Los orígenes del Tarot
Aun cuando Court de Gebelin, Eliphas Levi y sus seguidores pretenden que el Tarot es
el libro sagrado de Thot -el Hermes egipcio- y contiene toda la tradición oculta de la
humanidad, debemos reconocer que su antigüedad no puede remontarse más allá del
siglo XII, del mismo modo que tampoco es cierto que fueran los gitanos quienes lo
introdujeran en Europa desde Egipto; y ello por los siguientes motivos:
1. Si los gitanos insinuaron un origen egipcio y hablaron de su patria como del
«pequeño Egipto», lo hicieron para lograr salvoconductos de los soberanos europeos,
pero actualmente está demostrado que proceden de una amplia zona que abarca
las orillas del mar Caspio y rodo el este y noroeste del mismo, si bien es cierto que en
sus primeras migraciones anteriores al siglo I llegaron hasta la India, Turquía y Egipto.
2. Su primera aparición en Europa tuvo lugar en la desembocadura del Elba en 1417, y a
pesar de darse cuenta de inmediato del valor adivinatorio que encerraba el Tarot (ya se
habla de ellos y de sus talentos cartománticos en un documento de 1422) en dicho año
de 1417 las cartas -y por lo tanto el Tarot- ya eran conocidas en Italia y posiblemente en
España, como veremos más adelante. También se ha especulado sobre un origen lejano
del Tarot, ya sea en China, de la India o de los árabes, pero también estamos
en condiciones de poder demostrar que ninguno de estos orígenes puede ser verdadero,
como veremos al analizarlos uno a uno.
ORIGEN CHINO
En un diccionario chino publicado en 1678, el Ching-tsze-tung, se cuenta que hacia el
año 1120 un oficial propuso al emperador Huei-Song un juego de su invención
consistente en treinta y dos tabletas de marfil divididas en tres series de nueve piezas
cada una y otras tres piezas fuera de serie; el número de treinta y dos es debido a que
dos de dichas piezas son dobles. Algunas de estas tabletas estaban relacionadas con el
Cielo, otras con la Tierra y el resto con el hombre o con nociones abstractas, como la
muerte por ejemplo. Posteriormente estas tabletas de marfil también se fabricaron en
hueso y en papel, y a pesar de que algunos consideraron que se trataba de un juego
similar al dominó, la palabra phai con que se las designa significa «carta».
No obstante, estos juegos de cartas chinos son tan distintos de los nuestros, tanto por su
aspecto como por su contenido y reglas de juego, que cabe decir de ellos lo mismo que
de la pólvora y del papel: incluso si fueron los primeros en usarlas no por ello fueron
conocidas y copiadas por los europeos. Y también debemos añadir que las más antiguas
cartas chinas conocidas son de principios del siglo XV, y diga lo rué diga el diccionario
chino no existe ningún documento de la época que confirme la antigüedad que se
intenta atribuirles.
Pero si haciendo volar la imaginación queremos hallar una corrección entre nuestras
cartas y las chinas,
¿por qué no creer que Marco Polo o alguno de sus marineros hubiese llevado consigo un
mazo del Tarot, del cual hubiera partido la idea del oficial chino? No olvidemos que los
viajes de Marco Polo tuvieron lugar entre los años 1260 y 1295, y por aquellas fechas es
muy posible -por no decir segura- la existencia del Tarot en Italia; además, Marco Polo
partió de Venecia, y los más antiguos Tarots que se conocen son los Tarocchi
venecianos.
Y si a pesar de todo insistiéramos en buscar una idea que hubiera podido inspirar la
creación del Tarot (pero no de las cartas de juego) -:r :sr. lejano país, deberíamos
inclinarnos por el I Ching y su intento de concentrar en unas pocas imágenes una
inmensa sabiduría. Pero debemos ser más realistas y no olvidar que la idea de guardar
nuestros conocimientos para la posteridad, y a ser posible en la forma mas concentrada
y universal, es decir, a través de símbolos, es algo in-herente a toda la humanidad y en
todos los tiempos, desde las escenas de. caza de las cuevas de Altamira hasta la tableta
lanzada al Cosmos doma NASA para hacer saber a los posibles moradores de otros
mundos la existencia del hombre y el punto concreto del espacio en que nos hallamos.
Es por ello, y a que en el fondo la mentalidad humana es idéntica a través del tiempo y
del espacio, que las mismas o similares ideas pueden florecer simultáneamente -o casien lugares totalmente independientes los unos de los otros.
ORIGEN HINDÚ
Cnatto afirma que la baraja proviene del antiguo juego de ajedrez los cuatro reyes, el
Chaturaji, del que se derivó un juego de cartas que consta de diez series representando a
los diez avatares de Vishnú v conteniendo doce cartas cada serie:
dos figuras, el rey y el visir, y diez cartas de puntos numeradas del uno al diez. Todas
estas cartas ser. redondas, lacadas y muy pesadas, y se requiere una portentosa
imaginación para reconocer en ellas el juego del ajedrez. Abundando en lo mismo,
Boiteau d'Ambly afirma que las cartas proceden de la India, desde donde nos fueron
aportadas por pueblos nómadas que luego se denominaron gitanos o zíngaros y
fueron expulsados de dicho país por los musulmanes. Sobre dicha afirmación sólo
tenemos que remitirnos al inicio de este capítulo cuando citamos a los gitanos.
Por otra parte -y como muy bien dice Merlín- fueron los hindúes quienes copiaron o
adaptaron las cartas europeas, pues cuando los primeros navegantes portugueses
desembarcaron en las costas de la India ya hacía un siglo que en Europa se conocía el
Tarot y se jugaba a las cartas, y todas las cartas hindúes conocidas son posteriores a
dicha época.
ORIGEN ÁRABE
Bussi, en su Historia de Viterbo, afirma que según Covelluzzo «en 1379 los juegos de
cartas fueron introducidos en Viterbo procedentes del país de los sarracenos, donde
reciben el nombre de nayb».Nayb es una palabra indostánica que significa virrey o
gobernador, y su similitud con la palabra «naipe» ha dado origen a que dicha hipótesis
fuera recogida por otros autores. Sin embargo, Covelluzzo hablaba en pasado, pues
vivió en el siglo XV, es decir, un siglo después de 1379, y además, en dicha fecha el
Tarot ya era conocido en Europa, como veremos más adelante.
Pero ¿es éste el origen de la palabra «naipe»? Y ¿por qué no puede serlo el hebreo nabi
(profecía) o el holandés knaeps (papel)?
Por otra parte, no debemos olvidar que en el Corán se prohibe la representación de la
figura humana, y si bien los musulmanes de la India a veces olvidaron este precepto, los
árabes lo observaron rigurosamente hasta fechas muy recientes, por lo cual no podemos
aceptar que fueran ellos quienes crearan el Tarot o que actuaran de intermediarios en su
propagación; y en caso de que hubiera sido así, ¿cómo es que no nos ha llegado ninguna
furibunda catilinaria contra los autores de semejante herejía, como sería lo más lógico?
LAS CARTICELLAS
La primera referencia escrita que se refiere al Tarot con toda seguridad se remonta a
1227 y nos dice que «los niños italianos son instruidos en el conocimiento de las
virtudes mediante unas láminas que denominan carticellas».Una muestra de estas
carticellas, cuya descripción nos recuerda de inmediato a los cromos infantiles que
todavía hoy colaboran en la educación de los niños, podría serlo el llamado Tarot de
Mantegna o Cartas de Baldini, que en realidad no fue creado ni por Mantegna ni por
Baldini, sino por Francesco del Cossa, y fue grabado en Ferrara en la segunda mitad del
siglo XV.
EL TAROT DE MANTEGNA
De dicho Tarot se conocen dos tipos, el primero de los cuales -considerado como el
original- fue grabado en 1460, y el segundo -la pretendida copia- en 1488, siendo
mucho más bello que el original. Probas variantes se componen de cincuenta cartas de
10 x 18 cm, divididas en cinco series de diez cartas cada una.
Entre estas cincuenta láminas podemos reconocer algunas de las figuras del Tarot, como
El Emperador, El Papa, El Enamorado, El Carro, La Justicia. El Ermitaño, La Fuerza,
La Templanza, La Luna, El SoL El Loco. La Sota de Espadas, La Sota de Copas y El
Rey de Bastos y si bien existen algunas diferencias en los dibujos, también existen
similitudes muy significativas. Así ocurre por ejemplo entre El Loco y Misero, ambos
con un perro mordiéndoles la pierna: La Justicia, con la espada y la balanza: La
templanza trasvasando agua de una jarra a otra (o echándole agua al vino) : La Fuerza,
que tanto se representa mediante una mujer dominando a un león como rompiendo una
columna...De todo ello podemos deducir que tanto las láminas del Tarot de Marsella
Como las del de Mantegna poseen un origen común que muy bien podria cifrarse en las
carticelias de que nos habla la cita de 1227. Por parte, en una fecha que ignoramos se
añadieron los arcanos menores cara componer la baraja de juego (a menos que ya se
crearan unas carticelias con baraja incluida), mientras que por otra se siguieron creando
y copiando colecciones de carticelias. De todas ellas las laminas de Mantegna serían las
más antiguas que se han conservado nadie puede creer que sirvieran para jugar, y, si
bien resultan algo pedantes al enumerar (es decir, ordenar rigurosamente de inferior a
Superior) los conceptos que contienen, del mendigo al Papa por ejemplo, no puede
negarse que su finalidad es claramente pedagógica.
LA EVOLUCION DEL TAROT
El verdadero problema que se nos presenta cuando intentamos situar en el tiempo la
aparición del Tarot y su posible evolución, consiste en la escasez de ejemplares, muchas
veces láminas sueltas que no llegan a formar un juego; y cuando se recupera uno
completo (o casi) es muy difícil saber con certeza si se trata de un original o una copia,
o si no es el que se creía, como sucedió con el Tarot llamado de Carlos VI.
Y es que las láminas del Tarot debían pintarse sobre delgadas láminas de marfil, hueso,
pergamino y, posteriormente, papel, soportes delicados y de difícil conservación. Si a
esto añadimos que pintarlas a mano las encarecía notablemente, se comprenderá que
fuesen tan pocas las colecciones que llegaron a realizarse y que sólo los verdaderos
potentados pudiesen permitirse el lujo de encargarlas.
Luego, a finales del siglo XIII y principios del XIV, la fabricación del papel alcanzó
cierto desarrollo, y posteriormente, con la invención del grabado pudo popularizarse la
fabricación de barajas, pero la calidad resultante disminuyó notablemente y las
colecciones verdaderamente artísticas siguieron pintándose a mano.
PRIMERAS MENCIONES DIRECTAS
Pero sigamos con el orden histórico; la primera mención directa sobre la baraja es de
1299 y figura en un manuscrito escrito en Siena por Pipozzo di Sandro titulado Trattato
del governo della familia, en el que se menciona la existencia de los naibis, que es el
primer nombre con el que se conocen las cartas de juego.
Más adelante, en 1332, Alfonso XI de Castilla recomienda a sus caballeros que se
abstengan de jugar a los naipes, y también a partir de 1310 proliferan en Alemania las
prohibiciones contra dicho juego, siendo una de las más interesantes la del padre
Johannes (de 1377) que además cita seis tipos distintos de barajas, entre las cuales
existe una de setenta y ocho cartas que sólo puede tratarse de un Tarot.
A partir de aquí se multiplican las menciones y prohibiciones por toda la cristiandad, y
de todas ellas nos limitaremos a mencionar tres a causa de su importancia.
La primera es la del notario de Marsella Laurent Aycardi, de 30 de agosto de 1381, que
al hacer el inventario de los bienes legados por uno de sus clientes, cita entre joyas y
muebles valiosos un juego de naipes. lo que nos da una idea de lo apreciadas que
llegaban a ser las coacciones iluminadas a mano.
La segunda y más famosa es de 1392, y pertenece al Registro de os Cuentas Reales de
Carlos VI de Francia, en el que el tesorero anota de puño y letra: «Páguense cincuenta y
seis sueldos parisienses a Jacquemin Gringonneur, pintor, por tres juegos de naipes en
oro y diversos colores y divisas, hechos para el esparcimiento del dicho Señor Rey-,
Esta mención es la que dio origen a la hipótesis de que Grinronneur era el inventor de la
baraja; lo que si bien es falso al menos corrobora una vez más el alto precio que
alcanzaban las barajas pintadas a mano. La tercera referencia es de 1393 y pertenece al
moralista y educador G. B. Morelli, que recomienda las láminas de los naibis como
obstructivas y provechosas para la educación de los niños, lo que confirma nuestra
presunción sobre la identidad de origen entre Tarots y carticellas.
También es indudable la mayor antigüedad del Tarot sobre la baraja de juego, pues
hasta finales del siglo XVI no empiezan a coexistir ambos tipos de barajas (o al menos
las menciones sobre las mismas) y os innegable que con la eliminación de los arcanos
mayores y la reduccion progresiva de su tamaño, la baraja común no tardó en eliminar
casi por completo al Tarot como juego popular. Lo contrario iría contra toda lógica,
pues no tiene el menor sentido complicar un juego sencillo con la inclusión de veintidós
cartas inútiles.
Lo que de momento resulta imposible averiguar con certeza es cómo se ideó el Tarot y
en qué otros juegos se inspiraría (dejando de momento de lado su posible, aunque no
probable, identidad con la cabala). De entrada debemos eliminar las hipótesis sobre un
origen oriental, árabe o egipcio, como ya hemos demostrado, por lo cual debemos
recortarnos a aquellos otros juegos que ya existían en los países mediterráneos en el
siglo XIII, y es sobradamente conocido que los dados ya eran, practicados por griegos y
romanos, y que estos últimos practicaban un juego de competición, el de los soldados
(al que llamaban ludum latrunculorum), que en cierto modo se parecía a nuestro juego
re damas, pues se trataba de encerrar al contrincante de manera que no le quedase
espacio para moverse (lo que se llamaba ad incitos redigere). y en parte al ajedrez, pues
algunas de sus piezas se movían romo nuestros peones {calculi ordinarii), mientras que
otras podían - evocar en distintas direcciones e incluso saltar {calculi vagi). Por último
cabe recordar que el ajedrez fue introducido en Europa no mucho roas tarde del siglo VI
o VII.
Que en la idea de combinar un juego de puro azar y con puntos numerales como los
dados, con otro de cálculo y competición, como el juego de los soldados, pudiera
hallarse el germen que inspiró la baraja quizás sea una hipótesis más que añadir a las ya
existentes, pero con muchos más visos de verosimilitud. Lo que ya resulta más difícil de
explicar es la inclusión de los arcanos mayores, que además de ser inútiles para el juego
lo complican extraordinariamente. Pero para ello deberemos situarnos en el espíritu de
la época.
LA INQUISICIÓN EN EL ORIGEN DEL TAROT
En sus inicios la Iglesia fue como una comunidad de socorros mutuos constituida por
gentes humildes: artesanos pobres, viudas, huérfanos, esclavos, etc., formando
asambleas de fieles con objeto de prestarse mutuo auxilio, rezar y propagar la
nueva fe. Pero al negarse a reconocer el culto al emperador -base y fundamento del
Imperio romano- y dado que sus principios religiosos implicaban una revuelta contra el
sistema social existente, fueron considerados enemigos públicos, y como tales,
perseguidos, torturados y masacrados implacablemente. Pero a partir del siglo IV,
triunfante la Iglesia y reconocidos por Teodosio los decretos del Concilio de Nicea, ésta
se convirtió en una especie de república religiosa gobernada por los obispos y
metropolitanos, y poco a poco se transformó en un verdadero imperio soterrado que tras
múltiples vicisitudes alcanzó su máximo poder con el desmembramiento del Imperio
carolingio, y a partir del siglo xi inicia una lucha a muerte primero contra los
«paganos», es decir, contra todos aquellos que se resistieron a aceptar la religión
triunfante y someterse al yugo del papado, y luego contra las herejías, tanto las
que consistían en desviaciones de la fe, como en rebeldías ante la relajación de la Iglesia
y su desvío de la finalidad espiritual para convertirse en un poder material absoluto.
Podríamos decir que la Iglesia medieval se toma la revancha de las persecuciones
sufridas y se va haciendo mucho más implacable, brutal y sanguinaria que sus antiguos
perseguidores, hasta culminar en la creación de la «Santa» Inquisición, que iniciada por
Inocencio III en 1198 para combatir a los albigenses, cobró rango oficial a partir de
1229 en el Concilio de Tolosa. Si nos fijamos bien en las fechas citadas, nos daremos
cuenta de que ya nos hallamos situados en el tiempo en que debió de nacer el Tarot. Por
lo tanto, es casi seguro que para preservar de la implacable persecución de la Iglesia las
verdades y conocimientos -que por dicho motivo empezaron a ser «ocultos»-, y poder
transmitirlos, era necesario utilizar todos los medios imaginables, desde grabados e
imágenes en las piedras de las catedrales, a la inclusión de unas carticellas especiales
entre las láminas de un juego creado seguramente por el mismo hereje o comunidad de
herejes. Y es que cuando el pensamiento no puede expresarse libremente a través de la
palabra y la escritura, se ve forzado a esconderse en símbolos e imágenes que sólo
revelan su mensaje a quienes saben profundizar más allá de su inocente apariencia.
EL TAROT DE CARLOS VI
En la Biblioteca Nacional de París se conserva un juego de diecisiete láminas de un
tamaño de 19 x 10 cm legado a Luis XVI por Roger de Gaigniéres en 1711, que
durante mucho tiempo se creyó que formaba parte del Tarot pintado por Gringonneur en
1392, pero procedente en realidad del norte de Italia, seguramente de Venecia, y pintado
a finales del siglo XV. Dichas láminas carecen de leyendas y la numeración que figura
en algunas de ellas es posterior, pero no existe la menor duda de que formaban parte de
un Tarot. Todas ellas están pintadas a mano sobre pergamino por un excelente artista, y
si bien presentan algunas diferencias con el modelo que consideramos clásico, éstas
parecen ser debidas al deseo del artista de mejorar su calidad pictórica, por cierto muy
elevada. Estas cartas son: El Emperador, El Papa, El Enamorado, El Carro, La Justicia,
El Ermitaño, La Fuerza, El Ahorcado, La Muerte, La Templanza, La Torre, La Luna, El
Sol, El Juicio, El Mundo, El Loco y el Valet o Sota de Espadas.
Como vemos, y a pesar de lo que se creía, el Tarot de Carlos VI no es el más antiguo
que se conoce, pero a pesar de todo sigue siendo el más famoso y por ello lo
mencionamos en primer lugar. Anteriores al mismo son varios juegos, todos ellos
procedentes del norte de Italia, especialmente de Milán, Bolonia, Ferrara, Venecia y
Florencia.
EL TAROCHINO DE BOLONIA
Es un juego reducido a sesenta y dos láminas por la supresión de los doses, treses,
cuatros y cincos de los arcanos menores, y se cree que fue creado por Francesco Fibbia,
príncipe de Pisa, mientras se hallaba exilado en Bolonia, donde falleció en 1419.
Los arcanos mayores no llevan ninguna leyenda y El Papa, La Papisa y El Emperador
han sido substituidos por figuras de moros, seguramente porque la copia que nos ha
llegado fue realizada después de la anexión de Bolonia al Estado Pontificio en
1513, o quizás por haberse creado dicho Tarochino con posterioridad a esa fecha y no
por Fibbia, como se afirma.
EL TAROT DE VISCONTI-SFORZA
Las nobles familias Visconti y Sforza de Milán nos han legado un juego, llamado por
dicho motivo de Visconti-Sforza, que seguramente es el más antiguo de los que se
conservan en buenas condiciones y prácticamente completo.
Se supone que fue pintado entre 1432, año en que tuvo lugar el matrimonio de
Francesco Sforza con Bianca Maria Visconti que unió a ambas familias, y 1466, en que
murió el duque de Sforza. De las sesenta y ocho cartas que lo componen, la Pierpont
Morgan Library de Nueva York adquirió treinta y cinco en 1911, la Academia Carrara
de Bérgamo posee veintiséis, y la familia Colleone, también de Bérgamo, otras trece,
mientras que las cuatro restantes se han perdido.
LA EVOLUCIÓN DEL TAROT
La mayoría de las figuras corresponden al tipo clásico, pero otras presentan variaciones
más o menos importantes. Así por ejemplo, en El Carro aparece una mujer en lugar de
un hombre; La Templanza se ve substituida por la Esperanza; e incluso
existe una carta, La Caridad, que no se corresponde con ninguna del Tarot.
Algunos autores creen ver en estas diferencias una influencia de las Minchiate
florentinas de las que hablaremos a continuación; pero en nuestra opinión lo máximo
que podemos deducir es que se trata de una prueba más del origen común de todos los
Tarots a partir de las carticellas.
LA MINCHIATE FLORENTINA
A principios del siglo XV aparece en Florencia un Tarot ampliado, ya mencionado en
1543 por Aretino con el nombre de germini, que alcanzó gran éxito en toda Italia e
incluso se exportó a algunas localidades de Alemania y Francia.De las setenta y ocho
cartas ya conocidas se suprimió El Papa, pero se añadieron las tres virtudes teologales,
una virtud cardinal, La Prudencia, los cuatro elementos y los doce signos del zodíaco, o
sea, veinte cartas nuevas, con lo cual su número se eleva a noventa y siete: cincuenta y
seis arcanos menores y cuarenta y uno mayores. De estos últimos, los treinta
y cinco primeros, llamados Papi, carecen de título y se hallan ordenados con números
romanos; los cinco siguientes, llamados Arie, carecen de título y numeración, y se
finaliza la serie con El Loco, también sin numerar ni definir.
Su lista es la siguiente:
1. El Mago
2. El Gran Duque
3. El Emperador de Occidente
4. El Emperador de Oriente
5. El Enamorado
6. La Templanza
7. La Fuerza
8. La Justicia
9. La Rueda de la Fortuna
10. El Carro
11. El Ermitaño
12. El Ahorcado
13. La Muerte
14. El Diablo
15. La Torre
16. La Esperanza
17. La Prudencia
18. La Fe
19. La Caridad
20. El Fuego
21. El Agua
22. La Tierra
23. El Aire
24. Libra
25. Virgo
26. Escorpión
27. Aries
28. Capricornio
29. Sagitario
30. Cáncer
31. Piscis
32. Acuario
33. Leo
34. Tauro
35. Géminis
36. La Estrella
37. La Luna
38. El Sol
39. El Mundo
40. El Juicio Final
41. El Loco
Por su parte, las figuras de los arcanos menores también carecen de nombre y
numeración, y lo más curioso es que los Caballeros (o Caballos) se hallan representados
por figuras mitad hombre y mitad caballo o monstruo.Esta baraja, cuyas dimensiones
variaban según la versión de que se tratara (50 x 100 mm o 60 x 93 mm), desapareció
del mercado en la segunda mitad del siglo XIX.
EL TAROCHINO DE MITELLI
Una continuación del Tarochino de Bolonia es la grabada por el bolones Giuseppe
Maria Mitelli (1634-1718), con sesenta y dos láminas, pero con La Papisa convertida en
un segundo Papa, con lo cual existen dos: uno sentado y otro de pie; El Emperador
y La Emperatriz son los Emperadores de Oriente y Occidente; El Ahorcado se
substituye por un hombre golpeando a otro con un martillo; El Ermitaño se convierte en
una figura alada apoyada en unas muletas, El Sol en Apolo y La Luna en Diana. En los
arcanos menores también han sido eliminados los doses, treses, cuatros y cincos.
LA TRÁPOLA
Finalmente, y como una continuación de las simplificaciones iniciadas con los
Tarochinos, aparece la Trápola (conocida en Francia como Trébuchet); en realidad sólo
es una baraja de juego con treinta y seis cartas por carecer de arcanos mayores;
las cartas numerales se reducen a las 1, 2, 7, 8, 9 y 10, y las figuras a Valet, Caballo y
Rey.
EL TAROT DE MARSELLA
De lo expuesto hasta ahora podemos deducir que en los inicios del siglo XV existían
numerosas colecciones de láminas -o de barajas, si así se prefiere- coincidentes en lo
fundamental pero que diferían entre sí en detalles secundarios, en los cuales sus
creadores a veces daban rienda suelta a su fantasía, con lo cual y únicamente en lo
accesorio o más comprometido (como por ejemplo la figura de La Papisa) se apartaban
del modelo preestablecido, cuyo origen debemos buscar en un inocente juego de
diversión que llevaba incluida una serie de carticellas de carácter esotérico.
A partir de dichas fechas, al mejorar y simplificarse los medios de producción gracias a
la invención del grabado, primero en madera y luego en metal, prolifera la creación de
barajas que van separándose de su finalidad esotérica para centrarse en la de diversión,
lo que da origen a la creación simultánea de barajas sin arcanos mayores y de Tarots
más o menos complicados o simplificados.
Un hecho curioso es que a pesar del origen italiano del Tarot se impone rápidamente el
modelo provenzal gracias a la simplicidad de su dibujo y al acierto de los colores (o
quizás por ser el que mejor conserva su espíritu tradicional) hasta el punto de ser
exportado a la misma Italia. Es por ello que todos los modelos anteriores a 1760 poseen
sus leyendas escritas en francés, y sólo a partir de dicha fecha empiezan a traducirse al
italiano y demás idiomas nacionales. A esta costumbre de editar las leyendas en francés
se debe la existencia de una serie de divertidos errores de inscripción a causa del
desconocimiento de dicho idioma por quienes copiaban los Tarots. Así por ejemplo, un
ejemplar manufacturado en Bruselas por Bodet a finales del siglo XVIII se titula Cartas
de Taraut en lugar de Caries du Tarot; en un ejemplar impreso en 1783 en Mumliswil
por Schaer aparece la leyenda «L Morux» en lugar de «L'Amoreux» (El Enamorado); en
otro editado en Bruselas por Keusters, El Mago recibe el nombre de «Le Rateleur» (que
en francés significa el rastrillador) en lugar de «Le Bateleur»; y así podríamos citar
muchos otros ejemplos.De estos modelos provenzales aparecen numerosos fabricantes
distribuidos por doquier: Alemania, Francia, Italia, Bélgica...,
cuyos nombres solían inscribir en el dos de Oros y sus iniciales en El Carro y el tres de
Copas. Entre dichos modelos podemos destacar el grabado por Carlos Burdel en 1751,
el de Francois Bourlion de 1760 y el de Nicolás Conver en 1761. En cuanto al Tarot de
que se sirvió Court de Gebelin, pertenece a la fábrica de barajas de la viuda Toulon
(Veuve Toulon) que existió en Marsella de 1750 a 1755 . A partir de dichas fechas
debemos centrar la historia del Tarot en la de quienes lo estudiaron y no en el propio
Tarot, pues la inmensa variedad de barajas que florecen en los siglos XIXy XX se
limitan a ser variaciones y más variaciones sobre el mismo tema; distintas
representaciones del valor «oculto» que cada autor quiere atribuirles; o meramente al
deseo de editar el propio Tarot todo lo cual en lugar de in¬formar y aclarar, a lo que
conduce es a confusión sobre el verdadero sentido del Tarot.
LOS PIONEROS DEL TAROT
COURT DE GEBELIN
En febrero de 1719 nacía en Ginebra el hijo de un pastor protes¬tante francés refugiado
en Suiza. Se trataba de Antoine Court de Gebelin, que tras profesar Teología en la
Academia de Lausana se traslada a París, donde llega a convertirse en portavoz de la
comunidad protestante.Durante toda su vida fue Court de Gebelin un apasionado
estudioso de la mitología y las religiones, especialmente desde el punto de vista
lingüístico, y es por ello que se convierte en un enamorado de la escritura jeroglífica
egipcia, en cuyos símbolos indescifrables cree adivinar se encierran las verdades y
misterios de una suprema sabiduría.
Court de GebelinY como culminación a esta búsqueda dedica los últimos años de su
vida a recopilar sus conocimientos en una obra maestra, verdadero monumento de
erudición, que iniciada en 1768 llegará a constar de nueve volúmenes que verán la luz
de 1773 a 1782, con el título genérico de Le Monde primitif analysé et comparé avec le
Monde mo-derne. En el tomo VIII, publicado en 1781, hallamos una disertación titulada
«Del juego del Tarot», donde se trata de su origen, se interpretan sus alegorías y se
demuestra que es el origen de las actuales cartas de juego, especialmente del practicado
con dos jugadores.
En él nos dice que sus triunfos (se refiere a los arcanos mayores) permiten la
adivinación gracias al simbolismo de sus figuras y, más adelante, cede la palabra a un
supuesto C. de M..., quien desarrolla su aspecto adivinatorio fundándose en el carácter
egipcio del Tarot, al que llama el «Libro de Thot».
Pero dejemos la palabra al mismo Court de Gebelin, que en la página 365 de dicho tomo
nos dice:
«Si oyésemos decir que en nuestros días todavía existe una obra de los antiguos
egipcios, uno de los libros escapados a las llamas que devoraron sus soberbias
bibliotecas y que contiene la más pura doctrina sobre temas de gran interés, todos se
apresurarían para conocer un libro tan precioso, tan extraordinario. Si añadiéramos que
este libro se halla muy difundido en gran parte de Europa y que desde hace siglos está al
alcance de todo el mundo, la sorpresa iría en aumento. Y ¿no llegaría a su colmo si
asegurásemos que jamás se ha sospechado que fuese egipcio, que se lo posee como si
no se lo poseyese, que nadie ha intentado descifrar una página, que el fruto de una
sabiduría exquisita se contempla como un montón de figuras extravagantes que nada
significan? ¿No se creería que son ganas de holgarse, de burlarse de la credulidad de sus
oyentes?
»No obstante, todo esto es cierto. Este libro egipcio, único resto de una soberbia
biblioteca, existe; además, es tan corriente que ningún sabio se ha molestado en
ocuparse del mismo; nadie, antes de nosotros, ha sospechado tan noble origen. Este
libro es EL JUEGO DEL TAROT...»
Según Court de Gebelin, en los primeros siglos del cristianismo los egipcios estuvieron
muy ligados a Roma, que adoptó muchos de sus ritos, entre ellos el culto a Isis y el
juego del Tarot, íntimamente relacionado con el mismo. En los inicios, dicho juego
quedó confinado en Italia hasta la fundación del Sacro Imperio romano y el traslado de
la corte papal a Aviñón, con lo cual el Tarot se difundió al resto de Europa.
Como prueba adicional a sus palabras, Court de Gebelin afirma que TARO es la palabra
egipcia con la que se definía «el camino real de la vida»; es decir, era como una norma a
la que debían ajusfar sus vidas y sus obras.
Otra conclusión es la de que el Tarot está creado sobre el número siete, sagrado para los
egipcios, pues los arcanos mayores son veintiuno (tres veces siete), ya que El Loco no
está numerado para no romper la cifra mágica; cada palo de los arcanos menores consta
de catorce cartas (dos veces siete) y el número total de las mismas es de setenta y siete
(once veces siete), pues El Loco no cuenta, al no estar numerado. Y por último, en
realidad los zíngaros son egipcios que después de vagar por el mundo introdujeron el
Tarot en Europa.
El hecho de que Court de Gebelin fuese masón y, entre otras cosas, secretario de la
logia de las Nueve Hermanas, miembro de los Philaletes y de la Orden de los Elegidos
Cohén de Martines de Pas-cualy, y amigo personal de Louis-Claude de Saint-Martin,
hizo que sus teorías tuvieran una gran difusión entre el mundo ocultista y fueran
retomadas por Etteilla, Eliphas Levi y Papus, y todavía hoy sigan siendo compartidas
por bastantes practicantes del Tarot, a pesar de haberse demostrado repetidamente
su falsedad.
En defensa de Court de Gebelin debemos aducir que si no fuera por él quizás todavía
ignoraríamos el valor de Tarot, y además, cuando expuso sus teorías todavía no se había
descubierto la Piedra de la Roseta, que fue lo que permitió a Champollion descifrar la
escritura egipcia en 1822.
Y para terminar con Court de Gebelin, diremos que también diseñó su modelo ideal de
Tarot, que sólo se aparta del clásico en que El Ahorcado aparece de pie, en lugar de
hallarse cabeza abajo suspendido por un pie. Court de Gebelin falleció en Francoville,
veinte kilómetros al norte de París, el 12 de mayo de 1784.
ETTEILLA
No obstante, el verdadero impulsor de la adivinación por el Tarot (dejando de lado a los
zíngaros, verdaderos creadores de la misma), es Alliette, un peluquero de París que se
autodenomina profesor de álgebra y que afirma haberse dedicado a la investigación de
los secretos del Tarot desde 1753. Alliette, que invirtió su nombre para convertirse en
Etteilla, pretende interpretar el Tarot según las ideas de Court de Gebelin, pero en
realidad lo que hace es adaptar el Tarot a su particular modo de adivinación, para lo cual
lo modifica eliminando algunos arcanos mayo¬res e introduciendo otros en su lugar;
también «moderniza» los dibujos y los colores a su gusto. En una palabra, poco es lo
que queda del ver¬dadero Tarot en la versión de Etteilla.De 1783 a 1785 publica sus
trabajos en cuatro volúmenes, el pri¬mero y el tercero aparecen en 1783, y el segundo y
el cuarto en 1785. Este último, titulado Manière de se recréer avec íe jeu de cañes nomnées Tarots, se compone de 256 páginas de difícil lectura y aventuradas y fantasiosas
teorías. Veamos un ejemplo:«Etteilla, conocedor desde 1757 de que el original está
basado en la ciencia de los números que practicaban los pueblos antiguos, ha creído
necesario interrumpir el silencio guardado hasta ahora, para seguir en la misma línea y
sentimiento del señor Court de Gebelin, quien dijo haber reconocido que el juego de
cartas llamado Tarot había sido compuesto por los sabios egipcios, se llamaba el «libro
de Thot» y encerraba la ciencia del universo. Este pueblo no trazó un solo carácter o
jeroglífico sin encerrar en el mismo la religión, la adivinación y la medicina universal...
Esta obra fue compuesta en el año 1828 de la Creación, 171 años después del Diluvio
Universal, o sea, escrita hace 3.953 años. Esta obra es el fruto de la colaboración de
diecisiete magos entre los cuales el segundo es descendiente de Mercurio-Athotis, nieto
de Cam y bisnieto de Noé. Este Tri-Mercurio, o tercer descendiente, decretó que el
«Libro de Thot» era la expresión de la ciencia y del saber de sus antepasados.»
Tras leer estas líneas, hallamos perfectamente comprensible que Eliphas Levi a veces se
muestre muy severo y otras veces bastante comprensivo al referirse a Etteilla, como en
el capítulo XXI del Dogma, en que dice:
«Alliette, de peluquero que era, se convirtió en cabalista después de haber pasado treinta
años meditando sobre el Tarot; Alliette, que cabalísticamente se llamó Etteilla al leer su
nombre tal y como se lee en la escritura sagrada hebrea (de derecha a izquierda en lugar
de izquierda a derecha), estuvo a punto de encontrar cuanto había de oculto en este
extraño libro; pero al separar las claves del Tarot sin haberlas comprendido bien,
invirtió el orden y el carácter de las figuras, sin destruir completamente sus analogías.
»Los escritos de Etteilla, que ya son muy raros, resultan fatigosos y oscuros. No todos
ellos fueron impresos, y los manuscritos de este padre de los cartománticos modernos
todavía permanecen en manos de un librero de París que tuvo la bondad de
enseñármelos. Lo más notable que puede verse en ellos es la pertinacia, la incontestable
buena fe del autor, que presintió durante toda su vida la grandeza de las ciencias ocultas
y que hubo de morir a la puerta del Santuario sin poder entrar en El, sin poder descorrer
su velo.
«Apreciaba poco a Agrippa y hacía mucho caso de Juan Belot, y no conocía nada de la
filosofía oculta de Paracelso; pero en cambio poseía una intuición muy ejercida, una
voluntad muy perseverante y más fantasía que juicio, lo que si bien no es suficiente para
hacer de él un mago, era más de lo que precisaba para hacer de él un adivino vulgar
muy hábil y, por consiguiente, muy acreditado.»
Pero más adelante, en el capítulo XX del Ritual se muestra mucho más duro diciendo
textualmente:
«Etteilla o Alliette, preocupado únicamente de su sistema de adivinación y del provecho
material que de él podía sacar; Alliette -repetimos- el antiguo peluquero, que jamás
aprendió bien el francés y la ortografía, pretendió reformar y apropiarse de este modo el
«Libro de Thot». Sobre el Tarot que hizo grabar y que se ha hecho extraordinariamente
raro, se lee en la carta veintiocho (el ocho de Bastos) este ingenioso reclamo: "Etteilla,
profesor de álgebra, renovador de la cartomancia y redactor (sic) de las modernas
incorrecciones del antiguo «Libro de Thot», vive en la calle de Oseille número 48, en
París".
«Etteilla hubiera procedido mejor no redactando las incorrecciones de que habla; sus
trabajos han hecho caer al antiguo libro descubierto por Court de Gebelin en la magia
vulgar, entre las echadoras de car¬tas. Un axioma lógico dice que quien quiere probar
mucho no prueba nada, y Etteilla es un ejemplo de ello; y sin embargo, sus esfuerzos le
habían llevado a un cierto conocimiento de la cabala, como puede verse en algunos
raros pasajes de sus ilegibles obras.»
Ciertamente, el juicio de Eliphas Levi es muy duro, pero comprensible en quien
consideraba el Tarot un libro sagrado que no debía profanarse usándolo con fines
profanos y utilitarios, como la cartomancia. Como veremos más adelante, Levi era un
apasionado, casi un fanático de la cabala, y en cambio Etteilla consideraba que el Tarot,
aparte de su valor esotérico, era también un instrumento de trabajo con el que ganarse la
vida.
Por ello, Eliphas Levi, Papus y sus seguidores rechazan de plano la cartomancia de
Etteilla, que también tuvo los suyos (entre los que destaca Mlle. de Le Normand, que
creó su propio juego de cartas que ya no tiene nada que ver con el Tarot). No obstante,
debemos reconocer que incluso la adivinación «ortodoxa» mediante el Tarot le debe
mucho a Etteilla y a su «cartomancia vulgar», de la que ha tomado muchas ideas.
Etteilla dominaba el arte de sugestionar a la gente y tuvo la suficiente intuición e
inventiva para adaptar y combinar el Tarot con un sistema matemático derivado de las
teorías pitagóricas, con lo que desarrolló al máximo la cartomancia, llegando a
convertirse en el «Gran Adivino» y el «Sumo Cartomántico» como le gustaba
denominarse, estableciendo su cuartel general en el Hotel Crillon de París y
consiguiendo que el número de sus seguidores y clientes llegara a superar cuan¬to
pueda imaginarse.
Creó varias barajas conocidas como El Tarot Egipcio, El Nuevo Etteilla y El Gran
Oráculo de las Damas, todas ellas variantes del Tarot que, a pesar de alterar su lógica y
verdadera esencia, consiguen la finalidad de conquistar al gran público y facilitan en
sumo grado la tarea del cartomántico al multiplicar infinitamente las posibilidades de
interpretación dando distinto significado a cada una de ellas según salga del derecho o
invertida, y posibilitando una mejor nemotecnia al escribir en cada una de ellas un
concepto que resume lo esencial de su significado.
Como ejemplo de cuanto llevamos dicho, adjuntamos el grabado de algunas cartas del
Gran Etteilla y a continuación facilitamos una correspondencia entre sus arcanos
mayores y los del Tarot de Marsella.
GRAN ETTEILLA
TAROT DE MARSELLA
1
2
3
4
5
Etteilla / El consultante
Aclaración / Fuego
Resolución / Agua
Despojo / Aire
Viaje / Tierra
No tiene equivalencia
XVIIII El Sol
XVIII La Luna
XVII La Estrella
XXI El Mundo
6
7
8
9
10
11
12
13
14
15
Noche / Día
Apoyo / Protección
Etteilla / La Consultante
Justicia / Legislador
Templanza / Sacerdote
Fuerza / Soberano
Prudencia / El pueblo
Matrimonio / Unión
Fuerza mayor
Enfermedad
No tiene equivalencia
No tiene equivalencia
No tiene equivalencia
VIII La Justicia
XIIII La Templanza
XI
La Fuerza
XII
El Ahorcado
VI
El Enamorado
XV El Diablo
I
El Mago
16
17
18
19
20
21
22
Juicio
Mortalidad / La nada
Traidor
Miseria / Prisión
Fortuna / Incremento
Discordia
Locura —
No tiene equivalencia
No tiene equivalencia
No tiene equivalencia
No tiene equivalencia
XX
XIII
VIIII
XVI
X
VII
El Juicio
La Muerte
El Ermitaño
La Torre
La Rueda de la Fortuna
El Carro
El Loco
IILa Papisa
III
La Emperatriz
IIII
El Emperador
V
El Papa
Como puede verse, en los arcanos mayores de Etteilla faltan El Papa y La Papisa, El
Emperador y la Emperatriz. De los dos primeros suponemos que Etteilla consideró más
prudente evitar problemas con la Iglesia, lo que anteriormente ya se había hecho más de
una vez al substituirlos por deidades mitológicas, como Juno, Júpiter o Baco; en cuanto
a los segundos, quizás pensó que ya era suficiente con los cuatro Reyes y las cuatro
Reinas de los arcanos menores. También puede verse que el orden numérico ha sido
totalmente alterado y que aparecen por primera vez atribuciones astrológicas, aun
cuando sea de un modo totalmente arbitrario y la mayoría de las veces no guarde la
me¬nor relación con el significado de la carta.
ELIPHAS LEVI
Alphonse Louis Constant nació en París el 8 de febrero de 1810. Hijo de un pobre
zapatero, recibió una enseñanza religiosa, primero en el pequeño seminario de SaintNicolas-du-Chardonnet y posteriormente en el de Saint-Sulpice.
En el primero su educación fue muy positiva bajo la dirección del abate Frère, autor de
un estudio sobre el magnetismo animal, que supo orientar al joven Constant hacia un
catolicismo renovador y místico, por no decir liberal, y en cierto punto orientado hacia
la magia, lo que marcaría para siempre a su discípulo; en cambio, Saint-Sulpice, con sus
rígidos reglamentos, moral hipócrita y ruda disciplina, hizo vacilar sus convicciones
católicas, llevándolo a refugiarse en la poesía.
No obstante, dotado de un notable talento natural no tardó en tomar las órdenes menores
y alcanzar el diaconado; pero en 1836 fue expulsado del seminario por motivos que
nunca han sido claramente dilucidados, pues si bien se dice que fue a causa de su interés
por el ocultismo o de sus relaciones con Adéle Allenbach, lo más probable es que fuera
por sus ideas liberales, pues apenas abandonado el seminario empezó a exponerlas
públicamente.
A consecuencia de ello, la posición social de Constant resultaba sumamente particular,
pues a pesar de no haberse ordenado sacerdote seguía siendo «el abate Constant» y
debía seguir vistiendo la sotana, con lo cual el escándalo estalló apenas publicó su
Biblia de la Libertad, un panfleto incendiario dirigido contra la Iglesia, el Estado y el
orden social. El panfleto fue secuestrado de inmediato, y Constant procesado y
encarcelado.
Tras un paréntesis de unos años turbulentos en los que se relaciona con todo el mundo
artístico, bohemio y liberal, a los treinta y seis años se casa con la adolescente Noémie
Cadiot (de la que se separará en 1847) y pasa definitivamente a la vida laica, lo que el
mismo define diciendo: «El abate Constant ha muerto, tenéis ante vosotros a un laico:
Alphonse Constant, dibujante, pintor, hombre de letras, pobre y amigo de los pobres».
Toma parte activa en la revolución de 1848 y luego colabora en la gigantesca empresa
de redactar el Diccionario de la Literatura Cristiana, en el que trabaja hasta 1851
Es en esta época cuando se familiariza con las teorías de Wronski, el matemático
investigador de lo absoluto, lo que le lleva a iniciarse en los arcanos de la dialéctica
esotérica. Es ahora cuando decide adoptar el nombre de Eliphas Levi (traducción al
hebreo de su verdadero nombre), con el que en adelante firmará todos sus escritos
ocultistas.
En 1854 inicia la publicación de su Dogma y Ritual de Alta Magia, que prosigue hasta
1856, primero editado en fascículos y posteriormente, en 1861, en un solo libro. En esta
obra, Levi nos aclara su pensamiento sobre el Tarot -que como ya hemos dicho se
aparta totalmente del de Etteilla- retomando la corriente cabalística de la mística de los
números e introduciendo sus claves en el Tarot, con las que intenta hacernos
comprender que los arcanos mayores poseen un significado mucho más profundo de lo
que se creía; así por ejemplo, al Ahorcado le devuelve su verdadera posición cabeza
abajo y lo define:
«Ejemplo, enseñanza, lección pública.
»Un hombre colgado por un pie y cuyas manos están atadas a la espalda de modo que su
cuerpo forme un triángulo con la punta hacia abajo, y sus piernas una cruz por encima
del triángulo. La potencia tiene la forma de una táu hebrea; cada uno de los dos árboles
que la sostienen tienen seis ramas cortadas. En otra parte ya hemos explicado este
símbolo del sacrificio y la obra realizada; por lo tanto, no volveremos a repetirlo aquí.»
Sus ilustraciones se centran en El Diablo, al que convierte en el macho cabrío del
Sabbat o Bafomet del Templo, con todos sus atributos panteístas, y en El Carro,
convertido en el carro de Hermes.
Pero su clave principal consiste en la atribución de cada una de las letras del alfabeto
hebreo a cada uno de los arcanos mayores del Tarot, y en la distribución de las letras de
la palabra TARO, que dice tomada de La Llave de las Cosas Ocultas, de Guillermo
Postel.
En esta forma tanto puede leerse ROTA, que es el nombre de la Rueda de Ezequiel,
como TARO, sinónimo del Ázoe de los filósofos herméticos; es una palabra que
manifiesta cabalísticamente lo absoluto dogmático natural y está formada con caracteres
del monograma de Cristo, según los griegos y los hebreos.
La R latina (P griega) se encuentra en medio, entre la A (alfa) y la O (omega) del
Apocalipsis; luego, la T [táu sagrada), imagen de la cruz, encierra la palabra.
Levi también se dio cuenta de que en el Árbol de la Vida cabalístico existen veintidós
senderos que unen entre sí a los diez sefirot. De este modo, al existir veintidós arcanos
mayores, veintidós letras hebreas y veintidós senderos en el árbol, todos estos elementos
pueden acoplarse entre sí, y a cada arcano mayor del Tarot le corresponderá una letra
hebrea y un sendero sefirótico. De aquí que, al escribir su Dogma y Ritual de Alta
Magia, también lo divida en veintidós capítulos, a cada uno de los cuales otorga una
letra hebrea como complemento a su numeración.
En la obra mencionada, Levi concluye su pensamiento con estas palabras a modo de
resumen:
«El Tarot, este libro milagroso, inspirador de todos los libros sagrados de los pueblos
antiguos, es el instrumento más perfecto de adivinación a causa de la precisión
analógica de sus números y figuras.
«Efectivamente, los oráculos de este libro siempre son rigurosamente verdaderos, por lo
menos en un sentido, e incluso cuando no predice nada, siempre revela cosas ocultas y
ofrece a los consultantes los más sabios consejos.»
Puede decirse que con sus teorías Levi fija definitivamente las bases sobre las que los
demás -especialmente Papus- desarrollarán la interpretación del Tarot, tanto esotérica
como adivinatoria.
La última parte de la vida de Eliphas Levi, que es la que propiamente puede
considerarse como la de un mago, carece de interés desde el punto de vista del Tarot,
por lo que nos limitaremos a recordar que falleció el 31 de mayo de 1875, olvidado del
gran público, la prensa y los medios intelectuales de París.
LOS CONTINUADORES
PIERRE CHRISTIAN
Las enseñanzas de Eliphas Levi no tardaron en ser recogidas por su amigo y discípulo
Pierre Christian (en realidad se llamaba J. Pitois), que en su libro El Hombre Rojo de las
Tullerías publicado en 1863 retoma el origen egipcio propugnado por Court de Gebelin
y nos expone una interpretación muy erudita del Tarot que merece ser tenida en cuenta
por quienes deseen profundizar en el tema.
Pero en su Historia de la Magia y del Mundo Sobrenatural llega al extremo de hacernos
asistir a una ceremonia iniciática de los Misterios de Osiris, en la que afirma la
existencia de veintidós paneles decorados con pinturas jeroglíficas resumiendo la
doctrina sagrada de los hierofantes que, según él, eran los prototipos del Tarot.
Gran parte de esta exposición merecería figurar en una antología del disparate o tomarse
como una novela de aventuras, lo que es perfectamente comprensible si tenemos en
cuenta que Christian devora y copia -sin digerir- cuanto cae en sus manos sobre magia y
hechos so¬brenaturales e incluso, para redondear las cosas, añade más barbaridades de
su propia cosecha, con lo cual su obra resulta más divertida que útil para quien no sepa
discernir lo que puede ser verdad de lo que no es más que pura fantasía.
ELY STAR
También Ely Star en su libro Los Misterios del Horóscopo editado en 1888 nos incluye
los grabados de Court de Gebelin, a los que añade las interpretaciones de P. Christian
copiadas casi literalmente, por lo cual podemos prescindir por completo de este autor en
nuestro estudio.
PAPUS
Pero la fecunda semilla sembrada por Eliphas Levi no germinaría ni se desarrollaría con
esplendor hasta que Papus, Stanislas de Guaita y Chaboseau hicieran revivir la
Iniciación Martinista de Martines de Pascually y Louis Claude de Saint-Martin,
impulsando así el gran renacimiento ocultista de 1885.
Es Papus quien inicia la serie de obras maestras de este fecundo período del ocultismo
moderno; en 1889 nos dona su magistral Tarot de los Bohemios que contiene y
desarrolla lo que él considera las verdaderas claves del Tarot. Aun cuando en 1909
publique El Tarot Adivinatorio en el que aplica el Tarot a la cartomancia erudita, en
nuestra opinión basta y sobra con su primer libro para penetrar en los secretos y
fundamentos del Tarot, y ningún otro de cuantos se han publicado posteriormente
llegará a superar en méritos a dicha obra.
En realidad, «Papus» es el seudónimo bajo el que se oculta el doctor Gerard-AnacletVicent Encause, nacido en La Coruña el 13 de julio de 1865 de padre francés -el
químico Louis Encause- y de madre española (de Valladolid). Cuando Gerard apenas
contaba cuatro años la familia Encause se trasladó a París, en cuya Facultad de
Medicina iniciaría posteriormente sus estudios consiguiendo doctorarse en 1894. No
obstante ser considerado un excelente médico externo, abandonó la preparación del
internado para consagrarse al estudio del ocultismo, al que llegaría a dedicar unas
doscientas sesenta obras, todas ellas firmadas con el nombre de Papus (que significa «el
médico de la hora primera» según el Nuctamerón de Apolonio de Tyana).
Dotado de una actividad prodigiosa y de un entusiasmo inquebrantable, llegó a ser
considerado «el Balzac del ocultismo», lo que no es exagerado si se tiene en cuenta que
además de su voluminosa bibliografía todavía tuvo tiempo para fundar dos revistas, La
Iniciación y El Velo de Isis, un Grupo Independiente de Estudios Esotéricos y una
Facultad de Ciencias Herméticas. También fue reorganizador y presidente del Supremo
Consejo de la Orden Martinista; miembro y luego presidente de la Orden Cabalística de
la Rosacruz; presidente de la So¬ciedad Magnética de Francia; y aparte de todo esto,
todavía le quedó tiempo para visitar la India, Palestina y varios países europeos.
En El Tarot de los Bohemios, Papus utiliza los grabados de Oswald Wirth dibujados y
publicados en 1889 bajo el título de El Tarot Cabalístico, del que se realizó una tirada
limitada a 350 ejemplares. Sus comentarios se basan en las indicaciones de Eliphas
Levi, que desarrolló con tal amplitud en el aspecto cabalístico y numerológico, que es
imposible resumirlo en unas pocas líneas, haciendo imprescindible el estudio de dicha
obra.
En El Tarot Adivinatorio, aparte de la aplicación del Tarot a la cartomancia erudita,
añade setenta nuevas láminas fuera de texto dibujadas por Gabriel Goudinat, en las que
los arcanos mayores se ven claramente influenciados por los dibujos de Falconnier, y
los arcanos menores por los de Etteilla.
Dejando aparte su vida aventurera y apasionante que nos apartaría de los límites de este
trabajo, finalizaremos con Papus diciendo que al iniciarse la primera guerra mundial
partió al frente como cirujano mayor del ejército francés, dedicándose con tal empeño a
su humanitaria labor que, agotado y destruido prácticamente en lo físico, tuvo que ser
evacuado a la retaguardia donde fue hospitalizado para reintegrarle a la vida civil. Pero
ya era demasiado tarde; el 25 de octubre de 1916, al realizar una visita al hospital, cayó
al suelo en el mismo umbral fulminado por una grave enfermedad pulmonar y
falleciendo allí mismo.
STANISLAS DE GUAITA
Stanislas de Guaita es un hombre totalmente distinto de Papus; mucho más erudito e
intuitivo, pero menos inteligente, apasionado y fantasioso, en sus obras no se percibe la
profundidad del Adepto; así y todo debemos reconocer que su calidad literaria es
infinitamente superior a la de Papus. Como muy bien dice Van Rijnberk:
«Su Serpiente del Génesis se halla totalmente estructurada sobre el Tarot. Cada uno de
sus capítulos se corresponde con una lámina del mismo. Pero el lazo que liga el texto
con el arcano que quiere esclarecer suele ser excesivamente arbitrario.
«Estudiando El Templo de Satán y La Clave de la Magia Negra se aprenden multitud de
nociones históricas de primera magnitud expuestas de un modo insuperable. Leyendo
estos magníficos volúmenes se goza de un profundo placer intelectual, pero se aprende
muy poco sobre la verdadera significación esotérica de los arcanos mayores del Tarot.»
Por aquel tiempo, muchos otros autores siguieron el mismo camino; para limitarnos a
citar un par de ejemplos, diremos que en 1893 Gilkin condensa en sus Estancias
Doradas, y en delicados versos, el sentido esotérico tradicional de los arcanos mayores.
Luego, en 1896, Falconnier intenta una reconstrucción del Tarot al estilo egipcio
antiguo, que luego ha sido plagiada repetidas veces por otros autores. Pero ninguno de
ellos aporta nada realmente valioso a lo ya dicho con anterioridad hasta que llegamos a
Oswald Wirth.
OSWALD WIRTH
Nacido el 5 de agosto de 1860 en Brienz (Suiza), Wirth desempeñó multitud de
profesiones y empleos: contable en Londres, magnetizador en París, funcionario del
ministerio de Asuntos Exteriores, archivero adjunto del Quai d'Orsay, etc. Pero ante
todo, y a partir de 1884, fue un prolífico escritor de temas ocultistas al ingresar en una
logia del Gran Oriente.
Fue en la Gran Logia Simbólica Escocesa de París donde halló el ambiente idóneo a sus
cualidades; en ella escala todos los grados del Rito Escocés Antiguo con gran rapidez
hasta alcanzar el 33 y llegar a formar parte del Consejo Supremo de Francia.
A principios de 1887 conoce a Stanislas de Guaita -y, con él, los objetivos e ideales de
la Orden Cabalística de la Rosacruz-, y lo que es más importante, primero se convierte
en secretario y luego en colaborador de Guaita. Como él mismo reconoce, además de
tener a su disposición la magnífica biblioteca de éste, halló en él a un maestro en cabala
y alta metafísica, así como en el dominio de la escritura, pues fue Guaita quien
perfeccionó y pulió cuidadosamente su estilo literario.
El primer trabajo encargado por Stanislas de Guaita al enterarse de que era un excelente
dibujante fue el de restituir a los arcanos mayores su pureza primigenia, para lo cual le
facilitó dos ejemplares de Tarot, uno italiano y otro francés, así como el Dogma y Ritual
de Alta Magia, de Eliphas Levi, y, por si fuera poco, fue supervisando su trabajo y
aconsejándole cuando lo consideraba preciso.
Fruto de esta colaboración fue Los 22 Arcanos del Tarot dibujados para uso de los
iniciados según las indicaciones de Stanislas de Guaita, que vio la luz en 1889 y del que
sólo se tiraron 350 ejemplares. Fue de este Tarot Cabalístico de Wirth del que se sirvió
Papus para su Tarot de los Bohemios, como ya dijimos anteriormente.
Pero considerando que su trabajo todavía era incompleto, se puso a estudiar el
simbolismo de los colores de acuerdo con el espíritu medieval, y de aquí a interesarse
por la alquimia y el hermetismo sólo existía un paso que no tardó en dar, dedicándose a
profundizar en dichas materias.
El resultado de todos estos estudios se concretó en 1937 con la publicación de El Tarot
de los Imagineros de la Edad Media, en el que el Tarot ya aparece coloreado, aun
cuando en sus reediciones de 1966 y 1984 lo haya sido con unos colores metalizados
que hubieran proporcionado un disgusto de muerte al propio Wirth si no hubiera
fallecido el 3 de marzo de 1943.
Su estudio teórico sobre el Tarot es muy completo y su importancia reside, entre otras
cosas, en su objetividad, pues a pesar de que sus dibujos sigan pareciendo egipcios, ya
no defiende que tuviera su origen en Egipto, sino que admite que su antigüedad no
puede remontarse más allá de la Edad Media. Su opinión sobre el origen del Tarot la
expresa claramente cuando dice:
«Las ideas no tienen edad: son tan antiguas como el pensamiento humano, pero han sido
expresadas en distinta forma según las épocas. Los sistemas filosóficos alejandrinos lo
hicieron verbalmente, mientras que el Tarot las traduce posteriormente mediante
símbolos. Si no en el fondo, por lo menos en la forma, el Tarot se afirma como un
original incontestable que no reproduce en absoluto ningún modelo preexistente.»
Y también afirma:
«La arqueología no ha descubierto la menor traza de lo que pudieran constituir vestigios
de un Tarot egipcio, gnóstico o incluso greco-árabe.»
En su estudio sobre los arcanos nos proporciona la interpretación simbólica y
adivinatoria de cada una de las láminas y, por último, añade su método de adivinación.
En cuanto a las láminas, podemos observar modificaciones en relación con el Tarot de
Marsella y el de Court de Gebelin; así por ejemplo, al Ahorcado, que Court dibujó de
pie, Wirth le devuelve su posición invertida colgado del tobillo, y en casi todas las
láminas hallamos pequeñas diferencias, ya sea en el dibujo o en el color. Sin embargo,
en lo esencial reflejan con fidelidad el sentido esotérico tradicional.
Quizás un buen resumen de sus ideas lo hallamos en un opúsculo de 50 páginas que
publicó en 1931: Introducción al estudio del Tarot, en el que nos dice:
«Henos aquí en presencia del Tarot, libro intencionalmente mudo, documento iniciático
excepcional. Sepamos aprovechar esta obra maestra de la Edad Media, tan digna de
admiración como las catedrales de la alquimia filosófica. Sabios desconocidos nos han
legado el tesoro de su sabiduría misteriosa y, fieles a la máxima: "No inculquemos nada,
demos de qué reflexionar", nos han invitado a iniciarnos. ¿Iniciarnos en qué? ¿En los
secretos de la magia de los taumaturgos de todos los tiempos? Sí, pero accesoriamente,
como consecuencia del desarrollo de un poder adivinatorio de ilimitadas aplicaciones.
En realidad se trata de revelaciones tan serias como las de todos los ocultismos. Lo que
se halla en juego es el Arte de Pensar, que es el Arte por excelencia, el Gran Arte,
llamado con justicia el Arte Real, ya que su objetivo es el de formar Reyes.»
Ni que decir tiene que sus teorías hallaron un gran eco en las órdenes masónicas,
martinistas, rosacruces y demás, así como entre los simpatizantes del esoterismo; para
citar un ejemplo, diremos que el mismo Louis-Claude de Saint-Martin construyó su
obra de acuerdo con la numerología del Tarot.
LA GOLDEN DAWN
En 1887, Liddell Mathers publica La Cabala Desvelada, y poco después, junto con
William Woodman y Wynn Wescott, también eminentes cabalistas y masones, funda
una escuela esotérica que recibe el nombre de Sociedad Rosacruciana in Anglia, que no
tarda en convertirse en la Orden de la Golden Dawn (Orden del Alba Dorada). Es en
esta época cuando Liddell Mathers, dejándose llevar por la influencia del movimiento
céltico, muy popular en los medios masones y rosacruces de Inglaterra, se decide a
cambiar su nombre, primero por MacGregor Mathers, y posteriormente por MacGregor
a secas.
Habiendo estudiado el Tarot y siendo consciente de su importancia, en 1888 publica El
Tarot, su significado oculto, y encarga a Robert Wang los dibujos de un mazo para la
Golden Dawn bajo la supervisión de Israel Regardie. En este Tarot se invierte la
posición de los arcanos La Fuerza y La Justicia, y se coloca El Loco delante de El
Mago, por considerar que al no hallarse numerado le corresponde lógicamente el
número cero y debe ser la primera carta.
Pero MacGregor era un hombre autoritario en exceso, siendo por ello mal aceptado por
muchos de los adeptos a la Golden Dawn, lo que motivó que, al trasladarse a París en
1891 dejando a Florence Farr al frente de la orden, los disconformes con su modo de
actuar ini¬ciasen una rebelión. En 1898 y tras una serie de acontecimientos más o
menos desfavorables, MacGregor busca el apoyo de un joven que decía ser la
reencarnación de Eliphas Levi: Edward Alexander (que también cambiaría su nombre
para convertirse en Aleister Crowley), y que en lugar de ayudarle como esperaba, lo que
hizo fue colaborar en la destrucción de la Golden Dawn para fundar luego su propia
sociedad, la Astrum Argenteum.
Crowley también hace dibujar su propio Tarot, impregnado de erotismo y fantasía,
encargándoselo a Lady Frieda Harris. No obstante y a nuestro entender, tanto el Tarot
de MacGregor como el de Crowley no poseen otro valor que el puramente anecdótico,
aparte de ser el exponente de la poderosa personalidad y megalomanía de sus famosos
inspiradores.
ARTHUR EDWARD WAITE
Un caso aparte lo constituye el famoso Tarot Rider, dibujado por Pamela Colman Smith
bajo la dirección de Waite e impreso en Londres en 1910.Waite fue un verdadero
estudioso del ocultismo y del Tarot, sobre cuyos temas publicó numerosas obras;
también pertenecía a la Golden Dawn, pero a nuestro entender fue uno de los escasos
miembros realmente cuerdos de dicha sociedad. Retomando el parecer de Court de
Gebelin, Levi, Papus y Wirth, opina que el Tarot es puro simbolismo.
«Las cartas del Tarot -nos dice Waite- representan los valores simbólicos universales
bajo los que se ocultan los valores inexpresables de la mente humana. Las doctrinas
secretas que contienen no son sino la consecución por unos pocos de las verdades
inherentes a la conciencia colectiva que no todo el mundo es capaz de percibir. Mi tesis
es que estas doctrinas han existido siempre, o sea, que han sido elaboradas por la
conciencia de una selecta minoría y luego transmitidas y transcritas secretamente en
misteriosos textos, como los de la alquimia y la cabala. Toda doctrina secreta viene
avalada por la práctica y la expe¬riencia correspondientes.»
Waite, además de colocar también El Loco antes que El Mago e invertir la colocación
de La Fuerza y La Justicia, otorga a los arcanos menores una figura simbólica
relacionada con el significado que les atribuye. Así por ejemplo, el diez de Espadas
lleva una figura humana tendida en el suelo y atravesada por las diez espadas. Por
último, tam¬bién elimina la letra hebrea que los autores anteriores atribuían a cada
arcano.
Debe reconocerse que a pesar de la diferencia de sus dibujos con los tradicionales y de
la inversión de lugar entre los arcanos citados, tal vez a consecuencia de la influencia de
la Golden Dawn, este Tarot conserva todo su simbolismo y valor; quizás sea por esto,
aparte del tradicional chauvinismo anglosajón, que es el más usado en los países de
dicha lengua e incluso actualmente se está introduciendo con fuerza en la Europa latina.
LOS AUTORES CONTEMPORÁNEOS
En 1947 aparece una obra muy documentada: El Tarot, en la que Gérard van Rijnberk
se dedica a analizar minuciosamente tanto el simbolismo como el origen histórico de los
dibujos en un intento de datar con seguridad la primera aparición del Tarot, o lo que es
lo mismo, cuándo fue creado. Sus conclusiones reafirman las de O. Wirth, y debemos
reconocer que se trata de una obra muy seria y minuciosa que no debería faltar en la
biblioteca de los amantes del Tarot.
Poco más tarde, en 1949, Paul Marteau, el heredero de Baptiste-Paul Grimaud y gran
coleccionista de Tarots además de dirigir la fábrica de barajas Grimaud de París hasta
1963, publica su obra El Tarot de Marsella, también con un minucioso estudio sobre el
simbolismo del Tarot, tanto en sus dibujos como en sus colores. En resumen, otra obra
que no debería faltar en nuestras bibliotecas.
Y por último, añadiremos que Stuart R. Kaplan, otro gran estudioso y coleccionista de
Tarots, así como de obras relacionadas con los mismos, ha publicado numerosos
trabajos, entre los que cabe destacar El Tarot Clásico (1972) y La Gran Enciclopedia del
Tarot (1978-1986), obra esta última que, además de extenderse en el estudio del Tarot y
de la familia Visconti-Sforza, es un verdadero catálogo destinado a los coleccionistas.