La caída del Imperio Romano significó que muchas de sus prácticas higiénicas pronto se perdieron. Durante la Edad Media, la mayoría de las personas no tenían acceso al agua potable, al baño con regularidad o a un sistema de alcantarillado. El hambre y las enfermedades eran muy comunes. La medicina en la Edad Media estaba dominada por la religión. Se creía que la enfermedad era un castigo de Dios por los pecados cometidos, y la única manera de curar a alguien era orar por su perdón. Los médicos medievales eran por lo general sacerdotes o estudiosos religiosos. Los hospitales a menudo estaban instalados en monasterios. A los pacientes se les daba comida y se les confortaba, pero poco más se hacía para curar su enfermedad. Las curas tradicionales utilizando plantas medicinales y pociones, eran vistas como brujería y proscritas por la Iglesia. En el siglo XIV se desarrollaron en Europa escuelas de medicina, siendo una de las más importantes la Universidad de Montpellier. En estas escuelas se diseccionaban cuerpos, por lo que los futuros médicos no eran del todo ajenos al funcionamiento del cuerpo humano. Para diagnosticar algunas enfermedades, los galenos se guiaban por el color y olor de la orina. Se creía que el desequilibrio de los humores desempeñaba un papel importante en las enfermedades. Cuando la enfermedad era provocada por un exceso de sangre en el cuerpo, se procedía a la sangría. Si era necesario extraer una gran cantidad de sangre se cortaba la vena; si la sangre a extraer era poca se aplicaba una sanguijuela. La cirugía, sin embargo, estaba reservada a los 'barberos-cirujanos', no a los médicos capacitados. Era una época de guerras frecuentes, lo que provocó una gran demanda de estos "profesionales". Y sorprendentemente se hicieron algunos avances en este campo. Teodorico de Lucca escribió en el siglo XIII: "Cada día vemos nuevos instrumentos y nuevos métodos [para extraer flechas] inventados por cirujanos inteligentes e ingeniosos". Los cirujanos medievales utilizaban vino como antiséptico y substancias naturales (mandrágora, opio y cicuta) como anestésicos. Operaban úlceras faciales e incluso cataratas en los ojos. Sin embargo, aún no sabían que la suciedad acarreaba la enfermedad, y muchas heridas causaban la muerte por hemorragia, shock e infección. Algunos incluso creían que era bueno que hubiese pus en las heridas. Un cirujano medieval podía curar a un paciente epiléptico trepanándole el cráneo para que el demonio saliera fuera. Pero el mayor desafío para la medicina medieval fue, sin duda, la peste bubónica (1347), que en algunas zonas mató hasta el 90% de la población. Los tratamientos principales que se aplicaron fueron la oración, las hierbas medicinales y recetas para limpiar el aire de miasma o veneno. La peste fue considerada un castigo de Dios.