MAGISTERIO
MAYO - JUNIO DE 2007
Dirección General de Educación Normal y Desarrollo Docente
2a. Época
Año 5
No. 35
Entrevista a:
María Guadalupe
Monter Flores
Secretaria de Educación
Educación del
del
Gobierno del
del Estado de México
México
Jaime Almazán
Delgado
“HACIA UNA EDUCACIÓN
EDUCACIÓN
BASADA EN COMPETENCIAS
Y VALORES”
Comisionado
Comisionado de
los Derechos Humanos
del Estado de México
“RESPONSABILIDAD COMPARTIDA”
Ilustración en portada:
Omar Huerta
MAGISTERIO
MAYO-JUNIODE2007
DirecciónGeneraldeEducaciónNormalyDesarrolloDocente2a.ÉpocaAño5No.35
contenido
DIRECTORIO
Lic. Enrique Peña Nieto
Gobernador Constitucional
del Estado de México
Lic. María Guadalupe Monter Flores
Secretaria de Educación
Act. Ernesto Héctor Monroy Yurrieta
Subsecretario de Educación Básica
y Normal
Profr. Víctor Carlos Campuzano Millán
Director General de Educación Normal
y Desarrollo Docente
Profr. Luis Ángel Jiménez Huerta
Subdirector de Formación y
Actualización Docente
1
2
7
10
14
19
MAGISTERIO
Profra. Gloria María Concepción
García Chavez
Profra. Ma. Gracia Leonor Salazar Peña
Profr. Inocente Peñaloza García
Área Editorial
Profr. Víctor Albarrán Pelcastre
Profr. Fernando Arévalo Fernández
Corrección de Estilo
L. en D. G. Consuelo Cardona Estrada
L. en D. G. Martín Antonio Garduño
Sanchéz
Diseño Gráfico
CONSEJO EDITORIAL
Profr. Víctor Carlos Campuzano Millán
Presidente
Profr. Luis Ángel Jiménez Huerta
Vicepresidente
Profra. Gloria María Concepción
García Chavez
Secretaria Técnica
M. en S. Eugenio Martínez Gutierrez, Profra. Ma.
Guadalupe Gómez Estrada, Lic. Ricardo Zepeda
García, Profra. Leticia García Chávez, Profr.
Hedilberto Fuentes Pedroza, Lic. Ma. Magdalena
Salgado Contreras, Profra. Ma. Pureza Carbajal
Juárez, Mtro. Héctor Marín Rebollo
25
28
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32
36
39
42
46
52
órgano de difusión de la Dirección
General de Educación Normal y Desarrollo Docente. Publicación Bimestral. Tiraje: 8,000 ejemplares. Distribución gratuita. Año 5 Núm. 35 Mayo-Junio de 2007. Número de autorización del Comité Editorial de la Administración Pública
Estatal CE: 205/4/047/07/3.
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E-mail:
[email protected]
EL VALOR DE ELEGIR
Bertha Tinoco García
EDUCACIÓN EN VALORES:
OPORTUNIDAD DE CRECIMIENTO Y
DESARROLLO HUMANO
Ricardo Nova Carmona
LA CONTRIBUCIÓN DE LA ESCUELA NORMAL
A LA FORMACIÓN DE VALORES
Ana María Jiménez Castañeda
LA TOLERANCIA Y SU RELACIÓN
CON LA DEMOCRÁCIA
Araceli Rodríguez Solano
PAULO FREIRE Y LOS VALORES
DE LA EDUCACIÓN
Germán Iván Martínez Gómez
LETRAS Y TRAZOS
OBRA PLÁSTICA DE
Jorge Monroy Martínez
Vocales
M agisteri o ,
EDITORIAL
55
62
64
POESÍA
Francisco A. Navarro Ruiz
IGNACIO MANUEL ALTAMIRANO
ENTREVISTA A
MARÍA GUADALUPE MONTER FLORES
Secretaria de Educación del Gobierno del Estado de México
“HACIA UNA EDUCACIÓN BASADA EN COMPETENCIAS
Y VALORES”
JAIME ALMAZÁN DELGADO
Comisionado de los Derechos Humanos
del Estado de México
“RESPONSABILIDAD COMPARTIDA”
EDUCACIÓN Y VALORES
UNA BÚSQUEDA PARA RECONSTRUIR LA CONVIVENCIA
Bonifacio Barba
IDENTIDAD PROFESIONAL Y ÉTICA
Acacia Sandoval Rebollo
CONOCIMIENTO, VALORES Y VIDA PRÁCTICA:
APORTES DE LA HERMENÉUTICA PARA
LA EDUCACIÓN MORAL
César A. Gordillo Pech
LOS ACUERDOS EN LOS VALORES
Roberto Rodríguez García
CÓMO EVITAR LAS RELACIONES DESTRUCTIVAS
ENTRE LOS SERES HUMANOS,
UNA REFLEXIÓN PERSONAL
Freslinda García Vera
EDUCACIÓN EN VALORES:
ORIENTANDO CON IGUALDAD, RESPETO Y TOLERANCIA
Educando
CUENTO
Leonardo
Paulo
Freire
y los valores de la educación
Germán Iván Martínez Gómez
Escuela Normal de Tenancingo,
Estado de México.
[email protected].
L
a palabra valor deriva
del término latino valere
y evoca fuerza, valentía
y vigor. Dicha palabra
también hunde sus raíces en la
expresión griega axios, que tiene que
ver con el hecho de ser merecedores,
dignos de algo. La noción de valor, dirá
Nicola Abbagnano en su Diccionario
de filosofía, puede ser agrupada bajo
tres grandes perspectivas: a) La que
considera que vale algo de acuerdo a
nuestro interés; b) la que asegura que
las cosas, independientemente del
sujeto, son válidas en sí mismas, es
decir, dignas de estima o aprecio; y c)
la que equipara el valor de algo con
su precio. Las dos primeras nociones
de valor corresponden a posturas
filosóficas, mientras que la tercera es
propia de la economía.
Respecto a la educación, Fernando Savater afirma que el valor de
ésta se da en un doble sentido: 1°.
Porque es una actividad válida y
valiosa en sí misma pues contribuye
al mejoramiento de la persona y 2°.
Porque ella misma es una empresa que
exige coraje y valentía. Bajo su óptica,
1
el valor de algo es independiente a la
percepción que tiene de él el sujeto.
En este sentido, valor es lo estimable
o preferible por cualquiera. Esta última idea de valor predomina en la
perspectiva freireana. Según Freire, la
educación no sólo es válida y valiosa
en sí misma, sino que incluye otros
muchos valores. A ellos nos
referimos a continuación.
a) La libertad
Paulo Freire concibe la
libertad como una cualidad
natural del ser humano; pero
va más allá, pues afirma que
“[…] forma parte de la naturaleza
de la vida, sea ella animal, sea
ella vegetal”.1 Sin embargo
sólo la libertad humana se hizo
consciente y al hacerlo, dotó al
ser humano de la facultad
de responder por el
uso de esa libertad,
es decir, lo hizo
simultáneamente responsable.
En una educación democrá-
Freire, Paulo. La educación en la ciudad. p. 104.
MAGISTERIO
19
tica, dice Freire, la defensa de la libertad es una cuestión imprescindible,
porque “[…] La autoridad coherentemente democrática, que reconoce
la eticidad de nuestra presencia, la
de las mujeres y la de los hombres
en el mundo, reconoce, también y
necesariamente, que no se vive la
eticidad sin libertad […]”.2 Porque
precisamente ésta es la que garantiza
su existencia. La libertad, afirma
Oliveros F. Otero, “[…] es aquel valor
sin el cual la educación no sería
posible. Es decir, sin el cual no podría
el ser humano crecer en valores”.3
Este proceso de crecer, dirá Freire,
no puede entenderse sin el proceso
de saber. “No es posible saber sin
una cierta dosis de crecimiento”.4 De
esta forma, a partir del conocimiento
y reconocimiento de los verdaderos
valores, los individuos no sólo dejarán
de serlo para constituirse en personas sino que, mediante su ejercicio,
podrán contribuir en el mejoramiento
de la vida social. Freire concibe la
libertad como una condición natural
que sólo en el hombre y en la mujer
20
MAGISTERIO
cobró verdadero sentido. Esto último,
a razón de que sólo ellos poseen la
facultad de intervenir en su proceso
de crecimiento, es decir, porque sólo
ellos pueden educarse.
Desde esta perspectiva la educación no solamente no debe restringir
ni imponer, sino que el maestro y
el alumno no pueden entablar una
verdadera relación sin este valor. La
libertad, como exigencia y fundamento de la vocación dialógica y del
ejercicio pedagógico, debe permitir
tanto al profesor como al alumno verter,
sin restricción, su pensamiento y sus
emociones, sus dudas, sus gustos,
sus temores. Esta misma libertad
debe dotar al educador de valentía
para denunciar el ambiente que le
asfixia. Lo debe orillar a protestar en
contra de las injusticias del sistema;
en contra de los salarios escasos y
del despojo del cual ha sido objeto en
relación con el proceso enseñanzaaprendizaje. Sólo mediante el ejercicio
de la libertad, dice Freire, el educador
es verdaderamente libre; y sólo ejercitando su libertad, la enseña.
b) La responsabilidad
Decíamos que la libertad conlleva
la responsabilidad. Sólo quien es
libre, es decir, sólo quien busca
satisfacer su vocación ontológica, su
llamado a ser, puede ser realmente
responsable. La responsabilidad surge
en el momento en el que, después
de haber elegido libremente nuestra
opción, respondemos por ella. “Es
en el dominio de la decisión, de la
evaluación, de la libertad, de la ruptura,
de la opción, donde se instaura la
necesidad de la ética y se impone la
responsabilidad”.5
En una escuela democrática, piensa
Freire, la responsabilidad debe llevar
al maestro y al alumno a responder
por el compromiso que han asumido
no sólo consigo mismos sino con la
sociedad. Responder por nuestra
opción, dar cuenta de nuestros
Freire, Paulo. Pedagogía de la autonomía. Saberes
necesarios para la práctica educativa. p. 90.
3
Oliveros F., Otero. La educación como rebeldía.
p.153.
4
Freire, Paulo. Cartas a quien pretende enseñar.
p. 134.
5
Freire, Paulo. Pedagogía de la autonomía. Saberes
necesarios para la práctica educativa. p. 20.
2
actos asumiéndolos, es propio de
una actitud ética responsable. Así,
tanto uno como otro deben cumplir
cabalmente con su deber. El primero,
capacitándose interminablemente para estar a la vanguardia de los acontecimientos mundiales; el segundo,
esforzándose por conocer la historia y
el pensamiento, pues sólo éstos nos
permiten descifrar el tipo de vida que
llevamos y vislumbrar el sendero que
habremos de seguir.
Freire sostiene: “Un profesor que no
toma en serio su práctica docente, que
por eso mismo no estudia y enseña
mal lo que mal sabe, que no lucha por
disponer de las condiciones materiales
indispensables para su práctica docente, no coadyuva la formación de
la imprescindible disciplina intelectual
de los estudiantes [y no fomenta
con el ejemplo la responsabilidad].
Por consiguiente, se anula como
profesor”.6
La responsabilidad, como el
resto de valores, se aprenden y se
enseñan principalmente en el hogar
pero se extienden a la escuela y
la sociedad. Por eso, la enseñanza
de la responsabilidad es un valor
imprescindible para el establecimiento
de una escuela y
una sociedad
democráticas.
Debemos
educar
nuestra responsabilidad viviéndola
diariamente. Ayunando mezquindad
y autosuficiencia.
c) La tolerancia
Dice Paulo Freire que la tolerancia
es una virtud que nos enseña a
convivir con lo diferente, a respetar
lo diferente, a asumir lo diferente
en todo cuanto vale. Sin esta virtud,
sostiene, “[…] es imposible realizar un
trabajo pedagógico serio; sin ella es
inviable una experiencia democrática
auténtica; sin ella, la practica educativa progresista se desdice”.7 Sólo la
tolerancia, que permite la convivencia
con lo desemejante, nos dota también
de la fuerza necesaria para respetar el
derecho que se tiene para pensar de
otra forma. Porque “Quien tiene algo
que decir tiene igualmente el derecho
y el deber de decirlo”.8 Por ello, en una
educación democrática no sólo debe
prevalecer el respeto de quien opinando opina distinto que nosotros, sino
que debe existir el ambiente propicio
para que este derecho y este respeto
verdaderamente se den. Respeto
que involucra a todos los actores de
la educación: alumnos, profesores,
padres de familia, autoridades, etc.
Y que se puede plasmar de muchas
formas: “[respeto] a los niños, a sus
maestros, a su escuela, a sus padres,
a su comunidad; [respeto] a la cosa
pública, tratándola con decencia […]
respeto también a los escritorios, a las
paredes de la escuela, a sus puertas.
[Porque] Sólo así –dice Freire– podemos
hablar de principios, de valores. [Y
porque, inevitablemente] Lo ético está
muy ligado a lo estético”.9
De esta forma, cualquier maltrato
de los recursos que intervienen en la
enseñanza, cualquier discriminación o
acto violento que impida la realización
de la vocación humana de ser más,
rompe con el valor de la tolerancia y
afea el mundo. La tolerancia
exige respeto a la autonomía
y dignidad tanto del
educador
como del
educando.
Por eso, cuanto más respetemos a
los alumnos y a las alumnas independientemente de su color, sexo y
clase social, cuantos más testimonios
de respeto demos en nuestra vida
diaria, en la escuela, en las relaciones
con nuestros colegas, con los porteros,
cocineras, vigilantes, padres y madres
de alumnos, cuanto más reduzcamos
la distancia entre lo que hacemos y lo
que decimos, tanto más estaremos
contribuyendo para el fortalecimiento
de las experiencias democráticas.10
d) La autonomía
La autonomía es para Paulo Freire
la capacidad que poseemos las personas para regirnos por nuestras propias
leyes. Esto no quiere decir que el ser
humano no reconozca que existen
normatividades que regulan su libertad
y que limitan sus acciones tanto en lo
individual como en lo colectivo. Lo que
quiere decir es que tanto el hombre
como la mujer deben aprender a
valerse por sí mismos y romper con la
dependencia y la autosumisión.
En una escuela democrática la autonomía debe crearse y recrearse. Debe
reconocérsele al alumno y al maestro
pero también debe garantizársele.
Porque la autonomía implica el ejercicio
de la libertad y la responsabilidad y
“[…] se funda en la responsabilidad
que va siendo asumida”.11 De esta
forma, en una educación democrática
6
Freire, Paulo. Pedagogía de la esperanza.
Un reencuentro con la pedagogía del oprimido. p. 79.
7
Freire, Paulo. Cartas a quien pretende enseñar. p. 64.
8
Freire, Paulo. Pedagogía de la autonomía. Saberes
necesarios para la práctica educativa. p. 112.
9
Freire, Paulo. La educación en la ciudad. p. 41.
10
Freire, Paulo. Cartas a quien pretende enseñar.
p. 133.
11
Freire, Paulo. Pedagogía de la autonomía. Saberes
necesarios para la práctica educativa. p. 91.
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21
debe privar el derecho que tienen los
que en ella intervienen para ser y ser
cada vez más. Autonomía no es sólo
la capacidad que tenemos de ser
legisladores de nosotros mismos, es
también esta facultad de autocontrol
y regulación inteligente de nuestra
conducta. No es un libertinaje que
se disfraza de una falsa autonomía;
tampoco el no reconocimiento de las
autoridades externas a nosotros. Es la
conciencia de que estamos insertos
en el mundo y que mediante la política
y la educación, nos liberamos o nos
esclavizamos.
e) La humildad
La humildad es un valor fundamental
dentro del espacio pedagógico. En
él, tanto educador como educando
deben poseer la virtud de reconocer
que nadie es superior a nadie y que,
por ello, la relación que se da en el
proceso educativo –como cualquier
otro tipo de relación– debe fundarse
en el hecho de todos somos iguales en
tanto que todos valemos lo mismo.12
De esta forma, la escuela debe
fomentar la humildad y debe vivirla.
El maestro debe asumir que su papel
no lo dota de ningún derecho para
humillar al alumno ni para asumir una
postura de arrogancia. La humildad
en la escuela nace precisamente de
esa asunción ética de la autoridad del
profesor y la libertad de los alumnos.
En este sentido, sólo quien es humilde
reconoce y se avergüenza de sus
transgresiones. Sólo la humildad, “[…]
nos hace proclamar nuestro propio
equívoco, […] nos hace reconocer y
anunciar la superación que sufrimos”.13
De esta manera, sólo quien es humilde
es capaz de reconocer que se equivocó
pero también, es capaz de resarcir el
daño provocado. Por otro lado, sólo la
modestia intelectual, el conocimiento
humilde, posibilita conocer más
porque, como señala Oliveros F. Otero:
“[…] sólo cuando, con humildad,
se sabe que no se sabe nada, se ha
22
MAGISTERIO
comenzado a vencer el demonio mudo
y estéril de la suficiencia intelectual
y el entendimiento adquiere aquella
contemplativa apertura hacia la
realidad objetiva, y busca, con temblor
y veneración culturales, la verdad”.14
En este mismo sentido dice Freire
que “[...] una de las expresiones de
la humildad es la seguridad insegura,
la certeza incierta y no la certeza
demasiado segura de sí misma”.15
f) La verdad
En el proceso pedagógico que se
basa en una vocación dialógica, la
verdad es una exigencia ética. Entre
maestros y alumnos debe existir el
reconocimiento del saber cuando
se sabe y cuando no se sabe; jamás
en el intento de aparentar saber, se
debe mentir o tergiversar la verdad.
Porque “[…] Es tan inmoral tener
nuestra voz silenciada o nuestro
´cuerpo prohibido´ como inmoral es
usar la voz para falsear la verdad, para
mentir, engañar, deformar”.16 Freire
afirma que podemos estar de acuerdo
con X o Y concepción pedagógica
o política; podemos estar o no de
acuerdo con determinado autor o
autora, con determinada teoría o
discurso; podemos hacer pública
nuestra postura, los porqués del estar
o no de acuerdo; sin embargo lo que
no podemos, en nuestra crítica, es
mentir.17
Tampoco podemos simular ser lo que
no somos, haciendo más distancia
entre lo que decimos y hacemos.
Paulo Freire entiende que esta
distancia entre el decir y el hacer
debe hacerse cada vez menor y que
tanto una como otra carecen de
verdadero sentido si se encuentran
aisladas. Porque el simple acto de
decir se vuelve un simple verbalismo;
mero parloteo descarnado de una
práctica real. Por otro lado, el hacer
desprovisto del decir, es un activismo
sin sentido. Decir y hacer, reflexionar
y actuar, teorizar y practicar, deben
ir íntimamente unidos si se quiere
12
Esta idea aparece por primera vez con Immanuel
Kant. Él, al hablar del valor de la persona, habla de
dignidad, es decir, de esa cualidad que hace que el
ser humano sea único, irrepetible e irremplazable.
13
loc. cit. p. 49.
14
Oliveros F., Otero. op. cit. p. 11.
15
Freire, Paulo. Cartas a quien pretende enseñar.
p. 61.
16
ibídem. p. 98.
17
cfr. Freire, Paulo. Pedagogía de la autonomía.
Saberes necesarios para la práctica educativa. p. 18.
encarnar esta verdad. Teoría y práctica
deben coexistir para que, mediante la
coherencia, la verdad sea una realidad.
Para que así sea, la verdad no debe ser
intrasistémica, como afirma Leonardo
Boff18; es decir, no debe obedecer a
los intereses de una clase en particular
o del sistema capitalista que se basa
en la supuesta concentración de la
verdad. Debe fundarse en un examen
exhaustivo y auténtico del mundo
para propiciar los beneficios de esa
verdad: la salvación.
g) El amor
Para Freire el amor es una virtud
fundamental en todo quehacer
humano; particularmente, en el
quehacer educativo. Sin este valor,
18
Retomo a Boff porque, como he escrito ya en
otra ocasión, la Teología de la Liberación fue un
movimiento no sólo importante sino paralelo a la
Filosofía y Pedagogía de la Liberación que Freire
encabeza. Por tanto, es Boff una influencia notable en
el pensador brasileño.
19
Freire, Paulo. La educación en la ciudad. p. 109.
20
Oliveros, F. Otero. op. cit. p. 25.
21
I Cor. 15, 2.
22
“Superar las opresiones, opción histórica que
planteó Freire”. La Jornada, 26 de febrero de 2000.
23
Freire, Paulo. Carta a Guinea Bissau. Apuntes de
una experiencia pedagógica en proceso. p. 62.
24
Freire, Paulo. Carta a quien pretende enseñar. p. 70.
afirma, todo trabajo pierde significado, porque “[...] lo amoroso, la
afectividad, no debilitan en nada, primero, la seriedad de estudiar y de
producir; [y] segundo, no obstaculizan
en nada la responsabilidad política y
social”.19 En este sentido Freire es,
según sus términos, “guevariano”,
“cheguevariano”; porque como él, no
concibe la empresa revolucionaria sin
amor. Pero el amor por sí mismo no
basta. Es preciso aprender a amar,
saber amar. Y en esto la familia juega
un papel fundamental. “[...] Es en
la familia donde el hombre aprende
el dar y el compartir, la estima y la
dignidad, el respeto y el cariño. [Por
eso] El amor es incapaz de sobrevivir
si no es alimentado en la familia. [Y]
No podemos dejar que la familia se
pudra y se corrompa; de lo contrario,
se extinguiría el amor en el mundo”.20
Erich Fromm en el libro La crisis
del psicoanálisis se pregunta: “La
persona alienada con escaso amor
y poco sentimiento de identidad ¿no
está mejor adaptada a la sociedad
tecnológica de hoy, que una
persona sensible de sentimientos
profundos?” Seguramente sí. Por eso
es fundamental rescatar este valor y
colocarlo como la Ítaca a la que han de
llegar el resto de valores.
El propio Leonardo Boff señala
que para Jesús y para todo el Nuevo
Testamento, el amor lo es todo,
porque Dios es amor y sólo el amor
salva. Sin amor nada se es.21 Y sólo el
amor incondicional y manifiesto por
los pobres y los desposeídos engloba
el verdadero mensaje de Jesús a la
humanidad.
Respecto al amor, es necesario
rescatar las palabras de Ana María
Araujo, viuda de Freire, quien participó
en la ciudad de Guadalajara, Jalisco
en un homenaje póstumo en honor
del pensador brasileño. En él expresó
que “Hablar sobre el corazón de
Paulo es hablar acerca del amor y de
su capacidad de amar, y al mismo
tiempo repetir lo que él dijo en su obra
teórica y en su praxis ético-políticapedagógica [...] cuando se quiere leer
el mundo para transformarlo, hay que
amar más verdadera y profundamente
a los otros y a las otras”.22
El amor, sumado a la vocación
ontológica de ser más, hacen de la
educación un proceso de verdadera
significación. Así, la educación que
Freire propuso se centra en un profundo
sentido personal y colectivo. Y dice: “Es
un hecho que una educación orientada
hacia la concreción de valores como la
solidaridad, la responsabilidad social,
la creatividad, la disciplina puesta al
servicio del interés común, la vigilancia, el espíritu crítico, no sería realizable si en ella los educandos siguieran
siendo, como en la educación colonial,
meros recipientes”.23 Es necesaria la
ruptura con esta falsa educación y la
disposición valiente para cambiar las
cosas.
Todas estas cualidades –posibles
según Freire si se impulsa una
educación liberadora–, no son algo
con lo que nacemos ni mucho menos
el fruto de un decreto o de una
disposición dictada desde el exterior.
MAGISTERIO
23
Son cualidades que se viven, que
se vivencian. Y “Es viviendo [...] la
humildad, la amorosidad, la valentía,
la tolerancia, la competencia, la
capacidad de decidir, la seguridad,
la ética, la justicia, la tensión entre
la paciencia y la impaciencia [...]”24
como
podremos contribuir
en
la construcción de una escuela
democrática, eficaz, responsable,
alegre y feliz. Una escuela, dice, que
propicie y defienda la conciencia
personal y comunitaria; que denuncie
la estructura deshumanizante y
sea lo suficientemente crítica para
anunciar una alternativa posible. Una
escuela que, viviendo la democracia,
democratice la política.
Finalmente, la educación liberadora
de Freire está inundada de fe y
esperanza. La primera podemos
entenderla tal cual la comprendió
San Agustín, como un “asentimiento
racional”; es decir, como el repliegue
de la inteligencia a la creencia.
Pero la fe por sí misma no salva,
dice Boff, sólo salva la fe que se
encuentra bañada de amor. La
segunda, la esperanza, el pensador
de Pernambuco la concibe como una
virtud teologal que le confiere al ser
humano plena confianza en Dios y
en el proyecto que tiene éste en la
salvación de los hombres. Esta virtud,
malentendida, conduce a la pasividad
y obliga a creer que Dios tiene ya
todo previamente establecido. Pero
entendida como la entiende Freire,
es más bien un ejercicio voluntario
que nos hace copartícipes de su obra
creadora.
La esperanza, dice Emmanuel
Levinas recordando a Kant, tiene
[...] su origen en el carácter racional
de una virtud que concuerda con la
felicidad. La felicidad [por su parte]
es aceptable si armoniza con aquello
que nos hace dignos de ser felices.
[...] la esperanza no remite, en calidad
de espera, a algo que debe llegar. La
espera es el acceso a lo que puede
contenerse en un conocimiento.
24
MAGISTERIO
Aquí, la esperanza es algo distinto
a una presencia, a un deseo de
sobrevivirse. Pero dicha esperanza no
es tampoco una nostalgia subjetiva.
Designa un terreno que es más que
un comportamiento humano [...].25
Dicho de otro modo: la esperanza
no remite a una añoranza estéril; es
más bien la virtud que se funda en
una condición que habrá de llegar sólo
si nos encaminamos a ella. Porque
la esperanza, sentencia Freire, “[...]
es una necesidad ontológica [...] un
imperativo existencial e histórico”26
que por sí sola no basta, pues también
debe ser educada. De esta forma, es
difícil separar la fe y la esperanza.
Ambas, para Freire, conducen a lo
posible; crean y recrean el mundo; lo
dotan de significados y resignificados.
En síntesis: lo vivifican.
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p. 81.
26
Freire, Paulo. Pedagogía de la esperanza.
Un encuentro con la pedagogía del oprimido. p. 8.
24
25