1 - LA LEY Y LA PSICOLOGÍA MODERNA
1. Presentación del tema
Resulta llamativo para algunos, que pueda establecerse una relación entre el Tratado de la Ley en la Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino y la psicología que tuvo su estallido y máxima expansión durante el siglo XX, y que se enraíza en la filosofía moderna.
En primer lugar habría que preguntarse ¿Por qué Santo Tomás? En cuanto a la elección de un pensador como Santo Tomás, son muchas las razones que fundamentan la decisión de seguir al Doctor Humanitatis.
La primera es que nos encontramos con una filosofía abierta a la realidad, con una filosofía del ser, capaz de dar una dimensión sapiencial a los temas que he de tratar, y esto significa que se le reconoce un alcance “auténticamente metafísico”, con una trascendencia a lo absoluto, último y fundamental
Cf. Juan Pablo II, Litterae Encyclicae Fides et ratio, en AAS 91 (1999), 5-87. . Santo Tomás es un autor que llena de luz el pensamiento de nuestro tiempo tan entenebrecido con doctrinas relativistas, cerradas al ser y al Absoluto, limitadas a lo fragmentario y parcial de la realidad.
El Aquinate, quien mereció ser llamado “apóstol de la verdad”, pudo elaborar una ontología y una gnoseología objetivas y equilibradas
Cf. Pablo vi, Carta apostólica Lumen Ecclesiae, en AAS 66 (1974) 673-702. , según San Paulo VI. Esto nos da una razón más para tomar su tratado pues nos otorga una base firme y un pensamiento sólido, fundado en la realidad, que nos aleja del temor a perdernos en los laberintos de algunas filosofías contemporáneas, sobre todo en su aspecto más práctico, tal como están planteadas por el pensamiento psicoanalítico, que atrae a tantas personas en nuestra cultura.
Lumbrera del mundo entero, el Angélico «es el guía autorizado e insustituible de los estudios filosóficos»
Pablo vi, Lumen Ecclesiae, n. 1. por su mente abierta a los avances de las ciencias y a los descubrimientos de otros pensadores; su libertad intelectual le permitió acercarse a todos los autores sin comprometerse con ninguno de ellos sino sólo con la verdad. Se presenta para nosotros como un ejemplo de diálogo intelectual, pues lo ejerció «con plena y generosa disposición de espíritu para reconocer y admitir la verdad, quienquiera que la dijese»
Pablo vi, Lumen Ecclesiae, n. 19..
Es así como tenemos una nueva razón que nos impulsa a seguir la «novedad perenne del pensamiento de santo Tomás de Aquino»
Juan Pablo ii, Fides et ratio, n. 43. (según Juan Pablo II en Fides et ratio) y es que supo establecer – sin temor alguno – una rica y fecunda relación dialogal con pensadores de otros tiempos. «Su filosofía, que es verdaderamente la filosofía del ser y no del simple parecer»
Juan Pablo ii, Fides et ratio, n. 44. , nos permitirá movernos con mayor facilidad en las distintas edades (medieval, moderna y contemporánea), buscando siempre la verdad y discerniendo el error en los autores modernos y contemporáneos, en este intento de comprender mejor la psicología de raíz moderna.
Santo Tomás de Aquino estudió el tema de la ley – de la cual voy a tratar – con esa pasión por la verdad, libertad de espíritu y grado eximio de audacia, que lo identifican
Cf. Juan Pablo ii, Fides et ratio.. Los estudiosos reconocen, además, que el Angélico trata el tema de la moral con explicaciones filosóficas; el elemento racional es el más usado para su fundamentación. Por estas razones es que, volviendo al Angélico, podrán profundizarse los contenidos centrales de nuestra temática, los cuales serán como la columna vertebral del pensamiento que desarrollaré. Ellos nos suministrarán las pautas necesarias para la comprensión del pensamiento filosófico moderno-contemporáneo y las corrientes de psicología de mayor difusión en el siglo XX.
El Aquinate supo desarrollar un pensamiento científico desde la profundidad de la razón abierta a la fe, y esto nos ayudará a encontrar la verdad sobre el hombre y sus conductas, en medio de tantos errores contemporáneos.
Dice S. S. Pablo VI:
Lo recomendamos a nuestros contemporáneos […] como maestro en el arte de pensar […] y como guía para conciliar los problemas filosóficos con los teológicos y, añadimos gustosamente, para plantear correctamente el saber científico en general
Pablo vi, Lumen Ecclesiae, n. 2..
Santo Tomás tiene mucho que ofrecer a nuestra cultura profana «como maestro de un método eficacísimo de pensar, al ir directamente a la raíz de lo que es esencial»
Pablo vi, Lumen Ecclesiae, n. 28., nos enseña a confrontar con las diferentes posiciones filosóficas de nuestra civilización.
Considero que no es menos importante en esta decisión, junto al reconocimiento de la autoridad del Magisterio de la Iglesia, la docilidad al mismo, pues lo ha aconsejado en varios documentos – frente a la confusión reinante en el pensamiento del mundo actual – sobre todo a partir de Aeterni Patris
Carta Encíclica de León xiii, promulgada el 4 de agosto de 1879, sobre la restauración de la filosofía. Leon xiii, Aeterni Patris, en AAS 11 (1878-1879), 97-115.. El Santo Doctor vuelve a ser recomendado en varias ocasiones – y ya al llegar el tercer milenio – por S. S. Juan Pablo II; sobre todo en una de las más importantes encíclicas de su pontificado: Fides et Ratio, donde no duda en afirmar que Santo Tomás es un auténtico modelo para cuantos buscan la verdad, pues en su reflexión, la exigencia de la razón y la fuerza de la fe se ha encontrado la síntesis más alta que el pensamiento haya jamás alcanzado
Cf. Juan Pablo ii, Fides et ratio, n. 78..
El segundo punto para clarificar, es el porqué de habernos sumergido en el pensamiento cuasi-dogmático de la psicología de raíces modernas, y especialmente, en una de las escuelas de psicología de mayor importancia y desarrollo en el mundo occidental y cristiano: el psicoanálisis. Esta psicología, que lleva las huellas del pensamiento filosófico de la modernidad, despierta especial interés para la investigación por la relevancia que ha alcanzado en la cultura actual, imponiéndose en casi todas las áreas de la cultura, y sobre todo, por su influencia en los ámbitos académicos y religiosos.
El tema de la ley fue abordado como tesis central por esta psicología, que se propagó tan rápida como sorprendentemente en el mundo católico, y que – sin lugar a duda – ha tomado esta problemática como parte de sus fundamentos. Ya había sido tratado por los filósofos de la modernidad, con los cuales es posible demostrar la conexión doctrinal.
En tercer lugar, puede decirse que el problema de la relación entre la ley y la psicología comienza con el desarrollo de la misma psicología como ciencia moderna. Las nociones tradicionales sobre la ley – como las veremos siguiendo el tratado en la Suma de Teología de Santo Tomás – se van tergiversando en la modernidad, y pronto quedan en el olvido. Después de muchos años se ha puesto de relieve la relación de la psicología con la ley y sus raíces filosóficas enmascaradas en un principio, así como las intenciones que no se manifestaron abiertamente en la evolución de esta psicología, sobre todo en la escuela psicoanalítica.
Con las críticas que empezaron a surgir como reacción natural frente al empuje que el psicoanálisis estaba adquiriendo en las sociedades de raíz cristiana y la cosmovisión que proponía, lúcidos pensadores vieron la necesidad de ahondar en sus principios, llamar la atención sobre los errores que la misma teoría freudiana afirmaba, y alertar sobre los peligros a que se exponía al hombre que debe alcanzar su plenitud en el obrar ordenado al fin último. Es el caso de científicos y filósofos del nivel de Rudolf Allers, Louis Jugnet, y otros.
Pero con el pasar del tiempo, sobre todo en el ámbito académico, se acepta la teoría y/o el método psicoanalítico, sin profundizar en sus raíces y sin reparar en los daños que acarrearía en la práctica, sobre todo al hacerse cada vez más popular e introducirse en los ambientes educativos, incluso (o más especialmente) en las universidades católicas. Esta ‘nueva ciencia’ pretende establecer normas de conducta y formas de vida, muchas veces reñidas con la ley moral que todavía reinaba en el occidente cristiano que la veía nacer.
Un aspecto importante para considerar es que no me involucraré en el discurso propio del psicoanálisis, sino que tomaré los textos que constituyen sus fuentes y los analizaré con toda objetividad.
Esto se debe a que no cabe duda de que tanto Freud como Lacan (autores que tomaré como prototipos del psicoanálisis) son ‘maestros’ en el manejo del oscuro inconsciente, y generan una especial sugestión si uno se entrega a sus rebuscadas elucubraciones. También esto nos da una razón más para tomar a Santo Tomás como criterio de la verdad iluminadora, porque no nos permite perdernos – como a tantos les ha sucedido – en medio de los laberintos del pensamiento psicoanalítico y las teorías post-freudianas.
Esta ciencia que se presenta en la modernidad con características absolutamente nuevas, no encuentra su objeto propio – en los diccionarios específicos de psicología no puede ser definida sino recurriendo a sus orígenes históricos: el nacimiento como disciplina independiente de la Filosofía en 1879 con W. Wundt – y su estatuto como ciencia sigue siendo problemático. Reconocidos especialistas en Historia de la Filosofía incluyen en su temática el análisis de la Psicología, tal como hoy se la entiende, argumentando la conexión del planteo de sus problemas con la filosofía
G. Reale – D. Antiseri, Storia della Filosofia, La Scuola, Brescia 2002». Y es así como desarrollan no sólo el pensamiento de conocidos psiquiatras como Freud, Adler, Jung, Lacan, sino que se refieren también a diversas escuelas como la Psicología Gestáltica (de Wertheimer, Köhler y Koffka), la Fisología psicológica (de Pavlov), el Conductismo (Watson, Skinner), la Epistemología genética (de J. Piaget).
En la actualidad la psicología se la estudia como una ciencia práctica donde se encuentran distintos niveles epistemológicos: 1) fenomenológico, experimental o descriptivo, 2) antropológico y ético, y 3) de un arte (especialmente pedagógico).
Se trata de una filosofía práctica, tal como se presenta hoy en día la psicología, por lo cual estudiaré fundamentalmente la ética, los comportamientos humanos en su ordenación al fin, la decisiva influencia que esto supone en la dirección de la personalidad y, por lo tanto, en la salud y enfermedad anímicas.
Analizaré las especies de ley, pero – para respetar la formalidad de este trabajo, que es la psicología – pondré énfasis en la importancia por ejemplo en que se debe cumplir plenamente con la ley natural para el logro de la madurez psíquica y el sano despliegue de la personalidad. Es por esto que – buscando la verdad sobre el hombre – nos hemos acogido a la sabiduría del Angélico que concluye el Tratado de la Ley con la ley nueva, donde el hombre encuentra la plenitud y la perfección de la misma ley natural. El hombre es psíquicamente sano en la medida en que ordena sus conductas al fin último sobrenatural, y sólo así puede estar libre de la neurosis, como lo afirma el psiquiatra Rudolf Allers (contemporáneo de Freud y docente privado de la Universidad de Viena).
Habiendo tantas corrientes y teorías de psicología, he limitado este análisis a los contenidos fundamentales de la escuela psicoanalítica, por varias razones.
La primera es porque creo que muchas de las otras orientaciones de psicología, incluso críticas del psicoanálisis toman los mismos principios básicos de esta escuela, que es la filosofía moderna. Es más, muchas veces intentan oponerse al psicoanálisis, pero lo hacen sólo en aspectos superficiales pues – al estar sujetos a las mismas filosofías – caen ingenuamente en los mismos errores que Freud respecto de la naturaleza del hombre y su fin.
No considerar la ley nueva, que es la plenitud de la ley – como lo demuestra Santo Tomás al concluir su Tratado de la Ley – es el error de la mayoría de las escuelas de psicología contemporáneas, aunque haya que reconocerles aciertos parciales. La diferencia con Freud es que creo que era consciente de lo que hacía y del proyecto que llevaba a cabo, pues tenía una cultura muy amplia y amplios conocimientos filosóficos, que no muchos psiquiatras y psicólogos de hoy en día poseen. Tomo la escuela psicoanalítica como paradigmática porque es claramente una nueva forma de ética y la ley moral. Ya puede reconocerse al psicoanálisis como una filosofía práctica que impone reglas de conducta determinadas.
Siendo lo principal de la ley la ordenación de la razón al bien común que en las cosas prácticas es el fin último, como afirma Santo Tomás, vemos que después de Freud hay una inmensa cantidad de orientaciones, posiciones, corrientes y escuelas de psicología, que yerran en lo esencial.
Lacan es un psiquiatra francés de familia católica, reconocido por querer un “retorno a Freud”; y es en esta pretendida vuelta a la ortodoxia psicoanalítica cuando deja en evidencia las raíces filosóficas del movimiento psicoanalítico, y la centralidad de la ética.
EL TRATADO DE LA LEY EN SANTO TOMÁS
Para introducirnos en el tema de la ley y su relación con la psicología, nos ocuparemos de hacer algunas aclaraciones básicas e introductorias sobre la ley y su definición siguiendo a Santo Tomás de Aquino.
A medida que la moral se va formalizando y adquiriendo un sentido más extrínseco − por influjo del protestantismo y los pensadores modernos, entre ellos más explícitamente Kant, al que veremos luego − también se va transformando la noción de ley tal como la había concebido Santo Tomás de Aquino y la tradición, de la que él nunca se aparta.
La palabra “ley” admite varios significados. Etimológicamente puede estar relacionada con la palabra legere porque la ley existiría cuando se le lee al pueblo para ser conocida. Otra etimología importante es del latín ligando-ligare dando a entender el carácter obligatorio de la ley; este sentido fue recogido por muchos escolásticos incluyendo San Buenaventura, San Alberto Magno y hasta el mismo Santo Tomás; tiene su fundamento en algunos textos de la Sagrada Escritura y responde a su carácter más evidente que es la obligatoriedad.
Santo Tomás al tratar de la esencia de la ley, da una primera definición:
la ley es una especie de regla y medida de los actos, por cuya virtud es uno inducido a obrar o apartado de la operación
S. Th. I-II q. 90 a. 1 corpus .
Claramente toma aquí el Aquinate la acepción de ligando o ligar refiriéndose a la obligación para obrar. La regla y medida de los actos humanos es la razón, que les da exactitud y precisión, pues a ella le compete ordenar las cosas a su fin que es el principio de la operación. El fin es lo primero en la intención y lo último en la ejecución.
Pero luego profundiza la noción de ley analizando sus elementos o causas esenciales:
1. causa material o sujeto en que reside que es la razón, 2. causa final que es el bien común, que en las cosas prácticas es el fin último 3. causa eficiente que es la razón común del que tiene a su cuidado la comunidad, y su efecto formal que es la promulgación.
De esta descripción concluye Santo Tomás su famosa definición: la ley es la ordenación de la razón al bien común promulgada por aquel que tiene el cuidado de la comunidad
Si bien luego analizaremos esta definición en relación con la psicología, debe ahora quedar entendido que «en el orden práctico nada establece la razón sino por orden al último fin que es el bien común
, el bien común es también fin común. Con relación a la operación, al obrar del hombre, a sus conductas (podríamos decir en términos psicológicos) el primer principio de la razón práctica es el fin último, la felicidad o bienaventuranza en el hombre
Cf. S. Th. I-II q. 90 a. 2 corpus; I-II q. 2 a. 7..
2. Contexto del Tratado de la Ley en la Suma de Teología
En la Summa Theologiae
El Tratado de la ley ocupará las cuestiones 90 a 108 de la Secunda Pars de la Summa Theologiae. En la primera parte Santo Tomás ha presentado a Dios como es en sí mismo, Uno y Trino en personas; y a Él como creador, conservador y gobernador de todas las cosas. En esta segunda parte estudia los medios adecuados para conducir a las creaturas racionales y libres a su fin último, así como los obstáculos que puede encontrar en el logro de dicho fin. Como el contenido de esta parte es muy extenso, los discípulos de Santo Tomás lo dividieron en dos partes: la prima secundae (donde se encuentra el Tratado de la Ley) y la secunda secundae. La tercera parte señala el camino del retorno a Dios, por eso trata de Jesucristo y los sacramentos. La muerte llevó al Angélico, y la obra fue terminada por Fr. Reginaldo Piperno O.P., quien compone el Suplemento de la tercera parte (que termina con los Novísimos), con material tomado del Libro IV de las Sentencias de Pedro Lombardo.
El mismo santo nos muestra su intención respecto de esta magna obra.
Puesto que el principal intento de la doctrina sagrada es el dar a conocer a Dios, y no sólo como es en sí mismo, sino también en cuanto es principio y fin de todas las cosas, y especialmente de la criatura racional, según hemos dicho, en la empresa de exponer esta doctrina trataremos primeramente de Dios; después del movimiento de la criatura racional hacia Dios, y en tercer lugar, de Cristo, que, en cuanto hombre, es nuestro camino para ir a Dios.
Tomás De Aquino, Suma Teológica, texto latino de la edición crítica Leonina. Traducción y anotaciones por una comisión de PP. Dominicos presidida por F. Barbado Viejo, BAC, Madrid 1956, I q. 2 prólogo. (En adelante S. Th.)
En la Segunda parte, tratará del “movimiento de la criatura racional” hacia el fin, entonces estudiará la moral, considerando los actos humanos – buenos o malos, virtudes o vicios – en cuanto se encaminan o desvían de dicho fin. Santo Tomás encabeza la Secunda Pars – el retorno del hombre a Dios – con un magnífico tratado del supremo y último fin del hombre. Son cinco cuestiones consagradas a la felicidad, correspondientes al estudio preliminar de la moral, porque toda la actividad humana es iluminada por este fin. No podría ser de otra forma pues el Angélico, profundo conocedor de la realidad atiende a la estructura propia del hombre cuyo intelecto desea ver a Dios. Esto se encuentra en continuidad con la perspectiva de la Ia Pars donde el conocimiento de Dios y la visión beatífica son temas claves en la exposición.
Ya en la Primera parte había afirmado que el hombre desea la felicidad y ésta consiste en la visión de Dios. En la Segunda parte mostrará entonces el camino para esa felicidad y ahí estudiará el tema de la ley.
La suprema felicidad del hombre consiste en la más elevada de sus operaciones, que es la del entendimiento, si éste no puede ver nunca la esencia divina, se sigue, o que el hombre jamás alcanzaría su felicidad, o que ésta consiste en algo distinto de Dios, cosa opuesta a la fe, porque la felicidad última de la criatura racional está en lo que es principio de su ser, ya que en tanto es perfecta una cosa en cuanto se une con su principio. Pero es que, además, se opone a la razón, porque, cuando el hombre ve un efecto, experimenta deseo natural de conocer su causa, y de aquí nace la admiración humana, de donde se sigue que, si el entendimiento de la criatura racional no lograse alcanzar la causa primera de las cosas, quedaría defraudado un deseo natural.
S. Th. I q. 12 a. 1 corpus..
Es necesario aclarar – con Santo Tomás – el término ‘moral’, el cual viene de mos:
En el sentido de inclinación natural o cuasi natural a hacer algo. Y el otro significado de “mos”, es decir, costumbre, es afín a éste, porque la costumbre en cierto modo se hace naturaleza y produce una inclinación semejante a la inclinación natural
S. Th. I-II q. 58 a. 1 corpus.
Para Santo Tomás el tema de la felicidad es central en la cuestión moral. Es natural a todo hombre, pues expresa la inclinación original hacia la verdad y el bien, que se desarrollará con las virtudes en el recto obrar.
Pinckaers
Cf. S. Pinckaers, Las fuentes de la moral cristiana, su método, su contenido, su historia, EUNSA, Pamplona 20002. observa certeramente que Santo Tomás no da tanta importancia a la obligación; es más, no dedica ninguna cuestión de la Secunda Pars al estudio de la obligación. La primacía de la cuestión de la felicidad sobre la de la obligación se entiende fácilmente cuando se conoce el pensamiento que precedió a Santo Tomás. Para los antiguos como Aristóteles y los Padres griegos y latinos, especialmente San Agustín, el tema de la felicidad o de la “vida dichosa” era central en la moral. Incluso San Agustín piensa que éste es el origen de la filosofía: «El hombre no tiene otra razón para filosofar que su deseo de ser feliz»
Agustín De Hipona, De civitate Dei, 1, XIX, c. 1. Citado por S. Pinckaers, Las fuentes de la moral cristiana…. Este hecho adquiere relevancia cuando – si queremos luego analizar las posturas en psicología (herederas la mayoría del pensamiento kantiano) – vemos que se contrapone a las concepciones modernas de moral que centraron el tema sobre el deber o moral formal (porque – por ejemplo para Kant – buscar la felicidad era inmoral, pues la entendía como sensible) y dejaron la felicidad fuera de su dominio.
En opinión de T. Urdanoz
El Santo utiliza tratados enteros de materia casi por completo filosófica, como el de los actos humanos, las pasiones, los hábitos, para entrar hasta el fondo en el movimiento del alma a Dios e iluminar, desde su raíz psicológica natural, todo el proceso de la actividad humana sobrenatural
T. Urdanoz, «Introducción general a la parte moral de la “Summa”», en Tomás De Aquino, Suma Teológica, Tomo IV, BAC, Madrid 1954, 3-72, 54..
Santo Tomás levanta luego todo el edificio de la personalidad sobrenatural, de frente al fin, pero perfeccionando las potencias naturales. Por eso puede decirse que la gracia es verdaderamente terapéutica, es la causa de la salud psíquica, porque ordena la personalidad natural, desordenada por el pecado. La gracia o ley nueva perfecciona la naturaleza. En este sentido es que el psiquiatra Rudolf Allers dice que la salud psíquica se da solamente en una vida santa o que tiende a la santidad.
Cf. R. Allers, Naturaleza y educación del carácter, Labor, Barcelona 1950
Es por ello que la Ia IIae llega a su plenitud con el tratado de la gracia, y la IIa IIae con los estados de perfección, y especialmente con una cuestión sobre la vocación religiosa
S. Th. II-II q.189 a. 1.. Esto podría relacionarse con el itinerario seguido en el Tratado de la ley, que también llega a su pleno desarrollo con un artículo sobre los consejos evangélicos, propuestos en la Ley Nueva como los mejores medios en el “movimiento de la criatura racional” hacia Dios. Como veremos más adelante, Lutero y los filósofos modernos de raíz protestante atacan muy duramente los consejos evangélicos, pues es evidente que, al conectar estos más directamente con el fin último, van en contra del proyecto de secularización que emprendió la modernidad por medio de la psicología.
El Angélico conjuga maravillosamente la ejemplaridad y la finalidad divinas, con la actividad humana. Así expone con claridad su intención, al iniciar la Segunda parte:
Como escribe el Damasceno, el hombre se dice hecho a imagen de Dios, en cuanto que la imagen significa “un ser intelectual, con libre albedrío y potestad propia”. Por esto, después de haber tratado del ejemplar, a saber, de Dios, y de las cosas que el poder divino produjo según su voluntad, resta que estudiemos su imagen, que es el hombre en cuanto principio de sus obras por estar dotado de libre albedrío y dominio de sus actos
S. Th. I-II prólogo. .
El valor científico de la moral fundamental de Santo Tomás se evidencia en la ordenación de la Ia IIae. El orden objetivo es marcado por el fin último y Bien supremo que ilumina las acciones humanas, las cuales, con su propia capacidad intrínseca de tender a él, constituye las exigencias de lo bueno y lo malo.
Las corrientes modernas de moral – que como veremos se relacionan íntimamente con la praxis de la psicología contemporánea – se caracterizan por ser revolucionarias respecto de la moral tradicional. Se subraya preferentemente la libertad y la conciencia personal en oposición a la ley.
3. El Tratado de la Ley
Santo Tomás reconoce una cuádruple ley: 1) la ley natural infundida en la creación; 2) la ley de concupiscencia, después del pecado; 3) la ley de la Escritura con los mandamientos; y 4) la ley de caridad y de gracia, que es la ley de Cristo.
Por la ley Dios instruye el entendimiento y por la gracia mueve la voluntad, por eso se encuentra primero el Tratado de la Ley (cuestiones 90 a 108) y luego el Tratado de la Gracia (cuestiones 109 a 114). Ambos tratados son perfectamente correlativos (y coherentes con todo el pensamiento del Doctor Angélico), ya que en ellos expresa la necesidad que tiene el hombre de la gracia para el pleno cumplimiento de la ley y la vida moral. La ley es el gran pedagogo de esta vida moral. Dios que – como Legislador – dirige a la criatura racional hacia el fin último, de una manera exterior a la voluntad pero sin anular su libertad.
En la primera cuestión del tratado (cuestión 90) estudia Santo Tomás las causas de la ley. Pero no olvidemos que estamos en el terreno del obrar, de las conductas humanas, y por eso el Angélico comienza este estudio afirmando – como ya hemos visto – que la ley es regla y medida del actuar
S. Th. I-II q.90 a. 1 corpus. y ésta se refiere a la razón que ordena las cosas a su fin, que es lo primero en la operación. Luego aclara que el primer principio en el orden operativo, al que se refiere la razón práctica, es el fin último, que es la felicidad o bienaventuranza
S. Th. I-II q.90 a. 2 corpus.. En interesante comprobar cómo este Santo Doctor retoma siempre – y ya al comenzar el tratado – el tema de la felicidad o bienaventuranza como fin último, cuestionado luego por los modernos, especialmente por Kant y toda la Psicología que enraíza su pensamiento y su praxis en estos filósofos.
El sapiencial orden seguido por Santo Tomás, lo describe de esta manera:
« Hemos de considerar ahora cada una de las leyes en particular. Trataremos primero de la ley eterna; segundo de la ley natural; tercero, de la ley humana; cuarto, de la ley antigua; quinto de la ley nueva, que es la ley del Evangelio»
S. Th. I-II q. 93 prólogo..
4. Fuentes
Analizaré las obras y los autores más citados por Santo Tomás en el Tratado de la Ley. Intentaré poner en evidencia el desprecio de la ciencia moderna por las verdades conquistadas en el transcurso de los siglos por la razón humana, y sobre todo con la dimensión y claridad que recibieron por la Revelación. Es necesario comprender cómo la Psicología de raíz moderna se desarrolló en un amplio rechazo a todo el pensamiento tradicional, genialmente sistematizado por Santo Tomás de Aquino.
4.1.*Sagradas Escrituras:
Como bien sabemos la fuente principal de Santo Tomás es siempre la Sagrada Escritura. En este tratado está muy presente principalmente el Pentateuco y las Cartas de San Pablo, que Santo Tomás usa en la construcción de un pensamiento original. El Angélico usa un método “realista” porque la Escritura se refiere en primer lugar a la realidad, que a su vez conduce a un misterio
I. Andereggen, Introducción a la Teología…, 76-77..
4.2.*Aristóteles (384-322 a C.)
es, para Santo Tomás, “el Filósofo” por excelencia, porque estudia la realidad a la luz de la sola razón humana.
Son abundantes las citas del Filósofo, y que toma de la Política y otras obras, pero principalmente de la Ética a Nicómaco (comentada por Santo Tomás)
La ética aristotélica es esencialmente finalista y eudemonista. El hombre opera por un bien, al cual va unido el deleite y la felicidad. El bien tiene carácter de causa final, que obra atrayendo. Lo define como «aquello a que todas las cosas tienden»
Aristóteles, Ética Nicomaquea, Libro I, 1, Bk 1094 a 5; tr. A. Gomez Robledo, México 200019.. Existe una correlación entre el ser y el bien. Hay muchos bienes particulares y analógicos; a cada sustancia le corresponde su propio bien, que lo alcanza en la plenitud de su propia perfección.
El objeto de la Ética será averiguar cuál es el bien, la perfección y la felicidad del hombre, para dirigir prácticamente su conducta. «El fin de esta ciencia no es el conocimiento, sino la acción»
Aristóteles, Ética Nicomaquea, Libro I, 3, Bk 1095 a 5.; es una ciencia práctica.
Aristóteles estructura la Ética Nicomaquea comenzando por el tema del bien y el fin último (que no sólo es el bien sino el bien soberano), y concluye con el Libro X sobre la felicidad, que consiste en la actividad más importante del hombre: “la vida según la inteligencia”, que será también “vida divina” y radica en la contemplación, que constituye “la felicidad perfecta”. Y es vida divina porque
«el acto de Dios, acto de incomparable bienaventuranza, no puede ser sino un acto contemplativo. Y de los actos humanos el más dichoso será el que más cerca pueda estar de aquel acto divino»
Aristóteles, Ética Nicomaquea, Libro X, 8, Bk 1178 b 20. Z. Gonzalez, Historia de la Filosofía, Agustín Jubera, Madrid 18862, tomo I, 309: «Cierto es que».
Aristóteles recomienda que no pensemos y vivamos según las cosas humanas y mortales. Dice que el hombre puede vivir más dignamente que sumergido en las cosas «humanas y mortales», participando de este «algo divino» que «está por encima de la condición humana»
Aristóteles, Ética Nicomaquea, Libro X, 7; Bk 1177 b 25?.
En la cuestión 90 (sobre la esencia de la ley), Santo Tomás comienza este Tratado de la Ley citando el Libro VII de la Ética a Nicómaco, para demostrar que la ley es algo propio de la razón, pues a ésta le compete ordenar las cosas a su fin. En aquel libro, Aristóteles está analizando la psicología del incontinente
Este tema lo retomará el psiquiatra Jacques Lacan. (que puede ser persuadido de cambiar) y sus diferencias con las conductas del desenfrenado, quienes obran en contra de la recta razón.
El principio que rige es que «debemos obrar conforme a la recta razón»
Aristóteles, Ética Nicomaquea, Libro II, 2, Bk 1103 b 30., porque la regla y medida de los actos humanos es la razón. El bien de una cosa está en la operación propia de su forma, y el hombre es ser racional; por lo tanto, la operación es buena cuando hace lo propio del hombre. Por el contrario, «La perversidad de la razón repugna a la naturaleza de la razón» dice Santo Tomás comentando al Estagirita
Tomás De Aquino, Comentario de la ética a Nicómaco, CIAFIC, Buenos Aires 1983, Libro II, II, n. 257..
Es necesario que la ley mire al bien común, porque la parte se ordena al todo y el hombre es parte de la comunidad que conduce a la felicidad común
Para hacerse bueno se requiere la costumbre (da mucha importancia a la educación de los hábitos), y por eso cuando la pasión domina por la costumbre, las palabras no sirven porque no escucha los argumentos o, simplemente, no los entiende. Entonces es necesaria la fuerza coercitiva y el castigo. Las leyes positivas son necesarias para que el hombre se haga bueno y se habitúe a apreciar el bien honesto y aborrecer el deshonesto.
El hombre malo que apetece el placer sin sujetarse a la razón debe ser castigado con penas que se oponen a sus deleites. Esto nos muestra que la ley es pesada para los desobedientes y de costumbres malas, pero no para el virtuoso.
Este pensamiento aristotélico es retomado en la cuestión 92 que versa sobre los efectos de la ley, ya que ésta debe hacer buenos a los hombres. La ley es para dirigir los actos humanos, debe inducir a la virtud, pues «la virtud hace bueno al que la posee»
Aristóteles, Ética Nicomaquea, Libro II, 6, Bk 1106 a 20..
Es interesante ver cómo el Aquinate usa también las afirmaciones aristotélicas de la inclinación a la virtud
Cf. Aristóteles, Ética Nicomaquea, Libro II, 1, Bk 1103 a; 1103 b. , para fundamentar el conocimiento que en algún modo tienen las criaturas racionales de la ley eterna, pues la llevan grabada en su misma naturaleza
S. Th. I-II q. 93 a. 6 corpus.. Sin embargo, cuando se propone estudiar la ley natural, es donde aparece Aristóteles como una fuente muy importante. A Aristóteles se lo ha llamado Padre del derecho natural
Cf. C. Soria, «Introducción al Tratado de la Ley», 3-15. . El obrar recto del hombre debe ser conforme al orden natural, que es obrar conforme a la razón.
Respecto de la ley humana, instituida por el hombre, debe derivarse de la ley natural. el Angélico toma a Aristóteles como autoridad para afirmar que la ley humana debe preceptuar los actos de las virtudes
Cf. Aristóteles, Ética Nicomaquea, Libro V, 1, Bk 1129 a; 1129 b; 1130 a.
Aristóteles es citado varias veces en lo relativo a los preceptos morales en la Antigua Ley, y representa siempre el elemento racional que Santo Tomás quiere recalcar en todos estos temas.
4.3.*Los estoicos:
No se ha determinado con precisión si el Aquinate conoció el pensamiento estoico directamente o por fuentes indirectas, aunque en general los estudiosos del tema se inclinan por esta segunda posición, salvo Séneca a quien cita directamente.
La moral estoica está cimentada en la relación objetiva de las acciones humanas con este principio superior al hombre que es la Razón eterna, y en ésta se basa la ley natural. El principio supremo de la virtud es vivir conforme a la razón, y éste es el sabio, que vive también en conformidad consigo mismo; de esta manera se asegura la felicidad que va unida a la virtud, como el sufrimiento al vicio. Lo esencial de la virtud es la rectitud. La virtud es esencialmente la sabiduría y, por lo tanto, la felicidad se reduce a la sabiduría. Si bien el orden universal se impone, el hombre puede rebelarse y así será desgraciado. La razón por la que puede querer evitarlo, son las pasiones; por eso la perfección moral consiste en la apatheia, ausencia y total dominio de las pasiones. Santo Tomás afirma que los estoicos se equivocan cuando excluyen las pasiones del virtuoso, porque justamente la virtud no puede existir sin las pasiones,
4.4.*Cicerón (106-43 a. C.):
Cicerón, un pensador muy conocido y citado en el medioevo latino, afirma sobre todo la existencia de una ley no escrita, tomada directamente de la naturaleza, independiente de las opiniones humanas. La base de esta fuerza es la razón legisladora, la recta ratio, principio divino que dirige el obrar rectamente.
Cicerón afirma claramente, que el fundamento universal del derecho y de las leyes, reside en la naturaleza del hombre; hay una ley natural que es anterior al derecho positivo originado en la voluntad del legislador. Esta ley natural tiene como fuente u origen la ley eterna, sabiduría divina o mente de Dios. De esta ley eterna es partícipe el hombre, mediante la razón, por la cual es socio de la divinidad. Esta ley de procedencia divina imprime en todo lo existente su finalidad perfectiva que es fundamento del orden moral.
4.5.*San Agustín (354-430)
El Santo Obispo de Hipona es el autor más citado por Santo Tomás. San Agustín es – indiscutiblemente – el maestro por excelencia de Santo Tomás, tanto aquí en el Tratado de la Ley, como en sus otras obras.
San Agustín y la Patrística superan la concepción filosófica griega y a los juristas romanos al menos en tres aspectos: 1) afirma que la ley eterna proviene de la voluntad de Dios, a diferencia de Cicerón que la confunde con la naturaleza; 2) el conocimiento de la ley eterna no proviene de una idea innata, como enseñaron los estoicos, sino que es una interior inspiración de Dios, y 3) a la doctrina de Cicerón de Dios como ratio, San Agustín agrega el concepto de Dios como voluntad, el naturalismo pagano de Cicerón se transforma en el Dios Creador y Salvador.
Para este santo Padre de la Iglesia, la moral es el seguimiento de la ley natural como reflejo de la ley eterna. El hombre es débil para el cumplimiento de las normas y por eso debe acogerse a la ley evangélica.
La creación es armónica, equilibrada, hay un orden cuyo resultado es la paz, la armonía de las partes, el equilibrio del conjunto que hace posible su existencia. Cuando hay orden cada cosa ocupa el lugar que le corresponde. Este orden universal tiene un sentido teleológico, finalista, porque en todo lo que es móvil, el orden dice relación a un fin.
Pero todo orden en función de un fin presupone un principio regulador que reduzca a la unidad los elementos que son partes, haciendo de ellos una totalidad. Este principio es la ley. Así, los conceptos de orden y ley guardan una relación entre sí: el orden, en cierto modo, no es sino la realización de la ley, y ésta, expresión del orden
Cf. J. Hervada, Historia de la ciencia del derecho… . El hecho de que haya un universo ordenado lleva a la idea de un principio supremo, de una ley universal que rige los seres, y ésta es la ley eterna.
Es muy importante para nuestro tema poner énfasis en este principio del orden, en el cual insiste San Agustín. El orden es norma objetiva que parte de Dios y desciende en todos los grados del ser. En la doctrina de Agustín toda la realidad es abrazada en este concepto de orden.
Dice el Obispo de Hipona:
De ningún modo algo puede sustraerse a las leyes del sumo Creador y Ordenador, por quien es administrada la paz del universo.
Agustín De Hipona, De Civitate Dei, en Obras de San Agustín en edición bilingüe, Tomo XXXI, BAC, Madrid 1991, XIX, XII, 3.
Y en De Libero Arbitrio añade:
Ninguna fuerza, ningún acontecimiento, ningún fallo de cosa alguna llegará nunca a hacer que no sea justo el que todas las cosas estén perfectísimamente ordenadas.
Agustín De Hipona, De Libero Arbitrio, en Obras de San Agustín en edición bilingüe, Tomo III, BAC, Madrid 1947, I cap. 6. 15.
Esta ley eterna está impresa en el alma, y a ella deben conformarse las leyes temporales
Cf. Ibid..
La ley eterna es la sabiduría ordenadora de Dios, pues ordena y conduce a sus fines el movimiento y todo lo que acontece en el universo. San Agustín la define como
La razón suprema de todo, a la cual se debe obedecer siempre, y que castiga a los malos con una vida infeliz y miserable y premia a los buenos con una vida bienaventurada.
Ibid.
Es necesario conservar el orden natural y está prohibido perturbarlo, por eso el pecado consistirá en todo hecho, dicho o deseo contra la ley eterna
Agustín De Hipona, Contra Faustum, en Obras de San Agustín en edición bilingüe, Tomo XXXI, BAC, Madrid 1993, XXII, 27.. Si el pecado es visto como desorden, hay que definir el libre albedrío por su ordenación al bien, y aquél como una ‘deficiencia’, privación del bien en el acto voluntario. El mal moral procede del libre albedrío en cuanto deficiente.
Así pues nadie busque la causa eficiente en la voluntad mala: pues no es eficiente: sino deficiente: porque tampoco se da efectividad sino defectividad. Comenzar a tener voluntad mala es decaer de lo que es sumo a lo que es inferior. Así pues, si alguien quiere encontrar las causas de estas deficiencias, no habiendo causas eficientes sino deficientes, procederá como quien desea ver las tinieblas u oír el silencio
Agustín De Hipona, De Civitate Dei, XXII, 7..
Hay que recordar el contexto histórico de San Agustín, y sus polémicas con el maniqueísmo y el pelagianismo. Por eso insiste en que la naturaleza debe ser sanada, y esto implica condenar a la vez a los dos herejes: a Pelagio, pues si la naturaleza estuviera sana no necesitaría curación; y a Manes, porque si el mal fuera eterno esta curación sería imposible
Cf. Agustín De Hipona, Contra Duas Epistolas Pelagianorum, en Obras de San Agustín en edición bilingüe, Tomo IX, BAC, Madrid 1949, c. IX, 25.».
En el primer libro De libero arbitrio, San Agustín distingue dos tipos de leyes en relación a dos géneros de cosas: las eternas y las temporales. De esta manera se evidencia que existen dos tipos de hombres: los que siguen y aman las eternas y los que siguen y aman las temporales, y que
«de la voluntad de cada uno depende elegir lo que le plazca seguir y obrar, y que nada ni nadie, si no es la voluntad, puede derrocar a la mente del trono de su reino y apartarla del camino del orden»
Agustín De Hipona, De libero arbitrio, I cap. 16, 305. .
Aquellos hombres que son felices por el amor a las cosas eternas, viven según los dictámenes de la ley eterna, mientras que los miserables viven sometidos al yugo de la ley temporal. Sin embargo, los que viven según ésta, no quedan libres de la ley eterna, pues de ella procede todo lo que es justo. Y los que viven sumisos a la ley eterna, no necesitan de la ley temporal
Agustín De Hipona, De libero arbitrio, I cap. 15, 301.. Porque la ley eterna manda que apartemos nuestro amor de las cosas mundanas y nos convirtamos a las eternas
Agustín De Hipona, De libero arbitrio, I, 15, 300.. Mientras que la ley humana manda que los hombres convivan pacíficamente en sociedad cuando desean poseer bienes temporales, tales como: los del cuerpo, la libertad (aquella por la que se creen libres y la desean, los que en realidad son siervos), los familiares (y los que le rinden honores) y finalmente, el dinero.
La ley humana distribuye estos bienes, dando a cada uno lo suyo; reprime por el miedo y doblega el ánimo de los miserables, para quienes fue dada, porque estos hombres, temiendo perder esos bienes usan de ellos según ciertas normas que hacen posible mantener la sociedad. Pero «esta ley no castiga el pecado que se comete amando estos bienes, sino el desorden causado, cuando injustamente se quitan a los demás. Sin duda no sufrirían los hombres cuando les sacan estos bienes, si no fuera porque aman estas cosas que pueden serles arrebatadas contra su voluntad. Sin embargo, algunos hacen buen uso de las mismas cosas que otros abusan (convirtiéndose en sus esclavos).
Santo Tomás hace referencia al pensamiento del Obispo de Hipona
S. Th. I-II q. 93 a. 3. para expresar con él que:
«es verdad que la ley humana, que tiene sólo por fin el gobierno de los pueblos, permite y deja impunes muchos actos que castiga la Providencia divina, y, además, de que la ley humana no alcance a todo, no se sigue que deban reprobarse sus determinaciones»
Agustín De Hipona, De libero arbitrio, I cap. 5, 267..
Por lo cual esta ley que se promulga por escrito es útil a todos los que viven sujetos a las cosas del tiempo. Llama así ley temporal a «esta que, aun siendo justa, puede, no obstante, modificarse justamente según lo exijan las circunstancias de los tiempos»
Agustín De Hipona, De libero arbitrio, I cap. 6, 269..
En un pueblo están unidos por la ley temporal, pero también el hombre está ordenado perfectísimamente en relación consigo mismo.
Es la razón que
«domina en él y tiene sometidos a su imperio todos los demás elementos de que consta el hombre, entonces es cuando se halla éste perfectísimamente ordenado»
Agustín De Hipona, De libero arbitrio, I cap. 8, 275..
San Agustín estudia con profundidad psicológica el problema del orden mental (que aparece en la preocupación moderna como salud mental o enfermedad y patología), y quiere decir que cuando la razón domina las concupiscencias del alma, la personalidad está ordenada y por lo tanto, sana.
Porque es claro que no hay buen orden, ni siquiera puede decirse que haya orden, allí donde lo más digno se halla subordinado a lo menos digno […] cuando la razón, mente o espíritu gobierna los movimientos irracionales del alma, entonces, y sólo entonces, es cuando se puede decir que domina en el hombre lo que debe dominar, y domina en virtud de aquella ley que dijimos que era ley eterna
Agustín De Hipona, De libero arbitrio, I cap. 8, 277..
Los esclavos de las pasiones sufren consecuencias penales porque se someten a ellas por propia voluntad y libre albedrío. Ya es un castigo que el «amor desordenado»
Agustín De Hipona, De libero arbitrio, I cap. 4, 263. domine a la mente, pero además debe sufrir como consecuencias: perturbaciones profundas del ánimo, gran temor, angustia mortal, vana y falsa alegría, tormentos por las cosas perdidas y amadas y deseos de poseer lo que no se tiene, deseo de venganza, etc. Este hombre es acosado por la avaricia, consumido por la lujuria, cautivado por la ambición, hinchado de soberbia, atormentado por la envidia, obstinado y finalmente, el blanco de otros innumerables males que lleva consigo el imperio del amor desordenado
Agustín De Hipona, De libero arbitrio, I cap. 11, 285..
Y todo esto por la propia voluntad. Porque el que quiere vivir recta y honestamente, lo conseguirá. Dice San Agustín (que, por otra parte, tenía experiencia del desorden):
«los hombres se hacen dignos de una vida feliz por su voluntad, y también por su voluntad se hacen acreedores a una vida miserable, y tan eficazmente, que en uno y otro caso reciben su merecido»
Agustín De Hipona, De libero arbitrio, I cap. 14, 297..
La vida feliz consiste en vivir según la razón. Y esto es lo que ha establecido de forma inconmovible la ley eterna. Es por esto por lo que Santo Tomás cita al santo Obispo de Hipona, para concluir que toda ley se deriva de la ley eterna en cuanto participa de la recta razón
Cf. S. Th. I-II q. 93 a. 3 corpus..
El que vive rectamente, siente verdadera alegría, porque ama esta ley que premia la buena voluntad y castiga la mala.
Así que, cuando decimos que los hombres son desgraciados por su propia voluntad, no queremos significar que quieran ser desgraciados, sino que son de una voluntad tal, que a ella sigue necesariamente la desgracia, aun sin quererla ellos. […] no todos quieren vivir rectamente, y que a sola esta voluntad de vivir según la razón, y no otra, es a la que se debe la vida bienaventurada
Agustín De Hipona, De libero arbitrio, I cap. 14, 299..
Santo Tomás toma la autoridad de San Agustín al tratar sobre los preceptos morales de la ley antigua
Cf. S. Th. I-II q. 99 a. 2 ad 3 y q. 100 a. 12.. El libro citado es De spiritu et littera, y le sirve al Aquinate para afirmar que la letra de la ley (aun en los preceptos morales) manda lo que es bueno, pero no da el auxilio de la gracia para cumplirlo, y por eso es ocasión de muerte. La letra que prohíbe el pecado mata porque fomenta las transgresiones, si la gracia no viene en ayuda. La letra sin el espíritu nos hace reos del pecado por el conocimiento del mismo. Y no porque la ley sea un mal, sino porque contiene el precepto bueno sólo en la letra que lo muestra, y no en el espíritu que ayuda. Por eso si se cumple con el precepto es por temor al castigo, servilmente, y no con libertad, por lo tanto, no se cumple.
Porque no es bueno el fruto que no brota de la raíz de la caridad. Porque ciertamente, si al acto acompaña la fe, que obra animada por la caridad, ya entonces empieza el alma a deleitarse en la ley divina según el hombre interior, y esta complacencia no es fruto de la letra, sino don del espíritu, aunque aun exista otra ley en los miembros que guerree contra la ley de la razón, hasta que por la renovación del hombre interior, que va acrecentándose de día en día, se desvanezca totalmente el hombre viejo, librándonos del cuerpo de esta muerte la gracia de Dios por Jesucristo, Señor nuestro
Agustín De Hipona, De spiritu et littera, c. 14, en Obras de San Agustín, Tomo VI, BAC, Madrid 1949, 723-725..
Esta gracia estaba velada y oculta en el Antiguo Testamento y se manifestó por el Evangelio, según el perfecto orden de los tiempos con que Dios dispone de todas las cosas.
Más adelante, Santo Tomás retoma este libro para fundamentar sus afirmaciones sobre la Ley Nueva
S. Th. I-II q. 106 a. 1 y 2..
La Ley Antigua fue escrita fuera del hombre para atemorizarlo exteriormente; porque en cuanto nos manda, – considerando nuestra impotencia – tenemos necesidad de recurrir a Dios. Pero la Ley Nueva, está dentro del mismo hombre para justificarlo. Por la gracia divina, es cumplida perfectamente la ley; sin ella:
Sólo produce prevaricadores, ora llegando hasta la ejecución de las malas obras, cuando el ardor de la concupiscencia traspasa las barreras del temor, ora quedando el pecado solamente en el deseo, cuando el temor del castigo logra vencer la suave llama de la pasión libidinosa
Agustín De Hipona, De spiritu et littera, c. 19, 735..
La imperfección se hacía patente por la ley y se veía la necesidad de una ayuda para su cumplimiento. Por eso añade – con una magistral frase – el Santo Obispo:
La ley, pues, fue dada para que la gracia se buscase; la gracia concedida para que la ley se practicase. Y no por su imperfección dejaba de ser cumplida la ley, sino por la imperfección de la malicia de la carne; cuya imperfección debía hacerse patente por la ley y ser curada por la gracia
Agustín De Hipona, De spiritu et littera, c. 19, 735..
La Ley Antigua mostraba las heridas que no podían ser curadas por la letra amenazadora; el Nuevo Testamento sana al hombre de las heridas del viejo, por la renovación de la gracia.
Ahora, los preceptos de Dios escritos en el corazón, por la presencia de la caridad (que es la plenitud de la ley y el fin del precepto), prometen bienes del corazón: los bienes espirituales. Antes, las promesas eran de bienes terrenos y temporales
Cf. Agustín De Hipona, De spiritu et littera, c. 21, 739..
El hombre se renueva interiormente y esta reforma debe ir acompañada de un crecimiento, así como del despojarse de las ‘niñerías’, para llegar a la perfección de la madurez.
Es el Espíritu de gracia el que obra en nosotros la imagen divina, con la cual fuimos creados. El pecado es contrario a la naturaleza, y sólo la gracia puede sanarla
Agustín De Hipona, De spiritu et littera, c. 27, 758..
La imagen de Dios en el alma no ha sido destruida al punto que no queden en ella vestigios; por eso se puede afirmar que hasta los malvados practican algunas obras buenas de la ley; porque no está del todo deteriorado lo que – al ser creado – fue impreso en el alma
Agustín De Hipona, De spiritu et littera, c. 28, 761.. Justamente por eso esta imagen es restaurada en el alma de los creyentes por el Nuevo Testamento, porque les había quedado su ser racional.
Más adelante, profundizando el Angélico en aquellas cosas contenidas en la Ley Nueva, que implican nuevas conductas donde el hombre cumple plenamente la ley, sobre todo porque se ordenan los movimientos interiores en sí mismo y con respecto a prójimo
S. Th. I-II q. 108 a. 3 sc., cita el libro de San Agustín De Sermone Domini in monte.
Explica el Santo Obispo que monte puede decirse en relación a una ascensión cada vez mayor respecto de los preceptos dados. Los menos perfectos sujetaban con temor y los más perfectos liberan por el amor. Comienza por remarcar la necesidad de la humildad porque son pobres de espíritu los humildes y temerosos de Dios, que no tienen un espíritu que infla.
San Agustín muestra la forma como el alma asciende, en los mandatos de la nueva ley, por un camino de perfección. Explica con suma claridad el tránsito de la extrema discordia a la concordia perfecta: desde la venganza desproporcionada, pasando por el límite a la venganza (el ojo por ojo y diente por diente) y llegando al ánimo misericordioso, donde se soporten con paciencia las flaquezas ajenas. Cuando realmente se ama, se está dispuesto a sufrir y a soportar con serenidad hasta las más injustas exigencias
Cf. Agustín De Hipona, De sermone Domini in monte, I c.19, 857..
Pero la sabiduría del Angélico resalta al citar al Obispo de Hipona para demostrar que Dios no manda cosas imposibles
S. Th. I-II q. 107 a. 4 corpus..
Dios es justo y no puede imponer preceptos imposibles de cumplir, se nos avisa qué hemos de hacer en las cosas fáciles y qué pedir en las dificultosas. Porque todo resulta fácil para la caridad
Agustín De Hipona, De natura et gratia, c. 69, en Obras de San Agustín, Tomo VI, BAC, Madrid 1949, 931..
Todo es llevadero cuando es mandato del amor. Y posee el amor quien se convierte a Dios con todo el corazón y con toda el alma. Los mandamientos «Son difíciles para el temor, fáciles para el amor»
Agustín De Hipona, De natura et gratia, c. 69, 933..
4.6. San Isidoro de Sevilla (570-636)
Lo más original de su pensamiento es la doctrina sobre el derecho, expuesta en las Etimologías, obra tomada como autoridad por Santo Tomás de Aquino
En el Index Thomisticus puede verse que el Aquinate cita 424 veces a San Isidoro. Sólo en la Suma de Teología aparecen 132 citas y, específicamente en el Tratado de la Ley, 27 veces. en este Tratado de la Ley. Puede decirse que, gracias a esta obra, parte del pensamiento antiguo fue trasmitido al medioevo.
Divide, sobre todo, la ley en divina y humana. Distingue el derecho natural, derecho de gentes y civil, según el cuadro clásico de la jurisprudencia romana.
En la cuestión 90, sobre la esencia de la ley, toma Santo Tomás las definiciones de San Isidoro para afirmar la nota esencial de la ordenación de la ley al bien común.
Cf. S. Th. I-II q. 90 a 2 y 3 sc.. Estudiando los efectos de la ley, cita la autoridad de las Etimologías para reconocer como apropiado el asignar a la ley los actos preceptivos, prohibitivos, permisivos y punitivos
Cf. S. Th. I-II q. 92 a. 2 sc.. También lo toma al analizar la ley natural y afirmar que el derecho natural es común a todos
Cf. S. Th. I-II q. 94 a. 4 sc.. Pero lo cita también en el tema de la ley humana, donde cita más veces a San Isidoro y después en el Tratado de la ley antigua, sobre la bondad de dicha ley, los preceptos morales y en los preceptos ceremoniales.
4. 7. San Juan Damasceno (675-750)
Juan nacido en Damasco es la gran figura final de la patrística griega. El Santo Doctor del monasterio de San Sabas, cierra esta etapa como compilador y sistematizador de la patrística de Oriente, influyendo en gran medida en las Sumas de la Edad Media occidental, por lo cual se puede considerar el precedente y modelo de estas.
De las muchas obras que escribió, la Exposición de la fe ortodoxa (De fide orthodoxa o Expositio fidei
J. Damasceno, Exposición de la fe, tr. J.P. Torrebiarte Aguilar, Ciudad Nueva, Madrid. Dice ser la primera traducción completa al castellano.) es la citada por Santo Tomás de Aquino en el Tratado de la Ley, contiene un sistema teológico y una estructura semejante a la que adoptaría la escolástica. San Juan Damasceno explica la fe revelada por Dios e indica aquí su intención de no decir nada propio, sino hacer un compendio de lo que ha tomado de los mejores maestros
Fueron varios pero el más citado a lo largo de la exposición, es Gregorio Nacianceno, citado por su nombre, como al Pseudo-Dionisio..
En el Tratado de la Ley, Santo Tomás cita a San Juan Damasceno especialmente en la cuestión 94, donde trata la ley natural.
Otras citas, explícitas, que aparecen en este Tratado de la Ley, se encuentran en el artículo 3, de gran valor para la psicología, pues analiza el tema de los actos virtuosos prescritos por la ley natural. Obrar virtuosamente significa obrar conforme a la razón, y en el hombre existe una inclinación natural a obrar según lo que dicta esta razón.
En el mismo artículo responde que los pecados, al ser contra la razón, son también contra la naturaleza. Santo Tomás distingue aquí los pecados que son contra lo propio del hombre que es la razón, de aquellos que implican lo común al hombre y al animal, y son pecados especialmente contra natura, llamados vicios contra naturaleza (por ejemplo: la inversión de sexos).
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