ANALES DE LITERATURA CHILENA
Año 13, Junio 2012, Número 17, 81-102
ISSN 0717-6058
DISCUSIONES EN TORNO AL MODERNISMO DE LAS REVISTAS
LITERARIAS CHILENAS (1895-1901)*
DISCUSSIonS on MoDERnISM In ChILEAn LITERARY MAgAzInES
(1895-1901)
Marina Alvarado Cornejo
Universidad Católica Silva Henríquez
malvarado@ucsh
RESUMEN
El objetivo de este artículo es demostrar que las revistas literarias chilenas publicadas desde 1895 a 1901,
apropiaron y textualizaron de distintos modos la corriente modernista, debido a que estos periódicos no
fueron medios pasivos frente al recambio escritural ni vehículos discursivos uniformes, pese a que buena
parte de los estudios las reconocen indistintamente como modernistas. Para esto, identiicamos las tensiones
construidas por las revistas en torno a la corriente dariana, analizando las dos líneas de apropiación que
encontramos del Modernismo: la profesionalización del literato; y las discusiones respecto a la escritura
modernista.
pAlABrAs clAve: Revistas literarias 1895/1901, Modernismo, profesionalización del literato.
ABSTRACT
This paper aims at demonstrating that the Chilean literary magazines published from 1895 to 1901, appropriated and textualized the modernist stream in diverse ways, because these newspapers were neither
passive means facing scriptural replacement, nor uniform discursive vehicles, although most of the studies
acknowledge them as modernist publications. In order to accomplish this, we identify the tensions the
magazines built around Rubén Dario’s aesthetics and representational systems, analyzing two Modernist
lines of appropriation: professionalization of the writer, and discussions regarding modernist writing.
Key Words: 1895/1901 Literary Magazines, Modernism, Literary Professionalization
Recibido: 11 de noviembre de 2011 Aceptado: 15 de marzo de 2012
*
Este artículo forma parte de mi proyecto FONDECYT Iniciación número 1110316
llamado “Proceso de legitimación discursiva de las revistas culturales y literarias chilenas
(1842-1894)”.
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1. PRESENTACIÓN
MARINA ALVARADO CORNEJO
Las revistas literarias publicadas desde 1895 a 1901 son, La Revista Cómica
(1895), Lilas y Campánulas (1897), La Lira Chilena (1898), La Revista de Chile
(1899), El Búcaro Santiaguino (1899), Revista de Santiago (1899), La Ilustración
(1899), La Revista Nueva (1900) y Las Letras (1900). Estas publicaciones, además de
mantener lazos comunes, destacan porque con su aparición movilizaron el proceso de
producción escritural del período, pues promovieron sujetos discursivos y escrituras de
diversos géneros (especialmente poesía y crítica literaria), lo cual hizo más complejo
el escenario de producción de revistas y la esfera literaria nacional.
El surgimiento de estas publicaciones se enmarca en el proceso de emergencia
e instauración del Modernismo en Chile, al cual entendemos desde Max Henríquez
Ureña (1954), para quien esta corriente no responde sólo a la adhesión y seguimiento
de una estética, sino que al cambio en el estilo de vida de los escritores del período,
quienes ya no cultivan la literatura por ser un deber político, sino que por una búsqueda
escritural original.
A partir de las ideas iniciales y en relación con el corpus de revistas enumeradas
en el primer párrafo, el objetivo central de este trabajo es demostrar que estos periódicos apropiaron y textualizaron de distintos modos la corriente modernista, pues dicha
estética no fue unívoca, sino que plural gracias a las signiicaciones dadas por estas
publicaciones periódicas. Por consiguiente, la hipótesis que guía este trabajo plantea
que estas revistas no fueron medios pasivos frente al recambio escritural ni vehículos
discursivos que promovieron la homogeneización literaria, por el contrario, éstas
contribuyeron en la construcción y visibilización de tensiones que otorgaron espesor
al proceso de autonomización del campo literario chileno. En este punto reconocemos
dos temas clave: primero, la crítica y las discusiones en torno al modernismo literario,
lo cual implica una actividad revisionista por parte de los agentes involucrados e interesados en activar el campo literario sobre su propia escritura como de las funciones
y beneicios de producir revistas literarias; y, en segundo lugar, lo que signiica ser
modernista y las necesidades por profesionalizar la labor del literato.
Debido a las características generales de estas revistas y el período en el que
se inscriben, Bernardo Subercaseaux (1997), al igual que Naín Nómez (1996; 2000)
y otros, las señalan como modernistas pues consideran que éstas fueron “las que más
aportaron a la difusión de la nueva sensibilidad, revistas diagramadas con motivo de la
botánica heráldica y mitológica, revistas en que las imágenes gráicas más frecuentes
eran iguras femeninas emergiendo de la niebla o musas” (Subercaseaux 139). Sin
embargo, creemos que esta apreciación es problemática y poco precisa, pues más
allá del elemento visible, es decir el papel, los dibujos de art nouveau y los títulos de
las mismas, el Modernismo no fue una corriente aceptada y promovida por todas las
publicaciones del período de igual forma. Por el contrario, cada una de las revistas se
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apropió de dicha vertiente ya fuera para continuarla, contradecirla, o para contradecirse
a sí mismas, visibilizando en sus páginas la pugna existente entre el romanticismo,
naturalismo, realismo y el decadentismo.
Para abordar el problema sobre la consideración generalizadora de las revistas
y las tensiones que evidenciamos, exclusivamente, a través de estas publicaciones,
comenzamos este artículo con un primer apartado donde proponemos una lectura
“doble” desde Ángel Rama (1998) y Julio Ramos (2003) para distinguir lo que ambos
autores destacan sobre el Modernismo. Entre ambas perspectivas posicionamos a las
revistas literarias, como el espacio medial donde conluyen las dos tensiones más evidentes que rescatamos, analizándolas a partir de la operacionalización de las nociones
“texto-discurso” de R. Chartier y habitus de P. Bourdieu.
A dicho apartado le sigue un tercer punto dedicado a desmitiicar la supuesta
ortodoxia de las revistas literarias frente al modernismo y su carácter puramente instrumental para los autores del período. El cuarto apartado se centra en reconocer la
dinámica de posicionamiento de las revistas, por medio de la distinción de los “juegos”
y pugnas desarrollados a través de la “superposición de enunciados”1. Finalmente,
cerramos el trabajo con las conclusiones obtenidas con este artículo.
2. DISCUSIONES EN TORNO AL MODERNISMO: ¿POR QUÉ UNA REVISTA?
El punto a partir del cual articulamos este apartado, se concentra en la problematización de las relaciones que emergen entre la elección por publicar una revista
literaria, y el complejo entramado modernista que dio pie para el surgimiento de éstas.
En el primer número de La Revista, suplemento que acompañaba a La Lira
Chilena (1898) de Samuel Fernández Montalva, apareció el siguiente prólogo:
Quien dice que el gusto literario no existe en Chile, dice una mentira.
El poco éxito de algunos periódicos se debe, exclusivamente, a la falta de
cuidado de sus directores, que no van a buscar lores allí donde se producen
bellas y galanas.
La práctica de La Lira Chilena, me ha hecho conocer el camino de los jardines.
En La arqueología del saber (2007), Michel Foucault plantea que “una formación
discursiva se deine (al menos en cuanto a sus objetos) […] si se puede mostrar cómo cualquier
objeto del discurso en cuestión encuentra en él su lugar y su ley de aparición” (72). La formación
no es estable ni única sino que depende de las superposiciones de “estrategias discursivas o
enunciativas” que las revistas despliegan y experimentan, en tanto envites provenientes desde
otras revistas.
1
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MARINA ALVARADO CORNEJO
La Revista será la hermana menor de aquella y como más joven y más alegre y
juguetona, y por supuesto, guardando todas las consideraciones sociales, más
enamorada y coqueta.
Y basta de saludos, y basta de prólogo, que el público se convencerá de los
hechos (2).
Tanto La Lira como La Revista, forman parte de un grupo de revistas literarias
que se reconocieron como tales, especiicando su propia práctica escritural y demarcando
su circuito de producción y recepción. Debido a ello, los discursos programáticos como
prólogos y editoriales constituyen apartados primordiales para objetivar las intenciones
y las disposiciones o habitus2 (Bourdieu 2001) de estas prácticas texto-discursivas,
cuya especiicidad temática y consideraciones respecto a la situación de la producción literaria chilena se acentuó a partir del año 1895, así también la conciencia de
las mismas sobre la posición que ocupaban en relación a la prensa diaria y a otro tipo
de escritos de circulación habitual como almanaques, libros, antologías y folletines.
La publicación de revistas culturales, no obstante la fuerza irruptiva que tuvieron las de corte literario en los años en que situamos este trabajo, se remonta a
la segunda mitad del siglo XIX. En este período encontramos los primeros atisbos
de estos periódicos por distinguirse y diferenciarse de los diarios, como es el caso
del Museo de Ambas Américas (1842) respecto a El Mercurio de Valparaíso (1827),
revista y diario confrontados en torno al diarista, el periodista, el literato, el escritor y
el político, iguras que, en deinitiva, colaboraron en la construcción y complejización
del campo intelectual3 de la época. Sobre este antecedente clave para comprender el
devenir de las revistas, el habitus y el capital especíico de éstas hacia ines del 1800,
Amunátegui señaló que:
P. Bourdieu en ¿Qué signiica hablar? (2001), distante de las concepciones netamente sociológicas que no consideran la revisión de las discursividades, reconoce que existe un
espacio comunicacional valioso que implica conocimiento y reconocimiento (“intercambios
lingüísticos”), por lo tanto, no sólo existe un habitus personal, sino también uno lingüístico.
Por lo tanto, las prácticas de discurso especíicas otorgan espesor a los campos gracias a “la
magia de las palabras” (46). En el marco de este artículo, situamos a las revistas como agentes
de discurso y no como meras “potencialidades objetivas” del campo, lo cual evita la confusión
de entender a estos periódicos como medios a través de los que se establecen redes personales
y no como espacio de productividad especíica.
3
Para Bourdieu, “el campo intelectual, a la manera de un campo magnético, constituye
un sistema de líneas de fuerza: esto es, los agentes o sistemas de agentes que forman parte de
él pueden describirse como fuerzas que, al surgir, se oponen y se agregan, coniriéndole su
estructura especíica en un momento dado del tiempo” (2002 9).
2
DISCUSIONES EN TORNO AL MODERNISMO DE LAS REVISTAS LITERARIAS CHILENAS
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[L]a naciente literatura misma de América es una prueba más de una opinión
que tenemos por muy razonable. El diarismo en la prosa y el lirismo en la poesía
son las dos formas que dominan en ella; la primera, porque llena una necesidad
imperiosa de toda organización democrática; y la segunda, porque el hombre no
puede menos de sentir, y porque hay seres privilegiados que, cuando sienten,
no pueden menos de lanzar sus quejas o alegrías con sonidos armoniosos (699).
La cita propone las “reglas” del juego de un saber que se ha ido especializando,
y a través del cual los géneros literarios tendrían su espacio de divulgación especíico.
Pero esta división y estructuración implica valoraciones diferentes, tanto de la prosa
como de la poesía, y de los diarios y las revistas.
Los problemas que plantea Roger Chartier (1994) sobre el proceso de legitimación,
producción, transmisión y recepción de los textos, permiten ampliarse hacia el estudio
de las revistas con miras a reconocer y demostrar la validez de éstas frente a otras
prácticas escriturales. En consecuencia, y en base al corpus de revistas que abordamos,
consideramos que la revista es un bien simbólico y material de orden cultural, cruzado
por una hibridez de signos pertenecientes a distintas esferas semióticas. Esto complejiza
su praxis, recepción y análisis, debido a las variadas consideraciones e intereses que
se puedan tener sobre estas publicaciones y las distintas opciones que ofrecen a los/
las investigadores/as. En síntesis, las entendemos como agentes constructores de una
esfera discursiva especíica (no de un campo de revistas), articuladoras de una historia
propia que nos permite abordarlas como objetos de estudio cuyos empeños radican en
la diferenciación y legitimación respecto a otros textos.
La revisión de las revistas en tanto agentes del campo y no como, únicamente,
factores estructurantes, abre las preguntas sobre los modos en que estas publicaciones
reapropiaron la corriente modernista y qué signiicó, según sus propios discursos y
textos, ser modernista en Chile. Ángel Rama nos ofrece una buena salida, ya que caracteriza el Modernismo no sólo como una corriente estética o un “modo de escribir”,
sino que como una nueva forma moderna de los escritores y de sus proyectos culturales
de relacionarse con las esferas circundantes, cuestión que traerá la consiguiente “autonomización del campo literario”4. Esa forma moderna, se reiere a la incredulidad
frente a lo ya hecho y dispuesto, por lo que estos literatos se ven en la necesidad de
4
Bourdieu (2005) señala que “el proceso de autonomización de los campos literario
y artístico […] no es posible comprender la conversión colectiva que desembocó en la invención del escritor y del artista a través de la constitución de universos sociales relativamente
autónomos donde las necesidades económicas están (parcialmente) suspendidas a menos que
se salga de los límites que impone la división de las especialidades y de las competencias: lo
esencial permanece ininteligible mientras se siga dentro de los límites de una tradición única,
literaria o artística” (201).
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MARINA ALVARADO CORNEJO
reestructurar buena parte de los saberes en torno al hacer y al vivir del escritor, aunque
implique perder beneicios simbólicos y económicos, siendo esta una de las primeras
“nuevas reglas” en la producción literaria.
En el libro Rubén Darío y el Modernismo: circunstancias socio-económicas
de un arte americano (1970), Rama plantea como tesis de trabajo, que el desarrollo
y la consiguiente consolidación del Modernismo están aparejados con el creciente
liberalismo y capitalismo; en este sentido, según explica el autor, Darío representa la
autonomía de la práctica literaria, así también la legitimación del emergente sistema
literario, ajeno a los intereses estatales y económicos y de los anteriores escritorespolíticos, generando así una ruptura y un repertorio. Pero este proceso es propiciado
además, por la especialización de productores y la consiguiente conformación de un
público lector especializado. Esto aparece en el prólogo de la Revista de Chile (1898):
A nUESTRoS LECToRES Y CoLAboRADoRES
La Revista que nace en este número aspira a servir a su manera el público entre
el cual circulará. Deseamos que en sus páginas se pueda encontrar siempre un
rato de solaz, que sea tan agradable como útil.
El público de las Revistas, que no es ni puede ser el gran público que corre las
calles y que le encuentra a toda hora y en todas partes, sabe deleitarse con cosas
útiles y, a menudo, con cosas que no son de una utilidad inmediatamente visible
y maniiesta para el gran público.
El deseo de que se encuentre siempre en la Revista algo ameno y útil nos ija
casi en el patrón a que debe ajustarse su contenido […] (1).
La marginación que sufrieron los escritores a ines del siglo XIX se debió a
la doble devaluación social pues, por una parte, ya no eran los “letrados” quienes
por su responsabilidad política y cívica se dedicaban a escribir; y por otra, debido a
la indiferencia de la que los artistas y sus producciones fueron víctimas. Frente a la
falta de interés de algunos escritores por compartir la dedicación a las letras con otra
profesión u oicio incompatible temática e intelectualmente con el arte, decidieron
emprender proyectos culturales independientes que buscaban otorgarle especiicidad,
autonomía y legitimidad a la práctica escritural. En este sentido, podríamos airmar, de
igual modo como lo enuncia Poblete (2002), que la escritura de los modernistas y los
nuevos espacios periodísticos que forjaron se convirtieron en su “marca registrada”.
Mientras Rama se centra en Darío y en la evolución de la igura del letrado,
cambios que tienen a estas revistas por protagonistas del proceso, Julio Ramos (2003)
concentra sus propuestas sobre esta corriente pero a partir de Martí, señalando que la
supuesta continuidad “pacíica” desde el letrado al escritor no es tal, ya que éste último
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responde a una resigniicación de la tarea escritural y literaria, comenzando porque
su discurso no es descomprometido, muy por el contrario, pues de ser un “letrado”
pro modernización, ahora será un crítico comprometido y con una visión política del
proceso. El editorial del primer número de la Revista de Santiago da cuenta de ello:
En estos últimos 10 años, cuando tan ardiente soplo de entusiasmo se ha apoderado de la intelectualidad latino-americana lanzándola en la senda de la innovación y del progreso, es verdaderamente lamentable que nuestro bello país de
Chile haya permanecido como apartado, trabajando sí, pero en un aislamiento
que difícilmente podrá ser fecundo. La publicación literario-ilustrada que hoy
inauguramos está llamada a servir de seguro vínculo entre el pensamiento
chileno y el general pensamiento de América para que de una vez conocidos y
unidos todos los intelectuales, podamos proseguir unánimemente la ediicación
del soberbio monumento de las modernas, verdaderas letras americanas (2).
Bajo este marco, donde se ha generado una producción y un consumo de textos
multiplicado pero diferenciado, las revistas literarias, desestimadas por tratarse de
productos de los marginales o heresiarcas sociales y culturales, se convirtieron en
agentes activadores y transformadores del campo literario en vías de autonomización
gracias a estas acciones literarias que se corresponden con la “doble” apropiación
modernista que hemos pensado desde Ángel Rama y Julio Ramos. Esto es, junto con
cuestionarse la estética escritural, la articulación discursiva de dicho mensaje lo realizaron por medio de una performance materializada en las revistas, donde el elemento
político resulta inseparable tanto de la crítica, los modos de escribir, y del lugar de
los escritores a ines del XIX.
3. UN MODERNISMO DE REVISTAS POCO ORTODOXO
La Revista Cómica es señalada como una de las revistas modernistas por
antonomasia, porque en sus páginas aparecen los principales poetas seguidores de
dicha corriente. Pero la situación de esta publicación es, en sí misma, conlictiva y
contradictoria, pues en ella publica Efraín Vásquez Guarda, quien tras el seudónimo
de Antón Perulero, denuncia el descuido de la literatura en el país, la que de haber
padecido de falta de originalidad por los autores de la Generación del ’42, ahora sufre
de una profunda anarquía generada por el exceso de escritores en busca de nuevas
formas. Esto aparece en el primer número de La Revista Cómica:
“Baturrillo”
En lo que respecta a las buenas letras, ocurre en Chile lo que en ninguna parte.
Aquí el ser literato es casi, casi mal considerado […]
88
MARINA ALVARADO CORNEJO
¿La poesía?
Pues hoy la poesía en Chile no da signos de vida, como daba hace muy pocos
años.
Y aquel que se dedica hoy a ella tiene que entrar por la senda modernista o
decadentista o gongorista, que tanto da, para que nadie le entienda.
Ahora, muchos poetas –esto de poetas es un nuevo convencionalismo entre
nosotros– no saben sino hablarnos de policromos, de las tardes grises, de los
sonetos negros […], en vez de hacer medianos sonetos o décimas pasables, nos
brindan medallones y otras estulteces, que no son sino imitación servil de injenios
extraviados de otros países americanos. No tenemos siquiera la originalidad de
muchos desatinos. […]
Y como estos viejos soldados de la poesía, se hallan los jóvenes: Concha Castillo, Vicuña Cifuentes, los del Campo, Montaner y otros apenas dan señales de
vida. A veces, Ricardo Fernández Montalva nos ofrece algún delicado fruto de
su injenio, Gustavo Valledor nos brinda algún soneto bien cortado, con dejos
de decadentismo, i González, abandonando abstrusas disquisiciones ilosóicocientíicas suele dar expansión a su fantasía.
Pero todo ocurre muy de tarde en tarde. […]
Antón Perulero.
(3-6)
En la misma línea de Vásquez Guarda, otro de los “desencantados” por el
Modernismo pero que era asiduo y habitualmente publicado en gran parte de las
revistas que hemos revisado, está Eduardo de la Barra, quien en La Revista de Chile
y en La Revista nueva, encontró espacios para criticar fuertemente la falta de reglas
en la escritura de los modernistas, quienes no respetaban las formas versiculares ni
rítmicas desarrolladas en el Romanticismo. En la siguiente columna se evidencia lo
que comentamos:
La secta decadentista da grandísima importancia a la eufonía, y poca a la euritmia, y aunque la cadencia de los versos que vamos a examinar sea muy cuidada
y castigada, ellos a veces faltan a las leyes de la rítmica perfecta.
Estructura.- Se emplea el dodecasílabo anfíbraco, dispuesto en pareados consonantes. […]
Rima.- Se mezclan sin orden los inales agudos y graves, y hay asonancias muy
próximas, entrada, ferrada, galana, pavana, liviana, Diana […]
DISCUSIONES EN TORNO AL MODERNISMO DE LAS REVISTAS LITERARIAS CHILENAS
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vocabulario.- Hay mucho de convencional y obligado, como si existiera el
prurito de incrustar en los versos ciertos vocablos sacramentales: los clarines y
clarinadas, los pajes arrastrando brocatos, la gavota y la grácil pavana, como el
áureo polvo, el abejeo, las fanfarrias, lo irisado, las victorias […] los ríos líricos
[…] son lores del diccionario especial que Darío se han forjado para su uso, y
que sus admiradores copian con idelidad chinesca, como si en esas palabrejas
multicolores consistiera el grande arte de la Poesía! […] Hay impropiedades
de lenguaje, y eso parece corriente en la secta […]
Eduardo de la Barra
(La Revista de Chile 7-8)
Una de las propuestas más evidentes y notables de los poetas modernistas era
concluir con las frases hechas y reinventar los conteos silábicos de los versos. Por ello
desarrollan la prosa poética, la que pese a ser herencia del Romanticismo, fue con los
modernistas con quienes alcanzó mayor complejidad. Sobre esto, hay quienes culpan
a Darío ya sea en textos críticos o bien por medio de la poesía. Este es el caso del
poema “Decadentes” aparecido en La Lira Chilena, escrito por Ramón Escutti Orrego:
DECADEnTES
I
Llamadlos artistas,
No los llaméis poetas
Ellos esculpen miniaturas, igurillas
Espejuelos, relieves.
Modelan en yeso i en porcelana.
Trabajan como la hormiga sin
Alas o alas fugaces.
Trabajan como el arquitecto en
Levantar ediicios […]
Tallan versos de igual modo que
tallar mármoles.
[…]
Animaos del espíritu de la nacio_5
5
La Lira.
He respetado para la transcripción, la forma en que el poema aparece publicado en
90
MARINA ALVARADO CORNEJO
nalidad y el verdadero astro ame_
ricano i os deleitarán con sus rimas
Heredia, Pombo, Milanés, la Ave_
llaneda, Isaac, Bello, Guido Spano,
Mármol, Gutierrez, Andrade, Oyue_
la, Matta, Lillo, Blest Gana, Rodrí_
guez Velasco, Lira, Sofia, Valde_
rrama, Cifuentes, Irarrázabal, Fer_
nández Montalva, Dublé Urrutia.
[…]
El decadentismo, la palabra lo indica, es signo de impotencia in_
telectual.
El prurito es igurar, es surgir, es
Hacerse notable
[…]
(08) Nuestra literatura decae con los
Poetas decadentes.
¿Dónde se halla el cantor de las
lores de nuestros jardines?
¿Por qué está muda la voz época
Que retumbó por montañas, por bos_
ques i riberas […]
¡Oh Rubén Darío! ¡Cuánto mal
Has hecho a nuestra juventud que
Hoy se levanta deslumbrada con el
Brillo del oro puro salido de los cri_
soles de tu imaginación! Pero …tú
Llevas en tu frente un destello je_
nial, una chispa de jenio seductor i
Peregrino […] (La Lira Chilena, 5)
Mientras que el poema de Escutti intenta revivir a los “genios” románticos,
Francisco Contreras fue uno de los escritores que con más ánimo defendió el valor
productivo de los escritores modernistas, a través de su revista Lilas y Campánulas,
donde tras el seudónimo de León Garcín, expuso la siguiente relexión a propósito del
poema “Belkiss” de Eugenio de Castro:
Eugenio de Castro es un precursor;
Es un Bautista.
DISCUSIONES EN TORNO AL MODERNISMO DE LAS REVISTAS LITERARIAS CHILENAS
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Su libro es un triunfo.
El poeta trabaja oro plástico, modela bajo-relieves admirables.
Es modernista, es el abanderado Lusitania.
Belkiss es un símbolo encarnado en su estilo irreprochable.
En vano me pregunto si he leído algo semejante (porque hay estrellas hermanas).
No, no encuentro, el amor es propio.
Al leer las páginas que tratan del rey de Jerusalén viénese con insistencia a la
memoria el verso hebrático, casi divino […]
León Garcín
(Lilas y Campánulas, 33)
En contraposición a la revista de Contreras y a los elementos que éste destaca de
la poesía de Castro, en La Revista nueva se subraya todo lo contrario en Bórquez Solar.
ANTONIO BÓRQUEz SOLAR
Doblo la última página de Campo lírico –el libro de versos de Antonio Bórquez
Solar–, cierro los ojos, pienso en lo que he leído, y me parece que estoy soñando
un sueño…macabro. Apenas se esfuma, en el oscuro campo de las visiones, la
silueta de Cristo, vencedor del monstruo de la Amargura, aparece La Selva de
horror […]
Bórquez Solar pertenece al número de los poetas conocidos con el dictado de
modernistas –ya pasó la moda de los decadentes.
¿Qué cosa es el modernismo? Atendiendo únicamente al signiicado etimológico
de la palabra, modernismo, literatura modernista, debería ser la literatura del
día; pero no es así; el modernismo es solo una rama de la literatura del día […]
Los modernistas buscan lo nuevo, se apartan de lo ya conocido, cultivan una
sensibilidad exquisita que les lleva al aforismo de que a sensaciones nuevas
corresponden formas nuevas. El modernismo es pues, el mismo decadentismo
de ahora años, bautizado con otro nombre, bien que los modernistas suelen
ser duros y crueles con los decadentes de ayer. […] Sin pretenderlo, puede,
sin embargo, decirse que esta escuela literaria –si acaso es tal– se aparta en su
esencia, de lo que generalmente y desde tiempo inmemorial se ha conocido
por símbolo y por simbolismo. El símbolo es de antiquísimo uso en literatura y
arte, y hasta en historia y teología. Todos sabemos que toda obra de arte es un
símbolo, puesto que es la representación de una idea; pero ese no es el simbolismo a la moderna. […]
92
MARINA ALVARADO CORNEJO
Dije ya que Bórquez Solar es un poeta simbolista en el moderno signiicado de
la palabra; pero como todos los neóitos, Bórquez suele extremar la doctrina y
hacer versos que no sugieren nada […]
E.G. Hurtado y Arias
(La Revista nueva 3,119, 221, 224)
De similar modo que la crítica anterior donde se intenta distanciar a los modernistas de los simbolistas, Pedro Pablo Figueroa de El búcaro Santiaguino es aún
más lapidario con lo que respecta a la adopción de corrientes europeas, en desmedro
de la búsqueda de líneas creativas nacionales.
De esta vida accidentada, que no ha dado lugar al trabajo de cincel y de buril en
el bloque intelectual, ha surgido la imitación y copia de las escuelas europeas, francesas
o germanas, produciendo poemas sin originalidad y obras genéricas sin inspiración.
****
Las diferencias de inclinaciones literarias son peculiares en los diversos pueblos
americanos.
Pedro Pablo Figueroa
(El búcaro Santiaguino, 2)
Pese a que La Revista nueva no evalúa positivamente a la estética modernista,
sí lo hace con la simbolista, pues a la primera la considera un “mamarracho” literario,
y a la segunda la caliica como un movimiento más organizado, con principios y líneas
creativas claras, según presenta en el siguiente artículo:
EL MOVIMIENTO SIMBOLISTA
En LITERATURA
El conocido escritor inglés, Arturo Symons, ha publicado un nuevo libro titulado
The Symbolist Movement in Literature. […] es el único que conoce y aprecia
a los más recientes poetas y escritores franceses, porque – al revés de lo que
a otros ocurre– cree que, para escribir un libro sobre un movimiento literario,
no basta con recorrer las tabernas del Cuartel Latino, ni copiar las fantásticas
elucubraciones que caen en sus manos, ni aceptar como buenos los juicios
emitidos por cenáculos melenudos, mal juzgando, así, a escritores de real valor
e importancia, cuya única falta es no llevar la lamentable existencia de los bohemios noctámbulos y bebedores, rabiosos contra sí mismos y contra todos […]
DISCUSIONES EN TORNO AL MODERNISMO DE LAS REVISTAS LITERARIAS CHILENAS
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Después del Romanticismo y sus consecuencias, el Parnaso y el naturalismo,
vino un período indeciso, difícil de caracterizar, y al cual se le dio el vago nombre de Decadencia. Es tan difícil –y tan ridículo– querer ser decadente, como
comprometerse a ser virtuoso o corrompido. Decir que ha habido un movimiento
decadente es una contradicción, y si durante un corto tiempo, algunos individuos
secundarios y algunos jóvenes se llamaron decadentes, con el objeto de asustar
a los burgueses, eso no fue jamás un movimiento, el resultado de una actividad,
de una verdadera actividad intelectual. Más a menudo todavía, algunos críticos
ignorantes –suponiendo que procedían de buena fe– se sirven de ese término para
hablar de los poetas y escritores de la generación que sigue a la suya, o afectan
identiicar, en un mismo desdén, ambos términos: simbolistas y decadentes.
(La Revista nueva 2, 219-221)
En deinitiva, las revistas se apropian en mayor o menor medida del Modernismo, siendo heterogéneas y nada de ortodoxas. Lilas y Campánulas y La Revista
de Santiago, ambas de Francisco Contreras, son las mayores representantes y asumidamente adscritas al desarrollo y divulgación de esta vertiente literaria. Mientras las
restantes, o bien lo rechazan y aceptan a aquellos poetas en quienes dicha corriente
pasa casi desapercibida (La Revista nueva, La Revista de Chile, Las Letras), o caen
en contradicciones y discusiones estéticas, siendo eclécticas respecto a las corrientes
preexistentes (La Revista Cómica, La Lira Chilena, El búcaro Santiaguino, Revista
de Santiago, La Ilustración y La Revista).
4. LA “ARENA” LITERARIA
Uno de los elementos intertextuales interesante y reiterado entre las revistas
que revisamos, es el llamado que mediante los editoriales estas publicaciones realizan
con el objetivo de intervenir la producción literaria nacional y conseguir la autonomía
de la práctica escritural.
La intertextualidad, según Bajtín (2005), “es un eslabón en la cadena muy
complejamente organizada, de otros enunciados” (252), sin embargo, en el caso de
la esfera de revistas literarias dentro del mercado de bienes simbólicos, no resulta
productivo revisar la intertextualidad si no consideramos las relaciones de poder, así
como Fairclough (1992) lo propone6. En este sentido, los discursos contrahegemónicos
Para Norman Fairclough (2008), las prácticas discursivas, eventos y textos, son
estructuras que sufren procesos donde están involucradas relaciones sociales y culturales más
amplias, por lo cual vale la pena investigar de qué modo esas prácticas, relaciones y procesos
surgen y son coniguradas por las relaciones de poder y en las luchas por el poder, y para ex6
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y antiburgueses que estas publicaciones levantan, no tiene un único sentido de burla
o de desprestigio, sino que es la estrategia discursiva intertextual la que les permite
denunciar el equilibrio inestable en el cual se encuentran los discursos sociales; de esta
manera, los órdenes del discurso son desarticulados y rearticulados en lo referente a
lo que signiica ser literato en Chile y lo que debe ser y hacer una revista del nuevo
siglo XX.
Sobre esto, podríamos considerar que los editoriales de estas revistas son principalmente performativos7, ya que, es por medio de éstos donde las revistas, en tanto
sujetos de la enunciación, adquieren conciencia de sí mismas gracias a una “dialéctica
del lujo”, es decir, el movimiento espontáneo en el que la acción y la conciencia son
uno. Y de “relexividad”, pues los signiicados, valores, proyectos y objetivos centrales
de sus ideologías se ven en acción a través de las palabras, las que permiten explicarse
a sí mismas por los maniiestos.
La estrategia comunicacional que las revistas comienzan a desplegar, lograrán
que los agentes productores vayan quedando subsumidos bajo el nombre del periódico,
puesto que, como plantean Ossandón y Santa Cruz (2005), esta es “una instancia de
enunciación que progresivamente [se] irá independizando” (248). De allí entonces que
en buena parte de los elementos paratextuales8 que citemos, no “hablarán” en nombre
de la Dirección o de la Redacción, sino que de las mismas revistas.
La búsqueda y apertura de los espacios no es pacíica, sino que el campo literario
es considerado un campo de batallas, por lo cual se debe exhortar y persuadir a los
literatos que aún no han hecho el intento por pugnar espacios en el espacio de tomas
de posición, tal como lo enuncia “zafarrancho”, de Lilas y Campánulas:
¡Jóvenes modernistas de Chile! Ha llegado el momento de bajar a la arena. Ha
sonado la hora de las espadas.
Es tiempo de que los mercaderes abandonen el templo, bajo el oprobio de
nuestro látigo.
plorar de qué modo esta opacidad de las relaciones entre discurso y sociedad es ella misma un
factor que asegura el poder y la hegemonía.
7
Estas ideas las hemos tomado desde Victor Turner, citado en Performance. Teoría y
prácticas interculturales, de Richard Schechner (2000).
8
Las operaciones paratextuales propuestas por Gerard Genette (2001), distinguen
dos movimientos clave: el peritexto y epitexto, los cuales dan presencia al texto. El primero
corresponde a aquella información ubicable dentro del texto mismo, es decir, títulos, subtítulos,
prólogo, editorial, entre otros. Mientras, el epitexto, lo constituyen todas aquellas menciones
externas, materiales del texto, como un anuncio, reseña, crítica, entrevista, entre otras. Identiicar estos elementos en las revistas, nos lleva a sistematizar la red de las publicaciones, lo cual
demuestra la presencia y visibilidad de éstas dentro del circuito escritural.
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Es tiempo ya de que los viejos ídolos rueden de sus caducos altares, bajo la
injuria de nuestra planta.
¡Jóvenes paladines del Batallón Sagrado! Es necesario que nuestros enemigos
rueden por el polvo al bote de nuestra lanza.
Que nuestras regias trompetas de oro arrojen a los cuatro vientos del cielo la
orgullosa fanfarria de nuestro reto.
Que el trueno de nuestros clarines pase sobre el campo enemigo como un inmenso viento que incline las cabezas y humille los estandartes.
Las lechas envenenadas de la envidia se romperán contra nuestros pechos,
fuerte como el bronce de los escudos, templados como el acero de las espadas.
Y nuestros cascos estarán iluminados de gloria, y lluvia de laureles caerá sobre
nuestras banderas.
Diciembre 1897
(Lilas y Campánulas 2,3)
El vocativo con que se inicia el texto, marca no sólo al destinatario de la revista
y del editorial, sino también la adhesión explícita, tanto de la publicación como de los
lectores, al Modernismo. La imagen del poeta y el escritor, como si se tratara de las
Cruzadas Cristianas, es parte de los elementos reiterativos modernistas, pues se siente
como una labor sagrada destituir al actual “régimen” literario que en vez de propiciar
el surgimiento de una literatura nacional, crítica e inclusiva, se encarga únicamente
de fosilizar y perdurar el antiguo canon.
Por otra parte, un elemento que se reitera dialógicamente entre las revistas que
estudiamos, es el sentimiento de crisis en el in de siglo, propiciado por los cambios
sociales, políticos principalmente, educativos y, por supuesto, culturales. Todos estos
factores estimularían la búsqueda de renovaciones. De un modo similar, en La Revista
encontramos el siguiente editorial:
Porque proclamamos muy en alto que nuestra publicación sale de los mismos
umbrales de la escuela y presentamos nuestra bandera a los hombres que se han
dedicado a nuestra enseñanza y que la predican con las tres más signiicativas:
palabras: ¡Arte, Ciencia y Libertad!
La Revista (sic) será nuestro campo de lucha y sus columnas la corneta que nos
reclame, con su sagrado toque, a cobijarnos bajo la bandera que levantamos.
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Y a ese llamado, nadie debe faltar; más aun (sic), cuando hay entre los viejos
luchadores, quienes nos muestran el penacho blanco que debe conducirnos a
la gloria […]
(La Revista, 2)
En la misma línea de lo anterior, pero desde una óptica centrada en la profesionalización e institucionalización9 de las escrituras producidas en el país, La Revista.
Órgano de la Academia Literaria ‘Ricardo Fernández Montalva’, abre la columna
titulada “La Tarea Literaria” con un peritexto epígrafe adecuado, no sólo por ser
atingente al tema, sino que por citar la carta10 de uno de los poetas que participó del
Modernismo nacional, Félix Rocuant Hidalgo:
LA TAREA LITERARIA
Yo sé que nada valgo, pero sé también lo que valgo. Yo trabajo y mi único mérito
es ese: el trabajo. En cambio esos que zahieren no trabajan. Son los zánganos
del pensamiento.
(De una carta de D. Félix Rocuant Hidalgo)
¡Trabajar! ¡Trabajar!
El que se lanza al campo de las letras dispuesto a conquistarse las simpatías del
público, no debe apartar nunca de su vista esta divisa: ¡Trabajar!…
Ruda es la tarea literaria, y mucho más en Chile donde tan poco desarrollado
está el gusto por las bellas letras; por eso tantos y tantos jóvenes, esperanzas en
lor para la literatura patria, caen rendidos de cansancio en el camino que han
empezado a recorrer.
9
Entendemos este concepto siguiendo a Jacques Dubois (1987), quien lo explica
como, “La institución, sea […] literaria, comienza allí donde su cuerpo de especialistas ejerce
un monopolio sobre el sector de actividades, se atribuye una legitimidad, ejerce su poder y
cumple sus funciones en el seno de un organismo que dispone de una base material, así como
de un código de convenciones” (45).
10
El epígrafe de esta columna corresponde a un peritexto. Pero se trata de una carta que
es, al mismo tiempo, un discurso privado que ha sido develado, lo cual la constituye en una
operación epitextual. Es decir, acá observamos con claridad la operación paratextual, pues se
evidencian las dos sub-operaciones funcionando al unísono.
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Otros, los de cuna humilde y de nombre desconocido, emprenden la gloriosa
labor con el ardimiento entusiasta de la juventud: pero los destellos ardorosos
de esos corazones de fuego, van a extinguirse en la atmósfera de hielo de la
indiferencia de los grandes.
Muchos alcanzan triunfos brillantes y envidiables victorias, y engreídos con
sus conquistas literarias […]
Y otros por in, llegan a la ansiada meta a costa de innumerables sacriicios,
superando penalidades inmensas y ven coronadas sus sienes con los lauros de
la Gloria […] Ese reducido número ha llevado a cabo el programa que deben
seguir todos los obreros del pensamiento: ¡Trabajar! ¡Trabajar! ¡Trabajar! Pero
trabajar hasta el in, luchar hasta obtener el triunfo o dejar la vida en el campo
de batalla […]
(La Revista, 8)
Los intentos por generar reglas propias para el campo literario, se expresan
mediante la denuncia de la estética reinante y de las instancias que la custodian, con
el objetivo de “remecer” a quienes la siguen y aceptan pasivamente. La propuesta de
La Revista, entonces, plantea como estrategia ofensiva el trabajo y la dedicación a la
producción literaria y la generación de nuevos bienes simbólicos; pero para ello se
debe “¡trabajar!”. Este es el nuevo “héroe”, el profesional de las letras que por medio
de estos discursos comienza a dibujarse y que en las revistas del 1900 y posteriores
tendrá un protagonismo absoluto.
En Las Letras, mediante la exhortación del sujeto poético del poema “A la
juventud”, se reitera el llamado a la lucha, tal como lo demuestra su título temático,
el cual marca distancia entre los burgueses, y sus preferencias artísticas, y los poetas,
quienes no deberían dejarse seducir por el capital simbólico y económico que ofrecen
los “mercaderes” del arte:
A LA JUvEnTUD
(Para Las Letras)
No a los pies de la lasciva cortesana
Te aprisionen impúdicos amores,
Ni a la turba servil de aduladores
Se una tu voz altiva y soberana. […]
La vida es combatir. En la ardua brega
Derrumba altiva el último baluarte
Que audaz te opone la ignorancia ciega,
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Levanta el progreso el estandarte
Y lauros mil para tu patria siega
En las luchas olímpicas del arte.
Carlos A. Gutiérrez
(Las Letras 2, 3)
Las iguras del estandarte y de las banderas son evocadas nuevamente, entendiendo
la tarea del artista absolutamente indiferente a las solicitudes del “gran público”, en la
búsqueda permanente de la “sacralización” del arte y de la dominación legitimada por
méritos estéticos y no monetarios. Es por ello que las revistas entran a “intervenir” el
espacio cultural y el espacio social completo, el que ha estado indiferente de las letras
por causa de la misma inactividad de los agentes interesados en promoverlas. Sobre
esto, en el editorial de la Revista Cómica, se problematiza la fosilización del campo
literario y, por otra parte, se legitima la vida bohemia como performance de encuentro
y de manifestación del desencanto y marginación de los escritores:
[Editorial]
Se levanta el telón. En el vasto escenario la comedia empieza. En la isonomía,
la voz i los ademanes del artista, las pasiones humanas se retratan, i el público
aplaude entusiasmado.
Para aquellos que miramos desde el balcón, que leemos en el fondo de las almas
las íntimas verdades, es espectáculo curioso e interesante ver cómo, sobre el
tablado de la vida política i social, se suceden los actores.
Traen unos el oro deslumbrador en los trajes majestuosos, ademanes olímpicos,
calzando el coturno de los dioses paganos, sacriican los otros vidas i haciendas
por ser luminarias de un instante, ídolos de ocasión; mas, ninguno lleva en el
fondo de su alma la virtud de las cosas sentidas, la real majestad de los sentimientos verdaderos.
Cuando la representación ha terminado, como ruedan los oropeles en el sucio
pavimento de la alcoba, i las máscaras brillantes de los afeites dejan ver las
arrugas de los semblantes envejecidos por el vicio i por la edad!...
Hablemos la verdad alguna vez. Descifremos el logogrifo de la sociedad moderna, viendo claro tras la cortina celeste de las cunas doradas, levantando los
harapos de penitencias que cubren los descotes de las viejas mesalinas…
Riamos…pero, en medio de las orgías (sic) de nuestras mundanas pasiones satisfechas, lancemos la nota risueña, poniendo un poco de ajenjo en el champagne.
(Revista Cómica, 2)
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Consecuente con el tono de la Revista Cómica, el editorial carnavaliza la constitución y organización de la sociedad, otro asunto recurrente y sobre el cual estas
publicaciones dialogan.
Desde un foco centrado en la búsqueda de modelos culturales en Latinoamérica,
El búcaro Santiaguino mantiene la idea de cambio de repertorio, pero desde las motivaciones y las necesidades continentales, tomando las letras europeas y norteamericanas
sólo como casos interesantes e importantes, como ejemplos de desarrollo literario, pero
no como pautas escriturales y conductas sociales. De allí que esta columna se titule
“Folletines y Tertulias literarias”:
Los pueblos de América, por más originalidad e ingenio que posean sus hijos, no
han podido evadirse de la inluencia que, en su desarrollo intelectual, ha ejercido
la literatura europea, sobre todo las letras parisienses, que con más intensidad ha
hecho sentir, en la juventud de estos países, la fuerza de su espíritu fascinante.
Aparte de las exigencias de la vida de organización de estos pueblos, ha debido
intervenir en el desenvolvimiento de la literatura continental, privándola de su
carácter nacionalista, la exclusión de razas, la separación de la sociabilidad, de
las labores comunes de la civilización por la lejanía de sus relaciones.
No ha podido, por cierto, exhibir la literatura americana un sello genuino de
personalidad propia, porque cada pueblo ha recibido las impresiones de su clima
y de su naturaleza, de sus vicisitudes internas y de su estado general, a la vez
que de su educación imperfecta.
Por más que cada nacionalidad haya propendido a las asimilaciones del cosmopolitismo de su época, no ha podido desprenderse de su racionalismo natural
y lógico, por más vigoroso que se muestre su afán para alcanzar los dones del
adelanto universal […]
(El búcaro Santiaguino, 3)
La copia, o la mala copia, aparejada con la falta de “relejos” válidos entre
los escritores chilenos ha provocado la falta de organización entre los agentes con
habitus similares, cuestión que de no ser subsanada, según La Ilustración, generaría
un desgaste del entusiasmo inicial y, en consecuencia, la falta de legitimación entre
pares, cuestión que diicultaría más aún la constitución del campo literario. Sobre esto,
la siguiente cita hace mención:
[…] Nuestro mundo literario es desunido i poca de nuestra crítica está basada
en los nobles ines de hacer que el adversario adelante sus conocimientos.
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Donde existe la desunión está la falta de rumbo ijo; donde se ataca con crítica
malintencionada está la muerte intelectual de los individuos.
No porque decimos esto nos haremos sordos a nuestros críticos; al contrario, nos
detendremos a cosechar lo bueno y arrojar lo malo, manteniéndonos siempre
unidos y irmes en nuestro noble ideal de marchar ‘hacia la luz’ y ayudar a que
otros hagan otro tanto […]
La Dirección
(La Ilustración, 2)
Los discursos citados realizan “llamados” grupales, referidos a la necesidad por
cohesionar y agrupar a los agentes que tengan las mismas inquietudes, los mismos
habitus y se sientan representados por lo que cada una de estas revistas ofrece. En este
sentido, mientras que las publicaciones previas a 1894 recién marcaban las intenciones
por desapegarse de las publicaciones periódicas tradicionales, éstas ya se asumen como
armas en sí mismas para ofrecer tanto espacios de tomas de posición, como para ellas
mismas pugnar espacios dentro de la esfera de la prensa.
CONCLUSIONES
Mediante el análisis de las revistas consideradas para este trabajo, se han
puesto de relieve los aportes especíicos que estas publicaciones desplegaron para y
durante el proceso de legitimación del campo literario nacional. Esto, en primer lugar,
gracias a la especiicación y especialización de la propia práctica escritural ejercida
gracias a las diferencias promovidas por las mismas revistas frente a otros tipos de
publicaciones habituales, particularmente de los diarios, considerados por éstas como
constituyentes de la “prensa grande”. Debido a la conciencia de estas publicaciones
respecto a su posición dentro del campo cultural, en segundo lugar, los aportes que
realizan a la producción de literatos es mucho más puntual y clara ante las demás
manifestaciones escriturales, permitiendo que quienes participen de estos proyectos
tomen a las revistas tanto como improntas individuales como esfuerzos grupales, los
que los dota de un habitus y capital especíico que les coniere un distintivo dentro de
la estructura del campo.
Las revistas literarias estudiadas, por otra parte, evidencian que distante del
encasillamiento generalizador y el lugar pasivo desde donde se las estudia, son agentes
activos dentro del campo pues, según se revisó a lo largo del artículo, estas producciones
escriturales son quienes, especíicamente, ponen en evidencia las tensiones suscitadas a
raíz del Modernismo y los modos en que esta corriente fue entendida por los escritores
de ines del siglo XIX e inicios del XX. Para esto, nos pareció adecuado abordar los
dos ángulos de este repertorio estético considerando las propuestas de Ángel Rama y
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Julio Ramos, quienes concentrados en las iguras de Darío y Martí, respectivamente,
amplían las posibilidades para problematizar un período y los agentes involucrados
en éste. A partir de esto, concluimos que las revistas resigniican al modernismo como
potencialidad productiva, posibilidad de rebelarse frente a los cánones decimonónicos uniformadores de la producción literaria, por lo cual las revistas y los autores/as
involucrados en ellas buscan y pugnan por la originalidad y la ruptura de las reglas.
Por último, consideramos que las revistas literarias aglutinan, agrupan, exhortan
y materializan, en sí mismas, las contradicciones del período, relejando el espíritu de
crisis que propició las transformaciones posteriores en la producción literaria chilena.
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