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ASPECTOS
EPIDEMIOLÓGICOS
DEL TRAUMA EN
HUGO EUGENIO LEÓN T. M.D. *
El trauma representa la principal causa de
muerte en las 3 primeras décadas de la vida y
la tercera para cualquier edad luego de las enfermedades cardiovasculares y el cáncer.
En Colombia el trauma constituye un problema de salud pública. Desde la década de los
años 70 del siglo XX, las lesiones violentas tanto intencionales como no intencionales han
ocupado los primeros lugares entre las causas de mortalidad en este país.
El trauma tiene graves repercusiones sobre
la estabilidad económica de un país, manifestadas en la pérdida de capital humano y en transiciones en la pirámide poblacional, además
de los altos costos de sectores como justicia,
seguridad y salud.
Los años de vida potencialmente perdidos,
marcador de los grandes costos sociales de
la violencia, fueron 1.398.985 para todos los
grupos de edad en Colombia durante el año
2000.
Toda enfermedad, por definición, produce una
disfunción que se origina en el mal funcionamiento asociado a un compromiso del tejido de
algún órgano corporal; esto es lo que ocurre en
un trauma y es la razón por la cual la
epidemiología estudia esta enfermedad; tal metodología permite esclarecer los factores asociados con esta alteración que en el mundo cobra muchas vidas, consume recursos y deja un
gran número de personas incapacitadas.
*
Cirujano General, ACC,ATLS. Docente Facultades
de Medicina U. de Caldas, U. de Manizales.
COLOMBIA
La importancia del trauma está asociada con
las repercusiones en el individuo y la sociedad.
Al sufrir el trauma, las personas sufren dolor,
ponen en peligro la vida, y cuando sobreviven
pueden quedar con limitaciones que ameriten
rehabilitación, cuyos costos son elevados, así
como los de la atención médica convencional.
Además del individuo víctima como tal, las repercusiones a nivel de familia y sociedad también son altas, no solo por la incapacidad generada en el motor de ingreso familiar, la disminución de los aportes en moneda y especie
que se dan, sino también por el tiempo que
deben invertir uno ó varios de los miembros de
la familia o la sociedad en su cuidado.
Los costos originados por el trauma pueden
ser directos ó indirectos; los primeros derivados de la atención médica, en la cual se incluye la rehabilitación. Los indirectos no son generados directamente por la atención; entre
ellos están la pérdida de días trabajados, el
tiempo que la familia dedica a su paciente y
todos aquéllos adicionales en que incurre la
sociedad.
Dentro de los ejemplos típicos de costos
sociales derivados del trauma, los años de vida
perdidos( AVPP), y, los años de vida ajustados
por discapacidad( AVISA); reflejan de una manera muy exacta las implicaciones sobre la
productividad individual del individuo como persona operativa y apta, y las consecuencias en
la cadena productiva propia de la persona (edad
reproductiva, superación económica, realización personal, estabilidad emocional y material, entre otras.), y en el entorno de su desempeño y repercusiones en la comunidad ( laboral, social, etc.).
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En Colombia, en promedio desde 1991 hasta la fecha , el 52% de los años prematuramente
perdidos y el 41% de los AVISA son causados
por trauma. Cerca del 10% de los egresos hospitalarios y el 8% de las consultas son causados por el trauma. Las tasas de mortalidad por
trauma intencional en Colombia son del 17%.
Todo lo anterior sustenta la importancia del
trauma en Colombia y del estudio
epidemiológico de ésta enfermedad cuya causa es una energía dañina, con frecuencia manipulada intencionalmente, con lo que se produce un gran impacto individual y social.
El trauma se define como el daño tisular producido por una energía dañina; la energía
cinética es la más frecuentemente comprometida, pero también puede ser calórica, química, y la radioactiva. El trauma puede originarse
también por la ausencia de un elemento esencial para la vida, como el oxígeno en la hipoxia,
y, el calor en la hipotermia.
Con frecuencia, a ciertos tipos de traumas
se los llama accidentes; es un término que
supone que el evento es inevitable y que las
causas no son conocidas o son sobrenaturales, por lo cual es una terminología que por su
contenido ideológico debe evitarse. Lo anterior
se contrapone con el estudio multicausal del
enfoque epidemiológico, prefiriendo otras clasificaciones como la de intencional o no intencional. Se concluye pues que no existe lo accidental, y que es un término que que describe
inapropiadamente aquello que no tiene inicialmente causas conocidas.
Es importante también clasificar el trauma,
pues la tipificación permite definir y comparar
los diferentes tipos de éste, lo que a su vez
permite predecir la evolución, y por ende conocer cual es el más grave y hacer hipótesis sobre factores de riesgo para implementar medidas de protección.
Existen diferentes formas de clasificar el trauma. Una de éstas podría ser teniendo en cuenta el tipo de energía que generó el problema;
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es el caso de las quemaduras, intoxicaciones,
choque eléctrico, etc. Otra forma sería según
la causa externa de la lesión, por ejemplo, heridas por arma de fuego, arma blanca, caídas,
y otras. Según la intencionalidad serían
intencionales ( homicidios y suicidios ), y no
intencionales, como los llamados accidentes.
De otra parte puede describirse el trauma en
función de la región corporal comprometida (
cráneo, tórax, abdomen, extremidades); así
como también clasificarlo de acuerdo con el
tipo de órgano comprometido , y en el caso de
la piel será penetrante ó no penetrante.
De acuerdo al ambiente laboral, también puede definirse un trauma como ocupacional ó no
ocupacional. Por último, podría incluirse la gravedad como variable de clasificación, lo que
permite comparar y evaluar el desempeño de
los servicios, predecir la evolución, ya sea por
su condición de leve, moderado ó severo; ó, bien
sea por la implementación cuantitativa de ciertos índices de gravedad, lo que al final brinda
información básica para adoptar los manejos
respectivos, en los niveles acordes a la condición del paciente, con gran exactitud, proponer
las medidas precisas para programas de prevención y atención por niveles de complejidad.
Con el objeto de facilitar el estudio de los factores de riesgo asociados con al incidencia,
gravedad, letalidad y complicaciones del trauma, es necesario adoptar un modelo
epidemiológico. Este último mencionado, puede variar, pero en términos generales el aceptado mundialmente hoy, es el que incluye la
triada epidemiológica de agente, huésped y
medio ambiente, complementándose con el
vector, que generalmente es el arma ó vehículo que descarga la energía causal de las lesiones. Dentro del contexto anterior, deducimos
que también se deben contemplar aspectos
importantes para completar el modelo enunciado, como son las variables de persona, tiempo y lugar, las comorbilidades, mecanismos de
trauma, que cerrarían el circulo de información
necesaria para los informes estadísticos que
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serán los puntales básicos para establecer las
propuestas de control y prevención más acordes con cada escenario investigado.
Por último, de todo lo anteriormente expuesto debe partir un sistema de información sólido
para las instituciones y el público que las constituye, transformando el medio en proveedor de
educación, investigación, no solo en el ámbito
local sino regional, nacional y mundial, con fuentes de financiación establecidas en un marco
legal orientado finalmente hacia el objetivo de
crear y fortalecer sistemas de atención de trauma que propendan por la solución de las diferentes noxas implicadas en su origen , tanto a
nivel individual como colectivo social.
Pero, qué aportes definidos se derivan del tratamiento del trauma, en lo relacionado con costos y beneficios de un modelo epidemiológico
bien cimentado?. Estados Unidos por ejemplo,
invierte en cuidado médico de urgencia por trauma alrededor de 16 billones de dólares por año,
lo que representa el segundo gasto médico de
éste país. Cerca de 57 millones de personas de
ese país sufren heridas cada año, más de 2
millones son internados en hospitales, y de estos, 150.000 mueren. Por consiguiente, el costo anual por muerte, invalidez y pérdidas de ingresos e impuestos, gastos médicos de urgencias, sobrepasa los 150 billones de dólares, todo
ocasionado por ésta enfermedad, que es la causa de muerte prematura, más frecuente , antes
de los 16 años.
En Latinoamérica, por sus condiciones
socioeconómicas, se carece de un presupuesto especifico para el manejo del trauma, y éste
es manejado como un área más dentro de hospitales generales ó privados, muchas veces sin
integración con un sistema de red integrada por
el componente gubernamental y el privado.
Históricamente, se ha podido observar como
el trauma ha flagelado al hombre durante toda
su existencia, y como la implementación de
sistemas de tratamiento específicos, con base
en conceptos científicos y académicos evolucionados a lo largo de la historia, han repre-
sentado el comienzo de la medicina y del arte
quirúrgico como parte integrante de una disciplina terapéutica plenamente enfocada en éste
tópico.
Las lesiones traumáticas son un problema
de salud pública de proporciones epidémicas
en el mundo entero. Cada año 3.5 millones de
personas mueren en el planeta por trauma. Las
muertes no intencionales representan 2.5 millones de éstas, mientras que el otro millón son
el resultado de lesiones intencionales.
Adicionalmente 35 millones de personas anualmente presentan lesiones, las cuales dejan algún grado de incapacidad. En América central
, el conflicto armado es responsable por
150.000. En la mayoría de países occidentales
es la primera causa de muerte en menores de
45 años. En varios estudios realizados en
EE.UU., los cuales analizan la severidad del
trauma y la atención prestada a las víctimas
de éste, muestran que casi el 35% de las muertes por causa traumática pueden ser consideradas prevenibles. Esta tasa relativamente alta
de muertes prevenibles, se ha reducido en forma importante con la institución de los sistemas de atención de trauma.
Trauma en Colombia
Durante el año 2002, el sistema médico
forense Colombiano registró 28.534 homicidios, es decir, en ese año fueron asesinadas
78 personas cada día y 3 cada hora, lo que
implica 849 casos más que en el año anterior,
para un aumento del 3%. El homicidio corresponde al 71% de todas las muertes violentas
registradas. Hay una manera de muerte violenta que se denomina indeterminada, la cual
en ese año ascendió a 513 casos y que connota un hecho grave, en la medida en que no
se reconoce ninguna aproximación a las circunstancias que la rodearon. Por lo tanto muchas de ellas pueden tratarse de homicidios
enmascarados.
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En los reportes de la policía nacional se contabilizaron 28.817 homicidios, una diferencia de
283 hechos, que se explica por varios factores, tales como la metodología para la recolección de los datos , cobertura de cada institución, fuentes consultadas y especialmente en
que el instituto nacional de ciencias forenses
cuenta con la posibilidad de establecer científicamente la manera de la muerte, descartando
aquellas no imputables a otra persona.
El indicador más empleado para medir los
niveles de violencia humana está dado por la
tasa de homicidios por cada 100.000 habitantes, que señala, según datos del banco
interamericano de desarrollo- BID-, como en
América latina y el caribe en los años 90 la tasa
era de 23, índice que duplica la cifra promedio
mundial de 11; otros países están por debajo
como Ecuador,15, Estados Unidos,7, y Japón
0,6. Para el año 2000 se calculó que ocurrieron
en el mundo cerca de 520.000 homicidios, para
una tasa estandarizada por edad de 8,8 homicidios por 100.000 habitantes. Este registro excluye las 14.000 víctimas de intervenciones legales. El 91.1% de estos casos ocurre en países de ingresos medios ó bajos. En Colombia
hacia 1992 al 94 se registró la tasa más elevada históricamente con un 73 (1992), 89(1993),
86(1994) por 100.000 habitantes, concordando
con la época más violenta de la guerra del
narcotráfico, mientras que en los años subsiguientes se ha mantenido más o menos constante entre cifras que oscilan en un 56 a 64 por
100.000 habitantes, hasta el 2002.
Las actuales condiciones políticas del país
marcan notables diferencias en la presentación
de homicidios. Es así como en el Casanare se
presenta una tasa que triplica la nacional con
181 homicidios por 100.000 habitantes. Arauca
con 167, Antioquia y Putumayo con 126 cada
una, el Meta con 121, Valle con 111, y Norte de
Santander con 106, son los departamentos con
la tasa de homicidio más alta. Boyacá, Córdoba, Vaupés y San Andrés, con éste indicador
ubicado entre 21 y 6 homicidios por 100.000
habitantes, son los departamentos que regis-
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tran las tasas más bajas del país. El análisis
de las tasas por ciudad muestra como Tame,
Mocoa, Vistahermosa, entre otras superan los
200 homicidios por 100.000 habitantes.
Distribución según sexo
Los hombres son comprometidos con preferencia en la mayoría de formas violentas, con
excepción de la sexual y aquella que se da en
el seno de la familia, donde la balanza se equilibra en relación con los menores y las mujeres , sin que llegue a ser inferior. Es posible
que el carácter propio del sexo masculino o un
tradicional y mal entendido criterio para manejar la hombría, lleve a que éste se crea en la
obligación de hacer frente con más regularidad a situaciones riesgosas.
En el último año el 92% de los homicidios
fue perpetrado contra personas de sexo masculino, lo que quiere decir que por cada mujer
que muere de ésta manera, lo hacen también
12 hombres, comportamiento que se muestra
consistente para los últimos años, pero que
difiere ampliamente de la presentación mundial, en la cual tres de cada cuatro víctimas de
homicidio son hombres. La tasa específica de
homicidios de hombres se ubicó en 119, es
decir, supera más de 13 veces a la femenina.
Los departamentos con mayor proporción de
víctimas masculinas en relación con las femeninas son: Guajira 25 y Putumayo 25 a una. Por
otro lado, aquellos en los cuales el comportamiento tiende a reducir la brecha marcada por
el sexo de las víctimas son: San Andrés 1 a una,
Chocó 4 a una, Huila 7 a una y Vichada 8 a una.
Distribución según edad
El rango de mayor número de víctimas de
acuerdo con al edad se encuentra entre los 18 y
44 años, población de la que dependen afectiva
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y económicamente familias que resultan ser
también víctimas de la violencia, a lo que se
suma el retraso en el progreso y desarrollo del
país por la disminución del capital humano y productivo. Es así como el homicidio produjo en el
último año más de un millón de años de vida
potencialmente perdidos (AVPP). Llama la atención particularmente que en Cuundinamarca y
Atlántico se presentaron 14 homicidios de menores de un año de edad. El homicidio sobre
niños en el último año representó el 8% del total,
siendo Antioquia, Boyacá y Chocó los departamentos con cifras superiores a la citada, oscilando entre un 10 a 27%.
ma, serán diferentes respecto de un hecho
acontecido en el escenario rural, público o en
las calles de una gran urbe.
Por otro lado, la participación de los adultos
mayores de 60 años alcanzó el 3% , lo que se
explica por estar alejados de los principales
factores que interactúan en el homicidio.
El 59% de los homicidios se da en la vía pública, seguido por los terrenos baldíos rurales
ó no, con un 12%, y en tercera instancia, se
ubica la residencia con el 9% de la distribución.
La tasa de homicidios por edad y sexo, no
muestra diferencias sustanciales en los menores de edad. La brecha entre ellas es significativa a partir de los 15 años; es así como en
los hombres entre 18 y 24 años se presenta el
mayor riesgo con una tasa de 261 homicidios
por 100.000 habitantes. El mayor riesgo entre
mujeres está entre los 15 y 17 años con 18
homicidios por 100.000 habitantes.
El departamento con mayor porcentaje de
homicidios en la vía pública es Norte de
Santander, con el 78%. Quindío presentó la
mayor concentración de homicidios en el hogar, mientras que Bolívar mostró la mayoría de
asesinatos en sitios de diversión. Meta con
41% y Cesar con 35% registran el mayor porcentaje de casos en zonas baldías.
En Colombia los homicidios ocurren con mayor frecuencia en el espacio público( vía pública,
taberna, ó terrenos baldíos), alcanzando cerca
del 73%. Paradójicamente, en los lugares comunes para los habitantes, la impunidad se facilita
por el desconocimiento y anonimato de los
victimarios, quienes se fortalecen en la carencia
de mecanismos adecuados de protección de
testigos, ó simplemente en la actitud apática de
la mayoría para tomar parte en una investigación
que creen tendrá un resultado negativo.
En lo que respecta con la distribución según
el mes, y contra lo que se piensa, los homicidios en Colombia no muestran una distribución
que señale algún mes del año en particular
como aquel en que se cometa un número muy
superior de hechos. El análisis global evidencia una distribución que oscila entre el 9% y
8% de los homicidios cada mes.
Distribución según escenario
En sólo tres departamentos del territorio nacional se concentró el 53% del total de homicidios:
Antioquia con el 25%, Valle con el 17% y
Cundinamarca, icluyendo el área metropolitana
de Bogotá, con el 11%. Lo anterior, talvez explicado en parte porque en las grandes ciudades se
facilita el ejercicio organizado de la criminalidad,
que seguramente es responsable de una gran proporción de los homicidios de dichos sitios.
Distribución según
presunto agresor
La dinámica del homicidio está íntimamente
relacionada con el escenario en que tiene lugar. Las características y motivaciones que
se encontrarán en un hecho cumplido en el
ámbito privado, como la residencia de la vícti-
De los homicidios ocurridos en el último año,
el 46% no contaba con ningún indicio de los
agresores, y el 42% tenía como agresor a un
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desconocido. Este comportamiento no ha variado en los últimos años, en los cuales el porcentaje relativo al desconocimiento de la identidad de los victimarios ha sido igualmente alto.
Este elevado índice tiene varias interpretaciones, por ejemplo, que las organizaciones
delictivas se han hecho más efectivas en la
comisión de los delitos, intentando acceder a
la impunidad en mayor escala.
Dentro de los homicidas identificados se
encuentran familiares con 1% de los casos y
conocidos de la víctima en un 6%.
San Andrés y Providencia es el departamento donde los familiares muestran el mayor índice de victimarios, con un 25%. Le siguen
Vichada y Boyacá con un 7%. En Amazonas
los victimarios conocidos alcanzan un 43%, y
aquellos atacantes definidos como desconocidos , se dieron en departamentos del litoral
Atlántico, Córdoba y Bolívar, donde el rango para
ésta variable va desde 80% a 65%.
La participación de miembros de la fuerza
pública como causantes de homicidios, es
especialmente representativa en regiones en
las cuales el conflicto armado es intenso, como
Guaviare 39% y Caquetá 25%, o en aquellas
con un bajo índice de homicidios en als cuales
uno o dos casos en frecuencia son altamente
representativos porcentualmente, estas son:
Amazonas con 29% y San Andrés 25%.
Distribución según
presunto móvil
Uno de los aspectos más interesantes en el
estudio de un delito, es abordar el móvil o presunta motivación que lleva a una persona a
quitarle la vida a otra. Tradicionalmente se habla del económico, político o social, dependiendo del fin último que se persigue con la comisión del acto, lo cual hace que se encuentre
conexión con otros hechos punibles.
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Sin embargo, a pesar que la calificación de
la motivación se dé como resultado de la investigación judicial, muchos de los registros
parten de una calificación primaria basada en
algunas circunstancias asociadas presentes
en el momento de los hechos, lo cual explica
la existencia de grandes vacíos, llegando el
grado de desinformación al 55%.
De acuerdo con lo anterior, se encuentra el
ajuste de cuentas como motivación predominante, con una participación de 15.7%, incluyendo
no solo actos violentos por parte de actores
organizados para saldar el incumplimiento de
un pacto, sino también peleas vecinales, desavenencias amorosas y venganza. Por otra parte, el atraco, como una manifestación de los
móviles económicos, está mejor determinado y
asciende a 4.6%. La intervención legal y el enfrentamiento armado por parte de los grupos que
apoyan el estado para su control legítimo de la
fuerza, se ubicó con el 7.1%.
Distribución según
mecanismo causal
Las armas de fuego han sido empleadas en
el 86% de los casos, y las cortopunzantes en
el 7% de los casos analizados. En su orden,
los demás agentes en el caso de agresiones
mortales son: arma cortocontundente 1.2%,
contundente 1.2%, asfixias 0.9%, envenenamiento 0.1%, y otros no claramente definidos
en 1.88% de los casos.
Trauma por accidente
de tránsito
Colombia registró 6.063 muertes por accidentes de tránsito en el año 2003, cifra que ha
roto la tendencia creciente presentada antes
de 1995. El 39% de las víctimas fueron peato-
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comunidad especifica, para medir la calidad de
atención de los sistemas de atención para trauma existentes y vigentes, así como corroborar
las bondades de un manejo orientado en forma sistemática y con operatividad aplicada a
cualquier nivel de atención.
nes, seguidos de pasajeros y motociclistas con
el 19% cada uno, conductores 12%, ciclistas
7% y otros vehículos como tracción animal,
maquinaria, y ferroviarios con el 4%. El 79%
de las muertes correspondió al sexo masculino; el promedio de edad fue de 37 años. Por
casos, la mayor proporción se dio en el grupo
de 25 a 34 años.
Las cifras anteriores impactan más, si pensamos que el total de las muertes por
accidentalidad vial ocurridas en Colombia en
los últimos 10 años, equivalen a la desaparición
de una ciudad pequeña como Chiquinquirá; y si
las cifras anuales se mantuvieran cercanas a
7000 muertes, esto equivale a un desastre como
el de Armero cada 3 años, o a un terremoto similar a de Armenia cada 4 meses.
Conclusiones
Los colombianos no hemos asimilado la gravedad del trauma en todas sus presentaciones, aún a pesar de campañas emprendidas
para abordar este tópico, y, si bien las cifras
comparativas han mostrado un descenso numérico en casos, continua siendo alta la cifra
que se registra en los diferentes trabajos reportados a la fecha, así como los casos de lesiones no fatales implicadas en el proceso de
información, que ha mejorado ostensiblemente y se constituye en un marcador muy acertado de la situación de nuestra patria en materia
de violencia.
El conocimiento de las cifras implicadas en
el trauma, de cualquier etiología, se convierte
en el mejor observatorio de las condiciones
sociales, económicas y educativas de una
Si aceptamos nuestra condición especial de
violencia, el manejo las condiciones traumáticas
de cualquier etiología, debe ser objeto de la
implementación de programas académicos que
garanticen la capacitación y formación integral
del personal de salud idóneo y eficiente , y con
un carácter de permanente retroalimentación y
multiplicación de conocimientos en ésta disciplina del médico moderno.
Mientras persistan las condiciones
socioantropológicas y politicas de la actualidad, se estará incubando permanentemente
la semilla de violencia no solo en el orden de
tendencias grupales de reivindicación de derechos del ciudadano, sino de brotes individuales delincuenciales originados en la desigualdad social , y, que obtendran como respuesta mayor violencia, ó en su defecto mayor represión, sin oportunidad de ejercicios
conciliatorios a nivel de una comunidad con
la totalidad de sus actores y en un escenario
dado.
La implementación de protocolos claros,
prácticos, aplicables en el nivel especifico al
que se dirigen, es la estrategia de mayor impacto en el control del trauma, así como en la
implementación de medidas de prevención en
el área epidemiológica, y de salud pública, dirigida a las causas, y al manejo efectivo,eficiente
y eficaz de los casos ocurridos, con el objetivo
de preservar la vida y la salud de las personas,
y de su medio habitual .
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