El Anticristo
Federico Nietzsche
( c) Pr oye ct o Espa r t a co 2 0 0 0 - 2 0 0 1
PROLOGO
I N VERSI ON D E TOD OS LOS VALORES
Est e libro est á hecho para m uy pocos lect ores. Puede que no viva
aún ninguno de ellos. Esos podrían ser los que com prendan m i
Zarat ust ra: ¿acaso t engo yo derecho a confundirm e con aquellos a
quienes hoy se prest a at ención? Lo que a m i m e pert enece es el pasado
m añana. Algunos hom bres nacen póst um os.
Las
condiciones
requeridas
para
com prender
y
para
com prenderm e luego con necesidad, las conozco dem asiado bien. Hay
que ser probo hast a la dureza en las cosas del espírit u para poder
soport ar sólo m i seriedad y m i pasión. Hay que est ar acost um brado a
vivir en las m ont añas y ver a nuest ros pies la m iserable locuacidad
polít ica y el egoísm o de los pueblos que la época desarrolla. Hay que
hacerse indiferent e; no debe pregunt arse si la verdad favorece o
perj udica al hom bre. Hay que t ener una fuerza de predilección para las
cuest iones que ahora espant an a t odos; poseer el valor de las cosas
prohibidas: es preciso est ar predest inado al laberint o. De esas soledades
hay que hacer una experiencia. Tener nuevos oídos para una nueva
m úsica; nuevos oj os paca las cosas m ás lej anas: nueva conciencia para
verdades hast a ahora m udas, y la volunt ad de la econom ía en grande
est ilo; conservar las propias fuerzas y el propio ent usiasm o; hay que
respet arse a sí m ism o, am arse a sí m ism o: absolut a libert ad para
consigo m ism o...
Ahora bien; sólo los forj ados así son m is lect ores; m is lect ores
predest inados; ¿qué m e im port an los dem ás? Los dem ás son
sim plem ent e la hum anidad. Se debe ser superior a la hum anidad por la
fuerza, por el t em ple, por el desprecio...
FRI ED RI CH N I ETZSCH E
1
Mirém onos de frent e. Som os hiperbóreos, y sabem os bast ant e
bien cuán apart e vivim os. " Ni por t ierra ni por m ar encont rarás el
cam ino que conduce a los hiperbóreos," Píndaro ya sabía est o de
nosot ros. Más allá del sept ent rión, de los hielos, de la m uert e, se
encuent ra nuest ra vida, nuest ra felicidad... Nosot ros hem os descubiert o
la felicidad, conocem os el cam ino, hallam os la salida de m uchos
m ilenios de laberint o. ¿Quien m ás la encont ró? ¿Acaso el hom bre
m oderno? " Yo no se ni salir ni ent rar; yo soy t odo lo que no sabe ni salir
ni ent rar" , así suspira el hom bre m oderno... Est ábam os aquej ados de
est a m odernidad, de una paz pút rida, de un com prom iso perezoso, de
t oda la virt uosidad im pura del sí y del no m odernos. Sem ej ant e
t olerancia y am plit ud de corazón, que lo perdona t odo porque lo
com prende t odo, es para nosot ros vient o de sirocco. Vale m ás vivir
ent re los hielos que ent re las virt udes m odernas y ot ros vient os
m eridionales... Fuim os bast ant e valerosos; no t uvim os clem encia ni
para nosot ros ni para los dem ás; pero por largo t iem po no sabíam os
dónde nos conduciría nuest ro valor. Nos volvim os som bríos, nos
llam aron fat alist as. Nuest ro fat um era la plenit ud, la t ensión, la
hipert rofia de las fuerzas. Teníam os sed de rayos y de hechos;
est ábam os m uy lej os de la felicidad de los débiles, de la abnegación, En
nuest ra at m ósfera soplaba un huracán; nuest ra nat uraleza se oscurecía
porque no hallábam os ninguna vía. Est a es la fórm ula de nuest ra
felicidad: un si, un no, una línea rect a, una m et a.
2
¿Qué es lo bueno? Todo lo que eleva en el hom bre el sent im ient o
de poder, la volunt ad de poder, el poder m ism o.
¿Qué es lo m alo? Todo lo que proviene de la debilidad.
¿Qué es la felicidad? El sent im ient o de lo que acrece el poder; el
sent im ient o de haber superado una resist encia.
No cont ent o, sino m ayor poderío; no paz en general, sino guerra;
no virt ud, sino habilidad ( virt ud en el est ilo del Renacim ient o. virt ud
libre de m oralina) .
Los débiles y los fracasados deben perecer; ést a es la prim era
proposición de nuest ro am or a los hom bres. Y hay que ayudarlos a
perecer.
¿Qué es lo m ás perj udicial que cualquier vicio? La acción
com pasiva hacía t odos los fracasados y los débiles: el crist ianism o.
3
El problem a que present o aquí no consist e en aquello que la
hum anidad debe realizar en la serie de las criat uras ( el hom bre es un
fin) , sino en el de t ipo de hom bre que se debe educar, que se debe
querer com o el de m ayor valor, com o m ás digno de vivir, com o m ás
seguro del porvenir.
Est e t ipo alt am ent e apreciable ha exist ido ya m uy a m enudo; pero
com o un caso afort unado, com o una em oción, no fue nunca querido.
Quizás, por el cont rario, fue querido, cult ivado, obt enido, el t ipo
opuest o: el anim al dom ést ico, el anim al de rebaño, aquel anim al
enferm o que se llam a hom bre: el crist iano...
4
La hum anidad no represent a una evolución hacia algo m ej or y
m ás fuert e o m ás alt o com o hoy se cree. El progreso no es m ás que una
idea m oderna; est o es, una idea falsa. El europeo de hoy est á m uy por
debaj o del europeo del Renacim ient o: un desarrollo sucesivo no es
absolut am ent e, con cualquier necesidad, elevación, ni increm ent o, ni
refuerzo.
En ot ro sent ido, se verifica cont inuam ent e el logro de casos
singulares en los diversos punt os de la t ierra y de las m ás diversas
cult uras, con las cuales se represent a en realidad un t ipo superior: una
cosa que, en relación con el conj unt o de la hum anidad, es un
superhom bre. Sem ej ant es casos afort unados de gran éxit o fueron
siem pre posibles, y acaso serán aún siem pre posibles. Tam bién
generaciones ent eras, razas, pueblos, pueden en ciert as circunst ancias
const it uir un efect o afort unado de est a especie.
5
No se debe adornar y acicalar el crist ianism o: hizo una guerra
m ort al a ciert o t ipo superior de hom bre; dest erró t odos los inst int os
fundam ent ales de est e t ipo, de est os inst int os ext raj o y dest iló el m al el
hom bre m alo; consideró al hom bre fuert e com o lo t ípicam ent e
reprobable, com o el réprobo.
El crist ianism o t om ó part ido por t odo lo que es débil, hum ilde.
fracasado, hizo un ideal de la cont radicción a los inst int os de
conservación de la vida fuert e; est ropeó la razón m ism a de los
t em peram ent os espirit ualm ent e m ás fuert es, enseñó a considerar
pecam inosos, ext raviados, t ent adores, los suprem os valores de la
int elect ualidad. El ej em plo m ás lam ent able es ést e: la ruina de Pascal,
que creyó que su razón est aba corrom pida por el pecado original,
cuando sólo est aba corrom pida por su crist ianism o.
6
A m is oj os se ha ofrecido un espect áculo doloroso, pavoroso: yo
descorrí el velo que ocult aba la perversión del hom bre. En m i boca,
sem ej ant e palabra est á por lo m enos libre de una sospecha, de la
sospecha de cont ener una acusación m oral cont ra el hom bre. Ha sido
pensada por m i – querría dest acar est o una vez m ás –, libre de
m oralina; y est o hast a el punt o de que t al perversión es considerada por
m i precisam ent e allí donde hast a ahora se aspiraba m ás
conscient em ent e a la virt ud, a la divinidad. Yo ( y est o se adivina)
ent iendo la perversión en el sent ido de decadencia; sost engo que t odos
los valores en que hoy la hum anidad sint et iza sus m ás alt os deseos son
valores de decadencia.
Considero pervert ido a un anim al, a una especie, a un individuo,
cuando pierde sus inst int os, cuando escoge y prefiere lo nocivo. Una
hist oria de los sent im ient o superiores, de los ideales de la hum anidad –
y es posible que yo la escriba –, sería t al vez la explicación de por qué el
hom bre se ha pervert ido de est e m odo. Para m i, la m ism a vida es
inst int o de crecim ient o, de duración, de acum ulación de fuerzas, de
poder; donde falt a la volunt ad de poderío, hay decadencia. Sost engo
que a t odos los suprem os valores de la hum anidad les falt a est a
volunt ad; que los valores de decadencia, los valores nihilist as, dom inan
baj o los nom bres m ás sagrados.
7
LA RELI GI ÓN D E LA COM PASI ÓN SE LLAM A CRI STI AN I SM O.
–La com pasión est á en cont radicción con las em ociones t ónicas que
elevan la energía del sent im ient o vit al, produce un efect o depresivo.
Con la com pasión crece y se m ult iplica la pérdida de fuerzas que en sí el
sufrim ient o aport a ya a la vida. Hast a el sufrim ient o se hace cont agioso
por la com pasión: en ciert as circunst ancias, con la com pasión se puede
llegar a una pérdida com plexiva de vida y de energía vit al, que est á en
una relación absurda con la im port ancia de la causa ( el caso de la
m uert e del Nazareno) . Ést e es el prim er punt o de vist a; pero hay ot ro
m ás im port ant e. Suponiendo que se considera la com pasión por el valor
de las reacciones que suele provocar, su caráct er peligroso para la vida
aparece a una luz bast ant e m ás clara. La com pasión dificult a en gran
m edida la ley de la evolución, que es la ley de la selección. Conserva lo
que est á pront o a perecer; com bat e a favor de los desheredados y de
los condenados de la vida, y m ant eniendo en vida una cant idad de
fracasados de t odo linaj e, da a la vida m ism a una aspect o hosco y
enigm át ico. Se osó llam ar virt ud a la com pasión ( m ient ras que en t oda
m oral noble es considerada com o debilidad) ; se ha ido m ás allá; se ha
hecho de ella la virt ud, el t erreno y el origen de t odas las virt udes; pero
est o fue ciert am ent e hecho ( cosa que se debe t ener siem pre en cuent a)
desde el punt o de vist a de una filosofía que era nihilist a, que llevaba
escrit a en su escudo la negación de la vida. Schopenhauer est aba con
ella en su derecho; con la com pasión, la vida es negada y se hace m ás
digna de ser negada; la com pasión es la práct ica del nihilism o.
Digám oslo ot ra vez: est e inst int o depresivo y cont agioso dificult a
aquellos inst int os que t ienden a la conservación y al aum ent o de valor
de la vida: t ant o en calidad de m ult iplicador de la m iseria, cuant o en
calidad de conservador de t odos los m iserables es un inst rum ent o
capit al para el increm ent o de la decadencia; la com pasión nos encariña
con la nada... No se dice la nada; en lugar de la nada se dice el m ás
allá, o Dios, o la verdadera vida, o el Nirvana, la redención, la beat it ud...
Est a inocent e ret órica, que proviene del reinado de la idiosincrasia
m oral- religiosa, aparece de pront o bast ant e m enos inocent e si se
com prende qué t endencia se encubre aquí baj o el m ant o de frases
sublim es: la t endencia host il a la vida. Schopenhauer era host il a la
vida: por est o hizo de la com pasión una virt ud... Arist ót eles vio en la
com pasión, com o es sabido, un est ado de ánim o m orboso y peligroso,
que fuera bueno t rat ar de cuando en cuando con un purgant e; consideró
la t ragedia com o una cat arsis. En realidad, part iendo del inst int o de la
vida, se debería crear un m edio para asest ar un golpe a una
acum ulación m orbosa y peligrosa de com pasión, com o era represent ada
por el caso de Schopenhauer ( y t am bién por t oda nuest ra decadencia
lit eraria y art íst ica de San Pet ersburgo a París, de Tolst oy a Wagner) :
para hacerla est allar... Nada m ás m alsano en nuest ra m alsana
m odernidad que le com pasión crist iana. Ser aquí m édico, ser aquí
im placable. poner aquí el cuchillo, est o nos com pet e a nosot ros, est o es
nuest ro m odo de am ar a los hom bres; de est e m odo som os filósofos
nosot ros los hiperbóreos.
8
Preciso es decir aquí quiénes son nuest ros cont rarios: los
t eólogos, y t odo lo que t iene en su cuerpo sangre de t eólogo, t oda
nuest ra filosofía es preciso haberla vist o dent ro de sí; se debe haber
m uert o por ella para no adm it ir m ás brom as en est e punt o ( la libert ad
de pensam ient o de nuest ros invest igadores de la nat uraleza y fisiólogos
es para m i una brom a: les falt a la pasión en est as cosas, e! haber
sufrido por ellas) . Est a int oxicación va m ucho m ás allá de lo que se
cree; yo vuelvo a encont rar los inst int os t eológicos de la presunción allí
donde hoy se sient e la gent e idealist a, donde quiera que, so pret ext o de
un origen elevado, se pret ende el derecho de m irar la realidad con aire
superior y lej ano... El idealist a, lo m ism o que el sacerdot e, t iene en sus
m anos t odos los grandes concept os ( y no sólo la m ano) , los pone en
fuego; con benévolo desprecio cont ra el int elect o, los sent idos, los
honores, el vivir bien, la ciencia, y ve t ales cosas por debaj o de si com o
fuerzas dañinas y seduct oras, sobre las cuales el espírit u se libra
exist iendo puram ent e para si; com o sí la hum ildad, la cast idad, la
pobreza, en una palabra, la sant idad no hubiese hast a ahora hecho a la
vida un m al infinit am ent e m ayor que cualquier vicio u ot ra cosa
t errible... El espírit u puro es la m ent ira pura... Mient ras el sacerdot e sea
considerado com o una especie superior de hom bre, el sacerdot e, que es
el negador, el calum niador, el envenenador de la vida por profesión, no
dará respuest a a la pregunt a: ¿qué es la verdad? Ya se ha invert ido la
verdad cuando el conscient e abogado de la nada y de la negación es
considerado com o el represent ant e de la verdad...
9
Yo declaro la guerra a est e inst int o de t eólogos: dondequiera
encont ram os sus huellas. El que en su cuerpo t iene sangre de t eólogo,
t iene a priori una posición oblicua y deshonest a frent e a las cosas. El
pat hos que de aquél se desarrolla se llam a fe: que es un cerrar los oj os
ant e si una vez para siem pre, para no padecer el aspect o de una
insanable falsedad. Se hace así una m oral, una virt ud, una sant idad de
est a defect uosa ópt ica con la que se observan t odas las cosas, se
confunde la buena conciencia con la falsa visión, se exige que ninguna
ot ra cualidad ópt ica t enga valor en adelant e una vez que se ha hecho
sacrosant a la propia con los nom bres de Dios, redención, et ernidad. Yo
exhum o dondequiera el inst int o t eológico; es la form a m as difundida y
realm ent e m ás subt erránea de falsedad que exist e en la t ierra. Lo que
un t eólogo sient e com o verdadero debe ser falso: en est o hay casi un
crit erio de verdad. Su m ás profundo inst int o de conservación veda que
la realidad sea honrada en cualquier punt o o t om e sim plem ent e la
palabra. Donde llega la influencia de los t eólogos, el j uicio de valor
queda invert ido; verdadero y falso son necesariam ent e t rocados; lo m ás
nocivo a la vida, aquí es llam ado " verdadero" ; lo que la, eleva, la
aum ent a, la afirm a, la j ust ifica y la hace t riunfa, se llam a falso...Si
acont ece que los t eólogos t ienden la m ano al poder, a t ravés de la
conciencia de los principios de los pueblos, no dudam os de lo que
sucederá siem pre: la volunt ad del fin, la volunt ad nihilist a quiere el
poder...
10
Los alem anes m e ent ienden fácilm ent e cuando digo que la filosofía
ha sido est ropeada por la sangre de los t eólogos. El sacerdot e
prot est ant e es el abuelo de la filosofía alem ana, el prot est ant ism o es el
pecado original de est a filosofía. Definición del prot est ant ism o: la
hem iplej ia del crist ianism o y de la razón... Bast a pronunciar las palabras
sem inario de Tubinga para com prender lo que es en el fondo la filosofía
alem ana: una t eología insidiosa... Los bávaros han sido los m ej ores
m ent irosos de Alem ania; m ient en inconscient em ent e. ¿De dónde nació
la gloria de que al advenim ient o de Kant prevaleciese el m undo de los
doct ores alem anes, m undo com puest o en sus t res cuart as part es de
hij os de past ores y de m aest ros? ¿De dónde nació la persuasión
alem ana de que con Kant com enzó una crisis de m ej oram ient o? El
inst int o de t eólogo que hay en el doct or alem án adivinó qué se hacía
ent onces posible. Se abría un cam ino indirect o hacia el ant iguo ideal: el
concept o de m undo verdadero, el concept o de la m oral considerada
com o esencia del m undo ( est os dos pérfidos errores, los m ás pérfidos
de t odos los errores) , desde ent onces, en virt ud de un escept icism o
m ezclado y hábil, eran de nuevo, si no dem ost rables, por lo m enos no
refut ables... La razón, el derecho de la razón, no llega t an lej os... De la
realidad se había hecho una apariencia; se había hecho realidad de un
m undo com plet am ent e falso, del m undo del ser... El éxit o de Kant es
sim plem ent e un éxit o de t eólogos: Kant , com o Lut ero, com o Leibniz, fue
un obst áculo m ás en la probidad alem ana, en sí no m uy sólida.
11
UN A PALABRA M AS CON TRA KAN T M ORALI STA. –Una virt ud
ha de ser una invención nuest ra, una defensa y una necesidad de uno
m ism o; en t odo ot ro caso será sim plem ent e un peligro. Lo que no es
una condición de nuest ra vida, la perj udica; una virt ud derivada
sim plem ent e de un sent im ient o de respet o frent e al concept o de virt ud,
com o Kant quería, es dañosa. La virt ud, el deber, el bien en si, el bien
con el caráct er de la im personalidad y de la validez universal, son
quim eras en las que se m anifiest a la decadencia, el últ im o agot am ient o
de la vida, la cicat ería de Königsberg. Las m ás profundas leyes de la
conservación y del crecim ient o ordenan lo cont rario; est o es, que cada
cual encuent re la propia virt ud, el propio im perat ivo cat egórico. Un
pueblo perece cuando confunde sus deberes con el concept o de deber
en general. Nada arruina m ás honda y m ás ínt im am ent e que aquel
deber im personal, aquel sacrificio ant e el Moloch de la abst racción.
¡Y no se ha considerado peligroso para la vida el im perat ivo
cat egórico de Kant ! Sucede que el inst int o de los t eólogos lo t om ó baj o
su prot ección. Una acción a la cual nos im pulsa el inst int o de la vida
t iene en el goce la dem ost ración de su j ust icia; m ient ras que aquel
nihilist a de ent rañas dogm át ico- crist ianas consideraba el goce com o una
obj eción... ¿Qué es lo que m ás rápidam ent e dest ruye a un hom bre sino
el laborar, pensar, sent ir, sin una int erna necesidad, sin una elección
personal profunda, sin alegría, com o aut óm at a del deber? Est a es
precisam ent e la fórm ula de la decadencia hast a el idiot ism o... Kant se
volvió idiot a, ¡Y fue cont em poráneo de Goet he! ¡Y est a araña funest a
fue considerada com o el filósofo alem án, y lo sigue siendo! ... Me cuidaré
de decir lo que pienso de los alem anes... ¿Acaso Kant no vio en la
Revolución francesa el paso de la form a inorgánica del Est ado a la form a
orgánica? ¿No se pregunt ó si exist ía un hecho que puede ser explicado
de ot ro m odo que por una disposición m oral de la hum anidad, de suert e
que con él, de una ves para t odas, sea dem ost rada la t endencia de la
hum anidad hacia el bien? Respuest a de Kant : Eso es la revolución. El
inst int o que fracasa en t odo y en t odos, la ant inat uraleza com o inst int o,
la decadencia alem ana com o filosofía, eso es Kant .
12
Dej o a un lado a algunos escépt icos, el único t ipo respet able en la
hist oria de la filosofía; t odos los dem ás desconocen las prim eras
exigencias de la probidad int elect ual. Todos los que hacen com o las
dam iselas, esos grandes charlat anes y m onst ruos, consideran ya com o
argum ent os los bellos sent im ient os, los alt os pechos com o un fuelle de
la divinidad, la convicción com o un crit erio de verdad; Por últ im o, Kant
int ent ó t am bién, con inocencia alem ana, dar aspect o cient ífico a est a
form a de corrupción, a est a falt a de conciencia int elect ual, con el
concept o de razón práct ica; invent ó propiam ent e una razón hecha a
propósit o para los casos en que no nos debem os preocupar de la razón;
est o es, cuando oím os la voz de la m oral, el sublim e precept o del t ú
debes. Si se considera que en casi t odos los pueblos el filosofo es un
desarrollo ult erior del t ipo del sacerdot e, no nos sorprenderá ya est a
herencia del sacerdot e, la acuñación de m oneda para si m ism o. Cuando
se t ienen deberes sagrados, por ej em plo, el de salvar a los hom bres,
perfeccionarlos, redim irlos; cuando se lleva en el pecho la divinidad;
cuando se es int érpret e de im perat ivos ult ram undanos, con sem ej ant e
m isión se est á fuera de t odas las valoraciones sim plem ent e conform es a
la razón, se est á ya sant ificado por sem ej ant e m isión, se es ya el t ipo de
un orden superior... ¿Qué le im port a a un sacerdot e la ciencia? ¡Est á
hart o por encim a de ella! ¡Y el sacerdot e ha dom inado hast a ahora! ¡Él
fij ó las nociones de verdadero y de falso!
13
No quit em os valor al hecho de que nosot ros m ism os, espírit us
libres, som os ya una t ransm ut ación de t odos los valores, una
declaración viva de guerra y de vict oria a t odas las viej as ideas de
verdadero y no verdadero; Las perspect ivas m ás excelent es son las que
se han encont rado m ás t arde; pero las perspect ivas m ás excelent es son
los m ét odos. Todos los m ét odos, t odas las prem isas de nuest ra m oderna
m ent alidad cient ífica t uvieron en cont ra, durant e m iles de años, el m ás
profundo desprecio; por ello se est aba excluido del com ercio con los
hom bres honrados, se pasaba por enem igo de Dios, por despreciador de
la verdad, por poseído del dem onio. En calidad de caract eres cient íficos
se era chandala... Est á cont ra nosot ros t odo el pat hos de la hum anidad,
su concept o de lo que debe ser verdadero, de lo que debe est ar al
servicio de la verdad; t odo im perat ivo t ú debes se volvió hast a ahora
cont ra nosot ros... Nuest ros obj et os, nuest ras práct icas, nuest ra m anera
silenciosa, prudent e, desconfiada, t odo est o pareció a la hum anidad
com plet am ent e indigno y despreciable.
Por ult im o, se podrá dem andar equit at ivam ent e si no fue
j ust am ent e un gust o est ét ico el que t uvo a la hum anidad en t an larga
ceguera; exigía de la verdad un efect o pint oresco; exigía t am bién que el
invest igador obrase rudam ent e sobre los sent idos. Nuest ra m odest ia
repugnó durant e m ucho t iem po su gust o; ¡oh, cóm o adivinaron esos
paveznos de Dios! ...
14
Hem os renovado los m ét odos En t odos los cam pos som os ahora
m ás m odest os. Ya no derivam os al hom bre del espírit u de la divinidad;
le hem os colocado ent re los anim ales. Para nosot ros es el anim al m ás
fuert e, porque es el m ás ast ut o: consecuencia de ello es su
int elect ualidad. Por ot ra part e, nos precavem os de una vanidad que
querría haces oír su voz t am bién aquí; aquélla según la cual el hom bre
sería la gran int ención recóndit a de la evolución anim al. No es en m odo
alguno el coronam ient o de la creación; j unt o a él, t oda criat ura se
encuent ra al
m ism o nivel de perfección... Y al sost ener est o,
sost enem os aún dem asiado; el hom bre es, en un sent ido relat ivo, el
anim al peor logrado, el m ás enferm izo, el m ás peligrosam ent e desviado
de sus inst int os, aunque por ciert o, a pesar de t odo est o, es el m ás
int eresant e.
Por lo que se refiere a los anim ales, Descart es fue el prim ero que
con venerable audacia avent uró la idea de considerar al anim al com o
una m aquina; t oda nuest ra fisiología se afana por dem ost rar est a
proposición. Pero nosot ros, lógicam ent e, no ponem os, com o Descart es,
apart e al hom bre; lo que hoy, en general, se com prende del hom bre,
llega exact am ent e hast a el punt o en que es com prendido com o una
m áquina. Ot rora se concedía al hom bre, com o un don provenient e de un
poder superior, el libre albedrío: hoy le hem os quit ado incluso la
volunt ad, en el sent ido de que por volunt ad no se puede ent ender una
facult ad. La ant igua palabra volunt ad sirve sólo para indicar una
result ant e, unía especie de reacción individual que sigue necesariam ent e
a una cant idad de est ím ulos, en part e cont radict orios y en part e
concordant es; la volunt ad no obra ya, no m ueve ya...
En ot ro t iem po, en la conciencia del hom bre, en el espírit u, se
colum braba la prueba de su alt o origen, de su divinidad; para hacer
perfect o al hom bre se le aconsej ó que ocult ara en si los sent idos lo
m ism o que las t ort ugas, que suspendiera sus relaciones con los
hom bres, que depusiera la envolt ura m ort al; ent onces habría quedado
de él lo principal: el espírit u puro. Tam bién sobre est e punt o pensam os
nosot ros m ej or; el ser conscient e, el espírit u, es considerado por
nosot ros precisam ent e com o sínt om a de una relat iva im perfección del
organism o, com o un int ent ar, un t ent ar. un fallar; com o una fat iga en la
que se gast a inút ilm ent e m ucha fuerza nerviosa; nosot ros querem os
que una cosa cualquiera pueda ser hecha de m odo perfect o hast a
cuando es hecha conscient em ent e. El espírit u puro es una pura
im pert inencia: si quit am os de la cuent a el sist em a nervioso y los
sent idos, la envolt ura m ort al, erram os el cálculo, y nada m ás.
15
Ni la m oral ni la religión ent ran en cont act o en el crist ianism o con
un punt o cualquiera de la realidad. Causas puram ent e im aginarias ( Dios,
alm a, yo, espírit u libre, albedrío y t am bién volunt ad no libre) , efect os
puram ent e im aginarios ( pecado, redención, gracia, cast igo, perdón de
los pecados) . Relaciones ent re criat uras im aginarias ( Dios, espírit u,
alm a) ; una ciencia nat ural im aginaria ( ant ropocént rica: falt a com plet a
de la noción de las causas nat urales) ; una sicología im aginaria
( com plet o desconocim ient o de si m ism o, int erpret ación de sent im ient os
generales placent eros o desplacent eros; por ej em plo, de los est ados del
nervio sim pát ico, con la ayuda del lenguaj e figurado de una idiosincrasia
religiosa- m oral; arrepent im ient o, rem ordim ient o, t ent ación diabólica, la
proxim idad de Dios) ; una t eología im aginaria ( el reino de Dios, el j uicio
final, la vida et erna) .
Est e m undo, de pura ficción, se dist ingue perj udicialm ent e del
m undo de los sueños, en que desvalora, niega la realidad. En cuant o el
concept o de nat uraleza fue encont rado com o opuest o al de Dios, la
palabra nat ural debía ser sinónim a de reprobable; t odo aquel m undo de
ficción t iene su raíz en el odio cont ra lo nat ural ( cont ra la realidad) ; es
la expresión de un profundo disgust o de la realidad... Pero con est o t odo
queda explicado. ¿Quién es el que t iene m ot ivos pasa salir, con una
m ent ira de la realidad? El que sufre por ella. Pero sufrir por la realidad
significa ser una realidad m al lograda...
El predom inio de los sent im ient os de desplacer sobre los de placer
es la causa de aquélla m oral y aquella religión fict icias; pero ese
predom inio sum inist ra la fórm ula de la decadencia.
16
La crit ica del concept o crist iano de Dios nos lleva a idént ica
conclusión. En est e concept o venera el crist iano las condiciones en
virt ud de las cuales se dist inguen sus propias virt udes; proyect a el goce
que encuent ra en si m ism o su sent im ient o de poderlo en un ser al cual
pueda est ar agradecido por est as cualidades. Quien es rico quiere
donar; un pueblo feroz t iene necesidad de un Dios para hacer
sacrificios... La religión, dent ro de est as m ism as prem isas, es una form a
de grat it ud. Se es reconocido consigo m ism o; para est o se t iene
necesidad de un Dios. Un Dios sem ej ant e debe poder ayudar y
dam nificar, debe ser am igo y enem igo; se le adm ira en el bien com o en
el m al.
La cast ración, cont raria a la nat uraleza, de un Dios para hacer de
él un Dios sólo del bien, est aría aquí fuera de t oda deseabilidad. Hay
necesidad del Dios m alo t ant o com o del Dios bueno; no se debe la
propia exist encia precisam ent e a la t olerancia, a la filant ropía... ¿Qué
im port ancia t endría un Dios que no conociera la cólera, la venganza, la
envidia, el escarnio. la violencia? ¿Que no conociera ni siquiera los
fascinadores apasionam ient os de la vict oria y del aniquilam ient o?
Sem ej ant e Dios no se concebiría: ¿qué obj et o t endría? Claro est á que
cuando un pueblo perece, cuando sient e desvanecerse definit ivam ent e
la fe en su porvenir, la esperanza en su libert ad; cuando la suj eción le
parece la prim era ut ilidad y las virt udes del esclavo son para él
condiciones de conservación, ent onces su Dios t am bién debe
t ransform arse. Ent onces se hace ast ut o, m iedoso, m odest o, aconsej a la
paz del alm a, el no odiar, la indulgencia hast a el am or del am igo y del
enem igo. Moraliza siem pre, se arrast ra en la caverna de las virt udes
privadas, se conviert e en Dios para t odos, se hace un hom bre privado,
cosm opolit a... En ot ro t iem po, el Dios represent aba un pueblo, la fuerza
de un pueblo, t odo lo que de agresivo y de sedient o de poderlo anidaba
en el alm a de un pueblo: ahora es sim plem ent e el buen Dios...
En realidad, para los dioses no hay ot ra disyunt iva: o son la
volunt ad de poderío, y ent onces serán los Dioses de un pueblo, o son la
incapacidad de poderlo, y ent onces se hacen necesariam ent e buenos...
17
Donde en cualquier form a declina la volunt ad de poderío, se da
siem pre a la vez una regresión fisiológica, una decadencia. La divinidad
de la decadencia, m ut ilada de sus virt udes y de sus inst int os viriles, es
ahora necesariam ent e el Dios de los degenerados fisiológicam ent e, de
los débiles. Est os no se llam an a sí m ism os los débiles: se llam an los
“ buenos” ... Se com prende sin necesidad de explicaciones en qué
m om ent o de la hist oria se hace j ust am ent e posible la ficción dualíst ica
de un Dios bueno y de un Dios m alo. Con el m ism o inst int o con que los
som et idos rebaj an su Dios al grado de bien en si, cancelan las
cualidades buenas del Dios de los vencedores; se vengan de su am o,
haciendo del Dios de ést os un diablo. El Dios bueno es así t am bién el
diablo: am bos son part es de la decadencia.
¿Cóm o es posible haberse rendido t ant o a la sim pleza de los
t eólogos crist ianos, que se haya llegado a decret ar con ellos que la
evolución del concept o de Dios, del Dios de I srael, del Dios de un pueblo
al Dios crist iano, al com pendio de t odos los bienes, es un progreso? Pero
el m ism o Renan lo decret ó así. ¡Com o si Renan t uviera el derecho dé ser
sim ple! Sin em bargo, lo cont rario salt a a los oj os. Si la suposición de la
vida " ascendent e" , si t odo lo que es fuert e. valeroso, soberano, fiero, es
elim inado del concept o de Dios; si, paulat inam ent e, Dios se rebaj a hast a
llegar a ser el sím bolo de un báculo para los fat igados, un áncora de
salvación para t odos los náufragos; si llega a ser el Dios de los pobres,
el Dios de los pecadores, el Dios de los enferm os por excelencia, y el
predicado dé salvador, redent or queda, por decirlo así, com o el
predicado divino en general, ¿de qué nos habla sem ej ant e
t ransform ación, sem ej ant e reducción de la divinidad? En efect o: con
est o el reino de Dios ha llegado a ser m ás grande. En ot ro t iem po, Dios
sólo t enía su pueblo, su pueblo elegido. Después se m archó al
ext ranj ero, lo m ism o que su pueblo, en peregrinación, y desde ent onces
ha residido ya fij am ent e en part e alguna: desde que se encont ró
dondequiera en su casa él, el gran cosm opolit a, desde que no t uvo de
su part e el gran núm ero y la m it ad de la t ierra. Pero el Dios del gran
núm ero, el dem ócrat a ent re los dioses, no por est o se hizo un. fiero Dios
pagano; siguió siendo hebreo, siguió siendo el Dios de t odos los
rincones y lugares oscuros, de t odos los barrios insalubres del m undo
ent ero... Luego com o ant es, su reino m undial es un reino del m undo
subt erráneo, un hospit al, un reino de ghet t o... Y él m ism o es t an pálido,
t an débil, t an decadent e... Hast a los m ás pálidos ent re los pálidos se
hicieron dueños de él; los señores m et afísicos, los albinos de la idea.
Est os t ej ieron lent am ent e en t orno a él su t elaraña, hast a que él,
hipnot izado por sus m ovim ient os, se convirt ió a su vez en una araña, en
un m et afísica. Y ent onces t ej ió el m undo, sacándolo de si m ism o – sub
specie Spinozae –; ent onces se t ransfiguró en un ser cada vez m ás sut il
y pálido, se convirt ió en ideal, se hizo espírit u puro, llegó a ser lo
absolut o, la cosa en si... Decadencia de un Dios: Dios se hizo cosa en
si...
18
El concept o crist iano de Dios –el Dios ent endido com o Dios de los
enferm os, com o araña, com o espírit u– es uno de los concept os m ás
corrom pidos de la divinidad que se han forj ado sobre la t ierra; quizá
represent e el nivel m ás baj o en la evolución descendent e del t ipo de los
dioses. Dios, degenerado hast a ser la cont radicción de la vida, en vez de
ser su glorificación y su et erna afirm ación. La host ilidad declarada a la
vida, a la nat uraleza, a la volunt ad de vivir, en el concept o de Dios.
Dios, convert ido en fórm ula de t oda calum nia, de t oda m ent ira del m ás
allá. ¿La nada divinizada en Dios, la volunt ad de la nada sant ificada!
19
El hecho de que las razas fuert es de la Europa sept ent rional no
hayan rechazado al Dios crist iano no hace honor verdaderam ent e a sus
cualidades religiosas, para no hablar del buen gust o. Debieran haberse
sacudido sem ej ant e abort o de la decadencia, enferm izo, decrepit o. Pero
com o no se libraron de él, pesa sobre ellas una m aldición; acogieron en
t odos sus inst int os la enferm edad, la vej ez, la cont radicción; desde
ent onces no crearon ya ningún Dios. ¿En casi dos m ilenios, ni un solo
nuevo Dios! Pero, en cam bio, sost uvieron siem pre, com o si exist iera de
derecho, com o un ult im um y un m áxim um de la fuerza que crea los
dioses, del creat or espírit us en el hom bre, est e Dios, digno de
com pasión, del m onót ono t eísm o crist iano. Est a híbrida creación de
decadencia ext raída del cero, que es concept o de cont radicción, en la
que t odos los inst int os de la decadencia, t odas las vilezas y los t edios
del alm a encuent ran su sanción.
20
No desearía haber ofendido, con m i condenación del crist ianism o,
una religión afín, que ha prevalecido sobre el crist ianism o por el núm ero
de los que la profesan: el budism o. Am bas est án vinculadas ent re si
com o religiones nihilist as, son religiones de decadencia; pero se
dist inguen una de ot ra del m odo m ás not able. Si hoy se pueden
parangonar ent re sí es cosa de que el crít ico del crist ianism o est á
profundam ent e agradecido a los doct os indios.
El budism o es cien veces m ás realist a que el crist ianism o; t iene en su
cuerpo la herencia de la posición obj et iva y audaz de los problem as;
viene después de un m ovim ient o filosófico durant e cient os de años;
cuando llega, la idea de Dios est á ya acabada. El budism o es la única
religión realm ent e posit ivist a que la hist oria nos m uest ra, aun en su
t eoría del conocim ient o ( un severo fenom enalism o) ; no habla ya de
lucha cont ra el pecado, sino que, dando plena razón a la realidad, dice
lucha cont ra el sufrir. Tiene –y est o le dist ingue profundam ent e del
crist ianism o– det rás de si la aut o m ist ificación de los concept os m orales;
est á, hablando en m i lenguaj e, m ás allá del bien y del m al. Los dos
hechos fisiológicos sobre los cuales se funda y que t iene present es son:
en prim er lugar, una excesiva irrit abilidad de la sensibilidad, que se
m anifiest a com o refinada capacidad para el dolor; en segundo lugar,
excesiva espirit ualización, un vivir dem asiado largo ent re concept os y
procedim ient os lógicos, por el cual el inst int o de la persona ha quedado
lesionado en provecho del inst int o im personal ( am bos son est ados de
ánim o, que por lo m enos algunos de m is lect ores, los obj et ivos,
conocerán por experiencia com o los conozco yo) . A base de est as
condiciones fisiológicas se ha producido uno depresión: Est a la com bat e
Buda con la higiene. Cont ra la depresión em plea la vida al aire libre, la
vida errant e; la sobriedad y la selección en los m anj ares; la prudencia
ant e los licores; igualm ent e, la vigilancia cont ra t odas las em ociones que
producen bilis y calent am ient o de la sangre; ninguna preocupación, ni
para si ni para los dem ás. Reclam a ideas que calm en y serenen,
encuent ra m edios para desem barazarse de las ideas cont rarías. I m agina
la bondad, el ser bueno, com o favorable a la salud. La oración es
excluida, así com o el ascet ism o; nada de im perat ivos cat egóricos,
ninguna const ricción en general, ni siquiera en el seno de las
com unidades convent uales ( de las cuales se puede salir) . Todos ést os
fueron m edios para fort alecer aquella excit abilidad dem asiado grande.
Precisam ent e por est o no exige ninguna lucha cont ra los que piensan de
m odo dist int o; cont ra nada se defiende m ás su doct rina que cont ra el
sent im ient o de la venganza, de la aversión, del rencor ( la enem ist ad no
t erm ina m ediant e la enem ist ad: est e es el conm ovedor ret ornillo de
t odo el budism o) ... Y est o con razón: precisam ent e est as em ociones
serían t ot alm ent e m alsanas con relación al fin diet ét ico principal. El
cansancio int elect ual, que ha encont rado exist ent e, y que se expresa en
una dem asiado grande obj et ividad ( o sea, debilit am ient o del int erés
individual, pérdida del cent ro de gravedad de egoísm o) es com bat ida
por él refiriendo rigurosam ent e a la persona los int ereses m ás
espirit uales. En la doct rina de Buda, el egoísm o se conviert e en deber:
la sent encia sólo es necesaria una cosa la pregunt a ¿cóm o t e librarás del
sufrim ient o?, regulan y circunscriben t odo el régim en espirit ual. ( Quizá
se deba recordar aquel at eniense que hizo igualm ent e guerra a la
ciencia pura, Sócrat es, que elevó t am bién, en el reino de los problem as,
el egoísm o personal al grado de m oral.)
21
Condición prelim inar del budism o es un clim a m uy suave, una
gran dulzura y liberalidad en las cost um bres, la ausencia del m ilit arism o
y el hecho de que el m ovim ient o t enga su foco en las clases superiores y
hast a en las clases doct as. Se quiere la serenidad, la calm a, la ausencia
de deseos com o m et a suprem a y se alcanza est a m et a. El budism o no
es una religión en que se aspire sim plem ent e a la perfección: la
perfección es el caso norm al.
En el crist ianism o aparecen ent e t odo los inst int os de los
soj uzgados y de los oprim idos; los est rat os m ás baj os son los que
buscan en él la salvación. En él la casuíst ica del pecado, la crít ica de sí
m ism o, la inquisición de la conciencia es ej ercida com o ocupación, com o
rem edio cont ra el aburrim ient o; sin cesar se m ant iene vivo el afect o
hacia, un poderoso, llam ado Dios ( m ediant e la oración) ; lo m ás alt o es
considerado inaccesible, es t enido com o don, com o gracia. Falt a
t am bién la publicidad; el escondit e, el lugar oscuro, es crist iano. El
cuerpo es despreciado, la higiene repudiada com o sensualidad; La
I glesia se previene hast a cont ra la lim pieza ( la prim era m edida t om ada
por los crist ianos en España después de la expulsión de los m oriscos fue
la clausura de los baños públicos, de los cuales sólo en Córdoba había
unos doscient os set ent a) . Crist iano es un ciert o sent ido de la crueldad,
cont ra si m ism o y cont ra los dem ás; el odio cont ra los infieles; la
volunt ad de persecución. Ant e t odo se cult ivan las im ágenes foscas y
excit ant es: los est ados de ánim o m ás deseados, designados con los
nom bres m ás alt os, los est ados epilept oides; se pract ica la diet a para
favorecer los est ados m orbosos y para sobrexcit ar los nervios. Crist iana
es la enem ist ad m ort al hacia los poderosos de la t ierra, hacia los nobles
y, al m ism o t iem po, una secret a concurrencia ( se les dej a el cuerpo, se
quiere solam ent e el alm a) ... Crist iano es el odio cont ra el espírit u,
cont ra la fiereza, cont ra el valor, cont ra la libert ad, el libert inaj e del
espírit u; es el odio cont ra los sent idos, cont ra t oda clase de goces.
22
Cuando el crist ianism o abandonó su prim it ivo t erreno, es decir, los
est rat os sociales m ás hum ildes, el " subsuelo" del m undo ant iguo;
cuando alcanzó poderío ent re los pueblos bárbaros, no cont ó ya, com o
condición prelim inar en su nuevo t erreno, con hom bres fat igados, sino
con
hom bres
int eriorm ent e
salvaj es
que
se
dest rozaban
recíprocam ent e: el hom bre fuert e, pero m al const it uido. El descont ent o
de sí propio, el sufrim ient o de si m ism o, no es ya aquí com o ent re los
budist as una excesiva excit abilidad y capacidad de dolor, sino, en
cam bio, m ás bien un deseo preponderant e de desfogar la t ensión
int erna en acciones e ideas host iles. El crist ianism o t uvo necesidad de
concept os y valores bárbaros para hacerse dueño de los bárbaros: t ales
son el sacrificio del prim ogénit o, el beber sangre en la sagrada
com unión, el desprecio del espírit u y de la cult ura; el t orm ent o en t odas
sus form as, corporal y espirit ual; la gran pom pa del cult o. El budism o es
una religión para hom bres t ardíos, para razas bonachonas, suaves.
ult raespirit uales, que sient en fácilm ent e el dolor ( Europa no est á
t odavía, ni m ucho m enos, m adura para el budism o) : es una
reconducción de aquellas razas a la paz y a la serenidad, a la diet a en
las cosas del espírit u, a un ciert o endurecim ient o en las cosas
corporales. El crist ianism o quiere dom inar sobre anim ales de presa: su
procedim ient o es convert irlos en enferm os; el debilit am ient o es la recet a
crist iana para la dom est icación, para la civilización. El budism o es una
religión encam inada al fin y est ancam ient o de la civilización, el
crist ianism o no encuent ra aún la civilización ant e si: en circunst ancias la
crea.
23
Digam os t am bién que el budism o es cien veces m ás frío, m ás
veraz, m ás obj et ivo. No t iene necesidad de hacer decent es sus
sufrim ient os, su capacidad de dolor, m ediant e la int erpret ación del
pecado; dice sim plem ent e lo que piensa: yo sufro. Para el bárbaro, en
cam bio, el sufrir no es nada de respet able en si: precisam ent e t iene
necesidad de una int erpret ación para confesarse a sí m ism o que sufre
( su inst int o le lleva m ás bien a negar el sufrim ient o, a soport arlo en
silencio) . En est e caso la palabra diablo fue un beneficio; de est a
m anera se consiguió un enem igo m uy poderoso y t em ible, ya no hubo
necesidad de avergonzarse de sufrir por t al enem igo.
EI crist ianism o posee en el fondo algunas sut ilezas que pert enecen
al Orient e. En prim er lugar, sabe que es com plet am ent e igual que una
cosa sea o no sea verdadera, y que la que im port a es la m edida en que
es creída verdadera. La verdad y la creencia en la verdad de una cosa
son dos m undos de int ereses com plet am ent e ext raños el uno al ot ro,
son casi dos m undos opuest os, se va del uno al ot ro por cam inos
profundam ent e diversos. Conocer est o form a casi la sabiduría en
Orient e: así lo com prende el brahm án, así lo com prende Plat ón, y t odos
los discípulos de la ciencia esot érica. Si, por ej em plo, se encuent ra
alguna felicidad en creerse libres de pecado, com o prem isa de est o no
es necesario que el hom bre sea pecador, sino que se sient a pecador.
Pero si sobre t odo es necesaria en general una fe, se debe desacredit ar
la razón, la lógica, la especulación: el cam ino que conduce a la verdad
es un cam ino ilícit o.
Una gran esperanza es un est im ulant e de la vida m ucho m ayor
que cualquier felicidad realm ent e experim ent ada. Hay que sost ener a los
que sufren con una esperanza que no pueda ser cont radicha con
ninguna realidad, que no pueda ser elim inada por el cum plim ient o:
m ediant e una esperanza en el m ás allá. ( Precisam ent e a causa de ést a
su idoneidad para sost ener a los infelices, la esperanza fue considerada
por los griegos com o el m al de los m ales, com o el m al verdaderam ent e
pérfido: es el fondo de la caj a de los m ales.) Para que sea posible el
am or, Dios debe ser una persona; para que los inst int os m ás baj os
puedan t ener voz, Dios debe ser j oven. Ant e t odo hay que poner al
fervor de las m uj eres un sant o que sea bello, al de los hom bres a una
María. Porque hay que est ablecer la prem isa de que el crist ianism o
quiere dom inar en un t erreno en el que los cult os afrodisíacos o de
Adonis han det erm inado el concept o del cult o. La exigencia de la
cast idad refuerza la vehem encia y la profundidad del inst int o religioso,
hace que el cult o sea m ás ardient e, m ás ent usiast a, m ás lleno de alm a.
El am or es el est ado de ánim o en que el hom bre ve con
preferencia los cosas t al com o ést as no son. En el am or, la fuerza de la
ilusión ha llegado a culm inar, así com o aquella fuerza que suaviza y
t ransfigura. En el am or se soport a m ás que en cualquier ot ro est ado, se
t olera t odo. Se t rat aba de encont rar una religión en que se pudiera ser
am ado: con est o se est á por encim a de las peores vicisit udes de la vida,
ya no se sient en. Est o por lo que se refiere a las t res virt udes crist ianas:
fe, esperanza y am or: yo las llam o las t res habilidades crist ianas. El
budism o es dem asiado t ardío, dem asiado posit ivist a para ser t enido
com o sabio en est a form a.
24
Aquí est udio sólo el problem a del nacim ient o del crist ianism o. La
prim era proposición para resolverlo es ést a: el crist ianism o sólo se
puede com prender part iendo del t erreno en que ha crecido: no es un
m ovim ient o cont rario al inst int o j udaico; por el cont rario, es su
consecuencia lógica, es una ult erior conclusión en la t errible lógica de
aquel inst int o. En la form ula del Redent or: La salvación viene de los
hebreos.
La segunda proposición es ést a: el t ipo psicológico del Galileo es
aún reconocible, pero sólo en su com plet a degeneración ( que es al
m ism o t iem po una m ut ilación y una enorm e adición de rasgos
ext ranj eros) pudo servir para lo que est aba dest inado, o sea para dar el
t ipo de un redent or de la hum anidad.
Los hebreos son el pueblo m ás ext raordinario en la hist oria del
m undo, porque, colocados ant e el problem a de ser o no ser, con
conciencia t ot alm ent e adm irable prefirieron el ser a t oda cost a; y est a
cost a fue la falsificación radical de t oda la nat uraleza, de t oda
nat uraleza, de t oda realidad, de t odo el m undo int erior, así com o de
t odo el m undo ext erior. Trazaron un lím it e cont ra t odas las condiciones
en las cuales hast a ahora un pueblo podía y debía vivir, se crearon para
su uso propio un concept o opuest o de condiciones nat urales, invirt ieron
sucesivam ent e la religión, el cult o, la m oral, la hist oria, la sicología, de
un m odo irrem ediable, haciendo de él la " cont raposición de sus valores
nat urales" . Nosot ros encont ram os una vez m ás el m ism o ( fenóm eno y
en proporciones enorm em ent e m ayores, pero sólo t odavía com o una
copia: la I glesia crist iana carece, frent e al pueblo de los sant os, de
cualquier pret ensión a la originalidad. Precisam ent e por est o, los
hebreos son el pueblo m ás fat al de la hist oria del m undo: con sus
ult eriores efect os hicieron de t al m anera falsa a la hum anidad, que aun
hoy el crist iano puede t ener sent im ient os ant ij udaicos sin com prender
que él es la " últ im a consecuencia del j udaísm o" .
En m i Genealogía de la m oral he adopt ado por prim era vez,
psicológicam ent e, el concept o de cont rast e ent re una m oral noble y una
m oral de rencor, de las cueles la segunda nace del no dicho a la
prim era: pero ést a es com plet am ent e la m oral j udío- crist iana. Para
poder decir no a t odo lo que const it uye el m ovim ient o ascendent e de la
vida, la buena const it ución, el poder, la belleza, la afirm ación de si
m ism o sobre la t ierra, el inst int o de rencor, hecho aquí num en, t uvo que
invent ar ot ro m undo, part iendo del cual aquella afirm ación de la vida
aparecía com o el m al, com o la cosa m ás reprobable en si. Desde el
punt o de vist a psicológico, el pueblo j udío es un pueblo que m anifiest a
una fuerza vit al t enacísim a, y que, colocado en una sit uación im posible,
t om a volunt ariam ent e, por la m ás profunda habilidad del inst int o de
conservación, el part ido de t odos los inst int os de la decadencia, no ya
dej ándose dom inar por ellos, sino habiendo adivinado en ellos une
fuerza con la cual se pues desarrollar cont ra el m undo. Los hebreos son
lo opuest o a t odos los decadent es: t uvieron que sost ener el part ido de
los decadent es hast a dar la ilusión, y con un non plus ult ra del genio
hist riónico supieron colocarse en el vért ice de t odos los m ovim ient o de
decadencia ( en calidad del crist ianism o de Pablo) , para crear de sí algo
m ás fuert e que un part ido cualquiera que afirm ase la vida. Para aquella
especie de hom bres que en el j udaísm o y en el crist ianism o llegó al
poder, la decadencia es un form a sacerdot al, es sólo un m edio: est a
especie de hom bres t iene un int erés vit al en hacer que la hum anidad
enferm e y en invert ir, en sent ido peligroso para la vida y calum niador
para el m undo, los concept os de bien y m al, verdadero y falso.
25
La hist oria de I srael t iene un valor inapreciable com o hist oria
t ípica de t oda desnat uralización de los valores nat urales: señalaré cinco
hechos de ést a.
En el origen, sobre t odo en la época de los reyes, el m ism o I srael
est aba en relaciones j ust as, o sea nat urales, con las cosas t odas. Su
Javeh era la expresión de la conciencia de poderlo, el gozo de sí m ism o,
la esperanza de si m ism o; en él se esperaba vict oria y salvación, con él
se t enía confianza en la nat uraleza, se aguardaba que la nat uraleza
diera aquello de que el pueblo t enía necesidad, sobre t odo la lluvia.
Javeh es el Dios de I srael y por consiguient e el Dios de la j ust icia: ést a
es la lógica de t odo pueblo fuert e y que posee conciencia perfect a de su
propio poder. En los rit os fest ivos se m anifiest an est os dos aspect os de
la afirm ación que de si m ism o hace un pueblo: est e pueblo es
reconocedor de los grandes dest inos en virt ud de los cuales ascendió
m ucho, y de la sucesión de las est aciones y de su fort una en el past oreo
y en la agricult ura.
Durant e m ucho t iem po est e est ado de cosas es el idea, aun
cuando est aba ya dolorosam ent e suprim ido en virt ud de la anarquía en
el int erior y de los asirios en el ext erior. Pero el pueblo conservó com o
aspiración suprem a aquella visión de un rey buen soldado y Juez
aust ero: la conservó sobre t odo aquel t ípico profet a ( o sea crit ico y
sat írico del m om ent o) llam ado I saías.
Pero t odas las esperanzas result aron incum plidas. El viej o Dios no
podía ya nada de lo que pudo en ot ro t iem po. Había que abandonarle.
¿Qué sucedió? Se alt eró su concepción, se desnat uralizó su concepción:
a t al precio se conservó.
Javeh, el Dios de la j ust icia, no fue ya una m ism a cosa con I srael,
una expresión del sent im ient o personal del pueblo: fue desde ent onces
un Dios baj o condiciones...; su concepción fue un inst rum ent o en m anos
de los agit adores sacerdot ales, los cuales desde ent onces int erpret aron
t oda fort una com o prem io y t oda desvent ura com o cast igo de una
desobediencia a Dios: aquella m anera m ent irosa de int erpret ar un
pret enso orden m oral del m undo por el cual, de una vez para siem pre,
fue invert ido el concept o nat ural de causa y efect o. Cuando con el
prem io y el cast igo se ha arroj ado del m undo la causalidad nat ural, hay
necesidad de una causalidad cont raria a la nat uraleza; y luego sigue
t odo el rest o de las cosas innat urales. Un Dios que exige, en lugar de un
Dios que socorre, que aconsej a, que es, en el fondo, el verbo de t oda
feliz inspiración del valor y de la confianza en si... La m oral no es ya
expresión de las condiciones de vida y de crecim ient o de un pueblo, no
es ya su m ás profundo inst int o de vida, sino que se ha vuelt o abst ract a,
se ha vuelt o cont raria a la vida; la m oral es la perversión sist em át ica de
la fant asía, es la m al m irada para t odas las cosas. ¿Qué es la m oral
j udaica, que es la m oral crist iana? Es el acaso que ha perdido su
inocencia; es la desvent ura m anchada con el concept o de pecado; es el
bienest ar considerado com o peligro, com o t ent ación: el m alest ar
fisiológico envenenado por el gusano del rem ordim ient o...
26
El concept o de Dios, falsificado; el concept o de m oral, falsificado;
a est e punt o no se ciñó el sacerdot e j udaico. No podem os ut ilizar t oda la
hist oria de I srael: echém osla lej os. Así dij eron los sacerdot es.
Est os sacerdot es realizaron aquel prodigio de falsificación del cual
es prueba gran part e de la Biblia: t ransfirieron al cam po religioso el
pasado de su propio pueblo con un incom parable desprecio de t oda
t radición, de t oda realidad hist órica; es decir, hicieron de aquel pasado
un est úpido m ecanism o de salvación, un m ecanism o de culpa cont ra
Javeh y del consiguient e cast igo, de devoción a Javeh y del consiguient e
prem io. Experim ent aríam os una im presión m ucho m ás dolorosa de est e
vergonzoso act o de falsificación de la hist oria si la int erpret ación
eclesiást ica de la hist oria, desde hace m ilenios acá no nos hubiese hecho
obt usos para las exigencias de la probidad in hist oricis. Y los filósofos
secundaron a la I glesia: la m ent ira del orden m oral del m undo invadió
t odo el cam po de la filosofía m oderna. ¿Qué significa orden m oral del
m undo? Que hay, de una vez para siem pre, una volunt ad de Dios
respect o de lo que el hom bre debe hacer o dej ar de hacer: que el valor
de un pueblo, de un individuo, se m ide por el grado de obediencia
prest ada a la volunt ad divina: que en los dest inos de un pueblo, de un
individuo, se m uest ra com o dom inant e la volunt ad de Dios, o sea com o
punit iva y rem unerat iva, según el grado de obediencia. La realidad
puest a en el lugar de est a m iserable m ent ira, significa: una raza
parasit aria de hom bres que prospera únicam ent e a expensas de t odas
las form as sanas de la vida, la raza del sacerdot e, que abusa del nom bre
de Dios, que llam a reino de Dios a un est ado social en el que el
sacerdot e fij a el valor de las cosas, que llam a volunt ad de Dios a los
m edios con los cuales sem ej ant e est ado es conseguido o conservado;
que, con frío egoísm o, m ide los pueblos, los t iem pos. los individuos, por
el hecho de que ayuden o cont raríen el predom inio de los sacerdot es.
Obsérvese cóm o t rabaj an los sacerdot es: en m anos de los sacerdot es
hebreos la gran época de la hist oria de I srael se convirt ió en una época
de decadencia; el dest ierro, la larga desvent ura, se t ransform ó en un
et erno cast igo por la gran época, por una época en que el sacerdot e no
era aun nada. De las grandes figuras de ha hist oria de I srael, de
aquellas figuras, m uy libres, hicieron, según las necesidades, m iserables
hipócrit as o socarrones o at eos, sim plificaron la sicología de t odo gran
acont ecim ient o en la fórm ula idiot a de obediencia o desobediencia a
Dios. Un paso m ás, la volunt ad de Dios ( o sea las condiciones de
conservación del poder de los sacerdot es) , debe ser conocida; a est e fin
es necesaria una gran falsificación lit eraria, es descubiert a una Sagrada
Escrit ura, es publicada baj o la pom pa hierát ica, con días de expiación y
lam ent aciones sobre el largo pecado. La volunt ad de Dios est aba fij ada
durant e dilat ado t iem po: la desgracia fue que el pueblo se alej ó de
ella... Ya Moisés había recibido la revelación de la volunt ad de Dios...
¿Qué sucedió? El sacerdot e había form ulado. con rigor y pedant ería, de
una vez para siem pre, hast a los grandes y pequeños im puest os que se
debían pagar ( sin olvidar los m ej ores t rozos de carne, porque el
sacerdot e es un gran devorador de bist ecs) , lo que quiere t ener, lo que
es volunt ad de Dios... Desde ent onces t odas las cosas de su vida
quedaban reglam ent adas de m odo que el sacerdot e era en t odas part es
indispensable; en t odas las vicisit udes nat urales de la vida, en el
nacim ient o, en el m at rim onio, en las enferm edades, en la m uert e, para
no hablar del sacrificio ( de la Cena) , aparece el sant o parásit o, para
quit arles su caráct er nat ural, o, según su lenguaj e, para sant ificarlas....
Porque hay que com prender est o: t oda cost um bre nat ural, t oda
inst it ución nat ural ( Est ado. t ribunales, bodas, asist encia a los enferm os
y a los pobres) , t oda exigencia inspirada por el inst int o de la vida, en
resum en, t odo lo que t iene en si su valor, es, por el parasit ism o del
sacerdot e ( o del orden m oral del m undo) , privado sist em át icam ent e de
valor, opuest o a su valor: y luego es precisa una sanción, es necesario
un poder valorizador que niegue en aquellas cosas la nat uraleza, y cree
para ellas precisam ent e un valor... El sacerdot e desvalora, quit a
sant idad a la nat uraleza: a est e precio, en general, exist e. La
desobediencia de Dios, o sea al sacerdot e, a la ley, recibe de ahora en
adelant e el nom bre de pecado; los m edios para reconciliarnos con Dios
son, com o se ha cont enido, m edios por los que la suj eción al sacerdot e
es garant izada aún profundam ent e: el sacerdot e es el único que puede
salvar...
Desde el punt o de vist a psicológico, en t oda sociedad u
organización sacerdot al los pecados se hacen indispensables: son los
verdaderos m anipuladores del poder: el sacerdot e vive de los pecados,
t iene necesidad de que haya pecadores... Principio suprem o: " Dios
perdona a los que hacen penit encia" ; en ot ros t érm inos: Dios perdona a
quien se som et e al sacerdot e.
27
En est e t erreno t an falso, en que t oda la nat uraleza, t odo valor
nat ural, t oda realidad t enía cont ra si los m ás profundos inst int os de la
clase dom inant e, creció el crist ianism o, form a de enem ist ad m ort al
hacia la realidad aun no superada. El pueblo sant o, que para t odas las
cosas sólo conservaba valores sacerdot ales y palabras sacerdot ales, y,
con una lógica de argum ent ación que puede inspirar t error, había
separado de sí com o ej em plo, com o m undo, com o pecado, t odo lo que
de poderío exist ía aún en la t ierra; est e pueblo creó por inst int o una
últ im a form ula, lógica hast a la negación de si m ism a: com o crist iano,
negó hast a la últ im a form a de la realidad, el pueblo sant o, el pueblo de
los elegidos, la m ism a realidad hebrea. Est e es un caso de prim er orden:
el pequeño m undo insurreccional que fue baut izado con el nom bre de
Jesús de Nazaret , es una vez m ás el inst int o j udaico, en ot ros t érm inos,
el inst int o de los sacerdot es que no soport a ya al sacerdot e com o
realidad; es la invención de una form a de exist encia aún m ás abst ract a,
de una visión del m undo aún m ás irreal que la que va unida a la
organización de una I glesia. El crist ianism o niega a la iglesia.
Yo no se cont ra quién se dirigía la insurrección de la cual Jesús fue
considerado acert ada o equivocadam ent e com o aut or, si no fue cont ra la
I glesia j udaica, dando á la I glesia exact am ent e el sent ido en que hoy
t om am os est a palabra. Fue una insurrección cont ra los buenos y los
j ust os. cont ra los Sant os de I srael, cont ra la j erarquía de la sociedad, no
cont ra la corrupción de la sociedad, sino cont ra la cast a, el privilegio, el
orden, la fórm ula: fue la incredulidad en los hom bres superiores, un no
dicho a t odo lo que era sacerdot e y t eólogo. Pero la j erarquía que con
aquella insurrección, aun cuando no fuera sino por un m om ent o, se
puso en pleit o, era la const rucción lacust re en que el pueblo hebreo
cont inuó exist iendo sobre las aguas, la últ im a posibilidad fat igosam ent e
conseguida de sobrevivir, el residuo de su exist encia polít ica part icular;
un at aque cont ra ella era un at aque cont ra el m ás profundo inst int o del
pueblo, cont ra la m ás t enaz volunt ad de vivir de un pueblo que j am ás
ha exist ido en la t ierra.
Est e sant o anárquico, que llam ó a la revuelt a cont ra el orden
dom inant e al baj o pueblo, a los réprobos y pecadores, a los chandala,
en el seno del j udaísm o, con un lenguaj e, si hem os de dar fe a los
Evangelios, que aun hoy conduciría a un hom bre a la Siberia, fue un
delincuent e polít ico en la m edida en que los delincuent es polít icos eran
posibles en una com unidad absurdam ent e im polít ica. Est o le conduj o a
la Cruz. Murió por su culpa: falt a t odo m ot ivo para creer que m uriera
por culpa de ot ros, aunque est o se ha sost enido repet idam ent e.
28
Cosa com plet am ent e dist int a es si t uvo en general conciencia de
sem ej ant e cont radicción, ó si no fue sim plem ent e considerado com o
est a cont radicción. Y Just am ent e aquí t oco yo el problem a de la
sicología del redent or.
Confieso que pocos libros leo con t ant a dificult ad com o los
Evangelios. Est as dificult ades son diferent es de aquellas en cuya
dem ost ración la doct a curiosidad del espírit u alem án ha conseguido uno
de sus m ás innegables t riunfos. Es ya rem ot o el t iem po en que t am bién
yo, com o t odo j oven doct o, saboreaba, con la prudent e lent it ud de un
filólogo refinado, la obra del incom parable St rauss. Tenía ent onces
veint e años: hoy soy dem asiado serio para est as cosas. ¿Qué m e
im port an a m i las cont radicciones de la t radición? ¿Cóm o se puede
llam ar t radiciones a las leyendas genéricas de sant os? Las hist orias de
sant os son la lit erat ura m ás equivoca que exist e: em plear con ellas
m ét odos cient íficos, " si no poseem os ot ros" docum ent os, m e parece
cosa condenada a priori; es un sim ple pasat iem po de erudit os.
29
Lo que a m i m e im port a es el t ipo psicológico del redent or. Ést e
podría est ar cont enido en los Evangelios a despecho de los Evangelios,
por cuant o ést os son m ut ilados o sobrecargados de rasgos ext raños:
com o el t ipo de Francisco de Asís est á cont enido en sus leyendas a
despecho de sus leyendas. No se t rat a de la verdad sobre aquello que él
ha hecho o dicho, sobre el m odo com o m urió realm ent e, sino del
problem a de si su t ipo puede ser en general represent ado aún, si es
t radicional.
Las t ent at ivas que yo conozco de leer en los Evangelios hast a la
hist oria de un alm a, m e parecen pruebas de una ligereza psicológica
abom inable. El señor Renan, est e payaso in psicologisis, ha adopt ado
para su explicación del t ipo de Jesús las dos ideas m ás inadecuadas que
a est e propósit o se pudieran im aginar: la idea de genio y la idea de
héroe ( heros) . Pero si hay una idea poco evangélica, es la idea de
héroe. Aquí se ha convert ido en inst int o precisam ent e lo cont rario de
t oda lucha; de t odo sent im ient o de lucha: aquí, la incapacidad de resist ir
se hace m oral ( no resist ir al m al es la m ás profunda palabra del
Evangelio, en ciert o sent ido es su clave) , la beat it ud est á en la paz, en
la dulzura del ánim o, en la im posibilidad de ser enem igos. ¿Qué significa
la buena nueva? Significa que se ha hallado la verdadera vida, la vida
et erna, no en una prom esa, sino que ya exist e, est á en nosot ros; com o
un vivir en el am or, en el am or sin det racción o exclusión, sin dist ancia.
Cada uno de nosot ros es hij o de Dios...; Jesús no pret ende
absolut am ent e nada por si solo; cada uno de nosot ros es igual a ot ro
com o hij o de Dios...
¡Hacer de Jesús un héroe! ... ¡Y qué error la palabra genio! Todo
nuest ro concept o, t odo concept o de espírit u propio de nuest ra cult ura
carece de sent ido en el m undo en que vive Jesús. Para hablar con el
rigor del fisiólogo, aquí est aría en su puest o ot ra palabra... Nosot ros
conocernos un est ado de m orbosa excit abilidad del sent ido del t act o,
que ret rocede ant e t odo cont act o, ant e la idea de apresar cualquier
obj et o sólido. Transport em os a su últ im a lógica sem ej ant e habit us
fisiológico, com o odio inst int ivo de t oda realidad, com o una fuga a lo
int angible, a lo incom prensible, com o repugnancia a t oda fórm ula, a
t oda noción de t iem po y de espacio, a t odo lo que es fij o, cost um bre,
inst it ución, I glesia; com o un habit ar en un m undo no t ocado de ninguna
especie de realidad, en un m undo sim plem ent e int erior, verdadero,
et erno... " El reino de Dios est á en vosot ros" ...
30
El odio inst int ivo cont ra la realidad es consecuencia de una
ext rem a incapacidad de sufrim ient o y de irrit ación, que no quiere ya ser
en general t ocada, porque de t odo cont act o recibe una im presión
dem asiado profunda.
La exclusión inst int iva de t odo lo que nos repugna, de t oda
enem ist ad, de t odo lím it e y dist ancia en el sent im ient o, es consecuencia
de una ext rem a incapacidad de sufrim ient o y de irrit ación, que sient e ya
com o un dolor int olerable ( o sea com o nocivo, com o desaconsej ado por
el inst int o de conservación) t oda resist encia, t oda necesidad de resist ir,
y sólo conoce la beat it ud ( el placer) en no oponerse ya a nada, ni al
alm a ni al bien, y considerar el am or com o la única, com o la últ im a
posibilidad de vida.
Est as son las dos realidades fisiológicas sobre las cuales y de las
cuales ha crecido la doct rina de la redención.
La llam o un sublim e ult erior desarrollo del hedonism o sobre bases
com plet am ent e m orbosas. Cont iguo a ést e, si bien con fuert e adición de
vit alidad y fuerza nerviosa griega, est á el epicureism o, la doct rina
pagana de la redención. Epicuro fue un decadent e t ípico: yo fui el
prim ero en reconocerle com o t al. El m iedo al dolor, hast a de lo que en el
dolor hay de infinit am ent e pequeño, no puede fundar ot ra cosa que una
religión del am or.
31
Por ant icipado he dado m i respuest a al problem a. Su prem isa es
ést a: que el t ipo del Redent or nos ha sido t ransm it ido de un m odo
com plet am ent e desfigurado. Est a desfiguración t iene en si m ucha
verosim ilit ud: sem ej ant e t ipo no podía, por m uchas razones, subsist ir
puro, ent ero. El am bient e en que se m ovió est a ext raña figura debió
dej ar huellas en él, y aún m ás la hist oria, la índole de las prim eras
com unidades crist ianas: est a índole, reaccionando sobre el t ipo, lo
enriqueció con rasgos que se deben int erpret ar com o m ot ivados por el
proselit ism o y con fines de propaganda. Aquel m undo ext raño y
enferm izo en que nos int roducen los Evangelios, un m undo que parece
salido de una novela rusa, en que los desechos de la sociedad, las
enferm edades nerviosas y un pueril idiot ism o parecen darse cit a, debe
en t odo caso haber form ado el t ipo m ás grosero: part icularm ent e los
prim eros discípulos t raducen en su propia crudeza un ser ondulant e
const ant em ent e ent re sím bolos y cosas incom prensibles, para poder
com prender de ellos alguna cosa; para ellos, el t ipo no exist ió hast a que
pudo ser adapt ado a ot ras form as m ás conocidas. El profet a, el Mesías,
el fut uro j uez, el m aest ro de m oral, el t aum at urgo, Juan Baut ist a,
fueron ot ras t ant as ocasiones para hacer que variase el t ipo...
Finalm ent e, no despreciem os lo que es propio de t oda gran
veneración, especialm ent e de una veneración sect aria; ést a borra en la
criat ura venerada los rasgos originales, a m enudo penosam ent e
ext raños y las idiosincrasias: ni los ve siquiera. Habría que lam ent ar que
un Dost oyevsky no hubiera vivido cerca de est e int eresant ísim o
decadent e, o sea un hom bre que supiera sent ir precisam ent e el encant o
irresist ible de sem ej ant e m ezcla de sublim idad, de enferm edad y de
puerilidad. Un últ im o punt o de vist a: el t ipo podría, en calidad de t ipo de
decadencia, haber sido efect ivam ent e m últ iple y cont radict orio de m odo
part icular: no se puede excluir t ot alm ent e t al posibilidad. Sin em bargo,
t odo nos induce a negarla; precisam ent e en est e caso la t radición
debería ser not ablem ent e fiel y obj et iva; pero nosot ros t enem os para
adm it ir lo cont rario de est o. Ent ret ant o, es m anifiest a una cont radicción
ent re el predicador de la m ont aña del lago y de las cam pos, cuya
aparición exige una especie de Buda sobre un t erreno m ucho m enos
indio, y aquel fanát ico del at aque, aquel enem igo m ort al da los t eólogos
y de los sacerdot es, que la m alignidad de Renan glorificó com o le grand
m aît re en ironie. Yo m ism o no dudo que una cant idad copiosa de bilis ( y
hast a de esprit ) se haya vert ido sobre el t ipo del m aest ro por el est ado
de ánim o excit ado de la propaganda crist iana: se conoce m uy bien la
falt a de escrúpulos de t odos los sect arios cuando hacen la propia
apología part iendo de su m aest ro. Cuando la prim era com unidad
necesit ó de un t eólogo j udicant e, lit igant e, furioso, m alignam ent e sut il,
cont ra los t eólogos, se creó su Dios según sus necesidades: y sin
am bages puso en su boca aquellos concept os t ot alm ent e no evangélicos
de que no podía prescindir, los del ret orno, del j uicio final, de t oda clase
de expect aciones y prom esas t em porales...
32
I nsist o que no adm it o que se int roduzca el fanát ico en el t ipo del
redent or: la palabra im périeux, de que se sirve Renan, ya bast a por si
sola para anular el t ipo. La buena nueva es precisam ent e ést a, que ya
no hay cont radicciones; el reino de los cielos pert enece a los niños: la fe
que se hace sent ir no es una fe conquist ada, exist e, es desde el
principio, es por decirlo así, una puerilidad referida al cam po espirit ual.
El caso de la pubert ad ret rasada y no desarrollada en el organism o,
com o lógica consecuencia de la degeneración, es fam iliar por lo m enos a
los fisiólogos.
Sem ej ant e fe no se encoleriza, no censura, no se defiende, no
em puña la espada, no sospecha siquiera en qué m edida podría un día
dividir a los hom bres. No se dem uest ra ní con los m ilagros, ni con
prem ios. ni con prom esas, y m ucho m enos con la escrit ura: ella m ism a
es en t odo m om ent o su m ilagro, su prem io, su dem ost ración, su reino
de Dios. Est a fe no se form ula siquiera, vive y se guarda de las
fórm ulas. Ciert am ent e, el caso del am bient e, de la lengua, de la
educación, det erm ina ciert o círculo de ideas: el crist ianism o prim it ivo
m anipula únicam ent e ideas sem ít ico- j udaicas ( el com er y beber en la
Sant a Cena form a part e de t ales ideas; de est a idea abusó m alam ent e
la I glesia, com o de t odo lo Judaico) . Pero cuidém onos de ver en est o
m ás que un lenguaj e figurado, una sem iót ica, una ocasión de crear
sím bolos. Para est e ant irrealist a el hecho de que ninguna palabra fuera
t om ada a la let ra era la condición prelim inar para poder hablar en
general. Ent re los indios se habría servido de las ideas de Sankhyam ,
ent re los chinos, de las de Laot se, sin encont rar diferencias ent re ést as.
Con una ciert a t olerancia en la expresión, podríam os decir de Jesús que
era un espírit u libre, rechazaba t odo lo dogm át ico: la let ra m at a, t odo lo
que es dogm át ico m at a. El concept o, la experiencia, la vida, com o sólo
él la conoce, se opone para él a t oda especie de palabra, de fórm ula, de
ley, de fe, de dogm a. Sólo habla de lo m ás ent rañable: vida, o verdad, o
luz son las palabras de que se sirve para indicar las cosas m ás ínt im as;
t odo lo dem ás, t oda la realidad, t oda la nat uraleza, la lengua m ism a,
sólo t iene para él el valor de un signo, de un sím bolo
En est e punt o no debem os engañarnos, por grande que sea la
seducción que exist e en el prej uicio crist iano, o m ej or, eclesiást ico:
sem ej ant e sim bolist a por excelencia est á fuera de t oda religión, de t oda
idea de cult o, de t oda hist oria, de t oda ciencia nat ural, de t oda
experiencia del m undo, de t oda ciencia, de t oda polít ica, de t oda
sicología, de t odos los libros y de t odas las art es; su sabiduría consist e
precisam ent e en que creer que exist an cosas de est e género es pura
locura. La cult ura no le es conocida ni de oídas, no t iene necesidad de
luchar cont ra ella, no la niega... Lo m ism o se puede decir del Est ado, de
t oda organización y de la sociedad burguesa, del t rabaj o, de la guerra;
no t uvo nunca m ot ivo para negar el m undo, ni siquiera sospechó el
concept o eclesiást ico del m undo...; precisam ent e lo que no puede hacer
es negar.
Tam bién falt a la dialéct ica, falt a la idea de que una fe, una verdad,
puede ser dem ost rada con argum ent os ( sus pruebas son luces int ernas,
sent im ient os int ernos de placer y afirm aciones int ernas de si m ism o,
sim ples pruebas de Fuerza) .
Sem ej ant e doct rina no puede ni siquiera cont radecir: no
com prende que haya ot ras doct rinas, que pueda haberlas; no sabe
im aginar un crit erio opuest o... Cuando lo encuent ra se ent rist ece, por
ínt im a com pasión, de la ceguera – porque ve la luz –, pero no hace
obj eciones.
33
En t oda la sicología del Evangelio falt a el concept o de culpa y
cast igo y asim ism o el de recom pensa. El pecado, cualquier relación de
dist ancia ent re Dios y el hom bre, es abolido: precisam ent e ést a es la
buena nueva. La felicidad no es prom et ida, no est á suj et a a condiciones,
es la única realidad; lo dem ás son signos que sirven para hablar de
ella...
La consecuencia de t al est ado de ánim o se proyect a en una nueva
práct ica, en la verdadera práct ica evangélica. Lo que dist ingue al
crist iano no es una fe: el crist iano obra, se dist ingue, por ot ro m odo de
obrar. Se dist ingue en que no ofrece resist encia, ni con sus palabras ni
con su corazón, a quien le hace daño; no hace diferencia ent re
ext ranj ero y conciudadano, ent re hebreos y no hebreos ( el prój im o es
realm ent e el com pañero de fe, el hebreo) ; el que no se encoleriza
cont ra nadie ni desprecia a nadie; el que no se dej a ver en los en los
t ribunales ni reclam a cosa alguna ( no j urar ) ; el que en ningún caso, ni
siquiera cuando est a dem ost rada la infidelidad de la m uj er, se separa
de su m uj er. Todo est o en el fondo es un solo principio, es consecuencia
de un solo inst int o.
La vida del redent or no fue ot ra cosa que est a práct ica, su m ism a
m uert e no fue nada m ás... No t enía ya necesidad de form ulas ni de rit os
en sus relaciones para con Dios, ni siquiera de la oración. ( Quiso
prescindir de t oda la doct rina j udaica, de la penit encia y de la
reconciliación: sabe que únicam ent e la práct ica de la vida es la que hace
que el hom bre se sient a divino, bienavent urado, evangélico, en t odo
t iem po hij o de Dios. No penit encia, no la " oración" para obt ener el
" perdón" son las vías que conducen a Dios: únicam ent e la práct ica
evangélica conduce a Dios, ¡ella es precisam ent e " Dios" !
Lo que suprim ió el evangelio fue el j udaísm o de las ideas de
pecado, perdón de pecado, fe, salvación m ediant e la fe; t oda la doct rina
eclesiást ica j udía fue negada en la buena nueva.
El profundo inst int o del m odo com o se debe vivir para sent irse en
el cielo, para sent irse et erno, m ient ras que con t oda ot ra act it ud no se
sient e uno en el cielo: est a únicam ent e es la realidad psicológica de la
redención. Una nueva conduct a, no una nueva fe...
34
Si yo ent iendo algo de est e gran sim bolist a, es el hecho de que
t om ó com o realidades, com o verdades, únicam ent e las realidades
int eriores, que com prendió t odo lo dem ás, t odo lo que es nat ural: el
t iem po, el espacio, la hist oria, com o signos, com o ocasiones para
im ágenes. La idea de hij o del hom bre no es la de una persona concret a,
pert enecient e a la hist oria, algo de singular, de único, sino un hecho
et erno, un sím bolo psicológico separado de la noción de t iem po. Lo
m ism o puedo decir, y en el m ás alt o sent ido, del Dios de est e sim bolist a
t ípico, del reino de Dios, del reino de los cielos; de la cualidad de hij os
de Dios. Nada m enos crist iano que la crudeza de la iglesia, que im agina
un Dios com o una persona, un reino de Dios que viene, un reino de los
cielos puest o m ás allá, un hij o de Dios que es la segunda persona de la
t rinidad. Todo est o es – perdónesem e la expresión – un puñet azo en los
oj os ( ¡oh, y sobre qué oj os! ) del Evangelio: un cinism o hist órico
m undial en la irrisión del sím bolo... Y, sin em bargo, es evident e lo
indicado con los signos de padre y de hij o ( no es evident e para t odos, lo
adm it o) ; con la palabra hij o se expresa la int roducción en un
sent im ient o de t ransfiguración de t odas las cosas ( la beat it ud) ; con la
palabra padre se expresa est e m ism o sent im ient o: el sent im ient o de la
et ernidad y de la perfección. Me avergüenzo de pensar lo que la I glesia
ha hecho de est e sím bolo: ¿No ha puest o en el um bral de la fe crist iana
una hist oria de Anfit rión? ¿Y no ha añadido un dogm a de la inm aculada
concepción? Pero de est e m odo ha m aculado la concepción...
El reino de los cielos es un est ado del corazón, no una cosa que
adviert e en la t ierra o después de la m uert e. Todo el concept o de la
m uert e nat ural falt a en el Evangelio; la m uert e no es un puent e, un
paso; falt a porque es propia de un m undo com plet am ent e diverso,
puram ent e aparent e, út il sólo para fabricar signos con que expresarnos.
La hora de la m uert e no es un concept o crist iano: la hora, el t iem po, la
vida física y sus crisis no exist en para el m aest ro de la buena nueva... El
reino de Dios no es cose esperada: no t iene un ayer ni un m añana, no
llegará dent ro de m il años, es una esperanza de un corazón, est á en
t odas part es y en ninguna...
35
Est e dulce m ensaj ero m urió com o vivió, com o enseñó; no para
redim ir a los hom bres, sino para m ost rar cóm o se debe vivir. Lo que
dej ó com o legado a la hum anidad es una práct ica: su act it ud frent e a
los j ueces, esbirros, acusadores y cualquier clase de calum nia y de
escarnio, su act it ud en la cruz. No resist e, no defiende su derecho, no
da un paso para alej ar de si la ruda suert e, ant es por el cont rario, la
provoca... Y ruega, sufre, am a con aquello, en aquellos que hacen el
m al... No defenderse, no indignarse, no at ribuir responsabilidad... Pero
igualm ent e no resist ir al m al am arlo...
36
Sólo nosot ros, espírit us libres, poseem os las condiciones
necesarias para com prender una cosa que diecinueve siglos no han
com prendido: aquella probidad convert ida en inst int o y pasión que hace
la guerra a la sant a m ent ira, aún m as que a t oda ot ra m ent ira... Se
est aba infinit am ent e lej os de nuest ra neut ralidad am orosa y prudent e,
de aquella disciplina del espírit u que únicam ent e hace posible adivinar
cosas t an ext rañas a nosot ros, t an delicadas: se quiere siem pre, con
desvergonzado egoísm o, ver en aquellas cosas únicam ent e el propio
provecho: se ha fundado la I glesia sobre lo cont rario del Evangelio...
El que buscara indicios de est e hecho, de que det rás del gran
t eat ro de los m undos hay una divinidad irónica que m anej a los hilos, no
encont raría confirm ación alguna en aquel prodigioso punt o de
int errogación que se llam a crist ianism o. En vano se busca una form a
m uy grande de ironía en la hist oria m undial que ést a: que la hum anidad
se arrodilla ant e lo cont rario de lo que fue el origen, el sent ido, el
derecho del Evangelio; que en el concept o de I glesia ha sant ificado
precisam ent e lo que el dulce m ensaj ero considera por baj o de sí, det rás
de si.
37
Nuest ra época blasona de su sent ido hist órico: ¿cóm o ha podido
im ponerse el absurdo de que en los com ienzos del crist ianism o se
encuent re la grosera fábula de un t aum at urgo y de un redent or, y que
t odo el elem ent o espirit ual y sim bólico sea sólo un desarrollo m ás
t ardío? Y a la inversa, la hist oria del crist ianism o – a part ir de la m uert e
en la cruz – es la hist oria del error, cada vez m ás grosero, de un
sim bolism o originario. Con la difusión del crist ianism o sobre m asas aún
m ás vast as, aún m ás rudas, a las que les falt aban siem pre las prem isas
de que el crist ianism o part ió, se hizo cada vez m ás necesario vulgarizar,
barbarizar el crist ianism o: ést e absorbió en si doct rinas y rit os de t odos
los cult os subt erráneos del im perium rom anum , los absurdos de t odas
las razones e im aginaciones enferm as. El dest ino del crist ianism o
consist e en la necesidad de que su fe se cont am inara de est a
enferm edad, se hiciera baj a, vulgar, com o enferm izas, baj as y vulgares
eran las necesidades que se pret endía sat isfacer con ella. Finalm ent e, la
barbarie enferm iza se adicionó para form ar el poder en calidad de
I glesia: de I glesia, que es la form a de la enem ist ad form al cont ra t oda
probidad, cont ra t oda alt eza de ánim a, cont ra t oda disciplina del
espírit u, cont ra t oda generosa y buena hum anidad. Los valores
crist ianos por una part e, los nobles por ot ra: ¡nosot ros los prim eros,
nosot ros espírit us libres, hem os rest ablecido est e cont rast e de valores,
el m ayor que exist e!
38
Al llegar aquí no puedo cont ener un suspiro. Hay días en que
anida en m i en sent im ient o m ás negro que la m ás negra m elancolía: el
desprecio de los hom bres. Y para que no quede duda sobre lo que yo
desprecio y a quién desprecio, diré que desprecio al hom bre m oderno, al
hom bre del cual yo soy desgraciadam ent e cont em poráneo. El hom bre
de hoy... Su im pura respiración m e ahoga. Cont ra el pasado, yo, com o
t odos los est udiosos, alim ent o una gran t olerancia, es decir, m e hago
generosam ent e violencia a m i m ism o: yo at ravieso el m undo- m anicom io
de m ilenios ent eros con prudencia t ét rica, ya se llam e crist ianism o, o fe
crist iana o I glesia crist iana; m e guardo m ucho de hacer a la hum anidad
responsable de las enferm edades que han afligido su espírit u. Pero m i
sent im ient o se rebela apenas m e int erno en los t iem pos m odernos, en
nuest ro t iem po.
Nuest ro t iem po es sabio... Lo que en ot ro t iem po era sim plem ent e
m alsano, hoy es indecent e, es indecent e ser hoy crist iano. Y aquí
com ienza m i náusea. Yo m iro en t orno a m i: ya no queda una palabra
de t odo lo que en ot ro t iem po se llam aba verdad; nosot ros no podem os
ya soport ar que un sacerdot e pronuncie solam ent e la palabra verdad.
Aun t eniendo las m ás m odest as pret ensiones a la probidad, hoy se debe
saber que un t eólogo, un sacerdot e, un Papa, con cualquier frase que
pronuncia no sólo se equivoca, sino que m ient e, y que no es ya libre de
m ent ir por inocencia, por ignorant e. Tam bién sabe el sacerdot e, com o lo
sabe cualquiera, que no hay Dios, ni pecado, ni redent or; que libre
albedrío y orden m oral del m undo son m ent iras: la seriedad, la profunda
vict oria del espírit u sobre si m ism o no perm it en ya a nadie que sea
ignorant e sobre est as cosas... Todas las concepciones de la I glesia son
reconocidas por lo que son, com o la m ás t rist e acuñación de m oneda
falsa que ha exist ido hecha con el fin de desvalorizar la Nat uraleza y los
valores nat urales: el sacerdot e m ism o es reconocido com o lo que es,
com o la m ás peligrosa especie de parásit o, com o la verdadera araña
venenosa de la vida... Nosot ros sabem os, nuest ra conciencia sabe hoy,
qué valen en general aquellas funest as ínvenciones de los sacerdot es y
de la iglesia, de qué servirán, est o es, para conseguir aquel est ado de
dam nificación de la hum anidad, cuyo espect áculo produce náuseas, los
concept os de m ás allá, j uicio final, inm ort alidad del alm a, el alm a
m ism a, sin inst rum ent os de t ort ura y sist em as de crueldad, en virt ud de
los cuales el sacerdot e se hizo el am o y siguió siendo el am o... Todos
saben est o, y sin em bargo t odo sigue igual. Donde ha ido a parar el
últ im o sent im ient o del decoro, del respet o de si m ism o, si hast a
nuest ros hom bres de Est ado – por lo dem ás, una especie de hom bres y
de ant icrist ianos bast ant e descocada en la práct ica – se llam ean aun hoy
crist ianos y t om an la com unión?
¡Un j oven príncipe a la cabeza de sus regim ient os, espléndido
com o expresión del egoísm o y de la elevación de su pueblo, profesa sin
pudor el crist ianism o! Pero ¿que es lo que niega el crist ianism o? ¿Qué es
lo que llam a m undo? El hecho de ser soldado, de ser j uez, de ser
pat riot a; el de defenderse, de at enerse al propio honor, de querer el
propio provecho, de ser orgulloso... Toda práct ica de cada m om ent o,
t odo inst int o, t oda valoración que se conviert e en hecho es hoy
ant icrist iana; ¿qué abort o de falsedad debe ser el hom bre m oderno para
no avergonzarse t odavía de llam arse crist iano!
39
Ret rocedam os y cont em os la verdadera hist oria del crist ianism o.
Ya la palabra crist iano es un equivoco: en el fondo no hubo m ás que un
crist iano, y ést e m urió en la cruz. El Evangelio m urió en la cruz. Lo que
a part ir de aquel m om ent o se llam ó evangelio era lo cont rario de lo que
él vivió; una m ala nueva, un Dysangelium . Es falso hast a el absurdo ver
la caract eríst ica del crist iano en una fe, por ej em plo, en la fe de le
redención por m edio de Crist o; únicam ent e la práct ica crist iana, el vivir
com o vivió el que m urió en la cruz es lo crist iano... Aun hoy, t al vida es
posible para ciert os hom bres, y hast a necesaria: el verdadero, el
originario crist ianism o será posible en t odos los t iem pos. No una
creencia, sino un obrar, sobre t odo, un no hacer m uchas cosas, un ser
de ot ro m odo... Los est ados de conciencia, por ej em plo, una fe, un t ener
por verdadero – t oda sicología sobre est e punt o – son perfect am ent e
indiferent es y de quint o orden, com parados con los valores de los
inst int os; hablando m ás rigurosam ent e, t oda la noción de causalidad
espirit ual es falsa. Reducir el hecho de ser crist ianos, la crist iandad, al
hecho de t ener una cosa por verdadera, a un sim ple fenom enalism o de
la conciencia, significa negar el crist ianism o. En realidad, j am ás hubo
crist ianos. El crist iano es sim plem ent e una psicológica incom prensión de
sí m ism o. Si m ira m ej or en él verá que, a despecho de t oda fe, dom inan
sim plem ent e los inst int os, ¡y qué inst int os!
La fe fue en t odos los t iem pos, por ej em plo, en Lut ero, sólo una
capa, un pret ext o, un t elón, det rás del cual los inst int os desarrollaban
su j uego; una hábil ceguera sobre la dom inación de ciert os inst int os... le
fe – ya la he llam ado yo la verdadera habilidad crist iana –: se habló
siem pre de fe, se obró siem pre por sólo el inst int o... En el m undo
crist iano de las ideas no se present a nada que t ant o desflore la realidad;
por el cont rario, en el odio inst int ivo cont ra t oda realidad reconocem os
el único elem ent o im pelent e en la raíz del crist ianism o. ¿Qué es lo que
se sigue de aquí? Se sigue que t am bién in psychologysis el error es
radical, o sea det erm inant e de la esencia, o sea de la sust ancia. Quít ese
aquí una sola idea, póngase en su puest o una sola realidad, y t odo el
crist ianism o se precipit a en la nada. Mirando desde lo alt o, est e hecho
insólit o ent re t odos los hechos, una religión no sólo plagada de errores,
sino sólo creadora de errores nocivos, que envenenan la vida y el
corazón, y hast a genial en invent arlos, es un espect áculo para los
dioses, para divinidades, que lo son t am bién los filósofos, y que yo, por
ej em plo, he hallado en aquellos fam osos diálogos de Naxos. En el
m om ent o en que la náusea abandona a est as divinidades ( ¡y nos
abandona a nosot ros! ) se hacen agradecidas al espect áculo que ofrecen
los crist ianos; aquella m iserable pequeña est rella que se llam a Tierra,
m erece acaso únicam ent e en gracia a est e curioso caso una m irada
divina, un int erés divino... Nosot ros est im am os m uy poco el
crist ianism o: el crist iano falso hast a la inocencia dej a at rás a los m onos;
respect o de los crist ianos, una conocida t eoría de la descendencia es
una pura am abilidad...
40
El hecho del Evangelio se decide con la m uert e, est á suspendido
de la Cruz... Precisam ent e la m uert e, aquella m uert e inesperada y
vergonzosa; precisam ent e la cruz, que en general est aba reservada
solam ent e a la canalla, sólo est a horrible paradoj a puso a los discípulos
frent e al verdadero enigm a: ¿quién era ést e?, ¿qué era est o? El
sent im ient o sacudido y profundam ent e ofendido, la sospecha de que
sem ej ant e m uert e pudiera ser la refut ación de su causa, el t errible signo
de int errogación ¿por que precisam ent e así?, est e est ado de ánim o se
com prende hart o fácilm ent e. Aquí t odo debía ser necesario, t enía un
sent ido, una razón, una alt ísim a razón; el am or de un discípulo no
conoce e! azar. Sólo ent onces se abrió el abism o: ¿quién lo abrió?,
¿quién fue su enem igo nat ural? Est a pregunt a fue lanzada com o un
relám pago. Respuest a: el j udaísm o " dom inant e" , su clase m ás alt a.
Desde aquel m om ent o los hom bres se sint ieron en rebelión cont ra el
orden social, al punt o se sint ió a Jesús com o en rebelión cont ra el orden
social. Hast a ent onces falt aba en su figura est e rasgo belicoso, negador,
por la palabra y la acción; aún es m ás: era t odo lo cont rario.
Evident em ent e, la pequeña com unidad no com prendió j ust am ent e lo
principal, lo que const it uía un m odelo en est e m odo de m orir: la
libert ad, la superioridad sobre t odo sent im ient o de rencor; ¡signo de
cuán poco se com prendía de él en general! En sí, Jesús, con su m uert e,
no pudo querer ot ra cosa que dar públicam ent e la prueba, la
dem ost ración poderosa de su doct rina... Pero sus discípulos est aban
m uy lej os de perdonar su m uert e, lo que habría sido evangélico en el
m ás alt o sent ido, o de " ofrecerse" a sem ej ant e m uert e con dulce y
am able t ranquilidad de corazón... Prevaleció el sent im ient o m enos
evangélico: la venganza. Era im posible que la causa concluyese con esa
m uert e: hubo necesidad de represalias, de j uicio ( y, sin em bargo, ¿qué
cosa m enos evangélica que la represalia; el cast igo, el j uzgar?) Una vez
m ás pasó al prim er t érm ino la expect ación popular de un Mesías; se
t om ó en consideración un m om ent o hist órico: el reino de Dios había de
venir para j uzgar a sus enem igos... Pero con est o se confundió t odo: ¡el
reino de Dios considerado com o act o final, com o prom esa! El Evangelio,
sin em bargo, había sido precisam ent e la exist encia, el cum plim ient o, la
realidad de est e reino de. Dios. Ent onces precisam ent e se int roduj o en
el t ipo del m aest ro t odo el desprecio y la am argura cont ra los fariseos y
los t eólogos, ¡y con est e se hizo de él un fariseo y un t eólogo! Por ot ra
part e, la salvaj e veneración de est as alm as salidas com plet am ent e de
sus quicios no t oleró ya la igualdad de t odos los hom bres com o hij os de
Dios, igualdad evangélica que Jesús había predicado: su venganza
consist ió en levant ar en alt o a Jesús de un m odo ext ravagant e, en
separarlo de ellos: lo m ism o que en ot ro t iem po los hebreos, para
vengarse de sus enem igos, separaron de ellos a su propio Dios y lo
elevaron en alt o. El Dios único, el único hij o de Dios; am bos son
product os del rencor...
41
Ent onces surgió un absurdo problem a: ¿cóm o pudo Dios perm it ir
est o? A est a pregunt a, la razón de la pequeña com unidad pert urbada
encont ró una respuest a t erriblem ent e absurda: Dios dio su hij o para la
rem isión de los pecados, com o víct im a. ¡De est e m odo se concluyó de
un golpe con el Evangelio! ¡El sacrificio expiat orio, en su form a m ás
repugnant e y bárbara, el sacrifico del inocent e por los pecados de los
pecadores! ¿Qué horrible paganism o! Jesús había abolido el m ism o
concept o de culpa; negado t odo abism o ent re Dios y el hom bre; había
concebido est a unidad ent re Dios y el hom bre com o su buena nueva...
¡Y no com o privilegio! ¡Desde aquel m om ent o se llegó, gradualm ent e, a
crear el t ipo de redent or: la doct rina del Juicio y del ret orno, la doct rina
de la m uert e com o una m uert e expiat oria, la doct rina de la resurrección,
con la que es anulado t odo el concept o de bienavent uranza, la única y
t ot al realidad del Evangelio, en provecho de un est ado subsiguient e a la
m uert e... Pablo logificó luego sobre est a concepción, sobre est a
im prudent e concepción, con aquella desfachat ez rabínica que le
dist inguía en t odas las ocasiones: “ si Crist o no resucit ó después de la
m uert e, nuest ra fe es vana” . Y de golpe se hizo del Evangelio la m ás
despreciable de t odas las prom esas irrealizables: la im púdica doct rina
de la inm ort alidad personal...! ¡Pablo m ism o la predicó com o una
recom pensa! ...
42
Se ve lo que acaba con la m uert e en la Cruz: una disposición
nueva y com plet am ent e original para un m ovim ient o budíst ico de paz,
para una efect iva y no sólo prom et ida felicidad en la t ierra. Porque ést a
sigue siendo – ya lo he puest o de relieve – la diferencia fundam ent al
ent re las dos religiones de decadencia: 'el budism o no prom et e, sino
que cum ple; el crist ianism o lo prom et e t odo, pero no cum ple nada.
A la buena nueva siguió de cerca la pésim a nueva: la de Pablo. En
Pablo se encarna el t ipo opuest o al de buen m ensaj ero, el genio del
odio, de la inexorable lógica del odio. ¿Qué ha sacrificado al odio est e
disangelist a? Ant e t odo, el redent or: le clavó en la cruz. La vida, el
ej em plo, la doct rina, la m uert e, el sent ido y el derecho de t odo el
Evangelio, nada exist ió ya cuando est e m onedero falso, m ovido por el
odio, com prendió qué era lo que únicam ent e necesit aba. ¡No la realidad,
no la verdad hist órica! Y una vez m ás el inst int o sacerdot al de los
hebreos com et ió el m ism o gran delit o cont ra la Hist oria: borró
sim plem ent e el ayer, el ant es de ayer del crist ianism o: invent ó por si
una hist oria del prim er crist ianism o. Aún m ás: fabricó una vez m ás la
hist oria de I srael, para que apareciera com o la prehist oria de su obra:
t odos los profet as pan hablado de ese redent or... La I glesia falsificó m ás
t arde hast a la hist oria de la Hum anidad, haciendo de ella la prehist oria
del crist ianism o... El t ipo del redent or, su doct rina, su práct ica, su
m uert e, el sent ido de la m uert e, hast a lo que sucede después de la
m uert e, nada perm aneció int act o, nada perm aneció ni siquiera
sem ej ant e a la realidad. Lo que hizo Pablo fue sim plem ent e t ransferir el
cent ro de gravedad de t oda aquella exist encia det rás de t al exist encia,
en la m ent ira del Jesús resucit ado. En el fondo, t uvo necesidad de la
m uert e en la Cruz y de algo m ás... Crecer sincero a Pablo, que t enía su
pat ria en la sede principal de la lum inosa filosofía est oica, cuando con
una alucinación se dispone la prueba de la supervivencia del redent or, o
bien prest ar fe a su relación de haber él m ism o t enido est a alucinación,
sería, por part e de un filósofo, una verdadera necedad: Pablo quiere el
fin, por consiguient e, quiere los m edios... Lo que él m ism o no creía, lo
creyeron los idiot as ent re los cuales sem bró él su doct rina.
Su necesidad era el poder: con Pablo, el sacerdot e quiere una vez
m ás el poder; sólo podía servirse de ideas, t eorías, sím bolos con los que
se t iraniza a las m asas y se form an los rebaños. ¿Qué es lo que Mahom a
únicam ent e t om ó a prést am o, m ás t arde, del crist ianism o? La invención
de Pablo, su m edio para llegar a la t iranía del sacerdot e: la creencia en
la inm ort alidad, o sea la doct rina del j uicio...
43
Si se coloca el cent ro de gravedad de la vida no en la vida, sino en
el m ás allá – en la nada –, se ha arrebat ado el cent ro de gravedad a la
vida en general. La gran m ent ira de la inm ort alidad personal dest ruye
t oda razón, t oda nat uraleza en el inst int o; t odo lo que en los inst int os es
benéfico, favorable a la vida; t odo lo que garant iza el porvenir despiert a
desde ent onces desconfianza. Vivir de m odo que la vida no t enga ningún
sent ido, es ahora el sent ido de la vida... ¿A qué fin solidaridad, a qué fin
grat it ud por el origen y por los ant epasados, a que fin colaborar con
confianza, prom over y proponerse un bien com ún?... Est as son ot ras
t ant as t ent aciones, ot ras t ant as desviaciones del j ust o cam ino: una sola
cosa es necesaria... No se puede m irar con bast ant e desprecio la
doct rina según la cual cada uno de nosot ros, en calidad de alm a
inm ort al, t iene igual cat egoría que los dem ás: y en la colect ividad de
t odas las criat uras la salvación de cada individuo puede pret ender una
im port ancia et erna, y t odos los hipócrit as y sem ilocos ( Dreiviert esVerrückt e) pueden im aginar que por su am or las leyes de la Nat uraleza
serán const ant em ent e infringidas; no se puede m irar con bast ant e
desprecia sem ej ant e elevación de t oda clase de egoísm os que llega al
infinit o, a la im pudicia...
Y, sin em bargo, el crist ianism o debe su vict oria a est a m iserable
adulación de la vanidad personal; con est o precisam ent e ha convert ido a
si t odo lo que est á m al form ado, lo que t iene int enciones de revuelt a, lo
que se encuent ra m al, t odo el desecho y la hez de la Hum anidad. La
salvación del alm a significa que el m undo gira en t orno a m i... El veneno
de la doct rina de la igualdad de derechos para t odos fue vert ido y
difundido por el crist ianism o; part iendo de los rincones m ás ocult os de
los m alos inst int os, ha m ovido una guerra m ort al a t odo sent im ient o de
respet o y de dist ancia ent re hom bre y hom bre, es decir, a la prem isa de
t oda elevación, de t odo aum ent o de cult ura: del rencor de las m asas
hizo su arm a principal cont ra nosot ros, cont ra t odo lo que es noble,
alegre, generoso, en la t ierra, cont ra nuest ra felicidad en la t ierra...
Conceder la inm ort alidad a cualquiera fue hast a ahora el m ayor y m ás
pérfido at ent ado cont ra la hum anidad noble.
¡Y no dem os poca im port ancia al hecho de que el crist ianism o se
ha insinuado aun en la polít ica! Nadie t iene hoy ya el valor de los
privilegios, de los derechos pat ronales, de experim ent ar sent im ient os de
respet o de sí m ism o y de sus sem ej ant es; de sent ir el pat hos de la
dist ancia... ¡Nuest ra polít ica est á enferm a de est a falt a de valor!
La arist ocracia de la m ent alidad fue m ás subt erráneam ent e
m inada por la m ent ira de la igualdad de las alm as: y si la creencia en el
privilegio de la m ayoría hace revoluciones y las seguirá haciendo, el
crist ianism o es, no se dude, las valoraciones crist ianas: ¡son las que
conviert en en sangre y delit os t oda revolución! El crist ianism o es una
insurrección de t odo lo que se arrast ra a ras de la t ierra cont ra lo que
est á arriba: el Evangelio de los hum ildes hace hum ildes...
44
Los Evangelios son inest im ables com o t est im onios de la
corrupción, ya int olerable, que exist ía en el seno de las prim eras
com unidades crist ianas. Aquello que m ás t arde conduj o Pablo a feliz
t érm ino con el cinism o lógico de un rabino, no fue m ás que un proceso
de decadencia que com enzó con la m uert e del Redent or. Hay que leer
los Evangelios con grandísim as precauciones: det rás de cada palabra
hay una dificult ad. Yo adm it o, y de est o se m e deberá grat it ud, que
precisam ent e por eso son para un psicólogo una diversión de prim er
orden: com o lo cont rario de t oda corrupción ingenua, com o sofist icación
por excelencia, com o una obra m aest ra de corrupción psicológica. Los
Evangelios t ienen sust ancialidad propia. La Biblia, en general, no resist e
ningún parangón. Est am os ent re hebreos: prim er punt o de vist a para no
perder por com plet o el hilo conduct or. La t ransferencia de si m ism o a la
sant idad, t ransferencia que precisam ent e se conviert e en genio y que no
fue nunca alcanzada en ot ra part e por hom bres ni por libros, est a
acuñación de m oneda falsa, no es un caso de dot es especiales de un
individuo, de un t em peram ent o de excepción. Para est o es necesaria la
raza. En el crist ianism o, ent endido com o el art e de m ent ir sant am ent e,
el j udaísm o ent ero, una preparación y una t écnica j udaica m uy seria,
que duró m uchos siglos, consigue la m aest ría. El crist iano, est a últ im a
rat io de la m ent ira, es una vez m ás el hebreo; m ej or t res veces m ás...
La volunt ad sist em át ica de em plear solam ent e concept os, sím bolos,
gest os, que es dem ost rada por la práct ica del sacerdot e; la inst int iva
repugnancia a cualquier ot ra práct ica, a cualquier ot ro género de
perspect iva de valor y de ut ilidad, t odo est o no es sólo t radición, es
" herencia" ; sólo en calidad de herencia obra com o nat uraleza. Toda la
Hum anidad, y hast a los m ej ores t est igos de los m ej ores t iem pos
( except uando uno sólo, el cual acaso es sencillam ent e un superhom bre) ,
se dej aron engañar. Se leyó el Evangelio com o el libro de la inocencia...;
nadie indicó con que m aest ría se recit a en el Evangelio una com edia.
Ciert am ent e, si llegásem os a verla, aunque sólo fuera de pasada,
t odos est os m aravillosos hipócrit as y sant os art ificiales, t oda est a
com edia, t erm inarían; y precisam ent e porque no leo una palabra sin ver
gest os, acabo por dej arla... Yo no puedo soport ar su m odo de elevar sus
oj os al cielo ... Afort unadam ent e, para los m ás los libros son m era
lit erat ura. No debem os dej arnos engañar; ellos dicen: no j uzguéis, pero
m andan al infierno a t odo lo que const it uye un obst áculo en su cam ino.
Haciendo j uzgar a Dios, j uzgan ellos m ism o; glorificando a Dios se
glorifican ellos m ism os: exigiendo la virt ud de que ellos m ism os son
capaces – es decir, la virt ud de que t ienen necesidad para conservar la
dom inación –, se dan grandes aires de luchar por la virt ud, de com bat ir
por el predom inio de la virt ud. " Nosot ros vivim os, nosot ros m orim os,
nosot ros nos sacrificam os por el bien" ( est o es, por la verdad, por la luz,
por el reino de Dios) ; en realidad, hacen lo que no pueden m enos de
hacer. Mient ras que, a m odo de hipócrit as, se m uest ran hum ildes, se
ocult an en los rincones, viven com o som bras en la som bra, hacen de
est o un deber: su vida de hum ildad aparece com o un deber, y com o
deber es una prueba m ás de piedad hacia Dios... ¡Ah, que hum ilde,
cast o, m isericordioso m odo de im post ura! ¡La virt ud m ism a es
confiscada por esa gent ecilla; ellos saben cuál es la im port ancia de la
m oral!
La realidad es que aquí la m ás conscient e presunción de elegidos
desem peña el papel de m odest ia; desde ent onces se han form ado dos
part idos: el part ido de la verdad, o sea ellos m ism os, la com unidad, los
buenos y los j ust os, y, de ot ra part e, el rest o del m undo... Est e fue el
m ás funest o delirio de grandezas que hast a ahora exist ió en la t ierra:
pequeños abort os de hipócrit as y m ent irosos com enzaron a reivindicar
para si los concept os de Dios, verdad, luz, espírit u, am or, sabiduría,
vida, casi com o sinónim os de ellos m ism os, para est ablecer así un lim it e
ent re ellos y el m undo; pequeños superlat ivos de hebreos, m aduros
para t oda clase de m anicom io, hicieron girar en t orno a ellos m ism os
t odo valor, com o si precisam ent e el crist iano fuese el sent ido, la sal, la
m edida y t am bién el últ im o t ribunal de t odo lo dem ás...
Est e funest o acont ecim ient o sólo se hizo posible por el hecho de
que ya había en el m undo un género afín de delirio de grandeza, afín
por raza: el j udaico; apenas se abre el abism o ent re hebreos y hebreocrist ianos, a est os , últ im os no les quedó ot ra elección que em plear
cont ra ellos m ism os, cont ra los hebreos, los m ism os procedim ient os de
conservación que el inst int o j udaico aconsej aba, m ient ras que hast a
ent onces los hebreos lo habían em pleada cont ra t odo lo que no era
hebreo. El crist iano es sólo un hebreo de confesión m ás libre.
45
Doy un ciert o núm ero de pruebas de aquello que se le m et ió en la
cabeza a esa gent ecilla, de lo que puso en labios de su m aest ro: sim ples
profesiones de fe de bellas alm as.
“ Y t odos aquellos que no os recibieren ni os oyeren, saliendo de
allí, sacudid el polvo que est á debaj o de vuest ros pies, en t est im onio a
ellos. De ciert o os digo que m ás t olerable será, el cast igo de los de
Sodom a y Gom orra el día del Juicio que el de aquella ciudad.” ( Marcos,
6, 11.) ¡Qué evangélico es est o!
“ Y cualquiera que escandalizare a uno de est os pequeñit os que
creen en m i, m ej or le fuera si se le at ase una piedra de m olino el cuello,
y fuera echado en la m ar.” ( Marcos, 9, 42.) ¡Qué evangélico es est o!
“ Y si t u oj o t e fuere ocasión de caer, sácalo: m ej or t e es ent rar al
reino de Dios con un oj o que t eniendo dos oj os ser echado a la
Gehenna, donde el gusano de ellos no m uere y el fuego nunca se
apaga." . ( Marcos 9, 47.) No se t rat a precisam ent e de los oj os...
" Tam bién les dij o: «De ciert o os digo que hay algunos de los que
est án aquí que no gust arán la m uert e bast a que hayan vist o el reino de
Dios, que viene con pot encia»” .) ( Marcos, 9, 1.) Mient es m uy bien, ¿oh
león!
“ Cualquiera que quisiere venir en pos de m i, niéguese a si m ism o,
y t om e su cruz y sígam e. Porque... “ ( “ Observación de un psicólogo! ” : la
m oral crist iana es refut ada por sus porqués; sus argum ent os refut an, y
est o es crist iano.) ( Marcos, 8, 94.)
“ No Juzgaréis, para que no seáis j uzgados. Porque con el j uicio
con que j uzguéis seréis j uzgados: y con la m edida con que m edís, os
volverán a m edir" . ( Mat eo. 7, 1.) ¡Qué concept o de la Just icia, de un
j uez j ust o! ...
“ Porque si am areis a los que os am an, ¿qué recom pensa
t endréis! ? ¿No hacen t am bién lo m ism o los publicanos? Y si abrazaseis a
vuest ros herm anos solam ent e, ¿qué hacéis de m ás? ¿No hacen así
t am bién los Gent iles?" ( Mat eo, 5, 46.) Principio del am or crist iano: en
fin de cuent as, quiere ser bien pagado...
“ Mas si no perdonareis a los hom bres sus ofensas, t am poco
vuest ro Padre os perdonará vuest ras ofensas.” ( Mat eo, 6, 15.) Muy
com prom et edor para el susodicho Padre...
" Mas buscad prim eram ent e el reino de Dios y su j ust icia, y t odas
est as cosas os serán añadidas." ( Mat eo 6, 33.) Todas est as cosas, es
decir: com ida, vest idos, t odo lo que hace falt a en la vida. Es un error
para hablar m odest am ent e... Poco ant es, Dios aparece en calidad de
sast re; por lo m enos, en ciert os casos...
" Gozaos en aquel día, y alegraos, " porque he aquí vuest ro
galardón es grande en los cielos, porque así hacían sus padres a los
profet as." ( Lucas, 6, 23.) ¡Oh cínica canalla! Ya se com para con los
profet as...
" ¿No sabéis que sois t em plo de Dios, y que el Espírit u de Dios
m ora en vosot ros? Si alguno violare el t em plo de Dios, Dios dest ruirá al
t al; porque el t em plo de Dios, el cual sois vosot ros, sant o es." ( Pablo, a
los corint ios. I , 3, 16.) Cosas com o est a no serán nunca bast ant e
despreciadas...
" ¿O no sabéis que los sant os han de j uzgar al m undo? Y si el
m undo ha de ser j uzgado por vosot ros, ¿sois indignos de j uzgar cosas
m uy pequeñas?" ( Pablo a los corint ios, I , 6, 2.) Desgraciadam ent e, est o
no es sólo el discurso de un loco... Est e t errible m ent idor cont inúa,
t ext ualm ent e, así: " ¿O no sabéis que hem os de j uzgar a los ángeles?
¿Cuánt o m ás las cosas de est e siglo?"
" ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del m undo? Porque por no
haber el m undo conocido la sabiduría de Dios, a Dios por sabiduría.
agradó a Dios salvar a los creyent es por la locura de la predicación....No
sois m uchos sabios, según la carne; no m uchos poderosos, no m uchos
nobles, Ant es, lo necio del m undo escogió Dios para avergonzarnos a los
sabios; y lo flaco del m undo escogió Dios para avergonzar lo fuert e: y lo
vil del m undo y lo m enospreciado escogió Dios, y lo que no es, para
deshacer lo que es: para que ninguna carne se j act e de su presencia."
( Pablo, a los corint ios, 1, 20 y sig.) Para com prender est e pasaj e,
t est im onio capit al de la sicología de t oda m oral de chandala, léase la
prim era part e de m i Genealogía de la m oral; en ella se pone de
m anifiest o por prim era vez la cont radicción ent re una m oral noble y una
m oral de chandala, nacida del rencor y de la venganza im pot ent e. Pablo
fue el m ayor de los apóst oles de la venganza...
46
¿Qué se deduce de aquí? De aquí se deduce que es convenient e
ponerse los guant es cuando se lee el Nuevo Test am ent o. Casi nos obliga
a ello la presencia de t ant a im pureza. Nos guardarem os de escoger para
el t rat o crist ianos prim it ivos, com o nos guardaríam os de los j udíos
polacos: no hay que oponerles reparo alguno, pero t ienen m al olor.
En vano he buscado en el Nuevo Test am ent o un rasgo sim pát ico:
nada hay en él que sea libre, benévolo, franco ni honest o. Aquí no ha
com enzado t odavía el hum anism o, falt a el inst int o de lim pieza; en el
Nuevo Test am ent o no hay m as que m alos inst int os. Todo es vileza; t odo
allí es un cerrar los oj os y un engañarse a si m ism o. Cuando se ha leído
el Nuevo Test am ent o, cualquier ot ro libro parece lim pio: para poner un
ej em plo, yo, después de haber leído a san Pablo, leí con verdadero
arrebat o a Pet ronio, aquel gracioso y pet ulant e hum orist a, del cual se
podría decir lo que Dom enico Boccaccio escribía de César Borgia al
duque de Parm a: " Es inm ort alm ent e sano, inm ort alm ent e sereno y bien
const it uido: e t ut t o fest o..."
Est os hipocrit illas desbarran precisam ent e en lo esencia. At acan,
pero t odo lo que es at acado por ellos se hace por est o m ism o
dist inguido. Cuando un crist iano prim it ivo at aca, el at acado no result a
con m ancha; por el cont rario es un honor t ener cont ra si crist ianos
prim it ivos. No se puede leer el Nuevo Test am ent o sin sent ir predilección
por lo que en él result a m alt rat ado, para no hablar de la sabiduría de
est e m undo, que un descarado fanfarrón int ent a en vano desacredit ar
con predicaciones est úpidas... Hast a los escribas y los fariseos han
sacado provecho de sem ej ant es adversarios: debieron t ener algún valor
para ser odiados de m anera t an indecent e. ¡La hipocresía, he aquí un
reproche que los crist ianos prim it ivos t endrían derecho a hacer! Por
últ im o, escribas y fariseos eran privilegiados; est o bast a; el odio de los
chandalas no t iene necesidad de ot ros m ot ivos. El prim er crist iano, y
t em o que t am bién el últ im o crist iano, que acaso yo viva lo suficient e
para ver es rebelde por un profundo inst int o cont ra t odo lo que es
privilegiado; vive y com bat e siem pre por la igualdad de derechos... Si se
observa m ej or, no t iene elección. Si se quiere ser, personalm ent e, un
elegido de Dios, o un t em plo de Dios, o un j uez de los ángeles, ent onces
t odo ot ro principio de elección, por ej em plo, la elección fundada en la
probidad, en el espírit u y en el orgullo, en la belleza y en la libert ad del
corazón, m e hace sim plem ent e m undo, el m al en sí... Moralej a: t oda
palabra en labios de un crist iano prim it ivo es una m ent ira, cada una de
sus acciones es una falsedad inst int iva; t odos sus valores, t odos sus
fines son nocivos, pero lo que odia, est o t iene valor... El crist iano, el
crist iano sacerdot e part icularm ent e, es un crit erio de valores.
Debo aún añadir que en t odo el Nuevo Test am ent o se encuent ra
una sola figura que se deba honrar: Pilat os, el gobernador rom ano.
Tom ar en serio un asunt o ent re j udíos, es cosa a la que no se resuelve.
Un j udío de m ás o m enos, ¿qué im port ancia t iene?... La noble ironía de
un rom ano, ant e el cual se ha hecho un cínico abuso de la palabra
verdad, ha enriquecido el Nuevo Test am ent o con la única palabra que
t iene valor, que es por si la crit ica y aun el aniquilam ient o del Nuevo
Test am ent o: ¿qué es la verdad?...
47
Lo que nos dist ingue no es el hecho de que no encont ram os a Dios
ni en la hist oria, ni en la nat uraleza, ni det rás de la nat uraleza, sino el
hecho de que consideram os lo que se ocult a baj o el nom bre de Dios, no
com o divino, sino com o m iserable, absurdo, nocivo; no sólo com o error,
sino com o delit o cont ra la vida... Nosot ros negam os a Dios en cuant o
Dios... Si se nos dem ost rase est e Dios de los crist ianos, creeríam os aún
m enos en él. Para expresarnos con una fórm ula: Deus, qualem Paulus
creavit , dei negat io.
Una religión com o el crist ianism o, que en ningún punt o se
encuent ra en cont act o con la realidad, que se quiebra en cuant o la
verdad adquiere sus derechos aun en un solo punt o, debe nat uralm ent e
ser enem iga m ort al de la sabiduría del m undo, o sea de la ciencia; debe
aprobar t odos los m edios con que la disciplina del espírit u, la pureza y la
serenidad en los casos de conciencia del espírit u, la noble frialdad y
libert ad del espírit u pueden ser envenenadas, calum niadas, difam adas.
La fe com o im perat ivo es el vet o cont ra la ciencia; en la práct ica es la
m ent ira a t oda cost a... Pablo com prendió que la m ent ira – que la fe – es
necesaria; a su vez la I glesia, m ás t arde, com prendió a Pablo.
Aquel Dios que Pablo se invent ó, un Dios que desacredit a la
sabiduría del m undo ( o en sent ido est rict o, los dos grandes adversarios
de t oda superst ición: la filología y la m edicina) , no es en realidad m as
que la resuelt a decisión de Pablo de llam ar Dios a su propia volunt ad, la
Thora; est o es Judaico, Pablo quiere desacredit ar la sabiduría del
m undo: sus enem igos son los buenos filólogos y los m édicos de la
escuela alej andrina; a ést os les hace la guerra. En realidad, no se es
filólogo y m édico sin ser al m ism o t iem po ant icrist iano. Porque en
calidad de filólogos se m ira det rás de los libros sant os, y en calidad de
m édicos sé ve det rás del crist iano t ípico la degeneración psicológica. El
m édico dice: I ncurable; el filólogo dice: Charlat anería.
48
¿Se ha ent endido bien la fam osa hist oria que se encuent ra al
principio de la Biblia, la del t errible m iedo de Dios ant e la ciencia? No se
ha com prendido. Est e libro de sacerdot es por ant onom asia com ienza,
com o es j ust o, con la gran dificult ad ínt im a del sacerdot e: el sacerdot e
t iene un solo peligro, por consiguient e, Dios t iene sólo un gran peligro.
El viej o Dios, t odo espírit u, t odo gran sacerdot e, t odo perfección,
pasea por dist racción en sus j ardines; pero se aburre. En vano luchan
cont ra el t edio los dioses m ism os. ¿Qué hace Dios? I nvent a al hom bre;
el hom bre es divert ido... Pero he aquí que t am bién el hom bre se aburre,
La com pasión de Dios por la única m iseria que t odos los Paraísos t ienen
en si, no conoce lim it es: pront o creó ot ros anim ales. Prim er error de
Dios: el hom bre no encont ró divert idos a los anim ales – fue su am o, no
quiso ser un anim al. Después de est o Dios creó a la m uj er. Y, en
realidad, ent onces acabó de aburrirse; pero acabaron t am bién ot ras
cosas. La m uj er fue el segundo error de Dios. " La m uj er es, por su
nat uraleza, serpient e: Eva" ; est o lo sabe t odo sacerdot e; " de las
m uj eres procede t odo el m al sobre la t ierra" ; est o t am bién lo sabe t odo
sacerdot e. " Por consiguient e, t am bién de ella viene la ciencia..."
Precisam ent e, de la m uj er aprende el hom bre a gust ar el árbol del
conocim ient o.
¿Qué había sucedido! El viej o Dios se vio acom et ido de un
t rem endo error. El ham bre m ism o se había hecho su m ayor error; Dios
se había creado un rival: la ciencia nos hace iguales a Dios; ¡cuando el
hom bre se hace sabio han t erm inado los sacerdot es y los dioses!
Moralej a: la ciencia es la cosa vedada en si, es lo único vedado. La
ciencia es el prim er pecado, el germ en de t odos los pecados, el pecado
original. Sólo est o es la m oral. Tú no debes conocer: t odo lo dem ás se
sigue de aquí. El t rem endo m iedo experim ent ado por Dios no le im pidió
ser hábil. ¿Cóm o nos defenderem os de la ciencia? Est e fue durant e
m ucho t iem po su problem a capit al. Respuest a: ¡Arroj em os al hom bre
del Paraíso! La felicidad, el ocio, conducen a pensar; t odos los
pensam ient os son m alos pensam ient os... El hom bre no debe pensar.
Y el sacerdot e en sí invent a la m iseria, la m uert e, los peligros
m ort ales del part o, t oda clase de sufrim ient os, de dolores, de fat igas, y
sobre t odo la enferm edad; ¡sim ples m edios en la lucha cont ra la ciencia!
La m iseria le im pide al hom bre pensar... Y, sin em bargo, ¡cosa t errible! ,
la obra de la ciencia se eleva, llega hast a el cielo, haciendo palidecer a
los dioses. ¿Qué hacer? El viej o Dios invent a la guerra, separa a los
pueblos, hace que los hom bres se dest ruyan unos a ot ros ( los
sacerdot es t uvieron siem pre necesidad de la guerra) . ¡De la guerra. que,
ent re ot ras cosas, es una gran pert urbadora de la paz de la ciencia! ¡Oh
cosa increíble! No obst ant e la guerra, la ciencia, la em ancipación del
poder del sacerdot e, aum ent an. Y una últ im a decisión se present a al
viej o Dios: El hom bre se ha hecho cient ífico: no sirve, hay que ahogarlo.
49
¿Se m e ha ent endido? El com ienzo de la Biblia cont iene t oda la
sicología del sacerdot e. El sacerdot e sólo conoce un peligro: la ciencia,
el sano concept o de causa y efect o. Pero la ciencia prospera
conj unt am ent e sólo en sit uaciones favorables; hay que t ener t iem po,
hay que t ener espírit u de sobra para invest igar ., Por consiguient e, se
debe hacer al hom bre infeliz: ést a fue en t odo t iem po la lógica del
sacerdot e.
Ya se adivina qué ha ent rado en el m undo con arreglo a est a
lógica: el pecado. El concept o de culpa y de cast igo, t odo el orden m oral
del m undo fue invent ado cont ra la ciencia, cont ra el rescat e del hom bre
de los sacerdot es...
El hom bre no debe m irar fuera de sí, sino dent ro de si; no debe
m irar las cosas con habilidad y prudencia para aprender; en general, no
debe m irar; debe sufrir... Y debe sufrir de
m odo
que
t enga
const ant em ent e necesidad del sacerdot e. ¡Fuera los m édicos! ¡Hay
necesidad de un salvador! ¡El concept o de culpa y de cast igo,
com prendida la doct rina de la gracia, de la redención, del perdón - t odas
com plet as m ent iras privadas de t oda realidad psicológica- fue invent ado
para dest ruir en el hom bre el sent ido de las causas; fue un at ent ado
cont ra la nación de causa y afect o! ¡Y no un at ent ado realizado con el
puño, con el cuchillo, con la sinceridad con el odio y en el am or , sino
part iendo de los inst int os m ás viles, m ás ast ut os, m ás baj os! ¡Un
at ent ado de sacerdot es! ¡Un at ent ado de parásit os! ¡Un vam pirism o de
pálidas sanguij uelas subt erráneas! ... Si las consecuencias nat urales
de una acción no son ya nat urales, si no que se fant asea que sean
influidas por concept os fant asm as de la superst ición, por Dios, por
espírit us, por alm as, com o consecuencias puram ent e m orales, con
prem io cast igo, indicación, m edio de educación, es dest ruida la prem isa
de la ciencia y se ha com et ido el m ayor delit o cont ra la hum anidad, fue
invent ado para hacer im posible la ciencia, la civilización y el
ennoblecim ient o del hom bre; el sacerdot e dom ina gracias a la invención
del pecado.
50
Al llegar a est e punt o no puedo prescindir de una sicología de la fe
del creyent e, a favor, com o es j ust o, de los creyent es. Si t am poco falt an
hoy personas que ignoran cuán indecoroso es el ser creyent e
– o
cóm o est o es un signo de decadencia, de falt a de falt a de volunt ad de
vivir–, ya se sabrá m añana. Mi voz llega incluso los duros de oído.
Parece, si no he com prendido m al, que llam a la prueba de la fuerza.
La fe nos hace felices: luego es verdadera. Ant e t odo, se podría obj et ar
aquí que la felicidad t am poco est á dem ost rada, sino que no es m as que
una prom esa: la felicidad va unida a las : condiciones de la fe: hay que
ser feliz porque se cree...
Pero ¿cóm o se puede dem ost rar que efect ivam ent e su cede lo que
el sacerdot e prom et e al creyent e en un m ás allá inaccesible a t odo
cont rol? La presunt a prueba de la fuerza es, por consiguient e, a su vez
la creencia en que no falt ará aquel efect o que se nos prom et e por la fe.
Aderezado en una fórm ula: " yo creo que la fe nos hace felices; por
consiguient e, la fe es verdadera" . Pero con est o est am os ya al cabo de
la calle. Aquel por consiguient e es el absurdo m ism o t om ado com o
crit erio de verdad.
Pero supongam os, con alguna indulgencia, que est é dem ost rado
que la fe asegura la felicidad ( que la felicidad no es sólo deseada, no es
sólo prom et ida de labios, un t ant o sospechosos, de los sacerdot es) : ¿fue
nunca la felicidad - o para hablar t écnicam ent e, el placer- una prueba de
la verdad? Dist a t ant o de serlo que casi es lo cont rario: en t odo caso es
la m ás vehem ent e sospecha cont ra la " verdad" , cuando sent im ient os de
placer t om an la palabra a la pregunt a: ¿qué es la verdad? la prueba del
placer es una prueba para el placer, nada m as. ¿De dónde se podrá
sacar que precisam ent e los j uicios verdaderos causan m ayor placer que
los falsos, y que, de conform idad con una arm onía preest ablecida, llevan
necesariam ent e consigo sent im ient os placent eros? La experiencia de
t odos los espírit us severos y profundos enseña la cont rario: Para
conquist ar la verdad hay que sacrificar casi t odo lo que es grat o a
nuest ro corazón, a nuest ro am or, a nuest ra confianza en la vida. Para
ello es necesario grandeza de alm a: el servicio de la verdad es el m ás
duro de t odos los servicios. ¿Qué significa ser probo en las cosas del
espírit u? Significa ser severos con nuest ro propio corazón, despreciar los
bellos sent im ient os y form arse una conciencia de cada m ent e...
51
Una breve visit a a un m anicom io nos enseña con suficient e
claridad que la fe en ciert as circunst ancias hace hom bres felices, que la
felicidad no hace de una idea fij a una idea verdadera, que la fe no
t ransport a las m ont añas, sino que coloca m ont añas donde no las hay.
Est o no convence a un sacerdot e, - porque ést e niega por inst int o que la
enferm edad sea una enferm edad y el m anicom io un m anicom io. El
crist ianism o t iene necesidad de la enferm edad, casi com o la Grecia t enía
necesidad de un exceso de salud: hacer enferm os es la verdadera
int ención recóndit a de t odo el sist em a de salvación propio de la I glesia.
Y la I glesia m ism a, ¿no es el m anicom io cat ólico com o últ im o ideal? ¿La
t ierra en general, com o m anicom io? El hom bre religioso, cual le quiere la
I glesia, es un decadent e t ípico; el m om ent o en que una crisis religiosa
se posesiona de un pueblo es siem pre caract erizado por epidem ias
nerviosas; el m undo int erno del hom bre religioso se parece al m undo
int erior de los sobreexcit ados y de los agot ados, hast a el punt o de
confundirse con él; los m ás elevados est ados de ánim o que el
crist ianism o ha colocado sobre la hum anidad com o valores suprem os,
son form as epilept oides: la I glesia ha sant ificado solam ent e a locos o a
grandes im post ores in m aj orem dei honorem ... Yo osé una vez definir
t odo el t raining crist iano de la expiación y
de la redención ( hoy
est udiado especialm ent e en I nglat erra) com o una locura circular
producida m et ódicam ent e, com o es nat ural sobre un t erreno ya
preparado, o sea fundam ent alm ent e m orboso. Nadie es libre de llegar a
ser crist iano: no se conviert e la gent e al crist ianism o, hay que est ar
bast ant e enferm o para el crist ianism o...
Nosot ros, que t enem os el valor de la salud y t am bién del
desprecio, ¡cuánt o derecho t enem os a despreciar una religión que
enseñó a com prender m al el cuerpo, que rehúsa librar a ést e de la
superst ición sobre el alm a! ¡que hace un m érit o de la falt a de
alim ent ación! ¡que com bat e en la salud una especie de enem igo, de
diablo, de t ent ación! ; ¡que se persuadió de que es posible llevar un alm a
perfect a en un cuerpo cadavérico, y a est e fin debió t om arse una nueva
concepción de la perfección, una criat ura pálida, enferm iza, idiot am ent e
fanát ica, la dicha sant idad, la sant idad que es sim plem ent e una serie de
sínt om as de un cuerpo em pobrecido, enervado, irrem ediablem ent e
lesionado! ...
El m ovim ient o crist iano com o m ovim ient o europeo es, a priori, un
m ovim ient o colect ivo de los elem ent os de desecho y de descart e de
t odo género ( los cuales quieren llegar con el crist ianism o al poder) . No
expresa el ocaso de una raza, es un agregado de form as de decadencia
provenient es de t odo lugar, las cuales se reúnen y se buscan. No es,
com o se cree, la corrupción de la ant igüedad m ism a, de la noble
ant igüedad que hizo posible el crist ianism o; nunca se com bat irá con
suficient e saña el idiot ism o erudit o que aún sost iene una cosa
sem ej ant e. En la época en que las capas sociales enferm izas y dañadas
del chandala se crist ianizaron en t odo el im perio rom ano, el t ipo
opuest o, la nobleza, exist ía precisam ent e en su form a m ás herm osa y
m ás dura. El gran núm ero alcanzó el poder: el dem ocrat ism o de los
inst int os crist ianos venció... El crist ianism o no fue nacional, no se
concret ó a una raza, se dirigió a t odos los desheredados de la vida;
encont ró en t odas part es sus aliados. El crist ianism o t iene en su base el
rencor de los enferm os, dirige sus inst int os cont ra los sanos, cont ra la
salud. Todo lo que est á bien const it uido, t odo lo que es alt ivo, orgulloso,
sobre t odo la belleza, last im a sus oj os y sus iodos. Recordaré, una vez
m ás, la inest im able frase de Pablo: “ Lo que es débil a los oj os del
m undo, lo que es loco para el m undo, lo que es innoble y despreciable
para el m undo, fue elegido por Dios" ; ést a fue la fórm ula, in hoc signo
llegó la decadencia.
Dios en la cruz, ¿t odavía no se puede com prender el t errible
pensam ient o ocult o en est e sím bolo? Todo lo que es pensam ient o, t odo
lo que est a suspendido de una cruz es divino... Todos nosot ros est am os
suspendidos de una cruz, por consiguient e, t odos nosot ros som os
divinos... Nosot ros solos som os divinos... El crist ianism o fue una
vict oria, por él pereció una m ent alidad m ás noble; el crist ianism o ha
sido hast a hoy la m ás grande desgracia de la hum anidad.
52
fil crist ianism o est á t am bién en cont radicción con t oda buena
const it ución int elect ual: sólo puede valerse de la razón enferm a com o
razón crist iana, t om a el part ido de t odo lo que es idiot a, lanza la
m aldición sobre el espírit u, sobre la soberbia del espírit u sano. Com o la
enferm edad pert enece a la esencia del crist ianism o, t am bién el est ado
t ípico de ánim o crist iano, la fe, debe ser un form a de enferm edad, y
t odos los cam inas rect os, honrados, cient íficos, que conducen al
conocim ient o deben ser refut ados por la I glesia com o cam inos
prohibidos. Ya la duda es un pecado... La falt a com plet a de lim pieza
psicológica en el sacerdot e - - que se revela en su m irada- - es un
fenóm eno y una consecuencia de la decadencia: obsérvese de un lado
las m uj eres hist éricas y de ot ro los niños de const it ución raquít ica, y se
verá que, ordinariam ent e, la falsedad inst int iva, el placer de m ent ir por
m ent ir, son m anifest aciones de decadencia. La fe significa no querer
saber qué es la verdad. El piet ist a, el sacerdot e de am bos sexos, es
falso porque es un enferm o: su inst int o exige que la verdad no t enga
razón en ningún punt o.
" Lo que nos hace enferm os es bueno; lo que proviene de la
abundancia, del exceso, del poder, es m alo" ; así piensa el creyent e. Yo
adivino a t odo t eólogo predest inado por la esclavit ud a la m ent ira. Ot ro
indicio del t eólogo es su incapacidad para la filología. Por filología debe
ent enderse aquí, en sent ido m uy general, el art e de leer bien; de saber
int erpret ar los hechos sin falsearlos. Con int erpret aciones; sin perder,
por el deseo de com prender, la prudencia, la paciencia, la finura. La
filología com o ephexis en la int erpret ación; ya se t rat e de libros o de
not icias, de periódicos, de dest inos o de hechos m et eorológicos, para no
hablar de la salvación del alm a...
El m odo que un t eólogo, ya se encuent re en Berlín o en Rom a,
int erpret a una palabra de la Escrit ura o un acont ecim ient o; una vict oria
del ej ércit o nacional, por ej em plo, baj o la alt a luz de los salm os de
David, es siem pre de t al m anera audaz que un filólogo le hace perder la
paciencia. ¿Y qué decir cuando los piet ist as y ot ras vacas de Suavia
j ust ifican su m iserable exist encia cot idiana con el dedo de Dios, y de él
hacen un m ilagro de la gracia, de la providencia; un m ilagro de sant a
experiencia? El m ás m odest o em pleo del espírit u, para no decir de la
decencia, deberla llevar a est os int érpret es a persuadirse de la com plet a
puerilidad e indignidad de sem ej ant e abuso del dedo de Dios. Si se
t uviese en el cuerpo una m edida de piedad, por pequeña que fuera, un
Dios que nos cura oport unam ent e de un resfrío o que nos hace ent rar en
el coche en el m om ent o j ust o que est alla un gran aguacero, debería ser
un Dios t an absurdo que, si exist iese, debería ser abolido. Un Dios cual
m ensaj ero, com o cart ero, com o m ercader, es en el fondo una palabra
para indicar la m ás est úpida especie de t odas las casualidades... La
Divina providencia, La “ divina providencia” , t al com o cont inúa creyendo
hoy en ella aproxim adam ent e una t ercera part e de la “ Alem ania cult a” ,
sería una obj eción t an fuert e cont ra Dios, que no se la podría im aginar
m ayor. ¡Y en t odo caso, es una obj eción cont ra los alem anes! ...
53
Es t an falso que los m árt ires sufran algo por la verdad de una
cosa, que yo m e at revería a negar que j am ás un m árt ir haya t enido
nunca nada que ver con la verdad. En el t ono en que un m árt ir lanza a
la faz del m undo su convicción, se m anifiest a ya un grado t an baj o de
probidad int elect ual, t al obt usidad para el problem a de la verdad, que
nunca hace falt a refut ar a un m árt ir. La verdad no es cosa que uno
posea y ot ro no: sólo ciudadanos o apóst oles de ciudadanos a la m anera
de Lut ero pueden pensar así en la verdad. Se puede t ener seguridad de
que, según el grado de conciencia en las cosas del espírit u, la capacidad
de decidir, la decisión en est e punt o será siem pre m ayor. Ser
com pet ent e en cinco cosas y rehusar delicadam ent e ser com pet ent e en
lo dem ás... La verdad, com o ent iende est a palabra t odo profet a, t odo
librepensador, t odo socialist a, t odo hom bre de I glesia, es una perfect a
prueba del hecho de que ni siquiera ha com enzado aquella disciplina del
espírit u y aquella superación de si m ism o que es necesaria para
encont rar cualquier verdad, por m ínim a que sea.
Los m árt ires, dicho sea de pasada, fueron una gran desgracia en
la hist oria, seduj eron... La conclusión de t odos los idiot as, com prendidas
las m uj eres y el pueblo, de que t enga valor una causa por la cual
alguien afront a la m uert e ( o una causa que, com o el crist ianism o
prim it ivo, engendra epidem ias de gent es que corren a la m uert e) , est a
conclusión dificult ó indeciblem ent e la invest igación, el espírit u de la
invest igación y de la circunspección. Los m árt ires hicieron daño a la
verdad... Hoy m ism o bast a una ciert a crueldad de persecución para
crear un nom bre honorable a cualquier sect arism o carent e en si de
valor. ¿Cóm o? ¿Cam bia el valor de una causa él hecho de que alguien
exponga por ella la vida? Un error que llega a ser honorable es un error
que posee un hechizo m ás para seducir: ¿creéis vosot ros, señores
t eólogos, que vam os a daros ocasión de haceros m árt ires por vuest ra
m ent ira? Se refut a una cosa poniéndola cuidadosam ent e en hielo: así se
refut a t am bién a los t eólogos...
Ést a fue, precisam ent e, en la hist oria del m undo la est upidez de
t odos los perseguidores: que dieron apariencia de honorabilidad a la
causa de los adversarios, que les hicieron el don del hechizo, del
m art irio... Aun hoy la m uj er se pone de rodillas ant e un error, porque se
le ha dicho que alguien m urió por est e error en la cruz. ¿Es, pues, la
cruz un argum ent o? Pero sobre t odas est as cosas hay uno que ha dicho
la palabra de que había necesidad desde hace m iles de años:
Zarat ust ra.
" Est os escribieron signos de sangre sobre la senda que
recorrieron, y su locura enseñó que con la sangre se dem uest ra la
verdad.
" Pero la sangre es el peor t est im onio de la verdad; la sangre
envenena la m ás pura doct rina y la cam bia en locura y odio de los
corazones.
" Y si alguien corre el fuego por su doct rina, ¿qué prueba est o? Más
t arde es que la propia doct rina surge del propio incendio" 1 .
54
No nos dej em os engañar: los grandes espírit us son escépt icos.
Zarat ust ra es un escépt ico. La fort aleza, la libert ad provenient e de la
fuerza y del exceso de fuerza del espírit u se dem uest ra m ediant e el
escept icism o. Los hom bres de convicciones no m erecen ser t om ados en
consideración para t odos los principios fundam ent ales de valor y no
valor. Las convicciones son prisiones. Los convencidos no ven bast ant es
lej os, no ven por debaj o de si; pero para poder hablar de valor y no
valor se deben m irar quinient as convicciones por abaj o de sí det rás de
sí... Un espírit u que apet ezca cosas grandes y que quiera t am bién los
m edios para conseguirlas, es necesariam ent e escépt ico. La libert ad de
t oda clase de convicciones form a part e de la fuerza, la facult ad de m irar
librem ent e... La gran pasión, la base y la pot encia del propio ser, aún
m ás ilum inada y m ás despót ica que él m ism o, t om a t odo su int elect o a
su servicio: nos lim pia de escrúpulos; nos da el valor hast a de usar
m edios im píos, en ciert as circunst ancias nos concede convicciones. La
convicción puede ser m edio; m uchas cosas se consiguen sólo por m edio
de una convicción. La gran pasión no se som et e a ellas, se sabe
soberana.
Viceversa, la necesidad de creer, la necesidad de un absolut o en el
sí y en el no, el carlylism o, si se m e perm it e la expresión, es una
necesidad dé los débiles. El hom bre de la fe, el creyent e de t oda género,
es necesariam ent e un hom bre dependient e, un hom bre que no puede
ponerse com o fin, que no puede en general poner fines sacándolos de
sí. El creyent e no se pert enece a si m ism o, sólo puede ser un m edio,
debe ser em pleado, t iene necesidad de alguien que se valga de el. Su
inst int o at ribuye el suprem o honor a la m oral de la despersonalización, a
ést a le persuade t odo: su habilidad, su experiencia, su vanidad. Toda
especie de fe es una expresión de despersonalización, de renuncia de sí
m ism o... Si pensam os cuán necesario es a la m ayor part e de los
hom bres un regulador que les ligue y les fij e desde el ext erior, y cuánt o
la const ricción, o en sent ido m ás elevado, la esclavit ud, es la única y
últ im a condición en que prospera el hom bre débil de volunt ad, y
especialm ent e la m uj er, se com prende t am bién la convicción o fe. El
hom bre de convicciones t iene en la fe su espina dorsal. No ver m uchas
1
“ Así Hablaba Zarat ust ra” , ii, 24.
cosas, no sent irse caut ivo de nada, ser siem pre hom bre de part ido,
t ener una ópt ica severa y necesaria en t odos los valores, t odo est o es
condición de la exist encia de sem ej ant e especie de hom bres. Pero con
est o se es lo cont rario, el ant agonist a del veraz, de la verdad... El
creyent e no es libre de t ener en general una conciencia para
el
problem a de verdadero y no verdadero: el ser leales en est e punt o sería
pront o su ruina. La dependencia pat ológica de su ópt ica hace del
hom bre convencido un fanát ico - - Savonarola, Lut ero, Rousseau,
Robespierre. Saint - Sim on- - , el t ipo opuest o del espírit u fuert e y libre.
Pero las grandes act it udes de est os espírit us enferm os, de est os
epilépt icos de la idea, im presionan a la m asa; los fanát icos son
pint orescos, la hum anidad prefiere ver act it udes a oír argum ent os...
55
Dem os un paso m ás en la psicología de la convicción, de la fe. Ya
durant e largo t iem po he invit ado yo a considerar si las convicciones no
son enem igas m ás peligrosas de la verdad que las m ent iras - - Hum ano,
dem asiado hum ano, I , aforism o 483- - . Ahora quisiera plant ear la
pregunt a decisiva: ¿Exist e en general una cont radicción ent re la
convicción y la m ent ira? Todos creen que si, pero ¡qué no cree la gent e!
Toda convicción t iene su hist oria, sus form as previas, sus errores; se
conviert e en convicción después de m ucho t iem po de no serlo, después
de haber sido durant e largo t iem po apenas t al convicción. ¿Cóm o? ¿No
podría t am bién exist ir la m ent ira en est as form as em brionarias de la
convicción? Algunas veces sólo hubo necesidad de un cam bio de
persona: en el hij o llega a ser convicción lo que en el padre era t odavía
m ent ira. Por m ent ira ent iendo yo no querer ver una cosa que se ve, no
querer verla en el m odo que se la ve; no t iene im port ancia el hecho de
que la m ent ira se realice ant e t est igos o sin t est igos, la m ent ira m ás
com ún es aquella con la que nos engañam os a nosot ros m ism os; m ent ir
a los dem ás es relat ivam ent e el caso excepcional.
Ahora bien, est e negarse a ver lo que se ve, est e no querer ver en el
m odo que se ve una cosa, es casi la prim era condición de t odos los que
form an un part ido, en cualquier sent ido; el hom bre de part ido se hace
necesariam ent e un hom bre que m ient e. Por ej em plo, los hist oriadores
alem anes est án convencidos de que Rom a fue el despot ism o, que los
alem anes han t raído al m undo el espírit u de libert ad. ¿Qué diferencia
hay ent re est a convicción y una m ent ira? ¿Nos podríam os asom brar si
por inst int o t odos los part idos, aun el part ido de los hist oriadores
alem anes, t uvieran en la boca las grandes frases de la m oral, si la m oral
sobrevive casi sólo porque el hom bre de part ido de cualquier género
t iene necesidad de ellas a cada inst ant e? “ Ést a es nuest ra convicción,
Nosot ros la profesam os a la faz de t odo el m undo, vivim os y m orirnos
por ella – ¡respet ad a t odo el que t iene convicciones! " –; cosas de est a
índole he oído yo hast a en boca de los ant isem it as. ¿Al cont rario,
señores m íos! Un ant isem it a no es m ás respet able por el hecho de que
m ient a sist em át icam ent e... Los sacerdot es, que en t ales cosas son m ás
sut iles y com prenden perfect am ent e la obj eción im plícit a en el concept o
de convicción, o sea de la m ent ira sist em át ica, porque va dirigida a un
fin, han heredado de los hebreos la habilidad de int roducir en est e lugar
la idea de Dios, volunt ad de Dios, revelación divina. El m ism o Kant , con
su im perat ivo cat egórico, se encont ró en el m ism o caso: aquí su razón
se hizo práct ica.
Hay problem as en los que la decisión sobre la verdad o falsedad
que cont ienen no est á concedida al hom bre: t odos los m ás elevados
problem as, t odos los sublim es problem as de valor se encuent ran m ás
allá de la razón hum ana... Com prender los lim it es de la razón, est o es
precisam ent e la filosofía... ¿A qué fin concedió Dios al hom bre la
revelación? ¿Habría hecho cosa superflua? El hom bre no puede saber
por si m ism o que es el bien y el m al: por eso Dios le enseñó su
volunt ad... Moralej a: el sacerdot e no m ient e, no exist e el problem a de
verdadero o no verdadero en las cosas de que hablan los sacerdot es;
est as cosas no perm it en m ent ir. Porque para m ent ir se debería poder
decidir qué es lo verdadero; pero el hom bre no puede hacer est o: por
consiguient e, el sacerdot e no es m as que el int erpret e de Dios.
Sem ej ant e silogism o de los sacerdot es no es sim plem ent e j udaico
y crist iano; el derecho de m ent ir y la habilidad de la revelación son
propios del t ipo sacerdot e, t ant o de los sacerdot es de la decadencia
com o de los del paganism o ( paganos son aquellos que dicen si a la vida,
para los cuales Díos es la palabra para decir si a t odas las cosas) . La ley,
la volunt ad de Dios, el libro sagrado, la inspiración, son sólo palabras
para indicar las condiciones en las cuales el sacerdot e adquiere el poder,
por las cuales conserva su poder; est os concept os se encuent ran en el
fondo de t odas las organizaciones sacerdot ales, de t odas las
form aciones sacerdot ales y filosófico- sacerdot ales. La sant a m ent ira es
com ún a Confucio, al Código de Manú, a Mahom a, a la I glesia crist iana;
no falt a en Plat ón. La verdad est á aquí: est as palabras, doquiera que
son pronunciadas, significan: el sacerdot e m ient e...
56
Finalm ent e, es im port ant e el fin por el cual se m ient e. Mi obj eción
cont ra los m edios em pleados por el crist ianism o es ést a: que en él
falt an los fines sant os. Sólo fines m alos: envenenam ient o, calum nias,
negación de la vida, desprecio del cuerpo, envilecim ient o y corrupción
del hom bre m ediant e el concept o de pecado; por consiguient e, t am bién
sus m edios son m alos.
Ya leo con sent im ient o opuest o el Código de Manú, obia
incom parablem ent e m ás int elect ual y superior: sería un pecado cont ra
el Espírit u el nom brarle j unt am ent e con la Biblia. Pront o se com prende
por qué: porque t iene det rás de si una verdadera filosofía; la t iene en sí,
y no solam ent e un j udaísm o m alolient e, m ezcla de rabinism o y de
superst ición: da a m order algo, hast a al psicólogo m ás est ragado. No
olvidem os lo principal, la diferencia fundam ent al de t oda especie de
Biblia; con el Código de Manú, las clases nobles, los filósofos y los
guerreros conservan su poder sobre las m asas: por t odas part es valores
nobles, un sent ido de perfección, una afirm ación de la vida, un
sent im ient o t riunfal de sat isfacción de sí m ism o y de la vida, sobre t odo
el libro brilla el sol. Todas las cosas sobre las cuales el crist iano
desahoga su inagot able vulgaridad, por ej em plo, la generación, la
m uj er, el m at rim onio, son t rat adas aquí seriam ent e, con respet o, con
am or y confianza. ¿Cóm o poner en m anos de las m uj eres y de los niños
un libro que cont iene aquellas abyect as palabras: " Para evit ar la
prost it ución que t enga cada uno una m uj er propia y cada m uj er un
hom bre...: es m ej or casarse que abrasarse?" Y ¿se puede ser crist iano
siendo así que con el concept o de la inm aculada concepción el
nacim ient o del hom bre es crist ianizado, est o es, m aculado?...
Yo no conozco libro alguno en que se diga a la m uj er t ant as cosas
buenas y t iernas com o en el Código de Manú; aquellos viej os sant ones
t rat an a la m uj er con una gracia y delicadeza que acaso no ha sido
superada nunca. " La boca de una m uj er – se lee allí –, el seno de una
j oven, la oración de un niño, el hum o del sacrificio, son siem pre puros; ”
Y en ot ro lugar: " No hay nada m as puro que la luz del sol, la som bra de
una vaca, el aire, el agua, el fuego y la respiración de una noven." Un
últ im o pasaj e, que es quizá t am bién una sant a m ent ira: " Todas las
abert uras del cuerpo por encim a del om bligo son puras, las de debaj o
son im puras. Sólo en la virgen es puro t odo el cuerpo."
57
Se t om a en flagrant e la insanía de los m edios de que se vale el
crist iano cuando se com para el fin del crist ianism o con el del Código de
Manú; cuando se pone de m anifiest o est e cont rast e de fines. El crit ico
del crist ianism o no puede m enos de hacerle despreciable. Un Código
com o el de Manú, nace com o nace t odo buen Código: resum e la
experiencia, la sabiduría y la m oral experim ent al de largos m ilenios;
concluye, no crea. La prem isa de una codificación de est e género es el
j uicio que los m edios con que crear aut oridad a una verdad conquist ada
lent am ent e y a caro precio sean profundam ent e diversos de aquellos por
los que se podría dem ost rar aquella verdad. Un Código no relat a nunca
la ut ilidad, las razones, la casuíst ica de los precedent es de una ley:
porque con ello perdería el t ono im perat ivo, el t ú debes, la condición
para ser obedecido. El problem a est riba precisam ent e en est o.
En un ciert o punt o de la evolución de un pueblo, la clase m ás
j uiciosa, o sea la que sabe m irar at rás y a lo lej os, declara est ablecida la
práct ica según la cual se debe o se puede vivir.
El fin de est a clase es hacer una recolección lo m ás posible rica y
const ant e de los t iem pos de experim ent ación y de las m alas
experiencias. Ant e t odo, de lo que nos debem os guardar es de la
cont inuación del experim ent o, de la preexist encia de un est ado fluido de
valores, del indagar, del elegir, del crit icar los valores hast a el infinit o.
Cont ra est o se alza un doble m uro; ant e t odo la revelación, o sea la
afirm ación de que la razón de aquellas leyes no es de origen hum ano,
no ha sido buscada y encont rada lent am ent e ent re errores, sino que
ést a, com o de origen divino, es com plet a, perfect a, sin hist oria, un don,
un m ilagro, sim plem ent e com unicada... En segundo lugar, la t radición, o
sea la afirm ación de que la ley exist ía ya desde t iem po ant iquísim o, y
que el ponerla en duda sería cont rario a la piedad, seria un delit o cont ra
los ant epasados. La aut oridad de la ley se funda en est as dos t esis: Dios
la dio, los ant epasados la observaron.
La razón superior de sem ej ant e procedim ient o se encuent ra en la
int ención de const reñir a la conciencia a que se ret ire, paso a paso, de la
vida reconocida por j ust a ( o sea dem ost rada por una experiencia
enorm e y sut ilm ent e t am izada) , de m odo que se consiga el perfect o
aut om at ism o del inst int o; est a prem isa de t odo género de m aest ría y de
perfección en el art e de la vida. Fij ar un Código a la m anera, de Manú
significa brindar a un pueblo la facult ad de hacerse m aest ro, de llegar a
ser perfect o, de inspirar al suprem o art e de vida. " A t al fin hay que
hacerle inconscient e" ; t al es el fin de t oda sant a m ent ira.
La ordenación de las cast as, la ley suprem a y dom inant e es sólo la
sanción de una ordenación nat ural, de una ley nat ural de prim er orden,
sobre la cual no t iene poder ningún arbit rio, ninguna idea m oderna. En
t oda sociedad sana se dist inguen ent re si, condicionándose
recíprocam ent e, t res t ipos, que fisiológicam ent e t ienen una gravit ación
dist int a, cada uno de los cuales t iene su propia higiene, un cam po de
t rabaj o propio, una cualidad propia de sent im ient os de la perfección y
de la m aest ría. La nat uraleza y no Manú es la que separa a los hom bres
que dom inan por su ent endim ient o, por la fuerza de los m úsculos o del
caráct er, de aquellos que no se dist inguen por ninguna de est as cosas,
de los m ediocres; est os últ im os const it uyen el m ayor núm ero, los ot ros
son la flor de la sociedad. La clase m ás alt a – yo la llam o los poquísim os
– por ser perfect a t iene t am bién los privilegios correspondient es a los
poquísim os: ent re los cuales est á el represent ar la felicidad, la belleza,
la bondad en la t ierra. Únicam ent e a los hom bres m ás int elect uales les
es perm it ida la belleza: sólo en ellos no es debilidad la bondad.
Pulchrum est paucorum hom inum ; la belleza es un privilegio. Nada es
m enos perm it ido a que las m aneras feas o una m irada pesim ist a; una
m irada que afea, o una indignación ant e el aspect o de conj unt o de las
cosas. La indignación es el privilegio del chandala; e igualm ent e el
pesim ism o. El m undo es perfect o; así habla el inst int o de los m ás
int elect uales, el inst int o que afirm a: la im perfección, las cosas de t odo
género que est én por baj o de nosot ros, la dist ancia, el pat hos de la
dist ancia, el chandala m ism o form a part e t am bién de est a perfección.
Los hom bres m ás int elect uales, com o son fuert es, encuent ran su
felicidad allí donde ot ros encont rarían su ruina: en el laberint o, en la
dureza consigo m ism os y con los dem ás, en el experim ent o: su goce
consist e en vencerse a si m ism os; el ascet ism o es en ellos necesidad,
inst int o, y para ellos es un recreo j ugar con vicios que dest ruirían a
ot ros... El conocim ient o es una form a del ascet ism o.
Est os son la especie m ás honorable de hom bres: est o no excluye
que sean la especie m ás serena y m ás am able. Dom inan, no porque
quieran, sino porque exist en; no les es lícit o ser los segundos. Los
segundos: t ales son los guardianes del derecho, los adm inist radores del
orden y de la seguridad, las nobles guerreros y sobre t odo el rey
considerado com o la m ás alt a fórm ula del guerrero, del j uez y del
conservador de la ley. Los segundos son los ej ecut ores de los
int elect uales; la cosa m ás próxim a a ellos, los que les quit an t odo lo que
es grosero en el t rabaj o de dom inación, su séquit o, su m ano derecha,
sus m ej ores discípulos. En t odo est o, lo repet im os, no hay nada de
arbit rario, nada de fat al; lo que es diverso es art ificial, ent onces se hace
daño a la nat uraleza...
La ordenación de las cast as, la j erarquía, form ula solam ent e la ley
suprem a de la vida m ism a; la separación de los t res t ipos es necesaria
para la conservación de la sociedad, para hacer posibles t ipos m ás alt os
y alt ísim os; la desigualdad de los derechos es precisam ent e la condición
para que haya derechos en genero. Un derecho es un privilegio. Según
su m odo de ser cada cual t iene su privilegio. No despreciam os los
derechos de los m ediocres. La vida es siem pre m ás dura conform e se va
elevando, aum ent a el frío, aum ent a la responsabilidad. Una gran
civilización es un pirám ide: sólo puede vivir en un t erreno am plio, t iene
com o prim era condición una m ediocridad fuert e y sanam ent e
consolidada. El oficio, el com ercio, la agricult ura, la ciencia, gran part e
del art e, en una palabra, t odo el com plej o de la act ividad profesional se
arm oniza únicam ent e con la m oderación en el poder y en el desear;
est aría fuera de lugar ent re las excepciones, el inst int o que le es propio
cont radiría t ant o el arist ocrat ism o com o el anarquism o. Para ser una
ut ilidad pública, una rueda, una función, es necesario un dest ino
nat ural: lo que hace de los hom bres m áquinas int eligent es no es la
sociedad, no es el género de felicidad de que son sim plem ent e capaces
la m ayor part e de los hom bres. Para los m ediocres, ser m ediocres, es
una felicidad: la m aest ría en una sola cosa, la especialidad es para loa
m ediocres un inst int o nat ural. Sería t ot alm ent e indigno de un espírit u
profundo ver ya una obj eción en la m ediocridad en sí. Es, por el
cont rario, la prim era cosa necesaria para que pueda haber excepciones;
una alt a civilización t iene por condición la m ediocridad. Sí el hom bre de
excepción m anej a precisam ent e a los m ediocres con m anos m ás
delicadas que las que em plea para m anej arse él y a sus iguales, ést a no
es sólo una cort esía
del corazón; es sim plem ent e su deber... ¿A
quiénes odio yo m ás ent re la plebe m oderna? A la plebe socialist a, a los
apóst oles de los Tschandala que m inan en el obrero el inst int o, el goce,
el sent im ient o de cont ent arse con su propia exist encia pequeña, que le
hacen envidioso, que le enseñan la venganza... La inj ust icia no se
encuent ra nunca en la desigualdad de derechos; se encuent ra en la
exigencia de derechos iguales... ¿Qué es lo m alo? Pues ya lo he dicho:
t odo la que nace de la debilidad, de la envidia, la de venganza. El
anarquist a y el crist iano t ienen un m ism o origen.
58
En realidad, el fin por que se m ient e const it uye una diferencia:
según que con est e fin se quiera conservar o dest ruir. Se puede inst it uir
una igualdad perfect a ent re el crist iano y el anarquist a: su obj et o, su
inst int o, t iende solam ent e a la dest rucción. Bast a leer la hist oria para
sacar de ella la prueba de est a afirm ación: la hist oria la present a con
t errible claridad. Ya hem os aprendido a conocer un Código religioso que
t iene por obj et o perpet uar la m ás alt a condición de prosperidad de la
vida, est o es, una gran organización de la sociedad; el crist ianism o
encont ró su m isión en poner t érm ino precisam ent e a t al organización,
porque en ella la vida prosperaba. Con est o, los result ados de la razón
durant e largas épocas de experiencia y de incert idum bre debían ser
em pleados para una rem ot a ut ilidad, y la cosecha debía ser t an grande,
t an rica, t an com plet a com o fuera posible: aquí, por el cont rario, la
cosecha fue envenenada por la noche... Lo que exist ía aere perennius, el
im perium rom anum , la m ás grandiosa form a de organización en
circunst ancias difíciles hast a ahora realizada, en com paración con la cual
t odo lo ant erior, t odo lo post erior es art ificio, chapucería, dilet ant ism o;
aquellos sant os anarquist as se im pusieron el religioso deber de
dest ruirlo, de dest ruir el m undo, est o es, el im perium rom anum , hast a
que no quedase piedra sobre piedra, hast a que los germ anos y ot ros
rudos cam pesinos se hicieron dueños de él. El crist iano y el anarquist a,
am bos decadent es, am bos incapaces de obrar de ot ro m odo que
disolviendo, envenenando, ent rist eciendo, chupando sangre; am bos
poseídos del inst int o del odio m ort al cont ra t odo lo que exist e, lo que es
grande, lo que dura, lo que prom et e un porvenir a la vida... El
crist ianism o fue el vam piro del im perium rom anum ; una noche hizo
inconscient e la obra enorm e de los rom anos, la de conquist ar el t erreno
para una gran civilización que t uviera para si el t iem po.
¿No se com prende t odavía? El im perium rom anum que nosot ros
conocem os, que la hist oria de las provincias rom anas nos m uest ra cada
vez m ej or, est a adm irable obra de art e de gran est ilo, fue un com ienzo,
su const rucción est aba calculada para dem ost rar su bondad en m iles de
años; hast a hoy no se const ruyó nunca así, ni siquiera se sonó nunca
const ruir en igual m edida sub specie aet erni.
Est a organización era bast ant e sólida para soport ar m alos
em peradores: la calidad de las personas no t iene nada que ver en est as
cosas; prim er principio de t oda gran arquit ect ura. Pero est e principio no
fue bast ant e sólido cont ra la m ás corrom pida especie de corrupción,
cont ra los crist ianos... Est e ocult o gusano, que en la noche, en la niebla
y en el equivoco se insinuaba ent re t odos los individuos y quit aba a t odo
individuo la seriedad para las cosas verdaderas, el inst int o en general
para la realidad, est a banda vil, afem inada y dulzona, fue poco a poco
haciendo ext rañas a las alm as a aquella prodigiosa const rucción, est o
es, aquellas nat uralezas preciosas, virilm ent e nobles, que en la causa de
Rom a vieron su propia causa, su propia seriedad, su propio orgullo. La
socarronería de los hipócrit as, el secret o de los convent ículos, concept os
som bríos com o infierno, sacrificio del inocent e, unio m yst ica al beber la
sangre, sobre t odo el fuego de la venganza lent am ent e avivado, de la
venganza del chandala; est o venció a Rom a, la m ism a especie de
religión a la cual, en la form a en que preexist ió, ya Epicuro le había
declarado la guerra. Léase a Lucrecio para com prender qué fue lo que
Epicuro com bat ió; no fue el paganism o, sino el crist ianism o, o sea la
corrupción de las alm as por obra del concept o de culpa, de cast igo y de
inm ort alidad. Com bat ió los cult os subt erráneos, t odo el crist ianism o
lat ent e; negar la inm ort alidad fue ya una verdadera liberación. Y Epicuro
hubiera vencido, t odo espírit u cult o era epicúreo en el im perio rom ano,
ent onces apareció Pablo... Pablo, el odio cont ra el m undo, el hebreo, el
hebreo errant e por excelencia... Com prendió que con el pequeño
m ovim ient o sect ario crist iano, se podría, fuera del crist ianism o, provocar
un incendio m ort al, com o con el sím bolo de Dios en la Cruz se podría
reunir, para hacer con ello un poder enorm e, t odo lo que est aba abaj o y
t enía secret as int enciones de revuelt a, t odo el conj unt o de m ovim ient os
anárquicos en el im perio. La salvación viene de los j udíos. El
crist ianism o fue una fórm ula para superar y sum ar los cult os
subt erráneos de t odas clases, el de Osiris, el de la Gran Madre, el de
Mit ra, por ej em plo; en est a visión consist ió el genio de Pablo. En est e
punt o su inst int o fue t an seguro que puso en labios, y no sólo en labios
del Salvador, las ideas con que seducían las religiones de los chandalas,
haciendo descarada violencia a la verdad; y en hacer del Salvador una
cosa que pudiera com prenderla t am bién un sacerdot e de Mit ra. Est e fue
su m om ent o de Dam asco: com prendió que t enía necesidad de la
creencia en la inm ort alidad para desacredit ar el m undo, y que el
concept o de infierno vencería t am bién de Rom a, que con el m ás allá se
dest ruye la vida; .. Nihilist a y crist iano son cosas que van de acuerdo...
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De est e m odo fue anulada t oda la labor del m undo ant iguo: no
encuent ro palabras con que expresar m is sent im ient os ant e un hecho
t an m onst ruoso. Y considerando que aquel t rabaj o era una preparación,
que precisam ent e ent onces se echaban las bases para un t rabaj o de
m ilenios con granít ica conciencia, repit o que t odo el sent ido del m undo
ant iguo fue dest ruido. ¿A que fin los griegos? ¿A qué fin los rom anos?
Todas las condiciones de una doct a cult ura, t odos los m ét odos cient íficos
exist ían ya, ya se había encont rado el gran art e, el incom parable art e de
leer bien; est a condición prelim inar de una t radición de cult ura, de la
unidad de la ciencia, la ciencia nat ural en unión con la m at em át ica y la
m ecánica, se encont raba en el m ej or cam ino; el sent ido de ha hechos.
el últ im o y m ás precioso de t odos los sent idos, t enía sus escuelas, su
t radición ya viej a de siglos. ¿Se com prende est o? Todo lo esencial se
habla encont rado, se est aba en condiciones de ponerse al t rabaj o; los
m ét odos, preciso es decirlo diez veces, son lo esencial, y son t am bién la
cosa m ás difícil y lo que t iene cont ra sí, durant e m ás t iem po, el hábit o y
la pereza. Lo que nosot ros hoy hem os reconquist ado em pleando
indecible violencia sobre nosot ros m ism os, porque t odos t eníam os aún
en ciert o m odo en el cuerpo los m alos inst int os, los inst int os crist ianos,
la m irada libre frent e a la realidad, la m ano circunspect a, la paciencia y
la seriedad en las cosas m ínim as, t oda la probidad del conocim ient o,
exist ía ya cerca de dos m ilenios hace. Y adem ás exist ía el t act o, el buen
gust o, el gust o delicado. No com o adiest ram ient o de cerebros. No com o
cult ura alem ana por est ilo m azacot e, sino com o cuerpo, com o gest os,
com o inst int o...; en una palabra, com o realidad... ¡Todo en vano! ¡En
veint icuat ro horas no quedó m ás que un recuerdo!
¡Griegos! ¡Rom anos! ¡La nobleza del inst int o, el gust o, la
invest igación m et ódica, el genio de la organización y de la
adm inist ración, la creencia y la volunt ad de un porvenir para el hom bre,
el gran si a t odas las cosas visibles en calidad de im perium rom anum
visible a t odos los sent idos, el gran est ilo que no era ya sim plem ent e
art e, sino que se había convert ido en realidad, caridad, vida..., y no
sepult ado en veint icuat ro horas en virt ud de un fenóm eno nat ural! ¡No
dest ruido por los germ anos y ot ros pueblos groseros, sino arruinado por
vam piros ast ut os, escondidos, invisibles, enem igos! No vencido, sino
chupado... ¡La ocult a sed de venganza, la pequeña envidia elevada a
dueña! ¡Todo lo que es m iserable, t odo lo que sufre de si m ism o, t odo lo
que est á anim ado de m alos sent im ient os, t odo el m undo del ghet t o que
brot a de una vez del alm a y sube a lo alt o!
Léase cualquier agit ador crist iano, por ej em plo, San Agust ín, y se
com prenderá, se olerá que inm unda gent e subió al poder. Nos
engañaríam os com plet am ent e si creyésem os que carecían de
ent endim ient o los j efes del m ovim ient o crist iano: ¡Oh, eran hábiles,
hábiles hast a la sant idad aquellos señores Padres de la I glesia. Lo que
les falt aba era ot ra cosa m uy dist int a. La nat uraleza los ha olvidado,
olvidó darles una m odest a dot e de inst int os est im ables, decorosos,
puros... Ent re nosot ros ést os no son ni siquiera hom bres... Si el I slam
desprecia al crist ianism o, t iene m il razones para ello: el I slam
presupone hom bres...
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E! crist ianism o nos robó la cosecha de la civilización ant igua, y
m ás t arde nos robó la cosecha de la civilización del I slam . El m aravilloso
m undo m orisco de cult ura, en España, que en el fondo nos es m ucho
m ás afín y habla a nuest ros sent idos y a nuest ro gust o m ucho m ás que
Rom a y Grecia, fue pisot eado ( no digo por qué pies) . ¿Por qué? Porque
era noble, porque debió su nacim ient o a inst int os viriles, porque
afirm aba la vid con los m ás raros y preciosos refinam ient os de las
cost um bres m oriscas...
Más t arde los cruzados com bat ieron una cosa ant e la cual les
hubiera sido m ej or post rarse en el polvo, una civilización frent e a la cual
hast a nuest ro siglo XI X puede aparecer m uy pobre, m uy t ardío.
Ciert am ent e, los cruzados querían hacer bot ín: el Orient e era rico...
Despoj ém onos de prej uicios: los cruzados fueron la m ás alt a pirat ería y
nada m ás. La nobleza alem ana, en el fondo nobleza de vikingos, se
encont ró en su elem ent o con las cruzadas; la I glesia sabia hart o bien de
que m odo se podía ganar a la nobleza alem ana... La nobleza alem ana,
que fue siem pre lo que fueron los suizos, los m ercenarios para la
I glesia, siem pre al servicio de los m alos inst int os de la I glesia, est aba,
sin em bargo, bien pagada... Precisam ent e con la ayuda de las espadas
t udescas, del valor y la sangre t udesca, conduj o la I glesia su guerra
m ort al cont ra t odo lo que es noble en la t ierra.
Aquí se present a una cant idad de pregunt as dolorosas. La nobleza
alem ana falt a casi com plet am ent e en la hist oria de la cult ura superior:
se adivina el m ot ivo... Crist ianism o, alcohol, los dos grandes m edios de
corrupción... En si no se puede elegir ent re crist ianos e I slam , ent re un
árabe y un hebreo. La decisión est á ya hecha: nadie es libre de hacer
aquí una elección. O se es un chandala o no se es un chandala: " ¡Guerra
a m uert e a Rom a! ¡Paz, am ist ad con el I slam ! " : así pensó, así hizo t odo
espírit u libre, aquel genio ent re los em peradores alem anes, Federico I I .
¿Cóm o? ¿Es que un alem án t iene que ser precisam ent e un genio, un
libre- pensador, para t ener sent im ient os decorosos? Yo no com prendo
cóm o un alem án pudo nunca t ener sent im ient os crist ianos...
61
Aquí es preciso volver a evocar un recuerdo que es aún cien veces
m ás penoso para los alem anes. Los alem anes han robado a la Europa la
últ im a gran cosecha, la últ im a cosecha que ha producido Europa, la del
Renacim ient o. ¿Se com prende fácilm ent e, se quiere com prender que fue
el Renacim ient o? Fue la t ransm ut ación de los valores crist ianos, fue una
t ent at iva, hecha por t odos los m edios, con t odos los inst int os, con t odo
el genio, para conducir a la vict oria los valores cont rarios, los valores
nobles... Hast a ahora no ha habido m as que est a gran guerra, hast a
ahora no ha habido posición de problem as m ás decisiva que la obrada
por el Renacim ient o, m i problem a es su problem a...; ni t am poco ha
habido una form a de asalt o m ás sist em át ica, m ás derecha, m ás
severam ent e desencadenada sobre t odo el frent e así com o cont ra el
cent ro. At acar en el punt o decisivo, en la sede del crist ianism o, poner
allí en el t rono los valores nobles, o sea int roducirlos en los inst int os, en
las m ás profundas necesidades y deseos de los que t enían allí su sede...
Yo veo ant e m i una posibilidad de fascinación y de encant o de aquellos,
com plet am ent e subt erránea:
m e parece que est a posibilidad
resplandece en t odos los est rem ecim ient os con una belleza refinada,
que en ella obra un art e, t an divino, t an diabólicam ent e divino, que en
vano se encont raría a t ravés de m ilenios una segunda posibilidad
sem ej ant e: veo un espect áculo t an rico de sent ido, y, al m ism o t iem po,
t an m aravillosam ent e paradój ico, que t odas las divinidades del Olim po
habrían prorrum pido en una carcaj ada inm ort al: " ¡César Borgia Papa!
¿Se m e ent iende? Pues bien: Est a habría sido la vict oria que hoy yo solo
deseo... ; ¡con ést a el crist ianism o quedaba abolido! ...
¿Qué sucedió en cam bio? Un fraile alem án, Lut ero, llegó a Rom a.
Est e fraile, que t enla en el cuerpo t odos los inst int os vengat ivos de un
sacerdot e fracasado, surgió en Rom a cont ra el Renacim ient o... En lugar
de com prender con profundo reconocim ient o el prodigio acaecido, la
derrot a del crist ianism o en su sede, su odio supo sacar de aquel
espect áculo su propio sust ent o. El hom bre religioso no piensa nunca
m as que en sí m ism o.
Lut ero vio la corrupción del papado, siendo así que se podía t ocar
con la m ano precisam ent e lo cont rarío: la ant igua corrupción, el
peccat um originale, el crist ianism o no se sent aba ya en la silla Papal.
Por el cont rario, se sent aba la vida, el t riunfo de la vida. El gran si a
t odas las cosas bellas, alt as, audaces... Y Lut ero rest ableció la I glesia: la
at acó... El Renacim ient o: un hecho sin sent ido, un gran en vano. ¡Ah,
est os alem anes, cuant o nos han cost ado ya! Hacer t odas las cosas
vanas: t al fue siem pre la obra de los alem anes. La Reform a, Leibniz,
Kant y la llam ada filosofía alem ana; las guerras de liberación: el
im perio; cada vez fue reducida a la nada una cosa que ya exist ía, una
cosa irrevocable... Est os alem anes son m is enem igos, yo lo confieso; en
ellos desprecio yo t oda especie de im pureza de ideas y de valores, de
vileza frent e a t odo sincero si y no. Desde hace casi m il años han
confundido y em brollado t odo lo que han t ocado con sus dedos; t ienen
en la conciencia hechas a m edias, hechas por t res oct avas part es, t odas
las cosas de que la Europa padece; t ienen t am bién sobre su conciencia
la m ás im pura especie de crist ianism o que exist e, la m ás insana. la m ás
irrefut able, el Prot est ant ism o... Si no nos desem barazam os del
crist ianism o, los alem anes t ienen la culpa.
62
Con est o he llegado al fin y expreso m i j uicio. Yo condeno el
crist ianism o, yo elevo cont ra la I glesia crist iana la m ás t errible de t odas
las acusaciones que j am ás lanzó un acusador. Para m i, es la m ás grande
de t odas las corrupciones im aginables, t uvo la volunt ad de la últ im a
corrupción im aginable. La I glesia crist iana no dej ó nada libre de su
corrupción; de t odo valor hizo un no valor, de t oda verdad una m ent ira,
de t oda probidad una baj eza de alm a. Y t odavía se at reven a hablarm e
de los beneficios que ha report ado a la hum anidad. Suprim ir cualquier
m iseria era cosa cont raria a su m ás profundo int erés: vive de m iserias,
creó m iserias para et ernizarse... Por ej em plo, el gusano del pecado: la
I glesia fue precisam ent e la que enriqueció a la hum anidad con est a
m iseria...
La igualdad de las alm as ant e Dios, est a falsedad, est e pret ext o
para los rencores de t odos aquellos que t ienen el ánim o abyect o, est a
idea que es un explosivo y que t erm inó por convert irse en una
revolución, idea m oderna y principio de decadencia de t odo el orden
social es dinam it a crist iana... ¡Los beneficios hum anit arios del
crist ianism o! Ést e hizo de la hum anit as una cont radicción consigo
m ism a, un art e de arruinarse a sí m ism o, una volunt ad de m ent ir a t oda
cost a, un desprecio y una repugnancia cont ra t odos los inst int os buenos
y honrados. Est as son para m í las bendiciones aport adas por el
crist ianism o. El parasit ism o com o única práct ica de la I glesia; la I glesia,
que con sus ideales aném icos, con sus idealidades de sant idad, chupa
de la vida t oda la sangre, t odo el am or, t oda la esperanza; el m ás allá
com o volunt ad de negar t oda realidad; la cruz com o signo de
reconocim ient o por la m ás subt erránea conj ura que j am ás ha exist ido,
conj ura cont ra la salud, cont ra la belleza, cont ra el bienest ar, cont ra la
bravura, cont ra el espírit u, cont ra la bondad del alm a, cont ra la vida
m ism a...
Yo quiero escribir sobre t odas las paredes est a et erna acusación
cont ra el crist ianism o, allí donde haya paredes; yo poseo una escrit ura
que hace ver aun a los ciegos... Yo llam o al crist ianism o la única gran
m aldición, la única gran corrupción int erior, el único gran inst int o de
venganza, para el cual ningún m edio es bast ant e venenoso, ocult o,
subt erráneo, pequeño; yo la llam o la única inm ort al vergüenza de la
hum anidad.
¡Y se com put a el t iem po part iendo del dies nefast us con que
com enzó est a fat alidad, desde el prim er día del crist ianism o! ¿Y por qué
no m ej or desde su últ im o día? ¿Desde hoy? ¡Transm ut ación de t odos los
valores! ...
Fe de r ico N ie t zsch e , pu blica do e n 1 8 9 5