribe;
defendidas por guarniciones de modesto tamaño, consiguieron resistir con éxito los
ataques de un enemigo muy superior en número. Asimismo, hechos como el
combate de La Habana mostraron las excepcionales aptitudes de las autoridades de
la ciudad en lo referido a la capacidad organizativa para dar respuesta a una
amenaza externa, y en los mismos términos cabe expresarse de la presteza con que
80
Bien es cierto que los primeros síntomas de este viraje se percibieron ya en la década de los años
30, momento en el que la política de rearme naval de Patiño comenzó a dar resultados tangibles,
posibilitando la búsqueda de un equilibrio entre la política revisionista e irredentista desplegada en
Italia y la política de salvaguarda de las Indias y rutas atlánticas. La segunda parte del reinado de
Felipe V conoció una notable diversificación en los teatros de actuación de las armas españolas.
CEPEDA GÓMEZ, J. La marina y el equilibrio de los océanos en el siglo XVIII. En: GUIMERÁ,
Agustín y PERALTA RUIZ, Víctor. El equilibrio de los Imperios: de Utrecht a Trafagar. Madrid: FUE,
2005, pp. 453 y 460-463.
81
Para su desgracia, el Tratado de Límites contó con muchos detractores, sobre todo entre los más
poderosos comerciantes lusos, pero también entre políticos de renombre, como el ilustre Sebastião
José de Carvalho, marqués de Pombal. Después de todo, fue la oposición política a éste la que
participó en la redacción del tratado, que conoció un revulsivo con el óbito del rey João V el 31 de
julio de 1750. El tratado no perduró. El 16 de septiembre de 1760 fue abolido, y el 12 de febrero de
1761 del todo anulado. Al año siguiente, en verano, estalló la Guerra Fantástica y los ejércitos
españoles procedieron a invadir Portugal. Para saber más sobre el mismo: DELGADO BARRADO,
J.M. El proyecto político…, pp. 64-70 y 91-92.
24
Naveg@mérica. 2018, n. 20.
reaccionaban los batallones encargados de defender las plazas americanas a la
hora de desplazarse a un punto concreto para interceptar al enemigo. En su
vertiente financiera, el resultado general de la guerra demostró que España supo
optimizar sus recursos de manera mucho más eficiente que los británicos, pese a la
mayor disponibilidad de crédito con la que contaban éstos desde los momentos
previos al conflicto armado. Para Gran Bretaña los costes económicos de la guerra
fueron altísimos82.
Por el contrario, el desempeño de la Real Armada en la Guerra del Asiento
puede calificarse de mediocre. La exitosa defensa de las principales plazas del
Caribe y las mayores derrotas infligidas a los británicos se debieron a la gran
eficacia de la que hizo gala el sistema defensivo estático articulado sobre una red de
grandes fortificaciones, bastiones y castillos, pero no a la brillantez de una marina de
guerra que se mostró incapaz de imponerse en ninguna verdadera batalla naval.
Incluso la victoria sobre la escuadra de Vernon en Cartagena de Indias respondió
fundamentalmente al buen hacer de la guarnición fija y las milicias de refuerzo que
resistieron con denodado estoicismo, sin olvidar por ello los estragos que la fiebre
amarilla—el vómito negro, tal y como aparece en las fuentes—provocó entre las filas
británicas; la desconfianza en las aptitudes de la Armada fue tal que se prefirió
hundir 6 navíos de línea (algunos de los cuales apenas llevaban unos pocos años en
servicio) para evitar, sin éxito, el desembarco de las tropas de Vernon, que incluso
así lograron capturar 5 castillos. Por lo demás, en los restantes años de la contienda
las unidades de la Royal Navy se enseñorearon por las aguas americanas, y no me
refiero sólo al mar Caribe, pues baste con recordar el raid de Anson por el litoral del
Pacífico, que apenas encontró resistencia naval significativa. La Royal Navy
mantuvo en todo momento la iniciativa de la guerra, lo que le permitió atacar a placer
los puntos del imperio que creyó conveniente sin que la Real Armada pudiera ofrecer
respuesta alguna ni amenazar las bases del enemigo en el Caribe. Si bien casi todos
esos ataques contra las plazas españolas concluyeron en sonoros fracasos,
evidenció que sólo un bando contaba con recursos y medios para organizar
acciones de tamaña envergadura. Más daño infligieron los corsarios españoles a los
británicos, concretamente a sus rutas de comercio y líneas de abastecimiento, que
las unidades de la Armada destacadas en las latitudes tropicales americanas.
La batalla de La Habana de 1748 reflejó con nitidez las disfuncionalidades que
acusaba la Real Armada, a la vez que su desenlace constituyó el corolario lógico de
todas ellas. La escuadra de Knowles, incluso cometiendo errores tácticos al verse
privada de una correcta comunicación entre los oficiales y comandantes de los
navíos, se impuso desde el principio a la de Reggio, compuesta por navíos
deficientemente mantenidos y peor tripulados. El Dragón ya hacía agua antes del
combate, mientras que navíos como el Invencible o el Conquistador previamente
habían sido sometidos a unas reparaciones superfluas en su arboladura, lo que
añadido a la pésima calidad de las dotaciones no hacía sino presagiar el desastre.
Luego, en el transcurso del combate, Reggio se mantuvo a la expectativa,
otorgándole a Knowles la plena iniciativa del choque; éste arriesgó y no le salió bien
la jugada, y con todo logró capturarle un navío al enemigo. Muchos factores que
82
Las cifras aportadas por John Campbell afirman que los gastos totales de la guerra elevaron la
deuda pública británica a 80.000.000 de libras. CAMPBELL, J. The Naval History…, vol. 4, p. 334.
25
Francisco de Asís AMOR MARTÍN. Crónica del combate naval de La Habana de 1748.
escapan al control humano condicionan el resultado final de una batalla, sin
descartar el azar. Knowles arriesgó pero sin caer en la temeridad, a diferencia de
Reggio, pues el inglés se sabía superior desde antes de medirse con el enemigo.
Lo cierto es que la batalla de La Habana se perdió antes de que se llevase a
cabo, antes de que se disparase la primera bala de cañón. El desarrollo de la misma
lo confirmó. Bastaron unas pocas horas para que un navío español fuese capturado
y otro resultara demasiado maltrecho y castigado como para virar y emprender la
huida, quedando a merced del enemigo, que lo habría capturado o hundido si la
propia tripulación del mismo no lo hubiese barrenado. Bastó una tarde para que
salieran a relucir todas las deficiencias que lastraban el rendimiento de la Armada y
minaban su efectividad en una situación de combate real contra una escuadra de la
Royal Navy, ya que hasta la fecha sólo había tenido la ocasión de comprobarse en
esporádicas acciones individuales, como la del navío Princesa el 8 de abril o la
carrera del Glorioso. Es decir, la batalla puso de relieve con mayor nitidez las
debilidades de la Marina. Tales flaquezas podrían enumerarse de la siguiente forma:
gravísimos problemas logísticos relacionados con el mantenimiento de los navíos,
por lo que la mayoría de ellos terminaban desguazados en los puertos tras ser
declarados inservibles; en ciertas ocasiones, la ausencia de instalaciones y piezas
de repuestas que permitieran reparar los navíos dañados; un inferior desarrollo de
los conceptos tácticos de la guerra naval; pero, por encima de todos, la escasez de
una marinería eficiente y eficaz que, junto con una adecuada logística, mantuviese
operativas las escuadras.
Para cuando la guerra llegó a su término, la Real Armada se había visto
seriamente dañada y mermada en su tamaño. Cesáreo Fernández Duro elaboró una
relación de las unidades que la conformaban, en la que enumera hasta 37
embarcaciones diferentes, de las que 32 podrían formar línea de batalla, 7 de ellas
con mucha dificultad. De entra esas unidades en condiciones para prestar servicio
se incluyen cuatro bombardas, embarcaciones de escaso porte artillero. Asimismo,
hay que tener en cuenta que la lista confeccionada por Cesáreo Fernández Duro se
refiere al estado de la Marina en 1746, al inicio del reinado de Fernando VI, por lo
que incluye navíos que para 1748 ya se habían perdido, como el Glorioso, el
Conquistador y el África, mientras que al Rayo y Fénix los sitúa en el astillero de La
Habana porque en aquel año la construcción de los dos todavía seguía su curso83.
Más precisos me parecen los números que proporciona José Cepeda Gómez, quien
se basa en el estado de la Marina que elaboró Ensenada para su Representación de
1751 a Fernando VI. Para esa fecha, sólo tres años después de la firma de la paz,
las fuerzas navales españolas se componían, incluyendo los buques que se estaban
construyendo en los astilleros, de apenas 19 navíos de línea, 5 fragatas y 10
embarcaciones menores84.
83
FERNÁNDEZ DURO, C. Armada española desde…, vol. 6, p. 382.
José Cepeda enumera 18 navíos, aunque realmente había 19, pues seguían en activo los dos
navíos denominados Nueva España. CEPEDA GÓMEZ, J. La marina y…, p. 468. La Representación
que el poderoso marqués entregó a Fernando VI comprende no sólo los navíos en servicio para ese
año de 1751, sino también aquéllos cuya construcción estaba en curso en los astilleros de la
monarquía. Ensenada, sagaz propagandista, incluyó éstos en el estado de la Marina que elaboró
para su Representación, acaso con la intención de que sobre el papel ésta no pareciese tan mermada
en buques; incluso contabilizó el Real Felipe, navío que fue dado de baja el año anterior.
84
26
Naveg@mérica. 2018, n. 20.
Navíos
Nombre
Astillero
Porte Botadura Años de servicio
Rayo
La Habana
80
1749
1751-1805
Fénix
La Habana
80
1749
1751-1780
Princesa (II)
La Habana
74
1750
1751-1780
Infante (II)
La Habana
74
1750
1750-1762
Galicia (II)
La Habana
74
1750
1750-1797
África (III)
La Carraca
74
1752
1752-1809
Reina (II)
La Habana
70
1743
1743-1762
San Felipe
Guarnizo
70
1745
1745-1761
Tigre
La Habana
70
1747
1748-1762
Nueva España (II) La Habana
70
1743
1743-1752
Septentrión
Cartagena
64
1751/1754
1752-1784
San Fernando (III) Esteiro/La Graña
64
1751/1754 1751/1754-1758
Asia (II)
El Ferrol
64
1752
1752-1762
Castilla (III)
El Ferrol
64
1751
1751-1769/1771
Europa
La Habana
64
1734
1734-1762
América
La Habana
64
1736
1736-1762
Dragón (II)
La Habana
60
1745
1745-1782
Fuerte
La Habana
60
1727
1727-1755
Nueva España (I) Coatzacoalcos
60
1734
1735-1752
Fragatas
Nombre
Astillero
Porte Botadura Años de servicio
Bizarro (o Bizarra) La Habana
50
1738
1738-1759
Esperanza
La Habana
50
1735/1736
1736-1756
Flora (II)
La Habana
24
1747
1748-1768
Galga
El Ferrol
30
1752
1752-1761
Aurora
La Carraca
28/30
1738
1738-1753
Fig. 3: Estado general de la Real Armada en 1751. Adviértase la preponderancia de los barcos
salidos de las gradas del astillero de La Habana, donde fueron construidos 15 de los 24 navíos y
fragatas que se enumeran en este listado, lo que equivale aproximadamente a un 62,5% del total.
Fuentes: CEPEDA GÓMEZ, J. La marina y…, p. 468; MANERA REGUEYRA, Enrique. El buque en la
Armada Española. Madrid: Sílex, 1981, pp. 416-419.
Todo esto obviando, por supuesto, las embarcaciones de menor porte, muchas
de ellas destinadas a cumplir misiones de auxilio a barcos de mayor porte, por lo
difícil de calcular la cantidad de las mismas, aunque se estiman en una decena. Si la
cifra de piezas de artillería que montaban todos los navíos y fragatas de la Armada
en 1732 era de 3.00085, en 1751, apenas si se acercaba a las 1.500 bocas de cañón.
La fuerza artillera de una marina de guerra funciona igualmente como referencia
para conocer el poder disuasorio de la misma, y en este caso las cifras hablan por sí
solas.
Quedó de manifiesto que en aquellas fechas la Real Armada de nuevo había
tocado fondo y necesitaba recuperarse; para tal fin proyectó el marqués de la
85
ALCALÁ-ZAMORA QUEIPO DE LLANO, José. Historia de una empresa siderúrgica española: los
altos hornos de Liérganes y La Cavada: 1622-1834. Santander: Institución Cultural de Cantabria;
Centro de Estudios Montañeses, 1974, p. 39.
27
Francisco de Asís AMOR MARTÍN. Crónica del combate naval de La Habana de 1748.
Ensenada—principal responsable de la gestión de las fuerzas navales españolas
durante la contienda—un ambicioso programa de rearme naval destinado a convertir
la Marina de España en una poderosa máquina de guerra, acorde a las necesidades
de la monarquía, capaz de defender el imperio colonial frente al expansionismo
anglosajón. Y lo hizo porque él mismo constató la manifiesta inoperatividad que
había caracterizado a la Armada mientras duró el enfrentamiento armado con Gran
Bretaña. Cabe destacar que el rearme del país representaba un capítulo más de la
numerosa lista de cuestiones pendientes de mejora o reforma para el funcionamiento interno de la monarquía, y que el reformismo ensenadista no brillaba por su
originalidad, deudor como era en gran medida del proyectismo reformista borbónico
de comienzos del siglo XVIII—y hasta de la línea trazada por los arbitristas desde
fines del Quinientos e inicios del Seiscientos. Ensenada no marcó ninguna tendencia
que careciese de precedentes en la historia española, pues Tinajero, Patiño,
Gaztañeta y Uztáriz ya fueron importantes inspiradores. Puede afirmarse, no
obstante, que con el rearme naval ensenadista se abrió una nueva etapa para la
Real Armada. Los barcos se habían hundido, pero las bases establecidas por Patiño
persistían, sólo quedaba que Zenón de Somodevilla supiese recoger su testamento.
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