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LA NATURALEZA DE LA EVIDENCIA OVNI: DOS VISIONES

Este mes se cumple el 70 aniversario del comienzo de una nueva época, cuando los discos volantes invadieron nuestros cielos por primera vez…oficialmente. Para algunos, todo empezó en 1946 con los cohetes fantasma en Suecia (“ghost rockets”), o en el teatro de operaciones de la segunda guerra mundial con los “foo fighters”, o con los “phantom airplanes” de 1912-1913, o a finales del siglo XIX con los dirigibles sobre Norteamérica (“airships”) o sin solución de continuidad desde la más remota antigüedad, para otros. Pero lo bien cierto es que no fue hasta que la prensa estadounidense colgara la etiqueta de “platillos volantes” que emergió un fenómeno social de gran magnitud. Fenómeno que ha tenido un gran impacto en la población a escala mundial. La forma con que voy a conmemorar esta efemérides es redactando mis actuales pensamientos sobre lo que creo que es el fenómeno OVNI, trascurridos 50 años de investigación personal y lo voy a hacer centrándome sobre la naturaleza de la supuesta evidencia recogida en estos 70 años de misteriosa fenomenología. Esta es mi posición, la opinión sincera del estudioso de un misterio que parece que juega con nosotros, hasta que nos damos cuenta que simplemente dejamos que sean varias circunstancias que lo envuelven las que jueguen con nosotros. Lo que nos parece absurdo, lo es, por disparatado, ilógico, irracional, incoherente…finalmente inadmisible. Con este fin he preparado un ensayo sobre el sustrato de lo que solo puede ser un portento o una quimera: el verdadero nivel de certidumbre, prueba y convicción, esto es, sobre la evidencia. Y he solicitado al Dr. Thomas Bullard, profesor emérito de la Universidad de Indiana, que me acompañe con sus propias reflexiones en esta evaluación global del problema OVNI. Estamos de acuerdo en lo fundamental pero también tenemos nuestra cuota de desacuerdo. Pero ambos reconocemos que el progreso en este estudio solo ocurrirá cuando las ideas se confronten desde el respeto y la tolerancia.

LA NATURALEZA DE LA EVIDENCIA OVNI: DOS VISIONES Parte I Vicente-Juan Ballester Olmos Se cumplen exactamente 70 años desde que la sociedad de los Estados Unidos de América fue estremecida y sacudida por la primera denuncia de “platillos volantes”. Fue la observación de Kenneth Arnold el 24 de junio de 1947. También dio comienzo a un fenómeno que los ufólogos llamarían luego “oleada”, una enorme avalancha de informes a través de los diarios de toda la nación. Fue de corta duración y tuvo el perfil de una aguda curva Gaussiana que se desarrolló en apenas tres semanas: a partir de la cobertura de prensa de la observación inicial, el interés de los medios se disparó, alcanzó el clímax, llegó a su punto de saturación y rápidamente declinó. Esta secuela desató dos importantes hechos: (1) las historias se diseminaron por todo el planeta, y (2) la Fuerza Aérea se preocupó por este asunto, comenzando a investigar las apariciones de platillos volantes (luego llamados objetos volantes no identificados u ovnis). Siete décadas de historia ovni han aportado innumerables hechos y sucesos, acciones y reacciones, iniciativas militares y civiles, sesiones parlamentarias, simposios, declaraciones de científicos y de legos, e incontables presentaciones sobre ovnis en los medios de comunicación y a través del cine, la televisión y las editoriales, bombardeando e influyendo diariamente en los ciudadanos. Sin mencionar los millones de presuntos avistamientos de ovnis proporcionados por el público y la retroalimentación que produjeron. Y no olvidemos el notable efecto producido por miles de proponentes de la realidad ovni en todo el mundo, personas a las que James Carrion, ex-jefe ejecutivo de MUFON, la más importante organización sobre ovnis del mundo, caracterizó como “auto-proclamados investigadores o periodistas de investigación, cuyo modus operandi es perpetuar el misterio, no resolverlo”. Visto desde una perspectiva europea, este diagnóstico da exactamente en el blanco. En el pasado, la gente miraba fenómenos extraños en el cielo como signos, portentos y maravillas, entendidos en términos religiosos o folclóricos. Sólo en raras ocasiones esas visiones fueron denunciadas y registradas –en la Edad Media por un monje ilustrado, luego por un naturalista o científico, actualmente por los medios de comunicación. Desde el siglo XIX, la literatura y la prensa y más modernamente el cine y la televisión, han ayudado a crear expectativas ficticias en las mentes de la gente. Este escenario de ciencia-ficción ha tenido un efecto desastroso en los testigos, reduciendo su juicio crítico y obstruyendo de hecho su capacidad de auto-evaluar racionalmente los eventos observados. Este problema es especialmente grave cuando afecta a observadores de calidad como pilotos, militares o científicos, cuyos informes –como demuestra la experiencia– finalmente se llegan a explicar en términos mundanos y convencionales, en la misma proporción que aquellos tenidos por observadores más sencillos. Una atenta revisión de los informes de observaciones ovni, especialmente aquellos de alta extrañeza o los ejemplos de registros de imágenes, revela que cada suceso es individualista (o sea, único y exclusivo). No hay dos eventos iguales, de la misma forma en que no hay dos fotografías ovni perfectamente iguales. Excepto por una similitud general debido a símbolos conocidos por el imaginario colectivo, la forma de cada objeto, su dimensión y cinética, o la biometría y comportamiento de cada ocupante son distintos. Es como un teatro del absurdo. Más bien parece el resultado de la propia imaginación creativa de cada uno. Caso tras caso, cuando está debidamente documentado y analizado, es aclarado o degradado. Cada día que pasa, sabemos de otros de esos casos ovni clásicos que durante mucho tiempo fueron considerados misteriosos e insolubles, recientemente reinvestigados y a los que se les encuentra una causa ordinaria o convencional. He aquí uno de los más recientes descubrimientos: durante años, los ufólogos occidentales han elogiado el estudio de 1979 firmado por Gindilis, Men’kov y Petrovskaya (Academia de Ciencias de la URSS) que analizó una colección de observaciones ovni aparentemente insolubles en Rusia, mayormente centradas en una oleada de 1967. ¡Los ovnis no eran un invento estadounidense después de todo! Sin embargo, las investigaciones del Dr. Yulii Platov y, recientemente, el trabajo de Jim Oberg, destruyeron completamente la fiabilidad de aquella investigación soviética, mostrando que la mayoría de los casos de 1967 correspondían a actividades espaciales militares rusas (concretamente, el Fractional Orbital Bombardment System -FOBS). Otra muestra de evidencia “científica” que se desmoronó. Actualmente se dispone de sistemas avanzados de captura de imágenes a bordo de aviones militares en tal cantidad que uno esperaría que se registraran frecuentemente imágenes de ovnis, si tales objetos aparecieran en la atmósfera con la regularidad que sugieren ciertos informes. La pura verdad es que la evidencia de algo excepcional o singular registrado con tan sofisticados medios es extremadamente pobre o inexistente: por ejemplo, los casos recientes más importantes de capturas con tecnología aérea de video en infrarrojo (2004, Campeche en México; 2013, Aguadilla en Puerto Rico; y 2014, Navidad en Chile) fueron explicados como algo tan mundano y trivial como las llamas de pozos de petróleo, un posible globo, y la estela aerodinámica de condensación de un avión, respectivamente. En la década de los años 1950 se establecieron carismáticas organizaciones dedicadas a los ovnis, para finalmente cerrar décadas después sin haber logrado su principal objetivo, demostrar la existencia de los platillos volantes. No se encontró nada extraordinario o persuasivo y solo se transmitió miles de páginas de publicaciones llenas de historias y muchos archivadores con innumerables expedientes de casos destinados a amarillear con el paso del tiempo. Ahora, los centros privados dedicados al “estudio” de los ovnis se cuentan con los dedos de una mano. El mejor financiado de ellos, establecido en Suecia, se dedica principalmente a preservar archivos y bibliotecas, muy consciente del creciente número de ufólogos que se retiran, colecciones de informes que se abandonan y entidades que desaparecen. En Estados Unidos se fundó en el año 2000 una organización de orientación científica bajo la lógica premisa de que si los ovnis hacen intrusiones en nuestra atmósfera, su actividad podría resultar peligrosa para la seguridad de la aviación. Pero en su carta de renuncia de enero de 2017, su director científico afirmó que no se llegó a detectar tal problema. Esta conclusión es la que puede esperarse si no hay ovnis físicos que compartan el espacio aéreo con nuestras aeronaves. Ningún especialista de ninguna disciplina científica entenderá por qué, si existe evidencia sobre la realidad de verdaderas visitas del espacio exterior, no han sido formalmente presentadas al mundo. No sirven los artículos en revistas dedicadas a los ovnis ni tampoco el cada vez enloquecidamente mayor número de documentales en canales de televisión. Dirán que la ciencia “oficial” nunca lo aceptaría. Falso. La ciencia siempre está ávida de nuevos hallazgos. En este caso el argumento es aún más falaz porque la relevancia para la sociedad –de ser reales los ovnis– es mucho mayor que el descubrimiento del bosón de Higgs o de la última tribu en la Amazonia. Objetos más pesados que el aire no pueden volar, los humanos jamás viajarían a la Luna, las piedras no pueden caer del cielo, son algunas de las muchas creencias ampliamente sostenidas en su tiempo que demostraron estar equivocadas debido a los progresos científicos y tecnológicos o por la evidencia empírica. Los mecanismos de autocorrección son algo inherentes a la ciencia. Si hubiese una evidencia indiscutible de la presencia ovni que apuntara a un origen extraterrestre, sería perfectamente aceptable. Contrariamente a lo que se ha repetido a menudo, el público está preparado para tal circunstancia. Pero la información ovni solo la consumen los mismos ufólogos. Los análisis que parecen confirmar descubrimientos (imágenes anómalas, efectos biológicos en el suelo o en el tejido vegetal, interferencias electromagnéticas a equipos, etc.) son casi siempre realizados por creyentes, con independencia si poseen o no una adecuada experiencia o tienen altos grados académicos. Los supuestos hallazgos asombrosos no se entregan a una revisión por pares en las principales revistas científicas, y en las raras excepciones que se hace éstos no generan ningún comentario positivo. Sólo la continuada investigación en el futuro revelará cuánta mala y equivocada ciencia firmaron físicos, ingenieros y otros científicos pro-ovni. Por otra parte, lo que sí es fácil de encontrar en publicaciones académicas son artículos con modelos que explican diversas clases de experiencias extremas con ovnis, como las abducciones, planteadas como casuística de confusión psicológica como la parálisis del sueño, la tendencia a la fantasía, o trastornos. En este particular segmento de informes, claramente inducidos por la publicación de libros y por programas de TV, hallamos la deplorable paradoja de que el máximo promotor de la realidad física de secuestros por extraterrestres ¡fue un psiquiatra de Harvard! Esta es una de las múltiples extravagancias que uno puede encontrarse en el estudio de los ovnis. Es un hecho demostrado que creencias extremas con profundas raíces, arraigan en todas las mentes. Lamentablemente, lo encontramos también en la ciencia, y no sólo en la política o la religión. La ufología no sólo fracasa en avanzar, sino que es un círculo vicioso. Hoy vemos noticias de ovnis publicadas en internet con las mismas viejas imágenes de reflejos en la lente o estelas de condensación de aviones, que parecían extrañas en la década de los cincuenta. Porque no hay criterios académicos o de autoridad universalmente aceptados, ni tampoco evidencia sólida que se erija en certidumbre, los errores del pasado de repiten una y otra vez. La ufología está inmersa en un circuito cerrado que nunca termina. Recientemente leí acerca de señales IFF (“Identification Friend or Foe”, identificación amigo o enemigo) detectadas desde tráficos desconocidos durante las décadas de 1950 y 1960 que ahora se presentan como ejemplos de evidencia sólida. Desde mi punto de vista, si un ovni responde a una pregunta IFF, aún en modo aparentemente encriptado, es más lógico sospechar que ésta activó el transpondedor de un avión al ser iluminado por el radar, que atribuirlo a la respuesta de una nave espacial extraterrestre equipada con primitivos sistemas terrestres. La TET La teoría de que los platillos volantes son visitantes del espacio fue adoptada inmediatamente, especialmente por escritores de libros buscando sensacionalismo. No fue una suposición que necesitó medio siglo para evolucionar luego que se recolectara gran cantidad de evidencia fidedigna y verificada. Sin duda no. Los libros publicados en 1950 definitivamente vincularon los platillos volantes al espacio exterior. Debemos mirar retrospectivamente y considerar la calidad y magnitud de la “prueba” que existió entre 1947 y 1949 para respaldar tales aserciones, porque constituyó el fundamento del caso a favor de ovnis extraterrestres. Tomemos los mejor comprobados, más detallados y más extraños informes recogidos durante los primeros tres años del fenómeno de los platillos volantes. Examinémoslos de manera neutral y objetiva. El resultado no respaldará la noción de que los ovnis vienen de otro planeta. Pero para entonces las creencias e impresiones derivadas de esos informes ya habían lanzado una vívida e influyente idea de visitas extraterrestres. La carencia de evidencia probatoria no fue nunca un obstáculo para la hipótesis extraterrestre (HET). O más bien debería decir TET, porque para los creyentes la idea no servía como mera hipótesis de trabajo sino como una teoría establecida y dada por segura por todos los principales ufólogos de ese tiempo. La teoría se afirmó como un hecho aceptado aún antes de los aterrizajes y los encuentros con ocupantes, las fotografías y las filmaciones, y muchos de los incidentes de militares y pilotos que dieron forma a la imaginería del fenómeno ovni tal como la conocemos. La TET precedió a la mayoría de los sucesos ahora citados como prueba de que la TET es cierta (verbigracia, los aterrizajes de 1954 en Francia, la oleada mundial de 1965, los casos de humanoides en EE.UU. en 1973, y un largo etcétera). Fueron sucesos o episodios posteriores los que deberían realmente sostener un origen extraño para los informes ovni, SI fueran realmente ciertos. Pero todo esto ocurrió muchos años después que la TET estuviera ya vigente. De modo que nos enfrentamos aquí con una interesante situación: una idea fundamentada basada en incidentes pobremente investigados y moldeada por la fértil imaginación de escritores amantes del sensacionalismo, finalmente creó un fenómeno “real” que a la vez acoge y extrae su sustancia empírica (observacional) de esos previos y poco significativos relatos. ¿Cómo es eso posible? Esto ha sido posible por la conjunción de un continuo flujo de nuevas historias de ovni, crecientemente extrañas y absurdas, y el combustible contribuido por revistas y libros, películas, filmes de televisión y documentales. Una vez establecida la creencia, las observaciones nunca cesan de alimentar el sistema, y una nueva mitología crece y madura. El mito evolucionó de manera diferente en varios países de acuerdo a sus particulares idiosincrasias culturales. Una de las naciones donde el impacto del fenómeno ovni ha sido mayor y más aberrante es Brasil. La cantidad de informes de aterrizaje es elevadísima, los relatos de seres humanoides asociados con esos aterrizajes (con la variedad posiblemente más rica de seres humanoides, desde enanos a gigantes, incluyendo monstruos de un solo ojo) son innumerables. En 2009, el historiador brasileño Rodolpho Gauthier publicó su tesis de licenciatura en la que atribuyó a “una combinación de periodismo sensacionalista, el temor a un conflicto atómico y la fascinación con la exploración espacial” el surgimiento de la idea de que extraterrestres estaban visitando la Tierra a bordo de platillos volantes. Estoy convencido que un trabajo similar en otros países expondría las tendencias, influencias y factores motivadores que solidificaron la creencia en los platillos volantes como vehículos procedentes de otros mundos. Nos daríamos cuenta que, en muchos países, esta creencia desatada por los medios precedió a las oleadas locales de ovnis, las que luego fueron exhibidas como ejemplos de manifestaciones verídicas de ovnis. De manera similar, historiadores de Estados Unidos deben sumergirse profundamente en la influencia y peso que personajes como Ray Palmer y el propio Kenneth Arnold, así como los tabloides de ciencia ficción de la época o revistas como FATE, tuvieron en la impulsión –o en la misma invención– de la estrecha asociación de los platillos volantes y los ovnis con la Teoría Extraterrestre. Lo fundamental aquí es que la idea de los ovnis interplanetarios precede al mito. Aunque es debatible si la observación fundacional de Kenneth Arnold es un auténtico misterio o fue simplemente una bandada de pelícanos, como se ha propuesto, lo cierto es que la publicidad asociada con la observación desató el furor. Y la gente comenzó a informar haber visto “discos” por centenares, tan pronto como el popular nombre de “platillos volantes” fue acuñado en este contexto, aunque no es seguro que esta forma reflejara exactamente lo que Arnold vio. A la popular y ampliamente aclamada teoría extraterrestre se le opone la posición realista de los escépticos, de que “todo puede ser explicado en términos convencionales”. Pero incluso se han propuesto teorías más extrañas, como viajeros del tiempo, fuerzas del mal u ovnis operando como un sistema de control. Estas son puramente especulaciones no demostradas e indemostrables, que van desde lo lunático a lo muy bien elaborado retóricamente y asombrosamente imaginativo. Pero, en mi humilde opinión, no son más que literatura después de todo. También hay una flagrante contradicción entre la presunta política de no-contacto de los alienígenas, sostenida por algunos ufólogos teóricos, con su marcado carácter exhibicionista cuando dejan ver su presencia en la noche ¡con todas las luces encendidas! A menos que lo que se ve sean simplemente cuerpos astronómicos, meteoritos, aviones, globos a gran altura, reentradas, lanzamientos de misiles y cosas semejantes, objetos que se observan mejor durante el atardecer y la noche como demuestran las estadísticas. Actitudes Entre investigadores escépticos y creyentes radicales hay una amplia escala de investigadores que sostienen posiciones que van desde un leve escepticismo a una firme convicción en naves espaciales. Los primeros usualmente soportan adjetivos despectivos tales como “pelicanistas”, desprestigiadores, mentirosos y otros peores; los segundos tienen una exquisita tendencia a la aceptación acrítica y a la credulidad. Pero todos ellos están de acuerdo públicamente de que la mayoría de las denuncias de observaciones son percepciones erróneas y basura fenomenológica. Típicamente, sin embargo, los segundos se esfuerzan por sostener que los casos que ellos han investigado o catalogado cualifican como ovnis: si más del 90% de los acontecimientos son ovis (objetos volantes identificados), este porcentaje desciende drásticamente cuando se trata de sus casos favoritos. De cierta forma podría aplicarse aquí esta frase de Mark Twain: “No puedes depender de tus ojos cuando tu imaginación está desenfocada”. Te puedes envolver en academicismo ufológico y declarar que no buscas extraterrestres en tu investigación sino nuevos fenómenos atmosféricos, anomalías ópticas, etc. pero en realidad apoyas esas tradicionales fotografías de discos volantes, los informes de aterrizaje pasados de moda o el disparate de las abducciones. Ante algunas audiencias escondes tus verdaderas creencias para aparecer científico (¡incluso puedes serlo de verdad!) y aborrecer el término UFO y usar UAP (o cualquier variante), pero por debajo de esas argucias está la convicción de que los ovnis no son otra cosa que visitantes del espacio exterior. Eso explica los duros ataques que uno recibe tras la resolución de un prominente caso ovni. Tu situación dentro de la ufología se derrumba. Y eso duele. No hay nada más frustrante que darte cuenta que has malgastado tu vida en pos de un espejismo o una ilusión. Una y otra vez, un incidente ovni aparentemente indiscutible hace agua y se hunde. Incluso historias de casos que adquirieron fama y que demandaron libros para ser relatados, hallan finales ignominiosos. Uno se da cuenta cómo aún los relatos más impresionantes terminan siendo increíbles, simplemente implausibles. Pero el creyente cambia pronto su anterior decepción por un nuevo, brillante y seguramente insoluble “desconocido”. Y así el carrusel continúa. El creyente nunca se da por vencido. El Gobierno En Estados Unidos de América, la USAF desclasificó (relevó el carácter de secreto) a unos 15.000 casos, que suponen unas 150.000 páginas, y el gobierno estadounidense a través de los Departamentos de Defensa, Estado y del Ejército, más las agencias CIA, DIA y NSA y FBI dio a conocer cerca de 12.000 páginas adicionales de documentos relacionados con ovnis. Sin embargo, ni la Fuerza Aérea, el Gobierno, los servicios de inteligencia o el estamento universitario han sabido seleccionar, aprender y extraer lecciones de las miles de informes ovni. Nada cercano a “ingeniería inversa” para ayudar a mejorar la investigación espacial o la industria de armamentos. ¿Incompetencia? ¿Nadie se dio cuenta que tenían en sus manos una mina de oro con el notable potencial de hacer progresar la ciencia y la tecnología? ¿Todos dejaron escapar esta oportunidad a sabiendas? En vista de tan enorme liberación de documentos, la especulativa proposición de que hay información escondida en cámaras secretas de la Administración estadounidense parece muy cuestionable. Después que todos “los recursos de evidencia” quedaron en nada excepto un material mediocre, algunos recurren a creer que el Santo Grial de la evidencia ovni se encuentra escondido en informes aún no dados a conocer públicamente, cuando tales documentos ‒si existen‒ están probablemente retenidos debido a temas que afectan a la seguridad nacional, y no por ocultar secretos alienígenas. Muchos otros países tuvieron su propia cuota de informes ovni y sus Fuerzas Aéreas estuvieron implicadas en la evaluación de casos denunciados a las autoridades militares. La mayoría de los gobiernos han desclasificado o liberado sus archivos oficiales sobre el tema ovni: Inglaterra, Australia, Canadá, Suecia, Brasil, Italia, Nueva Zelanda, España, Noruega, Dinamarca, Finlandia (y la lista no termina aquí) han puesto en el dominio público cerca de 100.000 páginas de documentos ovni, correspondientes a más de 25.000 informes. Aquellos Gobiernos como el Reino Unido, con una unidad oficial interna para estudiar este problema, la cerraron en años recientes. Todos coincidieron hacer públicos sus archivos, afirmando al momento que los informes de avistamientos no representaban un peligro para la seguridad nacional o la seguridad aérea y que no se obtuvo ninguna información científica durante la investigación de los mismos. La situación en la antigua URSS y actual Rusia y Ucrania es menos oficial pero igualmente importante: en los últimos años, un equipo de investigadores formado principalmente por M. Gershtein, I. Kalytyuk, S. Petrov y A. Bilyk ha tenido acceso a más de 3.000 informes ovni de la Academia de Ciencias y de otras instituciones gubernamentales. Se prevé que otros 2.500 casos se den a conocer en los próximos dos años. En Europa, sólo Francia mantiene un programa ovni desde 1977, conducido bajo la agencia espacial francesa CNES. Desde 2007, el GEIPAN dio a conocer en línea 2.500 informes ovni (~50.000 páginas). La razón por la cual Francia permanece en el asunto ovni (perdón, Fenómenos Aeroespaciales No Identificados, PAN por la sigla en francés) tiene mucho que ver con el tradicional interés en el tema por funcionarios de alto nivel y científicos reconocidos, probablemente influidos por pensadores de la talla de Aimé Michel. Sin embargo, GEIPAN afirma que sólo el 2% de los casos recogidos en los últimos 10 años no es identificado y no hay indicios de ninguna actual o previsible explotación teórica o tecnológica de los datos de los informes ovni. Unos pocos países latinoamericanos (Argentina, Chile, Perú, Ecuador y Uruguay) mantienen modestos centros, con un bajo presupuesto, para el estudio de los ovnis, básicamente para monitorizar las observaciones que llegan por canales oficiales. En muchos casos, esta es una respuesta política a la demanda de la sociedad de una mayor transparencia, y he constatado en algunos casos que el deseo de creer (“will to believe”) o un enfoque demasiado crédulo resulta evidente incluso dentro de ese entorno militar cuando se baraja la cuestión ovni. La noción sostenida por algunos ufólogos y escritores de que el Gobierno de EE.UU. oculta secretos revolucionarios (ya sea información o maquinaria) sobre el origen de los ovnis es prácticamente contemporánea con el comienzo del Proyecto Libro Azul o sus predecesores. A pesar de ello, han transcurrido décadas de varias administraciones políticas, cada una con su propia agenda, y ninguna ha admitido ni siquiera sugerido retener tales secretos. Por el contrario, reiteradas declaraciones oficiales han establecido (por ejemplo, La Casa Blanca, 6 de noviembre de 2011) que “el Gobierno de EE.UU. no tiene evidencia de que una presencia extraterrestre haya contactado a algún miembro de la raza humana. Además, no existe información creíble que sugiera que se oculta alguna información del alcance del público”. Sin duda los Estados Unidos son una gran potencia en el concierto de naciones, pero pensar que es el único depositario del conocimiento de una tecnología que llega a nuestro planeta, es una ilusoria falacia nacionalista. Temas epistemológicos Desde el punto de vista de la filosofía de la ciencia, la ufología es un tema anormal, comenzando por el objeto de estudio que es una negativa, o sea, reúne lo que no podemos identificar. Eso significa que hay infinitos objetos de estudio. Por la falta de una definición positiva y otras razones no es posible replicar experimentos. La Estadística, que es un medio clave para replicar experimentos es inútil aquí ya que el contenido de las muestras es diferente según quién las colecciona. Las anomalías en ciencia son importantes, por ejemplo la anómala precesión del perihelio de Mercurio, lo que ayudó a establecer la teoría de la relatividad. Pero esto requiere hallar constantes en los datos y el fenómeno ovni está desprovisto de constantes. Las teorías científicas son predictivas, pero ¿qué predice la teoría de los ovnis? ¿Qué experimentos podemos hacer para refutar o validar la teoría? Una hipótesis tiene que ser falsable. La TET no puede ser falsable…a menos que un platillo volante aterrice en el jardín de la Casa Blanca. Todos conocemos “experiencias” que no se explican satisfactoriamente. Como los extremos de una curva Normal, siempre habrá un residuo de aparentes anomalías: son ellas las que muestran los límites de la percepción visual, el techo de nuestras capacidades, el espacio para errores de evaluación, el defecto de la información, incluso nuestros propios prejuicios. Pero en manera alguna este residuo de acontecimientos marginales da lugar a un fenómeno congruente que constituya una nueva clase de entidades físicas que desafíen a la ciencia actual. Menos aún sugieren la manifestación de una inteligencia a bordo de máquinas que han cruzado el universo. Mi mejor conjetura para el pequeño remanente de casos fidedignos y no resueltos es que su solución descansa en disciplinas como la psicología de los testigos oculares o la física de la atmósfera. Y me temo que cuando estas soluciones aparezcan no producirán ningún terremoto en el mundo científico internacional. Sin datos exactos no se puede efectuar una auténtica evaluación. Es esencial que la información visual no esté corrupta, pero esto es a menudo difícil de lograr. Estoy convencido que muchos “desconocidos” son el resultado de este tipo de corrupción. Ello probablemente produce la mayoría del residuo típicamente invocado como el núcleo del “auténtico” fenómeno ovni. Pero he aquí que las “propiedades” estadísticas de los supuestos ovnis genuinos son inseparables de las propiedades descritas en los informes ovi, y este mismo dilema persigue a las supuestas semejanzas en la estructura narrativa de los encuentros cercanos, aterrizajes y relatos de humanoides. Aún los pretendidos efectos psicológicos o fisiológicos, o los efectos mecánicos y eléctricos, son similares cuando se comparan ovnis “verdaderos” y ovis resueltos. Esta indistinguibilidad entre sucesos anómalos y convencionales (el concepto de indiscernibilidad) sugiere que ambos tienen un origen común: los ovnis proceden del espacio interior. Luego de décadas de indagar y resolver testimonios de ovnis, he llegado a darme cuenta que aún los mejores casos, aquellos aparentemente irreductibles sobre los cuales se basa la TET para el enigma ovni, son como espejismos que dan apariencia pero no sustancia para sostener esa pretensión. Sí, hay presuntos informes idiopáticos pero no son inexpugnables. Prácticamente cada caso ovni importante defendido como inexplicable por los creyentes tiene una plausible contra-parte entre los escépticos. Es un objetivo inalcanzable resolver el 100% de los informes que circulan. Siempre habrá sucesos inexplicados pero eso no significa que sean inexplicables. Siempre tendremos datos de entrada equivocados. Siempre existirán personas deseosas de engañarnos. Siempre habrá análisis incorrectos o interpretaciones sesgadas de tales observaciones. ¿Qué representan los casos inexplicados? No se puede erigir una hipótesis proponiendo una naturaleza definida de algo sobre la base de “desconocidos” o de sucesos que no se pueden explicar (esto es, que tienen una naturaleza indefinida). Sólo el hallazgo de un conjunto de observaciones físicas bien evaluadas y con testigos múltiples puede ser el fundamento de una hipótesis. Una señal, incluso débil, dentro de un ruido aleatorio. Nunca una miríada de observaciones efímeras y heterogéneas, visuales o instrumentales, que es lo que se ha conseguido hasta ahora. Y aún sirve para menos si lo que se quiere sostener es la Teoría Extraterrestre, que es la esperanza para los promotores de los ovnis desde que nació el fenómeno. ¿Puedes calcular los millones de horas de trabajo dedicadas a la investigación ovni en el mundo en las últimas siete décadas? Nunca tanto trabajo ha logrado tan poco en ningún campo de investigación (dejando de lado la parapsicología y la caza de fantasmas). El corolario es: ¿y si no existe un fenómeno ovni real? Al menos, no como un fenómeno único, singular y común sino como una agrupación de diferentes fenómenos que se han enlazado juntos erróneamente. La ironía es que esto es precisamente lo que los críticos han argumentado siempre desde los primeros días en que surgió el misterio de los ovnis. Entonces ¿dónde está la evidencia sustancial? ¿Parece homogénea? Por ahí circulan varias listas de los 10 mejores casos imposibles de resolver. ¿Se trata de incidentes bien documentados, atestiguados por múltiples observadores, que han desplegado características que están lejos del actual conocimiento de la ciencia y la tecnología? Los científicos estarán deseosos de analizarlos. Las publicaciones científicas en física atmosférica, investigación aeronáutica o espacial ciertamente están deseosas de publicar descubrimientos revolucionarios. Sin embargo, el conjunto restante de “desconocidos” aparentemente extraños es viejo y por más que se ordenen no se puede construir ningún atajo que sea creíble. Muchos trataron de encontrar Scientia en el fenómeno ovni sólo para encontrarse con un galimatías imposible de manejar, lo cual lamentamos mucho. Yo, más que nadie, quisiera estar equivocado, pero todo a apunta a que en el futuro los platillos volantes y los objetos volantes no identificados serán una categoría de los fenómenos sociológicos de masas. Los ufólogos de hoy en día aún tenemos la oportunidad de hacer ciencia, pero sólo estudiando información en bruto sobre avistamientos ovni y demostrando cómo una visión que confundió al observador tiene una explicación racional. Tenemos la ocasión de hacer pedagogía en este proceso al mostrar el uso adecuado del método científico aplicándolo a sucesos que parecen extraños tanto en primera instancia como aún luego de realizada una cierta encuesta. Por largo tiempo hemos estado buscando constantes, patrones, invariantes o estructuras en el cuerpo de la información ovni que sugiriera inteligencia o cualquier ley recurrente que demostrara consistencia. No se ha formulado ningún modelo a partir de las existentes colecciones de datos que no mostraran otra cosa sobresaliente que despropósitos ininteligibles. Nada. Por otra parte, sí se han hallado mecanismos sociológicos en la topografía y horario de las observaciones. Esos hechos suponen mucho más que un inconveniente menor para cualquier teoría que postule la existencia de metadatos significativos dentro de la masa de informes ovni. Lo que esos hechos apuntan es a un caótico enjambre de rarezas que tiene tantos orígenes y naturalezas como la gente que las informa; una mezcla de observaciones individuales que comparten poco en común y que demandan explicaciones separadas, caso por caso. Para reconocer la existencia de un nuevo fenómeno, se requieren eventos totalmente originales, inequívocos, de alta extrañeza, que necesiten un marco de referencia físico nuevo para ser entendidos, objetivos en su registro, observados por científicos e informados en revistas académicas establecidas. Los fenómenos ovni no se adhieren a estos estándares. Todo investigador cuya posición ha evolucionado desde proponente (creyente) a agnóstico (escéptico), adquiere de forma espontánea lo que llamaría una suerte de “perspectiva transfronteriza”. Y resulta tremendamente provechosa en el proceso de investigar avistamientos ovni, ya que reemplaza al instinto de convertir cualquier fenómeno aéreo inusual en un “desconocido” (inexplicable). Una vez liberada la mente de hábitos estrechos de creencia, uno se enfrenta de manera más eficiente al estudio de los casos, investigando fuentes naturales y artificiales (hechas por el hombre) para hallar soluciones alternativas. Por ejemplo, si un observador de confianza avisa haber visto un objeto oval volando más lento que un avión o helicóptero pero más rápido que un globo meteorológico en el cielo una tarde, se puede asegurar que un objeto de esa descripción verdaderamente voló en la zona a esa hora. Y se le busca y se revisan todas las posibilidades convencionales hasta por último hallar que un dirigible encaja en las características informadas. Si uno de ellos se encontraba en el área, horarios y rutas de vuelo confirmarán o refutarán tu hipótesis, pero si estás pegado a la posición del proponente, tus propias presunciones te impiden llegar a la solución. Tu deseo de confirmar que el objeto era un vehículo del espacio exterior ciega tus ojos a otras posibilidades más verosímiles. Epílogo Permítaseme ser perfectamente claro: el fenómeno ovni tiene una significación trascendente sólo en tanto que una forma de vida extraterrestre visita la Tierra. Es esta posibilidad la que hizo la TET popular y apremiante desde el inicio. Pero me temo que 70 años de incidentes aéreos, encuentros cercanos, captaciones por radar, fotos y videos y otras experiencias aparentemente sorprendentes no alcanzan ni de lejos a probar que tales visitas han tenido lugar. Esta evidencia es inadecuada como prueba. Siendo realista, sin embargo, sé que la gente no abandonará el mito de los platillos volantes. Su impacto en la creencia popular y en toda la sociedad ha sido profundo y universal, habiendo permeado todos los niveles de educación y clase social. De alguna forma, esta mitología perdurará para siempre. Después de todo, las soluciones triviales, comunes y usuales son aburridas y grises en comparación y no interesan a nadie aparte de a un puñado de estudiosos. En una razonable prognosis para el futuro, la presente situación social en torno a los fenómenos ovni no espero que cambie a nivel popular. Los activos propagandistas de los ovnis continuarán defendiendo la Teoría Extraterrestre contra viento y marea a través de libros, radio, televisión y sitios web porque este negocio tiene un mercado. Ellos están a prueba de desaliento y prestan oídos sordos a la información procedente de todos lados acerca de la creciente cantidad de informes dados de baja luego que un análisis expone su naturaleza convencional. Van a responder a los desafíos de los escépticos con insultos, reciclando viejas historias y adulterando la escena con afirmaciones sin base y teorías conspirativas. Entre tanto, el número de aquellos investigadores serios y objetivos que creen en la realidad de un fenómeno ovni distinto a lo conocido, irá declinando a medida que el tiempo y la falta de prueba jueguen en contra de mantener una mera fe, la esperanza de un contacto, o la regularmente pronosticada (y miserablemente fracasada) expectativa de un reconocimiento por parte de las autoridades. Por otro lado, no es difícil sospechar que la perspectiva cultural de los fenómenos ovni será tratada por eruditos y académicos universitarios como un tema digno de estudio, pero por otras razones que las propuestas por los creyentes. Sobre el asunto ovni no se ha dicho la última palabra. Hay investigación pendiente sobre bastantes observaciones que aún resultan enigmáticas, donde de la aplicación de las ciencias físicas es de suprema importancia. Se requiere el trabajo de documentalistas en el área de bibliografías e índices de recursos. Historia, Folklore, Antropología, Psicología, Sociología, Epistemología, Biografía se encuentran entre las varias vías académicas que pueden facilitar una visión valiosa sobre las características de este fenómeno. Y alentamos a los investigadores actuales y futuros a que se ocupen de esto. Como ejemplo de lo que ya se ha logrado, a inicios de este año el especialista italiano Paolo Toselli dio a conocer un banco de datos con 283 tesis universitarias y disertaciones a nivel mundial que ya han tratado el tema de los ovnis. Luego de 70 años de recurrentes comunicaciones, informes y denuncias, la evidencia a mano debería ser suficiente para demostrar la existencia material de máquinas extraordinarias que surcan nuestros cielos, interactúan con nuestro medio ambiente y se comunican con los seres humanos. En modo alguno. He aquí que lo que fue bautizado por imaginativos escritores como visitas del espacio no ha sido sustanciado por una prueba convincente o palpable. Hemos reunido muchos archivos sobre fenómenos ambiguos, diversos en apariencia y comportamiento. La mayoría de los casos que parecen intrigantes ocurrieron ya hace años, en tanto que ninguno de los llamados aterrizajes ha aportado ninguna evidencia destacable. A medida que se alejan cada vez más en el tiempo, los casos que una vez parecieron convincentes van a verse cada vez más como anécdotas y fábulas, cada vez menos como creíble evidencia de que hemos sido visitados por extraterrestres. Permítaseme terminar esta síntesis de pensamientos que condensan cinco décadas de un viaje investigativo personal sobre el tema ovni, con una cita de 1988 del distinguido escritor británico y reconocido investigador de ovnis, Hilary Evans: Si vamos a sacar provecho de este espléndido mito que hemos creado, nunca debemos perder de vista lo que es – sólo un mito. Agradecimientos El autor desea agradecer al Dr. Félix Ares de Blas, a Manuel Borraz Aymerich y al Dr. Thomas E. Bullard sus valiosos comentarios. Y a Milton Hourcade su traducción al español. Parte II Thomas E. Bullard Han pasado los setenta años bíblicos (toda una vida en aquella época) desde que Kenneth Arnold informó haber visto el primer “platillo volante”. Quizá este aniversario marca mejor que ninguno un momento simbólico en la historia del asunto, una ocasión para valorar lo que hemos aprendido, para mirar al futuro y para formularse algunas preguntas peliagudas. Vicente-Juan Ballester Olmos es un nombre legendario en la ufología. Posee una contrastada reputación como investigador y pensador, así como una larga y profunda familiaridad con todos los aspectos de este campo. Cuando toma la palabra las personas sabias escuchan con atención, y sus reflexiones en “La naturaleza de la evidencia ovni” llegan cargadas de un valor especial. Sus pensamientos en dicho artículo no son los habituales para alegrar a los creyentes, tampoco es una declaración de avances logrados, ni siquiera planes para investigaciones futuras. Su tema es más profundo, y su tono más sombrío y hasta triste. Ballester se pregunta si el tema de los ovnis se ha agotado. ¿Ha llegado el momento de admitir que hemos llegado al final? El autor recuerda cómo se inició en el estudio de los ovnis con el mismo entusiasmo juvenil que muchos compartimos y recordamos, atraído por la esperanza de que seres de otros mundos estuvieran visitando la Tierra y el deseo de estar a la vanguardia en la solución del mayor misterio de todos los tiempos. Y también ha compartido la decepción que muchos de nosotros hemos sentido con el paso de los años cuando la tan deseada solución sigue mostrándose esquiva. A diferencia de algunos defensores de los ovnis, Ballester Olmos no ha cerrado los ojos a las deficiencias de la ufología, ni se ha comprometido a defender el fenómeno contra toda razón. Por el contrario, ha confrontado la evidencia con juicios científicos claros y concluye que, a pesar del enorme tiempo y esfuerzo invertido en la investigación de los ovnis, no se ha alcanzado ninguna evidencia convincente para indicar que naves extraterrestres hayan visitado la Tierra. En esta ocasión, los pensamientos que nuestro colega ha escrito no nos llaman a redoblar nuestros esfuerzos y seguir incansables hacia adelante; más bien sirven como un obituario para una búsqueda fallida. No me gusta oír que nos hemos enfrentado a simples molinos de viento durante décadas, pero muy a mi pesar, tengo que estar de acuerdo con la mayoría de lo que dice. Ballester Olmos argumenta que los ovnis constituyen una creencia mítica más que un fenómeno accesible a la ciencia. La base de la creencia descansa en avistamientos genuinos, pero los avistamientos mismos se reducen a fenómenos convencionales, remodelados en algo extraño por las ideas de lo que son los ovnis, cuál es su aspecto y qué hacen. El término operacional aquí es ideas, más que una verdad objetiva que les corresponda. La teoría extraterrestre rápidamente tomó el control de la comprensión popular de los ovnis. Los ufólogos aceptaron esta propuesta, los medios de noticias y entretenimiento la promovieron, y los testigos conformaron sus informes a las expectativas así sembradas. Los informes se multiplicaron y se hicieron más extraños conforme tanto los testigos como los ufólogos se fueron comprometiendo emocionalmente con dichas creencias. La historia se expandió, sus partidarios la racionalizaron y defendieron, y al final se encerraron en su burbuja de creencias, una narrativa mítica autoconfirmada e impermeable al desafío que había adquirido la apariencia de verdad. Aunque los ufólogos buscan retratar sus esfuerzos como ciencia, la evidencia que recogen no cumple con los estándares científicos. Es voluminosa, pero en gran parte anecdótica y sujeta a las deficiencias de la observación humana, las ilusiones, las percepciones erróneas y las preconcepciones que pueden convertir a Venus en una nave espacial brillante a punto de aterrizar. Con las evidencias ovni no es posible la replicación, ni los experimentos controlados, ni las predicciones o la falsabilidad. Las fotografías son abundantes, pero casi invariablemente cuestionables ya sea como fenómenos convencionales o como engaños. Ninguna evidencia material convincente, ninguna tecnología alienígena, ha caído nunca en manos humanas excepto como rumores. Las consistencias en los datos sobre los ovnis son pocas y en su mayor parte atribuibles a los estereotipos derivados de las expectativas populares, y las propiedades reportadas para los ovnis son indistinguibles de las propiedades reportadas para los ovis. El fenómeno ha sido objeto de investigación científica y ha sido debatido en más de un foro oficial, pero no ha surgido ninguna razón para acreditarlo como un fenómeno desconocido genuino. La queja de que la ciencia ignora la evidencia ovni es más bien el reconocimiento de que los ovnis no han producido ninguna evidencia digna de atraer la atención científica. Es innegable que existen casos anómalos. Los mismos aportan cierto misterio, pero en cualquier volumen grande de evidencias basada en la observación humana existirá un residuo de casos inexplicables. Su estado inexplicado es más probable que sea debido a factores humanos, como esa tendencia a combinar observaciones no relacionadas y atribuirles un significado deseado, que a un fenómeno desconocido distintivo. Ninguna recurrencia destacada distingue el cuerpo de desconocidos como coherente y único. Incluso los mejores casos van disminuyendo en número bajo una más estrecha investigación escéptica, lo que sugiere con cada vez mayor probabilidad de que los ovnis no son fenómenos objetivos sino productos de la imaginación, el error, las expectativas y los deseos humanos. Los ovnis provienen del espacio interior, de la imaginación humana y de la capacidad de crear mitos. Proporcionan temas para sociólogos, psicólogos, folcloristas y similares, pero al final Condon tenía razón: el estudio de los ovnis no contribuye nada al conocimiento científico de lo físico, y mucho menos a la prueba de visitas alienígenas. Esta sentencia es dura pero justa. Presenta a la ufología como algo tan estéril en sus resultados que cualquier persona que dude de que ésta sea la última palabra casi se traiciona como un verdadero creyente comprometido. Por mi parte, estoy de acuerdo con el razonamiento seguido en el argumento, pero todavía no puedo aceptar el carácter absoluto de la conclusión. Sigo encontrando cierta sustancia entre los informes de ovnis y veo un camino, aunque estrecho, que puede conducir a un verdadero fenómeno anómalo, sin necesidad de desviarse entre los "hechos alternativos" de la mitología OVNI. Tanto Ballester Olmos como yo estamos de acuerdo en que los ovnis tienen carácter mítico. Creo que también estamos de acuerdo en que el sentido apropiado de "mito" aquí no es la mera falsa creencia de uso popular, o el sentido algo más sofisticado de una forma de entender experiencias que no es reconocida por un consenso de autoridad. Los ovnis son míticos porque en torno a ellos ha crecido un sistema complejo de hechos ciertos, hechos supuestos, acuerdos, argumentos y especulaciones. Muchas personas aceptan todo o parte de este sistema y ven algunos aspectos del mundo como si los ovnis fueran verdades fácticas, a pesar de que tanto la evidencia como las interpretaciones atribuidas a los ovnis siguen siendo cuestionadas. Actualmente, las ideas sobre los ovnis conforman tanto el entretenimiento como la imaginación. Se convierten en parte de la educación informal e informan las expectativas de las cosas que pueden verse en el cielo. El mito influye –o contamina– la percepción, la concepción, la memoria, la formulación verbal, la comunicación, la argumentación; en otras palabras, todos los aspectos de la narrativa ovni y los debates al respecto. No escuchamos, ni hablamos, ni siquiera observamos un fenómeno puro. Nuestra relación con los ovnis está siempre mediatizada por el mito. Los ovnis tal como los conocemos son indiscutiblemente productos humanos que sirven a propósitos humanos, pero el mito no es necesariamente todo. La gente todavía ve algo. A menudo, el objeto de la observación es convencional pero extraño por las influencias distorsionadoras del mito. A veces, tal vez, el objeto observado es extraño en sí mismo y transformado en la forma "ovni" adecuada por la fuerza de la expectativa y la necesidad de asignar lo desconocido a una categoría comprensible. El mito distorsiona en ambos sentidos. Ese embrollo perjudicial entre la observación y la comprensión es algo habitual del ser humano. La situación empeora en el caso de los ovnis, ya que las interpretaciones oficiales parecen inadecuadas o insatisfactorias y las versiones no oficiales asumen el control. La ufología presenta ejemplos vívidos de distorsión extrema, como el caso de una reentrada satelital en 1968, donde varias personas reportaron ventanas y hasta placas metálicas en un objeto desplazándose a nivel de las copas de los árboles cuando el estímulo real eran media docena de fragmentos en llamas sobrevolando a unas cien millas de altitud en la atmósfera superior. Sin embargo, la aparición de visiones anómalas no significa automáticamente el fin de la objetividad. Muchos otros observadores de esta reentrada la describieron con precisión, aunque no identificasen lo que realmente era. Existen bastantes pruebas de que las personas merecen más crédito del que reciben como observadores de visiones extrañas en el cielo. Por ejemplo, un monje del siglo XII, John de Worcester, incluyo en su crónica un relato detallado de lo que ahora reconocemos como un buen ejemplo de un gran bólido brillante. Se limitó a una descripción clara de un fenómeno desconocido para él, sin ningún intento para forzar la observación dentro de un esquema interpretativo medieval. ¿Son míticos los ovnis? Por supuesto que lo son, y nuestro sesgo humano siempre amenazará con confundir las observaciones y nuestros esfuerzos humanos para dar sentido a las experiencias se inmiscuirán en la realidad que deseamos entender. Estas complicaciones son ineludibles, pero no necesariamente fatales. Una enfermedad puede explicarse como resultado de gérmenes, humores o brujería, pero mientras las interpretaciones difieren, la enfermedad sigue siendo la misma y muy real. Los ovnis pueden ser míticos y reales al mismo tiempo. Esta dualidad complica el trabajo de comprensión, pero podemos vivir con ella y superarla aprendiendo a separar las contribuciones humanas de la base objetiva. La unidad fundamental en cualquier debate sobre los ovnis es el avistamiento individual. Debe existir al menos un informe ovni que describa un fenómeno desconocido genuino o la argumentación a favor de los ovnis se derrumbará como vacía. Sabemos lo que queremos: un aterrizaje en el patio delantero de la Casa Blanca, una pieza de tecnología inconfundiblemente no terrestre, registros instrumentales de carácter indiscutible. No tenemos estos Santos Griales. Lo que tenemos son un gran número de informes de testigos que describen luces en la noche u objetos fugaces en la distancia, afirmaciones de encuentros cercanos y ocupantes sin evidencia firme para respaldarlos, rastros de aterrizaje indefinidos y contactos de radar ambiguos y fotos que pueden ser falsificaciones. La gran mayoría de estos informes tienen respuestas convencionales o se encuentran en una amplia "zona gris" donde nada se puede probar en ningún sentido. No es de extrañar que Ballester Olmos se haya vuelto cínico. Cualquiera que se haya enfrentado a estas montañas de frustración siente las punzadas de la desesperación. Al mismo tiempo, la ufología ciertamente dispone de una colección de casos sin resolver que es significativa en tamaño y elocuente en valor probatorio. Dichos casos describen incógnitas no sólo en el sentido trivial de información insuficiente o de que nadie haya intentado realmente resolverlas, sino en un sentido robusto de casos ricos en detalles, provocativos en extrañeza e impermeables a una solución convencional, aunque los escépticos hayan intentado una y otra vez aportarla. El astrónomo Lincoln La Paz y otros vieron un objeto blanco redondeado maniobrando a plena luz del día en 1947. Fue capaz de triangularlo y calcular su velocidad. Sus evoluciones lo distinguían de un globo o de un avión. En 1968 la tripulación de un B-52 se acercaba a la base aérea de Minot cuando un objeto muy grande apareció en el radar, dirigiéndose hacia el avión y girando justo antes de una colisión. A instancias del control terrestre, el avión permaneció en la zona, llegando a observar un gran objeto resplandeciente posado en tierra. Este personal altamente capacitado confirmó la presencia de un objeto desconocido también detectado desde el suelo por el radar y visto por testigos independientes. En 2006, muchas personas presentes en el aeropuerto O'Hare de Chicago pudieron ver un objeto en forma de disco justo debajo de las nubes. El objeto se elevó en vertical, dejando un círculo perfecto en las nubes, un resultado que habría requerido una gran cantidad de energía térmica. Casos como estos ofrecen múltiples testigos de calidad y apoyo instrumental o la oportunidad de "hacer ciencia" con resultados que sugieren un fenómeno inusual. Aquí tenemos la base para un fenómeno ovni verdadero y desconcertante. Ballester Olmos admite sin problemas que la ufología tiene sus incógnitas. Su preocupación es que no permanezcan como tales para siempre y que acaben cediendo tarde o temprano a una solución convencional. Este destino se ha convertido ciertamente en familiar. La "nave nodriza gigante” vista en el Yukón en 1996 y las llamadas “luces de Phoenix” de 1997 atrajeron una gran cantidad de atención entre los ufólogos. Estos casos parecían fuertes hasta que los escépticos proporcionaron explicaciones convincentes de una reentrada satelital para el primero y un vuelo de aviones militares para el otro. Sin embargo, los escépticos no siempre son una apuesta segura. El caso de Exeter de 1965 ha tenido numerosas soluciones, algunas que sí se centraron en la observación y otras que eran risibles. La mejor propuesta de los escépticos fue cuando atribuyeron el ovni a un ejercicio de reabastecimiento de combustible en vuelo. Se trataba de una propuesta inteligente, pero que se desmoronó bajo un análisis más detallado, como con las anteriores. Alrededor de una cuarta parte de los casos investigados por el Comité Condon acabaron clasificados como desconocidos. Algunos casos, entre ellos los mejores en los archivos, parecen ser "fortalezas volantes" defendibles contra las soluciones convencionales. Por el contrario, algunas explicaciones como las empleadas por miembros del Proyecto Libro Azul utilizado para aclarar informes difíciles, equivalen a poco más que excusas descuidadas que no explican nada. Algunas de las soluciones propuestas sirven más bien como recordatorios de que la racionalización de los escépticos puede distorsionar la verdad tan gravemente como la credulidad de los entusiastas de los ovnis. A la vista de lo anterior, la rapidez en renunciar a los ovnis parece prematura. Siguen llegando nuevos casos que se suman al grupo de "desconocidos" –ejemplos recientes serían el caso de persecución policial en el sur de Illinois del año 2000, el avistamiento del aeropuerto O'Hare y el objeto con forma de "receptor de teléfono" recogido por el MUFON en 2013. Dado que debe exigirse el máximo rigor tanto a las incógnitas como a las explicaciones, aquellos casos antiguos mal explicados deberían volver a incorporarse a la muestra. También puede ser que no tengamos la historia completa de los archivos del Gobierno. Nunca he sido partidario de las teorías conspirativas, pero he notado la abundancia de ovnis de buena calidad en los avistamientos de los pilotos militares y civiles en 1947. Después de 1952 los informes militares se hicieron escasos en los archivos del Libro Azul y los ovnis de cualquier tipo disminuyeron a un goteo. Este cambio sigue a las regulaciones JANAP 146 y AFR 200-2 que prohibían a pilotos civiles y militares revelar avistamientos de ovnis a la prensa, así como al Panel Robertson, que impulsó una política para desactivar el interés público en los ovnis. Parece inverosímil que los avistamientos de pilotos hayan cesado de forma tan repentina. Tal vez los rumores de un sistema dual –el Proyecto Libro Azul como una mera pantalla de relaciones públicas y un sistema oculto que investigaría informes de la más alta calidad– tengan cierta validez después de todo. De ser así, esos archivos significativos que constituirían una especie de "ufologica irredenta" pueden estar todavía profundamente enterrados en las entrañas secretas del Gobierno. Todavía existe un volumen respetable de casos inexplicados dentro del misterio ovni. Ello podría indicar que la aparente espiral descendente hacia el cero, o hacía un mínimo residuo de eventos insolubles en lugar de verdaderamente anómalos, puede ser después de todo una ilusión histórica más que algo inevitable. Tal vez persista un nivel mínimo de casos inexplicados a lo largo de toda la historia de los ovnis. El nivel de ocurrencia puede ser bajo, pero quizá una serie de casos “inexpugnables” debidamente reconocidos podría emerger como una señal clara en el ruido. ¿No deberíamos al menos considerar esta hipótesis antes de rendirnos por completo? Nada es tan molesto y doloroso para los ufólogos como el rechazo de sus esfuerzos por parte de la ciencia oficial. Consideran su empresa como científica y anhelan la aprobación, sólo para encontrarse como los niños pequeños expulsados del campo de juego por los niños grandes que les cierran la puerta. Las quejas de que los científicos no escuchan o ignoran los hechos pasan por alto la naturaleza de la evidencia ovni. Es descuidada en extremo, abrumadoramente anecdótica e intangible. Los ovnis ofrecen poco o nada que llevar al laboratorio para su análisis o experimentación. Las raras excepciones han resultado poco concluyentes o al menos no convincentes. Esta ausencia de elementos contrastables, junto con su reputación como pseudociencia, aseguran que la ufología seguirá siendo rechazada por los científicos de laboratorio. Las ciencias observacionales podrían suponer una alternativa de acercamiento más apropiada para la naturaleza de los sucesos ovni. Cuando los científicos no pueden controlar su objeto de estudio, deben abordarlo en sus propios términos en su entorno original, y recopilar datos de observación para el análisis indirecto. Este modelo encaja mejor con los informes sobre ovnis, aunque con las complicaciones adicionales de que los observadores son numerosos y en general se trata de individuos dispersos con diferentes temperamentos, habilidades y expectativas, que relatan avistamientos en el cielo raros y efímeros, la mayoría de las cuales resultan ser falsas alarmas. Son aquellos con ideas y sesgos preconcebidos los más motivados para contar sus avistamientos. No es posible la estandarización en el proceso de observación y poco en las descripciones de los avistamientos. Los encuentros cara a cara entre el investigador y el testigo son raros. Los datos resultantes son crudos en el peor sentido: heterogéneos, inconsistentes y adecuados sólo para el análisis crudo. Los ovnis resultan sujetos indisciplinados incluso para las técnicas de campo. Si los informes individuales inexplicados son la base de partida para la defensa del fenómeno ovni, los patrones de coherencia en estos informes añaden la siguiente capa esencial. Cada caso inexplicado independiente puede ser impresionante en sí mismo, pero sólo cuando existen muchos casos con similitudes significativas pueden constituirse en pruebas de un fenómeno recurrente. Sin este apoyo, las incógnitas siguen siendo rarezas aleatorias y pueden no tener mayor significado. Con un patrón consistente para unificarlas, estas rarezas comienzan a adquirir una identidad. Los casos inexplicados y sus patrones se proporcionan apoyo mutuo y el caso a favor de los ovnis gana en fortaleza. Pero, desde luego, sólo si encontramos tales patrones. Los estudios más habituales que se realizan sobre los datos ovni masivos son comparaciones estadísticas, ya sea análisis de contenido para aquellas descripciones consistentes de apariencias y actividades, o la búsqueda de frecuencias de patrones en el tiempo y lugar de los eventos ovni. Estos esfuerzos han dado lugar a resultados escasos. Un hallazgo como el de que se observan más ovnis a primera hora de la noche que en cualquier otro momento puede ser consistente, pero no sorprendente, mientras que descubrir que los informes de ovni son más frecuentes en un determinado día de la semana que en cualquier otro puede ser una sorpresa, pero no tiene significado aparente. Las búsquedas de un patrón de recurrencia en las oleadas ovni han conducido a éxitos predictivos, pero no duraron mucho tiempo y podrían haber sido erróneos después de todo. Los análisis de contenido que muestran que la mayoría de los ovnis son redondos y la mayoría de los ocupantes son humanoides cortos gozan de una robustez inconfundible, pero como advierte Ballester Olmos, tales hallazgos son igualmente válidos para los casos ovi y reflejan imágenes populares. Este tipo de análisis ofrece a la ufología su mejor opción para defender a los ovnis con los datos en la mano. En lugar de esperar a que un pedazo de nave espacial caiga en nuestras manos, o que el Gobierno nos muestre los cadáveres alienígenas, todos esos intrigantes casos que hemos acumulado pueden transformarse de archivos polvorientos en herramientas para el trabajo científico real. Pero, ¿no hemos ya intentado y fallado en esta empresa? No lo creo. Un ejemplo personal: una comparación entre los informes de abducción con alta fiabilidad y los de baja fiabilidad reveló que la consistencia en la secuencia de eventos y el contenido descriptivo era mucho mayor en los casos de alta fiabilidad. En los casos de baja confiabilidad donde presumiblemente la mayoría de las historias eran engaños o fantasías, las tramas y el contenido variaron mucho más. Una comparación entre dos muestras de casos ovni con ocupantes encontró preferencias más fuertes para ciertas opciones descriptivas entre los informes de alta fiabilidad que en el general. La razón detrás de estas consistencias podría ser la influencia cultural o el sesgo del investigador, pero la causa también podría ser una observación real. Por lo menos, vale la pena explorar dicha posibilidad. La existencia de tantos informes ovi en la muestra, de tantos errores humanos y defectos en las descripciones contaminan el registro y amenazan con sofocar la señal que representa en volumen mucho más pequeño de verdaderos ovnis. En el pasado nos hemos tenido que conformar con trabajar con datos malos limitados en cantidad y calidad, y los resultados decepcionantes no resultan una sorpresa. Hoy en día tenemos muestras mucho más grandes y datos de mejor calidad para escapar del problema del “garbage in-garbage out” que hizo fracasar nuestros esfuerzos anteriores. Tengo razones para creer que podemos llegar a identificar algunas consistencias distintivas en el fenómeno, y que la utilización de casos de calidad como base de datos revelará esas consistencias con mayor claridad. Por lo menos, pienso que debemos hacer el esfuerzo antes de descartar la nave espacial. Vicente-Juan me invitó a colaborar en un diálogo de puntos de vista sobre los ovnis para este 70 aniversario. Puede que no haya esperado tanta diferencia en las conclusiones, pero en realidad nuestro desacuerdo es mínimo. Sus críticas a la ufología son acertadas y su exposición de sus fracasos como empresa científica son tan necesarios como son dolorosos. Sólo nos diferenciamos en las conclusiones que extraemos. Ballester Olmos está listo para clavar los últimos clavos en el ataúd y enterrar a la ufología para siempre. Yo todavía veo chispas de vida y deseo evitar un entierro prematuro. Un muy vivo Mark Twain bromeó en cierta ocasión que los informes sobre su fallecimiento eran muy exagerados. Un pronunciamiento similar sobre los ovnis quizá no sea estirar tanto la verdad, pero incluso este 70 aniversario no tiene por qué ser el final del trayecto. Tal vez me agarre a un clavo ardiendo como los verdaderos creyentes, pero todavía percibo un misterio en medio del desorden y las avenidas, o al menos los callejones, de la investigación aún inexplorados, o no adecuadamente seguidos. Hasta que eso suceda, seguiré viendo un futuro para la ufología. Valencia (España) y Bloomington (EE.UU.), 24 de junio de 2017. Agradecimientos El autor desea agradecer a Luis R. González su traducción al español. Vicente-Juan Ballester Olmos trabajó 30 años en la compañía Ford en España como Analista y Gerente de Departamento (Finanzas). Un activo investigador del fenómeno ovni desde 1966, es autor de 10 libros y más de 480 publicaciones (ver su bibliografía en http://cdufo.info/bib/bibliog1.pdf). Ha dado conferencias en Europa y EE.UU. y ha sido miembro o consultor de importantes organizaciones dedicadas a los ovnis en varios países. Especialista en informes de “aterrizaje” de ovnis en la Península Ibérica y casos de fuente militar y policial en España, desempeñó un destacado papel en el proceso de desclasificación de los archivos ovni del Ejército del Aire español, de 1992 a 1999. Desde el año 2000, Ballester Olmos dirige el Proyecto FOTOCAT, una base de datos de observaciones ovni-ovi en las que se han registrado fotografías, films, videos o imágenes digitales hasta el 31 de diciembre de 2005 (con más de 12.200 entradas). Casado, padre de dos hijas y un hijo, es un ávido lector y un gran aficionado a la música country. Proyecto FOTOCAT: Apartado de Correos 12140, 46080 Valencia, España. Correo electrónico: [email protected] Thomas Eddie Bullard se interesa por los ovnis desde 1957, a la edad de ocho años. Este interés persistió y finalmente escribió su tesis doctoral sobre el tema cuando esta un estudiante graduado en Folklore en la Universidad de Indiana. Ha publicado diversos estudios sobre las abducciones para el Fund for UFO Research y el Journal of UFO Studies, así como el libro The Myth and Mystery of UFOs para la University Press of Kansas en 2010, un libro que compara los relatos y las creencias en los ovnis con los encuentros extra-normales en el mito, la religión y el folklore. Ha servido como miembro de la ejecutiva tanto del Fund for UFO Research como del Center for UFO Studies. Retirado recientemente, continúa escribiendo sobre la fenomenología ovni y objetos aéreos anteriores a 1947 en su casa en Bloomington, Indiana. Correo electrónico: [email protected]