REVISTA SUIZA DE LITERATURAS ROMÁNICAS
Revista publicada bajo el auspicio del Collegium Romanicum
(Asociación de los Romanistas Suizos)
con el apoyo de la Academia Suiza
de Ciencias Humanas y Sociales
NÚMERO 63:3 (FASCÍCULO ESPAÑOL)
2016
TEORÍA/S
Número editado
por Bénédicte VAUTHIER
SLATKINE
GINEBRA
Difusión en Francia:
HONORÉ CHAMPION ÉDITEUR,
París
DOI 10.22015/V.RSLR/63.3.1
© 2016. Éditions Slatkine, Genève.
www.slatkine.com
Reproduction et traduction, même partielles, interdites.
Tous droits réservés pour tous les pays.
ISBN 978-2-05-102791-5 ISBN 978-2-05-102792-2
ISSN 0256-9645
Preliminares (a unas Teoría/S archipiélicas)
En el «Éditorial» del primer fascículo de Versants, Revista suiza de
literaturas románicas que cumple este año su 35 aniversario (1981-2016),
Marc Eigeldinger, redactor jefe, formulaba en los términos siguientes los
objetivos que la revista se proponía perseguir.
Versants. «Revue suisse des littératures romanes» se propose de promouvoir la
recherche littéraire tant sur le plan national qu’international dans le sens du
dialogue et de l’ouverture la plus large. Le titre de la revue est pluriel à dessein
afin de signifier d’une part une pluralité littéraire et linguistique (français, italien,
espagnol et romanche), de l’autre la pluralité des méthodes et des approches critiques […]. Organe des romanistes suisses, Versants souhaite aussi accueillir les
travaux d’auteurs étrangers et encourager la collaboration active de jeunes
chercheurs dans le but de varier le plus possible les perspectives et de faciliter la
relève scientifique1.
Y algunas líneas más abajo, y siempre en nombre de los miembros del
comité fundacional –junto a Eigeldinger estuvieron al inicio Lucien
Dällenbach, Antonio Stäuble y Ramon Sugranyes de Franch, representante del hispanismo de la Université de Fribourg– el catedrático de
literatura francesa de la Université de Neuchâtel precisaba que «cette
diversité, inscrite dans le projet de Versants, doit s’harmoniser avec le souci
de la cohérence et de l’homogénéité». Por esa razón, los responsables de
la revista se comprometían en no contentarse con «juxtaposer des articles
au gré du hasard et des disponibilités», sino que buscarían «accorder l’exigence de l’unité avec le pluralisme des sujets et des méthodes»2.
Aunque cirscunscrito al solo ‘hispanismo’ –¿será ‘hispanoamericanismo’ un vocablo más neutro o más englobante?–, por razones que
veremos a continuación, un deseo similar al expresado ahí me guía en la
preparación y la confección del número actual titulado de forma deliberadamente plural Teoría/S.
Primero porque, sin renunciar a la posibilidad de contar con colaboradores extranjeros, quise dar la palabra de forma prioritaria a investigadores
1
2
Marc Eigeldinger, «Éditorial», Versants. Revue suisse des littératures romanes, 1, 1981, p. 7.
Ibid.
5
Bénédicte VAUTHIER, «Preliminares (a unas Teoría/S archipiélicas)», Versants 63:3, fascículo español, 2016, pp. 5-22
BÉNÉDICTE VAUTHIER
del hispanismo (hispanoamericanismo) suizo para que dieran a conocer
prospectiva o retrospectivamente algún aspecto de ‘teoría de la literatura’
que había estado o estaba en el centro de su investigación actual. Sobre la
base de las propuestas recibidas, deseaba armar un número que reflejara de
alguna forma las cuestiones teóricas –la antes mencionada ‘pluralidad de
los métodos y de los acercamientos críticos’– a las que nos dedicamos en
Suiza –y en varias universidades europeas–. Pero antes de tratar de hacer
aflorar las líneas que atraviesan de forma visible o soterrada las contribuciones de un volumen que tal vez pueda leerse también como islario del
actual hispanismo (hispanoamericanismo) europeo, reanudo mi breve
presentación festiva de Versants.
Como era de esperar en un intervalo de treinta y cinco años, tanto la
revista, como los responsables de las distintas áreas fueron cambiando
poquito a poco, remozándose en algún que otro aspecto, por decirlo así.
Dentro del hispanismo (hispanoamericanismo) suizo sucedieron a
Ramon Sugranyes de Franch Pedro Ramírez, de la Université de
Fribourg (1991), y, luego, José Manuel López de Abiada, de la Universität
Bern (1995). Por otro lado, un repaso a los sumarios e índices de los
primeros números permite ver la consolidación del hispanismo (hispanoamericanismo) suizo en el seno de los estudios románicos, visible en las
contribuciones de nuestros colegas Irène Andrés-Suárez (7, 1985),
Antonio Lara (8, 1985), Julio Peñate Rivero (10, 1986; 16, 1989) y
Eugenio de Nora (12, 1987), por mencionar solo a los primeros en
publicar en Versants.
Entre los cambios siguientes más notables, se puede destacar, primero,
la ampliación del comité en 2007 a seis representantes, dos por cada de las
tres principales lenguas románicas de la revista –quedándose en un
margen cada vez más acusado el romanche, cuarta lengua oficial, aunque
muy minoritaria, de Suiza–. En 2008, la revista dio por acabada la época
durante la que se habían publicado dos números anuales trilingües y, bajo
la batuta de Itzíar López Guil (Universität Zürich), que se había incorporado al tandem español el año anterior, inició «su nueva andadura con tres
números anuales, dedicados, respectivamente y en su integridad, a la
literatura hispana, italiana y francesa»3. Por ello, y por motivos similares a
3
Rita Catrina Imboden & Itzíar López Guil, «Presentación», Versants. Revista suiza de literaturas
románicas, 55, 2008, p. 5.
6
PRELIMINARES (A UNAS TEORÍA/S ARCHIPIÉLICAS)
los que me animaron en la composición de este número aniversario,
también les
pareció apropiado a los redactores de la serie española que ésta se abriese con un
primer volumen en el que tuviese una importante representación la amplia gama
de filólogos y críticos hispanistas que ejercen su labor investigadora en el ámbito
universitario helvético4.
Al tomo inaugural dedicado a Cuerpo y texto (coords. Rita Catrina
Imboden & Itzíar López Guil), siguieron los números temáticos sobre
Literatura y guerra (2009, coord. Itzíar López Guil) y Literatura, violencia y
narcotráfico (2010, coords. Augusta López Bernasocchi & José Manuel
López de Abiada); y un volumen homenaje Federico García Lorca, 75 años
después (2011, coord. Itzíar López Guil). A raíz de la jubilación del
profesor José Manuel López de Abiada, seguida de mi incorporación en
el comité de redacción de Versants (2011), coordiné un primer número
de la revista dedicado a los Archivos y manuscritos hispánicos. De la crítica
textual a la ‘critique génétique’ (2012). En 2013, Itzíar López Guil coordinó
un volúmen sobre La poesía hispánica en el Bajo Barroco y, en 2015, sus
asistentes, Cristina Albizu y Gina María Schneider, ambas de la Universität
Zürich, confeccionaron un bellísimo monográfico sobre El cuento español
en los albores del siglo XXI. En el intervalo de tiempo Melanie Würth, de la
Universität Bern, aceptó el reto de coordinar el estimulante y tan actual
fascículo 61 titulado Escenarios urbanos: En torno a la ciudad del siglo XXI
(2014). Finalmente, no puedo dejar de recordar que desde 2013 Versants
es accesible en línea5. Todos los fascículos anteriores a ese año fueron
digitalizados y están disponibles íntegramente en línea mientras que los
siguientes lo están o estarán respetando la barrera digital de dos años.
Y con esta indicación doy por cerrada esta breve historia de Versants,
y vuelvo al punto de partida, es decir, a los objetivos de Teoría/S y a mi
deseo de armar un número que diera cuenta de cierta unidad en la pluralidad… partiendo de las propuestas recibidas.
Después de barajar y luego descartar la posibilidad de agrupar las cinco
contribuciones oriundas del hispanismo (hispanoamericanismo) suizo –
con artículos de Natalia Fernández (Bern), Marco Kunz (Lausanne), Julio
4
5
Ibid.
http://www.versants.ch.
7
BÉNÉDICTE VAUTHIER
Peñate Rivero (Fribourg) y una propuesta conjunta de Adriana LópezLabourdette (Bern) & Valeria Wagner (Genève)– y del hispanismo
(hispanoamericanismo) europeo –Pauline Berlage (Bélgica), Ottmar Ette
(Alemania), Gustavo Guerrero (Francia), así como una propuesta conjunta
de Luis Beltrán Almería & Fernando Romo Feito y otra de Vicente Luis
Mora (España)–, sopesé, primero, la posibilidad de ordenar las contribuciones, por orden cronológico o según el predominio de una u otra época.
Así, de «La teoría de los géneros como filosofía de la historia del
discurso» de Luis Beltrán Almería y Fernando Romo Feito, quienes, de la
mano de la antropóloga Rosaldo y del historiador Yuval Noah Harari, nos
invitan a volver más allá del tradicional punto de partida de una «teoría
de los géneros literarios» –que arraiga en las poéticas (de los géneros
miméticos) de Platón y Aristóteles– para recuperar la dimensión propiamente histórica de la «gran evolución de la humanidad» y de los «géneros
del discurso», hubiéramos pasado a las contribuciones de Natalia
Fernández y de Vicente Luis Mora, centradas en el Renacimiento, pero
con una mirada hacia las poéticas de los griegos, que ambos relacionan
con la «vieja idea de la mímesis»6.
Fernández añade a estas el ut pictura poiesis horaciano, punto de
arranque de su contribución en la que vuelve sobre el posible sentido
original de una fórmula que se ha vuelto tópico. Mientras que si Vicente
Luis Mora parte del pensamiento renacentista –en particular, el neoplatonismo europeo de los que Pitágoras, Platón y Aristóteles constituyen los
primeros eslabones– para contextualizar su lectura de fray Luis de León,
su interés verdadero radica en mostrar por qué este contexto histórico se
ha de trascender para entender la especificidad del pensamiento luisiano,
entiéndase su ‘modernidad’. Como escribe Mora en la conclusión de
«Líneas de subjetividad renacentista y sus ecos en la oda ‘Noche serena’
de fray Luis de León»,
aun si la mayoría de los autores (Toynbee, Calinescu, Paz, de Man) no retrotrajesen
al Renacimiento el comienzo de esta edad histórica y cultural, parecería claro que,
por su condición de adelantado, la inclusión del agustino en esa lógica cultural es
plausible, pues podemos observar en su obra las contradicciones y pulsiones
internas del sujeto moderno, dentro del cual es esencial la idea del otro íntimo.
A partir de aquí, salvo mención explícita contraria, todas las palabras o los sintagmas que aparecen
entrecomillados están sacados de los textos de los autores de los que estoy hablando.
6
8
PRELIMINARES (A UNAS TEORÍA/S ARCHIPIÉLICAS)
Ahora bien, en el caso presente, para poder dar este salto del
Renacimiento a ‘la’ modernidad, cuando no posmodernidad, asimismo del
‘yo’ al ‘tú’, tendríamos primero que hacer parada en el siglo XIX, con los
viajeros emblemáticos de los que se vale Julio Peñate Rivero para ilustrar
el campo de estudio –«Para una historia del relato del viaje hispánico (siglos
XIX-XXI)»– al que ha dedicado atención prioritaria durante estos últimos
diez-doce años –«Noticia de una investigación en marcha»–. En ella, Peñate
Rivero ofrece no solamente un sintético estado de la cuestión y una
detallada metodología de análisis de la ‘materia viática’ –entiéndase un
«viaje factual, efectivamente realizado por su autor y narrado luego por él»–,
sino también unas líneas de apertura para trabajos de investigación futura.
Y volveré sobre ellas más adelante. De momento, arribamos a las últimas
décadas del «corto siglo XX», a estos años noventa, que Octavio Paz intuyó
como la «experiencia liminar de encontrarse ante un parteaguas, o un
punto de inflexión» –como explica Gustavo Guerrero en «Temporalidad,
literatura y poesía en el último fin de siglo latinoamericano».
Como es sabido, la intuición de Paz no tardó en hacerse realidad, y
devino en el «problema principal de la agenda intelectual». Y, si bien no
tenía nombre al principio, el problema no tardó en convertirse en «el
acontecimiento que denota una crisis histórica y obliga a redefinir la periodización». De hecho, después del final de la guerra fría –pero también
después del 11-S, aunque por motivos distintos, como veremos con
Marco Kunz–, quedó claro que las categorías tradicionales de la historia
habían caducado. Como recuerda Guerrero, hemos entrado en un nuevo
régimen de historicidad: el présentisme (Hartog) que socava las bases de las
dos categorías de la temporalidad histórica tendida, hasta la fecha, entre
un «espacio de la experiencia» (donde predominaba el recuerdo y la
memoria) y un «horizonte de expectativas» (con el predomino de la
esperanza y el deseo) (Koselleck). Para acabar este recorrido temporal, y a
raíz de «nuestra instalación en un régimen presentista» del que, por lo
visto, es ya imposible escapar, podríamos aún tratar de entender con
Marco Kunz lo que significa la «Inhibición y destabuización en la
productividad cultural de acontecimientos históricos» y ver, con los demás
colaboradores de este volumen, por qué «la compresión espacio-temporal
se está traduciendo en un trastorno de nuestra conciencia histórica y está
redefiniendo unas subjetividades que se ven confrontadas a la inesperada
simultaneidad de lo no simultáneo».
9
BÉNÉDICTE VAUTHIER
Ahora bien, como iremos viendo, esta vivencia de la ‘simultaneidad de
lo no simultáneo’ no solamente remite al impacto que los mass media han
tenido –están teniendo– en nuestra concepción del tiempo, como observa
Guerrero en su artículo. En realidad, la compresión espacio-temporal es
también la que nos obliga a distanciarnos –cuando no a despedirnos– del
paradigma historicista, para abrirnos a una «époque de l’espace» –como
nos invitó a hacerlo Michel Foucault en 1967:
Nous sommes à l’époque du simultané, nous sommes à l’époque de la juxtaposition, à l’époque du proche et du lointain, du côte à côte, du dispersé. Nous
sommes à un moment où le monde s’éprouve, je crois, moins comme une grande
vie qui se développe à travers le temps que comme un réseau qui relie des points et
qui entrecroise son écheveau7.
Y de hecho, es indudable que la «época del espacio», que asimismo es
la de la globalización, de la mundialización, es la época, mejor dicho, la
categoría que se ha impuesto como eje rotatorio de este volumen que
reúne cuatro contribuciones –dos suizas y dos europeas– claramente
vinculadas, aunque no de forma exclusiva, con una categoría espacial.
La encrucijada de redes que se cruzan o entretejen o el centro de un
archipiélago pero «sin constituir ningún centro superior ante el cual todo
el resto sería simplemente periferia» podría ocuparlo la tan estimulante y
no menos densa contribución de Ottmar Ette, quien abre pistas para
repensar «el espacio de experimentación de la literatura, que es global
(weltweit) en un sentido literal de la palabra, sin que pueda ser reducido al
concepto de la literatura mundial en términos de Goethe». Y de hecho,
de Ottmar Ette son también las palabras de la cita inicial del párrafo; él las
utiliza para describir Rapa Nui, la Isla de Pascua que moviliza la atención
de Édouard Glissant, sin fijarla.
A partir del Isolario de Benedetto Bordone, en el que declara haber
encontrado «una respuesta tanto para la primera etapa de la globalización
acelerada como por todas aquellas problemáticas que surgen a partir de
la pregunta por la convivencia con una indiscutible multiplicidad de
formas religiosas, sociales y comunitarias», Ette nos invita a una travesía
7
Michel Foucault, «Des espaces autres» (Conférence au Cercle d’études architecturales, 14 mars
1967), Architecture, Mouvement, Continuité, 5, 1984 (octobre), pp. 46-49 en Dits et Écrits II. 1976-1988,
París, Gallimard, «Quarto», 2001, p. 1571. El subrayado es mío.
10
PRELIMINARES (A UNAS TEORÍA/S ARCHIPIÉLICAS)
‘transareal’ y ‘transarchipiélica’ que al mismo tiempo le permite capear las
cuatro olas de una globalización acelerada –siendo la primera consecutiva al llamado «descubrimiento de América» y la cuarta, la actual–.
Zarpando de Venecia, que ocupa un lugar privilegiado en el Isolario de
Bordone –«microcosmo de un mundo entero»–, pero sin llegar a ser un
excluyente «alegato en pro de Venecia», Ette se dirige primero hacia las
Antillas Mayores, en particular hacia Cuba, descrita por el «intelectual de
Padua» como un «archipiélago». Recorre ahí el «paisaje transareal de la
teoría» en compañía de José Lezama Lima, cuya obra teórica y poética es
leída como «invitación a un pensamiento complejo», una «poética de lo
difícil», es decir, de todo «aquello que se encuentra en movimiento y
desarrollo, lo inconcluso y, en consecuencia, la forma en devenir». Ette
sigue su recorrido para encontrarse con Édouard Glissant y Sylvie Séma,
que ha vuelto de su viaje a la Isla de Rapa Nui.Y la Poétique de la relation
de Glissant toma así el relevo de la poética del movimiento que se
encuentra en La expresión americana. Las dos siguientes estancias nos
llevan ya hacia otras latitudes. Con los coolies de Khal Torabully nacido en
Port Louis en Mauricio, descubrimos los estragos de la tercera fase de la
globalización acelerada, lo que da pie, por un lado, al desarrollo de una
«poética de la migración» y, por otro, al desarrollo de un «teorema del
coral» –que puede competir con la teoría del rizoma–. Según Ette,
Torabully pretende dar voz a «todos aquellos que han sido excluidos por
la historia» y lo hace proponiendo «una escritura que se sabe en vínculo
con formas de escritura que desencadenan (en una situación comúnmente diaspórica) polilingüísticos imaginaires polylogiques et archipéliques».
Volviendo ya a Europa, aunque pasando por Asia, Ette acaba su viaje
examinando la obra poética y la poïesis de Yoko Tawada. Ve en ella «un
único y enorme libro (de) islas; un Isolario de los continentes y culturas,
lenguas y juegos lingüísticos, de los mundos-islas y de los mundos de
islas». O por decirlo de otra forma, oye y ve en la obra de la escritora
nacida en Japón, formada en Zúrich y que, en la actualidad, vive en
Berlín, «la polifonía y la polisemia programática, que sería paradigmática
de un islario del siglo XXI concebido globalmente».
Y antes de mostrar los puentes que se pueden tender entre el
«Worldwide – weltweit» de Ette, quien nos ha hablado «De la vida en
mundos transarchipiélicos» y las visiones de Berlage (sobre la migración),
Peñate Rivero (sobre el viaje) y López-Labourdette y Wagner (sobre una
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BÉNÉDICTE VAUTHIER
necesaria inversión del recorrido de los galeones), solo me queda por
decir que sea cuando habla de Lezama Lima, sea de Glissant, sea de
Torabully, Ottmar Ette pone énfasis en la dimensión relacional –no
esencialista– y archipiélica –no centralizadora– de unos pensamientos
irreductibles a ‘lo’ cubano, ‘lo’ caribeño, ‘lo’ americano, a ‘la’ créolité o a un
pensamiento afín a ‘la’ négritude.
Si Ottmar Ette –romanista de formación– es quien menos reparos
tiene a la hora de cruzar –alegre– las fronteras –también lingüísticas–,
no es el único en hacerlo. De hecho, Gustavo Guerrero concluía su
contribución declarando que «enfrentarse con la dificultad de decir un
presente distinto y aprender a formalizar una relación con el tiempo
que denote el cambio de régimen y de subjetividad» son los dos retos
que «más allá o más acá de sus respectivos contextos nacionales»
permiten reunir a un «grupo de poetas y escritores [latinoamericanos]
que empieza a darse a conocer en el fin de siglo».Y este tema «tiene un
alcance bastante más global».Y si en lugar de proyectarnos en el tiempo
hacia delante, como lo hicimos al principo con Vicente Luis Mora, nos
echáramos ahora para atrás, encontraríamos en su relectura de fray Luis
una correlación similar entre un cambio de régimen temporal –en este
caso, de los «últimos coletazos de un modo aún medieval de ver el
mundo» a otro ya moderno o premoderno– y de subjetividad. Como
escribe Mora,
del garcilasista «cuando me paro a contemplar mi estado» al luisiano «cuando
contemplo el cielo» de «Noche serena» hay algo más que una evolución poética,
y es el cambio del modo petrarquista de consideración del sujeto elocutorio a una
de las primeras apariciones en la poesía española del sujeto moderno, parcialmente
descentrado, que sale de sí para disolverse, mediante su mirada, en lo que le rodea,
en este caso el cosmos en versión noctívaga –y neopitagórica.
En este sentido, entender el concepto de subjetividad –moderna– de
fray Luis es condición sine qua non para entender su obra. Y cierro el
paréntesis y vuelvo a mi cruce de fronteras, geográficas, lingüísticas o
incluso ‘disciplinares’.
De hecho, tanto Pauline Berlage, como Adriana López-Labourdette y
Valeria Wagner abogan por una puesta en tela de juicio de las fronteras del
hispanismo (hispanoamericanismo) europeo; y la primera busca asimismo
las palabras para hablar de esta «mundialidad hispánica» sin caer en un
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PRELIMINARES (A UNAS TEORÍA/S ARCHIPIÉLICAS)
nuevo esencialismo, que parece difícil de evitar, sin embargo, si uno se
para a medio camino –es decir, en Latinoamérica– para alentar el
necesario proceso de «des-universalización –léase des-occidentalización–
de las artes». Eso es, a mi parecer, lo que se desprende de la contribución
de Adriana López-Labourdette y Valeria Wagner, «Del pensamiento a la
práctica decolonial».
A partir de una relectura crítica de varias obras, las dos ‘latinoamericanistas’ –las dos hispanistas– pretenden acercarse al «pensamiento
decolonial» representado por un núcleo de unas diez o doce personas
y una colectividad de argumentación, entre las que sobresale claramente la de Walter Mignolo, del que se toma en préstamo la etiqueta
‘decolonialidad’. Si las autoras dedican la parte central de su contribución a deslindar los contornos conceptuales de la decolonialidad
–contrastándola sucesivamente con los procesos de descolonización y
el discurso anticolonial, el pensamiento poscolonial y los estudios
culturales–, en las otras dos partes muestran más bien por qué sigue
siendo necesario «regionalizar a Europa y sus categorías». Lo que
equivaldría a abogar por una decolonialidad bien entendida, una de
cuyas especificidades es, sin duda alguna, su anclaje en «la historia y
experiencias de América Latina y el Caribe, proponiéndolas como
instancias cruciales para pensar la Modernidad desde su ‘otra cara’». Por
ese motivo, se puede entender por qué «la orientación decolonial
interpela muy especialmente al hispanismo, que cubre las historias
paralelas de España y sus colonias» –orientación suficiente quizá, para
cuestionar una lectura casticista de la conquista, como la que defiende
Ardila en la sección Varia, pero posible talón de Aquiles en un verdadero Worldwide–. Entre los ejemplos traídos a colación, nos
encontramos con la performance de Coco Fusco y Guillermo GómezPeña «Dos Amerindios aún no descubiertos» (1992), estereotipos de
salvajes domesticados y «muestra de decolonialidad avant la lettre». Sigue
después el análisis de una película La misión (de Roland Joffé) y un
texto El cuento del ventrílocuo de la guyanesa Pauline Melville, que,
aunque de lengua inglesa, sirven para ilustrar de forma contrastiva por
qué «la creencia en el poder de redención del arte se percibe como un
poder civilizatorio» en el marco colonial. Esta lectura se acaba con una
presentación de varios trabajos comparatistas de Mignolo, quien ha
dedicado especial atención a Guamán Poma de Ayala, en cuya obra
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BÉNÉDICTE VAUTHIER
puede «identificarse un proyecto de decolonización de las subjetividades y saberes indígenas, prueba de que hubo desde el principio de la
Modernidad un reconocimiento de la violencia del proceso moderno
de universalización».
Joven hispanista belga, Pauline Berlage comparte la preocupación de
Adriana López-Labourdette y Valeria Wagner y cree que el hispanismo
e hispanoamericanismo europeos –en la estela de lo que ya ha pasado
en el espacio francófono y anglófono– aún tienen que abrirse a
temáticas nuevas, en este caso, a la llamada «literatura de la migración».
Eso implica la «puesta en tela de juicio de los referentes culturales e
identitarios que, en la mitología colectiva, fundan y mantienen nuestra
historia literaria y cultural». Reanudando, por decirlo así, la contribución de Ette ahí donde la hemos dejado con Torabully y Tawada, pero
limitándose al ámbito hispano, Pauline Berlage quisiera aproximarse a lo
que hace la especificidad de «obras de ficción contemporáneas de escritoras y escritores hispánicos que se ‘relocalizaron’, sea por causa de un
exilio o de una migración más planificada». Por un lado, la utilización
del verbo ‘relocalizar’, objeto de una nota al pie, desvela el interés de la
investigadora por la interacción entre economía y desplazamiento, a
sabiendas de que en el proceso de globalización el desplazamiento
tiende a efectuarse «desde la periferia hacia el centro» –en su acepción
tradicional–. Por otro lado, la referencia inicial a escritoras y escritores
indica claramente que la investigadora considera también que no se
puede desvincular el objeto de estudio de cuestiones de «género,
etnicidad, clase y nacionalidad» sin arriesgarse a perder las implicaciones
sociales y materiales que tienen en los textos.
Como las dos latinoamericanistas, pero con un examen de obras más
reducido, Pauline Berlage desea ante todo ver lo que hace la especificidad
de la «literatura de la migración». En el primer apartado de su trabajo,
recoge así las primeras huellas de un debate que se ha abierto en el hispanismo (hispanoamericanismo) europeo a principios del presente siglo.
Entre las apelaciones y etiquetas barajadas por los críticos o los mismos
autores bi- o transnacionales, Berlage destaca las de «escritura migrante»,
«escritura líquida», «literatura de inquilinos» o «escritores ‘garcilasos’» y
recalca el papel jugado por dos teóricos: Santiago Roncagliolo y Antonio
Cornejo-Polar. En la segunda parte de su trabajo, estudia cinco rasgos que
deberían de permitir una delimitación de un corpus de «literatura de la
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PRELIMINARES (A UNAS TEORÍA/S ARCHIPIÉLICAS)
migración». Sin repetir cada uno de ellos, digamos con Berlage que la
denominación «literatura de la migración» implica que ésta
se centra en las obras que abarcan el tema de la inmigración desde la perspectiva
del país de llegada o de paso. He preferido este término al de «literatura migrante»,
ya que éste no enfatiza suficientemente la perspectiva de adaptación/cuestionamiento que implica la llegada y la instalación en un nuevo país –una perspectiva
que, desde luego, tampoco consigue transmitir la expresión «literatura de la
emigración».
En el tercer apartado («Mundialidad hispánica») –el más sugerente,
para mí–, Berlage parece tener ciertas dudas respecto de lo que conlleva
el uso de su etiqueta preferida en un mundo globalizado, en el que resulta
cada vez más utópico querer estudiar una realidad local desconectada del
resto del mundo. Que lo queramos o no, hablar de «literatura de la migración», implica, de alguna forma, referirse a fronteras nacionales, y, por lo
tanto, a posibles relaciones de poder entre centros y periferias, entre
colonizadores y colonizados. (Y de hecho, es lo que muestran LópezLabourdette y Wagner.) A menos que la etiqueta sea ya «redundante».
O que valiéndonos de las aportaciones complementarias de Edward Said,
Fernando Aínsa, Claudio Guillén u Homi K. Bhabha, entendamos ya con
Pauline Berlage por «literatura de la migración» «la que subraya los
aportes de los escritores extranjeros en un corpus nacional, un corpus que
solo existe gracias a la riqueza de intercambios, influencias y mezclas
variadas».
Para cerrar esta presentación de las contribuciones centradas en el
espacio y en contraposición a la inmigración, desplazamiento –¿viaje?–
más forzado que deseado, vuelvo al trabajo de Julio Peñate Rivero que
versa sobre el ‘viaje hispánico’. A diferencia de Berlage, quien se interesa
por un corpus ficcional, Peñate Rivero precisa que su campo de estudio
«no se refiere al viaje en la literatura de ficción», sino al «viaje factual,
efectivamente realizado por su autor y narrado luego por él» (lo que
excluiría también un viaje como el que emprende Sylvie Séma cuando
va a la Isla de Pascua para que Édouard Glissant pueda contar su viaje).
A esa primera condición se añade que «si el viaje es condición para la
existencia del relato», el libro no es el viaje. No obstante, es el libro, con
las distintas operaciones que supone su existencia (selección y organización de materiales, articulación y puesta en discurso), lo que interesa ante
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BÉNÉDICTE VAUTHIER
todo al estudioso. Y es lo que reflejan bien los cuatro planos (diégesis,
estructura, expresión y significaión) del esquema de análisis textual del
viaje hispano –verdadero vademécum– que a lo largo de los años Peñate
Rivero ha ido elaborando a partir del minucioso examen –verdadero
vaivén– de un amplio corpus de relatos que abarca más de cien años
(1898-1940, 1941-1980 y 1981-2006). Como en el caso de las tres
estudiosas latinoamericanistas, se reconoce en Peñate Rivero la voluntad
de forjar «un aparato conceptual que viene a ser como el léxico con el
que opera a la hora de enfrentarse a su objeto de estudio» y, al mismo
tiempo, la necesidad de adaptar y ajustar otro ya usado en otro género o
disciplina. En el presente caso, Peñate Rivero explica, por ejemplo, las
trampas que tienden al viajante conceptos como «ficcionalización»,
«descripción» y «digresión», que, si bien tienen equivalentes en la novela,
no han de entenderse a partir de ella. En definitiva, y como se desprende
de las palabras de cierre, embarcarse en el análisis de la materia viática
significa «revisar cánones, divisiones genéricas y jerarquías estéticas», es
decir, cuestionar «la historia misma de la literatura y su relación con el
conjunto de las ciencias humanas».
‘Revisar ideas recibidas, divisiones genéricas y jerarquías estéticas’, he
aquí un rótulo bajo el cual podría agrupar las tres contribuciones a las que
menos atención he prestado hasta ahora, ya que no cabían del todo ni en
una aproximación de carácter cronológico, ni menos aún espacial.
Concretamente, me refiero a los trabajos de Luis Beltrán Almería y
Fernando Romo Feito, de Marco Kunz y de Natalia Fernández.
En su artículo «La teoría de los géneros como filosofía de la historia
del discurso», Luis Beltrán Almería y Fernando Romo Feito pretenden
revisar la concepción clasificatoria de los géneros literarios heredada de
Platón y Aristóteles para proponer en su lugar una aproximación capaz de
dar cuenta, por un lado, de la dimensión histórico-evolutiva de la
enunciación y, por otro, del despliegue de los géneros del discurso. Según
se desprende de la conclusión, estas dos dimensiones difícilmente pueden
tener cabida en poéticas o estéticas a-históricas o abstractas –y los autores
cuentan entre ellas, no solo las de Platón y de Aristóteles, sino también la
de Kant–, centradas además en los únicos géneros miméticos.Yendo más
allá de lo que constituye el punto de arranque de los estudios clásicos de
teoría de la literatura, los dos investigadores desean situar la dimensión
estética de la cultura (con sus dicotomías, oralidad / escritura, por un lado,
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PRELIMINARES (A UNAS TEORÍA/S ARCHIPIÉLICAS)
seriedad / humorismo, por otro) en la «gran evolución de la humanidad».
Lo que les obliga a ampliar el marco de estudio a los géneros del discurso
en general y a bucear en los trabajos de antropólogos e historiadores que
se interesan por la comunicación humana. Al lado de los géneros llamados
«oblicuos» o «indirectos», géneros «del entretenimiento», «sin un nexo
directo con la actualidad» y que luego darán pie a los «géneros literarios»
stricto sensu, existen géneros directos, de la vida cotidiana, o «géneros de
actualidad». (Y se observará de paso cómo la dualidad de géneros remite
a una primera oposición temporal –presente / pasado– que se irá complejificando con «la irrupción de la historia y la aparición del espacio
público». De ellas, dará cuenta la Retórica de Aristóteles.) Volviendo a los
«géneros directos» o «de actualidad», cabe resaltar –y destacan los dos
teóricos de la literatura– el cotilleo y otros géneros del chismorreo.
«Según la antropología actual, dicen los autores, el cotilleo permite a las
hordas de sapiens establecer un grado de cohesión superior al de otras
especies humanas». El interés de la observación radica en que esta permite
luego a los autores relacionar esta forma diminuta de cohesión social con
formas exitosas de las nuevas tecnologías –Facebook, Instagram, etc.–,
cumpliendo de esta forma con su propósito de entender el arte –y la
estética– como una cadena con sus eslabones –imagen bajtiniana, si las
hay, como otras tantas nociones del artículo–. «Esa cadena arranca en los
orígenes de las hordas de sapiens y continúa en el futuro. Las obras son sus
eslabones y solo cobran sentido en la medida en que son momentos de
esa cadena.Y el sentido de la cadena es ofrecer un dominio para la reflexión».
La contribución de Marco Kunz, «Inhibición y destabuización en la
productividad de acontecimientos históricos» es sin duda alguna la que
más se resiste a la clasificación al inscribirse claramente en un más allá de
las categorías –literarias, históricas y hermenéuticas– tradicionales. Sin
embargo, me gustaría relacionar aquí el «acontecimiento histórico» –
punto de partida de «la productividad cultural»– con la categoría diminuta
que constituye el cotilleo, género de la actualidad y de la cohesión social.
Y por otro, con el nuevo régimen de historicidad que caracteriza nuestra
época –el présentisme–; una vivencia que Octavio Paz asentó en su
«experiencia como telespectador», lo que le llevó a experimentar el
tiempo como «un continuo y saturado presente que gira sobre sí mismo
sin llevarnos a ninguna parte», según recordó Guerrero.
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BÉNÉDICTE VAUTHIER
Dicho esto, y volviendo a la difícil clasificación, aclaro que Kunz no
habla de historia, sino de «acontecimiento histórico», categoría que, si
bien «ha retornado al centro del debate desde el comienzo de su rehabilitación en los años 70», se resiste a una definición simple. De hecho, ¿no
habla François Dosse de la Renaissance de l’événément considerándolo,
según reza el subtítulo de su libro, Un défi pour l’historien: entre sphinx et
phénix (2010)? Es más. Kunz tampoco habla del «acontecimiento histórico», sino de la «productividad cultural» al que éste puede dar pie: «El
enfoque centrado en la productividad cultural considera los sucesos históricos como punto de partida, como estímulo inicial que genera la
creación de obras». Finalmente, si hablar de «productividad cultural»
consiste en «privilegiar la ficcionalización y la autonomización […] del
acontecimiento originario», ello no siempre significa hablar de literatura,
de arte o de estética, ya que, como puntualizará Marco Kunz al finalizar
la parte teórica de su artículo,
Si, por ejemplo, una novela se convierte en una obra canónica de la literatura, esto
no tiene nada que ver con el acontecimiento histórico que tematiza –más aún, la
mayoría de las novelas longevas no ficcionalizan sucesos reales o lo hacen sólo de
manera ocasional, tangencial, y la mayoría de las novelas que se centran totalmente
en un suceso histórico son insignificantes en términos de historia literaria y
acogida por parte de la crítica–, sino con características intrínsecas al texto y
factores del campo cultural en que se desarrolla la recepción.
En definitiva, lo que interesa a Kunz es «indagar en las causas que
fomentan o frenan el proceso» de autonomización de los artistas frente
al acontecimiento histórico. En este caso, se hablará de «inhibición»,
mientras que en el primero se hablará de «destabuización». Dos
actitudes que, de forma metafórica, Marco Kunz relaciona con lo que
llama «pulsión nerónica» y «complejo adorniano». La segunda actitud –
vinculada con el escepticismo del filósofo alemán «ante la producción
cultural después del holocausto»– parece a priori bastante más fácil de
entender que la primera –¿morbosa?– que remite a esa «inclinación a
ceder ante la espectacularidad estética del acontecimiento». Sin
embargo, ésta es la que detiene la atención del investigador, quien se
desplaza de la destrucción de la capital del Imperio romano al
derrumbe de las Torres Gemelas, que muchos no solo vieron, sino
observaron caer en bucle –¿atrapados como el espectador de Paz en un
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PRELIMINARES (A UNAS TEORÍA/S ARCHIPIÉLICAS)
continuo y saturado presente que gira sobre sí mismo sin llevarnos a
ninguna parte?
Después de reflexionar sobre las «ambiguas» declaraciones que el
compositor Karlheinz Stockhausen hizo después del 11-S, en el marco de
este artículo, es ante todo la «matanza de Tlatelolco del 2 de octubre de
1968» –verdadero lieu de mémoire en la historia de México– la que sirve al
autor para ilustrar la distensión progresiva entre un determinado acontecimiento histórico y la producción cultural, es decir, el paso de la
inhibición a la destabuización. Un proceso que, en su conclusión, Kunz
simplifica en tres momentos. Y digo ‘simplifica’ porque, como Kunz
precisa en nota al pie, su reflexión –igual que la de Peñate Rivero– se
enmarca dentro de un proyecto de investigación más amplio –aún in
progress–, que abraza las repercusiones culturales de seis acontecimientos
culturales ocurridos en México y en España (1968 y 2004).
A la espera de más noticias del mismo, cierro, pues, esta presentación
haciendo observar que, de momento, Kunz parece haber encontrado una
respuesta a la incógnita que plantea la antes llamada ‘pulsión néronica’ en
una relectura original y en clave ‘paródica’ de una de las obras más citadas
de Walter Benjamin –crítico más citado también por nuestros autores8:
Los medios de comunicación aceleran la difusión e intensifican el impacto, de
modo que podríamos decir, parodiando el famoso título del ensayo de
Benjamin, que hoy día el acontecimiento se encuentra en la época de la
(re)productibilidad mediática de su aura. Pues ésta no se origina en la –ya
imposible– contemplación única del suceso original, sino en la repetición
masificada de las múltiples imágenes y los relatos proliferantes que lo construyen
y también lo ritualizan […].
Para cerrar la presentación de este bloque de ‘revisión de tópicos,
divisiones genéricas y jerarquías estéticas’, solo nos falta ahora volver de
Lausana a Berna, para presentar brevemente los objetivos que persigue
Natalia Fernández en su artículo titulado «El sentido de la comparación
poesía-pintura en la teoría literaria de la España áurea».
En su conclusión, Luis Beltrán Almería y Fernando Romo Feito se valen de la imagen estética de
la cadena. A través de una cita de Huyssens, que le sirve de conclusión, Guerrero remite a la concepción del tiempo de Benjamin. Mientras que Adriana López-Labourdette y Valeria Wagner, también
en su conclusión, proponen una relectura del concepto de historia de Benjamin, a partir de un
comentario alternativo al que hace Benjamin del Ángel Novus de Paul Klee.
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BÉNÉDICTE VAUTHIER
Como recuerda de forma humorística Natalia Fernández en el íncipit
de su artículo, con palabras que parecen inscritas a caballo entre la Biblia
y un cuento de hadas… «En el principio, fueron unos pocos versos
incluidos en el Arte poética de Horacio, [unos] versos que aspiraban a
aclarar un cierto aspecto de la naturaleza de la poesía». Paradójicamente,
estos versos fueron entendidos ‘de mala manera’, ya que, como se sabe
hoy, «las dos artes no se comparan propiamente en su dimensión formal,
sino en su proyección pragmática». Lo que no fue óbice, claro es, a la
fortuna horaciana.
Desbaratando las expectativas que acaba de crear en el lector,
Fernández precisa luego que, en realidad, la fórmula ut pictura poiesis
–fórmula agramatical, además– tampoco es un comienzo ex nihilo, ya
que las primeras comparaciones entre las artes visuales y la literatura
echan raíces… en los griegos. Y esta vez, antes que en Platón y
Aristóteles, quienes abonarán la hermandad dentro de sus poéticas
miméticas, arraigan en el siglo VI a. C. en la obra de Simónides de Ceos
que planteó –o plantó, para tratar de rivalizar con las metáforas botánicas
que Fernández siembra en su artículo– el símil en términos no solo
«afortunados», sino también de una radical modernidad. De hecho, él
habló de «la pintura como poesía silenciosa y la poesía como pintura
que habla».
La recontextualización pragmática de una fórmula malinterpretada
hecha auctoritas, la vuelta hacia un más allá de las poéticas de Platón y
Aristóteles no son las únicas vueltas de tuerca que pretende dar Fernández
en su examen interartístico. En efecto, entre quienes privilegian hoy la
etiqueta intermedialidad –para hablar, entre otros, del diálogo entre artes
plásticas y artes literarias– es costumbre dar un salto de la poética de los
griegos al Laocoonte o sobre los límites de la pintura y la poesía de Lessing, en
el que se encuentra, como se sabe, una oposición entre las artes del
tiempo y del espacio («Es bleibt dabei: die Zeitfolge ist das Gebiete des
Dichters, so wie der Raum das Gebiete des Malers»). El grueso del
trabajo de Fernández, en cambio, consiste en pasar revista a las aportaciones de seis tratadistas españoles: Fernando de Herrera, López de
Pinciano, Luis Alfonso de Carvallo, Francisco Cascales, Juan de Jáuregui y,
finalmente, Baltasár Gracián, escritas entre 1580 y 1648, con vistas a
mostrar «cómo Clasicismo y Barroco pueden revelarse en la manera de
mirar a la poesía y a su hermandad con la pintura». Además, y no era de
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menos, este mismo examen venía precedido de un breve y complementario examen de lo que el parangón interartístico debe ya no a la reflexión
poética, sino a la teoría del arte –entiéndase plástica– que nace en el
siglo XVI «con el objetivo primario de dignificar socialmente la pintura
desde presupuestos artísticos».
Estos nueve islotes teóricos, que se pueden alcanzar por distintos
caminos –temporales, espaciales o críticos– vienen completados, en la
sección Varia, por dos artículos.
En el primero, Juan Antonio Garrido Ardila vuelve sobre el ensayo de
Carlos Fuentes, Cervantes o la crítica de la lectura, publicado en 1976. Para
empezar, hace observar que si el ensayo de Fuentes se puede insertar en una
larga lista de ensayos, de carácter cervantista, los unos, de carácter quijotesco,
los otros, el de Fuentes es también mucho más –entiéndase, mucho menos–
que esto, ya que es, «por activa o por pasiva, un juicio histórico a España
y, por explícita añadidura, a los trazos españoles en los destinos de
Iberoamérica». O, como escribe Ardila unas líneas más abajo, «Fuentes
comienza su ensayo sobre el Quijote significándose como valedor de la tesis
que culpa a España de una conquista cruel y terrible». ¿Malhumorado?,
¿malherido?, Garrido Ardila considera su deber «acometer una evaluación
de ese enjuiciamiento de España y de cómo determina la configuración
de la lectura que Fuentes ejecuta del Quijote». Y después de haber
mostrado la afinidad de pensamiento que existe entre algunos argumentos
de Carlos Fuentes y otros de Américo Castro, la conclusión de Ardila será
inapelable: «Por razón de su metodología, Fuentes no alcanza una tesis tras
un análisis objetivo, sino que parte de una idea preconcebida y se sirve del
Quijote como ejemplo que la ilustre».
En «Análisis del dossier genético de ‘La muerte bailando’», un relato
recuperado de Ramón del Valle-Inclán», Adriana Abalo Gómez nos
ofrece, por su parte, las primicias de las pesquisas que está realizando en el
archivo de don Ramón del Valle-Inclán, del que se celebra este año un
triple aniversario: el 150 de su nacimiento, el 80 de su fallecimiento y, con
él, el paso inminente de su obra publicada al dominio público. En
concreto, valiéndose de la critique génétique, metodología francesa de
estudio de los borradores de trabajo de autores contemporáneos, Abalo
Gómez se interesa por el proceso de escritura que se puede observar en
«La muerte bailando», tesela de El Ruedo Ibérico, obra inacabada del
escritor gallego, por motivos aún desconocidos. Después de presentar
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BÉNÉDICTE VAUTHIER
algunos aspectos relevantes de la historia textual de El Ruedo Ibérico, Abalo
Gómez nos facilita una presentación pormenorizada de las piezas que
configuran el dossier genético de la obra estudiada, antes de sacar unas
primeras conclusiones sobre el tipo de escritura –à processus– que caracterizaría el modus escribendi del escritor.
No quiero cerrar estas líneas preliminares sin hacer constar mi agradecimiento a Esther Inniger, estudiante de la Universität Bern, por su valiosa
ayuda en la maquetación del presente volumen.
Bénédicte VAUTHIER
Universität Bern
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