[1]
MERLUZZI, Manfredi et al Fronteras: representación, integración y conflictos entre Europa y
América, S. XVI-XX, Università di Roma Tre/Fondo de Cultura Económica, 2017.
XXX. HIERRO VIZCAÍNO / PLATA POTOSINA: FERRONES Y EMPRESARIOS VASCOS
EN LA RECONFIGURACIÓN DE UN TERRITORIO AMERICANO (RÍO DE LA PLATA,
VIRREINATO DEL PERÚ, 1700-1745)
Griselda Beatriz Tarragó
Centro de Investigaciones de la Facultad de Filosofía y Humanidades (CIFFYH),
Universidad Nacional de Córdoba, Argentina /
Departamento de Historia Medieval, Moderna y de América,
Universidad del País Vasco, España
1. Introducción
Este artículo es parte de una investigación de largo aliento en la que se indagan las motivaciones
que condujeron a la Corona española a tomar una serie de decisiones por las que, en la primera
mitad del siglo
XVIII,
se transfirió de forma creciente un caudal mayor de recursos de diferente
tenor al territorio de la gobernación del Río de la Plata, hasta entonces en calidad marginal
dentro del Reino del Perú. Desde esta pregunta general inicial se fueron desprendiendo diversas
vías de resolución para responder cómo un territorio fronterizo de la Monarquía se transformó,a
través de un nuevo equipamiento político1 territorial, en el nodo de un nuevo virreinato en 1776.
En este caso en particular, la mirada está puesta en unos grupos parentales y empresariales
vascos que durante el siglo XVII, y especialmente durante el XVIII, se incorporaron a la dinámica
económica que impulsaría la dupla «hierro vizcaíno / plata potosina», generando una
significativa experiencia de movilidad espacial y ocupación territorial en la que no solo se
constituyeron en activos portadores de la cultura de la oieconomía,2 sino que también fueron arte
y parte de la primera etapa de reformas políticas, económicas y militares en la gobernación.
El recorte cronológico se ha decidido sobre la primera mitad del siglo
XVIII,
especialmente durante el reinado del primer monarca borbón, período en que se experimenta
1
2
HESPANHA, Vísperas del Leviatán, Introducción.
BRUNNER, «La casa grande y la “oeconomia” de la Vieja Europa»
[2]
cierta orfandad de estudios para el Río de la Plata frente a la profusión de trabajos que se han
dedicado al período clásico de reformas borbónicas del último cuarto de la centuria.
Dos líneas interpretativas han guiado esta pesquisa. Por una parte, las presentes
reflexiones se ajustan a aquella línea teórica que piensa la Monarquía como una totalidad
compuesta, policéntrica y multiforme,3 con poder preeminente,4 mas no necesariamente absoluto.
Enfoque que insta también a restituir el diálogo político5 intra e interterritorial de los agentes,
superando viejas barreras e insistiendo sobre aspectos como la construcción social y política, la
circulación de personas, objetos, ideas y culturas que sostenían el entramado imperial.6 En este
sentido, los límites entre acciones «privadas» y gobierno de la Monarquía se diluyen, al igual que
aquellos entre historia política, social o económica.7
Por otra parte, el trabajo se ajusta a una escala de análisis micro, que implica observar
grandes procesos en tramos reducidos,8 al que se asocia como herramienta válida el concepto de
«red social»,9 siempre en el contexto de una mirada constructivista.10 Por esta característica, la
documentación que sustenta el presente trabajo es ciertamente ecléctica en su calidad, y vasta en
su dispersión geográfica, ya que se incluyen archivos americanos y españoles, documentación
oficial y también «privada», como correspondencia epistolar, testamentos, contratos, relaciones o
juicios entre particulares.
2. El Río de la Plata como frontera de la Monarquía Hispánica
Puede afirmarse que la formación de un espacio supone la acumulación de acciones localizadas
en diferentes momentos.11 Toda nueva organización del espacio será así una forma de expresar
un nuevo modo de poblamiento, unas nuevas estructuras económicas y sociales, unas nuevas
3
CARDIM, HERZOG, RUIZ IBÁÑEZ y SABATINI, (eds.), 2012
HESPANHA, op. cit.
5
BARRIERA, “Por el camino de la historia política: hacia una historia política configuracional”
6
MAZÍN y RUIZ IBÁÑEZ, 2012, p. 10.
7
TARRAGÓ, 2010a.
8
BARRIERA, “Después de la microhistoria. Escalas de Observación y principios de análisis: de la microhistoria al
microanálisis radical”, p. 14.
9
MOUTOUKIAS, "Narración y análisis en la observación de vínculos y dinámicas sociales: el concepto de red
personal en la historia social y económica"
10
BARRIERA TARRAGÓ, “Elogio de la incertidumbre. La construcción de la confianza, entre la previsión y el
desamparo (Santa Fe, Gobernación del Río de la Plata, Siglo XVIII)”.
11
HIERNAUX LINDON “El concepto de región y el análisis regional”
4
[3]
formas de poder, y en general, un nuevo sistema de valores.12 Decir que el Río de la Plata se
constituyó como un territorio fronterizo dentro del virreinato peruano significa definir con qué
tipo de espacio nos enfrentamos, en tanto configuración de sentido variable a partir de la trama
de relaciones sociales que lo constituyen.13
Esa frontera debe entenderse, por una parte, en su sentido semántico más lato, aquel que
apunta a la idea de separar al menos dos unidades, utilizando la noción de límite, linde,
separación, confín, coto, término, borde, orilla, margen, barrera. 14 La frontera es, básicamente, el
límite de la tierra conocida de una entidad política, en este caso, de la Monarquía. Resulta así un
espacio de contacto o de conflicto a cuyos lados, y de manera arquetípica, se ubicaban tres
elementos: los territorios de los pueblos originarios no sometidos al control hispánico, una red de
ciudades, trama de caminos y áreas de circulación interurbano / interregionales de los españoles
y el Atlántico, a través del cual era posible otra amenaza: la de las potencias europeas que
llegaban «ilícitamente» a un puerto no autorizado por la Corona.
Pero también «frontera» en tanto territorio tenido de forma esencial como contrafuerte y
puerta trasera de la región minera, sujeto a acciones de gobierno y política tendientes a su
conservación antes que a su definitivo control. Un espacio «fronterizado» por la direccionalidad
de unas políticas que gestionaron los flujos, las dinámicas sociales y la normativa hacia una
condición determinada.15 Configurado esencialmente como una trama muy abierta, solo unida
por pequeños enclaves urbanos separados entre sí por distancias enormes en medio de extensas
áreas «intra-fronterizas», generó con ello una dinámica política, social y económica particular
donde la suerte de poblaciones y pobladores estuvo sujeta más a su propia capacidad
reproductiva que a cualquier agencia monárquica específica. Mejor aún, esa agencia se
constituyó a través de unas disposiciones que implicaban tolerar para no despoblar. Era la forma
de organizar el territorio con el fin de convertirlo en un espacio europeo y cristiano, organizar
la extensión y producir su equipamiento político.16
GARCÍA DE CORTÁZAR, “Organización social del espacio: Propuestas de reflexión y análisis histórico de sus
unidades en la España Medieval”.
13
Barriera Roldán, Territorios, espacios y sociedades. Agenda de problemas y tendencias de análisis, p.13.
14
Grimson, Las culturas son más híbridas que las identificaciones. Diálogos inter-antropológicos; Zapata Barrero,
“Teoría política de la frontera y de la movilidad humana”, p. 6
15
Zapata Barrero, op. cit, p. 3.
16
Barriera, Conquista y colonización hispánica. Santa Fe la Vieja (1573-1660), pp.54-56;Barriera , Abrir puertas a
la tierra. Microanálisis de la construcción de un espacio político. Santa Fe, 1573-164, pp.96-113
12
[4]
Así, hasta principios del siglo XVII no se conformaron las gobernaciones de Tucumán (1563),
Río de la Plata y Paraguay (1617), dentro del Reino del Perú del que formaban parte. La
gobernación del Río de la Plata tenía su sede en la ciudad de Buenos Aires, constituyéndose
tenencias de gobernación en Santa Fe y Corrientes. En este territorio fronterizo se organizó una
«Gobernación menor»,17 al mando de la cual había un gobernador que tenía atribuciones de
máxima autoridad en la justicia civil y criminal, juez de primera instancia en asuntos de cierta
gravedad y tribunal de apelación en casos instruidos por el cabildo. A diferencia de lo que podría
pensarse lógicamente, la acumulación de funciones no implicaba para estos «gobernadores
menores» una autoridad mayor en su jurisdicción, sino, por el contrario, una notable
generalización de las mismas que revertía de manera exacta en sentido inverso, acorde con la
calidad del territorio sobre el que gobernaban. Esa calidad reforzaba la vía de la conservación18
del mismo, aunque ello haya implicado cierta laxitud en el control de la política interna y de la
economía atlántica. Una expresión de esa condición era la frecuente venta del cargo al mejor
postor durante gran parte del siglo XVII.
3. Cambio dinástico, militarización y equipamiento del territorio
La llegada de los Borbones al trono español supuso cambios esperables. Una guerra mucho más
globalizada estableció los parámetros de una nueva geoestrategia. Ya no se trataba de conservar
los dominios en el Río de la Plata, en el sentido que había tenido hasta entonces. Había que pasar
a la ofensiva frente al avance inglés y portugués porque las razones profundas de conservarmantener este territorio seguían vigentes: la trastienda de Potosí se hallaba ahora en un peligro
más certero y amplificado, especialmente desde la implantación de la colonia de Sacramento en
1680, frente a la misma Buenos Aires. Los nuevos objetivos que despuntan en la gestión de estos
territorios buscaban reforzar su control a través de un potenciado aparato militar y un aumento
relativo de los recursos que se destinaban al mismo.
El Río de la Plata comenzó a evidenciar las huellas de esas primeras mutaciones, dando
como resultado una gobernación constantemente militarizada al mando de otro «formato» de
gobernadores, en el período 1717-1756. Eran hombres surgidos de una fuerza militar renovada y
17
Zorraquín Becú, La organización política Argentina, p. 149.
Barriera, Conquista y…, op. cit..; Motoukias, “Gobierno y sociedad en el Tucumán y el Río de la Plata, 15501800”
18
[5]
criada bajo la aquiescencia del rey Felipe V y su Vorte,19 de donde saldrían gran parte de los
gobernantes tanto de la Península como de las Indias. Concurrían en su expansión, una
experiencia renovada en el campo militar, la fidelidad borbónica y la función de gobierno.20
Bruno Mauricio de Zabala, Miguel Fernando de Salcedo y Sierralta, Domingo Ortiz de Rozas y
Joseph de Andonaegui representaban tanto a las renovadas configuraciones de elites de poder
norteñas (vascos, navarros, riojanos) en la Corte del primer Borbón, especialmente a las
militares, como al conjunto de medidas que el nuevo rey se proponía imponer.
A la calidad de militar que acompañaba a los gobernadores21 se sumó la creciente
militarización en la función de gobierno, que se gestionó concretamente a través de los
secretarios de Estado de Felipe V, los cuales usaron el despacho a boca y la vía reservada como
una forma expeditiva de ejecutar políticas urgentes, dotándolos de las herramientas necesarias
para que la mano de Felipe V pudiera comenzar a diseñar un nuevo territorio. Así, Bruno de
Zabala arribará a su gobernación portando con él las órdenes precisas del poderoso Patiño, sobre
fundar Montevideo y fortificar el Río de la Plata.22
En un momento de escaseces diversas de una Monarquía en guerra y transformación, la
financiación del cambio tendrá como fines esas urgencias financieras y articulará en su especial
conformación diferentes agentes e intereses, especialmente los mercantiles y portuarios, de los
que la Corona hará uso a través de la Gracia Real, al otorgar, por ejemplo, los contratos para los
navíos de registro al puerto atlántico a cambio del traslado de tropas, el abastecimiento de armas
o la sustentación de los nuevos dispositivos militares.23
Será un tiempo también en que se haga más evidente una voluntad controladora y
ordenadora, flor y nata de aquello que tradicionalmente llamamos «reformas borbónicas»:24 un
nuevo fuerte comenzará a construirse en Buenos Aires; en 1726 se fundará Montevideo; una
nueva elite de militares aparecerá en el horizonte de ese gobierno. Los conflictos se expandirán
en toda la gobernación por la reconfiguración de su dinámica política y económica interna, en la
Tarragó, “De las montañas al Río de la Plata: gobernadores cántabros en Buenos Aires (primera mitad del siglo
XVIII); TARRAGÓ, 2012b.
20
Andújar Castillo, “Elites de poder militar: las Guardias Reales en el Siglo XVIII”; Andújar Castillo, El sonido del
dinero. Monarquía, ejército y venalidad en la España del siglo XVIII.
21
Fradkin, “Tradiciones militares coloniales. El Río de la Plata antes de la Revolución”
22
Archivo General de la Nación, Buenos Aires, Argentina, Reales Órdenes, Libro 2, 24-20-10, Reales Ordenes,
Libro 1 , 24-10-9, Reales Ordenes, Libro 1 24-10-10, Comunicaciones y Resoluciones Reales, Libro 1, Años 17161770, DE ANGELIS, 1837; Azarola Gil, Los orígenes de Montevideo, 1607-1749.
23
TARRAGÓ, 2012b, op. cit.
24
Tarragó, “Las reformas Borbónicas”
19
[6]
que habrá muchos perdedores –como la ciudad de Santa Fe–,25 obligando a los gobernadores a
disponer de todos los recursos posibles para sostener el orden y el buen gobierno.
Todo ello, así como las tensiones con los capitulares porteños y los antiguos cuadros
militares, y hasta ciertos recursos simbólicos que no pueden desecharse –como el hecho de que el
gobernador habitara en la fortaleza y no se presentara en el cabildo, y de que su lugarteniente
militar entrara en la casa conciliar portando el bastón de mando–26 van marcando el tono de una
nueva dinámica político-territorial.
Esa etapa de reformas primitivas estuvo signada además por la ya evidente calidad de
Buenos Aires como puerto atlántico cada vez más abierto al «mundo», transformado al virreinato
del Perú en una Casa con dos salidas27 en la que la puerta trasera «porteña» se presentaba cada
vez más determinante de su existencia.
4. Entre Potosí y Buenos Aires: las claves de una nueva espacialidad
Desde finales del siglo
XVI,
la vida económica en ese espacio «peruano»28 estuvo sometida a la
doble influencia del Perú minero y del vasto Atlántico. En el mismo se registraba un movimiento
de vaivén entendido como «[...] punto de llegada de un proceso, originado en el siglo anterior, de
formación de un mercado a nivel de macroescala regional...», en el que Potosí y Lima29 operaron
de manera decisiva en su conformación, por su función de polos de crecimiento, al que se
adicionaron otros polos menores, y que en su conjunto marcaron la intensa dinamicidad de los
flujos mercantiles, especialmente en el caso de producciones que partiendo de un solo punto se
dispersaban por todo el espacio peruano como la yerba mate”.30
Excluida Buenos Aires del tráfico legal hasta el siglo
XVIII,
su enorme distancia del centro
del poder español en Lima y su cercanía al de los portugueses, posibilitó el desarrollo de un
activo comercio local con la costa de Brasil, pero también con Lisboa y la costa africana. El
comercio directo la convirtió pronto en un puerto de la economía minera del Alto Perú, por
25
TARRAGÓ, 2012a.
Birocco, “En torno a la anarquía del 1714. La conflictividad política en Buenos Aires a comienzo del siglo XVIII”.
27
Del memorial redactado por Dionisio de Alsedo y Herrera en representación del Consulado de Lima en 17261727, Biblioteca Nacional de España, R. 39542.
28 Assadourian, El sistema de la economía colonial, p. 129.
29 Romano, “Algunas consideraciones sobre los problemas del comercio en Hispanoamérica durante la época
colonial”, pp. 42-45.
30 Assadourian, “Integración y desintegración regional en el espacio colonial. Un enfoque histórico”.
26
[7]
donde se escurría la plata americana.31 Navíos portugueses, holandeses, ingleses y españoles
conectaban el pequeño puerto austral con Génova, Cádiz, Saint-Malo, Sevilla, Lisboa o
Ámsterdam.32 Así, ese flujo de mercaderías se multiplicó exponencialmente, abriendo la región
rioplatense a la importación de esclavos y productos europeos,33 articulado a un cada vez más
rico34 y complejo espacio productivo-mercantil interno.35
Este proceso de apertura tuvo un componente esencial en el sistema de los registros, navíos
libres que iban a Buenos Aires36 o a otras partes de América y que resultaban de licencia reales
que los comerciantes de Sevilla (y posteriormente Cádiz), con la fiscalización de la Casa de
Contratación, podían comprar, ofreciendo algún servicio a la Monarquía como préstamos a la
Corona, transporte de tropas o provisión de municiones. Los mismos podían comprender una o
varias naves por las que se firmaba un contrato entre la Corona y un armador, quien solía ser el
capitán del viaje. Los pagos se realizaban por medio de la Real Caja de Buenos Aires, aportando
así a la financiación local de los gastos de defensa. Desde mediados del siglo XVII se produjo un
aumento notable tanto de los navíos como del tonelaje de los mismos.37
Una monarquía con caudales y recursos enflaquecidos por la guerra ayudó a que el camino se
allanara para hombres de mar y de comer que podían ofrecer lo que se requería. Entre ellos,
destacan miembros de la comunidad de vascos que fungían con el hierro de sus tierras y la
carrera de Indias, y que ya tenían información certera sobre la necesidad de meter cuña en el
mercado interno rioplatense para que el negocio atlántico redituara.38
En el último cuarto del siglo XVII se destacará Juan de Retana, pero será el alavés Andrés
Martínez de Murguía39 quien abra el siglo
31
XVIII
con unos negocios que anunciaban que algo
Garavaglia, Mercado interno y economía colonial; Gelman, De mercachifle a gran comerciante. Los caminos del
ascenso en el Río de la Plata Colonial; Mira, “La minería de Potosí, las élites locales y la crisis del sistema
colonial”; Moutoukias, “Comercio y Producción”, pp. 51 ss.
32
Fradkin y Garavaglia, La Argentina colonial. El Río de la Plata entre los siglos XVI y XIX, pp. 60-61.
33
Moutoukias, “Comercio y producción”, op. cit., p. 51.
34
Tarragó, “Fundar el linaje, asegurar la descendencia, construir la casa. La Historia de una familia en Indias: los
Diez de Andino entre Asunción del Paraguay y Santa Fe de la Vera Cruz (1660-1822)”; Barriera Tarragó, “De la
confianza a la composición. Cultura del riesgo, de la previsión y de la resolución de conflictos entre mercaderes del
siglo XVIII”; Barriera Tarragó, “Transformaciones en un espacio de frontera. La población, los recursos y las rutas”;
GUERRERRO ELECALDE y TARRAGÓ, 2012; TARRAGÓ, 2012a.
35
Barriera Tarragó, “De la confianza a la composición. Cultura del riesgo, de la previsión…”, op. cit.; Barriera
Tarragó, “Elogio de la incertidumbre…”, op. cit.; Tarragó, 2012a.
36
Moutoukias, Contrabando y control colonial.
37
Jumar, Le commerce Atlantique au Rio de la Plata, 1680-177.
38
GUERRERO ELECALDE y TARRAGÓ, op. cit.
39
Autos sobre el cobro de los derechos de registro de Don Andrés Martínez de Murguía, AGI, Charcas 309.
[8]
estaba cambiando, especialmente por la calidad y cantidad de los recursos y prebendas que se
pusieron en juego.40 Andrés fue un hombre principal del comercio gaditano y era tío del también
poderoso comerciante Tomás Ruiz de Apodaca,41 y de Julián Martínez de Murguía, a quienes
apañó e introdujo en las prácticas mercantiles.42 Desde Cádiz, Andrés se especializó y obtuvo
mercedes especiales en la carrera de Buenos Aires, siendo titular del registro con ese puerto
durante muchos años, y beneficiándose de la posibilidad de «que las mercaderías y géneros que
no se consumiesen en los referidos navíos de registro del dicho Andrés Martínez de Murguía en
las tres provincias de Buenos Aires, Paraguay y Tucumán, que son las de su primera obligación y
le sobraren, después de abastecidas éstas, pueda pasarlas a las de Potosí y Charcas…».43 Fue
dueño de varias embarcaciones de las que la Corona se valió para trasladar a las tropas y los
recursos hacia el caliente Río de la Plata en plena guerra de Sucesión.
Pero el hombre que mejores negocios hizo con los registros fue Francisco de Alzaybar,44
con el cual Felipe V y, especialmente, los gobiernos de Zabala y Sierralta, mantuvieron una
estrecha reciprocidad.45 Este vizcaíno había heredado una gran fortuna familiar y era capitán de
navío de la Real Armada. El 12 de diciembre de 1724, Felipe V aprobó el asiento firmado con la
«razón naviera» de Francisco de Alzaybar y don Cristóbal de Urquijo. En su parte introductoria,
se dejaba constancia de la necesidad de abastecer a los habitantes de Buenos Aires, Tucumán y
Paraguay con vestimenta, géneros y frutos españoles, a fin de contrarrestar el avance del
comercio extranjero, especialmente el de los portugueses desde la colonia de Sacramento.46
Participó activamente en la lucha contra esta y su apoyo financiero a la Corona fue la vía
fundamental para que se pudiese concretar la fundación de Montevideo.47
5. Ferrones y empresarios vizcaínos en los confines de la Monarquía
Desde el siglo
XVI
la comunidad vasca radicada en Sevilla y luego en Cádiz fue el grupo
impulsor del comercio de hierro, sustentado en una larga y consolidada tradición regional. Una
Garmendia Arruebarrena, “Un arcediano alavés en Cádiz y el testamento de Andrés Martínez de Murguía”.
Hausberger y Bernd, “La red social del alavés Tomás Ruiz de Apodaca, comerciante de Cádiz”.
42
Garmendia Arruebarrena, José Tomás Ruiz de Apodaca. Un comerciante alavés en Indias (1709-1767).
43
AGI, Contratación, leg. 2726. Real Cédula, Aranjuez, I-X-1711, p. 55. Citado por GARMENDIA ARRUEBARRENA,
“Un arcediano alavés en Cádiz y el testamento de Andrés Martínez de Murguía”, op. cit., p. 359.
44
AGI, Buenos Aires, L.13 y 14.
45
Mariluz Urquijo, Bilbao y Buenos Aires. Proyectos dieciochescos de compañías de comercio, pp. 39-40.
46
Azarola Gil, Los orígenes de Montevideo 1607-1749…, op. cit., pp. 107-108, Documento 16.
47
Mariluz Urquijo, op. cit., p. 190-191.
40
41
[9]
actividad que se consolidará en los siglos siguientes y que transformará el sector en un agente
fundamental en la carrera de Indias. En esa tarea tuvo un anclaje esencial la ocupación de
puestos en el Consejo de Indias, en la Casa de Contratación, en el Consulado de Cargadores a
Indias, y en espacios de la política local de las emblemáticas ciudades.48
A despecho de algunas interpretaciones que pretenden encontrar en un pasado remoto los
indicios de una «nacionalidad vasca» prehistórica, la consolidación y ascenso de grupos
parentales y empresariales proveniente de las provincias vascas respondía más a un complejo de
«ventajas comparativas» que les permitirían crecer de manera espectacular cuando se habilitara
la carrera de Indias. Una antigua tradición migratoria y empresaria los había llevado desde el
siglo
XV
hacia el Mediterráneo, Flandes, Sevilla, Cádiz y América.49 No se trata, pues, de
cuestiones estrictas de paisanaje o identidad étnico-territorial –aunque estas hayan tenido un peso
importante–, sino de unas condiciones estructurales de los territorios incorporados a la Corona de
Castilla con sus fueros y privilegios –donde también se reconocía una suerte de hidalguía
universal de sus pobladores–,50 y a lo que se sumó la larga experiencia en la producción ferrona y
la actividad mercantil.
Si bien en una primera etapa de expansión americana, la llegada de estos agentes se
produjo según un patrón disperso y amplio en función de los pulsos mercantiles atlánticos, el
avance de la conquista y la colonización trajo consigo el afianzamiento en los principales centros
políticos y económicos de los dos virreinatos.51 Este anclaje se agenció a través de unas redes de
producción-mercantilización que unían el área del hierro vizcaíno, a través de Sevilla y Cádiz,
con los nodos de producción argentífera.52
Así, unos grupos específicos se asentaron en Perú, especialmente en Lima, Potosí y La
Plata o Charcas, donde tramaron lazos corporativos a través de los cuales se gestionaron los
flujos mercantiles y se protegieron los intereses respectivos. Prueba de ello fueron las
fundaciones tempranas de las cofradías piadosas en honor a Nuestra Señora de Aránzazu, en
diversos centros económicos y políticos de las Indias, la más antigua de las cuales fue la de
48
Garcia Fuentes, Sevilla, los vascos y América (Las exportaciones de hierro y manufacturas metálicas en los siglos
XVI y XVII), pp. 18-38.
49
Otazu Díaz de Durana, El espíritu emprendedor de los vascos.
50
Angulo Morales, Porres Marijuán, Reguera, Historia del País Vasco, Edad Moderna (siglos XVI-XVIII).
51
52
Ruiz de Azúa, Vascongadas y América.
TARRAGÓ, 2010a.
[10]
Potosí en 1601.53 Esa fuerte presencia se manifestó en los sangrientos y expandidos conflictos
entre «vicuñas y vascongados»54 por el control político y económico del Alto Perú minero. El
poder creciente de estas redes se expresó también en la compra de cargos políticos con calidad
estratégica en la gestión del poder, como corregimientos o puestos en la Real Audiencia.
También se extendía a las sillas ocupadas en el Consulado de Lima.55
Como parte de esta expansión sobre Perú, las ciudades de las gobernaciones de Tucumán
y Buenos Aires se nutrieron también de esta presencia desde finales del siglo
XVII.56
Un patrón
general se impuso: hombres solos dedicados al comercio en el espacio peruano-atlántico, que
llegaban y se casaban con hijas de vecinos como forma de introducción a sus elites y que luego
también ocupaban cargos en los cabildos, con una notable ampliación de patrimonios y el
ejercicio del poder.57
En el contexto de estos fenómenos, un grupo de familias estrechamente vinculadas a los
nuevos gobernadores, se consolidaron por entonces en el control de esa economía renovada del
espacio peruano. Su historia muestra cómo se pergeñaban las mentadas «estrategias» de la
casa,58 que se construían y reconstruían permanentemente desoyendo al océano y a las distancias
extremas. Familias como Zabala, Urquizu, Larrazábal, Otalora, Gainza, Matorras, Tagle y
Bracho, Andonaegui, Arespacochaga, Urízar, Alquizalete, Mena y Mascarúa, Basabilbaso,
Avellaneda, de Aoiz, Riglos, de la Quintana…, se constituyeron en agentes de una nueva
economía, pero también de una renovada política rioplatense.
Puede decirse que la gobernación de Buenos Aires fue un espacio de llegada de una
migración vasca proveniente de un núcleo territorial muy concreto: esencialmente, vizcaínos de
Durango y Elorrio, corazón de la producción de hierro vizcaíno. 59 Dos grupos familiares
densamente interconectados interesan de forma especial en este sentido. Por una parte, los Ibáñez
de Zabala-Bengolea-Villarreal de Bérriz-Churruca-Olano, y por otra, los Otalora-UrquizuArauna-Arespacochaga. Se trataba de unas antiguas familias dueñas de caserías y propiedades
53
GUERRERO ELECALDE, 2012a.
Hausberger, “La guerra de los vicuñas contra vascongados en Potosí y la etnización de los vascos a principios de la
Edad Moderna”
55
Turiso, Comerciantes españoles en la Lima Borbónica. Anatomía de una élite de poder.
56
AAVV Investigación sobre asentamientos vascos en el territorio argentino. Siglos XVI-XIX.
57
Tarragó, “Las reformas borbónicas”, op. cit..
58
Clavero, Antidora. Antropología Católica de la Economía Moderna, p.163.
59
Basterretxea Kerexeta, Hierro y palacios Elorrio y Sevilla. Mercaderes elorrianos en Sevilla durante los siglo XVI
y XVII.
54
[11]
rurales, que fungían también como señores de las villas, y que a través de unas prácticas
sostenidas de enlaces convenientes formaron un tejido social elocuentemente cerrado. En el
transcurso de al menos dos siglos, estos linajes se esparcieron por diferentes puntos de la
Monarquía Hispánica y experimentaron procesos de movilidad social, en una tarea colectiva que
tuvo como objetivo primordial construir y fortalecer la economía del solar vizcaíno.60
La familia Ibáñez de Zabala provenía de antiguos hidalgos de Vizcaya, donde habían
dominado los cargos políticos del ayuntamiento de Durango y los privilegios en la Iglesia, desde
comienzos del siglo XVII por lo menos.61 Ya en el XVII habían establecido reales en Perú cuando
Nicolás Ibáñez de Zabala –padre del gobernador de Buenos Aires– tuvo a su hijo natural Pedro
con Mariana de Argarain, nativa de Lima pero hija de Juan y María de Churruca, naturales de
Ascoitia, mientras operaba en el comercio indiano.62 Desposó más tarde a su sobrina Cathalina
de Gortázar Goliz,63 y así la familia se emparentó con los Bengolea / Villarreal de Bérriz, señores
de la Torre de Uriarte en Lequeitio, Vizcaya.64 El primo, Juan de Bengolea, era general de la Mar
del Sur y se había casado en 1651 con la descendiente de un linaje cuyo origen se situaba en el
duranguesado, mientras José sería el heredero de las torres de Bengolea, Uriarte y Yarza, y era
militar, ferrón y servidor en la Corte y en los años sesenta se desempeñó como cónsul de la Casa
de Contratación de la ciudad de Sevilla. De esta manera, la economía de la Casa había
establecido sólidas relaciones con la producción de hierro vizcaíno y el comercio americano, en
las que también se destacan las relaciones con Juan Bautista de Barasorda,65 importante
productor y comerciante de hierro del duranguesado, esposo de Josepha Ibáñez de Zabala.66
El grupo Otalora-Urquizu-Arauna-Arespacochaga procedía de la vecina Elorrio, y al
igual que el anterior, su trayectoria de ascenso económico social había comenzado en el siglo
XVII.
60
El capitán de Infantería Gregorio de Otalora se había casado con Ana de Echavarría a
TARRAGÓ, 2010a.
Archivo Histórico Nacional, Madrid, Órdenes Militares, Calatrava, Expediente 1272, año 1701, Bruno Mauricio
de Zabala.
62
Archivo Histórico Nacional, Madrid, Órdenes Militares, Santiago, Expediente 4024, Pedro Ibáñez de Zabala.
63
Testamento de Nicolás Ibáñez de Zabala, en Archivo de la Real Chancilería de Valladolid, Sala Vizcaya, Caja
2466.0001, Pleito por el mayorazgo fundado por Antonio de Ibarra y Nicolás Ibáñez de Zabala
64
Ruiz de Azúa y Martínez Ezquerecochea, D. Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz (1669-1740). Semblanza de un
vasco precursor, pp. 56-67.
65
Archivo de la Real Chancillería de Valladolid, Sala Vizcaya, caja 1257.0002, Andrés de Orueta e Insta, Juan
Bautista de Urquizu, de Durango, Catalina Inés de Zabala, 1727/1727. El reintegro del vínculo y mayorazgo que
fundó Josefa de Orueta.
66
Archivo de la Real Chancillería de Valladolid, Sala Vizcaya, caja 1257.0002, Andrés de Orueta e Insta, Juan
Bautista de Urquizu, de Durango, Catalina Inés de Zabala, 1727/1727. El reintegro del vínculo y mayorazgo que
fundó Josefa de Orueta.
61
[12]
mediados del
XVII.67
Eran dueños de extensas heredades y casas en la villa y su jurisdicción,
molinos, y los necesarios montes de castaños, robles, manzanos. Por la vía del matrimonio de
sus hijos, se emparentaron con los linajes elorrianos Iturri Buaquiñas, Urquizu y Arespacochaga.
Hacia 1668, Gregorio y Diego de Urquizu comenzaron a operar en el comercio sevillano
de hierro en la carrera de Indias, formando también alianza con Domingo de Lariz, Agustín de
Arabio, Sebastián de Arauna.68 El testamento otorgado en 1689 da cuenta de una inmensa
fortuna en bienes inmuebles, censos y otros créditos, alquileres, rico mobiliario y vestuario,
obras de arte, plata labrada, joyas y fresnos. Tenían una importante cantidad de capital invertido
en los cargamentos enviados a Portobelo, Lima, Nueva España, Guatemala o La Habana, en
«jéneros de fierro».69
Ambos grupos se conectaron y entrelazaron en plena guerra de Sucesión, cuando
Gregorio Otalora, encargado de los fresnos que servían para las picas que se fabricaban en la
Real Fábrica de Armas de Cantabria, contactó con el pariente de los Zabala, el eminente Pedro
Bernardo Villarreal de Bérriz. Por su parte, Francisco Lucas de Arauna llegó a ocupar un puesto
en las guardias de corps, alcanzando el grado de oficial en 1709 en el regimiento de Vizcaya, año
en que Bruno Mauricio de Zabala formaba parte de él.70
Ambas familias daban cuenta de una extensa historia en el Reino del Perú, donde habían
invertido en cargos políticos. Así, el tío bisabuelo de los Zabala, Antonio de Ibarra, había sido
oidor en Charcas,71 y Nicolás Ibáñez, en 1705, había obtenido un corregimiento en la Audiencia
de Quito72 y otro en Chimbo.73 Este último fue ocupado por su hermano Martín, quien pasó a
Lima en 1706 utilizando el título de corregidor.74 Por su parte, Gregorio de Otalora y Esteybar,
67
Archivo de la Real Chancilería de Valladolid, Sala Vizcaya, caja 2668.0002, Gregorio de Otalora y Echavarría, de
Elorrio, María Ambrosia de Arespacochaga, 1710.
68
García Fuentes, op. cit., pp. 100-101.
Archivo de la Real Chancilería de Valladolid, Sala Vizcaya, caja 2668.0002, Gregorio de Otalora y Echavarría, de
Elorrio, María Ambrosia de Arespacochaga, 1710.
69
70
GUERRERO ELECALDE, 2012b, pp. 328-328.
Barnadas, Charcas, orígenes históricos de una sociedad colonial, pp.151-152
72
Magadaleno, Titulos de Indias. Catálogo XX del Archivo General de Simancas, Patronato Nacional de Archivos
Históricos, Valladolid, 1954, p. 503.
73
Magadaleno, op. cit., p.689.
74
AGI, Contratación, 5462, N.115, Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Martín Ibáñez de
Zabala, corregidor de la ciudad de Chimbo, 30/12/1706.
71
[13]
elorriano, hijo de Gregorio de Otálora Echavarría y Catalina de Esteybar Berrio, llegará a Cuzco
como alcalde en 1717 por la vía de Buenos Aires.75
Parientes y paisanos de confianza salpican América y la Península, operando como fieles
aliados pero también como socios o encargados de negocios eventuales. Aquí y allá estos actores
canalizan y agencian el control del territorio y de los espacios económicos, y el manejo de
información calificada, piedra de toque para poner en marcha y sostener esta red. Junto con el
gobernador, había llegado a Buenos Aires su hermana Catalina Inés Ibáñez de Zabala y su
cuñado elorriano Juan Bautista de Urquizu, empeñado también en el comercio rioplatense.
El vizcaíno Antonio de Larrazábal fue no solo el lugarteniente de Zabala, sino también el
amigo por excelencia a quien encomendaba a sus hijos76 y en quien delegó el mando cuando
emprendió la faena de la fundación de Montevideo.77 Además de militar,78 y siguiendo un
práctica extendida por América, Antonio era comerciante.79 Se dedicaba a rubros diversos80 y
entre todos sus poderosos yernos se encontraba Gregorio de Otalora y Esteybar, casado con su
hija Juana María de Larrazábal Avellaneda. El padre de Gregorio y Bruno Mauricio habían
compartido lides en los regimientos vizcaínos de la guerra de Sucesión en 1709 y habían
formado parte del nuevo ejército de Felipe V.
Tres de los yernos de Larrazábal formaron parte del círculo militar que rodeó al
gobernador en las múltiples jornadas que debió de llevar adelante en la convulsionada
gobernación de Buenos Aires: Martín de Arraiz, Martín José de Echauri y Pablo de Aoiz.81 Estos
75
AGI, Contratación, 5469, N., R. 27.
Archivo General de la Nación, Buenos Aires, Sucesiones 8821 – 176, Zavala, Bruno – Testamentaria.
77
Archivo General de la Nación, Buenos Aires, Tribunales, Legajo Z1, Expte. 8.
78
Saguier, Genealogía de la tragedia argentina. Auge y colapso de un fragmento de estado o la violenta transición
de un orden imperial-absolutista a un orden nacional-republicano (1600-1912).
79
Diversa documentación por cobro de pesos da cuenta de esta actividad. Archivo General de la Nación, Buenos
Aires, Tribunales, Legajo G5, Expte. 8. AGN, Tribunales, Legajo L2, Expte. 15. AGN, Tribunales, Legajo T2,
Expte. 7. AGN, Tribunales, Legajo L3, Expte. 4. AGN, Tribunales, Legajo L1, Expte 5. 1753-1755. Antonio de
Larrazábal y Juan Francisco Basurco. Autos sobre el nombramiento de los susodichos por el tribunal del Consulado
de Lima, para desempeñar las funciones de diputados de comercio de Buenos Aires AGN, Tribunales, Legajo Ñ270,
Expte. 4. AGN, Tribunales, Legajo M9, Expte. 4.
80
AGN, Sucesiones 6723, Testamentaria de Antonio de Larrazábal, 1757.
81
Años 1732-1733. Juicio sobre su sucesión por cobro de pesos, por Francisco de Veyra en representación de
Jerónimo Hurtado de Mendoza; AGN, Tribunales, Legajo núm. 1, Expte. 12; años 1732-1733. Su esposa Tomasa de
Larrazábal hace inventario de bienes. Juan Bautista de Samarategui le entabla demanda por cobro de pesos; AGN,
Tribunales, Legajo L2, Expte. 7; año 1733. El santafesino Juan José de Lacoizqueta demanda a sus herederos por
unos fardos de ropa; AGN, Tribunales, Legajo R7, Expte. 23; año 1733. Causa seguida contra sus bienes por
Francisco de Zuloaga, representado por Francisco de Veyra; AGN, Tribunales, Legajo 52, Expte. 11. Años 17331734. Demanda contra sus bienes de Juan Godoy y Castillo, por cobro de pesos; AGN, Tribunales, Legajo G5,
76
[14]
y otros hombres integraban un homogéneo grupo de oficiales vascos y navarros, estrechamente
unidos entre sí.
Si el siglo
XVII
fue el momento del ascenso económico y social, el
XVIII
lo será en el
plano político. En la llegada de un hijo del linaje Zabala a la gobernación del Río de la Plata se
reconoce un tiempo de cambios para estos grupos. Es un momento de ascenso: ubicar a un
vástago en el cargo deja ver que la red y la casa han logrado una mejor posición dentro de la
Corte de Felipe V. Su conocimiento de los pulsos que latían en estos territorios los situó al
mismo tiempo como agentes de una transformación que llegaría a su cénit a finales de siglo.
Servicio al rey y economía de la casa se funden en un crisol que nutrirá por igual a uno y a otra.
6. Conclusiones
Así, se han señalado cuestiones que sinérgicamente se articularon para transformar el espacio:
ventajas comparativas de los vizcaínos, paisanaje y economía de la casa, servicio al rey, redes
mercantiles fluidas y antiguas, tradición migratoria sostenida y focalizada, acumulación de
capital experiencial y material. Estos grupos parentales y empresariales llegaban a puestos de
jerarquía en la sociedad y política de su época luego de dos siglos de ingente trabajo familiar.
Fueron agentes de esas nuevas dinámicas y constituyeron a su vez una pieza clave en el
andamiaje borbónico que se montaba en el Río de la Plata. Eso fue posible por aceitadas y
laboriosas trayectorias en el servicio al rey, una «economía de la casa» fortalecida en el comercio
con las Indias, y una consolidada y específica «espacialidad de los vínculos».82
Todo ello conducirá, cuando el momento cuaje en los años de guerra y las primeras
reformas felipistas, a que estos linajes puedan experimentar los beneficios de unas rediseñadas
posiciones de poder. La ocupación territorial rioplatense de dichas redes constituye unos de los
caminos para comprender, desde una mirada microanalítica, uno de tantos caminos tomados por
la Corona para transferir y cambiar la política estratégica respecto del Río de la Plata. A través de
estas pequeñas ventanas abiertas se puede observar un aspecto más del fenómeno de ascenso y
reconfiguración de nuevas elites de gobierno en la Monarquía de Felipe V, en el que la presencia
Expte. 5. Años 1734-1736. Su albacea Antonio de Larrazábal, con Teodora Correa, sobre cobro de pesos; AGN,
Tribunales, Legajo L2, Expte. 14.
82
GUERRERO ELECALDE y TARRAGÓ, op. cit.
[15]
de vizcaínos, guipuzcoanos, navarros y cántabros fue no solo masiva y contundente, sino
expansiva y penetrante por todos los rincones de la Monarquía.83
Dedieu, “Dinastía y élites de poder en el reinado de Felipe V”, pp. 384 y 394-396. IMÍZCOZ BEUNZA y GUERRERO
ELECALDE, 2004; GUERRERO ELECALDE, 2012b.
83