Patrimonio y vinculación social
Escuela Nacional de Conservación, Restauración
y Museografía “Manuel del Castillo Negrete”
Palabras clave
Memoria, bienes culturales, conservación relexiva, diálogo entre saberes.
Conservación reflexiva:
a través de la palabra del otro
Norma A. Ávila Meléndez
Federico Padilla Gómez
Alberto Juárez Espíndola
Resumen
La memoria se constituye en el transcurso de la vida social a
través de recuerdos y olvidos, de continuidades y rupturas que
nos permiten valorar de un modo u otro los lugares, acontecimientos o aquellos bienes culturales que hacen referencia
a nuestra identidad colectiva, dentro de la cual se integran
múltiples contextos, territorios y lenguajes que no sólo expresan la riqueza de nuestra memoria, sino también las diferentes
maneras de simbolizar el mundo. En este sentido, considerar
que los bienes culturales son portadores de valores intrínsecos absolutos, reduce signiicativamente esas otras realidades
epistémicas que, al ser reconocidas y legitimadas, posibilitarían
una conservación relexiva del patrimonio cultural entre actores sociales con diferentes intereses y necesidades.
Nos castigan por pronunciar la palabra
Ricardo Ramírez Santiago, abril de 2015, México
ISBN: 978-607-484-747-5
[email protected]
www.encrym.edu.mx/index.php/publicaciones-encrym
Este texto reúne una serie de relexiones acerca de la “conservación relexiva”, término que el Programa Nacional de
Espacios Comunitarios durante en 2013 para promover un
“encuentro de saberes” en el ámbito museológico, y desde
allí examinar nuestra praxis e inluencia dentro de los ámbitos
de la memoria, el olvido, la cultura, el poder, el lenguaje y el
diálogo epistémico que producen y reproducen valoraciones
en torno a los bienes y prácticas culturales.
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El lector encontrará aquí diferentes voces, las cuales
retoñaron de encuentros y desencuentros entre el olvido y la
remembranza. Pedimos de antemano una disculpa si –en nuestro intento de comunicar mejor una polifonía de voces– el
formato resulta extraño al medio académico.
El documento se divide en tres apartados más una
adenda. En el primero abrimos con un testimonio sobre memoria y oralidad; el segundo presenta la cuestión del patrimonio como valor intrínseco como lo analiza Isabel Villaseñor y
las problemáticas inherentes; la tercera contiene una propuesta de trabajo; cerramos con una adenda que, en un sentido de
rectiicación, contiene relexiones en lenguas maternas sobre
el poema Los nadie de Galeano. No es un apéndice, es el cierre
y apertura de un ciclo desde la palabra del otro.
ta empatía. Era una persona de mucha, mucha experiencia y preguntó
que si también me habían mandado para que les platicara. Me dio risa
y le dije –pues sí–. No, no era mi intención preguntarle, si él quería platicar, estaba bien, si no también. Le dije que lo que más me interesaba
era lo que estábamos haciendo en ese momento.
Eso le gustó, le brillaron los ojos con gusto y seguimos platicando, hasta que dijo: “Le voy a decir algo, le voy a platicar por qué
no quiero recordar y menos... que se ponga en un libro, que lo sepan
otras personas”. Y yo todavía le insistí: si quiere; si no, no. “Le voy a
platicar a usted, me da conianza”.
Y me entregó su memoria… Él no sabe, no sabe por qué no lo mataron, por qué lo dejaron. Sería porque estaba muy pequeñito, sería que
les dio lástima. No se explica. Pero todo eso le quedó grabado… lo de
su familia. Él no sabía por qué toda su vida mantuvo esa tristeza, ese
dolor dentro de él. Y ahora no se explicaba por qué la gente quería
Caminando las palabras: entre la memoria+
y la historia
saber, y hasta ponerlo en un libro, y que más gente se enterara de
eso, cuando él ya no quería ser dueño de ese recuerdo. No supe qué
decir… nada. Nomás lo abracé y me despedí después.
Regresé a la camioneta y les dije: “¡Vámonos, ya vámonos!” Ellos
Fui invitado a visitar a una persona, allá por el norte de Durango, por la
estaban seguros de que llevaba toda la información. “¿Qué te dijo?
Comarca Lagunera le llaman. Fui invitado para convencer a esa persona
¿Qué te dijo?”. “Nada, nada. Solamente platicamos del campo, de los
para que narrara algún acontecimiento que hubiera marcado su vida, su
animales, de las costumbres…”.
niñez… en la época de la Revolución.
Ya le habían visitado y nunca aceptó platicar. Se desconocían las
causas, solamente se negaba. Los que querían entrevistarle buscaban
De pronto me sentí con ese compromiso, con esa pesada memoria heredada, con una carga muy fuerte por saberlo (FPG, Abril de
2015).
editar un libro de recuerdos, de memoria de las personas que habían
vivido, escuchado o nacido en esa época. Cuando le conocí él tenía
102 años; lo encontramos trabajando. Llegamos y me dejaron con él,
ellos se apartaron, se fueron a la camioneta.
No sabía por dónde empezar, lo que se me ocurrió fue preguntar si podía ayudar en lo que estaba haciendo. Me vio así, como
diciendo: “¿Podrá?” Y ya. Empecé a preparar los palos, el alambre. Al
rato estábamos en plena faena. Platicamos. Me dijo que sembraba maíz,
algunas frutas, vegetales; tenía sus animalitos. Empezamos a tener cier-
Quisimos incluir este testimonio para señalar que necesitamos de los otros para acordarnos, que el diálogo inerva la
memoria a través de la palabra, una palabra que actúa tanto en
lo individual como en lo colectivo, amalgamándonos dentro de
un mismo tiempo y espacio. Al romper el silencio nos liberamos y reairmamos nuestra existencia. Sin embargo, el derecho a la memoria implica también un derecho al olvido, olvido
que no es producto de un silencio impuesto, de la mentira o
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de alguna patología, sino estrategia de supervivencia. Quizá no
sea tan grato rememorar ciertas vivencias, valorar objetos y
acontecimientos que al nombrarlos sólo recuerdan subordinación, dolor, traición o tristeza.
Memoria y olvido son recursos culturales que nos actualizan como sujetos, tanto individuales como colectivos; memoria y olvido son materia prima de las ciencias sociales, disciplinas que se han encargado de legitimar y deslegitimar tanto
hechos históricos como formas de vida. Para una institución
como el INAH, que ejerce tanto una dimensión cientíica como
una dimensión legal sobre aquello que la ley señala como monumentos, la responsabilidad es trascendente. Los conocimientos
cientíicos que se generan son difundidos al medio académico,
pero quizá los procesos que mayor incidencia social tienen son
las acciones normativas y las acciones de patrimonialización.
Creemos necesario repensar cómo concebimos esos
procesos de patrimonialización. Defender el patrimonio como
“algo ya dado”, inamovible e incuestionable es una estrategia
común entre los diferentes actores sociales para defender intereses laborales, económicos y culturales; por eso resulta tan
importante que desde la institución que realiza de manera sustantiva estos procesos de patrimonialización la revisión de tales
conceptos y procesos sea continua y cada vez más propositiva.
Si reconocemos que los procesos de patrimonialización parten de un sujeto que nombra y reconoce, los particulares valores de ese sujeto son los que se visibilizan. A lo largo
del tiempo los valores en torno al patrimonio han partido
de los grupos sociales dominantes, sin negar que entran en
juegos múltiples circunstancias y los intereses de otros sectores sociales también concurren, si bien de manera periférica
(LAIS, 2014: 43-46). En el INAH, ciertamente, una tendencia
dominante en los procesos de patrimonialización se sintetiza
en una sola palabra: “rescate”. El término proviene de las prácticas arqueológicas, pero se emplea de manera extendida: se
habla de rescate de las danzas, y en ese rescate se desliza el
deseo de normar cómo debe bailarse; serán la institución y el
experto quienes determinen si una danza es o no auténtica,
negando la transformación constante de lo social.
El tema, entonces, es la memoria, y las valoraciones
que de ella derivan, como punto de partida para cuestionar los
procesos de patrimonialización, en tanto inscripción de memorias
y construcciones colectivas, y partimos del supuesto de que dichos
procesos no suelen realizarse desde una dimensión ética y sociocultural inclusiva.
En el Programa Nacional de Espacios Comunitarios
(PNEC) pensamos que relexionar sobre las relaciones entre
la acción institucional y las memorias colectivas debería ser un
tema prioritario. Los cuestionamientos académicos de nuestro
campo giran alrededor de lo que somos capaces de ver, es decir, aún se debaten las cualidades intrínsecas que hacen valioso
a un bien cultural al interior del gremio, y mientras tanto la
realidad social nos rebasa.
En ese sentido nuestro planteamiento invita a reconocer que la producción de conocimiento se desarrolla en diversos ámbitos, y esos otros saberes deben ser tomados en
cuenta para mediar los conlictos con las poblaciones para las
cuales se trabaja e intentar procesos colaborativos de conservación del patrimonio cultural. Al valorar la cultura desde la
patrimonialización tendemos a despojarla de su sentido social,
con lo cual se pone en riesgo su permanencia colectiva. A continuación abordaremos esta problemática como una cuestión
atravesada por dos ejes: el exceso de signiicación o de memoria representada y la ausencia de experiencias o remembranzas.
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Sobre la valoración de la cultura en su dimensión patrimonial
“Las sociedades contemporáneas han separado la memoria
y la tradición de la continuidad de la reproducción social y
las han convertido en patrimonio”. Con esta frase GonzálezVaras (2014: 26) retoma a Pierre Nora en su búsqueda por
comprender la obsesión memorialista de las sociedades modernas y posmodernas, y advierte que las instituciones que
tradicionalmente garantizaban la conservación y transmisión
de valores se encuentran en crisis por la ruptura de sentido y
continuidad que vivimos en en nuestros días.
La memoria, entendida como “despliegue de procesos
interconectados y complejos”, nunca como simple rescate y
reiteración de un pasado muerto, exige:
Contrarrestar esta tendencia de perversión de la memoria cultural, incluso como práctica de resistencia política, puede comenzar,
pues, indicando los modos en que abordamos la narración de la historia, con la idea de que renovando estos modos se recupera el proceso histórico vivo en que la institucionalidad vuelve a ser signiicativa
(Lazo, 2008: 43-44).
Parafraseando la cita anterior en el contexto del INAH, estamos obligados a comunicar no solamente bajo qué términos narramos el patrimonio, sino también admitir que existen
otros modos de valorar y preservar, valoraciones resultan enfrentadas con las propias. En ese afán de rescatar una visión
instituida del patrimonio, nos olvidamos de la posibilidad de
proponer acciones instituyentes.
Como otros colegas, pensamos que es necesario revisar la legislación vigente, proceso en extremo complicado,
y arriesgado, porque cambiaría las reglas del juego de las políticas públicas. Pero también es necesario examinar con detenimiento los procesos que mantienen al INAH como una
institución signiicativa y productora de signiicados, pues en
una cantidad creciente de casos se observa que la patrimonialización de objetos y lugares encarna cierta fragilidad de la
memoria cultural instituida, y así provoca una crisis de inteligibilidad institucional “[…] que como proceso histórico ha derivado en una contradicción: haberse convertido en su propio
fetiche, en su propia reiicación” (Lazo, 2008: 40-41).
De tal modo que, frente a los procesos de globalización económica actual y a los múltiples conlictos sociales que
engendra la patrimonialización de la cultura, no sólo resulta
necesario generar teorías críticas sobre la valoración de lo que
se considera o no patrimonio, sino también nuevas estrategias
que permitan tanto la evaluación ética del trabajo profesional
como la conservación relexiva de los diversos referentes que
componen nuestra memoria e identidad colectiva.
Si reconocemos que la cultura, de acuerdo con Gilberto Giménez (2007) y John B. Thompson (2006), es producto y
productora de la organización social del sentido, de representaciones compartidas y de un conjunto de formas simbólicas
situadas dentro de estructuras y contextos sociohistóricos especíicos, resulta indispensable trascender nuestro campo de
especialización, valorar otros referentes, y reconocer los diversos usos y signiicados que maniiestan otros actores sociales.
Según Isabel Villaseñor Alonso (2011), a escala nacional y mundial existe la idea de que el patrimonio cultural tiene
un valor intrínseco, es decir, resulta valioso por características
que le son inherentes y, al mismo tiempo, universales, valoración “esencialista” que históricamente se ha desprendido de
la ética e ideología dominantes y ha repercutido legal, institucional y profesionalmente en la manera en que se le concibe,
protege, conserva y restaura; lo que deja fuera o al margen los
usos y valoraciones conferidos por ciertos actores locales.
Villaseñor airma que llevar a la práctica esta noción
esencialista del patrimonio ha provocado desde confusiones
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por la ambigüedad del concepto hasta trágicas disputas entre comunidades locales e instituciones del Estado. Tomando
como ejemplo el conlicto en Chinkultic, Chiapas, donde seis
ejidatarios fueron muertos durante un operativo policiaco
para desalojarlos de la zona arqueológica el 2 de octubre de
2008, Isabel Villaseñor da cuenta de cómo la praxis esencialista se impone sobre las expresiones y derechos de los grupos
subalternos. Los ejidatarios veían posibilidades de desarrollo
a través del usufructo del patrimonio prehispánico y tal vez
supone –pues no lo dice claramente– que, por tratarse de una
valoración económica o instrumental, de algún modo atentó
contra el concepto de “valor intrínseco” que tanto autoridades como profesionales esgrimen para custodiar lugares y objetos considerados monumentos nacionales.
El ejemplo puede ser desafortunado si en el análisis
de los procesos de patrimonialización y de intervención institucional no se consideran las condiciones sociales y estructurales de esos acontecimientos: la disputa por el control de
los lugares por lo general se inscribe en luchas históricas por
la defensa del territorio y de las territorialidades. El Centro
de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas, A.C., y el
Sindicato de Trabajadores Académicos del INAH lamentaron
profundamente la falta de diálogo y el uso excesivo de la fuerza pública en el caso mencionado. Resulta entonces debatible
si la ley, de hecho, se está prestando a la criminalización de la
sociedad y al abuso de autoridad, y frente a ello cabe precisar:
el derecho a la vida es superior a cualquier otro derecho.
Habría que preguntar entonces, si el INAH representa
o instituye las memorias. La normatividad vigente tiende a instrumentalizar, contener, reglamentar y jerarquizar las memorias
colectivas, a distinguir entre lo que es más o menos valioso, y a
construir un concepto de patrimonio como si tuviese un valor
intrínseco, que lo aleja de las comunidades o grupos sociales
donde descansan el sentido y el valor de los bienes culturales.
Coincidimos con Isabel Villaseñor en que es prioritario relexionar acerca de las diferentes valoraciones, pero
apuntamos que no se trata solamente de un diálogo interdisciplinar, requerimos un enfoque transdisciplinar para extender
su búsqueda al reconocimiento de los otros saberes, lo cual
implica descolonizar el lenguaje académico y la praxis en función de las consideraciones siguientes:
Primero, la existencia de un marco institucional delimita las facultades, recursos jurídicos, políticos y punitivos
para la deinición, conservación y protección del patrimonio;
pero ello no obliga a restringir la relexión a ese ámbito. La ley
es resultado tanto de ideologías positivistas como de ideologías memoria en el sentido propuesto por Pierre Nora (1984).
No sólo el Estado, sino también otras instituciones –la familia,
la comunidad, la escuela– pueden garantizar la conservación y
transmisión de valores. La relexión resulta inaplazable, pues
Nora agrega lo que nuestro contexto airma: dichas instituciones se encuentran en crisis.
Segundo, aun cuando existen elementos para el reconocimiento legal de las formas jurídicas comunitarias (Sigüenza
Orozco, 2008), hay límites de adaptabilidad, ciertas fronteras
o barreras que impiden a los grupos marginados incorporarse
desde su memoria colectiva a la sociedad (Halbwachs, 1990),
pues aunque su alteridad es reconocida se mantiene subordinada frente a la cultura dominante.
Como tercer aspecto consideramos que la noción vigente del patrimonio tiende a reproducir la colonialidad de
la mirada, a exhibir al otro, a clasiicarlo y deinirlo de manera
parcial y “romantizada” (Ruffer, 2014); es decir, se niega a los
otros la capacidad de enunciar, de expresar y de representar
su diferencia desde lenguajes que les son propios.
Es por ello que necesitamos construir relaciones dialógicas y dialécticas con las otredades epistémicas presentes
en el territorio mexicano, máxime si el colonialismo ha per-
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meado el sistema educativo, las estructuras jurídicas (Santiago
Castro-Gómez y Ramón Grosfoguel, 2007) y la patrimonialización aún produce conocimientos instituidos como recurso
para fabricar lo que Pierre Nora (1984) llama “lugares artiiciales” de la memoria, los cuales provocan al mismo tiempo
sentimientos de pertenencia y desapego, ya que en su consolidación los Estados-nación han impuesto diversas categorías
de signiicación que vuelven ininteligibles los sitios, los objetos,
las conmemoraciones.
Por último, y en relación con el aspecto anterior, estamos convencidos de que el diálogo epistémico con el otro
es central no sólo para dirimir conlictos, sino para generar
nuevos lenguajes y prácticas que posibiliten descolonizar el
conocimiento y la alteridad. El lenguaje guarda una estrecha
relación con el poder, el contexto social y las formas de interpretación (Thompson, 2006), por eso la valoración intrínseca
del patrimonio cultural –como interpretación esencialista–,
puede derivar en lo que Enrique Leff (2004) llama sobrevalorización o sobreobjetivación de lo real y lo simbólico; es decir,
que nuestro mundo se vuelva un objeto, un concepto hiperreal
donde “el modelo y lo real quedan presos dentro de su propia
icción”, un mundo vacío de memoria y de signiicado.
Esta tensión representa un espacio de conlicto sobre
los bienes culturales, entre valores institucionales y memorias
colectivas, pero también puede ser entendido –de acuerdo
con nuestra propuesta dialógica– como un escenario para la
conservación relexiva:
Pretender que el lugar donde se lleva a cabo la operación de rescate
de lo acontecido sólo se explica por la condición instituida de un pasado –llámese Estado, Universidad, Museo, etc.– que se presencializa en
virtud de un presente que lo quiere detenido, supone producir también una política del olvido como aquello que el propio poder excluye
[..] en esta “política del olvido” […] se anida una condición subversiva
a la propia memoria […] da lugar a otra índole de la memoria, la que
tiene que ver con el pasado como afectación y como afectividad instituyente (Barrios, 2008: 8).
Enfoque transdisciplinar para la
conservación reflexiva
Estos apuntes colectivos exploran, en el contexto especíico
del INAH, el sentido de la custodia y de la valoración de los
bienes culturales para proponer la noción de conservación relexiva como un diálogo entre saberes que implica un cambio de
actitud frente al otro. Así de sencillo y así de complejo.
Conservación relexiva sería anclar las acciones institucionales en una revisión permanente de las valoraciones
construidas con otros actores sociales. Como institución
académica el INAH tiene la responsabilidad de conservar y
acrecentar el corpus de conocimientos acerca de los bienes
y prácticas culturales, pero no tiene el derecho de presuponer que sus concepciones son las únicas pertinentes y, por
tanto, son las que deben inculcarse al resto de la sociedad sin
considerar, justamente, las diferencias culturales. No se trata
de “dar la voz al pueblo” y caer en una demagogia simple, se
trata de utilizar las herramientas que ha forjado la institución
para reconocer y valorar la diversidad cultural, para imaginar
múltiples estrategias de gestión, difusión, comunicación e investigación desde diferentes contextos socioculturales.
Negar otros saberes imposibilita la comunicación y
revisión de los procesos de construcción del conocimiento
cientíico, y en el caso del INAH terminaría por resquebrajar
la credibilidad académico-institucional si nos centramos en validar las acciones de custodia mientras los procesos de valoración y visibilización imponen una lectura única.
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Estamos convencidos de que los profesionales vinculados al ámbito del patrimonio pueden contribuir de manera
decisiva a identiicar y relexionar sobre las relaciones que los
actores sociales, incluido el gremio, establecen con objetos y
lugares, memorias y prácticas. Para crear y recrear múltiples
espacios de interacción y comunicación, espacios que permitan el diálogo y la inclusión, se requiere de un esfuerzo constante que incluye un enfoque transdisciplinar, tarea difícil pero
inaplazable si queremos revisar nuestro quehacer de manera
crítica y propositiva.
Desde nuestra perspectiva, el diálogo de saberes presupone el interés de los sujetos sociales en una interacción comunicativa, e implica
por tanto, una disposición para escuchar y para actualizarse. No se
trataría de vencer o inducir mediante la violencia de cualquier tipo
a la aceptación de una valoración y un conocimiento ajeno, sino de
un intercambio de conocimientos, apreciaciones y valores, en donde
operan fuerzas racionales para la interacción comunicativa (PérezRuiz, 2011).
La condición inicial que anota la autora es el interés
de los sujetos para construir una situación comunicativa; en
la práctica cotidiana del INAH esas posibilidades de comunicación existen; la cuestión es que si nuestro interés radica
en fortalecer la visión institucional, no podemos limitarnos a
ejercer, día tras día, una violencia simbólica sobre los objetos
y sobre los discursos de los otros.
La propuesta concreta que planteamos en el 8° Foro
Académico de la ENCRYM fue conformar un grupo de estudio sobre las problemáticas aquí planteadas y otras relacionadas con ellas, de manera que en una primera etapa (invierno 2015-primavera 2016) se pueda construir un estado de la
cuestión que considere el enfoque transdisciplinar.
La custodia del signiicante no otorga el monopolio
del signiicado. El conocimiento no está separado del sujeto
que lo produce, pero el conocimiento disciplinar está separado de los saberes no cientíicos. En otras palabras, si nos interesa explorar las diferentes valoraciones que se construyen
alrededor del patrimonio, incluyendo la propia, requerimos
trabajar de manera multidisciplinar; pero si además nos interesa conocer las valoraciones construidas desde los saberes
locales, entramos al terreno de la complejidad y del diálogo de
saberes inherentes al enfoque transdisciplinaria (Morin, 1996).
Si trazamos un límite a los conocimientos técnicocientíicos inmersos en los procesos de patrimonialización,
encontraremos una gama de prácticas profesionales cuyos
corpus teóricos están en construcción: conservación, museología, gestión e interpretación del patrimonio, museografía,
entre otras. Tendríamos que distinguir, por un lado, el papel
que juegan las ciencias sociales en los procesos de patrimonialización en nuestros días y cómo se legitiman en tales procesos. Por otra parte, sería necesario identiicar los mecanismos
utilizados para designar bienes y prácticas culturales, como
patrimonio y visibilizarlos para el resto de la sociedad: salas
de exhibición permanentes, visitas guiadas, talleres, concursos,
festivales, entre otras acciones. ¿De qué maneras podrían indagarse el concepto de patrimonio que subyace en las prácticas
tal como las realizamos hoy en día?
Cabe mencionar la existencia de múltiples propuestas académicas interesadas en los modos de entender los
bienes y prácticas culturales entre diferentes sectores sociales. Lo que nos interesa, en primera instancia, es que el
grupo de estudio construya un estado de la cuestión en colectivo e identifique las líneas que se han ido construyendo
en los últimos diez años.
Una segunda etapa del grupo de estudio implicaría
revisar la pertinencia de un enfoque transdisciplinar en los
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procesos de patrimonialización; es decir, con participación horizontal de otras valoraciones sobre los referentes culturales
como espacio para pensar la memoria y el futuro: La triple
orientación del lenguaje transdisciplinario –hacia el “por qué”,
hacia el “cómo” y hacia el tercero incluido– asegura la calidad presencial de aquel o de aquella que emplee el lenguaje
transdisciplinario. Esta cualidad presencial permite la relación
auténtica con el Otro, en el respeto de lo más profundo del
Otro (Nicolescu, 1996: 87).
El planteamiento de la transdisciplina es necesario, y
demasiado ambicioso si nos detenemos en las diicultades de
adherirnos a él: implica reconocer al patrimonio cultural como
escenario de conlicto y, más aún, que no detentamos la verdad
última sobre su valor. El enfoque transdisciplinar implicaría reorganizar los conocimientos en aras de la comunicación con
el otro; sin embargo, ijamos una meta mucho más modesta en
tanto buscamos que ese grupo de estudio sea capaz de dialogar y proponer, con fundamentos sólidos, una revisión permanente del concepto de patrimonio.
A manera de conclusión, agregamos la relexión que Alberto Juárez enunció frente a los participantes del 8º Foro Académico:
Regularmente nosotros, la gente de razón, nos debatimos entre conceptos y teorías para justiicar nuestras acciones, sin considerar que
en el camino vamos ninguneando al otro, actualizando las viejas asimetrías y desigualdades. Enarbolamos discursos universales, esencialistas,
totalitarios y nos escudamos tras la ciencia y la ley para imponer la ignorancia e injusticia sobre el otro. La nación, el pueblo, el bien común,
el patrimonio son abstracciones que a menudo sirven sólo para controlar, despojar y exhibir al otro. Decimos que para todos todo, pero
en realidad nada es de nadie, y los nadie siguen siendo los mismos, los
Adenda: Los nadies
Tep+tsi metekueriwa ts+k+ memunaneni, tixa+ta makatehexeiya
metekueriwa, heiwa tinuka wiye xarite ukax+rieni aix+tik+y+nik+.
Aix+ katiukuy+ne, takai, hik+, ux¬a’a, ni heiwa, tsepa echiwa tiuka
wiyex+ waik+, tsepa mekatetewa memeh+awe, tsepa ‘utata mamayatsie memeitsewe, tsepa me munuku’ui yu keta tseriek+, ya ‘I xei
witariyari memupatax+ matsik+i.
Tixa+ makatehexeiya niwemama, tixa+ mekatehekapini tiwa
pini,m+k+ tixa+ makatehexeiya, tatsiu memutawei, wa iyari muyam+m+ne, tixa+ makatehexeiya,meka h+k+, t+t+ tsepa
memuh+k+, te niuki tete ‘unuka’a, ta yeiyari tete uweiya, kukak+
tete uwewix+me, ta xiriki tete uk+ uit+at+ka, tame temuteuteri,
temeka mama’a, mu’u temexeiya, temutetewa.
Joel Bautista Sánchez, wixarika.
Tuxpan de Bolaños, Jalisco, abril de 2015
Te ch’aketik ya xwachinik smanel st’iik,ay-ek te mach’atik ya
xwachinik xlok’ik ta mebal, te yakuk xk’ot ta pasel te swenta
slekilalike, ya wan xk’ot ta pasel , nopoltal sk’alelniwan, ja’nax ya
sk’an xch’unel ko’tantik sok lek ya x-a’tejotik. Te mach’atik k’ax
mebalik ta ilel aywan bitik ay yu’unik, ja’ik nax ya sna’ik bit’il ya
xkuxinik ta balumilal, mayuk mach’a ya spasotik ta mantal, te
mach’atik mayuk bin ay yu’unik ta ilele, te mebaletik.Ya xk’opoik
ta sbats’il k’opik, ay xch’unel yo’tanik ta bats’il ajawetik, ya snaik
bats’il jalal te k’ax t’ubilik. Ay sok k’ax t’ujbil te stalel kuxlejtik,
bats’il winikotik, p’ijil winik antsetik. Te jo’otike mayukotik ta
a’yantael, melel jo’otik ya kayantatik te bitik ya pastike ja’ yu’un
tulan sk’oplal te kuxineltik, melel te k’alal ya xwan te bak’etaltik,
kuxul ya xjilotik ta sjol sok yo’tan te lumaltik.
excluidos, los marginados, los expoliados, aquellos a quienes se les niega constantemente la palabra y la capacidad de conservar y transmitir
la vida del único modo en que saben vivirla: desde su diferencia
Pedro Hernández Luna, tzeltal,
Las Margaritas, Chiapas, abril de 2015
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Nota a la adenda
Agradecimientos
Los textos anteriores reinterpretan el micro-cuento y poema
Los nadie de Eduardo Galeano (1989), escrito originalmente en
tercera persona. La lengua habla desde el yo de manera airmativa y así la primera línea poética dice: “Los que no son, aunque
sean”, se transforma en wixarica y tzeltal para expresar: “Los
que somos, aunque digan que no somos”. Y continua:
A Isabel Villaseñor Alonso y a Giovana E. Jaspersen por su interés sobre la noción de “conservación relexiva”; a Alejandro Sabido Sánchez-Juárez y Víctor Hugo Anaya Linares, por
su continuo apoyo; y muy especialmente, por la palabra compartida, a Ricardo Ramírez Santiago (hablante de mixteco, San
Andrés Ixtlahuaca, Oaxaca), Nereyda Hernández García y Seraina Morales Martínez (hablantes de zapoteco, Díaz Ordaz,
Oaxaca); Joel Bautista Sánchez (hablante wixarica, Tuxpan de
Bolaños, Jalisco), y al maestro Pedro Hernández Luna (hablante tzeltal, Las Margaritas, Chiapas).
los que hablamos idiomas, aunque les digan dialectos; los que profesamos religiones, aunque les digan supersticiones, los que hacemos arte,
no artesanía; los que practicamos cultura, que otros llaman folclor; los
que somos seres humanos, no recursos humanos; los que tenemos
rostro y nombre, no solamente brazos y números; los que iguramos
en la historia local, no en la historia universal ni en las crónicas de nota
roja. No nos mata nada.
El original del poeta dice en la última línea: “Los nadies,
que valen menos que la bala que los mata […]”, y motivó la
siguiente relexión de Pedro Hernández Luna: “No nos mata
nada, nada vale más que la memoria y el recuerdo, porque en
eso radica nuestra existencia, nuestra diferencia, porque para
los nadies, sin nombre, no existe la muerte, sólo el descanso
de nuestro cuerpo, porque quedamos y renacemos en la memoria y corazón de nuestros pueblos”.
Hablantes de zapoteco, mixteco y español resigniicaron el
texto de Galeano hablando también desde la primera persona
–el material está disponible en audio.
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