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La diferencia en la identidad

Universidad Nacional Autónoma de México Facultad de Filosofía y Letras Díaz Díaz Álvaro Fundamentos de las ciencias sociales La diferencia en la identidad Contexto y antecedentes ¿Qué es la identidad? La identidad es un concepto que en la época anterior a la modernidad no suponía mayor problema de investigación o cuestionamiento debido a las características estructurales de las sociedades, para éstas la identidad era un reflejo del modelo de la clase social que ocupaba el individuo, se basaba en una asignación social desde la cual se debía cumplir con el compromiso, una asignación que lo ligaba a un ideal de las expectativas sociales hacia la clase que pertenecía: el comportamiento ético y moral impuesto, sin cabida a los vicios ni defectos al cual se llega por medio del desarrollo de la madurez a lo largo de su vida que se aspiraba conseguir. Tales consideraciones son mencionadas por autores como Gabriela Castellanos (2010) en que la identidad no era sino una variante de la esencia común a todos los seres humanos. Pero el tema principal de este proyecto, la diferencia en la identidad, comienza en la concepción de una identidad que no es la de la era pre moderna, sino el cambio de conceptualización dada después de mediados del siglo XX cuándo la modernidad pretende la creación de los meta-relatos y la homogeneización de una cultura, una llamada cultura universal (Ramonet, I. 2000) que en verdad no se logró, por el contrario, se afirma que la identidad es la realidad interna que define al individuo (Castellanos, G. et al. 2010), sin embargo, no depende nada más de él o es una esencia que se explica por sí misma y por lo tanto es diferente de cualquier otra, precepto que otrora era aceptado, ahora la identidad es vista de manera diacrónica como un proceso de construcción en que la sociedad y su cultura correspondiente influyen en el sujeto para formar su identidad: “un yo constituido tanto por la conciencia como por el ambiente externo” (Aronowitz, S. 1995). Este concepto de identidad, es por lo tanto referente a lo personal, es una construcción producto de una relación dialéctica con la cultura de manera indisociable (Giménez, G. 2010) ya que la cultura es una matriz creada por la sociedad en la que está inserto el individuo de la cual se basa como fuente para apropiarse de los elementos culturales y los interioriza como parte de ellos. A pesar del significado individual que implica la identidad, el carácter relacional que posee su construcción no la aísla de la interacción con los otros que componen 1 su sociedad de modo que procesa con su propia subjetividad aquello apropiado culturalmente con el fin de autodefinirse con respecto a los demás, esa influencia de los otros que contribuye a la formación de una identidad que define y diferencia a la vez al individuo es llamada alteridad. Otro aspecto importante de la identidad es que busca tener reconocimiento en esa alteridad involucrada de quién es por él mismo y ante de los otros. Identidades colectivas La mención anterior de la cultura resulta de gran importancia en la identidad porque la cultura que genera una sociedad es el primer marcador de una definición y una diferenciación a nivel de sociedades primero que de individuos por la misma razón arriba mencionada de que una identidad era asignada socialmente, esa época en que el individuo pensaba responder a su sociedad por pertenecer a ella. Las identidades colectivas son grupos que se asocian en función de una dimensión de la identidad personal común a los otros que constan el grupo (nación, etnia, cultura), y es el sentido de pertenencia a los grupos lo que caracteriza a las identidades colectivas; aunque tienen sus semejanzas y diferencias con la identidad personal, según Gilberto Giménez (2010): Diferencias 1. No tienen conciencia porque no son individuos sino grupos, está indicada desde un principio el elemento de diferenciación social (etnia, nación, cultura) por los individuos que lo forman 2. No están bien delimitados en espacio y tiempo, sus límites son difusos 3. Su identidad no trata de autodefinirse sino de manifestarse porque ya está establecida Semejanzas: 1. Define sus límites de definición y diferenciación 2. Busca duración temporal y reconocimiento Identidad Nacional De entre las identidades colectivas, la nacional es una de ellas, es una identidad que se basa en la conciencia común, una comunidad imaginada (Anderson, B. 1983) creada por constructo socio-histórico que liga a las personas por medio de los elementos en común, normalizados por convivencia en espacio y tiempo. De ahí que las identidades nacionales sean tomadas a partir de ciertos indicadores como sus sinónimos: la religión, el idioma, la etnia y el territorio (de este último es del que partiré para discutirlo como tema en la participación para la creación de una identidad); claro que éstos producen una facilidad de interacción social que con el tiempo aquellos que poseen el idioma, la religión y la etnia se 2 pueden entender en un territorio y tiempo dado produce esa conciencia en que se toman como iguales en cuanto a su condición pues a la vez tendrán una conciencia de no poder entenderse con aquellos con los que no comparten esos elementos que permitan su relación, pero la identidad nacional no trata de la capacidad de hablar un idioma o ser de una etnia, éstos son solo homogeneizadores que ayudan exactamente a la formación de esa conciencia común de la sociedad vinculada por ellos. Justificación y construcción del problema de investigación Después de la segunda guerra mundial, el sistema capitalista buscó diseminarse e implantarse por el mundo a través del discurso del desarrollo, cuyo supuesto fin era llevar el modelo de desarrollo de los países desarrollados capitalistas a los países que no lo eran. Esta inserción de modelo en que todos tendrían el de la sociedad occidental-capitalista pretendía disminuir las diferencias socioeconómicas, que implicaba alcanzar una gradual homogeneización (Díaz, H.1981) que irían desapareciendo en la sociedad en lo étnico y lo nacional, se argumentaba que esas particularidades no eran más que estados de su atraso, por lo que eran fases de transición que se dejarían atrás con el avance del desarrollo y el progreso preconizado por el capitalismo. El acoplamiento del sistema capitalista en las demás sociedades no resultó al esperado por las propias particularidades a las que se enfrentaba, incluso el ritmo de su inserción era heterogéneo en función de esas particularidades pero no significaba que fueran inmunes al cambio en sus bases culturales y trajera transformaciones en las identidades. A partir de la década de los 70’s una vez, por fin, los objetivos del capitalismo, los de la acumulación flexible (Harvey, D. 1990), son establecidos en los nuevos espacios a los que se propaga mundialmente para la producción y acumulación de capital: la estructura económica responde a la global y ya no más a la nacional, esto implica transformaciones en la división del trabajo, lo que hace que el trabajo ya no sea el fundamento de actividad en que la identidad de la persona ni de los grupos se encuentra principalmente, ahora hay una búsqueda de identidad donde la sociedad no la encuentra meramente en su trabajo o su clase social. Es la globalización, un proceso de alcance territorial que difumina la claridad que hay en los procesos del trabajo en que están los trabajadores que ya no les da una certeza de su función, la cual es fácilmente reemplazable o cambiante por las misma condiciones de trabajo sin prestaciones en la maquila o procesos de cambio empresarial que obligan a las personas a migrar en busca de trabajo. Es precisamente la globalización, lo que hace confrontar las diferencias entre lo global y lo local cuando la migración se efectúa y ejerce otro procesos, la desterritorialización y la reterritorialización, que en contra de la universalización, los procesos que permiten los flujos vienen reforzar las diferencias localistas habidas y encontradas por los movimientos de masas. 3 En esta época de globalización donde ya no es estable la identidad por las variaciones en sus constituyentes que se ven afectadas día a día por diferentes procesos que hacen confluir todo tipo de identidades resurgen pensamientos de las mismas al respecto de otras que se intensifican hasta el punto de consolidarse y tener la necesidad de manifestarse como antes no lo habían hecho, es entonces el resultado totalmente opuesto a pesar de poder haber logrado esa injerencia influyente en todas las culturas pero que no igualaron a las identidades. Para las características distintivas de las que parten las identidades colectivas (idioma, etnia, género, nación, etc.) se ha discutido mucho, por cierto, ¿y la parte geográfica? se restringe a lo referencial, una mención del lugar de discusión y el territorio donde se encuentra. Los territorios siempre han sido el término utilizado para hablar relacionado con el concepto del espacio, por politólogos u otros científicos sociales, no obstante, no considero correcto relacionarlo con las tan citadas particularidades de la sociedad y los localismos en que se desenvuelven ya que un territorio sí es el espacio apropiado socialmente o el espacio del Estado, sin embargo, es una categoría que solo indica eso: una ocupación de la sociedad, no es la categoría espacial indicada para explicar esas características que dan a la sociedad su particularidad, ese localismo no se puede explicar con un territorio pues pueden ser tan vastos, como el de México, incluso el concepto de territorialidad, que es el espacio que ocupan un conjunto de sociedades en un territorio no tiene validez porque simplemente menciona una agrupación, una contigüidad de sociedades, en todo caso hablamos de una serie de localismos pero esa particularidad no está de manera igual para todas las sociedades, sino serían homogéneas. El espacio, formador de identidad La manera de conceptualizar el territorio, es de alguna manera, el sinónimo de espacio: tiene una serie de acepciones que lo conciben como cualquier ocupación sin una clara limitación con las categorías espaciales de otra extensión pues el adjetivo “territorial” acompaña siempre la extensión de los conceptos de lugar, paisaje y región; de hecho, no es el problema la conceptualización de territorio como una ocupación, sino el asimilar el espacio de igual manera, la gran diferencia entre el espacio y sus categorías menores es que el primero se refiere a todas las relaciones que se pueden ejercer por una sociedad en el espacio físico en el que se desarrolla, en que interactúan, se vinculan y se articulan ambos por esas relaciones entre lo material y lo inmaterial; lo segundo denota a esas formas de ocupación y apropiación a diferentes escalas, por supuesto que para que haya relaciones el espacio debe contener personas que creen relaciones en él y a la vez se recree, por lo que es contenedor y contenido, producción y producto, de ahí la confusión o sinonimia que se da del espacio con el territorio. Cuando se habla de lo territorial se refiere de manera indiferente a la extensión y son las categorías anteriores las que definen su envergadura en cuanto a la dimensión extensional que ocupan los sujetos y procesos que actúan en ellos, también de las relaciones creadas en 4 ellas; entonces, lo territorial vuelve a ser un marco referencial, vuelve a ser un contenedor de sujetos, objetos y relaciones en un contexto expuesto, ejemplos de esto son la mención en cualquier caso de estudio del espacio ocupado por los sujetos de análisis, más no que el espacio sea parte de las relaciones, la sola mención de lo espacial o territorial en el análisis no lo hacer ser parte de él si no tiene una verdadera participación. Aunque el enfoque referencial que se tiene de lo espacial por agregar “cosas territoriales” persista, el avance teórico en cuanto a la reconceptualización de lo territorial ha empezado a dar nuevas formas de abordarlo: ya no es una simple superficie ocupada. En los tiempos de la acumulación flexible acelerada el mundo se explica conceptualmente por flujos que dejan de lado una situación fija, por lo que el concepto ortodoxo de territorio ya no tiene mucha funcionalidad, la nueva forma de ver el mundo por medio de los flujos que cambian rápidamente las relaciones que se dan en el espacio ha forzado una reformulación teórica para reinsertar este concepto. Se dice que la cantidad y tipos de flujos que emanan de la intensidad de los procesos que las relaciones socioeconómicas, políticas, etc. producen desacreditan al territorio de su carácter de estancia fija, ahora es una concepción fluida que no significa arraigo sino un desapego obligado por las estructuras que desprende a los sujetos de su territorio y los asocia a otros haciéndolos confrontarse a diferencias percibidas por ellos mismos que los hace cambiar en su constitución subjetiva, por consiguiente, en lo cultural e identitario. ¿Pero hasta qué punto esto no sigue siendo una concepción tradicional de lo espacial tratado desde el territorio? En verdad, es que ahora éste es visto como un escenario transportar, una red de vías por las cuales se realiza una movilidad que responde totalmente al discurso de los flujos, una concepción que da pie a la introducción de los llamados procesos de desterritorialización y reterritorialización, procesos que someten, reculan o expanden las formas de apropiación de una sociedad; se dice que ya no hay más territorio porque cada uno tiene su sociedad, por lo que territorializar implica desterritorializar otra sociedad, así se expande la primera y la segunda se somete pero no del todo debido a la matriz cultural que posee cada sociedad, una resistencia cultural que se manifiesta en todo tipo de problemáticas desde la gradual alienación cultural hasta los movimientos reaccionarios en lucha del reconocimiento identitario y la lucha por la soberanía del territorio. Para hablar de la aportación que tiene lo territorial (acciones de apropiación espacial) en la formación de la identidad, cabe señalar, que no es de una forma directa, pues como ya se ha citado, la cultura es una base diferenciadora indisociable relacionada a la identidad. Procede que, la duda está puesta sobre la sociedad ya que si ésta es una a pesar del tiempo y el espacio, ¿por qué no hay una sola o porque no son iguales todas? Las diversas culturas otra vez son la respuesta, empero, ¿que hace que éstas sean diferentes? Lo territorial deviene en respuesta de esta pregunta. La incidencia de aquellos que comparten el mismo espacio lo harán en una forma de organización primaria que inicia sus relaciones agregándolos al cuerpo colectivo de la sociedad (Echeverría, 1996), su actividad en un principio constreñida por los factores 5 abióticos y bióticos de la naturaleza influenciará el modo en que la sociedad aprovecha su medio ambiente, por lo que la interacción entre sociedad-naturaleza llevará a una adaptación para satisfacer las necesidades sociales, interacción social para una manipulación en la injerencia de la naturaleza que provoca el desarrollo de la cohesión social a través del tiempo en la que están incluidos el idioma, la etnia, la religión, que constan la cultura y que abocan en la conciencia común de la identidad colectiva. Es la apropiación realizada por cada sociedad en las características de su territorio que emana formas de apropiación que construyen su cultura y por lo tanto las diferencian manifestado en lo que Gilberto Giménez (2010) llama su contexto cultural, pero también el tecnológico. ¿Si hay una heterogeneidad de sociedades, a qué escala es homogénea? La narrativa vidaliana que describe la región brinda la respuesta de la geografía clásica francesa, en ella se pueden encontrar las explicaciones que superan la expectativa monografista que se tiene de la misma, en la División del territorio francés hay explicaciones ejemplificadas de la escala de apropiación homogénea que resulta en una categoría espacial después muy criticada: la región, a pesar de que pienso que la idea de tener la decisión de elegir entre las posibilidades de uso del espacio no sea correcta porque la sociedad no tiene tal posibilidad ya que no posee la cualidad de saber cuáles son las diversas formas existentes de aprovechamiento del medio sino que crea y ejerce directamente esas formas según la conciencia de su interacción con la naturaleza, y después su encuentro con otras sociedades (sinecismo) la hace descubrir nuevas formas de apropiación en las que puede influir o asimilar, las relaciones expuestas por Vidal de la Blache sí fueron las correctas (incluso Lacoste confiesa el arrepentimiento que tuvo de la aversión que le tenía hasta que descubrió su obra La France de L’Est, una obra sumamente geopolítica declara) aunque no se desarrollaron como debían sino hasta mucho más tarde porque fueron distintamente interpretados por sus discípulos (Capel, H. 2012) en lo que conocemos como la geografía clásica regional francesa que solo describe. Las categorías espaciales son interpretaciones del constructo social del espacio a diferentes escalas, la región es esa escala homogénea compuesta a su vez de un mosaico de paisajes que reflejan visualmente a una escala humana perceptual la apropiación y organización del espacio en la que se proyecta la sociedad lo que hacen del paisaje y la región las categorías para el trato y entendimiento de las identidades colectivas. Son los contextos teóricos de algunos autores que han progresado en estas concepciones nuevas de analizar el espacio en una red de relaciones escalares, el análisis geopolítico de Lacoste (2012), el sentido global del lugar de Massey (2012), las diferencias de ubicación y localización que distingue Milton Santos, que los forman y moldean confiriéndoles su consolidación característica construida socialmente que apenas hace de la geografía una ciencia joven teóricamente que nos llevan a ese tan esperado avance de la geografía como una ciencia social dotada en verdad de un cuerpo teórico alimentado por un contacto con las demás ciencias sociales que no se remite simplemente con la convencional economía o la historia, sino también a la enseñanza de la lingüística, la psicología cognitiva, la filosofía narrativa…(Lindón, A. 2008). 6 Bibliografía Anderson, B. (1993). Comunidades imaginadas. México. Fondo de Cultura Económica. pp. 63-160. Arfuch, L. (2005). 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