T E R C E R A
É P O C A
A B R I L
J U L I O
D E
2017
45
67
P E S O S
N Ú M E R O
ISSN: 1870-5650
Museos y etnología
SECRETARÍA DE CULTURA
María Cristina García Cepeda
Secretaria
INSTITUTO NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA
Director General
Diego Prieto Hernández
GACETA DE MUSEOS
Director fundador
Felipe Lacouture Fornelli †
Secretaria Técnica
Aída Castilleja González
Secretario Administrativo
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Coordinadora Nacional de Difusión
Adriana Konzevik Cabib
Coordinador Nacional de Museos y Exposiciones
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Directora de Exposiciones, CNME
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Comité editorial
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Fernando Félix y Valenzuela
Denise Hellion Puga
Miriam Kaiser Wachsmann
María del Consuelo Maquívar
Thalía Montes Recinas
Bertha Peña Tenorio
Carlos Vázquez Olvera
Director de Museos, CNME
Juan Garibay López
Directora Técnica, CNME
Coordinadora del número
Gloria Falcón Martínez
Mónica Martí Cotarelo
Subdirector de Exposiciones Internacionales, CNME
Miguel Ángel Trinidad
Directora
Gloria Falcón Martínez
Subdirector de Museografía, CNME
Jesús Álvarez
Subdirector del Centro de Documentación e Investigación Museológica, CNME
Alejandro Sabido Sánchez-Juárez
Subdirector de Documentación, Información y Normas, CNME
Fotógrafo
Gliserio Castañeda García
Edición y diseño
Raccorta
Alberto Salazar
Encargada del despacho de la Dirección de Publicaciones, CND
Alejandra García
Subdirector de Publicaciones Periódicas, CND
Benigno Casas de la Torre
Portada Entrada a la sala Noroeste: Sierras, Desiertos
y Valles. Se utilizan fotografías de gran formato y
una pieza que atrae la mirada del visitante
Fotografía © Gloria Falcón
GACETA DE MUSEOS, tercera época, núm. 67, abril-julio de 2017, es una publicación cuatrimestral editada por el Instituto Nacional de
Antropología e Historia, Secretaría de Cultura, Córdoba 45, Col. Roma, C.P. 06700, Deleg. Cuauhtémoc, Ciudad de México. Editor
responsable: Benigno Casas de la Torre. Reservas de derechos al uso exclusivo: 04-2012-081510495800-102, ISSN: 1870-5650,
ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Certificado de Licitud de Título y Contenido: 16122, otorgado por la
Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretaría de Gobernación. Domicilio de la publicación: Insurgentes
Sur 421, séptimo piso, Col. Hipódromo, C.P. 06100, Deleg. Cuauhtémoc, Ciudad de México. Imprenta: Taller de Impresión del INAH,
Av. Tláhuac 3428, Col. Culhuacán, C.P. 09840, Deleg. Iztapalapa, Ciudad de México. Distribuidor: Coordinación Nacional
de Difusión del INAH, Insurgentes Sur 421, séptimo piso, Col. Hipódromo, C.P. 06100, Deleg. Cuauhtémoc, Ciudad de México. Este
número se terminó de imprimir el 23 de junio de 2017 con un tiraje de 1 000 ejemplares.
Las opiniones vertidas en los artículos de GACETA DE MUSEOS son responsabilidad de los autores.
Prohibida su reproducción parcial o total con fines de lucro.
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NÚMERO 67 •ABRIL-JULIO DE 2017
Sumario
3
4
Presentación
Los otros que también son yo. Las salas
etnográficas del Museo Nacional de Antropología
desde los visitantes
44
Eréndira Muñoz Aréyzaga
12
Yumanos, Jalkutat, el Mundo
y la Serpiente Divina
Verónica Ortega y Jorge Gamboa
54
Donaciano Gutiérrez y Rafael Balverde
20
61
Milpa, pueblos de maíz: exposición acerca de la
diversidad del patrimonio biocultural del país
Luis Felipe Crespo
36
Estudios etnográficos y etnológicos
de público
José Luis Ramos
Museo El Leander: estrategias y resultados
de la investigación para su construcción
Cristopher Vargas
Amazonía: una propuesta
de comunicación visual
Cristina Martínez
28
PUENTES
Moche y Teotihuacan: una aproximación
intercultural a Mesoamérica y los Andes:
experiencias de una exposición museográfica
binacional
RESEÑAS
Semblanza de la arquitecta
Yani González de Herreman
Carlos Vázquez Olvera
63
Noticia. In memoriam Esperanza Muñoz
FOTO DEL RECUERDO
Salón núm. 1 del Departamento de Etnografía
Aborigen, dedicado a las artes e industrias
etnográficas, ca. 1924
Thalía Montes Recinas
GACETA DE MUSEOS
1
Sin maíz no hay país, árbol de la vida Fotografía © Gliserio Castañeda
2
GACETA DE MUSEOS
Presentación
Museos y etnología es el nombre que hemos dado a esta entrega de GACETA DE MUSEOS. Para este
número reunimos colaboraciones que retoman la experiencia de trabajo, ya sea desde el estudio de la
recepción de los mensajes en los públicos, los diseños gráfico y museográfico, los criterios para elaboración de un guion científico o la propuesta de hacer una etnografía en los museos.
Iniciamos con las líneas en que la investigadora Eréndira Muñoz expone parte de los resultados de
su investigación a los públicos que asisten a las salas etnográficas del Museo Nacional de Antropología.
En su texto ofrece algunos datos cualitativos que deberán tomarse en cuenta para las políticas de exhibición de colecciones etnográficas en recintos museográficos.
Dos artículos se centran en el trabajo de diseño. En “Yumanos, Jalkutat, el Mundo y la Serpiente
Divina”, el investigador Donaciano Gutiérrez y el museógrafo Rafael Balverde describen las soluciones
museográficas que diseñaron en conjunto para visibilizar a los grupos de habla yumana desde una mirada de respeto por su cultura. Por su parte, Cristina Martínez, museóloga y diseñadora, nos describe las
soluciones de diseño gráfico para comunicar los mensajes de la exposición Amazonía. Pueblos de selva. El
desarrollo del proyecto de diseño sirve también para que la autora subraye la importancia del papel del diseñador como comunicador, del trabajo en equipo y de la necesidad de dar unidad a todos los elementos
gráficos de las exhibiciones, como son las cédulas de mano, las infografías, las invitaciones y las carátulas
para la difusión de las actividades paralelas a la exposición, entre otros.
Luis Felipe Crespo nos comparte en su texto el sentido de la curaduría de la exposición Milpa, pueblos de maíz, y a la vez la destaca como un ejemplo de trabajo multi y transdisciplinario. El diseño del
guión es un ejemplo de curaduría que da seguimiento a las líneas generales de experiencias curatoriales previas en el Museo Nacional de Culturas Populares, a la vez que aporta nueva información y sensibiliza a los visitantes para pensar en el México contemporáneo.
Terminamos la primera sección de la revista con otra colaboración sobre estudios de público. El ensayo del etnólogo José Luis Ramos sugiere algunas consideraciones metodológicas para hacer etnografía acerca de las visitas a espacios de exhibición del patrimonio.
La sección Puentes la integran dos trabajos que nos acercan a Perú y Venezuela, respectivamente. En
el primer artículo, Verónica Ortega y Jorge Gamboa nos permiten conocer una exposición arqueológica
sobre las culturas moche y teotihuacana. Desde su diseño, la exposición se pensó para exhibirse en ambos países, y lo ha hecho despertando un gran interés tanto por parte de académicos como de visitantes en general. En el segundo artículo, el investigador Cristopher Vargas expone parte de las estrategias
de investigación que dieron como resultado la construcción de un museo que toma la forma del barco
Leander, símbolo de la independencia en Venezuela.
En las reseñas, incluimos en este número parte del discurso con que el ICOM reconoce la importante trayectoria de la arquitecta Yani González de Herreman.
Por último, en la Foto del recuerdo Thalía Montes nos muestra la imagen de una de las siete salas de
etnografía con que contaba el Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía. Tanto el texto como el documento fotográfico generarán interesantes reflexiones acerca de los cambios y continuidades
que se han dado en la exhibición de objetos etnográficos en nuestros museos ✣
Gloria Falcón Martínez
GACETA DE MUSEOS
3
Los otros que también son yo.
Las salas etnográficas del Museo
Nacional de Antropología
desde los visitantes
Eréndira Muñoz Aréyzaga*
El Museo Nacional de Antropología (MNA) es uno de los más
importantes de México y se encuentra posicionado como
centro de investigación, divulgación y “la institución más representativa de la identidad mexicana y sus acciones se han
encaminado permanentemente al fortalecimiento e impulso del orgullo de nuestra identidad” (Solís, 2004: IX). Varias discusiones1 se han suscitado acerca de la forma en que
la dimensión nacionalista de este recinto ha subordinado su
potencial de convertirse en una verdadera herramienta de
educación no formal y en un espacio museográfico creativo,
tal vez por inercia o el habitus2 de los productores del museo,
que aportan elementos estéticos y discursivos que consolidan
la narrativa nacionalista.
En el presente artículo expongo algunos temas que investigué entre 2009 y 2011 en el MNA. Al realizar la investigación
que expongo aquí, mi preocupación fue entender el significado del museo en la actualidad; es decir, cómo se construye una narrativa que provoca el orgullo por la nación y qué
papel juegan en ella sus dimensiones educativa y de esparcimiento; asimismo, cómo lo experimenta el público y, si no es
así, descubrir cuáles son sus significados. A partir de lo anterior se efectuó un estudio de públicos en ambas secciones
del museo, la arqueológica y la etnográfica. En este trabajo
nos referiremos a la segunda.
Si bien para este caso existen antecedentes de estudios de
público desde el ámbito académico e institucional (Orellana, 1981; Gándara, 2000; Montemayor, 2000; Muñoz, 2000;
Massa, 2004; Maceira, 2009), consideré que, para lograr mi
objetivo, requería un análisis sistémico o complejo. Para
cumplir esta tarea partí de que todo producto museográfico
implica el cumplimiento de objetivos determinados, científicos, actitudinales u otros, los cuales se transmiten mediante
estrategias que producen un significado en el visitante acerca
de las exposiciones, como los objetos, las cédulas y el manejo
del espacio, en tanto que es productor de múltiples discursos
que serán leídos por los diversos públicos. Primero fue necesario comprender la propuesta museográfica, la idea científica y la intención de transmitirla; después, su representación
museográfica y evaluar su correspondencia con estos objetivos, y, por último, enfocarme en la comprensión de la experiencia museográfica de los públicos, lo cual me permitió
observar distintitas formas de interacción y los significados
resultantes.
LA PROPUESTA MUSEOGRÁFICA
Para comprender el concepto científico de las salas etnográficas y la intención de transmitirlo, entrevisté a la mayoría
de los curadores que las producen.3 En un apretado resumen, y si bien existen diferentes perspectivas, los curadores
coincidieron en que su objetivo era fundamentalmente educativo, por lo que consideraron que su misión era rescatar,
investigar en forma consensuada, catalogar y divulgar el
patrimonio cultural de los pueblos indios para mostrar las
diferentes formas de pensar e interpretar al mundo, todo esto a partir de objetos estéticamente relevantes o importantes
en el ámbito simbólico para los indígenas y, por otro lado,
presentar –más que representar– a los pueblos indios, de
modo que sean ellos quienes decidan sus formas de representación para mostrar sus realidades en el siglo XXI, partiendo de una relación horizontal con ellos. Respecto a los
objetivos actitudinales, identifiqué los siguientes: la revaloración, el respeto y el aprecio por las diferencias culturales
y la importancia de que éstas existan, así como promover el
interés por la cultura viva, incluso el orgullo, haciendo una
reverencia a los indígenas.
En este trabajo no ahondaré en la representación museográfica de los grupos étnicos y la evaluación de su correspondencia con la realidad, pero sí mostraré cómo la museografía
Reproducción de cruz atrial en la sala Nahuas, MNA Fotografía © Gloria Falcón
GACETA DE MUSEOS
5
apoya de manera efectiva la transmisión de los objetivos actitudinales mediante estrategias museológicas y museográficas
específicas. Un ejemplo de estas estrategias lo apreciamos en
la sala Noreste: Sierras, Desiertos y Valles, donde la museografía subraya la espectacularidad de los objetos: un modelo de exhibición similar al de las salas arqueológicas, el cual
ha mostrado su eficiencia para provocar al visitante al resaltar las cualidades estéticas, o bien la utilización de fotografías
de indígenas en gran formato, colocadas por encima del campo
visual de los visitantes, que obliga a mirarlos hacia arriba, emulando el resultado de la exposición y otorgando un respeto
por las diferencias culturales.
ESTUDIO DE PÚBLICO
El desarrollo del estudio implicó generar y aplicar diversas
herramientas en una muestra inicial de 348 visitantes, que a
continuación describo brevemente:
1 Cuestionarios de salida, los cuales constan de cuatro aparta-
dos: a) perfil del público (edad, género, ocupación, interés
en visitar museos y en sus temáticas, nivel de conocimientos, motivación y naturaleza de la visita, tiempo de recorrido), b) aprovechamiento de recursos de administración de
Visitantes observando la Piedra del Sol Fotografía © Gliserio Castañeda
6
GACETA DE MUSEOS
la información y actitudes hacia los mismos (cédulas, videos, visitas guiadas, audioguías), así como opiniones sobre
la museografía y el recorrido sugerido, c) aprovechamiento
de la oferta discursiva (salas recorridas, piezas y salas más
gustadas, conocimientos adquiridos) d) compenetración
con el recorrido estructurado y distribución en salas y niveles. Aplicados a 180 visitantes.
2 Entrevistas cortas para conocer a mayor profundidad la forma en que el espectador interactúa con los distintos tipos
expositivos de las salas (piezas en solitario, vitrinas, dioramas). Aplicadas a 118 visitantes, la mayoría estudiantes de
secundaria, preparatoria, universitarios y, en menor medida, a otros grupos etarios.
3 Narrativas del recorrido por parte de los propios espectadores (relatos escritos o grabados). Se realizaron 20, sobre
todo de espectadores de entre 18 y 20 años.
4 Etnografía o seguimiento de recorrido. Se realizaron 40
ejercicios de seguimiento a diversos grupos, a personas
solas, familias y grupos escolares, donde se trazaron sus
rutas de recorrido, tiempo de estancia en salas y elementos museográficos a los que dedicaron mayor atención.
Además, se anotaron los comentarios que pudieron ser
captados.
A partir de los primeros tres instrumentos, que sumaron 318
–ya que no conté con información certera del perfil del público de los seguimientos–, referiré algunos hallazgos, de
modo que no se reporta el total de los resultados para cada
rubro. Identifiqué que el grupo etario mayoritario se encontraba entre los 16 y los 20 años (32%), seguido por el de 12
a 15 (20%) y de 21 a 25 (17%), mientras que el último grupo era de más de 65 años (2%). Decidí no aplicar el cuestionario a menores de 12 años, por lo que el grupo no quedó
representado. En consecuencia, la ocupación mayoritaria fue
la de estudiantes (69%), seguida por las madres de familia
dedicadas a labores en el hogar (5%), la docencia y las humanidades (ambas 4%), y al final los grupos dedicados a áreas
médicas (1%).
Respecto a las predisposiciones afectivas –es decir, el gusto– relacionadas con las temáticas del museo, se pidió a los visitantes que evaluaran su interés del 1 al 10. Así, la etnografía
que refiere a las salas sobre los pueblos originarios obtuvo 7.9,
y las salas arqueológicas, 8.5. Para las predisposiciones cognoscitivas –o el nivel de conocimientos que consideran tener los
públicos sobre las temáticas del museo–, 180 visitantes evaluaron su nivel de conocimientos en ambas temáticas. Es relevante que la mitad de ellos consideraron tener nulos o muy pocos
conocimientos acerca de los pueblos indios, mientras que 24%
pensó lo mismo sobre la historia prehispánica. Sin embargo,
58% consideró la necesidad de contar con mayores conocimientos previos para comprender mejor al museo. Sobre la
práctica de visitar museos, 90% declaró que les gustaban, pero sólo 8% acude una vez al mes a ellos, por lo que no es una
práctica común. En correspondencia con la información anterior, en cuanto a las motivaciones de la visita, la mayoritaria fue
la escolar (43%), seguida por el aprendizaje (41%), la recreativa (29%) y, por último, aquellos que van obligados por acompañar a alguien (0.3%).
Sobre el aprovechamiento del espacio del museo, la mayoría recorrió entre una y tres salas (26%), seguidos por
quienes visitaron entre cuatro y seis (19%) y, al final, los que
recorrieron más de 16 salas (2%). A pesar de que hubo personas que declararon haberlo recorrido todo (12%), en los
seguimientos notamos que, de los 40 grupos observados,
ninguno lo hizo. Es difícil mostrar la variabilidad de formas
de recorrer el museo reflejadas por las etnografías realizadas. Sin embargo, por el tiempo dedicado a cada sala, y reconociendo que a partir de todos los recorridos el promedio
por sala fue de 35 minutos, podemos clasificarlos como “exhaustivos”, cuando los visitantes dedicaron más de una hora
Diorama de boda mixteca, MNA Fotografía © Gliserio Castañeda
GACETA DE MUSEOS
7
Árbol de la vida, MNA Fotografía © Gloria Falcón
a una sala –el tiempo mayor fue de 1.5 horas–, y “superficiales”, cuando se dedicaron menos de 15 minutos a cada una
–un grupo de estudiantes recorrió cinco en 20 minutos–.
Con un ritmo superficial de recorrido, el museo se completaría en 1.5 horas; con un ritmo promedio, en 12 horas con
25 minutos, y con el exhaustivo, en 23 horas.
A partir de los datos que refirieron los encuestados sobre
las salas que recorrieron, la distribución de visitantes en las
salas etnográficas señaló a la sala de Pueblos Indios como la
más visitada, seguida por la de Nahuas y la Noreste. La más
gustada fue la de Oaxaca, con siete menciones, seguida por
Pueblos Mayas, con tres, y el resto con dos menciones, salvo
las de Sierra de Puebla y Otopames, que no fueron referidas. Los datos contrastan con las salas arqueológicas, pues las
más gustadas fueron la Mexica, con 66 menciones, y la Maya,
con 54. En relación con los objetos predilectos, las salas arqueológicas presentaron un mayor número de elementos, si
consideramos que la escultura monumental fue mencionada
por 124 personas. En las salas etnográficas, los más gustados
fueron los contextos habitacionales recreados con maniquíes,
mencionados por 15 visitantes, y los textiles, referidos por 10.
8
GACETA DE MUSEOS
LA EXPERIENCIA MUSEOGRÁFICA
En este apartado, y a partir del análisis del discurso de las narrativas del público y las entrevistas cortas, se muestra la diversidad de experiencias de los públicos al recorrer las salas
etnográficas. No se trata de un recuento del comportamiento de los visitantes en ellas, sino de ofrecer elementos para entender el resultado de la interacción del visitante con
la propuesta museográfica y cómo la resignificó o interpretó,
así como de comprender a cuáles elementos museográficos
respondió.
Partimos del entendido de que ésta es una experiencia
compleja que apela de manera continua a la razón, las emociones, las sensaciones y a la subjetividad del visitante, que
integra un complejo sociocultural, un conjunto de saberes instituidos socialmente que estarán en constante diálogo con la
propuesta museográfica, pues no existe en términos psicoanalíticos un “yo desnudo” que se desprenda de sus condicionamientos sociales (Muñoz, 2015: 360-362).
Otro elemento que también consideré fue que el tipo de experiencia se encuentra condicionado por la propuesta museográfica; entre más referentes, claves de lectura o pistas aporte
la exhibición en el plano visual –ya que éste es el más relevante para el público (Santaca y Serrat, 2005: 93)–, la experiencia
será más compleja, la interacción más prolongada, el visitante
usará todas sus competencias, realizará deducciones y reflexiones, se remitirá a su subjetividad, a sus experiencias vividas y
existirá un diálogo continuo.
De esta forma, en las salas etnográficas clasifiqué tres tipos expositivos determinados por la forma en que se disponían los objetos y elementos de apoyo para guiar la lectura
del visitante, y supuse que condicionarían el tipo de experiencia: “protagónica”, cuando el objeto se exhibía en solitario, por lo que su significación estaría construida por él
mismo –por ejemplo, un árbol de la vida que así se expone–; “normal”, cuando se trataba de la puesta en común por
relaciones significantes de los objetos en vitrinas, y “contextual
dinámica”, que representa visualmente la fabricación de un
contexto que explicita las relaciones significantes entre los
objetos y las figuras humanas, en escenas congeladas que
muestran las actividades de un grupo de familias o una familia, como es el caso de los dioramas.
El análisis de las experiencias implicó un ejercicio de clasificación –una separación artificial si se quiere– de los tipos
de experiencia, desde la más simple hasta la más compleja, en tanto que –insisto– se partió de la idea de que estaba
condicionada por la propuesta museográfica. Lo anterior no
quiere decir que los públicos se adscriban a un solo tipo de
experiencia, pues un solo visitante es capaz de experimentar
todos los tipos que mencionaré.
La experiencia más simple involucra sobre todo a los sentidos, pues se trata de una exploración sensorial del objeto, y
pareciera que éste pierde su cualidad de símbolo. Por ejemplo,
en la sala Pueblos Mayas de Tierras Altas existe una vitrina que
representa la organización social y, específicamente, los roles y
tareas de los niños mediante vestimenta, juguetes y fotografías;
a pesar de la coherencia de los elementos, un visitante declaró
que vio “ropa”. Esto también ocurrió en las salas arqueológicas
y mayoritariamente entre alumnos de secundaria, aunque no
todos lo experimentaron así. Sin embargo, las experiencias de
este tipo, que son las menos, resultaron de visitantes que decían ir obligados; es decir, existe un sustrato afectivo negativo
que limita la interacción. Lo anterior se reafirma con otro visitante que comentó acerca de una vitrina de producción artesanal de la sala Nahuas: “No es que no me gusten estas cosas, pero
las puedo ver en vivo, comprarlas, ponérmelas, tocarlas; son comunes. Las hacen las marías o en los pueblitos. No se me hacen
piezas de museo. No llaman la atención”. Independientemente de lo que se infiera de este comentario, lo importante para el
caso es que, al existir ese sustrato negativo, relacionado con los
condicionamientos socioculturales, el visitante decidió no seguir interactuando con la sala y salió de ella.
El tipo de experiencia siguiente involucra sobre todo las
sensaciones y las emociones, y se remite a aquellos visitantes quienes, al mirar los objetos, quedan impresionados por
sus motivos estéticos, y pareciera que por un momento éstos
pierden su cualidad de símbolos. Esto ocurre con frecuencia
en las salas arqueológicas, con los tipos protagónicos, con la
Piedra del Sol o el Penacho de Moctezuma; en el caso de las etnográficas, también sucede con el árbol de la vida de la sala
Pueblos Indios –“Es muy grande, vistoso y colorido”– y con
el huipil de la Malinche, que actualmente no se encuentra exhibido –“Es muy impresionante”.
En el tercer tipo de experiencia ocurre un ejercicio de
mayor interacción; existe un diálogo continuo entre el visitante y los objetos, y lo visto se transforma en otra cosa: un
indicio, un signo y un símbolo cultural, porque no sólo juega la subjetividad del espectador, sino que también se coloca
como miembro de un colectivo social. Así, los parámetros de
significación y los imaginarios sociales se accionan para interpretar o resignificar la propuesta museográfica.
En el caso de las salas arqueológicas existe una interpretación del objeto que se remite sobre todo a definir su función,
de manera cercana a los objetivos museográficos propuestos
por algunos curadores. No obstante, de acuerdo con el estudio
de público realizado, en las salas etnográficas ocurre también
una experiencia estética compleja y una resignificación. Ésta
comienza con el asombro, pero aquí “implica el inicio del encuentro con otro, al extrañarnos en otro, el yo asciende a una
realidad que lo engaña” (Goldstein, 2005: 37). El espectador
es convocado a remontarse a otros tiempos y lugares mediante
indicios que activan un retroceso temporario o una transmutación espacial, un recuerdo imaginario, en el que los espectadores
construyen una realidad distinta y resignifican los objetos mirándose como si fueran los otros.
Para Freud (2003: 257), los objetos maravillosos o, por
el contrario, los ominosos, los extraños, tienen esa cualidad
de proyectar la “singular sensación […] de que uno ya habría vivenciado exactamente eso mismo, que habría estado
alguna vez en idéntica situación”. Es como si se fuera un “yootro” y, como señala Zunzunegui (2003), ocurre un cambio
en el espectador de “querer-saber” a “querer-ser uno” con el
objeto, por lo que suspende la interacción con los objetivos
museográficos propuestos, en tanto que su capacidad creadora genera nuevos o diferentes sentidos a los originalmente planeados.
En las salas arqueológicas la experiencia de interactuar
con una cabeza olmeca resulta en interpretaciones del tipo:
“Imagino y tengo entendido que este tipo de esculturas de
piedra y de esas magnitudes deben de estar dedicadas a algún dios olmeca, para conmemorarlo”, mientras que en las
etnográficas la representación de una boda mixteca en la sala Pueblos Indios es interpretada así por los visitantes entrevistados: “Es una muestra de dos cosas: del mestizaje y que
Diorama de boda mixteca, MNA Fotografía © Gloria Falcón
GACETA DE MUSEOS
9
el consumismo ha penetrado a todos los rincones, transformando la vida de todos. Escogieron bien la Coca-Cola porque es el símbolo del consumismo y la globalización”. O
bien: “Es una muestra de cómo la tradición se ha mezclado
con la modernidad y nos podría poner en igualdad de circunstancias, pero reconozco que las diferencias existen, pues
no tienen acceso a todo lo que deberían y merecerían tener”.
Podríamos sumar más interpretaciones de este tipo, que en
el caso de estas salas sólo ocurre con el tipo expositivo contextual dinámico. Sin embargo, reflejan claramente el tipo de
reflexiones que suscitan.
En la experiencia estética compleja, en la que refería que
el espectador se coloca como si fuera los otros, una visitante
comentó sobre la sala Puréecherio:
Había muchos maniquíes representando diferentes formas de
vida. En una casa estaban un par de niños jugando con las canicas. Recuerdo que, cuando era niña, mis primos jugaban mucho
con ellas. Jamás aprendí, pero me gustaba verlos. Esa representación me trajo recuerdos y llegaron a mí sentimientos, no sé,
como de nostalgia. Así que ahí me quedé a observar; además
tenía sonido de alguien hablando en náhuatl, otomí o mazahua, y me gustó.
Otro caso fue en la sala Pueblos Mayas:
Lo que más me interesó del segundo pueblo, que era el de los
Mayas de la Montaña, es la forma de sus casas y el material con
el que las construyen, como las puertas de madera, las tejas, las
paredes de adobe, y en ellas cuelgan […] colocan los clavos para colgar sus ollas, etc. Todo eso me hizo recordar mi pueblo
lindo, la casa de mi abuelita, de vecinos y conocidos. Había un
instrumento que aún utiliza mi tía para hacer el queso de vaca,
no sé si antes lo ocupaban para eso, pero es igualito.
Si quisiéramos evaluar el resultado de las salas etnográficas
sólo a partir de los objetivos científicos que declararon los
curadores de estas salas, difícilmente arrojaría un dato positivo. Sin embargo, en el caso de los objetivos actitudinales las
técnicas de investigación mostraron que se cumplen en distintos niveles y provocan reflexiones sobre la desigualdad,
la discriminación y la revaloración de las diferencias cultu-
Diorama que representa la unidad familiar en la sala Puréecherio, MNA Fotografía © Gloria Falcón
10
GACETA DE MUSEOS
rales, expresadas en distintos comentarios, como el del visitante que decidió abandonar la sala Nahuas porque desde su
perspectiva no mostraba “piezas de museo”, y que al final de
su recorrido concluyó:
Ana Lazcano, Guadalupe de la Torre y María C. Obregón (1993) realizan un análisis de guiones del Museo del Templo Mayor, el Museo Nacional de Historia y el Museo Nacional de Antropología, y concluyen que están planteados a partir de la noción
de historia oficial y la política educativa dominante, las cuales determinan el discurso, forzando a que las temáticas de los museos se adecuen a ello y limitando la
Son pueblos diferentes y es que ellos se enfocan en tradiciones.
Es difícil que convivamos todos y respetar las diferencias; pero
no hay que pensar que mi forma de ver es mejor que otra. Sólo son puntos de vista diferentes, pero al final todos queremos y
buscamos lo mismo, convivimos en el mismo espacio.
generación de otro tipo de propuestas que ofrecerían una visión más global y com-
Esto es posible porque la interacción entre el visitante y las
formas expositivas de las salas etnográficas y, específicamente, los dioramas, permite una identificación entre el visitante
y lo expuesto, pues tienen la capacidad de colocarlos en el lugar del otro.
Los estudios de público son una herramienta fundamental cuyas potencialidades son distintas, ya que permiten evaluar el cumplimiento de los objetivos de los museos, pero
también comprender su función social a partir de los múltiples significados y formas de interactuar de los visitantes con
el espacio museográfico, lo cual es posible observar a partir
de estudios como el que reseñado aquí, y cuya utilidad es asimismo que los curadores valoren si el cumplimiento de los
objetivos actitudinales –lo cual no es un aspecto menor– resulta suficiente para ellos.
Si bien las salas etnográficas podrían ser distintas –una tarea pendiente de reflexionar es para qué y cómo representar la vida de otros en un museo–, habría que pensar que
una de las tareas de la antropología es mostrar la diversidad
cultural y –como es la intención de los curadores– ayudar a
valorar las diferencias culturales, aprender a verlas como necesarias y enriquecedoras, como propias de un nosotros, como parece cumplirse en la narrativa de los visitantes que aquí
se mostraron.
No obstante, el reto es entender si las estrategias museográficas son las adecuadas para enseñar a relacionarnos de
mejor forma con los otros –de manera respetuosa o, en todo caso, tolerante–, o si por otro lado hay que replantearlas
cuando hay visitantes que sugieren que es mejor mostrar la
realidad tal cual es; por ejemplo, cuando una señala: “Lo que
allí está parece que no existe, es como el pasado, pero no es
así, y habría que verlo como es en realidad, y es en el presente, cuando se ha perdido casi todo” ✣
fía, Catalina Lazcano, curadora de la sala Puréecherio, María Eugenia Sánchez, de
pleja del pasado.
2
El concepto de habitus surge de la teoría de Pierre Bourdieu, y se refiere a los es-
quemas de actuación, pensamiento y sentir compartidos por personas de una posición social similar.
3
En 2009 se entrevistó a Alejandro González, entonces subdirector de Etnogra-
la sala Pueblos Mayas de la Montañas, Lourdes Báez, de la sala Nahuas, Leopoldo Trejo, de la sala Costa del Golfo, y Donaciano Gutiérrez, de la sala Noreste: Sierras, Desiertos y Valles.
Bibliografía
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Gándara, Manuel, “La comunicación entre el Museo Nacional de Antropología y su
público”, 2000, en línea [http://www.estudiosdepublico.inah.gob.mx], consultado el 25 de enero de 2016.
García Canclini, Néstor, “¿A quiénes representan los museos nacionales? El Museo
Nacional de Antropología ante la crisis del nacionalismo moderno”, en R. Bonfil Castro et al., Memorias del simposio: Patrimonio, Museo y Participación Social, México, INAH, 1993.
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Santaca, Joan y Nuria Serrat (coords.), Museografía didáctica, Barcelona, Ariel, 2005.
Notas
1
Por ejemplo, García Canclini (1993) observa, a partir del análisis del discurso mu-
seográfico del Museo Nacional de Antropología, que las ciencias antropológicas se
subordinan en los escenarios del recinto para construir un discurso nacionalista.
Solís, Felipe (coord.), Museo Nacional de Antropología. Libro conmemorativo del 40
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Zunzunegui, Santos, La metamorfosis de la mirada. Museo y semiótica, Valencia,
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GACETA DE MUSEOS
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Yumanos, Jalkutat, el Mundo
y la Serpiente Divina
Donaciano Gutiérrez* y Rafael Balverde**
En diciembre de 2011 se inauguró en la sala Culturas Indígenas de México del Museo Nacional de Antropología (MNA)
del INAH la exposición temporal Yumanos, Jalkutat, el Mundo
y la Serpiente Divina. En el cartel de difusión oficial se leía:
Es la primera exhibición bilingüe que monta el Museo Nacional
de Antropología cuya información se presenta en lenguas indígenas actualmente consideradas como las de mayor riesgo de
extinción y subtitulada en español. La muestra se conforma por
230 piezas etnográficas y narra el devenir de los pueblos indígenas de Baja California desde la Prehistoria hasta nuestros días.
La exposición duró hasta marzo de 2012 en ese recinto; en
2013 se presentó en el museo de la Universidad Autónoma
de Baja California, en Mexicali, y más tarde en el Centro Cultural Tijuana en Baja California, con una asistencia total de
casi 300 000 visitantes. Yumanos, Jalkutat, el Mundo y la Serpiente Divina fue una exposición etnográfica que respondió
a la situación de desplazamiento y exclusión en que viven
los grupos del tronco lingüístico yumano de Baja California:
las culturas kiliwa, cucapá, paipai y kumiai. Como ejercicio
conjunto entre investigador, museógrafo y comunidad representada, constituyó una muestra de trabajo en equipo encaminada a visibilizar la riqueza cultural que estamos en riesgo
de perder definitivamente.
UN POCO DE HISTORIA
El 21 de noviembre de 2006 apareció en el periódico La Jornada una noticia alarmante:
Firman kiliwas pacto etnocida ante el desamparo del gobierno panista. Acordaron dejar de reproducirse, ante la carencia de
servicios y el despojo de tierras. Con una población de apenas
54 personas, sólo cinco hablantes de su lengua original, los kiliwas acordaron dejar de reproducirse. Es un pacto a muerte para extinguirse como etnia nativa de Baja California, cansados de
las injusticias históricas, principalmente el despojo de sus tierras y la indiferencia gubernamental (Heras, 2006).
La Subdirección de Etnografía del MNA, a través del proyecto
Rescate del Patrimonio Etnográfico de México y la curadu12
GACETA DE MUSEOS
ría de la sala El Noroeste, atendió al llamado de los kiliwas
y apoyó en ese momento la investigación y recopilación de
colecciones para el diseño de una exposición sobre los grupos yumanos.
La sala El Noroeste del MNA da testimonio de la etnografía de los pueblos indígenas de la región noroeste de México,
conformada por los estados de Chihuahua, Sonora, Sinaloa
y Baja California, en la cual viven los yumanos. Los kiliwas
son uno de los cuatro pueblos hablantes de lengua yumana;
los otros son cucapá, kumiai y paipai, y se ubican en el estado de Baja California. Esta sala nunca había contado con la
presencia de los yumanos, por lo cual consideramos que se
trataba de una deuda histórica.
Desde que se supo la noticia, el INAH, a través del MNA, realizó el registro e investigación de la cultura y la lengua de los
grupos étnicos yumanos. En ese momento el museo contaba
con apenas una docena de objetos etnográficos provenientes
de esa región, y con el trabajo de investigación se logró acrecentar el acervo a aproximadamente 200 piezas, adquiridas a
partir de donaciones y aportaciones de particulares.
En este escrito dejamos testimonio de la vinculación del
trabajo etnográfico, realizado por Donaciano Gutiérrez, con
el museográfico, realizado por Rafael Balverde, y cómo lo
cristalizamos en esa exposición.
EL GUIÓN DE EXPOSICIÓN
Una de las etapas importantes de la investigación consistió en llevar a cabo varias temporadas de trabajo de campo.
De esta manera se consolidó una colección representativa
de la cultura material de los cuatro grupos indígenas yumanos, y en la etnografía resultante se da cuenta de su alarmante situación:
La población kiliwa está conformada por un reducido
número de personas; como dato preocupante observamos,
que de ellos, sólo cinco hablan su lengua original. Habitan en
la comunidad Arroyo de León, en el ejido de Tribu Kiliwas,
ubicado en Valle de la Trinidad, municipio de Ensenada, Baja California Norte. Debido al tipo de suelo, desértico y con
poca agua, los kiliwas salen de su comunidad para ir en busca de empleo en otros ejidos del Valle de la Trinidad, donde
existe riqueza forestal y ganadera.
Inicio de la exposición Fotografía © Rafael Balverde
Los cucapá viven en las vegas del río Colorado o Hardy,
al sur del valle de Mexicali, en las localidades Cucapá El Mayor y Cucapá Mestizo; también habitan en el Ejido Pozas de
Arvizu, municipio de San Luis Río Colorado, Sonora, y en la
reserva de Somerton, Arizona, Estados Unidos. Se dedican a
la pesca, a la agricultura y también trabajan como jornaleros
en campos de cultivo.
Los kumiai residen en comunidades de los municipios
de Tecate y Ensenada, principalmente en San José de la Zorra, Juntas de Neji, La Huerta y San Antonio Necua. Se dedican a labores agrícolas y ganaderas, ya sea dentro de sus
propios terrenos o contratados como jornaleros en pueblos
cercanos.
El objetivo central del guión de la exposición era sensibilizar
al público visitante respecto a la riqueza cultural de estos grupos
y lo que se perdería si desaparecen. Así, y ya que no contábamos con una gran cantidad de piezas vistosas, optamos por
tomar como eje temático principal la mitología yumana. Las narraciones mitológicas yumanas son muy ricas en simbolismo y
se plasman en objetos que incluimos en la exposición.
Algunos ejemplos de las cédulas en que explicamos la
mitología de estos grupos son las siguientes:
Los mitos yumanos
Los indígenas yumanos explican a través de relatos el origen del
mundo, del cielo, las estrellas, la luna, la tierra, de la naturaleza,
GACETA DE MUSEOS
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Durante el proceso de montaje Fotografía © Rafael Balverde
de los animales y de los hombres. Los personajes de sus historias son héroes antropomorfos, espíritus humanos, animales que se comportan como gente buena o mala. Sin faltar los
monstruos míticos. En estas narraciones se puede observar el
vínculo entre el origen del mundo y su cultura material.
Sipa y Komat, la lucha entre el bien y el mal
Según el mito cosmogónico cucapá, al principio de los tiempos,
los hermanos gemelos crearon el mundo y modelaron con barro
a todas las personas y animales. Una vez elaborados y animados, les enseñaron cómo sobrevivir, dándoles semillas de todos
los colores para que se alimentaran. Los hermanos tienen diferencias y hay conflicto entre ellos. Al final el hermano bueno vence al malo y se restaura el orden.
Jalkutat
En este mito, Paipai el guerrero, que quería matar al animal
Jalkutat, llevaba un gorro de junco y sandalias de fibra vegetal.
Para matar a la bestia usó una flecha caliente, que hizo saltar al
animal al agua y desaparecer.
Maijaawi, dios Serpiente de Agua
Los kumiai narran que esta gran serpiente, llamada Maijaawi, vivía hacia el oeste del océano. Esa gran serpiente se devoró todo el
conocimiento, se había comido y digerido a todas las artes. Dentro de su cuerpo estaban los cantos, los bailes, cómo hacer cestos y todo lo demás. Entonces sucedió que un buen día la gran
serpiente explotó y lanzó todos esos conocimientos a los grupos yumanos.
DISEÑO MUSEOGRÁFICO DE LA EXPOSICIÓN
La muestra referida es un buen ejemplo para explicar cómo se
desarrolló, de manera global y conjunta, el proceso de diseño,
producción y montaje de la exposición, así como del trabajo
14
GACETA DE MUSEOS
interdisciplinario entre el investigador y el equipo de trabajadores de la Subdirección de Museografía del MNA.
En un principio, el guión de la exposición fue presentado
como una propuesta para la pieza del mes, en el espacio conocido como la Media Luna, en un área aproximada de 180 m2.
Sin embargo, por diferentes circunstancias este proyecto se
prolongó hasta que fue aprobado a mediados de 2011; el espacio asignado para el montaje fue la sala Culturas Indígenas
de México, cuya extensión es de 636 m2. Cabe destacar que,
además de contar con una mayor superficie para el desarrollo
museográfico, asimismo fue la primera exposición bilingüe,
donde la información contenida en los videos se presentó en
lengua indígena con subtítulos en español. Al ofrecer a los visitantes la posibilidad de escuchar por primera vez lenguas en
peligro de desaparecer, constituyó uno de los elementos sensibilizadores que buscábamos desde un principio.
El guión científico narra la situación de desplazamiento
lingüístico y exclusión que viven los grupos del tronco lingüístico yumano de Baja California: kiliwa, cucapá, paipai
y kumiai, así como su evolución desde la Prehistoria hasta
nuestros días. Tal fue la guía inicial para la elaboración del
proyecto museográfico. El montaje se dividió en cuatro temas, que denominamos “Auka”, “Mitos”, “Obras maestras”
y “Frontera”.
Cabe señalar que el guión científico inicial, con los objetivos, lista de obra, cedulario y contenidos científicos, se
discutió en forma conjunta con diseñadores y museógrafos.
Durante el proceso de trabajo para afinar el guión y encontrar el lenguaje museográfico adecuado era frecuente que el
curador no sólo discutiera con todo el quipo, sino que actuara para provocar una inmersión en el tema por parte de
los involucrados.
Esta dinámica trajo consigo una mejor comprensión de
los conceptos y, en consecuencia, dio la pauta para proponer y decidir la mejor manera de exhibirlos, con el objetivo
de hacerlos más accesibles para el público visitante.
Para el concepto museográfico se retomaron los materiales,
texturas y colores del medio ambiente físico donde habitan los
grupos originarios de Baja California: valles, sierra, desierto y
mar. De este modo se utilizó arena en diferentes tonalidades
para los acabados finales sobre mamparas, muros de vitrinas y
bases de composición, y para los interiores se emplearon lienzos de palma tejida, en tonos beige, similares a los de la arena,
lo cual resultó en un fondo neutro que sirvió para contrastar
con los objetos exhibidos.
En cuanto al diseño gráfico, para el título de la exposición se realizaron varias propuestas, en las cuales se incluía
tipografía e imagen. Finalmente se decidió utilizar como
imagen una de las grandes obras maestras creada por los kiliwas, para que de esta manera ellos mismos se representaran
y no sólo fuera una ilustración más de diseño. Esto resultó
un atractivo visual que atraía la mirada del espectador.1 Se
trataba de un plato abierto tejido con junco, al que llaman
sawil, de cuyo centro emergía una voluta realizada con diferentes tonos de arena, y cuya forma recuerda a la serpiente, de la
cual se relata en uno de los mitos que fue la que derramó el conocimiento sobre los pueblos yumanos.
Para el diseño del cedulario temático y los créditos se hicieron varias pruebas sobre diferentes materiales, hasta que
se eligió una tela que imitaba la textura de una roca en tonos beige, y que se imprimió directamente hasta que se logró
“engañar” al plotter que tenemos en la Subdirección de Museografía, de modo que la detectara como un soporte permitido para este fin.
En relación con el cedulario de pie de objeto, no se consideró incluirlo dentro de las vitrinas y, por exigencia de la
curaduría, sólo se colocó el dibujo vectorizado con los objetos, guardando la misma distribución que tenían en la vitrina más un número consecutivo para identificarlo, su nombre
en lengua indígena, su traducción al español y el grupo étnico que lo produjo.
En cuanto al diseño del mobiliario, se tomaron en cuenta
los valores ergonómicos y antropométricos usados en trabajos anteriores, en cuyas proporciones se incluyeron los máximos para niños y los mínimos para adultos, con el objetivo
de ofrecer una lectura adecuada de los objetos y gráficos contenidos en la exposición, e incluso para el público que utiliza
silla de ruedas. Además, se incluyeron recursos multimedia
a lo largo del recorrido, logrando con ello un equilibrio entre los objetos expuestos y el uso de nuevas tecnologías, pues
sólo se utilizaron como apoyo, para conservar el protagonismo de las piezas en exhibición.
Para cada uno de los cuatro temas se presentó un video o animación, donde los grupos yumanos y su cosmovisión eran los personajes principales; en uno de éstos se
incluyeron por primera vez cuatro iPads, las cuales resultaron muy novedosas para ese momento, ya que su lanzamiento en México había ocurrido apenas unos meses atrás
(Paz, 2011).
TEMA 1: AUKA
Al inicio de la muestra, el espectador se encontraba con un
gran muro, el cual tenía varias funciones: bloquear la incidencia directa de la luz solar que entraba por los ventanales;
usarse como un elemento que propiciara la circulación, como soporte para el título y como nicho para el montaje de
la pieza principal, el cual estaba enmarcado por una gran espiral de piso a techo, en cuyo interior se colocó una de las
grandes obras, que era una cesta tejida por un artista de los grupos originarios.
Continuando a la derecha, se colocó una fotografía de
época que retrataba a los yumanos y, frente a ésta, un foto-
mural con un mapa grabado en madera que representaba la
parte noroeste de la República mexicana y las imágenes de
personas de los pueblos actuales y sus ancestros originarios
de Baja California, apoyados con un monitor dentro del fotomural donde mujeres, hombres, ancianos y niños daban la
bienvenida en su lengua al público visitante: “¡Auka, [hola]
mexicanos, nosotros somos los yumanos!”. En otras vitrinas
se apreciaba cómo los grupos yumanos obtienen del medio
ambiente la materia prima para realizar sus objetos culturales, elaborados desde la Prehistoria hasta la actualidad: cestería, juguetes, arcos, flechas y cerámica.
TEMA 2: MITOS
A esta segunda sección se le dio un tratamiento especial. La
iluminación era sólo como acento, y apenas la adecuada para circular en ese espacio, al cual se accedía a través de un
túnel con techo abovedado, con base en el relato kiliwa. Allí
se podían apreciar los mitos de creación de cada uno de los
cuatro grupos culturales, así como el mobiliario que contenía los objetos asociados a ellos. Además, en medio de estos
elementos dispusimos un video con una animación donde se
observaban los relatos que narran sus historias. Las piezas,
tanto de materiales orgánicos como inorgánicos, compartían
el espacio dentro de las vitrinas, para lo cual se siguieron los
criterios de conservación preventiva exigidos por el personal del Laboratorio de Conservación del MNA, el cual estuvo
al tanto de las condiciones ambientales y monitoreaba constantemente cada una de las piezas que formaban parte de la
exposición.
TEMA 3: OBRAS MAESTRAS
En esta sección se apreciaba la diversidad de la producción
artística de cada uno de los grupos étnicos representados;
aunque existen muchos objetos comunes entre ellos, de cada
Chaquira cucapá Fotografía © Rafael Balverde
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Obras maestras Fotografía © Rafael Balverde
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grupo se eligieron los mas representativos: cestería de los kumiai; muñecas de trapo con vestidos de cuero y sauce de los
kiliwas; pectorales con caracoles de río, pulseras, collares,
cinturones, aretes y gargantillas elaborados con chaquira de
los cucapá, y ollas de barro y alfarería de los paipai. Dentro
de este conjunto se hizo una selección presentada en vitrinas
abiertas, lo suficientemente retirados de la posible manipulación del público, para lo cual se utilizaron cuatro iPads como cédulas electrónicas, programadas y puestas en marcha
por el equipo de informática del MNA.
Las cédulas que acompañaron a las piezas fueron las
siguientes:
el límite que existe entre Estados Unidos y México ha interrumpido el desplazamiento fluido a lo largo de este territorio. Es así que
en el margen de estas dos naciones surge un “híbrido” conocido como “la cultura de la frontera”, un cuadro multicolor que
retrata un pasado de raíces indígenas, colonización y olvido, y
un presente en el que conviven tradición y modernidad.
Al final del recorrido se colocó el Centro de Documentación
Yumano, en el cual el público visitante pudo consultar contenidos sobre lo visto en la exposición y mas información acerca de los grupos yumanos.
Acompañamos a esta sección con el siguiente texto
explicativo:
Obras maestras
Además de las actividades de recolección, ganadería y agricultura, los yumanos elaboran objetos que por sus características
tienen un valor artístico relevante. Cada grupo indígena produce un tipo de objeto que tiene relación con el medio ambiente, y con el origen del universo, su cosmogonía, cucharas
de palo, arcos, lanzas y flechas con ramas de sauce o cachanilla; faldas de corteza de árbol de sauce; sonajas, juegos de balero, arcos y flechas.
Centro de Documentación Yumano
El Centro de Documentación Yumano reúne y difunde información bibliográfica, hemerográfica y audiovisual sobre la población étnica del extremo noroeste de México, a saber: los
kiliwas, cucapá, paipai y kumiai. Constituye un espacio para
que el público pueda obtener una mayor y más profunda información sobre los grupos yumanos. El material estará disponible en formato digital.
Los paipai realizan ollas de barro, muñecas de trapo, redes y
sandalias de agave, canastos de pino y palma, flechas con punta de obsidiana, cuerdas de cuero, flautas de carrizo, joyería de
chaquira, vara de huatamote con caracoles y conchas y juegos
tradicionales del piak.
Finalmente, queremos añadir que el guión esperó cinco años a
que hubiera una voluntad política para llevarlo a cabo –parecía averiguación previa en busca de una resolución; no había
interés a pesar del pacto de los kiliwas–. Con otras autoridades del museo se abrió una coyuntura, y el guión fue aprovechado políticamente por las nuevas autoridades para echar a
andar su plan de trabajo.
Lo anterior provocó que un grupo de especialistas del
INAH, a través de la Coordinación Nacional de Antropología,
el Centro Regional de Baja California y del MNA trabajaran en
la realización de una serie de actividades que culminaron en la
exposición Yumanos, Jalkutat, el Mundo y la Serpiente Divina, y
en una celebración del ritual kurikuri en el patio central del
museo. El guión se concretó en la exposición y, de no hacerle caso, a los actores institucionales les interesó y hasta en el
nombre opinaron. Con todo, fue posible acrecentar la colección etnográfica de estos grupos y ofrecer a los visitantes del
MNA una exposición que les permitió reflexionar sobre culturas que antes desconocían ✣
Los kumiai elaboran canastos y figuras de animales hechos de
palma, pino, sauce y junco; collares, broches, atados de salvia, dibujos en piedra talco, collares de higuerilla, semilla de calabaza
y piocha, aretes y collares hechos de cuentas de chaquira, junco,
quiote, bellota, jojoba y sauce.
Todos estos objetos tienen diversos usos: doméstico, personal o ritual. Algunos únicamente son elaborados para su uso
ornamental, en tal caso las técnicas y materiales son utilizados
de forma diferente a la tradicional para darle un sello particular
que represente a cada artista.
TEMA 4: FRONTERA
En este módulo se presentó la instalación de arte conceptual
Frontera, de la artista plástica Ana Ma, donde describió la
cultura, política, economía, migración, marginación, violencia y la pugna por los recursos naturales desde el punto de
vista de los pueblos yumanos. El texto con el cual acompañamos esta sección fue el siguiente:
* Subdirección de Etnografía, Museo Nacional de Antropología, INAH
** Museografía, Museo Nacional de Antropología, INAH
Nota
1
La frontera
Para algunos la frontera es lejana e inalcanzable, para otros está
presente y forma parte de su vida cotidiana. Para los yumanos,
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GACETA DE MUSEOS
Este mismo recurso fue utilizado para la exposición temporal El capitán Du-
paix y su álbum arqueológico de 1794, donde una pieza arqueológica más el título
de la muestra fueron la portada (presentada en la misma sala, de mayo a agosto de 2015).
La frontera norte de México Fotografía © Rafael Balverde
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GACETA DE MUSEOS
19
Amazonía: una propuesta
de comunicación visual
Cristina Martínez*
Imagen de entrada de la exposición Fotografía © Cristina Martínez
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GACETA DE MUSEOS
Cuando diseñamos una exposición, nos convertimos en una
especie de ilusionistas que introducen al visitante a una experiencia irrepetible. Para la realización de esta ardua tarea
resulta fundamental generar una serie de reflexiones, lluvias
de ideas y aplicación de principios fundamentales relacionados con el diseño, en particular espacial y gráfico, ya que es
mediante estos procesos como un cubo blanco se transforma
en una increíble ilusión.
Un buen artista de las exposiciones debe tener claro qué
sensaciones desea provocar, y les da vida mediante estímulos
visuales y espaciales.
Para un diseñador de exposiciones, esto significa que cada decisión de diseño conlleva unos mensajes subliminales que llegan
a los visitantes. Ya sea a través de la forma, la superficie, la calidad material, la luz o el sonido, el espacio adquirirá un ambiente que despertara sensaciones (Locker, 2011: 7).
La exposición temporal Amazonía. Pueblos de selva, en el
Museo Nacional de las Culturas, permitió a los involucrados reinterpretar una colección propia para que fuera exhibida en el recinto por primera vez. Entender la complejidad
de las culturas amazónicas y su convivencia cotidiana con
la naturaleza en particular –una naturaleza con características tan ajenas a nuestro entorno urbano– puede resultar
una labor ardua.
Nuestro trabajo consistió, en primer término, en una
inmersión que nos familiarizara con las texturas, colores y
dimensiones de los objetos y los habitantes de la cuenca
amazónica. En un segundo momento, mediante las herramientas del diseño, intentamos transmitir esa sensación de
aventura que experimentamos en un primer momento. Por
eso quizá la primera impresión respecto al tema fue la más
significativa. Estaba claro que necesitábamos generar códigos
de deconstrucción y reconstrucción para el visitante.
El primer problema de comunicación que identificamos
era la cantidad de texto que se pensaba integrar a las salas, ya
que podría resultar abrumador. Conforme iniciamos el proceso de inmersión en la investigación etnográfica, comprendimos que la información era necesaria para el tratamiento
adecuado de una colección con estas características. Generar un contexto que permitiera al visitante comprender gran
parte de esos objetos requería un gran número de palabras.
Partiendo de este panorama, la exposición representó un desafío conceptual y de logística.
El reto del área de diseño consistió en generar diversos niveles de comunicación que permitieran dar soporte y acoger
la complejidad del discurso, sin caer exclusivamente en recursos textuales. Éste también fue uno de los motivos que permitió a los elementos gráficos de la exposición convertirse
en vehículos fundamentales para la transmisión del mensaje.
Durante esta segunda etapa de definición del concepto
de comunicación visual de la exposición, el primer paso fue
concebir las directrices conceptuales que nos permitieran alinear los procesos a lo largo del desarrollo creativo. Las ideas
que deseábamos comunicar eran las siguientes:
1
El habitante amazónico como la figura principal de
la exposición
Resultaba fundamental mostrar a las personas que habitan
esta región del planeta, así como dejar claro que estas culturas están vivas y que los objetos mostrados en las salas
forman parte de su vida cotidiana en la actualidad. La importancia de la representación humana fue para nosotros
una preocupación central. Los creadores y portadores de
la cultura no se mostraban en las exposiciones permanentes del museo, un tema que inquietaba al equipo de trabajo. La ausencia de personas en la representación de
las culturas había terminado por convertir al espacio en
una especie de mausoleo de culturas extintas. Por eso decidimos generar un discurso que permitiera a los visitantes entender a estos pueblos como organismos vivos y en
constante transformación.
2 La relación de los amazónicos con la selva
También nos interesaba destacar la relación ser humanonaturaleza que hace único al Amazonas. Los habitantes
de estas regiones han logrado generar un equilibrio con
su medio ambiente, a pesar de lo extremo de las condiciones climáticas.
3 Los tonos y texturas de la selva
Mediante los elementos gráficos, tratamos de provocar
la sensación de estar en la selva, para lo cual generamos
un discurso visual que denominamos “el verde sobre el
verde”.
El segundo paso de la conceptualización del proyecto consistió
en aterrizar cada una de estas ideas en elementos constructivos
y visuales que favorecieran la transmisión del mensaje planteado. Definimos el look & feel de estos elementos, pues queríamos recrear un ambiente innovador y contemporáneo –en
relación con las demás salas– tanto en las imágenes como
en los estímulos visuales. Los entornos sugeridos eran limpios
y minimalistas, pero con algunos toques de teatralidad. En realidad, la exposición era un ejercicio de ciertos elementos que
pretendíamos integrar al nuevo discurso conceptual que se generaría para el museo.
Los primeros bocetos resultaron fundamentales para el
proyecto final. El concepto museográfico se desarrolló buscando internar al visitante en la selva, con la intención de
que experimentara un viaje a tierras desconocidas: recrear
el sentimiento del explorador cuando descubre un lugar por
primera vez, donde predominara un halo de misterio que el
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Figura 1 Fotomural de la exposición Fotografía © Cristina Martínez
visitante develaría a cada paso. Las ideas iniciales fueron el
punto de partida, pues ayudaron a reforzar nuestro primer
concepto, y fue mediante el mural introductorio (figura 1) como se logró establecer el tono que se quería para el resto de la
muestra. En él, los habitantes amazónicos eran la figura principal. Para su desarrollo gráfico se eligió a un grupo de hombres yanomami,1 mimetizados bajo un filtro color verde; la
tribu caminaba en dirección de la circulación de la muestra,
invitando a pasar. Este detalle permitió transitar por dos sensaciones: por un lado, evocar el ambiente de selva y, por el
otro, presenciar a los habitantes mimetizados con su entorno,
evocando el respeto y la convivencia armónica que los amazónicos logran con su medio ambiente.
La presencia humana también nos acompañó en algunos
cedularios mediante imágenes que contextualizaban algunos procesos. Las mujeres del Amazonas fueron las figuras
protagonistas en la ambientación del segundo módulo temático –la unidad de la cestería–, donde se hizo una pequeña
ambientación sobre un par de plataformas, pues los conjuntos que conformaban la colección se componían de piezas en
pequeños formatos y compuestas por gamas cromáticas muy
semejantes. Recreamos una escena de vida cotidiana dentro
de una maloca –casa comunitaria del Amazonas–, y el efecto se generó mediante un fotomural en espejo que permitía
observar a dos mujeres criando a sus hijos en el interior de
estos espacios, transmitiendo además el amplio sentido de la
vida comunal de estas familias.
22
GACETA DE MUSEOS
Para favorecer nuestro diálogo con la selva se recrearon algunos ambientes que generaban un efecto mucho más
escenográfico.
[…] la escenografía expositiva, hoy llamada museografía o expografía, debe lograr expresar sin palabras la causa potencial
del acontecimiento representado. En este sentido la museografía podría ser calificada de arte del espacio (distinta de las artes del tiempo) pero en un espacio singular, el espacio narrativo
(Benavente, 2010: 27-39).
La entrada al recinto requería ser todavía más contundente,
por lo que se solicitó la colaboración del fotógrafo César
Flores para hacer uso de una de sus fotografías, que ayudara
a evocar el ambiente de selva.
Un elemento ausente en el diseño generado hasta ese momento era aprovechar la doble altura, ya que la sala tiene más
de seis metros de piso a techo. Así, pensamos en utilizarlas
para recrear las alturas de la selva dentro del espacio. Con la
fotografía ya comentada se realizó una impresión en gran formato en tela, que se manipuló a manera de falso plafón para
ambientar la entrada de la exposición. Esto permitió, por un
lado, oscurecer la sala y, por el otro, vivir la sensación de
entrar en la selva y observarla desde abajo, viendo la luz
traspasar entre los árboles.
Otro elemento diseñado para las alturas fue el resultado
de inspirarnos en una serie de fotografías consultadas en
la web sobre instalaciones generadas con origami para representar aves que formaban figuras en el aire. El uso de
un elemento como éste dentro de la sala nos permitiría aprovechar el espacio y a la vez reforzaría el tema de la biodiversidad que habita el entorno amazónico. La idea resultaba
perfecta, porque además el primer módulo temático estaba
dedicado a la plumaria.
La instalación se trabajó en conjunto con el equipo y el
Laboratorio de Museología, compuesto por servicio social de
la UAM Xochimilco. La idea se materializó conformada por
un diseño de aves cortadas en trovicel de diferentes colores, las cuales flotaron en el centro de la exposición en forma de espiral, aterrizando sobre una vitrina central. Las aves
elegidas eran representativas de la región amazónica: águila
arpía, guacamaya, tucán, perico y cotinga. Durante el montaje se decidió que algunas flotaran en el patio a manera de
elemento de recepción. El efecto con las sombras resultó espectacular y fue uno de los más recordados de la exposición.
Para la elección cromática se eligió el verde, con algunos
contrastes en otros tonos. De esa manera reforzábamos el
ambiente selvático, aparte de que funcionaba como hilo
conductor entre los elementos tridimensionales y varios de
nuestros elementos gráficos.
El tratamiento de los cedularios de la muestra se compuso por una diversidad de materiales gráficos que permitieron
soportar los diferentes niveles de información:
• Cedularios de contenidos curatoriales (textos y cédulas de objeto).
• Elementos de apoyo (cedularios externos e infografías).
• Cédulas y elementos educativos (para nuestros pequeños visitantes).
CEDULARIOS DE CONTENIDOS CURATORIALES
Para estos cedularios elegimos vinil montado en trovicel de
6 mm, en 60 x 120 cm, para aprovechar el material en su totalidad. Todos se realizaron en dos tonalidades de turquesa. No
obstante, se optó por marcar los cambios temáticos mediante
una pequeña pleca de color (figura 2).
ELEMENTOS DE APOYO
La introducción se conformó por dos infografías y un mapa. Las infografías pretendían contextualizar, mediante datos
puntuales, la historia del Amazonas, y el mapa resultó una
especie de resumen gráfico de la biodiversidad en la región,
basada en datos duros y estadísticos.
Figura 2 Diseño de cédulas temáticas Fotografía © Cristina Martínez
GACETA DE MUSEOS
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Estos gráficos tenían la función de que los visitantes menos lectores se llevaran algunos datos de la exposición casi a
golpe de vista.
Las infografías constituyeron un elemento fundamental,
pues numerosos estudios han calificado que éstas representan lo siguiente:
El propósito con el que se elabora suele ser el de facilitar la comprensión y divulgación de los relatos (descripciones, narraciones o interpretaciones), optimizando y adaptando la forma y
recursos al sistema que sea más apropiado para clarificar, desvelar asuntos intrincados, dispersos, etc., y hacerlos fáciles de
entender, de agrupar o de mostrar y subrayar en sus tendencias
o realidades (Valero, 2009: 51-63).
Figura 3 Diseño de infografías Fotografía © Cristina Martínez
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GACETA DE MUSEOS
En vista de que la extensión de los textos en sala rebasaba
significativamente los espacios asignados para la gráfica dentro de la exposición, durante el proceso creativo se decidió
convertir algunos de ellos en elementos de apoyo, de modo
que permitieran generar diferentes flujos de información incluso previos al recorrido. Así, se separaron los cedularios cuya
función consistía en contextualizar las condiciones climáticas
y de biodiversidad de la selva –condiciones ambientales, crecimiento de los ríos y su fauna–, y se decidió colocarlos en
el patio de entrada a la sala, para convertirlos en elementos
mixtos –infografía y texto (figura 3).
El patio fungía como un doble elemento, ya que por un lado la biodiversidad convivía con un entorno ajardinado, pero
por el otro permitía que el visitante obtuviera información
Figura 4 Cédulas para exteriores Fotografía © Cristina Martínez
previa a la visita. El tratamiento gráfico elegido para las mamparas fue cortar los soportes con una textura que evocara
componentes de la selva (figura 4).
CÉDULAS Y ELEMENTOS EDUCATIVOS
Debido a la complejidad del tema amazónico y a la cantidad
de términos que son ajenos a la realidad de nuestros visitantes, se decidió convertir algunas cédulas en elementos educativos que permitieran la reflexión, mediante contenidos
desarrollados por el área educativa. Para esto se utilizó un
modelo de cedulario circular que se encontraba en cada eje
temático y que podía ser tomado (figura 5).
LA GRÁFICA EN LA DIFUSIÓN
Parte de lo que buscamos de manera gráfica era la continuidad
de la exposición en los elementos de difusión, ya que finalmente son los registros gráficos los que permanecen aun
después de terminada la exposición. Para esto se decidió reproducir el mural introductorio, convirtiéndolo en un elemento identitario de la propia muestra. Su fuerza visual y facilidad
de reproducción nos parecía un elemento que sintetizaba los
ejes centrales de la exposición.
En el diseño de la invitación inaugural se recuperó este
elemento y las líneas conceptuales. En el exterior utilizamos
la imagen de los yanomani, pero en el interior experimentamos con los acabados y las texturas, las cuales nos permitieron, mediante un componente abstracto, generar la
sensación selvática. Se utilizó un fondo negro en laminado
mate, sobre el cual se aplicó un acabado de barniz UV brillante con formas troncos de árboles; el nombre de la muestra y
los datos inaugurales se destacaron en un amarillo brillante.
El efecto resultó muy afortunado y logró generar la expectativa
deseada: internarse en un museo por descubrir (figura 6).
Para las redes sociales se fue rotando una serie de imágenes del Amazonas, cuyo común denominador era el sentido
grupal. Así, durante los meses en que permaneció abierta la
muestra nuestras carátulas fueron grupos de mujeres, hombres y niños, en todas las cuales aplicamos los mismos tratamientos gráficos para reforzar la identidad ya establecida en
la exposición.
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Figura 5 Cédulas de mano incluidas en la exposición para ofrecer mayor información Fotografía © Cristina Martínez
Mirado a la distancia, me parece que el resultado final, en
conjunto, fue una exposición con líneas conceptuales bastante claras, que permitió experimentar un tratamiento innovador
en relación con los generados en otro tipo de muestras en este
recinto –no así de la museografía en general–. Quiero recalcar
que parte de la riqueza de lo alcanzado respondió al trabajo
en equipo. El intercambio interdisciplinario entre científicos
y creativos permitió maximizar los resultados finales, donde
todos ganamos.
El proceso no se habría completado de no haber sido por la
evaluación realizada durante la exposición. El medio fue un estudio de público, aplicado y analizado por expertos de la Coordinación Nacional de Museos y Exposiciones del INAH.
Los resultados permitieron al equipo de trabajo entender
la repercusión y los verdaderos alcances de nuestras aportaciones, desvelando la popularidad de los recursos gráficos entre nuestros públicos, con rangos bastante amplios de
aceptación en relación con otros rubros.
Las exposiciones con colecciones etnográficas son un
gran reto, pero también representan grandes satisfacciones.
El ejercicio amazónico implicó en ese momento un gran
avance como equipo, al generar la sinergia entre las áreas,
además de permitir el crecimiento y aprendizaje.
Siempre he considerado que las exposiciones temporales
favorecen el crecimiento de los equipos y que nos permiten experimentar, por ejemplo, al ensayar con productos, tratamientos, soportes y materiales, lo cual en algún punto genera un
gran conocimiento y enriquece las experiencias de los equipos.
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GACETA DE MUSEOS
Para cerrar este artículo, agradezco mucho al equipo del
Museo Nacional de las Culturas, en particular al doctor Carlos Vázquez, por el voto de confianza y por darnos la libertad de experimentar, y a Raffaela Cedraschi por la riqueza del
intercambio y la retroalimentación mutua ✣
* Creativa en Segundo Plano Consultores
Nota
1
Los yanomami forman una sociedad de cazadores-agricultores en la selva tropi-
cal del norte de la región amazónica, cuyo contacto con la sociedad nacional es, en
la mayor parte de su territorio, relativamente reciente. Su territorio cubre aproximadamente 192 000 km2, situados en ambos márgenes de la frontera de Brasil con Venezuela, en la región interfluvial Orinoco-Amazonas, afluentes de la margen derecha
del río Branco e izquierda del río Negro (en línea [https://pib.socioambiental.org/es/
povo/yanomami/569]).
Bibliografía
Benavente, Roberto, “Desde la museografía. Los pueblos originarios en los museos”, en Simposio Construcción de Relatos Museológicos sobre Nuestros Antecesores Prehispánicos y sus Descendientes, Santiago, Museo Chileno de
Arte Precolombino, 26 y 27 de abril de 2010, pp. 27-39.
Esteva Fabregat, Claudio, El etnólogo como conservador de museo en Pyrenea, Barcelona, 1969, pp. 159-184.
Locker, Pam, Diseño de exposiciones, Barcelona, Gustavo Gilli, 2011.
Valero Sancho, José Luis, La transmisión del conocimiento a través de la infografía digital, en Ámbito, núm. 18, 2009, pp. 51-63, en línea [https://ddd.uab.cat/
pub/artpub/2009/116142/ambitos_a2009n18p51.pdf].
Figura 6 Diseño de la invitación, con la imagen de la exposición y texturas de la selva Fotografía © Cristina Martínez
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Mazorca prehispánica Fotografía © Gliserio Castañeda
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GACETA DE MUSEOS
Milpa, pueblos de maíz: exposición
acerca de la diversidad del
patrimonio biocultural del país
Luis Felipe Crespo*
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“El maíz es una planta humana, cultural en el sentido más
profundo del término, porque no existe sin la intervención
inteligente y oportuna de la mano; no es capaz de reproducirse por sí misma. Más que domesticada, la planta de
maíz fue creada por el trabajo humano”, señaló el antropólogo Guillermo Bonfil Batalla (1982: 5) cuando inauguró el
Museo Nacional de Culturas Populares con la exposición El
maíz, fundamento de la cultura popular mexicana. Ésta significó
un hito en la historia de los museos en México, al posicionar
al maíz como un tema fundamental para la sociedad mexicana y resaltar su importancia cultural, lingüística, ambiental y
agroecológica. El discurso museológico destacó el valor y la
trascendencia de los conocimientos y saberes que hacen posible la reproducción de la planta. Años más tarde, en 2003,
en la exposición Sin maíz no hay país se mostró a la opinión
pública la envergadura y el significado de esta planta en la
conformación de la identidad de los mexicanos y su trascendencia para la soberanía alimentaria del país.
A 34 años de la primera exposición, el tema de la milpa
y el maíz está más vigente que nunca. México ha dejado
de ser autosuficiente en materia alimentaría, tras haber
sido el centro de origen de la domesticación y diversificación de una diversidad de plantas. De haber aportado más
de 15% de las plantas alimenticias que se consumen en el
mundo, hoy el país necesita importar maíz y otros alimentos. Modelos de producción como la “revolución verde”, que
tecnificaron una parte del campo, promovieron la siembra
de monocultivos que requieren una gran cantidad de insumos de agroquímicos y de semillas llamadas “mejoradas”,
cuya consecuencia ha generado la dependencia económica y
técnica de agricultores y campesinos, la erosión y contaminación de suelos y aguas, así como la reducción en el volumen
de producción sufrida por el campo mexicano durante los
últimos años.
La exposición Milpa, pueblos de maíz, presentada en
el Museo Regional de Querétaro del INAH (septiembre de
2016-enero de 2017), retoma estas preocupaciones con un
guión curatorial que contempla una dimensión temporal de
largo alcance. Con esta muestra1 buscamos que los visitantes se ubicaran en el presente y reconocieran que forman
parte de un proceso civilizatorio complejo y diverso tanto
en lo biológico como en lo cultural. Partimos del concepto de
“patrimonio biocultural”, entendido como el conjunto de conocimientos, saberes y creencias acumulados a través del tiempo por indígenas y campesinos sobre la naturaleza, el trabajo
agrícola y la formación de diferentes agroecosistemas (milpas),
Ejemplares fósiles de las primeras plantas cultivadas en nuestro país Fotografía © Gliserio Castañeda
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así como la creación de múltiples expresiones de creatividad
cultural que configuran diversas cosmovisiones, las cuales forman parte de un todo que nos cohesiona.
Acorde con lo anterior, diseñamos un ambiente museográfico destinado a hacer sentir al visitante que estaba inserto en una milpa. Al momento de ingresar a la exposición, y
en el recorrido, se daba un encuentro de experiencias sensoriales donde era posible captar los elementos centrales que
constituyen el policultivo como un hecho cultural común a
los mexicanos, y donde la tríada maíz-calabaza-frijol se halla
presente en la vida cotidiana, tanto hoy como en el pasado.
La expresión popular “hacer milpa” fue la metáfora que
acompañó la exposición, pues se refiere tanto al proceso propio
del multicultivo como a la multiplicidad de manifestaciones
simbólicas en torno a ella, la relación con la tierra, con el cosmos, los hombres y las mujeres que la constituyen en su trabajo
diario, así como con los seres sobrenaturales que hacen posible
el hecho de la reproducción. En síntesis, “hacer milpa” tiene el
sentido de vivir en comunidad, de asumirse como parte de un
“nosotros”, por lo que hablar de la diversidad significa también
hablar de colaboración, un mensaje que se encontraba presente en las diferentes unidades de la exposición.
La muestra recibía al visitante con un árbol de la vida
denominado Sin maíz no hay país, el cual permitía apreciar distintas escenas significativas de la milpa, pues subrayaba la importancia de las representaciones sociales. Por otra parte, a fin
de hablar sobre la prevalencia simbólica y la importancia del
maíz en la vida de las poblaciones de nuestro territorio, se utilizaron dos piezas: un cuadro de semillas, donde se observaba
a san Isidro Labrador sembrando desde las nubes, y un fragmento de un mural teotihuacano donde se distinguía a Tláloc
sembrando también desde las nubes, con lo que abarcamos
tres mil años de la misma representación.
Con el objetivo de hacer un recorrido de nueve mil años,
que es la historia de la agricultura en Mesoamérica y México,
así como destacar la importancia y responsabilidad que el país
y los mexicanos tenemos con la humanidad al pertenecer a
una región que fue el origen de la domesticación y diversificación de plantas y animales, decidimos incorporar alrededor de
50 ejemplares de muestras fósiles de las primeras plantas cultivadas en nuestro territorio, en su mayoría provenientes de las
cuevas de Coxcatlán en Tehuacán, Puebla, y de Guilá Naquiz,
en Oaxaca, con ejemplares de las primeras semillas de calabaza, chile, aguacate, maguey, algodón, frijol, nopal, amaranto
y, por supuesto, de maíz. Este último asimismo permitió
apreciar su propia evolución, desde los primeros ejemplares
de pequeño tamaño hasta las mazorcas actuales, con un tamaño y propiedades nutrimentales mucho mayores.
Estos materiales, provenientes del Laboratorio de Arqueobotánica del INAH, se contrastaron con una muestra de 29 mazorcas actuales procedentes de la Universidad Autónoma de
Urna del dios zapoteco Pitao Cosob Fotografía © Gliserio Castañeda
Chapingo. Cada una de ellas representaba una de la 64 razas
de maíz que existen en el país. De esta manera enfatizamos la
importancia y el significado biocultural de la multiplicidad de
trabajos que se hacen en la milpa, así como el hecho de que
la diversidad de razas y variedades de maíces criollos son el
resultado de un proceso histórico ininterrumpido, que en la
actualidad está en permanente diversificación a raíz de los intercambios fitogenéticos que indígenas y campesinos realizan
cotidianamente, con lo que aportan acciones de agrobiodiversidad, sustentabilidad y conservación. Así, hoy en día todo el
territorio nacional debe ser considerado como el centro de
origen, domesticación y diversificación de plantas.
En la narrativa de la exposición señalamos que el maíz es
el actor central en la milpa y en la articulación de tiempo y
espacio. Se trata de una planta prodigiosa que da sentido al
tiempo cotidiano y al tiempo ritual, así como al espacio de la
producción y al espacio simbólico; es masculina y femenina al mismo tiempo, noción de fertilidad, de nacer y renacer;
la base de la alimentación, de nutrir el cuerpo y el espíritu; el
sentido de la existencia de la simbiosis “maíz-ser humano”,
que se significa como codependiente. El maíz requiere de la
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mano del hombre para su reproducción, y el ser humano
del maíz para su supervivencia. Como lo saben los mayas,
somos carne de maíz. En la exhibición se asignó un lugar
especial a tres aplicaciones con representaciones de mazorcas, una proveniente de Cacaxtla y dos de Teotihuacán.
La milpa y el maíz constituyen la cosmovisión de los
pueblos y culturas que habitan nuestro territorio; nos llevan
a significar las diferentes formas de entender y relacionarse
con los seres divinos y contribuyen a organizar el espacio y el
Telar bordado de Tenango de Doria, Hidalgo Fotografía © Gliserio Castañeda
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tiempo, tanto en el ámbito cotidiano como en el ritual. La exposición presentó cuatro esculturas de deidades relacionadas
con el maíz: Chicomecóatl, diosa madre, y Xilonen, diosa joven del maíz, además del Señor de Cacaxtla y una urna del
dios zapoteco Pitao Cosobi, ya que ambos representan las cosechas y el maíz. Tales deidades tienen su referente actual en
un cuadro hñahñú elaborado con figuras de papel amate proveniente de San Pablito Pahuatlán. Denominado “el panteón
de las deidades agrícolas”, cada una de las figuras representa
a una planta y a su dios, los cuales se producen en la milpa.
También se exhibió un altar otomí de Querétaro con la representación de la tríada cruces-cerro-agua, así como un telar
bordado proveniente de Tenango de Doria, Hidalgo, que escenifica el proceso de trabajo agrícola, así como el conjunto
de festividades y celebraciones relacionadas con el policultivo. Asimismo se mostró una analogía de símbolos y significados entre el pasado y el presente para afirmar la vigencia
de las relaciones culturales que se encuentran en la milpa.
Diseñamos un dispositivo digital e interactivo que presentaba el mapa de las regiones bioculturales del país, donde se
mostraban las distintas razas de maíz que hoy en día se producen en esas regiones, a fin de que los visitantes comprendieran
esta diversidad cultural. Para complementar el mapa, una animación explicaba cómo, a través de la intervención humana, se
logró la mutación genética del teocintle al maíz y su posterior
diversificación por el resto del territorio mexicano. En este
espacio, dedicado a la diversidad biocultural, las colecciones
tanto etnográficas como arqueológicas, los ejemplares botánicos expuestos y los dispositivos electrónicos se eligieron para
propiciar que el visitante se supusiera inserto en una dimensión cultural de la cual forma parte.
También se incluyeron siete maquetas, cada una de las
cuales recrea un tipo de milpa producida en nuestro territorio. En los pantanos de Tabasco, la milpa marceña de los
chontales; en las dunas costeras de Oaxaca, la milpa huave;
el sistema de roza, tumba y quema de los mayas de Yucatán;
Chicomecatl, diosa madre Fotografía © Gliserio Castañeda
Cuadro hñahñú elaborado con figuras de papel de amate Fotografía © Gliserio Castañeda
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las chinampas, el policultivo y la tecnología agrícola única
en el mundo creada en la región lacustre del valle de México en la época prehispánica y vigente hasta nuestros días;
los paisajes templados, representados con la milpa hñahñú
de Querétaro y una purépecha, de Michoacán, y el magüechi rarámuri, en la sierra Tarahumara. La milpa se encuentra
vigente y viva en todo México gracias al maíz y a su diversidad de razas y variedades, por tratarse del único sistema de
policultivos que es posible sembrar en cualquier tipo de clima y ambiente ecogeográfico.
Vivimos en un mundo complejo e interconectado, inmerso en crecientes procesos de industrialización y de transformación tecnológica que en algunos casos atentan y amenazan
a la milpa. Para satisfacer la creciente demanda de insumos de
las fábricas y promover la necesidad de consumo y la acumulación como símbolos de competencia y bienestar en hombres y mujeres, se ha dejado de colaborar con el hábitat para
extraer de allí la mayor cantidad de recursos posibles en el
menor tiempo.
Con el objetivo de explicar estos peligros y amenazas
y reflexionar sobre su relación con la milpa, generamos un
espacio destinado al arte contemporáneo, con base en la
memoria biocultural, que es el referente subconsciente y
Altar otomí de Querétaro Fotografía © Gliserio Castañeda
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consciente del ser humano. A su paso por la Tierra, el ser humano se ha representado a sí mismo y a su entorno en obras
de arte, las cuales no sólo han servido para emular un pasado, sino también para configurar escenarios del futuro, en un
sentido de la lucha entre la memoria y la amnesia de la especie humana. Otra consideración curatorial fue que la dimensión civilizatoria comprende lo urbano y lo rural, y cómo el
hombre es capaz de empoderarse socialmente, desde una dimensión de sustentabilidad. Por lo anterior, incluimos dos
carteles creados por el artista oaxaqueño Francisco Toledo para
la campaña contra la siembra del maíz transgénico en nuestro
país, así como un textil de su autoría, titulado Quipu.
La riqueza de la milpa abarca una variedad de paisajes,
colores, celebraciones, prácticas e imágenes que se van formando en el imaginario colectivo de pueblos y culturas. Este
tema lo presentamos con un video proyectado en dos pantallas
de manera simultánea. En contraste, proyectamos un tercer
video con imágenes fijas que se decoloraban para señalar el
deterioro ambiental y social que implica la expansión de los
monocultivos como las formas de producción en el campo
y como resultado de la denominada revolución verde. Mediante estos recursos destacamos la importancia de la milpa
en nuestro país, donde en un mismo espacio se obtiene una
variedad de alimentos, plantas medicinales, forrajes, y se reproduce la cultura, en contraste con las formas de producción “modernas”, las cuales generan la expectativa de obtener
más rendimiento, aunque sea de un sólo producto, y que han
ocasionado que muchas regiones del campo mexicano sean
espacios monótonos, “homogéneos” y deteriorados social y
ambientalmente.
La exposición finalizaba con la instalación Más de cien mil
granos de maíz, de Javier del Cueto, que incluía mazorcas elaboradas en distintas texturas y de múltiples colores. Con esto buscamos propiciar que el público vislumbrara un futuro
lleno de diversidad, buscando que el trinomio milpa-maízmuseo ayuden a construir los imaginarios para edificar un
mundo libre, diverso y biocultural.
Finalmente, Milpa, pueblos de maíz fue una exposición convergente, donde cada experiencia presentada, por medio de
los objetos, videos y animaciones, expresó la riqueza de manifestaciones culturales relacionadas, como ritos, expresiones
escénicas, de religiosidad y de narrativa oral. Se recreó así un
ambiente que transmitía la relevancia del significado que tiene
en la actualidad “hacer milpa” para nuestra sociedad ✣
Xilonen, diosa del maíz Fotografía © Gliserio Castañeda
Nota
1
La exposición fue curada y coordinada por el autor de este artículo. Sin embargo,
empleo el plural por respeto a los investigadores y profesionales que colaboraron
con sus comentarios y asesoría a lo largo del proceso.
Bibliografía
Bonfil Batalla, Guillermo, El maíz, fundamento de la cultura popular mexicana, Mé-
* Museo Nacional de las Culturas, INAH
xico, Museo Nacional de Culturas Populares/SEP, 1982.
Obras creadas por Francisco Toledo que forman parte de la serie contra los transgénicos. La pieza del centro se titula Quipú Fotografía © Gliserio Castañeda
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Estudios etnográficos
y etnológicos de público
José Luis Ramos*
En el presente ensayo expongo algunas notas metodológicas en torno a la investigación etnográfica aplicada a los
estudios sobre museos. Establezco una distinción en el grado o nivel de atención investigativa y analítica entre lo que
cabría como pesquisa etnográfica –a partir de su forma clásica, holística– y la manera como se ha estado empleando en
estudios de público parciales que sólo atienden a uno o algunos rubros de la experiencia sociocultural de los sujetos
sociales. En el segundo momento invito a considerar la importancia de pensar en investigaciones comparativas, lo cual
sitúa al estudioso en el terreno de la etnología de los museos.
ESTUDIOS DE PÚBLICO
Para iniciar, es importante señalar que las ideas a desarrollar
sobre la investigación etnográfica corresponden al interés de
aplicarlas en los estudios de público; cabe aclarar que, en el tipo de investigación que considero necesario para éstos, destaca
el trabajo etnográfico que han realizado varios investigadores
acerca del contenido y contexto sociocultural de las exposiciones en salas y museos etnográficos.
En buena parte de los estudios de público con un perfil
cuantitativo se generaban datos como la cantidad de asistentes
a un museo y algunos componentes sociodemográficos como
el género, la edad o el nivel de escolaridad. También es usual
que indaguen sobre la manera en que el visitante se enteró de
la exposición. Otros estudios pretenden delinear más al visitante respecto a sus experiencias y opiniones en relación con
lo observado. Sin embargo, todas las pesquisas anteriores descansan en la misma técnica: la encuesta. Por otra parte están
las investigaciones que han abierto el horizonte a un enfoque
más cualitativo para acercarse a espacios, propuestas museográficas, recorridos y la conducta social de los visitantes, a la
par de los objetos expuestos y la arquitectura del museo, entre otros aspectos, donde destaca la perspectiva etnográfica.
Sin embargo, percibo que la idea de etnografía que aplican los
estudiosos es sólo en su aspecto metodológico, por lo que me
interesa revisar las particularidades de la etnografía clásica.1
ETNOGRAFÍA Y ETNOLOGÍA
La conceptualización y empleo que hacen de la etnografía los
estudiosos de los públicos se encuentran tamizados por sus
experiencias profesionales y académicas, distintas al ámbito
antropológico, como la psicología, la mercadotecnia y la administración organizacional. Se trata de disciplinas que importaron la etnografía y la antropología como un atractivo
recurso metodológico cualitativo que venía a cubrir parte de
sus necesidades de investigación. Sin embargo, encuentro un
problema en la apreciación que hicieron, al provocar un empleo ciertamente restringido de la misma, ya que la etnografía
–para los antropólogos– es más que un método cualitativo.
De acuerdo con Mauss (2006) y Guber (2004), en toda
investigación etnográfica al menos caben cuatro consideraciones: contemplar a la etnografía como enfoque, nivel de
conocimiento, método –que incluye lo cuantitativo– y texto
–principalmente monográfico.
Otra limitante que identifico en el plano metodológico es
una confusión en el uso mínimo o superficial de la “etnografía”, lejos de la amplitud y profundidad analítica que requiere, donde destacan dos maneras de trabajar: a) con registros
descriptivos parciales o muy específicos de algún rubro del
estudio y b) con suma minuciosidad en la descripción, donde se confunde lo denso con lo detallado.2
Por lo tanto, en este ensayo quiero señalar algunas críticas metodológicas. Importa reconocer que el interés al emplear la etnografía se orienta a explicar y comprender la
dinámica sociocultural que ocurre en una determinada unidad social, y no sólo de atender algunos de sus elementos
de manera particular y aislada. Es necesario procurar un enfoque holístico, apreciar la lógica cultural de los miembros
de esa colectividad; como diría Geertz (1987), el significado
que le otorgan los sujetos a su vida social, sobre el cuál el investigador deberá ofrecer una explicación comprensiva para
hablar propiamente de una labor etnográfica. A esto se refiere
con la “descripción densa”, y no a que el estudioso detalle al
máximo su labor descriptiva, pero sin ningún sentido.
Portada del MUREF, Ciudad Juárez, Chihuahua, enero de 2016 Fotografía © José Luis Ramos
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Mi invitación es empezar a imaginar e impulsar investigaciones etnológicas aplicadas a los públicos de los museos, cuyo eje es la comparación; es decir, contrastar varias pesquisas
etnográficas para descubrir diferencias y similitudes de un conjunto de experiencias culturales, con lo cual pueden apreciarse
con mayor ojo analítico los diversos aspectos de cada unidad
sociocultural estudiada.
A partir de estas consideraciones generales esbozo una
propuesta de investigación que combina etnografía (significativa) y etnología (comparativa), que complemente y amplíe
la realización de nuevos estudios de público.3
INVESTIGACIÓN ETNOGRÁFICA Y ETNOLÓGICA DE MUSEOS
Como la presente propuesta es exploratoria, no me atrevo a
hablar de una “etnología museológica”, pero sí de un estudio
etnológico de público, para ubicarlo en el plano descriptivo y
comparativo, con el apoyo de indicaciones teóricas, pero sin
llegar a trazar –aún– una teoría. Una de estas premisas es ubicar
a la unidad de estudio, compuesta por dos dimensiones: una
social y otra cultural (simbólica), cuya tarea es configurar
una explicación comprensiva de la misma.
En el primer plano está la base que se construye a partir de
la interacción social que ocurre entre dos actores sociales colectivos e individuales, que denominaré A y B. El público –los
visitantes– son B, y el equipo o staff del museo es A. Con la
Explanada del MUREF, Ciudad Juárez, Chihuahua, enero de 2016 Fotografía © José Luis Ramos
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presencia interactiva del primer sujeto requiero aclarar por qué
sigo empleando el término de “estudios de público”, cuando
éstos justamente sólo perciben al sujeto B.4 Me interesa partir
de la categoría que ya es ampliamente reconocida de estudios de
público y mantener el término para establecer la conexión con
esta base investigativa y desde ahí ofrecer mi propuesta metodológica, aunque en realidad el análisis se amplía hacia los
equipos de trabajo de los museos.5 Una diferencia importante
con los estudios de público que se suelen aplicar es que con la
etnografía resulta necesario incluir de manera integral a otros
actores sociales, principalmente al equipo de un museo.
La interacción que juegan A y B es compleja, y una forma
primordial que ocurre en los diferentes museos corresponde a la comunicación que permite el flujo de discursos, ideas,
imágenes y valores, por mencionar algunos, entre el equipo de
trabajo y el público diverso. Cuando desglosamos a los miembros de A, se multiplican los tipos de contacto con los públicos.
Pensemos en el organigrama de un museo: cada miembro que
ocupa una posición distinta establecerá diferentes acciones, directas e indirectas, con los sujetos pertenecientes a B, ya sea el
director, el administrador, los guías, los custodios, los guardias,
el curador o el museógrafo. De igual forma, de la categoría general de público (B) se pasa a identificar a los públicos según
determinadas condiciones: género, edad, estatus socioeconómico, actividad económica o social y algunas más.
Entrada al MH, El Paso, Texas, abril de 2016 Fotografía © José Luis Ramos
Las anteriores son interacciones directas, pero en la experiencia museológica también ocurre la liga indirecta entre A
y B, mediada por un objeto (A-O-B), el cual se mostrará bajo
diferentes dimensiones. Los objetos a que nos referimos incluyen tanto los objetos expuestos del patrimonio cultural e
histórico como los de apoyo –videos, fotografías o cédulas–, el
espacio arquitectónico que contiene al museo y sus componentes –torniquetes, puertas, escaleras, lámparas, mobiliario,
colores, iluminación, entre otros–. De esta forma, puedo
señalar tres conexiones básicas: una directa entre A y B, donde un ejemplo sería cuando se da una comunicación verbal
y no verbal entre un guía y estudiantes de bachillerato. Un
ejemplo del segundo tipo de conexión sería aquélla mediada
por los objetos cuando los visitantes leen las recomendaciones establecidos por los directivos del museo para la visita en los avisos, afiches o anuncios. La tercera corresponde a
las conexiones directas de cada sujeto (A y B) con los objetos (O), y se da una vez que el museógrafo instala la exposición, cuando el público observa lo expuesto, aún más si se le
permite tocar las piezas.
La complejidad aumenta en esta unidad social cuando, a
lo señalado arriba respecto a la interacción entre los sujetos,
considero aspectos propios de cada actor social. Existen cuatro
rubros que me interesa desglosar: el pensamiento social, el discurso, los afectos y el cuerpo de cada sujeto. En el momento de
la interacción, tanto A como B ponen en operación su pensamiento social en forma de ideas, representaciones, imaginarios,
expectativas, percepciones, fantasías, creencias y opiniones
respecto a sí mismos (A), al sujeto con quien interactúan (B), al
objeto (O) y las interacciones (–). Por ejemplo, cada miembro
del equipo de trabajo (A) imagina de alguna manera a los públicos (B), sus intereses, sus afinidades estéticas, la información
con que cuentan o su edad, y con base en tal imaginario configura tanto su oferta museográfica como el estilo de llevar a cabo las visitas guiadas o los talleres de apoyo. Este pensamiento
social servirá de vehículo a través de diversos lenguajes, estableciendo determinados discursos, emitidos de manera directa
por A y B, y mediados por los objetos O. Los discursos posibilitarán la objetivación del pensamiento social y los afectos en los objetos. Por eso un objeto periférico al discurso
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Muro digital del MH, El Paso, Texas, abril de 2016 Fotografía © José Luis Ramos
Interior del MACH, Ciudad Juárez, Chihuahua, junio de 2016 Fotografía © José Luis Ramos
Interior del MACH, Ciudad Juárez, Chihuahua, junio de 2016 Fotografía © José Luis Ramos
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museográfico –como un extinguidor, una cámara de vigilancia
o las cadenas delimitadoras– estará comunicando los valores y
las prescripciones propios de un espacio museográfico.
El tercer elemento propuesto implica considerar los afectos
que se hacen presentes en la complejidad de la interacción social entre A, B y O. Al conjugarse las distintas formas de pensamiento social con los afectos, la experiencia museológica se
vuelve más intensa y reconstituye la propia interacción social.
Hasta aquí he hablado de varios componentes de los
propios sujetos. Queda un último por considerar: la materialización del actor social en su cuerpo. Las características y
condiciones físico-corporales pautarán las experiencias e interacciones sociales en el instante de ingresar al mundo de
los museos, como A y como B. La proporción de la estatura
de los visitantes respecto a la altura de los objetos expuestos,
la capacidad física de oír, ver y hablar, marcarán las maneras
de interactuar entre sujetos y con los objetos.
Si pensamos e imaginamos las probables combinaciones e
interconexiones entre los diversos elementos que acoto aquí
–como parte de la institución social del museo–, apreciaremos
el grado de complejidad que hay que observar, registrar y explicar comprensivamente para decir que estamos realizando
una investigación etnográfica.
Otros dos aspectos centrales de la institución social del
museo son los ejes temporal y espacial. En el primero incluyo la dimensión diacrónica del sistema generado a partir de
la interacción social entre actores sociales, ya sea mediada por
objetos o directamente entre ellos, es decir, tanto el momento
histórico en que acontece la interacción como su trayectoria
significativa. El segundo aspecto a considerar en la dimensión
espacial es que el museo es un lugar compuesto por múltiples
microespacios; que también puede formar parte de una red
más amplia de lugares –museos o espacios de esparcimiento–;
que su ubicación puede ser de un entorno urbano o rural
inmediato, entre otros factores espaciales. Los componentes anteriores también matizarán emocionalmente los pensamientos de los distintos actores sociales para establecer los
recorridos, traslados o tiempos de estancia en el museo, con lo
que transitamos de los espacios a los lugares (Vergara, 2013).
Cuando los antropólogos empezaron a llevar a cabo
investigaciones etnográficas holísticas, las efectuaron en micropoblaciones manejables, a fin de poder incluir múltiples
aspectos: económicos, políticos, religiosos y estéticos, por
mencionar algunos. Así, al momento de comparar dos o más
pesquisas etnográficas, los resultados permitían armar un estudio etnológico. Trasladando esta idea primigenia, propongo
hablar de una investigación etnológica cuando se comparen etnografías de dos o más museos, con lo que será posible
identificar aspectos comunes y distinciones específicas. Esta
fórmula se puede desarrollar por parte de los estudiosos, cuya
labor central es la investigación, en instituciones especializadas
y universidades. Sin embargo, no todos los interesados cuentan con estas posibilidades, sobre todo los profesionales que
forman parte del equipo del museo o los despachos de consultores –que promueven estudios cortos–, para quienes conviene
ofrecer una propuesta más flexible de acuerdo con su disponibilidad de tiempo, metodología y funciones.
ESTUDIOS ETNOGRÁFICOS Y ETNOLÓGICOS DE PÚBLICO
El esbozo de investigación etnográfica y etnológica queda
como una meta de trabajo, si se cuenta con el tiempo suficiente para su desarrollo y se apoya en referencias antropológicas.
Sin embargo, no todos los estudiosos de museos cumplen con
estos requisitos; sus condiciones de trabajo, perfiles profesionales e intereses investigativos serán diferentes. A esto se suma
una concepción limitada de lo que representa la investigación
etnográfica, traducida en pesquisas parciales o microscópicas.
Por lo anterior, ordeno aquí las actividades que se llevan
a cabo en nombre de la etnografía y que no alcanzan el nivel de interpretación conforme a lo expuesto en el apartado
anterior. En realidad hablamos de labores que remiten a diferentes planos y de alcance diverso. Básicamente pienso en
tres niveles: a) miradas microscópicas, b) registros etnográficos parciales y c) microetnografía.6
En el primer plano visualizo descripciones muy puntuales sobre algún gesto mínimo de los sujetos; por ejemplo,
la conversación que ocurre entre dos visitantes mientras están frente a cierto objeto museográfico, una observación que
podrá repetirse en un determinado número de visitantes, si
bien el gesto es sólo un miniacto social. Considero que esta idea de “etnografía” proviene de las lecturas centradas en
el ejemplo del guiño del ojo que ofrece Geertz (1987) para
aclarar la distinción entre un movimiento exclusivamente físico y un acto cultural. Esto se aprecia en la conversación entre padres e hijos frente a un objeto museográfico (Benlloch y
Williams, 1998), o bien cuando la mirada analítica descansa
en los objetos materiales que apoyan una exposición: cédulas –tamaño, tipografía, etc.–, lámparas, señalización, entre
otros (Rosas y Schmilchuk, 2008).
En cuanto al segundo nivel, la intención es atrapar el desarrollo de un conjunto de actos sociales que forman parte
de una práctica social, como es el recorrido por el museo, en
tanto refiere a una determinada experiencia sociocultural del
visitante, incluyendo el contexto espacial. Por ejemplo, Eréndira Muñoz (2015: 287) anuncia “la narrativa del recorrido,
una especie de etnografía”. También se presenta en estudios
con un fuerte soporte teórico, pero donde la pesquisa descansa sólo en analizar con cierto detalle uno o algunos objetos museográficos; es el caso del trabajo de González (2015)
en dos museos comunitarios de Oaxaca.
El tercer rubro corresponde a un registro más sistémico de las prácticas sociales: recorridos, actos comunicativos
Interior del MH, El Paso, Texas, abril de 2016 Fotografía © José Luis Ramos
Interior del MACH, Ciudad Juárez, Chihuahua, junio de 2016 Fotografía © José Luis Ramos
Interior del MACH, Ciudad Juárez, Chihuahua, junio de 2016 Fotografía © José Luis Ramos
GACETA DE MUSEOS
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entre los sujetos, interacción con los objetos museográficos,
imaginarios que explican y justifican la conducta, condiciones espaciales y materiales del lugar, entre otras. Es curioso
que Muñoz (2015), quien realizó un estudio amplio e interesante sobre el Museo Nacional de Antropología, aplicando
diversos recursos metodológicos, conciba a la etnografía de
manera mínima, como se aprecia en la cita del párrafo anterior. Esta confusión metodológica ocurre en otros campos
disciplinarios interesados en la aplicación del método etnográfico y que sus investigadores pretenden aclarar, como
Joyceen Boyle (2003: 191): “Contrario a la creencia común
entre los profesionales de la salud, una etnografía puede incluir datos y análisis cuantitativos”.
Explanada del MACH, Ciudad Juárez, Chihuahua, junio de 2016 Fotografía © José Luis Ramos
42
GACETA DE MUSEOS
Ahora bien, mi propuesta heurística consiste en retomar
estos ejercicios investigativos para transitar a los que denomino “estudios etnográficos de público”. Es decir, se mantienen
estas labores parciales de pesquisa conforme al criterio elegido
–un sujeto, un acto, un objeto, etc.–, pero ahora es necesario
considerar tres requisitos: a) procurar buscar el sentido que tiene para los propios sujetos el aspecto registrado, b) identificar
las conexiones que guarda con otros componentes de la experiencia museológica, y c) tenerlo presente como un aspecto
de lo que será, a la postre, una etnografía del museo. Cuando
se comparen dos de estos ejercicios, estaremos hablando de estudios etnológicos de público; por ejemplo, al comparar los recorridos que llevan a cabo dos sujetos que se distinguen por
género, generación o profesión. Es importante que el investigador ofrezca una explicación comprensiva de lo registrado, claramente ligada con la problemática del estudio, donde eligió la
“etnografía” para ofrecer una mirada más cualitativa.
En la medida que los interesados amplíen, profundicen
y articulen paulatinamente los diversos estudios etnográficos
y etnológicos de público, habrá un tránsito hacia la investigación etnográfica y etnológica de museos. Por lo pronto,
conviene seguir desarrollando los primeros, al aplicar, en la
medida de lo posible, las diversas técnicas de observación y
registro creadas en el interior de la etnografía ✣
Notas
1
Un enfoque que advierto en diversas publicaciones, cuando informan de la trayec-
toria investigativa ocurrida. Un ejemplo aparece en el balance histórico de los estudios de visitantes incluido por Eloísa Pérez (2000).
2
La densidad permite acercarse al significado de lo descrito, una explicación
comprensiva.
3
Otros autores prefieren hablar de “estudios de visitantes”, como en el caso de
Eloísa Pérez (2000).
4
El presente esquema analítico lo desarrollo a partir del concepto de “realidad so-
cial” de Sergio Bagú (1970), quien anuncia su génesis a partir de la interacción social entre dos individuos, aunado a la idea de hecho social de Durkheim (1978); es
decir, los actos, decires, pensamientos y afectos que despliegan las personas y co-
* Escuela Nacional de Antropología e Historia, INAH
lectivos sociales.
5
Una situación similar a los inscritos en la nueva museología, quienes han recate-
gorizado el término de “público” por usuario. Si bien en el texto mantienen el uso de
la palabra, se entiende que han modificado su contenido conceptual.
6
La distinción que propongo es gradual, por niveles, a diferencia de otros autores,
quienes prefieren hablar de tipos: etnografía “particularista”, “enfocada” o “minietnografía” (Boyle, 2003).
Bibliografía
Bagú, Sergio, Tiempo, realidad social y conocimiento, México, Siglo XXI, 1970.
Benlloch, Montse y Vilma Williams, “Influencia educativa de los padres en una visita al museo de la ciencia: actividad compartida entre padres e hijos frente a
un módulo”, en Enseñanza de las Ciencias. Revista de Investigación y Experiencias Didácticas, vol.16, núm. 8. 1998.
Boyle, Joyceen, “Estilos de etnografía”, en Janice M. Morse (comp.), Asuntos críticos en los métodos de investigación cualitativa, Medellín, Universidad de Antioquia, 2003.
Durkheim, Émile, Las reglas del método sociológico, Buenos Aires, Pléyade, 1978.
Geertz, Clifford, La interpretación de las culturas, México, Gedisa, 1987.
González, Lilly, Miradas a la museología de Oaxaca. Análisis semiótico-discursivo de
dos museos comunitarios, México, ENAH-INAH-Conaculta, 2015.
Guber, Rosana, El salvaje metropolitano. Reconstrucción del conocimiento social en
el trabajo de campo, Buenos Aires, Paidós, 2004.
Mauss, Marcel, Manual de etnografía, México, FCE, 2006.
Muñoz, Eréndira, Nacionalismo de museo. El Museo Nacional de Antropología,
1964-2010, México, Primer Círculo, 2015.
Pérez, Eloísa, Estudio de visitantes en museos. Metodología y aplicaciones, Madrid, Trea, 2000.
Rosas, Ana y Graciela Schmilchuk, “¿Comunicar o someter? Evaluación de dispositivos de interpretación de la exposición El cuerpo aludido (Museo Nacional de
Arte, 1999)”, en Cuicuilco, México, vol. 15, núm. 44, 2008.
Vergara, Abilio, Etnografía de los lugares. Una guía antropológica para estudiar su
concreta complejidad, México, ENAH/Navarra, 2013.
Viladot, P., “¿Para qué vienen? Expectativas de los docentes en las visitas escolares
al museo”, en Enseñanza de las Ciencias. Revista de Investigación y Experiencias Didácticas, núm. extra: VIII Congreso Internacional sobre Investigación en
Didáctica de las Ciencias, 2009.
Zavala, Lauro, “El patrimonio cultural y la experiencia educativa del visitante”, en
Educación y museos, México, INAH, 2002.
GACETA DE MUSEOS
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PUENTES
Figura 1 Afiche de la exposición Diagramación I. Márquez Fotografía © Museo Larco/INAH
Moche y Teotihuacan: una
aproximación intercultural a
Mesoamérica y los Andes: experiencias
de una exposición museográfica binacional
Verónica Ortega* y Jorge Gamboa**
En el primer milenio de nuestra era, la vida cotidiana y la
organización sociopolítica de los Andes y Mesoamérica estuvieron marcadas por el devenir de dos sociedades: la moche
y la teotihuacana. Desarrolladas en paralelo, aunque sin entrar en contacto directo, cada una de ellas condujo a sus respectivas regiones hacia la consolidación de formas novedosas
de gobierno e integración religiosa y económica regionales,
pero también de conflicto y violencia.
El público mexicano ha logrado disfrutar, con relativa
frecuencia y en especial en las grandes ciudades, de muestras
dedicadas a la arqueología, la historia y el arte de diversas
sociedades antiguas y modernas de Centroamérica, Europa,
África y Asia. Por el contrario, las culturas prehispánicas sud-
americanas han sido objeto de mucha menor atención. Organizada por profesionales en arqueología y museología de
Perú y México, y expuesta en el Museo de los Murales Teotihuacanos del INAH, la exposición fotográfica Moche y Teotihuacan (figuras 1 y 2) exploró las características de ambas
sociedades, en cuyo proceso se procuraba comprender las
raíces históricas y culturales de Latinoamérica. Otra meta de
la exposición fue contribuir a que la información acumulada
por arqueólogos y antropólogos pase a formar parte del conocimiento de las nuevas generaciones de estudiantes mexicanos y peruanos.
La exposición fue curada por los autores de este artículo. Las imágenes de la cultura moche fueron proporcionadas
Figura 2 Museo de los Murales Teotihuacanos “Beatriz de la Fuente” Fotografía Tomada de https://www.uweduerr.com/blog/2014/7/museo-de-murales-teotihuacan
GACETA DE MUSEOS
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por instituciones peruanas, como los proyectos Huacas del
Sol y de la Luna, El Brujo, Sipán y San José de Moro, así como el Museo Larco, mientras que las fotografías de Teotihuacán fueron brindadas por el INAH. Cada sección de la muestra
buscó despertar en el espectador curiosidad e interés en la
organización y el pensamiento de Mesoamérica y la región
andina en el primer milenio de nuestra era. Para esto se recurrió a imágenes de alta calidad, textos explicativos y diagramas de los edificios ceremoniales y las viviendas construidos
y habitados siglos atrás por los moche y los pobladores de
Teotihuacán. Otras imágenes presentaron los objetos de uso
ceremonial y ornamentos de metal de los moche y los artefactos de obsidiana, jade y piedra de Teotihuacán, así como
una selección de la cerámica elaborada por los artesanos de
ambas sociedades.
Aquí se presentan a los lectores de GACETA DE MUSEOS
los detalles de la exposición y los pasos que condujeron a su
Figura 3 Palacio de Quetzalpapálotl, 2015 Fotografía © Jorge Gamboa
46
GACETA DE MUSEOS
organización y puesta en escena. Asimismo se exploran las
particularidades de la cooperación entre las instituciones de
dos países con puntos de encuentro y divergencia en políticas y agendas culturales. El objetivo general es demostrar las
posibilidades de colaboración entre organismos de distintos
países en la promoción del entendimiento y respeto de la diversidad humana pasada y presente.
¿POR QUÉ UN ENFOQUE INTERCULTURAL?
En esencia, una aproximación intercultural es un proceso de
acercamiento, diálogo e intercambio respetuoso de las particularidades de individuos, grupos y organizaciones con identidades diversas. A escala global, los proyectos museográficos
interculturales suelen enfocarse en las poblaciones, las artes
y las tecnologías del presente. En nuestro caso, a través de la
exposición elegimos representar la diversidad cultural de
dos regiones de la América antigua. El ejercicio resultó en un
aprendizaje mutuo y cooperativo. El acercamiento entre Mesoamérica y el territorio andino ha dado paso en la modernidad a una influencia mexicana en las artes y los medios de
comunicación de los países sudamericanos. En paralelo han
surgido tanto sistemas económicos estatales y privados que
rebasan las fronteras nacionales como comunidades de inmigrantes integradas a las poblaciones que les dieron acogida, pero que mantienen un sentido de herencia cultural originaria. En
este contexto, el diálogo intercultural entre México y Perú ha sido un sujeto menor de atención pública, con excepciones puntuales y esporádicas.1
La moche y la teotihuacana son culturas arqueológicas sobre las que se han fundado discursos científicos que buscan
explicar la manera en que esas sociedades enfrentaron los retos de su tiempo. La investigación arqueológica ha aportado la
materia prima con que el público moldea sus sentidos de pertenencia y cercanía con el pasado. Esos sentidos, complejos
y cambiantes, resultan esenciales tanto para la valoración de
los vestigios arqueológicos por parte de las poblaciones modernas como para el funcionamiento de los procesos de patrimonialización de las herencias culturales (Prats, 2005: 26). Los
restos materiales de las sociedades moche y teotihuacana se
han integrado en las memorias nacionales como recursos simbólicos importantes a nivel político debido a su rol en la validación de agendas de homogeneidad y orden histórico. Sin
embargo, en la práctica cotidiana la materialidad de ambas culturas prehispánicas se encuentra sujeta a una serie de tensiones
generadas por los diferentes significados otorgados al patrimonio cultural, así como los intereses económicos y políticos que
giran alrededor del mismo.
El concepto de interculturalidad puede contribuir al establecimiento de una relación horizontal y sinérgica entre México
y Perú en materia de protección y difusión del patrimonio. Ambos países comparten procesos históricos que los han llevado
a edificar formas diferentes de nacionalismo, las cuales confluyen en la idea de “grandeza” de las sociedades prehispánicas
(Earle, 2006) y la recontextualización de los vestigios materiales del pasado precolonial en los planes de desarrollo nacional.
Las dos naciones también comparten situaciones similares de
distanciamiento entre esas metas y la realidad de las comunidades locales, que en ocasiones mantienen vínculos con los
vestigios arqueológicos distintos e incluso opuestos a los discursos oficiales.
La articulación en la exposición fotográfica de elementos
representativos de dos sociedades prehispánicas puede ser
objeto de dos niveles de lectura. En el primero, sirvió para
abordar realidades regionales de investigación e interés público en las historias precoloniales. En el segundo, permitió
explorar cómo esas expresiones del pasado se pueden integrar en una mirada conjunta de las memorias e identidades
comunes y diversas latinoamericanas. Estas perspectivas
partieron de reconocer a la educación y el aprendizaje como servicios principales de los museos a la sociedad. Tal
posición se articuló con otro planteamiento transversal e
igualmente importante: lograr en el espectador su propio reconocimiento de ser no un visitante o “consumidor cultural”,
sino un participante en la creación, diseminación y examen
de los discursos presentados en un museo (Kreeps, 2009: 5).
Así, desde su planeamiento, la muestra se orientó a fortalecer en el público un entendimiento amplio, pero rico
en información, de dos realidades diferentes. Esa conjunción también ocurrió en anticipo a posibles niveles mayores de integración entre países como Perú y México, una
posibilidad que debe conducirnos a reflexionar acerca de la
necesidad de reconocer las trayectorias históricas y las perspectivas de las poblaciones latinoamericanas. La integración
de esas comunidades es una realidad compleja y cambiante, no
exenta de reflejar y reproducir desigualdades. La museografía intercultural puede contribuir a mejorar esa situación, al
promover los derechos a la igualdad y los procesos creativos regionales en un escenario social y económico que en
la actualidad tiende a confundir el diálogo intercultural con la
integración de nuevos ciudadanos en la cultura dominante
(Bodo, 2009: 26).
Figura 4 Escultura teotihuacana de la Serpiente Emplumada, 2015
Fotografía © Jorge Gamboa
GACETA DE MUSEOS
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Figura 5 Paneles de la exposición Moche y Teotihuacán, 2015 Fotografía © Jorge Gamboa
El andinista Jürgen Golte (comunicación personal, 2016)
sugería la necesidad de comparar Teotihuacán con Tiwanaku,
ambos centros de Estados expansionistas centralizados. Aunque
el ejercicio parece adecuado, debe señalarse que las aproximaciones interculturales no se imponen, sino que se dan justamente por la necesidad de explorar y comprender realidades
distintas. Las sociedades prehispánicas americanas se deben
apreciar, más que por su influencia en las escuelas modernas
de arte (Braun, 1993), por lo que representan en términos de
“identidad” y “memoria” colectivas. En un escenario de cambio cultural y presión de agentes económicos y culturales globales, la muestra sirvió para resaltar las posibilidades creativas
de un encuentro basado en la defensa de la diversidad frente a
la hegemonía o uniformidad cultural.
Bartolomé (2010: 10) señaló que no es posible “apelar
ideológica o políticamente a la unidad de América Latina sin
reconocer la diversidad cultural que le otorga su mayor riqueza
y en la cual radica su singularidad histórica”. Al presentar los
aspectos “comunes” y “distintos” de dos culturas contemporáneas del pasado latinoamericano, la exposición buscó mostrar
parte de la “diversidad” del pensamiento de las sociedades prehispánicas; al mismo tiempo, el esfuerzo reflejó el acercamiento de diversas instituciones latinoamericanas. Poner frente a
48
GACETA DE MUSEOS
frente a las culturas moche y teotihuacana permitió un diálogo
entre dos historias distintas que han dado paso a dos presentes
compartidos, los cuales involucran intereses académicos, políticos, económicos y educativos, y demandan un intercambio de
experiencias y propuestas que nos acerquen a una idea más clara de quiénes somos en el contexto hispanoamericano.
ORGANIZANDO UNA EXPOSICIÓN BINACIONAL
En un mundo globalizado, donde las nuevas generaciones visualizan las interacciones culturales como una situación común, es imperativo revisar las similitudes y diferencias entre
sociedades que, al ser contemporáneas, no tuvieron contacto
directo. Las culturas teotihuacana y moche fueron protagonistas en geografías distantes y desplegaron estrategias de crecimiento socioeconómico y político que ahora pueden ser objeto
de comparación y comprensión. Ante este panorama, nos propusimos desarrollar un guión que expusiera la complejidad
social, expresiones arquitectónicas y artísticas, y conceptos de
tiempo, espacio y corporalidad en ambas regiones.
Con la idea de atraer la atención hacia los procesos de investigación, protección y divulgación del patrimonio arqueológico en México y Perú, así como visualizar sus diferencias y
similitudes, emprendimos la elaboración de un guión museo-
gráfico capaz de presentar una síntesis de cada cultura a través
de sus rasgos representativos: iconografía religiosa plasmada
en pinturas murales y vasijas decoradas, orfebrería moche y
ornamentos de piedra y obsidiana teotihuacanos; arquitectura
monumental de adobe en la costa peruana y basamentos piramidales de piedra volcánica y tierra en el Altiplano central
mexicano. Las imágenes seleccionadas se convirtieron en un
testimonio gráfico de los avances en la arqueología peruana y
mexicana a lo largo de las últimas décadas.
La creación de una exposición binacional implica un diálogo entre instituciones diversas en organización y objetivos. En
el caso presentado, la colaboración ocurrió entre dos conjuntos de museos y grupos profesionales con vínculos aún escasos
o poco desarrollados.2 La organización de la muestra permitió reconocer las políticas culturales de cada país y sus estrategias de integración de comunidades locales y nacionales en los
discursos patrimoniales, algo especialmente necesario en un
panorama donde la globalización desdibuja las fronteras nacionales, reconfigura el concepto de identidad y apropiación
del patrimonio, y conduce a instituciones culturales como los
museos y proyectos arqueológicos a buscar nuevos discursos y
formas de acercamiento al público (Pérez, 1998).
Las instituciones peruanas dedicadas a la investigación y
valoración del patrimonio arqueológico prehispánico tienen un
origen más diverso que sus contrapartes mexicanas. El hallazgo
y registro científico de las tumbas reales de Sipán (1987) significó el inicio de un periodo de impulso al estudio y la atención
pública del pasado prehispánico de la costa norte peruana. Ese
periodo estuvo caracterizado por el surgimiento de varios proyectos de excavación, conservación y apertura al turismo de
los sitios intervenidos. Aunque varios de esos proyectos suelen
ser identificados como fruto de iniciativas privadas, en realidad
pueden ser denominados “multisectoriales” por reflejar el esfuerzo conjunto de gestiones estatales y privadas.
Los trabajos en Sipán, en un principio realizados por el
equipo del Museo Nacional Brüning, son conducidos desde
2003 por el Museo Tumbas Reales de Sipán. El Proyecto El
Brujo surgió en 1990 mediante la alianza entre la sección cultural de una empresa bancaria, el Instituto Nacional de Cultura
–actual Ministerio de Cultura de Perú– y la Universidad Nacional de Trujillo; la gestión del mismo es conducida por la Fundación Wiese. En 1991 nació el Proyecto Huacas de Moche, el
cual articuló el financiamiento y objetivos de la Fundación
Ford, la Cervecera Backus, la Universidad Nacional de Trujillo, la Municipalidad Provincial de Trujillo y diversas universidades e instituciones peruanas y extranjeras. Por los mismos
años se iniciaron el Proyecto San José de Moro, gestionado por
investigadores de la Pontificia Universidad Católica del Perú y
varias universidades de Estados Unidos, y el Proyecto Túcume
en Lambayeque, originado de la colaboración entre el Museo
Kon-Tiki de Oslo y el Estado peruano.
Figura 6 Divinidad moche Fotografía © Proyecto El Brujo y Fundación Wiese
Figura 7 Orejera metálica del Señor de Sipán Fotografía © Museo Tumbas Reales de Sipán
GACETA DE MUSEOS
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En 2003, el gobierno de Perú inició una etapa de mayor
intervención en la gestión de sitios arqueológicos por medio
de las Unidades Ejecutoras (UE) Naylamp, Chan Chan y Marcahuamachuco. La promoción del empleo y el desarrollo socioeconómico de las áreas intervenidas han tenido un papel
primario en esas inversiones gubernamentales. La UE Chan
Chan ha concentrado sus labores en la antigua capital Chimú
(900-1450 d.C.). En cambio, la UE Naylamp orientó sus
esfuerzos a nivel territorial, al lograr abrir nuevos frentes de trabajo en sitios como Ventarrón, Pampa Grande, Batán Grande,
Úcupe, Chotuna-Chornancap, Túcume y Jotoro. Esas intervenciones en asentamientos que datan desde el Arcaico tardío
Figura 8 Panel de Huacas de Moche
Diagramación I. Márquez Fotografía © Proyecto Huacas de Moche
50
GACETA DE MUSEOS
(3000-1600 a.C.) hasta el periodo Inca (1450-1532) se han
desarrollado en colaboración con los museos estatales de Lambayeque. Otro resultado de esa labor fue la construcción de varios nuevos museos de sitio.
Esta revisión del estado de la gestión del patrimonio arqueológico en la costa norte peruana revela un conjunto de
diferencias y paralelismos en organización y función con el
INAH de México, nación donde es preponderante el rol del Estado en la investigación, administración y socialización del
patrimonio arqueológico; una función que durante décadas se
ha encontrado relacionada con los planes educativos nacionales. Tal estrategia se originó en la primera mitad del siglo XX y
se cuenta entre las experiencias de mayor duración, a escala
global, de participación gubernamental activa y permanente
en las políticas culturales de un país. Teotihuacán es un caso emblemático del papel primario del Estado en la investigación y conservación del patrimonio arqueológico. Ese rol no
ha estado exento de dificultades, pero ha permitido la continuidad de los trabajos en el sitio mediante el financiamiento
público, así como una colaboración continua con otras instituciones mexicanas y extranjeras.
LA SECCIÓN DE TEOTIHUACÁN
Teotihuacán, la gran ciudad prehispánica del centro del actual territorio mexicano, fue sede de una sociedad que
protagonizó la red de interacciones culturales más amplia conocida para el periodo Clásico en Mesoamérica. Esta sección
presentó la planeación y el orden que esa ciudad adquirió en
sus orígenes y desarrolló a lo largo de cinco siglos, desde sus
principales ejes de crecimiento y monumentalidad arquitectónica hasta las decoraciones murales (figuras 3 y 4).
Los vínculos entre Teotihuacán y el área de Monte Albán, en el sur de México, se presentaron a través de los objetos hallados en fechas recientes en Tlailotlacan, un sector de
la ciudad habitado por inmigrantes procedentes de los valles
centrales de Oaxaca. En esta sección se integraron fotografías
de vasijas efigie de Cocijo, el dios del agua en Oaxaca, registradas en contextos funerarios de Tlailotlacan. La manifestación del
cuerpo humano en la sociedad teotihuacana se mostró por medio de figurillas en concha, arcilla y obsidiana, las cuales permitieron apreciar los ideales estéticos e ideológicos perseguidos
por sus artesanos: la simetría de las proporciones, el papel social de las mujeres y las expresiones de sexualidad evidentes en
algunas imágenes.
La sección concluyó con fotografías que aluden al Teotihuacán contemporáneo, un territorio marcado por la presencia de edificios prehispánicos y poblaciones modernas en
proceso de definir sus identidades y vínculos con las manifestaciones del pasado que las rodean. Tales comunidades
mantienen una relación ambigua con los vestigios del pasado prehispánico local, que en algunos casos son vistos como
ataduras que bloquean la modernización del espacio urbano. Al mismo tiempo, las expresiones culturales reflejan una
convivencia y apego con el pasado local, visible en el empleo, festividades y símbolos religiosos modernos, la iconografía de murales prehispánicos y representaciones de dioses
como Huehuetéotl y Quetzalcóatl.
LA SECCIÓN MOCHE
La mitad de nuestra exposición se convirtió en una ventana a la sociedad moche y el patrimonio arqueológico andino
(figura 5). El periodo Moche (200-800 d.C.), iniciado cuando Mesoamérica atestiguaba el apogeo de Teotihuacán en la
fase Tlamimilolpa, significó para la costa norte peruana una
época de apogeo político y cultural en que se alcanzaron niveles elevados de destreza en el trabajo de los metales y la
producción de cerámica, tejidos y arte mural. Los moche y
los pobladores de Teotihuacán desarrollaron concepciones
del mundo distintas a las que prevalecen en las urbes modernas. Los moche pudieron verse a sí mismos como habitantes de un cosmos dominado por fuerzas sobrenaturales, con
las que los seres humanos podían interactuar a través de ceremonias y rituales.
La religiosidad y retórica de la autoridad y el poder moche
estuvieron estrechamente relacionadas. Parte de ese vínculo
Figura 9 Panel didáctico empleado en la exposición Diagramación I. Márquez Fotografía © Proyecto Huacas de Moche
GACETA DE MUSEOS
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CUADRO 1. MUSEOS ARQUEOLÓGICOS DE LA COSTA NORTE PERUANA
MUSEO
INAUGURACIÓN
FINANCIAMIENTO DE LA CONSTRUCCIÓN
Museo Brüning
1966
Gobierno peruano
RESPONSABLE DE LA GESTIÓN
MB-Ministerio
de Cultura
Museo de Sitio Túcume
1993-2014
Museo Kon Tiki de Oslo-Fundación Stromme
Instituto Nacional de Cultura
Módulos museográficos de San José de Moro
1998
Fundación Bruno-PUCP-PASJM
Proyecto San José de Moro
Museo Nacional Sicán
2001
Gobierno de Japón
MS-Ministerio
Museo Tumbas Reales de Sipán
2003
Gobierno peruano
MTRS-Ministerio
de Cultura
Museo de Sitio Huaca Rajada-Sipán
2009
Gobierno peruano
MTRS-Ministerio
de Cultura
Museo Cao
2009
Fundación Wiese
Fundación Wiese-PA El Brujo
Museo de Sitio Huacas de Moche
2010
Gobierno peruano, Municipalidad Provincial
de Trujillo, Barrick, S. A., Backus, S. A.
Proyecto Huacas de Moche-Ministerio de CulturaPatronato Huacas de Moche
Museo de Sitio Chotuna-Chornancap
2012
Gobierno peruano-UE Naylamp
Ministerio de Cultura
Módulo museográfico de Huaca Bandera
2012
Gobierno peruano-UE Naylamp
Ministerio de Cultura
Museo Túcume
2014
Gobierno peruano, Plan COPESCO
Museo Túcume-Ministerio de Cultura
de Cultura
Elaboró J. Gamboa, 2016
entre lo divino y lo humano estaba dedicada a la vida política y económica. Aunque el estudio de las divinidades moche
aún prosigue, conocemos la existencia de dioses principales y
menores, así como numerosos seres mitológicos. Esos personajes eran vistos como entidades en permanente interacción
y transformación (figura 6). La exposición incluyó imágenes
de las ceremonias a través de las cuales los moche buscaban
propiciar la fertilidad o predecir el futuro. Entre ellas se encontraban la cacería del venado, el mascado de hojas de coca
y el “juego” con pallares pintados llevados por corredores humanos representados como águilas y colibríes.
La figura y el rol de los gobernantes moche se vinculaban
tanto con la propiciación de la fertilidad social y agraria como con la conducción de encuentros festivos y violentos con
otras poblaciones, una situación que podía originar conflictos con los grupos agredidos o que no se consideraban correspondidos de modo adecuado (figura 7). Las imágenes de
Sipán, Huacas de Moche y El Brujo demostraron cómo las
capitales moche devinieron en centros de innovación de artes y tecnologías, así como lugares de consumo a gran escala
de materias primas (figura 8). El registro científico de contextos funerarios moche en esos asentamientos ha permitido
reconocer una amplia variedad de niveles socioeconómicos e
identidades sociales de varones y mujeres, algunas con roles
principales en el gobierno y el culto (Franco, 2009).
Un aspecto final de la exposición fue la transformación
de Teotihuacán y los sitios moche en centros de peregrinaje
para sociedades posteriores. Los aztecas vieron a Teotihuacán
como el lugar donde nacieron los dioses, y acudieron allí a
rendir homenaje a los ancestros y recuperar objetos que luego fueron trasladados al Templo Mayor. La herencia moche
fue reconocida por los pueblos lambayeque, chimú y casma
(900-1450 d.C.), y aparece en el presente en las poblaciones
52
GACETA DE MUSEOS
indígenas y mestizas del norte peruano. El discurso museográfico finalizó con una reflexión sobre la necesidad de acercar a las nuevas generaciones al conocimiento y cuidado del
patrimonio arqueológico y su uso sostenible (figuras 9 y 10).
El papel de los museos en ese proceso es trascendental, pues
ellos pueden ser el puente de comunicación entre las comunidades y su patrimonio, siempre y cuando reconozcan los
nuevos lenguajes que éstas van configurando día tras día.3
MUSEOS DEL NORTE PERUANO
La muestra también ofreció al público mexicano un espacio
de acercamiento a los museos de la costa norte de Perú. La
conservación de algunos sitios patrimoniales prehispánicos
y su apertura al turismo se convirtieron en metas públicas y
privadas a finales de la década de 1980. En los años siguientes surgieron museos como los de Túcume, Huacas de
Moche y Chotuna-Chornancap, creados mediante financiamiento estatal o multisectorial, o el Museo Cao y los módulos museográficos en San José de Moro, originados a partir
de iniciativas académicas y privadas (cuadro 1). Diferenciados
en origen y administración, pero con una visión compartida de manejo sostenible del patrimonio prehispánico,
esos recintos se han convertido en expresiones destacadas
de la nueva museografía peruana y en actores principales de
los procesos locales de apropiación social del patrimonio
cultural.
COMENTARIOS FINALES
La exposición fotográfica no tuvo como meta la simple reunión
de imágenes, ya que sirvió para presentar divergencias entre las
culturas moche y teotihuacana que, para algunos observadores, sobrepasan cualquier semejanza cultural. Esas diferencias
corresponden a lógicas disímiles, visibles en aspectos como el
Notas
1
México y Perú, dos naciones frecuentemente consideradas hermanas, presentan
un número escaso de experiencias en colaboración museística. Un ejemplo fue la
exposición Divina y humana. Poder e influjo de la mujer precolombina, presentada
en ambos países en 2004.
2
La planificación y ejecución de la exposición requirió múltiples coordinaciones
entre las instituciones que prestaron sus materiales fotográficos. En el caso peruano, se contó con la colaboración de los proyectos Huacas de Moche, El Brujo
y San José de Moro, así como los museos Tumbas Reales de Sipán, Larco, Nacional Brüning, el de Arqueología de la Universidad Nacional de Trujillo, el Nacional
Sicán, el de Túcume y el Amano. Es necesaria una mención especial para la Dumbarton Oaks Research Library and Collection (Washington, D.C.), que permitió la reproducción de los dibujos de Donna McClelland custodiados en el Archivo Moche
de esa institución.
3
El programa “Guardianes de Teotihuacán”, encabezado por la arqueóloga Elba
Estrada, incorpora a diversas escuelas mexicanas en la preservación de ese sitio y forma parte de las “buenas prácticas” en la gestión de Teotihuacán reconocidas por la UNESCO.
Bibliografía
Alva, Walter y Christopher Donnan, Royal tombs of Sipán, Los Ángeles, Fowler MuFigura 10 Pobladores de Lambayeque, norte de Perú
Fotografía © Carlos Wester y Museo Nacional Brüning
seum of Cultural History, 1993.
Bartolomé, Miguel, “Interculturalidad y territorialidades confrontadas en América
Latina”, en Runa, vol. 31, núm. 1, 2010, pp. 9-29.
uso de la escritura y la centralización política en Teotihuacán,
frente a la complejidad de los códigos visuales y la fragmentación sociopolítica del área moche. Otros visitantes extrajeron
conclusiones distintas, más próximas al reconocimiento de un
ethos común tanto a moches y teotihuacanos como a un número mayor de poblaciones indígenas prehispánicas y modernas del continente.
Al presentar en conjunto las características de las poblaciones de Moche y Teotihuacán buscamos acercarnos a nuestros orígenes comunes y distintos. Es una esperanza de los
organizadores de la muestra que esta aproximación a la antigua América pase a formar parte de los diálogos y el análisis
critico de las nuevas generaciones de mexicanos y peruanos,
y que eleve en ellos el interés de conocer y valorar la filosofía y
pensamiento, las artes y los avances tecnológicos, así como
los retos y las celebraciones que marcaron la vida en Mesoamérica y los Andes hace más de un milenio.
Siglos después del final de esas civilizaciones, apreciamos
en ellas parte de una historia indígena y precolonial fundamental para comprender al Perú y el México modernos. Sin
embargo, la continuidad de ese rol dependerá de la adopción
de nuevas posiciones en torno al reconocimiento, estudio y
preservación de las manifestaciones del pasado y el presente
en la realidad de Latinoamérica ✣
Bodo, Simona, “Introduction to Pilot Projects”, en S. Bodo, K. Gibbs y M. Sani (eds.),
Museums as Places for Intercultural Dialogue: Selected Practices from Europe,
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* Zona Arqueológica de Teotihuacán, INAH
** Universidad Nacional Santiago Antúnez de Mayolo, Perú
milenio, t. II, Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú/Universidad Nacional de Trujillo, 2003, pp. 179-228.
GACETA DE MUSEOS
53
Museo El Leander: estrategias
y resultados de la investigación
para su construcción
Cristopher Vargas*
En 2006, Venezuela conmemoró el Bicentenario de la Expedición Libertadora del Generalísimo Francisco de Miranda. A lo
largo de ese año se realizaron publicaciones, exposiciones, audiovisuales, actividades académicas y culturales sobre su vida
y obra para destacar su relevancia en el presente latinoamericano. Uno de estos proyectos culturales fue la construcción
de una réplica a escala natural del barco insignia de la “expedición libertadora” de 1806, el Leander, a fin de hacer del mismo un espacio expositivo.
Para construirlo, diseñamos un conjunto de estrategias
de investigación que permitieron extraer de la historiografía y los testimonios de la época datos que ayudaran a aproximarnos a su forma. La investigación de un hecho histórico
para la construcción de un museo, representado en un fragmento material como lo es el barco Leander, permite relacionar autores y textos en el tiempo, descubrir sus perspectivas
y fundamentos historiográficos utilizados para construir conjeturas que, en algunos casos puntuales, obedecen más a la
creatividad que a los hallazgos registrados. Por esta razón, la información en las fuentes, en especial las secundarias, se debía contrastar y actualizar con el propósito de
aproximarnos a una imagen basada en evidencias y no en
especulaciones.
En las siguientes páginas muestro algunos rasgos biográficos de Francisco de Miranda, a modo de introducción de
su empresa independentista y de su relevancia para la memoria de Venezuela, además de las estrategias de investigación para producir una imagen documentada del barco y los
resultados.
FRANCISCO DE MIRANDA Y LA LUCHA POR LA INDEPENDENCIA
Sebastián Francisco de Miranda nació en Caracas el 28 de
marzo de 1750 y murió preso en Cádiz el 14 de julio de 1816.
Participó de modo protagónico en la independencia de Estados Unidos, la Revolución francesa y en la Independencia
de Venezuela. Dedicó su vida a materializar su proyecto: libertar y unir las colonias españolas americanas en una sola
república, desde México hasta Chile, en un amplio territorio
que formaría una gran nación a la que bautizó con el nombre de Colombia.
Dominaba al menos cinco lenguas y viajó por varios
países de Europa, Asia, África y América, donde conoció a
distinguidas personalidades de la época, como Napoleón Bonaparte, George Washington, Thomas Jefferson, Catalina II
de Rusia, el príncipe Grigori Potiomkin, William Pitt, Simón
Bolívar, Bernardo O’Higgins y José de San Martín (Rumazo,
2007). Lo que vio en sus numerosos viajes por el mundo, así
como las negociaciones que realizó a favor de la independencia latinoamericana, quedó registrado en su archivo
personal, denominado “Colombeia”, conformado por 63 volúmenes y declarado por la UNESCO Memoria del Mundo en
el año 2007.1
En 1806, agotado de negociar sin éxito con Inglaterra,
Francia y Estados Unidos el apoyo militar y financiero para
formar un ejército libertador que iniciara la emancipación de
las colonias españolas en América, Miranda decidió hacerlo con sus propios recursos y el apoyo de algunos particulares (Robertson, 1967). Para lograr su propósito, adquirió en
Nueva York el barco Leander y reunió a una tripulación de
200 hombres, armamento de segunda mano, algunos uniformes militares, una imprenta, alimentos y pertrechos para
la guerra. A grandes rasgos, el plan consistía en desembarcar en Venezuela, aumentar el número de tropas con la adhesión de los habitantes y avanzar por el continente para
libertar los territorios.
La expedición mirandina de 1806, a bordo del Leander,
es relevante para la historia de la nación venezolana porque
en ésta se confeccionó y enarboló por primera vez la bandera madre tricolor –amarrilla, azul y roja–, la cual es el antecedente de las actuales banderas de Ecuador, Colombia y
Venezuela, pero fundamentalmente es significativa por los
objetivos que perseguía, entre los cuales el más destacado
era la creación de Colombia con los territorios independizados de España.
Francisco de Miranda, 2017 Fotografía © Arturo Namens Bravo
GACETA DE MUSEOS
55
RETO DEL PROYECTO Y ESTRATEGIAS DE INVESTIGACIÓN
El desafío consistió en diseñar una réplica a escala natural de
un barco de vela de finales del siglo XVIII, el Leander, y convertirlo en un museo público de historia para divulgar la vida y
obra de Miranda, resaltar la importancia de la expedición
y difundir la relevancia del proyecto mirandino de unión latinoamericana. Para construirlo, en primer lugar era necesario
descubrir su arquitectura, determinar los objetos a bordo,
su descripción precisa, además de identificar la función
que tenían y el lugar donde podrían haberse encontrado.
Por lo tanto, la investigación fue determinante para generar
una perfil documentado de la nave capitana de la expedición de 1806
¿Cómo era el Leander? Ésta fue la pregunta que abrió la
investigación documental y, a fin de responderla, la solución
expedita consistía en localizar los planos del barco, pues en
ellos encontraríamos su forma, sus partes y pistas de los objetos que se hallaban en su interior. En un inicio pensamos
que los encontraríamos en la amplia historiografía acerca de
Francisco de Miranda, en los archivos de la época o en “Colombeia”. Sin embargo, después de una detallada y amplia
revisión, no logramos dar con ellos. Esto nos llevó a plantearnos otra estrategia de investigación: aproximarnos a su forma
Cuadernas del Leander, 2011 Fotografía © Arturo Namens Bravo
56
GACETA DE MUSEOS
a través de las descripciones contenidas en otras fuentes, tanto primarias como secundarias.
EL LEANDER EN LA HISTORIOGRAFÍA
El primer paso consistió en revisar un amplio universo bibliográfico y ordenarlo por año a partir de la primera publicación, con el propósito de evaluar fragmentos narrativos
relacionados con el Leander, su origen y sus fundamentos. Así,
logramos hacer una especie de genealogía de la amplia historiografía mirandina; descubrimos quiénes eran los autores
originales de las interpretaciones que encontrábamos repetidas, las fuentes que usaron para crearlas, aquellas que no fueron consultadas y aquellas que repetían errores sin verificar ni
corregir las aseveraciones previas. En resumen, observamos
cómo y cuándo se crearon las narrativas más frecuentadas sobre la expedición, el barco y su tripulación.
Una de estas repeticiones historiográficas erradas afirma que
Miranda le cambió el nombre al barco y lo nombró Leander en
honor a su primogénito, Leandro. Al respecto sólo localizamos
una fuente secundaria que se ocupaba del asunto:
[…] el nombre de “Leander” no respondía al deseo de Miranda
de recordar a su hijo Leandro, como a veces se ha pretendido.
Era una denominación muy usada entonces para barcos, tanto
que en el Registro de Embarcaciones del Puerto de New York y
en el lapso comprendido entre 1798 y 1828 aparecen 12 embarcaciones con tal denominación (Polanco, 2001: 187).
Respecto a los datos técnicos, los aportados por la historiografía no eran precisos; ejemplo de esto es la confusión con el tipo de barco que era el Leander, ya que se refieren a éste como
fragata, corbeta, bergantín o goleta. Todos éstos son embarcaciones con dimensiones, diseños, funciones y usos diferentes,
lo cual nos dificultaba aproximarnos a una imagen de la nave
capitana de la expedición. Debido a lo anterior, continuamos
con la siguiente estrategia de investigación: ubicar y revisar
descripciones en las fuentes primarias.
¡QUE HABLEN LOS PROTAGONISTAS!
El estudio de las fuentes primarias comenzó con las memorias y cartas que escribieron los tripulantes James Biggs
(1996), John Sherman (2007), Moses Smith (2006), John
Edsall (1954) y Henry Ingersol (Mondolfi, 1992), todas publicadas y citadas por historiadores. Continuamos con las declaraciones de más de 45 tripulantes (CMEHR, 2006, vol. 2),
quienes fueron capturados por las autoridades realistas en el
primer intento de desembarco en 1806. Allí ubicamos datos
biográficos de la tripulación, detalles de la expedición, objetivos, planes, descripciones de los pertrechos navales, objetos a
bordo y las características del barco. Estos últimos testimonios
no habían sido consultados por los investigadores, debido a
que el acceso estuvo restringido en el Archivo General Militar
de Segovia, España, hasta el año 2006.
También es preciso mencionar los testimonios de los espías Thomas Stoughton, cónsul de su majestad católica en
Nueva York, y don Joseph Cobachich (ibidem, vol. 1), quienes
siguieron de cerca los movimientos de la expedición para advertir al gobierno de la Capitanía General de Venezuela. Ellos
mencionaron rasgos del Leander para que las autoridades realistas lo distinguieran, atacaran y apresaran.
En internet consultamos con facilidad fuentes primarias que eran de difícil acceso para los investigadores anteriores a la “era de la información”. Una de ellas es el juicio
que le practicaron a los colaboradores de Miranda por armar la expedición en Nueva York (Lloyd, 1807). En ese documento aparecen los testimonios del antiguo dueño del
Leander, Samuel Ogden, y el carpintero que lo modificó para
adaptarlo a las necesidades de la expedición mirandina.
Aunque sus declaraciones no pretendían describir el barco,
Vista general del Museo Barco Leander en el Parque del Este, Caracas, Venezuela, 2017 Fotografía © Arturo Namens Bravo
GACETA DE MUSEOS
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Cubierta superior Fotografía © Arturo Namens Bravo
Cubierta superior Fotografía © Arturo Namens Bravo
sino defenderse de la acusación por ayudar a preparar una
expedición para invadir a una nación extrajera, la España
americana, nos resultaron útiles para descubrir parte de su
forma y espacios.
En las voces de los tripulantes, espías y testigos encontramos la cantidad de toneladas que podía desplazar el barco, el
tipo de embarcación, el número de mástiles y sus colores, los
objetos característicos a bordo, la cantidad aproximada de
los cañones y su ubicación, y los espacios identificados por
su función, como la cocina, la cabina y la bodega.
El tercer paso consistió en expresar los datos hallados
en una imagen aproximada del barco. Era como armar un
rompecabezas del cual teníamos algunas partes importantes,
aunque faltaban muchas otras. En este sentido, los planos de
barcos a vela de la época sirvieron como referencia para completar la información y generar una imagen del Leander sustentada en fuentes primarias.
RESULTADOS DE LA INVESTIGACIÓN: UNA APROXIMACIÓN A LA FORMA DEL LEANDER
Respecto al tonelaje y la cantidad de cañones del barco, una
información fundamental para aproximarnos a su tamaño y
forma, los testimonios de la época resultaron de utilidad para
58
GACETA DE MUSEOS
la investigación porque ofrecían datos con diferencias mínimas entre sí que podían relacionarse.
Thomas Stoughton fue el principal espía de las operaciones mirandinas en el puerto de Nueva York, y el 30 de enero
de 1806 comunicó que el barco de Miranda podía desplazar
210 toneladas y que tenía acoplados 18 cañones (CMEHR, 2006,
vol. 1: 97). En el mismo año, don Joseph Cobachich, otro
espía español, siguió muy de cerca los pasos de la expedición:
en el diario que le envió al capitán general de la Capitanía de
Venezuela, Manuel Guevara y Vasconcelos, describió el Leander de modo que las autoridades realistas lo reconocieran y
capturaran: “Era de 160 toneladas de peso, su arboladura alta
y derecha y los palos estaban pintados de amarillo. La figura de proa aparentaba un guerrero pintado de blanco y
estaba armada con 16 cañones, todos sobre cubierta” (ibidem: 103). Para el tripulante James Biggs (1996: 6), “el Leandro es un barco de cerca de 200 toneladas de capacidad”, y
tenía 16 cañones acoplados. Juan Scoth, un tripulante capturado por las autoridades realistas, también afirmó que estaba “armada de 16 cañones de nueve libras, según cree, y
que por oídas supo que en la bodega existían otras dos piezas de artillería de bronce y no sabe si del mismo calibre”
(CMEHR, 2006, vol. 2: 425).
Una fuente importante para esta investigación fue un
extracto del United Service Journal (Edsall, 1954), en el cual
se publicaron las memorias de un oficial a bordo del buque inglés Cleopatra, el cual interceptó en alta mar al Leander en febrero de 1806 y lo inspeccionó para descartar que
se tratara de un corsario francés. En la descripción del oficial que subió al barco se anotó: “Se trataba de una espaciosa
y fina corbeta que montaba de diez y ocho a veinte cañones, bajo el pabellón americano y llamada el Leandro” (ibidem: 113-114).
Al buscar barcos de la época con tonelajes, cañones y arboladura similares a los datos citados, encontramos dos que
coinciden con estas características. El primero es el HMS Bounty, de la armada inglesa, el cual era un mercante armado que
desplazaba 220 toneladas, poseía 14 cañones livianos sobre
cubierta y tres palos o mástiles; su eslora (largo) era de 27.7 m
y su manga (ancho), de 7.4 m. El segundo es la fragata española Santiago Apóstol, también un mercante que desplazaba 224 toneladas, contaba con amplías bodegas, tenía tres
palos, su eslora medía 29.8 m y su manga, 7.75 m (Vivas,
1998: 119).
Estos barcos asimismo coinciden con el Leander en su función mercante, la cual ejercía antes de ser adquirido por Miranda. Según el tripulante John Sherman (2007: 39), “[…]
iba equipado desde hacía tiempo con aparejos de guerra, pues
se encontraba al servicio del señor Ogden en el comercio de
contrabando entre New York y Santo Domingo”. Para la época era normal y necesario equipar los barcos mercantes con
cañones, mosquetes, municiones, espadas y pólvora para que
pudieran defenderse de los corsarios franceses que merodeaban los mares.
De acuerdo con las fuentes citadas, el Leander podía desplazar entre 160 y 220 toneladas, y en su cubierta principal
tenía entre 16 y 18 cañones de nueve libras.2 No se trataba
de un barco diseñado para operaciones bélicas, sino para el
comercio, un aspecto que sugiere que contaba con una bodega amplia para colocar y movilizar la mercancía.
La suma de los datos citados, junto con otros que no
anotamos aquí por razones de espacio, permitió generar
una imagen documentada de la embarcación. Como resultado, determinamos que el Leander fue una corbeta mercante,
probablemente construida a finales del siglo XVIII, con una
capacidad aproximada de 200 toneladas, una eslora de entre 26 y 30 m de longitud y manga de entre 7 y 9 m. Tenía
dos puentes, cocina, una amplia bodega y unos pequeños
camarotes para los oficiales de mayor rango. Su arboladura
consistía en tres palos o mástiles de color amarillo, suficientes para hacer de éste una nave veloz. En el puente principal se podían acoplar entre 16 y 20 cañones ligeros, y en la
punta de la corbeta había un mascarón de proa con la figura de un guerrero.
El Leander era un barco comerciante común y corriente
de finales del siglo XVIII y principios del XIX, y entre los de su
clase podemos considerarlo como uno mediano, aunque si
lo comparamos con los diseñados para la guerra saltaría a la
vista que era pequeño y modesto.3
A MANERA DE CONCLUSIÓN: EL LEANDER, UN MUSEO DE HISTORIA
Culminada la investigación, nos percatamos de que hacer
una réplica exacta y fiel del barco de Miranda era una tarea
casi imposible aun si hubiéramos encontrado los planos. La
primera razón, como lo afirmó el historiador naval Gerardo
Vivas Pineda (en una entrevista realizada por mí en 2009), se
debe a que en siglos pasados, cuando se construían los barcos, se hacían modificaciones a la arquitectura sobre la marcha, las cuales no quedaban registradas. La segunda razón es
que fue modificado cuando seguía en manos de Samuel Ogden, su antiguo propietario, y no encontramos registro de
todas las reformas. La tercera razón es porque este nuevo
Leander, construido en el siglo XXI y ubicado fuera del agua,
fungiendo como un museo de historia, reúne un conjunto
de soluciones estructurales para mejorar la experiencia de
los públicos a bordo y facilitar el proceso de aprendizaje en
un ambiente que permite experimentar cómo era la vida cotidiana a bordo y las dificultades que tuvo la tripulación para
concretar los objetivos que perseguía la expedición libertadora de 1806.
Por último, el trabajo de un equipo multidisciplinario con profesionales de la antropología, la historia, la
educación, la arquitectura y la ingeniería naval, junto con especialistas en arte, museos y museografía, facilitaron la materialización del Leander en el Parque Generalísimo Francisco
de Miranda, en la ciudad de Caracas, inaugurado el 12 de
octubre de 2011. Se trata de un barco de vela construido en
madera de teca y algarrobo; mide aproximadamente 33 m de
eslora, 8 m de manga, y tiene tres mástiles, un sótano (bodega) y tres niveles (cubiertas).
En el interior se ubican reproducciones didácticas de los
objetos descritos por los tripulantes, en especial aquéllos característicos de la expedición, como la imprenta usada para
multiplicar proclamas que animaban a la independencia; el
banco del sastre, encargado de confeccionar la bandera tricolor y los uniformes militares, y el armero, que junto con sus
ayudantes reparaba las pistolas, espadas y sables de la tripulación, los cañones y la cocina, entre otros ✣
* Estudiante de maestría, Escuela Nacional de Conservación,
Restauración y Museografía, INAH
Cubierta inferior Fotografía © Arturo Namens Bravo
Reproducción de la bandera tricolor que se confeccionó y enarboló por primera vez a bordo
del barco Leander y que fue antecedente de las banderas de Ecuador, Colombia y Venezuela
Fotografía © Arturo Namens Bravo
GACETA DE MUSEOS
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Mascarón de proa, 2017 Fotografía © Arturo Namens Bravo
Notas
1
Edsall, J., Memoria de un recluta de la expedición mirandina, Caracas, Garri-
El archivo “Colombeia” se puede consultar en línea [http://www.franciscodemi-
randa.org/colombeia].
2
Respecto a la variación de la cantidad de cañones que tenía el barco acopla-
do, la razón puede residir en el día que los testigos lo describideron; es probable
que los movieran de posición o que hubiera dos guardados y no todos conocieran su existencia.
3
A finales del siglo
do, 1954.
Lloyd, T., The Trials of William S. Smith and Samuel G. Ogden for Misdemeanours,
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Mondolfi, E. (ed. y trad.), Testigos norteamericanos de la expedición de Miranda,
John Sherman, Moses Smith, Henry Ingersoll, San Cristóbal, Monte Ávila/Cen-
XVIII
existían barcos de guerra como el
HMS
Victory, de 104 ca-
ñones, con un desplazamiento de 3 556 toneladas, o el USS Constitution, de 44 cañones y 2 200 toneladas. El Leander era de aproximadamente 18 cañones y 200
toneladas.
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Vivas, G., La aventura naval de la Compañía Guipuzcoana de Caracas, Caracas, Fundación Polar, 1998.
RESEÑAS
Semblanza de la arquitecta
Yani González de Herreman1
Carlos Vázquez Olvera*
En el otorgamiento del Reconocimiento ICOM que hoy nos congrega, iniciaremos este breve recorrido con los riesgos
de omisión que ello implica. En 1959,
Yani inició sus estudios en la Escuela
Nacional de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México
(UNAM), para concluirlos en 1965. Prácticamente una década después regresó a
ella para estudiar la maestría en historia
del arte en la Facultad de Filosofía y Letras, y otra década más de trabajo la llevó al entonces Centro de Conservación,
Restauración y Museografía Manuel del
Castillo Negrete (hoy ENCRyM) del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), para cursar la maestría en
museografía.
Considero que su despunte y oportunidad para aplicar sus conocimientos los tuvo en la segunda mitad de la
década de 1960, en el recién inaugurado Museo Nacional de las Culturas
(MNC), dependencia del INAH, institución en la que llegó a ocupar la Jefatura
de Museografía entre 1968 y 1971, en
el diseño de proyectos museográficos y
su realización en las salas permanentes,
entre las que destacan la del Sureste de
Asia (1967) y la de Unión de Repúblicas Soviéticas (1969). Allí mismo tuvo
la oportunidad de montar 43 exposiciones temporales.
En la década de 1970 su trabajo se
intensificó a la par de su consolidación. A principios de ésta, como parte del equipo de profesionales del INAH
que fue creando y desarrollando su red
de museos, ocupó una jefatura de museografía en el entonces Departamento
de Museos Regionales, y como coordinadora de Proyectos del Departamento
de Planeación e Instalación de Museos
proyectó, planeó, diseñó y coordinó la
realización de los guiones, además de
dirigir el montaje de las salas Arqueología, Joyas de Monte Albán, Etnohistoria
e Historia de la Orden Dominicana, en
el Museo Regional de Oaxaca, así como las salas permanentes del ex convento de Cuitzeo, y las de Arqueología
y Ecología en el Museo Regional Puebla-Tlaxcala. En esta misma institución
fue comisionada a la Dirección de Monumentos Históricos y, al cierre de esta década, nombrada jefa de la Sección
de Proyectos Museológicos en el MNC.
A principios de la década de 1980
inició otra de sus especialidades, al ser
nombrada subdirectora del Museo de
Historia Natural en la Ciudad de México, donde llegó a ser directora. Este museo le dio la oportunidad de participar
en 160 exposiciones temporales. En
esos años, y dentro de la especialidad,
participó en proyectos como el del
Museo del Canal de Panamá (UNESCO,
1983); el Museo Regional de Ciencias
Naturales de Nuevo León; el Parque
Retrato de Yani Herreman tomado por su hijo Fotografía © Ariel Herreman
GACETA DE MUSEOS
61
Niños Héroes; el Museo Parque Nacional Tulum; la Dirección General de
Parques, Reservas y Áreas Ecológicas
Protegidas de la Subsecretaría de Ecología (SEDUE); el Centro de Ciencia y
Tecnología y el Planetario Severo Díaz
Galindo del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt); en la presidencia municipal de Guadalajara,
Jalisco, y en la propuesta para el Museo
de Historia Natural de la ciudad de Mérida, Yucatán, entre otros.
Otra de sus especialidades se consolidó en la década de 1990, cuando
realizó la programación arquitectónica para los museos José María Velasco,
en Toluca, Estado de México; el de las
Aves de México, en Saltillo, Coahuila;
el Centro de Difusión de la Ciencia y
la Tecnología Tezozómoc del Instituto Politécnico Nacional (IPN); el Museo
Zoológico y el Museo de Paleontología del Instituto de Historia Natural de
Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, y la Asesoría en el estudio urbano y adaptación
museográfica para la Galería Nacional
de Arte, en Barbados.
Como docente, su participación en
instituciones de educación y museos
ha sido amplia. A lo largo de los años ha
transmitido sus conocimientos y experiencia en el Centro Interamericano
de Capacitación Museográfica, MéxicoOEA –hoy ENCRyM–, en la maestría en
Museología; en el Centro de Conser-
vación del Ministerio de Cultura de
La Habana, Cuba; en Trioumus, Río
de Janeiro, Brasil; en el Museo de Arte Moderno de Caracas, Venezuela; en
el Diplomado de Arquitectura de Interiores de la División de Posgrado de la
Facultad de Arquitectura, y el Instituto Riva Agüero de la Universidad Católica Pontificia de Perú.
De su trayectoria en reuniones académicas, promoción de la cultura y
publicaciones tanto en México como
en el extranjero, destaca por haber sido
fundadora de la revista De Museos,
coordinadora y editora de los Cuadernos de los Museos del Comité Nacional
México del ICOM, fundadora de la publicación de la Organización Regional
del ICOM para América Latina y el Caribe, ICOM/LAC “Chasky”, y coordinadora
de los números 164 y 194 de MUSEUM,
revista trimestral de la UNESCO, París,
dedicados a la arquitectura de museos
y museos y turismo, respectivamente.
Para cerrar con broche de oro, dejé
hasta el último su participación en el
desarrollo y la consolidación de nuestro
ICOM: ha sido miembro de la Mesa Directiva del Comité Internacional de Arquitectura y Técnicas Museográficas
(ICAMT, 1978); del Comité de Resoluciones del ICOM Internacional, XII Conferencia General del ICOM (Londres,
Inglaterra, 1983); de la Comisión de
Ética del ICOM Internacional; del Comi-
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Gaceta de Museos
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GACETA DE MUSEOS
@gacetademuseos
té Consultivo del ICOM Internacional;
del Consejo Editorial de Museum International, revista trimestral de la UNESCO;
del Comité de Formación de Personal del
ICOM (1992); del Comité Internacional
de Educación y Acción Cultural (1992)
y del Comité de Deontología del ICOM
(1996-1997).
De igual manera ha participado como coordinadora en el Primer Coloquio Nacional de Museos realizado en
el Museo Tecnológico de la CFE (Ciudad de México, 1978); III Coloquio
Nacional de Museos (Morelia, Michoacán, 1984); VI Coloquio Nacional de
Museos (Guadalajara, Jalisco, 1987);
I Coloquio Regional del Consejo Internacional de Museos para Países de
América Latina y el Caribe (Guadalajara, Jalisco, 1987); VII Coloquio
Nacional de Museos (Puebla, 1989);
Semana Internacional de los Museos
(1988-1991); Grupo de Trabajo Sobre
los Beneficios del ICOM (1990-1993),
y el Proyecto Interregional del Consejo Ejecutivo.
Entre los cargos que ha ocupado,
podemos mencionar el de secretaria del Comité Internacional de Arquitectura y Técnicas Museográficas
(1980-1983) y del Comité Nacional
Mexicano del Consejo Internacional de
Museos (ICOM, 1983-1986); presidenta del Comité Internacional de Arquitectura y Técnicas Museográficas
(ICAMT, 1983-1989); presidenta fundadora de la Organización Regional de
América Latina y el Caribe del ICOM;
secretaria ejecutiva del Secretariado
del ICOM para países de América Latina
y el Caribe (1983-1989); IV Coloquio
Nacional de Museos (Villahermosa,
Tabasco; 1986); Comité del Programa
del ICOM Internacional; XIV Conferencia Internacional de Museos (Buenos
Aires, Argentina, 1986), y de la Reunión de Trabajo Trianual del Comité
Internacional de Arquitectura y Técnicas Museográficas (ICAMT, Viborg, Dinamarca, 1987).
Asimismo fue vicepresidenta de la
XV Conferencia General del ICOM en
La Haya (Países Bajos; 1989), ex oficio
del Consejo Internacional de Museos
(ICAMT-ICOM) y del Consejo Ejecutivo
del Consejo Internacional de Museos
(ICOM/UNESCO).
Por todo esto y mucho más, felicidades, Yani, por tu merecido Reconocimiento ICOM 2016, y qué mejor
contexto entre colegas y amigos para
celebrar tus 50 años de trayectoria en
el campo de los museos.
* Coordinación Nacional de Museos
y Exposiciones, INAH
Nota
1
El presente texto es parte del discurso de entre-
ga del Reconocimiento ICOM 2016 a Yani González de
Herreman durante la ceremonia llevada a cabo en
el Museo Rufino Tamayo, el pasado 28 de noviembre de 2016.
Noticia. In memoriam
Esperanza Muñoz
Al iniciarse este 2017, muchos de los
trabajadores del INAH recibimos con
sorpresa y azoro la lamentable noticia
del fallecimiento de nuestra compañera de trabajo Esperanza Muñoz Santiago, ocurrida el 17 de diciembre de
2016. Esperanza ocupaba el puesto de
subdirectora de Promoción Editorial y
Cultural de la Coordinación Nacional
de Difusión (CND) de nuestra institución. Sin embargo, muchos de nosotros la conocimos en nuestro propio
centro de trabajo y la encontrábamos
frecuentemente al visitar universidades, museos y otros centros académicos, ya que la naturaleza de su trabajo
implicaba una presencia que parecía
requerir del don de la ubicuidad.
Caracterizaba a Esperanza una actitud
profesional, entregada, cálida y amable
en el trato con autores, presentadores de
Esperanza Muñoz
libros y encargados de difusión. Muchos
tuvimos la oportunidad de contar con
ella como guía y apoyo para las actividades que organizaba la CND y compartir
los preparativos y nerviosismo que siempre aparecen antes de la presentación
de los resultados de nuestro trabajo. Ella
contribuyó a que esos años transcurrieran de manera feliz.
Sabemos que, para brindarnos esa
compañía y apoyo, en muchas ocasiones
familiares y amigos la acompañaban a
los eventos, cuando coincidían con días
de asueto.
El comité editorial de GACETA DE
MUSEOS y –estamos seguros– también
muchos de los trabajadores del INAH
que tuvimos la suerte de convivir con
ella, agradecemos la contribución de
Esperanza Muñoz a la importante tarea de difundir nuestro conocimiento
sobre el patrimonio cultural y conservaremos su recuerdo con cariño (nota
de la editora) ✣
GACETA DE MUSEOS
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GACETA DE MUSEOS
Criterios editoriales
ESPECIFICACIONES SOBRE LA COLABORACIÓN
GACETA DE MUSEOS es una revista impresa y electrónica elaborada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia, con el fin de
contribuir a la divulgación de la investigación y la experiencia museológica en nuestro país. Es un espacio que fomenta el diálogo entre las
diferentes disciplinas que intervienen en el proceso de creación de los espacios museísticos. La revista acepta trabajos inéditos producto de
investigaciones académicas o basadas en experiencias del trabajo en los museos. Las colaboraciones enviadas o solicitadas serán
sometidas a dictamen académico.
ESPECIFICACIONES DE EDICIÓN
Las colaboraciones se pueden presentar en los siguientes formatos:
Para todos los artículos, reseñas o foto del recuerdo: letra Arial en 12 puntos, interlineado sencillo, sin espacios anteriores ni posteriores, con
1 800 caracteres con espacios por cuartilla.
Artículo: extensión de entre 8 y 12 cuartillas, con entre 7 y 10 imágenes relacionadas con el texto en formato .jpg o .tif a 300 dpi en tamaño carta.
Reseñas y noticias: extensión máxima de 2 cuartillas y 2 imágenes relacionadas con el texto en formato.jpg o .tif a 300 dpi en tamaño carta.
Foto del recuerdo: extensión de 2 cuartillas y 1 imagen relacionada con el texto en formato .jpg o .tif a 300 dpi en tamaño carta.
Todas las colaboraciones deberán cumplir con los siguientes requisitos:
ARTÍCULOS
• Incluir un abstract inicial de entre 7 y 10 renglones, con entre 5 y 7 palabras clave, a fin de anclarlos a la plataforma de Mediateca del INAH.
• Las notas bibliográficas dentro del texto se citarán entre paréntesis (Borges, 1994: 49).
• Las notas explicativas se incluirán a pie de página.
• Sólo la bibliografía citada se incluirá al final del texto.
• Las notas a pie de página deberán llevar una secuencia numérica e insertarse al final del texto con el siguiente formato:
Libros: Borges, Jorge Luis, Obras completas, Buenos Aires, Emecé, 1994.
Artículos de libros y revistas: Graf Bernhard, “Estudios de visitantes en Alemania: métodos, casos”, en El museo del futuro, algunas perspectivas
europeas, México, UNAM, 1995, p. 80.
Páginas web: Real Academia de la Lengua Española, Diccionario de la lengua española, en línea [http://buscon.rae.es/diccionario/drae.htm], consulta: 26 de febrero de 2010.
IMÁGENES
• Se imprimen en blanco y negro; sin embargo, solicitamos que las imágenes que tengan a color nos las envíen sin modificaciones para
que nuestro fotógrafo las trabaje en selección de grises.
• Deben acompañarse de pie de foto, crédito fotográfico y colocación o número de inventario en el caso de archivos o fototecas.
• Deben presentarse como archivos independientes, por lo que no se aceptarán en archivos de Word o de otros programas.
• Deberán contar con los derechos de reproducción para publicarse en la versión impresa y digital de GACETA DE MUSEOS.
Es necesario que se adjunte a la colaboración la siguiente información:
• Nombre del autor.
• Profesión y actividad actual.
• Correo electrónico.
En caso de aceptación para publicación, se solicitará la firma de una carta de cesión de derechos para que el material se difunda tanto
de manera impresa como electrónica.
INAH
| correo:
[email protected]
FOTO DEL RECUERDO
Fotografía © Ignacia Vidal Gutiérrez, Fototeca Constantino Reyes-Valerio, CNMH-INAH-Secretaría de Cultura-MEX: 0539-052
Salón núm. 1 del Departamento de
Etnografía Aborigen, dedicado a las artes
e industrias etnográficas, ca. 1924
Thalía Montes Recinas*
El registro fotográfico de textiles, baúles, guajes y bateas,
estas últimas exhibidas en trasteros de madera, corresponde a la
primera de siete salas con que contaba para la década de 1920
el Departamento de Etnografía Aborigen, perteneciente al entonces Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía.
Para el director del museo en aquel momento, Luis Castillo
Ledón, en el departamento se desarrollaban estudios bajo diversos aspectos de las etnias que habitaban el país, y para su
exhibición se procuró mostrar la influencia ejercida por los españoles. Así, se presentaban por grupos étnicos las colecciones
de trastos, utensilios, prendas de indumentaria, pertrechos de
guerra, así como pinturas y fotografías de tipos indígenas y una
serie de mapas etnográficos.
En el Museo Nacional, institución antecesora de la arriba
mencionada, ubicado en el número 13 de la calle de Moneda,
en el centro de la Ciudad de México, en 1887 se creó la Sección
de Etnografía. Ocho años más tarde, al contar con presupuesto
propio y exhibir en forma ordenada la colección de piezas provenientes de los grupos étnicos de México y extranjeros, se le
asignó la categoría de departamento. En 1910, como parte de
las Fiestas del Centenario de la Independencia de México, tras
un proceso de restructuración, el museo fue reinaugurado y el
departamento fue nombrado de Etnología Aborigen.
Las investigaciones, publicaciones y el trabajo de recolección de piezas estuvo a cargo de estudiosos de la talla del médico Nicolás León Calderón (1859-1929), quien ingresó al
Museo Nacional en 1899 para encabezar los estudios de los
pueblos indígenas; su labor fue realmente prolífera, y entre
sus obras se encuentra Familias lingüísticas de México. Carta
lingüística de México y sinopsis de sus familias, idiomas y dialectos. En 1904 se abrió la clase de etnología, de la cual fue
profesor junto con el ingeniero y abogado Manuel Orozco y
Berra (1816-1881). Este último dirigió el museo en 1864,
año en que publicó su obra Historia de la geografía en México.
Geografía de las lenguas y carta etnográfica de México.
El ingeniero Antonio García Cubas (1832-1912) se basó
en los trabajos de León y de Orozco y Berra para elaborar el
Atlas pintoresco e histórico de los Estados Unidos Mexicanos
(1885), obra compuesta por 13 mapas, donde se presentan
datos geográficos, económicos, políticos y demográficos, así
como de minería y arqueología. Para su elaboración se contó
con la mano diestra de pintores y dibujantes como Félix Parra
y Francisco Mendoza.
Estamos a un siglo de la participación de Andrés Molina
Enríquez (1868-1949) en el Congreso Constituyente, cuya
influencia fue determinante en la redacción del artículo 27
constitucional, relativo al tema agrario. Él encabezó la clase
de etnología, al lado de Miguel Othón de Mendizábal (18901945) y Rubén M. Campos (1976-1945), este último iniciador de los estudios de folclore en México ✣
* Museo Nacional de Historia, INAH
GACETA DE MUSEOS
Salón núm. 1 del Departamento de Etnografía Aborigen,
dedicado a las artes e industrias etnográficas, ca. 1924
© IGNACIA VIDAL GUTIÉRREZ, FOTOTECA CONSTANTINO REYES-VALERIO,
CNMH-INAH-SECRETARÍA DE CULTURA-MEX: 0539-052